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ARMAS DE

INSTRUCCIÓN
MASIVA
El viaje de un maestro por el oscuro
mundo de la escolarización
obligatoria

JOHN TAYLOR GATTO


Copyright © de la obra original
de John Taylor Gatto

Imagen de la portada: George Deem, detalle de


Art School, 1989.

Traducido del inglés por Javi Hurtado.


Elogios a

ARMAS DE INSTRUCCIÓN MASIVA

John Taylor Gatto ha sido mi héroe desde hace años. Tiene el coraje
para desafiar al sistema educativo, que es obsoleto y está desconectado
de la realidad. Hace años, me dio el coraje para dar mi opinión y
escribir mis libros. Confío en que este libro te dará el coraje para dar
tu opinión.
- Robert Kiyosaki, autor de Padre rico, Padre pobre.

Durante más de 20 años, John Taylor Gatto ha trabajado sin descanso


para enseñarnos la verdad sobre nuestro sistema educativo – ¡Que la
escolarización obligatoria no trabaja por promover una forma de vida
democrática!
- Mary Leue, fundadora de la Escuela Libre de Albany.

Todas las palabras de Gatto brillan. Pongamos a Gatto como Secretario


de Educación de EE. UU. y luego, esta vez, ¡Podrá hacerlo estallar por
los aires!
- George Meegan, autor de La caminata más larga y poseedor del
récord mundial de la caminata sin interrupción más larga de la historia
humana.

Aceptamos la invitación del señor Gatto a la conspiración abierta


contra la escolarización obligatoria aquí en Europa también. Las
virtudes de este libro, sus ideas precisas, sus propuestas realistas y
su aguda consciencia, lo sitúan entre las mejores obras de Thoreau,
Jefferson, Hume o Diderot. Un libro magistral.
- Kadmos Paris Magazine, Paris, Octubre de 2008.
En Armas de instrucción masiva, John Taylor Gatto señala
la estupidez del negocio de la educación estadounidense,
especialmente la evaluación estandarizada. Escuchen, ¡Por el
bien de los niños!
- Wendy Zeigler, artista y antigua alumna de John Taylor Gatto.

Ocurre pocas veces, pero siempre que leo un periódico, escucho


la radio o veo la televisión, sobre una variedad de temas, me
pregunto: “¿Cómo? ¿Cómo puede ocurrir esto? ¿Cómo
puede ser tan crédula la gente?” Gatto tiene una respuesta
y es perturbadora además de convincente: la educación
estadounidense del siglo 20. Su argumento refresca mi gratitud
hacia mi padre por haberme dado la oportunidad de esquivar
una inmersión total en la máquina homogeneizante, y me hace
estar más decidida que nunca a dar este regalo de llegar a ser
único a mis propios hijos.
- Tania Aebi, autora de Viaje inaugural y poseedora del récord
mundial de la primera circunnavegación del mundo por una
mujer.

Dirijo una escuela. John Gatto es mi conciencia. Me ha enseñado


a odiar la escuela y amar el aprendizaje. Este libro hará lo mismo
por los demás, ¡Y los necesitamos!
- Becky Elder, Escuela Northfield de las Artes Liberales.

John Taylor Gatto explica cómo las escuelas públicas obligatorias


forman a los niños para ser trabajadores y consumidores en
lugar de líderes y triunfadores en una América libre.
- Phyllis Schlafly, presidenta de Eagle Forum.
John Taylor Gatto ha presentado el ejemplo de forma
contundente...De que un pueblo que crea en la libertad nunca
surgirá de un sistema que comienza con la coerción.
- Michael P. Farris, presidente de la Asociación por la Defensa
Legal del Home School.

John Taylor Gatto nos recuerda que los niños no son solo
una fuerza de trabajo futura que requieren formación. Son
individuos curiosos acerca del mundo, y ciudadanos de una
república autónoma. Nuestras decisiones sobre la educación
deberían considerar esto.
- David Boaz, vicepresidente ejecutivo del Instituto Cato, autor
de Libertarianismo: una introducción y La política de la libertad.
Elogios a

JOHN TAYLOR GATTO

Cuento a John Gatto entre mis héroes


- Robert Bly.

Me ha encantado la obra de Gatto ya desde que hallé por primera


vez sus sorprendentes ensayos
- Christiane Northrup, M.D., autora de Cuerpos de mujeres,
sabiduría de mujeres.

La voz de Gatto es fuerte y única, un Sócrates del mundo


educativo.
- Thomas Moore, autor de Cuidado del alma.

Estoy de acuerdo con cada punto y cada coma que ha escrito el


señor Gatto.
- Tom Peters, autor de A la busca de la excelencia.

Gatto es un antídoto singular contra la rancia costumbre.


- David Guterson, autor de La nieve cae sobre los cedros.
Un éxito extraordinario. No puedo recordar leer un análisis tan
profundo sobre la educación moderna.
- Howard Zinn, sobre La historia oculta de la escolarización
estadounidense.

El pensador más original de la educación.


- Daniel H. Pink, autor de Nación de agentes libres.

¡Una obra brillante!


– Librería Laissez Faire.
ARMAS DE
INSTRUCCIÓN
MASIVA
El viaje de un maestro por el
oscuro mundo de la
escolarización obligatoria

Traducción de Javi Hurtado

JOHN TAYLOR GATTO


Índice

En homenaje a los
constructores de familias.......................................................1

Prólogo: contra la escuela......................................................3

1 Todo lo que sabías sobre


la escuela es falso...................................................................16

2 Excursión: Londres.............................................................49

3 El gordo Stanley y
los Amish de Lancaster.........................................................92

4 El aula de David Sarnoff....................................................103

5 Héctor no es el problema....................................................119

6 El Camino de Santiago.......................................................128

7 Armas de instrucción masiva............................................138

8 ¿Qué es la educación?.........................................................194

9 Una carta a mi nieta acerca de Dartmouth......................210

10 Incidente en Highland High.............................................231

Epílogo...................................................................................252
En homenaje a los
constructores de familias

Dedico este libro al gran y difícil arte de construir una


familia y a sus artistas, los homeschoolers1 en particular, pero
también a todas las formas que me han sido representadas por
la más excelente familia que he visto – los Hitchon de Plymouth,
Inglaterra; Brantford, Canada; y Uniontown, Pennsylvania –
especialmente en la persona de mi querido amigo de sesenta
y cinco años, Ronald Bright Hitchon. Sin la constante ayuda y
consejo de Ron, este libro – y toda mi obra – nunca hubiese
tenido lugar. John Hitchon de Inverberry, Escocia, conserva el
Hitchon Historical Archive.
Ron y su familia han sido mis amigos del alma desde
que tenía diez años. Mis modelos de excelencia trascendental.
Su antepasado, Richard Hitchens, fue alcalde de Plymouth
cuando el Mayflower zarpó de su puerto; otro antepasado suyo,
John Bright, fue el alborotador que ayudó a darle a Inglaterra el
libre comercio en 1846; su primo, Trevor Howard, fue mi actor
favorito en Desterrado de las islas y como el fiero Lord Cardigan
en La última carga. Su tío, Louis Bauman, ganó la primera
Medalla Carnegie por arriesgar su propia vida al salvar la vida
de otros.
Su padre, Ted Hitchon, me enseñó álgebra. Su madre,
Virginia Bauman, me escondía cuando hacía novillos en la

1 N. del T. personas que educan a sus hijos/as en casa y no son


escolarizados.

1
escuela (y su perro, Flicka, me mordía donde me escondía). En
Cornell, su hermano Larry fue mi patrocinador como iniciado
en la fraternidad. Su nieta, Ginny, me aconsejó pacientemente
en un reencuentro con mi hija Briseis, perdida desde hacía
mucho tiempo, en la selva de orquídeas de Chiapas, al fingir ser
su sustituta. Su sobrino, Larry William, me ayudó a entender el
dañino sinsentido de los títulos universitarios de la Ivy League.
Sus hijos Breta, Lizzie, Paul y Geoffrey, me permitieron ver qué
significaba tener una hermana tanto en los buenos como en
los malos momentos. Sus yernos Stephen, el joven Colanero,
Richard, el joven Cable, me abrieron los ojos a la gracia con
la que se pueden mezclar las familias. Sus nietos Geoffrey,
Courtenay, Shannon, Kathryn, Audrey, Mia, Heather, John
y Jessie, me enseñaron el valioso significado tras la agridulce
gloria de pasar el testigo.
Después de todos estos años, ya a una anciana edad,
todavía me inspira cómo Ronald sigue creciendo y cambiando;
su amor y lealtad al valiente Ping Li de Shanghai; y su intrépida
hija, Ker Xin, me da esperanza en la raza humana.
¡Oh Plymouth! ¡Oh Canadá! ¡Oh Uniontown! Protege
a los Hitchon; protege a su hijo Ronald; protege a mi preciado
amigo; protege sus espíritus. Protege a todas y cada una de
nuestras familias.

2
Prólogo: contra la escuela.

Enseñé durante treinta años en algunas de las peores


escuelas de Manhattan y en algunas de las mejores, y durante
ese tiempo me hice un experto en aburrimiento. En mi mundo,
el aburrimiento estaba por todas partes, y si preguntabas a
los niños, como hacía con frecuencia, por qué estaban tan
aburridos, siempre me daban las mismas respuestas: decían que
las tareas eran estúpidas, que no tenían sentido, que ya lo sabían.
Decían que querían hacer algo auténtico, no solo estar de brazos
cruzados. Decían que los profesores no parecían saber mucho
acerca de sus asignaturas y obviamente no tenían interés en
aprender más. Y los chicos tenían razón: sus profesores estaban
tan aburridos como ellos.
El aburrimiento es el estado cotidiano de los profesores,
y cualquiera que haya pasado algo de tiempo en la sala de
profesores puede dar fe de la poca energía, los lloriqueos y las
actitudes desanimadas que allí se encuentran. Cuando se les
pregunta por qué están aburridos, los profesores suelen culpar a
los niños, como era de esperar. ¿Quién no se aburriría enseñando
a alumnos que son maleducados y a los que solo les interesan
las notas? Si es que les interesan. Por supuesto, los profesores
mismos son producto de los mismos programas de doce
años de escolarización obligatoria que tan concienzudamente
aburren a sus estudiantes. Y como personal de la escuela están
atrapados en estructuras incluso más rígidas que aquellas que
son impuestas a los niños. ¿Quiénes son los culpables entonces?
Todos lo somos. Mi abuelo me enseñó esto. Una tarde,

3
cuando tenía siete años, me quejé del aburrimiento y me
golpeó fuerte en la cabeza. Me dijo que nunca más usara esa
palabra delante suya, que si me aburría era solo culpa mía. La
obligación de divertirme e instruirme era exclusivamente mía
y las personas que no supieran eso eran infantiles y había que
evitarlas si era posible. Desde luego, no se podía confiar en
ellas. Ese incidente curó mi aburrimiento para siempre, y, con
el paso de los años, pude legar la lección a algunos excelentes
alumnos. Sin embargo, en la mayoría era inútil desafiar la idea
oficial de que el aburrimiento y el infantilismo eran la situación
natural en el aula. A menudo tenía que resistir la costumbre, e
incluso incumplir la ley, para ayudar a los niños a escapar de
esta trampa.
Por supuesto el imperio contraatacó; los adultos
inmaduros combinan con regularidad la hostilidad con la
deslealtad. Una vez volví de una baja para descubrir que todas
las evidencias de mi baja habían sido destruidas a propósito,
que habían prescindido de mí y que ya ni siquiera tenía
mi acreditación para enseñar. Después de nueve meses de
fastidiosos esfuerzos pude recuperar la acreditación cuando
un secretario de la escuela declaró haber sido testigo de cómo
había sucedido. Mientras tanto, mi familia sufrió más de lo que
puedo recordar. Para cuando me jubilé finalmente en 1991,
tenía razones suficientes para pensar en nuestras escuelas – con
su encierro obligatorio de larga duración y de estilo presidiario
tanto de estudiantes como de profesores – como fábricas de
infantilismo. Pero, sinceramente, no podía ver por qué tenían que
ser así. Mi propia experiencia me reveló también lo que muchos
otros profesores deben aprender sobre la marcha, pero se lo
guardan para si mismos por miedo a represalias: si quisiéramos,
podríamos deshacernos fácilmente y económicamente de
las viejas y estúpidas estructuras y ayudar a los chicos a que
reciban una educación en lugar de recibir simplemente una
escolarización. Podríamos estimular las mejores cualidades de la

4
juventud – la curiosidad, la aventura, la resistencia, la capacidad
para una sorprendente comprensión – solo con ser más flexibles
con respecto al tiempo, los textos y los exámenes, presentando
a los chicos a adultos realmente competentes, y dando a cada
alumno la autonomía que él o ella necesite para arriesgarse de
vez en cuando.
Pero no hacemos esto. Y cuanto más preguntaba
por qué no y continuaba pensando sobre el “problema” de la
escolarización como lo haría un ingeniero, menos lo entendía:
¿Y si no hay ningún “problema” con nuestras escuelas? ¿Y si
son como son, tan caras que desafían el sentido común y una
larga experiencia de cómo aprenden los niños, no porque estén
haciendo algo mal, sino porque están haciendo algo bien? ¿Es
posible que George W. Bush sin querer dijera la verdad cuando
dijo que ningún niño se quedaría atrás?2 ¿Podría ser que
nuestras escuelas estuvieran diseñadas para asegurarse de que
ninguno madure nunca?

***********

¿Necesitamos realmente la escuela? No me refiero a la educación,


sino a la escolarización forzada: seis clases al día, cinco días a la
semana, nueve meses al año durante doce años. ¿Es necesaria
esta aburridísima rutina? Y si lo es, ¿Para qué? No te centres en
la lectura, la escritura y la aritmética como fundamento, porque
dos millones de contentos homeschoolers han puesto fin a esa
justificación banal. Incluso si no lo hubiesen hecho, un número

2 N. del T. En el inglés original “leave no child behind”. La ley “No


child left behind” fue una ley aprobada por el congreso de los
EE. UU. en 2002 que obligaba a las escuelas estadounidenses a
aumentar las notas de sus alumnos para no perder la financiación
federal correspondiente.

5
considerable de conocidos estadounidenses nunca pasaron
durante doce años por el escurridor por el que pasan actualmente
nuestros niños. ¿George Washington, Benjamin Franklin,
Thomas Jefferson, Abraham Lincoln? Alguien les enseñó, está
claro, pero no fueron productos de un sistema escolar, y ni uno
de ellos se graduó nunca en la enseñanza secundaria. A lo largo
de la mayor parte de la historia estadounidense, los niños por
lo general no iban a la escuela, aunque los no escolarizados
llegaron a ser almirantes, como Farragut; inventores como
Edison; líderes de la industria como Carnegie y Rockefeller;
escritores como Melville, Twain y Conrad; e incluso académicos
como Margaret Mead. De hecho, hasta hace muy poco a las
personas que cumplían trece años no se las veía en absoluto
como niños. Ariel Durant, quien co-escribió una tremenda y
muy buena historia del mundo en varios volúmenes junto a su
marido Will, estaba felizmente casada con quince años. ¿Y quién
podría decir de manera razonable que Ariel Durant no era una
persona educada? No escolarizada quizás, pero no ignorante.
Nos han enseñado (o sea, escolarizado) a pensar en este
país que el “éxito” es sinónimo de, o al menos depende de, la
“escolarización”. Pero históricamente eso no es verdad ni en el
sentido intelectual ni en el económico. Y mucha gente alrededor
del mundo encuentra hoy formas de educarse a sí mismas sin
recurrir a un sistema de escuelas secundarias obligatorias que
demasiado a menudo parecen prisiones. ¿Por qué entonces
los estadounidenses confunden la educación con ese sistema?
¿Cuál es el propósito exacto de nuestras escuelas públicas?
En realidad la escolarización de masas de naturaleza
obligatoria le hincó el diente a los Estados Unidos entre 1905 y
1915, aunque fue concebida mucho antes y se presionó durante
la mayor parte del siglo diecinueve. La razón para este enorme
trastorno de la vida familiar y de las tradiciones culturales era,
por así decirlo, triple:

6
1. Crear buenas personas.
2. Crear buenos ciudadanos.
3. Hacer de cada persona su mejor versión.

Estos objetivos todavía se recitan periódicamente y


muchos de nosotros los aceptamos de una forma u otra como
una definición decente de la misión de la educación pública.
Sin embargo, pocas escuelas lo consiguen. Pero estamos muy
equivocados. Agrava nuestro error el hecho de que la bibliografía
nacional contiene numerosas y sorprendentemente consistentes
declaraciones del verdadero propósito de la escolarización
obligatoria. Tenemos, por ejemplo, a H.L. Mencken que escribió,
en The American Mercury de abril de 1924, que el objetivo de la
educación pública no es

…el de llenar a los jóvenes de la especie con conocimiento
y despertar su inteligencia...Nada más lejos de la realidad.
El objetivo...es simplemente reducir tantos individuos
posibles al mismo nivel de seguridad, criar y formar una
ciudadanía estandarizada, sacrificar la disconformidad y
la originalidad. Ese es el objetivo en los Estados Unidos...y
ese es su objetivo en cualquier otro lugar.

Debido a la reputación de Mencken como satírico,


podrías estar tentado a descartar este fragmento como un
mero sarcasmo hiperbólico. Su artículo, no obstante, continúa
buscando el origen de la plantilla de nuestro sistema educativo
en el ya desaparecido, aunque nunca olvidado, estado militar de
Prusia. Y aunque con toda certeza era consciente de la ironía que
suponía que EE. UU. hubiera estado en guerra con Alemania,
heredera del pensamiento y la cultura prusianas, Mencken iba
completamente en serio. Nuestro sistema educativo es de origen
prusiano y eso es motivo de preocupación.

7
El extraño hecho de la procedencia prusiana de nuestras
escuelas brota una y otra vez cuando ya sabes donde buscarlo.
Orestes Brownson, el heroe del libro de 1991 de Christopher
Lasch El único y verdadero Paraíso, denunciaba públicamente
la deliberada “prusianización” de las escuelas estadounidenses
ya en la década de 1840. El “Séptimo Informe Anual” a la Junta
de Educación de Massachusetts en 1843 es básicamente un
himno al país de Federico el Grande y una llamada a traer aquí
su escolarización. Apenas sorprende que la cultura prusiana
surgiera en Estados Unidos, dada nuestra temprana conexión
con ese utópico estado. Un prusiano sirvió como auxiliar
de Washington durante la Guerra Revolucionaria y tantos
germano-parlantes se habían asentado aquí hacia 1795 que el
Congreso consideró publicar una edición en alemán de las leyes
federales.
Pero lo chocante es que hayamos adoptado con entusiasmo
uno de los peores aspectos de la cultura prusiana: un sistema
educativo diseñado deliberadamente para producir intelectos
mediocres, incapacitar la vida interior, negar importantes
talentos de liderazgo en los alumnos y garantizar ciudadanos
incompletos y dóciles – todo para hacer “manejable” al
populacho.

***********

Fue de James Bryant Conant – presidente de Harvard


durante veinte años, especialista en gas venenoso en la Primera
Guerra Mundial, ejecutivo del proyecto de la bomba atómica
en la Segunda Guerra Mundial, alto comisionado de la zona
estadounidense en la Alemania de la posguerra, y realmente
una de las figuras más influyentes del siglo veinte – de donde
me enteré por primera vez de los verdaderos objetivos de la
escolarización estadounidense. Sin Conant, probablemente

8
no tendríamos ni el mismo estilo ni el mismo grado de
pruebas estandarizadas con que contamos, ni hubiéramos sido
bendecidos con los colosales institutos que almacenan entre
2000 y 4000 estudiantes cada uno. Como el famoso instituto
Columbine de Littleton, Colorado. Justo después de retirarme
de la enseñanza me hice con el extenso ensayo de 1959 de
Conant, El niño, el padre y el estado, y estuve más que intrigado
al verle mencionar de pasada que las escuelas modernas a las que
asistimos eran el resultado de una “revolución” diseñada entre
1905 y 1930. ¿Una revolución? Rechaza profundizar en el tema,
pero dirige al curioso y al ignorante al libro de 1918 Alexander
Inglis, Principles of Secondary Education, en el que “uno veía
esta revolución a través de los ojos de un revolucionario”.
Inglis, por quien se nombró una conferencia honorífica
sobre educación en Harvard, deja absolutamente claro que la
escolarización obligatoria en este continente estaba destinada
a ser justo lo que había sido para Prusia en la década de
1820: una quinta columna en el movimiento democrático
burgués que amenazaba con dar voz a los campesinos y a los
proletarios en la mesa de negociaciones. La escolarización
moderna, industrializada y obligatoria sirvió para realizar una
intervención quirúrgica a una posible unidad de estas clases
marginales. Divide a los niños por asignaturas, por edad, según
clasificaciones constantes mediante evaluaciones y a través
de otros medios más sutiles, y sería improbable que la masa
ignorante de la humanidad, separada en la infancia, pudiera
reintegrarse en una peligrosa totalidad.
Inglis desglosa el objetivo – el verdadero objetivo – de
la escolarización moderna en seis funciones básicas, cualquiera
de las cuales es suficiente para poner la piel de gallina a aquellos
que son tan inocentes como para creer en los tres objetivos
tradicionales de la educación listados anteriormente:

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1. La función flexible o de ajuste. Las escuelas están para
establecer hábitos fijos de reacción a la autoridad. Esto,
por supuesto, excluye por completo el juicio crítico.
También destruye casi en su totalidad la idea de que alguna
información útil o interesante debiera enseñarse, porque no
puedes evaluar la obediencia automática hasta que sepas
si puedes hacer que los niños aprendan, y hagan, cosas
estúpidas y aburridas.

2. La función integradora. Ésta bien podría llamarse “la


función de conformidad”, porque su intención es hacer a los
niños tan parecidos como sea posible. Las personas que se
adaptan son predecibles y esto es muy útil para aquellos que
desean usar y manipular una gran masa de trabajadores.

3. La función diagnóstica y directiva. La escuela sirve para


decidir el rol social apropiado para cada alumno. Esto se
hace registrando indicios matemáticamente y de forma
anecdótica en un registro acumulativo. Como en tu
“expediente permanente”. Sí, tienes uno.

4. La función diferencial. Una vez que su rol social ha sido


“diagnosticado”, los niños van a ser clasificados por su rol y
formados solo hasta su destino en los méritos de la máquina
social – y no más allá. Se acabó el hacer de los niños su
mejor versión.

5. La función selectiva. Esto para nada se refiere a una


elección humana sino a la teoría de la selección natural de
Darwin aplicada a lo que él llamó “las razas favorecidas”.
En resumen, la idea es la de contribuir conscientemente al
intento de mejorar la población reproductiva. Las escuelas
están concebidas para etiquetar a los no aptos – con malas
notas, prácticas correctivas y otros castigos – con bastante

10
claridad para que sus colegas los acepten como inferiores y
los veten de forma efectiva de la lotería reproductiva. Eso es
para lo que esas pequeñas humillaciones, desde el primer
curso en adelante, fueron pensadas: para limpiar a fondo la
suciedad.

6. La función propedeútica. El sistema social que implica estas


reglas requerirá un grupo elitista de vigilantes. Para tal fin,
se le enseñará discretamente a una pequeña porción de los
niños cómo dirigir este proyecto en curso, cómo vigilar y
controlar una población deliberadamente embrutecida
y castrada para que el gobierno pueda continuar sin
oposición y para la que las corporaciones nunca quieran
como obediente mano de obra.

Lamentablemente, este es el propósito de la educación
pública obligatoria en este país. Y para que no consideres a Inglis
un excéntrico aislado con una opinión demasiado cínica sobre
el proyecto educativo, deberías saber que no fue el único en
defender estas ideas. El mismo Conant, basándose en las ideas
de Horace Mann y otros, hizo campaña incansablemente por
un sistema escolar estadounidense diseñado en la misma línea.
Hombres como George Peabody, quien financió esta campaña
por la escolarización obligatoria en toda la zona sur, ciertamente
entendió que el sistema prusiano era útil para crear no solo un
inofensivo electorado y una fuerza laboral servil, sino también
un rebaño de consumidores estúpidos. Con el tiempo, un gran
número de gigantes industriales reconocieron los enormes
beneficios que resultarían de cultivar y cuidar de tal rebaño a
través de la educación pública, entre los que se encontraban
Andrew Carnegie y John D. Rockefeller.


***********

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Ahí lo tienes. Ya lo sabes. No necesitamos la grandiosa
idea de Karl Marx de la lucha de clases para ver que es del
interés de la gestión compleja, económica o política, embrutecer
a las personas, desmoralizarlas, dividirlas las unas de las otras
y desecharlas si no se amoldan. La clase puede retratar la
propuesta, como cuando Woodrow Wilson, entonces presidente
de la Universidad de Princeton, dijo lo siguiente a la Asociación
de Profesores Escolares de la Ciudad de Nueva York en 1909:
“Queremos una clase de personas que tenga una educación
liberal, y queremos otra clase de personas, una mucho más
amplia, por obligación, en cada sociedad, que renuncie a
los privilegios de una educación liberal y se adapte a realizar
difíciles y específicas tareas manuales”. Pero las motivaciones
tras estas repugnantes decisiones que causan estos objetivos no
necesariamente han de estar basadas en la clase. Pueden surgir
sencillamente del miedo, o de la ya familiar creencia en que la
“eficiencia” es la virtud suprema, en lugar del amor, la libertad,
la risa o la esperanza. Sobre todo, pueden simplemente surgir
de la ambición.
Después de todo, había mucha fortuna que hacer
en una economía basada en la producción a gran escala y
organizada en favor de las grandes corporaciones, en lugar del
pequeño comercio o de la granja familiar. Pero la producción a
gran escala requería de consumo a gran escala, y a principios
del siglo veinte la mayoría de los estadounidenses consideraba
algo antinatural e insensato comprar cosas que no necesitaran
realmente. La escolarización obligatoria fue un regalo del cielo
para ello. La escuela no tenía, en sentido directo, que formar a
los niños en pensar que debían consumir sin parar, porque hizo
algo mejor incluso: les animaba a no pensar en absoluto. Y esto
les hizo presas fáciles de otra gran invención de la era moderna
– el marketing.
Ahora, no necesitas haber estudiado marketing para
saber que hay dos grupos de personas a los que siempre se les

12
puede convencer a consumir más de lo que necesitan: los adictos
y los niños. La escuela ha hecho un muy buen trabajo al convertir
a nuestros niños en adictos, pero un trabajo espectacular al
convertir a nuestros niños en niños. De nuevo, esto no es una
casualidad. Teóricos desde Platón a Rousseau hasta nuestro
propio Dr. Inglis sabían que si los niños podían ser confinados
junto con otros niños, despojados de responsabilidad e
independencia, animados a desarrollar solo emociones triviales
como la avaricia, la envidia, los celos y el miedo, se harían
mayores pero nunca madurarían de verdad. En la edición de
1934 del entonces conocido libro Educación pública en Estados
Unidos, Ellwood P. Cubberley detallaba y elogiaba la forma en
la que la estrategia de sucesivas ampliaciones escolares ya había
extendido la infancia de entre dos a seis años, y la escolarización
obligatoria era por aquel entonces todavía algo bastante nuevo.
El mismo Cubberley era amigo íntimo del Dr. Inglis: ambos
eran responsables del área editorial de libros de textos de
Houghton Mifflin – Cubberley como jefe de los libros de texto
de primaria; Inglis de secundaria. Cubberley era además decano
de la influyente Escuela de Educación de Stanford, y amigo por
correspondencia de Conant en Harvard. Había escrito en su
libro La administración de la escuela pública (1922) que “nuestras
escuelas son...fábricas en las que las materias primas (los niños)
son moldeadas y fabricadas...”. Y que es la tarea de la escuela el
formar a los alumnos según las especificaciones establecidas.
Es completamente obvio hoy en nuestra sociedad
cuáles eran esas especificaciones. La madurez ha sido desterrada
de casi cualquier aspecto de nuestras vidas. Las leyes para
un divorcio cómodo han eliminado la necesidad de trabajar
en las relaciones. El crédito fácil ha eliminado la necesidad
de llevar un auto-control fiscal; el entretenimiento fácil ha
eliminado la necesidad de aprender a divertirnos por nuestra
cuenta; las respuestas fáciles han eliminado la necesidad de
hacer preguntas. Nos hemos convertido en un país de niños,

13
encantados de entregar nuestros juicios y nuestras voluntades a
exhortaciones políticas y lisonjas comerciales que insultarían a
adultos reales. Compramos televisiones y luego compramos las
cosas que vemos en televisión. Compramos deportivas de 150 $,
ya sea que las necesitemos o no, y cuando se rompen muy pronto
compramos otro par. Conducimos todoterrenos y creemos la
mentira que nos dice que constituyen casi un seguro de vida,
incluso cuando dentro de ellos nos encontramos perdidos. Y lo
peor de todo, ni nos inmutamos cuando Ari Fleischer3 nos dice
que “llevemos cuidado con lo que decimos”, aun si recordamos
cuando se nos dijo en algún momento en la escuela que Estados
Unidos era el país de la libertad. Simplemente nos lo tragamos
también. Nuestra escolarización, como tenía planeada, da fe de
esto.

***********

Ahora vamos a por las buenas noticias. Una vez


entiendas la lógica tras la escolarización moderna, sus trucos
y trampas son bastante fáciles de evitar. Las escuelas preparan
a los niños para ser trabajadores y consumidores; enseña a
los tuyos a ser líderes y aventureros. La escuela prepara a los
niños para obedecer de forma impulsiva; enseña a los tuyos
a pensar críticamente e independientemente. Los niños
bien escolarizados tienen poca resistencia al aburrimiento;
ayuda a los tuyos a que desarrollen una vida interior para que
nunca se aburran. Ínstalos a enfrentarse a información seria,
información adulta, sobre historia, literatura, filosofía, música,
arte, economía, teología – todo lo que los profesores saben de
sobra que deben evitar. Estimula a tus niños con suficiente

3 N.d.T. Ari Fleischer fue el secretario de prensa de la Casa Blanca de


George W. Bush durante los años 2001-2003.

14
soledad para que puedan disfrutar de su propia compañía, que
puedan llevar a cabo diálogos interiores. Las personas bien
escolarizadas son condicionadas a temer estar solas; buscan una
compañía continua a través de la TV, el ordenador, el móvil y
mediante amistades superficiales que han hecho muy pronto y
que abandonan muy pronto. Tus hijos deberían tener una vida
más importante, y pueden tenerla.
Aunque, en primer lugar, despierta a lo que las escuelas
son en realidad: laboratorios de experimentación de mentes
jóvenes, centros de rutina para los hábitos y actitudes que
la sociedad corporativa requiere. La educación obligatoria
atiende a los niños solo por casualidad; su verdadero propósito
es convertirlos en sirvientes. No dejes que se les extienda la
infancia a los tuyos, ni un día más. Si David Farragut pudo tomar
el mando de un barco de guerra británico como preadolescente,
si Ben Franklin pudo colocarse como aprendiz en una imprenta
a la misma edad (y luego someterse a un curso de estudio que
haría atragantarse a un estudiante de último año de Yale), no
se sabe lo que tus propios hijos podrían hacer. Después de
una larga vida y de treinta años en las trincheras de la escuela
pública, he llegado a la conclusión de que la genialidad es tan
común como la suciedad. Suprimimos la genialidad porque
todavía no hemos descubierto cómo gestionar una población
de hombres y mujeres educados. La solución, creo, es fácil y
magnífica. Dejemos que se gestionen ellos mismos.

15
1
Todo lo que sabías sobre
la escuela es falso

En 1909 un inspector fabril hizo una encuesta informal


a 500 niños trabajadores de 20 fábricas. Descubrió que 412
de ellos preferían trabajar en las terribles condiciones de la
fábrica antes que volver a la escuela.

– Helen Todd, “Why Children Work”
McClure’s Magazine, Abril de 1913.

Dirigiendo el mundo.
En 1919, en los emocionantes desfiles de la victoria tras el
resultado de la Primera Guerra Mundial y en una sensación
embriagadora de que nada estaba vetado a los Estados Unidos,
incluyendo la misma alteración de la naturaleza humana, la obra
del profesor universitario Arthur Calhoun Historia social de la
familia informaba al mundo académico de que algo profundo
estaba ocurriendo tras bambalinas en las escuelas de la nación.
Grandes cambios se estaban haciendo sobre la idea de la familia.
Y fue una consumación a ser celebrada por la gente de Calhoun,
aunque no por todos.
Calhoun escribió que el más profundo deseo de los

16
pensadores utópicos se estaba haciendo realidad: los niños
estaban pasando de las familias de origen “a la custodia de
expertos de la comunidad”. Llegará un momento, escribió, que el
sueño de Darwin y Galton se haría realidad mediante la acción
de la educación pública, “diseñada para detener el apareamiento
de los no aptos”. El sueño del control científico de la población.
No todo el mundo estaba tan impresionado como
Calhoun con el hecho de que la agenda escolar estuviera siendo
insertada en las aulas por encima de la supervisión pública. El
alcalde de Nueva York, John Hylan, hizo una elíptica observación
en un discurso público allá por el año 1922 que conserva parte de
la singularidad de ese momento. Hylan anunció que las escuelas
de la ciudad habían sido capturadas por “tentáculos” de “un
gobierno invisible, de la misma forma que un pulpo atraparía a
su presa”, un incisivo eco de la escalofriante declaración que hizo
unos años antes el primer ministro británico Benjamin Disraeli,
cuando afirmó que todos los acontecimientos importantes
estaban controlados por un gobierno invisible del que el público
ignoraba. El pulpo particular del que hablaba Hylan era la
Fundación Rockefeller.
La década de 1920 fue un periodo de prosperidad
para la escolarización obligatoria, y también para el mercado
bursátil. Hacia 1928, el libro Una filosofía sociológica de la
educación afirmaba: “No solo es la tarea de los profesores la de
dirigir las escuelas, sino el mundo”. Un año después, Edward
Thorndike, de la Escuela de Profesores de Columbia, financiada
por Rockefeller, creador de una curiosa nueva especialidad
académica llamada “Psicología Educacional”, dejó constancia
de este dramático anuncio: “Las asignaturas académicas son
de escaso valor”. Su compañero en la Escuela de Profesores,
William Kirkpatrick, declaró en su propio libro, La educación
y la crisis social, que “toda la educación de los jóvenes estaba
siendo realizada por expertos.” Solo parecía de sentido común
para el Dr. Kirkpatrick. La familia, después de todo, era una

17
institución retrógrada. ¿Por qué iban a saber mamá y papá
cómo criar a un bebé mejor que los expertos?

El control del comportamiento humano.


El 11 de abril de 1933, el presidente de la Fundación Rockefeller,
Max Mason, anunció un extenso programa nacional que estaba
en progreso, con la ayuda de la Fundación, para acceder “al
control del comportamiento humano”. La escuela era una figura
central en su diseño. Max Muller, un genetista de Europa del
este, alentó a Rockefeller a hacer grandes inversiones en el
control de la evolución humana. Muller estaba usando rayos
X para anular las leyes genéticas tradicionales, incluyendo las
mutaciones en las moscas de la fruta. La mutación parecía abrir
la puerta al control científico de toda la vida.
En la mente de Muller, como en la de Galton y Darwin
en su día, la reproducción planificada de seres humanos era la
llave del paraíso. Sus ideas fueron respaldadas con entusiasmo
por grandes científicos e intereses económicos por igual. Muller
ganó el Premio Nobel y redujo su proyecto al Manifiesto de
los genetistas de apenas 1500 palabras, firmado por veintidós
distinguidos biólogos estadounidenses y británicos. La acción
estatal debía separar a la población reproductiva que vale la
pena de la gran masa irremediable. El Manifiesto todavía se
puede googlear. Lo que había sido discutido a puerta cerrada
en la década de 1870, antes de que tuviéramos la escolarización
obligatoria, se abría paso entre el discurso público, al menos en
las altas esferas políticas, y en las obras de sofisticados artistas
literarios como F. Scott Fitzgerald. Un movimiento desviado de
los ideales democráticos y de igualdad estaba en progreso, al
que Fitzgerald se refiere en El Gran Gatsby.
En pocas palabras, había que separar a los niños listos
de los estúpidos en el nivel más básico de la administración
institucional; la noción de escuela pública de Horace Mann,

18
en la que todos los niveles de la sociedad se mezclarían en el
aula para crear harmonía social estaba oficialmente finiquitada,
excepto para fines retóricos. Pocos meses antes de que el
Manifiesto circulara enérgicamente, un director ejecutivo de
la Asociación Nacional de Educación anunció que la ANE
esperaba “conseguir mediante la educación lo que los dictadores
en Europa buscaban hacer mediante la coacción y la violencia”.
Eso es bastante franco, ¿Verdad?
La Segunda Guerra Mundial llevó la eugenesia a la
clandestinidad, pero apenas frenó su avance. Tras el fin de las
hostilidades, la escuela se convirtió en un campo de batalla
abierto entre la anticuada escolarización histórica y sus humildes
ambiciones de lectura, escritura y aritmética; y los partidarios
del pensamiento académico avanzado, situados principalmente
en oficinas de proyectos de grandes fundaciones corporativas
sin ánimo de lucro como la Carnegie y la Rockefeller – hombres
que trabajaban diligentemente para dirigir la escolarización
institucional hacia la racionalización científica de todos los
asuntos sociales. Dos investigaciones del Congreso, una en
1915 y otra en 1959, llegaron a la idéntica conclusión de que
la política escolar en el nuevo orden pedagógico estaba siendo
creada deliberadamente, lejos de la supervisión pública en
oficinas corporativas – insertada en el mecanismo escolar
mediante una sutil y sofisticada campaña de influencia, invisible
al conocimiento público. Ninguno de los informes recibió
mucha atención pública. Aunque los dos están disponibles
para su examen hoy, prácticamente nadie es consciente de que
existen siquiera. Todas y cada una de las principales escuelas
de maestros en Estados Unidos las han borrado de la memoria.
Bajo las órdenes de quién, nadie lo sabe.
Dos décadas tras la Segunda Guerra Mundial, entre
1967 y 1974, la formación de los profesores fue radicalmente
renovada a través de los esfuerzos coordinados de importantes

19
fundaciones privadas, universidades selectas, think-tanks4
y agencias gubernamentales, animadas por las principales
corporaciones globales y afinadas por medio del Departamento
de Educación de los EE. UU. y unos pocos departamentos de
educación estatales clave. Sobre todo los de California, Texas,
Nueva York, Michigan, Indiana, Florida y Pennsylvania.
Tres hitos en esta transformación fueron: (1) un
exhaustivo ejercicio gubernamental sobre futurología llamado
Diseñar la educación para el futuro; (2) El Proyecto educativo
del profesor conductista; y (3) la obra de varios volúmenes de
Benjamin Bloom, Taxonomía de los objetivos educativos, un
enorme manual de más de 1000 páginas que salió de la oficina de
Bloom en la Universidad de Chicago. Más tarde, afectó a todas
las escuelas de Estados Unidos. El enorme esfuerzo de Bloom
es la obra de un auténtico demente académico que constituía,
en sus propias palabras, “una herramienta para clasificar la
forma en la que los individuos deben actuar, pensar y sentir
a consecuencia de algún tipo de unidad de instrucción”. Es la
parte de “pensar y sentir” la que lo delata. El simple fascismo se
hubiese detenido en la acción, pero como nos advirtió Orwell en
1984, algo más grave que el fascismo estaba ocurriendo.
Haciendo uso de la nueva tecnología de la “psicología
conductista”, se les obligaría a los niños a aprender los
pensamientos, los sentimientos y las acciones “correctas”,
mientras que las actitudes “incorrectas” traídas de casa serían
“corregidas”. Hirviendo y borboteando en la oscuridad,
fuera del inofensivo grupo de escuelitas rojas, de una costa a
otra se estaba elaborando un matrimonio químico digno del
Doctor Frankenstein. A todos los niveles de escolarización,

4 N.d.T. El think-tank es una institución o grupo de expertos de


naturaleza investigadora, cuya función es la reflexión intelectual
sobre asuntos de política social, estrategia política, economía,
militar, tecnología o cultura. Entre algunos ejemplos españoles
podemos encontrar la FAES o el Instituto Elcano.

20
se autorizaron experimentos sobre los niños sin ninguna
notificación pública. Piensa en ello como el Experimento de
Sífilis de Tuskegee pero a mayor escala. Las pruebas eran una
parte esencial del experimento – localizar la susceptibilidad
mental de cada niño a una escala de evaluación oficial.
La descabellada epopeya de Bloom recuerda al Sistema
total de vigilancia médica, sugerido para Prusia por otro loco
doctor alemán a finales del siglo 18 (en el que a cada ciudadano
se le encargaba espiar continuamente al resto de ciudadanos,
detectar cualquier signo de trastorno patológico, incluso un
resfriado, e informar de inmediato a las autoridades para tomar
una acción correctiva). Bloom engendró una multitud de
formas descendientes: cursos de perfeccionamiento; educación
basada en el resultado; de la escuela al trabajo; “colaboración”
entre aula/empresa; y más. Puedes percibir el trabajo de Bloom
en cualquier iniciativa que busque clasificar a los estudiantes en
provecho de mánagers y empresas. Los programas inspirados en
Bloom están construidos para ofrecer datos útiles para controlar
las mentes y los movimientos de los jóvenes – cartografiando
la próxima generación adulta para diferentes agencias de
ingeniería social.
El segundo pilar de los agentes de cambio, Diseñar
la educación para el futuro, contradice su bondadoso título
y recompensaría con creces una lectura previa de su prosa
semiculta. Producido por el Departamento de Educación de
los EE. UU., redefinía la “educación” a la manera prusiana
como “una forma de conseguir importantes objetivos
económicos y sociales de carácter nacional”. No se encuentra
ninguna mención de los objetivos personales. En lo sucesivo,
se les ordenó a las agencias de educación estatal actuar como
responsables del cumplimiento federal en lo local, garantizando
la conformidad de las escuelas locales a las directrices centrales.
Cada departamento de educación estatal se convertiría en un
“agente de cambio”, y se les aconsejó a éstas

21
abandonar su “identidad independiente así como su autoridad”,
aceptando la colaboración juvenil con el gobierno federal. O
sufrirían sanciones económicas por desobediencia.
Finalmente, considera el tercer gigantesco proyecto,
que es el doble de largo que la Taxonomía de Bloom: el
Behavioral Science Teacher Education Project, BSTEP para
abreviar, que pone claramente por escrito las intenciones en
política gubernamental para la escolarización obligatoria,
resumiendo las reformas a ser impuestas en EE. UU. después de
1967. La escolarización institucional, nos dice, será requerida
para “manipular de forma impersonal” el futuro de Estados
Unidos, en el que “cada individuo recibirá en su nacimiento un
número de identificación con diversos fines”. Esto permitirá a
los patronos “y otros controladores” seguir el rastro de la masa
ordinaria y exponerlos a la “influencia directa o subliminal
cuando sea necesario”. A los lectores del documento BSTEP, que
apareció ente la percepción pública (y lo ha hecho en menor
medida) solo cuando un exempleado del Ministerio de Justicia
dio el soplo, se les invitó a considerar un futuro Estados Unidos
en el que “pocos serán capaces de tener el control sobre sus
propias opiniones”.
El BSTEP nos dice que la “experimentación química”
en menores se convertirá en un procedimiento normal después
de 1967, un incisivo presagio del Ritalin, el Adderol y otras
“intervenciones” químicas que acompañan al pequeño Johnny
a la escuela elemental hoy día. El documento identifica el
futuro como algo en el que una reducida élite controlará todos
los asuntos importantes, un mundo en el que la democracia
participativa desaparecerá, reducida a un sin sentido derecho
al voto en campañas electorales, campañas en las que todos
los candidatos serios han sido preseleccionados para excluir a
los alborotadores. Los políticos todavía podrán amenazar con
cambios sustanciales, pero solo para emitir esfuerzos simbólicos
al respecto después de la elección.

22
La escolarización posmoderna, continúa el BSTEP, se
centrará en las “actitudes y talentos compatibles con un mundo
sin trabajo”. Como “cultivarse por placer”. No tendrás ninguna
dificultad para ver cómo el aula “socializada” de la reforma tras
la Primera Guerra Mundial – en si misma una desviación del
desarrollo mental y del carácter – había evolucionado hacia un
laboratorio de manipulación psicológica a gran escala en 1967.
¿Cuántos maestros eran conscientes de lo que realmente
formaban parte? Seguro que una cantidad cercana a cero. Para
la enseñanza, como para voltear hamburguesas, el salario es el
ingrediente decisivo. No pretendo ofender, en el fondo es esto lo
que significa la realpolitik5. Todos tenemos que comer.

Los profesores como terapeutas.


La conversión de las escuelas en laboratorios fue asistida por un
fenómeno curioso de mediados y finales de la década de 1960:
un auge formidable en la violencia escolar y un caos general que
siguió a la ya olvidada declaración de principios maquinada
en la Fundación Ford, que anunció cómo a partir de ahora,
disciplinar a los niños debía reflejar el juicio justo del sistema
judicial. Se les extirpó a profesores y administradores, de la
noche a la mañana, cualquier habilidad efectiva para mantener
el orden, ya que el sistema de juicio justo, lento y reflexivo por
necesidad, es inadecuado para los repentinos estallidos de
trastadas infantiles que ocurren incluso en las supuestas buenas
escuelas. Una justicia irregular ad hoc era la forma principal
en la que se mantenía el orden tradicionalmente. Sin él, ¡La
hecatombe!
Al ser negado el acceso al antiguo catálogo de tácticas
5 N.d.T. Política de la realidad. Término acuñado por Otto Von
Bismarck, según el cual es la política o la diplomacia basada en
intereses prácticos y acciones concretas las que dan forma a la
política.

23
disciplinarias ad hoc, las aulas se sumieron en el caos, el desorden
escalaba fuera de control – pasando a terreno peligroso lo que
antes era solo ámbito de insignificantes molestias. A medida
que se corría la voz entre los alumnos de que los profesores
tenían las manos atadas, montones de niños alterados salían
disparados por los pasillos, aullando, gritando, golpeando las
puertas, atacándose entre ellos. Incluso no eran desconocidas
las exhibiciones de fornicación en público – al menos no en
la escuela a la que me asignaron, la Escuela Intermedia 44 del
Distrito de la Comunidad Escolar 3 de la parte noroeste de
Manhattan, justo en medio de una de las comunidades más
ricas del país. Sin embargo, los llamamientos a la autoridad no
obtenían respuesta.
En lugar de interrumpir a los fornicadores, pirómanos,
atracadores y otros gamberros por la fuerza (algo que se según se
nos repetía expondría a los profesores a consecuencias legales),
la nueva política requería que los profesores presentaran
reclamaciones (solo formularios oficiales de reclamación).
Después de eso, se fijaría la fecha para una audiencia y,
suponiendo que el acusado se presentara, ambas partes tendrían
el derecho a ser representados por un abogado, a llamar a testigos
o a volver a ser interrogado. Cuando se acababa el teatro, el
árbitro asignado emitiría la resolución. No en el momento, sino
a su debido tiempo. Si resultaban “condenados”, los alumnos
tenían el derecho a apelar la decisión y se volvía a repetir el ciclo.
Esto en un mundo de 1200 niños de entre 12 y 14 años.
Ahora imagina incidentes serios o casi serios cada uno
de los días, unos cien a la semana, cuatro mil al año, requiriendo
todos de formularios, testimonios, sentencias, castigos (o no),
apelaciones...El Proyecto de Educación del Profesor de la
Ciencia Conductual, que tuvo lugar en el cénit de este periodo
violento, requería que los institutos de formación de profesores
preparasen a todos los graduados para ser profesores-terapeutas,
convirtiendo las recetas de psicología social en “acción práctica”

24
en el aula. El currículo había sido redefinido. Ahora la enseñanza
seguía su ejemplo.

No necesitamos cerebros.
Entre 1896 y 1920, un pequeño grupo de industriales y
financieros, junto con sus benéficas fundaciones privadas,
subvencionaron cátedras, investigadores y administradores
escolares. En realidad, gastaron más dinero en los primeros
años de la escolarización obligatoria que el gobierno. Solo
dos hombres, Carnegie y Rockefeller, gastaban más en el año
1915. De esta forma no intervencionista se estaba construyendo
un sistema de escolarización “moderna” sin la participación
pública, o sin siquiera mucho conocimiento público. Los
motivos eran complejos, pero escuchar lo que la Junta General
de Educación de Rockefeller pensaba que debía ser la misión, te
clarificará las ideas magníficamente. Sus declaraciones tuvieron
lugar de formas diferentes, ésta está sacada de un documento de
1906 llamado Occasional Letter Number One:

En nuestros sueños...la gente se rinde con perfecta
docilidad a nuestras manos moldeadoras. Las actuales
convenciones educativas [de educación intelectual y
moral] se desvanecen de nuestras mentes, y libres de la
tradición, utilizamos nuestra buena voluntad sobre la
gente agradecida y receptiva. No intentaremos hacer de
esta gente o de ninguno de sus hijos filósofos, ni hombres
sabios ni de ciencia. De ellos, no debemos sacar autores,
educadores, poetas u hombres de letras. No buscaremos el
germen de grandes artistas, ni de pintores, ni de músicos,
ni de abogados, ni de doctores, ni de predicadores, ni de
políticos, ni de estadistas – de los que ya tenemos una
gran reserva. La tarea que tenemos ante nosotros es muy
simple...organizaremos a los niños...y les enseñaremos a

25
hacer de una forma perfecta lo que sus padres y madres
están haciendo de forma imperfecta.

En otras palabras, no querían ni talento ni cerebros, solo


obediencia. ¿Quiénes son estos “nosotros”? La declaración de
principios de la Junta General de Educación debería leerse más
de una vez, hasta que el engaño sobre la escuela, que con tanto
cuidado ha sido implantado en tu mente, quiebre.

“¿Estamos locos?”
Al comenzar la Segunda Guerra Mundial, millones de hombres
se presentaron en las oficinas de registro para realizar pruebas
académicas de bajo nivel antes de ser reclutados. Los años de
máxima movilización fueron entre 1942 y 1944, y nuestra fuerza
armada había sido escolarizada en su mayoría en la década de
1930. Se evaluó a dieciocho millones, y de ellos, se determinó
que 17 280 000 tenían la competencia mínima necesaria en
lectura para ser soldado – una tasa de alfabetización del 96%.
Fue un descenso del dos por ciento con respecto al
98 por ciento de diez años atrás, pero la caída era demasiado
pequeña como para que nadie se preocupara. Los generales
podrían haberse preocupado más si hubiesen podido prever
los profundos cambios que presagiaba este casi imperceptible
descenso del dos por ciento.

***********

La Segunda Guerra Mundial había terminado en 1945.


Seis años más tarde, comenzó otra guerra en Corea y varios
millones de hombres más fueron evaluados para el servicio
militar. Esta vez, 600 000 fueron rechazados. El alfabetismo

26
en la reserva de reclutamiento había caído misteriosamente
del 96 por ciento al 81 por ciento, incluso cuando todo lo que
hacía falta para calificar a un soldado como alfabetizado era
una competencia en lectura de cuarto de primaria. En muy
pocos años desde la Segunda Guerra Mundial hasta Corea, un
problema espantoso de analfabetismo adulto había aparecido,
aparentemente de la nada.
El grupo de la Guerra de Corea había recibido la mayor
parte de su escolarización durante la década de 1940, mientras
se producía el conflicto con Alemania y Japón. Pasaron más años
en la escuela, con una asistencia mayor de profesores formados
de forma más profesional y libros de textos seleccionados más
científicamente que los hombres de la Segunda Guerra Mundial.
Aún así, no podían leer, escribir, contar, hablar o pensar tan
bien como sus representantes anteriores que estuvieron menos
escolarizados.
Una nueva guerra comenzó en Vietnam a mediados de
la década de 1960. Hacia su final en 1973, se descubrió que el
número de hombres no reclutables por motivo de su incapacidad
para leer instrucciones de seguridad, interpretar señales de
tráfico, descifrar órdenes – se descubrió, en otras palabras,
que el número de analfabetos – afectaba al 27 por ciento de la
reserva total. Los jóvenes de la época de Vietnam habían sido
escolarizados en la década de 1950 y 1960, escolarizados mucho
más intensamente que cualquiera de los dos grupos anteriores,
pero el cuatro por ciento de analfabetismo de 1941, convertido
en una tasa de analfabetismo del 19 por ciento en 1952, era
ahora del 27 por ciento.
Y no solo había caído la porción de lectores competentes
o casi competentes a un 73 por ciento, sino que incluso una
parte considerable de estos era incapaz de leer un periódico (o
cualquier otra cosa) por placer. No podían defender una idea ni
un argumento, ni podían escribir lo suficientemente bien como
para gestionar sus asuntos sin asistencia.

27
La muda evidencia de la creciente incompetencia se hace
más convincente cuando se rastrea mediante los requerimientos
mínimos de las pruebas de reclutamiento del Ejército, porque
los resultados del SAT6 se inflan frecuentemente, sea esto para
ocultar el declive o no, vete tú a saber.
Hacia 1940, la alfabetización en términos nacionales
estaba en el 96 por ciento para los blancos y en el 80 por
ciento para los negros. Cuatro de cada cinco negros estaban
alfabetizados, a pesar de todas sus desventajas. Pero seis décadas
más tarde, la Encuesta de Alfabetización Adulta y Evaluación
Nacional del Progreso Educativo informó de una tasa de
analfabetismo del 40 por ciento para los negros – doblando la
deficiencia anterior – y de un 17 por ciento para los blancos,
más del cuádruple. Pero el dinero invertido en escolarización
había aumentado un 350 por ciento en términos reales.
Charles Murray y Richard Hernnstein sostenían en
su libro número uno en ventas, The Bell Curve, que esto era el
resultado de la reproducción selectiva. Las personas listas se
juntaban con personas listas – y las tontas con tontas. Si eres
eugenista, esto podría sonar bien, hasta que recuerdes los
incómodos datos militares. La terrible caída en alfabetismo
entre el final de la Segunda Guerra Mundial y el comienzo de
la Guerra de Corea ocurrió en una misma década. Ni el más
apasionado entusiasta de la selección natural argumentaría que
las cosas ocurren con tanta rapidez.
La Curva de Campana sostenía que la violencia en la
sociedad negra estaba programada de forma genética; pero
una vez más, los datos de fuera del cautivo círculo de Estados
Unidos que vendía esta realidad biológica eran contradictorios.
Mi grupo de control viene de Sudáfrica, donde 31 millones de
negros vivían hacia el año 2000 – el mismo número que en los
Estados Unidos. De 1989 a 1991, existían condiciones de guerra

6 N.d.T. Examen de admisión a la universidad. Sería el equivalente a


la Selectividad española.

28
civil en Sudáfrica. ¿Cómo dar cuenta entonces de la turbadora
verdad del hecho de que la mortalidad por violencia entre los
negros solo era de un cuarto de la de Estados Unidos?
Una segunda información correctiva apareció mientras
escribía esto: los datos de Jamaica, que es casi por completo
negra, para el año 2004 mostraban que la tasa de alfabetización
era del 98,5 por ciento, considerablemente más alta que la tasa
para blancos de Estados Unidos en 2005 – un 83 por ciento.
¿Qué podría explicar el intenso descenso en
alfabetización entre negros, si no la mala biología? Ten esto
en cuenta: durante la Segunda Guerra Mundial, las escuelas
públicas estadounidenses – al principio en las áreas urbanas,
luego en cualquier parte – se convirtieron de formas fonéticas
de instrucción (el antiguo “sistema alfabético”) a métodos no
fonéticos que requerían memorizar unidades completas de
palabras y asumir muchas palabras desconocidas. Los blancos
habían aprendido a leer en casa a la forma tradicional durante
300 años – relacionando los sonidos hablados con las letras
escritas – y los hogares blancos conservaban esta herramienta
incluso cuando las escuelas la dejaron atrás. Había un recurso
disponible para los blancos que apenas existía para los negros.
Durante la esclavitud, se les tenía prohibido a los negros aprender
a leer; hasta el año 1930 solo promediaban tres o cuatro años de
escolarización. Cuando los profesores dejaron de enseñar con el
sistema fonético – que se sabía que funcionaba – los negros no
tenían plan B.
Hacia 1952, el Ejército había contratado a un grupo de
psicólogos para revelar lo que creían un fraude a gran escala,
de tantas personas que no lograban aprobar. Como lo describió
Regna Lee Woods en la Network News and Reviews de Checker
Finn y Diane Ravitch:

Después de que los psicólogos dijeran a los oficiales que


los graduados no estaban fingiendo, los administradores

29
del Departamento de Defensa sabían que algo terrible le
había sucedido a la instrucción de la lectura en las escuelas
elementales. Por qué permanecieron callados nadie lo
sabe. Este cambio a la instrucción de la lectura que ya
funcionaba debió haberse hecho entonces. Pero no se hizo.

En 1995, una profesora de quinto de primaria de


Minneapolis escribió una carta al editor del Star-Tribune
quejándose acerca del currículo radicalmente embrutecido.
Escribió que 113 años atrás los alumnos de quinto de Minneapolis
leían a Shakespeare, Henry Thoreau, George Washington, Sir
Walter Scott, Mark Twain, Benjamin Franklin, Oliver Wendell
Holmes, John Bunyan, Daniel Webster, Samuel Johnson, Lewis
Carroll, Thomas Jefferson, Emerson y otros como ellos en el
Appleton School Reader, pero que hoy...

Me dijeron que no se esperaba que los niños deletrearan


las siguientes palabras correctamente: espalda, grande,
llamar, venir, poder, día, hizo, perro, abajo, obtener, bueno,
tener, él, hogar, si, en, es, eso, gustar, pequeño, hombre,
mañana, madre, mi, noche, de, fuera, sobre, pueblo, jugar,
corrí, dicho, vio, ella, algunos, pronto, su, ellos, allí, tiempo,
dos, también, arriba, nos, muy, agua, nosotros, ido, dónde,
etc. ¿Estamos locos?

Trascendiendo la naturaleza.
Es hora de conocer a William Torrey Harris, comisionado
de educación de EE. UU. de 1889 a 1906, el principal filósofo
hegeliano de Estados Unidos y editor de la Revista de filosofía
especulativa. Aparte de Ellwood P. Cubberley y James Bryant
Conant, ningún pedagogo profesional se acercó nunca a la
influencia que en su día ejerció. Harris estandarizó nuestra
escolarización nacional y la germanizó. Las escuelas de maestros

30
restan importancia a Harris, al referirse a él como un defensor
conservador de los estándares clásicos de educación, pero
era tremendamente radical, al considerar a los niños como la
propiedad absoluta del estado político. Y era amigo personal de
Andrew Carnegie – el hombre del acero que nutrió la esperanza
de que todo el trabajo pudiera ser unido a la escolarización
integral – el abuelo de todos los proyectos de tipo “de la escuela
al trabajo”.
Quizás Walt Whitman se adelantara a Harris y Carnegie
cuando escribió que “sólo Hegel es apto para Estados Unidos”.
El poder de Hegel, el proteico filósofo prusiano, dio forma a
Karl Marx por una parte y a J.P. Morgan por la otra, siendo estos
dos hombres las dos caras de Hegel, mientras la Unión Soviética
y Estados Unidos bailaban al son de este prusiano. Lo que Hegel
enseñó a los poderosos de ayer y hoy fue que la historia podía
ser dirigida deliberadamente provocando crisis hábilmente,
lejos de la vista pública, para entonces pedir la unidad nacional
y enfrentar tales crisis – una unidad disciplinada escondida
mientras los privilegios de la dirección rozaban lo absoluto.

Esperando a que el profesor te ceda el turno.


