Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Editores científicos
Alicia Perea
Ana Verde Casanova
Andrés Gutiérrez Usillos
Madrid, 2016
Catálogo de publicaciones del Ministerio: www.mecd.gob.es
Catálogo de publicaciones del CSIC: www.csic.es/publicaciones
Catálogo general de publicaciones oficiales: publicacionesoficiales.boe.es
Edición 2016
Editan:
Reservados todos los derechos por la legislación en materia de Propiedad Intelectual. Ni la totalidad ni parte de este libro, incluido el diseño de la cubierta,
puede reproducirse, almacenarse o transmitirse en manera alguna por medio ya sea electrónico, químico, óptico, informático, de grabación o de fotocopia, sin
permiso previo por escrito de la editorial.
Las noticias, los asertos y las opiniones contenidos en esta obra son de la exclusiva responsabilidad del autor o autores. La editorial, por su parte, solo se hace
responsable del interés científico de sus publicaciones.
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares,
salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta
obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).
En esta edición se ha utilizado papel ecológico sometido a un proceso de blanqueado ECF, cuya fibra procede de bosques gestionados de forma sostenible.
2016 es una fecha de especial significado para el Museo de América pues en ella cumple 75 años de exis-
tencia. En el momento de su creación los fondos fundacionales procedieron de instituciones históricas tan
importantes como el Real Gabinete de Historia Natural creado por Carlos III, a los que se añadieron adquisiciones
y donaciones realizadas durante el siglo xix y las primeras décadas del xx, conformando así una colección que se
ha ido enriqueciendo hasta formar en la actualidad un museo que puede presentarse ante la comunidad inter-
nacional como único en su género, tanto por su carácter monográfico como por su propuesta museológica y las
múltiples actividades que desarrolla.
La historia del hallazgo de estos objetos, junto a muchos otros, en el Departamento del Quindío (Colombia),
las razones que llevaron al gobierno del presidente Carlos Holguín a realizar un acto de extraordinaria generosi-
dad, el significado cultural de unas piezas que durante muchos años han sido reconocidas como la máxima
expresión de la orfebrería prehispánica, poniendo especial énfasis en su composición y en su funcionalidad, todo
ello forma parte de un texto en el que han participado especialistas de España, Colombia, México, Argentina y
Costa Rica. Sin duda este libro está llamado a ser de sumo interés, tanto para la comunidad científica como para
aquellos atraídos por conocer cómo se forman las colecciones de nuestros museos y la abundante información
que se deriva de su estudio.
Han transcurrido ya 123 años desde que el “Tesoro de los quimbayas” está entre nosotros y es hora
de rendirle un merecido homenaje, como reconocimiento a los protagonistas de la cultura colombiana.
Reconocimiento que en esta ocasión se comparte con el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, a través
del Centro de Ciencias Humanas y Sociales, que ha liderado un importante proyecto de investigación arqueome-
talúrgica presente en esta obra, al tiempo que ha contribuido generosamente a su coedición.
5
Las circunstancias de la historia reciente hicieron posible que el conjunto de orfebrería precolombina
conocido como “Tesoro de los quimbayas”, permaneciera en Madrid desde 1892, como regalo del Presidente de
la República de Colombia a la reina regente doña María Cristina de Habsburgo-Lorena. Este legado, único en su
valor histórico y patrimonial, iba unido a la responsabilidad de su custodia, conservación y exhibición. Misión
competentemente cumplida por el Museo Arqueológico Nacional, primero y, definitivamente, por el Museo de
América, donde actualmente se encuentra.
Pero la sociedad actual no se conforma con mirar, sino que quiere conocer aquello que le pertenece por
derecho, su patrimonio histórico, artístico y arqueológico. Es responsabilidad de los investigadores transmitir el
conocimiento generado gracias a los recursos públicos. Hoy el debate se centra en hacer de la transmisión un
espacio de entendimiento y diálogo.
Por ello, es para mí un placer presentar los resultados de una investigación internacional e interdisciplinar
en torno al Tesoro de los quimbayas y el catálogo completo de sus piezas, porque es el esfuerzo de muchas
personas e instituciones que comparten los ideales de universalidad.
Los medios técnicos con que cuenta el arqueólogo, historiador o museólogo, han cambiado en los últimos
veinte años, hasta el punto de que una nueva ciencia se ha abierto camino en el ámbito de las Humanidades. La
Arqueometría es una disciplina analítica que aplica métodos científicos a la identificación, cuantificación y
observación de los objetos de nuestro pasado. La metodología arqueométrica aplicada al estudio del Tesoro
Quimbaya, ha requerido una financiación adecuada y, lo que es más importante, la colaboración interdisciplinar
e internacional. Gracias a un Proyecto del Plan Nacional de I+D+i, y a una Acción Complementaria al Plan Nacional,
dirigidos por A. Perea entre 2010 y 2013, se culminó un proyecto de compleja planificación y desarrollo.
Como Presidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas felicito con orgullo y satisfacción a
las instituciones y Centros que de un modo u otro han hecho posible este volumen: Centro de Microanálisis de
Materiales (CMAM, UAM); Instituto de Física de la UNAM (México); Museos del Banco Central de Costa Rica; Instituto
del Patrimonio Cultural de España (IPCE); Instituto de Historia del CCHS-CSIC; Museo de América.
No puedo terminar sino animando en su empeño a aquellas personas que, siendo jóvenes, decidieron
dedicar su vida al conocimiento y la investigación, con todas sus dificultades. El esfuerzo siempre tiene su
recompensa.
Emilio Lora-Tamayo
Presidente del CSIC
7
El 4 de mayo de 1893 la Legación de la República de Colombia en España, presidida por su embajador don
Julio Betancourt hizo la entrega oficial a la reina regente María Cristina de Habsburgo-Lorena, del conjunto que
pasó a denominarse “Tesoro de los quimbayas”. Las razones argumentadas por el entonces presidente de
Colombia, don Carlos Holguín para llevar a cabo esta extraordinaria donación están descritas con minuciosidad
en el primer artículo de esta publicación, que aborda con detalle la larga travesía de este conjunto hasta entrar a
formar parte de las colecciones del Museo de América, creado en 1941.
El mensaje que el 4 de mayo de 1892 envía el presidente Holguín a don Antonio Cánovas del Castillo, pre-
sidente en ese momento del Consejo de Ministros español es claro: “He tenido la buena fortuna de poder comprar
la colección más completa y más valiosa, toda de oro finísimo, de la industria de los aborígenes de Colombia.
Aunque la he comprado con el especial designio de presentársela al Gobierno de S. M. como una pequeña muestra
de nuestro agradecimiento por el servicio que nos prestó sirviéndonos de árbitro en nuestro pleito con Venezuela
sobre delimitación de fronteras, esperando que ella adorne algún Museo de Madrid”. De esta forma el “Tesoro de
los quimbayas” entró a formar parte del patrimonio histórico español, expuesto primero en el Museo Arqueológico
Nacional y, posteriormente y de forma definitiva, en el Museo de América.
Desde 1893 hasta hoy, 2016, han transcurrido ciento veintitrés años en los que se han sucedido, desde
diferentes perspectivas, estudios parciales del conjunto, tal y como demuestra la abundante bibliografía que
aparece reunida en esta ocasión, pero en ningún momento se había puesto en marcha un proyecto de edición tan
completo y ambicioso como el que presentamos. En él, un nutrido grupo de investigadores procedentes de dife-
rentes disciplinas y destacados especialistas en sus propios países –España, Argentina, México, Colombia y Costa
Rica– abordan el estudio de este conjunto atendiendo tanto a su historia como a su materialidad. Tras la lectura
de estos textos no solo conoceremos mejor el “Tesoro de los quimbayas”, gracias a la presentación del catálogo
individualizado de cada uno de los objetos que lo componen y de los estudios dedicados a definir las caracterís-
ticas de este ajuar funerario, con el análisis, incluso, de los restos orgánicos que todavía guarda. También podremos
situar al orfebre quimbaya en su contexto histórico-artístico y técnico y, por medio de la aplicación de técnicas de
investigación científica, tendremos acceso a la información relacionada con la composición metalúrgica y el
proceso de producción de los objetos.
Para el Museo de América, que forma parte de los museos estatales del Ministerio de Educación, Cultura y
Deporte, acudir de la mano del Centro de Ciencias Humanas y Sociales, del Consejo Superior de Investigaciones
Científicas, a esta edición da pleno sentido a la colaboración entre instituciones como fruto de un trabajo
interdisciplinar.
9
Índice Historia e interpretación
173 Introducción
Alicia Perea
175 Observación y análisis mediante MO, MEB-EDX y metalografía
Alicia Perea y Salvador Rovira Llorens
177 Análisis mediante fluorescencia de rayos X (FRX)
Salvador Rovira Llorens, Patricia C. Gutiérrez, Aurelio Climent Font, Patricia Fernández Esquivel,
Alicia Perea, José Luis Ruvalcaba Sil, Ana Verde Casanova y Alessandro Zucchiatti
179 Análisis mediante haces de iones (PIXE)
Patricia C. Gutiérrez, Aurelio Climent Font, Patricia Fernández Esquivel, Alicia Perea,
Salvador Rovira Llorens, José Luis Ruvalcaba Sil, Ana Verde Casanova y Alessandro Zucchiatti
183 Análisis radiográfico
Patricia C. Gutiérrez y Alicia Perea
193 Discusión y casos de estudio
Alicia Perea
203 Los tiempos de los quimbayas. Aproximación a un modelo bayesiano de dataciones absolutas
Alicia Perea, Alessandro Zucchiatti, Aurelio Climent Font y Verónica Balsera
211 Arqueometría: análisis antropológico de los restos orgánicos del Tesoro de los quimbayas
Beatriz Robledo y Gonzalo J. Trancho
Anexos
359 Bibliografía
Historia e interpretación
Biografía del Tesoro Quimbaya
Ana Verde Casanova
Museo de América
Dentro de los fondos que conserva y exhibe el Museo de América, el denominado Tesoro de los
quimbayas constituye una de las colecciones más emblemáticas por su carácter único. Este viene
determinado no solo por el número de piezas que lo componen y la calidad de las mismas, que
representan el mayor conjunto de orfebrería quimbaya realizada a la cera perdida, sino también
por ser fruto de un único hallazgo y conformar el ajuar funerario de dos tumbas contiguas que
provienen de un mismo lugar, ubicado en el sitio de La Soledad, cerca de Filandia, en el departa-
mento del Quindío, Colombia, por lo que no en vano se le aplicó desde el primer momento el
nombre de Tesoro.
15
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
la de las huacas o enterramientos procedente de los ajuares funerarios de las tumbas precolombi-
nas, constituyéndose el huaqueo tanto en una actividad como en una importante industria extrac-
tiva, reconocida incluso en el Código de Minas colombiano hasta 1941 (Gamboa Hinestrosa 2002;
Valencia Llano 1989; Sánchez Cabra 2003).
Tomamos de Muñoz (2003: 28) la descripción que Manuel Uribe Ángel da de lo que consti-
tuye una huaca y su tipología: «Llamamos en Antioquia sepulturas ó guacas los lugares en que
están enterrados los indios con sus riquezas ó sin ellas. La guaca se llama rica cuando contiene
abundante cantidad de oro y tumbaga; pobre cuando contiene poca; y, en fin, vacía cuando en ella
se encuentran sólo huesos ó muebles de barro y piedra destinados a los usos comunes. Los sepul-
cros de los indios se encuentran aislados ó en grupos; en el primer caso se denominan simple-
mente guacas, en el segundo pueblos. Distinguiremos con el nombre de osarios a aquellos lugares
en que no se encuentra otra cosa que los restos humanos de los aborígenes, recogidos en vasijas
de barro ó dispuestos de alguna otra manera». Así, el desbroce de la selva fruto de la actividad del
huaqueo sacó a la luz los cementerios prehispánicos, denominados «pueblos de indios», y los
campamentos creados a su alrededor fueron el origen de ciudades como Filandia, Calarcá, Salento,
Montenegro, La Soledad o Puerto Rico, entre otras.
Al no ser los objetos vistos como materia de estudio desde una perspectiva científica,
tampoco se reseñaban datos de los mismos ni de las tumbas, y de la pérdida de estas informaciones
va a tomar conciencia, aunque tarde, Luis Arango Cardona (1924), a lo que intenta poner remedio
en su obra. Huaquero de profesión, reúne información relativa a la tipología de las tumbas, a la
forma de enterrar los cadáveres, a la disposición de los mismos, etc., tanto en las excavadas por él
como por otros huaqueros. Y aunque las tumbas de La Soledad eran conocidas por sus riquezas,
este hallazgo debió ser bastante inusual y extraordinario y sin duda desbordó las expectativas de
los huaqueros, comerciantes y coleccionistas del momento. Muñoz (2003) considera que más de
un coleccionista quiso obtener piezas del mismo y duda de que alguna de ellas fuera llevada a un
taller de fundición, como era lo más común en aquella época. Sin embargo, y si nos atenemos a
la riqueza que se les asigna a las dos tumbas de La Soledad, podemos apreciar que solo fueron
descritos, con una intencionalidad de difusión, los lotes principales reunidos para su venta como
colección con base en su valor histórico-cultural y artístico, habiéndose despreciado y fundido
otras piezas, posiblemente de menor significación y en peor estado de conservación como conse-
cuencia de los ritos de cremación (Arango Cardona, 1924). Tampoco descartamos la posibilidad de
16
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
que existan otras piezas de menor significación, en colecciones de museos colombianos o extran- 1 Una parte de este trabajo ha
sido posible gracias a la ayuda
jeros, que formaran parte de este hallazgo tras ser adquiridas por otros coleccionistas y posterior- brindada, de forma totalmente
mente vendidas o donadas, pero cuya descontextualización y falta de documentación impide en generosa y desinteresada, por la
investigadora colombiana
la actualidad su identificación. Carmen Cecilia Muñoz, al
proporcionarnos en primera
instancia las notas de prensa
De cualquier forma, la historia quiso que la mayor parte de la colección, de orfebrería en su referidas al hallazgo, así como
posteriormente los informes fruto
totalidad, la denominada al poco de su descubrimiento «Tesoro de los quimbayas», se conservara de sus investigaciones «El Tesoro
en un museo español, mientras que otras piezas tanto de orfebrería como de cerámica y piedra de de los Quimbayas: Estudio
historiográfico y documental» y
otros lotes en los que se dividió se conservaran también fuera de Colombia, en el Field Museum de «¿Cómo representar los orígenes
Chicago y tal vez también en el Museo Nazionale Preistorico Etnografico «Luigi Pigorini» de Roma, de una nación civilizada?
Colombia en la Exposición
como veremos. A excepción de los trabajos y datos aportados por Ernesto Restrepo publicados Histórico-Americana de Madrid,
1892», tema de investigación de
con motivo de la Exposición Histórico-Americana de 1892, en que el Tesoro fue traído a España su tesis doctoral. Desde aquí
para su exhibición, y las referencias publicadas en la prensa de la época en las que se pone de nuestro más sincero agradeci-
miento. Queremos también
manifiesto la admiración que causó su exhibición, poco sabíamos acerca de su historia hasta la reseñar nuestra gratitud por la
publicación del libro de Gamboa Hinestrosa (2002) El Tesoro de los Quimbayas: Historia, identidad ayuda prestada en nuestra
investigación a Aurora Lardero,
y patrimonio, en el que nos describe el contexto histórico en el que tuvo lugar el descubrimiento Concha Popi y Virginia Salve, del
Museo Arqueológico Nacional; a
del mismo y su adquisición, así como su posterior envío a la exposición de Madrid y donación a la Isabel Argerich e Isabel Díaz, del
reina regente María Cristina de Habsburgo. La pérdida de la documentación que acompañó su Instituto de Patrimonio Cultural
de España; a Christopher Philipp,
compra (Muñoz 2003 y 2011; Gamboa Hinestrosa, 2008) deja muchas preguntas sin contestar rela- del Field Museum de Chicago; a
tivas al tipo de enterramiento, al número de piezas que lo integraban, en cuántos lotes se dividió Donatella Saviola, del Museo
Nazionale Preistorico Etnografico
o, al ser dos tumbas, qué piezas pertenecían a cada ofrenda funeraria y cómo estaban colocadas «Luigi Pigorini» de Roma, y a Celia
Generoso, Nuria Moreu, Carolina
estas, a cuántos personajes pertenecían, así como las relativas a la funcionalidad de algunos de Notario y Ana Pérez, del Museo de
los objetos, entre otras. Igualmente ha sido muy escaso el conocimiento relativo a los artífices del América, así como a todo el
personal de esta institución.
mismo, los quimbayas, de los que todavía hasta hoy son muy numerosos los interrogantes, al ser
2 El Correo Nacional, Bogotá, 6 de
muy escaso el conocimiento arqueológico que tenemos de los mismos tras la ruptura del nexo de diciembre de 1890.
unión entre su orfebrería y su sistema cultural por la ausencia de contexto arqueológico, y de infor- 3 Revista Comercial e Industrial,
maciones contrastadas que correlacionen y expliquen el fenómeno orfebre, dado que el conoci- Medellín, 25 de noviembre de
1890.
miento sobre las secuencias culturales de la región es escaso (Duque 1991; Briceño 2005; Plazas
4 El término correcto es Filandia,
1978). Por otra parte, también hay otra historia, la de su estancia en nuestro país, que hasta hoy ha pero casi desde el primer
sido tratada de forma tan escasa y fragmentaria que podemos manifestar que nunca ha sido afron- momento de su descubrimiento
se confunde con Finlandia,
tado su estudio. término que aparece frecuente-
mente reseñado.
Es por ello que con esta investigación, asociada y complementaria al proyecto de estudio 5 El Correo Nacional, 6 de
diciembre de 1890.
técnico del Tesoro, hemos intentado esclarecer la historia e incrementar el conocimiento de una
6 El Heraldo, Bogotá, 11 de marzo
de las colecciones más emblemáticas de la orfebrería colombiana y del Museo de América. Pero de 1891, n.º 85.
los intereses y búsquedas que han encaminado nuestra investigación nos han llevado a confluir
con los de la investigadora doña Carmen Cecilia Muñoz1 , gracias a cuya ayuda nuestras expectati-
vas se han visto acrecentadas.
Las primeras noticias referidas al descubrimiento del Tesoro, que parece tuvo lugar en el mes
de octubre de 18902 , las encontramos en la prensa local y nacional colombiana de la época (de
noviembre y diciembre del mismo año), escritas por comerciantes y coleccionistas procedentes
de Manizales, Pereira y Salento (Calarcá). En estas reseñas periodísticas aparecen las primeras
referencias al lugar del descubrimiento, «los guaqueros de Filandia...»3, «en el corregimiento de
Finlandia4, en la hoya del río La Vieja, no lejos de Cartago»5, «cerca de Finlandia, población situada
en el valle del río La Vieja», «en Finlandia (Cauca)»6. Pero por el momento no se desvela el empla-
zamiento exacto del mismo, dada la posibilidad de encontrar nuevas tumbas ricas en ofrendas
que no hubieran sido huaqueadas. De hecho, como manifiesta Vedovelli en el catálogo de la
denominada colección «Finlandia» (1890: 8), los propietarios de esta colección siguieron hua-
queando en la zona, aunque en balde ya que, «después de haber gastado en excavaciones y
búsquedas un tiempo y un dinero considerables», decidieron poner a la venta la parte de la colec-
ción que poseían.
17
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
Pero en estas reseñas también, posiblemente por error dada la rápida difusión de la infor- 7 La Capital, Bogotá, 21 de
noviembre de 1890, n.º 14.
mación sin contrastar, se hace referencia a otros pueblos de huaquería cercanos y famosos también
8 El Telegrama, 15 de noviembre
por sus riquezas, como Montenegro, al manifestarse que «En estos días llegarán a Bogotá los antio- de 1890, n.º 2, 168, p. 4652.
queños con el gran tesoro de antigüedades que se encontraron en la guaca de indios, en el sitio 9 Aparecida en El Correo Nacional,
Montenegro (Antioquia), de valor inapreciable y fabuloso»7, «en un punto llamado Monte Negro»8. Y, 11 de noviembre de 1890, en
donde se publica un telegrama
dado que en un principio este Tesoro se asocia al del cacique Calarcá, en la primera referencia de fechado el 8 del mismo mes,
prensa del hallazgo9 se le da esta procedencia. Esta referencia también es muy interesante porque enviado al director del periódico
desde Manizales: «Señor Director.
de ella se puede deducir la fecha del hallazgo, que debió ocurrir a finales del mes de octubre de Pronto llegará á ésa la famosa
1890, así como el lugar de procedencia de las primeras noticias, Manizales, que es adonde parece colección de antigüedades
indígenas procedentes de
que primero se llevó el Tesoro y donde como veremos más adelante se vendió posiblemente el Calarcá. Créese que ellas fueron
de ese cacique, ó de algún
primer lote del mismo. Pero además, y aunque el telegrama no está firmado, se añade que «el magnate, pues tanta así es su
propietario desea que se publique», sin dar el nombre del mismo, lo que pone de manifiesto el importancia...».
interés por su difusión en Bogotá de cara a su venta. 10 El Correo Nacional, 24 de
febrero 1892. Véase también
Gamboa Hinestrosa (2002: 122).
El emplazamiento del descubrimiento tampoco es desvelado por Carlo Vedovelli (1890), 11 En el actual municipio de
que es el primero que publica el Tesoro y refiere los primeros datos del mismo, al manifestar que Quimbaya.
apareció en «dos tumbas de Finlandia, cerca de Cartago». No será hasta dos años más tarde, en 12 El Telegrama, 15 de noviembre
1892, cuando Vicente Restrepo, en un artículo publicado en El Correo Nacional10, nos dé el nombre de 1890, n.º 2, 168.
13 El Correo Nacional, 20 de
y descripción del lugar, que pertenece al departamento del Quindío: «En el sitio de la Soledad11, á
noviembre de 1890.
dos leguas del caserío de Finlandia, [...] en un monte virgen cubierto de guaduales y de árboles 14 La Capital, 12 de diciembre de
corpulentos, se descubrieron, a finales del año pasado, dos sepulturas indígenas llenas de figuras, 1890, n.º 17, «Oro en gran
alhajas y dijes de oro del mayor interés». Según Arango Cardona (1924), tras el huaqueo en cantidad».
Montenegro, «donde se saca el oro por quintales», «una mujer les dijo a los guaqueros que fueran 15 La Capital, 21 de noviembre de
1890, n.º 14.
a buscar guacas a tal parte, que allá se oían campanas, bandas de música, conversaciones, etc. En
16 El Correo Nacional, 17 de
seguida se fueron los guaqueros al punto indicado y descubrieron el pueblo de La Soledad». A noviembre de 1890.
partir de aquí son numerosas las referencias relativas a la riqueza de las tumbas del pueblo de La 17 El Correo Nacional, 24 de
Soledad que podemos encontrar en la obra de Arango Cardona, quien también nos dice: «siempre febrero de 1892.
que oímos a guaqueros hábiles poner una comparación dicen de los indios de la Hoya del Quindío:
los del pueblo de La Soledad, indios, oro y sepulcros» (1924, vol. 1: 67). También Gamboa Hinestrosa
(2002: 120) se refiere a La Soledad como una de las necrópolis precolombinas más famosas «por la
cantidad, la riqueza y la calidad artística de sus ofrendas funerarias», entre las que se encuentra la
del Tesoro de los quimbayas.
Que este carácter único sea percibido y resaltado desde el primer momento del hallazgo
nos lleva a pensar que, aunque son numerosas las referencias a la riqueza de las tumbas de esta
región (Arango Cardona, 1924), hasta esa fecha no se había realizado un hallazgo de tal magnitud
en la misma. El propio Vicente Restrepo manifiesta: «de las sepulturas abiertas en distintos puntos
de la provincia de los Quimbayas se han sacado objetos idénticos, aunque en ninguna de ellas en
número tan considerable»17, por lo que desde el primer momento fue considerado como algo
extraordinario, excepcional, llamativo, hasta el punto de que estos artefactos funerarios ya no solo
18
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
son vistos como objetos de fundición, sino que se comienzan a valorar como antigüedades y obras 18 Los «gasteros», cuando no eran
los propios huaqueros, eran
de arte que hay que preservar en museos para el estudio del pasado prehispánico. pequeños empresarios, a veces
incluso los propietarios de la
tierra, que financiaban los gastos
Arango Cardona (1924, vol. 2: 129) describe cómo se perdían estos tesoros mediante la del huaqueo, lo que se conoció
actividad del huaqueo, así como las dificultades y peligros que tenían que afrontar los huaqueros, como «dar gastos».
19 Texto que es enviado el 12 de
el sistema que practicaban de «catear» y «barrer» las huacas y los derechos que tenían y cómo se
noviembre desde Pereira para su
podían perder estos, pues cuando varias compañías huaqueaban juntas una misma huaca se la publicación en la Revista
repartían por igual y compartían el trabajo y los bienes extraídos de las tumbas mediante la Comercial e Industrial, «Guacas»,
25 noviembre de 1890, y en el que
práctica denominada «tamboreo» (Arango Cardona, 1924; Botero, 2006). Generalmente eran com- se dice: «En esta nueva
población, que dista de aquí unas
pañías de dos y con el «gastero»18 tres, pero si este huaqueaba tenía dos derechos, uno como tres leguas, se ha extraído de los
huaquero y otro como «gastero». También participaba en el reparto el propietario de la tierra, sepulcros indígenas el oro por
muchas arrobas. Dos compañías
quien autorizaba el permiso de huaquear en su tierra a cambio de que los huaqueros taparan los compuestas de hombres
huecos que habían abierto y le asignaran una parte del valor de lo descubierto. Tras el reparto, los trabajadores muy pobres, han
extraído en estas dos últimas
lotes de orfebrería, de diferentes tamaños y valoraciones, eran llevados a las casas de fundición de semanas, la una 28 libras en
piezas tan hermosas que para
Manizales, Salento, Medellín, etc. Es así como la mayor parte de las ofrendas de orfebrería desapa- exhibirlas en una exposición no
recían tras su fundición en lingotes, mientras que el resto de las colecciones, poco valoradas, se tienen precio; y la otra, que partió
para Manizales, conduce tres
rompían o vendían a coleccionistas, y los esqueletos y huesos de los enterramientos eran removi- arrobas y libras, según el peso, en
dos y esparcidos por la tierra. Proceso que tiene su origen en el período colonial, en el que los piezas muy variadas de oro
macizo, sumamente hermosas,
objetos eran vistos como «ídolos del diablo» (Botero, 2006) que había que extirpar y destruir, a empacadas como loza en una
carga de baúles. Uno de los
excepción de los de orfebrería, a los que se asignaba un valor crematístico. dueños nos dijo que fuera de
unas 4 libras de oro que habían
dejado en Filandia, habían
En el caso del Tesoro, parece ser que el descubrimiento fue realizado por «dos compañías» vendido el que llevaron, a un
de huaqueros, según una reseña publicada bajo el epígrafe «Los guaqueros en Filandia están de recomendado de una casa de
Manizales, por $ 39,600 y pico, y
fiesta»19, de la que se deduce el tiempo que duró el huaqueo, dos semanas, así como el peso del creemos que los ha engañado
enormemente. El número de
hallazgo dado en libras y arrobas, al que nos referiremos más adelante. Pero dado que las cifras no libras de oro que extraen
son equivalentes, podemos pensar que una tumba fuera más rica que la otra, de ahí la despropor- personas ocupadas en la
guaquería, es muy considerable».
ción, o que se están refiriendo ya a la división en lotes entre los huaqueros de las dos compañías y, 20 La Capital, 12 de diciembre de
aunque desconocemos el número de integrantes de las mismas, siguiendo a Arango Cardona 1890, n.º 17, en la que se dice,
(1924) estarían integradas cada una por al menos tres personas, dos huaqueros y el «gastero», el bajo el epígrafe «Oro en gran
cantidad»: «Llegó a Bogotá el
mínimo necesario para huaquear, aunque tal vez compartieran «gastero» o este fuera también gran tesoro encontrado en una
guaca de indios, [...], por dos
huaquero, de lo que se puede inferir que la ofrenda original fuera dividida entre cuatro y seis lotes, jóvenes antioqueños, el cual
ya que hay que tener en cuenta la existencia también del lote del propietario de la tierra, que posi- constituye una gran cantidad de
oro de subido precio, [...] tuvimos
blemente fue el que se quedó en Filandia. el gusto de ver este tesoro en
casa del señor Juan Pablo
Jaramillo Lalinde. Está formado
Por otra parte, de otra noticia referida a la llegada del tesoro a Bogotá20 que aparece sin de preciosas figuras humanas de
delicado trabajo, varios cascos,
firmar pero que sin duda está escrita por una persona que ha visto la colección, se puede inferir argollas, vasos, collares y
que estos lotes, dos o a lo sumo tres, son de una sola tumba, dado que se habla de una sola huaca trompetas y muchos objetos y
figuras de ídolos, propios de los
y de una compañía de dos huaqueros, así como que constituye el mayor en número, peso y calidad usos y costumbres de la famosa
estética de las piezas. Respecto a los otros dos lotes, el de 25 libras y el que se quedó en Filandia, Nación de los indios Quimbayas».
carecemos de noticias, pero sin duda estaban compuestos por piezas más pequeñas y menos 21 Según la tradición, este
huaquero donó parte de su lote a
significativas desde el punto de vista estético, que fueron adquiridas por diferentes coleccionistas la parroquia de Filandia y el
como Tomás Henao, Román María Valencia, Vicente Restrepo, Gonzalo Ramos Ruiz, etc. párroco hizo fundir las piezas
incorporando el oro a las
campanas, y «el repicar de aquel
tañido era el más bello de la
Según Carmen Cecilia Muñoz (2003), el nombre de los huaqueros, de los que no ha quedado región», hasta que a los pocos
referencia hasta el momento en la documentación existente, hay que buscarlo en la memoria de años fueron robadas. En Restrepo
Ramírez 2009.
la región registrada en la obra de Arango Cardona (1924), en la que se menciona a Ángel Toro,
Ramón Buitrago, etc. Por otra parte, Gamboa Hinestrosa (2002: 120), citando primero a Jaime
Lopera y posteriormente rememorando la tradición oral, da los nombres de los huaqueros que
según parece intervinieron: «Mateo E. Bernal, Casafú21, Demetrio Salazar y otros. Al parecer una
compañía de al menos cinco guaqueros», e igualmente manifiesta, siguiendo a Soledad Acosta de
Samper, que un lote de esta división se quedó en manos de los propietarios del terreno, ya que
según esta autora (1894: 403): «Dícese que la parte de este tesoro que llevaron a Bogotá –después
de deducir varios objetos que los dueños guardaron para sí– pesaba más de cincuenta libras de
oro, puro en su mayor parte». Más adelante puntualiza que del «campamento de guaqueros [La
Soledad] lo llevaron a Salento, encrucijada de caminos hacia Manizales y Medellín o a Ibagué,
Honda y Bogotá» (Acosta, 1894: 149), así como que el tesoro no se conservó íntegro, sino que se
19
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
dividió al menos en cuatro lotes de orfebrería y uno de cerámica y que, tras dispersarse por 22 El Correo Nacional, 17 de
noviembre de 1890. También
Manizales y Bogotá, pasó de mano en mano por negociantes y coleccionistas, hasta volver a confirmado en El Relator, 20 de
reunirse en gran parte en Bogotá. Y, efectivamente, el lote o lotes que conforman lo que se conoce noviembre, n.º 5.
como Tesoro de los quimbayas llegaron a Bogotá procedentes de Manizales22 a finales de noviem- 23 El Correo Nacional, 20 de
noviembre de 1890, Noticias
bre de 1890, fecha que coincide con la de la publicación del catálogo elaborado por Vedovelli para Departamentales-Antioquia.
su venta. 24 Ib.
mismo manifiesta: «estoy formando una colección hasta donde me sea posible conseguirla»23. reseñadas en el Catálogo de los
objetos que presenta el Gobierno
Además, considerando que «Todas estas cosas, que debieran conservarse en nuestro Museo de Colombia a la Exposición
Nacional, se pierden indistintamente»24, se puso en contacto mediante telegrama con Fidel Pombo, Histórico-Americana de Madrid,
aunque, como veremos, no se les
director del mismo, ofreciéndole en venta al museo, como primera opción, los objetos que había asigna como procedencia
adquirido al manifestarle: «No dispondré objetos indígenas hasta verlos Museo Nacional. Seguiré Filandia.
28 Vicente Restrepo en El Correo
coleccionando»25. Sin embargo, aunque carecemos de información sobre la respuesta de Fidel
Nacional, 24 de febrero de 1892.
Pombo, está claro que la oferta no tuvo el resultado deseado por falta de la asignación económica
al mismo26. Parece ser que Fidel Pombo manifestó al ministro de Instrucción Pública Liborio Zerda,
en una carta fechada en 1894, que había solicitado objetos duplicados del Tesoro para el museo
«pero solo conseguí unos pocos de los más pequeños y de escaso mérito», y dado que «en el inven-
tario de compra del Gobierno hay 130 objetos de orfebrería del Tesoro, pero en España solo figuran
122 [...] es posible que las 8 piezas restantes sean las mencionadas por Fidel Pombo» (Gamboa
Hinestrosa, 2002: 173; Botero, 2006: 123), aunque en el Catálogo de Arqueología del Museo, elabo-
rado en 1915 por Ernesto Restrepo Tirado, no figuran esas piezas.
A Román María Valencia debemos también, en la reseña que envía al director de El Correo
Nacional el 20 de noviembre para su publicación, titulada «Maravillas del arte de los aborígenes
del Valle del Río La Vieja», no solo una de las primeras descripciones de las piezas que formaban
parte de la ofrenda descubierta, «figuras alegóricas y animales de toda especie: mariposas, aves,
lagartos, sapos, peces, caracoles, etc.; lo demás está en forma de ídolos de oro macizo con insig-
nias y alegorías, como bastones de oro, que representan en sus mangos águilas coronadas y otras
aves igualmente con corona; vasijas de oro de servicio doméstico, instrumentos musicales, algunos
en forma de corneta...», sino también el peso de la misma, más de ocho arrobas. Asimismo, la
descripción detallada de dos de ellas: «Un bastón de oro con dos monos y un ídolo alado» (figuras 1
y 2). Estas dos piezas debieron formar parte de las que coleccionó Román María Valencia y, dado
que sabemos que no vendió su colección al Museo Nacional, fueron adquiridas por Vicente
Restrepo y tras ser expuestas en la Exposición Histórico-Americana de Madrid27 fueron llevadas a la
Colombina de Chicago, donde se encuentran en la actualidad y de las que hablaremos al referir-
nos a la colección Restrepo. Lo más probable es que estas dos piezas las hubiera adquirido a través
de Valeriano Marulanda, a quien compra varios objetos, además de los que adquiere a Tomás
Henao, uno de los coleccionistas de orfebrería quimbaya más importantes de Manizales. El mismo
Vicente Restrepo manifiesta que «hemos conseguido la mayor parte de nuestras colecciones» por
conducto de Tomás Henao (Restrepo y Arias, 1892: 16; Gamboa Hinestrosa, 2002: 125), colección
que estaba integrada «por más de 75 piezas menores»28, añadiendo además: «Mi amigo el doctor
Tomás Henao las compró en Manizales». Estos datos nos llevan a preguntarnos si estas dos piezas
que habían formado parte de la colección de Román María Valencia formaban parte del lote de 28
libras que se vendió en Manizales por 39 600 pesos. O, como manifiesta Carmen Cecilia Muñoz
(2003), al estar fechado el telegrama en Salento, tal vez formaran parte de las 4 libras que quedaron
20
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
en Filandia, ya que, de lo contrario, hubiera escrito desde Manizales. También Ernesto Restrepo Fig. 1: Bastón de oro con dos
manifiesta, al referirse al esmero que puso al recoger los objetos que forman su colección, servirse monos. N.º inv. 6911. Field
Museum de Chicago.
de «personas muy honradas y prácticas» y menciona a los también coleccionistas José María Mejía
y Valeriano Marulanda, de quienes asevera «nos han servido con eficacia» (Restrepo y Arias, 1892: Fig. 2: Ídolo alado. N.º inv.
6999. Field Museum de
16). Su papel fue el de actuar de intermediarios, y en el caso de este último agrega que además se
Chicago.
valió de él para escribir su ensayo sobre los quimbayas dado que no pudo viajar a la provincia del
Cauca (hoy departamento del Quindío) por no disponer de tiempo, siendo sus informes de gran
interés, e igualmente que «por medio de él se han conseguido objetos de oro, cerámica y piedras,
etc.» (Restrepo y Arias, 1892: 17), por lo que estas dos piezas podrían proceder del lote de Filandia
y con toda probabilidad haber sido adquiridas por este intermediario.
Román María Valencia se refiere también, por vez primera, a los objetos de cerámica y
otros materiales que formaban parte del hallazgo y a los que parece ser tuvo acceso al manifes-
tar: «se necesitan conocimientos especiales para poder hacer una descripción completa de tanta
variedad de formas, tamaños, figuras y dibujos en las vasijas; hay figuras con agujeros por donde
sólo basta la emisión del aliento para sonar y poderse remedar el canto de algunas aves; se hallan
planchitas con dibujos y jeroglíficos grabados y con su mango en forma de sello, las cuales
imprimen perfectamente bien; también se encuentran cilindros grabados alrededor». Y añade: «Se
cree que eran manufactureros de telas, porque en las patenas de cobre sale la tela adherida al
óxido y se distinguen bien los hilos y tejidos de forma finísima: esto lo comprueba mejor el gran
número de husos ó ruedas de hilar que se sacan de las guacas [...] Llaman la atención las piedras
21
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
labradas con primor, unas en forma de moler, otras en forma de almirez y de crisol; también las hay 29 La Capital, 12 de diciembre de
1890, n.º 17, «Oro en gran
pequeñas en forma de cuentas de rosario. Todo esto merece estudio especial». Datos muy intere- cantidad».
santes dado que constituyen las únicas referencias que tenemos relativas a estos materiales. 30 Posteriormente fue vocal de la
Comisión de las Exposiciones de
Madrid y Chicago y encargado de
la Subcomisión de Protohistoria
Llegada del Tesoro a Bogotá nombrada por el Gobierno
colombiano mediante el decreto
764 de julio de 1891 y reorgani-
Una vez que los mejores lotes de orfebrería llegaron a Bogotá, posiblemente a principios de zada el 19 de noviembre de 1891
por el decreto 1035, renunciando
diciembre, para ser ofrecidos en venta en el mercado internacional de antigüedades, fueron a dicho cargo en febrero de 1892
(Muñoz 2011; Gamboa 2002).
expuestos en la casa de Juan Pablo Jaramillo Lalinde29, del que sabemos que era comerciante de Reunió una importante colección
Manizales, con el fin de hacerlos accesibles a la mirada de los «especialistas» del momento, a de la Cordillera Central y de
Antioquía que vendió, en su
quienes debemos las primeras descripciones. No obstante, hasta este momento desconocemos mayoría en 1888, a Adolf Bastian
quién era su propietario o propietarios, y si Lalinde era uno de ellos o un mero intermediario en la para el Museo Etnográfico de
Berlín. Otra parte fue vendida
venta. posteriormente por su hijo,
Alfredo Ramos Urdaneta, al
Museo del Oro del Banco de la
Pero sin duda la descripción más completa y detallada es la que aparece en El Correo República.
Nacional, de fecha 6 de diciembre, y que está firmada por las siglas G.R.R. Siglas que se correspon- 31 Cuenta la leyenda que el
Calarcá fue un aguerrido cacique
den con las iniciales del anticuario bogotano, y uno de los coleccionistas más importantes de la pijao que en el siglo xvii se
época, Gonzalo Ramos Ruiz30 . Él nos reitera que la riquísima colección de objetos de oro fue traída sublevó contra los españoles y
enterró un gran tesoro en las
a esta ciudad por don Juan Pablo Jaramillo Lalinde, aunque no especifica quién es el propietario montañas de Calarcá, en el
Quindío. Sin duda, basándose en
o propietarios de la misma, y manifiesta que la pudo ver, «con alguna atención, debido á la bene- esta tradición popular, las
volencia de este caballero». A continuación, al asignar a la reseña el título de «Tesoro de los primeras referencias al hallazgo
le fueron asignadas como las
Quimbayas», le da por primera vez el nombre (Muñoz, 2003: 68), aclarando que pertenece a esta pertenecientes a este cacique:
nación de los quimbayas, de la que nos dice «[...] que eran los Quimbayas nación muy rica y que la «[...] créese que fueron de este
cacique, o de algún magnate,
ciudad de Cartago fue fundada en el centro del territorio de estos naturales, lo cual es preciso tener pues tanta así es su importancia
[...]» (El Correo Nacional,
en cuenta para enmendar el error en que se incidió en llamando Tesoro de Calarcá un hallazgo de «TELEGRAMAS», Manizales, 8 de
preciosos objetos de oro, hecho recientemente en la hoya del río de La Vieja, cerca de Pereira, noviembre de 1890); «[...] Un
atrevido grupo de mineros
hallazgo cuyo nombre sirve de epígrafe a este artículo»31. antioqueños, en una larga
exploración a las montañas que
constituyeron los dominios del
A continuación, para dar a conocer la colección, la divide en doce grupos con base en sus cacique Calarcá, acaban de
encontrar en el sepulcro de éste
características formales o funcionales, haciendo una somera descripción de los mismos (véase todas las joyas, instrumentos de
Anexo I), y reitera el valor desde el punto de vista etnológico y técnico de «los objetos de que música y armas del histórico
cacique...» (El Correo Nacional, 17
acabamos de dar cuenta, algunos otros que poseemos y la cerámica, que anuncian será pronto de noviembre de 1890); o en El
enviada á esta capital» para la reconstrucción de la historia y artes de los quimbayas, y agrega que Relator, n.º 505, 20 de noviembre,
bajo el epígrafe «Antigüedades
su peso es «como de 50 libras, que el Gobierno debería pagar á precio subido para fundar nuestro indígenas», se dice: «Por
telegrama recibido de Manizales,
museo etnológico, único al alcance de nuestra franciscana pobreza». En la frase «algunos otros sabemos que esta semana
que poseemos» parece ponerse de manifiesto que también él adquirió algunas piezas del Tesoro, llegarán á ésta las curiosas
cuanto valiosas antigüedades
pero lo más importante a resaltar es que la descripción de Gonzalo Ramos Ruiz es la primera y más sacadas del sepulcro del cacique
detallada de las piezas del Tesoro, en especial de las más grandes –caciques, poporos, cascos, “Calarcá”[...]».
instrumentos de música, etc.–, hasta el punto de que podríamos adjuntar en cada apartado, junto
a las piezas a que se hace referencia, el número de inventario del Museo de América. También se
plantea aspectos tecnológicos relativos a la fundición y hace la primera interpretación de la fun-
cionalidad de las piezas, asignando a las del grupo cuarto la función de aljabas para contener
dardos.
22
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
A partir de aquí y hasta el 20 de agosto de 1891, fecha en que esta colección es adquirida Figs. 3a y 3b: Catálogos de
por el Gobierno colombiano, solo tenemos la referencia que se anuncia en la prensa de que «en Vedovelli dedicados al
embajador de Italia en
la casa 18 número 482 de la 2.ª Calle Real se está exhibiendo el valioso y artístico tesoro encon- Bogotá y al ministro español
trado en Finlandia (Cauca), y que consiste en notables objetos de oro y cerámica», y se añade: B. J. Cólogan. Archivo
«Recomendamos á los amantes de estas curiosidades una visita a esta exhibición antes de que los General de la Administración
señores partan para el exterior. Se exhibe todos los días de 12 á las 4 p. m.»32. Así pues, antes de ser y Archivo del Museo de
América.
depositado en el Banco de Bogotá, donde se encontraba en el momento de su adquisición según
figura en el contrato de compra por parte del Gobierno, el tesoro fue exhibido de cara a su venta,
parece ser que durante largo tiempo, en la casa particular de Jaramillo Lalinde. Y respecto a la
frase «antes de que los señores partan para el exterior», que resulta de difícil comprensión, pues
¿a qué señores se refiere?, Muñoz (2003) la interpreta como referida a Vedovelli y Jaramillo al con-
siderar que ambos eran socios en la venta y que de alguna u otra forma estaban relacionados con
Fabio Lozano Torrijos y Domingo Álvarez, quienes aparecen como propietarios en el contrato de
venta, dado que todos ellos eran comerciantes relacionados con la minería y el coleccionismo.
Así, es posible que, con motivo de su partida, el tesoro sea depositado en el Banco de Bogotá,
dado que esta autora considera que había un compromiso por parte de Holguín para su compra.
23
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
esterlinas, aunque manifiesta que acepta otras ofertas en nombre de los propietarios, que han de 33 Bernardo J. Cólogan, ministro
plenipotenciario de España en
ser dirigidas tanto por carta como por cable a su domicilio de Bogotá. Este catálogo fue difundido Colombia, fue elegido
y entregado a los embajadores de diferentes países y en el Museo de América existe un original del comisionado especial del
Gobierno de España en las
mismo dedicado por Vedovelli en lengua italiana al conde Gaspar Gloria, embajador de Italia en reuniones de la Comisión de las
Bogotá, dedicatoria que está tachada y bajo la que se puede leer «remitido por la Legación de Exposiciones de Madrid y Chicago
(Muñoz 2011: 109). Según
España en Bogotá al Delegado de la Exposición Histórico-Americana, anexo al oficio del 23 de Gamboa (2002), Vedovelli y
Cólogan se conocieron en el
agosto de 1891». También escrito a mano en lápiz y entre paréntesis, «Tesoro de los Quimbayas». funeral del conde Gloria, que era
Así pues, fue remitido por el entonces ministro plenipotenciario de España en Bogotá, Bernardo J. el embajador de Italia en Bogotá.
No obstante, es curioso que este
Cólogan33, a quien también Vedovelli dedicó otro ejemplar34 (figuras 3a y 3b). catálogo, dedicado al conde
Gloria, estuviera en manos del
embajador español.
En la introducción de dos escasas páginas de este pequeño catálogo se hace referencia al 34 Este catálogo dedicado a
oscurantismo del conocimiento sobre el origen de las primeras poblaciones americanas y cómo Cólogan se encuentra en el
este Tesoro viene a arrojar luz sobre el mismo. Pero sin duda lo que nos parece más significativo de Archivo General de la
Administración, Fondo
la misma es la referencia directa a los miembros de la Société Cristophoro Colomb de Génova, Presidencia, AGA, Libro A-15,
cajas 3609-3611.
quienes deben pronunciarse sobre dicho conocimiento aprovechando este descubrimiento. Con
35 El Correo nacional, 24 de
ello, efectivamente pretende interesar a esta sociedad con motivo de la celebración del IV Centenario febrero de 1892.
del descubrimiento de Colón, en Génova (Gamboa Hinestrosa, 2002). Posteriormente, como conse- 36 Las dos piezas referidas al lote
cuencia del interés mostrado por el nuevo ministro plenipotenciario de Italia en Bogotá, se enviará n.º 20.
al certamen una colección de cerámica quimbaya, estando así, según Muñoz (2003 y 2011), una 37 De quien Gamboa (2002: 132)
parte del hallazgo presente en la misma, aspecto bastante cuestionable como veremos. nos dice que fue un artista-pintor-
fotógrafo que tuvo un estudio
fotográfico en Bogotá a finales
del xix.
En este catálogo de la «colección Finlandia» se aporta una información muy escasa relativa
al lugar de su descubrimiento, «cerca de Cartago», es decir, en el Quindío. Y respecto a la natura-
leza de las piezas, «aunque descubiertas en un terreno de naturaleza volcánica, no se ha encon-
trado un solo instrumento ofensivo, ni la más pequeña arma ni un ápice de cuchillo. Su examen
demuestra la evidencia de que la mayor parte del tesoro pertenece al culto: pero ¿qué culto?», se
pregunta Vedovelli (1890: 3). Además, proporciona una somera descripción de los objetos, aunque
con denominaciones poco adecuadas, ornamentos sacerdotales, mitras o efigies egipcias, dado
que establece una comparación de las piezas del Tesoro, llamado «sacerdotal», con las del mundo
egipcio y grecorromano, e incluso en la introducción del catálogo hace referencia a cuatro piezas
de cerámica que por su estilo recuerdan las egipcias y a dos fragmentos pintados en rojo y negro
que relaciona, por forma y color, con los que había encontrado cerca de Antioquía, en Asia Menor,
en 1862. De estas descripciones, cuya funcionalidad no anda tan equivocada al tener un carácter
ritual referido al consumo de la coca (véase Andrés Gutiérrez Usillos en este libro), manifestará posterior-
mente Vicente Restrepo que un extranjero para quien la arqueología es sinónimo de numismática
incurrió en extraños adefesios al describirlo y al convertir los cascos en mitras, la corona en cinturón
sacerdotal, etc.35
24
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
25
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
distintos, también se sumaron otros dos países, Italia y Estados Unidos, y, dada la coincidencia de Fig. 6: Lámina del catálogo
las fechas de los festejos, rivalizaron por llevar la voz cantante en los mismos y compitieron en su de Vedovelli. Archivo del
Museo de América.
capacidad de convocatoria, dejando España finalmente clara su supremacía (Muñoz, 2011;
Ramírez Losada, 2009). Mientras que la Exposición Colombina Universal de Chicago pondrá su
énfasis en los temas de industria y progreso y la Exposición Italo-Americana de Génova en la
apertura y consolidación de nuevas rutas comerciales, la Exposición Histórico-Americana de
Madrid, en su segunda convocatoria de participación, lanzada a los países hispanoamericanos por
el conservador Cánovas del Castillo en 1891, buscaba representar el estado de desarrollo en que
se encontraban los indígenas antes del descubrimiento.
Colombia se sumó a dos de los tres eventos y para la organización de los mismos nombró
en julio de 1891 una Comisión de las Exposiciones de Madrid y Chicago, a la vez que asignó un
presupuesto especial de 100 000 pesos para la participación en los mismos38. Esta Comisión fue
reorganizada en el mes de noviembre del mismo año, tras la nueva convocatoria española y «con-
siderando que la participación del país sería importantísima para el estudio de la Arqueología, la
Antropología y la Historia Americana» (Muñoz, 2011), dada la compra que ya se había hecho del
denominado Tesoro de los quimbayas en el mes de agosto. Compra que tenía por finalidad exhi-
birlo en ambas exposiciones de Madrid y Chicago y, posteriormente, regalarlo a Su Majestad la
38 Publicado en el Diario Oficial,
reina regente, doña María Cristina de Habsburgo y Lorena, como agradecimiento a la intervención Bogotá, 12 de julio de 1891, n.º
de España en el Laudo Arbitral firmado el 16 de marzo de 1891, en el que se dirimieron los límites 8492.
26
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
entre Colombia y Venezuela, reconociéndose la soberanía de Colombia sobre los territorios en 39 Relación que Gamboa (2002)
manifiesta no estaba incluida en
litigio: la Guajira, San Faustino y la margen izquierda del río Orinoco. el documento del Archivo.
40 Al manifestar: «Conocemos la
Debemos a Gamboa Hinestrosa (2002: 148) toda la información referida a la compra del historia de cada una de las
colecciones de antigüedades de
Tesoro, que fue adquirido el 20 de agosto de 1891 mediante un «Contrato de compra de una colec- oro y cerámica colombianas que
ción de objetos de oro» entre el Gobierno y Fabio Lozano Torrijos, de Ibagué, por la suma de 70 000 serán enviadas a la Exposición de
Madrid, sabemos los medios de
pesos, en el que se específica: que se han valido sus dueños
para adquirirlas y para evitar todo
engaño no dudamos en
Artículo 1.º. Fabio Lozano T. da en venta al Gobierno de la República una colección de garantizar su autenticidad. La de
la colección del Gobierno está
objetos o dijes de oro procedentes de una guaca o depósito hallado en el Corregimiento de comprobada con un expediente
Finlandia, Departamento del Cauca, y que hubo por compra que de ellos hizo el Sr. Domingo lleno de declaraciones de
testigos que presenciaron la
Álvarez, vecino de esta ciudad. Dicha colección es la misma que se halla actualmente en extracción de las bellas piezas
poder del Banco de Bogotá y está clasificada en sesenta y dos (62) números con cuatro- que la forman, de las guacas del
sitio de La Soledad, cerca de
cientos treinta y tres (433) objetos que tienen de peso veintiún mil doscientos veinticuatro Finlandia [...] Pudiéramos
presentar comprobantes de lo
gramos (21.224) según la relación39 que adjunta el presente contrato. que afirmamos, nos limitaremos
Artículo 2.º. El Gobierno pagará a Lozano T. por valor de la mencionada colección, a dar publicidad a la certificación
firmada por el Excmo. Ministro de
setenta mil pesos ($70.000) en moneda corriente, de contado [...] transfiriéndose por el España» (Restrepo y Arias 1892:
mismo hecho al Gobierno la propiedad de aquella colección de objetos, para que pueda 16).
41 AGA, Asuntos Exteriores (10) 3.4
disponerse de ella como á bien tenga.
54/1286, carta dirigida al ministro
Artículo 3.º. El presente contrato necesita, para llevarse a efecto, ser aprobado por el de Estado, Bogotá, 25 de abril de
1891.
Excelentísimo Presidente de la República, y notificado al Gerente del Banco de Bogotá, con
42 AGA, Asuntos Exteriores (10)
el objeto de que tome conocimiento de la adquisición que el Gobierno hace de la expre-
3.4/1286, carta dirigida al
sada colección. delegado general de la
Exposición Histórico-Americana,
Contrato suscrito por los Ministros de Fomento y Relaciones Exteriores: Carlos Uribe, y Bogotá, 23 de agosto de 1891.
Marco Fidel Suárez, y aprobado y firmado por el Presidente Carlos Holguín. 43 Con la finalidad de recolectar,
reunir y enviar las colecciones y
en la que figuraban Salvador
En este contrato figuran los nombres de los anteriores propietarios, primero Domingo Camacho Roldán, en calidad de
Álvarez y posteriormente Fabio Lozano Torrijos, a quien se lo compra el Gobierno, aunque no hay presidente, Vicente Restrepo,
Gonzalo Ramos Ruiz, Carlos
referencias a cuándo se hacen con el mismo. Martínez Silva, que era director
del Diario Nacional, y Felipe F.
Paúl (Muñoz 2011).
Así, en agosto de 1891 fue comprada por el Presidente de la República de Colombia, don Posteriormente, en noviembre
del mismo año, fue derogada y
Carlos Holguín, la mayor parte de la «colección Finlandia», previo informe de Ernesto Restrepo, reorganizada con siete miembros:
miembro de la Comisión, quien posteriormente la autentificaría en el Catálogo de la Exposición Carlos Martínez Silva como
presidente, Carlos Calderón R.
Histórico-Americana40. Según Muñoz (2003: 175), Ernesto Restrepo tuvo el expediente relativo a como vicepresidente, Vicente
la documentación de la compra del Tesoro para la elaboración del catálogo y de su libro sobre Restrepo, Gonzalo Ramos Ruiz,
Nicolás J. Casas, Arturo de Cambil
los quimbayas, pero no devolvió estos documentos claves para la identificación de sitios, y Julio E. Pérez. (AGA, Asuntos
Exteriores (10) 3.4 54/1286,
nombres de huaqueros, testigos, primeros compradores, etc., permaneciendo perdidos hasta la recorte del Diario Oficial del 19 de
actualidad. noviembre y publicado el 25,
enviado por Cólogan al delegado
general de la Exposición Histórico
Este expediente también estuvo en poder del ministro plenipotenciario de España en Americana en carta fechada en
Bogotá el 25 de noviembre de
Colombia, Bernardo J. Cólogan, quien firma su certificación el 10 de junio de 1892, certificación 1891).
que hace extensiva a otras colecciones de orfebrería indígena de coleccionistas privados que se
presentan en Madrid, como las de Vicente Restrepo, Carlos Uribe y Nicolás J. Casas, y las de cerámica
de los señores Restrepo y Pizano, así como las de los demás objetos reunidos y clasificados para
ser remitidos a la exposición de Madrid.
27
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
con el Laudo Arbitral por lo que hay intención y deseo de hacer algo digno dentro de los no muy 44 Esta referencia parece
confirmar la tesis de Muñoz de
grandes elementos con que se cuenta para concurrir a nuestra exposición». que Vedovelli estaba asociado
con Jaramillo y Lalinde para la
venta.
Posteriormente, da cuenta de la compra en dos cartas dirigidas, una al delegado general
45 AGA, Asuntos Exteriores (10) 3.4
de la exposición y otra al ministro de Estado, fechadas el 23 de agosto, manifestando en la primera: 54/1286, carta dirigida al ministro
«tengo la satisfacción de anunciar a usted que aparte de lo perteneciente a la Biblioteca y Museo, de Estado, Bogotá, 23 de agosto
de 1891.
ya está asegurado el envío de tres notables colecciones, una de ellas toda de oro que acaba de 46 AGA, Asuntos Exteriores (10) 3.4
comprar el Gobierno por la suma creo de $60 000 que no han salido del crédito de los $100 000. 54/1286, carta de Navarro
Para que usted pueda formarse una idea de lo que es esta colección tengo el honor de remitirle un Reverter al ministro plenipoten-
ciario de España en Colombia,
folleto, que hace unos meses publicó de ella un italiano, que intentó asociarse con el dueño para Madrid, 29 de septiembre de
1891.
una especulación fallida44. La descripción allí hecha no tiene ningún valor científico, pero se puede
apreciar por ella el número y valor de los objetos...».
Mientras que en la segunda, que lleva membrete de reservada, reitera la compra de la colec-
ción y da cuenta también de la donación que hará de ella el Gobierno colombiano manifestando:
acompaño un folleto que recibirá usted por separado y que le envío para que [...] forme
idea de una valiosa colección de antigüedades indias de oro, cuyo envío a la exposición ya
está asegurado por haberla comprado el Gobierno. Nada más digo ni debo decir al Sr.
Delegado sobre esta colección pero algo más debo añadir a Usted sobre su final destino
con la natural reserva [...] desde que se pronunció el Laudo Arbitral no una sino varias
personas importantes y algunos adversarios políticos del Gobierno me hablaron íntima-
mente de hacer algún obsequio al Gobierno de S. M. en señal de agradecimiento [...]. Acaba
de ser traída a Bogotá una numerosa y valiosa colección, encontrada en noviembre del año
pasado en guacas o sepulcros, y sabrá que era eso lo que se tenía en mira, pero ofrecía
grave dificultad lo elevado del precio. Debo hacer constar en honor de la verdad que el
presidente C. Holguín ponía gran empeño en ello, como también se lo tenía el Sr. Suárez,
Ministro de Relaciones Exteriores. Las opiniones favorables de otras personas, aún de
distinto carácter político [...] han podido ser alicientes para tomar una decisión; lo cierto
es que la referida colección acaba de ser comprada, mediante combinaciones de partidas
del presupuesto, por la no insignificante suma, y menos para el Tesoro, de $60.000 en
papel, que representan unos $32.000 en oro [...] Figurará en nuestra exposición y quizás
sea llevada a Chicago, pero después será ofrecida a S. M. la Reina para nuestro Museo.
Sobre este proyectado obsequio guardo la más absoluta reserva, pues me parece no debo
contribuir á que se desflore y divulgue este cortés propósito del Gobierno colombiano,
pero al mismo tiempo creo que, al informar confidencialmente a V. E. no hago sino cumplir
con mi deber45.
Todas estas informaciones motivarán la difusión oficial de la noticia, que aparecerá publi-
cada en la Circular n.º 437 de la Delegación de la Exposición Histórico-Americana, firmada por el
duque de Tetuán, delegado general de la misma, de la que Juan Navarro Reverter envía a Cólogan
veinte ejemplares, con la fecha tan temprana de 1 de octubre de 1891, bajo el título «Ofrecimientos
notables»: «El Gobierno de Colombia, deseoso de figurar dignamente [...] ha adquirido con destino
28
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
exclusivo a nuestra exposición una hermosa colección de objetos curiosos y raros, de oro macizo 47 AGA, Asuntos Exteriores (10) 3.4
54/1286. Circular n.º 437.
compuesta de ídolos, vasos sagrados y amuletos, recientemente descubierta que ha sido desig-
48 AGA, Asuntos Exteriores (10) 3.4
nada con el nombre de Tesoro sacerdotal y que indudablemente llamará la atención de sabios y 54/1286, carta dirigida al ministro
profanos»47. de Estado, Bogotá, 13 de
noviembre de 1891.
49 AGA, Presidencia (9) 2.3
A mediados de noviembre Cólogan reitera la donación de la misma: «respecto a la colec- 51/3602, carta de Carlos Holguín
ción de oro comprada por el gobierno en $70 000 yo no puedo decir de oficio [...] su verdadero a don Antonio Cánovas del
Castillo, Bogotá, 13 de diciembre
destino, pero hoy privada y reservadamente bien puedo hacerlo: Es un regalo destinado al de 1891.
Gobierno español y figurará en la Exposición [...] el enviarlo después o no a Chicago también será 50 AGA, Asuntos Exteriores (10) 3.4
cosa nuestra. Es un acto de agradecimiento por el fallo de límites, cuya noticia coincidió con la 54/1286, carta de Martínez Silva a
Cólogan, Bogotá, 5 de febrero de
llegada de la colección recién descubierta». Y agrega: «El obsequio contará no sólo con la inicia- 1892.
tiva del Gobierno y del Presidente Holguín, sino con el de la nación colombiana, pues a raíz del
fallo más de dos personas de diferente color político me indicaron algo sobre el decoro que habrá
en un acto de gratitud a España [...] Sólo agregaré que la descripción, clasificación, histórica y
científica del folleto del Sr. Vedovelli es muy deficiente y que esto se hará por persona más com-
petente [...]»48.
Posteriormente será el propio Holguín, en una carta con membrete «Presidencia República-
Privada» dirigida el 13 de diciembre del mismo año al Presidente del Consejo de Ministros, Antonio
Cánovas del Castillo, quien le notifique esta decisión manifestándole, tras hablar de los esfuerzos
que está haciendo el Gobierno colombiano para concurrir a la exposición, que «He tenido la buena
fortuna de poder comprar la colección más completa y más valiosa, toda de oro finísimo, de la
industria de los aborígenes de Colombia. Aunque la he comprado con el especial designio de pre-
sentársela al Gobierno de S. M. como una pequeña muestra de nuestro agradecimiento por el
servicio que nos prestó sirviéndonos de árbitro en nuestro pleito con Venezuela sobre delimita-
ción de fronteras, esperando que ella adorne algún Museo de Madrid»49.
Sin embargo, para que se haga oficial esta noticia en Colombia habrá que esperar al día de
la Independencia Nacional, el 20 de julio de 1892, en el que el presidente Carlos Holguín, en el
discurso dado ante el Congreso, va a hacer pública a la nación la compra del Tesoro y la intención
de donar este, al que se refiere como «la colección más completa y rica de objetos de oro», para
exponerla en Madrid y Chicago y posteriormente «obsequiarla al Gobierno español para un museo
de su capital», y manifiesta que antes de mandarla a Madrid «propuse al gobierno de Venezuela
que tomase la mitad de la colección para que el obsequio fuese de ambos gobiernos. No habiendo
sido aceptado el ofrecimiento, determiné hacerlo por nuestra sola cuenta» (Gamboa Hinestrosa,
2002: 181-182). No obstante, el presidente Holguín no pudo entregar de manera oficial el Tesoro de
los quimbayas, dado que fue Miguel Antonio Caro, vicepresidente del nuevo Gobierno conservador
de Rafael Núñez, que salió de las urnas el 7 de agosto de 1892, quien lo hizo.
Con los inicios del año 1892 las actividades de la Comisión se van a centrar en los prepara-
tivos de la exposición de Madrid, preparativos de los que también va a dar cuenta el ministro
español Bernardo J. Cólogan y que se inician con discrepancias y rivalidades de coleccionistas
entre Vicente Restrepo y Gonzalo Ramos Ruiz, lo que provocará su intervención a petición del
ministro de Fomento colombiano para que renuncien como miembros de la Comisión Gonzalo
Ramos Ruiz y Julio E. Pérez en febrero y se haga efectivo el nombramiento de Vicente Restrepo para
que se haga cargo de estos trabajos50. Esto va a permitir el préstamo gratuito de la colección que
poseen Vicente y Ernesto Restrepo, ya que «entre ambos poseen la más numerosa y valiosa colec-
ción del país (que sólo en oro representa unos 7 kg) y siempre tuve en mira fuese a Madrid, para lo
cual sólo había la dificultad de que el Gobierno necesitaba desembolsar unos $20 000 en papel
($42 000 en oro) en su compra». Colección que como veremos, y el propio Restrepo manifiesta,
estaba constituida por numerosas piezas de otro lote del hallazgo, por lo que también forman parte
de las tumbas de La Soledad. Y continúa manifestando: «a ambos, padre e hijo, los he nombrado
para constituir conmigo una reunión auxiliar para el envío de los objetos a Madrid y me han prome-
tido una relación de los trabajos que están realizando para la Exposición» y «de los objetos con que
ya cuentan» e ir «expidiendo en su oportunidad las cajas que se hallen listas». «En estos momentos
tienen ya en su casa la valiosa colección de oro que compró el Gobierno [...] la están catalogando
29
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
científicamente y al mismo tiempo fotografiando, pues el Sr. Restrepo se propone formar tres 51 AGA, Asuntos Exteriores (10) 3.4
54/1286, carta al delegado
álbumes de los que nos ofrecerán sendos ejemplares: uno de antigüedades de oro, el segundo de general de la Exposición
inscripciones y el tercero de cerámica y otros objetos [...]»51. Y unos días más tarde manifiesta que Histórico-Americana, Bogotá, 12
de febrero de 1892.
«V. Restrepo sigue trabajando con gran eficacia en los preparativos del envío teniendo terminada la
52 AGA, Asuntos Exteriores (10) 3.4
catalogación de numerosos objetos de oro y muy adelantados otros trabajos»52. 54/1286, carta al delegado
general de la Exposición
Histórico-Americana, Bogotá, 12
Cólogan da cuenta de los objetos reunidos y clasificados para enviar a Madrid: «600 de oro, de marzo de 1892.
24 de cobre y 350 cerámicas»53, además de trescientas fotografías realizadas por el Sr. Racines de 53 AGA, Asuntos Exteriores (10) 3.4
los objetos y de otros existentes en Colombia que no pueden viajar a la Exposición. «Con estas 54/1286, carta al delegado
general de la Exposición
fotografías se hará un álbum que será presentado en el Congreso de Americanistas y para la expo- Histórico-Americana, Bogotá, 12
de mayo de 1892.
sición se remitirán copias sueltas en cartones, porque serán mejor vistas y examinadas por el
54 No hemos podido encontrar en
público», enviando diez ejemplares como muestra54, y continúa: «[...] además están en camino
los archivos y bibliotecas de
desde Manizales (Antioquia) para el puerto fluvial de Honda, 200 objetos de cerámica que no es España consultados este álbum
de fotografías, ni las copias
prudente traer aquí exponiéndose al riesgo de roturas por el mal estado de los caminos». sueltas de las mismas, que nos
permitirían conocer todas las
piezas quimbayas que se
Junto a las cartas, adjunta también recortes de la prensa colombiana relativos a «Colombia exhibieron en la Exposición
en la Exposición de Madrid y Chicago», tanto de El Correo Nacional como de El Criterio, escritos por Histórico-Americana. No
obstante, a través de Carmen
Vicente Restrepo y en los que se van dando cuenta de los trabajos realizados. Por ellos sabemos Muñoz (2003 y 2011) sabemos
que este álbum consta de 30
que «cada pieza lleva un pequeño número adherido, que se repite en el catálogo, poniendo el láminas que ilustran más de
peso, la medida y la ley del oro por aproximación (obtenida de la piedra de toque) y a continuación 2.300 antigüedades indígenas de
diferentes materiales y que con
una somera descripción de la pieza»55. Así como que «El Sr. Restrepo [...] exhibía entier en los ellas se hicieron 9 álbumes que
salones de su casa habitación todos los objetos reunidos y clasificados» que debían enviarse a fueron distribuidos entre Génova,
Madrid y Chicago, y otros se
Madrid y Chicago, y que entre ellos «lucía allí la espléndida colección comprada por el Gobierno de quedaron en Colombia. También
se imprimieron 250 ejemplares
la tribu de los Quimbaya»56, y que, para su visita, «hace poco recibimos la tarjeta que el Sr. Restrepo tanto del Catálogo como del libro
envía a los altos empleados de la nación y del Departamento y a otros muchos caballeros de la de los quimbayas de Ernesto
Restrepo.
ciudad [...] invitándolos a visitar la colección [...] que artísticamente ha arreglado en los salones de
55 El Correo Nacional, 24 de
su casa habitación»57. Colecciones que según Botero (2006) fueron visitadas por 600 personas, febrero de 1892. AGA (10) 3.4
siendo una de ellas sin duda Soledad Acosta de Samper (1894), quien manifiesta que pudo examinar 54/1286.
detenidamente el tesoro en Bogotá. 56 El Correo Nacional, 7 de mayo
de 1892. AGA (10) 3.4 54/1286.
57 El Criterio, Bogotá, 9 de mayo
de 1892. AGA (10) 3.4 54/1286.
El envío del Tesoro Quimbaya a Madrid y su exhibición 58 AGA (10) 3.4 54/1286,
en la Exposición Histórico-Americana correspondencia de Cólogan
fechada en Bogotá el 12 de mayo
de 1892.
Ante la cercanía de las fechas de la celebración del certamen, ahora la atención se va a centrar en 59 La línea directa a Vigo quedó
el transporte de las colecciones. En las cartas de Cólogan se puede apreciar desde un primer suspendida a principios de año,
por lo que se ha de utilizar la de
momento la preocupación por el mismo, ya que las dificultades, provocadas por las lluvias y el mal Nueva York con trasbordo en La
estado de los caminos, conllevan obstáculos y riesgos de rotura de piezas. Pero ahora, en el Habana (AGA (10) 3.4 54/1286).
momento en que las colecciones deben ser trasladadas para su embarque con destino a España, 60 AGA, Asuntos Exteriores (10) 3.4
54/1286, carta de Cólogan a los
esta preocupación se hace más marcada. Los planes son que «embarquen en el vapor que a capitanes de la C&T, Bogotá, 1 de
mediados de junio toca en Sabanilla, Cartagena, y llega a La Habana el 28 para trasbordar al vapor julio de 1892.
que sale el 30 de junio y así están en Madrid a mediados de julio»58, mientras que los que no estén 61 AGA, Asuntos Exteriores (10) 3.4
54/1286, carta al delegado
listos no podrán llegar a Madrid hasta finales de agosto. Sin embargo, las fechas se retrasan de general de la Exposición
modo que hasta el 18 de junio no saldrán para Barranquilla diecisiete cajas desde Bogotá y seis Histórico-Americana, Bogotá, 2
de julio de 1892.
desde Manizales. Una vez en Barranquilla serán embarcadas en el vapor México rumbo a La Habana
y de allí transbordadas a otro vapor para viajar a España, adonde llegarán el 10 de agosto59. Cólogan
va a escribir a los capitanes de la compañía de transporte pidiendo que se tenga cuidado en este
trasbordo, sobre todo «con las cajas 15 y 16, especialmente valiosas no sólo por ser de oro su con-
tenido, sino por la rareza y mérito histórico de los objetos»60, dado que en la número 16 viaja el
Tesoro de los quimbayas.
En la solicitud de embarque presentada por Vicente Restrepo y Cólogan61 al agente de la Fig. 7: Pabellón de Colombia
Compañía Transatlántica en Sabanilla, se certifica que el contenido de las cajas es arqueológico y en la Exposición Histórico-
Americana de 1892 con la
que no tienen otro destino que la exposición, por lo que llevan el rótulo «Exposición de Madrid.
exhibición del Tesoro de los
Legación de Colombia». Además, se da el contenido de las 23 cajas, de forma que, de las 17 que quimbayas. Archivo del
salieron de Bogotá, 12 eran de cerámica, una de instrumentos de piedra y obras arqueológicas, Museo de América.
30
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
otra de arreos e instrumentos de música y adornos de las tribus actuales, dos contenían figuras y 62 La fecha establecida para su
apertura al público fue el 12 de
arreos de oro (colecciones del Gobierno y particulares) y otra objetos pequeños de piedra, loza y septiembre, pero la ausencia de
hueso. Mientras que las 6 de Manizales contenían «cerámica de la importante tribu de los quimbaya» la corte hizo que esta se
produjera el 30 de octubre,
y «fueron directamente a la costa por las dificultades que ofrecen los caminos». Es por ello «que no mientras que la inauguración
se han podido incluir y describir en el Catálogo por no tenerlas a la vista», por lo que se dan instruc- oficial con la presencia de la reina
regente María Cristina y los reyes
ciones de que en Madrid se mantengan separadas, ya que serán descritas por Ernesto Restrepo a de Portugal tuvo lugar el 11 de
noviembre, y en sesión del
su llegada. comité organizativo se acordó
que ambas «permanecieran
abiertas mientras el público
La Exposición Histórico-Americana tuvo lugar en el entresuelo del recién construido Palacio manifestase deseos de visitarlas y
de Biblioteca y Museos Nacionales, mientras que en la planta superior se celebró de forma simul- como mínimo hasta pasada la
Pascua de Reyes». No obstante,
tánea la Exposición Histórico-Europea62. A cada país corresponderá la organización de la sala que permanecieron abiertas hasta el
30 de enero de 1893 (Martínez y
le ha sido asignada, y en el caso de Colombia la delegación encargada de recibir y organizar los Verde Casanova 2005: 157).
materiales estará presidida por Julio Betancourt, ministro plenipotenciario, y José T. Gaibrois,
encargado de Negocios en calidad de jefe interino, junto con seis delegados entre los que se
encuentra Ernesto Restrepo, que también fue asignado para participar en el Congreso de
31
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
Americanistas que se celebró en Huelva junto con Soledad Acosta de Samper. Para ello le fue con- 63 En el Archivo del Museo de
América se conservan numerosas
cedido «un presupuesto de cuarenta mil pesos en oro» (Muñoz, 2011: 152) y a través de la investi- fotocopias de recortes de prensa,
gación de esta autora conocemos todos los pormenores de los preparativos para la exhibición. española y colombiana, referidos
al pabellón de Colombia y sus
colecciones, así como a los
La instalación de la sala presentaba las paredes con banderas, escudos de Colombia y quimbayas, cuyos originales
creemos se encuentran en el
armarios en los que se colocaron las colecciones particulares de oro y cerámica, y entre ellos se Museo del Oro de Bogotá.
Desgraciadamente gran parte de
encontraban fotografías de objetos de colecciones particulares que no habían venido a la exposi- ellos carecen del nombre de la
ción, mientras que en una vitrina hexagonal con cristales, en forma de templete, coronada con el publicación y/o de la fecha, lo
que impide citarlos de forma
busto de Cristóbal Colón y flanqueada por las banderas de Colombia y España, que se dispuso en adecuada.
el centro de la sala, se exponía el Tesoro de los quimbayas (figura 7). Como pone de manifiesto 64 «Exposición Histórico-
Muñoz (2011), son numerosas las referencias visuales y escritas en la prensa de la época, tanto Americana», en El Centenario,
1892, t. III, p. 339.
colombiana como española, y en revistas, como la oficial El Centenario o La Ilustración Española y 65 A disposición del Gobierno
Americana63, y dado que es el único país que expone colecciones de objetos de oro, se habla de que español quedaron cinco series de
el pabellón colombiano presenta «una riqueza e interés que ningún país iguala». Mientras que en la fotografías y los libros referentes
a las antigüedades colombianas
revista El Centenario, surgida para dar cuenta de las actividades de la celebración, se reitera que (Muñoz 2003), pero dichos
álbumes fotográficos no han
«presenta numerosos barros y multitud de objetos desenterrados de sepulturas indígenas [...] Pero podido ser encontrados.
nada llama tanto la atención cómo los ídolos, joyas, ornamentos y vasijas de oro, cuyo valor, tasado
por lo alto, excede seguramente de 100 000 duros»64. Y en esta misma revista aparece publicado un
artículo de Ernesto Restrepo titulado «Orfebrería de las tribus Quimbaya y Chibcha», en el que hay
una lámina grabada con las imágenes en dorado sobre fondo azulón de los poporos antropomor-
fos del Tesoro de los quimbayas con una nota de la redacción en la que se manifiesta «que repro-
duce varios de los objetos de oro que forman parte del espléndido regalo hecho por el Gobierno de
Colombia a la reina de España [...]» (1892b: 341)65, apareciendo en este artículo también dibujos de
tres piezas quimbayas pertenecientes a la colección de Vicente Restrepo y que formaban parte del
mismo hallazgo.
32
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
Por otra parte, en La Ilustración Española y Americana, con fecha de 8 de diciembre de Fig. 9: Portada del álbum de
1892, Ernesto Restrepo también publica un artículo titulado «Colombia en la Exposición», y en la fotografías que acompañaba
al inventario de donación.
misma revista Narciso Sentenach se refiere a la cerámica quimbaya en los siguientes términos: «es Patrimonio Nacional.
también excelente, elegante y pura en sus líneas generales; el alfarero ha derrochado en ella un
verdadero lujo de imaginación, tanto en sus formas como en sus adornos [...] Dos especies muy
distintas se notan en ellas: una polícroma con dibujos variados y formas fantásticas y caprichosí-
simas, y otra monocroma, de líneas más severas, pero de una labor esculpida a palillo [...] es un
66 La Ilustración Española y
estilo de cerámica especialísimo, como no se encuentra otro en toda América»66. Y en el catálogo
Américana, 8 de abril de 1892.
que acompaña a la muestra67 se manifiesta que «En materia de antigüedades nada presentará 67 Y que divide los objetos en
Colombia de tan alto interés como las figuras, arreos y dijes de oro que provienen de la provincia grupos, según la materia en que
de los Quimbayas. Tales objetos, á la vez que una revelación para los americanistas, serán uno de están fabricados, y por
provincias: chibchas, quimbayas,
los atractivos de la Exposición del Madrid» (Restrepo y Arias, 1892: 9). Antioquia, Cauca, Panamá,
Tolima y petroglifos. No obstante,
presenta una estructura muy
Tras la finalización de la Exposición Histórico-Americana, y después de la retirada de las compleja de difícil interpretación
que induce a confusiones al
colecciones por parte de las diferentes legaciones, con los objetos donados, otros nuevos y la mezclar en los distintos
refundición con la Histórico-Europea se inauguró otra exposición, la denominada Exposición apartados descripciones que
hacen referencia a piezas y a
Histórico-Natural y Etnográfica, donde continuó la exhibición del Tesoro de los quimbayas en las fotografías, así como por no
establecer claras demarcaciones
mismas instalaciones hasta su clausura el 30 de junio de 1893. Es en la fecha de su inauguración, entre las distintas colecciones.
el 4 mayo, cuando se hace la entrega oficial del Tesoro a la Reina Regente, «con destino al museo 68 Con el título completo:
que corresponda y no parece ser otro que el Museo Arqueológico Nacional» (Restrepo y Arias, Inventario de los objetos de oro de
la Colección Quimbaya
1892a: 45). Corresponde a don Julio Betancourt entregar a la Reina el estuche con la llave de la presentada como obsequio a S. M.
vitrina junto con el Inventario68 (figura 8), que consta de cuatro pliegos, en el que se dice que «Es la Reina Regente por el Gobierno
de la República de Colombia, con
copia del Catálogo de la Colección Quimbaya formada por la Comisión de Proto-historia de Bogotá destino al Museo Arqueológico de
y se compulsa para entregarlo junto con dicha colección al Gobierno de Su Majestad Católica. Madrid y en ocasión del 4.º
Centenario del Descubrimiento de
Madrid 4 de mayo de 1893» y que aparece firmado por el ministro plenipotenciario de España en América.
33
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
Colombia y el director del Museo Arqueológico Juan Dios de la Rada y Delgado. Al lado derecho de Fig. 10: Exhibición del Tesoro
la firma aparece un sello en tinta azul en el que se lee: «Legación de la República de Colombia en en la Exposición Histórico-
Natural y Etnográfica de
España», encontrándose el original de este documento en el Archivo del Museo Arqueológico 1893. Archivo del Museo
Nacional. También hace entrega a la Reina de un álbum con 22 páginas y 20 fotografías, encuader- Arqueológico Nacional.
nado en piel verde con las iniciales del nombre de la Reina (M. C.) impresas en oro y rodeadas de
Fig. 11: Lámina del álbum
una guirnalda (figura 9), que se conserva en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid. En la primera que acompañaba al
página del mismo aparecen los escudos de España y Colombia y en la segunda el título, Album inventario, referida a los
fotográfico de la colección de antigüedades que forman el tesoro de los quimbayas de la República lotes 23 al 31, en la que se
aprecia la nariguera en
de Colombia, 1492-1892. A continuación, en veinte páginas, aparecen las fotografías de las piezas torzal. Patrimonio Nacional.
con el número asignado en el inventario y una breve descripción al pie de la página de las mismas,
lo que permite su identificación. Es la separación de estos dos documentos desde un primer
momento, dado que uno permaneció en el Museo Arqueológico Nacional y el otro en el Palacio
Real, lo que impidió su confrontación, y en la posterior y paulatina pérdida de la memoria histórica
de la existencia de estas fotografías se encuentra la raíz de las dificultades y errores cometidos en
años posteriores a la hora de identificar las piezas en los diferentes inventarios realizados con
69 Junto con don Ángel de
motivo de préstamos o traslados.
Gorostizaga, don Francisco de
Paula Álvarez Osorio, don Narciso
Sentenach, don José Arias y don
En el acta manuscrita, de fecha 1 de agosto de 1893, en la que se comprueba la conformi- Lorenzo Flores Calderón, en
dad de las piezas del Tesoro que había en la vitrina de la Exposición Histórico-Natural y Etnográfica calidad de secretario del museo.
(figura 10) con la relación de las mismas en el Inventario y que está firmada por don Juan Dios de la 70 El original de este documento
se encuentra en el Archivo del
Rada y Delgado, director del Museo Arqueológico Nacional69, se descubre que falta una nariguera, Museo Arqueológico Nacional. No
pues de las veintidós que aparecen en los lotes 25 y 26 del Inventario solo hay veintiuna en la obstante, en la relación de la
donación publicada en la revista
vitrina, pero se determina que debe ser «error del Inventario, puesto que examinada detenida- Archivos, Bibliotecas y Museos
mente la felpa que le sirve de fondo no se notaba en ella señal de haber sido despegada ninguna (1898) por Gorostizaga van a
figurar de nuevo veintidós
pieza, pues todas las demás se hallan perfectamente adheridas»70. Pero Muñoz (2003: 352) confirma narigueras.
34
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
35
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
que esta pieza nunca se expuso, según la documentación del Archivo General de la Nación, donde Fig. 12: Vitrina en que se
se encuentra la siguiente explicación: «al verificar la existencia de los objetos se ha hecho constar expuso el Tesoro de los
quimbayas en el Museo
de nuevo la falta de una nariguera pequeña en la colección destinada al Gobierno español. Dicha Arqueológico Nacional.
nariguera, según se me ha informado, se rompió en la travesía y no fue colocada en el mueble Archivo del Museo de
central donde se exhibió la colección quimbaya a que pertenecía», preguntándose esta autora América.
quién se pudo quedar con ella. Nosotros hemos podido apreciar que en la lámina del álbum de
fotografías (figura 11) referida al lote se aprecia la existencia de una nariguera en perfecto estado de
conservación de una tipología diferente a las otras, en «torzal», similar a otra que se encuentra en
el Field Museum de Chicago perteneciente a la colección de Vicente Restrepo, y que aparece en la
web de dicho museo con el número de inventario 136760. Posteriormente, Ángel de Gorostizaga
(1898) contabilizará veinticuatro narigueras, por lo que no solo está contabilizada la desaparecida,
sino que añade dos más, las de los lotes 23 y 24, contribuyendo a partir de aquí a generar confusio-
nes y discrepancias en relación al número de piezas.
36
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
El Tesoro de los quimbayas en el Museo Arqueológico Nacional 71 AGA, Asuntos Exteriores (10) 15
54/3189.
y la Guerra Civil
72 Archivo del Museo
Arqueológico Nacional,
El Tesoro de los quimbayas pasó a formar parte de la sección IV, denominada también de Etnografía, expediente 1893/18-B, Exposición
Iberoamericana de Sevilla.
que albergaba las colecciones americanas y oceánicas del Museo Arqueológico Nacional, que
73 Archivo del Museo
comenzaba una nueva época tras la inauguración de su nueva sede en el Palacio de Biblioteca y Arqueológico Nacional,
Museos Nacionales, donde habían tenido lugar las exposiciones de 1892 y 1893. Se exhibía en las expediente 1929/20.
salas de la planta segunda, cuya decoración y vitrinas eran reutilizadas de las exposiciones ante- 74 Ernesto Restrepo Tirado,
cónsul de Colombia en Sevilla,
riores. No obstante, esta sección sufrió varias reinstalaciones que llevaban aparejada la reducción fue el comisario de la muestra.
de su tamaño como consecuencia de la cesión de espacios a otras instituciones y por el incre- 75 Fechada el 24 de junio de 1930.
mento de las colecciones (Marcos Pous, 1993; Álvarez-Ossorio, 1910).
A partir de 1917, según reza en la Guía histórica y descriptiva del Museo Arqueológico
Nacional, el Tesoro se va a exhibir, junto con otras piezas del museo, en la denominada primero
«Sala del Tesoro» y posteriormente «del Joyero», contigua a las salas americanas, en una vitrina
rectangular (figura 12) en la que figuraba el siguiente texto: «Tesoro de los Quimbayas. Obsequio que
el Gobierno de Colombia ofrece a S. M. la Reina Regente de España para el Museo Nacional respec-
tivo». Allí permaneció hasta su exhibición de nuevo en otra exposición internacional, la Exposición
Iberoamericana de Sevilla, dentro también del Pabellón de Colombia. Este evento, que se había
comenzado a programar en 1911 y que sufrió numerosos retrasos por motivos político-económi-
cos, tuvo lugar desde el 9 de mayo hasta el 27 de junio de 1929.
37
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
manifiesta «que se ha hecho el cotejo de los objetos y está de acuerdo a lo entregado y devuelto», 76 Sobre el patrimonio español y
la Guerra Civil, véanse, entre
y donde va a permanecer expuesto hasta la Guerra Civil española, período durante el cual va a otros, Colorado (2008) y Argerich
atravesar la peor etapa de su historia, que pudo llevar aparejada su pérdida o fundición. Durante y Ara (2009).
estos años de guerra su historia va a estar unida a la de la mayor parte del Patrimonio español y en 77 A su frente estaba Amaro del
Rosal y como miembro de la
especial a la del Monetario del Museo Arqueológico Nacional. Junta formaba parte el director
general de Bellas Artes. En
noviembre, siguiendo al Gobierno
Tras el estallido de la Guerra Civil, el caos y descontrol surgidos en los primeros momentos de la República, se instaló su
determinaron la creación el 23 de julio de 1936, por parte del Gobierno de la República, de la Junta sede y almacén central en
Valencia. Sobre la Caja General
de Incautación y Protección del Tesoro Artístico76, con la finalidad de atajar los daños y atentados de Reparaciones, véanse Sánchez
Recio (1991) y Fernández Talaya
contra obras de arte de iglesias, conventos y palacios, así como atender a la salvaguarda de las (2000).
obras de arte existentes en los museos mediante su almacenaje en los sótanos y la protección de 78 Oficio del ministro de Hacienda
los edificios. Labor en la que participaron los funcionarios de los museos, entre ellos los del Museo de fecha 2 de noviembre, que se
conserva en el Archivo del Museo
Arqueológico Nacional, que desmontaron salas y vitrinas y almacenaron los objetos, como fue el Arqueológico Nacional (exp.
caso del Tesoro de los quimbayas, que, tras ser sacado de la Sala del Tesoro, fue guardado en unas 1936/105 de fecha 4 de
noviembre). Y otro de traslado del
arcas de hierro que había en la Sala de Talavera, ubicada en la planta baja (Marcos Pous, 1993). director a Felipe Mateu y Llopis,
conservador y vocal de la Junta
del Tesoro Artístico, de fecha 4 de
El 23 de septiembre se creó también la denominada Caja General de Reparaciones77, orga- noviembre.
nismo autónomo dependiente del Ministerio de Hacienda destinado a reparar en lo posible los 79 Archivo del Museo
Arqueológico Nacional, exp.
daños causados a la economía del país por la guerra, mediante la incautación de todo tipo de 1942/33.
patrimonio, mueble e inmueble, a los desafectos a la República. Como manifiesta Tusell (2002:
22, en Álvarez Lopera, 2009: 35), la Caja fue una competidora de la administración cultural e hizo
desaparecer una buena parte de los bienes incautados, ya que «practicaría una política que no dis-
tinguía entre los objetos artísticos y los de mero valor crematístico», al realizar «una activísima labor
de recogida de obras de arte, sustrayéndolas al control de la Junta, a la que no le quedaba otro
recurso que expresar su temor por el futuro de estas obras». Y una de sus primeras actividades fue
la incautación en el Museo Arqueológico Nacional del Monetario y del Tesoro de los quimbayas.
38
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
Roces dijo que tenía que marcharse, y que también lo podría hacer el declarante [...] Que 80 Conservadora del Museo
Arqueológico Nacional.
el citado Roces encargó al declarante que viniera por la mañana para ver dónde estaba el
81 Estos expedientes demuestran
Tesoro de los Quimbayas, y los demás objetos que pudieran interesar [...], encontrándose que la información dada por don
cuando llegó por la mañana con que ya estaban allí los milicianos con los funcionarios del Florencio de Santa Ana en carta
fechada el 22 de junio de 2002 a
Ministerio que vinieron la noche anterior. Que al llegar Roces el declarante le manifestó que Paz Cabello es errónea. En ella
el Tesoro de los Quimbayas se encontraba en una de las arcas de hierro sitas en la Sala de manifiesta: «Es tradición de mi
familia, que mi tío abuelo,
Talavera, a la que se habían llevado diversos objetos de valor para preservarlos de posibles Francisco de Paula Álvarez-
Ossorio y Farfán de los Godos,
bombardeos, mandando Roces que se abrieran tales arcas para ver lo que en ellas había. Director del Museo Arqueológico
Que temiendo el declarante que al abrir las arcas le interesara a Roces todo lo que en ellas Nacional durante la Guerra Civil,
salvó dicho tesoro llevándoselo a
se había guardado trató de ganar tiempo para dificultar la apertura de aquellas, dando un su domicilio en la calle Claudio
juego de llaves cambiado para ver si al no poderlas abrir se desistía del propósito al menos Coello. No tuvo hijos y dos
sobrinos de su mujer, Dolores
con respecto a la que no contenía el Tesoro de los Quimbayas, que hasta aquel entonces era Zubiarreta, que prohijó, han
fallecido ya, por lo que no te
el único por el que parecían interesarse, pero como Roces y sus acompañantes vieran que puedo confirmar dichas noticias».
con aquellas llaves no se podía abrir, el subsecretario dijo que se marchaba al Ministerio de Archivo del Museo de América.
donde enviaría un aparato para abrirlas. Que al marcharse Roces y viendo [...] que sus pro- 82 Archivo del Museo
Arqueológico Nacional, exp.
pósitos no iban a tener realidad, facilitó el otro juego de llaves, con el cual se abrieron las 1939/72. En el informe abreviado
citadas arcas de hierro comenzando entonces a sacarse objetos de las mismas entre ellos que presenta a la dirección del
MAN el conservador del Gabinete
el Tesoro de los Quimbayas, para tenerlos a la vista cuando volviera el subsecretario Roces. Numismático del mismo, don
Que al llegar este se le enseñó el citado Tesoro de los Quimbayas [...]. Que después de ver Felipe Mateu Llopis, referente a lo
actuado por él mismo desde el 18
Roces el Tesoro de los Quimbayas [...] dijo que se tenía que marchar al Ministerio [...] deján- de julio de 1936 hasta que se
trasladó a Valencia en marzo de
dose los objetos sacados en la forma en que estaban y cerrándose la sala para que allí no 1937, manifiesta que consulta, el
se entrara hasta que volviera Roces; en cuyo momento, Felipa Niño80 que había estado mismo día 4 de noviembre, con el
catedrático «D. Manuel Gómez
presente en tales diligencias diciendo que se había dejado en la sala una chaqueta entró Moreno para pedirle su opinión
apartando y ocultando, según se vio luego, unas piezas del Tesoro de los Quimbayas [...]. en un asunto tan trascendental,
manifestándome que ante lo
Que por la tarde del mismo día 5 de noviembre de 1936 volvió Roces [...] manifestó que allí inevitable creía menor daño la
entrega del Tesoro de los
se podía dar por terminado todo, con solo apartar el Tesoro de los Quimbayas, marchando Quimbayas, por tratarse de oro
después al Monetario en donde se terminó la recogida de monedas [...] dándose por ter- bajo y cosa no española, que la
de otros objetos de otras
minada la diligencia de incautación de la que se levantó un acta en que se determinó el culturas».
número de monedas y objetos que se llevaron al Ministerio [...]81. 83 Archivo del Museo
Arqueológico Nacional: informe
sobre la intervención de don
Felipe Mateu Llopis82 realiza una declaración similar a la del director en la que manifiesta Antonio Rodríguez-Moñino como
vocal auxiliar de la Junta del
haber redactado un acta en la que figuraban toda clase de detalles y los nombres de quienes inter- Tesoro Artístico, en lo referente a
vinieron, número y época de las monedas, etc., dato que es corroborado por Rodríguez-Moñino83, colecciones en edificios oficiales,
durante noviembre y diciembre
que también intervino en la incautación, pero Wenceslao Roces no la consideró adecuada y la de 1936.
rompió, redactando él mismo un acta84 a máquina en la que figuraba, además de determinados 84 Archivo del Museo
datos relativos a las monedas85 que se entregaban al subsecretario de Instrucción Pública, «1.- Arqueológico Nacional, exp.
1939/72.
Diversas piezas integrantes del Tesoro de los quimbayas, catalogadas con este nombre, más una 85 Hay que manifestar que hasta
máscara y un águila y tres adornos peruanos, todo ello de oro». la actualidad la colección de
monedas permanece desapare-
cida, constituyendo su pérdida
Posteriormente, narra Mateu Llopis, «las monedas se colocaron en una caja de madera [...]; una de las mayores del
Patrimonio español durante la
en la otra caja se colocó el Tesoro de los quimbayas y creo recordar algún paquete de monedas guerra. Para su historia, véase
que no cabía en la primera [...] y fueron selladas por Roces y el Director poniendo sobre el lacre un Almagro Gorbea (2008).
sello del Museo con las iniciales MAN», siendo a continuación llevadas las cajas al coche del propio 86 Archivo del Museo
Arqueológico Nacional, exp.
subsecretario. Con la precipitación y tensión del momento, que se puede percibir en la propia 1942/33.
narración, no se atendió a ningún tipo de embalaje, y así otro facultativo del Museo, Luis Vázquez 87 También manifiesta que «el 15
de Parga86, manifiesta que al hablarse de la forma en que debía llevarse el Tesoro de los quimbayas de enero recibí, reexpedida desde
el Museo una carta de T.
observó lo impropio del embalaje con que se pretendía hacerlo, recibiendo como contestación Pérez-Rubio, fechada en Valencia,
que su presencia allí no era necesaria. pidiendo copia de la relación de
contenido de las cajas que
salieron del Museo y que se
trasladaron a Valencia, porque el
En su informe, Rodríguez-Moñino expone que el cajón fue llevado a Valencia, donde lo vio acta que tenía Roces “se había
en el despacho de Roces en diciembre de 1936, y que a mediados de 1937 Timoteo Pérez Rubio le extraviado”. No di copia de dicha
acta [...] diciéndole se dirigiera a
manifestó que el cajón se lo habían entregado a él como presidente de la Junta del Tesoro Artístico Madrid solicitándola».
