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Angustiado, pero satisfecho

por Randall M. Wittig


No hay relación entre las necesidades y nuestra
capacidad. Somos pequeños frente a los gigantes que se
nos presentan, contando sólo con una honda y piedritas.
Al igual que David, tal vez hayamos podido matar a
Goliat, pero no sabemos cómo enfrentar a Saúl.

Los líderes de hoy en día suelen sentir una culpa muy


profunda. Las demandas constantes e insistentes hacen
que uno se sienta aplastado por tareas, visitas y demás
responsabilidades, las que llegan a aturdir el alma. Uno
termina cansado con la sensación de que sólo ha realizado
las cosas triviales sin haber hecho lo significativo.
Parecería que cuanto más se sirve al Señor, más uno se
siente endeudado con las grandes necesidades y más
aturdido con los problemas del día.

Tal vez el sentido de culpa sea una de las luchas más


grandes que he experimentado en el transcurso de los
últimos años. Años atrás la obra era pequeña; con facilidad
podía atender a las personas y los problemas que se
suscitaban, teniendo tiempo de sobra. Gracias a Dios la
obra ha crecido, pero las bendiciones de ese crecimiento
han llegado también las nuevas exigencias.
Lamentablemente algunos no lo entienden. Como pastor
quiero, pero no puedo. Justamente por eso es que hay
lucha. Si no me importara, no me molestaría. Me duele
hasta lo profundo del alma no poder hacer más. Me importa
lo que está pasando; quiero ayudar, ser amigo, pero tengo
responsabilidades y estoy limitado.

No hay relación entre las necesidades y nuestra capacidad.


Somos pequeños frente a los gigantes que se nos
presentan, contando sólo con una honda y piedritas. Al
igual que David, tal vez hayamos podido matar a Goliat,
pero no sabemos cómo enfrentar a Saúl.
Muchas veces respondemos endureciendo nuestros
corazones, cerrando los ojos, o simplemente tratando de
olvidar, pero las personas, como bebés tienen la habilidad
innata de despertamos la culpa.

¡Cuánto bien nos hace no sólo leer, sino también creer y


hacer lo de: " Venid a mí todos los que estáis trabajados y
cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre
vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de
corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque
mi yugo es fácil, y ligera mi carga" (Mt. 11.28-30). Estas
palabras de Jesús si no fueran ciertas serían una burla
grosera a sus mejores amigos, sus siervos, Necesitamos
creer y aprender.

Hay cosas que causan confusión, ante las cuales debemos


saber que:

Toda necesidad no es un llamado para que seamos


nosotros en persona quienes la satisfagamos. Esta es una
verdad que necesitamos aprender en el yugo de Jesús. El
no predicó a todos, no ayudo a todos, no sanó a todos ni
viajó a más de 100 km. de su casa. Aun cuando sintió
compasión por las multitudes, su respuesta fue la de orar al
Padre para que enviara más obreros. Tal vez olvidamos
que el yugo casi siempre es colocado sobre dos o más, y
no sobre uno solo.

La perfección es imposible en nuestra historia. Solo puedo


hacer las cosas lo mejor posible y hasta eso está sujeto a
la corrupción (Ro. 8.20-25). No hay perfección en las obras
del hombre, ni aun una. Siempre debemos hacer las cosas
lo mejor posible, pero aun habiendo hecho eso
necesitamos reconocer que somos «siervos inútiles». A mi
orgullo no le gusta eso, sin embargo es cierto. ¿No es
nuestro orgullo el que nos azota en tantas situaciones,
empujándonos a tratar de ser perfectos?
En esta vida vemos "por un espejo, oscuramente"; la
reprovisión (mirando hacia atrás) siempre nos muestra que
las cosas podrían haber sido hechas mejor, que hubo
detalles del prolijos. Sin embargo, es en el proceso mismo
cuando aprendemos y crecemos. A nuestro orgullo, en
realidad, no le gusta aceptar esto. Pero..., ¡ay del que no
acepta sus limitaciones, su corrupción y la corrupción
general de todas las cosas! Lamentablemente, la tribu de
los que pretenden el papado de la infalibilidad aún existe
entre nosotros.

Generalmente es una cuestión de elegir alternativas. En el


ministerio rara vez hay decisiones que son fáciles, blancas
o negras, sí no que más bien son alternativas más o menos
enredadas. Tenemos que escoger las mejores alternativas
y aceptar las consecuencias de y Caída. Parece
pesimismo, sin embargo, tal tendencia de mistificar y no ser
realistas va a la desilusión. Siempre en nosotros y
alrededor de nuestro encontramos la imperfección. jOh,
qué grande es el amor y la paciencia de Dios para con
nosotros! En esto necesitamos gloriamos.

Somos siervos de todos pero esclavos únicamente de


Jesucristo. ¡Cuánta presión pueden poner las personas,
especialmente nuestros hermanos, en querer conformamos
a sus deseos (y caprichos). Cuántas veces me rendí ante el
pedido de algún hermano, sólo para quedar bien, y quedé
mal con Dios y mi familia. Hemos sido llamados a servir,
pero como esclavos de Jesucristo, El da las órdenes
indicándonos cómo y cuándo realizar alguna cosa. Algunos
usan esto como excusa para no hacer nada y escaparse de
la obligación de «estar sujetos los unos a los otros», sin
embargo, el entender eso me ha ayudado a decir «sí» a lo
que Dios desea y «no» a un sin fin de demandas de otros.

Satisfecho en Cristo aunque esté insatisfecho. Dios obra en


y a través de los que tienen fe en El. Hay una diferencia
profunda entre el que en fe está insatisfecho y el que está
insatisfecho sin fe. Cuando conocemos a Jesucristo
estamos satisfechos en El, pero insatisfechos con nosotros
mismos, con otros y con el mundo, pero por la satisfacción
que encontramos en Cristo tendemos el perdón, la
humildad y la comprensión para perseverar en amor y
confianza. Mientras más nos gloriamos en Cristo y
conocemos su persona, más insatisfechos estaremos con
nosotros mismos y con otros, y más desearemos poder ser
transformados por El y participar en la transformación de
otros.

¡Ay de la persona que esta insatisfecha sin la satisfacción


en Cristo. Ella será crítica, cínica y destructiva. Hace poco
un hombre visitó nuestra iglesia. Al concluir el culto donde
participamos de la Cena del Señor, se me acercó y
comenzó a criticar severamente la forma en cómo lo
habíamos hecho. Otra persona se acercó después y me
dijo: «No te preocupes; siempre está insatisfecho. Es un
erudito en la Biblia, pero ha tenido problemas en todas las
iglesias donde ha ido». Es un pobre hombre; tiene pocos
amigos porque siempre está criticando la nación, la gente,
el sistema, etcétera. Una mente brillante, entenebrecida por
su propia insatisfacción.

¡Oh qué diferente es el hombre que en la luz radiante del


evangelio mira la gloria del Señor y va siendo transformado
a su propia imagen! Es sólo allí que podemos recargar
nuestras pilas con nuestro glorioso Salvador. Sólo su gracia
es suficiente para tomar nuestras debilidades y ayudarnos
a cumplir el ministerio que El nos ha dado. ¡Adelante!

Apunte Pastorales. Volumen VIII Número 3

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