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MANUEL KANT

PROLEGOMENOS A TODA
METAFISICA DEL PORVENIR
OBSERVACIONES SOBRE EL
SENTIMIENTO DE LO BELLO
Y LO SUBLIME
CRITICA DEL JUICIO*

ESTUDIO INTRODUCTIVO Y
ANÁLISIS DE LAS OBRAS
POR
FRANCISCO LARROYO

Quinta edición

EDITORIAL PORRÚA, S. A.
AV. REPÚBLICA ARGENTINA, 15
MÉXICO, 1991
Primeras ediciones en español:
Prolegómenos a toda metafísica del porvenir, Madrid, 19 12
Obstinaciones sobre el sejitirniento de lo bello y lo sublime, Madrid, 191»2
Críticq del Juicio , Madrid, 1914
Primera edición en la Colección “ Sepan cu an tos...” , 1973

Títulos originales:
Prolegómeno zu einer jeden künftigen Metaphysik} die ais Wissenschaft wird
auftrelen kónnen, Riga, J 783
Beobachtungen über das Gefühl des Schónen und Erhabenen) Riga, 1764
Kritik der Urteilskvift, Berlín, 1790

El estudio introductivo, análisis y características de esta edición son propiedad de


EDITORIAL PORRÜA, .S. A.
Av. República Argentina, 15, 06020 México, D. F.

Copyright © 1991

Queda hecho el depósito que marca la ley

Derechos reservados

ISBN 968-432-616-5

IM P R E S O EN M E X IC O
P R IN T E D IN M E X IC O
SEGUNDO LIBRO

ANALITICA DE LO SUBLIME

§ 23 embargo, una totalidad de la misma,


de tal modo que parece tomarse lo
Tránsito de la facultad de juzgar bello como la exposición de un con­
lo bello a la de lo sublime cepto indeterminado del entendi­
miento, y lo sublime como la de un
Lo bello tiene de común con lo concepto semejante de la razón. Así
sublime que ambos placen por sí es la satisfacción unida allí con la
mismos. Además, ninguno de los dos representación de la cualidad; aquí,
presupone un juicio sensible deter­ empero, con la de la cantidad. Tam­
minante, ni uno lógico determinan­ bién esta última satisfacción es muy
te, sino un juicio de reflexión; con­ diferente de la primera, según la es­
siguientemente, la satisfacción no pecie, pues aquélla (lo bello) lleva
depende de una sensación, como la consigo directamente un sentimiento
de lo agradable, ni de un concepto de impulsión a la vida, y, por tanto,
determinado, como la satisfacción en puede unirse con el encanto y con
el bien, siendo, sin embargo, referi­ una imaginación que juega, y ésta,
da a conceptos, aunque indetermi­ en cambio (el sentimiento de lo su­
nado queda cuáles; por tanto, la sa­ blime) , es un placer que nace sólo
tisfacción se enlaza con la mera ex­ indirectamente del modo siguiente:
posición o facultad de la misma, produciéndose por medio del senti­
mediante lo cual la facultad de ex­ miento de una suspensión momentá­
posición o imaginación es considera­ nea de las facultades vitales, segui­
da, en una intuición dada, en con­ da inmediatamente por un desborda­
formidad con la facultad de los con­ miento tanto más fuerte de las mis­
ceptos del entendimiento o de la mas; y así, como emoción, parece
razón como impulsión de esta últi­ ser, no un juego, sino seriedad en
ma. De aquí también que los juicios la ocupación de la imaginación. De
de esas dos clases sean particulares, aquí que no pueda unirse con en­
y se presenten, sin embargo, como canto; y siendo el espíritu, no sólo
universalmente valederos en consi­ atraído por el objeto, sino sucesiva­
deración del sujeto, aunque no ten­ mente también siempre rechazado
gan pretensión más que al sentimien­ por él, la satisfacción en lo sublime
to de placer y no a un conocimiento merece llamarse, no tanto placer po-.
del objeto. sitivo como, mejor, admiración o
Pero hay también entre ambos di­ respeto, es decir, placer negativo.
ferencias considerables, que están a Pero la diferencia más importan­
la vista. Lo bello de la naturaleza te e interna entre lo sublime y lo
se refiere a la forma del objeto, que bello es la siguiente: que si como
consiste en su limitación; lo subli­ es justo, consideramos aquí primera­
me, al contrario, puede encontrarse mente sólo lo sublime en objetos de
en un objeto sin forma, en cuanto la naturaleza (lo sublime del arte se
en él, u ocasionada por él, es repre­ limita siempre a las condiciones de
sentada ilimitación y pensada, sin la concordancia con la naturaleza),
238 M ANUEL KANT

la belleza natural (la independien­ pecto al uso del Juicio, en lo que


te) parece ser una finalidad en su toca a los fenómenos, de tal modo
forma, mediante la cual el objeto que éstos han de ser juzgados como
parece, en cierto modo, ser determi­ pertenecientes no sólo a la natura­
nado de antemano para nuestro Jui­ leza en su mecanismo sin finalidad,
cio; en cambio, lo que despierta en sino también a la analogía con el
nosotros, sin razonar, sólo en la arte. Aquélla, pues, no amplía, des­
aprehensión, el sentimiento de lo su­ de luego, nuestro conocimiento de
blime, podrá parecer, según su for­ los objetos de la naturaleza, pero sí
ma, desde luego, contrario a un fin nuestro concepto de la naturaleza,
para nuestro Juicio, inadecuado a añadiendo al mero mecanismo el
nuestra facultad de exponer y, en concepto de ella como arte, lo cual
cierto modo, violento para la imagi­ invita a profundas investigaciones
nación; pero sin embargo, sólo por sobre la posibilidad de semejante
eso será juzgado tanto más sublime. forma. Pero en lo que tenemos cos­
Por esto, empero, se ve, desde lue­ tumbre de llamar sublime no hay
go, que nos expresamos con total fal­ nada que conduzca a principios ob­
sedad cuando llamamos sublime al­ jetivos particulares y a formas de la
gún objeto de la naturaleza, aunque naturaleza que de éstos dependan,
podamos correctamente llamar be­ pues ésta despierta la idea de lo su­
llos muchos de entre ellos, pues blime, las más de las veces, más
¿cómo puede designarse con una ex­ bien en su caos o en su más salvaje
presión de aplauso lo que es apre­
hendido en sí como contrario a un e irregular desorden y destrucción,
fin? Sólo podemos decir que el ob­ con tal de que se vea grandeza y
jeto es propio para exponer una su­ fuerza. Por esto vemos que el con­
blimidad que puede encontrarse en cepto de lo sublime en la naturaleza
el espíritu, pues lo propiamente su­ no es, ni con mucho, tan importante
blime no puede estar encerrado en y tan rico en deducciones como el
forma sensible alguna, sino que se de la belleza en la misma, y que no
refiere tan sólo a.ideas de la razón, presenta absolutamente nada de fi­
que, aunque ninguna exposición ade­ nalidad en la naturaleza misma, sino
cuada de ellas sea posible, son pues­ sólo en el uso posible de sus intui­
tas en movimiento y traídas al espí­ ciones para hacer sensible en nos­
ritu justamente por esa inadecuación otros una finalidad totalmente inde­
que se deja exponer sensiblemente. pendiente de la naturaleza. Para lo
Así, no se puede llamar sublime el bello de la naturaleza tenemos que
amplio Océano en irritada tormen­ buscar una base fuera de nosotros;
ta. Su aspecto es terrible, y hay que para lo sublime, empero, sólo en
tener el espíritu ya ocupado con nosotros y en el modo de pensar que
ideas de varias clases para ser deter­ pone sublimidad en la representa­
minado, por una intuición semejan­ ción de aquélla. Esta es una nota
te, a un sentimiento que él mismo previa muy necesaria, que separa
es sublime, viéndose el espíritu es­ totalmente la idea de lo sublime de
timulado a dejar la sensibilidad y a la de una finalidad de la naturaleza
ocuparse con ideas que encierran y hace de su teoría un simple suple­
una finalidad más elevada. mento al juicio estético de la finali­
La belleza independiente natural dad de la naturaleza, porque me­
nos descubre una técnica de la na­ diante la idea de lo sublime no es
turaleza que la hace representable representada forma alguna particu­
como un sistema, según leyes cuyo lar de la naturaleza, sino que sólo es
principio no encontramos en toda desarrollado un uso conforme a fin,
nuestra facultad del entendimiento, que la imaginación hace de su repre­
y este es el de una finalidad con res­ sentación.
CRÍTICA D EL JU IC IO 239

dada será juzgada sólo en conside­


§ 24 ración de esas facultades (sin fin ni
interés), y como entonces la prime­
De la división de una investigación ra es añadida al objeto como una
del sentimiento de lo sublime disposición matemática, la segunda
como una disposición dinámica de
En lo que se refiere a la división la imaginación, de aquí que aquél
de los momentos del juicio estético, sea representado como sublime en
en relación con el sentimiento de lo esa pensada doble manera.
sublime, podrá la analítica seguir
adelante según el mismo principio
que empezó en el análisis de los jui­ A. D e lo su b l im e m atem Atico
cios de gusto, pues como Juicio re­
flexionante estético, debe la satisfac­ § 25
ción en lo sublime, como la de lo
bello, ser de un valor universal, se­ Definición verbal de lo sublime
gún la cantidad; carecer de interés,
según la cualidad; hacer represen­ Sublime llamamos lo que es abso­
table una finalidad subjetiva, según lutamente grande. Ser grande, empe­
la relación, y hacerla representable ro, y ser una magnitud, son concep­
como necesaria, según la modalidad. tos totalmente distintos (magnitudo
El método, aquí, no se apartará, y quantitas). Igualmente, decir sen­
pues, del de la anterior sección, a cillamente (simpliciter), que algo es
menos que haya que tenerse en cuen­ grande, es también totalmente dis­
ta que allí en donde el juicio-esté­ tinto de decir que algo es absoluta­
tico se refería a la forma del objeto, mente grande (absolute, non com-
comenzamos por la investigación de parative magnum). Lo último es
la cualidad, y aquí, en cambio, a aquello que es grande por encima de
causa de la falta de forma que pue­ toda comparación. Ahora bien: ¿qué
de haber en lo que llamamos subli­ quiere decir la expresión algo es
me, comenzaremos con la cantidad grande, o pequeño, o mediano? Lo
como primer momento del juicio es­ que mediante ella es indicado no es
tético sobre lo sublime; pero el mo­ un puro concepto del entendimiento;
tivo de esto se ve en los párrafos menos aun una intuición sensible, y,
anteriores. tampoco un concepto de la razón,
Pero hay una división que el aná­ porque no lleva consigo principio
lisis de lo sublime necesita, y que alguno del conocimiento. Tiene que
no necesitó el de lo bello; es, a sa­ ser, pues, un concepto del Juicio, o
ber: la de sublime matemático y su­ provenir de uno de éstos, y tener su
blime dinámico. base una finalidad subjetiva de lá
Pues como el sentimiento de lo representación en relación con el
sublime lleva consigo, como carác­ Juicio. Que algo es una magnitud
ter suyo, un movimiento del espíri­ (quantum), se puede conocer por la
tu unido con el juicio del objeto, y, cosa misma, sin comparación algu­
en cambio, el gusto, en lo bello, su­ na con otras, a saber: cuando una
pone y mantiene el espíritu en con­ pluralidad de lo idéntico, juntado,
templación reposada, y como ese constituye un uno. Pero el cómo sea
movimiento debe ser juzgado como de grande exige siempre otra cosa,
subjetivamente final (porque lo su­ que también es una magnitud para
blime place), resulta que será refe­ medirlo. Pero como en el juicio so­
rido por la imaginación, o a la facul­ bre la magnitud, importa no sólo la
tad de conocer, o a la facultad de pluralidad (el número), sino tam­
desear; pero, en ambas relaciones, bién la magnitud de la unidad (de
la finalidad de la representación medida), y como la magnitud de
240 M ANUEL KANT

ésta necesita siempre de nuevo otra la magnitud de una cierta virtud o


cosa, como medida con que se la de la libertad y justicia públicas en
pueda comparar, así vemos que toda un país, o, en lo teórico, la magni­
determinación de magnitud de los tud de la exactitud o inexactitud de
fenómenos no nos puede dar, de nin­ una observación o de una medida
gún modo, concepto alguno absolu­ hechas. . . , y otras. . .
to de una magnitud, sino solamente Ahora bien: aquí es de notar que,
siempre un concepto de compara­ aunque no tengamos interés alguno
ción. en el objeto, es decir, que su exis­
Ahora bien: cuando digo sencilla­ tencia nos sea indiferente, sin em­
mente que algo es grande, parece bargo, la mera magnitud del mismo,
que no tengo en el sentido compara­ incluso cuando se le considera como
ción alguna, al menos, con una me­ informe, puede llevar consigo una
dida objetiva, pues mediante aquello satisfacción universalmente comuni­
no se determina de ningún modo cable, y, por tanto, encierra la con­
cuán grande el objeto sea. Pero aun­ ciencia de una finalidad subjetiva en
que la medida de la comparación sea el uso de nuestras facultades de co­
subjetiva, no deja por eso el juicio nocer, pero no una satisfacción en el
de pretender a una aprobación uni­ objeto, como en lo bello (puestó que
versal; los juicios como: el hombre puede ser informe), en donde el Jui­
es bello y él es grande, no se limi­ cio reflexionante se encuentre dis­
tan al sujeto solo, sino que desean, puesto como conforme a un fin en
como los juicios teóricos, la aproba­ relación con el conocimiento en ge­
ción de cada cual. neral, sino una satisfacción en el
Pero como en un juicio mediante ensanchamiento de la imaginación
el cual algo es sencillamente indica­ en sí misma.
do como grande no se quiere decir Cuando nosotros (bajo la citada
solamente que el objeto tiene una limitación) decimos sencillamente
magnitud, sino que ésta le es atri­ de un objeto que es grande, no es
buida, al mismo tiempo, con ventaja este un juicio determinante-matemá­
sobre otros muchos objetos de igual tico, sino un mero juicio de refle­
especie, sin que se declare determi­ xión sobre la representación de
nadamente esa ventaja, resulta que aquél, la cual tiene una finalidad
se pone, de seguro, a la base del jui­ subjetiva para un determinado uso
cio una medida que se supone poder de nuestras facultades de conocer en
>er aceptada como exactamente la la apreciación de las magnitudes; y
misma por todo el mundo, pero que entonces unimos a la representación
no es aplicable a ningún juicio ló­ siempre una especie de respeto, así
gico (matemáticamente determina­ como a aquello que llamamos sen­
do), sino sólo al juicio estético de cillamente pequeño unimos un des­
la magnitud, porque ella es una me­ precio. Por lo demás, el juicio de
dida meramente subjetiva que está las cosas como grandes o pequeñas
a la base del juicio que reflexiona se aplica a todo, incluso a todas las
sobre magnitudes. Por lo demás, propiedades de las mismas: de aquí
puede ella ser empírica, como, por que, incluso la belleza, la llamemos
ejemplo, la magnitud media de los grande o pequeña, y la base de esto
hombres conocidos por nosotros, de hay que buscarla en que lo que quie­
animales de una determinada espe­ ra que sea que expongamos en la
cie, de árboles, casas, montes, etc..., intuición (y, por tanto, represente­
o puede ser una medida dada a prio- mos como estético), según prescrip­
ri, la cual, por la imperfección del ción del Juicio, todo ello es fenóme­
sujeto que juzga, es limitada a con­ no, y por tanto, también un quan­
diciones subjetivas de la exposición tum..
irt concreto, como es. en lo práctico, Pero cuando llamamos una cosa,
c r ít ic a " d e l ju ic io 241

no solamente grande, sino grande de la disposición del espíritu, mediante


todos modos, absolutamente, en todo una cierta representación que ocupa
respecto (sobre toda comparación), el Juicio reflexionante.
es decir, sublime, se ve en seguida Podemos, pues, añadir a las ante­
que no consentimos en buscar para riores formas de la definición de lo
ella, fuera de ella, una medida que sublime esta más: Sublime es lo que,
le convenga, sino sólo consentimos sólo porque se puede pensar, de­
en buscarla dentro de ella. muestra una facultad del espíritu
Es una magnitud que sólo a sí que supera toda medida de los sen­
misma es igual. De aquí se colige tidos.
que se ha de buscar lo sublime, no
en las cosas de la naturaleza, sino § 26
solamente en nuestras ideas; deter­
minar, empero, en cuál de ellas se De la apreciación de las magnitudes
encuentra, debemos dejarlo para la de las cosas naturales exigida para
deducción. la idea de lo sublime
La definición anterior puede ex­
presarse también así: Sublime es' La apreciación de las magnitudes
aquello en comparación con lo cual mediante conceptos de números (o
toda otra cosa es pequeña. Se ve fá­ sus signos en el álgebra) es mate­
cilmente por esto que nada puede mática; pero la de la mera intuición
darse en la naturaleza, por muy (por la medida de los ojos) es esté­
grande que lo juzguemos, que no tica. Ahora bien: no podemos adqui­
pueda, considerado en otra relación, rir conceptos determinados de cómo
ser rebajado hasta lo infinitamente sea de grande una cosa más que por
pequeño, y, al revés, nada tan pe­ números (en todo caso, aproxima­
queño que no pueda, en compara­ ciones por series de números, pro­
ción con medidas más pequeñas aun, gresando en lo infinito), cuya uni­
ampliarse en nuestra imaginación dad es la medida; y en este respecto,
hasta el tamaño de un mundo. El te­ toda apreciación lógica de las mag­
lescopio nos ha dado una rica ma­ nitudes es matemática. Pero como
teria para hacer la primera observa­ la magnitud de la medida hay que
ción; el microscopio, para la segun­ admitirla, sin embargo, como conoci­
da. Nada, por tanto, de lo que pue­ da, esta medida no debiera apreciar­
de ser objeto de los sentidos puede se a su vez más que por números,
llamarse sublime, considerándolo de cuya m udad tendría que ser otra
ese modo. Pero justamente porque medida, es decir, matemáticamente,
en nuestra imaginación hay una ten­ no podríamos nunca tener una me­
dencia a progresar en lo infinito y dida primera o fundamental, y, por
en nuestra razón una pretensión a tanto, concepto alguno determinado
totalidad absoluta, como idea real, de una magnitud dada. Así, pues, la
por eso esa misma inacomodación apreciación de la magnitud de la me­
de nuestra facultad de apreciar las dida fundamental tiene que consistir
magnitudes de las cosas en el mundo solamente en que se la pueda apre­
sensible es, para esa idea, el desper­ hender inmediatamente en una in­
tar del sentimiento de una facultad tuición y usarla por medio de h ima­
suprasensible en nosotros, y el uso ginación para ia exposición de los
que el Juicio hace naturalmente de cpnceptos de número, es decir, toda
algunos objetos para este último (el apreciación de magnitudes de los ob­
sentimiento), perol no el objeto de jetos de la naturaleza es, en último
los sentidos, es lo absolutamente término, estética (es decir, subjetiva
grande, siendo frente a él todo otro y no objetivamente determinada).
uso pequeño. Por lo tanfo, ha de Ahora, bien: para la apreciación
llamarse sublime, po el objeto, sino matemática de las magnitudes no
242 M ANU EL KANT

hay ningún máximo (pues la fuerza serva, que es que no hay que acer­
de los números va al infinito); pero carse mucho ni tampoco alejarse mu­
para la apreciación estética de las cho de las pirámides para experi­
magnitudes hay, en cambio, un má­ mentar toda la emoción de su mag­
ximo, y de éste digo que cuando es nitud, pues en este último caso, las
juzgado como una medida absoluta partes aprehendidas (las piedras,
por encima de la cual no es posible unas sobre otras) son representadas
ninguna subjetiva mayor (para el oscuramente, y su representación no
sujeto que ju zga), entonces lleva hace efecto alguno en el juicio esté­
consigo la idea de lo sublime y de­ tico del sujeto. Pero en el primer
termina aquella emoción que nin­ caso, la vista necesita algún tiempo
guna apreciación matemática de las para terminar la aprehensión de los
magnitudes por medio de números planos desde la base a la punta, y
(a no ser que aquella medida fun­ entonces apáganse siempre, en par­
damental sea conservada allí vivien­ le, los primeros, antes de que la ima­
te en la imaginación) puede produ­ ginación haya recibido los últimos, y
cir, porque esta última expone siem­ la comprensión no es nunca comple­
pre solamente las magnitudes rela­ ta. Lo mismo puede bastar también
tivas por comparación con otras de para explicar el estupor o especie
la misma clase, y aquella primera de perplejidad que, según cuentan,
expone las magnitudes -absolutamen­ se apodera del espectador, a su pri­
te en cuanto el espíritu puede apre­ mera entrada en la iglesia de San
henderlas en una intuición. Pedro, en Roma. Pues aquí es un
Para recibir intuitivamente en la sentimiento de la disconformidad de
imaginación un quantum, a fin de su imaginación con la idea de un
poder usarlo como medida o como todo, para exponerla en donde la
unidad para la apreciación de mag­ imaginación alcanza su máximo, y,
nitudes, por medio de números, se en el esfuerzo para ensancharlo, re­
requieren dos actividades de aquella cae sobre sí misma, y, mediante todo
facultad: aprehensión (apprehensio) eso, se sume en una emocionante sa­
y comprensión (comprehensio oes- tisfacción.
thetica). Con la aprehensión no tie­ No quiero aún adelantar nada so­
ne ella nada que temer, pues con bre el fundamento de esa satisfac­
ella puede ir al infinito; pero la ción, el cual está unido con una re­
comprensión se hace tanto más di­ presentación de la que menos se po­
fícil cuanto más lejos retrocede la día esperar eso y que nos hace notar
aprehensión, y pronto llega a su má­ la disconformidad, y consiguiente­
ximo, a saber, a la mayor medida mente también la objetiva falta de
estética de la apreciación de los finalidad de la representación para
grandores, pues cuando la aprehen­ el juicio en la apreciación de las
sión ha llegado tan lejos que las re­ magnitudes: me limito a observar
presentaciones parciales de la intui­ que si el juicio estético ha de darse
ción sensible, primeramente aprehen­ puro (sin mezcla de juicios Ideoló­
didas, empiezan ya a apagarse en la gicos, como juicios de razón), y con
imaginación, retrocediendo ésta para él un ejemplo totalmente adecuado
aprehender algunas de ellas, enton­ a la Crítica del Juicio estético, hay
ces pierde por un lado lo que por que mostrar lo sublime, no en los
otro gana y hay en la comprensión . productos del arte (verbigracia, edi­
un máximo del cual no puede pasar. ficios, columnas, etc.), donde un fin
Puede explicarse así lo que Sava- humano determina, tanto la forma
ry,1 en sus noticias sobre Egipto, ob­
licía con Napoleón I y acompañó a
1 Savary, duque de Rovigo, el famo­ éste en la expedición de Egipto. (N.
so general que fue ministro de la Po- del T.)
CRÍTICA DEL JU IC IO 243

coma la magnitud, ni en las cosas La imaginación marcha, en la


naturales cuyo concepto lleve ya comprensión que es necesaria para
consigo un determinado fin (verbi­ la representación de magnitudes, por
gracia, animales de una determina­ sí misma, adelante en el infinito; el
ción natural conocida), sino en la entendimiento, empero, la conduce
naturaleza bruta (y aun en ésta sólo por medio de conceptos de números,
en cuanto no lleve consigo, en sí, para lo cual ella tiene que dar el es­
encanto alguno o emoción dfe verda­ quema, y en este proceder, como per­
dero peligro), en cuanto solamente teneciente a la apreciación lógica 3e
encierra magnitud, pues en esta cla­ las magnitudes, si bien hay algo de
se de representación, la naturaleza finalidad objetiva, según el concepto
no contiene nada que sea monstruo­ de un fin (cada medida es uno de
so (ni espléndido ni horrible): la ellos), no hay nada final para el Jui­
magnitud aprehendida puede ser cio estético ni nada que dé placer.
todo lo aumentada que se quiera, No hay tampoco, en esta intencio­
con tal de que pueda ser compren­ nada finalidad, nada que obligue a
dida por la imaginación en un todo. elevar la magnitud de la medida, y,
Monstruoso es un objeto que, por su por tanto, de la comprensión de ía
magnitud, niega el fin que constitu­ pluralidad en una intuición, hasta el-
ye su propio concepto. Pero colosal límite de la facultad de la imagina­
se llama la mera exposición de un ción, por muy lejos que ésta pueda
concepto casi demasiado grande llegar en exposiciones. Pues en la
para toda exposición (que confina apreciación de las magnitudes por d
con lo relativamente monstruoso), entendimiento (aritmética) se llega
porque el fin de la exposición de un igual de lejos, élévese la compren­
concepto se encuentra dificultado, sión de las unidades hasta el núme­
por ser la intuición del objeto casi ro 10 (en la decádica), o sólo hasta
demasiado grande para nuestra fa­ el 4 (en la tetráctica), pero la pos:
cultad de aprehender. Un juicio puro terior formación de magnitudes en
sobre lo sublime empero, no debe el comprender, o, cuando el quan­
tener como fundamento de determi­ tum es dado en la intuición, en el
nación fin alguno del objeto, si ha aprehender, se realiza sólo progresi­
de ser estético, y no confundirse con vamente (no comprensivamente) se­
algún juicio de entendimiento o de gún un principio de progresión
razón. adoptado. En esta apreciación mate­
Ya que todo lo que debe compla­ mática de las magnitudes, si la ima­
cer sin interés al Juicio meram^ite ginación elige como unidad una
reflexionante tiene que llevar consi­ magnitud que se puede aprehender
go, en su representación, finalidad de un golpe de vista, verbigracia, un
subjetiva, y, como tai, de valor uni­ pie o una vara, el entendimiento se
versal; y como, sin embargo, aquí encuentra tan bien servido y tran­
no hay, a la base del juicio finali­ quilizado como si elige una milla
dad alguna de la forma del objeto alemana o todo un diámetro terres­
(como lo hay en lo bello), se pre­ tre, cuya aprehensión es ciertamente
gunta: ¿Cuál es esa finalidad sub­ posible, pero no la comprensión en
jetiva? ¿Quién la prescribe como una intuición de la imaginación (no
norma para proporcionar un funda­ mediante la comprehensio cesthetica,
mento a la satisfacción universal en aunque sí mediante la comprehensio
la mera apreciación de las magnitu­ lógica en un concepto de número).
des, en una apreciación, por cierto, En ambos casos, la apreciación ló­
que ha sido llevada hasta la discon­ gica de las magnitudes va sin trabai
formidad de nuestra facultad de la hasta el infinito.
imaginación en la exposición del Ahora bien: el espíritu oye en sí
concepto de una magnitud? la voz de la razón, que en todas las
244 M ANUEL KA N I

magnitudes dadas, incluso en aque­ tido teórico para la facultad del co­
llas que, aunque no puedan nunca nocimiento, pero sí como ensancha­
ser totalmente aprehendidas, son, miento del espíritu que se siente ca­
sin embargo (en la representación paz de saltar las barreras de la sen­
sensible), juzgadas como totalmen­ sibilidad en otro sentido (el prác­
te dadas, exige totalidad, y, por tan­ tico) .
to, comprensión en una intuición, Sublime es, pues, la naturaleza en
pide! una exposición para todos aque­ aquellos de sus fenómenos cuya in­
llos !miembros de una serie de nú­ tuición lleva consigo la idea de su
meros en progresión creciente, e in­ infinitud. Esto último, ahora bien,
cluso no exceptúa de esa exigencia no puede ocurrir más que mediante
lo infinito (espacio y tiempo pasa­ la inadecuación incluso del mayor es­
do) , sino que hasta hace inevitable fuerzo de nuestra imaginación para
el pensarlo (en el juicio de la razón la apreciación de la magnitud de un
común) como totalmente (según su objeto. Ahora bien: para la aprecia­
totalidad) dado. ción matemática de las magnitudes,
Lo infinito, empero, es absoluta­ la imaginación está adecuada con
mente (no sólo comparativamente) todo objeto para darles una medida
grande. Comparado con él, todo lo suficiente, porque los conceptos de
otro (magnitudes de la misma espe­ número del entendimiento pueden
cie) es pequeño. Pero (y esto es lo adecuar, por progresión, toda me­
más importante) el poder solamente dida a toda magnitud dada. Tiene;
pensarlo como un todo denota una pues, que ser en la apreciación es­
facultad del espíritu que supera toda tética de las magnitudes en donde
medida de los sentidos, pues para el esfuerzo para la comprensión su­
ello sería necesaria una compren­ pere a la facultad de la imagina­
sión que ofreciera como unidad una ción, en donde se sienta la aprehen­
medida que estuviera con el infini­ sión progresiva, para concebir en
to en una relación determinada in- un todo de la intuición y se perciba
dicable en números, lo cual es impo­ al mismo tiempo, además, la inade­
sible. Pero, sin embargo, para poder cuación de esa facultad sin límites
sólo pensar el infinito dado sin con­ en el progresar, para aprehender una
tradicción, se exige en el espíritu medida fundamental que sirva, con
humano una facultad que sea ella el menor empleo del entendimiento,
misma suprasensible, pues sólo me­ a la apreciación de las magnitudes
diante ella y su idea de un noúme­ y para aplicarla a la apreciación de
no, que no consiente intuición algu­ las mismas. Ahora bien: la medida
na, pero que es puesto como sus­ fundamental propiamente inmutable
trato para la intuición del mundo de la naturaleza es el todo absoluto
como fenómeno, es totalmente com­ de la' misma, el cual, en ella, como
prendido lo infinito del mundo sen­ fenómeno, es una infinidad com­
sible bajo un concepto, en la pura prendida. Pero como esa medida fun­
intelectual apreciación de las mag­ damental es un concepto contradic­
nitudes, aunque en la matemática, torio err-sf mismo (a causa de-la im­
mediante conceptos de números, no posibilidad de la absoluta totalidad
pueda jamás ser totalmente pensado. de un progreso sin fin, aquella mag­
Hasta la facultad de poder pensar nitud de un objeto natural, en la
como dado el infinito de la intuición cual la imaginación emplea toda su
suprasensible (en su sustrato inteli­ facultad infructuosamente, tiene que
gible) supera toda medida de la sen­ conducir el concepto de la natura­
sibilidad, y es grande por encima leza a un sustrato suprasensible (que
de toda comparación, incluso con está a su base y también a la de
la facultad de la apreciación mate­ nuestra facultad de pensar), que es
mática; no, desde luego, en el sen­ grande por encima de toda medida
CRÍTICA DEL JU IC IO 245

