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LA VOLUNTAD HUMANA

¿LIBRE O ESCLAVA?

Pablo González
CONTENIDO

Introducción…………………………………………………………………………………3

Significado de voluntad………………………………………………………………...……4

La voluntad en la Escritura……………………………………………………………….…5

El libre albedrío: ¿Libre o esclavo?…………………………………………………………7

Bibliografía…..…………………………………………………………………………….12

2
INTRODUCCIÓN

La libertad de la voluntad humana ha sido tema de conflicto en la iglesia desde sus


comienzos. En un principio la polémica fue protagonizada por san Agustín, quien llamó al
albedrio como “esclavizado”. A diferencia de Pelagio, quien afirmó la existencia de un
arbitrio libre. Posteriormente el conflicto lo tomó Lutero, quien escribió su obra De servo
arbitrio [el albedrio esclavo] en respuesta a la obra de Erasmo De libero arbitrio diatribe
sive collatio [del libre albedrio: discursos o comparaciones]. Si bien estos hombres
escribieron al respecto, el conflicto es más bien identificado con Juan Calvino y Jacobo
Arminio. El primero, niega la existencia de un libre albedrio; y el segundo contradice su
postura.
Hoy en día el conflicto sigue presente. Semejantes a clubes deportivos, calvinistas y
arminianos defienden sus posturas hasta la muerte. El documento presente no busca
continuar con el problema. Mucho menos causar controversia. Más bien, se busca presentar
claramente por medio de las palabras el entendimiento de la voluntad. Pues, debido a la
amplitud del término, parece un tema difícil de explicar. Además de esto se expondrá el uso
de la voluntad en las Escrituras. Y, por último, se concluirá con el centro del conflicto ¿En
realidad es libre la voluntad humana?
Vale señalar que por la presente obra tampoco se busca defender una “camiseta”.
Reconocemos que nuestra verdad no es absoluta, y que además cada postura posee cierto
grado de razón. Mucho menos se busca defender las enseñanzas de Calvino y Arminio.
Pues, a diferencia de las Escrituras, sus enseñanzas no son inerrantes. Por lo tanto, que
nuestras diferencias doctrinales no dividan al cuerpo de Cristo. La salvación no es de
Calvino ni arminio, sino de Cristo.

Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos
una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente
unidos en una misma mente y en un mismo parecer.
Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay
entre vosotros contiendas.
Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de [Calvino]; y yo de [Arminio]; y yo
de [Lutero]; y yo de Cristo.
¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado [Calvino] por vosotros? ¿O fuisteis
bautizados en el nombre de [Arminio]?
1 Corintios 1.10-13

3
SIGNIFICADO de VOLUNTAD
La voluntad es un término difícil de definir debido a los diversos sentidos en los cuales
es empleada. Algunos autores emplean el término para denotar todos los deseos y afectos
del corazón. Según Charles Hodge: «Tiene este sentido amplio cuando se dice de todas las
facultades del alma que están incluidas bajo las dos categorías de entendimiento y
voluntad».1 Estos significa que todo sentimiento humano, ya sean deleites o hastíes, o
cualquier tipo de emoción, constituyen un acto de la voluntad. Tomás de Aquino, entre
otros, utiliza la voluntad en este sentido cuando define el libre albedrío: «el libre albedrío es
una facultad electiva que, participando del entendimiento y de la voluntad, se inclina sin
embargo más a la voluntad».2 Esta definición, más que del libre albedrío, parece definir a la
voluntad misma. La cual es, en primer lugar, una facultad de elección.3
Poseer una voluntad significa que el hombre tiene la capacidad de elegir cualquier cosa.
Por ejemplo, los hombres escogen qué vestimenta utilizar cada día. Cuando compramos un
helado, elegimos el sabor que queremos. De la misma manera, cuando se responde un
cuestionario, se escoge la alternativa que es considerada correcta. El hombre, tiene la
facultad de elegir por su propia cuenta, pero ¿En qué se basan estas elecciones? Aquino
distingue dos factores, (1) el entendimiento, y (2) la voluntad (más bien, nuestros deseos).
En primer lugar, nuestras elecciones (y por ende, nuestras acciones) se basan en lo que
entendemos. Utilizamos nuestro razonamiento para discernir lo que es bueno y lo que es
malo. Sabemos en base a nuestro conocimiento qué cosas nos convienen. Sería ilógico que
un hombre se lance de un rascacielos con la excusa de querer volar, pues sabemos que no
tenemos aquella capacidad. Del mismo modo, si se nos pone en frente un vaso con agua y
otro con veneno, toda persona cuerda rechazará el segundo. Por esta razón decimos que
nuestras elecciones se basan, en primer lugar, en nuestros razonamientos.
En segundo lugar, nuestras elecciones se basan en nuestros deseos. Este es el factor
dominante en la voluntad. Los hombres escogen y hacen aquello que de algún modo
quieren. Cuando alguien compra un par de zapatos, siempre escoge el modelo que gusta.
Cuando vamos al cine, siempre escogemos ver la película que queremos ver. Esto es porque
nuestras acciones y elecciones se basan en nuestros deseos más que en nuestro
entendimiento. La misma palabra voluntad proviene de una palabra latina (voluntas) que

