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Música para el fin del mundo Luis Ayhllón

MÚSICA PARA EL FIN DEL MUNDO

Luis Ayhllón

La música atrae a los cuerpos humanos.


Es aún la sirena del relato de Homero.
Ulises atado al mástil de su nave es
acosado por la melodía que lo atrae. La
música es un anzuelo que atrapa las
almas y las conduce a la muerte…

La haine de la musique

PERSONAJES
BERTA, 30 años
HÉCTOR, 30 años
DARÍO, 45 años
UN SOLDADO.

LUGAR

La acción se desarrolla en un estudio destrozado. También es probable que se lleve a cabo


dentro de un vagón del metro abandonado o en algún escondite bajo tierra. También puede
suceder en una esfera enterrada o en los restos de alguna ciudad antigua o moderna. A lo
mejor, si así se desea, ocurre en una cueva con pinturas rupestres, en un museo o en una
sex shop.
La guerra: La misma.

MOMENTO ÚNICO

Se escuchan fuertes detonaciones. Entra Darío.

BERTA: Por fin.


DARÍO: Te estuve esperando. ¿Qué es esto?
BERTA: El papel que me dio Héctor.
DARÍO: ¿Cuándo te lo dio?
BERTA: No recuerdo bien. Hubo una explosión. Ahí dice que tenemos una reunión aquí. No
sé bien si es una reunión previa o futura.
DARÍO: Llevo días sin saber de ti. Todo es un caos en la frontera. No sabía qué hacer.
Estaba sentado en un agujero de tierra, esperándote. Pensé que llegarías. Pensé
también que habías muerto. No sabía qué hacer. ¿Qué te pasa en la espalda? Estás
sangrando.
BERTA: Es una herida.
DARÍO: Déjame ayudarte.
BERTA: Desperté, creí que estaba muerta. Parecía un maldito sueño: habían nubes de polvo
y a mi lado varios muertos.
DARÍO: Parece que no es tan profunda. Quítate la blusa. Siéntate. Voy a limpiar la herida,
quizá te duela un poco. Él murió.
BERTA: ¿Cómo lo sabes?

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Música para el fin del mundo Luis Ayhllón

DARÍO: Yo lo vi. Créelo.


BERTA: ¿Dónde?
DARÍO: Me buscó en la frontera. Dijo que necesitaba hablar contigo antes de irse. Estaba
en un portal frente a mí, cuando cayó una bomba… Vamos a estar bien.

Un silencio.

DARÍO: Todo va a estar bien. Podemos ir de nuevo a la frontera.


BERTA: Puedes irte.
DARÍO: ¿Qué?
BERTA: Puedes dejarme sola. Puedes largarte a otro país.
DARÍO: ¿Qué dices? No hay países, sólo refugios. Además, no voy a dejarte sola. Nos
queda poco tiempo. Vamos a morir.
BERTA: Yo voy a morir. Tú todavía puedes irte.
DARÍO: Quedan pocas colonias.
BERTA: Lárgate. ¿No entiendes?
DARÍO: No me voy a ir. Daría la maldita vida por ti.

Entra Héctor.

HÉCTOR: ¿Qué pasa?


BERTA: ¿Por qué mientes?
DARÍO: No he mentido.
BERTA: Eres un imbécil.
HÉCTOR: Amor, ¿qué pasa?
DARÍO: Berta, tranquilízate.
BERTA: ¿Por qué juegas conmigo?
DARÍO: ¡Tú no te metas!
HÉCTOR: Contrólate.

Héctor lo golpea.

HÉCTOR: ¿Eso quieres? ¿Eso quieres de verdad? ¿Así te gusta?


BERTA: Ya Héctor. Déjalo.
HÉCTOR: ¿Quieres más? ¿Así? ¿Así desgraciado? Dime…
BERTA: Es suficiente.
HÉCTOR: ¿Qué es lo que pasó?
BERTA: Me dijo que habías muerto.
HÉCTOR: Estoy bien.
BERTA: Me dijo que fuiste a la frontera y que una bomba te hizo pedazos.
HÉCTOR: Fui por la partitura de Carlo. Fui a ver si ya la había terminado, ¿qué te pasa?
¿qué es esto?
BERTA: Una herida.
HÉCTOR: Déjame verla.
BERTA: Ya está bien. Déjala así.
DARÍO: Me rompiste la nariz.
HÉCTOR: Y si no te callas, te mato. ¿Qué te pasó?
BERTA: Hubo una explosión.
HÉCTOR: Déjame ver.
BERTA: ¡Ya te dije que estoy bien!
HÉCTOR: Amor, sólo estoy preocupado por ti.

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Música para el fin del mundo Luis Ayhllón

Un silencio.

BERTA: ¿Es la partitura?


HÉCTOR: Hoy la terminó. Aquí la traigo. Ni siquiera la he visto, estoy ansioso.
BERTA: Está manchada de sangre.
HÉCTOR: Cuando llegué, él ya no estaba vivo. Acabaron con él. Estaba desangrado. Estoy
seguro que algo en él lo traicionó. Le dije, espérate a que llegue por ti. Si escuchan el
piano te van a localizar. Estoy seguro que antes de morir quiso escucharla.
DARÍO: En realidad para eso era la cita Berta, para reunirnos y tocar esta pieza.
HÉCTOR: No voy a dejar que hables.
DARÍO: Dije lo que tú habrías dicho en mi lugar.

BERTA: Todo es una locura.


HÉCTOR: Valdrá la pena.
BERTA: ¿Por qué lo quieres hacer?
HÉCTOR: Habíamos hablado mil veces de eso. ¿Qué caso tendría morir sin intentarlo?
BERTA: Pero solo nosotros la oiremos.
HÉCTOR: Mejor.
BERTA: ¿Y si prefiero irme?
HÉCTOR: Igual lo voy a hacer Berta.
BERTA: Vamos a coger.
DARÍO: Por Dios. Sólo esto me faltaba.
BERTA: Nadie te ha pedido que te quedes.
DARÍO: ¿Entonces por qué me citaste?
HÉCTOR: Porque es un terceto para cuerdas imbécil. Vamos a hacer lo siguiente amor,
terminamos la pieza, la tocamos y cogemos hasta que una bomba nos caiga encima.
DARÍO: ¿Por qué me citaste?
HÉCTOR: Porque aunque me parezca despreciable, tocas muy bien.
DARÍO: ¿Qué es lo que quieres Berta?... Te estoy hablando. Dime qué es lo que quieres.
BERTA: Quiero que te quedes.
DARÍO: ¿De verdad?
BERTA: Sí, Darío. Eso es lo que quiero.

DARÍO: No hay partichelas.


HÉCTOR: Traigo un cuaderno. Puedo transcribirlas.
DARÍO: Necesitamos agua.
BERTA: Cuando llegué, no encontré nada.
DARÍO: Quizá debajo de algún escombro.
BERTA: Ya busqué por todos lados. Te está sangrando la nariz.
DARÍO: Ya lo sé. Creo que la tengo fracturada.
BERTA: Déjame ver. Es cierto, parece rota.
HÉCTOR: Ahí en la maleta traigo gasas, puedes hacerte una curación.
DARÍO: ¿Te acuerdas de mí?
BERTA: ¿A qué te refieres?
DARÍO: Tú sabes, nosotros.
BERTA: ¿Nosotros qué?
DARÍO: Nuestra relación.
BERTA: Claro que me acuerdo.
DARÍO: ¿Qué carajos pasó?
BERTA: No sé. Creo que nunca te quise de verdad.

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Música para el fin del mundo Luis Ayhllón

DARÍO: ¿Cómo puedes decir eso? ¿Nos puedes dejar solos?


BERTA: No hay nada que no pueda oír.
DARÍO: ¿Cómo puedes decir que no me quisiste? Compartimos muchos años.
BERTA: Sí, ya sé. Y me tardé mucho en entender por qué estuve tanto tiempo contigo.
DARÍO: ¿Por qué?
BERTA: Porque yo era joven y tú me deslumbraste. Eso no era amor.
DARÍO: Eres cruel.
HÉCTOR: Berta, una vez dijiste que hacía bien el sexo.
DARÍO: No te metas.
BERTA: Es cierto. Eras bueno.
DARÍO: Déjanos solos.
HÉCTOR: Estoy transcribiendo esto.
DARÍO: Vete al baño. Sólo un momento…
HÉCTOR: Sólo cinco minutos.
DARÍO: Qué fastidio. ¿Qué le viste?
BERTA: Es capaz de cruzar la ciudad en plena guerra para conseguir una partitura.
DARÍO: ¿Eso es una odisea? Yo sería capaz de atravesar el mundo.
BERTA: ¿Por una partitura?
DARÍO: ¡Por ti!

HÉCTOR: Hay alguien amarrado en el baño.


BERTA: Ya sé
HÉCTOR: ¿Por qué no habías dicho nada?
BERTA: ¿Para qué?
HÉCTOR: Está vivo. ¿Qué es lo que te pasa?
BERTA: Si, está vivo, ¿qué tiene?
HÉCTOR: ¿Qué pasó?
BERTA: Estaba tirado cuando entré aquí. Le pregunté quién era y se puso agresivo. Tuve
que amarrarlo.
DARÍO: ¿Por qué tanto escándalo por un maldito soldado?
HÉCTOR: El problema no es contigo.
BERTA: Ya te expliqué.
DARÍO: Sólo es un soldado.
HÉCTOR: No me importa lo que pienses, estoy hablando con ella.
BERTA: No sabía quién era.
HÉCTOR: Ese no es el problema. El problema es que llevamos un buen rato encerrados aquí
y no dices nada acerca de un soldado moribundo encerrado en el baño.
BERTA: Hay un saldado muriéndose en el baño.
HÉCTOR: Qué graciosa eres.
BERTA: Hay un puto soldado en el baño, ¿ya?
HÉCTOR: Estás loca.
DARÍO: Nos puede hacer falta.
HÉCTOR: ¿A quién le puede hacer falta un soldado?
DARÍO: No hay comida. Cuando estemos muertos de hambre lo podemos asar.
HÉCTOR: ¿Y comer la carne de un soldado? Nunca. Han de saber a mierda.
BERTA: Seca.
DARÍO: Tienes razón.
HÉCTOR: No puedo creer que no hayas dicho nada.
BERTA: No le di importancia.
HÉCTOR: Se está moviendo.
BERTA: ¿Y qué quieres que haga?

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Música para el fin del mundo Luis Ayhllón

HÉCTOR: No sé, tú lo amarraste. Se está quejando.


BERTA: No hay que hacer nada.
HÉCTOR: ¿Por qué?
BERTA: Deja que se queje. Sigue transcribiendo. No tenemos por qué hacerle caso. Quizá
sus gritos pueden hacernos bien.
HÉCTOR: ¿En qué nos pueden hacer bien?
BERTA: No sé, no sé, a la música.
HÉCTOR: ¿Cómo puedes decir que los gritos pueden ayudarnos?
BERTA: ¿A qué suena todo lo que hemos escuchado en estos tiempos? Suena diferente. La
desesperación puede aprovecharse.

DARÍO: ¿En qué nos quedamos?


BERTA: En nada.
DARÍO: No seas así. Continúa.
BERTA: ¿Qué quieres que continúe?
DARÍO: Tus observaciones acerca de nuestra relación.
BERTA: No puedo.
DARÍO: ¿Por qué?
BERTA: Lo que menos se me antoja en este preciso momento es reflexionar acerca de
nuestra pendeja relación.
DARÍO: Ah, ¿fue pendeja?
BERTA: Ya cállate ¿no? No es el momento de hablar sobre eso.
DARÍO: ¿Entonces cuándo es el momento? ¿Cuándo todo se acabe?
BERTA: Ya habrá momento para hablar sobre nosotros.

Un silencio.

DARÍO: Cuando toquemos la pieza, quizá podemos irnos juntos.


BERTA: No me voy a ir contigo.
HÉCTOR: ¿Qué hacemos?
DARÍO: No estoy hablando contigo.
HÉCTOR: No me refiero a eso. Ese cabrón no se calla. Le hace horrible. Parece que se está
ahogando. Así no me puedo concentrar.
DARÍO: Le podemos dar un fuerte golpe con esto.
HÉCTOR: Dame acá, yo se lo doy.
BERTA: Le vas a deshacer la cabeza.
HÉCTOR: De eso se trata. Con tal de que se calle.
BERTA: Está sufriendo. Es mejor que sufra. Parece que trae un balazo en el estómago. No
creo que tarde mucho en morir.
HÉCTOR: No puedo seguir escuchando.
BERTA: Vamos pues. Tú no Darío.

Salen Héctor y Berta. Comienzan a hacer el amor en el baño. Sus jadeos se confunden con
los lamentos del soldado.

DARÍO: ¿Qué hacen? ¡Mierda! Lo que me faltaba. ¡Ya terminen de una puta vez!

Lleno de rabia, Darío sale. Después de un momento entran Héctor y Berta arrastrando al
soldado. Queda un rastro de sangre en el suelo.

HÉCTOR: ¿Te gustó lo que viste?

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BERTA: Deja de quejarte.


HÉCTOR: Estoy seguro de que te mueres por ser como yo en este momento, soldado.
Quisieras estar sin esa hemorragia y con las manos sobre la piel de una mujer. ¿A poco
no? ¿Lo has imaginado? Dime cabrón. Contéstame.
BERTA: ¿Te gustó? Eso fue un acto de amor imbécil. ¿Viste cómo nos besamos soldado?
Primero fue un beso tierno. ¿Y luego? ¿Te diste cuenta? Apuesto a que no viste cómo
ese beso tierno se fue tornando desesperado. ¿Sabes qué? Me olvidé por un momento
que por alguien como tú, llevo una herida en la espalda.
HÉCTOR: Después creo que te besé los pechos. ¿Viste cómo le besé los pechos?
BERTA: Después con el dedo frotó mi clítoris, sin sacar su lengua de mi garganta, y yo le
metí la mano en el culo. ¿Has visto alguna vez un clítoris? No lo creo.
HÉCTOR: Ahí no pude contenerme y quise bajar a probarlo. ¿Sabes a qué sabe? ¿Tienes
una maldita idea de lo que es probar un sexo divino? ¿Sabes qué todavía tengo el olor
en la cara?
BERTA: Después ¿viste cómo arrancó mis calzones y me cargó de un solo movimiento? Eso
fue un acto de amor, un maldito acto de amor soldado. Dos orgasmos en conjunto.
HÉCTOR: Tíralo de la silla.
BERTA: Mira su herida podrida.
HÉCTOR: ¿Quieres ver cómo deshago tu nariz con esta madera? ¿Quieres ver como entierro
este clavo en tu herida infectada?
BERTA: Deja de gritar pendejo. ¡Deja de gritar!
HÉCTOR: Ahora sí eres capaz de mostrar desesperación. Quiero verte más desesperado.
¿Y qué has hecho allá afuera? ¡Terminaste con nuestra vida! ¡Acabaste con todo! Mueve
la cabeza cuando escuches la opción de tu preferencia. ¿Me escuchaste? ¡Contesta! No
intentes hablar a través de la mordaza, basura. Mueve la cabeza. Así está bien. ¿Qué
prefieres? Que entierre este clavo en tu herida… quieres que entierre este clavo, ¿sí o
no? Entonces puedo reventarte la nariz. Ah, muy bien. La nariz. Ahí te va…
BERTA: ¿Te parece bien así? ¿Está bien así? ¿Te dolió pendejo?

Entra Darío.

DARÍO: ¿Qué hacen?


BERTA: Matando al desgraciado.
DARÍO: Déjenlo.
HÉCTOR: No te metas.
DARÍO: ¡Que lo dejes te digo!
HÉCTOR: ¿Por qué lo defiendes?
DARÍO: No lo estoy defendiendo a él. Estamos aquí para ensayar una partitura. No para
matar a este pendejo. Miren cómo lo han dejado. Se está muriendo.
HÉCTOR: ¿De qué crees que se trata?
BERTA: Déjalo que se muera.
DARÍO: Vete para allá Berta. Déjalo en paz.
BERTA: Lárgate tú.
DARÍO: No me voy a ir. Estás loca si crees que me voy a ir.
BERTA: ¡Déjalo que se muera! ¡Déjalo que se muera! Deja que le deshaga la cabeza con
este fierro.
DARÍO: ¡No!
BERTA: Por favor.
DARÍO: Estás mal…
BERTA: Quítate…
DARÍO: No está bien…

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Música para el fin del mundo Luis Ayhllón

BERTA: Sólo quiero…


DARÍO: Deja esa madre…
BERTA: Espérate… Tienes que dejar que lo haga. Hazlo por mí.
DARÍO: No voy a dejar que hagas eso. Si lo permito, no va a ser lo mismo nunca. No vas a
poder interpretar igual el violonchelo. ¡Nunca! Cálmate, así. Siéntate por favor.
BERTA: Es mejor que te vayas.
DARÍO: No los voy a dejar. Tienes que terminar la transcripción. ¡Carajo! No puedo creer lo
que han hecho. ¿Qué sentido tendría interpretar la pieza de Carlo si matan a un hombre?
HÉCTOR: Eso no es un hombre.
DARÍO: Quiere hablar.
HÉCTOR: Déjale el trapo.
DARÍO: ¿Qué es lo que quieres?
HÉCTOR: Ponle eso en la boca.
DARÍO: Déjalo hablar.

SOLDADO: Yo no soy un soldado…


BERTA: Eso es una mentira. No creas que por decirnos eso, te vas a salvar.
DARÍO: ¿Es verdad lo que dices?
HÉCTOR: ¿Cómo va a ser verdad?
SOLDADO: Es verdad. Lo juro por Dios.
HÉCTOR: ¡Cállate! No quiero escuchar tus mentiras. Mejor te quedas con esta mierda.
DARÍO: Déjalo que hable.
HÉCTOR: Déjalo así. No tenemos tiempo para escucharlo.
DARÍO: ¿Y si es verdad lo que dice?
BERTA: No puede ser verdad. Cuando entré iba a dispararme.
HÉCTOR: ¿Dónde dejaste el arma?
BERTA: Ahí está.
HÉCTOR: No tenemos tiempo para escucharlo.
DARÍO: ¿Para qué tenemos tiempo?
HÉCTOR: Para interpretar la partitura.
DARÍO: ¿Y también para verlo morir?
HÉCTOR: Si ese es el problema me lo llevo afuera y le doy un balazo en la cabeza.
BERTA: Tiene razón, Héctor.
HÉCTOR: ¿Quién tiene razón?
BERTA: Darío. Si matamos a este hombre nada va a ser lo mismo.
HÉCTOR: ¿Cómo? ¿Nada va a ser lo mismo?
BERTA: Nada.
HÉCTOR: ¿Lo mismo de qué o cuándo? ¿A qué te refieres?
BERTA: Tú entiendes.
HÉCTOR: Claro que te entiendo, pero dices “lo mismo” como si antes la ciudad estuviera
llena de bosque con venados y cascadas. ¿Cuál antes? Esto es el fin del mundo.
Llevamos años en guerra… Nada es lo mismo desde hace mucho tiempo. ¿No te habías
dado cuenta?
BERTA: Pero piensa, ¿para qué carajos queremos tocar música?
HÉCTOR: La música de Carlo es la música más sublime.
BERTA: ¿Para eso quieres tocar su partitura? ¿Ese es el motivo? También hay mucha
música sublime, abre ese maletero, ahí hay miles de páginas sublimes. Toca algo de
eso y vete.
HÉCTOR: ¿Qué es lo que quieres decirme?
BERTA: Siempre pasa algo grande con la música de Carlo y lo sabes. Llevaba años
escribiendo el terceto en plena guerra.

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Música para el fin del mundo Luis Ayhllón

HÉCTOR: ¿Qué quieres entonces?


BERTA: Que no lo mates. Si nos volvemos asesinos es probable que no nos pase nada con
esa música.
HÉCTOR: Escucha lo que dices. Vamos a tocar una bella melodía mientras este hombre se
pudre. ¿Eso es lo que quieres? Si lo que deseas es redimirte, sálvalo y te lo agradecerá
toda la vida. Es decir, unas cuántas horas más.
BERTA: Podemos sacarlo.
DARÍO: No lo podemos sacar.
HÉCTOR: ¿Entonces qué quieres?
DARÍO: Que lo dejes hablar.

BERTA: Ya desfalleció.
HÉCTOR: Tanto para que se muera el pendejo.
BERTA: ¿Te puedes callar?
HÉCTOR: Ah, ¿eso es lo que quieres?
BERTA: Quiero que te pongas a transcribir las partichelas. Necesita otra curación Arranca
un pedazo de allá.
DARÍO: Todavía respira. Sólo es un desmayo. Te ayudo, déjame amarrar.
BERTA: Darío.
DARÍO: Dime.
BERTA: Si descubrimos que es un soldado lo dejamos afuera.
DARÍO: Está bien.
BERTA: Necesitamos agua.
DARÍO: Voy a buscar.

Sale Darío.

HÉCTOR: ¿Cómo te sientes?


BERTA: Ya mejor.
HÉCTOR: ¿Qué crees que pase?
BERTA: No lo sé.

Se escucha una fuerte detonación. Si se pudiera ver el cielo estaría rojo.

BERTA: Ven aquí.