Nacional. A estas informaciones hay que sumar la de Mateu Llopis, que tras ser trasladado a Efectivamente hay en el Archivo
del MAN una carta fechada el 28
Valencia en enero de 1937 señala en su informe que se vio en la calle con Rodríguez-Moñino y este de mayo de 1937 en la que se
le dijo que las monedas se encontraban en el depósito de «las Torres de Serranos»87. Aunque estas solicita se notifique la relación de
objetos, en este caso denomina-
declaraciones están referidas al Monetario y se realizaron acabada la guerra como consecuencia dos «objetos de arte», que fueron
39
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
de la desaparición del mismo, es de suponer que ambos cajones estaban juntos, por lo que el recogidos por el subsecretario en
el MAN en noviembre de 1936,
Tesoro de los quimbayas seguramente también estuvo almacenado en este depósito, dado que su para que conste en la Junta
historia hasta los últimos meses de la guerra debió correr pareja. Central del Tesoro Artístico, así
como un oficio de la Junta
Delegada de Incautación,
A partir de aquí los datos comienzan a ser menos concretos como consecuencia de la falta Protección y Salvamento del
Patrimonio Histórico-Artístico, de
de documentación. Con el nuevo traslado del Gobierno de la República a Cataluña, también fueron fecha 2 de junio de 1937, en la
que se remite copia del acta que
evacuadas las obras de arte, siendo posiblemente el Monetario y el Tesoro de los quimbayas tras- se levantó.
ladados en abril o mayo de 1937 al monasterio de Pedralbes en Barcelona (Almagro Gorbea, 2008), 88 Archivo del Ministerio de
quedando bajo la custodia de la Junta Central del Tesoro Artístico, almacén donde se albergaban Hacienda, libro 25584, libro de
actas de la Caja de Reparaciones.
también objetos de arte pertenecientes a la Caja de Reparaciones88 y donde probablemente per-
89 Archivo del Museo
manecieron hasta noviembre de 193889. Es a partir de esta fecha cuando el Tesoro de los quimbayas Arqueológico Nacional, exp.
y el Monetario del Arqueológico debieron tomar rumbos distintos, y tal vez en este período fuera 1951/26.
también cuando la caja del Tesoro se abriera, dado que en su interior iba un talego con monedas 90 En una carta de Blas Taracena a
don José M.ª Muguruza fechada
que no ha aparecido posteriormente90, y aunque carecemos de información documental especí- el 29 de mayo de 1939, referida al
fica, por su trayectoria posterior el Tesoro tuvo que estar depositado en el castillo de Figueras o en paradero del Monetario del
museo, se dice: «Consta por
el monasterio de Perelada, desde donde pasó a Francia, por el paso fronterizo Le Perthus, durante documentación roja que a fines
los primeros días de febrero de 1939. De la estación de Céret partió para Ginebra en un tren inte- de noviembre de 1938 fueron
abiertas estas cajas en Barcelona
grado por 22 vagones junto con el resto del Patrimonio artístico español, donde llegó el día 13 ante los miembros de la
extinguida Junta Central del
quedando bajo la protección de la Sociedad de Naciones y depositado en la sede de la misma, Tesoro Artístico...». Archivo del
donde se procedió a su inventario «con el objetivo de establecer el listado de las obras, así como la Museo Arqueológico Nacional,
exp. 1951/26.
naturaleza y estado de las mismas» (Colorado, 2008: 247). Dentro del inventario correspondiente al 91 Archivo Central del Instituto del
de obras dependientes de la Junta Central del Tesoro Artístico, el del Tesoro de los quimbayas se Patrimonio Cultural de España
integró dentro del grupo relativo a «objetos artísticos, esculturas, etc., que se realizó desde el 15 al (IPCE, legs. 096.02 y 096.03).
21 de marzo de 1939, sobre un total de 124 cajas»91 y los técnicos fueron anotando la antigua nume- 92 Archivo del Museo
Arqueológico Nacional, exp.
ración con que habían llegado a Ginebra, asignándoseles al tiempo una nueva (Colorado, 2008). 1939/72 (34): «Relación completa
y detallada de las piezas del
“Tesoro de los Quimbayas”,
Desde Ginebra se hicieron tres envíos de obras de arte, viniendo el Tesoro en el primer donación del Gobierno de la
República de Colombia,
convoy, integrado por 25 vagones y que salió de Ginebra el 10 de mayo de 1939 y llegó a Madrid recuperadas en Ginebra, por la
cuatro días más tarde, depositándose provisionalmente en el Museo del Prado. Con fecha 2 de Comisaría General del Servicio de
Recuperación y Defensa del
junio de 1939 fueron finalmente entregadas en el Museo Arqueológico Nacional las dos cajas, con Patrimonio Artístico Nacional y
las signaturas 08 y 09 del inventario de Ginebra, junto con una relación de las piezas del Tesoro92 entregadas por esa Comisaría al
Museo Arqueológico Nacional,
en la que figura a nivel teórico el número de inventario del Museo Arqueológico Nacional y el Madrid, el día 2 de junio de 1939.
Año de la Victoria».
número de inventario de Ginebra. No obstante, nos encontramos que los números correspondien-
93 Archivo del Museo Arqueológico
tes al MAN no son los del inventario del museo sino los de los 62 lotes del inventario de donación. Nacional, exp. 1939/34: «Relación
Además, en el Museo Arqueológico Nacional existe otra relación93 en la que figuran los objetos del total y completa de los objetos
del Museo Arqueológico Nacional
Tesoro que fueron escondidos por la conservadora Felipa Niño Mas el día en que fueron incauta- que, salvados de la rapiña roja,
dos. En esta relación, que contiene 571 objetos, figuran, del 297 al 325, las piezas referidas al por el Servicio de Información y
Policía Militar, después de la
Tesoro, sin número de inventario pero con una descripción de las mismas94. liberación de Madrid, fueron
recuperados por el Servicio Militar
de Defensa del Patrimonio
Artístico Nacional y conservados y
custodiados por el mismo hasta
El Tesoro de los quimbayas en el Museo de América el día de la fecha en que se
entregan al Museo Arqueológico
Nacional según consta al pie del
Tras la creación del Museo de América el 19 de abril de 1941, el Tesoro se siguió exponiendo en el documento» (21 de junio de
1939). Las piezas referidas al
Museo Arqueológico (figura 13), junto con el resto de las colecciones americanas, dentro del área Tesoro son: «297. Cacique
dedicada de forma específica al Museo de América, hasta su traslado definitivo al nuevo edificio, sentado de oro del Tesoro de los
Quimbayas; 298. Cacique de oro
que se empezó a construir en 1943 para el museo en la Ciudad Universitaria. Aquí se expuso desde de pie del Tesoro de los
1965 hasta julio de 1978, en la Sala II de «Arte Prehispánico», dentro de las vitrinas 3.ª y 4.ª Quimbayas; 299. Gran cacique de
oro sentado, con peana del
(Fernández Vega, 1965). De todas formas, su permanencia en esta sede no fue larga, dado que el Tesoro de los Quimbayas; 300.
Cacique de oro sentado del
entonces director del museo solicitó su traslado a las cámaras acorazadas del Banco de España Tesoro de los Quimbayas; 301.
por la falta de adecuadas medidas de seguridad, depositándose cinco cajas de cartón marcadas Pieza de oro bajo de coronación
de objeto, con sonajas. Del Tesoro
con su contenido, en julio de 1978, «en la camareta acorazada n.º 3 de las existentes, dentro de la de los Quimbayas; 302. Cuenco de
denominada Cámara Subterránea del Oro». En el Archivo del Museo de América existe la certifica- chapa de oro del Tesoro de los
Quimbayas; 303 y 304. Dos
ción firmada de «que han sacado de las vitrinas en que se venían exhibiendo las 151 piezas corres- narigueras dobles del Tesoro de
los Quimbayas; 305. Una
pondientes al Tesoro de los quimbayas», acompañada de un inventario en el que se describe el nariguera triple del Tesoro de los
número de cuentas que tienen los collares. No obstante, la suma de las piezas de esta relación no Quimbayas; 306 y 307. Dos
narigueras del Tesoro de los
se corresponde con la realidad, dado que se contabilizan las cuentas de algún collar de forma Quimbayas; 308 a 312. Cinco
40
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
separada y se incluye como formando parte del Tesoro un cuenco de oro peruano. Por otra parte, Fig. 13: Vitrinas en que se
en la relación se contabilizan 22 narigueras pero se hace constar que son 19, en vez de 21, confu- expuso en Tesoro en el
Museo Arqueológico
siones que siguen persistiendo. Nacional hasta 1962. Archivo
del Museo de América.
Pero si las condiciones de seguridad llevaron a que el Tesoro fuera custodiado por el Banco
de España, las de conservación aconsejan su retirada del mismo «por el peligro de deterioro irre- piezas largas caladas del Tesoro
versible por oxidación», dadas las condiciones de humedad del 75 % existentes en los sótanos del de los Quimbayas; 313 a 325.
Trece piezas varias de oro, Tesoro
mismo, que son de todo punto inaceptables para el metal. Así, se ve sometido a un nuevo trasla- de los Quimbayas, engarzadas en
dado en 1982, en este caso a la Caja Fuerte del Museo Arqueológico Nacional, «hasta que el Museo un hilo».
94 Asimismo figuran las siguientes
de América tenga construida la suya», según consta en el Acta de Recepción de este museo, reci-
piezas, que, aunque de
biéndose las cinco cajas cerradas y selladas sin haber visto su contenido. Posteriormente, tras la procedencia peruana, fueron
confundidas como pertenecien-
apertura de tres de ellas para examinar su estado de conservación, se vuelve a hacer un inventario tes al Tesoro: «355. Máscara
en el que persiste la confusión en la contabilización de las piezas, dado que no solo no figuran humana de oro del Tesoro de los
Quimbayas; 356 a 358. Tres
todas sino que unas veces se contabilizan las cuentas de los collares por separado y otras no, y de chapas de oro bajo repujadas,
nuevo se habla de 19 narigueras en vez de 21. En estos errores hay que buscar las causas de que americanas; 359. Chapa larga con
labor recortada de oro bajo,
algunos autores hayan manifestado que algunas piezas se habían perdido o que se considerara americana; 360. Chapa con
triángulos recortados de oro
como formando parte del Tesoro otras que no lo eran, como un cuenco de oro peruano, equivo- bajo; 361. Bloque de 3 chapas
cado con un casco, como aparece en el catálogo El oro que vino de América. También se informa de rectangulares caladas
Quimbayas; 362. Figura humana
que el cacique MAM 17452 presenta la cabeza ligeramente separada del cuerpo, fisura que ya es recortada en chapa de oro bajo».
Por la descripción, estas piezas
reseñada por Vedovelli y que debió ser objeto de restauración en Colombia, antes de la venida del pertenecen a la colección reunida
Tesoro a España95. y enviada a España por el
arzobispo de Trujillo, Martínez
Compañón, a finales del xviii.
Como contrapartida a su depósito en el Banco de España, Martínez-Barbeito solicita la 95 Estas reparaciones y
realización de reproducciones para ser exhibidas en el museo en sustitución de los originales. soldaduras se pueden también
apreciar en otras piezas del
Estas se elaboraron en el taller artesanal de orfebrería Marmolejo Hernández S. L., con sede en Tesoro, como en el cacique MAM
Sevilla, en cobre cincelado y chapadas en oro, estableciéndose que sus medidas serían 1 cm, en 17455, que presenta las piernas
soldadas, o la tapa del poporo
más o en menos, del tamaño real de las piezas. El Instituto Central de Restauración y Conservación, MAM 17437.
41
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
con sede en aquel momento en el mismo edificio del museo, fue el encargado de realizar los 96 El coste de las reproducciones
ascendió a 1.227.000 pesetas.
moldes de silicona, moldes que se conservan en el Museo de América. Todas las piezas fueron
97 Existe también en el museo
reproducidas a excepción de las orejeras y narigueras, de las que se hicieron menos ejemplares96. otro presupuesto posterior del
Hay que reseñar que las piezas de tumbaga tienen la misma tonalidad que las de oro puro, y mismo taller, fechado en abril de
1992, para la realización de 145
aunque no todas tienen el troquel del orfebre, en unas se puede leer «reproducción» y en otras reproducciones ―no sabemos a
«facsímil F. Marmolejo»97 (figura 14). qué obedece esta cifra―,
realizadas, al igual que en el
anterior trabajo, «en cobre
No será hasta junio de 1994 que el Tesoro sea trasladado de forma definitiva al Museo de cincelado y chapado en oro»,
cuyo coste ascendía a 5.546.040
América para su exhibición, tras su reapertura en el mes de octubre, una vez rehabilitado el edificio pesetas, aunque desconocemos
para qué se solicitaron estas
e inaugurado el nuevo montaje de sus salas permanentes. Hay que recalcar, dado que es habitual reproducciones que finalmente
que se manifieste que lo que se expone son las reproducciones (Gamboa Hinestrosa, 2002), que no se realizaron.
desde la inauguración en 1994 son las piezas originales las que están expuestas en la sala perma- 98 Paz Cabello, en la revisión del
estado de conservación de las
nente del museo referida a las «ofrendas funerarias» (figura 15). Y en relación a ello, a su accesibilidad piezas tras su depósito en la Caja
al público, dado que se encuentra expuesto el conjunto íntegro del Tesoro, es que en la actualidad Fuerte del Museo Arqueológico
Nacional, ya da cuenta de la
el Tesoro de los quimbayas forme parte de las colecciones que tienen un estatuto especial, que pérdida de cenizas de esta urna.
impide su salida del Museo en préstamo a otras instituciones, tanto de orden nacional como 99 El número de cuentas de oro,
Respecto a otras exposiciones relativas al Tesoro realizadas en España, las piezas que han
figurado siempre han sido las reproducciones (véase Anexo II), y como manifiesta Jiménez Villalba
(1994), el Tesoro tampoco ha prodigado sus salidas al extranjero, aunque su inaccesibilidad, al estar
custodiado en cajas fuertes, permitió que una representación del mismo haya viajado tres veces a
diferentes ciudades europeas, aprovechando que el Tesoro no se exhibía en España (véase Anexo III).
También durante estos años de estancia del Tesoro en el museo es cuando se realizan los
primeros estudios específicos del mismo, en los que tampoco ha sido pródigo, a pesar de que
figuren referencias al mismo y la reproducción de sus fotografías en prácticamente todas las obras
de arte o de antropología relativas a los quimbayas y a la orfebrería colombiana, estudios que han
estado enfocados fundamentalmente a aspectos de carácter metalúrgico.
42
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
43
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
histórica y cultural, referida a sus orfebres, ¿quiénes eran los quimbayas?, es también seguida por
Trimborn (1949) y Duque Gómez (1991). Pero a partir de aquí su estudio va a ir unido al de la meta-
lurgia colombiana, centrándose las investigaciones en aspectos estilísticos y técnicos a partir de la
obra de Margain (1950). Y sin duda la primera obra que hay que reseñar es la de Pérez de Barradas
(1966), pionero en la clasificación del material quimbaya en clásico o temprano e «invasionista»
para el más tardío, estableciendo la contemporaneidad del primero con calima, así como el estilo
Darién, manteniendo también el término quimbaya a pesar de no encontrar ninguna relación con
la tribu histórica. Otra obra que nos parece relevante sobre la iconografía del Tesoro es la de John
F. Scott «Relaciones del Tesoro de los Quimbayas con otros estilos andinos septentrionales» (1989),
en la que tras hacer una referencia historiográfica del mismo y referirse por primera vez al catálogo
de Vedovelli, intenta establecer relaciones estilísticas e iconográficas con otros estilos colombianos
y asignarle una cronología, además de tratar por primera vez aspectos relativos a la cerámica.
Finalmente, referirnos a otro trabajo que no ha visto su publicación, realizado por Salvador
Rovira y la arqueóloga boliviana M.ª de los Ángeles Muñoz en 1996, centrado en el análisis al
microscopio de las técnicas y defectos de realización de 110 piezas correspondientes a orejeras,
narigueras, cuentas de collar, etc., dado que a raíz de él se realizaron una serie de modificaciones
y correcciones relativas a los números de inventario de las piezas del Tesoro, que se acompañan
de un informe que se conserva en el Archivo del museo.
De las primeras referencias y descripciones de piezas del hallazgo de La Soledad, tanto anónimas
como firmadas por Román María Valencia y Gonzalo Ramos Ruiz, de los datos relativos al peso del
mismo dados en arrobas o libras y del Catalogue de la Collection «Finlandia» publicado por
Vedovelli, deducimos que el hallazgo huaqueado era en origen muy superior en número de objetos
y cantidad de oro, y que el conjunto se fue desmembrando como consecuencia de su partición en
lotes que fueron pasando a diferentes manos. Es por ello que la colección denominada Tesoro de
los quimbayas que se conserva en el Museo de América de Madrid constituye solo una parte del
hallazgo, sin duda la mayor, más importante y representativa, lo que nos lleva a preguntarnos: ¿de
qué otras piezas se componía la ofrenda? ¿Cuáles se conservan en la actualidad? Y ¿dónde?
Fig. 16: Lámina del álbum de
Hemos de volver a centrarnos en el Catalogue de la Collection «Finlandia» de Vedovelli, en el donación referida al lote n. º
que se encuentra la primera documentación gráfica del Tesoro al estar todas las piezas fotografiadas 1. Patrimonio Nacional.
44
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
45
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
excepto las dos del lote 20. Tras su análisis podemos comprobar que de los 32 lotes en que se divide 100 Este número, con todo, no es
exacto, ya que no se han podido
la colección el 20 y el 24 se componen de dos piezas cada uno, el 29 de tres, el 30 de cinco, el 31 de contabilizar, por el reducido
nueve, lo que nos da un total de 47 piezas, a las que hay que sumar las que componen el lote 32, tamaño de las cuentas, cuatro de
los collares. Contabilidad que
integrado por 427 piezas, de las que 7, aunque se ven en la fotografía, no aparecen referidas en el tampoco se puede realizar en las
catálogo, ascendiendo la cifra total a 474 piezas100 de orfebrería con un peso en oro de 21.302 kilos. fotografías del álbum que
acompañan al inventario de
Igualmente podemos apreciar que el número de cuentas que tienen los collares y el número de donación.
narigueras y orejeras es mayor que el que aparece referido en el inventario de donación del Tesoro 101 Según Duque (1991), este tipo
depositado en el Museo de América, así como la presencia de algunas piezas de oro que no forman de narigueras, que efectivamente
se corresponden con las últimas
parte del mismo, como tres colgantes de sección circular semejantes a los números MAM 17412 y fases del desarrollo cultural
quimbaya, características del
MAM 17413 del Museo de América, un colgante en forma de caracol doble idéntico al MAM 17424, Quindio, Risaralda y Caldas,
un separador de collar similar a los que se encuentran en el Museo, cuatro pequeñas piezas defi- aparecen representadas en
vasijas antropomorfas de la zona
nidas como «objetos diversos», así como al menos cuatro cerámicas, dos fragmentos de cerámica, noroccidental (Anserma,
lo que parece ser un tortero, seis cuentas de cristal de roca y una de «vert antique», término que Riosucio, Santuario, etc.).
Por otra parte, en el contrato de compra de la «colección Finlandia» publicado por Gamboa
Hinestrosa se hace referencia a que la colección está clasificada en 62 lotes, con 433 objetos y un
peso de 21.224 kilos, por lo que se puede apreciar ya una discrepancia relativa no tanto al número
de lotes como al de las piezas, 41 menos, de lo que se infiere que no se compran todas las piezas
que componen la «colección Finlandia», y que se venden las orejeras, narigueras y cuentas de los
collares reducidas en número. Por otra parte, en un artículo de prensa referido a la que ya se
denomina «colección del Gobierno» comprada a Domingo Álvarez, o sea el Tesoro de los quimba-
yas, y expuesta en casa de Vicente Restrepo antes de su venida a Madrid, se manifiesta que constaba
de 130 piezas y que pesaba 21,8 kilogramos, es decir, algunos gramos más del peso asignado en el
contrato de compra. Pero lo más curioso es que este número tampoco se corresponde con las
piezas que figuran en el inventario de donación, ya que en este constan 62 lotes con 122 piezas y
un peso desconocido, al no figurar el peso global, sino solo el de algunos de los objetos. Diferencia
que según Gamboa Hinestrosa (2002) hay que buscar en las 8 piezas que se segregaron del conjunto
para entrar en el Museo Nacional.
Aunque es cierto que este baile de cifras tiene que encontrar su lógica en la forma de con-
tabilizar las piezas, dado que en el inventario del Tesoro no se contabilizan las cuentas de collar de
mayor tamaño, no es menos cierto que la «colección Finlandia» es más extensa tanto en objetos
individuales como en el número de piezas o cuentas que conforman los collares, y tanto respecto
a la «colección del Gobierno» como a la colección que constituye el Tesoro que se encuentra en
Madrid.
Por otra parte, en la confrontación del inventario de donación con el álbum fotográfico
que se conserva en el Archivo General del Palacio Real y que acompañaba al mismo, hemos
podido observar también algunos aspectos dignos de reseñar. Así, en la lámina referida al lote 1
aparecen dos cuentas de collar cilíndricas (figura 16) y en la del lote 5 una nariguera doble similar
a algunas de la colección de Vicente Restrepo que se conservan en Chicago (figura 17). Estas tres
piezas no forman parte del Tesoro y no están reseñadas en el inventario de donación, por tanto
son piezas que formaban parte del hallazgo pero en paradero desconocido. Mientras que en la
lámina referida al lote 25 está representada la nariguera desaparecida que pertenece a la tipolo-
gía denominada «torzal»101, asignada al período quimbaya tardío (Falchetti, 1979; Plazas y Falchetti,
1983) (véase figura 11). Esto, unido a que dicha pieza no figura en el catálogo Vedovelli, nos lleva a
preguntarnos si realmente pertenecía al Tesoro o si fue incorporada como perteneciente al mismo
posteriormente. De cualquier forma, constituye un anacronismo, si nos atenemos a las fechas de
carbono-14 asignadas al Tesoro, correspondientes al 450-600 d. C.
También hemos podido apreciar la fusión de una orejera y una cuenta de collar cilíndrica
en el colgante número MAM 17426, de estilo Darién, del lote número 31 (véase figura 11). Esta orejera
se separó del colgante después de esta fotografía, y se contabilizó en el conjunto de las 31 orejeras
Fig. 17: Lámina del álbum
fotografiándose de nuevo, por lo que figura dos veces en el álbum, y la hemos identificado con la de donación referida al lote
pieza MAM 17222-10, dado que en ambas piezas queda la marca provocada por la fusión del calor n.º 5. Patrimonio Nacional.
46
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
47
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
48
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
que ensambla perfectamente. Pero, lo que es más importante, esta fusión delata que ambas piezas 102 Curiosamente, esta pieza,
junto con la n.º 17427, tampoco
estaban juntas y formaban parte de la misma tumba, lo que nos lleva a desestimar cualquier duda es mencionada por Román María
relativa a que esta pieza no formara parte del hallazgo102, dado que no se incluye en el material Valencia ni por Gonzalo Ramos
Ruiz, lo que corrobora que ambas
fotografiado en el catálogo de Vedovelli, lo que implica que fue adquirida más tarde y que pertene- debían de estar en manos de
cía a otro lote del reparto. Por otra parte, la cuenta de collar tubular que todavía se encontraba algún otro coleccionista y se
unieron al conjunto
adherida al colgante es similar a tres de las que aparecen en el collar n.º 13061 de Chicago, collar posteriormente.
que por otra parte presenta otras cuentas de perfil curvo convexo similares a las del collar MAM 103 En este lote se incluye también
17414 del Museo de América, collar que también incluye otras dos deformadas por fusión de calor. un cascabel aplastado con varilla,
por lo que serían 6, pero en el
Igualmente se identifican, en las fotografías de los lotes 1, 2, 3 y 4, cuatro narigueras más y el Catálogo de Vedovelli se dice «5
cascabeles redondos en oro,
tejuelo del lote 62, piezas que por tanto figuran dos veces fotografiadas. todos sonando», por lo que no
hace referencia a él aunque
también aparece en la fotografía.
Las fotografías de este álbum nos permiten comprobar cómo los collares tenían un número Esta pieza ha sido catalogada
inferior de cuentas (figura 18) respecto a las que figuran en el catálogo de Vedovelli. Y, aunque como alfiler para la cal por
Gutiérrez Usillos en este mismo
podemos manifestar que el Tesoro se conserva completo en cuanto al número de piezas que lo volumen.
integran, 121, dado que ya desde el momento de la entrega se puso de manifiesto la ausencia de
una nariguera (tabla 1), hay que reseñar que se aprecia la pérdida de algunos colgantes circulares
presentes en algunas de las piezas, como en el contenedor-poporo MAM 17437, en los colgantes
MAM 17426 y MAM 17427 y en las cuentas MAM 17403 1-7. E igualmente hemos comprobado que
desgraciadamente se ha perdido la tapa del poporo con el número de inventario MAM 17444. Estos
datos son importantes dado que algunos autores (Scott 1989; Muñoz 2003) publican que el lote 39,
23 cuentas de collar en forma de «perrillos de monte» que se corresponden con el collar MAM
17467, se extravió en la Exposición Iberoamericana de Sevilla del año 1929, lo cual no es cierto. Y,
en relación con las divisiones alegadas por Scott (1989) respecto a la separación de lotes, es cierto
que algunos collares engarzados en hilos de cobre en 1892 se han partido en algún punto de su
historia, no sabemos si de forma intencionada o casual, y por tanto dividido, lo que ha conllevado,
para un mayor control de seguridad, asignarles números de inventario diferentes, sucediendo lo
mismo con las cuentas del collar MAM 17403, lo que ha modificado la contabilidad del número de
piezas del Tesoro, que se ve por ello incrementado a 136.
Tabla 1. Comparación del número de cuentas y piezas en los lotes de Vedovelli, inventario de donación y Museo de
América.
49
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
libras, mientras que en Filandia dejaron 4 libras, lo que en principio pone de manifiesto que una 104 El Correo Nacional, 20 de
noviembre de 1890.
tumba era más rica que la otra o que presentaba mayor cantidad de oro. Por otra parte, Román
105 El Liberal, Madrid, noviembre
María Valencia publica104 que el hallazgo global pesaba más de ocho arrobas en oro, cifra que es de 1892.
repetida y copiada por la Revista de los Mineros de 20 de diciembre de 1890, ya que remite a este 106 Esta cifra, que se traduce a
mismo artículo. Lo elevado de esta cifra nos lleva a pensar que englobe, además de la orfebrería, 150.000 pesetas del siglo xx, hace
referencia al coste total de la
también la cerámica y otros objetos de piedra. Por su parte, Gonzalo Ramos Ruiz, al describir las colección, pero desconocemos lo
piezas del lote que llegó a Bogotá, da la cifra de 50 libras, cifra que es refrendada por Soledad que pagó por las piezas que
formaban parte del hallazgo
Acosta de Samper (1893), quien también manifiesta que pesaba más de 50 libras de oro, y de quien quimbaya.
la toma a su vez Gamboa Hinestrosa al manifestar que la ofrenda tenía «mucho mas de 200 libras» 107 O en el propio catálogo de
y que «la parte comprada por el Gobierno se había reducido por consiguiente a una quinta parte 1892, en el que se deja de
numerar las piezas, como las
de la ofrenda original y sólo pesaba 42 libras» (Gamboa Hinestrosa, 2008: 224). Con lo cual el referidas a la lámina XXVII.
conjunto de la ofrenda de las dos tumbas constaría de cuatro arrobas y libras, y el resto estaría 108 El Correo Nacional, 24 de
referido a otros materiales. Estas cifras parecen concordar con el peso de la «colección Filandia», febrero de 1892.
ya que los 21.302 g de esta colección representarían 42,6 libras, o una arroba y 17,6 libras del total
del conjunto de la ofrenda.
En esta colección se encuentran también las dos primeras piezas descritas por Román
María Valencia, a las que ya hemos hecho referencia, un palillo para la cal y un colgante estilo
Darién. Pero ¿por qué Restrepo no hace referencia a que forman parte de su colección? ¿Por qué
no les asigna la procedencia de Filandia? ¿Por qué no se refiere a ellas como formando también
parte del conjunto del hallazgo? Sin duda porque estas piezas formaban parte de las que Román
María Valencia había adquirido del lote que se quedó en Filandia, aunque es probable que alguna
también fuera adquirida en Manizales, y que ofertó en primer lugar al Museo Nacional. Posteriormente
50
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
Restrepo las adquirió a este coleccionista a través de Valeriano Marulanda, y de ahí su interés en 109 Posteriormente fueron
expuestas en la Exposición
no desvelar la procedencia de estas piezas cuyo destino primero había sido el museo, con la fina- Colombina Universal de Chicago
lidad posiblemente de evitarse posibles problemas con el mismo o con el Gobierno. de 1893 y vendidas por su hijo
Ernesto Restrepo junto con el
resto de su colección al Field
Expuestas en la Exposición Histórico-Americana de Madrid109, la primera figuró sin número Museum de Chicago, donde se
encuentran con el número de
en el Catálogo de la misma dentro de la lámina XXVII, referida a la colección de Vicente Restrepo, inventario 136911 y 136999.
junto con otra serie de piezas, también sin número, por lo que creemos poder manifestar tienen la 110 En el Archivo del Museo de
misma procedencia. La importancia de la pieza corre acorde con la descripción que hace de la América se encuentra una
fotocopia del mismo.
misma: «Cetro notabilísimo coronado por un curioso grupo muy animado, formado por dos monos 111 Lo que se ajusta a la
sentados que se vuelven la espalda. A los hombros de estos se aferra un monito sobre el cual se afirmación de Román María
Valencia de que era de oro puro.
para un ave de rapiña que lo tiene asido entre sus garras, en tanto que las colas de los monos
112 Respecto a estas cuentas
envuelven el cuerpo de aquel y sujetan al águila por una de sus patas. El grupo en general es de oro cefalomorfas, aunque el Catálogo
como de 0,650. Se conoce que al vaciarlo se dejaron partes huecas en el vientre de los monos y del de 1892 hace referencia a 7
mascaritas, en el Field Museum
ave y en los ojos de estos, que fueron después llenadas con mucho arte como de oro de 0,800. El están inventariadas 12 que sin
conjunto forma un cuadro de mérito artístico sobresaliente. – Pesa 155 gramos; ley, 0,650 y 0,800. duda formaban parte del mismo
collar. Castaño Uribe (1988)
– Dim., 42 centímetros. Esta pieza, lo mismo que muchas otras de las más notables tanto de esta reseña 18 cuentas similares en un
colección como de la del Gobierno, son únicas en su clase, pues no se han hallado otras iguales» yacimiento quimbaya clásico
ubicado en la localidad de La
(véase figura 1). Presenta también dos tonalidades de oro, al igual que los palillos para la cal del Lorena, en el valle del río
Magdalena, en tumbas de pozo
Museo de América, e igualmente «muerte ritual» para su inutilización, ya que llegó a Bogotá con la cuadrangular con enterramiento
varilla partida y hubo que hacerla soldar (Restrepo y Arias, 1892: 54), al igual que otro cetro de la primario y ajuar funerario.
misma lámina que «lleva en su extremidad un ave que parece ser un paujil» (figura 19), figura muy 113 Según consta en una carta
fechada el 28 de septiembre de
parecida a la del palillo MAM 17448, pudiéndose apreciar en ambas piezas la soldadura. Y, aunque 1893 al Profesor F. W. Putnam, jefe
no presentan la figura machacada, parecen confirmar la teoría de Andrés Gutiérrez Usillos (véase el del Departamento de Etnología,
en la que H. R. Lemly manifiesta:
capítulo «Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya. Contexto arqueológico para una interpretación «Tengo el honor de informarle de
que he sido autorizado a vender
sobre el conjunto conservado en el Museo de América») respecto a la muerte ritual como costumbre la colección de antigüedades,
quimbaya. Este segundo cetro sin duda formaba parte también de la colección de Román María que comprende cerca de 1.000
piezas de piedra y cerámica, y
Valencia. 1.000 piezas de oro, con cráneos
de momia, armas [...] de los
aborígenes de Colombia, por la
La segunda pieza, por su parte, fue descrita por Román María Valencia como «un ídolo de suma de 25.000 dólares. Si fuera
capaz de efectuar esta venta,
oro macizo» con «corona de forma caprichosa, cara irregular, dos alas, un peto de relieve, piernas incorporaría la mayor parte de la
macizas y sobre ellas una vasija, y en cada mano un cetro», y se refiere al número 82 de la lámina exhibición de Colombia gratis.
Comprende productos naturales
XXIV del Catálogo de 1892. Pérez de Barradas (1966) le da como asignación Finlandia, aunque y manufacturados y un extenso
gabinete mineralógico y
Restrepo no lo especifica. No obstante, en su libro se explaya en su descripción (véase figura 20): geológico, una colección de
«Representa una figura fantástica, sentada. De su cara de vampiro se desprenden en lugar de historia natural [...]» (Archivo del
Field Museum de Chicago, carta
orejas dos alas (probablemente de plumas). La cabeza está cubierta por una diadema coronada 005). Agradecemos a Celia
por dos vasijas redondas, de cuyo extremo inferior se desprenden dos plumas. Sobre sus piernas Generoso la traducción de esta
documentación.
lleva una vasija y en las manos dos varillas de oro terminadas en bolas, que dirige hacia la boca. 114 Según consta en carta fechada
Por todo adorno y único vestido lleva una patena en el pecho» (Ernesto Restrepo, 1929: 28, lám. 5). el 25 de noviembre de 1893, y
firmada por H. R. Lemly:
«Recibidos de Ed. E. Ayer,
En el periódico El Día de Madrid, sin fecha pero datado en 1892110, aparece un grabado de presidente del Comité Financiero
del Museo Colombiano,
dicha pieza y se puede leer: «El grabado está representando un mohán con cara de vampiro y con diecinueve mil dólares (19.000 $)
la cabeza cargada de adornos. Tiene dos alas planas que aquellos indios representan casi siempre en pago completo de la colección
arqueológica completa de los
en forma de espirales; está sentado con una gran placa con figura de media luna sobre el pecho Estados Unidos de Colombia, en
consideración de lo cual, la parte
y encima de las rodillas un braserillo. En cada mano lleva una varilla de oro que parece acercar no vendida de pájaros,
a la boca con avidez. El original existe en la Exposición Colombina de Chicago». A continuación parafernalia, etc. de la colección
de los Estados Unidos de
manifiesta que es de oro de 850 milésimas111, que pesa 132 gramos y que pertenece a la colección Colombia es por la presente
de su padre. donada al Museo Colombiano». Y
en otra carta dirigida al mismo
abogado el 14 de diciembre de
1893 se le solicita «[...] con el fin
Pero la colección adquirida por Valeriano Marulanda a Román María Valencia, haciendo de de que el Gobierno colombiano
intermediario para Restrepo, sin duda era mayor y en ella debían estar integradas las piezas que esté plenamente informado de
mi acción como comisionado, le
figuran en la lámina XXVII referida a la colección Restrepo en el Catálogo de 1892, y a las que curio- ruego que amablemente me
prepare una confirmación escrita
samente no asigna número de catálogo pero cuya fotografía o dibujo inserta frecuentemente en por las correspondientes
los periódicos resaltando su importancia. Entre ellas se encuentran, además del palillo para la cal autoridades del museo,
enumerando las colecciones que
con la representación de un paujil (Chicago, 136912) y el colgante de dos caracoles unidos con le han sido donadas por el
cabezas humanas (Chicago, 136887), varias figuritas de oro de pie toscamente hechas, una de las Gobierno colombiano [...] La
venta de antigüedades es un
cuales «tiene corona, objetos en la manos y muestra los dientes» (que se corresponde con Chicago, asunto aparte, y al respecto
51
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
136968), y las 7 mascaritas de oro112 (Chicago, 136901 a 136907) (véanse figuras 19 y 20), aunque desco- Fig. 19: Lámina referida a la
nocemos en qué se basan Lathrap et al. (1984) para aseverar que son iguales a las que existen en colección de V. y E. Restrepo.
VIII E 1076. Museo
Madrid y sin duda formarían parte del mismo collar, dado que en el Museo de América no existe Etnográfico de Berlín.
ninguna cuenta de estas características.
Fig. 20: Lámina referida a la
colección de V. Restrepo. VIII
La colección Restrepo, junto con el resto de las colecciones colombianas expuestas en la E 1072-A. Museo Etnográfico
Exposición Colombina Universal de Chicago, fueron ofertadas en venta por $25 000, venta que de Berlín.
incluía la donación de los especímenes relativos a ciencias naturales y mineralogía que se habían
agregado a la misma. El teniente H. R. Lemly, comisionado de Estados Unidos en Colombia para
dicha exposición, fue autorizado para la venta como intermediario en esta transacción113, que
finalmente se cerró en $19 000114. también ruego que usted tenga la
bondad de escribirme una
comunicación al efecto de que se
me pagaron 19.000 $ por la
Estas colecciones, integradas por orfebrería, cerámica y piedra, no han sido estudiadas en colección “Comisión Restrepo-
profundidad, ni publicadas, y aunque algunas han sido identificadas en el catálogo manuscrito que Casas-Pizano-Uribe” de
antigüedades prehistóricas
se realizó para la exposición de Chicago, no han sido asignadas a las colecciones de sus diferentes exhibidas en el edificio
propietarios (Vicente Restrepo, Casas, Carlos Uribe, comprados por la Comisión, Ernesto Restrepo, colombiano durante la
Exposición Universal. Esto cubrirá
Restrepo y Pizano), sino denominadas globalmente como «colección Restrepo», asignándosele así todo». Lemly también ofertó su
colección particular: «Tengo una
a este coleccionista todas las piezas. No obstante, creemos haber podido identificar la mayor parte colección privada de cerámica
de las piezas de orfebrería pertenecientes a Vicente Restrepo que proceden de las tumbas de La antigua de Colombia, que envié a
la exposición hace más de un año
Soledad. Aunque no hemos tenido acceso a los álbumes de láminas que se elaboraron para las y que fue exhibida en el
exposiciones de 1892 y se enviaron a Madrid, Chicago y Génova115, en los que aparecen todas las departamento y edificio del Prof.
Putnam. Puesto que fue hallada
piezas de su colección, sí hemos accedido a fotografías publicadas en el libro de los quimbayas en Antioquia, una región en la
que se encontró parte de su oro
reeditado en 1929, en las que figura el número del catálogo de 1892, así como a las fotografías que pero poco o nada de la cerámica,
se encuentran entre los fondos online del Museo Etnográfico de Berlín. A esto hay que unir las des- quizá usted quiera adquirirla para
el museo [...]» (Archivo del Field
cripciones de los lotes y su asignación a Filandia en el Catálogo de 1892, así como la visión de las Museum de Chicago, carta 005).
piezas en el Field Museum de Chicago. Todo ello nos ha permitido la identificación de la mayor Agradecemos a Celia Generoso la
traducción de esta
parte de las piezas que integraban el conjunto de La Soledad (tabla 2). documentación.
52
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
N.º catálogo 1892 Asignación Fotografía Fotografía Asignación N.º inv. Field Asignación 115 Sabemos que este álbum se
Tabla 2. Identificación de las piezas de La Soledad pertenecientes a la Colección V. Restrepo, a fotografías, descripción
y asignaciones dadas.
Hay que reseñar que no todos los denominados por Ernesto Restrepo (1892a: 56) «peces
volantes», 8 (figura 21), se encuentran en el Field Museum. Aunque en el Catálogo de 1892 figuran
12, de los que 3 tienen procedencia Filandia, en aquel museo solo hay 8, estando tal vez el resto
en la Smithsonian (Bonilla, 1985; Restrepo, 1929; Plazas, 1978). Peces que están catalogados en el
Field Museum como sinús y estilísticamente parecen corresponderse con estilos del norte del área
53
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
sinú-Darién (Scott 1989). Es curioso que en este museo hay una serie de cuentas individualizadas Fig. 21: Lámina referida a la
de collar que sí se corresponden con collares del Tesoro, lo que pone de manifiesto la división de colección de V. Restrepo
publicada en la reedición, en
los collares y su asignación a los diferentes lotes. Tal es el caso de las cuentas (tabla 3). 1929, del libro de E. Restrepo
Ensayo etnográfico y
arqueológico de la provincia
de los Quimbayas en el Nuevo
Field Museum Museo de América
Reino de Granada.
Cuenta 137071 MAM 14410 y 17411 (lote 38)
Cuenta 137072 MAM 14408 y 14409 (lote 37)
Cuenta 137080 MAM 17407 y 17407 bis (lote 42)
Cuentas 137074, 13789 y 13770 MAM 17403 1-6 (lote 40)
Tabla 3. Correspondencia de las cuentas de collar del Field Museum con los collares del Tesoro.
Por otra parte, algunas cuentas de collar, como Chicago, 137061, son similares a las del
collar MAM 17414 (lote 36), por lo que es posible que en el momento del descubrimiento formaran
parte del mismo. Este collar de Chicago presenta también tres cuentas cilíndricas similares a la
que está fusionada en el colgante MAM 17426 y a las que aparecen en la lámina del lote 1 del álbum
de fotografías que acompañan al acta de donación (véase figura 16).
54
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
reseñados y fotografiados en el catálogo de Vedovelli, que confirma que estos materiales formaban n.º 181 y parece corresponderse
con el n.º de inv. 1365632.
parte del hallazgo, aunque estas piezas también están desparecidas dado que no se integraron en
120 Que había reemplazado como
el lote adquirido por el Gobierno. Desinformación que hay que poner en conexión con el escaso ministro de Italia en Colombia al
valor asignado a estos materiales en el siglo xix. conde Gloria tras su muerte.
En contrapartida, sabemos a través de Muñoz (2003: 348) que el Gobierno adquirió por
compra a Rafael Balcázar Castrillón una colección de cerámica que «consta de ochenta piezas
de diferente forma y tamaño procedentes unas de la región de Cartago Viejo en el Departamento
del Cauca, las cuales fueron encontradas con el Tesoro de los quimbayas que es hoy propiedad del
Gobierno, y otras de los Departamentos de Antioquia, Cundinamarca y Santander», aunque en el
contrato de compra no se especifica cuántas corresponden a los quimbayas. Este dato y cifra es
corroborado por Ernesto Restrepo al manifestar que su padre compró, a Rafael Balcázar Castrillón,
una colección de cerámica «de ochenta piezas de diferente forma y tamaño, [...] las cuales fueron
encontradas con el Tesoro de los quimbayas que es hoy propiedad del Gobierno», por 2.500 pesos
(Gamboa Hinestrosa, 2002: 126), de lo que se deduce que Restrepo padre las adquirió como
miembro de la Comisión, posiblemente a través de algún intermediario como Tomás Henao,
Valeriano Marulanda o José María Mejía. Pero ¿cuál fue el destino de estas piezas?
55
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
Génova» dirigidas al cónsul de Italia en Barranquilla, para desde allí ser embarcadas en septiembre 121 En carta fechada el 11 de
agosto de 1892 del Ministerio de
con destino a Génova. En ellas van «30 piezas de cerámica, dos sartas de cuentas de cristal de roca Instrucción Pública. Archivo del
y varias otras piedras pequeñas» (Muñoz, 2011: 117), de las que se hace donación al Gobierno Museo Nazionale Preistorico
Etnografico «Luigi Pigorini», 212a
italiano para que se destinen a un museo o centro científico, estando así una parte del hallazgo f01 p-1/1892-93.
presente en la misma. Junto a estas piezas se envía también un álbum de 92 láminas denominado 122 «Antes de responderle fui a la
Antichitá Colombiani degli Aborigeni, así como el catálogo de la Exposición Histórico-Americana exposición de las Misiones
Católicas; enseñé al señor Ricci,
editado en Bogotá y las monografías quimbayas escritas por Ernesto Restrepo. secretario del Comité, su carta,
pero tuve por respuesta aquello
que ya me esperaba, es decir, que
Estas piezas llegaron después de inaugurada la Sección Americana de la exposición, por lo dicho Comité de las Misiones
Católicas no ha recibido hasta
que no fueron expuestas, y Muñoz (2011: 119) plantea que «dos meses más tarde [en diciembre] el ahora cosa alguna del Gobierno
prefecto de la Exposición rendía informes de unas lozas antiguas que el Gobierno [colombiano] ha de Colombia, y que si llegase
algo, en cuanto se acabe la
regalado a S. M. el Rey de Italia; mas después de averiguaciones encontró que las mismas habían exposición me la enviarían de
sido recibidas directamente del Comité de la Exposición Italo-Americana y puestas en un rincón de buena gana para que pueda
enviarla a Vuestra Señoría según
aquella Exposición», y en vista de la poca atención prestada a «esas lozas sepulcrarias» el Gobierno las instrucciones que me
proporcione [...] puedo también
ordena que sean devueltas a Colombia y se envíen al Museo Nacional, manifestando un cable- asegurarle que por parte del
grama enviado desde París el 17 de diciembre del mismo año: «suspendan regalo al Rey». No Gobierno de Colombia no se
recibió ningún envío. Yo abrí casi
obstante, esta orden no se hizo efectiva. todas las cajas; tuve en la mano
todos los listados de los
diferentes envíos y de aquello
En la actualidad dicha colección se encuentra depositada en el Museo Nazionale Preistorico resultó que los objetos que
fueron enviados a esta
Etnografico «Luigi Pigorini» de Roma, y en el Archivo del mismo existe la documentación generada exposición fueron enviados todos
por la correspondencia entre el Ministerio de Instrucción Pública, el director del museo y el respon- por misioneros. Procure por tanto
aclarar cada cosa y mándeme sus
sable del Comité de la Exposición. instrucciones» (Archivo del Museo
Nazionale Preistorico Etnografico
«Luigi Pigorini», 212a f01
Así, notificado Pigorini de la colección donada121, escribe al ministro manifestándole: «me p-4/1892-93).
ocuparé de instalarla de manera que permanezca diferenciada de las otras americanas con las 123 «[...] busqué, pero inútilmente,
los objetos indicados, y por un
cuales se relaciona, y que lleve una cartela que mencione el acto nobilísimo del Gobierno de momento supuse que fueran
Colombia», y a Nicolò Morelli, asistente en el Instituto Geológico de la Real Universidad y alma del aquellos de un cierto grupo
comprendido en la categoría
Comité de la exposición: «para recomendar calurosamente que cada cosa sea embalada con los especial de las Misiones
mayores cuidados, y para rogarle que me avise en cuanto todo esté preparado para el envío a Católicas. Para aclarar el asunto,
pedí información al profesor don
Roma». No obstante, Morelli le informa, con fecha de 18 de octubre, de que no se ha recibido ningún Nicolò Morelli, asistente del
Gabinete Geológico de la
envío del Gobierno de Colombia122, lo que el propio Pigorini quiere comprobar yendo a Génova, y Universidad de Génova, como
al no encontrar la colección vuelve a escribir al ministro de Instrucción Pública123 informándole de aquel que para el conjunto de las
colecciones etnográficas de las
que dicha colección no estaba, lo que es de suponer dado que la colección había salido de Colombia Misiones Católicas ha sido el
en el mes de septiembre, por lo que para esta fecha aún no había llegado a Italia. Habrá que esperar alma de la muestra. Me
respondió que si bien había
al 12 de diciembre para que el ministro le informe de la llegada a Génova de esta colección de abierto él mismo todas las cajas
que contenían material
antigüedades indígenas de Colombia y también le remita los cinco folletos enviados al Ministerio etnográfico, y pese a que cada
por la Real Legación de Italia en Colombia, relativos al catálogo de Madrid y a las obras de Ernesto vez puso el máximo cuidado en
conservar las etiquetas con los
Restrepo sobre los quimbayas. nombres de los expositores, de
las procedencias, etc., aun así
nunca vi nada que directamente
Finalmente, dado que al Museo de Roma solo llega una caja procedente de Génova que o por medio de otros hubiera
sido enviado por el Gobierno de
llevaba la cartela «Bienes procedentes de la Exposición Italo-Americana», de las dos a las que se Colombia. Yo ahora ruego
hace referencia, Pigorini escribe de nuevo al ministro y al profesor Nicolò Morelli pidiendo investi- vivamente a este Ministerio que
me haga el favor de realizar las
guen dónde puede estar la otra caja perdida, pues además faltan cinco de las treinta terracotas, así oportunas averiguaciones para
como los objetos de piedra y las fotografías. Pérdida que es confirmada el 26 de enero por el descubrir dónde se encuentra
actualmente la donación del
prefecto de Génova, debida al incendio ocurrido el 6 de enero en los locales de la Sección Gobierno de Colombia, y para
renovar las disposiciones de
Americana, donde la colección había permanecido124. trasladarlo al Museo que tengo el
honor de presidir» (Archivo del
Museo Nazionale Preistorico
En la actualidad, en el Museo Pigorini de Roma se conservan 23 piezas de esta colección, Etnografico «Luigi Pigorini», 212a
además de dos collares de cristal de roca, por lo que se ha visto de nuevo mermada en número. f01 p-5/1892-93).
Muñoz (2003) considera que estas piezas pueden tener tres orígenes: o que formen parte del lote 124 Archivo del Museo Nazionale
Preistorico Etnografico «Luigi
que se componía de 80 piezas extraídas junto con el Tesoro, y que el Gobierno compró a Balcázar Pigorini», 212a f01 p-10/1892-93.
en marzo de 1892. Pero desconocemos en qué se basa esta investigadora para manifestar que en
la relación que se envió a Madrid solo figuran 45, dado que estas piezas no figuraron en el catálogo,
y que las 35 restantes podrían corresponderse con las enviadas a Génova. Por otra parte, considera
que no es significativo que las de Madrid salieran de Manizales y las de Génova de Cartago, ya que
«pudo ser que en Manizales se empacaran las seis cajas para Madrid y el resto quedó pendiente
56
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
hasta nueva orden y luego se destinaron a Génova» (Muñoz, 2003: 197). Y como tercera posibilidad
se plantea el que formaran parte de alguno de los lotes en que se dividió el hallazgo del Tesoro y
estuvieran en manos de algún comerciante de Cartago, ya que alega que en aquella época la refe-
rencia de «cerámica quimbaya» era sinónimo de «Tesoro de los Quimbayas», dado que antes del
hallazgo no se identificó ninguna pieza con este nombre. Así pues, estas cerámicas formarían parte
del mismo.
Nos parece cuestionable que todas estas piezas formaran parte del hallazgo de La Soledad,
puesto que se corresponden en su mayoría, según la clasificación de Bruhns (1970a, 1990), con el
estilo Cauca Medio y complejo Caldas más tardío que entronca con los quimbayas históricos y se
relaciona con el material del período sonso. Tampoco hay cerámicas de la tipología de las repre-
sentadas en el catálogo de Vedovelli, «transicionales entre los complejos Cauca Medio y Caldas»
(Scott, 1989: 231) o «estilo tricolor». En este sentido, asumimos la manifestación de este investiga-
dor de que la cerámica que acompaña al Tesoro parece ser más tardía y confunde la situación
temporal del mismo, existiendo además la posibilidad de que se mezclaran piezas de otros lugares
en el conjunto de la venta. Pero las referencias de Román María Valencia, el único que parece vio la
cerámica, relativas a la «variedad de formas, tamaños, figuras y dibujos en las vasijas», así como
que «hay figuras con agujeros por donde sólo basta la emisión del aliento para sonar y poderse
remedar el canto de algunas aves», parecen poner de manifiesto que no toda la cerámica era
«marrón inciso», e incluso algunas piezas, como estas silbadoras, eran calimas-yotoco, siendo un
ejemplo de ello una alcarraza del Museo Pigorini con decoración rojo sobre negro, lo que evidencia
relaciones culturales de intercambio, relaciones que también se dan en otras piezas de orfebrería
del Tesoro. El hecho de haberse interpretado ambas tumbas como contemporáneas y el descono-
cimiento que existe hasta la actualidad relativo no solo a las ofrendas que contenía cada una sino
también a cuál era el ajuar básico de los caciques, nos llevan a plantearnos que es factible que una
fuera ligeramente más tardía que la otra, lo que podría quedar corroborado no solo por la tipología
cerámica sino también por la nariguera desaparecida tipo «torzal» que formaba parte del Tesoro, y
que se corresponde con «quimbaya tardío».
A modo de epílogo
En las páginas precedentes hemos intentado ampliar el conocimiento de la historia del denomi-
nado «Tesoro Quimbaya», reconstruyendo las diferentes etapas cronológicas por las que ha trans-
currido su vida, desde su descubrimiento hasta la actualidad, con el fin de poder esclarecer algunos
de los numerosos interrogantes que se plantean cuando se habla del mismo, consecuencia del
57
BIOGRAFÍA DEL TESORO QUIMBAYA
desconocimiento e imprecisión de los datos relativos tanto a su hallazgo como a los diferentes
períodos de su historia de vida. Para ello hemos complementado y ampliado aspectos tratados
por otros investigadores mediante la utilización de diferentes fuentes documentales, tanto de
archivo como de prensa y bibliográficas. Este recorrido documental e histórico nos ha permitido
reunir y ampliar el conocimiento de aspectos ya tratados en otros estudios y descubrir otros
nuevos. Igualmente hemos intentado rastrear, siguiendo las primeras referencias y descripciones
escritas, qué otras piezas formaban parte de la ofrenda original, perteneciente a dos tumbas de
personajes de alta jerarquía. Fruto de este esfuerzo ha podido ser ampliada la riqueza del conjunto
con la identificación de unas cien piezas «menores» de orfebrería, utilizando el calificativo que les
dio el propio Vicente Restrepo. No obstante, como consecuencia de la falta de referencias especí-
ficas y del necesario tiempo para su estudio, no hemos tenido la misma suerte en la identificación
de la cerámica que formaba parte del conjunto, y que se alberga en el Field Museum de Chicago y
tal vez en el Museo Nazionale Preistorico Etnografico «Luigi Pigorini» de Roma. Pero, de cualquier
forma, hemos podido ver ampliada la dimensión museística del Tesoro, hasta ahora centrada
básicamente en el Museo de América de Madrid.
58
BIOGRAFÍA DEL TESORO DE LOS QUIMBAYAS
ANEXO I: DOCUMENTACIÓN PUBLICADA EN LA PRENSA Me llamó la atención con especialidad un bastón de oro, cuyo
COLOMBIANA mango representa un grupo primorosamente labrado y que revela
una idea completa: sobre el corte del puño descansan dos monos,
EL CORREO NACIONAL, 11 de noviembre de 1890. TELEGRAMAS – uno de ellos tiene á sus espaldas un monito: una águila muy bien
MANIZALES, 8 de Noviembre de 1890. Señor Director. Pronto figurada tiene entre sus garras el monito, los dos monos, con el
llegará á ésa la famosa colección de antigüedades indígenas pro- extremo de sus colas, tienen enlazadas las patas del águila.
cedentes de Calarcá. Créese que ellas fueron de ese cacique, ó de Le remito el dibujo de un ídolo de oro macizo que me llamó la
algún magnate, pues tanta así es su importancia. El propietario atención por su extraña figura: corona de forma caprichosa, cara
desea que se publique en [hasta aquí llega la nota y la ortografía irregular, dos alas, un peto de relieve, piernas macizas y sobre
es así. Sin firma]. ellas una vasija, y en cada mano un cetro.
No tenía yo conocimiento de que los indígenas tuvieran ídolos
EL TELEGRAMA, n.º 2, 168, 15 de noviembre de 1890, p. 4652. alados en forma de ángeles.
Sabemos de una manera positiva que en un punto llamado Monte En cuanto á la cerámica, se necesitan conocimientos especiales
Negro unos mineros Antioqueños que andaban en busca de para poder hacer una descripción completa de tanta variedad de
fortuna, se han encontrado un gran tesoro en el sepulcro de uno formas, tamaños, figuras y dibujos en las vasijas; hay figuras con
de nuestros más importantes Caciques. Según nos han dicho, las agujeros por donde sólo basta la emisión del aliento para sonar y
joyas son de gran valor por su mérito, pues dizque no se ha visto poderse remedar el canto de algunas aves; se hallan planchitas
cosa igual en materia de antigüedades. En estos días llegarán á con dibujos y jeroglíficos grabados y con su mango en forma de
Bogotá sus dueños con ellas y esperamos que los amantes al sello, las cuales imprimen perfectamente bien; también se encuen-
estudio de antigüedades, las examinen detenidamente, porque tran cilindros grabados alrededor.
se puede sacar de ese estudio gran provecho. Se cree que eran manufactureros de telas, porque en las patenas
de cobre sale la tela adherida al óxido y se distinguen bien los
EL CORREO NACIONAL, 17 de noviembre de 1890. VALIOSO hilos y tejidos de forma finísima: esto lo comprueba mejor el gran
HALLAZGO. Un atrevido grupo de mineros antioqueños, en una número de husos ó ruedas de hilar que se sacan de las guacas.
larga exploración a las montañas que constituyeron los dominios Llaman la atención las piedras labradas con primor, unas en
del Cacique Calarcá, acaban de encontrar en el sepulcro de éste forma de moler, otras en forma de almirez y de crisol; también las
todas las joyas, instrumentos de música y armas del histórico hay pequeñas en forma de cuentas de rosario. Todo esto merece
Cacique. Todos estos elementos son de oro de gran ley y se estudio especial.
prestan á estudios arqueológicos de importancia. Parece, por lo que se ve, que estas tribus serían de las más ricas y
En la semana entrante saldrán de Manizales para Bogotá, y es de adelantadas en la industria; y digo por lo que se ve, porque no
desear que el Gobierno y los amantes del estudio de antigüeda- tengo conocimiento de que alguno de los conquistadores hubiera
des indígenas conozcan estos recuerdos de nuestros antepasa- penetrado en las altas regiones de este valle, y hubiera visto el
dos, pues don dignos de figurar en nuestro Museo ó en cualquier menaje de las habitaciones de los Pijaos, para calificar su riqueza
otro de los museos de Europa. Hasta hoy es el primer hallazgo de y su industria; por la misma razón creo que pudieron conservar su
importancia de las riquezas que poseían nuestros caciques, las oro hasta dejarlo sepultado.
cuales, se depositaban en su tumba ó sepulcro. [Sin firma] En las faldas de la cordillera central existen las minas donde los
indígenas extrajeron este oro.
EL CORREO NACIONAL, jueves 20 de noviembre de 1892. NOTICIAS Todas estas cosas, que debieran conservarse en nuestro Museo
DEPARTAMENTALES – ANTIOQUIA – MARAVILLAS DEL ARTE DE LOS Nacional, se pierden indistintamente.
ABORÍGENES DEL VALLE DEL RÍO LA VIEJA. Señor Director. Los que Yo estoy formando una colección hasta donde me sea posible
leen la historia de la conquista de México y el Perú, ven siempre conseguirla.
con asombro las maravillas de arte de aquellos inteligentes aborí- Calarcá, corregimiento en el distrito de Salento, á 10 de Noviem-
genes, descritas por los historiadores, y las grandes cantidades de bre de 1890. ROMÁN MARÍA VALENCIA.
oro extraído de allí por los conquistadores.
No sería menos interesante para nuestra historia lo que se pudiera EL RELATOR, n.º 505, 20 de noviembre. (Fundado el 8 de mayo de
escribir de los aborígenes que poblaron el valle del río La Vieja. 1877. Redactor y propietario: Felipe Pérez.) ANTIGUEDADES INDI-
Hace cuatro años que anuncié en La Voz de Antioquia, y en una GENAS. Por telegrama recibido de Manizales, sabemos que esta
hoja suelta titulada Calarcá, la fundación de una nueva población semana llegarán á ésta las curiosas cuanto valiosas antigüedades
que lleva ese nombre; así como el descubrimiento de las guacas y sacadas del sepulcro del cacique «Calarcá». Sería de desearse que
demás riquezas que contiene este hermoso valle. el Gobierno tomara interés especial en que estas joyas quedaran
Desde esa época he venido observando que no pasan cuatro ó en el país, en lugar de que fueran á figurar en los museos de Europa.
seis meses sin que se hagan nuevos descubrimientos de guacas,
de donde sacan el oro en grandes cantidades, y objetos de arte LA CAPITAL, n.º 14, 21 de noviembre de 1890. GRAN TESORO. En
de belleza incomparable; pero lo que hoy causa estupor es que estos días llegarán a Bogotá los antioqueños con el gran tesoro de
en estos días, en el mismo valle y cerca de la población de Finlan- antigüedades que se encontraron en la guaca de indios, en el sitio
dia, han descubierto dos pueblos (como dicen los guaqueros) Montenegro (Antioquia), de valor inapreciable y fabuloso.
donde, por el oro que he visto y los informes más fidedignos que
he adquirido, pasa de ocho arrobas el oro que han sacado de REVISTA COMERCIAL E INDUSTRIAL, 25 de noviembre de 1890.
allí. GUACAS. Me escriben de Pereira, con fecha 12 del presente: «Los
No es la cantidad del oro lo que más llama la atención: es el arte guaqueros en Filandia están de fiesta».
con que está fabricado. El obraje pequeño de joyería está repre- «En esta nueva población, que dista de aquí unas tres leguas, se
sentando figuras alegóricas y animales de toda especie: maripo- ha extraído de los sepulcros indígenas el oro por muchas arrobas.
sas, aves, lagartos, sapos, peces, caracoles, etc.; lo demás está en Dos compañías compuestas de hombres trabajadores muy
forma de ídolos de oro macizo con insignias y alegorías, como pobres, han extraído en estas dos últimas semanas, la una 28
bastones de oro, que representan en sus mangos águilas corona- libras en piezas tan hermosas que para exhibirlas en una exposi-
das y otras aves igualmente con corona; vasijas de oro de servicio ción no tienen precio; y la otra, que partió para Manizales,
doméstico, instrumentos musicales, algunos en forma de corneta, conduce tres arrobas y libras, según el peso, en piezas muy
cuyo tañido se oye á larga distancia; en fin, tanta variedad de variadas de oro macizo, sumamente hermosas, empacadas como
formas y tamaños, que sería largo enumerar. loza en una carga de baúles. Uno de los dueños nos dijo que
Algunas piezas de oro fino han pesado trescientos castellanos fuera de unas 4 libras de oro que habían dejado en Filandia,
cada una, doscientos, ciento cincuenta, etc. habían vendido el que llevaron, a un recomendado de una casa
59
BIOGRAFÍA DEL TESORO DE LOS QUIMBAYAS
de Manizales, por $ 39,600 y pico, y creemos que los ha engañado Volviendo á lo de los Quimbayas, diremos francamente que cuando
enormemente. leíamos por vez primera lo referente á sus riquezas, nos sentímos
El número de libras de oro que extraen personas ocupadas en la inclinados á atribuír al cronista franciscano, tal verídico en el
guaquería, es muy considerable.» relato de las conquistas y proezas de los Castellanos, falta de buen
criterio para juzgar de los aborígenes, sus usos, costumbres, artes,
MUSEO NACIONAL, FOLIO 48. República de Colombia – n.º 1 – Telé- religión, etc. Pero nuestras dudas han venido disipándose con el
grafos Nacionales – Salento, Calarcá, 25 de noviembre de 1890. tiempo y el estudio de nuestras antigüedades indígenas, tan
Al Señor Fidel Pombo: «No dispondré objetos indígenas hasta dignas de tenerse en cuenta como elemento de reconstrucción
verlos Museo Nacional. Seguiré coleccionando.» Román M. Valencia. del hombre primitivo de América y sus éxodos; y también con el
En índice: «Telegrama de Salento ofreciendo unos objetos indíge- examen del aludido tesoro, recientemente encontrado en el corre-
nas». gimiento de Finlandia, en la hoya del río de La Vieja, no lejos de
Cartago, y precisamente en el centro del territorio Quimbaya.
EL CORREO NACIONAL, n.º 81, 6 de diciembre de 1890. TESORO DE En Octubre último dos antioqueños, trasegadores de tumbas de
LOS QUIMBAYAS. Cuentan viejas crónicas que encontrándose en la indígenas, guaqueros, descubrieron en un lugar del corregimiento
ciudad de Ancerma el bizarro Capitán Jorge Robledo, determinó de Finlandia dos sepulturas muy próximas una á otra y sin señal
proseguir sus conquistas, y por los años de 1539 llegó á la nación exterior ninguna, de donde extrajeron la riquísima colección de
de los Armas, que al columbrar los á españoles se retiraron á la objetos de oro traída á esta ciudad por D. Juan Pablo Jaramillo y
cumbre más elevada de una sierra desde donde comenzaron Lalinde, comerciante de Manizales, la cual pudimos ver con alguna
luego, en són de decidida resistencia, á meter gran ruido con sus atención, debido á la benevolencia de este caballero; colección
caracoles y bocinas y á defenderse y resistir la invasión, despe- que trataremos de dar á conocer dividiéndola en grandes grupos,
ñando valientes galgas; lo cual no obstó para que, á pesar de su yá que la minuciosa descripción de cada objeto sería cansada y es
gran número, aquellos naturales hubiesen de librar al fin su defensa obra de indispensable y prolijo catálogo.
más á sus pies que á sus manos, dejando en poder de los con- Grupo número 1. Fórmanlo seis preciosas figuras humanas de
quistadores algunas banderas adornadas de figuras formadas de distinto y gran tamaño, de exquisito trabajo y muy notable correc-
finísimo oro, número crecido de coronas, patenas y planchas ción de formas. En todas está indicado el sexo, y llevan, como era
del mismo metal, en las cuales formaban sus vistosos turbantes costumbre entre los Quimbayas, en el pecho, puños, tobillos y
de plumas, cimeras, etc. Menciónase también que algunos de los rodillas, adornos en forma de cintillos de varios hilos. En el collar,
dispersos guerreros de aquella ocasión llevaban algo como á guisa de medallón central, se ven, bien alguna patena, bien
armadura de chapas de oro, y que esto les valió el calificativo de algún animal (totem de su familia ó su nación), bien en reducidí-
los Armados, que les dieron los españoles. simo tamaño, algo como una vasija para licor. Una de esas figuras,
A pesar de este su primer descalabro, los Armas determinaron sentada en bufete de asiento encombado, muestra sendas y
también resistir en aquellas serranías y en un paso dificultosísimo hondas incisiones, en los lados de la cara, las que, partiendo del
para los caballos; pero también fueron desalojados de allí, merced temporal en arqueada curva, pasan por debajo del ojo confun-
á estratégico movimiento ordenado por Robledo, el cual dio resul- diéndose sobre la fosa nasal en forma de cuadrado regular, y
tado idéntico de que huyesen aterrados los indios, que considera- separándose luégo, se prolongan en opuestos arcos hasta el
ron como semidioses ó entes sobrenaturales á los caballos cuando maxilar inferior. Otra descansa también en su bufete y representa
les vieron de cerca, y los obsequiasen con figuras de oro que colo- una india en meses mayores, y tiene sobre cada hombro un anillo
caban en el fondo de las vasijas en que se les daba de beber; y esto, fijo y en la corona un orificio circular con adecuada tapa. Esta
á juicios de los indios, con el objeto de que los caballos apagasen figura prestaba indudablemente servicio de cantimplora. Todas
su sed con alegría y se revistiesen de clemencia. las seis figuras de este grupo llevan la tradicional montera,
Esta Nación de los Armas, muy opulenta por lo visto, confinada por indicada por medio de líneas no profundas, y siguiendo la curva
el Sur con los Quimbayas, que con ellos comerciaban, y eran gentes del cartílago de la oreja, agujeros equidistantes adornados con
de pequeño cuerpo, pero de buen ánimo, más ricos que sus argollas de oro. Olvidábamos que otra figura, también sentada,
vecinos, porque el áureo metal se encontraba en todas las quebra- lleva en cada mano una garzota de plumas, y que otra tiene una
das y ríos de sus dominios. Eran, además, grandes contratantes de incisión que separa perfectamente los dos maxilares.
sal de grano, que vendían por oro, y elaboraban llenando con agua A nuestro juicio, todas estas seis figuras son representaciones de
salada de sus fuentes pailas de cobre que ponían á vivísimo fuego gentes principales y nó ídolos, porque en ninguna hallamos atri-
y retiraban de éste cuando el líquido comenzaba á espesar, y en butos de divinidad.
este estado volvían a llenar las pailas hasta que obtenían la crista- Grupo número 2. Compónenlo seis cascos semiesféricos, primoro-
lización en granos, y luégo, con el objeto de blanquearlos más, los samente pulidos y repujados, de 19 ½ centímetros de diámetro,
envolvían en delgadas mantas de algodón, que retorcían bien y término medio. Uno lleva en sus partes anterior y posterior,
cubrían con ceniza fría. repujada y de pié, la figura de una india con sus adornos en el
Dándonos pormenores sobre las riquezas, etc. de los Quimbayas, cuello, muñecas, tobillos y rodillas, en forma de cintillos de varios
nos cuenta el P. Fr. Pedro Simón, que cuando en 10 de Enero de hilos, como arriba se dijo; y también en las orejas, siguiendo la
1541 fundó Jorge Robledo la ciudad de Cartago en el corazón del curva del cartílago, equidistantes argollas de oro. Las cabezas de
territorio de esta Nación, el Cacique Tacurumbi le obsequió con estas de mujer forman piezas separadas que ajustan muy bien en
un vaso de oro purísimo, que pesaba más de setecientos castella- su correspondiente lugar. Uno de estos cascos tiene mayor
nos; y agrega que algunos años después de 1547, una india de su diámetro que los demás, y por todo adorno en su base, una cinta
servidumbre le mostró al Comendador Rui Váez de Sosa la tumba ó ínfula ornamentada cuyos extremos quedan como unidos por
de su padre el Cacique Yamba, la cual, trasegada por el español, medio de repujado botón.
se encontró que contenía una tabla de muy buen oro que pesaba Grupo número 3. Tres elegantísimos vasos ó urnas en forma de
trece mil pesos, y servía de cubierta al ataúd del Cacique. También sencillo capitel invertido, cada cual con su correspondiente tapa,
encontró Váez de Sosa algo como otros trece mil pesos en joyas que ajusta primorosamente en la base, y en su superficie superior
varias. muestra, á modo de estrella náutica, dividido el círculo en iguales
Este breve extracto sirve á demostrar que eran los Quimbayas partes, y cada una de éstas de formas y divisiones intachables y
Nación muy rica y que la ciudad de Cartago fue fundada en el elegante y correcto relieve.
centro del territorio de estos naturales, lo cual es preciso tener en Estos preciosos vasos seguramente los destinaban á conservar
cuenta para enmendar el error en que se incidió en llamando bien fermentado, el licor de que tanto gustaban.
Tesoro del Calarcá un hallazgo de preciosos objetos de oro, hecho Grupo número 4. Dos aljabas en forma de calabazo arbóreo,
recientemente en la hoya del río de La Vieja, cerca de Pereira, achatado por dos opuestos lados. Una tiene su correspondiente
hallazgo cuyo nombre sirve de epígrafe á este artículo. tapa y agujeros opuestos en ésta y en su base para que por ahí
60
BIOGRAFÍA DEL TESORO DE LOS QUIMBAYAS
pasase la cuerda con que se la suspendían á modo de tahalí y algunos otros que poseemos y la cerámica, que anuncian será
sobre el costado izquierdo. La otra tiene en su extremo superior pronto enviada á esta capital. G. R. R.
grande abertura ovalada.
En estas aljabas llevaban indudablemente sus dardos envenena- LA CAPITAL, n.º 17, 12 de diciembre de 1890. ORO EN GRAN
dos. CANTIDAD. Llegó a Bogotá el gran tesoro encontrado en una guaca
Grupo número 5. Cuatro vasijas de bella forma, cuello de dos sec- de indios, en el distrito de Finlandia, por dos jóvenes antioque-
ciones medio esféricas y reducida boca, una ó dos con tapa. La ños, el cual constituye una gran cantidad de oro de subido precio,
base de la más bella de estas vasijas presenta en sus dos extremos tanto por su calidad como por su mérito intrínseco e histórico.
algo como dos secciones fusiformes separadas por una zona Tuvimos el gusto de ver este tesoro en casa del señor don Juan
central ó paralelogramo, sobre la cual se ve en cada uno de sus Pablo Jaramillo. Está formado de preciosas figuras humanas de
lados, de pie y muy bien repujada, una figura de mujer con los delicado trabajo, varios cascos, argollas, vasos, collares y trom-
adornos é incisiones mencionados antes. Otra, muestra en su petas, cintillos y muchos objetos y figuras de ídolos, propios de
base una naranja perfectamente descortezada, cuyos gajos, muy los usos y costumbres de la famosa Nación de los indios Quim-
bien formados y de uniforme é intachable desarrollo, se muestran bayas.
en bello relieve y como separados entre sí; y sobre la parte superior La exposición de estos objetos en Londres o en París sería de gran
de esta naranja, que para llevarla suspendida como cantimplora novedad en el mundo de las antigüedades y objeto de dignos
tiene anillos fijos en lugares convenientes, arranca el cuello en estudios y encantos.
dos secciones medio esféricas, que por su forma y proporciones
armonizan bien con la base. REVISTA DE LOS MINEROS, 20 de diciembre de 1890. GUACA FENO-
Estas cuatro vasijas, y otras en forma de calabazo arbóreo, capri- MENAL. Cerca de Finlandia, población situada en el valle del río La
chosamente achatado, le servían para cargar suspendido del Vieja, fueron descubiertos, hace algunas semanas, dos pueblos de
cuello ó terciado su amado licor. indios, de los cuales se han extraído más de ocho arrobas de oro,
Grupo número 6. Una cabeza humana de correcto óvalo y elegante en figuras muy curiosas. Sobre este asunto dice el Sr. Román María
nariz, con ojos vacíos y boca abierta, y la incisión explicada arriba, Valencia lo siguiente [...] (n.º 66 de El Correo Nacional).
muy honda. Sobre la corona tiene una abertura circular, como de
2 ½ ó 3 centímetros de diámetro, que se cubre con una tapa en EL HERALDO, n.º 85, 11 de marzo de 1891. EXHIBICIÓN. En la casa
forma de serpiente enroscada con cabeza de dragón. En las orejas, 18 número 482 de la 2.ª Calle Real se está exhibiendo el valioso y
siguiendo la curva del cartílago, agujeros equidistantes; y lleva artístico tesoro encontrado en Finlandia (Cauca), y que consiste
anillos fijos para suspenderla, sin que se incline de ningún lado. en notables objetos de oro y cerámica.
Pesa más de 900 gramos. Recomendamos á los amantes de estas curiosidades una visita a
Destinábanla seguramente á quemar resinas olorosas, cuyo humo esta exhibición antes de que los señores partan para el exterior. Se
escapaba por ojos y boca, que el artífice dejó abiertos con este fin. exhibe todos los días de 12 á las 4 p. m.
Grupo número 7. Dos trompetas ó bocinas. La principal tiene su
embocadura ó brocal en forma de vaso Chimú, decorado de rom- ANEXO II: EXPOSICIONES INTERNACIONALES EN LAS QUE
boides sostenido por dos cariátides de relieve que representan la HAN FIGURADO PIEZAS DEL TESORO
adolescencia de los dos sexos.
Grupo número 8. Número plural de cetros como de veinticinco Exposición The Gold of El Dorado, organizada por la Royal
centímetros de largo cada uno, y en su parte superior una esfera y Academy of Arts de Londres, desde noviembre de 1978 hasta
sobre ésta un ave orgullosa, de extendidas alas, cola desplegada marzo de 1979. Fueron cinco piezas, que se encontraban en la
en forma de abanico y por cresta una cimera de plumas. Desgra- caja número 1 de las cinco depositadas en el Banco de España,
ciadamente se encuentran muy abollados. Las aves nombradas figurando en la solicitud de préstamo los números de inventario
tienen unas el cuerpo de finísimo oro, y las alas, cabeza, etc., de que tenían las piezas en el Museo Arqueológico Nacional, que se
oro muy bajo, y viceversa, y presentan un problema importante, á corresponden con los actuales números del Museo de América:
saber: ¿Son soldadas por exudación y con soplete estas distintas 17439, 17459, 17447, 17453 y 17454. En septiembre de 1979 itineró
partes? ¿De qué otro modo joyeros quimbayas pudieron mantener al Kestner-Museum de Hannover con el título El Dorado: der Traum
en la fundición la separación de oros de distinta ley que debían vom Gold, exposición en la que también participaron museos
formar partes de un mismo todo? colombianos, ingleses y norteamericanos, habiendo sido solici-
Grupo número 9. Delgada plancha, en forma de ancha ínfula con tado su préstamo por el American Museum of Natural History para
cuatro adornos, dos del lado derecho y dos del lado izquierdo, en su exhibición primero en Nueva York y posteriormente en Chicago,
forma de patena de semicilíndricos bordes, de puntos equidistan- San Francisco o Los Ángeles y Nueva Orleáns, pero esta nueva soli-
tes y su relieve siguiendo la forma circular del adorno central. citud de itinerancia fue denegada.
Hacia los extremos, que indudablemente arreglaban superpo-
niendo el uno sobre el otro, se ven pequeños agujeros que se Exposición titulada Gold und Macht: Spaniem in der Neuen Welt,
corresponden muy bien y que fueron hechos quizá con el fin de que se exhibió en diferentes ciudades de Centroeuropa: en el
aumentar ó disminuir el diámetro al favor de un hijo, que á la vez Künstlerhaus de Viena desde noviembre de 1986 a enero de 1987,
les servía para figurar en ese lugar algo como un penacho de en la National Gallery de Budapest de febrero a marzo de 1987, en
vistosas plumas. el Josef Haubrich Kunsthalle de Colonia de abril a junio y final-
Grupos números 10, 11, 12. Collares de moscas, pulseras, cintillos, mente en el Haus der Kunst de Múnich de agosto a octubre del
etc. mismo año, en la que se expusieron diez piezas originales que se
Lo precedente bastará á dar á nuestros lectores idea de lo que encontraban en aquel momento en la caja fuerte del Museo
vale este tesoro, bajo el punto de vista etnológico. Es bello en su Arqueológico Nacional y que se correspondían con los siguientes
conjunto y de ejecución acabada; y revela entre nuestros Quimba- números de inventario: 17428, 17435, 17436, 17444, 17451, 17454,
yas tanto talento, y aun mayor orfebrería, como entre los chimúes 17447, 17456, 17457, 17459.
del Perú. Parece que el peso de todos estos objetos es como de 50
libras, que el Gobierno debería pagar á precio subido para fundar Exposición titulada El Dorado: Das Gold der Fürstengräber, cele-
nuestro museo etnológico, único al alcance de nuestra francis- brada en el Kunsthalle de Múnich de mayo a septiembre de 1994 y
cana pobreza. en el Altes Museum de Berlín de septiembre a enero de 1995, tras
Si tiempo y paciencia no nos faltaren, estudiaremos esta célebre el regreso de las piezas de la exposición El oro de América. Aunque
nación de Quimbayas, sus usos, costumbres, artes, religión, etc., se habían solicitado 26 piezas, solo se dieron en préstamo 17,
ya que son preciosos elementos para reconstruir, por lo menos, la también originales. Los números de inventario de las piezas pre-
historia de sus artes, los objetos de que acabamos de dar cuenta, sentadas fueron: 17459, 17445, 17428, 17453, 17435, 17438, 17406,
61
BIOGRAFÍA DEL TESORO DE LOS QUIMBAYAS
17410, 17422 (del 9 al 18 ambos inclusive), 17427, 17466-2 y 3, custodiada la exposición por la Guardia Civil vestida con traje de
17446, 17440, 17454, 17452 y 17434. Es de reseñar que en el gala. Posteriormente esta exposición itineró por diferentes ciudades
catálogo de la exposición figuran las fotografías de tres reproduc- españolas, como Sevilla, Cádiz, Santillana del Mar y Barcelona, pero
ciones. Esta ha sido la última vez que han salido piezas originales en estas exhibiciones figuraron las reproducciones del Tesoro.
del Tesoro tanto fuera como dentro de España, aunque han sido
varias las solicitudes de préstamo. Exposición De gabinete a museo: Tres siglos de historia, realizada
en 1993 por el Museo Arqueológico Nacional y referida al mismo.
ANEXO III: EXPOSICIONES NACIONALES EN LAS QUE HAN Figuraron las reproducciones R-17447 y R-17428.
FIGURADO REPRODUCCIONES DEL TESORO
Exposición Magia, mentiras y maravillas de las Indias, organizada
Exposición La minería a través del tiempo en España e Iberoamé- por el Museo de América y la Diputación Provincial de Huelva en
rica, que tuvo lugar en junio de 1970 en el Palacio de Exposiciones 1995. Fueron expuestas de nuevo en su totalidad todas las repro-
y Congresos de Madrid, con motivo del VI Congreso Internacional ducciones del Tesoro, para lo que se fotografiaron formando un
de Minería. En ella figuró la reproducción de la urna funeraria conjunto, única fotografía como tal que existe, que figura en el
número de inventario R-17451. catálogo de la misma y que aparece frecuentemente publicada
como referida al Tesoro sin especificar que son las reproducciones
Exposición Muestra de cultura precolombina y colonial, celebrada (véase figura 14).
en el claustro del Complejo Cultural de San Francisco, Cáceres, de
diciembre de 1984 a febrero de 1985. Fueron expuestas trece Exposición Los tesoros que vinieron de América, organizada por el
reproducciones con los números: R-17447, R-17456, R-17428, Instituto de Ciencia e Investigación Juvenil de Aragón y expuesta
R-17402, R-17422-1 y 2, R-17407, R-17406, R-17416-1 y 2, R-17453, en el Palacio de los Huarte, Zaragoza, en 1997. Se expusieron veinte
R-17413 y R-17435. reproducciones: R-17402-8, 3, 20 y 1, R-17427, R-17435, R-17428,
R-17429, R-17438, R-17447, R-17454, R-17451, R-17407, R-17417,
Exposición Las culturas indígenas de los Andes Septentrionales, R-17412, R-17422-7 y 8, R-17461, R-17462 y R-17423.
organizada por la Comisión Nacional del V Centenario, el Instituto
de Cooperación Iberoamericana y la Dirección General de Bellas Finalmente, también figura la reproducción R-17457, dentro del
Artes del Ministerio de Cultura, que durante el año 1985 se presentó nuevo montaje del Museo Arqueológico Nacional, en la vitrina
en Madrid, dentro del propio edificio del Museo de América, siendo referida a la historia del mismo.
62
El orfebre quimbaya
Alicia Perea
Instituto de Historia (CCHS-CSIC)
Acercarse al Tesoro de los quimbayas implica un esfuerzo intelectual si queremos ir más allá de la
mera contemplación estética o la curiosidad etnográfica. La pregunta con que iniciamos ese acer-
camiento fue la siguiente: ¿podemos, desde la arqueología, contribuir al conocimiento de la
sociedad que generó unos objetos que actualmente forman parte de la materialidad mitográfica
en diferentes países? Y en segundo lugar: ¿es responsabilidad nuestra dotar de significados cientí-
ficos e históricos a unos objetos que integran el imaginario de grupos sociales que los reivindican
como suyos? Una vez planteadas las anteriores, surgió de inmediato la tercera cuestión: ¿podemos
aplicar una metodología que garantice unos resultados aceptables, o por lo menos suficientes?
63
EL ORFEBRE QUIMBAYA
Con respecto al segundo riesgo, el de asumir la perspectiva adecuada que pudiera com-
pensar en cierta medida la descontextualización del material arqueológico, es necesario distinguir
entre método y orientación teórica. La arqueometría como método permite el estudio de los
objetos y aporta los datos técnicos de análisis, pero la síntesis solo puede surgir en el marco de un
modelo explicativo que dé coherencia a los datos arqueométricos, en el marco de la sociedad que
los produjo. Por tanto, será el proceso tecnológico el objetivo de nuestro estudio, y no el objeto en
sí mismo, entendiendo por tal proceso aquellos conocimientos, comportamientos y actitudes
individuales o colectivas que, junto a las materias primas disponibles, tuvieron como finalidad la
fabricación, utilización y enterramiento de un objeto concreto.
Por todo lo dicho, la investigación no se agota con el conocimiento del proceso tecnoló-
gico sino que se prolonga más allá de la fabricación del objeto para intentar reconstruir sus fases
de uso, posibles alteraciones, cambios de función, abandono –ajuar funerario, ofrenda ritual, ocul-
tamiento económico, etc.–, recuperación y utilización actuales, hasta su llegada, restauración y
permanencia en la vitrina de un museo o de una colección. La biografía de los objetos es una
metáfora que quiere expresar el cambio, no solo en el estado físico, sino del significado y del valor
de las cosas según transcurre el tiempo y se transforma la propia sociedad que los ha creado o
utilizado (Appadurai, 1986; Gosden y Marshall, 1999). Esta perspectiva diacrónica permite al arqueó-
logo ordenar y dar sentido a los datos arqueométricos dentro de un marco temporal, y no como
simple yuxtaposición de rasgos morfométricos o analíticos. En el fondo de la metáfora subyacía un
creciente interés por establecer la relación entre sujeto y objeto, cuestión que constituye el funda-
mento de la propia ciencia arqueológica.
64
EL ORFEBRE QUIMBAYA
En una segunda fase se abordó el estudio analítico con otra técnica diferente a XRF, más
potente y precisa, que nos permitiese un control comparativo y unos datos complementarios. La
emisión de rayos X inducida por partículas, más conocida por sus siglas en inglés PIXE (Particle-
induced X-ray emission), se eligió por los siguientes motivos: porque cada vez contamos con más
datos de objetos arqueológicos analizados mediante esta técnica (Demortier y Adriaens, 2000;
Adriaens et al. 2005; Demortier y Ruvalcaba Sil 2005); porque, como la fluorescencia, es totalmente
no destructiva si el acelerador de partículas donde se genera el haz de protones cuenta con una
línea de emisión de haz externa, y porque además de una caracterización elemental del metal
podíamos obtener, en el mismo proceso, un perfil en profundidad mediante la técnica RBS
(Rutherford backscattering spectrometry), es decir, nos permitía detectar las diferencias de compo-
sición entre la capa externa y las internas, algo interesante en materiales que supuestamente
podían estar dorados en superficie. El inconveniente de este método analítico es la complejidad
de la infraestructura necesaria, el tiempo que consume y la necesidad de trasladar los objetos al
laboratorio. Todo ello encarecía enormemente el estudio, por lo que tuvimos que centrarlo en
una muestra elegida basándonos en los datos analíticos con que ya contábamos, y cuidando que
todos los tipos/formas estuvieran representados ponderadamente. Se trasladaron 63 objetos,
que representan el 46 % del total del conjunto. Por cuestiones de seguridad y de disponibilidad del
acelerador, las medidas analíticas se realizaron en tres tandas de unas 20 piezas, entre noviembre
de 2010 y noviembre de 2011.
Como en todo proyecto planificado, surgen imprevistos que es necesario resolver. Entre lo
más destacable estuvo constatar que algunos de los recipientes todavía conservaban parte de su
contenido original, que resultó ser ceniza de huesos humanos mezclada con algunas cuentas de
oro. Este hallazgo tenía cierta trascendencia en el caso de que el contenido no estuviera contami-
nado y pudiera ser objeto de análisis por AMS para obtener una o varias fechas de C-14, como así
se hizo gracias a la financiación de una acción complementaria al proyecto de investigación en
curso. Además de las fechas a partir de las cenizas, se extrajeron muestras de núcleos interiores
de carbón y arcilla de algunos objetos huecos que todavía los conservaban, con la misma finalidad
de obtener dataciones absolutas.
La última fase del estudio consistió en radiografiar algunas de las piezas mayores para
obtener una imagen que pudiera aclarar las dudas que teníamos sobre el proceso de fabricación,
fallos y posibles arreglos.
En este capítulo vamos a describir de una forma clara, evitando tecnicismos innecesarios,
el proceso de fabricación de los objetos según se desprende de los resultados de estos trabajos,
así como la evolución posterior de los mismos hasta su llegada al lugar donde actualmente se
encuentran. Intentaremos determinar si es posible la identificación de un taller o de varios, incluso
si fuera posible identificar la mano de un orfebre concreto.
Con la única finalidad de evitar repeticiones y no alargar en exceso este texto, organizare-
mos nuestro discurso describiendo en primer lugar las técnicas generales practicadas por los
orfebres quimbayas, según las hemos documentado a través de la colección del Museo de América.
Posteriormente, examinaremos las particularidades de cada grupo de piezas, agrupándolas de la
siguiente manera:
a) Recipientes con dos grandes grupos, los poporos para contener cal, que adoptan
formas antropomorfas o fitomorfas, y los recipientes para otros usos, siempre fitomorfos.
Hemos incluido también una pieza discutida, que primero fue silbato, pasó por asidero o
enmangue y finalmente queda clasificada como recipiente.
b) Palillos o varillas para extraer la cal del poporo, con remate figurativo o no en la parte
superior.
65
EL ORFEBRE QUIMBAYA
66
EL ORFEBRE QUIMBAYA
Además de los datos publicados por Rivet y Arsandaux (1946: 35-37) sobre oros nativos del
área colombiana, caracterizados por la ausencia de cobre –o presencia no cuantificable– y conte-
nidos en plata que oscilan entre 3,5 y 36,6 %, los objetos quimbayas analizados cuantitativamente
(ib.: 40-41, 49-53) se reducen a una veintena –procedentes de la colección Girondo– que los autores
distribuyen en tres grupos: en el primero estarían los fabricados con oro aluvial, por la ausencia de
cobre o contenidos por debajo del 2 %; los otros dos grupos son las llamadas tumbagas, aleacio-
nes Au-Cu, una con menos del 50 % de oro y otra con contenidos superiores al 50 %. Estos resulta-
dos se obtuvieron mediante distintas técnicas físico-químicas a partir de la extracción de una sola
muestra por objeto.
Rovira Llorens (1994b) recoge los resultados de 33 objetos procedentes del Tesoro Quimbaya
del Museo de América de Madrid, analizados por XRF, aunque la muestra está sesgada tipológica-
mente puesto que dos tercios de la misma son colgantes zoomorfos. Los resultados no contradicen
los ya obtenidos por Rivet y Arsandaux.
Dentro de este apartado sobre estudios previos arqueométricos, habría que destacar los
Congresos de Americanistas dedicados monográficamente a la metalurgia (Plazas, 1986; Lleras,
2007b) que han supuesto una contribución insustituible en el avance del conocimiento tecnoló-
gico de los orfebres precolombinos.
Con estos referentes, abordamos la descripción de los procesos técnicos de fabricación que
hemos identificado sobre la base de la observación topográfica y análisis del Tesoro Quimbaya.
Según los resultados obtenidos mediante XRF y PIXE, los diagramas ternarios de composiciones
elementales (figura 61, p. 182 de este volumen) muestran una distribución cuya mayor variabilidad viene
dada por los contenidos de cobre que oscilan ampliamente, aunque siempre por debajo del 50 %.
La plata se mantiene dentro de unos márgenes relativamente más estrechos, entre el 12 y el 25 %.
Un grupo de objetos se separa de esta distribución por presentar contenidos en oro muy altos y
ausencia de cobre, lo que podría indicar que se fabricaron con oros aluviales de la zona (vide supra)
sin más añadidos. Estos datos, que se detallan en el capítulo correspondiente, parecen estar en
completo acuerdo con los resultados obtenidos con anterioridad en otros objetos quimbayas.
En una primera lectura, parece que los orfebres quimbayas están explotando los oros natu-
rales del entorno, que alean con distintas cantidades de cobre, en función de las necesidades
técnicas, estéticas o simbólicas del objeto que quieren obtener. Se ha documentado la policromía,
o contraste de colores dentro de una misma pieza, incluso con tres tonalidades diferentes que van
del blanco, pasando por el amarillo, hasta el rosado, cuyo proceso de fabricación explicaremos
más adelante. Este efecto cromático se reserva fundamentalmente para los palillos, en los que la
varilla suele ser de tonalidad rosácea, contrastando con la figura de remate en la zona superior.
En cuanto a las herramientas e infraestructuras utilizadas por los artesanos del metal,
escasamente sabemos lo que se desprende de las propias piezas ya fabricadas y sus materias
primas. Desconocemos si utilizaban cobre nativo o cobre reducido para alear con el oro, pero
está claro que los objetos fabricados solo con este metal son muy escasos. Con respecto a la
existencia de hornos para fundir, recocer o incluso para reducir cobre, contamos con una evidencia
67
EL ORFEBRE QUIMBAYA
El orfebre quimbaya utilizó la cera perdida como fundamento de su producción, tanto para objetos
grandes como para los pequeños, con un rango entre 53,00 cm del vaciado más grande y 0,16 cm
aproximadamente del más pequeño. Esto no quiere decir que todos los objetos del Tesoro
Quimbaya se hayan fabricado mediante este único proceso, como luego veremos.
La técnica de la cera perdida aprovecha las cualidades plásticas de la cera y su bajo punto
de licuefacción (aprox. 80º C) para fabricar modelos, que se recubren de arcilla y forman el molde
donde verter el metal fundido para que al enfriar adopte la forma correspondiente. Las variantes y
complejidades del método son enormes, pero podríamos reducirlas básicamente a cuatro o cinco:
a) conseguir objetos macizos; b) conseguir objetos huecos; c) fabricar objetos compuestos por
varias piezas separadas, encajadas entre sí o con movilidad, y d) conseguir objetos compuestos
por vaciados sucesivos o adicionales, con la misma aleación u otra diferente; esta última variante
se aplicó para conseguir efectos de policromía y en la reparación de objetos rotos. Finalmente hay
que mencionar una quinta variante que utiliza hilos de cera para modelar un objeto generalmente
calado, o para aplicar pequeños motivos ornamentales; en la literatura se denomina frecuente e
impropiamente falsa filigrana, por lo que nosotros hemos adoptado el término de filigrana de
fundición, más técnico.
Los primeros cronistas españoles nos han dejado varias descripciones del proceso técnico
que resultan muy útiles, y, sobre todo, que son coherentes con lo observado en los objetos. La
fuente más fiable es la Historia general de las cosas de Nueva España (hacia 1565) del franciscano
Bernardino de Sahagún. Siguiendo su descripción de un vaciado con núcleo interior, es decir, de
un objeto hueco (Bray, 1978a), el primer paso es la fabricación del modelo que queremos obtener
–orejera, poporo, etc.– con una mezcla de arcilla fina, carbón en polvo y eventualmente arena.
Esta mezcla tiene la ventaja de que soporta la temperatura de fusión del metal sin deformarse,
resiste elásticamente la contracción del metal cuando se enfría y es suficientemente porosa como
para absorber parte de los gases que genera el proceso de calentamiento. Una vez terminado el
modelo, se deja secar al sol durante dos días para que pierda toda la humedad y evitar el riesgo
de rotura durante el vaciado. La segunda fase consiste en recubrir este modelo con una mezcla de
cera de abeja con resina, por ejemplo de copal, como agente endurecedor. Esta pasta se trabaja en
láminas del grosor que vaya a tener nuestro objeto hueco, para cubrir con ellas toda la superficie
del modelo, cuidando de que se adapte perfectamente a su topografía, lo que se puede conseguir
con espátulas o herramientas similares, trabajando en frío o en caliente, sobre todo las uniones
para que no se noten, y para evitar tensiones posteriores en el metal que pueden acabar en fractura.
También se modela en cera el cono de llenado en uno de los extremos del modelo, por donde se
va a verter el metal fundido, y en los objetos grandes se sitúan canales de salida de evacuación de
gases, burbujas y rebosaderos. La tercera fase consiste en pintar este modelo de cera con una
suspensión de polvo de carbón en agua. Los siguientes recubrimientos se hacen con aguada de
arcilla, para terminar el molde con una mezcla de arcilla y grano de carbón. Al calentar el molde
para secar y endurecer, la cera se derrite y sale por el cono de llenado, de forma que el núcleo
quedaría suelto y se movería si no lo hubiéramos sujetado previamente con varillas de madera
verde que se carbonizan en contacto con el metal fundido.
68
EL ORFEBRE QUIMBAYA
De la observación de los objetos del tesoro hemos extraído algunas conclusiones sobre las
particularidades del proceso que son importantes para comprender el grado de especialización de
estos artesanos. El dato que mejor expresa su habilidad es el peso de los objetos vaciados en una
sola colada, es decir, sin vaciados adicionales. Por ejemplo, existen objetos de algo más de 1 kg de
peso –el recipiente n.º 17453– que fueron vaciados con éxito en una sola operación. Debido a la
situación de las varillas de sujeción del núcleo interior sabemos que objetos como los recipientes
se vaciaban desde la parte superior, donde se situaba el cono de llenado y posteriormente la
apertura, hacia la inferior. Teniendo en cuenta que el recipiente más alto mide 53 cm –el palillo n.º
17423–, la colada debía mantenerse con la temperatura adecuada a lo largo de todo el recorrido
del molde para que pudiera rellenar por completo el hueco dejado por la cera. Esto solo se pudo
conseguir mediante algún sistema que mantuviera la temperatura del molde relativamente alta, o
que impidiera su rápido enfriamiento, por ejemplo situando el molde previamente calentado en
un hoyo dentro de la tierra.
Otro dato significativo es el vaciado con doble núcleo de algunas de las orejeras con
sonajero. Por ejemplo, en el ejemplar n.º 17422-7 se fabricó el objeto junto con la bolita interior en
una misma y única colada.
