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ADOLFO COUVE La Comedia del Arte pete PLANETA Biblioteca del Sur we SOBRE LA CUERDA FLOJA (an itinerario) Srror EXCENTRICO se entiende a aquel que vive lejos de] centro, ena barriada, entonces Adolfo Couve ‘se recorta como tal en el mapa cultural chileno. No sélo porque se acogié al exilio interior y esco- gié.un balneario de provincia que no figura entre Jos que estén de moda para vivir, sino porque ademas y desde que empez6 a publicar a fines de los 60, su literatura marco una completa diferen- cia respecto de sus pares de generacion. ‘Como sefialé el critico Martin Cerda “Con EI pieadero (1974), la novela chilena se desentiende ide ese interminable monéloge interior en que la habian precipitado algunos coeténeos suyos, emu Jando ritualmente alos repetidores criollos de un Joyce mal leido”, Perteneciente ala generacién post-boom lati- noamericano, Couve tampoco adhiri6 a esa filia- 9 Wwe Adioifo Cove cién vanguardista y, por el contrario, desarrollé luna escritura ajena amodasy tendenciasafincada tn la tradicién de la novela realista francesa del siglo XIX y especialmente en Gustave Flaubert: Sus relatos, siempre acogidos a un formato ‘reve, son concentrados y precisos engranajes mediante los cuales pone en movimiento perso- 1s y mundos sumidos en atmésferas de fugacidad y melancolia. ‘Tras el artificio de una descripci6n que s° atiene a una supuesta “objetividad”, el narrador da cuenta de la callada catéstrofe envuelta en lo Sotidiano. Mientras los personajes cursan los des- lucidos lugares communes propios de toda existen- cia, las casas, los objetos y los paisajes recogen como imanes toda la subjetividad, a la vez que anuncian la perturbacién y la extrafieza. picadero (1974), El tren de cuerda (1976), La reoci6n de pintura (1979) y Elpasaje (1989) Forman la tetralogia de Couve. Son cuatro infancias: la pri- mera en tanto intima epopeya en torno al origen, ja segunda como instanténea bajo el sol de Ta provincia, la tercera al modo de un dibujo Reoclasico y la cuanta como opresivo recuerdo de ‘unos tacos femeninos —los de la madre que re- gresi, tarde en la noche— sobre el asfalto ‘Como si hubiese terminado una pesada ta- rea, el escritor sufri6 una larga crisis después de ‘emitir la ultima de estas narraciones. Enel marco 10 de una fantasia formal donde, como sostenia Flaubert, “los sinénimos no existen”, y tras haber nominado las cuitas pendientes con su memoria de la nifiez, el autor leg6 a un callején sin salida. Es probable que otro gallo le hubiese cantado si envezde buscar —como él dice— Ia dificultad en Ja literatura se hubiera contentado con adminis- trar el talento que le sobra como pintor. Artista por partida doble, prefirio arriesgar su expresion én el tertitorio de la delgada palabra y apost6 a ella lo que tenfa. “Como vivo en medio de una total precariedad en materia de creencias, necesi- taba agarrarme de algo. Eso lo encontré en la literatura y especialmente en Ia descripelén rea- lista porque ah{ se acaba el “yo” y como yonome quiero mucho, si dejo de ser yo, empiezo a poder estar vivo. Si describo creo una realidad paralela en cuyo estricto cédigo me puedo sostener. Es una alegria muy grande cuando sientes que vas armando un organismo fuera de ti y eso da una seguridad tremenda —aunquesea por algxin tem po que a mi no me da ninguna otra cosa. Mi vida ha sido esta inseguridad-segura. Perocon Fl pasaje fue tal la introspeccion, tanto me desgasté, {que mas que una novela lo que hice fue un objeto y es0 signified llevar las cosas demasiado lejos Me acostumbré a vivir en la casa de ese pasaje donde transcurre la novela y olvidé cémo salir. ‘Cuando a terminé, el texto me expulsé y quedé WW Woe Adolfo Cowoe en una tierra de nadie”. Entonces se refugié en la