HÉCTOR: Cada vez que me besas estremezco. ¿Será el fin?
BERTA: No me importa.
HÉCTOR: Me gusta el sabor de tu cuello.
BERTA: ¿A qué sabe?
HÉCTOR: A madera
BERTA: ¿Y mis tetas?
HÉCTOR: A migajón y leche tibia, a néctar de luz, también a paladar dulzón.
BERTA: Así, así, baja poco a poco tu lengua, juguetona y ágil, paséate por mi piel… Así
amor. Como siempre, como nunca, así… ¿Y mi clítoris? ¿A qué sabe mi clítoris?
HÉCTOR: A mar y algas, a limón sin semilla con sudor, a carne cruda.
BERTA: ¿Te gusta?
HÉCTOR: Como toda tú.
BERTA: Me gusta como entra tu verga partiéndome en dos. Te juro que no me importaría
que cayera una bomba y nos hiciera pedazos…
HÉCTOR: Si no terminamos, tu pedazo de vulva se frotará con las venas sobrantes de una
verga en llamas…

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Música para el fin del mundo Luis Ayhllón

BERTA: Mi mano seguirá sangrando tu espalda. Mi coño seguirá por siempre restregando
en los resto de ti…
HÉCTOR: Mis manos seguirán amasando la carne de tu trasero…
BERTA: Nuestros muñones carbonizados buscarán su ceniza; tu semen y mis líquidos se
derramarán por siempre en la puta tierra…
HÉCTOR: En La Puta Tierra…
BERTA: Así, así, así…
HÉCTOR: ¡Puta, puta puta puta puta!

SOLDADO: Yo no soy un soldado.

Dos silencios.

SOLDADO: Yo no soy un soldado.


HÉCTOR: ¿Te puedes esperar?
SOLDADO: Créanlo.
HÉCTOR: Ese no es punto. El punto es que estamos muertos de placer, descansando
después de la guerra, y tú nos hablas con esa voz pendeja.
SOLDADO: Esperé a que terminaran… Oye…
HÉCTOR: Sólo guarda silencio, estamos exhaustos.
SOLSADO: Ya terminaron ¿no?
HÉCTOR: Cierra la puta boca. Estoy hablando en serio. No quiero escucharte. Todo es
demasiado hermoso para escucharte.
SOLDADO: Estaba oculto en una taberna. Llevaba días sin comer. Dormía debajo de una
duela, en un hueco. De pronto vi a un perro caminar y quise ir por él. Cuando me acerqué
le di con una piedra en la cabeza.
HÉCTOR: Mira imbécil, te lo voy a decir de otra forma. Después de hacer el amor necesitas
un silencio pleno, donde sólo se escuchen los respiros o las voces de los involucrados.
¿Entiendes? Yo sé que no sabes nada de amor, pero así son las cosas y me agradaría
que te callaras.
SOLDADO: ¿Ya terminaron? ¿O no?
HÉCTOR: ¿No me entiendes? ¿Verdad? ¿Sabes? Juraría que eres un soldado. Sólo ellos
no saben lo que son los silencios amorosos.
SOLDADO: ¿Cuánto quieres que espere entonces?
HÉCTOR: Cállate.
SOLDADO: Dime cuánto.
HÉCTOR: Ya lo echaste a perder imbécil.
SOLDADO: ¿Qué?
HÉCTOR: El silencio.
BERTA: Ponle la mordaza.
SOLDADO: No soy un soldado. Déjenme hablar. El perro quiso escapar. Pero me le aventé
y lo agarré. Hubo una batalla feroz entre él y yo.
HÉCTOR: ¿Por qué carajos no ganó el perro?
BERTA: Era un perro idiota.
HÉCTOR: Dime la raza para poder imaginarlo.
SOLDADO: Era un Pastor Alemán.
HÉCTOR: Ah, ¿te lo comiste?
SOLDADO: Asfixié al perro. Cuando alcé la vista, un soldado me apuntaba a la cabeza. Perdí
el conocimiento. Cuando desperté sentí un fuerte dolor. El soldado disfrutaba de una
abundante cena: perro asado. Él no se percató de que yo estaba despierto, antes de su
último bocado lo descalabré con una piedra.

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Música para el fin del mundo Luis Ayhllón

BERTA: ¿Y por qué estás herido?


SOLDADO: Atrás de él, estaba su compañero acostado. Al darse cuenta me disparó.
HÉCTOR: Es una lástima.
SOLDADO: Pero yo le quité el arma al otro y le disparé.
HÉCTOR: Ajá.
SOLDADO: A uno de ellos le quité el uniforme.
HÉCTOR: ¿Para eso interrumpiste nuestro silencio?
SOLDADO: ¿Qué?
HÉCTOR: ¿Para contarnos esa pendejada?
SOLDADO: Sí, ¿qué tiene?
HÉCTOR: No entiendes nada, soldado.

Entra Darío con un bote.

DARÍO: Había a menos de un kilómetro una casa con una familia muerta.
HÉCTOR: ¿Estará bien el agua?
DARÍO: Ya la probé.
SOLDADO: Dame.
DARÍO: Primero ella.
BERTA: Sólo un trago. Gracias.
HÉCTOR: Gracias.
SOLDADO: Más.
DARÍO: Es para todos.
SOLDADO: ¿Qué vamos a hacer?
DARÍO: A morir.
SOLDADO: Me han dicho que hay un refugio cerca de la frontera, podemos ir ahí.
DARÍO: No vamos a ir a ningún lado.
SOLDADO: Vámonos.
DARÍO: Nos hemos reunido para tocar una partitura de Carlo Guzmán.
SOLDADO: ¿Quién es Carlo Guzmán?
HÉCTOR: Un compositor. ¿Entiende esa palabra?
SOLDADO: Sí.
HÉCTOR: ¿Qué es?
SOLDADO: Hacen… canciones.
HÉCTOR: Canciones.
SOLDADO: Sí, canciones. ¿Para qué quieren tocar?
HÉCTOR: Para morir bien. Carlo murió a los diecinueve años. Componía desde los seis. Su
primera melodía era para piano. ¿Sabes lo que pasó en su casa?
SOLDADO: No.
HÉCTOR: Cuando interpretó por primera vez la melodía era de noche. Tenía un jardín lleno
de flores. Al terminar sus padres estaban sorprendidos de que todas esas flores
apuntaban a la ventana donde se encontraba el piano.
SOLDADO: Ah.
HÉCTOR: ¿No entiendes? ¡Todas la malitas flores voltearon! Y eso que había variedad en
el jardín. Dicen que lo mismo hicieron las gardenias y los alcatraces, dicen incuso que
los dientes de león volaron por el aire y cientos de pistilos escupieron su polen.
¿Entiendes?
SOLDADO: Sí.
HÉCTOR: ¡Explícalo!
SOLDADO: A las flores les gustó su música.
HÉCTOR: ¿No se te hace extraordinario?

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Música para el fin del mundo Luis Ayhllón

SOLDADO: SÍ.
HÉCTOR: ¿Cómo se te va a hacer extraordinario? Ni siquiera sabes de lo que hablamos.
¿Tienes alguna puta idea de lo que es la música?
SOLDADO: Sí, he escuchado música.
HÉCTOR: ¿Qué tipo de música?
SOLDADO: No sé.
HÉCTOR: Dime.
SOLDADO: Éxitos del momento.
HÉCTOR: ¿Cuáles éxitos del momento? ¿De qué carajos hablas?
SOLDADO: Sí, tú sabes. Canciones bonitas…
HÉCTOR: ¿Bonitas? ¿Dijiste bonitas?
SOLDADO: Sí, eso dije.
HÉCTOR: No seas pendejo. La música no es bonita. Y menos la música de Carlo. A lo mejor,
mientras interpretamos su última melodía, algo grande te pasa a ti.
SOLDADO: ¿Algo como qué?
HÉCTOR: No sé. A lo mejor se te quita lo pendejo.
SOLDADO: No quiero morir.
HÉCTOR: Todos vamos a morir imbécil.
SOLDADO: No quiero morir con música.
HÉCTOR: Es mejor morir con música.
DARÍO: Déjalo que se vaya. Ándale. Arrástrate en medio de la ciudad con tu estómago por
fuera, a la deriva de cualquiera.
SOLDADO: Quiero ir a la frontera.
BERTA: Vete.
SOLDADO: No puedo solo.
BERTA: Si no puedes solo, quédate quieto. Callado. De vez en cuando te daremos un sorbo
de agua si no hablas. Te cambiamos la curación si no hablas. Te ayudamos a morir
mejor.
SOLDADO: ¡No quiero morir!
HÉCTOR: ¿Quieres que te saque entonces?
SOLDADO: No.
DARÍO: Ya me estoy arrepintiendo de haberte ayudado.
SOLDADO: ¡Ayúdenme!
DARÍO: O te callas, o no respondo.
SOLDADO: ¡No quiero morir!
DARÍO: ¿Por qué? ¿Qué problema hay en que muera alguien como tú?
SOLDADO: ¡No quiero morir! ¡No quiero morir!
BERTA: ¡Cállate si no quiere que entierre este clavo en tu maldita herida! ¡Guarda silencio!
SOLDADO: Pero…
BERTA: Estoy hablando enserio. No digas ni una puta palabra. Eso, calladito.
HÉCTOR: Ya casi está.
BERTA: No es posible.
HÉCTOR: El primer movimiento. Listo. Aquí está.
DARÍO: ¿No nos esperamos al final?
BERTA: Es mejor parte por parte. No hay tiempo para esperar. No lo puedo creer.
DARÍO: Afinemos.
HÉCTOR: Así, bien.
BERTA: Espérense, se me subió la presión.
HÉTOR: ¿Lista?
BERTA: Lista.
DARÍO: 1-2-3, 4-5-6…

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Música para el fin del mundo Luis Ayhllón

Interpretan el primer movimiento del terceto. Terminan. Todos están extasiados.

BERTA: Acabo de recordarlo. Tú y yo tuvimos un hijo. Un hijo que murió a los cinco años.
DARÍO: ¿No lo recordabas?
BERTA: Acabo de recordar que lo concebimos dentro de un salón del conservatorio.
DARÍO: Tus manos se apoyaban sobre un piano…
BERTA: Subiste mis piernas a tus hombros…
HÉCTOR: Berta…
BERTA: Y entraste poco a poco…
DARÍO: Me acuerdo que te besaba los brazos sin parar…
HÉCTOR: Es suficiente…
BERTA: No es suficiente. No lo recordaba.
DARÍO: ¿Recuerdas que teníamos restos de manzana en la boca?
BERTA: Sí, y también que me besaste todo el rostro, así…
HÉCTOR: ¿Qué te pasa?
BERTA: Déjame…
DARÍO: No la toques. Aléjate.
HÉCTOR: ¿Quieres que me vaya?
BERTA: Como quieras.
DARÍO: Dame esa boca…

El soldado se levanta con la pistola en la mano.

SOLDADO: Nadie se mueva. Siéntate. Deja de besarla.


DARÍO: ¿Qué es lo que pasa?
SOLDADO: No tengo idea de qué carajos pasa. ¡Nadie se mueve! ¿No entiendes?
HÉCTOR: Contrólate pues.
SOLDADO: Algo pasó.
DARÍO: ¿De qué hablas?
SOLDADO: Algo me ha pasado.
DARÍO: Tranquilo.
SOLDADO: Hay algo…
HÉCTOR: Suelta el arma.
SOLDADO: ¡No te muevas! ¿No entiendes pendejo? No hagan nada, carajo.
BERTA: ¿Qué es lo que pasa?
SOLDADO: No sé bien. Ya no siento dolor. Miren, ya no hay sangre en mi herida.
BERTA: ¿Te curaste?
SOLDADO: No sé. Ya no me duele. Tampoco la nariz. ¡No te muevas!
HÉCTOR: Tranquilo, no es necesario.
SOLDADO: No quiero que hablen. Nadie diga nada.

