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Gabriel Kessler: discutamos la desigualdad

Por Mariana Luzzi


En su nuevo libro, “Controversias sobre la desigualdad”, el doctor en Sociología
Gabriel Kessler analiza el período 2003-2013 de la Argentina. Lo hace multiplicando la
información y los puntos de vista al cruzar diferentes variables e investigaciones sobre salarios,
trabajo, educación, salud, vivienda y delito, entre otros temas. Con un lenguaje que propone
trascender las paredes de la academia, Kessler no escapa al desafío de hacer un balance global
sobre la década.
Cuando el libro de Gabriel Kessler se presentó en septiembre en Buenos Aires se
produjo una breve discusión sobre los modos de la escritura científica. A través de un
intercambio sobre las etiquetas más adecuadas para nombrar la cuestión, lo que se intentaba
poner en debate era la (habitualmente conflictiva) relación entre la producción de las ciencias
sociales y su difusión más allá de las fronteras del mundo universitario. En definitiva, ¿qué es lo
que esperamos de un libro académico?
Controversias sobre la desigualdad hace lo que muchos esperamos: ayuda e invita a
pensar. Y no lo hace plantando banderas, ni a fuerza de simplificaciones, sino multiplicando la
información y los puntos de vista. Para decirlo de manera más simple: no ayuda a pensar porque
(nos) haga las cosas más fáciles, sino porque nos las hace más difíciles. Con más dimensiones,
con más matices. Y más aún, no lo hace desde un lenguaje lleno de códigos y guiños para
entendidos, sino con la vocación de abrir discusiones que trasciendan las paredes de la academia.
El punto de partida para el libro es la existencia de controversias públicas sobre lo
acontecido en la última década en materia de desigualdades. Controversias que son académicas
y políticas, que se pueden leer en la producción de las ciencias sociales pero que sobre todo
impregnan los debates cotidianos, tanto en los medios de comunicación como en el almuerzo
de los domingos. Por ese motivo, muchos lectores esperarán que el libro ayude a terminar con
esos debates. Kessler, en cambio, se propone otra cosa: no se trata tanto de zanjar como de
alimentar esas discusiones: de abrirlas a más perspectivas, a más objetos, a más datos. De
enriquecerlas -en todos los sentidos de la palabra.
Se trata así de un libro ambicioso, que tiene detrás un enorme trabajo de revisión y
discusión de la producción de las ciencias sociales en la última década. Cada uno de los capítulos
constituye, en sí mismo, un área de especialización y comprende su propio campo de expertos.
Reunir todas esas investigaciones sobre los ingresos, el trabajo, la educación, la salud, la
vivienda, la infraestructura, el territorio, el agro y el delito es de por sí una tarea titánica. Hacerlas
hablar en conjunto, a propósito de preguntas que muchas veces no estaban ni siquiera en el
origen de cada una de ellas, es uno de los grandes méritos del libro.
Dos hipótesis fuertes definen la arquitectura de Controversias sobre la desigualdad: la
primera, que no es posible responder a la pregunta por las transformaciones de las desigualdades
en la última década mirando una única dimensión; la segunda, que el examen de las diversas
dimensiones que propone analizar no arroja tendencias unívocas, sino contrapuestas. El libro,
creo, demuestra con creces ambos puntos de partida. Y al mostrar esos claroscuros, no sólo
brinda elementos para el balance del período, sino que además contribuye a discusiones que son
y han sido centrales para las ciencias sociales.
El primer ejemplo de esto es la elección inicial de un abordaje multidimensional de las
desigualdades. A diferencia de las miradas más habituales, exclusivamente centradas en el
examen de la distribución del ingreso y/o en el análisis del mercado de trabajo, Kessler coloca
estas dimensiones entre muchas otras. He aquí un aporte fundamental; ya sea por excesivamente
marxistas o por demasiado poco marxistas, la mayoría de los estudios tiende a pensar la
desigualdad únicamente en términos de ingresos. Las medidas pueden ser relativamente simples
(como el coeficiente de Gini) o más sofisticadas (como el análisis de la distribución funcional
del ingreso o de la distribución personal de los ingresos considerando el impacto que en ella tiene
la estructura impositiva), pero la desigualdad suele ser interpretada como la relación que existe
entre quienes ganan más y quienes ganan menos. La discusión no es menor, y es tan antigua
como la sociología: ¿todo lo demás, las demás dimensiones de la vida social, vienen por
añadidura? Controversias sobre la desigualdad muestra que no, que por más que las
“desventajas” se acumulen, las desigualdades sociales componen un volumen complejo, que no
puede medirse linealmente.