Harris y sus asociados, conocidos por la filosofía académica
como “los hegelianos de St. Louis,” trabajaban por un extraño
objetivo, formular el fin de la historia. Convertir la sociedad
global en relaciones heladas en las que toda polémica acabaría
y, sin discusión, tampoco habría lugar para la guerra y la
revolución. Solo gente amistosa esperando cordialmente a
que alguien les diga qué hacer, como el Eloi en La máquina
del tiempo de H.G. Wells. Esperar en relaciones tutelares a que
alguien haga una señal para el turno de cada uno.
La herramienta para construir tal sociedad era la
alienación psicológica, dijo Harris. Alienar a los niños de ellos
mismos para que ya no buscaran fuerza en su introspección;

31
alienarlos de sus familias, tradiciones, religiones, culturas – para
que ninguna fuente externa pudiera contradecir la voluntad del
estado político. Tienes que escuchar la propia voz de Harris,
para apreciar por completo lo que la principal figura escolar en
Estados Unidos estaba pensando el mismo momento en el que
la escolarización institucional llegaba aquí a la vez:

Noventa y nueve de cien [estudiantes] son autómatas,
prudentes en andar los caminos prescritos, prudentes al
seguir la costumbre prescrita. Esto no es un accidente,
sino el resultado de una educación elemental que, definida
científicamente, supone la subsunción del individuo...

El gran objetivo de la escuela [la autoalienación] puede


realizarse mejor en lugares oscuros, sofocantes, feos...
Es para dominar al individuo físico, para trascender la
belleza de la naturaleza. La escuela debería desarrollar el
poder de retirarlo del mundo exterior. [La filosofía de la
educación, 1906]

Hay aquí una locura de sentido común, un rico


fertilizante de pragmatismo inherente a esto que merece mirarse
a contraluz. La autoalienación, como el secreto de una exitosa
fórmula para una economía comercial/industrial de producción
en masa (y el orden social clasista que lo complementa) no es tan
equivocada como pudiera parecer a primera vista. Piensa que
tal orden social no puede producir mucho trabajo gratificante
– el tipo de trabajo donde se ejerce la soberanía personal. A
medida que madura este orden, muchas son las personas
insatisfechas como consecuencia de una vida diaria sacudida
por la inestabilidad. Pero si se te puede convencer para culparte
a ti mismo, en lugar de a un grupo de villanos por tu miserable
destino, se elimina el peligroso gas del globo social.

32
Cuando volteas hamburguesas, te sientas todo el día
delante de un ordenador, desembalas y repones mercancía de
China año tras año, lidias mejor con la monotonía si tienes una
vida interior superficial, una de la que puedas escapar mediante
el alcohol, las drogas, el sexo, los medios de comunicación u
otros comportamientos adictivos de bajo nivel. La escuela,
pensaba Harris, el gran escolástico estadounidense, debería
preparar al hombre y a la mujer ordinarios para una vida de
alienación. ¿Podrías decir que no está siendo completamente
racional?
La transformación de la escuela, de un lugar de modestas
ambiciones centrada en la lectura, la escritura, la aritmética y la
decencia, a un laboratorio de formación conductual organizado
por “ciertos industriales y gente innovadora que estaba
alterando la naturaleza del proceso industrial” (como escribió
el presidente de Harvard James Bryant Conant), ha servido para
envenenar el experimento estadounidense. Después de 30 años
en un aula de escuela pública prestando servicio a esta criatura,
cuando dejé de enseñar en 1991 me prometí a mí mismo que
daría testimonio de lo que había visto y, perdonadme, de lo que
había hecho. Este libro es mi manera de mantener tal promesa.

La crisis de la democracia.
Hacia finales del siglo diecinueve, visionarios hombres de
negocios estadounidenses, habiendo conquistado el mundo
metafóricamente, se pusieron a traer a la vida el antiguo sueño
de la utopía a través de la estrategia psicológica liderada por
Alemania. Colonizarían las mentes de los jóvenes, pasarían
un trapo por las conflictivas pizarras para que pudieran ser
rescritas. Lo que la religión había concebido y la filosofía
confirmado, ahora cobraba un nuevo impulso a medida que
la ciencia detallaba el desastre biológico que podría asistir
a cualquier retraso. El mismo Darwin había hablado. Y los

33
laboratorios de Alemania.
Los esfuerzos de Horace Mann por la asistencia
obligatoria a la escuela fueron financiados por hombres ricos,
incluyendo a la brillante familia Peabody de Nueva Inglaterra.
Se le prometió el escaño de Daniel Webster en el Congreso si
lograba resolver el dilema. Y lo hizo, ganando el escaño en el
Congreso como premio. Pero sabemos que los Estados Unidos
de la época de Mann estaban ya enormemente alfabetizados y
llenos de oportunidades, así que cualquier intento por describir
esto como filantropía no debería ser tomado en serio.
En cada época, hombres de riqueza y poder abordaban
la educación para la gente corriente con desconfianza, porque
seguro estimularía la insatisfacción, seguro despertaría deseos
imposibles de satisfacer. En abril de 1872, la Circular de
Información de la Oficina de Educación de EE. UU., no dejaba
nada a la imaginación cuando analizaba algo que llamaba “el
problema de la escolarización educativa”. Según la Oficina, al
inculcar a los trabajadores un conocimiento riguroso, estos
“percibirían y determinarían sus agravios,” ¡Haciéndoles
“temibles oponentes” en las luchas laborales! Mejor no llegar
ahí.
Trece años más tarde, en 1885, el Comité del Senado
de Educación y Trabajo publicó un informe que contenía esta
contundente observación en la página 1382: “Creemos que la
educación es una de las causas principales de insatisfacción en
los últimos años que se manifiesta entre las clases trabajadoras”.
Enseñar el medio para llegar a ser muy culto, profundamente
analítico y eficazmente expresivo ha inquietado a pensadores
políticos desde Salomón, porque estas habilidades traen peligro
a la eterna necesidad de tener líderes para dirigir a multitudes
en beneficio de los mejores.
La Riqueza de las Naciones de Adam Smith exigía
una “escolarización educativa” para corregir el daño humano
causado por ambientes de trabajo mecánicos, pero Andrew

34
Carnegie, que escribía 126 años después de Smith en El imperio
de los negocios, discrepaba. La escolarización educativa, decía
Carnegie, producía malos comportamientos en los trabajadores,
enseñaba lo que era inútil, infundía a la futura mano de obra con
“falsas ideas” que producían “un rechazo de la vida práctica”.
En un ensayo de 1949 que se ha colado por las grietas
de la historia, La ciencia y la vida moral, el académico Max
Otto descubrió que la fuerte implicación de los negocios tras
las bambalinas de la escolarización no era para nada extraña.
Dijo que era algo que debía esperarse de forma natural. Una
formidable revolución en marketing había tenido lugar delante
de las narices del pueblo, producida por la realidad de la
producción a gran escala que no estaría restringida a cumplir
simplemente las demandas humanas, sino que en su lugar
impondría las demandas de la producción sobre los deseos
humanos. Cuando en su día las leyes convencionales de oferta y
demanda ponían al comprador al mando, en el mundo al revés
del capitalismo financiero debían crearse las demandas para
cualquier cosa que pudiera ser suministrada de la forma más
rentable. Para mantener esta gallina poniendo huevos de oro, se
debía enseñar que el consumo era el propósito más importante
en la vida. Era esta nueva realidad, dijo, la que explicaba la
manipulación de la escolarización por parte de los negocios:

Es natural que los hombres de negocios busquen


influir en la promulgación y la administración de las
leyes, nacionales e internacionales, y que deban intentar
controlar la educación.

Ten eso en cuenta, antes que cualquier cosa,
mientras lees mi libro.

35
Un plan secreto diferente.
El nuevo pulpo de la escolarización obligatoria enseñaba a
cualquiera que fuera incapaz de escapar de sus tentáculos que
el conocimiento inerte – memorizar datos – era el criterio de
referencia del éxito intelectual. No el conectar los datos. Se
disponía a crear una obediencia refleja a las directrices oficiales
en lugar de aceptar la responsabilidad de tu propio aprendizaje.
Esta instrucción de hábitos se encuentra entre las armas
más importantes de instrucción masiva. En los niveles más altos
de la pirámide escolar, entre los etiquetados como “dotados”
y “talentosos,” el estándar es más sofisticado: requiere que los
niños memoricen tanto los datos como lo que los expertos
dicen que es la forma correcta de darle sentido en una narrativa:
incluso memorizar análisis contradictorios de expertos en una
simulación de genuino pensamiento crítico. De vez en cuando
el pensamiento original se apoya en la conexión de datos, pero
siempre se desalienta sutilmente. Entre doce y veinte años de
pasmosa repetición memorística debilitan hasta los intelectos
más firmes.
Mucho antes de que arraigara esta instrucción de
los hábitos, Estados Unidos estaba, bajo cualquier criterio,
formidablemente bien educada, era un lugar de energética
libertad de expresión y debate – dinámicamente empresarial, de
una creatividad deslumbrante y un lugar tan igualitario como
la naturaleza humana podía tolerar. Las distinciones sociales de
clase eran relativamente fluidas, ya que el mérito en economías
de libre mercado produce sus propias recompensas, incluyendo
matrimonios ventajosos. Aunque las mismas corrientes de
privilegio de clase que recorrían Europa estaban siempre
presentes en Estados Unidos. La diferencia crucial era que aquí
se las disputaba vigorosamente.
La alfabetización de Estados Unidos superaba las
expectativas de cualquiera, y no solo en lo que respecta a la
lectura. Los estadounidenses eran, por lo general, competentes

36
en la formidable “alfabetización activa” de la escritura, de la
argumentación y de oratoria: algo que hubiese sido un delito
enseñar a la gente corriente bajo el gobierno colonial británico.
Viajeros extranjeros como Tocqueville se sorprendían y
quedaban impresionados con lo que la nueva nación ponía en
práctica en lo que respecta a los talentos de hombres y mujeres
corrientes – habilidades suprimidas regularmente en Europa
entre las clases populares.
Nos embarcábamos en un destino libertario único
hasta la Guerra Civil, hasta que los efectos secundarios de la
posguerra de hecho pusieron fin a esta trayectoria, aunque
todavía siguen con nosotros los mitos originales. La transición
de una economía empresarial a una economía de producción
a gran escala, que comenzó poco después del fin de las
hostilidades, arrancó al país de su curso amante de la libertad
y lo colocó en el camino hacia el capitalismo industrial – con
su necesidad de tener visibles clases marginales y un gran y
desarraigado proletariado para que funcionara.
Pero el registro de nuestros comienzos libertarios es
tan llamativo que no puede ser borrado del registro histórico.
Persistió lo suficiente como para proveer una abundancia de
evidencias prácticas de que existen formatos alternativos y
exitosos a través de los cuales los jóvenes, a pesar de todo, logran
una mente y un carácter verdaderos. Esto es, una alternativa a
la reclusión con mercenarios empleados que, por molesto que
suene, es lo que es el sistema actual.
Ben Franklin, hijo de un candelero de una familia de
diecisiete miembros, fue el símbolo perfecto de esta diferencia.
Su corta autobiografía debería ser lectura obligatoria y ser leída
con detenimiento más de una vez. Franklin fue el producto
de un brillante y atrevido diseño de currículo que tuvo al
mismo Franklin como su diseñador. Fue un mítico aprendiz de
contenido abierto7 y te enseñará generosamente cuál es el truco.

7 N.d.T. Open-source learner en el inglés original.

37
El mito de una Edad Dorada.
Mucho antes de que convirtiéramos nuestras escuelas al
modelo prusiano, comenzando en 1852, se había discutido
detenidamente sobre el tema en los salones y trastiendas de
los negocios y la política. Desde 1840 en Nueva Inglaterra,
un famoso intelectual llamado Orestes Brownson empezó a
denunciar públicamente en discursos y escritos lo que llamó una
monumental conspiración por parte de hombres importantes
para subvertir la constitución, usando las rígidas instituciones
de escolarización obligatoria de la Alemania del norte como
arma principal. Puedes leer sobre Brownson y aquellos días
críticos de la historia escolar en la obra de Christopher Lasch, El
único y verdadero Paraíso.
Hacia finales de esa misma década, la (imaginaria8)
visita de Mann para ver en vivo las escuelas prusianas – y su
bien sabido informe favorable de su visita al Comité Escolar
de Boston – pronto dio lugar a la primera ley escolar exitosa9
de la historia de EE. UU. La teoría más completa de Brownson,
que existía un grupo cuyo oculto propósito era el de refundar la
vida nacional estadounidense para cumplir con los estándares
británicos y alemanes, debería tenerse en cuenta a medida que
seguimos por el oscuro mundo de la escolarización obligatoria.
Ya desde su aparición, la institución escolar no era
popular. Uno no tenía ninguna prisa por inscribirse. Llevó quince
largos años para que un estado más se sumara, aunque existe
una pista reveladora que nos permite saber dónde se albergaba
realmente la energía evangélica que dirigía este plan. Aunque
durante una década y media no se sumase a Massachusetts
ningún estado más, ¡El pequeño distrito de Columbia adoptó la

8 Mann, debido a una descuidada planificación, en realidad llegó


a Prusia cuando las escuelas estaban cerradas por el verano. Un
hecho que escondió al comité.
9 Existieron leyes escolares anteriores, pero eran ampliamente
ignoradas.

38
obligatoriedad en sus escuelas casi a la vez! Fue por los sobornos,
los subsidios y las persuasiones de Washington que se diseminó
la escolarización institucional, no por la virtud de la idea.
El mito de una edad dorada de escolarización pública es
la creación de Ellwood P. Cubberley, decano de Educación del
Profesorado en la Universidad de Stanford. Nunca hubo tal cosa.
Cubberley ascendió hasta convertirse en líder del grupo escolar
en torno a la Primera Guerra Mundial. Y permaneció como
próximo asociado de todos los otros nombres de importancia
en el periodo fundador. Actuó, de facto, como un adorado
historiador de la escolarización estadounidense hasta la década
de 1960.

Eliminando las voces locales.


A principios de la época de la obligatoriedad, había
aproximadamente 135 000 juntas escolares ciudadanas distintas,
quizá más, cada una con entre siete y nueve hombres y mujeres
muy firmes y locales como miembros de la junta, perros
guardianes de la institución local. Por muy desorganizada que
fuera – y puedes ver una muestra de cómo funcionaban leyendo
el pequeño clásico del siglo 19 de Edward Eggleston, The
Hoosier Schoolmaster10 – eran modelos de un republicanismo
democráticamente electo. Pero la supervisión local no prometía
más que problemas para aquellos que querían la uniformidad
nacional. No era probable que ocurriera nunca esa centralización
mientras las juntas de la comunidad dominaran, con filosofías
locales y conexiones con los padres excesivamente imbuidas de
sentimentalismo.
Casi a la vez, incluso antes de que la obligatoriedad
hubiera reclamado cada estado, comenzó un proceso de

10 N.d.T. El profesor hoosier. Hoosier es el apodo que reciben los


nativos o residentes de Indiana.

39
consolidación con la intención de contener el localismo.
Disponiéndolos en unidades burocráticas cada vez más grandes,
solo aquellos con suficientes fondos y una reputación para hacer
una gran campaña más allá del vecindario podrían ser elegidos.
Se vendió estas fusiones como medidas de eficiencia para ahorrar
impuestos, pero se produjo una curiosidad – a medida que los
distritos se extendían, los costes aumentaron, no descendieron,
y continuaron subiendo en los años posteriores. Sin los perros
guardianes locales, las tendencias a usar la escolarización en
masa como la gallina de los huevos de oro fueron explotadas
por cada grupo de intereses especiales con amigos políticos.
En un mismo siglo, el número de juntas se redujo a 15
000. Y cada descenso en el número total de juntas escolares hizo
que su composición fuera cada vez menos local. Los puestos
en la junta se convirtieron en trampolines para las ambiciones
de políticos, pólizas de seguros para intereses que extraían su
sustento de los asuntos escolares: la gente de las inmobiliarias,
editores de libros de texto, proveedores de material y compañía.
Recuerdo la conmoción que sentí la primera vez que
descubrí, casi por casualidad, que podía negociar de forma
personal descuentos más altos en la compra de libros (o cualquier
otra cosa) de los que podía hacer el distrito escolar. No parecía
tener sentido.11 El momento que más problemas personales
me ocasionó fue cuando usé mis propios fondos para comprar
11 En una ocasión, por ejemplo, la junta escolar votó por comprar
5 000 copias del Har-Brace College Handbook (una guía de uso
y gramática) por 11 $ la copia al mismo tiempo que el editor
liquidaba los restos de su propia librería de descuento por 1 $ la
copia, una diferencia neta de 50 000 $. Cuando mi mujer Janet me
señaló esto – una miembro de la junta escolar por aquel entonces
que exigía que se hiciera una votación – ¡La mayoría de la junta
rehusó comprar las copias más baratas! Podría dar otros ejemplos.
Resmas de papel en blanco que estaban disponibles por 1,50 $ cada
una para cualquiera, las compraba mi distrito escolar por 2,50 $
cada resma.

40
colecciones de libros buenos para uso del estudiante en lugar de
depender de la lista de libros “aprobados” para los que los fondos
de la escuela podían usarse, y que requerían muchos meses, si no
un año entero, para traspasar los protocolos de adquisición y ser
enviados. Viajé a una librería al por mayor, abierta a cualquiera,
para obtener el descuento estándar del 40%. Mientras estaba en
la caja registradora con cien copias de Moby Dick y cien copias
de las obras completas de Shakespeare en carritos de la compra,
el dependiente me preguntó: “¿Eres profesor?” Sin pensar, asentí
afirmativamente, y después escaneó los libros con un 25% de
descuento.
“Te has equivocado,” le dije. “El descuento es del 40%”.
“No para los profesores,” me contestó bruscamente. Y
cuando grité enfadado en protesta, se indignó. “Mira,” dijo,
“ese es el descuento que negoció la Junta de Educación. Si no te
gusta, apáñatelas con ellos”.
¿Por qué demonios iba a quitarme mi jefe el derecho
a un descuento estándar? ¿Se te ocurre alguna razón que no
sea fraudulenta? Y, por supuesto, no era solo mi derecho al
descuento completo lo que me habían quitado las autoridades
escolares, sino el derecho de cada uno de los profesores de la
ciudad de Nueva York. Quizás te ayude esto a entender por qué
he titulado este capítulo “Todo lo que sabías sobre la escuela es
falso”.
Recuerdo otra ocasión cuando le dije al director
adjunto que podía ahorrarle un 40% en la compra de algunos
globos terráqueos y dijo sin vacilar: “No es tu dinero. ¿Por qué te
pones tan histérico?” Me di cuenta de lo cínico que suena, pero
aquí esta la paradoja: era un hombre decente, que mostraba
con su comportamiento diario que realmente le preocupaba el
bienestar de los estudiantes.
¿Y el asunto del Har-Brace Handbook? No lo arreglaron
los profesores, sino vecinos de clase media que hablaban como
representantes de un vecindario muy progresista, la parte

41
noroeste de Manhattan, hogar de la Universidad de Columbia,
la Sociedad Histórica, Fordham, la Opera, La Sinfonía, el Museo
de Historia Natural...y del Distrito Escolar Tres.
El principio de supervisión ciudadana se había
convertido en parte de la gran ilusión de la escuela, parte de la
casa de espejos dentro de la cual las aulas se habían hecho a prueba
de profesores; las escuelas a prueba de directores; los distritos
escolares a prueba de superintendentes. La responsabilidad se
había desplazado a otro lugar, pero pocos sabían dónde. En
cualquier asunto importante, los departamentos estatales de
educación eran poco más que marionetas. El Ministerio Federal
de Educación ídem.
En el nuevo mundo de la escolarización obligatoria, la
instrucción de los jóvenes era básicamente un asunto demasiado
importante como para dejárselo a los pedagogos, tal y como
había sido la situación en la antigua Roma. Rastrear la palabra
pedagogo hasta su origen en Roma es útil porque nos guía por
el umbral del misterio. El pedagogo romano solo era un esclavo,
aunque un tipo de esclavo especializado. Se le asignaba la tarea
de llevar a casa un currículo creado por el amo que lo poseía,
y de asegurarse de que el alumno llegaba puntual a la escuela.
Pero, ¿Quién era el maestro y dónde vivía?
Para una respuesta convincente a esa pregunta, debes
leer el inmortal libro de Thomas Hobbes, Leviatán, escrito
en la primera mitad del siglo diecisiete y que todavía se sigue
publicando. No soñaría con estropearte la sorpresa que te
aguarda cuando descubras que el complejo sistema de control
social que representa la escolarización oficial ha sido una
idea calculada enérgicamente durante al menos 400 años. La
verdadera pregunta que deberías hacerte es ¿Por qué durante
todos los años que sufriste de reclusión nadie se molestó en
contarte este secreto?

42
El cuarto objetivo
Mientras se socavaban los inicialmente transparentes motivos
para la escolarización, la pedagogía profesionalizada trabajaba
junto con el gobierno para volver a comprometer la institución
al servicio de la economía corporativa. Recuerda que la
escolarización gubernamental había sido prohibida por defecto
en la Constitución federal, que no contiene ni una sola mención
a tal efecto. Pero la utilidad que prometía a los gobernantes – que
no tenían ninguna intención de honrar la Carta de Derechos de
los EE. UU. dedicada a la gente común – era enorme. Déjame
seleccionar solo unos pocos beneficios que la escuela puede
ofrecer a las élites. Y deja que hablen por muchos otros más.
Cualquier administración política, incluso la tiranía,
debe proveer suficiente trabajo a la gente común para que
no surjan condiciones revolucionarias. La escolarización
obligatoria produce un proyecto de trabajos espectaculares,
uno casi infinitamente elástico, que se expande y se contrae
según las necesidades del empleo. No te debería sorprender que
la escolarización institucional, con todos sus estabilizadores,
sea el principal empleador de los Estados Unidos. Y con
tan formidable cantidad de contratos que ni el Ministerio de
Defensa (un proyecto de empleo similar) puede mantener el
ritmo.
La escuela es además una forma eficiente de asegurarte
la lealtad a ciertas ideas y actitudes; se puede preexaminar
a los trabajadores potenciales para ver si concuerdan, o al
menos para ver su voluntad a amoldarse a ellas. La escuela es
también un mecanismo de absorción de impuestos que declara
estar mermando los recursos del cuerpo político por el bien
de la próxima generación, mientras realmente redirige una
considerable porción de estos beneficios a los amigos de la casa.
Mis historias de la compra de libros y material en el Distrito
Escolar Tres de Manhattan son solo una pequeña muestra de
lo que es posible. Toma en cuenta el escándalo nacional de

43
la compra de leche de hace unas pocas décadas, en el que se
descubrió que por toda la nación, ¡Las escuelas pagaban más
por la leche que los compradores minoristas!
Desde sus inicios, la escolarización obligatoria
representaba un gran paso atrás del emocionante libre mercado
de aprendizaje que ofrecía el bazar de la vida estadounidense,
un mercado bien ilustrado en las vidas de Franklin, Jefferson,
Farragut y muchos otros. Este sistema de aprendizaje poco
metódico puso al país en el camino de un poder y una riqueza
incomparables. Y los jóvenes estadounidenses respondieron
brillantemente, sobrepasando de lejos en invención y comercio
a cualquier viejo competidor mundial.
Pero en la nueva forma se promulgaron diferentes
objetivos. Objetivos por los que la autosuficiencia, el ingenio,
el coraje, la competencia y otras virtudes del Viejo Oeste se
convirtieron en lastres (porque amenazaban la autoridad de
la administración). Bajo el nuevo sistema, los objetivos de
buenos valores morales, buenas habilidades ciudadanas y un
buen desarrollo personal fueron reemplazados por un nuevo
cuarto propósito – convertirse en un recurso humano para ser
consumido por los políticos y los hombres de negocios. Hacia
finales del siglo diecinueve, los iniciados veían a la escuela como
una rama de la industria. En aquellos tiempos más inocentes,
los creadores de la escolarización eran extraordinariamente
sinceros acerca de lo que estaban tramando, una sinceridad que
brilla en el discurso dado en 1909 por Woodrow Wilson a una
audiencia de hombres de negocios de la ciudad de Nueva York.
Lo mencioné en el prólogo, pero merece escucharse otra vez:

Queremos una clase de personas que tenga una


educación liberal, y queremos otra clase de personas, una
mucho más amplia, por obligación, en cada sociedad, que
renuncie a los privilegios de una educación liberal y se
adapte a realizar difíciles y específicas tareas manuales

44
Renunciar al privilegio de la educación no iba a ser una
opción, lo que probablemente explica por qué los comentarios
de Wilson no fueron retransmitidos al público sino que los hizo
a puerta cerrada. En 1917 los trabajos administrativos de todas
las principales escuelas estaban bajo el control de un grupo
al que se refería la prensa del momento como “la fundación
de educación”. Existe un registro de la primera reunión de la
fundación en Cleveland, Ohio, y la lista de asistentes muestra que
los intereses de Rockefeller y Carnegie estaban representados,
junto con los de Harvard, Stanford, la Universidad de Chicago y
la Asociación Nacional de Educación.
El evolucionista británico Benjamin Kidd escribió
en 1918 que el fin principal del proyecto era “imponer en los
jóvenes el ideal de subordinación”.

El fantasma de la superproducción
A estas alturas deberías estar ansioso por saber por qué todo
esto era fomentado por las principales familias de la nación.
¿Eran tan corruptas y avariciosas, estaban tan empapadas
en prejuicios, que estaban dispuestos a sacrificar nuestras
igualitarias tradiciones revolucionarias en beneficio propio?
Estoy seguro de que algunas lo eran, pero decir “todas” sería
cometer una simplificación enormemente excesiva y también
una gran injusticia. La gente que nos dio la escolarización
obligatoria según el patrón prusiano estaba entre las más
refinadas y más honorables familias del país. Sus instintos
democráticos habían sido sacudidos profundamente por las
especulaciones biológicas de Charles Darwin y por las filosofías
de Benedict Spinoza y Johann Fichte (de quien escucharemos
con más detalle en un capítulo posterior), pero hizo falta una
idea económica realista y esencial para sellar el destino de
cientos de millones de futuros alumnos.

45
A la idea se la conocía como superproducción, y
todavía está presente (aunque ahora se denomina exceso de
capacidad), y es de hecho un concepto muy importante, cuyos
efectos han hecho tambalear la prosperidad estadounidense en
más de una ocasión durante el siglo diecinueve. Básicamente,
superproducir es producir más productos y servicios para su
venta que clientes hay para esos productos. Cuando eso ocurre,
los precios bajan. Dependiendo del grado de superproducción,
continúan cayendo, incluso por debajo del coste de producción.
Incluso tan por debajo de los costes que el capital requerido
para producir cualquier cosa se queda en la ruina.
Oculta tras la bonanza para los clientes acecha una
realidad peligrosa: producir a gran escala requiere que los
inversores reúnan enormes cantidades de dinero para la compra
de maquinaria de producción, y para su reparación y mejora,
programas de formación, publicidad, infraestructuras de
distribución, etc. A menos que se les prometa a los inversores
una protección contra la superproducción, ¿Por qué de primeras
iba nadie a arriesgar capital para producir?
Lo que demostró claramente la experiencia
estadounidense del siglo diecinueve es que una población
corriente independiente, habilidosa y muy bien educada tiene
el irresistible deseo de producir – y la capacidad para hacerlo.
Muchos “pánicos” conocidos en los Estados Unidos del siglo 19
fueron causados en parte por una resaca de la antigua época
federal y colonial donde el ideal común era el de producir tu
propia comida, tu propio abrigo, tu propio refugio, tu propia
educación, tu propio cuidado médico, tu propio entretenimiento,
etc. La población corriente todavía no estaba lo suficientemente
condicionada a ser interdependiente y especializada. Y sumada
a esta carga de autonomía (desde un punto de vista corporativo)
estaba la increíble creatividad del pueblo estadounidense, un
resultado natural de tres factores: una tradición de aprendizaje
de contenido abierto; una sociedad heterogénea de edad variada

46
que no excluía a los jóvenes de su plena participación; y una
presencia gubernamental carente de autoritarismo. Dada esta
estimulante mezcla, los inventos desbordaban a la población
estadounidense con deslumbrante velocidad, a un ritmo
desconocido en el resto de experiencias mundiales. Los inventos
imprevistos son probablemente la forma más fácil de provocar
la destrucción creativa que termina con la carrera de lo que de
otra manera serían empresas dominantes bajo el capitalismo.
Las ideas son tan mortales en la superproducción como lo son
los sombreros o los montones de maíz.
De 1880 a 1930, se oía el término “superproducción”
por todas partes, en salas de juntas, en universidades elitistas, en
clubes de caballeros y revistas intelectuales. Era un demonio que
debía ser encerrado en el calabozo. Y la pedagogía racionalizada
era un vehículo natural para implantar los hábitos y actitudes
para cumplir tal propósito. Bajo esta perspectiva, el aula ya
no se usaría más para producir conocimiento, sino solo para
consumirlo; no animaría a los confinados a producir ideas, solo
a consumir las ideas de otros. El objetivo definitivo implantado
en las mentes de los estudiantes, que sustituía al anterior objetivo
de ganarse la vida de forma independiente, estaba haciendo un
buen trabajo.
No pretendo ser extravagante sobre esto, la nueva
institución escolar servía también a otros propósitos; pero ver la
conexión entre los encierros legales de niños de larga duración
y los negocios del país, nos da una perspectiva esencial para
repensar el rol de la escolarización de masas. Los valores clásicos
de los negocios corrompen la educación, no tienen cabida en la
educación a no ser que sean como artefactos culturales a ser
examinados.
Durante los primeros dos siglos de nuestra existencia,
una institución así hubiese sido impensable – los jóvenes eran
una parte de la realidad económica y social demasiado valiosa.
De hecho, indispensable. Pero cuando se les encargó consumir,

47
en lugar de producir; cuando se les ordenó ser pasivos, no
activos, como parte de la sociedad general, las escuelas que
tenemos fueron el resultado inevitable de esta transformación.
Tan pronto comprendas las funciones dadas a desempeñar en
la nueva economía corporativa, nada sobre la escuela debería
sorprenderte. Ni siquiera sus momentos Columbine.

48

2
Excursión: Londres

Notas del autor:


He dado unas 1,500 charlas desde que dejé la enseñanza, en
cada uno de los estados y en doce países extranjeros. Pero solo
dos miembros de la audiencia en todo ese tiempo estuvieron
tan irritados por lo que decía que me gritaron insultos desde
sus asientos. Uno, en 1992, fue el hijo de un economista muy
famoso de California, y el otro, en 1998 (si recuerdo bien), fue
un especulador de la Bolsa de Nueva York. La razón por la que
te digo esto es porque la materia de este capítulo, aunque con
algunos detalles diferentes, es lo que les hizo enfurecer. Así que
estás avisado.
La idea que discutiré aquí – que la educación
“espontánea”, la variante que yo llamo educación “de contenido
abierto”, es de mucha más calidad que la escolarización reglada,
de modelo único y “comprobable” – me vino por primera vez
cuando siendo un quinceañero le pasó algo increíble a mi
querido tío Bud Zimmer. Creo que verás a lo que me refiero
cuando te cuente el milagro de Bud.
Antes de la Segunda Guerra Mundial, Bud era obrero
siderúrgico y marinero de cubierta en los barcos de ruedas de
paletas de vapor del río que iba de Pittsburgh a Nueva Orleans.
Era un joven muy, muy duro. Se parecía al John Wayne de “La
Diligencia”, y las mujeres le adoraban. Pero dejó el instituto

49
antes de graduarse. Se alistó para ir a la guerra en 1942, cuando
yo tenia siete años, y le vi en un tren de las tropas cuando se
lo llevaban una noche. De alguna forma cumplió los requisitos
para la Escuela de Candidatos a Oficial, y al final le mandaron
a Europa a unirse a la invasión como teniente. En su pelotón
había un recluta, Al Rockwell, que un día sería heredero del
imperio de Industrias Rockwell. El señor Rockwell, un hombre
de fuertes principios libertarios, insistió en entrar en combate
como soldado raso. Se hicieron amigos.
No puedo recordar qué trabajos regulares tuvo Bud
cuando volvió de la guerra como capitán, pero sé que su CV
no incluía ningún diploma universitario. Un día me llamó por
teléfono desde Cincinnati y dijo que antes de que fuera a Cornell
quería que trabajara para él “en un trabajo de verdad”, y me dijo
“deja de vivir del cuento a costa de tus padres y gana tu propio
dinero”. ¿Qué trabajo tenía en mente? Dijo: “Quiero que cargues
bloques de acero de 56 kilos en vagones, de nueve a cinco cada
día. Quiero que vivas conmigo cerca de la planta Rockwell en
Ohio y pagues la habitación y el hospedaje. ¿Qué te parece?
Resultó que Bud era el administrador de la planta,
con miles de empleados a su cargo. “Tengo dos docenas de
celebridades de Harvard trabajando para mí,” dijo. “Harán lo
que yo quiera: dar brillo a mis zapatos, encerar mi coche, pero
no puedo dejar que vean que favorezco a mi sobrino, así que
tendré que hacerte trabajar el doble de duro que a cualquiera.
¿Te parece bien?”
¿Un trabajo de verdad con un salario de adulto a los 16?
Por ello, ¡cualquier cosa me hubiese parecido bien! Por aquel
entonces era demasiado ingenuo para siquiera pensar en el
gran misterio – ¿Cómo era posible que un obrero siderúrgico
corriente sin educación diera órdenes a licenciados de Harvard?
¿Y a cargo de una enorme planta industrial? Mi error fue pensar
en Bud como un hombre sin educación. Tenía una magnífica
educación: era solo escolarización lo que le faltaba.

50
***********

Jonathan Goodwin
Busca en Google la portada de la revista Fast Company de
noviembre de 2007, y estarás mirando fijamente al rostro
corriente del desertor escolar Jonathan Goodwin. ¿Cómo
puede un tipo joven de una familia granjera de Kansas recibir
esa valoración? Sin instituto y sin universidad. Después de
haber salido en séptimo curso con trece años, Jonathan realizó
extraños trabajos en un taller local. Un salario lamentable. ¿Eso
no tiene futuro, verdad?
“Eso fue mi escuela”, dijo a Fast Company.
Cuando se produjo la restricción en el precio de la
gasolina, esto desconcertó a Jonathan. Le parecía falso. Sabía
que existía la tecnología que podría dar a los coches entre 95 y
160 kilómetros por cada 4 litros y bajando las emisiones a casi
cero. ¿Por qué no ofertaba esto Detroit?
No importa. Jonathan lo podría fabricar él mismo.
Y antes de que pudieras decir “¡Chiflado niño!” tenía más
negocios de los que podía ocuparse, cobrando 25 000 dólares
por convertir un Hummer. No le venía mal que uno de sus
mejores clientes fuera Arnold Schwartzenegger, gobernador de
California. Y en su día, este también abandonó la escuela.
Jonathan gana alrededor de un millón al año haciendo
cuatro conversiones al mes. Antes de que fuera lo suficientemente
mayor para poder votar, era un ser humano autosuficiente
que aumentaba el valor de su comunidad. Cuando abandonó
en séptimo curso, era solo un poco mayor de lo que era el
primer almirante de Estados Unidos, David Farragut, cuando
asumió el mando de un barco británico capturado en la costa
de Perú en la Guerra de 1812, con 12 años – y navegó hacia
Boston; la misma edad que tenía George Washington cuando
abandonó la escolarización; la misma edad que tenía Thomas

51
Jefferson cuando comenzó a dirigir una gran plantación y a 250
empleados en Virginia (habiendo muerto sus padres). La misma
edad que tú y yo teníamos en su día, sentados en nuestros
pupitres, copiando apuntes de la pizarra y recibiendo gritos.

Danica Patrick
El 20 de abril de 2008, Danica Patrick, de 26 años, se convirtió en
la primera mujer en ganar un gran premio en la exitosa historia
del automovilismo. Competía contra el dos veces ganador de
las 500 millas de Indianápolis, Helio Castroneves. Le dejó atrás
en las dos últimas vueltas del Gran Premio de Motegi, Japón,
y ganó. “Esto va de encontrar algo que ames y seguir hasta el
final”, dijo a los reporteros después de la carrera.
Diez años antes, a los 16, Danica abandonó el instituto
y fue a Londres, ella sola, a aprender a mantener grandes
velocidades durante horas. Tú debías estar en el instituto con 16
años, probablemente en el primer año de bachillerato, esperando
una graduación todavía muy lejana.

Nick Schulman
Nick Shulman, de 21 años, es un vecino mío de Manhattan,
aunque nunca nos hemos conocido. Si hubiese seguido
enseñando, es probable que Nick hubiese ido a mi instituto;
incluso puede que hubiese estado en mi clase de inglés de octavo
curso, aunque seguramente no hubiese estado mucho, porque
fue en octavo cuando Nick hacía novillos, saltándose las clases
para jugar al billar.
¿No es una buena señal, verdad? Cuando descubrió los juegos
de ordenador dejó la escuela. A los 18 años, en 2005, se volvió
un adicto al póquer. Compadezco a su pobre madre. A Otros
niños les preocupaba la selectividad y la universidad, pero a

52
Nick le preocupaban las escaleras y los colores.
El 28 de febrero de 2008, el New York Post dedicaba
media página a Nick. Acababa de ganar dos millones de dólares
en el torneo mundial de póquer. Ahora que ya se había ocupado
del problema del alquiler, “estaba preparado para un tipo
diferente de satisfacción”, dijo al periódico. Ahora era la filosofía
donde Nick tenía puesta su mirada, y para ello tenía pensado
matricularse en la universidad. Probablemente, ahí es donde tú
también estarías a los 21 años. Sin los dos millones.

Diablo Cody
Si tu hija quinceañera se cambiara el nombre a “Diablo”, puede
que lo tomaras como una moda pasajera. Pero si llegara a casa
un día con el anuncio de que la ambición de su vida es la de
ser stripper, y para demostrarlo ha creado un blog pornográfico
llamado “Pussy Ranch”12, puede que empezaras a preocuparte.
A sus veintitantos años, ya como bailarina privada13,
Diablo publicó un libro acerca de su degradante y peligroso
trabajo, llamado Candy Girl, y dos años más tarde, con un vestido
de leopardo muy ceñido (con un tatuaje gigante de stripper que
le cubría su brazo derecho y el hombro), subía al escenario en
la ceremonia de los Oscar de Hollywood para recibir su Oscar
al mejor guión. Su película era Juno, acerca de una quinceañera
soltera embarazada que hacía frente al futuro con valentía.
Diablo Cody dijo a la audiencia: “Antes que nada quiero
dar las gracias a mi familia por quererme exactamente como
soy”. En la lógica lineal de la pedagogía, Diablo estaba muy
alejada del sendero recomendado, pero en el diferente mundo
del aprendizaje de contenido abierto, que opera a través de la
experimentación y ciclos de feedback personal en lugar de
consejos de expertos, estaba justo donde debía.
12 N.d.T. “Hacienda de chochos”
13 N.d.T. Lap dancer en el inglés original.

53
Aprendizaje de contenido abierto
Jonathan, Danica, Nick, Diablo. Cada uno tomó un camino
de contenido abierto hacia una educación personalizada bajo
gestión personal, exactamente como hizo en su día Ben Franklin.
El aprendizaje de contenido abierto acepta que cualquier cosa
puede ser un posible punto de partida en el camino hacia la
autonomía y una buena vida – el trabajo en el taller, el póquer,
el baile privado, lo que sea. En el contenido abierto, el orden
se diseña personalmente o es aprobado de forma personal. Y
cualquier persona con la que te encuentres es un profesor
potencial: mecánicos del taller, fulleros, bailarinas privadas,
pilotos de coches de carreras, cualquiera.
Potter Stewart, el exjuez del Tribunal Supremo, una vez
comentó que no podía definir la pornografía, pero que sabía lo
que era cuando la veía. El contenido abierto es parecido a esto.
Limitarlo con algoritmos oficiales es arruinarlo, pero te debo al
menos una síntesis aproximada: en el contenido abierto, enseñar
es una actividad. No una profesión. Cualquiera que tenga algo
que ofrecer puede enseñar. El alumno decide quién es profesor
y quién no, no el gobierno. En el código abierto, no necesitas
una acreditación para enseñar, igual que tampoco Sócrates la
necesitaba. Ahí mismo puedes apreciar cuán diferentes son los
supuestos básicos del contenido abierto. Ningún alumno se
enfrenta al fracaso por decidir no aprender de ti.
En el contenido abierto, los alumnos son impulsores
activos. Todo suena demasiado indisciplinado, lo sé, pero la vida
más allá de la escolarización es exactamente así. O te escribes tu
propio guión, o te conviertes en el actor del guión de otro.

Shen Wenrong
El Financial Times del 17 de marzo de 2006 cuenta la historia
de un concurso secreto entre ejecutivos e ingenieros formados
en la universidad, y un grupo de campesinos chinos. Ya que

54
el informe tiene mucha relación con esta idea del contenido
abierto, déjame que te la resuma.
Hace no mucho, la corporación ThyssenKrupp de
Alemania decidió descargar su poderosa planta de acero
“Phoenix” en Dortmund. Los precios del acero estaban bajos,
y a la administración le pareció que continuarían bajos, así que
tomaron la decisión de vender los 890 000 m2 de la construcción
a China, a pesar de que esto haría que echaran a 10 000 alemanes
del trabajo.
La administración esperaba dos recompensas: una en
los precios de venta y otra en la factura de trasladar la planta de
Dortmund a cerca de Shanghai. La ThyseenKrupp estimó que
esto les llevaría tres años y una multitud de especialistas. China
compró Phoenix, pero se atragantó con la factura del traslado.
Harían el trabajo ellos mismos.
Un buen día, una pandilla de mil campesinos
harapientos liderados por un campesino llamado Shen Wenrong
apareció en Dortmund. Aquí tienes unos pocos datos para que
te hagas una idea acerca del señor Shen. No usaba ordenador. No
tenía una verdadera oficina. Trabajaba tras algo que se parecía
sospechosamente a un pupitre de escuela. La primera decisión
de Shen fue la de evitar los costes del alojamiento alemán y la
comida. En tres semanas, este grupo construyó sus propios
dormitorios y su propia cafetería.
Luego echaron abajo la planta de acero. La embalaron.
La enviaron a China. La desembalaron. Y la pusieron de nuevo
en funcionamiento en un año, no en tres. En el proceso se
incumplieron algunas normas, siempre que la solución creativa
a los problemas fuera apropiada.
En el tiempo que tardaron en trasladar Phoenix, los
enormes pedidos de acero a China en los mercados globales
pusieron el precio por las nubes, exactamente como los
organizadores chinos habían estimado que ocurriría. Phoenix
en China fue una gran fuente de ingresos desde el principio,

55
tal como lo hubiese sido si se hubiese dejado en Alemania. Así
que los ignorantes chinos no solo trabajaron más duro que los
alemanes, sino que también tomaron mejores decisiones.
¿Cómo se nos ha engañado siempre a creer que se
necesitan especialistas para asuntos que están al alcance de la
gente corriente? ¿Cómo hemos llegado a subestimarnos tanto?
Si los campesinos no escolarizados pueden derribar y volver
a levantar una planta de acero tres veces más rápido que los
profesionales, entonces tú y yo debemos reexaminar todo lo
que hemos sido condicionados a aceptar como verdad. Todo.
Eso se llama pensamiento dialéctico. En su día la dialéctica era
fundamental en la escuela, pero ya no la enseñamos. Ni siquiera
a los supuestos “dotados y talentosos”.

Excursión: Londres
Sir Richard Branson, que abandonó el instituto, cree que la
lección más importante de su vida ocurrió cuando tenía cuatro
años. Fue una excursión a Londres, tal como cuenta en su
autobiografía, y vuelve a relatar en The New Yorker (mayo de
2007). Ocurrió de la siguiente manera: el pequeño Richard,
de cuatro años, iba de viaje con su madre Eve por un barrio
residencial de Londres, Shamley Green, que estaba a kilómetros
de su casa, y era una zona en la que Richard nunca había estado.
Eve paró en el arcén y le preguntó si creía que podría encontrar
el camino de vuelta a casa desde donde estaban.
Dijo que sí, con lo cual ella le dijo que saliera y lo
hiciera. “Mi madre estaba decidida a hacernos independientes”,
dijo a la revista. Con 12 años hacía solo viajes de ida y vuelta
de 160 kilómetros en bici a la playa de Bournemouth. Después
de un breve intento de ir al instituto, Bransón lo abandonó, sin
pasar un solo día en la universidad. Con diecinueve, puso en
marcha su primer negocio. Virgin Airlines, su negocio musical
y muchos otros estaban a la vuelta de la esquina, como lo estaba

56
su anuncio de construir un vehículo espacial privado. El 29 de
julio de 2008, una foto de Branson, de su madre Eve y de su
cohete terminado aparecieron en la portada de los periódicos
de todo el mundo. Los 250 asientos para el viaje inaugural se los
quitaron de las manos a 200 000 $ cada uno.
¿Es la edad de cuatro años demasiado joven para
meterte en negocios importantes? Tiger Woods embocaba las
bolas en el programa de televisión de Mike Douglas con dos
años, así que lo dudo.

Glen Doman
Recuerdo estar sentado hace alrededor de veinte años en la
oficina de Glen Doman, en los Institutos para el Éxito del
Potencial Humano en la Avenida Stenton en Filadelfia, mirando
a los enmarcados homenajes a los famosos del planeta como
Jackie Kennedy de sus paredes, mientras Glen explicaba lo fácil
que era enseñar a leer, a contar y a hacer operaciones aritméticas
básicas a un bebé.
“Aprenden al instante”, dijo, “el problema viene cuando
esperas hasta que tengan cinco años, o si pasas demasiado
tiempo repasando. Cada año que lo retrases, aumenta su
dificultad.” Doman ha vendido tres millones de copias de su
libro, Enseña a tu bebé a leerTeach, aunque no es probable que
encuentres ni una sola copia en una escuela.
Fui a visitar a Doman por una extraña razón. Mi hija,
por entonces en el MIT, me dijo que era el hazmerreír entre sus
amigos. Lo dijo en una llamada telefónica desde Cambridge,
y tan pronto como dejamos de hablar, llamé a información
de Filadelfia, conseguí el número de los Institutos, y llamé
por teléfono, aunque no tuviéramos conexión previa. Éramos
completos extraños. Pregunté si podía visitarle algún día para
ver por mí mismo el presunto milagro.
¿Qué haces esta tarde? Me dijo. Una hora más tarde

57
estaba conduciendo hacia Filadelfia, donde conocí a Glen
a última hora de la tarde. Me quedé en una habitación para
invitados, y la mañana siguiente estaba viendo su escuela en
funcionamiento. Era un lugar sin requisitos de ingreso. Glen
cogía a cualquiera que se matriculase. Era un lugar donde niños
de siete años leían libros de verdad y revistas de adultos por
placer. De forma improvisada, los niños decidieron interpretar
una escena completa de El Micado, con canción y baile para mi
disfrute. Me fui con una creciente sensación de hasta dónde nos
había embrutecido la escolarización.

El Proyecto Genoma Humano


La exitosa excursión de Branson y la destreza del granjero
Shen son solo posibles para gente con acceso al aula de todo
el mundo. Se me ha saturado toda mi vida con advertencias de
cómo la gente sin diplomas, certificados y “credenciales” están
arruinados, condenados a la insignificancia. A tí también te han
advertido, lo sé.
¿Entonces cómo explicamos que Washington y Lincoln,
nuestros dos mejores presidentes, no hayan pasado casi
tiempo en la escuela? ¿Cómo explicar que los dos legendarios
industriales de Estados Unidos, Carnegie y Rockefeller,
abandonaran la escuela primaria? Quiero decir, ¿por qué no
importaba la escuela entonces y sí ahora? ¿Es posible esto del
contenido abierto en las ciencias modernas de alta tecnología?
Si piensas que no, dime cómo conseguimos el mapa del genoma
humano gracias a un malísimo y holgazán estudiante llamado
Craig Venter y un homeschooler convertido al cristianismo
llamado Frances Collins, que estudiaron lo que quisieron a
medida que crecían, y durante tanto tiempo como quisieron –
sin intentar una dieta intelectual equilibrada y sin una severa
disciplina impuesta desde el exterior. Collins dijo al New York
Times hace unos años que las autoridades de Virginia hubiesen

58
metido en la cárcel a su madre si hubiesen sabido cómo era la
escuela en casa de los Collins.

Una cantante de boleros14 en el MIT


El 27 de abril de 2007, los titulares nacionales anunciaban el
despido de la famosa directora de admisiones del MIT, Merilee
Jones. Jones fue despedida después de 28 años de extraordinario
servicio durante el cual el MIT le había concedido los más altos
honores, y se había convertido en una heroína del mundo de las
admisiones universitarias a nivel nacional.
Jones se especializó en el reclutamiento femenino.
Siendo una escuela tecnológica, no es una venta fácil, pero
durante su ejercicio triplicó el número de mujeres matriculadas.
En el momento de su despido, la prensa citó a alumnos y a
la facultad con descripciones de su servicio, que iban desde
“adorada” a “irreemplazable”. ¿Entonces por qué la habían
echado? Debía haber acosado sexualmente a los alumnos o algo
así, ¿verdad?
Nunca lo adivinarías ni en un millón de años, así que
mejor que te lo cuente. Cuando el MIT la contrató, Jones mintió
en su solicitud de trabajo cuando dijo que tenía tres carreras
universitarias. En realidad, había sido cantante de boleros en
bares de country en el norte del estado de Nueva York.
Philip Clay, el rector del MIT, dijo a la prensa que
tal error no volvería a ocurrir. ¡No más cantantes de boleros!
“En el futuro...” dijo Clay (casi puedes escucharle aclararse la
garganta), “en el futuro aprenderemos una gran lección de esta
experiencia”.
Cuando leí esto me pregunté: ¿Qué lección se podría
aprender de deshacerse de una compañera brillante cuyo valor
14 N.d.T. En el original, torch singer. Una torch song, es una canción
sentimental de amor, normalmente una canción en la que el/la
cantante lamenta un amor no correspondido.

59
había demostrado de forma no teórica? ¿La lección era que
hacer un trabajo sensacional es una garantía insuficiente de
empleo? Para mí, la lección es que deberían despedir a Clay.

Ingvar Kamprad
Los títulos nunca deberían reconocerse como representantes
de educación. Piensa en Ingvar Kamprad, diagnosticado con
dislexia por los autodenominados expertos en Suecia. Comenzó
una vida independiente vendiendo pescado con una bicicleta,
sin ningún título. Poco a poco añadió cerillas y decoraciones
navideñas a su inventario. ¡Qué vida más dura! Hubiese sido
mucho mejor si hubiese pasado por varias universidades y se
hubiese hecho banquero de inversión en Bear Stearns. Pero a
medida que crecía su gama de mercancías, empezó a motivarle
una poderosa idea, la idea de una tienda dedicada a producir
belleza y utilidad a un precio bajo para todos. Este vendedor de
pescado disléxico está valorado en 31 mil millones de dólares
actualmente, como fundador de IKEA, y más importante que
el dinero – que nunca vivirá lo suficiente para poder gastar – es
que la llama de su determinación por añadir valor a las vidas de
los demás todavía vive ardientemente.

El graduado.
Estás en la vía de la educación cuando te conoces a ti mismo
tan concienzudamente que escribes tu propio guión en lugar
de participar del escrito por otros. Un recogedor de fruta
inmigrante llamado Charles Webb se ajusta, para mí, a esta
descripción. Muy probablemente habrás consumido una parte
de la imaginación del señor Webb, si no las frutas, si has visto
alguna vez la película clásica estadounidense El Graduado. Webb
vendió millones de copias del libro, y su película se convirtió en

60
modelo para una generación entera de jóvenes estadounidenses.
Su temática, que una vida construida a base de comprar cosas
es un desastre, ayudó a que la película se convirtiera en un éxito
desmedido. Todavía se alquila y se da en la tele años después.
Charles y su mujer hicieron millones y estaban en todas las listas
especiales de invitados, de Easthampton a Maui.
A medida que su vida viró hacia la no-vida de fama
perpetua y célebres proyectos, Webb y su mujer cedieron los
derechos de autor a la Liga Antidifamación, regalaron toda su
fortuna y partieron en una caravana como vagabundos, llegando
en su día a ser recogedores de fruta en California.
“La riqueza no es para nosotros”, dijo.

Desertores escolares
Cada uno de los días escolares en Estados Unidos, 7 000 alumnos
abandonan, algunos confusos, otros enfadados, pero todos son
valientes. Si tuviéramos el juicio que nuestros antepasados
tenían, consideraríamos a estos desertores como una gran
riqueza, como personas cuyas mentes no podía domesticar la
programación estándar. Los trataríamos con respeto. Un millón
y cuarto de personas al año, quizás más, con un potencial no
necesariamente inferior al de Ben Franklin, el desertor, o al de
Branson, el desertor, o al de los desertores hermanos Wright, o
al del bribón de los suburbios Lula da Silva, ya como adulto en
la presidencia de Brasil sin un diploma, y a punto de hacer de
su país la primera gran nación en dejar el petróleo en el suelo.
¿Qué nos dice el hecho de que un millón y cuarto de
jóvenes cada año no quieren estar en las aulas, no quieren estar
ahí y están dispuestos a padecer el desprecio, los insultos y las
constantes discriminaciones como el precio de su evasión?
¿Son sólo desgraciados que se han ganado un futuro de
miseria, o es que nosotros, los que estamos autoencarcelados y
perpetuamente asustados, que señalamos a nuestras billeteras y

61
a nuestras casas en los suburbios como pruebas de que estamos
vivos, quienes somos realmente miserables? Año tras año la
Encuesta de Felicidad Internacional clasifica nuestro país entre
los mediocres en felicidad, junto a Alemania y a todo país
anglosajón. ¿Tiene algo que ver con esto la jerarquía creada por
los títulos y universidades de élite como Yale o Stanford?
¡Despierta! Si las cosas fueran realmente como te han
condicionado a creer, ¿como podría gobernar el bribón de Lula
una nación moderna compleja? ¿Cómo podría haber llegado
a mandar sobre la nación mejor escolarizada de la historia un
niño semipobre, de clase media-baja como Adolf Hitler? ¿Cómo
podría haber abandonado Thomas Edison la escuela primaria,
haber ido hacia el oeste solo y sin dinero ni contactos, y gozar
con 15 años de múltiples flujos de ingresos y estar ganando
cuatro veces el salario de un trabajador cualificado?
¿Cómo podría haber madurado por su cuenta el
pobre desertor de la escuela Edison en un ambiente de clase
trabajadora, haber inventado la luz eléctrica, el fonógrafo, haber
conseguido 1003 patentes y haber creado la General Electric?
Edison sentía desprecio por los licenciados universitarios y
cuando los contrataba, los discriminaba durante toda su vida.
Si la escuela fuera asunto de vida o muerte, como
siempre te han contado, nada de esto hubiese ocurrido. ¿Cómo
podría George Bernard Shaw haber abandonado la escuela
a los 14 y educarse a sí mismo hasta ser el mejor dramaturgo
del siglo 20? ¿Por qué ninguna escuela, ninguna universidad,
ningún político, ninguna fundación ni ningún pensador social
ha conectado los puntos para ti como lo acabo de hacer yo?

Otra verdad inoportuna


En 2006, la Universidad de Connecticut se dispuso a descubrir
cuánto aprende un estudiante desde que empieza como
estudiante de primer año y hasta que se gradúa en el último. Se

62
eligieron cinco áreas académicas a ser medidas, empleando a 14
000 alumnos de 50 universidades estadounidenses, incluyendo
Yale, Brown y Georgetown. En 16 de esas 50 – incluyendo Yale,
Brown y Georgetown – los que se graduaban en el último año
sabían menos que los de nuevo ingreso. Había tenido lugar un
crecimiento negativo. En las otras 34 no había tenido lugar
ningún cambio mensurable.
Un resumen simple sería tal que así: después de pasar
una media de 6 años tras una licenciatura o su equivalente,
y gastar una media de un cuarto de millón entre efectivo y
préstamos, una gran cantidad de jóvenes no tenían nada o
incluso menos que nada que mostrar por su inversión. Lo que
tenían era un pedazo de papel mágico. Esto es como un guión
sacado de los hermanos Marx.

John Kanzius
El 13 de abril de 2008, el programa de televisión Sixty Minutes
informó de que un paciente sin ninguna experiencia en ciencia
ni ningún título universitario había inventado un método
desconocido hasta la fecha para eliminar el cáncer. El ganador
del premio Nobel e investigador sobre el cáncer, Rick Smalley,
dijo que había sido el acontecimiento más impresionante que
había visto en su vida, que “cambiaría la medicina para siempre”.
El método Kanzius destruye tumores sin necesidad
de quimioterapia, cirugía o radiación común. Después de 36
sesiones de quimioterapia, John Kanzius estaba tan desesperado
como para devanarse los sesos por algo que al imperio del cáncer
se le hubiese escapado, y encontró tal cosa en los recuerdos de
su hobby de la infancia como aficionado a la radio. De niño, a
Kanzius le había intrigado un hecho curioso: que cuando las
inofensivas ondas de radio pasaban a través del metal, el metal
se calentaba. ¿Sería posible que inyectando partículas de metal
al tumor pudiera eliminarse atravesándolo con ondas de radio?

63
Una idea ridícula, ¿no? Si hubiese sido digna, seguramente el
ejército de experimentados científicos, que le cuesta al país
decenas de miles de millones cada año, lo hubiera encontrado,
¿verdad?
Probó su teoría en su garaje, usando una máquina
que construyó con latas de tartas usadas. En efecto, cuando se
inyectó con metal y disparó ondas de radio, el fondo se cocinó
pero la parte de arriba permaneció fría. Kanzius comunicó
sus hallazgos a los laboratorios de las universidades, que le
informaron que en las pruebas preliminares las ondas de radio
ciertamente eliminaban el cáncer.
Ninguna fórmula conocida hubiera pronosticado
a John Kanzius. ¿Cuántos más como él hay ahí fuera que no
tienen voz en nuestra antimeritocracia sintética que premia a la
clase privilegiada en base a títulos universitarios y conexiones
familiares? ¿Un Kanzius más? ¿Diez más? ¿Diez millones más?
¿Un número inimaginable?
Escuchad amigos, si los campesinos pueden desmontar
plantas siderúrgicas, si cantantes de boleros pueden revolucionar
las admisiones en universidades de alta tecnología, si desertores
de secundaria pueden sacar 160 kilómetros por cada 4 litros,
si surferos holgazanes pueden mapear el genoma humano,
si pequeñas mujeres pueden hacer estallar el monopolio
masculino de las exitosas carreras de coches y las bailarinas
privadas pueden ganar Oscar por su guión, falta una pieza de
vital importancia en la forma convencional en la que las escuelas
tratan con el aprendizaje y los logros.
Hace veinte años estaba hablando con algunos
miembros Amish en Barnesville, Ohio, sobre nuestro ridículo
programa espacial y su desperdicio de los escasos recursos. Un
hombre Amish dijo que una vez hablaron acerca de construir
un cohete a la luna, y todos estuvieron de acuerdo en que era
una cosa fácil de hacer, pero que por qué iba cualquiera a querer

64
hacerlo excepto un maldito loco. Si estas te parecen palabras
huecas, deberías acordarte de Richard Branson.

