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ÁFRICA: LUCES, MITOS Y SOMBRAS DE LA DESCOLONIZACIÓN

© Reinaldo Manuel Sánchez Porro, 2016


© Sobre la presente edición:
Editorial Universitaria Félix Varela, 2016

ISBN 978-959-07-2154-0

Edición y corrección: Lic. Greisy Alvarez Gómez


Diseño de cubierta y realización: D.I. Eilen García Hernández
Emplane digital: Mildred Muñiz Corrales

EDITORIAL UNIVERSITARIA FÉLIX VARELA


Calle A No. 703, esq. a 29,
Vedado, La Habana, Cuba.
efelixvarela@epfv.com.cu
www.epfv.com.cu

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Dedico esta obra al desaparecido Centro de Estudios de África y Medio
Oriente (CEAMO), núcleo en nuestro país del trabajo investigativo
y académico sobre esas regiones vitales; a sus investigadores y personal;
y en especial, al Dr. Armando Entralgo González, quien fuera su director
por muchos años, y a la vez, fundador de nuestra cátedra de Historia de
África y Medio Oriente en la Universidad de La Habana.

“Los pueblos han de sudar sus propias calenturas”


JOSÉ MARTÍ

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A MANERA DE PRÓLOGO

En los estudios de la historia africana ha prevalecido una visión parcia-


lizada, con un enfoque eurocentrista, con predominio de concepciones de
corte imperial y colonialista donde el proceso de descolonización continen-
tal no ha sido una excepción. En ese sentido, el autor de la obra, en la intro-
ducción apunta “la descolonización por arte de magia y bondad europea es
uno de los mitos más propagandizados pese a los hechos y la historia”. Esta
es una de las razones que determina lo impostergable de que los estudiosos
tercermundistas aborden los acontecimientos, fenómenos y procesos ocurri-
dos en la historia africana, con un enfoque diferente.
El texto del Doctor en Ciencias Históricas REINALDO SÁNCHEZ PORRO, que
tengo el orgullo de presentar, desde su título expresa las contradicciones
en torno al proceso descolonizador africano e introduce tres ángulos esen-
ciales, que él califica como luces, mitos y sombras.
SÁNCHEZ PORRO, con una habilidad impecable, nos introduce en una suer-
te de caleidoscopio mágico en la descolonización africana, a través de los
marcos cronológicos y espaciales: los elementos precedentes a la etapa
abordada; los fenómenos y procesos exógenos y endógenos, y los estruc-
turales y coyunturales, con un carácter didáctico muy peculiar, al que nos
tiene acostumbrados.
Las peculiaridades de los procesos de liberación nacional en África en
la segunda posguerra tuvieron como base precedente (y condicionante)
las formas de explotación, administrativas y de dominación, así como las
fórmulas organizativas y de lucha que se evidenciaron en todo el conti-
nente (denominadas de forma general, como protonacionalistas) en el
período entre guerras. Fue el camino que iría preparando los procesos
posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Ese complejo escenario se re-
coge bajo el título África colonial en el siglo XX. Este acápite cierra con un
poema de Nicolás Guillén, Soldados en Abisinia, que expresa el homenaje
a la resistencia del pueblo etíope a los apetitos fascistas, y lo que significó
en la lucha anticolonial en el continente.
Posteriormente, se dedica un necesario espacio a la interrelación de
los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial y las proyecciones del
nacionalismo africano.

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El proceso de descolonización africano tuvo diferencias en diversos ángu-
los: en los espacios, sobre todo, en el caso del norte de África con respecto
a la región Subsahariana; y en esta última, entre las regiones occidental y
oriental con respecto a la Austral; en cuanto a las políticas utilizadas por el
colonialismo francés, británico y portugués; los métodos de organización y
de lucha, fundamentalmente entre las formas pacíficas y de lucha armada,
entre otras.
Tomemos un ejemplo, citando al propio autor, referido a la política
colonial: “(…) las colonias francesas, comparten una serie de rasgos por
haber nacido y haber evolucionado dentro de la misma dinámica de la
política colonial francesa, tan centralizada, donde los acontecimientos
ocurren no de acuerdo solamente con las características de los territo-
rios sino tratando de aplicar una política global, común, de conjunto, en
contraste con otros colonialismos como el británico que vemos que en
cada coyuntura y en cada región geográfica toma diferentes medidas de
acuerdo con las necesidades de su evolución”. Y nos alerta: “Recorde-
mos que todo esto ocurrió debido a la interacción de los movimientos
de liberación nacional con respecto a esas políticas coloniales, (…) tene-
mos que mantenernos atentos frente a los mitos como el gaullista que
ha pretendido que la política de descolonización fue pensada desde el
principio y concebida como un todo. No fue así. Los hechos nos hablan
precisamente de lo contrario”.
Asimismo, los acontecimientos, fenómenos y procesos precedentes, re-
gionales internacionales y bilaterales (colonia-metrópoli) son esenciales
para poder evaluar las peculiaridades de cada uno de los procesos, no
solo en la lucha por la independencia sino también en las vías y caminos
posteriores a estas.
Bajo esa lógica imprescindible, las complejidades propias de los pro-
cesos de liberación se analizan con claridad y precisión, posibilitando no
solo el conocimiento de estos sino niveles de comparación de cada una de
las partes del proceso y la generalización del todo. Bajo esa lógica expo-
sitiva el libro se subdivide de la forma siguiente:

• África del Norte, agrupado en cinco bloques diferenciados por sus pecu-
liaridades: Egipto, Argelia, Túnez y Marruecos, la RASD, Libia y Sudán.
• África Subsahariana, subdividido en: África Occidental, que incluye el
proceso descolonizador de las colonias británicas; África Occidental y
África Ecuatorial, el caso malgache y Camerún, colonias francesas; el
Congo Belga, colonia de Bruselas; África Oriental, de nuevo con colo-
nias bajo control británico (Tanganika y Zanzíbar, Tanzania, Uganda y
Kenya); África Central (de Rhodesia del Norte a Zambia; de Nyasaland a
Malawi, de Rhodesia del Sur a Zimbabwe) culminando con el caso Suda-
fricano.

VI

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Como observamos, el presente texto incluye el proceso descolonizador
de todo el continente y lo hace de forma minuciosa y coherente. Sería in-
terminable exponer todos los aciertos lógicos y teóricos que prevalecen en
el decursar de la obra, solo diremos que podría compararse con una pintu-
ra donde se expresa la nitidez de los rasgos, las diferencias de matices en
sus componentes, la luz y la sombra, la imposibilidad de dejar de mirarla
en la búsqueda de cada detalle, de cada pincelada similar y diferente, en
los trazos más firmes y más difusos, en la necesidad de descubrir nuevas
formas, eso y mucho más. Sentimos que formamos parte de lo que leemos
y queremos continuar.
Los conocimientos expuestos en la disertación son de vital importan-
cia para comprender los empeños libertarios y la realidad y desenlace de
estos, así como al presente que vive el continente. A dicha comprensión
contribuye el presente título.
No se puede pasar por alto la presencia cubana en África, esencial-
mente en su contribución a la independencia de Angola y la lucha contra
el Apartheid, como señala el autor: “Fue AGOSTINHO NETO el que proclamó
la independencia del país el 11 de noviembre de 1975 en Luanda; era un
triunfo rotundo después de tantos reveses, tantos procesos políticos afri-
canos de intención radical, desestabilizados y sacrificados en virtud de los
intereses defendidos por Estados Unidos y sus aliados de Occidente en la
Guerra Fría. La marea que desencadenó esa victoria se extendió por toda
África Meridional”.
La manera más contundente de revelar lo que significó esa victoria, fue
lo “publicado en el Rand Daily Mail de Johannesburgo, el 17 de febrero
de 1976 por un analista militar, ROGER SARGENT, que escribió lo siguiente:
“En Angola, soldados negros —cubanos y angolanos— derrotaron a las tro-
pas blancas en combate. En el contexto racial de este campo de batalla, no
importa que el grueso de la ofensiva haya sido de los cubanos o de los
angolanos, porque la realidad es que vencieron, están venciendo y no
son blancos; se está desvaneciendo esa ventaja sicológica, esa ventaja que
el hombre blanco ha disfrutado y explotado durante más de trescientos
años de colonialismo e imperio. El elitismo blanco ha recibido un golpe
irreversible en Angola, y los blancos que estuvieron allí lo saben”.
Y concluye SÁNCHEZ PORRO: “El mito había sido roto y por primera vez los
sudafricanos blancos se sentían vulnerables”.
Finalmente, el libro culmina con un apartado titulado Los problemas
del África descolonizada, donde se abordan objetivamente las dificulta-
des, desaciertos y posibilidades de los países africanos después de su inde-
pendencia y hasta la actualidad.
El presente título, no es solo importante para los historiadores,
sino para los empeños que desde diferentes ángulos de la ciencia tra-
tan de desentrañar las generalidades y particularidades del devenir

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del capitalismo-imperialismo a nivel global y regional; el papel y lugar de
cada uno de las regiones y continentes en dicho sistema, las condiciones
actuales del denominado continente negro y su papel en el contexto de las
relaciones internacionales.
Agradezco al autor por este libro en particular y a su obra en general,
le agradezco no solo por la oportunidad de disfrutar la lectura y escribir
el prólogo, sino por la utilidad de un libro tan especial para el proceso
docente-educativo, no solo en el plano instructivo sino en la conforma-
ción de valores. Le doy las gracias en nombre de los que lucharon por la
independencia africana. Este libro es un tributo a todos ellos y una deuda
que pagamos para con la historia de ese continente, pues como escribió
PATRICIO LUMUMBA, en su última carta a su esposa, antes de ser asesinado
brutalmente: “La historia dirá algún día su palabra, pero no será la histo-
ria que se enseñe en Bruselas, en París, en Washington o en las Naciones
Unidas: será la que se enseñe en los países liberados del colonialismo y de
sus títeres. África escribirá su propia historia, de gloria y de dignidad, al
norte y al sur del Sahara”.
Cuba, tan lejos geográficamente de África, pero tan cerca en cuerpo y
alma de ese continente, le cumple de tu mano, querido SÁNCHEZ PORRO, a
LUMUMBA y a otros luchadores que dieron su vida por la independencia de
ese continente.

Muchas gracias

Dra. MARÍA ELENA ÁLVAREZ ACOSTA


3 de abril de 2016

VIII

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ÍNDICE

Introducción / XI

Capítulo 1 África colonial en el siglo XX / 1


La Segunda Guerra Mundial y el nacionalismo africano / 26

Capítulo 2 La Liberación de África del Norte / 39


El estímulo de la revolución Nasserista en Egipto / 39
La liberación de Argelia / 50
El fin de los protectorados sobre Túnez y Marruecos / 66
Marruecos contra la República Árabe Saharauí Democrática (RASD) / 74
La descolonización de Libia y Sudán / 76
Los tres días que estremecieron a Jartum / 85

Capítulo 3 El proceso de liberación del África Subsahariana / 91


África Occidental hacia la independencia / 91
De cómo Costa de Oro fue Ghana / 91
Evolución de Nigeria / 98
Los procesos de Sierra Leona y Gambia / 101
Descolonización del África Occidental Francesa (A.O.F.) y del África
Ecuatorial Francesa (A.E.F.). El caso malgache / 104
La Unión Francesa / 104
La “unión libremente consentida”: surgimiento de los partidos políticos
africanos. El caso del Rassemblement Démocratique Africaine (Reunión
Democrática Africana, RDA) / 113
Madagascar fuera del juego; rebelión y represión / 118
La mutación a la derecha del partido Reunión Democrática Áfricana,
RDA / 122
La revolución olvidada; el anticolonialismo radical de la Unión de los
Pueblos de Camerún, U.P.C / 125

IX

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La Ley Cuadro de 1956: autonomía y “balcanización” del A.O.F. y del
A.E.F / 136
El “No” de Guinea en el Referéndum de 1958: la elección de la
independencia / 141
El voto frustrado de Níger / 147
Principio y fin de la Comunidad; las independencias concedidas de
1960 / 152
Sobre el papel de Félix Houphouët-Boigny / 170
Descolonización y desestabilización en la crisis del Congo Belga / 173
África Oriental hacia la independencia / 195
De Tanganyika y Zanzíbar a Tanzania / 198
Uganda: los reinos y el mundo nuevo / 202
Kenya, la lucha por la libertad / 210
África Central hacia la independencia / 222
De Rhodesia del Norte a Zambia; de Nyasaland a Malawi / 225
De Rhodesia del Sur a Zimbabwe / 229
La larga lucha por la descolonización del África bajo control portugués / 236
Auge y caída del Apartheid en Sudáfrica. Namibia libre / 263

Capítulo IV Los problemas del África descolonizada / 291

Bibliografía / 303

Mapas

África en 1950 / 37
África en 1960 / 151
África en 1970 / 227
África en 1980 / 262
África en 2000 / 290

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INTRODUCCIÓN

Para muchos el siglo XX resultó ser un período histórico no delimitado


por fechas redondas sino una suerte de centuria corta o algebraica —ya no
centenaria sino variable— que comenzó con la eclosión de la Gran Guerra
(1914-1918) y se cerró con la implosión de la Unión Soviética (1991). Dentro
de ese marco epocal puede considerarse la descolonización como el princi-
pal acontecimiento geopolítico de una segunda mitad del siglo XX que, en
rigor, se inició antes del año 50. Evidente después de 1945 en su grandiosa
fase asiática, ese renacer alcanzó luego un clímax africano en 1960, con un
escalonamiento de nuevas independencias en África y Oceanía hasta 1975-
1980 y un contundente cierre sudafricano en 1990-1994. Los mundos no
occidentales que el colonialismo negó al pretender aplastarlos bajo la do-
minación europea, resurgieron con sus identidades múltiples como Tercer
Mundo para recuperar su espacio en el desigual concierto de los estados.
Esta obra pretende referir la parte africana de ese grandioso proceso mun-
dial de restauración de soberanías, con la intención de mostrar en toda su
riqueza tanto sus luces, como los mitos y sombras que lo hacen parte del
devenir humano contemporáneo, sin otro límite que el de nuestras posibi-
lidades de lograrlo.
Las dos conflagraciones mundiales agrietaron de tal manera el siste-
ma que provocaron rupturas revolucionarias las que, a su vez, crearon un
nuevo escenario que alteró la correlación de fuerzas a nivel global. Tras
la Segunda Guerra Mundial surgió una aguda contradicción entre los dos
campos de fuerzas opuestas, el de las potencias capitalistas y el socialista
—que pasó de un solo país a constituir un sistema de estados— envuel-
tos en lo que fue llamado la Guerra Fría entre las dos potencias líderes,
Estados Unidos y la Unión Soviética, y sus bloques aliados. El despliegue
del arma nuclear (USA 1945-URSS 1949) creó un equilibrio de riesgos que
impidió la guerra abierta o directa entre los dos bandos al contener las
tensiones al borde del abismo del aniquilamiento mutuo mientras se li-
braba una confrontación en todos los demás frentes, incluidas guerras
locales o menores en las periferias coloniales (Indochina, Corea, Malasia,
Indonesia, Argelia). Eso fue la Guerra Fría, y en medio de ella se desarrolló

XI

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la descolonización a partir, fundamentalmente, del cuestionamiento de
las relaciones coloniales de dependencia en todos los planos por cuenta
de los movimientos de liberación nacionalistas. Las luchas anticoloniales
como la de Argelia se tradujeron en guerras calientes tras las que se inten-
taba encontrar la mano de Moscú. La liberación del continente africano se
dio en esas condiciones y África también fue “usada como escenario para
la confrontación de los dos bloques”.1
Más adelante los nuevos estados independientes buscaron la manera
de equilibrar sus relaciones exteriores más allá del vínculo sofocante con
las exmetrópolis ampliando sus márgenes de soberanía política y econó-
mica hacia el resto del mundo. En el espíritu de la conferencia afroasiática
de Bandung (1955) se planteó un neutralismo positivo que pronto fue
conocido como no alineamiento (Belgrado, 1961). Así surgió un tercer es-
pacio en las relaciones internacionales durante la Guerra Fría haciendo
uso de las rivalidades entre los dos campos que retroalimentó al proceso
descolonizador. Al respecto MAURICE CROUZET destaca “la aprobación dada
a la política exterior neutralista seguida por varios países de Asia, África
e incluso Europa” por el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión
Soviética en 1956.2 Tanto la URSS como los Estados Unidos desarrollaron
en la posguerra un discurso anticolonial con distintos argumentos e in-
tereses; la nación soviética buscaba el fin del sistema capitalista también
mediante la desaparición de los sistemas coloniales que en gran parte lo
sustentaban, mientras Washington aspiraba a derribar las barreras protec-
cionistas coloniales para penetrar con sus capitales y acentuar su hegemo-
nía. Pero la descolonización fue ante todo el resultado de la lucha de los
movimientos de liberación nacional y del debilitamiento de los imperios
coloniales de Gran Bretaña y Francia, principalmente durante los años de
la Segunda Guerra Mundial y de la posguerra. No había otra solución que
la independencia para la India, Indonesia o Pakistán porque los europeos
ya no podían retenerlos por la fuerza; pero esa aceptación resquebrajó
el principio mismo de la lógica de la dominación colonial en todos y cada
uno de los imperios. Ahora se admitía que la dominación extranjera podía
tener un final, que llegaría en cada caso en dependencia de la voluntad
política y el compromiso en la lucha por obtener la independencia de cada
movimiento nacionalista.
Pero tan solo unos años antes la aproximación de ese tipo de final no
era prevista ni por los elementos más radicales. La larga noche del colo-

1
Gleijeses, Piero; Jorge Risquet y Fernando Remírez de Estenoz: Cuba y África. Historia
común de lucha y sangre, cap. “Nuestra solidaridad con África, ayer, hoy y siempre”,
p. 110.
2
Crouzet, Maurice: La época contemporánea, p. 515.

XII

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nialismo parecía estar en su apogeo. Durante el VI Congreso de la Interna-
cional Comunista en Moscú (del 17 de julio al 1ro. de septiembre de 1928),
al discutirse el problema colonial, el debate se centró en la satanización
del término “descolonización”. Nacido en París en 1836 como título de un
manifiesto de HENRY FONFRÉDE (Décolonisation d´Alger) a favor de la eva-
cuación de Argelia, fue empleado un tiempo por los “anticolonialistas” y
cayó en desuso ante la ola imperial que llevó al reparto del mundo. Más
tarde JULIUS BONN lo utilizó en Alemania (Entkolonisierung) en el sentido de
“retirada de las potencias coloniales” y, al emigrar a Inglaterra, lo tradujo
al inglés. En Moscú algunos delegados sostuvieron en ese VI Congreso
que la política colonial podía contribuir a la industrialización de algunas
colonias y afirmaron, a título de ejemplo, que la India se estaba industria-
lizando bajo el control de Inglaterra (Manabendra Nath Roy, The future
of Indian Politics, 1927). Pero prevaleció el criterio de que ese “punto de
vista se solidarizaba objetivamente con la teoría social demócrata de la
“descolonización”, según la cual el imperialismo coadyuvaba al progreso
de las colonias, acelerando su desarrollo capitalista y convirtiéndolas en
países capitalistas independientes”. En consecuencia el VI Congreso “puso
de relieve la esencia reaccionaria de la teoría de la “descolonización” y
sentenció, textualmente, que “todas las habladurías de los imperialistas y
sus lacayos acerca de que las potencias imperialistas aplican una polí-
tica de descolonización y contribuyen al “libre desarrollo de las colonias”
—citamos las tesis del Congreso— “no son más que una superchería impe-
rialista”.3 Sin embargo, más allá de la denominación, los hechos eviden-
ciaron mutaciones.
Que el propio sistema engendrara a la larga a sus contrarios no quería
decir, en efecto, que lo hicieran de forma premeditada, como objetivo
de la política colonial. Pero los cambios en la cuestión colonial se fueron
acumulando y la palabra “descolonización” terminó por sobrevivir como
identificación generalizada del arduo proceso de recuperación de la inde-
pendencia de los pueblos colonizados, no por gracia imperial sino como
fruto de sus luchas. No obstante, su aceptación no la ha legitimizado del
todo. Según ARMANDO ENTRALGO “la llamada descolonización” es “un térmi-
no ambiguo impuesto por el uso”; 4 para BASIL DAVIDSON “cada país añadió
su propio capítulo a la historia de la descolonización, un término feo pero
útil, que ahora ha entrado en uso”. 5 JEAN SURET-CANALE lo considera, “al
menos en Francia” como “pesado y equívoco”… “se puede entender en

3
Sobolev, A. y otros: La Internacional Comunista, p. 280.
4
Entralgo, Armando: África, p. 106.
5
Davidson, Basil: Modern Africa, p. 101.

XIII

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un sentido “neutro”, el del paso del estatuto colonial a la independencia
jurídica. Pero en la práctica el empleo de ese término sobrentiende una
cierta idea de la manera en que ocurrió el proceso. Las potencias impe-
rialistas” —argumenta SURET-CANALE— “después de haber colonizado, en
un cierto momento habrían sido tocadas por la gracia, iluminadas por la
razón y, deliberadamente, habrían descolonizado por un acto de genero-
sidad y desinterés”.6
Más allá de la denominación que hoy lo identifica, el proceso en sí
obedece a los elementos condicionantes del contexto histórico de la pos-
guerra, regidos por la dinámica de los movimientos de liberación afri-
canos, que son el factor esencial, desencadenante —en todos los signi-
ficados de la palabra. Los partidos nacionalistas acudieron a todo tipo
de presiones, incluida la violencia, y la descolonización fue el resultado
de la interacción dialéctica entre la situación mundial, la nueva política
ensayada por el colonialismo europeo —Inglaterra y Francia marcando
el paso— en esa coyuntura histórica y “el cualitativamente cambiado y
cambiante anticolonialismo africano”. 7 Sin embargo, una vez puesto en
marcha, el torrente del proceso fue en buena medida conducido hacia
cauces propicios a la preservación de los intereses europeos. Analizada
en general y según sus resultados más evidentes, la indetenible libera-
ción de África se aprecia finalmente como un entramado de jugadas
controladas por los poderes occidentales. “África ofrece la imagen de un
proceso planificado por el imperialismo” —escribe ERNESTO CHE GUEVARA—
“Muy pocos son los países que han obtenido su independencia en lucha
armada, todo ha transcurrido con una suavidad de mecanismo aceitado,
en su conjunto”. 8
¿Cómo se dio y orquestó esa reconducción de los procesos de libera-
ción? Podándoles todas las aristas radicales, eliminando a los hombres
y a las fuerzas que querían y buscaban un cambio social profundo y un
significado real para las independencias mediante la ruptura de la de-
pendencia económica. Desde Washington las administraciones de DWIGHT
D. EISENHOWER (1953-1961) y JOHN F. KENNEDY (1961-1963) asumieron una so-
lución de compromiso ante la inevitabilidad de la ola descolonizadora.
Así, auspiciaron un modelo de independencia africana concedida median-
te negociaciones reguladas que preservaran la continuidad institucional
y evitaran las sorpresas y los riesgos de una toma del poder como culmi-
nación de una guerra de liberación. A cambio, según CARMEN GONZÁLEZ, “los

6
Suret-Canale, Jean: Essais d’Histoire Africaine, p. 254.
7
Entralgo, Armando: Panafricanismo y unidad africana, p. 45.
8
Guevara, Ernesto Che: Pasajes de la guerra revolucionaria, Congo, p. 249.

XIV

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nuevos gobiernos quedarían comprometidos a frenar el radicalismo do-
méstico y a acometer las tareas del “desarrollo”, entendiéndose como tal
su participación más intensiva como productores periféricos adscritos al
sistema económico capitalista”. Para esta autora “fue esa la época en que
Washington ejerció presiones a favor de la corriente independentista en
Túnez y Marruecos”.9
Por otra parte, la descolonización por arte de magia y bondad europea
es uno de los mitos más propagandizados pese a los hechos y la historia.
Al decir de JEAN LACOUTURE “a los guineanos les bastó con pronunciar una
palabra el 28 de septiembre de 1958 para ver evaporarse la dominación
extranjera. Tal como las trompetas de Jericó ese “no” hizo derrumbarse las
murallas, las del enclave colonial”.10 Pero el “toque” bíblico omite mencio-
nar el precio que debió pagar Guinea por atreverse a romper la disciplina
neocolonial gaullista; así se crean los falsos mitos como el de la vocación
descolonizadora del mismo CHARLES DE GAULLE, que en 1961 pretendió re-
montarla a sus palabras de 1944 en Brazzaville: “En realidad ¿Qué es esto?
Es la descolonización. Pero si la he emprendido y proseguido desde hace
tiempo no es solo porque podía preverse y porque”… “se comprobaba el
inmenso movimiento de manumisión que la guerra mundial y sus conse-
cuencias desencadenaron de un extremo al otro del mundo”, sino “sobre
todo porque me pareció contrario al interés actual y a la nueva ambición
de Francia” mantener obligaciones que “ya no están conformes con lo que
exige su poder y su radiación”.11 Darle al general el mérito de cerebro de
esa política es la tesis de cierta mitología gaullista y es, para SURET-CANALE,
“la prueba de una perfidia diabólica con la intención de proseguir con la
explotación de los pueblos dominados”.12
El hundimiento del sistema colonial tradicional resultó en la mayoría de
los casos un repliegue hacia formas indirectas de dominación que no alteró
apenas la realidad económica; de esa manera se preservó la supeditación
de las periferias coloniales a los centros de poder de Europa y, en forma
creciente, de los Estados Unidos. A continuación presentamos un análisis de
la descolonización desde sus antecedentes como fenómeno histórico.

Dr. REINALDO M. SÁNCHEZ PORRO


Universidad de La Habana

9
González Díaz de Villegas, Carmen: La política norteamericana para África meridional,
Ciencias Sociales, La Habana, 1986, pp. 15-16
10
Lacouture, Jean/Baumier, Jean: Le poids du Tiers Monde, p. 81.
11
Sánchez Porro, Reinaldo: Aproximaciones a la historia del Medio Oriente, p. 247.
12
Suret-Canale, Jean: Essais d’Histoire Africaine, p. 254.

XV

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CAPÍTULO 1

África colonial en el siglo XX

La rica historia africana arranca con el propio origen de la humanidad,


que la tuvo por cuna; sus civilizaciones irradiaron cultura desde el Egipto
faraónico y sus vecinos meridionales de Kush, Meroe y Axum hasta los
imperios de las sabanas sudano-sahelianas al occidente, o los reinos in-
terlacustres del África Oriental. Todo un mundo autóctono que empezó a
cambiar con el contacto europeo. Del siglo XVI al XIX el continente sufrió el
gigantesco holocausto de la Trata de Esclavos, el mayor crimen en la histo-
ria registrada de la humanidad. Luego Europa, en su etapa de expansión
imperial a fines del siglo XIX cortó las líneas naturales de su desarrollo al
someterla al molde colonial de dominio y explotación. La historia de la
resistencia africana a la conquista, pese a la desigualdad de las fuerzas
en pugna en cuanto a técnica, poder económico y militar, no tuvo excep-
ciones: en todas partes hubo ejemplos de la voluntad de enfrentar a los
europeos; las víctimas de esas centenares de guerras coloniales a lo largo
de décadas no han sido cuantificadas. Pero, salvo en Abisinia, se impuso
la fuerza y no la razón. Los imperios de Inglaterra, Francia, Portugal, Ale-
mania, Bélgica, Italia y España delinearon a su capricho las fronteras de
más de medio centenar de territorios; no obstante, la resistencia africana
continuó intermitente, combatida por las sanguinarias campañas de “pa-
cificación”. La Primera Guerra Mundial también tuvo algunos escenarios
en África, en las colonias que perdió Alemania y cerca de un millón de
africanos fueron reclutados para luchar en ese conflicto —muchos en las
trincheras de Europa— que les era ajeno; los veteranos regresaron desmi-
tificados, con otra visión del mundo de los europeos y de las posibilidades
del propio.
Esas y otras verdades salieron a la luz, como en el resto del planeta,
pero el control colonial aún parecía sólido y en su apogeo, como cuando
la reina VICTORIA fue proclamada “emperatriz de la India”. Entonces nadie
podía imaginar que, para la mayor parte de África, la dominación colo-
nial no duraría más que lo que alcanza una vida humana: el muy imperial
SIR WINSTON CHURCHILL nació en 1874, cuando menos de la décima parte del
continente estaba colonizada, y murió en 1965, cuando solo restaba por

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descolonizar una proporción similar. Pero por el momento el funciona-
miento de los imperios precisaba de ajustes. La confrontación mundial
puso en evidencia las debilidades e ineficiencias en infraestructura y ren-
dimiento de los sistemas de explotación económica impuestos por Europa
sobre sus territorios en África, que no lograron satisfacer las necesidades
de una “economía de guerra”.
Los planes de la posguerra se encaminaron a tratar de eliminar esas
deficiencias en la explotación de la base económica. Pero las economías
coloniales eran abrumadoramente agrícolas, entre 80 y 90 % de la po-
blación vivía de la agricultura, y en esas sociedades rurales se mantenía
en toda su vitalidad la estructura tribal y de las etnias. Allí coexistían las
formas colectivas tradicionales de propiedad de la tierra con la peque-
ña, mediana y gran propiedad privada surgidas bajo el colonialismo en
las regiones como África Occidental, donde no había robo de tierras para
el asentamiento de colonos tipo Sudáfrica ni predominaban las com-
pañías concesionarias como en la cuenca del Congo. Otro rasgo era el
predominio del monocultivo de aquellos renglones que imponían los
intereses coloniales, los llamados cultivos comerciales, como el caso del
maní en Senegal o el azúcar en las islas Mascareñas. Costa de Marfil y
Uganda serían ejemplos de la importancia del papel de los propietarios
de tierras africanos, los campesinos ricos, en la vida social y en las nuevas
jerarquías.
Una característica de estas estructuras sociales era la debilidad del inci-
piente proletariado surgido en función de la extracción y traslado de ma-
terias primas a lo largo de las llamadas economías en línea. Esas vías co-
nectaban los yacimientos minerales, las plantaciones del cultivo comercial
privilegiado o las áreas de recursos forestales con los puertos de exporta-
ción hacia Europa mediante las líneas ferroviarias que, a modo de venas
abiertas, daban cauce al desangre de las riquezas naturales. Los estibadores
y portuarios, los trabajadores ferroviarios y los mineros que laboraban res-
pectivamente en esos tres puntos, formaban el núcleo de los asalariados,
junto a los empleados del comercio y los jornaleros agrícolas. Este proleta-
riado de primera generación era, en buena parte temporal y reversible al
agro, razón por la cual no llegaba en muchos casos a cuajar como clase ni a
desarrollar la correspondiente conciencia de tal. Por eso a veces predomina-
ba la identidad etno-tribal sobre la diferencia clasista. El objetivo buscado
por el trabajador era un contrato temporal que le permitiera luego una
reinserción de vuelta en el mundo rural -ahora regido por las relaciones
monetarias- pero promovido a una situación económica superior como pro-
pietario o arrendatario (movilidad social).
Otros se quedaban en el nuevo contexto, y se formaban las corrientes
migratorias hacia estas economías en líneas o a través de ellas, concentran-
do la población en su trayecto, y así llegaron los voltaicos a las plantaciones

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de Costa de Marfil, los sudaneses de la cuenca del Níger al valle del Senegal
o el gran flujo de todos los territorios del África Meridional hacia las minas
de la Unión Sudafricana. Allí se desarrolló un fuerte movimiento sindical y
pese a la represión fueron frecuentes las huelgas hasta culminar en la glo-
riosa y contradictoria revuelta del Rand en 1922 que fue ahogada en san-
gre. En el resto del África Subsahariana, pese a manifestaciones tempranas,
como la lucha portuaria en Sierra Leona en 1874, las condiciones coloniales
impidieron generalmente la actividad sindical y huelguística con algunas
excepciones en la década del veinte y más adelante en la zona francesa
durante el gobierno del Frente Popular en la metrópoli en 1936-1937, pero
su verdadero desarrollo no se produjo hasta la siguiente posguerra. Ese
mundo de los trabajadores portuarios y ferroviarios será protagónico en
las novelas del senegalés USMÁN SEMBÉN, especialmente El estibador negro
(1957) o Los trozos de madera de Dios (1960) con el tema de la huelga de
1947-1948 entre los trabajadores del ferrocarril Dakar-Níger.
Los puertos de exportación y las estaciones a lo largo de la línea dieron
impulso a un fenómeno apenas presente en el África precolonial salvo
en el país yoruba o el hausa, la costa Swahili y en algunos puntos sedes
de jefaturas o de reyes, como ADDIS ABEBA, OUAGADOUGOU o ANTANANARIVO,
que fue el surgimiento de la vida urbana. Así aparecieron y crecieron las
ciudades coloniales, que hacia 1900 agrupaban a menos del 1% de la po-
blación africana (un millón en 120 millones de habitantes del continente).
La poca relevancia numérica en cuanto a la población total contrasta con
la enorme importancia cualitativa que alcanzarían estos nuevos núcleos
de habitantes. Ciudad del Cabo (1652) en el extremo sur del continente y
Saint Louis (1658) en la desembocadura del Senegal estuvieron entre las
pioneras en un fenómeno que se multiplicó en otras muchas por las cos-
tas e islas cercanas a finales del siglo XIX. Esas villas fueron creadas por y
para los europeos, con poca o ninguna relación con lo autóctono anterior,
para ser sus centros comerciales, políticos y militares, donde se tomarían
las decisiones de este nivel. Serán sus capitales coloniales que en Áfri-
ca Occidental orlarían toda la costa, territorio por territorio, de Dakar a
Lagos. También podían surgir de una estación intermedia del tren como
Nairobi en Kenya, o ser terminales, como Brazzaville y Leopoldville, que
darían salida al comercio fluvial del Congo vía Pointe Noire o Matadi.
Esos conglomerados, ajenos de inicio, simbolizarán todo lo que deberán
conquistar y asimilar poco a poco los africanos en la situación creada por
la dominación europea en la que, al decir del camerunés MONGO BETI, “el
hombre es abandonado a sí mismo en un mundo que no le pertenece, que
no creó y que no comprende”.13

13
Beti, Mongo: Ciudad cruel, p. 141.

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En torno a la más o menos planificada ciudad europea se fueron aglo-
merando los trabajadores autóctonos en barrios de cada etnia inmigrada,
por separado, que integraron la ciudad africana con su rápido crecimiento
y nombres sonoros que prevalecerán tras la descolonización sobre los im-
portados (Kinshasa en vez de Leopoldville, Harare y no Salisbury, Maputo
por Lourenço Marques). Esta población de jóvenes que ha dejado a sus
mayores en la aldea puede también irse en parte fundiendo y destribali-
zando en ciertos y determinados casos para formar una comunidad africa-
na supratribal que por eso mismo puede ser potencialmente prenacional;
pero también puede ocurrir lo contrario y ser el escenario de choques
interétnicos. Allí se asentará también un tercer segmento compuesto por
libaneses en la costa atlántica e indios o griegos en la del Índico que se
harán lugar en el comercio. La “barrera del color”, más que evidente al
sur del Ecuador, mantendrá las discriminatorias distancias de clases entre
el polo de los europeos ricos, su cultura, su lengua y su religión, y el polo
de los africanos pobres con sus valores e identidades correspondientes.
Este polo africano, en interacción con el del colonizador, se irá diversifi-
cando en esos mismos aspectos (clases, cultura, lengua, religión), y ganan-
do terreno al europeo, penetrándolo e incorporando ciertos rasgos del
contrario.
Así muchos consideran que el fenómeno de mayor potencialidad política
en el período es el surgimiento de una élite educada en la nueva generación
de africanos. A partir de las escuelas misioneras de base y llegando incluso
un puñado a colegios superiores como el William Pontí de Dakar, el Fourah
Bay College en Sierra Leona o el Makarere College en Uganda, esa minoría
va adquiriendo diversos niveles de educación occidental. En este sentido y
segregado de las universidades blancas funcionó en Sudáfrica el pequeño
colegio universitario de Fort Hare, para unos pocos africanos angloparlan-
tes, fundado en 1916. Este sector integra las capas medias formadas por
maestros, sacerdotes, profesionales, comerciantes, contratistas, negocian-
tes, transportistas, burócratas de la administración, propietarios de bienes
o tierras y rentistas. Son casi todos los alfabetizados, así que la incipiente
prensa va dirigida a este grupo en gran parte cristianizado, que conoce la
lengua del colonizador, goza de ingresos y se mueve entre dos tendencias
contrapuestas; o bien la asimilación apologética de los valores del coloniza-
dor como el diputado senegalés BLAISE DIAGNÉ que se decía primero francés
que africano; o bien la utilización de esos valores para cuestionar dentro de
lo posible la gestión colonial con vistas a una reforma que tuviera en cuenta
sus intereses como grupo. De ahí su creciente pugna con los jefes tribales,
“lo viejo”, cuya autoridad y representatividad ya no aceptan y reclaman
sustituir, postulándose como los nuevos portavoces de las grandes mayorías
rurales y también urbanas que siguen analfabetas, pobres, explotadas y
marginadas.

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Figura 1.1. El Ashantehene y el gobernador inglés en Costa de Oro.

La represión de las autoridades coloniales, la vigencia de códigos del


indigenado que negaban todos los derechos a esas mayorías africanas, la
insuficiente definición y desarrollo en estas sociedades de una madura seg-
mentación clasista y la falta de una autoconciencia comunal de nivel nacio-
nal que prevaleciera sobre las diversas etnias y tribus agrupadas solo muy
poco antes por la arbitraria frontera trazada por los colonialistas —que,
a menudo, eran el único vínculo que las forzaba a permanecer unidas y
formar conjunto, a veces, con grupos tradicionalmente rivales u hostiles
mientras la separaba de sus similares que habían quedado del otro lado—
limitaban las posibilidades de acción, definición y organización de los posi-
bles movimientos anticoloniales.
Por eso algunos especialistas optan por denominarlos protonacionales,
como embrión que fueron de los futuros movimientos que tras la Segunda
Guerra Mundial buscarán lo que entonces resultaba inalcanzable, la inde-
pendencia y un proyecto nacional integrador de la diversidad. Eso no era
aún objetivamente posible y esta gama de organizaciones también es consi-
derada protonacional en la medida en que se reveló contra el liderazgo de
las jerarquías tradicionales gastadas por su colaboracionismo e integración
a la maquinaria colonial que las tenía a sueldo según el llamado modelo
de administración indirecta. Con un lenguaje medido se pronunciaron por
reformas posibles que abrieran un resquicio de la administración a la parti-
cipación de los nuevos segmentos. No cuestionaban el sistema pero habla-
ban en nombre de los africanos y solicitaban mejoras generales para todos,
lo que también puede valorarse como prenacional. Es preciso destacar el
papel que jugaron en la vida africana de este período los ya citados vete-

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ranos de la Primera Guerra Mundial, calculados en un millón de africanos,
que fueron lanzados a la vorágine de un conflicto que les era extraño, del
que regresaron con una imagen desesquematizada y, por eso, complejizada
de las sociedades de sus colonizadores, y con más preguntas que respuestas
sobre su propia realidad.
Las especiales condiciones de las colonias británicas del África Occiden-
tal permitieron el surgimiento de una peculiar organización que, si bien
resulta casi excepcional para el período, es también un ejemplo de entidad
protonacional que prácticamente alcanzó el límite de lo posible entonces.
Tras un nutrido intercambio de criterios y campañas de prensa que databan
de 1916 lograron unirse en el Club Nativo de Accra unos 45 delegados en
marzo de 1920. Allí fue donde un conocido abogado de Costa de Oro, CASELY
HAYFORD, cuyo pensamiento quedaría expuesto en una obra de simbólico tí-
tulo, Etiopía sin cadenas, fundó el Congreso Nacional del África Occidental
Británica. Esta organización unía grupos ilustrados de esos cuatro territo-
rios para presionar a favor del tipo de cambios que de hecho no podrían
comenzar a surgir hasta la siguiente generación. Sus antecedentes habían
sido la Asociación Protectora de los Derechos Aborígenes, establecida allí
mismo por los también abogados MENSAH SARBA y W.E. SEKYI en la temprana
fecha de 1897 y, a nivel continental el mucho más trascendente Congreso
Nativo Nacional de África del Sur, fundado en 1912 en Sudáfrica y conoci-
do desde 1923 hasta hoy como Congreso Nacional Africano. En la zona de
dominación francesa solo en las comunas del Senegal fue posible luego, en
1920, la fundación por otro abogado, LAMINE GUEYÉ, del Partido Socialista
Senegalés como rama del Partido Socialista Metropolitano.
Pero estas organizaciones, que algunos han considerado como partidos
arcaicos o prehistóricos formados por un grupo de seguidores de algún per-
sonaje local, eran más bien asociaciones políticas que partidos. Fueron crea-
dos por esa élite educada que incluía algunos graduados en universidades
europeas cuya capacitación excedía enormemente la de las masas iletradas
y explotadas. Su modo de pensar no podía tener mucho eco ni mover a
gentes que vivían realidades bien distintas y por eso no disfrutaron de un
claro apoyo popular. Por otra parte, se enfrentaban al hecho de que los go-
biernos coloniales se limitaron a tolerarlos o a manipularlos contra los jefes
tradicionales que mantenían y preferían como interlocutores domesticados
y así de paso impedían su alianza, por lo que apenas los tomaron en cuenta
en su gestión, que solo respondía al Ministerio de Colonias. Estas primeras
asociaciones políticas fueron más bien sociedades de debate intelectual en-
tre las personalidades de esa minoría y sus llamamientos buscaban, ante
todo, influir sobre los jefes africanos o los gobiernos coloniales, o sobre los
políticos y la opinión pública metropolitana más que sobre las masas afri-
canas. Esto se evidencia cuando constatamos que la denominación “nacio-
nal” del Congreso referido no iba más allá, en la práctica, de la pretensión

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de unir e integrar solo a las minorías pudientes y educadas de las ciudades
costaneras de las cuatro colonias de Costa de Oro, Nigeria, Sierra Leona, y
Gambia “en una África Occidental unida”, más que a cada una de ellas con
las poblaciones respectivas que vivían al modo tradicional tierra adentro.
La definición de sus demandas políticas quedó plasmada en las resolucio-
nes que aprobó en las sesiones de inicio de 1923 en Sierra Leona en la que,
según el gambiano Ayodele Langley,14 se estipulaba que, en sus propias pa-
labras, la política del Congreso sería mantener estricta e inviolablemente la
conexión de las dependencias del África Occidental Británica con el Imperio
Británico. Igualmente, buscarían mantener sin reservas los derechos de libre
ciudadanía de dicho imperio y el principio fundamental de que el pago de
los impuestos debe ir aparejado con la representación efectiva. Para ello se
planteaba ayudar en el desarrollo de las instituciones políticas del África
Occidental Británica bajo la bandera inglesa y, a su tiempo, asegurar dentro
de sus límites el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo. Ya dos
años antes habían enviado una delegación al Rey de Inglaterra solicitando
el derecho al voto, autogobierno local y otras demandas pero no se obtuvo
nada.
Estas reformas moderadas y realizables dentro de la legalidad colonial
se fijaban como tope máximo la obtención de un status imperial similar al
de Sudáfrica o Canadá pero que, ceñido a su realidad, llamaban “de Domi-
nio Negro”. Su aspiración máxima era llegar a elegir hasta la mitad de los
miembros del Consejo Legislativo, y como mínimo, la posibilidad misma de
incorporar a algunos representantes, no por designación sino por elección
en dichos Consejos Legislativos creados en las cuatro colonias en el siglo an-
terior. En concreto, solicitaron derechos para los que tuvieran propiedades
por 100 libras esterlinas, una cultura occidental (lengua, religión) y pagaran
impuestos. Esto no significaba derechos para el pueblo sino para su clase o
sector, pero también es cierto que en la historia de los procesos electorales
los poderosos solo aceptaron de inicio el voto censitario (contribuyentes que
pagan una suma determinada de impuestos), nunca el sufragio universal.
Coincidentemente Inglaterra decretó ligeros cambios en estas colonias
entre 1922 y 1925 permitiendo la elección de algunos miembros de los Con-
sejos Legislativos por un reducido número de africanos. Así, en 1924 en
Freetown, capital de Sierra Leona 1 866 de sus 25 000 habitantes pudieron
votar para elegir a 3 de los 22 miembros del Legco o Consejo Legislativo. En
Costa de Oro, donde desde 1916 el Legco de 21 miembros contaba con una
minoría de 9 “no oficiales” designados por el gobernador, integrada por
3 europeos, 3 jefes tribales y 3 representantes de la nueva élite, se pasó a la
elección de estos tres últimos por 7 063 de los 114 000 habitantes de las ciu-

14
Langley, Ayodele J.: Pan-Africanism and Nationalism in West Africa, 1900-1945, p. 73.

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dades, según cifras de 1939. En su autobiografía el prestigioso intelectual
afronorteamericano y líder panafricano WILLIAM E.B. DU BOIS plantea tex-
tualmente que el Congreso Nacional del África Occidental Británica obtuvo
para esas colonias en la década del veinte “una representación popular en
los consejos de los gobernadores”. Poco podían hacer y poco hicieron esas
tríadas de africanos elegidos en esos Legcos donde los funcionarios colonia-
les eran mayoría, pero lo potencialmente significativo era la introducción
del principio electivo. De 1925 en adelante esta organización fue declinan-
do y murió con CASELY HAYFORD en la siguiente década.
Sin embargo, para la gran mayoría de las colonias africanas de la época
fue imposible contar con organizaciones de similar nivel pues, aunque
hoy sus demandas nos parezcan tímidas e insuficientes, implicaban un de-
seo de participación política que las autoridades coloniales no toleraron
en las ciudades de los otros territorios. Lo típico y más generalizado fue el
surgimiento en ellas de asociaciones de muy diverso tipo, de integración
espontánea o voluntaria con las que los africanos buscaron defender sus
intereses agrupados en representación de toda una gama de segmentos
sociales propios. Así se formaron asociaciones de inmigrantes de una et-
nia o aldea, de promociones de antiguos alumnos (Sudán, Mozambique),
culturales (Nigeria, Angola), juveniles (Kenya, Uganda), de profesionales
(Costa de Oro), femeninas, deportivas, religiosas, de ayuda mutua (África
Ecuatorial Francesa), gremiales, de recreación, fraternidades, musicales y
otras dirigidas por la minoría ilustrada. Aunque ateniéndose a los pro-
cedimientos impuestos por la situación colonial y adaptadas a fines con-
temporáneos, estas organizaciones fueron esencialmente africanas y se
fundaron o estuvieron inspiradas en las ideas tradicionales africanas de
cooperación.
Estos grupos institucionalizados a los que se pertenecía por simple ingreso
voluntario tuvieron un significado funcional en los cometidos desempeña-
dos en la nueva economía urbana por los inmigrantes, por los jóvenes, las
mujeres y el grupo más educado y fueron expresión de una emergente es-
tructura de clases. Actuaron también a modo de puente entre el medio rural
y el citadino y, en su propia evolución, entre un inicio signado por asociacio-
nes determinadas por el origen genealógico, etno-tribal y de estirpe, y un
momento ulterior en que predominaron aquellas en las que la interacción
de los individuos se dio sobre la base de un interés común en las cuestiones
de educación, religión, cultura, salarios y, finalmente, política. Esto sucedió a
la par que se completaba el ciclo de sustitución de una economía de subsis-
tencia por una economía de mercado.
Este asociacionismo, en ciertos casos, se orientó casi instintivamente ha-
cia una lógica de comenzar por promover movimientos de renacimiento
cultural a partir de los valores autóctonos y del reconocimiento de la iden-
tidad, las lenguas y la historia local que de hecho negaban los colonialistas.

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De esa manera, se cubrió una primera etapa de autoreafirmación que luego
fue el punto de partida de los futuros nacionalismos de posguerra.
Sin salirse del marco tribal, muchos grupos de inmigrantes preservaron
en las ciudades su solidaridad o vínculo de origen gracias a estas asocia-
ciones, que les permitían mantener en ellas el ser colectivo o “sentido del
destino común”. Articuladas con las aldeas de nacimiento, conformaban
una red comunicativa africana interactuante campo-ciudad que escapaba
al control europeo y conseguía neutralizar la occidentalización al conser-
var y desarrollar los valores que conforman la identidad. Al cumplir con la
necesidad individual de autoreconocerse y afirmarse como miembro de su
grupo, el asociado adquiría a la vez experiencia organizativa en la conduc-
ción de su destino y asuntos. Esta capacidad de autogestión resultaría de
utilidad política potencial al producirse una coyuntura propicia y, llegado
el momento, muchas de estas asociaciones fueron embriones o parte de las
organizaciones políticas que hicieron las independencias.
Las asociaciones voluntarias de las capas medias se movieron en el micro-
mundo urbano creado por los europeos pero se valieron de las reglas de su
juego para frenar una europeización alienante, asimilando lo asimilable sin
dejar de ser. Esta actitud llevó al africanista ARMANDO ENTRALGO a hacer un símil
con la del poeta mulato cubano asesinado por los españoles en el siglo XIX al
plantear que desarrollaron “un cimarronaje cultural, tipo Plácido”. Por eso
se ha considerado que su importancia radica también en la lucha que libra-
ron para mantener la vitalidad de lo africano en un medio nuevo, ajeno y
opresivo, cuya conquista iniciaron.
Interesante resulta señalar la formación, por diversas razones, de peque-
ñas comunidades de africanos en las propias capitales metropolitanas. Aun
menor sería en ellas el número de los que lograban estudiar en sus centros
superiores. De tal manera en Francia en 1932 se calcula había solo 21 estu-
diantes provenientes del África Tropical , cifra apenas inferior a la suma de
los que se estiman lo hacían en Gran Bretaña, mientras que solo un puñado
había logrado tal posibilidad en Portugal e Italia y ninguno en Bélgica. Pero
aun siendo pocos a veces conseguían abrirse un espacio y hacerse oír, como
fue el caso de la West African Students Union fundada en Londres por el
nigeriano LADIPO SOLANKE (1884-1958) en 1925, con ayuda de BANKOLE-BRIGHT,
de Sierra Leona. Esta Asociación de Estudiantes del África Occidental conta-
ba también con el apoyo moral del ya citado dirigente de la Costa de Oro,
CASELY HAYFORD y aunque se le atribuían relaciones con la izquierda del Partido
Laborista Inglés, se asegura que se encontraba bajo supervisión colonial por
lo que se le impedía actuar directamente. No obstante, su albergue estudian-
til fue sede de interesantes discusiones sobre el futuro del continente.
Otra faceta de la evolución social de estos años surgió de la actividad
previa de los misioneros cristianos, tanto católicos como protestantes, que
habían determinado la formación de importantes comunidades de creyen-

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tes en Uganda, Madagascar, Sudáfrica y otros territorios. El surgimiento de
sacerdotes y, sobre todo, reverendos protestantes africanos en lo que fue
conocido como la “etiopianización” del clero dio paso, en ocasiones, a la
aparición de iglesias cristianas separatistas, llamadas Etíopes para identifi-
carse bíblicamente como Negras. Regidas por africanos, las nuevas sectas
predicaban una interpretación afrocéntrica de los textos sagrados que po-
día chocar con los intereses coloniales, como ya había sucedido en 1915 con
la revuelta de JOHN CHILEMBWE en Niasalandia. Al querer fundar una iglesia
africana independiente a partir de su formación bautista este predicador
fue precursor, en plena guerra mundial, de otros movimientos similares en
el período de entreguerras. Por entonces también se dio un segundo mo-
mento en este proceso transculturador de distanciamiento del sacerdocio
colonial, que consistió en el surgimiento de profetas africanos que realiza-
ban una simbiosis del cristianismo con determinadas creencias y rituales de
la tradición religiosa africana, creando sus propias iglesias. La prédica de
SIMÓN KIMBANGU, que veremos más adelante, resulta el ejemplo clásico.
En este sentido cabe destacar la labor de los misioneros negros venidos
desde Estados Unidos, donde proliferaban las sectas cristianas, ya desde
fines del siglo XIX con un discurso propio tan diferente que el estado libre
del Congo, la colonia personal del rey LEOPOLDO de Bélgica, les prohibió la
entrada en 1903. Ya en 1924 fue el gobierno de minoría blanca de la Unión
Sudafricana el que suspendió estos contactos cristianos pannegros por con-
siderarlos subversivos y, según PIERRE BERTAUX, dos años más tarde una con-
ferencia internacional de misiones cristianas condenó a las sectas indepen-
dientes “etíopes”, o sea negras, acusándolas de cismáticas.
Se ha señalado que para evitar estos efectos colaterales no deseados, la
dirección de las misiones optaba por traducir primero el Nuevo Testamento
o Evangelio a las lenguas africanas y, solo después de obtenida así la domes-
ticación de la población, es que se traducía el Antiguo Testamento. Esto se
hacía porque los relatos de dicho texto legendario, mucho más cercano el
estadío de desarrollo social del continente, despertaban similitudes políti-
camente peligrosas entre el irredentismo de las tribus de Israel y el que des-
puntaba en las colonias. No obstante, ese proceso comparativo y activador
de conciencias resultó inevitable al punto de que, según D. BARRET, este tipo
de iglesias africanas independientes se multiplicaron hasta sumar unas 6 000.
Entre las más conocidas están la secta Harris (Liberia, Costa de Marfil), Spartas
(Uganda) y la Iglesia Nacional de Nigeria.
Indudablemente, la cuenca del Congo fue escenario de algunos de los
casos más conocidos e importantes, como la Iglesia de Jesucristo sobre la
Tierra, del Ngunzi (Profeta) o Mvuluzzi (Salvador) SIMÓN KIMBANGU (1887-
1921). Nacido en Nkamba, en el Bajo Congo, se convirtió en catequista de
una misión protestante británica en 1915 y tres años más tarde declaró
tener visiones en que Dios lo llamaba para una obra de evangelización y

10

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curación. Para 1921 sus milagros reunían multitudes de 10 000 personas en
su villa natal provocando, según las autoridades, una “parálisis temporal de
la economía” en la zona aledaña de los dos Congos y Angola. Su calvario
personal se definió cuando reclamó en sus sermones la “liberación política
del pueblo negro, el más sufrido de la Tierra” por culpa del colonialismo. Su
popularidad no cesaba de crecer pero también aumentó la hostilidad de las
autoridades y el 6 de junio de 1921 fue acusado de querer derrocar el po-
der colonial por lo que se ordenó su arresto. Seis días después la región de
Nkamba fue puesta bajo control militar y se prohibió el culto kimbanguista.
El 12 de septiembre el Profeta se rindió a los belgas que lo procesaron el día
21 en un Consejo de Guerra que lo condenó el 30 de octubre de 1921 a la
pena de muerte, castigo que luego fue cambiado por cadena perpetua que
cumplió durante 29 años hasta su deceso en prisión en el otro extremo del
país, en Elisabethville (Lubumbashi), el 12 de octubre de 1951.
Su esfera de acción se concentró en el área de la desembocadura del río
Congo, principalmente entre los bakongos pero el ngunzismo (profetismo),
como también era llamado el kimbanguismo, no reconocía los particularis-
mos tribales y al favorecer los lazos interétnicos cimentaba una conciencia
común prenacional. En estos años el movimiento vivió dos etapas tumul-
tuosas bajo la represión colonial, de 1921 a 1925 y al producirse uno de sus
renacimientos más notables en Kingoyi entre 1934 y 1935. Pese a tener que
pasar a la clandestinidad por sus postulados anticoloniales, su feligresía se
extendió al Congo Medio y comprendió no solo las ciudades sino las áreas
rurales. El sincretismo de sus creencias unía elementos sustanciales del cris-
tianismo protestante con algunas creencias africanas. De tal manera incor-
poraba el monoteísmo, la monogamia, el bautizo y la Biblia, plenamente
aceptada y proclamada pero según la interpretación del Ngunzi. De la tra-
dición africana tomaba el culto a los antepasados, que resultaba esencial
en los planos social y religioso, pero rechazaba el fetichismo y las prácticas
mágicas aunque introducía ritos de origen africano. Según G. J. KACZYNSKI
el “trance” practicado por Kimbangu merece una atención especial pues
determinaba su criterio para la elección de sus colaboradores más cercanos,
los que denominaba apóstoles y apóstoles menores.
El kimbanguismo no murió sino que continuó evolucionando en con-
frontación directa con la realidad colonial. Algunos de los apóstoles de-
sarrollaron el aspecto político sumándolo a la doctrina religiosa del Ngunzi
en un todo coherente que fue a la vez interpretación y prolongación de su
pensamiento. El núcleo era la reivindicación política que se manifestaba
en diferentes pronunciamientos anticoloniales. Kimbangu era el Salvador
(Mvuluzzi) o Mesías de los congoleses al frente de una nueva religión afri-
cana ya sin vínculos con los cristianismos de los belgas. La aspiración a la
libertad, expresada en esas ideas políticas debía materializarse con la inter-
vención de Kimbangu dotado por Dios de una fuerza sobrenatural que le

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permitía complementar a Jesús y su cristianismo. El ngunzismo salió de la
clandestinidad en 1956, logró un ministerio en 1960 en el gabinete inde-
pendentista de Lumumba y a fines del siglo XX contaba con 5 millones de
seguidores guiados por unos mil pastores en esa zona vital del Congo. Allí
también surgieron otros movimientos más o menos similares como el de
ANDRÉ MATSWA, que algunos relacionan con los efectos locales de la depre-
sión o crisis económica mundial, o la Iglesia de los Negros de SIMÓN MPADI,
también conocida por kakismo o mpadismo, aparecida justo al estallar la
Segunda Guerra Mundial en 1939.
Pero no fueron solamente los predicadores de las iglesias cristianas ne-
gras los que fijaron su atención en el África Subsahariana desde las comuni-
dades afroamericanas del otro lado del Atlántico. Tanto en Estados Unidos
como en las islas del Caribe o en Brasil muchos dirigentes e intelectuales
negros y mulatos miraban con un creciente interés hacia la tierra de sus an-
cestros y se preocupaban por la suerte de sus pueblos. Entre ellos destacan
dos grandes figuras que lideraron movimientos que lograron influir desde
el exterior de una u otra forma en las élites africanas, asumiendo en su voz
la denuncia de su situación colonial. Ellos fueron el norteamericano WILLIAM
E. B. DU BOIS y el jamaicano MARCUS GARVEY propulsores de dos movimientos
diferentes pero similares en su panafricanismo, que el primero entendía
como “la comprensión intelectual y la cooperación entre todos los grupos
negros para producir lo antes posible la emancipación laboral y espiritual
del pueblo negro”.15
WILLIAM DU BOIS (1868-1963), que reunía en sus venas sangre negra, blanca
e india, fue en su época el más brillante intelectual de la comunidad negra de
Estados Unidos. Graduado en Harvard con una tesis sobre La Trata de Escla-
vos y profesor universitario en Wilberforce y Atlanta, publicó obras capitales
como La Reconstrucción Negra, Las almas del pueblo Negro y El Negro en Fi-
ladelfia. Se destacó como miembro prominente del Partido Socialista (1904),
el Movimiento Niágara (1905) y la Asociación Nacional para el Progreso de la
Gente de Color (NAACP por sus siglas en inglés, 1910); en cuyo órgano Crisis
publicó numerosos trabajos. Vinculado a la Asociación Africana de Londres
que había celebrado un Congreso Panafricano fundacional en la capital bri-
tánica en 1900 en el que jugó un importante papel, DU BOIS volvió a la carga
al término de la Primera Guerra Mundial. Comisionado por la NAACP para
investigar la situación de los soldados norteamericanos negros en el ejército
de su país en Francia, DU BOIS se propuso revivir la idea y dar una expresión
institucional a la lucha por los intereses comunes de los africanos y de sus des-
cendientes en América, utilizando sus contactos y relaciones para lograr la
celebración de un Congreso Panafricano en París en 1919 que, es considerado

15
Sánchez Porro, Reinaldo: El Panafricanismo y las relaciones entre el movimiento
negro de Estados Unidos y África, pp. 3-165 (para un estudio más amplio de este tema).

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generalmente como el Primero. Fue fundamental el apoyo de BLAISE DIAGNÉ,
diputado negro a la Asamblea Nacional Francesa por las cuatro comunas del
Senegal pero esto anuló todo posible cuestionamiento al colonialismo galo.
Una de las resoluciones aprobadas en el Congreso demandaba que “en
lo adelante los nativos de África y los pueblos de origen africano sean go-
bernados de acuerdo con los siguientes principios: la tierra debe reservarse,
con sus recursos naturales para los nativos; las condiciones de trabajo deben
ser reguladas por la ley, y abolirse la esclavitud y los castigos corporales, así
como el trabajo forzado, excepto para los criminales”. Con respecto al esta-
do se acordó que “los nativos de África deben tener el derecho a participar
en el gobierno tan rápidamente como su desarrollo lo permita (…) con el
fin de que a su tiempo África sea gobernada con el consentimiento de los
africanos”.
Paralelamente el caribeño MARCUS GARVEY (1887-1940) había venido or-
ganizando un poderoso movimiento de masas entre los negros de Estados
Unidos, adonde había emigrado en 1917. De origen humilde GARVEY se ha-
bía destacado en su nativa Jamaica y entre sus coterráneos emigrados a
Centroamérica como dirigente sindical y, tras una estancia en Londres entre
1912 y 1914, que lo fogueó en todos los sentidos, había regresado a su isla.
Allí había fundado la UNIA, Universal Negro Improvement Association o
Asociación Universal para el Mejoramiento del Negro, en agosto de 1914,
proyecto que trasplantó a New York tres años después con notable éxito.
Asumiendo primero el liderazgo de la comunidad afrocaribeña allí radica-
da, pronto pasó a captar numerosos adeptos entre los negros de Estados
Unidos organizándolos en divisiones que cubrieron el país, a los que aren-
gaba desde sus sedes, los Liberty Halls. Luchando contra los estereotipos
blancos proclamó la belleza del Negro, palabra que impuso escribir con ma-
yúscula, así como el orgullo racial. También se propuso rescatar los valores
culturales y la historia propias y condenó la mezcla con los blancos como
suicidio racial. Lamentablemente, estos criterios lo alejaron del movimiento
de DU BOIS contribuyendo a desarrollar una rivalidad inútil.
La primera y multitudinaria Convención de su movimiento en el Madison
Square Garden de New York en agosto de 1920 fue todo un éxito y en
ella se aprobó una Declaración de los Derechos de los Pueblos Negros del
Mundo de 54 artículos que sintetizaba la protesta negra. La Declaración
pedía la autodeterminación racial y la igualdad política y jurídica, deman-
daba respeto a la dignidad del Negro y solicitaba la independencia africana.
GARVEY, que había sido proclamado Presidente del Gobierno africano en el
Exilio, decidió repetir la experiencia en 1921. Según ARMANDO ENTRALGO lo ha-
cía para desafiar al movimiento de los Congresos de DU BOIS, y este, a su vez,
comenzó a organizar cuidadosamente un Segundo Congreso Panafricano
en ese mismo año, más planificado y con mayor asistencia que el parisino. El
resultado fue un evento que sesionó por turnos en tres capitales coloniales,

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Londres, París y Bruselas en septiembre de 1921. Sin duda, su momento más
radical se produjo durante las deliberaciones en la ciudad junto al Táme-
sis, cuando se aprobó la Declaración de Londres o Manifiesto al Mundo en
que se hablaba de “una organización mundial cuyos días ya han pasado”,
de la “contradicción entre capital y trabajo” y de la “injusta distribución
de las riquezas” mientras se “exhortaba a los proletarios blancos a no ser
cómplices de sus burguesías en la explotación” de las colonias. Algunos han
señalado la relación entre este documento y la Declaración aprobada por
GARVEY un año antes en New York pero lo cierto es que tal lenguaje irritó a
BLAISE DIAGNÉ que se apartó del movimiento tras la siguiente sesión en París,
debilitándolo.
Perseverante, DU BOIS buscó la financiación de la Asociación Nacional de
Mujeres de Color de Estados Unidos, en especial de su Comité por la Paz
y las Relaciones Exteriores para celebrar un Tercer Congreso Panafricano
en Londres y Lisboa en noviembre y diciembre, respectivamente de 1923.
Las principales demandas giraron en torno al derecho a tener voz propia
ante los gobiernos, y el derecho a la tierra y sus recursos y las sesiones de
la capital lusitana contaron con la participación de la Liga Africana y de los
diputados negros de las colonias portuguesas. El Cuarto Congreso no pudo
celebrarse en 1925 al no contar ni con sede ni con apoyo así que hubo que
esperar a 1927 para efectuarlo en New York lo que, en palabras de DU BOIS,
fue más bien “un gesto para mantener viva la idea”. Los esfuerzos poste-
riores no fructificaron por lo que no hubo un Quinto Congreso hasta 1945,
en condiciones muy diferentes al producirse la africanización del panafri-
canismo.
En cuanto a MARCUS GARVEY hay que destacar que su contradictorio movi-
miento provocó un cambio cualitativo en la actitud mental y la autoestima
de la mayor parte de los millones de negros norteamericanos, concientizán-
dolos. Entre 1919 y 1925, en pleno esplendor de su influencia, los miembros
activos de la UNIA se han calculado en unas 200 000 personas, los cotizantes
en 750 000 y los simpatizantes en 2 o 3 millones. Estos eran los lectores de
su periódico, The Negro World (El Mundo Negro) que se publicaba en varias
lenguas incluido el español, y se movían en un mundo paralelo pero aparte,
que pretendía repetir la sociedad sin salirse de lo que algunos han llama-
do un capitalismo negro. La Negro Factories Corporation (Corporación de
Fábricas Negras) agrupaba a toda una serie de empresas del movimiento
sobre todo en la esfera de los servicios desde la disquera Cisne Negro hasta
los servicios de atención médica de la Cruz Negra.
La directiva de la UNIA, integrada por 24 dirigentes, caribeños prin-
cipalmente, llegó a contar con 8 africanos y coordinaba las acciones de
las 400 divisiones que, a modo de “provincias” se repartían el mapa del país
y se extendían por el Caribe (GARVEY visitó Cuba en marzo de 1921) e incluso a
Sudáfrica, Namibia (secciones de Windhoek y Luderitz), Liberia y otros puntos

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de África Occidental, donde se les perseguía. Poseer un periódico garveys-
ta podía llevar a la cárcel en muchas colonias africanas pero la plataforma
económica del Congreso Nacional del África Occidental Británica incluía la
posibilidad de hacer negocios con el movimiento de GARVEY que, según es-
timados tal vez optimistas, contaba con 30 000 seguidores africanos.
Uno de los aspectos fundamentales del garveyismo fue su toma de posi-
ción a favor de la emigración de los negros norteamericanos al África como
solución a sus problemas, a modo de Sionismo Negro. El Movimiento de
Regreso a África estuvo presente desde el inicio como proyecto que culmi-
naría las luchas de la UNIA y para eso fueron enviadas misiones a Liberia,
como la de ELIE GARCÍA, que elaboró un célebre informe sobre las condiciones
reinantes en ese territorio fundado por afroamericanos en la primera mi-
tad del XIX. El alcalde de Monrovia, GABRIEL JOHNSON, se vinculó a la UNIA en
calidad de “potentado” y MILTON MARSHALL fue el fundador de la División de
Liberia pero la actitud inicialmente favorable del gobierno liberiano se tor-
nó hostil más tarde, cuando la empresa Firestone concretó sus inversiones
en ese país convirtiéndolo en su plantación de caucho.
Para llevar a cabo el masivo retorno con el que soñaba, GARVEY creó la
Black Star Line (Línea Estrella Negra), una empresa naviera que compraba
y rebautizaba barcos —como el que llamó “Antonio Maceo”— y que fue
el elefante blanco que se tragó la mayor parte de los fondos garveystas.
Los enemigos de Garvey en el gobierno de Estados Unidos tomaron como
pretexto las dificultades financieras de la Black Star Line para acusarlo de
fraude postal en 1925, por haberse valido del correo para recaudar fondos
para esa empresa. Condenado a la cárcel, fue expulsado del país dos años
más tarde hacia Jamaica donde jugó un activo papel político pero ya no se
le permitió volver a Estados Unidos y su descabezado movimiento se dividió
en diversas facciones y tendencias. Desilusionado y pobre, MARCUS GARVEY
murió en Londres en 1940.
Las masas activadas por GARVEY en sus Convenciones y las élites partici-
pantes en los Congresos de DU BOIS dieron cauce a un discurso panafrica-
nista que sirvió de inspiración a muchos africanos en su continente pero
también marcó a los que vivieron ese nuevo ambiente surgido entre los
negros de Estados Unidos, como reconoció el ghanés KWAME NKRUMAH forja-
dor de la independencia de Costa de Oro y entonces estudiante en ese país.
Los afronorteamericanos protagonizaban en esos años dos olas migratorias
simultáneas, del sur al norte y del campo a la ciudad, que impulsaron un
brote de manifestaciones culturales entre los 300 000 negros de New York
pero de impacto nacional, conocido como el Harlem Renaissance (Renaci-
miento de Harlem). Este variopinto movimiento cultural fue contemporá-
neo del garveysmo y produjo honda huella en la literatura y la ideología
panafricana al emanar o identificarse con el reducto de Harlem que, pese
a la discriminación y la pobreza, era visto también como un símbolo de lo

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que los negros podían lograr luchando. Grandes figuras de la música como
MARIAM ANDERSON y PAUL ROBESON (su Oldman River podía representar igualmente
al Congo o al Níger), FLETCHER HENDERSON, LOUIS ARMSTRONG o DUKE ELLINGTON, es-
critores como LANGSTON HUGHES, CLAUDE MCKAY o NELLA LARSEN corporizaron ese
renacimiento cultural y alentaron también a los africanos que supieron de,
y se inspiraron en sus éxitos.
Algo similar ocurrió en París en las comunidades negras provenientes de
los departamentos insulares del Caribe o de las colonias africanas de Fran-
cia, a las que se aspiraba a neutralizar mediante la asimilación, en marcado
contraste con el descubrimiento por parte de los artistas europeos de los
valores del arte africano que impactaban sus obras. Esta moda afro-orienta-
lista ha sido considerada por CLAY LANCASTER como un subproducto del nuevo
orgullo imperialista por las posesiones coloniales e iba de la literatura a
las artes plásticas y más allá. Por ejemplo en sus obras de estilo Art Noveau
el joyero belga WOLFFERS introdujo el marfil traído del Congo Belga como
material de moda, inspirado en las colecciones que la rapiña de LEOPOLDO II
había trasladado desde ese país a su palacio-museo de Tervueren. No sor-
prende que, en vez de asimilarse, muchos de estos africanos y caribeños
residentes en las capitales coloniales se reafirmaran en su vocación natural
por redescubrir culturalmente al África.
Ese fue el caso de LEOPOLDO SÉDAR SENGHOR de Senegal, de AIMÉ CESAIRE de
Martinica y LEÓN GONTRAN DAMAS de la Guayana Francesa; y de sus empeños y
búsquedas surgió en 1934 el movimiento que se identificaría por una pala-
bra creada por CESAIRE, Negritud. Esa corriente racializante fue otra manifes-
tación de panafricanismo o pan-negrismo, pero que destacaba la suma de
los valores espirituales y culturales que consideraba propiamente negros y
reclamaba una conciencia de pertenencia a una cultura racialmente delimi-
tada y diferente. En opinión de AYODELE LANGLEY esta tendencia se enquistó al
paso del tiempo en su versión senghoriana, resultante de una determinada
posición social y opción política en el contexto de las luchas de estudian-
tes y trabajadores negros de las metrópolis en este período. Para FRANTZ
FANON, a la afirmación incondicional de la cultura europea se respondió con
la afirmación incondicional de la cultura africana; los cantores de la Negri-
tud opusieron la vieja Europa a la joven África, la razón fatigosa a la poesía,
la lógica opresiva a la naturaleza piafante; por un lado rigidez, ceremonia,
protocolo, escepticismo, por el otro ingenuidad, petulancia, libertad, hasta
exuberancia. FANON enumeró los autores que en Senegal, Sudán o Chicago
no vacilaron en afirmar la existencia de lazos comunes, de líneas de fuerza
idénticas, de un mundo negro. Pero no hay una definición única y unáni-
me de la Negritud que, además de demarcar una cultura negra común,
significó diferentes cosas para diferentes personas en diferentes lugares.
Su influencia fue tal que, al decir de la poetisa NANCY MOREJÓN en ocasión
del deceso de CESAIRE, sin la existencia del polémico movimiento no podría

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escribirse la historia moderna de África y su diáspora mundial, especialmen-
te en sus áreas francófonas.
En este sentido merece ser tenido en cuenta el análisis formulado por
AMÍLCAR CABRAL16 poco antes de morir asesinado, cuando ya había liberado
la mayor parte de Guinea Bissau. En opinión de este líder africano, ciertas
afinidades genético-somáticas y culturales existentes entre diversos grupos
humanos de uno o varios continentes, así como una situación más o menos
semejante de dominio colonial y racista, desembocaron en la formulación
de teorías y en la creación de movimientos inspirados en la hipótesis de la
existencia de culturas raciales o continentales. Sin pretender minimizar la
importancia de tales teorías y movimientos que, continúa diciendo CABRAL,
fructificaran o no, hay que aceptar como tentativas de búsqueda de una
identidad y como medios de impugnación de la dominación extranjera, po-
demos sin embargo afirmar que un análisis objetivo de la realidad cultural
conduce a negar la existencia de culturas raciales o continentales. Concluye
CABRAL que lo importante no es demostrar la especificidad o no especifici-
dad de la cultura de un pueblo sino situarla, sin complejos de superioridad
o de inferioridad, en la civilización universal, como una parcela del patrimo-
nio común de la humanidad.
Con relación al impacto de la Revolución rusa de Octubre y a la actividad
de la Internacional Comunista en el continente, IVES BENOT considera que se
hace difícil medir su influencia real por el aislamiento del mundo africano
con respecto al exterior por los diferentes colonialismos. JEAN SURET CANELE
habla de ecos llegados al África por la presencia de soldados senegaleses
entre las unidades estacionadas en Rumanía que se negaron a avanzar con-
tra los soviéticos, y de marineros negros en las unidades navales amotinadas
en el Mediterráneo, pero sobre todo, por la participación de africanos en
los motines de 1917, o por los que vivieron o secundaron el movimiento
revolucionario de los años finales de la guerra y la inmediata posguerra en
Francia.
Ya en 1921 fue fundado el Partido Comunista de Sudáfrica por obreros
blancos radicales; se afirma que hubo comunistas entre los que llevaron
a cabo la huelga ferroviaria en la línea que une a Senegal con Sudán en
el África Occidental Francesa en 1925, y que también los hubo cuando los
excesos durante la construcción del ferrocarril Congo-Océano provocaron
una rebelión en 1928 en el África Ecuatorial Francesa o en el estallido na-
cionalista malgache en 1929. Se asegura que los pocos sindicatos africanos
permitidos en esta etapa recibían una atención creciente de la Organiza-
ción Internacional de Sindicatos Rojos formada en el III Congreso de la In-

16
Entralgo, Armando: África. Política (segunda parte); Cabral, Amílcar: La cultura, fun-
damento del movimiento de liberación nacional, pp. 335-337.

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ternacional Comunista efectuado en Moscú en junio-julio de 1921. El auge
de los movimientos anticoloniales determinó la celebración en Bruselas, en
febrero de 1927, del Congreso Internacional contra el Yugo Colonial y el
Imperialismo que reunió a más de 150 delegados de 37 países y se pronun-
ció a favor de la independencia para todos los países colonizados y contra
los créditos destinados a la represión de sus pueblos. Allí nació la Liga An-
timperialista de Bruselas que contó con la presencia de los africanos LAMINE
SENGHOR y MAMIE KOUYATÉ, y con la del cubano JULIO ANTONIO MELLA.
Explotar económicamente las colonias en beneficio de sus respectivas po-
tencias, era la razón de su propia existencia, pero la práctica determinó una
necesaria adecuación de la intención general a las condiciones particulares.
De tal manera en la relación centro-periferia fueron conformándose, en el
continente, diversas zonas con características productivas comunes pero dife-
rentes entre sí. Los especialistas coinciden en señalar tres macroáreas o “tres
Áfricas”: el África de las Compañías Monopolizadoras del Comercio Colonial,
que primó en África Occidental, el centro de Sudán y Uganda; el África de las
Reservas de Fuerza de Trabajo al estilo de Sudáfrica, y el África de las Com-
pañías Concesionarias, que se corresponde con la zona ecuatorial y la cuenca
del Congo.
En el primer caso, el África de las Compañías Monopolizadoras del Co-
mercio Colonial, hay que señalar que la ausencia de colonos europeos y
la poca inversión en el sector minero le dejaron la escena a las grandes
casas monopolizadoras del comercio de exportación e importación, y de la
compra y comercialización de los llamados cultivos comerciales. Es el caso
de la Unilever, de la Compañía Francesa del África Occidental (C.F.A.O.) y
de la Sociedad Comercial del Oeste Africano (S.C.O.A.), las tres grandes del
comercio de tráfico pero también de otras menores como la Uniao Fabril,
de los Mello, en la colonia portuguesa de Guinea Bissau. Estas empresas
imponían los cultivos de su preferencia a los productores africanos que con-
servaban la tierra aunque debían abandonar los cultivos tradicionales o de
subsistencia por los imperativos de la nueva economía de mercado, pero de
un mercado “cautivo” pues se trataba de reales monopolios que fijaban los
precios. Estos eran los ya citados cultivos comerciales: el maní de Senegal,
el cacao de Costa de Oro, el café de Costa de Marfil, el caucho de Liberia
o el algodón de Uganda y de la zona de Gezira o “isla”, en la confluencia
del Nilo Blanco con el Azul, en el Sudán; y así se generalizó el monocultivo.
En su lógica imperial les resultaba más rentable a las compañías obtener
lo producido por los métodos tradicionales autóctonos que invertir en su
sustitución por plantaciones propias. Al comprar barata la cosecha y vender-
la cara en Europa, como materia prima o producto elaborado, las compa-
ñías garantizaban la ganancia. Esta versión particular del comercio desigual
hacía innecesario el robo de tierras a los africanos que, como pequeños
o medianos productores, pasaron a la propiedad privada de la tierra casi

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siempre en beneficio de los jefes tradicionales, devenidos hacendados de la
nueva economía agrícola. Mención aparte merece la secta islámica Múrida
en Senegal que, en su aspecto terrenal, enfatizó el carácter santificador
del trabajo de sus seguidores en las tierras maniseras del país Oulof, para
encanto de la compañía compradora francesa. Todo esto tuvo su reflejo
político pues un poder implica el otro y los jefes latifundistas disputaron la
representación africana a las élites urbanas en toda la franja forestal de la
Guinea, lo mismo que en los reinos interlacustres de Uganda. La infraestruc-
tura y el financiamiento estaban en manos de las compañías, las Houses,
que orientaban los sistemas de comunicación solo a la exportación, a los
puertos de salida, en el ya mencionado esquema de la economía en línea.
Recordemos también la presencia de sirios y libaneses en los puertos del
África Occidental practicando el comercio minorista en los resquicios que
dejaban las poderosas compañías.
En el segundo caso, el África de las Reservas de Fuerza de Trabajo, lo que
dictó las prioridades fue precisamente lo contrario del caso anterior, es de-
cir, aquí reinaron los colonos europeos y sus intereses así como las grandes
inversiones mineras. Los Boers y los ingleses robaron sus tierras a las diver-
sas tribus de Sudáfrica, que quedaron confinadas en el 13 % del país, en las
tierras más estériles y superpobladas, como las “reservas” indias en Estados
Unidos. De allí, de esas reservas tribales, debían salir a vender su fuerza de
trabajo en las granjas blancas y en las minas de oro y de diamantes, como
única manera de sobrevivir. Su oferta no cubrió la demanda y se originaron
grandes corrientes de trabajadores migratorios desde las colonias más al
norte, incluidas las portuguesas, hacia la economía sudafricana.
Proletarizados temporalmente, todos los africanos en edad laboral en-
traron en esos períodos de contratación, alternando ciclos de destribaliza-
ción por la coexistencia integradora en las minas y las haciendas, con otros
de retribalización al regresar a la reserva étnica. El despojo determinó un
antagonismo social que, en el plano político, engendró un nacionalismo
negro representado por el Congreso Nacional africano, decano de los par-
tidos nacionalistas de África y que aspiraba a dirigir la síntesis nacional. En
contra de este proyecto se formó un nacionalismo blanco reaccionario y
racista que monopolizó la vida política y excluyó a las mayorías africanas.
Los colonatos blancos asentados en África se convirtieron en el principal
obstáculo para los movimientos nacionalistas que, más tarde, impusieron
la descolonización pues sus intereses eran, sobre todo, locales —sus mal
habidos bienes estaban en África— y no mundiales o principalmente eu-
ropeos como los de sus potencias colonizadoras. Londres o París podrían
ceder pero ellos decían que no. El argumento de que, como HERNÁN CORTÉS,
“habían quemado las naves” les sirvió como chantaje moral a sus me-
trópolis para retrasar el momento del ajuste de cuentas con los pueblos
robados.

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Este esquema se reprodujo en menor escala en Rhodesia del Sur, don-
de hacia 1920 el 32 % de la tierra había sido entregado a los granjeros
europeos o a sus compañías, el 45 % se guardó para futuras adjudicaciones
y el restante 23 % quedó como reservas para los africanos. También en
Kenya, los granjeros europeos se apropiaron de las White Highlands (Tierras
Altas Blancas) que constituían la quinta parte más fértil del país. En Namibia,
en la primera década de administración sudafricana, la sexta parte de las
tierras, por supuesto que las más fértiles en las llanuras del centro y sur, fue-
ron adjudicadas a 1 519 propietarios blancos, y para 1938 ya había en ellas
3 300 granjas blancas que comprendían 25 millones de hectáreas.
En el tercer caso, el África de las Compañías Concesionarias, la conce-
sión en la conferencia de Berlín de 1884-1885 del llamado estado libre del
Congo al rey de los belgas como propiedad personal, marcó la pauta de la
impunidad con que podrían operar los colonialistas en la zona ecuatorial de
África. Ese Congo Belga y el África Ecuatorial Francesa fueron repartidos en
enormes pedazos entre las compañías concesionarias que dispusieron por
períodos que se pretendió fueran de 30 hasta 99 años de verdaderos dere-
chos de soberanía sobre esos vastos territorios. Los frutos de la tierra, del
subsuelo, de la caza, de la pesca, de los forestales, todo les perteneció por
simple adjudicación, gratuitamente. Pudieron cubrir hasta 140 000 km cua-
drados —más grande que Grecia— como la Sociedad de los Sultanatos del
Alto Ubangui, de inicio la más vasta, y tuvieron bajo su control lo derechos
jurídicos y policiales, la facultad de imponer impuestos e irrestricto poder
sobre sus habitantes, que quedaron a merced de las compañías. No sor-
prende que los africanos fueran sometidos allí a las condiciones de trabajo
precapitalistas de semiesclavitud y que el trabajo forzado fuera establecido
como norma habitual hasta su abolición legal en la otra posguerra.
Se pasó de la explotación al exterminio en lo que JEAN SURET CANALE llamó
el martirio del Congo y que quedó registrado en cifras por el despobla-
miento del África Ecuatorial Francesa (A.E.F.). Si a inicios del siglo XX la
población se estimaba en 15 millones, la estadística general de Francia la
calculaba en 9 millones en 1913 y el censo de 1921 la fijaba en 2 860 868
habitantes, el mismo año en que el diputado senegalés BLAISE DIAGNÉ rene-
gaba del panafricanismo y pretendía presentar a Francia, como la mujer
del César, “por encima de toda sospecha” en su gestión colonial. Ese tam-
bién fue el año en que el caribeño RENÉ MARAN ganó en París el premio Gon-
court con su novela Batuala, desarrollada en el territorio Ubangui-Chari,
en lo más hondo del A.E.F., en cuyo prefacio afirma que “el hambre y la
miseria se apoderan de todo en ese país”. Pero el testimonio más conoci-
do y citado será resultado del viaje en 1925-1926 del intelectual francés
ANDRÉ GIDE (Nobel de Literatura, 1947) por toda esa zona, encargado por
el gobierno francés de realizar un informe sobre las grandes concesiones
forestales. Su libro Viaje al Congo, publicado en junio de 1927 denunció

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los abusos de la administración colonial, de las compañías concesionarias
y del colonialismo en general.
Hace algún tiempo fue publicado en Cuba un trabajo en que el econo-
mista egipcio SAMIR AMIN ha retomado este tema de las tipologías y creo
que, con la que propone, podemos resumir y cerrar esta parte del análisis
histórico del período de entre-guerras. Al describir la segunda etapa de la
integración de África al sistema global, o sea, la del período colonial que
enmarca entre 1880 y 1960, la ha planteado según tres modelos económi-
cos de colonización, que define de la manera siguiente:
La Economía del Comercio, que incorporó un pequeño campesinado al
mercado internacional de productos tropicales al someterlo a un mercado
de oligopolios controlados e hizo posible que las retribuciones a los campe-
sinos se redujeran a un mínimo y a tierras baldías.
Las Reservas Económicas de África del Sur, organizadas alrededor de la mi-
nería, implementada por una mano de obra barata procedente de la emigra-
ción forzada cuya causa estaba precisamente en las “reservas” inadecuadas
para la consolidación de una subsistencia rural tradicional.
La Economía de Pillaje por parte de las Compañías Concesionarias, que
cobraban impuestos sin la contraparte de productos de escaso valor que
pudieran producirse en alguna otra área, donde las condiciones sociales
locales no permitieran el establecimiento del “comercio”, ni los recursos
minerales justificaran la organización de reservas destinadas a conformar
abundantes recursos humanos. La cuenca del Congo, precisa SAMIR AMIN,
pertenecía fundamentalmente a esta tercera categoría.
La dominación colonial fue, en lo político, la confiscación de la esfera
del poder por parte de los europeos. En el período previo se establecieron
las bases y los modelos, que respondieron a dos actitudes posibles de los
conquistadores ante las jerarquías que gobernaban a los conquistados: o
su aniquilamiento o su satelización, pero en ambos casos el resultado fue
el mismo, la monopolización del poder por el Estado colonial. El aniquila-
miento de las jefaturas dio paso al modelo directo de administración, el
más generalizado, que fue el típico de los franceses aunque los ingleses
partieron de él al aplicarlo en sus Colonias de la Corona. La satelización
mantuvo a los jerarcas pero los privó de poder real al convertirlos en una
pieza del engranaje de dominación como sucedió con la mayor parte de los
territorios dominados por Londres.
Los dos grandes conjuntos de territorios administrados por Francia, el
África Occidental Francesa (A.O.F. creada en 1904) y el África Ecuatorial
Francesa (A.E.F. surgida en 1910) gobernados desde París a través de las
dos capitales coloniales respectivas, Dakar y Brazzaville, respondían a la
estructura del modelo colonial directo. Esta en cada territorio se compo-
nía, en orden descendente, de círculos, cantones y aldeas y había conocido
raros caso de forma indirecta —el del Moro Naba, sobre los Mossi de Alto

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Volta pero su poder fue perdiendo el perfil político hasta quedar solo en
religioso, o ciertos sultanatos en Chad—. También en A.O.F. se había dado
un ejemplo extremo de administración directa, dentro de la política de asi-
milación pregonada por Francia, que fue el excepcional caso de las cuatro
comunas del Senegal.
Pretender que la finalidad de la política de asimilación era, realmente,
afrancesar a las colonias y a sus habitantes hasta convertirlos en una pro-
longación humana y territorial del exágono galo sería ignorar los hechos
y los números, tanto como la esencia del vínculo colonial. La ciudadanía
francesa fue solo para una minoría mientras que para los millones de ha-
bitantes de ambos conjuntos —y la gran isla— lo que regía era el Código
del Indigenado, que negaba todos los derechos básicos. Incluso para ese
puñado de ciudadanos la asimilación revestía solo una significación negati-
va pues eliminaba e ignoraba las estructuras políticas propiamente africa-
nas, la cultura autóctona, sustituyéndolas por las estructuras coloniales y la
educación afrancesada que los hacía aprender sobre “nuestros antepasados
los galos”. Esto era, indudablemente, tan francés como quería el manual
Levisse que se enseñaba bajo la III República, pero bien diferente de lo que,
en esos mismos planos, existía en las colonias, protectorados y hasta en los
Departamentos de ultramar. Vercingetorix no podría nunca sustituir a Sun-
diata en las tradiciones sudano-sahelianas, ni Juana de Arco a la Kahina en
el Magreb.
La historia de las famosas cuatro comunas de Senegal le debe mucho a
los momentos más revolucionarios de la vida política metropolitana. Sur-
gidas como enclaves de la Trata de Esclavos en el siglo XVI, la ciudad de
San Luis, en la desembocadura del río Senegal y la isla fortaleza de Goreé,
más abajo del Cabo Verde fueron seguidas por Rufisque, al este del Cabo
y por Dakar, casi en su propia punta, fundada en 1857. Se convirtieron en
comunas o municipios de pleno ejercicio los dos primeros en 1872, Rufisque
en 1880 y Dakar en 1889, lo que desde 1879 significó la recuperación del
derecho, obtenido en 1848 y quitado por NAPOLEÓN III de enviar un diputa-
do a la Asamblea Nacional. Esto les daba una ciudadanía francesa que fue
muy cuestionada hasta que en 1916 el primer diputado negro, BLAISE DIAGNÉ,
electo dos años antes, logró una ley que la reconocía plenamente. En 1924
Dakar, con unos 30 000 habitantes, absorbió a Rufisque y en 1927 a Gorée,
pasando a integrar la circunscripción autónoma de “Dakar y dependencias”
con 92 000 habitantes en 1936, que duró diez años más hasta desaparecer
con los cambios de la IV República. El fetiche de la asimilación y la ciudada-
nía fue muy utilizado por la propaganda francesa pero en realidad en 1936
solo había 78 000 ciudadanos contra 1 800 000 habitantes en todo Senegal
y 15 millones en A.O.F. Para entonces ya se hablaba más de “asociación”
pero manteniendo los pretendidos derechos de dominación que, bajo el
pretexto del respeto a las costumbres indígenas, llevaba a la administración

22

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colonial centralizadora de Francia a oponer una barrera a toda reivindica-
ción democrática.
En estos años el gobierno de París terminó de delimitar sus colonias, in-
ternamente. En 1920 se creó en A.E.F. un cuarto territorio Chad, mientras
que en A.O.F. el territorio de Alto Senegal y Níger fue dividido en Sudán
francés (hoy Mali) y Alto Volta (Burkina Faso) en 1919, pero este último fue
repartido en 1932 entre Costa de Marfil y Sudán , no reapareciendo hasta
1947. Mauritania surgió en los mapas administrativos en 1920, al norte del
Senegal, y Níger en 1922, en el extremo oriental del A.O.F. Al término de
la Gran Guerra las colonias alemanas habían pasado a los vencedores en
forma de mandatos de la Liga de las Naciones; Francia e Inglaterra se di-
vidieron Camerún y Togo en sendas administraciones respectivas, Ruanda
y Burundi pasaron a Bélgica, el África Sudoccidental o Namibia a la Unión
Sudafricana y Tanganyika a Gran Bretaña.
Inglaterra continuó manejando su Imperio en África de manera des-
centralizada y pragmática, operando en cada área y en cada territorio de
acuerdo con las circunstancias dentro del esquema general de sus Colo-
nias de la Corona y sus Protectorados. En el gigantesco Sudán las provincias
meridionales fueron tratadas como una región separada del norte árabe y
sus gobernadores consultaban regularmente con sus colegas de las colonias
británicas del África Oriental antes que con Jartum, marcando esa división.
En estos años solo en África Occidental se permitió la entrada a los Con-
sejos Legislativos de algunos africanos por elección, como ya vimos. Esto
era impensable entonces en las demás dependencias británicas en África
en que esos órganos consultivos estaban integrados por europeos desig-
nados. Rhodesia del Sur fue la excepción al dotarse los colonos blancos de
un Consejo Legislativo electo por ellos, mientras que la Unión Sudafricana
gozaba del estatuto de Dominio, que le concedía iguales libertades que sus
similares Canadá o Australia en el Imperio Británico pero solo para los boers
e ingleses.
En el caso portugués las colonias de Angola, Mozambique, Guinea Bissau,
las Islas de Cabo Verde y de Säo Tomé y Príncipe fueron objeto de una po-
lítica fluctuante siempre determinada por los acontecimientos en la metró-
poli, devenida República en 1910. El liberalismo de los años iniciales de la
década del veinte marcaba el paso de un reformismo urbano protonacio-
nal de asimilados y mestizos presente en Luanda y Lorenço Marques (hoy
Maputo) y sobre todo en Lisboa, con organizaciones como la Liga Angolana
(1912), la Liga Africana (1919) y el Partido Nacional Angolano (1922) solo
posibles en la lejana capital imperial. En Angola los colonos no eran una
fuerza determinante, sumando 20 000 en 1920 y no más de 44 000 hacia
1940. Los inestables gobiernos liberales tipo Norton de Matos y la represen-
tación parlamentaria cesaron cuando, tras el golpe del general CARMONA en
1926, el poder fue pasando a los fascistas de ANTONIO OLIVEIRA SALAZAR y a su

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represivo Estado Novo, que hizo languidecer el reformismo de los núcleos
urbanos. En lo económico era el capital inglés el que prevalecía en estas
colonias, controlando empresas como el ferrocarril Lobito-Benguela por el
que fluían las riquezas de África Central.
En la década del veinte se producen una serie de rectificaciones de fron-
teras a favor de las colonias del gobierno igualmente fascista pero mucho
más peligroso de Italia. Egipto, solo formalmente independiente, cedió
bajo la presión británica el oasis de Cufra a la colonia de Libia, y se produjo
un reajuste de la frontera entre el Sudán y ese territorio. También la Soma-
lia Italiana aumentó su área al retirar Inglaterra hacia el oeste su frontera
kenyana, cediéndole el distrito de Trans Juba, mientras Francia entregaba
un pequeño territorio estratégicamente importante a Eritrea, la otra de-
pendencia de Roma en la costa del Mar Rojo. Así fortalecidos y una vez
aplastada la gran rebelión de los libios, los fascistas italianos se lanzaron
sobre Etiopía.
En 1934 y 1935 los italianos provocaron varios incidentes fronterizos con
el país que los había derrotado cuarenta años antes en la batalla de Adua.
El más sonado se produjo en el oasis de Walwal el 5 de septiembre de 1934
y en la noche del 2 de octubre de 1935 las tropas italianas estacionadas en
Eritrea y Somalia invadieron Etiopía. El emperador HAILE SELASSIE apeló a la
Liga de las Naciones, a la que pertenecía desde 1923, y obtuvo un apoyo
mayoritario pero solo de palabra. En mayo de 1936 los fascistas ocuparon
Addis Abeba, la capital, proclamando la incorporación del país al virreinato
del África Oriental Italiana. Para entonces ya había más colonos en Eritrea,
proporcionalmente, que en Rhodesia del Sur; y en Roma soñaban con di-
rigir la emigración italiana hacia su nueva conquista, pero la resistencia
de los pueblos de Abisinia, como se llamó Etiopia hasta 1935, se mantuvo
intermitente.
La agresión a Etiopía desencadenó un amplio movimiento de solidaridad
en el mundo entero pero particularmente en África, donde las condenas a
la barbarie fascista contra el Estado símbolo, cuyo gobierno era internacio-
nalmente reconocido, servían indirectamente para cuestionar las razones
del propio hecho colonial en todas partes. De nuevo se hacía obvio que,
cualquiera que fueran las circunstancias, la dominación colonial se basaba
igualmente en la fuerza. Para el historiador ghanés S.K.B. ASANTE la cuestión
etíope jugó un papel fundamental en el despertar al nacionalismo de otra
generación de afro-occidentales pues ayudó a crear una nueva conciencia
sobre el creciente poder europeo en el continente y sembró las semillas del
nacionalismo. En Cuba NICOLÁS GUILLÉN dedicó el poema Soldados en Abisinia
en 1937 a la lucha de los etíopes por su libertad, que reproducimos más
adelante, a modo de valiosa síntesis del hecho.
Para los historiadores las campañas de solidaridad con Etiopía marcan la
transición del protonacionalismo a las definiciones nacionalistas pero este

24

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se hizo más patente en el África Occidental donde, como ya hemos visto,
existían mejores condiciones organizativas, un espacio menos restringido
y alguna prensa capaz de desarrollar campañas. Ese fue el caso del West
African Pilot del nigeriano NAMDI AZIKIWE, “Zik” y también de los artículos de
DUSE MOHAMED ALÍ (1867-1944). En Costa de Oro WALLACE JOHNSON estableció
un activo Comité de Defensa de Etiopía. Al ser expulsado en 1937 se fue
a Londres y junto con los activistas caribeños C. L. R. JAMES, T. R. MAKONEN y,
principalmente, el exmarxista trinitario GEORGE PADMORE, organizaron conjun-
tamente el Buró Internacional Africano de Servicios, IASB, por sus siglas en
inglés. Esa organización desarrolló un papel brillante en este empeño con-
cientizador y solidario en el que participaron igualmente KWAME NKRUMAH,
“Zik”, WALLACE JOHNSON, JOMO KENYATTA y otros africanos. La IASB se sumó un
septenio más tarde a la Federación Panafricana, que agrupaba a 20 orga-
nizaciones, y que hizo historia al convocar al V Congreso Panafricano de
Manchester en 1945.
Entre los grupos conscientes de toda África se sintió la agresión a Etiopía
como un ultraje. Según BASIL DAVIDSON los estudiantes del Fourah Bay Colle-
ge, de Sierra Leona, convocaron a un día de duelo y mucha gente común
acudió a los actos de protesta más o menos tolerados por las autoridades.
Hasta en las colonias portuguesas, sometidas ya a una de las manifestacio-
nes más reaccionarias del colonialismo, hubo rechazo a lo acontecido en el
Cuerno Africano. El movimiento de apoyo a Etiopía alentó a los naciona-
listas que despuntaban y ese fue el ambiente en que el ideal panafricano
alcanzó un nuevo y más profundo impulso. Como dijo el jefe H.O. DAVIES, del
Movimiento Juvenil Nigeriano fundado en 1933, “no estamos solo contra
los italianos sino contra todo el sistema del imperialismo y el colonialismo”.
Por su parte KWAME NKRUMAH, uno de los grandes nombres en el proceso de
las independencias africanas, al conocer en Londres de la invasión italiana,
oró, según dijo más tarde, porque llegara el día en que pudiera jugar un
papel que provocara la caída de tal sistema.

Soldados en Abisinia, de Nicolás Guillén (1937)17

Mussolini. no hablan las aguas de papel,


Sobre el puño, la barba. ni los desiertos de papel,
Sobre la mesa, en cruz, ni las ciudades de papel.
África El mapa, frío, de papel,
desangrada. Y el dedo, hijo de César,
África verdinegra y azulblanca, con la uña sangrienta, ya clavada,
de geografía y mapa. sobre una Abisinia de papel.
El dedo, hijo de César, ¡Qué diablo de pirata,
penetra el continente: Mussolini,

17
Guillén, Nicolás: Obra poética, tomo I, 1937, pp. 185-187.

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con la cara tan dura Los soldados
y la mano tan larga! no harán su viaje sobre un mapa,
Abisinia se encrespa, sino sobre el suelo de África,
se enarca, bajo el sol de África.
grita, Allá no encontrarán ciudades de papel;
rabia, las ciudades serán algo más que puntos
protesta. que hablen
¡II Duce! con verdes vocecitas topográficas:
Soldados. hormigueros de balas,
Guerra. toses de ametralladoras,
Barcos. cañaverales de lanzas.
Mussolini, en automóvil, Entonces, los soldados
da su paseo matinal; (que no hicieron su viaje sobre un mapa)
Mussolini, a caballo, los soldados,
en su ejercicio vesperal; lejos de Mussolini,
Mussolini, en avión, solos;
de una ciudad a otra ciudad. los soldados
Mussolini, bañado, se abrasarán en el desierto,
fresco, y mucho más pequeños, desde luego,
limpio, los soldados
vertiginoso. irán secándose después lentamente al sol,
Mussolini, contento. los soldados
Y serio. devueltos
¡Ah, pero los soldados en el excremento de los buitres.
irán cayendo y tropezando!

La Segunda Guerra Mundial y el nacionalismo africano

En realidad la megamasacre sin precedentes que fue la Segunda Guerra


Mundial en costo de vidas humanas (50 millones) y en destrucción de valores
de todo tipo, no empezó para África con la entrada de los nazis en Polonia
el 1ro. de septiembre de 1939. Como hemos visto la guerra del fascismo ita-
liano contra el pueblo etíope dio cuatro años antes un preludio africano al
conflicto en los escenarios del África Oriental. La última expedición de conquista
del imperialismo europeo en este caso contra el país símbolo de la resistencia
exitosa al reparto, superó el viejo estilo invasor de finales del siglo XIX mediante
la más moderna técnica militar para matar. Los hombres más conscientes de
África entendieron que el conflicto que se les imponía podía ser decisivo
para su futuro y el de su propia experiencia colonial respectiva, que podría
incluso endurecerse y hasta eternizarse de triunfar los planes de dominación
mundial del nazi-fascismo. En el nefasto proyecto político racista que some-
tió a los checos a un protectorado y destinaba a los polacos y rusos a una es-
pecie de vasallaje agrícola, no hubiera habido espacio para nada semejante
a la descolonización africana.

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De nuevo África fue tomada como escenario de combates entre las po-
tencias y como fuente suministradora de recursos materiales y humanos,
pero esta vez las implicaciones fueron mayores. Todo el norte de África,
de Marruecos a Egipto, se vio directamente envuelto en el conflicto y los
alineamientos de las potencias europeas así como el resultado que fueron
teniendo sus combates en el viejo continente, repercutieron en acciones y
tomas de posición en sus colonias por toda África, desde el bombardeo de
Dakar a las luchas por Madagascar o las operaciones de Chad al Fezzan. La
debacle francesa en junio de 1940 ante los nazis creó una humillante am-
bivalencia que, en la práctica, terminó por cambiar a Francia de frente, al
crearse el gobierno colaboracionista del mariscal PÉTAIN en Vichy, mientras
CHARLES DE GAULLE intentaba una “Francia Libre” como alternativa. En la me-
dida en que avanzó el conflicto esa tensa dicotomía se vivió en todas las
colonias francesas del continente.
No obstante, el desarrollo de los acontecimientos a favor de los aliados
en una guerra que también lo fue de propaganda, determinó un discurso
oficial liberador de ROOSEVELT y CHURCHILL a favor de la autodeterminación de
los pueblos que, dirigido a la Europa ocupada, encontró oídos receptivos
en todo el mundo colonial incluida África. Eso fue la Carta del Atlántico de
agosto de 1941 por la que Estados Unidos y el Reino Unido se comprome-
tieron a promover “ciertos principios comunes de las políticas nacionales de
sus respectivos países sobre los que basan sus esperanzas de un futuro me-
jor para el mundo”. El tercero de los ocho enumerados establecía que “ellos
respetan el derecho de todos los pueblos a elegir la forma de gobierno
bajo la que desean vivir, y desean ver restaurados los derechos soberanos y
el autogobierno a aquellos que han sido privados de ellos por la fuerza”.18
El 10 de noviembre de 1942 CHURCHILL aclaró en Guild Hall, Londres, que
la declaración solo era válida para los pueblos de Europa, sometidos a la
tiranía nazi. Esta restricción discriminatoria negaba la certidumbre de que
la humanidad, la especie humana, es una sola y los principios y derechos
humanos y políticos no pueden limitarse a cotos de privilegiados, dejando
al margen a los demás pueblos por racismo. Además, el contexto interna-
cional se fue clarificando después de la batalla de Stalingrado y la balanza
se inclinó en contra del eje y a favor de un bloque donde campeaba una po-
tencia proclamadamente anticolonialista como la Unión Soviética. Dada su
naturaleza anticapitalista, el país de los soviets se declaraba presto a ayudar
a los movimientos de liberación en su lucha contra los sistemas coloniales
de las potencias imperiales, las que resultaban ser un enemigo común. En
consecuencia, el período resultó crucial para el África, al norte y al sur del
Sahara, que experimentó uno de los más profundos procesos de cambios

18
The World Almanac, 1946, N.Y., p. 121.

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de su historia a través de la aceleración de las reivindicaciones populares y
nacionalistas, en medio “de un verdadero despertar y de una toma de con-
ciencia profunda y definitiva del deseo de emancipación”.19
Un momento clave en este proceso fue el V Congreso Panafricano efec-
tuado en Manchester entre el 15 y el 19 de octubre de 1945. Convoca-
do por un conjunto de organizaciones como la Federación Panafricana
(PAF) y el Buró Internacional Africano de Servicios (IASB, por sus siglas
en inglés), el nuevo cónclave panafricano se efectuó en esa ciudad indus-
trial del Reino Unido, que contaba una notable comunidad de caribeños
y africanos entre sus 766 000 habitantes. Allí residían los guyaneses PETER
M. MILLIARD, médico, y T. R. MAKONNEN que lanzaron la idea a partir de la
Federación Panafricana que se había creado en 1944, con el apoyo de or-
ganizaciones como la Asociación Negra de Manchester, el Centro Negro
de Beneficencia, la Asociación de Estudiantes de Ascendencia Africana, la
Asociación Central Kikuyu y la sección de Sierra Leone de la Liga Juvenil
Africana. Fundamental resultó la actividad del también caribeño GEORGE
PADMORE que, con su ya citado Buró Internacional Africano de Servicios,
IASB (fundado en 1937) constituyó el núcleo de la PAF sin fundirse en
ella. El brillante y experimentado DU BOIS, el único afro-norteamericano
que participó en la histórica cita que le reconoció como Padre del Panafri-
canismo, se sumó a la convocatoria de los afro-descendientes residentes
en Inglaterra, tan pronto tuvo conocimiento de esta. El primer paso se
dio a finales de febrero de 1945 cuando MILLIARD y MAKONNEN invitaron a
Manchester a algunos representantes del África Occidental y de las islas
del Caribe Británico a una reunión con los dirigentes del IASB, la Asocia-
ción Negra de Manchester y el Centro Negro de Beneficencia. Al principio
se pensó en celebrar la Conferencia en París en el próximo mes de sep-
tiembre para facilitar la asistencia de los dirigentes sindicales que debían
asistir al II Congreso de la Federación Sindical Mundial. Los preparativos
quedaron a cargo de un Comité de la PAF integrado por T. TAYLOR, JOMO
KENYATTA, M. MILLIARD y WALLACE JOHNSON que fue encargado de contactar e
invitar a la mayor cantidad posible de organizaciones negras del África, la
América y el Caribe. El texto base para las deliberaciones, publicado más
tarde por PADMORE demandaba, fundamentalmente:

1. Desarrollo equilibrado y rápido en el orden económico, cultural y social


para África, y el establecimiento de autoridades competentes para lo-
grarlo bajo las Naciones Unidas, en correspondencia con el punto dos de
la Carta de 1944.
2. Participación máxima de los africanos en la administración de sus países,
a todos los niveles.

19
M’Bokolo, Elikia: Afrique Noire. Histoire et civilisations, tomo II, p. 434.

28

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3. El fin de la explotación de los monopolios extranjeros y, en su lugar, la
planificación sistemática y el desarrollo, sobre todo, en interés de los
africanos.
4. Conjuntamente con el desarrollo económico, la participación de los afri-
canos en la administración, con vistas al logro del completo autogobier-
no, dentro de un determinado período de tiempo.
5. Medidas para eliminar el analfabetismo.
6. Que las antiguas colonias italianas debían ser tratadas por las Naciones
Unidas como ya se había hecho antes con las antiguas colonias alemanas
tras la Primera Guerra Mundial.20

Según ELIKIA M´BOKOLO el Consejo de Asuntos Africanos (CAA) reestruc-


turado en Estados Unidos en 1941 y luego convertido en grupo de presión
ante las Naciones Unidas incluso en calidad de observador, “hizo renacer la
idea de un V Congreso Panafricano” durante una Conferencia sobre África
que efectuó en New York en 1944, la cual reunió a 112 personas, incluido el
Dr. A. B. XUMA, del Congreso Nacional Africano (ANC) de Sudáfrica. A conti-
nuación, este autor añade que: “El mismo año diferentes movimientos en
el seno de la PAF ofrecieron a George Padmore el apoyo para la celebración
de tal reencuentro: el Congreso se efectuó en Manchester en 1945”.21 Como
veremos, este apoyo no se reflejó en la participación afro-norteamericana
en el evento en sí.
Se debe tener en cuenta que en ese verano de 1945 se disolvió el gobierno
de coalición en Inglaterra y WINSTON CHURCHILL, seguro de la victoria, convocó
a nuevas elecciones, el 5 de julio. El resultado, conocido el 26 de julio, dio
una sorprendente mayoría al Partido Laborista con 395 de los 640 puestos
de la Cámara de los Comunes, dejando a CHURCHILL con solo 210 escaños, lo
que forzó su dimisión. El 29 de julio se formó el nuevo gobierno Laboris-
ta con CLEMENT ATTLEE como premier, ERNEST BEVIN en Relaciones Exteriores y
GEORGE HENRY HALL como secretario para las Colonias. Cuando el 1 de agosto
se reunió la Cámara para elegir al nuevo Speaker los Laboristas, para alar-
ma de la derecha, cantaron a coro “Bandera Roja” “lo que” —según uno
de los biógrafos de Churchill— “hizo que el nuevo parlamento tuviera un
comienzo tenso”.22 En este ambiente los grupos panafricanos de Londres
y Manchester, que habían votado por el cambio, o sea, por los Laboristas,
concibieron muchas esperanzas con respecto al futuro de las colonias. In-

20
Entralgo, Armando: Panafricanismo y unidad africana, p. 50. La información relativa
a este Congreso ha sido tomada en su mayor parte de esta obra, a manera de reconoci-
miento a la calidad de la investigación llevada a cabo por su autor.
21
M´Bokolo, Elikia: Afrique Noire. Histoire et Civilisations, tomo II, pp. 445-446.
22
Jenkins, Roy: Winston Churchill, vol. II, p. 889.

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cluso algunos exageraron la dimensión real de ese triunfo, como PADMORE al
criticar a Francia en esta coyuntura por estimar que esa potencia colonial
debía hacer una revolución como la que había tenido lugar en Inglaterra,
de modo que sus colonizados pudieran albergar igualmente la ilusión de
lograr cambios. Pero no era el PC Británico —con sus dos diputados— el que
había ganado y formado gobierno, y esa euforia duró lo que tardó en esfu-
marse el radicalismo más deseado que real de los Laboristas. No obstante,
ese fue el ambiente que rodeó al V Congreso Panafricano que, imposibili-
tado de reunirse en Paris ni de lograr la presencia de observadores de los
países árabes y asiáticos en general —como pidió DU BOIS a PADMORE— hubo
de efectuarse en Manchester, la ciudad sede de la PAF, sin ninguna presen-
cia afro-francófona.
Las sesiones se iniciaron el 15 de octubre de 1945 en Charlton Town Hall
con la asistencia de 90 delegados, que M´Bokolo desglosa en 33 caribeños
(6 por Jamaica y 6 por Trinidad), 31 de Gran Bretaña, 25 africanos y un
norteamericano. Entre los africanos asistieron 6 por Nigeria, 6 por Costa
de Oro, 3 de Sierra Leone, 2 de Gambia, 2 de Liberia, 2 de Sudáfrica, 1 de
Uganda, 1 de Tanganyika, 1 de Nyasaland y 1 de Kenya.23 También hubo 11
observadores y un único periodista presente para reportar el Congreso, que
no fue reflejado por la prensa inglesa. Entre los africanos presentes había
una mayoría proveniente de África Occidental (19), lo que resulta coheren-
te con la histórica evolución de las formas de dominación y explotación de
esa área sin colonato, con un cierto desarrollo de las capas medias y algu-
na presencia africana —incluso por elección de la élite— en los Consejos
Legislativos, aquí tolerados (pero ausentes en las otras regiones del África
bajo control británico), que en la inmediata posguerra podrá llegar a ser
mayoritaria. Las banderas de los tres países símbolos del panafricanismo,
Etiopía, Haití y Liberia, adornaron la sala de la reunión pero esos gobiernos
no se hicieron representar en el Congreso. No obstante, dos delegados de la
Sociedad Progresista de Liberia estuvieron presentes y se ha sostenido que
el Ras Imru, de la Legación Imperial de Etiopía hizo llegar su simpatía a los
participantes y les deseó éxitos en las deliberaciones. Entralgo estima que
esta ausencia oficial puede deberse a razones políticas puesto que para esos
gobiernos tradicionalmente conservadores, los delegados intelectuales y
sindicalistas militantes reunidos en Manchester “podían parecer demasiado
peligrosos como para identificarse públicamente con ellos”.24 A nombre de
los residentes en Gran Bretaña participaron 5 delegados por la Asociación
Negra de Manchester, 5 por el Centro Negro de Beneficencia de Liverpool,
5 por el Comité Unido de los Mestizos, 5 por la Asociación de los Pueblos

23
M´Bokolo, Elikia: Afrique Noire. Histoire et Civilisations, tomo II, p. 446.
24
Entralgo, Armando: Panafricanismo y unidad africana, p. 52.

