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Universidad Internacional Menéndez Pelayo, Santander 2008

PROYECTO IMAGINANDO
UNA MIRADA JOVEN A LA FRONTERA DEL
CONOCIMIENTO

SEXUALIDAD: EDADES, DISCURSOS


Y VIVENCIAS
Directores: Maribel Blázquez Rodríguez y José Ignacio Pichardo Galán

MARTES 2 de Septiembre de 2008

Ponente: Mónica Ramos Toro. Directora del Instituto de Formación en


Gerontología y Servicios Sociales, INGESS, Madrid

Participa en:
9 Mesa de debate: El sexo a lo largo de la vida (11h30)
9 Taller: itinerarios del Placer (15h30)

Tema a desarrollar: La sexualidad de las personas mayores

ÍNDICE:

1.-INTRODUCCIÓN
2.-LA SEXUALIDAD EN LA VEJEZ
3.-MODELOS SEXUALES
3.1.-La sexualidad y la afectividad en las personas mayores
4.-MITOS Y ESTEREOTIPOS SOBRE LA SEXUALIDAD EN LAS PERSONAS
MAYORES
5.-ASPECTOS QUE CONDICIONAN LA SEXUALIDAD EN LA VEJEZ:
5.1.-Aspectos psicosociológicos
5.2.-Aspectos de salud
5.3.-Aspectos fisiológicos
6.-LA SEXUALIDAD DE LAS PERSONAS MAYORES EN ESPAÑA
7.-ANEXO
8.-BIBLIOGRAFÍA, FILMOGRAFÍA, PÁGINAS WEB DE INTERÉS

“Lleva tiempo llegar a ser joven” Pablo Picasso

La sexualidad de las personas mayores. Mónica Ramos Toro. Directora de INGESS 1


Universidad Internacional Menéndez Pelayo, Santander 2008

1.-INTRODUCCIÓN

Frecuentemente se piensa que las mujeres y los hombres mayores ya no tienen


relaciones sexuales. Repensar de otra manera las relaciones es difícil ya que
generalmente no se identifica a las personas de esta edad con los cánones de belleza y
juventud. Afortunadamente, todos los cambios corporales, las rutinas de toda una vida,
no excluyen el sentirnos querid@s, desead@s y disfrutar de la sexualidad.
Tradicionalmente, la Psicología de la vejez se ha entendido como una psicología
del deterioro, de pérdidas en todos los ámbitos de la vida de la persona, tanto a nivel de
las capacidades cognitivas como funcionales y sociales. Esto ha contribuido a generar
una imagen negativa de esta etapa del ciclo vital, tanto para la sociedad en la que
vivimos como entre las propias personas mayores, que han asumido como
características propias que ya no valen para nada, que a su edad ya no se pueden
aprender cosas nuevas y que son un estorbo para su familia y para la sociedad.
Ciertamente, con el proceso de envejecimiento se producen una serie de cambios
que afectan a diferentes áreas, cambios a nivel fisiológico, a nivel cognitivo y a nivel
social. Sin embargo, estos cambios por sí mismos no tienen por qué impedir el
desarrollo de las actividades cotidianas que hasta entonces venía realizando la persona.
Las conclusiones de un número importante de estudios realizados sobre las
personas mayores (RODRÍGUEZ, P et al, 1996; MONTORIO e IZAL, M, 1998)
revelan que un porcentaje muy elevado de personas llega a la vejez en buenas
condiciones físicas y psicológicas, con ganas de disfrutar de la vida y de seguir
manteniéndose activas.
La vida afectiva y sexual de las personas mayores es un ámbito que con
demasiada frecuencia dejamos aparcado y olvidado para no tener que abordarlo. Basta
decir que si existe un aspecto intrínseco al ser humano que difícilmente puede anularse
es la capacidad para sentir y para amar, independientemente de la edad que se tenga. El
sexo en la edad avanzada está lleno de tópicos y de mucha ignorancia. El
envejecimiento es un proceso fisiológico, no una enfermedad, por lo que la
aproximación al sexo de cada persona no depende directamente del hecho en sí de
cumplir años, sino de la manera en que la persona haya vivido y disfrutado su propia
sexualidad. Las personas que gocen de buena salud y les guste el sexo seguirán
disfrutando de él, buscando conductas alternativas pero igualmente satisfactorias.
Una de las fuentes más ricas de comprensión de la naturaleza humana, según K.
Offit, se encuentra en la personalidad sexual.
Las actividades, actitudes y fantasías sexuales constituyen la medida más gráfica
del carácter que tenemos. En la vida sexual expresamos nuestras relaciones básicas con
los demás.
La sexualidad es una dimensión, una parte de la persona que acompaña al ser
humano desde su nacimiento hasta su muerte; se vive y manifiesta en cada momento de
la vida de un modo diferente dependiendo de cada persona; es un área más de nuestra
personalidad, pero que tiene gran importancia y trascendencia en el ajuste y equilibrio
individual e interpersonal, ya que una sexualidad satisfactoria y armónica o conflictiva y
enfermiza va a tener hondas repercusiones en la personalidad de cada uno, en sus
relaciones con los demás, y en la colectividad; y, además, depende de factores tan
diversos como los culturales, religiosos, psicológicos, de salud, etc.

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La personalidad se puede definir como la totalidad de las características del


individuo, especialmente en tanto que se relacionan con otras personas; es un grupo
integrado de tendencias emocionales, intereses y conductas basado en gran medida en
maniobras defensivas. El yo sexual puede ser una importante guía en la búsqueda de la
identidad.
El sexo es una parte de la personalidad. Así pues, la sexualidad es un amplio
concepto desarrollado y extendido a lo largo de la vida que no desaparece por ley en
ningún momento de ésta, solamente cambiará u oscilará su presentación a lo largo del
desarrollo vital como consecuencia de factores psicológicos, sociales o biológicos. Sin
embargo, como profundizaremos a lo largo de esta sesión, la sociedad en su conjunto
considera que la sexualidad parece reservada a las personas jóvenes y adultas, las
personas mayores no tienen actividad ni deseo sexual.
Se han identificado fundamentalmente cinco “grandes ideas” en torno a la
creencia de que la sexualidad y las relaciones sexuales se encuentran reservadas a los
jóvenes, ideas, sea dicho de paso, que generan actitudes muy arraigadas en la sociedad
(Felstein, 1973):

1. La actividad sexual sólo sirve para la procreación.


2. La tensión sexual se manifiesta como respuesta a la atracción física. Esta
creencia lleva implícita otra que plantea que las personas mayores no entran
dentro del canon de las personas consideradas bellas o atractivas.
3. La tensión sexual, que alcanza su máximo en los jóvenes, disminuye
rápidamente hasta la edad madura para acabar siendo casi inexistente en la
vejez.
4. Existe una idealización que liga sexo-amor-romance-juventud. De esta manera,
sólo se ama cuando se es joven y las relaciones sexuales están inextricablemente
ligadas al amor romántico.
5. Por último, lo propio de la vejez como etapa vital es la creciente incapacidad
para mantener relaciones sexuales.

Los valores culturales y las pautas que rigen la sociedad valoran por encima de lo
real estas ideas. La sexualidad cumple diferentes funciones en los seres humanos, entre
ellas se encuentra, desde luego, la reproducción, pero son más importantes la
comunicación-relación y el placer:

1. Comunicación y relación: La relación corporal íntima, piel a piel, es una


forma más de comunicar nuestras emociones y sentimientos a aquellas
personas que queremos, y probablemente la más sincera de las relaciones. En
el mundo adulto, el deseo sexual y el de vincularse, es un gran dinamizador
de las relaciones; y el mantenimiento y la consolidación del vínculo amoroso
están en gran parte mediatizados por la relación sexual que hace de espejo de
la relación global de una pareja.
2. Placer: las relaciones sexuales permiten la obtención de gratificación sexual
que no se debe reducir a unas zonas concretas sino que implica todo el
cuerpo. Las caricias son buenos y eficaces medios de transmitir emociones y
sentimientos en un marco de placer. Por lo tanto, el placer es un resultado
sano y deseable de esa relación, siendo además un valor humano a cultivar.
(García, 95:279).

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3. Reproducción: es otra función de la sexualidad, aunque de menor


importancia cuantitativa, porque las personas habitualmente viven su
sexualidad no para tener descendencia (capacidad efectiva en pocas
ocasiones a lo largo de la vida), sino para comunicarse y obtener una mutua
satisfacción.

Desde la perspectiva actual de las ciencias de la salud, es ya un lugar común, que


existe una estrecha relación entre salud y sexualidad; así, una persona sana, es aquélla
que además de no padecer ningún dolor y/o enfermedad, es una persona creativa, que se
adapta a su entorno social, que comparte relaciones, y que tiene una vida sexual
satisfactoria. Por lo tanto, la sexualidad, desde este punto de vista, es una función
natural que tiene como fin primordial la satisfacción.
La edad no elimina la necesidad ni la capacidad de disfrutar de experiencias
sexuales, según Alex Comfort, especialista en biología gerontológica y sexología. El
profesor británico, de 68 años, asegura que se debe adoptar una aptitud más positiva y
realista frente a la sexualidad, y no considerar a las personas mayores como una especie
de tercer sexo neutro. Para este profesor del Instituto de Neuropsiquiatría de la
Universidad de Los Ángeles, la sexualidad no es una facultad que se desgaste con los
años y que deje de tener interés pasados los sesenta. Es una facultad que perdura. '"El
envejecimiento produce ciertos cambios en la fisiología sexual; en el varón, el orgasmo
se hace menos frecuente y necesita mayor estimulación, y en la mujer produce el final
de la fertilidad; pero todo esto no significa que deba ponerse fin a la actividad sexual".
La sexualidad incluye todas las formas de expresión, desde la aproximación al
tacto, la intimidad emocional, la compañía, la masturbación y no solamente el coito, una
sexualidad en la que el placer es encontrado en la intimidad compartida, en el encuentro,
en descubrir y ser descubierto, en mimarse los cuerpos y en definitiva las múltiples
manifestaciones del placer de lo erótico. No se trata de imponer un modelo de
sexualidad a las personas mayores, sino ofrecerles la posibilidad de que se toquen,
atraigan, enamoren y vinculen y en todo ello tienen un lugar destacado y explicito la
sexualidad entendida en un sentido amplio, en el que se pueda incluir el coito como
conducta erótica si así lo desean. Por este motivo, se trata de un concepto de sexualidad
mucho más amplio al que normalmente es considerado, se trata de disfrutar del placer
del contacto corporal y la comunicación, así como la seguridad emocional que produce
el sentirse querido/a y deseado/a. Es esencialmente una forma de comunicación entre las
personas, de intercambio afectivo, de expresión de ternura y de necesidad del otro. De
esta forma, la sexualidad puede ser definida como una energía vital que está presente en
todo el proceso de la vida, desde el nacimiento hasta la muerte que en la vejez debe
continuar siendo una fuente de placer y no una fuente de inquietud y frustración, puesto
que la sexualidad es expresada de diferentes maneras según la edad.

2.-LA SEXUALIDAD EN LA VEJEZ

Según MASLOW:

“La salud sexual geriátrica puede ser definida como el más alto nivel
que requiere la más grande cantidad y calidad de comunicación entre
compañeros en una relación de confianza, amor, compartir y placer sin
o con coito.”

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Las personas mayores permanecen como seres sexuales, pero su actividad sexual
normal puede verse dificultada por algunos problemas fisiológicos y orgánicos
acumulados, aunque sus deseos sexuales y sus necesidades de afecto continúen. Así, el
deseo sexual humano llega a estar más relacionado con motivaciones emocionales que
con motivaciones genitales.
En la vejez, al igual que en otras etapas evolutivas, el impulso sexual se sitúa en
el límite de lo psicosomático; no se conoce exactamente la forma en que está
condicionado por el organismo. A pesar de ello, la sociedad en general piensa que la
vejez es un período sin deseos ni actividad sexuales. “Los jóvenes no son los únicos que
creen que la actividad sexual disminuye con la edad. Los mismos ancianos piensan que
la vejez es un período asexuado. Numerosas personas de edad en quienes es intenso el
deseo sexual experimentan un sentimiento de culpabilidad y de vergüenza o incluso
llegan a creerse anormales.” (Mishara y Riedel 86:136).
El rechazo de la “sexualidad geriátrica parece formar parte de un estereotipo
cultural muy difundido y que pretende que las personas de edad son consideradas feas,
débiles, desgraciadas e impotentes” (Ibid:138). A ello contribuyen en gran medida los
medios de comunicación de masas, especialmente el cine y la publicidad que presentan
exclusivamente como objeto de deseo a personas jóvenes, bellas y perfectas. Los
adultos que quieren resultar atractivos deben intentar aparentar menos edad de la que
tienen, deben estar en permanente estado de rejuvenecimiento. “Lo viejo se ha
convertido en sinónimo de lo feo, caduco e inservible, un mundo bien distante de lo que
representa la juventud con su belleza, su dinamismo y su competitividad. (...) Vivimos
una época en la que impera la estética de la imagen como reclamo de buen gusto. Es
sorprendente comprobar que avanzamos hacia una sociedad en la que disimular la edad
que se tiene es una de las mayores preocupaciones. La estrategia de la publicidad es,
ante todo, vender juventud; ya no sólo rejuvenecen los productos de cosmética, sino
también los de higiene corporal, los viajes alrededor del mundo y conducir
determinados coches. Quizá ahora más que nunca la palabra rejuvenecer esté cobrando
un auge inusitado, sólo equiparable a la expresión conservarse bien; a partir de una
determinada edad, las personas no cumplen años y envejecen, cumplen años y se
conservan”. (Ramos, 95:451-452).
Con estos valores nos socializamos por lo que ya desde la infancia consideramos
que los mayores son personas sin atractivo y sin la capacidad física y energía necesarias
para llevar a cabo actividades sexuales. Esto es así también, porque en nuestra sociedad
la sexualidad parece una cuestión de competición olímpica en la que se despliegan
grandes dosis de esfuerzo. En suma, la belleza y la potencia son poseídas por los
jóvenes.
A pesar de esta valoración, según los estudios realizados sobre estas cuestiones,
KINSEY (1948, 1953), MASTERS y JONSON (1976), MCCARTY (1978), LÓPEZ y
OLAZÁBAL (1998), se comprueba que si bien la mayoría de las reacciones sexuales y
eróticas de las personas son diferentes en cada etapa de la vida, por lo general, el
envejecimiento no significa necesariamente que se termine la actividad sexual. Las
personas mayores son capaces de tener relaciones sexuales, y de sentir placer en toda la
gama de las actividades de este tipo a las se entregan las personas más jóvenes.
Mantener vigente la sexualidad es posible y sano, e implica afecto, compañía,
ganas de vivir, contacto físico, buenas relaciones con los demás, autoafirmación.
Negarse, a partir de una determinada edad, a la riqueza sensitiva y emocional de las
relaciones sexuales, es aceptar un prejuicio social que ensalza la juventud y que niega a
los mayores la posibilidad de goce.

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Ya desde sus pioneros estudios MASTERS y JOHNSON (1966, 1976) tomaron


como variable dependiente la edad para explicar algunas diferencias específicas que se
encontraban en los sujetos de estudio en lo relativo a la práctica de la sexualidad.
MISHARA y RIEDEL (1986) resumen estos hallazgos de la siguiente manera: en las
mujeres ancianas, se aprecia “un descenso en la tasa de respuesta relativa a ciertas
reacciones físicas durante las relaciones sexuales: disminución del enrojecimiento
sexual o erubescencia debida a la vasoconstricción en respuesta a la tensión,
disminución de las contracciones del esfínter rectal ligadas al orgasmo, disminución de
la coloración y reducción del espesamiento de los labios menores antes del orgasmo, así
como otras diferencias cuyo significado nos es desconocido. Sin embargo, hecho
importante, el clítoris de las mujeres de edad sigue siendo muy sensible aunque la
lubricación vaginal se efectúe más lentamente que en las más jóvenes. Algunas ancianas
experimentan una disminución de la lubricación vaginal y una reducción de las
contracciones de la vagina y del útero durante el orgasmo.” (86:129). Precisamente,
algunos de estos cambios sobre la función sexual se producen tras la menopausia porque
disminuye la secreción ovárica de la hormona femenina denominada estrógeno. Pero, la
disminución de la cantidad de dicha hormona “no parece influir en el impulso sexual,
aunque ocasione un adelgazamiento de los tejidos de la vagina y de los labios, así como
una disminución de la lubricación vaginal”. Los autores deducen tras estas conclusiones
de MASTERS y JOHNSON que las mujeres mayores “se hallan en plena posesión de su
capacidad sexual y pueden alcanzar el orgasmo. En su opinión, no hay razón fisiológica
alguna susceptible de impedir a las mujeres de edad proseguir su actividad sexual al
mismo ritmo que antes de la menopausia, suponiendo desde luego que su función sexual
no sea alterada por el efecto de los medicamentos o por determinadas condiciones
debilitantes”. (86:129-130).
A pesar de los cambios que pueden experimentar las mujeres tras la menopausia,
la regularidad de las relaciones sexuales, tanto si se trata de copulación como de
masturbación, es quizás la variable que incide más directamente en la respuesta sexual.
Por ello, las mujeres mayores cuyas relaciones sexuales son escasas o inexistentes o que
se masturban poco, tienen mayor probabilidad de sufrir un coito doloroso cuando lo
practican MASTERS y JONSON (1976), MISHARA y RIEDEL (1986). Sin embargo,
las mujeres que mantienen una vida sexual activa, tienen menor dificultad de
lubricación vaginal, incluso aunque exista un adelgazamiento del pliegue vaginal y una
contracción de los labios vaginales externos. En este caso valdría, como en cualquier
otro aspecto de la vida, que uno de los mejores medios de prevenir la disminución de las
respuestas sexuales en la vejez, es tener de manera regular actividades sexuales.
También es cierto que una de las cuestiones más importantes para entender la
sexualidad femenina de las mujeres ancianas es que éstas suelen sobrevivir a sus
compañeros varones ya que en su mayoría se casaron con hombres mayores que ellas.
Si a esto le unimos los prejuicios sociales que existen acerca de la sexualidad en la
vejez, es fácil imaginar lo complicado que le debe resultar a las mujeres mayores que
aún mantienen sus deseos sexuales activos procurarse compañía para llevar a cabo
actividades sexuales.
En el caso de los hombres se producen más cambios fisiológicos que en la
mujer. Entre los más importantes destacan los siguientes: “los hombres de edad
necesitan a menudo dos o tres veces más tiempo que los jóvenes para conseguir una
erección y la mantienen menos tiempo sin eyaculación. La fuerza de la eyaculación
disminuye al envejecer y la demora necesaria para la obtención de una segunda
eyaculación, tras el orgasmo, es mayor en los hombres de edad. Algunos experimentan

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también una disminución de las sensaciones voluptuosas que la acompañan” (Mishara y


Riedel, 86:146).
Pero de nuevo, como sucedía en el caso de las mujeres, aunque se experimenten
ciertos cambios a lo largo de la vejez, la conclusión principal es que si el hombre en la
vejez mantiene una actividad sexual regular, disfruta de una aceptable salud y tiene una
disposición psicológica positiva hacia las relaciones sexuales, puede proseguir en la
mayoría de los casos con una actividad sexual plena hasta muy avanzada edad, más allá
de los 80 años.
Queda claro, pues, a través de múltiples estudios realizados desde hace ya más
de medio siglo, que los cambios fisiológicos que se asocian al proceso normal de
envejecimiento no conllevan una disminución en el impulso y deseo sexual. La pérdida
de interés por mantener relaciones sexuales a una edad avanzada, en muchas ocasiones
puede estar asociado más que a cuestiones relacionadas con los cambios
experimentados por la edad, con aspectos como el consumo de fármacos, el consumo de
sustancias tóxicas como el alcohol, preocupaciones y problemas personales, fatiga
psicológica, el temor al fracaso sexual por pensar que ya se tiene una determinada edad,
el temor a ser juzgado si se manifiesta el deseo de mantener relaciones sexuales, la falta
de oportunidad para poder mantener relaciones sexuales, etc., factores que poco tienen
que ver con el proceso normal de envejecimiento.
Tanto en el caso de las mujeres como en el de los hombres, es importante
recalcar que la mayoría de las investigaciones coinciden en afirmar que la regularidad
de las relaciones sexuales constituye el mejor medio de conservar la potencia sexual
hasta una edad avanzada. Todos los autores recomiendan a las personas mayores que
prosigan regularmente su actividad sexual, sea cual fuere su naturaleza, coito o
masturbación, porque es una de las mejores maneras de asegurarse una vida sexual
prolongada. Por tanto, lo que es aplicable a toda forma de actividad física e intelectual,
lo es igualmente para la actividad sexual.
Como PUERTO PASCUAL (1995) dimensiona, la sexualidad en la vejez, al
igual que en cualquier etapa de la vida human, puede ser el modo de:

ƒ Relacionarse y encontrarse con los demás y con uno mismo.


ƒ Un medio para expresar afecto, amistad, lealtad.
ƒ Afirmación de sus propios cuerpos y funcionamiento.
ƒ Un modo de sentirse masculino y femenina.
ƒ Una forma de autoestimarse.
ƒ Un desafío al rol del envejecimiento.
ƒ De afirmación de vida.
ƒ Como placer de ser tocado y tocar.
ƒ Un lenguaje que enriquece la relación humana; puede compensar las deficiencias
de la edad con las experiencias y el deseo, también con la fantasía y el recuerdo.

La comprensión de la sexualidad en la vejez, de sus modos, de lo que puede ser


anormal o normal, ético o “incorrecto”, es una obligación para el profesional que trata
con personas mayores, ya que sus actitudes comunicadas de forma verbal o no verbal,
pueden ser la clave que determine el desarrollo o retraimiento de esta función
psicológica que si es importante “aún en la vejez” para la salud global de cada persona
mayor.
Hasta hace algunos años, era un tema muy poco estudiado y olvidado por estar
condicionado por factores de índole socio-cultural, más que biológicos. Actualmente
hay un mayor interés debido a los avances científicos en sexualidad, la mayor esperanza

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de vida, la mayor valoración del ocio y mayor duración de la jubilación, la aceptación


general de que la sexualidad y la afectividad son connaturales en la persona y finalizan
con la muerte, y la consideración de que la tasa de actividad sexual es un factor
destacado en el mantenimiento y duración de la capacidad sexual.

3.-MODELOS SEXUALES

En el plano social, los factores culturales son los que en última instancia
determinan la sexualidad de las personas mayores: normalmente en la cultura
occidental, se entiende por vejez la etapa de la vida que va de los 65 años hasta la
muerte. Pero esto es solamente una construcción social que varía de unas sociedades a
otras y de unos momentos históricos a otros.
La vejez, como cualquier otra etapa de la vida, es una construcción social. “Un
viejo es lo que la sociedad dice que es un viejo”. El que la edad sea un criterio de
estratificación social significa que la sociedad asigna, a los diferentes estatus de edad,
funciones distintas que implican roles, normas y expectativas más o menos definidas.
Esta regulación social en relación con la edad es discutible, y no se corresponde con los
procesos de envejecimiento fisiológico en general, ni con los referidos a la vida sexual
en particular. (López y Olazabal, 98:13).
Actualmente nos encontramos en nuestra sociedad con dos modelos
contrapuestos para entender la sexualidad:

ƒ Modelo de sexualidad basado en la Juventud. Responde al concepto


tradicional que identifica sexualidad con coito, se valora cuantitativamente, y
da preponderancia a la figura del “macho”, a la genitalidad, la
heterosexualidad y al sexo como fin reproductivo, provocando múltiples
disfunciones y una limitación a un período de tiempo muy corto en relación a
la vida de una persona.
ƒ Modelo de sexualidad basado en el Placer. Surge de una perspectiva más
saludable y que supera la moral social tradicional en la que caven múltiples
posibilidades, como homosexualidad, bisexualidad, coito, sexo oral,
masturbación, autoerotismo, se da la misma importancia al placer del hombre
que al de la mujer, no hay límites de edad, y lo importante es la calidad de la
vida sexual.

Las personas mayores tienen básicamente las mismas necesidades afectivas


interpersonales que los niños, los adolescentes, los jóvenes y los adultos, pero las tienen
frecuentemente peor cubiertas.
Estas necesidades interpersonales básicas (apego, autoestima, integración social)
están frecuentemente amenazadas en la vejez por la pérdida de las figuras de apego
(pareja, familiares y amigos íntimos), y la ruptura con la red de relaciones sociales que
supone, en muchos casos, la jubilación o las dificultades físicas o sociales para entrar en
contacto con otras personas; ambas pérdidas provocan una situación de soledad
emocional y social.
No se trata de imponer un modelo joven de sexualidad a las personas mayores,
sino de ofrecerles la posibilidad de que se toquen, atraigan, enamoren y vinculen, sobre
todo, que tengan la posibilidad de compartir la intimidad con otra persona. En todo ello
puede tener un lugar destacado y explícito la actividad sexual, no entendida
necesariamente como actividad orientada al coito, sino, en un sentido mucho más

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amplio, que puede incluir el coito si les es posible y así lo desean. Se trata de un
concepto de sexualidad mucho más rico que el que normalmente consideramos, se trata
de disfrutar del placer del contacto corporal global y la comunicación, así como de la
seguridad emocional que da el sentirse querido/a. Se trata de intervenir en la vejez desde
un modelo biográfico que respete la historia, los valores y las decisiones de las personas
mayores, ofreciéndoles posibilidades y no proponiéndoles exigencias. (López y
Olazabal, 98:23-25).
Afrontando la sexualidad desde este punto de vista, se comprende la necesidad
de informar a las personas mayores sobre esta dimensión de la vida.

3.1.-la sexualidad y la afectividad en las personas


mayores

Es habitual que los especialistas en estas cuestiones relacionen, y más aún en la


vejez, la sexualidad con la afectividad o el amor. Según GOMA (1988) “la sexualidad
humana normal culmina o al menos propende a hacerlo en la forma más alta de afecto:
el amor.”
Puede resultar una cuestión polémica si el amor deriva de la sexualidad o no.
Ahora bien, es indudable que entre sexualidad y amor hay una relación íntima.
“El proceso erótico habrá seguido uno de los dos siguientes sentidos: o ha
comenzado por la atracción sexual para terminar en el amor personal, o éste ha
descubierto el valor del otro y, desde este valor, estima y se complace con su cuerpo”.
En la misma línea MONSERRAT CALVO (1989) expone que “durante siglos se
nos ha dado a entender que la sexualidad y el amor son algo opuesto o totalmente
diferente”. Sin embargo, para la autora, el placer sexual más global y más intenso suele
darse cuando la experiencia sexual y la experiencia amorosa acontecen al mismo
tiempo. Aunque cada vez son más las personas que saben que en la vejez no sólo queda
la ternura o el llamado amor espiritual, son muchos los que aún creen que a partir de
cierta edad el individuo tiene mucha capacidad para amar, pero muy poca capacidad
sexual; dicho de otro modo, “que cuando la sexualidad baja, el amor sube.”
Para PUERTO PASCUAL (1995) “el amor pleno incluye lo sexual, pero no es
sólo eso. El amor busca la fusión con el otro, por eso es también sensualidad y unión,
tanto corporal como psíquica. La afectividad y el placer sexual van unidos para crear
una vivencia plena y feliz”.
Tal como expone CANAL RAMÍREZ en su libro Envejecer no es deteriorarse
“para el senescente el amor es primera necesidad”. Amar a alguien para formar pareja es
vincularse a la vida, de esta manera, se “vive más y mejor. (...) El hombre comunica sus
ideas y conocimientos por la razón, y sus sentimientos por el amor”. Además, en la
persona mayor la capacidad de mantener relaciones constituye un factor preservativo
clave. “Los que tienen relaciones sexuales, familiares, sociales viven mejor y cambian
menos que los que se sienten incapaces de mantenerlas. Porque no olvidemos que los
ancianos necesitan las mismas cosas que necesitan las demás personas y que la idea de
un declive que va bajando hasta llegar a una especie de tercer sexo neutro, avanzando a
principios de siglo, es un disparate que se siga manteniendo en nuestros días”.
A pesar de la importancia de la sexualidad en la vejez, también hay estudiosos
que consideran que en esta etapa el ser humano necesita más afectividad que sexualidad.
Aunque, por supuesto, ninguno insinúa que la última no sea muy importante. Por
ejemplo, la sexóloga Ana Muñoz en un artículo que publica titulado “Comunicación en
la pareja”, “La afectividad debe primar sobre la sexualidad genital a medida que los

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seres humanos envejecemos. Los seres humanos necesitamos principalmente ternura,


caricias, besos. Independientemente de la edad que tengamos, el corazón como tal no
envejece y es importante cultivar la sensibilidad”.
Para el escritor JOSÉ LUIS SAMPEDRO (1989) a propósito del <<deseo>> le
lleva a considerar algunas distinciones importantes, “pues unas reflexiones acerca de la
sexualidad no pueden limitarse al sexo; es decir, a la base fisiológica. El deseo, por de
pronto, no es el amor, que puede existir sin el deseo carnal. A mí me parecen dos
impulsos hacia otra persona que pueden coincidir y es mejor que coincidan, pero que
son muy claramente separables, ya que también cabe el deseo sin amor”. Estas líneas
del célebre escritor nos hacen reflexionar sobre la escasez de estudios que existen acerca
del amor entre las personas mayores, mientas que sobre las actividades sexuales hay
bastante material, incluso ya desde las primeras décadas de este siglo. Quizá el mismo
tabú del que ha estado estigmatizada la sexualidad, y más aún en las personas mayores,
ha puesto a trabajar en ese campo a muchos más investigadores, que no han visto, por el
contrario, interesante estudiar cómo sienten y viven las relaciones amorosas las personas
cuando llegan a la vejez. Lo más curioso es que sí encontramos artículos, conferencias,
libros, estudios que tratan sobre la importancia que tiene el amor y las relaciones
afectivas para que las personas mantengan el equilibrio psíquico y, como no, lo
importante que es la cristalización de ese amor en la formación de la pareja. Tal como
expone PAZ CORRAL en su artículo sobre “La satisfacción en la relación marital”, “el
deseo de complementariedad, la búsqueda de seguridad, de comprensión y de apoyo en
el otro miembro de la pareja son aspectos especialmente significativos del compromiso
matrimonial. (...) Sin amor el ser humano no tendría soporte afectivo (...) Desde su
nacimiento el ser humano necesita el amor para sobrevivir”. De hecho, el niño para
poder desarrollarse psicológicamente, incluso físicamente necesita y requiere amor
(recordemos las teorías cognitivas sobre el desarrollo infantil <<Piaget>> o las teorías
psicoanalíticas <<Freud y Erickson>>).
Para la autora “aunque la palabra amor no tiene la misma significación para
todas las personas, este concepto abarca un conjunto de sentimientos positivos
profundamente experimentados y referidos directamente a la persona amada. Entre estos
sentimientos se encuentran el cariño, la comunicación, la protección, la intimidad, la
pasión erótica y el sufrimiento mutuo”. Si tenemos en cuenta esta afirmación, es lógico
pensar que tal definición podría ser aplicada a la pareja humana independientemente de
la edad que tengan sus miembros. Sin embargo, el amor se estudia realmente en la
juventud madura o en la adultez, dejando de lado por completo lo que es la pareja
humana pasados los 60 años.
KALISH (1995) cita a autores como CAMPBELL, CONVERSE y RODGERS
(1976) y ATCHLEY y MILLER (1980) para recalcar que “la relación marital es una de
las más importantes -quizás la más importante- relaciones experimentadas en los años
adultos. La satisfacción con el matrimonio alcanza su menor nivel en la mediana edad
para aumentar después; con la vejez la satisfacción marital alcanza cotas mayores que
con ningún otro grupo de edad”. Se supone -y esperamos que no sea mucho suponer-
que el matrimonio tal como se entiende en la actualidad es la relación que se establece y
se mantiene entre otras cosas por el amor, sin embargo, aunque esto parezca más o
menos claro, poco se ha estudiado sobre la pareja mayor, y menos aún si cabe
preguntándoles a los protagonistas de más de 65 años.
Según KALISH (1995) la relación marital para las personas mayores es tan
dinámica y cambiable como en cualquier otra etapa de la vida. Es el momento de
cambios físicos importantes: menopausia y andropausia; de cambios profesionales
definitivos: la jubilación, con la consiguiente pérdida de capacidad económica en

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muchos casos, la ruptura con el mundo laboral, la marcha de los hijos. Es decir, es un
momento de la vida de la pareja de continuos reajustes y búsqueda de un nuevo
equilibrio emocional. Con el paso de los años la posibilidad de enviudar, sobre todo en
el caso de las mujeres aumenta vertiginosamente, menos del 50% de las mujeres que
tienen entre 65 y 74 años están casadas. De los dos sexos, tras enviudar son los varones
los que más se vuelven a casar, pero ¿qué les lleva a casarse de nuevo tanto a varones
como a mujeres después de haber enviudado? De acuerdo con un profundo estudio
realizado con 100 matrimonios jubilados (TROLL, 1979): “El compañerismo es la
razón más importantes para volverse a casar en los últimos años de la vida”. El autor
cree que el significado y el propósito de la vida pueden ser mejorados por una buena
relación marital y que ésta a menudo les hace falta a las personas mayores que viven
solas. Otra razón considerada importante para volverse a casar fue la satisfacción
sexual, también la salud y la economía.
Un impedimento importante para casarse de nuevo en el caso de las mujeres es
que tienen más probabilidades de estar más sanas que los hombres de su misma edad, y
además se espera que se casen con hombres mayores que ellas. Pueden echarse a atrás
porque no quieren perder su futuro cuidando a un marido enfermo (recordemos que el
segundo) con el que no han convivido los años suficientes para desarrollar un cariño
intenso, similar al que tenían en su matrimonio anterior. Otra barrera clara es la de los
hijos adultos que en muchos casos no quieren que sus padres se vuelvan a casar. Los
hijos pueden estar pendientes de la herencia y no comprender la necesidad que tienen
sus padres de un compañero/a y de una relación sexual; pueden estar tan unidos a la
memoria de su padre/madre muerto/a que la idea de que el padre que aún vive se case
de nuevo les parece una aberración. Tal como exponen POCHTAR y
PSZEMIAROWER (1993) cuando las personas mayores desean formar una nueva
pareja, fundamentalmente buscando encontrar su identidad y autoestima en esta etapa de
sus vidas, “probablemente tengan que luchar con las resistencias de los hijos que en
general se oponen con mayor fuerza que los padres al nuevo casamiento de hijos
divorciados”.
Por supuesto, aquí parecen tenerse en cuenta solamente las nuevas nupcias, pero
¿qué pasa con las personas mayores que deciden formar una pareja sin necesidad de
formalizar la situación con papeles? Esta modalidad de emparejamiento en la vejez ha
sido muy poco estudiada.
A pesar de la escasez de material que existe a propósito del amor y la afectividad
en la vejez, para poder profundizar un poco más veamos en algunos estudios qué
opinión tienen los protagonistas, es decir, las personas mayores, sobre lo que es para
ellos el amor.
BUTLER y LEWIS (1988) en su libro Amor y Sexualidad después de los 40
años ante las preguntas de si el amor y el sexo siguen siendo interesantes a partir de los
60 años en adelante, nos presentan algunas de las respuestas que les ofrecen las
personas mayores sobre lo que significa para ellos la sexualidad y el amor a su edad:

• La oportunidad de una mayor intimidad a través de la expresión de la


pasión, el afecto, la admiración, la lealtad y otras emociones. Tanto en
relaciones duraderas de toda la vida, como en nuevas relaciones establecidas
en la vejez.
• Una afirmación del propio cuerpo y de su funcionamiento. Para muchas
personas mayores un funcionamiento sexual satisfactorio es una parte
importante de su sentimiento general de bienestar, que le ayuda a mantener
un alto grado de energía, de moral y de entusiasmo.

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• Una gran conciencia de sí mismo. La sexualidad es una de las formas que


permite a la gente afirmar su propia identidad, la reacción positiva de otra
persona hace aumentar la estima de sí mismo. Sentirse masculino o
femenina sea cual sea el sentido que cada uno da esos términos, se relaciona
con el sentimiento de su valía como persona, con independencia de la edad.
• Un medio de autoafirmación. Las pautas de autoafirmación cambian en las
diferentes etapas de la vida. En la vejez, los hijos ya han abandonado el
hogar, el trabajo tras la jubilación pierde la importancia que tenía. Por todo
esto las relaciones personales y sociales entonces se convierten en mucho
más importantes para la expresión de la personalidad. Las relaciones de
pareja pueden constituir un medio valioso de autoafirmación positiva.
• Protección contra la ansiedad. La intimidad y la densidad de la relación
amorosa aporta seguridad y estabilidad, sobre todo cuando el exterior
amenaza con sus riesgos y sus incertidumbres: problemas familiares,
económicos, miedo a la muerte, etc.
• El placer de las caricias y del contacto. Se trata de un placer que suele
darse por descontado hasta el momento en que nos falta. Las personas
viudas o divorciadas comentan hasta qué punto se echa en falta el simple
placer y el calor de la intimidad física, de ser tocado y acariciado por una
persona querida.
• La sensación de vivir un romance. los aspectos de cortejo de la sexualidad
-flores, luces tenues, música, la sensación de una búsqueda romántica, el
sentimiento, la cortesía- pueden ser muy significativos. El romance para
muchas personas mayores puede continuar aunque, por las razones que sea,
se prescinda del coito. Según los autores algunas personas les comentan o
importante que es pasar a vida disfrutando uno de la compañía del otro. El
señor Denham dice de su mujer: <<Todos los días vuelvo a enamorarme de
ella. Mis sentimientos se hacen todavía más fuertes cuando me doy cuenta
de que nos queda ya poco tiempo antes de separarnos>>.
• Una búsqueda constante de desarrollo y experiencia. El amor y el sexo son
artes sutiles que requieren esfuerzo y conocimiento. Sólo en los cuentos de
hadas se vive eternamente feliz sin tener que luchar por ello. Dominar el
proceso para erradicar la separación emocional entre dos personas, y para
continuar desarrollándose y aprendiendo exige un esfuerzo continuo y
activo.

Para los autores “quizá sólo en la tercera edad, cuando la personalidad alcanza
los últimos estadios de su desarrollo, el amor y la sexualidad pueden lograr su mayor
capacidad de desarrollo”.
Como conclusión podemos tomar las palabras de AVENI CASUCCI (1989),
“(...) mientras que se concede al anciano un papel más o menos activo en el campo de la
afectividad como padre, madre, hermano/a, abuela/o, no sucede lo mismo con su papel
de cónyuge, pues en este aspecto se le limita demasiado a menudo a una afectividad
sublimada, privada de toda manifestación viva y vivaz, así como de toda relación
sexual”.
Con demasiada frecuencia nos encontramos pensando que en la vejez las
personas no sienten, no experimentan emociones, sensaciones y sentimientos y que en
cambio se encuentran debilitados por los años. Deberíamos darnos cuenta de que “los
ancianos de ambos sexos son seres vivos, abiertos a nuevas experiencias, dispuestos a la
renovación de las relaciones, deseosos de resucitar afectos y sentimientos que parecían

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adormecidos”. Casi podríamos decir que incluso el afecto por los nietos lo tienen más
reducido que hace años cuando las generaciones convivían en el mismo domicilio.
Ahora sólo ven a los nietos cuando los padres tienen tiempo para dedicárselo a los
abuelos.
La afectividad es una de las funciones de la actividad psíquica y va unida a la
motivación y a la capacidad de aprender. Así, pues, las relaciones afectivas
satisfactorias permitirán una actividad psíquica globalmente eficiente, unas ganas
intensas de vivir, un deseo inagotable de aprender, de adaptarse a las realidades nuevas
y diversas que las generaciones más jóvenes plantean continuamente.
Creo que olvidamos habitualmente que también en la vejez, como en cualquier
otra etapa de la vida, las personas sienten deseos de amar, de sentirse amadas, de
continuar siendo objeto de atenciones y de afecto. Si en la vejez se redujera poco a poco
la genitalidad ello no debería implicar necesariamente la disminución del sentimiento
amoroso en sí mismo; de la misma manera que la vida sexual, aun variando sus
manifestaciones con el transcurso de los años, no tiene por qué desaparecer
precozmente, sino que permanece y continúa hundiendo sus raíces en la ternura y en la
necesidad de afecto.
El amor que ha acompañado la vida de una pareja, con todas sus expresiones
físicas, psíquicas y con toda la gama de emociones, sensaciones, sentimientos y
pasiones, hace más serena, válida y emblemática la vejez. No es un hecho tan raro como
pueda parecer el que acabado o desaparecido un amor, sea posible en una edad
avanzada seguir teniendo la capacidad de amar, de darse, de recobrar el deseo de vivir
con otra persona que venga a terminar con la soledad y la indiferencia que muy a
menudo amargan la última etapa de la existencia humana.
Tal como nos recuerda PUERTO PASCUAL (1995) “el amor no es patrimonio
de ninguna edad” que nos ilustra de manera muy sencilla lo que venimos tratando a lo
largo de estas páginas, “no existen límites de edad para amar o ser amado, desde el
momento del nacimiento hasta el momento de la muerte. El amor, que es el mejor
afrodisíaco para vivir la sexualidad humana, no es patrimonio de ninguna edad”.
Está claro pues que la afectividad en la edad avanzada conjuga el trayecto
realizado a lo largo de la vida y los reajustes que pueden darse frente a las situaciones
de cambio. Es evidente que una pareja unida por lazos afectivos intensos vivirá la vejez
de una manera menos acusada porque se hace más llevadera y compartida.

4.-MITOS Y ESTEREOTIPOS SOBRE LA SEXUALIDAD DE


LAS PERSONAS MAYORES

Hoy por hoy, existen muchos estereotipos, prejuicios, mitos y tabúes sobre la
sexualidad de las personas mayores, incluso compartidos por profesionales que tratan
con personas de edad. Es común asociar conceptos negativos y resulta difícil expresar
una idea positiva sobre la sexualidad en la vejez.
Los mitos aluden a relatos fantásticos, en este caso que nos ocupa sobre la
sexualidad, que tratan de explicar hechos reales o ficticios. Son creencias comunes que
comparten una misma colectividad o sociedad sobre la vida sexual, que no precisan
justificación racional, ya que si se duda de su veracidad o se les cuestiona pierden su
validez. Se les atribuye un origen sobrenatural o remoto. Los estereotipos son clichés
que se imponen a un colectivo como algo natural, por eso son difíciles de erradicar y
cuestionar.

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Los mitos y los estereotipos pasan de generación en generación por vía oral y así
son recordados y aprendidos con mayor facilidad lo que garantiza su cohesión y asegura
su supervivencia. La base de estas creencias populares es que siguen desexualizando a
la persona mayor. Muchas son perpetuadas por las mismas personas que cuidan a los
senescentes, y son difíciles de modificar porque se han interiorizado a lo largo del
proceso de socialización.
Debemos erradicar de los jóvenes y no tan jóvenes los mitos y las falacias que
dominan actualmente nuestras mentes. Persisten muchos miedos y equivocaciones y
tampoco las actuales generaciones españolas han recibido una correcta educación
sexual. Se sigue confundiendo la capacidad sexual en términos cuantitativos y de
rendimiento y no en calidad y desarrollo de expresión de la persona sexuada.
Según MARGARET KHUN (1976) los mitos más importantes asociados a la
sexualidad en la vejez son los siguientes:

¾ “El sexo no es importante en la edad avanzada. Se supone que los últimos


años de la vida, son asexuales.”
¾ “El interés por el sexo es un hecho anormal en la gente de edad.”
¾ “Se deben disuadir las segundas nupcias tras la pérdida del cónyuge.”
¾ “Es aceptable que hombres mayores busquen como pareja sexual a mujeres
más jóvenes, pero resulta ridículo que mujeres mayores tengan relaciones
sexuales con hombres más jóvenes.”
¾ “En las instituciones (residencias), las personas de edad deben ser separadas
por sexos para evitar problemas del personal y críticas por parte de la familia
y la comunidad.”

Los tres primeros estereotipos responden a una imagen de castidad que la


sociedad les ha asignado a las personas mayores y cualquier manifestación afectiva
provoca reacciones adversas, tanto de burla como de rechazo. Esto hace que los
mayores se sientan inseguros frente a la continuidad de sus relaciones sexuales.
Para HOTVEDT (1983) los mitos más destacados sobre la sexualidad de las
personas de edad plantean que:

¾ “Las personas de edad no son sexualmente deseables.”


¾ “Las personas de edad no tienen deseo sexual.”
¾ “Las personas de edad no son sexualmente capaces.”

Es decir, que la sociedad niega tanto la posibilidad de que la persona mayor


resulte una persona deseable sexualmente o atractiva, como que ella misma tenga
deseos y de que sea capaz de realizar actividades sexuales. Es una triple negación que
no deja ninguna posibilidad de entender a la persona mayor como persona con
capacidad de sentir, de desear ni de ser deseado/a.
Actualmente hay una tendencia a abandonar los estereotipos negativos sobre la
sexualidad en la vejez, porque cada vez somos más permisivos. Por eso, resulta
incomprensible que aún perduren tantos mitos negadores y prohibitivos de la expresión
sexual de la persona mayor y especialmente de las personas ya ancianas.
ROCÍO FERNÁNDEZ BALLESTEROS (1991) en su estudio titulado Mitos y
realidades sobre la vejez y la salud dedica un capítulo a los “Estereotipos sobre la
vejez” para “demostrar la existencia de una serie de imágenes y percepciones negativas
sobre la vejez” e incluso la evidencia de que tales imágenes parten, o se basan, en falsas
creencias acerca del envejecimiento. En este capítulo precisamente la autora trata de

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indagar sobre algunas de esas imágenes y percepciones expresadas a través de las


opiniones que la gente tiene de la vejez.
El estudio se llevó a cabo con una muestra de 1.215 personas representativas de
la población española (error +-3) seleccionadas a través de un procedimiento aleatorio
estratificado por Comunidades Autónomas y Municipios según su tamaño. El 47% está
formado por varones y el 53% por mujeres. En cuanto al estado civil la mayoría de las
personas encuestadas manifestaban estar casadas o viviendo en pareja (65%) viudos/as
tan sólo nos encontramos con un 8%. Por último, en la distribución de la muestra por
grupos de edad el más numeroso está formado por las personas de 18 a 50 años que
suman el 61% de la muestra, de 51 a 60 años representan el 15%, de 61 a 70 el 14% y
de 71 a 90 años el 9%.
El cuestionario sobre estereotipos acerca de la vejez está compuesto de 20 ítems,
aunque a nosotros nos interesa en este caso exclusivamente la opinión de los
entrevistados en relación a la pregunta 10 Las personas mayores tienen menos interés
por el sexo. Los resultados muestran que el 49% se manifiesta <<de acuerdo>> con esa
afirmación y un 10% <<muy de acuerdo>>. Como vemos, pues, casi un 60% afirma que
las personas mayores tienen menos interés por el sexo que los más jóvenes, tan sólo un
27% se muestra en contra de esta percepción. En relación con esta pregunta de nuevo
nos encontramos con un elevado porcentaje de personas que o no sabían o no querían
dar su opinión sobre la cuestión planteada (13%).
Tomando como variable independiente el sexo, las mujeres al margen de la edad
están más de acuerdo con que las personas mayores tienen menos interés por el sexo
que los jóvenes en un 72%, frente a un 65% de los varones. Más interesante resultará
saber si existe variación en las respuestas dependiendo de la edad de los entrevistados.
Como es lógico esperar así sucede. En términos generales, podemos decir que los
grupos de personas mayores tienen una visión más negativa sobre la vejez. Aunque
también hay que destacar que el grupo de 61 a 70 años rompe la tendencia de los grupos
de 51 a 60 y de 71 a 90. Y como era de esperar es el grupo de 71 a 90 años el que opina
casi en un 80% que el sexo resulta menos interesante para las personas mayores que
para los más jóvenes.
Por último, si tomamos el estado civil de las personas mayores encuestadas, uno
de los primeros resultados es que los viudos/as perciben de forma más negativa la vejez
que los casados y los solteros, es decir, que presentan significativamente un mayor nivel
de acuerdo con afirmaciones negativas sobre la vejez. Lo curioso es que casi el 90% de
los viudos de 71 a 90 años está de acuerdo en que el sexo ya no es tan interesante para
las personas mayores, mientras que los casados están de acuerdo con esta afirmación en
un 70% y los que menos comparten esta idea son los solteros (61%).
Profundicemos algo más en algunos de los mitos o estereotipos negativos acerca
de la sexualidad de las personas mayores y cómo son refutados por los estudiosos.
RUBIN (1970), MASTERS y JOHNSON (1976), MISHARA y RIEDEL (1986),
NIETO (1995).

Las mujeres que ya no pueden ser madres pierden la capacidad de desear


y ya no son deseables
La menopausia es el fin de la sexualidad

La menopausia es la etapa de la vida genital de la mujer marcada por el cese


progresivo de las secreciones ováricas. Los ovarios, van cesando en su función de llevar
un óvulo a la madurez mucho antes de la menopausia; luego la fertilidad desciende a lo
largo de ese período y no como se piensa de manera radical a partir de la menopausia.

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El cese de la menstruación ha sido entendido por algunas mujeres como una mutilación,
pero actualmente la mayoría lo considera una liberación al haber desaparecido el miedo
a un embarazo no deseado; gracias a esa liberación en ocasiones las relaciones sexuales
pueden resultar mejoradas.
Este mito se creó especialmente por la visión conservadora, condicionada en
gran medida por la religión, que la sociedad tenía acerca de la mujer como esposa-
madre; la mujer no tenía que buscar en el sexo nada más que la finalidad de la
procreación. Por ello, tras la menopausia, la mujer que ha perdido su capacidad
reproductora, pierde también su función sexual, negándole el derecho al placer.
La menopausia no tiene por qué llevar asociada una disminución en la
satisfacción sexual, ya que las consecuencias asociadas a la disminución en la
producción de estrógeno que conlleva una serie de trastornos -ya expuestos al comienzo
de este texto- pueden ser compensadas mediante un tratamiento apropiado. Si se
produce una disminución real en la satisfacción sexual de las mujeres tras la
menopausia esto se deberá con mayor frecuencia a las expectativas de poder
mantenerlas que a los efectos físicos de la menopausia sobre el organismo. De hecho,
algunas mujeres creen que disminuye su potencial de feminidad y de seducción.
Pero el deseo, la satisfacción sexual y la aptitud para el orgasmo son
independientes de la función reproductora y el equilibrio hormonal, de modo que el
interés por lo sexual y el deseo erótico no tienen porque verse afectados por estas
causas.
Actualmente, se puede afirmar que la etapa menopáusica no debe ser motivo de
preocupaciones para la mayoría de las mujeres, ya que el deseo sexual no cesa y pueden
seguir creciendo.

La histerectomía implica una pérdida del placer sexual

La histerectomía es una operación que implica la ablación del útero y en


ocasiones la de los ovarios y es fuente de ansiedad para algunas mujeres que tras la
operación creen haber perdido la capacidad de conseguir placer con las relaciones
sexuales y por ello dejan de practicarlas. Las investigaciones actuales indican por lo
general que si la mujer obtiene previamente la seguridad de que tendrá una vida sexual
satisfactoria tras la operación, sus expectativas se verán confirmadas.

El mito de la “Viuda alegre”

En muchas ocasiones una mujer mayor se considera “decente” si deja la


sexualidad y no se interesa por el sexo cuando vive sola o ha enviudado. Sólo las
mujeres frívolas se entregan a los placeres que ofrece la sexualidad a estas edades,
cuando ya no se puede tener hijos, que era lo único que para muchos dignificaba el acto
sexual. En las mujeres que envejecen, la falta de interés sexual es más bien una actitud
defensiva contra las falsas creencias, que un efecto fisiológico.

El mito del “Viejo Verde”

Los ancianos ponen en duda la continuidad de sus relaciones sexuales porque la


sociedad condena estas prácticas mediante chistes “Viejo verde con jovencita”, “Cada
cosa a su edad”... Todo ello les obliga a ocultar esta dimensión tan importante de su
personalidad por miedo al ridículo, al escándalo o al “que dirán” y también para no
sentirse culpables de sus deseos.

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La sociedad es muy cruel cuando clasifica a un anciano como “viejo verde” sólo
porque mira con cierto deseo a una chica joven o le dice cualquier palabra provocativa.

La emisión de esperma debilita y acelera la llegada de la vejez

Aunque esta creencia estuvo bastante extendida durante los siglos anteriores,
ahora sabemos que es falsa. La emisión del esperma puede compararse con la pérdida
de saliva cuando se escupe, y no produce efecto fisiológico alguno sobre ningún aspecto
del funcionamiento humano. (Mishara y Riedel, 86:156).

En la vejez se pierde el interés por el sexo

La sexualidad guarda una estrecha relación con otras dimensiones humanas: el


amor, la amistad, el juego, las apetencias. Es un área de interés y elección personal, y no
debe confundirse con la procreación, ni con el orgasmo, ni con una característica genital
u hormonal. La sexualidad es una dimensión que afecta completamente al hombre y a la
mujer de cualquier edad.
Es falso que a partir de los 50 años se pierda progresivamente el interés por el
sexo. La actividad sexual suele mantenerse estable y satisfactoria en quien la venía
manteniendo antes, aunque pueda disminuir algo la frecuencia del coito, una de sus
manifestaciones. La capacidad de mantener durante muchos años más la actividad
sexualidad depende sólo de dos factores: la salud física y mental, y la existencia de una
pareja activa e interesada también en el sexo.

La sexualidad se va agotando con el paso de los años

Una idea bastante extendida, relacionada con el modelo de sexualidad


reproductora, es el prejuicio de que el inicio de la actividad sexual en la juventud, antes
de la edad considerada socialmente admisible, conduce a un agotamiento prematuro del
organismo y a la impotencia precoz. Sin embargo, expertos en la materia afirman todo
lo contrario: quienes comienzan su vida sexual pronto tienen tendencia a concluirla más
tarde que los demás. (KINSEY, 1976).
El potencial sexual es más vivo y vital cuanto más se ejercita. La regularidad de
las relaciones sexuales constituye el mejor medio de conservar la potencia sexual hasta
una edad avanzada. Se recomienda a los hombres y mujeres que prosigan regularmente
la actividad sexual del tipo que sea porque es una de las mejores maneras de mantener
viva esa dimensión en el ser humano. Cuanto más rica ha sido la sexualidad en las
edades anteriores, mayores probabilidades hay de que la sexualidad adulta sea vivida
hasta la edad avanzada.
La abstinencia disminuye la producción de ciertas hormonas sexuales y hace que
sintamos una menor necesidad de expresar ese impulso. Esto no es positivo para los que
piensan y desean vivir una vida plena de pareja.

La única forma satisfactoria y aceptable de mantener relaciones sexuales es por


medio del coito, culminando en el orgasmo

El coito forma parte del sexo, pero no tiene por qué ser el centro de toda
actividad sexual. El anciano puede cubrir sus necesidades emocionales; tocar y ser
tocado, abrazar y ser abrazado... por actividades sexuales que no siempre conducen al
coito. La persona mayor debe encontrar los medios para satisfacer su necesidad sexual.

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Aunque no haya penetración ni orgasmo, basta con la ternura y con que la pareja
se sienta feliz y relajada.
Hacer del orgasmo una meta es tan incorrecto como hacer del coito el centro. La
sexualidad es placentera con orgasmo y sin él. La preocupación por lograrlo como algo
imprescindible crea grandes tensiones.

Lo ideal es una sexualidad fogosa y apasionada

Tenemos una idea muy impulsiva de la actividad sexual, y este deseo al que uno
no puede resistirse por la impetuosidad de la potencia, puede ser excitante y divertido
siempre y cuando no se contemple como la única alternativa válida, cuando en el fondo
uno sepa diferenciar entre el derecho a consumir ese deseo y el hecho de poder escoger
si lo consume o no. Uno de los estereotipos es la monotonía y el aburrimiento, sea
porque ya se ha descubierto todo, sea porque se ha perdido la fogosidad de antaño. No
es la edad lo que genera monotonía o desinterés sexual, sino el permanecer atados, entre
otras cosas, a un único clima erótico, negándonos, en consecuencia, la posibilidad de
acceder a un placer igualmente intenso, en un clima de calma y serenidad.

Se acepta que los hombres mayores busquen a mujeres más jóvenes


como pareja sexual, pero resulta ridículo que mujeres mayores
tengan relaciones sexuales con hombres más jóvenes

Socialmente es compartido el estereotipo de que las mujeres mayores no son ni


sexualmente activas ni atractivas físicamente para los demás; por eso, los hombres
suelen escoger para sus relaciones sexuales esporádicas o como pareja estable a mujeres
jóvenes o con aspecto joven. Esto se debe a que la mujer ha sido considerada un objeto
sexual pasivo para satisfacer las necesidades del hombre, y a que al envejecer, como la
mujer se presupone que no tiene deseos sexuales, el hombre busca alguien nuevo y más
joven. La sociedad espera que la mujer tenga una imagen atractiva y joven para resultar
deseable sexualmente a alguien. Estos estereotipos sobre la sexualidad femenina hacen
que sea difícil que las mujeres mayores acepten plenamente su sexualidad.

El único motivo que mueve a las personas mayores a interesarse sexualmente


por otra persona es el deseo de no estar solos/as

Uno de los caminos más buscados y apreciados para salir de la soledad en la que
muchos ancianos se ven sumidos, es la vida en pareja.
La sexualidad tiene muchas ventajas para las personas mayores, ya que les
permite expresar pasión, afecto, admiración, lealtad y otras emociones positivas, muy
necesarias para esta etapa de la vida. Pero esto no significa que la sexualidad se limite a
cubrir la necesidad de no estar solos, ya que implica otros muchos aspectos de la
personalidad humana, necesidades, sentimientos, deseos, expectativas, etc.

Los/as ancianos/as que se interesan por la sexualidad son perversos/as

En nuestra cultura el coito suele considerarse una actividad propia de las


personas jóvenes, con buena salud y con atractivo físico. La persona anciana no es más
perversa sexual que el joven o el adulto. Por ejemplo, los datos indican que pocas veces
son los hombres de más de 60 años los que atentan contra el pudor de los niños y
adolescentes. Actualmente, los estudios referidos a la pedofilia demuestran que en el

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seno de este grupo de edad se encuentra el menor número de sujetos posibles de


molestar a los niños. Los exhibicionistas rara vez pasan de la cuarentena situándose
entre la franja de entre 30 y 40 años de edad.
En nuestra sociedad la búsqueda de contacto humano por un mayor puede ser
mal comprendida y pasar por una intención sexual.
El anciano tiene derecho a poner de manifiesto su sexualidad de diferentes
maneras: lecturas eróticas, imágenes de desnudos, revistas y películas pornográficas,
mirar jóvenes atractivas... lo cual no significa que el anciano active su vida sexual de
manera patológica.
Lo mejor sería intentar comprender los comportamientos sexuales de nuestros
ancianos y aceptarlos como algo muy positivo para estas personas y los que viven con
ellos.

Las personas mayores no se masturban. Y las que lo hacen son unas desviadas

La masturbación en la vejez se vive con más angustia y culpabilidad que en otras


etapas de la vida, ya que además de la retahíla de prejuicios sociales al respecto, los
mayores se sienten tremendamente ridículos y avergonzados por realizar una actividad
sexual que consideran “infantil”. Los mayores se sienten culpables también debido a
sentimientos religiosos, ya que nuestra sociedad con una tradición judeo-cristiana,
considera que la sexualidad está unida a la reproducción y fuera de este fin, el resto de
actividades sexuales se consideran pecado.
La masturbación, en sí misma, no sólo nunca es mala o perjudicial, sino que
existe una relación “inversamente proporcional” entre la existencia de disfunciones
sexuales y el conocimiento aceptado del placer sexual que uno mismo se puede
proporcionar.

Las personas mayores son tan frágiles físicamente


que la actividad sexual podría dañar su salud

Algunos de los mitos sexuales de nuestra cultura están motivados por el miedo a
la muerte y a la enfermedad. El estereotipo plantea que si eres viejo, estás acabado y
todo exceso te conducirá a la muerte. La vida sexual es un exceso, por lo tanto, es
perjudicial para la salud a ciertas edades.
Muchos hombres y mujeres mayores creen que la actividad sexual puede
perjudicar su salud. Ésta, es una de las ideas que más abundan en el grupo de personas
mayores cuando piensan en la vivencia de la sexualidad.
La actitud del anciano ante su enfermedad y la actuación e información del
profesional sanitario hará que aparezca una solución adecuada que permita la
continuación de una vida sexual satisfactoria. El anciano debe procurar conservar y
acrecentar su salud en la medida de lo posible. La sexualidad fortalece la salud física y
psíquica junto con un deporte equilibrado y una comida sana. Además, es curativa y
alivia dolores provocados por otras dolencias. Los ancianos sexualmente activos,
consumen menos sedantes, antidepresivos y medicamentos. Los estudiosos afirman que
las relaciones sexuales alargan la vida, la hacen más agradable y al mismo tiempo
fortalecen el yo y la autoestima de uno mismo.

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Las personas mayores que sufren enfermedades dejan de tener actividad sexual

La sexualidad como estamos viendo parece estar relacionada con la juventud, la


belleza y la salud; pensamos que si falta alguna de estas cosas la relación sexual no se
llevará a cabo. Podemos pensar que la presencia de alguna enfermedad puede dificultar
la práctica sexual. Es cierto que determinadas enfermedades pueden limitarnos en
posturas y comportamientos de la relación sexual. Pero esto no tiene necesariamente
que ser así, ya que se pueden buscar nuevas posturas, actividades y momentos del día en
los que el dolor disminuya y nos sintamos más cómodos en la relación sexual.

Las personas mayores no tienen necesidades, deseos ni intereses

Los mayores tienen deseos y necesidades sexuales al igual que los jóvenes y los
adultos. Son seres sexuales en todas las etapas de su vida y seguirán siéndolo hasta la
muerte. Aunque haya cambios, las personas mayores desean la intimidad y las caricias
eróticas. Las personas mayores se desean como en años anteriores y ese deseo se
transforma en expresión sexual de forma muy variada y rica. Dejar de vivir la
sexualidad porque uno es viejo, es dejar de querer vivir.
La necesidad y la satisfacción sexual no desaparecen cuando envejecemos; lo
que sucede es que a veces hay que reprimir los sentimientos de deseo porque no son
aceptados por el mundo que nos rodea.

La persona mayor no puede atraer a nadie por el hecho de ser mayor

El mundo consumista ha identificado la sexualidad con la belleza física. Esta


falsa creencia fomenta en la persona longeva la idea equivocada de que el deseo sexual
desaparece con la edad y hace del proceso de envejecimiento una etapa llena de
ansiedades, angustias y malestares, produciendo como consecuencia el abandono de las
formas de expresión sexual o todo tipo de disfunciones.
El miedo a no ser atractivos y deseados les hace incapaces de mantener
relaciones sexuales completas y satisfactorias. Algunos adoptan una actitud casi
obsesiva hacia la actividad sexual en un intento desesperado por demostrarse a sí
mismos, que siguen siendo atractivos físicamente como en los años jóvenes de su vida.
Este estigma tiene especial influencia en las mujeres, más sujetas aún al modelo
joven de belleza. Muchas mujeres mayores piensan que los hombres de su misma edad
pueden interesarse por mujeres jóvenes, pero no por ellas. Las mujeres sufren más el
estereotipo de la asociación vejez y fealdad, porque a lo largo de toda su vida padecen,
en mayor medida que los hombres, la presión de los modelos de belleza dominantes.
La importancia del cuidado personal y del atractivo corporal como estimulantes
del acto sexual no deben confundirse con la idea de que para gustar a la pareja es
necesario contar con los atributos físicos de un joven, por lo tanto, no debe
obsesionarnos hasta el punto de sentirnos culpables y asexuados si no se consigue el
modelo de belleza que los medios de comunicación nos venden.
Los mayores tienen su propio modelo de belleza, y no puede ser comparado con
el de belleza juvenil. No aceptar esto, es negativo para todos y nos conduce a esta
mitología sin fundamento, que es causa de muchos problemas sexuales en estas
personas.

La sexualidad de las personas mayores. Mónica Ramos Toro. Directora de INGESS 20


Universidad Internacional Menéndez Pelayo, Santander 2008

La mayoría de las personas homosexuales mayores terminan solas y aisladas

Los problemas que plantean los hombres y mujeres homosexuales vienen dados
más por el hecho de envejecer en sí que por la propia homosexualidad. Sin embargo, en
algunos aspectos las personas homosexuales de más edad, poseen un bienestar
psicológico mayor que los jóvenes; en realidad les preocupa menos manifestar su
homosexualidad, poseen un autoconcepto más estable y se adaptan mejor a su situación
social. Además, muchas personas homosexuales tienen relaciones duraderas y
solamente (como en los heterosexuales) para los que no han sabido crearse este tipo de
relación habrá más posibilidad de que existan sentimientos de soledad y tristeza.
También podrá darse entre los homosexuales que han perdido su pareja, ya que les
puede resultar más difícil encontrar una nueva pareja estable, porque pueden sentirse
aislados socialmente. En cualquier caso, se da más en gays que en lesbianas porque
ellos valoran más el atractivo juvenil y tienen una menor esperanza de vida, y ellas están
mejor aceptadas por las jóvenes de su círculo social y se preocupan menos por el
envejecimiento físico.

En las residencias, los/as ancianos/as deben dormir separados por sexos para
evitar problemas y críticas de la familia y de la sociedad

Los estudios sobre sexualidad y vejez son escasos y esto se hace más patente
cuando se relaciona sexualidad y mayores que viven en residencias de ancianos.
En este tipo de centros, en muchas ocasiones se impide la práctica de relaciones
sexuales entre los mayores no sólo porque el personal se puede sentir incómodo antes
estas actividades, sino porque la familias de los ancianos se escandalizarían si supieran
de su existencia, lo que ocasionaría a la residencia graves problemas.
En la realidad social se observa que la mejor manera de enriquecer nuestra vida
es la convivencia común entre hombres y mujeres, por tanto resulta artificial separar a
las personas por su sexo cuando ingresan en un centro.
Con respecto a la sexualidad, la institución de acogida debe considerar la
actividad sexual del mayor como un aspecto integral de su personalidad que debe de
respetarse y facilitar su expresión en la medida de lo posible. La residencia es un hogar
para los mayores por lo que se debe respetar su vida sexual.

5.-ASPECTOS QUE CONDICIONAN LA SEXUALIDAD EN LA


VEJEZ

5.1.-Aspectos psicosociológicos

Los estudios sobre la sexualidad en la vejez ponen el acento especialmente en


que el colectivo de personas mayores es heterogéneo lo que implica una gran
variabilidad interindividual. Las personas tienen niveles de actividad muy diferentes en
la vejez al igual que sucede en cualquier otra etapa de la vida. Esos estudios también
plantean la necesidad de reconocer diferentes dimensiones, como por ejemplo, que
dentro de la sexualidad, la actividad coital tiene un curso evolutivo diferente a las
capacidades de enamoramiento y el propio deseo coital; se insiste en la
multidireccionalidad del cambio, así la frecuencia en el coito suele disminuir con la
edad, mientras otros aspectos, como el interés por los afectos, aumenta. Y, por último,
las personas mayores deben adaptarse a múltiples tránsitos por los que se pasa a lo largo

La sexualidad de las personas mayores. Mónica Ramos Toro. Directora de INGESS 21


Universidad Internacional Menéndez Pelayo, Santander 2008

de este período vital, lo que implica en ocasiones cambios en las relaciones de la pareja
mayor. (López 98:43-44).
En esta variabilidad interpersonal no sólo influyen rasgos de personalidad sino
otros factores tan determinantes para la calidad de vida de la persona mayor, como son:
su estado de salud, su nivel de autonomía, su nivel socioeconómico, el mantenimiento
de las funciones cognitivas, tener pareja, contar con ayuda de los hijos, el tipo de
relación que se mantiene tanto con la pareja como con los hijos, etc.
De dichos estudios podemos destacar las siguientes conclusiones:

o La actividad sexual puede mantenerse durante la vejez.


o La experiencia sexual no tiene por qué ser menos satisfactoria a edades
avanzadas.
o Un número relativamente alto de sujetos mejora su experiencia sexual en la
vejez.
o Más que la edad, son factores psicosociales los que determinan el descenso y la
insatisfacción de la actividad sexual a lo largo de la vejez.
o Aspectos esenciales de la sexualidad como son: el interés sexual, la identidad
sexual, el rol de género, la capacidad de enamoramiento y afecto, la capacidad
de intimidad y compromiso, la capacidad de dar y recibir placer, etc., no tienen
por qué disminuir, sino que, como ocurre en algunos casos, pueden mejorar en la
vejez. (López 98:45.)

Si somos consecuentes con un concepto de sexualidad que no la limite a


genitalidad, la sexualidad globalmente no tiene necesariamente que sufrir un deterioro
durante la vejez, sino, en todo caso, cambiar cualitativa y cuantitativamente en sus
formas de expresión.
Esto no anula el hecho psicosocial del envejecimiento y la toma de conciencia
que hagan las personas; porque en este caso, como en el fisiológico, los procesos de
envejecimiento comienzan mucho antes de los 65 años, en edades muy variables
dependiendo del sexo, circunstancias sociales y personalidad de cada uno.
A lo largo de este capítulo hemos insistido en que no hay ninguna causa para que
un individuo con buen estado de salud general no pueda continuar experimentando
deseos sexuales y ejercitar su función genital hasta estadios avanzados de edad.
La vida sexual persiste a lo largo de toda la evolución personal, adaptándose
constantemente en cualquier período vital, de suerte que la edad juega sólo un papel de
importancia relativa.
En los/as ancianos/as existe una enorme variabilidad interpersonal y todo tipo de
actitudes y conductas sexuales, tendrían lugar para manifestarse en función de otros
componentes de la personalidad y medio social.
Se afirma que la pérdida de interés y manifestación sexual en hombres y mujeres
añosos se debe en la mayoría de los casos a inhibiciones sociales y psicológicas, y no
tanto a los deterioros propios de la edad.
Las personas mayores valoran la seguridad emocional y la fidelidad mucho más
que los jóvenes y adultos; el apego y los vínculos amorosos en la vejez, junto a los
cambios valorativos en el respeto, comunicación, intimidad sexual, etc., exigen una
cierta redefinición de la identidad sexual y el género (BLANCO, 1985).
Dentro de la unidad familiar, es habitual que se haya producido el abandono de
los hijos del hogar de los padres, y se pase por dos períodos más o menos diferenciados:
el de pareja autónoma y con capacidad de ayuda a los propios hijos y nietos, y el de

La sexualidad de las personas mayores. Mónica Ramos Toro. Directora de INGESS 22


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pareja o viudedad en situación de uno u otro grado de dependencia de los demás, hijos o
asistencia social.
La pareja de personas mayores tiene que reorganizarse ante los cambios que
supone quedarse solos -tras la independización de los hijos-, la jubilación de uno o de
los dos miembros, el desempeño de nuevos roles, aceptar los procesos de
envejecimiento, sufrir posibles problemas de salud, sufrir posibles muertes de seres
queridos, disponer de mucho tiempo de ocio, etc. Sin embargo, a pesar de que este
panorama parece incierto, este primer período de la vejez puede ofrecer también
grandes ventajas si se cumplen determinadas condiciones, como son: disfrutar de una
buena salud, tener un grado razonable de bienestar económico y tener capacidad para
disfrutar de aficiones ya que se dispone de mucho más tiempo libre. (López 98:60-61.)
Es un período de madurez en las relaciones de apego entre los miembros de la
pareja, sin las perturbaciones y atenciones que anteriormente les exigían los propios
padres y los hijos. Puede ocurrir también, que los conflictos y carencias de la pareja más
o menos camuflados en períodos anteriores, se pongan de manifiesto ahora
irremediablemente al quedarse solos, sin distracciones posibles. En este caso, los
sufrimientos pueden llegar a ser extremadamente destructivos, hasta llegar a hacer
perder el sentido de la vida, tanto si provocan una ruptura de la pareja como si
permanecen juntos compartiendo un drama relacional.
Otro cambio interesante es convertirse en abuelos. Los abuelos sienten la
necesidad de estar con los nietos, de jugar con ellos y de llegar a conocerles; también
tienen la posibilidad de recuperar el poco tiempo que se podía dedicar a los hijos cuando
ellos eran padres. La relación abuelo-nieto es útil bilateralmente, y puede transformarse
en una alianza contra la generación intermedia, especialmente cuando los ancianos
dependen mucho del amor de los nietos porque la relación con los hijos es
decepcionante.
En este período es muy frecuente el sufrimiento por la pérdida de la pareja,
hermanos y amigos que provoca soledad; por un lado, soledad emocional por la pérdida
o ausencia de figuras de apego, y por otra, soledad social por la pérdida de la mayor
parte de la red de relaciones sociales. La más importante en esta etapa, es la soledad
emocional, porque es sentida como falta de vínculos con personas que sabemos que son
incondicionales, justo en el momento que más las necesitamos, manifestándose con
sentimientos de pérdida irreparable, de desamparo, de inseguridad, de no tener a nadie
disponible y próximo que nos acompañe en la vida y nos dé seguridad, pueden
predisponer a sufrir trastornos de depresión y ansiedad.
Muchas personas se encuentran sin pareja al envejecer, especialmente las
mujeres, por su mayor esperanza de vida y menor índice de segundas nupcias. Después
de la desaparición del cónyuge, es difícil buscar pareja sin experimentar culpabilidad y
deslealtad hacia la memoria del difunto, porque hay una gran diferencia entre quien se
ha acostumbrado a vivir solo, y quien después de una larga relación se encuentra
repentinamente privado de la propia intimidad y de la modalidad de vida en pareja.
Los problemas más frecuentes que se encuentran y que limitan o impiden un
desarrollo completo de la vida sexual de las personas maduras son:

- La falta de pareja: la mayoría de las personas de 75 o más años de edad son viudos o
viudas.
- La carencia de privacidad: la mayoría viven en residencias o con familiares.
- La limitación de su autonomía.
- La dependencia del entorno.
- La dificultad física para mantener relaciones sexuales.

