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Ideas & debates

Gramsci: tres momentos de la hegemonía


JUAN DAL MASO

Dossier especial, abril 2016.

La cuestión de la hegemonía ha sido sobre analizada e interpretada tanto dentro como fuera
del marxismo. Siguiendo la idea planteada por Gianni Francioni en su clásico estudio,
consideramos que Gramsci construye en los Cuadernos de la cárcel una teoría general de
la hegemonía1 que puede utilizarse tanto para comprender la hegemonía burguesa como
para reflexionar sobre las condiciones de constitución de una hegemonía proletaria, sin
perder de vista las diferencias entre ambos procesos. En este artículo haremos hincapié en
este segundo aspecto, en líneas generales menos popularizado que el primero.

Si tomamos en cuenta el pensamiento precarcelario de Gramsci, veremos por ejemplo que


en su escrito Algunos temas de la cuestión meridional, ya había planteado el problema de la
hegemonía en tanto capacidad del proletariado de movilizar, contra el Estado burgués, la
mayor parte de la población laboriosa de Italia, lo cual no era posible sin lograr el apoyo de
las masas campesinas2. Esta posición tiene continuidad en los Cuadernos.

Tomamos como punto de partida la primera definición de hegemonía que Gramsci realiza
en los Cuadernos y luego complejiza: como dirección de las clases aliadas y dominación
sobre las adversarias, por lo que cuando una clase está en el poder se vuelve dominante
pero debe seguir siendo dirigente (C1 §44, redactado entre febrero y marzo de 1930)3.

En este artículo4 proponemos distinguir tres momentos de su utilización por Gramsci: 1) el


momento estratégico unido al análisis de situaciones y relaciones de fuerzas y su ligazón
con la cuestión de la guerra civil y la insurrección; 2) el momento de la hegemonía en la
sociedad de transición al socialismo; y 3) el momento “histórico-universal” en el que la
construcción de una hegemonía proletaria es parte de la perspectiva histórica de superación
del capitalismo por el comunismo como sistema dominante.

Con el término “momento” nos referimos a un plano que es parte de una progresión lógica
como histórica, conceptual como político-estratégica, abierto a diversas combinaciones y
mediaciones, aunque con una lógica de desarrollo general que Gramsci mismo se encarga
de especificar, como veremos.

El momento estratégico de la hegemonía


En su conocido pasaje de los Cuadernos sobre “Análisis de situaciones y relaciones de
fuerzas” (C13 §17, redactado entre mayo de 1932 y primeros meses de 1934), Gramsci
plantea una definición conceptual de los distintos momentos que pueden identificarse para
realizar un análisis de las relaciones de fuerzas. Inseparablemente unida a esta dimensión
conceptual se encuentra la dimensión político-estratégica. En la dimensión político-
estratégica, la realidad presenta los distintos “momentos” de las relaciones de fuerzas, con
combinaciones peculiares, cuyas proporciones están determinadas por la progresión de las
relaciones de fuerzas hacia el momento político-militar “inmediatamente decisivo”. Por
razones de espacio no podemos citarlo íntegramente, pero resumiremos su contenido. Para
Gramsci hay que distinguir tres momentos de las relaciones de fuerzas:

1) El de las relaciones de fuerzas sociales objetivas, que es una realidad rebelde, es decir
independiente de la voluntad de los agentes.

2) Un segundo momento de relaciones de fuerzas políticas, que a su vez puede subdividirse


en: uno de tipo “económico corporativo” en el cual se conquista una cierta consciencia del
interés de clase, pero limitada al sector. Un segundo momento en que la identificación de
clase se extiende a todo el grupo social pero su expresión en el terreno político se reduce a
la perspectiva de lograr cambios favorables al propio grupo o clase dentro de la legislación
vigente. Un tercer momento propiamente hegemónico, en el que se conquista la consciencia
de que los intereses del propio grupo no pueden defenderse dentro de los límites
corporativos, requieren la conquista de aliados, la organización política en partido y la
lucha por la conquista del Estado.

3) Un tercer momento de relaciones de fuerzas militares, que es el inmediatamente decisivo


y puede subdividirse en técnico-militar y político-militar, que Gramsci ejemplifica con la
lucha de liberación de un pueblo oprimido contra una potencia ocupante.

