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Curso Liderazgo de AlabanzaPágina 1

La adoración Individual comparada con la congregacional

Las Escrituras parecen diferenciar entre el acercamiento de un solo adorador al Señor y


la presentación de la congregación ante el Señor. La adoración individual es muy
diferente de la congregacional, y así debe ser el acercamiento. Al escribir acerca de la
adoración, muchos autores han sugerido que Isaías 6 da un bosquejo de la adoración
congregacional. El problema de esa idea es que aquel fue un encuentro especial de
Isaías con Dios, de un individuo con su Dios. Quizás Isaías 6 informa sobre la vida
devocional privada, pero dudo que se pueda considerar corno patrón para la adoración
congregacional. Esos autores señalan la indignidad completa que Isaías sintió en la
presencia de Dios y pasan a decir que la adoración debiera ir precedida de
arrepentimiento. Hay ocasiones cuando el arrepentimiento es muy apropiado para la
adoración, pero esa es la excepción y no la regla. El Salmo 100 sería un buen capítulo
para obtener información sobre el acercamiento al Señor. Es una referencia clara a la
adoración congregacional.

También se debe tener en cuenta que la alabanza no es tanto la venida de Dios a la


presencia de los creyentes como la entrada de éstos a la presencia de Él (Salmos 100: 4;
1 50: l).

Si se tiene un "mal culto de alabanza”, lo primero en que se piensa es que se necesita la


presencia de Dios. El hecho es que Dios ya está allí, lo que se necesita es hacer algo
para ascender hasta el Señor en el corazón. Dios nunca es el problema, pues siempre
está listo; siempre que haya un problema, está en la congregación.

Quizás se debe considerar de nuevo el Salmo 22:3: “Pero tú eres santo, tú que habitas
entre las alabanzas de Israel.” A base de este versículo, algunos han pensado que la
alabanza da acceso a la presencia de Dios. Se han expresado así: “Sabemos producir la
presencia de Dios.” Ciertos cristianos bien intencionados enseñan que se puede tener la
presencia de Dios en las iglesias si tan sólo se le alaba. Cuando no se percibe la
presencia de Dios, si tan sólo se le alaba, Él descenderá y se unirá al culto. Si todavía no
se percibe su presencia, hay que alabar con más intensidad, volumen y sinceridad. (Eso
casi se parece a la actitud de los sacerdotes de Baal que se cortaban en su esfumo por
invocar la buena voluntad de su dios.) Ellos interpretan que este versículo dice que Dios
vendrá y morará con los que le alaben.

Hay que tener en cuenta otra interpretación de ese versículo. Es cierto que Dios habita
en la alabanza de los creyentes, en el sentido de que le agradan sus alabanzas y se rodea
de ellas, se deleita en ellas y las disfruta. Se le declara como Rey en la alabanza que
proclama su reinado y señorío a un mundo que no lo reconoce como Señor. Al cantar, se
les da testimonio a los paganos (y a los santos, también) de su señorío, y así se le
entroniza con la alabanza.

Esta última interpretación vería ese versículo como condicional: “Si alabamos, podemos
estar seguros de la presencia de Dios.” Sin embargo, no se puede obligar ni inducir la
presencia de Dios. Es una idea pagana creer que sí. La alabanza no halaga a Dios para
obtener sus favores.
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El no está condicionado a la alabanza. Una vez oí decir a alguien del ministerio de


música decir sobre un Líder de Alabanza, “Él de veras sabe traer la presencia de Dios a
la congregación.” Estoy seguro de que el hermano a quien se refería es un Líder de
Alabanza excelente pero, no obstante, no tiene la capacidad para traer la presencia de
Dios a la congregación. Los brujos intentan hacer tal cosa, pero a Dios no se le mueve
con brujería. El director de Alabanza no puede producir la presencia de Dios, pero tal
vez tenga la capacidad especial de guiar al pueblo de Dios en su ascenso al monte de
Sión, el tabernáculo eterno de Dios.

El Salmo 132:13-14 da una explicación más precisa de la manera como Dios habita en
las alabanzas de su pueblo: “Porque Jehová ha elegido a Sión; la quiso por habitación
para sí. Este es para siempre el lugar de mi reposo; aquí habitaré, porque la he
querido.” Aquí el Señor dice que ha decidido manifestar su presencia en Sión, y mora
allí ahora y para siempre. No habita en Sión sólo cuando se le alaba; Sión es su
residencia permanente. Ya está en la congregación, y siempre será entronizado en Sión
cuando se le alaba. No es una condición, sino un hecho.

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