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UNIVERSIDAD NACIONAL DE

CAJAMARCA
Facultad de Ingeniería
Escuela Académico Profesional de Ingeniería Civil

TRATAMIENTO JURÍDICO DE UN DERECHO FUNDAMENTAL

Curso: Defensa Nacional y Derechos Humanos

Docente: M. Cs. Abg. Teresa Ysabel Terán Ramírez

Alumnos: Muñoz Raico, Dennis

Nizama Vásquez, Harol

Grupo: A

Ciclo: 2017 – I

Cajamarca, Agosto de 2017


Tratamiento Jurídico del derecho: A la libertad de conciencia y de religión, en
forma individual o asociada. No hay delito de opinión. El ejercicio público de
todas las confesiones es libre, siempre que no ofenda la moral ni altere el
orden público. (Constitución Política del Perú., 1993, art. 2)

I) Tratamiento Nacional:

En primer lugar, es necesario precisar las definiciones y distinciones


relacionadas con los conceptos principales del inciso 3 del segundo artículo de
la Constitución. Para este propósito tendremos como principal fuente al Tribunal
Constitucional del Perú.

En tal sentido, dicho organismo empieza con una importante diferenciación entre
los conceptos centrales de este derecho; libertad religiosa y libertad de
conciencia. Para el primero de ellos señala que:

Supone la capacidad de toda persona para auto determinarse de acuerdo


con sus convicciones y creencias en el plano de la fe religiosa, así como para
la práctica de la religión en todas sus manifestaciones, individuales o
colectivas, tanto públicas como privadas, con libertad para su enseñanza,
culto, observancia y cambio de religión. (STC 6111-2009-PA/TC)

En cambio, sobre la libertad de conciencia, menciona:

Es asumida por lo general como la facultad del individuo de actuar y realizar


su vida en consonancia con su personal concepción deontológica. En otras
palabras, es la libertad de la persona de poseer su propio juicio ético o moral
y de actuar conforme a dicho juicio en su entorno social o en el contexto en
el que se desenvuelve. (STC 6111-2009-PA/TC)

De los anterior expuesto se puede comentar que la principal diferencia de estas


libertades es el origen o fuente de sus principios éticos y el código moral. En el
caso de la libertad religiosa, estos derivan de un dogma preestablecido. Por el
contrario, en la libertad de conciencia el juicio ético o moral es procedente del
mismo individuo, que es el resultado de su entorno.
En otras palabras, y como se señala en la sentencia del Tribunal Constitucional
(0895-2001-AA/TC); la libertad de conciencia está vinculada a la libertad de
ideas, mientras que la libertad de religión, a la libertad de creencias. Esta cita
refuerza la idea propuesta inicialmente; cada libertad (religiosa y de conciencia)
desarrollan cúmulos de criterios e ideas distintos en cuanto a la fuente de los
mismo.

Lógicamente, también existen similitudes importantes entre estos derechos. Sin


embargo, el punto de convergencia más significativo es el que señala el Tribunal
Constitucional al mencionar que estos conceptos:

(…) implican el reconocimiento de la naturaleza y dignidad del ser personal


en su dimensión más profunda y específica, aquélla donde es y actúa el
carácter innato, inviolable, irrenunciable e imprescriptible de su racionalidad
y de su conciencia mediante la búsqueda y el establecimiento de su propia
relación con la verdad, el bien y Dios. Esa raíz común explica la tendencia
de los textos internacionales a reconocerlos conjuntamente e incluso en un
mismo precepto, y también el peligro de confundirlos. (Tribunal
Constitucional, 2014, p. 28)

Hasta este punto y con los temas abordados es posible definir el derecho: A la
libertad de conciencia y de religión, en forma individual o asociada, como un
derecho fundamental (1° generación) basado en los principios de libertad e
igualdad del sujeto, que protege la capacidad del mismo a elegir y practicar una
postura racional y consiente sobre la verdad, el bien y Dios.