sensible, y nos permite juzgar como ble; el diámetro terrestre, para el


sublime, río tanto el objeto como sistema planetario conocido de nos­
más bien la disposición del espíritu otros, y éste para el de la vía lác­
en la apreciación del mismo. tea; mas la inmensa multitud de se­
Así, pues el Juicio estético, así mejantes sistemas de la vía láctea,
como en el juicio de lo bello refiere bajo el nombre'de nebulosas, las
la imaginación, en su libre juego, al cuales, a su vez, forman entre sí un
entendimiento para concordar con sistema semejante, no nos permite
los conceptos de éste en general (sin aquí esperar límite alguno. Ahora
determinación de ellos), de igual bien: lo sublime en el juicio esté­
modo en el aprecio de una cosa tico de un todo tan inmenso está,
como sublime refiere la misma fa­ no tanto en lo grande del número
cultad a la razón para concordar como en este hecho, a saber: que lle­
con las ideas de ésta (sin determi­ gamos siempre a unidades tanto ma­
nar cuáles), es decir, para producir yores cuanto más adelantamos, a lo
una disposición del espíritu con­ cual contribuye la división sistemá­
gruente y compatible con la que el tica del edificio del rrfundo, repre­
influjo de determinadas ideas (prác­ sentándonos siempre, repetidamente,
ticas) produciría en el espíritu. toda magnitud de la naturaleza
Por esto se ve también que la ver­ como pequeña, y más propiamente
dadera sublimidad debe buscarse al representarnos nuestra imagina­
sólo en el espíritu del que juzga y ción en toda su ilimitación y con
no en el objeto de la naturaleza ella la naturaleza, desapareciendo
cuyo juicio ocasiona esa disposición frente a las ideas de la razón cuando
de aquél. ¿Quién ha querido llamar aquélla ha de proporcionar a éstas
sublime masas informes de monta­ una exposición adecuada.
ñas en salvaje desorden, amontona­
das unas sobre otras, con sus pirá­
mides de hielo, o el mar sombrío y § 27
furioso, etc?. . . El espíritu, empero,
se siente elevado en su propio juicio De la cualidad de la satisfacción
cuando, abandonándose a la contem­ en el juicio de lo sublime
plación de esas cosas, sin atender a
su forma, abandonándose a la imagi­ El sentimiento de la inadecuación
nación y a una razón unida con ella, de muestra facultad para la consecu­
aunque totalmente sin fin determina­ ción de una idea, que es para nos­
do y sólo para ensancharla, siente otros ley, es respeto. Ahora bien: la
todo el poder de la imaginación, in­ idea de la comprensión, en la intui­
adecuado, sin embargo, a sus ideas. ción de un todo, de cada uno de los
Ejemplos del sublime matemático fenómenos que nos puede ser dado,
de la naturaleza en la mera intuición es una de las que nos es impuesta
nos proporcionan todas aquellas co­ por una ley de la razón, y que no
sas en que nos es dado para la ima­ reconoce otra medida determinada,
ginación, no tanto un mayor concep­ valedera para cada cual, e inmuta­
to de número como más bien una ble, más que el todo absoluto. Pero
gran unidad de medida (para abre­ nuestra imaginación, aun en su ma­
viar las series de números). Un ár­ yor esfuerzo, muestra sus límites y
bol que apreciamos por medio de la su inadecuación en lo que toca a la
altura de un hombre nos da, desde comprensión que se le reclama de
luego, una medida para un mónte, y un objeto dado en un todo de la in­
éste, si tiene cosa como una milla tuición (por tanto, para la exposi­
de alto, puede servir de unidad para ción de la idea de la razón); pero al
el número que expresa el diámetro mismo tiempo demuestra su deter­
terrestre, y hacer este último intui- minación para efectuar su adecúa-
246 M ANUEL KANT

ción con ella como una lev. Así, dida de la sensibilidad es inadecua­
[mes, el sentimiento de lo sublime en
a naturaleza es de respeto hacia
da a las ideas de la razón.
El espíritu se siente movido en la
nuestra propia determinación, pero representación de lo sublime en la
que nosotros referimos a un objeto naturaleza, estando en contempla­
de la, naturaleza, mediante una cier­ ción reposada en el juicio estético
ta subrepción "(confusión de un res­ sobre lo bello de la misma. Ese mo­
peto hacia el objeto, en lugar de la vimiento puede (sobre todo, en su
idea de la humanidad en nuestro principio) ser comparado con una
sujeto): ese objeto nos hace, en cier­ conmoción, es decir, un movimiento
to modo, intuible la superioridad de alternativo, rápido, de atracción y
la determinación razonable de nues­ repulsión de un mismo objeto.
tras facultades de conocer sobre la Lo trascendente para la imagina­
mayor facultad de la sensibilidad. ción (hacia lo cual ésta es empuja­
El sentimiento de lo sublime es, da en la aprehensión de la intui­
pues, un sentimiento de dolor que ción) es para ella, por decirlo así,
nace de la inadecuación de la imagi­ un abismo donde teme perderse a
nación, en la apreciación estética de sí misma, pero para la idea de lo su­
las magnitudes, con la apreciación prasensible en la razón, el producir
semejante esfuerzo de la imaginación
mediante la razón; y es, al mismo
tiempo, un placer despertado, por la no es trascendente sino conforme a
su ley; por lo tanto, es atractivo jus­
concordancia que tiene justamente tamente en la medida en que es re­
ese juicio de inadecuación de la ma­ pulsivo para la mera sensibilidad.
yor facultad sensible con ideas de la El juicio mismo, sin embargo, sigue
razón, en cuanto el esfuerzo hacia aquí siempre siendo estético, porque
éstas es para nosotros una ley; es, a sin tener a su base concepto alguno
saber, para nosotros, ley (de la ra­ determinado del objeto, representa
zón), y entra en nuestra determina­ solamente el juego subjetivo de las
ción el apreciar como pequeño, en facultades del espíritu (imaginación
comparación con las ideas de la ra­ y razón), incluso como armónico en
zón, todo lo que la naturaleza, como su contraste, pues así como la ima­
objeto sensible, encierra para nos­ ginación y el entendimiento, en lo
otros de grande, lo que en nosotros bello, mediante su unanimidad, de
excita el sentimiento de esa deter­ igual modo, aquí, la imaginación y
minación suprasensible concuerda la razón, mediante su oposición, pro­
con aquella ley. Ahora bien: el ma­ ducen una finalidad subjetiva de las
yor esfuerzo de la imaginación en la facultades del espíritu, esto es, un
exposición de la unidad para la apre­ sentimiento de que tenemos una ra­
ciación de la magnitud es una refe­ zón pura, independiente, o una fa­
rencia a algo absolutamente grande, cultad de apreciación de las magni­
consiguientemente una referencia a tudes, cuya ventaja no puede hacer­
la ley de la razón de admitir sólo se intuible más que por ía insuft;
eso como medida suprema de las ciencia de la facultad misma, que eri\
magnitudes. Así, pues, la percepción la exposición de las magnitudes (de
de la inadecuación de toda medida objetos sensibles) es ilimitada.
sensible con la apreciación por ra­ Medir un espacio (como aprehen­
zón de las magnitudes es una con­ sión) es al mismo tiempo descubrir­
cordancia con leyes de la misma y lo, y, por tanto, es un movimiento
un dolor que excita en nosotros el objetivo en la imaginación y una
sentimiento de nuestra determina­ progresión (progressus); la compren­
ción suprasensible, según la cual es sión de la pluralidad en la unidad,
conforme a fin, y, por lo tanto, es no del pensamiento, sino de la in­
un placer el encontrar que toda me­ tuición, por tanto, de lo sucesiva­
CRÍTICA DEL JU IC IO 247

mente aprehendido en un momento, depende de un concepto de número:


es, por lo contrario, una regresión pero en una apreciación estética de
(regressus) que anula a su vez la las magnitudes, el concepto de nú­
condición de tiempo en la progre­ mero tiene que desaparecer o ser
sión de la imaginación y hace intui- cambiado, y la comprensión de la
ble la simultaneidad. Es, pues (pues­ imaginación para unidad de la
to que la sucesión temporal es una medida (por lo tanto, con exclusión
condición del sentido interno y de del concepto de una ley de sucesiva
toda intuición), un movimiento sub­ producción de los conceptos de mag­
jetivo de la imaginación, mediante el nitudes) es sola por sí conforme a
cual ésta hace al sentido interno una fin. Ahora bien: cuando una magni­
violencia que debe ser tanto más tud alcanza casi el máximo de nues­
notable cuanto mayor sea el quan­ tra facultad de comprender en una
tum que la imaginación comprende intuición, y, sin embargo, la imagi­
en una intuición. Así, pues, el es­ nación es requerida, mediante mag­
fuerzo de recibir en una intuición nitudes numerales (para las cuales
única una medida para magnitudes tenemos consciencia de que nuestra
que exija para aprehenderse un facultad no tiene límites), para com­
tiempo notable es una especie de re­ prender estéticamente una unidad
presentación que, considerada sub­ mayor, entonces nos sentimos en el
jetivamente. es contraria a fin, pero espíritu encerrados estéticamente en
objetivamente es necesaria para la límites; sin embargo, el dolor, en
apreciación de las magnitudes, v, consideración a la extensión necesa­
por tanto, conforme a fin; en Ío ria de la imaginación para adecuar­
cual, sin embargo, esa misma violen­ se con lo que en nuestra facultad
cia que ha sufrido el sujeto median­ de la razón es ilimitado, es decir,
te la imaginación es juzgada como con la idea del todo absoluto, y con
conforme a fin para la total deter­ el dolor, por tanto, también la in­
minación del espíritu. adecuación de la facultad de la ima­
La cualidad del sentimiento de lo ginación con las ideas de la razón
sublime es que es un sentimiento de y su excitación son representados
dolor sobre el Juicio estético en un como conformes a un fin. Justamen­
objeto, el cual sentimiento, sin em­ te por eso, empero, viene el juicio
bargo, ai mismo tiempo es represen­ estético mismo a ser subjetivo-final
tado como conforme a fin, lo cual para la razón como fuente de las
es posible, porque la propia incapa­ ideas, es decir, de una comprensión
cidad descubre la conciencia de una intelectual, para lo cual toda com­
ilimitada facultad del mismo sujeto, prensión estética es pequeña, y el ob­
y el espíritu puede juzgar esta últi­ jeto es recibido como sublime, con
ma sólo mediante aquélla. un placer que sólo es posible me­
En la apreciación lógica de las diante un dolor.
magnitudes, la imposibilidad de al­
canzar la absoluta totalidad por me­
dio de la progresión de la medida B. De lo su b lim e d in á m ico
de las cosas del mundo sensible en el DE LA NATURALEZA
tiempo y el espacio fue conocida
como objetiva, es decir, como una § 28
imposibilidad de pensar lo infinito
como totalmente dado, y no como De la naturaleza como una fuerza
meramente subjetiva, es decir, como
incapacidad de aprehenderlo, por­ Fuerza es una facultad que es su­
que aquí no se atiende para nada al perior a grandes obstáculos. Lo mis­
grado de comprensión en una intui­ mo significa un poder, aunque éste
ción como medida, sino que todo es superior a la resistencia incluso
248 M A NU EL KANT

de lo que tiene fuerza. La natura­ tentó. Pero éste, cuando viene de la


liberación de un peligro, es un con­
leza, en el juicio estético, considera­
da como fuerza que no tiene sobre tento con la resolución de no vol­
nosotros ningún poder, es dinámico- verse más a expouer al mismo; aun
sublime. más: no hay gana ni siguiera de vol­
ver a pensar con agrado en aquella
Si la naturaleza ha de ser juzgada
por nosotros dinámicamente como sensación, y mucho menos de buscar
sublime, tiene que ser representada ocasión para ello.
como provocando el temor (aunque Rocas audazmente colgadas y, por
no, recíprocamente, todo objeto que decirlo así, amenazadoras, nubes de
provoque temor es, en nuestro juicio tormenta que se amontonan en el
estético, tenido por sublime), pues cielo y se adelantan con rayos y con
en el juicio estético (sin concepto),truenos, volcanes en todo su poder
la superioridad sobre obstáculos pue­devastador, huracanes que van de­
de ser juzgada solamente según la jando tras sí la desolación, el Océa­
magnitud de la resistencia. Ahora no sin límites rugiendo de ira, una
bien: aquello a lo que nos esforza­ cascada profunda en un río podero­
mos en resistir es un mal, y si n os­so, etc. . . , reducen nuestra facultad
otros no encontramos nuestra facul­ de resistir a una insignificante pe-
tad capaz de resistirle, entonces es queñez, comparada con su fuerza.
un objeto de temor. Así, pues, para Pero su aspecto es tanto más atrac­
el Juicio estético, la naturaleza pue­tivo cuanto más temible, con tal de
de valer como fuerza, y, por tanto, que nos encontremos nosotros en lu­
como dinámico-sublime, sólo en gar seguro, y llamamos gustosos su­
cuanto es considerada como objeto blimes esos objetos porque elevan
de temor. las facultades del alma por encima
Puédese, empero, considerar un de su término medio ordinario y nos
objeto como temible, sin sentir te­ hacen descubrir en nosotros una fa­
mor ante él, cuando, por ejemplo, cultad de resistencia de una especie
lo juzgamos pensando solamente el totalmente distinta, que nos da valor
caso en que quisiéramos oponerle al­ para poder medirnos con el todo-
guna resistencia, y que entonces todapoder aparente de la naturaleza.
resistencia sería, y con mucho, vana. Pues así como en la inconmensu­
De ese modo teme a Dios el virtuo­ rabilidad de la naturaleza, y en la
so, sin sentir temor ante él, porque incapacidad de nuestra facultad para
resistir a él y a sus mandatos, lo tomar una medida proporcionada a
piensa como un caso que no le preo­ la apreciación estética de las magni­
cupa; pero en cada uno de esos ca­ tudes de su esfera, hemos encontra­
sos, que no piensa en sí como im­ do nuestra propia limitación, y, sin
posibles, Lo 2 conoce como temible. embargo, también, al mismo tiempo,
El que teme no puede en modo en nuestra facultad de la razón, otra
alguno juzgar sobre lo sublime de la medida no sensible que tiene bajo sí
naturaleza, así como el que es presa aquella infinidad misma como uni­
de la inclinación y del apetito no dad, y frente a la cual todo en la
puede juzgar sobre lo bello. Aquél naturaleza es pequeño, y, por tanto,
huye la vista de un objeto que le en nuestro espíritu, una superioridad
produce miedo, y es imposible en­ sobre la naturaleza misma en su in­
contrar satisfacción en un terror queconmensurabilidad, del mismo modo
fuera seriamente experimentado; de la irresistibilidad de su fuerza, que
aquí que el agrado que proviene de ciertamente nos da a conocer nuestra
la cesación de una pena sea el con­ impotencia física, considerados nos­
otros como seres naturales, descu­
2 Er. la primera y segunda edición bre, sin embargo, una facultad de
dice «lo». (N. del T.) juzgarnos independientes de ella y
CRÍTICA DEL JU IC IO 249

una superioridad sobre la naturale­ tomado de muy lejos, muy enrevesa-


za, en la que se funda una indepen­ do, y; por tanto, por encima de un
dencia de muy otra clase que aque­ juicio estético; pero la observación
lla que puede ser atacada y puesta del hombre muestra lo contrario, y
en peligro por la naturaleza, una in­ que puede estar a la base de los jui­
dependencia en la cual la humani­ cios más ordinarios, aunque no siem­
dad en nuestra persona permanece pre se tenga consciencia de él. Por­
sin rebajarse, aunque el hombre ten­ que ¿qué es lo que, incluso para el
ga que someterse a aquel poder. De salvaje, es objeto de la mayor admi­
ese modo, la naturaleza, en nuestro ración? Un hombre que no se ate­
juicio estético, no es juzgada como rra, que no teme, que no huye el
sublime porque provoque temor, peligro, y, al mismo tiempo, empe­
sino porque excita en nosotros nues­ ro, va a la obra tranquilo y con to­
tra fuerza (que no es naturaleza) tal reflexión. Incluso en el estado
para que consideremos como peque­ social más civilizado perdura aque­
ño aquello que nos preocupa (bie­ lla preferente consideración hacia el
nes, salud, vida); y así, no conside­ guerrero: sólo que se desea además
ramos la fuerza de aquélla (a la que éste muestre al mismo tiempo
cual, en lo que toca a esas cosas, es­ todas las virtudes de la paz, bondad,
tamos sometidos), para nosotros y compasión y hasta un cuidado con­
nuestra personalidad, como un po­ veniente de su propia persona, jus­
der ante el cual tendríamos que in­ tamente porque en ello se conoce la
clinamos si se tratase de nuestros invencibilidad de su espíritu por el
más elevados principios y de su afir­ peligro. De aquí que, por más que se
mación o abandono. Así, pues, la discuta, en la comparación del hom­
naturaleza se llama aquí sublime por­ bre de Estado con el general, sobre
que eleva la imaginación a la expo­ la preferencia del respeto que uno
sición de aquellos casos en los cua­ más que el otro merezca, el juicio
les el espíritu puede hacerse sensi­ estético decide en favor del último.
ble la propia sublimidad de su deter­ La guerra misma, cuando es llevada
minación, incluso por encima de la con orden y respeto sagrado de los
naturaleza. derechos ciudadanos, tiene algo de
Nada pierde esa apreciación pro­ sublime en sí, y, al mismo tiempo,
pia porque tengamos que vemos en hace tanto más sublime el modo de
lugar seguro para sentir esa satis­ pensar del pueblo que la lleva de
facción que entusiasma, ni por el he­ esta manera cuanto mayores son los
cho de que, como no hay seriedad peligros que ha arrostrado y en ellos
en el peligro, tampoco (según Do- se ha podido afirmar valeroso; en
dría parecer) puede haber seriedad cambio, una larga paz suele hacer
en la sublimidad de nuestra facultad dominar el mero espíritu de nego­
del espíritu. Pues la satisfacción, cio, y con él el bajo provecho pro­
aquí, se refiere tan sólo a la deter­ pio, la cobardía y la malicia, y re­
minación de nuestra facultad que en bajar el modo de pensar del pueblo.
tal caso se descubre, así como la Contra este análisis del concepto
base para esta última e^stá en nues­ de lo sublime, en cuanto atribuido
tra naturaleza, mientras que el des­ a la fuerza, parece alzarse el hecho
arrollo y ejercicio de la misma sigue de que solemos representarnos a
siendo de nuestra incumbencia y Dios en la tempestad, en la tormen­
obligación. Y en esto está la verdad, ta, en los terremotos, e t c ..., enco­
por mucha consciencia que el hom­ lerizado, pero, al mismo tiempo, pre­
bre tenga de su real impotencia pre­ sentándose en su sublimidad, por lo
sente, cuando prolonga hasta ahí su cual, pues, el imaginar una superio­
reflexión. ridad de nuestro espíritu sobre los
Desde luego, parece ese principio, efectos, y, según parece, sobre las ín-
25Ó M ANU EL KANT

tenciones de una fuerza semejante, someterse espontáneamente al dolor


sería locura y también sacrilegio. de la propia censura para destruir
No el sentimiento de ía sublimidad poco a poco sus causas. De ese modo
de nuestra naturaleza propia, sino se distingue internamente religión de
más bien sumisión, abatimiento y superstición: esta última funda en el
sentimiento de la total impotencia espíritu, no la veneración a lo subli­
parece ser aquí la disposición del es­ me, sino el temor y el miedo del ser
píritu que cuadra con el fenómeno todopoderoso a cuya voluntad se ve
de semejante objeto, y que suele ge­ sometido el hombre atemorizado, sin
neralmente ir unida con la idea del apreciarlo, sin embargo, altamente;
mismo en semejantes sucesos natu­ de lo cual, por cierto, no puede se­
rales. En la religión, sobre todo, pa­ guramente nacer otra cosa que la
rece el prosternarse y rezar con la solicitación del favor, la adulación,
cabeza caída, con ademán y voz de y no una religión de la buena con­
contrición y de miedo, ser el único ducta en la vida.
comportamiento conveniente en pre­ Así, pues, la sublimidad no está
sencia de la divinidad, y la mayoría encerrada en cosa alguna de la natu­
de los pueblos lo han admitido por raleza, sino en nuestro propio espí­
eso y lo observan aún. Pero esa dis­ ritu, en cuanto podemos adquirir la
posición de espíritu no está tampo­ conciencia de que somos superiores
co. ni con mucho, unida en sí, y ne­ a la naturaleza dentro de nosotros,
cesariamente, con la idea de la su­ v por ello también a la naturaleza
blimidad de una religión y de su fuera de nosotros (en cuanto pene­
objeto. El hombre que teme verda­ tra en nosotros). Todo lo que exci­
deramente, porque encuentra en sí ta en nosotros ese sentimiento, en­
motivo para ello al tener consciencia tre lo cual está la fuerza de la na­
de haber pecado, por sus sentimien­ turaleza que provoca nuestras facul­
tos condenables, contra una fuerza tades, llámase entonces (aunque im­
cuya voluntad es al mismo tiempo propiamente) sublime; y sólo bajo
irresistible y justa, ese hombre no la suposición de esa idea en nos­
se encuentra, de ningún modo, en la otros, y en relación con ella, somos
situación de espíritu requerida para capaces de llegar a la idea de la su­
admirar la magnitud divina, para lo blimidad del ser que no sólo por
cual se exige una disposición a la la fuerza que muestra en la natura­
contemplación reposada y al juicio leza produce en nosotros respeto in­
totalmente libre. Sólo cuando tiene terior, sino aun más por la facultad
consciencia de sus sinceros senti­ puesta en nosotros de juzgar aqué­
mientos gratos a Dios sirven aque­ lla sin temor y de pensar nuestra
llos efectos de la fuerza para desper­ determinación como sublime por en­
tar en él la idea de la sublimidad de cima de ella.
aquel ser, en cuanto reconoce en sí
mismo una sublimidad de sus senti­
mientos, adecuada a la voluntad de § 29
aquél, y entonces se eleva por enci­
ma del temor ante aquellos efectos De la modalidad del juicio sobre
de la naturaleza, que no reconoce lo sublime de la naturaleza
ya como los estrépitos de su cólera.
La humildad misma, como juicio se­ Hay innumerables cosas de la na­
vero de las propias faltas que, por turaleza bella sobre las cuales exigi­
lo demás, teniendo la consciencia mos derechamente, y hasta, sin equi­
de buenos sentimientos, podrían en­ vocarnos notablemente, podemos es­
cubrirse fácilmente con la fragilidad perar', conformidad del juicio de
de la naturaleza humana, es una dis­ cualquier otro con el nuestro; pero
posición sublime del espíritu: la de con nuestro juicio sobre lo sublime
CRÍTICA DEL JU IC IO 251

en la naturaleza no podemos tan fá­ jeros, o para poder dar de ellos al­
cilmente lisonjearnos de penetrar en guna vez una descripción patética?
los demás, pues parece que es nece­ Pero su intención era la instrucción
saria una mucho mayor cultura, no de los hombres, y aquel hombre emi­
sólo del Juicio estético, sino también nente tuvo y dio además a los lec­
de las facultades de conocimiento tores de sus viajes una sensación que
que están a la base de ésta para po­ eleva las almas.
der enunciar un juicio sobre la exce­ Pero porque el juicio sobre lo su­
lencia de los objetos de la natura­ blime de la naturaleza requiera cul­
leza. tura (más que el juicio sobre lo be­
l a disposición del espíritu para llo) , no por eso es justamente pro­
el sentimiento de lo sublime exige ducido originariamente por la cultu­
una receptividad del mismo para ra e introducido algo así como con­
ideas, pues justamente en la inade­ vencionalmente en la sociedad, sino
cuación de la naturaleza con estas que tiene sus bases en la naturaleza
últimas, y, por tanto, sólo bajo la humana y en aquello justamente
suposición de las mismas y de una que, además del entendimiento sano,
tensión de la imaginación para tra­ se puede al mismo tiempo exigir y
tar la naturaleza como un esquema reclamar de cada cual, a saber, la
de ellas, se da lo atemorizante para disposición para el sentimiento de
la sensibilidad, lo cual,' al mismo ideas (prácticas), es decir, la moral.
tiempo, es atractivo, porque es una En esto se funda ahora la necesi­
violencia que la razón ejerce sobre dad de la concordancia del juicio de
aquélla sólo para extenderla adecua­ otros sobre lo sublime con el nues­
damente a su propia esfera (la prác­ tro, lo cual atribuimos al mismo
tica) y dejarle ver más allá en lo in­ tiempo a éste, pues así como tacha­
finito, que para aquélla es un abis­ mos de falto de gusto a aquel que
mo. En realidad, sin desarrollo. de en el juicio de un objeto de la na­
ideas morales, lo que nosotros, pre­ turaleza encontrado bello por nos­
parados por la cultura, llamamos su­ otros se muestra indiferente, de igual
blime, aparecerá al hombre rudo modo decimos del que permanece in­
sólo como atemorizante. Él verá en móvil ante lo que nosotros juzga­
las demostraciones de poder de la mos como sublime que no tiene sen­
naturaleza, en su destrucción y en timiento alguno. Pero ambas cosas
la gran medida de la fuerza de ésta l^s exigimos a cada hombre y las
frente a la cual la suya desaparece suponemos en él si tiene alguna cul­
en la nada, sólo la pena, el peligro, tura: sólo con la diferencia que la
la congoja que rodearían al hombre primera, como en ella el Juicio re­
que fuera lanzado allí. Así, aquel fiere la imagen sólo al entendimien­
bueno y por lo demás inteligente al­ to como facultad de los conceptos,
deano sabovano llamaba, sin más la exigimos, sin más, a cada cual;
reflexión, locos (según cuenta el Sr. pero la segunda, como en ella el
de Saussure)3 a todos los aficiona­ Juicio refiere la imaginación a la ra­
dos a la nieve de las montañas. Y zón como facultad de las ideas, la
¿quién sabe si quizá no hubiera te­ exigimos sólo bajo una suposición
nido razón, de haber arrostrado subjetiva (que. sin embargo, nos
aquel observador los peligros a que creémos autorizados a exigir de cada
se expuso sólo por afición, como cual), a saber, la del sentimiento
suelen hacer la mayoría de los via­ moral en el hombre, y por esto atri­
buimos, a su vez, necesidad a ese
juicio estético.
3 Sabio ginebrino, geólogo y geógra­
fo. Dícese que fue el primero en reali­ Esta modalidad de los juicios es­
zar la ascensión del Mont-Blanc. (N. téticos, a saber, la necesidad que
del T.) les es atribuida, constituye un mo-
252 M ANUEL KANT

