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PROYECTO IMAGINANDO
UNA MIRADA JOVEN A LA FRONTERA DEL
CONOCIMIENTO
Participa en:
9 Mesa de debate: El sexo a lo largo de la vida (11h30)
9 Taller: itinerarios del Placer (15h30)
ÍNDICE:
1.-INTRODUCCIÓN
2.-LA SEXUALIDAD EN LA VEJEZ
3.-MODELOS SEXUALES
3.1.-La sexualidad y la afectividad en las personas mayores
4.-MITOS Y ESTEREOTIPOS SOBRE LA SEXUALIDAD EN LAS PERSONAS
MAYORES
5.-ASPECTOS QUE CONDICIONAN LA SEXUALIDAD EN LA VEJEZ:
5.1.-Aspectos psicosociológicos
5.2.-Aspectos de salud
5.3.-Aspectos fisiológicos
6.-LA SEXUALIDAD DE LAS PERSONAS MAYORES EN ESPAÑA
7.-ANEXO
8.-BIBLIOGRAFÍA, FILMOGRAFÍA, PÁGINAS WEB DE INTERÉS
1.-INTRODUCCIÓN
Los valores culturales y las pautas que rigen la sociedad valoran por encima de lo
real estas ideas. La sexualidad cumple diferentes funciones en los seres humanos, entre
ellas se encuentra, desde luego, la reproducción, pero son más importantes la
comunicación-relación y el placer:
Según MASLOW:
“La salud sexual geriátrica puede ser definida como el más alto nivel
que requiere la más grande cantidad y calidad de comunicación entre
compañeros en una relación de confianza, amor, compartir y placer sin
o con coito.”
Las personas mayores permanecen como seres sexuales, pero su actividad sexual
normal puede verse dificultada por algunos problemas fisiológicos y orgánicos
acumulados, aunque sus deseos sexuales y sus necesidades de afecto continúen. Así, el
deseo sexual humano llega a estar más relacionado con motivaciones emocionales que
con motivaciones genitales.
En la vejez, al igual que en otras etapas evolutivas, el impulso sexual se sitúa en
el límite de lo psicosomático; no se conoce exactamente la forma en que está
condicionado por el organismo. A pesar de ello, la sociedad en general piensa que la
vejez es un período sin deseos ni actividad sexuales. “Los jóvenes no son los únicos que
creen que la actividad sexual disminuye con la edad. Los mismos ancianos piensan que
la vejez es un período asexuado. Numerosas personas de edad en quienes es intenso el
deseo sexual experimentan un sentimiento de culpabilidad y de vergüenza o incluso
llegan a creerse anormales.” (Mishara y Riedel 86:136).
El rechazo de la “sexualidad geriátrica parece formar parte de un estereotipo
cultural muy difundido y que pretende que las personas de edad son consideradas feas,
débiles, desgraciadas e impotentes” (Ibid:138). A ello contribuyen en gran medida los
medios de comunicación de masas, especialmente el cine y la publicidad que presentan
exclusivamente como objeto de deseo a personas jóvenes, bellas y perfectas. Los
adultos que quieren resultar atractivos deben intentar aparentar menos edad de la que
tienen, deben estar en permanente estado de rejuvenecimiento. “Lo viejo se ha
convertido en sinónimo de lo feo, caduco e inservible, un mundo bien distante de lo que
representa la juventud con su belleza, su dinamismo y su competitividad. (...) Vivimos
una época en la que impera la estética de la imagen como reclamo de buen gusto. Es
sorprendente comprobar que avanzamos hacia una sociedad en la que disimular la edad
que se tiene es una de las mayores preocupaciones. La estrategia de la publicidad es,
ante todo, vender juventud; ya no sólo rejuvenecen los productos de cosmética, sino
también los de higiene corporal, los viajes alrededor del mundo y conducir
determinados coches. Quizá ahora más que nunca la palabra rejuvenecer esté cobrando
un auge inusitado, sólo equiparable a la expresión conservarse bien; a partir de una
determinada edad, las personas no cumplen años y envejecen, cumplen años y se
conservan”. (Ramos, 95:451-452).
Con estos valores nos socializamos por lo que ya desde la infancia consideramos
que los mayores son personas sin atractivo y sin la capacidad física y energía necesarias
para llevar a cabo actividades sexuales. Esto es así también, porque en nuestra sociedad
la sexualidad parece una cuestión de competición olímpica en la que se despliegan
grandes dosis de esfuerzo. En suma, la belleza y la potencia son poseídas por los
jóvenes.