pintura y no volvié a publicar hasta fines de los 80. Lo hizo primero ton Ta copia de yeso —novela que emplea el recur co epistolar— y luego con El cumplemios del seior Balande, narracion esta tiltima de exiguas cuaren- ta paginas. A partir de entonces empez6 para Conve una nueva indagacton en el lenguaje que hoy arroja, com Lt comedia def arte, su emancipe- cian respecto del formato realista y después de Baineario (1993) representa una etapa inédita en su escritura. En su prologo a El cumpleartos... Adriana Valdés apuntacon agudeza quelaminiaturizaciOn formal elegida por Couve es “un recurso de cari- catura, carnavalesco” respecto de la novela but- guesa como género canénico, “wna forma tam tien de poder echérsela al bolsillo”. Pero para ceo, advierte la prologuista, “el miniaturista debe dominar el oficio hasta sus mas minimos detalles ») Poner dos frases, una al lado de la otra, 6s aqui un procedimiento tan cargado como la pos” sfa, 0 como Jas imagenes en secuencia de una buena pelicula”. Dicho sea de paso: al leer las novelas de Couve uno“ve" todo, Tema, argumento y Perso- najes se acoplan en escenas que se mortan, unas sobre otras, como “tomas” perfectamente engar wads, Atin no se ha hecho wn filme, por ejemplo 2 La comedia det arte con La leccién de pintura, pero seria quién sabe si ‘una buenamanera de soslayar la compulsion que afecta a Ja cinematografia nacional por coser con respuestas generales la tarea de resolver el falso dilema de la identidad nacional que, como decia Borges, “es una fatalidad o uria mascara”. “La seduccion de su propuesta estética es mas sutily por cierto nada tienen que ver las égrimas que lloran los cocodrilos del realismo magico de masiva venta en el mercado metropolitan de lo exdtico. Con el foco apuntando hacia una intimidad ireductible, Couve aborda en sus escritos un problema estetico donde entre otras cosas se eV can particulares ecos de un mestizaje cultural cuyos movimientos se registran sobre todo en el Jenguaje. Poreso Couve ha sofiado condevolver a Paris, desde Latinoamérica y a partir de un tiemt- po y un espacio diferidos, la impronta literaria del realismo decimonénico francés Pero muy suyo es también el no haber abor~ dado el avién al que recientemente casi se subié con él fin de llevar a cabo su empresa: “Estuve a punto de caer en Ja tentacién de la maleta. Me podrfa haber comprado una pequefia pieza en Paris, pero una vez me arranqué a Cartagena y hacerlo de nuevo hubiera sido rejuvenecer de mentira. Habria perdido mi lugar y lo habria mirado en menos. A qué puedo ir yoa Paris? 7A 2B we ‘Adolfo Couve triunfar? Ya no triunfé, pero es bonito no haber triunfado y me estoy enamoranco de eso tape pién, Tengo un perro y un Joro. ;Qué hago con ellos? Y les debo harto porque no son literatura Es un problema grande. Estoy enredado con a oro, Et loro me quiere y dice mi nombre, Enton- ces yo no podria ser felizen Paris sabiendo que el Torova acstar diciéndole” Adolfo” aalguien aqut ea Chile, Porque el loro me ha acompafiado diez afios y nolo puedo hacer les”. Couve vive en Cartagena desde hace diez afios en una casa que se le asemeja y que mira gobge of maz. Al sentarse entre el desorden de eliotropos, lantanas y suculentas ge escticha al Joro que lo lama, Ese loro es todos los lores, elde Tabatinga, el de Robinson Crusoe, el de Felieité: el ave parlante que acompafta a los natufragos ¥ que Edgard Allan Poe suplant© por 12 solemni- gad de un cuervo que, con a certidumbre de un gedculoy la precision de un elo}, contestaa todas Jas preguntas con un “Never more”. Con La comedia del arte 1o que hace el escritor es cobrarse una libertad merecida tras haber he- cho una rigurosa tarea literaria durante tres déca- dias, Como en ottas de sus obras, tambien aqui std presente la pregunta sobre la verdad