1
Charles Hodge, D.D., Teología sistemática: teología reformada clásica, pág. 494
2
Citado por Juan Calvino, Institución de la religión cristiana, pág. 176
3
Jonathan Edwards dice: «La voluntad (sin ningún refinamiento metafísico) es, aquello por lo cual la mente
elige cualquier cosa. La capacidad de la voluntad es el poder, o principio mental, por el cual es capaz de
elegir. Un acto de la voluntad es lo mismo que un acto de elección». (Edwards, The Freedom of the Will, pág.
2)

4
quiere decir “querer” o “desear”. Esto es porque nuestros deseos, en absolutamente todos
los casos, motivan a los actos de la voluntad. «Un hombre nunca» dice Edwards «en ningún
caso, desea nada contrario a sus deseos, o desea cualquier cosa contraria a su voluntad».4
El deseo es el factor decisivo en cada hombre. Escogemos hacer aquello que deseamos.
Sin embargo, el deseo mismo no es un acto de la voluntad, sino que simplemente es un
factor en ella. La voluntad, por un lado, es aquella facultad de elección; el deseo, por el
otro, es aquello que mueve a la voluntad. «Si se confunden la voluntad y el deseo» dice
Hodge «la distinción entre estas dos proposiciones queda eliminada».5 Por lo tanto, cuando
hablamos de voluntad, nos referimos a aquella capacidad de elección. Por medio de la cual
el hombre escoge y hace aquello que más desea. Cuando hablamos de voluntad humana,
nos referimos a que el hombre es dueño de sus propias decisiones.

