la estrategia que adoptó el Gobierno En La Moneda se decidieron a presentar una imagen más dura, levantando la fórmula de la "contrademanda". Sin embargo, el Pacto de Bogotá sigue representando una frontera que, pese al giro, el Ejecutivo rehúsa cruzar.
E l anuncio que había hecho Evo Morales en el Día del
Mar, relativo a "estudiar" una demanda por el uso de las aguas del río Silala, no había sorprendido a la Cancillería chilena. Sin embargo, sí lo hizo el que solo dos días después, el 26 de marzo, Morales dijera que la decisión estaba tomada y especificara que Bolivia nuevamente recurriría ante la Corte de La Haya.
Al decir de los expertos, la agresividad del gesto hizo que
Cancillería se convenciera de que la relación bilateral no va a mejorar y decidiera abandonar una política que apostaba a evitar las confrontaciones.
De ahí que el canciller Heraldo Muñoz anunciara
inmediatamente algo que ya había esbozado el Gobierno un día antes: si Bolivia cumplía sus amenazas, Chile presentaría una contrademanda, en un esfuerzo por tomar la iniciativa y presentar una imagen más dura ante la opinión pública. Una estrategia con límites claros, que tomó a propios y extraños por sorpresa, y que no acomoda a todos en el Gobierno. Razones para contrademandar
La fórmula jurídica anunciada está contemplada en el
reglamento de la Corte Internacional de Justicia, aunque bajo el nombre de "reconvención" o "demanda reconvencional". Consiste en que el país demandado no solo responde, sino que presenta su propia demanda, con peticiones concretas.
La posibilidad de seguir esta línea había sido discutida
como una de las opciones en el caso de que fuese necesario endurecer el discurso. Sin embargo, la sorpresa que provocó el anuncio boliviano hizo que la estrategia se diera a conocer sin que se pudiera viralizar antes, lo que causó desconcierto entre los expertos, incluyendo a algunos miembros del equipo de defensa de Chile ante la demanda marítima boliviana.
Incluso, hay especialistas que creen que la
contrademanda responde a una estrategia comunicacional para no aparecer "madrugados" por Bolivia. Y sostienen que no hay razones claras para "contra" demandar. Desde Cancillería, no obstante, afirman que el tema se ha analizado cuidadosamente y que la estrategia corresponde a la fórmula jurídica que mejor puede resguardar los derechos del país. En el ministerio señalan que, además de defenderse pidiendo que la Corte señale que el Silala es un río internacional, Chile puede demandar que el tribunal determine los derechos que corresponden a cada ribereño sobre las aguas y las obligaciones que se derivan para Bolivia. Pero la estrategia jurídica no es el único ejemplo del giro. Según los expertos, el más sorprendente fueron las intervenciones de la Presidenta Bachelet en un tema que en general había evitado abordar en público. Primero, en La Moneda, donde calificó el anuncio de Morales como "una estrategia de hostigamiento", y luego en la Sociedad Americana de Derecho Internacional, en Washington, cuando llamó a no abusar de los tribunales internacionales con "demandas artificiales".
Pero también hubo señales en las reuniones que Muñoz
sostuvo esta semana con el consejo asesor para la demanda de La Haya y con ex cancilleres. Ahí se instó a que los expertos comiencen a hacer notar, en entrevistas y columnas, los contrastes entre los "ataques e insultos permanentes" del Presidente boliviano, y el estilo "dialogante" de Bachelet.
Hay, sin embargo, un límite en el giro de la estrategia: el
Pacto de Bogotá. Si bien el ministro no descartó en la semana la posibilidad de que se discuta sobre el retiro del país del convenio que da jurisdicción a la Corte Internacional de Justicia, conocedores de la interna del Gobierno expresan que la declaración fue en respuesta al ambiente de estos días y motivada por la posibilidad cierta de que las voces que piden el retiro se alcen con más fuerza. Pero por el momento, cuentan las fuentes, no hay posibilidad de que eso ocurra, pues la Presidenta ha dado señales claras de ser contraria.