e” a ste, Pero en esta ocasion el “tema universal” ¢8 superado por elmitoy la parodia y los personajes ceden para dar paso a Jos arquetipos. Como en “4 Le comestia cel arte ‘una 6pera de Mozart, la faréndula cartagenina se despliega como telon de fondo para el crama 018 comedia protagonizada por Camondo, el patético pintor realista, Mavieta, su modelo y musa que aprovecha los momentos de pose para desgranar porotos en sui casco de Afrodita, Sandro, el joven artista dotado por los dioses con todos los atribu- tos que le faltan a Camondo, un fot6grafo de playa, el coro de viejas de una residenctal, 1m pesformer que dibuja efimeros Patos Donalds Sobre la arena, los artistas del hamibre que trabs- jan en una tirillenta carpa de San Antonio y la mujer barbuda encargada de ejecutar la implaca- tle sentencia de los dioses del Olisnpo. “Novela contra la capital y sobre la provincia farandulesca, La Comediadel Artees una ara pieza literaria mediante la cual el escritor como fundmbulo efectia, sin red protectora, una prue- ba radical sobre la cuerda floja. “Yo creo que el miedo a la muerte se le quita a alguien que trabaje enalgomuy dificil. Me interesa ir del intento ala olucién aunque sea fallida, merodear y mero- dear en tomno alo que quisiera hacer. A la perfec- eign no se llega nunca porque como decia un amigo mio: nadie escribe bien”. Claudia Donoso Santiago, julio, 1995. 15 we La Comedia del Arte ‘CaprTuto PRIMERO CAMONDO EN LOS INFIERNOS 1 Bs LA TERCERA VEZ que intento este relato, esta tragedia, esta parodia. "Antes fracasé. La significativa alegorfa del argumento desequilibraba el texto. Para lograrlo ahora, me hasidonecesaria una artimafia, una argucia: echax mano de una extre- ma licencia, dejar de lado el modo habitual con que suelo abordar la confeccion literaria. Me e%- plico: dar prioridad s6lo al argumento, es més, hablar del tema en lugar de narrarlo. ‘Normalmente me esfuerzo en lo contrario, es decir, ligar lenguaje y contenido con mucha acuciosidad para alcanzar un todo arménico. EL resultado en este caso fue desastroso: se obstruyo tan loable engranaje; forma y fondo se fueron por sucuentayla transparencia, fluidez,y sobretodo, la amenidad, no estuvieron presentes. 19 Wwe Adolfo Couroe sin embargo, el tema mismo qued6 latente, intacto, como aguardando una nueva oportuni: dad, Para rescatario, repito, decid tansélo hablar Mio élcomo acontece cuando describimos un libro, un suefio o una pelicula. Sospecho que esta vez anduve més cercar més acertado. 2 EL asunro is que supe de un pintor de mediana edad que, en compania de su querida, una mode Yo dada de baja, trepé un dia de verano en un bus interprovincial y se dirigié al balneario de Cartagena, lugar donde vivo desde hace afios. Es curioso que, paseando come tengo la cos tumbre todos los dias nunca me fijéenellos, y e80 que Camondo y Marieta esultaban bastante °° forios, ya que él vestia tna rara cotona de lino, un. gorro blanco de alas blandas y,s0bre todo carga pon anacronico caballete de paisaje, la maleta,¢l piso plegable y hasta una ridfcula sombrilla que ensartaba en la arena. “Marieta era una mujer entrada en cannes, no precisamente de la manera abultada que resPore ee a la conocida estética de los artistas visuales, Sino de una gordura descuidada que indicaba que sélo era valorada y requerida por él pintox 20 La comedia del arte Camondo. "Ademés, exhibta cicatrices en el abdomen, detalle imperdonable en una artista dela tarimay Ja inmovilidad. En cuanto el bus se detuvo en la plaza del balneario, fueron abordados por los jovenes que se dedican a sugerir a los veraneantes residencia- les y hoteles. ‘Los Camondo se escabulleron de entre la muchedumbre y cruzaron la plaza. Recuerdo que en esta parte hice antes una detallada descripcién de este lugar venido a