Una vez concebida una definición concreta del derecho a analizar es que
podemos identificar el contenido constitucional que este protege, desde luego el
ámbito de tutela directa e inmediata es la dignidad del sujeto, lo cual se proyecta
como su capacidad de elegir y ejercer.

Respecto a las limitaciones de este derecho, el TC hace particular hincapié en


la libertad religiosa y su característica de libertad individual. Esto porque su
ejercicio esta relacionado directamente con la moral y el orden público. Con la
finalidad de explayarse en este tema, el organismo antes mencionado divide a
este derecho en dos dimensiones; dimensión subjetiva y otra objetiva.
De manera sintética, la dimensión subjetiva abarca tanto la capacidad de
autodeterminación de acuerdo a convicciones y creencias, la práctica libre de
las mismas y la inmunidad a coacción y la decisión de mantenerlas reservadas.
Por otro lado, la dimensión objetiva son dos principios que evidencia el tipo de
relación entre el estado y las religiones. Un diagrama simplificado de este tema
es el siguiente:

(Fuente: Tribunal Constitucional, 2014, p.29)

Consecuentemente, desde la dimensión subjetiva es que se pueden señalar los


límites de este derecho: el respecto de la moral y el orden público (STC 6111-
2009-PA/TC). Incluso estos delimitadores pueden traducirse como el respeto a
los derechos fundamentales de los demás. Esta conclusión la respalda Álvarez,
J. (1993) cuando señala que el único límite del ejercicio de la libertad religiosa
es el respeto a los derechos de los demás, ya que ese respeto va
inalterablemente unido al genuino sentido de orden público.

Estas aseveraciones sobre los límites del derecho de la libertad religiosa


también son extensivos para la libertad de conciencia, ello únicamente porque
ambos comparten la característica del ejercicio en público, y por tanto la
posibilidad de interferir en su ordenamiento. Sin embargo la evaluación o análisis
de cada uno en caso de vulnerabilidad, debe ser particular dado sus diferentes
naturalezas.

Finalmente, para resaltar situaciones donde se ha cuestionado e incluso


vulnerado el derecho a la libertad religiosa y libertad de conciencia resumiremos
dos sentencias del Tribunal Constitucional del Perú.

En la primera de ellas (STC 5680-2009-PA/TC), se aborda el tema de las


distinciones entre los dos derechos anteriormente descritos ya que es un análisis
del contenido del derecho fundamental de libertad religiosa, para ello aborda la
delimitación de la libertad religiosa con respecto a la libertad de conciencia.

En tal sentido, sobre la delimitación de la libertad religiosa respecto a la de


conciencia, la tesis principal es que dichos derechos: no significan ni deben
interpretarse como (…) el mismo derecho o que puedan predicarse el mismo
contenido respecto de ambas libertades. Esto último porque:

La distinción entre la libertad de conciencia y la libertad religiosa realizada


en estos términos supone concebir la primera como la libertad de la persona
para optar por una determinada concepción ética o moral de la vida y
comportarse de acuerdo con ella, mientras que la segunda se referiría al
derecho de la persona a tener o no unas determinadas creencias religiosas
y autodeterminarse en su comportamiento en consonancia con las mismas.

(STC 5680-2009-PA/TC)

La cita previa está en consonancia con lo argumentado en este trabajo hasta


este punto, pero además sirve para señalar una cuestión importante ¿Hasta que
punto una idea es una convicción y por tanto esta amparad bajo ley? La
respuesta se encuentra de manera explícita en dicha sentencia al mencionar: no
toda idea u opinión es equivalente a creencia o convicción; sólo son objeto de
protección (…) aquellas creencias o convicciones que tienen un cierto grado de
fuerza, seriedad, coherencia e importancia.

El segundo caso (STC 0895-2001-AA/TC) trata sobre la demanda de un doctor


a no trabajar los días sábados dado que dicho día, según su religión, es para
profesar su fe. Esta situación es interesante ya que involucra la orden de una
institución pública empleadora (EsSalud) y las convicciones del demandante. La
manera en que se trató el amparo fue como una objeción de conciencia, ello
resulta particular porque si bien se apeló a sus creencias religiosas en primera
instancia también se enfatizó en que el individuo puede objetar el cumplimiento
de un determinado deber jurídico, por considerar que tal cumplimiento vulneraría
aquellas convicciones personales generadas a partir del criterio de conciencia y
que pueden provenir, desde luego, de profesar determinada confesión religiosa.