***********

La extensión artificial de la infancia


Los mismos jóvenes a los que confinamos en las aulas
actualmente, en su día despejaron este continente cuando
era una jungla, construyeron carreteras, canales, ciudades;
machacaron a la mayor fuerza militar de la tierra no solo una
vez, sino dos; vendieron hielo a la lejana India antes de la
refrigeración y produjeron tantos milagros – desde el revólver
al barco de vapor pasando por el vuelo tripulado – que Estados
Unidos difundía destellos de lo que la creatividad de contenido
abierto podría hacer alrededor del mundo.
En aquellos días, a los estadounidenses no se les agobiaba
con el concepto de una falsa etapa llamada “adolescencia,” o
cualquier otra extensión artificial de la infancia. Más o menos
con siete años, o añadías valor al mundo de tu alrededor, o eras
un parásito. Como toda la gente sensata, los así llamados niños
querían madurar tan rápido como fuera posible – este es el
motivo por el que las fotos antiguas mostraban chicos y chicas
que parecían hombres y mujeres. Todo lo que hace falta es que
soportes tu parte de la carga, unas pocas aventuras de contenido
abierto y ¡presto! Ya eres adulto. En la época de Ben Franklin,
cuando estabas listo para tener tu oportunidad, ninguna
pseudociencia de Alemania se ponía en tu camino.
En la economía estadounidense anterior a la Guerra
Civil predominaba la subsistencia independiente, e incluso
después de la guerra, durante otros cincuenta años o así, los
jóvenes (a los que se les llamaría “chicos” hoy) como Andrew
Carnegie podían comenzar la vida como desertores de la

65
escuela primaria con siete años y ser socios de negocios del
presidente de la Pennsylvania Railroad con 20 años. ¿Se crean
vidas similares hoy día? Claro que sí, pero ya no se considera
inteligente hablar de ello de forma abierta. Piensa en Shawn
Fanning con sus millones tras haber creado Napster a los 18,
y Fanning no es un caso aislado – es solo que los afortunados
a los que se les permite hacerlo son mucho más prudentes en
nuestros días.
Los antiguos Estados Unidos celebraban la habilidad y
la astucia de cualquier causa. A los niños no se les encarcelaba
para proveer de trabajo a millones. En Estados Unidos había
sitio para cualquiera con energía, desparpajo e ideas. Visitantes
extranjeros como Tocqueville y DuPont de Nemours se
deslumbraban constantemente por el gran empeño que se ponía
en la sociedad para alcanzar un igualitarismo revolucionario,
que mezclaba todas las edades, asumía riesgos y desechaba las
rígidas categorías de la tradición europea.
Nuestra Guerra Civil cambió todo a peor. Olvida la
propaganda que escuchaste en la escuela, no tuvo nada que ver
con la esclavitud. Hacia 1860, Europa ya había abandonado la
institución esclavista y Estados Unidos estaba a punto de hacer
lo mismo – no hubiese durado veinte años más, por muchas
razones. La más interesante es, para mí, el hecho de que los
esclavos asalariados15, libres solo en nombre, son mucho más
baratos de explotar y trabajan más que los esclavos.
Tan pronto olvides el señuelo de la esclavitud, el combate
entre la familia y la naturaleza como centros de significado
(frente al beneficio logrado convirtiendo a los seres humanos
en recursos humanos) se hace evidente. Los industriales del
norte estaban ya al tanto del poder y la riqueza que ganaban
convirtiendo grandes poblaciones de pequeños propietarios
de Gran Bretaña, Alemania y otros lugares, en proletariado.

15 N.d.T. Wage-slaves en el original. El autor se refiere a los trabajadores


asalariados fruto de la industrialización.

66
Anhelaban ventajas similares, pero eran lo suficientemente
sofisticados como para darse cuenta de que las tradiciones
estadounidenses de independencia, autosuficiencia, ingenio,
familia y culto religioso debían ser marginadas primero, antes
de que esta transformación pudiera funcionar exitosamente. Las
leyes de escolarización obligatoria para desintegrar la intimidad
familiar eran una gran parte del paquete en Alemania. Y la magia
alemana era codiciada en los salones principales de Nueva York
y Boston.
En el estado industrial que emergió de forma
descontrolada tras la Guerra Civil, las fábricas y las leyes de
autorización, las intervenciones y requisitos gubernamentales,
y finalmente la escolarización obligatoria, acabaron con el
igualitarismo empresarial del diseño estadounidense original.
Hacia 1880, las fábricas y los financieros controlaban el gallinero
estadounidense, y un proletariado profesional de académicos,
abogados, políticos y otros dependientes del favor de los
poderosos se lo ponían difícil a los estadounidenses que lucharon
por mantener una nación libertaria como fue prometida por
la Declaración de Independencia y por la Declaración de
Derechos de los EE. UU. Con esta transformación radical, de
una democracia local a una oligarquía de facto, las personas
con su propio pensamiento se convierten en un impedimento
para la administración eficiente. Piensa en ello de esta forma: las
vidas que son asignadas al trabajo rutinario funcionan mejor si
se mantienen infantiles.
Las personas infantiles no solo son obedientes (si
descontamos sus berrinches ocasionales), sino que son los
mejores consumidores porque tienen poca resistencia natural
a las ventas. Desde Platón, una oleada de escritores utópicos
han trabajado por proporcionar recetas de dirección para
cocinar vidas infantiles; vidas susceptibles a la voluntad de sus
superiores.

67
Toma un segundo para pensar sobre estos algoritmos
utópicos – dividir a la gente el uno del otro y de sus aliados
naturales, está justo al principio de la lista, pero todos requieren
borrar los lazos emocionales íntimos – ¡incluso los lazos contigo
mismo! – tanto como sea posible. La familia, las amistades
profundas, la iglesia, la cultura, la tradición...Cualquier cosa
que pueda contradecir la voz de la autoridad es sospechosa.
Una mente independiente es el peor peligro de todos, pero doce
años pasados en una silla de escuela (y ahora enfrente de un
ordenador o una televisión, etc.), convertirán la más plena vida
interior en, virtualmente, una página en blanco.
El problema con el aprendizaje de contenido abierto,
en lo que respecta a los legisladores, es que casi garantiza
que desarrollará una mente y un carácter independiente –
no una simulación cosmética de tales cosas, que es lo que
cultiva la escuela. Peor aún, encargarse de alternar tu propia
educación lleva a una sana autoestima – y la gente segura es
considerablemente menos manejable que la ansiosa.
Así que, en la utopía administrativa que se planeó
a nivel político después de que la parte sureña de nuestra
dialéctica nacional se quebrara por la Guerra Civil, la
instrucción de los jóvenes debía ser anticipada, o casi, y redes
de normas debían reemplazar los ciclos de realimentación de
la prueba y error del contenido abierto. Andrew Carnegie, uno
de los principales arquitectos del nuevo sistema de mando y
control, vio claramente sus inconvenientes. Dijo que actuaría
hasta cierto punto como una antimeritocracia, negando a un
considerable número de personas de la mejor calidad en cada
área el liderazgo que su mérito le hubiese asegurado – pero en
general, Carnegie pensaba que era un trato justo: cambiar el
mérito por la estabilidad social y la protección del capital.
El primer comisionado de educación de Estados
Unidos, el ilustre académico hegeliano William Torrey Harris,
dijo en un extenso ensayo en 1906 titulado La filosofía de la

68
educación, que el principal objetivo de la nueva escolarización
institucional era enseñar la autoalienación (en interés del
estado y la seguridad corporativa), y que la mejor forma de
conseguir esto era en pasillos oscuros y mal ventilados. No
deja de sorprenderme cómo la gente puede escuchar palabras
como estas – y el sendero escolar está contaminado de ellas – e
ignorarlas, como si solo fuera charlatanería.
Es hora, creo, de enfrentar algunas verdades
elementales: las economías de producción a gran escala y
altamente centralizadas asumen el carácter de las oligarquías.
No pueden permitir que los procesos naturales del capitalismo
sigan sin ser regulados; no se puede dejar que la destrucción
creativa, que Schumpeter vio como central para la salud de las
economías de mercado, ocurra de manera natural. Ésta es lo que
la expresión “demasiado grande como para dejarle quebrar,”16
que tan frecuentemente se escucha estos días, junto con su
corolario “rescate financiero,” debería señalar a cualquiera con
un mínimo de formación económica. Estados Unidos es solo
una economía de libre mercado en el nombre; el bienestar
corporativo es dominante, el enorme ejército estadounidense
no ha estado, durante mucho tiempo, para proteger a los
ciudadanos estadounidenses corrientes del peligro. Existe por
unas cuantas razones que nunca se discuten: para dar trabajo a
las clases marginales; para evitar revueltas locales; para actuar
como centrifugador al distribuir la riqueza mediante contratos,
de vuelta a los gestores del sistema y a sus aliados; y existe, en
su más grave extremo para “volverse nacional”, una expresión
que se escucha a menudo en las instalaciones de instrucción de
oficiales por todo el país, bien ilustrada por las ya legendarias

16 N.d.T. En el inglés original “too big to be allowed to fail” o más


comúnmente “too big to fail”. El autor se refiere a los principales
bancos de inversión de EE. UU. que fueron rescatados con
dinero público tras la quiebra de Lehman Brothers en 2008 y la
consiguiente crisis financiera.

69
intervenciones paramilitares de Waco y Ruby Ridge.
Las economías de gran escala y extremadamente
centralizadas no pueden funcionar bien sin colonizar las
mentes individuales y convertirlas en una mente de grupo. La
transformación funciona mejor si se empieza pronto, en los
primeros años de la escuela primaria, del jardín de infancia y de
preescolar. La función de estos rituales colectivos que llamamos
escuela tiene muy poco que ver con el desarrollo intelectual –
solo ten en cuenta la locura familiar de enseñar los colores y los
días de la semana o los meses del año a los pequeños que vienen
a la escuela sabiendo ya esas cosas. Los rituales colectivos de los
cursos inferiores sirven para formar hábitos, para practicar la
atención y la fidelidad a la autoridad. De esta forma, se puede
debilitar la consciencia independiente en sus etapas formativas.
Lo opuesto a la mentalidad de masas es la mentalidad
dialéctica. Un ejemplo estupendo de esto se esconde en los
documentos religiosos fundamentales de la cultura occidental,
en la historia del joven Jesús que cuidadosamente cuestiona a
los mayores en el templo tras escabullirse de sus padres, siendo
esta en sí misma una acción inconformista. De hecho, el Nuevo
Testamento está tan repleto de inconformidad que no es de
extrañar que no desempeñe ningún papel en la escolarización
institucional, aunque desempeña un papel formidable en la
historia occidental desde el comienzo de la era moderna hasta
hoy.
Las mentes complejas son siempre dialécticas.
Aristóteles lo estableció como un requisito básico para ser
completamente humano, pero debido a que las mentes
dialécticas siempre desafían las suposiciones y no dan nada
por sentado, su presencia en grandes cantidades plantea graves
problemas para los negocios y el gobierno corporativo.
Considera por ejemplo la producción personal en lugar
del consumo; producción de bienes, valores, ideas y normas. La
América colonial y federal tenía el ideal de la autosuficiencia

70
como la más alta cima del éxito. El hogar ideal aspiraba a
producirse su propia comida, ropa, refugio, entretenimiento,
transporte, cuidado médico, educación, cuidado infantil y
seguridad social. Una gran porción de la población nunca lo
consiguió, pero como Ciudad en la Colina17 por la que luchar
era una visión ennoblecedora por la que algunas familias,
especialmente en la frontera, triunfaron al hacerlo realidad.
Era esta idea de estar personalmente empoderado, en contraste
con los estados serviles de Europa y Asia, lo que actuaba como
imán para los pueblos del mundo – no la expectativa de tener
dos coches, una casa en los suburbios y el último cachivache
electrónico.
Si se hubiese mantenido esa idea a través de la
escolarización obligatoria, hubiese destruido las corporaciones
en su fase embrionaria. La superproducción hubiese estrangulado
la acumulación de capital, generando una competición continua
– y sin la acumulación de capital, no habría corporaciones
dominantes. Lejos de tener la producción como ideal, era el
consumo lo que debía ser fomentado. La escuela debía formar
hábitos de consumo: escuchar a los demás, moverte al toque de
una campana o bocina sin cuestionar, volverse influenciable – o
más exactamente, ingenuo – para hacerlo bien en los exámenes.
Los niños que insistían en crear sus propias vidas tenían que ser
humillados públicamente como advertencia para el resto.
Crearte a ti mismo es la forma de producción definitiva.
Durante muchos años, la promesa de Estados Unidos al resto
de pueblos del mundo era que si conseguían venir aquí,
ningún orden feudal frustraría ese sueño. Pero después de la
Guerra Civil, la pelea entre los valores empresariales – que
inevitablemente celebran el aprendizaje de contenido abierto –
y los valores industriales – feudales por naturaleza – se acabó.

17 N.d.T. En el original, City on the Hill. Metáfora de la parte de la
“Sal de la tierra” del sermón de la montaña de Jesús, del Evangelio
de Mateo.

71
Cuando se disipó la niebla cincuenta años más tarde, las falsas
ciencias de la pedagogía y la psicología se habían importado
de la Alemania del norte, siendo forzadas a través de la
institución escolar para crear un proletariado: gente sin familia,
sin tierra, solo con débiles lazos con la religión, la tradición o
la cultura. Incluso las capas de administradores intermedios y
profesionales pueden verse como proletariado también – un
proletariado profesionalizado – solo ligeramente arraigado en
sus relaciones con la gente, los lugares o los principios.
Para captar a la opinión pública para esta transformación
utópica, una condición patológica de la juventud, hasta la fecha
desapercibida en la historia, fue diseñada por G. Stanley Hall,
de la Universidad Johns Hopkins. La llamó adolescencia, e
introdujo el problema en un enorme estudio en dos volúmenes
del mismo nombre, publicado en 1904. Formado en Prusia
como primer asistente del psicólogo conductual Wilhelm
Wundt, Hall (inmensamente influyente en los círculos de la
escuela de principios del siglo 20) identificó la adolescencia
como una etapa peligrosamente irracional del crecimiento
humano que requería de control psicológico inculcado a través
de la escolarización.
Como mentor de John Dewey en la Johns Hopkins,
de inspiración germana, la invención de Hall parecía justificar
la extensión de la escolarización estatal hasta la pubertad,
institucionalizando la parte más productiva de la humanidad
para recibir tratamiento psicológico – en reclusión con
trabajadores del estado pésimamente educados a los que se les
daba el monopolio virtual de la instrucción de los jóvenes.
En este deslumbrante golpe, a los adolescentes que
habían ayudado a construir la nueva nación se les privaba de
tener vidas comprometidas como las que habían disfrutado en
su día Edison o Carnegie.
Al haber emergido poderosamente una clase
administrativa en América, el férreo sistema de clases anglosajón

72
estaba siendo impuesto en los Estados Unidos mediante
la escolarización obligatoria. Walt Whitman dijo una vez:
“Solo Hegel es apto para Estados Unidos,” y ahora, siguiendo
las instrucciones de Hegel, la historia estaba reduciendo su
marcha, poniendo el freno al cambio – mutilando los debates
estadounidenses entre ideas, pueblos, secciones, religiones,
regiones – a través de la escolarización única para todos. La
esperanza de eterno debate había sido incluida en nuestros
mismos documentos de fundación, en la promesa de libertad
de expresión y acceso a armas letales otorgados al ciudadano
corriente. Nuestra división de poderes – uno ejecutivo, dos
cámaras del Congreso y un Tribunal Superior – una división
que desafía el conocimiento de ingeniería en su ineficiencia
estructural – estaba destinada a preservar el debate como la
mejor protección para los ciudadanos corrientes.
Debía mantenerse el poder descentralizado en la
concepción original de los Estados Unidos, y a los expertos en
su sitio: la toma de decisiones era para la gente corriente, no
para los especialistas. Pero ahora, esa arquitectura cuidadosa y
atentamente reflexiva que hizo a Estados Unidos tan única, debía
ser ejecutada mediante el tratamiento en masa y la escolarización
psicológica impuesta por la fuerza. Te animo a que examines en
tu propia mente las suposiciones que deben encontrarse tras el
uso de la fuerza policial para exigir que, lo que en su día fueron
espíritus soberanos, ahora no tengan elección sino rendirse
a ser escolarizados por extraños. Seguramente este es uno de
los actos más radicales de la historia humana, ¡sobre todo por
sus radicales reivindicaciones que dicen que debes asistir por
tu propio bien! Es la prueba más llamativa de la mentalidad
teutónica tras la fachada de la escolarización cotidiana.
Antes de las pesadas intervenciones de la ingeniería
social en la edad de maduración, Estados Unidos – educada
de forma abierta durante doscientos años – era una sociedad
realmente habilidosa e inventiva. Uno solo tiene que leer

73
los numerosos diarios escritos por visitantes extranjeros
(Tocqueville el más conocido de ellos), para ver lo trascendental
que era la libertad que se le daba a los estadounidenses normales.
No se había visto nunca antes nada como la energía creativa
que se estaba liberando, ni se hubiese siquiera soñado. Con
pocas excepciones, la invención es el campo del conocimiento
juvenil; desconecta ese manantial de ideas enterrando al joven
bajo una red de reglas y juicios y puedes esperar importantes
consecuencias negativas.
Poco después de que se profesionalizara la adolescencia,
tuvo lugar un descenso del número de solicitudes de patentes
hechas por los estadounidenses. Después de la Segunda Guerra
Mundial, cuando la escolarización institucional, incluyendo
la universidad y el jardín de infancia, creció a grandes pasos,
se aceleró ese declive. La escolarización universal había
debilitado la imaginación, tal como predijeron Spinoza en
1690 y Fichte en la segunda década del siglo 19. Por supuesto,
ambos estaban completamente a favor de ese debilitamiento;
sus planes escolares eran para beneficio de los “mejores”. Pero
si estos antiguos parientes pudieron entender el mecanismo de
la escuela y sus efectos negativos mucho antes de que existiera,
seguro que tú también puedes.
¿Por qué iba a querer alguien hacer esto? Es fácil: los
individuos imaginativos son infamemente incontrolables e
impredecibles, porque son irreprensiblemente inventivos.

La lista de honor
Craig Venter, el surfista de playa que compartió los honores por
crear el mapa del genoma humano, nació en 1946. Encontró la
escuela sumamente aburrida y se vengó volviendo locos a los
profesores. Se saltaba las clases, a menudo para darle a la tabla
de bodyboard, y solo escapó del instituto cuando un profesor
cambió uno de sus “muy deficientes” por un “aprobado bajo”

74
para que la escuela pudiera deshacerse de él.
Venter se alistó en la marina, sirviendo como médico
del ejército en Vietnam. Allí aprendió a despreciar la burocracia,
con sus libros de normas, en lugar de permitir la adaptación
a situaciones únicas. Su autobiografía, Una vida decodificada,
añade muchos detalles a este escuálido resumen, pero basta decir
que en absoluto era el candidato más probable a la inmortalidad
científica. Tampoco nadie hubiese pronosticado a Franklin
Roosevelt, con su “aprobado” en el instituto y su “aprobado” en
la universidad.
George W. Bush tuvo un “aprobado” de media en el
instituto y un “aprobado” de media en la universidad (lo que
no sorprenderá a la mayoría de vosotros). Pero que el senador
por Massachusetts, John Kerry, tuviera un “aprobado alto”, tanto
en el instituto como en la universidad, probablemente sí os
sorprenderá. Al Gore se salió de su primera universidad y pasó
de milagro por su segunda con un “aprobado bajo” de media;
Dick Cheney, vicepresidente en el momento de escribir esto, se
salió también. El legendario senador progresista Paul Wellstone
tuvo una puntuación de 800 en el conjunto de sus pruebas SAT.18
El dominio de los EE. UU. en la informática global vino
de hombres sin título universitario: Bill Gates y Paul Allen de
Microsoft no tienen título. Steve Jobs y Steve Wozniak de Apple
no tienen título. (Me han dicho que después de que Wozniak ya
fuera multimillonario, se licenció para poder enseñar en una
escuela primaria de California. Pero que la universidad hizo a
Wozniak es claramente falso). Michael Dell es otro inmortal sin
título del negocio de los ordenadores, como lo es Larry Elison
de Oracle.
Ted Turner, el fundador de la CNN, abandonó la
universidad en su primer año; las notas del instituto de William
Faulkner eran demasiado malas para acceder a la Universidad
de Mississippi, pero después de servir como oficial en la

18 N.d.T. De un total de 2400 puntos.

75
Primera Guerra Mundial, le dieron una exención y se matriculó.
En el primer (y último) cuatrimestre de Faulkner, obtuvo un
“aprobado bajo” en Inglés y abandonó asqueado, para no volver
más. Warren Avis, el hombre que lideró los alquileres de coches
en los aeropuertos, decidió que la universidad era una pérdida
de tiempo y nunca envió la solicitud. Edward Hamilton, el
distribuidor independiente de libros por correo más grande de
la nación, me escribió que la ventaja que tenía al principio sobre
sus competidores era que él no había malgastado ni su capital
ni su tiempo en la universidad. Paul Orfalea, el muy inteligente
y de voz suave fundador de Kinko’s, no era considerado muy
brillante por su instituto, como dice en sus memorias, tituladas
Copia esto. Shawn Fanning, cuya invención de Napster a los
18 años casi arruina a la industria de la música comercial, fue
contratado por millones de dólares por esta misma industria en
2007, para diseñar un plan para salvarla. Shawn no tenía ningún
título universitario, y actualmente no tiene planes de conseguir
uno.

Lew Wasserman
Lew Wasserman creó el Hollywood moderno prácticamente
solo con su colosal agencia de talentos MCA; no pasó por la
universidad y prácticamente no pisó el instituto, pero “logró” un
diploma, aunque no de la forma habitual.
Wasserman dejó la escuela a los 13 años, para trabajar
en su lugar como acomodador de cine en Hollywood Boulevard.
Confiaban lo suficiente en él como para darle las llaves para
abrir el cine por las tardes. Ese privilegio le dio una idea de
cómo obtener un diploma sin ir a clase, mediante un trato con
el director de la escuela. Por parte de Wasserman, este sacaría a
escondidas copias de las últimas películas del cine, las llevaría
al instituto mucho antes de que se estrenara la película, la
proyectaría para los alumnos por una entrada barata, le daría

76
el dinero al director para comprar instrumentos para la banda
y equipamiento de fútbol, y entonces volvería corriendo al cine
antes de que llegara alguien, sin que nadie se enterara de nada.
Eso se llama quid pro quo. Tenía 13 años cuando empezó a
utilizar ese antiguo principio romano.
Con el tiempo que se ahorró en copiar de la pizarra,
Wasserman empleó las horas en idear brillantes contratos en el
negocio del espectáculo que todavía se estudian en las escuelas
de derecho como modelos de su género. Con esos contratos,
firmó con estrellas como Fred Astaire y las hermanas Gish para
su nuevo establo de la MCA.

Warren Buffet
Warren Buffet empezó en los negocios con 6 años, vendiendo
coca-colas frías puerta a puerta en la calurosa Omaha, Nebraska,
en un cálido verano durante la depresión.
Continuamente añadía otros negocios a su ristra:
vendiendo pelotas de golf perdidas a la tienda de golf del
club; revisando concienzudamente los tiques de apuestas de
las carreras, accidentalmente descartados por los ganadores;
diseñando un sistema que le permitía repartir 1500 periódicos
en una sola ruta de reparto; alquilando máquinas de pinball para
las barberías. Desde los 13 años se mantenía económicamente,
y a los 18 Buffet tenía el equivalente a 100 000 $ en el banco.
Entonces envió la solicitud para la Escuela de Negocios Wharton
y fue rechazada.
Lo que Buffet aprendió de forma abierta, mediante
la asunción activa de riesgos, la imaginación y el trabajo de
verdad, las escuelas o no lo pueden enseñar o no lo harán. Es
justo preguntar: “¿Por qué no?” ¿Por qué ninguna escuela se
interesa por las minucias de la oportunidad y la autosuficiencia?
¿Por qué siguen vendiendo “un buen trabajo” como la meta
del camino escolar cuando, como muchos estadounidenses

77
como los Amish de Lancaster todavía creen, no merece la pena
abandonar tu independencia, al menos no por mucho tiempo,
por un “trabajo”?
Imagina cómo sería una sociedad si a los 65 millones de
alumnos atrapados que están aprendiendo a ser consumidores,
de repente se les pusiera a imaginarse a sí mismos de forma
activa, ganándose la vida de forma independiente, añadiendo
valor al resto de la comunidad; imaginándose a sí mismos
como productores en lugar de aburridos consumidores. ¿No
nos invadirían pronto los Buffets, Venters, Wassermans,
Danica Patricks y Diablo Codys? ¿No es exactamente esto lo
que necesita Estados Unidos en este triste y estéril momento
de nuestra historia, y no más zombis bien escolarizados sobre
cuyas espaldas pueden cabalgar los pocos?
¿Tuvimos alguna vez una sociedad así? Por supuesto
que la tuvimos. Viaja de vuelta a la Filadelfia de la época de
Ben Franklin, donde la chispeante energía de las posibilidades
ilimitadas estaba por todas partes, en una sociedad donde las
edades estaban mezcladas promiscuamente, donde cualquiera
podía tener su oportunidad cuando tuviera ganas, donde las
posibilidades aparecían como setas. Boston fue otro ejemplo
de esto – investiga el increíble comercio de hielo con la India
como muestra de lo que es posible cuando la imaginación – y
la juventud – no están reguladas. Pittsburgh es otro buen lugar
donde mirar. Estudia la carrera del gracioso chico escocés de
las bobinas, Andrew Carnegie, que dejó la escuela primaria a
los 7 años y tenía un acento tan marcado que todo el mundo se
reía de él. Sigue su camino, paso a paso, hasta el salón de la Sra.
Botta en Greenwich Village, donde se tramaron y financiaron
revoluciones en Italia, Hungría y Cuba, y sigue hasta su fortuna
y su siniestra influencia en lo que una vez fue una sociedad
relativamente libre. Las pruebas de la espantosa transformación
que ha hecho que ocurra, en parte a través de la escolarización,

78
son apabullantes. Pero debes trabajar por comprender y tener
coraje para frustrar el plan – nadie puede hacerlo por ti.

Cuatro fracasos escolares más


Hemingway, el desertor escolar, dijo una vez que se puede
rastrear el origen de toda la literatura estadounidense hasta
Mark Twain, nacido en Missouri en 1835, que tuvo una salud
muy mala durante los primeros diez años de su vida. Cómicos
como Eddie Murphy, Jon Stewart y Stephen Colbert provienen
de Twain, cuyo profundo conocimiento – la “falta de respeto,
no la escolarización” es la creadora de libertad – es un signo
de su genialidad. Twain diseccionó y llamó “Edad Dorada” a
aquel periodo de avaricia inagotable que siguió a la victoria de
la Unión en la Guerra Civil, y de cuyo maquiavelismo salió la
miserable institución de la escolarización obligatoria moderna.
Mark Twain abandonó la escuela tras el quinto curso y
fue a trabajar para un periódico. Tenía 13 años, era el año 1848.
En 2008, mientras hablo y escribo, esa clase de cheque en blanco
de posibilidades se ha impedido a los jóvenes, por complacer a
los controladores.
Continúa ahora con Robert Kiyosaki, un japonés-
estadounidense de cuarta generación, nacido en Hawái en 1946.
En la escuela, según su propia declaración, “las únicas asignaturas
en las que destacaba eran fútbol y recreo. La mayoría de la gente
pensaba que no serviría para nada”. A los 22, Kiyosaki era el
tercer oficial en un petrolero camino de Tahití. Poco después,
se unió a los marines durante seis años y después de licenciarse,
empezó su primer negocio, que fracasó. Lo perdió todo, incluso
su matrimonio.
Pero a los 37 años, su primer golpe de suerte le vino
cuando estudió con Buckminster Fuller, el desertor de Harvard,
que le demostró a Robert que el aprendizaje más profundo
resulta de los errores y los fracasos. Kiyosaki dice hoy que si

79
algún día crea un nuevo sistema educativo lo hará “basándose
en cometer errores”. Esa es casi la definición operacional de
la educación de contenido abierto, refinando tus ciclos de
realimentación personal a través de la experiencia y los errores.
Pasar de pobre insolvente a rico le llevó a Robert ocho
años. Habrás oído de él como autor de Padre rico, padre pobre,
una especie de obra maestra para los profesores. Muchos le
consideran uno de los mejores profesores vivos del mundo
actual.

La bondad antes que el beneficio


John Mackey, el fundador de la cadena Whole Foods Market,
y Kip Tindell, fundador de la cadena The Container Store, se
hospedaron juntos en Austin, donde jugaron al póquer (mucho)
mientras trataban (no muy duro) de salir adelante en la
Universidad de Texas. Los dos lo dejaron al final: Mackey para
abrir una tienda de comida saludable, Tindell para atender su
obsesión de ayudar a la gente a que organizara sus conflictivas
vidas.
Con el tiempo, la tienda de comida saludable de Mackey se
convirtió en Whole Foods Market, el destacado emporio de
comida natural de la nación; y el sueño organizativo de Tindell
se convirtió en The Container Store, una cadena nacional única
sin ninguna competencia evidente. Ambos encontraron la
forma de añadir valor al mundo que les rodeaba después de su
abandono. Tuvieron su oportunidad cuando fue el momento
apropiado; quién sabe si sus grandes logros hubiesen tenido
lugar si hubiesen esperado hasta tener una carrera, o dos, o tres.
Mackey y Tindell habían ideado una filosofía corriente
siendo jóvenes en su etapa en Austin, una filosofía radical que
ninguna escuela de negocios de Estados Unidos soñaría con
enseñar – que el propósito principal de los negocios no es el de
hacer dinero para los propietarios y los accionistas, sino para

80
satisfacer a los clientes. Tal punto de vista sería incomprensible
para el público de las escuelas de negocios de cualquier lado, y
aunque parezca mentira, el Adam Smith que escribió la Teoría de
los sentimientos morales lo comprendería sin ninguna dificultad.
Smith consideraba el deseo de hacer mucho dinero como una
enfermedad mental. Y yo también.
Tratar a los clientes como si importaran más que el
beneficio debería sonarte de forma tentadora, si has prestado
atención. Es un eco de la directriz de Pablo según la que amar a
tu prójimo (y a tus enemigos) es la única manera de triunfar en
la vida. El espíritu educado puede ver las ilusiones de la victoria
solo como oscuros fantasmas, absolutamente condicionado en
la escuela mediante insignificantes competiciones constantes y
simbolismos de superioridad/inferioridad. La educación (no
la escolarización) enseña lo que importa de verdad: que añadir
valor a otros es la única forma de añadir valor a ti mismo. Si no
eres útil, es que debes ser inútil – y nadie quiere tal cosa.
La verdadera riqueza de la que la sociedad se deshace
cuando permite que la dirección social y política estigmatice
y trate como mercancía a los desertores escolares, y a aquellos
sin carreras universitarias, es incalculable. Por cada John y
Kip, Ingvar, Edison, Danica o Lew Wasserman que sobrevive
a los prejuicios, muchos más son machacados por estos y
simplemente se rinden.
El fracaso más imprudente de nuestra nación
estadounidense moderna es la forma en la que menosprecia a las
personas en aras de mantener el sistema de forma eficiente. Los
sistemas no nos protegerán en la caliente época en la que hemos
entrado; los sistemas no pueden curar la enferma economía que
los pensadores de sistemas han construido – solo los espíritus
intactos humanos soberanos pueden hacerlo, del tipo que las
escuelas-fábrica no pueden fabricar.
Solíamos fabricar acero, ahora creamos burbujas
– siendo la más extraña burbuja de todas ellas la bárbara y

81
cancerígena burbuja escolar, que va desde la infancia a la
universidad. Un crecimiento utópico que cuesta mucho más
que los beneficios que produce. Rompe familias, intelectos,
caracteres. Asola con incapacidad a decenas de millones. Es un
agujero negro de energía negativa que drena la vitalidad de la
vida nacional. Solo perder a los jóvenes del mundo cotidiano
tuvo efectos dañinos y acumulativos. Perdimos nuestro ímpetu
libertario por la rebosante conformidad que la bien regulada
vida corporativa requiere; perdimos nuestra unidad, nuestra
cohesión, ante las muchas divisiones y desconexiones que la
escolarización de confinamiento requiere.
Después de los años de prosperidad de los 50, después
de la Segunda Guerra Mundial, la escuela – una vez sirviente
de la América corporativa – mutó en la mayor corporación de
todas. Se convirtió en la corporación dominante, que desangraba
recursos de la economía productiva en una relación parasitaria
cuyo crecimiento no tenía regulador. Igual que no hay límite
para las células cancerígenas hasta que el huésped muere.
Solíamos fabricar acero, ahora creamos burbujas –
grandes ráfagas de entusiasmo artificial de inmuebles, alta
tecnología, asistencia médica, construcción de prisiones...
Cualquier cosa que al público escolarizado, falto de habilidad
para pensar por sí mismo, se le pueda hacer salir clamando
en estampida – desde el jardín de infancia hasta finalizada la
universidad – que roba a la economía los recursos materiales
y, lo que es más importante, la visión original necesaria para
poner nuestra enferma sociedad rumbo a una nueva dirección.
A principios del siglo 21, la parte más sustanciosa de
los beneficios de los fabricantes de coches estadounidenses no
vino de los coches sino de sofisticados ardides con el dinero.
Mientras el entusiasmo se extendía desde la Escuela de Negocios
de Harvard (y otras fuentes) al mundo corporativo en general,
enormes empresas como Enron y Worldcom se esfumaron en
cuestión de meses, llevándose con ellas los ahorros de toda la

82
vida de decenas de miles de empleados y cientos o miles, sino
millones, de accionistas. La estructura corporativa al completo
mostraba signos de vejez, aunque regularmente se la devolvía
de nuevo a la vida con una nueva burbuja. Cuando empecé
a escribir este libro, a principios de 2008, Bear Stearns – el
quinto banco de inversión más grande de América – perdió
prácticamente todo su valor en cuestión de meses apostando
a hipotecas defectuosas y, desde entonces Lehman Brothers,
el cuarto banco de inversión más grande de América, se le ha
unido en su caída.
Los indicios de que la cultura era un cuerpo rebosante
de vida estaban por todas partes, y por todas partes impedida
por los controladores de la escolarización (y del resto de
cosas): ya no podíamos cosechar nuestra propia comida, sino
que dependíamos de los inmigrantes ilegales para ello; las
deserciones masivas de clientela de operaciones, cuidado dental
y medicinas, sacudieron los cimientos de la base económica de
nuestra industria del cuidado médico – que cruzaban la frontera
sur o norte, o iban a Asia, para ser tratados. Nuestros ejércitos,
ricos en maquinaria, pero escasos en liderazgo, dependían
cada vez más de los estadounidenses pobres para morir en una
extendida cadena de guerras en el extranjero que se aprecian
mejor no como guerras, sino solo como más burbujas.
A pesar de tan malos augurios, y con un futuro que
prometía más de lo mismo, la escena escolar – como la pequeña
máquina de molido de sal de la fábula – continuó produciendo
hombres y mujeres incompletos como siempre había hecho.
En el mismo momento histórico en que exigía un renovado
compromiso con la imaginación, el coraje, la autonomía, el
ingenio y otras virtudes de la antigua América, el molino escolar
trabajó por producir jóvenes sin estos atributos.

83
San Pablo y el dragón de la tradición
La ciudad holandesa de Drachten se deshizo de las
señales de tráfico, de los parquímetros e incluso de los
aparcamientos como parte de un programa llamado
“verkeersbordvrij”. Los resultados han sido agradablemente
impactantes: la seguridad vial ha mejorado radicalmente.
En aquellas situaciones en las que se ve empujada a tomar
papeles de liderazgo, la gente se atreve a tener cuidado por
su bien y el de los demás, incluso en ausencia de leyes e
imposiciones.
– parafraseado de El futuro de Internet (págs. 127-128)
de Jonathan Zittrain.

Las cartas del Nuevo Testamento de San Pablo a los fieles (que
luego se fundieron en el movimiento cristiano) tienen algo
que decirnos sobre cómo debe cambiar la forma en la que
escolarizamos. Para Pablo, las regulaciones excesivas destruyen
la calidad de vida y corrompen la gestión, requiriendo que
los burócratas impongan las leyes. Y más funcionarios para
controlar a esos funcionarios. Ad infinitum.
Con muy diferentes palabras, Pablo repite una y otra vez
que los nuevos fieles no encontrarán la salvación obedeciendo
las antiguas leyes. Elimina el trasfondo religioso por un minuto:
lo que Pablo encaraba era el problema escolar de nuestra época
– el conflicto de interés entre un grupo cuyas rentas y estatus
provienen de mantener las cosas como están, y una insurgencia
cuyas necesidades han sido descuidadas por una arraigada
administración y que requiere de un cambio profundo.
Traducido a un idioma contemporáneo, Pablo dice que
formes las leyes a medida que estén de acuerdo con los casos
individuales. Mientras el principio raíz del amor sea honrado,
entonces todo irá bien.

84
El establishment político de la época de Pablo era la
antigua Israel del Mishnah, un montón formidable de leyes
incluso para las más extrañas circunstancias, como la altura
desde la que alguien debía derramar el agua sobre un montón
de abono. Como la burocrática escolarización moderna, no
puede haber pequeñas adaptaciones a casos particulares, el
sistema está unido a la seguridad. ¿Sorprendes a un ladrón?
¡Córtale la nariz! ¿Pillas a una adúltera? ¡Lapídala hasta que
muera! Cuando tengas dudas, no pienses – cumple las leyes.
Las personas obedientes encuentran estas declaraciones
irritantes, incomprensibles. Nuestra escolarización obligatoria
nos ha traído de vuelta al ambiente social asfixiante con leyes
de la época de Pablo, y nuestra vigilada sociedad ha provisto
de la tecnología para castigar a los desviados de aquella de la
que Pablo carecía. Gracias al monstruo de tres cabezas de la
escuela y universidad, las corporaciones y el gobierno, se ha
desindividualizado radicalmente la sociedad estadounidense,
en la que uno de cada cinco empleos es algún tipo de supervisión
de los comportamientos de los demás.
Es seis veces más probable que termines en la cárcel en
los Estados Unidos que en la China comunista (que ahora tiene
la capacidad de arruinar a Estados Unidos económicamente
cobrando los préstamos que nos hicieron). Seis veces más
probable pudrirte en la cárcel aquí que en China. Solo por sí
mismo este hecho debería hacerte revaluar el camino que el
liderazgo – de todos nuestros partidos políticos y corporaciones
– nos ha enviado a caminar. Es la escuela la que nos mantiene en
el camino.
La insurgencia de la América del siglo 21, todavía
desorganizada pero cada día menos, ha hecho que se note su
presencia mediante el explosivo crecimiento del homeschooling,
a través de Internet, y a través de nuevas y variadas formas de
delito. El robo de identidad, una rareza en toda la historia, se ha
convertido en una epidemia imparable; enormes operaciones

85
comerciales en el cine y la música están seriamente en peligro
por tecnologías que devuelven el control al individuo. La
seguridad de los bancos, las instalaciones gubernamentales, y
muchas más – como las patentes y los derechos de autor – están
bajo un serio asedio.
Las fórmulas de creación de potentes armas como
la bomba TATP, que paralizó los trenes del metro de Londres
hace unos pocos años, compuestas por 2,7 kilos de peróxido,
disolvente y desatascador de desagües en una proporción
de 3/3/1, estabilizado con serrín, y metido en un contenedor
resistente de metal para ser detonado por un teléfono móvil,
circulan abiertamente por el planeta. Estos materiales cuestan
menos de 100 dólares y están disponibles en cualquier ferretería
de la tierra.
Nuestras insensatas operaciones en Vietnam, Irak y
Afganistán han violado los principios centrales de la guerra
puestos por escrito por Von Clausewitz – una tecnología
superior no ataca promiscuamente a sus víctimas, las amenaza.
Perpetrar un ataque significa sacar a la luz tu tecnología, lo
que conlleva dos riesgos: primero, esa cara maquinaria tiene
una grave desventaja contra la insurgencia entrenada en las
tácticas de guerrilla; y segundo, que el enemigo irá mejorando
gradualmente su propia tecnología estudiando tus tácticas y
robando tus armas. Lo que Estados Unidos tiene que mostrar,
tras 50 años de guerra continua contra débiles adversarios de la
edad de piedra, es esto: además de mutilar nuestro futuro con un
gasto innecesario de capital en productos que no producen nada,
como el armamento, y que se destruyen al ser usados, hemos
avisado por cada rincón del mundo que nuestro arrollador
ejército no es en absoluto arrollador y puede ser vencido por
gente común con coraje, con equipo militar primitivo y que
rechaza ser intimidada.
Seguro que no soy el único en notar que los suníes,
los chiíes y los Talibán tienen motivos para arriesgar sus vidas

86
(razones conocidas para cualquier persona de su población,
incluyendo sus combatientes), y nosotros no. Nuestros motivos
para combatir están bajo custodia en reuniones secretas y
circulares, conocidas solo para una pequeña porción de la
población – la misma porción que, evidentemente, en su día nos
dio la escolarización obligatoria institucional.

La hora de la desintoxicación
Los días del experto, y de una élite creada racionando la
información y usando el poder del gobierno para manipular el
resultado, han alcanzado un punto crítico con el que no creo
que puedan lidiar. Los contratos existentes entre nosotros y
los jóvenes ya no funcionan. Apoyando el orden impuesto por
la escuela, por muy inocente que sea, los padres se vuelven
enemigos de sus propios hijos, a veces enemigos para toda la
vida. Rimbaud, el joven poeta francés, previó de forma profética
este orden moderno de valores industriales seculares que se
estaba creando. Hace alrededor de cien años, escribió esto, que
se ajusta más a nuestra época que a la suya:

Es la hora de la desintoxicación, de océanos


desbordantes, de explosiones clandestinas, del planeta
desaparecido, al que seguro seguirán exterminios.

En una época de desintoxicación, ¿preferirías tener a estudiantes


“sobresalientes” con altas calificaciones como aliados, o a un
perdido como Richard Branson? ¿Un titulado con las mejores
calificaciones o un holgazán surfista como Craig Venter? La
escolarización predecible es inútil para el ciudadano ordinario,
incluso destructiva. Debe ser aniquilada, no modificada. Los
intentos por remendar sus despiadados algoritmos extienden
la agonía de nuestra sociedad y empeoran la situación.
Busca orientación en el bazar público, no en los anticuados

87
constructores de catedrales que han creado el embrollo en el
que estamos metidos (y que reproducirán eternamente si se les
da la oportunidad). Sí, se necesitará valor, y no, no espero que
ningún partido político estadounidense encuentre el liderazgo.
Pero tú puedes.
El profesionalismo funciona como un endurecimiento
de las arterias sociales. Su limitada utilidad se consigue a un
precio demasiado alto, un precio con cargo a la cuenta de lo
que realmente importa: una buena salud, buenas relaciones y un
buen y gratificante trabajo.
Mientras empezaba a escribir esto, estaba escuchando
en una entrevista de la Radio Pública Nacional a una estudiante
de último año de Virginia Tech, el escenario de la peor masacre
hasta la fecha en la historia escolar americana. Preguntada acerca
de lo que le hacía feliz de volver a clase, declaró sin pensárselo
que podía, al fin, hacer los exámenes finales. El entrevistador
estaba desconcertado, y le preguntó: “¿Y eso?” No necesitó nada
de tiempo para contestar. “Para ver si he aprendido algo, claro”.
Aquí estaba el producto perfecto de la fábrica escolar – una
joven que nunca supondría un problema para cualquier interés
especial importante. O una joven de ninguna utilidad para el
resto de nosotros cuando haya problemas.

Excursión: Monongahela
Nunca paseé por Londres cuando era un niño de cuatro años,
pero allá a principios de la década de 1940, durante la Segunda
Guerra Mundial, paseaba por el pueblo fluvial e industrial de
Monongahela, Pennsylvania, por la noche varias veces a la
semana. Caminaba kilómetros y kilómetros con mi madre,
Bootie, y mi hermana Joanie. Solo paseábamos por la noche
para que ninguna persona que en su día hubiera conocido mi
madre pudiera verla a ella o a sus hijos mirar por las ventanas
de las casas que alguna vez frecuentó como invitada. Vivíamos

88
en su pueblo natal, ocultos, porque le avergonzaba el fracaso de su
matrimonio.
Mi hermana y yo éramos como antropólogos haciendo
estudios de campo, estudiando a nuestra madre en diferentes
circunstancias en que solíamos verla: limpiando, haciendo la colada
o lavando los platos. Y madre se veía también a sí misma a través de
un filtro diferente. Cualesquiera que fueran nuestras motivaciones
para repetir una y otra vez la misma larga ruta a través de las calles de
la oscura colina, no las puedo recordar, pero sé que nunca me cansé
de ello. Todos estábamos tan contentos como cerdos en la mierda –
aunque normalmente no lleváramos más de una moneda de cinco
centavos con la que comprar una chocolatina que partíamos en tres
trozos.
Esos paseos eran experiencias trascendentales de primer
orden; incluso a una edad en la que muchas experiencias parecían
trascendentales, fueron espectaculares. Como anciano, ahora veo que
fueron, fácilmente, la más rica experiencia familiar que iba a tener.
Y la mayor aventura educativa también, igual que la de Branson fue
para él.
Dimos nuestro último paseo juntos alrededor de 1947.
Comenzando siete años más tarde y continuando durante cuatro
años más, fui a cinco universidades, dos de ellas de la Ivy League,
pero mi título de enseñanza resultó ser una pérdida de tiempo en lo
que respecta al desarrollo intelectual. No llego a recordar nada que
aprendiera en esas famosas universidades, Cornell y Columbia; ni
una sola clase, ni un solo profesor. Pero lo recuerdo todo acerca de
esos paseos, hasta los más mínimos detalles.
Cada excursión abarcaba apenas ocho kilómetros. Íbamos
serpenteando las calles de la oscura colina, llegando a zonas pobladas
de las que vagamente conocía su existencia. Todavía escucho las
pisadas que hacían crujir las hojas de otoño o la nieve de invierno,
o los chapoteos durante las lluvias de primavera. Puedo escuchar
nuestros silenciosos susurros. Cada casa tenía una historia, y madre

89
las sabía todas. Muchas tenían un signo en la ventana de la
fachada que decía al mundo que alguno de sus hombres de
dentro había ido a la guerra. En algunas ventanas había un signo
especial – recuerdo que era una estrella dorada como las que
solían dar a los mejores estudiantes por su excepcional trabajo –
un signo que nos anunciaba al resto que el hombre había muerto
en servicio.
La presencia de la muerte en nuestros paseos añadía
algo extraordinariamente serio y profundo a las caminatas. Una
tristeza que me recordaba, en los recodos de la consciencia, que
algún día mi madre moriría también. Y mi hermana. Y yo.
De tanto en tanto, madre recordaba cómo había sido
de chico algún soldado o marinero en particular, cuando era
su compañero de colegio. Para un hombrecito esto era como
enfrentarse con fantasmas. Era un drama asombroso. Qué
aburridos hacían a todos mis juguetes aquellos paseos, y aquellas
muertes. Frente a una dramática realidad que ennoblecía, incluso
los juguetes más corrientes no eran más que insignificantes;
por el contrario, eran vergonzosos, indeciblemente infantiles.
Las historias reales ayudan a madurar a un chico; llegado a un
punto de la temprana infancia, los juguetes retrasan el difícil
camino a la madurez.
Aprendí más sobre mi madre y mi hermana de aquellos
paseos de lo que podía comprender por completo por aquel
entonces; hoy me doy cuenta de que la información personal
que reuní por casualidad mientras caminábamos fue la
información más importante que iba a tener nunca sobre quién
eran verdaderamente los Gatto y los Zimmer. Los paseos eran
aprendizaje de contenido abierto de primer orden. Cambiaría
gustosamente Cornell y Columbia por más de ellos.
Han pasado sesenta y cinco años desde el último paseo.
Reflexionando sobre lo que aprendí sin esfuerzo de esa forma,
estoy seguro de que la educación más profunda se consigue de
forma abierta. No puede lograrse de la idea de otro acerca de

90
qué contenido y bajo qué condiciones artificiales se producen
los mejores resultados. La semejanza entre la educación y la
ciencia experimental es un juego de idiotas. Idiotas ilustrados
con incontables vidas dañadas, que han arruinado la esperanza
americana y nos han puesto cara a cara con un futuro
desalentador, a menos que se revierta la expansión de la burbuja
escolar.
Las estrictas estupideces de la escolarización
obligatoria, su lógica lineal, sus curvas de campana, sus timbres
y sus exámenes y sus múltiples humillaciones, sus recursos a los
hechizos mágicos, hacen que me sienta furioso ya de anciano.
La verdadera educación solo puede empezar desde una base de
conocimiento de uno mismo. Conoce la verdad de ti mismo o
no serás más que un patético recurso humano. Tu vida habrá
perdido su sentido.
Estas son mis reflexiones sobre la excursión de Richard
Branson y las mías, y sobre el crimen que comete la escolarización
a diario dándole la espalda al aprendizaje de contenido abierto.

91
3
El gordo Stanley y los
Amish de Lancaster

No me tomo bien las críticas


Separa la escolarización y la educación en compartimentos, y
saltarán a la vista diferencias útiles: la escolarización es cosa
de instrucción de hábitos y actitudes. Ocurre de fuera hacia
dentro. La educación es, en primer lugar, cuestión de dominio
de uno mismo; después se trata de autocrecimiento, incluso de
autotrascendencia – ya que todas las posibilidades del espíritu
humano se abren a zonas de exploración y entendimiento. Hay
momentos en los que las dos circunstancias se comunican, pero
en la escolarización, las intenciones de cualquier otra persona
siempre predominan. Este aspecto del control mental es lo que
lo hace tan desagradable, incluso obsceno para algunos, aunque
no para las almas perdidas que ya están rotas en el juego de
agradar a los demás. Se puede compensar con facilidad la falta
de escolarización – el registro humano está lleno de historias de
aquellos que lo han hecho en el pasado y continúan haciéndolo
en el presente – pero sin educación irás tropezando por la vida,
presa fácil de la explotación y el fracaso, sin importar cuánto
dinero ganes.
Mary Shelley escribió la historia de Frankenstein a
los 18 años, hace casi 200 años. Hoy, se estudia en los cursos

92
universitarios como una profunda obra de literatura. Ese don
nadie de Stratford, William Shakespeare, apenas estuvo en un
aula, y no tenía libros, al parecer, pero, durante siglos tras su
muerte, continúa siendo un icono de la civilización mundial. La
lista es larga. Grandes logros, poca escolarización. Es bastante
raro para una persona ingeniosa en cualquier campo buscar el
origen del éxito en la instrucción escolar. La educación debe ser
en gran medida iniciada por uno mismo, una rica complejidad
entretejida de una amplia gama de experiencias, de constante
introspección, de habilidad para concentrarte en tu objetivo a
pesar de las distracciones, de una combinación de curiosidad,
paciencia e intensa vigilancia, y requiere abundante asunción
de riesgos de ensayo y error, junto a una considerable habilidad
para realimentarte del entorno – aprender de los errores. Una
vez escuché a alguien de mi familia, a quien quise mucho hace
tiempo, decir “no me tomo bien las críticas”, como si estuviera
presumiendo, y en ese instante supe que para ella no habría
forma en absoluto de crecer mentalmente o en carácter, con esa
actitud autodestructiva.
Déjame hablarte un poco sobre el gordo Stanley,
cuyo camino se cruzó con el mío cuando él tenía trece años.
Stanley solo venía a clase una o dos veces al mes, y supe que
antes o después la red de absentismo escolar lo atraparía y sería
sancionado. Me gustaba Stanley, sobre todo porque nunca se
quejaba cuando otros niños se metían con él porque estaba
gordo – simplemente les daba un puñetazo en la cabeza tan
fuerte que ninguno se metía con Stanley una segunda vez.
Esperaba evitarle la triste experiencia de convertirse en un
ejemplo para los servicios sociales. Así que un día le pregunté
qué hacía durante esas ausencias. Lo que dijo me cambió la vida.
Nunca vi la escuela de la misma forma después de que Stanley
hablara.
Parecía que Stanley tenía cinco tíos y cinco tías, todos
ellos activos antes de los 21 años. Su objetivo era seguir sus

93
pasos. Ya con 13 años, era consciente de que el carro alado
del tiempo se apresuraba, que solo tenía ocho años para hacer
posible el milagro de ganarse la vida de forma independiente.
Uno de sus parientes era florista, otro era constructor de muebles
prefabricados, otro tenía una charcutería, otro tenía un pequeño
restaurante, otro tenía un servicio a domicilio. Stanley hacía
novillos para trabajar sin cobrar para cada uno de sus parientes,
intercambiando el trabajo por aprender el negocio – y mucho
más – trabajando acompañado de hombres y mujeres que se
preocupaban más por él que cualquier extraño profesional.
Era un paquete educativo mejor que cualquier cosa
que se hubiese perdido haciendo novillos, sin lugar a dudas.
Como me dijo, de hombre a hombre: “Así tengo la oportunidad
de ver cómo funcionan los diferentes negocios. Tú dime qué
libros tengo que leer y los leeré. Pero no tengo tiempo como
para perderlo en el colegio a menos que quiera terminar
como tú – trabajando para otro”. Cuando escuché esto, no
podía mantenerlo encerrado a conciencia. Además, su madre
estaba de acuerdo con Stanley. Así que empecé a cubrirle,
registrándole como presente mientras estaba haciendo ramos
de flores o construyendo muebles. Ninguno de los otros
profesores preguntó nunca; creo que estaban contentos por
haberse desecho de él. Para ilustrar la poderosa energía que
había bajo su gordo y aparentemente alegre exterior, Stanley
cruzaba sus “tes” con una raya con forma de lanza, no una
simple línea. Inmediatamente hice mías sus “tes” cruzadas, para
acordarme de lo que había aprendido aquel día de un novillero.

94
***********

Un gran secreto de la escolarización en masa es que no enseña de


la forma en la que aprenden los niños; un mayor secreto es que
no debería enseñar autonomía en absoluto. El estilo Stanley está
prohibido. La escuela va de aprender a esperar tu oportunidad,
por mucho que tarde en llegar, si es que llega. Y de cómo
entregarte con entusiasmo a las opiniones de los desconocidos,
incluso si son equivocadas; incluso si tu entusiasmo es falso.
La escuela es la primera impresión que tenemos de una
sociedad organizada y su incesante necesidad de clasificar a
todo el mundo en una escala de ganadores y perdedores; como
la mayoría de las primeras impresiones, lo que la escuela nos
enseña de verdad sobre nuestro lugar en el orden social durará
para toda la vida para la mayoría de nosotros.
Las tareas del aula no son tareas importantes. No
están a la altura de las verdaderas necesidades que acosan a
los jóvenes. No da respuesta a las ardientes preguntas que las
experiencias del día a día imponen sobre las mentes de los
jóvenes. Los problemas que encuentran fuera de la escuela son
tratados como secundarios cuando la verdad es que siempre
son fundamentales. El resultado neto de hacer del trabajo algo
abstracto – centrado en “asignaturas” – externo a los deseos,
miedos, experiencias y preguntas individuales, es volver apáticos
e indiferentes a los alumnos de esta irrelevancia obligada.
Las causas de la pereza en los jóvenes se han entendido
muy bien desde hace mucho tiempo. Me siento tentado a
decir que desde siempre. El crecimiento y el autodominio
están reservados a aquellos que enérgicamente se dirigen
a sí mismos, como Stanley: planeando, haciendo, creando,
reflexionando, asociándose de forma libre, aprovechando la
oportunidad, noqueando a sus torturadores. Pero para prevenir

95
esto es precisamente el plan para el que se creó la escuela.
Piensa en el colegio como un laboratorio de condicionamiento,
que instruye a base de repetición a individuos naturalmente
singulares y únicos para que respondan como grupo, para que
acepten el hastío continuo, la envidia y una capacidad limitada
solo como cualidades naturales de la condición humana. La
economía oficial que hemos construido exige constantemente
suministros de personas planas, exánimes, pasivas, ansiosas, sin
amigos y sin familia que puedan ser desechadas y reemplazadas
perpetuamente, y que se emplearán con la máxima eficiencia
hasta que les llegue el momento de ser descartados; personas
que piensan que la diferencia entre la Coca-cola y la Pepsi, o
entre una hamburguesa cuadrada y una redonda, son asuntos
dignos de discusión.
Mientras escribía estas palabras en febrero de 2008,
acababa de escuchar un anunció de teléfonos de gama alta en la
televisión. Se reía de aquellos desgraciados idiotas cuya gama de
teléfonos era “taaan anticuada”, como lo decía una chica bonita
en el anuncio. Nunca se me había ocurrido antes que entre las
diferentes preocupaciones inevitables como el cáncer, quedarte
sin hogar, el desempleo, la ceguera, el envejecimiento, la pobreza,
los accidentes graves y demás, realmente podría haber gente tan
superficial para la que la apariencia de su móvil sería un asunto
de interés. Intenta imaginar al estudiante “sobresaliente” al que
se le ocurrió la idea, y reza por su despreciable alma.

La Antigua Orden Amish


Intenté imaginar a los Amish de Lancaster, o cualquiera de los
Amish de la Antigua Orden dispersos alrededor del mundo,
preocupándose de si su móvil estaba a la última. La economía
de pequeños negocios y pequeños granjeros de los Amish
requiere diferentes atributos de la próxima generación de los
que tenemos nosotros: piden una aptitud general y un espíritu

96
de autosuficiencia, confiabilidad, honestidad, buena vecindad,
compasión, devoción y compromiso con el bien común. Si
adoptáramos los valores Amish a gran escala, nuestra economía
se desplomaría.
Como nuestra economía ha sido determinada por
sus arquitectos, depende de fomentar la histeria por lo nuevo,
por la moda más que por la ropa, y así hasta los teléfonos. Es
una actitud que induce al consumo sin parar en una atmósfera
embriagadora de “fuera lo viejo, venga lo nuevo”; para escapar de
la vergüenza, en el sentido de la canción de Cole Porter, Anything
Goes19. Esa es la función que tienen los incesantes timbres en la
escuela: enseñan el alivio de cuando se evade la responsabilidad
al estilo Monty Python. Y como dicen en lenguaje de timbre,
“y ahora algo completamente diferente”. Por supuesto, debes
tener una experiencia profunda con la vergüenza para cogerle
miedo. Pero las escuelas son un taller avanzado también en
eso. El primer día que di clase, una veterana me dijo cómo
controlar mis clases. “Humillación,” dijo. “Es lo único a lo que
tienen miedo. Avergüénzalos. Anima a otros niños a que los
avergüencen también”.
Un famoso iniciado de la escolarización moderna, de
allá por la época posterior a la Primera Guerra Mundial (cuando
el modelo se estaba consolidando), llamó a la escolarización
gubernamental “la perfecta organización de la colmena”. Este
era H. H. Goddard, presidente de Psicología en Princeton.
Goddard creía que las puntuaciones en los tests estandarizados,
usados como un signo de tratamiento de privilegio, haría que las
clases bajas se enfrentaran con su propia inferioridad biológica.
Sería como llevar unas orejas de burro en público. Exactamente
la función que cumple hoy la “educación especial”. El dolor de
las infinitas humillaciones diarias desanimaría la reproducción
entre los inferiores, pensaba Goddard. Charles Darwin insinuó
esto con delicadeza, pero su primo hermano, Francis Galton,

19 N.d.T. Todo Vale.

97
prácticamente lo había exigido en sus propios escritos a los
políticos responsables de ambos lados del Atlántico.
En 1930, el Departamento de Supervisión de la
Asociación Nacional de Educación, un grupo que entonces
gozaba del triunfo de las lecciones sobre escolarización de la
nueva Unión Soviética, declaró que el propósito principal de
la escolarización debía ser el “uso eficiente de capital,” eso tan
valioso que permitió que “nuestro inaudito poder de producción
de riqueza se haya logrado.” Bueno, ¿cómo crees que esa idea
se puso en circulación entre la gente de una organización
presuntamente de izquierdas? ¡Vaya lío! Para el curioso, quizás
quieras comprar el libro de Antony Sutton, Wall Street and the
Rise of the Soviet Union.20
Piensa por un segundo cómo puede el “capital” volverse
“más eficiente.” Por supuesto, ocurre cuando los consumidores
realmente compran las cosas que el capital permite producir,
y cuando los proyectos que son financiados por el capital
reciben poca oposición pública. El capital funciona de forma
más eficiente en ambientes sin oposición pública, donde el
pensamiento crítico entre la gente corriente se encuentra en una
condición primitiva, de forma que el público se convierte en un
opositor incapaz. ¿Es tan difícil concebir un plan que pudiera
ser dirigido mediante la misma institución – la escolarización
– encargada del desarrollo del intelecto? No es casualidad
que el símbolo del socialismo fabiano sea un lobo con piel de
cordero, ni que los fabianos vinieran de las clases acomodadas
de Inglaterra, no del populacho marginado (como a menudo
era el caso de los socialistas revolucionarios). Este es un asunto
de cierta importancia, aunque nunca expuesto a examen en las
historias de los libros de texto. Donde el control industrial se
conformaba con matar a las masas de forma brutal, los fabianos,
liderados por Beatrice Webb, pretendían matarlos de forma

20 N.d.T. El título no es del todo correcto. Se refiere a Wall Street and


the Bolshevik Revolution; Wall Street y la Revolución Bolchevique.