A pesar de esta valoración, según los estudios realizados sobre estas cuestiones,
KINSEY (1948, 1953), MASTERS y JONSON (1976), MCCARTY (1978), LÓPEZ y
OLAZÁBAL (1998), se comprueba que si bien la mayoría de las reacciones sexuales y
eróticas de las personas son diferentes en cada etapa de la vida, por lo general, el
envejecimiento no significa necesariamente que se termine la actividad sexual. Las
personas mayores son capaces de tener relaciones sexuales, y de sentir placer en toda la
gama de las actividades de este tipo a las se entregan las personas más jóvenes.
Mantener vigente la sexualidad es posible y sano, e implica afecto, compañía,
ganas de vivir, contacto físico, buenas relaciones con los demás, autoafirmación.
Negarse, a partir de una determinada edad, a la riqueza sensitiva y emocional de las
relaciones sexuales, es aceptar un prejuicio social que ensalza la juventud y que niega a
los mayores la posibilidad de goce.
3.-MODELOS SEXUALES
En el plano social, los factores culturales son los que en última instancia
determinan la sexualidad de las personas mayores: normalmente en la cultura
occidental, se entiende por vejez la etapa de la vida que va de los 65 años hasta la
muerte. Pero esto es solamente una construcción social que varía de unas sociedades a
otras y de unos momentos históricos a otros.
La vejez, como cualquier otra etapa de la vida, es una construcción social. “Un
viejo es lo que la sociedad dice que es un viejo”. El que la edad sea un criterio de
estratificación social significa que la sociedad asigna, a los diferentes estatus de edad,
funciones distintas que implican roles, normas y expectativas más o menos definidas.
Esta regulación social en relación con la edad es discutible, y no se corresponde con los
procesos de envejecimiento fisiológico en general, ni con los referidos a la vida sexual
en particular. (López y Olazabal, 98:13).
Actualmente nos encontramos en nuestra sociedad con dos modelos
contrapuestos para entender la sexualidad:
amplio, que puede incluir el coito si les es posible y así lo desean. Se trata de un
concepto de sexualidad mucho más rico que el que normalmente consideramos, se trata
de disfrutar del placer del contacto corporal global y la comunicación, así como de la
seguridad emocional que da el sentirse querido/a. Se trata de intervenir en la vejez desde
un modelo biográfico que respete la historia, los valores y las decisiones de las personas
mayores, ofreciéndoles posibilidades y no proponiéndoles exigencias. (López y
Olazabal, 98:23-25).
Afrontando la sexualidad desde este punto de vista, se comprende la necesidad
de informar a las personas mayores sobre esta dimensión de la vida.
muchos casos, la ruptura con el mundo laboral, la marcha de los hijos. Es decir, es un
momento de la vida de la pareja de continuos reajustes y búsqueda de un nuevo
equilibrio emocional. Con el paso de los años la posibilidad de enviudar, sobre todo en
el caso de las mujeres aumenta vertiginosamente, menos del 50% de las mujeres que
tienen entre 65 y 74 años están casadas. De los dos sexos, tras enviudar son los varones
los que más se vuelven a casar, pero ¿qué les lleva a casarse de nuevo tanto a varones
como a mujeres después de haber enviudado? De acuerdo con un profundo estudio
realizado con 100 matrimonios jubilados (TROLL, 1979): “El compañerismo es la
razón más importantes para volverse a casar en los últimos años de la vida”. El autor
cree que el significado y el propósito de la vida pueden ser mejorados por una buena
relación marital y que ésta a menudo les hace falta a las personas mayores que viven
solas. Otra razón considerada importante para volverse a casar fue la satisfacción
sexual, también la salud y la economía.
Un impedimento importante para casarse de nuevo en el caso de las mujeres es
que tienen más probabilidades de estar más sanas que los hombres de su misma edad, y
además se espera que se casen con hombres mayores que ellas. Pueden echarse a atrás
porque no quieren perder su futuro cuidando a un marido enfermo (recordemos que el
segundo) con el que no han convivido los años suficientes para desarrollar un cariño
intenso, similar al que tenían en su matrimonio anterior. Otra barrera clara es la de los
hijos adultos que en muchos casos no quieren que sus padres se vuelvan a casar. Los
hijos pueden estar pendientes de la herencia y no comprender la necesidad que tienen
sus padres de un compañero/a y de una relación sexual; pueden estar tan unidos a la
memoria de su padre/madre muerto/a que la idea de que el padre que aún vive se case
de nuevo les parece una aberración. Tal como exponen POCHTAR y
PSZEMIAROWER (1993) cuando las personas mayores desean formar una nueva
pareja, fundamentalmente buscando encontrar su identidad y autoestima en esta etapa de
sus vidas, “probablemente tengan que luchar con las resistencias de los hijos que en
general se oponen con mayor fuerza que los padres al nuevo casamiento de hijos
divorciados”.