Se ha especulado con el tipo de cera utilizado por los orfebres precolombinos. Lo más
probable es que utilizaran la cera producida por una abeja melipona (familia Apidae Melipona,
especie Tetragonisca angustula) sin aguijón, común al continente americano, desde México hasta
el sur de Brasil. En época precolombina se cultivaban estas abejas para obtener miel que se utili-
zaba no solo como alimento y edulcorante, sino como antibiótico o remedio para heridas y que-
maduras. Tanto la miel como la resina de copal, que se quemaba por sus propiedades aromáticas
y medicinales, tenían usos ceremoniales que trascendían su función utilitaria.
La deformación plástica
Algunas de las piezas del Tesoro Quimbaya están parcialmente fabricadas mediante un proceso de
martillado. El oro y sus aleaciones tienen propiedades plásticas debido a su estructura cristalina
en forma de red (Grimwade, 1985). Si deformamos mediante golpeo esa estructura, el metal se
puede trabajar pero pierde plasticidad progresivamente y se vuelve frágil. Para recuperar sus pro-
piedades originales hay que someterlo a una fuente de calor suficiente para que los átomos de esa
red se reorganicen según su estructura natural; en el oro puro habría que alcanzar los 650º C. El
ciclo repetido de deformación plástica y recocido, o recristalización, fue la base de los inicios de la
metalurgia en Europa. Evidentemente, el orfebre quimbaya conocía este proceso aunque prefería,
y dominaba, la cera perdida.
La razón para la elección de una u otra técnica no la sabemos con seguridad pero proba-
blemente tuviera que ver con la funcionalidad del objeto. Los vaciados a la cera perdida suelen ser
piezas de propiedades mecánicas débiles, es decir, son objetos poco resistentes y blandos. Por el
contrario, un objeto con la estructura cristalina deformada, sin llegar a su límite de fractura, es
69
EL ORFEBRE QUIMBAYA
mucho más resistente y duro. Curiosamente son algunos cascos y la corona las piezas trabajadas
en mayor o menor medida por deformación plástica, al menos en una última fase del proceso de
fabricación. Por esta razón creemos que su funcionalidad requería unas propiedades especiales.
Probablemente el proceso de fabricación en todos los casos se debió iniciar con un vaciado
a la cera perdida para obtener una forma próxima a la definitiva, para terminar posteriormente
mediante martillado. Todas estas posibilidades son reales, aunque no podemos saberlo con segu-
ridad exclusivamente con un examen topográfico. Lo que hemos observado ocasionalmente son
huellas de martillado que quedan generalmente en aquellas zonas no visibles de las piezas, como
por ejemplo el interior o los reversos. Para comprobarlo sería necesario hacer una metalografía, es
decir, obtener una imagen de la microestructura cristalina del metal donde quedan reflejados
todos los ciclos plásticos o térmicos que ha sufrido. Este estudio metalográfico se pudo hacer
únicamente en una muestra desprendida del casco n.º 17432, y su estructura cristalina muestra
un metal recristalizado térmicamente, que ha sido previamente trabajado en frío (véase el apartado
“Observación y análisis mediante Microscopía Óptica, Microscopía Electrónica y Metalografía”).
Lo que podemos afirmar con seguridad es que el orfebre quimbaya era capaz de fabricar
cualquier objeto por voluminoso que fuera vaciándolo a la cera perdida o mediante deformación
plástica, y combinar ambas técnicas para la obtención de un determinado objeto.
La importancia del color no es solo una cuestión estética en las producciones americanas,
sino que encierra significados cosmológicos que los orfebres entendían y respetaban. Por ejemplo,
las propiedades de cada metal se expresaban en sus cualidades físicas de color, olor y sabor,
además de encarnar asociaciones con personas, mitos, fenómenos naturales y valores sociales
(Falchetti, 1999). El concepto de metalurgia, como transformación de la materia, estaba relacio-
nado con ciclos vitales como la fertilidad de los campos y la fecundidad del ser humano, sujetos a
una ritualidad que era garante de su eficacia. Por esta razón no debemos entender la preferencia
por determinadas aleaciones como una cuestión estrictamente de disponibilidad de la materia
prima. El hecho de utilizar una tumbaga de alto contenido en cobre y dorar el objeto con posterio-
ridad a su fabricación, o preferir por el contrario una aleación rica en oro, tiene un significado
concreto que desafortunadamente se nos escapa, pero que no debemos reducir a un simple
término económico o mercantilista.
70
EL ORFEBRE QUIMBAYA
fabricados en aleaciones de base oro enterrados en el subsuelo durante siglos presentan sistemá-
ticamente este enriquecimiento que es resultado de una combinación de la humedad, acidez y
temperatura del yacimiento (Hall, 1961; Perea et al. 2010: 15). Determinar si un objeto arqueológico
ha sido dorado intencionalmente o se ha visto enriquecido de forma natural, puede resultar un
problema (Ruvalcaba Sil et al. 2004). Actualmente sabemos que la metalurgia antigua europea, al
menos la de época prerromana, nunca llegó a utilizar esta técnica de tratamiento superficial
porque enseguida se impuso el dorado al fuego, es decir, la amalgama de oro con mercurio (Perea
et al. 2008). Por el contrario, los orfebres precolombinos muy probablemente observaron el
fenómeno e intentaron reproducirlo empleando ácidos en combinación con ciclos térmicos.
Las técnicas de acabado fueron necesariamente una fase importante en el proceso de fabricación
de los objetos metálicos quimbayas. El gusto y la preferencia por las superficies lisas y brillantes se
desprende del hecho de que no se desarrollaran técnicas como el cincelado, cortado, repujado o
puntillado, aunque se conocían y utilizaban muy restringidamente. Por ejemplo, algunos cascos
presentan una cenefa ornamental de rombos en resalte realizada mediante líneas marcadas a
cincel, situada en los bordes y delimitando la cresta; y otros tienen líneas de puntos marcadas con
punzón. Esas superficies lisas se consiguieron puliendo con abrasivos progresivamente finos la
piel granulosa –bruto de colada– que suele presentar un metal recién vaciado. En aquellos objetos
en los que se procedió a una mise en couleur, el acabado superficial formaría parte del proceso de
dorado, a la vez que se eliminaban los restos de óxido de cobre y plata inducidos por los ácidos y
la alta temperatura.
El bruñido también fue necesario para disimular los tapones de las varillas que sujetaban
el núcleo interior del vaciado a la cera perdida. Esta es una técnica de deformación plástica que
actúa por presión y arrastre del metal, en vez del golpeado en los procesos de martillado ya descri-
tos. También se utilizó para homogeneizar superficies en aquellas zonas reparadas por vaciado
adicional. Los bruñidores pudieron haber sido de piedras duras de grano muy fino, o incluso de
maderas duras o cuerna.
El cortado de canales y conos de llenado se tuvo que realizar mediante un proceso mecánico
de desgaste con productos abrasivos aplicados con fibras vegetales y algún tipo de lubricante.
Finalmente, se utilizaron dos técnicas que podemos calificar de mecánicas, más que meta-
lúrgicas: la incrustación y el aplique. En el primer caso tenemos un ejemplo excepcional, el reci-
piente n.º 17454, que representa una cabeza con la boca, los ojos y las mejillas en hueco, preparada
para encajar un material que no se ha conservado. Por la disposición de los huecos, que muestran
71
EL ORFEBRE QUIMBAYA
paredes laterales relativamente profundas, las piezas incrustadas tuvieron que ser trabajadas con
la forma exacta del hueco y fijadas con algún pegamento orgánico, o simplemente encajadas. Con
respecto a los apliques, nos referimos a piezas metálicas fabricadas independientemente, con un
sistema de anclaje a otra pieza que la complementa. El casco n.º 17428 lleva dos figuras femeninas
a cada lado de la cresta, cuyas cabezas son piezas independientes encajadas mediante un sistema
de machihembrado combinado con giro. Además, los rostros presentan igualmente huecos en las
mejillas para incrustar un material distinto al oro.
Conservación
Todos los objetos del Tesoro Quimbaya de Madrid están, en términos generales, en buenas condi-
ciones de conservación, salvo alguna excepción. En este apartado tenemos que distinguir entre
los problemas derivados de fallos en el proceso de fabricación, problemas derivados de las condi-
ciones del yacimiento y los problemas surgidos con posterioridad al hallazgo, ya en manos de
particulares e instituciones. Entre los primeros hay que mencionar los fallos de fundición que
fueron reparados mediante vaciado adicional, reparaciones que han fallado o se han perdido con
el paso del tiempo, por ejemplo en el recipiente n.º 17441 (figura 22).
Entre los segundos tenemos que mencionar los focos de corrosión selectiva y las tensiones
surgidas en las condiciones del yacimiento, que han generado craqueladuras, fisuras y, en último
término, rotura en las piezas mayores, sobre todo en alguno de los recipientes y cascos debido a la
delgadez de las paredes (figura 23). Los más afectados son la fractura en el cuello de la figura mas-
culina n.º 17452, la fractura de las piernas en la figura n.º 17455, craqueladuras y roturas en el casco
n.º 17432 y fisura en el colgante en forma de rueda n.º 17413. Problemas de otro tipo plantea el
colgante Darién n.º 17426, que presenta una superficie metálica mate, rugosa, con pegotes y
burbujas, como si hubiera estado sometido a la acción del fuego, lo que parece ser el caso puesto
que todavía conserva una cuenta adherida en la superficie y lo mismo ocurrió con una orejera que
ya se ha desprendido.
La pérdida de material, en el caso del poporo n.º 17454 con forma de cabeza, es reseñable
pues nos está indicando que la incrustación desaparecida era de material perecedero, probable-
mente orgánico. Este es el único ejemplo de combinación de materiales diferentes.
En cuanto a los problemas surgidos con posterioridad al hallazgo, tenemos que centrarnos
en el estado de la superficie de muchos de los objetos fabricados en tumbaga con dorado poste-
rior. Poco sabemos de las manipulaciones entre el momento del hallazgo y su definitiva llegada a
Madrid, pero al menos debieron sufrir algún tipo de limpieza abrasiva. Ya en España, el episodio
que pudo haber sido más negativo fue el almacenamiento de todo el conjunto en los sótanos del
Banco de España, entre 1978 y 1982, por motivos de seguridad, en condiciones de alta humedad
poco adecuadas para algunas de las piezas fabricadas en aleación de alto contenido en cobre
(véase cap. «Biografía del Tesoro de los quimbayas»). En esa etapa probablemente se aceleraron los procesos
de corrosión que generaron manchas oscuras sobre la superficie.
Las sucesivas limpiezas abrasivas practicadas a lo largo del tiempo han tenido el efecto
de eliminar de forma desigual la fina capa dorada, de tal manera que han aparecido manchas de
distinta coloración. Este es un hecho que ya fue reportado en otras colecciones, como la del Museo
Británico (La Niece, 1998) y la del Museo del Oro de Bogotá (Uribe Villegas, 2012: fig. 9). En nuestro
caso hemos observado restos de esos productos abrasivos modernos –que fueron conveniente-
mente analizados e identificados– en recovecos y zonas de difícil acceso, por ejemplo en el poporo
n.º 17444, una calabaza de cuerpo gallonado. El casco n.º 17432 se ha visto afectado en mayor
medida por el exterior, con grandes áreas decoloradas y otras preservadas, quedando el interior
preservado de la limpieza (figura 24).
La composición de las aleaciones utilizadas, según los datos de XRF y PIXE (figura 61, p. 182 de
este volumen),
puede llegar a contener hasta un 25 % de Ag y un 50 % de Cu. Esta circunstancia ha
72
EL ORFEBRE QUIMBAYA
favorecido la aparición de manchas en superficie debido al desarrollo de óxidos o cloruros de Fig. 22: Fallo de fundición en
plata y cobre durante las condiciones de enterramiento, que se añaden a las anteriores producidas el hombro del recipiente
fitomorfo n.º 17441.
por las limpiezas abrasivas. Fotografía Archivo Au,
CCHS-CSIC. Fotografía de
Finalmente, solo resta advertir que la mayoría de los palillos presentan el remate figurativo Fabián Cuesta.
superior deformado por golpes y la varilla partida o doblada, lo que responde a un acto ritual de Fig. 23: Craqueladuras que
destrucción, realizado con anterioridad al enterramiento del objeto. Pero este hecho forma parte han derivado en rotura en el
de la biografía histórica del objeto y se tratará en el lugar adecuado. recipiente antropomorfo
n.º 17455. Fotografía Archivo
Au, CCHS-CSIC. Fotografía de
Fabián Cuesta.
Los recipientes
Fig. 24: Aspecto de la
superficie del casco
Estos contenedores forman un amplio grupo de objetos con formas y funciones diversas, funda- n.º 17432, con zonas rojizas y
mentalmente contenedores de cal, hojas de coca u otras sustancias, sólidas o líquidas, relaciona- otras amarillas donde se ha
preservado el dorado.
das con el consumo ceremonial de drogas (véase el capítulo «Iconografía y función del ajuar funerario del
Fotografía Archivo Au,
Tesoro Quimbaya»). Los más conocidos son los poporos o vasijas para contener la cal que se mezcla CCHS-CSIC. Fotografía de
con la hoja de coca (Erythroxylum coca) y poder masticarla para conseguir un efecto energizante, Fabián Cuesta.
ya que tiene la propiedad de incrementar la absorción de oxígeno en sangre. Su consumo no solo
tiene una finalidad medicinal sino que adquiere connotaciones sociales, religiosas e ideológicas
en determinadas sociedades (Schultes y Hofmann, 2012). La hoja de coca no es considerada una
planta alucinógena por su baja concentración en alcaloides, sino en todo caso un alimento de
propiedades medicinales que contiene vitaminas, minerales e incluso proteínas necesarias para
el buen desarrollo de la actividad del ser humano, sobre todo en aquellas zonas de altura o de
clima extremo.
73
EL ORFEBRE QUIMBAYA
Las calabazas, calabazos y totumas servían como contenedores de líquidos y como poporos, Fig. 25: Tapones
a los que se podía añadir un cuello metálico. Todos los ejemplares del conjunto quimbaya de perfectamente circulares
situados en la base del
Madrid se fabricaron totalmente en tumbaga o en otras aleaciones de base oro. También adquie-
recipiente fitoantropomorfo
ren formas figurativas, de hombres y mujeres en diversas posiciones, de pie o sentados, pero n.º 17451. Fotografía Archivo
siempre en actitud extática. Estos objetos son los más voluminosos del conjunto y en torno a los Au, CCHS-CSIC. Fotografía de
que se ha creado el imaginario popular del tesoro, probablemente debido a su peculiar estilo en Fabián Cuesta.
la forma de tratar la figura humana, que ha conectado con los esquematismos y estilizaciones
modernas. Otro de los rasgos que ha pesado en ese proceso de mitologización es la complejidad
técnica y la diversidad de formas vegetales y antropomorfas, dentro de su peculiar estilo.
– 13 fitomorfos. Unos eran utilizados como poporos y otros estaban pensados para guardar
otras sustancias. Destacamos el n.º 17431 por ser el único cuenco abierto para contener líquido,
representando un calabazo esférico partido por su mitad. El cuenquito n.º 17433 podría tratarse de
una tapadera, pero no tenemos la seguridad. Otros dos ejemplares en forma de totuma llevan
añadidas sendas figuras femeninas en cada frontal.
– 7 antropomorfos, de los que cuatro son figuras masculinas, dos femeninas y una cabeza.
Todos pueden clasificarse como poporos, es decir, contenedores de cal. Una de las figuras femeni-
nas se representa embarazada y sentada en un banquito. Otras dos figuras están sentadas, una
masculina en banco y otra femenina sobre pedestal.
74
EL ORFEBRE QUIMBAYA
– 1 recipiente tubular con apéndice ornamental antropomorfo (n.º 17436). Su adscripción Fig. 26: Huellas dejadas por
al grupo de los recipientes es una novedad, puesto que en la literatura anterior se había interpre- los tapones que se han
perdido en el recipiente
tado como silbato, aunque también es posible que hubiera sido utilizado como mango o asidero
fitomorfo n.º 17438.
de un objeto que desconocemos. Queda planteada la duda de su funcionalidad. Fotografía Archivo Au,
CCHS-CSIC. Fotografía de
Los recipientes presentan una altura que oscila entre 10,5 y 35 cm, con una apertura en la Fabián Cuesta.
zona superior, de tamaño relativamente pequeño, que en los ejemplares antropomorfos se sitúa
encima de la cabeza, siempre con la excepción del cuenco, que es abierto y el recipiente tubular.
Algunos ejemplares se componen de un cuerpo y una tapadera de tamaño similar, con anillas o
perforaciones para llevar colgado; otros se cierran mediante una pequeña tapadera metálica que
en algunos casos se ha perdido; pero en la mayoría de los casos el acceso es una simple apertura
que coincide con el recorte del cono de llenado. Fueron, por tanto, vaciados a la cera perdida con
un núcleo interior del que todavía quedan restos adheridos en los recovecos de las paredes. Ese
núcleo es actualmente un polvillo muy fino de color terroso mezclado con polvo oscuro de carbón
y cenizas.
75
EL ORFEBRE QUIMBAYA
esta fase del proceso tecnológico donde radica una de las claves de la calidad de estos vaciados,
y de lo que llamaremos más adelante del taller del tesoro. En las figuras antropomorfas se suelen
colocar en la espalda, hombros, nalgas, rodillas y plantas de los pies (figuras 25 y 26). Todos ellos son
perfectamente circulares y suelen presentar dos tamaños, para piezas grandes y pequeñas; solo en
un caso se utilizaron los dos tamaños en una misma pieza, el poporo vegetal n.º 17453, uno de los
de mayor tamaño con 27,6 cm de altura, que lleva añadidas dos figuras femeninas. No hemos
observado ningún otro tipo de perforación, como se reporta en algunos ejemplares de otras colec-
ciones, por ejemplo cuadrangular en la base, cuya supuesta función era facilitar la extracción del
núcleo interior de arcilla, de manera que este tuvo que ser extraído por la apertura del cono de
llenado. Tampoco quedan huellas del cono de llenado en la zona inferior de los objetos grandes,
de manera que parece lógico suponer que se vaciaban por la parte superior, haciendo correspon-
der dicho cono con la apertura del recipiente.
Mención especial merece el recipiente n.º 17454, en forma de cabeza con aperturas para
incrustar distinto material de contraste. En la parte interior de la base circular se pudo observar
una línea o rebaba que divide ese espacio en dos mitades exactas. El detalle podría haber pasado
desapercibido puesto que solo es visible en esa zona recóndita. La explicación más evidente es
que se corresponde con la rebaba de contacto entre las dos valvas de un molde bivalvo, utilizado
en la fabricación del modelo de cera, pasando luego ese fino resalte al metal. Esto es importante
puesto que no quedan restos ni evidencia arqueológica de moldes bivalvos para vaciar directa-
mente el metal.
76
EL ORFEBRE QUIMBAYA
El caso de los poporos n.º 17451 y 17453 es excepcional. Se trata de una forma vegetal a la
que se añadieron dos figuras femeninas que decoran sus frentes. La reconstrucción del proceso de
fabricación de estos dos objetos no es evidente. En un principio pensamos que las figuras antro-
pomorfas tuvieron que ser añadidas en un vaciado adicional, una vez fabricado el recipiente, que
presenta la misma tipología que el n.º 17442, por la sencilla razón de que era un vaciado muy
complejo de llevar a buen término en una sola operación, teniendo en cuenta que son objetos que
pesan 775,86 y 1.000,74 g respectivamente. Sin embargo, las imágenes de rayos X (véase el capítulo
«Análisis mediante fluorescencia de Rayos X (FRX)») pusieron de manifiesto que efectivamente el vaciado
completo había sido realizado en una única colada. A pesar de los volúmenes que sobresalen del
contorno del recipiente –pies y brazos exentos–, no se han observado fallos de fundición. También
hay que hacer notar lo cuidado de las aperturas superiores, modeladas en forma de pitorro, una
de ellas con tapadera.
Se cuidaba que el grosor de las paredes fuera el adecuado al tamaño del objeto. Por ejemplo,
los recipientes fitomorfos grandes suelen tener paredes bastante más gruesas que los antropo-
morfos, que son más pequeños. Igualmente se cuidaba la estabilidad; así, el grosor del banco
donde se sienta una figura masculina es bastante más pesado y grueso que el resto del cuerpo, por
lo que mantiene perfectamente su estabilidad. Lo mismo se puede decir en los tres casos de los
llamados «jarrones» –n.º 17437, 17438 y 17439–, con boca circular de mayor tamaño que la base, y
que llevan una tapadera gallonada relativamente pesada; en estos casos se cuidó de dar a la pared
del recipiente un grosor mayor del habitual, debido al peso de la tapa que tenían que soportar y la
enorme apertura de la boca.
El gran cuenco n.º 17431 se había clasificado tradicionalmente como casco por su forma
coincidente y por el hecho de presentar una cenefa cincelada en el borde exactamente igual a la
que presentan los tocados de cabeza; sin embargo, el hecho de representar una calabaza partida
por su mitad y no presentar perforaciones en el borde, nos hace pensar que se utilizó como reci-
piente. Otra razón para apartarlo de los cascos, que están trabajados fundamentalmente por
deformación plástica y llevan perforaciones en el borde, es el grosor de la pared de este cuenco,
que confirma su fabricación a la cera perdida, aunque probablemente tuvo que ser retocado por
deformación plástica. Por el contrario, el cuenco de pequeño tamaño n.º 17433, también represen-
tando media calabaza, podría haber servido como tapadera de un recipiente, como es el caso del
ejemplar n.º 17440, dividido en dos mitades casi iguales, recipiente y tapadera.
Los acabados finales de mise en couleur se reservaron para aquellas vasijas que habían
sido fabricadas en tumbagas de alto contenido en cobre (véase el capítulo «Estudio arqueométrico inte-
grado»). Actualmente, en muchos casos, el dorado está distribuido de forma desigual por la super-
ficie debido al deterioro en las condiciones del yacimiento y a las sucesivas limpiezas abrasivas a
que fueron sometidas a lo largo de su vida actual (vide supra).
Finalmente, el objeto n.º 17436 es una pieza tubular, cerrada por la parte inferior, con el
extremo superior abierto. El tercio superior se bifurca en un apéndice ornamental con forma de
cabeza que presenta aperturas en el rostro para incrustar material de contraste que no se ha con-
servado. Esta característica, común a otros objetos como el poporo n.º 17454 y el casco n.º 17428,
plantea nuevamente la cuestión del género de estas figuras, probablemente femenino. En su
momento se describió como silbato, pero ciertamente se trata de un recipiente, aunque pudiera
haber sido utilizado igualmente como asidero o mango, con diseño bastante ergonómico por
cierto, para un bastón o cetro. En el interior conservaba todavía el núcleo del vaciado a la cera
perdida, que se extrajo para obtener una datación radiocarbónica. El color actual de la superficie
presenta un tono verdoso que coincide con la composición de la aleación de base oro con 15 % de
plata y algo menos de cobre.
77
EL ORFEBRE QUIMBAYA
una vez con anterioridad. En este caso el material orgánico desprendido se recogió para un análisis
radiocarbónico. Los recipientes que conservaban restos en su interior se recogen detalladamente
en el capítulo dedicado a la cronología por C-14 y titulado «Los tiempos de los quimbayas».
Los palillos
Los palillos en forma de aguja eran el complemento necesario de los poporos. Servían para
extraer la cal de su interior, llevarla a la boca para mezclar con la hoja de coca y formar el bolo que
se masticaba. Que su funcionalidad era esa lo prueba el hecho de que en el poporo masculino
n.º 17447 el personaje representado lleva colgando del cuello una totuma con un palillo en su
interior, exactamente igual que los tres ejemplares reales del conjunto –n.º 17442, 17451 y 17453–.
A pesar de su humilde función, en ellos se concentró casi todo el saber técnico de los orfebres que
los fabricaron, además de concentrar en sus remates superiores una compleja iconografía (véase el
capítulo «Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya»).
Desde el punto de vista técnico son objetos macizos, vaciados a la cera perdida sin núcleo
interior, completando ocasionalmente con vaciados adicionales el remate superior. Pero la carac-
terística que mejor los define es el tratamiento del color a través de la combinación de diferentes
aleaciones y enriquecimientos superficiales. No existe un patrón común, sino que cada palillo
responde a un diseño específico; la casuística cromática observada es la siguiente:
La tendencia es a reservar el color rojizo para las agujas, aunque algunas se encuentran en
un estado que no permite asegurar si en origen estuvieron doradas.
Existen varias alternativas para explicar el proceso de fabricación de las piezas polícromas
que combinan, en diferente orden, las tres técnicas básicas de vaciado a la cera perdida sin núcleo,
vaciado adicional y mise en couleur, a las que se pudo añadir la eliminación del dorado por medios
abrasivos en algunos casos. El proceso más complejo es, lógicamente, el de la pieza que presenta
78
EL ORFEBRE QUIMBAYA
tres tonalidades distintas, que se debió vaciar con una tumbaga, en primera instancia. En la segunda
fase se doró todo el remate superior, evitando o protegiendo la zona del alfiler, que debía quedar en
tono rojizo. Después se procedió a un vaciado adicional de las partes plateadas, utilizando una
aleación de alto contenido en plata y sin cobre. Finalmente, se eliminó la capa dorada por abrasión
selectiva de aquellas zonas que debían quedar rojizas. Las diferentes composiciones que se reflejan
en los análisis por XRF y PIXE en las zonas de distinto color así parecen confirmarlo.
Existen otras opciones interpretativas al proceso técnico anterior que implican la fabrica-
ción del rostro de la figura en una aleación rica en oro y su incrustación posterior en el cuerpo
plateado mediante un pequeño espigo que aparece visible por detrás de la cabeza; posterior-
mente se aseguraría la pieza añadida martillando las pestañas del tocado sobre ella. Sin embargo,
creemos que esta alternativa contradice el concepto metalúrgico de la producción quimbaya, que
se basa en los procesos de vaciado y dorado en todas sus variantes.
Este grupo de objetos se pueden tratar de manera conjunta por dos tipos de razones, funcionales
y técnicas. Desde el punto de vista funcional, los llamados cascos y la corona podrían describirse
más adecuadamente como adornos de cabeza; y desde el técnico, son los únicos objetos en los
que la deformación plástica pudo haber jugado un papel importante en el proceso de fabricación.
Todos plantean el mismo problema de interpretación a la hora de reconstruir ese proceso, que se
resume en la pregunta siguiente: ¿fueron vaciados a la cera perdida o trabajados por deformación
plástica? Esta pregunta maniquea, con diferentes respuestas y argumentos, ha sido una constante
historiográfica y se explica por la idea tradicional de que un objeto laminar, abierto, debe estar
fabricado mediante deformación plástica, según los conceptos técnicos de la metalurgia europea.
Sin embargo, ese eurocentrismo no nos debería condicionar.
El conjunto quimbaya reúne cinco cascos y una corona, en forma de diadema rectangular,
curvada en cilindro. Hemos mantenido la nomenclatura tradicional, pese a estar cargada de signi-
ficados discutibles, para no inducir a errores de identificación. Sin entrar en la cuestión del carácter
guerrero o nobiliario de su funcionalidad, está clara su utilización como adorno de cabeza, a pesar
de que estos siete ejemplares están incompletos, o, mejor dicho, cada uno de ellos formaría parte de
un tocado complejo que probablemente incluyó textiles, cuero, plumas u otros materiales. Las
perforaciones que todos presentan así parecen confirmarlo.
El examen topográfico de la superficie con medios ópticos nos indica un acabado exterior
muy homogéneo, mientras que el interior presenta un aspecto granuloso, y en algunos ejemplares
se han observado estructuras de bruto de colada. Hemos identificado huellas de martillado en los
ejemplares n.º 17430 y 17432. Los grosores de la lámina son relativamente importantes y oscilan
entre 0,8 y 1,1 mm; considerando que un metal trabajado por deformación plástica tiene mayor
tenacidad –es más duro– que uno vaciado, los grosores de estos ejemplares pecan de exceso. Sin
embargo, el orfebre quimbaya tenía un problema añadido, que era vaciar un objeto de gran
volumen sin fallos en la colada, es decir, mantener la temperatura de colada adecuada para llenar
todo el molde; cuanto más finas fueran las paredes, mayores dificultades habría para conseguirlo.
El resultado fue positivo en todos los ejemplares menos en el n.º 17432, que es el que presenta las
paredes de menor grosor, entre 0,8 y 0,9 mm. Precisamente de este mismo ejemplar se desprendió
un pequeño fragmento que fue examinado metalográficamente (véase el capítulo “Estudio arqueométrico
integrado”) y cuya estructura demuestra que fue trabajado en frío.
79
EL ORFEBRE QUIMBAYA
En cuanto a la ornamentación en resalte, vemos que, observando por el interior el relieve, Fig. 28: Relieve del casco
semeja al dejado por una matriz, es perfectamente lineal con aristas y ángulos muy marcados n.º 17430 por el interior, con
angulaciones que muestran
(figura 28), y no se parece al que hubiera dejado un trabajo de repujado a mano. Por todas estas
la utilización de matrices o
razones creemos que el proceso de fabricación partió de un vaciado a la cera perdida, que inclui- conformadores. Fotografía
ría las decoraciones de mayor resalte y algunas de las perforaciones. Posteriormente, algunos Archivo Au, CCHS-CSIC.
ejemplares tuvieron que ser retocados y corregidos por deformación plástica. El resto de la orna- Fotografía de Fabián Cuesta.
mentación menor, como los motivos puntillados y las líneas formando rombos, se completaron
igualmente por deformación plástica, es decir, con punzones y cinceles (figura 29).
Finalmente, la llamada corona, n.º 17446, lleva como motivo principal dos círculos en
resalte, rodeados de baquetón y línea puntillada.
Hay que hacer notar que el casco n.º 17432 presenta un estado de conservación regular,
tanto en lo referente al estado de la lámina, rota en algunas zonas por las razones que hemos
explicado más arriba, como por la pérdida parcial del dorado (figura 24). Actualmente las zonas
amarillas, que conservan la mise en couleur, alternan con grandes manchas rojizas en las que ese
tratamiento se ha perdido, además de manchas negruzcas de oxidación de la aleación original,
que contiene algo más del 30 % de cobre. Por el contrario, el resto de los ejemplares están mejor
conservados, ya que presentan aleaciones mucho más ricas en oro, incluida la corona.
80
EL ORFEBRE QUIMBAYA
La pieza fue vaciada a la cera perdida, y el modelado de las figuras es delicado, aunque la
superficie del metal parece que está bastante desgastada por el rozamiento de uso, al menos en el
tercio superior. Se han observado ligeras variaciones de color en el metal producidas por la elimi-
nación de la capa dorada, puesto que la pieza se fabricó con una tumbaga de al menos un 30 % de
contenido en cobre.
Los colgantes
Hemos considerado como objeto colgante todo aquel provisto de una anilla, de una perforación o
que por su forma pudiera ser colgado del cuerpo, de la ropa o de otro elemento cualquiera de
forma aislada o por parejas. La variabilidad, por tanto, es amplia y muchas veces no tenemos con-
firmación de su funcionalidad precisa. Es por ello que hemos realizado una clasificación en torno
a su geometría, excepto en aquellos casos en los que el tipo haya sido definido con anterioridad,
como el caso de los colgantes antropomorfos tipo Darién.
Son precisamente dos los colgantes Darién que forman parte del conjunto, n.º 17426 y
17427, iguales morfológicamente, aunque no técnicamente, por lo que plantean un problema
específico de interpretación. Aunque ambos pertenecen al mismo tipo, están constituidos por
los mismos elementos y fueron vaciados a la cera perdida, ambos son muy diferentes por los
81
EL ORFEBRE QUIMBAYA
siguientes rasgos: el primero tiene unas proporciones más anchas; las piernas forman un bloque;
las anillas de suspensión son cuatro, dispuestas en línea por el reverso; por el anverso, la línea
central de colgantes discoidales tiene tres elementos móviles. Por su parte, el segundo ejemplar
es más estrecho; las piernas están separadas; las anillas de suspensión son tres, dispuestas en
triángulo por el reverso; por el anverso, la línea central de colgantes discoidales tiene cinco ele-
mentos móviles. Pero las diferencias no acaban ahí; el modelado de la cera es completamente
diferente, con motivos ornamentales en pies, taparrabos y banda central, de distinta geome-
tría. Por lo que respecta a las aleaciones utilizadas para vaciar, estos dos ejemplares son igual-
mente diferentes, lo que se aprecia a simple vista por el color del metal; en el n.º 17426 se utilizó
una mezcla de oro con 38 % de plata y 15 % de cobre aproximadamente. Por el contrario, en el
n.º 17427 encontramos una aleación más rica en oro, con un 13 % de plata y sin cobre. Parece
evidente concluir que estos dos objetos salieron de manos y de talleres diferentes, aunque se
atienen al tipo definido por Falchetti (2008: 51) para el área del Cauca Medio, es decir, el área
quimbaya. Sin embargo, el rasgo que más sorprende no es la diferencia técnica, sino la diferencia
biográfica: el ejemplar n.º 17426 sufrió un proceso de calentamiento posterior a su fabricación,
y probablemente posterior a su uso, que, sin llegar a fundirlo, deformó su superficie dejando el
metal con aspecto mate, granuloso, lleno de burbujas (figura 30), con una cuenta cilíndrica y una
orejera adheridas, aunque actualmente la orejera se encuentra ya separada. Desconocemos el
motivo de esta actuación, pero habría que ponerla en relación con la destrucción de piezas,
como el caso de los palillos, antes de introducirlas en el ajuar funerario. También habría que
evaluar el hecho de que tanto los palillos como los colgantes Darién son los tipos que pueden
ponerse en relación con manufacturas de áreas de producción vecinas, fundamentalmente
calima (Scott, 1989).
Contabilizamos cuatro colgantes discoidales, muy diferentes entre sí. Dos de ellos, n.º 17400
y 17401, se denominaron tradicionalmente «platillos» por su forma de ceniceros. Se trata de
objetos laminares, fabricados a la cera perdida con la perforación realizada en el mismo proceso
de vaciado, de buena factura. En estas piezas parece que se jugó con la policromía, puesto que la
parte cóncava es rosada y la convexa amarilla, debido a un dorado selectivo.
De extraordinaria calidad es el colgante discoidal n.º 17420, en forma de calota con una
perforación ovalada de tamaño relativamente grande en un borde. Se trata del objeto laminar
vaciado a la cera perdida más delgado de todo el conjunto con 0,3 mm de media. La calidad
técnica de fabricación y acabado es excelente. Igual que en el caso de los colgantes en forma de
platillo, se jugó con la policromía, pues presenta un lado rosado y el otro amarillo.
El ejemplar discoidal n.º 17460 presenta la forma de cono truncado y lleva en la perforación
un sistema de suspensión con alambre enrollado. Se trata de un objeto vaciado a la cera perdida
de forma descuidada, con la superficie cubierta de porosidades.
Dos colgantes en forma de rueda, que tradicionalmente se han descrito como pulseras,
presentan diámetros disímiles. Son los n.º 17412 y 17413; este último presenta una gran fisura que
no ha llegado a partir la pieza en dos. Se fabricaron hábilmente a la cera perdida, haciendo el
molde con una lámina rectangular de cera, enrollada hasta alcanzar la forma toroidal, abierta por
el eje longitudinal y por el transversal (figura 31). Esta peculiar forma de vaciado permitió al orfebre
prescindir de clavos de sujeción del núcleo interior y de los consabidos tapones para cerrar los
agujeros. Ambos se fabricaron probablemente a la vez pues presentan una misma composición
que iguala los contenidos de oro y cobre, mientras que la plata sobrepasa el 10 %. Actualmente la
superficie es rojo oscuro, con zonas de oxidación, pero desconocemos si en origen pudieron haber
estado dorados, aunque nos inclinamos por pensar negativamente.
Fig. 30: Aspecto de la
Los cascabeles son los colgantes más extendidos en el ámbito de la orfebrería precolom- superficie del reverso en el
bina. En este conjunto contamos cinco ejemplares, n.º 17466-1 a 17466-5, todos con la misma colgante tipo Darién
n.º 17426, afectado por un
configuración. El cuerpo hueco es ovalado, con una larga ranura en un lado y la anilla de suspen-
proceso térmico. Fotografía
sión en el opuesto. No tienen otras particularidades destacables que su buena factura y el dife- Archivo Au, CCHS-CSIC.
rente sonido que emiten (véase capítulo «Cuando los Mâmas danzaban como tigres»). Fotografía de Fabián Cuesta.
82
EL ORFEBRE QUIMBAYA
83
EL ORFEBRE QUIMBAYA
El único ejemplar en forma de caracol, n.º 17424, es doble, con un sistema de suspensión
tubular en la parte superior que une a los dos moluscos. Se trata de un vaciado a la cera perdida
con núcleo interior que no fue extraído. La superficie parece muy desgastada por uso, sobre todo
por el reverso.
84
EL ORFEBRE QUIMBAYA
Las narigueras son adornos que se encajan en el cartílago central de la nariz; por el contrario, los
aretes se llevan como adorno en el borde del cartílago de la oreja. Están representados en todas
las figuraciones del conjunto, como los poporos antropomorfos y un casco, tanto en hombres
como en mujeres. Son objetos de pequeño tamaño, huecos o macizos, que oscilan entre 3,2 y 1,6
cm de longitud, vaciados a la cera perdida, generalmente lisos. Las narigueras se distinguen por su
perfil mayoritariamente triangular, aunque también las hay ovaladas; todas rematan los extremos
con una pequeña muesca, abultamiento o líneas incisas. Las triangulares pueden ser dobles y
hasta triples, es decir, presentan hasta tres cuerpos paralelos. En cambio, los dos únicos ejempla-
res de aretes tienen perfil circular y ambos están ornamentados.
Destacan cuatro ejemplares por estar decorados, dos narigueras (n.º 17402-3 y 9) y los dos
aretes (n.º 17402-20 y 21). El primero cubre la superficie con círculos; el segundo se vació a partir
de un molde de hilos de cera, que resulta en un motivo de espiga, y los dos últimos llevan líneas
ornamentales de gránulos.
Las orejeras
Es el grupo más numeroso, después de las cuentas, con 30 ejemplares cuyos tamaños oscilan
entre 1,0 y 2,2 cm de altura. Se trata de objetos en forma de carrete, con gran variabilidad interna
pues las paredes pueden ser casi rectas o curvarse hasta formar un diábolo; los discos de cierre
inferior y superior también pueden variar de diámetro dentro de la misma pieza. En general se
distinguen dos grupos, los laminares lisos y los ornamentados, en los que se utilizaron hilos para
fabricar el modelo de cera (filigrana de fundición). Unos llevan una bolita en el interior para hacer
de sonajero y otros no, emitiendo sonidos muy diferentes, desde opaco hasta cristalino (véase
capítulo «Cuando los Mâmas danzaban como tigres»), aunque desconocemos esta variante en muchos
ejemplares que mantienen todavía el núcleo interior del vaciado a la cera perdida.
Desde el punto de vista técnico son vaciados hechos con maestría, aunque sin reparar en
cuestiones de detalle, como eliminación de rebabas y sobrantes a la hora de modelar la cera y de
acabar la superficie metálica una vez vaciada. Cuando hablamos de maestría no es una cuestión
de opinión, sino que se deduce del sistema de doble núcleo interno utilizado en el proceso de
fabricación para conseguir realizar la orejera con la bolita en el interior, en el mismo proceso (véase
el «Estudio arqueométrico»). Así se procedió en el ejemplar n.º 17422-7 –y probablemente en todos los
demás–, en el que pudimos analizar la composición del cuerpo hueco, dorado, y la aleación
original en la bolita interior, que lógicamente no se sometió al proceso de enriquecimiento super-
ficial y que, por tanto, presenta mayor contenido en cobre.
Se cuentan por cientos, siendo el grupo más numeroso y quizá más variable de todos los que
hemos examinado. En él hemos incluido no solo las perlas de collar estrictamente, sino aquellos
elementos figurativos repetitivos pensados para ensartar en hilo, así como las llamadas cuentas
separadoras, o separadores, que mantienen las sartas en orden.
85
EL ORFEBRE QUIMBAYA
A los cuadrúpedos les siguen en tamaño las larvas/ranas/mantis, representadas con una
cabeza parecida a la de los cuadrúpedos y cuerpo largo y estrecho. Su modelado es más sencillo
y con las mismas características técnicas, todas simples y doradas, aunque algunas han perdido
ya el color. Se ensartan igualmente por dos apéndices perforados que salen del tercio superior del
cuerpo.
Piezas zoomorfas menores son toda una serie de insectos (algunos quizá zapateros)
con rasgos antropomorfizados y fantásticos. Son todos objetos planos, con una sola anilla en
el reverso para ensartar, y se fabricaron en serie a partir de un molde, con aleaciones de bajo
contenido en oro.
Las cuentas tradicionales, tipo perla, presentan cierta variabilidad a partir de dos grupos,
las de perfil recto y las de perfil curvo. Entre las primeras se encuentran las cilíndricas, que pueden
llegar a medir un mínimo de 2,5 mm de diámetro por 0,7 mm de altura. Fueron fabricadas a la cera
perdida, en hueco, a partir de un largo cilindro con varilla interior vegetal que, una vez vaciado y
enfriado, se cortó en pequeños segmentos para formar cada cuenta. Se han examinado algunas de
ellas en el microscopio electrónico de barrido (véase el capítulo «Observación y análisis mediante MO, MEB-EDX
y metalografía», acerca de esta fase del estudio arqueométrico del Tesoro). En las micrografías obtenidas se
pueden observar las huellas del corte como si estuviera recién realizado, y con bastante precisión
(figura 87). Hay que tener en cuenta que los ejemplares observados procedían del interior de dos de
los poporos antropomorfos, y que no debieron ser utilizadas como cuentas de collar. Otras cuentas
de perfil recto más elaboradas presentan el cilindro formado por pequeñas pastillas circulares. Su
fabricación demuestra, como las anteriores, un dominio de la técnica del vaciado y del cortado.
Las cuentas de perfil curvo tienen también un gran margen de variabilidad, tanto de tamaño
como de forma. Las de perfil curvo simple, en ocasiones llamadas de tonelete, son casi tan pequeñas
como las cilíndricas que acabamos de ver, con longitudes que oscilan entre 3 y 5,5 mm de longitud.
Se fabricaron a partir de tubos laminares de paredes muy delgadas, que después del vaciado se
cortaron en segmentos, quedando la zona de corte con un diámetro más reducido que en el centro,
aunque en general se encuentran aplastadas. Este tipo de cuenta también se encontró en el interior
de los poporos antropomorfos que conservaban cenizas en su interior, junto con las cilíndricas.
Las cuentas de perfil curvo compuesto son piezas de mayor entidad, con una longitud
máxima de 2,7 cm. Su perfil dibuja una doble curva cuyo desarrollo genera una figura aproximada-
mente bicónica. Todas presentan una ranura longitudinal para facilitar la extracción del núcleo
interior y evitar la necesidad de poner varillas de sujeción en el proceso de vaciado a la cera perdida
en hueco. Otro rasgo que hay que mencionar son las huellas de desgaste por rozamiento que pre-
sentan en los extremos. Dos de ellas están deformadas por una fusión incompleta (figura 32), lo que
plantea el tema recurrente de la destrucción intencional de objetos, bien en la pira funeraria junto
con la ropa del difunto o aisladamente, como en el caso ya descrito del colgante Darién.
Finalmente, hay que hacer notar el hecho significativo de que no existan cuentas esféricas.
La razón está en los procesos de fabricación, que no facilitan el vaciado de esta forma geométrica,
y mucho menos su producción en serie.
86
EL ORFEBRE QUIMBAYA
Los separadores son piezas alargadas con perforaciones dispuestas en línea, por donde se
hacen pasar los hilos de un collar para mantenerlos ordenados. Contamos con nueve ejemplares
que miden entre 5,6 y 6,5 cm de longitud para ensartar entre 10 y 14 hilos de un collar. El molde de
cera se fabricó de dos formas distintas. En la primera variante se parte de una barrita prismástica,
moldeada en segmentos, o sin moldear, perforada con elementos vegetales tantas veces como
perforaciones fuera a tener el objeto terminado. En la segunda variante se modelan los elementos
perforados por separado y después se unen entre sí. La calidad del modelado, y del vaciado, es
mucho más alta en los ejemplares fabricados según el segundo proceso, que además implica un
esfuerzo artesanal mayor.
Conclusión
Llegados a este punto, es necesario insistir en que el orfebre quimbaya disponía de un conoci-
miento amplio de las características y comportamiento de las aleaciones de base oro y de base
cobre. En cuanto a la plata, era consciente de los efectos que producía sobre estas aleaciones,
pero no quería, o no podía separar este metal del resto de componentes. El hecho de que las alea-
ciones de color plateado, o los tratamientos para platear, no se documenten de forma habitual,
sino como una excepción, así parece confirmarlo. También controlaba la producción de cobre, a
través probablemente de la reducción de los óxidos de este mineral a pequeña escala. Para algunos
autores el problema para aceptar la práctica de la reducción de mineral a metal es la ausencia de
restos que documenten el proceso en Colombia (Scott, 1998), pero contrariamente a esta opinión,
la reducción a pequeña escala puede pasar inadvertida en excavaciones poco minuciosas. En
cualquier caso, la mezcla de un oro que contenía diferentes cantidades de plata con cobre nativo
o reducido formaba la base de una metalurgia de carácter ceremonial, cuyos procesos técnicos
debían estar en gran medida ritualizados. Esta ritualización dificultaba la variabilidad de la pro-
ducción a través del tiempo, perpetuándose formas y tipos durante generaciones. El peso de la
tradición no impide que las diferencias de mano, modo y pericia se hagan patentes y puedan ser
identificadas en los objetos que hemos estudiado.
87
EL ORFEBRE QUIMBAYA
Este taller quimbaya, que llamaremos el taller del tesoro para diferenciarlo de otros
posibles, sería el responsable de la fabricación, al menos, de todos poporos antropomorfos; todos
los cascos, a excepción quizá del ejemplar n.º 17432; algunos de los recipientes en forma de
totuma, como los n.º 17431, 17442, 17451 y 17453, forma que aparece representada colgando del
cuello del personaje masculino sentado en un banquito, y el recipiente tubular con apéndice
antropomorfo n.º 17436. Por su parte, las orejeras se dividen en dos grupos de fabricación homo-
géneos, las lisas y las caladas con filigrana de fundición, pero solo podemos asegurar la sincronía,
entre ellas y en relación a los poporos, teniendo en cuenta las fechas de C-14 y el modelo baye-
siano propuesto (véase el capítulo «Los tiempos de los quimbayas. Aproximación a un modelo bayesiano de datacio-
nes absolutas»). Lo mismo puede decirse respecto de los separadores de collar, que se agrupan bajo
dos procesos artesanales diferenciados. También podríamos agrupar artesanalmente los palillos
–a excepción quizá del ejemplar n.º 17419–, que serían sincrónicos de los poporos por deducción
funcional, aunque desde el punto de vista técnico son objetos muy particulares y difícilmente
comparables, como veremos más adelante.
A través del estudio comparativo de estos grupos homogéneos con el material quimbaya
de otras procedencias podremos afinar en la evaluación de esas diferencias e identidades tecno-
lógicas, por ejemplo con el llamado Segundo Tesoro Quimbaya (Puente Nare) del Museo del Oro
de Bogotá. En segundo lugar habrá que comparar la quimbaya con las producciones de otros
entornos geográficos, artesanales o estilísticos.
88
EL ORFEBRE QUIMBAYA
Un segundo poporo antropomorfo femenino, aparecido en Pueblo Rico, Risaralda (ib.: 130),
presenta divergencias artesanales con todos los mencionados anteriormente, además de un defi-
ciente estado de conservación. Se trata de una figura modelada con escasa habilidad, lo que se
refleja sobre todo en las manos, con los dedos marcados por incisiones en vez de modelados. Las
perforaciones para las varillas de sujeción del núcleo no se situaron con la meticulosidad y simetría
de los vaciados del tesoro, por lo que muy probablemente el núcleo interior se debió desplazar
causando fallos de fundición que son los responsables de su estado actual. A pesar de ello,
presenta rasgos morfológicos que la acercan en mayor medida a la figura de Puente Nare, como el
modelado de los pechos y el ombligo, a la vez que los separan de la del tesoro de Madrid.
Finalmente dos poporos, uno femenino sentado en banquito (n.º Am1940.11.2) y otro mascu-
lino en pie (n.º Am1889.1001.1), proceden de la colección del Museo Británico (La Niece, 1998). El rasgo
iconográfico que los acerca a la dama del tesoro madrileño son las palmas/roleos que llevan en
cada mano, pero el resto de los detalles técnicos están más próximos a los de Puente Nare o
Pueblo Rico. Lo mismo se puede decir de los dos poporos de la colección del Penn Museum de
Filadelfia, ambos femeninos sobre pedestal (n.º SA2751 y SA2752).
Por todo lo dicho pensamos que se puede hablar de un taller o centro de producción, con
características propias, estilísticas y técnicas, que lo diferencian de otras producciones cercanas
cultural y cronológicamente.
El segundo ámbito de relación exterior señalado por Scott es la zona del Zenú y el istmo, en
donde habría que situar los colgantes tipo Darién, los cascabeles y el colgante en forma de doble
caracol, con todo lo cual estamos de acuerdo. Para terminar, el autor defiende la sincronía del
tesoro de Madrid a pesar de la duda planteada sobre la existencia de una o dos tumbas consecu-
tivas en el tiempo en el sitio de La Soledad donde fue encontrado. Un argumento a favor de la
existencia de dos tumbas en el yacimiento expoliado sería el agrupamiento de las orejeras y las
cuentas separadoras en dos grupos morfotécnicos diferenciados. Como ya hemos comentado, el
modelo bayesiano planteado a partir de las fechas de C-14 parece corroborar esta hipótesis.
89
EL ORFEBRE QUIMBAYA
Las diferencias e identidades que hemos señalado caracterizan el taller del Tesoro, de
calidad excelente en su comparación con otras producciones quimbayas conocidas hasta la fecha.
La excelencia viene definida por dos parámetros principales: el modelado del núcleo interior
revestido de cera, por un lado, y el proceso técnico de vaciado y acabado, por otro. Estas dos fases
podrían haber sido realizadas por el mismo o por dos artesanos diferentes, pero esa es una
cuestión para la que no tenemos respuesta. Todo parece indicar una colaboración artesanal
estrecha entre, al menos, dos artesanos de habilidad pareja y complementaria, que transmitirían
su conocimiento y protocolos de actuación de forma ritual, es decir, formando parte de un cere-
monial que es necesario repetir sin cambios para que nada falle en la transformación de la materia
prima. Por ello, se puede defender la sincronía de gran parte del tesoro y su producción dentro de
un espacio temporal relativamente reducido, a pesar del margen que se desprende de las fechas
radiocarbónicas obtenidas del material interior de los poporos.
90
Iconografía y función del ajuar
funerario del Tesoro Quimbaya
Contexto arqueológico para una interpretación
sobre el conjunto conservado en el Museo de
América
Muy poco es lo que realmente se conoce sobre el denominado «Tesoro de los quimbayas» conser- 125 Aspecto que se solventa en
parte con el estudio histórico
vado en el Museo de América –en adelante nos referiremos a él como el «Tesoro»–, a pesar de realizado por Ana Verde con el
tratarse de un conjunto único en el mundo y que ha venido formando parte de colecciones museo- que arranca esta edición.
gráficas en España durante casi ciento veinticinco años. Menos aún es lo que se ha escrito sobre 126 Como el proyecto de
investigación «PNIC2013-002.
esta colección desde el punto de vista iconográfico o sobre la interpretación de su contexto, uso y Estudio e interpretación del
función. Ciertamente la información que se ha podido extrapolar tan solo a partir de la revisión del Tesoro de los quimbayas»,
concedido por el Instituto del
conjunto conservado es muy escasa. Esto es debido en parte al desconocimiento de su contexto Patrimonio Cultural de España
arqueológico y a la imprecisión de los datos sobre su hallazgo, pero también a la disgregación y (IPCE), o el proyecto
«Aplicaciones y procedimientos
dispersión del conjunto inicialmente recuperado125. MEB, IBA y SIG para una
investigación arqueometalúrgica.
El caso del oro precolombino»
Es cierto que a medida que avanza el estudio sobre el Tesoro a través de nuevos análisis126 (referencia HAR2009-09298, CSIC
y Museo de América), cuyo
van surgiendo otros interrogantes, y quizá sean precisamente estas incógnitas las que permitirán investigador principal es Alicia
ir entretejiendo, en este capítulo, una ordenación más nítida de los datos sobre el conjunto. En Perea.
realidad, para poder comprender el significado de estos objetos, de sus representaciones –e inter-
pretaciones iconológicas e iconográficas–, es preciso entender primero cuál ha sido la función,
tanto de cada tipo de objeto como de todo el conjunto, puesto que forma y función están estre-
chamente relacionadas. Y para comprender esta función es imprescindible conocer el contexto
asociativo en el que se utilizaron los objetos. Así que en adelante iremos mostrando el camino a la
inversa, partiendo desde el contexto, pasando por el uso, hasta llegar a entender el significado de
la iconografía representada en estos objetos.
A juzgar por la apreciable diversidad que existe en los ajuares funerarios encontrados hasta ahora,
podemos suponer que la sociedad quimbaya clásico, que tuvo su desarrollo en el Valle Medio del
río Cauca desde antes de inicios de la era cristiana, estaba estructurada de forma jerárquica. Esta
desigualdad interna es evidente incluso dentro de la propia élite cacical en la que se articulaban
91
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
distintos niveles de prestigio, pues entre estos se constatan tumbas con ajuares mucho más ricos 127 No es de extrañar por tanto la
abundante presencia, en el
que otras. Así todo, a pesar de esta disparidad en la cantidad o riqueza de los ajuares, existe una contexto de las tumbas quimbaya
similitud formal en los conjuntos conservados hoy en día, que sugiere la posibilidad de definir una clásico, de objetos procedentes
de otras culturas, por ejemplo de
tipología de ajuar ritual funerario básico para los/las caciques de esta cultura arqueológica. tipo Darién o calima-yotoco. En
Aburrá (Colombia), el ajuar de
una tumba de cancel datada en
El poder que ejercen estos cacicazgos incipientes parece que debía ser mantenido a través el siglo iv, incluía, además del
característico estilo quimbaya
de una legitimación ritual continuada, basada en liderazgo simbólico más que económico o de «marrón inciso», otras alcarrazas
fuerza, y en la que los ancestros del linaje conformarían el eje fundamental, como veremos. Los calimas, conchas marinas
procedentes del océano Pacífico
caciques por tanto aunarían funciones religiosas de gran trascendencia para toda la comunidad, y obsidiana. «La presencia de
probablemente basadas en ceremonias en torno al culto a los antepasados, el consumo de sus- rasgos y elementos exóticos
indica que la interacción
tancias alucinógenas y el manejo ritual de plantas y animales con alto significado simbólico. Y esa interregional debió de cumplir un
dimensión ritual permite explicar el papel que cumplieron los ajuares de oro y otros objetos cere- papel ideológico en el
reconocimiento y afianzamiento
moniales en relación con el consumo de hojas de coca u otras sustancias psicotrópicas. del poder político y/o religioso de
ciertos individuos» (Santos
Vecino 2008: 93).
Además de otras tareas relacionadas con la producción de alimentos y la organización de 128 Las relaciones más evidentes
la comunidad o el sostenimiento ritual de la misma, los caciques controlarían también extensas son con la cultura calima-yotoco,
que se manifiestan a través de
redes comerciales de bienes exóticos127. Los objetos traídos desde estas lejanas tierras suponían materiales presentes en
una ostentación del alcance de su poder político-religioso y un afianzamiento simbólico de su contextos quimbayas y que son
evidentes también en diferentes
liderazgo. Estas relaciones a larga distancia provocaron influencias recíprocas más intensas y com- préstamos iconográficos, así
plejas de lo que cabría esperar, que se reconocen a través de motivos iconográficos, técnicas, como en decoraciones rojo sobre
negro. También se observan
formas y decoraciones que no se circunscriben solo al ámbito cercano. Si bien, en este sentido, la influencias quimbayas en otras
culturas como San Agustín, en
relación de la sociedad quimbaya con la cultura yotoco128 parece ser más intensa, también se esta- donde se ha reconocido una
blecieron nexos con otras culturas más alejadas, tanto de los actuales territorios de Ecuador estatua de la Mesa B de este sitio
arqueológico con la representa-
–especialmente con chorrera129– como de Panamá130. ción de un poporo quimbaya
(Bruhns 1990: 11).
129 Toda esta región colombiana
parece mostrar influencias de la
Análisis de los contextos del Tesoro cultura chorrera. John Fredrik
Scott (1989: 222 y 223) compara
los rasgos de estas figuras
El Tesoro conservado en el Museo de América tan solo supone una parte de todo el conjunto quimbayas con otros del período
formativo del Ecuador,
hallado en dos tumbas principales131 de un cementerio quimbaya, en el sitio de La Soledad. Allí se especialmente con el horizonte
localizaron además otros enterramientos, según se desprende del texto de Arango Cardona (1924). chorrera, con la que efectiva-
mente comparte elementos
Las dos tumbas en cuestión se ubicaban en una colina cubierta de espesa vegetación y caña gua- iconográficos en las representa-
dúa132, y esta disposición sobre lugares elevados, en una explanada o «banqueo tan grande como ciones antropomorfas de los ojos
cerrados, la forma de la nariz, los
una plaza de toros»133 (Arango Cardona, 1924, t. I: 11-12), parece ser una de las constantes de los hombros muy anchos o las
cementerios quimbayas. manos diminutas. La estética
chorrera no solo se aprecia en
quimbaya, también está presente
en la cerámica ilama, como
Las descripciones de la época del hallazgo del Tesoro refieren además la existencia de reconocen Bray et al. (1982: 392),
templos o espacios sagrados –santuarios– en el área de estos cementerios de caciques. Por y en yotoco (calima temprano y
medio). Según Bray et al. (1988:
ejemplo, en la región de Montenegro se halló una «bóveda, templo o pagoda subterránea, con su 154), en un sitio malagana se
correspondiente altar y sacristía» (Arango Cardona, 1924, t. I: 127). O, en el sitio Loma del Pajarito encontró una vasija chorrera,
confirmando la relación existente
en Yarumal, región de Antioquia, se encontró lo que en su momento se consideró un «templo entre la costa ecuatoriana y el
territorio central de Colombia.
indígena subterráneo» con su entrada hacia el oriente, y una gran sala repleta de nichos de distin- La similitud entre chorrera y
tos tamaños, en los que se disponían ajuares de vasos de oro134, incensarios, animales –sobre todo malagana sorprende también a
Anne Legast (1993: 67), que
águilas y ranas–, moldes para figuras de oro, etc. (Pérez de Barradas, 1966: 5). La presencia de hor- reconoce representaciones
nacinas en espacios subterráneos recuerda más bien la disposición de las tumbas «matecañeras» zoomorfas muy similares entre
ambas culturas, especialmente la
como las de La Soledad, con una gran bóveda y nichos en los que se ubican los objetos135, así que zarigüeya y el coatí dormidos,
es probable que se tratara de otro tipo de tumba más que de templos. entre otros animales. También
hay fuertes similitudes en figuras
míticas, sobre todo con otras
culturas del desarrollo regional
Así todo, la recuperación de moldes de fundición en este espacio sagrado de Yarumal ecuatoriano herederas de
sugiere que en torno a este recinto ceremonial, ya fuera un templo o una tumba, se controlaría chorrera (tolita, bahía o
jama-coaque), e igualmente se
la fabricación de objetos de metal, lo que pone de manifiesto no solo el carácter sagrado del asemejan las representaciones de
uso de estos ajuares, sino también de su misma producción. Los «especialistas religiosos», de la monstruos con nariz respingona,
garras alzadas, y las figuras mitad
mano de los caciques, si no son los mismos, regularían no solo el repertorio iconográfico y los hombre y mitad cocodrilo.
rituales de fabricación, sino también las técnicas de producción, los artesanos especializados e 130 Además, uno de los estilos
incluso la obtención de materias primas, la transmisión de conocimientos y la propia redistri- cerámicos asociados a quimbaya
clásico, junto al tipo «marrón
bución de estos objetos. Todo ello adquiere sentido si se pone en relación con los espacios de inciso», es el «tricolor», que a su
92
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
legitimación de los caciques, los ancestros y el territorio, en los que el oro y los objetos meta- vez guarda similitud con las
cerámicas de Panamá y Costa
lúrgicos jugaban claramente un papel esencial vinculado con el prestigio y su confirmación en Rica, reforzando los lazos ya
distintas ceremonias. corroborados con la orfebrería de
estas regiones centroamericanas.
Se constata también la presencia
En relación con la articulación del territorio, Restrepo Tirado (1892a: 44) interpreta los ves- de objetos similares a otros
producidos en Panamá, por
tigios de «caminos que conducen a las necrópolis» como una trama vial que entrelazaba unas ejemplo un pectoral de oro (MO
10491) en forma de hombre-ave
tumbas de caciques con otras, encontrándose estas a grandes distancias y marcando probable- hallado en una tumba quimbaya
mente delimitaciones territoriales de las extensiones de poder y parentescos. El cronista Fernández clásico (Langebaek, 1989-90: 207).
de Oviedo136 describe una red viaria similar entre las residencias de los caciques y los principales 131 «Dos sepulturas indígenas
llenas de figuras, alhajas y dijes
santuarios, aunque para el área Tunja137. Y en otra área cultural diferente, en el territorio zenú, los de oro y tumbaga...» (Vedovelli
cronistas del siglo xvi describen un panorama que podemos suponer análogo al que interpretamos 1890).
para quimbaya. Se trata de cementerios para caciques y mohanes enterrados con sus ajuares de 132 Pérez de Barradas (1966: 7).
oro, en los que también se ubicaban famosos templos, como el de Finzenú, y donde se celebraban 133 Banqueo es un desmonte de
las festividades funerarias, que incluían numerosas peregrinaciones en el caso de los santuarios y un terreno en planos escalonados
(según el Diccionario de la RAE).
de las mayores necrópolis. Estas tenían una función primordial en la cohesión social e ideológica, En este caso entendemos que se
trata de una zona elevada
al igual que los propios objetos de oro, como recordaba Falchetti (1993). aplanada, y su comparación con
la plaza de toros nos hace pensar
en una superficie redondeada
Por lo tanto, debemos situar las tumbas quimbayas en las que se recuperó el Tesoro, y al delimitando el área de
conjunto mismo, en el contexto de un área ceremonial relacionada con la legitimación del poder enterramiento principal.
134 El contenido de oro de estas
de los caciques, y que estaría formada por un cementerio y un espacio sagrado, un bancal como
tumbas debía ser auténticamente
«una plaza de toros», en el que probablemente se ubicaría también un santuario o templo. En este sorprendente. Según Arango
espacio sagrado se realizarían las cremaciones de los cuerpos, quizá los rituales de legitimación, y Cardona (1924: 11), la huaca más
rica contenía más de medio
sin duda actuarían como lugares simbólicos emblemáticos para toda la comunidad y como quintal (aproximadamente 23
kilogramos de oro) de objetos en
soporte para la legitimación del grupo dominante. oro y cita específicamente
coronas, bastones, cornetas...
135 «Cubren en parte las paredes
internas de las bóvedas nichos
Patrón de enterramiento: tumbas de pozo y cremación quimbayas que lucen vasijas de barro,
objetos de piedra, de cobre, etc.
[...]» (Restrepo Tirado, 1892a: 45).
Un cementerio quimbaya podía estar formado por más de veinte tumbas y algunos, como el de
136 Oviedo [1557] 1853, t. II, lib.
Montenegro, podían sumar más de mil. Cada tumba contaba con un pozo de varios metros de pro- XXVI, cap. XVII.
fundidad y se supone que cuanto mayor fuera este138 más rico sería su ajuar, ya que implicaba un 137 Caminos desde los santuarios
mayor esfuerzo en su construcción y por tanto mayor disponibilidad y consumo de recursos. se señalan también en otras
crónicas, como en el manuscrito
de la «Epítome de la conquista
A diferencia de los caciques, que se enterraban en tumbas individuales generalmente con del Nuevo Reino de Granada,
1536-1538», que se añade en las
unos pocos acompañantes y más o menos aisladas, los entierros de la población común se aglo- notas al texto de fray Pedro de
meraban en tumbas múltiples, unas junto a otras, con ajuares pobres. Según afirma Arango Aguado en la edición de Jerónimo
Bécker ([1581] 1916, t. I: 256):
Cardona (1924), nunca se encontraron más de cuatro «indios ricos» en una misma tumba, aunque «allende de tener en cada pueblo
sus templos, que los españoles
sí que aparecen muchos más cadáveres juntos si se trataba de «indios pobres»139. En cada una de llaman alla santuarios, tienen
las dos tumbas en las que se recuperó el Tesoro es evidente que debieron ser enterrados varios fuera del lugar, ansi mesmo,
munchos con grandes carreteras
individuos «ricos». y andenes, que tienen hechos
dende los mesmos pueblos hasta
los mesmos templos».
El patrón de enterramiento es, en general, un reflejo de la organización social, el mundo 138 Se hallaron tumbas con pozos
simbólico y las creencias en torno a lo sobrenatural de la propia cultura. En tumbas del período de hasta de 24 metros de
quimbaya clásico, se encuentran restos humanos tanto cremados como inhumados140 en diferen- profundidad, según Restrepo
Tirado (1892a: 23).
tes posiciones141 y ambos tipos de enterramiento comparten ajuares similares tanto en oro como 139 «Estos sólo llevaban
en cerámica. No podemos afirmar si se trataba solo de diferenciaciones jerárquicas, como se inter- narigueras, y los guaqueros sólo
preta habitualmente, o reflejan otras distinciones de tipo horizontal. Necrópolis de épocas simila- barrían las cabezas [...] pero si la
tumba era rica, se lavaba la tierra
res y culturas vecinas como el cementerio de Coronado –cultura malagana/yotoco– muestran para recuperar las cintas de oro»
(Arango Cardona 1924, t. I: 25).
también esta diversidad en las prácticas funerarias, en las que el tratamiento del cuerpo, su
140 El tipo más generalizado de
posición, orientación, la forma de las tumbas y otros aspectos como el ajuar dependían del sexo, enterramientos en la Hoya del
edad y estatus de la persona pero también de la causa de la muerte (Rodríguez Cuenca et al. 2007: Quindío, según Arango Cardona
(1924, t. II: 42), es el del cuerpo
128), y quizá esta explicación podría aplicarse a las tumbas quimbayas. extendido con los brazos a
ambos lados, no sobre el pecho o
el cuerpo. Se confirma la
A pesar de los innumerables sepulcros encontrados en las tumbas «matecañeras» inhumación en entierros
del Quindío que contenían inhumaciones142, Arango Cardona (1924, t. I: 12), testigo de la aper- quimbaya clásico en tumbas de
pozo rectangular encontradas en
tura de cientos de ellas, describe el hallazgo de huesos quemados como la forma habitual del La Lorena y río La Miel, con
93
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
enterramiento de la élite y precisamente parece constituir un rasgo de diferenciación social143, ajuares, cerámicas marrón inciso
y objetos de oro como collares de
pues los principales ajuares de oro se localizan vinculados con las urnas cinerarias. cuentas y caritas antropomorfas
(Castaño 1988).
Lo que es evidente es que en la necrópolis de La Soledad un grupo perteneciente a la 141 Arango Cardona (1924, t. I: 66 y
67). También Bruhns (1990: 11)
cultura quimbaya clásico dio sepultura a sus principales caciques, seguramente hombres y mujeres, refiere esta diferenciación: «Es
en un tipo de tumbas de pozo con cámara lateral que los huaqueros denominaban «matecañera» muy evidente que en el área
Quimbaya existían diferencias en
o «mata de caña», de sección tronco-piramidal. Se trata de un enterramiento144 «de escuadra» o de el modo de enterramiento, aun
pozo cuadrangular, que incluiría seguramente una bóveda horizontal en uno o ambos laterales145. entre una población con el
mismo estilo de cerámica
En este nicho o cajón lateral se ubicaría el cuerpo en el caso de las inhumaciones, interpretado por funeraria».
los propios huaqueros como un «guardián» del señor principal. 142 Estas tumbas mostraban dos
«cajones»: uno para el cuerpo
principal, en donde se
La siguiente descripción refleja la espectacularidad de estas construcciones funerarias, lo encontraba el oro y que siempre
miraba hacia el oriente, y otro
que permite hacernos una idea de los contextos en los que se halló el Tesoro: cajón con los acompañantes –o
«guardianes»– que se orientaba
hacia occidente.
En el pueblo de La Soledad fue sacada una matecañera, honda, que tenía una bóveda 143 «A estos reyes [de La Soledad],
grande, y en el centro de ésta había tres hileras de columnas de tierra distribuidas así: en cosa misteriosa, no los
cada uno de los costados laterales una hilera de tres y en el centro de la bóveda que servía enterraban como a los demás
indios. Este sistema de enterrarlos
de soporte al cielo, otras tres. Total nueve columnatas. Las extremidades de la bóveda era en premio o castigo, por la
formaban dos naves; esta bóveda estaba en claro y sin un solo terrón de deslanche. Las superioridad de que estaban
investidos. A estos indios, vivos o
columnas habían sido labradas allí mismo en la tierra firme; toda la bóveda y las columna- muertos, los quemaban.» (Arango
Cardona, 1924, t. I: 12.)
tas estaban pintadas con carmín y sobre esta pintura grabados con tinta blanca sapos, mari-
144 Según Arango Cardona (1924,
posas, grillos, etc., y unos escritos simbólicos. Los huesos de los difuntos estaban quemados t. I: 12), hay dos tipos de tumbas:
junto con el oro, y depositados en grandes cántaros de barro. El oro de esta guaca pesó a) las circulares, que son los
«tambores», pozos cilíndricos con
más de 3 ar. [34,5 kg], y entre sus piezas sobresalían tres coronas de oro fino, que un día cámara, sin bóvedas ni nichos; y
lejano habían lucido sobre las cabezas de estos reyes. (Arango Cardona, 1924, t. I: 124.) b) las «de escuadra», que serían:
la matacañera, la de cajones o la
de cuadro, en este caso un pozo
cuadrangular con cámara lateral.
Este y otros comentarios146 confirman que los adornos personales de oro eran recuperados Según Restrepo Tirado (1892a
entre el carbón y las cenizas en el interior de las urnas de cerámica. Si estas urnas contenían los 44-45), la matacañera es una
«Pirámide rectangular, la boca de
restos de los difuntos, ¿a quién pertenecen las cenizas de los poporos de oro? Y ¿cuántas urnas/ la fosa mide 1 metro cuadrado y
personas fueron enterradas en las dos tumbas del Tesoro? tiene 2 y medio metros cada
costado de la base. Es su
profundidad o alto de la
Es de suponer que, como en otras tumbas mencionadas, las huacas del Tesoro no contu- pirámide, de 6 a 8 metros».
145 Las bóvedas se disponían en
vieran un único individuo, sino que incluirían un enterramiento principal, o quizá alguno más, y
los lados oriental u occidental del
uno o varios acompañantes, todos ellos en urnas cerámicas147. En cada ceremonia «quemaban pozo, pero nunca en los lados
norte o sur, lo que parece reflejar
mucha gente porque en las vasijas de cada guaca se encontraban huesos quemados de muchos una simbología en torno al curso
indios. Probablemente cuando moría un rey quemaban una parte de los magistrados de la corte, del Sol, como la propia
orientación de los cadáveres, e
porque eran ricos los quemados en cada operación» (Arango Cardona, 1924, t. I: 12). Nos encontra- incluso de las tumbas.
mos por tanto ante dos tipos de restos cremados: por un lado, aquellos ubicados en urnas cerámi- 146 Arango Cardona (1924, t. II: 79).
cas –las descripciones refieren la presencia en su interior de «huesos» con carbón, por lo que 147 «En la primera bóveda están
entendemos que se reconocerían formas o fragmentos óseos de gran tamaño–, y por otro las las cenizas, no de uno, sino de
varios cadáveres de los fieles
cenizas que contienen los poporos de oro, en las que a simple vista apenas son reconocibles los sirvientes del Cacique, que en
restos de hueso. recompensa de su amor al amo,
han ido a acompañarlo en la
tumba. En la segunda están los
restos de las mujeres que prefirió
y que también fueron enterradas
Las cenizas en los recipientes del Tesoro. Una costumbre funeraria vivas.» (Restrepo Tirado 1892a:
44-45.)
para quimbaya clásico
148 «[...] tienen tapa, y una figura
de mujer en alto relieve en cada
La incineración de los cadáveres es una de las características del sitio de La Soledad, aspecto que una de sus caras [...] Parecen
custodiar, impasibles, las cenizas
ya mencionan Restrepo Tirado y Arango Cardona, quienes interpretan los recipientes de oro como de su jefe, encerradas entre la
urnas cinerarias. Y no se refieren únicamente a las figuras antropomorfas, como cabría esperar, pequeña urna de bellos
contornos y de perfecto pulido.»
sino, como señala Restrepo (1892a: 48 y 49), también a las botellas: «Tres de éstas [urnas de oro] (Restrepo Tirado 1892a: 48 y 49.)
fueron halladas en una guaca, las que llevan los números 51 a 53», que en la numeración actual 149 «Una de las interpretaciones
corresponderían a las botellas MAM 17442, 17451 y 17453 (figuras del catálogo), respectivamente148. dadas, e igual sucede con las
botellas, ya lisas, ya con figuras
antropomorfas, es que han
Sin embargo, que se tratara de urnas funerarias ya fue puesto en duda por Pérez de servido para urnas funerarias, lo
cual es una fantasía dado su
Barradas149 y desde entonces se vienen interpretando como poporos contenedores de cal en pequeño tamaño. Otra
94
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
relación con los palillos que también forman parte del ajuar. A día de hoy, tras revisar los conteni- interpretación, también extraña,
es la de que se usaban para
dos de estos recipientes, se ha podido documentar o constatar la presencia de cenizas y microfrag- contener ofrendas. Igualmente se
mentos de hueso en dos de las tres botellas mencionadas (tabla 1), así como en otros recipientes ha dicho que representaban
efigies de los muertos.» (Pérez de
que confirman que todas las tipologías de contenedores de oro del Tesoro guardaron cenizas, Barradas 1966: 69 y 72.)
seguramente humanas. 150 Aunque no se apreciaban
restos de huesos a simple vista,
los análisis del contenido
mostraron fosfatos cálcicos, que
sugieren la presencia de cenizas
Recipientes con restos de cenizas Recipientes sin evidencia directa de ceniza en su interior.
Botellas 151 Además, el hecho de que una
de las figuras (femenina
MAM 17442, botella MAM 17451, botella embarazada) y otros poporos
MAM 17453, botella vegetales presenten argollas de
suspensión, sugiere que estos
Figuras objetos eran utilizados colgados
al cuello, es decir, servían como
MAM 17457, cacique erguido MAM 17455, cacique erguido poporos en ocasiones
ceremoniales especiales, como
MAM 17447, cacique sentado MAM 17459, cacica embarazada veremos. Lo que quedaría por
determinar es si contenían
MAM 17456, cacica sentada cenizas humanas en vida del
propietario o se añadieron tan
MAM 17452, cacique erguido150 solo en el momento del
Calabazos y recipientes enterramiento.
MAM 17445, calabazo plano con cartela MAM 17441, calabazo plano con cartela
MAM 17437, recipiente en forma de calabaza
MAM 17438, recipiente en forma de calabaza
MAM 17439, recipiente en forma de calabaza
MAM 17440, recipiente estuche doble
MAM 17443, recipiente estuche
MAM 17444, botella pequeña en forma de calabaza
MAM 17454, cabeza antropomorfa
Tabla 1. Objetos del Tesoro en los que se han documentado cenizas y otros en los que no se ha conservado evidencia,
aunque probablemente tuvieron la misma función.
Alicia Uribe (2005: 68) y otros autores sugieren que, al igual que es posible que la cerámica
empleada como urna cineraria fuera una vasija reutilizada, también se readaptaron los poporos de
oro –que inicialmente contendrían la cal para la coca– para sepultar las cenizas del difunto. Aunque
estamos de acuerdo en que debieron ser objetos reaprovechados151, no pensamos que fueran
empleados como urnas cinerarias para el enterramiento del personaje principal de la tumba, a
pesar de la espectacularidad de algunos de estos objetos. El pequeño volumen de la mayor parte
de los contenedores solo permitiría recoger una sección menor de la ceniza del difunto y además
existe una gran diversidad formal y tipológica entre los recipientes de oro. Por otra parte, se
reconoce la presencia simultánea de otro tipo de recipientes y de tratamiento funerario de crema-
ción: las urnas cerámicas con anchas embocaduras en las que los restos de huesos son reconoci-
bles y en las que se encuentran entremezclados los ajuares de oro de cada personaje.
¿Qué significado tienen las cenizas o huesos humanos cremados y molidos en el interior de
esta variedad de recipientes? Interpretamos el conjunto «poporos reutilizados + cenizas» en
relación con el ritual de legitimación en la sucesión al cargo de cacique, como se constata en otros
grupos y culturas, también de Colombia, a través de fuentes históricas. En el fondo se trata de una
comunión con el ancestro y una excusa para celebrar, justificar y legitimar la herencia del cargo del
nuevo cacique y compartir con él la esencia o el poder de los ancestros. Fray Pedro de Aguado
([1581] 1916, t. I: 799-803), al referir las costumbres de los indios guayupes, describe con detalle
esta ceremonia que solo se realiza con ciertos caciques –lo que justificaría también las diferencias
en la forma de enterramiento entre la misma élite a las que ya aludimos:
95
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
ponen fuego hasta ser consumido y convertido en poluo y zeniza el cuerpo, la qual hechan 152 Fray Pedro de Aguado ([1581]
1916, t. I: 811).
en una vasija o mucura, apartando los huesos por si, los quales muelen y hechan en otra
153 Refiriéndose a la costa de
vasija, donde los tienen bien tapados y guardados hasta que el subcesor o los parientes Venezuela, «Quando se muere
más cercanos del difunto a hecho todas las vasijas de vino que an podido, y para çierto dia algund señor ó cacique principal,
llóranlo cantando á manera de
señalado, convida á todos los de su pueblo y a sus comarcanos, donde después de congre- endechas, diçiendo en su lengua
gados los parientes más cercanos del muerto se adornan con sus más ricos y galanos muchos loores del tal difunto, é
después ásanle de manera que
atauios, que son algunas chagualejas ó joyas de oro y quentas hechas de caracoles, y cae todo el sahin o grasa del
algunos covertores de plumas, y tomando las vasijas donde están las cenizas y los polvos muerto en unos calabaços hasta
que toda la carne se derrite, é
del muerto, las quales asi mesmo componen y guarneçen de las joyas y adereços que queda sequeíssimo, é todos los
huesos con el cuero pegado á
cuando era biuo tenia y poseia, las traen a la casa donde la gente esta congregada, y en ellos. E quanto está assi seco el
medio della las ponen sobre la silla donde el muerto en vida se solia sentar, la qual cuerpo, muelen los huesos del
difunto, y con aquel sahin beben
asimismo esta adereçada lo mas galanamente que pueden adereçarla. Hecho esto, se aquellos polvos los principales
levantan dos o tres de los mas cercanos del muerto, parientes suyos, y tomando la silla con señores é amigos que se han
juntado á çelebrar estas
las vasijas sobre los ombros, comiençan á baylar con ella, y tras estos se lebantan los obsequias infernales [...]»
(Fernández de Oviedo [1557] 1853,
caçiques y prinçipales que allí ay y con los demas yndios y poniendose los vnos las manos t. II, lib. XXIV, capítulo XX: 254).
sobre los ombros de los otros, van baylando por lo largo de la casa, llevando siempre en
medio las çenizas del muerto [...] le traen al nuevo caçique, en çiertos vasos, las çenizas del
muerto deshechas en vino, de las quales el beue y da a beuer a los parientes del muerto y
a los demas prinçipales o caçiques que alli estan [...] Esta çerimonia del beuer las çenizas
de los difuntos, dizen estos barbaros que la hazen porque el muerto torna a rrebiuir en
aquellos que beuen de sus cenizas.
La costumbre del consumo ritual de los restos del difunto es recogida por el mismo cro-
nista152 también entre los indios saes, que al igual que los guayupes poblaban el actual departa-
mento de Meta, en Colombia. Los saes secan al difunto en la barbacoa y dividen el cuerpo entre los
parientes, quienes ingieren la carne que les corresponde en este reparto. Sin embargo, aquellos
más pudientes realizan un convite general en el que comparten el difunto –o su parte correspon-
diente– convertido en «ceniza y polvos» mezclados con la chicha. Se trata en ambos casos de un
ritual de sucesión al cacicazgo y una constatación pública de que se hereda no solo el cargo, sino
que se absorbe el poder del ancestro mediante la ingesta del difunto... ¿Se consumía toda la ceniza
en único ritual o se guardaban estos recipientes para otras ceremonias? En este caso, lo más
probable es que los caciques se enterraran con los recipientes que contenían aquellos otros ante-
pasados que les legitimaron, siendo algunos de ellos mismos quizá también parte de nuevas cere-
monias de sucesión con su heredero y, por tanto, sus propios restos cremados se habrían incluido
a su vez en otros recipientes. En la descripción etnográfica anterior, se observa cómo se rellenan
dos tipos de recipientes, unos con cenizas y otros solo con los huesos machacados. En el caso
quimbaya parece que los objetos de metal contienen cenizas finas y esquirlas de huesos molidos,
mientras que las cerámicas recogen los restos cremados y carbones.
[...] muy quemados y secos los muelen entre dos piedras, y haçen çierto brebaje que
ellos llaman maçato, que es muy espesso como mazamorra ó puches, que en algunas
partes de España llaman poleadas ó cahinas; y este maçato es algo açedo, y tiénenlo por
muy exçelente brebaje, y echan en ello los huessos del difunto molidos, y revuélvenlo
mucho y bébenlo todos. Esta es la mayor honra y solemnidad de obsequias [...] (Fernández
de Oviedo [1557] 1853, t. II, lib. XXV, cap. IX: 297.)
En la figura 33 justamente podemos observar una escena que muestra el consumo ritual de
cenizas del ancestro en una comunidad de indígenas yanomami en la región del Orinoco de
Venezuela. En la imagen, un hombre adulto sostiene un mate de calabaza relleno de un líquido en
el que se habrían disuelto las cenizas. El rostro y el cuerpo de este hombre están pintados, y se
96
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
encuentra rodeado a su izquierda por un grupo de hombres y a la derecha por mujeres llorando y
niños que también evidencian pinturas faciales. Una de las ancianas, a la izquierda de la imagen,
sostiene entre sus brazos un calabazo; aparentemente estaría en relación también con este ritual,
probablemente es parte del reparto que se ha realizado de cenizas entre los parientes. Los huesos
y dientes se muelen en morteros especialmente realizados para la ocasión y se depositan en reci-
pientes «normalmente de calabaza y pintados de rojo con adornos de plumas blancas y sellados
con cera de abeja». Estos son los recipientes que se reparten entre los familiares y aliados del
difunto (Aparicio et al. 2015: 82).
De manera que solo ciertos caciques se acompañarían de estas cenizas de sus ancestros y
posiblemente se enterrarían únicamente en aquellos cementerios que cumplían un papel agluti-
nador entre diferentes comunidades, como Montenegro y La Soledad, precisamente los que
Arango Cardona (1924: 12) denomina capitales del imperio Quindío, a los que habría que sumar
Pueblo del Muerto. El que solo unos pocos caciques relacionados con ésta élite ancestral fueran
cremados y enterrados en urnas podría explicar la diferencia observada en el tratamiento funerario
entre individuos de la misma cultura y estatus similar. Aquellos que no heredaran el cacicazgo en
la línea no utilizarían este tipo de poporos de oro, y no serían cremados –continuando la sucesión
con nuevos rituales– sino inhumados, aunque dispondrían también de otros ajuares de oro.
97
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
¿Entre los quimbayas se consumían entonces estas cenizas diluidas en chicha o masato 154 Claro, que después de leer las
descripciones de Arango Cardona
como en las ceremonias descritas? ¿Qué contenían las botellas? A juzgar por la tipología de objetos, (1924) sobre el trato que los
podríamos especular sobre un consumo de cenizas a través de dos tipos de rituales diferentes. Por huaqueros daban a los objetos
de oro y cómo se golpeaban y
un lado, las botellas y calabazas servirían probablemente para guardar y verter cenizas en la chicha fragmentaban estos, cabría la
u otras bebidas en estos rituales de legitimación o de re-creación del poder del cacique. Si todo el posibilidad de que buena parte
de los golpes y fracturas se
ajuar guarda relación con este consumo ritual como cabría esperar, la gran totuma de oro del hubieran producido en ese
momento de la extracción.
Tesoro (MAM 17431) podría haber servido para realizar la mezcla, que se consumiría con el cuenco de
155 La costumbre general
oro (MAM 17433). Por otro lado, las figuras antropomorfas y las pequeñas calabazas parecen más posiblemente consistiría en
apropiadas para su uso como poporos –con ceniza humana en lugar de cal– para procesar los fracturar el vástago, pues algunos
palillos Calima parece que
alcaloides en el consumo de la hoja de coca, utilizando los palillos que se encuentran asociados. pudieron haber sido soldados;
sin embargo, parece que solo los
palillos quimbayas tienen
El significado simbólico de este consumo de ceniza humana sería múltiple, pues se trataría «mutilados» de forma intencional
de una necrofagia ritual, seguramente de ese ancestro legitimador –que se fue transmitiendo de los cabezales figurativos.
El análisis del estado de conservación de los objetos, que no es el asunto principal del presente
estudio (véase el capítulo «El orfebre quimbaya»), posiblemente nos podría arrojar información sobre la
utilización de los ajuares en vida del difunto –necesaria para comprender la iconografía represen-
tada–, o sobre la relación entre los diferentes objetos y las alteraciones sufridas en distintos
procesos –cremación, entierro, hallazgo por parte de huaqueros, manipulación, museografías his-
tóricas, etc.–. Así todo, en una revisión inicial detectamos dos tipos de alteraciones relacionadas
con el ritual de enterramiento: aquellas producidas por el fuego y otras debidas a una deformación
o rotura intencional.
La constatación de la fusión parcial del pectoral con una orejera y varias cuentas (MAM
17422-10 y MAM 17426), como identificó Ana Verde (véase el capítulo «Biografía del Tesoro Quimbayas»), sugiere
que los cuerpos se cremaban junto con los adornos de joyas, como refieren los cronistas. Arango
Cardona (1924, t. II: 79) indica que «todo el oro de las guacas de La Soledad se halló quemado,
envuelto en carbón de huesos humanos y de madera, depositado dentro de unos cántaros». Este
comentario apunta a que los cadáveres, en los que se reconocen los huesos, y la madera conver-
tida en carbón –de color oscuro, y no blanquecina como las cenizas de las urnas– habrían tenido
una temperatura diferente de cremación. En todo caso, parece difícil alcanzar la temperatura
necesaria para lograr fundir el oro, aunque sin duda la mayor presencia de plata y cobre en el
pectoral referido –38 % plata y 15 % cobre aprox. (véase el capítulo «El orfebre quimbaya»)– reduciría este
punto de fusión y facilitaría la unión de ambos objetos, así como algunas cuentas de collar. El resto
no parece haber sufrido deformaciones o alteraciones por el fuego reseñables.
Sin embargo, la principal transformación que hemos podido constatar en el ajuar del
Tesoro consiste en la «muerte ritual» de algunos objetos personales, mediante su mutilación o
inutilización. Esta acción intencional se localiza principalmente en los palillos para la cal, cuyas
cabezas decoradas fueron machacadas y sus vástagos fragmentados y despuntados154. Los palillos
son idénticos a otros encontrados en el área calima –lo más probable es que procedan de esa otra
área cultural–155, en donde no parece seguirse el mismo ritual.
Hay que tener en cuenta que todos los materiales recuperados por los huaqueros sufrieron
Fig. 34a: Cacique masculino
un constante maltrato, llegando incluso a provocar la fragmentación intencional de algunos de
sentado, visto de perfil. MAM
ellos. Aun así, las referencias de época del hallazgo documentan la existencia de una «muerte 17447. Fotografía de Tomás
ritual» de algunos de los objetos recuperados: «Cierto es que hemos visto oro sacado de algunas Antelo.
98
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
99
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
guacas, que no parece haya sido bien habido, pues aparece aplastado y hecho pedazos, buscando Fig. 34b: Detalle del corte de
tal vez el medio de que no se conociera, en caso de ser cogidos» (Arango Cardona, 1924, t. II: 29). embocadura en la cabeza
del cacique sentado. MAM
17447. Fotografía de Andrés
En el caso del Tesoro, hemos constatado por primera vez otra alteración intencional de Gutiérrez.
época prehispánica, que afecta a dos de las figuras de caciques masculinos, uno sentado (MAM
Fig. 34c: Detalle del corte de
17447, figura 34a y 34b) y otro erguido (MAM 17457, figura 34c y 34d), y son dos de los contenedores de cenizas embocadura en la cabeza
posiblemente humanas. En ambos casos el apéndice superior de la embocadura de la vasija ha del cacique sentado. MAM
sido cortado con algún tipo de cincel fino, ya que se aprecian claras huellas de la dirección que 17457. Fotografía de Andrés
Gutiérrez.
siguió el instrumento en cada golpe. Estas incisiones se ordenan en torno a cuatro puntos perpen-
diculares entre sí, alrededor de la base del cuello del apéndice. En el primer caso además se han Fig. 34d: Cacique masculino
erguido, visto de perfil. MAM
cortado también, a ras de la mano de la figura (figuras 35a y 35b), los objetos que esta habría soste-
17457. Fotografía de Tomás
nido entre sus puños cerrados. Probablemente portaría los mismos tallos rematados en espiral Antelo.
que se repiten en otros caciques (véanse las figuras del catálogo MAM 17457 y MAM 17456). Estas mutilaciones
se han realizado de forma cuidadosa156, para evitar dañar al resto de la escultura tanto en la cabeza
como en las manos, por lo que la figura mantenía un alto valor para el entorno del propietario e
incluso podría seguir siendo utilizada como recipiente, aunque ritual o simbólicamente inútil.
muerte ritual durante el mismo. En la escultura masculina erguida (MAM 17452, figura 36) se aprecia 157 Por ejemplo, la figura del
Museo Británico (Am1889,1001.1,
cómo la cabeza ha sido fracturada y unida inmediatamente después de su hallazgo. El cuello es en web) a la que se le ha abollado
probablemente el punto más frágil de esta figura, por lo que una fuerte presión quebraría esa zona. el rostro de forma similar al
Tesoro de Antioquia (Créqui-
El cacique MAM 17455 (véase la figura en el catálogo) sin embargo presenta fragmentadas ambas piernas, Montfort et al. 1919, pl. XIII, fig. 6),
y del Museo Etnográfico de
de nuevo inutilizando el objeto para su uso, pero también parece más probable que se trate de un Bremen (Raddatz 1980, fig. 98), o
proceso postdeposicional a juzgar por las fisuras que se aprecian en otras regiones del objeto. del Museo de Arqueología y
Antropología de la Universidad
de Pensilvania, en adelante Penn
En todo caso, además de los palillos, las alteraciones intencionales y/o deposicionales Museum (SA2752, que en este
caso parece restaurada la zona
parecen centrarse en los poporos figurativos, especialmente con mutilaciones o daños apreciables de los ojos).
100
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
101
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
102
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
en el rostro de los personajes, en ejemplares conservados en otras instituciones157. Este tratamiento 158 La ofrenda original de
orfebrería y cerámica era mucho
común ratificaría la interpretación de que los seis poporos antropomorfos y los palillos figurativos más cuantiosa (Gamboa
del Tesoro formaron un conjunto, y es este conjunto sobre el que se practicó preferentemente un Hinestrosa 2002: 15). Ana Verde
reconstruye, en este catálogo, la
ritual de mutilación, a diferencia de otros objetos del ajuar, pues en el resto de los recipientes no se historia del Tesoro. Ambas
aprecian evidencias de alteraciones intencionales. tumbas debieron contener gran
cantidad de oro, de lo contrario
se habría hecho referencia solo a
una tumba rica y la otra habría
pasado desapercibida.
Un ajuar para un enterramiento o múltiples ajuares en múltiples 159 Además, habría que sumar
Es de suponer que el difunto se enterraría con aquellos objetos que identifican su rango y
posición en vida y que ha utilizado de forma ritual o a los que tiene un mayor aprecio, para conti-
nuar ejerciendo el mismo estatus y poder en el otro mundo. Por tanto, se elegían cuidadosamente
los símbolos que acompañaban al difunto ya que era necesario que se le siguiera reconociendo en
el más allá, y que continuaran legitimando su poder. En todo caso, se trata de objetos de uso
personal elaborados para utilizar en contexto ceremonial, seguramente público, y por tanto estos
objetos estaban hechos para «ser usados» y para «ser vistos».
Como mencionamos, uno de los escasos datos que conocemos sobre este hallazgo es
que se recuperó de dos contextos o tumbas diferenciadas aunque próximas, y por tanto habría que
dividir el Tesoro en dos conjuntos diferentes, pues ambas tumbas contendrían ajuares elaborados
en oro, además de cerámica y otros materiales158. La diferenciación temporal, aunque necesaria-
mente breve, entre ambas tumbas, podría haber tenido su reflejo en los objetos que contienen, a
través de pequeñas variaciones estilísticas y técnicas que nos permitan aproximarnos a la delimi-
tación de estos dos subconjuntos.
103
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
Para confirmar esta hipótesis comenzamos con una división estilística de las 31 orejeras159, 160 Informes de termoluminiscen-
cia: 10012AA, inv. 17422-4, siglos
el grupo más numeroso del ajuar, en el que observamos una primera asociación en dos tipos iv-vii d. C; 10013AA, inv. 17422-1,
generales, que hemos denominado «vértebra de pescado» y «filigrana de fundición», que a su vez siglos iv-vi d. C; 10015AA, inv.
17453, siglos iv-vi d. C (Archivo de
podrían subdividirse en otros subtipos –todas con el inventario MAM 17422 y el número identifica- Conservación, Museo de
tivo secuencial que se indica: América).
161 «Llevan delante de sí grandes
banderas muy preciadas [...] La
1. Tipo vértebra de pescado, que hemos bautizado así por recordar la forma de algunas de bandera era una manta larga y
las vértebras de tiburones y otros peces, en forma de disco doble con anchas acanaladuras verti- angosta puesta en una vara, llena
de unas piezas de oro pequeñas
cales en el centro. La mayor parte de estas orejeras presentan un borde sogueado, simple o doble, a manera de estrellas, y otras con
talle redondo [...]» (Cieza de León
y superficies cóncavas o convexas. Se subdividen en función del tipo de perforación: [1553] 1984, cap. XXIII, «De la
1.1. Con perforaciones rectangulares (n.º 1, 2, 3, 4, 5, 6, 9, 16, 24, 25, 29, 30). provincia de Carrapa y de lo que
hay que decir della»: 136.)
1.2. Con perforaciones circulares (n.º 12, 28). 162 Algunas orejeras de este tipo
llevan adornos colgantes del
2.- Tipo filigrana de fundición. Este grupo, a diferencia del anterior, presenta decoración borde de uno de los discos, que
correspondería con el anverso,
modelada con hilo de cera en forma de espirales unidas antes de fundir, y también se divide en como en dos orejeras de estilo
invasionista procedentes de
subtipos en función de la decoración central. Manizales, Caldas (lámina 194,
2.1. Con banda central lisa ancha (n.º 10, 11, 13, 14, 17, 18, 20, 21, 22, 23, 26, 27). n.º 3015 y 3014, Pérez de
Barradas 1966), o las orejeras
2.2. Con banda central formada por hilos de oro (dos, tres o más) (n.º 7, 8, 15, 19, 31). del Field Museum de Chicago
(n.º 7143), quizá también
procedentes del Tesoro.
Con decoración de filigrana de fundición, pero ubicada esta sobre los discos externos en
lugar del centro de la orejera, identificamos además otros tres ejemplares (n.º 12, 18, 27). Estos
muestran perforaciones circulares que recuerdan aquellas otras rectangulares del tipo anterior,
por lo que se trataría de objetos intermedios entre los dos tipos definidos y nos recuerda la proxi-
midad cronológica de todo este conjunto. ¿Cabría la posibilidad de que el primer grupo corres-
ponda a un enterramiento y el segundo al otro? Los análisis de C-14 y termoluminiscencia
realizados sobre algunos ejemplares del conjunto arrojan dataciones con amplias oscilaciones en
torno a mediados del siglo v d. C. Parece que la orejera de vértebra de pescado incluso podría ser
algo más tardía que las del otro tipo160.