mentó principal para la Crítica de subjetivamente, según el sentimien­


Juicio, pues nos da justamente a co­ to que inspira (el objeto del senti­
nocer en ellos un principio a priori, miento moral), como la determina-
y los saca de la psicología empírica, bilidad de las facultades del sujeto
en donde permanecerían, sin eso, en-, mediante la representación de una
terrados entre los sentimientos de ley que obliga absolutamente, se dis­
alegría y pena (sólo con el epíteto tingue principalmente, mediante la
de si itimientos más finos, que no modalidad, de una necesidad apoca­
dice nada), para ponerlos ellos, y da en principios a priori que encie­
por ellos el Juicio, en la clase de los rra en sí no sólo pretensión, sino
que tienen por base principios a mandato de la aprobación de cada
priori, y, como tales, elevarlos hasta cual, y no es de la competencia del
la filosofía trascendental. Juicio estético, sino del Juicio puro
intelectual, y se atribuye, no en un
juicio meramente reflexionante, sino
Sota general a la exposición de los en uno determinante, no a la natu­
juicios estéticos reflexionantes raleza, sino a la libertad. Pero la
determinabilidad del sujeto por me­
En relación con el sentimiento de dio de esa idea, tratándose de un
placer, un objeto se ha de contar: o sujeto, por cierto, que puede sentir
entre lo agradable, o lo bello, o lo en sí obstáculos en la sensibilidad,
sublime, o la (absolutamente) bue­ pero al mismo tiempo superioridad
no (¡ucundum, pulchrum, sublime, sobre la misma, mediante la victoria
honestum), sobre ella, como modificación de su
Lo agradable, como motor de los estado, es decir, el sentimiento mo­
apetitos, es enteramente de una sola ral, está emparentada con el Juicio
clase, venga de donde venga y por estético y sus condiciones formales,
muy específico-diferente que sea la en tanto en cuanto sea útil para ella
representación (del sentido y de la el que la conformidad con leyes de
sensación, objetivamente considera­ la acción, por deber, se haga al mis­
dos). De aquí que dependa, en el mo tiempo representable como esté­
juicio del influjo del mismo sobre tica, es decir, como sublime, o tam­
el espíritu, sólo de la multitud de bién como bella, sin perder su pure­
encantos (simultáneos y sucesivos) za, cosa que no ocurriría si se la
y, por decirlo así, sólo de la masa quisiera poner en enlace natural con
de sensación agradable, y ésta no se el sentimiento de lo agradable.
hace comprensible mediante nada Si se saca el resultado de la expo­
más que la cantidad. Lo agradable sición, hasta ahora, de las dos clases
no cultiva, sino que pertenece al de juicios estéticos, se seguirán de
mero goce. aquí las siguientes breves definicio­
Lo bello, en cambio, exige la re­ nes:
presentación de cierta cualidad del Bello es lo que en el mero juicio
objeto que también se hace compren­ (no, pues, por medio de la sensa­
sible y se deja traer a conceptos ción del sentido, según un concepto
(aunque en el juicio estético no sea del entendimiento) place. De aquí
traída a ellos), y cultiva enseñando se deduce, por sí mismo, que tiene
a poner atención a la finalidad en que placer sin interés.
el sentimiento del placer. Sublime es lo que place inmediata­
Lo sublime consiste sólo en la re­ mente por su resistencia contra el in­
lación en la cual lo sensible, en la terés de los sentidos.
representación de la naturaleza es Ambas, como definiciones del jui­
juzgado como propio para un uso cio estético de valor universal, se re­
posible suprasensible del mismo. fieren a fundamentos subjetivos de
Lo absolutamente bueno, juzgado la sensibilidad, por una parte en
CRÍTICA DEL JU IC IO 253

cuanto estos tienen una finalidad Esa idea, empero, de lo suprasensi­


con relacipn al sentimiento moral, ble, que nosotros no podemos deter­
en favor del entendimiento contem­ minar más, y, por lo tanto, con cuya
plativo, y por otra en cuanto la tie­ exposición no podemos conocer la
nen en contra de la sensibilidad y naturaleza, sino sólo pensarla, es
en cambio a favor de los fines de la despertada en nosotros mediante un
razón práctica; ambos modos, sin objeto cuyo juicio estético pone en
embargo, unidos en el mismo sujeto. tensión la imaginación hasta sus lí­
Lo bello nos prepara a amar algo, mites, sea de extensión (matemáti­
la naturaleza misma, sin interés; lo cos) , sea de fuerza sobre el espíritu
sublime, a estimarlo altamente, in­ (dinámicos), fundándose en el sen­
cluso contra nuestro interés (sensi­ timiento de una determinación de
ble). éste que excede totalmente la esfera
Puede describirse así lo sublime: de la imaginación (el sentimiento
es un objeto (de la naturaleza) cuya moral), y en consideración del cual
representación determina el espíritu la representación del objeto es juz­
a pensar la inaccesibilidad de la na­ gada como subjetivamente final.
turaleza como exposición de ideas. En realidad, no se puede pensar
Tomadas literalmente y considera­ bien un sentimiento hacia lo subli­
das lógicamente, no pueden las ideas me de la naturaleza sin enlazar con
ser expuestas. Pero cuando nosotros él una disposición del espíritu seme­
ampliamos nuestra facultad de re-' jante a la disposición hacia lo mo­
presentación empírica (matemática o ral; y aunque el placer inmediato
dinámica) para la intuición de la na­ en lo bello de la naturaleza supone
turaleza, viene inevitablemente, ade­ y cultiva igualmente una cierta libe­
más, la razón, como facultad de la ralidad del modo de pensar, es de­
independencia de la absoluta totali­ cir, independencia de la satisfacción
dad, y produce el esfuerzo del espí­ del mero goce sensible, sin embargo,
ritu, aunque éste sea vano, para ha­ mediante él, la libertad es represen-
cer la representación de los sentidos tadá en el juego, más bien que en
adecuada con aquélla. Ese esfuerzo una ocupación, conforme a la ley,
mismo y el sentimiento de la inac­ que es la verdadera propiedad de la
cesibilidad de la idea por medio de moralidad del hombre, en donde la
la imaginación, es una exposición de razón debe hacer violencia a la sen­
la finalidad subjetiva de nuestro es­ sibilidad; solamente que en el jui­
píritu en el uso de la imaginación cio lestético sobre lo sublime esa vio­
para la determinación suprasensible lencia es representada como ejercida
del mismo, y nos obliga a pensar por la imaginación misma como ins­
subjetivamente la naturaleza misma trumento de la razón.
en su totalidad, como exposición de La satisfacción en lo sublime de
algo suprasensible, sin poder realizar la naturaleza es, por eso, también
objetivamente esa exposición. sólo negativa (mientras que la de lo
Pues pronto nos apercibimos de bello es positiva), a saber: un sen­
que a la naturaleza en el espacio y timiento de la privación de libertad
el tiempo falta completamente lo in­ de la imaginación por sí misma, al
condicionado, y, por tanto, la magni­ ser ella determinada de un modo
tud absoluta, que pide, sin embargo, conforme a fin, según otra ley que
la razón la más vulgar. Justamente la del uso empírico. Mediante eso
por eso se nos recuerda también que recibe una extensión y una fuerza
no tratamos más que con una natu­ mayor que la que sacrifica, pero
raleza como fenómeno, y que esta cuyo fundamento permanece escon­
misma hay que considerarla como dido para ella misma, y, en cambio,
mera exposición de una naturaleza siente el sacrificio y la privación y,
en sí (que la razón tiene en la idea). al mismo tiempo, la causa a que está
254 M A NUEL KANT

sometida. La estupefacción, que con­ concepto de un fin, pues entonces,


fina con el miedo, el terror y él tem­ la finalidad sería o teleológica, o
blor sagrado que se apoderan del es­ fundada, en la mera sensación de un
pectador al contemplar masas mon­ objeto (deleite o pena), y, por lo
tañosas que escalan el cielo, abismos tanto, en el primer caso no sería es­
profundos donde se precipitan furio­ tética, y en el segundo no sería me­
sas las aguas, desiertos sombríos que ramente formal. Así, cuando se lla­
invitan a tristes reflexiones, etcéte­ ma sublime el espectáculo del cielo
r a , no e s ,. sabiéndose, como se estrellado, no se debe poner a la
sabe¿ que se está en lugar seguro, base del juicio del mismo conceptos
temor verdadero, sino sólo un ensa­ de mundos habitados por seres ra­
yó para ponemos en relación con la cionales, ni considerar esos puntos
imaginación y sentir la fuerza de esa luminosos con que vemos lleno el
facultad para enlazar el movimiento espacio en derredor nuestro como
producido mediante ella en el espí­ sus soles, moviéndose en círculos'
ritu con el estado de reposo de la arreglados para ellos de un modo
misma, y así ser superiores a la na­ muy conforme a fin, sino tal como
turaleza en nosotros mismos; pór lo se le ve, como una amplia bóveda
tanto, también a la exterior a nos­ que todo lo envuelve, y sólo en esta
otros, en cuanto ésta puede tener in­ representación debemos poner la su­
flujo en el sentimiento de nuestro blimidad que un juicio estético puro
bienestar, pues la imaginación, se­ atribuye a ese objeto. De igual
gún la ley de asociación, hace depen­ modo, el espectáculo del Océano no
der nuestro estado de contento de hay que considerarlo tal como lo
condiciones físicas; pero ella misma pensamos nosotros, provistos de toda
también, según principios del esque­ ciase de conocimientos (que, sin em­
matismo del Juicio (consiguiente­ bargo, no están encerrados en la in­
mente, en cuanto sometido a la li­ tuición inmediata), como una espe­
bertad) , es instrumento de la razón cie de amplio reino de criaturas
y de sus ideas, y, por tanto, una acuáticas, o como el gran depósito
fuerza para afirmar nuestra indepen­ de agua para las evaporaciones que
dencia contra los influjos de la natu­ llenan el aire de nubes para las tie­
raleza, para rebajar cómo pequeño rras, o también como un elemento
lo que según esta última es grande, que, si bien separa unas de otras
y así para poner lo absoluto-grande partes del mundo, sin “embargo hace
sólo en nuestra propia determina­ posible entre ellas las mayores rela­
ción (la del sujeto). Esa reflexión ciones, pues todo eso proporciona
del Juicio estético paar elevar la na­ no más que juicios teleológicos, sino
turaleza a una adecuación con la ra­ que hay que poder encontrar subli­
zón (sólo que sin un concepto de­ me el Océano solamente, como lo
terminado de la misma) representa hacen los poetas, según lo que la
el objeto, incluso mediante lá inade­ apariencia visual muestra; por ejem­
cuación objetiva de la imaginación plo, si se le considera en calma,
en su mayor extensión para la razón como un claro espejo de agua, limi­
(como facultad de las ideas), sin tado tan sólo por el cielo, pero si
embargo, como subjetivamente final. en movimiento, como un abismo que
Hay que poner aquí cuidado, eri amenaza tragarlo todo. Eso mismo
general, en lo ya recordado de que ha de decirse de lo sublime y de lo
en la estética transcendental del Jui­ bello en la figura humana, en la
cio se debe tratar solamente de jui­ cual nosotros no debemos referirnos
cios estéticos puros; consiguiente­ a los conceptos de los fines para los
mente, no se pueden tomar los ejem­ cuales todos sus miembros están allí,
plos de los objetos bellos o sublimes como bases de determinación del jui­
de la naturaleza que presuponen el cio, ni dejar que la conformidad con
CRÍTICA DEL JU IC IO 255

ellos influya en nuestro juicio esté­ bre en nosotros una insondable pro­
tico (entonces ya no puro), aunque fundidad de esa facultad suprasen­
es, desde luego, una condición nece­ sible con sus consecuencias, que se
saria también de la satisfacción es­ extienden adonde ya no alcanza la
tética el que no les contradigan. La vista), resulta que la satisfacción,
finalidad estética es la conformidad considerada en la parte estética (en
a la ley del Juicio en su libertad. La relación con la sensibilidad), es ne­
satisfacción en el objeto depende de gativa, es decir, contra ese interés,
la relación en que queremos poner pero en la intelectual es positiva y
la imaginación, con tal de que por unida con un interés. De aquí se de­
sí misma entreténga el espíritu en duce que el bien (el bien moral)
libre ocupación. En cambio, cuando intelectual, conforme en sí mismo a
es otra cosa, sensación de los senti­ fin, debe representarse, no tanto
dos o concepto del entendimiento, como bello, sino más bien como su­
lo que determina el juicio, éste, si blime, de suerte que despierta más
bien es conforme a la ley, no es, sin el sentimiento del respeto (que des­
embargo, el juicio de una libre fa­ precia el encanto) que el del atpor
cultad del Juicio. y la íntima inclinación porque la na­
Así, pues, cuando se hable de be­ turaleza humana concuerda con
lleza o sublimidad intelectual: pri­ aquel bien, no por sí misma, sino
meramente, estas expresiones no son sólo por la violencia que la razón
del todo exactas, porque hay modos hace a la sensibilidad. Recíproca­
de representación* estéticos que si mente, lo que llamamos sublime en
fuéramos meramente inteligencias la naturaleza, fuera de nosotros, o
puras (o nos pusiéramos también, también en la interior (verbigracia,
por el pensamiento, en esa cuali­ ciertas emociones), se representa
dad) , no podrían encontrarse de como una fuerza del espíritu para
ningún modo en nosotros; segunda- elevarse por encima de ciertos obs­
mente, aunque antes, como objetos táculos de la sensibilidad por medio
de una satisfacción intelectual (mo­ de principios morales,4 y por ello
ral), pueden, desde luego, enlazarse vendrá a ser interesante.
con la satisfacción estética, en tanto En esto último voy a detenerme
en cuanto no descansan en interés un poco. La idea del bien con emo­
alguno, sin embargo, es difícil unir­ ción se llama entusiasmo. Este es­
las, por otra parte, con ella, porque tado de espíritu parece ser de tal
deben producir un interés, lo cual, manera sublime, que se opina gene­
si la exposición ha de concordar en ralmente que sin él no se puede rea­
el juicio estético con la satisfacción, lizar nada grande. Ahora bien: toda
no ocurriría en éste más que me­ emoción5 es ciega, o en la elección
diante un interés sensible que se en­
laza con él en la exposición, pero 4 En las tres ediciones dice «huma­
entonces se daña y se impurifica la nos»; pero desde Hartenstein, todos
finalidad intelectual. los editores escriben «morales». Adop­
El objeto de una satisfacción inte­ to esta versión, aunque la de «huma­
nos» podía adelantar muchas y buenas
lectual pura e incondicionada es la razones en su favor. (N. del T.)
ley moral, en su fuerza, que ella 5 Las emociones se distinguen espe­
ejerce en nosotros por encima de to­ cíficamente de las pasiones. Aquéllas
dos y cada uno de los móviles del se refieren sólo al sentimiento: éstas
espíritu que la preceden; y como esa pertenecen a la facultad de desear, y
fuerza no se da propiamente a co­ son inclinaciones que dificultan o im­
nocer estéticamente más que por me­ posibilitan toda determinabilidad de la
voluntad mediante principios; aquéllas
dio de sacrificios (lo cual es una son tormentosas y sin premeditación:
privación, aunque en favor de la in­ éstas, perseverantes y reflexivas. Así,
terior libertad, y, en cambio, descu­ la indignación, como cólera, es una
256 M A NU EL KANT

de su fin, o, aun cuando éste lo haya to de dolor (animum languidum) ,


dado la razón, en la realización del no tiene en sí nada de noble, pero
mismo, porque es el movimiento del puede contarse entre lo bello de la
espíritu que hace incapaz de orga­ especie sensible. De aquí que los
nizar una libre reflexión de los prin­ sentimientos, que pueden crecer en
cipios para determinarse según ellos. fuerza hasta la emoción, sean tam­
Así, que de ninguna manera puede bién muy diferentes. Se tienen sen­
merecer una satisfacción de la ra­ timientos valerosos y se tienen tier­
zón. Estéticamente, empero, es el en­ nos. Estos últimos, cuando crecen
tusiasmo sublime, porque es una ten­ hasta la emoción, no sirven para
sión de las fuerzas por ideas que dan nada; la inclinación a ellos se llama
al espíritu una impulsión que opera sensiblería. Una pena de compasión
mucho más fuerte y duraderamente que no admite consuelo, o en la que,
que el esfuerzo por medio de repre­ cuando se refiere a desgracias ima­
sentaciones sensibles. Pero (y esto ginadas, nos sumimos deliberada­
parece extraño) la falta misma de mente hasta la ilusión, por la fanta­
emoción (apatheia, phlegma, in sig- sía, como si fuera verdadera, mues­
nificatu bono) de un espíritu que tra y hace un alma tierna, pero al
sigue enérgicamente sus principios mismo tiempo débil, que indica un
inmutables es sublime, y, en modo lado bello, y puede, desde luego, ser
mucho más excelente, porque tiene llamada fantástica, pero ni siquiera
de su parte al mismo tiempo la sa­ entusiasta. Novelas, dramas llorones,
tisfacción de la razón pura. Un insípidas reglas de costumbres, que
modo semejante del espíritu se lla­ juegan con los llamados (aunque fal­
ma sólo noble, y esta expresión se samente) sentimientos nobles, pero
aplica también después a cosas; ver­ que, en realidad, hacen el corazón
bigracia, edificios, un traje, manera mustio, insensible para la severa
de escribir, actitud corporal, e tc .. prescripción del deber, e incapaz de
cuando éstos producen, no tanto es­ todo respeto hacia la dignidad de
tupefacción (emoción en la repre­ la humanidad en nuestra persona,
sentación de la novedad, que supera hacia el derecho de los hombres (lo
lo que se esperaba) como admira­ cual es algo totalmente distinto de
ción (una estupefacción que no cesa su felicidad), y, en general, de todo
al perderse la novedad), lo cual ocu­ firme principio; un discurso religio­
rre cuando ideas sin intención y sin so, inclusive, que recomiende baja
arte concurren, en su exposición, y rastrera solicitación del favor y
con la satisfacción estética. adulación, y que nos haga abando­
Cada una de las emociones de la nar toda confianza en la facultad
especie enérgica, a saber: la que ex­ propia para sentir el mal, en lugar
cita la consciencia de nuestras fuer­ de la firme resolución de ensayar
zas para vencer toda resistencia (ani- las fuerzas que nos queden libres, a
mi stremii), es estético-sublime; ver­ pesar de toda nuestra debilidad para
bigracia, la cólera, la desesperación dominar las inclinaciones; la falsa
misma (la indignada, pero no la modestia que pone en el desprecio
abatida). Pero la emoción de la es­ de sí mismo, en el lagrimoso e hipó­
pecie deprimente, la que nace del es­ crita arrepentimiento y en una con­
fuerzo mismo para resistir un obje- cepción de espíritu meramente pa­
ciente, la cínica manera de compla­
emoción; pero como odio (deseo de cer al más alto ser, nada de eso se
venganza), es una pasión. Esta última compagina siquiera con lo que pue­
no puede nunca y en ninguna relación de contarse entre las bellezas, y mu­
ser llamada sublime, porque en la emo­
ción, la libertad del espíritu queda, cho menos aun con la sublimidad
desde luego, suspendida, pero en la del modo i¡ie ser del espíritu.
pasión es anulada. Pero los movimientos tempestuo-
CRÍTICA DEL JU IC IO 257

sos del espíritu enlázanse con ideas supresión de sus barreras; y esa abs­
religiosas, bajo el nombre de edifi­ tracción es, pues, una exposición de
cación, o con ideas que tienen un lo infinito, que por eso mismo, cier­
interés social, como sólo pertene­ tamente, no puede ser nunca más
cientes a la cultura, y no pueden que una exposición meramente nega­
tampoco, por muy gran tensión en tiva, pero que, sin embargo, ensan­
que pongan la imaginación, preten­ cha el alma. Quizá no haya en el li­
der al honor de una exposición su­ bro de la ley de los judíos ningún
blime, si no dejan tras sí una dis­ pasaje más sublime que el manda­
posición de espíritu que, aunque sólo miento: «No debes hacerte ninguna
indirectamente, tenga influjo en la imagen tallada ni alegoría alguna, ni
conciencia del propio vigor y de la de lo que hay en el cielo, ni de lo
decisión para lo que lleva consigo que hay en la tierra, ni de lo que
pura intelectual finalidad (para lo hay debajo de la tie r r a ..., etcéte­
suprasensible), pues si no, todos r a . . . 6 Ese solo mandamiento pue­
esos sentimientos pertenecerán al de explicar el entusiasmo que el
movimiento, el cual se estima a cau­ pueblo judío, en su período civiliza­
sa de la salud. La agradable laxitud, do, sintió por su religión, cuando se
que es la consecuencia de semejante comparó con otros pueblos o con
excitación mediante el juego de las aquel orgullo que inspira el maho­
emociones, es un goce del bienestar, metismo. Lo mismo, exactamente,
nacido del equilibrio, restablecido ocurre con la representación de la
en nosotros, de las diversas fuerzas ley moral y de la capacidad de mo­
de la vida, el cual, al cabo, viene a ralidad en nosotros. Es una preocu­
parar a lo mismo que aquel otro que pación totalmente falsa la de que,
los voluptuosos del Oriente encuen­ si se la privase de todo lo que pue­
tran tan deleitoso, al hacerse, por de recomendarla a los sentidos, ven­
decirlo así, amasar el cuerpo y opri­ dría entonces a llevar consigo no
mir y plegar músculos y articulacio­ más que un consentimiento sin vicia
nes; sólo que allí el principio motor y frío y ninguna fuerza o sentimien­
está, en gran parte, dentro de nos­ to motriz. Es exactamente lo con­
otros, y aquí, en cambio, totalmente trario, pues allí donde los sentidos
fuera. Algunos creen haberse edifi­ no ven ya nada .más delante de sí,
cado por una predicación allí don­ y, sin embargo, permanece imborra­
de, sin embargo, nada ha sido cons­ ble la idea de la moralidad, que no
truido (ningún sistema de buenas se pued.e desconocer, más bien sería
máximas), o haberse mejorado por necesario moderar el ímpetu de una
un drama, cuando sólo se sienten imaginación ilimitada, para no de­
alegres de haber entretenido feliz­ jarla subir hasta el entusiasmo, que,
mente el fastidio. Así, pues, lo su­ por temor a la falta de fuerzas de
blime debe siempre tener relación esas ideas, buscar para ellas una ayu­
con el modo de pensar, es decir, pro­ da en imágenes y en un pueril apa­
porcionar en máximas a las ideas rato. Por eso también han permitido
intelectuales y de la razón una fuer­ gustosos los Gobiernos que se pro­
za superior sobre la sensibilidad. vea ricamente la religión de ese úl­
No hay que temer que el senti­ timo aditamento, y han tratado así
miento de lo sublime se pierda por de quitarle al súbdito el trabajo,
esta manera de exposición abstracta, pero al mismo tiempo la facultad
que, en lo que toca a lo sensible, es de ampliar las facultades de su alma
totalmente negativa, pues la imagi­
nación, si bien, nada encuentra por 6 La cita está y se repite frecuente­
encima de lo sensible, en donde se mente en la Biblia, Éxod., 20, 4; Deut.,
pueda mantener, se siente, sin em­ 4, 15, 20; Jos., 24, 14; Ps., 96, 7. (TV.
bargo, ilimitada, justamente por esa del T.)
258 M A N U E L KA N T

por encima de las barreras que se le comunicar), sin embargo, la separa­


pueden imponer arbitrariamente, y ción de toda sociedad es considera­
mediante las cuales se le puede tra­ da como algo sublime cuando des­
tar fácilmente como meramente pa­ cansa en ideas que miran más allá,
sivo. por encima de todo interés sensible.
Esa exposición pura, elevadora del Bastarse a sí mismo y, por lo tanto,
alma y meramente negativa, de la no necesitar sociedad, sin ser, sin
sensibilidad, no encierra, en cambio, embargo, insociable, es decir, sin
peligro alguno de exaltación, que es huirla, es algo que se acerca a lo
una ilusión de querer v er más allá sublime, como toda victoria sobre
de todos los límites de la sensibili­ las necesidades. En cambio, huir los
dad, es decir, sopar según principios hombres por misantropía, porque se
(delirar con la razón), justamente les odia o por antropofobia (miedo
porque la exposición en aquélla es del hombre), porque se les teme
meramente negativa, pues la impo­ como enemigos, es, en parte, feo y
sibilidad de conocer la idea de liber­ en parte, despreciable. Sin embargo,
tad cierra el camino totalmente a hay una (muy impropiamente llama­
toda positiva exposición; pero la ley da) misantropía, cuyas raíces suelen
moral es, en nosotros, suficientemen­ encontrarse, con la edad, en el es­
te y originariamente determinante, píritu de muchos hombres que pien­
tanto que ni siquiera es permitido san bien, que en lo que se refiere a
buscar fuera de ella un motivo de la benevolencia, es bastante filantró­
determinación. Si el entusiasmo se pica, pero que se aparta mucho, a
compara con el delirio, la exaltación causa de una larga y triste experien­
es de comparar con la demencia, y cia, de la satisfacción en los hom­
esta última, entre todas, se acomoda bres: de ésta son pruebas la tenden­
menos que ninguna con lo sublime, cia al retiro, la aspiración fantástica
porque es soñadoramente ridicula. hacia un punto de la tierra alejado
En el entusiasmo, como emoción, la o también (entre los jóvenes) la fe­
imaginación no tiene freno; en la licidad soñada de poder pasar su
exaltación, como pasión incubada y vida en un desierto desconocido de
arraigada, no tiene regla. El primero, lo restante del mundo con una pe­
es un accidente que pasa y que ata­ queña familia; de ella saben muy
ca a veces al entendimiento más bien hacer uso los escritores de no­
sano; la segunda, una enfermedad velas o imaginadores de robinsona-
que lo desorganiza. das. Falsedad, ingratitud, injusticia,
Sencillez (finalidad sin arte) es, lo pueril de los fines que nosotros
por decirlo así, el estilo de la natu­ mismos tenemos por importantes y
raleza en lo sublime, y también de grandes, y en cuya persecución los
la moralidad, que es una segunda hombres mismos se hacen unos a
(suprasensible) naturaleza; de ésta otros todo el mal imaginable, están
conocemos sólo las leyes, sin poder tan en contradicción con la idea de
alcanzar, mediante la intuición, la lo que pudieran ser los hombres, si
facultad suprasensible en nosotros quisieran, y se oponen tanto al vivo
mismos que encierra el fundamento anhelo de verlos mejores, que, para
de esa legislación. no odiarlos, ya que amarlos no se
Hay que notar aún que aunque la puede, el renunciar a todas las ale­
satisfacción en lo bello, así como la grías de la sociedad parece no ser
de lo sublime, no sólo se distingue más que un pequeño sacrificio. Esa
conocidamente entre los otros juicios tristeza, no sobre el mal que el des­
estéticos por la universal comunica­ tino dispone para otros hombres
bilidad, sino que también recibe por (cuya causa es la simpatía), sino so­
esa cualidad un interés en relación bre el que ellos mismos se ocasio­
con la sociedad (en donde se deja nan (que descansa en la antipatía
CRÍTICA DEL JU IC IO 239

de principios), es sublime, porque en el miedo, es decir, en un dolor


descansa eri ideas, mientras que la que, como no llega hasta la verda­
primera, en todo caso, sólo puede dera alteración de las partes del
valer como bella. El tan ingenioso cuerpo, produce movimientos que,
como profundo Saussure, en la des­ limpiando los vasos, más finos, o los
cripción de su viaje por los Alpes, más groseros, de obstrucciones peli­
dice de Bonhomme, una de las mon­ grosas o pesadas, se encuentran en
tañas saboyanas: «Allí mismo domi­ estado de excitar sensaciones agra­
na una cierta insípida tristeza.» Co­ dables, no ciertamente placer, sino
nocía, pues, una tristeza interesante, una especie de temblor satisfactorio,
que mana de la vista de un desierto, cierta paz que está mezclada con te­
en donde desearían hombres sumirse rror». Lo bello, que él funda en el
para no oír nada más del mundo ni amor (del cual, sin embargo, quiere
aprender de él, pero que no debe considerar el deseo como separado),
ser, sin embargo, tan inhospitalario lo reduce (páginas 251-252) a «el
que ofrezca para los hombres sólo relajamiento, la distensión y embo­
una penosísima estancia. Hago esta tamiento de las fibras del cuerpo, y,
observación solamente con la inten­ por tanto, un enternecimiento, des­
ción de recordar que también la enlace, agotamiento; un sumirse,
aflicción (no la tristeza abatida) agonizar y disolverse de placeres.»
puede contarse entre las emociones Y después justifica ese modo cíe
vigorosas, cuando tiene su base en explicación, no sólo en casos en que
ideas morales; pero cuando se fun­ - la imaginación se une al entendi­
da en la simpatía y, por tanto, es miento, sino incluso en otros en que
amable, pertenece tan sólo a las emo­ se une a una sensación de los sen­
ciones deprimentes, y así atraigo la tidos, para despertar en nosotros,
atención a la disposición de espíri­ tanto el sentimiento de lo bello como
tu, que sólo en el primer caso es el de lo sublime. Como observacio­
sublime. nes psicológicas, esos análisis de los
fenómenos de nuestro espíritu son
grandemente hermosos, y proporcio­
Ahora se puede comparar con la nan rica materia a las investigacio­
exposición trascendental, hasta aquí nes preferidas de la antropología
llevada, de los juicios estéticos, la empírica. No se puede tampoco ne­
fisiológica, como la han trabajado gar que todas nuestras representa­
un Burke y muchos hombres pe­ ciones, sean, del punto de vista obje­
netrantes, entre nosotros, para ver tivo,’solamente sensibles, o sean to­
adonde conduce una exposición me­ talmente intelectuales, pueden, sin
ramente empírica de lo sublime y de embargo, subjetivamente, ir unidas
lo bello Burke,1 que, en ese modo con deleite o con dolor, por muy
de tratarla, merece ser nombrado poco que se noten ambos (porque
como el autor más distinguido, con­ ellas afectan del todo el sentimiento
sigue, por ese camino (pág. 223 de de la vida, y ninguna de ellas, en
su obra), la solución siguiente: «que cuanto es modificación del sujeto,
el sentimiento de lo sublime se fun­ puede ser indiferente), y hasta que,
da en el instinto de conservación y7 como opinaba Epicuro, el placer y
el dolor son -siempre, en .último tér­
7 S^gún la traducción alemana de su mino, corporales, aunque partan de
escrito «Philosophische Untersuchun- la imagen y hasta de representacio­
gen über den Ursprong unserer Beg- nes del entendimiento, porque la
riffe vom Schónen und Erhabenen»,
Riga, bei Hartknoch, 1773; «Investiga­ vida, sin sentimiento del órgano cor­
ciones filosóficas sobre el origen de poral, es sólo consciencia de la pro­
nuestros conceptos de lo bello y de lo pia existencia, pero no sentimiento
sublime». del bienestar o malestar, es decir, de
260 M ANUEL KANT