30

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Coloniales de Cardiff y 5 por el IASB. También participaron 4 delegados por
una organización tan representativa como la West African Student Union
(WASU), 1 por la Asociación de Estudiantes de Ascendencia Africana de Du-
blin y 1 por la Unión de Estudiantes Africanos de Edimburgo.
La trayectoria ulterior de algunos de los presentes fue muy destacada en
el proceso descolonizador; aquí jugaron un importante papel figuras como
KWAME NKRUMAH por Costa de Oro (Ghana desde 1957), JOMO KENYATTA (Ken-
ya), WALLACE JOHNSON (Sierra Leone), OBAFEMI AWOLOWO (Nigeria) y HASTING BAN-
DA (Nyasaland-Malawi). También se destacaron PETER ABRAHAM (Sudáfrica),
AKO ADJEI (Costa de Oro) y JAJA WACHUKU (Nigeria), entre otros. En el desarro-
llo del evento, que contó con la asistencia de la viuda de MARCUS GARVEY, AMY
GARVEY y la del alcalde de la ciudad (en la inauguración del evento) fueron
raigales las intervenciones de GEORGE PADMORE, WILLIAM DU BOIS, T. R. MAKONNEN
y, entre los africanos, la descollante de KWAME NKRUMAH. Una novedad fue
la presencia de cuatro partidos políticos —u organizaciones de masas que
les resultaban equivalentes— activos en África: el Consejo Nacional de Ni-
geria y los Camerunés (NCNC) fundado el año anterior en Lagos por HERBERT
MACAULAY y NAMDI AZIKIWE, el veterano Congreso Nacional Africano (ANC) de
Sudáfrica, el Congreso Africano de Nyasaland (de C. Matinga) y el Movi-
miento Juvenil Nigeriano.
Los sindicalistas, llegados de Sierra Leone, Nigeria, Costa de Oro, Gambia
y, sobre todo, del Caribe Británico, le dieron una tónica muy popular al Con-
greso. Estuvieron presentes organizaciones tan antiguas como la Sociedad
Protectora de los Derechos de los Aborígenes (ARPS) y también la Asocia-
ción de Granjeros de Costa de Oro, representante de los plantadores, o sea,
la pequeña burguesía agraria, junto a 4 representantes del movimiento
garveysta de Jamaica. Esto implica que “no solo la tendencia histórica de
DU BOIS sino que incluso el movimiento de GARVEY entraba ahora en el pana-
fricanismo oficial”.25 Esta convergencia entre las dos corrientes, antaño no
coincidentes, fue otro logro a cinco años de la muerte de MARCUS GARVEY con
lo que restaba de sus seguidores.
En el Congreso alternaron organizaciones de trayectoria histórica, re-
presentantes de las capas medias como la ARPS y el ANC, con los nuevos
grupos estudiantiles, teniendo a la West African Student Union (WASU)
como puente entre ellas y, sobre todo, la corriente más moderna e inte-
lectual portadora de categorías y enfoques socialistas encabezada por
la trinidad panafricana conformada por GEORGE PADMORE, el joven KWAMEH
NKRUMAH y el legendario patriarca WILLIAM DU BOIS. Estas tres figuras resul-
taron cimeras, los dos primeros como secretarios del Congreso y el últi-
mo como su presidente. Los misioneros, tan importantes en los primeros

25
Entralgo, Armando: Panafricanismo y unidad africana, p. 54.

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tiempos del panafricanismo, tuvieron solo un representante, un minis-
tro venido de Sierra Leone. Los cinco comités de trabajo orientados por
PADMORE y su grupo aprobaron resoluciones relativas a Etiopía, Liberia
y Haití, Sudáfrica y África Sudoccidental (Namibia) y sobre el problema
de la barrera del color, tanto en la metrópoli como en sus dependencias
coloniales.
Antes de terminar con un mitin de masas en la tarde del 19 de octubre
de 1945, el Congreso aprobó una primera resolución a modo de “reto a
las potencias coloniales” que establecía que “los delegados al V Congreso
creen en la paz” pero “si el mundo occidental sigue decidido a administrar
a la humanidad por la fuerza, entonces los africanos, como su último re-
curso, pueden tener que apelar a la fuerza en su esfuerzo por alcanzar la
libertad, aún si esa fuerza los destruye a ellos mismos y a su mundo”.26 La
estrategia declarada era organizar a las masas africanas mediante sindica-
tos y partidos políticos con el fin de alcanzar el poder y la independencia
por los medios que la respuesta colonialista determinara: no violentos o,
si fuera necesario, mediante el uso de la fuerza. La segunda resolución,
preparada por NKRUMAH como “Declaración a los trabajadores, granjeros e
intelectuales” quedó como el enunciado o texto principal que identifica
la voluntad radical y emancipadora de sus participantes. Por su trascen-
dencia la reproducimos a continuación con la denominación con la que la
historia le reconoce:

A los pueblos coloniales del mundo, declaración del V Congreso Panafri-


cano de Manchester, 1945
Creemos en la libertad y el derecho de todos los pueblos a gobernarse a
sí mismos. Afirmamos el derecho de todos los pueblos coloniales a controlar
su propio destino. Todas las colonias deben liberarse del control imperialista
extranjero, ya sea político o económico. Los pueblos de las colonias deben
tener derecho a elegir sus gobernantes, a elegir un gobierno sin restriccio-
nes impuestas por un poder extranjero. Decimos a todos los pueblos de las
colonias que deben luchar con todos los medios a su disposición por estos
fines. El objetivo de los imperialistas es explotarnos. Al asegurar el derecho
de los pueblos coloniales a gobernarse a sí mismos, estamos liquidando los
objetivos imperialistas. De este modo, la lucha por el poder político por
parte de los pueblos colonizados es el primer paso y el requisito previo para
alcanzar una emancipación social completa, económica y política.
El V Congreso Panafricano llama a todos los trabajadores y campesinos
de las colonias a organizarse. Los trabajadores coloniales deben de estar en
la primera línea en la batalla contra el imperialismo.

26
Entralgo, Armando: Panafricanismo y unidad africana, p. 56.

32

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El V Congreso Panafricano llama a todos los intelectuales y profesionales
de las colonias a asumir sus responsabilidades. La larga noche llega a su fin.
A luchar por los derechos sindicales, el derecho a las cooperativas, la libertad
de prensa, de reunión, de manifestación y huelga, libertad de imprimir y leer
la literatura que sea necesaria para la educación de las masas; estáis usando
los únicos medios para ganar vuestra libertad y mantenerla. En la actualidad
sólo hay un camino hacia una acción efectiva: la organización de las masas.
¡PUEBLOS COLONIALES Y SOMETIDOS DEL MUNDO, UNÍOS!27

Los partidos políticos africanos encargados de conducir el proceso hacia


la descolonización tropezaron con un obstáculo fundamental en su lucha
contra las administraciones coloniales: la supervivencia y fortaleza de la
conciencia étnica de la multitud de grupos tribales. El proyecto nacional
unificador a desarrollar por los movimientos de liberación “como sujetos
activos en la construcción nacional”28 tenía que vencer la resistencia de la
mentalidad tribal. La tarea era hacer entender a los pueblos encerrados por
los europeos dentro de las aún nuevas fronteras que “las agrupaciones o
tribus de cada colonia debían unirse para formar una nación porque solo la
acción unida podría conducirlos a la liberación”. Se hacía evidente que una
unidad estatal “compuesta por tribus en competencia unas con las otras,
cada una con sus voceros y organizaciones políticas, no podría conducir
a la unidad sino a la desunión”. 29 Esta contradicción entre la concepción
nacional a alcanzar y la realidad del fraccionamiento en tribus de la pobla-
ción fue uno de los legados del pasado, tanto precolonial como colonial.
Las administraciones coloniales gobernaron perpetuando esas divisiones y
contraponiéndolas. Un caso extremo fue el de Ruanda-Urundi, donde los
belgas profundizaron la brecha entre la elite dominante de los pastores
tutsi y las mayorías campesinas hutu asociándose a esa etnocracia mediante
el modelo indirecto de dominación sobre los hutu, casi hasta el final. Esa
manipulación de la variedad étnica fue una regularidad de todos los siste-
mas coloniales.
La genealogía de las formaciones políticas del África Subsahariana
puede partir del ejemplo de la organización decana, el Congreso Nacio-
nal Africano (ANC) de África del Sur constituido en 1912 bajo cierta in-
fluencia del conocido ejemplo del Congreso Nacional de la India, creado
en el subcontinente en 1885 por “las personas educadas a la inglesa de
las profesiones y los servicios” que “formaron en efecto una nueva cla-

27
Entralgo, Armando: África, Política (Segunda parte), pp. 301-302.
28
Amin, Samir: La desconexión, p. 96.
29
Davidson, Basil: Modern Africa, p. 75.

33

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se”…“influida por las ideas y los modos de Occidente y muy separada de
la masa de la población”. 30 Algo similar ocurrió en África, al inicio, con
el ANC o con los pocos partidos llamados “prehistóricos” como el Con-
greso Nacional del África Occidental Británica, excepcionales en la etapa
protonacional en que solo se permitían las asociaciones voluntarias. De
esa variedad de organizaciones culturales, de ayuda mutua, deportivas,
profesionales y demás, surgió y se elevó la pirámide de las organizacio-
nes políticas de posguerra. Al glosar las obras de THOMAS HODGKIN, ARMANDO
ENTRALGO nos dicen que, en ese período, priman entre esas organizacio-
nes dos tipos fundamentales y más o menos consecutivos: los congresos
y los partidos.31
Los congresos se presentaban como representantes, en teoría, del
conjunto de toda la población autóctona de un territorio, y asumían
generalmente la denominación de “nacionales” a modo de proyecto a
lograr en nombre de la masa colonizada del país. La soberanía popular
era, por lo tanto, la base de su ideología y se organizaban a partir de un
conjunto de organizaciones locales y regionales supeditadas a un comi-
té de dirección. Su estrategia era calificada de generalmente agresiva y
recurrían a todo un abanico de métodos: peticiones, campañas de prensa,
delegaciones, manifestaciones masivas, desobediencia civil, huelgas, boi-
coteos y todo tipo de agitación por las vías tradicionales. Como ejemplos
de congresos ENTRALGO cita al Consejo Nacional de Nigeria y los Camerunés
(NCNC), a la Reunión Democrática Africana (RDA) fundada en Bamako
en 1946 por los políticos africanos del África Occidental Francesa (A.O.F.)
y del África Ecuatorial Francesa (A.E.F.) y a la Convención Unida de la
Costa de Oro.
Por su parte, los partidos admiten en esta fase la concurrencia de
otras organizaciones similares en la competencia por la fracción de po-
der que vaya permitiendo la administración colonial, tratan de crear una
estructura organizada desde las bases mediante ramas y secciones loca-
les, activan una militancia, son muy flexibles en su estrategia y se enfo-
can en el control de la maquinaria electoral para ganar posiciones en las
instituciones representativas como los consejos legislativos o sus simila-
res en cada colonia. Los partidos surgen por lo general de los congresos
y predominan en la etapa de la independencia tras el viraje político de
las metrópolis hacia la inevitable descolonización. Su evolución registra
luchas internas, escisiones y disidencias por las mismas razones que sus
homólogos de todo el mundo: conflictos de teoría y estrategia política,

30
Nehru, Jawaharlal: El descubrimiento de la India, p. 444.
31
Entralgo, Armando: África, pp. 108-113.

34

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diversos intereses económicos y sociales, rivalidades personales y pre-
siones de la administración en sus etapas de ilegalidad, semilegalidad
o legalidad. Lograda la independencia los partidos en el gobierno rea-
sumieron generalmente la idea de la representación de todo el pueblo
mediante el unipartidismo.
HODGKIN enumera tres tipos de partidos: los interterritoriales que
trascienden las fronteras de una sola colonia, como ocurrió con la
Reunión Democrática Africana (RDA) y quedó en proyecto en los casos
del Congreso Nacional del África Occidental Británica y su sucesor, el
Secretariado Nacional del África Occidental de Nkrumah (1946-1947);
los territoriales, con base en una sola colonia o territorio, ya sea tan
grande como el Congo Belga (Movimiento Nacional Congolés, de PATRICIO
LUMUMBA) o tan pequeño como Gambia (Partido Progresista Popular, de
DAVID JAWARA); y los regionales, étnicos o tribales, generalmente opues-
tos al proyecto nacional a menos que puedan utilizarlo en su beneficio,
ceñidos a un particularismo que es, a la vez, su fuerza y su debilidad
—en Nigeria pueden ser ejemplos tanto la Unión Igbo, que luego se
vinculó al ya citado NCNC, como la Asociación EGBE OMO ODUDUWA (des-
cendientes de Oduduwa) entre los yoruba, fundada por el jefe OBAFEMI
AWOLOWO que poco después pasó a ser el gran partido político yoruba
Grupo de Acción (Action Group); o el Congreso Popular del Norte (NPC)
fundado en 1951 por iniciativa de Sir AHMADOU BELLO, descendiente de
OSMÁN DAN FODIO, a partir de la asociación cultural creada en 1940 por
R. A. DIKKO. Un subgrupo podrían ser los partidos etno-tribales de aspira-
ciones biterritoriales o multiterritoriales, como la Conferencia de Todos
los Ewe (Togo-Ghana), el Abako (los Congos y Angola) o la Liga de la
Gran Somalia (Somalias-Kenya-Etiopía).
Las organizaciones africanas pueden clasificarse también como par-
tidos de élite, organizados en torno a los reyes o jefes tribales, los
líderes religiosos o jerarcas enriquecidos que quieren preservar alguna
estructura social mediante clientelas poco estructuradas, con una ma-
quinaria política rústica. Estas formaciones predominan en las áreas
donde la administración indirecta permitió la supervivencia de jefatu-
ras aún fuertes en lo político, como en el citado caso del norte de Nige-
ria (NPC y el Sardanauta de Sokoto) o en el reino de Buganda, el mayor
de Uganda (el Kabaka Yekka, del Kabaka o rey). Otra categoría serían
los partidos de masas, modernos y más próximos a los modelos occi-
dentales, que llenaron la etapa de la descolonización clásica (1955-1960)
encabezando los nuevos gobiernos independientes. Según HODGKIN estos
partidos, que gozan de mayor disciplina interna y más flexibilidad
ante los cambios políticos, quieren imponer un tipo de estructura mo-
derna en las sociedades africanas; cuentan con muchas organizacio-

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nes aliadas y tratan de autofinanciarse mediante las cotizaciones de
sus militantes. La autoridad de sus líderes descansa en la función que
desempeñan en el partido y se constituyen en una élite de políticos
profesionales que utilizan símbolos, publicaciones, uniformes, cantos,
festivales y peregrinaciones a las tumbas de los mártires del Partido
como rituales de movilización y propaganda. En su desarrollo muchos
llegaron a constituir verdaderos “estados paralelos” a la estructura de
gobierno colonial en su fase final. El líder juega en ellos un papel fun-
damental y, siempre según H ODGKIN , sus poderes pueden tener algo de
“sobrenatural” mientras ciertos rituales de la cultura tradicional son
convertidos en rituales del partido y las muestras de solidaridad parti-
daria están impregnadas de sentimientos religiosos, lo mismo cristia-
nos, que musulmanes, animistas o sincréticos.
Estos partidos políticos deben ser entendidos como instituciones esen-
cialmente africanas. El nacionalismo africano dejó atrás una cierta fase de
imitación de la cultura política europea para dar paso al redescubrimiento
y reafirmación de los valores tradicionales del África mediante una síntesis
propia. Para desmantelar el mito colonial de la barbarie del continente
sin historia, los africanos procedieron a la recuperación y exaltación de
las civilizaciones africanas y de sus logros. Los jefes africanos que resistie-
ron heroicamente contra la conquista y ocupación colonial fueron reco-
nocidos como los antecesores del nacionalismo africano de posguerra, tan
legítimos como los próceres de otras latitudes. Se destacaron los valores
del África precolonial tales como la concepción de una sociedad comuni-
taria integrada por los vivos, los muertos y los aún no nacidos (muntu),
la actitud racional en las relaciones sexuales o el lugar de la mujer en la
sociedad.
Los planteamientos y demandas radicales fueron una característi-
ca común a todas estas formaciones en una mezcla ecléctica de ideas
socialistas, democráticas occidentales y tradicionales del pensamiento
político africano ampliado con los aportes del panafricanismo, el gar-
veysmo y la negritud. Ese socialismo, del que hablan desde PADMORE ,
NKRUMAH y NYERERE hasta S ENGHOR y BOURGUIBA , no es necesariamente de
raíz marxista y aparece combinando ideas de L ENIN o R OSA L UXEMBURGO
con otras de R OUSSEAU , G ANDHI , el Corán o la Biblia. La más pura tradición
africana permitió, además, una exaltación de las comunas agrícolas,
ya sea la Ujamaá tanzana o la Fokonolona malgache, como ejemplos
de un socialismo africano autóctono. Esta concepción socialista fue in-
terpretada como la necesidad de liquidar la explotación de los traba-
jadores africanos por el capitalista europeo, que precisaba del fin del
gobierno colonial para concretarse.

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Marruecos
Español Tánger Turquía
Argelia Túnez
Marruecos Siria
Islas Canarias Chipre Iraq Irán
(Magreb Israel
Francés) (Zona Brit.) Jordania
Sahara
Libia Egipto
Islas de Español (Zona Fr.) Arabia Saudí
Cabo
Verde
África Occidental Francesa
Sudán
Eritrea
Gambia Anglo Yemen
Egipcio
Nigeria África
(británica) Ecuatorial Etiopía
Francesa

ia
Sierra Leona

al
m
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(británica) Costa de Oro

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(británica)
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(Portugal)
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Sud-Occidental n a
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e
Ma

Unión Swazilandia
Sudafricana (británica)
Basutolandia
Islas y enclaves
(británica)
Portugués
Español
Británico
Francés

Figura 1.2. África en 1950.

37

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CAPÍTULO 2

La Liberación de África del Norte

El estímulo de la revolución Nasserista en Egipto


Egipto vivió un siglo XIX muy intenso y variado en acontecimientos
y posibilidades. Como parte del Imperio Otomano desde el siglo XVI
el más poblado de los países árabes había perdido en centralidad
regional e importancia política bajo las autoridades turco-mamelucas. La
expedición napoleónica (1798-1801) fue el preámbulo para la época de es-
peranzas y poder militar que convirtió al país, encabezado por MOHAMED ALÍ,
en la parte más vital del Imperio a punto de substituir al centro osmanlí y
autogenerar una auténtica experiencia de desarrollo económico. Lo que
para el albanés MOHAMED ALÍ era solo un movimiento sobre el tablero del
poder al interior del Imperio Otomano, resultó ser para los egipcios un
movimiento nacional dirigido contra los ocupantes turcos, tremendamente
odiados. Pero Europa se impuso en 1840 y el resto del siglo el país marchó
hacia la dependencia y la periferialización, —con el canal de Suez como
contradictorio símbolo— la ocupación británica en 1882 y, ya en el siglo XX,
la proclamación del protectorado en la Primera Guerra Mundial. La Gran
Guerra trajo la disolución del Imperio Turco Otomano y le permitió a Ingla-
terra y Francia completar el reparto de lo que hoy llamamos Medio Orien-
te. La clara hegemonía británica en el área fue desafiada en su extremo
oriental por los afganos que, aprovechando los problemas en la India, se
liberaron de un protectorado no del todo consumado en 1919.
En ese mismo año los ingleses experimentaron otro reto, pero esta vez
en el corazón del mundo árabe: en Egipto, la tierra en que el coronel ARABI
PASHÁ había revelado al pueblo contra el control europeo en 1881-1882 en
un primer estallido nacionalista, ocurrió una sublevación general de un al-
cance aún mayor y más acentuado carácter nacional. Burgueses y feudales
capitalizaron esa lucha popular urbana y campesina que estremeció a los
16 millones de habitantes del país del Nilo. Al frente estaba SAAD ZAGLUL
(1857-1927), el juez reformista convertido en venerado líder del Wafd, el
partido de los independentistas que entonces vivía su mejor momento. Esta
fuerza política es un buen ejemplo de las contradicciones características de

39

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las organizaciones políticas de la región, que la tomaron como referente,
con su maquinaria de notables, caciques locales y clientelas que respondían
a algunas personalidades más que a sus ideas. Obligada a retroceder en
su apogeo, Inglaterra ideó una salida entonces novedosa para quedarse
sin perder nada esencial mientras parecía marcharse. Al proclamar unila-
teralmente la independencia de Egipto en 1922 según los parámetros que
dejó establecidos, el gobierno inglés anticipaba la fórmula neocolonial de
descolonizar.
De esa manera Londres mantuvo sus tropas en el país vulnerando la so-
beranía egipcia bajo una serie de pretextos como la custodia del Canal de
Suez, la supuesta defensa de Egipto contra agresiones e interferencias, la
protección de las minorías, tanto la copta como la europea —los jawaga,
que poseían más de la mitad de la economía del territorio y el 92 % de los
capitales invertidos—32 la protección directa de sus intereses y el control del
condominio sobre Sudán. El sultán FUAD, de la dinastía de MOHAMED ALÍ, tomó
el título de Rey, se proclamó una constitución en 1923 y ZAGLUL retornó de su
exilio forzado para ganar masivamente las elecciones pero el líder naciona-
lista no logró la revocación de todas esas limitaciones impuestas por el Reino
Unido y murió en 1927. Según GAMAL ABDEL NASSER la revolución de 1919 no lo-
gró los objetivos que debió alcanzar pues, “apenas habían sido formadas las
filas destinadas a acabar con la opresión, esas mismas filas se desintegraron
para lanzarse a luchas intestinas, al combate interno entre las clases y los indi-
viduos” de que se hallaban integradas. “El fracaso más ignominioso” —dice
NASSER—“fue el resultado lógico de tan disparatada conducta”.33
Algo del carisma de ZAGLUL quedó en el WAFD y, a pesar de las luchas en su
cúpula, de la corrupción y de escisiones como la del Partido Saadista, la or-
ganización continuó liderando la vida política, no obstante, sus contradic-
ciones con el monarca que culminaron en la suspensión de la constitución
y en su exclusión del gobierno. Pese al alejamiento del poder impuesto al
Wafd por la coalición entre el ocupante extranjero y la monarquía, esta or-
ganización política logró gobernar como partido mayoritario durante siete
de los treinta años que abarcó el período 1922-1952; el Partido de ZAGLUL y
de Mustafá Al-Nahas fue durante esas décadas la fuerza esencial del país.
El resto del período gobernaron los Partidos de Palacio (Ittihad del pachá
HILMY ISSA y el Chaah del pachá ISMAIL SIDKY (1930)), los de los grandes pro-
pietarios agrícolas (el Liberal-Constitucional, fundado por el pachá MOHAMED
MAHMUD, segundo grande de la tierra después del Rey, en 1923), el de
la gran burguesía industrial (Partido Saadista, fundado en 1936 por los

32
Abdedl-Malek, Anouar: Egipto, sociedad militar, p. 34.
33
Nasser, Gamal Abdel: Filosofía de la Revolución. En: Entralgo, A.: África. Política. 5,
p. 241.

40

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representantes de la banca, los negocios, la industria y la élite de la tecno-
cracia); todos en estrecha sintonía con el gobierno británico y, después de
1945, también con Washington.
El nacionalismo árabe, en pleno ascenso, iba definiendo sus líneas y po-
siciones en la confrontación con la dominación colonial extranjera bajo la
conducción de sus jerarquías tradicionales y de algunos elementos burgue-
ses. Este movimiento privilegiaba la lengua y la cultura árabes como el ele-
mento fundamental a la hora de definir la identidad nacional y, aunque
reconocía al Islam un papel histórico en la expansión y consolidación de la
arabicidad bajo la conducción del Profeta y sus continuadores, admitía a los
cristianos arabo-parlantes que pasaron a jugar un importante papel en sus
filas. Sin embargo, en el propio Egipto otros pensadores como TAHA HUSAYN
(1890-1913), se apartaban de esta tendencia y preferían destacar el carácter
mediterráneo de la identidad egipcia. “Es especialmente el Mediterráneo
quien desempeñó un papel de primer orden en la formación de la historia
de Egipto, que a su vez está íntimamente relacionada con la historia de este
mar”, decía todavía en 1998 GAMAL ABDEL-KARIM, profesor de la Universidad
de El Cairo.34 La corriente laica que encabezó el experimento kemalista en
Turquía, llevó a la anulación del sultanato y del califato en 1922 y 1924, al
descabezar al Islam sunni provocó una crisis y un vacío que otros trataron
de llenar, como fue el caso de la Hermandad Musulmana fundada en 1928
en Egipto por HASSAN AL BANNA. Esta corriente se enfrentó a los nacionalis-
mos etno-lingüistas (panarabismo, panturanismo) de corte laico al procla-
mar que la solución de todos los males estaba en la práctica estricta de la
religión mediante la reislamización de la sociedad sin otras fronteras que
las de la umma, la comunidad de creyentes. El espectro político egipcio
también incluyó organizaciones de tipo fascista como los Camisas Verdes
del Joven Egipto (Misr al-Fatat) que, bajo la dirección de AHMED HUSSEIN, se
lanzaban sobre sus contrarios al grito de Allah, Patria y Rey.
Aunque ya en 1918 y 1919 existían grupos socialistas en El Cairo, Ale-
jandría y Port Said, fue en 1920 cuando se fundó el Partido Socialista que
tomó el nombre de Partido Comunista en 1921 al unirse a la Internacional
Comunista. El pequeño pero activo partido unía a árabes, judíos, armenios
y europeos y se componía de intelectuales y obreros pero contaba con poco
apoyo fuera de las ciudades, lo que lo limitaba al ser Egipto un país emi-
nentemente rural. En febrero de 1921 el periódico Al Ahram publicó el pro-
grama del Partido que expresaba las aspiraciones populares y los objetivos
de la lucha de liberación. Este documento recogía una serie de demandas
generales de gran impacto nacional: la retirada de las tropas británicas, una

34
Abdel-Karim, Gamal: Antología. Estudios Históricos y Literarios, en La entidad medi-
terránea de Egipto y España, tomo I, p. 197.

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verdadera independencia, la nacionalización del Canal de Suez, la abolición
del régimen de las capitulaciones —que concedía la extraterritorialidad a
los occidentales— y la cancelación de la deuda nacional egipcia. También se
incluían demandas laborales y socio-económicas como la jornada de ocho
horas de trabajo, el reconocimiento de los sindicatos, la confiscación de
los grandes latifundios y su distribución entre los fellahs o campesinos sin
tierras, la abolición del sistema de arriendos en base a la mayor parte de
la cosecha y de las deudas contraídas con los prestamistas, la reducción de
los impuestos sobre la tierra, en fin, todo lo que soñaban las bases sociales.
El primer congreso sindical, que se efectuó en 1921 por iniciativa y bajo la
dirección de los comunistas, dio nacimiento a la Confederación General del
Trabajo de Egipto, central sindical que contaba con más de 50 000 miem-
bros y que se afilió a la Internacional Sindical. Pero tanto el PC como la
organización sindical fueron prohibidas por el gobierno wafdista en 1926 y
debieron iniciar su larga y difícil historia de luchas clandestinas.35
El tratado de agosto de 1936, presentado como un paso hacia una mayor
independencia de Egipto porque el Alto Comisario inglés pasaba a ser em-
bajador y se reconocía la libertad de decisión egipcia en algunas cuestiones
diplomáticas (entrada a la Liga de Naciones en 1937), de hecho convertía al
país del Nilo en un estado “cliente” de Gran Bretaña mediante una alianza
no solicitada sino impuesta. El acuerdo militar se limitaba a convertir la
ocupación en una nueva fórmula que seguía permitiendo a Inglaterra esta-
cionar una guarnición de 10 000 hombres en el Canal. En 1937 FARUK sucedió
a su padre FUAD en el trono y continuó el ataque frontal contra el WAFD a
través de farsas electorales “cocinadas” para reducirlo al mínimo. Según
una fuente bien documentada “los quince primeros años de la experien-
cia liberal egipcia habían sumado tres injerencias directas británicas, cuatro
disoluciones del parlamento, la celebración de siete elecciones generales y
la interrupción de todos los períodos legislativos antes de cumplir su plazo
legal”.36
Durante la Segunda Guerra Mundial, en medio del peligroso avance del
Afrika Corps nazi desde la frontera libia sobre el noroeste del país —en
enero-febrero de 1942 ROMMEL llegó a estar a 80 km de Alejandría— ante el
hecho de que El Cairo seguía reconociendo a los colaboracionistas de VICHY
como un gobierno francés amigo y se inclinaba hacia el eje, Londres optó
por imponer un gobierno del WAFD. Este partido, apartado del poder desde
1937 era la única organización política que, contando con respaldo popu-
lar, era partidaria de los aliados. La miopía política de la reacción pretendía

35
Sánchez Porro, Reinaldo: Estudios Históricos sobre el Medio Oriente, en Perfil y tra-
yectoria de los Partidos Comunistas del Medio Oriente, p. 58.
36
Martín Muñoz, Gema: Política y elecciones en el Egipto contemporáneo, p. 174.

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creer que se acercaba una “liberación” de Egipto por las tropas nazi-fascistas
y las manifestaciones por el hambre degeneraban en explosiones antibri-
tánicas al grito de “¡Adelante, Rommel!”. El 4 de febrero de 1942, tras
la negativa de FARUK a llamar al Wafd para formar gobierno, los tanques
ingleses rodearon el palacio de ABIDIN amenazando al monarca con la abdi-
cación forzada o el exilio. Fue en esa delicada coyuntura que el WAFD volvió
al poder “sobre la punta de las bayonetas inglesas” con MUSTAFÁ AL-NAHAS al
frente, arrastrando el correspondiente costo político al mostrar hasta qué
punto su ambición era más fuerte qué la adhesión debida a la soberanía y
al orden institucional.
En la posguerra todos los problemas egipcios se acentuaron y la crisis
palestina, seguida de la desastrosa guerra de 1948, añadió un motivo ul-
terior de humillación para Egipto y su ejército. La monarquía corrupta de
FARUK, tan cercana a Londres, parecía más una dependencia colonial que
un país independiente a pesar de la soberanía formal. Para 1952 Egipto
contaba con 21 473 000 habitantes, un 68 % en el sector rural y un 32 % en
el urbano, y sus atestados campos en el delta y a los lados del Nilo estaban
formados en un 34,75 % por latifundios que pertenecían a solo el 0,4 % de
los propietarios registrados, entre los cuales el 96,7 % disponía de minifun-
dios que cubrían el 35 % de las tierras, mientras que tres millones de fellahs
malvivían sin ninguna. En la industria y el sector empresarial, de las 400
compañías por acciones solo 20 no eran extranjeras o mixtas y el poderoso
monopolio Misr (Egipto) capitaneaba a esa burguesía compradora asocia-
da con los capitales extranjeros y la minoría europea de 250 000 personas,
radicadas principalmente en Alejandría y El Cairo. Un millón de empleados
en la industria textil y demás, el transporte, la construcción y el comercio
integraban un sector asalariado muy influido por el nacionalismo por la
represión de la izquierda. Todos estos sectores fueron a la huelga de 1945
junto a los estudiantes solicitando la salida de las tropas británicas y el fin
del régimen de ocupación, así como la anulación del tratado de 1936.
Tras el triunfo del WAFD en las elecciones de 1950 las manifestaciones
populares llevaron al gobierno de AL-NAHAS el 8 de octubre de 1951 a de-
nunciar unilateralmente el oneroso tratado de 1936, con el apoyo de toda
la oposición en medio de una fiesta popular de masas en las calles. Se ini-
ció el reclutamiento de voluntarios para combatir a los ocupantes ingleses,
pero el gobierno se mostró incapaz de entrenarlos y organizarlos y mucho
menos de conducir una movilización militar contra las tropas británicas.
Por su parte las fuerzas extranjeras comenzaron a avanzar sobre la capi-
tal. El 8 de enero de 1952 HARRY TRUMAN, presidente de Estados Unidos, y
WINSTON CHURCHILL, primer ministro del Reino Unido, efectuaron una reunión
para instrumentar medidas que pararan la ola revolucionaria nacionalista
en Egipto y el Irán de Mosaddeq. Washington suspendió poco después la
ayuda a Egipto y el gobierno inglés decidió enfrentar la marea de huelgas

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y manifestaciones populares egipcias lanzando el 25 de enero de 1952 a sus
blindados y la artillería de campaña de sus tropas acuarteladas en el canal
sobre el edifico del gobierno en Ismailía. Durante todo ese viernes se regis-
tró un desigual combate entre el ejército del imperio y la policía municipal
que terminó con la masacre de 150 policías.37 Al día siguiente, el sábado 26
de enero, las indignadas manifestaciones populares de protesta ocurridas
en las principales ciudades pero, sobre todo, en El Cairo, fueron “desbor-
dadas por equipos de incendiarios que arrasaron todo el centro comercial y
moderno de la capital”.38 Ante la debacle crematoria del núcleo capitalino
y la continuación de los desórdenes FARUQ destituyó a AL NAHAS y se sucedie-
ron los gabinetes de ALI MAHIR hasta el 1ro. de marzo y luego otros tres, dos
de ellos en el mismo mes de julio hasta que los oficiales libres pasaron a la
acción. A las 3 de la madrugada del amanecer del 23 de julio de 1952, el
núcleo dirigente de ese grupo compuesto por siete oficiales ocupó el cuar-
tel general del ejército en Abbasieh y arrestó al alto mando del ejército. El
poder había cambiado de manos.
Ese ejército, harto de la corrupción y el mal gobierno, estaba en crisis
por el pésimo manejo del primer conflicto israelo-árabe por Palestina en
que Egipto había participado junto a los países árabes hasta el armisticio
de 1949, que dejó la franja de Gaza bajo su ocupación. En opinión de
NASSER “la situación de Egipto exigía la actuación de una fuerza concentra-
da en una organización o estructura que alejase, en cierta medida, a sus
miembros del riesgo de una lucha de clases e individuos”; debía ser “una
fuerza extraída del propio pueblo, cuyos miembros confiaran plenamente
en sus compañeros y en sí mismos, una fuerza equipada de forma que pu-
diera lanzarse en cualquier momento a una acción rápida y decidida. Estas
condiciones solo las reunía el ejército”.39 Con esa conciencia se formó el
Movimiento de los Oficiales Libres que inició sus actividades a mediados
de 1952, una organización de militares de mentalidad progresista prove-
nientes de la pequeña y mediana burguesía, los sectores campesinos y la
intelectualidad. En sus filas se mezclaban las influencias de la Hermandad
Musulmana, Misr al Fatat (joven Egipto) transformado en Partido Nacio-
nal Islámico (1940) y por último Partido Socialista (1946), y del Partido
Comunista.

37
La manifestación que inició la revuelta que terminó derrocando a Hosni Mubarak en
2011 se efectuó en esa misma fecha conmemorativa de la matanza, que es desde enton-
ces Día Nacional de la Policía; por eso los egipcios llamaron a ese proceso Revolución del
25 de enero dentro de la llamada Primavera Árabe regional.
38
Abdedl-Malek, Anouar: Egipto, sociedad militar, p. 37.
39
Nasser, Gamal Abdel: Filosofía de la Revolución. En: Entralgo, A.: África. Política. 5,
p. 241.

44

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Figura 2.1. Gamal Abdel Nasser.

NASSER, que consideraba la revolución como un hecho inevitable y como


un deber ineludible a cumplir, le señalaba una doble misión: “teníamos
que hacer dos revoluciones y no solamente una”… “una revolución polí-
tica con el objetivo de recuperar el derecho que tiene el pueblo a gober-
narse a sí mismo” y “una revolución social: la lucha de clases, que solo
puede terminar con el triunfo de la justicia social, que abarque a todos
los habitantes del país”.40 Pero al pedir la unidad, la solidaridad y la coope-
ración de todos los elementos y sectores de la nación para asegurar la
prosperidad y la integridad de la Madre Patria, considera que: “por el
contario, la desintegración de los valores morales, el quebrantamiento
de los principios, la desunión y el desacuerdo entre las clases y los indivi-
duos con el predominio de la corrupción, las sospechas y las perversiones
que engendran el egoísmo, forman la raíz en la que tienen su origen los
grandes cataclismos sociales”. En la tarea de “llevar a cabo las dos revo-
luciones simultáneamente”, NASSER consideró que “es lógico que algunas
veces pueda parecer contradictoria nuestra conducta”41 más, en general,
los especialistas aprecian que esos enunciados respondían a las necesida-
des y posibilidades del momento.
Los militares cambiaron el panorama del país en tres días. El 26 de julio
de 1952, mientras Argentina lloraba a EVITA PERÓN, el rey FARUK abdicó y par-
tió hacia un exilio dorado. Los oficiales libres ya habían puesto en marcha

40
Nasser, Gamal Abdel: Filosofía de la Revolución. En: Entralgo, A.: África. Política. 5,
p. 239.
41
Ibídem, pp. 240-242.

45

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una mutación que pronto permitió la transformación de las instituciones y
de las estructuras socio-económicas de Egipto. Todos los poderes pasaron
al Consejo del Comando Revolucionario, aunque fue formado un gobier-
no con ALI MAHIR que duró hasta septiembre. La participación de las masas
ayudó más tarde a profundizar el carácter antifeudal y antimperialista de
un proceso que ha sido definido como la primera revolución nacionalista
clásica de vocación antimperialista —y no solo en sentido anticolonial—
en África del Norte y el mundo árabe. Destronado FARUK el problema de
poner límites a la propiedad de la tierra centró la atención y el debate del
gobierno militar. El WAFD no aceptó los planes de Reforma Agraria ni MAHIR
tampoco y en septiembre el general NAGUIB pasó a dirigir el gobierno. El
9 de septiembre se promulgó la Ley de Reforma Agraria, confiscando las
tierras reales y las propiedades de más de 100 feddans, lo que se cumplió en
600 000 feddans, que para 1962 equivalían al 10 % de las tierras arables.
Estas fueron vendidas a los campesinos medios y ricos, unas 226 000 familias
o 2 millones de fellahs que se beneficiaron de cooperativas de crédito. La
maquinaria gubernamental y la burocracia sobreviviente se convirtieron en
el principal obstáculo para los cambios.
En enero de 1953 fueron disueltos los partidos políticos, se abolió la an-
tigua constitución y el 18 de junio se superó la etapa monárquica al ser pro-
clamada la República. En la década siguiente se procedió a la nacionaliza-
ción de amplios sectores, despojando a los jawaga (minoría europea) de sus
privilegios y propiedades en beneficio de la propiedad estatal. Las leyes de
julio de 1961 dieron la prioridad al sector público que desde entonces de-
tentó lo esencial de las fuerzas económicas del país: los bancos, las compa-
ñías de seguros, la industria pesada, las industrias fundamentales, los trans-
portes y el comercio exterior, en plena propiedad; con una participación de
un 50 % en el capital de la mayor parte de las industrias ligeras y sociedades
de importancia media, y una preponderancia variable en todas las demás
según el volumen de participaciones superiores a 10 000 libras egipcias que
pertenecían a los grandes accionistas. Unas 367 sociedades quedaron dis-
tribuidas desde diciembre de 1961 entre 38 organismos públicos. Este con-
junto se orientó en el sentido determinado por el Plan quinquenal, lo que
redujo apreciablemente el poder de decisión del capital privado pero no lo
eliminó.
En noviembre de 1954 GAMAL ABDEL NASSER pasó a la presidencia, impri-
miéndole al proceso un sello muy personal que marcó toda la época funda-
mental del nacionalismo árabe. En su política regional, uno de los primeros
asuntos que quedó resuelto fue el relativo al futuro de Sudán y sus lazos
con Egipto, el cual NASSER dejó a la elección del pueblo sudanés que optó
por la independencia el día inicial de 1956. Las relaciones exteriores del
nasserismo se proyectaron en tres círculos de solidaridad, apoyo e influen-
cias: el de los pueblos árabes que como partes de una nación árabe común

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aspiraba a unir y liderar estatalmente; el de los países islámicos integrados
en la umma de los creyentes; y el de los estados del continente africano,
del que Egipto era parte insoslayable. Esas dimensiones etno-lingüísticas,
religiosas y geográficas se mezclaban en su cultura, su sangre y su historia
y quedaron vertebradas en un liderazgo que Nasser ejerció con naturalidad
después de la Conferencia de Bandung de 1955, en el Movimiento de los No
Alineados desde 1961 y en general en el Tercer Mundo.
La Conferencia Afro-Asiática del Cairo, del 20 de diciembre de 1957 al
1ro. de enero de 1958, que reunió a cuarenta y cuatro países, fue expresión
del importante papel jugado por Egipto como impulsor de los movimientos
de liberación nacional. Allí se pidió el reconocimiento de la independencia
para todos los protectorados y países bajo tutela, se plantearon los casos
concretos de Argelia, Camerún, Chad, Togo, Madagascar, Marruecos, Soma-
lia y la Unión Sudafricana, y se estimó que tanto el Pacto de Bagdad como
la Doctrina Eisenhower constituían “una amenaza para la independencia,
la soberanía y la seguridad de los pueblos árabes”.42 La solidaridad egipcia
tuvo efectos notables sobre los movimientos independentistas del África
del Norte que, en el caso de Argelia, provocó airadas protestas colonialistas
como las de JACQUES SOUSTELLE por parte de Francia, que culpó al panarabismo
de NASSER por la sublevación del pueblo argelino por su libertad.
Pero el momento cumbre del nacionalismo árabe, el logro que consagró
a NASSER y a Egipto al frente de los pueblos árabes, fue el resultado de la
crisis de Suez de 1956. Desde sus inicios, en septiembre de 1952, el nuevo
gobierno había pedido la retirada de las tropas británicas del canal de Suez,
demanda que solo fue aceptada y acatada por el ocupante en junio de 1956
cuando, al fin, se marcharon del país. Después de una serie de infructuosas
presiones occidentales sobre El Cairo, que practicaba el neutralismo positi-
vo y había rechazado el Pacto de Bagdad de 1955, Estados Unidos se retrac-
tó de financiar el proyecto de construcción de una gran represa en el Nilo
que previamente había aceptado solventar. El 19 de julio de 1956 FOSTER
DULLES suspendió la oferta de 100 millones de dólares para ese fin,43 actitud
que fue apoyada por el Reino Unido y el Fondo Monetario Internacional,
FMI. En un acto de masas en celebración del Aniversario de la Revolución en
Alejandría el 26 de julio de 1956, NASSER, lanzando un desafío sin preceden-
tes consumados (tras la frustración de la toma del petróleo por MOSADDEQ en
Irán), anunció públicamente la nacionalización de la compañía del Canal de
Suez, propiedad anglo-francesa.
La reacción de castigo de ambas potencias fue típicamente colonial, al
estilo de las expediciones punitivas del siglo XIX contra China o Abisinia,

42
Arnault, Jacques: Historia del Colonialismo, pp. 255-271.
43
Moniz Bandeira, Luiz Alberto: La formación del Imperio Americano, p. 124.

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pero sumando un nuevo factor al aliarse a Israel como trio agresor contra
Egipto. En la noche del 30 de octubre, el ejército israelí atacó al país del
Nilo y al día siguiente se le unieron las fuerzas armadas de las dos potencias
imperiales tradicionales del Medio Oriente, Inglaterra y Francia, haciendo
descender a sus paracaidistas sobre el canal. Una sesión de emergencia de
la Asamblea General de la ONU condenó la acción el 2 de noviembre y de-
cretó un cese al fuego que los agresores no acataron. Tres días más tarde
la Unión Soviética declaró estar “plenamente resuelta a emplear la fuerza
para aplastar al agresor y restaurar la paz en el Oriente”.44 Washington, irri-
tado por el giro de los acontecimientos, desautorizó la acción de sus aliados
que alegó no le había sido debidamente consultada. En opinión del inves-
tigador cubano ROBERTO GONZÁLEZ “en esta crisis, de hecho, la administración
Eisenhower produjo la primera fractura práctica en la Alianza Atlántica,
al actuar virtualmente de acuerdo con los soviéticos y utilizar activamente
la maquinaria de la ONU para obligar a sus aliados europeos y al pequeño
estado hebreo a retirarse”.45
En efecto, el premier inglés ANTHONY EDEN (1955-1957), ante una presión
monetaria de Estados Unidos y el FMI, comunicó a Francia que abandona-
ba la iniciativa. Ambas potencias se retiraron e Israel fue forzado a hacer
lo mismo en marzo de 1957. Para GONZÁLEZ, Estados Unidos privilegió sus
intereses y su prestigio como nación no directamente colonialista, para po-
sar como campeón de la independencia de los pueblos de África, Asia y
Medio Oriente, criticar a las viejas potencias colonialistas y, lo que es más
importante, abrir esas regiones a su influencia predominante. Este autor
considera que la crisis de Suez de 1956 marcó indudablemente el punto de
inflexión en la hegemonía imperialista sobre el Oriente Medio, el inicio de
la retirada de Inglaterra y Francia como las potencias más influyentes en la
región y el aumento gradual de la preponderancia norteamericana, eviden-
ciado con la “Doctrina Eisenhower” en enero de 1957. Se ha considerado
que Suez fue el último acto independiente del gobierno británico con res-
pecto a la política norteamericana; Londres quedó desde entonces en una
situación de dependencia que el político inglés HAROLD MACMILLAN comparó
con la de Grecia bajo el Imperio Romano.
Pero esa evolución de los acontecimientos convirtió a NASSER en el héroe
del nacionalismo árabe, que vivió entonces su clímax como ideología y mo-
vimiento político unificador de la nación de todos los pueblos árabes, sepa-
rados por fronteras artificiales que ahora parecían superables. Este triunfo

44
Grishechkin, K.S.: U.S.S.R. Academy of Sciences, Institute of Africa, A History of Africa,
U.A.R., p.146.
45
González Gómez, Roberto: Estados Unidos: doctrinas de la Guerra Fría, 1947-1991,
p. 48.

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influyó en todas direcciones en la radicalización de la corriente nacionalis-
ta y pan-árabe en la región, logrando la formación de la República Árabe
Unida, RAU, entre Egipto y Siria, de 1958 a 1961. Fue en esta etapa cuando
Egipto dio asilo y asistencia a los movimientos de liberación africanos que
luchaban por la independencia de sus países, desde los lumumbistas a la
Unión de los Pueblos de Camerún. El socialismo árabe de NASSER se profun-
dizó a mediados de la década de 1960, con el ya citado programa de nacio-
nalizaciones y un acercamiento al campo socialista y en especial a la Unión
Soviética. El poder militar soviético suministró las armas y el entrenamiento
a la RAU en su apoyo a la causa palestina contra Israel, respaldado por
Estados Unidos; y fue la URSS la que, finalmente, construyó la gigantesca
represa de Asuán, gran pirámide del Egipto moderno, como la llamó NASSER.
Pero en junio de 1967 tuvo lugar una nueva guerra desatada por Israel, que
terminó con una gran derrota árabe y la ocupación de todo el territorio pa-
lestino, el Sinaí y las alturas de Golán por parte de los israelíes. Ese desastre
señaló el final de los once años que, desde Suez, marcaron la edad dorada
del nacionalismo árabe; declive que se acentuó con la muerte de NASSER el
28 de septiembre de 1970.
Los sucesivos gobiernos de ANUAR AL-SADAT (1970-1981) y HOSNI MUBARAK
(1981-2011), ambos militares surgidos del mismo proceso, significaron una
regresión en todos los aspectos, abandonando el modelo nasserista en fun-
ción de una apertura capitalista que acompañó la decadencia del nacio-
nalismo oficial des-socializado. En 1979 Egipto reconoció a Israel y se alió
a los Estados Unidos alterando críticamente los equilibrios regionales. El
vacío fue llenado desde la oposición por las corrientes islamistas en torno al
veterano movimiento de la Hermandad Musulmana y sus derivaciones.
Al producirse la caída de la dictadura tunecina a inicios de 2011 la chis-
pa de lo que sería conocido como la Primavera Árabe, se volvió incendio
al desencadenarse en Egipto, eje histórico del mundo árabe, la Revolución
del 25 de enero. Al costo inicial de 846 muertos —cazados por la policía y
francotiradores del gobierno en la plaza Tahrir— la rebelión terminó por
derrocar a Mubarak y a su corrupta tercera república en 18 días de valien-
tes manifestaciones populares. Así se demostró que las autocracias de la
región no eran una fatalidad y podían caer incluso en el país más poblado
y con el mayor ejército entre los árabes, el cual no obstante, siguió siendo
el verdadero poder.
Toda la región contempló como el control del dictador se fue esfumando
ante las movilizaciones masivas que forzaron las declaraciones de desenten-
dimiento creciente del presidente norteamericano BARAK OBAMA (del inicial
“seguiremos trabajando con él” hasta el epitafio de que “debe escuchar
la voz de su pueblo”), o las de su vice o su secretaria de Estado. Solo el
dictador no lo quería ver y se aferraba al poder, fingiendo fortaleza por
televisión e inventando complots extranjeros —fórmula muy repetida y

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siempre posible o creíble en el área—, cambiando ministros o prometiendo
aumentos de sueldo a funcionarios y pensionados mientras ya ardía la sede
de su partido. Hasta que, por último, la cúpula militar se reunió sin él el
10 de febrero y al día siguiente su vice comunicó que MUBARAK entregaba el
poder al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, en particular al MARISCAL
TANTAWI, su ministro de defensa. Entonces se abrió una etapa de esperanzas
y fe, pero también de fiera competencia entre los diferentes proyectos de
futuro que aspiraban a construir sus enemistados promotores, bajo la celo-
sa mirada del ejército y de numerosos factores externos, con Estados Unidos
en primer lugar.
En el convulso proceso que siguió, imposible de relatar en toda su rique-
za en este espacio, fueron celebradas elecciones en junio de 2012 que ganó
el Partido Justicia y Libertad, rostro político de los Hermanos Musulmanes,
ocupando la presidencia su candidato MOHAMED MURSI. Un año más tarde
los errores islamizantes de su gobierno provocaron protestas de millones
de opositores que llegaron al clímax el 30 de junio de 2013 y facilitaron el
Golpe de Estado de los militares el 3 de julio de 2013. Con los 85 millones de
habitantes del país más polarizados que nunca entre islamistas y seculares,
el ejército emprendió una implacable campaña de represión contra la Her-
mandad Musulmana, disolviéndola, acusándola de terrorista y procesando
a sus dirigentes, incluido el expresidente MURSI. Tras aprobarse una nueva
constitución en enero, en las elecciones del 26 y 27 de mayo de 2014 resultó
ganador el exministro de defensa y jefe del golpe militar, ABDEL FATTAH AL
SISSI, que pasó a la presidencia de Egipto cerrando el ciclo.

La liberación de Argelia
Argelia, de población originalmente bereber, conoció desde la antigüe-
dad la dominación política sucesiva de estados cuyo poderío se centraba
sobre el Mediterráneo, desde los cartagineses a los bizantinos. Pero el acon-
tecimiento más definitorio para la identidad del país fue la llegada de los
conquistadores árabes desde el siglo VII y, particularmente, la de los Beni
Hilal en el siglo XI, base del esplendor alcanzado luego bajo los Almohades
del siglo XII al XV. Los árabes incorporaron Argelia a la civilización islámica
y la población bereber, en su gran mayoría fue rápidamente arabizada e
islamizada, salvo los que retuvieron su lengua en las montañas de Kabilia y
Aurés que, hacia 1960, se estimaba eran la sexta parte de la población. Las
regiones desérticas del sur son asiento de los nómadas tuaregs y los oasis,
de los harratin, agricultores negros llegados con la trata transahariana. La
dominación turca terminó en 1830 con la toma de Argel por los franceses
que, pese a la heroica resistencia del emir ABDEL KADER, dio inicio a una domi-
nación colonial de 132 años, la más larga del mundo árabe. Al completarse
la delimitación de sus fronteras en 1905 Argelia, con sus 2 381 741 km2 se

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extendió hasta el corazón del Sahara y es hoy, tras la división de Sudán, el
país más grande del continente africano. La administración francesa, des-
pués de haber alentado la colonización oficial en las tierras arrebatadas a
las tribus o declaradas de dominio público mediante el establecimiento en
las regiones costaneras de colonos europeos (franceses del este y del Midi
en la región de Argel, españoles en la de Orán e italianos y malteses en el
este), pasó en 1900 a permitir la colonización por la libre. En vísperas de la
Gran Guerra disponían de dos millones de hectáreas y cuando la Segunda
Guerra Mundial ya les pertenecía la cuarta parte de los suelos cultivados
pese a ser solo el 2 % de la población agrícola. Este colonato, presente en
los tres países del llamado Magreb “francés” y aferrado a sus intereses, fue
un obstáculo adicional y poderoso que debieron enfrentar los partidos de
los movimientos nacionalistas que, ya más sólidos y bien estructurados en la
posguerra, luchaban por la recuperación de la soberanía.46
Estos europeos, que sumaban millón y medio, conformaban una minoría
privilegiada económica y políticamente. Eran el 11 % de la población de
Argelia, el 7 % de la de Túnez y el 4 % de la de Marruecos y aunque la gran
mayoría era urbana y llenaba las ciudades de Argel, Túnez o Casablanca,
el ya citado —y reducido— sector rural era dueño de las mejores tierras:
en Argelia 25 000 propietarios controlaban 3 millones de hectáreas, en Tú-
nez 9 000 poseían 770 000 y en Marruecos 4 000 disponían de 650 000,
dedicadas en general a viñedos, cítricos, frutas y trigo. Al ser considerada
Argelia parte de Francia, sus tres departamentos eran representados en la
Asamblea Nacional solo por los 10 diputados y tres senadores que elegían
los colonos. Esta sociedad “europea” aparte, lucraba y se yuxtaponía a la
sociedad árabe integrada por las grandes mayorías despojadas que respal-
daban a los nacionalistas.47
La derrota del fascismo en la Segunda Guerra Mundial fue en buena
medida una condena al colonialismo en medio de una oleada política de
signo progresista que abrió una etapa de esperanzas para las corrientes
nacionalistas de las colonias. En el mismo mundo árabe y bajo la propia
bandera francesa se había producido el reconocimiento por París de la in-
dependencia de Líbano y Siria en 1943 y 1946, seguido en 1951 por la con-
versión de la excolonia italiana de Libia en reino independiente, tras un
control nominal de la ONU aunque bajo una fuerte influencia británica y
norteamericana (base de Wheelus Field). Argelia, liberada de los vichystas
por las tropas anglo-norteamericanas, había sido sede de la Francia Libre
de DE GAULLE y la retórica liberadora había despertado ilusiones que duraron

46
Como introducción o balance de la historia argelina puede consultarse el ensayo de
Lacheraf, Mostefa: Argelia, nación y sociedad, Instituto del Libro, La Habana, 1967.
47
Crouzet, Maurice: La época contemporánea, Destino, Barcelona, 1961, pp. 660-661.

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poco. Precisamente fue la sensibilización de la población argelina con las
posibilidades que parecía brindar esa coyuntura, unida a las campañas de
los partidos nacionalistas y las corrientes islámicas en nueva ebullición lo
que determinó, en medio de la miseria económica, el brote de descontento
del 1ro. y el 8 de mayo de 1945 en la zona de Setif y Guelma en forma de
silenciosas manifestaciones populares espontáneamente independentistas
que fueron reprimidas con crueldad por las autoridades. Los manifestantes
argelinos reaccionaron contra los disparos de la policía con el resultado
de 45 000 argelinos y un centenar de europeos asesinados por culpa de la
intransigencia colonialista ante las demostraciones populares que también
eran expresión del profundo malestar de los argelinos ante la desigual-
dad social, económica y política que experimentaban en su propio país con
respecto a la minoría europea. La comparación de las condiciones de vida
entre las dos comunidades era cotidiana y creciente, y se manifestaba en to-
dos los planos creando un sentimiento de frustración sin salida entre la po-
blación árabe-islámica que veía en esa ostensible prosperidad la causa de su
extendida pobreza. El estallido fue el modo de hacerse visibles, la reacción
de la desesperación ante un injusto destino con la esperanza de mejorarlo.
La represión indiscriminada solo aumentó la brecha entre las dos comuni-
dades e hizo crecer la desconfianza mutua hasta minar las posibilidades de
una cooperación efectiva entre ambos segmentos. La fuerza y la violencia
volvían a ser, como siempre, las armas preferidas por los colonialistas ante
las demandas populares.
Desde 1946 la posición de los sectores más militantes de la población
argelina estaba polarizada fundamentalmente entre la clara opción inde-
pendentista del Movimiento por el Triunfo de las Libertades Democráticas
(MTLD), de MESSALI HADJ, continuador de la Estrella Norafricana y del Partido
Popular Argelino (1937); y la propuesta de un estado argelino federado a
Francia de la Unión Democrática del Manifiesto Argelino (UDMA) de FERHAT
ABBAS, seguidas a distancia por la postura integracionista de BEN DJELLOUL. El
MTLD era un movimiento de masas dirigido por sectores medios e integra-
dos por esa pequeña burguesía, y por parte de los trabajadores y campesi-
nos y su demanda era el establecimiento de una República independiente
separada de Francia lo que provocó el exilio de su dirigente histórico parti-
dario del boicot electoral. La UDMA, bajo una dirección moderada, era más
bien el partido de la burguesía nacional y de su intelectualidad y su plan de
federación suponía mantener a Argelia dentro de la Unión Francesa y sus
juegos electorales, a los que se incorporó su líder, FERHAT ABBAS, presente en
la Constituyente de la IV República francesa. La gran masa de la población
que les seguía iba comprendiendo que, para escapar de la miseria y lograr el
progreso social, el obstáculo a vencer era esa estructura social basada en la
dominación exclusiva de la comunidad europea, su predominio económico
y su control de la vida política garantizado por la metrópoli. La propaganda

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gubernamental pretendía presentar a París como un “árbitro” entre ambas
comunidades a modo de rejuego triangular, pero los hechos mostraban la
vinculación de intereses entre la minoría europea y las autoridades com-
prometidas a mantener a cualquier precio una “Argelia francesa” dentro
de la república “una e indivisible”. Ese empecinamiento tuvo consecuencias
dramáticas y sumió al país en la violencia.
La Asamblea Constituyente de 1945, a la que se eligieron 13 europeos
y 13 argelinos, no tomó ninguna decisión con respecto al estatuto consti-
tucional de Argelia, pese al debate en su seno de diferentes propuestas;
pero la Asamblea Nacional, a la que fueron electos 15 diputados por los
europeos y otros 15 por los argelinos, debió discutir varios proyectos presen-
tados por esa diputación magrebí que coincidían en el rechazo a la política
de asimilación. Aunque no se mencionó la palabra independencia, todos
reclamaron el reconocimiento de la personalidad argelina bajo la forma de
un Estado o República asociada u otra variante a aprobar por una asamblea
constituyente propiamente argelina y electa por sufragio universal. Eso in-
dicaba un nivel de concientización política claramente identificado con una
identidad argelina pero la mayoría mecánica de la Asamblea francesa no
les dio curso y quedaron en el papel. No obstante, el gobierno francés pre-
sentó su propio proyecto, la Ley del Estatuto de Argelia, aprobada el 27 de
septiembre de 1947.
En bellas palabras ese Estatuto reconocía a Argelia como un grupo de
departamentos dotado de personalidad civil, de autonomía financiera y de
una organización particular, se proclamaban los derechos de los nacionales
franceses y el acceso de todos a las funciones públicas “pero los que no
han renunciado a su estatuto personal siguen sometidos a sus derechos y
costumbres”, aclaración que excluía a la mayoría de los musulmanes. Junto
al Gobernador y su Consejo de seis miembros funcionaría una Asamblea
Argelina de 120 miembros, electa por el sistema de doble colegio, 60 por
los europeos (520 000 electores) y 60 por “los musulmanes del estatuto co-
ránico” (1 400 000 electores), con poderes solo consultivos. Esta igualación
en la representación de dos comunidades tan desiguales en número (un
millón contra nueve millones) y en poder real, ya era una demostración de
que, bajo el Estatuto, “unos eran más iguales que otros”, pues se garan-
tizaba la primacía europea mientras se ignoraba el deseo de autonomía
expresado por los argelinos. Por otra parte los franceses convirtieron los
comicios en una farsa en cuanto al restringido ejercicio del “voto musul-
mán”. Para mantener al margen a los nacionalistas, el gobernador NAEGELEN
sentó el precedente al adulterar a su antojo los resultados de la primera
elección de manera que el MTLD logró elegir a 9 y la UDMA a 8, mientras
la administración contaba con 41 “independientes” a los que la población
llamaba los Beni Oui Oui (Beni si si) por su colaboracionismo incondicional.
Su sucesor LEONARD fue aun más lejos y en 1951 ya no hubo representantes

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del nacionalismo electo, lo que se hacía sin el menor recato pues era de pú-
blico conocimiento. El historiador CHARLES-ANDRÉ JULIEN refería que en Argelia
el fraude electoral era una institución de Estado considerada como legítima
para defender la soberanía francesa, y ALBERT CAMUS, el Nobel de Literatura
1957 nacido en Argelia, se lamentaba de que el pueblo argelino parecía
haber perdido la fe en la democracia de la que se le había presentado solo
una caricatura. Un diputado del MRP dijo en 1955 ante la Asamblea Nacio-
nal que solo por algún tipo de accidente o casualidad era que alguien podía
ser verdaderamente electo por el voto de los argelinos en esos comicios. La
participación de los autóctonos en toda esa manipulada maquinaria resul-
tó una experiencia frustrante que evidenciaba que ese no era el camino.
Según F. BORELLA la inoperancia del estatuto era peor que su inexistencia y
produjo un acelerado deterioro de la poca credibilidad de las autoridades
en medio de la apatía de la mayoría y el incumplimiento de las leyes.
Los colonos y la administración, por el contrario, veían este estancamien-
to como favorable signo de estabilidad y creían tener dominada la situación.
La oposición había quedado reducida al silencio en la Asamblea y en el país
aparentemente había tranquilidad bajo la atenta vigilancia policial. Según
ELIE MIGNOT pocos días antes del estallido revolucionario de 1954 FRANÇOIS
MITTERAND, entonces ministro del interior del gobierno de Mendés-France,
declaró al regreso de una visita que había encontrado a los tres departa-
mentos franceses de Argelia en un estado de calma y prosperidad que lo
llenaban de optimismo.48 Por otra parte era un hecho que la minoría europea
presentaba diferencias internas que podían matizar sus proyecciones pues,
aunque siempre por encima de los niveles de la población árabe, su com-
posición clasista era heterogénea. Con solo 5 000 grandes terratenientes
entre los 25 000 o 28 000 propietarios rurales, y siendo un 80 % urbana,
esa comunidad contaba con 240 000 asalariados, de ellos 90 000 obreros y
75 000 empleados los que, con sus familias sumaban una cifra respetable,
aparte de importantes sectores de capas medias. Su proyección política no
era entonces unánime e incluso en 1951 el Partido Comunista Argelino, de
militancia tanto francesa cómo árabe, había logrado que el 22 % de los eu-
ropeos votaran por un programa que contemplaba el derecho de Argelia a
la independencia.49
Aunque las masas no se engañaban con la política francesa, el naciona-
lismo pareció perder impulso. Aparte de la UDMA y su vía legal, dentro del
MTLD los veteranos radicales de tiempos del PPA y la nueva generación se

48
La mayor parte de las fuentes francesas citadas en adelante provienen de Mignot,
Elie: Les guerres coloniales de l´Indochine à Algerie, pp. 107-138, del libro de Claude, H.;
D. Tartakowsky; E. Mignot y R. Leroy: La IVe République, Éditions Sociales, París, 1972.
49
Arnault, Jacques: Historia del colonialismo, Editora Política, La Habana, 1964, p. 237.

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enfrentaban con los que apoyaban a un MESSALI HADJ cada vez más moderado
y que exigía desde el exilio la dirección vitalicia. Estas divisiones en mo-
mentos en que en Túnez y Marruecos algunos pasaban a la acción armada,
acrecentaban la prepotencia del colonato pero también retaban a la radi-
calización de los más dispuestos al cambio. En el verano de 1954 el MTLD se
dividió finalmente y sus sectores más decididos integraron un Comité Revo-
lucionario de Unidad y Acción, CRUA. Este grupo fue el que conmocionó a
la sociedad argelina al planear y desencadenar la insurrección nacional que
estalló en 40 acciones ejecutadas el lunes 1ro. de noviembre de 1954, de
Maghnia a El-Kala, y dar nacimiento al Ejército de Liberación Nacional (ELN)
de los Moudjahidine, brazo armado del paradigmático Frente de Liberación
Nacional, FLN (1955). Entre sus dirigentes estaban DIDOUCHE MOURAD, MOSTEFÁ
BEN BOULAÏD, ZIGHOUD YOUCEF, BEN H´HIDI LARBI, ABANE RAMDANE, los coroneles LOTFI
y HAOUÉS y otros que formaron los núcleos iniciales compuestos generalmen-
te de 12 guerrilleros. La rebelión, que sorprendió a los colonos y al gobierno
francés, definió los campos y al poner fin a la esclerosis de los partidos creó
una situación nueva y cualitativamente superior. Como admite LE TOURNEAU,
cuando estalló la revuelta del 1ro. de noviembre de 1954, Argelia estaba
mucho más dispuesta a secundarla de lo que, por lo general, se pensaba.
En su proclama los rebeldes explicaban que puesto que “el movimiento
nacional, destruido y paralizado por años de inmovilismo y rutina”…”se está
disgregando progresivamente”…”un grupo de jóvenes responsables”…”ha
considerado que ha llegado el momento de sacar al movimiento nacional”
de esta situación en la que lo habían sumido “las luchas de personas e in-
fluencias” para “situarlo al lado de los hermanos marroquíes y tunecinos
en la verdadera lucha revolucionaria”. Marcando distancias agregaban que
“queremos aclarar en este sentido que somos independientes de los dos cla-
nes que se están disputando el poder”. El objetivo principal sería, por su-
puesto “la independencia nacional en el marco nor-africano” mediante “la
restauración del estado argelino soberano democrático y social en el marco
de los principios islámicos”. El estado colonial siempre negó la existencia de
un estado precolonial argelino y ahora el embrión del estado poscolonial,
en armas, negaba a su vez toda vigencia al estado de los colonialistas. Se
pedía el reconocimiento de la nacionalidad argelina y de su soberanía me-
diante negociaciones entre las partes y la derogación de toda la legislación
que camuflaba el régimen colonial presentando a Argelia como tres depar-
tamentos franceses. Como objetivos de la política exterior se planteaban “la
internacionalización del problema argelino” y “la realización de la unidad
nor-africana en su marco natural árabe-musulmán”. Sobre el status futuro de
los colonos puntualizaba, sin equívocos, que “todos los franceses que deseen
permanecer en Argelia podrán escoger entre su nacionalidad de origen, y
serán por lo tanto considerados como extranjeros en relación con las leyes
en vigor, u optarán por la nacionalidad argelina y en ese caso serán conside-

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rados como tales en cuanto a derechos y obligaciones”. Era el fin de la etno-
cracia de los privilegiados, su descenso a la igualdad, eliminando cualquier
posibilidad de unas neo-“capitulaciones” a favor de los europeos. También se
llamaba a todos los patriotas argelinos de todas las clases sociales, de todos
los partidos y movimientos puramente argelinos para que luchasen “contra
el colonialismo obstinado y ciego que siempre se ha negado a conceder la
más mínima libertad mediante la lucha pacífica”.50
Inmediatamente fueron enviados refuerzos militares y comenzaron las
operaciones de contra-insurgencia para enfrentar al Movimiento Armado
de Liberación y a su jefatura político-militar (FLN-ELN). El 5 de noviembre
fueron disueltos el MTLD y toda una serie de organizaciones argelinas y el
12 de noviembre PIERRE MENDÉS-FRANCE, presidente del Consejo, declaró ante
la Asamblea Nacional en París que se enviarían hacia Argelia “todas las fuer-
zas necesarias e incluso más” y, aferrándose al punto de vista tradicional,
aseguró que “no se transigiría cuando se trata de defender la paz interior
de la nación, la unidad y la integridad de la República. Argelia es Fran-
cia, jamás cederemos en ese principio fundamental”. Su ministro, FRANÇOIS
MITTERAND, declaró igualmente que “Argelia es Francia y de Flandes al Congo
hay una ley, una sola nación, un solo parlamento”. Pero otros reflexiona-
ban y recomendaban cambios como CLAUDE BOURDET, que el 4 de noviembre
recomendó en France Observateur, ya tardíamente, “disolver la grotesca
Asamblea Argelina, celebrar verdaderas elecciones y para comenzar, apli-
car lealmente el Estatuto”. El 25 de enero de 1955 el Presidente designó
a JACQUES SOUSTELLE como gobernador de Argelia, presentándolo como “un
hombre determinado, inquebrantablemente, a mantener la unidad e indi-
visibilidad de la República de la que forma parte Argelia, parte integrante
de la República tanto como la Francia metropolitana”. La gran burguesía
francesa concedía, en efecto, una importancia vital al mantenimiento de
Argelia bajo el dominio de Francia por el hecho de los enormes intereses
económicos que poseía allí y que se multiplicaron, particularmente, después
del descubrimiento de petróleo en 1956. La “fiebre del petróleo” comenzó
en el Sahara en enero de ese año cuando se descubrieron yacimientos en
Edjelé, y luego el 12 de junio en Hassi Messaoud y después en Tinguentou-
rine, y para fines de año se descubrió gas natural en Hassi R´Mel. Entre 1956
y 1958 se crearon 44 compañías de explotación del petróleo, incluidas las fi-
liares de la Compagnie Française des Pétroles. La prensa y la radio lanzaron
una campaña chauvinista sobre la integridad nacional y la preservación de
la “Argelia francesa” encaminada a mantener a la mayoría de los franceses
bajo el influjo de la ideología colonialista.

50
Ministerio de Información y Cultura/Comisariado Político del Ejército de Liberación
Nacional: De l´ALN à l´ANP, Argel, 1974, p. 16.

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Cuando toda Argelia comprobó que las fuerzas movilizadas por los fran-
ceses no habían podido derrotar a los rebeldes del Aurés y de Nemencha,
un sentimiento común de esperanza estremeció al país. Incluso en la dócil
Asamblea Argelina 46 diputados reclamaron, el 21 de enero de 1955, la
completa igualdad entre franceses y musulmanes pero ya su etapa estaba
superada. En los meses siguientes se evidenció la evolución de la opinión pú-
blica argelina en apoyo a la rebelión mientras la política de integración-re-
presión-“pacificación” intentada por el gobernador JACQUES SOUSTELLES desde
febrero de 1955 no convencía a nadie ni podía impedir que la insurrección se
extendiera a Constantina (desde el 20 de agosto de 1955 en el Nord-Cons-
tantinois) y más tarde a Orán. Tras la sublevación de Constantina el 20 de
agosto el Manifiesto de los 61 condenó la violencia de la represión, afirmó
que la política de integración había caducado y pidió el reconocimiento de
la idea nacional argelina y la libertad para el pueblo. La sociedad argelina
tomó conciencia de su fuerza y la nación dio su apoyo al FLN incluidos FERHAT
ABBAS, los ulema y hasta la mayoría de los politiqueros de la Asamblea; solo
el grupo de MESSALI HADJ, el Movimiento Nacional Argelino, MNA, se man-
tuvo aislado y quedó marginado en su minoritaria involución. El cuerpo
armado del FLN, el Ejército de Liberación Nacional, ELN, fue creciendo de
3 000 combatientes en 1954 a 130 000 en 1958, entre guerrillas y regula-
res, integrado por todos los sectores sociales pero sobre todo por campesi-
nos. Su valor y capacidad se demostró en batallas como las de Smendou en
febrero de 1956 y la de Djeurf el 6 de abril de 1956, la gran victoria de
Bouzegza el 3 de agosto de 1957 o el ataque al centro fortificado de Aïn
Zana el 11 de noviembre de 1957. La dirección de los DHOUBBAT (oficiales del
ELN) incluía comisarios políticos en las instancias de wilaya, zona, región
y sector y la estructuración del ELN en batallones, compañías, secciones y
grupos constituyó la premisa para un ejército regular moderno. Su lucha
se prolongó durante ocho sucesivos gabinetes franceses incapaces tanto
de ganar como de admitir la derrota en esa larga guerra que se extendió
por siete años y medio y llevó a 800 000 soldados franceses al combate en
Argelia. El gobierno de París le dio al mando del ejército la tarea de vencer
sin reparar en los medios, y la oficialidad se centró sin escrúpulos en ese
objetivo de manera que, para la parte más fanatizada, la cuestión argelina
se convirtió en su cuestión. Para estos extremistas toda negociación antes
de la victoria total sería una traición, un atentado contra su mal entendido
honor. La guerra decantó las fuerzas oponiendo al ejército francés y la co-
munidad europea en un frente común contra el conjunto de la población
argelina pero también hubo europeos politizados, como HENRI ALLEG, que
apoyaron la independencia, y enrolados argelinos que lucharon por el im-
perio francés como los harkis.
Mientras tanto en París subían y caían los gobiernos al ritmo del jue-
go parlamentario. MENDÉS-FRANCE dejó el poder el 4 de enero de 1955 y le

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sucedió EDGAR FAURE que mantuvo a SOUSTELLE como gobernador de Argelia.
Se decretó el estado de emergencia y el ejército y la administración fueron
investidos de poderes extraordinarios lo que implicó la censura y la desapa-
rición de los últimos vestigios de las libertades públicas. Al mismo tiempo
se llenaron las prisiones y los campos de concentración con los militantes
nacionalistas o los sospechosos de serlo, sujetos a la posible aplicación de
la pena de muerte por los tribunales militares. Pero lejos de debilitarse, la
lucha armada del pueblo argelino se expandió y tomó el carácter de una
guerra total. Emboscadas, sabotajes, atentados, incursiones hasta el centro
de las ciudades por parte de los rebeldes eran seguidos de bombardeos
aéreos sobre amplias zonas, la caza al hombre y los arrestos masivos. Mien-
tras tanto la inquietud y el descontento popular crecían en la metrópolis.
En septiembre y octubre de 1955 los nuevos reclutas llamados a las armas
se manifestaron en contra apoyados por la población, principalmente en
Rouen, y en las estaciones ferroviarias de Paris los trenes eran detenidos al
grito de “Paz en Argelia”. Edgar Faure cayó el 30 de noviembre y se con-
vocó a nuevas elecciones parlamentarias en las que el tema principal de
la campaña fue el conflicto argelino. El socialista GUY MOLLET denunció “la
guerra imbécil y sin sentido” y prometió “el cese de la guerra en Áfri-
ca del Norte y el retorno inmediato de los jóvenes soldados”, mientras
MENDÉS-FRANCE proclamaba que “La paz en Argelia es de ahora en adelante
el problema número uno para Francia”. Las elecciones del 2 de enero de
1956 llevaron al poder a GUY MOLLET que en su toma de posesión el 31 de
enero declaró que reconocía “la personalidad argelina” y que “el objetivo
de Francia y la voluntad del gobierno era ante todo, restablecer la paz”.
A continuación destituyó a SOUSTELLE como gobernador de Argelia pero al
viajar a Argel, el 6 de febrero, fue recibido con insultos de los colonos y
amenazas de los comandos de la derecha y se retractó ante esa presión de
los ultras. El 8 de marzo ante la Asamblea Nacional reafirmó la necesidad
de reconocer “la personalidad argelina” pero unida a Francia por lazos “li-
bremente consentidos”. Cuatro días después la Asamblea votó concederle
poderes especiales al gobierno en los mismos días en que se había recono-
cido la independencia de Marruecos (2 de marzo), y poco antes de acordar
la de Túnez (20 de marzo). En junio bajo el temor al ejemplo argelino, que
ya inspiraba la rebelión de la UPC en Camerún, se aprobó la Ley Cuadro que
reconocía la autonomía a los territorios de A.O.F. y A.E.F.. En octubre Fran-
cia participó en la agresión tripartita junto a Inglaterra e Israel contra el
Egipto de NASSER, al que acusaba de apoyar activamente al FLN, esperando
darle un golpe indirecto a la rebelión argelina pero no fue así y su acción
solo contribuyó a fomentar la solidaridad pan-árabe con Argelia.
La Conferencia del FLN en el valle de Soummam el 20 de agosto de 1956
adoptó el programa democrático y social a desarrollar, su plataforma his-
tórica, junto a la reforma agraria, en la futura república. Allí se eligió un

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Consejo Nacional de la Revolución Argelina a modo de dirección colectiva
y un Comité de Coordinación y Ejecución, CEE, compuesto por cinco miem-
bros que detentaban el poder ejecutivo de la revolución. Pero ese mismo
año, el 23 de octubre, se produjo el secuestro y encarcelamiento por parte
de los franceses de cinco de los principales dirigentes argelinos, incluido
AHMED BEN BELLA, al ser interceptado el avión que los conducía a Túnez. Du-
rante ocho meses se libró la legendaria “Batalla de Argel” iniciada en enero
de 1957 en la que las tropas del general Massu y los grupos paramilitares
de la derecha hicieron reinar el terror entre la población de la capital. Para
entonces la tortura, el asesinato y todo tipo de abusos eran prácticas ha-
bituales en las campañas represivas del ejército y la gendarmería, lo que
no podía ocultarse. El martirio de los revolucionarios argelinos ya era de
público conocimiento incluso en la prensa mundial, como los casos de LARBI
BEN M´HIDI, miembro del Comité de Coordinación del FLN; el abogado ALÍ
BOUMENDJEL, el joven profesor MAURICE AUDIN, asesinado después de horribles
torturas, o incluso muchachas como DJAMILA BOUHIRED, condenada a muerte o
el ya citado HENRY ALLEG, director del periódico Alger Républicain, autor del
libro La Cuestión —equivalente del Yo acuso de EMILE ZOLÁ cuando el caso
Dreyfus— como denuncia de las atrocidades de la guerra de Argelia.

Figura 2.2. Ahmed Ben Bella.

Mientras Francia se dividía entre una mayoría que quería la paz y una
minoría de militares y colonos ultras, que se empeñaban en la represión,
Argelia se unía cada vez más en su lucha por la independencia. El terror
colonial generaba la respuesta en forma de violencia revolucionaria y en

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esa espiral se prolongaba el conflicto. Los campesinos fueron desalojados a
campos de reagrupamiento o concentración, o se refugiaron en los países
vecinos lo que sumó dos millones de desplazados. La “pacificación” fran-
cesa llegó a costar millón y medio de muertos al pueblo argelino pero la
revolución continuó.
El 21 de mayo de 1957 renunció GUY MOLLET que fue reemplazado por
BOURGÉS-MAUNOURY, quién presentó la dimisión a su vez el 30 de septiembre
para ceder el puesto a FÉLIX GAILLARD. A medida que Francia se hundía en
la guerra las crisis se sucedían unas a otras, síntoma del grave y profundo
deterioro del régimen. Los partidarios de la guerra a ultranza trataban por
todos los medios de proseguirla y de ampliar las hostilidades a Marruecos
y Túnez, que, ya libres, apoyaban la resistencia argelina. El 8 de febrero de
1958 la aviación francesa bombardeó la localidad fronteriza tunecina de
Sakiet-Sidi-Youssef. Los facciosos se movilizaron en Francia y los republica-
nos sociales (exRPF) se pronunciaron por una política dura hacia Túnez y
lanzaron un llamado a DE GAULLE, que permanecía retirado de la política. Al
mismo tiempo los ultras de Argelia organizaban abiertamente un golpe de
fuerza. El 15 de abril renunció FÉLIX GAILLARD y la situación se hizo crítica pero
se logró formar un nuevo gobierno el 13 de mayo presidido precariamente
por PIERRE PFLIMLIN. El mismo día estalló la sublevación en Argel al tomar el
poder los ultras en la colonia al mando del general Salan, quien hizo tam-
bién un llamado a DE GAULLE, especie de reserva respetada en medio de la
inoperancia de los políticos. El conflicto por el empecinamiento colonial en
mantener la ilusa “Argelia francesa” había precipitado a la IV República en
el caos y el golpismo.
Por su parte el héroe histórico de la Francia Libre, el general CHARLES DE
GAULLE, utilizando la confusión y la crisis provocada por la guerra de Arge-
lia, supo encauzar los acontecimientos hacia la instauración de su propio
poder. Debía escoger el momento de actuar pues, si lo hacía demasiado
pronto surgiría el peligro de que lo confundieran con los amotinados, y si
lo hacía demasiado tarde el gobierno y los partidos podían encontrar otra
salida sin su participación. El 15 de mayo declaró estar “dispuesto a asumir
el poder en la República”, sin mencionar ni Argelia ni a los insubordinados
pues aún estaba muy necesitado de ese motín para mantener amedrentado
al gobierno. Cuando los amotinados tomaron Córcega y amenazaron con
avanzar sobre París la confusión reinante en los círculos gubernamentales
se convirtió en pánico, PFLIMLIN renunció y el 1ro. de junio, CHARLES DE GAULLE
tomó posesión como presidente ante la Asamblea Nacional que aceptó sus
condiciones y le concedió los plenos poderes que lo inmunizaban contra las
intrigas parlamentarias. Comenzaba el tránsito hacia la V República.
El 4 de junio DE GAULLE se trasladó a Argel y ante las multitudes que lo
aclamaban en la parte europea pronunció su célebre Je vous ai compri (los
he comprendido) muestra de su arte para lanzar frases lo suficientemente

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imprecisas como para dejar la interpretación al deseo de sus oyentes. Pero
el 7 de junio en Mostaganem dejó escapar una vez el Viva Argelia francesa
que esperaban los colonos y militares que, de ese modo, podían tener la
impresión de que DE GAULLE apoyaba su integrismo. A continuación les hizo
aceptar el colegio único (igualdad electoral) que siempre habían rechazado
con altanería, mientras prometía a los musulmanes que serían plenamente
franceses, con los mismos deberes y derechos que los demás.
Unos días más tarde FERHAT ABBAS, a nombre del FLN respondió que “los
argelinos no pueden ser franceses porque saben que hasta ahora jamás
han podido serlo” y puntualizó: “es más sencillo ser un auténtico argelino
que ser un falso ciudadano francés”. Más adelante, en reafirmación de la
identidad propia e independiente, se formó un gobierno en el exilio, el
GPRA o Gobierno Provisional Revolucionario Argelino el 19 de septiembre
de 1958, presidido por el moderado FERHAT ABBAS. En el Referéndum por la
nueva constitución, efectuado el 28 de septiembre de 1958, que marcó un
momento importante en la evolución hacia la independencia de A.O.F. y
A.E.F. al registrar el histórico “No” de Guinea, la V República Francesa fue
respaldada en el propio exágono galo por el 79,25 % de los votantes y en
diciembre de 1958 DE GAULLE fue elegido su primer presidente por el 75,5 %
del electorado. En Argelia los franceses repitieron su pantomima electoral
el 30 de noviembre de 1958 en la que aseguraron haber contado con el
65 % de los votantes pero ni siquiera hubo listas de la oposición, y su Asam-
blea reunió solo a partidarios de la integración o la asociación de Argelia
a Francia y su Comunidad que representaban lo contrario de la voluntad
popular volcada a favor del FLN.
Pese a la oposición y hasta el veto de Francia el bloque de naciones
afro-asiáticas y en especial, los representantes de los países árabes con Egip-
to a la cabeza llevaron a la ONU el debate sobre el derecho de los argelinos
a su independencia. En respuesta, el 16 de septiembre de 1959, DE GAULLE
se vio en la necesidad de reconocer el derecho a la autodeterminación del
pueblo argelino. “Resolveremos el problema”, dijo, “por la única vía válida,
es decir, mediante la libre elección por los argelinos de su futuro”. Después
del alto al fuego se presentarían tres opciones a los argelinos: la “secesión”
o independencia, que el general consideraba “desastrosa”, “la unión direc-
ta a la República Francesa” (obviando la impopular palabra integración),
difícil pues implicaría la presencia de hasta 100 diputados musulmanes en
la Asamblea Nacional, o la asociación con Francia. DE GAULLE era obviamente
partidario de la tercera, en estrecha unión y con la ayuda de la metrópoli
y con garantías para que las comunidades pudieran “mantener su propia
vida”, o sea, los colonos con sus bienes y su poder, mediante un régimen
interno de tipo “federal”.
La dirección argelina tomó nota del reconocimiento del derecho del
pueblo argelino a disponer libremente de su destino, arrancado por las ar-

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mas, y se declaró dispuesta a negociar las condiciones y garantías para la
aplicación de la autodeterminación pero se opuso a los planes de división
“federal”. Tal tipo de demagogia podía despertar pocas ilusiones ante el
hecho de la continuación de la guerra y las presiones y maniobras políticas
no consiguieron imponer al FLN la proposición de efectuar una partición de
Argelia con el objetivo de retener el Sahara y sus riquezas petroleras para
Francia y sus compañías.
Los colonos, por su parte, habían perdido su jactancia y se sentían aban-
donados. Habían aceptado el colegio único a cambio de la integración que
hubiera implicado que con la unión de Argelia a Francia la mayoría musul-
mana argelina —cuyo predominio no admitían— se convertiría en minoría
inmersa en los 40 millones de franceses. Al no haber integración el futuro se
les presentaba dudoso, principalmente porque el GPRA del FLN había acep-
tado, en principio, la negociación con Francia y por esa senda podían que-
dar descartados como factores de la ecuación argelina, y a merced de los
políticos, lo mismo que el ejército. La ira de los franceses de Argelia se sumó
a la cólera apenas contenida del ejército y el resultado fueron los disturbios
y “la semana de las barricadas” del Argel europeo con apoyo militar entre
el 24 y el 31 de enero de 1960, por las mismas fechas en que el desarrollo del
ELN le permitía unir el COM (Comité Operacional Militar) del Oeste con el
del Este para constituir un Estado Mayor General de la rebelión. El desespero
de los ultras, con o sin uniforme, contrastaba con la creciente consolidación del
FLN seguro ya de que la victoria solo era cuestión de tiempo.
DE GAULLE, el gran ilusionista, trataba de adaptar la realidad a su pro-
puesta del 16 de septiembre de 1959 e insistía en que aceptaba establecer
contactos con “la rebelión” como una organización de hecho para nego-
ciar un alto al fuego, pero que los representantes de la opinión argelina
serían solo los electos para el paso a la autodeterminación, es decir, no
solo el FLN sino los franceses, los musulmanes pro-franceses y el MNA. El
GPRA planteaba ir más allá de los aspectos puramente militares y condi-
cionaba el diálogo a que se le aceptara como interlocutor reconocido en
la discusión del futuro político del país. Durante meses las declaraciones
de ambas partes fueron exploratorias evitando parecer que se hacían con-
cesiones al adversario. Francia trataba de culpar al FLN de la prolongación
de la guerra pero la dirección argelina se atenía a sus principios. Jugando
con las palabras y su verdadero sentido, el 14 de junio de 1960, DE GAULLE
habló de una “Argelia argelina”, el nuevo nombre que pretendía darle
a su anterior proyecto de Estado asociado apenas retocado en algunos
puntos y lo propuso como base para la discusión con los “dirigentes de la
rebelión”. El resultado fue un primer encuentro de los negociadores de
ambos bandos en Melun, a 40 km de París, del 21 al 26 de abril de 1960,
pero las conversaciones se interrumpieron y no hubo más avance que el
hecho de la propia negociación.

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DE GAULLE que veía que ya la única opción era seguir insistiendo en ter-
minar la guerra mediante una paz negociada, sabía que el ejército y los
colonos se oponían, alarmados, a su política argelina que fue condenada
públicamente el 14 de septiembre por el general Salan con duras palabras.
Por esa razón consideró que para ir más allá necesitaba obtener el apoyo
mayoritario y expreso de la nación. El 4 de noviembre habló de la autode-
terminación de la “República Argelina, colectividad territorial” y convocó
a un Referéndum a celebrarse en enero de 1961 para que el pueblo se pro-
nunciara sobre el tema con su voto. Como resultado del viaje que realizó
a Argelia para explicar su posición el 9 de diciembre de 1960 los europeos
convocaron a una huelga general y se produjeron indignadas manifestacio-
nes integristas en Argel y Orán que, no por ya ser habituales fueron menos
violentas. A continuación, del 10 al 14 de diciembre de 1960 se produjo un
hecho nuevo e inesperado cuando, en reacción contra las brutales mani-
festaciones de los ultras, los argelinos ganaron las calles de las ciudades y,
se manifestaron en Argel, Blida, Orán, Annaba, Constantina y Tlemcen a
los gritos de ¡Viva Argelia independiente!, ¡Viva el FLN!. Los “activistas” y
los paracaidistas abrieron fuego contra las desafiantes multitudes árabes y
hubo cientos de muertos mientras el propio DE GAULLE lo veía todo desde
el helicóptero en que sobrevolaba Argel y Orán.51 ALAIN JACOB, al constatar
el cambio que se había operado de una Argelia a otra, explicó cómo aquel
súbito despliegue de banderas argelinas verdes y blancas, aquella multitud
gritando lemas a favor del FLN, la explosión de los sentimientos populares
de la manera más incontestable, todo eso redujo a la nada las elaboracio-
nes de la acción sicológica y desmintió escandalosamente los principales ar-
gumentos de las campañas publicitarias del gobierno. Fue un golpe contra
el mito de la pacificación y de la “fraternización”, un “verdadero Dien Bien
Phu sicológico” que desinfló toda la nueva propaganda gaullista y su falsa
“Argelia argelina”. No quedaba sino negociar.
Después de la aprobación dada por el 75 % de los votantes a la política
argelina del Jefe del Estado en el Referéndum del 8 de enero de 1961, se
reanudaron los contactos con el GPRA pero las negociaciones en sí se de-
moraron por la insistencia del ministro LOUIS JOXE de incorporar al proceso
al MNA en igualdad de condiciones con el FLN, lo que fue rechazado por
los revolucionarios. En febrero DE GAULLE envió a Suiza a dos negociadores
o emisarios, G. POMPIDOU y B. DE LEUSSE que se reunieron con AHMEN BOUMENDJEL
y BOULAHROUF. Se acordó efectuar negociaciones en Francia, las cuales se de-
sarrollaron en cuatro fases sucesivas, en Evian, Lugrin, Rousses y de nuevo
Evian y se extendieron 9 meses. Fue decisiva la fase de Rousses en la que

51
Molchanov, Nikolai: General de Gaulle, Ciencias Sociales-Progreso, La Habana-Moscú,
1990, p. 345.

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las partes fueron representadas por LOUIS JOXE, ROBERT BURON y JEAN DE BROGLIE
por Francia, y KRIM BELKACEM, SAAD DAHLAB y LAKDAR BEN TOBBAL por el FLN.
Los puntos más debatidos fueron el estatuto de la minoría europea, el
regateo francés por el Sahara que pretendían cercenar de Argelia y el
establecimiento de una tregua aceptable para ambos bandos. Por su parte
los generales Challe, Jouhaud, SALAN y ZELLER, negados a aceptar la realidad,
se volvieron a sublevar en Argel del 21 al 26 de abril de 1961. De su fracaso
se derivó la integración de muchos de sus mandos a la OAS, la Organización
del Ejército Secreto, organización terrorista de los ultras, que comenzó a
operar entonces mediante atentados y todo tipo de subversión en Argelia
y en la propia metrópoli.
Ante la delicada coyuntura DE GAULLE esbozó su posición en las declara-
ciones del 18 de julio y del 4 de septiembre de 1961: aceptaba el principio
de un estado argelino independiente que decidiera la cuestión mediante un
Referéndum de autodeterminación a realizar por “un poder provisional ar-
gelino” en el que podría participar el FLN. También mantenía su idea de una
asociación de ese estado con Francia y de no ser así, “los argelinos de origen
europeo y los musulmanes que quisieran seguir con Francia podrían ser rea-
grupados en una región determinada”, nueva amenaza de división del país
a modo de chantaje para “obtener garantías para los ciudadanos franceses”.
Sobre el Sahara aceptaba que fuera parte integrante de Argelia pero Francia
se reservaba “la libre explotación de los recursos energéticos descubiertos o
que se descubrieran”. Estos fueron los puntos a negociar con los argelinos
que se mantuvieron firmes pues sabían que el pueblo francés no quería ya
otra cosa que la paz para poner fin a una guerra injusta y cruel que ya Argelia
había ganado pese a las atrocidades y atentados de la OAS que llegarían a al-
canzar incluso al propio DE GAULLE. En noviembre de 1961 al llamado del FLN,
los musulmanes argelinos de la región parisina marcharon sobre el centro de
la ciudad chocando violentamente con la policía al punto de quedar muchos
cadáveres flotando en el Sena. La última conferencia de EVIAN se inauguró el
7 de marzo de 1962 y se extendió hasta el día 18, en que se lograron los his-
tóricos acuerdos de paz resumidos a continuación:
“Las negociaciones entre el Gobierno de la República y el FLN han llega-
do a la conclusión siguiente:

- Se darán por concluidas las operaciones militares y la lucha armada en el


conjunto del territorio argelino el 19 de marzo de 1962.
- Teniendo en cuenta que la formación, tras la autodeterminación, de un
Estado independiente y soberano parece ajustarse a las realidades arge-
linas y que en tales condiciones la cooperación entre Francia y Argelia
responde a los intereses de ambos países, el gobierno francés considera
junto con el FLN, que la solución de la independencia de Argelia en coo-
peración con Francia es la que corresponde a la situación.

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- En el Referéndum de autodeterminación, que tendrá lugar en un plazo
mínimo de tres meses y máximo de seis, después del alto al fuego, los
electores indicarían si querían que Argelia fuera independiente y en tal
caso si deseaban la cooperación de Francia y Argelia.
- Durante el período de transición la organización de los poderes políticos
comprendería: Un alto comisario depositario de los poderes de la Repúbli-
ca, en particular en materia de defensa, seguridad y mantenimiento del
orden en última instancia y un consejo ejecutivo provisional, cuya misión
sería la gestión de los asuntos públicos (dirección de la administración,
mantenimiento del orden, preparación de la autodeterminación)”.52

El 28 de marzo quedó establecido el Ejecutivo provisional presidido por


ABDERRAMAN FARÉS con diez miembros representando a todas las comunida-
des de Argelia, incluido MOSTEFAI por el FLN, que llevó a cabo sus funciones
en medio de grandes dificultades dadas por las condiciones del proceso de
transición en un país que trataba de recuperar la estabilidad. En la metró-
poli los electores votaron por última vez sobre la cuestión argelina el 8 de
abril de 1962 con un 90,7 % a favor, dejando atrás la pesadilla de la guerra.
Los argelinos se pronunciaron el 1ro. de julio en su Referéndum con un
99,7 % en masiva opción por la independencia mientras los colonos, co-
nocidos como pied noirs (pies negros) que debían definir su ciudadanía en
tres años, ponían sus blancos pies en polvorosa en el mismo 1962 huyendo
a Francia. El GPRA dirigido por BEN KHEDA y FERHAT ABBAS se estableció en Ar-
gel hasta que el ELN pudo entrar en la capital al mando del coronel HOUARI
BOUMEDIENNE e instalar en el poder al Buró Político encabezado por AHMED BEN
BELLA. El 20 de septiembre de 1962 se eligió una Asamblea Constituyente en
la que el GPRA declinó sus poderes y FERHAT ABBAS pasó a presidirla el día 25,
fecha en que fue proclamada la República Argelina. Al día siguiente AHMED
BEN BELLA fue electo primer ministro de la Argelia independiente al frente
de un gabinete de miembros del FLN-ELN, encabezando el nuevo Estado
durante los primeros años que siguieron al triunfo hasta el 19 de junio
de1965 en que el Consejo Revolucionario lo sustituyó por HOUARI BOUMEDIENNE
“para cumplir los objetivos de la lucha”.
En los años siguientes Argelia nacionalizó el petróleo y experimentó
una etapa de prosperidad y crecimiento económico. Pero a la muerte de
BOUMEDIENNE en 1978 le sucedió CHADLI BENDJEDID y el país, que venía sufriendo
las consecuencias de la caída de los precios del petróleo en la década de
1980, vivió a inicios de octubre de 1988, “días de graves desórdenes en” la
“capital y en otras zonas en protesta por la carestía de la vida que llevaron

52
Grimal, Henry: Historia de las descolonizaciones del siglo XX, IEPALA, Madrid, 1989,
pp. 388-389.

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al establecimiento del estado de sitio”,53 por esos actos que BENDJEDID calificó
de vandalismo. El 12 de octubre el presidente convocó a un referendo para
modificar la constitución y los soldados regresaron a los cuarteles “al tiempo
que el gobierno levantaba el estado de emergencia y el toque de queda” y
se volvía a la normalidad, pero “el gobierno confirmó que 180 personas
murieron” y “más de mil resultaron heridas”.54
Los cambios constitucionales aprobados en el Referéndum del 23 de fe-
brero de 1989 permitieron la legalización de la organización islamista Fren-
te Islámico de Salvación, FIS (14 de septiembre de 1989), que obtuvo amplia
votación en los comicios municipales de junio de 1990. Ante su presumible
victoria en la primera vuelta de las elecciones legislativas del 26 de diciem-
bre de 1991 (188 asientos), BENDJEDID dimitió y fue sucedido por un Alto Co-
mité de Estado (ACE) encabezado por MOHAMED BOUDIAF que anuló los comi-
cios, instauró el estado de emergencia el 9 de febrero y disolvió el FIS el 4 de
marzo.55 Como respuesta el Frente Islámico de Salvación pasó a una rebe-
lión abierta contra el gobierno mediante el terrorismo, lo que causó entre
100 000 y 150 000 víctimas mientras caía asesinado BOUDIAF el 29 de junio y
le sucedían ALI KAFI y luego el general LAMINE ZEROUAL el 30 de enero de 1994
al frente del ACE. La llegada al poder del excanciller argelino ABDEL-AZIZ
BOUTEFLIKA (nacido en 1935) en abril de 1999, re-electo desde entonces a la
presidencia de Argelia, hizo renacer las esperanzas de un restablecimiento
de la paz y el bienestar en el que es hoy el mayor estado de África.

El fin de los protectorados sobre Túnez y Marruecos

Los dos flancos de Argelia también fueron incorporados al imperio fran-


cés pero en calidad de protectorados, es decir, mediante la forma indirecta
de administración sobre las dinastías del Bey de Túnez (1881-1883) y del
sultán de Marruecos (1912). Eso determinó diferencias, al no quedar inte-
grados a Francia como los “tres departamentos” argelinos, pero también
similitudes como el establecimiento de una administración colonial apenas
diferente en esencia, y la formación de un ambicioso colonato europeo.
En el caso de Túnez, el antiguo asiento del imperio de Cartago rival de
Roma pasó a la dominación otomana hacia 1534 hasta que Francia le impu-
so el protectorado al Bey local mediante los tratados de El Bardo en 1881 y
La Marsa en 1883 que entregaban el poder real al Residente General fran-
cés. Alentados por la concesión de tierras a gran escala llegaron al país, ya

53
Granma, 7 de octubre de 1988, p. 4.
54
Granma, 13 de octubre de 1988, p. 6.
55
Dévoluy, Pierre y Diteil, Mireille: El polvorín argelino, Barcelona, 1995, pp. 101-122.

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delimitado en sus 163 610 km2, muchos franceses e italianos que integraron
el privilegiado sector europeo urbano y rural. Hacia 1908 el Movimiento
de los Jóvenes Tunecinos, inspirado en sus similares de Turquía, reclamó
reformas que devolvieran al Bey su autoridad y uno de sus fundadores,
SHEIKH ABDEL AZIZ TAALBI (o AL THALIB), formó en 1920 el Partido Constitucio-
nal Liberal o Movimiento Destour (constitución) que pedía un régimen de
autogobierno basado en una constitución y una asamblea legislativa.56 AL
THALIB fue forzado al exilio en 1923 y su movimiento fue casi desarticulado
dos años más tarde, mientras la joven generación demandaba una acción
política eficaz, por lo que en 1934 se fundó el Partido Neo-Destour (nueva
constitución) bajo la dirección de un joven abogado graduado en Francia,
HABIB BOURGUIBA. Con una concepción política más moderna dentro del na-
ciente nacionalismo árabe, la organización desarrolló una amplia campaña
de agitación que alarmó al gobierno y determinó el exilio de su dirigente.
Las relaciones entre Bourguiba y Francia se desarrollaron en una serie de
ciclos en zigzag según la tendencia política que gobernara en París. Así, al
triunfo del Frente Popular en París en 1936, Bourguiba pudo volver al país
y entablar negociaciones directas con las nuevas autoridades pero sin nin-
gún resultado valedero. El Neo-Destour extendió su influencia a todos los
rincones del país y se convirtió en una maquinaria poderosa capaz de llevar
a cabo con éxito una huelga general en 1938 que derivó en choques con
la policía, la promulgación de la ley marcial, el arresto de unos 200 líderes
nacionalistas y la disolución tanto del Destour como del Neo-Destour.

Figura 2.3. Bourguiba.

56
Nersesov, G. A.: Tunisia. En: U.S.S.R., Academy of Sciences, Institute of Africa, A History
of Africa, p. 100.

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Al caer Francia ante la Alemania nazi en junio de 1940, Túnez quedó bajo
una administración vichysta y fue escenario de la guerra hasta la derrota de las
fuerzas del eje en su territorio en 1943. Mientras el encarcelado BOURGUIBA
se negó en esos años a todo tipo de tratos con los fascistas el Bey MUHAM-
MAD AL-MONSIF fue acusado de colaboracionismo y los franceses lo sustitu-
yeron por su primo MUHAMMAD AL-AMIN. Por los decretos de 1943-1944, los
franceses habían incrementado su control del protectorado asignando al
Secretario General prácticamente todos los poderes que correspondían al
Soberano más el control de los Ministros, lo que coincidía con las aspira-
ciones del colonato aunque sin satisfacer su deseo de mayor participación
en la gestión pública. Esto lo consiguieron mediante las reformas de 1945
y 1947 que aumentaron su representación en el Consejo Supremo (cámara
consultiva) hasta igualar en número a los tunecinos. Otro tanto sucedió
con el propio gobierno del protectorado integrado en adelante por seis
ministros árabes y seis directores galos. No obstante, ante el resurgir de
las actividades de las fuerzas nacionalistas y la subsiguiente represión co-
lonialista HABIB BOURGUIBA se vio obligado a marchar a El Cairo en 1945 pero
su lugarteniente, SALAH BEN YOUSSEF, pudo permanecer en el país. El jefe de
la representación tunecina en el Consejo Supremo, TABAR BEN AMMAR, con el
apoyo de 80 personalidades, se animó a presentar a los franceses una peti-
ción para transformar la estructura Beycal en una monarquía constitucional
con autonomía efectiva. Ante la negativa respuesta de las autoridades colo-
niales, parte de esos moderados se pasó al Neo-Destour, reorganizado por
BEN YOUSSEF como Frente Tunecino que en agosto de 1946, en un congreso
de nacionalistas, se pronunció abiertamente a favor de la independencia.
Más tarde ese año, en una maniobra de los franceses, se formó un gabinete
dirigido por MUHAMMAD KAAK con más tunecinos pero todos designados por
su conocida moderación, acción en la que el Destour y el Neo-Destour se
negaron a participar. Reconocido como la fuerza principal del nacionalismo
tunecino, el Neo-Destour continuó creciendo en la etapa siguiente, incor-
porando a numerosas organizaciones profesionales, a la Unión General de
Trabajadores de Túnez (UGTT de Ferhat Hached, la Unión General de Agri-
cultores Tunecinos, la Unión de Artesanos y Comerciantes) estimándose su
militancia en medio millón de afiliados en un país de cuatro millones de
habitantes. BOURGUIBA pudo regresar de nuevo a Túnez en 1949 y en abril
de 1950 se trasladó a París para formular su “plan de siete puntos” para la
transferencia de la soberanía y el control ejecutivo a manos tunecinas, bajo
un gobierno responsable con un Primer Ministro designado por el Bey y una
Asamblea Nacional electa para redactar una Constitución democrática. En
respuesta, el 10 de junio el ministro de relaciones exteriores ROBERT SCHUMAN
pronunció un discurso favorable a los cambios solicitados y que, a la vez, ponía
fin a la política del residente MONS y declaraba que su sucesor, PÉRILLIER,
tendría por misión llevar a Túnez hacia la independencia. De inmediato se

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anunciaron reformas como la democratización de los municipios y el resta-
blecimiento de la “personalidad” del gobierno. En agosto de 1950 se for-
mó un nuevo gabinete con tantos ministros franceses como tunecinos con
MUHAMMAD CHENIK como ministro principal y SALAH BEN YOUSSEF como ministro
de justicia con el objetivo de lograr el restablecimiento de la soberanía tu-
necina por etapas y en cooperación con Francia.
Mientras CHENIK iniciaba negociaciones con el residente PÉRILLIER, la co-
munidad de colonos europeos, —aquí como en toda situación colonial en
que estuvieron presentes— pasó a convertirse en obstáculo principal de la
descolonización. Totalmente opuesta a las reformas, aplicó sus presiones y
movió sus contactos para impedir la implantación del sufragio universal y
del colegio único de votantes y así lograr mantener su “cogestión” en el poder.
La prensa metropolitana, los parlamentarios, los partidos de derecha y de
centro y hasta los jefes del ejército francés, que pensaban que con aquella
política Francia perdería a Túnez y Marruecos, se sumaron a la campaña y
lograron la retractación del gobierno que suspendió las negociaciones. La
indignación tunecina ante la palabra incumplida dio lugar a los motines
de Enfidaville el 25 de noviembre de 1950 y estalló en huelgas y demostra-
ciones hasta principios de 1952. Los colonos exigieron que se pusiera fin al
ministerio de CHENIK, “demasiado nacionalista” según el senador COLONNA y
se ratificara el pretendido derecho de su minoría (unas 180 000 personas)
a la soberanía conjunta sobre el país. El 15 de diciembre, las autoridades
francesas declararon que no se podía prescindir de la participación de los
colonos en las instituciones políticas y anunciaron el carácter “definitivo”
de los vínculos que unían a Túnez con Francia.
En febrero de 1952, el nuevo residente de Hauteclocque, arrestó a
BOURGUIBA (incomunicado en la isla de Galite), a CHENIK y a otros dirigentes
del Neo-Destour, ordenó operaciones de “limpieza” y, ante la ola de frus-
tración y violencia que sacudía a Túnez, impuso el control militar francés.
En abril, para llenar el vacío político, las autoridades decidieron plantear
una reforma que hablaba de la eventual autonomía sin mayores precisio-
nes, mientras el ilegalizado Neo-Destour llevaba su caso a El Cairo, a la Liga
Árabe y a la ONU. En dos ocasiones, en 1951 y 1952, Estados Unidos impidió
que el Consejo de Seguridad tratara la cuestión tunecina argumentando
que “el camino más prudente es dejar tiempo a las autoridades francesas y
tunecinas para que discutan y lleguen a una solución”. Pero en diciembre
de 1952 la Asamblea General votó dos resoluciones en ausencia de Francia
por las que se recomendaban negociaciones directas con los nacionalistas
y la implementación de instituciones libres en sus dos protectorados del
Magreb. El Bey se negó de inicio a firmar el citado decreto de reformas
pero cedió por esas mismas fechas cuando los franceses lo amenazaron con
la deposición, mientras el Neo-Destour rechazaba esas formulaciones que
eran un paso atrás con respecto a lo prometido. A la violencia revolucionaria

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de las fuerzas nacionalistas, los colonos reaccionaron formando una organi-
zación secreta, la Main Rouge (Mano roja), para tratar de sembrar el terror
entre los tunecinos llevando al país al borde de una guerra de liberación en
1954. Grupos de guerrilleros campesinos (fellagha) se alzaron en las mon-
tañas occidentales y en torno a Bizerta, los independentistas se desperdiga-
ron por el país y empezaron a caer soldados franceses.
Ante la situación de conflicto, el 31 de julio de 1954, el nuevo gobierno
de MENDÉS-FRANCE ofreció a los tunecinos la autonomía interna, dejando a
la metrópoli la defensa y las relaciones exteriores. París lo veía como una
vuelta al inicial tratado del BARDO o de KASSAR-SAID, pero BOURGUIBA lo acep-
tó solo como un paso hacia el restablecimiento pleno de la soberanía de
Túnez. En agosto se formó un nuevo gobierno encabezado por TAHAR BEN
AMMAR con nacionalistas moderados y tres miembros del Neo-Destour. Las
conversaciones, que comenzaron en septiembre en Cartago, estaban en un
punto muerto cuando cayó el gobierno de MENDÉS-FRANCE en febrero de 1955
pero fueron reanudadas al mes siguiente y se concluyeron con un acuerdo
final firmado en París el 2 de junio de 1955 bajo EDGAR FAURE. Un día antes
había hecho su entrada en Túnez HABIB BOURGUIBA que, ante la multitud que
le daba la bienvenida tuvo a bien declarar: “Esta no fue una victoria sobre
Francia, fue una victoria en Francia, con Francia”.57 Pero no obstante su
siempre moderado discurso, el líder del Neo-Destour no podía conformarse
con la autonomía, en febrero de 1956 Marruecos obtuvo el paso directo
a la independencia sin pasar por la fase autonómica, así que reclamó un
resultado similar.
Tras nuevas negociaciones se firmó el protocolo del 20 de marzo de 1956
mediante el cual se le concedía a Túnez “la independencia dentro de la
interdependencia libremente aceptada”, galimatías que cada parte enten-
dió a su modo. Para los tunecinos los convenios posteriores suscritos entre
1956 y 1958 entre los dos países terminaron de clarificar en lo diplomático,
militar, económico y político el sentido de esa estrecha relación. La Repú-
blica que proclamó al segundo año de independencia y al frente de la cual
estuvo por más de 30 años, fue clara evidencia en su proyección económica
y en sus relaciones exteriores, de la proximidad política que, pese los ro-
ces y hasta la temporal ruptura de relaciones con Francia por motivo de la
guerra de Argelia, mantuvo HABIB BOURGUIBA con la antigua metrópoli. Sucedido
en su senectud por ZINE EL-ABIDINE BEN ALI en 1987, Túnez vivió luego 24 años
de gobierno corrupto bajo este dictador hasta la rebelión que lo derribó a
inicios de 2011. La frágil democracia en construcción en ese país ha sido el
único fruto estable del terremoto político regional conocido como prima-
vera árabe.

57
Muller, Edwin: Bourguiba, líder tenaz de la convivencia, Selecciones, septiembre de
1958, p. 89.

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En el caso de Marruecos se perciben características muy especiales. En su
larga historia este país mantuvo una continuidad estatal que no pudieron
interrumpir ni los turcos en su conquista del Magreb en el siglo XVI, pues
nunca dominaron este sultanato que fue objeto, por su espléndida ubica-
ción y sus riquezas, de las ambiciones de las principales potencias imperiales
del siglo XIX. El litigio por su territorio figuró en los acuerdos y compensa-
ciones entre los estados que formaron los dos bloques que precipitaron al
mundo en la Gran Guerra y el incidente de Agadir estuvo cerca de adelan-
tar tres años ese cataclismo. Pero en marzo de 1912 Marruecos pasó final-
mente a ser, en su mayor parte, un protectorado francés, con un Residente
General que, como en Túnez, regía las relaciones exteriores, controlaba
la defensa y podía implementar las reformas que le vinieran en ganas. En
función de lo acordado con España en 1904, Francia aceptó que el esta-
do ibérico concretara sus anteriores zonas de influencia conformándose un
“Marruecos Español” en la costa norte, rodeando a Ceuta y Melilla. LYAUTEY
fue el primer residente francés y su permanencia hasta 1925 le imprimió un
sello personal a la dominación francesa, que hizo efectiva con sus campa-
ñas de ocupación y “pacificación” extendidas a todo el país e incluyeron la
colaboración con España para derrotar la formidable sublevación del Rif de
1921 a 1926 dirigida por ABDEL-KRIM.
La humillación sufrida por la población y el propio sultán, sometidos al
control exterior, perfiló el sentimiento de identidad en función del inicio
de la corriente nacionalista. Poco después se creó un “Comité de Acción
Marroquí” que pidió la limitación del protectorado en tiempo y funciones
y que fue disuelto en 1937, pero la propaganda contra el régimen colonial
ya no se detuvo. Durante la Segunda Guerra Mundial el país quedó bajo
una administración vichysta hasta fines de 1942 en que, tras el desembarco
aliado, pasó, no sin dificultades y regateos, a la Francia Libre. Por entonces
tuvo lugar la Conferencia de Casablanca del 15 al 24 de enero de 1943 entre
el premier inglés WINSTON CHURCHILL y el presidente norteamericano FRANKLIN
D. ROOSEVELT, a la que fue invitado CHARLES DE GAULLE el 19 de enero. En esa
ocasión el Presidente norteamericano alentó las esperanzas de un mayor
poder del sultán MOHAMED V para disgusto del dirigente francés que temía
una sustitución del predominio galo por el norteamericano en el futuro.
En concreto, durante una cena con CHURCHILL a la que fue invitado el sul-
tán, ROOSEVELT se pronunció contra los monopolios franco-británicos en las
colonias y por una “sana concurrencia”. En presencia del vichysta general
NOGUÉS, el Presidente norteamericano dijo que, tras la guerra, las empresas
de su país podrían ofrecerle condiciones más ventajosas al pueblo marroquí
que debería ser dotado de un gobierno “soberano”.58

58
Lacouture, Jean/Baumier, Jean: Le poids du Tiers Monde, p. 58.

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En diciembre de 1943 fue formado el Partido Istiqlal (Independencia)
sobre las bases del anterior Partido Nacional que en su manifiesto del 11 de
enero de 1944 pidió la libertad plena para Marruecos y un gobierno cons-
titucional bajo el sultán MOHAMED V que apoyó al movimiento nacionalista.
El 10 de abril de 1947 en un discurso en Tánger, el monarca se distanció del
protectorado e, ignorando a Francia, hizo el elogio de la Liga Árabe como
“único organismo capaz de ayudar por la vía del progreso moral a todos los
pueblos árabes, unidos por lazos indisolubles”. En respuesta Francia cam-
bió al residente ERIK LABONNE por el general JUIN, hombre de mano dura, en
mayo de 1947. En octubre el presidente AURIOL respondió negativamente a
la solicitud del sultán de modificar el tratado del protectorado y JUIN decidió
purgar de nacionalistas al Consejo de Gobierno.
El 26 de enero de 1951, le envió un ultimátum a MOHAMED V: o desautori-
zaba al Istiqlal o tendría que abdicar. Unos días más tarde los jinetes bere-
beres bajaron hasta Rabat y acamparon amenazadores ante sus muros para
presionarlo sin que los franceses movieran un dedo, obligando al sultán
a ceder. Los colonialistas franceses utilizaron siempre muy hábilmente las
contradicciones entre el modernizante programa del Istiqlal, organización
muy fuerte en las ciudades y sus nuevos sectores, y la conservadora direc-
ción de los grupos tribales, que se agruparon en torno a la figura de THAMI
AL-GLAUI, pachá de Marraquech y enemigo del sultán. También la comunidad
europea estaba incómoda ante la alianza nacionalistas-monarquía. A sus
peticiones urgentes de que MOHAMED V permitiera la cogestión “a la tuneci-
na” introduciendo en los consejos municipales la igualdad numérica entre
ellos y los marroquíes, este respondió ratificando sus aspiraciones a poner fin
al propio protectorado. La sangrienta represión contra la huelga general
del 7 de diciembre de 1952 repercutió en el exterior y la Asamblea General de
la ONU incluyó en sus debates el problema de Marruecos en ese mismo mes
por gran mayoría, incluidos los Estados Unidos, que ya desde ROOSEVELT eran
“sospechosos” de apoyar interesadamente el proceso de independencia. La
ONU recomendó a Francia que “favoreciera las libertades fundamentales
del pueblo marroquí” ampliando la audiencia internacional del conflicto.
Las tensiones entre las dos tendencias, entre las nuevas ideas y las tradicio-
nales, entre la minoría de colonos y la mayoría de la población e incluso
ciertos roces por la diversidad étnica árabe-bereber, se agudizaron en 1953.
El sultán seguía compartiendo los objetivos liberadores del Istiqlal y se ha-
bía negado a darle curso a varios dahirs o decretos promovidos en interés
de los franceses por lo que el poder colonial decidió marginarlo del juego
político.
En mayo de 1953, el Residente logró que un grupo de pachás y caídes
encabezados por AL-GLAUI, gran amigo de Francia y festejado por sus autori-
dades, lo apoyaran en la deposición del sultán. De nuevo muchos tribeños
bereberes, la tercera parte no lingüísticamente arabizada de la población

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del país, bajaron del Atlas a ocupar las calles de las principales ciudades del
país como Rabat, Casablanca y Fez. El 20 de agosto de 1953 el sultán fue
forzado a marchar al exilio a Córcega y luego a Madagascar, pero no ab-
dicó, mientras su pariente MOHAMED B. ARAFA era promovido al sultanato en
medio de la hostilidad general contra esta usurpación que se materializó
en dos atentados al sultán-títere (RABAT, septiembre de 1953 y MARRAKECH,
marzo de 1954). La situación se fue haciendo cada vez más tensa mientras
la violencia estallaba en distintas partes del país como parte de una etapa
de lucha armada por la independencia durante 1954 y 1955, y el apoyo a
los nacionalistas se generalizó de tal manera que el gobierno francés se vio
obligado a dar marcha atrás. El sultán títere debió renunciar y marcharse a
Tánger y el 5 de noviembre de 1955 MOHAMED B. YUSUF, o MOHAMMED V, más
popular que nunca, fue reconocido nuevamente como legítimo sultán de
Marruecos.
Las negociaciones entre las partes condujeron a una declaración con-
junta franco-marroquí el 2 de marzo de 1956 derogando el acuerdo de
protectorado de 1912 por obsoleto y reconociendo la independencia de
Marruecos tras 46 años de colonialismo en su variante de administración
indirecta. Un protocolo de esa misma fecha cubrió la fase transicional antes
de que otros acuerdos sobre los aspectos formales del traspaso, todavía por
negociar, pudieran hacerse efectivos. El sultán pasaba a tener ahora pode-
res legislativos plenos y los intereses de Francia estarían representados por
un Alto Comisionado sin otro poder que la representación diplomática. En
octubre Tánger, ciudad que había estado bajo un estatuto internacional,
fue devuelta al país y el 6 de noviembre de 1956 Marruecos se convirtió en
miembro de la ONU. Las negociaciones con Madrid sobre el protectorado
español culminaron en abril de 1958 con la devolución de la zona a la so-
beranía marroquí, salvo Ceuta y Melilla que desde 1995 son ciudades autó-
nomas del estado español; el pequeño enclave de Ifni no fue reincorporado
a Marruecos hasta 1969. El Grupo de Casablanca, formado en esa ciudad
marroquí por los cinco estados (RAU, Marruecos, Ghana, Guinea, Mali y el
GPRA –Argelia) que ratificaron su apoyo al gobierno legítimo del Congo del
3 al 7 de enero de 1961, diez días antes de que los secuaces de los poderes
coloniales asesinaran a Patricio Lumumba en Katanga, ilustra una de las
posturas más consecuentes de la política exterior del estado marroquí inde-
pendiente. La orientación política del sucesor de MOHAMED V, el rey HASSAN II,
fue muy conservadora hasta su muerte en 1999 cuando su hijo MOHAMED VI
se convirtió a su vez en monarca. Ante las manifestaciones de la primavera
árabe en febrero y marzo de 2011 en Marruecos el Rey prometió reformas
pero las ejecutadas han sido bastante modestas aunque oficializó la lengua
bereber junto al árabe.
Uno de los peligros mayores para las relaciones entre los estados del
continente son las reclamaciones territoriales que desconocen las fronteras

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dejadas por el colonialismo y que la Organización de la Unidad Africana es-
timó prudente congelar en 1963. Marruecos cuenta con 446 550 km2 pero
sus círculos gobernantes aspiran a más. En 1956 el Partido Istiqlal reclamó
la creación de un “Gran Marruecos” que, alegando razones históricas sobre
pasadas expansiones de estados que no siempre estuvieron centrados en su
territorio ni fueron creados por sus antepasados, debía incluir el suroeste
de Argelia, el Sahara llamado Español, y los territorios de Mauritania y el
Sudán Francés, hoy Mali. El gobierno del sultán MOHAMMED V, que reinó de
1927 a 1962 —salvo la usurpación de 1953 a 1955— reiteró estas demandas
en los años que siguieron a la independencia, creando un conflicto inter-
nacional que llevó a una crisis bélica con Argelia en 1963 y perdura has-
ta nuestros días por su ocupación de la RASD, República Árabe Saharaui
Democrática (proclamada el 27 de febrero de 1976) cuya independencia,
lamentablemente, Marruecos se niega a reconocer.

Marruecos contra la República Árabe Saharaui Democrática


(RASD)
Justo en los momentos en que Europa sentaba las reglas para el reparto
imperial de África, España procedió a la “ocupación efectiva” del territorio
del Sahara Occidental y se lo comunicó a las potencias el 26 de diciembre de
1884. De inmediato se inició la resistencia saharaui, objeto de varias cam-
pañas de pacificación que consiguieron mantener la colonia bajo control
ibérico. El impulso descolonizador de los pueblos liberados llevó el asunto
saharaui a la ONU y a la OUA que, en la década del sesenta aprobaron
varias resoluciones pidiendo el reconocimiento de la autodeterminación
e independencia del territorio, de 285 000 km2, y la organización de un
Referéndum. Por su parte, cuando el asunto se discutía en la ONU París y
Washington apoyaban a España absteniéndose o votando en contra de esa
consulta popular, los franceses por su interés en los yacimientos de fosfa-
to de Bu-Craa59 y Estados Unidos por los acuerdos de sus compañías para
la prospección petrolera. El 14 de septiembre de 1970 se efectuó en territorio
mauritano (Nouadhibou) una conferencia entre HASAN II de Marruecos, el
presidente HOUARI BOUMEDIENNE de Argelia y el presidente de Mauritania,
OULD DADDAH que creó una comisión tripartita para colaborar en la ace-
leración de la descolonización del Sahara e insistiendo en la celebración
del Referéndum, que España aceptó efectuar en fecha a discutir.60 Pero
Marruecos no ocultaba sus aspiraciones a anexarse el Sahara dentro del

59
Fernández Vera, Alberto: Historia en las arenas, p. 13.
60
Daoud, Z.: “Sahara espagnol”, Jeune Afrique, 29 de septiembre de 1970, pp. 29-30.

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“Gran Marruecos” esbozado desde su independencia en 1956 y afirmaba
que no debían votar solo los 60 000 habitantes que admitían los españoles
pues debía producirse un retorno masivo de refugiados desde su territorio
y el de Mauritania que cifraba en 290 000 personas. La amenaza de un
aluvión de dudosa nacionalidad que afectara el resultado de la discutida
consulta y el regateo sobre las condiciones de su celebración fueron desde
entonces constantes de la estrategia marroquí, que ni mencionaba a los
refugiados en Argelia.
La prensa internacional manejaba tres opciones para el futuro del país:
la independencia, su reparto entre Marruecos y Mauritania o su anexión
por el gran vecino del norte pero el 10 de mayo de 1973 fue creado el Fren-
te Popular para la Liberación de Saghia el Hamra y Río de Oro, Polisario,
para combatir por la independencia mediante la lucha armada a cargo del
Ejército de Liberación Popular Saharaui, fundado diez días después. El 8 de
julio de 1974 HASAN II ratificó sus alegados derechos sobre el Sahara Occi-
dental y habló de una movilización popular para recuperar los territorios
ocupados pero el 16 de octubre de 1975 la Corte Internacional de Justicia
de La Haya declaró que no existía ningún vínculo de soberanía entre el Sa-
hara Occidental y Marruecos o Mauritania. El Rey marroquí, en respuesta,
anunció el inicio el 4 de noviembre de la “Marcha Verde” para invadir el
Sahara Occidental y ocupar El Ayoun, su capital, por lo que España llevó el
caso al Consejo de Seguridad de la ONU. En la Junta de Defensa Nacional de
España el presidente ARIAS NAVARRO se pronunció por abandonar el Sahara
mientras el Jefe del Estado Mayor general FERNÁNDEZ VALLESPÍN y los ministros
militares rechazaron absolutamente una confrontación bélica con Marrue-
cos, olvidándose del proclamado carácter de “provincia española” asignado
al territorio. A fines de octubre, los militares rodearon de alambradas los
barrios árabes de El Ayoun a modo de campos de concentración consuman-
do su traición.
Para el Polisario ahora el enemigo principal pasaba a ser Marruecos,
mientras España, que había sembrado 60 000 minas en la frontera procedía
a retirarlas para abrir un pasillo a los marroquíes. El 6 de noviembre de 1975
la “Marcha Verde” cruzó la frontera saharaui mientras las tropas españolas
retrocedían sin oponer resistencia. El Consejo de Seguridad de la ONU ins-
tó a Marruecos a retirarse pero el 14 de noviembre se anunció el acuerdo
tripartito de Madrid por el que España traspasó sus poderes de potencia
administradora a Marruecos y Mauritania (que se retiró en 1979), que se
repartieron el Sahara Occidental. El 19 de diciembre 4 000 soldados marro-
quíes ocuparon El Ayoun mientras la resistencia a cargo de los guerrilleros
del Polisario les atacaban con morteros desde el barrio de Jatarrambla. El
26 de febrero de 1976 se retiraron los últimos funcionarios españoles po-
niendo ignominioso final a su dominación. Al día siguiente, el 27 de febrero
de 1976, fue proclamado el estado Saharaui bajo la denominación de RASD

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en territorio liberado, el cual formó su primer gobierno el 5 de marzo pero
Marruecos se ha negado a reconocerlo perpetuando su ocupación. En 1991
ambos bandos implementaron un cese al fuego y la ONU creó una fuerza
especial, la MINURSO, para efectuar el tan esperado Referéndum en 1992
pero las partes no llegaron a ningún acuerdo y el diferendo sigue pendien-
te hasta la actualidad.
En resumen, los saharauis consideran que los momentos fundacionales
del estado en armas surgido en el antiguo Sahara Español fueron la suble-
vación popular de Zamia el 17 de junio de 1970, cuando fue atacada una
manifestación pacífica y murieron 32 personas por oponerse a la proposi-
ción de integrar el territorio como provincia a España; la creación del Fren-
te POLISARIO el 10 de mayo de 1973; el inicio de la lucha armada diez días
después, cuando nació el Ejército de Liberación Popular Saharaui, y la funda-
ción de la República Árabe Saharaui Democrática, RASD, el 27 de febrero de
1976.61 Para los saharauis la lucha continúa.

La descolonización de Libia y Sudán


Libia es una encrucijada de caminos; es el paso del Medio Oriente al
África Magrebí que la incluye, pero también vía legendaria de las rutas
transaharianas hasta el corazón del continente. Con un vasto territorio
de 1 759 540 km2, su larga costa mediterránea de 1 850 km fue destino
de fenicios, griegos, cartagineses y romanos, y también de los turcos a
partir del establecimiento de su dominación en 1522. A inicios del siglo
XX la mayoría de la población libia, unas 600 000 personas, llevaban una
existencia nómada o semi-nómada encuadradas en tribus y clanes. El pa-
pel preponderante le correspondía a la cofradía musulmana Senusi y a sus
cuadros de mando que constituían la capa dirigente sobre todo al Orien-
te, en Cirenaica, donde sus zawiyas (núcleos de sus diversas actividades)
conformaban una suerte de estado dentro del estado en lucha contra los
otomanos.
Italia invadió el país en 1911 que le fue “cedido” mediante el Tratado de
Lausana pero solo pudo dominar la costa, dada la resistencia popular. En
1915 los jefes de las tribus de Cirenaica y la dirección de la cofradía Senusi
establecieron en Agedabia un gobierno local con un consejo consultivo de
notables encabezado por el emir IDRIS AS-SENUSI que pasó a encabezar esa
cofradía en 1918. Su autoridad fue aceptada también en 1922 por los líde-
res de Tripolitana, pero ese año tomaron el poder los fascistas en Italia y

61
Almeida Bosque, Juan: Algo nuevo en el desierto, p. 103. Ver: Cronología del conflic-
to del Sahara Occidental, 1884-1992, pp. 108-141.

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de inmediato iniciaron los preparativos para conquistar totalmente las tres
provincias libias de Cirenaica, Trípoli y Fezzan.
IDRIS AS-SENUSI emigró a Egipto a finales del año y el comando militar de
la resistencia pasó a manos de OMAR MUKHTAR, un sheik de la cofradía que
se convirtió rápidamente en una leyenda por su capacidad y prestigio en la
lucha contra el colonialismo. Las campañas de los italianos en el Occidente
y sur y en especial la de Graziani a través del desierto hasta el oasis de Kufra
en 1930-1931 arrinconaron a OMAR MUKHTAR contra las alambradas, siendo
capturado y ejecutado por los fascistas el 16 de septiembre de 1931. Las
pocas tierras útiles fueron confiscadas a la cofradía y entregadas a colonos
italianos que llegaron a sumar 110 000 (solo 12 % en los campos) en una
población que hacia 1939 se estimaba en 888 400 habitantes. La derrota de
Italia en la Segunda Guerra Mundial puso fin a ese despojo pero no trajo
de inmediato la libertad a los libios. Cirenaica y Tripolitania, que estaban
ocupadas por los británicos quedaron bajo su administración mientras los
franceses hacían lo propio en el Fezzan. Aprovechándose del resultado de
la guerra los Estados Unidos también mantuvieron tropas en Libia y estable-
cieron cerca de Trípoli la gran base de Wheelus Field.
Ya en octubre de 1939 se había efectuado en Alejandría una conferencia
de exiliados libios que llamó a nombrar a IDRIS AS-SENUSI, emir de toda Libia,
y al inicio de la posguerra el Comité de Liberación de Libia protestó des-
de El Cairo ante la Liga Árabe por el establecimiento de un nuevo poder
anglo-norteamericano sobre el país. A nombre del pueblo libio el Comité
demandó la plena independencia de Libia, su unidad desde las fronteras
de Túnez hasta las de Egipto y el desierto, y su entrada como miembro en
la Liga Árabe, petición que fue secundada por el Partido Nacional y otras
organizaciones nacionalistas dentro del país. El futuro de Libia quedó en
manos de la ONU, con serio peligro de división (acuerdo Bevin-Sforza, 7 de
mayo de 1949) entre las potencias ocupantes que luego optaron por propo-
ner una posposición de la independencia por una década bajo fideicomiso
de la propia Italia. La movilización popular de los libios forzó la retirada
formal de las potencias, tras el rechazo por la Asamblea General de la ONU
del citado plan Bevin-Sforza a fines de mayo de 1949 que fue celebrado con
manifestaciones de miles de personas en Trípoli y otras ciudades.
Las masas volvieron a las calles en noviembre demandando la libertad
del país en su marco tradicional, y ese clamor generalizado influyó en la
decisión tomada el 21 de noviembre de 1949 por la Asamblea General de
la ONU a favor de la independencia de Libia para enero de 1952. Unos
días antes, el 24 de diciembre de 1951, fue proclamado finalmente el Reino
Unido de Libia con una constitución federal y el emir IDRIS AS-SENUSI al frente
como rey IDRIS de Libia. El petróleo, buscado desde 1955 y encontrado a
partir de 1959 fue cambiando las características del país que dejó de figu-
rar entre los más pobres al pasar a ser un gran productor de oro negro. Un

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Golpe de Estado acabó con la monarquía el 1 de septiembre de 1969 y llevó
al poder al coronel MUAMMAR EL GADAFI que se declaró seguidor del naciona-
lismo árabe y proclamó a Libia parte indisoluble de la gran nación árabe.
También exigió de inmediato la salida de las tropas británicas y norteame-
ricanas y la devolución de sus bases y nacionalizó el petróleo iniciando así
una etapa marcadamente diferente en la historia del país.
Su filosofía quedó sintetizada en el Libro Verde62 presentando una ter-
cera vía entre el capitalismo y el socialismo a través de un Estado de las
masas, la Yamahiriyya, en el que las decisiones debían ser tomadas por las
asambleas populares sin la mediación de los partidos. A su favor se plantea
que “unificó Libia forjando un equilibrio inter-tribal que ha conducido al
surgimiento de una verdadera identidad nacional libia”.63 El petróleo per-
mitió la elevación del nivel de vida de la población y atrajo a decenas de
miles de emigrantes del mundo árabe y subsahariano. Su política exterior
cubrió diferentes etapas, en unas propuso la unión a sus vecinos árabes sin
que nada se concretara; en otras el África subsahariana pasó a primer pla-
no. Su objetivo en el Movimiento de los No Alineados era “presentar a la
URSS en igual plano que a Estados Unidos, como dos imperialismos”,64 tesis
que propuso en la cumbre de Argel en septiembre de 1973. La contribución
de GADAFI fue decisiva para impedir que los militares marxistas tomaran el
poder en Sudan en julio de 1971. Su discurso antimperialista traducido a
veces en actos que Occidente culpó como terroristas dieron lugar a un en-
frentamiento con Estados Unidos y Europa.
Finalmente, GADAFI (KADHAFI) permitió el regreso de las inversiones occi-
dentales en el petróleo y ya era visita frecuente en las capitales europeas,
cuando sobrevino lo que SAMIR AMIN llamó una serie de estrepitosas explo-
siones de cólera de los pueblos árabes65 en el norte de África. En esa ola
de rebeliones de 2011 conocidas como “primavera árabe” hubo de todo y
también un componente de injerencias extranjeras que en el caso de Libia
se concretó en la intervención de la OTAN en marzo que culminó con el
derrocamiento y muerte por linchamiento de KADHAFI a manos de sus ene-
migos el 20 de octubre de 2011. ¿Qué pasó realmente en Libia? Todavía
no está claro pero podemos darle la palabra a SAMIR AMIN, el decano del
pensamiento marxista en el Medio Oriente: para él “Libia no es ni Túnez ni
Egipto”; el gobierno de GADAFI “y las fuerzas que luchan contra él no tienen

62
Kadhafi, Moammar El: El libro verde. La solución del problema de la democracia.”El
poder del pueblo”, pp. 1-44.
63
Naïr, Sami: ¿Por qué se rebelan?, p. 116.
64
Granma, 26 de septiembre de 2014, p. 8.
65
Amin, Samir: ¿Primavera Árabe? El mundo árabe en la larga duración, p. 9.

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semejanza alguna con las que existen en Túnez y en Egipto”, y agrega que
“al operar en una sociedad todavía arcaica; GADAFI podía permitirse mante-
ner discursos sucesivos —sin gran alcance real— “nacionalistas y socialistas”
y después unirse al día siguiente al liberalismo”…“como si la opción del
liberalismo no tuviera efectos en la sociedad. Pero si los ha tenido” al punto
de que “ha agravado las dificultades sociales de la mayoría”. De esta mane-
ra “las condiciones estaban creadas para causar el estallido que conocemos,
aprovechado de inmediato por el islam político del país y por los regiona-
lismos” porque, según este prestigioso especialista egipcio “Libia nunca ha
existido verdaderamente como nación”. Sobre los oponentes “no se sabe
realmente quienes son”, “quizás haya demócratas ahí, pero ciertamente
hay también islamistas —y de los peores entre ellos— así como también hay
regionalistas”.
AMIN puntualiza que “desde su origen “el movimiento” asumió en Libia
la forma de una revuelta armada, abriendo fuego sobre el ejército, y no la
de una oleada de manifestaciones civiles” además de que “esta revuelta ar-
mada pidió de inmediato a la OTAN que acudiera en su auxilio. Ya estaban
creadas, pues, las condiciones para una intervención militar de las potencias
imperialistas”. ¿Para qué?: “el objetivo perseguido no es ciertamente la
“protección de los civiles”, ni la “democracia”, sino el control del petróleo
y la creación de una importante base militar en el país” aunque “las com-
pañías occidentales ya controlaban el petróleo libio, después que GADAFI se
hubiera unido al “liberalismo”. Si ya tenían el petróleo y buenas relaciones
con él ¿para qué derrocarlo? pues “porque con GADAFI uno nunca está se-
guro de nada ¿y si cambiaba de chaqueta y mañana introducía en el juego
a los chinos o a los indios?”. Pero, advierte, “hay algo más grave “… “Hoy
los Estados Unidos necesitan transferir a África el Africom (comando militar
de Estados Unidos para África)” y “La Unión Áfricana se niega a aceptarlo”
pero “un lacayo instalado en Trípoli (o en Bengasi) aprobaría, por supuesto,
todas las exigencias de Washington y sus aliados subalternos de la OTAN”.66
Este es un caso contradictorio en que las opiniones son tan diversas que no
coinciden ni siquiera en la apreciación de Libia como nación. Tras GADAFI no
vino la democracia sino la anarquía, y el país se ha precipitado en la ingo-
bernabilidad, dividido por facciones en guerra.
Sudán, con 2 505 813 km2 fue el país más grande de África hasta el 9
de julio de 2011 cuando el sur quedó oficialmente constituido y procla-
mado como estado aparte, restándole 644 329 km2. Ese inmenso espacio
concentra su larga historia en las riberas del Nilo Blanco y del Nilo Azul en
que se unen para seguir como Nilo en el punto donde está su actual capi-
tal, Jartum. El aporte negro-africano subió por aquí a nutrir la civilización
egipcia que, a su vez, usó este puente natural para irradiar sus influencias

66
Ibídem, pp. 39-40.

79

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hacia el sur, más allá de los pantanos, por las sabanas sudano-sahelianas. El
Sudán conoció muchos reinos y tras ser cristianos, abrazó el islam y se ara-
bizó en un proceso de siglos. Durante el siglo XIX el Egipto de MOHAMED ALI
fue conquistando el Sudán desde 1822 y medio siglo después sus fronteras
meridionales estaban en las tierras de los pueblos étnicamente nilóticos y
de religiones animistas, otro mundo. En 1881 MOHAMED AHMED IBN al SAYID
ABDULLAH se proclamó Mahdi y dio inicio a una campaña liberadora contra
los egipcios y los europeos. El mahdismo fue un notable ejemplo de resis-
tencia islámico-africana a las invasiones europeas que logró mantener su
independencia mientras las potencias se repartían el continente hasta la
derrota de 1898 frente a las tropas inglesas de Kitchener.
Al año siguiente quedó establecido el llamado condominio anglo-egip-
cio de Sudán, eufemismo que apenas ocultaba el total predominio de In-
glaterra en Sudán y en el propio Egipto. Dentro de sus fronteras la variedad
de etnias llegaba a más de 500 pero, en general, en el norte y centro se re-
conocían como árabes y arabizados mientras que en el sur predominan los
grupos nilóticos. A nivel del país se calculaba que, medio siglo después, los
musulmanes eran el 72 % de la población mientras los animistas llegaban al
27 % y los cristianos al 1 %, concentrándose estos dos últimos grupos en el
sur. Las misiones habían formado a la élite sureña donde primaban los cris-
tianos. El algodón fue el cultivo comercial asignado y dio grandes ganancias
a los ingleses a partir de la zona irrigada de Gezirah, entre los dos Nilo.
En 1924 se fundó el Movimiento de la Bandera Blanca, como primer bro-
te de nacionalismo. El sur, diferente —ni árabe, ni musulmán— desde 1930
fue administrado aparte del norte, como dos compartimentos estancos. Al
año siguiente ocurrieron huelgas en el Gordon College, en Jartum y en
1938 se fundó el Congreso de los Graduados con ISMAIL AL-AZHARI como secre-
tario general, organización que pidió en 1942 la creación de un organismo
autónomo que se encargara de conformar el presupuesto nacional. En el
año de 1943 se conforman las dos grandes organizaciones tradicionalistas,
el partido ASSHIGGA (“Hermanos de sangre”) que luego sería el Partido
Nacional Unionista, controlado por la tarica o cofradía Khatmiya, que había
servido en buena medida de apoyo interno a los británicos, mientras los an-
sar sufrían represión. Esta otra cofradía fue la fundadora del Partido Umma
o Nación, la otra gran formación política.
En una reunión clandestina de varios círculos marxistas en Jartum el 18
de agosto de 1946 se acordó fundar el Partido Comunista de Sudán bajo el
nombre de Movimiento Sudanés para la Liberación Nacional, MSLN. Al año
siguiente los comunistas lograron fundar un primer sindicato en el país,
en el sector ferroviario. Durante una conferencia en 1949 la organización
registró una lucha interna entre corrientes y según la versión oficial fue
“derrotada la tendencia oportunista”. Se le acusó de procurar “debilitar la
independencia política y orgánica del movimiento” “en medio del ascenso

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de la lucha antimperialista”. En 1950 se logró efectuar un primer congreso
del MSL, tomó cuerpo la importante Federación Sindical de Trabajadores de
Sudán (SWTUF), y se fundó el periódico del partido, Al Lima Alhamar, Ban-
dera Roja. Al año siguiente se celebró un segundo congreso y para 1956,
durante el tercero, se aprobó una resolución por la que la organización se
reconocía como Partido Comunista Sudanés, PCS.67 Con los años la organi-
zación llegaría a ser el más potente de los Partidos Comunistas del mundo
árabe y uno de los más importantes del Tercer Mundo.
En 1948 hubo cambios constitucionales. En junio una Asamblea Legislati-
va de 91 miembros sustituyó al Consejo Asesor de Sudán del Norte pero con
representantes de todo el país, incluido el sur. Sus miembros serían electos
bien directamente (10) o por dos etapas (58) mientras el resto sería desig-
nado por el gobernador (22). El Consejo Ejecutivo estaría integrado por 12
o 15 miembros, la mitad sudaneses. En realidad el gobernador conservaba
el poder de veto sobre toda la estructura lo que no satisfizo a nadie y las
elecciones fueron boicoteadas por todos los partidos salvo la Umma por lo
que hubo solo un 10 % de votantes. El 23 de noviembre de 1951 Jartum
fue sacudida por disturbios y ante el malestar de la población el gobierno
inglés propuso un nuevo proyecto de constitución. En diciembre la central
sindical cercana a los comunistas, la SWTUF, pudo efectuar su primer con-
greso; en ese mismo año fue fundado el Partido Frente Antimperialista, de
izquierda y al siguiente el Partido Nacional Unionista de la Kahtmiya queda
constituido bajo ese nombre mientras aparece también otro de derecha, el
Partido Republicano Socialista. En julio toman el poder en Egipto los Oficia-
les Libres que, a diferencia de la corrupta monarquía derrocada, favorecen
la autodeterminación del pueblo sudanés. Este cambio de política en uno
de los dos componentes del dúo formalmente rector del condominio puso
a los ingleses contra la pared. En febrero de 1953 se firmó un acuerdo an-
glo-egipcio que estipulaba un período de tres años hasta la independencia.
Los partidos tradicionales tenían sus propias estrategias. El Partido Umma
(Nación) optaba por la independencia dentro de la Comunidad Británica
mientras que el nacional Unionista, NUP, se pronunciaba por el autogo-
bierno en federación con Egipto. En el sur de Sudán fue fundado el Partido
Liberal como primera expresión organizada de la situación particular de esa
zona.
En las elecciones parlamentarias de noviembre de 1953 el NUP, Partido
Unionista Nacional, obtuvo la mayoría por lo que su líder, ISMAIL AL AZHARI, pasó
a formar gabinete. El 16 de agosto de 1955, en virtud del acuerdo de 1953,
el parlamento adoptó una resolución con respecto a la autodeterminación

67
Sánchez Porro, Reinaldo: “Perfil y trayectoria de los Partidos Comunistas del Medio
Oriente”. En: Estudios Históricos sobre el Medio Oriente, p. 78 y 83.

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de Sudán. En diciembre la dirección de los dos grandes partidos, NUP y
Umma llegó a un acuerdo para el establecimiento de un estado soberano.
En la última quincena de diciembre de 1955 la cámara baja del parlamento
sudanés aprobó la decisión de proclamar a Sudán República Independiente.
Las manifestaciones populares a favor de la independencia sin la unión con
Egipto hicieron que el NUP no insistiera en el asunto, más cuando entonces
se registraron las primeras demostraciones en el sur contra el “imperialismo
árabe”. El 1ro. de enero de 1956 Sudán pasó a ser independiente con ISMAIL
AL AZHARI al frente.
Pero los problemas continuaron, en especial las rivalidades entre los
partidos NUP y Umma, aparte del creciente descontento del sur, donde los
funcionarios ingleses fueron sustituidos por sudaneses del norte, árabes y
musulmanes. Los líderes políticos de un sur nilótico, animista y cristiano, se
pronunciaban por la autonomía provincial por la vía de la negociación. La
situación económica había empeorado por una mala cosecha de algodón y
surgió un diferendo con Egipto en la frontera. En las elecciones de 1958 el
NUP ganó la cuarta parte de los puestos, la Umma lo acusó de debilidad ante
el vecino del norte. AZARI perdió el gobierno y se formó otro de coalición
bajo ABDULLAH KHALIL, secretario general del Umma. Minado por las maniobras
faccionalistas, los votos comprados y las ambiciones personales el nuevo ga-
binete se reveló incapaz de resolver los problemas, mientras KHALIL firmaba
un Tratado de Asistencia con Estados Unidos en marzo de 1958 que el parla-
mento aprobó apenas, tras grandes debates. En Jartum se produjeron gran-
des manifestaciones antigubernamentales apoyadas por Egipto, que había
desatado una fuerte campaña contra el gobierno alineado de KHALIL. La crisis
terminó en un golpe militar el 17 de noviembre de 1958, el primero del África
independiente, que llevó al poder al general IBRAHIM ABBUD.
A menos de dos años de la independencia se pasó del régimen parlamen-
tario a la dictadura militar y el estado de emergencia. En 1959, mientras la
oposición pedía la dimisión de ABBUD, se produjeron tres intentos de golpes
de Estado para derrocarlo y después de un período crítico el propio dicta-
dor dejó el poder el 17 de octubre de 1964. Había nacido la llamada “Revo-
lución de Octubre” que, en un primer momento, mostró una tendencia de
izquierda. Por primera vez en la historia del país las fuerzas democráticas
gozaban de mayoría en el gobierno pues ocho ministros representaban al
Frente Profesional y uno, AHMED SULEIMAN, era del PCS. El ala derecha del ga-
binete estaba integrada por representantes del Partido Umma, el Partido
Unionista Nacional, NUP; la Hermandad Musulmana y el Frente del Sur. La
Hermandad Musulmana, que había cobrado gran influencia entre los sec-
tores políticamente más atrasados de la población, proclamaba como su
objetivo principal la lucha contra el comunismo.
Pero el 18 de febrero de 1965 el primer ministro KHATIM AL-KHALIFA renovó
el gabinete, dejó solo 4 ministerios a izquierda (3 al Partido Democrático

82

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Popular, 1 al PCS y ninguno a los profesionales) y pasó el control a la dere-
cha (3 a la Umma, 3 al Partido Unionista Nacional, NUP y 1 a la Hermandad
Musulmana). En las siguientes elecciones el Umma ganó 75 escaños de 173
y el NUP 53, por lo que formaron un gobierno de coalición dirigido por
MOHAMMED AHMED MAGHOUB, líder de Umma, con AZHARI, del NUP como presi-
dente y jefe de estado; el PCS, pese al hostigamiento ambiente, obtuvo 8
bancas. Maghoub quería desplazar al PCS del gobierno y aprobó un decreto
para excluir a los comunistas del parlamento. El 9 de diciembre de 1965 la
Asamblea Constituyente aprobó por mayoría de votos de la maquinaria tra-
dicionalista un proyecto de ley del gobierno que ilegalizaba las actividades
del PC. Esta ley permitió expulsar de la Constituyente a los diputados elegi-
dos en la candidatura del PCS. También quedaron prohibidos los periódicos
y revistas de ese partido, se cerró su Comité Central así como los Comités
de Distritos, se interrumpió el funcionamiento de sus círculos obreros y se
estableció pena de 5 años de cárcel por la propagación de ideas comunistas.
Pero MAGHOUB debió renunciar por divisiones en su partido Umma y el
premierato pasó a SADIQ AL-MAHDI que rechazó respetar la decisión de la Alta
Corte de Justicia contra la prohibición del PCS y la imposibilidad de elegir
a sus miembros al parlamento. En diciembre hubo un intento de Golpe de
Estado y muchos comunistas fueron arrestados y en mayo de 1967 cayó
SADIQ y MAGHOUB volvió a ser premier en otra pugna dentro del Umma que
se prolongó hasta formarse dos gobiernos en Jartum, uno de SADIQ y otro
de MAGHOUB. El mando del ejército se dirigió a la Corte de Justicia para que
estableciera cual era el gobierno legal, la corte apoyó la disolución del par-
lamento decretada por MAGHOUB y se convocó a elecciones. El resultado de
estas fue que el Partido Democrático Unionista (fusión del NUP y el PDP)
ganó 101 de los 218 escaños, la Umma tradicionalista de Sadiq 36 y la de
Maghoub 30, 25 los dos partidos sureños (los federalistas de la SANU y el
Frente Sureño). El Secretario General del PCS, ABDEL KHALIL MAGHOUB, ganó
un puesto como independiente y pasó a ser ministro de salud del nuevo go-
bierno en el que ISMAIL AL AZHARI se vio forzado a aliarse con los tradicionalis-
tas de la Umma y darle de nuevo a MOHAMMED AHMED MAGHOUB el premierato
en medio de una situación económica deprimida por la caída del algodón
en el mercado mundial por la competencia de las fibras sintéticas. Los go-
biernos subían y bajaban solo preocupados por las luchas interpartidarias
por el poder sin resolver los acuciantes problemas del país y, mientras, el
conflicto del sur se iba agravando. El oscurantismo y el fanatismo políti-
co-religioso iban ganando terreno mientras se reprimía a la izquierda, que
era la ventana a la modernidad y al progreso; con todo ese descontento de
fondo se produjo un Golpe de Estado .
El 25 de mayo de 1969 un grupo de 9 oficiales —el Consejo de la Revolu-
ción— bajo la dirección del general GAAFAR AL NUMEIRY derrocó al régimen tra-
dicional de AZHARI-MAGHOUB para formar “el gobierno más auténticamente de

83

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izquierda que ese país haya conocido jamás”.68 Con NUMEIRY como presidente
del consejo de la “revolución de mayo”, ministro de Defensa Nacional y co-
mandante en jefe de las fuerzas armadas, el nuevo poder tenía como rostro
civil a un jurista demócrata de formación inglesa, ABU BAKAR AWADALLAH, que
ejercía como premier y ministro de relaciones exteriores. El hombre fuerte del
régimen era un militar de academia, nieto de un muezzin de mezquita, con
las dos cicatrices verticales de su tribu en los pómulos que se describía como
“un socialista moderado que cree en el nacionalismo árabe”. El gobierno de-
signado contaba con solo dos militares entre sus 21 miembros, 9 de ellos pro-
venientes del Partido Socialista Sudanés formado tras la prohibición del PCS
cuyo presidente AMINE AL TAËR CHIBLY era el ministro de justicia, y tres ministros
eran conocidos comunistas. Había dos exministros de AZHARI y dos cristianos
del sur. AWADALLAH declaró la voluntad de estrechar relaciones con Egipto y
afirmó que “nuestro arabismo no se opone a nuestro africanismo. Los dos se
complementan mutuamente” mientras NUMEIRY, al hablar sobre la pacifica-
ción del sur fue terminante: “puedo decir” que “el sur es parte integrante de
Sudán”.59 NUMEIRY se entusiasmó con la idea de unir Sudán a una federación
árabe con Egipto y Libia y, de entrada, propuso al PCS y a la Unión Socialista
Árabe la participación en el gobierno mediante la constitución de un Frente
Nacional progresista de tendencia socialista. Por otra parte fue desechada
la tentativa de los dirigentes de la Umma de instaurar un estado islámico.
En respuesta se produjo en marzo de 1970 un alzamiento armado del imán
AL-MAHDI con la ayuda de los Hermanos Musulmanes y organizaciones de ex-
trema derecha, contra el gobierno del Frente Nacional que fue aplastado por
NUMEIRY. Destruido el intento de la derecha, las dificultades afloraron dentro
del propio gobierno por las diferencias de criterios y proyectos a largo plazo
entre el PCS y el jefe del gobierno, inquieto por la participación y el dinamis-
mo de los comunistas en la dirección de la vida política. La influencia del PCS
en Jartum en particular y en la sociedad sudanesa en general no era nada
nuevo pero nunca antes había sido tan fuerte.
En realidad el PCS, activo en toda la evolución política del país, era una
fuerza creciente dentro de Sudán desde antes de la independencia. SAMIR
AMIN dice que el PCS había tenido éxito en ganarse a buena parte de la
sociedad moderna del país. Los sindicatos obreros (empezando por los
ferroviarios) aunque resultaban minoritarios en el conjunto de la sociedad,
tuvieron la importancia de defender los derechos sociales del sector laboral
en su conjunto y los derechos democráticos de la población. Así ganaron

68
Schwartz, Berthe: “Les nouveaux maîtres du Soudan”, Jeune Afrique, 9-15 de junio
de 1971, p. 30.
69
Íbidem: pp. 30-33. Todas las citas de este párrafo provienen de este artículo.

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apoyo e influencia entre los campesinos de las regiones modernizadas por
los sistemas de riego como los arrozales de Gezirah, ya dentro de una eco-
nomía agrícola capitalista, las organizaciones femeninas en su lucha contra
la opresión patriarcal, las federaciones estudiantiles y juveniles y los profe-
sionales que fueron organizados por el PCS en sindicatos, y, muy importan-
te, la labor dentro de la oficialidad del ejército. Esa capacidad de captación
dentro de los nuevos sectores explica, para AMIN, porqué la dictadura del
general ABBUD, que contaba con el apoyo británico, fue derrocada en 1964
pero no por un contragolpe de Estado sino por una enorme movilización de
las masas que los oficiales se negaron a reprimir.
El historial del PCS registró altas y bajas en la lucha en medio de la acti-
vidad de los “tradicionales partidos oscurantistas y serviles a la potencia co-
lonial (Ansar y Ashigga)”, con el “apoyo casi incondicional de los Hermanos
Musulmanes y de los diplomáticos del Egipto nasseriano y de la Libia del
Kadhafi”, todo ese heterogéneo “bloque reaccionario, oscurantista y “na-
cionalista” (considerado antimperialista sin mayores matices) y la opinión
occidental” aliados en contra de “la fuerza más democrática del país”:70 el
PCS. Durante estos años de lucha el PCS siempre consiguió mantenerse, re-
montar la pendiente y hacer retroceder a ese bloque reaccionario en cada
una de sus limitadas y frágiles victorias pero, de los Hermanos Musulmanes
a Gadafi, todas esas fuerzas aguardaban el momento de destruir a la más
pujante fuerza política radical de África. El PCS era reconocido en la prensa
como “la organización numéricamente más potente de la izquierda”71 y se
estimaba que era “muy popular y bien implantado en los medios urbanos
sobretodo”. 72 Su ejemplo era un peligro latente que había que eliminar.
Los 15 millones de habitantes del país estaban a punto de experimentar
un momento decisivo en el rumbo de su gobierno pero los acontecimientos
ocurrieron, fundamentalmente, en sus dos ciudades gemelas: la capital, Jar-
tum, que contaba 173 000 habitantes mientras que, del otro lado del Nilo la
vieja Omdurman sumaba 185 000.

Los tres días que estremecieron a Jartum


En noviembre de 1970 las diferencias dentro del Consejo del Comando
Revolucionario se hicieron públicas cuando tres oficiales que habían figurado

70
Amir, Samin: “Conflictos políticos y luchas sociales en los países árabes. Avances revo-
lucionarios a partir de derrotas traumáticas”. En: El mundo árabe, raíces y complejida-
des de la crisis, pp. 165-166.
71
Lawnis, A.: “Soudan, les exiles du Caire”, Jeune Afrique, 21 de abril de 1970, p. 23.
72
Lawnis, A.: “Soudan, au-delà des nationalisations”, Jeune Afrique, 9 de junio de 1970,
p. 28.

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en el grupo dirigente del golpe de 1969 fueron demovidos de sus puestos de
mando y privados de sus cargos en el gobierno bajo la acusación de participar
en actividades subversivas. NUMEIRY anunció que ellos habían ignorado las de-
cisiones del CCR, por seguir las orientaciones del PCS, creando un grupo opo-
sitor dentro del ejército. El PC calificó a esta acción contra los oficiales progre-
sistas como la “continuación lógica de la creciente tendencia de un sector de
los dirigentes del nuevo régimen a negar los principios democráticos, minar
el movimiento obrero independiente e intensificar el apoyo en el aparato
castrense-policial”. El CCR se contuvo por todo un semestre de atacar a los
comunistas hasta marzo de 1971, cuando NUMEIRY anunció que el movimiento
sindical dejaría de ser un baluarte de los comunistas para pasar al control del
régimen. Al mismo tiempo quedaron prohibidas las organizaciones de masas
juveniles, femeninas y de profesionales cercanas al PCS. También planteó la
formulación de una Carta Nacional como marco para la proyectada forma-
ción de la Unión Socialista Árabe, partido acorde con el “socialismo árabe”
de NASSER que absorbería a los demás, incluido el PCS.
En efecto, fueron liquidados los sindicatos obreros, las asociaciones de
campesinos y las de estudiantes y jóvenes de izquierda y sustituidas por otras
creadas por decreto y subordinadas al aparato militar burocrático. Después
de esta declaración pública de NUMEIRY fueron arrestados el Comité Central
y todos los dirigentes del PCS, pero el partido siguió funcionando bajo otros
cuadros clandestinos y, según algunas fuentes, se impartieron instrucciones
para dar un golpe revolucionario contra las posiciones de NUMEIRY antes de
que continuara anulando a la izquierda. El golpe militar que se planeó con el
apoyo de los comunistas y de grupos de militares disidentes, contó entre sus
jefes a los tres oficiales destituidos de sus puestos en noviembre de 1970, dos
de los cuales debían regresar de Londres. El tercero, el mayor HISHAM AL ATTA,
sorprendió a NUMEIRY y al CCR el 19 de julio de 1971 en una reunión en el Pala-
cio Presidencial y los detuvo junto con un grupo de oficiales que rodeaban al
presidente. Todo ocurrió en 45 minutos, no se derramó sangre y ATTA nombró
un Consejo Revolucionario de siete miembros de mayoría comunista como
nuevo poder nacional. BABIKER AL NUR sería el presidente, ATTA el vicepresiden-
te y el comandante FAROUK U. HAMDALLAH, el primer ministro. ATTA se dirigió al
pueblo por la radio de la capital proclamando el “fin de la dictadura de un
individuo” y el establecimiento de un régimen “democrático” respaldado
por las “fuerzas nacionales y populares”. Dijo que los presos políticos habían
sido liberados y que las cuatro organizaciones procomunistas prohibidas por
NUMEIRY habían sido restablecidas. ATTA prometió conceder la autonomía a las
poblaciones del sur de Sudán, proclamó la república “democrática e indepen-
diente”; “Por primera vez” comenta el autor, unos “dirigentes comunistas
habían tomado el poder en un país africano importante”.73

73
“Le Soudan, les communistes et le monde árabe”, Jeune Afrique, 3 de agosto de 1971,
p. 19.

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Pero los oficiales leales a NUMEIRY reaccionaron casi enseguida con un
contragolpe el 22 de julio, rodeando el Palacio y liberando a su líder ileso
y listo para la venganza, mientras detenían a ATTA y sus partidarios. La
intentona izquierdista había sido abortada en menos de tres días pero
había costado la vida a 38 oficiales numeirystas detenidos, que fueron fu-
silados en los momentos finales del breve intento. Quedaban los otros dos
líderes del golpe, el teniente coronel BABIKER AL NUR (presidente) y el mayor
F. UTHMAN HAMDALLAH (premier), que estaban regresando en avión desde
Londres a Jartum para unirse a ATTA en la formación del nuevo gobierno
revolucionario. Pero ahí intervino GADAFI. Los aviones Caza libios, con los
datos suministrados por la seguridad del Reino Unido, interceptaron al
avión de línea británico —de la compañía BOAC con 109 pasajeros— en
que viajaba el dúo y lo obligaron a aterrizar en Trípoli. Allí el gobierno
libio los detuvo: “El “presidente provisional” fue arrestado por las autori-
dades de Trípoli. Algunos instantes más tarde Nemeiry retomó el poder en
Khartoum”, (Jartum).74 De inmediato GADAFI los entregó a la represalia del
gobierno repuesto en Sudán y, tras un breve juicio militar, ambos fueron
ejecutados.
Según SAMIR AMIN el PCS “no orquestó un golpe militar (que fue fatal),
como se suele decir” sino que fue el general NUMEIRY quien “puso en mar-
cha un golpe militar respaldado por la alianza reaccionaria, los diplomá-
ticos egipcios y libios, los Hermanos Musulmanes, los Estados Unidos y la
Gran Bretaña”; pero “en el propio ejército todos los oficiales estuvieron en
contra del golpe” y entonces fueron “los oficiales comunistas y cercanos
a estos, los nacionalistas progresistas” “quienes, sin dificultad, aislaron y
detuvieron” a NUMEIRY. “Detrás de este éxito se hacía inminente un retorno
al gobierno civil, democrático; el papel del Partido Comunista se vio refor-
zado”. Pero ocurrió “un tercer contragolpe militar reaccionario, en esta
ocasión con la intervención directa de potencias extranjeras y el Kadhafi”(o
Gadafi) que “anuló la perspectiva democrática”.75
El papel jugado por los regímenes de GADAFI y de SADAT estaba claro para
la prensa de aquellos años: el titular de la portada que la revista parisina
Jeune Afrique dedicó a estos sucesos rezaba: “Derribado el 19 de julio por
una junta procomunista, el general EL NEMEIRY ha sido salvado tres días
más tarde por sus aliados árabes”;76 por su parte el periodista africano Jean
Pierre N’Diayé resumió que “los insurgentes contaban gobernar con los

74
Ídem.
75
Amin, Samir: “Conflictos políticos y luchas sociales en los países árabes. Avances revo-
lucionarios a partir de derrotas dramáticas”. En: El mundo árabe, raíces y complejidades
de la crisis, pp. 165-166.
76
Jeune Afrique, No. 552, 3 de agosto de 1971.

87

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comunistas. La intervención de Libia y de Egipto, que temían la instalación
en Sudán de un gobierno comunista, salvó a Nemeiry”77. Sobre GADAFI, es-
pecíficamente, CHRIS KUTSCHERA en un artículo titulado “El Golpe de Estado
“boomerang”, asegura que el dirigente libio le había dicho unos meses
antes al general NUMEIRY: “Tú no sabes tratar con tus comunistas; es necesa-
rio que los golpees si no quieres ser devorado por ellos”. En su opinión el
dirigente de Libia “no podía tolerar la existencia de un régimen comunista
sobre el flanco de su país”.78 En esta ocasión las potencias occidentales se
mantuvieron en un segundo plano dejando el primero para el gobernante
libio y su colega egipcio, entonces debutante en su empeño de frenar y
dar marcha atrás a lo mejor del nasserismo. Según MUDDATHIR ABDEL RAHIM el
“presidente NEMERY recibió un fuerte apoyo del presidente SADAT de Egipto
y la alianza de Sudán, Egipto y Libia se hizo aún más cercana hasta que las
relaciones empeoraron en 1972”.79
Lo que siguió fue la represión sangrienta de todas las fuerzas progresis-
tas, la depuración del ejército y una regresión política y social dada la incli-
nación a la derecha ya antes mostrada por NUMEIRY que en esta coyuntura
inició su larga deriva hacia el islamismo. El gobernante culpó del golpe al
PCS, lo tachó de “Partido de Agentes Extranjeros” y se dedicó a liquidarlo.
Su CCR encarceló a más de mil comunistas y militares disidentes, fueron fusi-
lados otros diez oficiales de izquierda y ahorcados los dirigentes comunistas
ABDEL KHALIL MAGHOUB, secretario general del PCS, JOSEPH GARANG, miembro del
Buró Político del PCS y ministro para los asuntos del sur y el líder de la Fe-
deración Sindical de Trabajadores de Sudán, SWTUF y vicepresidente de la
Federación Sindical Mundial, SAHFI AHMED AL SHEIKH, entre otros. En medio de
una cacería de brujas en que se exigía a los ciudadanos su denuncia pública,
los comunistas de filas fueron duramente perseguidos, despedidos de sus
puestos y señalados en una lista negra, privados hasta del derecho a pen-
sión. Mientras se atacaba a los comunistas por su “ateísmo importado y sus
programas anti-islámicos”80 NUMEIRY siguió hablando por un tiempo de crear
una democracia “socialista árabe” en Sudán pero ya eran solo palabras y
terminó asumiendo todos los poderes y enrumbando hacia el islamismo.
Según SAMIR AMIN “la derrota del intento de detener la contrarrevolu-
ción” de NUMEIRY allanó el camino para un régimen que asoció a las dicta-
duras militares con los islamistas, pero pese a la barbarie del régimen, los

77
N’Diayé, Jean Pierre: “Soudan: deux civilisations, un pays”. En: Jeune Afrique, 31 de
marzo de 1973, p. 42. Las fuentes no coinciden en la escritura del nombre de Numeiry.
78
Jeune Afrique, 3 de agosto de 1971, p. 23.
79
Abdel Rahim, Muddathir: Africa South of the Sahara, 1973, Sudán, p. 856.
80
Domínguez, Zelmys y Peña, Alejandro: Sudán, pp. 76-78.

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sectores más modernos de la sociedad constituyeron un frente de resisten-
cia “más pasivo que activo” e “ignorado por los “amigos de la democracia”
de Occidente”. La interminable guerra del sur y la proliferación de otros
conflictos centrífugos al este del país y en Darfour al oeste son “el precio
que el pueblo sudanés ha tenido que pagar por la derrota de sus logros
revolucionarios”, por el “asesinato de la democracia sudanesa”.81 Los ofi-
ciales revolucionarios de Sudán no consiguieron retener el poder como sus
similares de Afganistán en abril de 1978, que lo lograron tal vez con menos
organización de las masas que el PCS pero en un contexto bien diferente,
junto a la Unión Soviética, lo que fue de inicio su ventaja pero que a la larga
no impidió un desastroso final en 1992.
En 1989 otro Golpe de Estado llevó al poder al teniente general OMAR
BASHIR que acentuó la orientación islamista de Sudán y, por ende, la oposición
de las provincias del sur al control por parte de su gobierno islamizante.
Tras una segunda y sangrienta guerra de dos décadas y tres años de
negociaciones, se llegó a un acuerdo en enero de 2005 entre los rebeldes sure-
ños, dirigidos por JOHN GARANG y su Ejército Popular de Liberación de Sudán,
SPLA, y el gobierno central. GARANG pasó a la vicepresidencia del país pero
murió en un accidente y le sucedió SALVA KIIR; según lo acordado el sur autó-
nomo debía decidir en un Referéndum si quería o no la separación total. En
efecto, el 99 % de los sureños votó en enero de 2011 por la independencia
que fue proclamada el 9 de julio de 2011 con SALVA KIIR MAYARDIT (nacido en
1951, de etnia dinka) como Presidente y Jefe de Estado y gobierno; y con
RIEK MACHAR (de etnia nuer), su principal rival, como vicepresidente. El joven
estado de Sudán del Sur, en medio de una disputa fronteriza con Sudán por
el petróleo de un área en litigio, se vio envuelto en una creciente pugna
étnica interna que condujo en 2014 a la muerte de miles de personas y un
millón de desplazados entre sus 11 millones de habitantes y que continúa
ensangrentando al país.

81
Amin, Samir: “Conflictos políticos y luchas sociales en los países árabes. Avances revo-
lucionarios a partir de derrotas dramáticas”. En: El mundo árabe, raíces y complejidades
de la crisis, p. 166.

89

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CAPÍTULO 3

El proceso de liberación
del África Subsahariana

África Occidental hacia la independencia

De cómo Costa de Oro fue Ghana


En la década de los años 50 del siglo XX la Costa de Oro, que en breve
sería Ghana, se convirtió en el patrón de prueba del proceso descoloniza-
dor en África. Como publicaba en 1953 el propio Ministerio de Colonias
británico “la Costa de Oro es un tema de conversación que causa sorpresa y
despierta interés en los barrios sórdidos de Johannesburgo, entre las tribus
que rodean a Nairobi y están ansiosas de tierras, y en Uganda donde los
habitantes alimentan antiguos resquemores y sospechan de todos nuestros
movimientos. Si fracasa el experimento de la Costa de Oro, habrá muerto
en África una gran esperanza. Si prospera, podremos sumar al mundo polí-
tico un continente más, susceptible de ser nuestro amigo.”Aparte del tono
paternalista y el prejuicio de la duda, ese texto admitía que los cambios en
marcha en esa colonia concentraban la atención de los pueblos del conti-
nente a los que todavía se les negaba esa posibilidad.
La actual Ghana es un estado de dimensiones modestas (238 537 km2)
densamente poblado y con gran diversidad de comunidades étnicas per-
tenecientes en su mayor parte a la familia sudano-guineana. El grupo
más numeroso, el de los Akan, engloba etnias diversas (Ashanti, Kumasi,
Kwahu, Akim, Fanti, Ahanta, Wazaw, Nzima) que predominan en el sur,
que viene a ser la tercera parte del país y concentra los dos tercios de la
población. Manipulada por los británicos la contradicción entre los Fanti
de la costa y el poderoso reino Ashanti al interior, signó buena parte de la
historia del territorio. El grupo Gouang está formado por tres conjuntos
étnicos (Gondja, Abeassi y Brong) en el centro, que es el mismo grupo al
que pertenecen los Ewé, al sudeste, en la zona de Accra. El tercio norte
está ocupado por pueblos de la familia voltaica (Dagomba, Mamprussi, Si-
sala, Dagari, Wala) cercanos a los Gourounsi de Alto Volta (Burkina Faso).
Aparte del inglés, hoy oficial, la lengua gha, hablada en la región de Accra
es la más extendida por el país como lengua de comunicación, pero

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también son muy utilizados el fanté, el ewé, el twi, el hausa, el dagbani
y el nzima.82
Por entonces al centro predominaban los cultos tradicionales animistas
(48 % del total); al sur, la zona más trabajada por las misiones protestantes
y católicas, el cristianismo (40 %) y en el norte el Islam (12 %) en una po-
blación que sumaba 4 500 000 habitantes hacia 1953. A las tradicionales
jerarquías tribales se habían unido los nuevos sectores: la burguesía rural
productora de cacao y sus empleados agrícolas, la burguesía urbana de co-
merciantes y de profesiones liberales, maestros y clérigos y un incipiente
proletariado de las minas, puertos y transportes, con sus encontradas vi-
siones y puntos de vista: la conservadora de los viejos valores de tendencia
aristocrática y la de los nuevos partidos con un esbozo de proyecto nacional
receptor de un abanico de ideologías democráticas.
Los siglos de la trata de esclavos iniciaron la relación con los europeos
que culminó con la dominación británica. Aquí surgió la Confederación
Fanti intento modernizador abortado por los colonialistas en 1871, aquí se
publicaron los primeros periódicos y se formó el Congreso Nacional del Áfri-
ca Occidental Británica en 1920 y entraron los primeros africanos al Consejo
Legislativo primero por designación y luego por elección restringida. Esa
tradición pionera del África Occidental se acentuó tras la Segunda Guerra
Mundial en la próspera Costa del Oro…y del cacao, con sus ricas plantacio-
nes en su mayoría de propiedad africana que producían la tercera parte
de la producción mundial, comprada por la Unilever para las firmas choco-
lateras Cadbury y Fry a través de la United Africa Co. En 1955 la Costa de
Oro exportó mercancías por valor de 96 230 000 de libras esterlinas, de las
cuales las dos terceras partes provenían del cacao. Ese año las rentas públi-
cas de la colonia sumaron 235 millones de libras esterlinas, con un ingreso
per cápita mayor de 50 libras esterlinas obtenido sin la mediación ni el obs-
táculo de los colonos y sus intereses pues aquí los europeos no pasaban de
10 000 incluyendo la administración, los empresarios y el ejército.83 El terri-
torio estaba compuesto de la Colonia de la Corona propiamente dicha, que
era una franja de selva cálida y húmeda de cara al océano y sus puertos:
Accra, la capital colonial, Cape Coast, Sekondi Takoradi, Elmina; y al norte
los territorios bajo protectorado: la confederación Ashanti con su capital
real, Kumasi, a caballo sobre la meseta interior; y los Territorios del Norte,
parte de las soleadas sabanas sahelianas pero también de los valles de los
ríos que forman el sistema fluvial del Volta que vertebra todo el país por el
este. Tras la Primera Guerra Mundial se agregó, como cuarta zona al este, la
parte del Togo “alemán” que había ocupado Inglaterra.

82
Van Chi-Bonnardel, Regine: Grand Atlas du Continente Africain, p. 168.
83
Brady, Thomas, Ghana: Nueva nación de África, Selecciones, marzo de 1957, p. 74.

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Toda esa diversidad había sido de escasa importancia práctica mientras los
ingleses monopolizaban los puestos de los consejos legislativos (LEGCO) y eje-
cutivo (EXCO) y el conjunto de la administración. Pero desde 1925 la llamada
constitución Guggisberg permitió que, entre los miembros no oficiales de esos
órganos consultivos, estuvieran no solo los jefes sino algunos representantes
de la intelligentsia electos por esa misma élite reducida, jugando a la rivalidad
entre jefes y capas medias. OFORI ATTA, jefe de AKIM ABUAKWA, que durante 30
años fue miembro del LEGCO (1914-1944) instó a los jefes a rechazar el prin-
cipio de la elección de miembros a esa instancia consultiva. Después de la ex-
pansión económica en los años 20 con la extensión de los cacaotales por el sur
y el centro del país sobrevino la depresión por el crack de 1929. Fue entonces
cuando las tendencias reformistas ganaron impulso y apoyos durante los años
30, lo que se acentuó con el esfuerzo y la propaganda de guerra y la experien-
cia ganada por los soldados del país enviados a los frentes de África Oriental y
Birmania. Tras la Segunda Guerra Mundial el gobernador A. BURNS redactó una
nueva ordenanza constitucional en marzo de 1946 aceptando una mayoría
africana en el Consejo Legislativo (21 africanos y 10 europeos) y la introducción
en el Consejo Ejecutivo de tres africanos junto a 8 europeos. Además, colocó
a la región Ashanti bajo la jurisdicción del LEGCO contribuyendo a unificar al
país más allá de la Colonia del Corona pero privilegiando a los jefes incluso por
el sistema de sufragio limitado que se empleó. Esto ya no satisfacía a los nue-
vos sectores políticos que criticaron con fuerza unas reformas no consultadas
salvo con algunos jefes y que no implicaban un avance hacia el autogobierno
al dejar las decisiones en manos inglesas. Ya no era el momento de los partidos
de élite, más bien clubs de debate intelectual sin vínculo con las masas, con sus
pronunciamientos siempre británicamente correctos y en su lógica.

Figura 3.1. Consejo Legislativo de Costa de Oro.

93

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Había aparecido una nueva generación educada por las misiones al
nivel primario o medio, de empleados, maestros, comerciantes, periodistas,
gente nueva que aspiraba a un nacionalismo más radical y menos compro-
metido con el sistema que los había sumido en una crisis de la que eran res-
ponsables las compañías comerciales del monopolio colonial. Lo que BURNS
había pensado para una etapa más o menos larga quedó pronto superado
por los acontecimientos. En agosto de 1947 el recién creado partido Con-
vención Unida de la Costa de Oro o UGCC (United Gold Coast Convention)
del Dr. JAMES B. DANQUAH (1895-1965), un abogado moderado hermano de
OFORI ATTA, pidió a Londres una transformación más rápida del estatuto que
regía el país. Esta organización había invitado a un joven graduado en uni-
versidades de Estados Unidos e Inglaterra, que acababa de jugar un brillan-
te papel en el V Congreso Panafricano de Manchester en octubre de 1945
a integrarse a la dirección del UGCC como secretario general. Se trataba de
KWAMEH NKRUMAH (1909-1972) surgido de una misión católica y maestro en
ella, graduado en el Achimota College y docente hasta que había partido
al extranjero a estudiar en 1931, un fogoso exponente de la aludida nueva
generación. Él y DANQUAH eran la personificación del contraste entre el radi-
calismo y la moderación, y cuando NKRUMAH fue hacia las bases para formar
un partido de masas unido al movimiento sindical comenzaron los choques.

Figura 3.2. Kwameh Nkrumah.

El malestar iba en aumento en el país y fue madurando un movimiento


masivo contra el alto costo de la vida, que incluyó huelgas en demanda de
mayores salarios y un mejor precio para el cacao y pronto adquirió su pro-
pia dinámica. En enero de 1948 fue organizado un boicot a los productos
europeos en Accra por parte de un jefe menor y a la vez comerciante de

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origen sierraleonés llamado NII BONNE que tuvo apoyo y fue tan efectivo que
el gobierno terminó bajando los precios.84 Pero coincidió que el día acordado
para esa rebaja, el 28 de febrero de 1948, cuando las autoridades esperaban
que cesara el boicot, ocurrió algo mucho más grave. Los soldados desmovili-
zados de la guerra que no habían recibido ni paga, ni pensión, ni compen-
sación y estaban desempleados realizaron una manifestación pacífica hasta
la residencia del gobernador en Accra para presentarle sus demandas. Ya
en el centro la policía les cerró el paso con barreras, llovieron las piedras y
un oficial de policía inglés disparó matando a dos veteranos e hiriendo a
otros cinco. La reacción popular fue inmediata y las cosas se salieron de con-
trol cuando en el centro de la ciudad multitudes indignadas comenzaron
a saquear y quemar las tiendas europeas. Los desórdenes se extendieron a
otras ciudades durante varios días y la represión sumada del ejército y la
policía elevó el número de víctimas fatales a 29.85 Se ha dicho que en esos
críticos momentos NKRUMAH telegrafió a Londres por su cuenta, pidiendo el
autogobierno, el envío de una comisión para la formación de una asamblea
constituyente y asegurando que el comité ejecutivo de la UGCC estaba dis-
puesto a hacerse cargo del gobierno provisional. Sorprendido por los he-
chos, el gobierno mandó arrestar a NKRUMAH, a DANQUAH y a otros cuatro de
los líderes principales del UGCC aunque ninguno de ellos tuvo nada que ver
con lo sucedido. Como solía ocurrir entonces la policía dijo haber descubier-
to un complot comunista aunque la UGCC era bien conocida por su aversión
a la izquierda y, aún más, a los comunistas. La tesis del complot descubierto
no prosperó y los dirigentes fueron liberados por falta de pruebas, todos
molestos con NKRUMAH y decididos a frenarlo; pero ya ellos y el líder iban a
dos velocidades distintas y sobrevino el rompimiento.
Ante los sucesos y atendiendo a las recomendaciones de la Comisión
Watson el gobierno determinó crear otra comisión in situ de 39 miembros
para revisar la Constitución de 1947 compuesta solo por africanos bajo la
presidencia de un juez local que le dio nombre, la comisión Coussey, que
integró a casi toda la dirigencia de la UGCC. Retractándose de pronuncia-
mientos anteriores, Danquah publicó un escrito, Amistad e Imperio, en el
que sostenía que el Reino Unido había asumido una posición diferente
frente a la problemática colonial y recomendaba no insistir en una inde-
pendencia inmediata sino pedir “autogobierno en nuestra época”. Tras ser
liberado, NKRUMAH marcó distancias con la UGCC y se entregó de lleno a la
captación de amplios sectores en función de un nuevo proyecto político de
alcance nacional, supratribal y panafricano bajo el nombre de Partido de la

84
Davidson, Basil: Modern Africa, (Gold Coast upheavals. Ghana takes shape), p. 142.
85
Time, “Ebullición en la Costa de Oro”, Selecciones, septiembre de 1953, p. 125.

95

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Convención del Pueblo, CPP (Convention People´s Party) fundado en junio
de 1949. Esta organización, que se propuso extender a todo el país pese a
su diversidad, proclamó la independencia como objetivo en un programa
que rechazaba todas las formas de opresión nacional y racial, la explota-
ción capitalista y el imperialismo. Nkrumah se declaró socialista y se dedicó
a vincular a los sindicatos (Trade Union Congress, TUC), las organizaciones
juveniles y femeninas y de todo tipo para crear un movimiento de masas
bajo la orientación del CPP. En sus mítines por todo el territorio enfatizaba
que todas las demandas económicas podían alcanzarse previa conquista del
poder político y en ese orden, liquidando el “analfabetismo político”.
En respuesta al insuficiente resultado de la Comisión Coussey publicado
en octubre de 1949, que en su diseño de texto constitucional no alteraba
la esencia del vínculo colonial, el CPP y la Central de Trabajadores (TUC),
fundada en 1945, convocaron a una asamblea representativa del país el 20
de noviembre de 1949. Allí tomaron parte sindicatos, cooperativas, asocia-
ciones, organizaciones culturales, juveniles y femeninas hasta sumar más
de 500, que rechazaron la proposición de la Comisión Coussey y pidieron el
inmediato otorgamiento del status de Dominio para la Costa de Oro. Las
enmiendas constitucionales que aprobaron a ese fin fueron enviadas por
la asamblea al Consejo de Jefes y al Secretario de Colonias Británico que
las rechazaron. Entonces el CPP lanzó su campaña de Acción Positiva bajo
la consigna de “Autogobierno ahora” e hizo un llamado al pueblo convo-
cándolo a una campaña de desobediencia civil apoyada por la Central de
Trabajadores que llamó a la huelga general. El paro laboral comenzó el 8
de enero de 1950 con notable éxito y fue seguido por un boicot a los pro-
ductos ingleses. El gobernador reaccionó con violencia y terror policial a las
acciones pacíficas de los movilizados y, al tercer día de la huelga, decretó el
estado de emergencia lo que provocó detenciones, choques y las primeras
víctimas, incluidos policías. En la nueva ola represiva fueron detenidos los
dirigentes del CPP y de la Central de Trabajadores y el 21 de enero el propio
NKRUMAH. Esta persecución reforzó al apoyo popular al CPP y en agosto de
1950, en el acto por el primer aniversario de la fundación del CPP se enar-
boló la bandera roja, amarilla y verde, proclamada enseña nacional.
El gobierno inglés, ante el estado de insubordinación popular y confron-
tación que vivía su antaño colonia modelo, decidió abandonar la represión
y retomar el camino del diálogo. En Londres fue aprobado el proyecto cons-
titucional de la Comisión Coussey con algunas enmiendas y la nueva Cons-
titución fue promulgada el 30 de diciembre de 1950. El texto reconocía el
principio de elección popular y el LEGCO pasaba a ser una Asamblea Nacio-
nal con representantes de todo el país junto a los de los intereses europeos.
Sus 75 miembros africanos resultarían elegidos por sufragio tanto direc-
to como indirecto por la designación de los consejos territoriales. El EXCO
pasaba de órgano consultivo a consejo de gobierno de tipo ministerial

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presidido por el gobernador y con tres ministros ingleses —Defensa,
Hacienda y Justicia— junto a ocho africanos electos entre los diputados.
DANQUAH tuvo que admitir que en dos años se había logrado lo que la India
había demorado 25 en conseguir. En medio de la lógica expectativa fueron
convocados los comicios en el entendimiento de que bajo la nueva constitu-
ción se podría llegar escalonadamente y por etapas, a la autodeterminación
e incluso, más adelante, a la independencia.
Las elecciones de febrero de 1951 resultaron una contundente victoria
para el CPP que, con solo 20 meses de vida, obtuvo casi todos los votos
en Accra y 34 de los 38 escaños rurales y municipales, más algunos de los
designados para lograr una clara mayoría. El nuevo gobernador Sir CHARLES
ARDEN-CLARKE se percató de que NKRUMAH y su partido tenían al pueblo detrás
y lo liberó de la prisión pues también había sido electo. En breve, dio un
segundo paso y lo llamó a ocupar un puesto en la administración con fun-
ciones parecidas a las de un premier. NKRUMAH aceptó, continuaron las con-
versaciones y el 2 de marzo de 1952, ya creado ese cargo, KWAMEH NKRUMAH
se convirtió en Primer ministro de la Cosa de Oro, primer africano en asumir
un cargo semejante en el Imperio Británico para esperanza de los pueblos
subsaharianos e indignación de los racistas y colonialistas. Su primer discur-
so fue conciliador: “Soy un amigo de Gran Bretaña; lo que deseo para Costa
de Oro es la condición de Dominio dentro de la Comunidad Británica de
Naciones”. Pero todavía el gobernador mantenía poderes decisivos como
el de veto sobre los acuerdos de la Asamblea, aparte de encabezar el go-
bierno. Aún subsistía la dominación colonial y la independencia quedaba
como objetivo indeclinable de la nueva etapa de lucha de NKRUMAH y el CPP,
la de la “Acción Táctica”, cuidando de no antagonizar con el Imperio ni sus
intereses hasta obtenerla. El pueblo no esperaba otra cosa y se movilizaba
principalmente en las ciudades en apoyo a la causa liberadora. La Asamblea
Legislativa pidió al gobierno inglés en mayo de 1953 que elevara al parla-
mento británico la ley sobre la proclamación de Costa de Oro como estado
soberano dentro de la Comunidad Británica de Naciones o Commonwealth.
En abril de 1954 entraron en vigor nuevos cambios constitucionales que
establecían la plena autonomía interna, última etapa antes del traspaso del
poder. Pero ese paso tampoco fue fácil pues las jefaturas tribales y todos
los que se sentían desplazados como interlocutores de la administración
por el empuje renovador del CPP trataron de dividir el frente común y de
mostrarse como alternativa. Para eso contaban con el apoyo de elementos
separatistas y etnistas, que en su estrecho egoísmo de grupo recelaban del
proyecto incluyente de nación a consolidar que proponía el CPP. Se forma-
ron varios partidos políticos y se entabló una fuerte disputa sobre la futura
estructura del Estado. La jerarquía entorno al Ashantehene o monarca de
los Ashanti quería un estado federal y amenazaba con desmembrar el país
en miniestados y algo similar ocurría con los jefes del norte musulmán y su

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Congreso de los Pueblos del Norte. KOFI BUSIA, el dirigente del Movimiento
de Liberación Nacional, Partido de los Ashanti, voló a la capital inglesa a
pedirle a las autoridades que no se apresuraran en la concesión de la inde-
pendencia.
El gobierno británico alentaba esas fuerzas centrífugas tal como ocurri-
ría después en casos similares y pensó que unos nuevos comicios servirían
para medir el poder de la oposición con la esperanza de debilitar al CPP.
Pero no lo consiguió y del total de 107 escaños el CPP ganó 71 en 1954 y 72
en julio de 1956 por lo que la oposición regionalista y tribal amenazó con la
secesión. De nuevo NKRUMAH se mostró conciliador y se introdujeron nuevos
cambios en la constitución añadiendo cámaras regionales con una anexa
para los jefes en las cinco zonas que integraban Costa de Oro. El 18 de sep-
tiembre de 1956 la Asamblea Legislativa fue informada de que Londres le
concedía al país la condición de Dominio del Imperio bajo el deseado nom-
bre de Ghana y se fijó la fecha del 6 de marzo de 1957 para la proclamación
de la independencia. Ese día, en solemne ceremonia Ghana completó el
proceso para pasar a ser el primer país descolonizado del África Negra y
su triunfo incuestionable sirvió de catalizador para movimientos similares
en todo el continente. Firme en su panafricanismo KWAMEH NKRUMAH, quien
fue sin dudas el principal teórico propiamente africano de esa corriente
política, declaró que la libertad de su país no estaría completa hasta que se
lograra la de toda África. Para llevar su ideal a la práctica reunió en la ca-
pital, Accra, primero a los pocos países ya independiente en abril de 1958 y
luego en diciembre, en el histórico momento de impulso radicalizador que
fue la All African People’s Conference (Conferencia de todos los pueblos de
África), a los movimientos de liberación nacional del Congo, Argelia, Ango-
la, Camerún, Kenya y tantos otros, a los que ofreció un sostenido apoyo y
un ejemplo que solo pudo interrumpir el Golpe de Estado que lo derrocó
el 24 de febrero de 1966.

Evolución de Nigeria
El territorio de Nigeria, el estado más poblado de África (22 000 000 de
habitantes en 1946; 38 000 000 en 1960, 174 500 000 en 2014), tomó su ac-
tual forma a finales del siglo XIX cuando Inglaterra acordó sus fronteras con
las potencias coloniales vecinas. En sus 923 768 km2 se reúnen una variedad
de etnias, lenguas y religiones tan amplia que resulta sorprendente inclu-
so en un continente tan heterogéneo como África. Los Yoruba impusieron
su autoridad a las poblaciones del área selvática del suroeste y fundaron
poderosos reinos, con ciudades como Oyo, Ifé y Benin exponentes de una
civilización muy original que ejerció su influencia hasta la actual Ghana.
Debilitados por rivalidades y luchas internas que exacerbó la trata de escla-
vos sus dominios se dividieron en el siglo XIX antes de caer ante el avance

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de los conquistadores fulani o peuls, llegados por el norte. En el sudeste
predominaba el bloque étnico Ibo que no alcanzó una organización políti-
ca estable, y al noroeste se desarrollaron las siete ciudades Hausa, ga-
nadas por el Islam desde el siglo XV, que fueron conquistadas a principios
del siglo XIX por OSMAN DAN FODIO al mando de la invasión fulani que después
avanzó sobre las ciudades yoruba antes de desintegrarse en emiratos inde-
pendientes que Inglaterra fue sometiendo. Yorubas, Ibos y Hausa-Fulanis,
sumados, conforman los dos tercios de la población del país y habrían de
prevalecer en sus respectivas zonas.
En 1900 el gobierno británico organizó oficialmente este territorio com-
puesto por la colonia de Lagos, los protectorados del sur y el protectorado
de la región norte que a partir de 1914 fue denominado “colonia y pro-
tectorado de Nigeria”. LORD LUGARD, primer gobernador general, desarrolló
aquí el llamado modelo indirecto de dominación colonial, ya practicado
en la India por los británicos, que no eliminaba sino que subordinaba a los
gobernantes autóctonos a la autoridad de funcionarios europeos, sateli-
zándolos. En Nigeria ese sistema acentuó los particularismos étnicos y re-
gionales profundizando la contradicción entre el norte musulmán y feudal
y el sur múltiple, animista y cristiano, dividido pero más abierto a la moder-
nización. A partir de 1922 un reducido grupo de votantes pudo elegir a tres
miembros por Lagos (y uno por Calabar) al Consejo Legislativo; solo cuatro
africanos en ese órgano consultivo de europeos que únicamente tenía que
ver con los territorios del sur. Herbert Macaulay, que representaba a la élite
de Lagos, logró que su Partido Democrático Nacional de Nigeria —nombre
ambicioso para una organización local— ganara esos puestos hasta 1939.
El proceso de descolonización de Nigeria fue bastante similar al expe-
rimentado por las otras colonias británicas de África Occidental en la pos-
guerra. Siguiendo los pasos de Costa de Oro, estos procesos consistieron en
negociaciones que condujeron a una participación africana cada vez mayor
mediante cambios constitucionales, elecciones, períodos de autonomía in-
terna y, finalmente, una independencia pactada con la dirigencia de los
partidos nacionalistas. Pero en Nigeria tuvo sus particularidades.
El primer paso fue la Constitución Richard de 1946. Este gobernador creó,
por primera vez, un consejo legislativo para todo el país que siguió siendo
consultivo y solo contó con dos africanos designados. Pero lo distintivo fue
que dio a Nigeria una organización de tipo federal, con consejos al nivel
de las provincias suroeste, norteña y sureste, reforzando el regionalismo y
favoreciendo la formación o desarrollo de partidos a ese nivel. Los tres prin-
cipales han sido el Consejo Nacional de Nigeria y el Camerún, NCNC (Natio-
nal Council of Nigeria and Cameroon), veterana organización nacionalista
fundada en 1944 por HERBERT MACAULAY y el Dr. NAMDI AZIKIWE, con apoyo en
el sureste e implantado en Lagos y en el norte entre los Ibo migrantes; el
Action Group creado a partir de la asociación cultural Descendientes de

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Oduduwa y del Movimiento Juvenil Nigeriano en 1950 por el jefe OBAFEMI
AWOLOWO de los Yoruba, en el suroeste; y el Congreso de los Pueblos del Nor-
te, NPC (Northern Peoples´s Congress) esencialmente musulmán y conser-
vador, nacido en 1951 por iniciativa de Sir AHMADOU BELLO, descendiente de
OSMAN DAN FODIO, a partir de una asociación cultural fundada en Zaria en 1940
por el Dr. R. A. DIKKO. Esta última organización prevaleció sobre la NEPU,
Unión Progresiva de Elementos Norteños (Northern Elements Progressive
Union) fundada en 1950 por AMINU KANO y sus intenciones modernizado-
ras.86 Igualmente regional fue el UMBC, Congreso Unido de la Franja Media
(United Middle Belt Congress) formado ya en 1955 a partir de la unión de
dos movimientos anteriores de la Nigeria central.
El especialista nigeriano KALU EZERA considera que desde entonces la es-
cena política de Nigeria ha estado dominada por los nacionalismos tribales,
dificultando la formación de una conciencia nacional supratribal. La Cons-
titución Richard fue cuestionada por lo poco que concedía. Al decir del jefe
H. O. DAVIES hablaba mucho de discusión pero nada acerca de la participa-
ción africana en la gestión de sus propios asuntos, ni mostraba la menor
intención en ese sentido. A continuación se vivió una etapa decisiva con las
sucesivas constituciones Macpherson de 1951 y Lyttleton de 1954 que intro-
dujeron el principio de la representación parlamentaria a través del sufragio
directo y ampliaron la representación africana. El Consejo Legislativo, com-
puesto por una mayoría de europeos designados dio paso a una cámara
de representantes electos mientras el consejo ejecutivo se convirtió en un
gabinete de ministros parcialmente responsable, todo sujeto al veto del
gobernador. La Constitución Macpherson estableció un gobierno federal
para todo el país con sede en Lagos pero al mismo tiempo transformó los
consejos regionales en parlamentos, cada uno de los cuales eligió su propio
gobierno regional. La presión nacionalista condujo en 1954 a la aprobación
de la Constitución Lyttleton que fortaleció los poderes del gobierno y del
parlamento federal con una tardía intención centralista que ya no podía
contrarrestar el poder alcanzado por las tres regiones. En 1954 Nigeria se
convirtió en una Federación de tres estados dotados de amplia autonomía
en agosto de 1957 (el norte solo en marzo de 1959) cuando se crearon el
cargo de primer ministro y un senado. En las elecciones de 1959 se afirmó
claramente la condición tripartita del país, al reiterarse el éxito de los tres
principales partidos regionales. Tres años antes se descubrieron yacimientos
de petróleo en el sur, principalmente en el sureste (80 %) y centro, lo que
aumentó el interés de las potencias y de las transnacionales en la región.
Sorteando rivalidades y contradicciones se logró la independencia el 1ro. de
octubre de 1960, “Año de África”. El primer ministro del país, Sir ABUBAKAR
TAFAWA BALEWA, del Partido norteño NPC, ya ejercía el cargo desde su designación

86
Davidson, Basil: Modern Africa, (Nigeria: giant on the move), p. 139.

100

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por los ingleses en 1957 como una forma de hacer viable la Federación
para sus conservadores coterráneos y contrarrestar el discurso político más
innovador del sur. Los sultanes y emires musulmanes agradecían así su su-
pervivencia bajo la administración indirecta a Gran Bretaña integrando
una derecha tradicionalista coincidente con los intereses de Londres. OBAFEMI
AWOLOWO, el expremier de la Nigeria Occidental de predominio Yoruba, en-
cabezaba la oposición al frente del Action Group, mientras Namdi Azikiwe,
“Zik”, del NCNC (siglas que para esa fecha correspondían al Consejo Nacional
de Ciudadanos de Nigeria) era el premier de la Nigeria Oriental, controlada
por los Ibo.87
El nuevo estado africano, miembro de la Comunidad Británica de Na-
ciones, fue proclamado República Federal de Nigeria el 1ro. de octubre de
1963. Tres años más tarde, el 15 de enero de 1966 se produjo la primera
interrupción de su vida institucional mediante un Golpe de Estado encabe-
zado por el general Ironsi, de origen Ibo, ocasión en que perdió la vida el
premier TAFAWA BALEWA junto a otros políticos. Seis meses después fue Ironsi
el que murió a su vez, a manos de oficiales nordistas y el poder pasó a un
militar de esa zona, Yakubu Gowon, en medio de choques interétnicos. Las
tensiones regionales estallaron en mayo de 1967 al iniciarse una guerra ci-
vil por la secesión de Biafra, la zona de predominio Ibo (8 000 000 de Ibos,
5 000 000 de ijaw, ekoi, ibibio y otros), rica en petróleo. Este cruento conflicto
dividió al África entre adversarios y partidarios de la secesión encabezada por
el general Okjuwu y se extendió hasta ser derrotada en enero de 1970 a un
costo de más de millón y medio de muertos.

Los procesos de Sierra Leona y Gambia


La descolonización de los cuatro territorios del África Occidental bajo
control británico se fue dando mediante procesos similares en los que pri-
mó la negociación de los movimientos nacionalistas con las autoridades. Tal
como sucedió en Costa de Oro y Nigeria, Sierra Leona y Gambia recorrieron
la misma senda de conversaciones, cambios constitucionales y elecciones
que condujeron a una etapa de autogobierno y luego a la independencia.
Sierra Leona, la Colonia de la Corona más antigua, ligada a la cuatricen-
tenaria Trata de esclavos y luego a su escalonado proceso de abolición a lo
largo de la mayor parte del siglo XIX, exhibía en su demografía una impor-
tante comunidad que era un producto directo de la relación trasatlántica:
los creoles o criollos de la zona costera de Freetown. Descendientes de los
esclavos deportados de las colonias americanas por cimarronaje o libera-
ción, en un singular “retorno al país natal” hijo del miedo y el prejuicio,
estos grupos destribalizados eran muestra viva del sincretismo cultural al

87
Italiaander, Rolf: La hora de África, pp. 229-252.

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ser nacidos o “pasados” por las plantaciones de América —algunos solo por
los barcos interceptados en el mar. Con el tiempo supieron hacer de esa di-
ferencia una ventaja al actuar como sector intermediario entre los ingleses
y las tribus del interior como los mende al sur, los temne al centro y el oeste,
y demás, tras el establecimiento del Protectorado sobre el hinterland en
1896. El territorio delimitado como Sierra Leona entre la Guinea Francesa y
Liberia que sumaba las áreas de la Colonia de la Corona, al centro de la cos-
ta, y la mucho mayor del Protectorado al interior contaba con 71 700 km2.
Hasta 1924 el Consejo Legislativo (LEGCO) de la Colonia, órgano consul-
tivo de mayoría europea, contaba con tres miembros africanos por desig-
nación pero a partir de los cambios de ese año incluyó dos por designación
y tres por elección restringida (la élite de los creoles) por la Colonia, y dos
jefes mende y uno temne por el Protectorado.88 En 1943 el gobernador
designó, por primera vez, a dos africanos para su consejo ejecutivo (EXCO),
un abogado creole por la Colonia y un jefe por el Protectorado. Para en-
tonces se hacía sentir la actividad de la Liga Juvenil de Sierra Leona y de su
asociado, el Congreso de Trabajadores de Sierra Leona, bajo el liderazgo de
I.T. A. WALLACE, un creole de convicciones socialistas. Otro creole, el Dr. H.
C. BANKOLE-BRIGHT, secretario general de la rama sierra leonesa del Congreso
Nacional del África Occidental Británica (fundada en Accra por CASELY HAYFORD
en 1920), conocida como Congreso Nacional de Sierra Leona (SLNC) era el
nacionalista más destacado dentro del LEGCO hacia 1939. Ya entonces los
Jefes apoyaban al primer médico nacido en el protectorado, el DR. MILTON
MARGAI en camino hacia la dirección del movimiento nacionalista como fun-
dador del Partido Popular de Sierra Leona, SLPP (Sierra Leone People´s Party)
en abril de 1951.
Aquí como en Nigeria, Inglaterra favoreció el avance de los sectores más
moderados vinculados a las jefaturas tribales en detrimento de los creoles,
generalmente de pensamiento más radical y cuestionador. En la medida en
que las comunidades tribales del interior fueron entrando en el juego polí-
tico la comunidad creole, minoritaria, dejó de ser decisiva. Los ingleses ajus-
taron su plan paso a paso y sin apuros a esa situación. La nueva Constitución
de 1947 admitió una mayoría no oficial de africanos en el LEGCO y los sierra
leoneses electos superaban en número a los funcionarios coloniales, pero
estos seguían reteniendo el poder; y, por supuesto, esta constitución favo-
recía a la región tribal del interior apoyada en que sus habitantes sumaban
muchos más que los creole de la costa. La revisión de la Constitución en
1951 concedió un régimen de autonomía a un consejo de ministros forma-
do a partir del partido con mayoría en el LEGCO devenido Asamblea. Ese
partido fue el recién fundado SLPP bajo la dirección de Sir MILTON MARGAI

88
Kilson, Martin: Political Change in a West African State. A study of de Modernization
Process in Sierra Leone, pp. 124-125.

102

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(1895-1964), un mende con pleno apoyo de las tribus del interior que supo
negociar con los líderes creole de la costa para llegar a un acuerdo de in-
tereses y cubrir la etapa subsiguiente. A inicios de 1960 el SLPP formó una
coalición con otros grupos bajo el nombre de Frente Unido Nacional y ob-
tuvo de Inglaterra el reconocimiento de la independencia para los más
de dos millones de habitante de Sierra Leona que fue proclamada el 27 de
abril de 1961.
Gambia toma su nombre del rio que le da forma a modo de ondulante
franja de 330 kms de largo a ambos lados de su curso inferior hasta el mar.
Totalmente enclavada en Senegal, su peculiar geografía, producto del ar-
bitrario reparto del continente entre las potencias, es resultado del interés
inglés por controlar esa vía fluvial en medio de una cuenca dominada al
norte y al sur (Casamance) por los franceses. Su población, casi totalmente
musulmana, comparte etnias con Senegal: mandingas y wolof al centro; fu-
lanis o peul y sarakholé al oriente; numerosos diola al occidente en la rivera
izquierda del río. Fue en la isla James, cerca de la desembocadura del río,
donde los ingleses erigieron su primera fortaleza en África Occidental en
1618; allí se creó mucho después una Colonia “de Senegambia” y en 1843
se designó un consejo consultivo de funcionarios en la boca del Gambia
(Bathurst). A fines del siglo XIX se completó la delimitación del interior y en
1902 Gambia quedó compuesta por dos partes, la Colonia de la Corona
(178 km2 en la isla de St. Mary, asiento de Bathurst —hoy Banjul, la capital—
y Georgetown en tierra firme) y el Protectorado sobre todo el resto en el
hinterland, con un área de 11 300 km2 para toda Gambia.
A diferencia de los otros territorios británicos del África Occidental, no
fue hasta 1946 que se pudo elegir al menos un primer miembro al consejo
legislativo.89 Los partidos políticos de corte moderno no se desarrollaron
hasta la década de los cincuenta del siglo XX. Los tres principales fueron el
Partido Democrático, el Partido del Congreso Musulmán y el Partido Unido,
todos con base en la capital y en su población wolof, en la Colonia de la
Corona. En 1959 comenzó a formarse el Partido Progresista Popular, PPP
(People´s Progressive Party) de DAWDA KARIBA JAWARA que fue el primero en
representar y dar voz a la población del Protectorado en el interior, sobre
todo los mandingas (40 %). Sus demandas pusieron el énfasis en el abando-
no sufrido por esa parte mayoritaria del país, en un proceso que recuerda
el de Sierra Leona (mendes y temnes versus creoles).
Los partidos coincidían en demandar mayor representación para los cer-
ca de 300 000 habitantes de Gambia. Una nueva constitución en 1960 y las
subsiguientes elecciones solo resultaron en cambios formales pero demos-
traron que el poder de los jefes tribales ya no era tan absoluto debido al
sufragio. La constitución de abril de 1962 dio a la población de Gambia una

89
Fage, J. D.: An Introduction to the History of West Africa, p. 174.

103

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mayor participación en su gestión, con una cámara de representantes (de
los 39 miembros 32 serían electos por la población y 4 por la Asamblea de
Jefes) y un Consejo Ejecutivo compuesto de un primer ministro designado
por el gobernador y de 8 ministros escogidos por la mayoría de la cámara.
En las elecciones que siguieron ganó la mayoría el PPP y su jefe, DAWDA
KARIBA JAWARA se convirtió en primer ministro. Su gobierno demandó a con-
tinuación la autonomía interna en el marco de la Comunidad Británica de
Naciones y la obtuvo el 4 de octubre de 1963. Finalmente, tras formarse una
coalición entre el PPP(18 diputados) y el Partido Unido de P. S. N´JIE (exmi-
nistro jefe, con 12 representantes), fue proclamada la independencia el 18
de febrero de 1965 y cinco años más tarde Gambia se convirtió en República
(abril de 1970) con Sir DAWDA (o DAVID) JAWARA como presidente electo.

Descolonización del África Occidental Francesa (A.O.F.)


y del África Ecuatorial Francesa (A.E.F.). El caso malgache

La Unión Francesa
Corresponde ahora tratar el tema de la descolonización en África Oc-
cidental Francesa, en el África Ecuatorial Francesa y en Madagascar en los
años que siguen a la Segunda Guerra Mundial, lo ocurrido en esas vastas
regiones que incluyen una serie de territorios cuyas características econó-
micas y sociales debemos recordar. Forzosamente estas tres partes del Im-
perio francés comparten una historia con aspectos comunes por las peculia-
ridades de la política centralizada de la metrópoli. Esto tiene que ver con
dos factores; primeramente con la historia del poder metropolitano, pues
el colonialismo determinó esa directa vinculación política de las periferias
con los acontecimientos en el centro; y en segundo lugar, África Occidental
Francesa, A.O.F., y África Ecuatorial Francesa, A.E.F., y en menor medida
Madagascar, comparten una serie de rasgos por haber nacido y haber evo-
lucionado dentro de la misma dinámica de la política colonial francesa, tan
centralizada, dónde los acontecimientos ocurren no de acuerdo solamente
con las características de los territorios sino tratando de aplicar una política
global, común, de conjunto, en contraste con otros colonialismos como el
británico que vemos que en cada coyuntura y en cada región geográfica
toma diferentes medidas de acuerdo con las necesidades de su evolución.
Recordemos que todo esto ocurrió debido a la interacción de los mo-
vimientos de liberación nacional con respecto a esas políticas coloniales,
que tenemos que mantenernos atentos frente a los mitos como el gaullista
que ha pretendido que la política de descolonización fue pensada desde
el principio y concebida como un todo. No fue así. Los hechos nos hablan

104

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precisamente de lo contrario. En determinados momentos Francia tuvo que
ir cediendo lo mismo que tuvo que hacer Inglaterra, lo mismo que tendrán
que hacer más tarde Bélgica, precipitadamente, y luego Portugal y todas las
potencias coloniales. Esto ocurrió por esa nueva situación que iba creándo-
se en la medida en que los movimientos de liberación nacional se iban cons-
tituyendo, se iban conformando, iban adquiriendo fuerzas y podían hacer
reclamaciones políticas en base a las masas que tenían detrás, y lanzar sus
proyectos nacionales. Todo eso de conjunto es lo que va a estar actuando
en esta problemática. Debemos tener esto claro porque existe la tenden-
cia a hacer una reconstrucción de esa historia en la que Inglaterra aparece
como sustentadora de una política de posguerra encaminada directamente
a descolonizar toda el África por igual, o que DE GAULLE lo tenía todo pensa-
do desde la Conferencia de Brazzaville.
Realmente, DE GAULLE se alejó del poder en 1946 criticando las ligeras
mejoras que introducían las constituciones votadas ese año para las colo-
nias, que consideraba peligrosas. No lo retomó hasta doce años después,
cuando ya la descolonización era un hecho en Marruecos y Túnez; y tras dos
años de la aprobación de la Ley Cuadro, por la crítica coyuntura de la gue-
rra de liberación de Argelia que impuso otra óptica en la política francesa
cuando no le quedó otro camino que cerrar el capítulo colonial. En el caso
de Inglaterra los gobiernos conservadores o laboristas mantuvieron, en lo
esencial, la misma política con respecto a esta situación, con diferencia de
matices. Lo que sí es una constante es el desarrollo de esos movimientos de
liberación nacional, cada vez, posiblemente más radicales en la medida en
que los obstáculos que se pusieran en su camino fueran más grandes. Eso va
a determinar que muchas veces, ante los focos de descolonización que van
surgiendo, incluso los focos de lucha armada, las mentalidades coloniales
sean capaces de tratar de elaborar nuevas políticas, de ir soltando lastre.
Había que evitar las situaciones irreversibles en las cuales se pudiera perder
la razón fundamental de este colonialismo, que es la vinculación econó-
mica, el hecho de las riquezas que se están explotando y que fluyen hacia
las metrópolis. Esa es la relación centrípeta, base de la conexión de la que
habla SAMIR AMIN y de ahí la necesidad que precisamente plantea este teó-
rico egipcio de buscar la desconexión, de encontrar la manera de romper
esos vínculos, que es precisamente lo que no va a ocurrir cuando se trata
de soluciones neocoloniales, que están tan vinculadas al hecho de que la
independencia, en vez de ganada, pueda ser concedida, pueda ser pactada,
y pactado quiere decir que hay que ceder, y puede resultar entonces la con-
tinuidad, que se mantengan las mismas condiciones de dependencia como
en muchos casos sucedió. Volvamos a los inicios.
En los años que precedieron a la Segunda Guerra Mundial la situación
política del África Occidental Francesa, A.O.F. y del África Ecuatorial Fran-
cesa, A.E.F. fue influida por la actividad de los nuevos sectores sociales. En

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la década del 30 del siglo XX la intelectualidad emergente, compuesta de
la empleomanía de las compañías privadas, los funcionarios de la adminis-
tración colonial, los maestros, profesionales y propietarios, aumentó nota-
blemente. Senegal, la más antigua y de mayor economía entre las colonias
de Francia fue un ejemplo bien evidente con instituciones elitistas como la
escuela Normal WILLIAM PONTY que, entre 1918 y 1945 emitió poco menos
que 2 000 diplomas, la tercera parte médicos africanos, y también enferme-
ros, farmacéuticos, maestros y funcionarios de la administración general.
La prensa local recibió un nuevo impulso a partir, también, de un reducido
número de africanos que habían recibido educación superior en las uni-
versidades y escuelas normales de la metrópoli y escritores africanos como
BAKARY DIALLO y OUSMAN DIOP SOCÉ de Senegal o P. HAZOUMÉ de Dahomey fue-
ron publicados en francés. Las nuevas ideas comenzaban a circular dentro
de esa pequeña comunidad letrada que leía esa prensa, razonablemente
crítica con los excesos del régimen colonial, publicada en Dakar y la vieja
Saint Louis.
Pero la norma era que la mayoría de esos cuadros resultaran colaborado-
res de las autoridades coloniales, como BLAISE DIAGNÉ, aquel primer africano
electo en 1914 por las cuatro comunas de Senegal a la Asamblea Nacional
de Francia, que al final de su carrera en 1931 era Ministro Adjunto de Co-
lonias. Otros, como GALANDOU DIOUF fueron electos al Parlamento en 1934
posterior a la muerte de DIAGNÉ con el apoyo de la prensa progresista de
Senegal pero luego olvidaron sus promesas electorales. En las elecciones
municipales de 1935 GALANDOU DIOUF se valió de la policía para quitar de las
listas electorales a sus oponentes, lo que provocó choques con la gendarme-
ría en las calles de Dakar, que entonces contaba 92 000 habitantes. Por esos
años aparecieron en Senegal, el Sudán Francés y otros territorios maestros
y empleados franceses de la administración que eran miembros del Parti-
do Comunista Francés que, discretamente, influyeron en la organización
del movimiento sindical y crearon círculos de estudio marxistas. Esto se
vio favorecido por el triunfo del Frente Popular en Francia en 1936 cuando
se permitieron los sindicatos “con la participación de europeos” pues no
abundaban los colonos sindicalistas de derecha. La gran huelga que parali-
zó el ferrocarril Dakar-Níger en Senegal en septiembre de 1938 no fue una
excepción en esos años formativos. Esa actividad sindical derivó en muchos
casos más tarde en movimientos políticos nacionalistas de izquierda, como
se aprecia en el caso de Camerún.
Al estallar la Segunda Guerra Mundial fueron movilizados unos 137 000 afri-
canos de A.O.F. y A.E.F. y enviados al frente antes de la debacle metropo-
litana del verano de 1940. Tras el hundimiento de las defensas galas ante
los nazis el gobierno colaboracionista de VICHY pactó con los alemanes el
traslado de los famosos tirailleurs sénégalais para Argelia y luego de regre-
so al A.O.F. Estos veteranos, que habían vivido los horrores de la ocupación

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y el racismo de los vichystas, contribuyeron de primera mano a alentar las
convicciones anti fascistas entre la población colonizada. Desde Londres el
18 de junio de 1940 el general CHARLES DE GAULLE levantó el estandarte de
la Francia Libre, intentando mantener la resistencia desde las colonias. El
crimen del armisticio, decía DE GAULLE, consiste en haber capitulado como
si Francia no tuviera imperio; pero las administraciones de los territorios
prefirieron la continuidad representada por el mariscal PÉTAIN en VICHY y no
lo secundaron. Dakar fue escenario de un momento decisivo para los fran-
ceses de ambos bandos cuando la marina británica se presentó en el puerto
el 23 de septiembre de 1940 con apoyo de los gaullistas, pero fueron reci-
bidos con metralla y tras ser cañoneado e inutilizado el crucero Richelieu,
se retiraron.
A fines de agosto las tropas destacadas en Chad al mando de su coman-
dante MARCHAND y el gobernador de ese territorio (de origen afro-guyanés),
FÉLIX EBOUÉ proclamaron por la radio de su capital, Fort Lamy, su adhesión a DE
GAULLE. Lo mismo sucedió a continuación en el resto del A.E.F. y en Camerún
lo que, sumado a la ocupación del Congo Belga por los ingleses, mantuvo al
corazón del África en la lucha contra el Eje. Pero Vichy siguió controlando
A.O.F. y Togo por otros dos años hasta que cambió el curso de la guerra.
Cuando los nazis fueron detenidos por los rusos en el Volga y las fuerzas
anglo-norteamericanas desembarcaron en el Magreb en noviembre de 1942
tras la victoria en El Alamein, los mandos vichystas en África cedieron ante los
Aliados y A.O.F. y Togo se subordinaron a la Francia Libre. En esos territorios
se formaron muchas unidades integradas por africanos para continuar la lu-
cha; ya en 1941-1942 el Fezzán libio había sido objeto de incursiones a través
del Sahara desde las bases gaullistas en A.E.F. que a fines de 1942 alcanzaron
la costa mediterránea y las batallas contra alemanes e italianos. Un ejemplo
fue BIR HAKEIM, en Cirenaica, donde soldados provenientes de Gabón lucharon
hasta registrar pérdidas de un 40 % de sus efectivos.
Sin embargo había un divorcio total entre los principios de libertad, so-
beranía y autodeterminación proclamados por ingleses y franceses para
Europa y el modo en que pretendían mantener y perpetuar sus imperios
coloniales sin cambiar nada sustancial. La Conferencia de administradores
coloniales que la Francia Libre reunió en Brazzaville, la capital de su fiel
bastión, el A.E.F., el 30 de enero de 1944, fue una clara expresión de eso.
Unos 20 gobernadores de las colonias y un cierto número de personalidades
fueron convocados allí por RENÉ PLEVEN, comisario de colonias, a nombre de
DE GAULLE. Aparte de las promesas de siempre del colonialismo paternalista
sobre el progreso hacia el bienestar y la propaganda sobre la elevación del
nivel de vida de los africanos, la Conferencia de Brazzaville fue convocada
para aclarar algunos puntos. Su objetivo esencial era asegurar la continui-
dad del imperio, al que Francia, no obstante la humillación de su derro-
ta ante los nazis, debía mostrar que estaba en condiciones de mantener y

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proteger de posibles intentos de debilitamiento o traspaso, como sugería
la actitud norteamericana en Marruecos. Por eso se excluyó formalmente
toda posibilidad de autonomía o independencia.
Allí se afirmó, textualmente y en letras mayúsculas, que los fines de la
obra de colonización llevada a cabo por Francia en las colonias descartaban
toda idea de autonomía, toda posibilidad de evolución fuera del bloque
francés del Imperio, que la Constitución eventual o incluso lejana de au-
togobiernos en las colonias debía descartarse. Pero se aprobó una mayor
representación de las colonias en la Asamblea Nacional, empezando por
la futura Asamblea Constituyente. Hasta en el campo cultural se insistió
en que la enseñanza debía impartirse en lengua francesa y que el empleo
pedagógico de los dialectos locales quedaba totalmente prohibido. La Con-
ferencia de Brazzaville no fue más allá de plantear que, una vez finalizadas
las hostilidades, se suprimiría el trabajo forzado en un plazo de cinco años.
La Asamblea Constituyente de 1945-1946, bajo la presión de la opinión pú-
blica de Francia y África, eliminó después ese plazo.
No obstante, en su discurso de apertura DE GAULLE dijo que, desde el mis-
mo inicio de la guerra, ya se había visto la necesidad de establecer sobre
nuevas bases las condiciones de la valorización de “nuestra África”, del pro-
greso humano de sus habitantes y del ejercicio de la soberanía francesa.
Como siempre, dijo, la misma guerra precipita la evolución porque en gran
parte había sido una guerra africana y ahora cada individuo alzaba la cabe-
za, miraba más allá del presente y se interrogaba sobre su destino. Si existe,
una potencia imperial capaz de sacar de los acontecimientos inspiración y
lecciones para escoger noble y libremente el camino de los tiempos nuevos,
por el que deba dirigir a los sesenta millones de hombres que se encuentran
asociados a la suerte de sus cuarenta y dos millones de hijos, esta potencia
es Francia en el África Francesa. No existiría ningún progreso verdadero si
los hombres no pudieran beneficiarse mortal y materialmente de su tierra
natal, si no pudieran elevarse poco a poco hasta el nivel en que fuesen
capaces de participar, en su tierra, en la gestión de sus propios asuntos. El
deber de Francia es hacer que así ocurra, dijo, ese es el fin al que debemos
dirigirnos pero no disimilamos que las etapas pueden ser muy largas, con-
cluía.90
Que se afirmara que el fin o el objetivo fuera que los asociados, ya no los
asimilados que eran el antiguo señuelo en desuso creciente, debieran par-
ticipar, en su tierra, en la gestión de sus propios asuntos no era lo habitual
en el discurso de los administradores del Imperio ni en el resto de lo dicho
en Brazzaville y marcaba una sutil diferencia. Y lo estaba diciendo el Jefe de
la Francia Libre, del poder en ascenso. Para JEAN SURET-CANALE, por vaga que
fuera esta declaración de principios y las imprecisiones que dejaba prever,

90
Sánchez Porro, Reinaldo: Aproximaciones a la Historia del Medio Oriente, pp. 245-246.

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el efecto de choque de estas palabras fue innegable porque constituía un
cambio decisivo con relación a la política colonial tradicional y provocaba,
a la vez, la esperanza de los pueblos interesados y la protesta furiosa de los
medios coloniales tradicionales.91
Al terminar la Segunda Guerra Mundial la izquierda europea registró
una radicalización y un progreso electoral que situó a los comunistas en
una posición muy influyente y provocó el pánico de la derecha en los albo-
res de la Guerra Fría. Se trató de impedir toda posible colaboración de los
socialistas con los comunistas y en esto, el triunfo del Partido Laborista en
Inglaterra, que ascendió al poder a fines de julio de 1945, fue visto por los
círculos de poder de Estados Unidos como una posible alternativa. En un
artículo muy difundido en 1946 Stanley High se preguntaba si los Laboristas
serían capaces de alejar a Europa del comunismo y “moderar en poco tiem-
po las convulsiones populares causadas por una impetuosa inclinación hacia
el comunismo pleno en toda la Europa Occidental”.92 Francia era ejemplo
de esa inclinación; como ha dicho FRANÇOIS FURET “en el momento de la li-
beración del territorio, el Partido Comunista Francés parecía tan poderoso
y tan “nacional” que durante algunas semanas, a finales del verano de
1944, su autoridad pareció amenazar a la de las autoridades nombradas
por DE GAULLE”.93 Este temor al previsible peso en las urnas de la izquierda
radical metropolitana, prestigiada por su papel en la resistencia contra na-
zis y vichystas, llevó a la idea de buscar un equilibrio en las colonias. Darle
representación en la Asamblea Constituyente de la IV República y luego en
la Asamblea Nacional a los franceses de esas colonias podía, sumando sus
diputados a los del centro y derecha, contrarrestar el avance de la izquier-
da. En palabras de JEAN SURET CANALE se trataba de “abrir las vías a una repre-
sentación colonial que sería, DE GAULLE y sus consejeros no dudaban de ello,
lo que la administración quisiera que fuese. Podría hacer contrapeso a la
representación surgida en Francia del sufragio universal, cuya orientación
e independencia temían”.94 Por otra parte, en la Conferencia de Brazzaville
también se había hablado de aumentar la participación de las colonias en
las nuevas instituciones que debían surgir tras la debacle de la III República.
En octubre de 1945 se eligió una Asamblea Constituyente de 522 miem-
bros en la que el Partido Comunista Francés (PC) resultó el más votado, con
160 representantes, seguido del Movimiento Republicano Popular (MRP,

91
Suret-Canale, Jean: Essais d´histoire africaine, p. 237.
92
High, Stanley: ¿Alejarán a Europa del comunismo los Laboristas?, Selecciones, agosto
de 1946, p. 21.
93
Furet, François: El pasado de una ilusión; ensayo sobre la idea comunista en el siglo XX,
p. 439.
94
Suret-Canale, Jean: África Negra II, p.612.