Un silencio.

BERTA: ¿Qué es lo que quieres?


SOLDADO: No lo sé.
BERTA: ¿Qué es lo que pasa?
SOLDADO: Nada me duele ahora… A ver, quítate la ropa.
BERTA: Primero muerta.
SOLDADO: Quítate la ropa.
BERTA: No.

12
Música para el fin del mundo Luis Ayhllón

DARÍO: ¿Qué te pasa?


SOLDADO: ¡Quítate la ropa! Sólo quiero verte.
BERTA: No voy a quitarme nada.
HÉCTOR: Nadie va a disparar.
DARÍO: Contrólate, nosotros fuimos buenos contigo.
SOLDADO: ¿Alguna vez les dije mi nombre?
DARÍO: Que yo recuerde, no.
HÉCTOR: No.
BERTA: No.
SOLDADO: No recuerdo quién carajos soy.
BERTA: ¿Y tú historia del perro?
SOLDADO: Eso fue un sueño.
HÉCTOR: ¿Eres un soldado?
SOLDADO: No estoy seguro. Quítate la ropa.
DARÍO: No puedes hacer eso.
SOLDADO: Juro por Dios que si no lo haces, disparo.

Hay una fuerte detonación. El soldado tapa sus oídos con desesperación. Héctor aprovecha
para derribarlo. Lo golpea. Le coloca la pistola en la cabeza.

HÉCTOR: ¡Nadie va a hacer la guerra adentro! ¡Nadie tiene esa autoridad!


SOLDADO: Algo pasó.
HÉCTOR: ¡Nadie va a hacer la guerra aquí! ¡Te salvamos!
DARÍO: Es cierto. No podemos darte otra oportunidad. Nos mentiste.
SOLDADO: Algo pasó con esa música. Yo no soy así.
BERTA: Dispárale.
SOLDADO: ¡No! ¿Cómo es posible que se me haya curado esa puta herida? Tenía un balazo.
Un balazo en el estómago.
BERTA: Dispárale, no lo escuches…
HÉCTOR: ¿Cómo es posible que acabe de recordar que cuando un niño tocó su primera
melodía, las flores del jardín voltearon hacia él?
BERTA: Mátalo.
DARÍO: No lo dejes hablar ya.
SOLDADO: Espera, espera. No sólo había gardenias y alcatraces, también, también, espera,
espera, también había lirios y azucenas… ¡La primera vez que te vio, tocabas una suite
de Bach!
BERTA: ¿Qué dices?
SOLDADO: Llevabas un vestido de mezclilla, tenías una herida en la rodilla y… espérate lo
estoy recordando, te dijo si podías tocar una pieza que había compuesto.
BERTA: ¿Cómo sabes eso?
DARÍO: No le hagas caso.
BERTA: Espérate Darío. ¿Cómo puede saber eso?
HÉCTOR: ¿Quién carajos eres?
SOLDADO: No sé quién soy, pero algo me ha pasado. No recuerdo quién soy. De verdad.
DARÍO: ¿Cómo es posible que se te haya curado esa herida? A ver, es cierto. Sólo hay
sangre seca. No hay rastro de la herida. Déjame ver tu espalda. ¿Te duele?
BERTA: Sí, mi herida sigue igual.
HÉCTOR: Pero casi te pones a coger con Darío.
BERTA: Tuvimos un hijo.
HÉCTOR: ¿Qué tiene que ver?
BERTA: Todo

13
Música para el fin del mundo Luis Ayhllón

HÉCTOR: Entiendo que hayas tenido un hijo, pero eso fue hace mucho tiempo.
BERTA: No sé, de pronto recordé.
HÉCTOR: Bonitos recuerdos se te vienen.
BERTA: Héctor, el mundo de afuera se está muriendo. No seas ridículo con tus celos.
HÉCTOR: Antes de tocar ese movimiento me amabas.
BERTA: Te amo.
HÉCTOR: Algo está mal.
DARÍO: ¿Qué sientes por mí ahora?
HÉCTOR: No te pongas de nostálgico pendejo.
SOLDADO: Lo que yo creo…
HÉCTOR: Cállate imbécil, no te estoy preguntando nada.
DARÍO: No es nostalgia gratuita. Quiero sabes qué siente por mí, porque me acuerdo que
hace algunos minutos no sentía nada.
BERTA: De pronto recordé por qué estuve contigo.
DARÍO: Dijiste que eso no era amor.
BERTA: Lo sé, pero de todas formas lo recordé. Recordé también a nuestro hijo.
HÉCTOR: ¿Qué hago entonces? ¿Lo mato o qué?
SOLDADO: No lo hagas.
HÉCTOR: Si entiendo bien, esa música te ayudó a recordar. Y a esta mierda le curó sus
heridas. Pero ni a Darío ni a mí nos hizo nada.
DARÍO: No hables por mí.
HÉCTOR: No te pasó nada.
DARÍO: ¿Tú qué sabes?
HÉCTOR: ¿Qué te pasó? Tu nariz está igual.
DARÍO: No es eso.
HÉCTOR: ¿Entonces?
DARÍO: Es algo más sutil.
HÉCTOR: No mames. ¿Cómo que algo más sutil?
DARÍO: Siempre estaba cansado.
HÉCTOR: ¿De qué hablas?
DARÍO: Espérame. Es como si… De pronto me sentí, joven.
HÉCTOR: ¿Y eso qué?
DARÍO: ¿No me entiendes o qué?
HÉCTOR: No estamos para sutilezas.
DARÍO: Es como si ya no tuviera diabetes.
HÉCTOR: No estoy para bromas.
DARÍO: ¡No estoy jugando! Me siento bien, sin pesar ni cansancio.
SOLDADO: ¿Lo ves?
HÉCTOR: Cállate.
BERTA: ¿Es en serio?
DARÍO: Lo juro. Algo pasó con la música.
HÉCTOR: No estoy para tolerarte. Ya me tienes harto.
DARÍO: Tranquilízate, no estoy mintiendo.
BERTA: ¿Qué haces?
HÉCTOR: Voy a volarle la cabeza.
SOLDADO: No lo hagas.
BERTA: Hay que aclarar qué está pasando.
HÉCTOR: Es un maldito soldado.
SOLDADO: No sé quién soy.
HÉCTOR: Quería violarte.
SOLDADO: Porque de pronto sentí que el mundo se iba a acabar.

14
Música para el fin del mundo Luis Ayhllón

DARÍO: ¿Qué tiene que ver?


SOLDADO: Recordé que… alguien conocía a Berta, y que parte de la partitura que escribió
antes de su muerte, era para ella.
BERTA: ¿Es en serio?
SOLDADO: Era para ti.
DARÍO: ¿Cómo puede ser?
HÉCTOR: ¿Qué carajos dices?
SOLDADO: Espérate, espérate. Una vez te encontró en un hotel de la frontera. Había
terminado una pieza para chelo y tú la tocaste. Afuera había un ajetreo de civiles que
cruzaban la frontera. Un éxodo. Y el sonido de tus cuerdas le causó una gran excitación.
Todo era música: los gritos, las sirenas, el roce de las cuerdas y tu llanto. No te dijo nada,
pero pensó en ese momento escribir un terceto.
HÉCTOR: ¿Quién te manda?
SOLDADO: Nadie.
HÉCTOR: ¿Quién eres?
SOLDADO: No lo sé.
BERTA: ¿Por qué no lo dijo?
HÉCTOR: ¿Qué pasa?
BERTA: No te metas.
HÉCTOR: ¿Qué está pasando aquí?
DARÍO: ¿Estas ciego? Algo pasó con ese movimiento. Algo cambió dentro de nosotros.
¿Recuerdas cosas?
SOLDADO: Sí.
DARÍO: ¿Son recuerdos de Carlo?
SOLDADO: No estoy seguro.
HÉCTOR: En la mente de un pinche soldado. ¿No pudo transmitir a otro cerebro?
DARÍO: Tiene lógica. Los recueros se metieron al cerebro más débil. Al más escaso de
neuronas.
HÉCTOR: Berta, por favor. Esto es ridículo. Está mintiendo.
BERTA: ¿Cómo puede saber lo que dice?
HÉCTOR: Porque Carlo de alguna manera se lo dijo.
SOLDADO: Nadie me dijo nada. Ni siquiera conozco a Carlo.
BERTA: Si le disparas, olvídate de mí.
HÉCTOR: ¿Qué dijiste?
BERTA: Lo que oíste. Cállate y déjame hablar con él.
DARÍO: Puedes transcribir el segundo movimiento.
HÉCTOR: No voy a hacer nada. Si quieres hazlo tú.
DARÍO: Dame el cuaderno.
BERTA: ¿Por qué nunca me dijo nada? Acuérdate.
SOLDADO: No sé.
DARÍO: No te pongas así.
HÉCTOR: ¿Cómo quieres que esté?
BERTA: Cuándo escuché por primera vez su música, tenía quince años.
DARÍO: Lo que estamos viviendo es algo inusitado. La música nos ha trasformado.
HÉCTOR: A mí no me ha pasado nada.
DARÍO: Yo sé que estas mintiendo.
HÉCTOR: No tendría por qué mentir.
BERTA: Un amigo quedó en estado catatónico. Era pianista. Tenía que grabar una pieza
suya. Ese día me enteré que lo atropellaron. Lo fui a visitar al hospital y su mamá me
regaló la cinta. La escuche en la casa. Es obvio que la pieza lo impactó tanto que no vio