la excitación, de la suspensión de cionar la materia para una investi­


las facultades vitales, pues el espíri­ gación más alta; pero una explica­
tu, por sí solo, es todo vida (el prin­ ción trascendental de esa facultad
cipio mismo de la vida), y las resis­ es, sin embargo, posible, y pertene­
tencias, las excitaciones, hay que ce esencialmente a la crítica del gus­
buscarlas fuera de él, y, sin embar­ to, pues, sin tener éste principios a
go, en el hombre mismo, por lo tan­ priori, le sería imposible regir los
to, en la unión con su cuerpo. juicios de otros y fallar sobre ellos,
Pero si la satisfacción en el ob­ aunque sólo fuera con alguna apa­
jeto se funda únicamente en el he­ riencia de derecho, por medio de
cho de que éste deleita mediante en­ sentencias de aprobación o repro­
canto o emoción, entonces no se pue­ bación.
de exigir a ninguna otra persona que Lo que aun queda de la analítica
esté de acuerdo con el juicio estéti­ del Juicio estético está encerrado,
co que enunciamos, pues sobre eso, ante todo, en la
cada uno interroga, con razón, sólo
su sentido privado. Pero entonces
toda censura del gusto cesa también DEDUCCIÓN DE LOS JUICIOS
totalmente, pues habría que hacer ESTÉTICOS PUROS
del ejemplo , que otros dan, por la
concordancia casual de sus juicios, § 30
una orden de aplauso para nosotros,
y contra este principio, sin embargo, La deducción de los juicios estéticos
nos alzaríamos probablemente, y sobre los objetos de la naturaleza
apelaríamos al derecho natural de no puede ser aplicada a la que en
someter el juicio que descansa en el ésta llamamos sublime, sino sólo a
sentimiento inmediato de la propia lo bello
satisfacción, a nuestro sentido pro­
pio y no al de otros. La pretensión de un juicio estéti­
Así, pues, si el juicio de gusto no co a una validez universal para cada
ha de valer como egoísta, sino que, sujeto exige, como todo juicio que
según su naturaleza interior, es de­ debe apoyarse en algún principio a
cir, por sí mismo y no por los ejem­ priori, una deducción (es decir, le­
plos que otros dan de su gusto, ha gitimación de su pretensión) que
de valer necesariamente como plu­ debe aún añadirse a la exposición
ralista; si se le estima de tal modo del mismo, cuando se refiere a una
que se pueda pedir al mismo tiempo satisfacción o desagrado en la forma
que cada cual deba adherirse a él, del objeto, y de esta clase son los
entonces tiene que tener a su base juicios de gusto sobre lo bello de la
algún principio a priori (subjetivo naturaleza, pues la finalidad tiene
u objetivo), al cual no se puede lle­ entonces su base en el objeto y su
gar nunca acechando leyes empíri­ forma, si bien no muestra la rela­
cas de modificaciones del espíritu, ción de éste con otros objetos según
porque éstas no dan a conocer más conceptos (para el juicio del cono­
que cómo se juzga, pero no mandan cimiento), sino sólo se refiere a la
cómo se debe juzgar, y aun de tal aprehensión de esa forma, en cuan­
modo, que la ley sea incondiciona­ to ésta se muestra conforme en el
da; esto es lo que los juicios de gus­ espíritu, tanto con la facultad de los
to presuponen al pretender que la sa­ conceptos como con la de la exposi­
tisfacción vaya inmediatamente uni­ ción de los mismos (que es la misma
da con una representación. Así, que la de la aprehensión). Puédese,
pues, la exposición empírica de los pues, también, en lo que toca a lo
juicios estéticos puede, desde luego, bello de la naturaleza, alegar cues­
constituir el comienzo para propor­ tiones de diversa índole, que se re­
CRÍTICA DEL JU IC IO 261

fieren a las causas de esa finalidad pretensión de un juicio semejante a


de sus formas; v. gr., cómo se va a una validez universal y necesaria.
explicar por qué la naturaleza ha No tendremos, pues, que buscar
multiplicado por todas partes tan más que la deducción de los juicios
pródigamente la belleza en el fondo de gusto, es decir, de los juicios so­
mismo del océano, donde sólo rara bre la belleza de las cosas naturales,
vez la vista humana (para la cual y así satisfaremos en su totalidad la
sólo aquélla es conforme a fin) ha tarea de todo el Juicio estético.
alcanzado a ver. . . , y otras m ás. . .
Pero lo sublime de la naturaleza
—cuando sobre él enunciamos un § 31
juicio estético puro, no mezclado
con conceptos ae perfección como Del método de la deducción de los
finalidad objetiva, en cuyo caso se­ juicios de gusto
ría un juicio teleológico— puede ser
considerado como informe o sin fi­ La obligación de una deducción,
gura y, sin embargo, como objeto es decir, de dar una garantía de la
de una satisfacción pura, y mostrar legitimidad de una especie de jui­
finalidad subjetiva ele la representa­ cios, se presenta sólo cuando el jui­
ción dada; y aquí se trata de saber cio tiene pretensiones a la necesidad,
si en el juicio estético de esta clase y este caso se da solamente cuando,
puede pedirse, además de la exposi­ exigiendo universalidad subjetiva, es
ción de lo que en él se piensa, una decir, aprobación de todos, no es,
deducción de su prétensión a un sin embargo, un juicio de conoci­
principio (subjetivo) a priori. miento, sino del placer o dolor, en
un objeto dado, es decir, pretende
A esto sirve de respuesta que lo
sublime de la naturaleza se llama a una finalidad subjetiva que valga
comúnmente para todos y que no
así impropiamente, y que propia­ se debe fundar en concepto alguno
mente sólo puede atribuirse at modo de la cosa, porque es un juicio de
de pensar, o más bien a los funda­ gusto.
mentos para el mismo en la natura­ Como, en este último caso, no se
leza humana. La aprehensión de un trata de juicio alguno de conocimien­
objeto, por lo demás informe y dis­ to, sea teórico, a cuya base está el
conforme a fin, da meramente la concepto de una naturaleza, en ge­
ocasión de tener consciencia de ello, neral, dado por el entendimiento, sea
y ese objeto es usado de ese modo (puro) práctico, a cuya base está
subjetivo, finalmente, pero no juzga­ la idea ae la libertad, como dada a
do como tal por sí y por su forma priori por la razón, y como, por tan­
(por decirlo así, species jinalis ac- to, no tenemos que justificar a prio­
cepta, non data). De aquí que nues­ ri, según su validez, juicio alguno
tra exposición de los juicios sobre que representa lo que una cosa es o
lo sublime de la naturaleza fuera exprese que debo efectuar algo para
también al mismo tiempo su deduc­ realizarla, resulta que habrá que ex­
ción, pues cuando hemos analizado poner, para el juicio en general, tan
la reflexión del Juicio en ellos, en­ sólo la validez universal de un jui­
contramos una relación, conforme a cio particular, que expresa la finali­
fin, de las facultades de conocer, la dad subjetiva de una representación
cual debe ser puesta a priori a la empírica de la forma de un objeto,
base de la facultad de los fines (la para explicar cómo es posible que
voluntad) , y, por tanto, es ella mis­ algo pueda placer sólo en el juicio
ma a priori conforme a un fin, lo (sin sensación de los sentidos ni con­
cual contiene en seguida la deduc­ cepto), y que así como el juicio de
ción, es decir, la justificación de la un objeto, para el conocimiento en
262 M A N U E L KA NT

facción (como belleza), con una pre­


general, tiene reglas universales, tam­
bién la satisfacción de cada cual pue­tensión a la aprobación de cada cual,
de ser declarada regla para todos los como si fuera objetivo.
dernás. Decir: «Esa flor es bella», vale
Anora bien, si esa validez univer­ tanto como proclamar su propia pre­
sal no debe fundarse en una colec­ tensión a la satisfacción de cada
ción de votos o en preguntas hechas cual. Por el agrado de su olor, no
a los demás sobre su modo de sen­ tiene pretensión alguna. A unos re­
tir, sino que debe descansar, por gocija ese olor; a otros les ataca a la
decirlo así, en una autonomía del cabeza: ¿qué deberá uno suponer,
sujeto, que juzga sobre el sentimien­ según esto, como no sea que la be­
to del placer (en la representación lleza debe ser tenida por una pro­
dada), es decir, en su propio gusto, piedad de la flor misma, que no se
y si, sin embargo, no debe tampoco rige según la diferencia de las cabe­
ser deducida de conceptos, resulta zas y de tantos sentidos, sino según
que un juicio semejante, como lo es, la cual éstos han de regirse cuando
en realidad, el juicio de gusto, tienequieran juzgar sobre ella? Y, sin
una característica doble y, desde lue­embargo, no es así, pues en eso, pre­
go, lógica, a saber: primero, la vali­cisamente, consiste el juicio de gus­
dez universal a priori, no una uni­ to: en que llama bella una cosa sólo
versalidad lógica según conceptos, según la propiedad en que ella se
sino la universalidad de un juicio acomoda con nuestro modo de per­
particular; segundo, una necesidad cibirla.
(que siempre debe descansar en ba­ Además, en cada juicio que ha de
ses a priori) que, sin embargo, no mostrar el gusto del sujeto, se pide
depende de ninguna base de demos­ que el sujeto juzgue, por sí, sin que
tración a priori, mediante cuya re­ tenga necesidad de explorar, por la
presentación, la aprobación que el experiencia, entre los juicios de los
juicio de gusto exige de cada cual demás, y de enterarse anticipada­
pudiera ser forzada. mente de su satisfacción o desagra­
La explicación de esas caracterís­do en el mismo objeto; por lo tanto,
ticas lógicas, por las que un juicio que pronuncie su juicio, no como
de gusto se distingue ■de todos los imitación, porque una cosa realmen­
juicios de conocimiento, si aquí, al te gusta umversalmente, sino a prio­
principio, hacemos abstracción de ri, Se debería empero pensar que un
todo el contenido de aquél, a saber, juicio a priori tiene que contener un
el sentimiento de placer, y sólo com­ concepto del objeto para cuyo cono­
paramos la forma estética con la cimiento encierra el principio, pero
forma de los juicios objetivos, según el juicio de gusto no se funda en
la lógica los prescribe, bastará sólo modo alguno en conceptos y no es
para la deducción de esa extraña nunca un juicio de conocimiento,
facultad. Así, pues, vamos a hacer sino sólo un juicio estético.
representables, ante todo, esas pro­ De aquí que un joven poeta no
piedades características del gusto, se deje apartar de la convicción de
aclaradas por medio de ejemplos. que su poesía es bella, ni por el jui­
cio del público ni por el de sus ami­
gos, y si les presta atención, ello
§ 32 ocurre, no porque juzgue ahora de
otro modo, sino porque, aun cuando
Primera característica del juicio todo el público (al menos, en su pen­
de gusto samiento) tuviese un gusto falso,
encuentra motivo (aun contra su jui­
El juicio de gusto determina su cio), en su deseo de aplauso, para
objeto, en consideración de la satis­ acomodarse con la ilusión común.
CRÍTICA DEL JU IC IO 263

Sólo después, cuando su Juicio se dotes o de filósofos, o también saca­


ha hecho más penetrante por el ejer­ das de sí mismo, como por medio
cicio, se apartará voluntariamente de de un ejemplo de virtud o de santi­
su juicio anterior, de igual modo que dad que, puesto en la historia, no
hace con los juicios suyos, que des­ por eso hace superfina la autonomía
cansan sólo en la razón. El Juicio de la virtud, nacida de la idea pro­
tiene solamente pretensión á la au­ pia y originaria de la moralidad, ni
tonomía. Hacer de juicios extraños la muda en un mecanismo de la imi­
el motivo de determinación del pro­ tación. Sucesión, referida a un pre­
pio sería heteronomía. cedente, que no imitación, es la ex­
El apreciar las obras de los anti­ presión exacta para todo influjo que
guos, con razón, como modelos y los productos de un creador ejem­
llamar clásicos a los autores de las plar pueden tener sobre otros, lo
mismas, como si entre los escritores cual vale tanto como decir: beber
constituyeran una cierta aristocracia en la misma fuente en que aquel
que dieran, con su ejemplo, leyes al mismo bebió y aprender de su pre­
pueblo, parece mostrar fuentes a decesor sólo el modo de comportarse
posteriori, del gusto y contradecir a en ello. Pero, entre todas las facul­
la autonomía del mismo en cada su­ tades y talento, es precisamente el
jeto. Pero podría decirse también gusto el que, como su juicio no es
que los antiguos matemáticos, que determinadle por conceptos y pre­
han sido tenidos hasta hoy por mo­ ceptos, está más necesitado de los
delos indispensables de la mayor so­ ejemplos de lo que en la marcha de
lidez y elegancia en el método sin­ la cultura ha conservado más tiem­
tético, demuestran una razón imita­ po la aprobación, para no volver de
tiva en nosotros y una incapacidad nuevo a la grosería y caer otra vez
de la misma para sacar de sí, con en la rudeza de los primeros en­
la mayor intuición, demostraciones sayos.
severas por medio de la construcción
de los conceptos. No hay uso alguno § 33
de nuestras facultades, por muy libre
que sea, incluso el de la razón (que Segunda característica del juicio
tiene que sacar todos sus juicios de de gusto
la fuente común a priori), que, si
cada sujeto debiera empezar siem­ El juicio de gusto no puede en
pre, del todo, por las disposiciones modo alguno ser determinado por
brutas de su naturaleza, no cayera bases de demostración, exactamente
en ensayos llenos de faltas, de no como si fuera meramente subjetivo.
haberle precedido otros con la suya, Primero: cuando alguien no en­
no para convertir los sucesores en cuentra bello un edificio, una pers­
nuevos imitadores, sino para poner­ pectiva, una poesía, no se deja im­
los, mediante su proceder, en la pis­ poner interiormente la aprobación
ta de buscar en sí mismo los prin­ por cien votos que la aprecian alta­
cipios, y, así, de tomar a veces mé- mente. Puede, es cierto, presentarse,
jor su propio camino. En la religión como si ello le pluguiese, para no
misma, en donde, desde luego, cada pasar por persona sin gusto, y hasta
cual debe tomar de sí mismo la re­ puede empezar a dudar de si habrá
gla de su conducta, porque él mis­ formado bastante su gusto por el co­
mo permanece responsable de ella y nocimiento de una multitud suficien­
no puede atribuir la culpa de sus te de objetos de cierta clase (como
faltas a otros, maestros o predeceso­ uno que en lontananza toma por
res, no se consigue, sin embargo, bosque lo que otros consideran como
nunca tanto por medio de prescrip­ una ciudad, y duda del juicio de su
ciones generales, recibidas de sacer­ propia vista); pero ve claro, sin em­
264 M ANUEL KANT

bargo, que la aprobación de otros ellos, que me es, por lo demás, agra­
no porporciona prueba alguna vale­ dable, y me enaltezca, por encima,
dera para el juicio de la belleza, y con razón lo saludable de la tal co­
que el heqho de que otros observen mida, contra todos esos fundamen­
y vean por él, y lo que muchos cha­ tos permanezco sordo: pruebo el
yan visto de una misma manera, manjar con mi lengua y mi paladar
puede servir, es cierto, para el que y según ello (no según principios
crea haberlo visto de otro modo, de universales) enuncio mi juicio.
base probatoria suficiente en el jui­ En realidad, enúnciase el juicio
cio teórico, por lo tanto lógico, pero de gusto siempre totalmente como
que nunca lo que ha complacido a un juicio particular del objeto. El
otros puede servir de base probato­ entendimiento puede enunciar un
ria en el juicio estético. El juicio de juicio universal comparando los ob­
otros, cuando nos es desfavorable, jetos, en punto a la satisfacción, con
puede, desde luego, con razón, ha­ el juicio de otros; v. gr.; todas las
cemos pensar, considerando el nues­ tulipas son bellas, pero entonces este
tro, pero no puede nunca convencer­ no es ningún juicio de gusto, sino
nos de la incorrección de éste. Así, un juicio lógico, que hace de la re­
no hay base alguna empírica de lación de un objeto con el gusto el
prueba para forzar el juicio de gus­ predicado de las cosas de una deter­
to de alguien. minada clase en general, pero sólo
Segundo: una-prueba a priori, se­ el juicio mediante el cual encuentro
gún reglas determinadas, puede me­ una única tulipa bella, es decir, en­
nos aun determinar el juicio de la cuentro a mi satisfacción en ella
belleza. Cuando alguien me lee su universal validez, es el juicio de gus­
poesía o me lleva a ver una obra to. Su característica consiste empe­
dramática que, en conclusión, no ro en que, aunque sólo tenga vali­
quiere convenir a mi gusto, por mu­ dez subjetiva, pretende, sin embar­
cho que me cite a Batteux, o a Less- go, a extenderse a todos los sujetos,
ing, o a otros aun más antiguos y tal y como sólo podría ocurrir si fue­
famosos críticos del gusto y presente ra un juicio objetivo apoyado en fun­
las reglas por ellos establecidas como damentos de conocimiento y capaz
pruebas de que su poesía es bella, de ser impuesto por medio de una
aunque ciertos pasajes, que precisa­ prueba.
mente me desagradan, concuerden
perfectamente con las reglas de la § 34
belleza (tal como están allí dadas
y universalmente reconocidas) me No es posible principio alguno
tapo los oídos, me niego a oír fun­ objetivo del gusto
damentos y razones, y preferiré su­
poner que aquellas reglas de los crí­ Por principio del gusto se enten­
ticos son falsas, o, por lo menos, que dería un principio bajo cuya condi­
no es este el caso de aplicarlas, antes ción se pudiera subsumir el concep­
que dejar determinar mi juicio por to de un objeto y deducir, mediante
bases de prueba a priori. pues este una conclusión, que es bello. Pero
debe ser un juicio de gusto y no del es totalmente imposible, pues he de
entendimiento o de la razón. sentir el placer inmediatamente en
Parece que este sea uno de los la representación del mismo, y éste
principales motivos por los cuales no puede serme atribuido por medio
se ha dado precisamente el nombre de base de prueba alguna. A pesar
de gusto a ese Juicio estético, pues de que los críticos, como dice Hume,
por mucho que me enumere alguien pueden disputar más especiosamen­
todos los ingredientes de un manjar te que los cocineros, tienen, sin em­
v me haca notar, sobre cada uno de bargo, la misma suerte que éstos. El
CRÍTICA DEL JU IC IO 265

motivo de determinación de su jui­ como la ciencia critica la facultad


cio no lo pueden esperar de la fuer­ misma de juzgarlos.
za de las bases de prueba, sino de
la reflexión del sujeto sobre su pro­
pio estado (placer o dolor), con ex­ § 35
clusión dé todo precepto y regla.
Pero los críticos pueden y deben El principio del gusto es el principio
razonar de tal modo que ello con­ subjetivo del Juicio en general
tribuya a la rectificación y exten­
sión de nuestro juicio de gusto, no El juicio del gusto se distingue
para exponer el motivo de determi­ del lógico en que este último subsu­
nación de esa clase de juicios estéti­ me una representación bajo concep­
cos en una forma universalmente tos del objeto, pero el primero no
empleable, lo cual es imposible, sino subsuma nada bajo un concepto,
para hacer una investigación de las pues de otro modo, podría la apro­
facultades del conocimiento y sus bación necesaria y universal ser for­
funciones en esos juicios, y poder zada. Sin embargo, se parece a este
analizar con ejemplos la finalidad último en que presenta una univer­
subjetiva recíproca, de la que hemos salidad y necesidad, pero no según
mostrado más arriba, que su forma, conceptos del objeto, y, por consi­
en una representación dada, es la guiente, meramente subjetiva. Ahora
belleza del objeto de la misma. Así, bien: como los conceptos constitu­
la crítica misma del gusto es sólo yen en un juicio el contenido del
mismo (lo que pertenece al conoci­
subjetiva en consideración de la re­
presentación mediante la cual un miento del objeto), y como, sin em­
objeto nos es dado; es, a saber: el bargo, el juicio de gusto no es de-
terminable por objetos, se funda
arte o ciencia de traer a reglas la éste solamente en la condición for­
relación recíproca del entendimiento mal subjetiva de un juicio en gene­
y de la imaginación, uno con otra, ral. La condición subjetiva de todos
en la representación dada (sin re­ los juicios es la facultad misma de
ferencia a sensación o concepto an­ juzgar o Juicio. Ésta, usada en con­
tecedente) , y, por tanto, la armonía sideración de una representación me­
o desarmonía de las mismas, y de diante la cual un objeto es dado,
determinarlas en consideración de exige la concordancia de dos facul­
sus condiciones. Ella es arte cuando tadas de representación, a saber: la
muestra eso sólo por medio de ejem­ imaginación (para la intuición y
plos; ella es ciencia cuando la posi­ comprehensión de lo diverso de la
bilidad de semejante juicio la de­ misma) y el entendimiento (para el
duce de la naturaleza de esa facul­ concepto como representación de la
tad como facultad de conocimiento unidad de esa comprensión). Pero
en general. Con esta última sola, como aquí no hay concepto alguno
como crítica trascendental, tenemos de^óbjeto a la base del juicio, éste
aquí que ocuparnos. Debe desarro­ no puede consistir más que en la
llar y justificar el principio subjeti­ subsunción de la imaginación misma
vo del gusto como un principio a (en una representación mediante la
priori del Juicio. La crítica, como cual un objeto es dado) bajo las con­
arte, trata solamente de aplicar al diciones mediante las cuales el en­
juicio de sus objetos las reglas fisio­ tendimiento, en general, llega de la
lógicas (aquí, psicológicas) y, por intuición a conceptos. Es decir,
tanto, empíricas, según las cuales' el como la libertad de la imaginación
gusto, en realidad, procede, sin re­ consiste precisamente en que esque­
flexionar sobre su posibilidad, y cri- matiza sin concepto, debe el juicio
rica los productos de las bellas artes, de gusto descansar en una mera sen-
266 M A NU EL KANT

sación de la mutua animación de la principios a priori del entendimien­


imaginación en su libertad, y del en* to puro y de sus juicios teóricos.
tendimiento, con su conformidad Pero con una percepción puede
con leyes; descansar, pues, en un también ir unido un sentimiento de
sentimiento que permita juzgar el placer (o de dolor) y satisfacción
objeto según la finalidad de la re­ que acompaña a la representación'
presentación (mediante la cual un del objeto y le sirve de predicado, y
objeto es dado) para [a impulsión puede así producirse un juicio esté­
de las facultades de conocer en su tico que no es ningún juicio de co­
juego libre, y el gusto, como juicio nocimiento. A la base de uno seme­
subjetivo, encierra un principio de jante, cuando no es un mero juicio
subsunción, no de las Intuiciones de sensación, sino un juicio formal
bajo conceptos, sino de la facultad de reflexión, que exige esa satisfac­
de las intuiciones o exposiciones (es ción a cada cual como necesaria, tie­
decir, la imaginación) bajo la facul­ ne que haber algo como un principio
tad de los conceptos (es decir, el en­ a priori, el cual, en todo caso, no
tendimiento) , en cuanto la primera, puede ser más que subjetivo (siendo
en su liberiad, concuerda con la se­ imposible uno objetivo para esa cla­
gunda en su conformidad a leyes. se de juicios), pero, como tal, nece­
Para descubrir ahora esa base le­ sita también una deducción para que
gal por medio de una deducción de se conciba cómo puede un juicio es­
los juicios de gusto, pueden servir­ tético pretender a la necesidad. En
ella se funda ahora el problema con
nos de hilo conductor las caracterís­ que nos ocupamos: ¿cómo son posi­
ticas formales de esa clase de juicios, bles los juicios de gusto? Y ese pro­
en cuanto sólo se considera en ellas blema, pues, se refiere a los princi­
la forma lógica. pios a priori del Juicio puro en los
juicios estéticos, es decir, en aquéllos
en donde él no tiene que subsumir
§ 36 (como en los teóricos) bajo concep­
tos objetivos del entendimiento, ni
Del problema de una deducción se encuentra sometido a una ley, sino
de los inicios de gusto en aquellos en donde el mismo, sub­
jetivamente, es objeto al par que ley.
Este problema puede también re­
Con la percepción de un objeto presentarse así: ¿cómo es posible un
puede unirse inmediatamente el con­ juicio que sólo por el propio senti­
cepto de un objeto en general, cu­ miento de placer en un objeto, inde­
yos predicados empíricos aquélla pendientemente del concepto del
contiene, para un juicio de conoci­ mismo, juzgó ese placer como anejo
miento, y, mediante él, puede produ­ a la representación del mismo objeto
cirse un juicio de experiencia. A la en todo otro sujeto a priori, es decir,
base de éste hay conceptos a priori sin necesitar esperar la aprobación
de la unidad sintética de lo diverso extraña?
de la intuición, para pensarlo como Que los juicios 'de gusto son sin­
determinación de un objeto, y esos téticos se ve fácilmente, pues ellos
conceptos (las categorías) exigen pasan por encima del concepto y
una deducción que ha sido dada ya hasta de la intuición del objeto, y
en la Crítica de la razón pura, me­ añaden a ésta, como predicado, algo
diante la cual también pudo llegar­ que ni siquiera es conocimiento, a
se a la solución del problema si­ saber, un sentimiento de placer (o
guiente: ¿cómo son posibles juicios dolor). Que ellos, empero, aunque
de conoi-imiento sintéticos a priori? el predicado (del placer propio, uni­
Ese problema se refería, pues, a los do con la representación) sea empí­
CRÍTICA DEL JU IC IO 267

rico, son, sin embargo, a priori, en


lo que se refiere a la aprobación §38
exigida de cada cual, o quieren ser
tenidos por tales, está igualmente en­ Deducción de los juicios de gusto
cerrado ya en las expresiones de su
pretensión; y así, ese problema de Si se admite que, en un juicio
la crítica del Juicio pertenece al pro­ puro de gusto, la satisfacción en el
blema general de la filosofía tras­ objeto está unida con el nuevo jui­
cendental: ¿cómo son posibles jui­ cio de su forma, resulta que lo que
cios sintéticos a priori? sentimos unido con la representa­
ción del objeto en el espíritu no es
otra cosa sino la subjetiva finalidad
de la forma para el Juicio. Ahora
§ 37 bien: como el Juicio, en considera­
ción de las reglas formales del jui­
¿Qué se afirma propiamente a priori cio, sin materia alguna (ni sensación
de un objeto en un juicio de gusto? de los sentidos ni concepto), no pue­
de ser referido más que a las con­
Que la representación de un obje­ diciones subjetivas del uso del Jui­
to esté unida inmediatamente con cio, en general (que no se ajusta ni
un placer, no puede percibirse más a la especie particular del sentido
ni a un concepto particular del en­
que interiormente, y si no se quisiera tendimiento), y, por consiguiente, a
indicar nada más que eso, no daría lo subjetivo que se puede presupo­
más que un juicio meramente empí­ ner en todos los hombres (como exi-
rico, pues a priori, no puedo enlazar gible, en general, para el conocimien­
con representación alguna un deter­ to posible), resulta que la concor­
minado sentimiento (de placer o dé dancia de una representación con
dolor), salvo en el caso de que a la esas condiciones del Juicio debe po­
base haya un principio a priori en la der ser admitida a priori como va­
razón que determine la voluntad; ledera para cada cual, es decir, que
porque, en efecto, el placer (en el el placer o finalidad subjetiva de la
sentimiento moral) es la ‘consecuen­ representación, para la relación de
cia de ello, y, por lo tanto, precisa­ las facultades de conocer en el jui­
mente no puede compararse con el cio de un objeto sensible en general,
placer en el gusto, puesto que aquél podrá exigirse con razón a cada
exige un determinado cóncepto de cual.8
una ley, y, en cambio, éste debe ser
unido inmediatamente con el simple 8 Para tener derecho a pretender la
juicio antes de todo concepto. aprobación universal de un juicio del
Juicio estético que descansa sólo en
Así, pues, no es placer, sino la pases subjetivas, basta admitir: 1?, que
universal validez de ese placer, lo en todos los hombres, las condiciones
que se percibe en el espíritu como subjetivas de esa facultad, en lo que
unido con el mero juicio de un ob­ se refiere a la relación de las faculta­
jeto, y lo que es representado en un des de conocimiento, puestas en acti­
vidad en ella, con un conocimiento en
juicio de gusto, a priori, como regla general, son idénticas, lo cual debe ser
universal para el Juicio, valedera verdad, pues si no, los hombres no po­
para cada cual. ¿Que yo percibo y drían comunicarse sus representacio­
juzgo un objeto con placer? Esto es nes ni el conocimiento mismo; 2?, que
un juicio empírico;: pero ¿que lo el juicio se ha referido solamente a esa
encuentro bello, es d£cir, que puedo relación (por tanto, a la condición for­
mal del Juicio), y es puro, es decir, no
exigir a cada cual esa satisfacción mezclado ni con conceptos del objeto
como necesaria? Esto es un juicio ni con sensaciones como motivo de
a priori. determinación. Cuando se falta a esto
268 M ANUEL KANT

