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Palabra clave:
"ATRAER"
OBJETIVO:
“Redescubrir que somos atraídos amorosamente por Jesús; para que vivamos en la
felicidad completa a su lado y recobre sentido nuestro sufrimiento cotidiano”
Preparar:
Biblia – velita – Cruz – Papelitos en blanco para todos – Cruz grande hecha en una
cartulina o afiche – lapiceras – alfileres.
ENTRADA
Saludo a los participantes
Canto:
Invocar la luz y la fuerza del Espíritu Santo:
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LECTURA
Animador(a):
Vamos a contestar a estas preguntas:
1. ¿Qué buscamos en la vida? ¿Para qué?
2. ¿Hemos encontrado lo que buscamos?
3. ¿Hay algo que me atraiga de lo que hago todos los días? ¿Por qué?
4. ¿Qué me atrae de los demás? ¿Y qué les atrae de mí?
MEDITACIÓN
Animador(a):
Vamos a descubrir juntos lo que Dios nos quiere decir en este relato:
1. Estos griegos que habían subido a Jerusalén para adorar a Dios querían ver a
Jesús, ¿nos esforzamos como ellos para verlo siempre?
2. ¿De qué medio nos valemos para buscar y ver a Jesús?
3. ¿Qué significa para Jesús ser glorificado?
4. ¿Qué significan las palabras de los versículos 24 y 26? ¿Los estamos
viviendo?
5. En el v. 32 Jesús dice que será elevado y atraerá a todos hacia Él. ¿Qué
significan estas palabras? Comparemos con Jn 3, 14-16.
6. ¿A qué nos atrae Jesús? ¿Qué significa estar junto con Él? ¿Qué ganamos al
dejarnos atraer por Jesús?
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Nuestras tradiciones religiosas, muchas veces, no responden acertadamente a tan inquietante
búsqueda. Nos quedamos en formalismos, en frases hechas, en la conciencia tranquila del que cumple y
nada más. Lo primero que tenemos que hacer para llevar a alguien a Jesús es CONOCERLO,
PRIMERO, NOSOTROS A ÉL.
¿Cómo vamos a guiar a alguien al conocimiento de Jesús si no sabemos dónde está? ¿Si no tenemos
experiencia de su amor? ¿Si no dedicamos tiempo a la oración, a la lectura reposada de las Sagradas
Escrituras? Sería raro que Felipe encontrase a Jesús si nunca lo había visto...
En esta tarea esencial del conocimiento de Jesús, es muy importante asumir nuestra condición de
discípulos, de creyentes que siguen al maestro a donde él va. Por eso, siempre vale la pena
cuestionarnos sobre como nos relacionamos con Él, de si nuestras actitudes son cristianas,
cuestionarnos, en suma, si somos o no verdaderos discípulos.
¿Cómo hacer esto? ¿Con qué criterios?
“El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la
conservará para la Vida eterna”
Primer criterio: renuncia. Jesús nos pide desapegarnos a todo lo que no sea Él, en suma el desapego
es ser totalmente libre para seguirlo, para permitirle que nos haga renacer a una vida nueva, distinta.
Conservar la vida para la Vida eterna da un sentido de esperanza muy profundo que en ese momento
debe de haber causado conmoción, pero que ahora, desde una fe segura por el hecho de la
resurrección, podemos asumir como esencial para todo cristiano. Esto no significa despreciar las cosas
que Dios ha creado para nosotros, no significa vivir sin nada... En realidad significa vivir como que nada
es nuestro, usar de lo que se nos regaló pero sabiendo que no debemos estar “pegados” a los bienes
temporales.
El Cristiano renuncia para ser libre, para seguir a su Señor y entregar su vida gastándola por el Reino
que Jesús vino a instaurar. Renunciar es “pegarse” a Cristo y dejar que él sea rey y señor de mi vida...
“El que quiera servirme que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor. El que quiera
servirme, será honrado por mi Padre”
Segundo criterio: servicio. En su discurso a los dirigentes de Éfeso (Hch 20, 19), san Pablo dice “He
servido al Señor”, aunque su tarea se realiza en la Iglesia, Pablo sabe que no sirve a la Iglesia, sirve al
Señor...
Nos pasa que varias veces encontramos que estamos confundidos en este punto, el servicio no es a la
Iglesia, al grupo, a la comunidad... es al SEÑOR. Por eso Jesús insiste en seguirlo para estar donde él
esté. No se trata de ser muy inteligente o muy santo, sólo de estar atento a mis reacciones, a mis
emociones, a mis decisiones...
Cuando vea que hago algo por agradar a los hermanos y no por agradar a Jesús, cuando me aferre a lo
que hago y no a quien por quien lo hago (que siempre debe ser Jesús en primer lugar), sabré que mi
servicio al Señor esta dejando algo que desear.
Conocer al Señor para recién poder presentárselo a los demás, renunciar y desapegarme de todo y en
especial de lo que es obstáculo para llegar a Jesús, servirle incansablemente y desde él servir a los
hermanos es lo que va a posibilitar que, como dice Jesús, todos seamos atraídos hacia él.
ORACIÓN
Animador(a):
Elevemos nuestras oraciones comunitarias al Padre (respondemos Jesús la
intención: Te pedimos Señor o te damos gracias Señor).
Decimos juntos las Palabras que Jesús nos enseñó: PADRE NUESTRO.
CONTEMPLACIÓN
Gesto:
Para el Evangelio de Juan, la cruz es la glorificación de Jesús, por lo tanto, el sufrimiento
es al mismo tiempo felicidad. La búsqueda de la felicidad conlleva una entrega y una
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renuncia que implica sufrimiento que a la vez, al ser un sufrir glorificado, recobra su
sentido y, desde la felicidad vivida, se vuelve dolor redimido.
Como gesto, vamos a escribir en el papel que cada uno recibió, de un lado, nuestros
sufrimientos, dolores, preocupaciones, angustias; y, del otro lado, nuestros anhelos, deseos
de felicidad.
Una vez que todos terminaron, pasan a “clavar” el papel en la cruz (colocada en una pared
visible para todos los participantes reunidos en la comunidad) de manera que el lado donde
escribieron los sufrimientos quede oculto, significando que son absorbidos por el dolor y la
cruz de Jesús, nuestro Redentor. Al hacerlo cada uno dice en voz alta:
Finalizamos cantando: