0 valutazioniIl 0% ha trovato utile questo documento (0 voti)
53 visualizzazioni3 pagine
Este documento resume la teoría del consumo de Marshall Sahlins sobre las sociedades primitivas en comparación con las sociedades industriales modernas. Sahlins argumenta que las sociedades de cazadores-recolectores vivían en una "primera sociedad de abundancia", a pesar de su pobreza material, debido a la transparencia de las relaciones sociales y la ausencia de monopolización. Por el contrario, las sociedades industriales están dominadas por la escasez y la competencia, lo que aumenta la carencia individual a pesar de los mayores
Este documento resume la teoría del consumo de Marshall Sahlins sobre las sociedades primitivas en comparación con las sociedades industriales modernas. Sahlins argumenta que las sociedades de cazadores-recolectores vivían en una "primera sociedad de abundancia", a pesar de su pobreza material, debido a la transparencia de las relaciones sociales y la ausencia de monopolización. Por el contrario, las sociedades industriales están dominadas por la escasez y la competencia, lo que aumenta la carencia individual a pesar de los mayores
Este documento resume la teoría del consumo de Marshall Sahlins sobre las sociedades primitivas en comparación con las sociedades industriales modernas. Sahlins argumenta que las sociedades de cazadores-recolectores vivían en una "primera sociedad de abundancia", a pesar de su pobreza material, debido a la transparencia de las relaciones sociales y la ausencia de monopolización. Por el contrario, las sociedades industriales están dominadas por la escasez y la competencia, lo que aumenta la carencia individual a pesar de los mayores
del reparto, según el esquema idealista de los «vasos comunicantes».
El flujo de bienes y de productos no se equilibra como el nivel de los mares. La inercia social, a diferencia de la inercia natural, lleva a un es- tado de distorsión, de disparidad y de privilegio. El crecimiento no es la democracia. La profusión es funcional a la discriminación. ¿Cómo podría entonces ser su correctivo?
EL PALEOLÍTICO O LA PRIMERA SOCIEDAD DE ABUNDANCIA
Debemos abandonar la idea recibida, según la cual una sociedad de
abundancia es una sociedad en la cual se satisfacen fácilmente todas las necesidades materiales (y culturales), pues esa idea hace abstrac- ción de toda lógica social. Mucho más acertada parece la idea, retoma- da por Marshall Sahlins en su artículo sobre la «primera sociedad de abundancia» 9 , que sostiene que nuestras sociedades industriales y productivistas —a diferencia de ciertas sociedades primitivas— están dominadas por la rareza, por la obsesión de rareza característica de la economía de mercado. Cuanto más se produce, más se destaca, en el seno mismo de la profusión, el alejamiento irremediable del término final que sería la abundancia, definida como el equilibrio de la pro- ducción humana y de las finalidades humanas. Puesto que lo que se satisface en una sociedad de crecimiento, y se satisface cada vez más a medida que crece la productividad, son las necesidades mismas del orden de producción y no las «necesidades» del individuo, sobre cuyo desconocimiento reposa, por el contrario, todo el sistema, es evidente que la abundancia retrocede indefinidamente; mejor aún: la abundan- cia se niega irremediablemente en provecho del reinado organizado de la rareza (la escasez estructural). Para Sahlins, quienes conocían la verdadera abundancia, a pesar de su absoluta «pobreza», eran los cazadores recolectores (las tribus nómadas primitivas de Australia, del Kalahari, etc.). Los primitivos no poseen nada propio, no están obsesionados por sus objetos, que van
Les temps modernes, octubre de 1968.
64 LA LÓGICA SOCIAL DEL CONSUMO
descartando para desplazarse más cómodamente. No hay entre ellos
ningún aparato de producción ni de «trabajo»: cazan y recolectan «con tranquilidad», podríamos decir, y comparten todo entre sí. La prodigalidad es total: consumen todo de entrada, sin cálculo econó- mico y sin almacenar. El cazador recolector no tiene nada del homo economicus de invención burguesa. Desconoce los fundamentos de la economía política. Ni siquiera se acerca a los límites de las ener- gías humanas, de los recursos naturales y de las posibilidades efecti- vas. Duerme mucho. Confía —y esto es lo que marca su sistema eco- nómico— en la riqueza de los recursos naturales, mientras que nuestro sistema está marcado (y, con el perfeccionamiento técnico, cada vez lo está más) por la desesperación ante la insuficiencia de los medios humanos, por una angustia radical y catastrófica que es el efecto profundo de la economía de mercado y de la competencia ge- neralizada. La «imprevisión» y la «prodigalidad» colectivas, características de las sociedades primitivas, son el signo de la abundancia real. Nosotros sólo tenemos las señales de la abundancia. Acorralamos, mediante un gigantesco aparato de producción, los signos de la pobreza y de la es- casez. Pero la pobreza no consiste, dice Sahlin, ni en una pequeña cantidad de bienes ni simplemente en una relación entre fines y me- dios: la pobreza es sobre todo una relación entre los hombres. Lo que funda la «confianza» de los primitivos y lo que hace que vivan la abun- dancia aun pasando hambre es, finalmente, la transparencia y la reci- procidad de las relaciones sociales. Es el hecho de que ninguna mono- polización de ninguna especie, ya sea de la naturaleza, del suelo, ya sea de los instrumentos o de los productos del «trabajo», interfiere en los intercambios ni instituye la rareza. Tampoco hay acumulación que siempre es la fuente del poder. En la economía del don y del intercam- bio simbólico, una cantidad escasa y siempre finita de bienes basta para crear la riqueza general, pues esos pocos bienes pasan constante- mente de unos a otros. La riqueza no se basa en los bienes, sino en el intercambio concreto entre las personas, por lo tanto, es ilimitada, ya que el ciclo del intercambio no tiene fin, aunque se dé entre un núme- ro limitado de individuos, pues cada momento del ciclo de intercam- bio agrega valor al objeto intercambiado. En el proceso de competencia v de diferenciación características de nuestras sociedades civilizadas e
65 TEORÍA DEL CONSUMO
industriales lo que se advierte es la inversión de esta dialéctica concre-
ta y relacional de la riqueza, que aparece como dialéctica de la carestía y de la necesidad ilimitada. Cuando, en el intercambio primitivo, cada relación aumenta la riqueza social, en nuestras sociedades «diferencia- les», cada relación social aumenta la carencia individual, puesto que toda cosa poseída queda relativizada con respecto a los otros (en el in- tercambio primitivo, se valoriza por la relación misma con los demás). Por todo lo dicho, no es paradójico sostener que en nuestras so- ciedades «afluentes», la abundancia se ha perdido y que no podrá re- cobrarse aumentando al infinito la productividad ni liberando nuevas fuerzas productivas. Puesto que la definición estructural de la abun- dancia y de la riqueza está en la organización social, únicamente po- dría reinstaurarla una revolución de la organización social y de las re- laciones sociales. ¿Retornaremos algún día, más allá de la economía de mercado, a la prodigalidad? En lugar de la prodigalidad, tenemos el «consumo», el consumo forzado a perpetuidad, hermano gemelo de la escasez. La lógica social dio a conocer a los primitivos la «primera» (y única) sociedad de abundancia. Nuestra lógica social nos condena a una carestía lujosa y espectacular.
Iniciativas para la sustentabilidad. Transformando personas, construyendo país: Experiencias y aprendizajes desarrollados en el marco del Diplomado en Educación para el Desarrollo Sustentable de la Universidad de Santiago de Chile