Esta sentencia es un caso de como ambas libertades, religiosa y de conciencia,


pueden ser vulneradas al mismo tiempo, cabe mencionar que esto se da porque
en el sujeto en particular posee un sistema de creencias basado en sus
convicciones religiosas.

II) Tratamiento Internacional:

El derecho N° 3 del artículo 2 de la constitución política del Perú de año 1993


se trata internacionalmente en el artículo N° 12 de la Convención Americana de
Derechos Humanos, (Suscrita en San José de Costa Rica el 22denoviembrede
1969, en la Conferencia Especializada Interamericana sobre Derechos
Humanos). Dicho instrumento internacional, regula la libertad de conciencia y
religión expresamente de la siguiente forma:

“Artículo12. Libertad de Conciencia y de Religión”


1. Toda persona tiene derecho a la libertad de conciencia y de religión. Este
derecho implica la libertad de conservar su religión o sus creencias, o de
cambiar de religión o de creencias, así como la libertad de profesar y divulgar
su religión o sus creencias, individual o colectivamente, tanto en público
como en privado.

2. Nadie puede ser objeto de medidas restrictivas que puedan menoscabar la


libertad de conservar su religión o sus creencias o de cambiar de religión o
de creencias.
3. La libertad de manifestar la propia religión y las propias creencias está sujeta
únicamente a las limitaciones prescritas por la ley y que sean necesarias
para proteger la seguridad, el orden, la saludo la moral públicos o los
derechos o libertades de los demás.

4. Los padres, y en su caso los tutores, tienen derecho a que sus hijos o pupilos
reciban la educación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias
convicciones.”

A nivel interno, la máxima protección se encuentra regulada en nuestra


Constitución de 1993, que regula en el artículo 2°. Numeral 3 expresa lo
siguiente:

“Art. 2.-Toda persona tiene derecho:

3. A la libertad de conciencia y de religión, en forma individual o asociada. No


hay persecución por razón de ideas o creencias. No hay delito de opinión. El
ejercicio público de todas las confesiones es libre, siempre que no ofenda la
moral ni altere el orden público.”

Es decir, coloca al derecho a la libertad religiosa, dentro de catálogos de los


derechos fundamentales, con los que cuenta la persona, resaltando tanto su
protección interna como externa.

Análisis jurisprudencial del Tribunal Constitucional Peruano:

1. Tribunal Constitucional. Exp. N.° 00928-2011-PA/TC. LIMA. José Manuel


Campero Lara en representación de Ricardo Luis Salas Soler y Otra.
STC de fecha 12 de septiembre de 2011

El Tribunal Constitucional Peruano en un caso donde se alegaba vulneración a


la libertad religiosa por no permitírsele anotar en el libro de bautismo el
abandono a la iglesia católica de su hijo menor de edad, debe dilucidar si la no
anotación del acto formal de abandono de la Iglesia católica en el libro de
bautismo del menor hijo de los recurrentes vulnera la libertad religiosa de éste
en lo relativo a su derecho de cambiar de religión o de creencias.

Los recurrentes fundan su petitorio en la afectación del derecho de libertad


religiosa en cuanto a la libertad de no creer en religión alguna. Es decir, el
derecho supuestamente afectado sería lo que los instrumentos internacionales
de derechos humanos entienden por el derecho de cambiar de religión o de
creencias, que es una de las manifestaciones del derecho fundamental de
libertad religiosa, conforme también reconoce el artículo 3º, literal a), de la Ley
Nº 29635, Ley de Libertad Religiosa. Y es que, como ha señalado la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, el derecho de libertad religiosa permite
que, con absoluta libertad, las personas “conserven, cambien, profesen y
divulguen su religión o sus creencias”.