me- nos: su situacién actual en oposicion a como era a comienzos de siglo, el destino de los bancos de ‘hjerro, el estado deplorable de los arboles y una meditacion sobre el horrible busto del Padre dela Patria, desdibujado por los repetidos brochazos de reluciente purpurina. ‘La pareja descendi la empinada pendiente que lleva a la Playa Grande. No habia espacio g6lo cabezas, quitasoles y un gentio tan abigarra- do como la arena. Donde poner un alfiles? El mar liviano transparentando el oleaje, el cesmeralda y ese bullicio que no sabe uno si viene Gel agua, del sol, del puiblico o de lo radiante det (dia. A veces una voz precisa se desprende del yesto del concierto y Iuego retorna al griterio general, que uno asocia con regocijo, abandono del cuerpo y de las preocupaciones. un Adolfo Conve Creo, segiin vago recuerdo, que a esta des- cripcién de los bafiistas afiadi una postica rela cién de las olas que se ven al fondo de esa extensa playa de arena negra, la que decia: “Reventaban en silencio como el graznar mudo de las gaviotas lejanc Luego venta Ia escena de la pareja en medio del gentio; el quitasol, el atrl, la maleta, los bultos enredados en el atiborramiento de baflistas que caminaban en sentido contrario. El pintor Camondo, con su sombrero encima de las gafas, no era ni grueso ni bajo ni flaco; fan comtin y cortiente que esto dificultaba una des- cripci6n sobresaliente desu! estampay fisonomia. Marietaalazaga, a topetones con los veraneantes, dejaba sus redondeces atascadas entre muslos, grupos, familias dela mano, como suelen preven” farse algunas para entorpecer atin mas el desfile, Entraron en la residencial San Julién. {Y pensar que yo pernocté tantas veces en ese alojamiento! Loqueno tengo claroes sien la época en que Camondo arrendé la buhardilla del tercer piso, ‘yo aim vivia allt Creo queno; me acordarfa de tan estrafalaria pareja. La Pilitay la Jas hermanas duefias Ee la residencial, atendfan a su clientela por 1a cantina, ocupando el mes6n de ese local. Nose atrevian a abrir el vestibulo por el gran 2 La comedia del arte flujo de gente. ‘All, las dos viejas, con peluquin y postizos, intentaban determinar cual solicitante era digno de confianza. ‘Aun tengo presente en la memoria cémo describ el cajén de la sumadora que, sonoro, le daba en las costillas a una de las viejas. ‘Camondo se hacia notary exhibiendo en alto al caballete, pretendfa envolver a las hermanas consu apariencia de artista, treta que escondia un tanto su particular relaci6n con la modelo. Eso crefa él. Las viejas Arancibia venfan de vuelta; estaban acostumbradas a todo tipo de estratagemas y no se inmutaban siquiera cuando una desvergonzada pareja alquilaba un cuarto por un rato. De todos modos, la Pilita se tomé su tiempo; asociaba, al revés de lo que suponfa Camondo, el ‘caballetecon disturbios pasionales, arrebatos, his- torias que habia visto en el televisor en blanco y negro que cada tarde encendia junto al ventanal. ‘Ante aquel aparato se instalaba en compafifa de una media docena de ancianas, empleadas, la mayoria desahuciadas por patronas capil que las dejaban allf de por vida. ‘La Chelita, la Luz, la Luisa, la Cora, la Berta y la Negra. La Chelita dormitaba medio cuerpo fuera de lasillay habfa que darle con la cuchara ena boca. B woe Adolfo Cove Noséloserviaesta operacion para alimentar- Ja sino para comprobar siatin estaba viva, TTentado estoy de olvidar mi intencion des- cuidada de “hablar” sobre mis protagonistas Y, ce cambio, eumirios en el relato convencional para que sean més ellos y, poco poco, a medida que adquieran realidad, vayan desprendiéndose Jel autor, manteniéndolo en un disimulado se gundo plano. Peroesto seria frustrar mi proyecto, J me temo que, si bien ellos aleanzarfan a veces mayorrelieve, vueltosliteratura habitual