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El Arte de Escuchar

El Diccionario de la Real Academia de la Lengua define la Escucha así: Escuchar es una acción, y
no una mera actitud de pasividad. Para que se de la escucha es necesario que alguien hable y
que otro escuche.
Escuchar, según esta acepción, exige la comparecencia de dos personas, una de las cuales realiza
la acción de hablar y transmitir, mientras la otra se entrega a la tarea de oír con toda la atención.
Otra definición se corresponde con la escucha profesional del área terapéutica denominada
Focussing o terapia centrada en el paciente.
Escuchar es la manera de expresarse con presencia, empatía y terminología lingüística apropiada
para que le devuelva a la persona lo que ha dicho, exactamente o parafraseando, sin intención
de cambiar, agregar nada esencial ni tampoco hacer cambios en su experiencia.
Este concepto de escucha se denomina escucha activa o empática. Tiene unas técnicas muy
concretas y muy delimitadas: reflejo de sentimiento y de contenido.
Aprender a escuchar
Escuchar, en cualquiera de las acepciones de este término, implica no guiar, no aconsejar y no
manipular. Todas estas actitudes están muy presentes cuando oímos, pero no deben aparecer
cuando escuchamos. Escuchar es también acompañar sin interferir. Hay un estupendo valor
catártico en poder pensar en voz alta y compartir el problema con otro ser que está fuera de
nosotros. Oímos con nuestros oídos, pero escuchamos con nuestros ojos, mente, corazón, piel
y entrañas.
La necesidad de sentirnos escuchados
La intimidad personal está vedada al exterior, pero a veces el nivel de presión y conflicto implica
la necesidad de apertura al otro, porque la persona experimenta la dificultad de convivir consigo
mismo.
Al mismo tiempo que la persona experimenta la necesidad de hablar, de abrir su yo, percibe
también la acogida o no del “tú” que escucha. La escucha se prolonga en la obligación de acoger
lo que el otro diga.
Cuando la escucha ha sido positiva, el “algo” ha llegado a su destino y se ha diluido la intensidad
del conflicto del yo portador.
Cuando hablamos y escuchamos se nos revela la trama de la Inter-subjetividad de la convivencia
y del hecho de ser sujetos sociales.
Escuchar es estar pendiente de quien habla: se trata de estar “colgados” del otro y con el otro,
de su ser y de su contenido verbal. El fundamento de la escucha es el respeto profundo al otro.
La escucha activa implica acoger lo que se dice y a quién lo dice. Escuchar es una de las formas
de interrelacionarse más potentes del ser humano.
Escuchar es silenciar mi ser, es acallar mi egotismo, es curar mi herida narcisista y mis ganas de
omnipresencia ante el otro. La persona tiene que estar “descentrada” de sí misma. La persona
es tanto más “ella misma” cuanto menos está en ella. Por el contrario, “ensimismarse” es
centrarse en uno mismo, hacer de la propia intimidad el centro de la vida personal, con exclusión
de cualquiera.
Características que definen la acción de escuchar.
La apertura. Debemos estar abiertos al mundo cambiante, con capacidad de adaptación y
flexibilidad. Hemos de limpiar nuestras deformaciones y nuestros viejos esquemas hacia el otro.
La temporalidad y oportunidad. La acción de escuchar se da siempre en un contexto de diálogo
que acontece en un tiempo y en un lugar. La persona que sabe escuchar sabe elegir el momento
y el lugar idóneos.
La empatía. Es lo contrario al distanciamiento, o a la cortesía fría. Se trata de la capacidad de
identificarse y caminar con el otro en su Presencia (el nudo del conflicto). Se trata de pertenecer
al triángulo Tú, yo y el Algo o Presencia.
Evitar la guía o directividad con perífrasis de obligación, puesto que se trataría de una decisión
elaborada por nuestro yo, pero no por el otro (aquel a quien queremos escuchar, por ejemplo
un amigo o un paciente). Si insistimos en guiar, la “conversación” carecerá de validez para su
rehabilitación.
Debemos olvidarnos de ser iluminados o sabios en la guía o en los consejos.
Realizar preguntas con técnica: por ejemplo, indicaciones de querer saber más desde el interés,
o repetir una frase o palabra clave.
Errores más frecuentes al escuchar
Muchas veces creemos sinceramente que estamos escuchando y no somos conscientes de que,
de hecho, no lo estamos haciendo. Algunos de los errores más comunes que nos impiden
escuchar de manera real y efectiva son:
La burbuja del ruido. El ruido actualmente nos persigue sin dejarnos ni tan siquiera escucharnos
a nosotros mismos. Se trata de una excesiva exposición a lo auditivo o al parloteo mental
Las prisas. Escuchar con la prisa de por medio es imposible. Se trata de comprometerse y
vincularse, con lo cual el tiempo se detendrá por unos momentos. Lo contrario de la prisa es la
paciencia y el detenimiento en el otro
La comunicación formal estereotipada. Lo formal encasilla la realidad en un etiquetado mental.
En la comunicación formal las personas no pueden encontrarse, simplemente se encuentran sus
roles. Los prejuicios impiden la comunicación.
Sesgos y prejuicios. Cuando sólo oímos podemos correr el riesgo de ofrecer mensajes
contaminados que nos apartan de la escucha auténtica.
La comunicación no comprometida. Se trata de una comunicación farisaica, con alta dotación
de formalismos pero de escasa implicación. El que escucha debe controlar lo que piensa, lo que
siente, lo que deduce.
Un monólogo egótico. Se trasluce en una exposición y escucha del yo con el yo, el que habla está
encantado de escucharse, y de tener al otro como decorado necesario del escenario
Contextos donde debe practicarse la escucha
 En las familias, de modo bidireccional. Padres a hijos e hijos a padres.
 En las parejas.
 En la docencia: bidireccional: profesores-alumnos y viceversa.
 En contextos clínicos. Especialista-paciente.
 En los políticos y líderes. Fundamentalmente escuchar al pueblo
"El Arte de Escuchar" ha sido el tema del programa "Contamos Contigo" del 17 de abril de
2011, en Radio Inter.
El arte de escuchar
por Dharmbir Rai Sharma