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5.2.-Aspectos de salud

Muchas enfermedades o problemas médicos propios de estas edades afectan a la


sexualidad y es muy importante la forma en que estas personas se enfrentan a ellos, así
como el consejo y apoyo profesional para que la actividad y el interés sexual sigan
siendo satisfactorios, pues como comentan MASTERS y JOHNSON (1976) la mayoría
de las enfermedades de la vejez son compatibles con una vida sexual normal, pero
muchas veces los médicos descuidan poner a sus enfermos mayores al corriente de los
efectos que una enfermedad o su tratamiento pueden tener sobre las relaciones sexuales.
Obviamente, las enfermedades llevan a cambios en las relaciones sexuales.
Pueden producir una pérdida temporal del interés sexual o de la capacidad para
mantener este tipo de actividad. Pero eso no significa que sea el fin de toda actividad
sexual pues se pueden precisar formas diferentes de dar y recibir placer. Es el miedo y
el desconocimiento los que pueden disminuir la espontaneidad en estas relaciones. Los
temores más comunes son el miedo a producir dolor o a que nos lo causen e incluso que
pueda causar la muerte, también existe el miedo a que se haya podido perder el atractivo
físico y con ello la posibilidad de provocar el deseo.
Por tanto, la forma de mantener la sexualidad frente a la enfermedad o la
incapacidad, requiere enfrentarse a estos miedos y obtener información para ajustarse a
esta nueva situación.
Dicho esto, los problemas médicos más corrientes que afectan a la sexualidad de
las personas mayores son:

ƒ Enfermedades cardio-vasculares
ƒ Enfermedad coronaria

Este tipo de enfermedades representan junto con los accidentes


cerebrovasculares las principales causas de mortalidad en personas mayores. Muchas de
las personas que sobreviven a estas enfermedades, renuncian a la práctica de actividades
sexuales debido al miedo que muestran por si esta actividad pone en peligro sus vidas.
En realidad este miedo carece de fundamento y es aquí donde adquiere
importancia la adecuada información dada por el profesional. A menudo, los
cardiólogos comprueban que el retorno a la vida sexual tras un episodio cardíaco, ayuda
a la mejoría del paciente (GRIFFITH, 1973), incluso se llega a plantear que la ansiedad
que causa la frustración sexual constituye para los enfermos cardiacos un peligro mayor
que la práctica de relaciones sexuales habituales.
Tras un infarto la mayoría de los cardiólogos aconsejan un período de
abstinencia de ocho a catorce semanas, aunque este período puede ser variable. Además
los médicos pueden recomendar programas de ejercicio físico y dosificar la medicación
para mejorar la capacidad del corazón.
Así pues, tras una crisis cardiaca el retorno a la vida sexual activa se puede hacer
sin peligro y sin sacrificar ni el placer ni la calidad, respetando claro está, los consejos
del médico. Ciertos estudios han demostrado que sólo un 1 por ciento de las muertes
súbitas producidas durante el coito son debidas a ataques coronarios. (MISHARA y
RIEDEL, 86).
Respecto a los pacientes que tras un problema cardíaco han sufrido alguna
intervención quirúrgica, el periodo de recuperación lógicamente será más largo y, tanto
ellos como sus parejas, deberán ser adecuadamente informados por los médicos acerca
de lo que implica el período de recuperación. Algunos de estos pacientes necesitan una
medicación especial que puede llegar a disminuir el deseo sexual y causar impotencia.

La sexualidad de las personas mayores. Mónica Ramos Toro. Directora de INGESS 24


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En esta circunstancia, incluso se puede solicitar al médico cambiar a otra medicación y


en el caso de no ser posible, pensar que lo más importante es conservar la vida y buscar
otras formas de sexualidad que se adapten a la nueva situación, pues siempre es posible
estar abierto a nuevas formas de hacer el amor.
Todos estos problemas, junto con el miedo propio y el consiguiente abandono de
la práctica sexual, pueden llevar a la aparición de otros problemas como es la
impotencia, de ahí la importancia que tiene estar informado en todo momento de las
posibles consecuencias que acarrea un intervención quirúrgica o el consumo de
determinados fármacos. La impotencia también puede sobrevenir en casos en que el
paciente, al padecer angina de pecho sienta dolores y se distraiga y obsesione durante el
acto sexual.
En cualquier caso, la vuelta a la vida sexual después de una problema cardíaco
suele ser beneficiosa, pues produce placer, rebaja la tensión, se hace ejercicio moderado
y hay una sensación de bienestar. También, además porque así continúa y no se
deteriora la relación de intimidad y afectividad de la pareja.

ƒ Hipertensión arterial

La hipertensión arterial es la elevación de la presión con la que la sangre circula


por las arterias y no suele entrañar ningún problema para la práctica sexual. Solamente
en casos muy graves pueden aparecer problemas como la impotencia.
Controlar la hipertensión con ejercicio físico, con una dieta adecuada para
reducir el colesterol, no fumar, el uso moderado de alcohol, y controlar la ingesta de sal
pueden ser medidas suficientes, siempre bajo el control y vigilancia del médico que
debe ser quien lo regule.
En el caso de que sea necesario tomar alguna medicación, ésta debe ser bien
elegida pues algunos antihipertensivos pueden producir efectos sedantes que interfieren
con la potencia masculina.

ƒ Accidente cerebrovascular

Se refiere al cese de riego sanguíneo en una determinada zona del cerebro. La


edad en la que más suele darse es en torno a los 70 años, siendo la causa principal una
hipertensión mal controlada, aunque también influye el tabaquismo, la diabetes, el
colesterol alto y problemas coronarios. No suele afectar ni a la capacidad de erección ni
de eyaculación, como tampoco a la capacidad orgásmica. Excepto en los casos en que el
cerebro haya sido muy gravemente afectado, el deseo sexual se mantiene hasta en un 60
por 100 de los casos.
Es muy normal que después de un episodio de este tipo aparezca una depresión
en el paciente que ocasione abstinencia sexual, pero conforme se recupera, éste vuelve a
retomar su actividad sexual normal. Por eso conviene aclarar que la práctica sexual ni
empeora la situación ni es un factor causante de riesgo.

ƒ Diabetes mellitus

Esta enfermedad se caracteriza por una secreción anormal de insulina y por


diversas manifestaciones metabólicas y vasculares consecuencia de niveles elevados de

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glucosa en sangre y afecta entre el 10 y el 15 por 100 de las personas mayores de 65


años. (SEGG1, 1997).
La diabetes puede producir la impotencia sexual crónica en el hombre (muchas
veces el fallo gradual en la erección puede ser un primer síntoma) debido a
complicaciones vasculares y neuropatológicas. Conviene mencionar también que la
diabetes puede llevar asociados además problemas en la eyaculación.
La mayoría de los diabéticos no son impotentes, pero la aparición de esta
disfunción sexual es mayor que en la población normal, aunque ello no implica que los
hombres que padecen impotencia pierdan el deseo ni el interés sexual.
Respecto a las mujeres, aunque pueden aparecer cambios atróficos en el tejido
del útero y ovarios así como dificultad para alcanzar el orgasmo, junto con dispaneuria
(déficit lubricación vaginal), esta enfermedad no interfiere apenas en su sexualidad.

ƒ Enfermedades osteoarticulares
ƒ Artritis

La artritis es una enfermedad articular inflamatoria o infecciosa y que afecta a


las mujeres el doble que a los hombres. La artritis reumatoide y la osteoartritis son las
dos principales formas de artritis que causan dolor durante la actividad sexual. El dolor
en la cadera es tal vez el que más afecte a la realización del acto sexual. También
existen algunas formas de artritis en las que hay una disminución de las secreciones
corporales y entre ellas las vaginales.
Si el estado no es más grave resulta recomendable establecer un programa de
ejercicio, descanso y baños calientes para que disminuya el dolor y poder reanudar una
vida normal, pues parte de los problemas causados por la artritis son debidos a la
inactividad.
La mayoría de los medicamentos recetados para esta enfermedad, especialmente
para calmar el dolor, no interfieren en la respuesta sexual, por eso conviene que el
médico programe la ingesta de dichos medicamentos para que sus efectos calmantes
coincidan con los momentos en que es más probable la práctica sexual.
También se puede programar la actividad sexual, pues el dolor y la rigidez
desaparecen o aminoran según el momento del día.
Por otra parte, conviene decir que la actividad sexual regular puede aliviar los
dolores ya que, además de mejorar la estima personal, durante esta actividad se libera
cortisona y endorfinas que son sustancias analgésicas naturales.
Como recomendación final es aconsejable que se aplique calor y masaje en las
zonas doloridas antes de realizar el acto sexual, así como experimentar posturas o
movimientos sexuales alternativos, hasta encontrar los más adecuados para evitar el
dolor, junto con otras expresiones de la sexualidad.

ƒ Dolor de espalda

Es un dolor localizado en la región lumbar a la altura de los riñones y es debido


a un compromiso de las estructuras óseas y articulares.
Puede deberse a la osteoporosis, a la artritis, a una dislocación discal o a una
mala postura sobre todo en personas poco activas.
El ejercicio es una medida útil para los dolores de espalda. La actividad sexual
es un buen ejercicio muscular para la espalda, el estómago, los músculos pelvianos y

1
SEGG, son las siglas de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología.

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además alivia el dolor si se practica de forma regular y se siguen los mismos consejos
que en la artritis.

ƒ Enfermedades genitales
ƒ Enfermedad de Peyronie

La enfermedad conocida como cavernitis fibrosa produce en los hombres un


arqueamiento del pene hacia arriba durante la erección con una inclinación en ángulo
hacia la derecha o la izquierda y la padecen más hombres de lo que se cree. Esta
afección se debe a un espesamiento de los vasos sanguíneos del pene (cuerpos
cavernosos), que son los que durante la erección se llenan de sangre. Para el 50 por 100
de los hombres que la padecen el coito resulta doloroso y otras veces hasta imposible, y
esto puede desembocar en impotencia.
De todas formas en la mayoría de los casos las relaciones sexuales continúan,
aunque se produzca algo de dolor.
Existen algunos tratamientos como la aplicación de ultrasonidos en las áreas
enfermas del pene, la extirpación quirúrgica de esta zona dañada o la toma de cortisona
inyectada. También se han dado casos en los que transcurrido un tiempo, los síntomas
desaparecen espontáneamente.
En cualquier caso, la psicoterapia para que los enfermos y sus parejas se adapten
a la nueva apariencia física del pene puede ser muy recomendable.

5.3.-Aspectos fisiológicos

La respuesta sexual humana tiene como meta preparar a dos cuerpos para el acto
sexual. Para que ello tenga lugar, cada órgano genital debe experimentar una secuencia
ordenada de cambios en cuanto a su forma y función.
Para ambos sexos los cambios fisiológicos son distintos, existen cambios
neurológicos, vasculares, musculares y hormonales.
Estudiando la respuesta sexual masculina y femenina podemos dividirla en
cuatro etapas: excitación, meseta, orgasmo y resolución, los cuales se producen de
forma sucesiva:

1. La etapa de excitación se caracteriza por el inicio de sensaciones eróticas,


seguidas por un estado eréctil en el hombre y la lubricación vaginal en la mujer.
2. La etapa de meseta es el estado de excitación mas avanzado, inmediatamente
anterior al orgasmo. Existe en esta fase una congestión local de los órganos
sexuales primarios en ambos sexos.
3. La etapa del orgasmo es la más placentera del acto sexual.
4. La etapa final es la de resolución, en la cual las respuestas fisiológicas locales
específicas del sexo disminuyen y se regresa a su estado basal.

Irremediablemente, la edad va produciendo cambios de diversos tipos en el


organismo, y el aspecto sexual no escapa a esta situación. En las mujeres, por coincidir
con la época de la menopausia, estas variaciones son más evidentes, aunque, quizá sean
más significativas en los varones por sus características, que modifican la capacidad de
realizar y repetir el acto sexual. Evidentemente, hay grandes diferencias individuales, en
ciertas personas aparecen antes que en otras, o puede ser que ocurran a mayor

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velocidad. No debemos generalizar y mucho menos compararnos con nuestros


amigos/as.
Desde el punto de vista fisiológico, los procesos de envejecimiento sexual
comienzan hacia los 30 o 35 años, y siguen un proceso lento y muy variable de unas
personas a otras. La frontera de los 65 años carece de sentido biológico y es puramente
social. El varón no tiene ninguna señal biológica especial a lo largo de todo este proceso
de envejecimiento, de forma que en él, el declinar sexual es lento y fundamentalmente
regular, mientras que en la mujer, aunque el proceso es igualmente lento, tiene una
marca biológica clara, que es la menopausia (MISHARA y RIEDEL, 1986).
La menopausia hace en la mujer más evidentes estos cambios fisiológicos y
corporales. Aunque insistimos en la variabilidad individual.
En los hombres las marcas fisiológicas y psicosociales no son tan claras hasta la
jubilación, pero estos cambios comienzan a partir de los cuarenta o incluso antes, y van
progresando lentamente de manera imperceptible. Pero las valoraciones sociales son
menos exigentes con el hombre que con la mujer, aceptando mejor estos signos
corporales de envejecimiento. En lo biológico tienen que pasar muchos más años para
experimentar signos evidentes de estos cambios.

Cambios en la respuesta sexual del hombre

Aunque existan numerosos cambios en la capacidad sexual de los varones al


avanzar los años, no existe una situación que pueda definirse claramente como
climaterio o andropausia, por la continuidad fisiológica de la producción de
espermatozoides hasta el final de la vida. (Jentoft, 94:20.) Veamos esos cambios:

♦ La producción de testosterona comienza a disminuir de manera imperceptible


para ir aumentando con el paso de los años, pero no desaparece nunca del todo.
♦ La producción de esperma comienza a disminuir paulatinamente y tampoco
desaparece del todo.
♦ En cuanto a la fertilidad masculina, las investigaciones del National Institute of
Aging norteamericano demuestran que el semen de los hombres mayores
contiene el mismo número de espermatozoides que el de los jóvenes, aunque
predominan en aquellos los espermatozoides inmaduros.
♦ La erección, la turgencia del pene disminuye y es menos fuerte y firme.
♦ La erección se hace más lenta y necesita mayores estímulos fisiológicos.
♦ La estimulación psíquica puede tener menos probabilidades de provocar la
erección.
♦ Se hace necesario el contacto directo sobre el pene.
♦ Cambia el tiempo durante el cual se puede conservar la erección: se tarda más en
lograrla aunque se mantiene luego más tiempo.
♦ La erección, una vez perdida, necesita más tiempo de descanso para volver a
recuperarse (periodo refractario), llegando a ser de varios días en algunas
personas.
♦ Algunos hombres echan de menos aquella sensación fisiológica de necesidad y
urgencia de épocas anteriores.
♦ Los testículos cambian de apariencia con la edad, haciéndose más pequeños y
menos firmes.
♦ La elevación de los testículos es menor que en años anteriores.