Aunque hoy se conserva un número impar de orejeras en el Tesoro (31), en origen se recu-
peraron 36. Varias de ellas probablemente se encuentren en el Field Museum de Chicago (véase el
capítulo «Biografía del Tesoro Quimbaya»), pero aun así no todas tendrían su pareja, por lo que el número
original debió ser incluso mayor. En el Tesoro hemos identificado 8 parejas (4 de estilo vértebra de
pescado y 4 de filigrana de fundición) (tabla 2), además de otras parejas que quizá se podrían com-
pletar también con el material conservado en el Field Museum.
Tabla 2. Agrupaciones de parejas de orejeras, por forma, tamaño y decoración. Todas las orejeras del MAM tienen el
número 17422 y una secuencia numérica que utilizamos para su agrupación.
104
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
Las orejeras se fabricaban en parejas casi idénticas, atendiendo a los diferentes tamaños Figs. 37a y 37b: Parejas de
que debían ajustarse a las medidas del lóbulo del individuo y con decoraciones diversas y caracte- orejeras del tipo 1 (vértebra
de pescado) y del tipo 2
rísticas propias que comparten solo con su pareja, quizá incluso la sonoridad. (filigrana de fundición).
Fotografía de Joaquín Otero.
Sorprende comprobar que la mayor parte de estos pares de orejeras (6 de 8) conservan el Archivo Museo de América.
núcleo de arcilla y por tanto aparentemente no fueron utilizadas (el 71 % de las orejeras del tipo
vértebra de pescado y el 52 % de las de filigrana de fundición) (véase la tabla 3). En aquellas a las que
105
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
se ha vaciado la arcilla interior apreciamos la presencia del escrupulillo o grano de metal que las
convierte en cascabeles. En el caso de las de vértebra de pescado son justo la mitad, pero esta cifra
se incrementa notablemente en las de filigrana de fundición, en las que prácticamente todas ellas
lo conservan.
Tabla 3. Relación de orejeras de los tipos vértebra de pescado y filigrana de fundición, con núcleo o sin núcleo y en
este caso sin escrupulillo de cascabel o bien con este visible (señalada con x).
A pesar de que el adorno de oreja característico de las representaciones quimbayas son los
aretes o anillos que se colocan recorriendo el perfil de la oreja (MAM 17402, n.º 17, 20 y 21), sorprende
también el escaso número de este tipo de objetos localizados en el Tesoro. Esto podría responder
a diversos motivos; uno de ellos, que realmente estos adornos no fueran utilizados por los perso-
najes enterrados, y por tanto estos no correspondieran con la élite representada en las figuras.
Esto supondría que los individuos representados fueran anteriores a los individuos enterrados, es
decir, que se trataría de urnas «heredadas» que contenían cenizas de ancestros, y en este caso se
habría producido un cambio cultural significativo entre la población coetánea (presente en el
entierro) y la población representada en los poporos. Para ello deberíamos encontrar cierta con-
tradicción o diferenciación cronológica significativa entre dataciones de los poporos antropomor-
fos y los adornos –orejeras o narigueras–, que no se produce. Entonces, si hombres y mujeres
caciques utilizan argollas en las orejas, ¿quién se adornaba los lóbulos con las orejeras de carrete
que se encontraron en las tumbas? Cabe la posibilidad de que las argollas no hubieran sido reco-
gidas por los huaqueros o que por tratarse de formas más simples y quebradizas se hubieran frag-
mentado y/o vendido en otro lote para fundir, por poseer menor valor. Así todo, es obvio que a
juzgar por el número de orejeras de carrete recuperado, este sería un objeto de uso frecuente en la
población cremada en ambas tumbas, y por tanto pensamos que pertenecen a los acompañantes
de los entierros principales, pero quizá no las portaran los grandes caciques mismos –si asumimos
que los personajes representados sobre taburetes y con elementos de poder en las manos son
hombres y mujeres de rango (caciques) quimbayas.
En las descripciones de los hallazgos de los huaqueros, la única referencia que encontra-
mos sobre estos adornos resulta confusa, pues se mencionan «aritos» en las orejas, pero se los
compara con parejas de botones: «Así como los aritos –que son una especie de botones que acos-
tumbran llevar en las orejas– siempre hallamos el par; si no es así fue que botamos uno al barrer»
(Arango Cardona, 1924, t. II: 7). Este autor reconoce que se perderían algunos pares al «barrer la
guaca» y describe la ubicación del objeto, no en el perfil de la oreja, como vemos en las represen-
taciones, sino que «los aritos colgaban de unos orificios practicados en la base de las orejas [...]»
(Arango Cardona, 1924, t. II: 42). Es decir, se describen claramente parejas de orejeras de carrete,
en forma de «botones» –entendemos que circulares y con superficies planas–, que se colocaban en
los orificios del lóbulo de la oreja. El problema es que no conocemos con certeza a qué tumbas o
períodos se refiere el comentario. La descripción anterior sugiere, además, que habitualmente las
orejeras de carrete se encontrarían sobre los cuerpos inhumados y en posición anatómica (no
cremados), que corresponderían sobre todo a población de menor rango o de otros grupos
106
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
culturales. Como se ha indicado, los cuerpos de las tumbas del Tesoro fueron incinerados y sepul-
tados en urnas cerámicas, entre cuyas cenizas se encontraron los ajuares.
Por otro lado, como también hemos visto, buena parte de las orejeras del Tesoro conservan
el núcleo de arcilla con el que fueron fabricadas, lo que induce a pensar que nunca llegaron a utili-
zarse. ¿Fueron producidas, al menos algunas de ellas, para el difunto, de ahí que no hubiera tiempo
ni necesidad para vaciar sus núcleos? Es poco probable que se portaran con su núcleo en los
lóbulos de las orejas, más aún teniendo en cuenta que existen otras que sí se han vaciado y tienen
su cascabel en uso. Parece posible que estos objetos, adquiridos en pares, cumplieran una función
ritual, no tan solo de adorno para la persona, sino otro tipo de papel vinculado con el enterra-
miento. Quizá, además de la pareja que el difunto llevara puesta en las orejas, se incluyeran en su
pira funeraria otras orejeras nuevas, para su utilización durante la vida en el más allá. Esto explicaría
que la orejera MAM 17422-10, que aún conservaba su núcleo de arcilla, se uniera con el pectoral
estilo Darién durante la cremación, pues se encontraría sobre este y no en los lados de la cabeza.
107
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
N.º inventario Tipo Núcleo de arcilla Dm. Pareja n.º Agrupación 163 Una del Museo Británico
(17422) (sí/no) interior inventario según (Am1977.12.1) y otra del
(X = presencia del diámetros de Metropolitan Museum (MET
escrupulillo o perforación 2005.254).
cascabel) 164 En el caso yotoco, se trata de
Tabla 4. Diámetros centrales de las orejeras (perforación del lóbulo), ordenadas de menor a mayor por el diámetro
interior (en negro tipo vértebra de pescado y en azul tipo filigrana de fundición). Se señala si conservan núcleo de
arcilla (sí/no) y si cuentan con escrupulillo (X).
En resumen, interpretamos estas orejeras del Tesoro como un conjunto de adornos de pro-
ducción local quimbaya, quizá de influencia foránea, y aunque ahora entremezcladas, debieron
agruparse en cada una de las dos tumbas –en una quizá se hallarían las de vértebra de pescado y
en otra las de filigrana de fundición–. La ordenación por tamaños sugiere un número mínimo de
6 individuos entre ambos contextos funerarios, cada uno de los cuales poseería más de un par de
orejeras. Incluso a juzgar por el tamaño de una de ellas (número 30), estaríamos ante la presen-
cia de un/a niño/a o adolescente, al que se le hubiera practicado recientemente la perforación
lobular, ya que el diámetro interior es muy reducido (0,6 cm; tabla 4, n.º 30). Finalmente, estos
«acompañantes» no corresponderían a los personajes representados en las urnas, que muestran
otro tipo de adornos.
Con las 18 narigueras conservadas en el Tesoro también podemos realizar este ejercicio teórico de
división estilística, como acabamos de hacer con las orejeras, resultando de nuevo una doble
agrupación tipológica principal, según la forma del perfil, ya sea ovalado o triangular:
2. El segundo grupo está formado por trece narigueras, siendo significativamente más
abundante que el anterior. Muestra el perfil en forma de triángulo, si bien podríamos realizar una
nueva división del total, en la que cinco muestran los extremos muy apuntados (MAM 17402-2, 7, 8, 14
y 18) (un lado obtuso y otros dos muy agudos) y otras ocho más (MAM 17402-3, 5, 6, 10, 11, 12, 16 y 19) con
108
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
forma de triángulo isósceles (la parte superior en ángulo recto y los dos laterales en ángulo agudo 166 Buena parte de las narigueras
quimbayas que se conservan en
de unos 45º). el Field Museum de Chicago son
de un tipo diferente, con perfil
alado curvo. Sin una cronología
Estas narigueras se habrían recuperado también entre los huesos y cenizas contenidos en asociada no podemos afirmar si
las urnas, y es curioso que su número coincida con el de las orejeras (18 narigueras y 18 pares de existe una evolución estilística
desde un tipo de nariguera a otro
orejeras). Si consideramos como número mínimo de individuos el de 6 que establecimos con las y si esto tiene correlación con las
orejeras.
orejeras, el ajuar básico de cada persona podría estar formado por tres adornos. La diferencia
167 Según Pérez de Barradas
tipológica posiblemente responda a una distinción relacionada con la asociación contextual en (1966: 66), la nariguera de la
las tumbas. A modo tentativo parecería que, desde las narigueras de perfil redondeado, se tiende figura MAM 17455 es «del tipo de
alas largas como la núm. 482, de
hacia la triangulación, y los apéndices de estas se van alargando progresivamente hasta curvarse San Andrés, Antioquia (lám. 21);
bajo la nariz, como si se tratara de largos bigotes. Sin embargo, los tipos perviven en uso, pues el la núm. 389, de Apía, Caldas (lám.
30), y la núm. 2350, del Quindío
rango cronológico en que se mueven es demasiado reducido para pensar en producciones de (lám. 92)». Este tipo de narigueras
temporalidades diferentes. de perfil alado curvo son las que
se conservan en el Field Museum.
En todo caso, al igual que con las orejeras, las narigueras que portan los personajes
representados en los poporos tampoco coinciden con las que se conservan en el Tesoro del
Museo de América, aunque sí son más parecidas a las que presenta el catálogo online del Field
Museum de Chicago166, de las que posiblemente una parte tuvieran la misma procedencia contex-
tual que las del Tesoro. El que los adornos faciales encontrados en las tumbas no coincidan con
los representados en las figuras nos hace pensar que efectivamente hay una incongruencia que
quizá refleje un cambio de «moda» entre los personajes que se representan y los que se entierran,
como ya apuntamos con las orejeras.
Las figuras masculinas portan en general una nariguera del tipo alargado y curvado (MAM
17455 y 17457167)
o del mismo tipo pero doble (MAM 17447). La única que difiere es la del personaje
masculino erguido (MAM 17452), con características anatómicas distintas, que porta una nariguera
sencilla y pequeña, aparentemente anular. (véanse figuras catálogo)
Entre las representaciones femeninas (véanse las figuras del catálogo), por el contrario, sí reco-
nocemos algunas narigueras similares a las conservadas en el Tesoro. La figura femenina sentada
en el soporte curvo (MAM 17456) presenta una nariguera en la que se aprecian las dos palas redon-
deadas, quizá correspondiendo al tipo redondeado (por ejemplo, MAM 17402-13 o 15). La mujer sentada
en el taburete y embarazada (MAM 17459) lleva una nariguera triangular (parecida a MAM 17402-2 o 18), si
bien las aletas alargadas tienden a curvarse hacia arriba, como los ejemplares del Field Museum y
los ya descritos para las figuras masculinas.
Con esta pequeña muestra es difícil poder llegar a alguna conclusión. Aparentemente
hombres y mujeres se adornan con los mismos tipos de nariguera, si bien solo un personaje
femenino parece mostrar una clara correlación en la representación de su nariguera con una de las
que se conservan en el Tesoro, evidenciando de nuevo la incongruencia entre lo representado y lo
recuperado. No podemos afirmar que un tipo de nariguera (curva o triangular) correspondiera a
una tumba y su diferencia tuviera una correlación cronológica. Tampoco es determinante en
cuanto al mínimo número de individuos, pues lo más probable es que, al igual que con las orejeras,
cada individuo se sepultara con más de un adorno. Lo que es evidente es que el tamaño de las
narigueras es reducido y en esta cultura no se utiliza este elemento de adorno como un emblema
o un símbolo externo cargado de simbolismo, ni como elemento de ostentación.
Según hemos ido anotando, parece factible poder aventurar un número mínimo de personas
sepultadas en ambas tumbas, tras cotejar la información numérica de otros objetos del Tesoro con
lo que ya hemos ido indicando:
109
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
Más adelante describiremos los tipos de collar, pero es lógico suponer que un individuo portaría 168 Se trata de «doce piezas que
constituyeron, al parecer, el ajuar
un collar figurativo aunque pudiera ir acompañado de otros collares de cuentas simples, que por funerario de dos individuos. Se
este motivo no se tienen en consideración para este recuento. encuentran dos cascos
repujados, dos diademas de
lámina martillada, dos
– 6 tocados de cabeza (5 cascos y una diadema). recipientes para cal (poporos)
ovoides, cuatro cuellos (parte
– 6 palillos figurativos para la cal de estilo calima (aunque el total de palillos es de 9). En superior) de poporos, uno de
ellos decorado con cuatro
general el palillo es de uso exclusivo y personal, pero cabría la posibilidad de que un individuo esferas, que se fijaban a
tuviera palillos diferentes para recipientes distintos. calabazos, un poporo
semicircular y un poporo
– 6 personajes antropomorfos (2 femeninos y 4 masculinos). antropomorfo que representa a
– 7 recipientes fitomorfos (3 en forma de calabaza ovoide aplanada y 4 con forma de botella una mujer sentada y decorado
con placas colgantes» («Noticias
con cuello cónico). del Museo del Oro. El Nuevo
Tesoro Quimbaya», en Boletín del
Museo del Oro, 20 (1988), pp.
Otros ajuares similares, como el denominado Nuevo Tesoro Quimbaya168 hallado en el río 133-134 (http://publicaciones.
banrepcultural.org/index.php/
Magdalena y hoy en el Museo del Oro de Bogotá, demuestran que existe un «conjunto básico» de bmo/article/view/7172/7430,
ajuar funerario de oro que, comparado con lo que hemos identificado también en el Tesoro, estaría consultado el 12 de agosto de
2016).
formado por un tocado de oro y/o casco, nariguera/as y orejera/as –probablemente en mayor
número de uno, pues este tipo de objetos se encuentran abundantemente, aunque también
podría tratarse de un mayor número de acompañantes sin más ajuar que este–, un collar figurativo
–seguramente completado con cuentas de oro y con otros collares de chaquiras o de piedras como
el cuarzo–, una botella con cenizas, un recipiente figurativo (antropomorfo o fitomorfo) también
con cenizas humanas y uno o varios contenedores de cal, que pueden ser dobles en forma de
calabaza ovalada o de otro tipo.
Según esto, podemos calcular que el mínimo número de individuos de rango con este
ajuar básico (casco, poporo, botella, collar figurativo y varias orejeras y narigueras) en el Tesoro
sería de 6, que habría que distribuir en dos contextos, lo que encaja con el comentario de Arango
Cardona (1924) de que nunca encontraron más de cuatro individuos «ricos» en la misma tumba.
Su distribución entre ambas tumbas presenta dos opciones principales: tres en cada una de ellas,
o bien cuatro en una y dos en la otra.
La duda surge entonces en relación con el contenido de las tumbas del Tesoro. ¿Quiénes
estaban allí enterrados? Supuestamente había un entierro principal, pero los cascos y otros objetos
no muestran una diferenciación jerárquica clara. Entonces ¿todos los personajes enterrados tenían
el mismo rango? ¿Se enterraron a la vez, o se trataba de un panteón para caciques? Si eran perso-
najes de rango y solo uno era el finado, el resto ¿fueron sacrificados como acompañantes? Y en
este caso, ¿por qué muestran un ajuar tan similar todos ellos? ¿Había adultos y niños con orejas
perforadas para la utilización de estas orejeras-cascabel? ¿Hombres y mujeres se perforaban las
orejas de igual forma? ¿La élite se adornaba de forma distinta al resto de la población o se trata de
una representación de otra élite «anterior»?
Uno de los análisis del Tesoro que mayor interés reviste es el relacionado con la representación del
cuerpo humano, que se vincula a su vez con la utilidad del objeto y el contexto en que se encuen-
tra. Tratar de comprender por qué se han representado estas figuras antropomorfas de esa forma
concreta podría aportar algunas claves para entender a la propia sociedad que las produjo.
Algunas de las características que definen la representación humana en las figuras del Tesoro y
que podemos extrapolar al ámbito quimbaya clásico son:
Fig. 38a: Vista de la espalda
– Frontalidad. Todas las representaciones antropomorfas muestran una posición frontal. de la figura masculina MAM
17447 y el anudado del
Así todo, se han fabricado para poder ser vistas desde cualquier ángulo, ya que poseen detalles
collar. Fotografía de Tomás
significativos en la espalda o en los laterales (p. ej., el anudado del collar (figuras 38a y 38b), la silla de Antelo. Archivo Museo de
poder, etc.). A fin de cuentas, son contenedores utilitarios, no esculturas. América.
110
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
111
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
112
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
Representación de «personas»
Hombres y mujeres se representan desnudos, y portan los mismos elementos de adorno que ya
hemos comentado –argollas simples sobre el perfil de las orejas, tocados en relieve, pequeñas
narigueras– e idénticos objetos en sus manos. Es significativo además que todas las figuras antro-
pomorfas muestren claramente representado el ombligo. Se trata seguramente de un detalle ana-
tómico que confiere más realismo a la figura, pero indudablemente tendría también un significado
simbólico. En la cultura taína, entre otras, la presencia del ombligo establece la diferencia entre la
imagen de una persona y la de un muerto/espíritu (Pané [1498] 1988, cap. XIII: 32). Solo las «personas»
tienen ombligo porque nacen con cordón umbilical, y es por tanto un símbolo de la vida, pero es
además un nexo de unión de la sangre, lo que une al hijo con su madre, como al heredero con su
linaje, lo que ya hemos comentado que podría ser el aspecto esencial para comprender el contexto
de estos objetos.
El cargo de cacique no solo era detentado por hombres sino también por mujeres, como
evidencia la mencionada tumba de cancel de Aburrá (Santos Vecino, 2008: 108), cuyo ajuar exótico
sugiere que no existían diferencias de sexo en la adquisición de estos bienes y del estatus relevante
en la comunidad. La representación de algunas mujeres sentadas en bancos de poder y con los
mismos símbolos que el hombre es también indicativa de este rol. Fig. 38b: Vista de la espalda
de la figura femenina MAM
17456 y el anudado del
Es evidente que el orfebre ha pretendido resaltar de forma notoria la sexualidad femenina,
collar. Fotografía de Tomás
y en el caso del Tesoro –aunque no así en otros ejemplos– disminuir al mínimo la sexualidad mas- Antelo. Archivo Museo de
culina. Esto ha inducido a Alicia Uribe (2005: 73) a plantear una asociación entre las calabazas/ América.
113
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
totumas y la mujer como contenedoras de vida, interpretándose además el color rojo del cobre 169 La figura del Museo Británico
(Am1940,11.2) también muestra
como símbolo de fertilidad, si bien esta explicación no aclara la constante presencia masculina, las manos diminutas y hombros
con el pene erecto o semierecto en algunos casos, y a veces con proporciones más naturalistas muy anchos, por lo que encajaría
en el tipo 2. Porta además 7
que en los ejemplos del Tesoro. Es cierto que hay una aparente predominancia de la figura aretes en cada oreja. Los ojos son
femenina, como ya resaltara Falchetti (1993, lám. 54), que aumenta si consideramos las represen- pequeños y almendrados,
aunque el surco que separa los
taciones en relieve en cascos o botellas, si bien tampoco todas estas representan exclusivamente párpados se extiende hasta la
sien.
mujeres. Indudablemente hay una relación con la fertilidad, masculina y femenina, y una prepon-
derancia de esta última.
Aunque todas las figuras del Tesoro pertenecen a un mismo estilo, y se han interpretado como
obra de un mismo taller en cuanto a su tratamiento técnico (véanse Perea y Rovira, capítulo «El orfebre
quimbaya»), consideramos que han debido existir como mínimo dos momentos o dos artífices que
han participado en el modelado de las figuras –al igual que en las narigueras, orejeras y cascos–,
ya que se definen dos tipos de soluciones diferentes para la representación de las mismas regiones
anatómicas del cuerpo humano. En esta agrupación de estilos hemos tenido en cuenta los rasgos
faciales: nariz y orejas, pero también ojos, boca, forma de la cabeza, así como otros rasgos del
cuerpo, concretamente el modelado de manos o pies y la forma de reproducir las uñas. Los rasgos
característicos de ambos tipos se especifican en la tabla 5.
El primer grupo está representado de manera especial por la figura masculina erguida (MAM
17452, figura 39).
En general muestra unas proporciones más esbeltas o estilizadas que los otros
ejemplos, con los hombros no tan anchos, la nariz y el tabique nasal gruesos, la boca curvada e
incisiones para remarcar las uñas. En este tipo podríamos incluir también la representación de la
mujer embarazada sentada (MAM 17459, figura 40). La descripción de todas estas figuras y de los rasgos
que las definen en uno u otro grupo se puede ver en el Anexo I.
Primer grupo Segundo grupo
Forma de la cabeza Triangular. De «escudo» (recta por arriba, los
lados paralelos y terminada en
punta en la barbilla).
Nariz (tabique) Ancha. Estrecha.
Boca Curvada hacia abajo. Recta.
Tocado Liso. Relieves.
Uñas (en pies) Incisiones perpendiculares a la En forma cuadrangular reexcavada
separación de los dedos. en el dedo.
Manos Proporcionadas al cuerpo. Diminutas, dedos muy finos.
Hombros Proporcionados a la cabeza o Exageradamente anchos.
estrechos.
114
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
115
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
De nuevo nos encontramos ante una doble tipología de objetos, que continúa sugiriendo 170 Fray Pedro de Aguado refiere
cómo los españoles denomina-
la posibilidad de realizar una división del conjunto entre ambos contextos funerarios, vinculando ron «pandes» a un grupo indígena
quizá cada grupo de figuras con un tipo de orejeras y de narigueras. de Colombia «porque todos
tienen las cabezas pandas y
omolgas [anchas], por tener de
costumbre que en naçiendo
ponerselas sus madres entre dos
Deformación craneal tablas apretadas como en
prensas y traerlos asi hasta que
son ya grandes, y asi les quedan
Las figuras antropomorfas del Tesoro muestran una frente huidiza –la frente se achata y alarga– y las cabeças anchas y agudas de
la parte alta, que si les quitan el
un aplanamiento de la región occipital, lo que correspondería con la deformación tabular erecta, cabello parecen mitras cerradas»
la más frecuente en la América precolombina. Esta produce un ensanchamiento de la parte (Aguado [1581] 1916, t. I: 567).
También menciona cómo los
superior de la cabeza y consecuentemente una forma triangular de la misma, con el vértice en la indios pantágoras «tienen las
cabeças chatas o anchas por
barbilla, como observamos en las representaciones. El ejemplo más evidente es la figura MAM delante, desde la frente para
17452 (figura 39). arriba, que al tienpo de su
nacimiento e ynfancia les hazen
çierta opresion que les paran de
El estudio antropológico de los restos humanos del cementerio de Coronado, pertene- aquella suerte» (Aguado [1581]
1916, t. II: 130).
ciente a las culturas malagana y yotoco, muestra cómo casi la mitad de la población, de ambos 171 Museo Británico,
sexos, presentaba deformación craneal con aplanamiento occipital, lo que producía cabezas Am1889,1001.1.
cortas y muy anchas y altas, con frente amplia e inclinada (Rodríguez, Blanco et al. 2005: 88 y 2007: 172 Raddatz 1980, fig. 98.
126). En este caso, la deformación craneal se interpreta como un símbolo externo de estatus. 173 Museo Británico, Am1940,11.1.
visto de superficie plana. Lo que sucedió fue que el fraile [fray Pedro Simón] vio estatuas de oro, XII, fig. 5.
cobre y barro, con cara y cabeza de superficie plana y soñó que los indios eran así [...]»
A juzgar por la frecuencia de esta costumbre en las culturas del contacto170, y por la eviden-
cia iconográfica, parece bastante probable que los quimbayas practicaran la deformación craneal.
Seguramente solo era realizada por el grupo de la élite cacical, al tratarse de un símbolo externo
de prestigio, y, puesto que los restos de este grupo son cremados, no habría evidencias físicas de
tal práctica, lo que justificaría el comentario del mencionado autor, que tan solo encontraba
cráneos inhumados correspondientes a individuos del común o de otras culturas.
Tatuajes o escarificaciones
116
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
Restrepo Tirado (1892a: 33) compara las líneas incisas de los rostros de las figuras del 176 «Cada personaje está inmerso
en la alucinación ritual, reflejada
Tesoro con las que se muestran pintadas en una imagen de barro y las interpreta como decoracio- en la impasibilidad del rostro y
nes realizadas con bija para el combate, pero no como tatuajes permanentes. La profundidad de los ojos cerrados.» (Gamboa
2002: 209.)
estas líneas y el relieve en otros ejemplos nos hacen pensar que se trata de tatuajes e incluso esca-
rificaciones. Las fuentes también evidencian el uso de tatuajes, y aunque en ocasiones las descri-
ben como «pinturas», se estarían refiriendo a decoraciones permanentes. Por ejemplo, Jorge
Robledo señala cómo «traen los señores la cara muy pintada [...]» y en Venezuela, entre los conda-
guas, «La mayor parte desta gente traen las caras de pintura fixa, que jamás se les quita ni se les
puede quitar, porque la pintura, como en otra parte he dicho, es sacándose sangre, cortando el
cuero con çiertos pedernales ó espinas, punçandose y poniendo çierto polvo ó carbón molido allí»
(Fernández de Oviedo [1557] 1853, t. II, lib. XXV, cap. II: 275).
El motivo por el que se aplica el tatuaje al individuo concreto también es referido por
Fernández de Oviedo ([1557] 1853, t. II, lib. XXV, cap. XIX: 232): «píntanle desde los extremos de los
ojos de una raya que le va desde ellos á las orejas...». Aunque refiriéndose a grupos de Venezuela,
el honor militar se estaría reflejando mediante tatuaje, primero en un brazo, luego en el pecho y
finalmente en el ojo. En todo caso, el tatuaje muestra un código de identificación del individuo.
El rostro del recipiente cefalomorfo (MAM 17454, véase la figura en el catálogo) muestra también un
tipo de tatuaje o pintura facial diferente del resto. Se trata en este caso de una banda formada por
cuatro líneas incisas paralelas que recorren la mandíbula y la barbilla. Por otro lado, el hueco en el
que se insertaría la piedra o concha tiene también la forma de las pinturas o tatuajes que hemos
visto en otras ocasiones y que cruzan los párpados de arriba abajo. El personaje lleva una nari-
guera simple en forma de media luna y siete orificios en cada oreja para insertar aretes. El objeto
muestra también un par de argollas que servirían para llevarlo suspendido, como el poporo en
forma de calabaza (MAM 17444) y la figura embarazada (MAM 17459). Una prueba más de que estos
objetos no fueron fabricados como urnas cinerarias.
Este mismo tipo de tatuaje sobre los ojos se repite en otros dos objetos del Tesoro, uno
interpretado como silbato (MAM 17436, véase la figura en el catálogo) en el que sólo se aprecia el rostro, y
el otro, uno de los cascos (MAM 17428, véase la figura en el catálogo), en el que se puede reconocer el sexo
de figura tatuada como femenina, por lo que quizá podamos extrapolar al resto el género de las
representaciones. Este personaje se adorna con una nariguera larga y curvada hacia arriba, que en
el caso del denominado silbato ha sido fragmentada. De nuevo, podría tratarse de un mismo per-
sonaje, con su tatuaje identificativo.
Aunque el semblante sosegado de estas figuras se ha interpretado como expresión inducida por el
consumo de alucinógenos –hojas de coca176 en concreto–, consideramos que su simbología va
más allá de la mera representación de este ritual de enteogénesis.
Por lo que hemos comentado, es posible que estos objetos no fueran fabricados para
contener las cenizas funerarias de los caciques fallecidos, sino que se trate de objetos reutilizados
e incluso, como hemos visto, que representen a un personaje determinado en un momento crucial
de su vida, que en un caso concreto además coincidía con el período de embarazo. Pero ¿cuál era
ese momento y cuál fue la función inicial de estos objetos? A través de los rasgos comunes en la
representación antropomorfa comprobamos los elementos que refuerzan constantemente la idea
117
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
que se pretende transmitir: fertilidad (pene erecto y sexo femenino resaltado), linaje (las posiciones
de las manos enmarcando la importancia del ombligo, la preponderancia de la línea femenina),
poder (asientos, espirales y barras en las manos), individualidad (tatuajes diferenciados, embarazo),
y sobre ello se sobrepone otra simbología posterior, añadida: la legitimidad del cacique (eviden-
ciada en su contenido de cenizas del ancestro). Todo ello sugiere que nos encontramos ante un
lenguaje visual complejo y probablemente articulado en una secuencia o conjunto de símbolos
compartido y complementario sobre el acceso y legitimación del cargo de cacique.
Las representaciones de estas figuras antropomorfas muestran solo dos tipos de posicio-
nes, en ambos casos siguiendo el canon de frontalidad, hieratismo o ausencia de movimiento y
expresividad similares:
1. Figuras sentadas. Varias son las imágenes, tanto masculinas como femeninas, que se
muestran sentadas en bancos o en otro tipo de asiento curvo y alto, en el que las piernas cuelgan.
Los banquitos suelen ser taburetes cuadrangulares con asientos rectos o ligeramente cóncavos y
con cuatro patas de perfil redondeado (MAM 17459, figura 40) o cuadrangular (MAM 17447, figura 33a), cuyo
uso estaría reservado a un grupo de élite o ceremonial como en otras culturas (Gutiérrez Usillos,
2011: 93-95). Las otras figuras se muestran sentadas en medios postes o tablas curvas, que se han
interpretado como dúhos (tabla 6).
Los recipientes en forma de botella, MAM 17453 (véase la figura en el catálogo) y MAM 17451 (véase
la figura en el catálogo), que, como hemos visto, también contenían cenizas humanas, muestran figuras
femeninas desnudas con las manos apoyadas en el vientre, enmarcando el ombligo, en las mismas
posiciones que las figuras masculinas erguidas del Tesoro. En los cascos, las figuras muestran los
brazos doblados en ángulo y alzados, y las manos abiertas.
118
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
119
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
N.º Tipo de Sexo Posición Manos Tipo Número de 177 Si bien esta figura no muestra
Inventario objeto iconográfico aretes en espirales de poder en las manos,
cada oreja la disposición de estas es similar
(derecha/ a la forma de sujetarlas, aunque
no hay representación alguna de
izquierda) objeto, según se aprecia en la
imagen del catálogo de Raddatz
MAM 17456 Poporo Femenino Sentada Sosteniendo Tipo 2 7/7 (1980, fig. 98).
figurativo espirales 178 Restrepo Tirado (1892a: 22)
MAM 17453 Botella Femenino Erguida Sobre el 7/7 interpreta las espirales de las
vientre manos de los caciques como
plumas. Sin embargo, la forma de
MAM 17451 Botella Femenino Erguida Sobre el 6/7 representar las plumas entre los
vientre quimbayas es apreciable por
ejemplo en los remates de
MAM 17455 Poporo Masculino Erguida Sobre el Tipo 2, transición 6/6 palillos para cal con forma de
figurativo vientre águila arpía. Se trata de
elementos curvados pero no en
MAM 17428 Casco Femenino Erguida Alzadas 5 forma de espiral, y suelen mostrar
una incisión central que
correspondería a los cañones de
las plumas.
Tabla 6. Número de aretes en las orejas en relación con el sexo de las figuras del Tesoro, la posición general y las
manos.
A pesar de la sencillez o ausencia de indumentaria en las figuras del Tesoro, las referencias a ele-
mentos de estatus son evidentes. Además de la presencia del banco, se pueden reconocer los
siguientes atributos de «poder» en las manos de las figuras quimbayas:
Masculina Femenina
Sentada en tabla Museo Etnográfico Berlín, VA 11429. MAM 17456.
Museo de Bremen (Raddatz, 1980, fig. SA2751 Penn Museum.
98)177. SA2752 Penn Museum.
Tesoro de Antioquia (Créqui-Montfort et al.
1919, pl. XIII: 6).
Carlos Armando Rodríguez (2007: 51) interpreta estas figuras antropomorfas como chamanes
y las espirales en las manos como ramas de helechos. No pensamos que se trate de esta planta,
pero sí parece razonable considerarlas elementos vegetales y no plumas, como también se ha
sugerido en alguna otra ocasión178. En realidad, pensamos que podrían estar representando los
zarcillos de las plantas de calabaza, que rematan en espiral, y estas figuras estarían así reforzando
la simbología de la fertilidad, como sugería Alicia Uribe (2005) en relación con la trascendencia de la
calabaza en el pensamiento mítico de esta cultura. La fertilidad, masculina o femenina, que estaría
a cargo de los caciques, parece concentrarse en el poder germinador de los zarcillos de esta planta,
como veremos. Y seguramente estas figuras están representando un momento ritual concreto en
el que la fertilidad para la germinación es esencial (vulvas aumentadas y penes erectos junto a
120
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
zarcillos de calabazas) como base para la reproducción y el sostenimiento de la comunidad, papel 179 Por ejemplo, la figura del
Museo Etnográfico de Berlín VA
que recae en el cacique. 501 (si bien el estilo de esta figura
difiere bastante del quimbaya
clásico, en su mano porta un
La relación que existe entre las figuras femeninas representadas en los frascos y los poporos poporo con cuatro frutos
antropomorfos es evidente no solo en la posición de las manos sobre el vientre, sino también en el característico de esta cultura), o
el ejemplo del Museo del Oro (inv.
uso de estos atributos. Es el caso, por ejemplo, de la botella reproducida por Créqui-Montfort et al. 8531).
(1919, pl. XII, fig. 4), que muestra una mujer erguida con dos espirales en cada mano. Así que poporos 180 «La figura que se representa
y botellas podrían tener un mismo contenido iconográfico que gira en torno a unas posiciones en el Álbum de la Comisión
Corográfica, muestra una figura
«rituales» establecidas que se complementan con ciertos elementos simbólicos y utilitarios. femenina, con el rostro tatuado,
sentada en una pala, con
decoración de rectángulos en
2. Recipientes: también observamos figuras que sostienen en cada mano un recipiente o forma de soga, y en las manos
lleva una barra con placas
poporo, en ocasiones con palillos o alfileres179 (tabla 8). rectangulares colgando, que se
ha interpretado como “diosa de
los telares”» (Pérez de Barradas,
1966: 4). Hallada en la antigua
provincia de Córdoba, del estado
Masculina Femenina de Antioquia, es similar a la figura
que se conserva en el Museo
Sentada en tabla Museo de Bellas Artes de Houston Museo de Bellas Artes de Houston Etnográfico de Berlín (VA 16959).
(2010.860). (2010.998, 2010.859 y 2010.862).
181 Créqui-Montfort et al. 1919, pl.
Fototeca del Museo del Muelle Branly,
XIII: 6.
9284, dibujado por François Désiré Roulin.
Fototeca del Museo del Muelle Branly, 182 Como la del Museo de
3. Placas colgantes en las manos. Algunas figuras, casi exclusivamente las femeninas, se
muestran con barras en las manos –una larga o dos cortas, una para cada mano– de las que
cuelgan elementos, especialmente placas circulares o rectangulares, pero también aves. En la
tabla 9 observamos que este tipo de objetos se concentran en figuras femeninas sentadas en tabla
y en figuras masculinas erguidas.
Masculina Femenina
Sentada en tabla Peabody Museum, 2004.24.25676B.
Museo del Oro de Bogotá, 3285.
Museo Etnográfico de Berlín, VA 16959.
Comisión Corográfica, n.º 14[1]180.
Tesoro de Antioquia (Créqui-Montfort et al.
1919, pl. XIII: 6).
Sentada en taburete
Erguida Liborio Zerda, 1883, p. 38 (véase
también Fototeca del Museo del
Muelle Branly, 9283).
Museo del Oro de Bogotá, 6416.
La representación femenina que forma parte del Tesoro de Antioquia181, sentada sobre
un pedestal o tabla curva, es la única que hemos reconocido que presenta el doble atributo de
poder y fertilidad, por un lado las cuatro espirales en cada mano y además una barra entre
ambas, con argollas para colgar seguramente placas. En realidad, otras figuras182 presentan
también argollas en la parte inferior de los tallos de las espirales, de las que supuestamente
penderían placas o aves.
121
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
¿Qué significado tienen estas barras? ¿Quiénes las portaban y por qué? En la provincia de 183 Por ejemplo, 3285 y 6416 del
Museo del Oro, Museo
Arma, fray Pedro Simón ([1627] 1981, t. V: 319) describió a un «cacique viejo, barbudo, con una Etnográfico de Berlín VA 16959,
olla de presente llena de oro, y otro indio principal, mozo, con una vara con muchos platillos Peabody Museum
2004.24.28157A.
colgados de ella del mismo metal», que salió de paz a la llegada de los españoles, señalando así la
184 El cacique del Museo
importancia que tenían como representantes de su comunidad. La imagen de este «indio principal Etnográfico de Berlín (VA 11429)
mozo» que «sale a recibir» a los españoles parece corresponder con la simbología de estas figuras, muestra un cinturón de tres
bandas con incisiones verticales
que nos sugiere que se trata de un elemento de presentación y respeto vinculado con el cacicazgo, que parecen separadores de
quizá un tipo de estandarte que identifica rango, linaje o población. El detalle del texto en relación collar, similar al del cacique
masculino sentado del Museo de
a la juventud del personaje que porta la vara de oro también es significativo para comparar con Bremen (Raddatz 1980, fig. 98).
En este caso, curiosamente el
estas figuras quimbayas. cinturón se ata por delante,
dejando colgar dos hilos
rematados en borlas, similares a
Aunque nos alejamos espacial y temporalmente de la zona quimbaya clásico, es muy sig- las del atado del collar en la
nificativa una cita de Fernández de Oviedo sobre los indios cueva en relación con el uso por parte espalda de otras figuras.
185 En este ejemplo está señalado
de señoras principales de barras de oro en las que colgaban aves, aunque su interpretación quizá
por una doble incisión bajo el
no sea la misma que proponemos: ombligo, como se aprecia en el
3285 del Museo del Oro.
E las señoras espaves, que son mugeres muy principales, por adornamento é porque
las tetas (de que mucho se precian) estoviessen altas é más tiestas, é no se les caygan, se
ponian una barra de oro atravessada en los pechos, debaxo de las tetas, que se las levanta,
y en ella algunos páxaros é otras figuras de relieve, todo de oro fino: que por lo menos
pessaba çiencto é çinqüenta é aún dosçientos pessos una barreta destas. / Esta invençion
destas barras de oro, para levantar las tetas, es primor é usanza de las mugeres principales
del golpeo de Urabá: las quales mugeres van a las batallas con sus maridos, é tambien
quando son señoras de la tierra é mandan e capitanean a su gente. Demas de las barras
que he dicho, usan muchas águilas é patenas de oro, assi las mugeres como los hombres,
y hermosos penachos [...] (Fernández de Oviedo [1557] 1853, cap. XXVI: 126.)
En realidad, estas barras parecen de nuevo corresponder con emblemas de poder, asocia-
dos a la familia o linaje, y en ellas las aves juegan un papel esencial. Aparentemente Oviedo
sugiere que las mujeres van a la guerra y capitanean a su gente portando estos elementos, con lo
que se evidencia que no se trata de un adorno para realzar los pechos como él mismo interpreta,
sino un claro símbolo de poder aglutinador o identitario utilizado en ocasiones especiales, como
la guerra.
Parece ser que, a pesar del escaso número de objetos con los que contamos para poder
realizar una comparación, la mayor parte las figuras que portan elementos en las manos183 –placas
circulares o cuadrangulares colgando de las manos o de barras– están sentadas en las tablas
curvas, y casi todas estas son femeninas, aunque se identifica algún varón en posición erguida con
barras de oro. En todo caso, no hemos reconocido ninguna figura con este atributo que haya sido
representada sobre los banquitos, por lo que estarían reflejando dos conceptos diferentes o dos
rituales o fases ceremoniales distintas.
¿Hay que interpretar las espirales en el mismo contexto que las barras que sostienen los
caciques, siendo ambos elementos señal de procedencia o linaje? En este caso, estamos ante
representaciones de linajes/grupos diferentes, que nos permitirían relacionar unas figuras con
otras y buscar nuevas interpretaciones más allá del simbolismo de poder.
122
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
que se cubren las partes vergonzosas, asidos por un cordel, que traen atado por la cintura» (Cieza 186 Algunas de las líneas incisas
horizontales que se reconocen
de León [1553] 1984, cap. XII: 103). Es curioso que el cinturón186, prenda claramente masculina, sea sobre el vientre en las
también portado por mujeres, lo que debe ponerse en relación con otros atributos de estatus o representaciones de ambos sexos
(masculinas en los casos del
poder, como el banco, el consumo de alucinógeno o la similitud de adornos entre los géneros. ejemplar del Museo Británico
Am1889,1001.1 y en MAM 17452, o
femeninas en el caso de las
figuras del Museo de Bellas Artes
de Houston, la O00382 del Museo
Fertilidad, mujeres embarazadas y sexualidad. La trasmisión del linaje del Oro o las SA2752 y SA2751 del
Penn Museum) quizá representa-
ran también hilos o cinturones
Como se ha indicado, una de las figuras del Tesoro representa una mujer embarazada. Sin embargo, simples, pero dado que en la
parte posterior de estas figuras
resulta curioso que, a diferencia de otras representaciones femeninas, en este caso no se ha exa- no se aprecia la continuación de
gerado la vulva. Podemos suponer por tanto que la «vulva resaltada» no es un atributo vinculado esta incisión ―que sí es evidente
en otros elementos, como los
a la mujer en sí misma, sino que pretende señalar un estado existente en un momento concreto, collares, por ejemplo―,
en el que es necesario destacar la fertilidad, pero que en este caso es evidente por su estado de pensamos que se trata más bien
de pliegues de la piel o incisiones
gravidez. ¿Entonces estas figuras antropomorfas están representando personajes específicos en que remarcan el triángulo genital.
123
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
momentos o estados concretos? ¿En qué situación se podría pensar en una vulva sobredimensio-
nada? ¿O una figura embarazada?
Es evidente que la figura femenina guarda relación con la fertilidad pues es receptora o
generadora de vida, y la vulva se resalta en este caso como vehículo para la misma. Probablemente
su sobredimensionamiento sirva para indicar el estado de fertilidad, la madurez gestante de la
mujer, la capacidad de engendrar vida. La vulva de algunos animales aumenta considerablemente
de tamaño en momentos de celo, indicando la receptividad de la hembra, así como el momento
preciso de fertilidad. En el caso del ser humano, al no estar condicionada la reproducción a unos
períodos de celo estacionales no resulta tan evidente la modificación anatómica, si bien parece
que se produce una hinchazón durante la ovulación. Lo más probable es que a través de este
aumento de la vulva se pretenda reflejar el cambio fisiológico producido entre la infancia y la
madurez, el desarrollo físico de la capacidad de generar vida.
124
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
La parte complementaria de la vulva sobredimensionada correspondería con el pene en 187 Fray Pedro Simón ([1627] 1891,
parte II, 3.ª noticia, cap. 5).
erección de la figura del varón, precisamente también como generador de vida. Varias representa-
188 Fernández de Oviedo ([1557]
ciones masculinas del Tesoro, ya estén sentadas o en pie, muestran el pene erecto o semierecto 1853, parte II: 121, 128). También
(figuras 41a, 41b y 42), lo que resulta evidente también en las otras representaciones masculinas, como Fernández de Piedrahita ([1688]
1942, t. I, lib. II, cap. V: 49)
la del Museo Etnográfico de Berlín (n.º 11429). describe la sucesión al cacicazgo
entre los Muiscas: «al sobrino a
quien llamaba la sucesión le
Parece razonable pensar que tanto la vulva sobredimensionada como el pene en erección criaban desde pequeño en un
se vinculan con la fertilidad, pero no en cualquier momento, sino expresamente cuando la persona templo con todo recogimiento,
asistiéndole guardas que le
ya es considerada un miembro activo de la comunidad, maduro, fértil y productivo. Y en el caso de celasen y registrasen las
acciones; no le consentían ver el
estos caciques, además como elementos esenciales que garantizan la fertilidad y la regeneración sol, prohibiéndole comer sal y
de las cosechas y la comunidad. Aunque no deja de ser una hipótesis más, es posible que nos comunicar mujeres [...]».
encontremos ante representaciones de figuras que participan en las fases finales de rituales de
iniciación, y en concreto caciques que se convierten de esta forma en los «herederos legitimados».
En el ritual que realizaban los muiscas, según describen los cronistas187, la primera fase consistía en
la reclusión del neófito, ya fuera sacerdote o cacique, pues ambos compartían el mismo tipo de
iniciación188. Durante esta etapa, que podía durar hasta seis años, le ocultaban del sol, realizaban
rituales de ayuno y sobre todo un aprendizaje continuo de gestos, frases, usos de elementos cere-
moniales, etc. También se realizaba entonces la perforación de orejas y nariz, que evidencia una
relación con el rito de paso a la madurez. ¿Será este el momento en el que se cambian los aretes
del perfil de las orejas por orejeras en los lóbulos? Evidentemente, como todo rito de transforma-
ción, este período culminaba en una gran ceremonia pública, una fiesta en la que se daba a
conocer a la nueva persona social. Pensamos que quizá estos recipientes de oro, que están mos-
trando personas jóvenes en plenitud sexual, fueran parte de los ajuares recibidos por los nuevos
caciques o herederos en estas ceremonias públicas, y representan este momento concreto –que
en algún caso se habría producido con su protagonista embarazada–, siendo conservados y utili-
zados en otras ceremonias durante el resto de sus vidas. El fin último de este ajuar, utilizado en
ceremonias y conservado hasta el fallecimiento, que se iría complementando con otras piezas o
elementos, sería el de contener las cenizas del difunto y su transferencia a los herederos... El mismo
objeto es principio y fin del cacique.
Otros detalles de estas representaciones que nos inducen a considerar que se trata del
momento de iniciación de caciques es que todos los personajes representados muestran unos
atributos muy similares, apenas hay diferenciaciones de estatus entre ellos, ni entre hombres y
mujeres (mismos tocados, mismos adornos, mismos gestos y posiciones, etc.) Es cierto que proba-
blemente se trataría de cacicazgos incipientes, y por tanto no existirían grandes discrepancias.
Solo los tatuajes sirven para diferenciarlos –o la situación de embarazo–, lo que nos remite a dife-
renciaciones más personales que de estatus. Que las figuras antropomorfas quimbayas represen-
ten fases del ritual de iniciación explicaría también los símbolos de fertilidad, los senos incipientes,
la vulva exagerada, ciertos tatuajes y pinturas faciales, la ausencia de cabello –el corte de cabello
es otro de los rasgos del rito de iniciación (Gutiérrez Usillos, 2011)–, la desnudez, quizá incluso la
circuncisión –que se aprecia en algunas representaciones–. Parece además que el mismo ritual era
realizado, en el caso de los caciques al menos, tanto para los hombres como para las mujeres.
Incluso en estas ceremonias se realizan perforaciones en orejas o nariz para colocación de orejeras
y narigueras.
Y estaríamos hablando únicamente de las iniciaciones de los caciques herederos del linaje,
en los que se aunaría la edad de madurez con la legitimidad de su posible cargo. Si estas figuras
hubieran pretendido representar caciques en el momento de su muerte, probablemente habrían
tratado de reflejar atributos diferenciadores: el rango obtenido, las redes de poder, cicatrices,
rasgos anatómicos más precisos, etc. Esta hipótesis explicaría la reutilización de este tipo de
objetos, elaborados para otros rituales y conservados y utilizados por el propietario hasta su falle-
cimiento. Y permitiría explicar que hubiera una falta de correlación entre los adornos representa-
dos y los encontrados.
125
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
el sustento de la comunidad. La legitimación de este poder fertilizante se realizaría constante- Fig. 43: Detalle del Casco
mente a través de símbolos y ceremonias en las que se procuraran resaltar los atributos sexuales, MAM 17428. Fotografía de
Tomás Antelo. Archivo Museo
la imagen de fertilidad y la legitimidad de su cargo y poder. La presencia de una figura femenina de América.
embarazada en este complejo tampoco es de extrañar. Las relaciones sexuales pueden ser previas
al rito de paso de pubertad y generar un embarazo, como sucede en las representaciones de los
ritos de iniciación femenina de la cultura jama-coaque (Gutiérrez Usillos, 2011).
[...] los hijos heredan a los padres en el señorío y en las casas y tierras; faltando hijo, lo
hereda el que lo es de la hermana, y no del hermano [...] según yo oí a muchos naturales
dellas, que es causa que los señoríos o cacicazgos se hereden por la parte femenina y no
masculina. (Cieza de León [1553] 1984, cap. XIX: 126.)
Los cascos fueron considerados por Vedovelli (1890) como «mitras», acorde a su interpretación de
todo el conjunto como «tesoro sacerdotal». Restrepo Tirado (1892a: 32) consideraba que los cascos
126
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
eran utilizados por los caciques en los consejos, pero también los emplearían en batallas. Aunque 189 En el Museo Británico
(Am,+.342), en el Museo
parece que no se recuperaron armas en las tumbas quimbayas, habría que tener en cuenta que Etnográfico de Berlín (VA 14617) y
buena parte de ellas, si no todas, habrían sido realizadas con materiales perecederos, por lo en el Museo de Bellas Artes de
Houston (http://www.google.
que quizá no se conservaron, o no tuvieron interés para los huaqueros. com/culturalinstitute/
asset-viewer/headdress/
rwEhOISBlyejlg?projectId=art-
Según las crónicas, diversas culturas del área intermedia acudían a la guerra cubiertas de project).
adornos de oro, como expresión de poder frente al enemigo. Robledo ([1540] 1926) menciona para 190 Véase Gutiérrez Usillos 2011.
la provincia de Arma cómo «salieron de guerra a recibir a los españoles muchos indios, con arma- 191 Como se aprecia en MAM
duras de oro é coronas, é patenas que relucían todo el campo». 17429 y 17430, Museo Etnográfico
de Berlín VA 14618, Museo
Británico (Am,+.343) o en Museo
del Oro de Bogotá O32933
Uno de los cascos del Tesoro (MAM 17428, figura 43) muestra dos representaciones femeninas (https://www.google.com/
en relieve y su similitud con las imágenes de otros objetos del ajuar –en concreto las botellas con- culturalinstitute/beta/asset/
helmet/CwFlTZrah7R2wg?hl=es).
tenedoras de ceniza– nos hace pensar que se trataría de tocados ceremoniales que se emplearían
conjuntamente con los otros utensilios, más que cascos de guerra, independientemente del sim-
bolismo que los ajuares de oro pudieran haber tenido en situaciones bélicas.
Otro caso curioso es el de la botellita del Metropolitan Museum (1979.206.776) en cuyo lateral
se muestra una figura femenina con cinturón, diadema en la frente y colgantes discoidales en los
pezones (similares a los que se aprecian en las figuritas jama-coaque)190. Presenta las manos
alzadas a la altura del cuello, no tan elevadas pero de composición muy similar a las figuras de los
cascos. Por tanto, se trata de iconografías intercambiables y complementarias entre los cascos y las
botellas, si bien hay un patrón preferente, al menos en los objetos conservados que hemos podido
revisar, de representación de figuras femeninas con manos en la cintura en las botellas y con manos
alzadas en los cascos, dos gestos que posiblemente formaran parte de un mismo ritual.
En varios cascos se repite un diseño geométrico decorativo, una especie de doble T en los
laterales191, o una T y una figura antropomorfa en el opuesto, enmarcando la cresta central en
relieve que secciona el casco por su eje. En el interior de algunas de estas T se han repujado figuras
geométricas estilizadas, repitiendo un esquema similar: en la parte superior un círculo con un
botón central separado por una banda excisa. A juzgar por su posición, lo más destacable de esta
decoración sería un elemento trapezoidal dividido por una excisión vertical que centra el diseño,
rodeado de cuatro círculos o espirales alrededor. Aunque hay ciertas variantes (como MAM 17429, o
el ejemplar del Museo Británico), los cascos del Museo de América (MAM 17430) y del Museo
Etnográfico de Berlín (14618) muestran el mismo diseño. Evidentemente se trata de un diseño
geométrico simétrico cuyo significado no podemos interpretar por el momento. Si tenemos en
cuenta que algunos cascos muestran figuras femeninas desnudas, quizá estos diseños podrían
interpretarse como esquematizaciones de la propia sexualidad femenina, o del concepto que
estas transmitieran, reemplazando a la figura femenina erguida en su significado.
Todos los cascos presentan pares de orificios dobles en el borde inferior. Es posible que se
ataran los cascos «a modo de barboquejo», como aclaraba Lavachery (1929: 83); sin embargo, esto
127
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
contradice realmente la disposición que el mismo autor supone, «de tal modo que la cresta central 192 Museo Británico Am,+.343;
Am1910.1202.1; con figuras
prolongaba la línea de la nariz», porque estos orificios unas veces se encuentran bajo los extremos femeninas, Am,+.342, MAM 17428.
de la cresta192 y otras no, disponiéndose en este caso en perpendicular a la línea de la nariz y no 193 Según Bray (1989: 10), «varillas
como continuación de la misma. Así que, o bien unos cascos se colocaban con la cresta en línea para cal de oro del estilo yotoco
forman parte del famoso “tesoro
con la nariz y otros en transversal, o bien estos orificios de los laterales cumplían con alguna otra de los Quimbayas” desenterrado
función. En el caso del casco MAM 17428, se trata de una cuádruple perforación, con otros orificios cerca de Filandia en 1891».
visibles entre las piernas de la figura, que parece más adecuada para insertar un remache y por
tanto para incorporar algún elemento añadido que seguramente se dispondría colgando, porque
de lo contrario taparía la figura.
Podemos tratar de establecer una división formal en los cascos para intentar dilucidar de
nuevo cuáles se recuperaron en una tumba y cuáles corresponderían a la otra. El ejemplar de casco
más sencillo en decoración es MAM 17432, que además contiene un mayor porcentaje de cobre (30
% según Perea y Rovira, «El orfebre quimbaya»), por lo que se encuentra en peor estado de conser-
vación. El otro casco que quizá pudiéramos incluir en este primer conjunto sería el MAM 17428, que
muestra dos figuras femeninas a los lados, por tratarse de un tipo diferente del resto. En el otro
grupo incluiríamos los tres cascos con decoración adicional de repujado de puntos y líneas (MAM
17428, 17430 y 17434) y la corona repujada. Contando de nuevo, encontramos una división entre dos y
cuatro individuos.
La representación de figuras tampoco muestra el uso de este tipo de objetos. El tocado con
el que se representan los hombres y mujeres muestra las sienes al descubierto. Parece tratarse más
bien de una pieza rectangular pequeña y corta, ajustada a la frente, e incluso podría tratarse de un
corte de cabellos, lo que se relacionaría de nuevo con el rito de iniciación.
La corona o diadema
Parece que originalmente este objeto no estaba montado en la forma que se encuentra en la
actualidad. La descripción de Gonzalo Ruiz Ramos en el grupo número 9 (véase «Biografía del Tesoro
Quimbaya») no deja lugar a dudas. Al comparar este objeto con una ínfula (tiras o cintas anchas que
caen por la espalda), sugiere que la lámina apareció sin cerrar, lo que refuerza la indicación de que
«indudablemente arreglaban superponiendo el uno [extremo] sobre el otro», si bien la fotografía
del catálogo de Vedovelli (1890) muestra ya el objeto en la forma que vemos hoy en día, por lo que
el montaje debió realizarse poco después de su hallazgo. Los orificios permitirían ajustar el tamaño
de la diadema adaptándolo al tamaño de la cabeza, aunque también se ha sugerido que se trate
de un cinturón.
Los círculos concéntricos representados a pares en este objeto que reposaría sobre la
cabeza del personaje, quizá junto con un penacho o un adorno frontal similar al del Museo del Oro,
sugieren una simbología solar, que se refuerza con el propio color del oro. Esta es la interpretación
que se ha venido dando a los tocados de cabeza y en general al brillo de los objetos de oro, el color
amarillo y el reflejo de la luz.
¿Incensario o poporo?
La función de este objeto (MAM 17454, véase la figura en el catálogo) ha sido malinterpretada desde el
momento de su hallazgo. Los vanos apreciables en el rostro se han considerado como «respirade-
ros» para permitir la salida de humo y por tanto se le asignó la función de incensario. Restrepo
Tirado (1892a: 14) incluso sugiere que en su interior se quemaban pequeñas hojas de una planta
de flores blancas y negras. Coincidimos con la interpretación de Cuesta y Rovira (1982: 54), quienes
afirman que no se trata de un pebetero sino una cabeza-recipiente para contener cal, y los huecos
en ojos y boca debían haber estado cubiertos con pasta, concha o piedras incrustadas, convirtién-
dose así en otro recipiente con tapadera.
128
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
Si comparamos su volumen en relación con los otros poporos, parece un recipiente 194 Otro palillo similar al MAM
17421, con una cresta sobre el
pequeño, pero más apropiado para llevar colgado al cuello, suspendido por las argollas que tocado, se puede ver en el
presenta en los laterales. Es posible que, en origen, no contuviera cal, ni cenizas, sino otro tipo de Museo de Bellas Artes de Boston
(n.º 2003_774), y otros similares a
sustancias. Probablemente, otros alucinógenos debieron utilizarse en la cultura quimbaya, no estos en el Metropolitan Museum
solo la hoja de coca masticada. (67.249.3) y el Museo del Oro de
Bogotá (O00026, O03453, O04252,
O05234, O05759, O05853, O05910,
O16314), todos ellos atribuidos a
la cultura calima-yotoco.
Palillos para la cal... Personajes yotoco en el contexto quimbaya
Los palillos para cal han sido interpretados anteriormente como cetros o insignias (Cuesta y Rovira,
1982: 54), lo que ha dado lugar de nuevo a cierta confusión sobre su uso. Estos palillos tienen
relación con los poporos, pero como estos no contienen cal, sino ceniza, debemos interpretar
también el consumo de cenizas de ancestros como parte de rituales de consumo de coca. Las
cenizas de huesos contienen carbonato cálcico, aunque su componente principal sea el fosfato
cálcico.
– 4 antropomorfos: MAM 17421, 17449, 17450 y 17462 (véanse las figuras en el catálogo).
– 2 zoomorfos: MAM 17448 y 17461(véanse las figuras en el catálogo).
– 3 geométricos: uno rematado por un cascabel (MAM 17419, véase la figura en el catálogo) y otros
dos con cabezal plano deformado (MAM 17423 y 17463, véanse las figuras en el catálogo).
Desde el punto de vista iconográfico, en los remates de estos palillos destacan dos tipos de
personajes antropomorfos, uno enmascarado y otro ataviado con un tocado con penachos, cada
uno de ellos con atributos o adornos específicos, pero que aun así evidencian características
comunes, como la presencia de animales en la espalda o un tipo de objeto que podría ser un cetro,
bastón o abanico abierto en V.
a) Personajes enmascarados
Tres de los palillos para cal del Tesoro (MAM 17421, 17449 y 17450, véanse las figuras en el catálogo)194
muestran en el cabezal la representación de un personaje antropomorfo erguido, aparentemente
masculino, y con los siguientes elementos de adorno:
– Una máscara o más bien un casco que cubre la cabeza al completo, y presenta aberturas
horizontales simples, a modo de ranuras rectangulares, para ojos y boca.
– Un tocado sobre la máscara/casco que muestra un remate frontal en forma de triángulos
sobre la frente y dos prolongaciones rectangulares que caen a los lados de la espalda. En otros
ejemplos, el remate es escalonado, más alto en la parte de la frente, y se aprecia un penacho o
cresta que se levanta recto en la parte frontal pero que cae por la espalda abierto (en forma de U).
Hay un tratamiento diferencial del color, entre la máscara –dorada– y el tocado –más cobrizo– y de
nuevo el penacho –dorado.
– Brazos tatuados, con líneas paralelas alrededor de cada brazo (MAM 17450). En otras oca-
siones se distingue el tatuaje romboidal, con líneas cruzadas diagonalmente en los brazos (figuras
8 y 9 en Pérez de Barradas 1954), que se extiende desde la parte inferior de los hombros hasta el
antebrazo.
129
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
– Grandes orejeras en forma de argolla, distintas de las orejeras de carrete o las pequeñas 195 Un ejemplar de conejo parece
identificarse sobre la espalda de
anillas de las representaciones quimbayas. la figura que se representa en el
– Faldellín atado a la cintura, en el que destaca un cinturón con decoración de esferas per- cabezal del alfiler n.º 5910 (lam.
285, Pérez de Barradas 1954,
foradas del que cuelgan tiras en forma escalonada, más cortas en el centro. Calima, láminas).
– Un bastón cilíndrico, largo –que llega hasta el suelo– y decorado con incisiones diagona- 196 Objetos similares proceden de
les en forma de rombos que dejan una o varias partes libres de decoración. El bastón se sujeta por Chaparral, Tolima (Museo del Oro,
5919 y 6063, según Scott 1989:
la parte superior. En la cultura calima se han definido forros de oro para bastón (Pérez de Barradas, 225), entre otros.
1954, lámina 30, n.º 3810) posiblemente similares a los que utilizarían estos personajes.
– En dos de los ejemplares (MAM 17421 y 17449) el bastón se sujeta con una mano, y en la otra
el personaje lleva un cetro o abanico con remate abierto. Este objeto es idéntico al que presenta el
siguiente personaje identificado. La forma del objeto varía ligeramente, en general se trata de un
mango cilíndrico que se sujeta con la mano cerrada, y en la parte superior se remata en forma de
medio círculo –con decoración dentada–, un trapecio invertido –con decoración en bandas o liso–
o formas más complejas.
– Uno de los rasgos de estas figuras masculinas es que portan un animal en la espalda, lo
que parece frecuente en la iconografía del suroccidente colombiano, pues también se reseña para
la cultura malagana (Legast, 1993: 48). Según Scott (1989: 228), se trata de una ardilla o un roedor y
enlazaría con la iconografía del álter ego en San Agustín. Por su parte, Anne Legast (1993: 88 y ss.),
en su estudio sobre la fauna representada en el material calima, en relación al palillo del Museo del
Oro (MO 5226) señala un personaje antropomorfo similar a estos que lleva un animalito identificado
como álter ego, con rasgos esquemáticos como el hocico alargado, las orejas grandes y ovaladas,
y la cola, cuando se representa, es tupida y encorvada. Algunas imágenes de los objetos que
muestra Pérez de Barradas195 parecen tener largas orejas y cuerpo rechoncho, lo que encajaría más
bien con un conejo (Sylvilagus brasiliensis). En todo caso, parece que se trata de un mamífero
pequeño, que podría variar en función del personaje.
Estos personajes se corresponden con el Tipo ICON4 que define Warwick Bray (1992: 116 y
nota 32), quien, siguiendo a Reichel-Dolmatoff, sugiere que los bastones que portan estas figuras
podrían ser similares a los tubos de danza pintados con diseños geométricos de la Amazonía
colombiana. Algunos tubos tienen empuñaduras en bucle cerca de la parte superior, rasgo que se
repite en los palillos. Los danzantes usan en ocasiones pequeñas mazas con cabezales anchos y
planos, que también se utilizan en ceremonias más que en la guerra, y que se corresponderían con
el objeto que portan los personajes de los palillos en la otra mano.
Podemos establecer también una relación entre varios objetos del Tesoro y estas represen-
taciones iconográficas:
– Dos argollas (MAM 17412 y 17413, véase figuras del catálogo) que han venido siendo interpretadas
como pulseras o brazaletes (Catálogo 1985: 82), pero que serían colgantes para las orejas. Son simila-
res a las que se observan en diferentes representaciones calima y muy parecidas a otras tres
argollas encontradas en el municipio de Restrepo (Museo del Oro, n.º 3811-3813), que Pérez de Barradas
(1954: 80) sugiere que podrían pertenecer a los quimbayas a pesar de su procedencia (Scott, 1989:
225-26).
– Dos colgantes anteriormente identificados como patenas o platillos (MAM 17400 y 17401,
véase figuras del catálogo) recuerdan también a los discos o patenas196 que cuelgan de las orejas de
algunos de estos personajes. Pérez de Barradas (1954, Calima, láminas, lam. 237, n.º 5919 y 6063)
muestra unos «platillos de orejeras» muy similares procedentes de Chaparral, Tolima. Y John Scott
(1989: 225) identifica un palillo yotoco (Museo del Oro, n.º 5234) con orejeras de platillo parecidas
a las que se conservan en el Tesoro. Aunque se ha sugerido la posibilidad de que el dorado de una
de las caras de estas patenas fuera perdiéndose con el tiempo, resaltando el color rojizo por la
sucesiva limpieza de esta parte, en realidad, desde su hallazgo ya se menciona que «los tres plati-
llos números 57, 58 y 61, así como la corona número 121, están dorados por el revés, y se ven
rojizos por un lado y amarillos por el otro» (Restrepo Tirado, 1892a: 59).
Estos colgantes, así como los palillos en general, demuestran una intensa relación comer-
cial e ideológica con la zona calima (Pérez de Barradas, 1966: 82 y lám. VI).
130
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
Otro de los palillos del Tesoro (MAM 17462, véanse las figuras en el catálogo) representa un perso- 197 Es similar a otros ejemplares
―completos― que se conservan
naje , aparentemente masculino, que porta en cada una de las manos un par de objetos muy
197
en el Museo de Arte de Cleveland
interesantes. En la mano derecha del ejemplar del Tesoro, deformado por la «muerte ritual», se (1957.22 y 1847.30), el Museo del
Oro de Bogotá (O05962 y O06432)
aprecia un mango para un objeto con remate superior bicónico o abierto en V, y en la izquierda un y el Museo de Bremen (Raddatz
bastón en forma de doble ojiva con un estrechamiento en el centro por donde se sujeta. Este 1980, fig. 45), todos ellos
clasificados como Calima.
objeto que porta en su mano izquierda parece una espada doble como las que utilizan los shuar198 Además, Créqui-Montfort et al.
(1919: 527-528 y pl. V: 4, 5 y 6)
o el bastón de mando noamá199. publican otro más de la colección
M. Frandin. Todos ellos muestran
los mismos atributos: tocado,
El tocado semicircular ajustado a la cabeza se remata con un penacho en forma de doble bastones y cetros en las manos,
U. En la parte posterior lleva una especie de cola en ángulo rematada en una forma de copa cónica. orejeras, etc.
198 Un ejemplar de este tipo
En la espalda, el personaje descrito por Créqui-Montfort et al. (1919) se muestra también cargando
puede verse en el Museo de las
un animal, posiblemente un felino. Culturas del Mundo de Suecia
(2013.10.0012). Se trata de una
doble daga, del grupo shuar del
El ejemplar del Museo de Arte de Cleveland200 presenta claramente una nítida división río Macusara, Ecuador, que mide
unos 30 cm de largo. Consiste en
intencional de color en el alfiler, cobrizo arriba y dorado abajo. Esta diferencia de color la aprecia- un cilindro central protegido y
mos también en algunos de los alfileres del Tesoro, aunque pensamos que quizá en este caso se adornado con plumas y
rematado por ambos extremos
deba al uso; teniendo en cuenta que la parte inferior es más cobriza, es posible que estos alfileres en forma ojival apuntada.
hubieran sido tratados para resaltar el oro de la composición, y que al introducir en la cal o la 199 https://coleccionetnograficai-
ceniza y chupar con saliva la parte inferior, fuera apareciendo el tono más cobrizo, al igual que en canh.wordpress.com/2014/08/21/
baston-de-mando-noanama/ (31
la zona de sujeción con las manos. de marzo de 2015).
200 Museo de Arte de Cleveland,
A juzgar por el color oscuro y líneas de quebrado en las agujas, parece que se han fragmen- n.º 1957.22.
tado y han sido unidas de nuevo. Quizá la muerte ritual en la cultura calima consistiera en romper
la aguja, pero no en deformar el personaje representado en la parte superior, como se practica en
el ritual quimbaya a juzgar por las evidentes alteraciones de los ejemplares del Tesoro.
131
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
Resulta curioso también que el adorno en la parte superior del alfiler, de botones y bandas
excisas cruzándose para formar círculos, se repita en todos los ejemplares, como si existiera un
patrón claramente definido de decoración de este tipo de objetos y que nos sugiere una produc-
ción calima, con la importación de estos objetos desde la cultura meridional (Pérez de Barradas,
1966: 63).
¿Quiénes son estos personajes representados? Sus atuendos –orejeras– de nuevo difieren
de los quimbayas. La similitud con calima nos hace pensar más bien en un personaje de esta
cultura. Quizá se trate de seres míticos o de danzantes, o más probablemente de chamanes en el
papel de un personaje mítico enmascarado.
¿Cómo interpretar la importación de este tipo de ajuar desde otra cultura, en el contexto
de una producción orfebre ya de por sí excepcional? Si las botellas o poporos son producción
quimbaya y los alfileres que se utilizan con ellas, en general, son importados de la región calima,
¿tendría esto alguna relación con la organización social e incluso con el sistema de parentesco? Es
posible que el pensamiento quimbaya no hiciera la misma relación entre masculino (alfiler) y
femenino (poporo) que los koguis contemporáneos, pero resulta curioso que este tipo de producto
se importe y se «mate» ritualmente, algo que quizá tenga relación con un vínculo entre las élites
quimbaya y calima. En todo caso, la presencia de objetos exóticos estaría reforzando la idea de la
red de poder del cacique que los poseía.
Dos de los palillos para la cal del Tesoro están rematados por figuras zoomorfas que representan
diferentes aves en estado de reposo. A diferencia de las representaciones habituales de aves en
132
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
el ámbito colombiano, con alas explayadas y un simbolismo en relación con el vuelo del chamán, 201 Otro objeto similar se
encuentra en el Field Museum de
en este caso la interpretación es otra diferente, de nuevo también vinculada con la producción Chicago (n.º 6911), mostrando
calima. cómo el águila captura a un
monito ubicado sobre otra pareja
de monos.
202 Por ejemplo, en el
Desde el punto de vista simbólico, el águila sería el opuesto complementario del anfibio
(rana), en un binomio relacionado con la estacionalidad y el clima –la lluvia simbolizada en la
rana, frente al sol que representan las aves–. Importante diferenciación para los ritos agrícolas que
se desarrollen en las diferentes estaciones en relación con la siembra o la recolección de los frutos
(Gutiérrez Usillos, 2011).
Es indudable también la vinculación de este objeto quimbaya con otros palillos clasificados
como calima-yotoco202. Curiosamente esta águila se muestra posada en casi todos los casos, sobre
un ser de apariencia monstruosa, con una gran cabeza ovalada que evidencia lo que parece una
enorme boca dentada –o quizá un collar–, con un doble penacho que repite también el esquema
de la propia ave, y que carece de cuerpo, pues de la cabeza surgen patas y brazos. En el caso de la
figura del Museo Etnográfico de Berlín parece más claro que la figura monstruosa está formada por
dos animales estilizados, con las colas erguidas y unidos simétricamente por el dorso. En las otras
también parece que podría encontrarse el perfil de un par de animales sentados espalda contra
espalda y unidos por la cabeza. La relación del águila con el mono como presa nos hace pensar que
quizá este «monstruo» sobre el que se posa tenga su base biológica en un primate.
¿Qué significado puede tener la representación reiterada de un águila sobre este ser mons-
truoso probablemente mítico, en un alfiler para chupar la cal –o las cenizas de los difuntos– y en el
contexto de la legitimación de los caciques? Más allá del simbolismo general en torno a la estacio-
nalidad, las águilas se interpretan también como símbolos de filiación clánica o tribal (Langebaek,
1989-1990: 218), lo que de nuevo encajaría con la interpretación general del Tesoro.
Paujil
El otro remate de palillo en el que se reconoce un ave es el MAM 17448 (figura 45), que se
puede identificar como paujil (Crax sp.), del que se conservan formas muy similares en otros
museos203. La cabeza del paujil se caracteriza por una cresta de plumas rizadas, que se muestran
claramente representadas en estos ejemplares. Los ojos son redondos y grandes, con dobles
círculos y lateralizados. Destaca también la larga cola, y las patas se posan en el suelo, en lugar de
representarse como garras como en el caso de las águilas. En este objeto se aprecia el uso de la
133
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
doble coloración, más rojiza en la cresta y alas y más amarilla en el cuerpo y cola, bicromía que se Fig. 46a: Cuenta de collar en
extiende al resto del palillo. El objeto ha sido matado ritualmente, deformando el pico y la cola, así forma de rana tipo 1 (MAM
17403). Fotografía de
como la base circular sobre la que se asienta. Joaquín Otero. Archivo
Museo de América.
La descripción de fray Pedro de Aguado sobre estos crácidos es esclarecedora: «Tanbien se
Fig. 46b: Cuenta de collar en
hallan paugies, que son, como atras e dicho, vnas aves poco mayores que gallos y todos negros. El forma de rana tipo 2 (MAM
macho es mas galan que la hembra; tiene vnas pequeñas barbillas coloradas como las de vn gallo 17467). Fotografía de
y por cresta vna corona de vnas pequeñas plumas negras que luzen muy bien, y las puntas dellas Gonzalo Cases Ortega.
Archivo Museo de América.
todas rretorçidas para adentro, que le hezen tener forma de corona. Otros hay que, como atras he
dicho, tienen sobre la cabeça una piedra azul, mas alta que la cresta de un gallo. Críanse y andan
continuo por arcabucos o montañas [...] andan siempre juntos macho y hembra y jamas se aparta
el vno del otro [...] Hazen sus nidos en altos árboles donde ponen dos huevos azules [...]» (Aguado
[1581] 1916, t. II: 179 y 180).
En todo caso, vemos cómo el tipo de animales representados en los palillos para cal son
aves, frente a otro tipo de animales que se eligen preferentemente para los collares. Que exista
esta diferenciación iconográfica entre el tipo de objeto y la iconografía elegida para ilustrarlo,
obviamente, no es algo casual.
De anfibios e insectos...
Hay dos tipos de animales que se representan de forma reiterativa en las cuentas de los siete collares
del Tesoro, y ambos guardan en común una vinculación con la transformación o la metamorfosis.
Por un lado identificamos anfibios, y por otros insectos. Hay que recordar también, como señalaba
Scott (1989: 223), la semejanza entre las cuentas de collar quimbayas y las calima-yotoco y tolima.
Ya advertía Pérez de Barradas (1966: 27): «No se extrañe el lector que entre piezas típicamente quim-
bayas mencionemos o describamos otras calimas, como esta totuma, platillos de orejas o alfileres,
ya que en algunas de las sepulturas típicas de La Soledad, aparecieron estos objetos».
Todos los collares figurativos tienen una relación iconográfica bastante evidente, lo que
sugiere que se trata de una plasmación continuada de un pensamiento simbólico, una expresión
semiótica, que se exhibe sobre el cuello y pecho de los quimbayas. Suponemos que estos collares
se utilizaban en otras ceremonias, aunque no conocemos cuáles serían estas, pero es evidente que 204 Pérez de Barradas (1966, fig.
en el rito funerario jugaron un papel esencial. De hecho, como ya advertimos, el número de collares 27). «Una cuenta de collar en
coincide con el número mínimo de individuos de rango. forma de mantis religiosa se
encontró dentro de una urna
cineraria marrón inciso en el sito
de El Volador, en el valle de
Aburrá.» (Uribe, 2005: 68.)
Ranas y más ranas... 205 Véanse números de inventario
1975.213, 1975.214, 1975.215,
1975.216, 1975.217 y 1975.207.
Es cierto que, a diferencia de otros objetos del Tesoro, las cuentas de collar muestran grados de Otros ejemplos similares, aunque
esquematización mucho más intensos que otros objetos, lo que hace más difícil su reconoci- con ligeras variaciones, pero en
los que se reconoce aún mejor la
miento. No es de extrañar que se hayan ofrecido múltiples interpretaciones sobre estas cuentas, forma de anfibio, pueden verse
confundiendo sus imágenes con perritos de monte, animales fantásticos e incluso con insectos en el Museo Etnográfico de Berlín
(VA 10160, VA 28904).
como la mantis religiosa o maripalitos204. Sin embargo, estas cuentas están representando ranas, 206 Más ejemplos de este tipo se
caracterizadas por una cabeza triangular con dos grandes y abultados ojos lateralizados –uno de encuentran en el Museo de Bellas
los atributos esenciales–; el cuerpo muestra además incisiones que señalan las posiciones de las Artes de Boston (1975.208,
1975.209, 1975.210, 1975.211,
cuatro patas, y sobre todo en los cuartos traseros se reconoce la longitud y posicionamiento en 1975.212). También ranitas
similares se identifican en el
ángulo correspondiente a las ancas de este tipo de anfibios. Además, la cabeza se yergue con Museo Etnográfico de Berlín (VA
respecto al cuerpo, como también es frecuente observar entre las representaciones de anfibios. 10160) y en el Museo de Bremen,
según el catálogo de Raddatz
(1980, figs. 95 y 97).
Atendiendo a los ejemplos de cuentas con forma de rana conservadas en el Tesoro, 207 Museo de Bellas Artes de
podemos hacer una primera clasificación en tres tipos: Boston, 1975.219 y 1975.220.
Otras cuentas similares en el
Museo del Oro de Manizales, en
– El tipo 1 (MAM 17403, números 1 a 7, véase la figura en el catálogo y la figura 46a). De este estilo identi- exposición y en el catálogo de
Raddatz (1980, fig. 96) del Museo
ficamos siete ranitas, que se caracterizan por mostrar el cuerpo redondeado, con las ancas y las de Bremen.
134
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
135
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
patas delanteras muy remarcadas. Todas las cuentas muestran una perforación en cada una de las Fig. 46c: Cuentas de collar en
patas anteriores, en la que se insertaría el hilo del collar, así como una argolla en el extremo dorsal, forma de rana tipo 3 (MAM
17407). Fotografía de
por donde habrían colgado en su momento plaquitas o adornos en cada una de las figuras. De Gonzalo Cases Ortega.
hecho, en las fotografías antiguas se pueden ver un par de ejemplares con estas placas redondea- Archivo Museo de América.
das. Como las argollas están fragmentadas, los restos curvos parecen pequeñas colas erguidas,
por lo que se han interpretado en ocasiones como mamíferos. Estas cuentas en forma de ranas se
distribuyen en el collar alrededor del cuello del cacique, dirigiendo sus rostros hacia él.
Cuentas en forma de ranitas como estas se encuentran también en otros museos como el
Field Museum de Chicago o el Museo de Bellas Artes de Boston205, siendo probable que parte
procedan de este mismo contexto del Tesoro –La Soledad– o de producciones muy cercanas.
Quizá incluso formaran parte del lote vendido por Restrepo (véase estudio de Ana Verde), por lo que
ayudarían a entender la longitud y composición integral de estos collares del Tesoro. En todo caso,
el pequeño número total de cuentas existentes sugiere que estas ranas eran intercaladas en un
collar junto con otro tipo de cuentas, quizá las de formas cilíndricas también de oro que forman
parte del Tesoro.
– El tipo 2 (MAM 17467, véanse las figuras en el catálogo y la figura 46b) parece un estilo intermedio
entre el que acabamos de describir y el que se muestra a continuación. Estas 23 cuentas zoomor-
fas representan también una figura de ranita con el cuerpo más alargado que el tipo 1; las patas
anteriores también están perforadas para que el hilo las atraviese y sostenga, y las posteriores
remarcando claramente las ancas. Muestra también la misma cabeza y ojos, y sobre todo se dife-
rencian por la ausencia de la argolla dorsal206 y por levantar aún más la parte anterior del cuerpo y
cabeza que en el caso anterior. Vemos también cómo las extremidades posteriores se juntan con
el cuerpo y ofrecen un extremo redondeado.
– El tipo 3 son nuevamente representaciones de anfibios pero con el cuerpo aún más
alargado (MAM 17407 y 17407BIS, véanse las figuras en el catálogo y la figura 46c), con la parte distal también
136
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
redondeada y los mismos rasgos anatómicos que las dos anteriores –cabeza triangular, ojos abul- 208 N.º inv. 71.1935.38.30D.
Las ranas son consideradas emisarias de las divinidades de la lluvia en casi todas las
culturas, y es frecuente encontrar su representación en objetos vinculados con rituales de invoca-
ción del agua de lluvia, necesaria para hacer germinar las semillas en rituales de siembra, como los
cuencos con ranitas dirigiéndose hacia chamanes con atuendos de caracoles en la cultura jama-
coaque (Gutiérrez Usillos, 2011: 299 y ss.). Es evidente también que las ranas ejemplifican el cambio
y la transformación, pues de los huevos nacen renacuajos sin patas que en su etapa temprana
viven permanentemente bajo el agua, y pasan a convertirse en adultos anfibios anuros, algo que
sin duda tuvo que llamar la atención. Así que además de su vinculación con el agua y por tanto con
la fertilidad que encarnarían los caciques en vida, en este caso parece que también reforzaría la
idea de renacimiento y transformación, y de transición entre dos mundos, muy apropiada en con-
textos funerarios.
Otros animales que han tenido un sustancial valor simbólico en la América prehispánica son las
serpientes. En el Tesoro se identifica una representación de serpiente en el tapón de la cabeza
antropomorfa que se ha venido interpretando como incensario (MAM 17454, véase la figura en el catálogo).
En esta tapadera, el reptil se muestra enroscado y levantando la cabeza, en la que se aprecian
rasgos de otros animales.
137
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
pronunciada en cuyo lado más profundo se perforan los ojos, acaso de nuevo resaltados con alguna Figs. 47a y 47b: Cuentas de
incrustación de piedras o materia que rellenara el vacío. La nariz es un pequeño botón circular collar en forma de larvas de
insecto Tipo 1 (MAM 17409 y
resaltado, con una doble perforación, y la boca entreabierta muestra los colmillos. Una incisión 17409). Fotografías de
horizontal separa los dientes superiores de los inferiores, excepto en el caso de los cuatro colmillos Gonzalo Cases Ortega.
que ocupan todo el alto de la boca, que se resalta con unos labios alrededor de la misma. Archivo Museo de América.
De nuevo la serpiente se relaciona con el renacimiento –cada año muda su piel– y tiene
una vinculación con el ciclo estacional del agua y con el curso de los ríos por su forma alargada y
sinuosa. La lluvia aumenta el número de presas, lo que permite a su vez la multiplicación de este
animal, por lo que se establecería una vinculación entre ambos (Gutiérrez Usillos, 2009: 455).
Parece que existe una coherencia en el tipo de animales representados, especialmente en las
cuentas de collar, que guarda relación con los símbolos del re-nacimiento (como las espirales), la
metamorfosis (larvas, insectos, ranas) y el agua.
138
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
decoración de este apéndice y de una pequeña diferencia de tamaño en las cuentas, podemos 209 Según el catálogo del Gobierno
son 37 las cuentas lisas y 45 las
distinguir dos subtipos, uno que muestra el apéndice liso y otro que lo muestra rayado en espiral, rayadas, y en el catálogo de
lo que sugiere la existencia de dos collares distintos –aunque cuenten con tres números de inven- Vedovelli se identifican 125
cuentas, siendo difícil diferenciar
tario diferentes a día de hoy (MAM 17404, 17405 y 17406, figura catálogo)–. El collar de figuras de apéndices en la fotografía a qué tipología
lisos tendría al menos 25 cuentas y el de apéndices en espiral mostraría 55, si bien en origen ambos pertenece cada una, pero
reflejando claramente que el
serían más largos209. tamaño de los collares es muy
superior a las cuentas que forman
parte del conjunto del museo.
Estas cuentas de collar han sido identificadas como insectos (Restrepo y Arias, 1892: 49), 210 «Otra variedad del mismo
considerando el apéndice o trompa que sobresale de las cabezas. Pero también se han identificado tema aparece en el lote 42, cuyas
como aves210. John Scott (1989: 223) recuerda acertadamente la similitud de estas cuentas con las cuentas están identificadas como
insectos pero que se asemejan
figuritas antropomorfas esquematizadas de estilo tolima y que también han sido interpretadas más a las aves vistas en el collar
del Museo del Oro 4851, de la
como insectos. En algunas de estas cuentas antropomorfas esquemáticas tolima211 incluso se reco- Hacienda Calima, aunque esas
nocen rasgos humanos, nariz, ojos y dedos incisos en manos y pies, aunque carecen de la prolon- aves tienen ojos saltones que no
corresponden a rasgos
gación en la cabeza212. Esta similitud, con la variante de la cabeza, nos hace pensar que se trata de ornitológicos.» (Legast 1993: 43.)
representaciones antropomorfas. 211 Véanse por ejemplo las
cuentas del Museo Británico
Am1904.0718.7 y Am1904.0718.9,
Es curioso comprobar cómo las mismas cuentas de collar son atribuidas a diferentes Am1904.0718.14, Am1904.0718.15
culturas en distintos museos que conservan collares completos, asignándolos en unos casos a la y Am1904.0718.16.
cultura malagana213, a tolima temprano214, a tolima o malagana215, a calima216 y, por supuesto, a 212 Metropolitan Museum (MET
1979.206.778 y 89.25.11) y
quimbaya, pues aparecieron en el contexto funerario de La Soledad. Dos cuentas malagana217 nos Peabody Museum (48-26-
permiten plantear una interpretación sobre esta iconografía, aunque solo hemos podido localizar 30/5802).
la publicación de los dibujos de las cuentas originales. La primera es la representación de un 213 Museo de Arte de Cleveland
(1948.476).
mosquito con las alas extendidas. Se aprecia con claridad el apéndice que corresponde a la boca
214 Un collar de 13 cuentas en el
o pico del insecto, lo que inspiraría a Restrepo para su primera interpretación. La otra es una cuenta Museo Británico (Am1904.0718.5).
idéntica a las del tesoro, que supone una clara «antropomorfización» del insecto. En el Museo de Bremen, según el
catálogo de Raddatz (1980, fig.
43).
Así que estas cuentas representan probablemente un tipo de personaje antropomorfo muy 215 Según el Metropolitan
esquematizado –como las tolima– que porta un tocado apuntado y en espiral, con máscara –en la Museum, en su web y en la
139
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
que destacan cuatro ojos–, y que aparentemente tendría relación con el mosquito. Un par de publicación del catálogo (MET
1979.206.505.1-35).
representaciones más naturalistas de este personaje las podemos reconocer en la figura del
216 Dumbarton Oaks (PC.B.412) y
cacique sentado del Museo Etnológico de Berlín (VA 11429), que porta un tocado con apéndice en Museo del Oro Calima, Colombia.
espiral, y en la del cacique del Museo de Bremen (Raddatz, 1980, fig. 98). Y otra cuenta antropo- 217 Warwick Bray (2000, figura 5.7,
morfa procedente de Costa Rica218 reproduce el mismo esquema, un cuerpo antropomorfo vestido n.º 1 y n.º 26).
con un tocado apuntado en espiral idéntico a las denominadas «trompas» de insectos. Esta cuenta 218 Que se conserva en el
está datada entre los siglos vii y xvi d. C., y presenta los brazos doblados, con las manos apoyadas Metropolitan Museum (MET
1974.271.42).
en la cadera. Es la misma posición que observamos en otra cuenta calima, esta vez del Museo de 219 Véase catálogo de Raddatz
Bremen219, que presenta los brazos curvados y unidos a las piernas. Pensamos que es posible que 1980, fig. 94.
este tipo de tocado con un apéndice liso o en espiral, que usaban algunos caciques –como el de 220 https://coleccionetnograficai-
Berlín o Bremen–, fuera empleado en ciertas ceremonias y danzas de fertilidad junto con alguna canh.wordpress.com/2012/09/25/
mascara-tukano/ (31 de marzo de
máscara, atuendos y ritos quizá relacionados con la sangre, ya que el mosquito absorbe esta 2015).
esencia vital. El uso de máscaras (véase por ejemplo la máscara tukano220) en bailes y rituales es
una constante en todos los grupos, y algunas tienen formas similares a las que describimos.
140
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
En la representación del primero de estos collares (MAM 17408 y 17409, véanse las figuras en el 221 Otras cuentas que posible-
catálogo), con 23 cuentas221 muy esquematizadas, destacan los dos ojos desproporcionados en los mente formaron parte de este
laterales de la cabeza, la cual se reduce considerablemente. El cuerpo es un cilindro con dos pares mismo collar se pueden ver en el
Field Museum de Chicago (7072).
de patas rectas y un tercer par en espiral. Se remata en una cola de forma trapezoidal plana con Y ejemplares similares,
catalogados como calima, se
una decoración en el borde. El cuerpo las y patas se decoran con líneas cruzadas. observan en el catálogo de
Raddatz (1980, figs. 38 y 39), en el
Museo de Bremen.
El segundo collar (MAM 17410 y 17411, véanse las figuras en el catálogo) conserva 59 cuentas222 que
222 También se encuentran
también presentan grandes ojos redondeados, con un hocico esférico como en las anteriores, cuentas idénticas en el Field
aunque en este caso más resaltado ya que sobresale entre los ojos. La parte anterior del cuerpo Museum de Chicago (7071) y en
el Museo Británico
presenta tres pares de patas y cuatro botones en la parte dorsal. El abdomen es cónico y de él (Am 1931.0209.11). Otro collar de
sobresale una doble espiral o cercos. Es el mismo tipo de cuentas que vemos en el collar quimbaya, tumbaga, de Manizales, Caldas
(n.º 2909), es también del mismo
procedente de Caldas, n.º 2912 (Pérez de Barradas, 1966). tipo. En estas se observa una gran
cabeza con ojos enormes, el
cuerpo presenta cuatro botones
Pensamos que, aunque esquematizadas, podrían representar larvas o ninfas acuáticas de centrales y dos prolongaciones
rayadas, y sobresalen dos
algunos insectos, como los plecópteros que se observan en riachuelos con fondos pedregosos, terminaciones en forma de
corrientes rápidas y aguas muy limpias en Antioquia223. O bien larvas de caballitos del diablo espirales.
(Coenagrionidae), que se caracterizan por unos ojos enormes muy distanciados a los lados de la 223 http://www.monografias.com/
trabajos82/macroinvertebrados-
cabeza. Incluso podrían estar representando larvas de mosquitos, con lo que se relacionarían con rio-combeima/macroinvertebra-
el tipo de cuentas anteriormente descrito. En todo caso, parece que de nuevo hay una estrecha dos-rio-combeima.shtml
(consultado el 16 de agosto de
relación de estas representaciones con insectos que tienen sus estados larvarios bajo el agua y 2016).
141
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
que sufren procesos de metamorfosis entre los dos mundos –acuático y terrestre–, como ya vimos 224 Creemos que con la
denominación de «cocuyos»
con la rana. El cacique, al portar estos símbolos, está mostrando su poder mágico-religioso para la debían referirse a ese tipo de
metamorfosis, el cambio y probablemente su dominio sobre el medio acuático y, por ende, la cuentas dobles o sencillas, con
insectos de forma ovalada y
fertilidad. cuerpo segmentado, a veces con
decoración de placas colgantes,
que se pueden ver en el
Refiriéndose a un tipo análogo de cuentas con insectos de grandes ojos y cuerpo segmen- Metropolitan Museum (MET
1991.419.27) y el Museo del
tado, similares a las MAM 17410-11, Arango Cardona (1924, t. II: 111) describe otro ejemplar: «La Muelle Branly (71.1977.81.3), y
quinta alhaja (fig. 2, p. 32 b) es llamada por los guaqueros cocuyo, los dos ojos son más grandes que en realidad representarían o
bien alguna especie de chinche
que la cabeza: sobre el tronco o lomo se ven doce tubérculos que guardan entre sí buena simetría. acuática (Belostomatidae, por
El cuello del animal es más grueso que la cintura; en ambas partes lleva unos pequeños filetes, el ejemplo el género Belostoma sp.)
o quizá crisálidas o pupas de
inferior descansando sobre el mayor, debajo de estos otros seis tubérculos, que se ven son de fili- otros insectos, nuevamente
siguiendo estados de transforma-
grana. Luego el cuerpo se divide superficialmente en cuatro filetes, y cada uno de ellos termina en ción o metamorfosis y
una espiral. En el pecho lleva un arco en forma anular, por donde le pasaban una cuerda para manteniendo la relación con el
agua.
cargarlo». Más «cocuyos» aparecen en otras tumbas: «En el Cacique sacaron en un cajón [...] entre
225 En el Museo del Oro de Bogotá
sus piezas se encontraban 180 cocuyos muy bien hechos; por la barriga tenían una argollita por (MO 5556) y en el de Manizales, de
donde les pasaban una cuerda delgada para colgarlos en forma de gargantilla. Estos cocuyos la cultura calima-yotoco (Scott
1989: 224).
fueron vendidos como alhajas por su delicado trabajo» (Arango Cardona, 1924, t. I: 147). 226 Museo Británico, Am,+.7830.
Tres cuentas zoomorfas unidas entre sí (MAM 17403, véase la figura en el catálogo y la figura 48) se interpretan
como perrillos de monte (Restrepo y Arias, 1892: 49), animal que según Scott (1989: 229 y 230) se
corresponde con el kinkajú (Potos flavius). Sin embargo, Scott duda de esa interpretación, ya que
el animal representado carece de cola prensil, y encuentra sin embargo similitud con la represen-
tación de animales con penacho ajedrezado, procedentes de El Cafetal, Panamá (200-500 d. C.),
vinculada a la orfebrería sinú del bajo río San Jorge, dentro de lo que se ha denominado «estilo
internacional» (400 d. C. en Panamá).
Aunque la representación carece de orejas y tiene los ojos saltones y lateralizados, lo que
la aproximaría a las imágenes de anfibios como las ranas que hemos visto anteriormente, la forma
del cuerpo y la altura de los cuartos traseros por encima de los delanteros, con una característica
curvatura, recuerda más a la de un roedor, como la guanta, guartinajo, guatusa o agoutí (dos
especies similares: Dasyprocta punctata o Cunículus paca). De hecho, en México a este mamífero se
lo conoce como «perro de montaña», por lo que posiblemente Pérez de Barradas se estuviera refi-
riendo a este roedor y no al kinkajú como interpretó Scott. Estos roedores viven en las proximida- Fig. 49: Detalle del
des de los cursos de agua en bosques tropicales, siendo buenos nadadores, y también han sido contenedor anteriormente
identificado como silbato.
representados en otras culturas norandinas, desde el período formativo final (Gutiérrez Usillos,
MAM 17436. Fotografía de
2009: 131, 233). Parece que casi todas las cuentas de collar quimbaya guardan una posible vincu- Tomás Antelo. Archivo Museo
lación con el agua. de América.
142
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
143
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
lo que se identifican más claramente como Fusinus230. En el caso quimbaya este extremo alargado encontraron cuentas de
Spondylus y caracoles Fusinus,
y que equilibra la pieza habría sido aparentemente cortado. El significado simbólico del molusco uno de ellos utilizado como
poporo, que evidencian
marino guarda también relación con el agua, en algunos casos incluso como predictor climático. relaciones con la costa
Los chamanes jama-coaque se visten con este tipo de conchas sobre el atuendo para la realización colombiana y norecuatoriana
(Bray 2000: 104).
de los rituales de invierno e invocación de lluvias (Gutiérrez Usillos, 2011). 231 Am1910,1202.10.
que se trate de un lanzadardos, como propone la ficha descriptiva del Museo Británico232.
¿Cuál pudo ser entonces su función? Otros objetos cilíndricos de oro fueron encontrados
en contexto quimbaya y eran de nuevo contenedores. Un tubo de oro encontrado en Neira233,
Antioquia, lamentablemente no conservado, tenía una tapa de jade en forma de sombrero, según
la descripción. Quizá este objeto tubular del Tesoro hubiera contado también con una tapa, y por
tanto podría tratarse de un recipiente para guardar algún tipo de sustancia en consonancia con el
resto del ajuar, quizá polvos de esnifar. Se podría llevar sujeto al cinturón o asido de la mano, y la
base plana permite su sostenimiento en vertical.