Por supuesto, aquí parecen tenerse en cuenta solamente las nuevas nupcias, pero
¿qué pasa con las personas mayores que deciden formar una pareja sin necesidad de
formalizar la situación con papeles? Esta modalidad de emparejamiento en la vejez ha
sido muy poco estudiada.
A pesar de la escasez de material que existe a propósito del amor y la afectividad
en la vejez, para poder profundizar un poco más veamos en algunos estudios qué
opinión tienen los protagonistas, es decir, las personas mayores, sobre lo que es para
ellos el amor.
BUTLER y LEWIS (1988) en su libro Amor y Sexualidad después de los 40
años ante las preguntas de si el amor y el sexo siguen siendo interesantes a partir de los
60 años en adelante, nos presentan algunas de las respuestas que les ofrecen las
personas mayores sobre lo que significa para ellos la sexualidad y el amor a su edad:
Para los autores “quizá sólo en la tercera edad, cuando la personalidad alcanza
los últimos estadios de su desarrollo, el amor y la sexualidad pueden lograr su mayor
capacidad de desarrollo”.
Como conclusión podemos tomar las palabras de AVENI CASUCCI (1989),
“(...) mientras que se concede al anciano un papel más o menos activo en el campo de la
afectividad como padre, madre, hermano/a, abuela/o, no sucede lo mismo con su papel
de cónyuge, pues en este aspecto se le limita demasiado a menudo a una afectividad
sublimada, privada de toda manifestación viva y vivaz, así como de toda relación
sexual”.
Con demasiada frecuencia nos encontramos pensando que en la vejez las
personas no sienten, no experimentan emociones, sensaciones y sentimientos y que en
cambio se encuentran debilitados por los años. Deberíamos darnos cuenta de que “los
ancianos de ambos sexos son seres vivos, abiertos a nuevas experiencias, dispuestos a la
renovación de las relaciones, deseosos de resucitar afectos y sentimientos que parecían
adormecidos”. Casi podríamos decir que incluso el afecto por los nietos lo tienen más
reducido que hace años cuando las generaciones convivían en el mismo domicilio.
Ahora sólo ven a los nietos cuando los padres tienen tiempo para dedicárselo a los
abuelos.
La afectividad es una de las funciones de la actividad psíquica y va unida a la
motivación y a la capacidad de aprender. Así, pues, las relaciones afectivas
satisfactorias permitirán una actividad psíquica globalmente eficiente, unas ganas
intensas de vivir, un deseo inagotable de aprender, de adaptarse a las realidades nuevas
y diversas que las generaciones más jóvenes plantean continuamente.
Creo que olvidamos habitualmente que también en la vejez, como en cualquier
otra etapa de la vida, las personas sienten deseos de amar, de sentirse amadas, de
continuar siendo objeto de atenciones y de afecto. Si en la vejez se redujera poco a poco
la genitalidad ello no debería implicar necesariamente la disminución del sentimiento
amoroso en sí mismo; de la misma manera que la vida sexual, aun variando sus
manifestaciones con el transcurso de los años, no tiene por qué desaparecer
precozmente, sino que permanece y continúa hundiendo sus raíces en la ternura y en la
necesidad de afecto.
El amor que ha acompañado la vida de una pareja, con todas sus expresiones
físicas, psíquicas y con toda la gama de emociones, sensaciones, sentimientos y
pasiones, hace más serena, válida y emblemática la vejez. No es un hecho tan raro como
pueda parecer el que acabado o desaparecido un amor, sea posible en una edad
avanzada seguir teniendo la capacidad de amar, de darse, de recobrar el deseo de vivir
con otra persona que venga a terminar con la soledad y la indiferencia que muy a
menudo amargan la última etapa de la existencia humana.
Tal como nos recuerda PUERTO PASCUAL (1995) “el amor no es patrimonio
de ninguna edad” que nos ilustra de manera muy sencilla lo que venimos tratando a lo
largo de estas páginas, “no existen límites de edad para amar o ser amado, desde el
momento del nacimiento hasta el momento de la muerte. El amor, que es el mejor
afrodisíaco para vivir la sexualidad humana, no es patrimonio de ninguna edad”.