ces, este problema tiene relación con


NOTA la teleología, porque tendría que
considerarse como un fin de la na­
Esta deducción es tan fácil, por­ turaleza, esencialmente dependiente
que no necesita fortificar una reali­ de su concepto, el producir formas
dad objetiva de un concepto, pues finales para nuestro Juicio. Pero la
la belleza no es concepto alguno de exactitud de esa hipótesis es aún
un objeto y el juicio ae gusto no es muy dudosa, mientras que la reali­
juicio alguno de conocimiento; afir­ dad de las bellezas naturales de la
ma tan sólo ese juicio que tenemos experiencia está patente.
derecho a suponer umversalmente
en todo hombre las mismas condicio­
nes subjetivas del Juicio que encon­ § 39
tramos en nosotros, y, además, que
hemos subsumido correctamente el De ¡a comunicabilidad de una
objeto dado bajo esas condiciones. sensación
Ahora bien: aunque esto último tie­
ne dificultades inevitables que no Cuando la sensación, como lo real
dependen del juicio lógico (pues en de la percepción, es referida al co­
éste se subsume bajo conceptos, pero nocimiento, llámase sensación de los
en la estética sólo bajo una relación, sentidos, y lo específico de su cuali­
que se puede sentir, de la imagina­ dad se deja representar como co­
ción y del entendimiento, acordes, múnmente comunicable del mismo
recíprocamente, en la forma repre­ modo, admitiendo que cada cual tie­
sentada del objeto, y, en este caso, ne un sentido igual que el nuestro;
la subsunción puede fácilmente pero esto no se puede, de ningún
errar), sin embargo, no por eso se modo, admitir de una sensación de
le quita algo a la legitimidad de la los sentidos. Así, a quien falte el
E retensión del Juicio de contar so­ sentido del olfato no podrá comu­
re una aprobación universal, pre­ nicarse esa clase de sensación, y,
tensión que viene sólo a parar a aunque no le falte, no se puede estar
esto: a juzgar la exactitud del prin­ seguro de que tenga exactamente la
cipio, por motivos subjetivos, como misma sensación de una flor que
valedera para cada cual, pues en lo nosotros tenemos de ella. Mucho
que concierne a la dificultad y a la más separados aún debemos empero
duda sobre la corrección de la sub­ representarnos los hombres, en con­
sunción bajo aquel principio, no au­ sideración al agrado o desagrado de
torizan a poner en duda la legitimi­ la sensación del mismo objeto de
dad de la pretensión de un juicio los sentidos, y es imposible totalmen­
estético en general a esa validez, ni, te pedir que el placer, en tales obje­
por tanto, el principio mismo, como tos, sea compartido por cada cual.
tampoco la subsunción falsa (aun- El placer de esta clase, ya que vie­
ue no tan frecuente ni tan fácil) ne al espíritu mediante el sentido y
el juicio lógico, bajo su principio, en él estamos, pues, pasivos, puede
puede hacer poner en duda este úl­ llamarse placer del goce,
timo, que es objetivo. Pero si la cues­ La satisfacción en una acción por
tión fuera, ¿cómo es posible admitir causa de su carácter moral no es, en
a priori la naturaleza como una to­ cambio, placer alguno del goce, sino
talidad de objetos del gusto? Enton- de la propia actividad y de su con­
último, ello toca tan sólo a la aplica­ formidad con la idea de su determi­
ción incorrecta del derecho que nos nación. Ese sentimiento^ que se lla­
da una ley en un caso particular, y por ma el sentimiento moral, exige em­
ello no queda suprimido ese derecho pero conceptos y expone, no una fi­
en general. nalidad libre, sino una finalidad le­
CRÍTICA DEL JU IC IO 269

gal y así no se deja tampoco comu­ tir el estado de representación con


nicar universalmente más que me­ placer. Ese placer debe necesaria­
diante la razón y, si el placer ha de mente descansar en todo hombre so­
ser en cada cual de la misma espe­ bre las mismas condiciones, porque
cie, mediante conceptos prácticos de son condiciones subjetivas de la po­
la razón muy determinados. sibilidad de un conocimiento en ge­
El placer en lo sublime de la na­ neral y porque la proporción de esas
turaleza, como placer de la contem­ facultades de conocer, exigida para
plación que razona, pretende, es cier­ el gusto, es exigible también para el
to, también ser universalmente com­ entendimiento común y sano que se
partido; pero, sin embargo, presu­ puede presuponer en cada hombre.
pone ya otro sentimiento, a saber: Precisamente por eso el que juzga
el de la determinación suprasensi­ con gusto puede (con tal de que en
ble, que, por muy oscuro que sea, esa consciencia no se equivoque y
tiene un principio moral. Pero no no tome la materia por la forma, el
tengo derecho a suponer absoluta­ encanto por la belleza) exigir de
mente que otros hombres tomarán cada uno la finalidad subjetiva, es
eso en consideración y sentirán en la decir, su satisfacción en el objeto, y
contemplación de las grandezas sal­ admitir su sentimiento como univer­
vajes de la naturaleza una satisfac­ salmente comunicable, y ello, por
ción (la cual, verdaderamente, no cierto, sin intervención de los con­
puede atribuirse a la visión de la ceptos.
misma, que más bien infunde te­
mor) . No obstante, refiriéndome a § 40
que se deben tomar en considera­
ción aquellas capacidades morales Del gusto como una especie
en cada ocasión conveniente, puedo de <(sensus communis”
exigir a cada uno aquella satisfac­
ción, aunque sólo mediante la ley Dase a menudo al Juicio, cuando
moral, que, por su parte, a su vez, se considera no tanto su reflexión
se funda en conceptos de la razón. cuanto meramente el resultado de la
En cambio, el placer en lo bello misma, el nombre de sentido, y se
no es ni un placer del goce, ni el de habla de un seníido de la verdad,
una actividad conforme a la ley, ni de un sentido de la conveniencia, de
tampoco el de una contemplación la justicia, etc., aunque se sabe, al
que razona según ideas, sino el de menos se debía saber fácilmente,
la mera reflexión. Sin tener fin al­ que no es en un sentido en donde
guno o principio como regla directi­ esos conceptos pueden tener su si­
va, ese placer acompaña la aprehen­ tio, y que un sentido tampoco tiene
sión común de un objeto mediante la menor capacidad para una enun­
la imaginación, como facultad de la ciación de reglas generales, sino que
intuición, en relación con el enten­ de la verdad, la conveniencia, la be­
dimiento, como facultad de los con­ lleza o la justicia no podría acudir a
ceptos, por medio" de un proceder nuestro pensamiento una representa­
del Juicio, que éste tiene que ejercer, ción de esa clase, si no nos pudiéra­
aun para la experiencia más común: mos alzar sobre el sentido a más al­
sólo que aquí está obligado a hacer­ tas facultades de conocimiento. El
lo para percibir un concepto empí­ entendimiento común humano, que,
rico objetivo, y allí, en cambio (en como meramente sano (no aun cul­
el juicio estético), sólo para perci­ tivado) , se considera como lo menos
bir la adecuación de la representa­ que se puede esperar siempre del
ción a la actividad armoniosa (sub- que pretende al nombre de hombre,
jetivo-final) de ambas facultades de tiene por eso también el humillante
conocer, en su libertad, es decir, sen­ honor de verse cubierto con el nom­
270 M A N U E L KA N T

bre de sentido común (sensus com- Las máximas siguientes del enten­
munis), de tal modo que por la pa­ dimiento común humano, si bien no
labra común —no sólo en nuestra pertenecen a este asunto como par­
lengua, que aquí, realmente, encie­ tes de la crítica del gusto, pueden,
rra una doble significación, sino sin embargo, servir para aclarar sus
también en varias otras9— se en­ principips. Son las siguientes: 1-
tiende vulgare, lo que en todas par­ Pensar por sí mismos; 2- Pensar en
tes se encuentra, aquello cuya pose­ el lugar de cada otró; 3? Pensar
sión no constituye ni mérito ni ven­ siempre de acuerdo consigo mismo.
taja alguna. La primera es la máxima del modo
Pero por sensus communis ha de de pensar libre de prejuicios; la se­
entenderse la idea de un sentido que gunda, del extensivo; la tercera, del
es común a todos, es decir, de un consecuente. La primera es. la máxi­
Juicio que, en su reflexión, tiene en ma de una razón nunca pasiva. La
cuenta por el pensamiento (a prio- inclinación a lo contrario, por tan­
ri) el modo de representación de los to, a la heteronomia de la razón, se
demás para atener su juicio, por de­ llama prejuicio, y el mayor de todos
cirlo así, a la razón total humana, consiste en representar la naturaleza
y, así, evitar la ilusión que, nacida como no sometida a las reglas que
de condiciones privadas subjetivas, el entendimiento, por su propia ley
fácilmente tomadas por objetivas, esencial, le pone a la base, es de­
tendría una influencia perjudicial en cir, la superstición. La liberación de
el juicio. Ahora bien: esto se realiza la superstición llámase ilustración,10
comparando su juicio con otros jui­ porque aunque esa denominación se
cios no tanto reales, como más bien da también a la liberación de los
meramente posibles, y poniéndose prejuicios en general, la superstición
en el lugar de cualquier otro, ha­ puede, más que los otros (iti sensu
ciendo sólo abstracción de las limi­ eminenti) , ser llamada prejuicio,
taciones que dependen casualmente porque la ceguera en que la supers­
de nuestro juicio propio, lo cual, a tición sume, y que impone incluso
su vez, se hace apartando lo más po­ como obligada, da a conocer la ne­
sible lo que en el estado de repre­ cesidad de ser conducido por otros,
sentación es m ateriales decir, sen­ y, por tanto, más que nada, el esta­
sación, y atendiendo tan sólo a las do de una razón pasiva.11 En lo que
características formales de la propia
representación o del propio estado 10 Pronto se ve que ilustración es
de representación. Ahora bien: qui­ cosa fácil in thesi, pero, in hypothesi,
zá parezca esa operación de la refle­ es larga y difícil de cumplir; porque
xión demasiado artificial para atri­ no permanecer pasivo con su razón,
buirla a la facultad que llamamos sino siempre ser legislador de sí mis­
mo, es ciertamente cosa muy fácil para
sentido común, pero es que lo pa­ el hombre que sólo quiere adecuarse
rece así sólo cuando se la expresa a sus fines esenciales y no desea saber
en fórmulas abstractas; nada más lo que está por encima de su entendi­
natural en sí que hacer abstracción miento. Pero como la tendencia hacia
de encanto y ae emoción cuando se esto, último no se puede casi impedir,
busca un juicio que deba servir de y como no faltarán otros que prome­
regla universal. tan, con gran seguridad, poder satisfa­
cer el deseo de saber, tiene que ser
muy difícil conservar o restablecer en
9 El vocablo usado en el texto ale­ el modo de pensar (sobre todo, en el
mán, «gemein», significa realmente «or­ público) lo meramente negativo (que
dinario», adjetivo que encierra en cas­ constituye propiamente la ilustración).
tellano la misma doble significación . 11 He traducido por ilustración la
que en alemán; sin embargo, no lo he­ palabra alemana «Aufklárung», famo­
mos empleado aquí, por atender al uso sa en la historia de la cultura, y que.
y a la terminología latina. (N. del T.) se usa para designar lo que en Fran-
CRÍTICA DEL JU IC IO 271
toca a la segunda máxima del modo bra sentido para un efecto de la
de pensar, bien acostumbrados esta­ mera reflexión sobre el espíritu, pues
mos a llamar limitado (estrecho, lo entonces, por sentido se entiende el
contrario de amplio) a aquel cuyos sentimiento del placer. Podríase in­
talentos no se aplican a ningún uso cluso definir el gusto, como facultad
considerable (sobre todo, intensivo). de juzgar aquello que hace univer­
Pero aquí no se trata de la facultad salmente comunicable nuestro senti­
del conocimiento, sino del modo de miento en una representación dada,
pensar, para hacer de éste un uso sin intervención de un concepto.
conforme a fin; por muy pequeños La capacidad de los hombres de
que sean la extensión y el grado comunicarse sus pensamientos, exige
adonde alcance el dote natural del una relación de la imaginación y del
hombre, muestra, sin embargo, un entendimiento para asociar a los
hombre, amplio modo de pensar, conceptos intuiciones, y a éstas, a su
cuando puede apartarse de las con­ vez, conceptos que se juntan en un
diciones privadas subjetivas del jui­ conocimiento; pero entonces la con­
cio, dentro de las cuales tantos otros cordancia de ambas facultades del
están como encerrados, y reflexiona espíritu es conforme a ley, bajo la
sobre su propio juicio desde un pun­ presión de determinados conceptos.
to de vista universal (que no puede Sólo cuando la imaginación, en su
determinar más que poniéndose en el libertad, despierta el entendimiento,
punto de vista de los demás). La ter­ y éste, sin concepto, pone la imagi­
cera máxima, a saber: la del modo nación en un juego regular, entonces
de pensar consecuente, es la más di­ se comunica la representación, no
fícil de alcanzar, y no puede alcan­ como pensamiento, sino como senti­
zarse más que por la unión de las miento interior de un estado del es­
dos primeras, y después de una fre­ píritu conforme a fin.
cuente aplicación de las mismas, con­ El gusto, pues, es la facultad de
vertido ya en destreza. Puede decir­ juzgar a priori la comunicabilidad
se: la primera de esas máximas es la de los sentimientos que están unidos
máxima del entendimiento; la segun­ con una representación dada (sin
da, del Juicio; la tercera, de la razón. intervención de un concepto).
Vuelvo a coger el hilo abandona­
do por este episodio, y digo que el Si se pudiese admitir que la mer?
gusto puede ser llamado sensus com­ comunicabilidad de nuestro senti-
munis con más derecho que el en­ rríiento debe llevar consigo en sí ya
tendimiento sano, y que el Juicio es­ un interés para nosotros lo cual,
tético puede llevar el nombre de sen­ sin embargo, no hay derecho a con­
tido común mejor que el intelec­ cluir de la propiedad de un juicio
tual,12 si se quiere emplear la pala­ meramente reflexionante, podríase
explicar entonces por qué el senti­
da se llamó, en el siglo xvm, la phi- miento en el juicio de gusto es exi­
losophie o les lumiéres, esa época que, gido a cada cual, por decirlo así,
efectivamente,^ se caracteriza, como como deber.
dice Kant, por haber sometido los pre­
juicios del pasado, la tradición, las cos­
tumbres, la historia..., e tc ..., a la
crítica de la razón; la época de Vol- § 41
taire, Rousseau, los enciclopedistas,
Lessing, Kant mismo. «Aufklarung» Del interés empírico en lo bello
significa propiamente aclaración o ilu­
minación. (N. del T.)
12 Podría designarse el gusto por Que el juicio de gusto, mediante
sensus communis <esiheticusT y el en­ el cual algo se declara bello, no debe
tendimiento común humano por sensus tener interés alguno como fundamen­
communis logicus. to de determinación, se ha expuesto
272 M ANUEL KANT

ya suficientemente más arriba; pero bre, sino, a su manera, ser un hom­


de aquí no se infiere que, después bre fino (comienzo de la civiliza­
de que ha sido dado como puro jui­ ción) , pues como tal es juzgado
cio estético, ningún interés pueda quien tiene inclinación y habilidad
enlazarse-con él. Sin embargo, ese para comunicar su placer a los de­
enlace no podrá ser nunca más que más y quien no se satisface con un
indirecto, es decir, que el gusto objeto cuando no puede sentir la sa­
debe, ante todo, ser representado tisfacción en el mismo en comunidad
unido con alguna otra cosa, para con otros hombres. También espera
poder enlazar, con la satisfacción de y exige cada uno que los demás ten­
la mera reflexión sobre un objeto, gan consideración a la universal co­
además, un placer en la existencia municación, como si, por, decirlo
del mismo (como aquello en donde a s í,. hubiera un contrato primitivo,
todo interés subsiste), pues aquí dictado por la humanidad misma;
vale, en el juicio estético, lo dicno y así como, desde luego, al princi­
en el juicio de conocimiento (de co­ pio son sólo encantos, verbigracia,
sas, en general); a posse ad esse colores para pintarse (rocón, en los
non valet consequentia. Ahora bien: Caraibes; cinabrio, en los Irogue-
esa otra cosa puede ser algo empí­ ses) o flores, conchas, plumas de
rico, a saber: unq inclinación propia pájaros de hermosos coloras, con el
a la naturaleza humana, o algo in­ tiempo son también bellas formas
telectual, como la propiedad de la (en canoas, vestidos, etc.) que no
voluntad de poder ser determinada llevan consigo deleite alguno, es de­
a priori, por la razón, y ambas co­ cir, satisfacción del goce, lo que en
sas encierran una satisfacción en la la sociedad se hace importante y se
existencia de un objeto, y así el fun­ une con gran interés, hasta que, fi­
damento para poder poner un inte­ nalmente, la civilización, llegada a
rés en lo que ya ha gustado por sí, su más alto grado, hace de ello casi
y sin consideración a ningún otro la obra principal de la inclinación
interés. más refinada y se les da a las sensa­
Empíricamente, interesa lo bello ciones valor sólo en cuanto se pue­
sólo en la sociedad, y se admite la den universalmente comunicar, por
tendencia a la sociedad como natu­ lo cual, aunque el placer que cada
ral al hombre, si se admite la aptitud uno tiene en semejante objeto es de
y la propensión a ella, es decir, la poca importancia, y por sí, sin inte­
sociabilidad como exigencia de los rés notable, sin embargo, la idea de
hombres en cuanto criaturas deter­ su comunicabilidad universal agran­
minadas para la sociedad, es decir, da casi infinitamente su valor.
como cualidad que pertenece a la Ese interés, atribuido indirecta­
humanidad, no podrá por menos de mente a lo bello por la inclinación
deberse considerar también el gusto a la sociedad y, por tanto empírico,
como una facultad de juzgar todo no es, sin embargo, de importancia
aquello mediante lo cual se puede alguna para nosotros aquí, porque la
comunicar incluso su sentimiento a importancia hemos de verla en lo
cualquier otro, y, por tanto, como que pueda relacionarse a priori, aun­
medio de impulsión para lo que la que indirectamente, con el juicio de
inclinación natural de cada uno gusto. Pues aunque se descubriera
desea. en aquella forma un interés unido
Por sí solo, un hombre abando­ con éste, vendría el gusto a descu­
nado en una isla desierta, ni adorna­ brir un tránsito de nuestro juicio del
ría su cabeza ni su persona, ni bus­ goce sensible al sentimiento moral;
caría flores, ni menos las plantaría y no sólo que por eso nos veríamos
para adornarse con ellas; sólo en so­ llevados a ocupar mejor el gusto,
ciedad se le ocurre, no sólo ser hom­ conformemente a fin, sino que tam­
CRÍTICA húL JU IC IO 273

bién éste yendría a ser representado Admito ciertamente de buen gra­


como el eslabón medio de una ca­ do que el interés en lo bello del arte
dena de las facultades humanas a (incluyendo en él el uso artificial de
priori, de las cuales toda legislación las bellezas de la naturaleza para en­
debe depender. Del interés empírico galanarse, y, por tanto, para la va­
en los objetos del gusto, y en el gus­ nidad) no ofrece prueba alguna de
to mismo, puede decirse tan sólo que se posea un modo de pensar de­
que, ya que este último se abando­ voto de principios morales o sola­
na a la inclinación, por muy refina­ mente inclinado a ellos; pero afir­
da que sea, se puede aquí también mo, en cambio, que tomar un inte­
mezclar con todas las inclinaciones rés inmediato en la belleza de la na­
y pasiones que en la sociedad alcan­ turaleza (no sólo tener gusto para
zan su mayor diversidad y su más juzgarla), es siempre un signo dis­
alfo grado, y el interés en lo bello, tintivo de un alma buena, y que,
cuando se funda sólo en eso, puede citando ese interés es habitual y se
proporcionar sólo un tránsito muy une de buen grado con la contem­
equívoco de lo agradable a lo bue­ plación de la naturaleza, muestra al
no. Pero hay motivo, en cambio, menos, una disposición de espíritu
para indagar si este tránsito no po­ favorable al sentimiento moral. Hay,
drá quizá ser favorecido mediante empero, que acordarse que aquí me
el gusto, cuando éste último es to­ refiero propiamente a las bellas for­
mado en su pureza. mas de la naturaleza, y que dejo a
un lado, en cambio, los encantos
que ésta suele tan pródigamente en­
§ 42 lazar con aquéllas, porque el interés
en éstos, si bien es inmediato, es, en
cambio, empírico.
Del interés intelectual en lo bello El que solo (y sin intención de co­
municar sus observaciones a otros)
Dieron prueba de buenas intencio­ considera la bella figura de una flor
nes los que, queriendo enderezar ha­ salvaje, de un pájaro, de un insecto,
cia el último fin de la humanidad, e t c ..., para admirarla, amarla, no
hacia el bien moral, las actividades queriendo dejar de encontrarla en la
todas a que el hombre se ve empu­ naturaleza, aunque le costara algún
jado por la interior disposición natu­ daño a sí mismo y aunque, de ser
ral, tuvieron por señal de un buen rdida, resultara alguna—utilidad
carácter moral el tomar un inteiés. ra él, ese toma un interés inme­
por lo bello en general. Pero no sin diato y ciertamente intelectual en la
fundamento les han Objetado otros, belleza de la naturaleza. Es decir,
apelando a la experiencia, que, vir­ no sólo su producto según la forma,
tuosos del 'gusto, se abandonan, no sino la existencia del mismo le pla­
sólo a menudo, sino hasta general­ ce, sin que un encanto sensible ten­
mente, a pasiones vanas, capricho­ ga parte en ello o él mismo enlace
sas y desastrosas, y que quizá menos aquí algún fin.
que otros pueden pretender a la su­ Pero aquí es digpo de notar que
perioridad de la devoción a princi­ si se engañara en secreto a ese aman­
pios morales, y así parece que el sen­ te de lo bello y se pusieran en el
timiento de lo bello no sólo (como suelo flores artificiales (que se pue­
lo es, en realidad) es específicamen­ den hacer completamente iguales a
te distinto del sentimiento moral, las naturales), o se colgaran de las
sino que también el interés que con ramas de los árboles pájaros artifi­
él se. puede unir es difícilmente, y cialmente tallados, y después descu­
de ningún modo mediante interior briera él el engaño, desaparecería
afinidad, enlazable con el,moral. en seguida el interés inmediato que
274 M A N U E L KANT

antes tomaba en todo aquello, pero no ni lo produzca. Por otra parte,


quizá se encontrara ]en su lugar otro, tenemos también otra facultad, en
a saber: el interés de la vanidad de un Juicio intelectual, de determinar
adornar con ello su cuarto para ojos una satisfacción a priori para meras
extraños. La naturaleza ha produci­ formas de máximas prácticas (en
do esa belleza: este pensamiento cuanto se califican a sí mismas por
debe acompañar la intuición y la sí mismas para la legislación uni­
reflexión, y en él sólo se funda el versal) , y esta satisfacción la hace­
interés inmediato que en aquella se mos ley para cada cual, sin que nues­
toma. Si no, queda o no un mero tro juicio se funde en interés algu­
juicio de gusto, sin interés alguno, o no, pero produciéndolo, sin■ embar­
un juicio unido con un interés me­ go. El placer o dolor, en el primer
diato, o sea referido a la sociedad, juicio se llama el del gusto; en el
la cual no porporciona indicación al­ segundo, el del sentimiento moral.
guna segura sobre la manera de pen­ Pero como interesa también a la
sar moralmente buena. razón que las ideas (para las cua­
Esa superioridad de la belleza na­ les, en el sentimiento moral, produ­
tural sobre la del arte, que consiste, ce ella un interés inmediato) tengan
aun cuando éste sobrepuje a aquélla también realidad objetiva, es decir,
según la forma, en despertar sola un que la naturaleza muestre, por lo
interés inmediato, concuerda con el menos, una traza o una señal de que
más refinado y profundo modo de encierra en sí algún fundamento
pensar de todos los hombres que para admitir una concordancia con­
han cultivado su sentimiento moral. forme a ley entre sus productos y
Si un hombre que tiene gusto bas­ nuestra satisfacción, independiente
tante para juzgar productos de las de todo interés (satisfacción que co­
bellas artes con la mayor exactitud nocemos a priori como ley para cada
y finura deja sin pena la estancia hombre, sin poder fundarla en prue­
donde se encuentran esas bellezas bas) , debe, pues, la razón tomar un
que entretienen la vanidad y otros interés en toda manifestación natu­
goces sociales, y se vuelve hacia lo ral de una concordancia semejante
bello de la naturaleza para encontrar a esa; por consiguiente, no puede el
aquí, por decirlo así, voluptuosidad espíritu reflexionar sobre la belleza
para su espíritu en una hilera de de la naturaleza, sin encontrarse, al
pensamientos que no puede desarro­ mismo tiempo, interesado en ella.
llar jamás completamente, entonces Pero ese interés es, según la afini­
consideraremos esa su elección con dad, moral, y quien lo toma por .lo
alto respeto y supondremos en él un bello de la naturaleza no puede to­
alma bella, cosa a que no puede pre­ marlo más que en cuanto ya ante­
tender perito ni aficionado alguno riormente haya fundado bien su in­
de arte, por el mérito del interés que terés en el bien moral. A quien in­
toma en sus objetos. ¿Cuáles es, terese, pues, inmediatamente la be­
pues, la diferencia de la apreciación lleza de la naturaleza, hay motivo
tan distinta de dos clases de objetos para sospechar en él, por lo menos,
que, en el juicio del mero gusto, ape­ una disposición para sentimientos
nas si vendrían a disputarse uno a morales buenos.
otro la preferencia? Se dirá que esta interpretación de
Tenemos, en el mero Juicio esté­ los juicios estéticos, en afinidad con
tico, una facultad para juzgar sin el sentimiento moral, tiene un aspec­
conceptos sobre formas y encontrar to demasiado estudiado para tenerla
en el mero juicio de las mismas una por la verdadera explicación del len­
satisfacción, que hacemos al mismo guaje cifrado, mediante el cual la
tiempo regla para cada cual, sin que naturaleza en sus formas bellas nos
este juicio se funde en interés algu­ hable figuradamente. Pero, primero,
CRÍTICA D EL JU IC IO 275

ese interés inmediato en lo bello de en sí mismo, puede interesar. Se


la naturaleza no es realmente ordi­ dirá quizá que el caso es el mismo
nario, sino propio sólo de aquellos en un objeto de la naturaleza que
cuyo modo de pensar, o está ya for­ no interesa por la belleza más que
mado en el bien, o es particularmen­ en cuanto se le ha emparejado con
te susceptible de esa formación, y una idea moral; pero no eso, sino la
luego la analogía entre el juicio propiedad que tiene en sí misma, y
puro de gusto, que, sin depender de que la califica para un empareja­
interés alguno, hace sentir una satis­ miento semejante, y, por tanto, le es
facción, representándola al mismo interiormente propia, es lo que inte­
tiempo, a priori, como apropiada a resa inmediatamente.
la humanidad en general, y el juicio Los encantos en la naturaleza be­
moral, que hace precisamente lo lla, que se encuentran con tanta fre­
mismo, por conceptos, también sin cuencia mezclándose, por decirlo así,
clara, sutil ni premeditada medita­ con la forma bella, pertenecen: o a
ción, conduce a un interés inmedia­ las modificaciones de la luz (en el
to igual en el objeto del primero que colorido), o a las dél sonido (en los
en el segundo, sólo que aquél es li­ tonos), pues estas son las únicas sen­
bre y éste es un interés fundado en saciones del sentido que permiten
leyes objetivas. Añádase además la no sólo sentimiento sensible, sino
admiración de la naturaleza, que se también reflexión sobre la forma de
muestra en sus productos bellos esas modificaciones del sentido, y
como arte, no de un modo meramen­ encierran, por decirlo así, un len­
te casual, sino, por decirlo así, in­ guaje que nos comunica con la na­
tencionadamente, según una ordena­ turaleza y que parece tener un alto
ción conforme a ley y como finali­ sentido. Así, el color blanco del lis
dad sin fin, y este fin, como no lo parece disponer el espíritu a la idea
encontramos exteriormente en parte de inocencia, y los otros colores, se­
alguna, lo buscamos naturalmente gún el orden de los siete, desde el
dentro de nosotros mismos, en aquel rojo hasta el violeta, parecen dispo­
que constituye el último fin de nues­ ner: 1? a la idea de sublimidad; 2?
tra existencia, a saber: en la deter­ de audacia; 3? de franqueza; 4? de
minación moral (la investigación del afabilidad; 5? de moderación; 6? de
fundamento de la posibilidad de se­ firmeza, y 7? de ternura. El canto
mejante finalidad en la naturaleza de los pájaros anuncia la alegría y
se tratará en la «Teleología»). el contento de su -existencia. Por lo
Que la satisfacción en ebarte be­ menos, así interpretamos la natura­
llo, en el puro juicio de gusto, no leza, sea o no esa su intención; pero
está tan unida con un interés inme­ ese interés que aquí tomamos en la
diato como la que se siente en la belleza .exige totalmente que sea be­
naturaleza bella, es también fácil lleza de la naturaleza, y desaparece
de explicar, pues el arte es: o una del todo tan pronto como se nota
imitación tal de ésta que llega has­ que se ha sido engañado y que sólo
ta la ilusión, y entonces hace el efec­ es arte; de tal modo que el gusto,
to de belleza natural (tenida por después, no puede ya encontrar en
tal), o es un arte enderezado con in­ él nada bello, ni la vista nada en­
tención visible a nuestra satisfac­ cantador. ¿Qué aprecian más los
ción, y entonces tendría lugar la sa­ poetas que el canto bello y fascina­
tisfacción en ese producto, desde lue­ dor del ruiseñor, en un soto solita­
go, inmediatamente/ mediante el gus­ rio, en una tranquila noche de vera­
to, pero no despertaría nada más no, a la dulce luz de la luna? En
que un interés mediato en la causa cambio hay ejemplos de que donde
que está a la base, a saber: en un / no se ha encontrado ningún cantor
arte que sólo por sq fin, pero nunca ' semejante, algún aleerre hostelero,
276 M ANUEL KANT