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Música para el fin del mundo Luis Ayhllón

al carro que se aproximaba. Te aseguro que ese amigo hasta su muerte estuvo metido
en esa música.
SOLDADO: Que horror.
BERTA: No. Horror es vivir para morir sin música. Eso es horror. Desde que inició la guerra
todos vivimos para morir. Carlo le regaló a mi amigo una redención. Aunque se haya
quedado como imbécil, él estaba en el paraíso ¿entiendes? Su imaginación estaba
perdida en la agógica, la dinámica, la melodía y los silencios. Nosotros somos
privilegiados. Podemos morir con música dentro de nosotros. Música que nunca va dejar
de fluir. Nunca. Aun cuando no quede de nuestra carne más que puros gusanos
radiactivos.
DARÍO: Tienes qué hacer un esfuerzo. ¿Qué es lo que sientes?
HÉCTOR: No me ha pasado nada.
DARÍO: Piénsalo bien.
HÉCTOR: Ya lo hice.
DARÍO: ¿Alguna sutileza?
HÉCTOR: Ah, sí, fíjate que se me quitó un quiste. No seas idiota. Ya te dije que no me pasó
nada.
BERTA: Cuando escuché la pieza terminé mojada.
HÉCTOR: Te escuché pendeja.
BERTA: ¿Cómo me dijiste?
HÉCTOR: Pendeja.
BERTA: Lárgate.
DARÍO: Esto no lo puedo tolerar. Lárgate Héctor.
HÉCTOR: Oblígame.
DARÍO: Suelta el arma. No seas cobarde.
HÉCTOR: Eres una pendeja. ¿Qué carajos te pasa? A cualquiera le confiesas tus hábitos
sexuales.
BERTA: Es el fin del mundo Héctor, lo sabes. Si no entiendes de qué se trata el fin, lárgate.
HÉCTOR: Según recuerdo, se trataba de amarnos.
BERTA: Tú lo has dicho. De amarnos.
HÉCTOR: ¿Entonces?
BERTA: Quiero que te vayas.
HÉCTOR: No te voy a dejar sola. El fin se trata de nosotros.
BERTA: El fin se trata de estar en paz con los demás.
HÉCTOR: Yo no traje a ninguna otra mujer. No seas egoísta. Hace rato ibas a coger con
Darío.
BERTA: Y si no hubieras estado lo habría hecho.
DARÍO: ¿En serio?
HÉCTOR: ¿Qué es lo que te pasa? ¿Por qué me dices eso?
BERTA: Hay poco tiempo.
HÉCTOR: ¿Para qué?
BERTA: Para decirnos todo.
HÉCTOR: Dímelo todo pues. Pero sólo a mí.
BERTA: Ya te dije todo lo que despiertas en mí, pero no puedo estar todo el tiempo contigo.
HÉCTOR: Y yo mientras qué. ¿Cómo debo pasar este final?
BERTA: Amándome.
HÉCTOR: No puedo estar aquí.
BERTA: ¿Entonces?, ya te dije que te fueras.
DARÍO: Lo mejor será que se vaya.
HÉCTOR: No pueden tocar sin mí.
BERTA: ¿Puedes recordar cómo tocaba el violín?

16
Música para el fin del mundo Luis Ayhllón

SOLDADO: No creo.
HÉCTOR: Esto es ridículo.

BERTA: En apariencia, cruzar la ciudad en plena guerra por una partitura suena igual de
ridículo y no lo es. Para mí no lo es.
SOLDADO: Creo que nació hace veintidós años. Lo primero que recordaba es que dos meses
antes de nacer, su madre tocaba el piano.
BERTA: ¿Lo ves?
HÉCTOR: Voy a matarlo.
SOLDADO: Eran sonidos distorsionados y acuosos…
BERTA: Hazlo pues.
HÉCTOR: ¿Hacer qué?
BERTA: Dispárale.
DARÍO: Eres igual a todos los de afuera.
HÉCTOR: No te metas.
DARÍO: Mátame a mí.
HÉCTOR: No lo voy a hacer. Quítate.
DARÍO: Si lo matas, matas a Carlo.
HÉCTOR: ¡Él ya está muerto! ¡Estaba desangrado!
DARÍO: Es mejor que te vayas.

Después de un momento, Héctor sale.

SOLDADO: Cuándo tenía cuatro años, fue por primera vez a un concierto. Cuando terminó,
era tanta su emoción que su madre tardó un par de horas en sacarlo de la sala.
DARÍO: Voy a seguir transcribiendo.
SOLDADO: No sé qué hacer. No sé quién soy.
BERTA: Eres parte de Carlo.
SOLDADO: Pero soy alguien más.
DARÍO: Pero te aseguro que alguien menos interesante. Se la pasaba llorando por su vida.
BERTA: Era hostigante.
DARÍO: No cualquiera tiene la oportunidad de convertirse en una persona nueva.
BERTA: En una mejor persona nueva.
SOLDADO: No puedo ser Carlo. Sólo me llagan algunos recuerdos. Siento como si ya te
conociera.
BERTA: Cuando escuché esa melodía para piano a los quince años, tuve varios orgasmos.
Soñaba con los pasajes musicales, con las manos del pianista. Después de la melodía
seguía imaginando las manos. Las imaginaba escondidas dentro del piano de mi casa.
Aguardaba hasta que todos en casa dormían, salían sigilosas y se metían bajo mis
sábanas. Me acariciaban todo el cuerpo. Mientras una de ellas me rozaba los pezones,
la otra metía un par de dedos en mi vagina y hacía un trino allegro molto e vivace. Hasta
que terminaba dos o tres veces.
SOLDADO: ¿Eran las manos de Carlo?
BERTA: Sí, pero yo no lo conocía, cuando por fin lo conocí, era todavía un niño y dejé de
tener fantasías con sus manos.
SOLDADO: No puedo creer lo que está pasando.
BERTA: Cosas así, siempre pasan con su música.
SOLDADO: Mis manos son grandes.
DARÍO: ¿Quieren que me vaya un rato?
BERTA: No Darío, no quiero que te vayas.
DARÍO: ¿Van a hacer el amor?

17
Música para el fin del mundo Luis Ayhllón

BERTA: No sé. Puede ser… ¿No quieres participar?


DARÍO: ¿Cómo?
BERTA: Podemos estar juntos los tres.
DARÍO: Yo no puedo.
BERTA: ¿Y tú?
SOLDADO: Tal vez.
BERTA: ¿De verdad?
DARÍO: Háganlo ustedes. Yo los dejo.
BERTA: ¿Y mientras tú?
DARÍO: Mientras puedo esperar afuera observando el fuego.
BERTA: Yo quiero hacerlo contigo.
DARÍO: Esto no es una feria. Ya bastante me has lastimado. Si me quedé fue para tener la
oportunidad de hablar y comunicarnos.
BERTA: ¿Sólo para eso?
DARÍO: Y para tocar la partitura de Carlo.
BERTA: ¿No quieres sentir mis tetas?
DARÍO: No Berta. No me gusta, ¿cómo decirlo?, tu nuevo estilo.
BERTA: ¿A qué te refieres?
DARÍO: A tu nuevo estilo gráfico sexual. No voy con eso. Lo siento.
BERTA: ¿Cómo quieres que esté? ¿Qué me quede pasiva viendo cómo explota esta
mierda?
DARÍO: Tú eres la única que tiene derecho a soñar. Ese es tu privilegio.
BERTA: ¿Por qué lo dices?
DARÍO: Soñar te pertenece. Y no sólo eso. Puedes disponer de tus sueños, de tus deseos.
Este fin es más tuyo que de nadie.
BERTA: Ven.
DARÍO: No, escúchame. Si pudiera soñar no estaría aquí.
BERTA: ¿Dónde estarías?
DARÍO: Cerca de la playa, pero no contigo.
BERTA: ¿Con quién?
DARÍO: Con otra mujer.
BERTA: ¿Quién? Deja de escribir.
DARÍO: Espera, no hay tiempo.
BERTA: ¿Cómo era? Anda, dime.
DARÍO: Era una alumna de catorce años. Blanca y pequeña. Tenía la piel más suave que
he tocado. Tenía los ojos fijos, parecía que miraba para adentro.
BERTA: ¿Una niña?
DARÍO: Sí, era una niña.
BERTA: ¿Qué le hiciste? ¿Por qué tocaste su piel?
DARÍO: No le hice nada. Ella me dijo que quería sentarse un momento en mis piernas.
Primero le dije que no, pero ella se abalanzó y cayó sobre mí. Tomó mi mano y la llevó
a su pierna. Eso es todo. Si tuviera la capacidad tuya de organizar el planeta cogería con
ella hasta el fin. Ese sería mi fin. Mi happy end. Está lejos de esta situación.
BERTA: ¿Con una niña?
DARÍO: Lo siento, sería mi final.
SOLDADO: En tu final, ¿dónde está la música?
DARÍO: No hay música. Sólo saliva y fluidos corporales en medio de una casa de madera.
SOLDADO. ¿Por qué estás aquí?
DARÍO: No tengo opciones. Voy a morir con música porque no tengo opciones. ¿Puedes
tocar?
SOLDADO: Déjame ver.

18
Música para el fin del mundo Luis Ayhllón

El soldado agarra el violín de Héctor. Intenta tocar, apenas articula una frase.

DARÍO: Voy por Héctor.


BERTA: Él va a regresar, no te preocupes. ¿Vas a recordar cómo tocar?
SOLDADO: No lo sé. Yo creo que es cuestión de tiempo.

Sale Darío.

SOLDADO: ¿Te gustan mis manos?


BERTA: Sí.
SOLDADO: ¿Las recuerdas?
BERTA: No, son nuevas.
SOLDADO: Ellas sí te recuerdan.
BERTA: ¿Por qué?
SOLDADO: Estabas ensayando. Fue hace dos años más o menos.
BERTA: Sí.
SOLDADO: Él te dijo algo así como: No quiero interrumpirte.
BERTA: Sólo es un estudio.
SOLDADO: Dicen que el mundo se va a terminar.
BERTA: Aquí no. En este edificio nos reunimos para tocar música.
SOLDADO: ¿Cuántos somos?
BERTA: Quedamos doce.
SOLDADO: Hace dos días que no comemos.
BERTA: No tardaran en traer carne. ¿Terminaste la pieza?
SOLDADO: Ya la terminé.

Soldado le entrega una partitura imaginaria. Ella toca una pieza breve.

SOLDADO: Este pasaje es un valle. ¿Lo imaginaste? Ahí hay una nueva ciudad con pocos
habitantes. Este puente es la piel de una mujer. Esos silencios los escribí mientras te
imaginaba. Son silencios llenos. ¿Qué sientes?
BERTA: Siento ganas de besarte, pero eres un niño.

Berta y el soldado se besan largamente. Entra Héctor herido, ayudado por Darío.

HÉCTOR: Que me sueltes.