Un aporte muy importante del libro se destaca en relación con este punto. A lo largo
de todos los capítulos y muy especialmente del primero, Kessler presenta mucha información
estadística sobre diversos fenómenos. Pero al mismo tiempo, ofrece claves para entender esos
datos: para saber cómo se construyen los indicadores citados, cuáles son las hipótesis sobre las
que descansan, qué es lo que resumen índices y otras mediciones. Esas informaciones permiten
comprender los números en cuestión pero también –y esto es más importante- permiten
aprehender la capacidad performativa de esos números: cada tasa, cada índice y cada ranking
produce un tipo de realidad. Ignorar esa dimensión, considerando esas estadísticas como simples
descripciones de lo real, impide no sólo advertir los posibles sesgos del análisis experto, sino
también comprender buena parte de los caminos que sigue el debate público sobre estos temas.
La cuestión es central en la medida en que se vincula directamente con un hito insoslayable a
propósito de las controversias de la década, como es la situación del INDEC. Su intervención
en 2007 y las sucesivas modificaciones en la construcción del índice de precios al consumidor y
los indicadores derivados de él han tenido graves consecuencias sobre nuestra capacidad para
evaluar los alcances y límites de las transformaciones en curso. Pero como bien apunta Kessler,
la importancia de la reconstrucción del sistema estadístico nacional y de la obtención de
consensos sobre cómo medir algunos fenómenos (como la pobreza, entre muchos otros) no
debería hacernos olvidar que las querellas sobre los datos y las mediciones son parte
consustancial de las disputas por el sentido de todo ciclo político y económico.
La segunda contribución importante del libro a los debates de las ciencias sociales se
refiere a las múltiples temporalidades de los procesos sociales. Controversias sobre la
desigualdad nos recuerda que no todas las transformaciones se producen simultáneamente, ni
con la misma intensidad, ni al mismo ritmo. Hay cambios que se registran muy rápido, y
producen por lo tanto efectos casi inmediatos (por ejemplo, la creación de puestos de trabajo tras
un período de alto desempleo; o la recuperación de los salarios en un contexto de reactivación
de los convenios colectivos de trabajo); otras que son más lentas, y cuyos principales resultados
no sólo son más abiertos sino que además se observan en el mediano plazo (por ejemplo, las
transformaciones en el sistema educativo). Como consecuencia, no todo puede periodizarse de
la misma manera. Esta cuestión es central no sólo cuando se mira para atrás, sino también
cuando la mirada se orienta al futuro. Como bien señala Kessler, ¿cuán duraderas son las
mejoras conseguidas en los últimos diez años? ¿Y de qué factores depende su estabilidad? O
también, ¿cuán perdurables son los efectos positivos de ciertas medidas? ¿Son estables los
impactos de las políticas, o pueden ser modificados –y aún revertidos- con el tiempo?
Esto se vincula con una tercera cuestión. Los procesos sociales no sólo se despliegan
en diferentes temporalidades, sino que también desarrollan dinámicas que les son propias. Y si
bien es cierto que son siempre múltiples los factores que inciden en la producción de un
determinado fenómeno, también lo es que éste puede, con el tiempo, lograr cierta autonomía
respecto de los elementos que le dieron origen. El capítulo del libro dedicado a la cuestión de la
inseguridad y el delito urbano es elocuente en este sentido: mientras en los ’90 el aumento de la
desigualdad y el crecimiento del desempleo se correspondieron con un incremento del delito, en
la última década la disminución de la desigualdad y el mejoramiento de los indicadores laborales
no estuvieron seguidos por una reversión del delito en la misma escala. La combinación del
registro de las temporalidades y de las dinámicas propias a cada proceso nos lleva así a otras
preguntas igualmente centrales: ¿podemos hablar de de una cierta inercia de los procesos
sociales? ¿No es eso lo que se produce cuando un cierto fenómeno “llega para quedarse”? Las
grandes ciudades argentinas se transformaron en los ’90 de la mano de la proliferación de las
urbanizaciones cerradas. Ese fenómeno, al que las ciencias sociales dedicaron grandes
investigaciones, fue considerado como un símbolo del ímpetu privatista de aquellos años. Pero
el cambio de época que sobrevino tras la crisis de 2001 no supuso su desaparición; en la última
década, por el contrario, las urbanizaciones cerradas crecieron y se diversificaron. El resultado
es la cristalización de formas de la segregación socioespacial que ya no son novedosas y que
tampoco retroceden, sino que se naturalizan.