para contentar a sus huéspedes, ve­ naturaleza (del instinto), y sólo a


nidos a su casa para gozar del aire su creador se le atribuye como arte.
del campo, los ha engañado escon­ Cuando, al registrar un pantano,
diendo en un soto a algún compadre como suele ocurrir, se encuentra un
burlón, que sabía imitar ese canto pedazo de madera tallada, no se dice
como lo produce la naturaleza (con que sea un producto de la naturale­
un tubo o una caña en la boca); za, sino del arte; su causa producto­
pero, conocido el engaño, nadie con­ ra ha pensado un fin al cual debe su
sentirá en oír largo tiempo esos so­ forma. Se ve además un arte en todo
nidos, tenidos antes por tan encan­ aquello que está constituido de tal
tadores, y ocurre lo mismo con cual­ suerte que, en su causa, una repre­
quier otro pájaro cantor. Tiene que sentación de ello ha debido preceder
tratarse de la naturaleza misma o de a su realidad (como en las abejas
algo que nosotros tengamos por tal, mismas), sin que, empero, el efecto
para que podamos tomar en lo be­ pueda precisamente ser pensado por
llo, como tal, un interés inmediato» ella; pero cuando se llama algo en
y más aun si hemos de exigir de los "absoluto obra de arte, para distin­
demás que también lo tomen en él, guirlo de un efecto de la naturaleza,
lo cual ocurre, en realidad, al esti­ entonces se entiende, en todo caso,
mar nosotros como groseros y poco por ello una obra de los hombres.
nobles a quienes no tienen sentimien­ 2? Arte, como habilidad del hom­
to alguno de la naturaleza bella bre, distínguese también de ciencia
(pues así llamamos la capacidad de (poder, de saber), como facultad
un interés en su contemplación) , y práctica de facultad teórica, como
se atienen a la comida o a la bebi­ técnica de teoría (como la agrimen­
da en el goce de meras sensaciones sura de la geometría); y entonces,
de los sentidos. lo que se puede hacer, en cuanto sólo
se sabe qué es lo que se debe hacer
y así sólo se conoce suficientemente
§ 43 el efecto deseado, no se llama preci­
samente arte. Cuando, a pesar de
Del arte en general conocer algo lo más completamente
posible, no por eso se tiene en segui­
da la habilidad de hacerlo, entonces,
1? Arte se distingue de naturaleza, y en tanto que ello es así, pertenece
como hacer (facere) de obrar o pro­ eso al arte. Camper describe muy
ducir en general (agere), y el pro­ exactamente cómo se debe hacer el
ducto o consecuencia del primero, mejor zapato; pero seguramente no
como obra (opus), de la segunda, podía hacer uno solo.18
como efecto (effectus).
3? También se distingue arte de
Según derecho, debiera llamarse oficio: el primero llámase, libre; el
arte sólo a la producción por medio segundo puede también llamarse
de la libertad, es decir, mediante arte mercenario. Consideran el pri­
una voluntad que pone razón a la mero como si no pudiera alcanzar
base de su actividad, pues aunque se
gusta de llamar al producto de las 13 En mi región dice el hombre vul­
abejas (los panales construidos con gar, cuando se le propone un proble­
regularidad) obra de arte, ocurre ma, algo así como el del huevo 4e
esto sólo por analogía con este últi­ Colón: Eso no es un arte, es sólo una
mo; pero tan pronto como se ad- ciencia. Quiere decir que, cuando se
uiere la convicción de que no fuñ­ sabe, se puede, y eso mismo dice, de
an aquéllas su trabajo en una re­ todas las pretendidas artes del presti­
digitador. Las del bailarín en la cuer­
flexión propia de la razón, se dice da, en cambio, no dudará nunca en
en seguida que es un producto de su llamarlas artes.
CRÍTICA D EL JU IC IO 277

su finalidad (realizarse), más que no de gusto. En lo que al segundo


como juego, es decir, como ocupa­ toca, una ciencia que deba, corno
ción que es en sí misma agradable, tal, ser bella es un absurdo, pues
y al segundo considérasele de tal cuando se le fuera a pedir, como
modo que, como trabajo, es decir, ciencia, fundamentos y pruebas, se
ocupación que en sí misma es des­ vería uno despedido con ingeniosas
agradable (fatigosa) y que sólo es sentencias (bons tnots). Lo que ha
atractiva por su efecto (v. gr., la ga­ ocasionado la expresión corriente de
nancia) , puede ser impuesta por la bellas ciencias no. es, sin duda ah pi­
fuerza. Si en la lista jerárquica de na, otra cosa que el haberse notado
las corporaciones, los relojeros de­ con gran exactitud que para el arte
ben contarse como artistas, y, en bello, en toda su perfección, se re­
cambio, los herreros como artesanos, quiere mucha ciencia, como, verbi­
necesita eso de otro punto de vista gracia, conocimiento de las lenguas
para ser juzgado que el que aquí to­ antiguas, estar versado en la lectura
mamos, a saber: la proporción de de los autores que pasan por clási­
los talentos que deban estar a la cos, historia, conocimiento de las an­
base de una u otra de esas ocupa­ tigüedades, etc., y, por tanto, esas
ciones. Que entre las llamadas siete ciencias históricas, ya que constru­
artes libres puedan haberse enume­ yen la preparación necesaria y la
rado algunas que hay que contar en­ base para el arte bello, y, en parte
tre las ciencias y otras también qud también, porque entre ellas se com­
hay que comparar con oficios, es prenda también el conocimiento de
cosa de que aquí no voy a hablar; los productos del arte bello (elo­
pero que, sin embargo, en todas las cuencia, poesía) han sido llamadas
artes libres es necesario algo que ellas mismas ciencias bellas, por una
haga violencias, o, según se dice, un imitación de palabras.
mecanismo, sin el cual, el espíritu, Cuando el arte, adecuado al cono-
que debe ser libre en el arte y ani­ cimiento de un objeto posible, eje­
mar él solo la obra, no tendría cuer­ cuta los actos que se exigen para
po alguno y se volatilizaría, no es hacerlo real, es mecánico; pero si
malo recordarlo (v. gr., en la poe­ tiene como intención inmediata el
sía, la corrección del lenguaje y su sentimiento del placer, llámase arte
riqueza, asi como la prosodia y me­ estético. Este es: o arte agradable,
dida de las sílabas), ya que algunos o bello. Es el primero cuando el íin
nuevos educadores creen excitar lo es que el placer acompañe las re­
mejor posible un arte libre quitan­ presentaciones como meras sensacio­
do de él toda sujeción, y convirtién­ nes; es el segundo cuando el fin es
dolo, de trabajo, en un mero juego. que el placer acompañe las repre­
sentaciones como modos de conoci­
miento.
§ 44 Artes agradables son las que sólo
tienen pqr fin el goce: entre ellas
Del arte bello se comprenden todos los encantos
que pueden regocijar la sociedad en
No hay ni una ciencia de lo be­ torno a una mesa: contar entreteni­
llo, sino una crítica, ni una ciencia damente, sumir la compañía en una
bella, sino sólo arte bella, pues en libre y viva conversación, disponer­
lo que se refiere a la primera, debe­ la, por medio de la broma y la risa,
ría determinarse científicamente, es en un cierto tono de jocosidad, don­
decir, con bases de demostración, si de se puede, según el dicho, charlar
hay que tener algo por bello o no; a troche y moche, y nadie quiere ser
el juicio sobre belleza, si pertenecie­ responsable de lo que dice, porque
se a la ciencia, no sería juicio algu­ se preocupa tan sólo del actual pasa­
278 M A N U EL KANT

tiempo, y no de una materia dura­ cuando, teniendo nosotros conscien­


dera para la reflexión y la repetición cia de que es arte, sin embargo pa­
(aquí hay que referir también la ma­ rece naturaleza.
nera como la mesa está arreglada Pues podemos universalmente de­
para el goce, o también, en grandes cir, refiérase esto a la belleza natu­
banquetes, la música que lo acom­ ral o a la del arte, que bello es lo
paña, cosa maravillosa que, como que place en el mero juicio (no en
un ruido agradable, entretiene la dis­ la sensación de los sentidos, ni me­
posición de los espíritus en la ale­ diante un concepto). Ahora bien: el
gría, y que, sin que nadie ponga la arte tiene siempre una determinada
menor atención a su composición, intención de producir algo; pero si
favorece la libre conversación de un ello fuera una mera sensación (algo
vecino con el otro). También aquí meramente subjetivo), que debiera
están en su sitio todos los juegos que ser acompañada de placer, entonces
no tienen en sí más interés que ha­ esc producío no placería en el juicio
cer pasar el tiempo sin que se note. más que por medio del sentimiento
Arte bello, en cambio, es un modo sensible. Si la intención, en cambio,
de representación que por sí mismo fuera dirigida a la producción de un
es conforme a fin, y, aunque sin fin, determinado objeto, este objeto, si
fomenta, sin embargo, la cultura de es conseguido por el arte, no podría
las facultades del espíritu para la co­ placer más. que por medio de con­
municación social. ceptos. En ambos casos, empero, el
La universal comunicabilidad de arte no placería en el mero juicio,
un placer lleva ya consigo, en su es decir no placería* como bello, sino
concepto, la condición de que no como arte mecánico.
debe ser un placer del goce nacido Así, pues, la finalidad en el pro­
de la mera sensación, sino de la re­ ducto del* arte bello, aunque es in­
flexión, y así, el arte estético, como tencionada, no debe parecer inten­
arte bello, es de tal índole, que tie­ cionada, es decir, el arte bello debe
ne por medida el Juicio reflexionan­ ser considerado como naturaleza,
te y no la sensación de. los sentidos. por más que se tenga consciencia
de que es arte. Como naturaleza
§ 45
aparece un producto del arte, con
tal de que se haya alcanzado toda
El arte bello es arte en cuanto, al precisión en la aplicación de las re­
mismo tiempo, parece ser naturaleza glas, según las cuales sólo el pro­
ducto puede llegar a ser lo que debe
En un producto del arte bello hay ser, pero, sin esfuerzo, sin que la
aue tomar consciencia de que es arte forma de la escuela se transparen­
y no naturaleza; sin embargo, la fi­ te,14 sin mostrar una señal de que
nalidad en la forma del mismo debe las reglas las ha tenido el artista
parecer tan libre de toda violencia ante sus ojos y han puesto cadenas
de reglas caprichosas como si fuera a sus facultades del espíritu.
un producto de la mera naturaleza.
En ese sentimiento de la libertad en
$ 4d
el juego de nuestras facultades de
conocer, que al mismo tiempo debe Arte bello es arte del genio
ser, sin embargo, conforme a fin,
descansa aquel placer que sólo es Genio es el talento (dote natural)
universalmente comunicable, sin fun­ que da la regla al arte. Como el ta-
darse, sin embargo, en conceptos. La
naturaleza era bella cuando al mis­ 14 «Sin que la forma de la escuela
mo tiempo parecía ser arte, y el arte se transparente», añadido de la 2• y
no puede llamarse bello más que 3* edición. (N. del T.)
CRÍTICA DEL JU IC IO 279

lento mismo, en cuanto es una fa­ la imitación, debiendo, sin embar­


cultad innata productora del artista, go, servir a la de otros, es decir, de
pertenece a la naturaleza, podríamos medida o regla del juicio; 3? Que el
expresarnos así: genio es la capaci­ genio no puede él mismo descubrir
dad espiritual innata (ingenium) o indicar científicamente cómo rea­
mediante ¡a cual la naturaleza da la liza sus productos, sino aue da la
regla al arte. regla de ello como naturaleza, y de
Sea de esta definición lo qüe quie­ aquí que el creador de un producto
ra, considéresela como arbitraria o que debe a su propio genio no sepa
acomódese al concepto que se tiene él mismo como en él las ideas se
costumbre de unir con la palabra encuentran para ello, ni tenga poder
genio (lo cual se explicará en los para encontrarlas cuando quiere, o
párrafos siguientes), puédese, desde según .un plan, ni comunicarlas a
luego, demostrar ya que, según la otros, en forma de preceptos que los
significación aquí aceptada de la pongan en estado de crear iguales
palabra, las bellas artes deben nece­ productos (por eso, probablemente,
sariamente ser consideradas como se hace venir genio de genius, espí­
artes del genio. ritu peculiar dado a un hombre des­
de su nacimiento, y que le protege
Pues cada arte presupone reglas y dirige, y de cuya presencia proce­
mediante cuya fundamentación tan derían esas ideas originales); 4? Que
sólo puede un producto, si ha de lla­ la naturaleza, mediante el genio, pre­
marse producto de arte, representar­ senta, la regla, no a la ciencia, sino
se como posible. Pero, el concepto al arte, y aun esto, sólo en cuanto
del arte bello no permite que el jui­ éste ha de ser arte bello.
cio sobre la belleza de su producto
sea deducido de regla alguna que
tenga un concepto como base de de­
terminación, que ponga, por lo tan­ § 47
to, a su base un concepto del modo
como el producto sea posible. Así, Aclaración y confirmación de la
pues, el arte bello no puede inven­ anterior definición del genio
tarse a sí mismo la regla según la
cual debe efectuar su producto. Pero Todo el mundo está de acuerdo en
como sin regla anterior no puede un que hay que oponer totalmente el ge­
producto nunca llamarse arte, debe nio ál espíritu de imitación. Ahora
la naturaleza dar la regla al arte en bien: como aprender no es más que
el sujeto (y mediante la disposición imitar, la disposición y aptitud para
de la facultad del mismo), es decir, aprender (capacidad) la más alta
que el arte bello sólo es posible no puede, como tal aptitud, valer
como producto del genio. por genio. Pero cuando uno mismo,
De aquí se ve: 1? Que el genio sin limitarse a recoger lo que otros
es un talento de producir aquello han hecho, piensa o imagina e in­
para lo cual no puede darse regla venta incluso varias cosas en el arte
determinada alguna, y no una capa­ y la ciencia, no por eso, sin embar­
cidad de habilidad, para lo que pue­ go, hay motivo suficiente para dar a
de aprenderse según alguna regla: semejante cabeza (a veces, fuerte)
por consiguiente, que originalidad el nombre de genio, en oposición
debe ser su primera cualidad; 2? con el hombre que, por no poder
Que, dado que puede también ha­ nunca hacer nada más que aprender
ber un absurdo original, sus produc­ e imitar, es motejado de loro,18 por-
tos deben ser al mismo tiempo mo­
delos, es decir, ejemplares; por lo 15 En alemán dice pincel. Esta ex­
tanto, no nacidos ellos mismos de presión familiar se opone a la de cabe-
280 M ANUEL KANT

que aquello hubiera podido ser lento está hecho para una perfección
aprendido, y está, pues, en el cami­ siempre creciente y mayor del cono­
no natural de la investigación y de cimiento y de la utilidad que de él
la reflexión, según reglas, y no se sale, y para la enseñanza de esos co­
distingue específicamente de lo que nocimientos a los demás, en eso con­
con laboriosidad, y mediante la imi­ siste su gran superioridad sobre los
tación, puede ser adquirido. Así, que merecen el honor de ser llama­
puede aprenderse todo lo que New- dos genios, porque para éstos hay un
ton ha expuesto en su obra inmortal momento en que el arte se detiene
de los Principios de la filosofía de al recibir un límite por encima del
la naturaleza, por muy grande que cual no se puede pasar, límite quizá
fuera la cabeza requerida para en­ desde hace tiempo ya alcanzado y
contrarlos; pero no se puede apren­ que no puede ser ensanchado; ade­
der a hacer poesías con ingenio, por más, una habilidad semejante no
muy detallados que sean todos los puede comunicarse, sino que ha de
preceptos de la poética y excelentes ser concedida por la mano de la na­
los modelos de la misma. La causa turaleza inmediatamente a cada cual,
es que Newton podría presentar, no muriendo, pues, con él, hasta que la
sólo a sí mismo, sino a cualquier naturaleza, otra vez, dote de nuevo,
otro, en forma intuible y determina­ de igual modo, a otro que no nece­
da en su sucesión, todos los pasos sita más que un ejemplo para hacer
que tuvo que dar desde los primeros que su talento, de que tiene cons­
elementos de la geometría hasta los ciencia, produzca de la misma ma­
mayores y más profundos descubri­ nera.
mientos; pero ni un Homero ni un Puesto que el dote natural debe
Wieland puede mostrar cómo se en­ dar la regla al arte (como arte be­
cuentran y surgen en su cabeza sus llo), ¿de qué clase es, pues, esa re­
ideas, ricas en fantasía, y al mismo gla? No puede recogerse en una
tiempo llenas de pensamiento, por­ fórmula y servir de precepto, pues
que él mismo no lo sabe, y, por tan­ entonces el juicio sobre lo bello se­
to, no lo puede enseñar a ningún ría determinable según conceptos;
otro. En lo científico, pues, el más sino que la regla debe abstraerse del
gran inventor no se diferencia del hecho, es decir, del producto en el
laborioso imitador y del estudiante que otros pueden probar su propio
más que en el grado, y, en cambio, talento, sirviéndose de él como mo­
se diferencia específicamente del que delo, no para copiarlo, sino para se­
ha recibido por la naturaleza dotes guirlo. Es difícil explicar cómo esto
para el arte bello. No por eso, sin sea posible. Las ideas del artista des­
embargo, hay aquí menosprecio al­ piertan ideas semejantes en su dis­
guno hacia esos grandes hombres a cípulo, cuando la naturaleza lo ha
quienes la especie humana tiene tan­ provisto de una proporción seme­
to que agradecer, frente a los favo­ jante de las facultades del espíritu.
recidos de la naturaleza, en conside­ Los modelos del arte bello son, por
ración de su talento para el arte, be­ tanto, los únicos medios de conauc-
llo. Precisamente en que aquel ta­ ción para traer el arte a la posteri­
dad, cosa que no podría ocurrir por
za. Una cabeza es un hombre que, sin medio de meras descripciones (prin­
ser por eso genio, tiene, sin embargo, cipalmente en la rama de las artes
capacidad suficiente para producir algo de la oratoria), y aun, en éstas, sólo
digno de aprecio. Un pincel (hemos las que están en lenguas viejas,
traducido loro) es un nombre donde
no hay más que la facultad mecánica muertas y conservadas hoy sólo
de repetir lo dicho o hecho por otros. como sabias, pueden llegar a ser clá­
(N. del T.) sicas.
CRÍTICA DEL JU IC IO 281

Aunque se distinguen mucho uno


de otro el arte mecánico y el arte § 48
bello, el primero como mero arte de
la laboriosidad y del aprendizaje, y De la relación del genio
el segundo, del genio, no hay, sin con el gusto
embargo, arte bello alguno en el que
no haya algo mecánico, que pueda Para el juicio de objetos bellos
ser comprendido y ejecutado según como tales se exige gusto; pero para
reglas, algo que se pueda aprender el arte bello, es decir, para la crea­
como condición constituyente esen­ ción de tales objetos, se exige genio.
cial del arte, pues algo debe ser allí Cuando se considera el genio
pensado como fin, que si no, no se como talento para el arte bello (que
podría llamar arte a su producto, y es la significación característica de
sería un mero producto de la casua­ la palabra), y se le quiere analizar,
lidad; pero para dirigir un fin en la bajo ese punto de vista, en las facul­
obra, se exigen determinadas reglas tades que deben venir juntas a cons­
de que no se puede nadie librar. tituir semejante talento, es necesario,
Ahora bien: como la originalidad previaménte, determinar exactamen­
del talento constituye una parte esen­ te la diferencia entre la belleza de
cial (pero no la única) del carác­ la naturaleza, cuyo juicio sólo exige
ter del genio, creen espíritus, super­ gusto, y la belleza artística, cuya
ficiales que, para mostrar' que son posibilidad (que hay que tomar tam­
genios nacientes, nó pueden hacer bién en consideración en el juicio de
nada mejor que desasirse de toda la un objeto semejante) exige genio.
violencia de escuela de las reglas, Una belleza de la naturaleza es
una cosa bella; la belleza artística
creyendo que se va más gallardo en
es una bella representación de una
un caballo salvaje que en uno de
cosa.
escuela. El genio puede sólo propor­
cionar, para los productos del arte Para juzgar una belleza de la na­
turaleza como tal no4necesito tener
bello, un rico material, para cuyo con anterioridad un concepto de la
trabajo posterior y para cuya forma clase de cosa que el objeto deba ser,
se exige un talento formado en la es decir, no necesito conocer la fi­
escuela, a fin de hacer de él un uso nalidad material (el fin), sino que
que pueda fortificarse ante el Juicio. la mera forma, sin conocimiento del
Pero cuando alguien habla y decide fin, place por sí misma en el juicio.
como un genio en cosas de la más Pero cuando el objeto es dado como
minuciosa investigación de la razón, un producto del arte, y como tal
resulta totalmente ridículo; no se debe ser declarado bello, debe enton­
sabe bien si debe uno reírse más del ces, ante todo, ponerse a su base un
charlatán que esparce en su derre­ concepto de lo que deba ser la cosa,
dor tanto humo que incapacita para porque el arte siempre presupone
juzgar nada claro, pero por eso mis­ un fin en la causa (y en su causali­
mo da más campo a la imaginación, dad) y como la concordancia mu­
o del público que se figura ingenua­ tua de lo diverso en una cosa, con
mente que su incapacidad de coger una determinación interior de eda
y conocer claramente esa obra maes­ como fin, es la perfección de la cosa,
tra de la penetración, proviene de deberá tenerse en cuenta en el jui­
que se le ofrecen nuevas verdades en cio de la belleza artística también
grandes masas, estimando, en cam­ la perfección de la cosa, la cual 10
bio, el trabajo detallado (en expli­ es cuestión en el juicio de una be­
caciones adecuadas y examen orde­ lleza natural (como tal). Es cierto
nado de los principios) como cha­ que, principalmente en el juicio de
pucería. los objetos animados de la natura­
282 M A NU EL KANT

leza, v. gr., del hombre o de un ca­ gel bello), el espíritu de la guerra


ballo, se toma en consideración ge­ (en Marte), mediante una alegoría
neralmente la finalidad objetiva, o atributo que producen un efecto
para juzgar de la belleza de los mis­ agradable, por tanto, indirectamen­
mos; pero entonces el juicio no es te tan sólo, y mediante una inter­
ya un Juicio puro estético, es decir, pretación de la razón, no como me-
un juicio de gusto; la naturaleza no -os juicios estéticos.
es ya juzgada como con apariencia Con esto basta para la bella repre­
de arte, sino en cuanto realmente sentación de un objeto que propia­
es un arte (aunque arte superhu- mente no es más que la forma de la
mano), y el juicio ideológico sirve exposición de un concepto mediante
de fundamento y de condición al es­ la cual éste es universalmente comu­
tético, teniendo éste que tomar aquél nicado. Pero dar esa forma al pro­
en consideración. En tal caso, v. gr., ducto del arte bello exige sólo gus­
cuando se dice: «Esa es una mujer to; a éste, ejercitado y rectificado
bella», no se piensa, en realidad, otra previamente con ejemplos diversos
cosa sino que la naturaleza repre­ del arte o de la naturaleza, refiere
senta bellamente en su figura los fi­ el artista su obra, y, tras varios y a
nes en el edificio femenino, pues veces laboriosos ensayos para con­
además de la mera forma, hay que tentarlo, encuentra la forma que le
mirar más allá a un concepto, para satisface: de aquí que ésta no sea
que el objeto, de ese modo, sea pen­ cosa de la inspiración o de un es­
sado por medio de un juicio estéti­ fuerzo libre de las facultades del es­
co lógicamente condicionado. píritu, sino un retoque lento y mi­
El arte bello muestra precisamen­ nucioso para hacerla adecuada al
te su excelencia en que describe pensamiento, y, sin embargo, no per­
como bellas cosas que en la natura­ judicar a la libertad en el juego de
leza serían feas o desagradables. Las las facultades.
furias, enfermedades, devastaciones Pero el gusto es una facultad del
de la guerra, etc., pueden ser descri­ juicio y no productiva, y lo que está
tas como males muy bellamente, y conforme con él no por eso es pre^
hasta representadas en cuadros; sólo cisamente una obra del arte bello;
una clase de fealdad no puede ser puede ser un producto que pertenez­
representada conforme a la naturale­ ca al arte útil y mecánico, o hasta a
za sin echar por tierra toda satisfac­ la ciencia, según determinadas reglas
ción estética, por lo tanto, toda be­ que pueden ser aprendidas y exacta­
lleza artística, y es, a saber, la que mente seguidas. La forma placente­
despierta asco, pues como en esa ra, empero, que se da al producto es
extraña sensación, que descansa en sólo el vehículo de la comunicación
una pura figuración fantástica, el y una manera, por decirlo así, de
objeto es representado como si, por presentación, en cuya consideración
decirlo así, nos apremiara para gus­ se permanece, en cierto modo, libre,
tarlo, oponiéndonos nosotros a ello aunque, por lo demás, está unido
con violencia, la representación del con un fin determinado. Así se de­
objeto por el arte no se distingue ya, sea que el servicio de mesa o una
en nuestra sensación de la naturale­ conferencia moral, incluso un ser­
za, de ese objeto mismo, y entonces món, tenga en sí esa forma del arte
no puede ya ser tenida por bella. La bella, sin que, sin embargo, parezca
estatuaria, como en sus productos se buscada, pero no por eso se llamará
confunden casi el arte y la natura­ obra de las bellas artes; en cambio,
leza, ha excluido de sus creaciones una poesía, una música, una gale­
la representación inmediata de ob­ ría de cuadros, si pueden contarse
jetos feos, y por eso permite repre­ entre ellas, y así puede percibirse,
sentar, v. gr., la muerte (en un án­ en una obra que debe ser obra del
CRÍTICA DEL JU IC IO 283