LA VOLUNTAD en la ESCRITURA
El texto bíblico se refiere a la voluntad de dos maneras distintas Estas pueden ser
resumidas con las palabras: querer y hacer. El querer, en este sentido, no debe confundirse
con el deseo mismo. Sino que se refiere a aquello que se quiere (o desea) hacer. En el
Nuevo Testamento, las palabras empleadas para denotar esta capacidad son: thelō (θελειν:
querer) y boulomai (βούλομαι: desear). La versión griega del Antiguo Testamento (LXX)
igualmente emplea estos términos en sustitución de los vocablos kjaféts (‫חָ פֵ ץ‬: querer) y
abá (‫אָ בָ ה‬: desear).
En el caso del Antiguo Testamento, kjaféts es empleado 75 veces para denotar el deseo
de la voluntad. Por ejemplo, el salmo 119 dice: «guíame por la senda de tus mandamientos,
porque en ella tengo mi voluntad [‫( »]חָ ָ ָֽפצְ ִּתי‬Salmo 119.35). Una traducción más específica
es: “guíame por el camino de tus mandatos, porque en él encuentro mi deleite”. La
expresión “deleite” (o voluntad en RVR60) manifiesta aquello en lo cual el autor del salmo
se complace. No representa específicamente un sentimiento, sino que expresa aquello en lo
cual la voluntad se complace. De alguna manera el salmista dice: “guíame en tus
mandamientos, porque en ellos encuentro todo aquello que me agrada hacer”. Esta palabra
representa el deleite de la voluntad. “yo hago esto porque me agrada”.
Por otro lado, abá se utiliza en 55 ocasiones para expresar una disposición de la
voluntad. El profeta Ezequiel emplea el verbo cuando recibe su llamado y el Señor le dice:
«la casa de Israel no te querrá [ּ֙‫ ]י ֹאבו‬oír, porque no me quiere [‫ ]אֹ ִּ ִ֖בים‬oír a mí» (Ezequiel
3.7). Así también, cuando habla sobre la rebelión de Israel, escribe: «mas ellos se rebelaron
contra mí [dice el Señor], y no quisieron [‫ ]אֹ ִּ ִ֖בים‬obedecerme» (Ezequiel 20.8). En ambos
casos se emplea el término para expresar una disposición de la voluntad. El pueblo de Israel

4
Jonathan Edwards, The Freedom of the Will, pág. 3
5
Hodge, pág. 494

5
actuó bajo su propia voluntad; no estuvo dispuesto a oír al Señor, y no estuvo dispuesto a
obedecerle.
En el Nuevo Testamento, un ejemplo de thelō es en el evangelio de Lucas, cuando
Cristo ora en Getsemaní: «diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga
mi voluntad [thelema], sino la tuya» (Lucas 22.42). De la misma manera, en la parábola de
los dos hijos (Mateo 21), se relata la historia de un padre que invita a sus hijos a trabajar en
su viña. El primero, rechaza la oferta en un principio; pero después accede. El segundo
acepta la sugerencia, pero no obedece. A esto Jesús pregunta: «¿Cuál de los dos hizo la
voluntad [thelema] de su padre?» (Mateo 21.31a). En ambos casos se utiliza thelema para
expresar el deseo de la voluntad. En el caso de Cristo, se deduce que su deseo (o voluntad)
era evitar “la copa”. Si no fuese así, no hubiera dicho en su oración: “no se haga mi
voluntad”.6 En la parábola de los dos hijos, la voluntad (o deseo) del padre era que sus hijos
trabajasen en su viña.
Por otro lado, boulomai es utilizado mayormente en el libro de Hechos (14 veces). Un
ejemplo claro es cuando Pablo y Bernabé se separan. Comenzarían su segundo viaje
misionero, pero «Bernabé quería [ebouleto] que llevasen consigo a Juan [Marcos]» (Hechos
15.37). A lo cual Pablo se opuso porque aquel joven los había abandonado anteriormente.
El texto, en esta ocasión, demuestra que el deseo de la voluntad de Bernabé, era llevar
consigo a Juan Marcos. De alguna u otra manera, la voluntad de Bernabé era llevar a Juan.
Probablemente este decía a Pablo: “¡yo quiero llevar a Juan Marcos, y voy a llevar a Juan
Marcos!”. Pues, el propósito de boulomai en el texto, es manifestar el deseo de la voluntad.
Constituye aquello que quiero que suceda, o quiero hacer.
Nuevamente la voluntad no debe ser confundida con el deseo mismo. Si bien muchos de
estos verbos se utilizan para manifestar el deseo y el deleite de la voluntad, esto no quiere
decir que el deseo mismo constituye un acto de la voluntad. El mismo texto bíblico utiliza
palabras distintas al momento de referirse a los deseos del corazón. En el Antiguo
Testamento se utiliza lebab (‫ )לֵבָ ב‬y leb (‫)לֵב‬, traducidas literalmente como “corazón”; y el
Nuevo Testamento emplea epithumia (επιθυμια), que significa “deseo”. Estas palabras son
empleadas para denotar los deseos del corazón. Los cuales, si bien influyen en la voluntad,
no constituyen un acto de ella.
La otra manera en la que los actos de voluntad son expresados en la Escritura es por
medio de las mismas acciones. Para esto, el texto emplea principalmente los verbos poieo
(ποιέω: hacer) y energeo (ἐνεργέω: obrar). Sin embargo, esta manifestación de la voluntad
puede ser expresada por cualquier otro tipo de verbo que conlleve una acción (p.ej. saltar,
correr, nadar, hablar, escoger, entre otros). Todos estos verbos nos permiten ver la voluntad