109

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católicos de derecha) con 152 y los socialistas con 142. Los territorios de
Ultramar enviaron 63 elegidos, incluyendo 9 subsaharianos que integraron
una diputación negro-africana, electa por el sistema de doble colegio junto
a representantes de los franceses. Si antes de la guerra había habido un
solitario diputado por las cuatro comunas de Senegal, ahora había uno por
cada territorio. Estos africanos fueron cooptados de inicio por los Partidos
Metropolitanos como el Socialista pero pronto vieron que el único partido
que se declaraba contrario al sistema colonial y se les acercaba para apoyar
sus luchas y demandas era el PC por su naturaleza antisistema. Por su parte
el 20 de enero de 1946 CHARLES DE GAULLE renunció a la jefatura del Estado
por discrepancias con el sistema parlamentario; el General fue un fuerte
crítico de la Asamblea Constituyente por las concesiones que, en su opinión
cedían demasiado poder también en las colonias. Sometida a Referéndum
el 5 de mayo de 1946 la nueva Constitución fue rechazada (10 450 000 en
contra; 9 280 000 a favor) por el electorado, que fue convocado a otros
comicios el 2 de junio para una nueva Asamblea Constituyente. Se había
producido un evidente desplazamiento a la derecha y el MRP resultó el más
votado con 160 delegados mientras el PC pasaba a 146. Esta Constitución,
menos progresista, reducía a la nada las atribuciones de las Asambleas que
deberían elegirse en cada uno de los territorios de la Unión Francesa (nuevo
nombre del Imperio) y mantenía todo el poder en el gobernador.
Aprobada por una ligera mayoría de votos en el Referéndum del 13 de
octubre de 1946, la nueva Constitución daba inicio a la institucionalidad
de la IV República Francesa. Después de ver frustradas las esperanzas que
despertó el primer proyecto constitucional los africanos, según LEOPOLD SEDAR
SENGHOR, aceptaron este “matrimonio de conveniencia de la Unión France-
sa” sin entusiasmo. Ya antes se había aprobado la ley propuesta por FÉLIX
HOUPHOUËT-BOIGNY, de Costa de Marfil, que abolía en principio el trabajo for-
zado, una vieja demanda que fue objetada por los colonos y las compañías.
En mayo de 1946 se había aprobado una legislación que pronto reveló las
contradicciones del engendro institucional creado al otorgarles formalmen-
te la ciudadanía francesa a todos los antiguos súbditos franceses mediante
la ley Lamine Gueyé. Esta igualación teórica chocaba de plano con el siste-
ma de doble colegio que privilegiaba a los ciudadanos del exágono galo a
la hora de votar en las colonias. La Constitución finalmente aprobada ratifi-
có la diferencia al relegar a los exsúbditos africanos a una “ciudadanía de la
Unión Francesa” que no era igual a la ciudadanía francesa pura y simple. En
su artículo 80 aclaraba que “todos los nacionales franceses y los súbditos de
la Unión Francesa tienen la cualidad de ciudadanos de la Unión Francesa”.
Por otra parte, el título VIII de la Constitución creó el marco regu-
lador en que deberían de evolucionar las relaciones entre el gobierno
de París y sus dependencias hasta la crisis de 1958 al definirlas así: “La
Unión Francesa está formada por la República Francesa, que comprende

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la Francia metropolitana y los departamentos y territorios de Ultramar, y,
por otra parte, por los territorios y Estados Asociados”. La figura de los Esta-
dos Asociados fue creada para lidiar con los rebeldes Estados de Indochina
mediante algún tipo de vínculo que los retuviera en relación con la Unión
Francesa; y podía aplicarse también al estatuto de las excolonias alemanas
de Camerún y Togo, devenidas Mandatos y luego Fideicomisos bajo la aten-
ción de la ONU. No estaba contemplada su aplicación para los territorios del
África Negra como sucedió en 1958-1960, en la agonía del sistema colonial
francés, porque se consideraba que esos territorios, como los departamen-
tos de Ultramar (Martinica, Guadalupe, Guayana Francesa y Reunión) o los
tres de Argelia, formaban parte de la República Francesa, que se considera-
ba “una e indivisible”. También se creó una Asamblea de la Unión Francesa
sin poderes legislativos, limitada a proponer u opinar, compuesta a partes
iguales por representantes de Francia y de Ultramar. Aparte de la Asamblea
Nacional, que debía elegirse por sufragio universal, funcionaba el Consejo
de la República o Senado que las asambleas locales debían elegir por sufra-
gio universal indirecto.
El resultado fue la celebración de repetidos comicios coloniales que intro-
dujeron a la población en lo que SEKOU TOURÉ llama “una vida política activa”.
Dicho con sus palabras “a partir de 1945 correspondía elegir Representantes a
una Asamblea Territorial, a una Asamblea Federal cuya sede estaba en Dakar,
Diputados, Senadores y Consejeros de la Unión Francesa a las Asambleas parla-
mentarias radicadas en París”.95 Esto significó la aparición de un gran grupo de
elegidos para todos esos niveles jerárquicos de representatividad, nuevos pro-
fesionales de la política, un tanto encandilados por el espejismo de esa parti-
cipación. Buena parte de la élite formada en la zona se imbricó en la actividad
parlamentaria. Según JOSEPH-ROGER de Benoist en la primera elección legislativa,
la del 11 de octubre de 1946, 9 de los 13 diputados del A.O.F. resultaron ser
antiguos alumnos de la Escuela Normal WILLIAM PONTY de Dakar: los 3 dipu-
tados de Costa de Marfil (F. HOUPHOUËT-BOIGNY, OUEZZIN COULIBALY y PHILIPPE KABORÉ),
los 2 diputados del Sudan Francés (FILY DABO SISSOKO y MAMADOU KONATÉ), los
2 diputados de Guinea (YACINE DIALLO y MAMBA SANO), HAMANI DIORI de Níger y
LAMINE GUÈYE de Senegal.96
En 1946 asistían a las sesiones de la Asamblea Nacional, en el Palacio
Borbón en París, 23 diputados africanos que en 1956 pasaron a ser 38 al
aplicarse el sufragio universal y ya no el doble colegio para la elección de
la tercera Asamblea Nacional, con 10 millones de electores. Habían 32 se-
nadores africanos entre los 315 miembros del Consejo de la República; 40
africanos eran miembros de la inútil Asamblea de la Unión Francesa, más un

95
Touré, Sekou: África en marcha, p. 313.
96
de Benoist, Joseph-Roger: La balkanisation de L´Áfrique Occidentale Française, p. 77.

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total de 550 miembros en todas las asambleas territoriales de A.O.F. y A.E.F.
sumadas. Presos del muy francés juego de palabras de este parlamentaris-
mo desviacionista, a estos representantes FRANTZ FANÓN les reprochará, más
adelante que, en su “respeto a la legalidad republicana francesa”, queda-
ron “mixtificados por un fenómeno de enajenación muy grave”.97 KWAME
NKRUMAH, el líder de la independencia de Ghana (Costa de Oro) se refirió
a estos procesos al comentar en una de sus obras que “Muchos de los
dirigentes políticos de África Occidental Francesa no apoyaban de inicio
la independencia”, explicando cómo en 1946 ante la Asamblea Nacional
HOUPHOUËT-BOIGNY proclamaba que “No hay separatistas en estas bancas”
porque “Hay un poderoso vínculo que nos une. Es el ideal de libertad, fra-
ternidad e igualdad por cuyo triunfo Francia jamás ha vacilado en sacrifi-
car su sangre más noble”. El senegalés LEOPOLD SEDAR SENGHOR —agrega el
dirigente panafricano— sostenía entonces la misma política de unidad con
Francia al decir que “la Unión Francesa debe ser una conjunción de civiliza-
ciones, un crisol de culturas … un matrimonio más que una asociación”.98
Al analizar las características y efectos de ese trasplante de parlamen-
tarismo, SEKOU TOURÉ consideraba que “no ha sido sino una suma de acti-
vidades desordenadas, girando todas sobre la satisfacción de ambiciones
e intereses personales”, y que “los únicos momentos de agitación estéril”
eran “periódicamente, las campañas electorales”. Sobre los otros diputados
que representaron antes a Guinea (él fue electo a la Asamblea Nacional
en 1956) recordaba que “los parlamentarios se comportaban como señores
feudales, explotando en su solo provecho, a un mismo tiempo, la candidez,
la inconsciencia y el estado de desorganización del pueblo; así como la ve-
nalidad de los partidarios del régimen colonial” y que “su comportamiento
estaba caracterizado por la corrupción permanente, la irresponsabilidad y
la indiferencia culpable con respecto a las penosas condiciones de existen-
cia del pueblo”. El hombre que habría de llevar a su territorio a optar por la
independencia, concluía que todas esas lacras “eran la consecuencia directa
de la aplicación, en nuestros países, del régimen y del sistema burgués, y
de las costumbres políticas francesas, agravadas por la intervención directa
que ejercía la administración colonial en la elección y la designación de
los elegidos”.99 Al parecer Francia simultaneó sus errores en la fraudulenta
aplicación del estatuto de la “Argelia Francesa” con los cometidos en estas
otras partes coloniales de su República “una e indivisible”.
En cuanto a la asimilación, como política, ya resultaba insostenible e irreali-
zable, e iba dando paso, poco a poco, a una preferencia por la asociación entre

97
Fanon, Frantz: Por la revolución africana, p. 135.
98
Nkrumah, Kwame: Neocolonialismo, la última etapa del imperialismo, p. 24.
99
Touré, Sekou: África en marcha, pp. 313-314.

112

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los territorios y la metrópoli. Para SENGHOR esto implicaba el reconocimiento de
la existencia de una “civilización negro-africana y de su carácter singular”, o
sea, el fin de esa “falsa asimilación que no es sino identificación” y que puede
“convertir a los africanos en simples copias francesas descoloridas, en consumi-
dores más que en productores de cultura”. Sin embargo, PIERRE BERTAUX comenta
que todo ese tinglado político bajo nuevo nombre y nueva administración, no
había cambiado el verdadero ejercicio del poder que seguía en manos de la
jerarquía colonial: gobernadores generales y gobernadores, comandantes de
círculo y de subdivisión, todos europeos, que seguían mandando sobre los jefes
de cantón y jefes de aldea, todos africanos.100

La “unión libremente consentida”: surgimiento de los partidos


políticos africanos. El caso del Rassemblement Démocratique
Africaine (Reunión Democrática Africana, RDA)
No es lo usual en un proceso electoral que los elegidos por votación lo
sean antes de la formación de los partidos propiamente dichos, pero así
ocurrió en A.O.F. y A.E.F. con los diputados africanos a la Asamblea Consti-
tuyente de la IV República. Fue lógico que se pensara en buscarles apoyo
mediante la creación de organizaciones políticas con una base de masas en
su tierra. La esperanza de obtener una liberación conjunta de metrópoli y
colonias, producto de la euforia popular en medio del avance de la izquier-
da, no pudo sobrevivir a la Constitución de abril-mayo y el simple agrupa-
miento de los afrodiputados de las colonias en París no era suficiente.
Como nos explica JEAN SURET CANALE, ya se habían creado los primeros mo-
vimientos políticos para enfrentar las sucesivas campañas electorales en los
territorios pero su estructuración era aún muy desigual e imperfecta. Muchas
organizaciones eran simples asociaciones de base regional o étnica, sosteni-
das por la solidaridad comunal de sus congéneres puesta en función electoral
pero sin verdaderos programas políticos. Por ejemplo en Guinea, donde se
habían formado grandes bloques étnicos más o menos similares, como los
Peuls o Fulanis del Fouta Djalon (Asociación Gilbert-Vieillard), la Unión de los
Mandé o mandingas, la Unión de la Baja Guinea, la Unión Forestal (etnias de
la selva: Kissi, Toma, Guerzé) y también la Unión de los Insulares (de isla de
Los en Conakry), Unión de los Tucolors y la Unión de los Mestizos. En opinión
de SEKOU TOURÉ “los agrupamientos étnicos, políticos que no tenían ningún ca-
rácter nacional y democrático, ni ningún contenido progresista y racional, se
disputaron la clientela que constituían los electores y electoras, sobre el único
plano demagógico de los sentimientos religiosos, regionalistas o racistas”.101

100
Bertaux, Pierre: África desde la prehistoria hasta los Estados actuales, p. 296.
101
Touré, Sekou: África en marcha, p. 313.

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En Costa de Marfil la acción conjunta, durante la despedida del gober-
nador ANDRÉ LATRILLE, de la administración, las misiones y la jerarquía feudal
Mossi, condujo al lanzamiento de la “Unión Voltaica” opuesta a HOUPHOUËT.
Los partidos propiamente dichos no pasaban de ser federaciones de comi-
tés electorales, lo que era una vieja tradición para los socialistas de la S.F.I.O
de Senegal y su “bloque africano”, simple instrumento electoral que caía
en el letargo tras los comicios. Los partidarios de los movimientos se reclu-
taban esencialmente entre los funcionarios y los “evolucionados” (todavía
los únicos que podían votar) y los jóvenes opuestos a la gerontocracia de
los jefes. La excepción era el Partido Democrático de Costa de Marfil, PDCI
(Parti Démocratique de Cote d´Ivoire), fundado por FÉLIX HOUPHOUËT-BOIGNY,
que al inicio era solo el Comité de acción política del exitoso Sindicato de
Plantadores creado previamente por su líder. Ya para septiembre de 1946
el PDCI se había convertido realmente en un Partido Popular de masas con
55 000 militantes. Ese fue el ejemplo que intentaron seguir otros partidos
del área bajo la denominación de “Democrático” o “Progresista”, que a
menudo rivalizaban entre sí como en la propia Costa de Marfil. Allí el Parti-
do Progresista de Costa de Marfil, tras ser aplastado por el PDCI en las elec-
ciones, se le unió en julio de 1946 para formar el Movimiento de Reunión
Africana, RDA (Mouvement de Rassemblement Africain).
Mientras tanto se iban produciendo algunos cambios a lo largo de 1946
que suscitaban esperanzas; en febrero fue la abolición del trabajo forzado
y del doble colegio (no efectiva); en la primavera, se reconoció la liber-
tad de reunión y asociación (marzo y abril) y se aprobó la abolición del
infamante Código del Indigenado (mayo). Pero en septiembre se rompió
el tabú parlamentario cuando los diputados malgaches se pronunciaron,
pura y simplemente, por la independencia de su gran isla. En ese mismo
mes HOUPHOUËT lanzó el periódico África (con AIMÉ CESAIRE, JEAN FÉLIX TCHICAYA y
GABRIEL D´ARBOUSSIER) “para responder a los ataques que no cesan contra los
derechos de las poblaciones de Ultramar”; solo salió un número porque el
gobierno le negó el papel a favor de su África del mañana, editada efíme-
ramente por el Comité del Imperio francés. En el editorial de ese número
único se señalaba el retroceso registrado en un año, del momento en que
el impulso democrático aliaba fraternalmente a franceses y colonizados en
un movimiento de liberación simultáneo, a la situación posterior a mayo en
que se había dado una reversión de la situación.
Ante esa “reacción capitalista” el editorial proponía “la unión de todos
los que luchan contra el imperialismo” y fortalecer en las masas africanas
la toma de conciencia del “momento revolucionario que se está viviendo”
¿para qué? pues para lograr las “condiciones objetivas de una unión libre-
mente consentida del pueblo de Francia y de los pueblos africanos sobre
la base de la igualdad de derechos”. Se incorporaba esa formulación, la
unión libremente consentida, que moldearía todo el período amortiguando

114

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el independentismo en creciente confusión acomodaticia. Aparte de un
artículo de HOUPHOUËT contra el trabajo forzado, GABRIEL D´ARBOUSSIER trazaba
a grandes líneas lo que sería el programa del futuro RDA en otro titulado
El destino de África demandando la toma de conciencia de la unidad afri-
cana por encima de las fronteras artificiales “unidos por el sentimiento de
rebelión contra la opresión colonialista”. También se pronunciaba contra el
engaño de la asimilación y, de nuevo, por la “unión libremente consentida
con una Francia democrática que reconozca: la igualdad de derechos, la
personalidad política y económica de todos los territorios y el florecimiento
de la cultura propia de cada país”. Por último, llamaba a “la lucha contra la
división de base regionalista o tribal y contra la corrupción”, “armas tradi-
cionales del colonialismo”. Para los portavoces de ese colonialismo GABRIEL
D´ARBOUSSIER era demasiado cercano al P.C. Francés.
Bajo estos presupuestos, recogidos en el Manifiesto de la Reunión De-
mocrática Africana (Rassemblement Démocratique Africain) HOUPHOUËT con-
siguió, en el curso de septiembre de 1946, la adhesión de la mayor parte de
los diputados africanos electos a la Asamblea Nacional. Para esa fecha, el
texto recordaba las esperanzas de los africanos, la contra-ofensiva lanzada a
partir de junio por los colonialistas mientras denunciaba “la máscara de un
régimen de autoridad, como la asimilación, que rechazamos formalmente
por no ser más que una capa de plomo vertida sobre la originalidad africa-
na”. El manifiesto proclamó su voluntad de defender los principios recono-
cidos en 1946: igualdad de derechos políticos y sociales, libertad individual
y cultural, asambleas locales democráticas y unión libremente consentida
con Francia. Sobre este último punto resulta de interés la explicación que
parece implica su afirmación de que el manifiesto afirma su adhesión a la
Unión Francesa en nombre de una “visión realista de los problemas políti-
cos”, por “confianza en los destinos de África” y por la seguridad de obte-
ner “las condiciones que permitirán el libre desarrollo de las posibilidades
originales del genio africano”.
Aparte, rechazó el autonomismo por estar fundado en “un punto de vis-
ta utópico” que encubría “el oportunismo de hombres que no han sabido
ayer defenderse contra la asimilación.” O sea, que la aceptación de la Unión
Francesa no incluía al asimilacionismo, tajantemente rechazado y no tenía
nada que ver con el oportunismo sino que era “la mejor vía táctica para
defender las conquistas de 1946 e ir más allá”. Para SURET-CANALE, en un mo-
mento en que la conciencia nacional no había despertado aún en África, los
autores del llamamiento, que ven con claridad la necesidad de preparar las
vías para ese despertar, lo hacen a través de la lucha contra la asimilación y
en defensa de la “originalidad africana”. Pero lo esencial del llamamiento
está en su conclusión, cuando advierte que no en todos los territorios hay
partidos o movimientos democráticos constituidos por lo que se hace nece-
sario “completar esa obra de unión” por “una gran reunión de todas esas

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organizaciones” que queda convocada para BAMAKO, la capital del Sudán
Francés, para los días 11, 12 y 13 de octubre (luego debió posponerse cinco
días).
El manifiesto fue enviado a todos sus signatarios pero al día siguien-
te comenzaron a aparecer las reticencias expresadas, primeramente, por
FILY DABO SISSOKO, diputado del Sudán, y por LAMINE GUEYÉ, diputado de Se-
negal. Esto fue resultado de la injerencia del entonces ministro socialista
de la Francia de Ultramar, MARIUS MOUTET, que ordenó a la vez a las admi-
nistraciones locales oponerse por todos los medios a la celebración de la
Conferencia convocada. Esto lo testimonian los telegramas dirigidos al Alto
Comisario del A.O.F. BARTHES indicándole la posibilidad de usar las divergen-
cias de opiniones de los signatarios del Manifiesto. Otra prueba fueron las
confiscaciones de las colectas efectuadas en A.E.F. para pagar el pasaje de
los delegados. Así fue como los diputados socialistas LAMINE GUEYE, YACINE
DIALLO y LEOPOLD SEDAR SENGHOR no asistieron a BAMAKO. Entre los que se movi-
lizaron contra la Conferencia estuvo ERNEST MILCENT que habló del temor de
“los metropolitanos”, sin especificar cuáles, ante el posible surgimiento de
un “partido nacionalista capaz de desorganizar el sistema parlamentario
francés”. Son conocidas las presiones de los líderes del S.F.I.O. y el M.R.P. so-
bre sus colegas africanos, desestimulando la participación en la conferencia
por ser una “maniobra comunista”. El colonialismo francés no quería esa
reunión y para obstaculizarla hizo uso de presiones directas como en el caso
de YACINE DIALLO, que ya estaba en camino pero tras una reunión con el Alto
Comisionado regresó a Guinea, mientras LAMINE GUEYÉ y SENGHOR permanecie-
ron en París.
En la mañana del 18 de octubre de 1946, pese a todos los obstáculos, fue
inaugurada la Conferencia Constitutiva del RDA en Bamako con la asisten-
cia de unos 800 delegados en representación de partidos, organizaciones
y asociaciones de variado tipo del A.O.F. y algo menos del A.E.F. impedidos
por diversos medios de poder llegar a la capital del Sudán Francés. Una
multitud entusiasta estimada en 15 000 personas por HOUPHOUËT se hizo pre-
sente y, para complacerla, la primera sesión fue convertida en acto públi-
co. FILY DABO SISSOKO, diputado del propio Sudán pero desde esa coyuntura
claro subordinado a los intereses del Ministerio de Ultramar, trató de usar
su influencia para sabotear el Congreso aunque quedó preso de la exal-
tación del momento. Aunque fue el primero en tomar la palabra, lo hizo
para denunciar el acto como una “maniobra comunista”, negar que hu-
biera firmado la convocatoria y anunciar que no participaría. No obstante,
las protestas del público lo obligaron a quedarse y hasta a presidirlo, pero
declaró que lo hacía “contra su voluntad y bajo la presión de sus electores”.
La segunda sesión el 19 de octubre ya fue más ordenada y, contra los críti-
cos que negaban tal posibilidad, funcionó en sesiones plenarias con comi-
siones de política, economía, social, y de resoluciones. Según HOUPHOUËT el

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trabajo de los delegados se desarrolló “con una seriedad, un método y una
preocupación por la eficacia que auguraban un favorable desarrollo de las
fuerzas democráticas en África Negra.” En efecto, el Congreso aceptó la
proposición de EMILE ZINSOU-DERLIN de Dahomey de trabajar en tres comisio-
nes (política, económica y social) que presentaron sus conclusiones el 20 de
octubre, mientras que una cuarta comisión , denominada “de resoluciones”
se creó ese día para entregar al día siguiente una resolución final a modo
de manifiesto.
Esas resoluciones condenaron la contra-ofensiva colonialista y la ley elec-
toral que mantenía el doble colegio en numerosos territorios, propusieron
candidaturas y listas únicas para las próximas elecciones y pidieron el boicot
al primer colegio (europeo) por los ciudadanos africanos de estatuto fran-
cés inscritos en sus listas. El Congreso protestó contra los aspectos represivos
presentes en la Constitución de octubre de 1946 que no aparecían en la de
mayo y pidió su revisión “en particular el artículo 60 que desconoce nues-
tra personalidad y nos integra en la República Francesa con menosprecio
de nuestros derechos soberanos”. También se demandó que las asambleas
territoriales volvieran a tener, como en la Constitución de abril, la inte-
gralidad de los poderes presupuestarios y el poder exclusivo de otorgar
concesiones, así como hacer responsables a los gobernadores ante ellas
(derogación del artículo 76). El informe de la comisión política puntuali-
zaba que: “Rechazando la asimilación, reclamamos en el seno de la Unión
Francesa, una asociación libremente consentida, fundada sobre la igual-
dad de derechos y de deberes”.
El Congreso se pronunció por formar una organización permanente, Ras-
semblement Démocratique Africain o Reunión Democrática Africana, RDA,
dotada de un órgano de dirección llamado “Comité de coordinación”, ”en-
cargado de asegurar el vínculo, de una parte, entre los africanos elegidos
(diputados) y los territorios de Ultramar, y de otra parte, entre los diversos
territorios de Ultramar”. La prioridad para unos era formar un partido cen-
tralizado, para otros estaba en unir primero los partidos de cada territorio.
Por eso el Comité declaró que emprendería “toda acción necesaria para lo-
grar la unidad política de los partidos en el seno de los territorios y preparar
su fusión en un movimiento africano único.” El presidente del Comité de
coordinación fue FÉLIX HOUPHOUËT-BOIGNY y los vicepresidentes FILY DABO SISSOKO
(que no desempeño nunca esa función), APITHY, MAMADOU KONATÉ, JEAN FÉLIX
TCHICAYA, GABRIEL D´ARBOUSSIER, y un delegado por cada territorio.
La repercusión del Congreso en África fue inmensa. Por primera vez las
aspiraciones y las esperanzas de África parecían materializarse a través de
una línea política y de medios concretos de acción que podían dar respues-
ta al hambre de cambios de sus sociedades. Por su parte el Ministerio de
Colonias se dedicó a silenciar la difusión de sus resultados, algo imposible
en las colonias pero no en la metrópoli, donde las pocas líneas que se le

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dedicaron eran para denunciarlo como “manipulación roja”. Entonces solo
los comunistas se hicieron eco de sus sesiones; pero en pocos años la reper-
cusión de lo que allí comenzó, en esa reunión del 18 al 21 de octubre de
1946, fue atrayendo la atención de periodistas, políticos e historiadores de
todas las ideologías. Este Congreso significó el triunfo del proyecto de crear
una organización política específicamente africana, no integrada a nin-
gún partido francés, en representación de todas las clases, capas sociales y
territorios del conjunto del A.O.F. y del A.E.F. Algo así hubiera podido ser la
realización práctica y organizada del sueño de los panafricanos anglófonos
pero los líderes francófonos tenían otros lemas y prioridades, y, por muchas
razones, no lo fue.
La reacción derechista, compuesta por políticos y militares, sumaba tam-
bién a los grupos de colonos, contrarios a todo cambio que amenazara sus
intereses. Aunque no representaban un papel esencial en estas economías
africanas, controladas por las compañías comerciales, contaban con tres
núcleos relativamente importantes de plantadores en Costa de Marfil, Ca-
merún y Madagascar. Por iniciativa de JEAN ROSE, presidente del Sindicato
Agrícola Europeo de Costa de Marfil, se reunieron en un Congreso en
Douala, Camerún, en agosto de 1945, que pomposamente denominaron
“Estados Generales de la Colonización” con delegados de A.O.F., A.E.F. y
Madagascar. Allí expresaron su indignación por las decisiones de la Confe-
rencia de Brazzaville, “la utilización de las masas indígenas con fines elec-
torales”, el “error fundamental de querer quemar etapas negando las leyes
biológicas” y, sobre todo, por la derogación del trabajo forzado, medida
“impracticable y ruinosa” que, claro está, no les convenía. Dos meses des-
pués, del 24 de septiembre al 9 de octubre de 1945, los colonos de Came-
rún, armados por el gobernador NICOLÁS formaron patrullas para reprimir al
fuerte movimiento sindical camerunés tras las grandes huelgas de Douala.
Los frentes se iban decantando entre colonizadores y colonizados en medio
de la confrontación social y política y entonces se produjo la sublevación
nacionalista en Madagascar en 1947 que puso en claro la verdadera natura-
leza represiva de la política colonial francesa.

Madagascar fuera del juego; rebelión y represión


La gran isla de Madagascar, con una población afroasiática que habla
una lengua emparentada con la rama indonesia del grupo malayo-poline-
sio, sumaba unos cuatro millones de habitantes hacia 1946. Este pueblo
presentaba unos antecedentes históricos muy singulares con respecto al
continente africano. La dominación francesa había sido impuesta allí a la
fuerza sobre un Estado organizado bajo una monarquía con premier, do-
tada de una Constitución, que continuaba modernizándose y unificando la
isla cuando las tropas del general DUCHESNE la sometieron en 1895. Las sucesivas

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campañas de “pacificación” contra los levantamientos anticoloniales (Me-
nalambas, Vi vato Sakelika o VVS) no lograron borrar el recuerdo de la in-
dependencia entre las jerarquías tradicionales y los sectores evolucionados,
en gran parte cristianizados por las misiones católicas y protestantes. En los
años posteriores a la Primera Guerra Mundial esa vanguardia creó organi-
zaciones de orientación nacionalista que defendían a la población del robo
de tierras por parte de compañías y colonos y pedían la anulación del opro-
bioso código del indigenado y, sin dejar de sostener el espíritu nacional,
reclamaban la ciudadanía francesa para todos. Esta peculiar demanda debe
entenderse en el contexto mundial de apogeo colonial y se repitió en otros
territorios como Argelia (FERHAT ABBAS).
Entre los veteranos de la Gran Guerra que jugaron un papel prominente
en esa etapa de luchas en la isla el más destacado fue JEAN RALAIMONGO, que
en 1919 estuvo entre los organizadores en París de la “Liga para garantizar
la ciudadanía francesa al pueblo de Madagascar”, prohibida poco después.
Las actividades de propaganda realizadas por RALAIMONGO eran apoyadas por
otras figuras públicas como RAVOAHANGY y RANAIVO, y también por DUSSAC, un
francés de posterior militancia comunista. En 1921 comenzaron a publicar-
se periódicos como Action Coloniale, Libéré, Opinion y Aurore malgache,
voceros de la campaña por los derechos políticos y contra la discriminación
racial, promovida por RALAIMONGO conjuntamente con RAVOAHANGY, RANAIVO y
DUSSAC. La inquietud social se manifestó con una primera huelga en junio de
1925, a la que siguió al año siguiente una gran “acción de masas” entre los
campesinos contra el robo de tierras y el trabajo forzado.
El 19 de mayo de 1929 se produjeron conflictos y protestas contra los
abusos del colonialismo francés en distintos puntos de la isla que, en Ta-
nanarive, la capital, se convirtieron en una manifestación claramente po-
lítica de miles de personas con lemas como “Libertad”, “Independencia”
y “Madagascar para los malgaches”. Su organización y liderazgo corres-
pondieron, según HENRI GRIMAL, a JEAN RALAIMONGO, ayudado por algunos
europeos de extrema izquierda. Durante la Segunda Guerra Mundial la
administración vichysta fue un período tenebroso, de retroceso hacia las
peores formas de represión y despotismo, de abierto racismo y aumento
de la explotación por las sucesivas levas para el trabajo forzado, la en-
trega obligatoria a precios irrisorios de la producción agrícola y la caída
del poder real de compra que hundieron el ya miserable nivel de vida de
los malgaches. La ocupación británica y el control por parte de la Francia
Libre de DE GAULLE en 1942 trajo algún alivio sin implicar grandes cambios
pero la población, inspirada por la propaganda de guerra y la Carta del
Atlántico, esperaba que la victoria aliada trajera nuevas relaciones con
los franceses que ya no serían, decía RAVOAHANGY en 1945, las de amos y
esclavos, sino una relación de hermanos, como preámbulo a la soñada
independencia.

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Para entonces, aunque algunos malgaches no deseaban romper total-
mente la relación con Francia, la mayoría quería recuperar la independen-
cia. En 1945 se formaron dos partidos, el moderado Partido Demócrata Mal-
gache, representante de las clases acomodadas o burguesas, y el Partido
de la Restauración de la Independencia, desafiante denominación que en
1946 cambió por la de Movimiento Democrático de Renovación Malgache
sin alterar su programa liberador, con una red de comités electorales que
cubría todo el territorio. Sus dirigentes, el experimentado RAVOAHANGY, an-
tiguo miembro del VVS, y el Dr. RASETA, fueron los dos diputados malgaches
(había otros dos por los 60 000 colonos franceses) electos por Madagascar
a la Asamblea Constituyente de la IV República Francesa y presentaron un
proyecto de ley redactado casi en los mismos términos que el acuerdo entre
Francia y el Viet-minh, su modelo e inspiración, del 6 de marzo. Ese texto,
que demandaba directamente la independencia de Madagascar aunque sin
salir de la Unión Francesa, quedó trabado en alguna parte del laberinto bu-
rocrático parlamentario y ni siquiera fue discutido. Aunque en el ambiente
de transformaciones de la posguerra el gobierno francés cambió algunos
de los aspectos más humillantes del viejo modelo colonial —supresión del
código del indigenado, abolición del trabajo forzado y del servicio de mano
de obra en trabajos de interés general (SMOTIG)— el MDRM continuó con
su programa y tras vencer en las elecciones de junio de 1946 planteó dos
meses después al gobierno la celebración de un Referéndum para que el
pueblo malgache eligiera libremente el estatuto que deseaba. Esto, por
supuesto fue bloqueado e ignorado por las alarmadas autoridades france-
sas en París y en la isla que, al igual que los colonos, ya encolerizados por
la supresión del trabajo forzado, buscaban la manera de poner coto a este
nacionalismo de izquierda, cada vez más fuerte y radical.
Lo intentaron mediante la vieja máxima política enunciada por MAQUIAVELO
como divide et impera que aquí se empleo en cultivar históricos antagonismos
entre la más variada población costanera y la de las altas mesetas, los Hovas,
que controlaban el antiguo reino. Esa “doctrina de las razas”, heredada
del gobernador GALLIENI, ahora se aplicó en la promoción de un partido ca-
paz de oponerse a los “separatistas” del MDRM y de privarles de la ima-
gen de representación de todo el pueblo que cultivaban. Como expresaba
MOUTET, el ministro socialista francés, una de las razones para el manteni-
miento de la presencia francesa era brindar protección a las razas menos
avanzadas contra una posible dominación de los Hovas. Así surgió en julio
de 1946 el PADESM o Partido de los Desheredados, criatura de los colo-
nos y de la burocracia colonial-militar en la isla. Por otra parte, para dismi-
nuir la influencia del MDRM se emitieron los decretos del 25 de octubre y
9 de noviembre que, pese a la desaprobación de la comisión de los territo-
rios de ultramar, dividió a Madagascar en cinco provincias, dotando a cada
una de ellas de una Asamblea con autonomía administrativa y financiera.

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Además se cambió el mapa electoral del país con vistas a las nuevas elec-
ciones legislativas en las que se adjudicaron dos escaños de diputados al
primer colegio, el de los europeos, y tres escaños al segundo, al de los
malgaches, repartidos en tres circunscripciones: dos costaneras y una para
las altas mesetas. Todo esto, más el franco apoyo del gobierno colonial al
PADESM, sin embargo, no logró impedir la victoria de los tres candidatos
del MDRM, RAVOAHANGY, RASETA y RAGEMANANJARA en las elecciones de no-
viembre de 1946.
Entonces la administración jugó aún más sucio en las elecciones a las cin-
co asambleas provinciales, obstaculizando la campaña del MDRM e incluso
deteniendo a sus candidatos y militantes pero de nuevo se repitió el éxito
de los independentistas que obtuvieron 64 de los 92 escaños y la mayoría en
cuatro de las cinco provincias. Para impedir la formación de una Asamblea
Territorial dominada por los nacionalistas, puesto que sus miembros debían
ser elegidos por las diputaciones provinciales, el Ministro se vio obligado a
alterar el procedimiento de designación. El voto popular a favor del Parti-
do que pedía la independencia se había impuesto por encima de todas las
trampas, maquinaciones y subterfugios electorales y parecía que solo por
la fuerza podría mantenerse a Madagascar dentro de una Unión Francesa
que, en realidad, no aceptaba ni la autonomía al ser solo un nuevo nombre
para el imperio colonial de Francia.
Decidido a eliminar al MDRM y su influencia y ejemplo a nivel de todo
su traspatio colonial el gobierno movilizó sus tropas. El 25 de noviembre de
1946 M. MOUTET escribió al Presidente del Consejo, BIDAULT: “La presencia de
unidades metropolitanas en Madagascar, dotadas de armamento moderno
y distribuidas por los principales centros de la isla, de aviones, de unidades
navales, respaldará eficazmente la política de agrupación en torno a nues-
tra bandera”.
Adelantándose al golpe de las autoridades los nacionalistas pasaron a
la ofensiva. Durante la noche del 29 al 30 de marzo de 1947 atacaron el
campamento militar de Moramanga y otros puntos para dotarse de armas,
dieron muerte a algunos colonos y sabotearon el ferrocarril de Fianarant-
soa, lo que fue visto como el inicio de una sublevación general. En breve
la guerrilla liberó la zona al norte de Tamatave y la costa oriental salvo
los puertos. La respuesta fue inmediata y de una brutalidad ciega. Las tro-
pas francesas, incluidos los habituales senegaleses, a las que se sumaron
colonos y policías dieron rienda suelta al odio por los éxitos del MDRM y
durante varios días efectuaron ejecuciones sumarias, incluso en aldeas que
se habían mantenido en paz. Después se incorporaron las tropas del gene-
ral GARBAY, que durante meses llevaron a cabo operaciones sistemáticas de
“limpieza” de rebeldes. En 1948 este Alto Oficial admitió ante una Comi-
sión de la Asamblea de la Unión Francesa que las víctimas de la represión,
que oficialmente sumaban 12 000, ascendían a no menos de 79 000. Esta

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cifra, que muchos consideran aún inferior a la real, no incluía las de la re-
presión legal, tan numerosas como apresuradas o injustas pues, según el
testimonio del fiscal general resultaron no ser siempre justificadas e incluso
superiores al número solicitado por el ministerio público.
El MDRM había sido disuelto en los primeros días y los candidatos elec-
tos por el partido fueron arrestados bajo la acusación de haber preparado
la revuelta y formado un gobierno insurreccional, acusación que recha-
zaron y que, según asegura PIERRE BERTAUX,102 nunca se pudo probar. Los
dos diputados RASETA y RAVOAHANGY fueron condenados a muerte por el
tribunal de Madagascar tras un simulacro de proceso y solo los libró de ser
ejecutados la intervención de la opinión pública metropolitana. Fue una
operación de escarmiento y terror encaminada a intimidar a los partida-
rios de la independencia en la isla y en toda la Unión Francesa que golpeó
muy fuerte al movimiento nacionalista, aniquilado por un tiempo pero no
destruido.

La mutación a la derecha del Partido Reunión Democrática


Africana (RDA)
Tras la salida sin retorno de los Ministros comunistas del gobierno fran-
cés el 5 de mayo de 1947 se profundizó el reflujo de los avances logrados
por la izquierda radical en medio de las tensiones provocadas por la Guerra
Fría. Este cambio se hizo extensivo a las colonias, y repercutió con fuerza
sobre los seguidores del RDA que votaban a menudo junto al PCF en la
Asamblea Nacional y empleaban un lenguaje parecido. Por ejemplo, en fe-
brero de 1945 HOUPHOUËT-BOIGNY había publicado en Démocratie Nouvelle,
su artículo “El continente africano en marcha”, en que todavía decía cosas
tales como que “ningún africano consecuente debe aceptar que le separen
de las masas. Nosotros formamos un todo avasallado por el colonialismo
opresor. Aceptar constituir una clase intermediaria entre los explotados y
los explotadores, sería no solamente convertirnos en lacayos del imperialis-
mo sino sobre todo retardar la emancipación de esa masa” y aseguraba que
“entre los explotadores y los explotados, los reaccionarios y los demócratas,
no sabríamos vacilar: estaríamos en cuerpo y alma con las fuerzas progresis-
tas contra las fuerzas retrógradas”. Según HENRI GRIMAL la alianza operativa
entre el RDA y el PCF había obedecido a una serie de factores: los comu-
nistas habían formado parte del gobierno durante dos años, contaban con
una considerable fuerza parlamentaria y eran el único movimiento político
que, por su programa y su acción, prestaba una ayuda sin reservas a los ob-
jetivos del RDA y podía auxiliarlo en la formación de cuadros y propaganda.
El trabajo de los GEC, “grupos de estudio comunistas” ya había dado sus

102
Bertaux, Pierre: África desde la prehistoria hasta los Estados actuales, p. 331.

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resultados en ese sentido, como explica JEAN SURET-CANALE.103 En su moción
final el Segundo Congreso del RDA, efectuado en Treichville en enero de
1949 había manifestado “su fe en la alianza de los pueblos de África y del
gran pueblo de Francia que, con su clase obrera y el PC a la cabeza, lucha
con valor y confianza por su independencia nacional contra el imperialismo
norteamericano”.
La administración colonial se propuso acabar con esta floración izquier-
dista en las colonias mediante la intimidación y la represión y su primer
objetivo fue golpear al núcleo del RDA, concentrando el acoso sobre su
integrante más fuerte y enraizado, el Partido Democrático de Costa de
Marfil, PDCI, dirigido por HOUPHOUËT-BOIGNY. Para destruirlo o someterlo,
París nombró al nuevo gobernador LAURENT PÉCHOUX con órdenes precisas
al respecto. En esa coyuntura todo fue válido contra el RDA; se le hostigó,
se le aisló, se apoyó a los que se le oponían, se persiguió a sus seguido-
res, se multiplicaron los despidos de empleados y los arrestos de militan-
tes. El RDA respondió con huelgas, manifestaciones de mujeres y boicots y
HOUPHOUËT-BOIGNY fue amenazado de arresto. La manifestación del 6 de fe-
brero de 1949 terminó en incidentes violentos y la del 30 de enero de 1950
en Dimbokro en una masacre de 13 muertos y 50 heridos, todos africanos
(decenas de muertos, según PIERRE BERTAUX).104 Este Sharpeville a la francesa
fue el momento climático de la represión, seguido de detenciones masivas
de miles de militantes del RDA, que parecía condenado a la extinción.
El cerco funcionó y, ante el peligro, FÉLIX HOUPHOUËT-BOIGNY, el médico
africano, el exitoso plantador y caudillo tribal, el líder del gran Partido in-
terterritorial del A.O.F. y del A.E.F., el más conocido de sus 20 millones de
habitantes, optó por retractarse, romper con la izquierda y los comunistas
(17 de octubre de 1950) y realizar una reconversión total alineándose con
la metrópoli, proceso al que arrastró al RDA. Se dice que el ministro francés
de Ultramar, FRANÇOIS MITTERAND propició una entrevista con HOUPHOUËT-BOIGNY
en la que le propuso un pacto de colaboración con Francia que fue acepta-
do y mantenido durante el resto de su vida. En noviembre de 1950 declaró
pública y oficialmente que el RDA había puesto fin a sus contactos con el
PCF e iniciado un acercamiento al gobierno francés y a los demás partidos
de la metrópoli. En octubre de 1951 en el estadio GÉO ANDRÉ, de Abidjan,
pronunció otro discurso en el que se proclamó partidario de Francia, con
una retórica que le definiría en adelante. GABRIEL D´ARBOUSSIER, el secretario
general del RDA, se negó a secundarlo y debió dimitir mientras dos seccio-
nes discreparon agudamente y entraron en conflicto interno, las de Senegal

103
Suret-Canale, Jean: “Les Groupes d´Etudes Communistes (GEC) en Afrique Noire”,
L´Harmattan, París, 1994, p.185.
104
Bertaux, Pierre: África desde la prehistoria hasta los Estados actuales, p. 298.

123

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y Níger, y se dio un fuerte debate en la de Guinea Francesa. La de Níger se
dividió entre los que permanecieron en el RDA, encabezados por HAMANI
DIORI, con el nombre de Partido Progresista Nigerino, y los que se separaron
con BAKARY DJIBO que en 1951 fundó la Unión Democrática Nigerina (Sawaba
o Libertad desde 1957), con apoyo sindical.
En Senegal, DOUDOU GUÉYE encabezó a los que siguieron con HOUPHOUËT
como Movimiento Popular Senegalés pero la primera sección senegalesa
del RDA, la Unión Democrática Senegalesa, no transigió y se escindió de esa
organización. Solo la UPC de Camerún, rompió con HOUPHOUËT-BOIGNY y se
separó completa del RDA. Confirmando el cambio de rumbo, el RDA se alió
con el UDSR de R. PLEVEN en la Asamblea Nacional y MITTERAND y HOUPHOUËT
inauguraron juntos y en armonía el nuevo puerto de Abidjan en febrero
de 1951. Aunque la represión cesó y los detenidos fueron saliendo de las
cárceles el RDA registró una caída electoral al obtener solo tres escaños
en los comicios de 1951 para beneficio de los Independientes de Ultramar
(IOM) de Senghor y Apithy, que en febrero de 1953 lanzarían la idea de
una República Federal Africana dentro de la Unión Francesa. Probada su
confiabilidad, la administración pasó del recelo al idilio con el RDA que se
recuperó y pudo celebrar su III Congreso en Bamako en 1957, en presencia
de tres ex-presidentes del consejo francés, MITTERAND, MENDÉS-FRANCE y EDGAR
FAURE y hasta de políticos africanos de otros partidos como LAMINE GUEYÉ y
MAMADÚ DIA.
El oportunismo de FÉLIX HOUPHOUËT-BOIGNY lo convirtió en hombre de con-
fianza del colonialismo francés. Ya en 1945 había sido electo diputado a la
Primera Asamblea Constituyente por Costa de Marfil, representación que
mantuvo en todas las sucesivas Asambleas Nacionales de Francia hasta
mayo de 1959. Pero además, a partir de 1956 fue llamado a París como
Ministro pasando de uno a otro de los diversos gabinetes metropolitanos,
a modo de Ministro-corcho. Fue Ministro Delegado en la presidencia del
Consejo (febrero de 1956 hasta junio de 1957), Ministro de Estado en el
gobierno Bourgés-Maunoury (de junio a noviembre de 1957), Ministro de
Sanidad en el gabinete Gaillard (noviembre de 1957 hasta mayo de 1958),
Ministro de Estado del gobierno Pflimlin (mayo de 1958), Ministro de Es-
tado en el primer gabinete de CHARLES DE GAULLE (de junio de 1958 a enero
de 1959), luego Ministro de Estado en el gabinete Debré, hasta que ya no
pudo seguir en París porque el 30 de abril de 1959 debió volver a Costa de
Marfil a ocupar el cargo de Primer Ministro.
Este político tuvo una gran responsabilidad en la confusión de priori-
dades sufrida por el nacionalismo francófono subsahariano en la crucial
década de los años 50 del siglo XX, posponiendo la necesaria independencia
y favoreciendo la fragmentación de los grandes conjuntos de A.O.F. y A.E.F.
mientras ejemplificaba la perpetuación del colonialismo por otras vías, las
neocoloniales. Pero los trabajadores y sus sindicatos, y los estudiantes de la

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Federación de Estudiantes del África Negra, F.E.A.N.F., desbordaron la con-
tención mantenida por los parlamentarios africanos e impulsaron la lucha
anticolonialista. De octubre de 1947 a marzo de 1948 se produjo la huelga
de los ferroviarios de la línea Dakar-Níger, de gran repercusión regional, a
la que le siguió una ola de huelgas en las colonias entre 1952 y 1955. En-
tonces, dice FANON, y de manera más concreta desde 1953, los sindicalistas
africanos desarrollaron sus acciones según una perspectiva deliberadamen-
te nacional. Al inscribirse en la doble visión de la africanización de los cua-
dros y de la independencia, las acciones sindicales de la Unión General de
Trabajadores del África Negra, U.G.T.A.N., le impusieron a la lucha contra el
colonialismo francés un estilo absolutamente nuevo.
La adopción del Código del Trabajo aprobado por la Asamblea Nacional
fue una gran victoria para las fuerzas progresistas en los territorios afri-
canos concernidos pero las administraciones coloniales se encargaron de
obstaculizar su aplicación en África. Por ejemplo, las especificaciones que
eliminaban la discriminación de los africanos en los empleos fueron viola-
das sistemáticamente. En París se creó en 1951 la Federación de Estudiantes
del África Negra en Francia, F.E.A.N.F., para combatir la mistificación y la
quietud de las élites mediante una propaganda de lemas claros en la lucha
contra el colonialismo y la línea gradualista de los parlamentarios africanos.
En diciembre de 1953 esta organización sobrepasó al RDA y demás parti-
dos al demandar la independencia para A.O.F. y A.E.F. Perseguidos en los
campus universitarios franceses, detenidos y hasta torturados, despojados
de sus becas, con su periódico prohibido, los estudiantes de África Negra
en Cotonou, por voz de su presidente, llegarán a declarar ya en 1958, su
decisión de pasar a la acción directa para conseguir la independencia na-
cional por medio de las armas. Pero antes sucederían otros acontecimientos
fundamentales en la historia de este proceso descolonizador que veremos
después de detenernos en un análisis de conjunto del caso particularmente
aleccionador de la lucha de la Unión de los Pueblos de Camerún, UPC.

La revolución olvidada; el anticolonialismo radical de la Unión


de los Pueblos de Camerún (UPC)
Ya hemos entrado en los años de la posguerra y podemos detenernos
en algunos partidos que nos interesan, dentro del propio RDA El movi-
miento sindical había tomado fuerza, con un carácter radical y se hacía
sentir con huelgas y protestas por toda el área bajo la dirección de líderes
que pasaron a ser dirigentes políticos. El 10 de abril de 1948 un grupo de
dirigentes sindicales encabezados por RUBÉN UM NYOBÉ formó un partido
con una visión muy de izquierda, integrado al RDA, llamado Unión de los
Pueblos del Camerún (UPC). Esta fue una organización realmente nacio-
nalista en el sentido de un proyecto nacional concientizado para un país

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con gran diversidad de pueblos, desde los Fulanis del norte, hasta las et-
nias del sur como los Bamileké. En esta región meridional estaba el núcleo
de este UPC de proyección supratribal e ideología radical, revolucionaria,
fortalecida en la lucha sindical, que compartía la colaboración con el PC
Francés que caracterizó al RDA en sus inicios.

Figura 3.3. Rubén Um Nyobé.

Para ELIKIA M´BOKOLO la definición que corresponde al desempeño y la


ideología de la UPC es la de “movimiento revolucionario” a tenor con las
opiniones de RICHARD JOSEPH. Al orientarse la vida política de la metrópoli
hacia la derecha, en medio de los imperativos de la Guerra Fría, se induce
un giro similar en todas las esferas que alcanzará al RDA que, tras una fase
de represión que vimos concretada en la masacre de Dimbokro, Costa de
Marfil, en 1950, llevará a la mayor parte de la dirección de ese partido a un
viraje oportunista. Ya no era provechoso vincularse con el PC Francés, ya esa
relación implicaba aislamiento y persecución, ya había muertos y detenidos,
y entonces FÉLIX HOUPHOUËT-BOIGNY decidió girar 180 grados arrastrando a la
mayor parte del RDA hacia un acercamiento a la administración. Algunos
como GABRIEL D’ARBOUSSIER se negaron a seguirlo pero el realineamiento se
produjo, proceso que le costó caro al RDA que no se recuperó electoral-
mente hasta mediados de la década del cincuenta, coyuntura que favoreció
el avance de los Independientes de Ultramar de LEOPOLDO SEDAR SENGHOR, ya
mencionados.
El único partido que continuó con su línea radical, profundizándola, y
que por eso mismo se negó a seguir al RDA en su oportunismo fue la Unión

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de los Pueblos de Camerún (UPC), la organización más fuerte y consciente
en un territorio con un status formalmente diferente que por eso podía
verse como el eslabón más débil de la dominación francesa en África Ecua-
torial. Debe destacarse que esta organización tenía una composición muy
interesante, otro nivel en su dirección, era un partido que no solamente
tenía un proyecto radical y un proyecto que aspiraba a la independencia;
avanzando un paso más, la UPC se atrevió, en medio del contexto adverso
de la Guerra Fría entre los dos bloques de poder, a darle un contenido so-
cialista a esa independencia, a partir de las fuentes que lo habían nutrido
hasta ese momento. Ese riesgo de proclamar abiertamente tal modelo, bajo
las condiciones coloniales, podía resultar extremo y aniquilador y en este
caso, a la larga, lo fue. Además, fue el primer partido en el país que reclamó
la reunificación del Camerún dividido desde la Primera Guerra Mundial, la
fusión de la mayoritaria parte francesa con la franja oriental bajo adminis-
tración británica en un solo Estado.
La UPC pidió la supresión del doble colegio, el establecimiento del su-
fragio universal, que se hicieran los cambios necesarios y, sobre todo, si
Camerún era un Mandato de la Liga de las Naciones ahora convertido en
Fideicomiso de la ONU, que se suponía que era la que ejercía una tutela
internacional temporal, que la ONU programara el paso a la prevista inde-
pendencia del país. Eso pidió la UPC y aunque RUBÉN UM NYOBÉ acudió a la
ONU y lo planteó en el consejo de Fideicomisos, su reclamación no fue aten-
dida porque no era ese el interés de Francia. A la vez, la UPC se mantuvo
firme en su ideología y se negó a romper con el PC Francés, y eso le concitó
la condena y la represión por parte de la administración colonial francesa,
decidida a aniquilar a la organización rebelde y a acoplar “su” Camerún a
la Unión Francesa de la IV República. En 1950 todo el Comité de Dirección
de la UPC fue arrestado y dos años después fue prohibido el Congreso de
esa organización. Los franceses entonces comenzarán a buscar la manera
de que no fuera la UPC el interlocutor que representara a los pueblos de ese
territorio, como lo venía haciendo por ser mayoritario, en las discusiones
políticas.
La popularidad y la determinación de la UPC decidieron a París a pasar a
la ofensiva. Unos meses después de la derrota gala ante los vietnamitas en
Dien Bien Phu en mayo de 1954 y tras el estallido de la revolución argelina
en noviembre, ROLAND PRÉ fue nombrado alto comisario del territorio con
la doble misión de liquidar al partido que amenazaba con emprender lu-
chas similares en el país bisagra entre el A.O.F. y el A.E.F., en el corazón del
África Subsahariana, y de conformar, además, una alternativa política local
pro-francesa. Para eso se basaron en sectores de ese norte más atrasado,
más feudal, que por otra parte estaba vinculado a las autoridades tradicio-
nales de la etnia Fulani y al contexto islámico, tal como en el norte de Nige-
ria al que le unían lazos históricos, promoviendo como allí la imposición de

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un polo conservador que aplacara las tendencias innovadoras de los meri-
dionales. Eso fue SIR ABUBAKAR TAFAWA BALEWA en Nigeria en 1960 por cuenta
de los británicos —aunque no había allí ningún componente radical— pero
en Camerún no apareció de inicio un equivalente tan encumbrado, aunque
alguno de los promovidos tenía esa vinculación con el norte y se preciaba
de conocerlo muy bien. Así fueron apareciendo otras agrupaciones políticas
con dirigentes como ANDRÉ-MARIE M´BIDA al frente, para hacerle la oposición
a la UPC.
En mayo de 1955 el gobierno francés decidió sacar a la UPC del juego po-
lítico mediante un golpe pensado para presentarla como culpable y tratar de
desacreditarla. Tras acusarla de ser una organización procomunista el 25 de
mayo provocó choques en las principales ciudades del sur entre la militancia
de la organización nacionalista y sus agentes y le atribuyó la responsabilidad
por los disturbios para justificar la ola de detenciones que siguió. 500 arresta-
dos y centenares de heridos y asesinados fue el saldo de las demostraciones
que sirvieron de pretexto para ilegalizar a la UPC el 13 de julio de 1955, obli-
gándola a pasar a la clandestinidad urbana y luego a la lucha de guerrillas en
campos y selvas. Al llamado a la rebelión armada de la UPC se iniciaron las
operaciones de esta primera etapa de combates (1955-1958) en las regiones
de Sanaga-Maritime, Mungo , en el país Bamileké y entre otras etnias sure-
ñas, más desarrolladas y con sectores politizados. PIERRE MESSMER, que sucedió
a PRÉ en 1956, continuó la misma política aunque se vio obligado a traer sol-
dados de Senegal y Alto Volta para combatir la insurgencia.
Ante la aprobación ese año en París de la Ley Cuadro que reconocía
poderes autonómicos a las asambleas de todos los territorios de A.O.F. y
A.E.F., incluido Camerún, el Alto Comisario, sin derogar la exclusión de
la UPC, organizó el 23 de diciembre de 1956 un simulacro de elecciones
destinadas a asentar en el poder a dirigentes moderados y manejables a
su gusto, proceso que fue boicoteado por los combatientes nacionalistas
enfrascados en guerra abierta contra el colonialismo francés. Como resul-
tado en la primavera de 1957 se formó un gobierno “autónomo” con ANDRÉ MARIE
M’BIDA como premier mientras AHMADOU AHIDJO, del norte islámico, pasó a
encabezar la asamblea territorial hasta que el 16 de mayo de 1957 sus-
tituyó a M’BIDA en el premierato como hombre de confianza de París. Al
mismo tiempo MESSMER supervisó una sangrienta “pacificación” que en la
Sanaga-Maritime fue dirigida por el teniente coronel JEAN LAMBERTON, quién
se ensañó contra los guerrilleros dentro de las llamadas “zonas prohibidas”
previamente delimitadas. Las atrocidades de las tropas francesas no impi-
dieron un rebrote de la lucha en septiembre de 1957 que no amainó en las
selvas de esa provincia hasta el invierno de 1957-1958, en una campaña que
se inició con la masacre del pueblo de Ekite.
En el campo internacional contrastaba el prestigio ganado por la UPC
entre los movimientos de liberación nacional y la opinión de los sectores

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progresistas, con las referencias de prensa de los grandes medios que, si
tocaban el tema, era para culpar a la UPC de una “guerra civil en Camerún
que tenía carácter Mau Mau”, o para hacer sonar todas las alarmas del
mundo libre al advertir, como hacia The Economist que “Camerún será tal
vez el primer Estado comunista de África”. Para la mentalidad occidental de
Guerra Fría, condicionada y alentada por su apreciación de hechos recientes
como las revelaciones del XX Congreso del PCUS de febrero de 1956 sobre
los errores relacionados con el culto a la personalidad de STALIN, o los sucesos
de Hungría en octubre de ese año, tal revelación era como un llamado a
suprimir semejante peligro. Extinguirlo y evitar el contagio u “efecto domi-
nó” era, según ROLF ITALIAANDER “una necesidad de Occidente. Si el Camerún
se le escapa de las manos a Occidente, el Este tendrá aquí una base de in-
negable valor. El país vecino por el lado occidental no está dominado por
los comunistas, pero los países limítrofes del norte y del oeste, es decir, los
cuatro estados de la antigua África Ecuatorial Francesa, e incluso lo que
fue antes Congo Belga, podrían estarlo un día u otro”.105 Así se justificó la
guerra de exterminio contra la UPC.
En el verano de 1958 la crisis gubernamental total de Francia producto
de la guerra de Argelia determinó la vuelta al poder del general CHARLES DE
GAULLE y la instauración de la V República mediante un Referéndum que
para el África Subsahariana bajo control francés significó jugar con la leal-
tad política de las burocracias afrancesadas retadas a votar contra su propia
independencia o asumir las consecuencias. Solo el liderazgo de Guinea fue
leal a su pueblo más que a la metrópoli y, pese a las amenazas votó por la
independencia ese 28 de septiembre de 1958. AHIDJO hizo votar por Fran-
cia a la población que controlaba mientras Camerún ardía tras la pérdida,
días antes, del líder de la UPC, RUBÉN UM NYOBÉ (1913-1958), asesinado en
el monte cerca de su aldea natal en Bassa por una patrulla militar el 13
de septiembre de 1958. Tras la significativa desaparición del hombre que
propugnaba “un socialismo nacional” la dirección del movimiento pasó al
Dr. ROLAND MOUMIÉ, reconocido como líder del país en el Congreso de Todos
los Pueblos que reunió a los movimientos de liberación de África en Accra,
la capital ya independiente de Ghana el 24 de diciembre de 1958.
Algo similar había sucedido un año antes en la Conferencia Afro-Asiática
efectuada en El Cairo, a modo de Bandung 2, del 20 de diciembre de 1957 al
1ro. de enero de 1958, cuando loa 44 países presentes dieron su respaldo a
la UPC al declarar “su apoyo a los pueblos de Camerún que reclaman nego-
ciaciones entre Francia e Inglaterra y sus representantes legítimos para dar
una solución equitativa a sus problemas”. Esa conferencia llamó a la ONU
a comprender “la gravedad de la situación en Camerún”, declaró su apoyo

105
Italiaander, Rolf: La hora de África, pp. 227-228.

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“a los pueblos de Camerún en su lucha por la unificación e independencia”
y condenó “las medidas extremas tomadas por las autoridades francesas en
ese territorio” haciendo un llamado “a la opinión pública francesa para que
interceda ante su gobierno para poner fin a esa situación”. A fines de 1958
FRANTZ FANON constataba la aceptación internacional de este movimiento en
armas al apuntar que los representantes del Camerún rebelde, encabeza-
dos por el Dr. MOUMIÉ, habían sido “aplaudidos calurosamente en el trans-
curso de la última sesión de la ONU”.106
AHMADOU AHIDJO había acudido a la cuarta sesión de la Asamblea General
de la ONU a defender la “unión franco-africana” y “la cooperación fran-
co-camerunesa” mientras culpaba a la UPC por los crímenes de la guerra
civil de que eran acusados Francia y su gobierno y, a la vez, decía lamentar
“la pérdida de tanta gente joven que representaban la élite con la que el
país creía poder contar”. Pero al admitir que algunas poblaciones habían
tenido que ser reagrupadas “para asegurarse así mejores medios de de-
fensa” reconocía la existencia de los campos de concentración que, junto
a las torturas y matanzas habían sido denunciados por la UPC incluso a
la Cruz Roja Internacional. La Asamblea General de la ONU elevó final-
mente una protesta por los sangrientos sucesos pues no se podía seguir
hablando de guardar el orden público sino que debía hablarse de una
guerra que Francia sostenía abiertamente contra un pueblo que le había
sido confiado por la ONU. Pero no se dio curso a una petición de la India
para una investigación de la situación y los crímenes cometidos, aunque
quedó admitido que en el Camerún luchaba un ejército de liberación y no
de “terroristas”.107
No obstante, el gobernador MAURICE DELAUNEY continuó haciendo uso de
la fuerza y el terror en el país Bamileké mediante masivos encarcelamientos
preventivos de centenares de sospechosos de colaborar con la guerrilla, que
eran sometidos a crueles interrogatorios o desaparecidos sin dejar rastro
como en Argelia. La incontenible ola descolonizadora dio lugar a un nuevo
ajuste en la política francesa que prefirió prestigiar a sus incondicionales en
la dirección de los “Estados miembros de la Comunidad Franco-Africana”
concediéndoles una independencia formal antes de que fueran desplaza-
dos por sectores más radicales. En respuesta al plan galo de otorgarle ese
tipo de independencia al Camerún que, pese al baño de sangre, recibió la
aprobación de la ONU durante 1959, la UPC reactivó sus frentes. El Ejérci-
to de Liberación Nacional de Camerún (ALNK), dirigido por MOUMIÉ como
presidente de la UPC en el exilio, multiplicó las acciones contra el poder
colonial en vías de mutación neocolonizante.

106
Fanon, Frantz: Por la Revolución Africana, p. 178.
107
Italiaander, Rolf: La hora de África, pp. 220-222.

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Cuando AHMADOU AHIDJO proclamó la independencia el 1ro. de enero de
1960 la administración estaba al borde del caos operativo; pocos días antes
el gobierno se vio obligado a declarar el estado de emergencia en 11 de los
25 departamentos del país y la región Bamileké, una de las más ricas estaba
en plena rebelión y fuera de control. En Yaoundé y Douala, las dos ciudades
más importantes se multiplicaban los hechos sangrientos y los rebeldes lle-
garon a atacar el Aeropuerto de la capital, Yaoundé, pocas horas antes de
la llegada del Jefe del Estado a proclamar. Una década más tarde el propio
AHIDJO diría que “en el momento en que accedí al poder en febrero de 1958,
el Camerún estaba al borde del abismo” debido a que “una lucha fratrici-
da, teleguiada desde el extranjero, ensangrentaba importantes regiones
del país” por lo que “se dieron instrucciones precisas a las fuerzas del or-
den a fin de que la rebelión fuera aplastada en todas partes”.108 De nuevo
las fuerzas armadas francesas, secundadas por las locales se empeñaron en
destruir a las guerrillas rebeldes sin atenerse a escrúpulos, bajo el mando del
general MAX BRIAND y los bombardeos aéreos completaron la política de terror
mantenida desde antes por DELAUNEY. Circundado por numerosos consejeros
franceses, a los que conservó por mucho tiempo, AHIDJO asumió algunas de
las consignas de la UPC y se presentó como campeón del ideal de unifica-
ción de las dos partes del país y de la independencia “lograda” por él, mien-
tras conseguía la entrada en la ONU el 26 de enero de 1960, hacia aprobar
una nueva constitución en febrero y buscaba romper la unidad de la UPC
ofreciendo la reinserción a los que depusieran las armas. A ese fin anuló
la prohibición de la UPC en marzo de 1960 y el 10 de abril celebró eleccio-
nes en las que, por supuesto, su Movimiento de Unión Camerunesa se las
arregló para obtener 60 de los 100 asientos del Parlamento mientras recha-
zaba a 44 oponentes por “incompetencia”. El Dr. FÉLIX MOUMIÉ, que recorría
el mundo tratando de mantener el apoyo internacional que se debilitaba
por los reconocimientos gestionados por AHIDJO, fue asesinado por agentes
franceses en Ginebra el 2 de noviembre de 1960 envenenado con talio.
FANON recuerda así ese momento. “No hubo ráfagas de ametralladoras ni
bombas…una muerte abstracta golpeando al hombre más concreto, más
vivo, más impetuoso. El tono de FÉLIX era constantemente alto. Agresivo,
violento, colérico, enamorado de su país, odiado por los cobardes y los ma-
niobreros. Austero, duro, incorruptible. Esencia revolucionaria albergada
en 60 kilos de músculos y huesos”.109
Diez días después de la muerte de MOUMIÉ, Francia obligó a AHIDJO a fir-
mar una serie de acuerdos que limitaban aún más la soberanía camerunesa
pero le apoyó en la recuperación de la unidad del territorio mediante una

108
Jeune Afrique, “Cameroun”, No. 468, 23 de diciembre de 1969, p. 7.
109
Fanon, Frantz: Por la Revolución Africana, p. 202.

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estructura federal. En febrero de 1961 en el Referéndum convocado para
decidir el futuro de la zona bajo fideicomiso británico, la parte norte de
la franja votó por su incorporación a la vecina Nigeria, que se materializó
en junio de 1961, mientras que la parte sur se integró como Camerún Oc-
cidental a la República Federal de Camerún el 1ro. de octubre de 1961. El
gobierno de AHIDJO y sus asesores franceses fue asumiendo formas dictato-
riales pero mantuvo la mejor relación con los intereses franceses como las
compañías Pechiney y Ugine, productora de aluminio en la planta de Edéa
desde 1957, lo mismo que con las firmas exportadoras de cacao y café.
No obstante, los revolucionarios cameruneses continuaron luchando
bajo la dirección del vicepresidente de la UPC, ERNEST OUANDIÉ, que regresó
al país en 1961 para reorganizar la resistencia. Otros se instalaron en la
vecina República del Congo-Brazzaville para crear un segundo frente del
ALNK en la frontera camerunesa. Al efecto PIERO GLEIJESES dice que cuando
ERNESTO CHE GUEVARA visitó Brazzaville en 1965 existían allí dos grupos de
insurrectos, el MPLA y la Unión de los Pueblos de Camerún, pero para me-
diados de 1966 los asesores cubanos destacados en el Congo comenzaban
a comprender que la UPC estaba desorganizada.110 Ese segundo frente fue
derrotado y desarticulado entre 1966 y 1967 y finalmente, al término de
1970, ERNEST OUANDIÉ, el último de los dirigentes históricos del núcleo rector
de La UPC, fue apresado y ejecutado en público el 15 de enero de 1971.
Atrapados en un escenario colonial relativamente aislado, los revoluciona-
rios camerunenses fueron objeto de una guerra sucia y aniquiladora por
parte de Francia, una especie de Argelia en pequeño y en la sombra, que
privó a la UPC —uno a uno— de su calificada dirección y sembró el terror y
la muerte entre sus partidarios.
De haber llegado al poder ¿cómo habría funcionado en la práctica ese
“socialismo nacional” soñado por RUBÉN UM NYOBÉ y sus compañeros en las
condiciones de un país como Camerún? Las claves están en su programa;
como decían los líderes de la UPC: “Cualquiera que sea la amplitud de la
solidaridad y la simpatía que se nos asegura desde el exterior, es nuestro
propio esfuerzo lo que debe determinar la salvación nacional (…). Así pues,
queridos compatriotas, ha llegado la hora de poner a un lado todas las
querellas subalternas para que todos y todas hagamos un bloque para im-
poner la Unificación y la Independencia inmediata de nuestro país a fin de
ponernos a trabajar en la edificación de nuestro joven estado sobre la base
del programa que nuestro movimiento les ha propuesto”.111 Ese progra-
ma, glosado por LUIS DEBESA de los documentos de la UPC, contemplaba dos

110
Gleijeses, Piero: Misiones en conflicto, p. 195.
111
Félix Moumié Roland; Abel Kingué y Ernest Ouandié: Maquis, 3 de octubre de 1955.
En: Rubén Um Nyobé, Ecrits sous maquis, L´Harmattan, 1989, pp. 108-109.

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posibilidades: una sería la aplicación de un programa mínimo de Frente
Unido y la otra, la aplicación de un programa de construcción nacional de
democracia nueva. La opción entre uno u otro programa estaría en depen-
dencia tanto de la UPC como de la disposición al diálogo o a la confronta-
ción del régimen gubernamental. La aplicación del programa mínimo de
Frente Unido se llevaría a efecto de lograrse un régimen democrático como
resultado de una solución pacífica negociada. Tal régimen implicaría la am-
nistía general, total e incondicional, con todas las medidas que de ella se
deriven; el retorno de la UPC y de sus organizaciones de masas a la vida
legal y el restablecimiento de las libertades políticas y sindicales; fijación de
las normas de reorganización de las instituciones nacionales y organización
de elecciones libres; fin de la presencia militar extranjera en el país y ca-
merunización completa y efectiva del ejército camerunés; y revisión y abro-
gación de todos los acuerdos y convenciones contrarias al interés nacional
y popular. La UPC especifica que este sería un régimen de compromiso, de
carácter pequeño burgués, pero necesariamente progresista y nacionalista.
Dada la posición del régimen neocolonial esta opción debió descartarse no
dejando otra vía para la UPC que la lucha armada.
La aplicación del programa de construcción nacional de democracia nue-
va sería consecuencia directa del triunfo de esa lucha armada, en ausencia
de una solución negociada de la crisis nacional camerunesa. Tras la victoria
se instauraría un régimen de independencia real, verdaderamente demo-
crático y popular, directamente controlado por los obreros, los campesinos
pobres y los intelectuales revolucionarios, se haría más efectiva la reunifi-
cación del país en todos los campos para consolidar la unidad nacional; se
emprendería la construcción de una economía nacional independiente; se
llevaría a cabo una política social al servicio de las masas populares; se al-
fabetizaría al pueblo y se edificaría una enseñanza democrática y científica
para el desarrollo de las culturas nacionales, y se desarrollaría una política
exterior consecuente de no alineamiento con particular atención a los pue-
blos de África para promover la emancipación común en todos los planos.
Con este programa de carácter nacional y democrático la UPC se proponía
emprender la fase nacional, democrática y antimperialista teniendo como
perspectiva posterior el socialismo. En esa fase no se contemplaba el parti-
do único sino que se implantaría un sistema multipartidista porque mien-
tras la clase obrera camerunesa no estuviera en condiciones de instaurar
una dictadura de clase, solo un sistema multipartidista se podría correspon-
der con los intereses de las masas populares. En opinión de la dirección de
la UPC el enfrentamiento de clases que provocaría la implantación de este
sistema haría más aguerrida a la clase obrera y al conjunto de las fuerzas
revolucionarias. Para la UPC la movilización y la educación del proletariado
y su lucha por sus objetivos de clase en la fase democrática, serían la condi-
ción y lo esencial para el paso a la revolución socialista.

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Esa utopía no murió asesinada con su soñador, que nos legó en cambio
su visión del problema nacional en esa tierra de tantas etnias y confesio-
nes.112 A su continuador FÉLIX MOUMIÉ se le atribuye admiración por MAO
TSE TUNG y HO CHIH MINH como modelos, tan populares en los movimientos
de liberación de izquierda en los años 50 (Madagascar, por ejemplo).
Ya entonces se debatía si la UPC era o no era, en verdad, un Partido
Comunista. Es cierto que existen numerosos puntos de convergencia o
de semejanza entre los Partidos Comunistas de entonces, en particular,
el PC Francés, y la UPC: los líderes del Partido, surgidos del trabajo sin-
dical, habían sido formados en las ideas marxistas y utilizaban tanto la
dialéctica como el vocabulario y las categorías correspondientes; el mo-
vimiento estaba organizado como un partido de masas y le concedía un
papel muy importante a las secciones locales; los lazos con los sindicatos
próximos a la Central General de Trabajadores, CGT en Francia, le eran
vitales; además el Partido mantenía relaciones privilegiadas con el PCF,
que le ayudaba a enfrentar muchas dificultades y contribuía con sus es-
critos, principalmente mediante la prensa, a poner al tanto a la opinión
francesa sobre la situación en Camerún. Ante la decantación mundial de
fuerzas contrapuestas RUBÉN UM NYOBÉ había ubicado el lugar que, en su
opinión, le correspondía a la UPC:
“Se han formado dos campos: el campo del imperialismo y de la guerra,
que tiene a su cabeza al imperialismo norteamericano: es en ese campo
donde se encuentran los colonialistas; y el campo de la democracia y la paz,
a la cabeza del cual se encuentra la Unión Soviética: es en este campo en
que se encuentran la clase obrera y los demócratas de todos los países. Es
igualmente en ese campo donde se encuentran todos los pueblos que lu-
chan por la liberación del yugo colonial”.113
Esa vocación marxista confesa de la dirección de la UPC desde sus fechas
más tempranas, en las condiciones de la Guerra Fría, fue el elemento deter-
minante de la fuerza con que Francia se empeñó en destruirla y sustituirla
por otros dirigentes políticos que resultaran manejables como AHIDJO, que
se mantuvo en el poder hasta 1982. Las diversas etapas de la lucha em-
prendida por la UPC marcaron los acontecimientos de la descolonización
neocolonial del Camerún, impuesta mediante el aplastamiento de esa re-
volución olvidada. Las fuentes más creíbles aseguran que hubo entre 70 000
y 120 000 víctimas. El primer ministro francés FRANÇOIS FILLON declaró duran-
te una visita a Yaoundé en mayo de 2009: “Niego rotundamente que las
fuerzas francesas hayan participado, en modo alguno, en los asesinatos de

112
Um Nyobé, Rubén: El problema nacional camerunés.
113
Um Nyobé, Rubén: “Extracto del Informe presentado al Primer Congreso de la UPC”,
Dschang, 10 de abril de 1950. En: Ecrits sous maquis, París, L´Harmattan, 1989.

134

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Camerún, todo eso son invenciones”.114 Esa negación trata de recomponer
la visión idílica de una descolonización pactada sin sangre del África Negra
francesa que la guerra de liberación de la UPC desmiente. Pero los hechos
no han dejado de ser testarudos y la verdad se impondrá finalmente cuan-
do se recupere toda la memoria histórica de lo ocurrido en Camerún entre
1955 y 1971.
El estudio del caso específico camerunés nos permite hacer un breve
aparte para analizar el riesgo y el reto que para los Movimientos de Libe-
ración implicaba, en general, asumir una opción socialista radical en medio
de la Guerra Fría. Podemos tomar en cuenta los siguientes comentarios y
opiniones, a propósito de otras experiencias:
Comentarios de FRANTZ FANON en Por la revolución africana:
“La izquierda no comunista nos pide garantizarle que no nos sumare-
mos al bloque comunista”, dice FRANTZ FANON a partir del caso argelino, y
agrega: “El anticolonialismo de estos demócratas no es pues, sin reservas
o incondicional sino que supone una selección política precisa”...”asegu-
ran ellos” que “en la hora actual de los grandes bloques, un alineamiento
es obligatorio y sus consejos no están disfrazados: es necesario escoger el
bloque occidental” (diciembre de 1957, p. 93).
“Para los pueblos colonizados sometidos por las naciones occidentales,
los países comunistas son los únicos que los ayudan en toda ocasión a su
defensa. Los países colonizados no tienen por qué preocuparse de saber
si esa actitud es dictada por el interés de la estrategia comunista; lo que a
ellos les preocupa, sobre todo, es que este comportamiento general vaya de
acuerdo con sus propios intereses” (febrero de 1958 p. 111).
Sobre el cambio condicionado de la actitud norteamericana: “Dos ele-
mentos dan carácter circunstancial a la progresiva modificación de la acti-
tud norteamericana. En primer lugar, la certidumbre aguda, transatlántica,
de que ha llegado la hora de elegir, de sostener la lucha de los pueblos
colonizados, de ayudar a la disgregación de los imperios, de apoyar la libe-
ración de los pueblos oprimidos. Otro elemento es que, frente al “peligro
comunista” en el marco de la Guerra Fría y de la partición del mundo en
esferas de influencia, los Estados Unidos están más y más conscientes de la
urgencia de las posiciones radicalmente opuestas al colonialismo francés”
(mayo de 1958, p.128).
“Cada lucha de liberación nacional debe tener en cuenta las zonas de
influencia”…”esta estrategia competitiva de las naciones occidentales
entra por otra parte, en el marco más vasto de la política de los dos blo-
ques”…”no se trata de una casualidad si, detrás de cada reivindicación
nacional de un pueblo colonizado, se descubre de manera casi estereotipada,

114
Deltombe, Thomas: “Camerún, una guerra poco conocida (1955-1971)”, Le Monde
Diplomatique-El Atlas histórico, Historia crítica del siglo XX, p. 61.

135

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la mano o el ojo de Moscú. Porque toda dificultad presentada contra la su-
premacía de Occidente en una parcela del mundo es un golpe concreto a su
potencia económica, a la extensión de sus bases estratégicas militares, una
limitación de su potencial. Cada ataque a los derechos de Occidente sobre
un país colonizado es a la vez tenido como un síntoma de debilitamiento
del mundo occidental y de reforzamiento del mundo comunista” (julio de
1958, pp. 144-145).
Comentario de BASIL DAVIDSON en: Modern Africa; A social and political history.
“Aún cuando era verdad que algunos de los líderes del RDA mantenían
vínculos parlamentarios con el PC Francés que entonces, por supuesto, era
miembro del gobierno francés de coalición”…”una vez más, las acusaciones
de “comunismo” sirvieron de cubierta para los verdaderos complots desti-
nados a prevenir el progreso” (p. 128).
Después de este necesario estudio vertical y específico de la experiencia
camerunesa, revelador de la otra cara de la descolonización a la francesa
que se pretende mantener oculta, es preciso volver al proceso general en
A.O.F. y A.E.F. hacia 1956.

La Ley Cuadro de 1956: autonomía y “balcanización” del A.O.F.


y del A.E.F
No pueden entenderse los procesos ocurridos en estos territorios sin
analizarlos en el contexto epocal y geográfico que los influyó y, en buena
medida, condicionó, interrelacionándolos. Lo que pasaba en la metrópoli,
lo que sucedía en el resto del continente y en la propia región del África
Occidental o Ecuatorial repercutía de una u otra forma en cada territorio.
Costa de Oro ya gozaba de autonomía y Nigeria iba por el mismo camino,
Kenya experimentaba la lucha armada contra el Imperio británico y sus co-
lonos y 1956 comenzaría con la independencia de Sudán, seguida en breve
por las de Marruecos y Túnez. Pero sobre todo, al otro lado del Sahara, en
Argelia, se libraba una guerra de liberación que todo el poder de Francia no
conseguía vencer, y ya en Camerún la UPC se había desentendido de la farsa
del colonialismo “libremente consentido” y se preparaba para luchar por
la independencia. Tras su humillante derrota en Viet Nam los dirigentes de la
IV República Francesa comprendían la necesidad de un cambio de política
en los territorios dónde todavía había paz.
El socialista GASTÓN DEFFERRE prevenía a sus colegas parlamentarios aler-
tando que no se debía tomar la calma que existía en el África Negra por
indiferencia hacia los acontecimientos en África del Norte. “No permitamos
—decía— que pueda creerse que Francia solo emprende reformas cuan-
do la sangre comienza a derramarse”… en realidad, la historia colonial de
Francia permitía creerlo perfectamente. Como ministro de Ultramar DEFFERRE
llevó al Parlamento e hizo adoptar (446 votos contra 98) una Ley el 23 de

136

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junio de 1956 bajo su nombre y convenientemente secundado con el del
ministro HOUPHOUËT-BOIGNY, que creaba un marco legal que autorizaba al go-
bierno francés a emitir por decreto las medidas necesarias para encausar
la evolución administrativa de los territorios de Ultramar. Conocida como
Ley-Cuadro (Loi-cadre) o Ley Marco, esta legislación habilitante enumeraba
algunos principios que ya figuraban en la retórica de la Constitución como
enunciados a implementar y desarrollar. Basándose en esos principios el
gobierno podía lanzar decretos para proceder a reformas administrativas,
económicas y sociales en las colonias del África Subsahariana. Así, se le daba
la potestad al gobierno de ampliar las facultades de las Asambleas en cada
uno de los territorios del A.O.F. y A.E.F. que podían aprobar el presupuesto
y elegir al Consejo de Gobierno, un embrión de poder ejecutivo local sin
que se especificaran sus funciones.
Sin embargo, el gobernador francés retenía el poder al presidir el Conse-
jo de gobierno, aparte de que el Ministerio de Ultramar podía anular cual-
quier decisión tomada por las Asambleas si consideraba que “excedía su
competencia” o se “inmiscuía en la defensa nacional”. Aunque BERTAUX ase-
gura que ni en el texto firmado por el presidente RENE COTY, ni en los decre-
tos de aplicación se hablaba para nada de autonomía, eso era lo que estaba
concediendo el gabinete socialista de GUY MOLLET. La “descentralización”
de poderes y la flexibilidad orientada a los gobernadores y altos comisarios
permitía entregar cierto poder y responsabilidades a las autoridades loca-
les. Se eliminó el sistema de doble colegio, todos los mayores de 21 años
podrían votar y junto al Gobernador o Jefe del Territorio la Asamblea debía
designar a un “Vicepresidente” africano que, con el debido respaldo, se su-
ponía que podía actuar como un Premier. Sin embargo, uno de los objetivos
de la Ley de 1956 fue el desmembramiento de los dos grandes conjuntos de
colonias, que ya no serían controlados por gobernadores generales sino por
altos comisionados de escaso poder real.
Esta voluntad imperial de situar el juego político permitido solo al nivel
de cada territorio y desintegrar los dos grandes conjuntos de colonias crea-
dos desde el reparto, en el momento en que ya había que empezar a hacer
verdaderos cambios, fue inmediatamente calificado de “balcanización”; o
sea, de intento de fragmentar en numerosos estados lo que había sido una
sola entidad territorial y política como había ocurrido en los Balcanes tras
el desmantelamiento del Imperio otomano. Para BASIL DAVIDSON los franceses
“creían que doce pequeños estados serían mucho más fáciles de controlar
que dos enormes así que dieron paso a la idea del autogobierno para doce
débiles estados”115 excluyendo toda idea federal pues la República seguía
siendo, como ya sabemos, “una e indivisible.”

115
Davidson, Basil: Modern Africa, p. 129.

137

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Para SEKOU TOURÉ, entre las leyes de inspiración colonial no hay otra que
haya provocado tantas controversias como la Ley Cuadro. Sus criterios, que
glosamos a continuación, merecen especial atención, por su papel prota-
gónico en esos acontecimientos: Ley “Liberal” para unos, “perversa” para
otros, “este penúltimo acto de la colonización” engendró en el África bajo
dominación francesa “más pasiones contradictorias que sesenta años de
legislación colonial”. Pero “¿acaso la misma no tenía exactamente el obje-
tivo de crear antagonismos de todo tipo y hacer nacer una división institu-
cional susceptible de quebrantar en su embrión el reagrupamiento que se
dibujaba?”. Para el líder guineano “La Ley Cuadro estaba destinada a ligar
al África al neocolonialismo, del cual fue una de las primeras manifesta-
ciones” pero Guinea la convirtió en “instrumento de su liberación, gracias
a la utilización de las contradicciones que la misma implicaba” pues “fue
para nosotros un hecho social pensado dialécticamente y que el PDG va-
ció de su contenido reaccionario para no conservar más que su naturale-
za dinámica”. Así “nuestro pueblo, movilizado en el seno del PDG, crea-
ba rápidamente, gracias a la Ley Cuadro, las condiciones objetivas de su
acceso a la independencia” y “ha sabido sacar provecho plenamente de
una legislación tan ambigua y, paralelamente, debilitar al colonialismo con
su arma colonialista tan perfectamente elaborada”. En resumen, para el
hombre que supo decir “no” al colonialismo precipitando la descoloniza-
ción del A.O.F., “esta ley, que perseguía impedir el reagrupamiento de nues-
tras fuerzas políticas, fue, gracias a la brillante acción del PDG, el preludio
de la independencia de los pueblos africanos bajo dominación francesa”.116
LEOPOLD SEDAR SENGHOR, el poeta senegalés de la Negritud, diputado y exmi-
nistro del gobierno de EDGARD FAURE, se opuso a la Ley Cuadro por otras ra-
zones. Cuando la primera votación en la Asamblea Nacional el 22 de marzo
de 1956 los diputados SENGHOR, DIA y MAGA, del Partido de los Independientes
de Ultramar (IOM) se abstuvieron mientras los del RDA votaron a favor. Ante
el debate que se abrió SENGHOR optó por publicar su proposición en el diario
de Dakar Afrique Nouvelle el 6 de noviembre de 1956: “Se nos ofrecen tres
soluciones”, decía, “1) Cada territorio, dotado de autonomía interna, se in-
tegrará directamente en la República, prácticamente unido a la metrópoli”;
“2) Los ocho territorios del A.O.F. se fundirán en un Estado unitario con un
solo gobierno y una sola Asamblea legislativa, y el Estado se integra a la
metrópoli” y “3) Los ocho territorios de A.O.F. gozando, cada uno de una
cierta autonomía, constituirán un Estado Federal siempre integrado en la
República”. Para SENGHOR ese Estado unitario o Federal no podía tener otra
capital que la de siempre, Dakar, con “su” Senegal como centro y posible-
mente él de primera figura.

116
Touré, Sekou: África en marcha, pp. 18-19.

138

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“Balcanizar”, continuaba SENGHOR, “es dividir artificialmente esos ocho
territorios para hacer de ellos entidades políticas, económicas y culturales
que no ignorarían a la metrópoli pero se ignorarían entre ellas”. Serían
“entidades sin realidad, puesto que es evidente que las fronteras actuales
no son más que fruto del azar militar y de las intrigas administrativas; no
corresponden a ninguna realidad: ni geográfica, ni económica, ni étnica, ni
lingüística”, y se preguntaba, piropeando: “¿Cuál sería dentro de la Repú-
blica el peso del pequeño Senegal, de la pequeña Costa de Marfil de dos
millones de habitantes —por no hablar más que de los territorios llamados
“ricos”— ante una metrópoli de 40 millones de habitantes, la más rica en
recursos y en inteligencias entre las naciones de Europa Occidental?”; y
concluía: “Aceptar la balcanización del África, es aceptar con nuestra mi-
seria, la alienación de nuestra razón de vivir”.117 Ya desde antes Senghor
había preconizado el “Estado Federal”: “Los ocho territorios del A.O.F. que-
darían como tales, tras un ligero ajuste necesario. Estarían dotados cada
uno de un Consejo de Ministros y de una Asamblea legislativa, para todas
las cuestiones de interés territorial. Pero, por encima del gobierno y del
parlamento local, sería creado un gobierno federal y un parlamento federal
que trataría las cuestiones de interés común”.
Pero, como recordaría SENGHOR más de 20 años después, “Una entidad
A.O.Fiana”… “no era del gusto en verdad de ningún partido francés, se
hizo todo para impedir su existencia independiente”… “la antigua África
Occidental Francesa fue entregada, entonces, a todas las fuerzas centrífu-
gas”.118 En cuanto a HOUPHOUËT-BOIGNY, que aparecía como promotor de la
Ley Cuadro y le había prestado su nombre, era bien conocida su hostilidad
al proyecto federal y a todo lo que significara mantener algún poder al
nivel del conjunto de territorios del A.O.F. y su deseo de otorgar la au-
tonomía a cada territorio por separado. En su opinión el territorio era el
marco natural de desarrollo mientras que la solidaridad africana no podía
construirse a partir “de unas estructuras administrativas y políticas artifi-
ciales arbitrariamente impuestas” como eran las antiguas federaciones de
colonias de A.O.F. y A.E.F. El realismo, decía, exigía fortalecer la personali-
dad de los territorios. En realidad esta actitud respondía tanto a su posi-
ción de Ministro de un gobierno de la República opuesto a la creación de
dos federaciones en África, como a la defensa egoísta de los intereses que
controlaban la economía de Costa de Marfil. Según HENRI GRIMAL, Costa de
Marfil era una región en pleno crecimiento, con una renta muy superior a
los demás territorios del A.O.F. y no quería tener que ser la “nodriza” de los
menos favorecidos en un posible Estado Federal que seguramente tendría

117
Afrique Nouvelle, 16 de octubre de 1956.
118
Benoist, Joseph-Roger: La balkanisation de l´Afrique Occidentale Française, p. 8.

139

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por capital a Dakar, ciudad rival de Abidjan. HOUPHOUËT-BOIGNY prefería ligar-
se directamente a Francia, sin ningún nivel intermedio.
Otro paso, menos conocido, en dirección al fraccionamiento fue la crea-
ción de la Organización General de las Áreas del Sahara, con presupuesto
aparte, para el norte de A.O.F., en el Sahel y el desierto de Sahara. La nueva
entidad amenazaba con sustraer esas áreas septentrionales al control de
los territorios de Sudán Francés (Mali, Níger y Chad) mediante la posible
manipulación de las aspiraciones de sus habitantes Tuaregs, Tobu y de otras
etnias con respecto a las mayorías negro-africanas sedentarias del sur.
Los decretos que establecieron los modos de aplicación de la Ley Cuadro
fueron discutidos por la Asamblea Nacional desde principios de año hasta el
30 de marzo de 1957. Debe aclararse que las federaciones de A.O.F. y A.E.F.
siguieron existiendo formalmente bajo el nombre de Grupos de Territorios
con sendos altos Comisarios al frente acompañados cada uno de un Gran
Consejo de delegados elegidos por las Asambleas Territoriales con algunas
funciones pero en la práctica la ampliación de las atribuciones de los terri-
torios reducía a esos organismos federales a un papel de coordinación y
los condenaba en general a la inutilidad. La metrópoli creía haber ganado
tiempo con estos cambios y pensaba poder disfrutar de unos años en esta
fase intermedia, pero lo que parecía satisfactorio en 1956 ya no lo era un
año después. En marzo de 1957 se celebraron las elecciones a las Asambleas
Territoriales que, en aplicación de la Ley Cuadro, y mediante “sufragio uni-
versal y colegio único”, dieron paso a la autonomía; pero en ese mismo mes
Ghana se hizo independiente en el mismo corazón del África Occidental.
Ahora Costa de Marfil, Alto Volta y Togo tenían fronteras con la inde-
pendencia real. La “colaboración amistosa” que se estipulaba entre el go-
bernador y el ejecutivo africano surgido de las elecciones era difícil de pro-
gramar, lo mismo que la aceptación africana, por tiempo indefinido, de que
su papel en el ejecutivo y el legislativo local se limitaran a una cogestión
con el poder colonial. De momento Francia pudo impedir el establecimien-
to de los dos grandes estados federales haciendo uso de la Ley de 1956
y ejerciendo presión política y económica sobre los países de África Occi-
dental y Ecuatorial, pero a la larga fue incapaz impedir el colapso de su
imperio colonial. El movimiento sindical continuó desarrollándose entre los
trabajadores y en 1957 se creó la Unión General de Trabajadores del África
Negra (UGTAN). En ese mismo año surgió el Partido Africano de la Inde-
pendencia, PAI, con MAHJEMUT DIOP al frente en Senegal, que fue la primera
organización política del África Negra bajo control francés que asumió el
marxismo-leninismo como ideología teórica y guía práctica. En Camerún la
UPC, ilegalizada, había pasado a la lucha armada mientras Francia recurría
a la represión y fomentaba formaciones políticas títeres en que apoyarse.
Dentro del RDA, que había vuelto a ser la principal formación política del
área, continuaba prevaleciendo la línea colaboracionista de HOUPHOUËT-BOIGNY.

140

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En su Congreso de Bamako de 1957 no se asumió una posición clara con
respecto al futuro de las colonias francesas aunque muchos delegados se
pronunciaron a favor de que, en las relaciones con la metrópoli se alcan-
zara una completa igualdad. No obstante en una de sus resoluciones se
dijo que “la independencia de los pueblos es un derecho inalienable que
les permite utilizar los atributos de su soberanía en interés de las masas”,
pero tales enunciados se perdían en medio del discurso filo-francés y no se
traducían en hechos. El principal partido de Ubangui-Shari, el Movimiento
por la Evolución Social del Africa Negra, MESAN, asumió una posición más
contestataria. Este partido, dirigido por el sacerdote BARTHÉLEMY BOGANDA,
gozaba de mayoría en la Asamblea Territorial de Ubangui-Shari (actual Re-
pública Centro Africana) en A.E.F., y se pronunció contra el trabajo forzado
que obligaba a los campesinos a cultivar cultivos comerciales como el algo-
dón. Al pedir la expulsión de los funcionarios franceses que saboteaban la
implementación de la Ley Cuadro, Boganda declaró desde la tribuna de la
Asamblea Territorial: “Dejen que se vayan; nuestras esposas e hijos trazarán
una humeante marca tras el avión que se los lleva, un símbolo de que no
hay retorno, un símbolo de recuerdos vergonzosos y de la maldición del
pueblo”.

El “No” de Guinea en el Referéndum de 1958: la elección


de la independencia
La propia dinámica general de la política colonialista de Francia precipi-
tó los acontecimientos; la crisis insoluble de Francia en Argelia se trasladó
a la metrópoli, hizo estallar su institucionalidad y el resultado repercutió
en todo el sistema colonial francés. En solo cuatro años los territorios de
A.O.F., A.E.F. y Madagascar, todos a la vez, pasaron de la autonomía a la en-
telequia de Estados de la Comunidad Francesa y luego a la independencia
en 1960, el “Año de África”; con la valiente excepción de Guinea, ya libre
desde octubre de 1958. En efecto, en la primavera de 1958 tuvieron lugar
los acontecimientos que se explican en la parte relativa a la guerra de libe-
ración de Argelia, que aquí solo menciono, y que condujeron al derrumbe
de la IV República Francesa. Esto implicó el retorno al poder del general
CHARLES DE GAULLE, instaurador de la V República y enunciador de unas ini-
ciativas para África que hubieran resultado inauditas para (y no hubieran
sido toleradas a) sus predecesores. En la nueva Constitución a aprobar ya
no estaría el artículo VIII que había devenido obstáculo en cuanto limitaba
las posibilidades de cambio y evolución y se entendía la asociación como
la única política válida entre colonias y metrópoli en la nueva coyuntura.
HOUPHOUËT-BOIGNY participó junto a GUY MOLLET, PFLIMLIN, DEBRÉ, y JAQUINOT, en
el Comité Ministerial encargado de redactar el anteproyecto constitucional
que rechazó la estructura confederal para los territorios del Imperio. Los

141

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Ministros la consideraron peligrosa pues implicaría un debilitamiento de los
vínculos políticos entre Francia y los posibles Estados de la entidad que se
proponía en sustitución de la antigua Unión Francesa. En cambio propuso
un esquema de tipo federal con un ejecutivo, un parlamento y un tribunal
arbitral y sobre ese esbozo trabajó un Comité Constitucional Consultivo del que
formaban parte LAMINE GUEYÉ, LISETTE, SENGHOR y el malgache PHILIBERT TSIRANANA. El
debate demostró que tampoco convencía ya la proposición federal por lo
que se pronunció a favor de la denominación de “Comunidad”.
Aquí intervino DE GAULLE y estableció que la aceptación mediante Refe-
réndum de la V República daría a los votantes africanos la posibilidad de
permanecer como territorios u optar por pasar a Estado de la Comunidad “con
el modelo federal”. En agosto DE GAULLE inició un largo viaje de 20 000 kms por
los territorios africanos para proponerles la asociación con Francia median-
te una Comunidad. Como dice ARMANDO ENTRALGO, esta Comunidad tendría
un Presidente para todo el conjunto que sería, naturalmente, el propio DE
GAULLE; un Consejo Ejecutivo que sesionaría en París, integrado por los Jefes
de los gobiernos territoriales; y un Consejo de Ministros más un Senado con
delegados de las Asambleas Legislativas de los territorios y la metrópoli y
una Corte de Arbitraje. Cada territorio podría escoger entre permanecer
como colonia o constituirse en estado de la Comunidad, con administración
propia. Francia, “como potencia federativa” se reservaba lo relativo a la
defensa, la política económica, las relaciones exteriores, la moneda (franco
CFA), la justicia, la educación superior, las comunicaciones y todo asunto
que requiriese acuerdos “especiales” como, por ejemplo, los problemas mi-
litares. El Referéndum fue convocado para el 28 de septiembre de 1958
—aunque el texto no se publicó hasta el 4 de septiembre— y DE GAULLE con-
tinuó su gira africana apoyado por el RDA en un baño de multitudes, que
lo alentó a ir más lejos. “Quizás a consecuencia de una entrevista celebrada
en Brazzaville con BARTHÉLEMY BOGANDA, Presidente del Gran Consejo de A.
E. F.”, según PIERRE BERTAUX,119 el general aclaró que en un período de cinco
años cada miembro de la Comunidad podría revisar su estatuto por medio
del voto de sus representantes y la celebración de un Referéndum y, si lo
deseaba, convertirse entonces en un estado independiente.
Pero el 24 de agosto en la propia Brazzaville, mientras el dirigente lo-
cal FOULBERT YOULOU hacia campaña por el “Sí”, DE GAULLE se entusiasmó e
incluyó la independencia como opción: el “Sí” era la posibilidad para cada
territorio de pasar a estado de la Comunidad mientras que el “No” en el
Referéndum del 28 de septiembre implicaba la independencia y la ruptura
de todo vínculo con Francia y la Comunidad, la supresión de toda ayuda,
“ateniéndose a las consecuencias” (dijo DE GAULLE). Este dilema, presenta-
do en forma brutal y abrupta era indiscutiblemente un reto no exento de

119
Bertaux, Pierre: África desde la prehistoria hasta los Estados actuales, p. 301.

142

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novedad en la historia de la descolonización. DE GAULLE, sus Ministros y Par-
lamentarios africanos del RDA y todas las fuerzas partidarias de “la domes-
ticación libremente consentida”, se lanzaron a la campaña por el “Sí” y a
prevenir a todos contra las consecuencias del “No”: los que se negaran a
acatar la Constitución se excluirían de la Comunidad y serían, según la fra-
se-maldición de SENGHOR, “arrojados a las tinieblas exteriores”. Pero había
que minimizar el riesgo y de entrada DE GAULLE prometía el ostracismo y el
abandono a los que se opusieran a su plan, aparte de que confiaba en que
un nuevo ejercicio electoral, bajo el mismo control de los precedentes, no
le darían ninguna sorpresa. Para BASIL DAVIDSON el general “estaba seguro
de que cada colonia votaría “Sí” porque dependían del apoyo y la ayuda
francesa”… “por supuesto que los franceses también podían descansar en
su control de la maquinaria de votación; con todo, esto fue mayormente
una forma de chantaje y funcionó”.120 Pero hubo sorpresas.

Figura 3.4. Sekou Touré dice “No“ ante De Gaulle.

Continuando su recorrido el 25 de agosto DE GAULLE aterrizó en Conakry,


capital de la entonces Guinea Francesa y desde el aeródromo hasta el cen-
tro de la ciudad se vio escoltado por multitudes que, con carteles y a viva
voz, reclamaban la independencia. Ya ante la Asamblea Territorial SEKOU
TOURÉ tomó la palabra para decirle que Guinea, hasta entonces oprimida y
explotada por Francia, rechazaba toda solución que no fuera la indepen-
dencia pura y simple. Una frase definitoria sintetizó ese discurso para la

120
Davidson, Basil: Modern Africa, p. 130.

143

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historia:”Preferimos la pobreza en libertad a la riqueza en la servidumbre”.
DE GAULLE le respondió que Francia había hecho mucho por Guinea pero el
único ejemplo que pudo encontrar para esa afirmación fue el excelente
francés en que, dijo, se había expresado TOURÉ, y prefirió pasar a ponderar
las virtudes de la Comunidad y de la ayuda que, no obstante lo pesado de
esa “carga”, su país daría a los que la integraran. En la reunión que siguió
DE GAULLE, por lo que dicen sus memorias, dio rienda suelta a su disgusto.
“No se equivoque usted, Francia es indiferente a sus reproches retrospec-
tivos, ella ha vivido mucho tiempo sin la Guinea y seguirá viviendo si se le
separa” —afirma que le dijo a TOURÉ, en actitud más bien de novia abando-
nada—; y continuó, ya en plan de divorcio económico: “En ese hipotético
caso retiraremos de inmediato de aquí nuestra asistencia administrativa,
técnica y escolar y cesaremos toda subvención a su presupuesto”. Por últi-
mo programó la ruptura: “No tenga dudas en que un “No” dado por usted
a la solidaridad que Francia le propone hará que nuestras relaciones pier-
dan el carácter de amistad y de preferencia entre las naciones del mundo.”
Al día siguiente, de vuelta al aeropuerto por las calles desiertas, “siente
que la suerte está echada” y, en la base de la escalerilla hasta donde le ha
acompañado TOURÉ, le lanza un resentido “¡Adiós, Guinea!”.121

Figura 3.5. Sekou Touré.

Pero el dirigente guineano no se dejó intimidar y el 28 de agosto en


Dakar planteó la cuestión desde el ángulo de la balcanización anunciada.

121
Jeune Afrique, 3 de noviembre de 1970, pp. 18-19.

144

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Hablando por Radio Dakar dijo: “¿Hace falta recordar que en tres ocasiones
el Gran Consejo del A.O.F. ha votado resoluciones contra la balcanización
de África? El RDA en su Congreso de Bamako”… “ha manifestado una vo-
luntad similar de mantener las federaciones africanas. El proyecto consti-
tucional no ha tenido en cuenta esta opción esencial de los africanos”. Ya
de vuelta en Guinea el 14 de septiembre de 1958 la Conferencia Territorial
del Partido Democrático de Guinea, PDG, en su resolución estableció que:
“Considerando: 1) Que el proyecto de Constitución sometido al Referén-
dum del 28 de septiembre de 1958, lejos de responder a las aspiraciones
esenciales de las masas africanas, consagra la balcanización de África y su
integración en la República Francesa”… “el PDG decide escoger la indepen-
dencia votando “No”.”
Francia no pudo hacer en Guinea lo que materializó en Níger contra el
partido “Sawaba” de DJIBO BAKARY. El PDG cerró filas tras su líder en todo el
país y en especial en la Asamblea Territorial donde contaba con 56 de los
60 escaños. Aquí no funcionó la maniobra divisionista pues la Democracia
Socialista de Guinea, DSG, fundada en 1954 y dirigida por BARRY IBRAHIMA,
que era sobre todo un partido implantado entre los Peules o Fulanis del
Fouta-Djalon, tenía solo 3 diputados y uno, BARRY DIAWADOU, el Bloque
Africano de Guinea, BAG, apoyado principalmente en los Malinkés y en
la jefatura tradicional. El PDG, consciente de la política de división que
manejaba el régimen colonial, se había definido como un partido de vo-
cación nacional y popular. “La fuerza del PDG ha sido unir en un mismo
combate a los guineanos de lenguas foulah, sousou, tomá, guerzé, bagá
o Malinké, movilizar con vistas a un mismo objetivo a musulmanes, a ca-
tólicos y a animistas”.122
Ante ese bloque social tampoco hubo forma ni tiempo de recurrir
al fraude. El 28 de septiembre de 1958 los guineanos votaron masiva-
mente por el “No”: 1 306 324, el 95,22 %, contra 56 981, el 4,78 % que
votaron “Sí”. El impacto de esa valiente opción fue mundial y motivó la
simpatía y la ayuda de los países independientes de África, como Ghana
y Egipto, además de la del campo socialista y de todos los partidarios de
la descolonización. El 2 de octubre de 1958 Guinea proclamó su indepen-
dencia, el 12 de diciembre de 1958 entró en las Naciones Unidas y fue
reconocida por más de 60 países. Pero DE GAULLE, vengativo, se negó a re-
conocer el nuevo estado y cumplió su amenaza. En menos de tres meses
los franceses (personal de administración y servicios, técnicos, militares,
colonos) se retiraron llevándose todo lo que pudieron, hasta las estatuas
y los teléfonos e inutilizando las instalaciones o las plantaciones para
provocar el colapso económico; no obstante, Guinea sobrevivió erigida
en paradigma.

122
Turé, Sekou: África en marcha, p. 17.

145

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Una semana después del plebiscito FRANTZ FANON publicó en El Moudjahid
(10 de octubre de 1958) un artículo123 que, primero, nos recuerda el contex-
to: “la acción conjugada de los colonialistas franceses, de los fascistas con
su vanguardia pretoriana en Argel y de las fuerzas reaccionarias de Fran-
cia ha podido imponer el laudo del general DE GAULLE”, y a continuación,
hace un análisis muy interesante y contemporáneo de los resultados. Pese
al éxito gaullista, FANON constata que “día tras día aparecen datos nuevos
que matizan el alcance de los “Sí”. En Mauritania, por ejemplo, con un 93 %
a favor, MOKHTAR OULD DADDAH, presidente del Consejo, declaró el 1 de octu-
bre que, tras optar por el estatuto de estado miembro de la Comunidad,
“cuando llegue el momento” se ampararían en el Título 12 para salir de
ella “sin romper nuestros lazos con Francia y los estados de la Comunidad y
determinaremos con ella los acuerdos de asociación previstos en el Título 13”.
En Dahomey, donde el “Sí” alcanzó el 98 %, APITHY, presidente del Conse-
jo, puntualizó que el estado dahomeyano, plenamente autónomo en la
Comunidad, “podrá preparar, en la paz y la amistad con los otros pueblos
africanos lo mismo que con la metrópoli” el proceso que “le permitirá un
día convertirse en un estado asociado independiente”.
En Senegal, con un voto favorable del 97 % LEOPOLD SEDAR SENGHOR “que
parece no querer liberarse de la confusión que reina en su espíritu”, al día
siguiente del plebiscito, se sintió en la necesidad de dar a ese voto una
significación precisa. “Es un Sí —dijo— a la independencia africana en la
unidad reencontrada.” El presidente del Consejo, MAMADOU DIA, hizo una
significativa declaración: “Nosotros tenemos, esencialmente, el afán de
preparar nuestra independencia”. En el caso de Costa de Marfil había poco
que decir, FÉLIX HOUPHOUËT-BOIGNY mantuvo a su territorio férreamente del
lado de la metrópoli, como cabía esperar, logrando una aprobación del
99 %. En Gabón “los medios colonialistas han sido sacudidos por la impor-
tancia de los “No”: varias decenas de miles” pero el AEF siguió a sus diri-
gentes que, como el abate FOULBERT YOULOU del Congo, hicieron campaña por
el “Sí” lo mismo que HOUPHOUËT-BOIGNY o, en todo caso, no se opusieron. En
Madagascar, donde los electores sufrieron intimidación y en algunos luga-
res fueron llevados a votar por los soldados, hubo muchas aldeas en que la
votación fue pública, ante todos, para presionar por el “Sí”. Como resulta-
do más del 80 % de los malgaches aparecieron votando por la Comunidad
francesa aunque hubo 390 000 votos en contra, principalmente en la capital
Antananarivo (Tananarive). Allí PHILIBERT TSIRANANA, presidente del Consejo
y pro-francés, “no ha temido comentar el “Sí” malgache como un “No” a
Moscú” pero al día siguiente del Referéndum admitió que “los malgaches
van, al fin, a ver realizarse la República Malgache.”Así se apropió de una

123
Fanon, Frantz: Por la revolución africana (al día siguiente del plebiscito en África),
pp. 156-165.

146

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consigna de los doce partidos opositores reunidos en un Congreso en Tama-
tave cuatro meses antes, que habían pedido una Asamblea Constituyente
de la República Malgache pero para lograr la independencia nacional, no
su caricatura. En todos estos casos la maquinaria electoral francesa funcio-
nó eficientemente apoyada en los políticos colaboracionistas que Fanon de-
fine como “contrarrevolucionarios, enemigos de la independencia nacional
de África”.
A una semana del Referéndum vemos que el “No” de Guinea ha puesto
a esos dirigentes en una situación crítica: han sido capaces de conducir a
sus pueblos a votar contra su propia independencia y el “Sí” ahora les re-
sulta vergonzante, por lo que tratan de hacerlo parecer como temporal, no
definitivo. Para eso introducen en sus discursos alguna referencia a una
independencia “con Francia” pero, claro, más adelante, “cuando llegue el
momento”. Guinea lo cambió todo pues, como dice FANON, “para preparar
la liberación de África se requería una sola cosa: que por lo menos un terri-
torio dijera “No” a la Constitución del general DE GAULLE” y Guinea, siguien-
do a SEKOU TOURÉ, lo hizo y “ha entrado en la independencia”. El hecho es
que “la existencia de una Guinea independiente desequilibra profunda e
irreversiblemente el régimen colonial francés en el África Negra.” CONAKRY
había completado el camino que los demás consintieron en dejar a medias y
ese fantasma recorría los territorios africanos de “la Comunidad”. “De Gui-
nea, cabeza de playa de la libertad, partirán las oleadas que aniquilarán la
dominación francesa en África Negra”, concluye FANON. Eso, exactamente,
fue lo que evitó DE GAULLE, la radicalización de la lucha, al dar nuevos pasos
entre 1958 y 1960. Pero antes de pasar a ese otro momento, debe quedar
claro que allí donde no contaba con partidarios que le facilitaran el proce-
so, Francia recurrió a todo para eliminar del camino a los que se le oponían,
como fue el caso del Partido Sawaba y de su dirigente, DJIBO BAKARY en Níger.