DARÍO: No puedes quedarte afuera.
HÉCTOR: Es mi decisión.
BERTA: ¿Qué te pasó?
HÉCTOR: No importa.
BERTA: Quédate aquí, vamos, siéntate.
DARÍO: Estaba tirado al lado de una mina. Se estaba rasgando las venas con este cuchillo.
Darío le venda las muñecas.
BERTA: ¿Es cierto?
HÉCTOR: Nada te importa.
BERTA: ¿Quieres morirte?
HÉCTOR: Sólo déjenme afuera.
BERTA: Contéstame.
HÉCTOR: Déjenme

19
Música para el fin del mundo Luis Ayhllón

BERTA: Yo sé qué te pasó con la música: te dio miedo. Eso tienes, miedo. ¿Por qué lo
ibas a hacer?
SOLDADO: ¿Por qué?
HÉCTOR: Nadie está hablando contigo. Cierra el puto hocico.
SOLDADO: Me interesa.
HÉCTOR: Mira pendejo, no estés jugando conmigo.
BERTA: Contesta.
HÉCTOR: No te voy a decir nada.
BERTA: ¿Te ibas a matar?
DARÍO: Se estaba cortando las venas.
BERTA: Que imagen tan poética. Un músico cortándose las venas en medio de una ciudad
en ruinas. ¿Te quieres cortar las venas? ¿De veras? Mira, es más efectivo que te
vueles la cabeza con esto. Tenla. Vamos. Tenla.
DARÍO: ¿Qué haces?
BERTA: Deja lo que se vuele la cabeza. No creas que con tus putas actitudes me vas a
chantajear.
HÉCTOR: ¿Eso es lo que quieres?
BERTA: No. Y lo sabes. Lo que quiero es amarte hasta el fin. Eso es lo que quiero. Pero si
tú quieres matarte, lo único que puedo hacer es recomendarte una muerte rápida y
segura. Y que dejes de hacerte el pendejo.
HÉCTOR: No es posible lo que estás haciéndome.
BERTA: Yo no te estoy haciendo nada.
HÉCTOR: Hace un rato morías por estar conmigo.
BERTA: No estoy sola.
HÉCTOR: Esa maldita música te está volviendo loca.
BERTA: No es cierto. No me estoy volviendo loca.
HÉCTOR: Entonces explícame qué te pasó.
BERTA: No sé bien. Lo que sentí... es como si me cayera una capa de piel.
HÉCTOR: No puedo verte con otro. Entiende. No puedo.
DARÍO: No va estar con otro Héctor. Por lo menos no conmigo.
BERTA: Es un terceto para cuerdas.
HÉCTOR: No sé para qué vine.
DARÍO: Al principio creí que realmente querías interpretar la pieza. Cruzarse toda la ciudad
para traerla.
HÉCTOR: Para mí, en este momento la ciudad era un puente que al cruzarlo me llevaría a
ti con todo y música. Pero era sólo música.
DARÍO: Sigue siendo la música.
HÉCTOR: No, no es sólo la música .Es un fantasma, es algo que se te mete a la carne y te
hace ser diferente, yo no quiero cambiar. Yo estaba bien. Yo sólo quería estar dentro
del cuerpo de Berta y tocar un terceto para cuerdas. Eso sí quería. Morir en el cuerpo
de ella mientras tocábamos una pieza musical. No espero que nada cure mis vicios, no
espero que alguien o algo se meta a mi cabeza. Ya no quiero tocar.
BERTA: ¿Qué quieres hacer entonces? ¿Desangrarte?
HÉCTOR: No sé. No sé nada.
DARÍO: ¿Te duele?
HÉCTOR: Casi no.
DARÍO: Creo que tiene razón.
BERTA: ¿De qué?
DARÍO: No es sólo música.
BERTA: Sigue transcribiendo.
DARÍO: Escucha. No es sólo música.

20
Música para el fin del mundo Luis Ayhllón

BERTA: Claro que no. siempre los supimos. Continúa.


DARÍO: No puedo hacerlo.
BERTA: Dame el cuaderno.
DARÍO: Espérate, escúchame.
BERTA: ¡Que me des el cuaderno!
DARÍO: Piensa un momento, carajo. Escúchame. ¿Quieres seguir tocando?
BERTA: ¿Cuál era nuestro objetivo? tocar la música del mejor compositor de estas tierras.
¿Por qué? Eso le daba sentido a nuestra muerte.
DARÍO: No le está dando ningún sentido a nuestra muerte.
BERTA: ¿Tú qué sabes?
DARÍO: Lo que sucede aquí, no es normal.
BERTA: Sabíamos que su música no era normal. Hacía años que no tenía el
recuerdo vivido de cómo nos besamos por primera vez.
DARÍO: Yo siempre lo tuve.
BERTA: Pero yo no.
DARÍO: ¿Tampoco recordabas a nuestro hijo?
BERTA: Claro que lo recordaba, pero no como ahora.
DARÍO: Si lo recuerdas todo, ¿por qué quieres seguir? podemos interpretar otras cosas
hasta la muerte.
BERTA: No.
DARÍO: ¿Por qué?
BERTA: Porque no se trata sólo de recuerdos.
SOLDADO: Es cierto.
DARÍO: Nadie habla contigo, no te metas.
BERTA: Lo que sucede es que ambos tienen miedo. Eso es lo que pasa.
HÉCTOR: Estás enajenada. Mírate.
BERTA: Tú no estás muy bien que se diga. ¿Qué es eso de irte a suicidar por amor en
medio de una guerra?
HÉCTOR: Cállate Berta.
BERTA: ¿Crees que me vas a hacer sentir mal?
HÉCTOR: ¡No seas egoísta! ¡No pienses que todo se hace en función tuya!
BERTA: Dame el cuaderno.
DARÍO: ¿Para qué lo quieres?
BERTA: Voy a transcribir.
DARÍO: No es necesario. Puedes leer directo del original.
BERTA: ¿Por qué dices eso?
DARÍO: Ninguno de nosotros va a tocar contigo.
BERTA: ¿Es en serio?
DARÍO: Sí.
BERTA: Dame la partitura pues.
Darío le entrega la partitura. Berta se dispone a tocar.
SOLDADO: No lo hagas.
BERTA: ¿Qué pasa?
SOLDADO: No puedes hacerlo tú sola.
BERTA: ¿Y ahora por qué?
SOLDADO: No puedes, créeme.
BERTA: ¡Dime por qué carajo!
SOLDADO: Él intentó hacer lo mismo antes de morir. No se puede.
BERTA: No entiendo.
SOLDADO: Por eso se desangró. Si quieres morir ahora, hazlo.

21
Música para el fin del mundo Luis Ayhllón

DARÍO: ¿Por qué pasaría eso?


SOLDADO: No lo sé. Pero es cierto. En esa partitura hay un orden extraño, algo que puede
cambiar las cosas... espérenme, no sé si puede explicarlo.
HÉCTOR: Explícalo.
SOLDADO: Hay evento cifrados en esa música.
DARÍO: Explícate.
SOLDADO: ¡No soy Carlo!
BERTA: ¿Tú sabías lo que nos iba a pasar al escucharla?
SOLDADO: Yo no sé nada. Tengo en la cabeza algo que me lo dice, eso es todo.
HÉCTOR: Se está burlando de nosotros.
SOLDADO: Es la verdad.
DARÍO: Voy a la frontera. ¿Vienen?
HÉCTOR: Vámonos.
BERTA: No lo hagan.
DARÍO: ¿Qué quieres entonces?
BERTA: Morir aquí. Les propongo abrir ese maletero.
HÉCTOR: ¿Para qué? esas páginas las han interpretado miles de veces en el mundo.
BERTA: ¿Entonces?
HÉCTOR: No tiene sentido.
BERTA: Lo tiene, sé que lo tiene.
Darío abre el maletero, saca cientos de hojas blancas.
BERTA: ¿Qué es eso?
DARÍO: Están en blanco.
BERTA: No puede ser. Antes de que llegaran abrir el maletero. Todo estaba ahí.
HÉCTOR: Déjame ver.
Se escuchan fuertes detonaciones.
HÉCTOR: Además no creo poder tocar.
BERTA: ¿Por qué?
HÉCTOR: No dejan de sangrar.
DARÍO: Déjame ver.
BERTA: ¿Qué pasa?
DARÍO: Es cierto. Sangran.
BERTA: ¿Por qué?
DARÍO: No lo sé.
BERTA: Aprieta las vendas.
DARÍO: Ya lo hice.
BERTA: Mira, podemos amarrar este trapo.
DARÍO: A ver.
HÉCTOR: Sigue fluyendo. Lo siento.
BERTA: ¿Qué ha pasado?
HÉCTOR: No lo sé. Estaba afuera contemplando el fuego y encontré ese cuchillo. Me
rasgué un par de veces, es todo.
Héctor se desangra.

BERTA: ¿Fue la música?


HÉCTOR: No lo sé.
BERTA: Tú dime.
SOLDADO: Nadie lo puede saber.

22
Música para el fin del mundo Luis Ayhllón

BERTA: Sí lo sabes.
SOLDADO: Juro que no.
DARÍO: Hay que terminar de transcribir. Préstame la partitura. Estoy seguro que al tocar el
segundo movimiento, tus heridas se van a cerrar.
BERTA: Tienes razón.
HÉCTOR: Siento que no voy a aguantar.
DARÍO: Vas a poder, espera un momento. Sólo termino de transcribir tu parte. Ella y yo
leemos sobre el original. Espera un momento.
SOLDADO: Es inútil.
BERTA: ¿Qué es lo que te pasa?
SOLDADO: Ya sé cómo tocar. Dame el violín.

Soldado interpreta una pieza breve.

SOLDADO: Rápido. Lean el original. El violín lo sé de memoria.

Soldado, Darío y Berta interpretan el segundo movimiento.

BERTA: ¿Cómo te sientes?


HÉCTOR: No sé.
BERTA: ¿Cómo qué no sabes?
HÉCTOR: Al escucharla, uno se siente bien.
BERTA: Tu herida.
HÉCTOR: No importa.
DARÍO: Es, es... No puedo describirla.
BERTA: Tu herida, déjame verla. Parece que ya no sangra. No sé. No estoy segura.
HÉCTOR: No importa. Hay que tocarla de nuevo.
DARÍO: Espérate, tenemos que descansar. Es demasiado.
HÉCTOR: Otra vez, por favor.
BERTA: Vamos a seguir transcribiendo.
DARÍO: Déjame siquiera pensar otra vez en ella... Esos pasajes, son como un laberinto...
las armonías vibran todavía.

Se escuchan varias detonaciones. Si el cielo pudiera verse, mil luces de colores lo


cruzarían.

HÉCTOR: Parecen fuegos artificiales.


DARÍO: Se acercan.
BERTA: Solo voy transcribir una parte.
DARÍO: ¿Qué es lo que te pasa?
SOLDADO: No sé
DARÍO: ¿Ya recordaste quién eres?
SOLDADO: No, sólo estoy más confundido.
DARÍO: No mientas.
SOLDADO: No estoy mintiendo. Son muchos recuerdos.
DARÍO: ¿De Carlo?
SOLDADO: No lo sé.
DARÍO: Dime.
SOLDADO: Juro que no lo sé.

BERTA: Algo me pasó.

23
Música para el fin del mundo Luis Ayhllón

HÉCTOR: ¿Qué?
BERTA: Ven para acá.
HÉCTOR: ¿Qué?
BERTA: Tengo ganas de comerte.
HÉCTOR: ¿Ahora sí?
BERTA: No me entiendes.
HÉCTOR: No, no te entiendo.
BERTA: Literalmente. Tengo ganas de desmembrarte. ¿No lo entiendes?

DARÍO: Concéntrate.
SOLDADO: ¿Qué es lo que quieres?
DARÍO: Concéntrate en esos recuerdos.
SOLDADO: Es imposible.
DARÍO: Inténtalo.
SOLDADO: No puedo.
DARÍO: Es importante.
SOLDADO: ¿Para qué?
DARÍO: Para tener un control sobre lo que sucede.

BERTA: Por eso no quiero ni besarte.


HÉCTOR: Haz lo que quieras.

