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CRÍTICAREVIEWTERROR

Pese a contar con Lin Shaye, este thriller de terror


ofrece un argumento ya muy visto y con
maquinaciones genéricas.

Título original:The Midnight Man


Año:2016
Director: Travis Zariwny (Intruder)
Actores: Logan Creran, Robert Englund, Grayson Gabriel
Fecha de estreno:23 de febrero de 2018 (MX)
Estamos ante una reinvención más sobre el mito de la caja de Pandora,
nuevamente amalgamado al género de terror. Su tradición se remonta a los
tiempos de la antigua Grecia, cuando en su boda con Epimeteo, Pandora
recibió un contenedor con la consigna de no abrirlo. Sin embargo, no
soportó la tentación y, víctima de la curiosidad, dejó escapar todos los
males del mundo, aunque atinó a resguardar la esperanza. Demonio de
medianoche, en cambio, no tiene ni una pizca luminosa y se nutre de la
famosa historia para la edificación de su premisa.
En una casa de apariencia tétrica –la toma de su fachada se repite
continuamente en una clara falta de creatividad– un grupo de niños
atemorizados lidian con un juego mortífero en plena penumbra. ¿Es
producto de su imaginación o en verdad cobra vidas ante sus ojos? Corte a
años después cuando Alex Luster (Gabrielle Haugh) se ve obligada a
tomar un receso escolar para cuidar a su abuela, su figura materna desde
el fallecimiento-suicidio de su madre.
La señora (una espeluznante Lin Shaye, quien ya es un referente icónico
del género tras su participación en la saga La noche del demonio) está
enferma, pero algo más tenebroso yace bajo su conducta intempestiva, a
veces incluso insuflada por un dejo diabólico. La historia del principio y la
segunda se conectan de forma previsible cuando la adolescente encuentra
el mencionado juego en el ático, germen de escozor en la anciana, pues
libera a un monstruo –que una vez desvelado es más risible que tétrico–: el
Demonio de medianoche, el cual utiliza los peores miedos de sus jugadores
en su contra –otro elemento ya muy visitado–.

El filme de Travis Zariwny se encamina por la misma línea de algunas


películas recientes que exploran la desgracia de Pandora, en la cual un
objeto de apariencia inofensiva desata graves catástrofes. Ouija (2014), de
Stiles White, enfrentaba a Olivia Cooke con los predicamentos de utilizar el
endemoniado tablero, conducto con el más allá y con espíritus
demoniacos; 7 deseos (2017), de John R. Leonetti –también director
de Annabelle– ponía a Joey King en posesión de una caja china de
procedencia ancestral con el poder de conceder anhelos de factura
sangrienta. Además de estas evidentes semejanzas, las cuales también se
extienden a los terruños de la estructura y de las maquinaciones de “terror”
–efectos de sonido estruendosos, apariciones maquiavélicas cuando los
personajes dan la espalda a un lugar, muertes vaticinadas, etcétera– las
tres cintas coinciden en tener como protagonistas a chicas adolescentes.
Lamentablemente, una vez resuelto el misterio del juego surgen bastantes
preguntas no resueltas sobre sus antecedentes y los paraderos de los
personajes presentados en la secuencia de apertura. ¿Acaso no hubo
consecuencias? Sin embargo, pese a no ofrecer nada nuevo, sorprendente
o particularmente eficaz, al igual que 7 deseos esta película presenta al ser
humano como un ser corruptible en un escenario donde la flaqueza de la
voluntad se paga bastante caro, y cuya transformación inicia con un
coqueteo con el lado oscuro. A ello, Demonio de medianoche le
espolvorea la moraleja de que nuestros peores miedos viven al interior de
nuestra inconsciencia y cuando se manifiestan tienen la facultad de
paralizarnos. De no dominarlos podrían ser nuestra perdición…

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