No obstante, el Tribunal sostiene el abandono de la Iglesia católica, como


ejercicio del derecho de cambiar de religión o de creencias, no requiere de
intervención de ninguna instancia de dicha Iglesia, con lo cual se ve respetado
el derecho de libertad religiosa. En efecto, tal derecho hace que no pueda existir
ningún condicionamiento que pueda retener a quien no desee permanecer en
una confesión religiosa, pues exige la plena libertad para cambiar de religión o
de creencias. El libro de bautismo es un registro del hecho histórico de haber
sido administrado el bautismo en una determinada fecha y no un conjunto
organizado de datos personales de miembros de la religión católica que impida
al allí registrado abandonar dicha confesión sin que ello conste de modo
fehaciente en tal registro, pues, como se ha visto, el bautizado católico tiene
plena libertad para ejercer su derecho de cambiar de religión o de creencias, sin
necesidad de formalizar el apartamiento de la Iglesia católica. Es decir, el hecho
de que una persona haya sido bautizada y así conste en el respectivo libro de
bautismo no impide que pueda dejar de ser creyente o cambiar de religión.

Por tanto, la no formalización del abandono de la Iglesia católica, a través de la


correspondiente anotación en el libro de bautismo, no impide que el hijo de los
recurrentes pueda ejercer su libertad religiosa y profesar la creencia religiosa
que libremente elija o no profesar ninguna, sea al llegar a la mayoría de edad o
incluso antes, en este último caso conforme a la evolución de sus facultades y
bajo la guía de sus padres, según el artículo 14.2 de la Convención de Naciones
Unidas sobre Derechos del Niño.

Además, el Tribunal también aprecia que el hecho de no estar formalizado el


abandono de la Iglesia católica del hijo de los recurrentes, mediante su anotación
en el libro de su bautismo, en nada impide o perjudica el derecho de los
recurrentes a que su menor hijo reciba la educación religiosa y moral de acuerdo
con las convicciones de sus progenitores, derecho fundamental reconocido en
el artículo 13º de la Constitución (como derecho de los padres de escoger los
centros de educación y participar en el proceso educativo) y con reconocimiento
en tratados internacionales sobre derechos humanos (cfr. artículo 18.4 del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos; artículo 13.3 del Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales; artículo 12.4 de
la Convención Americana sobre Derechos Humanos), así como en la Ley de
Libertad Religiosa (artículo 3°, inciso “d”). En efecto, aun cuando no se haya
dado dicha formalización, los recurrentes pueden educar a su menor hijo en las
convicciones que libremente elijan, sea como “racionalista-crítico, librepensador
y ateo”, según se declara el codemandante (a fojas 22), o en cualquier otra
convicción. Es decir, al igual que ocurre con el derecho de cambiar de religión o
de creencias, el ejercicio del derecho de los recurrentes a que su menor hijo
reciba una educación religiosa y moral distinta a la católica no requiere de
intervención de ninguna instancia religiosa, por lo que no se aprecia vulneración
de derecho fundamental alguno que justifique la intervención del Estado a través
de la jurisdicción constitucional.

Por otro lado, la formalización del abandono de una confesión religiosa es una
cuestión interna de cada confesión, en este caso de la Iglesia católica, por lo
que acceder al pedido de los recurrentes de ordenar la anotación del acto formal
de abandono en la partida de bautismo de su menor hijo, implicaría una
vulneración de la libertad religiosa –en su dimensión colectiva o asociada
(artículo 2º, inciso 3, de la Constitución)– de la Iglesia católica; representaría una
transgresión del Estado a su laicidad o aconfesionalidad consagrada en el
artículo 50º de la Constitución (cfr. STC 6111-2009-PA/TC, fundamentos 23 a
28; STC 05416-2009-PA/TC, fundamentos 22 a 27); y afectaría la independencia
y autonomía que reconocen a dicha Iglesia tanto la Constitución (artículo 50º)
como el tratado internacional que contiene el Acuerdo entre el Estado peruano
y la Santa Sede de 1980 (artículo 1º). Por estas razones, el pedido de los
recurrentes de que la jurisdicción constitucional ordene a la Iglesia católica la
formalización del abandono de ésta, sea a nombre de ellos o de su menor hijo,
va contra el marco constitucional y supranacional descrito. Por tanto, la
formalización del abandono de la Iglesia católica corresponde ser reclamada por
los recurrentes en las instancias respectivas de dicha Iglesia y conforme a su
ordenamiento jurídico (el Derecho canónico), donde –como señala el
demandado (cfr. fojas 18 del cuaderno del Tribunal Constitucional)– podrán
impugnar la respuesta que reciban de estar disconformes.