6
John MacArthur explica: Esto no significa que hubiera algún conflicto entre la voluntad del Padre y la del
Hijo. Evadir esta copa de la ira divina era una manifestación perfectamente normal de su humanidad. Pero
aunque la copa era abominable para Él, quiso tomarla porque era la voluntad de su Padre. (Mateo 22.42, La
Biblia de estudio MacArthur)

6
humana en todo su esplendor. Esto es, aquella capacidad por la cual tomamos nuestras
propias decisiones.

EL LIBRE ALBEDRÍO: ¿LIBRE o ESCLAVO?


En un comienzo fue analizada la definición que Aquino da a este elemento. Pero debido
al sentido en el que emplea las palabras, se dedujo que su conclusión encaja mejor en la
voluntad. Aquino no es el único que comete este error. Agustín y Orígenes definen el
arbitrio humano de una forma similar.7 Este error litúrgico se debe simplemente a que los
términos son sinónimos. Cuando se habla se voluntad, también se indica un albedrío. La
diferencia surge cuando se habla de este último en forma de doctrina.
Una definición correcta de libre albedrío se encuentra en la obra de Erasmo de
Róterdam, De libero arbitrio diatribe sive collatio, en la cual escribe lo siguiente:
«Además, por el libre albedrío entendemos en este lugar la fuerza de la voluntad humana
por la cual el hombre se puede aplicar a aquello que conduce a la salvación eterna, o a
apartarse de ello».8 Esta definición tiene su origen en el pensamiento semipelagiano (post-
arminio), el cual enseña que el hombre coopera con la gracia de Dios en la salvación por
medio de su libre arbitrio. Hoy en día, esta postura ha sido adoptada por la iglesia católica
romana y algunas iglesias protestantes. El pensamiento semipelagiano parece hacer sentido
en nuestras consciencias. Pues a diferencia de su hermano, el pelagianismo, este no excluye
la gracia de Dios. Sin embargo, este pensamiento no posee sustento bíblico.
Depravación parcial. El primer punto a favor del semipelagianismo o más bien, del
albedrío libre, se encuentra en la condición caída del hombre. Al igual que con el
pensamiento reformado, el semipelagianismo concuerda con la depravación humana. De
hecho, concuerdan al decir que el hombre, debido a su naturaleza perversa, es incapaz de
hacer algún bien espiritual sin la gracia de Dios. Como explica Stanley Horton: «Puesto que
la naturaleza humana quedó tan dañada en la caída, no hay persona alguna que sea capaz de
hacer nada espiritualmente bueno sin la bondadosa ayuda de Dios».9 Sin embargo, a pesar
de esta información, afirman que el hombre posee cierto grado de virtud. El cual es
influenciado con la gracia de Dios, permitiéndole responder al evangelio. En otras palabras,
la voluntad humana coopera con la gracia divina en la salvación. Luis Berkhof explica:

El semipelagianismo acepta la presencia de semillas de virtud en el hombre, las cuales, por sí


mismas, tienden a llevar buen fruto; pero sostienen que éstas para desarrollo necesitan la