podrian ambien caer en lo que en un principio sefialé y, mdems, en el riesgo e inconventencia que les significaria el repaso. ‘Resumiendo: los Camondo se instalaron en. el tercer piso de la residencial, en un cuanto azul die techo inclinado que cafa a plomo en el fondo de la pieza, al frente de una pequefia mansarda que se abria ala inmensidad de esos dos celestes, di del mary el cielo, separados por una imprecisa Iinea de horizonte que dividia ambas tonalida- des. [No se conrunpan estos renglones con borrador, oweto o notas para un desarrollo ulterior; 18 forma que-va adquisiondo el relato responde alo 28 La comedia del arte enunciado, ademas utilizoa mi amafiola primera persona, licencia que antes, Por Jo general, nome permiti. Del ventanuco del altillo que tom6 la pareja, galieron a deambular péjaros que yo anterfor- mente, haciendo alarde estilistico, me pregunta pa: sgolondrinas o murciélagos?, luego hablaba de las veletas oxidadas que, atascadas, porfian ante la ventolera del mar. Una vez.establecidosel pintor yla modelo, se regulariz6 su existencia yeadamaftana Camondo acudia al paisaje. ‘Muy temprano, antes que los veraneantes oscurecieran y trajinaran la playa, cuando los primeros rays del sol tropezaban con las basuras F accidentes que la muchedumbre habia dejaclo nel extenso arenal, el artista se dirigfa hasta el final de esa descomunal distancia, aquella de: olas silenciosas como el graznar mudo de gavio~ tas y pidenes’. ‘Ya entre las dunas abria su atril, ensartaba el quitasol de lona, preparaba el piso, los colores, tela y se daba a la dificil tarea de traducir la yealidad, introduciéndola en esa superficie plana. No contento con el resultado de su copia, cogfa el cuadro y lo oponia al cleaje, comproban- do la diferencia que atin persistia entre los colores del original y los suyos. Cuando estén iclénticos ge decia— deberian confundirse cielo con cielo 25 wwe Asiolfo Cowne y mar con mar, de tal modo queel cusdro desapa- Jerera completamente y er. la inmensidad del Sobano se percibiera un diminuto rectangulo de tnmovilidad. Pero e80 es pedir demasiado, Porlo que, desalentado, volvia alaSan Julian y antes de entrar miraba con cierta amargura su trabajo Y, veces, arrimandose al borde del rompeolas, aro" jaba el mar al mar. jy tu paisaje? —inquirla la modelo. ‘Camondo se encogia de hombros. Entonces ambos ascendian la crujiente esca- leray se encezraban en Ja buhardilla. El pintor se negaba a comer argumentando que no sentfa “Ia satisfacci6n del deber cumpli- do" y quitando los colchones al somier, obligaba a Mariota a encaramarse alli para dar la pose. “natomaticamente la mujer se desprendia de europa y,conservando los zapatos puestos: cami- gnaba cadenciosa hasta esa tarima improvisada. ‘Una vez arziba aprovechaba de desgranar porotos, echéndolos en el easco de Afrodita que Pemondo Ie perdonaba no equilibrar sobre 18 cabeza. ‘Muchas veces con la vista perdida en la leja- nia evocaba sus inicfos: una interminable banca anteuna gigantesca puerta en el segundo pisodel Palacio de Bellas Artes. Sobre el dintel, una ins” cripcién ininteligible. El comedor de maérmol de dos colores y, alli, sentadas, las mujeres aguar 26 La comedia del arte dando que se abriera esa sala y un ordenanza las Jlamara por turno ala prueba. ‘Dentro, el aire enrarecido por Jos olores del aceite y la trementina y, tras el enorme vertanal fraccionado de acero, los Arboles del parque. “Las estufas encendidas y ante la colchoneta, sentados tras un pupiite, los viejos académicos, maestros conocedores | de carnaciones, medios to- whos, luces en Ja sombra, Afuera las aspirantes: madres apremiadas de recursos, algunas con un crfo restregandoscles en Ta falda, jovenes sin tra- ajo, gente muy modesta. ‘Marieta, sin la venia del padre, contaba ape- nas