El voto frustrado de Níger


Con 1 267 000 km2 que en su mayor parte corresponden al Sahara y una
población escasa (en 1937 se estimaba en 1 810 000 habitantes, y en 2 415 000
en 1957), Níger resultaba la más remota de las colonias del A.O.F. Allí nació
DJIBO BAKARY (1922-1998) en Soudouré a 12 kms de Niamey, la capital, en las
sabanas sahelianas de la franja sur, donde se concentra el 80 % de la pobla-
ción integrada por Hausas (55 %), Djerma Sonrai (21 %), Tuareg (9 %), Peuls
o Fulanis (9 %), Kanuri Manga (5 %), Tubu y otra etnias menores. Aún hoy la
población es rural en su inmensa mayoría (17,8 % urbana en 2014), nómadas
y ganaderos por todo el país, y una tercera parte de campesinos Hausa y Djer-
ma Sonrai, cultivadores de millo, sorgo, maní y algodón en el valle del Níger
y sus afluentes, y también en las cuencas de los “dallol” y los “goulbi” (oueds
temporales) y a lo largo de la frontera con Nigeria. DJIBO BAKARY se destacó allí

147

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en el trabajo sindical y en la lucha contra el Código del Indigenado y el Trabajo
Forzado, los dos pilares de la explotación colonial en la zona. En 1946 fundó
el Partido Progresista Nigerino (PPN) con BOUBOU HAMA y con su primo y futuro
antagonista político, HAMANI DOIRI, que quedó como sección local del gran Par-
tido Interterritorial RDA dirigido por FÉLIX HOUPHOUËT-BOIGNY. Al año siguiente
DJIBO BAKARY ya era secretario general del PPN y escribía en el periódico Réveil,
sufriendo arrestos y dificultades por sus ideas radicales y en 1949 representó al
PNN en el Congreso del RDA en Abidjan, Costa de Marfil, época en que se des-
tacó por organizar reuniones de activistas, huelgas y boicots contra productos
de consumo y por su relación con MODIBO KEITA en actividades anticoloniales.
Cuando el RDA rompió sus vínculos con el PC Francés en un proceso con-
sumado en octubre de 1950, DJIBO BAKARY se negó a seguir a HOUPHOUËT-BOIGNY
en su oportunista giro a la derecha. Esto motivó una crisis en el PPN entre los
partidarios de HAMANI DIORI, que se quedaron en el RDA y fueron reconocidos
por su dirección como único PPN válido, y los de pensamiento radical. Ya fue-
ra del PPN, BAKARY se concentró en la actividad sindical a través de la Unión
Sindical Confederal de Níger con el apoyo de la cual fundó en 1951 la Unión
Democrática Nigerina (UDN), con dirigentes de los sindicatos. Su partido de-
sarrolló un gran trabajo en el medio rural, como organismo de masas. BAKARY
logró un extenso apoyo popular a través de la integración de las estructuras
tradicionales como la Sama Yu (Asociación de jóvenes), la Suna´U (Corpora-
ción de oficios) y la Asociación de Mujeres al UDN. En las pocas ciudades estas
asociaciones se convirtieron o fusionaron con los sindicatos. A la lucha entre
la UDN de BAKARY y el PPN de HAMANI DIORI y BOUBOU HAMA, rama “ortodoxa”
del RDA, se agregó en 1955 un Partido de los Jefes, el Bloque Nigerino de
Acción (BNA), de ISSOUFOU DJERMAKOYE, rama escindida de la Unión Nigerina de
Independientes y Simpatizantes (UNIS), de ZODI IKHIA.
Hacia mayo de 1956 BAKARY se mostró más conciliador y lanzó un llamado en
La Democracia, órgano de la UDN (5 de mayo de 1956), a favor de una política
“de unión indispensable para la edificación de una verdadera Unión France-
sa”. Los grandes partidos interterritoriales trataron de captar a este eficiente
electrón suelto que era el principal líder de Níger; o de, al menos, impedir que
se reconciliara con el RDA. El gobierno socialista de GUY MOLLET nombró un
gobernador, BORDIER, que se dedicó a atraer a BAKARY hacia el Movimiento Socia-
lista Africano (MSA), entonces en formación. En efecto la sección nigerina del
MSA se formó el 26 de noviembre de 1956 mediante la unión de la progresista
UDN de BAKARY con los socialistas. El RDA se resignó mal a ver a este “brillante
líder”, como le llama JOSEPH-ROGER de Benoist, alejarse definitivamente y toda-
vía en abril de 1957, según una carta de MADEIRA KEITA, esperaban recuperar a
su disidente. Al lanzar un llamado a la unión de los partidos en ocasión de su
Congreso en mayo de 1957, el MSA nigerino precisó que quedaba excluido
todo entendimiento con el RDA. El Partido Interterritorial Movimiento Socia-
lista Africano integrado por secciones en Senegal, Mauritania, Sudán, Guinea,

148

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Costa de Marfil, Camerún, Chad y la UDN de Níger, contaba con LAMINE GUEYÉ
como presidente y BAKARY como secretario general.
Después que se votó por la Ley Cuadro en 1956, cuando se celebraron las
elecciones del 31 de marzo de 1957 para la Asamblea Territorial Autónoma, la
UDN-MAS obtuvo la mayoría absoluta en Níger al ganar 41 diputaciones con-
tra 19 del PPN de HAMANI DIORI y los demás. El 20 de mayo de 1957 DJIBO BAKARY,
el político socialista, se convirtió así en el primer nigerino que llegó al poder
en su territorio desde el inicio de la colonización francesa, aunque todavía en
cogestión con el gobernador. El dirigente africano preconizaba una fusión lo
más amplia posible de los partidos políticos de la región para salvaguardar
la unidad de la A.O.F. contra la “balcanización” programada. Al inicio de la
primavera de 1958 el MSA y un conjunto de formaciones políticas del área se
unieron a su vez, en el Partido del Reagrupamiento Africano (PRA); en Níger
la sección nigerina del MSA, o sea, la UDN de BAKARY, pasó a serlo del PRA
bajo el nombre de “Sawaba” (Libertad en hausa). Por esa época tuvieron lugar
enfrentamientos en Níger por las actividades del RDA o PPN de HAMANI DIORI
contra el gobierno del Sawaba y en esos incidentes en Niamey hubo 2 muertos,
13 heridos graves y 98 heridos leves. Cuando DE GAULLE convocó al Referéndum
del 28 de septiembre de 1958 sobre la Comunidad y la V República Francesa, el
Sawaba, como sección nigerina del PRA, asumió una posición clara.
En moción de BAKARY, se propuso promover la consiga del “No” y obtener la
independencia —según lo prometido por el General Presidente el 24 de agosto
en Brazzaville— y después convocar una conferencia en función de la unidad
africana. En la reunión de Niamey el 14 de septiembre de 1958 en que se hizo
esta proposición, la importante delegación senegalesa, por el contrario, se pro-
nunció por el “Sí” y por crear más tarde dos Repúblicas federales en África y
“escoger la fecha de la independencia en asociación con Francia”. Al no lograrse
un acuerdo, finalmente se aceptó dejar a las secciones en libertad de votar como
quisieran, pero ya DJIBO BAKARY y el Sawaba estaban marcados. El 28 de septiem-
bre las autoridades coloniales lo hicieron todo para impedir el triunfo del “No”
en el plebiscito, principalmente, bloquear el voto rural favorable al Sawaba en
un país que entonces era urbano solo en un 5 %. NADJIB SELLALI habla de “campa-
ñas de terror para impedir votar a la población del campo” así como de “mani-
pulaciones fraudulentas”. Para el británico BASIL DAVIDSON “quedan pocas dudas
de que el verdadero resultado de la votación fue falsificado por la administra-
ción. Los resultados publicados muestran que cerca de 100 000 personas votaron
“No” mientras 370 000 votaron “Sí”. Pero no menos del 62 % de los votos según
se dijo se habían abstenido, una pretensión de abstención difícil de creer”.124 En
el artículo antes citado FRANTZ FANON destaca que, después de Guinea, Níger fue
el territorio que registró mayor número de “No” pero “el gobierno ha podido
hacer fracasar la política nacionalista de DJIBO BAKARY”. ¿Cómo? : “con la ayuda de

124
Davidson, Basil: Modern Africa, pp. 130-131.

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los colonialistas y de los administradores el gobierno ha podido asegurar el éxito
de la consulta electoral”; pero, opina, está “claro que las masas nigerinas ejerce-
rán en las próximas semanas una acción decisiva para exigir que sean tomadas
en cuenta sus reivindicaciones nacionales”.125
Sin embargo, lamentablemente, la administración francesa no había ter-
minado con BAKARY por su decisión de hacer votar “No” en el Referéndum.
Recurriendo al representante de la jefatura tradicional, ISSOUFOU DJERMAKOYE
y al consejero de la Unión Francesa GEORGES CONDAT, partidarios del “Sí” y a
ZODI IKHIA, secretario general de las Fuerzas Democráticas Nigerinas, preci-
pitaron una crisis de gobierno en Níger, por la dimisión de los primeros y la
salida del PRA del partido del último. A continuación el Alto Comisionado
se trasladó a Niamey para imponer a BAKARY de que estaba en minoría, de
forma tal que, bajo presiones de todo tipo, el 19 de octubre de 1958, 20
días después del Referéndum, DJIBO BAKARY tuvo que dejar el gobierno y
presentar su dimisión junto con todos sus Ministros. La Asamblea Territorial
fue disuelta el 14 de noviembre y en solo un mes se celebraron elecciones
bien fiscalizadas en las que la oposición concurrió en una sola fuerza bajo
el definido nombre de “Unión por la Comunidad Francesa”, capitaneada
por el RDA o PPN de HAMANI DIORI. Aunque DIORI perdió su elección en Zin-
der, los unidos por la Comunidad ocuparon 49 puestos permitiendo solo 11
al Sawaba y HAMANI DIORI fue llamado a formar el nuevo gobierno del RDA
con BOUBOU HAMA como nuevo presidente de la Asamblea. Así, restablecida
la armonía con el Palacio del Elíseo, el 18 de diciembre de 1958 Níger fue
proclamada República y estado miembro de la Comunidad.
En 1959 el Sawaba fue prohibido por DIORI, DJIBO BAKARY ocupó la vicepre-
sidencia de otra agrupación interterritorial socialista, el Partido de la Fede-
ración Africana, con SENGHOR de presidente y MODIBO KEITA como secretario
general y luego debió permanecer en el exilio (en Guinea, principalmente).
HAMANI DIORI y su PPN, Partido Progresista de Níger, siguieron fielmente el
camino trazado por DE GAULLE para una descolonización neocolonial y el 3
de agosto de 1960 el país fue declarado independiente. Con la ayuda de
Ghana, Guinea, Argelia y otras fuerzas progresistas Sawaba trató de fo-
mentar la guerrilla en el país, sobre todo hacia 1964, pero en octubre de
ese año fueron ejecutados en público en la capital 4 miembros del Sawaba,
la represión continuó y el movimiento, finalmente, no tuvo éxito. BAKARY
volvió al país tras el golpe de SEYNI KOUNTCHE que derrocó a HAMANI DIORI el 15
de abril de 1974, pero fue detenido en 1976 junto a otros muchos políticos y
militares, al producirse un intento de Golpe de Estado contra KOUNTCHE. Li-
berado en 1987 después de la muerte del golpista, hizo la vida política que
le permitieron las circunstancias con el Partido Unión de Ejércitos Populares
por la Democracia y el Progreso-Sawaba y murió en 1998.

125
Fanon, Frantz: Por la revolución africana, pp. 159-160.

150

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Azores (Port.)

Turquía
1
Madeira (Port.) Siria
Túnez Irán
Marruecos
Canarias Iraq
República
Argelia
(España) Libia Árabe Israel
(Francia)
Sahara Unida
Arabia Saudí
Mauritania
Mali
Níger
Senegal Yemen
Alto Chad Sudán
3 2
Guinea Volta
Nigeria 8
Sierra Leona 4
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(británica) úbli na Etiopía


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Sud-Occidental n
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República de Swazilandia
Sudáfrica (británica)

Islas y enclaves coloniales Basutolandia


(británica)
1 Españoles Ceuta y Melilla
2 Británicos Gambia
3 Portugueses Islas de Cabo Verde y Guinea
4 Británicos Camerún
5 Españoles Fernando Po y Río Muni
6 Belgas Rwanda y Burundi
7 Francesa Comores
8 Francesa Somalia Francesa

Figura 3.6. África en 1960.

151

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Principio y fin de la Comunidad; las independencias concedidas
de 1960
Tras el Referéndum, “con la única excepción de Guinea todas nuestras co-
lonias del África Negra y la de Madagascar se han decidido a permanecer uni-
das a Francia”, se consolaba DE GAULLE, que pudo así designarse presidente de
“su” Comunidad, en reuniones de los Jefes de “Estados miembros” en París y
luego Antananarivo. El 14 de julio, en la Fiesta Nacional, en la Plaza de la Con-
cordia se produjo la “entrega de las banderas” a los nuevos Jefes de Estados
del Antiguo Imperio francés… que seguía controlando todo lo fundamental;
y como parte del espectáculo de la Comunidad se creó en París un Ministerio
de la Cooperación. Al día siguiente se reunió en el Palacio de Luxemburgo el
“Senado de la Comunidad”(186 delegados franceses, 98 delegados de los Es-
tados) con poderes solo consultivos, que dedicó la mayor parte de las sesiones
a discutir su reglamento; su segunda reunión, un año después, fue también la
última. Recordemos que las atribuciones de la Comunidad, que no podían ser
abolidas, incluían casi todo lo que hace a un país independiente: la dirección
de la política exterior, la defensa, las finanzas y la emisión de la moneda común,
la justicia, la enseñanza superior y las telecomunicaciones. La Constitución y
la ulterior disposición del 19 de diciembre de 1958 establecían una profunda
desigualdad entre los Estados y la República Francesa. El Presidente desempe-
ñaba un papel primordial y orientaba y decidía los trabajos del Consejo Ejecuti-
vo, órgano de cooperación al que asistían los Jefes de los Estados pero quedaba
asegurada la superioridad de la República. Este Consejo, de responsabilidades
difusamente establecidas, no podía ser en ningún caso un Gobierno Federal
al no tener, en realidad, ninguna capacidad de decisión. Era un esquema muy
“gaullista” de poder presidencial concentrado en el propio DE GAULLE.

Figura 3.7. Charles De Gaulle y los presidentes de su Comunidad.

152

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De cómo funcionaba podemos informarnos por alguien tan incondicional
de Francia como el congolés FOULBERT YOULOU: “No hay más que desengaños.
Todas las relaciones exceptuando naturalmente las de los primeros ministros
con el Presidente de la Comunidad, se diría que tienen que vencer una cierta
resistencia”, y puntualiza: “impera la noción de claras distancias que la admi-
nistración francesa guarda para con nuestros Estados y sus ciudadanos, a los
que no reconoce igualdad de condiciones con los ciudadanos franceses”. A
continuación explica que “todo sucede como si se pretendiera cultivar un com-
plejo de inferioridad cuya existencia serviría para desatender los intereses de
nuestro joven edificio”. Sobre el funcionamiento burocrático, en concreto, dice
que “como los ministerios comunes confunden sus sucesivas funciones admi-
nistrativas con sus funciones internas en la República Francesa, tardan mucho
en tomar decisiones y, generalmente, cuando las han tomado, estas resultan
desalentadoras”. En su opinión “del análisis de las quejas presentadas resulta,
finalmente, que los ministerios consideran a los Estados miembros de la Comu-
nidad como departamentos Franceses”. Aunque él no lo diga, se trata de los
viejos reflejos coloniales de Francia, presentes en los mismos funcionarios de
antes. “Así “—dice—”por ejemplo, los ministerios de Educación Nacional o de
Obras Públicas tratan a los ministros de los Estados Africanos como prefectos,
como inspectores de academia o como ingenieros de caminos y puertos”. O
sea, como subalternos. Y concluye: “La Comunidad no será realmente sólida
hasta que los Estados puedan saberse reconocidos como tales, con los elemen-
tos de prestigio y autoridad que le son propios”. Pero el desengaño comuni-
tario de YOULOU ni rozaba a DE GAULLE, de quien decía que “su presencia fasci-
nadora constituye la mejor posibilidad de dicho organismo”.126 Su fascinación
no parece haber cambiado ni después del célebre incidente a fines de 1960,
en que DE GAULLE, que veía mal sin espejuelos pero no se los ponía, al recibir al
abate FOULBERT YOULOU siempre vestido con su larga sotana, le llamó Madame.
Aunque la Comunidad poseía algunos órganos federales, no podía evo-
lucionar hacia el federalismo, tan debatido en la etapa previa en África. No
obstante, existían dos vías para que los Estados miembros evolucionaran
hacia la independencia. El artículo 78 preveía la transferencia de competen-
cias comunes de la Comunidad a uno de sus miembros mediante acuerdos
especiales. Como no se establecía límite alguno en la calidad de esa trans-
ferencia de poderes, por ahí podía en teoría llegarse a la separación. En el
caso del artículo 86 se hacía posible la transformación global del estatuto
de un Estado miembro, siempre que fuera a solicitud de su Asamblea Legis-
lativa y resultara ratificado por votación popular. Los Estados miembros no
tardaron en probar esas “puertas” mal cerradas para salirse de la Comuni-
dad, previo acuerdo con París. Ya hemos visto como el “Sí” del Referéndum
de 1958 fue rápidamente explicado como provisional, no como adhesión

126
Italiaander, Rolf: La hora de África, p. 211.

153

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definitiva a una Comunidad estática. LEOPOLD SEDAR SENGHOR decía a Le Monde
en noviembre 7 de 1958 que “nos quedaremos en la Comunidad si le damos
una interpretación dinámica emanada de la Constitución, la cual prevé la
posibilidad de transferir competencias”, lo que interpretaba como “que los
Estados procedan progresivamente a una independencia real, respetando
al tiempo el espíritu y la forma de la Constitución, y transformando poco a
poco la federación en una verdadera confederación.” Al criticar la excesiva
desigualdad entre la metrópoli y los territorios LAMINE GUEYÉ coincidía en la
confederación como remedio y lo mismo hizo el nuevo Partido de la Fede-
ración Africana constituido en Dakar entre el 1ro. y el 3 de julio de 1959,
bajo la presidencia de SENGHOR, con DJIBO BAKARY compartiendo la vicepresi-
dencia con EMILE D. ZINSOU, y MODIBO KEITA de secretario general y secciones en
Senegal, Dahomey, Sudán, Níger y Mauritania.
En Madagascar el moderado PHILIBERT TSIRANANA comprendía que ya no
podría contener la vieja tendencia independentista malgache y que lo me-
jor era asumirla a su manera. En la dirección de Francia se iba llegando al
mismo razonamiento: si la independencia y la descolonización eran inevita-
bles, que la encabezaran esos mismos políticos incondicionales de Francia y
no habría riesgos ni pérdidas: había que hacer los cambios formales antes
de que los líderes radicales los derrocaran; los Youlou, los Tsiranana y sus si-
milares pasarían de la colonia a la neocolonia sin bajarse del Peugeot fran-
cés. Sin embargo, la Comunidad tenía un enérgico e influyente defensor: el
siempre fiel FÉLIX HOUPHOUËT-BOIGNY, que solo deseaba un reforzamiento de
la fórmula federal, es decir, su teoría del federalismo integral que, contra-
dictoriamente no contemplaba la creación de vínculos federales entre los
países africanos, dados sus intereses puramente “marfileños”. En mayo de
1959 “tal vez con el apoyo de París” —admite HENRI GRIMAL—127 hizo fracasar
la Federación de Mali que, en un primer momento, uniría a Senegal con Su-
dán y más tarde a Dahomey y Alto Volta, país este suministrador de mano
de obra que resultaba vital para las plantaciones de Costa de Marfil.
En su lugar creó una Alianza sin implicaciones políticas pero si econó-
micas centrada en Costa de Marfil a la que atrajo a Dahomey, Alto Volta
y el Níger de HAMANI DIORI (29 de mayo de 1959). Pese al impulso que ya
tomaban en todo el continente los movimientos de liberación nacional,
cada vez más radicales, cuando se registraban hitos como el Congreso de
Todos los Pueblos de África en Accra, Ghana, en diciembre de 1958, FÉLIX
HOUPHOUËT-BOIGNY seguía declarando que “hemos optado por la Comunidad
más con el sentimiento que con la razón; deseamos hacer con Francia una
comunidad fuerte, basada en la igualdad y la fraternidad”. No le importaba
que sus propios colegas Jefes de Estados de la Comunidad, como YOULOU, se
quejaran amargamente de la subordinación que caracterizaba a la Comunidad

127
Grimal, Henri: Historia de las descolonizaciones del siglo XX, p. 367.

154

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que, bajo una apariencia de igualdad, restringía la soberanía de sus miem-
bros y afirmaba la supremacía de Francia. La unidad en su seno significaba
decisión unilateral de París y ya no daba más. En abril de 1959 Madagascar
eligió como presidente de la República a TSIRANANA mientras otros Estados
de la Comunidad plantaban su bandera en París en delegaciones y embaja-
das oficiosas ante los ministros franceses.
Todos se sentían tentados por la libertad y veían a los delegados de
Guinea actuar plenamente en la ONU y en los organismos internacionales
mientras ellos solo podían asistir en calidad de observadores y dentro de
la delegación francesa. El 28 de septiembre de 1959, a un año del Referén-
dum, MODIBO KEITA y M. DIA comunicaron oficialmente a DE GAULLE el deseo
de la Federación de Mali (Senegal y Sudán) de acceder a la independencia
mediante el artículo 78 por medio de la transferencia de competencias,
sin abandonar la Comunidad. Temeroso de una reacción en cadena
HOUPHOUËT -B OIGNY se apresuró a aconsejar al gabinete francés, que recurrie-
se al artículo 86, o sea, a la vía del Referéndum, pensando que aunque se
perdieran algunos territorios la Comunidad fortalecería los vínculos con los
más fieles. Pero el gobierno francés prefirió no correr el riesgo de una se-
cesión de Mali que podría llevar a una súbita disolución de la Comunidad y
aceptó la transferencia de las competencias. Resultaba indispensable hacer
un cambio constitucional para poder permitir que un estado ya indepen-
diente, permaneciera en la Comunidad y se hizo. El Presidente declaró, al
respecto, que “es preciso permitir la organización de la independencia no
por ruptura sino por acuerdo y prever la construcción de una Comunidad
que tenga además las características de una independencia internacional y
de la pertenencia a las Naciones Unidas”.128
Hacia fines de 1959 tras la Federación de Mali y Madagascar se escalonan
las peticiones de los Estados miembros para un cambio hacia el régimen
de asociación en la Comunidad que la irá diluyendo. El 11 de diciembre
de 1959, desde la presidencia del Consejo de la Comunidad en Saint Louis,
DE GAULLE declara que recibe sin reservas las reivindicaciones presentadas
primeramente por esos dos Estados. Pero la insurrección de la UPC en Ca-
merún determinó la prioridad para ese país, donde era necesario legitimar
al régimen de AHMADOU AHIDJO con la primera independencia concedida el 1
de enero de 1960, inicio del “Año de África”. Le siguió el otro fideicomiso,
Togo, el 27 de abril bajo la presidencia de SYLVANUS OLIMPIO que, al frente
de su Comité de la Unidad Togolesa (CUT) había ganado el poder un año
antes, tras derrotar a su cuñado NICOLÁS GRUNITZKY. En enero de 1963 OLIMPIO
murió durante un levantamiento militar y poco después GRUNITZKY volvió al
poder con un gobierno de coalición hasta su derrocamiento por el coronel
ETIENNE EYADÉMA en enero de 1967.

128
Ibídem, p. 371.

155

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Figura 3.8. Leopold Sedar Seghnor.

Las conversaciones con los representantes de la Federación de Mali con-


dujeron a la independencia de este conjunto el 20 de junio de 1960; pero
las contradicciones fomentadas por Francia entre el sudanés MODIBO KEITA,
progresista, y los senegaleses MAMADOU DIA y LEOPOLD SEDAR SENGHOR estallaron
en una confrontación final en la noche del 19 al 20 de agosto en Dakar. Rota
la unión, el Sudán Francés retuvo el nombre de Mali, bajo la dirección de
MODIBO KEITA y su Unión Sudanesa, que gobernó hasta el Golpe de Estado del
19 de noviembre de 1968 que llevó al poder al Tte. MOUSSA TRAORÉ en Mali.
Por su parte Senegal eligió como presidente a SENGHOR que se mantuvo en
el poder hasta su retiro voluntario en 1981. Las conversaciones franco-mal-
gaches, comenzadas en febrero concluyeron el 26 de marzo con el acuer-
do de proclamar la independencia de Madagascar el 26 de junio de 1960,
con PHILIBERT TSIRANANA y su Partido Social Demócrata al frente. Teniendo un
Tsimihety colaboracionista en la presidencia, o sea, fomentando el antago-
nismo entre los Costaneros y los Merina del centro, Francia logró evitar el
triunfo del izquierdista Partido del Congreso de la Independencia, AKFM,
del pastor protestante RICHARD ANDRIANAMANJATO, reelecto siete veces como
alcalde de la capital, Antananarivo. TSIRANANA gobernó en medio de protes-
tas populares que denunciaba como “complots comunistas”, reeligiéndose
hasta las manifestaciones de mayo de 1972 en que murieron 34 personas,
ocasión en que tuvo que entregar el poder al general GABRIEL RAMANANTSOA.
El cuarteto de la Alianza formada por HOUPHOUËT-BOIGNY, que seguía pen-
sando que estas peticiones de “transferencia de competencias” era prema-
turo porque preferían continuar “evolucionando” dentro de la Comunidad,
estaba llegando a una posición insostenible ante África y el mundo, porque

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hasta la metrópoli había aceptado las independencias. En su francofília
Houphouët se había pasado de línea y seguía avanzando mientras Francia
retrocedía, lo que le provocó una decepción doble: no había encontrado
en el gobierno de París “verdadera fe” en el mantenimiento de la Comu-
nidad, y por otra parte, DE GAULLE le había hecho concesiones a sus rivales
de Dakar pactando una salida independentista para la Federación de Mali
que lo dejaban muy mal parado en el escenario africano. Ya que no había
otro remedio e intentando represtigiarse el 3 de junio de 1960 acordó con
los 4 países de su Alianza pedir también la transferencia de competencias
sin hacer ninguna mención a la Comunidad, en el entendimiento de que
habían salido de ella.
La independencia fue acordada escalonadamente para los primeros
7 días de agosto de 1960; el 1ro. de agosto se proclamó la de DAHOMEY,
presidido por HUBERT MAGA, apoyado en la parte norteña, que gobernó en
alianza con SOUROU MEGAN APITHY hasta 1963; en ese año los militares llevaron
al poder al oposicionista JUSTIN AHOMADEGBE en coalición con APITHY hasta que
los derribaron a ambos en noviembre de 1965 a favor del coronel SOGLO. El
3 de agosto le correspondió a Níger bajo el gobierno de HAMANI DIORI en
lucha contra el Sawaba de DJIBO BAKARY, proceso ya explicado. El 5 de agos-
to fue el turno de Alto Volta, actual Burkina Faso, con MAURICE YAMÉOGO
de la Unión Democrática Voltaica como presidente, que gobernó hasta ser
depuesto por los militares en enero de 1966, pasando el poder a manos del
teniente coronel SANGOULÉ LAMIZANA. El 7 de agosto, finalmente, Costa de Mar-
fil fue declarada independiente bajo la presidencia de FÉLIX HOUPHOUËT-BOIGNY,
quien gobernó durante 33 años y cuatro meses, hasta su muerte el 7 de
diciembre de 1993.
A continuación, en el propio octavo mes del año y también en el espacio
de siete días, tuvieron lugar las proclamaciones de las independencias de
los cuatro Estados del A.E.F.; Chad el 11 de agosto; la República Centroafri-
cana el 13 de agosto; el Congo el día 15 de agosto y, por último, Gabón el
día 17 de agosto. A diferencia del cuarteto de la Alianza, los cuatro países
ecuatoriales dieron este paso “sin dejar, sin embargo, de formar parte de
la Comunidad”. Acordaron un consejo de defensa común y, salvo el Congo,
dejaron su representación exterior en manos de Francia. De tal manera, al
morir la Comunidad, la integraban formalmente solo Senegal, Madagascar
y los cuatro Estados ecuatoriales, lo que los hizo únicos receptores de las
pensiones de excombatientes y funcionarios. Esto generó largas disputas
burocráticas entre Francia y los demás territorios que se extendieron por
muchos años. Por último, Mauritania accedió a la independencia el 28 de
noviembre de 1960, bajo la presidencia de MOKTAR OULD DADDAH y su Partido
del Pueblo Mauritano, pese a la reclamación del gobierno marroquí que no
aceptó la existencia del nuevo estado hasta 1970. Veamos, más detenida-
mente, las cuatro independencias del África Ecuatorial Francesa.

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Gabón
País de selvas y muchos y caudalosos ríos, Gabón tiene a los Fang como la
etnia numéricamente dominante, seguida de los Echira, Aduma, Okandé y
Kota. En 1910 este territorio fue incluido junto con el Congo, Ubangui-Cha-
ri y más adelante Chad, dentro del conjunto administrativo del África Ecua-
torial Francesa, A.E.F., hasta su independencia el 17 de agosto de 1960. Su
descolonización, dentro del proceso general del área, no implicó un rompi-
miento con la metrópoli ni con sus intereses. El resultado de la aguda lucha
política al interior del poco poblado país en la etapa previa a la indepen-
dencia (403 000 habitantes en 265 000 km2 para 1960) estuvo muy influido
por el capital extranjero y sus manipulaciones que se acentuaron a partir
del descubrimiento e inicio de las exportaciones de petróleo (1957). El que
luego fuera primer presidente de la República, LÉON MBA, fue una figura
central en toda la evolución política de ese territorio a partir de 1946 y fue
puesto bajo arresto domiciliario por las autoridades coloniales por más de
una década, lo que le dio crédito. Antiguo militante de la Liga por los De-
rechos del Hombre, MBA fundó en ese año 1946 el Comité Franco-Gabonés
y a pesar de haber sido derrotado en las elecciones legislativas de 1951 y
1956 ganó la alcaldía de la capital, Libreville en noviembre de 1956. En
el gobierno autónomo surgido de la Ley Cuadro ocupó el cargo más alto
para un africano, la vicepresidencia, tras el gobernador francés como “pre-
sidente”. Cuando Gabón se convirtió en una República de la Comunidad
Franco-Africana y se formó el primer Consejo de Gobierno Africano en el
verano de 1958, los franceses apoyaron, en su ascenso al poder al Bloque
Democrático Gabonés, integrado como rama territorial a la Reunión Demo-
crática Africana (RDA) de FÉLIX HOUPHOUET-BOIGNY, de Costa de Marfil desde su
fundación en 1946.
Ese primer gobierno fue encabezado por LÉON MBA, firme partidario de
mantener estrechas relaciones con la metrópoli a modo de alianza en to-
dos los planos esenciales. El mayor partido de la oposición de entonces,
la Unión Democrática y Social de Gabón fundada en 1948 por JEAN HILAIRE
AUBAME, representaba a sectores de la naciente burguesía, intelectuales y
miembros de la élite tribal tradicional, que aspiraban a limitar el control
foráneo y el poder personal de LÉON MBA y a democratizar la vida del país.
Esta agrupación también era rama de otro partido interterritorial, el Par-
tido del Reagrupamiento Africano (PRA) liderado por LÉOPOLD SEDAR SENGHOR
desde Senegal. Tanto MBA como AUBAME provenían de la tribu Fang pero el
segundo había logrado apoyo también en el norte del país y su programa
más radical le atraía el voto juvenil aunque MBA contaba con un apoyo de
amplia base. La diferencia más relevante entre los dos partidos interterrito-
riales, el PRA y el RDA, era que el primero proponía una estructura federal
unida para el África Occidental Francesa mientras que el segundo se oponía

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favoreciendo la división en territorios y el micronacionalismo a ese nivel. Se
ha planteado que HOUPHOUET-BOIGNY y MBA, ambos dirigentes de territorios
más prósperos y fuertes en lo económico, coincidían dentro del RDA en
desaprobar la estructura federal para A.O.F. y A.E.F. por el temor a tener
que contribuir a solventar las economías de sus vecinos más pobres.
En diciembre de 1959 fue abolida la libertad de prensa por decreto y las
actividades de los partidos de oposición, los sindicatos y las organizacio-
nes culturales quedaron sujetas al control oficial. En febrero de 1961, cinco
meses después de la proclamación de la independencia, fue adoptada una
Constitución de tipo presidencialista que daba al Jefe de Estado poderes
prácticamente dictatoriales, a lo que siguió la elección de LÉON MBA como
presidente. En enero de 1964 disolvió la Asamblea Nacional y más adelante
convocó a nuevos comicios a celebrar el 23 de febrero bajo su control. No
obstante su deriva cada vez más autoritaria, la oposición no fue aplastada
y el 18 de febrero de 1964 el ejército dio un Golpe de Estado y se formó
un Comité Revolucionario bajo la dirección de AUBAME que restableció las
libertades democráticas y liberó a los prisioneros políticos. Pero a la noche
siguiente tropas francesas desembarcaron en Gabón, aplastaron la rebelión
y repusieron a MBA en la presidencia, que de inmediato se dedicó a perse-
guir y encarcelar a los insurgentes y condenó a AUBAME a 10 años de cárcel.
El 1ro. de marzo de 1964 centenares de personas se lanzaron a las calles
de Libreville con carteles de “Abajo MBA”, “Viva Gabón Libre”. Paracaidis-
tas y policías abrieron fuego sobre los manifestantes matando e hiriendo a
un número indeterminado pero al día siguiente los estudiantes se sumaron
a la protesta de los trabajadores. Entonces el gobierno de MBA optó por ma-
niobrar y convocó a elecciones para la Asamblea Nacional en las que, pese
al apoyo de la maquinaria del Estado y a la persecución política a la oposi-
ción, el gobernante Bloque Democrático Gabonés solo obtuvo el 54 % de
los votos pero ocupó 31 de las 47 diputaciones a la Asamblea Nacional. Los
partidos de la oposición tales como Defensa de las Instituciones Democráti-
cas, surgido en vísperas de las elecciones a partir de la Unión Democrática y
Social de Gabón, de AUBAME, y Defensa de la Democracia, encabezado por
FIDEL OTANDAULT, líder de la Confederación General de Trabajadores Africanos
—antigua sección de la CGT francesa— compartieron los 16 puestos restan-
tes. El liderazgo sindical fue la cantera para el surgimiento de cuadros más
radicales como vimos también en el caso de la UPC de Camerún.
Los resultados de las elecciones estimularon el crecimiento y expansión
de los movimientos opositores y una ola de huelgas, reuniones de protesta
y manifestaciones sacudió al país. Por entonces Gabón contaba con unos
43 000 asalariados que constituían el 20 % de la población en capacidad
laboral, de los que 30 000 eran trabajadores. Los tres núcleos urbanos prin-
cipales reunían al 20 % de la población total en Libreville, sede del poder,
Port-Gentil, centro de la industria petrolera y Franceville/Moanda, centro

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minero. La mayoría de los trabajadores se agrupaban bajo la conducción de
la Confederación General de Trabajadores Africanos de Gabón pero otros
seguían a la Confederación Africana de Trabajadores Religiosos o a la Con-
federación Africana de Sindicatos Libres. Los trabajadores portuarios y los
de las compañías navieras de Libreville dieron inicio a la mayor huelga en
la historia de Gabón que se desató el 9 de mayo del candente 1964 con
el apoyo de los trabajadores de esas empresas. La policía y los gendarmes
entraron en acción contra los huelguistas y sus seguidores. No fue hasta el
15 de mayo, cuando el gobierno prometió atender sus demandas, que los
trabajadores pusieron fin a la huelga. La situación política interna perma-
neció tensa por mucho tiempo y en las elecciones efectuadas el 13 de marzo
de 1967 el partido gobernante ganó 47 asientos por lo que MBA fue reelec-
to presidente. Gabón jugó por entonces un activo papel en la Organización
Común Afro-Malgache y no fue hasta 1966 que inició una tímida apertura
hacia otros países del mundo incluidos contactos comerciales con los socia-
listas.
El 1ro. de diciembre de 1967, a continuación de la muerte de MBA, el
vicepresidente ALBERT BERNARD BONGO ONDIMBA, que no era Fang, asumió la
presidencia a los 32 años de edad con el apoyo de la Corte Suprema, car-
go que mantuvo hasta su muerte en 2009 en que pasó a su hijo, ALI BONGO
ONDIMBA. El 12 de marzo de 1968 el presidente BONGO anunció formalmente
la institucionalización del partido único, el Bloque Democrático Gabonés,
encargado de fomentar la unidad nacional y de abolir la discriminación
étnica bajo el lema “Diálogo-Tolerancia-Paz”, que continúa en el poder
bajo el multipartidismo restaurado en 1990. En política exterior el gobierno
gabonés ha mantenido una cooperación estrecha con Europa Occidental
privilegiando a Francia en las cuestiones económicas, políticas y, evidente-
mente, militares. La escandalosa intervención francesa para reponer a MBA
en 1964, que realineó al país a la sombra de París, se escudó en un alegado
acuerdo de 1960. Los 42 años de gobierno de ALBERT BONGO evidenciaron
una plena colaboración con todos los presidentes de la V República desde
DE GAULLE a SARKOZY, lo mismo en el entusiasmo por la francofonía que en
el apoyo a Biafra en la guerra civil de Nigeria. Esta longevidad presidencial
fue el resultado de su habilidad política, pero también —asegura alguna
prensa francesa— de intimidaciones, de intrigas y, sobre todo, de dinero,
los abundantes petro-francos. Por otra parte sus partidarios se precian de
que esa continuidad le ahorró al país la violencia que ha golpeado a todos
sus vecinos.

República Centroafricana
La situación geográfica de este territorio en el corazón del continente, a
más de 1 000 kms del litoral más próximo, le valió su actual nombre desde
1958, reconocido internacionalmente tras la independencia. Entonces dejó

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atrás su denominación colonial de Ubangui-Chari, igualmente geográfica
al reunir los de dos de sus principales ríos. Con unos 900 000 habitantes al
final de la Segunda Guerra Mundial este país de 623 000 km2, poco pobla-
do pese a las olas migratorias que lo atravesaron como histórico corredor,
cuenta con una gran variedad étnica. A los pigmeoides babinga, los más
antiguos, se agregaron los grupos llamados “ubanguianos” en ese valle
fluvial: Sango, Yakoma, Banziri, Buraka de habla sango, la lengua vehicular
más extendida. Pero la mayoría son los agricultores bantú en la meseta y la
sabana como los Mbaka, Lissongo y M´Bimu, de las primeras migraciones;
los Banda, los Baya, los Mandja, los Yakpa y los Linda, los Zande y, hacia la
frontera norte, los grupos emparentados con los Sara (Kares, Vales, Dagba,
Leto, N´Duka), al nordeste los Ndélé y los Bizao y los semi-bantú arabizados
mientras, al oeste, las montañas son el hogar de los Peul Bororo.129
Llevadas por los acontecimientos a permitir el establecimiento de parti-
dos políticos, sindicatos y organizaciones a partir de esa variada población,
las autoridades coloniales favorecieron a los que se mostraban más dispues-
tos a colaborar con ellos y los ayudaron a surgir como líderes en detrimento
de los más conscientes. Tal fue el caso, a la larga, del partido más influyente,
el Movimiento por la Evolución Social del África Negra (MESAN), funda-
do en 1946 por un exclérigo, BARTHÉLEMY BOGANDA (1910-1959), como sección
del interterritorial RDA. Surgido como bloque masivo agrupó a sectores
campesinos, básicos en una sociedad mayoritariamente rural y multiétni-
ca, y también a las capas medias y a los trabajadores fundamentalmente
de Bangui, la capital y único centro verdaderamente urbano, para luchar
contra la condición colonial del país con BOGANDA al frente. Pero en la me-
dida en que se concretaron las luchas por la liberación y se profundizaron
las pugnas con la administración también aparecieron las contradicciones
sociales al interior del MESAN. Los sectores de la naciente burguesía, la
élite tradicionalista de los jefes tribales y los burócratas de la empleomanía
pública de base, que no deseaban la completa supresión del orden colonial,
fueron ganando paulatinamente el control de la organización, pero solo
prevalecieron tras la muerte del líder fundador.
BOGANDA y el MESAN protagonizaron todas las etapa de posguerra, desde
la participación en la Asamblea Francesa, la Unión Francesa, la autonomía
territorial, la Comunidad Franco-Africana y la independencia (en el caso
del partido). En 1957, tras las elecciones en aplicación de la Ley Cuadro,
BOGANDA devino jefe del primer gobierno autónomo de Ubangui-Chari. Se
le atribuye haber sido el promotor de que la Constitución de la V Repú-
blica propuesta por DE GAULLE en 1958 incluyera, por lo menos, una men-
ción formal al derecho a la independencia en la formulación de la Comuni-
dad. El caso de Guinea, al ejercer ese derecho en el mismo Referéndum del

129
Van Chi-Bonnardel, Regine: Grand Atlas du Continent Africain, p. 195.

161

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28 de septiembre de 1958 y sufrir las consecuencias por parte de Francia,
es prueba de ese carácter formal, pero el principio era válido. El hecho es
que BARTHÉLEMY BOGANDA murió el 29 de marzo de 1959 en un misterioso inci-
dente aéreo cuando su avión estalló de regreso a Bangui. Algunas fuentes
aseguran que los expertos encontraron trazas de explosivos en los restos de
la nave. Cuando las sospechas recayeron sobre el servicio secreto francés el
asunto fue silenciado. Aunque BOGANDA se había abstenido de llamar a su
territorio a votar “No” en el histórico Referéndum, su trayectoria incluía al-
gunas posturas sugerentes y, ya en 1959, sus intenciones para el futuro eran
un enigma. Por eso, potencialmente, se le veía como el eslabón más débil
en la estrategia francesa de neocolonización del A.E.F. Cuando, más de un
año después, se proclamó la independencia de la República Centroafricana
el 13 de agosto de 1960, BOGANDA ya no estaba al mando.
La muerte del “padre de la nación” dejó un vacío difícil de solucionar
en el liderazgo del nuevo Estado que su sobrino y sucesor, DAVID DACKO,
intentó llenar apoyándose en el MESAN en medio de grandes dificultades
que enfrentó imponiendo una política de austeridad. Una supuesta simpa-
tía por Pekín elevada a tendencia maoista por sus opositores tras una gran
exhibición china realizada en Bangui, unida a acusaciones de especulación
usurera y corrupción de la alta jerarquía del gobierno fueron los pretextos
alegados para el Golpe de Estado que le dio el poder al coronel JEAN-BÉDAL
BOKASSA, primo de DACKO, el 31 de diciembre de 1965.130 Según M. BOMBOTÉ,
BOKASSA declaró que había suspendido el proceso iniciado contra su depues-
to pariente cuando este “reconoció haber entrado en contacto con una em-
bajada de un país comunista en un estado vecino”. Formado en el ejército
colonial francés con el que combatió en Indochina y leal a DE GAULLE desde la
Francia Libre, BOKASSA se promovió a general en 1967 y se declaró heredero
espiritual de BOGANDA, pasando a ser presidente vitalicio en marzo de 1972
y “Emperador” el 4 de diciembre de 1976. El aberrado y desastroso trienio
del Imperio Centroafricano no sobrevivió al golpe que el 20 de septiembre
de 1979 repuso a DAVID DACKO en la jefatura del Estado.
Otro Golpe de Estado , encabezado por el general ANDRÉ KOLINGBA en 1981
dio paso a una nueva dictadura militar hasta las elecciones ganadas por
ANGE-FÉLIX PATASSÉ en 1993. Francia envió tropas para aplastar dos intentonas
militares en 1996 y 1997 pero PATASSÉ fue finalmente derrocado a su vez en
marzo de 2003 por el general FRANÇOIS BOZIZÉ quien formó un gobierno mi-
litar hasta su elección como presidente en 2005. Grupos armados, algunos
partidarios de PATASSÉ, se extendieron por el norte del país y el 8 de diciem-
bre de 2008 se celebró una conferencia nacional por la paz que hizo posi-
ble la formación de un gobierno de unidad nacional. BOZIZÉ ganó la reelec-
ción en unos comicios efectuados el 23 de enero de 2011 pero fue apartado

130
Jeune Afrique, No. 447, 29 de julio al 4 de agosto de 1969, p. 17.

162

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dos años después cuando los rebeldes de la coalición Seleka, dirigidos por
MICHEL DJOTODIA, tras ocupar partes del norte y centro del país, tomaron la
capital el 24 de marzo de 2013. MICHEL DJOTODIA quedó entonces como go-
bernante de facto, mientras la confrontación confesional pasaba a primer
plano entre los “cristianos” (50 %) y los “musulmanes” (25 %) y finalmente,
se formaba un gobierno de transición. Su presidenta, CATHERINE SAMBA PANZA,
sin verdadero poder, ha visto como el país quedó dividido de facto entre la
coalición musulmana Seleka y la milicia cristiana Antibalaka. Los golpes mi-
litares que Francia no suprimió —y, por ende, permitió— han impedido el
progreso y la estabilidad de una República Centroafricana, víctima además
de la manipulación política de su diversidad etno-confesional.

Chad
Chad dejó de estar bajo la autoridad de Ubangui-Chari en abril de 1916
y en marzo de 1920 pasó a tener el status de colonia, proceso que incluyó
una nueva delimitación de sus fronteras que dejó dentro de su jurisdic-
ción a las tribus Sara sacándolas de Ubangui-Chari lo mismo que el Tibesti
que, en 1930, cesó de estar en Níger. El enorme territorio así conformado
(1 284 000 km2) era una suerte de África en miniatura por la variedad de
sus componentes, una especie de puente entre las regiones subsaharianas
y las árabes o arabizadas. Con solo 1 500 000 habitantes en 1945, resultaba
el territorio de mayor población de toda esa A.E.F. a la que pertenecía por
capricho colonialista pero no por su geografía física o humana, de gran
complejidad. Migraciones e invasiones de los árabes y Fulanis o Peuls que
fueron al encuentro de los negros resultaron en una amplia gama de mes-
tizajes. Pero hoy lo que distingue a los pueblos chadianos es para muchos
su grado de islamización: las poblaciones que afirman su fe en la shahada
—“No hay más Dios que Allah y Mahoma es su profeta”— pertenecen, de
origen, al núcleo blanco árabe-bereber; las que han permanecido fieles a
los cultos animistas tradicionales o siguen al Evangelio cristiano integran en
su totalidad el núcleo negro subsahariano.
Entre estos últimos los Sara, agricultores de los valles del Chari y del
Logone, al sur, son los más numerosos (28 %). Los Hakka y los Massa viven
en el valle del Logone, en el Mayo Kebbi y en la región de Bongor. Los
Mundany, Kotoko, Zaghau y Tama son también agricultores de las regiones
meridional y sur-occidental. Son numerosos los pescadores pertenecientes a
las etnias negras: Tunla en la región de Sarh; los ya mentados Sara; Kabalaï,
N´Gabri, M´Baye, Gambaye, de la región de Laï; pescadores Kotoko de la re-
gión de Fort Lamy o N´Djamena; Buduma de las islas del lago Chad, etc. Las
poblaciones islamizadas comprenden muchos grupos de origen blanco o
mestizo. Los árabes, los más numerosos (12 %) son en su mayoría ganaderos
nómadas que viven en el norte (Ouaddai, Batha, Kanem, Salamat, Baguirmi).
Los Peuls o Fulanis están dispersos pero las principales concentraciones se

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encuentran en el Mayo Kebbi y el Baguirmi. Todos viven del ganado, en
particular los Bororo, grandes pastores nómadas, y sus manadas se mueven
en la franja saheliana, hacia el norte en la estación de lluvias y hacia el sur
en la seca. Los Haussa son agricultores o comerciantes, los Uadaienses son
sobre todo agricultores lo mismo que los Baguirmianos. Los Kanembu del
Kanem son a la vez ganaderos y agricultores y los Tubu habitan en el Tibes-
ti, el Borku y el Ennedi.131
Chad quedó constituido a mediados de la segunda década del siglo XX
como territorio colonial y fue allí donde el gobernador FÉLIX EBOUÉ, al unirse
a la Francia Libre de DE GAULLE le permitió establecer una base inicial con-
tra el colaboracionismo vichysta durante la Segunda Guerra Mundial. En
1947 el antillano GABRIEL LISETTE fundó el Partido Progresista Chadiano PPC
como sección del RDA interterritorial, principal organización política del
país. La Ley Cuadro de 1956 puso al territorio bajo un régimen de autono-
mía interna que el 28 de noviembre de 1958 pasó a ser República de Chad
(con Lisette al frente) pero atada a la Comunidad creada por Francia. Los
dirigentes del norte musulmán desconfiaron de este líder del PPC y en 1960
decidieron fundar su propia organización, el Partido Nacional Africano, di-
rigido por AHMED KOULAMALAH. El PPC optó entonces por designar a FRANÇOIS
TOMBALBAYE, un maestro de escuela protestante, como presidente del partido
y jefe del gobierno en el momento de la independencia concedida el 11 de
agosto de 1960. TOMBALBAYE fue electo presidente el 22 de abril de 1962 y
reelecto para un segundo septenato en 1968 mientras los diversos partidos
quedaban integrados al Partido Progresista Chadiano en 1963 y LISETTE era
privado de la ciudadanía nacional. Ese mismo año una conspiración en la
que participaron varios Ministros y funcionarios dio inicio a una larga crisis
e incluso a una primera guerra civil. La zona norte, que seguía ocupada por
tropas francesas, pasó al control militar de Chad en 1965 lo que recrudeció
la discriminación de la población islámica aplicada desde la capital y, tras la
represión militar a la población de Mangualme, comenzó la lucha armada
contra TOMBALBAYE y se acentuó el intervencionismo francés. El Frente de
Liberación Nacional de Chad (FROLINAT), surgido en junio de 1966 bajo
la dirección de IBRAHIM ABATCHA y luego de ABBA SIDDIER tomó fuerza y abrió
frentes en el norte y centro del país, con la solidaridad activa de Libia. Chad
fue reocupado por el ejército galo en mayo de 1968 para ayudarlo a sofocar
la rebelión del FROLINAT y asegurar los intereses metropolitanos. En 1971
el gobierno opto por una “apertura”, liberó presos y dio a los musulmanes
la mitad de los puestos del gabinete mientras Francia retiraba parte de sus
tropas y en 1972 terminó la confrontación, tras la reconciliación con Libia, aun-
que GADDAFI reclamaba a AOZOU, una franja de territorio al sur de su frontera. En
1973 el partido de gobierno, PPC, pasó a denominarse Movimiento Nacional

131
Van Chi-Bonnardel, Regine: Grand Atlas du Continent Africain, p. 141.

164

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para la Revolución Cultural y Social durante la campaña de “autenticidad”
a lo Mobutu cuando el líder cambió su nombre a N´GARTA TOMBALBAYE y el de
la capital, Fort Lamy, por N´DJAMENA.
El mal manejo de las contradicciones entre el norte y el sur y de la diversi-
dad etno-confesional incluso al interior de esos dos bandos fue un obstáculo
adicional para el progreso de una conciencia nacional y la gobernabilidad.
Esas diferencias habían sido manejadas por los franceses para debilitar la
unidad de las fuerzas anticolonialistas pero el gobierno de TOMBALBAYE las
alentó como medio de debilitar la oposición a su gobierno. Para sus críticos
la evolución de Chad tras la independencia fue una historia de dominación
del sur sobre el norte que incluso hacia 1969 pretendió reforzar la auto-
ridad de los sultanes tradicionales de Kanem, Ouaddai y Baguirmi sobre
los jefes de cantones, aldeas y circunscripciones político-religiosas (ferrick),
reconociéndolos como recolectores de impuestos, garantes del orden pú-
blico y jueces de paz. Este recurso parcial a las viejas jerarquías recordaba
al modo colonial de administración indirecta y fue visto como un freno a la
evolución social y política del norte. En el propio sur, cinco años después,
la prensa habló de “un retorno al tribalismo exacerbado” al indicar que la
caída en desgracia de un político podía implicar lo mismo para su etnia. Se
planteaba que ese había sido el caso de JULES-PIERRE TOURA GABA y los M´Baye,
tras un discurso calificado de “amenazador” contra ese “renegado”, “que
no era hijo de jefe ni heredero de un sultán sino surgido de una clase social
despreciable” que, además, TOMBALBAYE eligió pronunciar en Sara, su lengua
natal, ininteligible para dos terceras partes de la población.132 Uno de los
M´Baye procesados entonces, FÉLIX MALLOUM, antiguo jefe del Estado Mayor,
luego puso fin al gobierno de N´GARTA TOMBALBAYE mediante un Golpe de Es-
tado el 13 de abril de 1975.

Congo
Con solo 120 km de costa al Atlántico, el Congo que tiene por capital a
Brazzaville se extiende continente adentro al norte y al oeste del río homó-
nimo y luego del Ubangui, formando una curva irregular de 342 000 km2
poblada hacia 1958 por 760 000 habitantes. Con el 75 % de los congoleses
concentrados en la zona sur, entre Brazzaville y Pointe Noire, el puerto prin-
cipal, el país incluye vastos espacios apenas habitados. Sus etnias principales
son los M´bochis al norte, los Bateke al centro y los Bacongo, la etnia mayor,
al sur, pero existen otras como los Yombe, los Shanga, los Kougni o Kouyou,
los Ngala, los Basundi, los Balari o los Baluli, más sus subgrupos como los Vili
entre los Bacongo. La zona sur conoció en el período de entreguerra de la
actividad del movimiento de ANDRÉ MATSWA, creador de una iglesia africana

132
Tchad: Jeune Afrique, l´arme tribale, 9 de marzo de 1974, p. 28.

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independiente cristiano-sincrética, el matswanismo, que captó a muchos
creyentes. En 1946 FÉLIX TCHICAYA fundó el Partido Progresista Congoleño,
(PPC), como la sección congoleña del RDA, fundamentalmente en el sur. Las
agrupaciones del norte, hacia la frontera entre la República Centroafricana
y Camerún, con predominio de los M´bochis, se conglomeraron en torno a
un líder progresista, JACQUES OPANGOULT, fundador en 1957 del Movimiento
Socialista Africano (MSA), inspirado en las tendencias socialistas francesas
anticlericales y republicanas.
Estos dos partidos demandaban ciertas restricciones del control exte-
rior y una democratización de la vida política interna. En el sur un sa-
cerdote devenido político, el abate FOULBERT YOULOU (1917-1972), fundó
en 1956 la Unión Democrática para la Defensa de los Intereses Africanos
(UDDIA), denominación a la que no fue fiel. Este partido se presentaba
como de tipo demócrata cristiano, y era apoyado por las misiones cató-
licas y, ante todo, por Francia. Según YARISSE ZOCTIZOUM133 contaba con el
apoyo tribal de los Balalis o Balaris del Bajo Congo, donde reunió a las
tribus de la meseta, sobre todo a los Bacongo, y su base era parte de la
burguesía local, la élite patriarcal-tribal, el clero y la burocracia. Por su ac-
tividad se le consideró el más reaccionario del espectro político y en breve
asumió la condición de nueva rama local del RDA. Como consecuencia de
los comicios a tono con la Ley Cuadro de 1956, en marzo de 1957 el MSA
resultó ganador por 23 diputados contra 22 de la UDDIA y JACQUES OPANGOULT
se convirtió en el primer premier del Congo autónomo con mayoría de
un voto de su partido en la Asamblea Legislativa, con sede en Pointe Noire.
FOULBERT YOULOU, alcalde de Brazzaville desde noviembre de 1956, utili-
zó ampliamente al electorado matswanista contra el MSA fomentando
la polarización política de implicaciones étnicas en este caso (norteños
M’bochis-“socialistas”-izquierda versus sureños Bacongos -Balali -“demo
cristianos”-Matswanistas-derecha).
En los meses finales de 1958, antes y después del Referéndum del 28 de
septiembre de 1958, YOULOU y su UDDIA auspiciaron una situación de crisis
que, con la ayuda de la policía colonial y el ejército francés, resultó prácti-
camente un Golpe de Estado contra OPANGOULT. Fue YOULOU, como alcalde de
Brazzaville, el que atendió a DE GAULLE en esa ciudad durante su recorrido
electorero y le aseguró el “Sí” del Congo ante el dilema allí planteado. El
ciudadano francés CHRISTIAN JAYLE, que presidía la asamblea de Pointe Noire,
fue el encargado de ejecutar la opción metropolitana de instalar al abate
en el poder. OPANGOULT quedó en minoría al pasarse un diputado a YOULOU
que lo desplazó como premier ya el 8 de diciembre de 1958, mientras en
las calles de Pointe Noire (sur del país) reinaba una atmósfera de motín.
“Sin el apoyo de los franceses” —opinó un periodista conservador— “no

133
Zoctizoum, Yarisse: El Congo, p. 9.

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hubiera conseguido nunca imponerse con tanta rapidez”.134 Entonces YOULOU
trasladó la asamblea a la capital donde esperaba estar más seguro pero en
enero y en junio de 1959 tuvieron lugar violentos choques etno-políticos
en Brazzaville entre los Lari del barrio Bacongo, partidarios de YOULOU y los
M´bochi del barrio Poto Poto, con un saldo de más de cien muertos, y de 350
respectivamente. El abate se apresuró a culpar a OPANGOULT de “incitación
a la violencia” y lo encarceló, sacándolo de la lid electoral e iniciando una
ola de represión contra sus oponentes o todo el que se negara a apoyarlo.
En esa atmósfera se efectuaron las elecciones parlamentarias de junio de
1959 en las que YOULOU apareció como ganador con 51 de los 61 puestos y el
21 de noviembre esa asamblea lo proclamó presidente. En su discurso de
aceptación, “profundamente conmovido”, se preguntó “¿Por qué no vamos
a conceder a Francia todas nuestras simpatías y nuestra confianza como ella
nos la concedió a nosotros?”.135
Evidentemente ya París tenía el interlocutor adecuado a sus intereses al
frente del Congo y con él pactó la independencia concedida el 15 de agosto
de 1960, dando paso a lo que YARISSE ZOCTIZOUM califica como “régimen auto-
crático cuya corrupción y excesos indispusieron rápidamente a las masas con-
golesas”.136 Su gestión exacerbó las tensiones tribales y persiguió a los parti-
dos de la oposición, a los sindicatos y a los movimientos religiosos. Una ola
de huelgas sacudió al país en mayo de 1960, principalmente en Brazzaville,
Pointe Noire y Dolisie, en pro de mejoras salariales y más amplias libertades
sindicales. El régimen respondió encarcelando a 24 dirigentes de la Confede-
ración General de Trabajadores Africanos incluyendo a sus líderes AIMÉ MATSIKA
y YULIENNE BOUKAMBOU, y suprimiendo las libertades fundamentales. En políti-
ca económica el Código de Inversiones adoptado en 1961 concedió amplios
derechos y privilegios a los inversores extranjeros alineando al Congo con
el liberalismo económico correspondiente al capitalismo salvaje. La sobera-
nía nacional quedó vulnerada por los acuerdos de cooperación firmados con
Francia que, en el caso de la defensa, autorizaron al ejército francés a levan-
tar bases, estacionar tropas y trasladarlas por todo el país. Ante la crisis del
Congo Belga, en la segunda mitad de 1960, YOULOU no solo se opuso a PATRICIO
LUMUMBA sino que apoyó al régimen secesionista de MOISÉ TSHOMBÉ en Katanga,
la máxima evidencia de entreguismo político en el África de entonces. De
todas esas “políticas marcadamente pro-occidentales” y de la “exacerbación
de las tensiones tribales” resultó la “impopularidad” del régimen de YOULOU
reconocida por ROBERT CORNEVIN.137

134
Italiaander, Rolf: La hora de África p. 207.
135
Ídem.
136
Zoctizoum, Yarisse: El Congo, p. 10.
137
Cornevin, Robert: Congo, Recent History; Africa South of the Sahara 1973, p. 265.

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En julio de 1963 YOULOU, confiado en su política represiva, dijo ante la
Asamblea Nacional que el Congo era “un país sólido, unido y tranquilo”.
Un mes más tarde estalló lo que los congoleses han llamado las “Tres Glorio-
sas”, en alusión al trío de jornadas del 13, 14 y 15 de agosto en que el pueblo
llenó las calles en manifestaciones de protesta y rechazo al gobierno. Las
tres centrales sindicales unidas en un comité conjunto habían demandado
previamente al régimen la renuncia de varios Ministros, medidas contra la
corrupción rampante y la disolución de la Asamblea Nacional. Fueron esos
sindicatos los que convocaron a la huelga general para el 13 de agosto en
apoyo a esas demandas y aunque el gobierno prohibió la huelga y detuvo a
los líderes, el paro paralizó a la capital. Los manifestantes marcharon sobre
la estación central y la residencia del presidente opresor y aunque la policía
abrió fuego y hubo muchas víctimas, las demostraciones no flaquearon e
incluso consiguieron capturar la cárcel y liberar a 400 presos políticos. El
día 15 otra manifestación de 10 000 personas rodeó el palacio de YOULOU,
forzando su renuncia y dejándolo bajo arresto.
Depuesto el viejo régimen por esta “Revolución de Agosto” se creó un
Gobierno Provisional Democrático Revolucionario encabezado por ALPHONSE
MASSEMBA DEBAT, miembro del anterior partido gobernante, el UDDIA e inte-
grado por gran número de líderes sindicales. Se formó una nueva organi-
zación militante, el Movimiento Nacional en Defensa de la Revolución, for-
mado por el liderazgo progresista de los partidos disueltos pero las fuerzas
políticas volvieron a polarizarse: las centrales sindicales (salvo la Confedera-
ción Africana de Trabajadores Religiosos (CATR), los grupos de estudiantes
y las organizaciones femeninas de un lado; los sectores conservadores de la
burguesía y la élite tribal, el clero católico y su cuerpo de organizaciones y
la alta burocracia, más la CATR, del otro. La iglesia católica se empleó a fon-
do para evitar la radicalización del proceso bajo lemas como “La Revolución
de Agosto es mejor que el viejo régimen; pero el régimen de YOULOU era me-
jor que el socialismo”. Las fuerzas progresistas se anotaron un gran triunfo
al ganar en las elecciones a la Asamblea Nacional en octubre de 1963, de
acuerdo con la Constitución aprobada ese año, en parte parlamentarista y
en parte presidencialista.
El presidente MASSEMBA DÉBAT compartió el ejecutivo con el premier
PASCAL LISSOUBA formando un gobierno en franco contraste con los otros del
área por su vocación de izquierda. En julio de 1964 se efectuó el Congreso
Constitutivo del Movimiento Nacional Revolucionario (MNR), como partido
único, que adoptó los postulados del socialismo científico y la vía no capita-
lista de desarrollo. Su rama juvenil, la Jeunesse du Mouvement National de
la Révolution (JMNR), integró su propia milicia para fortalecer la defensa
como garantía de la continuidad del proceso, aparte del ejército formado
en la etapa colonial, con todo lo que eso podía implicar. Con un MOBUTU hos-
til y aliado de Occidente consolidado en el poder al otro lado del río Congo

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en su gigantesco “Zaire”, la defensa tenía que ser una prioridad. Se intro-
dujo la planificación económica mediante el primer plan quinquenal para
el período 1964-1968 y las nacionalizaciones crearon un sector estatal en la
agricultura, el comercio y la industria, con lo que se completó la orientación
socialista del modelo en desarrollo.
El 6 de mayo de 1966 el primer secretario del MNR, Ambrosio Nouma-
zalay reemplazó a Lissouba como jefe de gobierno. Ese verano las tensio-
nes entre un sector del ejército y el gobierno terminaron en un intento de
Golpe de Estado que no llegó a derrocar al gobierno. El papel jugado en
esa coyuntura por los instructores militares cubanos del ejército y la milicia
popular es explicado en detalle por Piero Gleijeses en el capítulo “Cubanos
en el Congo” de su libro Misiones en conflicto, editado en Cuba en 2002. En
una entrevista publicada en la prensa cubana el general de brigada Rafael
Moracen lo resumió así: “la mayor parte de los gobernantes estaban refu-
giados en el campamento de los cubanos. El ejército y la gendarmería te-
nían tomada la ciudad. Los jefes de la seguridad y del ejército estaban pre-
sos”. Moracen puntualizó que “las instrucciones eran de no tirar si no nos
agredían. Pudimos dominar la situación y todo volvió a la normalidad”.138
Pero los problemas continuaron. En el citado capítulo GLEIJESES, considera
que hasta entonces el proceso del Congo era “una revolución verbal” y que
“la retórica enmascaraba el oportunismo, las enemistades personales y la pola-
rización étnica”.139 A continuación incluye unas palabras de MASSEMBA-DÉBAT, de
enero de 1965 que pueden explicar las contradicciones presentes en el caso:
“Nuestros lazos económicos, financieros, culturales y políticos con Francia
son en muchos sentidos tan fuertes como cuando éramos una colonia”. Al
parecer DE GAULLE había aprendido la lección de Guinea y esta vez no se
había retirado del terreno; en palabras del canciller congolés (siempre según
GLEIJESES) “Francia nos tiene amarrados”.140 Las pugnas entre moderados y ra-
dicales dentro del MNR apuntaban a una radicalización del proceso; por últi-
mo, tras la renuncia de MASSEMBA-DÉBAT, el capitán MARIEN NGOUABI (1938-1977),
líder de los militares se convirtió a finales de agosto de 1968 en presidente
de un Directorio de doce miembros, Órgano Ejecutivo del Consejo Nacional
de la Revolución (CNR).
El gobierno de MARIEN NGOUABI continuó por la senda socialista, creo el
Partido Congolés del Trabajo y denominó al país República Popular del Con-
go (hasta 1991). Tras ocho años en el poder NGOUABI murió asesinado el 18 de
marzo de 1977 y fue sucedido por el jefe del Estado Mayor, coronel JOACHIM
YHOMBI-OPANGO hasta 1997. Tras su renuncia asumió el poder el coronel DENIS

138
Granma, 2 de septiembre de 2006, p. 4.
139
Gleijeses, Piero: Misiones en conflicto, p. 183.
140
Ibídem, p. 184.

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SASSOU-NGUESSO. En 1990-1991 el Congo abandonó la orientación socialista y
en las elecciones de 1992 PASCAL LISSOUBA ganó la presidencia. Pero fuertes
tensiones étnicas y políticas condujeron a una guerra civil del 5 de junio al
15 de octubre de 1997 con pérdida de muchas vidas y gran daño para la ca-
pital. DENIS SASSOU-NGUESSO volvió al poder el 25 de octubre de 1997 y a fines
de 1999 firmó un acuerdo de paz con los rebeldes de la zona meridional, la
más poblada. En marzo de 2002 el presidente DENIS SASSOU-NGUESSO fue ree-
lecto con el 89,4 % de los votos; lo mismo ocurrió en 2009 y el 5 de agosto
de 2012 su partido ganó la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional por
lo que continuó como Jefe de Estado y de Gobierno.

Sobre el papel de Félix Houphouët-Boigny


FRANTZ FANON juzgó duramente a FÉLIX HOUPHOUËT-BOIGNY en su tiempo y por
sus hechos:
“HOUPHOUËT-BOIGNY, diputado africano y presidente del RDA, hace algunos
días aceptó una entrevista con la prensa. Después de algunas consideraciones
absurdas sobre la evolución deseada de un África envuelta en el pabellón trico-
lor, llega al asunto argelino y no vacila en afirmar que Argelia debe permanecer
en el marco francés. Este señor, desde hace más de tres años, se ha convertido
en el hombre de paja del colonialismo francés. Sirviendo a todos los gobiernos,
HOUPHOUËT-BOIGNY ha asumido directamente la política de exterminio practica-
da en Argelia. A su derecha LACOSTE y a su izquierda MORICE o CHABAN-DELMAS,
HOUPHOUËT-BOIGNY ha salido fiador de manera imperdonable de una política
que ha enlutado a la nación argelina y ha comprometido por largos años el
desarrollo de nuestro país. HOUPHOUËT-BOIGNY se ha hecho el agente viajero del
colonialismo francés y no ha temido ir a las Naciones Unidas para defender
la tesis francesa”.

Figura 3.9. Félix Houphouët-Boigny.

170

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“HOUPHOUËT-BOIGNY es doctor en medicina. Era ministro de salubridad con
GAILLARD. Bajo su administración tuvo lugar SAKIET SIDI YOUSSEF. Las ambulancias
de la Cruz Roja Internacional fueron ametralladas, bombardeadas, despeda-
zadas en ese lugar. Decenas de mujeres y de niños fueron cortados en dos por
las ráfagas de la aviación francesa. El africano HOUPHOUËT-BOIGNY, y doctor en
medicina HOUPHOUËT-BOIGNY, no ha sentido temor alguno en reivindicar esta
barbarie y declararse solidario de los militares franceses. HOUPHOUËT-BOIGNY,
como buen ministro de la República Francesa ha estimado que su deber era
apechugar en SAKIET, felicitar al valiente ejército francés y apoyar con toda su
solidaridad ministerial las presiones sobre el gobierno tunecino. En las felices
horas del imperialismo francés, era una especie de honor para un colonizado
formar parte del gobierno francés. Este honor sin responsabilidad ni riesgo,
esta complacencia pueril de ser ministro o secretario de Estado podían en
rigor ser perdonados. Luego, después de diez años, se ha hecho intolerable e
inaceptable que haya africanos que puedan sentarse en el gobierno del país
que los domina. Todo colonizado que hoy acepta un cargo gubernamen-
tal debe saber, de la manera más clara, que tendrá que salir fiador, tarde o
temprano, de una política de represión, de matanzas, de asesinatos colecti-
vos, en alguna de las regiones del “Imperio francés”. Cuando un colonizado
como HOUPHOUËT-BOIGNY se olvida del racismo de los colonos, de la miseria de
su pueblo, de la explotación desvergonzada de su país, llega a no participar
en la pulsación liberadora que subleva a los pueblos oprimidos y de que, en
su nombre, se dan todos los poderes a los Bigeard y demás Massu, nosotros
no debemos vacilar en afirmar que se trata de traición, de complicidad y de
incitación al homicidio” (Por la revolución africana, pp. 137-139).
Ante pronunciamiento nacionalista de la Unión General de Trabajado-
res del África Negra: “Ya en Bamako, en septiembre de 1957, el dispositivo
de seguridad puesto en práctica por la Loi-Cadre había saltado. El traidor
HOUPHOUËT-BOIGNY y sus cómplices tuvieron que retroceder ante la reivindi-
cación nacional africana. Todos los especialistas en letargia colonial habían
sido ahora puestos en su lugar a fin de ver consagrada su victoria” (Por la
revolución africana, p. 148).
“La Federación de Estudiantes del África Negra ha emprendido desde
hace varios años un hondo trabajo de propaganda, para destruir la misti-
ficación actual, para poner en circulación lemas claros. También la policía
del traidor HOUPHOUËT-BOIGNY se ha encarnizado con los estudiantes respon-
sables. La policía de las ciudades universitarias de Francia, a solicitud del
ministro HOUPHOUËT-BOIGNY ha perseguido, detenido, torturado estudiantes
del África Negra” (Por la revolución africana, p. 149).
“Los políticos como HOUPHOUËT-BOIGNY y el abate FOULBERT YOULOU, que
han militado a favor del “Sí”, son en realidad contrarrevolucionarios, ene-
migos de la independencia nacional de África” (Por la revolución africana,
pp. 161-162).

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“HOUPHOUËT-BOIGNY, a quien algunos intentan librar de culpa, continúa
desempeñando en el sistema colonial francés un papel de primer plano y los
pueblos africanos ganarán si lo aíslan y precipitan su caída. HOUPHOUËT-BOIGNY
es objetivamente el freno más consciente a la evolución y la liberación de
África” (Por la revolución africana, p. 206).
El general CHARLES DE GAULLE, por su parte, tenía una opinión bien dife-
rente:
“HOUPHOUËT-BOIGNY, cerebro político de primer orden…una autoridad
excepcional y una indiscutible influencia que emplea en servir la causa de la
razón” (CHARLES DE GAULLE, Memorias, 1970).
En 1976 el historiador francés ROBERT CORNEVIN lo caracterizaba como si-
gue:
“HOUPHOUËT-BOIGNY, quizás a causa de sus inicios aparentemente comunistas
en el Palacio Bourbon”—Asamblea Nacional—“ha marcado su política exterior
de una orientación anticomunista que es atenuada a veces pero jamás des-
mentida, y que fue reafirmada luego de los acontecimientos de Angola”. Con-
sidera que “habiendo sufrido un complejo de frustración ante una federación
cuyo peso específico descansaba en Dakar”, BOIGNY, “poniendo sus principios
en línea con sus actos, reconoció a Biafra” en 1968, coincidiendo con DE GAULLE
al apoyar su secesión de Nigeria. También fue el “único en África en preconizar
la política de diálogo con el gobierno de Pretoria” mientras afirmaba que “el
apartheid es un problema interno de África del Sur”, que “no es por la fuerza
que se asegurará su desaparición en la República Sudafricana” y que “ninguna
otra nación tendría derecho de intervenir en tales asuntos”.
Amigo de China Nacionalista y de Israel, que visitó durante 10 días en julio
de 1962, H. BOIGNY “se negó a condenar las explosiones atómicas francesas
en el Sahara”. Debe recordarse que en diciembre de 1956, siendo ministro
del gobierno francés, este personaje fue el autor de un plan para crear una
Organización Común de la Región del Sahara que formara un solo conjunto
con los “trozos” saharianos de Argelia, Mauritania, Sudán Francés y Níger,
ricos en petróleo, hierro, uranio, cobre y fosfatos. Aprobado en principio por
la Asamblea Nacional, este fallido plan fue el antecedente del intento de
privar a Argelia de esa zona durante las negociaciones por su independencia.
Según cita CORNEVIN, todavía en enero de 1962 BOIGNY hablaba de “ayudar al
general DE GAULLE en la solución del doloroso drama argelino” pues ”siendo
su solución política y no militar, yo prefiero la negociación”. Tal alineamiento
le generó amplio rechazo pero este autor afirma que “a fines de 1963 la Cos-
ta de Marfil había salido completamente de su aislamiento”.
En relación con periódicas acusaciones a Ghana y Guinea de “complots”
en su contra, seguidas de violentos ataques verbales, el 7 de mayo de 1965
—nueve meses antes del derrocamiento del Osagyefo ghanés, propulsor
de la unidad panafricana— este político llegó a declarar que “cuando
KWAME NKRUMAH se instala en la ilusión de un falso profeta, de un mesías, para

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pretender dominar el África y hacer la unidad en torno a su persona, en torno a
su país, nosotros decimos que él necesita cuidados particulares pues su caso
es propio de la medicina siquiátrica”.“En fin”—concluye CORNEVIN—“prag-
mático, campeón del liberalismo económico, M. HOUPHOUËT-BOIGNY juega a
fondo el juego de la cooperación con Occidente, primeramente con Francia
pero también con Alemania, Italia y los Estados Unidos”.141
Por su parte el diplomático cubano OSCAR ORAMAS, que fuera embajador
en las Naciones Unidas, cuenta una anécdota que da una pincelada inespe-
rada al retrato del político marfileño:
“La vida y las relaciones me permitieron ser el canal para la liberación
de dos pilotos cubanos presos por la UNITA. Mis relaciones personales con
el homólogo de Costa de Marfil en la ONU, AMARA ESSY, permitieron que pu-
diéramos llegar al presidente FÉLIX HOUPHHOÜET-BOIGNY, y que este intercedie-
ra con JONAS SAVIMBI para obtener la liberación de los compatriotas, quienes
estaban encarcelados en Jamba, en la selva, en condiciones muy difíciles.
Ello se hizo sin concesiones de ningún tipo y, por tanto, sin afectar nuestras
relaciones con el gobierno del MPLA”.142
El contraste es obvio entre estas autorizadas opiniones, cada una en su
lógica valorativa. Según otro contemporáneo europeo menos trascenden-
te, hay un continente en deuda con FÉLIX HOUPHOUËT-BOIGNY. Pero no es África:
“Europa tendría que estarle agradecida por su actividad conciliadora
¿Qué sería de Europa si no hubiera hombres como él?”.143

Descolonización y desestabilización en la crisis del Congo


Belga
De manera emblemática 1960, el “Año de África” en que 17 países del
continente fueron declarados independientes, quedó marcado en su exacta
mitad y a lo largo de su segundo semestre, por la declaración de indepen-
dencia del ex Congo Belga —30 de junio de 1960— y por la crisis desenca-
denada a continuación. Toda la historia posterior del gigantesco país fue
alterada por la intervención extranjera que puso fin a las ilusiones de real
soberanía en las condiciones de ese tipo de descolonización concedida, y
por eso mismo, condicionada a la aceptación de la dependencia neocolo-
nial. Fue una especie de test aleccionador para todos los que intentaran
salirse de la fila y romper radicalmente con la metrópoli en las condiciones

141
Cornevin, Robert: Dix huit ans de politique extérieure, Revue Francaise d´Études Po-
litiques Africaines, París, noviembre de 1976, pp. 50-51, 56, 57 y 59.
142
Oramas, Oscar: Por los caminos de África, UNEAC, La Habana, 2015, p. 26.
143
Italiaander, Rolf: La hora de África, p. 296.

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de la Guerra Fría; o sea, había que dejar claro para tantos gobiernos de es-
treno que toda apertura amplia o inconsulta hacia el campo socialista sería
castigada por el bloque de potencias occidentales. En esta crisis se decanta-
ron las fuerzas de forma extrema: de un lado un líder popular, izquierdista,
honesto y con principios —aunque ingenuo de inicio por su confianza en
la ONU— al frente de un partido con un proyecto nacional que aspiraba a
dejar atrás al tribalismo, con una visión panafricana, dispuesto a poner a
la exmetrópoli en su lugar y a abrirse al mundo, incluido el “otro” bloque.
Del otro, dirigentes afincados en su tribalismo, etnistas de derecha, parti-
darios de la descentralización o la secesión, ricos o acomodados, ligados a
la metrópoli y sus intereses, dispuestos a la traición, si tarifada mejor,
y alineados con el Mundo Libre contra el comunismo. P ATRICIO LUMUMBA
(P ATRICE ) (1925-1961) fue, por supuesto, ese líder patriótico-popular enfren-
tado a sus contrarios, entre otros, el bacongo JOSEPH KASAVUBU (1917-1969) y el
lunda MOÏSE TSHOMBÉ (1919-1969), arquetipo del antihéroe hasta la caricatura.
LUMUMBA, en su breve paso por el escenario mundial, devino en mito, en
mártir continental de la descolonización. Del dúo negativo, incluso en el
momento solemne de sus muertes, la revista Jeune Afrique, órgano fran-
co-africano de derecha publicado en París, se expresó sin contemplaciones.
A JOSEPH KASAVUBU lo describió así: “frío e ensimismado, astuto e intrigante,
este exseminarista era lo contrario de un hombre de estado porque jamás
pudo elevarse por encima de los intereses de su tribu, los Bacongo, mayo-
ritarios en la región de Kinshasa. En su tribu, donde era el señor incues-
tionado, se le llamaba el rey Kasa”.144 No fue mejor el retrato de MOÏSE
TSHOMBÉ: “De una inteligencia superior a la media, cínico, obstinado, astuto,
despiadado, detestado en África y admirado en Europa”…”perteneciente
de nacimiento a la clase dirigente de la etnia Lunda, sobre la cual no cesó
de apoyarse en su tradicional hostilidad para con los baluba”.145 Puedo ase-
gurar que no hay maniqueísmo en esta presentación; es que pocas veces en
la historia los campos se definieron con tanta claridad y tan rápidamente
como en este caso. También nos interesa la experiencia congolesa como
“caso-estudio” porque podremos ver una contraposición de fuerzas y perso-
najes muy similar en los otros países en que se intentó lo mismo; eso que de-
finía SEKOU TURÉ como “otra singularidad que caracteriza la acción política en
África: Construir la nación partiendo del Estado”146 pero teniendo en contra
los tribalismos alentados por el colonialismo para dividir y gobernar. Ghana,
Angola, Sudáfrica, entre otros sufrieron experiencias similares por lo que po-
demos ver estas alineaciones contrapuestas como una regularidad o un rasgo
básico de los procesos que intentaron una descolonización verdadera.

144
Jeune Afrique, 6 de abril de 1969, p. 26.
145
Jeune Afrique, 7 de julio de 1969, p. 27.
146
Touré, Sekou: África en marcha, p. 301.

174

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Figura 3.10. Patricio Lumumba.

Es bueno recordar, de entrada un poco de la historia de la cuenca del


Congo, de la zona central del continente, esa inmensa cuenca que no solo
tiene al río Congo sino a muchos más, en un área plena de vegetación, de
gran pluviosidad, de grandes riquezas forestales con una gran variedad de
maderas preciosas. Y ese fue precisamente uno de los objetivos que atrajo
aquí, junto a las inmensas riquezas del subsuelo, a las potencias europeas.
Tengamos en cuenta que esta área fue una de las primeras por las que pa-
saron las migraciones bantú que al principio de nuestra era convergieron
hacia el centro y luego hacia el sur del continente partiendo de la zona
donde está la frontera entre Nigeria y Camerún en la actualidad; todo ese
proceso migratorio que le dio una cierta unidad lingüística a la parte cen-
tro-sur del continente. Aquí se desarrollaron una importante variedad de
pueblos establecidos en la misma desembocadura del río Congo. Se trata
de los Bacongo, principalmente, y de su formación estatal, de su reino, que
hubo de chocar con los intereses portugueses y fue víctima de esa relación
y de la implacable centrífuga que fue la Trata de Esclavos que a la larga lo
va a destruir, lo va a retrotraer a niveles previos de desarrollo, porque lo
desarticula. De ese desastre sobrevivió el grupo étnico Bacongo que tiene
mucho que ver con lo que pasa en el Congo Belga, en el Congo Francés y en
el norte de Angola, como es nuestra intención explicar en cada caso. Más
al interior hay toda una variedad de pueblos, más de 250 grupos étnicos
como los Lunda y sus rivales los Luba al sureste, los Mongo y los Zande en
la cuenca y al norte; pueblos de origen sudanés en la región septentrional,
algunos otros nilóticos, ganaderos, en el confín oriental, y aislados en la sel-
va, los pigmeos. Las lenguas son otra riqueza múltiple, algunas convertidas

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en vehiculares para la comunicación, como el swahili al oriente, el lingala
a lo largo del río Congo o el Kikongo en el país Bacongo y sus inmediacio-
nes en el bajo Congo. Toda esta gran región se fue estructurando desde el
punto de vista político colonial en la medida en que fueron llegando aquí,
después de la Trata de Esclavos, los europeos. Recordemos que aquí Francia
se hizo presente en la costa, en la zona de Gabón, hacia 1840 y para 1849
se fundó allí Libreville, un asentamiento de libertos.
Así empezó la presencia francesa unida a la actividad misionera, a la de
los comerciantes y, sobre todo, los exploradores con los que sufrió un gran
impulso en la década del ochenta, época en que va a estar convergiendo
aquí otro interés, el de un gran negociante, el rey Leopoldo II de Bélgica.
Este monarca y gran capitalista va a aspirar a controlar, Congo adentro,
toda esa cuenca interior y lo va a lograr en la medida en que es reconocido
por la Conferencia de Berlín de 1884-1885. Y en el mismo momento esta-
ba haciendo competencia ya con esos franceses que habían venido por la
selva desde la costa atlántica y entraron por el norte y llegaron también
al río Congo y hubo una confluencia entonces en el gran río y esa fue la
problemática central de la conferencia de potencias en la capital alema-
na, definir el futuro de toda esa región. Sabemos que del Congo hacia el
sur se extendió ese estado libre del Congo, propiedad de LEOPOLDO II, luego
Congo Belga, al inicio de lo que terminó como ejemplo de una traumática
descolonización. Los franceses llegaron precisamente frente al lugar donde
luego los belgas levantaron su capital, aunque estos primeramente fun-
daron Matadi y Boma como capital-puerto cerca de la desembocadura del
río pero en 1923 la trasladaron hacia el interior, a esa ciudad que llamaron
Leopoldville, y que hoy es Kinshasa, la capital de la República Democrática
del Congo. Y frente por frente, llegaron los franceses por el norte en 1880
y fundaron Brazzaville, y ese será un nombre importante en la región, será
la capital del llamado Congo Medio o Congo Francés y de toda el África
Ecuatorial Francesa. Dos capitales frente a frente, con solo el rio Congo de
por medio. Hacia el interior se fundó en 1889 —río arriba, siguiendo hacia
el Ubangui, más allá del Congo— la ciudad de Bangui, que será capital de
otro de los territorios que se crearon y se continuó por esa línea ya en la
zona sudano-saheliana, en busca del lago Chad, en los confines de la re-
gión, ese punto que fue apetecido también por alemanes y británicos que
se extendieron hasta allí y que los franceses alcanzaron hacia 1897. Así se
completó el desplazamiento colonial a partir del cual se pasó de la esfera
de influencia a la ocupación efectiva requerida por los acuerdos de Berlín,
sometiendo a la población africana con inentendibles tratados, con diversas
imposiciones, tras las etapas de conquista y “pacificación”. De esa forma se
fue estableciendo un conjunto acá que se llamó inicialmente —igual que
había un Congo Belga hacia el sur desde 1909— Congo Francés, por toda
esa región Congo-Ubangui arriba, hasta que en 1910 toda el área pasó a

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denominarse África Ecuatorial Francesa (AEF). Entonces contaba con tres
territorios: en la costa atlántica, fuera, en la zona donde están Libreville, los
Fang y otros pueblos, ahí estaba Gabón; hacia el interior pero saliendo al
mar de Brazzaville a Punta Negra, donde se construyó el famoso ferrocarril
Congo-Océano, vital para que los franceses pudieran sacar las riquezas de
la región por el esquema de economía-línea, estaba el territorio de Congo
Medio; y remontando el río hasta el Ubangui y el Chari, el territorio nom-
brado según esos dos ríos, Ubangui-Chari (hoy República Centro Africana),
con capital en Bangui. Años después, ya en 1920, se añadió otro territorio
más al norte, especie de micro-África por su diversidad de medios y pueblos
que está junto al lago que le dará nombre: Chad, ya en la zona sudanesa
pero con su capital al sur, Fort Lamy (Djamena), en línea fluvial con el con-
junto ecuatorial. Estos son los cuatro territorios del África Ecuatorial Fran-
cesa que, junto con el Congo Belga, fueron parte, atendiendo a las formas
de explotación colonial de la llamada África de las Compañías Concesiona-
rias, el área que tuvo una explotación más extrema, más brutal y primitiva,
porque toda la región fue dividida entre compañías concesionarias que ac-
tuaban como estados, con su propia policía, haciendo y deshaciendo con las
gentes, el subsuelo, el suelo o todo lo que significara beneficio.
En ese marco en que incluso las formas de explotación son precapitalis-
tas porque se basan en el trabajo forzado, cuando se llegó al período de
entre guerras, aquí no hubo espacio para las asociaciones voluntarias del
período prenacionalista, aquí lo que rigió fue el colonialismo puro y duro y
la única oportunidad de asociarse que se toleró fue la ligada a la actividad
de las misiones, a las iglesias, que fueron muy importantes. Por eso práctica-
mente la única forma de expresión de las sociedades africanas se dio a tra-
vés de las llamadas iglesias africanas independientes. Partiendo del dogma
cristiano, con un clero propio, desarrollaron un sincretismo selectivo unido
a un mesianismo que retuvo el culto a los antepasados como sucedió con la
iglesia de SIMÓN KIMBANGU o la de ANDRÉ MATSWA. Fue inevitable que chocaran
con las administraciones coloniales por el grado tan cruento de explota-
ción que afectó también a sus feligresías. Esta actividad misionera fue tan
importante y caló tan hondo en las formas de organización que dentro del
proceso de la descolonización hubo dos antiguos sacerdotes entre los polí-
ticos que estrenaron las presidencias de los nuevos estados ecuatoriales de
la Comunidad, FOULBERT YOULOU en el Congo Medio y BARTHÉLEMY BOGANDA en la
República Centro Africana —el primero llegó a la independencia, el segun-
do murió un año antes en un sospechosos accidente al explotar su avión—
aparte de exseminaristas como JOSEPH KASAVUBU. Eso nos dice la importancia
que tuvo, la relación de factores, pues, si el escape fue por la vía religiosa,
por ella también se llegó a la formación de partidos políticos, incluso a par-
tir de las filas de la propia iglesia católica, con figuras como las citadas. Aun-
que separados de la estructura formal de la iglesia, algunos conservaron

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hasta el atuendo de sacerdote como el muy francófilo FOULBERT YOULOU; no
obstante lo cual se dice que andaba siempre con una pistola bajo la sotana;
sus razones tendría para no limitarse a mostrar solo la otra mejilla. Todo
esto formaba el entorno geohistórico y social del inmenso Congo Belga.
Con una extensión de 2 345 409 km2, 80 veces el tamaño de Bélgica, y
una población que hacia 1959 se calculaba en 13 559 000 de habitantes,
el Congo Belga era un emporio de riquezas mineras, agrícolas y forestales
que los colonialistas belgas habían mantenido en una especie de limbo po-
lítico hasta 1950. En su capital Leopoldville, hoy Kinshasa, vivían unas 300 000
personas en los distritos nativos y 20 000 blancos en la ciudad europea.
Según una publicación oficial de la época (julio de 1955), fuera de la ca-
pital y de Elisabethville (Lubumbashi), en Katanga “el nivel de civilización
entre los europeos y la mayoría de los nativos es todavía tan enormemente
diferente que es muy temprano para hablar de una comunidad mixta, mul-
tirracial” por lo que “existe una distinción de facto entre los ciudadanos
blancos y los nativos pero se basa solo en consideraciones sociales”. “A los
congoleses no se les prohíbe concurrir a ningún lugar público pero gene-
ralmente ellos prefieren sus propios cafés y salones de baile porque son más
baratos”. El folleto aseguraba que “tan pronto un nativo alcanza el nivel de
civilización de los europeos es aceptado en la comunidad europea y tratado
como igual”, que “a los nativos que se distinguen por un cierto nivel de
vida se les dan unas tarjetas de mérito cívico” y que “otros que viven como
si fueran europeos son registrados como immatriculés, lo que significa que
desde ese momento quedan sobre las mismas bases legales y sociales que los
europeos”. Pero “ni la tarjeta de mérito cívico ni el certificado de imma-
triculación lo promueven al rango de persona privilegiada” aunque “les
hace más fácil la admisión de sus hijos en las escuelas para europeos”. La
publicación que no duda en asegurar que “incluso en los días del estado
libre del Congo”…”el respeto a los individuos humanos fue un principio
básico de la política colonial belga” lo único que plantea para el futuro es
“una etapa de adicional desarrollo armonioso de la comunidad Belga-Con-
golesa”. Esa era la imagen de aceptación y tranquilidad que quería im-
poner el colonizador, incluida la propaganda en torno a la visita del rey
BALDUINO (Baudouin) de Bélgica en el verano de 1955, presentado como “el
Gran Jefe Blanco de Europa” al rey Lukengo de los Bakuba, a los Mwamis o
reyes de “Ruanda y Urundi” y a “decenas de otros gobernantes nativos”.147
Pero los congoleses tenían su propia dinámica y, aunque no podían for-
mar partidos político, durante la posguerra habían organizado asociaciones
de carácter cultural, de socorros mutuos y de solidaridad tribal. Entre 1946
y 1955 fueron surgiendo la Asociación de Personal Indígena del Congo,

147
Centre d´information et de documentation du Congo Belge et du Ruanda-Urundi:
The Belgian Congo today, pp. 93-94, 104-107.

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(APIC), la Unión de Intereses Sociales Congoleses (UNISCO), la Asociación de
Exalumnos de las Misiones dirigidas por los padres Sheut (ADAPES) y, muy
importante, la Asociación de los Bacongo para la unificación, conservación
y desarrollo de la lengua Kikongo (ABAKO). Poco a poco las reivindicacio-
nes grupales de estas asociaciones fueron llegando al tema social y, más
veladamente, al político. Así, la APIC lanzó la consigna “A igual trabajo,
igual salario”, el lema de la UNISCO era “el país pertenece por derecho a
su primer ocupante” y el de la ABAKO “todo pueblo debe defender sus
tradiciones”. En estas asociaciones se entrenaron en las tareas de organiza-
ción y dirección figuras como PATRICIO LUMUMBA (presidente de la APIC) pero
también sus enemigos JEAN BOLIKANGO o JOSEPH KASAVUBU (ABAKO). En diciem-
bre de 1955 un profesor belga, JOSEPH VAN BILSEN, editó un estudio en que
proponía un plan de 30 años para la emancipación política del Congo. Ya
en 1956 JOSEPH ILEO fue uno de los redactores del Manifiesto de la Conciencia
Africana que, retomando la idea afirma que “Bélgica debe llevar al Congo a
la emancipación política en un plazo de treinta años” mientras en la vecina
AEF se anunciaba la Ley Cuadro que concedía la autonomía a los territorios
franceses. El 23 de agosto, en el marco tribal de una reunión de ABAKO,
KASAVUBU presentó su propia versión reivindicando todas las libertades y de-
rechos políticos para los congoleses pero eliminando el plazo de treinta
años: “Porque la hora ha llegado, es necesario que ya, inmediatamente, se
nos conceda la emancipación”. Por el momento el hecho no tiene mayores
repercusiones pero queda dicho lo principal, aunque no por la figura más
prometedora.
A unos días de la primera independencia africana lograda por Ghana, el
gobierno belga por fin, dio un primer paso y concedió el 23 de marzo de
1957 el estatuto municipal a tres ciudades congolesas: Leopoldville, Elisa-
bethville y Jadotville. Esto significó elecciones para alcaldes y concejales
efectuadas el 8 de diciembre pero parciales pues en la capital solo votaron
48 000 africanos del total de 350 000 que ya la habitaban. No obstante,
triunfaron los incipientes movimientos nacionalistas, especialmente el
ABAKO en Leopoldville, que quedó reconocido como el más importante
movimiento nacionalista pero de carácter tribal. Esta limitante quedó su-
perada el 19 de enero de 1958 cuando se fundó el que se considera por
muchos el primer Partido Congolés de carácter nacional por su programa
y cobertura, acción socialista (más tarde Partido Congolés del Pueblo). Su
fundador fue el joven sindicalista ALPHONSE NGUVULU, futuro ministro de coor-
dinación económica del gobierno de LUMUMBA. El 24 de agosto la población
de Leopoldville pudo oír por radio el discurso del general CHARLES DE GAULLE
del otro lado del río, en Brazzaville, declarando que el territorio que votara
“No” en el plebiscito del próximo 28 de septiembre, sería automáticamente
independiente, pese a las consecuencias. Dos días después un grupo de 19
dirigentes nacionalistas integrado por LUMUMBA, KASAVUBU e ILEO envió una

179

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moción al ministro belga para las colonias, criticando las medidas tomadas
con relación al problema congolés sobre todo la constitución de un “grupo
de estudios” presidido por el ministro DE SCHRYVER e integrado solo por bel-
gas. El documento pidió que, con la incorporación de congoleses, se hiciera
un estudio que condujera al Congo a la independencia.
Dos meses más tarde, el 10 de octubre de 1958, Lumumba fundó el Mo-
vimiento Nacional Congolés (MNC), junto a otros dirigentes como JOSEPH
ILEO, a los que definió como “un grupo de congoleses unidos por encima
de las tribus y que, hasta entonces, estaban divididos y enemistados por
razones de orden filosófico, religioso y tribal”. Su programa propuso “la
lucha por la conquista inmediata de las libertades garantizadas por la Carta
de las Naciones Unidas” y por “el abatimiento del régimen colonial, con la
perspectiva de la independencia, dentro de un período razonable”. Entre
sus objetivos planteó “unir a todos los congoleses, sin distinción de tribu,
raza, sexo o clase, para realizar y consolidar la unidad política del Con-
go”. Ya el nombre era una definición nacionalista pues, a los movimientos
de origen étnico y tribal incapaces de unirse en una sola fuerza, opuso su
Movimiento Nacional Congolés que, por encima de las autonomías tribales
tradicionalistas propuso los dos niveles nuevos de conciencia comunal: “El
Congo unido en una África unida”. O sea, a nivel del país: la lucha por la
unidad nacional, base inicial de la independencia política y económica; y,
a nivel del continente: la alianza con todo el movimiento nacionalista afri-
cano. LUMUMBA emergió como el hombre más moderno de la vida política
congolesa al frente del primer y verdadero partido político de masas con un
proyecto nacional que, de verdad, se propuso unir las tribus antes dispersas
o enemigas en una nueva e incluyente conciencia supratribal congolesa.
Sobre la veracidad de estas intenciones hay unanimidad entre analistas,
políticos e historiadores. Por ejemplo, para PIERRE GOUROU “habían dos parti-
dos nacionalistas serios, el más significativo de los cuales era el Movimiento
Nacional Congolés de Patricio Lumumba” que “ganó un apoyo relevante
en cuatro de las seis provincias del Congo y que parece haber debido su
éxito al carisma de Lumumba y, paradójicamente, a su habilidad para hacer
alianzas tácticas de provecho con pequeños partidos étnicos”.148 Según JEAN
ZIEGLER en “el año 1959 tuvo efecto en el Congo la eclosión del primer (que
iba a ser el único) movimiento nacional en el sentido exacto del término: el
Movimiento Nacional Congolés de Patricio Lumumba” que “reunía a con-
goleños de todas las tribus” siendo “este movimiento el punto de reunión
de los individuos evolucionados de todas las provincias”.149 ROLF ITALIAANDER
considera que “Kasavubu hace planes basándose en la política de tribus;

148
Africa South of the Sahara, 1973, p. 994.
149
Ziegler, Jean: La contrarrevolución en África, p. 55.

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LUMUMBA por el contrario, quiere suprimir a toda costa la autoridad de las
tribus, para poder llegar a un estado congolés unido”. En opinión de este
autor a otros “jefes del partido les molestaba su lucha contra la conciencia
de tribu. Ello fue la causa de que en julio de 1959 se separara una de las
alas del partido”, la del baluba ALBERT KALONDJI, más tarde responsable de
la secesión de Kasai en 1960-1962.150 ROMANO LEDDA destaca que “las tribus,
ayer divididas y enemigas”…“bajo su dirección se sintieron nación por vez
primera”.151 Por último, BASIL DAVIDSON ve al MNC de LUMUMBA “como la única
fuerza política unificadora del país”.152
Del 8 al 13 de diciembre de 1958 LUMUMBA se dio un baño de panafricanis-
mo al asistir a la Conferencia de Todos los Pueblos de África en Accra, la ca-
pital de los movimientos de liberación nacional, en la Ghana independiente
de NKRUMAH, con la asistencia de SEKOU TOURÉ y tantos otros luchadores por
la libertad. Aunque su participación fue modesta la conferencia confirmó
sus posiciones y le abrió nuevos horizontes, en especial, la experiencia de
Guinea, a poco más de dos meses de su independencia. El joven y aún casi
desconocido LUMUMBA se unió en Accra al ala más avanzada del nacionalis-
mo panafricano. Para el historiador congolés ELIKIA M´BOKOLO y su colabora-
dora SOPHIE LE CALLENNEC esta experiencia fue “la ruptura más importante con
las tesis moderadamente reformistas, caras a la clase de los evolucionados”
pues, después de este congreso “su pensamiento fue, como el de NKRUMAH,
una mezcla de radicalismo político y de panafricanismo voluntarista”.153
A inicio de 1959, entre el 4 y el 6 de enero, un acontecimiento trágico
cambió el panorama habitual del país: estallaron disturbios en Leopoldville
durante los cuales la población, encolerizada, se volvió contra los belgas, sus
propiedades, su ciudad aparte y su dominación. Los choques comenzaron
tras la disolución por la fuerza de una manifestación en la que LUMUMBA ha-
bía hablado de su experiencia en Accra y reclamado la independencia total
e inmediata para el Congo. Otras fuentes, como CLEOPHAS KAMITATU, atribuyen
a KASAVUBU una convocatoria para un discurso que desistió de dar al conocer
que las autoridades habían retirado la autorización y que entonces, furiosa,
la muchedumbre se lanzo a la protesta.154 En la brutal represión que siguió
murieron 42 congoleses y 257 resultaron heridos, lo que ocasionó más dis-
turbios por todo el país. El pretendido oasis de paz se había transformado
de golpe en un campo de batalla y no solo corrió sangre africana. Según

150
Italiaander, Rolf: La hora de África, pp. 189-190.
151
Ledda, Romano: Libertad para el Congo, p. 17.
152
Davidson, Basil: Modern Africa, p. 163.
153
M´Bokolo, Elikia: Afrique Noire, Histoire et Civilizations, II, p. 463.
154
Kamitatu, Cléophas: La grande mystification du Congo-Kinshasa, p. 26.

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M´BOKOLO y LE CALLENNEC estos sangrientos acontecimientos hicieron que “la
opinión pública” belga despertara a la realidad con “todas sus tendencias
confundidas” y se sumara “con una precipitación total a la necesidad de
descolonizar”.155 En un brusco cambio de discurso el rey BALDUINO anunció
el 13 de enero un plan de reformas que establecería las etapas necesarias
para conducir a la emancipación del Congo. Hablando ante el parlamento
ese día el ministro belga VAN HEMELRYCK reconoció que la revuelta había sido
provocada por el régimen de segregación racial y el estado de miseria en
que vivían los congoleses. Estas palabras, que rompían con la propaganda
oficial de un Congo próspero y tranquilo, fueron seguidas de un conjunto
de proposiciones para enfrentar la situación. Pero el día antes el gobierno
colonial había disuelto a la ABAKO y detenido a sus dirigentes KASAVUBU,
DANIEL KANZA, EDMOND NZEZA y DIOMI; alternando el garrote y la zanahoria, un
día después se lanzó el llamado “plan del 13 de enero” para el Congo que
contemplaba la evolución del territorio hacia el autogobierno. El país conti-
nuó convulso mientras el “plan del 13 de enero” era criticado tanto por los
nacionalistas como por los ultras belgas, que recibieron al ministro con acu-
saciones de favorecer a los revoltosos y estimular el odio racial entre ellos.
VAN HEMELRYCK se mantuvo firme y aunque LUMUMBA lo consideró “valiente y
decidido” y apoyó su disposición al cambio, él y los demás nacionalistas con-
tinuaron criticando las insuficiencias de su plan. KASAVUBU y otros dirigentes
políticos del país fueron liberados el 11 de marzo pero se les desterró a la
metrópoli por lo que LUMUMBA dio inicio a una movilización a favor de los
exiliados. En Bruselas el “grupo de estudio” se transformó en Consejo colo-
nial pero sin tomar en cuenta ninguna de las demandas congolesas.
Al mes siguiente LULUABURG, en Kasai, fue la sede del 7 al 12 de abril del
primer Congreso de Partidos Políticos Congoleses, la más importante de
cuyas resoluciones fue la solicitud de que se constituyera un gobierno con-
golés unitario antes de 1961, lo que levantó polémicas con los partidos y
tendencias tribalistas que no querían un gobierno central fuerte sino des-
membrado para controlar directamente sus regiones y tribus. Mientras VAN
HEMELRYCK realizaba una segunda visita al Congo, en medio de manifesta-
ciones pro-independencia, con graves incidentes en Thysville y Bukavu, Ka-
savubu, siempre en la línea tribalista Bacongo, declaró el 21 de junio que
la provincia de Leopoldville estaba lista para proclamar su independencia
como República del Bajo Congo. Ocho partidos congoleses remitieron tres
días después una proposición al Ministro solicitando un gobierno provisio-
nal para 1960 y la independencia durante 1961. A remolque de la eferves-
cencia nacionalista, fue entonces cuando el gobernador belga terminó por
reconocer legalmente a los congoleses la libertad para organizarse en parti-
dos políticos, la de reunión y la de editar sus propios periódicos que venían

155
M´Bokolo, Elikia: Afrique Noire, Histoire et Civilizations, II, p. 454.

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ejerciendo de hecho. Dentro del MNC de LUMUMBA no todos compartían la
visión de su líder y el 17 de julio los seguidores de la tendencia derechista
que favorecían una estructura descentralizada y la colaboración con los bel-
gas se separaron bajo la dirección del baluba ALBERT KALONJI como MNC-Ka-
lonji. No obstante, cuando la policía arrestó en Luluaburg al mes siguiente
a 63 cuadros nacionalistas, incluido KALONJI, todos los demás movimientos
políticos cerraron filas como de costumbre para demandar su liberación.
Cuando el 10 de agosto el gobierno planteó llevar a cabo entrevistas con los
partidos congoleses para debatir el “plan del 13 de enero”, tanto LUMUMBA
como KASAVUBU se negaron a participar y rechazaron toda colaboración en
tanto no se fijara una fecha para la independencia.
Pero los ultras, cada vez más activos obligaron a la dimisión de VAN
HEMELRYCK el 3 de septiembre y el nuevo ministro DE SCHRYVER ya no habló de
independencia ni de autogobierno. De inmediato la administración creó un
partido fantoche proclive a seguir sus orientaciones, el Partido Nacional del
Progreso (PNP), anunciado oficialmente el 12 de septiembre. En ese mes la
inquietud desbordó las fronteras de la colonia pues estallaron huelgas en
la base militar de Kitona y en centros mineros e industriales como Lukula
y, cuando las autoridades abrieron fuego contra los huelguistas matando a
40 e hiriendo a 180, la agitación pasó del Bajo Congo al norte de Angola.
Bélgica y Portugal decidieron mostrar su fuerza en el estuario del Congo
mediante maniobras navales pero la rebeldía continuó y el 13 de octubre
hubo graves incidentes en ese mismo estuario, en Matadi, que dejaron
6 muertos y 30 heridos; y luego fue en Luluaburg, con otros 7 muertos y
22 heridos. Alarmado el gobierno belga lanzó un nuevo proyecto para el
Congo el 13 de octubre pero solo propuso una “Comunidad Belga Congo-
lesa”. En Stanleyville (hoy Kisangani), la capital oriental del país, donde
los partidarios de Lumumba eran abrumadora mayoría, tuvo lugar un Con-
greso del MNC del 23 al 29 de octubre de 1959 que resultó una demostra-
ción de apoyo popular. Allí se pidió la inmediata independencia del país,
la postergación de las elecciones comunales acordadas para diciembre, la
apertura de negociaciones y el establecimiento de una Asamblea congo-
lesa. Molesta, la policía ametralló a las manifestaciones partidistas en esa
ciudad el 30 de octubre y hubo una nueva matanza, con 30 víctimas fatales
y un centenar de heridos, siendo arrestado Lumumba al día siguiente. El
gobernador lo responsabilizó por lo ocurrido. “La agitación provocada por
LUMUMBA y sus cuatro o cinco mil clientes habituales”, dijo, “han creado un
estado de peligrosa inquietud entre los 100 000 habitantes de Stanleyville”,
y lo acusó de haber ido al exterior a aprender técnicas revolucionarias.
LUMUMBA le respondió que no había provocado agitación alguna, “No es que
yo tenga cinco o seis mil clientes en Stanleyville, sino que todo el pueblo
sigue al MNC, todo el pueblo congolés reclama la independencia” y enfa-
tizó que “la atmósfera política de esta ciudad es la misma que se puede

183

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encontrar en todas las ciudades del Congo”. LUMUMBA agregó que la admi-
nistración siempre atacaba a los nacionalistas llamándoles “agitadores ex-
tremistas, antibelgas, comunistas, agentes de Moscú, a las órdenes de Accra
o de Guinea” en lo que califico como “una representación bien montada,
una propaganda bien orquestada, realizada en combinación con la radio
y con la prensa”.156 Incluso los disidentes del MNC-Kalonji, en un congre-
so celebrado en Elisabethville (hoy Lubumbashi) demandaron la inmediata
liberación de LUMUMBA, pero en Katanga los 34 000 colonos, temerosos de
que se llegara a la independencia, amenazaron con proclamar la secesión
de la rica provincia, feudo de la Unión Minera. El gobierno inició noviembre
amenazando a su vez con que respondería mediante la fuerza a toda agita-
ción o manifestación nacionalista pero poco después se produjeron nuevos
incidentes en Luluaburg (hoy Kananga) por lo que se instauró el régimen
de ocupación militar. Mientras, el Partido de la Solidaridad Africana (PSA),
la ABAKO y el MNC-Kalonji pidieron la internacionalización de la cuestión
congolesa e insistieron en la independencia inmediata. Por último, ante la
inestabilidad de la sociedad congolesa y la radicalización de las posiciones,
el rey BALDUINO volvió al Congo y el 28 de diciembre anunció que convocaría
a una mesa redonda sobre el futuro de la colonia con las fuerzas políticas
del país, a realizarse en Bruselas en enero de 1960. La metrópoli aceptaba
así, finalmente, una discusión de fondo que podía ser un paso definitivo en
el camino de la descolonización.
Del 20 de enero al 20 de febrero de 1960 sesionó, en efecto, la mesa
redonda en la capital belga con la participación de todos los dirigentes con-
goleses, y el 26 de enero se incorporó LUMUMBA tras ser liberado a petición
de los participantes africanos. Esta reunión marcó un punto de no retorno
en el proceso congolés por la envergadura de sus acuerdos y quedó como
un hito definitorio y demarcador de un antes y un después en la historia
colonial del Congo. Allí los nacionalistas consiguieron una victoria contun-
dente y triunfaron fundamentalmente las tesis lumumbistas de indepen-
dencia para el 30 de junio y una estructura centralizada y unitaria para el
nuevo Estado del Congo que nacería ese día. Durante todo el mes de mayo
estuvieron llegando contingentes de tropas belgas que aumentaron la ten-
sión general y de nuevo se produjeron violentos incidentes en Leopoldville,
Stanleyville, Jadotville y otras ciudades del país. El 22 de mayo, en otro
paso histórico, se iniciaron las elecciones escalonadas por turno provincia
por provincia al parlamento, cuyo resultado habría de revelar el peso real
y la fuerza de los diferentes partidos en el panorama político del Congo
independiente. El MNC demostró su carácter nacional al obtener un sonado
éxito como partido más votado a nivel de país pero también en cuatro de
las seis provincias; ese resultado le otorgó 41 curules mientras los demás

156
Ledda, Romano: Libertad para el Congo, pp. 48 y 55.

184

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tuvieron electores solo en sus regiones o áreas tribales. Los colonialistas
lograron que su Partido Fantoche (el PNP) llegara a 21; el ABAKO de Ka-
savubu ganó 12 bancas, el PSA de GIzenga 13, el CEREA de Kashamura 10,
el MNC-Kalonji 8, el CONAKAT de TSHOMBÉ 8, el BALUBAKAT en oposición
a TSHOMBÉ 7, y el PUNA de Bolikango 7. Luego de una maniobra belga para
dar el premierato a KASAVUBU, que no prosperó, el 22 de junio LUMUMBA fue
encargado, como jefe del partido más votado, de formar un gabinete de
gobierno, lo que fue apoyado por la mayoría de los parlamentarios; el 24
KASAVUBU fue electo presidente derrotando a JEAN BOLIKANGO en la votación
de las cámaras, con lo que quedó completo el ejecutivo. Debemos recordar
que en los sistemas parlamentarios el poder lo ejerce el Primer Ministro
mientras el Presidente queda como Jefe de Estado en un sentido más bien
ceremonial y con pocas atribuciones.
El 30 de junio, en presencia del rey de Bélgica, el Congo pasó a la in-
dependencia en medio del júbilo generalizado de su pueblo; en el acto
hicieron uso de la palabra el monarca, KASAVUBU como jefe de estado y
LUMUMBA como premier. BALDUINO hizo el elogio de la gestión colonial belga
y su misión civilizadora, siempre en un tono paternalista y provocador y
encomendó al ejército —que no incluía oficiales africanos sino solo belgas
al mando del general Janssens—, velar por los destinos del Congo, antes
de concluir con un equívoco “Dios proteja al Congo”. KASAVUBU midió sus
palabras dejando en el olvido todos sus perentorios reclamos anteriores al
gobierno belga; en su lugar habló más en concordancia con la Comunidad
belga-congolesa que con la debutante independencia y situó la unificación
lingüística como principal objetivo del Estado. Por su parte PATRICIO LUMUMBA,
en un discurso tan desafiante como brillante, se declaró orgulloso “de ha-
ber librado una lucha de lágrimas, de sangre y de fuego”…”una lucha no-
ble y justa, necesaria para terminar con la humillante esclavitud que se nos
había impuesto por la fuerza” pues “hemos visto saquear nuestras tierras
en nombre de documentos falsamente legales, que reconocían solo el dere-
cho del más fuerte” y “hemos visto como la ley no era nunca la misma para
blancos y para negros”. “¿Quién olvidará”, se preguntaba LUMUMBA, “los
balazos que han dado muerte a tantos de nuestros hermanos, o las celdas a
los que fueron arrojados quienes no querían ya someterse a un régimen de
opresión, de explotación y de injusticia?”. “Nosotros”, prometió, “revisare-
mos todas las viejas leyes y haremos otras nuevas, que serán nobles y justas”
y, para todo eso, “podremos contar” con “la asistencia de numerosos países
extranjeros cuya colaboración aceptaremos” pero, recalcó, “Yo les pido que
olviden las divisiones y las luchas tribales: nos debilitan y amenazan con
que se nos desprecie en el exterior”.157 Este no era el discurso que deseaban
ni esperaban los belgas que, de inmediato, reforzaron sus planes contra

157
Ibídem, pp. 69-72.

185

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LUMUMBA, el MNC y sus seguidores, que apenas disfrutaron de cuatro o cinco
días de relativa calma. Aunque el líder prometió en ese agudo discurso que
“nosotros haremos reinar la paz, no la de los fusiles y bayonetas sino la paz
de los corazones y de las buenas voluntades”, el gobierno de Bruselas, el
de Estados Unidos y hasta la ONU se encargarían de que, por el contrario,
como escribió KWAME NKRUMAH, “comenzara lo que indudablemente sería
visto por los historiadores como el capítulo más tormentoso y complejo en
la historia de ese país”.
El 4 de julio se sublevaron los soldados de la guarnición de Thysville con-
tra sus oficiales belgas, arrestándolos y asumiendo el mando el decano de
los suboficiales congoleses, LOUIS BOBOZO; el motín se extendió rápidamente
a las otras guarniciones y ganó Leopoldville el día 7. Esta rebelión general
de los soldados congoleses, alrededor de 20 000 en la Fuerza Pública, el
ejército, fue presentada como el inicio del caos y la ingobernabilidad. En
palabras del líder ghanés NKRUMAH “hubo un quebrantamiento de la ley y el
orden cuando los soldados de la Force Publique, desilusionados porque la
independencia no trajo de inmediato el mejoramiento de su posición, to-
maron las armas, arrestaron a los oficiales blancos y finalmente devinieron
en bandas promotoras de disturbios”.158 En realidad eran muchos los que
esperaban una prosperidad rápida tras la liberación; por ejemplo, cuan-
do los Bacongo de Leopoldville le preguntaron a LUMUMBA que beneficios
obtendrían ellos de la independencia, él les debió aclarar: “Nosotros no
prometemos grandes riquezas a nadie, prometemos paz y libertad”. El lí-
der congolés también conocía los problemas del ejército que heredaba de
los belgas e incluso ya había planteado en las conversaciones de la mesa
redonda la necesidad de una africanización de sus cuadros. LUMUMBA do-
minaba, en especial “el problema militar, el de los suboficiales” que “se
incubaba desde tiempo atrás” y lo había discutido “muchas veces y a lo
largo de meses”…”con el general JANSSENS, a quien le pedí que revisara el
estatuto del ejército, que aumentara los sueldos y que nombrara por lo
menos a algún oficial africano” porque “en la Force Publique nunca ha ha-
bido un solo oficial negro”.159 CLÉOPHAS KAMITATU, al hacer un análisis de esta
insubordinación de los soldados, considera que era de esperar: “Mientras
que a la cabeza del gobierno y de la administración pública congolesas, los
jefes habían pasado a ser nacionales, ellos, los soldados congoleses, estaban
todavía sumidos bajo el yugo del hombre blanco” y, se pregunta este autor
congolés, “¿solo ellos quedarían sometidos a las órdenes de los colonialistas
sin decir ni una palabra?” para concluir que “El soldado comprendió rápi-
damente que todas las ventajas de la independencia serían para los civiles y

158
Nkrumah, Kwame: Neo-Colonialism, p. 212.
159
Ledda, Romano: Libertad para el Congo, pp. 18 y 77.

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decidió valerse de su fusil y poner al gobierno ante el hecho consumado”.160
Lamentablemente, tras este primer momento de protesta, el movimiento
degeneró y hubo desorden, saqueos y violaciones; este era el pretexto que
necesitaban los belgas y lo utilizaron de inmediato para intervenir.
El 7 de julio, a una semana de la independencia, los paracaidistas belgas
invadieron el Congo violando la soberanía que acababan de reconocer ale-
gando la protección de la vida y los bienes de los belgas. El gobierno del
Congo protestó ante la ONU mientras el 11 de julio los belgas atacaban el
puerto congolés de Matadi, en la desembocadura del río Congo. A petición
del gobierno de LUMUMBA el 14 de julio el Consejo de Seguridad de la ONU
decidió enviar tropas bajo su cobertura con la misión de ayudar al gobierno
legítimo a restaurar el orden en el país y lograr la retirada de las tropas bel-
gas. Este fue el inicio de una segunda intervención que, debiendo ser neu-
tral, pronto comenzó a obstruir la labor del gobierno central y a favorecer
a sus oponentes sin molestar a las tropas belgas en lo más mínimo.
Ya el 11 de julio, en una operación regulada por la Unión Minera, la gran
empresa belga que explotaba el subsuelo de Katanga y poseía ferrocarriles,
bancos, fábricas y sociedades de importación y exportación, MOÏSE TSHOMBÉ
proclamó la secesión de Katanga. Esto privaba al Congo de sus principales
riquezas que se concentraban en esa provincia sudoriental y, por lo tanto,
era un golpe demoledor para las posibilidades de supervivencia del gobier-
no central de LUMUMBA. El partido de TSHOMBÉ, la Confederación de Asocia-
ciones Tribales de Katanga (CONAKAT), había quedado definido por ese
nombre desde su fundación el 4 de octubre de 1958 como un partido étnico
de los Lunda, los Bakeyes y otras tribus menores. TSHOMBÉ, un lunda, era hijo
del primer millonario negro de Katanga (ligado a la Unión Minera) y des-
cendiente de los jerarcas de su tribu y en esta coyuntura se prestó de lleno
a ser el hombre de los belgas. Su oponente local era el Partido Balubakat de
JASON SENDWÉ, la etnia rival, que disponía de 23 puestos de los 61 de la Asam-
blea Provincial, mientras TSHOMBÉ le ganaba por solo dos, con 25. Aunque no
tenía mayoría, el dinero de la Unión Minera le formó las alianzas necesarias
para poderle hacer esa artera jugarreta al proyecto lumumbista. Su discur-
so, proclamando la secesión, lo retrata: “La independencia del Congo es ya
un hecho consumado”, casi que se lamenta.”¿Qué comprobamos ahora?
En toda la extensión del Congo y particularmente en Katanga vemos como
se pone en práctica una táctica de desorganización, de terror, táctica que
hemos visto aplicar repetidas veces y en muchos países sometidos ahora
a la dictadura comunista”. Esa acusación no podía faltar, e insiste: “Esta
táctica de desorganización y de desmoronamiento de la autoridad es la
que aplican siempre los paladines del Partido Comunista”. Tras esa alega-
da causa, vino la consecuencia en forma de declaración. “Consciente de la

160
Kamitatu, Cléophas: La grande mystification de Congo-Kinshasa, p. 48.

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necesidad imperiosa de una colaboración económica con Bélgica, el gobierno
de Katanga, al que el gobierno belga acaba de conceder la ayuda de tropas
para proteger las vidas humanas, pide a Bélgica que se una a Katanga en
una estrecha comunidad económica”. Es la economía de los belgas la que
determina, obviamente, su acción; y a su gobierno “le pide que mantenga
su ayuda técnica, financiera y militar. Le pide que le ayude a restablecer el
orden y la seguridad pública”.161 En realidad la operación estaba monta-
da desde mucho antes como reveló, más adelante, la declaración de ROY
WELENSKY, primer ministro de la Federación del África Central, el engendro
rhodesiano de los británicos, al Daily Express de Londres el 2 de marzo de
1960. Según este político colonial, habitantes influyentes de Katanga le
habían propuesto efectuar una fusión entre “una Katanga independiente
y cristiana” y Rhodesia del Norte.
Una de las cuestiones determinantes en la evolución de la crisis con-
golesa fueron las acusaciones hechas por los políticos y la gran prensa de
Occidente a Lumumba por su ideología, calificada —para “descalificarlo”
políticamente— de comunista, y por sus apelaciones a la ayuda del otro
bloque y, en especial, a la ayuda soviética. Aunque esa era una facultad de
cualquier estado soberano, se trataba del rico e inmenso Congo en el co-
razón de África en pleno período de Guerra Fría, que era también “guerra
sucia” en el ajedrez mundial.
En una entrevista concedida por LUMUMBA al conocido periodista JEAN
DANIEL el 19 o 20 de julio y publicada el 28 de julio de 1960 en el semanario
francés L´Express, a la pregunta de si estaba “decidido a llevar su desafío
hasta las últimas consecuencias, en caso de que JRUSCHOV aceptara su pedi-
do y enviara al Congo tropas soviéticas” el premier congolés contestó que
“No había otro camino…me he convencido de que Occidente es solidario
con Bélgica”. Cuando JEAN DANIEL le preguntó qué finalidad tenía insistir
en el pedido de tropas soviéticas si ya habían llegado al Congo tropas tu-
necinas, marroquíes y ghanesas, enviadas por la ONU, LUMUMBA respondió
que la ONU “se prepara a avalar la permanencia provisional de las tropas
belgas” y esa “permanencia no es admisible, los militares belgas deben irse
y se irán, no debe quedar ni uno solo en el Congo, ¡ni uno solo!,” y subra-
yó que “sin la presión soviética nosotros no habríamos obtenido nunca las
decisiones últimas del Consejo de Seguridad”… “yo jamás he creído que tal
presión pudiera provocar una guerra”. Estas y otras audaces declaraciones
en medio de la Guerra Fría lo llevaron a figurar en la lista negra de Occi-
dente, de EISENHOWER a DE GAULLE. El historiador soviético A. Z. ZUSMANOVICH,
por su parte, confirma que: “En el convencimiento de que los funcionarios
de la ONU estaban desarrollando una política hostil, el gobierno congolés
pidió ayuda a la Unión Soviética y a otros países socialistas”. La respuesta

161
Ziegler, Jean: La contrarrevolución en África, pp. 68-69.

188

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fue “brindarle una asistencia desinteresada, suministrándosele alimentos
medicinas y medios de comunicación y transporte”.162 Sin embargo, KAMITATU
asegura que el mensaje solicitando a la Unión Soviética una intervención
militar rápida y eficaz para sacar del país a los agresores belgas fue desesti-
mado en el propio grupo rector del Congo y nunca fue trasmitido, optando
el gobierno por apelar a la ONU. Pero, dice el autor congolés, la nota con el
proyecto de mensaje fue robada por DAMIEN KANDOLO, director del gabinete
de LUMUMBA quien decidió, tras consultar con MOBUTU y BOMBOKO, trasmitírse-
lo inmediatamente a los norteamericanos. “Desde entonces LUMUMBA sería
etiquetado a los ojos de los occidentales: es un comunista” y “Washington,
cabeza dirigente de la lucha anticomunista, dará la orden de liquidar por
no importa que medios a LUMUMBA y su gobierno”, concluye KAMITATU.163 Esta
es la misma conclusión a la que llega el ítalo-americano PIERO GLEIJESES al
analizar los acontecimientos y mostrar la obtusa óptica del gobierno repu-
blicano de entonces. Este investigador apunta que “en el verano de 1960,
el gobierno de EISENHOWER llegó a la conclusión de que PATRICIO LUMUMBA, el
primer ministro… era un Castro africano, un instrumento soviético y optó
por apoyar al rival de LUMUMBA, el presidente JOSEPH KASAVUBU” pero aclara
que “hoy en día los estudiosos coinciden en que LUMUMBA era en realidad un
verdadero nacionalista, fanático en su oposición al control extranjero”. No
obstante, asevera que “para los estadounidenses era un enemigo del tipo
más peligroso: el carismático” y, por lo tanto “tenía que ser eliminado”.164
Hemos visto como en un breve espacio de tiempo se sumaron el amo-
tinamiento de los soldados, la intervención armada belga, la secesión de
Katanga y la llegada de las tropas de la ONU, elementos todos que contri-
buyeron a la desestabilización del joven gobierno de LUMUMBA. Cuando este,
arrinconado contra las cuerdas, demandó ayuda y no descartó la soviética,
fue acusado de comunista con lo que se completó el expediente para su
aniquilación. El paso siguiente era romper la no muy firme unidad de las dos
figuras del ejecutivo y contraponerlas para quitarle legitimidad a LUMUMBA;
para eso había que hacerlo chocar con el presidente KASAVUBU, que de en-
trada no era, para nada, un seguidor suyo ni compartía su programa por
su horizonte mental bacongo. Mientras el Primer Ministro viajaba, entre el
23 de julio y el 8 de agosto, a Estados Unidos, Canadá, Marruecos, Túnez,
Guinea, Ghana, Liberia y Togo para explicar la situación del Congo, los em-
bajadores occidentales iban camelando al Presidente. Ya en la inauguración
de la Conferencia Panafricana convocada por LUMUMBA del 27 al 31 de agosto,

162
U.S.S.R. Academy of Sciences, Institute of Africa: A History of Africa (Congo Kinshasa,
Zusmanovich, A. Z.), p. 402.
163
Kamitatu, Cléophas: La grande mystification du Congo-Kinshasa, p. 56.
164
Gleijeses, Piero: Misiones en conflicto, p. 61.

