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NO AMÉIS AL MUNDO

William MacDonald

mayo 10, 2017

DEVOCIONALES
1222
No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al
mundo, el amor del Padre no está en él. 1 Juan 2:15
El Nuevo Testamento presenta al mundo como un reino que se opone a Dios.
Satanás es su gobernante, y los incrédulos son sus súbditos. Este reino atrae a
los hombres recurriendo a los deseos de los ojos, los deseos de la carne y la
vanagloria de la vida.
Esta es una sociedad en la que los hombres tratan de alcanzar la felicidad sin
Dios y el nombre de Cristo les incomoda. El Dr. Gleason L. Archer Jr. dice que
el mundo es: “un sistema organizado de rebelión, búsqueda de sí mismo y
enemistad hacia Dios que caracteriza a la raza humana en oposición a Dios”.
El mundo tiene sus propias diversiones, política, arte, música, religión, modelos
de pensamiento y estilos de vida. Obliga a todos a que se conformen a él y
aborrece a aquellos que se le resisten. Esto explica el odio que respira contra
el Señor Jesús.
Cristo murió para librarnos del mundo. Ahora el mundo está crucificado para mí
y yo para el mundo. Amar al mundo en cualquiera de sus formas representa
una traición al Señor; el apóstol Juan dice que los que aman al mundo son
enemigos de Dios.
Los creyentes no son del mundo, sino enviados a él para testificar contra él,
denunciar sus obras y su mal, y para predicar cómo ser salvos de él por medio
de la fe en el Señor Jesucristo.
Los cristianos son llamados a caminar separados del mundo. Puede que en el
pasado algunos hayan limitado o definido demasiado estrechamente lo que es
el mundo: el baile, los teatros, fumar, beber, jugar a las cartas y apostar. Pero
incluye mucho más: la mayoría de lo que sale en la televisión es mundano, y
apela sin cesar a los deseos de los ojos y la carne. El orgullo en todas sus
formas y disfraces, trátese de los títulos, los grados académicos, el salario, las
herencias o la búsqueda de la fama. Es mundano vivir en medio de lujos, sean
casas palaciegas, comidas exquisitas, vestidos ostentosos para llamar la
atención, joyería o automóviles de marcas de prestigio.
Como también lo es una vida rodeada de comodidades y placer, que gastan su
tiempo viajando a ningún lugar en cruceros, derroches de dinero en compras
impulsivas, los deportes y el recreo. Nuestras ambiciones y las de nuestros
hijos pueden ser mundanas, aun cuando parezcamos espirituales y piadosos.
Finalmente, el sexo fuera del matrimonio es una forma de mundanalidad.
Cuanto más consagrados estemos al Salvador y más dedicados a Su servicio,
menor será el tiempo que dispondremos para los placeres y las diversiones de
este mundo.
C. Stacey Woods decía: “La medida de nuestra devoción a Cristo es la medida
de nuestra separación del mundo”.
Sólo extranjeros somos y ni una casa aquí deseamos Sobre esta tierra que
sólo una tumba te dio, Tu cruz los lazos que nos ataban rompió, Sólo por ti,
tesoro nuestro, suspiramos.
J. G. Deck

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