98
bondadosa. De ahí que tengamos el Estado de Bienestar. Pero
cualquiera que fuera el método, los objetivos eran idénticos.
Si la escuela sirve al capital, entonces debe ser una
línea de producción donde los niños como materia prima son
moldeados y fabricados como clavos. Hacer al capital más
eficiente requeriría que la acumulación de capital se concentrara
en menos manos, no muy repartido entre el pueblo. Incluso si
la clase media de la base de la sociedad estadounidense tiene
también que ceder un poco. O al final, ceder mucho.
Sesenta y seis años después de este extraño desliz del
Departamento de Supervisión de la NEA, la Johns Hopkins
University Press publicó en 1966 un libro, Gordo y mezquino,
con noticias sorprendentes sobre nuestra ya bien escolarizada
sociedad. El libro informaba de que mientras la economía
estadounidense había crecido enormemente durante la década
de 1960, los salarios disponibles de la clase trabajadora no
habían crecido en absoluto en 30 años. Durante los booms de
los 80 y los 90, la capacidad adquisitiva había aumentado de
forma abrupta para el 20 por ciento de la población, pero en
realidad disminuyó para todo el resto en un 13 por ciento. Una
vez incluida la inflación, la capacidad adquisitiva de una pareja
de trabajadores en 1995 era solo un 8 por ciento más alta que la
de un solo trabajador en 1905.
El exorbitante descenso en la prosperidad pública
durante 90 años de intensa escolarización obligatoria llevó a los
padres del hogar al trabajo, dejando a los niños en los sistemas
de gestión de la guardería y la extendida escolarización. A
pesar de un siglo de discurso según el cual la escolarización es
la cura para la riqueza injustamente distribuida, ha ocurrido
justamente lo contrario. La riqueza estaba concentrada un 250
por ciento más a finales del siglo que a comienzos.
La Antigua Orden Amish tomó un camino diferente.
Hoy día un grupo de 150 000 personas – bastante próspero,
aunque prácticamente sin escolarizar – que se mantiene unido

99
por la religión y la cultura común, vino a los EE. UU. con poco
más que la ropa a sus espaldas. En su libro Amish Enterprise,
publicado en 1995, el autor Donald Kraybill, un especialista en
la vida Amish y académico de la Universidad Johns Hopkins,
dijo que los Amish...

...desafían muchos de los supuestos convencionales


sobre lo que hace falta para entrar en los negocios. No
tienen educación secundaria; no tienen formación
especializada; no usan ordenadores; no usan electricidad
ni coches; no tienen formación en cómo crear un plan de
marketing. Pero los recursos que importan de la granja
son: un espíritu emprendedor; una inclinación a asumir
riesgos; innovación; una gran ética de trabajo; una reserva
de trabajo familiar barata; y altos estándares de habilidad.
No quieren que sus tiendas y sus fábricas aumenten
de tamaño. Esto extiende el espíritu emprendedor
abiertamente por todo el poblado.

Hay más. Los Amish son famosos por ser buenos vecinos, los
primeros en ofrecerse como voluntarios en la gran comunidad
no Amish en momentos de necesidad. Abren sus granjas a
los niños de los suburbios y con frecuencia educan a niños
discapacitados del mundo no Amish a los que nadie más quiere.
Cultivan tan bien y de forma tan rentable, sin usar fertilizantes
ni pesticidas, sin tractores ni otra maquinaria compleja, que
Canadá, Rusia, Francia, México y Uruguay los han contratado
para que les ayuden a aumentar la productividad agrícola fuera
de los Estados Unidos.
En el juicio Yoder contra Wisconsin (1976), los Amish
lucharon contra el gobierno de Wisconsin para conservar su
forma de hacer las cosas ante el asalto burocrático. Y aunque el
fallo parece un acuerdo en el que ambas partes salen ganando
ligeramente, un examen más detenido no deja dudas acerca de
quién fue el verdadero ganador.

100
Harto del rechazo de los Amish a sus escuelas,
Wisconsin buscaba obligar a los Amish a cumplir sus leyes
seculares mediante su fuerza policial. Los Amish se opusieron
por estas razones: dijeron que la escolarización gubernamental
se basa en el principio del separador mecánico de leche.
Hacía girar la mente del joven hasta que tanto la estructura
social de la comunidad Amish, como la estructura de la vida
privada familiar, estuvieran divididas de forma irreparable.
La escolarización requería la separación de la gente de la vida
diaria, dividía el mundo en disciplinas, cursos, clases, notas y
profesores, quienes serían como extraños para los niños en todo
salvo en el nombre. Incluso la religión, separada de la familia y
la vida diaria, era solo otra asignatura para el análisis crítico y la
evaluación.
Y la competición constante era destructiva, que deja una
multitud de perdedores, humillados y odiándose a sí mismos,
estando esto a años luz del compromiso universal que requiere
la vida en la comunidad Amish. Como parte de algún acuerdo
con Wisconsin, los líderes de la comunidad exigían lo siguiente:

1. Que las escuelas estuvieran a poca distancia de casa;

2. Que ninguna escuela fuera tan grande que los alumnos


tuvieran que ser clasificados en diferentes compartimentos
y asignados a profesores diferentes cada año;

3. El curso escolar no se alargaría más de ocho meses;

4. Las decisiones importantes estarían bajo el control parental,


no bajo el de los burócratas.

5. Los profesores contratados debían ser conocedores y


comprensivos con los valores Amish y las formas rurales;

101
6. Se les debería enseñar a los niños que la sabiduría y el
conocimiento académico eran cosas diferentes.

7. Todos los estudiantes tendrían prácticas y formación


supervisadas por los padres.

¿Qué se puede aprender de Stanley y los Amish? Una cosa:


desechar cualquier creencia en el concepto por el que el hombre
de grupo describe algo real. Debemos darnos cuenta de lo
que nuestras huellas dactilares y nuestra intuición anunciaban
mucho antes del ADN: que no hay dos personas iguales, que
todas las “medias” son mentiras, y que a nadie se le puede
meter en números y gráficos. El uso de estos contra aquellos
demasiado débiles como para resistir es la Cama de Procusto,
traída a la vida moderna. Debemos abandonar la idea – y
castigar a aquellos que la retengan – de que la gente corriente
es demasiado estúpida, irresponsable e infantil para cuidar de
sí misma. Tenemos que respetar nuestros documentos e ideas
fundadoras, aceptar que cada uno de nosotros tiene el derecho a
vivir como él o ella estime conveniente, y que si la forma escogida
significa el desastre para las corporaciones – como seguramente
ocurriría con las formas de los Amish y de los Stanleys de entre
nosotros – aún así debería honrarse esa decisión.

102
4
El aula de David
Sarnoff

Una carta a mi director adjunto

Querido Murray,
me gustó nuestra charla del pasado viernes sobre
la organización oculta del Distrito Escolar Tres de
Manhattan. Me sorprendiste con tu franqueza. Espero que
podamos aprovechar esto para intercambiar algunas ideas
(discretamente por supuesto), que pudieran ser de mutuo
beneficio. Sé que la pedagogía oficial no perdona a aquellos
que exponen sus secretos, así que teniendo en cuenta que
me dijiste que esperabas trabajar aquí “siempre,” en lo que
sigue he sido discreto en caso de que esto caiga en manos
hostiles. He dejado mi propia presencia intacta, ya te
darás cuenta. En primer lugar, no tengo ninguna intención
de trabajar aquí siempre, y en segundo lugar, crecí en el
Valle Monongahela cerca de Pittsburgh, en la época de
la Segunda Guerra Mundial, y ese lugar medio irlandés,
medio escocés, me enseñó (incluso en sus escuelas) a
participar de la lucha contra los canallas, los sinvergüenzas

103
y la escoria, etiquetas que se ajustan a nuestros patronos
comunes.
Hace poco paseaba por el campus de Harvard en
Cambridge, simplemente por pura diversión, y en aquella
caminata localicé un panfleto colgado de un tablón de
noticias de uno de los edificios, que tenía consejos para
los estudiantes que pensaran en una carrera en la nueva
economía internacional que, según predecía, estaba por
llegar. En primer lugar, el panfleto advertía de que el trabajo
académico y los credenciales profesionales contarían
menos en el futuro, y que un historial de habilidades que
sugirieran aptitud contaría más. Esto parecía una forma
de poner el cascabel al gato de los promedios escolares y las
clasificaciones según los exámenes, delatándolos como los
fraudes que son, aunque de la forma elíptica tradicional de
los charlatanes de cualquier lado. Esto atrajo mi atención,
así que seguí leyendo.
El panfleto identificaba nueve cualidades que el autor
sentía que eran esenciales para una exitosa adaptación
al mundo del trabajo por llegar, así que te pido, Murray,
que dejes de lado temporalmente tu habitual apología de
las descaradas escuelas del Distrito Tres y me permitas
saber cuáles de las nueve son las prioridades del rico
distrito escolar para el que trabajamos en la parte oeste de
Manhattan:

1. La habilidad para hacer preguntas difíciles sobre


datos, ya sea de libros de texto, autoridades u otras
fuentes “expertas.” En otras palabras, ¿enseñamos
dialéctica?
2. La habilidad para definir problemas de forma
independiente, evitando la dependencia servil de
las definiciones oficiales.

104
3. La habilidad para echar un vistazo a grandes
cantidades de información irrelevante y extraer
rápidamente del fango lo que pueda ser útil.
4. La habilidad para conceptualizar.
5. La habilidad para reorganizar información en
nuevos patrones que permitan una perspectiva
diferente de la habitual.
6. La posesión de una mente fluida a la hora de
moverte entre diferentes modos de pensamiento:
deductivo, inductivo, heurístico, intuitivo, etc.
7. Facilidad en la colaboración con el compañero o
en equipo.
8. Habilidad para la discusión de asuntos, problemas
o técnicas.
9. Habilidad en retórica. Convencer a otros de que tu
dirección es la correcta.

Ahora, desde donde estoy, y he estado en el Distrito Tres


durante casi tres décadas, no enseñamos ninguna de estas
como norma. Y por una buena razón. Los estudiantes así
instruidos destruirían la estructura de la escolarización
conocida y todas las cómodas jerarquías de las que algunos
de nosotros dependemos.
Solo piensa por un segundo acerca de la trasmisión de
aptitudes. La gente de nuestra escuela viene mayormente de
familias de trabajadores pobres, pero hemos abandonado
los programas de comercio y cocina, los deportes
interescolares, las fiestas escolares, el arte y la música. No
solo no pueden leer, escribir o contar muy bien nuestros
niños; ahora no pueden clavar un clavo, lijar una tabla,
usar una sierra, girar un destornillador, cocer un huevo, o
encontrar formas de entretenerse y mantenerse sanos. En
pocas aulas, muy pocos profesores saben cómo enseñar a
los jóvenes alguna capacidad; pero en realidad, hacer esto

105
ha de lograrse como una forma de sabotaje porque nunca
sería autorizado por la autoridad. Cada desviación del
protocolo estandarizado debe ser refrendado numerosas
veces, haciendo casi imposible enseñarlo correctamente,
adaptarlo a personas, condiciones y oportunidades
concretas.
Ahora, para contrastar, piensa en la escuela de David
Sarnoff – la calle. Sarnoff, como encargado de la RCA, ha
sido una fuerza principal durante el siglo veinte, aunque
sus primeros días los pasó en un shtetl21 en Rusia sin ser
escolarizado. Pronto, tras su llegada a la ciudad de Nueva
York con su familia, su padre murió de repente – dejando
a David, a los nueve años, como sostén de la familia. En
apenas cinco meses podía leer inglés lo suficientemente
bien como para leer los periódicos, y hablarlo lo bastante
bien como para lograr la subsistencia de la familia como
repartidor de periódicos – medio centavo por cada
periódico vendido. ¿Crees que fueron las clases de inglés de
la escuela las que suscitaron tal capacidad?
Cinco meses para una fluidez operativa. Sin escuela.
¿Qué te parece eso, Murray? A los catorce, Sarnoff tenía
su propio quiosco. Sin tiempo para obtener un título de
secundaria, sus textos eran lo que el pequeño David leía
en los diarios. Un día vio un anuncio de recadero en
Marconi Wireless. Fue en seguida a la empresa sin pedir
cita, irrumpió en la oficina del presidente sin previo aviso
y pidió el trabajo. Había quinientos chicos en la cola para
ser entrevistados, pero fue a David al que contrataron de
inmediato. Aquí hay una lección, Murray. Ojalá nuestra
escuela pudiera enseñarla. Esperar tu turno es a menudo
la peor forma de conseguir lo que quieres.

21 N.d.T. Antiguamente, era una villa o pueblo con una numerosa


población de judíos, de Europa Oriental y Europa Central.

106
Después de un año como recadero, Sarnoff aprendió por su
cuenta telegrafía, igual que Andy Carnegie lo había hecho
en Pittsburgh, incluso a una edad más temprana. Cuando
la Radio Corporation of America se tragó a Marconi
Wireless, estaba a la vanguardia de la tecnología que
necesitaba, gracias a su autoaprendizaje. Veinte y tres años
después, a los 39, era el presidente de la compañía. ¡¿Cómo
pudo ocurrir sin tener dinero, conexiones familiares, un
título de secundaria, o (¡buf!) un título universitario?!
Suena como una telenovela o una historia de Alger.22
Murray, no te atrevas a decir “aquellos eran tiempos más
sencillos” como si fueras un loro que repite algo que ha
escuchado; aquellos eran tiempos mucho más complicados
que esta yerma época que nos ha tocado, privada de
significado humano por la corporativización de todo. A los
nueve años, Sarnoff aprendió por sí mismo un trabajo; a
los 14 un negocio; a los 39, la presidencia de una poderosa
corporación tecnológica.
Fue capaz de moverse tan rápido porque tuvo la
oportunidad de pensar sobre asuntos serios antes de su
octavo cumpleaños, y vivir una vida significativa antes
de tener diez. Tuvo la oportunidad de añadir valor a su
familia y a su comunidad antes de los 15, y la oportunidad
de seguir después sus propios instintos y ambiciones.
¿Qué escuela conoces hoy día que permita tal cosa? Si
siguiéramos el mismo camino, la escuela dejaría de ser el
proyecto de empleo que realmente es.
No puedes aprender por tu cuenta sin una fortaleza
interior y una medida de seriedad, sin ocasión de
estar solo, para tener una amplia experiencia con

22 N.d.T. Se refiere al mito de Horace Alger, la clásica historia


estadounidense “de mendigo a millonario” proveniente de las
novelas de Horatio Alger.

107
la gente y grandes desafíos. La mayoría de los que
arbitramos la escuela somos engañados por rituales de
comportamiento disciplinado, bonitas exhibiciones de
pasillo y notas de exámenes. Si supiéramos qué esperar,
estaríamos horrorizados y cabreados por los destinos
vacíos en los que esta pérdida de tiempo valioso nos coloca.

La máscara de la reforma escolar


Visité recientemente una famosa escuela pública alternativa
en el este de Harlem que recibió un montón de elogios en los
últimos años. Fue fundada y dirigida por una mujer célebre,
Debbie Meier, una mujer con fama de ser sincera y directa.
Conocía muy poco a la señora Meier en los diez años antes de
que viera su colegio, y no tengo ninguna duda en decir que se
merecía todas las cosas buenas que se decían sobre ella: era más
lista que el hambre, dura como un clavo y generosa hasta decir
basta.
Pero al ver la escuela desde dentro durante unas pocas
horas, era imposible no ver lo lejos que estaba de los estándares
de excelencia, que no son muy difíciles de lograr – y que en
su día eran comunes en las escuelas del siderúrgico Valle de
Monongahela donde crecí. Ahí mismo podía ver cómo la
famosa escuela del este de Harlem estaba restringida por las
limitaciones familiares, muchas autoimpuestas por el hábito,
por la costumbre, por la falta de imaginación y por el distrito
escolar también, supongo. La famosa letanía negativa de no
puedes hacer esto; no puedes hacer aquello; hora de pasar a algo
diferente; ya puedes tomarte el próximo examen seriamente,
etc., sigue sana y salva en la famosa escuela.
Supongo que nada de esto era cosa de Debbie, pero,
siendo realista, tenía que operar dentro de una burocracia
madura, muy consciente de lo lejos que le permitiría desviarse

108
antes de que se la llamara del despacho de la dirección y fuera
castigada.
Las limitaciones más asfixiantes son producidas por
las raíces calvinistas tradicionales: desconfianza de los niños,
desconfianza de los profesores, reticencia a afrontar que la
adolescencia es una patraña, miedo a quedar mal, miedo a
sacar malas notas en los tests estandarizados y la represión de
la imaginación – represión voluntaria – que el personal docente
imponía a aquellos de sus compañeros que todavía no habían
perdido su talento.
Tras esa visita me sentí fatal. La escuela de Debbie era
claramente un lugar mejor para los niños que las escuelas del
Distrito Tres, y aunque David Sarnoff no hubiese desperdiciado
su tiempo allí, tampoco hubiese tenido nada auténtico que
ofrecer al señor Sarnoff. Lo que más me impactó fue el
programa de servicio comunitario de la zona este de Central
Park – el servicio comunitario era un requisito de asistencia,
y algo que utilizaba mucho en mi propia práctica docente. Me
había producido sorprendentes beneficios en todas las áreas del
currículo. Era partidario de ello.
Pero en esta famosa escuela – que matriculaba a
estudiantes mayores de lo que era David Farragut cuando
tomó el mando de un barco de guerra; mayores de lo que
era Washington cuando aprendió trigonometría, topografía,
arquitectura naval y ciencia militar – en esta famosa escuela se
les asignaba a los alumnos a hacer servicio comunitario durante
dos horas a la semana. Dos horas a la semana. ¿Quién en su
sano juicio iba a querer que un quinceañero se dejara caer dos
horas a la semana, con toda la contabilidad, la formación, la
supervisión y la molestia que ello requiere? Era una forma de
trivializar fatalmente el ideal de servicio, convirtiéndolo en una
faena superficial para todos los interesados.

109
El Informe del Comisionado
Una vez, el director del instituto más rico del Distrito Tres –
sabrás al que me refiero, Murray – me preguntó en privado si
podría ayudarle a poner en marcha un programa para enseñar
pensamiento crítico. Por supuesto, contesté, pero si lo hacemos
bien tu escuela se volverá incontrolable. ¿Por qué iban a tolerar
los niños enseñados a pensar críticamente y a expresarse de
forma efectiva las tonterías que les impongas a la fuerza? Ese
fue el final de nuestra entrevista y del proyecto de pensamiento
crítico.
Murray, tú eres el único individuo que por voluntad
propia me habló alguna vez sobre el sistema pedagógico, en los
26 años de profesión. El único. En las miles de horas que me
he pasado en las salas de profesores y en las reuniones, ni una
sola alma aparte de ti estuvo dispuesta a discutir nada profundo
acerca de nuestras ideas sobre la pedagogía, nada que pudiera
meterles en problemas. Por supuesto, ese vacío intelectual dice
algo espantoso sobre la profesión que se ha tragado tu vida y la
mía.
Mi felicitación es una trampa que se encuentra en
la siguiente cuestión: a finales de 1988, nuestro rico distrito
estaba, según las estadísticas, en el último lugar según una sosa
publicación del Comisionado Estatal de Educación, que parecía
una guía telefónica. Tenías que manipular los números durante
mucho tiempo para darte cuenta de lo que decía realmente, pero
cuando lo hice, parecía decir que éramos el peor distrito escolar
del estado de Nueva York, el 736º de 736, en ciertas categorías
clave. Pero nuestra zona de la ciudad es mundialmente famosa,
¿no? Tenemos excelentes universidades, famosos institutos
de investigación, museos, centros de arte, el mejor sistema de
transporte de alrededor... ¿Qué es lo que está pasando?
Sabes el desprecio que siento por las herramientas
que se usan para clasificar al alumnado, pero en este caso voy
a ser incoherente y a citarlas como medida del fracaso del

110
distrito escolar. En matemáticas y lectura de tercero, estamos
los últimos. Solo estamos a nueve puestos del último lugar en
escritura de quinto, en lectura de sexto, matemáticas y estudios
sociales – y en séptimo tenemos una distinción en matemáticas
y biología.
Escucha, amigo; no podemos estar los últimos o casi
los últimos de las 736 jurisdicciones escolares en tantas medidas
sin ser pésimos, no solo malos. El último no es un nivel de
fracaso fácil de conseguir; ser el último es un acto original.
La familia Sarnoff hubiese dado las gracias a Dios por que el
Distrito Tres no hubiese puesto sus garras sobre David. ¿Esta
es la profesión en la que quieres estar “siempre”? Sobrepasa
mi imaginación. Deberías estar avergonzado por cobrar, por
malgastar las vidas de estos niños atrapados. He ido a muchas
reuniones de la junta escolar buscando, como Diógenes, a un
miembro de la junta o a un gerente honesto, a una persona que
pareciera estar preocupada. Pero lo único que he visto han sido
oleadas de autocomplacencia y una engreída indiferencia por el
sufrimiento que estábamos causando.
Según el Informe del Comisionado, el profesor promedio
en nuestras escuelas ha estado ahí durante dieciséis años, una
señal de estabilidad; pero la reposición de profesores está en
un increíble 22% anual, ¡casi el más alto del estado de Nueva
York! ¿Qué podría explicar tal anomalía? En algunos negocios,
una reposición como esa causaría una reestructuración de
la administración. Merma la confianza; hace que el colegio
pierda su memoria. Pero aún así... Aún así, ¡tenemos todos esos
profesores que se quedan también! ¿Por qué? Déjame decirte
por qué.
Los administradores de la escuela han creado un sistema
de castas, en combinación con el sindicato de profesores. Ciertos
profesores en cada una de nuestras escuelas han sido premiados
con buenos programas, buenas aulas, buenos niños a cambio de
su lealtad y su cooperación. El poder de otorgar estos privilegios

111
aumentará fatalmente si alguna vez obtenemos la así llamada
remuneración en función de los “méritos” (¿Quién decidirá esos
“méritos” si no los acomodados administradores?). Estos favores
son recompensas para aquellos que cooperan, estos privilegios
se compran explotando a otros desgraciados profesores, a
menudo los más recientes a los que se les deja con una carga de
trabajo imposible y abandonan rápidamente la profesión.
La situación que estoy describiendo es universal y
constituye la píldora tóxica de las propuestas de méritos.
El mérito desde luego NO iría a los merecedores – como un
alumno, padre o ciudadano definiría el mérito – sino como lo
haría un administrador escolar. Cuando el 22% de los profesores
no aguanta más de un año, el sistema de castas que corrompe
nuestras escuelas es parcialmente responsable. Nadie se molesta
en preguntar a los 100 o 150 profesores que abandonan cada
año por qué lo dejaron. Porque todo el mundo ya lo sabe.

La economía en la sombra de las escuelas


Los profesores con acuerdos no constituyen la totalidad del
empleo no productivo de las escuelas. Ha habido tal inflación
de la administración, tanto visible como invisible, que desafía
la imaginación. Por ejemplo, ¿qué te parece esto? La proporción
alumno/profesor en nuestro distrito escolar está registrado en
los informes estatales como de 15:1, pero en cualquier lado el
número de niños en una clase es de 30 o más: la mitad de toda
la energía docente ha sido desviada a tareas administrativas de
la economía en la sombra de la política del equipo directivo.
Ninguna empresa saludable puede permitirse este grado de
engaño. Es de los profesores a los que no se les unta con estos
acuerdos no docentes de los que deberías preocuparte. Se
vuelven amargados y cínicos. Encuentran formas de vengarse,
formas de recortar su propia producción. Vosotros los
administradores habéis creado un desastre untando con tratos

112
a vuestros preferidos.
No puedo eludir la conclusión de que ambos estamos
envueltos en un proyecto de ingeniería social cuya misión es
la de debilitar la mente de los niños y darles un mal carácter –
todo escondido bajo la mojigatería que rezumamos en el día de
visita de los padres. Escuché a un director (un hombre decente
a su juicio, estoy seguro), decir a una gran audiencia que el daño
ya se le había hecho a los niños antes de que llegaran a él en
séptimo, y que su trabajo era aliviar el dolor y hacerles sentir
bien mientras tanto, porque sus limitados futuros ya estaban
predeterminados.
¿Puedes creerlo? ¡El caradura! No podría habérmelo
inventado. ¿No es la función de la morfina o el crack la de
apaciguar el dolor? Pudiendo elegir entre esas sustancias y la
escuela como analgésico, debes estar trastornado para elegir la
escuela.
Dos leyes del distrito en particular han destruido la
capacidad para tener un pensamiento constante de los niños. La
primera fue la decisión política, tramada en la Fundación Ford,
creo recordar, de no controlar el comportamiento intolerable
en el aula bajo el argumento de que la frustración hace que los
infractores tengan una baja autoestima. Mientras se imponía
esta ley (y después), se mantenía la retórica del comportamiento
decente, como si nada fuera de lo común estuviera sucediendo.
Dime, ¿hay alguna diferencia con el Gran Hermano23 que
anunciaba el aumento de la ración de chocolate cuando se
estaba reduciendo? El grado de insolencia que nuestra nación
ha asignado a su gente corriente no sería posible a menos que
en algún lugar de los centros de control no se hubiese decidido
que el hombre y la mujer común debían ser despojados de su
capacidad para rebelarse. Y también que se les podría mentir
sin escrúpulos porque su dignidad no importaba. O sus vidas.

23 N.d.T. El autor se refiere al Gran Hermano de la novela 1984, de


George Orwell.

113
Mientras se imponían estas condiciones para el caos, se
estaba formando una especie de selección donde las “mejores”
clases (de la parte oeste liberal, lo que quiere decir solo las clases
blancas) debían estar sujetas a estándares tradicionales. En
cuanto al resto, el grupo de niños que se porta bastante bien,
estaría compuesto por una mezcla de estudiantes violentos,
inquietos y perturbadores solo hasta que fuera posible un nivel
de instrucción rudimentario. Para liberar a los administradores
escolares de la tediosa función de ayudar a mantener el orden
del lumpen proletariat24. La alteración del aula se consideraba
ahora, a nivel sistémico, un problema de mala docencia. En
otras palabras, si te quejabas, o pedías ayuda, se te trataba
con desprecio y tu trabajo estaba en peligro. ¡Mirabile dictu!25
La carga de la disciplina se desvaneció como responsabilidad
administrativa. Y debido a que los niños, razonablemente
pacientes, se enfadan con la ineficacia del profesor en mantener
el orden, muchos de los niños respetuosos se unían también a
los desestabilizadores. ¿Eso te sorprende, Murray? Me refiero a
la conexión entre causa y efecto.
Otra decisión política destructiva fue el proyecto de
inscribir a niños perjudiciales de otros distritos escolares, para
esconder la reducción en la matriculación del Distrito Tres –
¡Un descenso en la población estudiantil causado por la mala
reputación que había adquirido el Distrito Tres tras la primera
ley! En 1984, después de caer a la tasa de matriculación más baja
de cualquier distrito de la ciudad de Nueva York (10 000), se
matricularon 3000 niños medio locos. Era como verter los
desperdicios de las prisiones cubanas en los Estados Unidos en
la época de la crisis. Se tomó esta decisión radical sin ninguna
consulta a los padres en absoluto, o a los profesores que debían

24 N.d.T. Término alemán acuñado por Karl Marx referido a la


porción de la clase social trabajadora sin ninguna utilidad en la
producción social ni utilidad para la revolución.
25 N.d.T. Del latín, “maravilloso de contar”.

114
controlar a estos niños salvajes. Al incorporarlos a lo que eran
unas clases apacibles, se desató el infierno, por supuesto. ¿Cómo
se podría haber evitado? Los directores comenzaron a cerrar con
llave las puertas de sus oficinas. Rápidamente, el Distrito Tres se
desmoronó al último puesto de la clasificación estadística de la
ciudad. Después, ¡al último del estado! Qué película se hubiese
hecho de aquello.

***********

En 28 años de docencia, nunca he visto a un administrador


aumentar los estándares de lo que esperamos de los niños, o
de lo que esperamos de nosotros. No obstante, nos ahogamos
en la retórica de las altas expectativas, que solo aquellos que
llevan gorros de papel de aluminio tomarían en serio. El
hecho de cambiar de directores es indiferente a la calidad de la
escolarización: unos son más gordos, otros son más chillones,
unos son negros, otros blancos, unos hispanos, otros más viejos
o más jóvenes – pero todos bailan al son de la misma extraña
música de flauta que viene de arriba. Durante décadas he visto
un triste desfile de hombres y mujeres hacer promesas desde
la oficina del director y cada uno de ellos al final hizo algún
movimiento en falso que cabreó a sus gerentes y abandonaron.
En todo ese tiempo solo un director, un hombre que
se hizo con la plaza gracias a un acuerdo con mi mujer (el
voto decisivo en la Junta Escolar de aquel momento), en el
que aceptó reafirmar la independencia de la camarilla de
influyentes chismosos y de otros que dirigían el distrito. En
un solo año la moral de los profesores se disparó – junto a las
medidas de realización – y el distrito se disparó del último en
las clasificaciones de la ciudad a los mediocres puestos de en
medio.

115
Eso fue difícil de tolerar. El tipo fue despedido por su
insolencia ante sus superiores, despedido en una reunión pública
a la que asistieron todos los políticos locales y los líderes de los
clubes políticos, en la que desde el podio fue denunciado por
un legendario político de la parte oeste, conocido en los medios
como “la conciencia del ayuntamiento.” Ya ves, Murray, había
demasiado en juego – no solo dinero, sino carreras, patrocinios
y estatus ideológico – para permitir que realmente ocurriera
algún cambio. Son los accionistas invisibles de la escolarización
los que tendrían que aprobar los cambios, y solo en un cuento
de hadas (o bajo circunstancias temporales especiales),
puede ocurrir eso. Esto no quiere decir que los villanos de mi
historia son malas personas; muchos son bastante decentes e
inteligentes, como tú, Murray. Quiere decir que el objetivo de la
ambición y la supervivencia siempre sobrepasa al compromiso
por la excelencia.
Es un problema antiguo. Los profesores de gimnasia y
los de matemáticas llegan a directores y administradores porque
tienen menos trabajo que hacer durante el día escolar, menos
estrés, y pagan el menor coste emocional al hacerlo. Tienen
tiempo para barrer para casa. Mientras escalan la pirámide, se
rodean de amigos leales que actúan como parachoques, siempre
cautos de incluir portavoces de cualquier interés especial que
pudiera alterar esos cómodos acuerdos.

La escuela como narcótico


¿Qué hemos hecho, Murray? Rellenar pizarras y libros
de ejercicios, poner vídeos, embutir sus cabezas con una
información tan desconectada que incluso hemos descartado
la idea de calidad. Y al bañar constantemente a los jóvenes en
la pasividad, al ducharlos con órdenes insignificantes y timbres
por su propio bien, hemos creado una fundición donde forjamos

116
hombres y mujeres incompletos.
Los productos de nuestra escuela salen solo con un débil
entendimiento del pasado, con un vacío donde debería estar la
comprensión; no tienen capacidad para visualizar el futuro. A
todos y cada uno de los alumnos de secundaria de la ciudad
de Nueva York se les enseña que Vietnam del Norte y Vietnam
del Sur son un mismo país, dividido, y todos sus profesores lo
creen también. Pero la verdad es que por miles de años eran tres
países – y siendo solo obligados a estar juntos durante un breve
periodo bajo la dominación francesa. La civilización de los dos
países del norte, Annam y Tonkin, proviene mayormente de
China; la cultura de Vietnam del Sur, un país conocido como
Champa, viene – como Camboya – de la India. Las dos regiones
han estado luchando durante casi dos mil años. Como con los
suníes y los chiíes en el país artificial fabricado por los británicos
llamado Irak, no hay “solución” al conflicto – solo violencia que
se renueva periódicamente. ¿Por qué no sabes esto, Murray?
Tu acreditación dice que eres “profesor de historia”. pero lo que
enseñas es propaganda.
Los niños de pesadilla son cosa nuestra, enfermos por
nuestra indiferencia; algunos tienen la capacidad de curarse,
la mayoría no. Estos son niños de pesadilla, digo: sin intereses
vitales, son criaturas entrenadas para organizar su tiempo en
ataques de entusiasmo y diversión, o para escapar del castigo.
Los mapas que llevan del camino que tienen por delante son
falsos. La crónica más curiosa sobre estos niños es la de las miles
de horas que desperdician en las que no exploran, no juegan, no
buscan oportunidades para su propio beneficio – sino que las
pasan viendo a otra gente en la televisión, en los vídeos musicales
y en los videojuegos.
Los niños sensatos nunca harían eso – la vida de
cualquiera es demasiado corta para aceptar tal nivel de pasividad
y fantasía. A ver qué te evocan estas cifras: en las familias en
las que el marido y la mujer nunca se han divorciado, y donde

117
la mujer no trabaja, el índice de audiencia – de la televisión y
demás – cae a una décima parte de la media urbanita.
La institución para la que tú y yo trabajamos crea
adicción. Crea adicción en los niños a preferir las abstracciones
pobres y las fantasías aburridas en lugar de la realidad. A medida
que me he ido haciendo mayor, he llegado a pensar que los
buenos profesores son más peligrosos que los malos. Mantienen
esta enferma institución con vida.
Viejo amigo, he terminado. Voy a hacer circular esta
carta por la nueva junta escolar con la esperanza de que pueda
hacer pensar a algunos. No tengo la más mínima razón para
pensar que lo hará, pero eso no me excusa de intentarlo.

118
5
Héctor no es el problema

Lo dejo
Durante mi trigésimo año como profesor en el Distrito Tres de
la Comunidad Escolar, Manhattan, después de enseñar en los
cinco institutos del distrito y batirme en duelo con un profesional
administrativo tras otro mientras luchaba por deshacerse de mí;
después de que suspendieran mi acreditación dos veces por
insubordinación y de que encubiertamente me despacharan una
vez que estaba de baja médica; después de que la Universidad de
la Ciudad de Nueva York me pidiera que fuera, por un periodo
de cinco años, conferenciante en su departamento de educación;
(donde quedé primero entre los 250 profesores de la facultad en
las “Puntuaciones de los estudiantes de la facultad” cada año
que estuve); después de organizar y producir la recaudación
de fondos permanente más exitosa del colegio en la historia de
la ciudad de Nueva York; después de ayudar a que una clase
entera de octavo realizara más de treinta mil horas de servicio
voluntario a la comunidad; después de organizar y financiar una
cooperativa de alimentos dirigida por estudiantes, conseguir
más de mil prácticas profesionales, y dirigir la recogida de
decenas de miles de libros para la construcción de bibliotecas
estudiantiles privadas; después de producir cuatro diccionarios
hablados para ciegos, escribir dos musicales estudiantiles

119
originales y crear una flota de otras iniciativas para reintegrar a
los alumnos en una realidad humana más amplia – lo dejo.
Fui Profesor del Año del Estado de Nueva York cuando
ocurrió. Una acumulación de indignación y frustración que se
hizo demasiado pesada es lo que finalmente acabó conmigo.
Para probar mi resolución, mandé un breve ensayo al Wall
Street Journal titulado Lo dejo, creo. En él, explicaba mis razones
por las que decidí tirar la toalla, a pesar de no tener ahorros y
no tener la más mínima idea de qué otra cosa podría hacer, a
mis cincuenta y tantos años, para pagar el alquiler. El ensayo al
completo dice así:

La escolarización gubernamental es la aventura más


radical de la historia. Mata a la familia al monopolizar los
mejores momentos de la infancia y al enseñar la falta de
respeto hacia los padres y el hogar. El proyecto al completo
es egipcio, no griego ni romano. Nace de la idea teológica
según la cual el valor humano es algo escaso, representado
simbólicamente por la estrecha cima de la pirámide.
Esa idea pasó a la historia americana a través de los
puritanos. Encontró su presentación “científica” en la
curva de campana, que dice que el talento supuestamente
se reparte de acuerdo a alguna ley de hierro de la biología.
Es una idea religiosa, y la escuela es su iglesia. Ofrezco
rituales para mantener a raya la herejía. Proporciono
documentación para justificar la divina pirámide.
Sócrates previó que si la enseñanza se convertía en
una profesión formal, algo como esto pasaría. El interés
profesional está servido haciendo parecer difícil lo que es
fácil; subordinando a los legos al sacerdocio. La escuela
es demasiado importante como proyección de empleo,
facilitador de contratos y protector del orden social como
para dejar que se la “reforme”. Tiene aliados políticos
para escoltar su marcha; esa es la razón por la que las

120
reformas vienen y van sin que se vea muy alterada. Ni
los reformadores pueden imaginar que la escuela sea muy
diferente.
David aprende a leer a los cuatro años; Raquel, a los
nueve: en un desarrollo normal, cuando ambos tengan
trece, no podrías decir quién aprendió primero – el margen
de cinco años no significa nada en absoluto. Pero en la
escuela, etiqueto a Raquel como “con dificultades para el
aprendizaje” y freno un poco a David, también. Por un
sueldo, le enseño a David a que dependa de mí para decirle
cuándo tiene que seguir y cuando parar. No dejará atrás
esa dependencia. Identifico a Raquel como mercancía
de oferta, carne de cañón de “educación especial.” Estará
encerrada en su sitio para siempre.
En treinta años de enseñar a niños, ricos y pobres, casi
nunca me encontré con un niño con dificultades para el
aprendizaje; tampoco me topé casi nunca con uno dotado
y talentoso. Como todas las categorías escolares, estos
son mitos sagrados creados por la imaginación humana.
Derivan de valores cuestionables que nunca examinamos
porque preservan el templo de la escolarización.
Ese es el secreto tras los exámenes de respuestas cortas,
los timbres, los bloques de tiempo uniformes, la evaluación
por edad, la estandarización, y todo el resto de la religión
escolar que castiga a nuestra nación. No hay una forma
correcta de educarte; hay tantas formas como huellas
dactilares. No necesitamos profesores autorizados por
el estado para hacer que la educación tenga lugar – la
autorización probablemente garantice que no lo haga.
¿Cuántas pruebas más son necesarias? Los buenos
colegios no necesitan más dinero ni un curso más largo;
necesitan elecciones de un verdadero libre mercado,
una diversidad que hable a cada necesidad y asuma
riesgos. Tampoco necesitamos un currículo nacional ni

121
una evaluación nacional. Ambas iniciativas surgen de
la ignorancia de cómo aprenden las personas o de una
indiferencia intencionada. No puedo enseñar más de esta
forma. Si saben de un trabajo donde no tenga que hacer
daño a los niños para ganarme la vida, háganmelo saber.
El próximo otoño estaré buscando trabajo.

Envié mi breve ensayo en marzo, y me olvidé. En algún momento,


debo haber recibido una nota diciendo que sería publicado según
el criterio del editor. Pero si fue el caso, se me hubiese olvidado
rápidamente, entre la multitud de sentimientos turbulentos
que acompañaban mi propia lucha interna. Finalmente, el 5 de
julio de 1991, conté hasta diez y lo dejé. Veinte días después, el
Journal publicó el artículo.


***********

Mirando hacia atrás a una carrera docente de treinta y un años


llena de recompensas y premios, de alguna forma no puedo
creer del todo que pasara tanto tiempo institucionalizado en la
tierra. No puedo creer que se permita en absoluto la existencia
de la escolarización centralizada como una gigante máquina
de adoctrinamiento y de clasificación, que roba sus niños a la
gente. ¿Ocurrió esto de verdad? ¿Fue esta mi vida? Que Dios
me ayude.
La escuela es una religión. Sin entender este aspecto de
su misión sagrada, seguramente percibas de forma errónea lo
que sucede allí como resultado de la estupidez humana, o de
la venalidad o de la lucha de clases. Todas están presentes en
la ecuación; es solo que ninguna de ellas importa demasiado –
incluso sin ellas, la escuela se movería en la misma dirección.

122
La gente corriente manda a sus hijos a la escuela para que
se hagan listos; pero lo que enseña la escolarización moderna es
estupidez. La estupidez antigua solía ser simple ignorancia. Ahora
se ha transformado en categorías matemáticas permanentes de
estupidez relativa, como la de “dotado y talentoso,” “normal,”
o “educación especial” – categorías en las que el aprendizaje se
raciona por el bien del sistema y el orden social. La gente estúpida
ya no es simplemente ignorante. Ahora son peligrosos imbéciles
cuyas mentes deben ser condicionadas con abundantes dosis de
desinformación, preparada comercialmente con el objetivo de
tranquilizar.
La nueva estupidez es particularmente mortal para los
niños de clase media y media-alta, a los que las presiones por
adaptarse, impuestas por el mundo a sus ligeramente arraigados
padres, ya les han hecho superficiales. Cuando estos niños se
convierten en adultos, saben con certeza que deben saber algo,
porque sus títulos y sus acreditaciones así lo dicen. Permanecen
convencidos de esto hasta que un divorcio inesperadamente
brutal, un recorte de plantilla corporativo o ataques de pánico
provocados por algún sinsentido consiguen descomponer
el precario equilibrio de sus vidas adultas incompletas. Alan
Bullock, el historiador inglés, dijo que la maldad es un estado
de incompetencia. Si tiene razón, entonces nuestra aventura
escolar llenó el siglo veinte de maldad.
Una vez que a los mejores niños los fractura tal
sistema, se desintegran moralmente, volviéndose dependientes
de la aprobación del grupo. Una becaria de la National Merit
Scholarship Program de mi propia familia en su día escribió
que su sueño era ser “una pequeña parte de una gran máquina.”
Me rompió el corazón. Lo que los niños atontados por la
escolarización no pueden hacer es pensar por ellos mismos o estar
tranquilos mucho tiempo sin volverse locos; los estupidizados
niños y niñas revelan su dependencia de muchas formas y son
fácilmente explotados por sus mayores más informados.

123
Si crees que no se puede hacer nada por los tontos
excepto la bondad, porque se debe a la biología (el modelo de
la curva de campana); si crees que los opresores capitalistas
han arruinado a los tontos (el modelo neomarxista); si crees
que la estupidez refleja una fibra moral depravada (el modelo
calvinista), o que es la forma que tiene la naturaleza de
inhabilitar a los bobos para la lotería reproductiva (el modelo
darwinista), o la forma en que la sociedad te provee de alguien
que limpie tu aseo (el modelo pragmático-elitista), o que es una
prueba de mal karma (el modelo budista); si crees cualquiera de
las explicaciones dadas para la posición de los tontos en el orden
social, entonces estarás obligado a aceptar que es necesaria una
enorme burocracia para abordar el problema de los tontos. De
otra forma nos asesinarían mientras dormimos.
La posibilidad de que no exista gente tonta en
cantidades suficientes que justifiquen tantas profesiones
dedicadas a ocuparse de ellos puede parecerte increíble. Pero
es mi propuesta: la estupidez a gran escala primero tuvo que
imaginarse. No es real.

Héctor, el domador de caballos.


Mira a Héctor Rodríguez, de trece años, como lo vi yo por
primera vez un frío día de noviembre: menudo, de piel color
oliva, bajo, con enormes ojos negros, su cuerpo retorcido de
forma acrobática en un intento de burlar la entrada de la pista
de patinaje de la parte norte de Central Park. Conocía a Héctor
desde hacía unos meses, al haber sido profesor suyo, pero hasta
ese momento nunca lo había visto realmente, ni lo hubiese visto
entonces si no hubiese sido por el desconcertante misterio que
me ofrecía: se estaba colando con una entrada completamente
pagada en su bolsillo. ¿Estaba loco?
Al ver a Héctor apretado entre las barras de la puerta
giratoria de seguridad, grité: “Héctor, idiota, ¿por qué te cuelas?

124
¡Tienes un tique!
Me miró de una forma que decía, “¿por qué gritas?
Sé lo que hago.” Realmente parecía ofendido por mi falta de
comprensión.
Héctor estaba realizando un experimento para contestar
a una pregunta simple: ¿Podría derrotar a las barras giratorias
del torno automático? ¿Qué manera más segura de averiguarlo
que hacerlo con un tique pagado en la mano por si le pillan?
Más tarde, mientras buscaba pistas en los registros
escolares para entender a este chico, descubrí que, en este breve
periodo de tiempo en la tierra, había desarrollado un extenso
registro como fugitivo. A pesar de que ninguno de sus delitos
le hubiese hecho merecedor de más de una azotaina cien años
atrás, ahora ayudaban a sostener el imperio de los servicios
sociales.
Cuando ocurrió este incidente, Héctor iba a una de
las escuelas públicas peor valoradas del estado de Nueva York,
parte de un selecto grupo amenazado con ser tomado por los
supervisores estatales. De las trece clases en el curso de Héctor,
nueve estaban mejor valoradas que la suya. Héctor era un
salmón exhausto nadando contracorriente en una corriente
embravecida que amenazaba con borrar del mapa su dignidad.
Habíamos desatado el torrente al asignar a alrededor de unos
once mil niños a cinco categorías estrictas: “dotado y talentoso
con honores”; “dotado y talentoso”; “progreso especial”;
“normal”; y “educación especial”. (Los niños de esta última
tienen un valor en efectivo tres veces más alto que los otros,
y proporcionan un genuino incentivo para encontrar defectos
destructivos donde no existía ninguno).
Héctor pertenecía a la desafortunada categoría llamada
“normal,” y se dividía en aún más subcategorías etiquetadas
como A, B, C y D. Lo peor de lo peor, por encima de la educación
especial, estaba en el normal D. Aquí es donde estaba Héctor. Ya
que la educación especial era una cadena perpetua de ostracismo

125
y humillación a manos de sus colegas, podríamos llamar a Héctor
incluso afortunado de estar en normal, aunque siendo normal
D, estaba suspendido en esa fina capa de misericordia justo por
encima de los verdaderamente condenados. Las puntuaciones
en los tests estandarizados le pusieron alrededor de tres años
por detrás de la mitad del grupo. No es que llevara las de perder;
es que estaba criando malvas.
Poco después de encontrar a Héctor allanando la
propiedad, fue arrestado en una escuela primaria próxima con
una pistola. Era una pistola de mentira, pero a los secretarios y
al director de la escuela les pareció muy real. A Héctor le habían
dejado salir esa mañana por las vacaciones de Navidad, momento
en el cual salió pitando hacia su antigua escuela primaria (donde
todavía había clases), con la intención de liberar a los niños más
pequeños, liberar a los esclavos como un diminuto Espartaco.
Me enteré de esto cuando, en la fiesta de Navidad del personal,
el director vino a donde estaba acampado junto a la ensalada de
patatas y gritó: “Gatto, ¿qué me has hecho?”.
Viajemos un año en el futuro: Héctor es estudiante de
primer curso del instituto. En su segundo boletín de evaluación,
ha suspendido todas las asignaturas y se ha ausentado lo
suficiente como para que fuera citado por absentismo escolar.
¿Puedes ver a Héctor retratado por estos implacables
registros escolares? Pobre, pequeño para su edad, miembro de
una minoría, la gente importante no le presta atención, tonto
en una clase de supertontos, intruso estrafalario, pistolero, un
fracaso total en el instituto. ¿Puedes ver a Héctor? Seguro que
piensas que sí. ¿Cómo no? El sistema hace que sea muy fácil
clasificarlo y predecir su futuro.
¿Qué hace la sociedad con sus Héctor? Este es el chico,
multiplicado por millones, con el que la gente de la escuela se
desesperaba en cada década del siglo veinte. Este es el chico
que destruyó la misión académica de la escolarización pública
americana, convirtiéndola en una operación de almacenamiento,

126
una clínica de formación conductual y el ajuste de la actitud.
Cuando el Christian Science Monitor hizo un documental sobre
mi clase y la de Héctor, el director le dijo a los realizadores:
“Claro, el sistema apesta, pero John no tiene nada con que
reemplazarlo. Y por muy malo que sea el sistema, es mejor que
el caos”.
¿Pero es realmente el caos la única alternativa a un
sistema opresivo? Se le ha vendido la idea al país de que Héctor
es el problema de la escolarización moderna. Este error de
percepción es el demonio al que nos enfrentamos, bajo sus
numerosos disfraces y tras su transformativa retórica. La
escolarización obligatoria en sí misma fue concebida como
la vanguardia en una guerra contra el caos, el comienzo
del esfuerzo por mantener a Héctor y a los de su tipo bajo
custodia protectora. La gente importante cree, con el fervor
de los fanáticos religiosos, que la civilización puede sobrevivir
solo si continuamente se repelen y se encierran los impulsos
irracionales e impredecibles de la naturaleza humana, hasta que
su demoníaca vitalidad esté debilitada.

127
6
El Camino de Santiago

Realimentación
Déjame confesarte que desde el principio estoy en la junta de
asesores de una organización llamada TV-Free America. Como
profesor, descubrí que los niños que me ponían de los nervios
eran siempre los que veían mucha televisión. Su perfil de
comportamiento no era genial. Los niños adictos a la televisión
eran irresponsables, infantiles, mentirosos, mezquinos entre
ellos; sobre todo parecía que no tuvieran ningún propósito
propio en el que apoyarse, como si al consumir tantas historias
ficticias, al exponerse a tantos hombres y mujeres que pretendían
ser otra persona, al escuchar a tantas hamburguesas parlantes y
tantas explicaciones de cómo funcionan las cosas (patrocinadas
por empresas petrolíferas y consejos de productos lácteos),
hubiesen perdido la capacidad de comportarse con integridad
– de madurar.
Es casi como si al robarles el tiempo que los niños
necesitaban para escribir sus propias historias, la televisión –
como la misma escuela – hubiese empequeñecido sus espíritus.
Cuando aparecieron los ordenadores, vi que a menudo
agravaban el problema. Potencialmente, eran algo mejor,
debido a su capacidad de ofrecer interactividad, pero la mayoría
de usuarios que vi se regodeaban en el porno, en juegos en los

128
que jugaban contra programas, no contra otras personas, y
muchas actividades públicas que solo requerían consumo, no
un comportamiento activamente comprometido.
Incluso con Internet vi lo fácil que era cruzar la línea
hacia un estado pasivo a menos que se ejerciera una buena
disciplina, y sabía por experiencia lo difícil que era eso de
conseguir.
Al tratar de buscar una hipótesis apropiada con la que
fabricar antídotos al daño hecho, abandoné rápidamente el
sermoneo como solución. Cualquier cosa que se pudiera decir
en contra de la televisión, los juegos, Internet, y el resto de cosas,
se les había dicho a los niños tantas veces que sus mentes ya se
negaban a escuchar tales palabras. El alivio tendría que venir de
otra parte; si estas cosas eran realmente malas como yo creía, si
hacían disminuir el intelecto y corrompían el carácter como yo
sentía, tendría que encontrar la solución en la tendencia natural
de los jóvenes a mantenerse activos físicamente, no a sentarse,
antes de que suprimamos ese deseo con el encierro en las sillas
del colegio y con lisonjas comerciales para ver a los intérpretes
en lugar de interpretar ellos mismos.
El mecanismo maestro para hacer daño era la represión
de los circuitos naturales de realimentación que nos permiten
aprender de nuestros errores. Alguien que trate de aprender
a navegar solo en una pequeña barca inevitablemente virará
demasiado a la derecha y demasiado a la izquierda cuando
navegue con el viento, cuando el destino esté justo delante,
pero la práctica corregirá ese error de principiante porque la
realimentación instruirá la reacción y la decisión del marinero.
En el campo del dominio del discurso, con todos sus ritmos y
sintaxis complejas, una infinidad de tonos y tonos de dicción,
la variable más decisiva es el tiempo que pasas practicando. Y
en ambos ejemplos, cuando más exigente es la situación, más
rápido se alcanza la competencia.
La razón principal por la que las burocracias son tan

129
estúpidas es porque no pueden responder de manera eficiente
a la realimentación. Piensa en la administración de la escuela,
obligada por ley a seguir normas que se hicieron hace mucho
tiempo y muy lejos – como si las situaciones humanas fueran tan
predecibles que pudieran ser codificadas. La administración se
ofende con la realimentación de los padres, profesores, alumnos
o con la crítica externa, porque su cohesión interna depende de
normas, no de un toma y daca.
La absoluta necesidad de realimentación de todas partes
al educarte, (incluso sobre tus propios enemigos), me obligó a
observar detenidamente de qué forma tan estricta se les daba
órdenes a los alumnos – de una forma que hacía poco uso de
sus habilidades innatas para crecer mediante la realimentación.
Suponía que, al recuperar este circuito biológico natural, las
horribles muestras de comportamiento enfermo, debido a los
medios de comunicación, se reduciría entre mis alumnos. Y
estaba en lo cierto.
Ya tienes la información que necesitas para entender lo
que hizo diferente a mi Currículo de Guerrilla de los enfoques
“alternativos” comunes – su objetivo era la inactividad (e
incluso la actividad que no involucre la realimentación de forma
significativa). Suficiente actividad, por sí misma y dirigida en
cualquier dirección, haría que los niños redujeran el tiempo
gastado en quedarse mirando cajas iluminadas. Mi fuerte
corazonada era que las expresiones infantiles de los niños tienen
poco que ver con el contenido de la programación de los medios
de comunicación, y mucho que ver con un cálculo fatídico en el
que se sustrae la experiencia real de las vidas de los jóvenes, y se
suma en su lugar una experiencia simulada.
Me disponía a movilizar a mis alumnos a descubrir que
el compromiso cara a cara con la realidad era más interesante y
gratificante que ver el mundo preempaquetado de las pantallas
de los medios. Mi objetivo era ayudarles a desechar la vida
de espectadores que se les había asignado, para que pudieran

130
ser actores. No podía decir a nadie del mundo escolar lo que
estaba haciendo, pero hice arduos esfuerzos por reclutar a los
padres como participantes activos. Igual que Shen Wenrong
infringió muchas leyes para llevar la planta de acero de Phoenix
a Shanghai tres veces más rápido de lo que los ingenieros
alemanes lo hubiesen hecho, infringí muchas para poner en
práctica este Currículo de Guerrilla. Desde el principio ofreció
resultados esperanzadores.
Zambullir a los niños en las estresantes pero estimulantes
aguas de la vida real – mandándolos en expediciones por todo
el estado, abriéndoles el sistema judicial a sus demandas, y
la economía a sus negocios, llenando los foros de discusión
con sus discursos y acción política – les hizo darse cuenta,
sin sermones, de cuánto de su tiempo, por norma general,
estaban desperdiciando sentados en la oscuridad. Y a medida
que arraigaba esa comprensión, su dependencia de las casas de
muñecas electrónicas disminuía.

El Camino de Santiago.
Una importante inspiración para este currículo transformativo
vino de un camino de peregrinaje medieval por el norte de
España llamado el Camino de Santiago. Cada año miles de
personas bien educadas, y a menudo expertos, de todo el
mundo, caminan cientos de kilómetros a lo largo del camino
hasta el lugar de entierro del apóstol Santiago en Santiago de
Compostela, una ciudad al noroeste de España. La costumbre
empezó hace mucho tiempo, pero en la época moderna ha ido
adoptándose cada vez más por gente no religiosa en el sentido
habitual, más bien gente moderna enajenada por la presión de
la vida actual. Hacen el peregrinaje para construir una nueva
relación consigo mismos, para sentirse autosuficientes, estar
cerca de la naturaleza, disfrutar de la historia y la cultura y tener
tiempo para pensar en las cosas.

131
Mi suposición era que si la televisión y los ordenadores
habían enajenado a mis chicos de sí mismos, de sus familias, de
la naturaleza, quizá un peregrinaje similar podría ayudarles a
encontrar la forma de regresar. Actuando en conspiración con
los padres que estaban tan desesperados como lo estaba yo,
mandé a mis alumnos de 13 años a un viaje a pie, y solos, a
través de los cinco distritos de la ciudad de Nueva York. Unos
caminaron la circunferencia de Manhattan, una distancia
de 48 kilómetros; otros caminaron por los diferentes barrios,
comparándolos, creando perfiles de la gente y los negocios de
cada uno según las pistas de su vestido, habla, arquitectura,
arreglos de las ventanas – integrando estas observaciones de
primera mano con entrevistas e investigación en la biblioteca
(que en gran parte puede encontrar en Google hoy día).
Algunos niños cartografiaron Central Park en sus
diferentes aspectos, algunos cartografiaron grandes campus
universitarios, distritos comerciales, iglesias, museos – algunos
invadieron tales departamentos gubernamentales como la junta
de educación o la comisaría de policía, pero no en excursiones
escolares. De forma individual. Describían y analizaban lo que
veían ahí, redactaban folletos de guía para otros, intentaban
dominar el carácter y la utilidad de estos lugares.
A nadie se le obligaba a hacer una expedición solo,
aunque eso era lo que producía el máximo valor. Pero durante
todo el año escolar había una oferta en pie disponible para que
cualquiera pudiera cogerse uno o dos días (o diez, aunque eso
requería más astucia para superar la burocracia) para explorar
algo sin venir al colegio – siempre y cuando estuviese dispuesto
a caminar solo y a comprometerse con algún área de estudio.