arte bella, a menudo genio sin gus­ (el pendani) a una idea de la razón,
to; en otra, gusto sin geíiio. que es, al contrario, un concepto al
cual ninguna intuición (representa­
ción de la imaginación) puede ser
§ 49 adecuada.
La imaginación (como facultad de
De las facultades del espíritu que conocer productiva) es muy pode­
constituyen el genio rosa en la creación, por decirlo así,
de otra naturaleza, sacada de la ma­
De ciertos productos de los cuales teria que la verdadera le da. Nos en­
¿e espera que deban, en parte al me­ tretenemos con ella cuando la expe­
nos, mostrarse como arte bello, dí- riencia se nos hace demasiado banal;
cese que no tienen espíritu,16 aunque transformamos esta última, cierto
en ellos, en lo que al gusto se refie­ que por medio siempre de leyes ana­
re, no haya nada que vituperar. Una lógicas., pero también según princi­
poesía puede estar muy bien y ser pios que están más arriba, en la ra­
muy elegante, pero sin espíritu. Una zón (y que son para nosotros tan
historia es exacta y está ordenada, naturales como aquellos otros se­
pero sin espíritu. Un discurso solem­ gún los cuales el entendimiento
ne es profundo y a la vez delicado, aprehende la naturaleza empírica).
pero sin espíritu. Algunas conversa­ Aquí sentimos nuestra libertad fren­
ciones son entretenidas, pero sin. es­ te a la ley de asociación (que va
píritu. De una muchacha incluso se unida al uso empírico de aquella
dice: «Es bonita, habla bien, es ama­ facultad), de tal modo que, si bien
ble, pero sin espíritu.» ¿Qué es, por ella la naturaleza nos presta ma­
pues, lo que aquí se entiende por es­ teria, nosotros la arreglamos para
píritu? otra cosa, a saber: para algo distin­
Espíritu, en significación estética, to que supere a la naturaleza.
se dice del principio vivificante en Semejantes representaciones de la
el alma; pero aquello por medio de imaginación pueden llamarse ideas,
lo cual ese principio vivifica el alma, de un lado, porque tienden, al me­
la materia que aplica a ello, es lo nos, a algo que está por'encima de
que pone las facultades del espíritu los límites de la experiencia, y así
con finalidad en movimiento, es de­ tratan de acercarse a una exposición
cir, en un fuego tal que se conserva de los conceptos de la razón (ideas
a sí mismo y fortalece las facultades intelectuales), lo cual les da la apa­
para él. riencia de una realidad objetiva; ele
Ahora bien: afirmo que ese prin­ otro lado, y principalmente, porque
cipio no es otra cosa que la facul­ ningún concepto puede ser adecua­
tad de la exposición de ideas estéti­ do a ellas como intuiciones internas.
cas, entendiendo por idea estética la El poeta se atreve a sensibilizar
representación de la imaginación que ideas de la razón de seres invisibles:
provoca a pensar mucho, sin que, sin el reino de los bienaventurados, el
embargo, pueda serle adecuado pen­ infierno, la eternidad, la creación,
samiento alguno, es decir, concepto e tc ... También aquello que cierta­
alguno, y que, por lo tanto, ningún mente encuentra ejemplos en la ex­
lenguaje expresa del todo ni puede periencia, v. gr., la muerte, Ja envi­
hacer comprensible. Fácilmente se dia y todos los vicios, y también el
ve que esto es lo que corresponde amor, la gloria, etc., se atreve a ha­
cerlo sensible en una totalidad de
16 Dice el texto alemán «Geist».
Kant se cuida, por lo demás, de dar que no hay ejemplo en la natura­
más abajo una explicación del sentido leza, por encima de las barreras de
en que se debe tomar aquí esa palabra. la experiencia, mediante una imagi­
(N. del T.) nación, que quiere igualar el juego
284 M ANUEL KANT

de la razón en la persecución de un esto, no sólo en la pintura o escul­


máximum, y es propiamente en la tura (en donde el nombre de atri­
poesía en donde se puede mostrar en butos se. usa corrientemente), sino
toda su medida la facultad de las que la poesía y la elocuencia toman
ideas estéticas. Pero esa facultad, también el espíritu que vivifica sus
considerada por sí sola, no es pro­ obras sólo de los atributos estéticos
piamente más que un talento (de la de los objetos, que van al lado de
imaginación). los atributos lógicos y dan a la ima­
Ahora bien: cuando bajo un con­ ginación un impulso, para en ellos
cepto se pone una representación de pensar, aunque en modo no desarro­
la imaginación que pertenece a la llado, más de lo que se puede reunir
exposición de aquel concepto, pero en un concepto, y, por tanto, en una
que por sí misma ocasiona tanto expresión determinada del lenguaje.
pensamiento que no se deja nunca Por motivo de brevedad me debo li­
recoger en un determinado concep­ mitar sólo a pocos ejemplos.
to, y, por tanto, extiende estética­ Cuando el gran rey, en una de
mente el concepto mismo de un sus poesías, se expresa así: 17 «Agó­
modo ilimitado, entonces la imagi­ tese nuestra vida sin murmullos ni
nación, en esto, es creadora y pone quejas, —abandonando el mundo
en movimiento la facultad de ideas después de haberlo colmado de be­
intelectuales para pensar, en ocasión neficios. —Así, el sol, cuando ha ter­
de una representación (cosa que minado su carrera diurna, —extien­
pertenece ciertamente al concepto de aún por el cielo una luz dulce— ,
del objeto), más de lo que puede y los últimos rayos que lanza en el
en ella ser aprehendido y aclarado. aire —son sus últimos suspiros por
Las formas que no constituyen la el bien del mundo», vivifica su idea
exposición de un concepto dado, de la razón de sentimientos huma­
sino sólo expresan, como represen­ nitarios generales en el fin de su
taciones adyacentes de la imagina­ vida, por medio de un atributo que
ción, las consecuencias allí enlaza­ la imaginación (en el recuerdo de
das y el parentesco con otras, llá- todas las dulzuras de un hermoso
manse atributos (estéticos) de un día de verano, que nos trae al es­
objeto cuyo concepto, como idea de píritu una tarde serena) empareja
la razón, no puede ser expuesto ade­ con aquella representación, y que
cuadamente. Así, el águila de Júpi­ excita una multitud de sensaciones
ter, con el rayo en la garra, es un y representaciones adyacentes para
atributo del poderoso rey del cielo las cuales no se encuentra expresión
y el pavo real lo es de la magnífica alguna. Por otra parte, hasta un
reina del cielo. No representan, como concepto intelectual puede inversa-
los atributos lógicos, lo que hay en 17 El gran rey es Federico de Prusia.
nuestros conceptos de la sublimidad He aquí el texto francés de los versos,
y de la majestad de la creación, sino traducidos por Kant:
otra cosa que da ocasión a la ima­ Oui, finíssons san3 trouble et mouron» san»
ginación para extenderse sobre una [resrets,
En laisaant rUníveT» comblé de no» bienfaiu.
porción de representaciones afines A insi l'astre du jour, au bout de sa carriére,
que hacen pensar más de lo que se Répand sur l'horizont une douce lumiére,
Et les demieTS rayons qu'il darde dan» les ain
puede expresar por palabras en un Sont les demiers soupixs qu'il donne i
concepto determinado y dan también [TUniver*.
una idea estética que sirve de expo­ (Epístola al mariscal Keith: Sur les
sición lógica a aquella idea de la ra­ vaines terreurs de la mort et les ira
zón, propiamente para vivificar el yeurs d’une'autre vie. (Euvres du phi-
losophe de Sans Souci, 1750, tomo II.)
alma, abriéndole la perspectiva de Hemos traducido, no los versos mis­
un campo inmenso de representacio­ mos, sino la traducción dada por Kant.
nes afines. Pero el arte bello hace (N, del T.)
CRÍTICA D EL JU IC IO 235

mente servir de atributo a una re­ tendimiento y sometida a la limita­


presentación de loa sentidos, y así ción de acomodarse a los conceptos
vivificar esta última con la idea de del mismo y como, en cambio, en lo
lo suprasensible, pero solamente estético es libre para, sin buscarlo,
usando aquí lo estético, que va uni­ proporcionar, por encima de aque­
do subjetivamente a la conciencia lla concordancia con los conceptos,
de esta última. Así, por ejemplo, dice una materia no desarrollada y abun­
cierto poeta, en la descripción de dante para el entendimiento, a la
una mañana hermosa: «Manaba la cual éste/en sus conceptos, no puso
luz del sol como la paz mana de la atención, y que, sin embargo, usa
virtud.» La conciencia de la virtud, no tanto objetivamente para el cono­
aunque sólo por el pensamiento se cimiento como subjetivamente pira
ponga uno en el lugar de un virtuo­ la vivificación de las facultades de
so, extiende por el alma una multi­ conocer, indirectamente, pues, tam­
tud dé sentimientos sublimes y cal­ bién para conocimientos, resulta que
mantes y abre una perspectiva sin el genio consiste propiamente en la
límites sobre un futuro alegre, que proporción feliz, que ninguna cien­
ninguna expresión adecuada con un cia puede enseñar y ninguna laborio­
determinado concepto alcanza a ex­ sidad aprender, para encontrar ideas
presar totalmente.18 a un concepto dado, y dar, por oirá
En una palabra, la idea estética es parte, con la expresión mediante la
una representación de la imaginación cual la disposición subjetiva del es­
emparejada a un concepto dado y píritu producida, pueda ser comuni­
unida con tal diversidad de repre­ cada a otros como acompañamiento
sentaciones parciales en el uso libre de un concepto. Este último talento
de la-misma, que no se puede para es propiamente el llamado espíritu,
ella encontrar una expresión que in­ pues para expresar lo inefable en el
dique un determinado* concepto; estado del alma, en una cierta repre­
hace, pues, que en un concepto pen­ sentación, y hacerlo umversalmente
semos muchas cosas inefables, cuyo comunicable,” consista esa expresión
sentimiento vivifica las facultades de en el lenguaje, en la pintura o en la
conocer, introduciendo espíritu en el plástica, para eso se requiere una fa­
lenguaje de las simples letras. cultad de aprehender el juego, que
Así, pues, las facultades del espí­ pasa rápidamente de la imaginación,
ritu cuya reunión (en cierta propor­ y reunirlo en un concepto (que pre­
ción) constituye el genio son la ima­ cisamente por eso es original, y al
ginación y el entendimiento. Sola­ mismo tiempo instituye una nueva
mente que como en el uso de la ima­ regla que no ha podido ser deducida
ginación para el conocimiento, la pri­ de principios algunos o ejemplos pre­
mera está bajo la sujeción del en­ cedentes) que se deje comunicar sin
imposición de reglas.
18 Quizá no se haya dicho nada más
sublime o no se haya expresado un
pensamiento con mayor sublimidad Si volvemos la vista a estos análi­
que en aquella inscripción del templo
de Isis (la madre naturaleza): «Yo soy sis de la definición dada más arriba
todo lo que es, lo que fue y lo que de lo que se llama genio, encontra­
será, y mi velo no lo ha alzado toda­ mos: Primero: que es un talento
vía ningún mortal.» Segner usó esa idea para el arte y no para la ciencia, la
en una viñeta llena de sentido; puesta cual va precedida por reglas clara­
en la portada de su Teoría de la natu­ mente conocidas que deben deter­
raleza, para llenar antes a su discípulo, minar el procedimiento en la misma;
a quien estaba dispuesto a conducir a
ese templo, de este temblor sagrado Segundo: que como talento artístico
que dispone el espíritu a la atención presupone un determinado concepto
solemne. del producto como fin, por tanto, en­
286 M ANU EL KANT

tendimiento, pero también una (aun­ su característica; y, en ese sentido,


que indeterminada) representación es el arte bello para éstos una imi­
de la materia, es decir, de la intui­ tación, para la cual la naturaleza,
ción para la exposición de ese con­ por medio de un genio, ha dado la
cepto, por tanto, una relación de la regla.
imaginación al entendimiento; Tsr-. Pero esa imitación viene a ser ser­
cero: que se muestra no tanto en la vilismo 19 cuando el discípulo lo re­
realización del fin antepuesto en la produce todo, hasta aquello que el
exposición de un determinado con­ genio ha tenido que dejar pasar
cepto, como más bien en la elocu­ como deformidad, porque no podía
ción o expresión de ideas estéticas suprimirlo sin debilitar la idea; sólo
que encierran rica materia para ello, en un genio es ese atrevimiento me­
y, por lo tanto, representa la imagi­ ritorio, y cierta audacia en la expre­
nación en su libertad de toda tutela sión y, en general, algún apartamien­
de las reglas, y, sin embargo, como to de la regla ordinaria, le está bien,
conforme al fin de la exposición del pero no es ello digno, en modo al­
concepto dado, y, finalmente, Cuar­ guno, de ser imitado, sino que sigue
to: que la no buscada, no intencio­ en sí siendo siempre un defecto que
nada y subjetiva finalidad, en la con­ se debe tratar de suprimir, pero fren­
cordancia libre de la imaginación con te al cual el genio tiene, por decirlo
la legislación del entendimiento, pre­ así, un privilegio, porque lo inimita­
supone una proporción y disposición ble de su impulso espiritual sufri­
de estas facultades que no puede ser ría con una temerosa prudencia. El
producida por obediencia alguna a amanerar es otra especie de servi­
reglas, sean estas de la ciencia o sean lismo, a saber: el de buscar la mera
de la imitación mecánica, sino sola­ característica, en general (origina­
mente por la naturaleza del sujeto. lidad) , para alejarse de los imitado­
Según todas estas suposiciones, es res tanto .como sea posible, pero sin
el genio la originalidad ejemplar del poseer el talento de ser en ello a la
don natural de un sujeto en el uso vez ejemplar. Hay ciertamente dos
libre de sus facultades de conocer. modos (modus) de componer sus
De ese modo, el producto de un ge­ pensamientos en la presentación:
nio es (en aquello qtie en él es de uno, llamado manera (modus cesthe-
atribuir al genio y no al posible ticus); el otro, método (modus logi-
aprendizaje o escuela) un ejemplo, cus), diferenciándose uno de otro en
no para la imitación (pues, en ese que la primera no tiene otra medida
caso, se perdería lo que en él es ge­ que el sentimiento de la unidad en
nio y constituye el espíritu de la la exposición, y el segundo sigue en
obra), sino para que otro genio lo ello determinados principios; para
siga, despertado al sentimiento de su el arte bello sólo vale la primera.
propia originalidad, para practicar Pero amanerado se dice de un pro­
la independencia de la violencia de ducto del arte cuando la presenta­
las reglas en el arte, de tal modo que ción de su idea busca lo extraño y
éste reciba por ello mismo una re­ no se hace adecuada a la idea. Lo
gla nueva mediante la cual se mues­ brillante (preciosismo), lo altisonan­
tra el talento como ejemplar. Pero te, lo afectado, queriendo distinguir­
porque el genio es un favorecido de se, pero sin espíritu, de lo ordinario,
la naturaleza y hay que considerarlo es parecido a la conducta de aquel
sólo como un fenómeno raro, su de quien se dice que se oye hablar
ejemplo produce para otras buenas o que va y viene como si estuviera
cabezas una escuela, es decir, una 19 En el texto dice Nachaffung imi­
enseñanza metódica según reglas, en tación a la manera de los monos. La
cuanto éstas han podido sacarse de palabra francesa singerie traduce exac­
aquellos productos del espíritu y de tamente esa expresión. (N. del T.)
CRÍTICA DEL JU IC IO 287

en un escenario para que se le ad­ que en las cosas del arte bello tiene
mire, cosa que siempre delata un pretensión a principios propios, per­
mentecato. mitirá más bien que se dañe a la li­
bertad y a la riqueza de la imagina­
ción que no al entendimiento.
§ 50 Para el arte bello, pues, serían exi-
gibles imaginación, entendimiento,
De la unión del gusto con el genio espíritu y gusto.20
en productos del arte bello
Preguntar a qué se le da más va­ § 51
lor en las cosas del arte bello, si es
a que en ellas se muestre genio o se De la división de las bellas artes
muestre gusto, es como si pregunta­
se si importa más la imaginación o
el juicio. Ahora bien: como un arte, Puede llamarse, en general, belleza
en consideración de lo primero, me­ (sea natural o artística) la expresión
rece más bien ser llamado arte in­ de ideas estéticas; sólo que en el arte
genioso, y en consideración a lo se­ bello, esa idea debe ser ocasionada
gundo, más bien arte bello, así, pues, por un concepto del objeto. En la
lo último, al menos como condición naturaleza bella, empero, la mera
indispensable (conditio sine qua reflexión sobre una intuición dada,
non), es lo principal, a lo cual se sin concepto de lo que el- objeto debe
ha de mirar en el juicio del arte ser, es suficiente para despertar y co­
como arte bello. Para la belleza no municar la idea como cuya expresión
es tan necesaria la riqueza y la ori­ es aquel objeto considerado.
ginalidad de ideas como más bien Así, pues, si queremos dividir las
la adecuación de aquella imagina­ bellas artes, no podemos elegir, por
ción en la libertad, a la conformidad lo menos., como ensayo, ningún prin­
a leyes del entendimiento, pues toda cipio más cómodo que la analogía
la riqueza de la primera no produce del arte con el modo de expresión
en su libertad, sin ley, nada más que que emplean los hombres en el ha­
absurdos; el Juicio, en cambio, es la blar, para comunicarse unos con
facultad de acomodarlos al entendi­ otros tan perfectamente como sea po­
miento. sible, es decir, no sólo sus conceptos,
El gusto es, como el Juicio en ge­ sino también sus sensaciones.21 Éste
neral, la disciplina (o reglamenta­ consiste en la palabra, el gesto y el
ción) del genio: si bien le corta mu­ sonido (articulación, gesticulación y
cho las alas y lo hace decente y pu­ .modulación). Sólo el enlace cíe estos
lido, en cambio, al mismo tiempo,
le da una dirección, indicándole por 20 Las tres primeras facultades reci­
dónde y hasta dónde debe extender­ ben sólo con la cuarta su unificación.
se para permanecer conforme a un Hume, en su Historia, da a entender
fin, y ai introducir claridad y orden a los ingleses que, aunque en sus obras,
no son inferiores a ningún otro pueblo
en la multitud de pensamientos, del mundo por lo que se refiere a las
hace las ideas duraderas, capaces de muestras de las tres primeras cualida­
un largo y, al mismo tiempo, uni­ des, consideradas separadamente, sin
versal aplauso, de provocar la con­ embargo, en la que unifica a las otras
tinuación de otros y una cultura en deben ir después de sus vecinos los
constante progreso. Así, pues, si en franceses.
la oposición de ambas cualidades, 21 El lector no juzgará este bosquejo
de una posible división de las bellas
dentro de un producto, hay que sa­ artes como teoría ya planteada. Es sólo
crificar algo, más bien debería ser uno de los ensayos de muchas clases
en la parte del genio, y el Juicio, que se pueden y se deben organizar.
288 M A NU EL KANT

tres modos de la expresión constitu­ si bien se ocupa, lo hace, sin embar­


ye la completa comunicación del que go, sin mirar más allá hacia otro fin
habla, pues pensamientos, intuición (independientemente del salario), y
y sensación son, mediante ellos, al se siente satisfecho y despierto.
mismo tiempo, y en conjunto, trans­ Así, pues, el orador da, desde lue­
feridos a los demás. go, algo que no promete, a saber: un
Hay, pues, sólo tres clases dife­ juego entretenido de la imaginación,
rentes de bellas artes: las de la pala­ pero perjudica también a algo que
bra, las de la forma y el arte del jue­ promete y que es el asunto anuncia­
go de las sensaciones (como impre­ do, a saber: ocupar el entendimien­
siones exteriores de los sentidos). to conformemente a fin. El poeta,
También'podría arreglarse esta divi­ en cambio, promete poco y anuncia
sión en forma de dicotomía, divi­ sólo un juego con ideas, pero realiza
diendo el arte bello en el de la ex- algo que es digno de ocupación, a
>resión de los pensamientos y el de saber: proporcionar, jugando, ali­
Ías intuiciones, y éstas, a su vez, se­ mento al entendimiento y dar vida
gún su forma y su materia (la sen­ a sus conceptos por medio de la ima­
sación). Pero entonces parecería de­ ginación; por tanto, aquél da, en el
masiado abstracta y no tan adecua­ fondo, menos, y éste más de lo que
da al concepto ordinario. promete.23
1? Las artes de la palabra son: 2? Las artes de la forma o de la
oratoria y poesía. Oratoria es el arte expresión de las ideas en la intuición
de tratar un asunto del entendimien­ sensible (no por medio de represen­
to como un libre juego de la imagi­ taciones de la mera imaginación ex­
nación; poesía es el arte de condu­ citadas por las palabras) son: o de
cir un libre juego de la imaginación la verdad sensible, o de la apariencia
como un asunto del entendimiento. sensible. La primera llámase plásti­
El orador anuncia un asunto y lo ca; la segunda, pintura. Ambas ex­
conduce como si fuera sólo un juego presan ideas con figuras en el espa­
con ideas para entretener a los es­ cio; aquélla hace figuras cognosci­
pectadores.22 El poeta anuncia sólo bles para dos sentidos, la vista y el
un juego entretenido con ideas, y de tacto (aunque en este último sin in­
él surge tanto para el entendimiento tención de belleza); esta sólo para
como si hubiese tenido la intención el primero. La idea estética (arche-
de tratar un asunto de éste. El en­ typon, modelo) está en ambas a la
lace y armonía de ambas facultades base de la imaginación, pero la fi­
de conocer, la sensibilidad y el en­ gura que constituye la expresión de
tendimiento, que no pueden, desde esa idea (ektypon, copia) es dada, o
luego, pasar una sin otra, pero que en su extensión corporal (como el
tampoco se dejan reunir sin violen­ objeto mismo existe), o. según el
cia y daño recíproco, no debe ser in­ modo como éste se pinta en el ojo
tencionado, y debe parecer encajar (según su apariencia en una super­
así de suyo; si no, no es el arte bello. ficie) , y aun en el primer caso se
De aquí que todo lo buscado y me­ pone como condición a la reflexión
ticuloso deba ser evitado en él, pues o la relación a un fin real, o sólo la
el arte bello debe ser libre en doble apariencia del mismo.
sentido: tanto en el de que no es un En la plástica, como primer modo
trabajo y ocupación pagada, cuyo de las artes de la forma, entran la
valor se deja juzgar según una medi­ escultura y la arquitectura. La pri­
da determinada y se -impone o se mera es la que expone corporalmen-
paga, como en el de que el espíritu,
23 Desde «por tanto, aquél d a ...» ,
22 En la V edición dice «auditores». es un añadido de la 2? y 3? ediciones.
<N. del T.) (N. del T.)
CRÍTICA DEL JU IC IO 239

te conceptos de cosas, tal como po­ cia de la utilización y empleo para


drían existir en la naturaleza (como otros fines que el mero juego ae la
arte bello, teniendo, sin embargo, en imaginación en la contemplación de
cuenta la finalidad estética); la se­ sus formas.24 El último no es otra
gunda es el arte de exponer concep­ cosa más que el adorno del suelo
tos de cosas que sólo por el arte son con la misma diversidad (hierbas,
posibles, y cuya forma tiene como flores, arbustos y árboles, hasta
fundamento de determinación, no la aguas, colinas y valles) con que la
naturaleza, sino un fin arbitrario, y naturaleza lo presenta a la intuición,
ha de ser para ello, sin embargo, al sólo que compuesto de otro modo y
mismo tiempo, estéticamente, con­ adecuado a ciertas ideas. Pero la be­
forme a fin. En la segunda, un cier­ lla composición de cosas corporales
to uso del objeto del arte es lo* prin­ se da también sólo para la vista,
cipal, y a él, como condición, subor- como la pintura; el sentido del tacto
dínanse las ideas estéticas. En la pri­ no puede proporcionar representa­
mera, la mera expresión de ideas es­ ción alguna intuible de semejarte
téticas es la intención principal. Así, forma. Con la pintura, en el sentido
estatuas de hombres, dioses, anima­ amplio, pondría yo también el ador­
les, e t c , pertenecen a la primera no de las habitaciones con papeles
clase, y, en cambio, templos, edifi­ pintados, molduras y todo bello mo­
cios magníficos para reuniones pú­ biliario que sólo sirve para la vista;
blicas, o también habitaciones, arcos igualmente el arte de los trajes, se­
de triunfo, columnas, mausoleos, gún el gusto (y los anillos, tabaque­
etc. . . , erigidos para honrar una me­ ras, etc.); pues un jardín con flores
moria, pertenecen a la arquitectura. de todas clases, un cuarto con toda
Hasta los utensilios todos de la casa clase de adornos (incluso el atavío
(el trabajo del carpintero y otras co­ mismo de las dam as), constituyen en
sas semejantes para el uso) pueden una fiesta una especie de cuadro
contarse en ésta, porque lo esencial que, como los propiamente llamados
de un edificio lo constituye la aco­ así (los que no tienen la intención
modación del producto para un cier­
to uso, y, en cambio, una mera obra
24 Que la jardinería pueda conside­
de figura que no está hecha más que rarse como una especie de arte de la
para la intuición y debe placer por pintura, aunque expone sus formas cor­
sí misma, es, como exposición cor­ poralmente, parece extraño. Pero como
poral, mera imitación de la natura­ torda realmente sus formas de la na cu-
leza, aunque, sin embargo, tiene en raleza (los árboles, zarzas, hierbas y
cuenta las ideas estéticas, pues en flores, sacadas del bosque y del cam­
ellas la verdad sensible no puede ir po, al menos al principio), en ese sen­
tan lejos que cese la cosa de apare­ tido, no es, como la plástica, arte, y
como no tiene tampoco concepto algu­
cer arte y producto de la voluntad. no del objeto y su fin (como, v. g., la
El arte de la pintura, como segun­ arquitectura) como condición de su
do modo’, de las artes de la forma, composición, sino sólo el libre juego
que exponen la apariencia sensible, de la imaginación en la contemplación,
unida, por el arte, con ideas, lo di­ por eso en ese sentido, viene a juntarse
con la pintura meramente estética aue
vidiría yo en el de bello retrato de no tiene tema determinado alguno
la naturaleza y el de bello arreglo de (compone aire, tierra, agua, que agra­
sus productos. El primero sería la dan por medio de la luz y la sombra).
pintura propiamente; el segundo, la En general, juzgará el lector esto sólo
jardinería, pues el primero no da como un ensayo del enlace de las be­
más que la apariencia de la exten­ llas artes, bajo un principio que tea
sión corporal; el segundo, si bien da este, v. gr., el de la expresión de ideas
estéticas (según la analogía de un len­
esta extensión, según la verdad, no guaje), y no lo considerará como una
da, en cambio, más que la aparien­ deducción tenida por definitiva.
290 M A N U E L KA N 1

de enseñar, v. gr., historia o cono­ veces, sin embargo, puede faltar, no


cimiento de la naturaleza), no está siendo el sentido, por lo demás,
ahí más que para la vista, para en­ nada defectuoso en lo que yse refie­
tretener la imaginación en libre jue­ re a su uso para conocimiento de
go con ideas y ocupar el juicio esté­ los objetos, sino hasta excelentemen­
tico sin fin determinado. Por muy di­ te fino. Es decir, no se puede decir
versa que sea mecánicamente la obra con seguridad si un color o un tono
material en todo ese adorno, y aun­ (sonido) son sólo agradables sensa­
que exija artistas totalmente disan­ ciones, o si ya en sí son un bello
tos, sin embargó, el juicio de gusto juego de sensaciones, y, como tai,
sobré lo que en ese arte sea bello llevan consigo una satisfacción sobre
está determinado de una sola mane­ la forma en el juicio estético. Cuan
ra, a saber: juzgar sólo las formas do se piensa en la rapidez de las
(sin consideración a un fin) tal vibraciones de la luz y, en el segun­
como se ofrecen a la vista, aisladas do caso, del aire, que verosímilmen­
o en composición, y según el efecto te sobrepuja, con mucho, toda vues­
que hacen en la imaginación. Pero tra facultad de juzgar inmediatamen­
que el arte de la forma pueda ser te, en la percepción, la proporción
asimilado (según la analogía) con de las divisiones del tiempo hechas
los pestos y ademanes del hablar, se por ellas, se debiera creer que sólo
justifica, porque,el espíritu del artis­ el efecto de esas vibraciones es sen­
ta, mediante esas figuras, da una ex­ tido en las partes elásticas de nues­
presión corporal de lo que ha pen­ tro cuerpo, pero que no se nota la
sado y de cómo lo ha pensado y división del tiempo hecha por ellas,
hace que la cosa misma hable, por ni se pone en juicio, y, por tanto,
decirlo así, mímicamente, juego muy que con los colores y los sonidos
corriente de nuestra fantasía, que da sólo va unido agrado y no belleza
a las cosas sin vida un espíritu aco­ de su composición. Pero, en cambio,
modado a su forma y que habla en primero: si se piensa en lo que se
ellas. puede decir matemáticamente sobre
3? El arte del bello juego de las !ü proporción de esas vibraciones en
sensaciones- (éstas son producidas de la música y en su juicio, y se juzga
fuera, y aquel juego debe, sin em­ el contraste de los colores, como es
bargo, dejarse comunicar universal­ justo, según la analogía con esto úl­
mente) no puede referirse a otra timo; segundo: si se consultan los
cosa sino a la proporción de los di­ ejemplos, raros, desde luego, de hom­
ferentes grados de la disposición bres que con la mejor vista del mun­
(tensión) del sentido a que pertene­ do, o con el oído más fino, no han
ce la sensación, es decir, al tono del podido distinguir colores o sonidos,
mismo, y, en esa extensa significa­ y si se consideran también los que
ción de la palabra, puede dividirse pueden percibir una cualidad cam­
en el juego, mediante el arte, de las biada (no sólo del grado de la sen­
sensaciones del oído y de la vista, sación) en las diversas tensiones de
por tanto, en música, y arte de los la escala de los colores y de los so­
colores. Es notable que estos dos nidos, y, además, que el número de
sentidos, además de la receptividad las mismas es determinado para di­
de impresiones necesaria para reci­ ferencias concebibles, entonces ha de
bir de fuera conceptos de objetos verse uno obligado a considerar las
mediante ellas, son además capaces sensaciones de ambos, no como me
de una sensación particular unida ras impresiones sensibles, sino como
con ellas, de la que no se puede el efecto de un juicio de la forma en
exactamente resolver si a su base tie­ el juego de muchas sensaciones. La
ne el sentido o la reflexión, y es de diferencia que una u otra opinión
notar también que esa afectividad, a produce en el juicio del fundamento
CRÍTICA DEL JU IC IO 291