Gramsci destaca que el desarrollo histórico oscila continuamente entre el primer y el


tercer momento, con la mediación del segundo.
Desde este punto de vista, la hegemonía es condición necesaria para la resolución de la
relación de fuerzas militares, pero no la reemplaza, tanto como no se puede buscar el
momento “directamente decisivo” de las relaciones de fuerzas militares, sin la constitución
previa de la hegemonía.

En este contexto discursivo es que hablamos del “momento estratégico” de la hegemonía o


se podría hablar de la cuestión de la hegemonía vista desde el punto de vista de las
relaciones de fuerzas, es decir, la hegemonía pensada en función de la resolución mediante
las armas de las relaciones de fuerzas que van de la estructura social objetiva al
enfrentamiento político-militar.

Guerra civil e insurrección


Gramsci enfatiza la cuestión de la guerra civil más que la de la insurrección en la medida en
que busca reflexionar sobre la conquista de ciertas condiciones políticas previas al proceso
insurreccional, que a su vez confluye con la guerra civil que tendería a subsumirlo.

Para profundizar un poco más sobre el tratamiento de este problema en los Cuadernos, una
posibilidad es volver sobre los análisis de Gramsci acerca de la cuestión político-militar en
el proceso del Risorgimento.

En líneas generales, Gramsci parte de la idea compartida por Clausewitz y Maquiavelo de


que la dirección militar está subordinada a la dirección política en sentido amplio,
señalando que el problema de la dirección militar era político-militar y que consistía en
cómo lograr una fuerza preparada de antemano que permitiera la insurrección simultánea en
toda la península para echar a los austríacos y a la vez sostener la posición conquistada una
vez que estos quisieran retornar (C19 §28, redactado entre febrero de 1934 y febrero de
1935).

Por eso señalaba en C17 §28, redactado entre septiembre de 1933 y enero de 1934, que para
echar a los austríacos hacía falta un partido italiano “homogéneo y coherente”, con un
programa concreto, y que ese programa fuese compartido por las masas populares, en
especial campesinas.

La diferencia esencial entre los procesos históricos de las revoluciones burguesas y


proletarias consiste en que la clase obrera no puede constituirse como clase
económicamente dominante antes del ascenso al poder, como fue el caso de la burguesía.
Sin embargo, las analogías trazadas por Gramsci se basan en aquellos elementos o
problemas que se plantean por igual para ambos tipos de procesos: el problema de la
hegemonía respecto de los campesinos, la relación entre insurrección organizada y
levantamiento popular, la analogía entre jacobinismo y bolchevismo.

Desde este punto de vista, las conclusiones de Gramsci sobre los problemas político-
militares del Risorgimento echa luz sobre los de la revolución proletaria, complementando
las elaboraciones del C13 §17.
En este contexto, podemos concluir que para Gramsci el problema central a este respecto
no sería tanto el arte de la insurrección como tal, sino el arte político de unir insurrección y
levantamiento popular5.

El momento posrevolucionario: la hegemonía en la sociedad de transición


Señalamos en los apartados anteriores las relaciones entre hegemonía, guerra civil e
insurrección y lo que definimos como el “momento estratégico” de la hegemonía. Queda
pendiente, no obstante, analizar el aspecto específico de la hegemonía en la sociedad
posrevolucionaria, que constituye el segundo momento de la hegemonía en la reflexión
gramsciana. Buscaremos analizar ciertas variaciones desde su etapa precarcelaria a las
formulaciones de los Cuadernos.

En su carta de 1926 al CC del PCUS Gramsci planteaba que la “hegemonía en régimen de


NEP6 planteaba una “contradicción inaudita” que consistía en que la clase obrera era
políticamente dominante pero socialmente subordinada, situación que sólo podía
sobrellevarse con la unidad del grupo dirigente. Criticaba a la Oposición como una
tendencia que recreaba las tradiciones del sindicalismo y la socialdemocracia, aunque
condenando los métodos gansteriles de la mayoría. En este contexto, la idea de hegemonía
quedaba relacionada con una cierta idea de “política nacional” que podía estar incluso en
contradicción la situación material de la clase obrera, por lo menos circunstancialmente.