En esta línea, hay un cuarto elemento que Kessler señala ya desde la introducción del
libro y que apunta a un núcleo central de la reflexión de las ciencias sociales contemporáneas.
En la Argentina, sostiene el autor, la persistencia de las desigualdades no ha implicado
necesariamente su legitimación. Como bien lo indican muchos sondeos –tanto en nuestro país
como en otros países de la región, la desigualdad es motivo de preocupación en la sociedad.
Ahora bien, si esto es cierto también lo es que algunas manifestaciones de la desigualdad tienden
a ser más naturalizadas que otras. La muestra más evidente de ello es la ausencia de ciertos
temas en la agenda pública. Tal como se muestra en el capítulo dedicado a las tendencias
contrapuestas en educación, salud y vivienda, pese al incremento de las coberturas observado en
el período analizado, el sistema de salud argentino evidencia un fuerte nivel de fragmentación y
grandes desigualdades internas. Sin embargo, a diferencia de lo que sucede en otras áreas (como
educación, por ejemplo), en la última década no hemos asistido ni siquiera a un atisbo de
discusión pública sobre la necesidad de reformar aquel sistema. No se trata entonces,
únicamente, de considerar cuáles son las dimensiones en las que se progresa más o menos, sino
también de pensar por qué en algunas esferas los procesos de segmentación parecen estar más
naturalizados que en otras. ¿Algunas desigualdades que son más visibles que otras? ¿Existen
áreas en las que es más probable que surjan portavoces capaces de instalar públicamente una
situación como problemática? ¿Qué rol desempeñan los actores expertos de cada área en la
visibilización de las desigualdades y en su problematización como desigualdades injustas?
Controversias sobre la desigualdad no se propone responder estas preguntas, pero sí contribuye,
a través de la multiplicación de dimensiones de análisis y la comparación entre ellas, a
plantearlas.
El libro contribuye también a iluminar un quinto eje de análisis que merece ser
destacado. La dinámica de las desigualdades no es sólo el resultado de acciones e inacciones por
parte de distintos actores sociales, sino también la consecuencia de los efectos recíprocos entre
distintos fenómenos. De este modo, ciertos procesos pueden dar lugar a consecuencias no
buscadas, así como también a efectos paradojales. Aquello que en un plano favorece la
disminución de las desigualdades, en otro puede contribuir a acentuarlas. Una buena evidencia
de ello es la dinámica que Kessler observa a propósito de la vivienda. En un contexto en el que
no se revisan las condiciones ni las reglas de acceso al suelo urbano, la reactivación económica
(importante motor, por ejemplo, de la generación de empleos) estimula la inversión inmobiliaria
en las zonas más costosas, encareciendo el acceso a la propiedad de la vivienda y fomentando
las tendencias a la segregación socioespacial. Nuevamente, nos muestra el autor, no sirve mirar
una única dimensión, ni tampoco evaluarla linealmente.
El libro se cierra con un balance global sobre la década, desafío al que el autor no
escapa. En él se vuelve de manera muy elocuente sobre la necesidad de superar las miradas
dicotómicas sobre la realidad social; si una mayor inclusión ha sido la marca general de esta
época, ello no supone negar la persistencia de núcleos de exclusión profunda en distintas
dimensiones. De lo que se trata es de ir más allá de la dialéctica entre inclusión y exclusión,
indagando en la calidad y las condiciones de aquello que efectivamente incluye más que antes.
Controversias sobre la desigualdad realiza una gran contribución al señalar ese camino. Las
ciencias sociales, y también el debate público, tienen mucho para ganar en él.

AUTORES
Mariana Luzzi
Mariana Luzzi se recibió como socióloga en la Universidad de Buenos Aires y realizó
su doctorado en Sociología en la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS, Paris).
Es profesora Adjunta regular en la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS,
Argentina). Ver más

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