de la música cambiaría, empero, la objeto, y tomando el alma, por la


definición, sólo en que habría que consciencia de su disposición con­
definirla, o bien como el juego be­ traria al fin en el juicio de la razón,
llo de las sensaciones (mediante el descontenta consigo misma y capri­
.oído), y así lo hemos hecho, o como chosa.
el juego de sensaciones agradables. Cuando las bellas artes no son
Sólo según la primera clase de defi­ puestas, de cerca o de lejos, en rela­
nición será representada la música ción con ideas morales que, solas,
totalmente como arte bella; según la llevan consigo una satisfacción inde
segundp, en cambio, como arte agra­ pendiente, su suerte es, al fin, esa
dable (por lo menos, en parte). misma. Sirven entonces sólo de dis
tracción, de que más se viene a estar
necesitado cuanto más se usa de ella,
§ 52 para echar fuera el descontento del
espíritu consigo mismo, con lo cual
De la unión de las bellas artes se hace este aun más inútil y más
en uno y el mismo producto descontento de sí. En general, las be­
llezas de la naturaleza son, para
La oratoria puede estar unida ccn aquella otra intención, las más pro­
una exposición pictórica de sus su­ vechosas, cuando se ha acostumbra­
jetos, como de sus objetos, en una do uno temprano a contemplarlas,
obra de teatro; la poesía, con la mú­ juzgarlas y admirarlas.
sica, en el canto, pero éste, a su vez.
con una exposición pictórica (tea­
tral) , en una ópera, y el juego de las § 53
sensaciones, en una música, con el
juego de las figuras en el baile. Tam­ Comparación del valor estético
bién puede la exposición de lo subli­ de las bellas artes entre sí
me, en cuanto pertenece al arte be­
llo, reunirse con la belleza en una Entre todas, mantiene la poesía
tragedia versificada, en un poema (que debe casi completamente al ge­
didáctico, en un oratorio, y en estas nio su origen y requiere menos que
uniones el arte bello es aún más ar­ ninguna ser dirigida por preceptos
tístico; pero puede dudarse, en algu­ o ejemplos) el primer puesto. Ex­
no de esos casos, de que también sea tiende el espíritu, poniendo la ima­
más bello (porque tan diversas y di­ ginación en libertad, y dentro de los
ferentes especies de satisfacción se límites de un concepto dado, entre
crucen recíprocamente). Sin embar­ la ilimitada diversidad de posibles
go, en todo arte bello, lo esencial formas que con él concuerdan, ofre­
está en la forma, que es conforme ce la que enlaza la exposición del
a fin para la contemplación y para mismo con una abundancia de pen­
el juicio, en donde el placer es al samientos a la cual ninguna expre­
mismo tiempo cultura, y que dispo­ sión verbal es enteramente adecua­
ne el espíritu para ideas, proporcio­ da, elevándose así, estéticamente,
nándole, por» tanto, receptividad para hasta ideas. Fortalece el espíritu, ha­
varios placeres y entretenimientos, y ciéndole sentir su facultad libre, es­
no en la materia de la sensación (en pontánea, independiente de la deter­
el encanto o en la emoción), en don­ minación de la naturaleza, de con­
de se trata sólo de goce, que no deja siderar la naturaleza y juzgarla como
nada en la idea y embota el espíritu, fenómeno, según aspectos que ella
produciendo poco a poco 25 asco del no ofrece por sí misma, ni para el
sentido ni para el entendimiento en
25■ «Poco a poco», añadido en la 2* la experiencia, y de usarla así para
y 3* edición.—(N. del T.) el fin y, por decirlo así, como esque­
292 M ANUEL KANT

ma de lo suprasensible. Juega con brir el vicio y el error, no pueden


la apariencia que provoca a su gus­ destruir completamente la sospecha
to, sin por eso engañar, pues decla­ secreta de una artificiosa superche­
ra su ocupación misma mero juego ría. En la poesía todo ocurre honra­
que. sin embargo, puede ser usado da y sinceramente. Ella declara que­
conformemente a su fin por el en­ rer tratar un mero juego entretenido
tendimiento y para los asuntos de con la imaginación, según la forma
éste. La oratoria, entendiendo por y de acuerdo con leyes del entendi­
ella el arte de persuadir, es decir, de miento, y no desea insinuarse en el
imponerse. por la bella apariencia entendimiento, ni captarlo por me­
(como ars oratoria) y no el mero dio de una exposición sensible.-6
hablar bien (elocuencia y estilo), es Después de la poesía, pondría yo,
una dialéctica que torna de la poe­ si se trata de encanto y movimiento
sía sólo lo que es necesario para se­ del espíritu, aquel arte que sigue de
ducir, en provecho del orador, a los más cerca a los de la palabra y se
espíritus antes del juicio y arreba­ deja unir con ellos muy naturalmen­
tarles su libertad; así,* pues, no pue­ te, a saber: la música. Pues aunque
de aconsejarse ni para las salas de habla mediante puras sensaciones,
la justicia ni para la cátedra sagra­ sin conceptos, y, por tanto, no deja,
da, pues cuando se trata de leyes ci­ como la poesía, nada a la reflexión,
viles, del derecho de tina persona, o mueve, sin embargo, el espíritu más
de duradera enseñanza y determina­ directamente, y, aunque meramente
ción de los espíritus para un exacto
conocimiento y una concienzuda ob­ 26 Debo confesar que una bella poe­
servancia del deber, es indigno de sía me ha proporcionado siempre un
placer puro, mientras que con la lectu­
un negocio tan importante el dejar ra del mejor discurso de un orador del
ver la menor traza de exuberancia pueblo romano, o de los actuales par­
en el ingenio y en la imaginación, y lamentos, o de un orador sagrado de
más aun de ese arte de convencer todo tiempo, se mezclaba el sentimien­
y de seducir por el provecho de al­ to desagradable de la desaprobación de
guien. Pues aunque a menudo pue­ un arte insidioso que sabe mover los
da emplearse para intenciones en sí hombres como máquinas en cosas im­
portantes, para un juicio que, en la re­
conformes a derecho y dignas de posada reflexión debe perder en ellos
elogio, sin embargo, es rechazable, todo peso. La elocuencia y el hablar
porque de ese modo, las máximas y bien (en conjunto, retórica) pertene­
los sentimientos se corrompen sub­ cen al arte bello; pero la oratoria (ars
jetivamente, aunque el hecho, obje­ oratoria), como arte de emplear las de­
tivamente, es conforme a la ley, no bilidades de los hombres al servicio de
las propias intenciones (sean éstas todo
siendo bastante hacer lo que es rec­ lo bien pensadas, todo lo buenas, real­
to, sino que hay que realizarlo sólo mente, que se quiera)¡, no es digna de
por el motivo de que es recto. Ade­ ningún respeto.• Por eso se elevó, tanto
más, el mero concepto claro.de esas en Atenas como en koma, a su más
clases de asuntos humanos, unido alto grado, en un tiempo en que el Es­
con una viva exposición de ejemplos, tado corría a su ruina y la verdadera
y sin faltar a las reglas de la eufo­ manera patriótica de pensar se había
perdido. El que, además de una clara
nía de la lengua o de la convenien­ visión de las cosas, tiene en su poder
cia de la expresión, para ideas de la la lengua, con su riqueza y su pureza,
razón (lo cual, en conjunto, consti­ y, además de una abundante imagina­
tuye el hablar bien), tiene ya en sí ción propia para la exposición de sus
suficiente influjo sobre los espíritus ideas, toma un vivo interés de corazón
humanos para no necesitar además en el verdadero bien, ese es el vir bo-
recurrir aquí a las máquinas de la nus dicendi peritus, el orador sin arte,
pero lleno de energía, como lo deseaba
persuasión, que, pudiéndose emplear Cicerón, sin haber él mismo permane­
éstas también para excusar o encu­ cido, sin embargo, fiel a ese ideal.
CRÍTICA D E L JU IC IO 293

pasajero, más interiormente; pero es, tisfacción que la mera reflexión so­
desde luego, más goce que cultura bre una multitud semejante de sen­
Xel juego de pensamiento, que ex­ saciones simultáneas o sucesivas en­
cita en derredor, es meramente el laza con ese juego de las mismas
efecto de una, por decirlo así, me­ como condición, valedera para cada
cánica asociación), y tiene, juzgado cual, de su belleza, y ella sola es lo
por la razón, menos valor que cual­ que permite al gusto atribuirse un
quier otra de las bellas artes. De derecho de expresarse con anteriori
aquí que, como todo goce, reclame dad sobre el juicio de cada cual.
más frecuente cambio y no soporte Pero en el encanto y en el moví
la repetición varias veces sin produ­ miento del espíritu que la música
cir hastío. Su encanto, que se deja produce no tiene la matemática, se­
comunicar tan universalmente, pare­ guramente, parte alguna: ella es tan
ce descansar en que cada expresión sólo la indispensable condición (cc n-
del lenguaje tiene en conexión con ditio sine qua non) de aquella pro­
ella un sonido adecuado al sentido porción de las impresiones, en su
de la misma; en que ese sonido indi­ enlace, como en su cambio, median­
ca, más o menos^, una -emoción del te la cual viene a ser posible cone­
que habla, y, recíprocamente, tam­ xionarlas e impedir que se destin­
bién la produce en el que oye, pues a n unas a otras, haciendo que con-
excita a su vez también la idea, que cuerden por medio de emociones
es expresada en el lenguaje con se­ consonantes con ella, para un movi­
mejante sonido, y en que, siendo la miento continuado y una animación
modulación, por decirlo así, una len­ del espíritu, y así, para un agrada­
gua universal comprensible para ble goce personal.
cada hombre, la música la emplea Si, en cambio, se aprecia el valor
por sí sola en toda su fuerza, a sa­ de las bellas artes según la cultura
ber, como lengua de las emociones, que provocan en el espíritu, y si se
y así comunica universalmente, se­ toma como medida la expansión de
gún la ley de la asociación, las ideas las facultades que deben venir a jun­
estéticas, unidas naturalmente con tarse en el juicio para el conocimien­
ella; pero como esas ideas estéticas to, entonces la música, entre las be­
no son conceptos algunos ni pensa­ llas artes, ocupa el lugar inferior
mientos algunos determinados, la (así como entre las que apreciamos
forma de la conexión de esas sensa­ al mismo tiempo, según su agrado,
ciones (armonía y melodía) sola­ ocupa quizá el superior), en cuanto
mente, en lugar de la forma de una sólo juega con sensaciones. Así,
lengua, sirve, mediante una disposi­ pues, las artes de la forma la supe­
ción proporcionada de las mismas ran de mucho en consideración a
(la cual puede ser matemáticamente esto, porque sumiendo la imagina­
traída a reglas determinadas, porque ción en un juego libre, al par que,
en los sonidos descansa sobre la pro­ adecuado al entendimiento, tratan,
porción del número de vibraciones al mismo tiempo, un ^asunto, al rea­
del aire en el mismo tiempo, en lizar un producto que sirve a los
cuanto los sonidos son unidos simul­ conceptos del entendimiento de ve­
táneamente o sucesivamente), para hículo duradero y por sí mismo re­
expresar la idea estética del todo co­ comendable, para favorecer la uni­
nexo de una indecible abundancia ficación de los mismos con la sen­
de pensamientos, en conformidad sibilidad v, por decirlo así, la urba­
con un cierto tema que constituye nidad de las facultades superiores de
la emoción dominante en el trozo. conocer. Ambas clases de artes to­
De esa forma matemática, aunque man un camino totalmente diferen­
no representada en un concepto de­ te: la primera va de las sensaciones
terminado, depende solamente la sa­ á ideas indeterminadas; la segunda,
294 M ANUEL KANT

empero, de ideas determinadas a


sensaciones. Las últimas son artes § 54
de impresiones duraderas; las pri­
meras, sólo de transitorias. La ima­ Nota
ginación puede volver a llamar a
aquellas y entretenerse con ellas, Entre lo que place sólo en el jui­
pero éstas, o se apagan totalmente, cio y lo que deleita (place en la sen­
o nos resultan más bien pesadas que sación), hay, como lo hemos mos­
agradables, si la imaginación, invo­ trado, una diferencia esencial. Lo
luntariamente, las repite. Además, último es algo que no se puede,
hay en la música una cierta falta de como lo primero, exigir a cada cual.
urbanidad, y es que, sobre todo se­ Deleite (aunque su causa esté en
gún la naturaleza de sus instrumen­ ideas) parece siempre consistir en
tos, extiende su influencia más allá un sentimiento de impulsión de toda
de lo que se desea (sobre la vecin­ la vida del hombre, y, por tanto,
dad) ; y de ese modo, por decirlo también del bienestar corporal, es
así, se impone, y, por tanto, perju­ decir, de la salud, de modo que Epi­
dica a la libertad de los que están caro, que tenía todos los deleites en
fuera de la reunión musical, cosa el fondo por sensación corporal,
que no hacen las artes que hablan quizá no dejaba de tener razón, y
a los ojos, puesto que basta apartar sólo se entendió mal a sí mismo al
la vista, si no se. quiere recibir sus contar entre los placeres la satisfac­
impresiones. Ocurre con esto algo ción intelectual y hasta la práctica.
así como con la delectación en un Si se tiene ante los ojos la citada
olor que se extiende lejos. El aue diferencia, puede uno explicarse
saca del bolsillo su pañuelo perfu­ cómo un deleite puede hasta des­
mado convida, en derredor suyo, a agradar al que lo siente (como la
los demás contra su voluntad, y los alegría de un hombre pobre, pero
de buenos pensamientos, por la he­
obliga, cuando quieren respirar, a rencia de su padre, amante, pero
gozar al mismo tiempo; por eso ha avaro, para é l), o cómo una pro­
pasado esto de moda.27 funda pena puede, sin embargo, pla­
Entre las artes de la forma, daría cer al que la resiente (la tristeza de
yo preferencia a la pintura, en parte una viuda por la muerte de su mari­
porque, como arte del dibujo, está do, hombre excelente), o cómo un
a la base de todas las demás, en par- deleite puede además placer (como
~te también porque puede entrar más el de las ciencias de que nos ocu­
allá, en la región de las ideas, y ex­ pamos) , o cómo una pena (v. gr.,
tender más el campo de la intuición, odio, envidia, deseo de venganza)
conforme a aquéllas, que lo que le puede, por añadidura, desagradar­
es permitido a las otras. nos. La satisfacción o el desagrado
descansan aquí en la razón, y es
27 Los que han recomendado en las idéntica con la aprobación o des­
devociones de casa el cantar cánticos aprobación; deleite y pena, empero,
espirituales, no han considerado que no pueden descansar más que en el
imponían al público una gran incomo­ sentimiento o en la esperanza (cual­
didad con esa ruidosa (por eso mismo, quiera que sea su fundamento) de
ordinariamente, farisea) devoción, obli­ un bienestar o de un malestar.
gando a la vecindad, o a cantar tam­ Todo juego libre y variado de las
bién, o a suspender sus ocupaciones de sensaciones (que a la base no tie­
pensamiento. [Todo el párrafo, desde:
«Además, hay en la música. . . » hasta nen intención alguna) deleita por­
« ...h a pasado esto de moda», y esta que favorece el sentimiento de la sa­
nota, fueron añadidos en la 2’ y 3* lud, tengamos o no en el juicio de
edición.] razón una satisfacción en el objeto,
CRÍTICA DEL JU IC IO 295

e incluso en el deleite mismo; y ese miento de la salud, mediante un mo­


deleite puede crecer hasta la emo­ vimiento de las entrañas correspon­
ción, aunque en el objeto mismo no dientes a aquel juego, constituye
tomemos interés alguno, por lo me­ todo el deleite que una sociedad ale­
nos ninguno que esté en proporción gre aprecia como tan fino y espiri­
con el grado de aquél. Podemos di­ tual. No el juicio de la armonía en
vidir esos juegos en juego de azar, los sonidos o en los rasgos ingenio­
juego del sonido y juego del pensa­ sos, que, con su belleza, sirve sólo
miento. El primero exige un interés, de vehículo necesario, sino la vitali­
sea de la vanidad, sea de la utilidad dad favorecida en el cuerpo, la emo­
propia, pero que no es, ni con mu­ ción que mueve las entrañas y el
cho, tan grande como el interés en diafragma, en una palabra, el senti­
el modo como tratamos de propor­ miento de la salud (que sin seme­
cionárnoslo; el segundo exige sólo el jantes ocasiones, por lo demás, no
cambio de las sensaciones, cada una se deja sentir), es lo que constituye
de las cuales tiene su relación con el deleite que en ello se encuentra,
la emoción, sin tener el grado de pudiéndose con el alma también lle­
una emoción, y excita ideas estéti­ gar hasta el cuerpo y usar aquélla
cas; el tercero nace sólo del cambio como médico de ésta.
de representaciones en el Juicio, me­ En la música, ese juego va de, la
diante las cuales no se produce pen­ sensación del cuerpo a las ideas es­
samiento alguno que lleve consigo téticas (de los objetos para emocio­
algún interés, pero el espíritu es, sin nes) , y de éstas vuelve después de
embargo, vivificado. nuevo hacia atrás, al cuerpo, pero
Cuán deleitosos deben ser los jue­ unido con más fuerza. En la broma
gos, sin que. haya necesidad de po­ (que, como la música, merece con­
ner a su base una intención intere­ tarse más bien entre las artes agra­
sada, lo muestran todas nuestras so­ dables que entre las bellas) comien­
ciedades de noche, pues casi ningu­ za el juego por los pensamientos,
na puede entretenerse sin juego. que todos juntos, en cuanto quie­
Pero las emociones de esperanza, te­ ren expresarse sensiblemente, ocu­
mor, alegría, cólera, desdén, juegan pan también el cuerpo, y al relajar­
allí también, cambiando a cada mo­ se, de pronto, el entendimiento en
mento su papel, y son tan vivas que esa exposición, en donde no encuen­
por ellas, como por un movimiento tran lo esperado, siéntese el efecto
interior, todo el negocio de la vida de ese relajamiento en el cuerpo,
parece ser favorecido en el cuerpo, mediante una vibración de los órga­
como lo demuestra la vivacidad del nos, que favorece el restablecimien­
espíritu, producida por ello, aunque to de su equilibrio y tiene en la sa­
ni se ha ganado ni se ha aprendido lud un efecto bienhechor.
nada. Pero como el juego de azar En todo lo que deba excitar una
no es ningún juego hermoso, vamos risa viva y agitada tiene que haber
a dejarlo aquí a un lado. En cam­ algún absurdo (en lo cual el enten­
bio, música y tema para la risa, son dimiento no puede encontrar por sí
dos clases de juego con ideas estéti­ satisfacción alguna). La risa es una
cas, o también con representaciones emoción que nace de la súbita trans­
del entendimiento, mediante las cua­ formación de una ansiosa espera en
les, al fin, nada es pensado, y que nada. Precisamente esa transforma­
sólo pueden deleitar por su cambio, ción, que para el entendimiento, se­
aunque vivamente; por lo cual dan guramente, no es cosa que regocije,
a conocer bastante claramente que regocija, sin embargo, indirectamen­
la animación en ambas es meramen­ te, en un momento, con gran viva­
te corporal, aunque excitada por cidad. Así es que la causa debe con­
ideas del espíritu, y que el senti­ sistir en el influjo de la representa­
296 M A NU EL KANT

ción sobre el cuerpo y el efecto recí­ un mercader que, volviendo de las


proco de éste sobre el espíritu, y no, Indias a Europa con toda su fortuna
por cierto, en cuanto la representa­ en mercancías, se vio obligado a
ción es objetivamente un objeto del echarlo todo por la borda, durante
déleite (pues ¿cómo puede una es­ una tempestad, y se apenó de tal
pera fallida deleitar?), sino solamen­ suerte que en la misma noche enca­
te porque, como mero juego de re­ neció su peluca, nos reímos y nos
presentaciones, produce un equili­ regocijamos, porque nuestra propia
brio de las facultades vitales en el equivocación sobre un objeto que
cuerpo. por lo demás nos es indiferente, o
Cuando alguien cuenta que un in­ más bien la idea que seguimos, la
dio, viendo, en la mesa de un in­ hacemos saltar acá y allá, durante
glés, en Surate, abrir una botella de largo rato, como una pelota, creyen­
ale y salir toda la cerveza transfor­ do tan sólo que la cogemos y la re­
mada en espuma, mostró su gran tenemos. Aquí no es la confusión
admiración con muchas exclamacio­ de un mentiroso o de un mentecato
nes, y que a la pregunta del inglés: lo que despierta el deleite, pues esa
«¿Qué es lo que aquí es tan de ad­ última historia, contada por sí con
mirar?», contestó: «No me admiro supuesta seriedad, haría reír a una
de que salga, sino de cómo la ha­ sociedad, y aquél, en cambio, no se­
bréis podido meter», reímos y nos ría digno, generalmente, de atención.
da un ^gran placer, no porque nos Es también digno de notar que, en
encontremos más inteligentes que todos esos casos, la broma debe
ese ignorante, ni sobre alguna otra siempre encerrar en sí algo que pue­
cosa que el entendimiento nos haga da engañar por un momento; de
notar en el caso como satisfactoria, aquí que, cuando la apariencia des­
sino que nuestra espera estaba en aparece en la nada, el espíritu vuel­
tensión y desaparece de pronto en ve a mirar hacia atrás para probar­
la nada; o cuando el heredero de un la de nuevo, y así, por medio de
pariente rico, queriendo arreglar con tensión y distensión sucesivas y rá­
gran solemnidad el entierro de éste, pidas, es lanzado acá y allá y sumi­
se queja de que no le salga ello bien, do en una oscilación que, al soltarse
«pues (como dice) cuanto más di­ de pronto (y no poco a poco) lo
nero doy a mis gentes del duelo para que, por decirlo así, tiraba de la
que parezcan afligidas, más alegres cuerda, debe causar un movimiento
caras ponen», reímos recio, y el mo­ del espíritu y un movimiento inte­
tivo de ello está en que una espera rior del cuerpo que armonice con él,
se transforma de pronto en nada. que se prolonga, involuntariamente,
Hay que notar bien que debe trans­ y produce cansancio, pero también
formarse, no en el positivo contra­ diversión (efectos de un movimien­
rio de un objeto esperado, pues esto to que contribuye a la salud).
es siempre algo, y a menudo puede Pues si se admite que con todos
entristecer, sino en nada. En efecto: nuestros pensamientos, al mismo
cuando alguien, al contar una histo­ tiempo, va unido armónicamente al­
ria, excita en nosotros gran interés, gún movimiento en los órganos del
y, al terminar, vemos en seguida la cuerpo, se comprenderá bastante
falta de verdad de la misma, nos bien cómo a aquel súbito cambio del
produce ello desagrado; como, v. espíritu, yendo de uno a otro punto
gr., la historia de gente que, por una de vista para considerar su objeto,
gran aflicción, se dice que han en­ pueda corresponder una sucesiva ten­
canecido en una noche. En cambio, sión y distensión de las partes elás­
cuando, para contestar a semejantes ticas de nuestras visceras (como la
relatos, otro gracioso cuenta, con que sienten las gentes cosquillosas),
oran lnín He detalles, la aflicción de que se comunica al diafragma, y en
CRÍTICA DEL JU IC IO 297

la cual los pulmones expelen el aire respeto hacia las ideas morales, que
en rápidos y sucesivos golpes, pro­ no es ningún deleite, sino una apre­
duciendo para la salud un movi­ ciación de sí mismo (de la humani­
miento provechoso, que es solamen­ dad en nosotros) que nos eleva por
te, y no lo que en el espíritu ocurre, encima de la necesidad de deleite, ni
la causa propia del deleite en un dañar tampoco siquiera al sentimien­
pensamiento que, en el fondo, no to menos noble del gusto.
representa nada. Decía Voltaire que Algo que se compone de ambos
el cielo nos había dado dos cosas encuéntrase en la ingenuidad, que
como contrapeso a las muchas penas es la explosión de la sinceridad, pri­
de la vida: la esperanza y el sueño.™ mitivamente natural a la humani­
Hubiera podido añadir la risa, si es­ dad, contra la disimulación, tornada
tuvieran tan a mano los medios para en segunda naturaleza. Se ríe uno de
producirla en gentes razonables, y si la simplicidad, que no sabe aún di­
no fueran la broma, o la originali­ simular, y, sin embargo, se regocija
dad del humor que se exigen para uno también de la simplicidad de la
ello, tan raras como frecuente es el naturaleza, que suprime aquí, de un
talento de imaginar cosas que des­ rasgo, aquella disimulación. Esperá­
trozan la cabeza, como hacen los so­ base la costumbre diaria de la ma­
ñadores místicos, vertiginosas, como nifestación artificial y que se preo­
los genios, o que parten el cora­ cupa de la bella apariencia, y ved:
zónZ29 como los sensibles novelistas es la naturaleza sana e inocente que
(también los moralistas sentimenta­ no se esperaba encontrar, y que el
les). que la deja ver no pensaba tampoco
Se puede, pues, en mi opinión, descubrir. El que la bella, pero fal­
conceder a Epicuro que todo placer, sa apariencia, a quien damos mucha
aunque sea ocasionado por concep­ importancia, generalmente, en nues­
tos que despiertan ideas estéticas, es tro juicio se transforme aquí, súbita­
animal, es decir, es sensación corpo­ mente, en nada; el que, por decirlo
ral, sin por eso dañar en lo más mí­ así, el astuto se descubra a nosotros
nimo al sentimiento espiritual del mismos, es cosa que produce un mo­
vimiento del espíritu hacia dos di­
28 He aquí los versos aludidos de recciones recíprocamente opuestas, y
Voltaire: que, al mismo tiempo, sacude el
Du Dicu qui nous créa, la clémence infinie, cuerpo sanamente. Pero que algo
Pour adoucir les maux de cette courte vie, que es infinitamente mejor que toda
A placé parmi nous deux étres bienfaisants.
De la terre á jamáis aimables habitantg, supuesta costumbre, la pureza del
Soutiens dans les travaux, trésora dans modo de pensar (al menos, la capa­
[l’indigence:
L’un est le doux sommeil et l'autre l'espérance. cidad para ello), no está totalmente
(H enriade, Canto Vil.) (N. del T.) apagada en la naturaleza humana,
eso pone seriedad y alta estimación
29 Las tres expresiones tienen, en ale­ en ese juego del Juicio. Pero como
mán, una exterior correspondencia, im­ es un fenómeno que sólo se produce
posible de traducir: dice el texto kopf- por poco tiempo, y el velo ae la di­
brechend, halsbrechend, herzbrechend,
que significa rompiendo la cabeza, rom­ simulación se corre pronto de nue­
piendo el cuello, rompiendo el cora­ vo, mézclase, pues, con él una año­
zón. Hubiera podido, hasta cierto pun­ ranza, un sentimiento de ternura,
to, conservar la primera y la última, que se deja muy bien enlazar como
pero no la segunda, que significa exac- juego a esa risa de buen corazón, y
- taménte lo que el francés-"^ casser le que, en realidad, se enlaza ordina­
cou. En francés se dice también, de un riamente con ella, compensando al
hombre exageradamente audaz y teme­
rario, que es un casse-cou. En ese sen­ mismo tiempo, a veces, en el que la
tido, parece el epíteto convenir al ge­ ocasiona, su confusión, por no estar
nio. (N. del T.) aún picardeado como los hombres.
298 M A NU EL KANT

Que un arte sea ingenuo, es, por lo todas las cosas son juzgadas de una
tanto, una contradicción; pero, re­ manera totalmente distinta de la or­
presentar la ingenuidad en una per­ dinaria (incluso al revés), y, sin em­
sona imaginada, es árte posible y bargo, conforme a ciertos principios
bello, aunque raro. Con la ingenui­ de la razón, en semejante disposi­
dad no hay que confundir el candor ción de espíritu. El que está invo­
de un corazón abierto, que no hace luntariamente sometido a tales cam­
artificiosa la naturaleza sólo porque bios se llama caprichoso; 82 pero el
no conoce el arte de las relaciones que puede realizarlos voluntaria­
sociales. mente y con finalidad (para una
Entre lo que está en estrecho pa­ viva exposición, mediante un con­
rentesco con el deleite de la risa y traste provocador de risa) se llama
lo excita, y pertenece a la originali­ humorístico,83 y su discurso tam­
dad del espíritu, pero no precisa­ bién. Este modo pertenece más bien
mente al talento para el arte bello, al arte agradable que al bello, por­
puede contarse también el modo hu­ que el objeto de este último siempre
morístico.30 Humor,51 en el buen ha de mostrar en sí alguna dignidad,
sentido, significa el talento de poder y, por tanto, exige una cierta serie­
ponerse voluntariamente en una cier­ dad en la exposición, así como el
ta disposición de espíritu, en la cual gusto en el juicio.
30 Die launige Manter, dice el texto. 32 Launisch, sometido al capricho, a
W. del T.) la fantasía. (N. del T.)
51 Laune, en alemán, significa capri­ 33 Launig, capaz de capricho, de hu­
cho, fantasía... (N. del T.) mor, de fantasía. (N. del T.)

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