Una muestra de ese límite fueron las rápidas
explicaciones que dieron el canciller Muñoz y el agente José Miguel Insulza tras el discurso de la Mandataria en Washington, afirmando que sus dichos "no se referían a Bolivia". El Pánzer es un gran opositor a la idea de retirarse del Pacto, al menos mientras dure el actual caso en La Haya por la demanda marítima, pues está convencido de que la decisión afectaría los intereses de Chile en el juicio. En el equipo de defensa hay algunas tendencias claras. Según se dice, Insulza comparte su posición con el embajador Alberto van Klaveren y la coagente María Teresa Infante. Por otra parte, Luis Winter y Hernán Salinas son opositores a permanecer en el Pacto. Sin embargo, en las reuniones no se ha tratado el tema. Ni hay planes de hacerlo. Así, la idea de la contrademanda es, por ahora, el límite de dureza del Gobierno. De río a manantial por decreto, las idas y vueltas de Bolivia
Uno de los argumentos centrales que Chile podría
presentar ante la Corte Internacional de Justicia, de materializarse la demanda boliviana, son las pruebas de las múltiples contradicciones y giros que ha tenido La Paz respecto del uso de las aguas del río Silala. Quizás la principal es que los gobiernos bolivianos siempre, hasta los 90, coincidieron con la tesis chilena de que el río es un flujo hídrico internacional, compartido por ambos países.
Según expertos, la supuesta deuda histórica no existía en
Bolivia, hasta que en los 70 el ingeniero Antonio Bazoberry -autor del libro "El mito del Silala"- comenzó a levantar la tesis de que empresas chilenas le debían varios millones a Bolivia por el uso del curso de agua. Sin embargo, sus ideas no fueron consideradas por ninguna administración del Palacio Quemado hasta 1996. Ese año, en coincidencia con el aumento de reclamos desde Potosí, el departamento donde está el Silala en el lado boliviano, el gobierno comenzó a objetar la concesión -del año 1908- que entregaba los derechos de agua a la empresa chilena Ferrocarril Antofagasta-Bolivia (FCAB), con el argumento de que esta no cumplía las condiciones del acuerdo. Un año más tarde, el Presidente Hugo Bánzer decidiría revocar estos derechos. Sin embargo, según cuentan diplomáticos de la época, cuando el Palacio Quemado avisó a La Moneda, no dijo nada de una deuda histórica ni de una demanda, por lo que se entendió que el conflicto era entre Bolivia y la empresa. Luego esto tomaría la forma de un reclamo al Estado de Chile.
Claro que poco antes, en mayo de 1996, la actitud del
gobierno boliviano era radicalmente distinta. De hecho, ante una publicación del medio escrito "El Diario", que acusaba a Chile de un presunto uso irregular de las aguas del río, el canciller Antonio Araníbar lanzó una declaración para desmentirlo, en la que decía que "el Silala es un río internacional, del cual Bolivia es dueña del curso superior y Chile, del inferior" y agregaba que "la represa y canalización del Silala se encuentran en territorio chileno". Tiempo después, Araníbar cambió sus declaraciones, convirtiéndose en uno de los principales impulsores del reclamo boliviano. Sin embargo, al hacerlo reconoció que durante décadas los gobiernos bolivianos habían secundado la actual tesis chilena y que incluso los mapas del Instituto Geográfico Militar de Bolivia marcaban al Silala como "río internacional".
Recién a dos años del fin de la concesión de aguas, en
abril de 1999, Bolivia cuestionó por primera vez al río Silala como tal. Ese año, el Parlamento ordenó a las reparticiones públicas dejar de usar el término "río" y cambiarlo por "vertientes" o "manantial", conceptos que se usan hoy para argumentar que no se trataría de un flujo de agua internacional. Ese mismo año, Bolivia licitó las aguas del Silala, y un año después anunció que cerraría el curso del río, lo que no se ha producido.
Sin embargo, pese a la aparente agresividad de esta
posición, Bolivia seguía abriéndose a dialogar. De hecho, en abril de 2002, en la Cumbre del Grupo de Río, los presidentes Ricardo Lagos y Gonzalo Sánchez de Lozada acordaron impulsar el proceso para firmar un Tratado sobre Explotación de Recursos Hídricos Compartidos.