quince afios cuando se aventuré a busear ese empleo. ‘La lamaron de las sltimas. Una vez en la penumbra dela sala, se dirigioalacasucha,¥ allt, Gespojada de sus ropas, no se atrevia a sali, El mas viejo de los catedraticos hizo un impa- ciente gesto al mozo, quien le golpes la puerta. _-Sefiorita, aptirese, estén esperande. Maricta, sin la bata ni los zapatos de tacon, que eran lanorma, completamente desnuda ate sed eae enorme espacio y se encaramé en 1a tarima. {Ya bata y los zapatos? Dero las burlas disimuladas y Jos comenta- ios de doble sentido quedaron suspendidos ante esas formas y armonia espléndidas. a we Aslolfo Couve Se queda —fue la resoluci6n unézime Devucltaa casa no sabia como notificar ales guyos de su nuevo trabajo, Sobre todo, intufa la nnegativa que vendria de su padre, un estricto Y fandtico obispo mormon. Tae a la madre a quien primero confié la noticia. ~ sTu padre se muere, tu padre te mata! Mariota se encer6 en su dormiterio con Iz- ve. ‘Alahora dela cena, viendoe! hombre que su hija no acudia a ocupar el puesto, protest por st tardanza, _Marieta no se siente bien —dijo Ja madre. Fae entonces cuando Ia joven ideo aquel in- olito plan, Completamente destiuda, come Dios a echd al mundo, se present a lamesa y se sentO ante el plato w tte has vuelto loca? —grité el obispo guiendose violento. = No, padre, loca no, deseo que seas € due primero ponga sus ojos sobre mi desnudez “respondi ella. Te mmuchos afios el hombre no le dirigié le palabra. 28 ee nedia del arte 4 LY autt mceneapcs con ave tanto tempo, los Camondo llamaban la atencién de las viejas dela San Julian, quienes, envalentondndose una con otra, se decidieron finalmente a escudrifiar por la cerradura qué cosas hacian la extravagante Pare ja. Dandose animo sobre los peldafios flojos y apolillados, subieron aferradas la bar andaigual- cesnte oueltay, una vez.en el corredor, frente ala puerta, se turnaban en el hueco dela chapa ‘La primera vez que lo hicieron, fre la Pita quien puso antes que su herman el ojo en el orificio. ‘Dentro, Marieta completamente desnuda, ha- cia la Diana Cazadora; con carcaj de flechas a la espalda y sosteniendo un arcoen la diestra rept saba sobre una piel de leopardo que Camondo acarreaba a todas partes. “= |Dios santo, carambal —profirié la propie™ aria. $i hubiese visto esto mi difunto esposo! ~ }Quéhacen, quées? —decialamenor. Lue~ go, expiando a su turno la clasica escensy opind: ‘En pelotas,Jesismfo, no faltaba més) y tan sens que oe veia la mujer cuando por las tardes pedia ver la teleserie con nosotras, ‘Siempre hablanco 29 we Adolfo Couve josy recetas la muy putal \Vaya a saber una aque gentuza seré estal Hermana, pidales la pieza, testo no puede ser, mal que mal ésta es una casa decente. *Yafirmandose de nuevounaen otra llegaban abajo, al patio trasero, donde deambulsban las allegadas de por vida. "En tanto Camondo continuaba con sus pane ramas, Matieta advertia el desaire unénime de que era vietima a la hora en que las smujeres arrimaban sillas ante la pantalla chica. Cawonno Arctia mil razones para permanecer fiel al paisaje convencional. Hablaba de una sv" puesta vuelta de la pintura realists después de fantos afios de experimentos y busquedas estéri- les. Como eta intuitive, aunque desinformado, advinti que a comienzos de la década de los cchenta, tanto en Europa como en los Estados Unidos, el mundo pictorico se reconciliaba con paletas, plintos, pinceles y lino. El uso del dleoen br escuela Uamada “neoexpresionista” Hegaba yhasta las costas del balneatio como el recado de ‘un tesoro en el vientre de una botella, Y si el officio tradicional de empastes ¥ veladuras, valores, colores, formas abiertas y ce 30 La comedia del arte rradas estaba nuevamente en boga, también, por afiadidura, la fama, la inmortalidad, tan