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♦ La elevación se realiza de una manera más lenta y son necesarios los estímulos
directos y mayor en número sobre la raíz del pene.
♦ Disminuye el número de erecciones nocturnas.
♦ Durante el coito se puede perder la sensación de que la eyaculación es
inevitable, llegando ésta sin aviso previo, y entonces es menos fuerte y el líquido
preeyaculatorio, el volumen del esperma y el número total de espermatozoides
disminuyen. La excitación tras el orgasmo disminuye rápidamente.

A partir de los 55 años aproximadamente si no se mantienen actividades


sexuales durante un período prolongado (2 ó más años) aparecen dificultades
posteriores de más difícil resolución.

Cambios en la respuesta sexual de la mujer

En el caso de las mujeres, es importante distinguir entre el propio proceso de


envejecimiento, los cambios hormonales durante y después de la menopausia, así como
los de alguna enfermedad, discapacidad o dificultad que pueda influir sobre la práctica
de la sexualidad. Los problemas sexuales no son una consecuencia inevitable del
envejecimiento. Las mujeres sufren cambios en su cuerpo a lo largo de toda su vida: la
primera menstruación, posibles embarazos y más tarde la menopausia. Por eso, se deben
adaptar a ella como un acontecimiento o etapa más en la vida.
Según BROWN DORESS y LASKIN SIEGAL (1993) los cambios más
significativos en la respuesta sexual de la mujer son:

♦ Aparece la menopausia o climaterio, es un proceso cuyo núcleo central es el cese


de la producción cíclica de óvulos, aunque es más evidente el cese de las
menstruaciones periódicas.
♦ La disminución de estrógenos.
♦ La disminución del tamaño de la vagina; tiene lugar en ella una pequeña atrofia
que la hace más corta y estrecha.
♦ La elasticidad de la vagina es menor.
♦ Las paredes de la vagina se vuelven más delgadas.
♦ La vagina se vuelve más vulnerable a irritaciones, lesiones e infecciones, ya que
el moco es de menor acidez y se reduce su cantidad.
♦ En un pequeño número de mujeres mayores las paredes vaginales sangran
después del coito.
♦ En las mujeres de esta edad con pocas relaciones coitales, la abertura vaginal
puede contraerse hasta el punto de imposibilitar la penetración.
♦ Menor lubricación vaginal.
♦ Cuando existe atrofia de la vulva puede producirse dificultad en la penetración.
♦ Los labios que abren la vagina se vuelven más delgados. Estos se empiezan a
atrofiar y se retraen ligeramente, lo mismo que el pubis.
♦ El vello púbico comienza a desaparecer.
♦ Disminución general en la congestión genital durante la respuesta sexual.
♦ No se sabe nada sobre la existencia de un posible descenso de la sensibilidad del
clítoris. Parece por todos los estudios realizados que dicha sensibilidad es la
misma que a otras edades.
♦ Un porcentaje de mujeres parece tener atrofia del clítoris.
♦ El clítoris se reduce ligeramente, haciéndose más fácilmente irritable.

La sexualidad de las personas mayores. Mónica Ramos Toro. Directora de INGESS 29


Universidad Internacional Menéndez Pelayo, Santander 2008

♦ La excitación sexual se hace más lenta.


♦ Disminución de la intensidad y frecuencia en las contracciones producidas por el
orgasmo.
♦ Aparece más vello en la cara.
♦ El contorno del cuerpo se hace menos redondo y firme.
♦ Los senos también se tornan menos llenos y elásticos.
♦ Disminuye el tono de los músculos y la elasticidad de la piel.
♦ El abdomen se abomba.
♦ Disminución de estrona y estradiol.

6.-LA SEXUALIDAD DE LAS PERSONAS MAYORES EN


ESPAÑA

José Antonio Nieto (1995) en un trabajo publicado por el Ministerio de Asuntos


Sociales sobre La sexualidad de las personas mayores en España realizó una encuesta de
ámbito nacional con personas de más de 65 años, la muestra fue de 1.110 personas. El
cuestionario estaba formado por preguntas que previamente se habían sacado de los
discursos de 60 entrevistas en profundidad realizadas a 30 varones y 30 mujeres,
mayores todos de 65 años.
De las entrevistas en profundidad se extrae la conclusión de que “la sexualidad
de los ancianos está en íntima relación con su sexualidad anterior. La riqueza de
experiencias, el conocimiento, el haber valorado y disfrutado la sexualidad joven da un
discurso más rico, activo y deshinibido de la sexualidad en la vejez. Más tolerantes, los
ancianos que han vivido la sexualidad con más plenitud tienen más capacidad de
comunicación y reflexión que aquellos que apenas recuerdan o reviven su sexualidad
joven.” Una conclusión muy importante para la cuestión que se está tratando en este
capítulo es que en opinión de los entrevistados, “con el paso de los años la sexualidad
cambia, los ancianos mantienen un discurso emotivo en el que el peso, la importancia,
está en el mundo de los sentimientos “.
Un aspecto que aparece en las personas entrevistadas es que el <<respeto>> “es
un valor importante que correlaciona con la afectividad. Querer y respetar van
íntimamente unidos (...)”.
El cuestionario se centró en todos los aspectos de la vida sexual de las personas
mayores que a lo largo de la investigación cualitativa se habían configurado relevantes.
Según el autor los datos de la encuesta son coherentes con los obtenidos en la
investigación cualitativa. Aunque conviene aclarar que cuando una encuesta se centra en
preguntas sobre comportamientos concretos, conductas sujetas a control social como
son las relaciones sexuales (y más aún de las personas mayores), las respuestas pueden
circunscribirse al universo simbólico, ligarse a un hipotético estándar social al que los
entrevistados tienden, en la mayoría de los casos, a ajustarse. Es importante que
tengamos en cuenta esta cautela a la hora de analizar los resultados que se obtienen en
estudios de este tipo, en los que se tratan cuestiones un tanto vidriosas para la
conciencia de las personas entrevistadas, e incluso para la sociedad en su conjunto.
Como en otros estudios parecidos al que aquí se analiza, en éste también nos
encontramos con que la longevidad de las mujeres es mayor que la de los hombres y
que la mayoría de las primeras están viudas, mientras que en el caso de los varones lo
que abunda son los casados. En la encuesta el 73% de los varones está casado frente tan
sólo al 34% de las mujeres que en su mayoría (55%) están viudas.

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Otro rasgo común con otros estudios es el bajo nivel educativo de la población
entrevistada, más acentuado en el caso de las mujeres, de las cuales sólo el 4% ha
superado los estudios elementales.
Un aspecto importante, de este estudio de José Nieto es que se ve claramente
cómo “el matrimonio marca el inicio de la vida sexual de los ancianos españoles. La
edad media de contraer matrimonio en esta generación fue a los 26 años (más jóvenes
las mujeres que los hombres)”. Lo que más nos interesa a nosotros es la visión que
tienen estas personas del matrimonio, puesto que para ellos es realmente el único
vínculo que reconocen para el desarrollo de la afectividad. “La visión que tienen del
matrimonio configura éste como una relación estable y única (la fidelidad es básica).
Una relación basada en lo afectivo y en la pura convivencia más que en aspectos
intelectuales o ideologías comunes. El matrimonio implica sexo, pero éste no es tan
fundamental como la comprensión y tolerancia o los hijos”.
Tal como veíamos en el estudio de Fernández Ballesteros (1995) también en éste
se preguntaba a los entrevistados que dijeran la valoración que había tenido su actividad
sexual a lo largo de su vida y en la actualidad. Para las personas mayores de esta
encuesta el sexo evidentemente les ha resultado en un 43% algo muy importante en su
vida frente a sólo un 13% que lo considera muy importante en el momento presente. Si
al 43% sumamos un 7% que lo ha considerado como lo más importante de su vida
obtenemos un 50% para quienes el sexo ha sido algo muy significativo en sus vidas,
esto choca con ese raquítico 13% que piensa que el sexo aún es importante. Los grupos
que más valoran las actividades sexuales en esta encuesta son:

• Hombres.
• Las personas con menos edad.
• Las personas con niveles educativos elevados.
• Las personas con pareja.
• Las personas con posicionamiento ideológico de izquierda.
• Los no practicantes desde el punto de vista religioso.

Insistimos en una de las conclusiones que consideramos más importantes de este


estudio y es que “con el paso de los años la sexualidad va cambiando y adquieren más
importancia los sentimientos. Este cambio se traduce en una difuminación de los roles
sexuales (las conductas están menos estereotipadas por el sexo) y una sobrevaloración
de la pareja como compañía”.
Retomando las actitudes que se rebelaban en las entrevistas en profundidad,
ahora en la encuesta vemos que las dos frases que suscitan mayor proporción de acuerdo
son: <<Lo importante en la pareja es el cariño y el respeto>>, con la que prácticamente
la totalidad de la muestra está de acuerdo o muy de acuerdo (99%). La otra frase con la
práctica unanimidad de acuerdo es: <<Nunca tendría relaciones sexuales sin querer a la
otra persona>>; esta unanimidad se da sobre todo en las mujeres que se posicionan a
favor en un 94%. De nuevo vuelve a resurgir la importancia del amor o del afecto en las
relaciones de las personas mayores, mucho más que el sexo que a esta edad se encuentra
totalmente mediatizado o relegado a segundo plano.
Esta generación adolece de haber disfrutado una sexualidad plena, lo que les
mueve a sobrevalorar el amor romántico por encima de todo. No creemos que sea tanto
una infravaloración de la actividad sexual, como una sexualidad poco disfrutada y
variada en su juventud y adultez. Son una generación que han vivido bajo la influencia
de demasiados tabúes y prejuicios lo que les hizo investigar poco en el terreno amoroso
y erótico. Por ello alguno confiesa que “si volviera a nacer no sería tan mojigato”.

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En cuanto a la frecuencia con la que mantienen relaciones sexuales, la


conclusión global -bastante acorde con otros estudios- es que si antes la frecuencia era
para el 77% de los entrevistados de al menos una vez por semana, con los años y para
las personas con pareja pasa a ser ocasional, todo lo más una o dos veces al mes. Para el
60% de los entrevistados las relaciones sexuales se han hecho inexistentes. En esta
encuesta no se les pregunta si les pesa la abstinencia sexual, sino cuál sería su
frecuencia ideal sin limitaciones, sin problemas de edad, con disposiciones de la pareja,
las repuestas se concretan desde <<dos o tres veces a la semana>> 25%, <<hasta una
vez a la semana>> 17%. En el caso de los varones 32% y 19% respectivamente y en el
caso de las mujeres 21% y 15% respectivamente. También hay que destacar que
mientras los hombres en esta pregunta no han contestado un 20%, en el caso de las
mujeres la no contestación asciende hasta casi el 40%, lo cual es muy significativo de lo
cerradas que se muestran a hablar de cuestiones referidas al sexo, por lo que no
podemos averiguar si en realidad sienten o no menos deseos de tener relaciones
sexuales con la frecuencia que plantean los varones.

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7.-ANEXO

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EL MUNDO
29 octubre 2007

El sexo ayuda a preservar la salud física y psíquica


Patricia Matey

Las relaciones íntimas reducen la depresión en un 50%, acaban con la ansiedad y


mejoran el tono muscular y cardiaco. La ciencia avala que seguir activo ayuda a
envejecer de forma saludable.
¿Usted, por ser mayor, ha dejado de comer? Si siempre le ha gustado ir al cine o
pasear, ¿por qué va a dejar de hacerlo por el simple hecho de cumplir años? Entonces...
¿cuál es la razón para renunciar al sexo cuando se envejece? Seguramente, muy pocos
dudan de la vida sexual activa de Clint Eastwood o Sean Connery, ambos de 77 años,
pero muchos ponen en tela de juicio que sus abuelos o sus vecinos entrados en años
sigan disfrutando bajo las sábanas. Sin embargo, y pese a la escasez de estadísticas
sobre la sexualidad en la vejez, los últimos datos referentes a la vida íntima de los
mayores de 65 años muestran que el deseo disminuye con los años, aunque no
desaparece, y que la mitad de la población senior está satisfecha con su vida íntima. El
resto renuncia y no pide ayuda. El mensaje de los médicos puede sonar más alto, pero
no más claro: para envejecer de forma saludable hay que hacer ejercicio, comer
equilibradamente y practicar sexo.
«Estuve casada durante años, tengo hijos mayores y pensaba que lo que sentía en
la cama con mi marido era lo que experimentaban todas las mujeres. Tras enviudar
estuve muchos años triste hasta que conocí a Francisco, cuya mujer también acababa de
morir. Nos casamos hace poco y este nuevo matrimonio ha sido una revelación...
Hemos empezado hacer el amor y cada vez es mejor», dice Anais, de 62 años, una de
los 20 protagonistas que dan vida al libro 'Amor y sexualidad en las personas mayores'
de la socióloga argentina Ana Vásquez Bronfman.
Un 60% de los españoles mayores de 65 años comparte sensaciones similares a
las de Anais y declara mantener relaciones sexuales con una frecuencia media de cuatro
veces al mes. El resto renuncia a buscar la satisfacción sexual porque sus problemas
físicos o psíquicos les impiden mantener relaciones, tal y como ha puesto de manifiesto
un estudio realizado por el grupo de Atención al Mayor de la Sociedad Española de
Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC).
Su coordinadora Pilar Regato reconoce que aún persisten ciertos «tabúes, sobre
todo en la generación de la posguerra, que ha recibido escasa o nula educación sexual.
Hemos podido observar que estas reticencias están desapareciendo poco a poco. Cada
vez es más frecuente que los pacientes nos pregunten por temas relacionados con la
libido o la potencia sexual».
Las estadísticas que aporta Carlos San Martín Blanco, secretario general de la
Federación Española de Sociedades de Sexología (FESS), que representa a 2.000
especialistas y 31 sociedades científicas, lo corroboran. «Hace apenas ocho años sólo
entre un 10% y un 12% preguntaba en consulta sobre temas relacionados con la
sexualidad; ahora lo hace un 32%, lo que significa que hemos evolucionado mucho en
poco tiempo», declara.