Como los objetos del Tesoro imitan formas naturales, aunque estilizadas, no es de extrañar
que la forma de este objeto parezca seguir la curvatura y el ensanchamiento en la base de un
hueso, como el fémur (ya sea humano o de felino), tallándose el rostro antropomorfo en la propia
cabeza proximal del hueso distanciada del cilindro por el cuello femoral. Algunos de los huesos
largos de animales, como el fémur de jaguar, son utilizados por grupos indígenas de la Amazonía
para fabricar cajas de inhaladores de alucinógeno234, lo que coincide con la interpretación que
proponemos. Objetos tubulares son utilizados en diferentes culturas amazónicas también para
introducir hojas de tabaco (Pineda, 2006: 84)235.
144
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
Existe una relación estilística entre este objeto, uno de los cascos (MAM 17428) y el denomi- 235 Una imagen de este objeto
tubular para guardar tabaco
nado «incensario» (MAM 17454): todos ellos presentan el mismo tipo de huecos en los rostros de los puede verse en Tobacco and
personajes representados. Estos huecos para insertar materiales diversos representarían tatuajes Shamanism in South America,
de Johannes Wilbert, 1987, fig.
o pintura facial, y se muestran atravesando los ojos y la boca. Es también probable que estos tres 10, «decorated snuff container of
objetos formaran parte del mismo conjunto ceremonial y se hubieran localizado en la misma bamboo, Amniapa (length,
27 cm)».
tumba. Por su forma y tamaño, los dos recipientes –incensario y «silbato»– deberían contener sus- 236 Las especies cultivadas en
tancias diferentes a los grandes poporos, pero lamentablemente no han conservado restos en su México son Cucurbita pepo
interior que permitan afirmar alguna interpretación sobre su uso o contenido. (güicoy) y Cucurbita argyros-
perma (ayote).
237 Museo del Oro, O03685,
encontrado en Mina la Zorrita,
Dando calabazas... o totumas. Las representaciones fitomorfas Valdivia, Antioquia, y otros
ejemplos que forman parte del
Nuevo Tesoro Quimbaya: Museo
Etnográfico de Berlín (VA 14354),
Otro conjunto de objetos del Tesoro imitan formas vegetales, frutos, semillas y sobre todo calaba- Metropolitan Museum
zas y totumas, siendo todos ellos recipientes de distintos volúmenes. En América se cultivaban (1979.206.554) y Museo Británico
(Am1940,11.1).
diversos géneros de calabazas del género Cucurbita, aunque tratar de reconocer la especie a través
del aspecto formal resulta una tarea más que difícil, pues no solo hay múltiples especies, sino
variedades dentro de estas, que son parecidas morfológicamente unas a otras. En Colombia quizá
se cultivara Cucurbita moschata (zapallo), una de las variedades precolombinas236. De otro género
diferente se cultiva también la «calabaza de peregrino» o Lagenaria siceraria, con forma de botella
de porte liso, no gallonado.
Con todas ellas se realizaron las vajillas para consumir alimentos y sobre todo para trans-
portar líquidos, pues eran livianas e impermeables y fáciles de reponer. Buena parte de estas
botellas realizadas con calabazas tenían además la función de poporos para conservar y consumir
la cal utilizada con los alucinógenos, como señalaba Uribe (2005: 76), ya que la mantienen seca y
aislada del contacto con el aire.
Junto con las especies de calabazas mencionadas, como recipientes se utilizan sobre
todo las totumas, frutos del totumo (Crescentia cujete). Se trata de frutos globulares u ovalados,
de corteza lisa, que crecen en árboles de porte mediano y que se utilizan para fabricar todo tipo de
recipientes, especialmente la vajilla para comer o beber, como describen los cronistas:
Higuero es árbol grande, como los morales de Castilla é más é menos. La fructa que
llevan, son çierta manera de calabazas redondas é algunas prolongadas: é las redondas
son muy redondas, de las quales los indios haçen taças é otras vasijas, para beber é otros
servicios [...] los vasos preçiosos de las higueras se hallaron en el Darien y en el golpho de
Urabá, con sus asideros ó asas de oro en esas higüeras [...] (Fernández de Oviedo [1557]
1853, t. I, lib. VIII, cap. IV: 295 y 296.)
La combinación de partes de oro y otras de calabaza recuerda también los cuellos de oro
que se encajarían sobre totumas vegetales hoy desaparecidas y que se conservan en diferentes
museos237.
Los huaqueros reconocían los objetos fabricados en metal noble entre los ajuares de las
tumbas a imitación de las vajillas. Arango Cardona (1924, t. I: 125) menciona precisamente cómo
en el mismo sitio donde se localizó el Tesoro, «en una guaca de La Soledad sacaron unas totumas
de oro fino, que hacían más de una pucha de agua cada una; tenían pezón dibujado y algunas de
ellas el sol y la luna en relieve, y animales de muchas clases y formas, ya de oro, ya de barro».
En el Tesoro se identifican dos totumas con su «pezón dibujado», es decir, con el relieve
que representa la zona de unión del pedúnculo al fruto. La primera (MAM 17431, véase la figura en el
catálogo), tradicionalmente identificada como casco, pensamos que se trata de un gran recipiente.
Muestra la unión del pedúnculo completa. La parte del borde recto de este objeto está decorada
con una banda de losanges incisos que resaltan en decoraciones romboidales. Esta decoración es
muy similar a la que suele adornar la base de los cascos. Sin embargo, uno de los rasgos que
definen todos los cascos es precisamente la presencia de dos pares de orificios opuestos, además
145
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
de la cresta en relieve, que en este objeto no se aprecian. La forma general del objeto difiere 238 Hay otros ejemplares muy
similares a este en el Museo del
también de la de los cascos, que siempre es de media esfera, y en este caso solo le faltaría un Oro (00338) y en el Museo
casquete a la forma esférica, siendo demasiado profunda para su uso como casco. Pensamos que Británico (Am1910.1202.6).
se trata de un recipiente que, de acuerdo con el uso general del conjunto, es posible que se utili- 239 Hemos localizado un ejemplar
de este tipo de calabaza en el
zara para mezclar las cenizas del difunto con la chicha. Museo de las Culturas del Mundo
de Suecia (http://collections.
smvk.se/carlotta-em/web/
La segunda totuma (MAM 17433, figura catálogo), más pequeña, sí que forma un casquete object/1006513 [25 de noviembre
hemisférico, que muestra también en relieve dos semicírculos concéntricos que corresponden a la de 2014]). En este caso se trata de
un ejemplar oriental, japonés en
unión del pedúnculo y que representan la totuma cortada por la mitad en su eje trasversal. Junto concreto, donde recibe el nombre
de hyotan, generalmente liso y
a esta decoración se aprecian dos argollas fragmentadas que habrían servido para colgar este utilizado para trasportar el sake.
cuenco o quizá para incorporar algún tipo de adorno, placas o aves, o bien otros objetos. Se trataría
de un cuenco en el que tomar la bebida correspondiente.
Tres de los recipientes del Tesoro (MAM 17437, 17438, 17439, véase la figura en el catálogo) muestran la forma
de calabaza (Cucurbita moschata), en la que el cuerpo describe un perfil sinuoso, estrechándose
en el centro de manera suave. Todas tienen una tapadera radiada con evidencias de haber incluido
argollas en el borde de las que colgaban placas circulares hoy desaparecidas, salvo un ejemplo. En
el centro hay un pequeño orificio que por su estrecho diámetro no parece muy útil para insertar el
palillo chupador de oro, así que es probable que el uso de estos recipientes fuera otro diferente al
de poporo o se utilizaran con otro tipo de palillos más finos. El orificio quizá sirviera para fijar algún
tipo de asa o decoración.
La tapa radiada de estos recipientes se puede retirar, como se aprecia en la fotografía rea-
lizada para la Exposición Iberoamericana de Sevilla del año 1929, mostrando una embocadura
ancha y un recipiente amplio, a diferencia del resto de poporos.
Botellas fitomorfas
Es evidente que este objeto representa una calabaza de cuerpo redondeado con 16
gallones o gajos, aunque no parece uno de los tipos más frecuentes en las representaciones pre-
colombinas, en las que las formas dobles suelen ser más bien lisas y no gallonadas. Se trata de una
imitación de calabazas gallonadas que se utilizarían como botellas para contener agua o chicha239.
El cuerpo de la calabaza se divide en tres partes: a) la inferior, globular y gallonada, separada por
un pequeño cuello liso de la parte adyacente; b) la central, también gallonada, y finalmente c) la
superior: el cuello de la misma, liso. En el caso del ejemplar del Museo de América o el del Museo
Británico, la sección central no muestra gallones definidos, que sí se evidencian en el caso del
ejemplar del Museo del Oro. Curiosamente, los dos primeros ejemplos muestran una parte superior
146
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
en forma de botella, que recuerda, junto con el triple gallón, la posible representación de un fruto 240 Se relaciona con otro similar
conservado en el Museo
inmaduro. Etnográfico de Berlín (VA 14365) y
con los ejemplares del Museo del
Oro (O5909, O32853 y O32857B),
A todas estas botellitas se les han añadido un par de argollas en el hombro, que servirían estos últimos también con
para llevarlas colgadas, mientras que en los ejemplares naturales una soga se ceñiría entre las dos tapadera.
241 Museo del Oro, O32854.
secciones de gajos. Las pequeñas argollas sobresalen en perpendicular de la vasija, y se disponen
uniendo dos gajos, uno en cada extremo de la argolla, con una alternancia rítmica de 6-2-6-2. Esta
botella del Tesoro habría tenido también la función de poporo para ceniza o cal, conservaba su
tapón cuando se encontró y seguramente dispondría de un palillo para su uso cuyo tamaño debe
ser más corto que el resto de poporos, por lo que es posible que le correspondiera el que remata
en cascabel (MAM 17419)240, que como el resto de palillos ha sido machacado intencionalmente.
Los contenedores parecen inspirados en formas orgánicas vegetales, aunque para algunos de
ellos, con perfil aplanado, no hemos encontrado similitudes con frutos reales. Se trata de tres
botellas con forma aparentemente de calabaza, divididas, como la anterior, en dos cuerpos, uno
inferior casi cuadrangular, con una sección central plana y un cuello estrecho y corto, y una parte
superior rematada en un bulbo globular (MAM 17442, MAM 17451, MAM 17453, véanse las figuras en el catálogo).
Otra botella similar, aunque sin la decoración antropomorfa, se conserva en el Museo del Oro
(O06443). Ya hemos visto que las botellas contenían cenizas humanas, pero es probable que en
origen su función fuera otra.
Otros dos recipientes del Tesoro muestran también una forma diferente a la totuma o
calabaza cilíndrica o esférica. Se trata de objetos de forma ovalada, pero de perfil aplanado (MAM
17441 y 17445, véanse las figuras en el catálogo).
Por el momento no hemos reconocido ningún fruto de calabaza o similar que tuviera esta
forma, cuyo interés sin duda radica en su perfil plano, que proporcionaría un mejor acoplamiento
al cuerpo al caminar, o para sujetarlo, dado que se trata de recipientes para el uso personal. Se
buscarían frutos o semillas que tuvieran esta sección aplanada, o quizá se provocaría el creci-
miento de la totuma o de calabazas con esta forma, generando frutos achatados por el centro,
ovalados y con la división central de la cuerda de atado. Esto explicaría las formas curvas en el
centro, aunque es posible también que estas formas se deban a la imaginación y creatividad del
artista quimbaya.
Resulta curioso que estos dos ejemplares de «frascos» ovalados muestren en ambas caras
una depresión rectangular u ovalada tan evidente, con reborde, superficie que nos recuerda a la
de las tablillas para esnifar. No creemos que se trate de depresiones decorativas, sino que proba-
blemente fueron funcionales, por lo que sería posible su utilización como superficies para esnifar,
que ayudarían a interpretar el uso del mismo objeto como recipientes. Aunque esas superficies
rehundidas muestran numerosas huellas o arañazos –sobre todo en comparación al resto del
objeto–, realmente no hay un estudio determinante al respecto.
Hay otros poporos similares a estos. El que se encuentra en el Museo del Oro241 forma parte
del Nuevo Tesoro Quimbaya y, si bien no muestra un rebaje rectangular tan evidente, sí que se
aprecia claramente cómo el cuerpo está rehundido hacia el centro. Otro poporo ovalado y plano
se conserva en el Museo de Bremen (n.º 1 del catálogo de Raddatz 1980), aunque a diferencia del
resto de ejemplares este muestra un rostro antropomorfo en los laterales. Curiosamente se
rehúnde también hacia el centro y presenta innumerables arañazos en la superficie que se dirigen
hacia la depresión, aunque se interpretan como modernos. Tiene un orificio en la parte superior
con un borde anular resaltado en el que se insertaría un tapón.
147
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
El objeto MAM 17443, sin embargo, no conserva la tapadera, aunque parece que podría
haber llevado una a modo de capuchón que cerraba la parte superior, y quizá en esa tapa existiera
un orificio para el mambeo. Muestra la misma depresión inferior que el anterior, pero en lugar del
doble orificio en los laterales incluye una doble argolla para su suspensión. En la parte superior,
que se va estrechando, se abre el borde ovalado. Su forma abierta permitiría rellenar el interior de
forma fácil, por lo que no tendría sentido para líquidos, de ahí la sugerencia de uso como caja para
hojas de coca o tabaco. Probablemente, conociendo los objetos etnográficos similares, Arango
Cardona los interpretaba como recipientes para guardar hojas de tabaco, aunque el uso de algunos
de estos objetos246 parece más bien destinado a portar pasta de tabaco, o cal y no hojas. Algunos
objetos calima-yotoco se utilizarían en el consumo de una especie de ambil de tabaco (Bray, 1992:
129).
En los ejemplares del Tesoro la parte inferior de estos estuches está geminada, mostrando
una pequeña depresión central y una incisión que recorre todo su eje, lo que es posible que sirviera
para mayor seguridad en el atado del objeto, de forma que la cuerda atravesaría el doble orificio y
se cruzaría por la parte inferior. La presencia del orificio en la parte superior, que seguramente se
cerraría con un tapón, sugiere que el objeto se mambeaba como los otros poporos, rechazando
entonces la hipótesis del uso como contenedores de hojas. La diferencia morfológica y funcional
de este objeto frente al resto de recipientes para cal sin embargo sugiere un tipo diferente de con-
tenido, que quizá fuera el ambil o la pasta de tabaco, que también se chuparía con un palillo desde
la parte superior, aunque su textura y densidad fuera diferente a la de la cal.
Iconografía de la trompeta
La música o el sonido son parte imprescindible de la vida ceremonial, social e incluso de las
batallas. En el Tesoro se conserva una trompeta (MAM 17435, véase la figura en el catálogo y la figura 50) que
muestra una forma cilíndrica en la parte más estrecha y se vuelve ovalada hacia el extremo
opuesto, lo que de nuevo recuerda la forma de los huesos largos, en este caso la tibia de un
mamífero. De hecho, en culturas como calima-yotoco se han tallado trompetas de hueso (MET
2004.284) y otros ejemplos del Museo del Oro de material orgánico muestran forros de oro. En
concreto, destaca la trompeta yotoco, realizada en madera y cubierta por una lámina de oro, que
presenta en la parte superior una figura antropomorfa (MO 00393).
148
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
149
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
Cardona (1924, t. II: 79) menciona cómo «Antes de descubrir el pueblo de La Soledad, una familia 250 Entre los indios kágaba de la
Sierra Nevada de Santa Marta
que vivía cerca de ese lugar refirió a los guaqueros que con mucha frecuencia, tanto de día como (Falchetti 1993: 34-35).
de noche, oían una banda de música de viento. Al descubrirse el pueblo, se sacaron de las guacas 251 Roberto Pineda (2006: 82).
cornetas, flautas y tamboriles de oro fino; pero según las últimas noticias, se ha seguido oyendo 247 «... muchos dellos con pectos
la banda». é braçales de oro é otras pieças, é
con trompetas á manera de
añafiles, de longura de tres
En una tumba matecañera de La Soledad se recuperó «una corneta de oro fino de 180 cas- palmos, ansimesmo de oro, el
qual en aquella tierra hay mucho
tellanos, así: la embocadura era postiza y se introducía en la boca de la corneta, que era circular; é muy fino.» (Fernández de
ambas piezas eran de rozamiento perfecto; la corneta al principio era redonda, y a medida que Oviedo [1557] 1853, lib. XXX, cap.
II: 181.)
avanzaba hacia delante se iba aplanando, quedando la boca de afuera un poco cuadrada. Por 248 «Estando en medio desta
encima tenía grabado en alto relieve un indio y por debajo una india, ambos de cara plana, pero buena obra, paresçe ser que
de mucho arte y un tanto al natural; ésta medía 12 pulgadas de longitud. El pueblo era muy rico; otros caçiques grandes, que
estaban adelante, ovieron notiçia
los guaqueros se hallaban dispersos; un guaquero toca la corneta; todos oyen y quedan fascina- destos nuestros españoles, é
tambien sabrian como les
dos y embriagados por la sed de oro» (Arango Cardona, 1924, t. I: 147). pressentaban taguizte (que assi
llaman al oro en aquella lengua);
é uno dellos, llamado Diriajen,
Estos instrumentos, según Fernández de Oviedo, son añafiles247, una especie de trompe- vino á ver á Gil Gonçalez, é llevó
tas rectas de tipo morisco y similares a las tubas romanas. Serían tocadas en ocasiones especia- consigo hasta quinientos
hombres, é cada uno con un pavo
les, tales como ceremonias o procesiones del tipo de la que describe este cronista en Nicaragua248 o pava ó dos en las manos, é
detrás dellos diez pendones ó
formando parte de un espectáculo sonoro que incluía actos con banderas, adornos de oro y banderas pequeñas sobre sus
dádivas de animales. astas, é todas blancas, é detrás
destos pendones diez é siete
mugeres, todas quassi cubiertas
El uso de este instrumento, a juzgar por su iconografía, de nuevo personajes desnudos, de patenas de oro, é dosçientas é
tantas hachuelas de oro baxo,
debe ponerse en relación con el resto del conjunto, y por tanto se trataría de un objeto utilizado en que pessaba todo mas de diez é
ocho mill pessos. É más atrás,
ceremonias de consumo de alucinógenos. Según Mónica Gudemos (2012a: 118), los sonidos graves çcerca del calachuni [cacique
de trompetas serían empleados en el desarrollo de ceremonias de consumo de alucinógenos principal] é de sus principales,
venian cinco trompetas, ó mejor
como ayahuasca o yahé, ayudando a la creación de alucinaciones auditivas y al vuelo extático. diçiendo pífaros, é çcerca de la
possada del capitán Gil González
tocaron un rato; é acabado de
tañer, entraron a verle con las
Interpretación del conjunto del Tesoro Quimbaya mugeres y el oro. [...]» (Fernández
de Oviedo [1557] 1853, lib. XXIX,
cap. XXI: 103.)
A pesar de los estudios realizados, resulta difícil aún comprender cuál pudo ser el uso y consecuen- 249 Sabemos por ejemplo que el
lote que adquirió Vicente
temente el significado del conjunto del Tesoro Quimbaya, ya que tan solo se ha podido analizar Restrepo incluía otras 75 piezas
uno de los lotes en los que fue dividido todo el conjunto y se desconocen datos precisos sobre los de estas dos tumbas y contenía 2
figuras de tumbaga con cuerpos
contextos en que apareció249. de hombre, cabezas de vampiro y
varios atributos, 8 figuras
humanas pequeñas, 4 peces con
En esta aproximación al Tesoro, hemos podido comprobar cómo las representaciones evi- muchas labores y 4 caracoles, así
como 52 narigueras, carreteles y
dentes en todos los objetos muestran una clara vinculación con la sexualidad, la fertilidad, el cascabeles (Vicente Restrepo
poder, el agua y la metamorfosis. Son los chamanes quienes en grupos tribales o en jefaturas inci- 1892).
pientes sufren estas transformaciones mediante el consumo de alucinógenos, si bien en este caso
no se aprecian evidencias de metamorfosis humanas en animales, por lo que pensamos que más
bien representarían una transición vital del ser humano (de niño a adulto) y un dominio de los dos
medios (terrestre y acuático). En el caso de los caciques supone también la adquisición del poder
sobre la fertilidad de las plantas y la germinación. Las figuras femeninas representan la idea de la
fecundidad, la reproducción y la vida, y podría existir, como sugería Alicia Uribe (2005: 79), cierta
asociación entre los principales objetos de oro, calabazas y figuras de mujer, ambas como conte-
nedoras de vida, lugares de transformación y de formas curvas. A esto habría que añadir la figura
masculina con la misma intencionalidad de reproducción y sexualidad, pero sobre todo hombres
y mujeres caciques cumplirían un papel simbólico y ritual esencial para el mantenimiento del
grupo y la consecución de la fertilidad de los cultivos.
150
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
para la sostenibilidad de la comunidad. Una metamorfosis que se interpreta de forma constante 250 Entre los indios kágaba de la
Sierra Nevada de Santa Marta
en casi todos los elementos. La función de estas personas giraría en torno a ceremonias de fertili- (Falchetti 1993: 34-35).
dad en las que el agua se conforma como un elemento fundamental. Y utilizarían estos ajuares de 251 Roberto Pineda (2006: 82).
oro, que contendrían quizá alucinógenos, cal, aceites para decorar el cuerpo y otros elementos del
ceremonial, en la preparación de estos ritos y en ciertos bailes «para consagrar la cosecha, llamar
la lluvia e invocar la sequía»250.
El significado del oro va más allá de la forma. El propio material tiene un simbolismo claro
vinculado también con la luz y el sol –simbólicamente contradictorio con la invocación de lluvia,
pero igualmente necesario controlar para la germinación de las cosechas–. Según Uribe (2005: 83),
«El brillo y color rojizo [...] fueron símbolos alusivos a energías vitales, fuerzas positivas, principios
femeninos, transformación y regeneración». Los objetos brillantes y que reflejaban la luz eran
sagrados y se asociaban a las élites como símbolos de poder y prestigio. Los objetos rituales del
cacique se convierten en contenedores de cenizas con el fallecimiento de aquel, revistiéndose de
nuevos significados.
La relación entre el poder religioso y político en las sociedades cacicales es tan intensa,
que parece difícil en ocasiones diferenciar si nos encontramos ante un chamán o un cacique con
funciones religiosas. El poder está basado en una serie de relaciones que establece el individuo
gobernante con otros, y se basa en líneas de parentesco y la legitimidad que transfieren los ante-
pasados de prestigio. Las élites gobernantes de los diferentes cacicazgos que compartieron el
corpus cultural quimbaya clásico se representaron a través de figuras de oro con la intención de
legitimar su capacidad de acceso al poder y el control de la potencia genésica, un conocimiento
específico –calendárico, de organización de tareas y por supuesto de la propia fabricación de los
objetos rituales en oro.
Los caciques quimbayas participaban de complejas redes de alianzas con las élites de otros
grupos y culturas vecinas. Con estas redes no pretendían tanto una acumulación de bienes como
la obtención de un «capital simbólico» cuyos dos ejes fundamentales giran en torno al espacio
funerario de legitimación –las necrópolis– y a los objetos rituales de oro –un corpus semiótico
expresado en collares, orejeras, narigueras, botellas, figuras, poporos, etc.–. La organización social
está basada en el parentesco y tiene su plasmación territorial a través de esas necrópolis, y su
expresión en el «capital simbólico» legitimador a partir de los ancestros –los contenedores de
cenizas–, que adquieren una notable dimensión política. Esto explicaría la similitud iconográfica
de los objetos que se encuentran en diferentes áreas (quimbaya-calima/yotoco-malagana), dise-
minados a través de la red de alianzas que se establecen entre élites de estas sociedades. Los
bienes de las élites son por tanto iconos de legitimación de poder y la similitud iconográfica es
producto del intercambio o bien de objetos o de iconografías entre esas élites (Gnecco, 1995: 92).
Por lo tanto, estas tumbas quimbayas se relacionan con un área ceremonial para la legiti-
mación del poder de los caciques, integrada por un cementerio y un ámbito sagrado en forma de
bancal donde quizá se ubicara un santuario o templo y donde posiblemente se realizarían las
cremaciones de los cuerpos. Este espacio/necrópolis actuaría como lugar simbólico emblemático
para toda la comunidad y como soporte para la legitimación del grupo dominante.
El poder del cacique quimbaya está basado entonces en esta legitimación simbólica y no
en la «fuerza», que se podría reflejar, como en otras culturas, a través de la incorporación de
símbolos de poder relacionados con la violencia –armas– o con poderosos animales como el
jaguar o el caimán. Otra notable ausencia251, en comparación con culturas vecinas, es la preponde-
rancia iconográfica de las aves, u hombres-pájaro, que según Stemper (1992: 14) llega hasta el 90
% en otros conjuntos de oro de otras culturas, y que habría que poner en relación con el vuelo
chamánico y los viajes extáticos. Por el contrario, en la quimbaya son los pequeños seres como
insectos y ranas los que despuntan como metáforas simbólicas esenciales en la cosmovisión, y
son los caciques quienes, manejando estos símbolos de fertilidad y poder, consiguen mantener el
equilibrio genésico y se constituyen así en partes fundamentales para el sostenimiento de la propia
comunidad.
151
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
En estas páginas hemos sugerido cuál podría ser el conjunto ritual básico de cada cacique,
y veíamos también la posibilidad de dividir y asociar los lotes correspondientes a diferentes contex-
tos, a partir de similitudes estilísticas entre los objetos. La siguiente tabla (10) es una hipótesis de
agrupación del conjunto, si bien realmente no podemos conocer cuál fue esta distribución:
Tumba 1 Tumba 2
Orejeras Vértebra de pescado: Filigrana de fundición:
MAM 17422-1, 2, 3, 4, 5, 6, 9, 12, 16, 24, MAM 17422-7, 8, 10, 11, 13, 14, 15, 17, 18,
25, 28, 29, 30. 19, 20, 21, 22, 23, 26, 27, 31.
Narigueras Redondeadas: Triangulares:
17402-1, 4, 9, 13, 15. 17402-2, 3, 5, 6, 7, 8, 10, 11, 12, 14, 16, 18, 19.
Figuras Tipo 1: Tipo 2:
MAM 17452; MAM 17459. MAM 17447; MAM 17457; MAM 17456; MAM
17455.
Cascos Simples o con figuras: Con decoración de puntos repujados
MAM 17432 y 17434 (simbología compleja):
MAM 17428, 17429 y 17430.
Pectorales Pectoral MAM 17426 (unido parcialmente
con la orejera 17422-10).
Fechas 17422-1 = 470 d. C. (TL 1543 ± 116) 17447 = 590 d. C. (C-14*)
17422-4 = 487 d. C. (TL 1526 ± 116) 17447 = 340-540 d. C. (TL CEDAD)
17422-5 = 430 d. C. (C-14*) 17456 = 420 d. C (C-14*)
17456 = 420-590 d. C. (TL CEDAD)
17453 = aprox. 465 d. C. (TL 1548 ± 103)
Tabla 10. Propuesta de agrupación de los conjuntos del Tesoro en dos contextos, según correlación estilística.
*Los datos de C-14 han sido tomados del capítulo «Los tiempos de los quimbayas. Aproximación a un modelo
bayesiano de dataciones absolutas», en este mismo volumen.
Aunque no es más que una hipótesis, pensamos que una de las tumbas contenía un
número mayor de objetos de oro que corresponderían a un mayor número de personajes enterra-
dos. Y, según esto, es posible incluso, aunque no lo hemos podido corroborar con los análisis de
termoluminiscencia y C-14 realizados, que hubiera una diferenciación cronológica entre ambos
conjuntos, ya que los que parecen más simples de elaboración suelen corresponder con un menor
número de objetos, aunque no quiere decir que sean más antiguos que los otros.
Aún queda mucho por investigar sobre la cultura quimbaya, y es posible que un nuevo
«tesoro» que pueda hallarse contextualizado arroje nueva luz sobre el significado y función de los
objetos de oro de esta fascinante cultura.
Agradecimientos
152
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
ANEXO I: DESCRIPCIÓN DE LOS TIPOS DE FIGURAS resaltados sino que siguen la línea plana de la mejilla y el tabique
ANTROPOMORFAS DEL TESORO nasal es muy fino, aunque el extremo de la nariz se engrosa. Los
labios inferior y superior están engrosados. La boca es recta, no
– Grupo 1: apreciándose la curvatura de gesto del tipo anterior. Y en este
caso un tatuaje corta el labio superior y atraviesa las mejillas hasta
MAM 17452: La forma de la cabeza es triangular. El tabique nasal la base de las orejas, que se decoran con 7 aretes cada una. La
es muy ancho y tiene claramente remarcados los surcos nasoge- forma de la cabeza es de escudo (recta en la parte superior, con
nianos. Los arcos superciliares son de tipo carpanel, es decir, los laterales paralelos, y terminada en una barbilla apuntada). Los
rebajados. El ojo muestra los párpados superior e inferior abulta- pezones también son botones circulares resaltados. Una de las
dos, con una forma general almendrada y un profundo surco divi- principales diferencias de este tipo de representación son los
diendo ambos. La boca se representa entreabierta, ligeramente hombros exageradamente anchos y las manos desproporciona-
curvada hacia abajo, y a causa de los surcos mencionados presenta damente diminutas, con dedos muy delgados, largos y sin uñas.
cierto gesto difícil de clasificar. El labio inferior se ha engrosado y Las uñas de los pies están realizadas mediante rebajes cuadran-
el otro es la continuación de la región superior con ausencia del gulares en los extremos de los dedos, diferenciándose también
filtrum. Las orejas se diferencian claramente de las del resto de claramente de la forma del tipo anterior. El pene en erección y los
las figuras, pues se disponen de forma perpendicular a la cabeza, testículos son desproporcionadamente reducidos.
con un relieve para remarcar los surcos y pliegues de la oreja. En
el perfil de la oreja izquierda hay 13 aretes y en el de la derecha La figura masculina erguida (MAM 17457) es muy parecida a la
14, lo que supone también una diferencia con relación al resto de anterior (figura catálogo): tiene el rostro en forma de escudo, con
figuras, que suelen mostrar una media de 7 aretes por oreja. Y, un tabique nasal muy fino, arcos superciliares rebajados, pequeña
finalmente, frente al resto de figuras, el tocado de esta es liso; protuberancia en el párpado inferior, mejillas planas, sin surcos
solo evidencia un reborde en la parte frontal y otro trapezoidal nasogenianos, labios paralelos sobre elevados y un tatuaje desde
que cae por la coronilla, dejando ver buena parte de la cabeza, que la comisura del labio a la base de la oreja. Presenta 8 aretes en
parece rapada. cada oreja. Las manos son pequeñas y están realizadas con dedos
muy finos. Los pezones tienen forma de botones redondeados.
Los pezones de esta figura masculina son dos botones redondea- Las uñas de los pies se han realizado con dos incisiones paralelas
dos resaltados. El ombligo parece de otro color, no dorado, sino que forman un rehundimiento. De nuevo el pene, también en
cobrizo, quizá intencionalmente destacado. Las manos se han erección y en el que se aprecia el glande, es proporcionalmente
representado plegadas sobre el vientre, con los dedos doblados diminuto.
pero no recogidos debajo de la palma pues se aprecian las uñas.
Estos guardan una proporción anatómica relativa con el resto de Muy similar en la composición a la que acabamos describir es la
la figura, aunque son cortos y gruesos, separados por surcos. Las figura femenina sentada (MAM 17456, véase la figura del catálogo).
uñas se remarcan mediante surcos en forma de U. El pene se ha El rostro tiene forma de escudo, con arcos superciliares rebajados,
representado en estado semierecto, apreciándose el glande, y sin párpados inferiores remarcados y nariz media (no muy ancha,
quizá estuviera circuncidado. Las uñas de los pies se remarcan pero tampoco tan fina como en la figura anterior). No muestra
mediante incisiones perpendiculares a las incisiones de separa- surcos nasogenianos, el labio superior se prolonga y el labio
ción entre los dedos. inferior no es muy grueso. La boca es recta. Las manos son dimi-
nutas y los hombros muy anchos, iguales que en el caso anterior.
Otra figura que podríamos relacionar con esta es la representación Las uñas de los pies se señalan mediante rehundimientos cua-
de la mujer embarazada sentada (MAM 17459, véase la figura del drangulares. Los pezones son cónicos en esta figura femenina, a
catálogo). En este caso, en el rostro destacan unos arcos superci- diferencia de los botones redondeados de las representaciones
liares en forma de medio punto, y en los ojos no se remarca el masculinas. Se adorna con 7 aretes en cada oreja. Es evidente una
párpado inferior. La nariz es también muy ancha, como en la figura diferencia de color en la base curva sobre la que se asienta esta
anterior, y las manos también son gruesas, quizá dos de los rasgos figura, con una línea oscura horizontal justo bajo los pies, que
que agrupan esta forma de representar el cuerpo. Las uñas de los sugiere quizá que este objeto hubiera estado enterrado hasta esta
dedos de los pies se realizan también mediante incisiones. Tiene zona, o se trata del área de manipulación.
el sexo representado tan solo por una pequeña incisión que con-
trasta enormemente con las representaciones de figuras femeni- En este segundo conjunto incluiríamos también la figura mascu-
nas no embarazadas, en las que el sexo se sobredimensiona. Los lina erguida MAM 17455 (véase la figura del catálogo), aunque
pezones son botones redondeados. Las orejas se adhieren a la comparte rasgos de ambos grupos. El rostro presenta la forma
cabeza y se decoran con 8 aretes cada una. La boca expresa un ojival, si bien en este caso los párpados de los ojos muestran un
gesto serio, mostrando una forma curvada hacia abajo. De nuevo resalte bastante tosco. El tabique nasal es afilado en la parte
el tocado es diferente al resto, en este caso señalado por tres inci- superior y se ensancha hacia la base. Los labios también se han
siones; es recto por delante y cae de forma rectangular por detrás, aplicado de forma tosca sobre el rostro y las orejas están pegadas
con el interior liso. a la cabeza, destacando solo 6 aretes en cada una. Los pezones
son dos botones redondeados y muestra el vientre resaltado. El
– Grupo 2: pene se representa en pequeño tamaño pero erecto y eviden-
ciando notablemente el glande. El perfil del torso cae recto, como
El segundo grupo de representaciones antropomorfas está enca- en el caso de la figura embarazada. Las manos son muy pequeñas,
bezado por la figura masculina sentada (MAM 17447, (véase la con finos dedos extendidos sobre el vientre y en los pies; las uñas
figura del catálogo). Las diferencias con respecto al primer grupo se han realizado también rebajando zonas cuadrangulares en
se localizarían sobre todo en ojos y nariz. En este caso, los arcos cada dedo. El tocado de esta figura es simple, como en los del
superciliares parecen casi rectos, los párpados inferiores no están primer grupo, pero tiene la forma de los del segundo.
153
Iconografía y función del ajuar funerario del Tesoro Quimbaya
ANEXO II: OTRAS EVIDENCIAS DE LA ANALÍTICA DE MUESTRAS diferentes muestras tomadas en las revisiones de los objetos que
componen el Tesoro. La mayoría de ellas no corresponden a ele-
Gracias al Proyecto aprobado dentro del Plan Nacional de Investi- mentos de época precolombina, sino a tratamientos posteriores,
gación en Conservación del Patrimonio Cultural, del Instituto del realizados sobre el conjunto, pero que es igualmente interesante
Patrimonio Cultural de España («PNIC2013-002. Estudio e interpre- reseñar en la tabla que adjuntamos.
tación del Tesoro de los quimbayas»), se han realizado análisis en
17418-2 Separador de collar Fragmento de fibra en el interior de uno de los El análisis demostró que se trata de hilo de
orificios del separador, que podría algodón no mercerizado, contemporáneo.
corresponder a un hilo de collar.
17435 Trompeta Sustancia bituminosa oscura en 4 bandas Parafina (cera microcristalina) seguramente
apreciables en la embocadura inferior de la utilizada en el montaje de la pieza en el Museo
trompeta. Arqueológico Nacional o quizá durante la
realización de la reproducción.
17407 Cuentas de collar En las ranuras de algunas cuentas se Diatomeas, arcillas y carbonato cálcico
apreciaba una sustancia de color blanquecino (abrasivos frecuentemente utilizados como
que pensamos podría corresponder a algún componentes en los limpiadores de metales).
limpiador.
17407 y 17408 Cuentas de collar Manchas sobre la superficie dorada, de color Se trata de fosfato de cobre del soporte, una
marrón rojizo. reacción química que pudo haber sucedido
durante el entierro pero también por la
utilización de productos de limpieza.
17454 Supuesto incensario Sustancia rojiza y arcillosa en las comisuras de Sin embargo, se trataba de
los huecos del llamado «incensario». polidimetilsiloxano, una resina natural
Inicialmente consideramos la posibilidad de terpénica, utilizada para la realización de
que pudiera corresponder a restos de algún moldes, por lo que pensamos que se aplicó
adhesivo utilizado para fijar la concha, piedra cuando se realizaron las reproducciones de los
o pasta que cubría estos huecos. objetos hace ya varias décadas.
154
Cuando los Mâmas «danzaban como tigres»
La estética sonora quimbaya
Mónica Gudemos
Universidad Nacional de Córdoba (Argentina)
Pocas veces el estudio de las antiguas culturas se aborda a partir de sus estéticas sonoras, del 252 Todas las imágenes de piezas
arqueológicas aquí expuestas
sentido con el que asimilaron acústicamente sus entornos naturales y los configuraron social- fueron cedidas por el Museo de
mente desde una particular concepción simbólica del sonido. Pero no del sonido perceptible solo América. Tanto el procesamiento
de datos como los análisis
en niveles de frecuencia e intensidad, sino también en pulsaciones rítmicas, cualidades tímbricas acústicos fueron realizados a
y, principalmente, en un amplio espectro de analogías proyectado por una apreciación emotiva de partir de los registros sonoros
proporcionados por dicha
la existencia (Schneider, 1998). Analogías que, en permanente transfiguración semiótica, configu- institución, como también lo
fueron las imágenes radiográficas
raron la urdimbre de un tejido sensible sobre la que socialmente se entretejieron los hilos de lo y los datos de análisis XRF
cotidiano con los hilos de las realidades trascendentes. Mientras algunas culturas sistematizaron realizados por Salvador Rovira
(de los que nosotros contempla-
conscientemente sus ideas por medio de una serie de signos abstractos (símbolos), otras las mos para cada objeto el análisis
danzaron y cantaron (Schneider, 1998: 20), «carnalizando» sus ritmos en espacios vitales pluridi- de la muestra 2).
253 Este relato registrado por
mensionales (Gudemos, 2012a, 2013a; Citro, 2009). El estilo quimbaya definió su particular ritmo
Reichel-Dolmatoff pertenece a
estético en una simbología trascendente de fina abstracción visual y sonora, utilizando las propie- «un anciano sacerdote en la
dades del metal e «incorporándolas» en equilibrada coexistencia con la piel del hombre. Y solo así Sierra, que vivía solo en un viejo
templo medio derruido que
danzó, cantando sus ideas y su historia. había construido años atrás. Una
vez me contó que en ciertas
noches bailaba solo, pero antes
“A veces bailo como tigre; doy zarpazos al aire, así. Otras veces bailo como cangrejo. pasaba horas enteras en
adornarse. Pulía y brillaba sus
Digo en voz alta los nombres de los grandes mâmas de tiempos antiguos”. Al hablar de adornos de oro y de tumbaga,
estos bailes el viejo se emocionaba. “Tengo brazaletes de oro”, decía. “Tengo cascabeles. arreglaba su gran penacho de
plumas y luego, al son de una
Cuando bailo así, el oro santo brilla y veo mi sombra enorme pasar por las paredes. Así maraca, se ponía a bailar
alrededor del fuego» (Reichel-
bailaban los antiguos; con el oro, el oro santo”. (Reichel-Dolmatoff, 1988: 19.)253 Dolmatoff 1988: 19).
155
Cuando los Mâmas «danzaban como tigres»
incluso de relaciones interculturales en las que esas líneas tecnológicas se vieron involucradas, así 254 Conforme a la clasificación de
instrumentos musicales, se
como también sobre la definición de aspectos morfológicos, estilísticos e iconográficos (Noguez et denomina «idiófonos» a aquellos
al. 2013; Lleras et al. 2009; Velásquez Posada y Ramos Betancur, 2007; Plazas, 1998 y 2007; Lechtman en los que el sonido es producido
por la materia misma del
y Macfarlane, 2005 y 2006; Falchetti, 2003; Lechtman, 1988 y 2003; Langebaek 2003; Schorsch, 1998, instrumento, sin recursos tales
entre otros). como la tensión de membranas o
cuerdas. Entre ellos tenemos los
«de golpe percutido», como las
campanas (específicamente:
Específicamente, en lo que a relación de tecnologías metalúrgicas y sonido se refiere, en el vasos de percusión con percutor
estudio de idiófonos254 (cascabeles, campanas, sonajas) es fundamental observar las determinan- para golpearlos o con badajo);
«de golpe indirecto», como las
tes tecnológicas de su capacidad acústica, como su resistencia material a la acción de entrecho- sonajas (idiófonos de sacudi-
que y percusión y sus características de timbre, resonancia y variabilidad frecuencial (Gudemos, miento consistentes en varios
cuerpos ensartados que
2013b). En efecto, cuando un objeto metálico se diseña con el propósito de producir sonido, se entrechocan al ser sacudidos),
sonajeros y cascabeles
tiene en cuenta no solo su calidad estructural organológica (forma y composición material, así (idiófonos de vaso con
como sus propiedades mecánicas y físicas) de modo tal que no se deforme permanentemente con piedrecillas, bolitas de metal, etc.
en su interior que entrechocan),
cada golpe (propiedad de resiliencia), imposibilitándose así su capacidad sonora original, sino etc.
también y muy particularmente su cualidad sonora, esto es, «cómo» suena en términos propia- 255 Técnicamente hablando,
mente acústicos. De allí que es importante en arqueomusicología determinar, cuando es posible, cuando un cuerpo vibra no
produce un sonido «puro», sino
la capacidad de resonancia del objeto, es decir, su capacidad de vibrar. En función de ello obser- un conjunto de sonidos de
vamos su cualidad tímbrica255, lo que comúnmente definimos como el «matiz» de su sonoridad diferentes frecuencias, cada uno
de ellos denominado «armónico»
con términos subjetivos tales como «brillante»256 u «opaca», «clara» u «oscura», «hueca», etc. El o «componente parcial». La
frecuencia de los armónicos de
timbre de un idiófono de metal depende, en cada caso, de la aleación de su material, de su proceso un sonido es siempre un múltiplo
de fabricación, de sus dimensiones y configuración, sin olvidarnos, por cierto, del tipo y material de la frecuencia más baja,
llamada «frecuencia fundamen-
del percutor utilizado y la forma y fuerza del impacto sobre su cuerpo resonador. Todo ello contri- tal», que corresponde al primer
buye a la emergencia de armónicos específicos, que son los que definen su sonido «caracterís- armónico. Ese complejo de
armónicos «componentes» es el
tico», aquel que lo identifica. que determina el timbre de un
instrumento musical y el que nos
permite reconocer a ese
En el caso concreto de la llamada «zona estilística quimbaya»257, localizada en el Valle Medio instrumento como «fuente» del
sonido.
del río Cauca y comprendida por los estudios arqueometalúrgicos en la llamada Área Intermedia 256 Por ejemplo, y a partir de lo
Norte (Plazas, 2007; Plazas y Falchetti, 1983), acordamos con Uribe Villegas y Earle en que dicho en la nota al pie anterior,
solemos percibir un sonido como
«brillante» cuando es rico en
la orfebrería Quimbaya Temprana consiste en un conjunto de objetos elaborados en alea- armónicos agudos.
ciones metálicas con características de forma, función y tecnología distinguibles de las 257 En los estudios más recientes
metalurgias prehispánicas de otras regiones de Colombia y otras épocas en la misma se articula cronológicamente el
desarrollo de la cultura quimbaya
región. A partir de la presencia de patrones culturales en su elaboración y de su carácter en dos períodos: período
quimbaya temprano (500 a. C-600
comunicativo sobre un grupo social –las elites– podemos hablar de ella bajo la categoría d. C.) y período quimbaya tardío
de Estilo. (Uribe Villegas, 2005: 69, citando a Earle, 1990.) (600/700 d. C.-1600 d. C.). Véase,
entre otros autores, Gault 2012.
258 En este caso, el cuerpo
No obstante, en lo que a objetos productores de sonido se refiere, observamos en dichos resonador es la parte del
«patrones culturales» la asimilación de principios organológicos, morfológicos y acústicos que nos cascabel que vibra, específica-
mente la globular hueca con
permiten pensar en relaciones interculturales entre los pueblos del Cauca Medio y los de regiones ranura.
ecuatorianas y, posiblemente, norperuanas (Gudemos, 2013b y 2014b). Pero lo que también obser- 259 Porque perjudica la regular
vamos es que la maestría orfebre quimbaya alcanzó niveles tecnológicos más específicos en lo distribución de las vibraciones a
través de la pared del cuerpo
que a calidad acústica se refiere e incluso óptimos para la obtención de lo que podríamos deno- resonador.
minar «sutilezas» tímbricas a partir del manejo proporcional de aleaciones en función de los
cuerpos sonoros. En efecto, el diseño de las formas globulares simples, ligeramente «acorazona-
das» para los cascabeles, con paredes de distribución homogénea de material (sin aglomeracio-
nes moldeadas o adheridas), con aberturas regulares y simétricamente dispuestas y una adecuada
colocación del apéndice para suspensión, son algunos de los cuidados que los especialistas fun-
didores tuvieron para garantizar la calidad sonora del objeto (figuras 51a, 51b, 51c, 51d y 51e). Pero
también hemos analizado acústicamente cascabeles globulares quimbayas con figuras moldea-
das en su cuerpo resonador258, lo que perjudicó su sonoridad, pero seguramente acrecentó su
sentido simbólico y denotativo (Gudemos, 2014a). A propósito de los apéndices de suspensión de
cascabeles, observamos que estos debieron constituir un problema para los maestros orfebres,
por estar expuestos continuamente a roturas por efectos del entrechoque, ya que, aparentemente,
fueron reparados e incluso reforzados en su estructura primaria con mayor cantidad y calidad de
material o con múltiples argollas (figuras 52a, 52b, 52c, 52d y 52e). Pero a más material aglomerado en el
cuerpo resonador, menor calidad sonora259. Lo observado también nos indicaría el intenso uso al
156
Cuando los Mâmas «danzaban como tigres»
Figs. 51a, 51b, 51c, 51d y 51e: Cascabeles: a) MAM 17466-1; b) MAM
17466-2; c) MAM 17466-3; d) MAM 17466-4; e) MAM 17466-5.
Fotografías de Gonzalo Cases Ortega. Archivo Museo de América.
157
Cuando los Mâmas «danzaban como tigres»
que eran expuestos estos idiófonos. Sin embargo, la «resolución constructiva» del cascabel MAM
17466-3 (véase cuadro 11) habría superado el problema con una aleación de mayor dureza, propor-
cionando a su vez una materia con mejores propiedades tímbricas. Asimismo, obsérvese el cuida-
doso acabado formal de este idiófono.
La gran variedad formal e iconográfica de los cascabeles metálicos hallados en los diferen-
tes sitios arqueológicos del Área Intermedia Norte pone de manifiesto el valor que el sonido tuvo
para las sociedades de la región (figuras 51 y 53a). Estos idiófonos, utilizados solos o ensartados en
grupo, ya sea en ofrendas o adornos corporales, formando parte de vestimentas, varas sonajeras y
remates de bastón o suspendidos en las puertas de los templos y casas de los principales, consti-
tuyeron la especie instrumental más difundida en tiempos prehispánicos en el área circunscrita,
incluso la de mayor influencia y asimilación cultural cuando las tecnologías metalúrgicas y las
morfologías acústicas se proyectaron hacia el occidente de México (Schulze, 2010; Almendros,
López y Ruiz Martín, 2008; Hosler, 2005).
Sin duda, y por lo ya dicho, la importancia cultural del sonido de objetos metálicos habría
promovido una intensa experimentación tendiente a lograr diferentes «texturas metálicas» y sus
correspondientes sonoridades. Esa tecnología experimental, principalmente desarrollada en
torno a la metalurgia del cobre, habría generado una interesante red de cadenas operatorias sos-
tenida por una dinámica intercultural de amplia difusión. A propósito, Lechtman (1993) observa
que las ventajas de la aleación controlada de cobre-arsénico, como la de todos los bronces con
respecto al cobre, eran la facilidad de su fundición, la dureza que adquiría al ser martillado, así
como la resistencia bajo compresión y tensión y la ductilidad que permitía lograr láminas finas y
resistentes así como sus colores y sonidos (véase Hocquenghem, 2004: 279). Por ejemplo, en
busca de estas propiedades de dureza, resistencia, ductilidad, color y sonido, culturas como sicán
(norte de Perú) desarrollaron exitosamente a mediados del siglo x d. C. una tecnología y lo que
podríamos denominar una «industria» de fundición de cobre arsenical de notable complejidad y
fuerte presencia en esa red de cadenas operatorias a la que nos referíamos. Incluso habrían llegado
158
Cuando los Mâmas «danzaban como tigres»
a difundir macro-regionalmente no solo conocimientos específicos sobre cómo fundir nuevas 260 Que abarca en la actualidad
los estados de Michoacán,
menas y cómo controlar las aleaciones (Lechtman, 1993: 24), sino también, y principalmente a Jalisco, Colima, Guerrero y
nuestros intereses, concepciones estéticas en torno a la producción sonora a partir del timbre y Nayarit (Hosler 2005: 336).
resonancia de los idiófonos. Producción que, considerando el costo social que representaba la 261 Entierro 2, fase Chanal (según
Hosler, hacia el final de la etapa
gran inversión en trabajo necesaria para la obtención y el laboreo de cobre arsenical, estuvo direc- 1: 600/700-1200 d. C.), en el que
tamente asociada a las actividades de los miembros de la elite (Hocquenghem, 2004: 278-9) o, por se rescataron 70 cascabeles de
cobre asociados a un individuo
lo menos, controlada por esta. (Almendros López y Ruiz Martín,
2008: 5)
262 Más de 60 cascabeles
La importancia ritual de los cascabeles fundidos de bronce (cobre-arsénico) fue rápida-
restaurados por los especialistas
mente incorporada por otras sociedades, principalmente del occidente de México260, que habrían del Instituto Nacional de
Antropología e Historia (INAH) de
comenzado a importarlos hacia el siglo vi d. C. desde el norte de Perú y, principalmente, desde el México. Conforme a los datos
sur de Ecuador por vía marítima para después desarrollar una importante metalurgia local (Hosler, ofrecidos por la restauradora
Fabiana González Portoni, los
2005). No olvidemos la importancia que entonces habría tenido el comercio marítimo ecuatoriano, cascabeles son de una aleación
favoreciendo la difusión no solo de principios tecnológicos aplicados a la metalurgia del cobre y el de cobre, arsénico y plomo.
bronce arsenical hacia el occidente de México, sino también de lineamientos formales y función 263 En los cascabeles y placas
metálicas no solo es importante
social de las piezas elaboradas (Plazas, 2007: 36). Los estudios de Dorothy Hosler fundamentan la la capacidad que tengan de
importancia que los idiófonos, específicamente los cascabeles de cobre, adquirieron en estas vibrar, sino también de
«sostener» en el tiempo el
relaciones macro-regionales, concluyendo incluso que en la etapa 1 (600/700-1200 d. C.) de la movimiento vibratorio y, por lo
tanto, el sonido.
metalurgia mesoamericana la importante producción de cascabeles a la cera perdida indicaría
culturalmente un particular interés por las sonoridades metálicas (Hosler, 2005: 337). Los hallaz-
gos de grandes cantidades de cascabeles asociados a contextos rituales específicos, como el de
El Zalate, al sur de Colima (Almendros López y Ruiz Martín, 2008)261, y los de la Zona Arqueológica
de Teteles de Santo Nombre, en el estado de Puebla262, son buenos ejemplos de su valoración
social como elementos suntuarios, así como los más de tres mil cascabeles hallados en el Templo
Mayor de Tenochtitlan (Schulze, 2010) confirman la permanencia temporal de su «función social»,
en tanto objetos estrechamente vinculados a eventos rituales y ceremoniales.
Lo que Falchetti (1979) observa con respecto a la amplia región de influencia de la orfebre-
ría quimbaya en etapa de su florecimiento, que se extendió desde el territorio de Antioquia por el
norte hasta el departamento del Cauca por el sur, revelándose «también en Panamá, en donde
coincide con la etapa temprana de la orfebrería coclé (500-800 d. C.), y en Costa Rica, donde se han
hallado piezas características de la orfebrería quimbaya», se observa también en el «mapa cultural
de instrumentos musicales y objetos sonoros de metal prehispánicos» (Gudemos, 2013b, 2014b).
159
Cuando los Mâmas «danzaban como tigres»
Cuadro 1: Análisis acústico de la producción sonora de la Cuadro 2: Análisis acústico de la producción sonora de la
orejera sonajero MAMF17422-7. El análisis metalográfico de orejera sonajero MAMF17422-8. El análisis metalográfico de
la muestra 2 [XRF, revisado por Salvador Rovira] se incluye la muestra 2 [XRF, revisado por Salvador Rovira] se incluye
para observar la relación material-sonoridad. para observar la relación material-sonoridad.
Cuadro 3: Análisis acústico de la producción sonora de la Cuadro 4: Análisis acústico de la producción sonora de la
orejera sonajero MAMF17422-26. El análisis metalográfico de orejera sonajero MAMF17422-13. El análisis metalográfico de
la muestra 2 [XRF, revisado por Salvador Rovira] se incluye la muestra 2 [XRF, revisado por Salvador Rovira] se incluye
para observar la relación material-sonoridad. para observar la relación material-sonoridad.
Cuadro 5: Análisis acústico de la producción sonora de la Cuadro 6: Análisis acústico de la producción sonora de la
orejera sonajero MAMF17422-6. El análisis metalográfico de orejera sonajero MAMF17422-3. El análisis metalográfico de
la muestra 2 [XRF, revisado por Salvador Rovira] se incluye la muestra 2 [XRF, revisado por Salvador Rovira] se incluye
para observar la relación material-sonoridad. para observar la relación material-sonoridad.
160
Cuando los Mâmas «danzaban como tigres»
Cuadro 7: Análisis acústico de la producción sonora de la Cuadro 8: Análisis acústico de la producción sonora de la
orejera sonajero MAMF17422-9. El análisis metalográfico de orejera sonajero MAMF17422-17. El análisis metalográfico de
la muestra 2 [XRF, revisado por Salvador Rovira] se incluye la muestra 2 [XRF, revisado por Salvador Rovira] se incluye
para observar la relación material-sonoridad. para observar la relación material-sonoridad.
Cuadro 9: Análisis acústico de la producción sonora del Cuadro 10: Análisis acústico de la producción sonora del
Cascabel MAMF17466-1. El análisis metalográfico de la Cascabel MAMF17466-2. El análisis metalográfico de la
muestra 2 [XRF, revisado por Salvador Rovira] se incluye para muestra 2 [XRF, revisado por Salvador Rovira] se incluye
observar la relación material-sonoridad. El análisis de la para observar la relación material-sonoridad. El análisis de
muestra 1 arrojó un porcentaje de Cu del 19,7%. la muestra 1 arrojó un porcentaje de Cu del 22,3 %.
161
Cuando los Mâmas «danzaban como tigres»
Faltan aún estudios más profundos, pero con los datos analizados pensamos que, desde
el punto de vista sonoro, la influencia estética quimbaya, al difundirse, fue enriquecida con cono-
cimientos acústicos de mayor especialización desarrollados en las regiones de la Serranía de San
Jacinto y la Sierra Nevada de Santa Marta. De allí se habría extendido hacia los actuales territorios
de Panamá y Costa Rica (Gudemos, 2014a). Al respecto, revisando trabajos como los de Cabrero y
Ruvalcaba Sil (2013), Mayo (2006), Gnecco (2006), Hoopes (2005), Cooke et al. (2003), Hocquenghem
(1993), Bruhns (1989), Rostworowski de Diez Canseco (1975, 1981), Falchetti (1979) y Wassen (1955),
entre otros, sin olvidar por cierto los importantes aportes de Koch-Grünberg en las primeras
décadas del siglo pasado, resulta interesante observar la gran movilidad de personas, bienes y
oficios y el establecimiento de redes de intercambio e incluso de vías de comercialización en
tiempos prehispánicos en el Área Istmeño-Colombiana (según definición de Hoopes y Fonseca,
2003 y en consideración de las observaciones de Plazas, 2007: 34), conformando un dinámico
núcleo macro-regional de vinculación entre las costas del Atlántico caribeño y el Pacífico y las
regiones de sierra y selva. Estas interrelaciones culturales fueron sin duda propicias para el desa-
rrollo de los sistemas de producción sonora, lo que se constata no solo en el análisis de idiófonos,
sino también y particularmente de aerófonos, principalmente flautas.
162
Cuando los Mâmas «danzaban como tigres»
Como dijimos, para algunas culturas el concepto de sonido habría implicado también pulsaciones 264 Recipientes para la cal
utilizada en el consumo de hojas
métricas y rítmicas vinculadas en un amplio espectro de analogías que no siempre podremos com- de coca.
prender en profundidad, pero sí aproximarnos a su estudio a través de los emergentes iconográficos 265 Algunos gavilanes son
(Gudemos, 2010; Schneider, 1998). En este sentido, coincidimos conceptualmente con Pineda considerados aves chamánicas.
El Elanoides forficatus o halcón
Camacho cuando analiza las representaciones en los remates de palillos para cal calima-yotoco- tijereta, específicamente,
malagana (100 a. C.-800 d. C.), en el contexto material de los poporos264 producidos en el centro y adquirió entre los tukano un
fuerte simbolismo por su
suroccidente colombiano en los primeros siglos de esta era. En tales representaciones pueden conducta migratoria, asociada en
identificarse danzantes, personajes ritualmente ataviados, aves con importantes tocados que, la región del Vaupés a
determinadas épocas de
abundancia y eventos estelares
particulares (Reichel-Dolmatoff
sin perjuicio de que en ciertos casos representen los bastones de espíritus, pienso, al con- 1978).
trario, que se trata en muchos casos de verdaderos danzantes con sus propios bastones de 266 Del mito de Yurupary en los
baile, sus propios báculos, en cuanto que el mismo “alfiler” expresa la idea de un bastón, relatos cubeo: «Para hacer sonar
el yurupary estaba la pluma de
de una lanza ritual, la idea de ritmo multiplicador. Los hombres con sus animales a la gavilán. Cuando venteaba sonaba
espalda acaso llegan con su presente al baile, resaltando la idea del regalo, la alianza, el desde lejos, por eso, los sitios
donde habitaba gente a veces
complemento fundamental del ritmo creador. (Pineda Camacho, 2005: 47.) suenan y son los yurupary»
(http://siic.mininterior.gov.co/
sites/default/files/plan_de_vida_
Estas imágenes rituales no son estáticas. Conceptualmente ellas danzan, cantan, percuten udicv_vaupes.pdf). Yurupary o
yurupari: «del nheengatu
tambores, bastones de ritmo y varas sonajeras, crean espacios sonoros llenos de vibraciones que ‘demonio’. Nombre aplicado por
se expanden en varias dimensiones, como lo hacía la dorada pluma del gavilán265 que, tal como los blancos a las flautas y
trompetas sagradas de los
refieren los relatos cubeo, «cuando venteaba sonaba desde lejos»266. Por ello, si abordamos estas indígenas del Vaupés» (Correa y
Mendoza 1996: 259).
expresiones culturales desde las artes visuales solo como imágenes desprovistas de la dinámica
conceptual de su inmanencia significativa, correremos el riesgo de realizar «aproximaciones diag-
nósticas» en el sentido metafórico propuesto por Gombrich (2011: 241) al tratar «la visión occiden-
tal de estilo», y lo haremos desde una primaria y convencional «visualidad del objeto», perdiéndonos
la posibilidad de introducirnos en el análisis de su concepción rítmica, animada por la red de
analogías consensuadas por la cultura «actuante». Hablamos de «posibilidad» puesto que somos
conscientes de la distancia cultural de nuestras miradas y lecturas, pero aun cuando no sea «posible
establecer ningún nexo con los sistemas de percepción y representación de los artífices originales
163
Cuando los Mâmas «danzaban como tigres»
de estas manifestaciones» (Martínez Célis, 2006) para operar como interlocutores directos, tenemos 267 Hongos Psilocybe aztecorum,
de fuerte presencia cultural como
la posibilidad del uso «cauteloso de la etnología para intentar entender» (Uribe Villegas, 2005: 64), enteógenos en actividades
articulando nuestros datos desde una perspectiva artística con una permanente actualización de rituales.
la información arqueológica y etnohistórica vinculada.
164
Cuando los Mâmas «danzaban como tigres»
una sonoridad clara, aunque opaca. Con respecto a estos idiófonos, no debemos olvidar que las Figs. 56a y 56b: Trompeta
aberturas acústicas (ranuras) quedaban tapadas por la piel del lóbulo de la oreja de su portador, MAM 17435 y radiografías de
frente y perfil, así como
perjudicándose así su sonoridad. ¿Para qué, entonces, buscar una buena calidad sonora si no iba detalles de su decoración.
a escucharse o una iconografía significativa si no iba a verse? Por la razón antes dicha, porque esa Fotografías de Gonzalo
calidad sonora e iconográfica se carnalizaba simbólicamente, incorporándose a su portador. A Cases Ortega. Imagen
propósito, nos preguntamos si las variantes sonoras de frecuencia y timbre y el principio de trans- radiográfica de Tomás Antelo
y Miriam Bueso (IPCE).
formación que la dinámica iconográfica expresa en este conjunto material que estudiamos se
incorporaban ritual y simbólicamente en un solo portador o si para cada portador, conforme a su
situación social, se preveía una variante específica. Previsión que, por otra parte, no era extraña
entre los andinos en tiempos prehispánicos, como tampoco lo es actualmente entre los amazó-
nicos (Gudemos, 2005, 2008, 2013a).
Por otra parte, las fuentes escritas nos informan de cómo se integraba el sonido en el
paisaje cultural de la región que tratamos y sus áreas de influencia, a través de una red de múlti-
ples semióticas en la que los idiófonos metálicos tuvieron un rol relevante. Tal vez uno de los
ejemplos más representativos de lo dicho sea el templo de Finzenú, en el valle del Sinú, bajo el
dominio «de la gran Cacica y señora de muchos pueblos sus vasallos que tenía en su comarca»
hacia mediados del siglo xvi (Simón [1625] 1892, 1.ª noticia, cap. XX, 3.°, p. 30). De las ramas de los
árboles situados en su entorno pendían campanas de oro (¿tumbaga?) que, al ser sacudidas por el
viento, generaban una atmósfera sonora que todo lo pregnaba:
Cerca de este santuario estaba una montañuela de diferentes árboles, muy gruesos y
más delgados, en cuyas ramas estaban puestas en hilera muchas campanas de oro fino no
bien talladas, pues eran á la forma de almirez de boticario y algunas tan grandes. (Simón
[1625] 1892, 1.a noticia, cap. XXI, 2.°, p. 32; información que Simón tomó del canto III, Historia
de Cartagena, 3.ª parte de las Elegías de Juan de Castellanos [1589]).
Con la intención de comprender la función dada entonces al espacio sonoro que Simón y
Castellanos describen, nos aproximamos conceptualmente a su estudio a través de la polisémica
165
Cuando los Mâmas «danzaban como tigres»
relación por analogías establecida por los tukano del Vaupés con respecto a la piedra Nyí en las 268 Aerófonos que emiten más de
un sonido por vez.
cataratas de Meyú, Pira Paraná (Reichel-Dolmatoff, 1978: 143). Dicha piedra, por el importante
269 Como las procedentes del
grabado que posee (un gran idiófono tipo sonaja), es considerada una vara sonajera cósmica. Área Intermedia Sur (véase Plazas
Como ella, la «montañuela» próxima al templo de Finzenú que vio Castellanos habría sido conce- 2007). Un ejemplo representativo
de ellas es la trompeta
bida como un punto topográfico organizador del cosmos, como una vara sonajera de los ancestros identificada O03316 (Museo del
en permanente función protectora, una gran sonaja sacudida por los árboles, aquellos danzantes Oro de Bogotá), procedente del
Valle de Calima y perteneciente al
naturales animados por el viento y la lluvia. periodo yocoto (ca. 100-1200 d.
C.): http://www.banrepcultural.
org/museo-del-oro/coleccion/
O33395
Los sonidos del poder 270 Sin artificio o dispositivo para
el cambio de tono.
La trompeta MAM 17435 de la Colección Quimbaya del Museo de América (figuras 56a y 56b) se cir-
cunscribe a un tipo de trompetas pertenecientes a una época en la que los pueblos de la región
calima definieron una fuerte estratificación social y un importante desarrollo tecnológico, al
tiempo que un complejo ritual de amplio consenso y una organización ceremonial de enverga-
dura. No en vano las trompetas, como denotativos de poder, alcanzaron gran difusión localmente
y en áreas de influencia. Archila aporta datos de interés sobre otro ejemplar, que nos aproximan a
la comprensión simbólica de estos aerófonos:
Esta pieza [MO 33395] fue tallada en la parte distal de un fémur izquierdo sin epífisis,
probablemente de humano, y en la diáfisis de otro hueso, cuya estructura recuerda la de
un mamífero acuático, aunque también podría ser humano [...]. Después se forró por sec-
ciones con láminas delgadas de oro de muy buena ley, consiguiendo un enchape exce-
lente. (Archila, 1996: 78.)
Tanto por la información de archivo consultada como por los instrumentos musicales
registrados y la iconografía analizada, sabemos que en el área cultural que tratamos existieron en
tiempos prehispánicos, además de las trompetas de caracol marino, trompetas naturales270 curvas
y rectas, pequeñas y de mayor envergadura, de metal, madera o palma y, posiblemente, de
cerámica, como las procedentes de Ecuador y norte de Perú. No descartamos la posibilidad de que
algunas trompetas rectas de metal hayan tenido piezas adaptadas como boquillas y pabellones
para una mejor producción sonora. Es muy posible que cada tipología de trompeta haya respon-
dido a una función y estamento social determinados.
166
Cuando los Mâmas «danzaban como tigres»
Lamentablemente, por la falta de sistematización en las excavaciones realizadas, poco 271 Aleación cobre-oro-plata.
podemos saber sobre los contextos de hallazgo de los instrumentos musicales aquí mencionados,
menos aún de su precisa ubicación en el esquema de la parafernalia mortuoria, tan necesaria para
esgrimir argumentaciones acerca de su función social y denotación simbólica. En arqueomusico-
logía no solo es importante saber dónde fueron hallados estos instrumentos musicales y con qué
otros objetos fueron depositados originariamente, sino también cómo estaban dispuestos en el
contexto funerario. Ya no tenemos comunicadores directos de las culturas que constituyeron sus
marcos de utilización y definieron sus funciones, solo contamos con la última decisión social que
determinó su lugar en la simbología gestáltica de la materialidad trascendente. Ese esquema de
relaciones semióticas no verbales que configura la disposición de un contexto funerario es la única
información cultural directa que podemos obtener y es la que precisamente falta, más allá de todas
las descripciones, como la que oportunamente registró Arango Cardona sobre el hallazgo de la
trompeta MAM 17435:
También vimos sacar de una matacañera del pueblo de La Soledad una corneta de oro
fino de 180 castellanos, así: la embocadura era postiza y se introducía en la boca de la
corneta, que era circular; ambas piezas eran de rozamiento perfecto; la corneta al principio
era redonda, y a medida que avanzaba hacia delante se iba aplanando, quedando la boca
de afuera un poco cuadrada. Por encima tenía grabado en alto relieve un indio y por debajo
una india, ambos de cara plana, pero de mucho arte y un tanto al natural; esta medía 12
pulgadas de longitud [...] un guaquero toca la corneta; todos oyen y quedan fascinados y
embriagados por la sed de oro. (Arango Cardona, 1924, lib. II: 53.)
En otro orden de cosas, aparte del carácter denotativo del metal y de su importancia visual
y sonora, el olor de la tumbaga o guanín271 (conferido por el porcentaje de cobre presente en su
aleación) era asociado simbólicamente por las culturas del área estudiada a ciertas hierbas y
hongos ricos en sustancias psicoactivas empleados con propósitos rituales (Torres, 2006; Idrovo,
2005; Carod Artal, 2005; Ratnaike, 2003), así como también a la fertilidad humana, la transforma-
ción y la procreación (Falchetti, 1999: 57-59; Reichel-Dolmatoff, 1988: 22). Los cronistas repararon
en el valor que se daba al olor del cobre. Bartolomé de las Casas, en su Historia de las Indias, ofrece
al respecto una valiosa información:
167
Cuando los Mâmas «danzaban como tigres»
Olíanlo luego como si en olerlo sintieran que venía del cielo; y finalmente, hallaban en 272 «Igualmente interesantes por
su rareza, son los silbatos donde
él tal olor, que lo estimaban por de mucho precio, y así hacían á una especie de oro bajo la figura humana también se
que tenía la color que tiraba á color algo morada, y que ellos llamaban guanín, por el olor integra a la estructura del objeto.
Así, de uno se desprende una
cognoscian ser fino y de mayor estima. (Bartolomé de las Casas [1559] 1875, t. I, cap. LX: cabeza, y el otro tiene la
403.) embocadura con motivos
geométricos, y dos figuras
desnudas opuestas –una
femenina y otra masculina– y el
Asimismo, el principio de fecundidad y fertilidad humana fue relevante en la iconografía tubo de resonancia liso.» Este
ritual. Lucas Fernández de Piedrahita registró oportunamente que mismo autor presenta también
este objeto como «cetro con
cabeza humana»: «Casco, figuras
Tenían Templos, ó Santuarios, y destos los mas celebrados eran los de Bogotá, Sogamoso, antropomorfas, poporo y cetro
con cabeza humana, pertene-
y Guatavita; en ellos adoraban mucha diversidad de Idolos, como son, figuras del Sol y de cientes al tesoro de los
Quimbayas. Museo de América,
la Luna formadas de plata, y oro, y del mismo metal figuras de hombres, y mujeres, otras de Madrid» (Gamboa Hinestrosa
madera, hilo, y de cera, grandes unas, y otras pequeñas, y todos estos Idolos con cabelleras, 1992).
y mal tallados: vestíanlos de mantas de pincel, que son las más estimadas; y puestos en 273 Véase la nota anterior.
orden, siempre juntaban la figura del varón con la de la hembra. (Fernández de Piedrahita, 274 Un aerófono del tipo flauta
tiene canal de insuflación cuando
1688, parte I, lib. I, cap. III, folio 20; las cursivas son nuestras.) su embocadura posee un artificio
constructivo que direcciona el
aire del soplo contra un borde
Tenemos así, entonces, hombre y mujer unidos en la embocadura de la trompeta MAM biselado o «filo de corte» lateral.
17435, «fertilizando» la insuflación del sonido y en un mismo aliento humano «fecundando» o Las flautas de pico poseen canal
de insuflación, como también lo
«procreando» el sonido. En términos generales, sabemos que cuando un aerófono metálico con tienen las flautas globulares o
vasculares del tipo ocarina.
aleaciones de cobre se calienta y humedece durante la insuflación prolongada, el músico percibe
claramente, «aspira» el característico olor que emana. Esta particularidad no pudo pasar desaper-
cibida para los trompeteros prehispánicos al insuflar trompetas de tumbaga.
55 -BOCINA adornada con una doble cariátide, hombre y mujer unidos por las espaldas,
cargando sobre la cabeza una especie de capitel de cinco molduras de dibujo variado.
-Pesa 231 gramos; ley, 0,600. -Dim., 30 cent. // 56 -SILBATO de oro con una cabeza de indio
con incisiones profundas en la cara. -Pesa 141 gramos; ley, 0,720. -Dimensión, 16 cent.
(Catálogo General de la Exposición, 1893, lámina XIX, p. 50; véase también Piazzini Suárez
2012: 30, fig. 15.)
168
Cuando los Mâmas «danzaban como tigres»
esta pieza, observamos que no constituye embocadura de «filo» para el «corte» del soplo (en el 275 Aerófono de filo o flauta, sin
canal de insuflación, longitudinal,
caso de que se tratara de una flauta sin canal de insuflación del tipo taxonómico 421.111.21)275, aislada, cerrada, sin orificio de
incluso el diseño decorativo torsionado que comparte con el extremo inferior cerrado perjudica digitación.
sensiblemente el «corte» del soplo. Lo que algunos consideran un orificio de digitación situado en 276 Los mamelones son pequeños
apéndices o protuberancias en
el apéndice cefaloantropomorfo (Cabello y Martínez, 1988: 102) no es funcional como tal y no está los que se canaliza la abertura
conectado acústicamente al tubo según las pruebas realizadas y los contrastes de las placas radio- acústica para el cambio de tono,
cuya función es facilitar la
gráficas. Pero aun forzando la posibilidad de existencia de un orificio de digitación en prolonga- digitación u obturación durante
ción mamelonar276 conectada al tubo, la dificultad de su obturación, la inapropiada disposición la insuflación. En este caso la
prolongación la perjudicaría
del apéndice con respecto al tubo (extensión, orientación y amplitud angular), así como la cámara notablemente.
globular del moldeado cefalomorfo (que no es completa ni regularmente hueca), perjudicarían 277 «Y les llegó el tigre, / a todos, a
todos, de las cenizas, de las
sensiblemente una emisión de sonido musical estable y el cambio de tono, teniendo en cuenta cenizas, se les levantó el tigre».
que no hay embocadura con canal de insuflación, ni borde con muesca, ni bisel. Incluso, para no Fragmento de narración guatusa
(Castro, Blanco y Constenla
descartar la naturaleza acústica del objeto sin suficientes pruebas, pensamos en la posibilidad de Umaña 1993: Laca Majifijica. La
una concepción de la forma por analogía, esto es, que la boca de la cabeza moldeada no fuese un transformación de la tierra, San
José: Editorial de la Universidad
orificio de digitación, sino una especie de «amplificador simbólico» del sonido que permitiera que de Costa Rica, p. 92, citado en
Constenla Umaña 1996: 48).
la emisión sonora saliera proyectada por la boca, como si de la voz de un personaje se tratara. Guatusa: lengua agrupada en la
Concepción muy difundida en la América precolombina (Gudemos, 2009). Pero su proximidad al denominada «estirpe chibchense»
por Constenla Umaña (1996: 3).
orificio abierto del tubo, la orientación angular del apéndice, las dimensiones de la «boca» y las
irregularidades obstaculizantes en el interior de la cabeza representada atentan contra esa posi-
bilidad acústica.
Al analizar la ritualidad de las decoraciones de instrumentos musicales, así como las representa-
ciones de músicos y danzantes en la orfebrería quimbaya, observamos que el proceso de transfor-
mación que muchas manifiestan a través de la dualidad iconográfica establecida por diferentes
naturalezas en situación de «opuestos complementarios» las define como «imágenes energéti-
cas» (Gault, 2012: 25), en las que el sonido y las sustancias alucinógenas son los principales gene-
radores del «cambio de estado» (Gudemos, 2013a; Pineda Camacho, 2005). Por ello consideramos
que en casos como los de las trompetas MAM 17435, con el principio de los opuestos mujer-varón,
y la MO 33395 descrita por Archila, decorada con el motivo del «par sagrado» (figura 54, imagen i),
directamente relacionado con el consumo de hongos alucinógenos Psilocybe (Guzmán, 2012;
Velandia Jagua, 2011; Velandia et al. 2008; Wasson, 1983; Schultes y Hofmann, 1993), no estaría-
mos solo frente a instrumentos musicales, sino ante resoluciones organológicas de una concep-
ción simbólica de fuerte impacto representativo y denotativo de poder sintetizada en la unidad
«sonido-metal-enteógeno». Unidad que subyació conceptualmente en una definición estética de
amplia difusión y asimilación cultural, adquiriendo las variantes formales de los estilos locales y
las múltiples expresiones de la ritualidad sonora. Si al soplar los huesos enchapados de la trompeta
MO 33395 un chamán, con la ayuda de hongos visionarios, hacía resucitar simbólicamente al
adversario (Reichel-Dolmatoff [1951] 1985, II: 44-45), y si la dualidad varón-mujer es la «máscara»
humana del sonido de la MAM 17435, expresando la idea de transformación ritual, conceptual-
mente estos instrumentos producían no solo sonidos «consensuados e interpretados» en un
contexto social determinado, sino niveles de «co-presencia» y comunicación en un cosmos conce-
bido y vivido en su simbología sonora, en su realidad trascendente.
Agradecimientos
A Ana Verde Casanova y Andrés Gutiérrez Usillos, del Museo de América, por su permanente colabo-
ración, y a Julio Catalano, de la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina), por el procesamiento
de datos acústicos.
169
Estudio arqueométrico
integrado del Tesoro
Introducción
Alicia Perea
Instituto de Historia (CCHS-CSIC)
La arqueometría es una ciencia joven, con una larga trayectoria. Si con el término nos referimos
a la caracterización de los materiales arqueológicos –orgánicos e inorgánicos–, la arqueometría se
viene practicando desde que la arqueología es arqueología. Por el contrario, si con él nos referi-
mos a la identificación, medición y cuantificación mediante el uso de métodos físico-químicos,
electrónicos, radioactivos o instrumentales en general, desarrollados en muy diferentes ámbitos
de la ciencia o la industria, adaptados a las necesidades del material arqueológico, con el fin de
identificar, interpretar, fechar, conservar, restaurar y mostrar, entonces estamos hablando de una
arqueometría joven, que se encuentra en fase de experimentación. Hace poco más de una década
nadie hubiera pensado en utilizar los isótopos del plomo como medio para determinar la proce-
dencia del oro en aleaciones Au-Ag-Cu (Bendall et al. 2008); o los isótopos del estaño para identifi-
car falsificaciones (Nickel et al. 2012); o que se estuviera experimentando con la proporción uranio/
torio-helio para fechar los objetos áureos (Eugster, Kramers y Krähenbühl, 2008). Es comprensible,
por tanto, que arqueometría y arqueología científica se utilicen como sinónimos en la actualidad,
aunque sea una desafortunada utilización puesto que no existe una arqueología no científica.
Pero el significado profundo de esta joven ciencia va más allá de la aplicación de un tipo de
análisis o el método instrumental más novedoso, y generalmente más costoso. La arqueometría
implica un compromiso, entre los intereses de diversas instancias, con el fin de obtener la mayor
cantidad de información posible, aplicando un criterio exigente de conservación, a un coste razo-
nable o posible. Es precisamente esta filosofía la que impregnó la planificación del estudio
arqueométrico del Tesoro de los quimbayas conservado en el Museo de América de Madrid.
173
Introducción
sepamos hacer las preguntas pertinentes. En este sentido, tan importante como el método es el
equipo humano, y me refiero al buen entendimiento entre los especialistas de las distintas disci-
plinas que entran en contacto. El diálogo entre arqueólogos y científicos no siempre ha resultado
fácil (Pollard y Bray, 2007), pero ya hemos superado la etapa de arrogancia adolescente por ambos
bandos y nos hemos dado cuenta de que nuestros intereses son bastante similares (Jones, 2004).
Solo queda aclarar que los análisis de C-14 y el estudio de los huesos recuperados a lo
largo de la historia del Tesoro van en capítulo aparte para facilitar una rápida consulta de los resul-
tados y su mejor comprensión.
174
Observación y análisis mediante MO,
MEB-EDX y metalografía
Alicia Perea
Instituto de Historia (CCHS-CSIC)
Los métodos de observación de las superficies, sobre todo en objetos metálicos, se han convertido
en un paso imprescindible para cualquier aproximación al material arqueológico y al patrimonio en
general. En esa superficie se concentra una gran cantidad de información en forma de huellas
dejadas por los procesos de fabricación, modos de uso, condiciones de abandono, de almacena-
miento y de exhibición. Hasta hace poco, la observación óptica con lupa binocular era la única
instrumentación habitual en los laboratorios de investigación y en los museos. Actualmente
contamos con microscopios electrónicos que han desarrollado modos de funcionamiento pensados
para un material que generalmente no puede ser muestreado, dividido, pulido o atacado con
ácidos, y ocasionalmente tampoco puede ser sometido a condiciones de alto vacío.
Todos los objetos del Tesoro Quimbaya fueron estudiados mediante MO como paso previo
a cualquier planteamiento de análisis no destructivo, y las conclusiones de estas observaciones se
han incluido en el capítulo dedicado al orfebre quimbaya, pero están presentes e informan todas
las actuaciones posteriores (figura 58). Evidentemente, el tamaño de la mayoría de los objetos
impedía plantear un estudio mediante MEB-EDX, puesto que superaba con creces el volumen de la
cámara de vacío de que dispone el Laboratorio de Microscopía Electrónica y Microanálisis
(MicroLab) del IH, CSIC. De manera que este estudio se limitó a las cuentas que estaban contenidas
en uno de los poporos y que salieron en el curso de nuestro estudio (figura 59).
Los fundamentos del MEB se basan en la interacción de un haz de electrones con los
átomos de una muestra, lo que produce una variedad de señales diferentes. El MEB aporta una
imagen de alta resolución y muy altos aumentos, poniendo de relieve la estructura y topología
superficial de la muestra, gracias a la señal de electrones secundarios y retrodispersados. A esta
infraestructura de imagen se puede añadir un espectrómetro de energía dispersiva (EDX) que
permite la detección de los rayos X emitidos, aportando información sobre la composición ele-
mental de la muestra. Debido a que el haz de electrones puede tener un diámetro bastante
reducido, esta técnica permite analizar zonas micrométricas de un objeto. Por ello nos pareció el
más adecuado para el estudio de las microcuentas quimbayas. Por último, hay que tener en cuenta
175
Observación y análisis mediante MO, MEB-EDX y metalografía
que esta es una técnica estrictamente de superficie, y que los datos obtenidos son los referidos al
estrato más superficial de los objetos, en el rango de las 3 µm en una matriz de aleación de base
oro. Por tanto, esos datos pueden estar afectados por procesos de corrosión o efectos de enrique-
cimiento superficial, naturales o intencionales.
Un pequeño fragmento desprendido del casco n.º 17432 hace ya tiempo nos permitió el
estudio metalográfico de este objeto polémico debido a la discusión existente entre su fabricación
por deformación plástica frente a su fabricación a la cera perdida.
176
Análisis mediante fluorescencia
de rayos X (FRX)
Salvador Rovira Llorens
Patricia C. Gutiérrez
Aurelio Climent Font
Patricia Fernández Esquivel
Alicia Perea
José Luis Ruvalcaba Sil
Ana Verde Casanova
Alessandro Zucchiatti
La fluorescencia de rayos X es una de las técnicas analíticas más extendidas para la caracterización
elemental de materiales históricos, artísticos o arqueológicos debido a diversas razones. En primer
lugar es un método relativamente simple, económico, rápido, fácil de utilizar, multielemental y no
destructivo. En segundo lugar, la reciente comercialización de equipos portátiles a un coste ase-
quible lo ha convertido en un método popular para cualquier caracterización de objetos sensibles
por su valor histórico o artístico, estado de conservación o difícil ubicación.
Debido a ello se pudo plantear analizar la colección completa de 135 (números de inven-
tario) objetos procedentes del Tesoro Quimbaya en el propio Museo de América, sin necesidad de
trasladarlos al laboratorio. Las medidas FRX se consideraron un paso previo a cualquier actuación
posterior, que consistió en la selección de una amplia muestra para analizar mediante haces de
iones (PIXE).
Los fundamentos físicos de la técnica FRX han sido descritos en diversas publicaciones y a
distintos niveles (Beckhoff et al. 2006; Bird y Williams, 1989; Gutiérrez Neira, 2009; Johansson et al.
1995; Maenhaut y Malmqvist, 1993; Neelmeijer et al. 1996; Termer y Nastasi, 1995), pero en síntesis
implica la emisión de rayos X característicos de los átomos en la zona analizada de la muestra
como resultado de la ionización de las capas internas producida por la interacción con una fuente
primaria de excitación, que puede ser un tubo de rayos X, una fuente radioactiva o una radiación
sincrotrón.
En nuestro caso utilizamos un equipo portátil Innov-X de la Serie Alpha, dotado con tubo
de rayos X con ánodo de plata, y una potencia máxima de 8 W. El equipo dispone de un filtro de
aluminio para eliminar interferencias del tubo y para mejorar la relación entre la señal y el ruido.
Las condiciones de trabajo para cada punto de análisis se mantuvieron constantes en 35 kV y 2 µA
durante 40 segundos. El diámetro de 15 mm de la ventana de salida que protege el vacío del equipo
define la zona o el punto analizado. Los rayos X emitidos por la muestra fueron recogidos con un
detector de diodo de Si-PIN enfriado termoeléctricamente mediante efecto Peltier (230 eV FWHM).
177
Análisis mediante fluorescencia de Rayos X (FRX)
Los espectros obtenidos son automáticamente procesados por el programa Data Analysis en
modo Alloy Analytical, el cual utiliza un algoritmo de parámetros fundamentales para determinar
la composición elemental. El error estadístico asociado a las medidas es inferior al 5 % para el
cobre y al 1 % para la plata y el oro.
Como mínimo se tomaron dos puntos de análisis en diferentes zonas por cada objeto,
salvo contadas excepciones. En total se obtuvieron 287 medidas o espectros, del total de 135
(números de inventario) objetos de la colección.
178
Análisis mediante haces de iones (PIXE)
Patricia C. Gutiérrez
Aurelio Climent Font
Patricia Fernández Esquivel
Alicia Perea
Salvador Rovira Llorens
José Luis Ruvalcaba Sil
Ana Verde Casanova
Alessandro Zucchiatti
La técnica analítica con haces de iones, PIXE, surgió como tal a principios de los años 70, cuando
se demostró que irradiando una muestra con un haz de protones se inducía la emisión de rayos X
en cantidad suficiente para un análisis cuantitativo del contenido elemental de la muestra. Los
entonces innovadores detectores de Si(Li) permiten la identificación de los elementos desde Na a
Pb, e incluso detectar trazas (> 10 ppm). Es por tanto una técnica multielemental, con sensibilidad
que puede alcanzar valores de 10 ppm, no invasiva y con un mecanismo de excitación regulable
actuando sobre la energía del haz, cuyo tamaño se puede reducir para analizar muestras en canti-
dades mínimas (10-16 gramos). Por todas estas razones la técnica analítica PIXE se ha difundido
con gran rapidez, a pesar de la complejidad de la instalación requerida para su utilización.
Desde hace años los laboratorios que utilizan técnicas de haces de iones (ion beam analysis,
IBA) han puesto a punto aplicaciones específicas para la investigación arqueométrica del patrimo-
nio. El crecimiento de la demanda por parte de arqueólogos, conservadores, restauradores, histo-
riadores, etc., ha incrementado exponencialmente el uso de dichas aplicaciones en la última
década. Pero existen otras razones que explican este crecimiento. La creación de laboratorios de
gran prestigio, altamente especializados en el estudio del material patrimonial, que han promo-
vido este tipo de actuaciones, ha aportado credibilidad a iniciativas similares. Cabe destacar el
AGLAE (Accélérateur Grand Louvre d’Analyse Élémentaire), pionero en las aplicaciones IBA al patri-
monio durante los últimos 23 años. Su gran éxito viene determinado por el hecho de ser el único
acelerador de iones integrado en un museo, y porque su gestión, a cargo del Centre de Recherche
et de Restauration des Musées de France (C2RMF), se ha coordinado con los programas LabS TECH,
Eu-ARTECH y Charisma de los tres últimos programas marco de la Unión Europea, además de
participar en la acción COST de cooperación europea para la promoción de técnicas analíticas no
destructivas.
Todo ello ha permitido un eficaz intercambio de conocimiento entre los distintos profesio-
nales involucrados. Sin embargo, no hay que perder de vista la capacidad de las técnicas IBA para
dar respuesta a una multiplicidad de problemas analíticos del material patrimonial. Por ejemplo,
179
Análisis mediante haces de iones (PIXE)
La infraestructura
El Centro de Microanálisis de Materiales (CMAM) cuenta con una estación de medida dedicada al
patrimonio (Enguita et al. 2004; Gutiérrez Neira, 2009). Se encuentra en la línea de +15 grados a la
salida del acelerador electrostático de 5 MV de tipo Cockcroft-Walton que la Universidad Autónoma
de Madrid (UAM) tiene instalado en el campus de Cantoblanco. La línea está equipada con un
doblete cuadrupolar de Oxford de alta desmagnificación que entrega un microhaz en aire a través
de una ventana de Si3N4 ultrafino, 200 nanómetros de espesor. A cuatro milímetros de la ventana,
el haz de iones tiene una distribución espacial casi gaussiana con un ancho a media altura (FWHM)
de 40 a 50 micras, aunque dispersado en su recorrido a través del aire por las colisiones múltiples
con electrones y núcleos atómicos. Asociada a este microhaz hay una mesa con movimientos
X-Y-Z, controlados por ordenador, con una precisión de algunas decenas de micras, y con carga
máxima de 30 kg. Esto permite la fácil manipulación de muestras, tanto pequeñas como grandes,
así como analizar estructuras micrométricas o hacer barridos sobre áreas milimétricas de un
objeto (figura 60).
180
Análisis mediante haces de iones (PIXE)
e IBIL (Ion beam luminescence). La aplicación simultánea de estas técnicas permite una completa
caracterización elemental y estructural de piezas complejas, estructuradas en capas y constituidas
tanto por elementos químicos ligeros como pesados. Los rayos X emitidos por la muestra se recogen,
de forma tradicional, por dos detectores situados a cada lado de la muestra y a 45º respecto de su
superficie: uno de 30 mm2 de Si(Li) con detector de flujo de helio y colimado a 1 mm de diámetro,
y otro de 80 mm2 de Si(Li) con un filtro de Mylar de 500 micras enfrente. Para recoger los espectros
RBS se utiliza un detector de silicio implantado ciego, con flujo de helio, en la geometría de Cornell.
Ocasionalmente se puede colocar un detector de Ge ultrapuro para la detección de rayos gamma
(PIGE) y/o un espectrómetro Ocean Optics QE65000 que lee a través de fibra óptica el espectro de
ionoluminiscencia entre 200 y 1.000 nm.
De las diferentes técnicas de que dispone el CMAM, para el estudio arqueométrico del
Tesoro Quimbaya se utilizaron PIXE y RBS.
La caracterización previa de los objetos quimbayas por FRX portátil y el examen de la superficie
mediante microscopía óptica (MO) permitieron seleccionar 63 objetos entre los más significativos
o problemáticos para ser analizados por PIXE, y en unos pocos casos por RBS. Se utilizó la línea de
microhaz descrita más arriba, y se realizaron mediciones puntuales, sin necesidad de homogenei-
zar la muestra mediante barrido. Se utilizó un haz de protones de energía 3 MeV con corrientes
alrededor de 3 nA y tiempos de medición de 600 segundos. Se midieron un total de 242 puntos en
los 63 objetos y en 2 objetos de referencia, utilizados para controlar la reproducibilidad del proceso
de medida. Los espectros PIXE, es decir, la distribución en energía de los rayos X emitidos por la
muestra debido a la irradiación, fueron procesados con el paquete de software GUPIX, con la supo-
sición de que las muestras fueran siempre homogéneas y más espesas que el recorrido de los
protones en el metal a la energía del haz. Los espectros RBS fueron procesados con el programa
SIMNRA.
181
Análisis mediante haces de iones (PIXE)
problemas a diferentes puntos del mismo objeto, y los espectros pueden ser analizados utilizando Fig. 61: Diagrama ternario de
la línea de rayos X principal de cada elemento. Con la excepción del Fe y el Zn, que aparecen como composiciones elementales:
a) resultados PIXE;
elementos minoritarios o traza pero sin seguir un patrón significativo, la mayoría de los objetos b) resultados FRX.
analizados fueron caracterizados como aleaciones ternarias Au-Ag-Cu, y en unos pocos casos Elaborado por P. Carolina
como aleaciones de base Au. Gutiérrez.
182
Análisis radiográfico
Patricia C. Gutiérrez
Alicia Perea
Introducción
De manera general, para tomar una radiografía se dirige un haz de rayos X o rayos gamma
hacia la muestra y, dependiendo de la densidad, la composición del objeto y de sus elementos,
una proporción de la radiación emitida es absorbida por el material. Los rayos X que atraviesan el
objeto son luego registrados en una placa fotográfica o un detector digital, de tal forma que las
zonas más iluminadas o con mayor densidad radiográfica representan mayor capacidad de absor-
ción de los rayos X (metales más pesados o de mayores espesores) y una imagen muy negra se
traduce en una escasa o nula absorción de rayos X. Así, en una radiografía se pueden observar
niveles de corrosión, restauraciones previas, defectos de fabricación, tipos de soldadura o uniones,
grietas, fisuras, roturas, y se diferencian también los distintos materiales que puedan componer un
objeto.
En el caso del Tesoro Quimbaya, las radiografías fueron tomadas con el objetivo de obtener
datos y confirmaciones sobre el proceso de fabricación, fallos y posibles arreglos o restauraciones
de los objetos.
Teniendo en cuenta que la irradiación de restos orgánicos con rayos X inhabilita análisis
posteriores de datación, el estudio se llevó a cabo solamente en los objetos que mostraban una
tecnología de fabricación compleja y en los cuales se tenía la certeza de que no quedaran restos de
183
Análisis radiográfico
cenizas de huesos humanos, carbón o arcilla que pudieran ser objeto de otras técnicas analíticas
(véase el capítulo «Los tiempos de los quimbayas»).
Metodología
Las radiografías fueron tomadas in situ en el Museo de América de Madrid con un equipo transpor-
table y el personal de la sección de Estudios Físicos del Área de Investigación y Formación del
Instituto del Patrimonio Cultural de España, Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. El equipo
es un Yxlon International de potencial constante, dotado con un tubo de rayos con ventana de
berilio. La intensidad del tubo se mantuvo constante en 10 mA y, dependiendo del tipo de objeto,
la tensión de pico utilizada fue de 150 kV o 160 kV, la distancia del foco a la película varió entre 0,20
y 1,5 m y el tiempo de exposición fue de entre 10 y 150 s. (Antelo et al. 2012). La película empleada
en la mayoría de los casos fue del tipo II, norma ASTM (D-7 de AGFA) en formato rollo, y en dos
ocasiones se utilizó el D-4 en formato placa.
En la tabla que consta en el Anexo III (p. 256) se sintetiza la actuación realizada en dos fases
y las condiciones de trabajo.
Las imágenes radiográficas completan y corroboran las observaciones con medios ópticos en
torno a los procesos y técnicas de fabricación del Tesoro Quimbaya y al estado de las piezas. En
total se seleccionaron 16 objetos para ser estudiados con esta técnica; sin embargo, en las siguien-
tes páginas se muestran solamente las radiografías de 12 de ellos, ya que en los otros casos las
imágenes no proporcionan mayor información.
La demostración más clara del dominio de la fundición a la cera perdida con núcleo interior
la podemos observar en el control del grosor de las paredes a través del grosor de la lámina de cera
que recubría el núcleo de arcilla, según lo describe el franciscano Bernandino de Sahagún. Además
de conseguir que el espesor de cada objeto fuera bastante homogéneo, los artesanos variaban su
grosor, en función de las distintas necesidades. Hemos observado grosores delgados, como el del
recipiente 17455, y gruesos como el del recipiente 17442. Igualmente en una misma pieza se
combinan dos espesores distintos, como es el caso del recipiente 17456, cuya parte inferior es más
gruesa que el resto del cuerpo y, por tanto, dota de estabilidad a la pieza; o el revestimiento 17435,
cuya zona superior decorada es más gruesa que la inferior lisa.
Por otro lado, el ejemplo más notorio de destreza en la preparación de las aleaciones se
observó en el recipiente 17454, en forma de cabeza, cuya densidad es tal, debido al alto contenido
en oro, que no se pudieron tomar radiografías que proporcionaran más información del objeto.
Las razones por las cuales un objeto exhibía una apariencia en particular podrían estar relaciona-
das tanto con su función como con las necesidades estéticas o simbólicas de la pieza.
184
Análisis radiográfico
La capacidad del orfebre quimbaya para llevar a buen término vaciados complejos, medida
en peso de metal fundido para una única colada, se demuestra en los recipientes 17451 y 17453,
fitomorfos con figuras femeninas en cada frente. Estos objetos fueron vaciados en una sola colada,
según demuestran las radiografías correspondientes, con un peso de 775,86 y 1.000,74 g respecti-
vamente. Si las figuras hubieran sido añadidas en un vaciado adicional posterior al de la fabrica-
ción del recipiente, como pensamos en primera instancia, las imágenes radiográficas tendrían que
haber resultado más opacas puesto que a la pared del recipiente se añaden las paredes de sendas
figuras. No es así, y, sobre todo, en la imagen del objeto 17453 se puede ver desde uno de los lados
parte de la figura del lado opuesto. Esto demuestra que ambos recipientes, de la misma tipología
que el 17442, tienen una pared continua en la zona donde aparecen las figuras femeninas.