Una guía de Islandia para el visitante


Debido a que mi yerno es islandés, estaba entusiasmado
por aprender lo que pudiera acerca de esa cultura remota. Y

132
haciendo una investigación privada me topé con otra fuente
rica en inspiración para el currículo que estaba creando sobre
la marcha. Islandia tiene una guía turística maravillosa que
alguien me dejó, A Visitor’s Key to Iceland. Este libro único sigue
cada camino de ese país, paso a paso, trayendo la tierra misma y
todo su entorno construido completamente a la vida: se piensa
que dos cofres de plata están escondidos en esta colina. Aquí
un puente que se derrumba permitió a un asesino escapar – ¡Y
probó su inocencia! En esta fuente termal un famoso forajido
cocinó su carne. Por allá hay una granja cuyos residentes se
negaron a dar cobijo a una mujer embarazada – y fueron
enterrados vivos por un desprendimiento esa misma noche.
Esto es historia en su máxima expresión, animándolo
todo, dando intensa vida a las líneas abstractas del mapa o a
las palabras de un libro de historia. Con ese modelo como mi
ejemplo, los niños crearon guías de los puntos más seguros de
Manhattan donde esconderse cuando hacían novillos, de las
mejores pizzerías de Manhattan (y de las peores también), de
la arquitectura de los edificios de apartamentos de arenisca
en un radio de diez manzanas, de las piscinas de barrio de los
cinco distritos (pocas y distantes, pero suficientes para una
maravillosa guía comparativa, repleta de análisis sociológicos
de sus contextos culturales y clientela). Muchos experimentos
suponían obtener el conocimiento oculto y los puntos de vista
de los hombres y mujeres mayores, aquellos encerrados en el
hogar, y aquellos que pasaban su tiempo sentados en los bancos
de Riverside o de Central Park.
Una vez estaba en progreso esta transformación
orientada a la producción, la luz de las resplandecientes pantallas
perdió algo de su encanto; no es ni de cerca tan gratificante ver
a los actores en lugar de estar en acción tú mismo. La realidad,
unida a un trabajo intelectual emocionante, crea circuitos de
realimentación como para producir un crecimiento considerable
en la mayoría de los jóvenes. Tanto que llegué a ver que los

133
lisiados morales y conductuales que atravesaron la puerta de
mi clase en septiembre, estaban bien en camino de convertirse
en jóvenes interesantes y productivos para el siguiente mes de
abril. No quiero ponerme la medalla por lo que debe haberse
descubierto cuando vivíamos en cuevas – aceptar exigentes
desafíos sin rodeos es una sine qua non del autodominio y de la
competencia. No hay que ser un genio.
La sorpresa más grande para mí fue lo fácil que era
esto de conseguir, no hacía falta ni talento ni dinero; cualquiera
podría copiar mis resultados. No voy a negar que es un duro
trabajo intentar apañármelas con 130 niños al año, pero se gasta
mucho esfuerzo en encontrar formas de evadir la influencia de
la administración escolar. En un sistema más simpático con el
aprendizaje (y menos con el control social) la emoción de hacer
el trabajo sobrepasaría de lejos el esfuerzo requerido. Y, por
supuesto, si todos en la sociedad estuvieran en sintonía acerca
de la necesidad de desarrollar el intelecto y el carácter de los
jóvenes (no encadenándolos a una piedra), el trabajo sería...pan
comido.
Con el paso de los años, mis alumnos pusieron en marcha
tantos proyectos útiles y recibieron tantos elogios y premios que
me encontraba colmado de premios del establishment escolar,
que no tenía ni idea de cómo obtuve tales resultados. Cuando
trataba de explicarles a los comités de adjudicación lo poco que
tenía yo que ver con los logros, sospecho que fue subestimado
como una falsa modestia, pero ahora que ya no tengo nada más
que probarme a mí mismo sobre quién soy, espero sinceramente
que me creas. Quita tu bota de los cuellos oprimidos de tus niños,
estudia sus necesidades y no las tuyas, no te dejes intimidar por
los expertos, reconecta a tus niños con la experiencia primaria,
despréndete del juego de ganadores y perdedores por un tiempo
y obtendrás los mismos resultados que yo. Quizá mejores.
Algún reloj interno hace tictac en cada vida,
advirtiéndonos de que tenemos citas que cumplir con la realidad:

134
verdadero trabajo que hacer, verdaderas habilidades que
aprender, verdaderas batallas que luchar, verdaderos riesgos que
tomar, verdaderas ideas con las que pelear. Y una desesperada
necesidad de tener la muerte presente en tu imaginación, para
no olvidar nunca lo corta e inevitable que es la saga de tu vida.
Durante muchos años una diversidad de influencias
externas – la televisión, los ordenadores y principalmente la
escolarización gubernamental – han conspirado para alejar a los
niños de su urgente necesidad de estar de un lado para el otro. El
resultado final ha sido una nación de chicos y chicas enfadados,
asustados, crueles, incompletos, en lugar de hombres y mujeres.
Las personas sentenciadas a ser incompletas, incompetentes
y temerosas encontrarán formas de vengarse de sus vecinos,
mientras continúan muriendo poco a poco en frente de una
pantalla electrónica. Restaura lo que ha sido robado y los
problemas del desarrollo de los niños del que nos advierten
los expertos se esfumarán, a medida que la infancia misma se
perderá en las enfermas mentes teutónicas que la engendraron.
Desde el advenimiento de las aulas y las pantallas
electrónicas, muchos de nosotros nunca maduramos.
Desperdiciamos demasiado de nuestro tiempo de prueba y error
sentados en la oscuridad. Ser un ser maduro significa vivir con
un propósito, tu propio propósito: se trata de dar la bienvenida
a la responsabilidad como el alimento que requiere una vida
grande; se trata de comportarse como un buen ciudadano –
encontrar formas de añadir valor a la comunidad en la que vives;
se trata de luchar contra tus puntos débiles y de perfeccionar el
corazón, la mente y el espíritu – ninguna de estas propiedad de
la multitud de espectadores.
Enganchar el cuerpo y la mente a las pantallas reduce
el periodo de atención a rápidas opiniones organizadas por
extraños; crea un antojo por constantes estímulos que la realidad
no puede satisfacer. La violencia de un tipo o de otro es la forma
más fácil de aplacar el insistente hambre de estímulos que sienten

135
los muertos vivientes. Y esa violencia incluye la violencia del
sexo bizarro – el producto psicológico más importante que se
vende en Internet. El emigrante ruso Pitirim Sorokin, fundador
del departamento de sociología de Harvard, identificaba las
culturas violentas, como la suya, con su insaciable antojo por la
guerra, como las últimas etapas de las civilizaciones en declive
terminal.
En todas las sociedades en caída, el respeto a la obligación
y a la familia desciende junto con la compasión por los propios
compañeros – para ser reemplazado por una preocupación
por el entretenimiento, la diversión y la depredación. A pesar
del bombardeo propagandístico totalmente calculado sobre
la disminución constante en las tasas de delincuencia en años
recientes, tenemos una tasa de crímenes violentos cuatro veces
mayor en 1999 que la que teníamos en 1959. Cuatro veces
el número de ciudadanos en prisión. Estos extraordinarios
aumentos en los crímenes siguieron inmediatamente a la
penetración de la televisión en nuestra cultura.
Por muy profundo que parezcamos atrapados en estas
adicciones antivida – estar unidos a la maquinaria – terminar con
ellas es, al menos físicamente, tan simple como desconectarse.
Enséñale a un joven adicto a la televisión que la vida es más
interesante que su sustituto televisivo y que la naturaleza con
el tiempo hará el resto – pero el término operante aquí es
“enseñar” no “decir”. Muchas de mis reservas sobre la televisión
se aplican también a las pantallas de ordenador. Cómo evitar
convertirse en una extensión incompletamente humana de esta
tecnología, mientras disfrutamos de este poder trascendental de
conectarnos de tantas nuevas formas, independientemente de la
intervención institucional, es el mayor desafío del siglo 21.
Si nos deshiciéramos de dos de los cuatro años del
instituto y usáramos el dinero para enviar a todos a hacer su
propio Camino de Santiago, les ayudaría enormemente a
enfrentar ese desafío. No tiene por qué ser tan espectacular

136
como el que George Meeghan, el desertor de tercer curso, hizo
cuando fue solo desde Tierra de Fuego a Point Barrow, Alaska,
en la década de 1970. No tiene que ser un paseo en barco tan
espectacular como el que dio la desertora del instituto Tania
Aebi en los 80, cuando navegó alrededor del mundo en un barco
de 8 metros. Pero no hay absolutamente ninguna razón por la
que cada chico y chica en Estados Unidos no deba tener un
importante Camino personal como parte de su escolarización.
Si el gobierno no lo hace por ti, debes hacerlo por ti
mismo.

137
7
Armas de instrucción
masiva
Solo el 31 por ciento de los titulados universitarios
estadounidenses puede comprender completamente un
artículo de periódico, bajando del 40 por ciento de hace
una década.

– Comisión Nacional sobre el Futuro
de la Educación Secundaria, agosto
de 2006.

El 35 por ciento de los jóvenes se arrepienten de su


experiencia universitaria y no consideran que valga la
pena ni el tiempo ni el dinero invertido; más de la mitad
dijo que no aprendió nada útil.

– Wilson Quarterly, otoño de 2006.

Un hedor moral
A los dieciséis años, un quinceañero francés ciego llamado
Jacques Lusseyran se convirtió en el jefe de un grupo de
resistencia clandestino de 600 personas durante la Segunda
Guerra Mundial. Lusseyran organizó explosiones, asesinatos

138
y otras formas violentas de sabotaje para liberar a su país de
los alemanes, una historia que cuenta en su autobiografía,
Y se hizo la luz. En el capítulo cuatro, hablaba de su anterior
escolarización, llamando a la experiencia del aula un desastre
moral:

...existe tal cosa como el hedor moral y ese era el caso


de la escuela. Un grupo de seres humanos que permanece
en una habitación por obligación empieza a oler. Ese es
literalmente el caso y con los niños ocurre incluso más
rápido. Solo piensa en cuánta ira reprimida, cuánta
independencia humillada, cuánta vagancia frustrada e
impotente curiosidad puede ser acumulada por chicos de
entre diez y catorce años...

Lusseyran fue capaz de asesinar a un gran número de hombres


justo unos pocos meses después de dejar la escuela, “donde el
mundo de la realidad, con todas sus cuestiones morales reales,
estaba completamente ausente.” Nos convertimos en lo que
contemplamos. Es algo para recordar, Columbine.26

La escuela como arma


La mayoría de los reportes sobre la escolarización son tan
negativos que tienes que preguntarte cómo este ejercicio
de pedagogía pasó siquiera el test de la edad con sus partes
originales casi intactas. Debe producir algunos beneficios, pero
cuáles son y para quién no está claro.
Parece obvio que la escuela debilita la familia, y de hecho
todas las relaciones, pero quizás ocurre alguna compensación
valiosa que, en conjunto, premie a personas tan radicalmente
desconectadas el uno del otro y de ellos mismos. La escuela eleva
26 N.d.T. El autor se refiere a la matanza que tuvo lugar en el instituto
Columbine, en el que murieron 12 alumnos y un profesor.

139
el ganar tan por encima de su aparente objetivo del aprendizaje
que periódicamente ocurren escándalos públicos cuando la
investigación revela que incluso los estudiantes de élite saben
muy poco. Un siglo de prestar a nuestros hijos a completos
extraños desde una edad temprana – para ser instruidos en qué
no estamos muy seguros – ha hecho una importante declaración
acerca de la cultura moderna sobre la que merece reflexionarse.
Una famosa oda de Horacio considera los tormentos
de la escolarización. Mosaicos en Pompeya ilustran dolorosos
episodios de disciplina escolar. La historia del jinete sin cabeza
de Washington Irving celebra la exitosa venganza sobre un
insufrible maestro. La canción inmortal de la época de la Primera
Guerra Mundial, “Schooldays, schooldays, dear old golden rule
days”, describe con afecto una relación entre el aprendizaje
escolar y la “canción de la rama de nogal”. Una reciente película
de Hollywood, Secuestrando a la Srta. Tingle, trata sobre una
profesora que es secuestrada por sus estudiantes, quienes la
torturan física y psicológicamente. Existen numerosas páginas
web que se especializan en formas de interrumpir la rutina
escolar. Por otra parte, raramente escuchamos a alguien atribuir
su éxito al tiempo en la escuela.
La idea de la escuela como un sitio peligroso está bien
asentada ya, aunque la alarmante metáfora del arma aplicada a
hacer daño a los estudiantes no esté todavía extendida. Que la
escuela puede, y de hecho inflige daño, no es ya sorprendente,
aunque precisamente cómo ocurre se comprende solo de forma
impresionista. Y en absoluto se entiende el “por qué”.
Este capítulo buscará precisar algunos aspectos
específicos de la maquinaria disciplinaria. No será extenso –
tendrás armas de tu propio arsenal que añadir – ni trataré de
clasificar las que te dé en ningún orden formal de importancia,
casi todo dependerá de la naturaleza de tus propios niños.
Pero me siento obligado a plantar de forma firme esta bandera
mientras me quede tiempo – la escuela no es un buen lugar

140
para tus hijos. Que sean recibidos por una multitud de amigos
y ganen cada premio que ofrezca ese lugar, no cambia nada.
Desde el primer mes de mi carrera de 30 años de profesor, me
di cuenta de que el poder intelectual, el conocimiento creativo
y un buen carácter estaba disminuyendo en mi clase y que de
hecho había sido contratado precisamente para ese propósito.
Era un funcionario de una enorme penitenciaría; las normas y
los trámites eran los guardias.

Una fórmula personal


En poco tiempo decidí sabotear el sistema como Lusseyran
había saboteado el sistema Nazi, pacíficamente en la mayoría de
ocasiones, pero, a medida que pasaba el tiempo y mi desprecio
se intensificaba, también con pequeños actos de violencia. En
el curso de la continua experimentación en base a la prueba y
el error (tras la fachada de ser profesor de “inglés”), me tropecé
con una fórmula para cambiar el destino de los alumnos, uno
por uno, igual que se tiene que rescatar a las estrellas de mar
encalladas. Requería reunir una biografía bastante precisa de
cada uno de los estudiantes, desde el nacimiento en adelante,
todas las personas clave, relaciones, experiencias, lugares,
opiniones, logros y fracasos. Los registros escolares y los
recuerdos no eran lo suficientemente buenos, aunque a veces
no había alternativa. La mejor información venía de los padres,
abuelos, hermanos, hermanas, amigos y enemigos – cualquiera
que pudiera proporcionar información privada a la emergente
historia personal.
Con un rico perfil a mano se podía confeccionar un
curso personal a la medida de cada niño, preparándolo en
colaboración con el estudiante, lo suficientemente flexible para
permitir una realimentación constante para cambiar su diseño,
algo que las escuelas no podrían hacer (ni lo harían si pudieran).
Cuando crees en el determinismo – biológico, psicológico,

141
sociológico o teológico (y las escuelas creen en todas esas en
varios sitios y épocas), la misma idea de que la realimentación
lleve al crecimiento debe mantenerse a raya. Con toda su
leyenda de movilidad social y crecimiento intelectual, la escuela
funciona por una creencia en el orden social – que todo es para
bien, en el mejor de los mundos posibles.
Una vez se creó el perfil, el segundo paso era añadir una
parte de deseos y debilidades. Pedí a cada alumno que enumerara
tres cosas sobre las que cada uno quisiera conocer para el final del
año – esa era la parte de deseos – y tres debilidades que él o ella
quisiera superar, deficiencias que conduzcan a la humillación
(me pegan todo el tiempo) o falta de oportunidades (quiero
ser modelo pero solo los niños ricos saben cómo presentarse
para conseguirlo) – esa era la parte de las debilidades. No ejercí
prácticamente ninguna censura y cualquier cosa que fueran las
prioridades de los niños las convertí en mías. No consulté con
ningún administrador escolar para establecer este programa,
ni con ningún otro profesor – solo con los padres de los que
obtuve su promesa de silencio.
Sé que esto suena a una cantidad de esfuerzo espantosa,
y políticamente imposible en una gran escuela urbana, pero
no lo fue: solo requería voluntad, imaginación, ingenio y
determinación para pelear cada norma que se pusiera en el
camino – igual que Shen Wenrong había hecho para mover la
Phoenix. En mi favor estaba el hecho de que con este nuevo
currículo, cada niño estaba motivado, trabajaba mucho más
duro de lo que legalmente podría haberle pedido y buscó
asistencia externa con recursos que ningún profesor podría
igualar. Y ahora cada uno tenía por primera vez una razón
personal para trabajar duro, una que era autoevaluable.
Por mi parte, estaba decidido a averiguar de dónde había
salido esta extraña institución, por qué había tomado la forma
que tomó por todo el mundo en el mismo siglo, por qué fue capaz
de apartar la vista de las fuertes críticas y hacerse más grande,

142
más cara y más entrometida en las vidas personales. Si dejas que
tu imaginación trabaje sobre la institución, se acerca mucho más
a un artículo de ciencia ficción utópica, ajena a las necesidades
humanas, que a una respuesta a una demanda popular. Ya desde
los primeros días de mi vida docente empecé un proyecto de
investigación que suponía leer y discutir con miles de libros,
muchos escritos de forma terrible y algunos bastante oscuros,
viajar (hasta ahora) cinco millones de kilómetros alrededor
del país y del mundo para observar, razonar y discutir sobre
la escuela y que resultó hace unos años en un titánico libro,
editado todavía, llamado The Underground History of American
Education. Una gran editorial me pagó una enorme suma de
dinero para escribirlo (enorme para un profesor) y después
se negó a publicarlo tras aplazar su lanzamiento al mercado
durante un año. “Avergonzaría a los amigos de la editorial”, me
dijo. Si te preguntas que podría significar eso, ten en cuenta que
esta era también una de las tres mejores editoriales de libros de
texto, aparte de su división comercial.
De esta forma mis prácticas docentes eran dirigidas
por una seria investigación por un lado, y por el otro, ejercicios
de campo alrededor de la ciudad de Nueva York igualmente
intensivos e intrépidos – ¡A veces hasta sesenta estudios
diferentes en sesenta lugares diferentes! ¡Simultáneamente! Ya
fuera de forma individual, en pequeños equipos, o en grupo, las
“Guerrillas Gatto,” como nos llamábamos, se infiltraban sin aviso
(y sin permiso), en asambleas públicas, exhibiciones, audiencias
programadas, subastas, juzgados, lugares de trabajo – donde
quiera que se presentara la oportunidad. Hacíamos encuestas
de opinión pública sobre cualquier tema posible – a menudo
compitiendo con las organizaciones de noticias profesionales.
Compañías de teatro ambulante (siempre más de una) hacían
shows en escuelas de primaria, en estudios de interpretación, y
en cualquier sitio en que fuera posible la participación oral.
Los objetivos generales eran muchos: independencia,

143
autosuficiencia, planificación estratégica, un buen dominio
de la alfabetización activa de la oratoria y la escritura, coraje,
curiosidad, capacidad para escribir el guión de tu propia vida.
Un objetivo principal era el de examinar las barreras que
crea la escolarización, que restringen la superioridad intelectual
y conductual a un puñado relativo de su clientela. Producir
un nítido inventario de las prácticas escolares que actúan para
vetar el desarrollo normal – como el encierro involuntario, las
asociaciones involuntarias, los timbres, los pases para el baño,
las continuas competiciones llenas de insignificantes premios, la
evaluación, y todo el resto, y discutiendo el origen de cada uno,
resultó útil en cambiar la forma en la que los niños abordaban
la experiencia escolar. Crecían dispuestos a asumir la total
responsabilidad de educarse a sí mismos, a pesar de la escuela
– en lugar de confiar en un ejército de extraños para que les
hicieran el trabajo. Fue una revolución en su actitud.

Malas intenciones
Había sido contratado como profesor de inglés, pero ya que
no había nada que estuviera absolutamente excluido de forma
racional y bajo mandato para incrementar la habilidad con
la lengua inglesa, y ya que nadie prestaba mucha atención
a lo que estaba pasando, si mis clases no eran excesivamente
perturbadoras y los padres no se quejaban, ponía a examen las
suposiciones públicas de la escolarización como parte esencial
de lo que enseñaba. Sin siquiera afirmar realmente que la escuela
es un lugar de malas intenciones, tenía la intención de demostrar
a los alumnos y a sus familias que los pobres resultados de la
escolarización – en la competencia lingüística, por ejemplo – no
eran inevitables, sino los resultados de trámites consagrados en
la regulación y la ley.
El sistema era fundamentalmente el culpable, una
conclusión a la que muchos habían llegado antes que yo, pero

144
lo que no estaba tan disponible es la comprensión de que los
sistemas incorporan nuevas formas de defender su integridad
interna. Ningún sistema permitirá un comportamiento
desviado. Todos los elementos obedecen directrices centrales
o la lógica de la sistematización se desvanece. Se desalienta
fuertemente en cualquier sistema la corrección del curso a
través de una realimentación directa, incluso si es ilegal. Al
destruir las posibilidades de dialéctica interna, y escondiendo
las operaciones de administración del escrutinio público, las
escuelas se vuelven prácticamente inmunes al cambio.
No es mi intención la de evocar conspiraciones
oscuras; los hombres y mujeres que proveen de personal a la
escolarización institucional son muy parecidos a aquellos de
otras instituciones complejas – si ejercen una considerable libre
elección se convierten en proscritos que deben ser castigados
y las cosas que mejoran el rendimiento son apenas más
bienvenidas que las que lo perjudican. Las desviaciones de un
estado inmutable ponen en peligro la misión del sistema. Los
gremios de artesanos medievales de metales preciosos, vidrio,
fabricación de velas, etc. eran muy parecidos a esto: se resistían
fuertemente a la innovación, a los profesionales independientes
se les sancionaba – y se les excluía si persistían.
Robert Michel, el pensador social francés, investigó las
burocracias hace más de un siglo y concluyó que, sin excepción,
sus misiones nominales – defender al país, entregar el correo,
recoger la basura, etc. – eran siempre secundarias a la misión
principal: preservar la burocracia.
En este sentido, la escuela es solo una de las tantas
instituciones de la sociedad estadounidense modelada según
un plan para confundir al público, uno que se implementó por
primera vez en Esparta – la administración mediante ilusiones
ingeniosamente planeadas.
Nuestra economía ha arraigado en el engaño financiero.
Se mueve de burbuja en burbuja de formas que alegran

145
los corazones de los especuladores al tanto de la fórmula –
crecimiento y crisis lo llama el público. Cuando crear burbujas
es temporalmente inoportuno, se inventan guerras para
rellenar el vacío de la burbuja temporal, aunque la destrucción
indiscriminada de la vida y la propiedad ocasionada por la
guerra puede verse como una burbuja en sí misma – como
nuestras industrias de ensueño mundialmente famosas: el cine,
la televisión y la música pop, solo otro entretenimiento con el
que llenar el vacío de la vida moderna y darle sabor. En una
nación cuya economía depende de la ilusión de las burbujas,
¿por qué debería ser diferente la institución escolar encargada
de formar a los jóvenes?

Carencias deliberadas
En su inmortal libro, La riqueza de las naciones, Adam
Smith – el filósofo escocés al que consideramos el padre del
capitalismo con “C” mayúscula – dejó muy clara la distinción
entre educación y escolarización. En ningún momento afirmó
Smith que la educación tuviera nada que ver con la prosperidad
nacional, sólo el libre comercio (competición sin trabas por
normas excesivas) y la división del trabajo contribuían a ello.
El rol de la educación, dijo Smith, era necesario para
compensar las mutilaciones infligidas como consecuencia
de esos mismos procesos que producen la riqueza. Tenemos
que entender que los ambientes artificiales producidos por
el libre comercio y la constante competición causan daños
psicológicos de cuatro maneras: 1) hace a los trabajadores
cobardes; 2) estúpidos; 3) perezosos; 4) indiferentes a todo
salvo a las necesidades animales. Solo la educación (él la
llamó “escolarización educacional”) curaría las heridas de la
comunidad y del individuo causadas por el capitalismo.
Según el padre del capitalismo, la única diferencia
entre los hijos de un filósofo y de los de un barrendero yace

146
en la formación que reciben. Todos los niños, afirma, tienen
talentos que nosotros asociamos con las familias de la élite.
Todos. Esto es, hasta que la mayoría de los jóvenes son
privados deliberadamente de “materia(s) para el pensamiento
y la especulación.” Aquellos privados se vuelven “deformes,”
incapaces de soportar la reflexión. Pierden la “capacidad de
juzgar, incluso en lo que respecta a temas corrientes.” Podría
haber estado describiendo a los niños de la escuela pública en
2009.
El nuevo currículo que concebí hacia finales de la
década de 1960 tenía la intención de contraatacar a la cobardía,
la estupidez, la pereza y la indiferencia. No tenía ninguna
relación con las notas. El mejor trabajo que hice como profesor
siempre consistió en las mismas prioridades: ingresar en una
asociación personal con cualquiera que mostrara determinación
para ser educado, después trabajar dentro de esa asociación
para ayudar a cumplir objetivos específicos que el alumno
establecía. A aquellos demasiado destrozados como para querer
una educación, los escolarizaba. Con el paso del tiempo, una
fracción de aquellos se inspiraban en el ejemplo de compañeros
con más iniciativa y querían dejar la rutina escolar también;
otros eran incapaces de recuperarse. A estos los consolaba
escolarizándolos como se escolariza a los niños de la élite:
repitiendo largo y tendido.
Adam Smith tenía razón. Entre los niños identificados
como brillantes por las escuelas y aquellos identificados como
estúpidos, apenas existía alguna diferencia salvo aquellas
creadas por una carencia deliberada.

La casa de espejos
En una de las extrañas ironías de la historia, el propio editor
de Adam Smith, William Playfair, reprendió a Smith por
su inocencia. El orden social al que él y Smith pertenecían

147
mantenía su unidad gracias a privar deliberadamente a la
mayoría de la gente de la información que necesitaban para
maximizar sus oportunidades. Si los secretos se hubiesen
repartido promiscuamente, la escala de privilegio colapsaría,
sus propios niños caerían de vuelta al estofado ordinario. Era
impensable. La conocida expresión, “un poco de conocimiento
es algo peligroso” fue una invención de Playfair. La “correcta”
escolarización enseña “negativamente,” nunca permite a los
pobres de las clases trabajadoras a “leer lo suficientemente bien
para entender lo que leen”.
Puesto por escrito hace alrededor de 200 años, aquí
está la receta de las escuelas que sufrimos normalmente.
Playfair argumentaba que la instrucción pública arruinaría la
prosperidad nacional, no la mejoraría. Y quién va a decir que
estaba equivocado mientras la prosperidad se calcule en dólares
y centavos. “La educación de los niveles medios y bajos” debe
dejarse de lado, para ser reemplazada con condicionamiento
psicológico en hábitos y actitudes de sumisión, envidia, deseo
y desconfianza en uno mismo, si el sistema capitalista ha de
sobrevivir con todos los beneficios que aporta.
“Unos conocimientos rudimentarios de aprendizaje
son algo muy peligroso,” dijo, no porque la gente ordinaria
sea demasiado tonta para aprender; justo lo contrario, son
demasiado listos como para que se les deje aprender. Las
personas se vuelven peligrosas cuando demasiados ven a través
de las ilusiones que mantienen unida a la sociedad.
Hace mucho tiempo en China, los emperadores de la
prehistoria le habían dado un nombre a la filosofía de Playfair.
Se llamaba “la política de mantener a la gente tonta.” El único
cambio que trajo el paso de los milenios en este punto de vista
del liderazgo fue en la forma de un cambio de estilo – en la era
moderna los líderes ya no hablan abiertamente sobre este gran
secreto de la administración.

148
El programa opcional de Lincoln
Instituto Lincoln, ciudad de Nueva York, 1985. Un instituto
público, a pesar de su elegante nombre, situado al lado de
los planes de vivienda para los pobres, lejos del centro de la
dinámica parte noroeste de Manhattan. La parte noroeste de
Manhattan es famosa mundialmente, una zona de considerables
logros, riqueza y poder. Cuna de la Universidad de Columbia;
Fordham; Barnard; el Seminario Teológico Judío; el Colegio de
Maestros de Columbia; la Iglesia Riverside; el Lincoln Center;
la Ópera Metropolitana; la Sinfonía; el Museo de Historia
Natural y la Sociedad Histórica. Limitado al este por Central
Park, y al oeste por Riverside Park – uno de los grandes centros
intelectuales de la tierra, aloja veintitantas escuelas públicas.
Si la escolarización gubernamental tuviera la intención
de triunfar en algún lado, tendría que ser aquí, dentro de este
microclima de riqueza, talento, gusto, ilustración y tradición
liberal europea. Pero en la Escuela Intermedia 44 de la calle Oeste
77º, donde enseñé durante 16 años, pandillas de saqueadores
deambulaban por los pasillos; tres violaciones tuvieron lugar en
una sola semana; y grupos de bandidos de un instituto cercano
golpeaban y robaban a otros estudiantes cuando les daba la
gana.
No se informó nunca de algún suceso violento a la
policía, nunca se emitió a los padres ninguna precaución general
por la que la seguridad no pudiera ser garantizada. El olor moral
de la burocracia institucional apestaba a pescado muerto en el
Distrito Escolar Tres, un lugar que muchos creían era el centro
moral del progresismo en los Estados Unidos. El Distrito Tres
era una ciudad dormitorio para la televisión, el teatro y las artes,
aunque explotaban petardos gigantes de forma aleatoria en el
tranquilamente surrealista edificio escolar de la calle Oeste 77º,
mientras en frente del colegio, a no más de treinta metros de él,
los alquileres ascendían a más de mil dólares por habitación y
mes, y seguían subiendo al doble (y casi al triple) por un estudio

149
de una habitación.
Hacia la década de 1980, cuando me trasladé al Instituto
Lincoln, la administración central en el Distrito Tres estaba
empleando una agresiva retórica de reforma. Se anunciaban
nuevos programas regularmente: asociaciones con Columbia,
Fordham, la Fundación Ford, la alcaldía y varias agencias
federales, y se puso en marcha un programa opcional, con la
intención, se nos dijo, de incorporar a los alumnos al circuito
administrativo, al darles parte en la toma de decisiones. Como
a otros 700 profesores en el distrito, se me ordenó preparar un
currículo de mi propio diseño para una selección. Iba a ser un
estudio de la poesía épica desde Homero, pasando por Milton,
hasta Tennyson.
El primer día que me reuní con mis cargos electivos,
sus caras eran visiblemente infelices; al segundo, se hizo
sentir la rebelión – claramente mi oferta no era del agrado de
nadie excepto del mío. ¿Por qué habían elegido estar ahí? Pedí
explicaciones por escrito:
Tonya – No tuve elección. Decidieron por mí.
Gloria – Me dijeron que viniera. Ni siquiera sabía lo que era. Por
eso estoy aquí.
Eddie – Yo quería fútbol. La única razón por la que tengo esto es
porque Dean lo eligió por mí.
Francisco – Estoy aquí porque Dean dijo que tenía que estar.
Jane – Dean dijo que esta era la única opción que podía elegir.
Tanisha – Elegí esta porque Dean la eligió por mí.
Tamura – Estoy aquí porque Dean me lo ordenó.
Jose – Dean me puso aquí.
George – No la elegí. Dean la eligió por mí.
Bonnie – El director la elegió.

Sunt lacrimae rerum et mentum mortalia tangent27

27 N.d.T. Cita de la Eneida de Virgilio. Una traducción aproximada


sería: “hay lágrimas en las cosas y tocan lo humano del alma”.

150
Desprecio
En marzo de 2005, la Universidad de Indiana publicó un estudio
sobre programas escolares antitabaco – que costaban a los
contribuyentes enormes cantidades de dinero cada año. Solo
California ha invertido más de 500 millones de dólares en este
esfuerzo. ¿Se ha gastado bien el dinero?
Según el resumen del informe impreso en el International
Herald Tribune del 24 de marzo de 2005, el autor principal, la
doctora Sarah Wiehe, dijo que todos esos programas tienen una
característica en común – todos fracasan. “Puede ser,” dijo la
doctora Wiehe, “que cualquier programa que se lleve a cabo en
las escuelas cause desprecio a los estudiantes.” Querrás digerir
esa conclusión lentamente, reflexionando sobre sus invisibles
consecuencias. Mientras la escuela sea la forma de entrega,
cualquier proyecto se toma con desprecio. Pero para la mayoría
de nosotros, la escuela existe como la forja fundamental del
desarrollo intelectual. ¿Se está consiguiendo que el estudio
mismo se tome con desprecio?
Mientras se informaba en la prensa europea acerca de
ese estudio universitario, Janet y yo estábamos en una aldea
francesa única cerca de Limoges, llamada Oradour sur Glane.
Un pueblo sin un solo habitante, con todos sus edificios intactos
excepto la iglesia en ruinas que había sido incendiada el 10 de
junio de 1944 por las fuerzas militares alemanas en retirada, en
la Segunda Guerra Mundial. Ese día todos los ciudadanos fueron
asesinados menos uno – un chico de ocho años, Roger Godfrin,
que desobedeció a sus profesores cuando estos obedecieron las
órdenes alemanas para llevar sus clases a la plaza del pueblo y
a la iglesia. “¡Corre, corre!” les recuerda decir Roger, “¡no les
hagas esperar!” Sin su desprecio hacia la escuela, lo que le llevó
a huir y esconderse en su lugar, Roger hubiese sido reducido a
cenizas con el resto.

151
Irrelevancia
¿Por qué ha adquirido la escolarización tan mal olor? Parte de
la respuesta radica en la naturaleza política de la escolarización
masiva – una característica inherente a cualquier burocracia.
No es tanto que los niños piensen en estas ideas abstractas, es la
visión extendida entre los jóvenes de que la escuela no tiene que
ver con ellos (ni con sus intereses, curiosidades y futuros), sino
exclusivamente con los deseos de otras personas. La escuela
está basada en los propios intereses de otros. ¿Qué más da
hacer este examen u otro? ¿Hay siquiera algún motivo por el
que cualquier persona joven con prioridades reales, ansiedades
reales y preguntas reales, que necesiten respuestas, estuviera
dispuesta a aceptarlo? ¿Cómo tratarías de forma personal con la
afirmación, “¡no necesito saber nada sobre la Torre Inclinada de
Pisa!”? ¿Qué dirías? ¿Es posible que la queja esté bien fundada?
¿Y qué hay de la naturaleza de la escolarización que
permite que cualquier grupo en control político y todos sus
rivales políticos importantes eliminen cualquier enseñanza que
pudiera cuestionar sus propios privilegios, prácticas y creencias?
La escuela no tiene otra elección sino limitar la libertad de
conciencia y la de expresión a tal profundo grado que se abre
una brecha entre los sermones mojigatos de la pedagogía
(“buscar la verdad,” “allanar el terreno,” etc.) y la fea realidad
de sus prácticas. ¿Necesitas que te lo demuestre? Eso espero. Lo
haré con un riguroso ejemplo de Australia, con la esperanza de
que no tengas problemas en trasladar el principio aprendido a
América.

El ejemplo australiano
Australia tiene un ecosistema tan delicadamente equilibrado
que su salud o su enfermedad se traslada rápidamente a
cada estudiante de cada escuela. Debido a esa inevitable y
omnipresente realidad, puede que imagines que la política

152
gubernamental hacia el medio ambiente proporcionaría una
materia analítica convincente al currículo de cada especialidad
académica. Pero si piensas así estás completamente equivocado.
Un ejemplo te mostrará por qué. Durante años, el
gobierno de allí apoyó un proyecto para eliminar el césped
profundamente arraigado, reemplazándolo con césped británico
que enraíza superficialmente y que proporciona comida a las
ovejas en una tierra inapropiada para las ovejas, pero donde hay
una industria ovina políticamente poderosa. Las ovejas muerden
la hierba de muy abajo; esto hace que la sal suba del subsuelo y
se concentre en el mantillo – un problema significativo para los
granjeros. Pero también ocurre algo igual de malo o peor: se
vuelan enormes cantidades de tierra y contaminan los ríos. El
agua cargada de tierra mata la población de peces y contamina
las orillas de la marea donde la tierra se junta con el océano.
Por todo el mundo esta orilla de la marea es el gran productor
de peces, pero en Australia, con la línea costera más larga de la
tierra, la zona de marea es la menos productiva de cualquier
lugar, en parte como resultado del cultivo ovino en un entorno
no apropiado para las ovejas.
Hay más. El turismo, no la oveja, es la gran fuente de
ingresos de la nación. Entre sus vistas únicas se encuentra la
Gran Barrera de Coral, una enorme montaña de coral que
alberga una rica colección de la vida marina. Como la tierra de
los ríos que fluye al arrecife ha aumentado, han muerto grandes
secciones de coral, perdiendo sus característicos tonos rojo
brillante, que al morir cambian a un desagradable gris.
El turismo, que beneficia a todos los rincones del país,
se ha puesto en peligro para satisfacer al lobby ovino. El libro
Colapso de Jared Diamond, acerca de los patrones históricos
de colapso social, tiene un largo capítulo sobre Australia, que
incluye una discusión sobre el impacto de las ovejas.
Pero, dirás, ¿qué tiene que ver esta tragedia en curso con
los asuntos escolares? Bueno, si la degradación de la economía

153
en la que los jóvenes tienen que trabajar no se considera una
materia apropiada para el estudio, es difícil ver por qué la Torre
Inclinada de Pisa sí lo es. La simple verdad es que las escuelas
australianas nunca permitirán estudiar y debatir asuntos vitales,
incluso cuando están sentenciados a heredar ese desastre.
Ahora prepara una lista de cosas que tu escuela local solo se
tomaría en serio bajo su propio riesgo. Adelante, no es difícil.
¿La comida rápida es un principal contribuyente en tu zona?
Compruébalo y mira si Fast Food Nation está en la biblioteca de
la escuela, o si Super Size Me está en la colección de películas.
En el departamento de historia, ¿qué cobertura se le da a las
guerras religiosas entre católicos y protestantes o entre los
cristianos y los musulmanes? ¿Trata con las particularidades de
las diferencias doctrinales sin las que los aspectos esenciales de
la naturaleza humana se van por el retrete, incluso cuando pesa
sobre ellas la situación de Estados Unidos en el mundo hoy día?
Cualquiera que reflexione sobre la experiencia personal
reconocerá que la facilidad y la complejidad con la lengua
hablada es considerablemente más importante en la vida que
leer. ¿Qué porcentaje del tiempo en las clases de lengua de
tu colegio se reserva a este fin? No te molestes en contestar
a ninguna de estas preguntas, ya conozco la situación de tu
colegio.
Alfred North Whitehead, uno de los matemáticos más
famosos del siglo veinte, sostenía en su libro, Los objetivos de la
educación, que la forma más fundamental de las matemáticas
avanzadas, a parte de la aritmética, en la sociedad moderna,
es la predicción estadística. Se usa a diario en miles de
aplicaciones prácticas, desde predicciones políticas a aconsejar
a los fabricantes de ropa qué colores se preferirán en los meses
siguientes. Las matemáticas que se requieren para tener este
poder en tus manos son apenas difíciles para un estudiante
de tercer año de secundaria. Para la vida corriente, nada en el
mundo de los números, a parte de la aritmética, es, de lejos, tan

154
útil; si la estadística fuera lo que se enseñara de matemáticas,
más allá de las divisiones largas, la mayoría de los alumnos serían
más eficaces por la simple habilidad de predecir con números.
Comprueba qué porcentaje del currículo de matemáticas de tu
escuela se dedica a la estadística.
No hay más que decir sobre la irrelevancia. Casi todos
los niños entienden que las consideraciones políticas dictan
que se llene el tiempo escolar de irrelevancia; simplemente
no entienden el porqué, ya que las escuelas no se atreverían a
recalcar las realidades de la clase social y la ingeniería social.

Ingeniería social
Gracias al desertor universitario de 24 años llamado Mark
Zuckerberg, quien creó Facebook, y otros como él, como el
que fundó YouTube, MySpace y otras redes sociales todavía sin
monitorizar por las autoridades políticas o académicas; gracias a
la World Wide Web y a Internet como plataformas de conexión
generadas de forma individual, el poder de la escuela como un
gran “desconector” se ha debilitado.
Estos vehículos posibilitan que las personas, sin
ningún estatus en particular, conecten el uno con el otro;
incluso permiten que mezclas de don nadies intercambien
ideas y planes; proporcionan una fuente de información que se
repone constantemente; fomentan la creatividad entre las masas
entregadas por la escolarización a convertirse en consumidores
fiables. A pesar de que esta nueva fuerza todavía está en su
temprana infancia, ya ha hecho que los gobiernos entreguen
mucho poder de su propia autoridad. Ha incentivado que las
acumulaciones de capital se muevan a la velocidad de la luz de
un país a otro, desestabilizando los mercados convencionales,
haciendo de la lealtad nacional algo condicional y el patriotismo
algo cuestionable. Gracias al nuevo y enorme ovillo de
conexiones, la verdad oficial en cualquier área concebible está

155
sujeta a la verificación por una promiscua colección de críticos
sin certificación, armados con herramientas para apoyar sus
críticas contestatarias.
Gracias a Internet, el concepto de escolarización masiva
a cargo de expertos está casi agotado.

Mentir por omisión


Bruno es un estudiante universitario de Portugal que me
escribió el 17 de mayo de 2008 preguntándome por mi opinión
sobre algunos temas sobre los que su universidad mantiene una
posición oficial y monitorea la conformidad de sus actitudes
mediante la evaluación. Es una situación corriente en todas
partes. Estos sesgos tácitos presentados como la palabra de
Dios hacen de la escolarización oficial algo peligrosamente
antieducativo, aunque este fenómeno en acción es difícil de
detectar, y entre los jóvenes, algo imposible.
A veces estos sesgos dañinos se controlan simplemente
omitiendo alguna pieza clave de información. Tal fue el caso
que molestó a Bruno, estando en un programa de una escuela de
posgrado que pretendía explicar los mecanismos a través de los
cuales se supone que funciona la evolución. La carta que sigue
representa mi intento de presentar a Bruno una de las armas de
instrucción mejor ocultadas: mentir por omisión.

Querido Bruno,
me preguntas por mi opinión sobre la suposición de
Darwin en contra de la de Wallace: Darwin afirma que el
avance biológico ocurre a través de la mortal competición
que con el tiempo excluye al débil de la reproducción, y
Wallace argumenta que la adaptación y la cooperación
son los elementos importantes.
No tendría ninguna opinión sobre los méritos relativos
de cada uno, pero supongo que lo que realmente te interesa

156
es cómo Darwin se convirtió en la figura histórica recordada
y Wallace en la olvidada. Sobre ese tema sé mucho.
La política de la ciencia es un tema que casi nunca
toma un papel central en las presentaciones académicas
destinadas a los estudiantes comunes. Pero ya que la
ascendencia de Darwin era un asunto casi exclusivamente
de quién era y a quién conocía, mientras que el declive
de Wallace hubiese podido ser predicho mucho antes de
que ocurriera sabiendo su historial, déjame contestar a
tu pregunta a través de ese aspecto particular de la gran
ciencia, ya que siempre está presente y casi siempre es un
asunto de lo más importante. Dos opiniones críticas sobre
esto que puede que quieras leer son La Estructura de las
Revoluciones Científicas, de Thomas Kuhn; y Descubrir, de
Robert Scott Root-Bernsteins.
De vuelta a la victoria de Darwin. Estoy seguro de que
nunca te dijeron en el colegio que Darwin era sumamente
rico y que frecuentaba el círculo de los poderosos e
influyentes de muchos países. Y estoy igualmente seguro de
que tampoco te dijeron que fue instruido como sacerdote
de la Iglesia de Inglaterra, no como científico. En breve
llegaré a la importancia de esta información, pero de
momento deberías reflexionar acerca de la posible razón
que tendrían tus profesores para que no te enteraras de ello.
Tu escuela y tu universidad también te habrán ocultado
que Wallace era de origen humilde. Toda su simpatía
estaba con la gente que trabajaba duro por salarios de
subsistencia. Esas simpatías podrían desestimarse como
excentricidades de un buen científico, salvo por el hecho de
que llevó sus convicciones a la arena política – enfureciendo
a las mismas clases a las que Darwin pertenecía.
Por ejemplo, era prominente en el movimiento de
reforma de la tierra que pedía devolver la propiedad de
vuelta al labrador. Despreciaba al establishment científico

157
británico, que consideraba un club privado para ricos
aficionados como Darwin, en lugar de un taller de ciencia.
¿Es tan disparatado pensar que algo de este registro
biográfico – en ambos casos – pueda haber marcado la
diferencia en sus respectivas aceptaciones?
Vamos más allá. El libre comercio era un tema
ferviente en el siglo 19 entre los así llamados campeones de
la creencia liberal. Pero Wallace escribió apasionadamente
en contra del libre comercio, afirmando que infligía una
horrible miseria sobre los trabajadores. Abogaba por el
voto femenino cuando esa idea era un anatema para las
élites. Era el Ralph Nader de su época – y aún así, era
completamente dependiente de las clases a las que criticaba
por una audiencia justa entre sus jueces.
Todo esto es vital para una clara reflexión sobre tu
pregunta original, aunque un comité invisible encargado
de ayudarte a educarte vio apropiado quitar estas
interesantes historias de tu alcance. Algunos individuos
de carne y hueso debieron tomar esta decisión a diferentes
niveles de tu escolarización. A lo que no he llegado todavía
es a cuán sediciosa sería la teoría de Wallace para los
intereses dominantes del Imperio Británico, frente a la de
Darwin, cuya teoría encajaba de lleno con los planes del
gobierno y los justificaba.
La triste verdad es que Wallace era más que odiado
por las clases dirigentes británicas. Sus comentarios sobre
la “adaptación pacífica,” como la manera de mejorar la
especie, iban en contra de los medios violentos necesarios
para crear y mantener el Imperio Británico. Por otro
lado, la explicación de Darwin, según la cual la continua
competición de tipo vida o muerte era el camino de la
naturaleza, puso la voz de la ciencia directamente en el
campo del imperialismo, el globalismo, el racismo, el
colonialismo, la economía de libre comercio, y era de

158
mucha más importancia para los poderosos de la Gran
Bretaña del siglo 19. Pero si se descubre que la vida es
intrínsecamente mejor cuando reina la cooperación, como
decía Wallace, esto pondría al mundo privilegiado patas
arriba.
En la época de Darwin, entre los poderosos, el
cristianismo se había convertido en algo meramente
ceremonial, una peligrosa reliquia del pasado a ser
mantenida bajo el control del estado, como ocurría en
el orden anglicano. Pero Wallace, aunque no discutía su
supuesto desde ninguna perspectiva teológica, todavía
alineaba su teoría de una forma que llevaba a la milenaria
conclusión cristiana: somos los cuidadores de nuestros
hermanos; la paciencia, no la acción violenta, es el curso
más sabio frente a lo inevitable.
La capacidad revolucionaria del mensaje cristiano para
agitar a las masas y ponerlas de forma exasperada fuera
del alcance de la maquinaria de control de la zanahoria
y el palo, era contemplada con horror por las clases altas
británicas. Cuando las personas desarrollan el significado
de su época basándose en las relaciones, el amor, la piedad,
la lealtad y una frugal autosuficiencia, la idea de felicidad
mediante la acumulación de cosas sufre. ¿Pero, cuáles eran
las repercusiones de ello para una civilización comercial?
Por otro lado, cuando se toma la competición como algo
esencial para una buena vida, cuando el ganar contra
tus propios vecinos se coloca en el centro de la sociedad,
los negocios prosperan. Para ganar, otros deben perder:
cuantos más perdedores, mejor se siente al ganar.
Mi querido Bruno, podrías construir un puente de ida y
vuelta a la luna sobre los cadáveres que se acumularon tras
el polémico trabajo de Darwin y el de su primo hermano,
Francis Galton, al poner en marcha las políticas de sus
suposiciones biológicas. Dio a los legisladores, ya dispuestos

159
a considerar a la masa de la población como “recursos
humanos,” la justificación para ignorar la estúpida idea de
los derechos humanos. La mayoría de las personas eran
evolutivamente irremediables. Darwin había hablado, tal
como lo habían hecho Fichte, Spinoza, Calvino y Platón
antes que él cuando dijeron casi lo mismo. O la teoría
anglicana de un Orden Divino, en este sentido. Hoy los
defensores protestarán diciendo que el daño lo ha causado
el “Darwinismo Social,” que martilleó sus ideas con
directrices prácticas para la administración de la sociedad.
Pero no dejes que te tomen el pelo. Solo tienes que leer El
origen del hombre para ver que el mismo Darwin era el
maestro del Darwinismo Social, aun si fue su primo quien
inventó la nueva ciencia de la “eugenesia,” para proveer
las mismas opciones con los seres humanos a los líderes
sociales, como ya habían hecho con la reproducción de
plantas y animales.
Espero que esto arroje algo de luz sobre el eclipse
de Wallace. Solo sus ataques públicos al gasto militar
hubiesen sido suficientes para condenarlo a la oscuridad.
Me sorprende que tenga la nota a pie de página que tiene
en la historia científica, pero supongo que esa se esfumará
también, en algún momento en un futuro no muy distante.
Toma este ejemplo como una muestra de las ilusiones que
controlan la imaginación pública.

Fabricar bombas
Noventa y ocho años antes del momento en el que escribo,
cualquiera que tuviera acceso a la Encyclopedia Britannica
(la 11ª edición), podría haber aprendido a fabricar potentes
explosivos de forma barata y con materiales corrientes – desde
polvo explosivo inflamable, cuya potencia derivaba del maíz
molido finamente en forma gaseosa, o azúcar de mesa, incluso

160
hasta bombas de fertilizante más potentes, basadas en nitrato
de amonio y gasoil. La bomba del camión que destruyó el
edificio gubernamental de la ciudad de Oklahoma está en la
enciclopedia, y otras también.
Pero ningún pequeño granjero hubiese necesitado leerlo
ahí porque la información estaba ampliamente disponible, para
cualquiera que quisiera saber sobre tales cosas.
Incluso hoy, tal información no es difícil de encontrar
si la quieres. La fórmula para la bomba TATP que cerró el metro
de Londres en 2005 estaba en seguida disponible públicamente
(inconscientemente, supongo) en el influyente Financial Times
– ¡En la página editorial! La única información importante que
no está en el relato del Financial Times la aportó un poco después
la página editorial del New York Times, en forma de anuncio
de exhibición de una compañía israelí que vendía máquinas de
detección de bombas. Difícilmente podrías privar al público de
los materiales para la fabricación de bombas, incluso si quisieras
hacerlo.
¿Por qué iba a querer nadie con motivos respetables
tal información? Solo una población despojada de su propia
importancia haría tal servil pregunta. Para cualquiera que
entienda lo que fue el milagro de América en su día (y que ya no es),
que fue una fragua para convertir esclavos, siervos, campesinos
y proletarios en hombres y mujeres libres, los explosivos eran
una parte importante de la autonomía y la libertad. Eran
herramientas importantes para desbrozar el terreno, cavar
cimientos, construir estanques, construir carreteras, mover
piedras, excavar minas de oro – quizás en el extremo más
peligroso incluso para defender la libertad de tu familia de los
agentes del estado político. ¿No es así como logramos los Estados
Unidos desde el principio? ¿Porque la población común estaba
armada? ¿Se ha esfumado milagrosamente aquí la posibilidad
de que surja alguna tiranía? Pero dejando el conflicto violento
a un lado, y con él el melodrama, solo el aspecto útil debería

161
ser un derecho común de los ciudadanos libres. Y que estés
de acuerdo o no, no es tan importante como darte cuenta de
que hace menos de cien años se podía confiar en personas
perfectamente corrientes para tratar con responsabilidad con
un poder así.
¿Qué ha cambiado en el lapso de este siglo? ¿Se ha vuelto
la gente corriente más peligrosa, o los gobiernos han exigido la
propiedad exclusiva de cosas que pudieran derrocarlos? Carroll
Quigley, profesor de relaciones internacionales en Georgetown
y anterior tutor personal del presidente Clinton cuando este
asistía a esta universidad, escribió en Tragedy and Hope: A
History of the World in Our Time, que los derechos de la gente
corriente prosperan en los tiempos en los que los ciudadanos
ordinarios están bien armados contra las incursiones de su
propio gobierno – y que la libertad disminuye vertiginosamente
cuando se les niega las armas a la gente. La primera acción de
Adolf Hitler en el poder fue prohibir las armas de fuego entre
los ciudadanos.
Una vez más querrás saber qué tiene que ver una
información como esta con la escolarización y, aún a riesgo de
insultarte, te contestaré que solo un hombre o una mujer cuya
imaginación ha sido arruinada, solo alguien que cambió hace
mucho el respeto a sí mismo por la seguridad, necesitaría una
explicación. Estas están entre los cientos, quizás miles de ideas
sin las que la educación es imposible – no tienes por qué aceptar
un lado del debate u otro para educarte, pero debes aceptar
que el debate sobre estos temas está en el meollo del asunto.
No puedes tener libertad memorizando lo que te digan que
memorices. “Nullius in verba” es el lema de la Royal Scientific
Society, fundada en 1620, que se traduce como “no tomes la
palabra de nadie como la verdad; ¡piensa por ti mismo!” La
consigna de la escuela es “deja que otros piensen por ti.”

162
La proporción decisiva
La nueva revolución que se hizo posible gracias a la escolarización
industrial revertió a la ciudadanía de la América libertaria a una
proporción fatal que ya existía en la Grecia clásica, la Inglaterra
de los Tudor y la Prusia de los Federicos – un grupo numeroso
de marionetas, un pequeño grupo de titiriteros. Los niños
no comprenden por qué ocurre, pero sienten que se les está
ejecutando en la escuela. Por eso la odian tanto.

Fealdad física
Nunca escucharás entre las quejas comunes de la escolarización
que actúa como un taller de creación de fealdad física y
psicológica, pero eso es exactamente lo que voy a decir – que los
hábitos que inculca conducen a la fealdad en una cultura donde
la belleza y la gracia es mucho más importante que lo que la
escuela te permite saber.
Te confirmaré ahora mismo un gran secreto que siempre
habrás imaginado: la apariencia física de los cuerpos humanos
es un mecanismo de clasificación en las universidades de élite –
si eres feo, desgarbado, enclenque o vulgar, tus opciones de ser
admitido en Yale o Stanford se reducen casi a cero. Tu apariencia
física, y si serás digno de portar la bandera de la institución, le
dice mucho a un observador sofisticado. Este es uno de esos
centenares o miles de ideas en las que la escuela podría emplear
el tiempo examinando, pero como con muchas otras, evita tratar
por completo. En este caso, el hecho de omitir simplemente la
discusión de las ideas involucradas no se trata de un mal mayor,
se emplean métodos mucho más directos para etiquetarte con el
estigma del fracaso que significa la fealdad.
¿Si quisieras la salud general y el vigor para una
generación venidera, la forzarías a la inmovilidad durante doce
o veinte años? ¿Conectarías esa inmovilidad con el constante
estrés creado por los timbres y las amenazas varias? ¿Añadirías

163
a estas desventajas la dieta alta en grasas y rica en azúcares de
los almuerzos escolares o con el hecho de permitir los carros
de snacks y las máquinas expendedoras de refrescos dentro
del ámbito escolar? ¿No te aporta esto una línea recta hacia el
sobrepeso y la obesidad, la mala salud, la debilidad, el desgarbo,
la vulgaridad y la timidez?
Se ha reconocido desde hace mucho tiempo que
nuestra discriminación más intensa en Estados Unidos es
nuestro miedo nacional a la gente gorda. Y eso que hay más
ciudadanos (y estudiantes) gordos aquí que en cualquier lugar
de la tierra. La naturaleza epidémica de este fenómeno asalta,
a una considerable cantidad de los graduados de nuestros
programas, con una fealdad de dignidad, de amigos, de
oportunidad, de romance – está entre las armas más maliciosas
de instrucción masiva. La gente con la que te asocies durante tu
vida te perdonará que no sepas de ecuaciones cuadráticas – o
acerca de la Torre Inclinada de Pisa, pero no pasarán por alto tu
falta de vitalidad, o tu gordura.
Estar gordo y ser feo reduce tus oportunidades de
ser admitido en una universidad de élite como Stanford. Los
protocolos de evaluación en las mejores universidades tienen
predilección por un buen aspecto, un cuerpo esbelto y una
personalidad extrovertida, porque saben que esas características
– junto al hecho de pertenecer a un equipo de algún deporte –
aumenta sus opciones de éxito en cualquier campo en el que
el universitario elija entrar. Incluyendo las ciencias. Pero si en
Stanford saben esto, ¿por qué no deberías saberlo tú? No es una
pregunta retórica.
Cada año, Harvard, Yale, Princeton y otras de élite
descartan miles de solicitudes con una puntuación en el SAT
perfecta y miles de GAPs28 con un 4.0 perfecto. Harvard

28 N.d.T. Hace referencia a la media de las notas obtenidas según


la forma Grade Point Average (algo así como la Nota Media del
Curso).

164
rechaza cuatro de cada cinco de los graduados con las mejores
calificaciones que lo solicitan. Pero a los que tienen buen cuerpo,
van bien vestidos, son físicamente enérgicos, se les da una ventaja
considerable – como si la universidad de élite fuera algún tipo
de proyecto eugenésico. ¿Por qué tu instituto nunca te habló de
esto? ¿Está la universidad en parte motivada por la eugenesia, y
es parte del gran proyecto de Bionomía que empezó en Estados
Unidos con el cambio de siglo, y que llevó a la esterilización de
decenas de miles de “productos biológicos defectuosos”, y les
hizo merecedores a nuestra fraternidad académica de medallas
del gobierno Nazi? ¿Qué? ¿Nunca has escuchado nada de eso?
¿No te enseñó tu escuela historia de América?
Para mí, lo más interesante de esto es que la fealdad
es rara vez una predestinación de la biología – tienes que
trabajar para ser feo; surge como consecuencia de la educación
“negativa” que exigía el editor de Adam Smith hace algunos
cientos de años.
¿Eres consciente de que la epidemia de diabetes en
Estados Unidos, que ya afecta a niños de hasta cinco años,
está causada directamente por una inmovilidad excesiva y una
dieta rica en azúcares? ¿Eres consciente de que la diabetes es la
causa principal de las amputaciones y la ceguera? A la luz de
estos datos, ¿por qué la mayoría de los trabajos de clase media
se ganan la vida imponiendo tal comportamiento perjudicial?
Si te escondes a esta pregunta, puedes deshacerte de este libro
también.
¿Por qué es inmune la gente de la escuela a las demandas
por dañar físicamente a la población encarcelada? La respuesta
tiene mucho que ver con la supuesta independencia de los
juzgados en la edad pragmática, inspirada por Oliver Wendell
Holmes. La “justicia” era un elemento demasiado crucial en la
administración del siglo 20 como para que sus exigencias fueran
tomadas en serio.

165
Otra visita a la irrelevancia
¿Hasta qué punto son irrelevantes los currículos de los colegios
y las universidades, mera palabrería para llenar largas horas de
encierro hasta que las vidas atrapadas, exhausta su vitalidad,
fracturados hasta los huesos, puedan ser puestas en libertad?
Un profesor del MIT, Langdon Winner, da una respuesta
en su libro, Tecnología Autónoma, que lleva el ominoso subtítulo
La Técnica Fuera de Control, sugiriendo lo que Lewis Lapham
dijo abiertamente en el número de verano de 2008 de Lapham’s
Quarterly: “La aritmética sugiere que no tenemos forma de
evitar la catástrofe...”.
En la siguiente cita de Autonomous Technology, Winner
hace inventario de las deficiencias de las generaciones mejor
escolarizadas de la historia estadounidense. Cuidado no caigas
en la trampa que la escolarización habrá preparado en tu
mente mientras lees – que la gente es tonta por naturaleza y no
podemos esperar que la escuela convierta cerdos en cisnes:

La sociedad se compone de personas que no saben


diseñar, construir, reparar o incluso manejar la mayoría
de los aparatos sobre los que depende su vida... la gente
se enfrenta con sucesos y funciones extraordinarias que
son literalmente incomprensibles para ellos. Son incapaces
de dar una explicación adecuada a fenómenos artificiales
en su experiencia inmediata. Son incapaces de formar
una imagen coherente y racional de la totalidad...muchas
personas aceptan, y de hecho deben aceptar, un gran número
de cosas basándose en la fe...su forma de comprender es
básicamente religiosa, en lugar de científica...El apuro de
los miembros de la sociedad tecnológica se puede comparar
con el de un bebé recién nacido...[pero] los ciudadanos de la
era moderna son menos afortunados que los niños. Nunca
escapan del desconcierto fundamental ante el complejo
mundo del que le informan sus sentidos...