7
«Parece que Orígenes dio una definición, comúnmente admitida, diciendo que el libre arbitrio es la facultad
de la razón para discernir entre el bien y el mal, y de la voluntad para escoger lo uno de lo otro. Y no discrepa
de él sanagustín al decir que es la faculta de la razón y de la voluntad, por la cual, con la gracia de Dios,
escoge el bien, y sin ella, el mal» Calvino, Institución de la religión Cristiana, pág. 176
8
Citado por Martín Lutero, De servo arbitrio. Lutero y la iglesia luterana, http://semla.org/lutero-y-la-iglesia-
luterana/ (Ultimo acceso el 16 de junio de 2017) pág. 48
9
Stanley M. Horton, ed., Teología sistemática: Una perspectiva pentecostal, pág. 263

7
influencia fructificarte [sic] de la gracia divina. La gracia que para esto se necesita se da a
todos los hombres en forma gratuita, de tal manera que con ella pueden aceptar la llamada del
evangelio para salvación. Por tanto, el llamamiento siempre será efectivo si el hombre,
ayudado por la gracia divina lo acepta10.

Respuesta I: Incapacidad moral. La primera razón por la que la doctrina del libre
albedrío es insostenible, se sustenta en la incapacidad moral que envuelve al hombre. El
cual, después de la caída, perdió toda capacidad de escoger a Dios. Por esto, Pablo dice a
los romanos: «La naturaleza pecaminosa es enemiga de Dios siempre. Nunca obedeció las
leyes de Dios y jamás lo hará. Por eso, los que todavía viven bajo el dominio de la
naturaleza pecaminosa nunca pueden agradar a Dios» (Romanos 8.7-8 NTV). Claramente
el hombre es incapaz de agradar a Dios, “nunca pueden agradar a Dios”. Esto nos significa
que el hombre se esfuerza por agradar a Dios, pero le es imposible. Si fuese así, el hombre
sería una víctima de su naturaleza pecaminosa. Pero bien sabemos que el hombre es
culpable por donde se le mire. En realidad, lo que esto quiere decir, es que el hombre no
puede agradar a Dios porque no quiere. El hombre no busca a Dios, no desea agradar a
Dios. El Dr. R.C. Sproul lo explica así:

En la caída, el hombre perdió su deseo original hacia Dios. Cuando perdió el deseo, algo
ocurrió con su libertad. Perdió capacidad moral de escoger a Cristo. Para escoger a Cristo, el
pecador debe tener primero un deseo de escoger a Cristo. O tiene ya ese deseo dentro de sí, o
debe recibir un deseo de Dios (…) si Dios no planta ese deseo en el corazón humano, nadie
por sí mismo escogerá jamás a Cristo. Los seres humanos rechazarán el evangelio siempre y
en todo lugar precisamente porque no lo desean.11

De la misma manera el apóstol habla también de la universalidad del pecado. «Todos –


sean judíos o gentiles– están bajo el poder del pecado. Como dicen las Escrituras: No hay
ni un solo justo, ni siquiera uno. Nadie es realmente sabio, nadie busca a Dios. Todos se
desviaron, todos se volvieron inútiles. No hay ni uno que haga lo bueno, ni uno solo»
(Romanos 3.9-12 NTV). Estas palabras a muchos les huelen a hipérboles. Conocemos
personas que son moralmente buenas, a hombres justos que obedecen la ley. Hemos visto a
hombres y mujeres que también hacen un gran bien a la sociedad. ¿Cómo dice Pablo,
entonces, que no hay ni siquiera uno que haga el bien? Simplemente porque bajo el santo
juicio de Dios, no existe ni un solo hombre que haga el bien. John Piper explica:

El hombre hace muchas cosas que solo puede hacer por el hecho de haber sido creado a
imagen de Dios [imago Dei], y serían alabadas si fueran hechas al servicio de Dios. Pero

10
Luis Berkhof, “teología sistemática”. Index of /documents. http://www.recursosteologicos.org/Documents/
(último acceso el 4 de julio de 2017) pág. 573
11
R.C. Sproul, Escogidos por Dios, pág. 51

8
estos mismos actos son pecaminosos cuando son hechos al servicio de la rebelión y de la
auto-justificación del hombre.12