Está claro pues que la afectividad en la edad avanzada conjuga el trayecto
realizado a lo largo de la vida y los reajustes que pueden darse frente a las situaciones
de cambio. Es evidente que una pareja unida por lazos afectivos intensos vivirá la vejez
de una manera menos acusada porque se hace más llevadera y compartida.
Hoy por hoy, existen muchos estereotipos, prejuicios, mitos y tabúes sobre la
sexualidad de las personas mayores, incluso compartidos por profesionales que tratan
con personas de edad. Es común asociar conceptos negativos y resulta difícil expresar
una idea positiva sobre la sexualidad en la vejez.
Los mitos aluden a relatos fantásticos, en este caso que nos ocupa sobre la
sexualidad, que tratan de explicar hechos reales o ficticios. Son creencias comunes que
comparten una misma colectividad o sociedad sobre la vida sexual, que no precisan
justificación racional, ya que si se duda de su veracidad o se les cuestiona pierden su
validez. Se les atribuye un origen sobrenatural o remoto. Los estereotipos son clichés
que se imponen a un colectivo como algo natural, por eso son difíciles de erradicar y
cuestionar.
Los mitos y los estereotipos pasan de generación en generación por vía oral y así
son recordados y aprendidos con mayor facilidad lo que garantiza su cohesión y asegura
su supervivencia. La base de estas creencias populares es que siguen desexualizando a
la persona mayor. Muchas son perpetuadas por las mismas personas que cuidan a los
senescentes, y son difíciles de modificar porque se han interiorizado a lo largo del
proceso de socialización.
Debemos erradicar de los jóvenes y no tan jóvenes los mitos y las falacias que
dominan actualmente nuestras mentes. Persisten muchos miedos y equivocaciones y
tampoco las actuales generaciones españolas han recibido una correcta educación
sexual. Se sigue confundiendo la capacidad sexual en términos cuantitativos y de
rendimiento y no en calidad y desarrollo de expresión de la persona sexuada.
Según MARGARET KHUN (1976) los mitos más importantes asociados a la
sexualidad en la vejez son los siguientes:
El cese de la menstruación ha sido entendido por algunas mujeres como una mutilación,
pero actualmente la mayoría lo considera una liberación al haber desaparecido el miedo
a un embarazo no deseado; gracias a esa liberación en ocasiones las relaciones sexuales
pueden resultar mejoradas.
Este mito se creó especialmente por la visión conservadora, condicionada en
gran medida por la religión, que la sociedad tenía acerca de la mujer como esposa-
madre; la mujer no tenía que buscar en el sexo nada más que la finalidad de la
procreación. Por ello, tras la menopausia, la mujer que ha perdido su capacidad
reproductora, pierde también su función sexual, negándole el derecho al placer.
La menopausia no tiene por qué llevar asociada una disminución en la
satisfacción sexual, ya que las consecuencias asociadas a la disminución en la
producción de estrógeno que conlleva una serie de trastornos -ya expuestos al comienzo
de este texto- pueden ser compensadas mediante un tratamiento apropiado. Si se
produce una disminución real en la satisfacción sexual de las mujeres tras la
menopausia esto se deberá con mayor frecuencia a las expectativas de poder
mantenerlas que a los efectos físicos de la menopausia sobre el organismo. De hecho,
algunas mujeres creen que disminuye su potencial de feminidad y de seducción.
Pero el deseo, la satisfacción sexual y la aptitud para el orgasmo son
independientes de la función reproductora y el equilibrio hormonal, de modo que el
interés por lo sexual y el deseo erótico no tienen porque verse afectados por estas
causas.
Actualmente, se puede afirmar que la etapa menopáusica no debe ser motivo de
preocupaciones para la mayoría de las mujeres, ya que el deseo sexual no cesa y pueden
seguir creciendo.
La sociedad es muy cruel cuando clasifica a un anciano como “viejo verde” sólo
porque mira con cierto deseo a una chica joven o le dice cualquier palabra provocativa.
Aunque esta creencia estuvo bastante extendida durante los siglos anteriores,
ahora sabemos que es falsa. La emisión del esperma puede compararse con la pérdida
de saliva cuando se escupe, y no produce efecto fisiológico alguno sobre ningún aspecto
del funcionamiento humano. (Mishara y Riedel, 86:156).
El coito forma parte del sexo, pero no tiene por qué ser el centro de toda
actividad sexual. El anciano puede cubrir sus necesidades emocionales; tocar y ser
tocado, abrazar y ser abrazado... por actividades sexuales que no siempre conducen al
coito. La persona mayor debe encontrar los medios para satisfacer su necesidad sexual.