185
Análisis radiográfico
Figura 62 Figura 64
Radiografía del revestimiento de instrumento musical 17435. Radiografía del recipiente fitomorfo 17437 con paredes de
Presenta poros esféricos ocluidos en las paredes del objeto, espesor intermedio. Se observan pequeños poros esféricos
con mayor concentración en la zona central aunque de tamaño distribuidos en el cuello y el cuerpo. Muestra orificios de suje-
bastante homogéneo. La alta densidad radiográfica de la zona ción del núcleo en el centro del cuerpo y al final del cuello,
superior indica un mayor contenido metálico que la zona infe- también perceptibles a simple vista. Presenta vacíos de mate-
rior, y a su vez la decoración presenta paredes más gruesas. rial en dos pequeñas áreas unidas por una fisura en el inicio
Imagen Radiográfica Tomás Antelo y Miriam Bueso (IPCE). del cuello, así como agrupaciones de fallas de vaciado que
resultaron en estrechamientos del grosor de la pared, en la
mitad inferior del cuerpo.
Figura 63 Imagen Radiográfica Tomás Antelo y Miriam Bueso (IPCE).
186
Análisis radiográfico
Radiografía del recipiente fitomorfo 17442 de paredes gruesas. Radiografías del recipiente fitomorfo 17444 de paredes delga-
Presenta poros esféricos ocluidos que se concentran en la das en dos posiciones. Presenta gran cantidad de poros esfé-
mitad inferior del recipiente. Se advierten en la radiografía y a ricos de diverso tamaño ocluidos en las paredes y distribuidos
simple vista los orificios de sujeción del núcleo, situados con por todo el objeto. Se perciben al menos dos orificios de suje-
perfecta simetría en los laterales y en el cuello. La alta densi- ción del núcleo en la base. La perfecta esfericidad del perfil
dad radiográfica en la base parece estar relacionada con un indicaría la utilización de algún molde para la fabricación del
fallo de fundición que generó goterones que aparecen como núcleo interior de arcilla sobre el que se dispuso la cera.
manchas circulares blanquecinas de mayor densidad; esta cir- Imagen Radiográfica Tomás Antelo y Miriam Bueso (IPCE).
cunstancia se comprobó igualmente mediante la imagen en
pantalla de televisión, proporcionada por una pequeña sonda
introducida por la boca del recipiente. Presenta agrupaciones
de fallas de vaciado con estrechamiento del grosor de la pared
en la banda rectangular central del cuerpo.
Imagen Radiográfica Tomás Antelo y Miriam Bueso (IPCE).
187
Análisis radiográfico
188
Análisis radiográfico
Figura 68 Figura 69
Radiografía del recipiente antropomorfo 17452. Presenta Radiografía del recipiente fitomorfo 17453 de paredes gruesas
poros esféricos de diverso tamaño que se concentran en la con figuras femeninas decorando cada uno de sus frentes. Los
cabeza y en la pantorrilla. Se distinguen los orificios de suje- escasos poros esféricos solo se distinguen en la zona del cue-
ción del núcleo situados de forma simétrica: en el torso, en el llo y bulbo, y en los laterales del cuerpo. Debido a la alta den-
ombligo y en la espalda, por pares, en cada hombro y en las sidad radiográfica, no se aprecia claramente la decoración de
nalgas. Presenta áreas con diferente densidad radiográfica; las figuras, pero sí que fueron generadas a partir de un mismo
por ejemplo, las orejas son más gruesas que las paredes de la molde. Se observan los orificios de sujeción del núcleo, situa-
cara. Se observa una fractura a lo largo del cuello y ausencia dos de forma simétrica en las zonas laterales del cuerpo.
de material en uno de los brazos. En las piernas observamos la Imagen Radiográfica Tomás Antelo y Miriam Bueso (IPCE).
reparación de una gran fractura que probablemente se realizó
después del hallazgo con un material más denso o de mayor
grosor que la pared original.
Imagen Radiográfica Tomás Antelo y Miriam Bueso (IPCE).
189
Análisis radiográfico
Figura 70 Figura 71
Radiografía del recipiente antropomorfo 17455 de paredes Radiografía del recipiente antropomorfo 17456. Muestra baja
muy delgadas que probablemente condujeron a la rotura de cantidad de poros ocluidos, concentrados en un brazo, en
las piernas. No se aprecian poros ocluidos. En cada uno de los el hombro derecho y en una pequeña zona de la cabeza. Se
hombros parecen dibujarse los orificios de sujeción del núcleo. distingue al menos una cuenta cilíndrica en el brazo derecho
Muestra gran cantidad de grietas y fisuras distribuidas en todo que se ve con perfil cuadrangular. Los orificios de sujeción del
el cuerpo, generadas probablemente a partir de una fractura núcleo se sitúan en los hombros, en las nalgas y en la parte
inicial en las condiciones del yacimiento. trasera de la cabeza. Muestra fallo de fundición en el vientre,
Imagen Radiográfica Tomás Antelo y Miriam Bueso (IPCE). que fue reparado por un vaciado posterior. La mayor densidad
radiográfica de la base del pedestal indica un mayor grosor
que el cuerpo. En la radiografía no se exterioriza una pequeña
fractura que hemos observado con medios ópticos en la man-
díbula inferior.
Imagen Radiográfica Tomás Antelo y Miriam Bueso (IPCE).
190
Análisis radiográfico
Figura 72 del objeto. Los orificios de sujeción del núcleo se sitúan en las
rodillas y las nalgas, y han quedado muy bien disimulados ya
Radiografía del recipiente antropomorfo 17459. Presenta una que no se aprecian a simple vista. La baja densidad radiográ-
gran cantidad de poros esféricos de diverso tamaño ocluidos en fica del vientre muestra un espesor de pared más fino.
las paredes, de concentración creciente hacia la zona inferior Imagen Radiográfica Tomás Antelo y Miriam Bueso (IPCE).
191
Discusión y casos de estudio
Alicia Perea
Instituto de Historia (CCHS-CSIC)
Destacamos ahora los resultados fundamentales del estudio arqueométrico de forma sintética, y
aislamos aquellos procesos técnicos, problemas de interpretación analítica y casos de estudio
más importantes que puedan ser objeto de debate cuando dispongamos de datos sobre otras
producciones quimbayas en el futuro.
En una primera aproximación podemos decir que la composición de los objetos en estudio es
definitivamente heterogénea, y en segundo lugar, que la mayoría de las aleaciones utilizadas res-
ponden a lo que se ha venido denominando tumbaga, es decir, una aleación ternaria Au-Cu en la
que las cantidades de cobre y, en su caso, plata varían ampliamente (Blust, 1992; Demortier y
Ruvalcaba Sil, 2005). Los resultados comparados entre las dos técnicas utilizadas, FRX y PIXE, son
muy similares, por tanto consideramos en ambos casos que las medidas reflejan una buena
aproximación a la composición nominal de la aleación utilizada en los vaciados, con independen-
cia de los tratamientos superficiales posteriores. Ocasionalmente se han encontrado cantidades
minoritarias o trazas de Fe, Zn, Si, Cl, P y Al sin presentar un patrón significativo, por lo que proba-
blemente se trate de inclusiones de polvo distribuidas aleatoriamente por la superficie, o bien
restos de productos de limpieza abrasivos, que, como sabemos, se utilizaron en algún momento
de la historia del conjunto. Tengamos en cuenta que todas las medidas se realizaron sin trata-
miento ni limpieza previa de las superficies.
193
Discusión y casos de estudio
En primer lugar, hay que destacar un grupo de objetos que fueron fabricados en una Fig. 73: Diagrama ternario de
aleación de alto contenido en oro, donde no se detecta cobre o se detecta en cantidades muy composiciones elementales
FRX con zonas de color.
bajas, dada la distinta sensibilidad entre los métodos PIXE y FRX, mientras que la plata oscila entre Elaborado por P. Carolina
el 10 y el 25 %. Se trata de las cuentas de los collares 17416, 17417, 17417A, 17417B y 17458; los Gutiérrez.
recipientes antropomorfos 17447 y 17454; los cascos 17430 y 17434; el recipiente fitomorfo o
cuenco 17431; el colgante tipo Darién 17427, y las narigueras 17402/19 y 17402/20. Dada la impor-
tancia que tiene el color en la metalurgia quimbaya, podríamos plantear la hipótesis de un especial
significado para estos objetos.
En el conjunto del tesoro, los contenidos de cobre oscilan dentro de un amplio abanico que
va desde cero hasta un 50 % en la aleación, lo que implica una gama de color de las aleaciones
que se distribuye en la zona del amarillo al rojo oscuro según el gráfico de color de las aleaciones
ternarias Au-Cu-Ag (figura 73), aunque algunas piezas entrarían dentro de los llamados oros verdes
por su contenido en plata.
Finalmente, los contenidos en plata oscilan en un margen más estrecho, entre el 0,83 % y
el 38 %, lo que nos permite diferenciar tres grupos de objetos: a) contenidos bajos en Ag, con
valores inferiores al 6 %; b) contenidos altos en Ag, con valores superiores al 27 %; c) contenidos
medios en Ag, que representa el grupo más numeroso. En el diagrama de dispersión de la figura 74
se puede observar que la cantidad de Ag se distribuye linealmente en relación al contenido en Au,
es decir, tiene una relación proporcional, mientras que el Cu presenta una relación inversamente
proporcional. De ello podemos deducir que se estaba utilizando un oro con cantidades variables
de plata, probablemente un oro aluvial, al que se le añadía cobre para obtener la aleación del
color o las características deseadas.
El gráfico triangular de composiciones PIXE (figura 61, a) refleja composiciones de zonas con-
cretas de los objetos gracias al tamaño de haz (50 a 80 µm). En él se observa que los valores de Ag
inferiores al 6 % corresponden a tres de los cuatro puntos del casco 17432 (círculos negros); el
cuarto punto fue tomado en una zona dorada y se ubica en el grupo mayoritario. En esta muestra
en particular observamos mucha variación debido al alto deterioro en la superficie del objeto, con
194
Discusión y casos de estudio
roturas, falta de material y diferentes grados de coloración relacionados con la oxidación de la Fig. 74a y 74b: Diagramas de
superficie. Con FRX solo se tomaron dos análisis (figura 61, b) y uno de ellos fue obtenido en la cara dispersión de las relaciones
Ag-Cu y Au-Cu en las
interior junto al borde, es decir, en una zona cóncava que podría dar ligeros errores en la medida. aleaciones. Elaborado por P.
Por debajo del 6 % también se encuentran los tapones analizados en los poporos fitomorfos 17440 Carolina Gutiérrez.
y 17441 (círculos verdes y rojos respectivamente). Los tapones son piezas fabricadas para disimu-
lar los huecos dejados por las varillas de sujeción en el proceso de vaciado a la cera perdida y se
fabricaron generalmente con la misma aleación del objeto, pero también con otras diferentes.
Como se puede observar, la composición de estos tapones difiere considerablemente con respecto
a los demás puntos analizados en los recipientes 17440 y 17441, siendo de cobre uno de los
tapones de este último objeto (figura 75). Este resultado indicaría indudablemente el uso de coladas
diferentes para su fabricación, bien sea porque son sustituciones de los originales o por necesida-
des del orfebre.
195
Discusión y casos de estudio
El tratamiento de las superficies para generar una capa exterior enriquecida en oro, por oxidación
de los componentes menos nobles de la aleación, formaba parte del proceso normalizado de
acabado en muchos de los objetos, con la excepción de aquellos fabricados en aleación de alto
contenido en oro (vide supra). Actualmente es difícil evaluar la existencia de esta capa enriquecida
en algunos de los ejemplares debido a múltiples factores, entre ellos la corrosión irregular de las
aleaciones de base y las limpiezas abrasivas realizadas en algún momento posterior al hallazgo,
documentadas por los restos de productos de limpieza modernos que pudieron ser analizados e
identificados. A este respecto hay que considerar la existencia, al menos, de cuatro variantes tec-
nológico-artesanales dentro del conjunto quimbaya que estamos analizando: a) objetos que no
fueron sometidos a tratamiento superficial por estar fabricados en un material de alto contenido
en oro; b) objetos que no fueron sometidos a tratamiento superficial porque se valoraba en ellos el
color rojizo de la aleación; c) objetos fabricados en tumbagas de diversa composición que fueron
sometidos a tratamiento de mise en couleur para dorar la superficie; d) objetos que fueron dorados
parcialmente para lograr efectos de policromía.
Vamos a plantear tres casos de estudio para mostrar las características de esta técnica en
el conjunto quimbaya. El primer caso es el estudio mediante técnica RBS del recipiente antropo-
morfo n.º 17454, una cabeza que en su momento tuvo incrustaciones de otro material; el segundo
es una muestra desprendida del casco n.º 17432 que pudo ser pulida y atacada para una observa-
ción metalográfica; el tercer caso es una orejera que contiene en su interior una esferilla metálica
que hace de cascabel.
Este objeto se pudo someter a un análisis RBS para detectar la presencia de capas superfi-
ciales con distinta composición que el material de base. Según el espectro generado (figura 76), se
pudo detectar claramente una capa de oro puro en superficie de unos 0.6 µm de grosor, seguida
196
Discusión y casos de estudio
inmediatamente por una capa de 0.15 µm con una composición de 90 % Au y 10 % Ag; finalmente, Fig. 76a: Espectro RBS del
la composición de la aleación de base que tiene 81 % Au, 17 % Ag y 2 % Cu. recipiente antropomorfo
n.º 17454.
197
Discusión y casos de estudio
Fig. 77 Fig. 78
Fig. 80 Fig. 81
198
Discusión y casos de estudio
metal menos noble, en este caso el cobre. Su composición corresponde al análisis 4. La zona más
brillante, análisis 5, corresponde a la capa enriquecida en oro más o menos intacta. La zona deple-
tada tiene un espesor calculado en unas 15 µm, y su efecto se difumina hacia el interior de la masa
metálica. El análisis 6 corresponde a la matriz metálica de tumbaga, y su composición es bastante
similar a la obtenida en la medida 3.
Estas observaciones concuerdan con los datos aportados por el análisis RBS del recipiente
antropomorfo, aunque en una escala diferente. En el linescan de la figura 79, realizado en el MicroLab,
se observa el cambio de composición desde la zona exterior (a la izquierda de la imagen) al interior,
sobre todo la disminución del contenido en Cu cuanto más al exterior seguida de una capa de
enriquecimiento en Ag. En la micrografía de la figura 80 observamos en color la distribución de los
tres elementos Au-Cu-Ag, estando muy bien definidos el cobre y el oro, y más difuminada la plata.
En cuanto al análisis metalográfico mediante pulido y atacado (ataque ligero con cianuro
potásico y persulfato amónico), el resultado se muestra en la figura 81, donde se observan los bordes
de grano de sección poligonal correspondientes a un metal recristalizado térmicamente. El pro-
nunciado estiramiento de las vacuolas e inclusiones sugiere un intenso trabajo previo de estirado
del metal en frío. También se observa un pronunciado efecto de la corrosión.
El tratamiento de dorado superficial afecta únicamente al exterior del casco, puesto que el
interior, de color intensamente cobrizo, debió protegerse para que no se viera afectado.
El caso de este objeto planteaba la cuestión del proceso artesanal seguido para conseguir
vaciar la orejera, que no tiene ningún tipo de apertura, con una esfera metálica en su interior que
mide unos 6 mm de diámetro. La primera dificultad fue solventar la disposición del objeto para
obtener medidas fiables de la esfera interior, y poder compararlas con las del cuerpo calado de la
orejera (figura 82). Esto se pudo lograr con el equipamiento para medidas PIXE, pero no se consiguió
con el equipo portátil de XRF, cuya ventana tiene 15 mm de diámetro (vide supra), demasiado
grande para discriminar entre el cuerpo y la esferilla, como se puede observar por los resultados
en la tabla de composiciones elementales (tabla II en Anexos). Todo ello nos habla en favor de la com-
binación de técnicas analíticas para solucionar problemas concretos.
199
Discusión y casos de estudio
Figs. 83a y 38b: Cuentas de perfil recto y curvo encontradas en el interior de algunos recipientes. Imagen MicroLab, IH-CSIC.
Fig. 84: Diagrama ternario de composiciones elementales MEB-EDX Fig. 85: Micrografía con estructuras dendríticas de solidificación en
de las cuentas. Realizado por P. Carolina Gutiérrez. una de las cuentas de perfil recto. Imagen MicroLab, IH-CSIC.
Fig. 86: Superficie rugosa e irregular en el interior del cilindro de una Fig. 87: Huellas de corte sobre la superficie exterior de una de las
de las cuentas de perfil recto. Imagen MicroLab, IH-CSIC. cuentas de perfil recto. Imagen MicroLab, IH-CSIC.
200
Discusión y casos de estudio
Los resultados analíticos PIXE muestran una composición de la superficie del cuerpo de la
orejera con 76 % Au, 20 % Ag y 3 % Cu. Por el contrario, la esfera interior muestra una aleación de
53 % Au, 11 % Ag y 35 % Cu. Es evidente que esta última composición refleja la aleación original
sobre la que se vació la orejera junto a su esferilla. Posteriormente, el cuerpo en forma de carrete
se sometió a un dorado por depleción selectivo. Pero lo verdaderamente sorprendente es la habi-
lidad del artesano para fabricar un molde con dos núcleos interiores, de modo que en un único
vaciado se obtuvieron dos objetos, la orejera y la esfera cascabel en su interior.
Este mismo proceso se detectó igualmente en la orejera n.º 17422-26, cuyo cuerpo exterior
presenta una composición en torno al 70 % Au, 14 % Ag y 15 % Cu, mientras que la esferilla
interior presenta una composición de 53 % Au, 14 % Ag y 32 % Cu. Sospechamos que todas las
orejeras cascabel fueron fabricadas siguiendo el mismo modus operandi, e incluso que todas
proceden de un único taller. Ese procedimiento, fuera el que fuese, tenía la particularidad de oxidar
en mayor medida el componente cobre, mientras que la plata se mantiene prácticamente en su
contenido original.
Otra conclusión extraída es que el equipo portátil utilizado para las medidas de FRX no fue
capaz de discernir entre estas variaciones, que sí pudo detectar PIXE, debido al excesivo tamaño
de la ventana. Por ello, las medidas XRF referidas a la esfera interior están afectadas por la compo-
sición del cuerpo. Este mismo problema se detectó en algunas medidas de zonas de diferente
color en los palillos.
La fabricación en serie
La variedad morfológica de las cuentas que forman parte del Tesoro Quimbaya es enorme.
Excluyendo las zooantropomorfas, que constituyen un grupo aparte, las de tipo geométrico
ofrecen igualmente gran variabilidad de formas y tamaños. Pero existe un grupo especial muy
numeroso, cuyos ejemplares presentan un tamaño tan reducido que constituyen un reto para la
destreza del artesano que las fabricó. Este tipo de cuenta fue el único que se introdujo en algunos
de los recipientes junto con las cenizas de huesos humanos. Todavía una de ellas permanece en el
interior del recipiente n.º 17456, que representa a una mujer sobre pedestal, como se puede
observar en la radiografía de la figura 71.
Planteamos como explicación que estas cuentas se fabricaban a partir de oros naturales
no aleados. La aleación con cobre, en los casos en los que se produce, debió responder tanto a
motivaciones de tipo ritual, cuando el contenido es alto, como a contaminación de taller, en el
caso de los contenidos por debajo del 3 %. Descartamos motivaciones tecnológicas o estéticas,
debido a la escasa incidencia del cobre en el aspecto exterior y en el comportamiento del material
en las cantidades en las que aparece y para ese tamaño de objeto.
En cuanto al proceso de fabricación, las huellas y estructuras superficiales nos indican una
serie de datos interesantes. Ningún ejemplar presenta huellas de desgaste por uso, y toda la topo-
grafía permanece fresca, de forma que no es arriesgado afirmar que las cuentas se fabricaron con
la única finalidad de ser introducidas en la urna.
201
Discusión y casos de estudio
202
Los tiempos de los quimbayas
Aproximación a un modelo bayesiano
de dataciones absolutas
Alicia Perea
Alessandro Zucchiatti
Aurelio Climent Font
Verónica Balsera
Introducción
Una de las claves que se han querido desvelar desde el Proyecto Quimbaya, mediante el estudio
arqueológico y arqueométrico del conjunto de Madrid, es su posición en el tiempo. Cuándo se
fabricaron las piezas, cuándo se enterraron y cuánto tiempo transcurrió entre un hecho y otro. La
cronología en el ámbito del desarrollo de los distintos grupos sociales anteriores a la conquista ha
sido, y todavía sigue siendo, el gran problema de la arqueología precolombina por múltiples
razones, y no solo debido a una cultura material, conservada en los museos y colecciones particu-
lares, que se ha nutrido de la huaquería sistemática e institucionalizada, sino por razones de índole
social, económica y académica que sería muy largo enumerar (véase la biografía del tesoro por Ana Verde).
Paradigma de esta realidad es la propia existencia del Tesoro de los quimbayas, asimilado a una
agrupación social de la que ni siquiera estamos seguros que se reconociera a sí misma como los
«quimbayas» descritos por las crónicas españolas.
203
Los tiempos de los quimbayas
Como ya se ha relatado en la historia del hallazgo, durante una de las exposiciones organi-
zadas con motivo de la celebración del V Centenario del Descubrimiento de América en Sevilla, a
lo largo de 1992, en la que se exhibieron piezas del tesoro, quedó constancia de la salida de cenizas,
pequeños fragmentos de hueso y 290 cuentas de oro de los recipientes antropomorfos n.º 17456 y
17457. En aquella ocasión, desafortunadamente, las condiciones de la recogida de este material,
que se guardó en el Museo de América, no permitieron la realización de análisis. En cuanto a los
huesos, fueron considerados excesivamente pequeños para poder determinar su naturaleza
animal o humana (véase el estudio de los restos óseos por Robledo y Trancho en el capítulo «Arqueometría: análisis
antropológico de los restos orgánicos del Tesoro de los quimbayas»).
La fortuna, que muy ocasionalmente acompaña a los arqueólogos, se manifestó esta vez
durante el traslado de las piezas al Centro de Microanálisis de Materiales de la UAM entre los años
2010 y 2012 con ocasión del estudio global cuyos resultados se recogen en este volumen, cuando
algunos recipientes quimbayas siguieron ofreciendo pequeños restos de lo que fue su contenido.
En este caso, las cenizas y fragmentos óseos se manipularon en condiciones de asepsia para su
posible datación por C-14, y las cuentas de oro fueron analizadas mediante MEB-EDX en el
Laboratorio de Microanálisis del CCHS-CSIC (figura 59a). A raíz de la primera extracción de material,
todas las piezas del tesoro fueron cuidadosamente examinadas para comprobar si conservaban
restos del contenido original adherido a los recovecos de las paredes interiores, y se consideró la
posibilidad de extraer núcleos de arcilla con la misma finalidad cronológica. Todos estos exámenes
y extracciones se realizaron con anterioridad al estudio radiográfico, puesto que los rayos X podían
afectar al resultado de los análisis por termoluminiscencia. En la relación siguiente se enumeran,
por número de inventario del Museo de América, las 17 piezas que aportaron muestras de distinta
naturaleza, aunque debemos tener en cuenta que no obtuvimos resultados positivos en todas
ellas debido a diversas causas como la contaminación, cantidad menor de la requerida para la
técnica AMS o contenido excesivamente reducido de componentes orgánicos:
Antecedentes
El Museo del Oro de Bogotá inició en 1994 un plan de obtención de fechas radiocarbónicas proce-
dentes fundamentalmente de muestras extraídas de los núcleos internos de carbón y arcilla proce-
dentes de objetos de oro, o de restos asociados directamente a ellos, en la producción metalúrgica
de ámbito colombiano. De las 36 fechas publicadas (Plazas, 1998), solo seis pertenecen a piezas de
orfebrería quimbaya temprano (Uribe, 2005: tabla 2). Además, y dentro de ese mismo proyecto, en
2003 se extrajo una muestra para análisis AMS, supuestamente de uno de los recipientes del
conjunto quimbaya conservado en el Museo de América de Madrid, sin que sepamos cuál puesto
204
Los tiempos de los quimbayas
que en la documentación del museo aparece la extracción como procedente de un «poporo», sin
que conste su número de inventario. Por el contrario, en la publicación de Uribe (2005: tabla 2) el
análisis correspondiente se asocia a la pieza n.º MAM 17424, que es un colgante en forma de doble
caracol. Esta circunstancia no invalida la fecha en sí misma, sino su asociación a alguno de los
objetos del conjunto madrileño.
Las siete fechas que nos interesan abarcan un marco cronológico entre el siglo v a. C. y el
d. C. Sin embargo, Uribe (2005: 66), que aporta siempre fechas calibradas, duda de la fiabilidad
iii
de una fecha inicial tan alta, toda vez que se corresponde con un recipiente antropomorfo
complejo, comparable morfológica y técnicamente a los ejemplares del tesoro que nos ocupa.
Para complicar más el asunto, en el pie de foto de la pieza que dio la fecha del siglo v a. C. consta
una datación del 400 d. C. (ib.: figura 6), por lo que no sabemos si la errata se produce en origen o
cuando se publica la imagen. Sea como fuere, y eliminando esa fecha dudosa, tendríamos un
marco general entre el siglo iii a. C. y el iii d. C. para el desarrollo de la orfebrería quimbaya temprano,
que según Plazas y Uribe estaría asociada a la cerámica marrón inciso sobre la base de unas
escasas evidencias arqueológicas, algunas de ellas incluso inéditas (ib.: 65).
Las fechas publicadas para la orfebrería quimbaya temprano, incluyendo la pieza del
tesoro de Madrid y excluyendo la anteriormente mencionada por dudosa, tal cual aparecen en los
artículos de Plazas (1998) y Uribe (2005), son las siguientes:
Este bagaje de fechas de C-14, con ser reducido si lo comparamos con el ámbito de la
arqueología europea, constituye una información valiosísima para encuadrar nuestro tesoro en un
entorno del que carecemos casi por completo de datos arqueológicos y estratigráficos, y nos
ofrece la posibilidad de dilucidar cuánto tiempo transcurrió entre la fabricación y la amortización
del tesoro. En cuanto a si efectivamente hubo dos enterramientos diferenciados cronológica-
mente, es una cuestión a la que no podremos responder mediante un estudio radiocarbónico
dado que carecemos de datos contextuales.
Por otro lado, desde el trabajo de campo el número de fechas absolutas se sigue incremen-
tando constantemente en la arqueología colombiana, pero su distribución es muy desigual tanto
desde el punto de vista regional como cultural (Uribe, 1990), además de presentar una difícil
conexión con el material metálico descontextualizado.
Metodología
Todas las muestras extraídas de los objetos pertenecientes al Tesoro Quimbaya del Museo de
América de Madrid fueron enviadas al laboratorio Beta Analytic (Miami, Florida) para ser analiza-
das por el método AMS, pero únicamente cinco dieron resultados positivos. La relación de objetos
fechados es la siguiente:
205
Los tiempos de los quimbayas
La cantidad de material extraído de los recipientes MAM 17447 y MAM 17456 fue suficiente
para ser dividida en dos partes y proceder a un análisis de contraste en el Centro di Datazione e
Diagnostica (CEDAD) de la Università del Salento, Brindisi.
206
Los tiempos de los quimbayas
Finalmente, el total de fechas publicadas por Plazas (1998), Uribe (2005) y Perea et al.
(2013), más los dos análisis de contraste, es el que consta en la tabla 1 (Dataciones C-14 del Tesoro
Quimbaya):
En primer lugar procedimos a recalibrar todas las fechas publicadas que contaban con
datos suficientes para ello, es decir, un total de diez. Utilizamos el programa OxCal 4.2 y la curva
atmosférica IntCal13 (Reimer et al. 2013). El resultado gráfico de la calibración de cada una de las
dataciones es el siguiente:
1σ 2σ
from to from to μ
207
Los tiempos de los quimbayas
Para comprobar si las dataciones de contraste realizadas en dos laboratorios distintos eran
estadísticamente iguales, y por tanto susceptibles de ser contemporáneas, al compartir la mayor
parte del rango de distribución de las dataciones, realizamos una combinación utilizando la
función Combine del programa OxCal, obteniendo los siguientes resultados:
El modelo bayesiano de dataciones absolutas es una técnica estadística que permite el plantea-
miento de hipótesis de tipo cronológico combinando la información estratigráfica y contextual
(nuestras creencias a priori) y las determinaciones radiocarbónicas mediante la aplicación de la
estadística bayesiana. Actualmente existen algunos softwares que permiten construir y modelar
hipótesis mediante la aplicación de la estadística bayesiana. En este caso, se ha empleado el
programa de calibración de acceso on line OxCal versión 4.2, utilizando la curva atmosférica
IntCal13. Este tipo de aplicaciones informáticas permite conocer la robustez y verosimilitud de los
modelos planteados. Para que un modelo sea considerado estadísticamente probable su verosi-
militud (Amodel) debe ser igual o superior a 60.
La hipótesis que se baraja aquí es conocer la distancia temporal entre el momento de fabri-
cación de las piezas del Tesoro Quimbaya y su amortización al ser depositadas en la tumba. Las
dataciones realizadas en el contexto del proyecto de investigación han permitido arrojar luz sobre
la fabricación de las piezas del Tesoro Quimbaya y su uso como contenedores de cenizas proce-
dentes de cremaciones humanas. De las siete dataciones, tres fueron realizadas sobre los carbones
agregados que se generan en el proceso de fabricación mediante la fundición a la cera perdida. Por
lo tanto, se está datando el momento de fabricación de la propia pieza. Las otras cuatro restantes
fechan los huesos quemados que se albergaron en su interior y, por lo tanto, datan el momento en
el que falleció el individuo. En este sentido, cabría preguntarse si las urnas se fabricaron justo en el
momento anterior a su utilización o, por el contrario, fue muy posterior al momento de su produc-
ción. Construimos, por tanto, un modelo constituido por dos fases. La primera de ellas estaría
representada por todas aquellas dataciones procedentes del núcleo de las piezas, y en la segunda
fase del modelo introducimos las dataciones que fechan los huesos humanos. En esta última fase
se combinarán las dataciones Beta315972 y LTL12858A procedentes del mismo contexto, para lo
que se empleará la función Combine. Es importante reseñar que en este modelo no se ha incorpo-
rado la datación Beta290934. Esta fecha data el mismo contexto que LTL12857A, pero no son esta-
dísticamente iguales, por lo que seleccionamos la más reciente.
Se han definido las dos fases que componen el modelo como fases secuenciales, esto es,
asumimos que pudo existir un lapso de tiempo entre su producción y el ritual de incineración.
Además, se ha empleado la función Span, que permite conocer cuál fue la duración de cada una
de las fases, lo que nos aportará información sobre los ritmos de manufactura de las piezas del
Tesoro Quimbaya y su uso en los rituales funerarios.
Como se observa en la figura 89, el modelo arroja una verosimilitud igual a 103, es decir, es
robusto estadísticamente. Este modelo corroboraría la hipótesis de que las piezas del Tesoro
Quimbaya fueran concebidas expresamente para su uso relativamente inmediato como urnas
funerarias. Según las dataciones disponibles, la fase de producción de las piezas abarcaría el
período comprendido entre 341-520 cal BC y 390-435 cal BC (calibrado a 1σ) y tendría una duración
de 14 años (a 1σ) o de 46 (a 2σ). Solapándose con esta fase de manufactura de piezas, las incinera-
ciones tendrían un recorrido temporal que abarcaría entre 408-565 cal BC y 411-540 cal BC (cali-
brado a 1σ). Los enterramientos fechados tendrían lugar durante poco más de una década (11
años a 1σ) o de unos 39 años (teniendo en cuenta la calibración a 2σ).
208
Los tiempos de los quimbayas
209
Arqueometría: análisis antropológico
de los restos orgánicos del
Tesoro de los quimbayas
Beatriz Robledo Sanz
Museo de América
Gonzalo J. Trancho
Universidad Complutense de Madrid
Introducción
Tras la muerte de un individuo todos los grupos humanos optan por desarrollar dos estrategias
con el cadáver: evitar su putrefacción o hacerle desaparecer de forma más o menos rápida. La
preservación del cuerpo se realiza mediante la aplicación de diversas técnicas de momificación
que retardan o evitan la aparición de los fenómenos auto y heterolíticos concurrentes durante la
desintegración cadavérica. La desaparición del difunto suele producirse mediante su inhumación,
ingestión (antropofagia o consumo por carroñeros) y cremación.
¿Qué actitud desarrollaron los habitantes del Cauca Medio con sus difuntos durante el
quimbaya clásico? ¿Podemos estimar qué hacían con el cadáver? En la actualidad contamos con
información científica suficientemente fiable como para aceptar que en las tumbas de dicho
período cronológico aparecen restos humanos cremados y cadáveres simplemente inhumados,
es decir, sin cremar. Por lo general, ambas fracciones orgánicas se ven acompañadas en los lugares
de enterramiento por objetos de carácter doméstico, suntuario o ceremonial, ajuares funerarios
ricos en distintas formas de cerámica y elementos de orfebrería realizados en tumbaga, aleación
de oro y cobre (Restrepo, 1892a). Sabemos que los restos cremados eran depositados, en su mayor
parte, en el interior de urnas cinerarias de tradición marrón inciso (Santos, 1998; Bruhns, 1990),
aunque también suelen aparecer cenizas y pequeños fragmentos óseos en el interior de estatuillas
y poporos de oro (Restrepo, 1892a). Como es lógico, el registro recuperado a partir del contenido
211
Arqueometría: análisis antropológico de los restos orgánicos del Tesoro de los Quimbayas
de algunas piezas que forman parte del Tesoro de los quimbayas permite suponer que las personas
que utilizaron como lugar de enterramiento La Soledad pertenecían a una sociedad cuyo ritual
funerario no contemplaba la preservación del cadáver: no se ha detectado la presencia de ningún
resto humano embalsamado.
¿Qué razones impulsaban a un tratamiento distinto ante la muerte? ¿Por qué unos indivi-
duos eran cremados y otros no? El testimonio de algunos cronistas refiere un trato diferente en
función de si el fallecido era persona principal, rey o cacique, respecto al de aquellos indios que no
detentaban poder, de modo que solo los individuos que poseían algún tipo de autoridad, prestigio
o reconocimiento social eran expuestos a la acción del fuego (Arango Cardona, 1924). Existía de ese
modo una relación entre la pertenencia a las élites y el ritual funerario aplicado al cadáver, asocia-
ción que paralelamente parece manifestarse respecto a la riqueza de los elementos del ajuar, hasta
tal punto que algunos autores (Uribe Villegas, 2005) plantean la existencia de vínculos entre meta-
lurgia, poder y cosmovisión. La posesión de objetos suntuarios sería así una forma de indicar pres-
tigio o estatus; si además se trataba de formas metálicas elaboradas en oro, plata, cobre, etc. nos
encontramos con un valor cosmológico, ritual o sagrado añadido que, incluso, podía incrementar
su importancia en función de la iconografía de la obra, o de su utilización durante momentos cere-
moniales y religiosos específicos (Restrepo, 1892a).
Objetivos
¿Qué contienen las estatuillas antropomorfas? En 1992 y con motivo de la muestra conmemorativa
del V Centenario del Descubrimiento de América, conocida como Exposición Universal de Sevilla,
Araceli Sánchez (Sánchez Garrido, 1994) descubrió que en el interior de al menos dos urnas (MAM
17456 y MAM 17457) existían vestigios potencialmente compatibles con restos de cenizas y tejido
óseo. Se trataba de figuras antropomorfas en oro, una femenina y otra masculina, que satisfa-
ciendo aparentemente una necesidad funcional, alojar las cenizas del cadáver, unían a un símbolo
de poder social una manifestación artístico-religiosa. Pero, al margen del carácter ceremonial o
suntuario de ambos elementos de ajuar, la presencia de dichos materiales ofrecía la oportunidad
de entender parte del ritual funerario. En realidad, el descubrimiento producido de forma
212
Arqueometría: análisis antropológico de los restos orgánicos del Tesoro de los Quimbayas
accidental en Madrid venía a confirmar la información recogida por Ernesto Restrepo (1892a), en
la que señalaba que los quimbayas, tras la muerte del individuo, si era un gran personaje, quemaban
su cuerpo y recogían sus cenizas en urnas de oro o cerámica antes de enterrarlas a gran profundi-
dad. Resultaba evidente que, dado el interés cultural e histórico del Tesoro, y ante la necesidad de
determinar con precisión el tipo de restos recuperados, era imprescindible acometer el estudio
arqueométrico de las cenizas detectadas atendiendo a tres niveles de complejidad: análisis macros-
cópico, microscópico y paleoquímico para confirmar la presencia de tejido óseo cremado y esta-
blecer su naturaleza, determinando si era o no humano.
Material y métodos
Materiales identificados
Dado que los restos detectados en MAM 17456 aparecían distribuidos en cuatro contene-
dores y además subdivididos en el interior de cajas circulares de menores dimensiones, nos vimos
obligados a describir el contenido de cada una de ellas añadiendo un subnúmero que facilitase su
posterior identificación. De ese modo contamos con una signatura que contiene el número de la
pieza de procedencia del Tesoro, 17456, seguida del número del contenedor de la tabla 1, del 1 al
4, y de un subnúmero correspondiente al envase en el que se preservaba la muestra, las cajas
circulares.
213
Arqueometría: análisis antropológico de los restos orgánicos del Tesoro de los Quimbayas
Contenedor 17456.3
Se trata de una caja rectangular de metacrilato en cuyo interior se detectan cinco cajas
circulares del mismo tipo de material. Tan solo una de ellas presenta inscripción consistente en la
denominación 1- Polvo.
17456.3.1 (caja 1). Asignamos dicha numeración a la identificada como 1- Polvo. Su contenido
macroscópico era, efectivamente, restos de polvo o ceniza de color gris oscuro. Peso total
inferior a un gramo, límite de detección de la balanza.
17456.3.2 (caja 2). Se identifican dos fragmentos óseos con la cortical de color gris claro.
Sus dimensiones son 6 × 4 mm y 5 × 4 mm respectivamente. Peso total inferior a un gramo.
17456.3.3 (caja 3). Contiene pequeños vestigios óseos de los que tan solo se distingue un
fragmento de cortical de color blanco con una concreción metálica de color marrón
asociada. Mide 4 × 3 mm y pesa menos de un gramo.
17456.3.4 (caja 4). Contiene restos cuya estructura morfológica no parece ósea. ¿Cera?
¿Resina? Su coloración varía del negro al gris oscuro. Se detecta un fragmento de 3 × 1 mm
con forma alargada acanalada que tiene brillo metálico; posiblemente se trata de un
fragmento de oro.
17456.3.5 (caja 5). Contiene dos hilos de oro de igual longitud (4 × 1 mm) y otros dos
fragmentos no identificables de color oscuro de 8 × 1 mm y 3 × 1 mm.
En general, las corticales óseas identificadas en estas cajas del contenedor 17456.3 pre-
sentan paredes muy delgadas.
Contenedor 17456.4
Se trata de una caja tarjetero de metacrilato en cuyo interior se detectan seis cajas circula-
res del mismo tipo de material (figura 91). Cinco de ellas presentan numeración, del 4 al 8, la última
carece de ella y se le asignó el número 9.
214
Arqueometría: análisis antropológico de los restos orgánicos del Tesoro de los Quimbayas
17456.4.4 (caja 4). La tapa luce una etiqueta con el término Neurocr (neurocráneo). En su Fig. 92: Fragmentos óseos
interior se identifican tres fragmentos óseos (figura 92) de color gris con un peso total de 1 recuperados en el
contenedor MAM 17456.4.4.
gramo. Uno de ellos presenta la cortical externa estriada y poco densa, lo que induce a Fotografía de los autores.
pensar que en realidad no se trata de huesos del neurocráneo. El segmento de mayores
Fig. 93: Fragmentos óseos y
dimensiones alcanza los 10 × 7 mm, mientras que los otros dos miden 12 × 4 mm y 6 × 4
restos inorgánicos
mm, respectivamente. recuperados en el interior
17456.4.5 (caja 5). Contiene dos pequeños fragmentos óseos. El de mayores dimensiones del poporo con forma de
mide 10 × 5 mm, tiene forma ovalada y un color blanco ceniciento, aunque su cara interna calabaza MAM 17445.
Fotografía de los autores.
es ligeramente más oscura. El otro, de color gris oscuro, tiene la cortical externa erosionada,
presentando la cara interna una concreción de tono marrón terroso. Sus dimensiones son
8 × 4 mm. Peso total de 1 gramo.
17456.4.6 (caja 6). También tiene una etiqueta con la palabra Neurocráneo en la tapa.
Conserva dos vestigios óseos de color blanco ceniciento. El análisis morfológico sugiere
que, en efecto, uno de los fragmentos debe corresponder al cráneo porque en la superficie
cortical externa presenta un segmento sutural. Sus dimensiones máximas son 8 × 4 mm
con una pared ósea formada por cortical externa e interna. El segundo fragmento podría
corresponder a un hueso largo, mide 6 × 5 × 3 mm. Peso total de 1 gramo.
17456.4.7 (caja 7). Contiene nueve fragmentos óseos. Su color varía del gris claro al gris
ceniciento. Anatómicamente se han identificado tres restos: el de mayores dimensiones
alcanza los 13 × 3 mm y parece corresponder a un hueso largo, aunque no se ha preservado
el espesor íntegro de la cortical. Con un tamaño de 9 × 5 mm se presenta una porción de la
cortical externa de un hueso largo de la extremidad inferior, sin que pueda establecerse si
se trata de fémur o tibia de forma segura. La superficie aparece estriada. Finalmente, el
tercer vestigio corresponde a tejido esponjoso, mide 9 × 3 mm y su aspecto es humano.
Peso total de 2 gramos.
17456.4.8 (caja 8). Contiene cuarenta y dos fragmentos óseos de color gris oscuro. Uno de
ellos presenta una impronta vascular que permite identificarlo como parte de la cara
interna de un hueso del neurocráneo. Sus reducidas dimensiones, 6 × 6 × 2 mm, impiden
establecer con mayor precisión su asignación anatómica. Peso total de 2 gramos.
17456.4.9 (caja 9). Originalmente carecía de identificación pero en este trabajo le fue
asignado el número 9. Tiene restos de más de un centenar de fragmentos óseos con
dimensiones máximas de 10 × 4 × 2 mm (long. × anch. × espesor). El color es gris ceniciento.
Peso total de 2 gramos.
La figura MAM 17456 no es el único recipiente del Tesoro de los quimbayas que conservaba
fragmentos óseos en su interior. También hemos identificado restos de ceniza o hueso en otras
piezas correspondientes a los códigos MAM 17445, MAM 17447 y MAM 17452, pero los fragmentos
presentan dimensiones tan reducidas que poco puede afirmarse sobre su asignación anatómica.
La tabla 2 resume el contenido detectado indicando los contenedores en los que actualmente se
encuentra depositado el material recuperado.
215
Arqueometría: análisis antropológico de los restos orgánicos del Tesoro de los Quimbayas
Tabla 2. Relación de contenidos recuperados en las figuras MAM 17445, MAM 17447 y MAM 17452.
Contenedor 17445.1
Recoge el material recuperado en el interior de un poporo con forma de calabaza, MAM
17445, con forma globular, boca estrecha, destacada por una anilla y dos asas laterales en forma
de omega. Exhibe sendos rehundimientos en lados opuestos con un reborde con motivo geomé-
trico. Presenta cenizas de color gris oscuro y al menos veinticinco fragmentos de 1 mm de longitud
(figura 93).
Contenedor 17447.1
Conserva el material recuperado en el interior de una figura masculina desnuda y sentada,
MAM 17447, ataviada ricamente con tocado, nariguera, múltiples aretes perforando ambas orejas,
brazaletes, pulseras, ceñidores en rodillas, tobillos y un collar al cuello que exhibe la representa-
ción de un poporo. Se identifica la presencia de un polvo fino de color gris oscuro. Tiene pequeños
fragmentos óseos de color blanco de 1 mm de longitud.
Contenedor 17452.1
Preserva el contenido recuperado en una urna cineraria que representa una imagen mas-
culina desnuda y de pie, con código de registro MAM 17452. La figura se encuentra ornamentada
por un tocado en la cabeza, múltiples aretes que perforan ambas orejas, nariguera, collar, pulseras
y ceñidores en rodillas y tobillos. Los restos aparecen almacenados en una caja con seis compar-
timentos en la que se identifica un polvo muy fino de color marrón terroso claro. Podría tratarse
de material sedimentario. Se aprecia la presencia de dos porciones compactadas, aparente-
mente, con la misma composición mineral. La urna presentaba el cuello roto y quizá por ahí entró
material del lugar de enterramiento. Existen pequeños fragmentos óseos de menos de 1 mm de
longitud.
Métodos de análisis
Cada una de las imágenes fotográficas obtenidas contiene información técnica correspon-
diente al código de identificación de la muestra en el laboratorio del CSIC, el valor de aceleración
del voltaje del haz de electrones, la distancia comprendida entre el punto más alto de la superficie
de la muestra y el detector (working distance), los aumentos, el tipo de señal empleada (SE para
electrones secundarios y BSE para electrones retrodispersados), la fecha de captura y la escala en
mm o micras.
216
Arqueometría: análisis antropológico de los restos orgánicos del Tesoro de los Quimbayas
Photoshop CS5.1 en un MacBook Pro con sistema operativo OS X Lion 10.7.4. La valoración de las 278 http://rsb.info.nih.gov/ij/
download.html.
dimensiones morfológicas se realizó mediante el programa de dominio público ImageJ 64 versión
1.47, desarrollado por el National Institutes of Health y disponible en web278.
El análisis de las imágenes MEB del Tesoro de los quimbayas se centró en valorar las dimen-
siones de los canales de Havers atendiendo al diámetro máximo, diámetro mínimo y circularidad.
La circularidad expresa la forma del canal; valores inferiores a 1 sugieren formas elongadas (elípti-
cas), mientras que cifras iguales a 1 indicarían círculos perfectos. Matemáticamente se define
según la fórmula: Circularidad = 4 ∏ * (Área/Perímetro2).
La lectura analítica final se realizó mediante protocolo homologado por nuestro equipo de
investigación (Martín, 1993; González-Abad, 1996) en el CAI de Técnicas Geológicas de la UCM,
mediante ICP-OES, gracias a un equipo Spectro Arcos. El plasma de acoplamiento inductivo (ICP) es
una fuente de ionización que junto a un espectrofotómetro de emisión óptica (OES) constituye el
equipo de ICP-OES. En esta técnica, la muestra analítica a valorar es introducida de forma continua
gracias a una bomba electrónica y a la acción de un sistema de nebulización. El objetivo es obtener
un aerosol que será transportado en el interior de una columna de gas argón hasta la antorcha del
plasma acoplado inductivamente por radiofrecuencia al espectrógrafo. En el plasma, debido las
altas temperaturas generadas, más de 7000º C, los analitos son atomizados e ionizados generán-
dose espectros de emisión de líneas características. Los espectros son dispersados mediante una
red de difracción y el detector, sensible a la luz, se encarga de medir las intensidades de las líneas.
La información cuantitativa es procesada por el sistema informático, que determina la concentra-
ción de constituyentes mayoritarios, minoritarios, trazas y ultratrazas hasta niveles de picogramos
por litro (pg/l). Las ventajas de este procedimiento sobre la absorción atómica (AAS) son numero-
sas, pero destacaremos aquí la reducción del efecto matriz, la corrección de interferencias, la alta
reproducibilidad, la precisión y la posibilidad de valorar varios elementos químicos al mismo
tiempo.
Las determinaciones analíticas fueron realizadas por triplicado para reducir el error intraob-
servador y procesadas mediante el programa estadístico JMP 10.0 en un MacBook Pro.
Resultados y discusión
217
Arqueometría: análisis antropológico de los restos orgánicos del Tesoro de los Quimbayas
fallecido. El problema surge cuando solo se cuenta con pequeños restos fragmentados e incom-
pletos, que además han sufrido modificaciones tafonómicas en función de las condiciones de pre-
servación o como consecuencia de actividades intencionales. La identificación de este tipo de
restos puede ser difícil en contextos arqueológicos y forenses. Ocasionalmente, materiales como
madera, tierra, cerámica, plástico, o incluso piedras, pueden llegar a confundirse con huesos
humanos fragmentados. Es en estos casos cuando el especialista necesita establecer criterios
objetivos que le permitan alcanzar un diagnóstico de certeza (Fairgrieve, 2008). Por lo general, la
mayoría de los casos se resuelven rápidamente con arreglo al conocimiento de la morfología ana-
tómica dadas las diferencias estructurales y de tamaño corporal. Desgraciadamente, en el caso
del Tesoro de los quimbayas contamos solo con pequeños fragmentos, el mayor de los cuales
mide 10 × 7 mm, sometidos además con seguridad, dado su aspecto y coloración, a la acción del
fuego, lo que dificulta de manera notable su asignación anatómica.
¿Podemos confirmar que al menos una parte de los vestigios orgánicos recuperados son
restos óseos? ¿Se trata de restos humanos? ¿Qué datos apoyan esta idea? Determinar si un resto
orgánico es un hueso es relativamente sencillo. Contamos para ello con diversas técnicas como
son el análisis macroscópico, histológico, inmunológico y paleoquímico, y dentro de este último
podría utilizarse el análisis de ADN mediante PCR (Cattaneo et al. 1999), o la concentración de
elementos traza (Brits, 2009). Los párrafos siguientes contienen resultados analíticos basados solo
en algunas de las técnicas mencionadas. Por lo que sabemos, resulta imposible utilizar métodos
inmunológicos, como la detección de albúmina humana con anticuerpos monoclonales (ELISA),
en materiales cremados por encima de 300-350º C (Cattaneo et al. 1999). Tampoco podríamos
poner de manifiesto la presencia del material genético porque la exposición prolongada a elevadas
temperaturas provoca la destrucción estructural del ADN, una molécula termolábil. Nuestro diag-
nóstico se basa en datos macroscópicos, microscópicos y químicos.
Características macroscópicas
El esqueleto de los vertebrados está formado por huesos cuya estructura anatómica está
definida por dos tipos de tejido óseo: cortical, conocido también como compacto, y trabecular, o
esponjoso. Ambos se clasifican en función de su porosidad y características microestructurales.
El hueso cortical, mucho más denso, con una porosidad que oscila entre el 5 % y 10 %, constituye
la capa externa mineralizada de cualquier estructura ósea del individuo, siendo más espeso en la
diáfisis de los huesos que soportan el peso. También forma la región exterior alrededor del tejido
esponjoso en las epífisis, zonas articulares, vértebras, huesos planos y huesos cortos de manos y
pies.
El hueso esponjoso o trabecular tiene una densidad menor que el cortical pero ocupa un
área de mayor superficie. Se encuentra en el interior de los huesos cortos, planos e irregulares, y
constituye la porción mayoritaria de las epífisis de los huesos largos. No posee osteonas, pero las
láminas intersticiales aparecen repartidas de forma irregular formando unas placas llamadas tra-
béculas. Esta región anatómica alberga la médula ósea roja y, por lo tanto, suele ser un tejido
fuertemente vascularizado.
Los huesos de un animal de tamaño corporal similar al de una persona pesan significativa-
mente más que los del ser humano. Esa diferencia es consecuencia de que la fauna tiene huesos
menos porosos, con corticales más densas, más compactas, y el tejido esponjoso epifisario
presenta mayor número de trabéculas siendo estas más densas. Sin embargo, las trabéculas están
218
Arqueometría: análisis antropológico de los restos orgánicos del Tesoro de los Quimbayas
en gran parte ausentes del interior de la diáfisis de los huesos de fauna, en especial si se compara
con la red que cubre la superficie medular viva de los huesos largos humanos. Como consecuencia
de todo ello, cuando se golpean entre sí dos restos faunísticos producen un sonido agudo, de
timbre casi metálico; mientras que si se trata de dos restos humanos, el tono es más bajo, el sonido
tiene un timbre más apagado, más sordo.
El hueso compacto es un tejido duro, denso y frágil que tiene como propósito principal el soporte
del peso corporal, la protección de los órganos vitales, la inserción de músculos o ligamentos y el
intercambio metabólico (homeostasis) de elementos químicos esenciales para nuestro organismo
como son el calcio y fósforo (Parfitt, 2002). En términos biológicos se trata de un tejido cuya matriz
está formada por cristales de hidroxiapatita (Ca10(PO4)6(OH)2), rica en fosfato cálcico, agua y
colágeno tipo I.
219
Arqueometría: análisis antropológico de los restos orgánicos del Tesoro de los Quimbayas
periostio, y con la cavidad medular, gracias a unos canalículos de diámetro mucho más reducido
que reciben el nombre de conductos de Volkmann. Estos conductos recorren el hueso de forma
transversal, atravesando las laminillas óseas. Entre las láminas concéntricas de la matriz minerali-
zada hay pequeños orificios o lagunas donde se encuentran los osteocitos. Para que estas células
puedan intercambiar nutrientes con el líquido intersticial, cada laguna dispone de una serie de
canalículos conectados entre sí por donde se extienden las prolongaciones citoplasmáticas de los
osteocitos contactando con las de otras células vecinas hasta constituir toda una red de canales
gracias a los cuales se comunican y cubren sus necesidades metabólicas (Kieser et al. 2013). No
obstante, este sistema de nutrición no puede cubrir la extensión completa del hueso, ya que un
osteocito no puede vivir a más de 200 μm de un vaso sanguíneo. De ahí la disposición lacunar
alrededor de los vasos.
La muestra orgánica del Tesoro de los quimbayas analizada en este estudio corresponde
a un fragmento que se seleccionó del contenedor 17456.4.4. Se eligió la porción de mayores
dimensiones, 10 × 7 mm, identificada como un segmento de hueso largo con estriación en la
cortical externa. El examen mediante microscopía electrónica de barrido (MEB) a 25 aumentos
(25X) (figura 95) demuestra la presencia de sistemas de Havers de forma evidente. Estas entidades
estructurales, también denominadas osteonas, constituyen la unidad anatómica y funcional del
220
Arqueometría: análisis antropológico de los restos orgánicos del Tesoro de los Quimbayas
tejido óseo y están constituidas por un canal de Havers, alrededor del cual se agrupan laminillas Fig. 96: Microscopía
con lagunas que contienen las células óseas. La imagen fotográfica corresponde a la sección electrónica de barrido de la
muestra MAM 17456.4.4 a
transversal del fragmento analizado y no presenta hueso plexiforme. Con dicha ampliación es 450X. Las flechas indican la
fácil confirmar que se trata de tejido compacto dada la presencia de orificios de distintas dimen- presencia de lagunas en
siones. Los más grandes son los canales de Havers, mientras que los de diámetro más reducido cuyo interior se desarrollan
corresponden a las lagunas (figura 96). Nótese que la mayor parte de las laminillas que deberían las células óseas.
encontrarse entre las lagunas óseas no se aprecian. Tan solo se detectan, claramente, en alguna Fig. 97: Microscopía
de las osteonas. En la figura 97, tomada a 370 aumentos, se aprecia, ahora sí, la presencia de un electrónica de barrido de la
muestra MAM 17456.4.4 a
canal de Havers y la distribución lamelar típica de las osteonas. 370X. Se aprecia la presencia
de un canal de Havers y la
Este comportamiento estructural de la hidroxiapatita es bien conocido (Holden et al. 1995), distribución lamelar típica
siendo consecuencia de la exposición prolongada a una fuente de calor de elevada temperatura de las osteonas. La imagen
recoge la presencia de restos
como la que se alcanzaría durante la cremación de un cadáver. El calentamiento provoca la fusión de polvo, ceniza y posibles
y recristalización de la porción mineral del hueso, generando cambios histomorfológicos como la formas bacterianas.
contracción de las osteonas y la difuminación de las laminillas. En realidad, existe una correlación
entre la coloración del resto óseo cremado y el grado de modificación ultra y microestructural del
tejido (Holden et al. 1995). En el hueso, las zonas de color negro conservan aún el patrón lamelar
de su ultraestructura, mientras que las zonas grises o blancas no lo hacen. Estudios previos (Holden
et al. 1995) han demostrado diferencias estructurales en la orientación de las fibras mineralizadas
de colágeno a lo largo de las paredes de los canales de Havers entre la cortical externa e interna. El
color negro indica una orientación preferencial de las fibrillas y la virtual inexistencia de alteración
asociada al tratamiento con fuego. Si la cortical es de color gris las fibrillas presentan aún una
orientación preferencial, aunque algo menos pronunciada, así como la aparición de cristales de
tipo esférico con un tamaño de 0,06 ± 0,003 μm. El hueso de color blanco se asocia con la existen-
cia de cristales de tipo hexagonal de 0,40 ± 0,09 μm y la pérdida estructural completa de las fibras
de colágeno.
El análisis de las imágenes MEB se centró en valorar las dimensiones de los canales de
Havers atendiendo a su diámetro máximo, mínimo y circularidad. La investigación se ha basado
en la valoración cuantitativa de un total de 54 canales de Havers localizados en una superficie
221
Arqueometría: análisis antropológico de los restos orgánicos del Tesoro de los Quimbayas
222
Arqueometría: análisis antropológico de los restos orgánicos del Tesoro de los Quimbayas
equivalente a 4 mm2. Por tanto, la densidad de osteonas estimada es de 13,5/mm2, una cifra que
difiere de manera significativa de las 3,5 a 5 que presentan los équidos (Zedda et al. 2014), las 7
que muestran los cérvidos, las 10 que en promedio tienen los macacos o las más de 59 a 125 que
poseen los conejos (Cvetkovic et al. 2013). Se trata de un valor dentro del rango (5,5-44,5) indicado
por Hillier y Bell (2007) para los huesos humanos, lo que apoya el diagnóstico macroscópico
inicial.
En nuestra especie las osteonas diafisarias de los huesos largos (fémur, tibia, húmero,
radio) están orientadas predominantemente de forma longitudinal, pero no todas se presentan
absolutamente paralelas al eje del hueso. Se cree que la orientación depende de la dirección de la
carga del peso corporal (Fiala y Hert, 1993; Hert et al. 1994). Esto hace que el ángulo de inclinación
varíe entre 0 y 15º dependiendo del tipo de hueso; por ejemplo, en el fémur el valor medio es de
8,1º (Hert et al. 1994). Tersigni (2008) determinó que las osteonas humanas tienden a ser elípticas,
mientras que las no humanas tienden a ser circulares. Este resultado es apoyado por Crescimanno
y Stout (2012) sin que se detecten diferencias asociadas al sexo o al tipo de hueso. Las imágenes
de microscopía de scanning de la muestra analizada corroboran que las osteonas secundarias
preservadas tienen forma elíptica. ¿Este resultado podría ser consecuencia, simplemente, de un
corte transversal oblicuo del hueso? Creemos que no y basamos esta afirmación en la existencia
de canales de Havers circulares o casi circulares; ocho de los cincuenta y cuatro analizados (14,8%)
tienen índices de circularidad mayores de 0,9, lo que apoyaría la idea de que las características
morfológicas observadas mediante MEB no son un artefacto relacionado con una orientación
inadecuada al seccionar el hueso. Respecto a la forma del canal, puede afirmarse que es funda-
mentalmente elíptica con un índice medio de circularidad de 0,70 ± 0,1.
En la muestra analítica del Tesoro de los quimbayas el diámetro máximo de los canales de
Havers varía entre las 59 y 200 μm, con un promedio estimado de 109,2 ± 5,1 μm. Si comparamos
estas dimensiones con las que ofrecen otros autores (Hillier y Bell, 2007), puede elaborarse una
representación gráfica como la que aparece en la figura 98. En ella se ha representado el intervalo
de variación de doce mamíferos distintos, desde roedores (rata), lagomorfos (conejo), carnívoros
(gato, perro), perisodáctilos (caballo) y artiodáctilos (cerdo, búfalo acuático, vaca, cabra, oveja,
ciervo de cola blanca) hasta primates (nuestra propia especie). La elección está condicionada por
las investigaciones publicadas y estas se centran mayoritariamente en animales domésticos,
223
Arqueometría: análisis antropológico de los restos orgánicos del Tesoro de los Quimbayas
aunque muchos de ellos fueron introducidos en América tras la llegada de los europeos y, como es
lógico, no pueden corresponder con el contenido detectado en MAM 17456. La figura 98 evidencia
que las dimensiones de los canales de Havers de los quimbayas entran dentro del intervalo de
variación de los seres humanos y, aunque se solapa parcialmente con el de ovejas y cabras
(especies alóctonas), los valores máximos son significativamente mayores (200 vs. 120 μm para
Ovis orientalis aries y 200 vs. 72 μm para Capra aegagrus hircus), por lo que pueden diferenciarse
con facilidad.
Respecto al diámetro mínimo, se ha obtenido un promedio de 41,4 ± 13,6 μm, con longitu-
des que varían entre las 20,4 y las 78,5 μm. Estas dimensiones de los canales de Havers son supe-
riores a las obtenidas en muestras de fauna (figura 99), pero solo difieren significativamente de las
de conejo (9,0 ± 3,0 μm), vaca (15,6 ± 4,3 μm) y cerdo (15,6 ± 5,2 μm) (Martiniaková et al. 2006), ya
que su distribución se solapa con las del caballo (27,9 ± 11,1 μm) (Zedda et al. 2014), perro (29,8 ±
11,6 μm) y gato (30,4 ± 21,1 μm) (Brits, 2009), impidiendo diferenciarla de estas especies. El promedio
obtenido en la muestra analizada es inferior a la media de humanos jóvenes menores de 20 años
(82,5 ± 29,5 μm) y a la de los individuos adultos (75,5 ± 31,8 μm) (Brits, 2009), si bien tampoco
existen diferencias significativas dada la evidente superposición de las tres distribuciones.
La temperatura de cremación
Sin duda, la estructura microscópica del hueso se ha visto afectada por los efectos de la crema-
ción. ¿A qué temperatura se expusieron los restos humanos recuperados? La acción del fuego
provoca fragmentación y alteración superficial de la textura ósea (Doro Garetto et al. 1993). El hueso
quemado exhibe un rango de coloración en función de la temperatura que alcanzó el cadáver
durante su combustión (Holck, 1986). Estudios experimentales (Fernández y Perales, 1990) demues-
tran que la tendencia en el cambio de color es de menor a mayor grado de intensidad de calor:
marrón-negro-gris oscuro-gris claro-blanco. Los huesos cremados de pequeño tamaño muestran
comúnmente coloraciones gris claro o blanco, mientras que los fragmentos de huesos largos están
caracterizados por tonalidades que varían del negro al blanco. La región externa de la cortical
puede tener color blanco, pasando al gris en la parte media y al negro en la zona interna adyacente
a la cavidad medular, todo ello en función de la temperatura, grado de oxigenación y tiempo de
exposición a la fuente calorífica.
Los estudios de Holck (1986 y 1996) demuestran que el fuego provoca modificaciones en la
coloración ósea a partir de los 200º C, alcanzando tonos que mudan desde el marfil al pardo. Por
debajo de 300º C el tono es marrón. El color negro está asociado a una temperatura algo superior
a 300-350º C y puede hablarse de que el hueso está carbonizado. El color gris aparece cerca de los
600º C, mientras que el blanco representa huesos incinerados que han sido expuestos a tempera-
turas superiores a los 650º C. Los restos recuperados en el Tesoro de los quimbayas sugieren que
el color más frecuente es el gris claro, ceniciento o blanco, aunque también aparecen restos gris
oscuro. Estos tonos sugieren cremaciones intensas e irregulares, por encima de los 600-650º C
(Galeano y García-Lorenzo, 2014), aunque no se llegó a producir la combustión completa del
cadáver que Ubelaker (1989) asocia a temperaturas por encima de los 800º C. ¿En qué basamos
dicha afirmación, dicho límite?
224
Arqueometría: análisis antropológico de los restos orgánicos del Tesoro de los Quimbayas
higroscópico que absorbe o cede humedad en función de la que existe en el ambiente. Tras la
cremación, como consecuencia de los cambios en la estructura cristalina y la acusada pérdida
del colágeno, la capacidad de absorción hídrica se reduce o incluso desaparece. En la muestra del
Tesoro de los quimbayas la exposición al calor alteró la estructura mineral del hueso dejando el
porcentaje de humedad reducido a un 0,31 ± 0,01 %, valor muy alejado del 25 % del hueso fresco.
El fragmento óseo analizado en este trabajo sufrió una pérdida de peso por calcinación del 1 %
respecto del peso seco (0,99 ± 0,01 %), lo que indica que el hueso aún conservaba una reducida
proporción de colágeno. En realidad, creemos que la cantidad de materia orgánica indicada
resulta ser una subestimación del contenido real, ya que el protocolo analítico para evaluar la dieta
alcanza rampas de solo 600º C y no los 800º C necesarios para la destrucción total de la misma
(Ubelaker, 1989). Este resultado permite afirmar que la combustión del cadáver no fue completa
o, si se prefiere, no llegó a mantener durante el tiempo suficiente una temperatura superior a los
800º C.
El estudio paleoquímico
La composición química del hueso está integrada en un 30 % por materia orgánica, 25 % de agua
y 45 % de minerales como fosfato y carbonato cálcico. La porción inorgánica, formada mayorita-
riamente por cristales de hidroxiapatita (Ca10(PO4)6(OH)2), contiene calcio, fósforo y diversos iones,
denominados oligoelementos o elementos traza, que confieren al hueso su rigidez y dureza. Estos
compuestos químicos están siendo intercambiados y reemplazados con el plasma sanguíneo a
un ritmo variable en función de las necesidades metabólicas y de la ingesta de nutrientes. La tasa
de intercambio varía de unos huesos a otros, siendo mayor en la parrilla costal, que modifica
anualmente su composición elemental hasta en un 30 %, mientras que en la tibia solo se renueva
el 3 %.
Nuestro equipo analiza la composición elemental de los restos óseos desde principios de
los años 90 con la intención de estimar el patrón socioeconómico de las poblaciones del pasado y
evaluar su tipo de dieta. La utilización de los oligoelementos como técnica de análisis paleoquí-
mico está relacionada con las explosiones atómicas ocurridas durante la Segunda Guerra Mundial
y los efectos nocivos del estroncio 90 (Sr90) en la salud humana. Odum (1957) demostró que el
estroncio era incorporado por las plantas en una proporción equivalente al disponible en el medio
y que su concentración disminuía según se ascendía a lo largo de la pirámide alimenticia. Toots y
Voorhies (1965) fueron los primeros investigadores en aplicar este descubrimiento a nivel arqueo-
lógico al reconstruir una cadena trófica basándose en el contenido en estroncio de los huesos
fósiles. La explicación científica de este proceso es la discriminación del tubo digestivo de los
animales, que, a cualquier dosis, absorbe mayor cantidad de calcio, imprescindible para el esque-
leto, pero solo incorpora una fracción del estroncio presente en la dieta para, posteriormente,
depositar parte del mismo en el tejido óseo (Sillen y Kavanagh, 1982). De lo anterior se deduce que
el contenido de estroncio en el hueso de un animal herbívoro será mayor que en un carnívoro,
mientras que un omnívoro como es el ser humano presentará niveles intercalares, con un valor
más similar a unos u otros en función del componente vegetal que incorpore a su dieta.
Poco tiempo después, otros autores (Brown, 1974) centraron sus estudios en demostrar la
eficacia de la técnica y estimar el consumo de vegetales a través de los niveles de estroncio y la
relación entre dicho elemento químico y el calcio (Sr/Ca). Desde finales de los años ochenta se han
integrado muchos otros iones en los estudios de paleodieta; entre ellos podríamos destacar bario,
magnesio, zinc, cobre, vanadio, etc. (Trancho y Robledo, 2004).
En el presente caso nos planteamos el análisis paleoquímico del Tesoro de los quimbayas
con la intención de demostrar que su composición elemental era compatible con la de un resto
óseo. En principio no pretendíamos establecer un patrón socioeconómico al carecer de muestras
indubitadas de fauna herbívora. Este hecho imposibilitaba la obtención del índice Sr/Ca corregido
propuesto por Fornaciari y Mallegni (1987) para conocer su ingesta vegetariana, aunque de manera
indirecta sí podíamos estimar el tipo esencial de dieta.
225
Arqueometría: análisis antropológico de los restos orgánicos del Tesoro de los Quimbayas
Quimbaya Ca P Sr Ba Mg Zn Cu V
Tabla 2. Líneas analíticas (nm) utilizadas en el ICP-OES. Valores del patrón de referencia NIST400. Concentración de
oligoelementos en la muestra orgánica recuperada en MAM 17456. Los valores de Ca y P son en porcentaje. El resto de
elementos en ppm.
Los niveles de estroncio (Sr) en el esqueleto en poblaciones humanas actuales varían entre
las 100 y 300 ppm (Schroeder et al. 1972; Mays, 2003). Se trata de un elemento químico con una
estructura molecular similar a la del calcio, lo que hace que, en ocasiones, sustituya a éste en la
molécula de hidroxiapatita y confiera al hueso propiedades biomecánicas parecidas. Su presencia
se asocia especialmente con el consumo de vegetales en general. No se conoce con precisión el
mecanismo fisiológico, pero la cantidad depositada en el hueso está correlacionada con la
cantidad ingerida en la dieta (Ezzo, 1994).
La muestra MAM 17456 presenta 398 ± 40 ppm (tabla 2). Como es lógico, los valores detecta-
dos dependen de los niveles iniciales de estroncio presentes en el suelo y, de acuerdo con el meca-
nismo de fraccionamiento del estroncio, los herbívoros deben tener una concentración superior a
los omnívoros y éstos mayor que los carnívoros. El resultado obtenido en la muestra analizada
parece tener sentido biológico respecto al rango de valores del tejido óseo, pero desconocemos
los niveles del terreno de enterramiento y no contamos con muestras faunísticas de herbívoro
estricto con las que comparar, lo que impide determinar de manera directa si la ingesta de estron-
cio era o no elevada. Afortunadamente, una forma indirecta de estimar el aporte de vegetales
consiste en calcular el índice Zn/Ca, que según algunos autores (Fornaciari y Mallegni, 1987) indica
la proporción de proteínas basadas en la carne que se incorpora en la dieta. El resultado obtenido
en el Tesoro de los quimbayas es de 0,69, lo que sugiere una alimentación rica en proteínas
animales, casi del 70 %, en la que se incorporaba probablemente también el pescado, ya que el
índice Log(Ba/Sr) es –0,9, un valor que apunta a dicho comportamiento, aunque está aún lejos del
226
Arqueometría: análisis antropológico de los restos orgánicos del Tesoro de los Quimbayas
–1,6 típico de las poblaciones que basan su dieta en los productos marinos o fluviales de forma
exclusiva (Burton y Price, 1990). Los niveles de Cu confirman una dieta rica en productos animales.
Agradecimientos
Para nosotros resulta esencial destacar a Óscar García Vuelta, responsable técnico del Laboratorio
de Microscopía Electrónica y Microanálisis del Instituto de Historia (CCHS, CSIC). Sin su ayuda no
habríamos podido abordar el estudio de microscopía electrónica de barrido. Óscar, gracias por tu
trabajo y esfuerzo. Sin tu labor desinteresada hubiese sido imposible obtener imágenes útiles de
fragmentos de tan reducido tamaño.
De manera similar estamos en deuda con Alicia Perea, investigadora científica del Instituto
de Historia (CCHS, CSIC), que facilitó el acceso al Laboratorio de Microscopía y a las herramientas
personales de su despacho. Gracias, Alicia, por tus ideas y por los materiales de corte.
Estamos en deuda con dos compañeros que han demostrado su paciencia hasta que
hemos terminado este trabajo. Gracias a Ana Verde y Andrés Gutiérrez, conservadores del Museo
de América, sin vuestra tolerancia estas líneas no habrían llegado a su fin.
227
Introducción
Anexos
Anexos: I. TABLA DE MEDIDAS MEB-EDX
Q17456 Q17456_cA_E03 80
230
Anexos: I. TABLA DE MEDIDAS MEB-EDX
Ag Cu Zona análisis
27,83 1,99 Zona lisa
36,69 2,39
36,21 2,8
36,91 5,36
12,87 6,74
14,81 7,73
14,09 7,79
12,22 8,15
13,07 8,36
12,18 8,48
13,21 9,35
12,3 9,45
231
Anexos: I. TABLA DE MEDIDAS MEB-EDX
232
Anexos: I. TABLA DE MEDIDAS MEB-EDX
Ag Cu Zona análisis
11,11 9,53 Arriba
12,6 9,63
15,59 Abajo
15,77 Abajo
15,97
17,46
16,3
14,91
14,75
15,48
233
Anexos: II. Tabla de medidas FRX y PIXE
234
Anexos: II. Tabla de medidas FRX y PIXE
235
Anexos: II. Tabla de medidas FRX y PIXE
236
Anexos: II. Tabla de medidas FRX y PIXE
237
Anexos: II. Tabla de medidas FRX y PIXE
17403/3-Cuenta rana
17403/4-Cuenta rana, pata 43,40 13,34 43,26
17403/4-Cuenta rana, pata opuesta 0,16 27,38 15,06 57,40
17403/5-Cuenta rana
17403/6-Cuenta rana
17403/7-Cuenta rana
17403/7-Cuenta rana
17404-Cuenta antropozoomorfa
17404-Cuenta antropozoomorfa
17404-Cuenta antropozoomorfa
17404-Cuenta antropozoomorfa
17405-Cuenta antropozoomorfa
17405-Cuenta antropozoomorfa
17405-Cuenta antropozoomorfa
17405-Cuenta antropozoomorfa
17405-Cuenta antropozoomorfa
17406-Cuenta antropozoomorfa
17406-Cuenta antropozoomorfa
17406-Cuenta antropozoomorfa
17406-Cuenta antropozoomorfa
17406-Cuenta antropozoomorfa
17407-Cuenta zoomorfa, cuenta n.º 3 0,12 23,11 18,42 58,35
17407-Cuenta zoomorfa, cuenta n.º 7 30,80 16,90 52,30
17407-Cuenta zoomorfa, cuenta n.º 9 32,61 14,27 53,12
17407-Cuenta zoomorfa
17407-Cuenta zoomorfa
17407-Cuenta zoomorfa
17407-Cuenta zoomorfa
17407-Cuenta zoomorfa
17408-Cuenta antropozoomorfa A, pto. 1 33,27 13,38 53,35
17408-Cuenta antropozoomorfa A, pto. 1 33,27 13,36 53,37
17408-Cuenta antropozoomorfa A, pto. 2 0,33 13,21 35,58 50,87
17408-Cuenta antropozoomorfa
17409-Cuenta antropozoomorfa
17409-Cuenta antropozoomorfa
17409-Cuenta antropozoomorfa
17409-Cuenta antropozoomorfa
238
Anexos: II. Tabla de medidas FRX y PIXE
239
Anexos: II. Tabla de medidas FRX y PIXE
17410-Cuenta antropozoomorfa
17410-Cuenta antropozoomorfa
17410-Cuenta antropozoomorfa
17410-Cuenta antropozoomorfa
17410-Cuenta antropozoomorfa
17411-Cuenta antropozoomorfa
17411-Cuenta antropozoomorfa
17411-Cuenta antropozoomorfa
17411-Cuenta antropozoomorfa
17411-Cuenta antropozoomorfa
17411-Cuenta antropozoomorfa
17414-Cuenta de perfil curvo
17414-Cuenta de perfil curvo
17414-Cuenta de perfil curvo
17414-Cuenta de perfil curvo
17414-Cuenta de perfil curvo
17414-Cuenta de perfil curvo
17414-Cuenta de perfil curvo
17414-Cuenta de perfil curvo
17415-Cuenta de perfil recto
17415-Cuenta de perfil recto
17416-Cuenta pequeña
17416-Cuenta pequeña
17417-Cuenta pequeña
17417-Cuenta pequeña
17417-Cuenta A de perfil curvo 0,04 16,39 83,57
17417-Cuenta B de perfil recto 0,44 14,37 85,20
17417-Cuenta C pequeña 7,74 12,70 79,56
17418-1-Cuenta separadora
17418-2-Cuenta separadora
17418-3-Cuenta separadora
17418-4-Cuenta separadora
17418-5-Cuenta separadora
17418-6-Cuenta separadora
17418-6-Cuenta separadora
17418-7-Cuenta separadora
17418-8-Cuenta separadora
240
Anexos: II. Tabla de medidas FRX y PIXE
241
Anexos: II. Tabla de medidas FRX y PIXE
17418-9-Cuenta separadora
17458-Cuenta pequeña
17458-Cuenta pequeña
17464-Cuenta zoomorfa triple
17464-Cuenta zoomorfa triple
17467-Cuenta zoomorfa
17467-Cuenta zoomorfa
17467-Cuenta zoomorfa
17467-Cuenta zoomorfa
17419-Palillo, pto. 1 cascabel 46,51 11,80 41,70
17419-Palillo, pto. 2 cascabel 0,14 47,43 11,55 40,88
17419-Palillo, pto. 3 aguja 0,16 43,13 11,26 45,44
17421-Palillo
17421-Palillo
17421-Palillo
17421-Palillo
17421-Palillo
17421-Palillo
17421-Palillo
17421-Palillo
17421-Palillo
17423-Palillo doblado, plataforma discoidal 41,48 8,35 50,16
17423-Palillo doblado, aguja tercio medio 39,73 9,02 51,25
17423-Palillo doblado, aguja tercio inf. 39,35 8,11 52,54
17448-Palillo, aguja inferior 0,000 30,49 15,42 54,09
17448-Palillo, aguja superior 0,06 0,163 45,47 9,73 44,57
17448-Palillo, remate zoomorfo, ala amarilla 0,10 0,028 0,10 15,71 84,07
17448-Palillo, remate zoomorfo, cuerpo rojo 0,05 0,130 39,89 9,40 50,53
17449-Palillo, Cu-1-tercio superior aguja 35,21 17,09 47,70
17449-Palillo, zona dorada Au-1 cilindro decorativo, inf. 0,75 0,103 0,14 18,21 80,80
17449-Palillo, plataforma discoidal Au-2 2,70 0,38 16,59 80,34
17449-Palillo, remate antropomorfo Au-3 0,14 16,14 83,72
17449-Palillo, Au-4 35,21 16,55 48,24
17449-Palillo, Au-5 0,10 0,082 0,18 15,47 84,16
17450-Palillo, remate antropomorfo, zona inf. 0,102 20,08 15,60 64,22
17450-Palillo, remate antropomorfo, cabeza zona amarilla 0,02 0,067 10,06 21,35 68,51
17450-Palillo, aguja zona superior 0,107 29,04 11,32 59,53
242
Anexos: II. Tabla de medidas FRX y PIXE
243
Anexos: II. Tabla de medidas FRX y PIXE
244
Anexos: II. Tabla de medidas FRX y PIXE
245
Anexos: II. Tabla de medidas FRX y PIXE
17422/19-Orejera
17422/19-Orejera
17422/2-Orejera, diámetro mayor, zona amarilla 0,09 17,47 13,95 68,48
17422/2-Orejera, diámetro menor, zona amarilla 0,14 5,63 17,80 76,43
17422/2-Orejera, lateral, zona amarilla 0,06 7,97 14,82 77,16
17422/20-Orejera, cara A 0,10 1,29 26,11 72,50
17422/20-Orejera, cara B 23,32 17,98 58,70
17422/21-Orejera, círculo 1 0,02 12,67 20,17 67,14
17422/21-Orejera, círculo 2 22,75 17,27 59,98
17422/22-Orejera
17422/23-Orejera
17422/23-Orejera
17422/24-Orejera
17422/24-Orejera
17422/24-Orejera
17422/24-Orejera
17422/25-Orejera
17422/25-Orejera
17422/26-Orejera, disco con sigla 15,37 14,18 70,45
17422/26-Orejera, disco sin sigla 0,061 19,18 13,68 67,09
17422/26-Orejera, lateral 17,26 12,78 69,96
17422/26-Orejera, esfera interior 0,30 32,03 14,19 53,48
17422/27-Orejera
17422/27-Orejera
17422/28-Orejera
17422/28-Orejera
17422/29-Orejera
17422/29-Orejera
17422/3-Orejera
17422/3-Orejera
17422/30-Orejera
17422/30-Orejera
17422/31-Orejera
17422/31-Orejera
17422/4-Orejera
17422/4-Orejera
17422/5-Orejera
246
Anexos: II. Tabla de medidas FRX y PIXE
247
Anexos: II. Tabla de medidas FRX y PIXE
17422/5-Orejera
17422/6-Orejera
17422/6-Orejera
17422/7-Orejera, disco sin sigla 0,08 3,37 20,28 76,28
17422/7-Orejera, disco con sigla 0,19 3,21 21,08 75,51
17422/7-Orejera, esfera interior 0,10 35,10 11,61 53,18
17422/7-Orejera, lateral 1,31 1,31 22,48 74,90
17422/8-Orejera
17422/8-Orejera
17422/9-Orejera
17422/9-Orejera
17428-Casco, zona lisa 2,94 19,67 77,39
17428-Casco, pierna derecha figura femenina 3,42 19,36 77,23
17428-Casco, nariz figura femenina 5,13 16,27 78,60
17428-Casco, nariz figura femenina 2 5,61 15,76 78,63
17429-Casco, pto. 1 7,00 29,63 63,37
17429-Casco, pto. 2 6,09 28,57 65,34
17429-Casco, borde 5,85 29,31 64,84
248
Anexos: II. Tabla de medidas FRX y PIXE
249
Anexos: II. Tabla de medidas FRX y PIXE
250
Anexos: II. Tabla de medidas FRX y PIXE
251
Anexos: II. Tabla de medidas FRX y PIXE
252
Anexos: II. Tabla de medidas FRX y PIXE
253
Anexos: II. Tabla de medidas FRX y PIXE
254
Anexos: II. Tabla de medidas FRX y PIXE
255
Anexos: III. Tabla de condiciones de trabajo radiográficas
Primera intervención
N.º Reg. IPCE N.º Inv. Área radiografiada kV mA m s foco película revelado
Museo
1 31036/1613 17444 Recipiente con forma de 160 10 1 30 F.G D-7 Manual.
calabaza. Frente 30º C-4 min.
2 31036/1613 17444 Recipiente con forma de 160 10 1 90 F.G D-4 Automático.
calabaza. En perspectiva 30º C-8 min
3 31036/1614 17447 Urna cineraria (poporo 160 10 1 90 F.G D-4 Manual.
masculino sentado). Frente 30º C-4 min.
4 31036/1614 y 1621 17447 y Urna cineraria (poporo 160 10 1 60 F.G D-7 Manual.
17457 masculino sentado) y urna 30º C-4 min.
cineraria (poporo masculino de
pie con palmas). En perspectiva
5 31036/1621 17457 Urna cineraria (poporo 160 10 1 60 F.G D-7 Manual.
masculino de pie con palmas). 30º C- 4 min.
Perfil
6 31036/1619 17455 Urna cineraria (poporo 160 10 1 60 F.G D-7 Manual.
masculino con agujero 30º C- 4 min.
superior). Frente
7 31036/1619 y 1620 17455 y Urna cineraria (poporo 150 10 1 60 F.G D-7 Manual.
17456 masculino con agujero 30º C- 4 min.
superior) y urna cineraria
(poporo femenino sentado)
8 31036/1622 17459 Urna cineraria (poporo 150 10 1 60 F.G D-7 Automático.
femenino embarazada). Frente 30º C-8 min.
9 31036/1616 17452 Urna cineraria (poporo 150 10 1 60 F.G D-7 Automático.
masculino de pie con tocado). 30º C-8 min.
Frente
10 31036/1622 17459 Urna cineraria (poporo 150 10 1 90 F.G D-7 Automático.
femenino embarazada). En 30º C-8 min.
perspectiva
11 31036/1622 17452 Urna cineraria (poporo 150 10 1 90 F.G D-7 Automático.
masculino de pie con tocado). 30º C-8 min.
En perspectiva
12 31036/1622 17459 Urna cineraria (poporo 150 10 1 90 F.G D-7 Automático.
femenino embarazada). En Filtro 30º C-8 min
perspectiva de Al
13 31036/1616 17452 Urna cineraria (poporo 150 10 1 90 F.G D-7 Automático.
masculino de pie con tocado). Filtro 30º C-8 min
En perspectiva de Al
14 31036/1609 17437 Recipiente (jarrón grande). 150 10 0,40 15 F.G D-7 Manual.
Tapa 30º C- 4 min.
15 31036/1609 17437 Recipiente (jarrón grande). 150 10 0,30 15 F.G D-7 Manual.
Tapa en escorzo 30º C-4 min.
16 31036/1609 17437 Recipiente (jarrón grande). 150 10 1,5 75+75 F.G D-7 Automático.
Perfil 30º C-8 min.
17 31036/1611 17442 Recipiente (totuma lisa). Frente 150 10 1,5 75+75 F.G D-7 Automático.
30º C-8 min.
18 31036/1608 17436 Silbato o enmangue con 150 10 1,5 75+75 F.G D-7 Automático.
cabeza antropomorfa. Frente 30º C-8 min.
256
Anexos: III. Tabla de condiciones de trabajo radiográficas
N.º Reg. IPCE N.º Inv. Área radiografiada kV mA m s foco película revelado
Museo
19 31036/1615 17451 Recipiente (totuma pequeña 150 10 1,5 75+75 F.G D-7 Automático.
con figuras). En perspectiva 30º C-8 min.
20 31036/1617 17453 Recipiente (totuma grande con 150 10 1 75+75 F.G D-7 Automático.
figuras). En perspectiva 30º C-8 min.
21 31036/1617 17453 Recipiente (totuma grande con 150 10 1 60 F.G D-7 Automático.
figuras). Frente 30º C-8 min.
22 31036/1607, 1608, 17436, Silbato o enmangue con 150 10 1 60 F.G D-7 Automático.
1610 y 1612 17438, cabeza, recipiente (jarrón 30º C-8 min.
17443 y pequeño), recipiente (semilla
17435 grande sin tapa) y trompeta o
enmangue con figura completa
antropomorfa
23 31036/1607 y 1608 17435 y Trompeta o enmangue con 150 10 1 60 F.G D-7 Manual.
17436 figura completa y silbato o 30º C-4 min.
enmangue con cabeza
24 31036/1610 17438 Recipiente (jarrón pequeño). 150 10 0,20 10 F.G D-7 Automático.
Proyección en planta 1 30º C-8 min.
25 31036/1612 17443 Recipiente (semilla grande sin 150 10 0,26 30 F.G D-7 Automático.
tapa) y por el interior 30º C-8 min.
26 31036/1610 17438 Recipiente (jarrón pequeño). 150 10 0,20 24 F.G D-7 Automático.
Proyección en planta 2 30º C-8 min.
27 31036/1618 17454 Sahumador (recipiente cabeza 160 10 95 90 F.G D-7 Automático.
con perforaciones) 30º C-8 min.
kV: tensión expresada en kilovoltios; mA: intensidad de tubo expresada en miliamperios; m: distancia del foco a la película expresado en metros; s: tiempo
de exposición expresado en segundos; filtro: referente a la ventana del equipo. Las placas se han introducido en un chasis con pantallas de plomo (0,10 mm
delante y 0,15 mm detrás) a modo de sándwich.
Segunda intervención
N.º Reg. IPCE N.º Inv. Área radiografiada kV mA m s foco película revelado
Museo
1 31036/1616 y 17452 y Urna cineraria (poporo 150 10 1 60 F.G D-7 Automático.
31036/1612 17443 masculino de pie con tocado) y 30º C-8 min.
recipiente (semilla grande sin
tapa). Única placa (repetición)
2 31036/1609 17437 Recipiente (jarrón grande). 150 10 1 60 F.G D-7 Automático.
Tapa (repetición) 30º C-8 min.
3 31036/1611 17442 Recipiente (totuma lisa). Frente 150 10 1 60 F.G D-7 Automático.
(repetición) 30º C-8 min.
4 31036/1617 17453 Recipiente (totuma grande con 150 10 1 60 F.G D-7 Automático.
figuras). Frente (repetición) 30º C-8 min.
kV: tensión expresada en kilovoltios; mA: intensidad de tubo expresada en miliamperios; m: distancia del foco a la película expresado en metros; s: tiempo
de exposición expresado en segundos; filtro: referente a la ventana del equipo. Las placas se han introducido en un chasis con pantallas de plomo (0,10 mm
delante y 0,15 mm detrás) a modo de sándwich.
El haz de rayos X se ha generado con un equipo de potencial constante, con ventana de berilio y tensión de pico de 160 kV de la
marca PHILIPS. La película empleada para la mayoría de las tomas ha sido del tipo II, norma ASTM (D-7 de AGFA), en formato de
rollo, salvo algunas excepciones. El revelado de las placas radiográficas se ha efectuado en la Sección de Estudios Físicos del
IPCE en proceso automático y continuo durante 8 minutos y a 30º C de temperatura con una procesadora STRUCTURIX NDT1.
257
Introducción
El contexto quimbaya
clásico
Inventario de orfebrería quimbaya clásico
Clemencia Plazas
Investigadora independiente
Durante las últimas cuatro décadas he mantenido el interés en delimitar el estilo quimbaya para 279 El presente trabajo surge de la
ponencia «Orfebrería quimbaya.
definirlo desde el punto de vista formal, iconográfico y técnico. En mi tesis de pregrado se hace Contexto, cronología y
evidente que este estilo, conformado para entonces por objetos procedentes de otras siete áreas clasificación», presentada por
María Alicia Uribe y yo en
metalúrgicas de Colombia, necesitaba ser depurado (Plazas, 1975: 197). Varias investigaciones Dumbarton Oaks, Washington, en
fueron fundamentales en este empeño. La primera de ellas, realizada por Ana María Falchetti, ubicó, 1999, para el simposio Gold and
Power in Ancient Costa Rica,
a través de dos milenios, en una amplia área del occidente del país y del Istmo Centroamericano, Panama and Colombia (Plazas y
Uribe 1999).
las distintas variantes de los colgantes conocidos como Darién, antes considerados quimbayas
280 Los grupos de piezas
(Falchetti, 1979, 2008). La segunda fue la llevada a cabo por María Alicia Uribe para definir el estilo procedentes de una misma
quimbaya tardío, procedente de la misma área geográfica del quimbaya clásico –el Valle Medio del región adquiridos a lo largo de 60
años incluyen tanto objetos
Cauca– pero realizado por otro grupo humano en época posterior, los llamados quimbayas en el completos como fragmentos
siglo xvi d. C. (Uribe, 1991). La investigación que presentamos aquí es un trabajo de síntesis que producto del «barrido» de las
tumbas. Así se conservaron los
recoge y amplía estos logros279. conjuntos de hallazgo. En la
actualidad, se pueden revisar los
lotes o grupos adquiridos y
En el catálogo de la Exposición Histórico-Americana celebrada en Madrid en 1892, Vicente chequear sus asociaciones. Al
constatar su repetición se
Restrepo (1892) dio a conocer al mundo 182 piezas de oro quimbayas, de las cuales 62 pertenecían afianzan los distintos estilos y
al tesoro donado a la corona española, y Ernesto Restrepo Tirado (1929), en el libro Ensayo etnográ- saltan a la vista los objetos que
no pertenecen a ellos, por forma
fico y arqueológico de la provincia de los Quimbayas en el Nuevo Reino de Granada, describe el medio o tecnología.
ambiente geográfico, social y económico del grupo que elaboró las piezas del estilo y describe
sus características. José Pérez de Barradas hace la primera clasificación del estilo en Orfebrería
prehispánica de Colombia. Estilos Quimbaya y otros. Obra basada en el estudio de las colecciones
del Museo del Oro del Banco de la República, Bogotá, publicado en 1966. Acierta en separar las 60
piezas que ilustra de aquellas elaboradas por la tribu quimbaya contemporánea a la Conquista y
hace una excelente reseña histórica de los estudios hechos hasta entonces sobre el estilo.
El presente trabajo es producto del análisis de la colección del Museo del Oro de Bogotá
que permitió encontrar asociaciones del material quimbaya clásico280. Una vez definido el estilo
quimbaya, según sus aspectos formales, funcionales y tecnológicos, se hizo una exhaustiva búsqueda
en colecciones de museos y en fuentes bibliográficas para distinguir las variantes posibles de los
261
Inventario de orfebrería quimbaya clásico
distintos tipos de piezas que lo conforman. Así, se amplió la base de datos quimbaya y se detec- Figs. 100 a 104: Recreación de
taron las posibles variantes quimbayoides procedentes de Centroamérica. Se definieron dieciséis la pintura corporal utilizada
por los quimbayas.
categorías que contienen 1073 objetos quimbayas. De estos, 463 están ubicados en 26 museos y 4 Información extraída por la
colecciones privadas del mundo; el resto, 610 piezas, pertenecen a la colección del Museo del Oro autora de las piezas de oro y
de Bogotá. de la cerámica Marrón inciso.
Dibujos de Juan Manuel
Ramírez, cortesía del Museo
Con el corpus completo del estilo se estudió en detalle su iconografía y fue posible observar del Oro de Bogotá.
cómo distintos aspectos formales y tecnológicos se combinaron para comunicar mensajes especí-
ficos. El análisis iconográfico ayudó a cohesionar aún más el estilo porque tanto las formas como
la decoración surgieron de una misma concepción del mundo.
262
Inventario de orfebrería quimbaya clásico
Con los datos de procedencia se elaboró el mapa de la figura 105281. En él se observa que
la mayoría de las piezas quimbayas proceden del Valle Medio del río Cauca, con especial énfasis
en el departamento del Quindío (66 %) –municipios de Filandia, Armenia y Montenegro, principal-
mente–. Es importante resaltar la distribución de estas piezas a lo largo del río Cauca y sobre las
riveras del valle medio del río Magdalena.
Poporos antropomorfos
Son figuras antropomorfas huecas que sirven de recipientes para la cal utilizada durante la
masticación de hojas de coca (Erythroxylum coca). Se destacan por su cuidadosa manufactura, su
tamaño –23,3 cm de alto por 9,5 cm de ancho en promedio– y peso unitario cercano a los 700 g.
Existen tres clases de figuras: a) de pie, hombres en este caso; b) sentadas sobre banco, tres
mujeres y un hombre, y c) sentadas en la parte superior de un recipiente que se prolonga en una
ligera curva hacia delante, cuatro mujeres y dos hombres.
263
Inventario de orfebrería quimbaya clásico
Las representaciones humanas de las catorce piezas inventariadas tienen rasgos realis- Fig. 105: Mapa con la
tas: cuerpos estilizados de suaves formas redondeadas y rostros apacibles con ojos semicerra- situación de los hallazgos de
objetos de oro quimbayas
dos. Según su tamaño, se les confiere mayor importancia a la cabeza y al tórax. Sus formas son recogidos en el inventario.
ligeramente más pequeñas a medida que se desciende hacia los pies. Las manos, también, son
proporcionalmente más pequeñas. Los órganos sexuales femeninos tienen dimensiones exagera-
das, característica compartida con las figuras de cerámica marrón inciso, donde indudablemente
se quiso hacer énfasis en la fecundidad de la mujer (Bruhns, 1970a). La representación del órgano
genital masculino, por el contrario, es pequeña y solo en un caso está en erección. Sus dimensiones
varían de acuerdo a la edad de la figura representada. Por las proporciones del cuerpo se pueden
reconocer jóvenes y adultos. Entre las figuras femeninas también se pueden observar jóvenes,
adultas embarazadas y ancianas. El hombre aparece de pie o, al igual que la mujer, sentado sobre
banco o sobre la prolongación del recipiente. No se conoce ninguna figura femenina de pie; sin
embargo, estas son comunes en los recipientes de forma compuesta, cascos y trompetas.
Las manos, generalmente, están sobre el pecho, la cintura o descansando sobre las
rodillas. En ocasiones, hombres y mujeres las prolongan hacia delante sosteniendo haces de
palmas o de algún material vegetal que se representa como dos pares de espirales divergentes. Un
joven sostiene en sus manos dos poporos en forma de calabaza y una mujer una barra con placas
colgantes.
Los personajes llevan en general pocos adornos de oro, a excepción de pequeñas narigueras
triangulares, orejeras anulares múltiples y varias vueltas de cuentas simples en el cuello. Algunos,
de ambos sexos, llevan cascos (figura 106), otros muestran tocados de plumería. Todos llevan liga-
duras, posiblemente tejidas en fibra, en tobillos, muñecas y debajo de las rodillas. Algunos, fajas
tejidas alrededor de la frente. Otras figuras muestran pintura corporal o facial (figura 107).