puestas ‘en duda en décadas pasadas, regresaban a coro- what las sienes de los que siempre confiaron en el etomno, en la tradicion, en el renacimiento del noble y antiguo oficio. Camondo se encontraba entonces, a pesar de gus cuarenta y tantos afios, otra vezen el comien- zo, Apurd ante las olas todos sus conocimientos académicos, dando golpesintrépidos de mufieca, combinados con certeros ajustes del color en. su jluminacién exacta, para asi “traducir la esencia misma de las cosas”. Gj afuera habia arena, enlacaja estabael ocre} i al frente la transparencia azul y verde de les aguas on Vaivén, en ol tubo el esmeralda y et tultramar para reemplazarlos; y si finalmente el panorama requeridomostraba gran diferencia de Gensidades entre arena y agua, en su paleta exis tia la equivalencia, ya que el espesor del ocre junto al blanco de zine eran mucho mas densos que la liguida y diluida transparencia de las tne fas. El resto era ese imponderable, ese impulso, esa voluntad de tocar como Midas la tela y dar vida al poder creador. *Y mientras manchaba ufanoe iba completan- do la tersa superficie delona, se imaginaba en las inauguraciones de las grandes galerias, aduladeo 31 We Adiolfo Cowne enmedio del gentio, cegatio por los flashes de los periodistas,citado en diarios y revistas, reprodu- Fido en catdlogos y monografias y, finalmente, agin dia, colgado en tun lugar por ley inamovy ble, caspide a que sélo puede acceder un gran artista, un genio: el museo. ‘Un dia de mucho delirio, consecuencia de haber acertado bastante ema traduecién del tema escogido, volvié a la San Julién cuidando Ie tela hndmeda como si se tratara de una criatura de pecho. Carinaba lento porque la observaba a cada. instante. Tl viento inesperado intentaba arzebatarsela de las manos y él1o soslayaba como un piloto que despliega la vela de un yate. ‘Al aproximarse a Ja escalera que leva de la playaala terraza observ6.un gran ruedode gente; algunos mizaban Ja escena desde la balaustrada del rompeolas. "Aleentro, un hombre calvo, extrafio, moreno, conchaqueta de panay apiepelado, dibujaba con tun palo sobre la humedad de la arena. Con ladestreza de un Rafael, de un Ingres, de tun neoclésico, trazaba grandes Patos Donalds, Minnies, Mickeys, Draculas y Dumbos Jannés Camondo habfa visto tal economia de medios, tales proporciones; con qué precision cerraba esas imagenes equidistando cada punto 32 Ln comedia del arte con igual intensidad de un centro imaginario, repartiendo el interés, logrando la belleza supre- ‘ma, la armonia que se prueba por la ingravidez que aleanzan las figuras. Lamuchedumbre anonadada lanzabamone- das al anénimo hombre del palo, quien no levan- taba la vista del suelo. Solo suspendia su trabajo para recoger el dinero. De pronto suibié la marea; el agua borroneé Jas imagenes sublimes. Sobre la superficie reluciente s6lo quedaron Jos restos de una Barbie gigante que el océano arrastraba del cabello a sus profundidades. EL hombre, con el agua hasta los tobillos, recogié las tiltimas propinas y emprendi6 el re- grteso por la retorcida calleja. ‘A sus espaldas, chirrié un letrero de latén exhibiendo graves faltas de ortografia. 5 Camonbo caDa VEZ mas obsesionado busca ahora Jos bosques, los pinos torcidos Jascasas hundidas en el arenal; deduce que la verdura a horcajadas sobre los deslindles le proporciona planos apro- piados para destacar el claroscuro, bleques de matorrales con variedad de matices, simplicidad, poesia, vistas sugerentes. 33 we Addlfo Courve {y tas este hacinamiento de maleza coloce a caballete. Si por enc de mat, est radiante de legar hasta el borde mismo de Ja tela con un empaste YUP interés. ‘Marieta se aburre; las viejas han echado a gorrer el chisme de que es una modelo, que POS

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