Aunque no haya penetración ni orgasmo, basta con la ternura y con que la pareja
se sienta feliz y relajada.
Hacer del orgasmo una meta es tan incorrecto como hacer del coito el centro. La
sexualidad es placentera con orgasmo y sin él. La preocupación por lograrlo como algo
imprescindible crea grandes tensiones.
Tenemos una idea muy impulsiva de la actividad sexual, y este deseo al que uno
no puede resistirse por la impetuosidad de la potencia, puede ser excitante y divertido
siempre y cuando no se contemple como la única alternativa válida, cuando en el fondo
uno sepa diferenciar entre el derecho a consumir ese deseo y el hecho de poder escoger
si lo consume o no. Uno de los estereotipos es la monotonía y el aburrimiento, sea
porque ya se ha descubierto todo, sea porque se ha perdido la fogosidad de antaño. No
es la edad lo que genera monotonía o desinterés sexual, sino el permanecer atados, entre
otras cosas, a un único clima erótico, negándonos, en consecuencia, la posibilidad de
acceder a un placer igualmente intenso, en un clima de calma y serenidad.
Uno de los caminos más buscados y apreciados para salir de la soledad en la que
muchos ancianos se ven sumidos, es la vida en pareja.
La sexualidad tiene muchas ventajas para las personas mayores, ya que les
permite expresar pasión, afecto, admiración, lealtad y otras emociones positivas, muy
necesarias para esta etapa de la vida. Pero esto no significa que la sexualidad se limite a
cubrir la necesidad de no estar solos, ya que implica otros muchos aspectos de la
personalidad humana, necesidades, sentimientos, deseos, expectativas, etc.
Las personas mayores no se masturban. Y las que lo hacen son unas desviadas
Algunos de los mitos sexuales de nuestra cultura están motivados por el miedo a
la muerte y a la enfermedad. El estereotipo plantea que si eres viejo, estás acabado y
todo exceso te conducirá a la muerte. La vida sexual es un exceso, por lo tanto, es
perjudicial para la salud a ciertas edades.
Muchos hombres y mujeres mayores creen que la actividad sexual puede
perjudicar su salud. Ésta, es una de las ideas que más abundan en el grupo de personas
mayores cuando piensan en la vivencia de la sexualidad.
La actitud del anciano ante su enfermedad y la actuación e información del
profesional sanitario hará que aparezca una solución adecuada que permita la
continuación de una vida sexual satisfactoria. El anciano debe procurar conservar y
acrecentar su salud en la medida de lo posible. La sexualidad fortalece la salud física y
psíquica junto con un deporte equilibrado y una comida sana. Además, es curativa y
alivia dolores provocados por otras dolencias. Los ancianos sexualmente activos,
consumen menos sedantes, antidepresivos y medicamentos. Los estudiosos afirman que
las relaciones sexuales alargan la vida, la hacen más agradable y al mismo tiempo
fortalecen el yo y la autoestima de uno mismo.
Las personas mayores que sufren enfermedades dejan de tener actividad sexual
Los mayores tienen deseos y necesidades sexuales al igual que los jóvenes y los
adultos. Son seres sexuales en todas las etapas de su vida y seguirán siéndolo hasta la
muerte. Aunque haya cambios, las personas mayores desean la intimidad y las caricias
eróticas. Las personas mayores se desean como en años anteriores y ese deseo se
transforma en expresión sexual de forma muy variada y rica. Dejar de vivir la
sexualidad porque uno es viejo, es dejar de querer vivir.
La necesidad y la satisfacción sexual no desaparecen cuando envejecemos; lo
que sucede es que a veces hay que reprimir los sentimientos de deseo porque no son
aceptados por el mundo que nos rodea.
Los problemas que plantean los hombres y mujeres homosexuales vienen dados
más por el hecho de envejecer en sí que por la propia homosexualidad. Sin embargo, en
algunos aspectos las personas homosexuales de más edad, poseen un bienestar
psicológico mayor que los jóvenes; en realidad les preocupa menos manifestar su
homosexualidad, poseen un autoconcepto más estable y se adaptan mejor a su situación
social. Además, muchas personas homosexuales tienen relaciones duraderas y
solamente (como en los heterosexuales) para los que no han sabido crearse este tipo de
relación habrá más posibilidad de que existan sentimientos de soledad y tristeza.