En los Cuadernos de la cárcel, Gramsci mantiene la idea de que la hegemonía consiste en


una superación del interés económico-corporativo y en la constitución de una política
“nacional” (que una ciudad y campo) sobre la base de la lucha para conformar un nuevo
tipo de Estado. Pero introduce el elemento de la centralidad económica con más claridad
que en su carta de 1926. De ahí que señale que la hegemonía no puede ser solamente
“ético-política” sino también económica, ya que “no puede dejar de tener su fundamento en
la función decisiva que el grupo dirigente ejerce en el núcleo decisivo de la actividad
económica” (C13 §18, redactado entre mayo de 1932 y primeros meses de 1934).

A menudo se ha interpretado este pasaje como una confirmación de que la clase


hegemónica se vuelve tal en base a realizar concesiones económicas. Esta interpretación
tiene el problema de ser redundante, ya que sería el fundamento de la hegemonía “ético-
política”, es decir, de una hegemonía constituida sobre la base de superar el momento
“económico-corporativo”. Que Gramsci destacase el rol fundamental que el grupo dirigente
cumple en la actividad económica, implica una modificación sutil que complejiza la
posición que asumiera en 1926.

Si la hegemonía debe descansar no sólo en la dirección política sino en el rol fundamental


del grupo dirigente en la actividad económica, ese grupo dirigente (en este caso el
proletariado) no puede ser una clase socialmente subordinada en su propio Estado.

Esta lectura se sostiene además en el análisis más general de la cuestión de las relaciones de
fuerzas, al que hicimos referencia en el apartado anterior, que parte de las relaciones de
fuerzas sociales (“realidad rebelde”). Es decir, hay una “base objetiva”, estructural, para los
movimientos de la superestructura. Si esta no los explica mecánicamente, aquellos no son
absolutamente autónomos.

Por último, pero como fundamento más profundo, esta lectura sobre la unidad de
hegemonía “económica” y “ético-política” es coherente con la idea de la “nueva
inmanencia” como “nuevo momento sintético unitario” que une economía, filosofía,
historia y política, síntesis que se expresa en cada fragmento discursivo de la filosofía de la
praxis, según la perspectiva de Gramsci.

La elaboración de este “nuevo concepto de inmanencia”, explicado de manera más


completa en C10 II §9, redactado en la segunda mitad de mayo de 1932, es casi correlativa
con el inicio de la redacción del Cuaderno 13, por lo que nuestra hipótesis de lectura es que
la elaboración de este nuevo concepto de inmanencia le permite a Gramsci desarrollar una
idea de hegemonía “integral” que une los tres momentos a los que estamos haciendo
referencia en este artículo, tanto como el plano “ético-político” y el económico.

El momento histórico-universal de la hegemonía


Habiendo señalado un momento hegemónico “estratégico” de las relaciones de fuerzas y
otro propio de la relación economía-política en la sociedad de transición, resta un tercer
momento, que a falta de una definición mejor llamaremos “histórico-universal”.

Este momento se configura a partir de la situación del ascenso al poder de la clase obrera y
la fundación de un nuevo Estado, pero va más allá de la cuestión inmediata del
sostenimiento de la hegemonía en las condiciones precarias de la transición, proyectándose
hacia la historia de la humanidad en su conjunto. Nos referimos el proceso de más largo
plazo mediante el cual la clase obrera sucede a la burguesía como clase dominante en el
conjunto de la sociedad a escala internacional y abre el camino hacia una nueva era de la
historia de la humanidad, avanzando hacia la construcción del socialismo que culmina en la
“sociedad regulada” o el comunismo.

Desde este punto de vista, la elaboración de un concepto “integral” de hegemonía,


correlativo con la idea de un nuevo concepto de inmanencia como distintivo del
materialismo histórico, incluye la cuestión de la elaboración de una nueva
cultura/civilización, en el marco de la superación del capitalismo por el socialismo.