El arte de escuchar es una simple frase, que suena inofensiva, pero que tiene un profundo
significado en la vida. La mayoría de nosotros sólo oímos y no escuchamos. Oír no es escuchar.
Por ejemplo, uno puede asistir a una conferencia dada por alguien que es un experto en un tema
que a uno le interesa. Tan pronto como el orador comience a hablar, la mente impondrá un filtro
entre el hablante y el oyente basada en el propio condicionamiento y conocimiento previo. En
este proceso, la mente empieza a analizar y diseccionar lo que dice en lugar de prestarle
atención. En efecto, la persona escucha su propio ruido y no las palabras pronunciadas por el
orador.
Escuchar es aún más importante en las relaciones personales. Muchos de los problemas en las
relaciones de cualquier tipo surgen del hecho de que en realidad no escuchamos lo que la otra
persona está diciendo. Imponemos nuestros propios filtros e interpretamos el significado en
consecuencia.
Escuchar implica concederle toda nuestra atención a lo que se dice (o escucha). La mente puede
prestarle atención a una sola cosa a la vez. Cuando uno está escuchando algo, no puede haber
ningún otro pensamiento ahí. De lo contrario no es posible comprender realmente lo que se
está escuchado. Esto es cierto para escuchar lo que sea. Si estamos escuchando una música
encantadora, no podemos disfrutar de ella si empezamos a pensar en su composición. El efecto
de la música viene de su totalidad y no de las partes que la componen. Las partes por sí mismas
no tienen la propiedad de la totalidad. El conjunto tiene una propiedad emergente que lo hace
encantador.
Este aspecto de la escucha no está necesariamente relacionado con la audición en el sentido
físico. También podemos escuchar el silencio, porque a veces el silencio puede ser más
elocuente que las palabras. Por ejemplo, si estamos sentados en una playa o a orillas de un río
mirando el movimiento del agua durante el amanecer o el atardecer, estamos escuchando a la
naturaleza. Al igual que en el caso de escuchar música encantadora, se produce la sensación de
convertirse en uno con el objeto de nuestra atención. En un sentido abstracto se trata del
fenómeno de la fusión o interpenetración. A veces se dice que es como estar perdido en la
música o en la naturaleza. Este estado de percepción trasciende la mente e involucra el alma y
el corazón.
Esto nos hace distinguir entre oír y escuchar. La audición es esencialmente una participación
pasiva de los órganos de los sentidos físicos, escuchar implica a todo el ser. El sonido es
simplemente un conjunto de configuraciones en las vibraciones del aire para que el oído
responda. El oído humano puede responder sólo a una pequeña gama de estas frecuencias
vibratorias, pero las vibraciones existen fuera de ese rango en ambos extremos. Escuchar incluye
responder a todas las vibraciones existentes a través de los aspectos no físicos de la existencia
humana.
Hay otro aspecto de la escucha que no implica nada externo. Se trata de escuchar a nuestra voz
interior. Hay momentos en que tenemos lo que se llama inspiración interior o intuición. A veces
la intuición puede ser una mejor guía que el pensamiento racional de la mente. La mayoría de
las grandes ideas en ciencia y filosofía han sido el resultado de escuchar esta voz interior.
Escuchar requiere que despejemos la mente de todos los prejuicios e ideas preconcebidas, y le
prestemos toda nuestra atención al objeto de la percepción auditiva, al menos por el momento.
Esto no es una tarea fácil, pero con un esfuerzo persistente, el hábito puede cultivarse.
El arte de saber escuchar
Sí que es un arte, porque no todo el mundo sabe hacerlo. Permanecer callado hasta que el otro
acabe de hablar no es escuchar, estar pensando en lo que vas a decir mientras el otro comenta
su idea no es escuchar. Escuchar es procesar lo que estoy oyendo, darle un significado y hacer
un esfuerzo por intentar comprender, desde el lugar del otro, aquello que comparte con
nosotros. En este sentido el silencio a veces dice mucho más que las palabras, y por ello es
importante saber utilizarlo.