166
En una sociedad compleja, las personas flexibles sobreviven más,
pero la escuela – piensa en la misma palabra – recompensa a los
rígidos y miserables obedientes. Para ser eficaces y seguir siendo
independientes tenemos que saber cómo descubrir las cosas,
cómo gestionar nuestro propio aprendizaje, pero la escuela
modelo prisión desalienta el aprendizaje por su propio bien.
El verdadero aprendizaje lleva directamente a puntuaciones
bajas en los tests. Cualquier educación que suceda en la escuela
sucede a pesar de la escuela, no debido a ella. El aprendizaje
no es el objetivo de la escuela, es ganar; la atención nunca se
centra en la calidad de pensamiento o de conducta, sino en algo
completamente diferente: alcanzar el círculo de los ganadores.
Escucha un par de observaciones al azar hechas hace
mucho tiempo por dos productos de la mejor educación, el
primero un escritor famoso, el segundo un exitoso corredor
de bolsa que huyó a los Mares del Sur para convertirse en un
influyente pintor:

¡Qué irritante no saber! Todos esos años en Eton...¿Por


qué no me enseñaron nada razonable?
– Aldous Huxley

En el segundo día ya había agotado mis provisiones.


¿Qué hacer? Había imaginado que con dinero podría
encontrar cualquier cosa que fuera necesaria. Estaba
engañado. Una vez estés más allá del umbral de la ciudad...
uno debe saber cómo trepar a los árboles altos, cómo ir a
las montañas y volver agobiado por un pesado botín. Uno
debe saber cómo coger peces, y cómo sumergirte para
atrapar crustáceos...Uno debe saber cómo, uno debe ser
capaz de hacer cosas.
– Paul Gauguin, Noa Noa

167
Ni a Huxley ni a Gauguin le enseñaron nada útil en su tiempo
en la escuela; los dos estuvieron frustrados en su vida adulta,
anclados imperfectamente a la realidad por todo el tiempo
desperdiciado en la escuela, en la memorización de abstracciones
inferiores, que carecían de cualquier utilidad; suministradas en
un clima de intimidación.
Seymour Papert (del Laboratorio de Inteligencia
Artificial del MIT) dijo en su libro Mindstorms que todo el
aprendizaje puede aprenderse “como el niño aprende a hablar,
fácilmente, exitosamente, y sin ninguna instrucción organizada.”
[Énfasis añadido]...Las escuelas como las conocemos hoy no
tendrán lugar en el futuro.” Papert ofreció dos posibles destinos
para la escolarización institucional – transformarse “en algo
nuevo” o “marchitarse y ser reemplazada”. En las décadas
desde que eso se escribió han surgido casi tres millones de
homeschoolers, y más de un millón de personas abandonan cada
año la escuela. En las escuelas urbanas es un secreto a voces que
después del almuerzo es difícil mantener la asistencia al aula y
la atención; prácticamente imposible.

El oscuro mundo de la escolarización


obligatoria
En el momento en que estés dispuesto a reconocer lo
radicalmente irrelevante que son las ofertas escolares en realidad,
la pregunta sobre su propósito asoma su inquietante cabeza. ¿Es
esta irrelevancia fruto de la incompetencia? ¿Es posible que los
administradores de la escolarización institucional no sepan
qué hacer, pero han heredado el control de una embarcación
peligrosamente inestable, y de alguna forma deben hacerla
navegar hacia un destino desconocido? Para una hueste de
comisarios locales y directores esto es sin duda verdad – el trabajo
es demasiado bueno como para abandonarlo, sus beneficios

168
demasiado suculentos como para dejarlo; puede que les guste
cambiar y adaptarse, pero la estructura de mando/control no
permitirá ninguna gran desviación de su lógica sistémica.
Aún habiendo concedido la confusión a la vanguardia
profesional, el espectro de alguna intención más oscura al nivel
legislativo no desaparecerá. La escolarización a corto y medio
plazo es tan inequívocamente beneficiosa para algunos de los
estratos de la sociedad, que poseen el poder de planificar para la
totalidad, que no se puede rechazar la posibilidad de que estos
caigan en la tentación de utilizar la escolarización institucional
para la ingeniería social. Y una vez se activa ese filtro en tu
conciencia crítica, las pruebas se presentan tan constantemente
que demuestran que, en efecto, esto es así. Ten en cuenta este
fragmento de un discurso dado en 1940 a la Asociación por
el Avance de la Ciencia por el legendario filósofo político y
periodista, Walter Lippmann:

...durante los últimos cuarenta y cincuenta años,


aquellos que están a cargo de la educación han eliminado
progresivamente del currículo la cultura occidental que
produjo el estado democrático moderno...Las escuelas y
universidades, por lo tanto, han estado despachando al
mundo hombres que ya no entienden el principio creativo de
la sociedad en la que deben vivir...Privados de su tradición
cultural, los hombres occidentales recientemente educados
ya no poseen, ni en la forma ni en el contenido de sus
propias mentes y espíritus e ideas, las hipótesis, la razón, la
lógica, el método, los valores de la sabiduría guardada que
son los dones del desarrollo de la civilización occidental...
La actual educación está destinada, si continúa, a destruir
la civilización occidental y de hecho la está destruyendo.
Sé bastante bien que esta tesis constituye una acusación
de gran envergadura hacia la educación moderna. Pero
creo que la acusación está justificada y que hay, a primera

169
vista, motivos para introducir esta acusación.

Los detalles, acontecimientos y los personajes del


proyecto para dejar a un lado la cultura occidental – y sus
motivos – han sido estudiados exhaustivamente por un gran
académico de la Universidad de Georgetown, el Dr. Carroll
Quigley, en un fenomenal trabajo de síntesis publicado en 1966
titulado, Tragedy and Hope: A History of the World in Our Time.
Tragedy and Hope fue un tratado tan profundamente
revelador que su editor de Nueva York destruyó las planchas
después de su primera impresión y. cuando se agotó esa escasa
edición (2000 copias), rehusó reimprimirlo, aunque había miles
de pedidos pendientes. Al Dr. Quigley se le engañó con la
historia de que su libro había sido recibido con indiferencia por
el público. Desde ese momento, decenas de miles de copias de
contrabando se han publicado desde imprentas ilegales, así que
una búsqueda en Google te hará con una copia. Una advertencia:
algunas de las impresiones más recientes pueden haber sido
alteradas para omitir ciertos fragmentos clave. Sería una lástima
que llegaras hasta las puertas de una revelación que te puede
cambiar la vida y cayeras en las garras de los desinformadores
otra vez, así que te recomiendo encarecidamente que compres
una de las versiones antiguas disponibles en Amazon – o mejor
aún, que consultes una de las primeras ediciones que puedes
encontrar en la sala de libros raros de tu biblioteca pública, o en
los estantes inaccesibles de la biblioteca de la universidad local.
Quigley, por cierto, fue el tutor personal del presidente
Clinton en Georgetown, y es mencionado con todo respeto al
final de su discurso de aceptación en la candidatura presidencial
por el Partido Demócrata. No tienes por qué temer caer en las
manos de algún tarado conspiranoico descabellado de ojos
fluorescentes. Haz los deberes, te prometo que nunca volverás a
ver nuestras escuelas o nuestro mundo de la misma forma.

170
¿Control Científico? (¡No! ¡No! ¡No!)
El primer objetivo del control científico – el culto de alto
nivel creado por el ingeniero de rendimiento Frederick Taylor
y formalizado en su libro Principios del Control Científico
(1911), que se convirtió en la fuerza impulsora de los negocios,
el gobierno, la escolarización, la religión, el trabajo social
estadounidenses y mucho más – es la subordinación perfecta.
El concepto de jerarquía es especialmente importante en las
burocracias donde la idea de productividad es siempre amorfa
– aquí todo es secundario a la subordinación. Mejor hacer volar
en pedazos el barco que permitir que un marinero corriente dé
órdenes porque sabe más que el capitán.
La subordinación es un principio religioso, como
la transubstanciación29; implica un sistema jerarquizado de
casillas funcionales en las que se encierra a los empleados;
mientras permanezcan en su sitio, renunciando a su voluntad,
se vuelven predecibles: recursos humanos interdependientes a
ser utilizados por la administración cuando sean necesarios.30
Las personas educadas, o las personas con principios,
representan elementos hostiles en un proyecto de control
científico; los primeros sospechan porque han sido formados
para discutir de forma efectiva y a pensar por sí mismos, los
últimos porque son demasiado inflexibles en cualquier área que
toque su moral para seguir siendo dependientes de forma fiable.
En cualquier momento puede que declaren “esto está mal. No
lo voy a hacer”. Las personas excesivamente creativas tienen
deficiencias similares desde el punto de vista del sistema.

29 N.d.T. El autor se refiere a la doctrina católica de la eucaristía.


30 N.d.T. En el presente libro los sustantivos “control”, “administración”,
“gestión” y “dirección” se han utilizado todos como la traducción
de “management”, puesto que siendo sinónimos, ofrecen una
visión general de la idea de la palabra original en su conjunto que
se pierde con cada uno de los sustantivos por separado.

171
El control científico está siempre en guardia contra
las personas que no encajan firmemente en casillas, ya sea por
demasiada competencia, demasiada creatividad, demasiada
popularidad o lo que sea. Aunque a menudo sean contratados,
es con el conocimiento de que deben ser atados en corto y
observados con cautela. El asalariado ideal es instintivamente
obediente, alegremente entusiasta acerca de obedecer órdenes,
siempre deseoso por complacer. La formación para esta posición
empieza en primer curso con las palabras “no lo hagas.”
En la escuela primaria, cuando deberían explorarse
todas las ilimitadas posibilidades de desarrollo personal y las
variedades de una buena vida, el elemento principal involucrado
es la limitación, señalizado por las palabras “no lo hagas.”
No corras; no hables; no trepes a los árboles; no juegues
de forma brusca; para de moverte; no te levantes de tu asiento;
no mires por la ventana; no te quites los zapatos; no bebas ni
comas en clase; no te rías; no tardes mucho; no te adelantes en
la lectura; no te salgas del camino; no digas ‘me aburro’; no te
mezcles con niños mayores; no te quejes; no traigas juguetes,
etc. Junto con los “no” implícitos: no tengas tus propias ideas; no
muestres iniciativa; no seas independiente; no tomes tus propias
decisiones; no seas responsable de tu propio aprendizaje.
Hay más “no lo hagas” que días en el calendario, un
espectáculo sin fin. Esta negatividad constante, tan reminiscente
de la receta de William Playfair para la escolarización en
Escocia, quiebra muchos espíritus. El legado más duradero de
la repetición del “NO LO HAGAS” es la indiferencia a todo
excepto a los calmantes narcóticos como la violencia, la grosería,
la crueldad, el alcohol y las drogas reales con las que se puede
escapar de la negatividad.
¿Cómo lo sé? Pasé 30 años en clase con casi 4000
adolescentes, con muchos de los cuales hablé personalmente;
otros 20 en las aulas siendo estudiante, y otros 20 más estudiando
el negocio escolar y hablando sobre él por todo el mundo.

172
Un permiso para un viaje escolar enviado en septiembre
de 2005 a padres de alumnos de octavo curso del Instituto
Queen Elizabeth de Calgary, Canadá, te dará una buena imagen
de cómo las escuelas desalientan la experiencia directa entre los
padres, como también entre los niños, en lo que es una pieza
importante del programa de negación:

LOS PELIGROS POTENCIALES PUEDEN INCLUIR,


PERO NO ESTÁN LIMITADOS A, LO SIGUIENTE:

Viaje en autobús hacia el destino: mareos, lesiones
a causa de los mareos de otra persona, lesiones al ser
empujado tras una fuerte aceleración positiva o negativa;
ligero peligro al entrar o salir del vehículo o al moverse
por el pasillo; recalentamiento durante el trayecto; objetos
que puedan venir de las ventanas abiertas, lesiones al
sacar la cabeza o las extremidades por la ventana; lesiones
causadas por el propio comportamiento inapropiado o el
de otros alumnos.

Durante todo el viaje: resbalarse o tropezarse al


subir o bajar del autobús, resbalarse al subir escaleras o el
sendero en el camino; exposición al polen, comida, polvo y
otros materiales que puedan inducir reacciones alérgicas;
deshidratación; exposición a condiciones ambientales que
incluyen el frío, la humedad, el calor, la sequedad, y el sol;
tropezarse en las aceras o en los caminos pavimentados;
ataques o lesiones de animales salvajes; organismos
transmitidos por los propios almuerzos, snacks o bebidas
de los propios alumnos; tormentas eléctricas, incluyendo
los rayos y los desprendimientos en las colinas.

Vista a las exposiciones de interior en el destino:


peligro de tropiezo en las escaleras; peligro de choque y

173
pellizco con otros espectadores; peligro con las puertas;
peligro de tropiezo con el suelo y el pavimento mojados;
lesiones por derrumbamiento en las exposiciones.

A menos que firmes en esta lista y libres de responsabilidad a la


escuela por su papel en la exposición de tu flor de invernadero
de niño a estos inconvenientes, que ocurren cada minuto de
cada día en las vidas normales y corrientes, tu hijo no podrá ir
al museo, y debe quedarse en el colegio, donde estos peligros
también existen, pero cuya por parte de la escuela los juzgados
ya han relajado de forma significativa.
¿Y qué consecuencias psicológicas tiene esta siniestra
enumeración, repitiéndose como se repite en cada excursión,
fuera de los muros de la escuela? ¿Está diseñada para añadir
valor a la toma de riesgos sin la cual la masa de los jóvenes está
condenada a convertirse, y seguir siendo, empleados para toda
la vida? Perdona mi sarcasmo.

Otra visita a las conexiones y las


desconexiones
Siguiendo la receta prusiana de nuestro primer zar31 de la
escuela nacional, William Torrey Harris – alienar a los niños de
sí mismos para que sus identidades se fundan en la identidad de
grupo – los planificadores de la escuela contemporánea tratan
a los niños como categorías: negros, blancos, hispanos, otros;
dotados y talentosos, progreso especial, normal, educación
especial; rico, clase media, pobre; y con múltiples subdivisiones
de cada categoría imaginable, en lugar de individuos específicos

31 N.d.T. Término usado para llamar de manera informal a ciertas


posiciones del ejecutivo del gobierno de los Estados Unidos. Por
ejemplo, el zar de los automóviles, el zar del clima, el zar de los
derechos de autor, etc.

174
con necesidades intelectuales, sociales, psicológicas y físicas
específicas.
La retórica de la colectivización lleva rápidamente a
tratar a los grupos y a los subgrupos como promedios. Esto hace
la tarea administrativa mucho más fácil, pero garantiza malos
resultados sin importar cuántos recursos se destinen a mejorar
la suerte del grupo. Como con el bien financiado programa
Head Start de Washington, cualquier pequeño aumento
que se muestre estadísticamente se disipa con el tiempo. La
lógica de la colectivización busca desconectar a cada niño
de su constelación, circunstancias particulares, tradiciones,
aspiraciones, experiencias pasadas, y familias únicas, y tratar
a cada uno como el representante de una clase. Mediante un
proceso tan inexorable como el de las paredes de la celda de la
prisión que se derrumban y empujan al prisionero a un hoyo y a
la muerte en la historia de Poe, El Pozo y el Péndulo, un aula vista
de forma colectiva debe aspirar al mínimo común denominador
– una decisión fatal desde el principio.
Cuando al alcalde de la ciudad de Nueva York, un
administrador excelente en cualquier otro aspecto, se le dio el
control de las escuelas de la ciudad en 2002 (hasta el momento
en manos de burócratas del sistema y políticos a nivel estatal),
en lugar de elevar los estándares académicos para todos, tomó
un mal consejo y buscó enfrentarse al fracaso sistémico –
particularmente entre estudiantes de color – reduciendo el corte
para todos. Entre 2002 y 2008, aumentó el gasto escolar en un
79 por ciento, añadió 5000 profesores a la nómina (a pesar de
que las listas de asistencia habían perdido 60 000 estudiantes en
este tiempo) y el resultado, como se miden tales cosas, fue cero.
Al mismo tiempo que sucedía el enfoque actual, se
ignoró integrar a cada estudiante en un currículo personalizado
cuyo objetivo fuera el de multiplicar el número de conexiones
– a ideas, a experiencias, a otra gente. Sería impactante si se
tuviera en cuenta siquiera.

175
La mente educada es la mente conectada, conectada a
todo tipo de estilos humanos diferentes (no las equivalencias
estériles del aula), conectada a todo tipo de experiencias
complejas, algunas de ellas cargadas de riesgo psicológico y
físico (no las yermas experiencias de los timbres escolares en
una prisión de tiempo calculado); conectada a una vertiginosa
abundancia de ideas intelectuales que se interconectan entre
ellas, y con el tiempo, pone en marcha el ritmo de la trascendencia
pura posible en la perspectiva humana – un sentimiento como
ningún otro, y suficiente para ser su propia recompensa, sin la
prisión de caramelo del elogio, las estrellas doradas o la promesa
de una futura recompensa.
Más que nada, una mente educada está conectada a sí
misma. No hay ningún gran filósofo de la historia occidental
desde Sócrates que no descubriera que conocerte a ti mismo es
la base de todo lo demás. Para hacer eso debes examinar cada
influencia que se volvió parte de ti, como el emperador romano
Marco Aurelio empieza a hacer al principio de sus Meditaciones.
Sin autoconocimiento apenas puedes pensar en ti como
humano en absoluto. Y aún así, tenemos al primer comisario de
Educación Nacional, justo al comienzo de todo, declarando que
la alienación es el objetivo de la escolarización.
La escuela desconecta, como así le fue encargada. Es la
estrategia del César de “divide y vencerás” llevado a su máximo
rendimiento. A los niños se les separa de sus familias, de sus
tradiciones, de sus comunidades, de sus religiones, de sus aliados
naturales – otros niños – de sus intereses, y así ad infinitum.
Están, como condenó Walter Lippman, desconectados de toda
la tradición intelectual occidental que dio a las sociedades el
mejor regalo de libertades personales que hubiesen visto nunca,
desconectados de las experiencias de aventura y toma de riesgos
que han fabricado los mayores descubrimientos de la historia;
los y las jóvenes salen de la escuela incapaces de hacer nada,
como aseveró Langdon Winner.

176
El síndrome del trenecito parlante
El 19 de febrero de 2007, testifiqué para un proyecto de ley ante
la asamblea legislativa de Montana – la HR404 de Rick Jore –
para abolir la asistencia obligatoria a la escuela. Solo ese simple
acto de confianza en la gente corriente con el paso del tiempo
serviría, por si mismo, para derrocar el castillo de naipes erigido
en el siglo 20 para impedir que la educación se extendiera. Sea
cual fuere la verdad de esa proposición, en el avión de vuelta
a Nueva York emprendí la tarea de criticar parte del currículo
creado para una cadena de escuelas privadas en la costa oeste.
Había visitado una de estas escuelas cerca de Los
Ángeles en compañía del director de currículo y en el poco
tiempo que estuve allí me impresionaron los buenos modales
y la relajada cortesía de las relaciones profesor-alumno, y
el espíritu de buena voluntad que asistía visiblemente a los
esfuerzos del estudiante por participar en su propia educación.
Pero dos cosas me molestaron un poco. La primera fue esta:
en una reunión entre los funcionarios de la escuela y yo, para
hablar de asuntos escolares, a algunos estudiantes mayores
les pidieron que se sentaran y, aunque la discusión trataba
exclusivamente de sus propias vidas en la escuela, no tenían nada
que decir y no se les animaba a participar. Cuando se me invitó
a hacer algunas preguntas, dirigí la primera a los estudiantes
de la sala: “Si pudierais cambiar algo, digamos una cosa de este
colegio, qué sería?” Noté una cierta incomodidad, incluso una
leve conmoción, entre todos los que había allí, incluidos los
alumnos. ¡¿Qué podrían saber los chicos, o importarles, de la
administración de sus estudios?!
Nadie realmente dijo eso, simplemente fue una
sensación que tuve en la que, excepto de forma ceremonial, los
chicos estaban en un compartimento, el personal docente en
otro, y los administrativos y expertos del currículo en un tercero.
De este modo, la poderosa energía que se hubiese liberado al
conectar todas estas partes para intercambiar información y

177
conocimiento se perdía.
La segunda cosa que me molestó fue que antes de irme,
cuando me paré a examinar una estantería con libros de texto
de octavo curso, mi vista se puso sobre la Odisea de Homero,
un libro que junto a la Ilíada en su día habían hecho palpitar
la educación griega clásica. Memorizados por muchos miles,
recitados de memoria, estos relatos sobre la Guerra de Troya
y sus resultados no eran simples historias con las que pasar el
rato, sino una serie de dilemas morales particulares que, de una
forma u otra, aquejarían a todos a lo largo de sus vidas. Debatir
acerca del procedimiento adecuado para tales, proporcionaba
una rica dieta mental.
Estaba encantado con toparme con La Odisea como
parte del currículo de octavo, hasta que abrí el libro por la primera
página y descubrí que era una versión censurada – reescrita
y simplificada para estudiantes de 13 y 14 años de familias
adineradas de California. Como si el “significado” pudiera ser
sintetizado del lenguaje y presentado de una forma más vivaz
que la de Homero. Una cosa está clara: si Homero hubiese
escrito la versión que yo tenía, nadie excepto un estudiante de
“sobresaliente” ansioso por una buena nota hubiese leído el libro
hasta el final. Y la única forma de que sobreviviera para aburrir
a una segunda generación de lectores sería como libro de texto
en un proyecto de escuela obligatoria.
Pero estaba atravesando la puerta cuando me iba y
esta gente no solo tenía una escuela infinitamente superior al
estándar de Los Ángeles, sino que también eran gente inteligente
y preocupada, gente de los que nadie dudaría en confiar a
sus hijos. Así que hice un comentario informal sobre que los
niños han leído el original durante un par de miles de años sin
protestar, y me fui a coger mi avión. El director de currículo
preguntó si le echaría un vistazo a un nuevo libro de ejercicios
que estaban preparando para el nivel elemental, mientras
íbamos al aeropuerto. Y dije que lo haría.

178
A 10 000 metros, abrí el libro y me encontré cara a cara
con un trenecito parlante como mi guía a través del libro de
ejercicios. Aunque fue hace apenas 18 meses, el único detalle
del texto que puedo recordar es el trenecito parlante. Todo lo
demás se ha esfumado; de hecho, se esfumaba mientras leía. Ya
de vuelta a casa, le escribí al director de currículo de inmediato:

26 de febrero de 2007

Querido Dave,
todo lo que sigue pesa sobre el trenecito parlante sobre
el que está basado tu libro. Voy a ser franco porque me
caes muy bien y disfruté de nuestras charlas en el poco
tiempo en que nos conocemos. El trenecito parlante de la
teoría del desarrollo infantil es solo un tipo de enfermedad
alemana que se introdujo en el desarrollo de la escuela
alrededor del cambio al siglo 20. La primera avalancha de
esta enfermedad se produjo con el movimiento del jardín
de infancia del siglo 19, pero eso nunca fue suficiente para
satisfacer a sus administradores, así que insertar dibujos
en las cabezas de los niños, en lugar de ideas del mundo
real, se convirtió en la moda y parte de un gran proyecto
para extender artificialmente la infancia y la puerilidad.
El proyecto comenzó en serio a principios de siglo y lo
admitió e incluso alardeó de ello el decano de la Educación
del Profesorado en la Universidad de Stanford, quien jugó
sus cartas desde su inicio.
Como arma de instrucción es superior en su efecto
destructivo a todo lo demás, el arma maestra, por así
decirlo. Es una causa principal de la intensa y creciente
puerilidad de los estadounidenses de todas las clases
sociales, una acusación que escucho desde todos los
rincones del mundo cuando viajo – y de comentaristas
nacionales cada vez más también.

179
Sé que este es un viaje pesado como para quedarme en el
umbral de tu trenecito, pero, ya que solo soy yo hablándote
a ti, quería evitar el aspecto de relaciones públicas de las
cosas y llegar a lo que me preocupa de cada currículo
secuencial – de los sencillos a los complejos – que he visto.
Es una estrategia que ha viajado bajo muchos nombres
a través de la historia cuando los grupos de mando han
trabajado por hacer que sus poblaciones corrientes fueran
manejables. El proyecto se llevó a su pináculo científico en
las primeras décadas del siglo 19 en Prusia y fue exportado
alrededor del mundo en la segunda mitad de tal siglo.
Por eso lo llamo la enfermedad alemana – la extensión
artificial de la infancia. No te confundas, funciona. Una
vez que se ha infectado suficientemente con el virus, la
enfermedad es continua. Sus víctimas se vuelven deficientes
sin la ayuda para los desafíos de su propia existencia, y esa
relativa impotencia los hace manejables.
Recuerda, estoy usando la metáfora de tu trenecito
parlante. Hay muchas formas de vetar el crecimiento de la
capacidad, de la claridad de pensamiento, de un propósito
convincente, y cada uno es un trenecito parlante con un
aspecto diferente: piensa en las películas gore, piensa en la
pornografía, piensa en los Big Macs o las noticias/prensa
amarilla – cada una es fácil de asumir, un pasatiempo
aparentemente sin importancia. Pero !Ah! En su conjunto
tocando sus estúpidas canciones – ¡La muerte por mil
cortes!32
La genialidad radica en causar un hambre perversa
que resista su erradicación más adelante, a medida
que la víctima se esfuerza por madurar. Esta necesidad

32 N.d.T. En el original se trata de un juego de palabras, Death of


a Thousand Cuts, que es, además, un libro del mismo nombre
publicado en 2008, acerca del método de tortura conocido como
lingchi en la China imperial e imperial tardía.

180
implantada de simplificarlo todo hace de la autodisciplina
algo difícil, y, para la mayoría de nosotros, solo algo
mediocremente posible. No podemos madurar después de
que la enfermedad tome el poder – piensa en las taquilleras
películas de Hollywood no en su versión animada, piensa
en Peter Pan, Michael Jackson, Britney Spears afeitándose
la cabeza y chupándose el dedo, piensa en el incesante
anuncio “no quiero hacerme mayor, soy un niño Toys-
R-Us!” Leí en el L.A. Times que las madres adineradas
intentan vestir y actuar como sus hijas de nueve años; leí
en The Nation que el nivel de comprensión económica es
tan bajo, tan rudimentario, que es difícil mantener una
discusión a cualquier nivel, más allá de la simplificación
de cuento de hadas de las cosas.

La fórmula para el control social del trenecito parlante


se puso por escrito en la Institución de la religión cristiana de
Calvino (1535), refinada extraordinariamente en el Tratado
teológico-político de Spinoza (1670), y llevado a la vida
institucional por Fichte en la segunda década del siglo 19. Desde
entonces está fuera de control. El lado oscuro del Estado del
Bienestar alumbrado por Beatrice Webb y los socialistas fabianos
no es el de su superficial propósito de ser amable. Su intención
es la de matar con amabilidad, y así proteger los intereses de los
mejores, de forma no violenta. El trenecito parlante es la punta
de la punta del iceberg en la que a los condenados se les relega a
helarse intelectual, psicológica y socialmente.
Y ahora una forma diferente de ver los trenecitos
parlantes (es decir, a parte de la mía). Mira a la señorita Beatrix
Potter, protagonista de una película sobre su vida en 2007 y de
una biografía de la editorial St. Martin. En 1912, en la cumbre
de su éxito, vilipendió a su editor por temer imprimir su nuevo
libro sin alterarlo: un cuento sobre el secuestro y casi la muerte
de un saco de bebés conejo.

181
“Estoy cansada de hacer libros mojigatos”, escribió,
“estás muy asustado”. Potter vio correctamente que lo que la
distinguía de la corriente general de los cuentacuentos infantiles
era que empleaba una “actitud mental” llena de oscuridad,
violencia, brusquedad, realismo – exactamente las cualidades
que exhibe la vida humana y que deben ser afrontadas
directamente si uno ha de llegar a dominarse a sí mismo alguna
vez. Los niños entienden esto, tanto implícitamente como
explícitamente, y, a diferencia de la escolarización, Potter habla
de la necesidad de pensar sobre estas cosas. Su obra es ácida y
tajante, obsesionándose a menudo con la muerte.
En The Tale of Benjamin Bunny, un búho atrapa una
ardilla, “con la intención de despellejarla”.
The Tale of Jemima Pudle Duck trafica con la maldad
transcendental, mientras el zorro le pide a Jemima que elija los
condimentos con los que va a ser cocinada.

Fee Fie Foe Fum


Huelo la sangre de un inglés
Esté vivo o muerto
Moleré sus huesos para hacer pan

Nada es más interesante para los niños pequeños que la maldad,


la crueldad y la malicia; son conscientes de estas cosas antes de
que puedan hablar con fluidez. La hipocresía de los cuentos de
dulces animales e imágenes, en una cultura que mata animales
de forma indiscriminada y que los come relamiéndose, se le
escapa a los adultos más insensibilizados, pero casi nunca se le
escapa a sus niños. Y esta fea distorsión de la realidad es solo
una de tantas contradicciones con las que nuestra cultura del
trenecito parlante trafica al por mayor.
El efecto de estos ejercicios amorales es grave en los
niños, a pesar de la tolerancia ejercida por los expertos del
desarrollo del niño, que justifican esta práctica.

182
Hay animales que hablan en Potter, pero ninguno es
mono. “Gracias a Dios que se desatendió mi educación”, escribió
Potter, pero a lo que se refería es a la escolarización del trenecito
parlante. El aprendizaje de Potter era del mejor calibre: leyó a
Homero en sus mejores traducciones, hablaba alemán de forma
fluida y escribía frecuentemente que no le gustaban los niños.
Despreciaba a esos espíritus arruinados por teorías que les ha
asestado el encierro forzado de larga duración, especialmente
aquellos que producían respuestas infantiles mucho después
de haber desarrollado una vida interior, porque es lo que
se esperaba de ellos. El hecho de que los niños se sientan
fuertemente atraídos por Potter es un triunfo de la verdad sobre
las ilusiones oficiales de la escolarización institucional.

¡Separa los ruedines!


Según el New York Times del 15 de diciembre de 2006, Elena Delle
Donne es la mejor jugadora de baloncesto femenino del país,
con “potencial para alterar las reglas del juego para las mujeres,
de la misma forma en la que Michael Jordan lo hizo para los
hombres”. Ha ido a una gran universidad sin que le cueste un
centavo y está destinada a hacer millones en promociones. Sin
embargo, te hablo de ella por algo que hizo cuando tenía tres
años y ninguna idea de baloncesto.
¡Cogió una llave inglesa y sin ninguna ayuda separó los
ruedines de su bici! Con tres años se liberó de la maldición de
la infancia, esa exquisita invención alemana. Liberada de sus
dañinas suposiciones sobre lo que es posible y lo que no. Intenta
imaginar la organización interna que requiere una niña de tres
años: la atenta observación de las llaves inglesas, la estructura,
los procesos; la planificación que debió tener lugar dentro de
esta criatura de mil días de vida para siquiera concebir tal plan,
no digamos ya de su ejecución. Para asegurar más Elenas, la
escuela tendría que abandonar la conveniencia de tratar grandes

183
grupos de forma colectiva – como “clases.” Persiste en las clases
y la mayoría de Elenas estarán arruinadas antes de romper el
cascarón. Piensa en Branson, piensa en Ben Franklin o George
Washington, piensa en Octavia Walker y David Farragut,
descritos en otra parte de este libro.
Cuando, como ocurre con cierta frecuencia, los padres
me preguntan por un solo consejo para cambiar a mejor la
relación entre ellos y sus niños, no dudo en recomendar esto:
No los trates como a niños. La infancia existe, pero acaba
mucho antes de lo que la dejamos. Me empezaría a preocupar
si mi hijo fuera visiblemente infantil pasados los siete años, y, si
a los doce no estás tratando con jóvenes ansiosos por tener su
oportunidad, asqueados de los ruedines para todo, capaces de ir
a Londres, hacer cientos de kilómetros en bici y añadir suficiente
valor al vecindario para tener un ingreso independiente; si no
ves esto, estás haciendo algo realmente mal.
Incluso a los siete años, no elimines la verdad de las
cosas. Si la familia tiene ingresos, los niños necesitan saber hasta
el último céntimo cuáles son es y en que se gastan. Asume que
son seres humanos con las mismas capacidades y naturalezas
básicas que tú tienes. Lo que tú tienes superior en términos de
experiencia y comprensión madura, bien podría cambiarse por
su resistencia natural, su rápida inteligencia, su imaginación, su
percepción original y sus ganas de ser autosuficiente.
No caigas en la calculada ilusión de la niñez extendida.
Es un gran secreto, clave para el poder – poder para tus hijos
si cambias las tornas en contra de sus adiestradores. Y la
adolescencia es un engaño total, un puro mejunje de ingenieros
sociales de apenas un siglo de antigüedad. Es una paradoja,
constantemente amenazando con solucionarse a medida que
los jóvenes superan la prisión escolar en la que los hemos
encerrado. A veces, cuando leo obituarios – de lejos el apartado
más valioso de un buen periódico – me encuentro una nueva
prueba de que lo que te digo es verdad.

184
Por ejemplo, el 18 de abril de 2003, mi periódico llevaba
la necrológica del 101er hombre más rico, John Latsis. Si ese
nombre te resulta vagamente familiar es porque su nieto, Paris
Latsis, estuvo durante un breve periodo comprometido con
Paris Hilton, la famosa heredera y querida payasa, cuyo vídeo
sexual ha sido alimento esencial de la imaginación masculina
desde su lanzamiento al mundo.
El yate de John Latsis ha sido un espectáculo común
en los puertos del planeta durante mucho tiempo antes de su
muerte, al haber sido prestado al Príncipe Carlos, al presidente
Bush, a Marlon Brando, a Colin Powell y a muchos otros
personajes ilustres.
Nacido en una familia griega pobre de una aldea
pesquera, la infancia era un lujo que su familia no se podía
permitir. No tuvo escolarización alguna y empezó a trabajar
como peón a los doce años. Pero Latsis ambicionaba algo más;
al final se enroló como marinero de cubierta en uno de los viejos
buques de carga. Después de la Segunda Guerra Mundial, los
buques viejos eran una prioridad en el mercado de buques de
carga internacional; casi sin valor, se construyeron muchos para
tirar de los suministros de guerra y de los soldados.
A los 28 años, este chico pobre, Latsis, cogió sus ahorros
y todo lo que pudo pedir prestado y puso la entrada para uno
de los buques viejos. Durante los siguientes 30 años convirtió
ese único barco en una poderosa flota. Sin ninguna indicación
de algún mentor de escuela de negocios (de los que no tenía
ninguno), gradualmente diversificó del flete a la construcción,
el petróleo, la banca y otras empresas. Su creciente sofisticación
era una consecuencia natural de estar completamente conectado
a los asuntos del mundo.
Hace setenta y cinco años, las escuelas hablaban
rutinariamente de caminos alternativos al éxito como el de
Latsis; ya no lo hacen. El 80 por ciento de los jóvenes de hoy
– incluso más – están preparados (al menos en teoría) para

185
“buenos empleos,” como empleados especializados de un tipo u
otro. La atención nunca se centra en las vidas como la escogida
por John Latsis, quien lo hizo sin ninguna ventaja de ninguna
educación formal en absoluto.

Tania Aebi y George Meeghan


Hace veinte años, en 1989, una adolescente llamada Tania Aebi
llegó al Puerto de Nueva York después de dos años sola en el
mar, habiendo circunnavegado el mundo – la primera mujer en
la historia conocida en haber llevado a cabo esta extraordinaria
hazaña. No tenía ninguna experiencia en la marinería, ninguna
vocación o aptitud para ello, y solo un vago conocimiento
de navegación cuando partió, después de haber suspendido
Navegación Astronómica en el examen de la Guardia Costera.
Aprendió sola la materia a bordo de su embarcación. Y navegó
su ruta hacia la madurez, los libros de récords y la historia.
Tania tuvo tantos problemas en el Instituto Brooklyn
Tech que gradualmente dejó de asistir, como puedes descubrir al
leer su libro, Maiden Voyage; su padre, asqueado por su grosería
y su comportamiento en general, la quería fuera de casa y se
ofreció a comprarle un barco de 8 metros de eslora si navegaba
alrededor del mundo sola. Como una forma de venganza, aceptó
el reto, dejó el instituto y lo hizo.
Hace treinta años, un joven pobre de Inglaterra
concibió la idea de hacer el camino a pie más largo en la historia
humana. George Meeghan no tenía título universitario, ninguna
formación especializada, ningún equipamiento sofisticado,
nada de dinero y nada de escolarización más allá del tercer curso
– era un modesto marinero de cubierta en un insulso barco de
vapor con rumbo a Sudamérica. Habiendo dejado allí su barco,
se dirigió a Tierra del Fuego, se puso en dirección al norte y
empezó a caminar. Su botiquín al completo iba remolcado
detrás suya en uno de esos ligeros carritos de la compra que la

186
gente lleva al mercado para transportar a casa su compra. Las
ruedas se le iban saliendo. Era de chiste.
Le llevó siete años a George Meeghan cruzar los Andes,
sortear peligrosas naciones montañosas, cruzar la impenetrable
región del Darién y entrar en los Estados Unidos. Ya en Texas,
decidió hacer una excursión adicional para ver Washington
D.C. – a pie por supuesto – después giró al noroeste, hacia Point
Barrow, Alaska, para completar la caminata más larga de la
historia humana. El resumen básico que te he dado no le hace
justicia a la epopeya de George (ni a la de Tania). Te insto a que
leas su libro, The Longest Walk, para que descubras lo que los
seres humanos sin escolarizar son capaces de hacer. Hace poco,
la hija pequeña de George hizo a pie la distancia completa de
Japón, de sur a norte.
Dos desertores escolares, dos triunfos del espíritu
humano. Ninguna escuela sobre la tierra soñaría con enseñar lo
que han aprendido, escribir su propio guión, ser autosuficientes
y decididos. La caminata más larga en la historia humana (busca
a George en el Libro Guinness), la navegación más larga a solas
(busca a Tania en el Libro Guinness) – si dos jóvenes sin mucha
ayuda o equipo especial pudieron hacer esto en la década de los
70 y 80, con auténtica fuerza de voluntad, ¿puedes siquiera volver
a creer las hipótesis académicas sobre la migración humana? Si
Tania y George lo hicieron sin nada, entonces otras personas
anónimas lo han hecho antes también. “Académico” en su día
se refería a Akademos, el jardín donde enseñaba Platón; fue un
término muy respetado durante casi dos milenios, pero a finales
del siglo 19 ha llegado a significar “de escaso interés humano,”
irrelevante.
Ahora contrasta las vidas de Tania y George con las vidas
de 25 000 jóvenes, intensamente escolarizados, que trabajan en
Washington D.C. y que se sueltan la melena los fines de semana
en Dewey Beach, Delaware:

187
Dewey Beach, Delaware, 5 de julio de 2001 – En
Corintios, Pablo predica que los adultos dejen las cosas
infantiles. Claramente, el apóstol nunca veraneó en este
pueblo playero de kilómetro y medio de costa. Es viernes
por la tarde y 25 000 profesionales solteros...llegan en masa
a esta aldea de 500 habitantes para su ritual de regresión
semanal...lobistas, asistentes del Congreso y el Senado,
desarrolladores informáticos y consultores administrativos,
cuya edad está entre 23 y 37 años. Habrá una cuenta
abierta de 420 dólares en el Starboard esta noche – Tendrá
lugar una escapada sexual a plena vista de los vecinos el
sábado por la tarde. Se le dará a la pista de baile... [este]
ritual de trabajadores solteros, que mudan sus trajes de
poder por el escapismo de casa de playa cada viernes, está
en su apogeo.

– USA TODAY

El principio de la pulga atrapada


¿Qué nos dice la misteriosa e inhumana pasividad de los niños
de escuela hacia los asuntos que el mundo adulto ha considerado
tradicionalmente importante? ¿Y la más rara aún indiferencia
que los pobres niños exhiben por su ominoso e incipiente futuro?
Tenía teorías sobre esto cuando era profesor, pero nunca una que
creyera realmente hasta que un chico inmigrante taiwanés de 11
años, llamado Andrew Hsu, explicó como quebrar el espíritu
de las pulgas para que pudieran ser adiestradas. Su explicación
estaba impresa en un esbozo autobiográfico que escribió para la
ceremonia en la que él y yo recibíamos el mismo premio, pero el
reconocimiento material palidecía en comparación con lo que
aprendí de Andrew aquel día.
En primer lugar, acababa de ganar en la Feria de
Ingeniería y Ciencia Estatal de Washington, por su secuenciación

188
de un gen que el hombre y el ratón tienen en común: el
COL201A. Andrew era un campeón de natación con muchos
trofeos. Hablaba chino, francés e inglés, todos de forma fluida.
Trabajaba en su tiempo libre como asistente en documentales
profesionales. Y fue educado en casa.
Cuando se le pidió que describiera la lección más
importante de su vida, la que tuvo más influencia en sus
decisiones, dijo que fue una historia que le contó su padre sobre
el método que se usa para adiestrar pulgas para que se balanceen
trapecios, conduzcan pequeños carros (o los empujen) y para
el resto de cosas maravillosas que las pulgas aprendían para
divertir a los reyes y a las cortes en la historia mundial. La
historia que le contó su padre dice así:
Si metes pulgas en un contenedor poco profundo
saldrán enseguida. Pero si pones una tapa en el contenedor solo
durante un tiempo, se dan contra la tapa intentando escapar
y aprenden rápidamente a no saltar tan alto. Renuncian a su
búsqueda de la libertad. Después de quitar la tapa, las pulgas
quedan encarceladas debido a su propia autorregulación. Así
ocurre en la vida. La mayoría de nosotros dejamos que nuestros
propios miedos, o las imposiciones de otros, nos encierren en
un mundo de bajas expectativas.
Al leer eso, la visión de toda mi vida como profesor
apareció ante mis ojos. Había sido contratado para ser la tapa
de la placa de Petri, a la que los niños embestirían con sus
cabezas tratando de seguir su propio camino hasta que un día,
exhaustos, dejarían de intentarlo. En ese momento serían aptos
para ser adiestrados.

Cómo montar un caballo ligeramente loco


El tiempo que pasamos atrapados en la escolarización y
sus patrañas nos deja a la mayoría de nosotros pasivos,
incompletamente humanos, incapaces de funcionar como

189
espíritus soberanos. Pero existen otras herramientas para
cortarnos las alas, para ir sobre seguro. Aquellos que se fugan de
la escuela o se juntan en los aseos o en los huecos de las escaleras
no son el mayor problema – después de todo, ¿a dónde pueden
ir? El mayor peligro para el orden social viene de aquellos que
se retiran a los descansos secretos de sus vidas interiores, donde
ningún fisgón puede penetrar.
Para este aplicado contingente, un conocimiento de la
cría de caballos nos da otra estrategia.
Si reconoces los peligros conocidos para la cordura de un
caballo, cosas a ser evitadas si quieres que tu pura sangre sea
productivo, y en lugar de evitarlas impones estas condiciones, es
posible conseguir que la gente trabaje en contra de sus mejores
intereses e intente vínculos y se les mande a la prisión más
profunda del ser a jugar a “Dragones y Mazmorras,” videojuegos
o navegar por la red, en lugar de asumir riesgos y aprender cómo
ser eficaz.
Hace algunos años vi con cierta sorpresa mi experiencia
docente reflejada en las páginas de una revista altamente
especializada, una publicación de la Asociación para la Salud
Mental. El artículo pertinente fue encuadernado y enviado
desde Frankfurt, Kentucky, por el señor y la señora Howard,
entusiastas de los caballos como mi mujer, Janet. Considera el
daño que se le hace a la carne de caballo de calidad cuando el
alcance de su experiencia diaria está sobresimplificada.
Marca mientras lees las condiciones que causan que un
caballo se vuelva un poco loco y compáralas con la conocida
disciplina de la escuela corriente:

...Mantenlos principalmente inactivos, mantenlos


apartados de otros caballos y crearás un animal que inte-
ractúa con el mundo de formas claramente antinaturales...
tímidas, locas, impresentables, empernadas, encorbadas,
evasivas, vergonzosas, etc. Evita que un caballo acceda a

190
la sabiduría de la manada y de su propia naturaleza y ten-
drás un caballo que no sabe cuál es su sitio en el mundo.
Bajo tales condiciones los caballos bien educados, con un
potencial tremendo, acaban viviendo sus vidas como...con-
sumidores en lugar de colaboradores.

Consumidores en lugar de colaboradores. Por supuesto ese es el


objetivo, que ya habrás comprendido si has seguido atentamente
el disperso argumento de mi libro – el capitalismo corporativo
de mercado de masas y el capitalismo financiero que ha ido
reemplazándolo durante cierto tiempo, ambos necesitan
consumidores que definan el valor de sus vidas con el consumo;
ambos necesitan que solo una pequeña porción de la población
sepa cómo producir – y cualquier cosa, más allá de esa pequeña
porción, es un veneno mortal para el sistema, porque el espectro
de la superproducción hará que el capital se esconda.
La creencia política es que se ha de parar la
superproducción. Las escuelas son las principales fábricas
donde se hace esto. Por otro lado, deben acentuar el consumo
– y ninguna condición estimula más el consumo que el
aburrimiento, especialmente cuando la imaginación de la vida
interior ha sido paralizada por infinitos ejercicios de repetición,
las crisis sintéticas de la evaluación continua y el minucioso
condicionamiento con recompensas y castigos, el juego de los
ganadores y los perdedores. ¿Realmente la gente piensa así? Si
me haces la pregunta, tendría que contestar con tristeza: sí.

La caldera del tiempo inservible


Cuando el tiempo está rígidamente programado, estamos
obligados a vigilar las apariencias de atención e interés, en lugar
de la realidad de tales atributos; sin un tiempo ininterrumpido,
no tienes la más mínima esperanza de sintetizar los pedazos
de información que se te arrojan. Es posible memorizar el

191
significado oficial de esos pedazos, pero en el tiempo disponible
no queda ninguna posibilidad de que puedas llegar a tus propias
conclusiones. Tras años de estudio, sabemos que el sueño
ininterrumpido es esencial para la precisión en el pensamiento,
pero como me enseñó una vez Claire Wolfe, una escritora de la
costa oeste, el tiempo de vigilia ininterrumpido es igualmente
esencial. Cuando no te puedes concentrar, es difícil darle
sentido a las cosas. En lugar de persistir intentándolo, es más
fácil dejarlo.
La destrucción del tiempo ininterrumpido es una gran
arma de instrucción masiva. Las escuelas son un laberinto para
ratas de una actividad frenética: timbres, altavoces, mensajeros
tocando a las puertas de clase, chillidos del patio, visitantes
oficiales, visitantes no oficiales, un ir y venir de interrupciones
para ir al baño, abucheos, abusos y flirteos – nunca sabes cuando
será la próxima interrupción. Trata de pensar en el efecto
psicológico de ser sumergido en la caldera del tiempo inservible,
en palabras de la señorita Wolfe, una y otra vez durante 12 años
(en el caso del alumno) e incluso más en el del profesor.
El tiempo personal es el único tiempo que tenemos
en el que construir teorías, probar nuestras propias hipótesis
y especular acerca de cómo se podrían conectar los pedazos
de información que recogen nuestros sentidos. El tiempo nos
permite añadir calidad a nuestras tareas. Solo hizo falta una
llamada a la puerta para arruinar el inmenso poema Kubla
Khan de Coleridge. No era tan sensible cuando era profesor,
pero después de tres interrupciones – y en mis años de servicio
la media era de siete por hora de clase – mi cerebro estaba tan
frito que improvisaba el resto de la clase.

192
Fin
Espero que esto haya sido suficiente para que continúes la caza
de armas33 por tu cuenta. Escribir esto me ha puesto muy triste
y me ha cabreado mucho. No puedo continuar.

33 N.d.T. El autor hace un guiño al título del libro, al hacer referencia


a las “armas de instrucción masiva”.

193
8
¿Qué es la educación?

Las preguntas de Kant y la épica de Europa.


El gran filósofo alemán, Immanuel Kant, planteó cuatro
preguntas que él creía estaban en el centro de cualquier
búsqueda educativa:

¿Qué puedo saber?


¿Qué puedo esperar?
¿Qué debería hacer?
¿Qué es el hombre?

Es seguramente una de las grandes ironías de la vida


moderna que Alemania, una cultura nacional que admiraba
a Kant como el übermensch34 definitivo, creó una forma de
instrucción juvenil que prácticamente extinguió la curiosidad en
el hogar y exportó agresivamente su sistema por todo el mundo
en los siglos diecinueve y veinte. Sólo tienes que buscar en
Google la famosa “Séptima Carta al Comité Escolar de Boston”
de Horace Mann para disipar cualquier ilusión persistente de
que la escolarización obligatoria americana es un producto
doméstico, o que pretende transmitir unas “habilidades básicas”

34 N.d.T. Del alemán, superhombre.

194
como así se piensa generalmente. Es, fundamentalmente,
alemana.
Todas las preguntas de Kant deben ser resueltas antes de
que se pueda empezar con un currículo provechoso que alcance
los fines que desees. Pero si eludes este trabajo, o te engañan
(o te obligan) para que lo cedas a un establishment oficial de
especialistas, no debería sorprenderte si te encuentras, junto a
tus hijos, atrapado en la rueda de la conveniencia de algún otro,
o de sus prioridades.
Nunca te acercarás a la elevada condición que te ofrece la
educación, donde el dinero y la fama apenas importan, mientras
sigas satisfecho con memorizar la definición que hacen otros
de las cosas. Aunque reflexionar seriamente sobre lo que otro
dice no es inútil. Puede llevarte más cerca de tu propia verdad –
como dijo el Juez del Tribunal Supremo Potter Stewart sobre la
pornografía: “No puedo definirla, pero lo sé cuando la veo.” Con
esto en mente, te voy a ofrecer no una definición extensa, sino
tres “investigaciones” sobre este misterio: una de un escritor de
viajes excepcionalmente agudo llamado James Salter; otra de
una declaración que hice al comité del Senado hace diecisiete
años; y otra de un verso libre que garabateé sobre un bloc de
notas mientras lidiaba con la idea para una carta que pretendía
mandar a mi nieta, Kristina, que encontrarás como Capítulo
Nueve de este libro.
James Salter buscaba una forma de capturar en palabras
la admiración que sentía por el continente de Europa y su
historia. Empezó diciendo que Europa ayuda a esclarecer las
preguntas de Kant:

Lo que finalmente me aportó fue la educación, no las


lecciones de la escuela sino algo más elevado, una visión
de cómo aguantar: como tener ocio, amor, comida, y
conversación, como ver el desnudo, la arquitectura, las
calles, todo nuevo y buscando ser pensado de una forma

195
diferente. En Europa, la sombra de la historia cae sobre ti
y, no sabiendo nada de ella, de repente te das cuenta de lo
pequeño que eres. No saber nada es no haber hecho nada.
Recordarte solo a ti mismo es como adorar a una mota de
polvo. Europa está en el orden de un inmenso e insondable
aula, más allá del catálogo o la descripción.

Enfrentado a la poderosa épica de Europa y su


inagotable abundancia, Salter es capaz de ver lo lejos que están
“las lecciones de la escuela” de la educación. Mira a tu alrededor
en Estados Unidos, como él hizo en Europa: ¿Te ha enseñado tu
propia escolarización cómo llegamos hasta aquí?
Las dos siguientes ofrendas son de mi cosecha. El 23
de octubre de 1991, recibí una invitación para testificar ante el
Comité de Trabajo y Relaciones Humanas del Senado de EE.
UU. El tema: especulación sobre cómo serán las escuelas en el
año 2000. Aunque he pulido un poco la prosa, la gramática y
la sintaxis para evitarme la vergüenza de que un viejo profesor
de inglés escriba de forma tan descuidada, el argumento es tal
como lo pronuncié. Y el lector notará que el futuro, tal como
lo anticipé una década antes, ocurrió como estaba previsto. El
senador por Massachusetts Ted Kennedy era el presidente del
comité:

Senador Kennedy. Distinguidos miembros e invitados


del comité. Lo que más deberíamos temer es que la escuela
en el 2000 sea exactamente igual que en 1990. La escuela
en 1990 es casi igual que la de 1890. Tengan en cuenta, sin
embargo, que si nos movemos hacia atrás otros cien años,
a 1790, los ecos desaparecerían.
En 1790 era todavía posible educarte en América,
porque la escuela no consumía todo el tiempo del joven,
ni actuaba como una sanguijuela sobre la vida familiar
de entonces; no imponía hábitos serviles en el tiempo de

196
maduración; no adoctrinaba a las mentes jóvenes con la
carga de demasiadas ideas preconcebidas.
Todavía era posible tener una educación en 1790,
porque no había demasiada gente alrededor que fingiera
darte una, obligándote a aceptar lo que te ofrecían bajo
sanción legal. En tu misma Massachusetts, senador, había
más ciudadanos alfabetizados bajo un sistema donde la
escolarización era voluntaria y de corta duración, que la
que nunca ha habido bajo el diseño de coacción de larga
duración que hay ahora mismo.
Si volverá a ser posible tener una educación con
facilidad, en Massachusetts o en otro estado, dependería
de las decisiones políticas que hagan aquellos a los que
– como ustedes – el resto de nosotros les hemos confiado
nuestro poder. No es mi intención ofender, solo señalar mi
tristeza personal cuando digo que no pienso que se vayan
a tomar esas decisiones. Mis motivos para el pesimismo
surgen de saber que el fracaso está integrado en nuestro
sistema político, porque obliga a los líderes políticos a
depender de su elección de los mismos intereses financieros
que se benefician de que las escuelas sigan de la forma
en la que ya son. Las escuelas son una de las fuentes de
contratos y de empleo más lucrativas, que enchufan a los
amigos y a los familiares de los donantes de su campaña.
No se amparen en el cinismo: a menos que reconozcan
que tienen las manos atadas en lo que respecta al cambio
escolar, es inevitable que cometan los mismos errores año
tras año con falsas reformas.
El cambio no es probable que ocurra desde ningún
centro político por la misma razón, pero puede venir de
las decisiones rebeldes personales tomadas por hombres
y mujeres corrientes, que no tolerarán que sus hijos
sean ultrajados nunca más – como la revolución de los
homeschoolers que está teniendo lugar a nivel nacional.

197
Este sistema ha tenido un siglo para demostrar lo que
vale. Ya es suficiente. Desde su inicio no funcionó salvo en
cuentos de hadas hechos en casa; no funciona hoy, y no
funcionará mejor en el futuro.
Pero si nos podemos quitar la bota del estado político
de nuestros cuellos, hacia el año 2000 esto es lo que podría
empezar a brotar. Primero tendríamos un largo y enérgico
debate a nivel nacional, regional y local cuyo propósito sea
el de establecer la gama de definiciones aceptables de una
persona educada.
La pedagogía profesional nunca ha hecho esto excepto
en sus más livianas generalizaciones, porque sabe que es
mejor que tener las manos atadas por promesas que no
podrá cumplir. En la parte más arrogante del espectro
institucional tenemos enemigos públicos como James
Bryant Conant, el especialista en gas tóxico de la Primera
Guerra Mundial y longevo presidente de Harvard, que
anunció en 1959 que la educación es “lo que sea que dé
la escuela.” Al Dr. Conant le molestaba que cualquier
simple ciudadano pudiera pensar que tenía el derecho a
cuestionar las decisiones tomadas por expertos como él. Lo
que exigía para si mismo, en esencia, es el derecho a decir:
“La educación es lo que yo diga que sea.”
Pero no se puede evitar una definición pública de
los objetivos de la formación de la mente y del carácter.
Si nosotros, el pueblo, no nos ponemos de acuerdo en los
fines, no hay forma de tener comienzos – ¿Se embarcarían
en un viaje en coche durante doce años cuyo destino sea “a
algún lugar”?
El principal objetivo del tiempo escolar hoy, un objetivo
del que muchos hombres y mujeres autocomplacientes se
congratulan en saber, es la producción de notas de tests
altamente estandarizados – que no se relacionan con casi
nada de valor. Todos los presidentes de Estados Unidos,

198
desde que se pusieron en marcha tales tests, han tenido
unas notas en estos tests estandarizados mediocres o
pobres; por lo general, lo mismo es cierto entre los ejecutivos
de las corporaciones. ¿Si las notas tuvieran algún tipo
de significado, no sería una información exigida por los
consumidores? ¿Apostarían por un caballo sin consultar los
gráficos de su rendimiento en el pasado, reducidos a datos
matemáticos? Pero te obligan a apostar por profesores,
directores, superintendentes, profesores de universidad,
etc. cada día, sin que te hayan dado acceso a esta valiosa
información. ¿Qué locura es esa? Altos estándares y
estandarización son cosas muy diferentes, pero las normas
de la Neolengua han hecho deliberadamente que las tomen
por lo mismo. Igual que han sido condicionados a pensar
en la educación y la escolarización al mismo tiempo.
El largo, enérgico e irritado debate que pido, senador,
haría cumplir a la escuela su parte del trato al producir
una lista de capacidades humanas valiosas que las escuelas
garantizarían realzar – o perderían su capacidad de exigir
la asistencia a estas mediante el poder policial del estado.

Dicho esto, déjenme darles mi propia lista:

• La gente educada rara vez no sabe que hacer con su


tiempo; estar solo es a menudo una bendición para
los educados, porque les gusta su propia compañía.
El tiempo no se les hace largo.

• La gente educada puede establecer lazos de unión


donde sea, porque entienden la dinámica de las
relaciones.

• La gente educada es consciente, acepta y entiende


el significado de su propia mortalidad y cada una

199
de sus etapas. Aprenden de cada momento, ganan
en comprensión en todas las edades, incluso en sus
últimos minutos sobre la tierra.

• La gente educada tiene un proyecto personal de


valor ganado a pulso. No aceptan ninguna orden en
marcha sin que pase la prueba del análisis crítico.
Pero también son conscientes de una comunidad
humana más grande y sus valores, y conocen la
importancia de los valores en las diferentes culturas.

• Los hombres y mujeres educados disfrutan de la


capacidad para crear cosas nuevas, nuevas ideas
y nuevas experiencias; los educados descubren la
verdad por sí mismos a través de las leyes de la
evidencia, no memorizando las opiniones de otros.

• La gente educada detecta las necesidades de los


demás e, intentando satisfacerlas, se ganan la vida.
Pero a diferencia del ignorante, el educado nunca
se vuelve excesivamente dependiente de la riqueza
material para ser feliz, reconociendo que los bienes
más valiosos – el amor, la curiosidad, el respeto y la
empatía – se pueden tener sin ningún coste.

• La gente educada busca activamente la variedad


y saben cómo dominarla lo suficiente como para
satisfacer su placer y su ilustración. Aunque son
conscientes, también, de que sin su propio hogar
y sus responsabilidades, la variedad es hueca; la
experiencia, superficial.

• El currículo para ser educado se extrae de los


grandes pasajes de la vida que han unido a las

200
generaciones desde el principio de los tiempos.
El primero es el misterio del nacimiento y la
misteriosa emergencia del yo. Explorarse a uno
mismo requiere un conocimiento profundo de los
propios padres y antepasados – y de las culturas
específicas que ayudaron a formarlos. Esto es, las
culturas locales: mucho más que las entidades
abstractas que llamamos estados políticos. ¿Quién
soy? ¿Cuáles son mis límites? ¿Cuáles son mis
posibilidades? ¿Qué límites establece mi peculiar
naturaleza? Explorar estas cosas es como una
agenda crucial que una persona educada debe
cumplir; no atenderla solo resulta en una madurez
incompleta.

• El mundo físico, tanto cercano como lejano, debe


ser examinado, analizado y evaluado a fondo. Este
es un trabajo que no puede hacerse adecuadamente
encerrado o a través de abstracciones de pizarra.
Cuando la escolarización obligatoria roba el tiempo
necesario para este trabajo, el daño es importante.
Hay un tiempo y un lugar en el orden de la vida en
el que se debe cumplir con esta agenda; si se demora
demasiado, se pierde la oportunidad para siempre.