Poporos fitomorfos
Entre los que tienen forma de calabazo, se pueden distinguir las siguientes variantes: 1)
Lisos, compuestos por un área voluminosa inferior que se adelgaza en forma de cuello y termina
en un borde, una tapa radial, un reborde en forma de disco o cuatro esferas; 2) Con protuberancias
264
Inventario de orfebrería quimbaya clásico
265
Inventario de orfebrería quimbaya clásico
en el cuerpo y cuello liso, o de forma compuesta. Los que semejan al fruto del totumo pueden Fig. 106: Poporo
ser lisos, con área aplanada superior para facilitar el agarre del recipiente o con cara antropo- antropomorfo sentado sobre
prolongación. Museo de
morfa superior, y 3) Formas compuestas, también inspiradas en calabazos, que tienen un cuerpo Arqueología y Antropología
aplanado con hombros redondeados. Su cuello angosto se engrosa de nuevo antes de terminar en de la Universidad de
un pequeño orificio superior. Pueden ser lisos, repujados, con lados cóncavos o convexos y repre- Pensilvania. Altura: 26 cm.
sentaciones humanas. La mayor parte de las figuras humanas ubicadas a cada lado del recipiente Dibujo de la autora.
son femeninas, excepto las del ejemplar que se encuentra en el Museo Brooklyn (figura 108), donde Fig. 107: Poporo
una figura femenina se opone a otra masculina282. antropomorfo sentado con
pintura corporal. 25,2 cm de
alto por 10,5 cm de ancho.
Cuellos de recipientes para cal Peso: 711g. Museo
Etnográfico de Berlín,
Estos objetos recuerdan cuellos de frutos del calabazo. Seguramente, fueron unidos a reci- VA11429. Dibujo de la autora.
pientes elaborados con frutos del calabazo o totumo, encajados con ayuda de alguna sustancia Fig. 108: Poporo de forma
pegajosa como la brea o cosidos mediante cordeles, utilizando los orificios que algunos de ellos compuesta con figuras
antropomorfas. 23 cm de
tienen en la base. El cuello de oro les daría realce, y el recipiente del fruto natural mantendría el
alto por 13,3 cm de ancho.
polvo de cal fresco y seco. Colección Jean Mitchell.
Dibujo de la autora.
Los que tienen forma de calabazo son, en general, cortos –5,1 cm de altura media–. Los cilín-
dricos pueden ser muy altos, 16,5 cm en promedio, y terminan en forma de Cucurbita, con cuatro
esferas, o en una serie de caras antropomorfas (figura 109). Un ejemplar antropomorfo presenta una
figura humana sentada y otro antropozoomorfo muestra el rostro de un hombre-jaguar.
Sirvió para evitar que el polvo de cal se saliera del recipiente. Como otras piezas del estilo
quimbaya, presenta dos figuras femeninas sentadas que se dan la espalda.
266
Inventario de orfebrería quimbaya clásico
En la colección del Museo del Oro existe un pequeño colgante que muestra una mujer Fig. 109: Cuello de poporo
embarazada con uno de estos recipientes ovalados sobre la espalda. En ella se asocia, a nivel con caras antropomorfas.
16,2 cm de alto por 6 cm de
simbólico, la preñez con la utilización de la coca. ancho. Museo Británico,
1940.10.17.2. Dibujo de la
Un objeto con la forma esférica del fruto del totumo, dos hendiduras a los lados y tapa, autora.
parece haber sido utilizado para guardar hojas de coca. La tapa ajusta perfectamente y también Fig. 110: Remate de palillo de
pudo ser sostenida por un cordel. poporo que muestra
contorsionista sobre figura
humana acostada. 7,5 cm de
III. Palillos para cal y piezas relacionadas alto por 2,1 cm de ancho.
Peso: 35,3 g. Museo del Oro
Palillos para cal de Bogotá, MO 5589. Dibujo
de la autora.
Son varas delgadas de aproximadamente 24 cm de largo que se humedecen con saliva
para extraer el polvo de cal del poporo utilizado en la masticación de la coca. Forman un grupo
numeroso y variado que procede tanto del área arqueológica calima-yotoco como de la quimbaya.
Se seleccionaron aquellos de formas más simples y tecnología afín al estilo quimbaya clásico con
suficientes datos de procedencia de esta región. Evidencian la ausencia de límites estrictos entre
zonas vecinas; elementos como la decoración granulada del alfiler y del tocado de los personajes
relacionan algunos de ellos con el grupo de piezas llamado «granulado», que no se consideró
dentro del estilo quimbaya. La presencia de palillos para cal dentro de los grandes ajuares quim-
bayas, su representación en un recipiente para cal antropomorfo que lleva en sus manos dos
poporos con su palillo rematado en forma de copa y la cantidad de poporos metálicos hablan del
uso de palillos en esta zona.
Consideramos quimbayas los de remate en forma de cascabel, que pueden ser esféricos,
ovoidales o bicónicos, dobles o triples; con remate de copa o discoidal (figura 110); en forma de
espátula; los hay que llevan remate antropomorfo, o en forma de ave semejando un paujil; otros
tienen forma de lechuza posada sobre una figura humana estilizada, o sobre un mono; también
los hay con remate antropozoomorfo.
267
Inventario de orfebrería quimbaya clásico
Antropomorfos
V. Instrumentos musicales
Trompeta
Objeto hueco de sección circular en el orificio que debió ser colocado en la boca y de
sección aplanada hacia el otro extremo. La pieza hace una ligera curva hacia abajo dejando ver la
figura masculina cuando el instrumento se toca. La figura femenina, de espaldas a la masculina,
comparte su alta corona cilíndrica.
Maraca
VI. Cascos
Objetos semiesféricos de oro, utilizados para indicar rango y proteger la cabeza. Miden 11
cm de alto por 18,9 cm de ancho y pesan 409,2 g en promedio. En las figuras humanas de orfebre-
ría representadas se observa que los usaban, indistintamente, hombres y mujeres. Fueron repu-
jados a partir de una gruesa lámina de oro. Algunas de las caras fueron fundidas aparte y luego
ensambladas al casco. Los hay lisos con figuras geométricas y figuras femeninas. Otros presentan
complejos diseños geométricos sobre uno de sus lados. La mayoría tienen pequeños orificios a los
lados para ser suspendidos a la cabeza, por medio de cuerdas. En esta posición, las áreas protube-
rantes se ubican, en general, de la frente hacia atrás.
VII. Coronas
Elaboradas con una lámina de oro que rodea la cabeza y se une por medio de remaches en
su parte posterior –18,4 cm de alto por 31,3 cm de ancho, peso de 236,9 g, en promedio–. Las hay
lisas, con figuras geométricas repujadas y adornos laminares imitando plumas que irradian desde
la parte posterior o con prolongaciones laterales (figura 111).
268
Inventario de orfebrería quimbaya clásico
VIII. Narigueras
Las narigueras son pequeñas –una media de 3,9 cm de ancho– y fundidas a la cera perdida
con núcleo, hoy removido solo en las que tienen decoración calada. Las figuras humanas de
poporos y colgantes del conjunto quimbaya las llevan puestas.
Todas las variantes fueron suspendidas de la nariz a través de un orificio abierto en el car-
tílago nasal. Los extremos, generalmente reforzados con varios hilos fundidos, se observan por
debajo de las fosas nasales. Las hay anulares y semicirculares. Las triangulares, más comunes,
pueden ser simples, con todas sus variantes decorativas, dobles o triples. Estas mismas narigueras
triangulares, en ocasiones, presentan prolongaciones horizontales o ascendentes. Su decoración
es discreta, algunas recuerdan sutilmente algún tipo de babosa o gasterópodo. Las formas de
la decoración calada imitan temas vegetales que remiten a los tallos y zarcillos con los que la
calabaza rastrera se extiende y adhiere. Existen unas pocas elípticas, de mayor tamaño pero con
decoración semejante a las anteriores.
IX. Orejeras
Anulares
Las delgadas fueron hechas martillando un alambre metálico. Existe, en la colección del
Museo del Oro, un gran número de orejeras circulares delgadas o huecas, de distintos tamaños,
procedentes de la zona quimbaya. Seguramente, son las que llevan las figuras humanas inserta-
das a lo largo del lóbulo de la oreja, en cantidades que varían desde cinco hasta doce en cada
oreja. Sus tamaños variados podrían indicar distintas edades de los usuarios. Las hay también
caladas, o caladas en filigrana.
En forma de carrete
Estas orejeras, de 2,1 cm de diámetro medio, están compuestas por dos tapas planas cir-
culares unidas entre sí por una pieza cóncava. La orejera se pone atravesando el lóbulo inferior de
la oreja de manera que las dos tapas queden a la vista, por delante y por detrás de la oreja. La tapa
frontal de la mayoría de ellas es ligeramente más grande que la de atrás.
El borde de la tapa está decorado por una trenza, hilo torcido o espirales. La concavidad
central, menos visible, está calada con diseños geométricos o de filigrana, seguramente para
permitir la circulación del aire en las zonas adyacentes a la piel, y evitar posibles irritaciones.
Cuando la orejera no presenta decoración calada tiene unos orificios alargados que, igualmente,
permiten la circulación del aire y disminuyen su peso.
Algunas tapas tienen la zona central decorada con los mismos motivos vegetales que se
repiten de forma distinta, dando una gran variedad de diseños. Las hay con espirales en el borde,
o con placas colgantes.
269
Inventario de orfebrería quimbaya clásico
Curiosamente, ninguna de las figuras quimbayas lleva puestas orejeras de carrete. La 284 Estos colgantes no fueron
utilizados necesariamente
mayoría de ellas tienen una serie de orejeras anulares delgadas. En cambio, las figurinas cerámi- suspendidos del cuello. Algunas
cas procedentes del río Sinú y Urabá sí las llevan. La diferencia consiste en que las del norte del tribus actuales del sur de
Colombia, en el departamento de
país son lisas y martilladas y no presentan ningún tipo de decoración. Nariño, utilizan cascabeles
metálicos atados debajo de las
rodillas y en los tobillos para
Tubulares llevar el ritmo durante el baile.
Existen pocos ejemplares de orejeras tubulares con decoración fitomorfa o en filigrana que
denotan una vez más las relaciones con Panamá, donde esta forma es común.
Las cuentas de collar son, en general, pequeñas e implican repetición de la misma cuenta,
mientras que los colgantes son grandes y unitarios. Combinando distintos tipos de cuentas formaron
collares que terminaban en un colgante central.
Las cuentas pequeñas utilizadas para dar cuerpo al collar tienen forma discoidal, cilín-
drica, esférica u ovalada, esta última conocida con el nombre de chaquira. Existen otras cuentas
similares, aunque más grandes, esféricas y cilíndricas. Otra forma común es la bicónica simple, con
sus variantes que pueden ser dobles o triples. En estos casos, las cuentas unidas servían a la vez de
separadores de vueltas del collar.
Entre los de forma de cascabel hay esféricos, oblongos y cónicos, con o sin mango284. Los
motivos fitomorfos son escasos; los hay en forma de fruto de cacao o de calabazo. Entre los motivos
zoomorfos se encuentran gran variedad de representaciones. En los de forma de caracol podemos
distinguir tres grupos de gasterópodos: alargados, con formas helicoidales de muchas vueltas,
típicas de algunas familias que se encuentran en los mares tropicales –Terebridae y Turritellidae–;
circulares, sencillos o dobles, que corresponden a especies terrestres de la familia Camaenidae,
ampliamente distribuidas en regiones tropicales y subtropicales, y marinos del género Cassis,
familia distribuida en los mares tropicales del planeta con especies grandes y vistosas (Linares,
2000).
Dentro del grupo de piezas quimbayas se encuentran algunas cuentas de collar en forma de
ave estilizada. Y en el conjunto de animales de cola levantada los hay aislados –osos hormigueros
o saurios– y mezcla de aves y saurios.
En las cuentas de collar y colgantes antropomorfos se repiten las caras suaves de ojos
rasgados con los mismos adornos de plumas en la cabeza y escasos objetos en el cuerpo. En
ellos proliferan las placas colgantes. Podemos distinguir los de forma de cara (figura 112), de figura
humana, de figura humana sobre prolongación inferior (figura 113) y de personajes con placas
colgantes donde la figura puede aparecer más o menos estilizada (figura 114). Uno de los ejem-
plares tiene los rasgos antropomorfos y la nariguera triangular propios del conjunto quimbaya;
sin embargo, presenta un marco exterior cuadrado con placas colgantes característico del Istmo
Centroamericano.
270
Inventario de orfebrería quimbaya clásico
El conjunto de colgantes antropomorfos estilizados, tipo Darién, es difícil de definir porque Fig. 112: Colgante en forma
muchos de ellos tradicionalmente han sido considerados quimbayas (Pérez de Barradas, 1966a, de cara humana con dientes
limados y nariguera. 11 cm
1966b y Falchetti, 1979). En este trabajo consideramos solo aquellos que presentan rasgos estilís- de alto por 11 cm de ancho.
ticos y técnicos que coinciden con los del grupo quimbaya. Museo Británico, 1910.12.2.5.
Dibujo de la autora.
Entre los colgantes de formas geométricas se encuentran cilíndricos con una media de 3,5 Fig. 113: Colgante en forma
cm de largo y una zona central calada en filigrana, y los poco comunes tubulares curvos. de figura humana bicéfala
sentada sobre prolongación.
12,5 cm de alto por 4,7 cm
XI. Separadores de vueltas de collar de ancho. City Museum and
Art Gallery Liverpool, 13.035.
Collares de múltiples vueltas parecen haber sido comunes entre los quimbayas, según se Dibujo de la autora.
observa en los poporos antropomorfos. Para mantener en orden las distintas vueltas de un collar Fig. 114: Colgante en forma
se distanciaban con dos o más separadores. Estos tienen forma de barra metálica y se ponen trans- de figura humana cubierta
versalmente con los orificios necesarios para insertar cada vuelta del collar. Algunos de ellos están de placas metálicas. Museo
del Oro de Bogotá, MO 340.
compuestos por hileras de tres a cinco cuentas discoidales o globulares unidas entre sí. Tienen la
Dibujo de la autora.
ventaja de camuflarse en un collar de cuentas semejantes.
XII. Pectorales
Objeto cónico hueco en forma de caracol alargado que termina en una placa colgante. En
su posición de uso se proyecta hacia delante sostenido por una placa metálica doblada, ubicada
en su extremo más ancho. Aunque recuerda a los adornos que llevan algunas figuras en la nariz,
pudo ser utilizado como gancho externo de una tembetá o adorno sublabial.
271
Inventario de orfebrería quimbaya clásico
XIV. Anillos
Objetos tubulares huecos hechos para ajustarse al final de un palo de madera que sirvió
como propulsor de dardos. Dos presentan la decoración calada característica del material
quimbaya; uno de ellos tiene una representación de un hombre-jaguar. Los zoomorfos represen-
tan presas de caza –lagarto, ave o venado– al parecer con una intención mágica de suplantación.
Existe un objeto de oro en forma de cánula o tubo con un extremo recortado en ángulo de
45 grados, para permitir el flujo de líquidos o de semillas pequeñas por su interior.
Diseño y simbolismo
Los rasgos humanos personalizados se ubican lejos de las caras arquetípicas propias de los
colgantes de orejera nariño o de los pectorales calima, que se repiten idénticas. La mezcla de
rasgos de hombre y animal tiene su máxima expresión en el oro tairona, donde sus adornos –nari-
gueras, orejeras, viseras– lo hacen parecer murciélago o jaguar, o donde el humano se transforma
a través de su adorno sublabial en ave o serpiente.
El diseño general del estilo quimbaya se diferencia del de los demás. En él priman formas
simples y sobrias sin adornos que le resten importancia a la idea esencial. Las superficies lisas
terminan en un reborde formado por un hilo sencillo, torcido sobre sí mismo o torcido en direc-
ciones opuestas para formar una trenza. La trenza y los hilos fundidos seccionados por líneas
transversales que representan la faja tejida que debieron usar los indígenas en frente, muñecas
y tobillos a manera de ligaduras, son un motivo recurrente en las representaciones humanas de
esta región.
272
Inventario de orfebrería quimbaya clásico
diferenciados. Una sociedad consciente de ella misma y arraigada a la tierra, por su condición 285 Veintidós (22) figuras
femeninas y trece (13) masculinas
agraria. Antropocéntrica, la orfebrería quimbaya se complace en mostrar figuras humanas con en las figuras de oro y siempre
rostros de rasgos específicos y cuerpos delineados con precisión que, cuando se prolongan, qui- femeninas en las urnas de
cerámica marrón inciso.
sieran enraizarse en formas concebidas para insertar en objetos desconocidos.
286 Otros grupos indígenas
actuales del Amazonas mastican
Si en general la orfebrería es símbolo de poder, en la quimbaya esta característica es las hojas de coca previamente
tostadas con ceniza, por lo que el
evidente. No solo por sus hallazgos, verdaderos tesoros en tumbas especiales, sino también por uso del poporo no es necesario.
sus reproducciones de caras de posibles líderes políticos o religiosos.
Dentro de las representaciones humanas las femeninas son más numerosas y siempre
exhiben su órgano sexual de gran tamaño en clara alusión a su fecundidad285. La imagen femenina,
inframundana, fría y húmeda, se asocia simbólicamente a la fertilidad y la muerte. Según los bara-
sanas, del Vaupés, las mujeres son semiinmortales; a través de la menstruación, renuevan con-
tinuamente su cuerpo cambiando su piel interna; durante los partos se reemplazan a sí mismas
por los hijos; son periódicas y cíclicas como la naturaleza, allí está la clave de su creatividad. La
creación femenina incluye reemplazo, es repetitiva y reversible (Hugh-Jones, 1979: 220).
273
Inventario de orfebrería quimbaya clásico
allí, de esa esencia femenina y fértil, cercana al conocimiento del inframundo, el hombre adquiere 287 Nombre del sitio donde se
mambean o consumen las hojas
su saber mediante la masticación de coca. de coca.
288 Guanín: aleación de oro y
Según Reichel-Dolmatoff, los jóvenes koguis, al ser iniciados a la edad adulta, reciben su cobre de color rojizo y olor ácido
también conocida con el nombre
poporo como símbolo de madurez. El calabazo de formas redondeadas que contiene la cal es una de tumbaga.
imagen del cosmos, es considerado el órgano sexual femenino que desde entonces es penetrado
por el palillo utilizado para extraer la cal, símbolo del órgano sexual masculino. El acto de masticar
hojas de coca con cal es metafóricamente considerado como la realización del coito (Reichel-
Dolmatoff, 1978: 78). Asimismo, es creativo el producto de dicha acción.
Como síntesis de este pensamiento indígena se encuentra una pesada (1.500 g) y volumi-
nosa pieza quimbaya que representa un calabazo sentado sobre un banco (figura 115). Se refuerza la
idea del carácter divino de los pensamientos logrados mediante la masticación de la coca. Desde
la concepción misma de la pieza el orfebre quiso reforzar lo sublime del conocimiento. La pieza
fue elaborada en dos fundiciones sucesivas: en la primera de ellas fundió el banco macizo en oro
de alta ley y, en una segunda etapa, llevada a cabo con el banco de oro prefundido dentro del
molde, se fundió, en tumbaga, el recipiente hueco en forma de totumo aplanado. El contenido
mayor de cobre disminuyó la temperatura necesaria para realizar esta segunda fundición, asegu-
rando, al mismo tiempo, la integridad del banco de oro. Indudablemente, la escogencia de dis-
tintos metales, colores y densidades para elaborar esta pieza fue intencional y busca comunicar
un mensaje simbólico. La asociación del oro puro con el banco del sabedor habla de su origen
y carácter divino. Y la ubicación del poporo-totumo rojizo sobre el banco del sabedor expresa la
posibilidad de comunicar ese conocimiento a través de la masticación de la coca.
El oro rojo quimbaya también tuvo un significado simbólico: la piel de los personajes que
rematan los palillos de poporo es rojiza mientras que sus adornos son amarillos. Los taínos de las
Antillas dicen que el guanín288 «tuvo un poder numinoso y [...] fue simbólicamente contrastante
con el pálido amarillo-blancuzco, sin olor, del puro oro caona. Es un contraste entre el sagrado
guanín y el profano y natural caona. El guanín, no como el oro local, fue exótico y procedente de un
lugar remoto, celestial o cósmico» (Olivier en Bray, 1997: 48. Traducción de la autora).
El poporo en forma de mujer embarazada, parte del Tesoro Quimbaya donado a la Corona
española en el siglo pasado, nos enseña aún más sobre el mismo tema. Representa a una mujer
mayor sentada en un banco con las manos sobre su vientre. A diferencia de los otros dos bancos
representados en poporos, las cuatro patas del banco donde reposa no son independientes sino
que fueron realzadas en las esquinas de un cubo hueco. De los hombros se desprenden dos asas
redondeadas para colgar el recipiente. En la parte superior de la cabeza está el orificio por donde
se extrajo cal para la masticación de coca.
274
Inventario de orfebrería quimbaya clásico
1994: 55). Este suceso nos remite a las antiguas definiciones de los poporos de oro como urnas Fig. 115: Calabazo sentado
funerarias de Vicente y Ernesto Restrepo, quienes al parecer obtuvieron de primera mano informa- sobre un banco, 25 X 19,5
cm. Puerto Nare, Antioquia.
ción del hallazgo de huesos cremados en el interior de algunos de estos recipientes (V. Restrepo, Colección particular.
1892: 50, figs. 51, 52 y 53; E. Restrepo, 1929: 40). Este hecho relaciona aún más a los poporos de oro
con las vasijas quimbayas, de cerámica marrón inciso, también usadas como urnas.
Respecto a los animales más desarrollados, vemos la importancia de los lagartos y batra-
cios, relevancia compartida con las culturas centroamericanas, donde el saurio se confunde con
la criatura primordial (Benson, 1992: 102; Labbé, 1995). Con excepción de los animales mixtos de
cola levantada, llama la atención la escasez de representaciones zoomorfas. Cuando se realizan,
el acercamiento al animal es más naturalista que quimérico.
Igualmente, son casi inexistentes las mezclas de rasgos animales y humanos; pocos objetos
indican la presencia del poder del chamán, ya sea en sus transformaciones o a través de sus perso-
najes auxiliares. No sería atrevido decir que el poder transmitido por estos objetos a los líderes que
los utilizaron es de orden esencial dentro del ritual. El líder político se apropiaba de la fertilidad a
través de sus símbolos femeninos y vegetales para controlarla y administrarla.
275
Inventario de orfebrería quimbaya clásico
Conclusiones
Esta definición del estilo quimbaya clásico proviene del análisis de las 860 piezas que figuran bajo 289 En la Sierra Nevada de Santa
Marta los hombres la siembran,
ese nombre en la colección del Museo del Oro de Bogotá. Se depuró el grupo hasta llegar a 610 cuidan sus cultivos, la preparan y
piezas clasificadas en 16 categorías. Con ellas en mente, se estudiaron otras 30 colecciones privadas la consumen; la mujer es quien la
cosecha para evitar que las
y de museos en el mundo para obtener 1.073 objetos clasificados en los subgrupos de las 16 cate- plantas se sequen (Reichel-
gorías aquí mencionadas. Nueve son objetos de uso corporal; tres están compuestas por poporos, Dolmatoff [1950] 1985, I: 86-88).
palillos y recipientes utilizados en la masticación de la coca; las otras cuatro son recipientes, instru-
mentos musicales, ganchos de propulsor y herramientas.
276
Inventario de orfebrería quimbaya clásico
I: 90). De allí, de esa esencia femenina y fértil, cercana al conocimiento del inframundo, el hombre
adquiere su saber mediante su masticación.
En las piezas quimbayas, el ser humano aparece por sí mismo con pocos adornos o trans-
formaciones, y existe una diferencia muy nítida entre plantas, animales y seres humanos; son
escasas las mezclas entre ellos.
El diseño general del estilo quimbaya se diferencia del de los demás estilos de orfebre-
ría precolombina, en primer lugar por el predominio de formas simples y sobrias, sin adornos
que le resten importancia a la idea esencial. Al sostener un objeto quimbaya da la sensación de
tener un sólido objeto entre las manos y no un frágil adorno. A esto contribuye indudablemente su
tamaño y diseño, así como la técnica de la fundición a la cera perdida utilizada para elaborarlos. El
grueso de sus paredes indica que no se ahorraba metal; el uso del oro es generoso y el color rojizo
obtenido al mezclarlo con el cobre es intenso. Las grandes superficies lisas totalmente pulidas dan
la sensación de continuidad, sin decoraciones recargadas que le quiten importancia al símbolo
que se quiere representar.
Esos estilos orfebres fueron creados por grupos organizados en cacicazgos de distintos
niveles de complejidad, con estratificación social evidente en la cantidad y calidad de los distin-
tos ajuares funerarios y el uso exclusivo de ciertas piezas o piedras preciosas. A través de su variada
iconografía y énfasis tecnológico podemos observar sus particularidades y sus rasgos comunes,
como la presencia del granulado en tumaco, calima y quimbaya o la primacía de la fundición a la
cera perdida en el Área Intermedia Norte, zona que incluye al estilo quimbaya.
277
Inventario de orfebrería quimbaya clásico
como material ritual preferido en Costa Rica entre los siglos iv y viii d. C. Vacío que según algunos 290 Con excepción de las
encontradas en el cenote de
investigadores permitió la introducción de la metalurgia colombiana acompañada de otros rasgos Chichén Itzá, en Yucatán, donde
suramericanos (Snarskis, 2003: 176). hay figuritas elaboradas en
Panamá o Costa Rica de clara
influencia quimbaya.
Las primeras fechas de la metalurgia centroamericana se ubican en la vertiente atlántica
de Costa Rica (Snarskis, 2003: 176), alrededor del siglo iv d. C., en lo que se conoce como Estilo
Internacional o Inicial (Bray, 1981: 154). Sus rasgos formales, iconográficos y tecnológicos presen-
tan una clara influencia del estilo quimbaya, influencia que también se sintió en la fase nahuanje,
pre-tairona de la Sierra Nevada de Santa Marta (Falchetti, 1993: 34).
Algunas piezas proceden del norte de Panamá y Costa Rica, pero de la mayoría se des-
conocen sus contextos arqueológicos290. Por sus fechas relativamente antiguas, no se sabe si las
comunidades que las elaboraron fueron hablantes chibchas; tampoco se puede afirmar que los
quimbayas formaran parte de este grupo lingüístico, como lo sugieren algunos investigadores
(Hoopes y Fonseca, 2003). Los últimos estudios plantean la existencia de un núcleo chibcha de
fechas antiguas –antes del 3000 a. C.– en el Pacífico Norte de Costa Rica, del que se separaron los
distintos grupos chibchas americanos, entre ellos los que desde el siglo ix d. C. habitaron el norte
del territorio colombiano –taironas, muiscas, guanes, etc.–. Teoría que explica el origen y filiación
lingüística de sus descendientes pero no así los del grupo quimbaya clásico bajo estudio.
Después de analizar con cuidado el conjunto orfebre quimbaya se puede asegurar que este,
sin lugar a dudas, fue realizado por orfebres que consolidaron la técnica de la fundición a la cera
perdida como ningún otro grupo prehispánico del continente. Tecnología compleja y novedosa
que implicó siglos de experimentación y desarrollo. Su influencia en el norte de Colombia y el sur
de Centroamérica se hace sentir desde principios de la era cristiana en el primer caso y desde el
siglo iv d. C. en el segundo. Es un complejo de ideas y tecnologías que aparentemente ingresa por
el Atlántico centroamericano, donde se adapta en distintos estilos regionales a las propias nece-
sidades de comunicación.
La importancia del trabajo de los orfebres quimbaya clásico es indudable y bien merecía
el esfuerzo aquí hecho para definirlo. Aún quedan algunas categorías por depurar, tales como la
de los palillos para cal, colgantes Darién y colgantes en forma de animales con cola levantada.
Objetos que denotan influencias de y hacia otros grupos humanos. Se espera que la clasificación
aquí propuesta se pueda refinar con investigaciones futuras.
Agradecimientos
Quisiera agradecer a Alicia Perea, investigadora del Instituto de Historia, Centro de Ciencias Humanas
y Sociales (CCHS) de Madrid, España, por invitarme a participar en este proyecto. Adicionalmente,
doy las gracias a María Alicia Uribe, directora del Museo del Oro de Bogotá, por compartir la fasci-
nación por lo quimbaya, por el permanente estímulo y ayuda que me brindó en la elaboración del
inventario de objetos de este estilo. También me gustaría agradecerle por facilitarme el cuadro de
análisis metalúrgicos quimbayas y por autorizar la publicación de las láminas aquí incluidas. En
particular, reconozco el apoyo prestado por cada uno de los directores y curadores de los museos
estudiados: el de Sabina Martínez, quien revisó muchas veces los datos publicados, y el de Jaime
Echeverri, quien, como siempre, ayudó corrigiendo el estilo del borrador final del artículo.
278
La arqueología quimbaya
y la maldición de Midas
Carl Henrik Langebaek Rueda
Universidad de los Andes, Bogotá
La mayor parte de los anticuarios del siglo xix pensaba que la llamada «cultura quimbaya» del
occidente colombiano era una de las mejor conocidas, o por lo menos una de las que más podría
aportar al estudio de las sociedades prehispánicas del país. Eran tiempos en que los monumentos,
la orfebrería y las llamadas «huacas» no solo alimentaban la imaginación de coleccionistas y la
ambición de los museos, sino que constituían la base misma del conocimiento académico. La
acumulación y descripción de objetos parecían requisitos obligados para el avance de la ciencia.
Cuando se organizó la participación colombiana en las exposiciones de Madrid (1892) y Chicago
(1893) se convocó la compra de momias y cráneos indígenas, colecciones de cerámica y de orfe-
brería. Las piezas muiscas, como siempre, ocuparon un lugar central, debido a la creencia generali-
zada de que esta cultura había sido la más «civilizada» a la llegada de los europeos, pero las muestras
de oro y cerámica quimbayas ofrecieron una posibilidad científica sin par. En el catálogo de la
Exposición de Madrid se afirmaba que nunca se había contado con una colección tan grande de
precolombinos a disposición de la ciencia. Los científicos tenían a su disposición cerca de cuatro-
cientos objetos con los cuales podrían dar un gigantesco paso adelante. Con semejante colección
finalmente se lograría pasar de los hechos particulares a «las generalizaciones que se funden en la
analogía y la inducción» (Catálogo 1893: 13).
No obstante las numerosas referencias que los cronistas habían dejado sobre sociedades
antropófagas, caracterizadas por una violencia endémica a lo largo de la cuenca del río Cauca
(Trimborn, 1949; Eckert, 2002), los quimbayas fueron dignificados. Tanto que Adolf Bastian, uno
de los protagonistas de la escuela histórico-cultural alemana, dedicó buena parte de su monu-
mental Die Kulturländer des alten Amerika (1878) a los hallazgos de oro del occidente de Colombia.
Otros investigadores, como Seler (1893 y 1894), Read (1897) y Baessler (1901), reconocieron en
los objetos quimbayas magníficos ejemplares del pasado precolombino y dieron los primeros
pasos para imaginar una antigua y grandiosa cultura prehispánica. Por supuesto, no solo fueron
extranjeros; los quimbayas también se pusieron de moda entre los investigadores colombianos.
En 1873 Andrés Posada escribió un estudio sobre los aborígenes del estado de Antioquia, y en 1885
Manuel Uribe Ángel publicó una Geografía general y compendio histórico del Estado de Antioquia
279
La arqueología quimbaya y la maldición de Midas
en Colombia, en la cual dedicó buena cantidad de páginas a los antiguos quimbayas. Conocidos
expertos en antigüedades como Vicente Restrepo (1892) y luego su hijo Ernesto escribieron sendos
trabajos sobre ellos (Gamboa Hinestrosa, 2002). A principios del siglo xx los hallazgos de huacas
siguieron cautivando la imaginación de la gente, tanto que Miguel Triana (s. f.), uno de quienes más
contribuyeron a la popularización de la cultura muisca, terminó reconociendo la espectacularidad
de la metalurgia y de los entierros quimbayas.
Más de cien años después, después de ríos de tinta y pequeñas fortunas invertidas en
exposiciones y publicaciones, la promesa de un mejor entendimiento de las sociedades llamadas
quimbayas no se ha cumplido del todo. Este juicio puede parecer exagerado. No cabe duda de
que si se trata de conocer cómo era la cerámica y el oro de los antiguos indios, dónde se encuen-
tran determinados estilos de vasijas o de adornos de metal, o cómo eran los entierros, se sabe
mucho. Si se quiere saber qué comían los indígenas antes de la llegada de los conquistadores,
cómo eran sus caminos y de dónde a dónde iban, también se sabe bastante. No obstante, si se
aspira a conocer mejor la estructura social, las fuerzas económicas y políticas que dieron forma a
las sociedades del pasado, la arqueología quimbaya tiene una deuda pendiente.
Durante los últimos años la situación ha comenzado a cambiar. Existen valiosos intentos
por hacerse preguntas sobre cómo eran y cómo cambiaron las sociedades del Viejo Caldas y de
Antioquia. Estos estudios se han enfocado en aproximaciones regionales y de sitio, alejándose
del simple propósito de describir tiestos (Santos, 1993, 1995; Castillo, 1988a; Díaz, 2001; Piazzini y
Briceño, 2001; Langebaek et al. 2002; Jaramillo 2007, 2008; Obregón et al. 2009; Botero y Gómez,
2010; Obregón y Gómez, 2012). Los nuevos trabajos sobre orfebrería quimbaya hacen un esfuerzo
por vincular los resultados con propuestas sobre organización social y cambios culturales (Uribe
1991). Un tercer grupo de trabajos quiere explicar los procesos de cambio social en la región a
partir del crecimiento demográfico y la guerra (Carneiro, 1990, 1991; Kelenka, 1998: 169-171). Todos
los autores mencionados quieren dar un paso adelante, tratando de conocer un poco mejor cómo
se pueden describir las sociedades humanas que ocuparon los Andes Noroccidentales y además
brindar algunas posibles explicaciones a los procesos de cambio social. Pero subsisten algunos
problemas metodológicos. El primero es que los estudios de asentamientos y de sitio tienden a
ignorar los aportes de la investigación sobre la orfebrería, y que los que se concentran en esta
última tienden a utilizar más modelos etnográficos que arqueológicos. El otro problema es más
grave aún: los autores que han acudido a interpretar los cambios sociales en función del aumento
de población y guerra se basan únicamente en información de cronistas del siglo xvi. Ignoran
olímpicamente la información arqueológica, y en particular los trabajos adelantados durante los
últimos veinte años por bien calificados arqueólogos colombianos.
Para complicar las cosas, la gran mayoría de los trabajos realizados durante los últimos
años a lo largo de los Andes Noroccidentales corresponde a informes de arqueología de rescate,
formulados para salvar de la destrucción al patrimonio arqueológico en peligro por la construcción
de obras; la mayor parte de esos estudios permanecen inéditos y muchos tienen pocos alcances
interpretativos. La mayoría tiene una calidad cuestionable. En otras palabras, las bellas obras de
los antiguos orfebres quimbayas maravillan en cualquier parte.
280
La arqueología quimbaya y la maldición de Midas
En lugar de los retos antes mencionados, se debe reconocer que las limitaciones de la
arqueología quimbaya son resultado directo de las preguntas que se han hecho. En otras palabras,
las respuestas que se han obtenido son consecuencia de la clase de preguntas que se han for-
mulado. Cuando las preguntas tuvieron alcances precarios (¿cómo es la cerámica?, ¿a qué otra
se parece?, etc.), las respuestas también fueron precarias. Así, este artículo quiere presentar un
balance de la arqueología quimbaya a partir de las investigaciones realizadas hasta el momento y
proponer algunas preguntas e hipótesis. El área estudiada cubre las dos acepciones más populares
del término quimbaya. Por un lado, se analiza la información sobre el Viejo Caldas, donde la comu-
nidad de ese nombre coexistía en el siglo xvi con otras, como los quindos, al sur, los carrapas, irras,
quinchías y picaras, entre otros. No obstante, también se tiene en cuenta la información sobre los
Andes Noroccidentales en general. Por otra parte, se presenta información relativa a dos períodos
de ocupación sobre los que existe un consenso: un Período Temprano (que como veremos no es
el más antiguo) y uno Tardío, que termina con la llegada de los españoles (Herrera 1989; Salgado
1996; Rodríguez 2002; Rodríguez et al. 2007). En la discusión se hace referencia a los estilos cerámi-
cos y orfebres, pero solo en la medida en que permita establecer discriminaciones cronológicas o
hacer preguntas sobre cómo eran y cómo se interrelacionaban las sociedades indígenas. También
se obvia el tema de si se trata de sociedades cacicales, de cacicazgos, de señoríos o de cualquier
otra cosa. Tan solo se hacen algunas preguntas generales sobre lo que podría significar la cultura
material encontrada hasta ahora en términos de cómo eran y cómo cambiaron las sociedades
indígenas. Dado el escaso conocimiento del que se dispone hasta ahora, las preguntas son solo
eso, preguntas.
Lo Temprano
Karen Bruhns, en su conocido trabajo sobre la cerámica quimbaya, definió varios estilos en el Viejo
Caldas: el más antiguo corresponde al quimbaya clásico (o temprano) (Bruhns, 1990; Osorio, 1990;
Rodríguez 2002). Hoy en día el material es clave para definir una ocupación temprana cuyo rasgo
más característico es la asociación con el oro más espectacular, como es el caso emblemático del
famoso hallazgo de Filandia (Quindío), con cerca de doscientos objetos que actualmente están en
el Museo de América en Madrid (Pérez de Barradas, 1966; figuras 116 y 117), o el conservado en el
Museo del Oro de Bogotá (figuras 118 y 119). Lo anterior no quiere decir que la orfebrería clásica sea
la más antigua. Por ejemplo, en algunos lugares, como el Colegio Santa Inés (Manizales, Caldas),
se encuentran sarcófagos de piedra con una cerámica tricolor, que a su vez en algunas partes se ha
hallado con material orfebre calima-ilama, el cual es más antiguo. De hecho, existen entierros,
como el de La Badea (Risaralda), quizá de finales del primer milenio a. C. (Cardale et al. 1988), que
son anteriores a la orfebrería clásica y contienen orfebrería calima. Es probable que la elaboración
281
La arqueología quimbaya y la maldición de Midas
de ambas orfebrerías coexistiera. Plazas y Falchetti (1983: 10) señalan que la cerámica marrón Fig. 116: Entierro quimbaya
inciso ha sido encontrada con orfebrería calima de los períodos ilama y yotoco, y hay sitios de temprano. Manuscrito,
Biblioteca General de
habitación en el Quindío donde se han encontrado unos pocos tiestos ilama (Bruhns, 1995: 147). Humanidades, CSIC.
Eso en lo que se refiere al Viejo Caldas. En Antioquia, por su parte, la cerámica marrón inciso corres-
Fig. 117: Orfebrería quimbaya
ponde a una ocupación posterior a otra más antigua, y bien documentada, llamada ferrería, la
temprano. Manuscrito,
cual, a su vez, no necesariamente es la más antigua (Castillo, 1988a). Biblioteca General de
Humanidades, CSIC.
Se debe destacar que la cerámica marrón inciso y/o la cerámica quimbaya clásico tienen Fig. 118: Poporo quimbaya
una amplia distribución a lo largo de la cuenca del río Cauca, parte del valle del Magdalena y temprano. Museo del Oro
Antioquia hasta alcanzar el valle de Aburrá y más al norte (Castillo, 1988a; Jaramillo, 1989; Uribe, 006074. Fotografía de Clark
M. Rodríguez.
2005). Esto significa para muchos la existencia de una amplia «área cultural», pero esta hipótesis
pasa por alto importantes diferencias de contexto. En algunos casos, la cerámica marrón inciso
aparece en tumbas, pero no necesariamente en contextos domésticos. En el sitio de Lorena, en el
valle medio del río Magdalena, Carlos Castaño (1988) reporta un conjunto de entierros de no más
de 2,5 m de profundidad con cerámica y orfebrería quimbaya clásico. Otro ejemplo es el del ya
mencionado «tesoro» proveniente de Filandia (Quindío). En ambos casos no es clara la presencia
de cerámica marrón inciso en contextos domésticos. Vale la pena anotar que Bruhns (1995: 21)
no reporta cerámica marrón inciso en contextos domésticos en el Quindío y que Cano (1995: 133)
manifiesta su ausencia en Santuario (Risaralda). En otros casos, además de contextos funerarios,
hay evidencias muy claras de que la cerámica marrón inciso era utilizada con propósitos domés-
ticos. Eso es lo que sucede en buena parte de Antioquia, incluyendo el valle de Aburrá (Castillo,
1988a; Santos, 1993: 47). En este último lugar, a partir de excavaciones en el cerro El Volador, se
sabe que las prácticas funerarias corresponden a entierros en urnas asociadas con viviendas, es
decir, no en las tumbas profundas y con cámaras propias del Cauca Medio (Santos, 1993).
282
La arqueología quimbaya y la maldición de Midas
con marrón inciso son más antiguas en Antioquia (Briceño y Quintana, 2001), aunque el tema está Fig. 119: Urna quimbaya
lejos de aclararse (Jaramillo, 2008: 36). Por el momento, hay fechas de metalurgia clásica más temprano. Museo del Oro
C00499. Fotografía de Clark
antiguas en el Viejo Caldas que en Antioquia (Uribe, 2005: 67), aunque la muestra es demasiado M. Rodríguez
pequeña como para concluir cualquier cosa. Tentativamente la orfebrería y cerámica tempranas
Fig. 120: Pendiente neguanje.
se ubican en el rango entre el 300-200 a. C. y el 700-1000 d. C., aunque es más que probable que la
Museo del Oro 015603.
fecha inicial sea mucho más temprana. Fotografía de Clark M.
Rodríguez.
Finalmente, hay un contexto adicional: existen zonas muy alejadas, donde la metalurgia
quimbaya temprano parece haber servido de inspiración para el desarrollo orfebre. Se trata de
regiones donde no se encuentra cerámica marrón inciso y donde nadie pensaría en hablar de la
presencia de la «cultura quimbaya»; de hecho, se habla más bien de estilos que llevan el detes-
table nombre de «quimbayoides». Tal es el caso de los Andes Orientales, territorio muisca a la
llegada de los españoles. En efecto, en algunos lugares de la vertiente occidental de la Cordillera
Oriental se encuentran objetos de tumbaga que son similares a objetos quimbaya clásico, aunque
de producción local (Langebaek, 2000: 30; Lleras et al. 2009). Por cierto, lo mismo se puede decir
de la Sierra Nevada de Santa Marta. Allí la orfebrería neguanje, período ubicado entre el siglo i y
el vii d. C., tiene también similitudes con la orfebrería quimbaya clásico, aunque fue elaborada
localmente (Sáenz, 2010; figura 120). El período coincide con evidencias de complejidad social y,
en particular, con grandes entierros colectivos que contienen adornos de piedra y metal de ins-
piración foránea. Tanto en el caso de la Sierra Nevada como en el de los muiscas, la metalurgia
«quimbayoide» se relaciona con sociedades muy poco densas, con formas de jerarquización no
asociadas a la competencia por tierras fértiles y un pobre desarrollo de asentamientos centrales
que evidencien alguna forma de poder político y económico restringido a una elite (Langebaek,
2005). Los objetos inspirados en motivos externos probablemente fueron decisivos para afianzar
el poder de ciertos individuos importantes (Langebaek, 1991).
283
La arqueología quimbaya y la maldición de Midas
Sin duda una de las características de las ocupaciones tardías es la introducción de una
nueva orfebrería (figura 124). Se trata de una metalurgia que exhibe formas similares en una zona que
abarca la cuenca media del río Cauca incluyendo la vertiente oriental de la Cordillera Occidental
y la occidental de la Cordillera Central, con una notable concentración en Quindío; aunque no se
trata de una zona tan amplia como la que corresponde a la orfebrería clásica (Uribe, 2007a: 258),
también hay piezas de la misma tradición en la zona calima (período sonso) y en el Cauca, aunque
en cada una de ellas existen variantes regionales. Mientras que la orfebrería clásica se distingue
por el predominio de la fundición, que en ocasiones permite hacer piezas grandes, en la metalur-
gia tardía predomina el martillado y la elaboración de objetos planos. Otra cosa importante: la
orfebrería tardía es más abundante que la temprana y sus formas son más sencillas y generaliza-
das, si bien existen algunas piezas únicas, muy diferentes a las demás. Por cierto, se debe señalar
algo similar al caso de la orfebrería, pero en relación con la cerámica: toda la profusión (y confu-
sión) de «complejos», o «estilos», de cerámica tardía indica una considerable variedad en la cultura
material de los últimos siglos antes de la llegada de los europeos. Al referirse a la diversidad de la
cerámica en el Viejo Caldas, Bruhns (1995: 149) habla de estilos que pudieron ser propios a nivel
de aldea. Santos (1995) también destaca que en el sur de Antioquia el período más tardío se carac-
teriza por una cerámica más diversa.
Para conocer más sobre la historia prehispánica quimbaya, es necesario hacer más trabajo de
campo y formular preguntas nuevas. Pero con la información existente al menos se pueden
postular algunos problemas generales. Se debe empezar por identificar los caminos menos afor-
tunados. Uno de ellos se deriva de suponer que los estilos son equivalentes a «culturas» o «socie-
dades»: de allí que hayan surgido equívocos enormes. Por ejemplo, si se piensa que los estilos son Fig. 122: Copa quimbaya
equivalentes a culturas, es inevitable especular que el cambio de estilos representa cambios cul- tardío. Museo del Oro
C13241. Fotografía de Clark
turales. Como la cerámica y orfebrería clásicas tuvieron una amplia distribución en el nororiente M. Rodríguez.
de Colombia y luego apareció una metalurgia bastante más simple, se habla de movimientos de
Fig. 123: Copa quimbaya
población, influencias y difusión que primero formaron un «área cultural» común. Y como la orfe-
tardío. Museo del Oro
brería clásica es bastante espectacular y a veces se encuentran verdaderos «tesoros», es fácil C02470. Fotografía Clark M.
plantear que la sociedad que la produjo era bastante compleja, o incluso que existían en clases Rodríguez.
284
La arqueología quimbaya y la maldición de Midas
285
La arqueología quimbaya y la maldición de Midas
sociales (Plazas y Falchetti, 1983: 27). No sorprende que, como corolario, se proponga que las
sociedades tempranas entraron en decadencia en algún momento antes de la Conquista, o que
fueron reemplazadas por migrantes menos sofisticados (Pérez de Barradas, 1966).
El estudio del pasado basado en estilos aporta cierta información útil: saber que ciertos
estilos tuvieron una determinada distribución regional es interesante. Que cierta cerámica reem-
plazó a otra, también es importante. Pero es necesario tener en cuenta el contexto, o mejor los
contextos, y preguntarse por el significado de esas importantes consideraciones. Lo primero que
hay que mencionar es que la metalurgia clásica se introduce en un contexto en el cual ya hay
evidencias de diferenciación social. Antes de su introducción ya se utilizaban objetos de metal en
ajuares fúnebres de personajes que probablemente fueron bastante especiales. El entierro de La
Badea, encontrado en Dosquebradas, Risaralda, es lo suficientemente rico como para pensar en la
existencia de individuos o grupos de individuos que desde antes de la introducción de la orfebre-
ría clásica competían por demostrar su prestigio con oro y objetos exóticos. Es decir, es probable
que la metalurgia clásica no generara condiciones para las primeras formas de jerarquización
social en el Viejo Caldas, sino que su aparición en contextos arqueológicos fuera resultado de
ellas. Los grandes entierros con objetos quimbaya temprano aparecen algo después –el tesoro
de Filandia, en el Quindío, data del siglo iii d. C.–, pero aparecen en contextos que son diferentes:
por un lado, en lugares como Antioquia, donde el marrón inciso además de ser cerámica de ajuar
mortuorio era también de uso doméstico; por otro lado, como es el caso del Viejo Caldas, en sitios
donde la cerámica doméstica no incluye marrón inciso, o aparece en muy pocas cantidades.
Es muy dudoso que la desaparición de la orfebrería clásica se pueda tomar como eviden-
cia de la decadencia de poderosos cacicazgos que dieron lugar a sociedades menos complejas.
La información disponible apunta a formas muy diferentes de poder, en el cual la cultura material
tardía, incluyendo los ajuares funerarios, no tuvo el mismo sentido. No obstante, ese «sentido»
no se conocerá jamás sin estudios que permitan comprender los aspectos más básicos de cómo
eran y cómo cambiaron las sociedades del occidente de Colombia. Alguna información sobre la
naturaleza de esos cambios proviene del valle de Aburrá, lugar de Antioquia donde un estudio
regional sistemático indica que la población asociada con la cerámica marrón inciso (ubicada
286
La arqueología quimbaya y la maldición de Midas
entre los siglos iii a. C. y vii d. C.) fue bastante más grande que la del período anterior (ferrería) y que Fig. 124: Pectoral quimbaya
corresponde al desarrollo de grandes aldeas (hasta de cerca de seis hectáreas), aunque no muy tardío. Museo del Oro
024688. Fotografía de Clark
concentradas. Un aspecto interesante es que el poblamiento no estuvo orientado al control de los M. Rodríguez.
mejores suelos, pero en cambio sí al de fuentes de oro y de sal. Dado que, en contraste, en ocupa-
ciones más antiguas se pueden identificar al menos dos jerarquías de asentamientos, se sugiere
que la introducción de la orfebrería quimbaya clásico se relacionó con evidencias de complejidad
social y formas de liderazgo basadas en la competencia por oro y sal, y no en el control económico.
En contraste, la ocupación más tardía fue aún más grande y los asentamientos estaban más orien-
tados al control de los suelos más fértiles (Langebaek et al. 2002). En este sentido la información
sobre el valle de Aburrá sugiere cambios en la orientación económica y política de las sociedades
tardías, pero eso no quiere decir que los cambios fueran similares en otras partes.
287
La arqueología quimbaya y la maldición de Midas
Es cierto que la orfebrería tardía no es tan espectacular como la más temprana, pero eso no
quiere decir que corresponda a sociedades menos complejas. La relación entre metalurgia y orga-
nización social existe, pero no es tan sencilla como a veces se cree. En el suroccidente de Colombia,
los objetos tardíos que encuentran los huaqueros, y con menor frecuencia los arqueólogos, son
más pequeños y portátiles, y más numerosos. La producción de cientos de miles de objetos proba-
blemente sirvió para marcar un mayor número de distinciones sociales y también para desarrollar
una mayor especialización artesanal (Langebaek, 2003 y 2008, en este volumen). Es cierto que al ser
encontrados en entierros se ratifica la idea de que buena parte del oro no se heredaba de una gene-
ración a otra, pero una diferencia parece importante: por lo general, no siempre, no se desechaban
objetos peculiares pertenecientes a personas particulares. Salían de circulación objetos genéricos
que probablemente no eran de uso exclusivo de unas pocas personas.
En síntesis, el período tardío se caracteriza por mayor diversidad regional en ajuares fune-
rarios y en cerámica doméstica; mayor diversidad y algo de menor espectacularidad en la orfebre-
ría; mayor diversidad en patrones de poblamiento y en tamaño y forma de estructuras domésticas.
En general la población aumentó, así como la transformación del medio ambiente. El aumento de
la diversidad en las manifestaciones arqueológicas es coherente con cambios en la organización
social, y específicamente en el tipo de liderazgo que se ejercía. Probablemente, los arqueólogos se
enfrentan a la transformación de líderes carismáticos que en alguna medida sustentaban su pres-
tigio en redes regionales de intercambio (en el sentido más amplio, no solo de objetos de presti-
gio, sino también conocimientos), a patrones en los cuales además del intercambio el creciente
control sobre aspectos económicos pudo ser importante. Este proceso no ocurrió necesariamente
de igual forma en todas partes, pero ciertamente pudo ser la tendencia en muchas.
A partir de las consideraciones anotadas en este artículo surgen dos propuestas para tener
en cuenta: la primera es que analíticamente los estilos y su dispersión geográfica no tienen conte-
nido cultural o social por sí mismos. Decir que objetos quimbayas aparecen aquí o allá no aporta
mucho al conocimiento sobre el pasado. En cambio, parece mucho más interesante fijarse en
la diversidad de contextos, empezando por aquellos en los que aparece la metalurgia clásica y
terminando por los que corresponden a los estilos más tardíos. La segunda propuesta es que los
288
La arqueología quimbaya y la maldición de Midas
procesos más importantes no son los que se estudiaron durante años: la dispersión de estilos no
puede desplazar el interés por la organización económica y social de las sociedades indígenas.
Tampoco es productivo seguir haciendo arqueología para inferir que las comunidades prehispáni-
cas de los Andes Noroccidentales eran «jerarquizadas».
289
Metalurgia quimbaya: chamanismo
y cambios históricos de una tradición
prehispánica en Colombia
Carl Henrik Langebaek Rueda
Universidad de los Andes, Bogotá
En Colombia el estudio de las sociedades del pasado ha sido en muchos casos sinónimo del
estudio de su orfebrería. El valle del río Cauca no es una excepción: desde antes del inicio de la
investigación sistemática existieron «áreas orfebres» calima y quimbaya, amén de intentos de esta-
blecer cronologías por cuenta de adornos de metal, e incluso, aunque limitado a un aspecto de la
investigación, el estudio de la metalurgia aventuró algunas interpretaciones, aunque pocas, sobre
la organización social de los pueblos que la produjeron. Una contribución de los estudios de orfe-
brería en la región fue el esclarecimiento de dos aspectos: primero, la distribución de ciertas clases
de objetos en el tiempo, las denominadas «tradiciones»; segundo, el tema de la distribución en el
espacio, a veces llamados «horizontes». Gracias a esos estudios se puede hablar de una orfebrería
quimbaya temprano (o clásico), que probablemente se inició siglos antes de nuestra era y continuó
quizá hasta el 700-1000 d. C., y de una orfebrería quimbaya tardío, elaborada después del 1000 d. C.
(Osorio, 1990). Los investigadores han hecho esfuerzos importantes tratando de entender de qué
lugares provienen los objetos de oro, en qué medida la metalurgia encontrada en diferentes lugares
se parece y en qué lugares es definitivamente distinta. Un tercer aporte es el que se refiere al signi-
ficado de esos objetos: qué animales, elementos de flora o personajes míticos son representados y
qué quieren decir esas representaciones en términos de las creencias de los pueblos indígenas.
Las investigaciones que más han contribuido al estudio de las sociedades del pasado pre-
hispánico se han centrado en la iconografía y su relación con nociones cosmológicas y el manejo
del poder. No es que los aspectos de cronología y de distribución no sean importantes, pero los
estudios iconográficos tienen un potencial mucho más grande para relacionar la cultura material
con preguntas que son más interesantes: cómo eran y cómo cambiaban las sociedades. Por
supuesto, el oro se destaca por el contenido simbólico, por encima de cualquier otra cosa. Para
Lechtman (1988) la metalurgia constituyó un sistema de comunicación, muchas veces asociada
a la diferenciación social. Y como bien afirma Reichel-Dolmatoff (2005), el oro simboliza fuerzas
especiales, tiene un significado seminal y con frecuencia se relaciona con las formas de poder. Los
atributos de color, olor y por supuesto los rasgos propiamente iconográficos hacen de la metalur-
gia un tema fundamental para entender el poder en las sociedades indígenas (Saunders, 2003), y
291
Metalurgia quimbaya: chamanismo y cambios históricos de una tradición prehispánica en Colombia
Nadie duda de que la metalurgia prehispánica se relaciona con la ideología. Pero el punto
que es necesario recordar es que la ideología es política, y la política se relaciona directamente
con modelos de organización social. De hecho, es probable que la palabra usada con más frecuen-
cia al lado de oro en la literatura sobre las sociedades indígenas sea poder. Por eso el tema de la
metalurgia tiene también esa dimensión que no se puede desestimar. Este punto es documentado
por Elizabeth Reichel cuando escribe que los artefactos «cosmológicos» pueden marcar distincio-
nes de etnia, de género o de linaje, y que «habría un uso característico de artefactos orfebres entre
jefes, guerreros, chamanes, artistas, músicos y otros especialistas, usándose de manera diferencial
y a lo largo del ciclo vital» (Reichel, 2005: 257). La clave del asunto es identificar la «manera diferen-
cial» como se usan los artefactos. El oro se puede usar para resaltar el prestigio de unos pocos indi-
viduos en oposición al resto de la sociedad, pero también se puede utilizar como «pegante social»,
como medio para enfatizar la unión de la comunidad, independientemente de que sea utilizado
por pocos individuos. Los estudios que se han hecho sobre la relación entre el uso de metales y la
organización social indican que la presencia de la primera per se no es un indicativo de compleji-
dad social (Rowlands, 1971; Langebaek, 1991), y más bien han mostrado que existe una correlación
entre la forma como se utiliza la orfebrería y los niveles de jerarquización de una sociedad. En
particular, se ha sugerido que el nivel de jerarquización se relaciona con el número de distinciones
sociales marcadas por el uso de adornos; en otras palabras, en una sociedad caracterizada por la
existencia de jerarquías se puede predecir que hay una «mayor diversificación en el uso de esos
adornos, y muy probablemente en su tipología» (Langebaek, 1991: 83).
El aporte de los estudios mencionados ha sido muy importante, pero por lo general tienen
una limitación enorme: o bien se concentran en desentrañar el «significado» de los objetos de
metal haciendo referencias muy generales al «poder» en las sociedades indígenas, o bien tratan
de reconstruir aspectos de organización social desatendiendo por completo el tema de los signi-
ficados. El brillante estudio de Reichel-Dolmatoff sobre el simbolismo del oro reconoce el primer
problema cuando admite que su objetivo no es «discutir las interrelaciones entre la orfebrería y
las estructuras sociopolíticas de los grupos indígenas designados como cacicazgos» (2005: 66). En
otras palabras, el estudio de la metalurgia no se incorpora de manera eficaz a las propuestas para
explicar cómo son las sociedades o cómo cambian. Por lo general, la sola presencia de oro sirve
para identificar «sociedades jerarquizadas» y «centralización política», lo cual o bien no es nece-
sariamente cierto, o, aunque lo fuera, es insuficiente. Por supuesto, el tema de Reichel-Dolmatoff
se circunscribió al simbolismo y desde ese punto de vista hizo un excelente trabajo. El problema
consiste en que encontrar íconos relacionados con el chamanismo en las sociedades prehispá-
nicas, independiente de su cronología y diversidad, ayuda a entender la orfebrería, pero no las
sociedades que la produjeron.
Por otra parte, ninguna explicación sobre la relación entre metalurgia y organización social
se puede considerar completa sin considerar el aspecto iconográfico, y en particular los mensajes
que los objetos comunican. Un trabajo como el de Reichel-Dolmatoff —o cualquier otro de los que
disponemos sobre simbolismo— no se puede pasar por alto. Pero no es tan simple como identifi-
car una compleja gama de contenidos simbólicos o contentarse con que la orfebrería tiene un con-
tenido chamánico. Las sociedades humanas tienen una extraordinaria capacidad para simbolizar, Fig. 125: Recipiente para cal.
pero reconocerlo es apenas un punto de partida, y no ayuda a entender cómo en cada contexto Cauca Medio-quimbaya
periodo temprano. 500 a.
social los contenidos simbólicos de la cultura material efectivamente se aprovechan para legiti-
C.-700 d. C. Colección Museo
mar la diferencia social. El reto es conocer mejor no solo el contenido simbólico de los objetos, del Oro O00382. Fotografía
sino también la forma como los adornos se integren en la práctica social. de Rudolf Schrimpff.
292
Metalurgia quimbaya: chamanismo y cambios históricos de una tradición prehispánica en Colombia
293
Metalurgia quimbaya: chamanismo y cambios históricos de una tradición prehispánica en Colombia
294
Metalurgia quimbaya: chamanismo y cambios históricos de una tradición prehispánica en Colombia
otros símbolos y de un contexto más amplio (Saunders, 1998). Como anota Gault (2012: 12), es Fig. 127: Urna quimbaya
muy difícil interpretar el significado de la orfebrería basándose solamente en mitos o prácticas temprano. Museo del Oro
C13350. Fotografía de Clark
actuales. Una concepción iconográfica puede ser comprendida por medio de nociones muy dife- M. Rodríguez.
rentes, y el reto del arqueólogo consiste en no subestimar esa limitación.
Fig. 128: Urna quimbaya
temprano. Museo del Oro
El caso de la metalurgia quimbaya se presta para pensar algunas relaciones entre los C13358. Fotografía de Clark
adornos de metal, el simbolismo y la sociedad debido a la gran calidad de los trabajos realizados M. Rodríguez.
sobre esta, en particular los de Uribe (1991, 2005, 2007a y b). Esta autora ha permitido estable-
cer algunas de las características de los objetos metálicos tanto para épocas tempranas como
tardías, lo cual ha hecho posible un ejercicio interesante de comparación. Además, su trabajo se
ha preocupado por establecer algunas hipótesis sobre la relación entre la metalurgia y la organi-
zación social. En él, Uribe tiene en cuenta las características tecnológicas, las formas y los rasgos
iconográficos y los contextos de la orfebrería quimbaya, hace referencia a información de crónicas
y etnógrafos y además intenta asociar dicha información con aspectos de la organización social.
Es, hasta el momento, el mejor ejemplo de una visión amplia de la metalurgia prehispánica, más
allá de sus aspectos tecnológicos o iconográficos.
Según los trabajos de Uribe, la metalurgia quimbaya temprano tiene algunos rasgos en
común que definen el estilo. Por un lado, desde el punto de vista tecnológico, son objetos gene-
ralmente elaborados a la cera perdida con núcleo y tienen superficies lisas y brillantes. Hay dos
grupos de objetos de considerable tamaño: por un lado, adornos corporales, cascos y coronas,
entre los más destacados; por otro lado, objetos relacionados con el consumo de coca, es decir,
poporos y su parafernalia. Además, hay dos grupos de objetos más pequeños: pendientes, instru-
mentos musicales y herramientas (Uribe, 2005: 71). Desde el punto de vista iconográfico, predomi-
nan las figuras humanas (típicamente en los poporos), las formas redondeadas, especialmente de
mujeres, a veces en estado de gravidez o en situación de parto, con la vulva exagerada, en posición
hierática, con representación de pintura corporal; también existen representaciones de frutos,
especialmente totumos, calabazas y calabazos, así como de insectos en estado inmaduro: pupas
de mariposa, ninfas de cigarras y larvas de escarabajo, por ejemplo (Uribe, 2007b: 190; figuras 125 y
126). La metalurgia clásica se encuentra a veces en grandes entierros y con frecuencia acompaña
urnas de cerámica marrón inciso, las cuales también tienen representaciones frutomorfas y figuras
de mujeres (figuras 127 y 128). A partir de estos rasgos, Uribe propone que tanto la metalurgia como
la cerámica se asocian con conceptos de fecundidad, de vida y de transformación. Un juicioso
análisis de la literatura etnográfica hecho por la autora (especialmente Lathrap, 1977, Reichel-
Dolmatoff, 2005 y Falchetti, 2003) encuentra que los totumos se asocian con lo femenino, como
es el caso del propio poporo entre muchas comunidades indígenas, notablemente las de la Sierra
295
Metalurgia quimbaya: chamanismo y cambios históricos de una tradición prehispánica en Colombia
Nevada de Santa Marta (Uribe, 2007b: 77 y ss.). Esto coincide con otro elemento característico de Fig. 129: Pendiente Darién.
la metalurgia clásica: las superficies brillantes, y la relación que un metal como el oro tiene con el Museo del Oro 003492.
Fotografía de Clark M.
sol y la fertilidad. A partir de estas consideraciones, Uribe propone un paralelo con el especialista Rodríguez.
religioso en muchas sociedades contemporáneas, y sugiere la existencia de un poder basado en
el control de fuerzas cósmicas y los ciclos de los cuales depende la vida. En particular, la autora se
refiere a «grupos dominantes en estados de conciencia alterados propiciados por el uso de este
enteógeno», refiriéndose a la coca (Uribe, 2007a: 271).
Antes de continuar con la comparación entre la orfebrería quimbaya temprano y tardío, vale
la pena referirse a dos conjuntos de piezas que forman parte de amplios horizontes, pero que fueron
utilizados por indígenas en el valle del río Cauca y que por lo tanto no se pueden pasar por alto. Se
trata de los denominados colgantes Darién y pectorales acorazonados. Los primeros tuvieron una
amplia distribución, desde Colombia hasta Centroamérica, e incluso algunos ejemplares han sido
encontrados en Yucatán, México (Bolian, 1973; Falchetti, 2008; figura 129). Su cronología se extiende
desde algunos siglos a. C. hasta, en algunos sitios, el siglo xvi. Inicialmente se elaboraron en el sur
de Colombia y luego en sitios más septentrionales, aunque solo en el norte de Colombia sobrevi-
vieron hasta la llegada de los españoles. A lo largo del valle del río Cauca, los colgantes se introdu-
jeron quizá desde el área calima y, sin duda, durante algún tiempo coexistieron con la orfebrería
quimbaya temprano y se diversificaron estilísticamente, dando paso a estilos locales, especial-
mente durante el primer milenio d. C. (Falchetti, 2008: 46). Es probable que la época en la cual se los
usó en la región media del valle del río Cauca corresponda en parte a la orfebrería temprana y en
parte a la tardía. La iconografía de estos colgantes corresponde a figuras antropomorfas adornadas
de parafernalia ritual, tiene representaciones de maracas y de máscaras en forma de animal o de
hombres transformados. Los animales más representados son cocodrilos, murciélagos y vampiros,
que Falchetti (2008: 64) asocia a conceptos de transformación y regeneración y, al igual que la orfe-
brería clásica, a un contenido femenino (Falchetti, 2008: 66). No obstante, dichos colgantes tienen
varios elementos iconográficos que podrían relacionarse con el consumo de alucinógenos. Ante
todo, el remate superior en forma de dos hongos, a veces asociados con sapos y con aves, otros
animales claramente relacionados con los trances alucinatorios chamánicos (Torres, 2006).
Otro caso es el de los denominados pectorales acorazonados, también con una amplia
distribución por el occidente y norte de Colombia, y que se introducen en una época más tardía
que los colgantes Darién, aparentemente sin coexistir con la orfebrería temprana (Falchetti, 1978b).
Para Reichel-Dolmatoff (2005: 152-3) estos pectorales son ejemplo típico del hombre-ave y por lo
tanto del vuelo chamánico (figura 130).
Ahora bien, ¿cómo se comparan las características de la orfebrería temprana con la tardía?
Los trabajos de Uribe (1991) y Falchetti (2008) ayudan a precisar las características de los objetos
de metal elaborados después del período 700-1000 d. C. Lo primero es que parece haber más
diversidad en todo sentido. Por un lado, un mayor equilibrio entre técnicas, entre las cuales se
destacan no solo las piezas producidas mediante fundición, sino también las hechas por mar-
tillado, y existen casos en los que se combinan ambas técnicas. En segundo lugar, hay también
una extraordinaria profusión de formas, algunas de ellas, como pectorales y narigueras, real-
mente grandes. En las piezas martilladas, Uribe diferencia entre narigueras semilunares planas
o cóncavas, diferentes formas de pectorales planos, diademas, cascos y brazaletes, adornos en
forma de horquilla, diversas aplicaciones para la piel, narigueras y orejeras de sección sólida,
adornos laminares de sección hueca e instrumentos, como anzuelos y cinceles (figuras 131, 132, 133
y 134). En cuanto al material fundido, es menos variado, pero se encuentran narigueras cóncavas,
cascabeles, colgantes y cuentas de collar zoomorfos. En general hay mayor profusión de piezas,
muchas de ellas portátiles (Falchetti, 2008: 67). Algunos de los adornos tardíos son verdaderamente
grandes: es evidente que fueron utilizados para ser vistos, y desde lejos. Hay narigueras de 45 cm
de ancho y también pectorales de 30 cm de diámetro (Uribe, 2007a: 268).
296
Metalurgia quimbaya: chamanismo y cambios históricos de una tradición prehispánica en Colombia
297
Metalurgia quimbaya: chamanismo y cambios históricos de una tradición prehispánica en Colombia
las representaciones en las cuales los humanos toman rasgos del mundo animal. Asimismo, hay Fig. 130: Pectoral
representaciones de animales que incorporan rasgos humanos, por ejemplo lagartos con tetillas. acorazonado. Museo del Oro
015411. Fotografía de Clark
Hay múltiples representaciones de aves, de felinos, de ranas, saltamontes, incluso de insectos M. Rodríguez.
en formación, tal vez cucarrones o escarabajos en estado intermedio entre larvas y adultos.
Fig. 131: Adorno sublabial
Igualmente, se encuentran combinaciones de animales, por ejemplo de felinos y aves o de felinos
temprano. Museo del Oro
y lagartos. 000383. Fotografía de Clark
M. Rodríguez.
La orfebrería temprana y la tardía comparten algunos rasgos: por ejemplo, el simbolismo
mismo del dorado; en ambos períodos se elaboraban grandes adornos corporales, y hay represen-
taciones del cuerpo humano (Uribe, 2007a: 267). Pero también hay muchas diferencias. En primer
lugar, lo temprano, además de la prevalencia de la representación de la figura femenina, se rela-
ciona con el consumo de coca, mientras que la metalurgia tardía enfatiza el adorno corporal (Uribe,
2007a: 258). Los elementos presentes y más vistosos de la orfebrería temprana corresponden en
efecto a poporos, palitos para el mambeo de coca y personajes sentados en bancos. En épocas
tardías lo más visible son los adornos corporales.
Uribe propone que en épocas tardías se continuó con el acceso privilegiado a los produc-
tos orfebres, aunque dicho acceso estuvo abierto a un mayor número de personas (Uribe, 2007a:
263). Las diferencias entre los dos períodos podrían indicar varias cosas: primero, que durante
el temprano los símbolos generalizados sirvieron para que lo «quimbaya» fuera de inspiración
incluso en sitios muy alejados, como efectivamente es el caso en lugares de la costa Caribe,
Centroamérica e incluso del territorio muisca. En segundo lugar, aunque en todos los períodos el
oro se relacionó con el prestigio de los «grupos dominantes», en el período tardío la metalurgia
perdió vínculos con lo político; más específicamente «en alguna época tardía perdió su relevancia
con respecto al poder» (Uribe, 2007a: 276).
La anterior es una hipótesis que plantea cambios interesantes entre dos períodos en cuanto
a la manera como se usó el oro, en algunos de los contenidos simbólicos y también en su relación
con el poder. Pero vale la pena revisar la evidencia. En primer lugar, se debe mencionar la mayor
diversidad de objetos, de técnicas, aleaciones y representaciones en el período tardío, todo lo cual
apoya una mayor importancia del oro para marcar diferencias sociales. En ese sentido los vínculos
con lo político no habrían disminuido sino que por el contrario se habrían ampliado durante el
período tardío. Al respecto vale la pena evaluar alguna información que aportan los cronistas que
fueron testigos presenciales de la Conquista. Ellos no solo observaron que los indígenas a lo largo
298
Metalurgia quimbaya: chamanismo y cambios históricos de una tradición prehispánica en Colombia
del río Cauca elaboraban una increíble variedad de objetos, sino que identificaron en algunos Fig. 132: Adorno sublabial
casos que cierta clase de objetos era usada por determinado grupo de personas. Pedro Cieza de tardío. Museo del Oro
002566. Fotografía de Clark
León anota que el cacique Nutibara salía «en unas andas engastonadas en oro» (Cieza de León M. Rodríguez.
[1553] 2000: 98). En Ancerma observó que las mujeres tenían «en los cuellos muy lindos collares
de piezas ricas de oro, y en las orejas sus zarcillos; las ventanas de las narices se abren para poner
unas como pelotitas de oro fino; algunas de estas son pequeñas y otras mayores» (Cieza de León
[1553] 2000: 113). En la misma región, «tenían muchos vasos de oro los señores, con que bebían, y
mantas, y así para ellos como para sus mujeres, chapadas de unas piezas de oro hechas a manera
redonda, y otras como estrelletas, y otras joyas de muchas maneras tenían desde metal» (Cieza de
León [1553] 2000: 113); en el caso de los pozo, anotó que hacían «chagualetas» de oro que ponían
en las mantas (Cieza de León [1553] 2000: 125), y entre los quimbayas anotó que «de todas las
cosas que por los ojos eran vistas tenían ellos hechos joyas de oro, y muy grandes vasos, con los
que bebían su vino» (Cieza de León [1553] 2000: 132).
Los escritos del capitán Jorge Robledo, conquistador de la región, también tienen algunas
observaciones interesantes. Dice su relación sobre Ancerma que los caciques ceñían su cuerpo
con unos «cinchos» de chaquira blanca y de «chaquira de oro y de cañutos de oro, hasta de un
palmo de ello, el cual entre ellos vale mucha cantidad» (Robledo [1545] 1939: 300). En contraste,
los que no eran «señores» traían «una sarta de cuentas gruesas, y el que no las alcanza, trae un hilo
y todos traen estos maures: traen en las orejas muchos agujeritos por todas ellas, en que ponen
cuatro y cinco pares de zarcillos, que pesa cada uno dellos cuatro o cinco pesos; e ansí mismo
traen los que no son señores una cinta de chaquira al cuello y al cabo della por yopel una rana o
un sapo de oro» (Robledo [1545] 1939: 300). Refiriéndose a los arma, escribe que «traen los señores
por bajo el labio questá sobre la barba, hechos unas barretas de oro, que los cristianos llaman
barbas» (Robledo [1545] 1939: 306).
299
Metalurgia quimbaya: chamanismo y cambios históricos de una tradición prehispánica en Colombia
donde, sentado en una posición ritual, la persona llega a constituir parte del eje cósmico»: es un
símbolo de autoridad desde el cual el chamán «ejecuta ritos y curaciones» (Reichel-Dolmatoff ,
2005: 106). El banco también se relaciona con la exogamia (Pineda, 1994b). El poporo, por su parte,
es un elemento femenino que puede servir para identificar el linaje del dueño, aunque muchas
veces solo los hombres consumen coca, y es indispensable para «acompañar las conversaciones
rituales», que son fundamentalmente masculinas (Reichel-Dolmatoff, 2005: 101). En concepto de
Uribe: «En diversas sociedades suramericanas actuales en las que el chamán, y a veces también los
demás hombres, acostumbran a sentarse en su banquito en el área central de la maloca, conocida
como mambeadero, para contar narraciones cotidianas y sagradas, celebrar ceremonias y ritos y
ejecutar curaciones» (Uribe, 2007a: 271-272).
Se debe recordar que la coca es un estimulante, no una droga alucinógena que produzca
estados alterados, aunque en Colombia fue común su consumo junto con el tabaco, que sí puede
producir esos efectos. Por lo general, en las crónicas de la Conquista, esta hoja se asocia con el
ayuno y la meditación (Henman, 2008: 81), lo cual tiene sentido dado que el efecto de su consumo
es el de un estimulante: la coca aumenta la resistencia al excitar el sistema nervioso central y el
cerebro. Dondequiera que se encuentren referencias etnológicas sobre su consumo, se ve que esta
hoja es buena para conversar, es apropiada para «el conocimiento y la palabra», y funciona como
una especie de lubricante social, muy relacionado con la reciprocidad y la necesidad de fortalecer
relaciones sociales (Correa y Mendoza, 1986: 98; Pineda, 1986: 120-123; Uribe, 1986: 133). Esta carac-
terística de la coca como agente de comunicación, unida al carácter «neutro» que Uribe reporta
en sus rasgos iconográficos, podría explicar por lo menos en parte la amplia distribución de la
orfebrería quimbaya temprano en amplias zonas del país. La coca sirve, por ejemplo, para que el
chamán transmita su conocimiento y su consumo adquiere propiedades terapéuticas. Para tomar
300
Metalurgia quimbaya: chamanismo y cambios históricos de una tradición prehispánica en Colombia
de nuevo el ejemplo de los kogis, estos destacan que su consumo trae cierta lucidez mental que se
aprovecha para las ceremonias «y toda actividad religiosa en general, sean conversaciones, ritos
personales o ritos colectivos» (Reichel-Dolmatoff [1950] 1985, I: 88). Quien la consume se vuelve
un hablador animado y, puesto que tiene un efecto contra el sueño, también se asegura que su
consumo presenta una ventaja «porque las conversaciones ceremoniales se deben efectuar de
noche e individuos que pueden hablar y cantar por una o varias noches sin dormir merecen algo
de prestigio» (Reichel-Dolmatoff [1950] 1985, I: 89).
Prácticamente todos los animales que aparecen profusamente en la metalurgia tardía han
sido asociados con el chamanismo. Las aves y el jaguar, por supuesto, son los que más se destacan
en ese sentido, así como sus diversas hibridaciones con seres humanos (Reichel-Dolmatoff, 2005:
51). La relación entre el chamán alucinado y las aves es bien conocida. La sensación de levedad
que producen las drogas ha sido interpretada por muchas sociedades indígenas como similar a la
301
Metalurgia quimbaya: chamanismo y cambios históricos de una tradición prehispánica en Colombia
capacidad de volar de las aves (Wassen, 1965: 31). También es clara la relación entre las habilidades
del chamán de trascender diferentes esferas de la existencia y el don de volar de los pájaros (Furst,
1980: 265). Pero en las sociedades indígenas no solo estos animales se asocian con el chamán.
También las lagartijas o las ranas pueden ser chamanes (Reichel-Dolmatoff, 2005: 54). Las ranas o
sapos, que aparecen tanto en la metalurgia quimbaya y que se mencionan en las crónicas como de
uso exclusivo de los indios que no eran «señores», son los que mejor caracterizan las oposiciones
en la naturaleza, especialmente en relación con las aves: por ejemplo, la oposición entre sangre
fría y caliente, entre agua y aire, entre luz y oscuridad (Reichel-Dolmatoff, 2005: 115). Algunas
especies de ranas son utilizadas, además, para obtener poderosos narcóticos. El mismo sentido
de ave en vuelo que tienen los pectorales acorazonados, si nos atenemos a la interpretación de
Reichel-Dolmatoff, apuntaría a reforzar el carácter chamánico de la orfebrería tardía.
Como se mencionó al comienzo, sería irresponsable suponer que todas y cada una de las
representaciones de animales de la orfebrería tardía corresponden a actividades chamánicas. Los
animales son excelentes símbolos de ancestros míticos y de pertenencia a clanes, o pueden servir
para resaltar muchas habilidades diferentes a la del chamán alucinado. Esa es otra posibilidad que
vale la pena tener en cuenta, y que no es necesariamente incongruente con el carácter chamánico
de muchos objetos tardíos: la consolidación de grupos de descendencia identificados con ances-
tros comunes. Pero es importante señalar que el chamanismo sí puede tener mucho que ver con
otra información relevante sobre los grupos del Valle Medio del río Cauca. El chamanismo puede
ser frío o caliente, puede generar tanto miedo como armonía. Como es bien sabido, el chamán
que se transforma es potencialmente peligroso. Reichel-Dolmatoff anota que el hombre-jaguar es
capaz de devorar y violar sin distinción, y que le es posible matar a hombres y a mujeres. En sus
palabras, el «jaguar de la esfera alucinatoria, el monstruo-jaguar de los cuentos tukano, es el álter
ego de un hombre que vaga entonces libre y sin trabas y exhibe sus deseos y temores más pro-
fundos» (Reichel-Dolmatoff, 1978: 135). Chaumeil (1998: 245-247) anota que los chamanes usual-
mente están en el centro de los conflictos; ellos pueden ser tan curadores como agresores. María
Alicia Uribe menciona el aspecto temible que pudieron tener quienes usaban la metalurgia tardía.
Creo que en esa observación reside un aspecto muy importante del carácter de la orfebrería que
encontraron los españoles. Reichel-Dolmatoff (1978) encuentra que a la llegada de los españoles
el consumo de alucinógenos se relacionaba con dos aspectos: el sacrificio y la guerra. Sus obser-
vaciones podrían ser válidas para el Valle Medio del río Cauca, región en la cual se puede estable-
cer una relación entre conflicto-consumo de alucinógenos y orfebrería durante épocas tardías.
En los relatos de los conquistadores se encuentra que el gran tamaño de los adornos corpora-
les adquiere sentido dado que debían ser vistos desde lejos, y seguramente debían causar algún
temor. Sarmiento refiere que en la provincia de Pacura «salieron de guerra a rescibir [sic] a los
españoles muchos indios con armaduras de oro y coronas, e patenas que relucían todo el campo»
([1540] 1939: 247) y más adelante agrega que, en tierras del cacique Maitama, al capitán Hernán
Rodríguez le salieron a recibir «de guerra cuatro o cinco mil indios, todos con armaduras de oro»
([1540] 1939: 248). No se puede pasar por alto el todos. Pero, más importante, se debe anotar que
muy probablemente el conflicto fuera precedido del consumo de drogas que «emborrachaban» a
los indios. Las crónicas describen la importancia de las borracheras antes de salir al combate en
muchas sociedades indígenas, la mayoría de las veces orientadas a conocer el desenlace. A pro-
pósito vale la pena mencionar que entre las comunidades indígenas son frecuentes las referencias
a la importancia de las aves para predecir determinados eventos. En todo caso, Jorge Robledo
([1545] 1939: 301) refiere las borracheras que tenían lugar en la provincia de Ancerma y añade que
«cuando salen della, vanse contra otros, los más cercanos a ellos, aunque sean sus amigos, e ansí
mismo los otros vienen para ellos»; el mismo autor aclara que los maures que usaban estaban
pintados con insignias del demonio (Robledo [1545] 1939: 302). Es más, sugiere que muchos de
los diseños de la cultura material indígena estaban inspirados por el demonio, personaje que los
españoles asociaron sistemáticamente con los trances alucinatorios producidos por drogas. En
sus palabras, los ídolos a través de los cuales les hablaban los demonios tenían adornos «como
los que los señores se ponen» (Robledo [1545] 1939: 305). Cieza de León ([1553] 2000: 99) com-
plementa estas impresiones cuando añade que los indios iban a la guerra después de que se les
apareciera el demonio en forma de felino.
302
Metalurgia quimbaya: chamanismo y cambios históricos de una tradición prehispánica en Colombia
303
Metalurgia quimbaya: chamanismo y cambios históricos de una tradición prehispánica en Colombia
embargo, probablemente la guerra era una realidad, al menos de forma latente, y quizás en la cual Fig. 136: Figura antropomorfa
no solo el enfrentamiento, sino el sacrificio y el canibalismo, pudieron ser partes importantes de la tardía. Museo del Oro
C06683. Fotografía de Clark
ecuación (Pineda, 1987; Escobar, 1988: 166). M. Rodríguez.
El cambio de énfasis de la orfebrería tardía en el Valle Medio del río Cauca no puede tomarse
como evidencia de una ausencia de guerra en comparación con períodos más antiguos, aunque
sí puede mostrar una mayor importancia simbólica de la misma en épocas tardías. Ni tampoco
resultaría válido establecer una dicotomía absoluta entre los dos períodos con base en los
304
Metalurgia quimbaya: chamanismo y cambios históricos de una tradición prehispánica en Colombia
metales. La diferencia se refiere a la manera como se expresaron en la orfebrería temprana y tardía Fig. 137: Figura antropomorfa
formas de relacionarse con la naturaleza y con las demás sociedades. En la orfebrería temprana tardía. Museo del Oro
C06685. Fotografía de Clark
se habrían resaltado las virtudes de comunicación del chamanismo; en la tardía, el aspecto más M. Rodríguez.
peligroso del mismo. En el período temprano la orfebrería estaría restringida a unos pocos indi-
viduos–no necesariamente un grupo de poderosos, pero probablemente sí personas hábiles con
la palabra–, mediadores entre las fuerzas de la naturaleza y la sociedad, y especialmente preocu-
pados por temas de fertilidad. Uribe (2007b: 209) lo resume bien: «Podría proponerse que los per-
sonajes dueños de estos objetos cargados de símbolos femeninos cumplían funciones religiosas
305
Metalurgia quimbaya: chamanismo y cambios históricos de una tradición prehispánica en Colombia
En todo caso, durante el segundo período el oro fue usado más ampliamente, y quizá su
uso tuvo más que ver con el conflicto, con el consumo de drogas narcóticas y más con el rol de
los hombres que con el de las mujeres. Quizá porque la guerra fue un aspecto más importante
para destacar. El uso más amplio de la orfebrería no implica, en todo caso, una disminución de su
importancia política. Por el contrario, si bien un sector mucho más amplio de la población tuvo
acceso a objetos de oro, estos sirvieron para marcar un mayor número de distinciones sociales.
No es claro si las élites tardías tuvieron un control sobre los aspectos económicos y políticos, pero
muy seguramente el oro siguió siendo fundamental en las relaciones políticas. El oro tardío sirvió
para propósitos políticos tanto como el temprano, solo que operó en un contexto diferente.
Para terminar, dos aclaraciones. La primera es que para ninguno de los dos períodos es
claro que la orfebrería sirviera para legitimar una pequeña élite con monopolio sobre lo espiritual
y lo material. En muchas sociedades el chamán es una de las figuras más controladas: permanen-
temente es vigilado y castigado, si es el caso (Chaumeil, 1998). El hecho de que algunos individuos
tuvieran acceso exclusivo a objetos propios de la parafernalia de su oficio no implica que tuvieran
un poder desbordado, ni sobre aspectos ideológicos ni sobre aspectos políticos o económicos, y
esto es válido tanto para el período temprano como para el tardío. La segunda aclaración es que
306
Metalurgia quimbaya: chamanismo y cambios históricos de una tradición prehispánica en Colombia
307
308
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
XXX
N.º Inventario X
Alto X
Peso X
N.º Catálogo Vedovelli X
N.º Lote X
Catálogo del Tesoro
Quimbaya del
Museo de América
XXX
N.º Inventario X
Alto X
Peso X
N.º Catálogo Vedovelli X
N.º Lote X
XXX
N.º Inventario X
Alto X
Peso X
N.º Catálogo Vedovelli X
N.º Lote X
309
Créditos fotográficos del catálogo
(Todas las imágenes pertenecen al Archivo del Museo de América)
Tomás Antelo:
17400, 17401, 17420, 17428, 17429, 17430, 17431, 17432, 17433, 17434,
17435, 17436, 17438, 17439, 17440, 17441, 17442, 17443, 17444, 17445,
17446, 17447.
Gonzalo Cases:
17402-1, 17402-2, 17402-5, 17402-6, 17402-7, 17402-8, 17402-9, 17402-11,
17402-14, 17402-18, 17402-19, 17402-20, 17402-21, 17403-1, 17403-2,
17403-3, 17403-4, 17403-5, 17403-6, 17403-7, 17412, 17414, 17415, 17416,
17417, 17418-1, 17418-2, 17418-3, 17418-4, 17418-5, 17418-6, 17418-7,
17418-8, 17418-9, 17419, 17421, 17422-1, 17422-2, 17422-3, 17422-4,
17422-5, 17422-6, 17422-7, 17422-8, 17422-9, 17422-10, 17422-11,
17422-12, 17422-13, 17422-14, 17422-15, 17422-16, 17422-17, 17422-18,
17422-19, 17422-20, 17422-21, 17422-22, 17422-24, 17422-25, 17422-26,
17422-27, 17422-28, 17422-29, 17422-30, 17422-31, 17423, 17426, 17427,
17437, 17448, 17449, 17450, 1 7458, 17460, 17461, 17462, 17463, 17467.
Joaquín Otero:
17402-3, 17402-4, 17402-10, 17402-12, 17402-13, 17402-15, 17402-16,
17402-17, 17403-5, 17404, 17405, 17406, 17407 y 17407bis, 17408 y 17409,
17410 y 17411, 17413, 17422-23, 17424, 17434, 17464, 17466-1, 17466-2,
17466-3, 17466-4, 17466-5, 17467.
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
Colgante
N.º Inventario 17400 / Diámetro 14 cm / Peso 59,93 g / N.º Catálogo Vedovelli 29 / N.º Lote 1892 57
Colgante discoidal cóncavo con un borde plano de 2 cm. de anchura, en el que se localiza un orificio de suspensión. En la parte
convexa se conservan restos de etiqueta de papel en la que figuraba el número del lote de donación. La parte convexa es de color
dorado, mientras que la cóncava presenta un color rojizo.
Colgante
N.º Inventario 17401 / Diámetro 14 cm / Peso 58,3 g / N.º Catálogo Vedovelli 29 / N.º Lote 1892 58
Colgante discoidal cóncavo con un borde plano de 2 cm. de anchura en el que se localiza un orificio de suspensión. En la parte
convexa se conservan restos de etiqueta de papel en la que figuraba el número del lote de donación. La parte convexa es de color
dorado, mientras que la cóncava presenta un color rojizo.
311
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
312
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
Nariguera Nariguera
N.º Inventario 17402-16 / Alto 1 cm / Ancho 2,3 cm / N.º Inventario 17402-18 / Alto 1 cm / Ancho 2,7 cm /
Prof. 0,6 cm / Apertura 0,3 cm / Peso 3,57 g / N.º Prof. 0,4 cm / Apertura 0,3 cm / Peso 2,87 g / N.º
Catálogo Vedovelli 32 / N.º Lote 1892 / Nariguera Catálogo Vedovelli 32 / N.º Lote 1892 / Nariguera de
doble de perfil triangular con remate en los
Arete perfil triangular con profundas incisiones en
extremos. N.º Inventario 17402-17 / Alto 1,5 cm / Ancho 1,6 cm los extremos.
/ Prof. 0,5 cm / Apertura 0,1 cm / Peso 0,8 g / N.º
Catálogo Vedovelli 32 / N.º Lote 1892 / Arete de
perfil circular.
Nariguera Arete
N.º Inventario 17402-19 / Alto 1 cm / Ancho 2 cm / N.º Inventario 17402-20 / Alto 1,6 cm / Ancho 1,9 cm
Prof. 0,5 cm / Apertura 0,35 cm / Peso 1,64 g / N.º / Prof. 1,3 cm / Apertura 0,4 cm / Peso 16,36 g / N.º
Catálogo Vedovelli 32 / N.º Lote 1892 / Nariguera Catálogo Vedovelli 32 / N.º Lote 1892 / Arete de
doble de perfil triangular con incisiones en los perfil circular decorada con incisiones y doble
Arete
extremos. línea de gránulos. N.º Inventario 17402-21 / Alto 1 cm / Ancho 1,2 cm /
Prof. 0,3 cm / Apertura 0,3 cm / Peso 1,1 g / N.º
Catálogo Vedovelli 32 / N.º Lote 1892 / Arete de
perfil circular con tres línea de gránulos.
313
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
Cuenta de collar zoomorfa representando una rana. Cuenta de collar zoomorfa representando una rana.
Cuenta de collar zoomorfa representando una rana. Cuenta de collar zoomorfa representando una rana.
314
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
315
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
Cuentas de collar
N.º Inventario 17404 / Alto 2,05 cm / Peso
12,39 g / N.º Catálogo Vedovelli 32 / N.º Lote
1892 41
Cuentas de collar
N.º Inventario 17405 / Alto 2,1 cm / Peso
17,08 g / N.º Catálogo Vedovelli 32 / N.º Lote
1892 41
23 cuentas antropozoomorfas de
dos tipos (9 con apéndice liso y 14
rayado). La altura de las cuentas
difiere levemente entre ambos
tipos, siendo la de las de tocado
rayado (21 mm.) mayor que las
otras (20,05 mm).
316
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
Cuentas de collar
N.º Inventario 17406 / Alto 2,1 cm /
Peso 33,04 g / N.º Catálogo Vedovelli 32 /
N.º Lote 1892 41
Cuentas de collar
N.º Inventario 17407 y 17407bis /
Alto 32 cm / Ancho 7 cm / Peso 57,25 +
60,37 g / N.º Catálogo Vedovelli 32 / N.º Lote
1892 42
317
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
Cuentas de collar
N.º Inventario 17408 y 17409 / Alto 26 cm / Ancho 17 cm / Peso 78,05 + 73,02 g / N.º Catálogo Vedovelli 32 / N.º Lote 1892 37
Cuentas de collar
N.º Inventario 17410 y 17411 / Alto 22 cm
/ Ancho 9 cm / Peso 77,47 + 82,38 g /
N.º Catálogo Vedovelli 32 / N.º Lote 1892 38
59 cuentas zoomorfas
(29 y 30 respectivamente)
318
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
Colgante Colgante
N.º Inventario 17412 / Alto / Ancho 10 x 9,4 cm / Prof. 1,9 x 1,6 cm / N.º Inventario 17413 / Alto / Ancho 8,6 cm / Prof. 1,9 x 1,6 cm / Peso 84,25 g /
Peso 76,47 g / N.º Catálogo Vedovelli 30 / N.º Lote 1892 23 N.º Catálogo Vedovelli 30 / N.º Lote 1892 24
Colgante de forma toroidal, abierto en su eje transversal y Colgante de forma toroidal, abierto en su eje transversal y
longitudinal. longitudinal.
Cuentas de collar
N.º Inventario 17414 / Alto / Ancho 29,4 cm / Peso 34,82 g / N.º Catálogo Vedovelli 32 / N.º Lote 1892 36
14 cuentas de formas diversas, todas de perfil curvo compuesto. Una de las cuentas está elaborada en filigrana de fundición. Dos de
las cuentas se encuentran afectadas por una fusión parcial.
319
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
Cuentas de collar
N.º Inventario 17415 / Alto / Ancho 28 cm / Prof. 0,4 cm / Peso 22,98 g / N.º Catálogo Vedovelli 32 / N.º Lote 1892 34
320
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
Cuentas de collar
(Vista general y detalle)
Cuentas de collar
(Vista general y detalle)
321
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
322
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
Palillo
N.º Inventario 17419 / Alto 9,7 cm / Ancho 1,9 cm / Prof. 1,3 cm / Peso 14,78 g / N.º Catálogo Vedovelli 32 / N.º Lote 1892 60
Palillo para cal, formado por una aguja de sección circular fragmentada e incompleta en la parte
inferior, y rematada por lo que debió ser un cascabel. La pieza fue deformada y fragmentada
intencionalmente.
323
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
324
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
Palillo
N.º Inventario 17421 / Alto 28,5 cm / Ancho 2,3 cm / Peso 140,38 g /
N.º Catálogo Vedovelli 31 / N.º Lote 1892 17
325
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
Orejera
N.º Inventario 17422-31 / Alto 1,4 cm / Ancho 1,7 cm
/ Prof. 1,7 cm / Peso 5,21 g / N.º Catálogo Vedovelli
32 / N.º Lote 1892 / Orejera cascabel en forma de
carrete con decoración de filigrana de
fundición en el cuerpo y bandas segmentadas
en los bordes. Conserva una esfera en su
interior.
328
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
Colgante
N.º Inventario 17424 / Alto 4,9 cm / Ancho 2,9 cm / Prof. 1,1 cm / Peso 13,25 g
/ N.º Catálogo Vedovelli 32 / N.º Lote 1892 28
329
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
Colgante
N.º Inventario 17426 / Alto 11,4 cm / Ancho 8,2 cm / Prof. 1,2 cm /
Peso 234,95 g / N.º Catálogo Vedovelli 20 / N.º Lote 1892 31
Colgante
N.º Inventario 17427 / Alto 11,4 cm / Ancho 8,2 cm / Peso 294,33 g /
N.º Catálogo Vedovelli 20 / N.º Lote 1892 31
330
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
Tocado de cabeza de forma hemisférica con cresta central, una cenefa decorativa en el borde y dos figuras femeninas en los
laterales, cuyas cabezas han sido añadidas mediante sistema de machihembrado y presentan orificios para incrustación de otro
material.
Tocado de cabeza de forma hemisférica con cresta central, ornamentación geométrica en los laterales y una cenefa decorativa en el
borde.
Tocado de cabeza de forma hemisférica con cresta central, ornamentación geométrica en los laterales y una cenefa decorativa en el
borde.
331
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
Recipiente
N.º Inventario 17431 / Alto 15,50 cm / Ancho 18,5 cm / Peso 688 g /
N.º Catálogo Vedovelli 26 / N.º Lote 1892 13
Cuenco
N.º Inventario 17433 / Alto / Ancho 14 cm / Peso 244,73 g / N.º Catálogo
Vedovelli 28 / N.º Lote 1892 46
332
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
Tocado de cabeza de forma hemisférica con cresta central, ornamentación geométrica en los laterales y una cenefa decorativa en el
borde.
Revestimiento de instrumento musical de viento, de forma tubular con ensanchamiento de la parte inferior lisa y la superior con dos
figuras antropomorfas, masculina y femenina, y decoración geométrica. En el interior se conserva la etiqueta del lote de donación.
333
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
Objeto tubular con abertura en la parte superior, cerrado en la parte inferior más ancha, y una protuberancia en forma de cabeza
antropomorfa.