Así también Pablo destaca que no existe ningún hombre que busque a Dios. Así es,
nadie busca a Dios con un corazón sincero. Puede que los hombres busquen a Dios, pero no
le buscan por quién es. Más bien, los hombres buscan la mano de Dios. Recurren a Él en
momentos difíciles, con el propósito de satisfacer sus propios deseos carnales. De hecho, el
hombre caído ni siquiera busca a Dios en primera instancia; sino que le posterga hasta que
no hay otra respuesta. Esto sucede porque el hombre natural no desea a Dios. Más bien, le
aborrece: «porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que
sus obras no sean reprendidas» (Juan 3.20). El hombre natural no desea a Dios.
Respuesta II: Esclavitud al pecado. La segunda razón por la que la doctrina del libre
albedrío es insostenible es debido al estado de esclavitud en el que el hombre natural se
encuentra. «Después de que Adán se apartó de la fuente de la justicia» dice Calvino «todas
las partes del hombre se encuentran poseídas por el pecado».13 A diferencia del
semipelagianismo, la idea reformada enseña que todas las partes del hombre se encuentran
bajo el control del pecado. Por esta misma razón se dice que el hombre natural solo puede
caer y no es capaz, sino de pecar. De ahí que el albedrío es llamado “esclavo albedrío”,
pues perdió su libertad y se encuentra en esclavitud al pecado.
Justamente este conflicto motivó a Lutero a escribir De servo arbitrio en respuesta a la
obra de Erasmo (De libero arbitrio diatribe sive collatio). El fraile católico, en su peculiar
manera de escribir, presenta los siguientes argumentos:
Veamos ahora los argumentos con que se ha querido inflar a aquella vana palabrita. En
primer lugar está aquel pasaje de Eclesiástico 16: ‘Dios desde el principio creó al hombre y le
dejó en mano de su decisión. Añadió sus mandamientos y preceptos. Si quieres guardar sus
mandamientos, y conservar perpetuamente una fe grata, ellos te guardarán. Ante ti he
colocado el fuego y el agua; a lo que quieras, extiende tu mano. Ante el hombre está la vida y
la muerte, lo bueno y lo malo; lo que le plugiere, le será dado’. Aunque pudiera rechazar este
libro con buenas razones, sin embargo por ahora lo acepto para no envolverme, con pérdida
de tiempo, en una disputa acerca de los libros que fueron recibidos en el canon hebreo al que
tú criticas con bastante mordacidad y sorna, comparando los Proverbios de Salomón y el
Cántico amatorio (como tú lo llamas con ambigua ironía) con los dos libros de Esdrás, con
Judith, con la Historia de Susana y el Dragón y con Ester -este último, por más que lo tengan
en el canon, es a juicio mío de todos los nombrados el más digno de no figurar entre los
libros canónicos. Podría, sin embargo, responder brevemente con sus propias palabras: En
este lugar, la Escritura es oscura y ambigua, por eso no prueba nada concreto. Mas como
nosotros estamos en el bando que niega el libre albedrío, exigimos de vosotros que nos
indiquéis un pasaje que compruebe con claras palabras qué es el libre albedrío y qué poder