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La sociedad en su conjunto es la que también tiene que «aceptar que se debe


seguir practicando sexo como una esfera más del envejecimiento saludable. Los
médicos deben perder la vergüenza a preguntar a sus pacientes sobre su vida íntima.
Aunque es cierto que este tipo de comunicación es más fácil si hay una relación estrecha
entre ambos», apostilla la doctora Regato.
Pero las cosas están cambiando. Tras años de vacío estadístico y científico que
orientara sobre la sexualidad en la tercera edad, empiezan a publicarse trabajos que
exploran cómo es y cómo viven el sexo los más mayores. Así, la revista 'The New
England Journal of Medicine' publicó recientemente un trabajo que ha indagado en la
sexualidad de más de 3.000 estadounidenses de entre 57 y 85 años.
«La mayoría de los encuestados tiene pareja y considera que la sexualidad es una
parte muy importante de la vida. La frecuencia de las relaciones disminuye con la edad,
pero un número importante de hombres y mujeres mantiene relaciones vaginales, sexo
oral o se masturba incluso a los 80 y a los 90 años», afirman los autores del estudio,
dirigidos por Stacy Tessler, de la Universidad de Chicago, en EEUU.
Mientras que entre los 57 y los 64, el 73% reconoce ser sexualmente activo;
entre los 65 y 74, sólo mantiene relaciones un 53%, cifra que se reduce al 26% para los
que han cumplido 85. Uno de los datos significativos del trabajo, reflejado también en
otras investigaciones españolas e internacionales, es que son las mujeres las que con
mayor frecuencia renuncian a disfrutar bajo las sábanas.
La disminución de la libido, que no su pérdida total, debido a la caída de
estrógenos que se produce con la menopausia es una de las principales razones que ellas
refieren para dejar de practicar sexo.
«Los cambios fisiológicos son un proceso natural que forma parte del
envejecimiento, mientras que ellas experimentan sequedad vaginal a raíz de dicha
pérdida hormonal, ellos, por ejemplo, tardan más en lograr una erección -debido
fundamentalmente a trastornos vasculares- o a que su eyaculado es menor. Sin embargo,
las limitaciones que se experimentan con el paso del tiempo se pueden suplir bien con
tratamientos, bien con la adaptación del sexo a las nuevas circunstancias físicas. Pero es
necesario que los mayores conozcan estos cambios y que consulten ante la aparición de
algún problema», recuerda Ana María Puigvert, secretaria general de la Asociación
Española de Andrología, Medicina Sexual y Reproductiva (ASESA).
Muchos mayores apartan el erotismo de sus vidas por otros motivos aparte de los
puramente físicos, como enfermedades (diabetes, depresión, aterosclerosis) o el uso de
ciertos medicamentos que interfieren con el sexo. La relación entre sexualidad y
juventud, además de belleza y forma corporal es un obstáculo mental para hombres y
mujeres. Ellas se sienten menos atractivas y este sentimiento les impide en ocasiones
mostrar su interés sexual. Ellos, en cambio, tienen miedo a que la impotencia se
convierta en un problema común a medida que van envejeciendo.
Todas estas percepciones negativas pueden y deben solventarse mediante el
diálogo con la pareja y con el especialista.
El reconocimiento reciente de que la interrupción voluntaria o involuntaria de las
relaciones sexuales afecta negativamente a la salud está promoviendo que los
especialistas empiecen a tomar cartas en el asunto y hagan un esfuerzo por mandar el
mismo mensaje: «Al igual que se le pide al anciano que haga crucigramas para
mantener su mente activa; que camine para estar en buena forma física o que se
alimente adecuadamente, tenemos que insistir en que alejarse poco a poco del sexo es
un obstáculo para mantener una vida sexual activa. Además de que su salud física y
mental necesitan de él», insiste la doctora Puigvert.

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Por este motivo, dentro del grupo de Atención al Mayor de la semFYC, también
se trabaja en este aspecto. «Cuando damos talleres u organizamos actividades
intentamos informar a los asistentes y educarlos en cómo puede ser el sexo a su edad»,
recuerda Pilar Regato. Esta especialista reconoce que «por fin algo se está moviendo en
el campo del envejecimiento. Desde que la OMS plantea que no sólo hay que dar años a
la vida, sino calidad a la misma, se está trabajando más en la esfera de la sexualidad.
Desde los ayuntamientos y en los centros de salud. Es más, la Obra Social de Caja
Madrid también contempla dentro de su atención a la tercera edad este tema».
Un ejemplo: por primera vez, y a lo largo de las próximas semanas se va a poner
en marcha la primera campaña de normalización sexual a nivel nacional. «Está dirigida
a todos los sectores de edad de la población y se va a realizar en cada una de las
comunidades autónomas en las que se van a dar charlas, habrá coloquios. Incluso en
Madrid, Barcelona y Valencia se van a impartir cursos a los medios de comunicación
sobre la necesidad de saber tratar los temas de sexualidad. Es una medida importante,
porque también vamos a prestar especial atención a los colectivos que por sus
enfermedades tienen problemas con sus relaciones íntimas, es el caso de los lesionados
medulares, los diabéticos, entre otros», adelanta el secretario general de la FESS.
Mientras que se inicia la campaña, en la que también se van a distribuir trípticos
en los centros de salud, la doctora Puigvert facilita más argumentos a los mayores para
que no renuncien a disfrutar en la cama. «Los estudios han constatado que seguir
sexualmente activo mejora el estado de ánimo. La depresión y los estados de ansiedad
tienen una prevalencia muy elevada en los más mayores. Sin embargo, la incidencia del
estado depresivo se reduce un 50% y la ansiedad desaparece cuando se practica el sexo.
Además, mejora el tono muscular y cardiaco», argumenta.
La sexualidad en la tercera edad ha sido también protagonista esta semana del
Curso Médico Europeo Longevidad Activa, Saludable y Crecimiento Demográfico
Senior, organizado por la Fundación Academia Europea Yuste. Su director, Remigio
Vela Navarrete, catedrático de Urología de la Universidad Autónoma de Madrid,
confiesa que «han cambiado muchas cosas en el terreno de la eficacia en el tratamiento
de los problemas sexuales. Por este motivo, impartimos el curso a los médicos de
atención primaria que son los primeros que ven al paciente. Tenemos que fomentar su
formación para que el mayor reciba la atención necesaria».
Ayudar a los ancianos a que disfruten más de su sexualidad es posible si se
potencia una visión creativa del sexo, menos coital y se les enseña a reconciliarse con su
cuerpo y su imagen física. «Es el mejor momento para descubrir nuevos caminos. Los
mayores tienen tiempo y además muchos llevan con sus parejas casi 40 años, por lo que
se conocen muy bien. Tan sólo se trata de que exploren su sexualidad de nuevo»,
sentencia la doctora Regato.

Educación sexual en la vejez

Comunicación. Fomentar la expresión de la problemática sexual en la tercera edad. Hay


que intentar que los mayores hablen de sus dudas, dificultades y expresen sus miedos.

Cambios. Dar a conocer las transformaciones fisiológicas propias del envejecimiento


para que hombres y mujeres se puedan adaptar a las nuevas situaciones.

Desterrar. Erradicar las falsas creencias sobre el sexo y combatir las dificultades
psicosociales que limitan la sexualidad en la vejez.

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Sociabilidad. Favorecer que los mayores tengan vínculos afectivos estables y una red de
relaciones sociales amplias.

Mentalidad. Hay que modificar la mentalidad errónea de la sociedad sobre su


concepción de las relaciones íntimas en los más mayores.

Tiempo. La mayoría de los expertos defiende como una de las principales ventajas de
los mayores su disponibilidad de tiempo. Gracias a él pueden explorar nuevas vías para
disfrutar del sexo.

Los mayores también buscan a su pareja en internet

Inge Kladeck, de 69 años y Pedro Bayona, de 70, se conocieron a través de


internet. «Me quedé viuda y estaba bastante mal, así que empecé poco a poco entrando
en la red y allí conocí a Pedro. Él estaba divorciado, aunque luego su ex mujer también
murió. Tenemos cada uno tres hijos y estamos muy felices». Inge vive con su pareja en
Guadalix de la Sierra (Madrid) y entre ambos han contribuido a engrosar las estadísticas
de personas mayores que, al igual que hacen los más jóvenes, buscan el amor o,
simplemente, el sexo en la red.
Un total de 16.000 de los 3,5 millones de usuarios españoles de la web de
contactos 'match.com' supera los 65 años. Los representantes de esta página afirman que
«el de los mayores es un segmento al que hay que prestar más atención dado que está
aumentando. Es más, se les proporcionan herramientas más sencillas que a los de menos
edad para que no encuentren dificultades a la hora de navegar por la web». Inge y Pedro
viven «en pecado», como dice ella bromeando. «La verdad es que nos va muy bien,
nosotros sí mantenemos relaciones sexuales desde el principio, cada dos días más o
menos. Bueno puedo decir que mi pareja es un fenómeno en este campo, hemos llegado
a hacerlo varias veces seguidas.
Ahora no, porque está pendiente de una cirugía y tiene una sonda puesta». Inge
asegura que ella no es la única en disfrutar en la cama. «Todas mis amigas tienen una
vida sexual activa y, al igual que yo han entrado en internet y han encontrado a su
pareja. El sexo es muy importante a cualquier edad y no creo que se deba renunciar a él,
yo siempre animo a la gente a que lo practique porque ser mayor no es un impedimento
para ello», exclama con entusiasmo.

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8.-BIBLIOGRAFÍA, FILMOGRAFÍA, PÁGINAS WEB DE


INTERÉS

™ FILMOGRAFÍA

TITULO ORIGINAL Elsa & Fred (Elsa y Fred)


AÑO 2005
DURACIÓN 106 min.
DIRECTOR Marcos Carnevale
GUIÓN Marcos Carnevale, Lily Ann Martin, Marcela Guerty
MÚSICA Lito Vitale
FOTOGRAFÍA Juan Carlos Gómez
REPARTO Manuel Alexandre, China Zorrilla, Blanca Portilla, Roberto
Carnaghi, José Ángel Egido, Gonzalo Urtizberea, Omar
Muñoz, Carlos Alvarez Novoa, Federico Luppi
PRODUCTORA Coproducción Argentina-España; Shazam / Tesela P.C.
WEB OFICIAL http://www.elsayfred.com/
GÉNERO Y CRÍTICA Comedia / SINOPSIS: Elsa tiene 82 años, 60 de los cuales
vivió soñando un momento que ya había sido soñado por
Fellini: la escena de La dolce vita en la Fontana di Trevi.
Alfredo es un poco más joven y siempre fue un hombre de
bien que cumplió con su deber. Al quedar viudo,
desconcertado y angustiado por la ausencia de su mujer, su
hija le insta a mudarse a un apartamento más pequeño, donde
conoce a Elsa. A partir de este momento, todo se transforma.
Elsa irrumpe en su vida como un torbellino dispuesta a
demostrarle que el tiempo que le queda de vida es precioso y
puede disfrutarlo como le plazca. (FILMAFFINITY)

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DEL ROSA AL AMARILLO

Título original: Del rosa al amarillo


Año: 1963
Duración: 90
Compañía Productora: Eco Films S.A. Impala,
S.A.
Distribuidora: C.B. Films S.A.
Distribuidora DVD: Sogepaq
Género: Comedia
Reparto: Antonio Alfonso Vidal, Antonio D. Olano,
Cristina Galbó, José Vicente Cerrudo, Juan Ramón
de la Cuadra, Julio Martín, Lina Onesti, Manuel
Summers, María Hevia, María Jesús Corchero,
Pedro Díaz del Corral, Pilar Gómez Ferrer, Sergio
Mendizábal, Valentín de Miguel, Vicente LLosá,
Dirección: Manuel Summers,
Productor: Francisco Lara, Manuel Summers,
Guión: Manuel Summers,
Música: Antonio Pérez Olea,
Fotografía: Francisco Fraile,
Montaje: Antonio Gimeno,
Dirección artística:
Nacionalidad: España
Fecha de Estreno: 05-09-1963
Clasificación: No recomendada menores 13 años

Sinopsis:
Guillermo, de 12 años, está enamorado de Margarita, de 13. Un día Margarita, por medio de su mejor
amiga, "La Ratona", confiesa a Guillermo que le gusta. Llegan las vacaciones. Margarita en la playa y
Guillermo en el campo, intercambian cartas de amor. A la vuelta, Guillermo se pone sus primeros
pantalones largos y corre a reunirse con su amada, pero sólo encuentra a "la Ratona" con un nuevo
mensaje.
En la segunda historia, Valentín y Josefina pasan sus últimos años en el asilo. Como allí, hombres y
mujeres están separados, se conforman con intercambiar cartas y tiernas miradas en la capilla, dadas las
absurdas y obsoletas reglas del lugar...

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Los puentes de Madison


TITULO ORIGINAL The Bridges of Madison County
AÑO 1995
DURACIÓN 135 min.
PAÍS
DIRECTOR Clint Eastwood
GUIÓN Richard LaGravenese (Novela: Robert James Waller)
MÚSICA Lennie Niehaus
FOTOGRAFÍA Jack N. Green
REPARTO Meryl Streep, Clint Eastwood, Annie Corley, Jim
Haynie, Victor Slezak
PRODUCTORA Warner Bros / Malpaso / Amblin
GÉNERO Y CRÍTICA Drama romántico / SINOPSIS:
Meryl Streep es un ama de casa que abandonó sus sueños por
cuidar de su marido y criar a sus hijos en una pequeña granja del
perdido condado de Madison. La llegada de un fotógrafo del National
Geographic (Clint Eastwood), un fin de semana que su familia está
fuera, le abrirá los ojos y el corazón a un mundo enterrado en años
de rutina, y le hará aflorar sentimientos escondidos que entrarán en
conflicto con la persona que ha sido hasta ese momento.
Curiosamente, el mejor melodrama romántico de las últimas
décadas no está protagonizado por guapos adolescentes, sino por
dos maduros actores que nos regalan una historia de amor
conmovedora, real y de una sutileza mérito del clasicismo del mejor
Eastwood-director. La ceguera de Hollywood la nominó a sólo un
Oscar -mejor actriz-, pero tras su visión uno se pregunta si
realmente en todo el metraje de "Braveheart" más "Babe" más
"Apolo XIII" -las 3 principales películas nominadas ese mismo año-
hay un atisbo de tanta sutil intensidad como en esa escena en la que
el duro Clint llora de amor bajo la lluvia mientras la mano de Streep
duda entre abrir la puerta a una nueva vida...

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Jack Nicholson, Diane Keaton y Frances McDormand, galardonados con los


Premios de la Academia, protagonizan junto a Keanu Reeves y Amanda Peet
Cuando menos te lo esperas, una sofisticada comedia romántica de la guionista y
directora Nancy Meyers (En qué piensan las mujeres, Tú a Londres y yo a
California), que confirma que en los asuntos del corazón se puede esperar lo
inesperado.
Harry Sanborn (Nicholson) es un soltero recalcitrante que sólo sale con mujeres
que tengan menos de 30 años. En lo que iba a haber sido un romántico fin de
semana con su más reciente capricho, Marin (Peet), en la casa de la playa de la
madre de ésta en los Hamptons, Nueva York, Harry empieza a sentir dolores en el
pecho. La madre de Marin, Erica Barry (Keaton), una autora teatral de éxito y
divorciada, accede a regañadientes a ayudar a cuidarle hasta que se reponga. Una
vez que están los dos solos, Harry se sorprende al darse cuenta de que se siente
atraído por Erica por todas las razones adecuadas. Y a pesar de sus protestas
iniciales sobre Harry, Erica se da cuenta de que está volviendo a descubrir el amor.
Surgen complicaciones amorosas cuando Erica es también asediada por el
encantador médico de Harry, el treintañero Julian Mercer.

La sexualidad de las personas mayores. Mónica Ramos Toro. Directora de INGESS 43


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™ BIBLIOGRAFÍA

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http//:www.rtve.es

• Reportaje de la Noche Temática “La rebelión de las canas”


1er reportaje “La sexualidad de las mujeres mayores”

• Reportaje de Documentos TV
“Salir del armario a los 60”

La sexualidad de las personas mayores. Mónica Ramos Toro. Directora de INGESS 46

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