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se vio a la rama juvenil de ABAKO manifestarse contra Lumumba sin que su
líder KASAVUBU moviera un dedo. El presidente, según KAMITATU sostenido por
DAG HAMMARSKJOELD, secretario general de la ONU y por los norteamericanos,
estimó que había llegado el momento de actuar contra LUMUMBA.
El 5 de septiembre de 1960 se precipitaron los acontecimientos cuando
se produjo la ruptura de una forma tal que puso en crisis a la autoridad
ejecutiva: hablando al país por la radio el presidente KASAVUBU destituyó
al premier LUMUMBA; y este respondió destituyendo al presidente KASAVUBU,
para confusión total. JOSEPH-DESIRÉ MOBUTU, a quien LUMUMBA había llamado a
filas el 8 de julio como coronel en jefe del Estado Mayor, aprovechó la crisis
y dio, de hecho, su primer Golpe de Estado el día 14 al poner al ejército
a su mando y disolver el parlamento, que había ratificado nuevamente su
confianza en LUMUMBA. A partir de aquí ya MOBUTU fue el hombre fuerte del
Congo, aunque no monopolizó el poder como dictador abierto hasta 1965.
Entonces fue la autoridad detrás del colegio de comisarios generales presi-
dido por JUSTIN BOMBOKO —excanciller de LUMUMBA, a quién traicionó en este
crítico mes de septiembre— y lo seguiría siendo más tarde con los gobiernos
de ILÉO, ADOULA y demás, en realidad puras fachadas. De inmediato se orde-
nó partir a los representantes soviéticos a la vez que se multiplicaban los
gestos hacia Occidente. El 10 de octubre LUMUMBA convertido en símbolo de
la legalidad pero desprovisto de poder efectivo, fue sometido a residencia
vigilada. Mientras tanto sus partidarios se reunieron en Stanleyville y todo
el oriente del país quedo bajo la dirección de ANTOINE GIZENGA y VÍCTOR LUNDULA
que, al ser destituido del mando del ejército por KASAVUBU, se puso al frente
del comando militar del gobierno lumumbista creado allí por GIZENGA. El Con-
go se había precipitado en el caos: había un poder espurio en Leopoldville,
otro representando la legitimidad en Stanleyville, y otros dos secesionistas
en Katanga y Kasai y se sucedían las matanzas. En la noche del 27 al 28 de
noviembre LUMUMBA escapó de la vigilancia de su residencia pero fue arres-
tado por los soldados de MOBUTU el 2 de diciembre y transferido al campa-
mento militar Hardy en Thysville. Del 4 al 6 de enero de 1961 se reunieron
en Casablanca los Jefes de Estado de Ghana, Guinea, Mali, RAU (Egipto) y
Marruecos, con la asistencia de representantes del gobierno lumumbista
de GIZENGA en Stanleyville. El “Grupo de Casablanca”, como se les conoció
en lo adelante, demandó allí la reintegración a sus funciones del legítimo
gobierno de LUMUMBA.
Pero las agencias de seguridad de Occidente venían preparado otro fi-
nal: al sublevarse la guarnición de Thysville, el 13 de enero de 1961, PATRICIO
LUMUMBA y otros dos dirigentes del MNC, MAURICE MPOLO y JOSEPH OKITO, fueron
entregados por KASAVUBU y MOBUTU a su enemigo declarado, MOÏSE TSHOMBÉ.
En el mismo aeropuerto de Elisabethville, Katanga, los tres hombres, inde-
fensos, fueron humillados y golpeados por la soldadesca y los mercenarios
de TSHOMBÉ ante las cámaras de la prensa y los Cascos Azules de la ONU. El

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final previsible quedó en la incógnita hasta que el propio TSHOMBÉ admitió
sus muertes el 14 de febrero. Pero más tarde se precisó que fueron tortu-
rados hasta morir vilmente asesinados el 17 de enero de 1961. Una fuente
norteamericana resume así lo sucedido: “KASAVUBU escenificó un Golpe de
Estado en 1960 y entregó a Lumumba a las fuerzas de Katanga. Una comi-
sión investigadora de la ONU encontró que Lumumba había sido asesinado
por un mercenario belga en presencia de Tshombé”. La misma publicación
admite que “se ha alegado que hubo involucramiento norteamericano y
belga en el asesinato”.165 El crimen conmovió al mundo y convirtió a PATRICIO
LUMUMBA en el mártir por excelencia del proceso descolonizador africano. En
febrero, mientras el gobierno de TSHOMBÉ se entregaba en Katanga a una
matanza sistemática de sus adversarios de la tribu Baluba, los gobiernos
socialistas y progresistas del mundo reconocieron al de ANTOINE GIZENGA como
continuador del proyecto lumumbista votado por el pueblo y, por ende,
único gobierno legítimo del Congo. A fines de mes las tropas de la ONU
(de las que ya se habían retirado Egipto, Guinea, Marruecos e Indonesia)
intervinieron de nuevo en el conflicto para impedir que el ejército de GIZENGA
ocupara Kasai y los lumumbistas evacuaron su capital, Luluaburg, para evi-
tar incidentes manipulables. Entonces los soldados de la ONU fueron testi-
gos de las represalias y matanzas perpetradas por las tropas de MOBUTU. El
7 de marzo se reunieron en Antananarivo, Madagascar, todos los dirigentes
de los partidos tribales bajo la dirección de KASAVUBU y TSHOMBÉ y decidieron
la descentralización del Congo dividiéndolo en seis regiones autónomas y
soberanas. GIZENGA rechazó estos acuerdos y pidió la inmediata convocatoria
del parlamento congolés que, finalmente, pudo reunirse en la colina uni-
versitaria de Lovanium en julio de 1961 bajo los auspicios de la ONU. Pos-
teriormente, tras una mediación, fue designado en el gobierno de “unión
nacional” de ADOULA (2 de agosto) como vicepresidente pero ausente, pues
no acudió a la capital y luego fue arrestado en Stanleyville por LUNDULA
—que había cambiado de bando— y conducido a Leopoldville el 3 de febre-
ro de 1962. Allí fue transferido a la isla de Bula-Mbemba donde permaneció
detenido sin juicio hasta julio de 1964 en que partió al exilio. No obstante,
la lucha de los lumumbistas en armas se mantuvo intermitente en toda la
zona oriental del país y en otras partes, esperando su momento.
Antes de continuar con la evolución de la situación congolesa, es con-
veniente detenernos en el muy debatido papel jugado por las Naciones
Unidas y su Secretario General en la crisis del Congo. En la noche del 17 al
18 de septiembre de 1961, exactamente ocho meses después de la muer-
te de PATRICIO LUMUMBA, el avión que transportaba a DAG HAMMARSKJOELD,
el controvertido secretario general de la ONU, se estrelló en la selva
africana. El papel del diplomático sueco en la crisis del Congo fue muy

165
Time Almanac 2006, p. 752.

191

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criticado por su parcialidad en contra de las posiciones del gobierno legítimo de
LUMUMBA; incluso en este último viaje se dirigía a un nuevo encuentro con MOÏSE
TSHOMBÉ en Ndola, Rhodesia. KAMITATU recuerda que lo primero que hizo
HAMMARSKJOELD cuando el Congo se dirigió a la ONU por la invasión belga,
fue volar a Bruselas y contactar al gobierno agresor, incluida una cena con
el rey BALDUINO que indignó a LUMUMBA al punto de obstaculizar sus contactos
posteriores con el diplomático sueco. Al planteársele el problema de la sece-
sión de Katanga de nuevo HAMMARSKJOELD decidió primero volar a Elisabethville
donde también TSHOMBÉ organizó un gran banquete en su honor; el “Se-
ñor H”, como era conocido el sueco por la complicada pronunciación de
su apellido, había aceptado la condición de no llevar en su avión a ningún
miembro del gobierno central del Congo, pues se le dijo que de lo contra-
rio su nave podría ser abatida. Ya en Kinshasa el Secretario General de la
ONU fue recibido por KASAVUBU pero, según este autor, no se pudo reunir
con el primer ministro. Al respecto, KAMITATU llega a decir que “los conflictos
de Lumumba con el Secretario General de las Naciones Unidas tomaron
un aspecto de cuestión personal”. Como ejemplo de parcialidad el autor
congolés cita que “cuando ALBERT KALONJI, imitando el ejemplo de TSHOMBÉ,
proclamó la independencia del “estado Minero de Kasai del Sur”, LUMUMBA
puso en camino sus tropas para reducir la nueva secesión” pero, cuando la
operación “estaba a unos días de la victoria, el Secretario General, cuya an-
tipatía por LUMUMBA se le había convertido en obsesión, no vaciló en calificar
la acción del gobierno de genocidio”. Incluso “le pidió a su representante
en Leopoldville intervenir ante KASAVUBU, el presidente de la república, para
detener el avance de las tropas congolesas, lo que el Jefe de Estado hizo
inmediatamente”. Sin embargo “cuando unos días más tarde LUMUMBA pidió
que las tropas de las Naciones Unidas se encargaran de reducir la secesión
de Kasai del Sur, se le respondió que se trataba de un asunto interno”. Pero,
sigue diciendo KAMITATU “se verá a ese mismo secretario general, tan respe-
tuoso de la no intervención en los asuntos internos del Congo, unos quince
días más tarde hacer ocupar el aeródromo, la Radio y la Oficina de Correos
y Teléfonos por los Cascos Azules, a continuación del conflicto que opuso a
KASAVUBU y LUMUMBA”.166
Por su parte JEAN ZIEGLER, aunque reconoce que muchos comentaristas re-
prochan a las Naciones Unidas la inconsistencia de su política africana, no
considera que ese reproche esté del todo justificado debido a que, lo que
llama “cambios de política” de ese organismo en el Congo, se debieron a “la
evolución imprevisible de una situación confusa”. De los Cascos Azules dice
que sumaban 19 000 y que “la mitad” de esa fuerza “estaba estacionada
permanentemente en Katanga”. Curioso porque, aunque la ayuda de la
ONU fue solicitada “contra la agresión belga y la operación secesionista de

166
Kamitatu, Cléophas: La grande mystification du Congo-Kinshasa, pp. 59-60.

192

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Katanga”, solo actuaron contra los mercenarios y seguidores de TSHOMBÉ me-
ses después de que LUMUMBA estuviera muerto. En cambio “debían abstenerse
sobre todo de ponerse al servicio del gobierno central”. Esto significaba, dice,
“que los Cascos Azules se negaban a convertirse en una fuerza de policía al
servicio del gobierno central”, o sea, dejaban hacer a los secesionistas. Tanto
dejaron hacer que ZIEGLER señala como resultado alarmante de esa actitud
que el 17 de enero de 1961 cuando LUMUMBA y sus compañeros “llegaron mal-
trechos, el rostro ensangrentado, al aeropuerto de Elisabethville, los Cascos
Azules estaban presentes pero no intervinieron”.167 Pero sucede que no solo
llegaron maltrechos y sangrantes sino que, a continuación, fueron asesinados.
No debe olvidarse que hasta unos días antes el líder congolés estaba bajo la
“protección” de la ONU, en residencia vigilada en Leopoldville, situación que
técnicamente no había cambiado; no obstante los Cascos Azules permitieron
que se lo llevaran a él y a sus dos correligionarios, a una muerte segura.
Al analizar toda esta cuestión el periodista PAUL BERNETEL recuerda que
las potencias occidentales se opusieron en tres ocasiones en el Consejo de
Seguridad de la ONU a una enmienda de la Unión Soviética que condena-
ba a Bélgica por su agresión militar e invitaba al gobierno de ese país a
retirar sus tropas. En la Asamblea General las naciones independientes se
opusieron tenazmente a la deposición de LUMUMBA, culpando a Bélgica y de-
mandando su restauración como premier pero la moción en que lo pedían
fue derrotada por una votación de 53 a 24 el 22 de noviembre de 1960 por
las presiones de Estados Unidos y sus aliados. La presencia de las tropas de
la ONU contribuyó muy poco a atenuar las tensiones internas en el Congo
pues las tropas belgas continuaron en el país y la guerra civil siguió hacien-
do estragos. BERNETEL precisa que el Consejo de Seguridad al desentenderse
del carácter legal del gobierno de LUMUMBA tanto como del ilegal de los
secesionistas katangueses, adoptó bajo el impulso de los “tres grandes”
de Occidente una actitud de neutralidad que, de hecho, favoreció a los in-
subordinados. Aunque según HAMMARSKJOELD la ONU no se mezclaría nunca
en el conflicto interno, este autor recuerda igualmente los sucesos del 5 de
septiembre de 1960, pues esa noche la ONU cerró todos los aeropuertos
congoleses al tráfico aéreo y redujo al silencio las estaciones de radio de la
capital. También le parece sospechosa a BERNETEL la desaparición de LUMUMBA
en la noche del 27 de noviembre de 1960 mientras estaba bajo la custodia
de las tropas de la ONU y se pregunta si esa escapada fue una fuga volun-
taria o algo provocado, teniendo en cuenta que, una semana después el
premier fue arrestado para finalmente ser transferido a Katanga, donde fue
asesinado. Esa muerte terrible, seguida más adelante por la de HAMMARSKJOELD
el 17 de septiembre de 1961, en un misterioso accidente de avión en África
Central provocó, dice, una viva emoción en la ONU.

167
Ziegler, Jean: La contrarrevolución en África, pp. 124-130.

193

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La secesión de Katanga solo fue anulada por los contingentes de la ONU
tras una serie de estériles tentativas de negociaciones. El 4 de febrero de
1963, después de un asalto final de sus soldados, el Secretario General pudo al
fin anunciar al Consejo de Seguridad que la secesión había terminado mien-
tras TSHOMBÉ se refugiaba en Europa. El 30 de junio de 1964, cuatro años des-
pués de su llegada, las tropas de la ONU se marcharon del Congo y aunque
MOBUTU aseguró que mantendría el control, en el Oriente volvió a estallar con
fuerza la rebelión lumumbista de los Simba (leones). Ante el pánico creado
por el avance de los rebeldes, MOBUTU y Occidente resucitaron políticamente
a TSHOMBÉ, el hombre de las transnacionales y los mercenarios. En un des-
vergonzado giro el líder secesionista fue convertido en primer ministro del
gobierno central del Congo de julio de 1964 hasta octubre de 1965 para
poder canalizar más fácilmente la nueva intervención de Occidente, ahora
contra los Simbas. Con GASTÓN SOUMIALOT en Kivu, PIERRE MULELE en Kwilu y
otros focos rebeldes en auge, medio país había sido liberado. Pero el 25 de
noviembre de 1964 fue bombardeada Stanleyville y los contingentes belgas
y norteamericanos, auxiliaron a los mercenarios contratados por TSHOMBÉ y
al ejército en la tarea de ahogar en sangre la rebelión. Vale la pena hacer
un paréntesis aquí para indicar el fin de TSHOMBÉ: El principal responsable de
la muerte de LUMUMBA fue destituido por MOBUTU al año siguiente y marchó
a un exilio dorado en España hasta que su avión fue desviado de Ibiza a
Argelia en 1967, en acción revolucionaria por sus crímenes, muriendo de un
infarto en Argel en 1969. De nuevo Occidente había intervenido en 1964
para cambiar la historia del Congo y el resultado fue, al año siguiente, el
golpe militar definitivo de MOBUTU el 25 de noviembre de 1965 que sacó
del juego al presidente KASAVUBU y a su premier EVARISTE KIMBA, excanciller
de Katanga. Se iniciaban así 32 años de sangrienta dictadura personal de
MOBUTU sobre “Zaire”—nombre que le dio al país— al frente de uno de
los regímenes más corruptos y megalomaníacos del mundo. Pero la lucha
continuó en medio de la solidaridad mundial e incluyó, más allá de las pa-
labras, el hecho concreto de la presencia de 123 cubanos en el oriente del
Congo entre el 24 de abril y el 21 de noviembre de 1965, tratando de revivir
la guerrilla al mando de ERNESTO CHE GUEVARA, que nos legó el relato crítico
de esa campaña.168 Finalmente, LAURENT KABILA, un veterano de entonces,
reconstituyó la guerrilla siempre en la zona oriental y, en una ofensiva de
ocho meses expulsó a MOBUTU del poder, tomando posesión como presiden-
te de la República Democrática del Congo el 29 de mayo de 1997, cargo que
ejerció hasta el magnicidio que le costó la vida en enero de 2001.
El proyecto nacional de PATRICIO LUMUMBA fue sustituido por la nefasta dic-
tadura de MOBUTO SESE SEKO, quien se cambió hasta el nombre en su farsa
de la “autenticidad”; el saldo para el rico país, saqueado por él y por las

168
Guevara, Ernesto Che: Pasajes de la guerra revolucionaria, Congo, 277 pp.

194

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transnacionales mientras su pueblo vivía en la pobreza, no pudo ser peor.
¿De quién es la culpa? ¿Quién creó a MOBUTU? Una publicación de la revis-
ta Time no vaciló en calificar al sátrapa “zairota” como “el último de los
déspotas de la Guerra Fría criados por la CIA” que “cortejó con destreza a
Francia y a los Estados Unidos para que usaran a Zaire como plataforma de
lanzamiento de operaciones encubiertas contra los países fronterizos, par-
ticularmente la marxista Angola”, aparte de considerar que “sus desastro-
sas políticas condujeron al país al colapso económico mientras él le extraía
millones de dólares para sí mismo”.169 El martirologio de PATRICIO LUMUMBA
puso de manifiesto la fragilidad de las soberanías de los Estados con inde-
pendencias concedidas y, por ende, condicionadas a marchar al ritmo neo-
colonial de las exmetrópolis, so pena de un aniquilamiento similar. Por otra
parte ¿Acaso puede decirse que la intervención de la ONU benefició en algo
al Congo? Los criterios sobre el asunto deben basarse en el análisis objetivo
de los hechos, que dejan pocas dudas. En su Informe Final sobre este tema
el secretario general U THANT admitió que en una “situación tan compleja
y tan controvertida, eran inevitable que vieran la luz ciertas impresiones,
ciertas suposiciones, hasta ciertos mitos a propósito del papel jugado por la
ONU”.170 El legado que dejó esta trágica experiencia de intervención exte-
rior sirvió de alerta a los políticos y diplomáticos africanos que, desde agos-
to de 1963, al término del Primer Consejo de Ministros Africanos reunido en
Dakar, decidieron la creación de la Organización de la Unidad Africana (la
OUA), que desde 2002 pasó a ser la Unión Africana. Para los africanos, las
fuerzas de seguridad de las Naciones Unidas, sometidas a las voluntades a
menudo contradictorias de las grandes potencias, serían en adelante, si no
un peligro, al menos una amenaza que debía evitarse. De ahí que, cuando
ocurrió el conflicto nigeriano por la secesión de Biafra, los interesados tu-
vieron la sabiduría de no meter a la ONU en el asunto sino utilizar el marco
de negociaciones puramente africano —tal vez no suficientemente eficaz
pero por lo menos propio— que les ofrecía la OUA.

África Oriental hacia la independencia


El África Oriental es una tierra de gran variedad tanto en sus caracterís-
ticas geofísicas, su clima o los tipos humanos que la habitan, como en los
niveles de desarrollo económico que presenta y la trayectoria seguida por
su evolución política. En pocas partes del mundo pueden observarse tan
amplios contrastes dentro de la misma área. Dentro de la misma Kenya se

169
Time Almanac 2006, p. 753.
170
Jeune Afrique, 10 de noviembre de 1970, p. 25.

195

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puede pasar de un área de agricultura comercial intensiva a otra de la más
pobre economía de subsistencia, o de tierras volcánicas fértiles en torno
al Kilimanjaro en Tanzania a las erosionadas áreas de pastoreo de los Ma-
sai en las márgenes del valle longitudinal de la Gran Grieta. Después que
Alemania perdió la Primera Guerra Mundial, los territorios de Tanganyika
y Rwanda y Burundi dejaron de estar bajo su control, pasando el primero
como mandato y, después de la Segunda Guerra Mundial, como fideicomi-
so a Inglaterra que completó así lo que llamaba el África Oriental Británi-
ca (A.Or.B.), logrando, por breve tiempo, completar el sueño imperial de
gobernar desde El Cairo hasta el Cabo mediante este eslabón central, el
Reino Unido ensayó en la posguerra la estructuración de una Federación
del África Oriental, con Kenya, Uganda, Tanganyika y, tal vez, Zanzíbar. Ese
esquema estaba en vigor en Sudáfrica y durante un decenio fue impuesto
en las Rhodesias y Nyasaland, pero aquí enfrentó una firme oposición por
parte de los africanos, negados a dejarse gobernar por los colonos blancos
de Kenya. Esa presencia fue la que hizo diferente la descolonización en esta
zona lo mismo que en la llamada África Central Británica (A.C.B.), de los co-
lonos rhodesianos, en marcado contraste con el África Occidental donde su
ausencia facilitó el diálogo con los nacionalistas. Lo que allá funcionó, aquí
se trabó y el resultado fue una política de imposición y violencia colonial
que engendró su contrario, la violencia de los luchadores por la libertad.
A diferencia de los reinos de Uganda, con solo un puñado de colonos
—o de la etnocracia minoritaria árabe sobre la población afro-shirazi de
las islas del sultanato de Zanzíbar, sin casi ninguno— cada una de las otras
colonias del A.Or.B y del A.C.B fue escenario de una confrontación en al-
gunos casos muy aguda entre los colonos y los africanos. Como se sabe, los
casos extremos fueron Kenya y Rhodesia del Sur por contar con los mayores
asentamientos blancos que, al convertirse en el obstáculo principal para la
independencia, vivieron verdaderas guerras de liberación. De un lado esta-
ba la minoría de los colonos blancos, aferrada a su predominio y aspirando
a detentar cada vez más poder en el gobierno colonial. Del otro, confron-
tándolos y mejor organizados y con más fuerza en la posguerra, estaban
los nacionalistas africanos, con sus asociaciones y los nuevos congresos de
proyección nacional, o sea, supratribal. Estos congresos se desarrollaban en
difícil convivencia con el poder colonial y con la conciencia tribalista subsis-
tente, que también se organizaba políticamente. La aspiración era la inde-
pendencia, el logro del poder en la fórmula “un hombre, un voto”, lo que
significaba la recuperación del gobierno de los africanos por los africanos,
pero ahora sobre las estructuras estatales que sucederían a las colonias.
En Kenya, por ejemplo, se habían formado la Kikuyu General Union y
luego la Luo Union, a nombre de tribus que constituían, respectivamente,
el 22 % y el 13 % de la población, a las que se unió más tarde la Bara Afri-
can Union en representación de otras tribus. Dentro de ellas contrastaban

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dos actitudes: los que se aferraban al particularismo y las viejas tradiciones
y que, por lo tanto, querían mantenerse dentro de ese marco tribal; y los
que avanzaban hacia las nuevas ideas de unión nacional, de nacionalismo
por encima de la diversidad ancestral; estos eran los que iban ganando las
discusiones al interior de las uniones tribales y las asociaciones juveniles,
culturales o de ayuda mutua. Así surgió, tempranamente, en 1944 la Kenya
African Union (KAU), y más tarde en 1960, se formó la Kenya African Natio-
nal Union (KANU), y también la Kenya African Democratic Union (KADU); y
lo mismo iba pasando en las otras colonias. Los grandes partidos naciona-
listas, como el KANU de Kenya fueron los que encabezaron la lucha contra
el dúo opresor de los colonos y la administración colonial. El gobierno de
Londres —“la pérfida Albión”— gustaba de presentarse como árbitro entre
los colonos y los africanos pero los grandes negocios, las inversiones, las
propiedades y el interés político determinaban su apoyo y simpatía para
con sus coterráneos allí asentados; lo mismo reflejaba la gran prensa.
Otra característica de los territorios del A.Or.B., era la presencia de co-
munidades originarias de la India, trasladadas allí por los ingleses para la
construcción de ferrocarriles y labores agrícolas pero que aquí, como en
Natal, Sudáfrica, pronto pasaron al comercio y muchos hicieron fortuna. En
Kenya pasaron de 50 000 en 1939 a 179 000 en 1960, fecha en que sumaban
87 000 en Tanganyika y unos 75 000 en Uganda. Los de religión hinduista
eran cerca de dos tercios de los que habitaban en Kenya y poco menos de
la mitad de los de Tanganyika. Aparte de las pequeñas comunidades de
Sikh y Jain, que reunían a 32 000 seguidores, sobre todo en Kenya, todos
los musulmanes se agrupaban en tres ramas de la Shia: la Khoja Ismailita, la
Ithnna Ashariya o Duodecimana (12 imanes) y la Bohra. Después de varias
generaciones, la mayoría dominaba el inglés, pero, salvo en el comercio, se
mantenían aparte de los africanos y operaban como sector intermedio in-
tegrado en el servicio civil o burocracia y ajeno a las acciones anticoloniales
de los nacionalistas; por eso no eran bien vistos.
Por su parte los representantes políticos de los colonos veían su futuro
en una asociación más estrecha con sus similares de Tanganyika y, de ser
posible, con el puñado establecido en Uganda. Pensaban que, sumando
fuerzas, podían aspirar a gobernar toda A.Or.B. Los colonos de Kenya, los
más numerosos y arrogantes, se habían establecido en las White Highlands,
las Altas Tierras Blancas, robadas a los Kikuyus y los Masai, desde princi-
pios del siglo XX. Hacia 1914 eran un millar de terratenientes y ya soñaban
con hacer de Kenya “un país de hombres blancos”, otro dominio dentro
del Imperio como la Unión Sudafricana o Canadá. Capitaneados por LORD
DELAMERE habían obtenido un Consejo Legislativo desde 1907 para ellos, con
uno que otro indio y ningún africano. En 1934 ya eran 20 000 pero, en
particular, los grandes propietarios blancos sumaban 2 000 y poseían dos
millones de hectáreas de las mejores tierras. En ellas se cultivaba café, tabaco,

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cereales, azúcar y algodón por la mano de obra Kikuyu. Objetivos similares
perseguían los colonos ingleses en el A.C.B., que argumentaban como los
de Kenya que, si se había podido crear Sudáfrica en 1910 uniendo cuatro
territorios bajo el dominio blanco, también se podría hacer lo mismo en el
África Central u Oriental. Para ellos los africanos solo contaban como mano
de obra; su reloj se había parado en la etapa del apogeo colonial pero el
tiempo había seguido pasando y los africanos, los de entonces, ya no eran
los mismos.

De Tanganyika y Zanzíbar a Tanzania


La población de Tanganyika no registra ningún grupo predominante
y está compuesta en su mayoría de etnias bantús, como lo Sukuma, Ha,
Haya, Nyakyusa, Nyamwezi, Makonde, Gogo, Chagga, Heche y Zulú, todos
agricultores que vinieron del noreste de África antes de nuestra era y se
asimilaron a la migración bantú; pero la última oleada retornó desde el sur
a consecuencia del fenómeno Mfecane generado por Chaka, al frente de
la expansión Zulú en la segunda década del siglo XIX que, en un momento
dado, llegó hasta aquí. Al norte, en la región seca del valle occidental de la
Gran Grieta o Rift, viven los legendarios pastores Masai, que provienen de
los nilótico-hamíticos y llegaron con su ganado desde el nordeste. Frente
a sus costas en el Índico, en las islas de Zanzíbar, Pemba y Mafia, estaba el
sultanato árabe-islámico que desde la isla mayor, Zanzíbar, dominaba la
costa y el comercio negrero por las rutas que se internaban hasta los gran-
des lagos del África Oriental. Separados de su base en Omán, los sucesivos
sultanes de Zanzíbar terminaron por aceptar el protectorado británico en
1890. Los árabes, unos 50 000, continuaban dominando a los Shirazi, unos
230 000 africanos de habla swahili de las islas; los primeros poseían las plan-
taciones de clavo y otras especias, los segundos las trabajaban. Ya mencio-
namos los indios, pero también habían griegos y hubo colonos alemanes
entre 1885 y 1920 bajo su dominación, luego no tantos.
Por eso aquí la confrontación fue menos severa. En la década de 1950
los colonos eran unos 20 000 en una población de 8 000 000 de africanos;
la tercera parte de los que había en Kenya, aparte de que la mayoría no
eran ingleses y no compartían intereses con la City, el gran centro financie-
ro londinense. Por eso, aunque se dieron casos como la expulsión de 3 000
africanos para darle la tierra a granjeros blancos en 1951, el robo de tierras
no fue un problema general y los africanos siguieron trabajando sus tierras
en función de los cultivos comerciales. Por otra parte, Tanganyika era un
fideicomiso de la ONU, lo que en teoría implicaba un control internacional
de su gestión y la preparación para una independencia sin fecha fija. De
esa forma no podía caer bajo el control de los colonos, ya fueran de allí o,
indirectamente, de Kenya; la federación no era posible. El nacionalismo se

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desarrolló después de 1945; antes cada etnia o grupo tribal se preocupaba
por la política de su entorno local, pero el todo les era ajeno y quedaba
por cuenta del poder colonial. Ya en 1929 había aparecido una organiza-
ción que aspiraba a unir a todos los hijos del país con un cierto nivel, la
Tanganyika African Association, Asociación Africana de Tanganyika (TAA),
como un centro de debates de la élite educada. Entonces, bajo la influencia
aceleradora de la Segunda Guerra Mundial y los años que le siguieron, se
avanzó hacia la formación de una unión nacional, hacia el nacionalismo.
Los hombres del TAA, fueron ganados por esa nueva oleada y se fueron in-
corporando cada vez más a la visión global de los asuntos de toda Tangan-
yika y no solo de la parte propia, de su Comunidad. La lengua en este caso
es un factor de unificación pues prácticamente todos los grupos étnicos de
Tanganyika conocen el swahili y lo emplean como lengua vehicular, aparte
del inglés de los sectores educados.
En 1953, bajo la calificada dirección del maestro JULIUS NYERERE (1921-1999)
que, después de pasar a presidir la TAA en abril de 1953, la reorganizó
como partido político. Así fue creada la Tanganyika National African Union,
Unión Nacional Africana de Tanganyika (TANU), el 7 de julio de 1954. Sus
objetivos, definidos por los estatutos de 1955, eran preparar al pueblo para
la independencia, luchar contra el tribalismo y construir la nación y, tam-
bién, obtener una forma de gobierno democrática a través de elecciones
por sufragio universal. La organización recibió el apoyo de otros grupos de
activistas y se fue fortaleciendo. Los sindicatos se hicieron más activos y se
vincularon a la corriente nacionalista, que comenzó a elaborar su idea de
un socialismo africano que aprovechara las tradiciones comunales aún vivas
en el pueblo, surgiendo así las Ujamaá,171 las cooperativas agrícolas para
la producción de café, algodón, maíz, arroz y otros renglones. Después de
la independencia, las Ujamaás actuaron como entes autónomos de base
orientados por el gobierno y se hicieron cargo también de casi la totalidad
de la producción pesquera, la ganadería y las industrias artesanales.
En las elecciones efectuadas en 1958 y 1959 el TANU demostró su fortale-
za con una abrumadora victoria pese a que proseguía la engañosa práctica
colonial de dar igual representación numérica en la Asamblea a las tres Co-
munidades: 10 por la europea, 10 por la asiática y 10 por la africana. O sea
que los 20 000 europeos y los 87 000 indios y árabes sumaban 20 represen-
tantes; y los 8 millones de africanos solo 10. Pero se considera que incluso
los diputados europeos e hindúes debieron su elección al apoyo del TANU
así que la descolonización no se pudo ver frenada aquí por alguna opor-
tunista preocupación británica por los derechos de las minorías. Resulta de

171
Ujamaá es una palabra swahili que significa comunidad o familia tradicional y fue
adoptada por Julius Nyerere para denominar y describir el tipo de cooperación comu-
nal que el gobierno buscaba para el fomento de la economía nacional.

199

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interés el dato de que el TANU funcionaba casi como partido único porque,
en la práctica, no había otro que pudiera hacerle competencia el United
Tanganyika Party solo había ganado un puesto de los 30 a elegir contra 29
el TANU. En septiembre de 1960 se efectuaron nuevos comicios con vistas
a la autonomía interna prometida para el 1 de mayo de 1961. En la nueva
Asamblea de 71 escaños el TANU logró 70.
Bajo la presión del descontento rural con su gestión los ingleses opta-
ron por entregar el poder de acuerdo con la ONU sin mayores demoras y
Tanganyika obtuvo su independencia el 9 de diciembre de 1961 con JULIUS
NYERERE como premier, el TANU como partido de gobierno y el apoyo de
todo el país. El 22 de enero de 1962 NYERERE dejó su cargo de primer ministro
para preparar una nueva campaña de su partido para septiembre. El Estado
iba a asumir una nueva forma y en esas elecciones el líder fue electo con el
97 % de los votos como Presidente de la República, la cual fue proclamada
el 9 de diciembre de 1962. Dos años más tarde, el 10 de diciembre de 1963,
Zanzíbar también fue independiente mediante un proceso igualmente pa-
cífico pero el gobierno estaba dominado por el sultán SAID y la élite de
terratenientes de ascendencia árabe y esto engendraba grandes tensiones
sociales. Ya en 1961, en los disturbios que siguieron al proceso electoral,
unos 70 árabes resultaron muertos, demostrando la profundidad de los re-
sentimientos comunales.
El 12 de enero de 1964 la mayoría africana de campesinos sin tierra, los
llamados afro-shirazi, derrocaron al sultán mediante una revuelta popular
apoyada en un alzamiento policial y el poder pasó a los partidos no ára-
bes de programa radical. Hubo choques inter-étnicos y la prensa occidental
aseguró que habían muerto unas 5 000 personas, árabes en su mayoría. Los
revolucionarios negaron esa cifra alegando que el sector empobrecido de la
minoría árabe también había participado en la revolución y el nuevo régi-
men se pronunció a favor de un cambio estructural que mejorara la situación
de las mayorías desfavorecidas. Los líderes del proceso deseaban estrechar las
relaciones con Tanganyika y aceptaron la proposición del gobierno NYERERE
de fundir, flexiblemente, a los dos estados, el continental y el insular, en uno
solo. De esta manera el 26 de abril de 1964 Tanganyika y Zanzíbar se unieron
—conservando cada una gobiernos autónomos— para formar la República
Unida de Tanzania, con sus 945 100 km2. JULIUS NYERERE fue el presidente y ABEID
KARUME, líder del Partido Afro-Shirazi, el vicepresidente y en 1967 la declara-
ción de Arusha estableció el compromiso de edificar un estado socialista. En
1977 El TANU y el Partido Afro-Shirazi se fusionaron en el Chama Cha Mapin-
duzi, Partido Revolucionario de Tanzania.
Una semana después de la revolución en Zanzíbar, el 20 de enero de
1964, el pequeño ejército de Tanganyika se amotinó y depuso y deportó a
los oficiales ingleses que todavía lo dirigían mientras se producían levan-
tamientos similares en Kenya y Uganda. Después de unos días de crisis el

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gobierno recuperó el control de la situación con ayuda británica, “más de
3 000 soldados”, según PIERO GLEIJESES.172 El viejo ejército de factura colonial,
sublevado y sometido, fue desactivado y desbandado y se reclutó uno nue-
vo, sobre todo entre la Liga Juvenil del TANU. Tal vez por eso la historia de
Tanzania no está plagada de golpes de Estado y la nueva fuerza armada
tanzana pudo concentrarse, oportunamente, en las tareas de la defensa. En
noviembre de 1978 se produjo una invasión por parte del dictador ugandés
IDI AMIN DADA. Tanzania respondió con un contra-ataque en enero de 1979
en el que participaron 5 000 soldados tanzanos junto a un total de 3 000
opositores ugandeses exiliados en el país.
Se combatió con cierta intensidad durante un mes, el dictador fue derro-
cado y el gobierno tanzano, favorable al presidente MILTON OBOTE que había
sido depuesto por IDI AMIN DADA, mantuvo sus tropas en el país vecino hasta
las elecciones de diciembre de 1980 en las que OBOTE recuperó el poder.
NYERERE dejó la presidencia en noviembre de 1985 que pasó a su vicepresi-
dente, ALI HASSAN MWINYI. A través de todos estos acontecimientos, los di-
rigentes del TANU y particularmente JULIUS NYERERE, mantuvieron siempre
el criterio panafricano de la unidad como objetivo final. A nivel regional
soñaban con que, una vez libres de la colonización y los colonos, Tanzania,
Kenya y Uganda pudieran unirse, no solo en un ente económico, sino en
una verdadera Federación del África Oriental. Pero los tres estados fueron
jalonando su historia de acontecimientos diferentes, incluidos conflictos
como el que acabamos de reseñar lo que, añadido a la urgencia de los pro-
blemas internos por resolver, impidió, aquí también, la materialización del
sueño de la unidad.
Sobre la evolución final del socialismo africano en su variante tanzana,
tan comentada en su momento, el africanista ARMANDO ENTRALGO, —que fue-
ra embajador en Tanzania— nos legó un testimonio de sumo interés. Las
concepciones de NYERERE sobre la sociedad africana se basaban en la larga
tradición de la familia extendida, del cuidado de todos los parientes por parte
de cada miembro y constituían el fundamento del programa conocido como
Ujamaá. La intención fue extender la protección social existente dentro de
la familia africana al ámbito más amplio de la sociedad. Esos derechos a ser
protegidos estaban ligados a deberes y obligaciones como la de trabajar.
Para ENTRALGO esa argumentación olvidaba que gran parte del socialismo
africano natural se había perdido durante el período colonial y exageraba
asimismo sobre la inexistencia de diferenciaciones sociales protoclasistas en
el África precolonial.
En definitiva, la base de la nueva política de desarrollo sería el autosos-
tenimiento, la confianza en los recursos propios, el énfasis en la tierra y el

172
Gleijeses, Piero: Misiones en conflicto, p. 57. Sobre la presunta participación cubana
en la rebelión de Zanzíbar, pp. 56-60.

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trabajo (la agricultura). Los fundamentos del socialismo tanzano tendrían
que ser construidos en el sector rural. En 1973 ya había 5 631 aldeas vincu-
ladas a Ujamaá, con una población campesina de más de dos millones de
personas y la política de aldeanización aspiraba a que, para 1976, todos los
tanzanos estuvieran registrados en aldeas, “el mayor esfuerzo de reasenta-
miento en la historia de África”. En 1978 ya había 8 000 aldeas en el plan
pero “en 1980 prácticamente toda la tierra de la aldea era cultivada por
familias individuales para su propia subsistencia y para obtener ingresos en
dinero. El individualismo campesino tomaba la iniciativa”.
Al respecto, muchos años después de la Declaración de Arusha de 1967,
“NYERERE presentaría un cuadro sombrío de los resultados alcanzados: “Diez
años después de la declaración de Arusha Tanzania no es socialista ni se
autosostiene… No hemos alcanzado nuestra meta, que ni siquiera está a la
vista”. En 1977 NYERERE admitió ante la prensa de DAR-ES-SALAAM que hasta
ese momento el programa Ujamaá no había tenido éxito. “Tuvimos la po-
sibilidad de escuchar a NYERERE unos treinta años después de Arusha”(hacia
1997), nos dice ENTRALGO y comenta: “Para sorpresa general, el mwalimu
recomendó públicamente a los líderes tanzanos abandonar el principio del
self-reliance (autosostenimiento), abrazar el capitalismo y tratar de encon-
trar un sitio en el nuevo tipo de división internacional del trabajo que im-
pulsaba el globalismo neoliberal”.173 Se había intentado un programa de
modernización por la vía de la tradicionalización, con técnicas igualmente
tradicionales y esos fueron los resultados.

Uganda: los reinos y el mundo nuevo


La experiencia colonial concebida en función de los intereses europeos
fue un cambio traumático que cambió muchas cosas en el panorama africa-
no. En el nuevo marco institucional creado a menudo sobrevivieron jerar-
quías y estructuras precoloniales que, deformadas por la subyugación a la
que fueron sometidas por la administración colonial, no siempre entendie-
ron que debían compartir o ceder el protagonismo a las nuevas corrientes
nacionalista. Esa clásica lucha entre lo viejo y lo nuevo fue manipulada por
las autoridades europeas para dividir a los africanos y retardar su retirada,
igual que habían hecho en los inicios. En Uganda la vigencia de ese pasado,
apoyado en la tradición y las costumbres, hizo imposible lograr una unidad
como la que el TANU fue capaz de alcanzar para superar la diversidad de
tribus y etnias de Tanzania.
Aunque en el vecino país también existían jefaturas y otros tipos de au-
toridades tradicionales, no habían alcanzado el desarrollo de los reinos in-
terlacustres, al norte y al oeste del inmenso lago Victoria, como Bunyoro-Kitara,

173
Entralgo, Armando: El Oro de la Costa y otros recorridos, pp. 149-154.

202

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Ankole, Toro, Busoga, Karagwe y, sobre todo, Buganda. Este reino parecía
ir en camino de prevalecer sobre los otros cuando aparecieron los ingleses
que, incluso, usaron esas rivalidades en su beneficio para facilitar la con-
quista y sometimiento escalonado de todos a su poder. Así surgió el protec-
torado de Uganda con sus 236 000 km2 que, como Nigeria del Norte, fueron
los dos escenarios de estreno del llamado modelo indirecto de gobierno
colonial. Los monarcas no fueron eliminados sino satelizados, convertidos
en servidores subsidiados de la administración colonial, cumpliendo sus
mandatos, recaudando los impuestos y reclutando los hombres necesarios
para el ejército y la economía del protectorado. Los ingleses mantuvieron y
cultivaron esas divisiones favoreciendo a las jerarquías de Buganda repre-
sentadas en el Lukiko o Asamblea del reino, a las que asociaron a su poder,
concediéndoles privilegios a cambio de su colaboración, incluido su rey o
Kabaka, convertido en una especie de primus inter pares bajo el modelo
ugandés de administración indirecta. Su preminencia contrastaba con la
posición de los dirigentes de los otros reinos, especialmente los de Bunyoro,
sus rivales históricos. Con frecuencia los integrantes del pueblo Baganda
tenían mejores oportunidades que los demás de asistir a las escuelas misio-
neras, obtener mejores empleos y prosperar en la nueva economía de mer-
cado; esto fomentaba las rivalidades y las tensiones sociales intertribales.
La población de Uganda cuenta con una veintena de etnias pertenecien-
tes a grupos bien diferentes en cuanto a su origen y características. El grupo
Bantú, que predomina numéricamente, es el más antiguo; en el seno de
ese grupo, compuesto tradicionalmente de agricultores, predomina la etnia
Baganda (16 % del total) que ocupa la zona más rica del país, el centro-este.
Mucho más tarde, a partir del siglo XV, llegaron del norte grupos de gana-
deros Nilóticos, se impusieron sobre los agricultores Bantú y se constituye-
ron en el grupo dominante. En el caso de Uganda, son los antecesores de
la aristocracia Bahima a la que pertenecen los reyes y los “feudales”, muy
mezclada con la población Bantú pero que reclama esa estirpe. Otros gru-
pos de origen Nilótico permanecieron aparte, al norte del país. También la
religión ofrece un panorama de diversidad: muchos en el norte son musul-
manes pero la mayoría del sector ilustrado del sur, educado en las misiones
que dieron su primera formación a los líderes nacionalistas es cristiana. Pero
no todos los cristianos cumplen con el mandato de “amarse los unos a los
otros” y aquí, como en Madagascar, las rivalidades entre protestantes y ca-
tólicos han llegado al derramamiento de sangre, y también a aberraciones
como el Lord’s Resistance Army, Ejército de Resistencia del Señor, de JOSEPH
KONY, todavía presente en la región.
Este tipo de rivalidades y resentimientos conspiraron contra el proyecto
de unidad nacional desde el principio. En el transcurso de la década de 1950
aparecieron dos partidos principales que comenzaron a luchar entre sí bajo
la dirección de grupos de hombres en su mayoría educados, que competían

203

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por el poder futuro y contra Inglaterra. Eran el Uganda National Congress
(UNC), Congreso Nacional de Uganda, formado en 1952 en representación
de los norteños y de los protestantes; y el Democratic Party (DP), Partido
Democrático, apoyado principalmente en el sur y los católicos. Esta rivali-
dad entre el DP y el UNC, a la que se incorporó como tercero en discordia el
Uganda Peoples’s Congress (UPC), Congreso Popular de Uganda, formado
en 1960, era expresión de un antagonismo regional, religioso y étnico. Al-
gunos especialistas como BASIL DAVIDSON, opinan que la lucha planteada no
era solo por la independencia sino para asegurar el mayor control posible
del poder en beneficio de su región y sus comunidades etno-confesionales.
“En vez de trabajar juntos para construir su nueva nación, ellos trabajaban
unos contra otros. Ellos construían la desunión en vez de la unión”.174 En
realidad, eso no es ninguna novedad en la competición interpartidista y
sucede en otras partes; así planteado, el caso no parece muy diferente a
los peores momentos del conflicto de Irlanda del Norte, por ejemplo. Por
su parte el Kabaka de Buganda, MUTESA II se apoyaba en su propio partido,
el Kabaka Yekka (“solo el rey”), fomentando un nacionalismo únicamente
baganda hasta el punto de que en un momento dado él y sus seguidores
llegaron a exigir la independencia del reino de Buganda como estado apar-
te. Los ingleses rechazaron esa proposición pero mantuvieron el separatis-
mo baganda convenientemente vivo. Es oportuno aclarar que el prefijo bu
significa el país y el prefijo ba significa su pueblo.
Frente a estos agudos conflictos había poco que uniera al pueblo ugan-
dés en su conjunto excepto el deseo de poner fin a la dominación extranje-
ra. Pero también existía un profundo malestar entre los ugandeses porque,
aunque el número de colonos era insignificante, otra comunidad extranjera
llegada tras los ingleses compartía con ellos el control de la comercializa-
ción y el procesamiento del algodón, el café y los demás cultivos comercia-
les que salían de las granjas africanas. La pujante Comunidad india, con sus
pasaportes británicos, era vista más como parte del problema colonial que
de su solución.
El Consejo Legislativo de Uganda, integrado de inicio solo por europeos
designados, admitió asiáticos (indios) en 1926 y africanos a partir de 1946;
para 1950 contaba con ocho africanos que equilibraban a los representantes
de los europeos y los asiáticos en su conjunto en cuanto al número. Pero de
las tres comunidades, la africana sumaba millones de integrantes y las otras
dos algunas decenas de miles, aparte de las fricciones entre este órgano y
el Lukiko, que mantenían una oposición latente. El autoritario gobernador
Sir ANDREW COHEN fue entendiendo que no había más remedio que permitir-
le a Uganda evolucionar como estado africano. Pero no antes de manio-
brar a favor de una federación colonial de los tres territorios del A.O.B. El

174
Davidson, Basil: Modern Africa, p. 153.

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problema de Buganda en su relación con el resto de Uganda fue un obstáculo
adicional en ese intento federal, al que se opuso el Kabaka MUTESA II, “defen-
sor encarnizado de la autonomía de su reino”, que hubiera quedado aún más
comprometida en una Federación en manos de los colonos de Kenya. Según
PIERRE BERTAUX el gobernador al no conseguir “convencer al Kabaka, invocó
la convención de 1 900 y considerando su actitud como una falta de lealtad
hacia la corona británica lo deportó a Inglaterra”175 en 1953. Esa medida lo
hizo más popular, incluso en los otros reinos, y aumentó el apoyo a su postura
en la opinión pública de Buganda, por lo que pudo regresar en triunfo dos
años después, tal como sucedió en Marruecos con MOHAMED V. Pero mientras
Buganda se negaba a ceder sus privilegios en la gestión del país, el resto de
los distritos se mostraba igualmente firme en ponerles fin.
A este antagonismo de sumaba la pugna porque los protestantes iban
a tener una presencia política mayor que los católicos, siendo estos más
numerosos, lo que enfrentaba al UNC con el PD. Ninguno de los dos podía
buscar votos en Buganda ante la oposición del Lukiko, del Kabaka Yekka y
del propio Kabaka. Ese fue el momento en que, en diciembre de 1960, el
Lukiko se pronunció por la secesión de Buganda y su independencia apar-
te del resto de Uganda. Inglaterra no tomó en cuenta esta declaración, y
Buganda boicoteó el registro de votantes para las primeras elecciones a
celebrar en todo el país en 1961. Pero el 4 % de los votantes de ese reino
se registraron y votaron por el DP, de los católicos, que de esa escuálida
manera resultó ganador en Buganda, mientras la UPC de los norteños y
protestantes ganaba en el resto del territorio.
El Lukiko estaba alarmado con la perspectiva de que el líder del DP,
BENEDICTO KIWANUKA, católico y “plebeyo” se convirtiera en premier; pero el
hecho de que en definitiva era un baganda dio esperanzas de que, después
de todo el reino pudiera aún jugar algún papel en la conducción de Ugan-
da. Entonces una comisión de investigación inglesa optó por un modelo
descentralizado de gobierno. En él, Buganda tendría un estatuto federal al
interior de una Uganda independiente, con la opción de elecciones indirec-
tas a la Asamblea Nacional, de 91 miembros, a través del Lukiko. Esto signi-
ficaba que los 89 integrantes del Lukiko176 designarían a los 21 diputados
que le correspondían a Buganda en la Asamblea de todo el país, mientras el
resto sería electo por sufragio directo. Los otros tres reinos, Ankole, Bunyoro
y Toro disfrutarían de un estatuto casi federal. Buganda había logrado lo
que quería incrustando sus estructuras tradicionales —que pasaban por las

175
Bertaux, Pierre: África, desde la prehistoria hasta los Estados actuales, p. 276.
176
Desde 1945 un tercio de los miembros del Lukiko, exactamente 31 de los 89, eran
electos por un sistema de varios grados. En 1958 hubo un movimiento popular a favor
de la elección de todos los miembros del Lukiko pero no prosperó.

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de una monarquía constitucional— en el corazón del nuevo Estado. Que-
dó abierto el camino para una alianza con el Congreso de los Pueblos de
Uganda (UPC), y su líder, MILTON OBOTE, un norteño de la tribu Lango. Tanto
el partido Kabaka Yekka, que prácticamente acaparaba todos los puestos
del Lukiko, como la UPC, tenían buenas razones para formar una coalición
contra los católicos sureños del Partido Democrático (DP) de Kiwanuka.
En las elecciones finales previas a la independencia el UPC ganó la mayo-
ría de los puestos fuera de Buganda y el Lukiko eligió miembros del Kabaka
Yekka para todos los asientos correspondientes a Buganda, según el citado
método indirecto. De esa manera MILTON OBOTE se convirtió en el primer jefe
de estado de Uganda al proclamarse la independencia el 9 de octubre de
1962, como jefe de la alianza UPC-KY. Esta combinación de notables de los
distritos y de gobernantes tradicionales era una nueva prueba para Ugan-
da pero pareció reforzarse cuando, un año después, Uganda proclamó la
república con OBOTE de premier y el Kabaka MUTESA II como presidente. Pero
fue una ilusión pasajera. El papel predominante de Buganda fue erosiona-
do por tres vías: el acuerdo financiero entre el gobierno central y el reino
demostró ser insatisfactorio y mal definido, y se vio como un obstáculo. A
mediados de 1964 el UPC había ganado una mayoría suficiente como para
prescindir del KY y sus miembros fueron sacados del gobierno. Por último,
el gobierno efectuó un Referéndum a finales de 1964 en “los condados per-
didos” por Bunyoro y la abrumadora mayoría de sus habitantes eligieron
retornar al control de BUNYORO, una nueva derrota para Buganda.
La lucha entre Buganda y el conjunto de Uganda ahora pasaba a manos
del UPC. Pero el KY respondió infiltrándose en el UPC aprovechando sus
debilidades. Advirtiendo el peligro OBOTE decidió actuar contra las fuertes
lealtades etno-regionales que minaban al país pero, a la crisis en desarrollo,
se sumaron factores externos a través de las inseguras fronteras de Uganda.
Por el norte, actuaban las guerrillas de los pueblos nilóticos del sur de Sudán;
por el sur-oeste estaban los refugiados Tutsis de Rwanda y por el oeste, en el
Congo, los rebeldes Simbas seguidores de LUMUMBA y sus derivaciones. En fe-
brero de 1966 un miembro de KY acusó a ministros del gobierno de contra-
bando de oro desde el Congo. Esta moción, un ataque indirecto a OBOTE, fue
aprobada casi unánimemente en el parlamento y parecía que el premier
iba a perder el poder. Pero OBOTE se adelantó, dando un golpe al arrestar
a cinco de sus Ministros en una reunión del gabinete; a continuación sus-
pendió la Constitución y asumió plenos poderes. En abril promulgó una
nueva Constitución con él mismo como presidente que anulaba los ante-
riores obstáculos a sus planes de gobierno, especialmente, el estatuto fede-
ral de Buganda y los otros reinos, que quedó abolido, lo mismo que todos
los cargos oficiales en manos de las jefaturas tradicionales. Esta desfeudali-
zación radical por decreto puso al país en tensión, especialmente en los pre-
dios del Kabaka; el Lukiko solicitó que el gobierno central se retirara del

206

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suelo de Buganda y tres días más tarde, entre rumores de un alzamiento tra-
dicionalista baganda, OBOTE ordenó al ejército regular intervenir y ocupar el
palacio del Kabaka. Hubo muchas víctimas de ambas partes pero el Kabaka
MUTESA II logró escapar a Londres, donde murió. El exreino de Buganda fue
dividido en cuatro distritos y colocado bajo el estado de emergencia; el
poder feudal había sido derrocado y Uganda pareció entrar en otra etapa
de su historia. La unidad del Estado había sido restablecida a un costo con-
siderable en vidas humanas y con cierto resentimiento en parte del ejército.
En 1967 se promulgó una segunda Constitución Republicana después de un
amplio debate público; los cuatro reinos quedaron formalmente abolidos y
se consolidó el control del poder central sobre los gobiernos locales.
Al analizar este proceso BASIL DAVIDSON formula unas preguntas177 que dan
pie a un debate que sigue abierto hasta nuestros días: ¿Era necesario o
imprescindible para los nacionalistas africanos construir sus nuevas nacio-
nes dentro de las fronteras establecidas por la dominación colonial?, ¿po-
dría haber sido mejor construirla según otros patrones?, ¿habría sido mejor
para Uganda convertirse en media docena de miniestados separados con
una nación-estado del pueblo Banyoro en Bunyoro y una nación-estado del
pueblo Baganda en Buganda?, ¿qué tipo de independencia podrían haber
tenido esos miniestados?, ¿habría sido mejor para Uganda convertirse en
parte de la Federación de Estados del África Oriental que el líder tanzano
JULIUS NYERERE deseaba formar? El historiador inglés no las responde pero
opina que tratar de unir a los pueblos por la fuerza, como ha probado el
ejemplo ugandés varias veces, no resulta exitoso.
En mi opinión la última pregunta, al plantear una posibilidad que va en
dirección contraria a las anteriores, apunta a la realización de una primera
etapa del sueño panafricano de la unidad. En la unión está la fuerza si se lo-
gra bien, o la debilidad si se hace mal. Unir y no balcanizar, como lamenta-
blemente sucedió en A.O.F. y A.E.F., sigue siendo la tendencia más positiva
en principio lo mismo en África, que en Latinoamérica o Europa. En cuanto
a las otras preguntas, es cierto que el tema se presta para una interminable
especulación teórica; pero, en la práctica, admitir la legitimidad del frac-
cionamiento hubiera significado abrir la caja de pandora de las reivindica-
ciones etno-tribales. Esa fue el arma manejada por todos los colonialismos
para dividir a los pueblos, especialmente en la etapa y momento en que
esos nacionalismos emprendieron la descolonización. Un Estado Ashanti,
un Estado Congo, un Estado Zulú, Lunda (Katanga) o Ibo (Biafra), solo hu-
bieran podido intentarse o lograrse por la fuerza. Un estado “pan-somalo”
que, ignorando las fronteras, reuniera a sus tribus dispersas en la periferia
fue lo que intentó Somalia desbordándose sobre sus vecinos y destruyén-
dose tras esa aventura. Tal empeño deconstructor hubiera desmantelado

177
Davidson, Basil: Modern Africa, p. 153.

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las estructuras políticas de poder que los africanos estaban conquistando
progresivamente a sus creadores europeos; y hubiera sumido al continente
en un caótico baño de sangre. La respuesta, como sabemos, la dieron los
propios africanos en la OUA en 1963 al considerar esas fronteras como las
únicas válidas y aceptables.
MILTON OBOTE, aparentemente consolidado en el poder e inspirado por el
ejemplo de la vecina Tanzania y de su amigo JULIUS NYERERE, se inclinó enton-
ces hacia una política de mayor justicia social. En diciembre de 1969 anunció
ante el Congreso del UPC la Carta del Hombre Común en un movimiento
hacia la izquierda que aspiraba a reducir las diferencias económicas entre
las regiones. En el documento se planteó “la participación efectiva del pue-
blo en la economía” y la “diversificación de la producción” y se habló de
darle una “orientación a las inversiones extranjeras”. El gobierno buscaría
una mayor independencia financiera y también la “redistribución de los
ingresos para elevar el poder adquisitivo de la mayoría de la población”.
Tras varios atentados contra su vida, OBOTE prohibió los partidos políticos de
oposición. El 1ro. de mayo de 1970, en el Día Mundial de los Trabajadores,
el Presidente anunció una primera serie de medidas destinadas a reorientar
la economía ugandesa por la vía del “socialismo africano y humanitario”,
como en Tanzania y Zambia.
Los cambios anunciados ese día y adoptados una semana más tarde por
el parlamento parecieron indicar que lo planteado en la Carta del Hombre
Común no eran simples lemas. De inmediato las sociedades privadas —de-
mostrando que los tomaban en serio— los calificaron como “un ambicio-
so programa de nacionalizaciones cuyo resultado será el hundimiento de
la economía del país”. Entre las medidas que alarmaron al sector privado
estaba lo que se vio como “una generalización del control del estado al
conjunto de las empresas privadas” pues el gobierno iba a tener una parti-
cipación del 60 % en todas las sociedades privadas, las cuales (88 en total)
serían indemnizadas en un período de quince años a partir de la ganancia
que obtuviera el estado. Otra disposición buscaba poner el comercio en ma-
nos nacionales mediante la nacionalización de una parte y la transferencia
de otra a los africanos. Algunos indios podrían proseguir en esa actividad
siempre que se ajustaran al reglamento que establecería dónde podrían
instalarse y qué productos podrían vender. Los intereses dañados incluían
a los grupos bancarios Barclay’s, Standard, National & Grindlays y Banco de
Baroda que protestaron de inmediato y movieron sus contactos en Londres.
La Comunidad india y asiática que en su mejor momento había llegado a
120 000 personas era la más perjudicada por su control del sector comercial;
ya antes había sido presionada para que adoptara la nacionalidad ugande-
sa o dejara el país, y unos 60 000 habían partido. Las ricas familias indias
como los Madhvami y Mehla, dueños de grandes plantaciones de caña de
azúcar e igualmente afectadas por la Ley del 60 %, también se sumaron a

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la oposición, deslindando los dos campos: de un lado el gobierno, el UPC
“ampliamente apoyados por la población”,178 y del otro el sector privado
y las grandes empresas extranjeras con influencia e intereses comunes con
las finanzas del Reino Unido. En la propia región se percibía el cambio que
estaba teniendo lugar en el país. En la vecina Kenya, el exvicepresidente del
KANU OGINGA ODINGA, crítico entonces desde la izquierda de la opción capi-
talista tomada por el gobierno de Kenyatta, declaraba en una entrevista en
agosto de 1970 que “Uganda deviene cada vez más socialista, más socialista
incluso que Tanzania. No social-demócrata, no: socialista. Sin tambores ni
trompetas. Yo creo que dentro de poco Uganda va a sorprender al mundo
entero”.179 Pero la sorpresa no vino de OBOTE. Un exboxeador formado mili-
tarmente por los oficiales británicos, que había luchado junto a ellos contra
las guerrillas Mau Mau en Kenya y era comandante del ejército de 9 000
hombres del país, fue el encargado de restablecer el orden neocolonial. En
enero de 1971, mientras el presidente MILTON OBOTE asistía a una reunión de
la Comunidad Británica de Naciones en Singapur, el mayor general IDI AMIN
DADA dio un Golpe de Estado poniendo fin a aquel intento de socialismo
africano. La noticia fue recibida en Londres, según JOHN LONSDALE, “con satis-
facción poco velada”.180
El golpe convirtió al ejército en dueño absoluto del poder tras la
disolución del parlamento y de todos los consejos locales, pero pronto
se vio que el control estaba totalmente en manos de IDI AMIN DADA y de
su errática política voluntarista. Las promesas y los planes iniciales des-
pertaron algunas esperanzas dentro y fuera del país que pronto fueron
disipadas por el gobierno de la arbitrariedad y el terror. La policía y
la administración civil fueron sometidas a periódicas purgas no solo de
desafectos sino por prejuicios étnicos. Hasta el propio ejército fue limpia-
do de tropas u oficiales provenientes de la tribu del depuesto presidente
OBOTE, la etnia Lango e incluso de sus vecinos los Acholi, en el norte del
país. Miles fueron asesinados o huyeron al sur de Sudán. Su lugar fue
ocupado por personal reclutado en el distrito del Nilo Occidental, lugar
de origen de AMIN, en otra parte del mismo norte. La filiación étnica y
religiosa garantizaba la vida y la promoción a los puestos de mando pues
el dictador pertenecía a la minoría musulmana del país (12 %). Jugando
con las aspiraciones de las diversas tendencias, AMIN repatrió los restos

178
N. Ngouo-Ngabissio: Ouganda, la vie socialiste, Jeune Afrique, 26 de mayo de 1970,
p. 24. Todas las citas anteriores relativas al intento izquierdista de Milton Obote provie-
nen de esta fuente.
179
Entrevista de Volker Weyel a Oginga Odinga, Jeune Afrique, 11 de agosto de 1970,
p. 45.
180
Lonsdale, John: Uganda, en Africa South of the Sahara, 1973, p. 948.

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del Kabaka muerto en Londres lo que alentó las aspiraciones de los tra-
dicionalistas de Buganda pero más tarde se vio que no tenía intención
de restaurar los reinos ni las jefaturas ni dar paso a otro poder que no
fuera el propio. El ejército y los demás órganos represivos tomaban lo
que querían y los presupuestos para el desarrollo, la salud, la educación
y el bienestar popular quedaron en el papel mientras sus fondos eran
apropiados por los uniformados.
La Comunidad asiática, hostilizada desde antes, no podía ser la excep-
ción. A los 50 000 indios que quedaban en Uganda se les dio un plazo de
tres meses para que abandonaran el país. Los ugandeses sospechosos de
criticar al régimen desaparecían sin dejar huellas. En un nuevo giro AMIN
expulsó a principios de 1972 a la misión militar israelí a la que había in-
vitado antes y, en la perspectiva continental, se acercó al gobierno libio
del coronel GADAFI. Los choques con Tanzania culminaron en noviembre
de 1978 cuando se produjo una invasión por parte del dictador ugandés
al país vecino. Tanzania respondió con un contra-ataque en enero de
1979 en el que participaron 5 000 soldados tanzanos apoyados por 3 000
opositores ugandeses exiliados en el país. Tras un mes de combates, el
dictador fue derrocado y el gobierno tanzano, favorable al presidente
MILTON OBOTE, mantuvo sus tropas en el país vecino hasta las elecciones
de diciembre de 1980 en las que OBOTE recuperó el poder. La dictadura
de IDI AMIN DADA fue una desgracia para Uganda y costó la vida de unas
300 000 personas.

Kenya, la lucha por la libertad


Hemos visto antes las características de la Kenya colonial, su peculiar
geografía, su composición étnica con dos grupos mayores, los Kikuyu y los
Luo, el fenómeno de los colonos europeos con una ambición de poder in-
congruente con su número, y la formación de corrientes nacionalistas. El
liderazgo inicial de HARRY THUKU y JAMES SAMUEL GICHURU sobre la Kenya African
Union (KAU); creada en 1946 a partir de la Kenya African Association (KAA)
de 1944, había pasado a MZEE JOMO KENYATTA (Johnstone) (1891-1978). Tras
15 años en Inglaterra y otros países europeos, JOMO KENYATTA, que había par-
ticipado de manera destacada en el V Congreso Panafricano de Manchester
en 1945 regresó al país en el otoño de 1946 y al año siguiente recibió la
presidencia del KAU de manos de Gichuru. Sus recorridos por Kenya y sus
discursos a las multitudes de hasta 25 000 personas indicaban un camino
para obtener los derechos y la libertad soñados. Aparte de este líder de
origen Kikuyu, se destacaban otros dirigentes como el maestro luo OGINGA
ODINGA (1911-1994) también muy popular en esas audiencias públicas de
desempleados y campesinos sin tierras. Pero la administración pretendía
ignorarlos.

210

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Figura 3.11. Jomo Kenyatta.

El Consejo Legislativo, instancia consultiva de la colonia, había estado


compuesto solo por miembros designados, todos europeos salvo algún in-
dio, pero ningún africano hasta 1944. Entonces se designó miembro a ELIUD
MATHU, un kikuyu y en 1947, a J. B. OHANGA, un luo, ambos de confianza. La
reforma de 1952 redujo a 10 el número de miembros oficiales o funciona-
rios, incluyó 21 miembros por elección (14 europeos, 6 indios y un árabe) y
seis africanos por designación del gobernador, pero también a 18 miembros
no oficiales designados, todos europeos en la práctica.
En contraste con el África Occidental Británica, donde los Consejos Le-
gislativos ya tenían mayorías autóctonas por elección, los cinco millones de
africanos de Kenya no podían elegir a ningún representante al consejo de
su territorio, copado por los colonos, que eran unos 50 000, o sea, el 1 %. En
cuanto al Consejo Ejecutivo un africano había sido designado para integrar-
lo en 1951, cifra que permaneció igual con la reforma del año siguiente.
Después que el secretario de colonias HALL del Partido Laborista en el poder
había asegurado que no iba a respaldar las intenciones de los colonos, su
sucesor A. CREECH-JONES declaró en una visita a Kenya que su gobierno no
tenía la menor intención de permitir que se liquidaran los asentamientos
blancos en ningún momento. El gobernador MITCHELL, por su parte alentó a
los colonos al repetir el mito justificativo de que era “un hecho histórico”
que las tierras que “hemos” convertido en granjas y poblaciones estaban
deshabitadas a la llegada de los blancos. No habían sido robadas sino que
“las hemos hecho nuestras por el derecho de lo realizado”.181

181
Sik, André: Historia de África, tomo I, p. 42.

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Las autoridades se mostraban indiferentes ante la ruina ecológica que
amenazaba a las reservas tribales donde las técnicas agrícolas tradicionales
ya no se correspondían con las necesidades de subsistencia de una pobla-
ción cada vez mayor, despojada e imposibilitada por los colonos del uso de
las áreas más fértiles. Los latifundistas blancos prosperaban al mismo ritmo
en que los africanos se hundían bajo los controles crecientes del gobierno.
La inflación los golpeaba en los campos y en las ciudades a donde emi-
graban en busca de trabajo y mejor vida. Sin derechos políticos y cada vez
más explotados y humillados los kenyanos estaban al borde de un estallido
social. Ante la popularidad del KANU y sus dirigentes los colonos reaccio-
naron de manera desafiante y violenta. Lejos de buscar un acuerdo con los
nacionalistas o brindarle atención a sus quejas, los colonos redoblaron sus
aspiraciones al completo control de la colonia. Incluso algunos parecían de-
seos de una confrontación que les permitiera aplastar a los líderes africanos
y a sus seguidores y restablecer su pax colonial.
El gobierno, comprometido con los colonos, hizo muy poco por evitar
el choque que, finalmente, se produjo abiertamente en 1952 mediante las
acciones de una agrupación de base Kikuyu, la etnia más perjudicada por
el robo de tierras. Alzados contra la administración colonial y unidos por
ritos y juramentos tradicionales, los rebeldes se reconocían bajo la deno-
minación de Ejército Kenyano de la Tierra y la Libertad, un nombre que no
deja dudas sobre sus objetivos. La muerte de algunos blancos al ser asal-
tadas sus granjas en las White Highland desató una campaña mundial sin
precedentes de demonización y espanto en la prensa internacional y hasta
en el cine y cierta literatura de la época. A su amparo pasó inadvertida la
terrible represión que se abatió sobre el pueblo de Kenya y los Kikuyus en
particular. La relevancia alcanzada por este acontecimiento, que marcó un
hito resonante en el proceso descolonizador sub-sahariano como referente
de lucha armada, amerita reunir y presentar algunas valoraciones de espe-
cialistas, no siempre coincidentes.
El húngaro ENDRE SIK considera que esos ataques armados fueron utiliza-
dos como pretexto para ilegalizar al KAU y detener a sus dirigentes: “Cier-
tos elementos extremistas de la desesperada población africana de Kenya
recurrían a actos de violencia (asesinatos, saqueos e incendios)” y los ingle-
ses “difundieron rumores de que estos actos los cometía una supuesta or-
ganización secreta, a la que daban el nombre de Mau Mau.182 La soviética R.
N. ISMAGILOVA los vio como “una sublevación de los pueblos de Kenya contra
los colonialistas británicos” que “fue conocida como la rebelión Mau Mau”.
Aunque aclara que estuvo dirigida “contra la opresión colonial, y la aliena-
ción de tierras sobre todo” y que “en ciertos casos los rebeldes recurrieron a
acciones armadas” esto fue “una reacción al terror y el racismo practicados

182
Ibídem, p. 49.

212

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por los colonialistas británicos y los plantadores europeos”. Pero especificó
que “este movimiento con sus rasgos nacionalistas y en cierta forma religio-
sos es muy complicado en carácter y requiere serios estudios” pues “incluso
el origen del término Mau Mau no está claro”.183
PIERRE BERTAUX opina que este movimiento “aún mal conocido, se había
desarrollado en la clandestinidad casi total durante tres o cuatro años”, que
“no partía de las tribus sino de los destribalizados” (criterio muy particular
de este autor) y que “al principio era un movimiento no violento” pero
“para mantener el secreto” impuso a partir de 1949 “a sus miembros un ju-
ramento imitado del juramento tradicional de los Kikuyus” que los compro-
metía “a no revelar el secreto de la organización bajo pena de muerte”.184
HENRI GRIMAL coincide en que “la revuelta de los Mau Mau fue el pretexto
que utilizó la administración para iniciar la lucha contra el nacionalismo”
y puntualiza que “no existió un plan de insurrección general que habría
dado lugar a una matanza de los europeos y a sabotajes sistemáticos” (las
víctimas fatales no llegaron ni a la mitad del uno por mil de esa comunidad:
32 en 60 000); fueron solo “atentados localizados contra colonos y africanos
colaboradores que se convirtieron poco a poco en una guerrilla en la que
ambos bandos cometieron abominables atrocidades”.185
DOMINGO AMUCHÁSTEGUI, tras explicar las causas que llevaron a los Kikuyus
a la lucha armada, destaca el papel de sus dirigentes más militantes con ex-
periencia militar y política adquirida durante la Segunda Guerra Mundial,
como DEDAN KIMATHI. Este autor afirma que la insurrección del “movimiento
Mau Mau (implica pertenecer a la Kenya African Union)” y que, en su de-
sarrollo, pasó de los atentados y sabotajes a la táctica de guerrillas en “una
sangrienta guerra”.186 JOHN NAGENDA dice que la frustración llevó a los afri-
canos, “en medio de creciente impaciencia a formar sociedades secretas”,
por lo que “las semillas del Mau Mau habían sido sembradas”; y relata un
hecho que pudo servir de detonador social: “En octubre de 1952 el jefe ma-
yor WARIUHU, una figura dirigente entre los Kikuyus, fue asesinado y hubo
ataques a granjas europeas”.187
A continuación resumiré las opiniones de ELIKIA M’BOKOLO y SOPHIE LE
CALLENEC. Para este historiador congolés y su colaboradora, “el Mau Mau fue
uno de los movimientos de revuelta más espectaculares de fines de la era
colonial, surgido en los años de la década de 1940 en un terreno propicio

183
U.S.S.R. Academy of Sciences, A History of Africa, Kenya, Institute of Africa, p. 357.
184
Bertaux, Pierre: África desde la prehistoria hasta los Estados actuales, p. 279.
185
Grimal, Henri: Historia de las descolonizaciones del siglo XX, p. 291.
186
Amuchástegui, Domingo: Historia Contemporánea de Asia y África, tomo II, p. 391.
187
Legum, Colin (editor): Africa Handbook, Kenya, p. 164.

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al cuestionamiento”. Fue un movimiento esencialmente campesino en su
origen, reclutado mayoritariamente entre los Kikuyu, pero agregan que
también entre los Meru, los Kamba y los Embu. Los Mau Mau eran bien di-
ferentes de los movimientos políticos que surgían en el continente africano
porque no constituían un partido político y además contaban con un débil
grado de conciencia política que no se apoyaba en ninguna construcción
ideológica definida. Expresaban una especie de “saturación”, “la voluntad
de destruir un sistema social y político insoportable, más que una voluntad
de construir un nuevo orden: el deseo de los insurgentes era romper en
pedazos la colonización para darle su lugar al antiguo orden”.
Su Ejército Kenyano de la Tierra y la Libertad era a la vez “una guerrilla,
una horda que practicaba el bandidismo y una sociedad secreta”. Una parte
de sus miembros se reagrupaban en los campos y organizaban verdaderas
incursiones; otros eran informantes, una especie de ejército de la informa-
ción, una tropa presta al relevo, dispuesta a entrar en acción en caso de
necesidad. Decididos a guardar el secreto más absoluto sobre todas sus ac-
tividades a menudo residían en el entorno de los plantadores europeos
que vivían en la ansiedad de ser traicionados y atacados por sus propios
empleados. Estos autores recuerdan que se han hecho numerosos estudios
para establecer si los Mau Mau fueron una simple sublevación campesina
o un verdadero movimiento nacionalista; si se debe hablar de guerrilla o
de guerra (hubo más de 15 000 muertos), de revuelta o de revolución, y las
opiniones están divididas. Se discute mucho su papel y el balance del Mau
Mau en el proceso de alcanzar la independencia. El clima de inseguridad en
que sumió el país a partir de 1949 llevó a la administración colonial a decla-
rar el estado de emergencia en 1952, a pedir la ayuda de tropas británicas y
a utilizar los medios más expeditos para terminar con la rebelión: encarce-
lamientos, incursiones, desplazamiento de poblaciones con el pretexto de
protegerlas del movimiento, muertes y desapariciones.
Por otra parte se interrumpió todo diálogo con las fuerzas políticas
africanas. JOMO KENYATTA, aunque se declaró en todo momento contrario
al uso de la fuerza, fue considerado como el responsable y el jefe oculto
del movimiento y bajo esa acusación fue a la cárcel por una década. Los
Kikuyus, la etnia más numerosa, quedaron excluidos de la vida política.
Pese a su derrota militar en 1956 el terror creado en los campos provocó la
emigración de parte de los colonos blancos y comenzó a hacer desapare-
cer la economía de los plantadores. JOMO KENYATTA encarcelado, se convirtió
en héroe y símbolo y por lo tanto en el jefe indiscutido para implementar
la independencia, obligando a los europeos a restablecer el diálogo con
él. Por último, M’BOKOLO y LE CALLENEC consideran que la llamada de los
blancos al ejército británico en su auxilio probó a la metrópoli que el país
no podría mantenerse solo en manos de los colonos y que la indepen-
dencia había que negociarla con los africanos, que se libraron así, pese a

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ser Kenia una colonia de poblamiento, de tener que pasar por una etapa
rhodesiana o sudafricana.188
De inicio los colonos, que se sabían respaldados, fueron muy hábiles.
Bajo su campaña de lucha contra el “terrorismo del movimiento Mau Mau”
los colonos, la administración y sus amigos reaccionarios de Londres for-
maron un bien orquestado lobby que no tuvo mayor dificultad en ganar
al último gobierno conservador de WINSTON CHURCHILL (1951-1955) para sus
planes. De inmediato se instauró en Kenya un régimen de terror y comenzó
una verdadera guerra criminal contra los africanos, particularmente cruel
con los Kikuyu, con lo que se provocó justamente lo que decían combatir:
la respuesta masiva y violenta de la población. El 20 de octubre de 1952 el
gobernador EVELYN BARING implantó el estado de emergencia y el día 22 las
autoridades coloniales detuvieron a JOMO KENYATTA, presidente del KAU y a
otros cinco miembros de su ejecutivo (Kikuyus, Luos y Wakambas), acusa-
dos de organizar y dirigir el Mau Mau bajo la cobertura del KAU. En pocos
días los presos sumaron unas 200 personas y más tarde se prohibieron
todos los partidos africanos.
El gobierno adoptó la teoría de los colonos según la cual todos los ac-
tos ilegales procedían de los Mau Mau y toda la actividad política de los
Kikuyus estaba controlada por ese movimiento. Para desacreditar a los diri-
gentes detenidos “la administración fingió confundirlos con los adeptos” a
“las prácticas criminales y para legitimar la represión los hizo responsables
de todos los atentados”.189 No fueron encausados por delitos políticos sino
comunes y el juicio se efectuó del 24 de noviembre de 1952 al 8 de abril
de 1953 en el pequeño poblado de Kapenguria cerca del monte Elgon en
la frontera con Uganda. El crimen principal imputado era el asesinato de
europeos dentro de un plan para exterminarlos, pero en realidad en el mo-
mento de la detención de KENYATTA solo había perecido un colono.
En su alegato ante el tribunal KENYATTA rechazó los cargos del acusador:
“No somos culpables y no aceptamos sus conclusiones”… “si usted consi-
dera que al reclamar los derechos de los africanos nos hemos convertido
en eso que usted denomina como Mau Mau, lamento mucho que usted se
haya confundido”, y agregó: “Nosotros los dirigentes africanos nos hemos
pronunciado por la paz, ninguno de nosotros aprobaría la mutilación de
seres humanos, ninguno de nosotros aprobaría esos actos de los que usted
piensa que somos culpables”. Finalmente, KENYATTA declaró: “No pido nin-
guna clemencia en nombre de mis colegas. Pedimos que se haga justicia y
que se corrijan las injusticias que existen ”. 190 Pese a la falta de pruebas que

188
M’Bokolo, Elikia: Afrique Noire. Histoire et Civilisations, tomo II, pp. 483-484.
189
Grimal, Henri: Historia de las descolonizaciones del siglo XX, p. 291.
190
Sik, André: Historia de África, tomo I, pp. 54-55.

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vincularan a los acusados con los actos imputados, el tribunal los declaró
culpables y los condenó a siete años de trabajos forzados, condena que fue
apelada al Alto Tribunal de Kenya que la ratificó en enero de 1954, y des-
pués al Consejo Privado de Londres que la confirmó en mayo de ese año.
Dos meses después de la condena de KENYATTA el gobernador BARING declaró
explícitamente ilícito al KAU en una alocución radial por su no probada
vinculación con el Mau Mau.
Con el pretexto de impedir que los Kikuyus se unieran a la rebelión más
de 50 000 fueron internados en campos de concentración. El comisionado
provincial británico que estuviera convencido de que algún africano era
miembro de los Mau Mau podía ordenar su detención y deportación a esas
“zonas restringidas” y se hacía colectivamente responsable a los habitantes
de una aldea si dejaban de entregar a un presunto guerrillero. También
se facultaba al responsable de seguridad para, si lo consideraba necesario,
desalojar a la población africana de cualquier distrito y destruir sus bienes
personales, incluido el ganado. A fines de 1952 fueron cerradas las escuelas
y colegios independientes Kikuyus, y los maestros, acusados de agitadores
del Mau Mau, fueron detenidos y recluidos en los campos citados. Siguieron
cuatro años de dura lucha, los británicos tuvieron que concentrar 100 000
soldados y gendarmes en Kenya para poder derrotar en 1956 al Ejército de
la Tierra y la Libertad, compuesto de Kikuyus pero también de sus vecinos
Embu, Meru y otros.
Para lograrlo reclutaron a la fuerza a miles de africanos. Así se hicieron
de tres cuartas partes de sus tropas en el terreno, incluidos 30 000 Kikuyus
organizados como guardianes de sus propias aldeas. Por otra parte, hoy
sabemos los horrores que la prensa de la época ocultó sobre las atrocidades
cometidas por el ejército colonial inglés. 60 años después de los hechos,
algunos sobrevivientes establecieron una demanda ante el Tribunal Supre-
mo de Londres en abril de 2011 y el proceso fue recogido por la prensa. El
gobierno británico decidió indemnizar a los 5 228 denunciantes con 19, 9
millones de libras esterlinas por abusos sexuales, torturas y otros maltratos,
hechos que reconoció y lamentó el secretario de exteriores, WILLIAM HAGUE.
También anunció la construcción en Nairobi de un memorial a las víctimas
de torturas y maltratos durante la era colonial, o sea, los 10 000 kenianos
—que fue la cifra de muertos que admitió el gobierno en 1960, muy inferior
a la real— y los 32 colonos blancos que perecieron durante los 4 años de
conflicto.191
“La represión de las autoridades coloniales fue brutal”, publica el diario
El País de Madrid en 2012, “decenas de miles de kenianos murieron o fue-
ron torturados y hasta 1,5 millones de personas fueron retenidas en campos

191
“Gran Bretaña indemnizará a los Mau Mau por los crímenes de la era colonial”,
Granma, 14 de junio de 2013, p. 9.

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para detenidos o llevadas a la fuerza a “poblados protegidos” rodeados
de alambre de espino y patrullados por guardias”. Se han documentado
“palizas, violaciones, apaleamientos y diferentes tipos de tortura realiza-
das por la administración colonial”. JANE MUTHONI MARA, violada primero con
una botella a los 17 años, dice con orgullo: “Tomábamos el juramento para
estar unidos y para pedir libertad y que nos devolvieran nuestras tierras,
robadas por los colonizadores”. GITU WA KAHENGUERI, de 84 años y presidente
de la Asociación de Veteranos de la Guerra Mau Mau aclara que “éramos
un movimiento de masas organizado para liberar a Kenia de la dominación
colonial”. PAULO MUOKA NZILI, de 85 años y KIMWELI MBITHUKA KILATYA, de 89, re-
latan que al ser conducidos a los campamentos de detenidos fueron tirados
al piso, obligados a abrir las piernas y castrados salvajemente: “Me hicieron
tumbarme de espaldas, con las piernas abiertas, cogieron un par de pinzas
y sentí un tirón en los testículos y mucho dolor”, cuenta KIMWELI.
En la guerrilla luchaban con lo que podían: “Como apenas tenían armas
de fuego, los rebeldes usaban lanzas y machetes. Cuando mataban, solían
dejar los cadáveres despedazados”.192 Lanzas y machetes contra ametralla-
doras y toda la tecnología de guerra de un ejército fogueado en el aún re-
ciente conflicto mundial nos dan la medida de la desigualdad de las fuerzas
en pugna. Pero el machete enarbolado por los que están luchando por lo
suyo puede ser un arma implacable. Por algo los soldados españoles temían
tanto las cargas al machete de los mambises en las guerras por la indepen-
dencia de Cuba. Pero los años de lucha cambiaron el panorama, lo mismo
en Inglaterra que entre los propios colonos; la victoria había sido pírrica
pues solo había servido para ganar tiempo y buscar la manera de negociar
con los nacionalistas alguna salida pactada o atenerse a las consecuencias
de una nueva sublevación.
La minoría europea seguía contando con una mayoría en el Consejo
Legislativo y en 1954 el secretario de colonias LYTTELTON decidió invertir el
orden del procedimiento usual y hacer un tímido cambio primero en el
Consejo Ejecutivo. En este órgano junto a los seis directores-funcionarios
habría tres europeos, dos asiáticos y un africano, lo que no significó nada
para los nacionalistas, que continuaron en la cárcel, perseguidos o en el
exilio y de paso dividió a los colonos, pues los ultras se negaban a compartir
el gobierno con los no blancos. Al año siguiente, en una maniobra divi-
sionista, se autorizaron las organizaciones políticas solo a nivel de distrito
aunque no entre los Kikuyus, excluidos y culpabilizados como base de los
Mau Mau. Esta jugada clásica, tan repetida en África por los colonialistas,
tenía la finalidad de combatir el nacionalismo supra-tribal y su proyecto de
unificación nacional. En Kenya se aplicó mediante lo que GRIMAL llama “un

192
Calatayud, José Miguel: El País, “Justicia para los Mau Mau”, Madrid, 14 de octubre
de 2012, p. 8.

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tribalismo exuberante” pues “ninguno de esos pequeños grupos fue capaz,
como lo habría sido un gran partido nacional, de convertirse en el factor
de unificación de las comunidades raciales para la construcción de un Es-
tado multirracial”.193 Esa era la idea de los ingleses: alentar las alternativas
tribo-regionales para minar la acción política coordinada a nivel de todo el
territorio en un fuerte movimiento anticolonial.
El nuevo ajuste de 1958 mediante la Constitución LENNOX-BOYD dio entra-
da a 14 africanos de estos grupos al Consejo Legislativo, pero sus pugnas
los hacían inoperantes aunque, por lo menos se pusieron de acuerdo con
la fracción europea liberal de MICHAEL BLUNDELL en la campaña para pedir la
celebración de una conferencia constitucional en el emblemático año 1960.
LANCASTER HOUSE, el lugar usual para estos casos, fue la sede de esa reunión
de cuatro semanas en Londres que terminó el 21 de febrero de 1960. Allí el
secretario de colonias MACLEOD condicionó el proceso a la preservación del
derecho de cada comunidad a seguir desarrollándose en Kenya que podría
ser independiente siempre que los intereses de las minorías —o sea, los co-
lonos ante todo— estuvieran garantizados constitucionalmente. Los africa-
nos la boicotearon durante la primera semana y se pidió, infructuosamente,
la participación de KENYATTA; el grupo de los 14 africanos estaba dirigido por
el sindicalista conservador TOM MBOYA (1930-1969) y por su colega RONALD
NGALA.
Esta delegación pidió elecciones sobre la base de “un hombre un voto”
en un colegio único, con un gabinete y una asamblea de mayoría africa-
na con algunos asientos reservados para los europeos. Blancos y asiáticos
(hindúes y musulmanes) pidieron colegios separados y sin menoscabo para
con sus respectivos status. Tras un mes de infructuosas discusiones MACLEOD
hizo aceptar como medida transitoria una asamblea con 33 curules “abier-
tos” y 10 para los europeos, 8 para los asiáticos y 2 para los árabes, más 12
“miembros nacionales” (4 africanos, 4 europeos y 4 asiáticos). Esto implica-
ba una mayoría de 37 africanos entre los 65 diputados y que los líderes de
los partidos presentes en la asamblea fueran llamados a ocupar ministerios.
En las elecciones de principios de 1961 no votarían todos los kenyanos sino
solo los alfabetizados que tuvieran un empleo o una entrada de 75 libras
esterlinas anuales. LLEWELLYN R. BRIGGS, jefe de los ultras del Partido Unido de
los colonos pretendió que la conferencia había sido un golpe mortal para
su comunidad para la primavera de 1960 había ya 600 granjas blancas en
venta.
El punto de mayor confrontación era, por supuesto, la cuestión de las
ricas plantaciones de los blancos. Al respecto The Times de Londres esti-
mó que “en último término lo que decide la política en Kenya no son las
cuestiones constitucionales, sino la propiedad territorial” y, optando por los

193
Grimal, Henri: Historia de las descolonizaciones del siglo XX, p. 292.

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colonos, agregó: “Son los pequeños granjeros”… “los que tendrán que so-
portar más duramente las consecuencias del cambio” … “ya que habrán de
abandonar el país”.194 Los africanos no admitían, como pretendía la secreta-
ría de colonias, que se garantizara a los colonos de las White Highlands, Al-
tas Tierras Blancas, un derecho de propiedad cuya legalidad siempre habían
cuestionado. “Es políticamente absurdo que una comunidad inmigrada
—tan poco numerosa— continúe pretendiendo reservarse exclusivamen-
te aquellas tierras”, declaró TOM MBOYA. “Es inevitable” —agregó— “que
el programa de reforma agraria exija la devolución de una parte de las
tierras que ahora están en posesión de unos cuantos grandes propietarios”.
¿Cómo hacerlo? compensándolos “justa y equitativamente”… “en interés
del país”.195 En 1959 se admitió por primera vez el acceso de los africanos
a las tierras altas de la reserva blanca, no en calidad de mano de obra sino
como posibles propietarios.
TOM MBOYA no era, evidentemente, un radical, aunque lo había pareci-
do en Accra en 1958, en la Conferencia de los Movimientos de Liberación
Nacional. Dirigente sindical de la organización de los trabajadores muni-
cipales, pasó a secretario general de la Federación del Trabajo de Kenya.
Esta fue la principal de las organizaciones africanas que no fue prohibida
durante la represión. En 1954 la Confederación Internacional de Sindicatos
Libres lo envió a un curso en la India donde entabló lazos con el sindicalis-
mo norteamericano, obtuvo una beca de un año en Oxford y a los 26 años
hizo un viaje de conferencias por Estados Unidos, estrechando sus vínculos
con las centrales sindicales norteamericanas. Allí organizó el plan de becas
que llevó a Estados Unidos, entre otros, a un amigo suyo, luo como él, que
resultó luego ser el progenitor de BARAK OBAMA. A su regreso, ya con puntos
de vista pro-occidentales, fundó y fue electo presidente del Partido de la
Convención del Pueblo de Nairobi, ciudad capital con 200 000 habitantes,
y pasó a ser uno de los 8 representantes africanos del Consejo Legislativo,
entonces de 58 miembros.
Los partidarios de la emancipación africana fundaron en 1960 un nuevo
partido en la línea del KAU, que aspiraba a representar a todo el país, la
Kenya African National Union (KANU), Unión Nacional Africana de Kenya.
Su presidente fue JOMO KENYATTA, que continuaba en presidio, por lo que la
dirección correspondió a otros cuadros, especialmente dos dirigentes de
origen luo, OGINGA ODINGA (1911-1994), como vicepresidente, y TOM MBOYA
como secretario general. Mientras las organizaciones políticas africanas es-
tuvieron prohibidas el liderazgo urbano pasó a MBOYA y su partido capita-
lino, de igual nombre que el de NKRUMAH. Al formarse el KANU en 1960, el

194
Italiaander, Rolf: La hora de África, p. 108.
195
Ibídem, p. 105.

219

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partido de MBOYA se integró al gran Partido Nacionalista, resultando una
creciente rivalidad entre sus dos dirigentes luo; OGINGA ODINGA fue resultan-
do el líder de su ala izquierdista y TOM MBOYA de la conservadora. Los líderes
Kikuyus y Luos indujeron a la mayoría de los agricultores y a la población
urbana a seguir al KANU.
Las pequeñas etnias ganaderas, ansiosas de defender también sus re-
clamaciones históricas a las mejores tierras, buscaron una alianza con los
pueblos de la costa (Mombasa, Kilifi, Malindi y zonas aledañas) contra la
penetración Kikuyu y Luo en sus zonas. De esa combinación surgió la Kenya
African Democratic Union (KADU), bajo la dirección de RONALD NGALA, parti-
do defensor de una constitución federal. En las dos elecciones siguientes el
KANU resultó mayoritario bajo la dirección histórica de KENYATTA que conti-
nuaba detenido en su celda en Lodwar, temido por los ultras y el gobierno
que lo consideraba un extremista. Por eso preferían tratar de actuar a tra-
vés del KADU interesándolo en la protección de las minorías tanto autócto-
nas (tribus menores) como inmigrantes (europeos y asiáticos). Finalmente
JOMO KENYATTA fue trasladado a Maralal en abril y luego liberado de la cárcel
en agosto de 1961 pasando a liderar plenamente el KANU en enero de
1962 cuando fue electo al Consejo Legislativo. Al mes siguiente una nueva
conferencia londinense del 14 de febrero al 6 de abril de 1962 entre las
partes puso de manifiesto la diversidad y el contraste entre los proyectos de
Estado del KANU y el KADU.
El compromiso alcanzado dejó al gobierno central el control de las rela-
ciones exteriores, las finanzas y el comercio y creó seis autoridades regiona-
les con poderes legislativos, aparte de una cámara baja electa por sufragio
universal y una cámara alta integrada por representantes de los distritos.
Esta estructura solo podría ser cambiada por el 90 y el 75 % de los votos
en las respectivas cámaras. Se acordó la formación de un gobierno de coa-
lición del KANU y el KADU que se constituyó el 2 de abril de 1962 pero que
evidenció sus diferencias, en medio de huelgas, del surgimiento de un Ejér-
cito de Liberación de las Tierras y de amenazas de secesión de los somalos
del norte y la élite árabe de la franja costanera. JOMO KENYATTA se empleó a
fondo para restablecer el orden y su moderación y el respaldo electoral al
KANU en los comicios del 28 mayo de 1963 (75 % a favor de ese partido; 71
de 112 escaños en la cámara baja; 20 de los 38 del Senado y control de 3 de
las 6 asambleas regionales) le permitieron formar gobierno el 30 de mayo
con ODINGA, GICHURU, KIANO, KOINANGE y otros.
El 1ro. de junio Kenyatta prestó juramento como primer ministro ante
el gobernador MACDONALD y de manera repetida y categórica declaró que
no consideraba a los colonos como enemigos sino como ciudadanos en
iguales condiciones. ENDRE SIK afirma que “al acercarse la independencia,
muchos de los europeos que vivían en Kenya —principalmente los gran-
jeros y los negociantes, comerciantes y profesionales urbanos— llegaron

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a comprender que podían continuar tranquilamente sus actividades en
Kenya”.196 Se estimaba que de los 55 000 europeos unos 35 000 se dispo-
nían a quedarse. El 9 de diciembre se liberó a 5 000 presos políticos entre
ellos a 1 500 miembros del Ejército de la Tierra y de la Libertad y el 12 de
diciembre de 1963, en el Estadío de la Libertad construido para el acto
fue proclamada la independencia de Kenya ante delegados de 78 países y
40 000 jubilosos kenyanos. Finalmente, JOMO KENYATTA juró el cargo de pri-
mer ministro de Kenya y declaró que las relaciones con Gran Bretaña no
se habían roto sino que se habían hecho más estrechas aquel día, el más
grande en la historia del país.
El líder kenyano dirigió el gobierno como premier y, más tarde, al pro-
clamarse la República, como presidente hasta su muerte el 22 de agos-
to de 1978. Se elaboró un programa de reforma agraria para transferir
tierras de los colonos a los africanos que no las poseían mediante compras
y reasentamientos. Pero quedó un sector con algunas grandes plantacio-
nes junto a pequeñas granjas africanas particulares en un sistema regido
por las leyes del mercado. En esos años las declaraciones iniciales relativas
a un socialismo democrático africano fueron quedando a un lado mientas
Kenya pasaba ser una de las vitrinas más publicitadas del capitalismo afri-
cano al impulso del modelo preconizado por el ministro de planificación
económica, TOM MBOYA. Debido a esa orientación OGINGA ODINGA dejó la
vicepresidencia del gobierno en 1966 y pasó a una posición crítica desde
la izquierda reflejada en su libro Not yet Uhuru, La libertad todavía no,
de 1967 y en la formación del partido Kenya People’s Union (KPU), Unión
Popular de Kenya.
ODINGA fue detenido en 1969 y permaneció en prisión hasta la primavera
de 1971 pero luego se reintegró al KANU en septiembre de 1971 y murió le-
jos del poder en 1994. El asesinato del otro prominente líder Luo del KANU,
TOM MBOYA en Nairobi el 5 de julio de 1969, a quien se consideraba sucesor
de KENYATTA, revivió algunas tensiones tribales entre ciertos sectores luo y
kikuyus. A la muerte de KENYATTA el poder pasó a DANIEL ARAP MOI el vicepresi-
dente de similar origen étnico que lo conservó hasta su derrota electoral en
2002 por el líder opositor MWAI KIBAKI del Partido Democrático, que puso fin
a 39 años de poder continuado del KANU. IGNACIO RAMONET cita “un caso de
malversación de fondos efectuado por el entorno del antiguo presidente
de Kenia, DANIEL ARAP MOI”197 revelado en noviembre de 2008 por WIKILEAKS.
En las elecciones de 2007 KIBAKI fue declarado ganador contra RAILA ODINGA
lo que provocó luchas etno-políticas que dejaron 1 500 muertos y 600 000
desplazados. Tras una mediación el poder quedó compartido entre KIBAKI

196
Sik, André: Historia de África, tomo I, p. 194.
197
Ramonet, Ignacio: La explosión del periodismo, p. 79.

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como presidente y ODINGA (hijo de OGINGA ODINGA) que ocupó el nuevo cargo
de premier. En la contienda electoral de 2013 RAILA ODINGA se enfrentó al
hijo de JOMO KENYATTA, UHURU KENYATA, que pasó a ocupar la presidencia.
El poema de NICOLÁS GUILLÉN dedicado a la rebelión armada de Kenya, con-
tribuyó en su momento a romper la campaña de propaganda negativa que
pretendió ocultar las razones que llevaron a la lucha del Ejército Kenyano
de la Tierra y de la Libertad contra los usurpadores de su patria:

Mau-Maus198

Envenenada tinta a quienes Londres dijo:


habla de los Mau-Maus matad, comed Mau-Maus;
negros de diente y uña, barred, incendiad Kenya,
de antropofagia y tótem. que ni un solo kikuyus
Gruñe la tinta, cuenta, viva, y que sus mujeres
Dice que los Mau-Maus por siempre de ceniza
mataron a un inglés… servida vean su mesa
(aquí en secreto: era el mismo inglés de kepis y seco vean su vientre).
profanador, de rifle Tinta de largas letras
civilizado y remington, cuenta que los Mau-Maus
que en el pulmón de África arrasan como un río
con golpe seco y firme salvaje las cosechas,
clavó su daga-imperio, envenenan las aguas,
de hierro abecedario, queman las tierras próvidas,
de Sífilis, de pólvora, matan toros y ciervos.
de money, Business, yes). Aquí en secreto: eran
Letras de larga tinta dueños de diez mil chozas,
cuentan que los Mau-Maus del árbol, de la lluvia,
casas de sueño y trópico del sol, de la montaña,
británicas tomaron dueños de la semilla,
y a fuego, sangre, muerte, del surco, de la nube,
bajo el asalto bárbaro del viento, de la paz…
cien ingleses cayeron… algo sencillo y simple
(aquí en secreto: eran ¡Oh inglés de duro Kepis!
los mismos cien ingleses simple y sencillo: dueños.

África Central hacia la independencia


“Rhodesia es un nombre oportuno para esta tierra de piratería y de pilla-
je” declaraba el escritor norteamericano MARK TWAIN tras visitarla en 1895.
“Mr. RHODES y su cuadrilla vienen siguiendo los métodos del pasado. Tienen
autorización para robar y matar y lo hacen legalmente”… “expolian a los

198
Guillén, Nicolás: Obra Poética 1958-1972 (tomo II), Instituto Cubano del Libro, La
Habana, 1973, pp. 32-34.

222

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mashonas y a los matabeles de una porción de su territorio mediante el santi-
ficado viejo método de “compra” sin pago”, luego crean “una discordia y ocu-
pan el resto por la fuerza”. Después “ponen en vigor “normas” que exigen, de
los exasperados y hostigados nativos, trabajar para los colonos blancos”. “Esto
es esclavitud”,199 concluye TWAIN su agudo resumen del “método rhodesiano”
de colonización en sus mismos inicios. Los africanos fueron explotados de mu-
chas formas y hasta debieron pagar por el simple hecho de existir. Entre 1900 y
1904 se estableció el Native Tax, el impuesto personal que solo en Rhodesia del
Norte en un año llegó a entregar al fisco 57 000 libras esterlinas (1910-1911);
para pagarlo el africano se veía obligado a dejar su aldea e irse a buscar traba-
jo, a veces tan lejos como a Rhodesia del Sur o Sudáfrica.
Sobre esas bases se construyo el África Central Británica entregada primero
como concesión al magnate británico y luego, ya en el siglo XX, a los colonos
ingleses que se creían eternos gobernantes por derecho de conquista. Tras la
Segunda Guerra Mundial en las tres colonias de esa llamada África Central
Británica se dieron situaciones y cambios a la vez parecidos y diferentes según
las características de cada una, su población y su economía. Aquí se produjo la
misma evolución desde las identidades tribales hacia los congresos africanos
que se proyectaban hacia la unidad nacional; también hubo al inicio la misma
resistencia de las comunidades de colonos blancos a ceder el control del área y
sus privilegios, pero su número limitado fue imponiendo un cambio de actitud
salvo donde sumaban más; allí, en Rhodesia del Sur, la terquedad de los colo-
nos provocó una larga guerra hasta que Rhodesia pudo ser Zimbabwe.
Pero antes de que el nacionalismo africano pudiera ganar la partida, estas
colonias debieron pasar por el esquema federal que se logró evitar en el Áfri-
ca Oriental. Durante una década los tres territorios se mantuvieron unidos
contra natura en una especie de nueva Unión Sudafricana, del río Limpopo
hasta Katanga (Congo), entre Angola y Mozambique. La dirección del en-
gendro estuvo todo el tiempo en manos de los 200 000 colonos de Rhodesia
del Sur, los 60 000 de Rhodesia del Norte y los 10 000 de Nyasaland. Pero
sobre todo de los primeros, que habían desplazado a la British South African
Company, Compañía Británica de África del Sur (1889-1923), del control del
área ya en 1923 al integrar un Consejo Legislativo por elección y votar en
Referéndum (9 000 contra 6 000) por no unirse a Sudáfrica. Desde entonces
estuvieron al mando y usurparon toda la tierra que quisieron a los Shona y
a los Matabeles o Ndebeles para erigir sus granjas fundamentalmente taba-
caleras, y obligar a los africanos a trabajarlas para ellos como ya vimos a la
fuerza. Allí regía estrictamente la barrera del color separando a los hombres
mediante un racismo manifiesto que negaba a los africanos sus derechos po-
líticos al estilo sudafricano. La pequeña Nyasalandia con 118 500 km2 era y es
el más poblado de los tres territorios con 1 684 194 habitantes (hacia 1940)

199
Twain, Mark: “Boers, británicos y salvajes en Rhodesia”. En: Cronista de su época, p. 59.

223

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mientras Rhodesia del Norte tenía 1 385 100 en sus 752 600 km2; y Rhodesia
del Sur 1 448 300 en sus 390 600 km2 de extensión.200
Los colonos sur-rhodesianos no consiguieron la unión con sus similares de
los otros dos territorios hasta que Inglaterra patrocinó abiertamente sus pla-
nes de predominio en la posguerra. En 1953 se creó la Federación de Rhode-
sia y Nyasa, una unión de las colonias del África Central Británica (A.C.B.), con
bandera, escudo y lugar en la Comunidad Británica de Naciones. Con un área
total de 1 268 630 km2 y una población de 8 990 000 (1958) esta Federación
fue un sueño trasnochado del colonialismo inglés porque ya los colonos no
llegaban tan abundantemente como cuando se formaron Australia o Nueva
Zelandia o Natal. Por su parte los autóctonos, en vez de dejarse arrinconar
o extinguir, formaban movimientos nacionalistas y reclamaban todos esos
derechos que se les negaban en el correcto inglés aprendido en las misiones.
Pero la Federación estaba concebida en función de los colonos y para
mantener el gobierno en sus manos. La política de partnership o asociación
de los territorios, a la que se oponían los africanos, fue impuesta sin siquiera
consultarles. Su esencia fue muy bien descrita por Lord MALVERN, el coautor
con Sir ROY WELENSKY, de la Federación, en una comparación que no dejaba
lugar a dudas: para el primer premier que tuvo la Federación de Rhodesia y
Nyasaland, la relación del partnership era “la misma que existía entre el jine-
te y el caballo”.201 Por supuesto que, para este par del Imperio, el colono era
el jinete y el africano el caballo. Los sur-rhodesianos lo controlaban todo pero
los colonos de los otros dos territorios lo aceptaban porque veían esa unión
como el último dique que podía contener la ola independentista africana.
Desde el principio los colonos sur-rhodesianos manejaron todo el aparato
institucional creado. Dominada por las compañías mineras establecidas en
Rhodesia del Sur y Sudáfrica, la nueva combinación fue capaz de ordeñarle
a la economía nor-rhodesiana, rica en cobre, gran parte de sus beneficios
mineros. El copperbelt o cinturón de cobre, en explotación desde 1928, era el
mayor productor mundial de ese mineral en 1953. En los diez años que duró
la Federación, de 1953 a 1963, esta riqueza le dejó, una vez pagados los im-
puestos, unos 260 millones de libras esterlinas.202 Esa suma era mucho mayor
que todo el presupuesto gastado en esos 10 años por el gobierno colonial de
Rhodesia del Norte y muy poco de ella fue invertido en Rhodesia del Norte,
pero buena parte de ella sirvió para ayudar a la prosperidad de los colonos
de Rhodesia del Sur y a la economía sudafricana. Pero los colonos todavía no

200
Para 2014 el más poblado sigue siendo Malawi (Nyasaland) con 16 777 500, y le sigue
Zambia (Rhodesia del Norte) con 14 222 200 y luego Zimbabwe (Rhodesia del Sur) con
13 182 900 habitantes.
201
Kaunda, Kenneth: Zambia shall be free, p. 86.
202
Davidson, Basil: Modern Africa, p. 157.