La presencia de este momento “histórico-universal” en la reflexión gramsciana sobre la


hegemonía da cuenta asimismo del carácter complejo y contradictorio de su adhesión a la
política del “socialismo en un solo país” a mediados de los años ’20, y su reivindicación del
concepto de hegemonía como esencialmente nacional. Para ascender al plano de una nueva
etapa de la historia de la humanidad, el socialismo requiere de su desarrollo a escala
internacional. Por razones de espacio no podemos desarrollar esta problemática en todas
sus aristas, pero quizás en este aspecto contradictorio del pensamiento gramsciano reside
una cierta “vacilación” que puede constatarse en C14 §68, cuando Gramsci intenta sostener
simultáneamente las dos premisas, a saber, que el punto de partida es nacional, pero que la
perspectiva es internacional, con la frase “de los dos peros”:
Es cierto que el desarrollo se cumple en la dirección del internacionalismo, pero el punto de
partida es “nacional” y es de aquí que es preciso partir. Pero la perspectiva es internacional
y no puede menos que ser así (C14 §68, redactado en febrero de 1933).

Por último, es importante destacar que al momento de reflexionar sobre este problema,
Gramsci se ubica claramente enfrentado a aquellos que leyeron sus ideas en clave de un
cambio cultural en los marcos del Estado actual, es decir, sin revolución ni lucha por un
nuevo tipo de Estado. Pero también se ubica lejos de las posiciones de tipo “cultura
proletaria”, hoy sin ninguna influencia pero con mucho peso en su momento.

Esto puede verse en sus reflexiones reunidas en la rúbrica “Reforma y Renacimiento”, en


especial en la polémica con un artículo publicado por Boris Souvarine en 1931, momento
en que aquel estaba alejado del marxismo y criticaba la ausencia de elaboraciones
intelectuales destacadas en la URSS.

Gramsci señalaba la necesidad de tener simultáneamente una Reforma y un Renacimiento,


es decir la unidad de un cambio profundo a nivel de la cultura popular y la elaboración de la
élite intelectual y una alta cultura. (C7 §43, redactado entre febrero y noviembre de 1931).
Por eso reflexionaba también sobre el rol de Marx como el iniciador intelectual de una edad
histórica y el de Lenin como su realizador en un territorio determinado (C7 §33, redactado
entre febrero y noviembre de 1931). Asimismo destacaba el planteo filosófico de Antonio
Labriola como funcional a una clase que se vuelve autónoma y hegemónica y debe
construir un nuevo tipo de Estado (C11 §70, redactado entre agosto y fines de 1932 o
principios de 1933).

Destacando estos tres aspectos, planos o momentos, consideramos que pueden


comprenderse mejor los distintos registros con que Gramsci reflexiona sobre el problema
de la hegemonía, uniendo los elementos que resultan metodológicamente inseparables en la
reflexión carcelaria: historia, economía, filosofía y política.

Notas

1. Francioni, Gianni: L’Officina Gramsciana, ipotesi sulla struttura dei “Quaderni del
carcere”, Napoli, Bibliopolis, 1984, pág. 163.
2. Todas las referencias de los Cuadernos de la cárcel han sido tomadas de Quaderni del
carcere, Edizione critica dell’Istituto Gramsci a cura di Valentino Gerratana, Torino,
Einaudi, 2001. Asimismo incluimos la fecha aproximada de la redacción de las notas
siguiendo la datación de Francioni Gianni, L’Officina Gramsciana, ipotesi sulla
struttura dei “Quaderni del carcere”, Napoli, Bibliopolis, 1984.
3. Gramsci, Antonio: “Alcuni temi della quistione meridionale” en Scritti Politici a cura di
Paolo Spriano, Roma, Editori Riuniti, 1978, pág. 246.
4. El presente artículo es una versión adaptada y reducida del capítulo V del trabajo del
autor Gramsci y la Revolución Permanente. Notas para una relectura de los Cuadernos
de la cárcel, inédito a la fecha.
5. Aquí, la diferencia con Trotsky es más de énfasis que de concepción general, pero no
deja de ser importante, para una articulación concreta de táctica y estrategia. Sobre este
tema, ver Albamonte, Emilio y Maiello, Matías: “Gramsci, Trotsky y la democracia
capitalista”, Estrategia Internacional 29, enero 2016.
6. Nueva Política Económica impulsada por los bolcheviques desde 1921, que restauró
ciertos mecanismos del mercado en el campo y la ciudad a fin de reanimar la economía
soviética y recomponer la relación entre el proletariado y los campesinos, la industria y
la agricultura. A partir de 1925 la dirección soviética hace un “giro al kulak”, o
campesino rico, fortaleciendo las tendencias antisocialistas de la sociedad soviética.

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