BERTA: Te arrancaría los labios. Te lo juro. Me los comería. Después los brazos. Te comería
poco a poco. Me llenaría de tu sangre todo el cuerpo. Te bebería. Me gustaría desollarte
vivo. Me tragaría toda tu piel. Me comería cada músculo. Te llevaría conmigo siempre.

SOLDADO: Recuerdo que la primera vez que escuché una viola fue días antes de la primera
guerra. Era un niño. Estaba recolectando arañas en un frasco, cuando escuché a lo lejos.
Me acerqué a ese sonido. A través de una ventana había una niña...
DARÍO: ¿Qué haces?
SOLDADO: Es un recuerdo.
DARÍO: ¿Cómo sabes eso?
SOLDADO: ¿A qué te refieres?

BERTA: ¿A ti? ¿Te gustaría comerme?


HÉCTOR: No sé.

DARÍO: ¿Cómo sabes, dime?


SOLDADO: No lo sé
DARÍO: ¡Escucha Berta! ¡Escucha su recuerdo!
SOLDADO: ¿Qué pasa?
BERTA: ¿Cuál recuerdo?
DARÍO: Que te lo diga. Vamos.
SOLDADO: ¿Por qué?
DARÍO: Sólo dilo.
SOLDADO: La primera vez que escuché un violín, tenía un frasco lleno de arañas. Me
acerque a los sonidos y descubrí a una niña a través de la ventana.
BERTA: Eso tú me lo contaste.
HÉCTOR: ¿Quién te lo contó?
BERTA: Darío... Es un recuerdo de Darío.
DARÍO: Se está robando nuestros recuerdos.

24
Música para el fin del mundo Luis Ayhllón

HÉCTOR: Eso no puede ser.


DARÍO: Eso está haciendo el desgraciado.
SOLDADO: Yo no sé nada.
DARÍO: Ya estoy harto. Es mejor que se vaya.
HÉCTOR: Vete soldado.
SOLDADO: No soy un soldado.
DARÍO: Es un ladrón.
SOLDADO: No quiero irme.
DARÍO: Te tienes que ir. Has hecho mucho daño.
HÉCTOR: Vete.
BERTA: Dinos qué es lo que pasa.
SOLDADO: ¿No lo entienden? ¡No sé qué carajos pasa! ¡No sé quién carajos soy!
BERTA: ¿Qué más recuerdas?
SOLDADO: ¿De qué?
BERTA: De nosotros.
SOLDADO: No lo voy a decir.
BERTA: Maldita música.
HÉCTOR: No se sabe qué va a pasar con ella. Cerró mis heridas pero mira lo que hace con
los recuerdos. ¿Qué secretos tendrá el soldado que nos pertenecen?
DARÍO: No tengo paciencia Carlo.
SOLDADO: No soy Carlo.
DARÍO: ¡Ya estuvo bien! ¿Qué es lo que quieres?
SOLDADO: Que me dejen en paz.
DARÍO: ¡No te voy a dejar en paz!
BERTA: ¿Qué secretos sabes?
SOLDADO: No sé nada de secretos.
HÉCTOR: Dinos.
SOLDADO: Te digo que no sé.
HÉCTOR: ¿Cuándo nos conocimos?
BERTA: ¿Qué?
HÉCTOR: Dime cuándo.
BERTA: Hace siete años.
HÉCTOR: ¿En dónde?
BERTA: En un recital de piano. Te sentaste a dos filas de distancia con Darío.
HÉCTOR: No lo recuerdo.
BERTA: ¿No lo recuerdas?
HÉCTOR: No. ¿Y tú?
DARÍO: No. ¿Es verdad?
BERTA: Sí, ahí lo conocí. Él volteó a verme y nos miramos durante un segundo.
HÉCTOR: No lo recuerdo.
DARÍO: Las obras, ¿de quién eran?
BERTA: De Debussy.
SOLDADO: Eran de Prokofiev.
BERTA: Eran de Debussy.
SOLDADO: Eran las sonatas de Prokofiev.
BERTA: ¡No tienes derecho a meterte en nuestros recuerdos!
HÉCTOR: Eso ya es demasiado.
DARÍO: No lo vamos a permitir.
HÉCTOR: Eso pasa con los compositores de mierda. Quieren quedarse en sus putas
partituras para siempre. Yo creo que Carlo siempre lo supo. Siempre se burló de los
músicos que ingenuos lo interpretaban.

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Música para el fin del mundo Luis Ayhllón

BERTA: Música de mierda. No sirves de nada.


SOLDADO: Esta es una obra inconclusa.
HÉCTOR: ¡Él la terminó, son tres movimientos!
SOLDADO: ¡Pero falta uno por interpretar!
DARÍO: ¿Y para qué hace falta interpretarla? ¿Para quedarte con nosotros?
SOLDADO: Hace falta un final. Quizá todo vuelva a un nuevo orden. Si nos quedamos así,
siempre estaremos alterados. Es probable que después del tercer movimiento yo vuelva
a ser un soldado que no conoce los silencios amorosos y que sueña con perros asados.
DARÍO: No mientas, ¿quién desea tener esa vida? Lo que quieres es terminarte nuestros
recuerdos; secarnos el cerebro.
SOLDADO: Ahora todo parece una pesadilla. Afuera hay bombas que parecen fuegos
artificiales que pronto podrán arrasar con nosotros. Pero todo tiene que cambiar cuando
termine el terceto.
BERTA: ¿Cómo lo sabes?
SOLDADO: No lo sé. Algo me lo dice.
HÉCTOR: No vamos a tocar una nota más. Aquí se terminó.
SOLDADO: ¿Qué vamos a hacer?

DARÍO: A morir. Sólo es cuestión de esperar. En cualquier momento sucede.

Varios silencios.

SOLDADO: No pueden dejarse morir así. ¿Me oyen? Tienen que reaccionar
DARÍO: Si tocamos el tercer movimiento, te vas a seguir robando nuestra vida.

Varios silencios. Sale el soldado.

HÉCTOR: Maldito Carlo.


DARÍO: ¿Quién se ha creído?
BERTA: Tanta devoción que le demostramos en vida. ¿Se acuerdan que estrené su primera
pieza para violonchelo?
DARÍO: No, no lo recuerdo.
HÉCTOR: No.
BERTA: ¿Cómo que no lo recuerdan?
DARÍO: Lo siento.
BERTA: Pero es cierto, yo la estrené. ¿Cómo es posible que no lo recuerden?

Varios silencios.

HÉCTOR: ¿Ya no tienes ganas de comerme?


BERTA: Ya no. ¿Qué hacemos?
DARÍO: Solo esperar.
BERTA: También podemos hablar.
DARÍO: No lo sé. ¿Tú quieres hablar?
HÉCTOR: No, está mejor así.
BERTA: Todo es más confuso en silencio. No sé qué haría si nos quedáramos en silencio.
Es como si algo dentro se moviera demasiado. No quiero pensar en los recuerdos que
se me borraron. No quiero.
HÉCTOR: Nos podríamos quedar en silencio sin pensar en nada.
BERTA: No se puede. El silencio siempre está molestando.
HÉCTOR: Pero aquí no hay silencio. Date cuenta. Escucha todas esas detonaciones.

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Música para el fin del mundo Luis Ayhllón

BERTA: No importa. Parece silencio. Háblame Darío.


DARÍO: No puedo. Lo siento.
BERTA: De cualquier cosa, no importa.
DARÍO: No puedo hablar de cualquier cosa. No sé de qué hablar.
BERTA: Hablemos de nosotros.
DARÍO: ¿Quieres hablar de nosotros?
BERTA: Sí.
DARÍO: ¿Ahora es tiempo?
BERTA: Sí.
DARÍO: No, ya es tarde. Ya no me interesa. Ya no sé de qué manera hilaría nuestra historia.
BERTA: No es necesario que sea congruente nuestra historia.
DARÍO: ¿A qué te refieres?
BERTA: A que podemos inventarla. Piensa en la oportunidad que tenemos.
DARÍO: No, lo siento. No estoy para historias.
BERTA: ¿Por qué? Anda, dime.
DARÍO: Ya no recuerdo muchas cosas, y si se trata de inventarlas, nunca he sido bueno
para eso...
BERTA:...de nuestro hijo.
DARÍO: No tiene caso. En cualquier momento...
BERTA: En cualquier momento, pero necesitamos estar juntos.
DARÍO: Estamos juntos.
BERTA: Pero siento que no. Miren cómo han quedado. Perdieron todo interés, eso no es
posible. Están esperando el fin. Yo en cambio sigo confundida.
DARÍO: ¿Y para eso quieres inventarte nuestra historia? ¿Qué sentido tiene?
BERTA: Todo el sentido. Si algo no te gustaba, cámbialo. Si no lo recuerdas inventa algo.
DARÍO: ¿No entiendes que no puedo?
BERTA: Inténtalo.
DARÍO: Berta. tienes que entender que no estamos para historias.

Se escuchan fuertes detonaciones.

DARÍO: Ya casi termina todo. Están muy cerca.


BERTA: Son nuestros últimos minutos. Hablemos.
HÉCTOR: ¡Nadie quiere hablar!
BERTA: Por favor Héctor.
HÉCTOR: No se me ocurre nada carajo.
BERTA: ¿Eso es lo que quieren? Bueno. Yo no me voy a quedar así. No puedo. Escuchen
esas pinches bombas, en cualquier momento nos cae alguna. Yo no pienso estar en
silencio cuando eso suceda. Así que voy a hablar. ¿Por qué se habrán borrado esas
partituras? La música es la memoria. En este cuarto perdimos la memoria. Eran mis
partituras. Las que tuve desde niña.
DARÍO: ¿Cómo puedes estar segura?
BERTA: ¡Eran las que tuve desde niña!
DARÍO: Todo es mentira. Están en blanco.
BERTA: Desde niña. Estoy segura.
DARÍO: ¿Y por qué se borraron?
BERTA: Por la música de Carlo.
DARÍO: Nunca existieron Berta.

BERTA: Cuando llegué abrí el maletero, estaban todas. Incluso si te asomas al maletero, te
darás cuenta que no tiene fondo. Toda la música estaba ahí.

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Música para el fin del mundo Luis Ayhllón

DARÍO: ¿De qué hablas?