Muchas veces la escucha es solo eso, escucha, no necesita después una intervención. En cambio
sí necesita de cercanía, de un espacio casi compartido, de entender cómo se siente la persona
que me está contando su historia y conectar con ella, de una complicidad y una sintonía que se
teje con interés y paciencia.
Cuando dejamos de oírnos a nosotros y lo mal que lo estamos pasando por verle sufrir o por lo
que nos relata entenderemos que la escucha abre una puerta hacia el interior del otro. Quiero
que no sufra él, no yo, quiero saber realmente cómo se siente y no como yo creo que lo hace.
Quiero que sienta que estoy aquí, y que no utilizaré frases como “ya lo sé”, “Yo también”, “te
entiendo”… porque realmente no ayudan, simplemente voy a estar aquí, a tu lado,
escuchándote.
Crear el ambiente idóneo para la escucha
Este ambiente idóneo está rodeado de silencios, son silencios funcionales, que sin querer
engañarnos, son incómodos a veces. Pero son silencios necesarios. El silencio nos da un espacio
para recapacitar, para pensar y masticar las palabras que hemos oído y así poder seguir con la
conversación.
Tolerar este silencio hace que el ambiente sea relajado y no esté marcado por las prisas,
escuchar nos da pistas sobre qué necesita el otro y eso solo se consigue cuando realmente
centramos nuestra atención en su relato y en su comportamiento del otro. El silencio
proporciona una pausa e invita a seguir hablando, el silencio nos ayuda a escucharnos a nosotros
también. Finalmente el silencio genera la oportunidad de hablar, especialmente para las
personas que no son demasiado parlanchinas y necesitan una especie de carrerilla antes de
tomar la palabra.
Cierra los ojos y escucha
Cierra los ojos y abre tus oídos, apaga tus labios y enciende tus orejas, desconecta tu cerebro y
conecta tu corazón, ahora sí estás preparado para escuchar. Todo lo que te rodea tiene un
sonido y si estamos hablando no podremos escucharlo; todo el que se dirige a mí me cuenta
algo de su ser y su experiencia, si solo escucho o atiendo desde mi persona no podré conocerle
de verdad.

Olvidémonos de las frases hechas que solo intentan acallar el disgusto o la ansiedad del otro,
esto no es escuchar. A veces escuchar implicará no contestar luego, o necesitar solo una simple
reacción como un abrazo o una sonrisa después de acabar de hablar. Centrémonos en crear un
contexto de escucha, solo eso, estar dispuesto a oír que me quiere contar el otro y solo así seré
capaz de reaccionar y saber qué decir y qué hacer después.
Escuchar es un arte porque es el grafito del lápiz que traza en el mapa el camino para conectar
con los demás. Escuchar es un arte porque me da pie a conocer lo que no sé, escuchar me
permite ver otras realidades y explorar emociones que nunca he experimentado desde
diferentes situaciones. Escuchar me permite ayudar, también encontrar la mejor manera de
hacerlo. Así, escuchar es un arte porque me acerca a lo desconocido.

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