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tenían el absoluto control que deseaban. Las dos colonias septentrionales
tenían gobiernos más típicamente coloniales y se enfrentaban a la nueva
realidad de fuertes movimientos nacionalistas africanos.

De Rhodesia del Norte a Zambia; de Nyasaland a Malawi


En Rhodesia del Norte el proceso tomó fuerza en 1948 con la formación
del Northern Rhodesian African National Congress (NRANC), Congreso Na-
cional Africano Nor-Rhodesiano bajo la dirección de GODWIN LEWANIKA y HARRY
NKUMBULA. Más tarde, en 1959, surgió un sucesor mucho más fuerte, el Uni-
ted National Independence Party (UNIP), Partido Unido de la Independencia
Nacional, con el maestro KENNETH KAUNDA como líder “decidido a combinar la
política de no violencia de Gandhi con la acción positiva de NKRUMAH”.203 Ya
antes, en 1944, había surgido en Nyasaland (Malawi) una organización de
corte nacionalista, el Nyasaland African National Congress (NANC), Congre-
so Nacional Africano de Nyasalandia, que contaba con líderes decididos. En
1958, con el regreso después de muchos años en el extranjero (del médico
HASTING KAMUZU BANDA), la organización se hizo más poderosa en la línea
conservadora de este dirigente. En 1959, tras la ilegalización del NANC, fue
formado el Malawi Congress Party (MCP), Partido del Congreso de Malawi
bajo la dirección de HASTING BANDA, ORTON CHIRWA, HARRY CHIPEMBERE, KANYAMA
CHIUME y DUNDUZU CHISIZA. Todos estos movimientos, por su propia esencia y
aspiraciones, se oponían a la Federación, al control político de los colonos y
a la dominación colonial que les había impuesto esa estructura.
La evolución en las dos colonias norteñas fue menos violenta que en su
vecina meridional. Los congresos nacionalistas reclamaban en primer lugar
el principio de la elección democrática e igualitaria —un hombre, un voto—
para los parlamentos y gobiernos de sus territorios; el gobierno de la mayo-
ría, que en este caso significaba, el gobierno africano. Los colonos podrían
compartir el poder pero en proporción con su número real. Eran una minoría
y tendrían solo lo que correspondiera a esa realidad. De inicio ni los colonos
ni el gobierno inglés tomaron en cuenta estos puntos de vista y sobrevino la
confrontación, aunque no se llegó a la lucha como en Kenya. No obstante,
KAUNDA cuenta que debió presionar en ese sentido. Al presentar sus deman-
das al gobernador BENSON en 1953 este le preguntó: “¿No cree usted que los
europeos podrían paralizar el gobierno si aceptamos sus proposiciones?”.
KAUNDA contestó con otra pregunta: “¿Implican sus palabras que para que
nuestras demandas sean tenidas en cuenta, nosotros debemos pasar a la po-
sición de paralizar al gobierno?”.204 Su pregunta no fue contestada.

203
Kaunda, Kenneth: Zambia shall be free, p. 140.
204
Ibídem, p. 87.

225

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A partir de 1958 los Congresos Nacionales Africanos de los tres territo-
rios desplegaron una eficaz actividad política entre las masas con la meta
del sufragio universal. El 26 de febrero de 1959 se decretó el estado de
emergencia en Rhodesia del Sur, se prohibió el Congreso Nacional Africa-
no de Rhodesia del Sur y unos 500 militantes de la “peligrosa” organiza-
ción fueron condenados por el solo hecho de serlo. A la medianoche del
8 de marzo el gobernador SIR ROBERT ARMITAGE declaró igualmente el estado
de emergencia en Nyasalandia y procedió a arrestar a los dirigentes na-
cionalistas. Más de mil fueron a la cárcel, incluido el doctor HASTING BANDA,
presidente general del proscrito Congreso Nacional Africano de Nyasa-
landia. El 11 de marzo se repitió la historia en Rhodesia del Norte al ser
declarado ilegal el Congreso Nacional Africano de Zambia y ser detenida
su dirigencia.
Este acto de fuerza demostró la debilidad de la Federación de los co-
lonos, incapaz de controlar a las mayorías africanas por más tiempo sin
recurrir a la represión. Para NDABANINGI SITHOLE este proceder “fue un error
de cálculo por parte de los gobiernos de los europeos, puesto que des-
de la proscripción de las actividades políticas nacionales africanas,” estas
“en los tres territorios se han duplicado”; “el nacionalismo africano en la
Federación de Rhodesia y Nyasalandia no puede silenciarse declarando
un estado de emergencia o proscribiendo las organizaciones nacionalistas
africanas”. El único acuerdo posible tendría que ser sobre la base de po-
ner fin a la unión impuesta: “los nacionalistas africanos están decididos a
separarse de la Federación para que se realicen pronto sus esperanzas de
una Rhodesia Septentrional y una Nyasalandia plenamente independien-
tes”, concluía SITHOLE en 1959.205 El estado de emergencia le costó la vida a
52 africanos en Nyasalandia y dos años más tarde hubo violentos choques
en Rhodesia del Norte (Zambia) en los que murieron 47 africanos y hubo
3 000 encarcelados.
El 9 de febrero de 1961 KAUNDA lanzó su declaración “Mi pueblo está
cansado”, conocida popularmente como la Declaración Mau Mau: “Advertí
que si WELENSKY y el gobierno británico continuaban frustrando las legítimas
aspiraciones del pueblo africano de Zambia, podría ocurrir una sublevación
masiva en Rhodesia del Norte de tal magnitud que haría lucir al Mau Mau
como un picnic de niños”.206 A esto siguió una ola de resistencia organizada
que las fuentes británicas y coloniales consideraron “una ascendente cam-
paña de violencia. Más de 2 000 miembros del partido UNIP fueron proce-
sados por delitos políticos entre julio y octubre de 1961”.207

205
Sithole, Ndabaningi: El reto de África, pp. 222-223 y 225.
206
Kaunda, Kenneth: Zambia shall be free, p. 155.
207
Tindall, P.E.N.: History of Central Africa, p. 323.

226

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Turquía
Ceuta
Melilla Túnez Irán
Marruecos Iraq
Islas Israel
Canarias
(España) Argelia Libia Ocupado por
R.A.U.
Sahara Israel
Egipto
Arabia Saudí
Mauritania
Mali
Níger
Senegal Chad Sudán
Gambia Alto
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Swazilandia
República de
Sudáfrica Lesoto

Islas Portuguesas
Islas Españolas

Figura 3.12. África en 1970.

227

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Para 1961 en Londres se entendía que había llegado el momento de ha-
cer cambios. A fines del año anterior se había celebrado una conferencia en
Londres para revisar la Constitución de la Federación. WELENSKY la aceptó pen-
sando en obtener concesiones para los colonos y el estatuto de Dominio para
la Federación pero la reunión mostró que los africanos estaban en contra de
mantenerla. Incluso el premier conservador británico HAROLD MACMILLAN —en
el cargo entre 1957 y 1963— mal visto en Sudáfrica por hablar allí de “vien-
tos de cambio”, comprendió que había que marchar al paso de los tiempos.
Bajo la fuerte presión de los logros alcanzados por el nacionalismo africano
por todo el continente, el Reino Unido fue cediendo a favor de un proceso
escalonado, paso a paso, con conversaciones en Londres y mesas redondas
en Lancaster House, hasta la aceptación de la convocatoria a unas elecciones
democráticas sin exclusiones racistas.
En julio de 1961 se puso en vigor una nueva Constitución en Nyasaland
que admitía el voto africano y en agosto el Malawi Congress Party, con
HASTING BANDA al frente, ganó la mayoría de los asientos del Consejo Le-
gislativo. El 1ro. de febrero de 1963 se proclamó el autogobierno y BANDA
pasó a ser jefe del gabinete y, finalmente, en la noche del 5 al 6 de julio
de 1964 Nyasaland pasó a la independencia con el nombre de Malawi. Esta
era la denominación de un grupo de pueblos Bantú —los Nyanja, Chewa
y Tonga— que agrupaban a más de la mitad de la población, compuesta
también por los Yao, Lomwe, Tumbuka y Ngoni. En el segundo aniversario
de la independencia, el 6 de julio de 1966 se proclamó la República, siempre
bajo la dirección de HASTING BANDA y el Malawi Congress Party. Este gobier-
no, cuyo principal producto de exportación es la mano de obra migratoria
hacia la economía sudafricana, mantuvo un intenso comercio con Rhodesia
del Sur y la Unión Sudafricana pese a las sanciones de la O.U.A. Además,
el gobierno de BANDA estableció relaciones diplomáticas con el régimen del
apartheid y mantuvo conversaciones sobre el reconocimiento oficial de Mo-
zambique como posesión portuguesa. En 1971 BANDA pasó a ser presidente
vitalicio pero lo fue por 30 años hasta las elecciones de 1994, ganadas por
BAKILI MULUZI.
En Rhodesia del Norte se promulgó una Constitución en junio de 1961
que establecía un plan de tres etapas de reformas que fue recibido con una
campaña popular de resistencia pasiva. Hubo disturbios campesinos en las
provincias Norteña y Luapula y la inquietud popular continuó pese a las
represalias masivas, el envío de tropas federales al país y la prohibición del
UNIP en varias regiones. En mayo de 1962 30 000 mineros africanos efectua-
ron una huelga de tres semanas por mejores salarios y pensiones que, por
primera vez en la historia, recibió el apoyo de los trabajadores blancos. En
la segunda mitad del año hubo huelgas en las minas de cobre, las plantas
metalúrgicas, las fábricas de tabaco y las plantas textiles. En las elecciones
al Consejo Legislativo de Rhodesia del Norte, a fines del año, el UNIP ganó

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14 asientos, el ANC 7 y se decidió formar un gobierno de coalición. A prin-
cipios de 1963 ese gabinete de unidad pidió su retirada de la Federación,
la adopción de una nueva constitución y la convocatoria de una Asamblea
Nacional electa por el voto de todos. El gobierno de MACMILLAN reconoció el
derecho a la secesión de Nyasalandia en diciembre de 1962 y a principios
de 1963 lo hizo extensivo a Rhodesia del Norte. Se efectuó una conferencia
de representantes del Reino Unido, de la Federación y de las dos Rhodesias
(Nyasaland envió solo observadores) en Victoria Falls del 28 de junio al 3 de
julio de 1963 que decidió disolver oficialmente la Federación de Rhodesia y
Nyasaland el 31 de diciembre de 1963.
El 20 y 21 de enero de 1964 Rhodesia del Norte efectuó las primeras
elecciones generales de su historia, en las que el UNIP ganó 55 de los
75 asientos de la Asamblea Legislativa y su líder, KENNETH KAUNDA, pudo for-
mar gobierno autónomo. El 24 de octubre de 1964 el país fue proclamado
República independiente dentro de la Comunidad Británica de Naciones y
tomó el nombre de Zambia, por el río Zambeze que forma su frontera sur. A
los 39 años, KENNETH KAUNDA se convirtió en el primer presidente del estado,
combinando las funciones de jefe de estado y gobierno. El líder de la inde-
pendencia permaneció en el poder hasta las elecciones de octubre de 1991
ganadas por FREDERICK CHILUBA, que le sucedió.

De Rhodesia del Sur a Zimbabwe


Posando como colonia disidente de la corona británica durante quin-
ce años (1965-1980), la Rhodesia independiente en manos de los colonos
fue la última y también la peor etapa de dominación extranjera que
debió sufrir la mayoría africana del país antes de pasar a ser Zimbabwe.
La desintegración de la Federación de Rhodesia y Nyasaland el último
día de 1963, había puesto fin a las esperanzas de los colonos racistas de
Rhodesia del Sur de continuar subyugando a sus dos vecinos de más allá
del Zambeze. Sin embargo esto solo intensificó sus aspiraciones a pre-
servar su poder sobre Rhodesia del Sur, que entonces pasó a ser, simple-
mente, Rhodesia. Los líderes conservadores de los 226 000 rhodesianos
aspiraban a mantener intacto su control y exclusión sobre los 4 250 000
africanos del país. La razón detrás de esta extraordinaria obstinación
era que la minoría blanca se sentía respaldada por los otros miembros
del eje austral, la “non santa alianza” que formaban con la República
Sudafricana y Portugal en sus colonias, principalmente Mozambique y
su puerto de Beira como tradicional vía del comercio rhodesiano; y tam-
bién estaban los 200 000 000 de libras esterlinas invertidos por el capital
británico, en estrecha vinculación con los 175 000 000 invertidos a su vez
allí por las compañías sudafricanas. Eso explica la comprensión británica
para con las posiciones rhodesianas.

229

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El país de las altas mesetas estaba en plena ebullición desde hacía tiem-
po. El estado de rebelión alentado por el movimiento de liberación en la
propia Rhodesia a principios de la década de 1960 era tan fuerte y turbu-
lento como los que se vivían en los protectorados que luchaban por escapar
de la Federación. La rebelión popular y las huelgas estremecían constante-
mente a Bulawayo, Kwekwe, los suburbios de Salisbury y las granjas de té
del área de Gweru. El 14 de mayo de 1962 la mayoría de los trabajadores
africanos en la capital, Umtali y algunas otras ciudades tomaron parte en
una huelga general de carácter político. En 1962-1964 los choques entre
los africanos y la policía y los casos de incendios premeditados en fábricas,
granjas y plantaciones se hicieron más frecuentes.
El premier sur-rhodesiano EDGARD WHITEHEAD prohibió a fines de 1961 al
National Democratic Party (NDP), Partido Democrático Nacional, que de
inmediato fue sucedido por la Zimbabwe African Peoples’s Union (ZAPU),
Unión de los Pueblos africanos de Zimbabwe, encabezada por el mismo
líder, JOSHUA NKOMO. Pero la ZAPU fue prohibida a su vez en septiembre de
1962 y sus miembros debieron pasar a la clandestinidad. Su programa de-
mandaba el establecimiento del sufragio universal y un gobierno de ma-
yoría africana, la nacionalización de las grandes empresas y una justa ad-
judicación de las tierras. En ese año un grupo de nacionalistas encabezado
por NDABANINGI SITHOLE rompió con la ZAPU por diferencias con su liderazgo
y estableció su propia organización, la Zimbabwe African National Union
(ZANU), Unión Nacional Africana de Zimbabwe.
Cuando se hizo evidente que la Federación se hundía y que la frontera
de la descolonización avanzaría hasta alcanzar las de la propia Rhodesia, la
alarma cundió entre los colonos y los ultras pasaron a predominar dentro
de la minoría blanca. En diciembre de 1962 el poder pasó al Frente Rhode-
siano creado por la unión de varios grupos reaccionarios. El nuevo gobier-
no de mano fuerte se declaró partidario de una independencia para los
blancos sobre la base de la Constitución de 1961 que perpetuaba la exclu-
sión de la mayoría africana al estilo de Sudáfrica. Bajo esa legislación solo
una pequeña parte de los africanos podían ejercer el voto, mientras que la
Asamblea Legislativa de 65 miembros contaba únicamente con 15 autócto-
nos y el gobierno era íntegramente blanco. A principios de 1964 se acentuó
la derechización política de la minoría blanca y la extrema derecha tomó
el control del Frente Rhodesiano. WINSTON J. FIELD debió cesar como premier
y el cargo fue ocupado por IAN SMITH, el hombre que encarnó el empecina-
miento racista de esa Rhodesia en su clímax y extinción.
La represión desatada llevó a la cárcel a JOSHUA NKOMO y a otros líderes
del movimiento de liberación, muchos africanos murieron y miles fueron
encerrados en prisiones y campos de concentración. Para fines de agosto de
1964 IAN SMITH declaró el estado de emergencia imponiendo la arbitrariedad
como sistema en el trato con los africanos y la impunidad para los represores

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por todo el país. NKOMO, SITHOLE y muchos otros líderes y militantes del ZAPU
y del ZANU debieron pasar al exilio. Sobre ese fondo de exclusión fue preci-
sando SMITH su demanda de lo que pudiera llamarse la contraindependencia
de Rhodesia. En noviembre de 1964 efectuó un Referéndum entre los eu-
ro-descendientes y los 18 000 africanos a los que se permitió participar que
resultó, obviamente, a favor de ese tipo elitista de independencia sobre la
base de la Constitución de 1961.
En carta a ALEC DOUGLAS-HOME, todavía primer ministro de Inglaterra por
los conservadores (1963-1964), JOSHUA NKOMO declaró su rechazo tanto a la
Constitución de 1961 como a la consulta efectuada a su amparo y llamó a
una conferencia de las partes que resultara en la garantía de un sistema
electoral bajo el principio de “un hombre un voto”, único admisible. A fi-
nes de 1964 el poder pasó en Londres a manos del gobierno laborista de
HAROLD WILSON (1964-1970) que cambió la táctica con respecto a Rhodesia,
abandonando el apoyo abierto de los conservadores a favor de una velada
connivencia. En febrero de 1965 los laboristas enviaron una misión de ob-
servación que visitó el país durante diez días encabezada por A. BOTTOMLEY,
secretario de la relaciones con la Comunidad Británica de Naciones y al Lord
canciller GARDINER. Ambos se entrevistaron con IAN SMITH y sus ministros y con
los líderes africanos en prisión en medio de manifestantes que demanda-
ban la libertad de los presos políticos y enarbolaban las consignas de “Un
hombre un voto” y “Gobierno de mayoría ahora”. A su regreso los dos Mi-
nistros aclararon ante el parlamento que el Reino Unido no intentaría usar
la fuerza para cambiar la situación rhodesiana, lo que dio una garantía de
impunidad a los extremistas blancos.
Las palabras de HAROLD WILSON advirtiendo que una declaración unilate-
ral de independencia sería vista por Inglaterra como un acto de sedición,
no tendrían más eco que el correspondiente a una firme pero retórica
condena formal de Rhodesia ante la Comunidad de excolonias. Los inte-
reses de firmas como la Anglo-American Corporation of South Africa, la
Tanganyika Concessions y otras muchas fijaban los límites del gesto. IAN
SMITH no fue admitido en 1964 en la Conferencia de la Comunidad Británi-
ca de Naciones y la Asamblea General de la ONU en su Sesión 16, pidió a
Londres que asumiera su responsabilidad como potencia administradora
y estableciera un cambio constitucional a favor de la mayoría africana
en Rhodesia. Pero SMITH siguió adelante y el 5 de mayo de 1965 efectuó
nuevas elecciones minoritarias mientras sancionaba una ley que imponía
condenas de muerte o veinte años de prisión a los africanos que poseye-
ran un arma. Las dos terceras partes de ese electorado apoyaron al Frente
Rhodesiano pero WELENSKY, que se había convertido en el jefe de la oposi-
ción blanca —minoría dentro de esa minoría— no parecía estar tan ciego.
En su opinión “la obsesión por la independencia a cualquier precio (por
parte de los blancos), motivada en realidad por su intención de introducir

231

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cambios en la constitución, les hace colocar las diferencias políticas por
encima de los verdaderos intereses del país”.208
Cuando el premier inglés HAROLD WILSON viajó a Salisbury en octubre de
1965 la arrogancia de SMITH llegó al punto de no recibirlo ni dejarle hablar
ante la televisión del país. No obstante, al encontrarse con NKOMO y SITHOLE,
que habían sido traídos expresamente del exilio, WILSON solo les aconsejó
asumir una postura más realista pues su gobierno no defendería los dere-
chos de la mayoría por la fuerza. El 3 de noviembre de 1965 el gobierno de
SMITH presentó un ultimátum a Londres al dejar establecido que, si no se le
concedía la independencia a Rhodesia preservando el régimen vigente allí,
el Frente Rhodesiano pondría fin a las negociaciones con Gran Bretaña.
Ante la pasividad del gobierno laborista, finalmente, el 11 de noviembre
de 1965 IAN SMITH y sus partidarios proclamaron la Declaración Unilateral de
Independencia, la conocida UDI, por sus siglas en inglés. Ningún país del
mundo reconoció esa mal llamada independencia ni a ese gobierno o Esta-
do. Más allá de las palabras, la simple aceptación del hecho consumado por
parte de Inglaterra llevó a la Organización de la Unidad Africana, reunida
en Etiopía en diciembre de 1965, a solicitar a sus miembros el rompimiento
de relaciones diplomáticas con el gobierno británico.
La reacción de Londres se concretó en algunas sanciones de tipo econó-
mico que obstaculizaban el suministro marítimo de petróleo a Rhodesia
y prohibían la compra de su cosecha tabacalera, aparte de la congelación
de los fondos rhodesianos en los bancos ingleses. La ONU también aprobó
sanciones contra el régimen racista de Salisbury. Los diplomáticos ingleses
decían que el régimen de IAN SMITH solo podría resistir unos meses antes de
verse forzado a entrar en razones. Pero, como dice BASIL DAVIDSON, “a la mor-
dida de este bloqueo le faltaban varios dientes”.209 Así sucedió que Portu-
gal y Sudáfrica le garantizaron todo el petróleo que necesitaba y el tabaco
fue comprado por Alemania, Italia, España, Holanda y otros países. Pese a
su condena y ruptura total de contacto con los “rebeldes”, Inglaterra entró
en nuevas negociaciones con SMITH en 1966 y 1968, que incluyeron reunio-
nes de WILSON con el cabecilla rhodesiano en diciembre de 1966 y octubre
de 1968, pero nada cambió. El 1ro. de marzo de 1970 Rhodesia se proclamó
República, acentuando la ruptura institucional con su Imperio madre.
El gobierno de IAN SMITH se las arregló para seguir adelante y lo hizo gol-
peando cada vez más fuerte a los africanos que se atrevían a protestar mien-
tras multiplicaba las leyes con las que pretendía salvaguardar y aumentar el
poder y los privilegios de los colonos. Para la población africana Rhodesia se
convirtió en un estado policial con todos los no blancos bajo sospecha. Los

208
Grimal, Henri: Historia de las descolonizaciones del siglo XX, p. 303.
209
Davidson, Basil: Modern Africa, p. 159.

232

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movimientos nacionalistas debieron resistir la represión y ganar en expe-
riencia y organización enfrentando, como en todas partes, el reto de lograr
la unidad de la masa discriminada por encima de los antagonismos tribales
entre la mayoría Shona (82 %) y la importante minoría Ndebele (14 %)
como ya había sucedido en la gran rebelión conjunta de 1896-1897. Como
en Sudáfrica, la tradición de la lucha no violenta pesaba en algunos que
no querían comprender que, dadas las circunstancias, esa vía se había agotado
y solo conducía a masacres populares. El referente argelino y, sobre todo,
el ejemplo de la lucha armada en las colonias portuguesas y, en especial, en
el vecino Mozambique, tan inmediato y conectado con Rhodesia, marcó el
camino a seguir para los nacionalistas del país.
Con el tiempo los primeros frentes de 1966-1967, con retaguardia en
Zambia, dieron paso a una etapa de madurez y mayores éxitos a partir de
1972. Esto tuvo mucho que ver con la experiencia compartida en la lucha
junto al FRELIMO, al noroeste de Mozambique, en Tete, contra las fuerzas
rhodesianas y portuguesas. Tras la victoria del FRELIMO en Mozambique en
1974, las guerrillas que luchaban por la liberación de Zimbabwe pudieron
valerse de ese territorio hermano, lo mismo que del de Zambia, para conti-
nuar impulsando la lucha. La incorporación de nuevos combatientes quedó
asegurada ante la aceptación cada vez mayor por la población de la lucha
armada como única alternativa al gobierno racista minoritario. En 1976
Sudáfrica retiró parcialmente su ayuda militar y para 1978 los guerrilleros
pertenecientes en su mayoría al ZANU, habían logrado ganar el control de
gran parte del país. Enfrentados con la posibilidad de la derrota, los colonos
maniobraron para tratar de ganar algún apoyo entre los africanos median-
te un gobierno que incorporara a algunos moderados como fachada más
presentable.
El 3 de marzo de 1978 SMITH firmó un acuerdo con el obispo ABEL MUZOREWA
del African National Congress (ANC), Congreso Nacional Africano, con
NDABANINGI SITHOLE y con el jefe JEREMIAH CHIRAU que les permitía entrar al go-
bierno blanco a partir del 31 de diciembre de 1978. Integrado por un Conse-
jo de Ministros del Frente Rhodesiano, cada ministro blanco contaba con un
co-ministro africano de figurante, mientras el Consejo Ejecutivo disponía
de una presidencia rotatoria pero con IAN SMITH como premier y único poder
verdadero. El gobierno británico del laborista JAMES CALLAGHAN (1976-1979) y
la administración de JIMMY CARTER (1977-1981) aplaudieron la maniobra pero
las naciones africanas, los no alineados y el campo socialista la rechazaron
de plano lo mismo que los jefes guerrilleros y los movimientos nacionalistas
de Zimbabwe, ZANU y, en menor medida, ZAPU, que continuaron la lucha.
Arrinconado, el gobierno racista fue cediendo a regañadientes hasta acep-
tar, finalmente, el principio electoral de un hombre un voto pero tratando
de evitar el triunfo de los nacionalistas radicales. De inicio, el 21 de abril de
1979 se efectuaron elecciones en dos etapas: primero la comunidad blanca

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eligió su cuota aceptada de 20 diputados y luego los africanos pudieron
elegir a 72 representantes, pero de manera que pidieran ser electos solo los
moderados, apareciendo el UANC como ganador con 51. En mayo se formó
un gobierno con JOSAIN GUMEDE como presidente y el obispo MUZOREWA de
premier al frente de un gabinete de “unidad nacional” en que figuraba IAN
SMITH como ministro sin cartera.
En septiembre de 1979 nuevamente Lancaster House prestó sus salones
londinenses para una Conferencia Constitucional, en este caso sobre Rho-
desia, con la asistencia de Muzorewa y del Frente Patriótico. Según lo acor-
dado, el parlamento rhodesiano se retractó el 11 de diciembre de 1979 de
su UDI, el territorio volvió a su status de colonia británica y al día siguiente
la asamblea racista se autodisolvió. Lo poderes ejecutivos y legislativos pa-
saron a Lord SOAMES a nombre de Inglaterra que retiró las sanciones y, en
estas condiciones, se efectuaron nuevas elecciones en febrero de 1980 que,
lógicamente, dieron un resultado bien diferente. De nuevo hubo una pri-
mera etapa en que los eurodescendientes eligieron a sus 20 representantes,
todos del Frente Rhodesiano. Pero de los 80 asientos de los africanos ahora
el UANC ganó solo 3 mientras el ZANU-PF de ROBERT MUGABE ganaba 57 y el
PF-ZAPU de JOSHUA NKOMO 20. Este fue el parlamento de la independencia que
fue proclamada el 17 de abril de 1980 tomando el país el nombre histórico
de Zimbabwe. La presidencia, cargo ceremonial, fue a manos del reverendo
CANAAN BANANA y el cargo de primer ministro le correspondió a ROBERT MUGABE
(nacido en 1924), el líder de la Zimbabwe African National Union-Patriotic
Front (ZANU-PF), Unión Nacional Africana de Zimbabwe-Frente Patriótico.
Como en toda colonia de poblamiento al momento de la descoloniza-
ción, Zimbabwe se enfrentó con la cuestión de los privilegios de los colonos
y su posesión de la tierra, particularmente agudo cuando se constataba que
los blancos, el 1 % de la población, poseían de una u otra forma, hasta el
70 % de las tierras útiles.210 El Frente Rhodesiano, luego Frente Republica-
no (1981) y más tarde Alianza Conservadora de Zimbabwe (1984) siguió
representando a la minoría, alternando con representantes independientes
y contando con el celoso respaldo anglo-norteamericano. En las elecciones
de junio y julio de 1985 el ZANU-PF de MUGABE, con amplio apoyo Shona y
nacional, ganó 63 de los 79 escaños, el ZAPU de Nkomo, muy fuerte entre
los Ndebele obtuvo 15, 1 fue al ZANU-Sithole y, de los 20 asientos reserva-
dos a los blancos, 15 fueron ganados por el CAZ, la Alianza Conservadora
de Zimbabwe de IAN SMITH. El ZANU mantuvo en estos años una orientación
de izquierda y se esforzó por evitar los conflictos étnicos entre la mayoría
Shona y la minoría Ndebele de Matabeleland, al oeste, fomentados por sus
enemigos.

210
The World Almanac and book of facts, 2014, NY (Zimbabwe), p. 853.

234

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La realidad es que, siete años después de la independencia en Zimbabwe
todavía no podía decirse que regía el principio de un hombre un voto por la
cuota reservada de 20 puestos a la minoría blanca, a la que, numéricamen-
te, se privilegiaba con una representación desproporcionada. La población
africana crecía y con ella aumentaba la cantidad de campesinos sin tierras
deseosos de una reforma agraria que les devolviera sus tierras robadas casi
un siglo atrás. En septiembre de 1987 se adoptó un cambio constitucional
que condujo a la abolición de los 20 asientos para blancos en el parlamento
de 100 curules en total y los 10 del senado, igualando en derechos electo-
rales a toda la población del país. En su lugar, los 80 diputados restantes
eligieron a 20 nominados por el ZANU para suplirlos, 11 de los cuales fue-
ron blancos. Ese mismo mes se legisló un cambio hacia el modelo presiden-
cialista y la jefatura del Estado dejó de ser un cargo ceremonial para pasar
a dirigir al gobierno como poder efectivo; el cargo fue ocupado por ROBERT
MUGABE en calidad de presidente ejecutivo.
En abril de 1988 se implementó un proceso de acuerdos entre el ZANU
y el ZAPU que culminaron en diciembre de 1989 con la unidad de ambas
organizaciones en el ZANU-PF como partido único, que incluyó también la
participación de algunos representantes de los europeos. Ese año fue aboli-
do el senado y la asamblea pasó de 100 a 150 miembros, 120 de ellos electos
por vía directa y el resto por designación o cargos como jefaturas tribales y
gobernadores de provincias. En las siguientes elecciones el ZANU-PF ganó
116 de los 120 puestos electos por sufragio universal y en diciembre de 1990
se emitió una ley para la compra de las tierras de la minoría y su transferen-
cia a manos africanas. Esta esperada medida fue resistida por los propieta-
rios y engendró conflictos que, unidos a otras acusaciones usuales en estos
casos, condujeron a una política de sanciones al gobierno de MUGABE por
parte del Reino Unido, la Unión Europea, Estados Unidos y la Comunidad
Británica de Naciones.
El actual presidente de la Unión Nacional Africana de Zimbabwe-Frente
Patriótico, SIMÓN KHAYA MOYO ha declarado en la Habana que su país está su-
friendo sanciones ilegales impuestas por los británicos y los Estados Unidos
“por el mero hecho o delito de querer devolverle la tierra a sus verdaderos
propietarios”. Según KHAYA MOYO “solamente unos 4 000 colonos blancos,
principalmente de procedencia británica, ocupaban en la práctica todo el
territorio de Zimbabwe y nosotros éramos considerados visitantes en nues-
tro país. Durante casi 100 años fuimos empujados a áreas desérticas donde
había poca lluvia y las tierras eran las más malas”. Explica el dirigente que
“tomamos las armas principalmente porque queríamos recuperar nuestras
tierras y ahora las hemos recuperado y, por supuesto, ellos consideran que
por eso debemos ser castigados” y aclara que “los británicos y sus aliados nun-
ca se han sentido cómodos con nuestra posición porque desean un cambio
de régimen”. Eso los llevó, dice, a financiar a la oposición “con la esperanza

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de que triunfaran en las elecciones de 2008” y debido al resultado de esos
comicios “nos vimos obligados a formar un gobierno de coalición”211 en
septiembre de ese año con el jefe opositor MORGAN TSVANGIRAI como premier.
Pero las elecciones de 2013 le dieron al ZANU-PF una mayoría de dos ter-
cios en el parlamento y el presidente ROBERT MUGABE continuó al frente de
Zimbabwe.

La larga lucha por la descolonización del África


bajo control portugués
Portugal tiene una vieja relación con África que se pierde en su propia
historia, dada la cercanía. A su población más antigua, la tribu celta de los
Lusitanos, se sumaron los romanos hacia el 140 a.n.e. y con la decadencia
de Roma llegaron los visigodos en el siglo V n.e. Pero en el 711 una masa
de bereberes norafricanos, guiados por un puñado de árabes, iniciaron la
conquista de toda la península ibérica, tomaron Lisboa en 716 y continua-
ron hasta las montañas del norte en un movimiento migratorio sur-norte
desde el norte de África. Esto se acentuó con la invasión de los Almorávi-
des, los conquistadores de Ghana y Marruecos quienes, venidos desde el
lejano Sahara hacia 1086, llegaron más allá del Tajo hasta Lisboa en 1094
logrando una cierta africanización. Pero, con la llamada reconquista, Por-
tugal se independizó de los moros de España hacia 1143 con Coímbra como
capital hasta 1260, en que el Rey pasó a residir en Lisboa. Aunque hubo
masacres, expulsiones y conversiones forzadas, la sangre mora quedó en el
pueblo portugués, particularmente en Algarve, su zona sur, que retuvo su
posición como extremo occidental de los círculos comerciales del Magreb
islámico. Este es el Portugal que, de cara al Atlántico, lanzó sus naves a los
mares desde la época de la unificación lograda por el rey JUAN (1385-1433),
cuando su hijo ENRIQUE el Navegante patrocinó y coordinó el inicio de una
expansión colonial de enclaves comerciales. A partir de Ceuta en 1415 las
costas de África y sus islas fueron registrando ese avance que en 1488 alcan-
zó el cabo de Buena Esperanza seguido de otro itinerario de contactos por
la costa oriental de África, por las ciudades Swahili, hasta el contorno de
Arabia y la India. Como sabemos, para mediados del siglo XVI Portugal tenía
un Imperio colonial más depredador que productivo enfocado al comercio,
que se extendía por las costas de África Occidental y Oriental, y el inmenso
Brasil, con muchos enclaves en Arabia, Persia, la India, Ceilán, Indochina
y la península Malaya. Para el siglo XVII los holandeses, los británicos y los

211
Perera, Linet: “Entrevista a Simón Khaya Moyo”, Granma, 30 de septiembre de 2014,
p. 5.

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franceses habían desplazado a Portugal de la mayor parte de su fugaz
Imperio, lo que incluyó los beneficios del terrible negocio de la trata de
esclavos, y el reino apenas había logrado retener algo más que Angola,
Mozambique, la Guinea llamada Portuguesa, las islas de Cabo Verde y Säo
Tomé y Príncipe, en África; Brasil en América —hasta 1822— y Goa (India),
Macao (China) y Timor Oriental (junto a Indonesia) en Asia. Para entonces
hacía ya tiempo que Inglaterra controlaba económica y políticamente a Por-
tugal y, por ende, a sus dependencias coloniales, situación que habría de
mantenerse como un rasgo del colonialismo portugués. El movimiento liberal
y anticlerical europeo alcanzó a Portugal en la tercera década del siglo XIX y los
asuntos coloniales entraron en algunos de los debates del momento pero ni la
Constitución de 1822 ni la Carta Constitucional de 1826 incluyeron disposicio-
nes específicas para las colonias. La Constitución liberal de 1838 por lo menos
le dedicó un capítulo con tres párrafos y estrenó una nueva denominación
para estos territorios al llamarlos “Provincias de Ultramar”. En lo adelante, si
los gobiernos en Lisboa eran conservadores, volvían a llamarlos colonias y si
eran liberales, provincias de ultramar, pero en definitiva la esencia del fenóme-
no colonial era la misma con independencia del rótulo con que se identificara
a los territorios africanos de Portugal. Más de 400 años de colonialismo, prime-
ro en enclaves del litoral y en el último siglo, tierra adentro hasta las fronteras
que le impuso el reparto, hicieron del portugués el decano y también, el más
pobre y vulnerable de los imperios europeos en África.
Las Islas de Cabo Verde (4, 033 km2) estaban inhabitadas cuando fueron
descubiertas en 1456 por CA DA MOSTO, un veneciano al servicio de ENRIQUE el
Navegante y quedaron como una posesión privada hasta 1495 en que pasa-
ron al dominio real. La mayoría de sus habitantes descienden de la mezcla
de portugueses y africanos (71% criollos o mulatos, 28% de africanos, 1%
europeos). Escala importante en la Trata de Esclavos, su relevancia decayó
con la abolición de ese infame comercio en 1876 y en el siglo XX sirvió como
puerto naviero.
Guinea Bissau, con 36 120 km2, cuenta con una población que en 1938
sumaba 415 220 habitantes, formada por Balanta (30 %), Fula (20 %), Man-
jaca (14 %), Mandinga (13 %), Papel (7 %) y europeos y mulatos (-1 %).
Este territorio fue una vez el reino de Gabú, que a su vez fue parte del gran
Imperio Mali. Después de 1546 Gabú se hizo más autónomo y todavía exis-
tían porciones de ese reino hasta 1867. El primer europeo en internarse
en esta área fue el explorador portugués NUÑO DE TRISTÄO en 1446, fecha de
su descubrimiento. Algunos colonialistas de las islas de Cabo Verde obtu-
vieron derechos comerciales en el territorio que se convirtió en centro de
la trata de esclavos portuguesa en los siglos XVII y XVIII. En 1879 se rompió la
conexión con las islas, tras la abolición de ese inhumano comercio y en 1886
se delimitaron con Francia las fronteras que le separan de Senegal y Guinea
Francesa.

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Säo Tomé y Príncipe, con 1 001 km2 está habitada por una población que
en 1940 sumaba 60 490 habitantes, compuesta de mestizos de europeos y
africanos, angolares (descendientes de esclavos angolanos), forros (descen-
dientes de esclavos liberados), serviçais (trabajadores contratados en Ango-
la, Mozambique y Cabo Verde), tongas (descendientes de serviçais nacidos
en las islas) y europeos.
Los portugueses desembarcaron en las costas de Angola a fines del
siglo XV y entraron en relación con el reino Congo al norte, que fue cayendo
bajo su influencia por la trata de esclavos, el terrible negocio organizado con
la isla de Säo Tomé como escala, al inicio como monopolio portugués en el
siglo XVI y que continuó mientras hubo demanda en América hasta apenas un
cuarto de siglo antes de comenzar el XX. Sao Paulo de Loanda o Luanda data
de 1575 cuando los portugueses iniciaron su primer establecimiento perma-
nente en la costa angolana y luego se fue ampliando el dominio portugués
por el litoral hasta 1648, para continuar en un segundo momento hacia el
sur hasta Mossâmedes en 1840. Hacia el norte el conflicto de intereses por la
cuenca y la desembocadura del Congo terminó con la concesión a los belgas
de la costa norte del estuario, separando a Cabinda del resto de Angola en
1886. En ese año se delimitaron las fronteras con el Congo Francés (al norte
del Enclave de Cabinda, que fue conocido como el Congo Portugués) y con
el África Sud-Occidental Alemana (Namibia) aunque estas fueron reajus-
tadas en 1926. Lo propio se hizo con Rhodesia del Norte (Zambia) en 1890
y 1891, cuando Inglaterra le impuso al estado lusitano la aceptación de su
dominio sobre el área central entre Angola y Mozambique mediante un hu-
millante tratado con el que empezó su reinado CARLOS I de Portugal. Dentro
de esas fronteras, que delimitaron un área de 1 246 700 km2 quedaron una
gran cantidad de etnias y pueblos que en 1940 se estimaban en 3 738 010
habitantes. Entre ellos los más numerosos, en la meseta en la zona centro
sur eran los Ovimbundu, con los Kimbundu al norte en la región de Luan-
da, y más al norte, los Congo o Bacongo que cubrían hasta el enclave de
Cabinda. Hacia el interior los Lunda-cokwe o Ctchokwé que se continúan
más allá de la frontera con el Congo-Kinshasa; los Nyaneka, los Nganguela
y los Herero hacia el suroeste y otros grupos como los Voambo, Oshindonga
y Khoisan.
Mozambique recibió las migraciones de los bantúes en el primer mile-
nio de nuestra era y más tarde los comerciantes árabes, persas y swahilis
se establecieron en su costa, formando una cadena de puertos comercia-
les, las ciudades estado Swahilis como Sofala, punto de salida del oro del
Monomotapa. Esa costa fue explorada por VASCO DE GAMA en 1498 pero la
colonización no comenzó hasta 1505. Para 1510 los portugueses controla-
ban todas las ciudades del litoral iniciando una dominación resistida por la
población islamizada de la costa. El nombre del territorio viene de una villa
en una isla costanera donde los portugueses establecieron una fortaleza

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en el siglo XVI. Su población está integrada por el bloque septentrional de
los Makwa o Makua y los Lomwe, al norte y noreste que, con sus parientes
lingüísticos Ngulu y Cuabo, conforman el conjunto más numeroso (40 %),
seguido de los Tsonga, Tswa y Tonga al sur (los Ronga en el extremo sur, en
la zona de la capital); las etnias del Bajo Zambeze (Nyungwe, Barue, Podzo,
Sena y Mbo), el grupo Shona o Xona-karanga común con Rhodesia (Zim-
babwe) en la provincia de Manica y Sofala; los Chewa o Cewa al interior, al
norte del rio Zambeze, en Tete; los Yao al este del lago Nyassa o Malawi,
y, al norte de estos, los Ngoni ya en la frontera con Tanzania. En 1875 la
disputada región de Delagoa Bay, descubierta por los portugueses en 1502
y explorada por LOURENÇO MARQUES en 1544, fue reconocida a Portugal que
más tarde trasladó allí la capital de la colonia en 1907, que tomó el nombre
de ese explorador, LOURENÇO MARQUES (hoy Maputo). Había sido un asenta-
miento comercial holandés entre 1721 y 1730 y las islas en esa bahía fue-
ron ocupadas por los ingleses en 1865 pero Portugal la venía reclamando
contra los ingleses y cuando Transvaal trató de ocuparla en 1868 la disputa
llegó a su punto máximo, hasta el arbitraje de 1875. Los acuerdos de 1891
definieron las fronteras con los ingleses y los de 1894 con Alemania en Tan-
gañica. Mozambique fue organizado como colonia en 1907 y hasta 1942 se
compuso de dos partes: el territorio bajo administración directa portuguesa
y el territorio administrado por la Mozambique Company, compañía char-
tered británica creada en 1891 que cubría los distritos de Manica y Sofala.
Por aquí era que la vecina colonia inglesa de Rhodesia del Sur viabilizaba
su comercio hasta la costa a través del ferrocarril Salisbury-Beira. Cuando
la carta de la Mozambique Company expiró el 19 de julio de 1942, ese
territorio volvió a la administración portuguesa. La colonia, en conjunto,
tenía un área de 801 590 km2, y una población que en 1940 se estimaba en
5 081 266 habitantes.
Para el análisis de la evolución política del área africana bajo control por-
tugués hacia la formación de los movimientos de liberación nacional nos
basaremos, principalmente y en lo relativo a Angola, en el interesante estu-
dio de ARMANDO ENTRALGO, Formación de la vanguardia angolana.212 Para este
autor el anticolonialismo y la nacionalidad en Angola evolucionaron en es-
trecha interdependencia desde fines del siglo XIX a partir de un conjunto de
pueblos y etnias de desigual desarrollo, agrupados o atrapados dentro de
esas fronteras por la conquista portuguesa, que “no constituían una nación
angolana” en el sentido europeo del término. Los legítimos antecedentes
del movimiento anticolonial están en las luchas contra el ocupante a partir
de 1576 bajo una dirección tribo-feudal, que se continuarán impenitentes
hasta el propio régimen salazarista e intercambiarán influencias, recíproca-
mente, con el reformismo protonacional, en su momento. Esos jefes que,

212
Entralgo, Armando: África. Política 5, pp.120-131.

239

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de inicio, invocan tratados de alianza y no de vasallaje con Portugal son
de modo objetivo los antecesores del nacionalismo moderno. Comparten
una misma línea de dignidad con los mestizos y africanos de la costa que
buscaron un lugar propio entre el comercio de portugueses y brasileños, o
con los líderes del movimiento religioso sincrético de las iglesias africanas
independientes a partir de la década de 1920, o con “las masas brutalmen-
te proletarizadas que resisten como pueden el “contrato” y el sistema de
trabajo forzado” en los años del colonialismo puro y duro. Nunca es total-
mente recta la historia de las luchas políticas y no se puede pretender que
exista aquí, en medio de una realidad tan compleja, un anticolonialismo
coherente de dirección monoclasista y nacional liberador, tipo manual.
Para el desarrollo del anticolonialismo angolano ENTRALGO nos propone
una primera época protonacional, constituida por dos etapas sucesivas. Una
primera a partir de 1870 y hasta el inicio del salazarismo a fines de la dé-
cada del veinte del siglo XX, en la que existe un reformismo de mestizos
assimilados que va ganando fuerzas sobre todo en Luanda. Una serie de
periódicos de corta tirada en lengua portuguesa fueron apareciendo en
Luanda dirigidos por blancos liberales, que llegaron a hablar de indepen-
dencia angolana, unión con Brasil y hasta de una relación semicolonial con
Estados Unidos. Entre ellos A civilisaçao d´África Portuguesa en 1866, en el
que se distingue entre civilización portuguesa y civilización lusoafricana, al
estilo brasileño. Hay que detenerse aquí e incluir en estos análisis un hecho
que, por mucho que indaguemos, no encontraremos en los otros imperios
coloniales en África: un gran polo de atracción extracontinental surgido del
mismo Imperio y exitosamente liberado de él en fecha temprana (1822).
En efecto, la influencia, el ejemplo, la enormidad, y hasta la relativa simi-
litud de la composición étnica y la proximidad del Brasil lusoparlante van
a convertir al gigante sudamericano en un factor muy importante en esta
historia del colonialismo portugués en África. Otra particularidad, en este
caso nefasta, del caso portugués fue, ya en el siglo XX, el retraso que los ins-
trumentos, tanto policiales como ideológicos, de la larga dictadura fascista
de SALAZAR-CAETANO ocasionaron al movimiento liberador en las colonias.
Volviendo a la primera etapa protonacional, en 1873 apareció O Cruzei-
ro do Sul, un órgano republicano y reformista que puede ser considerado
como el paso a una nueva fase del anticolonialismo angolano. Su figura
principal fue JOSÉ DE FONTES PEREIRA (1823-1890) quien en 1882, en O Futu-
ro de Angola, se preguntaba “¿Qué beneficios ha recibido Angola bajo
la administración portuguesa?”, y contestaba: “la más negra esclavitud, el
desprecio y la más completa ignorancia”. FONTES fue lapidario en cuanto a la
misión civilizadora y, supuestamente, sin racismo de los portugueses, de los
que dijo que “no usan su inteligencia para civilizar a un pueblo por el cual
no sienten respeto, y esto se comprueba en el refrán “com preto e mulato,
nada de contrato”. Por tales declaraciones fue amenazado de muerte por la

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administración portuguesa y sus colonos a través de la reaccionaria Gazeta
de Loanda, pero en 1901, sus continuadores publicaron el célebre A voz de
Angola clamando no deserto, un compendio de reclamaciones reformistas
dentro del sistema, pero con un marcado giro hacia la cultura anglosajona
europea. En el momento en que Inglaterra imponía su voluntad a Portugal
y ejercía sobre sus dominios una especie de colonialismo indirecto mediante
presiones, inversiones y pactos asimétricos y, al mismo tiempo, hacía una
crítica despiadada de la gestión de Lisboa en su periferia colonial, estos
hombres no pedían la independencia sino el reemplazo de los portugueses
por los ingleses. Gran riesgo tratándose de la que entonces era la primera
potencia colonial del mundo, pero algo similar haría medio siglo después,
en 1955, la tribalista Unión de los Pueblos del Norte de Angola (UPNA), de
los bacongos angolanos, cuando pidió en la ONU el fideicomiso norteame-
ricano para el “reino del Congo”.
Con la caída de la monarquía y la proclamación de la república en Lis-
boa en 1910, y la resultante Constitución de 1911, el liberalismo llegó a
las colonias —de nuevo provincias de ultramar— y dio paso a una etapa
de pequeños partidos políticos y algunos sindicatos en Luanda. El Parti-
do Reformista de Angola no agrupaba únicamente colonos, sino mulatos
y “hasta negros assimilados” y su órgano fue O Reforma, pero solo pidió
el fin de la esclavitud ilegal. Por su parte los mestizos prefirieron organi-
zarse aparte por primera vez hacia 1912 en la Liga Angolana, igualmente
reformista, que contó con el respaldo del gobernador portugués NORTON DE
MATOS y la firme oposición de los colonos, unos 20 000 hacia 1920. En 1920
apareció en Lisboa la Liga Africana, entre los assimilados residentes en la
capital del Imperio ahora republicano y liberal; su interés era captar a los
pocos estudiantes africanos y mulatos llegados a la ciudad para darle “un
carácter organizado a los vínculos entre los pueblos colonizados”; y en 1922
surgió allí el Partido Nacional Africano con una composición similar. Am-
bas organizaciones, la Liga Africana y el Partido Nacional, se pronunciaron
contra el oprobioso trabajo forzado, entonces en pleno auge, y contra la
discriminación racial. El lenguaje que utilizaban, aunque aceptaba la “do-
ble condición”, implicaba una conciencia de su primordial africanidad que
los diferenciaba ya de los portugueses, primer paso hacia la definición de
una nacionalidad angolana: “Nosotros no somos simplemente portugueses.
Antes que ser portugueses nosotros somos africanos. Somos portugueses de
la raza negra. Estamos orgullosos de nuestra doble condición”.
Por entonces se crearon los consejos legislativos bajo control del gober-
nador, con cartas orgánicas para cada provincia. En Angola para ser ciuda-
dano portugués había que ser assimilado, esto es, saber leer y escribir en
portugués —casi el 40 % de los metropolitanos no sabían— poseer medios
y pagar impuestos, mostrar una buena conducta, con usos, creencias y cos-
tumbres diferentes a las masas autóctonas sin destribalizar. Hacia el final

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del período, se da el contacto con el panafricanismo de WILLIAM E. B. DU BOIS
en la segunda sesión de su III Congreso, que se trasladó de Londres a Lisboa
el 1 y 2 de diciembre de 1923. Organizada por la ya citada Liga Africana de
Lisboa cuyo presidente era el profesor y diputado JOSÉ DO MAGALHAES, mulato
de Angola, esta sesión lisboeta reunió delegados de la propia Angola, Mo-
zambique, Guinea, Cabo Verde y Säo Tomé junto a los afroamericanos. Para
BASIL DAVIDSON tales desarrollos fueron posibles porque “la República portu-
guesa permitió discusiones inteligentes acerca de un futuro en el cual los
hombres negros debían ser tratados como iguales por los blancos”. En su
opinión, “Si hubo “asociaciones culturales” en Angola y Mozambique que
podían discutir legalmente las quejas y aspiraciones africanas, fue porque
la política republicana al menos tenía cierta tolerancia por las ideas de un
“colonialismo fiador”.213
Pero el 28 de mayo de 1926 se produjo un golpe militar por parte de la
derecha que inició 48 años de “dictadura nacional”, primero bajo el reac-
cionario profesor universitario ANTONIO OLIVEIRA SALAZAR hasta 1968 y luego
con MARCELO CAETANO hasta 1974. Esto abrió un período de brutal represión
y de retroceso, con medidas como el Código del Indigenado de 1926 que,
al igual que su homónimo francés, negaba todos los derechos a la mayoría
africana. El número de colonos creció hasta 44 000 en Angola que, pese
al robo de las mejores tierras, se asentaron sobre todo en las ciudades.
En esta sombría segunda etapa del protonacionalismo reformista estas cir-
cunstancias determinaron una involución; no obstante, en la capital algu-
nos elementos burgueses fundaron la Liga Nacional Africana en 1929 cuyo
reformismo fue tan cauteloso que no tiene punto de comparación con sus
predecesores de los años liberales (1910-1926), con gobernadores permisi-
vos como el citado NORTON DE MATOS. Ahora regía el salvajismo de la temida
PIDE, la policía del régimen, entrenada por la gestapo nazi y los franquistas
como ayuda a sus similares de Lisboa. Esta segunda etapa del reformismo
protonacional cubrió desde fines de la década del veinte hasta la Segunda
Guerra Mundial, cuando ese reformismo languideció bajo la fuerte repre-
sión del Estado Nuevo y se expresó mediante un conjunto de organizaciones
que se vieron muy limitadas en su actuación bajo esa noche colonial-fascista.
BASIL DAVIDSON afirma que “después de 1932, cuando SALAZAR logró su personal
control sobre la escena portuguesa, le puso fin a todas las cuestiones del
reformismo colonial. Las “asociaciones culturales” fueron desbandadas o
transformadas en títeres de la administración”.214
No obstante, hubo interesantes excepciones y “deslices”. Entre ellas
EDUARDO MONDLANE menciona una organización fundada a inicios de los años

213
Davidson, Basil: The liberation of Guiné, p. 24.
214
Ibídem, p. 25.

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de la década de 1920, el Gremio Africano que luego pasó a ser la Asociación
Africana (Associaçâo Africana) con demandas que alarmaron a los colonos
y al gobierno. Ya en la década de 1930 la campaña de intimidación e infil-
tración de los fascistas neutralizó a su dirección que asumió una línea más
conformista. Pero se formó un ala más radical que se escindió y formó el
Instituto Negrófilo al que el régimen obligo a cambiar su nombre por el de
Centro Associativo dos Negros de Moçambique, que reunió principalmente
a los africanos negros mientras los mulatos se vinculaban en mayor núme-
ro a la Asociación Africana. También se formó una tercera organización
llamada Assiaçao dos Naturais de Moçambique, de inicio defensora de los
derechos de los blancos nacidos en Mozambique pero que en los años de
la década de 1950 abrió sus puertas a otros grupos étnicos y fue bastante
activa en la lucha contra el racismo. Hubo igualmente organizaciones más
reducidas para los musulmanes africanos o los indios pero, en general, to-
das llevaron adelante su actividad política bajo la cubierta de un asociacio-
nismo basado en programas sociales, actividades culturales, deportivas, de
ayuda mutua u otras similares.
Especial atención merece, entre la prensa vinculada a estas asociacio-
nes, el periódico O Brado africano (El grito africano) establecido por la
Asociación Africana bajo la dirección de los hermanos Albasini. Antes de
ser amordazado por el reforzamiento de la censura colonial en 1936, esta
publicación de Mozambique logró convertirse en un vocero efectivo de la
insatisfacción generada por el mal gobierno. En un sorprendente editorial
del 27 de febrero de 1932 decía a las autoridades: “Ya no podemos seguir
resignándonos a los perniciosos efectos de sus decisiones políticas y admi-
nistrativas. De aquí en adelante nos negamos a hacer mayores e inútiles
sacrificios”… “Ya es suficiente”. Sobre el divorcio entre lo legislado en el
papel y la realidad apuntaba: “Insistimos en que ustedes cumplan con sus
deberes fundamentales, no con leyes y decretos, sino con actos”. Con res-
pecto a las desigualdades sociales era claro: “Queremos ser tratados en la
misma forma que ustedes”, y añadía: “No aspiramos al confort del que
ustedes se rodean gracias a nuestras fuerzas, no aspiramos a su refinada
educación” y “mucho menos aspiramos a una vida dominada por la idea de
robar a su hermano” porque “aspiramos a nuestro “estadio salvaje” el cual,
sin embargo, llena vuestras bocas y vuestros bolsillos”. Por último, el edi-
torial reclama: “Demandamos algo, demandamos pan y luz”… “repetimos
que no queremos hambre ni sed o pobreza o una ley discriminatoria basada
en el color”, y advierte: “Aprenderemos a usar el bisturí”… “la gangrena
que ustedes expanden nos infectaría y entonces ya no tendríamos fuerza
para actuar. Ahora la tenemos”… “Nosotros, las bestias de carga”. Sorpren-
de que la censura haya permitido la publicación de este alegato que deja
tan mal parado al “luso-tropicalismo”. Tras citar este revelador documento,
el mozambicano EDUARDO MONDLANE comenta que de este texto emerge con

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claridad una línea de demarcación entre colonizador y colonizados, viéndose
estos como un conjunto dominado frente a otro conjunto, el grupo coloniza-
dor, con el que contiende por el poder. Es interesante, dice MONDLANE, notar
el completo rechazo de los valores del colonizador, la orgullosa forma de
asumir el “estadio salvaje” y la definición de la civilización del colonizador
como dominada por “el robo al hermano”.215 Por todo esto y pese a la
neutralidad portuguesa, la Segunda Guerra Mundial afectó, como indica su
denominación, a todo el orbe y las colonias lusitanas recibieron las influen-
cias motoras del cambio de mentalidad resultante de la derrota del fascis-
mo sobre sus movimientos anticoloniales en tránsito hacia el nacionalismo
radical.
Durante el conflicto mundial y en la posguerra, a pesar de la represión
y el estancamiento del colonialismo pobre de Portugal, se vivieron las in-
fluencias del inicio de la descolonización en Asia y luego, en la propia Áfri-
ca. En Angola se pasó lentamente del reformismo protonacional al plan-
teamiento de la independencia nacional como objetivo de un nacionalismo
radical; de la actitud assimilada al redescubrimiento de la cultura angolana
autóctona y, bajo la persecución gubernamental compartida con los comu-
nistas portugueses, al estudio y la incorporación del marxismo como ideolo-
gía de los nacionalistas más avanzados. Se pasó del intelectualismo urbano
minoritario al interés por las condiciones del campesinado mayoritario y
su medio, que se canalizó en las museques de los alrededores de Luanda,
Benguela y demás ciudades “blancas”. En resumen, de la guerra mundial
al momento fundacional del MPLA, Movimiento Para la Liberación de An-
gola en 1956, se observa una evolución inconfundible, desde las posiciones
del nacionalismo clásico a un movimiento de liberación nacional de órbita
antimperialista y proyección socializante. Algo similar ocurrió en Guinea,
Mozambique y las demás colonias.
Pero el gobierno portugués asumió la posición oficial de negar que exis-
tiera un problema en las colonias portuguesas en base a unos razonamien-
tos muy parecidos a los de los políticos galos que sostuvieron hasta el final
la tesis de la “Argelia Francesa” como parte integrante de su República
“una e indivisible”. Las guerras de liberación victoriosas, los obligaron final-
mente a cambiar y aceptar los hechos pero solo cuando ambos gobiernos
se hundieron en sendas crisis en 1958 (fin de la IV República Francesa) y
1974 (Revolución de los Claveles en Portugal). Se ha pretendido que desde
la instauración del fascistoide Estado Novo en la década de 1920 el prin-
cipio rector en la relación de la metrópoli con las colonias fue la supuesta
existencia de una nación portuguesa común supracontinental que unía en
un solo Estado a los pueblos de sus territorios en Europa, África y Asia. El
13 de junio de 1933 ANTONIO DE OLIVEIRA SALAZAR, el profesor universitario

215
Mondlane, Eduardo: The Struggle for Mozambique, pp. 106-107.

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devenido dictador, declaró en la sesión inaugural de la primera conferencia
del Imperio Portugués que “Angola, Mozambique y la India están bajo la
autoridad única del Estado, exactamente como el Minho o el Beira, somos
una unidad política y jurídica” porque “constituimos la variedad en la uni-
dad, un campo de trabajo común dentro de las condiciones definidas por
los intereses de todos. En relación a los otros países somos una unidad, una
sola y la misma por todas partes”. 28 años más tarde, el 30 de junio de 1961,
con Angola en crisis por la rebelión, SALAZAR dijo prácticamente lo mismo
ante la Asamblea Nacional: “Ha sido un grave error considerar las provin-
cias portuguesas de ultramar como territorios meramente coloniales, un
error pensar que nuestra constitución política podría sancionar la unión de
territorios dispersos si no existiera, efectivamente, una comunidad de senti-
mientos que expresa la unidad de la nación”. La crítica iba contra el debate
efectuado al respecto en la ONU de un “asunto interno” de Portugal y ase-
guraba que ”toda esta serie de equívocos debía desaparecer en presencia
de la actitud de blancos y negros que, víctimas indistintas del terrorismo,
proclaman que no abandonarán esta tierra”. Pero el mundo de 1933 no era
el de 1961 más que en su mente, negada a los cambios. De hecho Portugal
no admitió nunca las demandas africanas y, en la apreciación de BASIL DAVID-
SON, el gobierno de Lisboa estaba seguro de que el país estaba demasiado
atrasado y era demasiado pobre como para soportar tales cambios de ma-
nera que, o bien lo controlaba todo sin contemplaciones o lo perdería todo
sin remedio. En efecto, lo perdieron todo, pues este empecinamiento llevó
a la radicalización de los movimientos de liberación de las colonias portu-
guesas, a los que no les dejó otra opción que el camino de la lucha armada
hasta la derrota portuguesa final.
Pero en aquellos años la propaganda oficial fantaseaba con le exclusi-
vidad portuguesa, que habría logrado la fusión de varias razas en el cri-
sol de una supuesta civilización común. Según lo enunciaba el historiador
brasileño GILBERTO FREYRE ese fenómeno se había iniciado desde el siglo XV
con los contactos de los portugueses con las poblaciones autóctonas de las
regiones tropicales. El resultado habría sido el surgimiento de un tipo de
civilización original que se decía más cristiana que europea, es decir “cris-
tianocéntrica” y que FREYRE llamaba “lusitano-tropical”. Esta civilización po-
nía los factores culturales por encima de la diversidad étnica, por lo que
“el más negro de los negros de África es considerado portugués sin tener
que renunciar a un modo de vida adaptado al medio tropical”.216 En ver-
dad el “luso-tropicalismo” resultaba una cortina de humo para encubrir
las profundas desigualdades y la explotación de las mayorías colonizadas y
edulcorar la asimilación. Según NDABANINGI SITHOLE “el propósito de la política
portuguesa es matar en embrión al nacionalismo africano. Es más, apunta a

216
Freyre, Gilberto: Portuguese Integration in the Tropics, Lisboa, 1961, p. 47.

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impedir que surja la concepción misma del nacionalismo africano”, y expli-
ca que “conforme al sistema del assimilado, se le enseña al africano a que
se vea a sí mismo como un portugués y no como un africano” porque “la
política portuguesa se propone matar al africano que hay en él y poner en
su lugar un portugués” pues “la meta” … “parece ser obtener un portu-
gués de piel negra”. Para SITHOLE, “al aceptar al africano asimilado, los por-
tugueses no hacen más que recuperar al portugués que sembraron en él.
En otras palabras, se aceptan a sí mismos y no al africano”.217 Este espejismo
solo alcanzaba a una reducida minoría; por ejemplo, en Angola en 1960 ha-
bían 37 873 assimilados en una población de cinco millones de habitantes.
La expresión oficial de esa política portuguesa se basaba en la afirma-
ción de la vocación misionera de la nación portuguesa por el “patronato
del Oriente” (padroado do Oriente), a partir de la bula papal del 4 de
mayo de 1493 que le adjudicó el África a Portugal en un reparto a priori,
400 años antes de la Conferencia de Berlín. Todos esos siglos avalaban
la inclusión, como cuestión de principios, de esa vocación debida al pa-
tronato en el artículo 133 de la Constitución. El objetivo era favorecer
un proceso de asimilación que debía conducir a la sociedad pluri-racial
“lusitano-africana” o “lusitano-asiática”, entendiendo siempre que la in-
fluencia cultural tendría que ir en un solo sentido o dirección. Es decir, que
era a las sociedades autóctonas a las que les correspondería aculturarse
para elevarse por la asimilación hasta el nivel de la civilización cristiana
occidental en su versión portuguesa. En este esquema la discriminación
racial era ignorada, no podía existir, pues los autóctonos de los territorios
de ultramar eran nacionales portugueses, de la misma manera en que
cada colonia, no era tal sino “provincia” al mismo título que lo podían
ser las diez del territorio metropolitano. Por eso la Constitución subraya-
ba el principio de la unidad política en su primer artículo, denominado
De la nación, en que se definía el territorio de Portugal como integrado
en Europa por el continente y los archipiélagos de Madera y Azores; en
África Occidental por el archipiélago de Cabo Verde, la Guinea y las is-
las de Säo Tomé y Príncipe, Cabinda y Angola, y en África Oriental por
Mozambique; más los de Asia y Oceanía. La Constitución de la República
Portuguesa “unitaria y corporativa” —y, evidentemente, colonialista— en
su segunda parte incluía el Epígrafe VII, “De los territorios portugueses de
ultramar”. En su artículo 133 destacaba que “está en la esencia orgánica
de la Nación portuguesa, al desempeñar la función histórica de colonizar
las tierras de descubrimiento puestas bajo su soberanía, el que obren en
ella los beneficios de la civilización” para “ejercer la influencia moral que
le corresponde en virtud del patronato del Oriente”. Era algo así como un
colonialismo de derecho divino o papal.

217
Sithole, Ndabaningi: El reto de África, pp. 42-43.

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Esas provincias de ultramar, “integrantes del Estado portugués, son so-
lidarias entre sí y con la metrópoli” (artículo 135), lo que implica “la obli-
gación de contribuir en forma adecuada a asegurar la integridad y la de-
fensa de toda la nación y los objetivos de la política nacional definidos en
el interés común por los órganos de la soberanía” (artículo 136).218 Todos
estos principios abstractos no se cumplían en la realidad colonial, y Angola
o Mozambique no eran para nada, provincias iguales a las de Europa, todas
estaban igualmente sometidas a la dictadura salazarista. Por otra parte, el
principio de la diferenciación entre unas y otras quedaba reconocido en el
artículo 134 de la propia Constitución que especificaba que los territorios
de ultramar “son denominados jurídicamente provincias y tienen una orga-
nización político-administrativa adaptada a la situación geográfica y a las
condiciones del medio social”, o sea, diferente. La integración en el régimen
general de administración existía solo como enunciado o tendencia y en la
práctica y en el lugar, regían estatutos especiales para las provincias. En las
condiciones coloniales era obvio que se cumplía con el refrán que sentencia
que “del dicho al hecho hay mucho trecho”. La Carta Orgánica del Imperio
colonial portugués de 1930 había sido sustituida por la Ley Orgánica de
los Territorios de Ultramar de Portugal, del 27 de junio de 1953 y luego los
decretos del 1ro. y 5 de julio de 1955 fijaron el estatuto administrativo de
cada una de las provincias de ultramar. Tales “provincias” resultaron discri-
minadas legislativa y políticamente, aunque de manera “constitucional”,
por la forma en que se implementó la adaptación de su “organización po-
lítica y administrativa”… “a la situación geográfica y a las condiciones del
medio social”, tal como rezaba el artículo 134. Aunque el poder quedaba
realmente en manos del ministerio correspondiente de Lisboa por vía de
su representante el gobernador general de Angola, o de Mozambique —y
del gobernador en los otros territorios— en las dos colonias mayores exis-
tían además un Consejo de Gobierno y un Consejo llamado Legislativo. El
primero, en los dos casos, se componía de 8 miembros que consistían en
6 altos funcionarios y 2 miembros del consejo legislativo designados por el
gobernador general. El segundo, que se reunía dos veces al año para una
sesión de un mes, estaba sujeto al poder de veto del gobernador general y,
en caso de conflicto, se hacía lo que dijera el Ministro de las Provincias de
Ultramar. El Consejo Legislativo de Angola contaba 26 miembros, de ellos
18 elegidos y 6 designados, mientras que el de Mozambique tenía 24, con
16 elegidos y 8 designados.
La desigualdad discriminatoria entre la metrópoli y sus colonias llamadas
provincias se evidenciaba de manera clara en la representación que ambas
partes de la “nación luso-africana” tenían en la Asamblea Nacional. De los
130 diputados que la componían según el artículo 85 de la Constitución

218
Zeigler, Jean: La contrarrevolución en África, p. 177.

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revisada en 1959, Portugal contaba con 107 puestos en representación de
sus 8 440 000 habitantes; mientras que los 13 400 000 de las “provincias de
ultramar” solo tenían 23. Esto quiere decir que el Portugal europeo elegía
un diputado cada 78 878 habitantes, mientras el “otro”, el de los territo-
rios de ultramar, elegía uno cada 582 608, quedando siete veces menos re-
presentado. Angola y Mozambique, en particular, cuyas poblaciones eran,
respectivamente, de 4 832 000 y de 6 592 000 habitantes, no tenían más
que siete diputados electos —y esto es fundamental— solo por una exigua
minoría en que predominaban los colonos. Según EDUARDO MONDLANE en Mo-
zambique, donde los colonos portugueses (50 % analfabetos) habían pasa-
do de 18 000 en 1932 a 85 000 en 1960, solo hubo 93 079 votantes califica-
dos en las elecciones de 1964 y en algunos distritos las cifras de portugueses
(“no indígenas”) y votantes eran casi las mismas: en Manica y Sofala habían
31 205 “no indígenas” y los votantes fueron 31 054; en Cabo Delgado 3 894
portugueses y el voto fue ejercido por 3 890 personas y en Niassa, 1 490 “no
indígenas” y votaron 1 489 electores.219 Ese solo hecho demostraba la false-
dad de la proclamada igualdad jurídica entre las provincias metropolitanas
y las de ultramar y dejaba claro que, al igual que en la Asamblea Nacional
Francesa, aquí también los europeos, eran “más iguales” que los otros, los
afro-asiáticos. En definitiva estos números no intentaban ser más que un es-
pejismo formal, aparte de que ni siquiera los colonos podían crear partidos
políticos y solo se permitía el partido de gobierno Acción Nacional Popular.
Ya hemos visto como se manejaban muchas veces las elecciones en las colo-
nias de la democrática y republicana Francia ¿cómo iban a ser distintas bajo
el primitivismo dictatorial del “Estado Nuevo”?, no cabe la ingenuidad de
hacerse ilusiones al respecto.
Tampoco se las hacían los más conscientes entre los colonizados de la
élite, que eran los que votaban —si pagaban impuestos por más de 10 000
escudos, pues el voto era limitado y censitario— y comprendían que esta no
era la vía. Aparte de los nueve millones y medio de africanos que ni siquiera
aparecían en los registros electorales, quedaba este grupo de assimilados y
similares, de las capas medias. Según EDUARDO MONDLANE en Mozambique el
94 % de la población, integrada por millones de campesinos y dividida en
tribus, quedaba al margen de estas estructuras, lo mismo que el 3,5 % más
o menos destribalizado que vivía en las periferias urbanas, mientras la mi-
noría europea u occidentalizada solo llegaba al 2,5 %; en 1950 la integra-
ban 67 485 blancos, 29 507 mulatos, 15 188 indios, 1 956 orientales y solo
4 555 africanos assimilados.220 ¿Cómo pensaba esta élite?, AMÍLCAR CABRAL
explicó hacia 1972 que la pequeña burguesía indígena se escindía, como

219
Mondlane, Eduardo: The Struggle for Mozambique, pp. 38-39; 42-43 y 47.
220
Entralgo, Armando: África.Política.5, p. 331.

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regla, en tres grupos en relación con el movimiento de liberación. Había
una minoría que aún deseando el fin de la dominación extranjera, se aliaba
a la clase social dominante y se oponía abiertamente a este movimiento
conformando un polo contrario con el objetivo de defender, ante todo, su
seguridad social; había también una mayoría de elementos vacilantes e inde-
cisos en el medio; y en el polo opuesto había otra minoría cuyos componentes
participaban en la creación y en la dirección del movimiento de liberación.
Esta trisección de las comunidades humanas es una reacción característica
en las sociedades en momentos de elección y definición ante una situación
dada, y determina esos tres segmentos: los conservadores, que no quieren
riesgos ni cambios y se aferran al status quo; la mayoría intermedia que no se
pronuncia, en parte oscilante y conducible, que puede ser influida según se
presente la coyuntura en uno u otro sentido; y el grupo más importante en el
orden cualitativo, el propulsor del cambio, que asume los riesgos y se declara
abierto a la novedad y la experimentación, que impulsa las transformaciones
y va haciendo la historia, en este caso, de la descolonización.

Figura 3.13. Amílcar Cabral.

Las situaciones coloniales de explotación y dependencia creaban las lla-


madas condiciones objetivas para el paso a la lucha liberadora. El salario
mensual de un blanco era de 185 dólares en las ciudades y de 61 dólares en
el campo, mientras el africano ganaba 55 en los medios urbanos y 15,1 en
los rurales. Todos los hombres indígenas entre 16 y 60 años debían pagar
un impuesto personal. El estudio del Código de Trabajo Indígena de 1928
reveló que un africano que hubiera trabajado 300 días al año debía pagar
del 22 al 33 % de su salario mediante una tasa progresiva; o sea, que cada
año el trabajador laboraba tres o cuatro meses en beneficio exclusivo de la
administración colonial. En las tierras de las que se habían apropiado los

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blancos, las autoridades aplicaban el trabajo forzado que cada año alcan-
zaba a decenas de miles de personas. Aparte de algunos tipos de “contra-
tos”, el régimen exigía a los jefes tradicionales un número determinado
de trabajadores a entregar en fecha y lugar previstos, so pena de castigos
corporales, que en caso de muerte debían ser sustituidos por otros. Esta
“sustitución”, según el informe Galvao de la propia administración, hacía
que los implicados fueran tratados peor que los antiguos esclavos cuyas
muertes implicaban una pérdida económica como propiedad, mientras que
si moría un “forzado”, se reponía con otro sin costo alguno para el patrón.
Esto regía también para la forma más extendida de captación o de trabajo
forzado propiamente dicho, basada en los reclutados mediante redadas de
la policía en ciudades y campos, llevándose a los hombres más vigorosos
para un trabajo determinado. Aunque en el papel la legislación limitaba
este método solo a los trabajos de utilidad pública (construcción de carre-
teras, puentes, cuarteles o lo que fuera), en la práctica los reclutados eran
alquilados a los colonos y empresarios blancos porque se hacían muy pocas
inversiones públicas en el entendimiento de que las colonias debían vivir de
sus propios recursos.
Entre los factores que favorecen el despertar nacionalista están el uso
intensivo de la mano de obra africana fuera de la economía tradicional de
subsistencia que implica una semiproletarización; la imposición de los lla-
mados cultivos comerciales de exportación en detrimento de esa economía
tradicional africana, con el consiguiente empobrecimiento del campesina-
do; la eliminación de todas las formas de autogobierno indígenas, incluso
las más modestas; los excesos de los colonos portugueses en la explotación
de los contratados y/o forzados; la falsedad e hipocresía de la política colo-
nial portuguesa de participación y aceptación de los assimilados, la discri-
minación racial oficialmente negada pero evidente, la represión y persecu-
ción de la intelectualidad pensante y la frustración creada por una situación
estancada y sin salida y, aún así, mantenida por la fuerza. La emigración
del campo a la ciudad y a los centros de explotación y producción de las
riquezas hizo salir en estos años a un tercio de los angolanos del medio tri-
bal hacia la plena economía de mercado debilitando las estructuras preco-
loniales sin hacer desaparecer el vínculo tribal, trasplantado a las periferias
urbanas de las senzalas de Lobito o las museques de Luanda, villas-miseria
de contratados y marginales. La inmigración portuguesa siguió aumentan-
do las cifras de los colonos de 44 000 en 1940 a 59 000 en 1950 y a 179 000
en 1960, hasta llegar a unos 350 000 en el momento final. Esta inundación
desplazante que, por su baja calificación, restaba plazas a los africanos y
aumentaba la discriminación racial en el trabajo y la sociedad, motivó un
mayor malestar social de los assimilados y de los otros sectores, traducido
en manifestaciones reprimidas por la PIDE que, a su vez, generaron más
protestas.

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Progresivamente las capas de la pequeña burguesía, los oficinistas, en-
fermeras, maestros, pequeños comerciantes, los pocos profesionales, sensi-
bilizados por la discriminación y los atropellos, fueron tomando conciencia
de la necesidad de buscar el vínculo con las mayorías del campo, única for-
ma de emprender la lucha contra el poder. Del medio urbano a esa otra rea-
lidad abrumadora, el puente de comunicación eran las gentes de la senzala
y el museque, más cercanos y en contacto con el preto boçal, el prieto bozal
u hombre de campo, que apenas había comenzado a destribalizarse por la
fuerza de las circunstancias y que debía constituir el apoyo indispensable
para poder desarrollar acciones anticoloniales de envergadura, en especial,
la lucha guerrillera. Un pequeño núcleo de blancos de pensamiento radical,
incluso algunos con conocimientos del marxismo, integraban en Luanda en
1943 una organización denominada Sociedad Cultural de Angola que logró
difundir algunas concepciones novedosas entre su auditorio. Por otra par-
te, dentro de la Liga Nacional Africana se produjo una división entre una
línea conservadora y un sector progresista que pasó a organizar en 1948
la Asociación de Naturales de Angola (ANANGOLA), dirigida por VIRIATO DA
CRUZ, autorizada por las autoridades. Ese mismo año ANANGOLA publicó el
primer número de Mensagem, su revista cultural, que solo pudo publicar
un segundo número en 1950 antes de que se cancelara el permiso de edi-
ción. Bajo el certero lema de Vamos a descubrir Angola los intelectuales de
ANANGOLA se proponían el rescate de sus valores culturales autóctonos,
los orígenes de una identidad propia con el propósito de “desasimilarse” y
acercarse por la raíz al preto boçal y sus problemáticas. Esa búsqueda cul-
tural apuntaba a fijar la diferencia con lo europeo, como en tantas otras
situaciones coloniales en que ese rescate se había constituido en el paso
previo al nacionalismo; la carga política del proyecto era difícil de ignorar.
En 1948 en Lisboa algunos estudiantes residentes en la Casa dos Estu-
diantes do Imperio se propusieron fundar un Centro de Estudios Africanos
(CEA), con propósitos muy similares a los de Mensagem. El permiso fue so-
licitado y otorgado en el entendimiento de que investigarían sobre las len-
guas africanas. A los tres primeros, AGOSTINHO NETO, AMÍLCAR CABRAL y MARIO DE
ANDRADE, se unieron FRANCISCO TENREIRO y, posteriormente, LUCIO LARA, EDUARDO
DOS SANTOS, DEOLINDA RODRÍGUEZ DE ALMEIDA y otros. Todos estos nombres estu-
vieron ligados a la difícil y muy importante gestión anticolonial del Centro
de Estudios Africanos y participaron, de una u otra manera, en sus forma-
tivos debates. Para BASIL DAVIDSON todo esto fue una forma de “reafricani-
zarse” mediante el aprendizaje de las lenguas de sus pueblos de origen.
ANDRADE se convirtió en un poeta en su lengua nativa, el kimbundu; CABRAL
continuó formándose como ingeniero hidráulico y NETO, otro distinguido
estudiante de kimbundu, se graduó como médico. Mientras tanto sus dis-
cusiones políticas comenzaron a alcanzar el punto de determinar las vías
y medios, hasta entonces poco claros, por los cuales podrían participar en

251

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la liberación de sus países. Comenzaron a estudiar la estructura colonial y
poco a poco llegaron a la conclusión de que no se podía hacer ningún pro-
greso real dentro del marco organizativo erigido por los portugueses. Para
avanzar necesitaban emprender un proceso largo de democratización en
todos los aspectos de la vida, desde la educación primaria hasta el liderazgo
político, y para lograrlo, comprendieron que alguna forma de revolución
sería necesaria en el futuro.221 El salazarismo suprimió el CEA a los dos años
de su fundación.

Figura 3.14. Agostino Neto.

Todos estos jóvenes intelectuales asociados en la oposición común a la


opresión colonialista comprendieron bien pronto que hasta la más leve de-
mostración de rechazo o protesta desataba una reacción desproporcionada
por parte del régimen. La lección resultante de la experiencia adquirida en
la etapa del CEA, en Lisboa, y de Mensagem en Luanda, los llevó a la con-
clusión de que resultaba imperativo prepararse de manera clandestina para
una larga lucha por la independencia. De esa concientización, los pioneros
de la lucha por la liberación nacional hicieron surgir en 1953 el Partido de la
Lucha Unida de los africanos de Angola (PLUA). El panorama fue cambian-
do hacia una creciente proliferación de las actividades antiportuguesas, ya
bien mediante publicaciones culturales o en otros casos, a través de organi-
zaciones que, en algunos casos, lamentablemente reducían su actividad al
viejo marco etnotribal o lingüístico; pero esto no rebasaba el marco urbano
y apenas llegaba a las mayoritarias zonas rurales, decisivas para la lucha.
Fue en este contexto que apareció el Movimiento Popular para la Libera-
ción de Angola (MPLA), en diciembre de 1956, el año de las independencias

221
Davidson, Basil: The Liberation of Guiné, pp. 29-30.

252

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de Sudán, Marruecos y Túnez, y de la Ley-Cuadro. La nueva organización
surgió en Luanda de manera clandestina y fue producto de la unión del
PLUA con otras organizaciones afines, siendo su primer presidente un per-
seguido de la PIDE, ILIDIO MACHADO, empleado de correos como LUMUMBA.
En el quinquenio siguiente el MPLA supo crecer acorde a las circunstan-
cias hasta convertirse en un verdadero movimiento anticolonial de masas,
que sabía ganar a otros grupos para su lucha como el Movimiento por la
Independencia Nacional de Angola (MINA), que se le fusionó entre 1957 y
1958. Su proyecto político fue depurando un lenguaje comprometido con
la justicia social desde los inicios y con la órbita nacional como objetivo,
superando la diversidad tribal. Combatiendo lo que fue condenado como
presiones centrífugas etnotribales, el MPLA fue reconocido pronto por su
interés incluyente en sumar todos los grupos a la posible dimensión nacio-
nal que se proponía consumar. Para el profesor español JOSÉ MARTÍNEZ CARRERA,
de la Universidad Autónoma de Madrid, “mientras el MPLA tenía una más
amplia base popular y una mayor raíz nacional siendo mayoritario en el
país y teniendo una ideología marxista, las otras organizaciones eran mino-
ritarias y aparecían como vinculadas a intereses occidentales”.222 Entre las
otras corrientes presentes en Angola, con una primera fase de desarrollo a
partir de la emigración bacongo-angolana hacia el Congo-Belga, se desta-
caron de una parte la Unión de Poblaciones de Angola (UPA), y de la otra,
el Movimiento Mesiánico de SIMÂO TOKO. La cohesión y el dinamismo de
esa etnia fueron canalizados a través de un anticolonialismo conservador
y pro-occidental de base tribal, lo que era una realidad que implicaba un
desafío para los planes de unificación de los Movimientos de Liberación Na-
cional, tanto de Angola como del Congo Belga y del Congo Francés.
Desde un principio el MPLA se pronunció por la lucha armada contra la
violencia salazarista a partir de la mayor unidad de fuerzas posibles: “El co-
lonialismo portugués no se retirará sin lucha. Para que el pueblo angolano
se libere no hay más que una vía: la lucha revolucionaria”, la cual tenía un
requisito previo: “Esta lucha no será victoriosa si no se desarrolla a partir
de un frente único de todas las fuerzas antimperialistas de Angola, sin dis-
criminación política, social, religiosa o filosófica, en un amplio Movimiento
Popular de Liberación de Angola”. Así rezaba el Manifiesto del MPLA de
1956 que descartaba la vía del acuerdo imposible con el cerril colonialismo
de SALAZAR; aquí no habría independencias concedidas sino que habría que
ganarla con las armas, mediante la lucha revolucionaria y a partir de un
frente único de fuerzas antimperialistas que, en calidad de tales, no serían
proclives a una solución neocolonial. Esa en definitiva sería la diferencia
fundamental entre la ola de independencias de 1960 y la que impondrían
con su rebelión los movimientos de liberación nacional de los territorios

222
Martínez Carrera, José: Historia de la descolonización, p. 390.

253

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bajo dominio portugués unos quince años más tarde. Pero en ese momento
fundacional, a la hora de aunar voluntades, se marcaba la distinción entre
los antimperialistas y los otros; la experiencia africana de esos mismos años
mostraría que no bastaba con oponer todos los colonizados al colonizador
como contradicción fundamental si luego, en el momento decisivo de la
independencia, el poder lo tomaban los neocolonialistas.
En cuanto a la ideología del movimiento en su primera fase de orga-
nización para la clandestinidad, el grupo fundador del MPLA, dentro del
que más adelante se producirían mayores definiciones y algunas inevitables
deserciones, era notablemente homogéneo en su pensamiento político. Su
anticolonialismo llegaba a profundizarse hasta el nivel del antimperialis-
mo, lo que permitió que su programa repudiara toda futura fórmula neo-
colonial. Su plataforma sería nacional, antirracista y antitribalista desde el
mismo comienzo con independencia del hecho —poco relevante en sus vi-
das— de que ese mismo núcleo fundador fuera nacido, en su mayoría, den-
tro de una misma etnia determinada, la Mbundu o Kimbundu.223 Lo mismo
que NELSON MANDELA, un sudafricano universal, era de la etnia Xhosa (tribu
Thembu, clan Madiba), algunos dirigentes habían nacido en esa importante
etnia, pero digamos que “no ejercían” como tales al proclamar su voca-
ción nacional angolana,”identificados por la etno-geografía, la lengua y el
mestizaje cultural afro-lusitano de Luanda en los primeros años de lucha”
como dice ENTRALGO. La lucha armada por la independencia fue iniciada por
el MPLA el 4 de febrero de 1961 mediante un ataque contra las prisiones
de los portugueses.
En la llamada Guinea Portuguesa, de 1939 a 1959, después de la insta-
lación plena del aparato administrativo colonial, la represión se abatió sin
piedad sobre los oponentes al régimen con la ejecución secreta de algunos
patriotas. Los intentos de formar organizaciones colectivas se sitúan a partir
de 1953 sobre todo entre el pequeño grupo de los assimilados (menos del
1 %). Al año siguiente un grupo de nacionalistas de Guinea y de las islas de
Cabo Verde plantearon fundar una Asociación de deportes y recreación con
el secreto objetivo de iniciar la organización y desarrollo de la lucha anti-
colonial. Las autoridades lo impidieron con el pretexto de que una cláusula
de los estatutos permitía la admisión de “indígenas” como miembros. Ante
ese obstáculo un grupo de asalariados y comerciantes, funcionarios y estu-
diantes crearon el Movimiento para la Independencia de Guinea (MING).
AMÍLCAR CABRAL había trabajado como ingeniero para la administración co-
lonial de Guinea hasta 1953 cuando debió partir a Lisboa por sus opiniones
pero luego fue a laborar en Angola y participó en diciembre de 1956 en la
fundación del MPLA bajo la dirección de su amigo del CEA, AGOSTINHO NETO.
Tres meses antes, en septiembre de 1956 visitó Bissau y en el curso de una

223
Oramas, Oscar: La descolonización en África y sus líderes, p. 161.

254

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reunión de seis integrantes, el MING cedió su lugar a la nueva organización,
el Partido Africano por la Independencia de Guinea y Cabo Verde (PAIGC),
creado oficialmente el 19 de septiembre de 1956. Después de la huelga
del 3 de agosto de 1959 de los portuarios y estibadores de Pidgiguiti y el
ametrallamiento que provocó medio centenar de muertes, la situación se
agravó y el sábado 19 de septiembre de 1959, en una reunión secreta en las
afueras de Bissau, los líderes del PAIGC se declararon a favor de luchar con-
tra los portugueses por todos los medios, incluida la guerra. Allí estaba su
presidente AMÍLCAR CABRAL junto a RAFAEL BARBOSA, ARÍSTIDES PEREIRA, LUIS CABRAL
y FERNANDO FORTES. La independencia de Guinea, tras el “No” de SEKOU TOURÉ
en septiembre 1958, permitió crear una retaguardia para las actividades del
PAIGC. Allí se entrenaron sus combatientes muy cerca del lugar en Conakry
donde AMÍLCAR CABRAL estableció su puesto de mando. Los sentimientos de
los caboverdianos se fundieron en esta lucha por ambos territorios, el conti-
nental y el insular, y los elementos afro-insulares que habían adquirido una
conciencia de lucha se integraron al PAIGC en el momento en que la vía de
la protesta legal o literaria demostró ser estéril. El PAIGC pasó a la lucha
armada en el territorio de Guinea en enero de 1963.
En Säo Tomé y Príncipe en febrero de 1953 la población autóctona se
negó a aceptar el trabajo forzado en las condiciones planteadas por el go-
bierno y en la represión que siguió se registraron 1 032 víctimas. A fin de
interpretar de una manera organizada y colectiva las reivindicaciones po-
pulares contra la ola de masacres y la explotación colonial, los elementos
de vanguardia de las islas fundaron en septiembre de 1960 el Comité de
Liberación de Säo Tomé y Príncipe, CLSTP. El estado de rebeldía se agudizó
y las huelgas del mes de agosto de 1963 fueron seguidas por cerca del 90 %
de los trabajadores de las plantaciones agrícolas.
En el caso de Mozambique los estudiantes de las escuelas secundarias
jugaron un papel importante en el despertar de una conciencia unitaria al
crear en 1949 el Núcleo dos Estudantes Secundários Africanos de Moçam-
bique (NESAM). Dirigido por algunos que habían estado estudiando en la
Unión Sudafricana, este grupo estaba vinculado al Centro Associativo dos
Negros de Moçambique, institución que al igual que la NESAM, bajo la cu-
bierta de actividades culturales y sociales, llevaba adelante una campaña
política entre los jóvenes. Sus objetivos eran expandir la idea de la posibili-
dad de la independencia nacional y alentar la resistencia a la subyugación
cultural impuesta por Portugal. Desde el inicio la PIDE los siguió de cerca,
incluido EDUARDO MONDLANE, uno de los que había estado en Sudáfrica, que
fue arrestado e interrogado. No obstante NESAM se las arregló para sobre-
vivir hasta los años de la década de 1960 e incluso lanzó la revista Alvor,
que, aunque muy censurada, ayudó a divulgar las ideas discutidas en las
reuniones del grupo. Su efectividad estuvo severamente limitada por su
pequeña membrecía integrada por los pocos estudiantes africanos negros

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de secundaria que había en Mozambique. No obstante, según el propio
MONDLANE, hizo una importante contribución “a la revolución” por tres vías:
divulgó las ideas nacionales entre la juventud negra educada; logró una
cierta reevaluación de la cultura nacional, que contrarrestó los intentos de
los portugueses para que los estudiantes africanos despreciaran y abando-
naran a su propio pueblo; y, quizás lo más importante, al establecer contac-
to personales creó una red de comunicación a nivel nacional que incluía a
los ya graduados junto a los estudiantes en formación que podía ser muy
útil en el futuro para el clandestinaje. Y lo fue pues, cuando el Frente de
Liberación de Mozambique (FRELIMO), se estableció en la región de la ca-
pital LOURENÇO MARQUES en 1962-1963 los miembros del NESAM estuvieron
entre los primeros movilizados y le suministraron una estructura al partido.
La PIDE lo comprendió y prohibió NESAM en 1964 arrestando a algunos de
sus miembros y forzando a otros al exilio. El 25 de junio de 1962 había sido
fundado el FRELIMO en Dar es Salaam, como un movimiento nacionalista
radical de alcance nacional, a partir de tres organizaciones: la Uniâo Nacio-
nal Democrática de Moçambique (UDFENAMO), formada en 1960 en Salis-
bury, Rhodesia del Sur (hoy Zimbabwe); la Mozambique African National
Union (MANU), surgida en 1961 a partir de grupos anteriores de trabajado-
res mozambicanos en Tanganyika y Kenya; y la Uniâo Africana de Moçambi-
que Independente (UNAMI), creada por exiliados de la provincia de Tete en
Malawi.224 El FRELIMO inició la lucha armada el 25 de septiembre de 1964
atacando una serie de puestos administrativos y militares en la provincia de
Cabo Delgado, al noreste del país y para noviembre había logrado extender
la lucha a las de Niassa, Zambézia y Tete.
Para octubre de 1965, al reunirse en Dar es Salaam la segunda Conferencia
de las Organizaciones Nacionalistas de las Colonias Portuguesas (CONCP), en
el marco de la elaboración constante de una política unitaria, se hizo un
cierto balance de la lucha. “Un hecho merece ser señalado”, se decía en
el prólogo del libro publicado al efecto, “el área geográfica del conflicto
armado en las colonias portuguesas se ha ampliado considerablemente”.
En Angola el MPLA, con “operaciones sobre los tres frentes de Cabinda,
Cuanza-Norte y Moxico, no ha dejado de anunciar para este año la ge-
neralización de la lucha al conjunto del territorio angolano”, a pesar de
“los obstáculos ciertos (de orden logístico y político) que esta organización
confronta por parte del gobierno de Kinshasa”. Sobre Guinea, “aparte de
las islas de Cabo Verde y de Bissagos así como los principales centros urba-
nos de Bissao, Bafata y Gabu-Sara” se afirma que “las fuerzas armadas del
PAIGC mantienen la iniciativa de los combates a escala de toda esta Guinea
cada vez menos “portuguesa” y que “ya está tomada la decisión de pasar
al enfrentamiento directo en las Islas de Cabo Verde”; y en Mozambique,

224
Mondlane, Eduardo: The Struggle for Mozambique, pp. 113-114.

256

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“le corresponde al FRELIMO el mérito de, en el corto período de dos años”
… “haber establecido el control casi total de provincias tan extensas como
las de Cabo Delgado y Niassa (de una superficie de 198 449 km2)” mientras
prosiguen “los combates en las otras regiones de Mozambique.”225 Aparte
del enfoque optimista lógico en medio de la violenta lucha contra el co-
lonialismo, la realidad era que Portugal se había empeñado en librar tres
guerras a la vez y, aun apoyado en lo que el CONCP llamaba el “África Blan-
ca” (Sudáfrica y Rhodesia, que formaban un eje con las colonias portugue-
sas) y en la OTAN, no podía con tal carga. Tal vez por eso, en el afán inútil
de ganarlas cuanto antes y a cualquier precio, se libraba a unas guerras co-
loniales que eran, sin duda alguna, “una escuela de barbarie”. El régimen
de Lisboa no se daba tregua en la represión policíaca, las acciones de re-
presalia, de terrorismo de Estado y de pillaje acompañadas de bombardeos
sistemáticos a la población civil, sometida a los horrores de las expediciones
punitivas. Todo eso solo engendraba más rechazo y oposición en la pobla-
ción de sus colonias y, por ende, más apoyo a los movimientos de liberación
nacional, mientras la Asamblea General de la ONU se convirtió en una tri-
buna constante de denuncia de ese muestrario de excesos.
En el caso de Guinea, el PAIGC desarrolló una estrategia de lucha cen-
trífuga, o sea, del centro sur en los comienzos en 1963, hacia la periferia
a través del frente norte en junio de 1964 y el frente oriental, a fines de
ese año. Los guineanos iban forjando en la guerra de liberación una nueva
conciencia unificadora, una nación a partir de grupos étnicos distintos. PIERO
GLEIJESES cita unas declaraciones de AMÍLCAR CABRAL en 1972 en que subraya
que “hace 10 años éramos fulas, maniacos, mandingas, balantas, papéis y
otros. Ahora somos una nación de guineanos”.226 Esa era una de las preocu-
paciones fundamentales de AMÍLCAR CABRAL, consolidar lo que llamaba “una
nueva dimensión, la dimensión nacional” a partir de la “destrucción de las
barreras étnicas” de la mentalidad tribal; “con la ruptura del hermetismo
de grupo la agresividad racialista (tribal o étnica) tiende a una desapari-
ción progresiva para dar lugar a la compenetración, a la solidaridad y al
respeto mutuo entre los diferentes sectores horizontales de la sociedad,
unidos e identificados en la lucha y en un destino común”; el resultado es
“la consolidación de la conciencia nacional” en un “movimiento del con-
junto social en el sentido de un progreso armonioso y en función de las
nuevas coordenadas históricas —las de la dimensión nacional”, a las que
“solo una acción política intensiva y eficaz, elemento esencial de la lucha,
puede definir la trayectoria y los límites y asegurar la continuidad”. CABRAL
consideraba que, a partir del momento en que la lucha se imponía como un

225
CONCP: La lutte de libération nationale dans les colonies portugaises, p. 8.
226
Gleijeses, Piero: Misiones en conflicto, pp. 221-222.

257

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hecho irreversible, por grandes que fueran los medios empleados para yu-
gularla, “un cambio cualitativo se opera en la opinión metropolitana que,
en su mayoría, acepta progresivamente la posibilidad, si no la fatalidad de
la independencia de la colonia”.227
Para 1974 los rebeldes controlaban la mayoría del país, y el gobierno
formado en esas áreas liberadas proclamó el estado independiente en Boe
ya desde el 24 de septiembre de 1973, que fue reconocido por muchos paí-
ses. El golpe militar en Portugal en abril de 1974 favoreció que en agosto
se firmara el acuerdo para la independencia. Pero AMÍLCAR CABRAL había sido
asesinado en la noche del 20 de enero de 1973 en Conakry por tres renega-
dos como producto de las intrigas portuguesas para dividir a caboverdianos
y guineanos, según lo cuentan OSCAR ORAMAS y HUMBERTO C. TRUJILLO.228 Cuatro
años antes, el 3 de febrero de 1969 el líder fundador del FRELIMO, EDUARDO
MONDLANE había muerto también en un atentado terrorista portugués en
Tanzania. En 1973, a diez años de iniciada la lucha guerrillera en Mozam-
bique, la efectividad de los hombres del FRELIMO, ahora bajo la conduc-
ción de SAMORA MACHEL, resultó tan evidente que Portugal tuvo que mandar
40 000 soldados contra los rebeldes. En Angola, tras la apertura del fren-
te de Cabinda en enero de 1964, surgieron otros al nordeste, centro y su-
doeste, en las regiones de Lunda, Bie y Huila, respectivamente. Portugal no
pudo soportar la presión y entró en una crisis solapada que se manifestó en
el propio ejército represor mediante el Golpe de Estado del 25 de abril de
1974, que terminó con la dictadura de CAETANO en medio del júbilo popular.
La Revolución de los Claveles, significó a la vez el fin de las guerras colo-
niales, mediante la independencia de las colonias, ganada por las armas y
la apertura democrática en la vida política metropolitana. Con su perse-
verante lucha de liberación, las colonias de África habían terminado por
provocar la liberación del propio Portugal. Los militares portugueses y los
nacionalistas africanos fueron llegando a acuerdos para el reconocimiento
de las independencias.
Tras 470 años de dominación portuguesa, Mozambique fue indepen-
diente el 25 de junio de 1975. SAMORA MACHEL, del FRELIMO, pasó a ser el
primer presidente después de muchos años al frente de la lucha guerrillera,
pero murió años más tarde, al estrellarse su avión en 1986. Le sucedió su
canciller, JOAQUIM CHISSANO, que comandó la lucha contra el RENAMO, soste-
nido por Sudáfrica, mientras el país seguía una orientación socialista hasta
1989, en que cambió el rumbo. El cese al fuego con RENAMO en octubre de
1992 puso fin a 16 años de guerra civil. En noviembre de 1995 Mozambique
fue el primer territorio que, sin haber sido colonia británica, se incorporó

227
Cabral, Amílcar: “Culture et libération”, Jeune Afrique, 9 de febrero de 1974, p. 33.
228
Oramas, Oscar: La descolonización en África y sus líderes, pp. 157-158; Trujillo, Hum-
berto: El grito del Baobab, pp. 101-105.

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a la Commonwealth. Su plan económico fue exitoso y el país registró altas
tasas de crecimiento ganando la confianza y ayuda del exterior pero las
inundaciones de los inviernos de 2000 y 2001 causaron enormes daños. En
2002 CHISSANO anunció que no se postularía a un tercer período como presi-
dente y en las elecciones siguientes ganó ARMANDO GUEBUZA que juró el 5 de
febrero de 2005 y fue reelecto en 2009.
Guinea Bissau, ya era en su mayor parte libre cuando ocurrió la “Revolu-
ción de los Claveles” e incluso estaba planteando —con creciente éxito en la
arena internacional— que Portugal había pasado a ser un estado ocupante
o invasor de su territorio, proclamado como estado siete meses antes en sep-
tiembre de 1973 como ya vimos. Tras la caída de SALAZAR los representantes
del PAIGC y de Portugal se reunieron en Argelia el 26 de agosto de 1974
para suscribir los documentos de la trasmisión oficial de poderes a manos
guineanas. También se firmó un acuerdo sobre la evacuación de tropas por-
tuguesas del territorio de Guinea Bissau y un protocolo en el que se aceptó la
independencia de las islas de Cabo Verde, como dos países independientes,
aunque el PAIGC mantuvo la aspiración de unirlos más adelante. Finalmente,
el 12 de septiembre de 1974 la República de Guinea Bissau fue reconocida
oficialmente por el gobierno de Lisboa, cerrando el capítulo colonial de su
historia. LUIS DE ALMEIDA CABRAL fue el presidente del Consejo de Estado y JOAO
BERNARDO VIEIRA, “Nino”, el comisario principal o premier. Posteriormente los
mandos militares intervinieron en varias ocasiones en la determinación de la
conducción política del país y en mayo de 2014 JOSÉ MÁRIO VAZ ganó la presi-
dencia con el 61,9 % de los votos. El 5 de julio de 1975, después de una serie
de maniobras dilatorias y de un gobierno de transición que duró seis meses,
se constituyó, aparte, la República de Cabo Verde sobre ese archipiélago del
Atlántico, con un gobierno dirigido y orientado por el PAIGC que tenía a
ARÍSTIDES PEREIRA como presidente y a PEDRO PIRES como premier.
Las islas de Säo Tomé y Príncipe, que habían sido convertidas en un inmenso
campo de concentración para los luchadores por la libertad de Angola, Guinea
y Mozambique, ganaron su independencia el 12 de julio de 1975 bajo la presi-
dencia de MANUEL PINTO DA COSTA al frente del Movimiento de Liberación de Säo
Tomé y Príncipe, MLSTP. El primer ministro, MIGUEL TROVOADA, fue acusado de
participar en un intento de golpe en 1978 y marchó al exilio pero en 1990 se
promulgó una nueva constitución multipartidista y en las elecciones de marzo
de 1991 TROVOADA resultó electo presidente. En 1995 la isla de Príncipe pasó a
ser autónoma y en los comicios de julio de 2001 la presidencia pasó a FRADIQUE
DE MENEZES que retuvo el poder pese a un intento de golpe en julio de 2003.
El caso de Angola fue mucho más complicado. Al producirse el derro-
camiento de SALAZAR en el territorio angolano operaban tres movimientos
guerrilleros rivales, con proyectos e intenciones bien diferentes. El MPLA o
Movimiento Popular para la Liberación de Angola, con AGOSTINHO NETO al fren-
te, con una visión de nacionalidad y un programa radical, era el más antiguo

259

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y extendido. El Frente Nacional para la Liberación de Angola (FLNA), de
HOLDEN ROBERTO, tribalista bacongo y heredero de la UPNA (1957) y la UPA
(1958) había sido fundado en marzo de 1962 y un mes después hubo de
constituir un gobierno en el exilio que engañó a muchos al punto de ser
reconocido por la OUA entre 1963 y 1971. Su dirigente, HOLDEN ROBERTO, estre-
chamente vinculado a MOBUTU SESE SEKO y a las agencias de seguridad occiden-
tales, era una de las cartas de la reacción mundial en el juego angolano. La
otra era JONÁS SAVIMBI, uno de los dos dirigentes no bacongos que había tenido
el FLNA, quien se presentaba como representante de la gran etnia angolana
de los Obimbundu, del subgrupo Bieno, a partir de la Unión Nacional para
la Independencia Total de Angola (UNITA), fundada en 1966. Savimbi había
sido ministro de relaciones exteriores del GRAE, el gobierno en el exilio de
HOLDEN ROBERTO, en 1964, pero se había apartado en cuanto esa ficción política
entró en bancarrota, entre 1964 y 1968. El 15 de enero de 1975 las nuevas
autoridades portuguesas acordaron en Alvor formar un gobierno de transición
integrado por estos tres movimientos (cada tendencia tendría cuatro minis-
tros) bajo un Alto Comisario portugués, el general SILVA CARDOSO, que tomaría
a su cargo el gobierno de Angola hasta que se proclamara oficialmente la
independencia, acordada para el 11 de noviembre de 1975, la última fecha
del ciclo de clausura de la dominación portuguesa en África.
En el período previo a esa fecha HOLDEN ROBERTO y SAVIMBI, y sus apoyos ex-
ternos, trataron de ganar lo que no habían conseguido antes y en la primave-
ra de 1975 atacaron al MPLA. Pero sucedió, como nos cuenta PIERO GLEIJESES en
otra obra de autoría conjunta, que ese intervalo de tiempo fue aprovechado
por el MPLA parta ripostar, avanzar y vencer a la coalición FLNA-UNITA. Esas
victorias no fueron obtenidas por contar con apoyo militar extranjero —que
no tenían entonces— ni por gozar del beneficio de un mejor armamento,
pues Sudáfrica y Estados Unidos le habían suministrado a su dúo cómplice lo
suficiente para disfrutar de una ligera ventaja. El MPLA estaba ganando por-
que según el propio ROBERT HULTSLANDER, jefe de la estación CIA en Luanda en
1975, ese movimiento era el más disciplinado y dedicado de las tres fuerzas
en liza y sus cuadros “eran más eficaces, mejor educados y estaban mejor en-
trenados y más motivados” que sus contendientes e, incluso “sus partidarios
estaban también más motivados”.229 A ese paso su victoria era segura y sería
el MPLA el que proclamara la independencia en Luanda en la fecha fijada.
Para impedirlo fue que las tropas sudafricanas invadieron el sur de An-
gola menos de un mes antes, el 14 de octubre de 1975. De Washington les
vino el impulso; Pretoria no se hubiera atrevido a ir tan lejos sin el respaldo
norteamericano. El gobierno de GERALD FORD (1974-1977) necesitaba ano-
tarse un tanto después del descalabro de Vietnam y el secretario de Estado

229
Gleijeses, Piero; Jorge Risquet y Fernando Remírez de Estenoz: Cuba y África. Historia
común de lucha y sangre, p. 5.

260

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(1973-1977) HENRY KISSINGER planteó la lucha en Angola en la perspectiva y
los términos clásicos de la Guerra Fría entre Occidente y Oriente: el FLNA y
la UNITA, con el respaldo del Mundo Libre, aplastarían allí al MPLA que se
reconocía marxista y, por ende, estaba en el bando de la Unión Soviética
que, seguramente, le apoyaba. La invasión se produjo y los sudafricanos,
con una técnica militar superior, avanzaron rápidamente hacia la capital
angolana, sin que las fuerzas del MPLA pudieran detenerles. Ante esa si-
tuación desesperada, en que estaba en juego el futuro de Angola, el MPLA
pidió la ayuda militar cubana, que le fue concedida el 4 de noviembre, en
una carrera contra reloj que impidió que los sudafricanos tomaran Luanda
e instalaran a HOLDEN ROBERTO en el poder. Las tropas cubanas pararon la
embestida sudafricana pese a que al principio estaban en desventaja en
cuanto a armamentos y número de hombres.
La sorpresa fue grande en Pretoria y mientras toda la operación se venía
abajo y la prensa occidental sacaba a la luz la complicidad de Estados Unidos
con el gobierno de Sudáfrica en todo el asunto, la Casa Blanca se echó para
atrás. Viendo que Washington los dejaba solos, los sudafricanos también se
volvieron atrás y se fueron retirando escalonadamente hasta que las últimas
tropas abandonaron Angola el 27 de marzo de 1976. De tal manera, fue
AGOSTINHO NETO el que proclamó la independencia del país el 11 de noviembre
de 1975 en Luanda; era un triunfo rotundo después de tantos reveses, tantos
procesos políticos africanos de intención radical, desestabilizados y sacrificados
en virtud de los intereses defendidos por Estados Unidos y sus aliados de Oc-
cidente en la Guerra Fría. La marea que desencadeno esa victoria se extendió
por toda África Meridional. Su impacto sicológico y las esperanzas que desper-
tó se perciben nítidamente en dos artículos coincidentes en su apreciación del
hecho, a pesar de provenir de bandos opuestos. Fueron publicados en la pren-
sa sudafricana en febrero de 1976, cuando las tropas sudafricanas retrocedían
hacia la frontera de Namibia ante el empuje de cubanos y angolanos. El pri-
mero, una reflexión que revela de la manera más contundente lo que significó
esa victoria, fue publicado en el Rand Daily Mail de Johannesburgo, el 17 de
febrero de 1976 por un analista militar, ROGER SARGENT, que escribió lo siguiente:
“En Angola, soldados negros —cubanos y angolanos— derrotaron a las
tropas blancas en combate. En el contexto racial de este campo de batalla,
no importa que el grueso de la ofensiva haya sido de los cubanos o de los
angolanos, porque la realidad es que vencieron, están venciendo y no son
blancos; se está desvaneciendo esa ventaja sicológica, esa ventaja que el
hombre blanco ha disfrutado y explotado durante más de trescientos años
de colonialismo e imperio. El elitismo blanco ha recibido un golpe irreversi-
ble en Angola, y los blancos que estuvieron allí lo saben”.230

230
Ibídem, p. 11.

261

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Azores (Port.)
Madeira (Port.) Turquía
Ceuta
Melilla Túnez Siria
Marruecos Líbano Iraq
Canarias Israel Irán
(Esp.) Kuwait
Jordania
Argelia Libia 3
1
Egipto
Cabo R.A.S.D
Verde 2
Mauritania Arabia Saudí
Mali Om
án
Senegal Níger R.A R.D.P.
Alto Chad Sudán Ye . Yemen
Gambia (Eritrea) men
Guinea Volta
Nigeria Djibouti
Bissau
ana

Guinea Costa ica na Etiopía


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Ecuatorial Bur
Malawi
Comores
Angola Mayotte (Fr.)
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Zambia
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bi

asc
am

Namibia Zimbawe
a

dag
oz
an

M
tsw

Ma
Bo

Swazilandia
República de
Sudáfrica Lesotho
España
Francia
1 Ocupado por Marruecos
2 Ocupado por Libia
3 Ocupado por Israel

Figura 3.15. África en 1980.