334
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
Recipiente
N.º Inventario 17437 / Alto 23,00 cm / Ancho 13 cm / Peso 1306,1 g /
N.º Catálogo Vedovelli 3 / N.º Lote 1892 43
Recipiente
N.º Inventario 17438 / Alto 13,00 cm / Ancho 9,7 cm / Peso 434,21 g /
N.º Catálogo Vedovelli 14 / N.º Lote 1892 44
335
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
Recipiente
N.º Inventario 17440 / Alto 33,20 cm / Ancho 15,5 cm / Prof. 6,6 cm /
Peso 1094,57 g / N.º Catálogo Vedovelli 4 / N.º Lote 1892 47
336
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
Recipiente fitomorfo
N.º Inventario 17441 / Alto 17,70 cm / Ancho 12,5 cm / Prof. 6 cm /
Peso 805,58 g / N.º Catálogo Vedovelli 10 / N.º Lote 1892 48
Recipiente
N.º Inventario 17442 / Alto 35,50 cm / Ancho 24 cm / Prof. 8,5 cm /
Peso 1693,49 g / N.º Catálogo Vedovelli 1 / N.º Lote 1892 51
337
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
Recipiente fitomorfo
N.º Inventario 17443 / Alto 18,80 cm / Ancho 11,7 cm / Prof. 6 cm /
Peso 713,2 g / N.º Catálogo Vedovelli 18 / N.º Lote 1892 49
Recipiente
N.º Inventario 17444 / Alto / Ancho 16,5 cm / Prof. 8,3 cm / Peso 253,34 g /
N.º Catálogo Vedovelli 13 / N.º Lote 1892 54
338
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
Recipiente fitomorfo
N.º Inventario 17445 / Alto 15,30 cm / Ancho 10,7 cm / Prof. 6,3 cm /
Peso 556,3 g / N.º Catálogo Vedovelli 21 / N.º Lote 1892 50
Tocado
N.º Inventario 17446 / Alto 8,4 cm / Peso 210,26 g / N.º Catálogo Vedovelli 14 / N.º Lote 1892 22
Adorno de cabeza en forma de diadema laminar, con decoración geométrica en relieve en forma de círculos concéntricos.
339
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
Recipiente antropomorfo
N.º Inventario 17447 / Alto 22,10 cm / Ancho 12,5 cm / Peso 1118,42 g / N.º Catálogo Vedovelli 6 / N.º Lote 1892 5
340
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
Palillo
N.º Inventario 17448 / Alto 33 cm / Peso 207,27 g / N.º Catálogo Vedovelli 31 / N.º Lote 1892 19
Palillo para cal formado por una aguja de sección circular rematada por una figura bícroma de ave
crestada. La pieza fue deformada intencionalmente.
341
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
Palillo para cal formado por una aguja de sección circular rematada por una figura bícroma antropomorfa. La pieza fue deformada
y fragmentada intencionalmente.
342
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
Palillo para cal formado por una aguja de sección circular rematada por una figura bícroma antropomorfa. La pieza fue deformada
y fragmentada intencionalmente.
343
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
Recipiente fitomorfo
N.º Inventario 17451 / Alto 22,50 cm / Ancho 16 cm / Prof. 6 cm / Peso 775,86 g / N.º Catálogo Vedovelli 5 / N.º Lote 1892 52
Contenedor fitomorfo de sección rectangular bilobulada, con cuello desarrollado en forma de bulbo y dos figuras femeninas en
los frontales. El orificio superior se cierra mediante una tapa.
344
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
Recipiente antropomorfo
N.º Inventario 17452 / Alto 26,50 cm / Ancho 11 cm / Peso 618,25 g / N.º Catálogo Vedovelli 12 / N.º Lote 1892 1
345
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
Recipiente fitomorfo
N.º Inventario 17453 / Alto 26,80 cm / Ancho 17 cm / Prof. 5,9 cm / Peso 1000,74 g / N.º Catálogo Vedovelli 2 / N.º Lote 1892 53
Contenedor fitomorfo de sección rectangular bilobulada, con cuello desarrollado en forma de bulbo y dos figuras
femeninas en los frontales.
346
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
Contenedor en forma de cabeza antropomorfa (poporo) con tapadera representando una serpiente enroscada. El rostro muestra
orificios preparados para incrustaciones de otro material.
347
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
Recipiente antropomorfo
N.º Inventario 17455 / Alto 16,90 cm / Ancho 7,5 cm / Peso 238,25 g / N.º Catálogo Vedovelli 10 / N.º Lote 1892 2
348
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
Recipiente antropomorfo
N.º Inventario 17456 / Alto 29,50 cm / Ancho 12,5 cm / Peso 911,85 g / N.º Catálogo Vedovelli 11 / N.º Lote 1892 4
349
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
Recipiente antropomorfo
N.º Inventario 17457 / Alto 21,20 cm / Ancho 10 cm / Peso 507,8 g / N.º Catálogo Vedovelli 8 / N.º Lote 1892 3
350
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
Collar de 406 cuentas diminutas, (397 pequeñas perlitas de oro perforadas, separadas por 9 cuentas en forma de anilla más gruesa
o esfera).
351
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
Recipiente antropomorfo
N.º Inventario 17459 / Alto 18.6 cm / Ancho 11 cm / Peso 523.27 g / N.º Catálogo Vedovelli 9 / N.º Lote 1892 6
Contenedor antropomorfo femenino (poporo) sentado sobre banco. Se representa embarazada y con anillas de suspensión en los
hombros.
352
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
Colgante
N.º Inventario 17460 / Alto 3 cm / Ancho 2,7 cm / Peso 33,15 g / N.º Catálogo
Vedovelli 32 / N.º Lote 1892 62
353
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
Palillo para cal, formado por una aguja de sección circular rematada por una figura antropomorfa. La pieza fue deformada y
fragmentada intencionalmente.
354
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
Palillo para cal, formado por una aguja de sección circular rematada por un disco. La pieza fue deformada y fragmentada
intencionalmente.
355
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
Cascabel Cascabel
N.º Inventario 17466-4 / Alto 3 cm / Ancho 2,8 cm / N.º Inventario 17466-5 / Alto 2,8 cm / Ancho 2,5 cm
Prof. 2 cm / Peso 20,9 g / N.º Catálogo Vedovelli 32 / / Prof. 2,9 cm / Peso 22,5 g / N.º Catálogo Vedovelli
N.º Lote 1892 60 / Cascabel ovalado con una 32 / N.º Lote 1892 60 / Cascabel ovalado con
ranura en un extremo y anilla doble de una ranura en un extremo y anilla doble de
suspensión en el otro. suspensión en el otro.
356
Catálogo del tesoro Quimbaya del Museo de América
357
Bibliografía
Bibliografía
ACEITUNO, F. J. (2002): «Interacciones fitoculturales en el Cauca Medio BAESSLER, A. (1901): «Goldene Helme aus Columbien», Ethnologisches
durante el Holoceno temprano y medio», Arqueología del Área Inter- Notizblatt, t. 2, fasc. 2, pp. 30-33.
media, 4, pp. 89-113.
BASS, W. M. y JANTZ R. L. (2004): «Cremation weights in East Tennes-
ACOSTA DE SAMPER, S. (1894): «Los aborígenes que poblaban los terri- see», Journal of Forensic Sciences, 49 (5), pp. 901-904.
torios que hoy forman la República de Colombia, en la época del
descubrimiento de América», Actas de la IX Reunión del Congreso BASTIAN, A. 1878: Die Kulturländer des Alten Amerika, Berlín: Weid-
Internacional de Americanistas (Huelva, 1892). Madrid: Tipografía de mannsche Buchhandlung.
los Hijos de M. G. Hernández, pp. 373-437.
BECKHOFF, B.; KANNGIEßER, B.; LANGHOFF, N.; WEDELL R., y WOLFF, H.
ADE P. y HELFRICH K. (eds.) (1994): El Dorado. Das Gold der Fürstengrä- (2006): Handbook of Practical X-Ray Fluorescence Analysis, Berlín-
ber. Berlín: Staatliche Museen zu Berlin. Heidelberg, Springer-Verlag.
ADRIAENS, A.; DEGRIGNY, C., y CASSAR, J. (2005): Benefits of non-des- BELL, K. L.; LOVERIDGE, N.; REEVE, J.; THOMAS, C. D. L.; FEIK, S. A., y
tructive analytical techniques for conservation. Papers from a COST CLEMENT, J. G. (2001): «Super-osteons (remodeling clusters) in the
Action G8 workshop held in Kalkara, Malta, on 8 January 2004. Luxem- cortex of the femoral shaft: influence of age and gender», Anatomical
burgo: Office for Official Publications of the European Communities. Record, 264 (4), pp. 378-386.
AGUADO, P. DE (1850): Álbum de la Comisión Corográfica de Colombia. BENDALL, C.; WIGG-WOLF, D.; LAHAYE, Y.; VON KAENEL, H.-M., y BREY, G.
Bogotá: Dirección de Información y Propaganda. P. (2008): «Detecting changes of Celtic gold sources through the
― (1916/1917): Historia de Santa Marta y el nuevo reino de Granada, application of trace element and Pb isotope laser ablation analysis
con prólogo, notas y comentarios por Jerónimo Bécker (2 tomos). of Celtic gold coins», Archaeometry, 50, pp. 1-28.
Madrid: Establecimiento Tipográfico de Jaime Ratés. Disponible en:
<http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/historia-de-santa- BENNETT, W. (1944): Archaeological regions of Colombia: a ceramic
marta-y-el-nuevo-reino-de-granada-tomo-1/html/5d71db5e-a415- survey. New Haven: Yale University Press (Yale University Publica-
11e1-b1fb-00163ebf5e63_800.html>. tions in Anthropology, 30).
ALMAGRO GORBEA, M. (2008): «El expolio de las monedas de oro del BENSON E. P. (1992): «Motifs, Meanings, and Myths: The Iconography
Museo Arqueológico Nacional en la Segunda República española», of Sitio Conte Gold Plaques», River of Gold. Edición de P. Hearne. Fila-
Boletín de la Real Academia de la Historia, t. 205, cuad.. 1, pp. 7-72. delfia: University Museum of Archaeology and Anthropology, Univer-
sity of Pennsylvania.
ALMENDROS LÓPEZ, L. y RUIZ MARTÍN, M. C. (2008): «Objetos de cobre ― (1997): Birds and Beasts of Ancient Latin America. Gainesville (Fl.):
en contexto funerario. Un ejemplo del trabajo metalúrgico en University Press of Florida.
Colima», Memoria IV Foro Colima y su Región. Arqueología, antropolo-
gía e historia. Edición de J. C. Reyes Garza. Colima (México): Gobierno BERG, I. (2008): «Looking through pots: recent advances in ceramics
del Estado de Colima, Secretaría de Cultura, pp. 1-15. X-radiography», Journal of Archaeological Science, 35 (5), pp. 1177-
1188.
ÁLVAREZ-OSSORIO, F. (1910): Una visita al Museo Arqueológico Nacional.
Madrid: Tipografía de la «Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos». BERNAL, F. (2001): «Rescate y monitoreo arqueológico línea a 230 kv.
― (1917): Guía Histórica y descriptiva del Museo Arqueológico La Virginia-La Hermosa», Arqueología en estudios de impacto
Nacional. Madrid: Tipografía de la «Revista de Archivos, Bibliotecas y ambiental, 3. Edición de E. Piazzini y J. C. Álvarez. Medellín: ISA, pp.
Museos». 207-248.
AMAT G. (2000): Piezas de orfebrería Quimbaya alusivas a insectos. Ins- BIRD, J. R., y WILLIAMS, J. S. (1989): Ion Beams for Materials Analysis,
tituto de Ciencias Naturales, Universidad Nacional de Colombia. Nueva York: Academic Press.
Archivo del Museo del Oro, Bogotá. Inédito.
BLUST, R. (1992): «Tumbaga in Southeast-Asia and South-America»,
ANTELO, T.; BUESO, M.; GABALDÓN, A., y MARTÍN COSTEA, A. (2010): La Anthropos, 87, pp. 443-457.
técnica radiográfica en los metales históricos. Madrid: Ministerio de
Cultura. BOLIAN, C. (1973): «Seriation of the Darien Style Anthropomorphic
―; BUESO, M.; VEGA, C.; ANAYA, A., y GARCÍA, A. (2012): «Conjunto de Figure», Variation in Anthropology. Edición de D. W. Lathrap y J.
piezas de arte precolombino 31036», Informe del Archivo General del Douglas. Urbana, Illinois: Illinois Archaeological Survey, pp.
IPCE. Madrid: Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. 213-232.
APARICIO GERVÁS, J. M. y TILLEY BILBAO, C. D. (2015): «El endocaniba- BONILLA, M. E. (1985): «Oro colombiano en manos extranjeras», Boletín
lismo en los rituales funerarios del pueblo yanomamo», Trim, 8, pp. Cultural y Bibliográfico, 22 (3), pp. 47-60. Disponible en: <http://publi-
73-92. caciones.banrepcultural.org/index.php/boletin_cultural/article/
viewFile/3279/3367>.
APPADURAI, A. (ed.) (1986): The social life of things. Commodities in
cultural perspective. Cambridge: Cambridge University Press. BOTERO, C. l. (2006): El redescubrimiento del pasado prehispánico de
Colombia: viajeros, arqueólogos y coleccionistas, 1820-1945. Bogotá:
ARANGO CANO, J. (1967): Revaluación de las Antiguas Culturas Aborí- Instituto Colombiano de Antropología e Historia, Universidad de los
genes de Colombia. Manizales: Renacimiento. Andes.
―; LLERAS PÉREZ, R.; LONDOÑO VÉLEZ, S., y SÁNCHEZ CABRA, E.
ARANGO CARDONA, L. (1924): Recuerdos de la guaquería en el Quindío. (2007): Museo del Oro. Patrimonio milenario de Colombia. Bogotá:
Bogotá: Cromos. 2 vols. Fondo de Cultura Económica, Banco de la República.
ARCHILA, S. (1996): «La orfebrería de Malagana», Los Tesoros de los BOTERO, S. y GÓMEZ, L. (2010): «Arqueología de lo doméstico en
Señores de Malagana. Edición de C. Plazas. Bogotá: Museo del Oro, Colombia», Boletín de Arqueología, 24 (41), pp. 242-82.
Banco de la República, pp. 53-92.
BOUTAINE, J. L. (2006): «The Modern Museum», Physical Techniques in
ARGERICH, I. y ARA, J. (eds.) (2009): Arte Protegido. Memoria de la Junta the Study of Art, Archaeology and Cultural Heritage. Edición de D.
del Tesoro Artístico durante la Guerra Civil. Madrid: Ministerio de Bradley y D. Creagh. Ámsterdam: Elsevier, vol. 1, pp. 1-39.
Cultura.
361
Bibliografía
BRAY, W. (1971): «Ancient American Metalsmiths», Proceedings of the ― (1995): Archaeological Investigations in Central Colombia. Oxford:
Royal Anthropological Institute of Great Britain and Ireland, pp. BAR International Series, 606.
21-43. ― (2010): «Patrones de asentamiento, rutas de comunicación y mer-
― (1978a): «Gold-working in Ancient America», Gold Bulletin, 11 (4), cancías de intercambio a larga distancia en el Formativo Tardío del
pp. 136-143. Austro Ecuatoriano», Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines,
― (1978b): The Gold of El Dorado. Londres: Times Newspapers. 39 (3), pp. 683-696.
― (1981): «Gold work», Between Continents/Between Seas: Preco-
lumbian Art of Costa Rica. Edición de E. Benson. Nueva York: Harry N. BURTON, J. H. y PRICE, T. D. (1990): «The ratio of barium to strontium
Abrahams, Inc., pp. 153-166. as a paleodietary indicator of consumption of marine resources»,
― (1989): «Las culturas prehispánicas de Calima», Arte de la Tierra. Journal of Archaeological Science, 17, pp. 547-557.
Culturas de Calima. Edición del Fondo de Promoción de la Cultura
del Banco Popular. Bogotá: Editorial Presencia, pp. 6-10 (Colección CABELLO, P. y MARTÍNEZ, C. (1988): Música y Arqueología en América
Tesoros Precolombinos). Precolombina. Estudio de una colección de instrumentos y escenas
― (1992): «Craftsmen and farmers. The archaeology of the Yotoco musicales. Oxford: BAR International Series, 450.
Period», Calima and Malagana. Art and Archaeology in Southwestern
Colombia. Edición de M. Cardale de Schrimpff. Bogotá: Pro Calima CABRERO, M. T. y RUVALCABA SIL, J. L. (2013): «Cascabeles de cobre en
Foundation, pp. 98-139. la cultura Bolaños, Jalisco», Arqueología Iberoamericana, 19: 24-36.
― (1993): «Techniques of gilding and surface-enrichment in pre-His-
panic American metallurgy», Metal Plating and Patination. Edición CANO, M. C. (1995): Investigaciones arqueológicas en Santuario (Risa-
de S. La Niece y P. Craddock. Oxford: Butterworth-Heinemann, pp. ralda), Bogotá: Banco de la República, Fundación de Investigacio-
182-192. nes Arqueológicas Nacionales-Banco de la República.
― (1997): «Metallurgy and anthropology: Two studies from prehispa- ― (2004): «Los primeros habitantes de las cuencas medias de los ríos
nic America», Boletín Museo del Oro, 42, pp. 37-55. Otún y Consota», Cambios ambientales en perspectiva. Edición de C.
― (2000): «Malagana and the Goldworking Tradition of Southwest E. López y M. C. Cano. Pereira: Universidad Tecnológica de Pereira,
Colombia», Precolumbian Gold: Technology, Style and Iconography. pp. 68-91.
Edición de C. McEwan. Londres: British Museum Press, pp. 94-111. ―; LÓPEZ, C. E., y REALPE, J. A. (2001): «Diez mil años de huellas cul-
turales en los suelos del Eje Cafetero», Suelos del Eje Cafetero.
BRAY, W.; HERRERA, L. y CARDALE DE SCHRIMPFF, M. (1982): «El hombre Pereira: Universidad Tecnológica de Pereira, pp.183-197.
y su medio ambiente en Calima (altos río Calima y río Grande, Cordi-
llera Occidental)», Revista Colombiana de Antropología, 24, pp. CARDALE DE SCHRIMPFF, M. (1996): Caminos prehispánicos en Calima:
381-424. El estudio de caminos precolombinos de la cuenca del alto río Calima,
― (1988): «The Malagana Chiefdom, a new discovery in the Cauca Cordillera Occidental, Valle del Cauca. Bogotá: Banco de la Repú-
Valley of southwestern Colombia», Shamans, Gods, and Mythic blica, Fundación de Investigaciones Arqueológicas Nacionales.
Beasts: Colombian Gold and Ceramics in Antiquity. Edición de A. J. ―; MORALES, S., y OSORIO, O. (1988): «Nota sobre una tumba de
Labbé. Washington: University of Washington Press/Nueva York: The cancel hallada en el municipio de Dosquebradas, Risaralda. Orfe-
American Federation of Arts, pp. 121-160. brería de la tradición metalúrgica del suroccidente hallada en el
Cauca Medio», Boletín Museo del Oro, 22, pp. 103-116.
BRICEÑO TORRES, P. P. (2005): «De los Quimbayas a los Paisas: Historia ―; BRAY, W., y HERRERA, L. (1989): «Reconstruyendo el pasado en
de la arqueología en el Eje-Cafetero 1900-1999», Memoria & Sociedad, Calima. Resultados recientes», Boletín Museo del Oro, 24, pp. 3-33.
9 (18), pp. 5-18. ―; OLSEN, K., y OSORIO, O. J. (1990): Arte de la Tierra: Quimbayas.
― (2008): «Arqueología e imágenes del pasado prehispánico en el Edición del Fondo de Promoción de la Cultura del Banco Popular.
Quindío», Revista de Investigaciones, Universidad del Quindío, vol. Bogotá: Editorial Presencia (Colección Tesoros Precolombinos).
18, pp. 132-143.
― y QUINTANA, L. (2001): «Rescate y monitoreo arqueológico línea CARNEIRO, R. (1990): «Chiefdom Level Warfare as Exemplified in Fiji
de transmisión eléctrica a 500 Kv. San Carlos-San Marcos», Arqueolo- and the Cauca Valley», The Anthropology of War. Edición de J. Haas.
gía en estudios de impacto ambiental, 3. Edición de E. Piazzini y J. C. Cambridge: Cambridge University Press, pp. 190-211.
Álvarez. Medellín: ISA, pp. 167-206. ― (1991): «The Nature of the Chiefdom as Revealed by Evidence from
the Cauca Valley of Colombia», Profiles in Cultural Evolution. Edición
BRINTON, D. G. (1895): «Report Upon the Collections Exhibited at the de A. Terry Rambo y K. Gillogly. Ann Arbor: University of Michigan, pp.
Columbian Historical Exposition», Report of the United States Com- 167-190 (Anthropological Papers, Museum of Anthropology, 85).
mission to the Columbian Historical Exposition at Madrid 1892-1893.
Washington: Government Printing Office. CAROD ARTAL, F. J. (2005): «Síndromes neurológicos asociados con el
consumo de hongos y plantas alucinógenos», Elementos: Ciencia y
BRITS, D. M. (2009): Histomorphometrical and chemical analysis of Cultura, 12 (60), pp. 49-57.
human and non-human bones. Pretoria: Universidad de Pretoria.
CASALI, F. (2006): «X-ray and Neutron Digital Radiography and
BROWN, A. (1974): «Bone strontium as a dietary indicator in human Computed Tomography for Cultural Heritage», Physical Techniques
skeletal populations», Rocky Mountain Geology, 13 (2), pp. 47-48. in the Study of Art, Archaeology and Cultural Heritage. Edición de D.
Bradley y D. Creagh. Ámsterdam: Elsevier, vol. 1, p. 41-123.
BRUHNS, K. O. (1970a): «Stylistic affinities between the Quimbaya gold
style and a Little-known ceramic style in the Middle Cauca Valley, CASTAÑO URIBE, C. (1988): «Reporte de un yacimiento arqueológico
Colombia», Ñawpa Pacha: Journal of Andean Archaeology, 7-8 (1), “Quimbaya Clásico” en el valle del Magdalena: Contribución al cono-
pp. 65-83. cimiento de un contexto regional», Boletín Museo del Oro, 20, pp.
― (1970b): «A Quimbaya gold furnace?», American Antiquity, 35 (2), 3-15.
pp. 202-203.
― (1989): «Intercambio entre la costa y la sierra en el Formativo CASTILLO, N. (1988a): «Complejos arqueológicos y grupos étnicos del
Tardío: nuevas evidencias del Azuay», Relaciones interculturales en el siglo xvi en el occidente de Antioquia», Boletín Museo del Oro, 20, pp.
área ecuatorial del Pacifico durante la época precolombina. Edición 16-34.
de J.-F. Bouchard y M. Guinea. Oxford: BAR International Series, 503, ― (1988b): «Las sociedades indígenas prehispánicas», Historia de
pp. 57-74. Antioquia. Edición de J. Orlando Melo. Bogotá: Editorial Presencia,
― (1990): «Las culturas prehispánicas del Cauca Medio», Arte de la pp. 23-40.
Tierra: Quimbayas. Edición del Fondo de Promoción de la Cultura
del Banco Popular. Bogotá: Editorial Presencia, pp. 10-15 (Colección CATÁLOGO (1893): Catálogo general de la Exposición Histórico-Ameri-
Tesoros Precolombinos). cana de Madrid, 1892. Vol. 2. Madrid: Sucesores de Rivadeneyra.
362
Bibliografía
CATÁLOGO (1985): Culturas indígenas de los Andes Septentrionales. ― y RUVALCABA SIL, J. L. (2005): «Quantitative ion beam analysis of
Madrid: Instituto de Cooperación Iberoamericana y Dirección complex gold-based artefacts», Nuclear Instruments and Methods in
General de Bellas Artes y Archivos. Physics Research B, 239, pp. 1-15.
CATÁLOGO (1986): Gold und Macht. Spanien in der Neuen Welt. Edición DÍAZ, C. (2001): «Factores medioambientales en la dinámica social y
de C. F. Feest y P. Kann. Viena: Kremayr & Scheriau. política prehispánica en el Eje Cafetero. Aproximación metodológica
y propuesta de periodización cultural», Arqueología preventiva en el
CATTANEO, C.; DIMARTINO, S.; SCALI, S.; CRAIG, O. E.; GRANDI, M., y Eje Cafetero. Reconocimiento y rescate arqueológico en los munici-
SOKOL, R. J. (1999): «Determining the human origin of fragments of pios jurisdicción del Fondo para la Reconstrucción del Eje Cafetero.
burnt bone: a comparative study of histological, immunological and Edición de V. González y C. A. Barragán. Bogotá: Convenio ICANH-
DNA techniques», Journal of Forensic Sciences, 102 (2-3), pp. 181-191. FOREC-SECAB, pp. 175-188. (Serie Ordenamiento territorial y Recons-
―; PORTA, D.; GIBELLI, D., y GAMBA C. (2009): «Histological determi- trucción del Eje Cafetero, vol. 11: Patrimonio Arqueológico en el
nation of the human origin of bone fragments», Journal of Forensic Ordenamiento Territorial).
Sciences, 54 (3), pp. 531-533.
DOMÍNGUEZ, V. M. y CROWDER, C. M. (2012): «The utility of osteon shape
CHAPMAN, R. y GAYDARSKA, B. (2007): Parts and Wholes: fragmentation and circularity for differentiating human and non-human Haversian
in prehistoric context. Oxford: Oxbow Books. bone», American Journal of Physical Anthropology, 149 (1), pp. 84-91.
CHAUMEIL, J.-P. (1998): Ver, saber, poder. Chamanismo de los Yagua de DORO GARETTO, T.; MASALI, M., y PORRO, M. (1993): «Lo studio antropo-
la Amazonia Peruana. Lima: IFEA-CAAAP-CAEA-CONICET. logico dei materiali incinerati», I resti umani nello scavo archeologico.
Edición de S. Borgognini y E. Pacciani. Roma: Bulzoni, pp. 291-304.
CIEZA DE LEÓN, P. (1984 [1553]): La crónica del Perú. Edición de M.
Ballesteros. Madrid: Historia 16 (Crónicas de América, 4). DUQUE GÓMEZ, L. (1963): «Mutilaciones dentarias prehispánicas en
― (2000 [1553]): La crónica del Perú. Edición de M. Ballesteros. Colombia», A Pedro Bosch-Gimpera en el septuagésimo aniversario
Madrid: Dastin. de su nacimiento. México: Instituto Nacional de Antropología e
Historia, Universidad Nacional Autónoma de México, pp. 157-162.
CITRO, S. (2009): Cuerpos significantes. Travesía de una etnografía dia- ― (1982): Museo del Oro, Colombia. Bogotá: Editions Delroisse.
léctica. Buenos Aires: Editorial Biblos. ― (1991): Los Quimbayas. Reseña Etnohistórica y Arqueológica.
Medellín: Ediciones Autores Antioqueños.
COLORADO CASTELLAY, A. (2008): Éxodo y exilio del arte. La odisea del
Museo del Prado durante la Guerra Civil. Madrid: Cátedra. EARLE, T. (1990): «Style and iconography as legitimation in complex
chiefdoms», The uses of Style in Archaeology. Edición de M. W. Conkey
CONSTENLA UMAÑA, A. (1996): Poesía tradicional indígena costarricense. y C. A. Hastorf. Cambridge: Cambridge University Press, pp. 73-81.
San José de Costa Rica: Editorial de la Universidad de Costa Rica.
ECHEVERRY MESSA, D. et al. (2008): Aguas arriba y aguas abajo: de la
arqueología en las márgenes del río Cauca, curso medio. Bogotá:
COOKE, R.; ISAZA, I.; GRIGGS, J.; DESJARDINS, B., y SÁNCHEZ, L. A.
Universidad de los Andes, Ediciones Uniandes.
(2003): «Who Crafted, Exchanged, and Displayed Gold in Pre-Colum-
bian Panama?», Gold and Power in Ancient Costa Rica, Panama, and
ECKERT, G. y TRIMBORN, H. (2002): Guerreros y caníbales del valle del
Colombia. Edición de J. Quilter y J. W. Hoopes. Washington: Dumbar-
Cauca. Traducción y edición de M. González Restrepo. Bogotá: CESO-
ton Oaks Research Library and Collection, pp. 91-158.
Universidad de los Andes-Fondo de Promoción de la Cultura.
CORREA, F. (1996): «Coca y cocaína en la Amazonía colombiana», Texto ELIADE, M. (1972): Tratado de historia de las religiones. México: Edicio-
y Contexto, 9, pp. 79-90. nes Era.
― y MENDOZA, J. (1986): Los Kuwaiwa. Creadores del universo, la
sociedad y la cultura. Quito: Ediciones Abya-Yala. EMMERICH, A. (1965): Sweat of the Sun and Tears of the Moon. Seattle:
University of Washington Press.
CORREAL, G. (1970): «Una tumba de pozo con cámara lateral en el
Municipio de Armenia», Divulgaciones Etnológicas, 1, pp. 5-8. ENGUITA O.; FERNÁNDEZ-JIMÉNEZ, M. T.; GARCÍA, G.; CLIMENT-FONT,
A.; CALDERÓN, T., y GRIME, G. W. (2004): «The new external micro-
CRÉQUI-MONTFORT, G. DE; RIVET, P., y ARSANDAUX, H. (1919): «Contri- beam facility at the 5 MV Tandetron accelerator laboratory in Madrid:
bution à l’étude de l’archéologie et de la métallurgie colombiennes», beam characterisation and first results», Nuclear Instruments and
Journal de la Société des Américanistes, 11 (1), pp. 525-591. Methods in Physics Research Section B, 219-220, pp. 384-388.
CRESCIMANNO, A. y STOUT, S. D. (2012): «Differentiating fragmented ESCOBAR, M. E. (1988): «Cacicazgos del Valle del Cauca: ¿señorío o
human and nonhuman long bone using osteon circularity», Journal barbarie?», Revista Colombiana de Antropología, 26, pp. 155-172.
of Forensic Sciences, 57 (2), pp. 287-294.
EUGSTER O.; KRAMERS J., y KRÄHENBÜHL, U. (2008): «Detecting forge-
CUESTA DOMINGO, M. y ROVIRA LLORENS, S. (1982): Los trabajos en ries among ancient gold objects using the U,Th-4He dating method»,
metal en el área andina [en el] Museo de América. Madrid: Ministerio Archaeometry, 50, pp. 1-10.
de Cultura.
EZZO, J. A. (1994): «Putting the “chemistry” back into archaeological
CURREY, J. D. (1964): «Some effects of ageing in human Haversian bone chemistry analysis: modeling potential paleodietary indica-
systems», Journal of Anatomy, 98 (1), pp. 69-75. tors», Journal of Anthropological Archaeology, 13, pp. 1-34.
CVETKOVIC, V. J.; NAJMAN, S. J.; RAJKOVIC, J. S.; ZABAR, A. L. J.; VASIL- FAIRGRIEVE, S. I. (2008): Forensic cremation. Recovery and analysis.
JEVIC, P. J.; DJORDJEVIC, L. B., y TRAJANOVIC, M. D. (2013): «A compa- Boca Raton (Fl.): CRC Press.
rison of the microarchitecture of lower limb long bones between
some animal models and humans: a review», Veterinární Medicína, FALCHETTI DE SÁENZ, A. M. (1978a): «Zonas arqueológicas de Colombia:
58 (7), pp. 339-351. Pectorales acorazonados», Boletín Museo del Oro, 2, pp. 28-34.
― (1978b): «Pectorales acorazonados», Boletín Museo del Oro, 1, pp.
DEMORTIER, G. y ADRIAENS, A. (eds.) (2000): Ion beam study of art and 28-34.
archaeological objects. A contribution by members of the COST G1 ― (1979): «Colgantes “Darién”. Relaciones entre áreas orfebres del
Action. Bruselas: Office for Official Publications of the European occidente colombiano y Centroamérica», Boletín Museo del Oro, 4,
Communities. pp. 1-36.
363
Bibliografía
― (1987): «Desarrollo de la Orfebrería Tairona en la provincia meta- Red de Universidades Públicas del Eje Cafetero, Alma Mater, Coordi-
lúrgica del Norte Colombiano», Boletín Museo del Oro, 19, pp. 3-24. nación de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad
― (1993): «La tierra del oro y del cobre. Parentesco e intercambio Autónoma de San Luis Potosí (México), pp. 23-41.
entre comunidades orfebres del norte de Colombia y áreas relacio-
nadas», Boletín Museo del Oro, 34-35, pp. 3-76. GAULT, E. (2012): «El hombre y el animal en la Colombia prehispánica.
― (1999): «El poder simbólico de los metales: la tumbaga y las trans- Estudio de una relación en la orfebrería», Boletín del Museo Chileno
formaciones metalúrgicas», Boletín de Arqueología, 14 (2), pp. 53-82. de Arte Precolombino, 17 (1), pp. 11-30.
― (2003): «The Seed of Life: The Symbolic Power of Gold-Copper
Alloys and Metallurgical Transformations», Gold and Power in Ancient GNECCO, C. (1995): «Prácticas funerarias como expresiones políticas:
Costa Rica, Panama, and Colombia. Edición de J. Quilter y J. W. una perspectiva desde el suroccidente de Colombia», Revista Colom-
Hoopes. Washington: Dumbarton Oaks Research Library and Collec- biana de Antropología, 32, pp. 86-102.
tion, pp. 345-381. ― (2005): «El poder en las sociedades prehispánicas de Colombia:
― (2008): «The Darién Gold Pendants of Ancient Colombia and the un ensayo de interpretación», Boletín Museo del Oro, 53, pp. 10-34.
Isthmus», Metropolitan Art Museum Journal, 43, pp. 39-73. ― (2006): «Desarrollo prehispánico desigual en el suroccidente de
Colombia», Contra la tiranía tipológica en arqueología: Una visión
FERNÁNDEZ DE OVIEDO, G. (1853 [1557]): Historia general y natural de desde Suramérica. Edición de C. Gnecco y H. Langebaek. Bogotá:
las Indias. Madrid: Imprenta de la Real Academia de la Historia. Universidad de los Andes, pp. 191-214.
FERNÁNDEZ DE PIEDRAHITA, L. (1688): Historia general de las conquis- GOMBRICH, E. H. (2011): La Historia del Arte. Oxford: Phaidon Press.
tas del Nuevo Reino de Granada. Versión digital de la edición impresa
en Amberes por J. B. Verdussen. Biblioteca Nacional de Colombia. GONZÁLEZ-ABAD, M. J. (1996): Efectos del estrés crónico y actividad GC
Disponible en: <http://www.bibliotecanacional.gov.co/recursos_ sobre el crecimiento: modificaciones en el esqueleto craneal de la
user/fantiguo/rg_973.pdf>. [Consulta: 12-10-2014]. rata. Madrid: Universidad Complutense. Tesis doctoral.
FERNÁNDEZ JALVO, Y. y PERALES PIQUER C. (1990): «Análisis macros- GOROSTIZAGA, A. (1898): «El Tesoro de los Quimbayas», Revista de
cópico de huesos quemados experimentalmente», Reunión de Tafo- Archivos, Bibliotecas y Museos, 3 (marzo).
nomía y Fosilización. Edición de S. Fernández-López. Madrid:
Universidad Complutense de Madrid-CSIC, pp. 105-114. GOSDEN, C. y MARSHALL, Y. (1999): «The cultural biography of objects»,
World Archaeology, 31 (2), pp. 169-178.
FERNÁNDEZ TALAYA, M. T. (2000): La Caja General de Reparaciones
como fuente para el estudio de Madrid. Madrid: Artes Gráficas Munici- GRIMWADE, M. (1985): Introduction to Precious Metals. Norfolk:
pales. Newness Technical Books.
FERNÁNDEZ VEGA, M.ª DEL P. (1965): Guía del Museo de América. Madrid:
GUDEMOS, M. (2005): «Cápac, Cámac, Yacana. El Cápac Raymi y la
Dirección General de Bellas Artes.
música como emblema de poder», Anales del Museo de América, 13,
pp. 9-52.
FIALA, P. y HERT, J. (1993): «Principal types of functional architecture of
― (2008): «Taqui Qosqo Sayhua. Espacio, sonido y ritmo astronó-
cancellous bone in man», Functional and Developmental Morpho-
mico en la concepción simbólica del Cusco incaico», Revista
logy, 3 (2), pp. 91-99.
Española de Antropología Americana 38 (1), pp. 115-138.
― (2009): «Trompetas andinas prehispánicas: tradiciones constructi-
FORNACIARI, G. y MALLEGNI, F. (1987): «Palaenutritional studies on
skeletal remains of ancient populations from the Mediterranean vas y relaciones de poder», Anales del Museo de América, 17, pp.
area: an attempt to interpretation», Anthropologischer Anzeiger, 45 184-224.
(4), pp. 361-370. ― (2010): «Cuando el concepto de poder se codifica rítmicamente
en el espacio iconográfico. Estudio de la decoración de dos textiles
FRIEDE, J. (1963): Los quimbayas bajo la dominación española. Estudio ceremoniales Huari», Diálogo Andino, 35, pp. 47-56.
documental (1539-1810). Bogotá: Talleres Gráficos del Banco de la ― (2012a): «Los sonidos del vuelo trascendente», Revista Española
República. de Antropología Americana, 42 (1), pp. 111-125.
― (2012b): «Tu piel, mi piel, nuestra piel. Salud, música y naturaleza
FROST, H. M. (1961): «Human Haversian system measurements», Henry en los Andes», Diálogo Andino. Revista de Historia, Geografía y Cultura
Ford Hospital Medical Journal, 9, pp. 145-147. Andina, 39, pp. 9-22.
― (1990): «Skeletal structural adaptations to mechanical usage ― (2013a): «The flight of the sorcerers. Sound, power and hallucino-
(SATMU): 1. Redefining Wolff’s law: the bone modeling problem», gens in Wari expansion strategies during the Middle Horizon, Perú
Anatomical Record, 226, pp. 403-413. (ca. AD 500-900)», Music & Ritual: Bridging Material & Living Cultures.
Edición de R. Jiménez Pasalodos, R. Till y M. Howell. Berlin: Ekho
FURST, P. (1980): Alucinógenos y cultura. México: Fondo de Cultura Eco- Verlag, pp. 145-166.
nómica. ― (2013b): «Mapa cultural de los instrumentos musicales y objetos
sonoros de metal arqueológicos: Idiófonos (Área Andina Centro-
GALEANO, S. y GARCÍA-LORENZO, M. L. (2014): «Bone mineral change meridional)», Revista Española de Antropología Americana, 43 (2),
during experimental calcination: an X-ray diffraction study», Journal pp. 579-597.
of Forensic Sciences, 59 (6), pp. 1602-1606. ― (2014a): El canto de la pluma dorada. Estética sonora Quimbaya.
Ms. Proyecto Arqueomusicología Americana: Informe. Secretaría de
GAMBOA HINESTROSA, P. (1992): «El primer Tesoro de los Quimbayas: Ciencia y Tecnología, Universidad Nacional de Córdoba (Argentina).
Hace cien años fue obsequiado a España», Revista Credencial ― (2014b): Mapa cultural de los instrumentos musicales y objetos
Historia, 30, pp. 4-7. Disponible en: <http://banrepcultural.org/blaa- sonoros de metal arqueológicos del Área Andina SEPTENTRIONAL. Ms.
virtual/revistas/credencial/junio1992/junio1.htm>. Proyecto Arqueomusicología Americana: Informe. Secretaría de
― (1998-1999): «El Tesoro de los Quimbayas, un siglo después», Ciencia y Tecnología, Universidad Nacional de Córdoba (Argentina).
Ensayos, 5 (5), pp. 211-226. Bogotá: Instituto de Investigaciones Esté- ― y CATALANO, J. (2009): «El cuerpo del sonido. Flautas antropomor-
ticas, Facultad de Artes, Universidad Nacional de Colombia. fas de tradición Bahía», Revista Española de Antropología Americana,
― (2002): El Tesoro de los Quimbayas. Historia, Identidad y Patrimo- 39 (1), pp. 195-218.
nio. Bogotá: Planeta Colombiana.
― (2008): «El Tesoro de los Quimbayas, un siglo después», Policro- GUINEA BUENO, M. (2004): «Los símbolos del poder o el poder de los
mías de una región. Procesos históricos y construcción del pasado símbolos», Simbolismo y ritual en los andes septentrionales. Edición
local en el Eje Cafetero. Edición de A. Betancourt Mendieta, Pereira: de M. Guinea. Quito: Ediciones Abya Yala, pp. 9-50.
364
Bibliografía
GUTIÉRREZ NEIRA, P. C. (2009): Aplicación de técnicas analíticas con HOWE, E. G. (1986): «Estudio radiográfico de colgantes de oro fundidos
haces de iones en la caracterización de materiales de interés arqueo- al vacío de Sitio Conte». Metalurgia de América precolombina. 45.°
lógico y artístico, Madrid: Universidad Autónoma de Madrid. Congreso Internacional de Americanistas (Universidad de los Andes,
Bogotá, Colombia, 1985). Edición de C. Plazas. Bogotá: Banco de la
GUTIÉRREZ USILLOS, A. (2009): Dioses, símbolos y alimentación en los República, pp. 169-200.
Andes. Interrelación hombre-fauna en el Ecuador prehispánico. Quito:
Ediciones Abya Yala. HUGH-JONES, S. (1979): The Palm and The Pleiades. Initiation and Cos-
― (2011): El Eje del Universo. Chamanes, sacerdotes y religiosidad en mology in Northwest Amazonia. Cambridge: Cambridge University
la cultura Jama Coaque del Ecuador Prehispánico. Madrid: Ministerio Press.
de Cultura.
IDROVO, A. J. (2005): «Posibles efectos en la salud asociados con la
GUZMÁN, G. (2012): «New taxonomical an ethnomycological observa- metalurgia precolombina». Biomédica, 25 (3), pp. 295-303.
tions on Psilocybe s.s. (Fungi, Basidiomycota, Agaricomycetidae,
INVENTARIO (1893): De los objetos de oro de la colección Quimbaya
Agaricales, Strophariaceae) from Mexico, Africa and Spain», Acta presentada como obsequio a S. M. la Reina Regente por el gobierno
Botanica Mexicana, 100, pp. 79-106. de la República de Colombia, con destino al Museo Arqueológico de
Madrid, y en ocasión del 4.º Centenario del Descubrimiento del Nuevo
HALL, E. T. (1961): «Surface-enrichment of buried metals». Archaeome- Mundo. Original suscrito en 1893. Archivo del Museo Arqueológico
try, 4, pp. 62-66. de Madrid. Documentos: «Tesoro de los Quimbayas».
HELMS, M. (1981): «Precious Metals and Politics: Style and Ideology in ISACSSON, S. E. (1993): Transformations of Eternity: On Man and Cosmos
the Intermediate Area and Peru», Journal of Latin American Lore, 7 in Emberá Thought. Gotemburgo: Universidad de Gotemburgo.
(2), pp. 215-238.
JARAMILLO ECHEVERRI, L. G. (1989): «Investigación arqueológica en
HENMAN, A. (2008): Mama Coca. Cali: Universidad del Cauca-Universi- los municipios de Chinchiná, Villamaría y Santa Rosa de Cabal»,
dad del Valle. Boletín de Arqueología, 4 (1), pp. 29-40.
― (1995): «Guerra y canibalismo en el valle del río Cauca en la época
HERMITAGE MUSEUM (1976): Zoloto dokolumbovoi Ameriki, katalog de la conquista española», Revista Colombiana de Antropología, 32,
vystaki. Catálogo de exhibición. Leningrado: Museo del Hermitage. pp. 43-84.
― (2007): «Contextos domésticos y comunidades prehispánicas en
HERRERA, L. (1989): «Cuenca montañosa del río Cauca», Colombia Pre- la zona “Quimbaya”: arqueología, escalas de investigación y el sitio
hispánica: Regiones Arqueológicas. Editado por A. Botiva et al. Bogotá: Tesorito ST-008», Escalas menores-Escalas mayores: Una perspectiva
Instituto Colombiano de Antropología, pp. 117-136. arqueológica desde Colombia y Panamá. Edición de L. G. Jaramillo.
― y MORENO, M. C. (1990): «Investigaciones arqueológicas en el Bogotá: Universidad de los Andes, pp. 45-66.
Nuevo Río Claro (Departamento de Caldas)», Informes Antropológi- ― (2008): Sociedades prehispánicas en el territorio «Quimbaya»:
cos, 4, pp. 7-34. unidades domésticas, áreas de actividad y el Complejo Tesorito.
Bogotá: Fundación de Investigaciones Arqueológicas Nacionales,
Banco de la República.
HERT, J.; FIALA, P., y PETRTYL, M. (1994): «Osteon orientation of the dia- ―; QUINTANA, L. I., y ENRÍQUEZ, S. (2001): «Reconocimiento sistemá-
physis of the long bones in man», Bone, 15 (3), pp. 269-277. tico en los municipios de Buenavista, Circasia, Córdoba, Montene-
gro, Quimbaya (Quindío) y Chinchiná (Caldas)», Arqueología
HILLIER, M. L. y BELL, L. S. (2007): «Differentiating human bone from preventiva en el Eje Cafetero: reconocimiento y rescate arqueológico
animal bone: a review of histological methods», Journal of Forensic en los municipios jurisdicción del Fondo para la Reconstrucción del
Sciences, 52 (2), pp. 249-263. Eje Cafetero. Edición de V. González y C. A. Barragán. Bogotá:
Convenio ICANH-FOREC-SECAB, pp. 17-37 (Serie Ordenamiento
HOCQUENGHEM, A. M. (1993): «Rutas de entrada del mullu en el territorial y Reconstrucción del Eje Cafetero, vol. 11: Patrimonio
extremo norte del Perú», Bulletin de l’Institut Français d’Études Arqueológico en el Ordenamiento Territorial).
Andines, 22 (3), pp. 701-719.
― (2004): «Una edad del bronce en los andes centrales: Contribución JIMÉNEZ VILLALBA, F. (1994): «Der Schatz der Quimbaya», El Dorado.
a la elaboración de una historia ambiental», Bulletin de l’Institut Das Gold der Fürstengräber. Edición de P. Ade y K. Helfrich. Berlín:
Français d’Études Andines, 33 (2), pp. 271-329. Staatliche Museen zu Berlin, pp. 41-50.
HOLCK, P. (1986): Cremated bones. A medical-anthropological study of JOHANSSON, S. A. E.; CAMPBELL, J. L., y MALMQVIST, K. G. (1995):
an archaeological material on cremation burials. Oslo: Anatomisk Particle- Induced X-Ray Emission Spectrometry (PIXE), Nueva York:
institutt, Universitetet i Oslo. John Wiley & Sons, Inc. (Chemical Analysis Series, 133).
― (1996): Cremated bones. Oslo: Anatomisk institutt, Universitetet i
Oslo. JONES, J. (ed.) (1985): The Art of Precolumbian Gold. The Jan Mitchell
Collection. Nueva York: The Metropolitan Museum of Art.
HOLDEN, J. L.; PHAKEY, P. P., y CLEMENT, J. G. (1995): «Scanning ― (2004): «Archaeometry and materiality: materials-based analysis
electron microscope observations of incinerated human femoral in theory and practice», Archaeometry, 46(3), pp. 327-338.
bone: a case study». Forensic Science International, 74, pp. 17-28. ― y KING, H. (2002): «Gold of the Americas», The Metropolitan
Museum of Art Bulletin, 59 (4).
HOOPES, J. W. (2005): «The Emergence of Social Complexity in the KELENKA, P. (1998): «War and Theocracy», Chiefdoms and Chieftaincy
Chibchan World of Southern Central America and Northern in the Americas. Edición de E. Redmond, Gainesville (Fl.): University
Colombia, AD 300-600», Journal of Archaeological Research, 13 (1), Press of Florida, pp. 164-189.
pp. 1-47. KERLEY, E. R. (1965): «The microscopic determination of age in human
― y FONSECA, O. (2003): «Goldwork and Chibchan identity: Endoge- bone», American Journal of Physical Anthropology, 23, pp. 149-64.
nous change and diffuse unity in the Isthmo-Colombian Area», Gold
and Power in Ancient Costa Rica, Panama, and Colombia. Edición de KIESER, J.; TAYLOR, M., y CARR, D. (2013): Forensic Biomechanics.
J. Quilter y J. W. Hoopes. Washington: Dumbarton Oaks Research Hoboken (N. J.): John Wiley & Sons.
Library and Collection, pp. 49-90. KOCH-GRÜNBERG, T. (1916): «Indianischer Handel», Kosmos (Stutt-
gart), 5, pp. 158-163.
HOSLER, D. (1988): Ancient West Mexican metallurgy: South and Central
American origins and West Mexican transformations, American KONDO, J. (2005): «The Radiographic Examinations of the “Guardian
Anthropologist, 90 (4), pp. 832-855. Statues” from the Tomb of Tutankhamen», X-rays for Archaeology.
― (2005): Los sonidos y colores del poder. La tecnología metalúrgica Edición de M. Uda, G. Demortier e I. Nakai. Dordrecht: Springer, pp.
sagrada del occidente de México. Toluca: Colegio Mexiquense. 247-251.
365
Bibliografía
La Ilustración Española y Americana, año XXXVI, n.º 34, p. 158. Madrid, ― (1984): «Andean value systems and the development of Prehisto-
15 septiembre de 1892. Disponible en <http://www.cervantesvirtual. ric metallurgy», Technology and Culture, 25 (1), pp. 1-36.
com/obra/la-ilustracion-espanola-y-americana--935/>. ― (1988): «Traditions and styles in Central Andean metalworking»,
The beginning of the use of metals and alloys. Edición de R. Maddin.
LA NIECE, S. (1998): «Metallurgical Case Studies from the British Boston: Massachusetts Institute of Technology, pp. 344-378.
Museum’s Collections of pre-Hispanic gold». Boletín Museo del Oro, ― (1991): «La metalurgia precolombina: tecnología y valores», Los
44-45. orfebres olvidados de América. Edición de F. Mena y J. L. Martínez.
Santiago de Chile: Museo Chileno de Arte Precolombino, pp. 9-18.
LABBÉ A. J. (1986): Colombia before Columbus. The People, Culture, ― (1993): «Technologies of Power: The Andean Case», Configurations
and Ceramic Art of Prehispanic Colombia. Nueva York: Rizzoli Interna- of Power. Holistic Anthropology in Theory and Practice. Edición de J.
tional Publications. S. Henderson y P. Netherly. Ithaca/Londres: Cornell University Press,
― (1995): Guardians of the life stream. Shamans, art and power in pre- pp. 244-280.
hispanic central Panamá. Santa Ana (Ca.): Cultural Arts Press, The ― (2003): «Middle Horizon bronze: Centers and outliers», Patterns
Bowers Museum of Cultural Art. and process. Edición de L. van Zelst. Washington: Smithsonian
― (1998): «Symbol, theme, context, and meaning in the art of prehis- Center for Materials Research and Education, pp. 248-268.
panic Colombia», Shamans, Gods, and Mythic Beasts: Colombian ― y MACFARLANE, A. W. (2005): «La metalurgia del bronce en los
Gold and Ceramics in Antiquity. Edición de A. J. Labbé. Washington: Andes Sur Centrales: Tiwanaku y San Pedro de Atacama», Estudios
University of Washington Press/Nueva York: The American Federa- Atacameños, 30, pp. 7-27.
tion of Arts, pp. 21-119. ― y MACFARLANE, A. W. (2006): «Bronce y redes de intercambio
andino durante el Horizonte Medio: Tiwanaku y San Pedro de
LANGEBAEK, C. H. (1984): «On the Trail of the Finest Metallurgy of the Atacama», Esferas de interacción prehistóricas y fronteras nacionales
Ancient New World: How Old is the Classic Quimbaya Style», Bulletin modernas: los Andes sur centrales. Edición de H. Lechtman. Lima:
of the Field Museum of Natural History, 55 (10), pp. 11-19. Instituto de Estudios Peruanos, pp. 503-550.
― (1989-90): «Águilas y caricuries. Venezuela y su coparticipación en
el área orfebre de Colombia y el Itsmo en el siglo xvi», Revista Colom- LEGAST, A. (1993): La fauna en el material arqueológico Calima. Bogotá:
biana de Antropología, 27, pp. 200-235. Banco de la República, Fundación de Investigaciones Arqueológicas
― (1991): «El uso de adornos de metal y la existencia de sociedades Nacionales.
complejas: una visión desde Centro y Suramérica», Revista de Antro- ― (1995): Los símbolos animales de Malagana. Bogotá: Banco de la
pología y Arqueología, 7 (1-2), pp. 71-92. República, Fundación de Investigaciones Arqueológicas Naciona-
― (1998): «Patterns of Coca Consumption in the Intermediate Area les.
North of Ecuador. A Review of the Evidence», Acta Americana, 6 (1), ― (2005): «¿Retratos de chamanes o de ancestros míticos?», Chama-
pp. 51-76. nismo y sacrificio. Perspectivas arqueológicas y etnológicas en socie-
― (2000): «Cacicazgos, orfebrería y política prehispánica: una pers- dades indígenas de América del Sur. Edición de J.-P. Chaumeil, R.
pectiva desde Colombia», Arqueología del Área Intermedia, 2, pp. Pineda, y J.-F. Bouchard. Bogotá: Banco de la República, Fundación
11-46. de Investigaciones Arqueológicas Nacionales, Instituto Francés de
― (2003): «The Political Economy of Pre-Columbian Gold Work: Four Estudios Andinos, pp. 35-46.
Examples from Northern South America», Gold and Power in Ancient ― y CADENA, A. (1986): «El murciélago en el material arqueológico
Costa Rica, Panama, and Colombia. Edición de J. Quilter y J. W. colombiano», Boletín de Arqueología, 1 (3), pp. 25-34.
Hoopes. Washington: Dumbarton Oaks Research Library and Collec-
tion, pp. 245-278. LINARES E. L. (2000): Informe sobre las piezas de orfebrería quimbaya
― (2005): The Pre-Hispanic Population of the Santa Marta Bays: A en forma de caracoles y relacionados, Bogotá: Instituto de Ciencias
Contribution to the Study of the Development of the Northern Colom- Naturales de la Universidad Nacional de Colombia, Archivo del
bian Tairona Chiefdoms. Pittsburgh: University of Pittsburgh Latin Museo del Oro. Inédito.
American Archaeology Publications/Bogotá: Universidad de los
Andes (Latin American Archaeology Reports, 4). LLERAS, R. (1999): Pre-Hispanic metallurgy and votive offerings in the
― (2008): «Metallurgy in Northern South American Indigenous Socie- Eastern Cordillera, Colombia. Oxford: BAR International Series, 778.
ties: Pre-Columbian Goldwork and Social Change», Encyclopaedia of ― (2007a): «La metalurgia prehispánica en el norte de Suramérica:
the History of Science, Technology, and Medicine in Non-Western una visión de conjunto», Metalurgia en la América antigua. Teoría,
Cultures. Edición de H. Slain. Dordrecht: Spriger-Kluwer Academic arqueología, simbología y tecnología de los metales prehispánicos.
Publishers, vol. 1, pp. 1647-1650. Edición de R. Lleras. Bogotá: Fundación de Investigaciones Arqueo-
―; PIAZZINI, E.; DEVER, A., y ESPINOSA, I. (2002): Arqueología y guerra lógicas Nacionales, Banco de la República, Instituto Francés de
en el valle de Aburrá. Estudio de cambios sociales en una región del Estudios Andinos, pp. 129-160.
noroccidente de Colombia. Bogotá: Institut français d’études andines, ― (ed.) (2007b): Metalurgia en la América antigua. Teoría, arqueolo-
Ediciones Uniandes. gía, simbología y tecnología de los metales prehispánicos. Instituto
Francés de Estudios Andinos. Bogotá.
LAS CASAS, B. (1875 [1559]): Historia de las Indias. Madrid: Imprenta de ―; GUTIÉRREZ, J., y PRADILLA, H. (2009): «Metalurgia temprana en la
Miguel Ginesta, t. I. Cordillera Oriental de Colombia», Boletín de Antropología (Universi-
dad de Antioquia), 23 (40), pp. 169-185.
LATHRAP, D. W. (1977): «Our Father the Cayman, Our Mother the Gourd.
Spinden Revisited, or a Unitary Model for the Emergence of Agricul- LÓPEZ, C. (2004): «Entorno natural y generación de paisajes culturales
ture in the New World», Origins of Agriculture. Edición de C. A. Reed. en el piedemonte de la Cordillera Central Andina en escala de larga
La Haya: Mouton, pp. 713-715. duración», Cambios ambientales en perspectiva. Edición de C. López
―; ISAACSON, J. S., y MCEWAN, C. (1984): «On the Trail of the Finest y M. Cano. Pereira: Universidad Tecnológica de Pereira, pp. 54-67.
Metallurgy of the Ancient New World: How Old Is the Classic
Quimbaya Style?», Bulletin of the Field Museum of Natural History, 55 LOS ANGELES COUNTY MUSEUM OF ART (1964): Gold Before Columbus.
(10), pp. 11-19. Los Angeles: University of California.
LAVACHERY, H. A. (1929): Las Artes Antiguas de América en el Museo MADERUELO, R. (1986): Los indios de Brasil. Madrid: Alhambra.
Arqueológico de Madrid. Amberes: De Sikkel.
MAENHAUT, W. y MALMQVIST, K. G. (1993): «Particle-Induced X-Ray
LECHTMAN, H. (1971): «Ancient methods of gilding silver: examples Emission Analysis», Handbook of X-Ray Spectrometry. Edición de R. E.
from the Old and the New Worlds», Science and Archaeology. Edición Van Grieken y A. A. Markowicz. Nueva York-Basilea: Marcel Dekker,
de R. H. Brill. Cambridge: MIT Press, pp. 2-30. Inc. (Practical Spectroscopy Series, 29).
― (1979): «Issues in Andean Metallurgy», Pre-Columbian Metallurgy
of South America. Edición de E. Benson. Washington: Dumbarton MARCOS POUS, A. (1993): «Origen y desarrollo del Museo Arqueológico
Oaks Research Library and Collection, pp. 1-14. Nacional», De Gabinete a Museo: Tres siglos de Historia. Edición de A.
366
Bibliografía
Marcos Pous. Madrid: Museo Arqueológico Nacional, Ministerio de the Identification of Human Remains. Edición de K. J. Reichs. Spring-
Cultura, pp. 20-100. field: Charles C. Thomas, pp. 86-105.
MARGÁIN, C. (1950): Estudio inicial de las colecciones del Museo del Oro Neelmeijer, C.; Wagner, W., y Schramm, H. P. (1996): «Depth resolved
del Banco de la República. Bogotá: Banco de la República. ion beam analysis of objects of art», Nuclear Instruments and
Methods in Physics Research Section B, 118, pp. 338-345.
MARTÍN, O. (1993): Determinación elemental de componentes mayori-
tarios, minoritarios y traza en tejido óseo por espectrometría de NICKEL, D.; HAUSTEIN, M.; LAMPKE, T., y PERNICKA, E. (2012): «Identifi-
emisión por plasma de acoplamiento inductivo. Madrid: Universidad cation of forgeries by measuring tin isotopes in corroded bronze
Autónoma de Madrid. Memoria de Licenciatura. objects», Archaeometry, 54 (1), pp. 167-174.
MARTÍNEZ, L. A. y VERDE CASANOVA, A. (2005): «Las exposiciones ame- NOGUEZ, M. E.; SALAS, G., y RAMÍREZ, J. (2013): «Pre-Hispanic Au-Pt
ricanistas españolas en la segunda mitad del siglo xix», Los america- Alloys Experimental Simulation Using Solid State Diffusion», Journal
nistas del siglo xix. La construcción de una comunidad científica of Metallurgical Engineering, 2 (1), pp. 39-47.
internacional. Edición de L. López-Ocón, J.-P. Chaumeil y A. Verde
Casanova. Madrid: Iberoamericana-Vervuert. OBREGÓN, M. y GÓMEZ, L. I. (2012): «Lugares de habitación prehispá-
nicos en el Valle de Aburrá. Hacia una arqueología de las prácticas
MARTÍNEZ CÉLIS, D. (2006): Propuesta para un análisis iconográfico de del habitar», VII Coloquio Pedro Bosch Gimpera. Arqueologías de la
petroglifos: La Piedra de Sasaima, Cundinamarca (Colombia). Dispo- vida cotidiana: espacios domésticos y áreas de actividad en el México
nible en Rupestreweb: <http://rupestreweb.info.com/sasaima2. antiguo y otras zonas culturales. Edición de G. Acosta. México: Uni-
html>. [consulta: 12-12-2013]. versidad Autónoma de México, pp. 337-367.
― ; GÓMEZ, L., y CADENA, L. C. (2009): «Una trayectoria diversa.
MARTINIAKOVÁ, M.; GROSSKOPF, B.; OMELKA, R.; VONDRÁKOVÁ, M., y Cambio cultural, heterogénesis y desigualdad en la cuenca alta de la
BAUEROVÁ, M. (2006): «Differences among species in compact bone quebrada Piedras Blancas», Economía, prestigio y poder. Perspecti-
tissue microstructure of mammalian skeleton: use of a discriminant vas desde la arqueología. Edición de C. A. Sánchez. Bogotá: Instituto
function analysis for species identification», Journal of Forensic Colombiano de Antropología e Historia, pp. 244-271.
Sciences, 51 (6), pp. 1235-1239.
ODUM, H. T. (1957): «Strontium in natural waters», Publications of the
MAYO, J. (2006): «Los estilos cerámicos de la región cultural de Gran Institute of Marine Science (University of Texas) 4, pp. 22-37.
Coclé, Panamá», Revista Española de Antropología Americana, 36,
pp. 25-44. OLSEN, D. A. (2005): Music of El Dorado. The Ethnomusicology of Ancient
South American Cultures. Gainesville (Fl.): University Press of Florida.
MAYS, S. (2003): «Bone strontium: Calcium ratios and duration of
breastfeeding in a medieval skeletal population». Journal of Archaeo- OSORIO, K. A. (2012): «Aportes al estudio paleodietario mediante el
logical Science, 30, pp. 731-741. análisis de isótopos estables de δ 13 C y δ 15 N en restos óseos
humanos de la región centro-oriental del Cauca medio», Revista
MAYYA, A.; BANERJEE A., y RAJESH, R. (2013): «Mammalian cortical
Colombiana de Antropología, 48 (1), pp. 125-141.
bone in tension is non-Haversian». Scientific Reports, 3 (2533).
OSORIO, O. J. (1990): «Investigaciones arqueológicas en la zona
MCEWAN, C. (ed.) (2000): Precolumbian Gold. Technology, Style and Ico-
Quimbaya correspondiente al departamento del Quindío», Arte de la
nography. Londres: British Museum Press.
Tierra: Quimbayas. Edición del Fondo de Promoción de la Cultura
MEEKS, N. (1998): «Pre-Hispanic goldwork in the British Museum: some del Banco Popular. Bogotá: Editorial Presencia, pp. 15-20 (Colección
recent technological studies», Boletín Museo del Oro, 44-45, s. p. Tesoros Precolombinos).
MÉNDEZ VIVAR, J. (2002): «Los minerales en la época prehispánica»,
ContactoS (México), 43, pp. 11-18. PANÉ, FRAY RAMÓN (1988 [1498]): Relación acerca de las antigüedades
de los indios. Madrid: Siglo XXI Editores.
MORA-MARÍN, D. F. (2005): The Jade-to-Gold Shift in Ancient Costa Rica:
A World Systems Perspective. Tesis de doctorado, no publicada. Uni- PARFITT, A. M. (2002): «Misconceptions (2): turnover is always higher in
versity of North California, Chapel Hill, EE. UU. (recuperada el día 20 cancellous than in cortical bone». Bone, 30 (6), pp. 807-809.
de junio de 2008 en www.arqueocostarrica.net).
PATTERSON, C. C. (1971): «Native copper, silver, and gold accessible to
MORRIS, Z. H. (2007): Quantitative and spatial analysis of the microsco- early metallurgists», American Antiquity, 36 (3), pp. 286-321.
pic bone structures of deer (Odocoileus virginianus), dog (Canis fami-
liaris), and pig (Sus scrofa domesticus). Baton Rouge: Louisiana State PEREA, A. (2008): «Iberian Psycho. Deliberate destruction in Bronze
University. Memoria de máster. Age gold hoards of the Iberian Peninsula», Hoards from the Neolithic
to the Metal Ages. Technical and codified practices. Session of the XIth
MULHERN, D. M. (2000): «Rib remodeling dynamics in a skeletal popu- Annual Meeting of the European Association of Archaeologists. Edición
lation from Kulubnarti, Nubia», American Journal of Physical Anthro- de C. Hamon y B. Quiliec. Oxford: BAR International Series, 1758, pp.
pology, 111, pp. 519-530. 53-58.
― y UBELAKER, D. H. (2001): «Differences in osteon banding between ― (2009): «Wands in the hand! Or Potter’s powers», ArcheoSciences,
human and nonhuman bone», Journal of Forensic Sciences, 46 (2), 33 («Authentication and Analysis of Gold Work»), pp. 21-28.
pp. 220-222. ―; MONTERO, I.; GUTIÉRREZ NEIRA, P. C., y CLIMENT FONT, A. (2008):
― y UBELAKER, D. H. (2012): «Differentiating human from nonhuman «Origen y trayectoria de una técnica esquiva: el dorado sobre metal»,
bone microstructure», Bone Histology. An Anthropological perspec- Trabajos de Prehistoria, 65 (2), pp. 117-130.
tive. Edición de S. Stout. Boca Raton (Fl.): CRC Press, pp. 109-134. ―; GARCÍA VUELTA, O., y FERNÁNDEZ FREIRE, C. (2010): El Proyecto
Au. Estudio arqueométrico de la producción de oro en la Península
MUÑOZ, C. C. (2003): El Tesoro de los Quimbayas: Estudio historiográ- ibérica. Madrid: CSIC (Bibliotheca Praehistorica Hispana, 27).
fico y documental. Beca en Investigación de Patrimonio, Ministerio ―; GUTIÉRREZ NEIRA, P. C.; CLIMENT FONT, A.; FERNÁNDEZ-ESQUI-
de Cultura. Informe de investigación. Cali: Universidad del Valle. VEL, P.; ROVIRA LLORENS, S.; RUVALCABA-SIL, J. L.; VERDE, A., y ZUC-
― (2011): «¿Cómo representar los orígenes de una nación civilizada? CHIATTI, A. (2013): «Pre-hispanic goldwork technology. The Quimbaya
Colombia en la Exposición Histórico-Americana de Madrid, 1892». Treasure, Colombia», Journal of Archaeological Science, 40 (5), pp.
Cali: Programa Editorial de la Universidad del Valle. 2326-2334.
MURAD, T. A. (1998): «The growing popularity of cremation versus inhu- PÉREZ ARBELÁEZ, E. (1978): Plantas útiles de Colombia. Bogotá: Lito-
mation: some forensic implications», Forensic Osteology: Advances in grafía Arco.
367
Bibliografía
PÉREZ DE BARRADAS, J. (1954): Orfebrería prehispánica de Colombia. ― y FALCHETTI, A. M. (1978): «La orfebrería prehispánica de Colombia»,
Estilo Calima. Madrid: Talleres Gráficos Jura. Boletín Museo del Oro, 1, pp. 1-53.
― (1958): Orfebrería Prehispánica de Colombia. Estilos Tolima y ― y FALCHETTI, A. M. (1983): «La tradición metalúrgica del surocci-
Muisca. Madrid: Talleres Gráficos Jura. dente colombiano», Boletín Museo del Oro, 14, pp. 1-32.
― (1966): Orfebrería prehispánica de Colombia. Estilos Quimbaya y ― y FALCHETTI, A. M. (1986): «Patrones culturales en la orfebrería
otros. Obra basada en el estudio de las colecciones del Museo del Oro prehispánica de Colombia», Metalurgia de América Precolombina.
del Banco de la República, Bogotá. Madrid: Talleres de Heraclio Edición de C. Plazas. Bogotá: Banco de la República, pp. 201-227.
Fournier (2 vols.: texto y láminas). ― y FALCHETTI, A. M. (1992): «Museo del Oro del Banco de la Repú-
blica, Bogotá», El oro de América. Edición de R. Rispa, A. de los Ríos y
PFAFFENBERGER, B. (1988): «Fetishised objects and humanised nature: M. J. Aguaza. Sevilla: Sociedad Estatal para la Exposición Universal,
Towards an anthropology of technology», Man, 23 (2), pp. 236-252. pp. 14-21.
― (1992): «Social Anthropology of Technology», Annual Review of ― y URIBE, M. A. (1999): «Orfebrería quimbaya. Contexto, cronología
Anthropology, 21, pp. 491-516. y clasificación». Ponencia inédita presentada en el simposio cele-
brado en Dumbarton Oaks el 9 y 10 de octubre de 1999 y recogido en
PIAZZINI, C. E. (2012): «Arqueografías: una aproximación crítica a las el volumen Gold and Power in Ancient Costa Rica, Panama, and
cartografías arqueológicas de Colombia», Boletín de Antropología Colombia. Edición de J. Quilter y J. W. Hoopes. Washington: Dumbar-
(Universidad de Antioquia), 27 (44), pp. 13-49. ton Oaks Research Library and Collection.
― y BRICEÑO, P. P. (2001): «Estudios arqueológicos en Playa Rica
(Calarcá, Quindío) y Ciudadela Málaga (Pereira, Risaralda)», Arqueo-
POLLARD, A. M. y BRAY, P. (2007): «A bicycle made for two? The integra-
logía preventiva en el Eje Cafetero: reconocimiento y rescate arqueo-
lógico en los municipios jurisdicción del Fondo para la Reconstrucción tion of scientific techniques into archaeological interpretation»,
del Eje Cafetero. Edición de V. González y C. A. Barragán. Bogotá: Annual Review of Anthropology, 36, pp. 245-259.
Convenio ICANH-FOREC-SECAB, pp. 103-118 (Serie Ordenamiento
territorial y Reconstrucción del Eje Cafetero, vol. 11: Patrimonio QUILTER, J. y HOOPES, J. W. (eds.) (2003): «The Political Economy of Pre-
Arqueológico en el Ordenamiento Territorial). Columbian Gold Work: Four Examples from Northern South America»,
Gold and Power in Ancient Costa Rica, Panama, and Colombia, Was-
PINEDA CAMACHO, R. (1986): «Etnografía del mambeadero: espacio de hington: Dumbarton Oaks Research Library, pp. 245-278.
la coca», Texto y Contexto, 9, pp. 113-127. Bogotá.
― (1987): «Malocas de terror y jaguares españoles: aspectos de la QUINTANA, L. y JARAMILLO, L. G. (2002): «Componente arqueológico
resistencia indígena del Cauca ante la invasión española en el siglo Asociación de vivienda temporal, Urbanización San Diego II-Córdoba-
xvi», Revista de Antropología, 3 (2), pp. 83-114. Quindío», Boletín de Arqueología, 17 (1), pp. 17-38.
― (1992): «Los hombres sentados del Magdalena Medio: una aproxi-
mación al significado del arte funerario prehispánico», Arte de la RADDATZ, C. (1980): Der Kolumbianische Goldschatz des Übersee-Mu-
tierra. Sinú y Río Magdalena. Edición del Fondo de Promoción de la seums Bremen. Wiesbaden: Franz Steiner Verlag.
Cultura del Banco Popular. Bogotá: Editorial Presencia, pp. 16-20
(Colección Tesoros Precolombinos). RAMÍREZ LOSADA, D. (2009): «La Exposición Histórico-Americana de
― (1994a): «Autoridad, poder, liderazgo», Arte de la tierra, poder. Madrid de 1892 y la ¿ausencia? De México», Revista de Indias, 69
Edición del Fondo de Promoción de la Cultura del Banco Popular. (246), pp. 273-306.
Bogotá: Editorial Presencia, pp. 8-12 (Colección Tesoros Precolom-
binos). RAMOS VELENZUELA, H. (2010): El ritual tikuna de la pelazón en la
― (1994b): «Los bancos taumaturgos», Boletín Museo del Oro, 36, pp. comunidad de Arara, sur del trapecio amazónico: Una experiencia
3-41. etnográfica. Leticia (Amazonas): Universidad Nacional de Colombia.
― (2000): «Le labyrinthe de l’identité», Les Espirits, l’or et le chamane. Tesis de maestría. Disponible en: <http://www.bdigital.unal.edu.
Musée de l’Or de Colombie. Edición de la Réunion des Musées Natio- co/6287/>.
naux, pp. 35-54. París: Réunion des Musées Nationaux.
― (2005): «El laberinto de la identidad. Símbolos de transformación RATNAIKE, R. N. (2003): «Acute and chronic arsenic toxicity», Postgra-
y poder en la orfebrería prehispánica de Colombia». En Oro de duate Medical Journal, 79, pp. 391-396.
Colombia. Chamanismo y orfebrería, pp. 17-90. Santiago de Chile/
Bogotá: Museo Chileno de Arte Precolombino, Ilustre Municipalidad READ, C. H. (1897): «Aboriginal Goldsmith’s Work in Colombia», The
de Santiago, Fundación Familia Larrain Echenique/Museo del Oro Journal of the Anthropological Institute of Great Britain and Ireland,
de Bogotá, Banco de la República. 26, pp. 294.
― (2006): «El laberinto de la identidad. Símbolos de transformación
y poder en la orfebrería prehispánica de Colombia», Gold. The Spirit REDMOND, E. M. (1994): Tribal and Chiefly Warfare in South America.
of Ancient Colombian Gold. Edición de R. Pineda Camacho; María Ann Arbor: University of Michigan (Studies in Latin American Ethno-
Alicia Uribe; Museo del Oro (Banco de la República); National
history & Archaeology. Memoirs of the Museum of Anthropology Uni-
Museum of Natural History (EE. UU.); Museum of Fine Arts (Houston).
versity of Michigan, 28).
Washington: Smithsonian Institution, pp. 79-92.
PLAZAS DE NIETO, CLEMENCIA (1972/1973): Catálogo de piezas preco- REICHEL, E. (2005): «Artefactos cosmológicos: inferencias de la
lombinas colombianas en 33 museos europeos en Archivo Museo del memoria chamánica amerindia de la Sierra Nevada y Amazonas de
Oro. Bogotá. Colombia», Chamanismo y sacrificio. Perspectivas arqueológicas y
― (1975): Nueva metodología para la clasificación de la orfebrería etnológicas en sociedades indígenas de América del Sur. Edición de
prehispánica. Bogotá: Jorge Plazas Editor. J.-P. Chaumeil, R. Pineda, y J.-F. Bouchard. Bogotá: Banco de la
― (1978): «“Tesoro de los Quimbayas” y piezas de orfebrería relacio- República, Fundación de Investigaciones Arqueológicas Nacionales,
nadas», Boletín Museo del Oro, 2, pp. 21-28. Instituto Francés de Estudios Andinos, pp. 237-298.
― (1980): «Clasificación de objetos de orfebrería precolombina
según su uso», Boletín Museo del Oro, 7, pp. 1-28. REICHEL-DOLMATOFF, G. (1978): El chamán y el jaguar. Estudio de las
― (ed.) (1986): Metalurgia de América Precolombina. Bogotá: Banco drogas narcóticas entre los indios de Colombia. México: Siglo XXI
de la República. Editores.
― (1988): «El Nuevo Tesoro Quimbaya», Boletín Museo del Oro, 20, ― (1985 [1950-1951]): Los Kogi. Una tribu indígena de la Sierra Nevada
pp.133-134. de Santa Marta. Bogotá: Procultura, 2 vols.
― (1998): «Cronología de la metalurgia colombiana», Boletín Museo ― (1987): «The Great Mother and the Kogi Universe: a Concise
del Oro, 44/45, pp. 3-77. Overview», Journal of Latin American Lore, 13(1), pp. 73-113.
― (2007): «La metalurgia del Área Intermedia Sur dentro del ― (1988): Orfebrería y chamanismo. Un estudio iconográfico del Museo
Panorama Americano», International Journal of South American del Oro del Banco de la República, Colombia. Medellín: Editorial
Archaeology, 1, pp. 33-38. Colina.
368
Bibliografía
― (2005): Goldwork and shamanism: An iconographic study of the Gold ROSTWOROWSKI DE DÍEZ CANSECO, M. (1975): «Pescadores, artesa-
Museum of the Banco de la República, Columbia. Bogotá: Villegas nos y mercaderes costeños en el Perú prehispánico», Revista del
Editores. Museo Nacional, 41, pp. 311-349.
― (1981): «Los pescadores del litoral peruano en el siglo xvi», Nova
REIMER, P. J. et al. (2013): «IntCal13 and Marine13 radiocarbon age América, 4, pp. 11-42.
calibration curves 0-50,000 years cal BP», Radiocarbon, 55 (4), pp.
1869-1887. ROVIRA LLORENS, S. (1990): La metalurgia americana: análisis tecnoló-
gico de materiales prehispánicos y coloniales. Madrid: Universidad
RESTREPO, V. (1892): «Exposiciones de Madrid y Chicago», El Correo Complutense.
Nacional, 24 de febrero, Bogotá. ― (1992): «El oro de los Quimbayas», El oro de América. Edición de R.
Rispa, A. de los Ríos y M. J. Aguaza. Sevilla: Sociedad Estatal para la
RESTREPO RAMÍREZ, R. (2009): «El tesoro de los Quimbayas», Crónica Exposición Universal, pp. 104-109.
del Quindío, 22 de noviembre, Armenia (Quindío). Disponible en: ― (1994a): «Untersuchungen an vorspanischen Goldobjekten», El
<http://www.cronicadelquindio.com/noticia-completa-titulo-el_ Dorado. Das Gold der Fürstengräber. Edición de P. Ade y K. Helfrich.
tesoro_de_los_quimbayas-seccion-la_general-nota-6126>. Berlín: Staatliche Museen zu Berlin, pp. 69-82.
[Consulta: 27/02/2012]. ― (1994b): «Pre-Hispanic goldwork from the Museo de América,
Madrid», Archaeometry of Pre-Columbian Sites and Artifacts. Procee-
RESTREPO RESTREPO, C. A. (2005): Proyecto de desarrollo vial doble dings of a Symposium, UCLA Institute of Archaeology, 1992. Edición de
calzada Armenia-Pereira-Manizales, Autopistas del Café. Pereira: Ins- D. A. Scott y P. Meyers. Los Angeles: The Getty Conservation Institute,
tituto Colombiano de Antropología e Historia, Inco, Autopistas del pp. 323-351.
Café.
― (2006): «Monitoreo arqueológico. Sitio Hacienda Génova. Variante ROWLANDS, M. J. (1971): «The Archaeological Interpretation of Prehis-
Sur. Pereira», Boletín de Arqueología, 21, pp. 3-30. toric Metalworking», World Archaeology, 3 (2), pp. 210-224.
RESTREPO TIRADO, E. (1892a): Ensayo etnográfico y arqueológico de la RUVALCABA SIL, J. L.; TORRES, L.; FRANCO, F., y ORTIZ DÍAZ, E. (2004):
provincia de los Quimbayas en el Nuevo Reino de Granada. Bogotá: «Artifact rich gold surfaces: depletion gilding or natural surface
Imprenta de La Luz. corrosion? Study of corrosion and oxidation of gold alloys», Ancient
― (1892b): «Orfebrería de las tribus Quimbaya y Chibcha», Revista Gold Technology: America and Europe. Edición de A. Perea, I. Montero
El Centenario, t. 3, pp. 341-345. Madrid: Tipografía del Progreso Edi- y O. García Vuelta. Madrid: CSIC, pp. 41-47.
torial.
― (1892c): Estudios sobre los aborígenes de Colombia. Bogotá: SÁENZ, J. (2010): Engraved in Metal: Goldworking Technologies at the
Imprenta de La Luz. Sierra Nevada de Santa Marta, Colombia. From Nahuange to Tairona
― (1894): «Comunicación personal», Actas de la IX Reunión del AD 100-AD 1600. Tesis de grado de maestría. Londres: University of
Consejo Internacional de Americanistas (Huelva, 1892), pp. 136-139. London.
Madrid: Tip. de los Hijos de M. G. Hernández.
― (1929 [1892]): Ensayo Etnográfico y Arqueológico de la Provincia de SALGADO, H. (1996): Asentamientos y enterramientos prehispánicos
los Quimbayas en el Nuevo Reino de Granada. Sevilla: Imprenta y tardíos en el norte del Valle del Cauca y en el Quindío. Manuscrito.
Librería de Eulogio de las Heras.
― y ARIAS, I. (1892): «Catálogo de los objetos que presenta el SÁNCHEZ CABRA, E. (2003): «El Museo del Oro», Boletín Cultural y
Gobierno de Colombia á la exposición Histórico-Americana de Bibliográfico, 40 (64), pp. 3-48.
Madrid», Catálogo General de la Exposición Histórico-Americana de
Madrid, 1892, vol. 2. Madrid: Sucesores de Rivadeneyra. SÁNCHEZ GARRIDO, A. (1994): «Das Gedächtnis eines Schatzes», El
Dorado. Das Gold der Fürstengräber. Edición de P. Ade y K. Helfrich.
RISPA, R.; DE LOS RÍOS, A., y AGUAZA, M. J. (eds.) (1992): El oro de Berlín: Staatliche Museen zu Berlin, pp. 51-56.
América. Sevilla: Sociedad Estatal para la Exposición Universal.
SÁNCHEZ RECIO, G. (1991): La República contra los rebeldes y los des-
RIVET, P. y ARSANDAUX, H. (1946): La métallurgie en Amérique Préco- afectos. La represión económica durante la Guerra Civil. Alicante: Uni-
lombienne. Paris: Institut d’Ethnologie. versidad de Alicante.
ROBLEDO, J. (1926 [1540]): «Relación del viaje del capitán Jorge SANTOS VECINO, G. (1993): «Una población prehispánica de Antioquia
Robledo a las provincias de Ancerma y Quimbaya», Repertorio Histó- representada por el estilo cerámica Marrón-Inciso», El Marrón Inciso
rico de la Academia Antioqueña de Historia, año 3, n.os 8-10. de Antioquia. Medellín: Universidad de Antioquia, pp. 39-55
― (1939 [1545]): «Descripción de los pueblos de la Provincia de ― (1995): «Las sociedades prehispánicas de Jardín y Riosucio»,
Ancerma», Homenaje del Concejo a Anserma en su IV Centenario. Revista Colombiana de Antropología, 32, pp. 246-287.
Anserma: Imprenta del Departamento, pp. 299-314. ― (1998): «La cerámica Marrón-Inciso de Antioquia. Contexto histó-
rico y sociocultural», Boletín de Antropología (Universidad de Antio-
quia), 12 (29), pp. 128-147.
RODRÍGUEZ CUENCA, J. V. (2011): «Cosmovisión, chamanismo y ritua-
― (2008): «Una tumba de cancel en el valle de Aburrá: implicaciones
lidad en el mundo prehispánico de Colombia. Esplendor, ocaso y ideológicas de la interacción interregional», Aguas arriba y aguas
renacimiento», Maguaré, vol. 25 (2), pp. 145-195. abajo: de la arqueología en las márgenes del río Cauca, curso medio.
―; BLANCO, S., y BOTERO, P. J. (2005): Comunidad prehispánica de El Edición de D. Echeverry Messa et al. Bogotá: Universidad de los
Cerrito, Valle del Cauca. Medio ambiente, prácticas funerarias y condi- Andes, Ediciones Uniandes, pp. 91-115.
ciones de vida. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia. ― y OTERO DE SANTOS, H. (1996): El Volador: Una ventana al pasado
―; BLANCO, S., y CLAVIJO, A. (2007): «Rituales funerarios y chama- del Valle de Aburrá, Medellín: Centro de Investigaciones Sociales de
nismo en el cementerio de Coronado (siglos iii a. C. a iii d. C.)», Territorio la Universidad de Antioquia y Secretaría de Educación y Cultura de
ancestral, rituales funerarios y chamanismo en Palmira prehispánica, Medellín.
Valle del Cauca. Edición de J. V. Rodríguez Cuenca. Bogotá: Universi- ― y OTERO DE SANTOS, H. (2003): «Arqueología de Antioquia,
dad Nacional de Colombia, pp. 81-138. balance y síntesis regional», Construyendo el pasado. Cincuenta años
de Arqueología en Antioquia. Edición de S. Botero Páez. Medellín:
RODRÍGUEZ RUIZ, C. A. (2002): El Valle del Cauca prehispánico. Cali: Universidad de Antioquia, pp. 71-117.
Universidad del Valle.
― (2007): «Alto y Medio Cauca Prehispánico», Miami: Syllaba Press. SARMIENTO, P. (1939 [1540]): «Relación del viaje del Capitán Jorge
(Colección Colombia Antigua, vol. 1). Robledo a las provincias de Anserma y Quimbaya», Homenaje del
―; REY, F. F., y CUENCA, A. (2007): El cacicazgo prehispánico de Guabas Concejo a Anserma en su IV Centenario. Anserma: Imprenta del
en el Valle del Cauca (700-1300 d. C.). Cali: Universidad del Valle. Departamento, pp. 237-252.
369
Bibliografía
SAUNDERS, N. J. (1998): «Architecture of Symbolism. The Feline Image», Magdalena. Edición del Fondo de Promoción de la Cultura del Banco
Icons of Power: Feline Symbolism in the Americas. Edición de N. Popular. Bogotá: Editorial Presencia, pp. 10-15 (Colección Tesoros
Saunders. Nueva York: Routledge, pp. 12-52. Precolombinos).
― (2003): «“Catching the Light”: Technologies of Power and
Enchantment in Pre-Columbian Goldworking», Gold and Power in TERMER, J. R. y NASTASI, M. (1995): Handbook of Modern Ion Beam
Ancient Costa Rica, Panama, and Colombia. Edición de J. Quilter y J. Materials Analysis, Pittsburg: Materials Research Society.
W. Hoopes. Washington: Dumbarton Oaks Research Library and
Collection, pp. 15-48. TERSIGNI, M. A. (2008): «Osteon area and circularity: A method for the
assessment for human and non-human fragmentary remains», Pro-
SCHNEIDER, M. (1998): El origen musical de los animales-símbolos en la ceedings of the American Academy of Forensic Sciences, February
mitología y la escultura antiguas. Madrid: Siruela. 2008, Washington D. C. Colorado Springs: American Academy of
Forensic Sciences, pp. 375.
SCHORSCH, D. (1998): «Silver-and-Gold Moche Artifacts from Loma
Negra, Peru», Metropolitan Museum Journal, 33, pp. 109-136. TISTL, M. (2004): «Sal, cobre y oro en el Consotá», Cambios ambienta-
les en perspectiva. Edición de C. López y M. Cano. Pereira: Universi-
SCHROEDER, H. A.; TIPTON, I. H., y NASON, A. P. (1972): «Trace metals in dad Tecnológica de Pereira, pp. 41-53.
man: Strontium and barium», Journal of Chronic Diseases, 25, pp.
491-517. TOOTS, H. y VOORHIES, M. R. (1965): «Strontium in fossil bones and the
reconstruction of food chains», Science, 149, pp. 854-855.
SCHULTES, R. E. y HOFMANN, A. (1993): Plantas de los Dioses. Orígenes
del uso de los alucinógenos. México: Fondo de Cultura Económica.
TORRES, C. M. (2006): «Los colgantes Darién: ¿evidencia para el uso de
― (2012): Plantas de los Dioses. Orígenes del uso de los alucinógenos.
hongos visionarios en los Andes Septentrionales?», Revista Cultura y
Ljublana: Fondo de Cultura Económica, 2.ª ed.
Droga, 11, pp. 47-62.
SCHULZE, N. (2010): «¿Cobre para los dioses y oro para los españoles?
Las propiedades sociales y simbólicas de un metal sin importancia», TRANCHO, G. J. y ROBLEDO, B. (2004): «Paleodieta en el reino de León.
Producción de bienes de prestigio ornamentales y votivos de la Análisis de oligoelementos en el Panteón de Reyes de San Isidoro»,
América antigua. Compilación de E. Melgar, R. Solís y E. González. Zona Arqueológica. Miscelánea en homenaje a Emiliano Aguirre, vol. 4:
Miami: Syllaba Press, pp. 71-83. Arqueología. Coordinado por E. Baquedano y S. Rubio Jara. Madrid:
Comunidad de Madrid, Museo Arqueológico Regional, pp. 500-515.
SCOTT, D. A. (1983): «Depletion gilding and surface treatment of gold
alloys from the Nariño area of ancient Colombia», Journal of the His- TRIANA, MIGUEL (s. f.): Tumbas quimbayas: Comunicaciones a la Aca-
torical Metallurgy Society, 17 (2), pp. 99-115. demia de Historia y a la Société d’Anthropologie de Paris. Informe
― (1998): «Technical examination of ancient South American metals: inédito.
some examples from Colombia, Perú and Argentina», Boletín Museo
del Oro, 44-45 (s. p.). TRIMBORN, H. (1944): «Tres estudios para la etnografía y arqueología
― (2000): «A review of gilding techniques in ancient South America», de Colombia. Las minas de Buriticá», Revista de Indias, 15, pp. 27-39;
Gilde Metals. History, technology and conservation. Edición de T. Dra- 16, pp. 199-226.
yman-Weisser. Londres: Archetype Publications. ― (1949): Señorío y Barbarie en el Valle del Cauca, Madrid: CSIC, Insti-
― y BOUCHARD, J. F. (1988): «Orfebrería prehispánica de las llanuras tuto Fernández de Oviedo.
del Pacífico de Ecuador y Colombia», Boletín Museo del Oro, 22, pp.
3-16. UBELAKER, D. H. (1989): Human skeletal remains. Excavation, analysis,
interpretation. Washington: Taraxacum.
SCOTT, J. F. (1989): «Relaciones del tesoro de los Quimbayas con otros
estilos andinos septentrionales», Relaciones interculturales en el área ULLOA, A. (1992): Kipará: Dibujo y pintura: dos formas EMBERA de repre-
ecuatorial del Pacifico durante la época precolombina. Edición de sentar el mundo. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.
J.-F. Bouchard y M. Guinea. Oxford: BAR International Series, 503, pp.
221-236. URBANOVÁ, P. y NOVOTNÝ, V. (2005): «Distinguishing between human
and non-human bones: histometric method for forensic anthropo-
SELER, E. (1893): Peruanische Alterthümer. Berlín: Dr. E. Mertens & Cie. logy», Anthropology, 43, pp. 77-85.
― (1894): Goldenfunden aus Kolumbien. Congrès International des
Americanistes. Estocolmo. URIBE, C. A. (1986): «Coca: la hoja sagrada de los hombres kogi», Texto
y Contexto, 9, pp. 129-140.
SHIMADA, I.; GORDUS, A.; GRIFFIN, J. A., y MERKEL, J. F. (1999): «Sicán
alloying, working and use of precious metals: an interdisciplinary URIBE, M. V. (1990): «Cronología absoluta de la Arqueología colom-
perspective», Metals in Antiquity. Edición de S. M. M. Young, A. M. biana», Revista de Antropología y Arqueología, vol. 6 (1), pp.197-226.
Pollard, P. Budd y R. A. Ixer. Oxford: BAR International Series, 792, pp.
301-309. URIBE ÁNGEL, M. (1885): Geografía general y compendio histórico del
Estado de Antioquia en Colombia. París: Imprenta de Victor Goupy y
SILLEN, A. y KAVANAGH, M. (1982): «Strontium and paleodietary research: Jourdan.
a review», American Journal of Physical Anthropology, 25, pp. 67-90.
URIBE VILLEGAS, M. A. (1988): «Introducción a la orfebrería de San
SIMÓN, F. P. (1892 [1625]): Las conquistas de Tierra Firme en las Indias Pedro de Urabá, una región del noroccidente colombiano», Boletín
Occidentales por Fr. Pedro Simón del Orden de San Francisco del Museo del Oro, 20, pp. 35-53
Nuevo Reino de Granada, t. 4, 3.ª parte. Bogotá: Casa Editorial de ― (1990): «Cronología absoluta de la Arqueología colombiana»,
Medardo Rivas. Revista de Antropología y Arqueología, 6 (1), pp.197-226.
― (1981 [1627]): Noticias historiales de las conquistas de Tierra Firme ― (1991): «La orfebrería Quimbaya tardía. Una investigación en la
en las Indias Occidentales. Bogotá: Biblioteca Banco Popular. colección del Museo del Oro», Boletín Museo del Oro, 31, pp. 31-124.
― (2005): «Mujeres, calabazos, brillo y tumbaga. Símbolos de vida y
SNARSKIS, M. (2003): «From Jade to Gold in Costa Rica: How, Why, and transformación en la orfebrería Quimbaya Temprana», Boletín de
When», Gold and Power in Ancient Costa Rica, Panamá and Colombia. Antropología (Universidad de Antioquia), 19 (36), pp. 61-93.
Edición de J. Quilter y J. W. Hoopes. Washington D. C.: Dumbarton ― (2007a): «Orfebrería, ideología y poder en el Cauca Medio. Una
Oaks, pp. 159-204. mirada diacrónica a la metalurgia en las sociedades prehispánicas
del centro occidente colombiano», Metalurgia en la América antigua.
STEMPER, D. M. (1992): «Los cacicazgos prehispánicos en las llanuras Teoría, arqueología, simbología y tecnología de los metales prehispá-
aluviales de los ríos Sinú y San Jorge», Arte de la tierra. Sinú y Río nicos. Edición de R. Lleras. Bogotá: Fundación de Investigaciones
370
Bibliografía
Arqueológicas Nacionales, Banco de la República, Instituto Francés WASSEN, H. (1955): «Algunos datos del comercio precolombino en
de Estudios Andinos, pp. 247-280. Colombia», Revista Colombiana de Antropología, 4, pp. 87-109. Dis-
― (2007b): «Símbolos femeninos de fertilidad en la orfebrería ponible en:
Quimbaya. Un intento de interpretación desde la antropología del <http://www.icanh.gov.co/recursosuser//RCA/RCAV04/v04a1955a02.
chamanismo», Chamanismo. Tiempos y lugares sagrados. Edición pdf>. [Consulta: 02-12-2013].
de F. Barona. Cali: Universidad del Valle, pp. 169-226. ― (1965): «The Use of Some Specific Kinds of South American Indian
― (2007c): From chemical analyses to meaning: A study of materials Snuff and Related Paraphernalia». Etnologiska Studier, 28.
and choices in Muisca metalwork from Pre-Hispanic Colombia. Diser-
tación de MA. Londres: Institute of Archaeology, University College WASSON, R. G. (1983): El Hongo Maravilloso: Teonanácatl. Micolatría en
London. Inédito. Mesoamérica. México: Fondo de Cultura Económica.
― (2010): «Cuerpos amerindios. Técnicas, contextos y significados
de las modificaciones corporales entre los indígenas colombianos», ZEDDA, M.; LEPORE, G.; BIGGIO, G. P.; GADAU, S.; MURA, E., y FARINA, V.
Cuerpos Amerindios: Arte y Cultura de las modificaciones corporales. (2014): «Morphology, morphometry and spatial distribution of
Bogotá: Banco de la República, pp. 7-56. secondary osteons in equine femur», Anatomia, Histologia, Embryo-
― (2012): «Contexto, significado y color en la selección de materia- logia, 44 (5), pp. 328-332.
les en la orfebrería muisca. Un estudio analítico e interpretativo de
la composición química de artefactos», Boletín de Arqueología, 23, ZERDA, L. (1883): El Dorado. Estudio Histórico, Etnográfico y Arqueoló-
pp. 3-98. Bogotá: Fundación de Investigaciones Arqueológicas gico de los Chibchas. Bogotá: Silvestre y Co.
Nacionales.
― y MARTINÓN-TORRES, M. (2012): «Composition, colour and context
in Muisca votive metalwork (Colombia, AD 600-1800)», Antiquity, 86,
pp. 772-791.
371
Créditos
Editores científicos
Alicia Perea
Ana Verde Casanova
Andrés Gutiérrez Usillos
Créditos fotográficos
Fotografías
Tomás Antelo
Gonzalo Cases Ortega
Fabián Cuesta
MicroLab, IH-CSIC
Joaquín Otero
Juan Manuel Ramírez
Clark M. Rodríguez
Salvador Rovira
Rudolf Schrimpff
Alessandro Zucchiatti
Imágenes Radiográficas
Tomás Antelo y Miriam Bueso
Dibujos
Mónica Gudemos
Clemencia Plazas
Juan Manuel Ramírez
Diagramas
P. Carolina Gutiérrez
Diseño y maquetación
Leona
Este libro se terminó de imprimir
en el mes de diciembre de 2016
en los talleres de Punto Verde (Madrid)