La línea del diálogo continuó con la llegada al poder de
Michelle Bachelet y de Evo Morales, quien en su campaña expresó su voluntad de llegar a un "memorándum de entendimiento" sobre el tema. Así, en julio de 2006, en la segunda reunión del Grupo de Trabajo sobre Asuntos Bilaterales Bolivia-Chile, se acordó la agenda de los 13 puntos, en la que el punto 7 era el Silala. Fue en ese contexto que, en abril de 2009, tras varias negociaciones, se anunció un preacuerdo en torno a las aguas del río. La idea era que se pagaría por el uso de las aguas en el caso de que este -partiendo desde la entrada en vigor del pacto- superara la cuota que establece el Derecho Internacional, del 50% del flujo. Este pago deberían realizarlo el Ferrocarril y Codelco, las empresas que usaban el elemento. Luego, la Dirección General de Aguas de Chile y el Servicio Meteorológico de Bolivia medirían el volumen de las aguas y sus orígenes.
Este preacuerdo generó una gran oposición en Potosí,
llegando al punto de que varios líderes del departamento organizaran una huelga de hambre en agosto de 2009. Ante esto, el Palacio Quemado suspendió la ratificación. Las conversaciones pasaron luego al gobierno de Sebastián Piñera, que intentó reflotarlo en sus primeros meses. Incluso, hubo planes de una visita de autoridades de los dos países a la zona. Sin embargo, todo fracasó en julio de 2010, cuando en una reunión bilateral un grupo de técnicos bolivianos se negó a todo acuerdo. Entendidos en el tema recuerdan que por esos años a Chile se le entregaron informalmente los cálculos de la deuda boliviana, estimados mediante una fórmula en la que se multiplicaba el precio cúbico del agua tratada en Antofagasta por varias décadas. Se consideró absurdo.
Ex funcionarios del gobierno piñerista cuentan que, hasta
el quiebre total de las relaciones, en 2011, el gobierno de Evo Morales comunicó varias veces, por canales informales, que había interés en firmar el preacuerdo. Se esperaba que el comité Cívico de Potosí perdiera representatividad. Ocurrió lo contrario.
Los orígenes del conflicto del Lauca
En Cancillería, y entre los expertos, se teme que Bolivia
pueda presentar una demanda por el uso que da Chile a las aguas del Río Lauca, en la Región de Arica y Parinacota. Desde los años 40 el país había desarrollado planes de usar un porcentaje de las aguas de ese río, que nace en territorio nacional, para regar el Valle de Azapa, en Arica. Durante varios años, comisiones de los dos países visitaron la zona y, a comienzos de los 60, en el gobierno de Jorge Alessandri, se comenzaron los trabajos para canalizar el agua que se necesitaría. Durante meses, Bolivia evitó responder la propuesta de Chile y, cansado, el Mandatario decidió "levantar la compuerta" y comenzar a utilizar las aguas. Ante esto, Bolivia presentó una queja ante la OEA, acusó a Chile de desviar el río y luego rompió relaciones diplomáticas en 1962. El tema, sin embargo, no ha sido tocado en años por Palacio Quemado.
Ante la posibilidad, desde Cancillería señalan que Chile
ha mostrado "completa consideración" con su vecino, que solo usa una proporción de esas aguas y que cualquiera puede comprobar que el río cruza con normalidad hacia tierras bolivianas. Expertos consultados por "El Mercurio" dicen que el país usa un 20% de lo que le corresponde. Encuesta UDD cara a cara en la Región Metropolitana:
73% cree necesario revisar permanencia
en Pacto de Bogotá El sondeo recoge la percepción de los santiaguinos luego de la ofensiva de Evo Morales y la respuesta chilena. Entre las conclusiones que se desprenden: 80% considera que La Haya no siempre falla de acuerdo a derecho y el 94% sostiene que demanda por el Silala es una controversia artificial.