262

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El mito había sido roto y por primera vez los sudafricanos blancos se
sentían vulnerables. Por su parte el World, el principal diario negro africano
de esa misma ciudad, parece disfrutar cada palabra al comentar, el 24 de fe-
brero de 1976, que “el África negra está cabalgando en la cresta de una ola
desatada por la victoria cubana en Angola, el África negra está saboreando
el vino embriagador de la posibilidad de realizar el sueño de la liberación
total”;231 a veces los sueños se cumplen y ese sueño se volvió realidad para
Sudáfrica en menos de veinte años.
En efecto, la victoria del eje Pretoria-Washington hubiera significado,
más que la derrota del MPLA, la victoria del Apartheid, la continuación
por otro plazo de tiempo del dominio de las minorías blancas sobre los
pueblos de África Austral. En cambio la victoria angolano-cubana impidió
que se instalara en Luanda un gobierno al gusto de Sudáfrica, con otro
MOBUTU en la figura de un HOLDEN ROBERTO o un JONÁS SAVIMBI, al frente; y
posibilitó el apoyo de la Angola del MPLA a los movimientos de liberación
del Cono Sur. A la muerte de AGOSTINHO NETO, le sucedió en la presidencia
JOSÉ EDUARDO DOS SANTOS el 21 de septiembre de 1979 sin que cesara el hosti-
gamiento externo que fomentaba la guerra sucia de SAVIMBI. Si hoy Angola
es uno de los países más prósperos de África y si se libró, finalmente, de
los horrores que han hecho trágica la historia del pueblo pobre de su rico
vecino, el Congo, se debe, fundamentalmente, a que su trayectoria no fue
torcida en noviembre de 1975 ni en muchos intentos posteriores. Después
de la nueva derrota de los racistas sudafricanos en la histórica batalla de
Cuito Cuanavale, culminada en marzo de 1988, Angola pudo concentrarse
en ganar la paz interna —tras la muerte de SAVIMBI en febrero de 2002— y
en forjar su propio camino.

Auge y caída del Apartheid en Sudáfrica. Namibia libre


El Cono Sur o África Austral no es solamente la Unión Sudafricana pero
este país, con su continuidad de costas desde el Atlántico hasta el Índico,
ocupa en efecto el extremo meridional del continente. Por su tamaño, con
un área de 1 219 900 km2 y sobre todo por las peculiaridades que le han he-
cho diferente en más de un aspecto, Sudáfrica suele concentrar la atención
por encima de sus vecinos Namibia y Botswana, o los pequeños Lesotho
—un enclave en su interior— y Swazilandia, en la frontera con Mozambi-
que. Este será el escenario en que se librará una de las batallas más agudas
por la igualdad de los hombres contra el racismo, que aquí se convirtió en
filosofía y política de gobierno de la minoría blanca en 1948 mediante el

231
Ibídem, pp. 11-12.

263

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sistema del Apartheid. Cuando toda África era estremecida por el desarrollo
del nacionalismo y se iba encaminando a la descolonización, Sudáfrica, a
contrapelo de la historia, marchó en sentido opuesto. Aquí se había esta-
blecido una colonia de poblamiento europeo desde fines del siglo XVII y se
había conformado el caso extremo de la llamada África de las reservas
de fuerza de trabajo que desde el punto de vista económico y político se
desarrolló en la etapa de apogeo colonial. Revisemos los antecedentes que
explican cómo fue posible que el proceso de descolonización se frenara
aquí y quedara estancado, pese a la lucha de la mayoría de sus pueblos, has-
ta 1990. Desde la desembocadura del río Orange en el Atlántico hay unos
600 km de costa hasta las proximidades del Cabo de Buena Esperanza y lue-
go unos 80 km más hasta el cabo de las Agujas, donde termina la fachada
occidental de Sudáfrica y termina también el continente en su extremo me-
ridional; esta fue la primera área que estuvo en contacto con los europeos:
más allá, la curva de la costa va acentuándose, bañada por las olas del otro
océano, el Índico, y ya estamos en la zona oriental. Al interior se elevan
las montañas, especialmente al oeste, con los montes Drakensberg, y más
allá de las laderas del Veld, hay una gran cuenca interior con el desierto
de Kalahari al noroeste, ya en los bordes septentrionales de Sudáfrica. Las
tierras, en general son áridas en la parte occidental y en la medida en que
se avanza hacia el oriente van siendo más fértiles y el paisaje reverdece con
una flora más tropical.
En esta zona vivían libremente los bosquimanos o Khoi san, que hoy se
consideran según los estudios de la genética, el pueblo más antiguo en la
genealogía humana. Allí cazaban, pescaban, recolectaban los frutos en un
nivel de desarrollo cercano a la comunidad primitiva pero con una elabora-
da espiritualidad que nos ha llegado en sus pinturas rupestres. Este pueblo
se fue replegando hacia las tierras menos fértiles y el Kalahari en la medida
en que hacia el siglo XVI fueron llegando por el norte y el oeste las migra-
ciones bantú, ese conjunto de pueblos unidos por su familia de lenguas
y dialectos con un origen similar que le han dado una impronta común a
los africanos de esas extensas regiones. Los pueblos bantúes, que desde
entonces serán siempre mayoritarios en la zona, no llegan hasta el Cabo
y la zona más occidental y árida; se quedan más allá de la cuenca del río
Kei, en el oriente verde pero hostigan y hacen recular a los Khoi san. Entre
los bantúes los pueblos Ngoni van a tener una historia muy particular y en
las primeras décadas del siglo XIX van a generar una serie de movimientos
migratorios de dispersión conocidos como Mfecane a partir del fenómeno
Chaka. Este exitoso jefe de los zulús va asimilando, destruyendo o despla-
zando a otras tribus, en una migración centrífuga por la supervivencia que
llegará a lugares tan lejanos como el norte de Mozambique, donde vimos
a la tribu Ngoni. Toda la región oriental se va a ir repoblando por el escalo-
namiento de este proceso migratorio.

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Pero mucho antes, en 1652, han hecho su aparición los holandeses por
la costa occidental, asentándose en El Cabo a nombre de la Compañía
Holandesa de las Indias Orientales, deseosa de tener una base de apro-
visionamiento en el largo periplo hasta Indonesia. El XVII fue el siglo de
la expansión holandesa por el mundo y así comenzó la colonia de po-
blamiento; pero había guerras de religión en Europa y hubo elementos
protestantes como los hugonotes franceses que fueron a buscar refugio
al Cabo junto a grupos de alemanes. Estas comunidades fueron absorbi-
das culturalmente por los holandeses y formaron la comunidad Boer, que
significa granjero en holandés, que explotó la mano de obra Khoi san y
produjo un mestizaje negado pero evidente. Los que no podían pasar
por holandeses se convirtieron en la comunidad mulata o coloured, muy
importante en El Cabo, que generalmente hablaba holandés local. Otros
mestizos se mantuvieron a nivel tribal, en la periferia del asentamiento
Boer, ya bien delimitado hacia 1700, como los Qricuas del futuro Kim-
berley o emigraron como los Rehobots hasta la actual Namibia. Con las
guerras napoleónicas llegan los ingleses a la región y se quedan con ella a
partir de 1806, ingresando 20 000 ex-soldados británicos con sus familias.
Estos son los dos componentes esenciales de la comunidad blanca sudafri-
cana, los Boers con cerca del 60 % sobre todo en el campo y los británicos,
40 %, predominantes en las ciudades.
El bloque africano de la población, mayoritariamente Bantú, está in-
tegrado por las etnias Xhosa al sur y Zulú al norte, a lo largo de la costa
oriental; los Shoto del sur y los del norte, en una segunda fila hacia el
interior; los Tswana ya en el borde del Kalahari, en la tercera franja de
pueblos, con los Venda en el extremo norte, más los Penda y Tembu en el
extremo sur y otros grupos menores. Los holandeses habían traído algu-
nos malayos al Cabo y los ingleses trajeron indios, tanto hinduistas como
musulmanes, a partir de 1860, para cortar caña en Natal pero que pronto
se dedicaron al comercio. Eso completa la riqueza y variedad étnica que
caracteriza a la sociedad sudafricana. Los Boers habían tratado de esca-
par a la soberanía británica mediante el gran trek o migración hacia el
interior y allí, despojando a los Sotho y otras tribus, habían fundado las
Repúblicas del Estado Libre de Orange y la República Sudafricana, que
pronto fue conocida como Transvaal. Los ingleses controlaban la Colonia
del Cabo y, en el oriente, la de Natal. A finales del siglo XIX la economía va
a experimentar un gran cambio y de agro-pastoril pasará a minero-indus-
trial porque se descubren dos grandes riquezas del subsuelo: diamantes
en 1867 en la zona de Kimberley, de la que los ingleses despojarán a los
Gricuas, y unos veinte años más tarde, oro en el corazón del Transvaal. La
lucha por el control político de esas minas, que poseían económicamen-
te pero estaban en tierras Boer estará capitaneada por el magnate del
diamante y del oro, CECIL RHODES, y determinará la guerra anglo-boer de

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1899-1902 en la que la Inglaterra victoriana, después de sufrir un sofocón
por la resistencia boer, logró su objetivo.232
Los africanos permanecieron al margen de este conflicto entre coloni-
zadores porque, ganara quien ganara, ellos sabían que saldrían perdien-
do, como se vio en 1910 cuando los vencedores fundaron un estado con
los cuatro territorios. El Cabo, Transvaal, Natal y el estado libre de Orange
quedaron integrados como provincias dentro del Dominio de la Unión Su-
dafricana, que gozaba de autonomía en el marco del Imperio Británico.
Los ingleses dejaron fuera de esa nueva entidad a Bechuanaland al norte
(hoy Botswana) y a los ya mencionados territorios de Lesotho (entonces,
Basutoland) y Swaziland, y años más tarde, la excolonia de África Sud Occi-
dental Alemana (Namibia) quedó unida a Sudáfrica como mandato tras la
Primera Guerra Mundial. En 1910 se dio lo que ROSA LUXEMBURGO llamó, iróni-
camente, la “conmovedora reconciliación” de las dos comunidades blancas,
por encima de su sangre derramada pero en beneficio de sus intereses,
sobre la base de dejar a los africanos fuera del juego político: Un millón
de blancos negándole los derechos políticos a un estimado de cinco millo-
nes de africanos negros en su territorio. Todos esos pueblos y tribus que
hemos enumerado antes quedaron marginados, sin voz en el gobierno de
sus asuntos, dentro de unas fronteras que pronto sentirían como los muros
de una cárcel de pueblos. Producto de la protesta de los africanos se creó
el 8 de enero 1912 el Congreso Nacional Nativo de África del Sur en una
iglesia de Bloemfontein, Orange, como vocero de las masas despojadas de
derechos, a partir de dos grupos que resultan clásicos en la historia africana
contemporánea: la pequeña burguesía de comerciantes, intelectuales, pro-
fesionales, periodistas y demás sectores de las capas medias; y la jerarquía
tradicional de los jefes tribales.
Esa organización política, que a partir de 1923 pasará a llamarse Congre-
so Nacional Africano o ANC, por sus siglas en inglés, será el decano de los
partidos nacionalistas del África Negra, consagrado en la larga lucha por
una independencia que hiciera libres a todos los pueblos de Sudáfrica. En
su primera etapa, en que no es una organización de masas, va a estar muy
ligada a la esperanza de obtener mejoras a partir de los británicos, porque
de los boers no había nada que esperar por su credo racista. Se trata de un
grupo más bien pequeño, un grupo que pide derechos pero con mucho cui-
dado en esta etapa en que la supremacía blanca en el país parece imposible
de derrocar porque esa minoría controla todos los resortes del poder. En el
contexto específico de este dominio, con el abrumador poder económico,
político y social que monopolizaban los blancos, el ANC comenzó pidiendo
derechos para los “civilizados”, o sea, para aquellos que hablaban inglés,

232
First, Ruth; Jonathan Steele y Christabel Gurney: “The patterns of the past”, The
South African Connection, pp. 109-127.

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que tenían determinado nivel económico y que se revestían de una conduc-
ta a la europea. Fue algo muy similar a lo que, pocos años más tarde pidió el
Congreso Nacional del África Occidental Británica, a partir de esas mismas
capas media, y solo para ellas, que eran las que llenaban esos requisitos.
Aunque en los estatutos del ANC en 1919 se planteó la demanda de una
representación equitativa de los autóctonos en el Parlamento se consideró
que el momento no permitía ir más allá. Ni se intentó pedir el sufragio uni-
versal ni el gobierno de la mayoría africana. Aquella fue una etapa de hu-
millación colonial para las culturas africanas, en que se pretendió que lo único
que tenía valor era la cultura europea. Esa negación era una parte esencial del
colonialismo, del enraizamiento del racismo mediante la humillación de los
pueblos coloniales en esta etapa de apogeo colonial, cuando no se le veía
fecha de terminación a la dominación europea. Las mentalidades van cam-
biando con el tiempo pero así eran entonces, con notables excepciones. El
cuestionamiento del ANC a las autoridades fue suave en ese contexto por-
que Londres pretendió no ser ya una instancia de apelación y respondió a
las demandas del ANC lavándose las manos y remitiéndolos al gobierno de
Sudáfrica, porque era el que detentaba la soberanía sobre ese país. En 1913
el gobierno aprobó la ley que solo permitía a los africanos la posesión de
tierras en el 13 % del país, que eran las reservas tribales, en las áreas menos
fértiles. Esto motivó un fuerte rechazo en la población negra.
El grupo de dirección del Congreso estaba compuesto por SOLOMON
TSHEKISHO PLAATJE (Sol), JOHN LANGALIBALELE DUBE, DAVIDSON DON TENGO JAVABU, PIXLEY
KA ISAKA SEME y otros, todos con una trayectoria prominente de la pequeña
burguesía negra sudafricana. Podemos resumir las de los tres primeros
como sigue:
SOLOMON TSHEKISHO PLAATJE (1876-1932) conocido como Sol, fue escritor, pe-
riodista, editor de prensa, publicista político y activista por los derechos hu-
manos. Había sido miembro de la Organización del Pueblo africano y pasó a
ser el Primer Secretario General de la SANNC o ANC en 1912. SOL PLAATJE fue
el primer sudafricano negro que escribió una novela en inglés (Mhudi, pu-
blicada en 1913) y fue el fundador del semanario setswana-inglés, Koranta
ea Becoana (Newspapers of the Tswan; Periódicos de los Tswana) en 1901, y
Tsala ea becoana (The friend of the people; El amigo del pueblo) en 1910.
SOL integró la delegación que apeló al gobierno británico contra la Ley de
la Tierra de 1913, que restringió severamente los derechos de los africanos
a poseer u ocupar tierras en su propio país.233
JOHN LANGALIBALELE DUBE (1871-1946) era educador, escritor y activista polí-
tico. Se había formado en los Estados Unidos bajo la profunda influencia de
BOOKER T. WASHINGTON, el controvertido líder de la comunidad negra norte-
americana de esa época. Fue el primer Presidente General del SANNC o ANC

233
Mandela, Nelson: Conversaciones conmigo mismo, p. 490.

267

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al fundarse en 1912 y hasta 1917. Había creado la Escuela Industrial Zulú
Cristiana en Ohlange, cerca de Durban, Natal, según el modelo del Institu-
to Industrial Tuskegee de Alabama y fue el fundador del primer periódico
zulú-inglés, el Ilanga lase Natal (Sun of Natal; El Sol de Natal) en 1904. Se
opuso a la formación de la Unión Sudafricana en 1910 y a la ley de la tierra
de 1913 que consagró el despojo de los africanos. La importancia que se le
concede en la historia sudafricana puede medirse por el hecho de que fue
en esa escuela de Ohlange donde NELSON MANDELA ejerció su derecho al voto
en las primeras elecciones multirraciales de Sudáfrica y, aun más, porque
después de votar, MANDELA se dirigió a la tumba de DUBE para anunciar que
Sudáfrica ya era libre.234
DAVIDSON DON TENGO JAVABU (1885-1959) hijo de JOHN TENGO JAVABU (1859-
1921) quién fuera fundador del primer periódico negro del país, Imvo Za-
bantsundu (Black Opinion; Opinión Negra) en 1884 y colaborador en la fun-
dación de la facultad Nativa Sudafricana Universidad de Fort Hare) en 1916.
Su hijo DAVIDSON fue académico como su padre, poeta, activista político y
llegó a ser el primer profesor negro de la Universidad de Fort Hare, en Alice,
además de cofundador del SANNC o ANC; vivió lo suficiente como para ser
activista antiapartheid.235
Todo este grupo está muy vinculado con las iglesias cristianas y sus misio-
neros que fueron esenciales en la formación de todos estos sectores, por-
que eran los encargados de la enseñanza en las escuelas para africanos y
hasta 1953 la educación bantú corrió por su cuenta. Todo este florecimiento
económico en Sudáfrica va a atraer una gran cantidad de inmigrantes des-
de las otras colonias, gente que no tiene trabajo en su propio territorio y
Portugal incluso firmará acuerdos para alquilar esa mano de obra desde el
vecino Mozambique para las minas de oro y diamantes. Eso se convertirá en
un negocio para el colonialismo portugués. En ese flujo apareció un perso-
naje que fundó una organización muy interesante, CLEMENTS KADALIE que vino
de Nyasalandia (Malawi) y creó una especie de bloque social con sectores del
comercio, con los sindicatos, con asociaciones culturales bajo el nombre de
Unión Industrial y Comercial, conocida como la ICU por sus siglas en inglés.
Esa fue realmente la mayor organización negra en esos momentos, la más
masiva.236
En esa misma época ha aparecido entre los blancos más radicales el Par-
tido Comunista de Sudáfrica (PCSA). Sus antecedentes están entre los sec-
tores principalmente ingleses del Partido Laborista, creado por personas de
ese origen en 1909, que cuando la Primera Guerra Mundial habían fundado

234
Ibídem, p. 473.
235
Ibídem, p. 476.
236
Kadalie, Clements: My life and ICU, 230 pp.

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la War in war League, Liga Guerra contra la guerra y en 1921 dieron naci-
miento al PCSA.237 Este partido fue haciendo un trabajo de acercamiento a
estas organizaciones, tanto al ANC como a la ICU hasta entrar a esta últi-
ma provocando la reacción de Kadalie que tenía otros intereses y en 1926
expulsó a la rama de su dirigencia más próxima o integrada al PCSA. La
ICU siguió progresando hasta 1928 y llegó a tener 200 000 afiliados pero
después cayó en una rápida decadencia por no ser de interés para el go-
bierno sudafricano. Este ascenso y caída del ICU se produjo ante el mismo
auditorio negro de Sudáfrica al que aspiraba representar el ANC, que se
mantuvo estable y limitado. Sus dirigentes, después de la etapa inicial de
JOHN LANGALIBALELE DUBE como presidente de 1912 a 1917, habían sido SEFAKO
MAKGATHO hasta 1924 y luego ZACHARIA MAHABANE en dos períodos, 1924-1930
y 1937-1940, antes y después del período en que PIXLEY KA ISAKA SEME detentó
la jefatura.
MAKGATHO fue un maestro educado en Inglaterra, pariente cercano del fa-
moso jefe SEKUKHUNE de la tribu Bapedi que había presidido el Congreso Na-
tivo del Transvaal, una de las organizaciones fundadoras del ANC, aparte de
ser miembro fundador de la Asociación de Maestros del Transvaal. Bajo su
dirección el ANC adoptó esa denominación en 1923 y muchos de sus lemas e
insignias como los colores negro, verde y oro, el lema de Mayibu ye, Afrika,
África debe volver, y el himno Nkosi Sikelel, Afrika. Pero la organización
entonces siguió una línea de acción pasiva, basada en peticiones más que
en la resistencia lo que no niega su compromiso personal en campañas de
resistencia. MAKGATHO condujo una exitosa campaña en Pretoria contra una
humillante medida del gobierno que confinaba a los africanos al peligro de
andar por el pavimento junto al tráfico al negarles el derecho a caminar por
las aceras. También encabezó la resistencia a la extensión a las mujeres de
la ley de pases. NELSON MANDELA llamó MAKGATHO a su segundo hijo por él. En
cuanto a su sucesor, ZACHARIA MAHABANE, se le atribuyen opiniones un tanto
atrasadas sobre los derechos políticos para todos y su biografía oficial dice
que fue llamado a un segundo período en 1937 ante el declinar de la mem-
brecía del ANC bajo la presidencia de PIXLEY KA ISAKA SEME.
Por esos años el ANC vivió un momento de confrontación de ideas cuan-
do uno de sus dirigentes, JOSIAH T. GUMEDE, asistió en Bruselas en 1927 al
Congreso de la Liga Antimperialista y luego siguió viaje a la Unión Sovié-
tica. Al llegar desde un contexto cerrado socialmente en que todo estaba
estratificado y regía una barrera del color como demostración del racismo
ambiente en el mundo colonial, GUMEDE se deslumbró con lo que vio en la
URSS, en cuanto a lo que se prometía como solución del problema de las
nacionalidades, y regresó radicalizado. Volvió como miembro de la Liga

237
Simons, Jack y Ray: Clase y color en Sudáfrica 1850-1950 (cap. 12: Se forma el Partido
Comunista), pp. 210-232.

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Antimperialista con el deseo de influir en el ANC y sus discursos transpa-
rentaron esa intención izquierdista. Dijo que “los únicos amigos del pueblo
oprimido eran los comunistas”, que admitían en sus filas a gentes de todas
las razas y que “de todos los partidos político el PCSA era el único que lu-
chaba honesta y sinceramente por la emancipación de los oprimidos”. De
esta manera chocó directamente con los elementos misioneros mucho más
conservadores que había en el ANC y, sobre todo, con PIXLEY KA ISAKA SEME.
El resultado fue que en 1930 GUMEDE fue barrido de la dirección del ANC
porque esa no era la orientación política del grupo dirigente de la orga-
nización que, por otra parte, tenía muy poco fondos y todavía no había
empezado a crecer. Se había mantenido como un grupo pequeño, más bien
de élite, no muy vinculado a las masas. El mundo político sudafricano no
estaba en sus manos sino en las de la minoría europea.
Ya hemos mencionado al Partido Laborista entre los ingleses y su des-
cendencia pero los Boers eran la mayoría entre los europeos y al fundar-
se la Unión se creó el Partido Sudafricano, esencialmente boer, con una
dirección dispuesta a contemporizar con los británicos, a la reconciliación
con Inglaterra, muy ligados a los intereses económicos, a las grandes em-
presas mineras. Ese fue el partido en el poder al inicio, aunque siempre
hubo recalcitrantes menos dispuestos a olvidar, como los Boers que en 1913
fundaron en Bloemfontein el Partido Nacional —pero de los descendientes
de los holandeses—, para nada relacionado con los nacionalistas africanos
del ANC. Este es el partido de los derechistas dentro de la minoría blanca,
pero para 1924 ocurrió un hecho un tanto sorprendente. Dos grupos que
estaban interesados en que el producto de las riquezas del país se quedara
en Sudáfrica sin que las ganancias se las llevaran las compañías mineras
para el exterior, para poder desarrollarse y mejorar las condiciones de sus
respectivos electorados se pusieron de acuerdo. Se trataba de dos fuerzas
contrastantes, el Partido Laborista y el Partido Nacionalista, que formaron
gobierno en 1924 y aplicaron una política económica que completó la par-
ticularización de la economía sudafricana. Van a impulsar la industrializa-
ción de Sudáfrica por su interés en desarrollar la economía del país en que
viven, donde están desde hace generaciones, pero para su beneficio, no
para el de los africanos salvo como mano de obra.
Con HERTZOG al frente se favoreció una política de integrar a los Boers,
más allá de su tradicional papel en la vida agropecuaria rural como granje-
ros, en la industria y en las finanzas, para que ganaran peso en los bancos
y empresas del capital que estaba controlando la economía sudafricana. En
esta etapa el país se abrió, aun más, a la inversión exterior, aunque ya en
1917 se había creado la Anglo American Corporation en el sector minero,
con ERNEST OPPENHEIMER al frente y con capital norteamericano de J.P. MORGAN.
Se trata de un país muy rico, con todos los recursos naturales; se dice que to-
dos los elementos de la tabla periódica de Mendeleiev pueden encontrarse

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allí, donde había de todo salvo petróleo y continuó la penetración econó-
mica extranjera con inversiones de las industrias Nobel y Siemens en 1926,
Ford y General Motors en esa misma década, Unilever en 1929, Dunlop en
1930. Al mismo tiempo desde 1925 se establecieron medidas proteccionistas
a favor de la industria local en desarrollo y en 1928, contra la oposición de
las firmas del acero británicas, el gobierno sudafricano creó la ISCOR, una
corporación estatal para el procesamiento del hierro y el acero que pronto
produjo el 80 % del acero sudafricano. Para 1936 la manufactura constituía
el 15 % del producto nacional bruto de Sudáfrica. Entre 1933 y 1934, en
otro momento electoral, se sigue percibiendo la progresiva derechización
de la minoría blanca y surge un gobierno de coalición del Parido Sudafri-
cano con el Nacionalista bajo HERTZOG y el general JAN SMUTS. No obstante, el
ala más derechista del Partido Nacional boer decidió separarse y fundar el
Partido Nacionalista “purificado” bajo la dirección de DANIEL FRANÇOIS MALEN,
apoyado por los grupos filo-fascistas de la década de 1930, que en breve
fue el gestor del Apartheid. Los ideólogos de ese plan racista de separación
de los grupos raciales en casi todos los aspectos de la vida social salvo en la
explotación de la mano de obra no calificada, surgieron de la Universidad
de Stellenbosch, en la periferia este de Ciudad del Cabo.
En vísperas de la Segunda Guerra Mundial estos mismos sectores no ocul-
taban sus simpatías pro-fascistas. El ministro de defensa, PILLOW, que visitaba
y elogiaba a la Alemania nazi, había reducido al ejército a una nulidad, lo
que luego derivó en una rendición masiva ante los alemanes en el frente
de Libia; HERTZOG, el premier, tenía la misma inclinación en 1935 había pro-
puesto que Liberia fuera otorgada a Alemania como mandato. Al comenzar
la guerra el gabinete entró en crisis al pronunciarse seis ministros por la
neutralidad y siete por la guerra, encabezados por SMUTS. En el parlamento
la votación fue favorable a Inglaterra por 80 contra 67 y SMUTS formó go-
bierno con el partido Sudafricano Unido, el del Dominio y los Laboristas y
las tropas partieron a los frentes de Etiopía, África del Norte y Sicilia, aparte
de 70 000 africanos movilizados sin armas. Los Nacionalistas Boers no pu-
dieron retirar a Sudáfrica del conflicto y SMUTS, por necesidades de guerra,
habló de abandonar la segregación racial por obsoleta, para poder utilizar
mejor a las mayorías segregadas. En la industria de guerra algunos africa-
nos tuvieron acceso al trabajo calificado y hubo cierto relajamiento en los
sindicatos en cuanto a la barrera del color. Por su parte el ANC adoptó una
Carta de Derechos en 1944 con un amplio programa de demandas y se hizo
más activo, impulsado por la nueva generación.
En efecto, ese año fue fundada la Liga de la Juventud del ANC (ANCYL)
como reacción al punto de vista más conservador de la dirección tradicio-
nal del ANC, propugnando formas más eficaces y activas de resistencia a la
opresión. Sus dirigentes eran NELSON ROLIHLAHLA MANDELA (1918-2013), OLIVER
REGINALD TAMBO (1917-1993), WALTER ULYATE MAX SISULU (1912-2003), ANTON LEMBEDE

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y A. P. MDA. El joven MANDELA, de 26 años, se destacó como dirigente y en
1948 fue elegido secretario nacional de la ANCYL y miembro del Comité
Ejecutivo Nacional del propio ANC por la provincia de Transvaal. Durante
sus años de estudiante, sobre todo en Johannesburgo en su etapa de for-
mación política, entró en contacto con varias corrientes de pensamiento.
Invitado a las reuniones del ANC e incluso del PCSA aunque no era militante
y hasta se consideraba anticomunista, asistía porque le interesaba obser-
var “una nueva sociedad donde encontrabas europeos, hindúes, mestizos y
africanos juntos, algo nuevo para mí que nunca había visto antes”; le inte-
resaba “la vertiente social de la política…me impresionaban los miembros
del partido comunista, el hecho de ver blancos que no le daban ninguna
importancia al color de la piel era una nueva experiencia para mí”.238

Figura 3.16. Nelson Mandela.

Pero el 26 de mayo de 1948 en las elecciones solo para blancos resultó ga-
nador el Partido Nacionalista Puro y DANIEL F. MALAN pasó a formar gobierno
y a implementar su programa de Apartheid, palabra en afrikaans (holandés
del Cabo), pronto internacionalizada, que implicaba “separación, segrega-
ción, existencia y desarrollo por separado”. Ese engendro de un grupo de
académicos retrógrados Boers caería sobre los sudafricanos no blancos a
contrapelo de la tendencia general de posguerra hacia la liberalización y el
inicio de la descolonización afroasiática. Sudáfrica fue la excepción, la nota
disonante y el lema electoral comenzó a concretarse como política racista
en beneficio del herrenvolk, el pueblo escogido, que, según su versión bí-
blica del calvinismo, eran los Boers. Se planificó la separación en todas las
esferas de la vida pero la realidad económica, desde el principio, chocó con

238
Mandela, Nelson: Conversaciones conmigo mismo, p. 78.

272

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ese plan; en 1951 de los 3 600 000 asalariados de Sudáfrica, solo 754 000
eran blancos. Eso quería decir que toda la prosperidad capitalista del país
descansaba en el trabajo cotidiano de los africanos, incluso de más allá de
sus fronteras, pues 250 000 eran contratados anualmente en las colonias
vecinas para las minas, y algunos miles lograban quedarse. Era imposible
prescindir de esa mano de obra no blanca pero se le mantendría en una
situación de subordinación, explotada, dividida y segregada. En realidad
el Apartheid no era totalmente nuevo ni solo pensado por los Boers pues
desde antes habían existido políticas de segregación también por los ingle-
ses, pero ahora quedo institucionalmente generalizada en castas étnicas.
En la pirámide social blanca estaban primero los Afrikáners o Boers, luego
ingleses, alemanes y judíos, después los mulatos, los hindúes y, en la base,
los africanos.
La legislación del Apartheid fue cubriendo todos los aspectos de la vida
en sociedad; el Acta de Grupos por Áreas de 1950 determinó la separación
en las zonas de residencia, lo que implicó el reasentamiento de los no blan-
cos para lograr la separación de razas y sacar a los africanos de las ciudades
blancas; por ejemplo de Johannesburgo hacia el suroeste (South West) a
Soweto, el gigantesco gueto negro. El Acta de Registro de la Población,
también de 1950, obligaba a portar una identificación personal con la raza,
el lugar de residencia y demás datos, que limitaba la libertad de movimien-
to a capricho de la policía; no se podía estar sin permiso en otra área que
no fuera la de trabajo de día y la de residencia de noche. Ante las protestas
y las manifestaciones se promulgó, a tono con aquellos tiempos de Guerra
Fría, la Ley No. 44 de Supresión del Comunismo el 26 de junio de 1950, por
la que se ilegalizó al PCSA lo mismo que cualquier actividad que pudiera
considerarse comunista. Pero el “comunismo” era definido en términos tan
vagos y amplios que cualquiera que protestara contra las leyes del Apartheid
podía ser procesado bajo esa ley.
Desde 1927 estaban prohibidos los matrimonios o las relaciones interra-
ciales entre los blancos y los demás pero el Apartheid extendió la prohibi-
ción a todos los demás grupos raciales entre sí; nadie podía casarse o hacer
el amor fuera de su comunidad. Todos los espacios públicos y de transpor-
te fueron segregados, desde los parques a las tomas de agua. Pero esto
tampoco era totalmente nuevo; el prócer de la independencia de la India,
MAHATMA GANDHI, había sufrido esa discriminación en un tren de Durban a
Pretoria en 1893. Pero ahora la práctica se había vuelto ley. El acta de edu-
cación bantú de 1953 implantó una segregación estricta en las escuelas,
que pasaron de las misiones al estado racista y limitaron el curriculum a la
preparación para trabajos no calificados. Para eso el Acta de Conciliación
Industrial de 1956 congeló los puestos laborales que requerían calificación
para los blancos, prohibiendo a los africanos esos empleos. Hasta los mula-
tos del Cabo que desde 1909 tenían alguna representación en el poder

273

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municipal, quedaron despojados de esa posibilidad. Una burocracia com-
puesta mayormente por gente leal al Partido Nacional boer aplicaba esas
leyes y administraba el Apartheid. Estas son solo algunas de las medidas
que convirtieron a los no blancos en prisioneros sujetos a todas las arbitra-
riedades en su propio país, a partir de 1948.
Todas las partes sanas de la sociedad sudafricana reaccionaron, en ma-
yor o menor medida, contra la vergüenza del Apartheid. El ANC adoptó en
1949 el plan de acción de la Liga Juvenil, la ANCYL, de desobediencia civil,
boicots y huelgas y se buscó unir fuerzas con todos los implicados a través
de sus organizaciones. En 1950 surgió la Alianza de los Congresos integrada
por el ANC, el Congreso Indio Sudafricano (SAIC); el Congreso de los Demó-
cratas (COD), de los blancos anti-Apartheid; y la Organización Sudafricana
de las Personas de Color, después CPC, un paso muy positivo que permitiría
dar otros de importancia, como veremos. El Congreso Indio de Sudáfrica
había sido fundado en 1919 para oponerse a las leyes discriminatorias de
entonces y comprendía El Cabo, Natal y la Asociación India Británica del
Transvaal. Su dirección, muy conservadora de inicio y limitada a las peti-
ciones y delegaciones ante las autoridades, pasó a activistas más radicales
en los años de la década de 1940, como YUSUF DADOO y MONTY NAICKER, que
promovían la resistencia no violenta.
En diciembre de 1951 el ANC lanzó su Campaña de Desobediencia Civil de
alcance nacional que tomó mayor impulso el 26 de junio de 1952 cuando se
le sumó el SAIC, el Congreso de los Indios, contra seis leyes del Apartheid. La
Campaña contaba con activistas que infringían las leyes racistas al entrar en
espacios reservados para blancos, ignorar el toque de queda y exponerse a
ser arrestados por esas u otras causas. NELSON MANDELA fue designado al alto
mando nacional de la Campaña junto con MAULVI CACHALIA, un experimentado
miembro del SAIC, como segundo. Más de 8 500 voluntarios fueron a la cárcel
por su participación en la Campaña de Desobediencia Civil. Desde 1952 y hasta
su muerte la presidencia general del ANC fue ocupada por el jefe, profesor y
pastor religioso ALBERT JOHN MVUMBI LUTHULI (1898-1967), activista anti-apartheid
que a partir de 1953 quedó confinado en su casa por orden del gobierno.
El paso siguiente fue la convocatoria, por parte del movimiento de los
cuatro congresos ya citados —la Alianza de los Congresos— a una Asam-
blea Popular General para el verano de 1955 a la que se llamó Congreso del
Pueblo. La importante reunión fue la culminación de una campaña de un
año en la que los miembros de la Alianza de los Congresos fueron casa por
casa por toda Sudáfrica, recogiendo las peticiones del pueblo en función
de lograr una Sudáfrica Libre. Esos criterios populares recopilados fueron
reunidos en la Carta de la Libertad,239 proclamada en el Congreso del Pue-
blo efectuado el 25 y 26 de junio de 1955 en Kliptown, Johannesburgo

239
Entralgo, Armando: África. Política. 5. Segunda parte, texto completo en pp. 470-476.

274

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en presencia de tres mil delegados. Allí al jefe ALBERT LUTHULI, que estaba al
frente del ANC, se le confirió el Isitwalandwe Seaparankoe, máximo ho-
nor que otorga esa organización. MANDELA, que ya era vicepresidente del
ANC, supervisó los trámites del cónclave en secreto, junto a otros dirigentes
igualmente proscritos, desde el tejado de una tienda cercana. La Carta de la
Libertad, adoptada el segundo y último día de sesiones, era la Declaración
de Principios de la Alianza de los Congresos y abogaba por la igualdad de
derechos para todos los sudafricanos en un estado democrático sin impor-
tar la raza, el derecho a emplear su lengua y desarrollar su propia cultura y
costumbres, la reforma agraria (“toda la tierra será repartida entre quienes
la trabajan”), la mejora de las condiciones laborales y de vida (“los hombres
y mujeres de todas las razas recibirán igual salario por igual trabajo”), la
justa distribución de las riquezas, la educación obligatoria y unas leyes que
restablecieran la justicia para todos. El documento estableció, a nombre
del pueblo del país, que “Sudáfrica pertenece a todos los que viven en ella,
negros y blancos, y que ningún gobierno puede proclamarse, con justicia,
autoridad, a menos que se base en la voluntad de todo el pueblo”.
La nación, entendida no como estado sino como comunidad humana
con autoconciencia de tal entre todos sus integrantes, no solo no se había
logrado en Sudáfrica sino que la profunda herida social del Apartheid la ha-
bía alejado como meta. La compleja cuestión nacional del país no resultaba
fácil de definir en la teoría y en la práctica y había sido muy debatida, allí
y mundialmente. Por ejemplo, en 1967 el profesor polaco TADEUS LEPKOWSKY,
al plantear el asunto en la Universidad de La Habana, se refirió al “trágico
modelo de Sudáfrica” … “dónde en el mismo estado hay dos naciones com-
pletamente diferentes, separadas en el mismo territorio”; para JEAN ZIEGLER
(Main basse sur l´Afrique) allí se estaba construyendo “una nación dual”,
y se apoyaba en la opinión de GURVITCH de que esa sociedad constituía “un
objeto sociológico inacabado”;240 mientras que, para BENJAMÍN AKZIN, los su-
dafricanos negros eran “una mayoría no dominante, étnicamente distinta
de ambas nacionalidades blancas y que empieza a adquirir una ideología
nacionalista propia” y comentaba que “el futuro de ambas quedará deter-
minado por la solución que se de al problema interracial”.241
La Carta de la Libertad planteó esa solución ya desde 1955 en base a la
estricta igualdad de derechos para todos, excluyendo la derrota de unos
en beneficio de la victoria de otros. Ante la evidencia de la diversidad y los
antagonismos del momento, parece que no se consideró realista incluir el
término “nación” en el texto y se inició el documento con un Nosotros, el

240
Ziegler, Jean: Main basse sur l´Afrique, pp. 154 y 188.
241
Akzin, Benjamín: Estado y nación, p. 120.

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pueblo de Sudáfrica, un pueblo de “grupos nacionales”. Para esos grupos
nacionales la Carta reclamó iguales derechos: “Todos los grupos nacionales
y las razas serán iguales ante los órganos estatales, las cortes y las escuelas”;
“Todos los grupos nacionales serán protegidos por la ley contra insultos a
su raza y orgullo nacional”. El histórico documento prometió luchar por
un futuro en que “será un crimen punible la enseñanza y la práctica de la
discriminación racial” y en el que “todas las leyes y prácticas del Apartheid
serán abolidas”. Todos esos enunciados hicieron que la Carta de la Libertad
fuera, efectivamente, una poderosa arma en la lucha contra el Apartheid.
Para debilitar al poderoso movimiento de los congresos, el gobierno pro-
cesó a muchos de sus integrantes en lo que se conoció como el largo “juicio
por traición” a partir de una redada en la madrugada del 5 de diciembre de
1956, donde arrestaron a 156 personas y las acusaron de alta traición. Este
hostigamiento en los tribunales, que duró cuatro años y medio, comenzó
bajo el segundo gobierno del Apartheid encabezado por G. STRIJDOM (1954-
1958) y terminó en marzo de 1961, bajo HENDRIK VERWOERD (1958-1966), cuan-
do se retiraron todos los cargos o, como en el caso de MANDELA y los últimos
treinta, resultaron absueltos.
El plan de acción para rediseñar geopolíticamente el país según el Apar-
theid se dio a conocer en 1955 como el Informe Tomlinson, un enorme ma-
motreto. La intención era convertir la mayoría africana en un conjunto de
minorías seccionadas atendiendo a su fragmentación tribal, promoviendo
esas demarcaciones étnicas o reservas de cada tribu a la categoría de home-
lands o patrias. Estos áridos enclaves se repartían el 13 % de las tierras del
país y, aunque estaban superpoblados, en ellos vivía menos de la tercera
parte de la población africana, pero se pretendía retribalizar a los otros dos
tercios que podían ser “devueltos” para allí, a sus patrias de origen. De esta
manera la mayoría africana era considerada extranjera en su propio país y
cualquiera podía ser deportado a las reservas, aunque ya no tuviera ningún
vínculo con ellas.242 De allí solo se salía si se tenía un contrato de trabajo en
las áreas “blancas” y la autoridad inmediata y más visible era el jefe tribal
tradicional. Este fenómeno, conocido como bantustanización, se extendió
a 10 reservas y la propaganda oficial pretendió hacerlas pasar como una
descolonización similar a la que acontecía en el resto de África, pero ningún
país —ni aun los más reaccionarios— reconoció ese fraude.
No obstante, siete de ellos formaron autogobiernos, el primero Transkei
(Xhosa) en 1963 y el resto en 1972; estos fueron Ciskei (Xhosa), Kwazu-
lu, Lebowa (Sothos del Norte), Gazankulu (Tsonga), Vhavenda y Bophu-
thatswana (Tswana). Solo los Sotho del Sur y los Swazi (ambos en las fronteras

242
Así se lo anuncian a un personaje de la novela de Modikwe Dikobe, El baile marabi
(p. 173): “Dices que tu abuelo era Ndebele. Entonces tu pueblo es Potgietersrust. Tienes
que salir del perímetro urbano de Johannesburgo dentro de setenta y dos horas”.

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de Lesotho y Swazilandia, respectivamente), no participaron. Entre 1976
y 1981 Pretoria declaró “independientes” a los Bantustanes de Transkei,
Bophuthatswana, Venda y Ciskei. Las condiciones se deterioraron rápida-
mente en esas “patrias” porque no se crearon las empresas y fábricas en sus
límites con las áreas blancas, como se había prometido para crear puestos
de trabajo. En cambio debieron acomodar a buen número de deportados
lo que empeoró la situación por el hacinamiento y el desempleo. Tratando
de revertir el flujo de los africanos hacia las ciudades el gobierno reforzó las
leyes de pases, haciendo ilegal para un africano permanecer en una ciudad
por más de 72 horas sin un trabajo en una casa o negocio blanco. Para 1983
habían sido expulsados tres millones y medio de africanos de los núcleos
urbanos y las tierras de los blancos mediante brutales desalojos. Muchos de
los afectados habían vivido allí por generaciones pero se les desterró a las
reservas.
Salvo una recesión a inicios de la década de 1960, la economía creció
rápidamente hasta fines de la de los 1970. Para entonces, con una mezcla
de empresas privadas y públicas, Sudáfrica se había dotado de una infraes-
tructura moderna muy por delante del resto del continente. Los modernos
puertos de Ciudad del Cabo y Durban conectaban con la red de carreteras
y ferrocarriles al servicio de la minería del oro, el diamante y el carbón,
además del importante sector industrial. El sector privado estaba domina-
do por dos grandes gigantes, la Anglo American Corporation y la De Beers
Consolidated Mines. Ambas formaban el corazón de uno de los emporios
mineros, comerciales y financieros más poderosos del mundo, que daba
empleo a 800 000 personas en los cinco continentes. Por su parte las corpo-
raciones estatales controlaban las industrias que resultaban vitales para la
seguridad del país a través de la Armaments Corporation of South Africa
(ARMSCOR), que producía equipamiento militar de alta calidad; y South
Africa Coal, Oil and Gas Corporation (SASOL) que ayudaba a suplir la falta
de petróleo convirtiendo químicamente el carbón en gasolina.
Esta actividad económica costeó la puesta en marcha del drástico experi-
mento social etnocrático en beneficio de la minoría blanca. En la sociedad
sudafricana mediaba una gran distancia entre los ricos, casi todos blancos,
y las masas pobres, africanas en su mayoría, pero también compuestas de
mulatos e indios. Los blancos lo tenían todo: dinero, casas, buenas condi-
ciones de vida, estudios, viajes, diversiones. Los de abajo, principalmente
los africanos sufrían de extrema pobreza, malnutrición y enfermedades y
vivían hacinados en sus ghettos en un ciclo cerrado por las leyes. A pesar
del crecimiento de la economía nacional, la prosperidad no llegaba a sus
barrios, pero la podían ver en los de los blancos, mientras la vida se les iba
en la dura lucha diaria por la supervivencia.
En 1959 el abogado ROBERT MANGALISO SOBUKWE (1924-1978) y el político y
activista CLARENCE MAKWETU al frente de un grupo escindido del ANC funda-

277

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ron el Congreso Panafricano (CPA), una organización menos comprensiva
en cuanto a las relaciones con los blancos que se regía por la consigna gar-
veysta de “África para los africanos”. SOBUKWE fomentó las protestas masivas
contra las leyes de pases por todo el país, adelantándose en esto diez días al
ANC. Las personas debían presentarse en las estaciones de policía y hacerse
arrestar tras quemar públicamente sus pases. El 23 de marzo de 1960, en el
Año de África, en el que 17 países alcanzaron la independencia, la Sudáfrica
del Apartheid volvió a marchar en sentido contrario y sobre sangre africana.
El crimen fue en Sharpeville, cerca de Vereeniging, tras una quema de pases
organizada por el CPA, cuando la policía abrió fuego sobre una multitud
de unos siete mil manifestantes, matando a 69 —la mayoría baleadas por
la espalda mientras intentaban salvarse— e hiriendo a 178. La matanza de
esa jornada, que hoy se conmemora en Sudáfrica como Día de los Derechos
Humanos, conmovió al mundo entero y levantó una ola de repulsa contra el
Apartheid. En la propia Sudáfrica miles de trabajadores fueron a la huelga
y 30 000 africanos desfilaron en protesta por el centro de Ciudad del Cabo.
El gobierno de VERWOERD, uno de los principales arquitectos del Apartheid
desde que era ministro de Asuntos Nativos con Malan, respondió declaran-
do el estado de emergencia el 30 de marzo y procediendo a arrestos ma-
sivos, incluida la mayor parte de los líderes africanos. El 8 de abril de 1960
fueron ilegalizados el ANC y su rival, el CPA, que debieron pasar a la clan-
destinidad; los acontecimientos se habían precipitado de tal forma que los
hechos, la práctica, se habían ido por delante de la teoría de la lucha; ante
la violencia indiscriminada del Estado se había hecho imposible continuar
buscando el cambio oponiéndole resistencia a la represión solo por la vía no
violenta y la desobediencia civil. El ANC cambió su estrategia y respondió a
la violencia del régimen con la violencia revolucionaria creando Umkhnto
we Sizwe (MK), La Lanza de la Nación en Xhosa y Zulú, como brazo armado
del ANC en junio de 1961. Cambiar hacia esa otra política no fue fácil.
NELSON MANDELA explica que, en la segunda mitad de 1960, habló del asun-
to con WALTER SISULU y decidieron plantearlo en una reunión de trabajo del
ANC. Allí MOSES KOTANE (1905-1978), secretario general del Partido Comu-
nista Sudafricano (CPSA), entre 1939 y 1978 y Tesorero general del ANC de
1963 a 1973, consideró que aún no había llegado el momento para eso:
“Aún tiene cabida el método antiguo que estamos utilizando si somos lo
suficientemente imaginativos y estamos lo suficientemente decididos. Sim-
plemente queréis exponer a la gente a masacres perpetradas por el ene-
migo. Ni siquiera os habéis parado a pensar detenidamente en ello” dijo
KOTANE, y todo el mundo lo apoyó. SISULU coordinó una reunión entre MANDELA
y KOTANE solos. Cuenta MANDELA que en esa ocasión fue muy sincero y le dijo
“estás haciendo justo lo que hizo el partido comunista de Cuba —referen-
cia al Partido Socialista Popular en 1953— decían que no se habían dado to-
davía las condiciones para gestar una revolución”…”en este caso tenemos

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que decidir a partir de nuestra propia situación” y “la situación en este país
es que ha llegado la hora de que consideremos una revolución, una lucha
armada”.243 Después de muchas reticencias no solo de KOTANE sino de ALBERT
LUTHULI, presidente general del ANC y otros, que creían en la no violencia
como principio, fue aceptada la lucha armada como táctica.
En aquella etapa en el ANC solo había africanos pero la participación
en el MK estaba abierta a todos; su primer comandante en jefe fue NELSON
MANDELA, que había pasado al clandestinaje en abril de 1961. El MK, todavía
inexperto y en formación, comenzó sus acciones con una serie de explosio-
nes el 16 de diciembre de 1961; entre los cuadros que salieron al extranje-
ro para entrenarse estaba MANDELA que partió en enero de 1962 a Etiopía,
Marruecos y otros diez estados africanos e Inglaterra y volvió en julio. El 5
de agosto el líder sudafricano fue arrestado por la policía del régimen cerca
de Howick, Natal y el 7 de noviembre lo condenaron a cinco años de cárcel.
Pero el 11 de julio de 1963 en una redada en su escondite de la Liliesleaf
Trust, en Rivonia, fue detenida la mayor parte del Estado Mayor del MK
por lo que 10 dirigentes del ANC fueron acusados de sabotaje y se enfren-
taron a la posibilidad de la pena de muerte. El proceso, que tuvo lugar
entre 1963 y 1964, pasó a la historia como el Juicio de Rivonia. Se habían
incautado documentos incriminatorios, incluida una proposición para una
operación guerrillera denominada Operación Mayibuye. MANDELA, que ya
cumplía pena por instigación y por haber abandonado el país ilegalmente,
estaba implicado en esa proposición; también se presentaron notas sobre
sus lecturas en torno a la guerra de guerrillas y el diario de su recorrido por
África el año anterior. En lugar de ser interrogado como testigo, MANDELA
hizo una declaración de principios desde el banquillo de los acusados. Ese
discurso se convirtió en su conocido alegato conocido como “Estoy prepa-
rado para morir”, por sus palabras al respecto.
El 11 de junio de 1964 el juez boer QARTUS DE WET declaró culpables a
ocho de los acusados en el Palacio de Justicia de Pretoria —NELSON MANDELA,
WALTER SISULU, AHMED KATHRADA, GOVAN MBEKI, RAYMOND MHLABA, DENIS GOLDBERG,
ANDREW MLANGENI y ELIAS MOTSOALEDI— y el 12 de junio de 1963 no fueron
condenados a muerte sino a cadena perpetua. Para 1964 el gobierno había
capturado a muchos de los líderes de la resistencia y los había sentenciado
a largas condenas en Robben Island, pequeña isla de 3,3 km de largo y 1,9
de ancho, a 7 kms de la costa de Ciudad del Cabo. Allí estaba MANDELA desde
mayo de 1963 y luego se le unieron sus compañeros de condena y también
ROBERT SUBUKWE, que fue condenado a tres años por instigación tras Sharpe-
ville pero luego se le aplicó una cláusula que permitía la renovación de la
pena si el cargo era político (luego se le conoció como la cláusula SOBUKWE)
y lo dejaron allí seis años más. Otros debieron abandonar el país hacia el

243
Mandela, Nelson: Conversaciones conmigo mismo, p. 109.

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exilio; OLIVER REGINALD TAMBO (1917-1993), vicepresidente del ANC en 1958,
pasó a Zambia a encabezar el ejecutivo exterior del ANC. El gobierno de
VERWOERD terminó con su asesinato por un desquiciado en el parlamento
en 1966 y fue sucedido en el poder por BALTHAZAR J. VORSTER (1966-1978) sin
mayores cambios.
En la segunda mitad de la década de 1960 obtuvieron su independen-
cia los tres protectorados que Inglaterra mantenía en el Cono Sur. Botswana,
antes conocida como Bechuanaland, se convirtió en independiente el
30 de septiembre de 1966 bajo la presidencia de Sir SERETSE KHAMA; el reino
de Lesotho, que fuera Basutoland, fue libre el 4 de octubre de 1966 con el
jefe LEABUA JONATHAN como premier y MOSHOESHOE II en el trono; y Swazilan-
dia, también como monarquía, el 6 de septiembre de 1968, bajo el rey SOBHUZA II
con el príncipe MAKHOSINI JAMESON DLAMINI como premier por el partido
Imbokodvo. Las economías de los tres países estaban muy ligadas a la de
Sudáfrica.
En 1973 comenzó una nueva fase de la resistencia contra el Apartheid
cuando los sindicatos negros organizaron una serie de huelgas por mayores
salarios y mejores condiciones de trabajo. Ya por entonces los estudiantes
de la nueva generación, agrupados en la South African Student Organi-
zation (SASO) Organización de Estudiantes de África del Sur, dirigidos por
STEVE BIKO, habían dado impulso al Black Consciousness Movement (BCM)
Movimiento de la Conciencia Negra, en dos movimientos coordinados que
marcaron esa época. El surgimiento de la SASO fue una manifestación del
sentimiento presente entre los estudiantes universitarios negros de que de-
bían crearse una organización y un liderazgo para llenar el vacío producido
por la prohibición del ANC en 1960 y el arresto de su cúpula dirigente en
1964. La SASO se formó en la Conferencia de Marianhill, que reunió a los
dirigentes estudiantiles negros en diciembre de 1968, y fue presentada ofi-
cialmente en julio de 1969 en la Conferencia de la SASO en la Universidad
Turfloop. Al inicio de la década de 1970 creció la membrecía de la SASO y
se fue consolidando gradualmente su posición como una voz alternativa
contra la propaganda del Apartheid dentro del país. Para 1971, no obstante
quedar limitado su radio de acción a los campus universitarios, había pasa-
do a ser aceptada incluso por la prensa como una organización de libera-
ción relevante.
El Movimiento de la Conciencia Negra estuvo dirigido a los jóvenes es-
tudiantes y trabajadores negros que fomentaban el orgullo hacia su iden-
tidad en términos muy parecidos a los del panafricanismo de MARCUS GARVEY
en la década de 1920. Liberar las mentes era uno de los objetivos principa-
les de este movimiento según STEVE BIKO, el joven dirigente de la SASO, que
sintetizo esa idea al escribir que “El arma más potente en manos del opre-
sor está en la mente del oprimido”. Ese nuevo orgullo fue inculcado entre
los estudiantes negros: orgullo de sí mismos y de sus logros, orgullo de su

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comunidad y su historia; fe en la justeza de su lucha y en la posición tomada
por aquellos que estaban en la prisión y en el exilio. En su manifiesto políti-
co la SASO expresaba con claridad su convencimiento de que Sudáfrica era
un país en el cual blancos y negros vivían y deberían seguir viviendo juntos.
Mantenía que la población blanca, que era responsable de votar por los
sucesivos gobiernos represivos del Partido Nacional Boer, tendría que optar
por ser parte del problema o de la solución, pero no podía mantenerse en
las dos posiciones a la vez.
La SASO sostuvo el concepto de la Conciencia Negra como su credo ideo-
lógico, definiéndola como una actitud que debía llevar a las personas ne-
gras al rechazo de todo el sistema de valores que pretendía convertirlos en
extranjeros en el país donde habían nacido, y reducir su dignidad humana.
Desde esta perspectiva política se insistía en que la población africana tenía
que construir su propio sistema de valores, autodefinirse y no aceptar ser
definida por otros. Partiendo de esto, la SASO vio en los dirigentes de los
bantustanes un ejemplo típico del intento del régimen del Apartheid de
“definirle” a la población negra quienes debían ser sus dirigentes, mientras
encarcelaba o llevaba al exilio a los líderes verdaderos. Con independencia
de alguna conducta personal errónea, la SASO mantuvo viva la memoria
del liderazgo genuino, perseguido por el régimen, y rechazó la represen-
tatividad de los jefes de bantustanes, que se prestaban a colaborar en esa
pantomima. MANDELA se mostró comprensivo en Robben Island con algunos
jóvenes presos de esa tendencia que creían que los prisioneros del ANC, de
otra generación, eran demasiado moderados, y logró que acabaran unién-
dose a ellos en esa cárcel. El Movimiento de la Conciencia Negra inspiró
la formación de la Organización del Pueblo Azanio en 1978 y fusionó tres
organizaciones ilegalizadas: la Convención del Pueblo Negro (BPC), la SASO
y los Programas de la Comunidad Negra (BCP).
Soweto (abreviatura de South West Township) era una de las creacio-
nes monstruosas del Apartheid. El gran guetto africano de Johannesburgo,
con una población de un millón doscientos mil habitantes provenientes de
ocho etnias diferentes, no disponía de electricidad en el 86 % de las casas,
que tampoco contaban con baños ni servicios en el 93 % de sus pequeñas
viviendas. Ese sería el escenario de otro de los acontecimientos claves en
el itinerario de la rebelión del pueblo sudafricano contra el Apartheid. En
síntesis, el 16 de junio de 1976 más de 5 000 niños y adolescentes de se-
cundaria fueron de escuela en escuela recorriendo Soweto en protestando
contra la imposición del afrikaans en lugar del inglés en su enseñanza. Esas
demostraciones habían ido tomando fuerza desde marzo cuando TREURNICHT,
el viceministro del régimen para la educación bantú, hizo el primer anuncio
de ese impopular cambio. La SASO acordó entonces promover una ola de
protestas mediante los estudiantes de secundaria, agrupados en el Movi-
miento Estudiantil de Sudáfrica (SASM). Según MOHAMED TIMOL, procesado

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luego por lo sucedido, “en el SASM había muchos estudiantes que veían
con buenos ojos la coordinación con el ANC y al final pudo lograrse”.
Al comentar el contexto regional, con la liberación de Angola y Mo-
zambique y la intensificación de la lucha armada en Rhodesia-Zimbabwe
y Namibia, Masipula Mombwa —otro activista que luego debió partir al
exilio— opina que “hay algo común entre la derrota sudafricana” —en An-
gola, cuando el MPLA pudo proclamar la independencia con apoyo cubano
en noviembre de 1975—”y el levantamiento de Soweto en 1976. Cuando
la guerra en Angola el gobierno sudafricano trató de ocultar su participa-
ción” pero “esto no se pudo esconder por mucho tiempo y la noticia de su
derrota fue conocida por todos”. Para este activista del ANC en Soweto,
esos hechos “echaron por tierra la propaganda de la invencibilidad de los
racistas, pues fueron derrotados en un país africano independiente: An-
gola”. Por eso TSEKO NELL, otro participante en los acontecimientos, estima
que “hay que decir que un elemento decisivo de inspiración para nuestras
actividades lo constituyó la victoria del pueblo angolano, apoyado por los
países socialistas”.244
El 16 de junio, cuando las manifestaciones llegaron a su apogeo, la poli-
cía, según su viejo reflejo, abrió fuego sobre los muchachos matando a un
niño de 13 años e hiriendo a otros 7, lo que motivó una reacción en cadena
de protestas por todo el país. De nuevo el gobierno desató una feroz repre-
sión tratando de recuperar el control por la fuerza; ocho semanas después
los muertos llegaban a la cifra de 184 y los heridos a 1 195; en el espacio
de un año el régimen prohibió otras tantas organizaciones y asesinó a unas
600 personas, incluido el líder de la SASO, STEVE BIKO. Ya en 1973 la Asamblea
General de la ONU había declarado que el Apartheid era “un crimen contra
la humanidad” y después de Soweto, en 1977 el Consejo de Seguridad votó
un embargo contra la venta de armas al régimen sudafricano.
En los años siguientes se fue haciendo evidente que no habría paz en
Sudáfrica mientras existiera el Apartheid. La mayoría de los bantustanes
eran un completo desastre económico y político, y resultaban ejemplos
inocultables de robo y arbitrariedad. Su único producto de exportación
de interés seguía siendo la mano de obra y casi todos sus dirigentes eran
corruptos e impopulares. La economía nacional estaba en recesión y los
blancos calificados comenzaron a emigrar en medio de una inflación inde-
tenible. En el plano exterior, el aliado portugués se había hundido en 1974
y su lugar había sido ocupado por los gobiernos de Angola y Mozambique,
enemigos del Apartheid y aliados del ANC, mientras el régimen blanco de
IAN SMITH en Rhodesia entraba en un conteo regresivo, hasta desaparecer en
1980. Crecientemente aislado, con el Apartheid convertido, cuando menos,

244
Hernández Machado, Juan: Soweto: el principio del fin, UNEAC, 1982, pp. 26, 28 y 29
(testimonios de Mohamed Timol, Masipula Mombwa y Tseko Nell).

282

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en una mala palabra política y social, la Unión Sudafricana, el último bas-
tión del racismo colonialista, se había convertido en el indefendible objeto
de las críticas y la denuncia de todo el mundo.
Las diferencias generacionales se daban en todos los grupos humanos y
por entonces el Partido Nacional estaba pasando al control de una nueva
clase de Boers urbanos, hombres de negocios e intelectuales, que, como
sus colegas anglodescendientes, admitían que había que correr el riesgo de
introducir reformas para darle algún futuro al país y apaciguar a los críticos
externos e internos. Los primeros y tímidos intentos fueron enunciados des-
pués que VORSTER fue sucedido por PIETER W. BOTHA al frente del Estado (1978-
1989). El nuevo premier del Partido Nacional solo quería cambiar la fachada
pero no el contenido del sistema racista y aplicó ampliamente el garrote
y muy poco la falsa zanahoria en la conducción del volcán sudafricano, al
que llevó al borde de la erupción. Alivió en el papel las prohibiciones sobre
el sexo y los matrimonios interraciales, habló de limitar la segregación en
ómnibus, trenes, restaurantes y hoteles. Las necesidades de la industria lo
obligaron a permitir a los africanos algún acceso al trabajo calificado, la
legalización de los sindicatos negros y del derecho a huelgas, y redujo las
leyes del pase. En un intento para dividir a la masa de opositores no blancos
hizo aprobar por el 66 % de los blancos en un Referéndum en noviembre
de 1983 la constitución de un parlamento tricameral que mantenía la ex-
clusión solo para los negros. El poder real quedaba en manos de la cámara
de los blancos, con 178 asientos a nombre de los 4,6 millones de eurodes-
cendientes; pero se crearon otras dos cámaras, una para los mestizos con
90 puestos en representación de una masa de 2,6 millones de mulatos, y
otra para los indios con 40 curules por los 850 000 indodescendientes. Los
blancos mantenían su preeminencia incluso por el simple número de parla-
mentarios que excedía en 48 diputados a los otros dos grupos juntos.
De esta manera 22 millones de africanos, la población originaria y ma-
yoritaria del país, seguía ignorada y marginada de la vida política. Eran
cambios para no cambiar y fueron rechazados de plano y boicoteados por
la mayoría de la población no blanca. En realidad se trataba de un nuevo
obstáculo en contra del reconocimiento del derecho de todo el pueblo al
poder y al gobierno. Las bases del Apartheid, como el Acta de áreas por
grupos y el Acta de la tierra no fueron tocadas manteniendo la segrega-
ción residencial. Las escuelas y todo el servicio de salud y asistencia social
para los no blancos continuaron en un estado precario en contraste con
el espléndido nivel de los del herrenvolk y sus semejantes, mientras el res-
to, principalmente los africanos, seguían siendo desesperadamente pobres.
Sentado sobre ese volcán social, BOTHA convirtió la represión en un modo
de vida y gobernó apoyándose en los altos oficiales de su Consejo de Segu-
ridad del Estado, más que en su propio gabinete, aventurándose por la vía
militar de reforzamiento del ejército.

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En 1979, en un esfuerzo por limitar la dominación económica del Cono Sur
por la Unión Sudafricana, los países africanos del área formaron laSouthern
African Development Coordinating Conference (SADCC); Conferencia Sudafri-
cana de Coordinación para el Desarrollo, un esfuerzo prometedor. No obs-
tante, la mayor parte del comercio de exportación de la región continuaba
pasando a través del país del Apartheid, una herencia de la infraestructu-
ra creada en la etapa colonial que resultaba difícil de eludir; aparte de
los 280 000 trabajadores temporales que cada año iban de esos países a
emplearse en Sudáfrica. Pero BOTHA no solamente presionó a sus vecinos
a través de esas dos realidades sino que, aparte de negarse a abandonar
Namibia, intervino abiertamente en sus asuntos internos apoyando a la
oposición tribalista de la UNITA en Angola y de RENAMO en Mozambique
contra sus gobiernos respectivos.
Durante la década de 1980 los gobiernos derechistas de la conservadora
MARGARET THATCHER (l979-1990) en el Reino Unido y del republicano RONALD
W. REAGAN (1981-1989) en Estados Unidos, con su poco disimulado apoyo a
BOTHA, retardaron el advenimiento de un tránsito democratizador en Sud-
áfrica. Entonces Estados Unidos promovió la llamada política del Compro-
miso Constructivo como una alternativa a las sanciones económicas y a la
des-inversión en Sudáfrica; con ella brindó una justificación política al régi-
men del Apartheid al reconocerlo como parte integrante de su estrategia
antimarxista, principalmente contra Angola, durante la década final de la
Guerra Fría. El arzobispo negro sudafricano DESMOND TUTU, conocido activis-
ta contra el Apartheid, declaró durante una visita a Estados Unidos que el
Compromiso Constructivo era simplemente abominable, y más tarde cali-
ficó el apoyo y la colaboración de la administración Reagan con Pretoria
como algo inmoral, diabólico y no cristiano.
En 1986 una misión de alto nivel de la Comunidad Británica de Naciones
o Commonwealth visitó el país en un intento infructuoso por convencer al
gobierno sudafricano de que debía cesar sus operaciones militares de guerra
interna contra sus propios reductos de población negra, liberar a los miles de
presos políticos y suspender la injerencia desestabilizadora en los países africa-
nos vecinos. En octubre de ese mismo año la condena de la comunidad negra
norteamericana y de los sectores liberales y progresistas de la población de ese
país al horror sudafricano logró que el Congreso aprobara un Acta anti-Apar-
theid, por encima del vergonzoso veto presidencial de Reagan. Esta acta pro-
hibía la aprobación de nuevas inversiones y préstamos, planteaba la supresión
de los vínculos aéreos y la importación de muchos productos, medidas que ya
habían sido tomadas por buena parte de los países del mundo. Tras 18 años en
Robben Island MANDELA fue trasladado en 1982 a la cárcel de Pollsmoor, en el
continente; esa Acta del Congreso no impidió que el líder sudafricano y el ANC
siguieran figurando en la lista norteamericana de dirigentes y movimientos
terroristas aún muchos años después del final del Apartheid.

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En 1983 un millar de representantes negros y blancos de 575 organiza-
ciones comunitarias, sindicatos, instituciones deportivas y organizaciones
femeninas y juveniles se integraron en el Frente Democrático Unido, un
nuevo bloque de resistencia y oposición. A continuación se produjo una
escalada de huelgas, boicots y ataques a los policías negros que ejecutaban
la represión, así como a los concejales urbanos. Bajo la fuerte presión de los
ultras blancos el gobierno de BOTHA mantuvo y aumentó su guerra contra la
resistencia interna por cuenta del ejército. En 1985 implantó el estado de
Emergencia en muchas partes del país y un año después lo extendió a todo
lo largo y ancho de la Unión Sudafricana y se empecinó en un intento salva-
je y despiadado por eliminar a la oposición. Durante los tres años siguientes
la población africana vivió bajo el patrullaje constante de sus asentamien-
tos y barrios por carros armados de la policía y el ejército, destruyendo los
campamentos de los negros pobres y deteniendo, abusando de y matando
a miles de africanos. Al mismo tiempo continuaban las expediciones pu-
nitivas contra los países vecinos que albergaban a los luchadores del ANC
que eran objetos de atentados, como el que había costado la vida a la
académica y activista RUTH FIRST (1925-1982) en Mozambique a causa de un
paquete bomba. Una rígida censura interna trataba de impedir la difusión
y el conocimiento de todas esas barbaridades por la TV, la prensa y la radio.
El recurso gubernamental a la fuerza bruta solo empeoró las cosas hasta
volver a Sudáfrica ingobernable. En 1984 Mandela rechazó la oferta de su
sobrino KAISER D. MATANZIMA, presidente del bantustán de Transkei, de ser
liberado allí; al año siguiente el líder del ANC contestó con un rotundo no
a otra oferta similar del propio PIETER W. BOTHA a cambio de que renunciara
a la violencia como estrategia política. Esa proposición era una manera de
reconocer que el sistema del Apartheid estaba en crisis y ya no hubo tregua,
cada día se percibían nuevas grietas en el muro del régimen. A finales de
1985 MANDELA inició en la cárcel los tanteos preliminares con representantes
del gobierno para dejar establecidas las condiciones del ANC para un posi-
ble diálogo; en diciembre de 1988 fue trasladado a la prisión de Víctor Vers-
ter, cerca de Paarl. Para 1989 la sociedad respondía a la definición clásica
de una situación revolucionaria: ya los de abajo no querían ni los de arriba
podían contener la avalancha.
Incluso clérigos como el anglicano DESMOND TUTU desafiaban las regulacio-
nes del Estado de emergencia; las huelgas se sucedían incluida una masiva
en el vital sector minero a cargo de la Unión Nacional de Trabajadores de
las Minas y los sabotajes frenaban la capacidad de producción y funciona-
miento de la Sudáfrica racista. La economía estaba severamente dañada
y los costos que generaba el mantenimiento del Apartheid, tanto por las
contradicciones internas como por las sanciones externas y los gastos por el
aventurerismo militar, la hundían más. El producto nacional bruto estaba
decreciendo, la inflación llegaba al 14 % anual y la escasez de inversiones

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se hacía crítica. Además en Angola el ejército había sufrido un nuevo des-
calabro por su derrota en la batalla de Cuito Cuanavale, de fines de 1987 a
mayo de 1988 y, como resultado de los acuerdos que siguieron, al fin Sud-
áfrica aceptó retirarse de Namibia que pasaría a la independencia en 1990.
El caso namibio amerita un paréntesis.
En efecto, la guerra de guerrillas iniciada en agosto de 1966 por la Orga-
nización de los Pueblos del África Sud Occidental (SWAPO), bajo la dirección
de SAM NUJOMA, había hecho frente a la negativa sudafricana a reconocer el
derecho a la independencia de ese territorio bajo fideicomiso de la ONU. Na-
mibia, como se llamó el país desde 1968, no pudo ser libre antes por la polí-
tica del linkage en que se empecinó la administración REAGAN, vinculando esa
situación con la presencia de tropas cubanas en Angola. La posición de Cuba
era que sus soldados estarían allí mientras continuara la agresión sudafricana
y el apoyo a la UNITA, y hasta que Sudáfrica reconociera la independencia
de Namibia. El 22 de diciembre de 1988 Sudáfrica, Angola y Cuba firmaron
un acuerdo en New York que estableció que el ejército sudafricano “saldría
de Namibia en un período de tres meses, que Namibia sería independiente
según la resolución 435” de la ONU, y también “que Pretoria terminaría su
ayuda a la UNITA y que las tropas cubanas saldrían de Angola en un período
de 27 meses”.245 El 9 de febrero de 1990 se adoptó una constitución y el 21
de marzo de 1990 fue proclamada la independencia, con SAM NUJOMA como
presidente y la SWAPO como partido mayoritario en el parlamento namibio.
Volviendo a Sudáfrica, en 1989 PIETER W. BOTHA ceso en sus cargos de líder
del Partido Nacional (PN), y luego como presidente. Para sucederlo el grupo
dirigente del PN eligió como nuevo presidente de la Unión Sudafricana al
abogado FREDERICK WILLEM DE KLERK (1989-1994), nacido en 1936 y líder del PN
en Transvaal, 21 años más joven que su predecesor y más abierto a las reali-
dades de su ensangrentado país y a las de un mundo donde el racismo era
anatema. El sudafricano RONNIE KASRILS, veterano luchador del ANC, el CPSA
y el MK, resume así la coyuntura:
“Las flagrantes deficiencias de la maquinaria de guerra del Apartheid, un
resultado del boicot de armamentos, crearon una crisis a la doctrina de la “es-
trategia total” de P. W. BOTHA. Ya desde 1986 se había hecho evidente una ten-
dencia reformista dentro de los círculos gobernantes afrikáner. El Apartheid
estaba en crisis como resultado de la resistencia negra y la acción del MK”
—UMKHONTO WE SIZWE, La Lanza de la Nación— “que la fuerza bruta no podía
aplastar. El aislamiento internacional y la inquietud interna ejercían enormes
tensiones sobre la economía. Pretoria tenía problemas en la renegociación de
su deuda externa y las inversiones se agotaban. Nada podía evitar que lle-
gara el cambio. Los reformistas del sistema afirmaban que la única forma de

245
Gleijeses, Piero; Jorge Risquet y Fernando Remírez de Estenoz: Cuba y África. Historia
común de lucha y sangre, p. 56.

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sobrevivir era manejando y controlando el ritmo y la medida del cambio. Con
la derrota en el sur de Angola, se desmoronaba el poder de los partidarios de
la línea dura dentro del gobierno y las fuerzas de seguridad. Se produjo un
cambio hacia una estrategia reformista y el rostro sonriente del nuevo líder, el
presidente F. W. DE KLERK, fue el que condujo al levantamiento de la proscrip-
ción de las organizaciones prohibidas y a la liberación de NELSON MANDELA”.246

Figura 3.17. Nelson Mandela, presidente de Sudáfrica.

El 2 de febrero de 1990 DE KLERK anunció los ya indetenibles cambios


que el país aguardaba: el ANC volvió a la legalidad, se derogó el estado de
emergencia y el 11 de febrero NELSON MANDELA fue liberado tras 27 años de
presidio, para júbilo y esperanza del mundo entero. A principios de mayo
una delegación del ANC en el exilio, proveniente de Lusaka, Zambia, se
unió a MANDELA y a otros líderes internos para celebrar conversaciones con
el gobierno de DE KLERK en Ciudad del Cabo. En 1991 el parlamento dero-
gó el Acta de Áreas por Grupos y el Acta de la Tierra, los presos políticos
fueron liberados y miles de activistas volvieron del exilio, mientras la pri-
mera conferencia nacional del ANC en la legalidad elegía a NELSON MANDELA
como presidente del ANC. El carismático líder africano y DE KLERK se com-
prometieron a llevar a buen término las negociaciones que pudieran con-
ducir a una nueva constitución para el país, a pesar de las obvias diferencias
entre ambos en aspectos esenciales. Uno y otro confrontaron dificultades
con los sectores más recalcitrantes. DE KLERK estaba perdiendo el apoyo de
los blancos conservadores que no querían ceder el poder ni sus privilegios;

246
Kasrils, Ronnie: Armados y peligrosos, p. 216.

287

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MANDELA tenía que estar conteniendo a los impacientes y a los que no que-
rían perdonar tanto daño a los racistas, en el Congreso Panafricano (CPA),
la Organización del Pueblo Azanio (AZAPO), y dentro del propio ANC. En
esos momentos decisivos se produjo el alejamiento entre MADIBA y la legen-
daria WINNIE MANDELA (Nomzamo Winifred Madikizela-Mandela, 1936).
El proceso negociador fue enturbiado por choques violentos masivos, prin-
cipalmente en Natal y en el corazón industrial del país, en el sur de Trannsvaal.
Las diferencias étnicas y regionales, lo mismo que las de clase y generacionales
estaban detrás de esos lamentables sucesos, unos producto del deseo de justicia
social y otros manipulados por los que se oponían al gobierno de mayoría afri-
cana. En particular hubo sangrientos choques entre el movimiento étnico zulú
Partido Inkhata para la Libertad (IFP), fundado en 1975 y liderado por el jefe
MANGOSUTHU BUTHELEZI (1928), y los que apoyaban al ANC. Una vez más un estado
africano debió sufrir, en el momento crítico del traspaso del poder a la mayoría
negra, la destructiva confrontación entre un movimientos de liberación con un
proyecto nacional unificador, un liderazgo de pensamiento avanzado y un pro-
grama de transformaciones serias; y los partidos etno-tribales centrífugos, parti-
darios del status quo y de dirección tan reaccionaria como sus apoyos externos.
BUTHELEZI era el ministro jefe del bantustán KwaZulú, que reunía a la tribu Zulú
de habla IsiZulú, en Natal, el “líder de los seis millones de Zulús” como pregona-
ban los medios informativos blancos. No obstante, tales choques se fundieron
en combates entre pandillas africanas rivales. El gobierno apoyó a Inkatha has-
ta financieramente pues esa violencia podía interrumpir el proceso y hacerles
ganar tiempo. Los ultras de la derecha blanca, aquí como en Argelia o donde
quiera que temían ver llegar el momento del desquite de los colonizados, con o
sin vínculos con la policía y el ejército, estaban decididos a evitar le erosión de la
supremacía blanca y fomentaban y provocaban esos conflictos.
Con la puesta en vigor de una constitución provisional se inició la campa-
ña para las primeras elecciones democráticas de Sudáfrica, que se efectuaron
el 24 de abril de 1994. La victoria del ANC fue arrolladora con el 62,7 % de los
votos, aunque no alcanzó la mayoría de dos tercios necesaria para redactar
una constitución nueva por su cuenta. El Partido Nacional de DE KLERK solo
recibió el 20,4 % de los votos; una cifra importante de blancos de clase media
votó por el Partido Democrático, de tendencia liberal y muchos afrikáners
recalcitrantes votaron por el Frente de Libertad, soñando con restablecer su
Volkstaat, (“Estado del Pueblo”) racista; Inkatha solo alcanzó buenos resulta-
dos en Natal mientras que el Congreso Panafricano, CPA y su emotiva adhe-
sión a la exclusividad negra resultaron poco atractivas pues solo captaron al
1,25 % del electorado. El 9 de mayo NELSON MANDELA fue elegido como primer
presidente de la Sudáfrica democrática, la nación arcoíris y al día siguien-
te tomó posesión en el solemne entorno del Union Building, Palacio de la
Unión, en Pretoria. Una estatua suya de bronce de 9 metros lo recuerda hoy
a la entrada del histórico edificio, símbolo de la vieja Sudáfrica y también de

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la nueva, como escenario del momento inaugural del primer gobierno electo
por todo el pueblo. Al término de su única legislatura como presidente, el lí-
der sudafricano anunció que se retiraba del poder, y en 2004 de la vida públi-
ca. Su muerte el 5 de diciembre de 2013 en su residencia de Johannesburgo,
a los 95 años, fue hondamente sentida en todo el mundo.
Durante las honras fúnebres de MANDELA el 10 de diciembre de 2013, en
Pretoria, el presidente cubano RAÚL CASTRO recordó que se le “reconoce como
símbolo supremo de dignidad y de consagración inclaudicable a la lucha re-
volucionaria por la libertad y la justicia; como un profeta de la unidad, la
reconciliación y la paz”. Asimismo, en sus palabras recordó a FIDEL CASTRO el
26 de julio de 1991 cuando dijo, en presencia del líder sudafricano de visita
en la isla, que MANDELA no pasaría a la historia por el tiempo que estuvo en-
carcelado, sino “porque fue capaz de arrancar de su alma todo el veneno que
pudo crear tan injusto castigo; por la generosidad y la sabiduría con que en
la hora de la victoria ya incontenible supo dirigir tan brillantemente a su ab-
negado y heroico pueblo, conociendo que la nueva Sudáfrica no podía jamás
construirse sobre cimientos de odio y de venganza”. En esa ocasión MANDELA,
durante su emotivo y agradecido discurso, sostuvo que “La aplastante derro-
ta del ejército racista en Cuito Cuanavale constituyó una victoria para toda
África, Cuito Cuanavale marca un hito en la historia de la lucha por la libera-
ción de África austral, Cuito Cuanavale marca el viraje en la lucha para librar
al continente y a nuestro país del azote del Apartheid”.247
Las sucesivas victorias del ANC en las elecciones posteriores han llevado al
poder a los presidentes MVUYELWA THABO MBEKI (1942) de 1999 a 2008; KGALEMA
MOTLANTHE en el intervalo de septiembre de 2008 al 9 de mayo de 2009, y, des-
de entonces, a JACOB GEDLEYIHLEKISA ZUMA (nacido en 1942). Hoy Sudáfrica, con
48 600 000 habitantes (79 % negros, 10 % blancos, 9 % mulatos, 3 % indios)
es una esperanza para África, con su potente economía que la ubica como
integrante del BRIC, el grupo de potencias emergentes compuesto además
por Brasil, Rusia, India y China. Pero todavía existe una notable brecha en-
tre la población negra y blanca en materia de salud, educación y salario; el
presidente JACOB ZUMA ha declarado que la economía sudafricana actual “en-
frenta modelos sesgados de propiedad y producción, y se caracteriza por la
desigualdad, el dualismo y la marginación” que “junto al dominio monopó-
lico” de las trasnacionales obstaculizan las metas de crecimiento y desarrollo
nacional. Tras veinte años de poder independiente, el ANC sigue comprome-
tido en la lucha por la transformación económica para eliminar la pobreza, el
desempleo y las diferencias entre un grupo poblacional y otro.248

247
Granma, “Celebran en Sudáfrica los 25 años de la liberación de Mandela”, jueves
12 de febrero de 2015, p. 5; Granma, “Entrañables amigos”, viernes 6 de diciembre de
2013, p. 9.
248
Granma, 15 de enero de 2013, p. 5.

289

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Azores (Port.)
Ceuta Turquía
Madeira (Port.)
Melilla
Túnez Siria
Canarias Marruecos Líbano Iraq Irán
Israel
(España)
Kuwait
1 Argelia
Islas de Libia
Egipto
Cabo R.A.S.D
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Mauritania Arabia Saudí
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República de Swazilandia
Sudáfrica
Lesotho
España
Francia
1 República Árabe Saharauí
Democrática ocupada
por Marruecos

Figura 3.18. África en 2000.

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CAPÍTULO 4

Los problemas del África descolonizada

Cada día vemos como resulta indiscutible la vigencia mundial de los pro-
blemas de la identidad de las comunidades humanas y de sus derivaciones
políticas: nación y nacionalismo, etnias y etnismos, tribus y tribalismos en
su relación con el Estado que los alberga, del que quieren separarse o que
desean formar. Partiendo del siglo XIX, el nacionalismo fue la ideología que
más marcó —y con terribles excesos— el siglo XX para proyectarse hoy con
igual fuerza en el XXI. En Global Paradox, JOHN NAISBIT preveía hace décadas,
como una de sus megatrends, la fragmentación de las unidades políticas
conocidas hasta el punto de hacer coexistir 300 Estados para el 2000 y hasta
1 000 para mediados del XXI. A la altura del 2014 vemos que, en efecto, han
ocurrido escisiones y han estallado estados, pero no en esa magnitud. La
sesión 68 de la Asamblea General de la ONU fue inaugurada el 17 de sep-
tiembre de 2013 ante sus 193 estados miembros, que son, prácticamente,
todos los que existen en nuestro mundo.
Es en este contexto que analizaremos las especificidades africanas, pero
sin olvidar que se trata de una problemática global, como nos lo están de-
mostrando hoy los etno-nacionalismos o tribalismos “en grande” de los
catalanes, los vascos, los escoceses o los corsos contra sus respectivos es-
tados “opresores”, por citar solo algunos casos de Europa Occidental. Los
54 Estados del continente, hoy integrados en la Unión Africana, parten de
un pecado original y es que precisamente, no son exactamente originales,
sino impuestos desde fuera tras su arbitraria delimitación por los europeos.
Las fronteras solo por excepción fueron autogeneradas como en el caso de
Etiopía y su expansión a fines del XIX, y las muy discutidas de Marruecos; o
más o menos aceptadas por el ocupante como en Rwanda y Burundi. La re-
gla fue la remodelación del mapa africano por los fuertes dedos coloniales
como describió el belga EMILE VERHAEREN en su poema L´Europe.
Estas fronteras tuvieron poco sentido para la población reagrupada den-
tro de esos cercados. Al imponerlas se interrumpieron los procesos autóc-
tonos de concentración del poder en marcha; por ejemplo, Buganda sobre
los reinos vecinos en la región de los lagos a finales del XIX; el reino Merina
en Madagascar o el sultanato de Sokoto en su avance norte-sur sobre lo

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que es hoy Nigeria. Entonces se impusieron otras divisiones, muchas tal vez,
aunque menos que las múltiples y cambiantes unidades políticas de diverso
grado que hacían el mapa del África precolonial. Pueblos y etnias quedaron
divididos con todas las consecuencias que eso implicó para la historia polí-
tica y los problemas de identidad, como estudiamos en el caso del reino de
los bacongo, repartido entre franceses, belgas y portugueses. Para algunos
esa identidad común a ambos lados de la frontera ha sido un elemento que
favorece el contrabando que ha nutrido las economías de algunos Estados
pequeños.
La aceptación y “congelación” por la OUA de estas fronteras colonia-
les —tras la desastrosa experiencia del Congo-Leopoldville (Kinshasa) en
1960 y la secesión de Katanga y Kasai Sur— de forma tal que no podían
ser alteradas para evitar males mayores, resultó ser un mal decididamente
menor. Los diplomáticos africanos asumieron con pragmatismo esa realidad
heredada, quedando establecido que, a la hora de un litigio fronterizo en-
tre estados africanos los límites establecidos por el colonialismo, por breve
que hubiera sido la dominación europea, habrían de ser los legítimos y de-
terminantes. O sea, que prevalecerían sobre los de los reinos y los espacios
de las tribus del pasado precapitalista en lo tocante a las fronteras y a la
formación, dentro de los límites del Estado, de la nueva sociedad multiét-
nica y prenacional. Esa validación permitió que los conflictos fronterizos
inter-africanos se discutieran en base a los pasados ajustes imperiales entre
potencias, legitimándolos también al aceptarlos como fundamento de sus
reclamaciones. Así ocurrió en el conflicto de Aouzou entre Chad y Libia,
en el de Agacher entre Mali y Bourkina Fasso y en tantas otras crisis “hacia
afuera” de los nuevos Estados.
Pero también las fronteras como confines del Estado crean intereses co-
munes, otra identidad colectiva nueva o una cierta neo-etnicidad a partir
de lo mucho compartido; o pueden crearla. Mal vigiladas, van a ser muy
vulnerables y porosas al paso de refugiados y grupos armados que incur-
sionarán frecuentemente en los asuntos del vecino a menudo sin salir de
la misma etnia o tribu. El Estado o estructura de administración colonial,
con la cabeza en ultramar —luego mutilado— no hacia filantropía sino que
cumplía funciones de explotación y expoliación que eran su razón de ser y
fueron heredadas luego de la independencia. El ejército, una creación colo-
nial, fue reclutado para reprimir toda disidencia contraria al poder blanco,
con mandos europeos y sin cuadros africanos hasta la aceleración final del
proceso o muchas veces, hasta después de la independencia. Algunos, no
muchos, incorporaron en grado diverso a las guerrillas —donde las hubo—
o fueron desbandados y re-hechos con la juventud nacionalista como en
Tanzania. Pero en general, los ejércitos continuaron pensando y haciendo
lo mismo que antes de la independencia —la cual, en ocasiones, recibieron
con motines (Congo en 1960, África Oriental en 1964). La corrupción se

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sembró en la etapa colonial con las jefaturas tribales a sueldo y luego se ex-
tendió al civil service o burocracia. La élite educada y más o menos pudiente
había ido desplazando a los jefes tradicionales y era la interlocutora de las
administraciones coloniales en el paso del proto-nacionalismo al nacionalis-
mo independentista.
Según ARMANDO ENTRALGO, existían tres niveles de organización comunal
de las sociedades del África precolonial —algunos Estados multiétnicos, con
predominio de una etnia sobre las otras (Etiopía imperial); muchos pueblos
o confederaciones supratribales que se organizaban “estatalmente” para
la autodefensa, pero no establemente en espacio y tiempo, por presiones
centrífugas etnotribales y exteriores (franja sudano-saheliana); y una ma-
yoría de tribus a veces en el umbral de las sociedades de clase o monarquías
elementales. Esa diversidad fue subsumida por obra del reordenamiento
europeo que creó estructuras de poder similares en todas las colonias y
protectorados, mediante la generalización de los Estados multiétnicos. En-
tre ellos, la mayoría estrenó nuevos reagrupamientos de etnias parceladas
o enteras y solo unos pocos mantuvieron la continuidad con los antiguos
Estados precoloniales.
A muchos de ellos, tras la Segunda Guerra Mundial y con las luchas de los
movimientos nacionalistas les llegó la independencia en torno al año 1960,
el simbólico Año de África, previa eliminación, donde fue posible, de las
opciones radicales (liquidadas antes de o durante el momento emancipa-
dor: Madagascar, Camerún, el Congo de PATRICIO LUMUMBA; o incluso después,
como NKRUMAH en Ghana en 1966, o Sudán ya en 1971). Con todo, ese fue el
momento de la esperanza: con la descolonización, el Estado debía devenir
de todos, ser popular y “creído” en sus funciones por los pueblos o etnias a
las que debía representar como unidad política. El mayor de los obstáculos
fue y sigue siendo de orden económico y los detentadores de los atributos
estatales comenzaron a dar evidencia de que su gestión resultaba la con-
tinuación del colonialismo por otros medios. No se cortaron las relaciones
de dependencia con las metrópolis y las raquíticas economías africanas si-
guieron siendo exportadoras de materias primas en las condiciones de un
intercambio cada vez más desigual entre centros y periferias. Coincidiendo
con NKRUMAH el kenyano NGUGI WA THIONG’O, en la dedicatoria de su novela El
diablo en la cruz, le llamó a esta fase “la etapa neocolonial del imperialis-
mo”. Esa continuidad condicionó el futuro.
No obstante la principal tarea de cada Estado, su razón indiscutible de
ser, era lograr el desarrollo del país que no podía depender de la débil ini-
ciativa privada. La estatización hizo crecer el sector público en todas direc-
ciones conjuntamente con la burocracia que debía administrar el “Estado
gerencial” como lo llamaron algunos. También debía continuarse el pro-
ceso de construcción nacional, esbozado como proyecto en prácticamente
todos los programas nacionalistas de los años de lucha y en los discursos de

293

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la independencia. En palabras de SAMIR AMIN “grupos y clases sociales, comu-
nidades de naturaleza diversa y” el “Estado se enfrentan en un juego de
conflictos que no permiten controlar el devenir de los pueblos en cuestión”
porque “el verdadero sujeto histórico es aquí más bien el movimiento de
liberación nacional”. Es decir, “calificado de “nacional” —testimonio de la
fuerza de la ideología del estado-nación— este movimiento de liberación
nacional reúne clases, grupos y comunidades y les asigna unos objetivos: la
independencia, el desarrollo y la construcción nacional”.249 Pero ya la inde-
pendencia había sido obtenida y esos objetivos no se concretaban ni se pro-
ducían los avances esperados. Algunos pensaron que el problema estaba en
aquellas democracias rudimentarias calcadas de los modelos europeos en
los que las fuerzas de la oposición muchas veces eran las mismas articuladas
por las administraciones coloniales para contrapeso de los movimientos na-
cionalistas. Las querellas entre políticos, la desunión, la dispersión de fuer-
zas sin resultados trajeron los primeros desencantos.

Figura 4.1. Militares y civiles en África.

Comenzaron entonces los golpes de Estado, el primero ya en 1958 en Su-


dán. Fueron cayendo las primeras repúblicas unas por ambición y volunta-
rismo, otras con el pretexto de que los regímenes civiles habían fracasado,
eran corruptos y poco democráticos. Desde nuestro marco de referencia de
entonces se habló de una latinoamericanización de los sistemas políticos
africanos; un conocido especialista africano denominó el fenómeno como
el ascenso del lumpen-militariado. En realidad los ejércitos resultaron ser

249
Amin, Samir: La desconexión, p. 96.

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la fuerza política mejor organizada y disciplinada, pero sus regímenes uni-
tarios prescindieron casi siempre de las masas —THOMAS SANKARA y algunos
otros fueron prometedoras pero frustradas excepciones— sin que tampoco
la solución de los problemas apareciera por ninguna parte.
En realidad la esencia de la situación era que, para evitar la perpetua-
ción de la dependencia había que transformar a las sociedades atrasadas y
ponerlas en la vía del desarrollo; el reto era ¿cómo hacerlo? Ante el Estado
modernizador se planteaba un dilema, un nuevo Ser o No Ser: para la iz-
quierda estaba claro que las opciones eran: radicalizar el movimiento, liqui-
dar las supervivencias del poder colonial y popularizar el Estado con todos
los peligros resultantes, o entregarse al continuismo neocolonial.
FRANTZ FANON, señalando todos los males y deformaciones que luego serían
característicos del modelo neocolonial en una fecha tan temprana como
1961,250 consideraba que había que saltar la etapa burguesa, evitarla me-
diante una acción revolucionaria que cerrara el camino a las microburgue-
sías corruptas y caricaturescas. Eso se lograría politizando al pueblo. Pero
rebelarse en las condiciones de la Guerra Fría y en los incipientes estados
poscoloniales, en los que las exmetrópolis mantenían tropas, fomentaban
las divisiones y compraban voluntades era un reto que muchos esquivaron
y otros ni pensaron. Las guerras coloniales eran implacables, sucias, geno-
cidas; los agentes europeos, como hemos visto, secuestraban, torturaban
y asesinaban a los rebeldes hasta en el exilio. Hubo dignos ejemplos de
rebeldía, los hemos estudiado antes, pero lo que prevaleció fue el acomo-
damiento. El paso del colonialismo al neocolonialismo fue también el paso
a una especie de nueva forma de administración indirecta a través de la éli-
te modernizante constituida en burguesía burocrática. La dependencia del
Estado poscolonial periférico lo llevó a un creciente fracaso en el gobierno,
en el crecimiento económico y en la representación de las etnias. El grupo
en el poder neocolonial confiscaba así la economía nacional, nacionalizada
en su beneficio, acaparaba todos los cargos y, al decir de FANON, creaba “un
sistema nacional de explotación”. La cleptocracia pasa a ser en estos casos
la forma de gobierno. Los escritores africanos han sido muy claros en su
denuncia de estos males.
El malinké AHMADOU KOURUMA lanzó en 1970 su novela Los soles de las
independencias en que, tomando el caso de Costa de Marfil tras la descolo-
nización, denunciaba los abusos de poder, económicos y sociales que luego
concretó en la figura del dictador KOYAGA, en Esperando el voto de las fie-
ras, de 1999. En su opinión las manipulaciones de la Guerra Fría impedían
salir adelante a los países africanos pues “los mantenía bajo una suerte de
tutela. Eran las potencias extranjeras las que mandaban y dirigían, las que

250
Fanon, Frantz: Los condenados de la tierra, cap. III “Desventuras de la conciencia
nacional”, pp.149-169.

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elegían los dictadores que les convenían, las que enviaban sus tropas cuan-
do en alguna parte surgía una resistencia”. Esos dictadores “tenían que ser
cínicos. Las potencias exteriores los necesitaban” así: “no querían personas
inteligentes, salvo contadas excepciones. Los que querían defender a África,
los que deseaban mantener el equilibrio entre ambos bandos”… “pronto
eran eliminados”. Esos gobernantes “estimaban que podían decidir sobre
cualquier asunto, sin escuchar siquiera a sus consejeros. El dinero del Estado
era “su” dinero. Todos los que se enriquecían pertenecían al poder, este
era tan absoluto que la gente esperaba todo de él”.251 La ya citada obra
de NGUGI WA THIONG’O, El diablo en la cruz, constituye una de las críticas más
demoledoras que se haya escrito sobre una situación neocolonial y revela
como las cadenas que ataban su país al Imperio británico no se rompieron
con la independencia formal. BECHIR BEN YAMED opinaba en un editorial de
1970 que “en muchos de nuestros países el régimen colonial continúa, ad-
ministrado por ministros y funcionarios nacionales que simplemente han
cambiado el (auto modelo) “403” de funcionario colonial por el “Mercedes
Benz” de la independencia”.252
En un intento por teorizar esas variantes neocoloniales africanas del fe-
nómeno mundial que es la corrupción política, a los analistas occidenta-
les les gusta hablar de un Estado neopatrimonial africano tomando como
referencia el modelo weberiano. Las posiciones políticas, los altos cargos,
multiplicados con el pretexto del desarrollo, van ser realmente apropiados
por sus titulares que los utilizarán como prebendas, principalmente por el
líder que exige lealtad incondicional a su poder, personalizando el Estado
e ignorando los límites entre su fortuna personal y el tesoro público. La
progresiva patrimonialización del Estado neocolonial desvía los fondos ha-
cia nuevas cuentas en Suiza, villas en la Riviera o residencias en los Champs
Elysées y, al ir “secando” el caudal del Estado, provoca su propia crisis.
Los casos extremos como el Zaire de MOBUTU SESE SEKO, la Uganda de IDI
AMIN DADA o el Imperio Centroafricano de JEAN BEDEL BOKASSA no deben ocul-
tar variantes más participativas como la Nigeria de aquellos años. Esa con-
fiscación personal de los bienes públicos que anula todo posible desarrollo
y descapitaliza la gestión estatal atrofiándola, se ha extendido a las guerras
civiles como lo demostraron, en su momento, la lucha de las facciones li-
berianas o de la UNITA por el control de los diamantes de Sierra Leona o
de Angola, respectivamente. Esos señores de la guerra, sin otro mérito que
su fuerza bruta, llegan a chantajear al poder central y solo lo reconocen a
cambio de ser admitidos como parte de un gobierno de salvación nacional:

251
Lefort, René y Mauro Rosi: Ahmadou Kourouma, la denuncia desde dentro, El Correo
de la Unesco, marzo de 1999, pp. 46-49.
252
Ben Yamed, Bechir: “Éditorial. Une nouvelle decennie…continuons”, Jeune Afrique,
29 de diciembre de 1970, p. 17.

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la paz a cambio de la licencia para malversar. Estos casos de participación
en la gestión de los asuntos públicos de gente no preparada, gracias solo a
su poder de fuego, implican una descalificación de los políticos africanos en
agudo contraste con el nivel que caracterizó a los hombres (profesionales,
líderes sindicales, clérigos) que hicieron las independencias.
Algunas tradiciones ancestrales pueden resultar contraproducentes en la
vida política actual; es el caso de la costumbre que establece que, cuando un
hombre asciende social, política o económicamente, ese progreso debe ha-
cerse extensivo a su familia, clan y tribu; el que no lo cumple está faltando
a su comunidad. Esto depende de cómo se mire. La realidad es que cuando
se dan fenómenos como el nepotismo, que no es otra cosa que la entrega
de poder, influencias y riquezas a la familia extendida del líder; o los etnis-
mos excluyentes, o la distribución asimétrica de los recursos en las regiones
—FÉLIX HOUPHOUËT-BOIGNY hizo de Yamoussoukro, su villa natal, la capital del
país y le erigió una catedral al estilo del Vaticano— se va marginando a los
otros, a la mitad, los dos tercios o hasta más de las nueve décimas partes
de la sociedad, según sea el caso, su gravedad y la cantidad de excluidos.
Al analizar la violencia que esto engendra en un artículo reciente, GÉRARD
PRUNIER cree identificar este fenómeno de discriminación etno-regional des-
de el mismo título: “Los habitantes de la costa excluidos del banquete de-
mocrático en Kenya”.253 Pero en la propia África Oriental ARMANDO ENTRALGO
señalaba el buen desempeño tanzano: “En sus más de veinte años como
mandatario, el mwalimu NYERERE trató de mantener —y en buna medida
lo consiguió— un balance étnico y religioso cuidadoso en el gobierno y en
el partido”, sin privilegiar a ninguna etnia y “lo mismo podría decirse con
respecto al equilibrio confesional entre cristianos y musulmanes”.254
Cuando no se mantiene ese balance el Estado no crece neo-étnicamente,
no es “creído” —y menos aún la nación— y se convierte en otro mal, sino
en el mal mayor (Zaire fue un clásico). Todas las fracturas del aparato social
se hacen visibles y las poblaciones se repliegan hacia las identidades colecti-
vas tradicionales y más inmediatas, buscando en sí mismos la solución a sus
problemas. En esta fase disolutiva “con su independencia transformada en
una jaula” —como decía LUMUMBA en su última carta en enero de 1961—255
es solo cuestión de tiempo que se desarrollen en la población, las fuerzas
políticas centrífugas regionales o etnotribales que buscan en parte, la au-
tonomía o aún la secesión. Es el caso, por ejemplo, de los que han querido
separar a Casamance de Senegal o de la exclusión de los tuaregs en el norte

253
Prunier, Gérard: “Los habitantes de la costa excluidos del banquete democrático en
Kenya”, Le Monde Diplomatique (en español), octubre de 2014.
254
Entralgo, Armando: El oro de la costa y otros recorridos, p. 159.
255
Entralgo, Armando: África. Política Segunda parte, p. 513.

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de Níger y, sobre todo, de Mali, donde en abril de 2012 llegaron a procla-
mar la fallida República de Azawad. Otros lo han logrado: las secesiones
del norte de Etiopía y la del sur de Sudán, después de décadas de guerra,
dieron lugar a la formación de dos nuevos estados: Eritrea el 24 de mayo de
1993 y Sudán del Sur el 9 de julio de 2011.
Se hace difícil sembrar los valores cívicos, éticos y neo-étnicos (naciona-
lidad) en la hambreada población mediante un sistema educativo pobre y
limitado, mientras la corrupción y los privilegios desmienten las ideologías
oficiales más o menos populistas. En realidad a menudo se gobierna por
alianzas de fuerzas, por pactos entre jerarcas al margen de las ideologías
que controlan la red que va de la capital a las aldeas a través del clientelis-
mo y el etno-clientelismo. Así el ascenso hacia el poder del jerarca puede
ser presentado no solo como un interés personal sino de toda la etnia o
clientela que espera recibir oportunamente su cuota de beneficios y suele
recibirla. Esta manipulación puede ser mostrada como “luchas étnicas” por
el predominio. Se forman así alianzas verticales y horizontales en la diná-
mica de las clases y las etnias que no se excluyen sino que se entrelazan. De
esta manera, se adquiere, se mantiene o se pierde el poder frente a otras
alianzas o fuerzas extraclientelistas en un equilibrio sostenido o cambiante
que no es tan diferente de lo que observamos en ciertos sistemas parlamen-
tarios de Occidente.
La independencia de las colonias portuguesas en los años setenta brindó
una nueva oportunidad de maniobrar hacia la izquierda en aquel mundo
bipolar junto a gobiernos que se proclamaban radicales, pero lamentable-
mente algunos de los Estados africanos de “orientación socialista” compar-
tían parte de los males anteriormente señalados. Tampoco hubo en esta
ocasión una verdadera concientización o politización popular de todos los
cuadros y por eso, desaparecido el campo socialista y su apoyo, huérfanos
de ningún tipo de financiación alternativa ante los condicionamientos de
Occidente, se produjo la reorientación en los años noventa con el cese del
unipartidismo y la apertura al capital.
La contradicción entre la dimensión nacional y las barreras étnicas den-
tro del espacio común del Estado se mantiene latente en las mentalidades
tribales que no han logrado romper el hermetismo de grupo. Su estallido
periódico mediante la exacerbación de lo que AMÍLCAR CABRAL llamaba “la
agresividad racialista, tribal o étnica”, fue y es un factor político de primer
orden en la desestabilización de un país dado. Puede ser solo un hecho
aislado en la lucha por la supervivencia como, digamos, en el choque entre
los Fulanis y sus vecinos Hausas en Níger en 1991 en una disputa por tierras
o agua.256 Pero puede tomar dimensiones mucho mayores. Así ocurrió en
Rwanda en 1994 durante el genocidio de 800 000 Tutsis y Hutus moderados

256
Granma, “98 muertos por enfrentamientos tribales”, 1 de noviembre de 1991, p. 5.

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por extremistas Hutus en un estallido de odio previamente planificado y
manipulado desde la radio. Pero también pasó en la crucial etapa de la in-
dependencia en ese mismo país en 1962, y en otros muchos, como la Unión
Sudafricana (1990: choques Zulús contra Xhosas) o Sudán del Sur (2014:
Dinka contra Nuer).257 Al abordar “la intensidad emocional que acompaña-
ba y sigue acompañando a los conflictos étnicos” ARMANDO ENTRALGO estimó
que “debemos comenzar a explicar el por qué de la intensidad que suele
acompañar las atrocidades inhumanas durante los conflictos armados que
incluyen la guerra inter-étnica o la guerra inter-clánica”.258 El odio étnico
es una asignatura pendiente en el desarrollo de la civilización humana y
sus víctimas pueden hallarse también en Bosnia (200 000 en 1992-1995) o
en Guatemala (200 000 en 1981-1983), pero nada ha sido peor en la época
contemporánea que la barbarie alemana que condujo al Holocausto de
6 000 000 de judíos (1933-1945) e incluso más millones de eslavos, gitanos
y otros que ameritan igual recordación.
En los últimos cuarenta años del siglo XX ocurrieron en África Negra
treinta y cinco grandes conflictos armados con cerca de diez millones de
muertos y veinte millones de refugiados y desplazados. En esta ola de vio-
lencia intermitente, abundaron más las guerras civiles que los conflictos
fronterizos, aunque fue frecuente que las primeras desbordaran las fron-
teras y desestabilizaran los territorios vecinos. Estos conflictos, que no han
cesado totalmente, provocan el abandono de la agricultura, el abarrota-
miento caótico de las capitales hacia las que huyen los desplazados, las epi-
demias, el hambre y el retroceso económico, lo que puede coincidir con las
sequías y generalizar las situaciones límites o de urgencia. El fenómeno de
los refugiados, aparte de desbordar las capacidades de los Estados recepto-
res es atendible también porque ya se ha visto, en el caso de los Rwandeses,
como una comunidad de refugiados puede ayudar a cambiar el curso de la
historia en toda una región —la de los lagos y el oriente de la cuenca del
Congo en este caso.
A fines de los años ochenta, más de las dos terceras partes de los gobier-
nos del continente africano estaban dirigidos por militares y prácticamen-
te todos los países habían sufrido una o más veces la toma del poder por
el ejército. La situación no paraba de empeorar en todos los planos y las
presiones externas e internas determinaron un democrático regreso de los
uniformados a los cuarteles, la celebración de conferencias nacionales, la
apertura hacia el pluripartidismo y la convocatoria a elecciones como nueva
esperanza. Entonces se vaticinaba que África estaba entrando en el decenio
de la explosión política, como zona de inestabilidad fundamental y, a la vez

257
Granma, “ONU denuncia matanza étnica en Sudán del Sur”, 22 de abril de 2014, p. 4.
258
Entralgo, Armando: El oro de la costa y otros recorridos, pp. 39-40.

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que comenzaba el proceso de disolución estatal en Somalia por la lucha
interclánica, la oposición ganó las elecciones en Benín y en Mali.
En las nuevas condiciones el multipartidismo ha tendido a favorecer o
profundizar la fractura social, al formarse (o volverse a formar, como en los
inicios) partidos–etnias en muchos países. Por otra parte en la mayoría de
los casos los cambios institucionales no han alterado más que la superficie
de la maquinaria del poder. Las elecciones han sido a veces un medio para
legitimar dictadores. Los dirigentes han conservado el poder o han vuelto a
él para su beneficio y el de sus bases regionales o etnotribales, y sus cliente-
las. Mientras ciertos sectores de la oposición solo aspiran a recibir una parte
del pastel estatal, algunos gobiernos vician los procesos electorales para
retener el poder y los políticos decentes y la intelectualidad cívica pro-
testan por ese estado de cosas. Era la filosofía expresada por aquel cuadro
político del África Central que decía que “no se organizan elecciones para
perderlas”. Incluso han reaparecido los golpes militares pero, a tono con los
tiempos, se han apresurado a salvar las apariencias electorales.
Por último, las cuatro etapas de la deuda externa recuerdan una trage-
dia amorosa: la conquista, el concubinato o relación difícil, la traición y el
perdón. La conquista comenzó en los años sesenta cuando los financieros
del norte buscaban ubicar sus excedentes de capital y se iniciaron los prés-
tamos al África, que se incrementaron rápidamente con el Banco Mundial.
La relación difícil se dio desde los años setenta cuando crecen los préstamos
para los grandes proyectos de infraestructuras y prestigio, con apropiadas
comisiones para los funcionarios complacientes y bajas tasas de interés. La
traición vino a principios de los ochenta al dispararse las tasas de interés con
el impulso de la Reserva Federal, bajo la administración de RONALD REAGAN
(1981-1989) en Estados Unidos. Los precios de los productos africanos caye-
ron en el momento en el que la deuda se triplicaba, cerrando el círculo in-
volutivo: se pedía prestado para pagar y aunque se pagaba, la deuda seguía
aumentando, tragándose hasta el dinero de cooperación y los donativos. El
perdón condicionado se prometió en los años finales del ciclo, en los que se
impusieron las políticas de ajuste estructural del Banco Mundial y del Fondo
Monetario Internacional, pero de manera selectiva y solo a los países que
aceptaron todas sus regulaciones. En la práctica la deuda sigue teniendo
efectos económicos y sociales desastrosos para los Estados africanos.
A modo de conclusión podemos decir lo siguiente: ante las dificultades
de la mayoría de los Estados poscoloniales en las tareas del desarrollo, y la
ineficacia del modelo importado de Estado-nación unitario y centralizado,
África está experimentando alternativas viables que puedan ser aceptadas
socialmente. El cono sur es una esperanza y parece marcar el rumbo: la
pujanza de la nueva Sudáfrica, los niveles de crecimiento del PIB (Producto
Interno Bruto) de Angola, la prosperidad de Botswana, la buena marcha
de Namibia obedecen a condiciones que todavía no se presentan en otras

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partes del continente, salvo en el arco del petróleo en el Golfo de Guinea o
en casos como el de Ghana, ejemplo de estabilidad en el siglo XXI. Los índi-
ces de crecimiento del continente, en general, son positivos.
Pero la doble crisis de la autoridad del Estado y de su proyecto de cons-
trucción nacional ha erosionado la legitimidad de algunos gobiernos y ha
agotado el consenso y la obediencia de sus bases, llevando en esos casos, a
una situación de ingobernabilidad y desagregación. El noreste del Congo y
el norte de Mali son, respectivamente, ejemplos de conflictos permanentes
o intermitentes. Las acciones de los grupos terroristas de corte islamista
como Al Qaeda en el Magreb Islámico o Boko Haram en Nigeria y su en-
torno noreste, han puesto en guardia a todos los gobiernos de la región
Magreb-África Occidental ante el peligro extremista y desestabilizador,
acrecentado tras el desastre libio. Se puede incluso retroceder al ordena-
miento pre-estatal como en Somalia donde lo más preocupante es que,
pese a un costo social extremo, el vacío estatal ya dura años demostrando
que puede llegarse a un desastre estable en nuestra época. El terrorismo
pseudo-islamista y la piratería en las costas del Índico se han beneficiado de
esa ingobernabilidad.
Resultó revelador que en los albores del siglo XXI, algunos de los centros
de poder comenzaran a insinuar la amenaza de una vuelta al pasado, una
especie de “Mayottización” —Mayotte, la isla de las Comores que en 1974
votó seguir unida a Francia— selectiva del continente que, por lo menos,
sirvió para que se tomara conciencia de que el peligro seguía proviniendo
de los mismos lugares que cien años atrás.
Los africanos buscan sus propias soluciones y la forma de sanear las es-
tructuras políticas a partir de los sectores más honestos y conscientes. La
tarea es más difícil que nunca por el desnivel económico y la inexistencia
de un segundo mundo al que apelar ante la insensibilidad del primero.
Pero se hace camino al andar y andando se encuentra ayuda: 76 000 co-
laboradores de la salud provenientes de Cuba han trabajado en 39 países
africanos y en la isla caribeña se han graduado 3 392 médicos de 45 nacio-
nes africanas.259
La alternativa en algunos de los casos en conflicto no parece que pueda
ser otra que compartir el poder realmente y no solo en el articulado de la
constitución, y, de esa manera, hacer participar a las regiones y etnias des-
favorecidas en los parlamentos, gobiernos e instituciones dentro de una
estructura de autonomías regionales federadas. Las funciones comparti-
das pueden a la larga favorecer al Estado o, por lo menos, darle un futuro
aunque eso implique riesgos como los que ha enfrentado exitosamente la
República Democrática Federal de Etiopía en sus dos décadas de existencia.

259
Rodríguez Parrilla, Bruno: “Discurso en Asamblea General de la ONU”, 27 de septiem-
bre de 2014, Granma, 29 de septiembre de 2014, p. 4.

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El fin del mundo bipolar representó también el fin de un período histó-
rico regido, durante cerca de medio siglo, por la dinámica de la Guerra Fría.
La descolonización, con las luces, mitos y sombras referidos, se dio en ese
marco y los nuevos estados independientes debieron operar según sus coor-
denadas. En la actualidad, el mundo está en recomposición: ni multipolar
(Estados Unidos aún permanece como primera potencia militar) ni unipolar
(no existe ningún país que pueda dirigir él solo el mundo). Sin embargo,
hay una tendencia todavía más fuerte y estructural que viene a romper un
predominio gastado, al poner fin, no a cinco décadas, sino a cinco siglos de
control: se trata del fin del monopolio occidental del poder bajo el empuje
de los países emergentes como Sudáfrica dentro del BRIC. Pero sobre todo
de China, con su cuantioso plan de inversiones por todo el continente; y
también la India, Brasil (muy activo no solo en al África lusófona) o Ru-
sia. Los estados africanos, que también son parte de ese nuevo bloque de
fuerzas emergentes, cuentan con esa brecha abierta contra la hegemonía
occidental como una oportunidad de financiamiento y apoyo a aprovechar
para su progreso y desarrollo.

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