También podrá darse entre los homosexuales que han perdido su pareja, ya que les
puede resultar más difícil encontrar una nueva pareja estable, porque pueden sentirse
aislados socialmente. En cualquier caso, se da más en gays que en lesbianas porque
ellos valoran más el atractivo juvenil y tienen una menor esperanza de vida, y ellas están
mejor aceptadas por las jóvenes de su círculo social y se preocupan menos por el
envejecimiento físico.
En las residencias, los/as ancianos/as deben dormir separados por sexos para
evitar problemas y críticas de la familia y de la sociedad
Los estudios sobre sexualidad y vejez son escasos y esto se hace más patente
cuando se relaciona sexualidad y mayores que viven en residencias de ancianos.
En este tipo de centros, en muchas ocasiones se impide la práctica de relaciones
sexuales entre los mayores no sólo porque el personal se puede sentir incómodo antes
estas actividades, sino porque la familias de los ancianos se escandalizarían si supieran
de su existencia, lo que ocasionaría a la residencia graves problemas.
En la realidad social se observa que la mejor manera de enriquecer nuestra vida
es la convivencia común entre hombres y mujeres, por tanto resulta artificial separar a
las personas por su sexo cuando ingresan en un centro.
Con respecto a la sexualidad, la institución de acogida debe considerar la
actividad sexual del mayor como un aspecto integral de su personalidad que debe de
respetarse y facilitar su expresión en la medida de lo posible. La residencia es un hogar
para los mayores por lo que se debe respetar su vida sexual.
5.1.-Aspectos psicosociológicos
de este período vital, lo que implica en ocasiones cambios en las relaciones de la pareja
mayor. (López 98:43-44).
En esta variabilidad interpersonal no sólo influyen rasgos de personalidad sino
otros factores tan determinantes para la calidad de vida de la persona mayor, como son:
su estado de salud, su nivel de autonomía, su nivel socioeconómico, el mantenimiento
de las funciones cognitivas, tener pareja, contar con ayuda de los hijos, el tipo de
relación que se mantiene tanto con la pareja como con los hijos, etc.
De dichos estudios podemos destacar las siguientes conclusiones:
pareja o viudedad en situación de uno u otro grado de dependencia de los demás, hijos o
asistencia social.
La pareja de personas mayores tiene que reorganizarse ante los cambios que
supone quedarse solos -tras la independización de los hijos-, la jubilación de uno o de
los dos miembros, el desempeño de nuevos roles, aceptar los procesos de
envejecimiento, sufrir posibles problemas de salud, sufrir posibles muertes de seres
queridos, disponer de mucho tiempo de ocio, etc. Sin embargo, a pesar de que este
panorama parece incierto, este primer período de la vejez puede ofrecer también
grandes ventajas si se cumplen determinadas condiciones, como son: disfrutar de una
buena salud, tener un grado razonable de bienestar económico y tener capacidad para
disfrutar de aficiones ya que se dispone de mucho más tiempo libre. (López 98:60-61.)
Es un período de madurez en las relaciones de apego entre los miembros de la
pareja, sin las perturbaciones y atenciones que anteriormente les exigían los propios
padres y los hijos. Puede ocurrir también, que los conflictos y carencias de la pareja más
o menos camuflados en períodos anteriores, se pongan de manifiesto ahora
irremediablemente al quedarse solos, sin distracciones posibles. En este caso, los
sufrimientos pueden llegar a ser extremadamente destructivos, hasta llegar a hacer
perder el sentido de la vida, tanto si provocan una ruptura de la pareja como si
permanecen juntos compartiendo un drama relacional.
Otro cambio interesante es convertirse en abuelos. Los abuelos sienten la
necesidad de estar con los nietos, de jugar con ellos y de llegar a conocerles; también
tienen la posibilidad de recuperar el poco tiempo que se podía dedicar a los hijos cuando
ellos eran padres. La relación abuelo-nieto es útil bilateralmente, y puede transformarse
en una alianza contra la generación intermedia, especialmente cuando los ancianos
dependen mucho del amor de los nietos porque la relación con los hijos es
decepcionante.
En este período es muy frecuente el sufrimiento por la pérdida de la pareja,
hermanos y amigos que provoca soledad; por un lado, soledad emocional por la pérdida
o ausencia de figuras de apego, y por otra, soledad social por la pérdida de la mayor
parte de la red de relaciones sociales. La más importante en esta etapa, es la soledad
emocional, porque es sentida como falta de vínculos con personas que sabemos que son
incondicionales, justo en el momento que más las necesitamos, manifestándose con
sentimientos de pérdida irreparable, de desamparo, de inseguridad, de no tener a nadie
disponible y próximo que nos acompañe en la vida y nos dé seguridad, pueden
predisponer a sufrir trastornos de depresión y ansiedad.