BERTA: Ábrelo.
DARÍO: Ya.
BERTA: Asómate.
DARÍO: ¿Qué?
BERTA: Velo bien.
DARÍO: Tiene fondo.
BERTA: Cuando llegué no tenía fondo. Al abrirlo me dolió la cabeza, fue un hálito lo que
salió. Era como una pequeña fragancia, la de toda la música que existe. Con el segundo
movimiento del terceto todo se borró.
DARÍO: Nunca existieron.
BERTA: ¡No digas eso!
DARÍO: Yo no recuerdo lo que dices, estás desvariando.
BERTA: ¿De qué hablas? Aquí hemos ensayado muchas veces.
DARÍO: Esas hojas están en blanco.
BERTA: ¡Porque la música se borró!
HÉCTOR: ¿De qué carajos estás hablando?
BERTA: Héctor, ¿qué había en ese maletero?
HÉCTOR: Hojas en blanco.
BERTA: ¡Antes!
HÉCTOR: No sé. Más hojas en blanco.
BERTA: No te hagas.
HÉCTOR: No lo sé.
BERTA: Había música escrita.
HÉCTOR: No es cierto.
BERTA: Estaba escrita toda la música de todos los tiempos.
DARÍO: Ahí no puede caber toda la música.
BERTA: ¡No tenía fondo! También había música inédita. Hasta la que se perdió. Había
manuscrito que Bach imaginó antes de su muerte. Estaban incluso...
DARÍO: ¿Cómo sabes?
BERTA: ¿Qué?
DARÍO: ¿Cómo sabes lo que estás diciendo?
BERTA: Lo sé, las vi.
DARÍO: ¿Cómo sabes que Bach soñó una pinche partitura y que solita se escribió? ¿Qué
tienes ahí?
BERTA: Yo la vi.
DARÍO: ¿Qué tienes ahí?
BERTA: Yo la vi. Era un maletero sin fondo.
DARÍO: ¿Qué es eso?
BERTA: Mi herida.
DARÍO: ¿Qué te pasó?
BERTA: ¿Qué dices?
HÉCTOR: Enséñame.
BERTA: ¿Qué les pasa? Es mi herida.
DARÍO: ¿Dónde sucedió?
BERTA: ¿Dónde sucedió qué?
DARÍO: Déjame verla.
BERTA: Tú me hiciste la curación.
DARÍO: ¿Yo qué?
HÉCTOR: Eso no es cierto.
BERTA: Me la hizo antes de que tú llegaras.

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Música para el fin del mundo Luis Ayhllón

DARÍO: No es verdad.
BERTA: ¿Qué les pasa?
DARÍO: Por eso estás así. Por eso hablas esas incoherencias de Bach. Por eso.
HÉCTOR: Por eso crees que ese maletero estaba lleno de música. Esa herida debe de ser
profunda. ¿Dónde te la hiciste?

BERTA: ¡Ya se los dije! Desperté, creí que estaba muerta. Estaba rodeada de polvo.
HÉCTOR: Es una mentirosa. Nos quiere confundir.
DARÍO: ¿Cómo sabes lo de Bach? Nos has estado engañando.
BERTA: ¿Qué les pasa?
DARÍO: ¿Cómo sabes lo de Bach?
BERTA: No lo sé. Vi un manuscrito para laúd, lo leí y después imaginé la música. Creí que
él la había soñado.
DARÍO: No se puede imaginar esas cosas así nada más.
BERTA: Tenía su sello.
DARÍO: Si tenía su sello, entonces era su pieza, ¿de dónde sacas que jamás la escribió?
BERTA: La edición no pertenecía a nadie. Estaba escrita a mano.
HÉCTOR: Ya n sigas, sólo está loca.
DARÍO: Espérate, ¿quieres? Esto no puede seguir así. Si estaba escrita a mano, ¿por qué
carajos dices que nunca la escribió?
BERTA: Lo imaginé.
DARÍO: Y porque lo imaginaste…
HÉCTOR: Espera…
DARÍO: Y porque lo imaginaste…
HÉCTOR: Espera, mierda…
DARÍO: …tenemos que hacerte caso. Tenemos que creerte. Tenemos que conformarnos
con tus alucinaciones.
HÉCTOR: Es una pérdida pendeja de tiempo discutir eso. Las hojas estaban en blanco ¿ya?
Es una puta mentirosa.
BERTA: No me hables así, imbécil.
HÉCTOR: Sólo has jugado con nosotros.
BERTA: Estaba haciendo plática.
HÉCTOR: Y para hacer plática tienes que imaginar pendejadas.
BERTA: Sí, al final…
HÉCTOR: No quiero que hables.
DARÍO: Por eso quería estar en silencio.
BERTA: ¿Para qué?
DARÍO: Para no imaginar pendejadas. Para morir.
BERTA: Se están quedando sin memoria.
HÉCTOR: Hacer plática no es inventar mentiras.
DARÍO: Hacer plática en estas circunstancias no sirve de nada. Es como tirar las palabras
por una coladera.
BERTA: No pueden quedarse así. Están perdiendo la memoria.

Varios silencios y detonaciones. Berta transcribe el último movimiento.

DARÍO: ¿Qué haces?


BERTA: Transcribiendo.
DARÍO: ¿Para qué?
BERTA: Hay que tocar este terceto.
DARÍO: ¿Eso no es una mentira?

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Música para el fin del mundo Luis Ayhllón

BERTA: ¿Qué?
DARÍO: Esa partitura. ¿No la estás imaginando?
BERTA: No, aquí está.
DARÍO: Déjame verla.
BERTA: Ahí está.
DARÍO: Es cierto, es una partitura.
HÉCTOR: ¿Es en serio?
DARÍO: Sí, creo que no miente.
HÉCTOR: ¿Esa música no la estás inventando?
BERTA: No, estoy transcribiendo la viola. Al terminar tú y yo leemos del original.
HÉCTOR: ¿Es música? Bien, música. Sólo música.
DARÍO: ¿Qué clase de música? Déjame leerla.
BERTA: Después. Voy a transcribir primero.
DARÍO: Háblanos de esa música.
BERTA: Es una música para morir. Pero es sólo eso: música.
DARÍO: Yo sé de música para morir. Y no me gusta. En los campos de trabajo la ponían
todo el tiempo. Estaba diseña para mover los cuerpos sin alma, como el viento a las
hojas secas. Vi morir seres asfixiados que incluso seguían moviéndose como si se
resistieran a dejar de escuchar. No tiene que ver con la voluntad de vivir. Nadie tiene
deseos de vivir en estos tiempos. Cuando no se tiene alma, la voluntad no existe, pero
sí el condicionamiento. Un cuerpo humano puede condicionarse a la música, y resistirse
al silencio. Espero que no sea de esas melodías para morir sin alma.
BERTA: No, ésta es diferente.
HÉCTOR: ¿Diferente cómo?
BERTA: Diferente, nunca la he escuchado. Pero imagino…
HÉCTOR: No hablemos de imaginación. Ya quedamos.
BERTA: Bueno, ésta bien. No es para morir condicionados. Es sólo música.
HÉCTOR: Música. Suena bien.

Berta no deja de transcribir.

BERTA: En un momento termino.


HÉCTOR: ¿Por qué estas sudando?
BERTA: No sé, el cansancio.
DARÍO: Luces mal.
BERTA: No es nada.
DARÍO: ¿Qué es lo que te pasa?
BERTA: Nada.
DARÍO: Quizá no es buena idea eso de transcribir.
BERTA: Sí lo es.
DARÍO: Yo creo que es mejor que vengas aquí.
BERTA: No, así está bien.
HÉCTOR: Es buena idea, déjala.
DARÍO: ¿Por qué va a ser buena idea?
HÉCTOR: Porque la música puede ayudarnos a morir mejor.
DARÍO: No creo. Escucha afuera, todo es un desmadre. No tarda en estallar.
HÉCTOR: Precisamente por eso.
DARÍO: No entiendo.
HÉCTOR: Cuando interpretas algo tienes la mente en otro lugar. Puedes irte. Primero sigues
un camino lleno de notación musical. Cuando comienzas a interpretar, te desprendes.
DARÍO: Ya lo sé, pero creo que es mejor que estemos juntos.

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Música para el fin del mundo Luis Ayhllón

BERTA: Estamos juntos.


DARÍO: Pero tú no estás bien. Tal vez es mejor que te abrace, te vas a sentir mejor.
BERTA: No, gracias.
HÉCTOR: Déjala así.
DARÍO: ¿No quieres que te abrace?
HÉCTOR: Déjala.
DARÍO: Le estoy preguntando a ella.
HÉCTOR: Ella está transcribiendo.
DARÍO: Pero es mejor estar abrazados.
HÉCTOR: Ella no quiere.
DARÍO: Está bien, si es su deseo sentirse mal, que así sea.
HÉCTOR: ¿Ya vas a terminar?
BERTA: Ya casi.
HÉCTOR: ¿Te he dicho que eres hermosa?

Varios silencios.

DARÍO: ¿Qué carajos haces?


BERTA: Ya lo dije.
DARÍO: No has dicho nada.
BERTA: Estoy transcribiendo.
DARÍO: ¿Qué?
HÉCTOR: Ya lo dijo.
DARÍO: No lo ha dicho.
HÉCTOR: Ya lo dijo, carajo. Es una partitura inédita. Espérate.
DARÍO: ¿Qué tipo de música es?
BERTA: Ya está lista.

Berta se incorpora. Juntos interpretan el tercer movimiento. Al finalizar por primera vez se
escucha un silencio total en el exterior, como si el tiempo se hubiera detenido.

HÉCTOR: Lo hicimos.
DARÍO: Por fin.
HÉCTOR: ¿Sanó tu herida?
BERTA: No, pero estoy bien.
HÉCTOR: Tú ¿cómo estás?
DARÍO: Bien.
HÉCTOR: ¿Seguro?
DARÍO: Bien.
BERTA: ¿Cómo están sus recuerdos?
HÉCTOR: ¿A qué te refieres?
BERTA: ¿Están todos sus recuerdos?
DARÍO: ¿Estás bien?
BERTA: Contesten…
HÉCTOR: No entiendo.
BERTA: Carajo, contesten.
HÉCTOR: Sí amor, están todos los recuerdos.
DARÍO: ¿De qué estás hablando?
BERTA: ¿Recuerdas nuestra historia?
DARÍO: Sí. ¿Qué te pasa?

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Música para el fin del mundo Luis Ayhllón

Berta besa a Héctor, después a Darío.

BERTA: Busquen al soldado.

Salen los dos. Berta se ha quedado sola. Después de varios silencios, entra Héctor y Darío
arrastrando al soldado.

DARÍO: Está muerto.


HÉCTOR: Tiene una herida podrida en el estómago.
BERTA: ¿Cuánto tiempo llevará así?
HÉCTOR: No sé, varias horas quizá.

Se escuchan fuertes detonaciones.

BERTA: Vámonos a la frontera.


DARÍO: Creí que esperaríamos la muerte aquí.
BERTA: Allá, en la estación de radio podemos transmitir.
DARÍO: ¿Qué caso tendría?
BERTA: Si todo el mundo escucha, las cosas van a cambiar.
DARÍO: ¿Cambiar cómo?
BERTA: ¿Sientes el cansancio de todos los días?
DARÍO: No. De hecho me siento fuerte.
HÉCTOR: Tienes razón, mis venas ya no sangran y yo me siento… pleno.
DARÍO: ¿Y si no llegamos?
BERTA: ¿Te importa?
DARÍO: En realidad no.
BERTA: ¿Entonces?
DARÍO: Vamos.
BERTA: Ninguno me preguntó cómo me siento.
HÉCTOR: ¿Cómo te sientes?
BERTA: Viva.

A lo lejos se escucha el terceto para cuerdas transmitido a través de un viejo amplificador,


como en los campos de exterminio que pertenecen a todas las épocas.

Oscuro final.

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