• Las complejas posibilidades de asociación deben


ser enfrentadas y encaradas – no funcionará
simplemente con hablar de ellas, o con verlas
en los programas de televisión. Incluyen
relaciones familiares, amistades, compañerismo,
camaradería, amor, odio, comunidad, contactos
y más. Cada una tiene sus fuertes y sus riesgos
inherentes a su forma. No practicar cada una
es arriesgarte a ser un tullido emocional. Pero la

201
escolarización de confinamiento está diseñada
para socializar a los niños en sistemas – la más
débil y la menos fiable de todas las asociaciones
humanas. Es inevitable que los sistemas traicionen
tu confianza si dependes excesivamente de ellos.

• Otro tema principal que atrae la atención de la


mente educada es un enfoque meditado de la
vocación – ¿Cómo contribuye uno al bien común
y al mismo tiempo se gana la vida? Entonces
tenemos el tema de “madurar” como una vocación
en sí misma. ¿En qué se diferencia uno de un niño?
¿Qué complejo de aceptadas obligaciones conlleva
madurar, cuya aceptación lleva a la madurez y a la
independencia?

• Y no podemos dejar fuera un atento estudio de


la muerte, el último acto de este ciclo dramático
que empezó con el misterio de la vida. Sin un
conocimiento claro de la corta saga de la vida,
nada tiene mucho significado. Si viviéramos para
siempre, ninguna elección sería nunca significativa,
porque tendríamos una vida eterna para elegir
una y otra vez. El tiempo es estrictamente finito.
Cada decisión excluye a otra. Esa es la realidad que
inviste de significado a la existencia. Tenemos que
darnos cuenta de que los que van a morir le deben
a las generaciones venideras un mundo como
mínimo tan bueno como el que han experimentado
mientras estaban completamente vivos; uno mejor
si es posible.

202
Abandonar la catedral
Cualquier escuela que aspire a educar debe dejar la
seguridad del recinto amurallado; debe dejar la seguridad
de emplear a una casta sacerdotal titulada para la
docilidad y la corrección política; debe abandonar el
papado del estado político y sus socios económicos. A corto
plazo, esto lleva a una ventaja (a los partidos en el control),
pero con el tiempo sangra la vitalidad de la riqueza general
– como sangró en su día a la poderosa Unión Soviética
– y drena de la economía su capacidad para adaptarse
a las circunstancias variables. Al agarrarse al beneficio
económico a corto plazo, las escuelas están a cargo de
prevenir la educación – los signos de decadencia a causa
de esa receta están por todas partes. Si la escolarización
de recinto amurallado se acabara, las relaciones corruptas
con las universidades, los editores de libros de texto, los
contratistas de la construcción, empresas de autobús y otros
suministros clave, que se aprovechan de una audiencia
masiva prisionera, se marchitarían rápidamente.
Nuestra nueva escuela eliminaría la evaluación por
otros motivos también, al aceptar finalmente lo que
la experiencia demuestra claramente – evaluar es un
indicador mediocre: la evaluación en masa institucionaliza
el engaño; es de culturas predadoras, no de repúblicas
enérgicas. Dejen que la evaluación vuelva a China y a la
dinastía Manchu que la engendró. Porque la evaluación no
se relaciona con nada real, identifica erróneamente a los
ganadores y a los perdedores de una forma insensata. Entre
sus muchas consecuencias desafortunadas está que evaluar
dirige su atención a problemas que no son problemas en
absoluto. Piensen en el problema del bajo nivel de lectura,
una deficiencia que se corrige sola cuando las reglas del
juego cambian. Sin embargo, una vez las notas del test
la identifican erróneamente, crear una burocracia para

203
“solucionar” el inexistente problema puede parecer algo
racional. Uso la lectura como el símbolo de esta locura
derrochadora porque puede que sea el motor principal tras
la escolarización obligatoria.
Aprender a leer y que te guste lleva sobre unas 30 horas
presenciales bajo las condiciones apropiadas, a veces un
poco más, a veces un poco menos. Es una habilidad bastante
fácil de adquirir si se te dan buenas razones para hacerlo.
Pero la exhortación no es suficiente, ni la intimidación, ni
la humillación ni la confusión de un aula llena de extraños.
La única forma de evitar que un niño aprenda a leer y que
le guste – en una cultura densamente verbal que nos rodea
con lenguaje impreso por donde quiera que vayamos – es
enseñarle de la forma en la que lo hacemos.
Deberían empezar con la actitud de que no pasa
nada si un niño lee a los cinco y otro a los doce. Cuando
ambos tienen quince, nadie podría decir cuál de los dos
aprendió antes. El verdadero problema no es del niño, es
que no pueden llevar una escuela de la forma en la que la
he descrito. El aparato pedagógico que obliga a los niños
de cinco años a ser clasificados según su capacidad para
responder “correctamente” a las urgencias del profesor, da
pie a nuestras patologías comunes de lectura. Para cuando
uno que es aparentemente lento leyendo se aceque a la
madurez, él o ella exhibirá indiferencia por la lectura, u
odio hacia ella, por culpa de nuestros métodos.
De momento, nuestra nueva escuela ha abandonado
el uso del recinto amurallado. Ocurre en cualquier lugar:
en granjas, barcos, hogares privados, iglesias, oficinas, en
vertientes en la hierba y en habitaciones de mil aspectos.
Ha retirado completamente la certificación a la enseñanza,
para que cualquiera con una habilidad que transmitir
pueda contactar con aquellos que quieran aprender
esa habilidad. Internet hace fácil esta transformación.

204
Lo único que nos hace falta actualmente es voluntad
para llevarlo a cabo, contra la oposición de aquellos que
se benefician de que las cosas sigan como están. Lo que
hace particularmente difícil lograr esa voluntad, es que
los adversarios al cambio son con demasiada frecuencia
nuestros conocidos, o somos nosotros mismos.
Esta nueva escuela que estamos creando pone el dinero
para los gastos, aparte de la ayuda educativa, de vuelta a
las manos de los contribuyentes. Eso romperá el monopolio
de la instrucción de los jóvenes y restaurará un sistema
abierto de aprendizaje desde cualquier lugar, como el que
disfrutamos desde tiempos coloniales hasta el final de la
Guerra Civil. Los monopolios contienen la iniciativa,
hacen un uso mediocre de la realimentación de los clientes,
que no tienen dónde ir, y generan una aversión a la verdad.
Nuestra nueva escuela tiene compromisos flexibles
de tiempo, que operan en espacios flexibles, y cuenta con
opciones flexibles de estudio y con un orden flexible. No
tiene estas cosas debido a una moda pasajera, sino porque
la rica variedad humana así lo requiere.
Nos desharemos por completo de los tests
estandarizados, pero no de los altos estándares de
calidad. La estandarización paraliza la imaginación y
la imaginación siempre ha sido el verdadero motor de
nuestra potente economía. Las clasificaciones que generan
estas pruebas defienden, de forma bastante engañosa, que
tienen una relación con la excelencia en el mundo real,
aunque no es así en absoluto. La única forma en la que
estos juicios, basados en la magia de los números, puedan
parecer funcionales es amañando el juego de antemano.
Esto quiere decir que si solo autorizas a la gente con altas
puntuaciones en los tests, sin importar su verdadero
mérito al diseñar edificios, quitar amígdalas o enseñar en
la escuela, entonces creas una profecía autocumplida en lo

205
que respecta a las puntuaciones de los tests.
Cualquier tipo de cambio que produzca nuevo valor
a nuestra sociedad mediante la escolarización implicará
menos tiempo escolar, menos personal escolar, menos
compra de material, menos interferencia en los procesos
naturales de aprendizaje. Cualquier reforma escolar que
funcione, académicamente y conductualmente, costará
mucho menos dinero del que se gasta actualmente.
Implicará una fusión gradual de la escolarización con la
vida comunitaria, una desprofesionalización del proyecto
de aprendizaje.
Esa es la razón por la que no es probable que ocurra un
cambio positivo ordenado desde arriba: requeriría valentía
política por parte de hombres y mujeres que se benefician
enormemente de la existencia de la escolarización masiva
y los empleos y contratos que exige. Es un dilema digno
de Salomón, uno que prácticamente exige que la reforma
venga de abajo, no de arriba; de millones de actos fructíferos
de sabotaje por parte de los padres y los alumnos, y sí – de
profesores como yo. Debemos comportarnos como nobles
termitas, que socavan el túnel de la actual estructura hasta
que se disuelva bajo su propio peso. Debemos animar a la
gente de la escuela a que sabotee el sistema mientras finge
no hacerlo.
Sé lo raro que suena todo esto: primero os digo que leer,
escribir y la aritmética son fáciles de aprender mientras no
se enseñen de forma sistematizada, y ahora os digo que la
misma institución escolar “exhaustiva” que exigía Harvard
en la década de 1950 está arruinando a nuestros niños,
no ayudándolos. Sé que los expertos os han dicho que el
complicado mundo de hoy requiere más tiempo escolar,
jornadas más largas, cursos más largos, más evaluación,
más etiquetado.
Bien, senadores, han sido engatusados, y espero

206
que su propia experiencia lo confirme con un poco de
reflexión. ¿Cómo piensan que millones de estadounidenses
aprendieron a utilizar ordenadores y el resto de la
parafernalia de la sociedad de la información? No en el
colegio, eso está claro.
Por el amor de Dios, mi propia escuela, del rico
vecindario de la parte oeste de Manhattan, ¡ni siquiera
tiene un reloj en la pared! O un teléfono, un fax o un
procesador de textos accesible a los profesores o alumnos.
Esforzándonos, esforzándonos con las indicaciones
traducidas del japonés, lloriqueando a los amigos, viendo
a otros, haciendo contactos, comprando lecciones de tipo
libre mercado, leyendo libros, exigiéndonos al máximo.
Aprendimos a usar el ordenador de la misma forma que
aprendimos a conducir – sin mucha ayuda profesional.
¿No es obvio que mucha gente que está haciendo buen uso
de los ordenadores en este momento hubiese suspendido la
asignatura de informática en el colegio? Muchos hubiesen
estado demasiado avergonzados, demasiado asustados,
demasiado enfadados y confundidos en un marco escolar
para aprender de verdad. No aprendemos muy bien
cualquier otra cosa ahí, ¿por qué iba a ser diferente con los
ordenadores?
En otros veinte años, cuando todas las escuelas estén
informatizadas, ¿no podrían pronosticar ya que las
escuelas asegurarán que sin la formación escolar nunca
hubiésemos hecho la transición a la era de la información?
Ustedes y yo sabemos que no es así, ¿verdad?
Hagan un paralelismo con la conducción. Es un baile
peligroso y de coordinación entre mano/vista/pie, mientras
al mismo tiempo nos enfrentamos al reto intelectual de
calcular constantemente, trazar una estrategia y tomar
decisiones instantáneas a vida o muerte. Adviertan que
cualquiera que haga esto aprende de verdad a hacerlo

207
por sí mismo. Aunque a pesar del riesgo mortal, casi
cualquiera que no beba mientas lo haga lo hará bien. De
hecho, nuestra civilización comercial, extendida como lo
está, estaría herida de gravedad si no fuera así. Esa es la
razón por la que no exigimos que los conductores sean
escolarizados, solo que sean competentes.
Y piensen en esto: a ninguno de estos conductores se
les ha clasificado, o aprueban o suspenden el examen de
conducir: si suspenden, lo hacen una segunda o tercera o
décima vez hasta que aprueban. Casi todos aprueban al
final. Ahora observen el efecto potencial de este sistema
de “aprobado para todos” en su propia vida. Su seguridad
está deliberadamente en manos de millones de conductores
desconocidos dondequiera que vayan, incluso cuando
caminan por las vías públicas. En cualquier momento, no
saben si la rubia que conduce el Corvette blanco tuvo una
mención honorífica como conductora o si aprobó por poco
a la décima oportunidad flirteando con el examinador.
¿No deberían estar aterrorizados por toda esta ignorancia
con tanto poder como para acabar con sus vidas o dejarles
paralíticos?
¿No deberían llevar los conductores señales luminosas
que indiquen qué nota de conductor tienen? No podrían
rebatir tal iniciativa ante argumentos tan razonables, dada
la baja opinión de la humanidad que refleja nuestra política,
nuestros medios de comunicación y nuestra pedagogía.
Tiene sentido, aunque la idea es completamente ridícula.
Esperamos que todos, cualquiera que sean nuestras notas
o clasificaciones, usemos nuestro buen juicio al conducir y
en la mayoría de los casos no nos decepcionan.
Las clasificaciones y las notas son una medida
horrible de calidad. Cuanto antes reconozcamos esto
en la planificación, antes alcanzaremos nuevas formas
de ayudar a los jóvenes. Después de enseñar durante 30

208
años, y haber ganado premios haciéndolo, puedo decir
rotundamente lo que todo el mundo sabe instintivamente
– los mejores lectores, los mejores escritores, los mejores
matemáticos, los mejores científicos, casi siempre son
personas que no tuvieron las mejores notas. Todos ustedes
desearon la posición de líder, senadores, y les pido que
afronten honestamente tales implicaciones – encuentren el
valor de acabar con los intereses financieros que usan la
escolarización como la gallina de los huevos de oro.
Si no lo hacen, ningún comité de senadores del mundo
dará a los estudiantes estadounidenses un mejor trato en
la escuela.

Un verso libre para Kristina


Lo que sea que es la educación
debería hacer a una chica única
no una criada
Debería darle el valor
para encarar grandes desafíos, para encontrar los principios que
le servirán como guía en el camino por delante,
Hacerla fuerte
ante la presencia del mal,
Dejar que ame cualquiera que sea su destino,
sobre todo, debería llevarla a descubrir
lo que realmente importa:
Cómo vivir y cómo morir.

– John Taylor Gatto

209
9
Una carta a mi nieta acerca
de Dartmouth

Asuntos familiares
Hola niña,
mientras escribo esto hay en la pared una foto de periódico tuya
con las multas que te ganaste montando en bici por la Quinta
Avenida, al desafiar la prohibición de la ciudad. Estás sonriendo.
Y yo también. No sé si Janet y yo estamos más orgullosos por
ello, o por que seas capitana de un equipo campeón nacional
de debate, o por ir al juzgado a cambiarte tu nombre, Gudrun,
por el de Kristina. Empate creo. Tus inconformistas antepasados
también están sonriendo.
Vienes de una larga dinastía de rebeldes. Debe estar en
el ADN. El pueblo de tu yaya Janet fue ilegalizado por la corona
británica. Tu tatarabuela de Glenorchy llevaba un sombrero
de copa. Y el inmortal forajido Rob Roy se identificaba con tu
pueblo.
Janet y yo nos casamos en el famoso Templo Budista
cerca de Columbia, en Riverside Drive, el que tiene la estatua

210
de Buda de bronce fuera, que estaba sentado en la zona cero
donde explotó la bomba atómica de Hiroshima en 1945, aunque
resultó indemne. Ella era menor de edad y en aquellos días la
ley decía que el matrimonio con una chica tan joven debía
tener lugar en una iglesia u otro templo, no en el ayuntamiento.
Los dos estábamos en paro, lejos de casa y arruinados, así que
no podíamos permitirnos lo que los católicos, protestantes y
judíos cobraban (probamos con todos), pero los budistas nos
dijeron que nos acercáramos, que lo harían gratis. Janet estaba
embarazada de tu madre en aquel momento.
Después de hacer autoestop, tu abuela encontró un
trabajo, pero la despidieron en dos semanas, porque intentó
organizar un sindicato en su lugar de trabajo, donde no había.
Yo conseguí un trabajo en Madison Avenue como secretario,
pero me despidieron, también, porque no podía usar una
perforadora de tres agujeros correctamente y eché a perder
copias de una presentación de una agencia, previstas para ser
repartidas esa tarde.
Por la rama italiana/alemana, tu tatarabuelo Giovanni,
quien me dio el nombre, vino de una familia que poseía el
título de “Señores de los Estrechos de Messina” en el siglo 17.
Lo sacaron a la fuerza de Italia a principios del siglo veinte
por ser presbiteriano, periodista demagogo y masón, en la
época en la que ninguna de esas cosas era bien vista en Italia.
Tu tatarabuela, Lucrezia, con quien se casó, perdió su herencia
(una plantación de bergamotas cerca de Reggio) y su título
(era condesa) por casarse con él. Dejaron Italia, llegaron a
Pittsburgh, y prosperaron por un tiempo. Andrew Mellon, el
banquero, le contrató personalmente para que supervisase la
división de Divisas Extranjeras del Banco Mellon, en una época
en la que los inmigrantes llegaban en manada a la Ciudad del
Acero, para trabajar en las minas y las fábricas. Los Gatto eran
los anfitriones de Caruso cuando el gran tenor venía a la ciudad.

211
Pero la prosperidad no duró. Giovanni murió a los 49,
de un exceso de champán, caviar y un alto nivel de vida. Cuando
falleció era Venerable Maestro de la Orden Masónica del estado
de Pennsylvania. Ochenta y ocho limusinas negras vinieron de
todas partes para asistir a su funeral, pero Lucrezia le enterró
en una tumba sin nombre en el Cementerio Allegheny en
Pittsburgh. ¿Su delito? ¡Hacer que su amante, Amalia, se mudara
al hogar familiar y se hiciera pasar por la criada! Tu madre tiene
el reloj de pulsera de diamantes de Lucrezia.
Tu bisabuelo, Harry Taylor Zimmer, impresor del
pueblo ribereño de Monongahela y propietario de un circo
ambulante, fue un rabioso republicano, incluso cuando todos
los del pueblo eran demócratas. Se presentaba a la alcaldía cada
pocos años, imprimiendo ataques increíblemente violentos
contra sus contrincantes. En 1948, el congresista local vino a
casa a rogarle a mi madre para que el viejo Harry retirara el
apoyo a su reelección como congresista. Le dijo que perdería
por goleada si la gente descubría que Zimmer le apoyaba.
Recuerdo vívidamente los días de la Segunda Guerra
Mundial cuando tu bisabuelo se ponía en medio de Main and
Second, ¡vociferando por la victoria alemana! Eso hizo que la
caminata de Second Street Hill al Colegio Waverly, cada mañana,
junto a una docena de niños, fuera más animada de lo que me
atrevo a recordar. Lo único que me salvó de más de una paliza
fue que todo el mundo conocía a Bud Zimmer, el magnífico hijo
de Harry, el tío más duro del pueblo, un diablo con sus puños, y
mi tío. Nadie se atrevía a caerle mal a Bud.
Bud también fue oficial de campo en la Batalla
del Bulge, llevado a todos lados por su auxiliar en el jeep
“Monongahela,” que apareció en algunos noticiarios del frente,
para gran entusiasmo de los vecinos. Uno de los hombres que
sirvió bajo el mando de Bud resultó ser el gigante industrial, Al
Rockwell. El señor Rockwell concedió a Bud el control de su
enorme planta cerca de Cincinatti, a pesar de que mi tío no tenía

212
ninguna formación universitaria.
Bueno, basta de familia. De tal palo tal astilla, Kristina.

Universidad Dartmouth
No estoy escribiendo para evocar a tus antepasados, sino
porque ya cumpliste los 17 en marzo y oí que ibas a White River
Junction, por una entrevista para una admisión anticipada en
Dartmouth. Y así se acaba tu infancia.
Bud me dio algunos buenos consejos cuando tenía
17 y la cabeza llena de sueños de gloria de la Ivy League. Me
dijo que me esperara unos pocos años y trabajara hasta que
me comprendiera mejor a mí mismo. Fue un gran consejo,
pero no hice caso (ahora deseo haberlo hecho), e imagino que
sería inútil dártelo a ti también, así que no lo haré. Pero quiero
que pienses largo y tendido sobre ir a Dartmouth o cualquier
universidad famosa por su poder para concederte privilegios
sociales. Es una ilusión. No pueden, e incluso si pudieran, tal
condición convertiría tu vida en una cárcel, con cada una de las
horas del día y cada asociación predeterminadas.
No confíes en lo que tu instituto, o tus amigos, digan
sobre esto – a estos últimos les han lavado el cerebro igual que
te lo han lavado a ti y los primeros no trabajan por tus intereses
sino por los intereses de un sistema que no comprendes. Tus
cuatro años en un instituto especial te habrán inculcado el
evangelio esencial para nuestra economía de mando – que
la universidad es la base de una vida próspera y que solo las
universidades de élite como Dartmouth poseen los secretos que
tú necesitas. No importa que nadie pueda decirte de verdad lo
qué ocurre concretamente en esos lugares, en esos asientos,
para transformarte. Debes hacerlo de buena fe, como la fe en el
nacimiento virginal.
Mientras esperas la fatídica decisión de la universidad,
oirás a amigos decir que si no reciben el grueso sobre de

213
aceptación a una universidad de prestigio se suicidarán. Cada
año unas pocas almas desesperadas hacen esto. Recuerdo allá
a principios de la década de 1950, cuando Duke me rechazo y
estaba listo para enrolarme en el ejército, cuando mi segunda
opción, Cornell, me abrió su corazón y me acogió. En cuanto
a Pitt o Penn State,35 donde pastaba el rebaño común, era
impensable que un esnob como yo las considerara siquiera. Así
era la maligna influencia que el club de campo ejercía sobre mi
juicio.
Sentimientos así son habituales ahora en nuestro país,
una señal clara de que nuestra otrora brillante singularidad
basada en un duro igualitarismo está muerta. La filosofía que
se encuentra por todas las universidades estadounidenses hoy
en día fue representada por George Orwell de forma magistral
en Rebelión en la granja, como una creencia entre los cerdos
directivos según la cual, aunque todos los animales, por
supuesto, son iguales, algunos animales son más iguales que
otros.
Si te sientes así, aunque sea un poco, sácatelo de encima
igual que harías con un tumor. Es un cáncer moral y te comerá
viva si lo aceptas. La mejor parte de Estados Unidos, nuestra
promesa de que cualquiera que lo intente tendrá su oportunidad,
está con la respiración asistida debido a la extensión de esta
fea mancha. La universidad a la que vayas, si es que vas, solo
marca la diferencia si crees en el hechizo que se te ha lanzado.
¿Es dinero lo que quieres? A una hora de donde vives podría
llevarte a un vendedor corriente de perritos calientes que gana
más dinero que el alcalde de Nueva York y el presidente de
los Estados Unidos juntos; ¿Es ser de alguna utilidad real a la
sociedad? – hazte una cuidadora de mascotas para que la gente
pueda irse de vacaciones sin tener que maltratar a sus bichos.
Como el vudú, a qué universidad irás – si es que vas – es solo

35 N.d.T. El autor se refiere, respectivamente, a la Universidad de


Pittsburgh y a la Universidad del Estado de Pennsylvania.

214
una pregunta real en las mentes desorientadas por la ilusión.
Eso no quiere decir que la educación no importe.
Importa. Necesitas de un juicio crítico afinado con precisión
para defenderte en la peligrosa casa de espejos en la que se ha
convertido América. Es solo que la universidad no te dará una
educación. Solo tú puedes hacer esto.
Sé paciente durante un poco más de tiempo con este
viejo y déjame decirte qué tipo de escolarización creo que
representa Dartmouth, y después qué tipo pienso que necesitas
tú. Aprenderás a jugar en el sistema en Dartmouth, no intentaré
negar esto, y aprenderás a ocultar tu dolor y tu confusión.
Aprenderás a pensar cómo y lo que el jefe quiera que pienses,
cómo vestir como el jefe quiera que vistas, y cómo valorar lo
que el jefe quiera que valores. Y aprenderás a creer que todas
estas cosas fueron ideas tuyas. Es muy sutil la enseñanza en
Dartmouth. Ni siquiera te darás cuenta de que está sucediendo.
La primera pista del cambio será cuando de repente te
des cuenta de lo incómoda que te hacen sentir tus padres. Cómo
desearías que no se metieran en tus asuntos.
Dartmouth es una cuestión de problemas forzados, nada
real. El método del “caso práctico” está arraigado aquí, es parte
de un sistema que engaña a sus seguidores para que piensen que
la puesta en práctica puede aprenderse a través de la simulación.
Un poco de esto no hace daño, pero mucho es peor que inútil:
te llena de falsa seguridad en que los problemas complejos están
completamente sujetos al método – como lo está reparar una
máquina – pero cuando tratas de ajustar a los seres humanos
a simplificaciones abstractas del método, descubres que tienen
que ser obligados a obedecer la teoría. Y a veces se revuelven.
Irak, Afganistán, Sudán, son todos regalos de la metodología de
los think-tank. Y todos inmunes al método.
A los 17 quieres una manera de medir el avance de tu
propia educación. Te voy a dar ocho indicadores y tú me dices
dónde estás actualmente en la escala de la verdadera educación:

215
Índice del verdadero aprendizaje del
abuelo John

1. Autoconocimiento: Este es el mayor premio de todos.


Sin él estás perdido y tropezarás una y otra vez en la vida.
De momento deberías haber reflexionado lo suficiente
como para conocer tu propio carácter: sus tendencias,
fortalezas, debilidades, bendiciones, maldiciones.
¿Cuánto te ha ayudado tu instituto a conseguir esto?

2. Observación: tu capacidad de observación en cualquier


situación debería ser muy aguda. Cuando quieras,
deberías poder funcionar como una cámara/grabadora
objetiva que absorbe información precisa para un
posterior análisis. ¿Puedes “leer” los documentos e
imágenes primarias de cada lugar y tiempo? ¿O tienes
que tomar la palabra de otros para que te digan su
significado?

3. Realimentación: ¿Estás entrenado rigurosamente para


recoger pistas sobre ti de las reacciones de los demás
y de las señales del entorno? ¿Tienes problemas para
aceptar la crítica y estimar su valor? Si dependes de las
notas de los exámenes y de las evaluaciones del profesor
para guiarte, estás lista para sufrir un shock cuando
descubras las diferencias entre lo que te han enseñado a
pensar y la realidad.

4. Análisis: ¿Puedes tomar un nuevo problema, partirlo


en elementos estructurales y procedimentales, evaluar
la relación entre estos, pensar en las principales
influencias del exterior y hacer todo esto sin la ayuda

216
de un experto?

5. Imitación: ¿Has aprendido a ser cualquier otro además


de ti mismo? ¿Puedes ser un camaleón cuando lo
desees? ¿O estás atrapado en tu propia y apretada piel,
de la misma forma en la que lo está la gente pequeña?
¿Puedes adaptarte a cualquier grupo, incluso a un
grupo de enemigos, entrando y saliendo a placer, pero
siguiendo siendo tú mismo?

6. Expresión: ¿Tienes una voz propia? ¿Puedes emitir esa


voz con claridad, estilo y potencia en la escritura y en
el habla? Sin esto, tu capacidad para reclutar aliados
será ineficaz, y probablemente serás engullido por
cualquiera cuya expresividad sea superior a la tuya.

7. Juicio: ¿Puedes evaluar de forma desapasionada?


¿Puedes ver a través de la mentira? La sociedad a la que
vas a entrar es una casa de espejos; poco de lo que veas
y pocos de los que conozcas serán lo que aparentan.
Las personalidades más atractivas son siempre falsas.
¿Cuántas oportunidades tuviste de desarrollar tu juicio
y ponerlo a prueba?

8. Añadir valor: ¿Añades valor a cada encuentro, a cada


grupo del que formas parte? ¿Sabes siquiera lo que
significa esto? Si no vales algo para los demás, entonces
seguramente no valgas nada. Creo que esto es de uno de
los libros de Kurt Vonnegut, Matadero Cinco.

Hay más, pero es suficiente para empezar. No mejorarás tu


comprensión de estas cosas moviéndote por White River
Junction y sacando “sobresalientes.”
En este momento estás atrapada en un laberinto

217
construido por las anteriores generaciones. Nuestro país entero
también: estamos en un laberinto del que la escolarización no
nos puede ayudar a escapar. La debilitada nación que estás
heredando está por encima de la capacidad que tiene la escuela
para fortalecerla. Déjame mostrarte un poco por qué:
La tensión social está por todas partes, como la pérdida
de fe en el liderazgo estadounidense entre nuestros mismos
ciudadanos y en todo el mundo. Harvard y Dartmouth (como
metáforas) tienen mucho que ver con esa pérdida de fe. Ha sido
causada por una reorganización unilateral del trabajo por parte
de los grandes empresarios que – creo que es justo decirlo – son
dueños de nuestro gobierno. Una reorganización planeada en
nuestras universidades de élite donde la vida es elegante y todos
los problemas se pliegan al método.
Esta coalición de ingenieros sociales exporta los empleos
estadounidenses para engordar el escalón corporativo más bajo,
e importa trabajadores extranjeros para conseguir el mismo
fin. Multimillonarios como Bill Gates – quien aparentemente
todavía no está satisfecho con el dinero que tiene – están a la
vanguardia de este movimiento. Después, hay una práctica
extendida llamada “trabajo temporal,” donde una empresa puede
ahorrarse el coste del cuidado médico, la pensión, las vacaciones
y otros, al contratar de forma temporal por la duración de un
proyecto. Eso ha creado un proletariado nacional con raíces
superficiales en lugar de tenerlas en la familia, incapaz de
planear cualquier futuro racional debido a la incertidumbre
laboral y la necesidad de poder estar disponible donde sea que
se le llame, solo por subsistir. Otra gran decisión unilateral por
la que tenemos que dar las gracias a Harvard y compañía es la
idea de la “Producción Eficiente.” La Producción Eficiente es
una prueba más de que la compasión ya no es un factor que una
a la administración con aquellos que trabajan. En la Producción
Eficiente la “fuerza de trabajo” está completamente desnuda.
Como mostró Frederick Taylor a un establishment industrial

218
anterior, es entonces exprimida científicamente hasta la última
gota de zumo que contenga.
La reorganización unilateral del trabajo es la razón de
la creciente brecha entre ricos y pobres en Estados Unidos, la
brecha más profunda del planeta Tierra. Está destruyendo
nuestra histórica clase media, a las clases trabajadoras y ha roto
la red de seguridad en torno a los pobres – que dependen de
la compasión, no del rendimiento, para mantenerse. El pánico
que sientes crecer a tu alrededor solo se detendrá por la acción
política, no por una mejor escolarización.

La Nueva Atlántida
La universidad fue transformada en un campo de entrenamiento
para el trabajo justo después de la Segunda Guerra Mundial.
El trabajo tal como lo definen las corporaciones, las agencias
gubernamentales y los departamentos universitarios, no como
lo hace la gente real. Unas pocas universidades escaparon a esta
transformación, pero ninguna de la que probablemente hayas
oído hablar y desde luego ninguna institución de la Ivy o similar.
El nuevo panorama universitario siguió una fórmula
puesta por escrito por Francis Bacon en el siglo 17, en su pieza
utópica La Nueva Atlántida, un libro que, aunque desconocido en
los círculos en los que te mueves, realmente ha sido considerado,
durante siglos, en tan alta estima como las escrituras sagradas
por importantes intereses. En La Nueva Atlántida, Bacon
demuestra como una universidad mundial puede actuar como
estabilizador de la riqueza y del poder. Externamente.
Esta utilidad, como justificación de la universidad,
reemplazó una creencia popular anterior en que podría ser un
lugar para la reflexión y el puro desarrollo intelectual, más que
una experiencia monástica para los jóvenes privilegiados. La
universidad se ajusta a un diseño más ambicioso, el del control
social integral, el sueño de los gobernantes desde Salomón.

219
Bajo este nuevo régimen, que se extiende por todo el
siglo 19 desde su centro en el norte de Alemania, se puso en
práctica un intenso grado de vigilancia para asegurarse de que
el rebaño común no saliera en estampida. Siguiendo el consejo
de dos pensadores sociales italianos del siglo diecinueve, Pareto
y Mosca, se detectaba el mejor talento de las clases bajas y se
acercaba al módulo de mando para robarle a las masas el
liderazgo futuro. Pragmáticos como Pierce, James, Dewey y
Holmes, los nuevos maquiavélicos, fueron responsables de esto.
La sociedad lentamente se convirtió en un laboratorio
en el que el gran hermano, o su equivalente tecnológico, estaba
siempre vigilando, y donde el castigo estaba siempre a mano.
Para alcanzar el objetivo del control científico, una América
controlada debía acatar las normas según el modelo de la antigua
Israel del Mishnah. Pero también se obtuvo una impresionante
sofisticación en el liderazgo de este proyecto. Si la libertad
estaba siendo limitada en un área, se alentaba la licencia en cada
aspecto de la moral tradicional. En el sexo, el matrimonio, la
religión, la familia, la formación de los jóvenes, se introdujo una
ética del “todo vale” y se promovió continuamente, desarrollo
que socavaba cualquier oposición de los centros morales
tradicionales, al separar a los niños en las escuelas de sus fuentes
de formación moral tradicional en casa.
Sé que esto puede parecer ciencia ficción a tus 17 años,
cuando las realidades personales buscan la atención en tu vida,
pero tengo una impactante prueba simbólica de que lo que te ha
enseñado la Bronx Science ni se acerca a describir la realidad a
la que te enfrentarás en los años que vienen.

La escuela como cárcel;


la cárcel como escuela
Estados Unidos, la tradicional tierra de la libertad, encarcela

220
ahora al 25% de todos los prisioneros de la tierra, el 90% por
crímenes no violentos. Con el 5% de la población global,
somos cinco veces más proclives a encerrar a nuestros propios
ciudadanos que la media, seis veces más que China.
¿Cómo explicas eso, Kristina? Pide a tus amigos y a
los terapeutas de tu escuela que te lo expliquen – parecerán
incómodos y evitarán la pregunta, como si te hubieras inventado
las cifras. Si quieres una definición de radical, aquí la tienes. No
dejes que esto te acompañe como si fuera una mera curiosidad.
Es un hecho colosal, significa algo formidable para tu futuro.
Sus repercusiones son mucho más importantes para lo que
será tu vida que cualquier universidad a la que decidas asistir.
Ha sucedido por la misma razón que sucedió la escolarización
industrial.
La escolarización industrial sustituyó nuestras formas
de escolarización históricamente libertarias a principios del
siglo 20, para estandarizar un patrón caleidoscópico de vidas
personalizadas que solían ir en muchas direcciones. Una utopía
administrativa no podría haberse hecho de tal materia prima;
no hay lugar para la libertad en la eficiencia administrativa – se
debe impedir que las familias como los MacAdams, los Gatto
o los Zimmer reproduzcan sus actitudes excéntricas o no se
podría lograr una subordinación esencial. Este es el motivo por
el que la escuela tuvo que ser obligatoria, y el motivo por el que
se crearon las escuelas como la Bronx Science – para minimizar
la influencia que gente como tú o tus antepasados hubiesen
tenido sobre el resto.
Lejos de ser una loca quimera de tu viejo abuelo, o
un espectro motivado ideológicamente por algún culto, es
casi imposible leer mucha historia – incluso en sus textos
esterilizados – sin llegar a algo parecido a la formulación que
te acabo de hacer. Solo por ese motivo, se han desalentado las
lecturas difíciles en las escuelas; si lees demasiado, las historias
oficiales se desgastan y se esfuman como el humo. Toda esta

221
basura está justo en la superficie para que se vea, a menos que
los textos irrelevantes y los trámites de la escolarización desvíen
la atención. Horace Mann mismo dijo a sus patrones financieros
que la escuela era “la mejor cárcel,” con lo que quería decir que,
de la cárcel a la que sometes tu mente cuando vas a la escuela, es
más difícil escapar que de las barras de hierro.
Thomas Jefferson fue una de las figuras públicas que vio
los peligros del diseño de la escolarización obligatoria universal
y estaba dispuesto a arriesgarse solo si se podían erigir potentes
salvaguardias para prevenir la colonización mental con la que
amenazaba. Estas salvaguardias solo estuvieron en pie durante
un breve periodo de tiempo, antes de que la escolarización
institucional apareciera y las rompiera. Jefferson estaba
familiarizado con Spinoza, el filósofo holandés que diseñó la
escolarización sistemática expresamente para ejecutar la mente
y la imaginación de la gente corriente. Sabía que, como mucho,
la escuela produciría criados y trabajadores, no pensadores y
artistas.
Pasé diez años husmeando sobre la gran leyenda escolar.
Lo que aprendí está disponible sin coste en mi página web, www.
johntaylorgatto.com, donde encontrarás, como mi regalo, 330
000 palabras sobre la historia oculta de la educación americana
para complementar las de este libro. La conexión entre la
escolarización como la conoces, incluyendo la escolarización
universitaria, y la educación, es prácticamente una obra maestra
de la invención – a la par con la teoría medieval de los cuatro
humores.
Si puedes hacer el esfuerzo por leer los primeros libros
de Walter Lippman, como el de El público espectral, y los del
sobrino de Sigmund Freud, Edward Bernays – el hombre que
convenció a las mujeres para que empezaran a fumar (e hizo
de relaciones públicas para Adolph Hitler), te encontrarás
cara a cara con algunas de las formas en las que se ha hecho
esto y con los técnicos que lo hicieron. De hecho, si luchas por

222
liberarte, Kristina, antes de ser arrastrada más cerca del abismo
de Dartmouth, tengo pruebas de que los milagros personales
son todavía posibles. Voy a tomar alguna de esas pruebas de una
fuente inesperada.

Los grandes impostores


El registro de grandes impostores en los últimos años es algo
sobre lo que tienes que reflexionar, debido a la incalculable
lección que puede enseñar acerca de la formación, supuestamente
vital, que se requiere para funcionar de forma exitosa en ciertas
ocupaciones. Vamos a empezar con la cirugía y el “Doctor”
Ferdinand Demara, un “teniente comandante” de un barco de
guerra canadiense que operaba en la costa coreana durante la
así llamada “Guerra de Corea.”
El Dr. Demara se encontró frente a una operación
de apendicitis de emergencia en la oficina médica de un
pequeño barco en medio de la tempestad. Un duro trabajo
para un verdadero doctor (y él estaba lejos de serlo), recurrir
al equilibrio que un oficial de la marina hubiera adquirido en
el mar. Pero Demara no era ni marinero ni médico, solo un
descarado impostor que había hecho sus pinitos como piloto
comercial, ingeniero de ferrocarriles y sacerdote católico en su
interesante carrera.
Y aún así, trabajando con estos inconvenientes, fue
capaz de terminar con éxito la operación solo (no se atrevió a
pedir ayuda), salvar la vida de un hombre agradecido y recibir
los más altos honores que la marina canadiense puede otorgar
– un final desafortunado a esta maravillosa historia, ya que el
doctor que Demara fingía ser vio la cobertura mediática y puso
el grito en el cielo.
La parte del crimen y del castigo de esta historia no me
interesa, así que déjame ir al grano: todo lo que necesitó Demara
para llevar a cabo esta complicada operación fue un libro de

223
texto ilustrado de cómo realizar la operación (que encontró en
la biblioteca de la oficina médica), nervios de acero (el bagaje
de cualquier impostor) y saber leer, interpretar fotografías
y seguir las claras instrucciones. Cualquiera con estas dotes
puede realizar muchas cirugías (no todas, pero muchas) según
la manera prescrita. Si liberásemos gran parte del sinsentido
médico que protege los privilegios de una profesión deshonesta,
los estándares de salud se dispararían en todo el mundo – como
ha ocurrido en Cuba – mientras los magníficos ingresos, que
hacen que las consultorías bursátiles sean algo habitual en la
vida de los médicos, se desplomarían.
Actualmente, cada enfermedad médica seria que existe
se puede tratar en el extranjero en el equivalente a un entorno
de lujo por casi un tercio del coste del de Estados Unidos. La
odontología de última generación está disponible en varios
lugares justo al pasar la frontera de EE. UU./México por una
pequeña fracción del precio estadounidense; y te pueden recetar
allí medicamentos por unos pocos dólares, que tendrían un
coste desgarrador en los Estados Unidos. ¿No deberían saber
estas cosas los alumnos para ser “consumidores informados”?
Pero ninguna escuela que les enseñara esto seguiría abierta
durante mucho tiempo.
La historia de Demara se me quedó grabada, porque
me pasó algo parecido en la década de 1980, en el año en que
tu madre se licenció en el MIT. Organizamos una expedición
en su honor al país Maya: Palenque, Tikal, Copan,…llena de
volcanes, barcas pesqueras, selvas de orquídeas...Todo incluido.
Pero arruiné el viaje por pasarme al planearlo, por si las moscas.
En un intento de engañar al Destino, fui solo un mes antes con
la intención de llevarle un regalo de bodas a tus primos Blake y
Lauren, que se iban a casar en la cima del volcán Popocatepetl
(después de haberlo subido primero), e hice la ruta etapa a etapa
para ver si todo iba fluidamente y no andar trastabillando como
un patán cuando llegara la hora de la verdad.

224

Ese ensayo general me costó la cadera derecha.
Subiendo por Monterrey de camino a Popo, y tras San Cristobal,
me choqué contra un camión de gravilla a 112 kilómetros por
hora. ¡Ay caramba!
Me desperté en la mesa de operaciones de un hospital
benéfico en Monterrey, con mi cadera derecha atornillada con
tres tornillos enormes. E inmediatamente me desmayé. Cuando
me desperté otra vez, estaba en una sala plagada de cucarachas y
con un policía durmiendo al lado de la cama – estaba arrestado
por “dañar la autopista.” A la mañana siguiente, el doctor que me
operó, que no era doctor sino un chico de 23 años en prácticas,
estaba ahí cuando me desperté, con una sonrisa de oreja a oreja.
Me dio un abrazo y me dijo encantado:
“¡Todos dijeron que ibas a morir! Nunca hice esta
operación antes. Pero tenía un libro de texto alemán con
imágenes de cada paso a tomar y aquí estás – ¡Estás vivo!”
Así que cuando leí sobre Demara tenía un buen motivo
para saber que era verdad. Aquí hay otra historia sobre la que
pensar: imagina que alguien te dijera que solo con unas pocas
horas de capacitación cualquiera podría pilotar un avión
comercial de cuatro motores con cierta precisión. Lo sé, lo sé,
es una locura, ¿verdad? Aunque hay un gran agujero en el suelo,
donde estaba el World Trade Center, para poner en su lugar a los
incrédulos.
Y otro relato escalofriante que bien merece una
búsqueda en Google. Hace unos pocos años,
un novato en esto del dinero, Nick Leeson, hundió la mítica
entidad financiera Barings. Nick engatusó a los expertos socios
de Barings para que creyeran que estaba haciendo enormes
ganancias comerciando con materias primas aquí y allá, cuando
en realidad estaba dejando a la empresa en bragas. De hecho,
arruinó la empresa.

225
Leeson, un completo aficionado, fue capaz de eludir
cualquier medida de seguridad con la que una importante
entidad financiera pudiera proteger sus activos.
La historia de Barings me recuerda al espectacular
fraude perpetrado por el insensato grupo de expertos de Enron,
la que fuera la séptima corporación más grande de América y
ya fallecida, y la rápida desaparición de Bear-Stearns y Lehman
Brothers, el quinto y el cuarto banco de inversión más grande de
EE. UU. respectivamente, que perecieron al apostar con dinero
prestado – treinta veces más dinero prestado del que valía, en el
caso de Bear-Stearns.
¿No es obvio, Kristina? Cualquiera con coraje,
ambición, una capacidad de observación bien desarrollada y
alguna facilidad para reproducir cualquier cosa, puede abrir la
caja fuerte de Barings, dominar procedimientos médicos sin la
ayuda de una escuela de medicina, pilotar aviones comerciales,
hacer colapsar rascacielos...Y, si recuerdas a Branson, construir
cohetes a la luna sin un título de secundaria. O, como Edison,
que dejó la escuela elemental, iluminar el mundo.

Kara y Octavia, las Walker


Observa tu propio potencial con una visión original. La edición
del 8 de octubre de 2007 de la revista New Yorker incluía un
extenso reporte de una artista negra llamada Kara Walker, que
decidió comenzar con el arte a la relativamente avanzada edad
de 24 años. La entrevista se realizó en un café poco iluminado
de París, Francia, donde a Kara, rodeada de periodistas, le
estaba haciendo un boceto su hija de nueve años, Octavia.
Octavia estaba tan abstraída en su dibujo que el escritor del
artículo comentó sobre su capacidad para concentrarse en esas
condiciones.
A medida que la historia se desarrollaba, sabíamos que
la pequeña Octavia tenía serias aspiraciones de dedicarse a la

226
moda – y ningún interés en absoluto por las palmaditas en la
espalda o los “sobresalientes.” En realidad, era la asistenta de su
madre en París, y la ayudaba con su exposición, pero no como
un pasatiempo. En uno de los cortos de los Walker del museo,
Octavia hace la voz en off, mientras a una esclava le persigue
un hombre blanco. Coreaba: “ojalá fuera blanca” y “quizás todo
esto no sea más que un sueño y desapareceré.” ¿Esto es lo que
esperarías que hiciera una niña de nueve años, Kristina?
Mientras leía este artículo, el fino telón de la infancia
extendida artificialmente, para la que las escuelas que la imponen
fueron inventadas, se desplomó y vi de nuevo, como me ocurre
a menudo, el diferente mundo que crearíamos si dejáramos la
excusa de que la infancia perdura mucho más allá de los siete
años.
El artículo del New Yorker terminaba con Kara
recordando un suceso que ocurrió cuando Octavia tenía cuatro
años – la misma edad que Branson cuando recorrió Londres.
Octavia estaba viendo a su madre siendo entrevistada
por una multitud de periodistas cuando de repente, nerviosa,
desafió en voz alta: “¡Kara Walker! ¡Kara Walker! ¿Cuándo me
toca a mí?” Con cuatro años, recuerda.
Ese es el objetivo, Kristina. La escuela a la que vas,
Bronx Science, la universidad a la que deseas ir, Dartmouth, y
de hecho todas las escuelas en general existen para evitar que la
gente de la calle – incluso la gente “brillante” de la calle, como
tus compañeros de Bronx Science – tengan su oportunidad.
Y los peores lugares buscan intimidarte para que tengas la
oportunidad que ellos quieren que tengas, no la que tu propio
espíritu hubiese elegido. Es una forma obscena de colonización
mental, una insensata pérdida de tu ya demasiado corta
existencia.
La mayoría de gente, a la que sitios como Bronx Science
o Dartmouth sedeucen para que esperen su oportunidad,
nunca tendrán realmente una oportunidad. Se hacen mayores y

227
mueren frustrados. No dejes que eso te ocurra a ti o los espíritus
de tu familia se enfadarán mucho.
Lo que Dartmouth y sus correligionarios te harán,
incluso de forma más efectiva que Bronx Science, es paralizar tu
capacidad para pensar por ti misma, y hacerlo permanentemente
para que te expongas a perder tu preciada oportunidad. Sé
lo difícil que es envolver tu mente con conceptos como este
a los 17 años, cuando se acerca la emoción de tu vida adulta
independiente, que llena tu espíritu con emocionantes
expectativas; y es precisamente por tu legítima necesidad de
ser al fin libre que te escribo así. Me llenaría de tristeza verte
escapar de una trampa solo para verte caer en otra más mortal.
Déjame darte algunas pruebas sólidas de que la gente
que construyó las escuelas y las universidades que admiras no
tenía tus intereses en mente, sino los suyos. Ningún grupo fue
más influyente a la hora de modelar la jerarquía de la escuela
institucional que los filósofos pragmáticos de Cambridge,
Massachusetts. Y ningún pragmático tuvo más influencia que
Charles Pierce, el cerebro tras William James y John Dewey.
Escucha la mente de Pierce en escena en la década de 1870,
mientras contemplaba la llegada de la escolarización obligatoria:

Dejemos que actúe la voluntad del estado, luego, en lugar


de la del individuo. Dejemos que se cree una institución
que tendrá como objetivo atraer la atención de la gente
hacia las doctrinas correctas, repetirlas perpetuamente
y enseñarlas a los jóvenes, teniendo al mismo tiempo el
poder de prevenir que se enseñen, propongan o se expresen
doctrinas contrarias.
Dejemos que se eliminen de la comprensión de los
hombres todas las posibles causas de sus cambios de opinión.
Dejemos que sigan ignorantes, no sea que adquieran
alguna razón para pensar de otra forma diferente de
la que lo hacen. Dejemos que tomen sus pasiones, para

228
que puedan considerar...las opiniones diferentes con odio
y aversión. Luego, dejemos que todos los hombres que
rechacen la creencia establecida sean aterrorizados hasta
el silencio. Dejemos que se redacte una lista de opiniones
con la que ningún hombre de la menor independencia de
pensamiento pueda estar de acuerdo, y dejemos que sea
obligatorio que los fieles acepten estas propuestas para
segregarlos de la forma más radical posible de la influencia
del resto del mundo [todas las cursivas son mías].

Kristina, esta es la tecnología de la administración moderna,


puesta por escrito de forma clara para que la aprendas.
Esto es lo que buscaba John Dewey cuando convenció a sus
patrocinadores de la importancia de alcanzar los fines a través
de la escolarización. Y abandonar el conocimiento es una meta.
Esta es la doctrina que llevó a William James, en Principios de
Psicología (1890), a asignar a la formación de hábitos, no al
desarrollo intelectual, el lugar de honor de la escolarización:

El hábito es el volante de la sociedad, su agente


conservador más preciado. Él sólo es el que...salva a los
hijos de fortuna de las envidiosas revueltas de los pobres...
Él sólo previene la deserción de los [trabajos] más duros y
más repulsivos. Mantiene al minero en la oscuridad. Evita
que los diferentes estratos sociales se mezclen.

Por toda tu militancia actual, Kristina, eres, como el resto


de nosotros, en gran medida, múltiples capas de hábitos.
Deliberadamente insertados en ti por organismos indiferentes
a tu dignidad, a tu soberanía personal y a tu bienestar. Depende
de ti perseguir sin descanso estos “límites donde mora la
curiosidad” (como Kesey los llamó en Alguien voló sobre el nido
del cuco), y romper el control que tienen sobre tu vida. Entonces

229
serás verdaderamente libre.

Quiero que tengas una vida intensa, audaz y libre. Una


que vivas con un valor temerario, una compasión insaciable y
llena de veneración por la verdad de las cosas. Los Dartmouths
del mundo son los enemigos de la verdad. Pero sea lo que
decidas, tu yaya Janet y yo estaremos contigo en cuerpo y alma.
¡Buena suerte en el viaje que te espera!

230
10
Incidente en
Highland High

Escolarización y educación
Nuestro tiempo juntos casi se ha acabado. El libro está casi
terminado. Ha sido un diario de las reflexiones de un hombre
viejo cuyos pensamientos, a veces afligidos, a veces lúcidos, han
estado fijos en la pedagogía, un término que ha sobrevivido
desde la época romana para designar a una clase especial de
esclavo. ¿No es esto todo lo que necesitas saber? Mi madre me
decía a menudo cuando era pequeño, “a buen entendedor, pocas
palabras bastan.” Pedagogía es la palabra. Bajo su influencia viví
mi vida como el personaje del guión de otra persona. Imagino
que tú también. Si mi libro puede ayudarte a escapar, aunque sea
parcialmente, de un destino similar, estaré satisfecho. El dolor
que me ha costado habrá valido la pena.
Lo que buscaba con estas páginas no era una diatriba,
aunque algunas partes de él lo parezcan, ni era solo una crítica,
aunque hay aquí una crítica. Mi ambición va más allá de que
simplemente aceptes mi análisis; si no te he hecho comenzar tu

231
propio análisis estaré decepcionado de haber sido, otra vez, solo
un profesor. Necesito que cuestiones tu propia escolarización
y el precio que pagaste por ella; necesito que indagues tras la
ilusión de educación que produce la escolarización; necesito
que reconozcas cómo su energía imperial guía tu comprensión
mucho después de que la puerta del aula parezca haberse
cerrado para siempre.
La escuela, que empezó como algo ocasional en la
América colonial, no más de dos horas al día durante unos
pocos meses al año, no está contenta con el tiempo que se la
deja de lado. Está molesta incluso con las vacaciones de verano,
en su deseo por convertirse en una institución total: la expresión
coloquial “formación continua” no significa eso en absoluto,
significa “escolarización continua.” Los líderes políticos y los
representantes corporativos ofrecen más escuela como solución
a la creciente incoherencia social y otros problemas como la
falta de propósito, la incompetencia, el odio de clase, y el resto
de la deprimente letanía. Pero si más escuela causó estas cosas,
¿cómo puede solucionarlas más escuela?
La escuela va en contra de otros caminos hacia el
desarrollo aparte de ella misma. ¿La familia? Es una institución
retrógrada. Sustituidla. Las familias sintéticas de la fantasía
utópica deben ser superiores, puesto que han sido concebidas
por expertos. ¿La iglesia? ¡Que le corten la cabeza! ¿Puede ser
razonable otorgar a las vidas corrientes la idea de que cualquier
decisión de los expertos puede gustar a un Poder Superior?
¿La tradición, la lealtad étnica, la lealtad a un lugar? Bueno,
ya sabes cómo sigue. ¡Que les corten la cabeza! Y el daño que
hace la escuela a las ideas de soberanía individual y a los ideales
de libertad crece de manera progresiva, a medida que a cada
generación se le roba su capacidad de criar a la siguiente.
Hay varias formas de medir el abismo entre
escolarización y educación. Ese paso no se puede omitir sea
el método que elijas. No puedes dibujar un mapa útil hacia

232
la educación si no sabes cuál es la diferencia. Y como una
buena receta, es más un asunto de entender las proporciones
adecuadas de cada ingrediente para que te satisfaga, más que
encontrar la fórmula perfecta. La forma en la que tú y yo estamos
escolarizados es idéntica para cada uno de nosotros: la forma en
la que nos educamos tiene poco en común.
A veces la escolarización sirve también para algún
fin útil, pero en el momento en que sea ordenada de forma
centralizada e impuesta universalmente por la fuerza policial
del estado, tienes que empezar a alejarte de ella (si tus
circunstancias lo permiten), o, si no lo hacen, debes planear
subvertirla y sabotearla a sangre fría – mientras finges cooperar
con una sonrisa en la cara. De esa forma, puedes infligir un
daño considerable a la institución que busca dejarte incompleto,
sin exponerte a sus castigos.
Los niños me ayudaron a entender que se pueden evitar
fácilmente los peores efectos de los propósitos de control mental
de la escolarización, mientras se obtiene acceso a una materia
prima valiosa para la observación y el análisis. Alguien que
lleve herramientas antropológicas a la escuela primaria – como
hicieron Washington, Edison y Carnegie – puede cosechar un
rico conocimiento embrionario de sus conciudadanos, y de
los adultos contratados para mantenerlos cautivos – hombres
y mujeres bajo una coacción no menor que la del rebaño que
supervisan.
Al buscar la diferencia entre la escuela y la educación,
ten en cuenta estos estratos: la escolarización se organiza por el
mando y el control desde fuera; la educación se autoorganiza
desde dentro. La escuela desconecta a su clientela de otras
fuentes primarias de aprendizaje. Debe hacerlo para conseguir
la eficiencia administrativa; la educación tiene la intención
de proporcionar un conjunto de abundantes conexiones que
son aleatorias, deliberadas, promiscuas, incluso discordantes
entre ellas – comprender que el aprendizaje del ingenio, la

233
autosuficiencia y la inventiva supondrán, inevitablemente,
mezclas sorprendentes de cosas, cosas imposibles de predecir o
anticipar.
En la educación, el alumno está despierto al papel
crítico que juegan los ciclos de realimentación natural para ser
independiente. Los ciclos de realimentación a los que se presta
detenida atención – no limitados por normas – crean circuitos
personalizados de autocorrección en lugar de una necesidad
servil de seguir la dirección generalizada de los demás. Pero
la escolarización, por otra parte, está obligada a enfatizar
las normas hechas por otros. Es imposible incluso imaginar
una escuela que pudiera permitir una desviación por propia
voluntad de sus programas, excepto al nivel más trivial.
La educación nunca se compromete a convertir el
conocimiento en asignaturas, siempre tiende a contemplar las
cosas en abundantes contextos. El aprendizaje por asignaturas
es lo que hacen las escuelas porque su intención es la de crear
empleados, y especialistas, que en sí mismos son solo una
sofisticada forma de empleados. Pero una y otra vez, en las
ciencias y en cualquier otra cosa, hemos llegado a comprender que
el enriquecimiento mutuo, mezclar las disciplinas académicas
(y más) es el motor del avance científico. John Kanzius, cuyo
nombre ha sido mencionado en un capítulo anterior, fue
capaz de inventar una nueva herramienta contra los tumores
cancerígenos precisamente porque no era un especialista en la
investigación científica, o siquiera un graduado universitario.


***********

Los componentes de la educación son tan diversos que establecen


un estado interno de discusión dialéctica permanente. La
certeza nunca se logra en una mente educada; la destrucción

234
creativa – la potente energía del capitalismo según Schumpeter
– siempre está en marcha en el espíritu educado, busca encontrar
agujeros en la teoría ortodoxa, trabaja constantemente por crear
recambios a lo que “todo el mundo sabe que es verdad.”
Por otro lado, la memoria – no la síntesis o el argumento
– es el elemento dominante en la escolarización. Debido a ese
defecto, a los estudiantes “sobresalientes” se les roba examen a
examen su capacidad para pensar por ellos mismos y escuchar
las señales de sus circuitos de realimentación.
Año tras año, la Encuesta Internacional de Felicidad
informa solo de tres condiciones necesarias para juzgar tu
propia vida como una vida feliz: 1) buenas relaciones 2) buena
salud 3) un trabajo gratificante. Pero la escuela, como te mostré
anteriormente, dispone las condiciones en las que es difícil
escapar a una mala salud, a las relaciones no se les da ni tiempo
ni espacio para crecer (y la segregación por orígenes similares en
los así llamados planes “de rastreo” hace que el florecimiento del
prejuicio de clase sea casi inevitable (al poner fuera del alcance
de los alumnos así rastreados la posibilidad de relacionarse con
aquellos que son diferentes). Y el trabajo que se impone en la
escolarización prácticamente nunca está dirigido a contestar a
las imperiosas preguntas de la juventud.

El mundo oscuro
Pero, ¿he ido demasiado lejos? ¿Puede que el uso combativo
de metáforas como “armas” o “mundo oscuro” sea algo más
que lenguaje basado en la fantasía adolescente, el rencor del
gusano cortado por el arado? La escuela tiene sus defectos, sí,
pero seguro que es una institución esencial, y ¿no están todas
sus deficiencias dispuestas a la corrección racional, tanto que
ninguna merece un insulto?
¿He ido demasiado lejos con el pasado, por ejemplo?
¿He sido demasiado duro con la alianza entre eugenistas,

235
utópicos, líderes empresariales, clérigos, darwinistas, racistas
y académicos de alto nivel que sembraron la institución en
Norteamérica en la última parte del siglo diecinueve? No
querían hacer daño, justo lo contrario, y en cualquier caso, todos
están ya muertos. ¿No debería dedicarse el tiempo presente a
solucionar problemas? ¿No se pueden atribuir las deficiencias a
la incompetencia común, a la venalidad, al liderazgo deficiente
y similares?
Debes decidir sobre estas preguntas por ti mismo, pero
en lo que respecta a mí, concluí, hace mucho tiempo, que hubo
(y hay) alguna intención deliberada en marcha en la institución
escolar, que opera lejos del acceso público, y hasta que no se
le haga frente, el término “reforma escolar” es un sinsentido.
Hasta que los fines de tal operación no se pongan bajo juicio
público, y se exponga a la luz y se termine su relación sexual con
la economía y el control social, cada esfuerzo por reformarla
solo será otra ilusión, otra habitación añadida a la casa de
espejos nacional.
Pero tendrás que convencerte del contenido de mi
alegato, de que está en marcha algún tipo de materia oscura,
alguna fuerza poderosa aunque invisible en la escolarización. Si
vas a ser lo suficientemente fuerte como para defenderte a ti y a tu
familia, no puedo hacer el trabajo por ti. No puedes memorizar
mis conclusiones. Para ese fin te voy a contar tres historias
escolares que ponen la piel de gallina y que te parecerán, de
primeras, inexplicables. Aberraciones quizá. Tu tarea será la de
interpretar lo que significan, si es que significan algo. Mientras
escuches estas historias, intenta imaginar qué funcionarios, y
en qué posiciones, podrían haber refrendado finalmente estas
iniciativas. Y para los intereses de quién. Mientras pienses
sobre ellas, ten en cuenta que ningún burócrata sensato, sin
importar en qué alto nivel se encuentre, soñaría con iniciar
nada que pudiera avergonzar o enfadar a los administradores.
Ten presente a Hobbes mientras reflexionas: el poder nunca está

236
donde parece estar.