Muchas personas se encuentran sin pareja al envejecer, especialmente las
mujeres, por su mayor esperanza de vida y menor índice de segundas nupcias. Después
de la desaparición del cónyuge, es difícil buscar pareja sin experimentar culpabilidad y
deslealtad hacia la memoria del difunto, porque hay una gran diferencia entre quien se
ha acostumbrado a vivir solo, y quien después de una larga relación se encuentra
repentinamente privado de la propia intimidad y de la modalidad de vida en pareja.
Los problemas más frecuentes que se encuentran y que limitan o impiden un
desarrollo completo de la vida sexual de las personas maduras son:
- La falta de pareja: la mayoría de las personas de 75 o más años de edad son viudos o
viudas.
- La carencia de privacidad: la mayoría viven en residencias o con familiares.
- La limitación de su autonomía.
- La dependencia del entorno.
- La dificultad física para mantener relaciones sexuales.
5.2.-Aspectos de salud
Enfermedades cardio-vasculares
Enfermedad coronaria
Hipertensión arterial
Accidente cerebrovascular
Diabetes mellitus
Enfermedades osteoarticulares
Artritis
Dolor de espalda
1
SEGG, son las siglas de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología.
además alivia el dolor si se practica de forma regular y se siguen los mismos consejos
que en la artritis.
Enfermedades genitales
Enfermedad de Peyronie
5.3.-Aspectos fisiológicos
La respuesta sexual humana tiene como meta preparar a dos cuerpos para el acto
sexual. Para que ello tenga lugar, cada órgano genital debe experimentar una secuencia
ordenada de cambios en cuanto a su forma y función.
Para ambos sexos los cambios fisiológicos son distintos, existen cambios
neurológicos, vasculares, musculares y hormonales.
Estudiando la respuesta sexual masculina y femenina podemos dividirla en
cuatro etapas: excitación, meseta, orgasmo y resolución, los cuales se producen de
forma sucesiva:
♦ La elevación se realiza de una manera más lenta y son necesarios los estímulos
directos y mayor en número sobre la raíz del pene.
♦ Disminuye el número de erecciones nocturnas.
♦ Durante el coito se puede perder la sensación de que la eyaculación es
inevitable, llegando ésta sin aviso previo, y entonces es menos fuerte y el líquido
preeyaculatorio, el volumen del esperma y el número total de espermatozoides
disminuyen. La excitación tras el orgasmo disminuye rápidamente.
Otro rasgo común con otros estudios es el bajo nivel educativo de la población
entrevistada, más acentuado en el caso de las mujeres, de las cuales sólo el 4% ha
superado los estudios elementales.
Un aspecto importante, de este estudio de José Nieto es que se ve claramente
cómo “el matrimonio marca el inicio de la vida sexual de los ancianos españoles. La
edad media de contraer matrimonio en esta generación fue a los 26 años (más jóvenes
las mujeres que los hombres)”. Lo que más nos interesa a nosotros es la visión que
tienen estas personas del matrimonio, puesto que para ellos es realmente el único
vínculo que reconocen para el desarrollo de la afectividad. “La visión que tienen del
matrimonio configura éste como una relación estable y única (la fidelidad es básica).
Una relación basada en lo afectivo y en la pura convivencia más que en aspectos
intelectuales o ideologías comunes. El matrimonio implica sexo, pero éste no es tan
fundamental como la comprensión y tolerancia o los hijos”.
Tal como veíamos en el estudio de Fernández Ballesteros (1995) también en éste
se preguntaba a los entrevistados que dijeran la valoración que había tenido su actividad
sexual a lo largo de su vida y en la actualidad. Para las personas mayores de esta
encuesta el sexo evidentemente les ha resultado en un 43% algo muy importante en su
vida frente a sólo un 13% que lo considera muy importante en el momento presente. Si
al 43% sumamos un 7% que lo ha considerado como lo más importante de su vida
obtenemos un 50% para quienes el sexo ha sido algo muy significativo en sus vidas,
esto choca con ese raquítico 13% que piensa que el sexo aún es importante. Los grupos
que más valoran las actividades sexuales en esta encuesta son:
• Hombres.
• Las personas con menos edad.
• Las personas con niveles educativos elevados.
• Las personas con pareja.
• Las personas con posicionamiento ideológico de izquierda.
• Los no practicantes desde el punto de vista religioso.