2. Tribunal Constitucional. Expediente Nº 03372-2011-PA/TC. Lucero


Roberto Taylor Moreno Cabanillas. STC de fecha 19 de marzo de 2013.

La demanda se interpuso contra la Ley Nº 29602 que declaró como patrono del
Perú al Señor de los Milagros, por violar el derecho a la libertad religiosa.

Ante dicha demanda, el Tribunal Constitucional consideró que la “En lo que


respecta a la dimensión subjetiva de la libertad religiosa (artículo 2º, inciso 3, de
la Constitución), el recurrente indica que profesa la fe cristiana evangélica. Sin
embargo, este Tribunal Constitucional considera que la declaración del Señor
de los Milagros como “símbolo de religiosidad y sentimiento popular” del Perú
que hace la Ley Nº 29602, en nada perturba la capacidad del recurrente de
autodeterminarse de acuerdo a sus convicciones y creencias en el plano de la
fe religiosa, ni le obliga a actuar contra sus creencias religiosas, ni le impide la
práctica de su religión en todas sus manifestaciones, individuales o colectivas,
tanto públicas como privadas, con libertad para su enseñanza, culto,
observancia y cambio de religión. Es decir, siguiendo lo que la Corte
Interamericana de Derechos Humanos ha entendido como el contenido del
derecho fundamental de la libertad religiosa, este Tribunal no considera que la
Ley Nº 29602 impida al recurrente conservar, cambiar, profesar y divulgar su
religión o creencias”.
Asimismo, el Tribunal expresó que la secular tradición del señor de los milagros
constituye actualmente una expresión cultural, que se encuentra enraizada en
la sociedad peruana. Una prueba de esto es que su festividad haya sido
declarada por el Instituto Nacional de Cultura como patrimonio cultural de la
nación mediante resolución Directoral del año 2005, por tanto que se declare por
Ley Nº 29602 como símbolo de religiosidad y sentimiento popular del Perú, no
representa una transgresión al principio de laicidad del Estado previsto en el
artículo 50 de la Constitución. Lo que no implica consagrar, ofrecer o dedicar, al
Perú al señor de los Milagros, que no tiene cabida en un Estado laico o
aconfesional como el diseñado en la Constitución vigente. De similar forma, a lo
resuelto en el Caso Colegio de Abogados de Sevilla.

III) Conclusiones:

En base al tratamiento nacional se pude mencionar que la libertad religiosa y la


liberta de conciencia son derechos de primera generación porque involucran las
garantías individuales, que a su vez pueden ser colectivas mediante el ejercicio
de estas en público. Asimismo, dichas libertades comprenden el desarrollo
personal del sujeto, tanto en un nivel ético y moral como en el de la misma
personalidad. Todo esto es permitido y protegido por el estado en tanto la
profesión de ideas y creencias no interfiera con la moral o el orden público.

Además, encontramos que el derecho n°3 del artículo 2 de la constitución


peruana del año 1993 es un derecho que coloca al derecho a la libertad religiosa,
dentro de catálogos de los derechos fundamentales, con los que cuenta la
persona, resaltando tanto su protección interna como externa.
Referencias Bibliográficas:

Álvarez, J. (1993). Orden público y factor religioso en la Constitución española.


Eunsa: Pamplona 1983, pp. 250-251.

Tribunal Constitucional del Perú. (2014). El derecho fundamental de la libertad


religiosa: jurisprudencia y doctrina constitucional. Tribunal Constitucional del
Perú: Lima. pp.28 - 29

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