Para mí mismo, intenté encontrar una explicación
sencilla para poner estas historias en el curso normal de
los acontecimientos. Pero por mucho que lo intentara, no
encajaban. Solo la oscuridad en acción, asequible no a través
de la experiencia ordinaria sino mediante una investigación
histórica, sociológica, psicológica, teológica, política y filosófica,
me pareció que podía revelar las causas. De ahí este libro.
Pero puede que no estés de acuerdo. Quizás, igual que
Alejandro vio una solución sencilla al nudo gordiano, e igual
que Occam vio que en la ciencia las explicaciones sencillas están
más cerca de la verdad, veas que hay alguna explicación que se
me ha escapado.
Mientras tanto, tres historias: una de Nuremberg,
Alemania, de 2008; otra de Highland, Nueva York, de 2004, y
otra de Walden, Vermont, de 1991. Podría contarte muchas más
de un corte similar, que me sugieren que hay una fuerza oscura
viviendo dentro de la casa de espejos que llamamos escuela.
Pero si estas tres no despiertan tus suspicacias, entonces el resto
tampoco lo harán.

Incidente en Nuremberg
El 29 de enero de 2008, una chica de dieciséis años, Melissa
Busekros, que vivía en Nuremberg, Alemania, fue sacada de su
casa violentamente por quince policías, y funcionarios varios,
y puesta bajo investigación psiquiátrica. Su crimen: educar en
casa. Cuando escuché sobre este incidente, escribí al embajador
alemán en Washington para mostrar mi disgusto:

Querido señor embajador,


educar en casa en Alemania fue legal hasta 1937,
cuando, de repente, fue prohibido por el gobierno nazi. Le

237
escribo para preguntarle por qué la prohibición de Hitler
todavía está en vigor 72 años después. ¿Para los intereses
de quién se mantiene esta prohibición? ¿Para qué objetivos
específicos? Será consciente, lo sé, de que entre dos millones
y medio y tres millones de estadounidenses son actualmente
educados en casa. Uno de ellos, que viajaba por Alemania,
me informó recientemente del asunto de Melissa Busekros
y me pidió ayuda para entender el problema. De ahí esta
carta.
Su tribunal ordenó a las autoridades de la asistencia
social que arrestaran a Melissa con un lenguaje contundente
que citaré: “Por la presente, la Oficina de Bienestar Juvenil
tiene instrucciones y autorización para llevar al niño – si
es necesario por la fuerza – ante una audiencia. Se puede
obtener asistencia policial para este propósito.”
Me molestan varios detalles de la sentencia judicial. En
primer lugar, no hay nada en el historial de Melissa que
sugiriera la necesidad de la intervención policial. Hubiesen
obedecido una simple carta ordenando la asistencia de la
familia a una audiencia. Luego, se la interrogó durante 240
minutos en una clínica psiquiátrica acerca de los motivos
por los que educaba en casa, cuando el movimiento ha
tenido un alcance internacional durante casi cuatro
décadas (en su renacimiento moderno) y ha producido
muchos hombres y mujeres distinguidos en ese tiempo –
incluyendo al director del Proyecto Genoma Humano.
Los descubrimientos de este interrogatorio fueron que
Melissa sufría de una enfermedad misteriosa y de rápido
crecimiento llamada “fobia a la escuela,” un problema
médico que, como continuaba el informe oficial, dio por
resultado que su desarrollo se “retrasará un año”.
¿Se entiende que Alemania crea que existe un criterio
calibrado con tanta precisión y el resto del mundo
todavía no lo conoce? ¿En base a este endeble ejemplo de

238
pseudociencia se decretó la existencia de una emergencia
– una tan seria que debía acabar con el contacto entre
Melissa y su propia familia? Esto es una locura en vista de
la situación. ¿Qué razonamiento, qué filosofía, qué valores
se esconden tras esta actuación?
Dos días después del interrogatorio, quince policías
cayeron sobre el hogar de los Busekros, acompañados por
el juez del caso y el personal de asistencia juvenil del estado
asignado a la emergencia de Melissa. ¿Sería cínico suponer
que apareció un generoso contingente de periodistas para
celebrar el acontecimiento?
Por una declaración oficial del tribunal alemán,
las autoridades del arresto fueron absueltos de toda
responsabilidad. El tribunal dijo: “La causa de esta escolta
forzosa se debió a la conducta ilegal de los padres. La
administración educativa no reconocerá la así llamada
educación en casa y actuará con medidas proporcionadas.”
¿Proporcionadas? ¿Quince policías?
El informe oficial también afirma que la autoridad
educativa actuará “para adecuar las creencias de la
familia.” ¿Qué herramientas se emplearán para disciplinar
las creencias, señor embajador? Eso suena bastante
siniestro, señor. Hace mucho tiempo, en los siglos de
histeria por la brujería, en los que los alemanes asesinaron
más mujeres que el resto de naciones de Europa juntas, los
instrumentos incluían el potro, las empulgueras, apretar
con pesas, la amputación de partes del cuerpo, la quema,
etc. Después, entre 1933 y 1945, la gama de técnicas se
amplió hasta incluir los campos de concentración, la
cal viva, la congelación y otros métodos técnicamente
avanzados descritos con cuidado en “El juicio a los
médicos” en la Nuremberg de posguerra. ¿Y qué hay de eso
hoy, señor embajador?
La rama de la familia de mi madre desciende de

239
Alemania, así que es por ser parcialmente un hombre cuyo
ADN deriva de alemanes que me siento alarmado al ver
que la locura alemana comienza de nuevo, simbolizada por
el terror de una chica de dieciséis años. Algunos alemanes
famosos han atribuido el repugnante registro de vuestra
nación a las actitudes enclaustradas en vuestro trato a
los jóvenes. Erich Remarque, autor de Todos calladoss
en el frente occidental, rastrea las causas de la Primera
Guerra Mundial directamente hasta los profesores de
escuela y sus mentiras, y Dietrich Bonhoeffer, el famoso
teólogo protestante ejecutado por Hitler, declaró que la
Segunda Guerra Mundial era el producto “inevitable”
de la escolarización alemana. Los alemanes amantes de
la guerra como Martín Lutero, Federico el Grande, Otto
von Bismarck y Adolf Hitler son, creo, cortinas de humo
– fenómenos transitorios que enmascaran lo que en
realidad ha ocurrido en vuestra parte del mundo desde la
antigua religión escandinava: una obsesión por el sistema,
la búsqueda de la Fórmula Maestra. En la lógica de
sistemas, conceptos como libertad y derechos individuales
son ataques directos a la integridad de los sistemas. Fichte
vio que no era posible control nacional eficiente alguno
mientras la población corriente se considerara a sí misma
como individuos soberanos en posesión de libre albedrío e
imaginación. Por eso exigió la escolarización obligatoria,
dirigida a acabar con estas cosas.
A corto plazo, esta forma de control mental convierte a
la población común en una masa muy controlable. Desde
luego le ha dado a los alemanes la reputación de la que
gozan por todo el mundo de fiables autómatas. Pero a
largo plazo, paraliza vuestras expectativas económicas.
Piensa solo en la reciente debacle, en la que ThyssenKrupp
ha traspasado su planta de acero Phoenix a la “inocente”
China. Los campesinos chinos trasladaron la planta en un

240
tercio del tiempo del que vuestros ingenieros estimaron y
Phoenix ha sido una mina de oro desde entonces, mientras
que la normalizada Krupp, por culpa de su mala decisión,
le ha quitado el empleo a 10 000 alemanes que sostenían
a sus familias.
Y la ironía final, por supuesto, es que el hombre a cargo
de llevarse Phoenix fue mayormente educado en casa, una
realidad habitual en la China rural durante milenios.
No recibí respuesta a mi carta. Como burócrata, ¿qué
podía decir?


***********

Incidente en Highland
El 5 de marzo de 2004, conduje hacia el instituto Highland,
en el opulento condado de Rockland, al norte de la ciudad de
Nueva York, a invitación de un miembro de la junta escolar,
John Jankiewicz. El señor J. era un completo extraño hasta
que me ofreció dar una charla, pero su carta de solicitud me
dejó intrigado. Estaba preocupado porque la escolarización
germanizada de Highland, basada en los principios de la
psicología conductual, como casi toda la escolarización
estadounidense, estaba dañando las expectativas de futuro de
los graduados en Highland. Le fastidiaba. John mismo era un
hombre extraordinariamente educado, con un talento creativo
como ingeniero hidráulico que le había hecho merecedor de
una reputación mundial por los proyectos que había diseñado
por todo el mundo.
Deseaba conocerle, pero no hablar delante de
alumnos de tercero y de último año de un rico instituto
suburbano, porque sabía, por mi experiencia pasada, lo difícil
que es hablarle a adolescentes autocomplacientes. Llegué a

241
la escuela temprano para estudiar el lugar. Se confirmaron
mis sospechas. El aparcamiento estaba lleno de vehículos
lujosos y el comportamiento general entre los chicos era de
autocomplacencia. Me recordó a la escuela Crystal Springs
Upland, una rica escuela privada de la costa de California, cuyo
reclamo de notoriedad era el de su ex alumna, Patty Hearst.
Cuando fui a hablar allí, escuché a un alumno decir que los
coches del personal docente eran tan vulgares que incluso su
jardinero llevaba uno mejor.
Pero en ambos sitios los estudiantes pagaban un precio
alto por inscribirse en el club; su arrogancia enmascaraba un
mediocre dominio de sus habilidades intelectuales y estaban
siendo empapados como bolsitas de té en un clima de constante
falsedad sobre la preparación a la universidad, sobre el decisivo
efecto que supuestamente tendrían en su futuro las notas medias
y los resultados de los tests estandarizados.
La horrible posibilidad de no ser aceptado en una
universidad prestigiosa, o de ni siquiera ser aceptado en absoluto,
era la base sobre la que se construían los estudios académicos.
La gran cuestión para un joven o una joven era sobrevivir al
escrutinio de esos jueces invisibles que tenían las escalas del
valor humano. Eso era de interés primordial. Esa vida podría
haber sido de interés para un empollón, pero no tenía nada que
ofrecer a los futuros administradores de los empollones.
Entre los muchos secretos que se les retenía los alumnos
de Highland (o de Crystal Springs) estaba el hecho de que las
universidades eran negocios antes que cualquier otra cosa,
negocios desesperados por tener cálidos cuerpos para cumplir
con el pago de las nóminas. Tenían poco de que preocuparse en
lo que se refiere a encontrar un lugar donde con gusto cambien su
título por una bolsa de dinero. Y mientras que la admisión a las
universidades de élite no se puede garantizar porque el número
de solicitantes siempre excede al de plazas, los estudiantes de
“suficiente” como Al Gore, John Kennedy, John Kerry, George

242
Bush, John McCain (quien terminó en la 895ª posición de 900
graduados en Annapolis, y perdió cinco aviones de los que era
piloto) y Franklin Roosevelt, no tuvieron ninguna dificultad en
ser admitidos en las universidades de élite y graduarse en ellas.
Ya que sabía que los chicos de Highland estarían
preocupados por la universidad, decidí basar mi charla en la
situación real y los criterios de admisión – no en la fantasía que
usa la escolarización para mantener la disciplina. Apuntaría a
socavar los cimientos de sus difusos miedos – que su escuela,
como muchas otras escuelas, han explotado al máximo. La
estrategia no era la de la prédica, sino en cambio, la de dirigir
la atención a la multitud de personas famosas, del pasado y del
presente, que de alguna forma habían conseguido esquivar la
gran mentira escolar y triunfar sin ella. Por ejemplo, ya sabes
que la industria informática se construyó en torno a la visión de
personas que dejaron la escuela; sabes que cada uno de nuestros
creativos escritores ganadores de premios Nobel abandonó la
escuela; sabes que la industria del entretenimiento, en todas sus
facetas, está abrumadoramente controlada por personas que
dejaron la escuela. La industria alimentaria también; y como
los políticos a los que encomendamos nuestra política nacional
eran, casi de manera uniforme, estudiantes mediocres.
Iba cargado de información del New York Times que ponía
las notas de los tests estandarizados de los superintendentes, los
directores y los profesores casi las últimas entre veinte grupos
profesionales en ese sentido, ¡y siendo los superintendentes los
peores de los peores! Le dije a los niños (tranquilamente, lo juro)
que hicieran que sus padres exigieran que cada empleado de la
escuela de su distrito tuviera que publicar prominentemente su
propia nota o registro de exámenes en sus puertas, y que esto
causaría que esta triste casa de espejos se hiciera añicos como
Humpty Dumpty.
Una vez que estas semillas fueron sembradas, todas
susceptibles a una sencilla comprobación, crecerían por sí solas.

243
En estas mentes, firmemente cerradas como almejas por la
prosperidad y el clima de terror que creí que Highland vendía
como una estrategia de control de multitudes, esta colección de
información anómala actuaría como un fuerte ácido que abriría
un agujero en sus mentes.
La información más efectiva que transmití era sobre
la política de admisión de Harvard, Stanford, Yale, Princeton y
similares lugares prestigiosos, que rechazan cantidades ingentes
de estudiantes con las mejores calificaciones, estudiantes con
medias GPA perfectas y con notas perfectas en el SAT cada año,
en favor de aspirantes con un “registro de distinción” (como
la directora de admisiones de Harvard, Marlyn McGrath, dijo
hace unos años). ¿Has puesto en marcha un negocio exitoso?
¿Has fundado una organización benéfica? ¿Has navegado solo
alrededor del mundo, caminado desde Tierra del Fuego hasta
Point Barrow, Alaska, sin ayuda profesional? ¿Puedes desmontar
un tractor y volverlo a montar por ti mismo...?
¿Pueden los adolescentes hacer estas cosas? Claro que
pueden. Richard Branson, que dejó el instituto y del que ya
oíste hablar en “Excursión: Londres” sale en el periódico de
esta mañana (29 de julio de 2008) rompiendo una botella de
champán en la proa de la nave espacial que acaba de terminar
para llevar a los turistas al espacio, a unos 200 000 dólares la
plaza (y hasta el momento ya han pagado más de 250). Se llama
“Eve” en honor a su madre soltera, Eve Branson, quien tuvo la
previsión de animarle a que caminara solo, a los cuatro años,
por Londres durante kilómetros. Aunque solo representan una
pequeña fracción del total, un número absoluto más grande de
adolescentes de los que puedas imaginar, si te has tragado el
anzuelo de la escuela a pies juntillas, ya se han lanzado a la vida
real.
La respuesta de los alumnos fue electrizante. En lugar
de la indiferencia a un mensaje más general como la que me
encontré en Crystal Springs, la audiencia estudiantil estaba

244
cautivada, completamente atenta, como si de alguna forma
fueran capaces de percibir lo importante que era desprenderse
de las conjeturas que les habían tenido en la esclavitud.
En este momento necesito que visualicen el estilo
de esta charla, por razones que serán obvias en un rato. En
ningún momento mi forma de hablar fue nerviosa, histriónica,
condenatoria o de cualquier otra forma que no fuera
perfectamente tranquila y regular. Cada dato que exponía estaba
referenciado de alguna fuente de información convencional,
susceptible de ser comprobada a efectos de verificación.
Y entonces ocurrió.
¡De repente, un servicio policial abrió las puertas del
auditorio de par en par haciendo mucho ruido e invadió la sala!
El oficial a cargo gritó con un megáfono: “¡Esta reunión se ha
terminado! ¡Abandonad el auditorio de inmediato! ¡Volved
a clase! ¡Conservad la calma! ¡Seguid a vuestros profesores!
¡Abandonad la sala de inmediato!”
Fue, fácilmente, el momento más extraño de mi vida.
Todos en la sala estaban tranquilos, ¡excepto la policía!
El oficial a cargo gritó con un megáfono: “¡La reunión
se ha terminado! ¡Abandonad el auditorio de inmediato!” Y
diciendo esto, vino a paso ligero hacia donde estaba, enfrente
del auditorio, y clavó su mirada de la misma forma en la que un
halcón de cola roja observa un gorrión. Me chilló: “Abandona la
sala de inmediato. ¡Esta conferencia se ha terminado!” No tenía
ninguna duda de que sería arrestado si no acataba las órdenes.
¿Había recibido la escuela una amenaza de bomba?
No. Yo era la bomba. Cuando dejé el edificio, Jankiewicz me
alcanzó para informarme de que McCarthy, el superintendente,
encontró mi charla tan incendiaria que llamó a la policía para
que la parara. Piensa en eso. Mi voz nunca se elevó más del tono
de conversación. No dije ninguna palabrota. No había enseñado
el culo ni me había desnudado. Es cierto que Highland no
necesitó el grado de exceso que Nurmeberg utilizó para encerrar

245
a Melissa Busekros. Solo se había enviado a tres policías para
callarme, pero el procedimiento – espero que lo veas – no fue
diferente.
Ni lo fue el final. Estaba previsto que hablara a los padres
esa tarde en la escuela. McCarthy canceló esa charla también,
negándose a que se utilizara la escuela como lugar de reunión.
La sala ya se había pagado, los alumnos ya se habían marchado
hace tiempo, solo asistirían adultos, pero nada de esto cambió
la situación. A ninguna persona de Highland, Nueva York, se le
permitió escuchar los hechos que has leído en este libro.
Tres días después, el 7 de abril de 2004, el Mid-Hudson
Highland Post, un periódico de Poughkeepsie, justo al cruzar el
río Hudson desde Highland, informó de la historia – al menos
de parte de ella. El reporte de la noticia se titulaba: “Queda sin
palabras – Defensor de la reforma da lugar a controversia”.
No había una sola palabra de la incursión policial
en la historia. Pero, aparte de esto, añadió varios detalles
esclarecedores que de otra forma no hubiese sabido. El
superintendente McCarthy fue identificado como el individuo
que había terminado la conferencia, por ejemplo. Pero el envío
de una unidad de ese tamaño para un pequeño pueblo no debe
haber sido un asunto insignificante. Parecía exigir una respuesta
a por qué el director del edificio (que debió haber informado
por teléfono de la “emergencia” que yo representaba a la oficina
del distrito) no se había acercado simplemente al micrófono a
decirme que recogiera las cosas rápidamente, quizás diciendo
que “algo había surgido.” O ¿por qué, si carecía de la entereza
para hacer eso, el superintendente no solicitó que lo hiciera
antes de contemplar recurrir a la policía? Y por último, ¿por
qué el que envió a la policía no envió un oficial en lugar de tres?
¿Fue bajo la suposición de que cualquiera que estuviera tan
loco como para presentar información objetiva a los alumnos
del instituto debía estar drogado y planteaba un peligro si no se
hacía ninguna demostración de fuerza?

246
La versión del periódico contenía la justificación del
superintendente, según la cual su acción se debió a que proyecté
un vídeo violento para el consumo estudiantil. Puesto que el
vídeo en cuestión había salido a nivel nacional en la PBS y en el
Discovery Channel, difícilmente parece probable que esta fuera
la verdadera razón. Y lo que reveló la mentira de la explicación
del superintendente, más que otra cosa, fue la cancelación
de la reunión de la tarde con los padres. El periodista citó a
una profesora que decía que sus clases habían tenido debates
apasionantes tras la charla. Estaban “deseosos por discutir los
temas tratados,” dijo, “por desgracia nuestra escuela no permitió
que eso ocurriera.”
El último capítulo de esta extraña historia es tan
asqueroso como el incidente mismo. El 15 de mayo de 2007,
cuando supe que mi experiencia en Highland iba a ser parte
de este libro, mandé cartas individuales al superintendente, al
director de la escuela, a la asociación de padres y al periódico de
los alumnos. Pedí a cada uno que diera su propia versión de la
historia y prometí imprimirlas íntegramente. Esto fue hace más
o menos un año – no he recibido ni una llamada telefónica, ni
una postal, ni ninguna otra respuesta – exactamente el mismo
tratamiento que tuve del embajador alemán.
Nada, de nada, y nada, pues nada...36 Highland es un
lugar limpio y bien iluminado, pero un mal representante de las
mejores tradiciones de Estados Unidos. O así me lo parece:

...nos ponemos a la tarea de inocular a los jóvenes...a


una edad en la que los seres humanos están todavía
inmaculados.

– Adolf Hitler, 1 de mayo de 1937.

36 N.d.T. Esta es la expresión española utilizada por el autor en la


versión original inglesa.

247
Puesto que decides no ver el oscuro mundo que representa
la escuela, puesto que solo puedes prestar atención a sus
estupideces, siempre va a peor.
¿Quiero con esto insinuar que el instituto Highland es
la peor escuela de Estados Unidos? Difícilmente. Por todo lo
que sé, es una de las mejores; sin duda es una de las más ricas.
Lo que tienes que preguntarte es cómo tantos distritos escolares
de una costa a otra encuentran la verdad insoportable, porque
se entromete en el camino de su verdadera misión. La creciente
incoherencia de la sociedad americana se asienta sobre los
cimientos de la escolarización obligatoria en lugares sofisticados
como Highland, igual que en Harlem, Watts o East St. Louis.

Incidente en Walden
Hasta 1991, Walden, Vermont – una aldea de foto en un estado
impecable, el estado más rural de Estados Unidos – tenía cuatro
escuelas preciosas de un solo aula, cada una diferente, cada una
separada de las otras, cada una con una genuina poza hecha
para contener un riachuelo, de la forma en la que la gente lo
ha hecho desde tiempos inmemoriales. Las notas en lectura y
matemáticas de estas escuelas estaban considerablemente por
encima de la media, los niños parecían tan felices y sanos que
cuando las visité en algún momento lloré a escondidas, cuando
me vi cara a cara con la dura comparación entre ellos y los niños
con los que estaba familiarizado en Manhattan. Ni qué decir
tiene que los padres de los niños que se relacionaban con tan
cautivadores lugares estaban encantados, y ansiosos, por ayudar
de la forma en que pudieran.
Ya que estoy apunto de elegir el papel de villano para
el idílico estado de Vermont en esta increíble tercera historia,
necesito decirte primero que cada encuentro que he tenido
con este estado – antes de ir a Walden – fue un absoluto placer.
Déjame ilustrarte con la que fue sin duda mi experiencia favorita

248
con el Capitolio Estatal. Y los he visitado todos. Un día, en 1990,
me llamaron para que hablara en Montpelier, Vermont, en la
universidad, mientras todavía era Profesor del Año de Nueva
York. Al llegar a esa pequeña y lujosa ciudad un día antes, decidí
pasear hasta el edificio del capitolio y husmear para matar algo
de tiempo. El ambiente dentro de esta espléndida estructura era
tan relajado y sencillo que decidí ir a la oficina del gobernador
y dejar una nota de agradecimiento para él junto a su secretaria,
por su administración de este estado tan excepcionalmente
personal.
La puerta estaba abierta, así que pasé. No había ninguna
secretaria cerca. Esperé cinco minutos y todavía no había
ninguna secretaria, por lo que toqué con cuidado a la puerta del
gobernador, una vez, dos veces, y entonces se abrió la puerta.
Curioseando, pude ver claramente que no estaba el gobernador.
Ya que no había ningún guardia en el pasillo de fuera a quien
pedir permiso, decidí dejar una nota en medio de la mesa del
gobernador e irme, pero cuando me agaché para hacerlo, algún
travieso espíritu escocés-irlandés de Pittsburgh me susurró al
oído: “¿Por qué no sentarte en la silla tras la mesa y ver lo que se
siente al ser el gobernador de Vermont?”
Y así lo hice.
Pasaron uno o dos minutos antes de que mi pareja
me preguntara qué diría si entrara el gobernador. ¿Le diría
que estaría con él en un minuto? Y con ese desconcertante
pensamiento me levanté y me fui. Te cuento esto porque dudo
que eso pudiera pasar en cualquier otro lugar de Estados Unidos
(¿quizá Montana?). Y en cualquier caso, no en muchos.
En abril de 1991, tal como recuerdo, me pidieron
que fuera a Walden para hablar en defensa de las escuelas de
un solo aula que el estado amenazaba con destruir, porque
hacerlas accesibles a las sillas de ruedas e instalar barandillas
para los discapacitados, etc. – como requiere la ley federal – era
demasiado caro. Iba a construirse un edificio escolar “regional”

249
de hormigón en su lugar y se iba a llevar en autobús a los
niños desde una distancia de 80 kilómetros en algunos casos.
Todo el mundo relacionado con las escuelas estaba impactado.
Esta medida había sido rechazada por el voto de la mayoría
varias veces en los últimos años, pero esta vez el estado estaba
enseñando los dientes. Si la propuesta era rechazada otra vez,
el estado cortaría la financiación de la ayuda escolar al pueblo
y usaría su derecho de expropiación para tirarla abajo de todas
formas.
Tan pronto como llegué a la casa de la familia que me
hospedaba, pedí ver la propuesta gubernamental. No tenías
que ser un abogado o un contable para ver que el presupuesto
para la construcción de las cuatro escuelas se había pasado
exageradamente de la raya – un cuarto de millón de dólares,
recuerdo, cuando 25 mil hubiese sido una exceso. Por suerte
(o eso pensé) conocía a un famoso arquitecto que daba clase
en la Universidad de Vermont, y dije a mis anfitriones que le
pediría que testificara en contra de la exactitud del presupuesto
estatal. Y le llamé. Algunas horas más tarde estaba con nosotros,
leyendo los papeles pertinentes. “Estos presupuestos son diez
veces más altos de lo que deberían,” dijo enfáticamente. Nos
dijo que era un truco habitual usado por los gobiernos locales,
cuando ya se ha tomado una decisión y los contratos ya se han
comprometido discretamente – conocía la firma a la que le
habían hecho la promesa de construir la escuela sustituta. Pero
se negó a testificar.
“¿Por qué no? Por el amor de Dios,” le pregunté.
“Si lo hiciera, nunca encontraría otro trabajo en el
estado de Vermont. Por eso,” contestó.
Hablé tan elocuentemente como sabía en la iglesia
aquella tarde, donde asistieron todos los residentes del pueblo.
Pero las repetidas amenazas habían causado una ola de pavor
para reprimir cualquier resistencia. Este diminuto pueblo
aprobó la emisión de bonos que había exigido el estado, se

250
endeudó profundamente y construyó el mayor engendro del
este de Vermont: la gran fábrica escolar en forma de caja, casi
sin ventanas, que había sido impuesta.
Una vez más, tienes que decidir si el oscuro mundo
que percibo, donde se toman decisiones sobre la escuela que
desafían el sentido común, la racionalidad e incluso la simple
avaricia, es real o solo fantasmas en la imaginación de un
contrariado profesor. Si decides que tengo algo de verdad, tienes
que ayudarme a sabotear esta cosa porque, como Bear Stearns,
Fannie Mae, y muchas otras cosas en este nuevo orden mundial
que se ha construido en Estados Unidos, nuestro gobierno
piensa que algunas compañías son demasiado grandes para
dejarlas caer, y que la escolarización es demasiado importante
para permitir que la educación se interponga en su camino.

251
Epílogo
Pero quien sea que haga que estos pequeños se
escandalicen, sería mejor para él que se le pusiera alrededor
de su cuello una piedra de molino, y se le tirara al mar.

– Marcos 9:42

Invitación a una Conspiración Abierta:


El Proyecto Bartleby37
Si lees esto hasta el final, descubrirás que te estoy invitando a
unirte a una verdadera conspiración, llámala conspiración
abierta, con consecuencias reales para millones de personas.
Sé que suena megalómano, pero sé paciente. Si lo sacamos
adelante, muchos nos bendecirán, aunque la industria escolar
nos maldecirá. Es un proyecto para destruir la industria de
los tests estandarizados, uno en el que tú, de forma personal,
serás un comandante independiente. Esta aventura se llama “El
Proyecto Bartleby,” por motivos que entenderás en un momento.
Y ten esto en cuenta mientras lees: esto no tiene que ver con una
reforma de los exámenes. Es una destrucción de exámenes.
Todos hemos hecho estos tests. Después de graduarnos,
pocos de nosotros recordamos este desagradable fenómeno, a no
ser que se nos esté examinando a nuestros pequeños, y tengamos
37 © por John Taylor Gatto. Este artículo puede ser difundido en
Internet, pero solo si se hace sin ser modificado y sin coste.

252
que pasar por la agonía de verlos tropezar. Perdemos el contacto
con el ritual de la evaluación porque, ya entrados en la edad
adulta, inevitablemente descubrimos que la información que
estos glorificados rompecabezas generan es poco fiable y muy
engañosa – absolutamente nadie pregunta por esa información.
Vemos que aquellos que hacen bien los exámenes son más a
menudo perros de circo en lugar de líderes del futuro.
Nada dentro de la pequeña escuelita roja hace más
daño personal y social que los números y las clasificaciones que
estos exámenes colocan alrededor del cuello de los jóvenes. A
pesar de que las notas no se relacionen con absolutamente nada
de valor real, el daño que causan es muy real: tales valoraciones
son el mayor logro de los ingenieros sociales, que tomaron el
control de la escolarización institucional durante la presidencia
de Franklin Roosevelt. Constituyen un arma de control social
inigualable, que siembra el caos en ganadores y perdedores
por igual. La evaluación estandarizada es la cola que menea el
monstruo de la escolarización obligatoria institucional.
Las frecuentes ceremonias de inútil evaluación – la
preparación, la administración, la recuperación – convierten la
escolarización obligatoria en una caricatura de lo que debería ser
la educación; chupan cientos de millones de días cada año de lo
que de otra forma podrían ser ocupaciones productivas; desvían
decenas de miles de millones de recursos monetarios a bolsillos
privados. El resultado neto de la evaluación estandarizada es la
reducción de nuestra riqueza nacional en futuras generaciones,
al asfixiar la imaginación y el intelecto, mientras en el presente
se aumenta la riqueza de unos pocos. Esto ocurre como una
consecuencia de clasificar “científicamente” a los examinados,
para que puedan ser, supuestamente, clasificados eficientemente
como recursos humanos. Espero que los capítulos de este libro
hayan mermado un poco estas suposiciones, lo suficiente como
para reclutarte como líder del Proyecto Bartleby. Si muestras el
camino, otros te seguirán.

253
Hemos llegado a un punto en Estados Unidos donde
no es suficiente reivindicar altanería moral simplemente
denunciándolos o musitando en libros y ensayos que solo
los verdaderos creyentes leen. La evaluación estandarizada,
que siempre ha ido de estandarizar, y nunca de estándares de
calidad, ya no se debe debatir, sino ser destruida brutalmente
y de manera definitiva, si la escolarización quiere emprender
alguna vez la misión de destacar el intelecto y el carácter. Y de
esta forma, como te dije antes, estarás invitado a liderar – no a
unirte, sino a liderar – un plan para amputar hasta las rodillas
del imperio examinador; un plan para arrancar su corazón
rápidamente y de forma barata. Un resultado fortuito del
Proyecto Bartleby será el de convertir en parias a los hombres
y mujeres que crearon y supervisaron estos ejercicios asesinos.
Pero ese no es el objetivo.38
No se requiere ninguna organización para supervisar
este sencillo plan – o, más bien, serán necesarias miles de
organizaciones; todas locales, todas desorganizadas. De
otra forma, seguro que serán fagocitadas, marginalizadas,
corrompidas – como al final se corrompen todas las
organizaciones reformistas. Y un concepto tan poderoso como
el de Bartleby sería rápidamente saboteado si fuera centralizado.

38 Muchos creadores de tests son completamente conscientes de


las radicales deficiencias de los exámenes que ellos conciben, y
conscientes también del grave uso político inapropiado de sus
creaciones evaluadoras. Aun así, continúan sirviendo al régimen
evaluador por beneficios personales. Para un ejemplo reciente
de esto, vea el libro de Daniel Koretz, Measuring Up (Harvard
University Press, 2008), en el que el daño que hacen los exámenes
es responsabilidad de otro, no del Dr. Koretz. Y son condenados,
por supuesto, entre nóminas. ¿Deberían ser responsabilizados
de las consecuencias a largo plazo de su trabajo? – “Generar un
sentimiento de inferioridad...que puede afectar a sus corazones y a
sus mentes de una forma que no es posible revertir,” utilizando el
lenguaje del Juez Warren en el caso Brown.

254
Hacer este trabajo – y pronto sabrás cómo es de forma específica
– requiere exactamente el tipo de valor que se necesitó para
derribar los primeros trozos del Muro de Berlín, un recurso
abundante entre los adolescentes – los legítimos líderes.
Presentaré brevemente un ejemplo de por qué se
necesita tal proyecto y luego te presentaré a su padrino espiritual,
Bartleby el escriba.

***********

El 8 de mayo de 2008, el New York Sun informaba de que a pesar


de las órdenes judiciales legales que exigían que se ofreciera
educación física en cada día lectivo, solo un niño de cada
veinticinco recibía siquiera el mínimo legal de 24 minutos al
día. El auditor de la ciudad de Nueva York dijo, según el Sun,
que el entrenamiento físico era una preocupación principal
de los padres. Pero luego los padres no han tenido una voz
significativa en la escuela en un siglo. La historia se hace más
oscura de lo que te imaginas.
Silenciosamente, durante la última década, ha aparecido una
epidemia nacional de obesidad y de diabetes en niños de hasta
cinco años. Se han reconocido desde hace mucho tiempo las
conexiones entre la comida, la falta de ejercicio y estas dos
plagas gemelas. La diabetes es la causa principal de la ceguera
y las amputaciones en los Estados Unidos. Y la obesidad es la
causa más destacada en las cardiopatías y en la baja autoestima.
Que los que no están gordos rechazan a los que sí lo están, y
que se les discrimina gravemente, no debería ser un misterio,
incluso para los estúpidos. A los niños gordos se les castiga
cruelmente en las aulas y en el patio.
En vista de estos hechos aleccionadores, que miles de
escuelas todavía sirvan la típica comida rápida – y también

255
comidas foráneas altas en grasas como liverwursts39 y bolognas40
como dieta – debería haberte hecho pensar que la escuela es
literalmente un riesgo para la salud física y mental de los
jóvenes. Sumado a la curiosa tradición legal que hace que las
demandas contra el daño humano causado por la escuela sean
algo imposible, espero que trates de convencerte de que tras este
ruido y miseria del día a día, hay en esta institución un juego en
marcha que tiene poco que ver con el mito popular. Estandarizar
las mentes es una gran parte del juego.
En la noticia mencionada, un representante de la Junta
de Educación de la ciudad de Nueva York declara: “Estamos
empezando a darnos cuenta de que la salud de los alumnos
es un verdader asunto central.” Piensa en eso. ¿La ciudad ha
tenido durante cien años el casi-monopolio de las vidas diarias
de los niños y ahora empieza a darse cuenta de que la salud es
importante? ¿Dónde están las pruebas de esa comprensión?
¿No exigen todavía todas las escuelas el confinamiento en sillas
como concomitante necesario del aprendizaje?41

39 N.d.T. Tipo de salsicha alemana.


40 N.d.T. Salchicha procedente de Bolonia (Italia).
41 El tema de la inmovilidad en la escuela va más allá de la salud física.
Como escribe un ex investigador de las admisiones universitarias,
Mitchell Stevens, en Creando una clase: las admisiones a la
universidad y la educación de las élites (Harvard University
Press, 2007), en las universidades elitistas “la apariencia física y
los cuerpos” importan tanto como las notas. Los cuerpos son la
materialización visible de la clase social, nos dice. Los aspirantes
deseables tienen buen aspecto, en pocas palabras. Se prefieren
encarecidamente los aspirantes físicamente impresionantes –
aunque al grupo al que se le ha hecho blando y fofo durante los
doce años que ha pasado fijado a sus asientos y comiendo dietas
ricas en grasas, la escolarización oficial no les deja conocer este
secreto. Ignorar esta poderosa realidad, que envuelve cada aspecto
de la vida después de la graduación, es el arma más severa.
Cuando se ha apuntado a la falta de ejercicio como el
camino principal a la diabetes y a la obesidad, y cuando se es
bien consciente de que ambas enfermedades llevan a la ceguera,
las amputaciones, las cardiopatías y al odio a uno mismo, ¿cómo
puede la ley otorgar solo 24 minutos de ejercicio al día, y estar
ejecutada de forma tan pobre que solo uno de cada veinticinco
recibe eso siquiera? ¿No te dice esto algo esencial acerca de los
administradores de la escolarización? Como mínimo, el 96 por
ciento de todos los colegios de la ciudad de Nueva York infringen
la ley con total impunidad, en un asunto que amenaza la salud
de los estudiantes. Lo que lo hace incluso más siniestro es que
los funcionarios de la escuela son bien conocidos por su falta de
juicio independiente y de valor para enfrentar a sus superiores
burocráticos. Pero algo en este asunto en particular debe
asegurarles que no les harán responsables de forma personal.
Debes afrontar el hecho de que una ética criminal corre
a través de la escolarización institucional. Está bien escondida
dentro de los feos edificios, oculta por gente aburrida, estúpidas
repeticiones y por la aburrida naturaleza de casi todo lo
relacionado con las escuelas. Pero no te confundas – bajo
órdenes de alguna parte, esta institución es perfectamente capaz
de mentir sobre asuntos de vida o muerte, así que, ¿cuánto más
fácilmente sobre la evaluación estandarizada?
Si la disparatada agenda de la escolarización oficial
permite que sus representantes digan a la prensa que después de
cien años empiezan a entender sobre lo que Platón y Aristóteles
escribieron con elocuencia hace miles de años, y que los
pudientes santuarios como Eton, Harrow, Groton y St. Pauls
han puesto en práctica desde su comienzo, que la salud física
depende del movimiento, deberías ser reacio a dar credibilidad a
cualquier declaración escolar. Bajo la presión adecuada ejercida
desde algún lugar, a las escuelas se les puede hacer actuar en
contra de los mejores intereses de los alumnos o del personal
docente.
Esto es lo que ha sucedido con los tests estandarizados,
después de la Segunda Guerra Mundial. Algunos profesores
saben, y casi todos los profesores tienen la corazonada, que
los rituales de evaluación hacen daño. Pero siendo como es la
naturaleza humana, solo unos pocos se atreven a resistir, y en
algún momento a estos se les descubre y se les castiga.
Comencé mi propia escolarización en 1940 en la
cruda parte industrial de Pittsburgh llamada irónicamente
“Swiss-vale”42. Continuó casi en su totalidad en la igualmente
cruda zona industrial de las afueras, Monongahela, durante la
Segunda Guerra Mundial, y terminé mi periodo, en el que asistí
por la fuerza, en las verdes colinas del oeste de Pennsylvania,
muy cerca de donde tuvo lugar la matanza nocturna del oficial
francés Jumonville, a manos del coronel Washington, que
precipitó la Guerra Franco-India (Washington no cometió el
asesinato, aunque cargó con el muerto).
Como compensación por el encierro, las escuelas de
aquella época eran por lo general lugares de visible moralidad,
poderosamente igualitarias y a menudo considerablemente
intelectuales bajo las duras formas del aula. El personal
docente era siempre local, lo que significaba, entre otras cosas,
que cada empleado escolar tenía una reputación local como
vecino y ciudadano: existían como personas además de como
funciones abstractas. Los currículos preparados a distancia,
y la evaluación estandarizada, apenas eran visibles siquiera al
final de mi etapa escolar, en la década de 1950. Cada aula de mi
instituto, Uniontown High, estaba personalizada hasta el punto
en que hoy día se la consideraría peligrosamente excéntrica y
difícilmente tolerable.
Y aún así, los chicos y las chicas escolarizadas de esa
forma acababan de terminar de arruinar a las dictaduras del
planeta, severamente escolarizadas. Nos vanagloriábamos,
los quinceañeros de las décadas de 1940 y 1950, de que, a

42 N.d.T. Valle suizo.


diferencia de los desgraciados que vivían fuera de los EE. UU.,
no llevábamos papeles identificativos ni temíamos a ninguna
policía secreta. Comparada con la exótica libertad de aquellos
días de mi infancia, la sociedad estadounidense sesenta
años después huele demasiado a estado policial como para
consolarse uno. En 1950 hubiese sido inconcebible imaginar
señoras mayores siendo registradas en los aeropuertos en busca
de explosivos, o la invasión de tu hogar por parte del IRS43, o
las constantes clasificaciones en los exámenes y expedientes
de comportamiento administrados por la escolarización; o
imaginar la compra de maquinaria para el espionaje doméstico
de decisiones íntimas e informar de estas decisiones a extraños.
Una ola de prosperidad estaba elevando todas las
embarcaciones de los Estados Unidos para cuando estaba
terminando mi escolarización pública en 1953. Mi padre era
comercial de galletas de Nabisco, un hombre sin herencia ni fondo
de pensiones, y aún así pudo costearme la matrícula en Cornell,
tener un coche nuevo, mandar a mi hermana a la universidad,
pagar clases de clarinete para mí y clases de pintura para mi
hermana y ahorrar algo para su jubilación. La escolarización
se consideraba importante en aquella época, pero nunca muy
importante. Demasiada gente no escolarizada como mi padre
y mi madre ejercían importantes responsabilidades demasiado
bien como para que la propaganda pedagógica terminase con el
reinado de la ética igualitaria de Estados Unidos.
La espiral descendente en la calidad escolar comenzó
en la década de 1950, con cambios que pasaron desapercibidos.
Las escuelas fueron “racionalizadas” según el patrón germano.
Poco a poco fueron estandarizadas de costa a costa. Hacia 1963,
los exámenes estandarizados eran algo habitual, aunque nadie
les daba ninguna credibilidad. Se los tomaba como un curioso
escape de la rutina del aula, un respiro impuesto por un motivo

43 N.d.T. Internal Revenue Service o Servicio Interno de Impuestos.


Sería el equivalente a la Agencia Tributaria de España.
que nadie sabía y al que a nadie importaba. Ya en los 50, se
estaba simplificando el currículo, aunque no hasta el punto
alcanzado en los años posteriores. Los profesores eran cada vez
más oportunistas, de fuera de la comunidad donde enseñaban.
En su día fue un requisito vivir dentro de los límites políticos
del distrito escolar, igual que lo era para la policía, los bomberos
y otros empleados públicos. Pero gradualmente, las familias
llegaron a ser vistas como enemigos potenciales del personal
“profesional.” Mejor mantenerse a distancia.
La moralidad en las escuelas fue reemplazada por un
pragmatismo despiadado. Como hace decir Graham Greene
a su jefe de policía en Nuestro hombre en La Habana: “Solo
torturamos a gente que espera ser torturada.” A los niños del
gueto se les suspendía, o casi suspendía, porque era lo que
esperaban; a los niños de clase media o clase media-alta les
daban bienes, notables e incluso sobresalientes, porque ellos y
sus padres no hubiesen tolerado otra cosa.
El orden en la escuela llegó a depender de mantener
buenas relaciones con los abusones más duros, afirmando de
manera encubierta su derecho a asediar a quejicas y lloricas
(aunque nunca lloricas de familias políticamente poderosas). Se
eliminó la dimensión intelectual de casi todas las aulas, como
si de una regla no escrita se tratase, y, puesto que las notas de
los tests eran independientes del intelecto, los profesores que
intentaban conservar el desarrollo intelectual como objetivo,
en lugar de la memorización por repetición, en realidad
perjudicaban a sus alumnos y a sí mismos, pues las notas en los
exámenes eran el estándar de realización.
El ideal de escolarización corriente de Horace Mann
fue ejecutado después de la Segunda Guerra Mundial: a los
estudiantes se les dividía rápidamente a los unos de los otros
en rígidas divisiones de clase justificadas por la evaluación
estandarizada. La separación entre ganadores y perdedores se
convirtió en la dinámica dominante.
Hacia 1973, las escuelas eran un gran negocio. En
pequeños pueblos y ciudades de todo el país, la docencia era
ya una dedicación lucrativa – con horarios reducidos, largas
vacaciones, seguro médico pagado y pensiones aseguradas.
Los administradores ganaban lo mismo que los médicos, los
abogados y los jueces locales.
La excentricidad en las aulas estaba abruptamente
en decadencia, perseguida dondequiera que sobreviviera. El
seguimiento estaba a la orden del día. A los alumnos se los
ponía en clasificaciones cada vez más angostas, supuestamente
basadas en las notas en los tests estandarizados. Sin embargo,
existían abundantes excepciones en la clasificación más alta de
“dotado y talentoso,” para alojar a los niños de los padres que de
otra forma hubieran podido perturbar la fluida operación de la
burocracia.
Pero incluso en estas altas clasificaciones, el currículo
fue reducido profundamente con respecto a los estándares
del pasado. Lo que se exigía de los niños ricos en la década
de 1970 hubiese sido el estándar para hijos de mineros del
carbón y trabajadores del acero en la de 1940 y 1950. Abundan
muchas teorías de por qué esto fue así, pero sólo una me parece
convincente: desde la Segunda Guerra Mundial en adelante,
es extremadamente fácil rastrear la difusión de una creencia
general en las altas esferas de la administración y la academia
según la cual la mayoría de la población era imbécil de manera
incurable, atrapada permanentemente en un nivel de doce
años o menos. Ya que los esfuerzos por cambiar esto estaban
condenados a fracasar, ¿por qué padecer el coste de intentarlo? O
añadiendo un personaje humano al argumento, lo que escuché
una vez exponer a un director de instituto en una reunión de la
junta de la escuela pública: ¿Por qué preocupar a los niños y a
los padres con el estrés de intentar hacer algo para lo que son
biológicamente incapaces de conseguir?

Esta fue precisamente la actitud que Lincoln había
ridiculizado en 1859 (ver el Antiintelectualismo en la vida
americana de Richard Hofstadter); precisamente la actitud de
Edward Thorndike, inventor de la “psicología educacional” en
el Colegio de Maestros de Columbia; precisamente la actitud
de H. H. Goddard, presidente del departamento de psicología
de Princeton; precisamente la actitud de James Bryant Conant,
presidente de Harvard; precisamente la actitud de las grandes
fundaciones corporativas privadas como la Rockefeller o la
Carnegie; precisamente la actitud de Charles Darwin y su primo
hermano, Francis Galton. Puedes encontrar este punto de vista
vigente en Platón, en Juan Calvino, en Benedicto (Baruch)
Spinoza, en Johann Fichte y en tantos otros lugares que llevaría
un largo libro hacerles justicia.
Mientras los estadounidenses corrientes, como el padre
de Ben Franklin, estuvieron a cargo de educar a los jóvenes,
América escapó de la dominación de las conjeturas mortales
de inferioridad permanente – ya fuera espiritual, intelectual o
biológica – que sientan las bases de las rígidas clases sociales,
al justificarlas. Mientras el estrafalario edredón44 de impulsos
libertarios que se encontraba en el bazar americano prevaleciera,
un periodo que nos lleva hasta la Guerra Civil, América era,
gracias a la autoeducación, un lugar milagroso para la gente
ordinaria. Hasta un ínfimo punto todavía lo es, gracias a una
tradición que no le debe nada a la acción gubernamental de
después de la Segunda Guerra Mundial, sino solo a aquellos
afortunados por tener familias que desestiman los supuestos
de la escolarización obligatoria – y por tanto, evitan el daño
causado por las armas de instrucción masiva.
Como el Método Alemán, concebido para convertir
espíritus independientes como el de Bartleby en recursos

44 N.d.T. El autor aquí hace referencia a la tradición según la cual


cada generación de mujeres ha de coser un trozo y añadirlo al
edredón familiar.
humanos y obstruir las vías de escape fáciles, no fue solo a los
niños a los que se les hizo daño, sino a nuestras aspiraciones
nacionales. Nuestros documentos fundacionales otorgaron
a los americanos corrientes los derechos que ninguna acción
gubernamental podría alienar, siendo el de la libertad el más
importante de estos. Somos una peor nación por esta traición
radical perpetrada por generaciones de administradores políticos
disfrazados de líderes. Y somos una nación materialmente más
pobre, también.
La estructura de la escuela y sus algoritmos constituyen
un motor que, como el del pequeño molino que muele la sal en la
famosa fábula, hace mucho tiempo escapó al control consciente
de todos. Es inmune a la reforma. Por eso debe ser destruido.
Pero, ¿cómo?
Empezaremos por el eslabón más débil en la cadena
escolar germana: los tests estandarizados, que son despreciados
por todo el mundo, incluido el personal escolar. El pasado
reciente nos ha dado dos logros extraordinarios de acción civil
– no, que sean tres – que deberían elevar tu espíritu mientras te
preparas para arruinar el imperio de los exámenes – ejemplos
de fortalezas sociales impenetrables hechas añicos por las
decisiones desorganizadas y no presupuestadas de la gente
corriente. Llama a estos ejemplos “Momentos Bartleby.” Piensa
en el final de la Guerra de Vietnam, cuando la gente joven llenó
las calles; piensa en el derribo del Muro de Berlín; piensa en la
rápida disolución de la Unión Soviética.

El Proyecto Bartleby
Hacia el fin de la Segunda Guerra Mundial, la escolarización
había reemplazado la educación en los EE. UU., y, poco después,
la evaluación estandarizada se convirtió en el anillo de acero
que mantenía al proyecto al completo unido. Las notas de los
exámenes, en lugar de un logro, se convirtieron en la muestra
de excelencia a partir de 1960. Y paso a paso, se le hizo creer
al público, mediante varias formas de coerción, incluyendo
el periodismo, que las notas en un trozo de papel eran una
representación justa y acertada de la calidad humana. Como
dijo Alexander Solzhenitsyn, el autor ruso ganador del Premio
Nobel, en un artículo de Pravda del 18 de septiembre de 1988
titulado “Cómo revitalizar Rusia”:

Ningún camino se abrirá para la gente [para recuperarse


del Comunismo] a menos que el gobierno abandone el
control sobre cualquier aspecto de nuestras vidas. Ha
llevado al país a un abismo y no conoce el camino de salida.

Rompe con el dominio que tiene la evaluación oficial


en alumnos, padres y profesores, y habrás dado el primer paso
lógico para revitalizar la educación. Pero nadie debería creer
que este paso se puede tomar de forma política – demasiado
dinero y poder en juego como para permitir una acción
legislativa necesaria. La dinámica de nuestra sociedad tiende
hacia la creación de la opinión pública, no hacia una respuesta a
ella. Solo hay una gran excepción a esa regla: salir a la calle. En el
último medio siglo, los EE. UU. han sido testigos de una acción
civil exitosa en muchas ocasiones: en el derrocamiento de las
leyes Jim Crow y sus actitudes; en la conclusión violenta de la
acción militar en Vietnam; en la destitución de un presidente
estadounidense en posesión del cargo. En cada uno de estos
ejemplos, la gente lideró, y el gobierno, de mala gana, siguió.
Y lo mismo ocurrirá con la evaluación estandarizada. La llave
para su eliminación está enterrada dentro de una exasperante
historia corta, publicada en 1853 por Herman Melville: “Bartleby
el escriba”.
Me topé por primera vez con “Bartleby” cuando era
estudiante de último año del instituto Uniontown, donde fui
incapaz de entender lo que podría significar. En el primer año
en Cornell lo leí otra vez, rodeado de amigables socios que
hacían lo mismo. Ninguno de nosotros supo lo que la historia
quería comunicar, ni siquiera el profesor.
Bartleby es una fotocopiadora humana de la época
anterior a la duplicación electromecánica, una posición de bajo
salario y estatus en firmas de abogados y negocios. Un día, sin
aviso ni explicación, Bartleby empieza a ejercer su libre albedrío
– decide qué órdenes obedecerá y qué órdenes no. Si es que
no, responde “preferiría no hacerlo.” A una orden para que
participe en una revisión en equipo de una copia que acaba de
hacer, anuncia sin dramatismo, “preferiría no hacerlo.” A una
orden para acercarse a recoger el correo a la oficina de correos,
lo mismo: “Preferiría no hacerlo.” No ofrece ninguna emoción,
ni más explicación ni negativa; prefiere no explicarse. Por otra
parte, trabaja duro copiando.
Así es, hasta que un día prefiere no hacerlo tampoco.
Nunca más. Bartleby ya está harto de copiar. ¡Pero no de la oficina
que lo empleó para que copiara! ¿Ves? Sin el conocimiento de
su jefe, vive en la oficina, durmiendo en ella después de que el
resto se haya ido a casa. No tiene ingresos suficientes para una
pensión. Cuando se le pide que deje la oficina, y habiéndole
dado lo que equivaldría a una paga por despido para esa época,
prefiere no irse – y no aceptar la paga. Con el tiempo, Bartleby
es encarcelado, donde prefiere no comer. Finalmente, enferma
por inanición y es enterrado en una tumba para pobres.
Este simple ejercicio del libre albedrío, sin ninguna
histeria, denuncia o grandilocuencia, consterna a la maquinaria
social – el libre albedrío contradice el principio del control.
Negarte a que se te considere un “recurso humano” es más
revolucionario que cualquier revolución registrada. Después de
años de luchar con Bartleby, me enseñó finalmente a romper
las cadenas de la escolarización basada en el Método Alemán.
Me llevó medio siglo comprender el increíble instrumento que
tenemos cada uno de nosotros por medio del libre albedrío para
vencer a la escolarización germánica y destruir el pegamento
que lo mantiene unido – la evaluación estandarizada.
Los signos dentro de nosotros, que nos llevan a centrar
nuestra atención en el poder de Bartleby, son más comunes
de lo que nos damos cuenta en la imaginación global, como
demuestran abundantemente los espléndidos trabajos sobre los
mitos de Joseph Campbell (y como hacen los dos Testamentos
de la Biblia), pero no tenemos que remontarnos muy atrás para
descubrir el ensayo clave de Thoreau sobre la desobediencia
civil como resorte viviente de la imaginación americana, o la
espectacular derrota del Imperio Británico por medio de la
“resistencia pasiva” de Ghandi como una prueba atrevida de
lo que ya debería habernos enseñado Graham Greene: “ellos”
preferirían torturar a aquellos que esperan ser torturados.
La evaluación abstracta de masas, calificada de forma
anónima, es la centrifugadora de torturas que hace desaparecer
preciosos recursos de tiempo y dinero del uso productivo, y los
redirige hacia las manos de los magos de la evaluación. Ocurre
solo porque los afligidos lo permiten. Aquí está el mecanismo
de “divide y vencerás” por excelencia, la varita mágica que
establece una falsa clasificación entre los escolarizados: inflige
una monstruosa cantidad de estrés a los incautos, causa
suicidios, rupturas familiares y pervierte burdamente el proceso
de aprendizaje – mientras no produce ninguna información de
valor genuino alguno. La evaluación no puede predecir quién
será el mejor cirujano, el mejor profesor universitario o el mejor
taxista. No predice nada que incite a ningún ser humano sensato
a preguntar acerca de estas notas. La evaluación estandarizada
es una muy buena prueba de que nuestro liderazgo nacional
está en bancarrota y lo ha estado durante mucho tiempo. El
sistema de dos partidos ha sido incapaz de darnos un liderazgo
fiable. Su sistema de financiación de campañas casi garantiza
que tendremos administradores, no líderes. Creo que Ralph
Nader lo ha identificado correctamente como un solo partido
bicéfalo en bancarrota.
No sé qué hacer a este respecto, pero sé cómo acabar
con el imperio de los tests, arrancarle el corazón y convertir
a sus inventores, defensores y practicantes, en parias, cuyos
aliados políticos les abandonarán.
Deja que un grupo de hombres y mujeres jóvenes, uno
que sea completamente consciente de que estos tests no añaden
ningún valor a las vidas individuales o a la vida social de la
mayoría, use la capacidad de Internet para reclutar a otra gente
joven para que se nieguen, tranquilamente, a hacer estos tests.
Sin manifestaciones, sin injurias, sin políticas antagonistas –
simplemente escribir sobre los tests que se les ponga enfrente:
“Preferiría no hacer este examen.” No dejes que se cree ninguna
jerarquía de administración antitest; mucha gente debería
asesorar el proyecto, pero nadie debería envolverse con la
bandera del liderazgo. La mejor ejecución no sería uniforme,
sino que tomaría docenas de formas por todo el país. Como la
Iglesia Congregacional, no debería haber ningún intento por
organizar reuniones nacionales, aunque serán bienvenidas las
salas de chat nacionales, los blogs y todos los asesores políticos
y filosóficos que aporten a la misión. En la medida en que este
proyecto se mantenga desorganizado, no podrá sino triunfar. En
la medida en que el liderazgo de “expertos” se anticipe, no podrá
sino corromperse. Piensa en Linux, no en Microsoft. Cualquiera
que se apunte debería tener el mismo crédito, tanto los tardones
como los pioneros: “hasta el último” debería ser el lema.
Prefiero no hacerlo. Deja que se escuche esta declaración,
al principio de forma errática y luego en forma de ola imparable,
por todas las aulas del país. Si solo uno de cada diez prefieren no
hacerlo, la prensa rastreará una historia imperecedera y seguirá
la pista. El grupo que prefiera no hacerlo crecerá como la bola
de nieve que precede a la avalancha.
¿Qué hay de la feroz campaña de intimidación que se
declarará contra los refuseniks45? Se amenazará con el castigo,
se apuntará a cabezas de turco para humillarlas públicamente.
Confía en mí, piensa en Alicia en el País de las Maravillas: la
oposición será un castillo de naipes; el castigo, una ilusión. ¿Se
les negará la admisión a la universidad a los que se nieguen? No
seas ingenuo. La universidad es un negocio antes que cualquier
otra cosa; un negocio hambriento de clientes.
El Proyecto Bartleby comienza invitando a 60 000
000 de estudiantes estadounidenses, uno por uno, a negarse
pacíficamente a hacer tests estandarizados o a participar en
cualquier preparación para estos tests. Les pide a ellos que
actúen porque los adultos encadenados a las instituciones y
corporaciones son incapaces. Porque estos tests pervierten la
educación, son escandalosamente inexactos, imponen un estrés
brutal sin motivo y fomentan de forma activa un sistema de
clases que está envenenando el futuro de la nación.46
El Proyecto Bartleby no debería permitir ningún
acuerdo. Esa será la segunda línea de defensa contra la
administración, un truco corriente que se enseña en los
seminarios de ciencia política. No caigas en él. Rechaza los
acuerdos. No hay necesidad de explicar por qué. No hace falta

45 N.d.T. Refusenik era un término no oficial referido a las personas,


por lo general, judías soviéticas, a las que se les negaba el permiso
para abandonar la URSS (u otros países del entonces Bloque del
Este u oriental), durante la denominada Guerra Fría.
46 Estarás en buena compañía. El 27 de mayo de 2008, el Smith
College, la legendaria universidad para mujeres de Northampton,
Massachusetts, anunció que ya no requeriría que los candidatos
enviaran sus notas SAT. Había llegado a ser sospechosa de la
validez de los tests estandarizados para predecir el éxito. En el
futuro, en Smith, el criterio más importante para la admisión será
la capacidad de escritura, evidencias de carácter y talento y logros
extracurriculares significativos. Las escuelas que han eliminado
los tests estandarizados no han observado ningún descenso en su
capacidad académica.
gritar. Que el espíritu del escriba te dé las agallas que necesitas.
Solo di:

Preferiría no hacer este examen.

Las oraciones de este anciano estarán contigo.

***********

El Proyecto Bartleby fue anunciado públicamente por primera


vez el 6 de abril de 2008, en la 14ª Conferencia Anual de
Desarrollo Internacional de Harvard. Fue presentado como
una charla formal a una audiencia de la Harvard Graudate
School of Education, y luego como declaración ante el panel de
autoridades evaluadoras de la Kennedy School of Government.

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