7.-ANEXO
EL MUNDO
29 octubre 2007
Por este motivo, dentro del grupo de Atención al Mayor de la semFYC, también
se trabaja en este aspecto. «Cuando damos talleres u organizamos actividades
intentamos informar a los asistentes y educarlos en cómo puede ser el sexo a su edad»,
recuerda Pilar Regato. Esta especialista reconoce que «por fin algo se está moviendo en
el campo del envejecimiento. Desde que la OMS plantea que no sólo hay que dar años a
la vida, sino calidad a la misma, se está trabajando más en la esfera de la sexualidad.
Desde los ayuntamientos y en los centros de salud. Es más, la Obra Social de Caja
Madrid también contempla dentro de su atención a la tercera edad este tema».
Un ejemplo: por primera vez, y a lo largo de las próximas semanas se va a poner
en marcha la primera campaña de normalización sexual a nivel nacional. «Está dirigida
a todos los sectores de edad de la población y se va a realizar en cada una de las
comunidades autónomas en las que se van a dar charlas, habrá coloquios. Incluso en
Madrid, Barcelona y Valencia se van a impartir cursos a los medios de comunicación
sobre la necesidad de saber tratar los temas de sexualidad. Es una medida importante,
porque también vamos a prestar especial atención a los colectivos que por sus
enfermedades tienen problemas con sus relaciones íntimas, es el caso de los lesionados
medulares, los diabéticos, entre otros», adelanta el secretario general de la FESS.
Mientras que se inicia la campaña, en la que también se van a distribuir trípticos
en los centros de salud, la doctora Puigvert facilita más argumentos a los mayores para
que no renuncien a disfrutar en la cama. «Los estudios han constatado que seguir
sexualmente activo mejora el estado de ánimo. La depresión y los estados de ansiedad
tienen una prevalencia muy elevada en los más mayores. Sin embargo, la incidencia del
estado depresivo se reduce un 50% y la ansiedad desaparece cuando se practica el sexo.
Además, mejora el tono muscular y cardiaco», argumenta.
La sexualidad en la tercera edad ha sido también protagonista esta semana del
Curso Médico Europeo Longevidad Activa, Saludable y Crecimiento Demográfico
Senior, organizado por la Fundación Academia Europea Yuste. Su director, Remigio
Vela Navarrete, catedrático de Urología de la Universidad Autónoma de Madrid,
confiesa que «han cambiado muchas cosas en el terreno de la eficacia en el tratamiento
de los problemas sexuales. Por este motivo, impartimos el curso a los médicos de
atención primaria que son los primeros que ven al paciente. Tenemos que fomentar su
formación para que el mayor reciba la atención necesaria».
Ayudar a los ancianos a que disfruten más de su sexualidad es posible si se
potencia una visión creativa del sexo, menos coital y se les enseña a reconciliarse con su
cuerpo y su imagen física. «Es el mejor momento para descubrir nuevos caminos. Los
mayores tienen tiempo y además muchos llevan con sus parejas casi 40 años, por lo que
se conocen muy bien. Tan sólo se trata de que exploren su sexualidad de nuevo»,
sentencia la doctora Regato.
Desterrar. Erradicar las falsas creencias sobre el sexo y combatir las dificultades
psicosociales que limitan la sexualidad en la vejez.
Sociabilidad. Favorecer que los mayores tengan vínculos afectivos estables y una red de
relaciones sociales amplias.
Tiempo. La mayoría de los expertos defiende como una de las principales ventajas de
los mayores su disponibilidad de tiempo. Gracias a él pueden explorar nuevas vías para
disfrutar del sexo.
FILMOGRAFÍA
Sinopsis:
Guillermo, de 12 años, está enamorado de Margarita, de 13. Un día Margarita, por medio de su mejor
amiga, "La Ratona", confiesa a Guillermo que le gusta. Llegan las vacaciones. Margarita en la playa y
Guillermo en el campo, intercambian cartas de amor. A la vuelta, Guillermo se pone sus primeros
pantalones largos y corre a reunirse con su amada, pero sólo encuentra a "la Ratona" con un nuevo
mensaje.
En la segunda historia, Valentín y Josefina pasan sus últimos años en el asilo. Como allí, hombres y
mujeres están separados, se conforman con intercambiar cartas y tiernas miradas en la capilla, dadas las
absurdas y obsoletas reglas del lugar...
BIBLIOGRAFÍA
PÁGINAS WEB
REPORTAJES DE RTVE
http//:www.rtve.es
• Reportaje de Documentos TV
“Salir del armario a los 60”