12
John Piper, Cinco puntos, pág. 22
13
Calvino, pág. 169

9
tiene. Esto lo haréis quizás para las calendas griegas, a pesar de que tú, para eludir esta
necesidad, derrochas muchas buenas palabras y entre tanto andas como pisando huevos
recitando tantas opiniones sobre el libre albedrío que por poco lo conviertes a Pelagio en
evangélico.
Admites [Erasmo] que sin una gracia peculiar el hombre no puede querer lo bueno (pues no
está en discusión ahora lo que puede la gracia de Dios, sino lo que puede el hombre sin la
gracia). Admites por lo tanto que el libre albedrío no puede querer lo bueno, y esto no es otra
cosa que: el libre albedrío no se puede aplicar a sí mismo a lo que es pertinente a la salvación
eterna, como rezaba tu definición. Más aún: poco antes dices que la voluntad humana
después de la caída (post peccatum) es tan depravada que el hombre, perdida ya su libertad,
está obligado a servir al pecado y no tiene la capacidad de volver a mejorarse. Y si no me
equivoco, sostienes que ésta fue la opinión de los pelagianos. Creo que aquí Proteo ya no
tiene ninguna escapatoria. Lo tienen aprisionado claras palabras, a saber, que ‘perdida ya la
libertad, la voluntad está bajo coacción (cogit) y es retenida en la esclavitud del pecado’. ¡Oh
excelso libre albedrío, del cual el mismo Erasmo dice que perdió la libertad y es esclavo del
pecado!
Por lo tanto, si el libre albedrío sin la gracia, perdida ya la libertad, está obligado a servir al
pecado y no puede querer lo bueno, yo quisiera saber qué es esa aspiración, y qué ese
esfuerzo para los cuales aquella primera y aceptable opinión le reconoce al hombre la
capacidad. No puede ser una aspiración buena ni un esfuerzo bueno, puesto que el libre
albedrío no puede querer lo bueno, como dice la opinión aquella y como también se admite.
Lo que queda, por lo tanto, es aspiración mala y esfuerzo malo, que tras la pérdida de la
libertad están obligados a servir al pecado.14
De los argumentos presentados por Lutero, se concluye lo siguiente: (1) no existe
sustento bíblico para el libre albedrío, (2) la voluntad humana después de la caída perdió su
libertad, y (3) la voluntad humana es esclava del pecado.
La Escritura presenta claramente la esclavitud del hombre al pecado. Jesús dijo: «Todo
aquel que hace pecado, esclavo es del pecado» (Juan 8.34). El hombre está bajo el dominio
y control del pecado, y no puede hacer nada para revertir su estado.15 El hombre no es libre,
y necesita un libertador. San Bernardo escribe: «El libre albedrío necesita un libertador. No
para que le libre de la coacción, que la voluntad no siente en absoluto, sino del pecado, en
el que ha caído libre y voluntariamente; y de la pena del pecado, en la que ha incurrido por

14
Lutero, pág. 52, 53, 54
15
Confesión de Westminster: El hombre, por su caída en un estado de pecado, ha perdido completamente la
habilidad de voluntad para algún bien espiritual que acompañe la salvación, por tanto como hombre natural,
siendo enteramente reacción de ese bien y muerto en el pecado, puede, por su propia fuerza, convertirse a sí
mismo o prepararse a sí mismo para ello. MacArthur, Esclavo, pág. 131

10
su imprudencia y soporta con impaciencia».16 Por esta razón también se dice: «si el Hijo os
libertare, seréis verdaderamente libres» (Juan 8.36).
El apóstol Pablo concuerda con esta información en su epístola a los romanos. «Pero
gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a
aquella forma de doctrina de la cual fuisteis entregados» (Romanos 6.17). En primer lugar
el apóstol reconoce el estado al cual pertenece cada hombre: esclavitud al pecado. El
hombre natural obedece al pecado, y se constituye en su esclavo. Pero ahora, que hemos
creído, somos libres del pecado. Algunos podrán argüir que en este texto se encuentra el
libre albedrio, pues Pablo dice: “habéis obedecido de corazón”. A simple vista, el texto
parece respaldar la doctrina de la depravación parcial. Parece que el hombre
verdaderamente es capaz de responder por sí mismo al evangelio. Parece que en realidad el
hombre posee cierto grado de virtud. Sin embargo el apóstol comienza el versículo dando
gracias a Dios. El texto fácilmente puede decir: “pero gracias a Dios habéis obedecido de
corazón”. «El no agradece o los alaba por su propia sabiduría o inteligencia, o por su
determinación moral y espiritual» dice MacArthur «porque ninguna de esas cosas tuvo algo
que ver con su salvación».17
Si se toman en cuenta los argumentos anteriores, uno debe preguntarse ¿Existe voluntad
en el hombre? A esto respondemos: Sí, el hombre tiene voluntad. Sin embargo esta, con la
introducción del pecado en el hombre, se ha sometido voluntariamente a esclavitud. Juan
Calvino concuerda en su institución: «Se dice que el hombre tiene libre albedrío. No porque
sea libre para elegir lo bueno o lo malo, sino porque el mal que hace lo hace
voluntariamente y no por coacción».18 Por lo tanto, para que hombre haga algún bien
espiritual, o para que sea capaz de responder al llamado del evangelio, es necesario que
Dios intervenga en el corazón del hombre. Como dice Pablo a los Efesios:

Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los
cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe
de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los
cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne,
haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira,
lo mismo que los demás. Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que
nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por
gracia sois salvos). Efesios 2.1-5

16
Bernardus Claraevallensis Abbas, “Liber de gratia et libero arbitrio”. Profesor F. Javier Gil Chica. Libros y
otros trabajos. http://www.dfists.ua.es/~gil/libros.html (Último acceso el 16 de junio de 2017) pág. 7-8)
17
John MacArthur, Comentario MacArthur del Nuevo Testamento, pág. 390
18
Calvino, pág. 178

11
BIBLIOGRAFÍA

Berkhof, Luis. “teología sistemática”. Index of /documents.


http://www.recursosteologicos.org/Documents/
Calvino, Juan. Institución de la religión cristiana. Capellades, Barcelona: FELIRe, 2013
Claraevallensis, Bernardus. “Liber de gratia et libero arbitrio”. Profesor F. Javier Gil
Chica. Libros y otros trabajos. http://www.dfists.ua.es/~gil/libros.html
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Diccionario de Teología, ed. Everett F. Harrison, Geoffrey W. Bromiley, Carl F. H. Henry.
s.v. “libertad, libre albedrío”
Diccionario enciclopédico. Edición del milenio, s.v. “voluntad”
Diccionario teológico del Nuevo Testamento, vol II. Cuarta edición, s.v. “voluntad”
Edwards, Jonathan. The Freedom of the Will. Grand Rapids, MI: Christian Classics
Ethereal Library, 2000
Hodge, Charles. Teología sistemática: teología reformada clásica. Viladecavalls,
Barcelona: Editorial Clie, 2010
Horton, Stanley, ed, Teología sistemática: Una perspectiva pentecostal Miami, Florida:
Editorial Vida, 1996
James, Strong. Nueva concordancia Strong exhaustiva. Nashville, Tennessee: Editorial
Caribe, 2002
Lutero, Martín. “De servo arbitrio”. Lutero y la iglesia luterana
http://semla.org/lutero-y-la-iglesia-luterana/
MacArthur, John. Esclavo. Nashville, Tennessee: Grupo Nelson, 2011
-------------- La Biblia de Estudio MacArthur. Grand Rapids, Michigan: Editorial Portavoz,
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------------- Comentario MacArthur del Nuevo Testamento. Grand Rapids, Michigan:
Editorial Portavoz, 2010

Piper John, Lo que Jesús exige del mundo. Grand Rapids, Michigan: Editorial Portavoz,
2007
-------------- Cinco puntos. Medellín, Colombia: Poiema Publicaciones, 2015
Sproul, R.C. Escogidos por Dios. Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia, 2002
Spurgeon, Charles. Sermones Selectos de C.H. Spurgeon. Viladecavalls, Barcelona:
Editorial Clie, 2010

12
EXTRA
El documento presente fue presentado el viernes 7 de julio de 2017, para cumplir con los
requisitos dados por el profesor Eugenio Ramírez Morales. Se debe admitir que en esta
ocasión mi Señor limitó mis capacidades. De modo que el trabajo no me conformó. Por lo
cual, he decidido perfeccionar este documento hasta el día de mi graduación, presentándolo
como mi tesis final. Confío en el gran amor de nuestro Señor Jesucristo y en que mi
capacidad de redacción es un don de Dios. Por lo que no me confío de mis capacidades
innatas para la realización de esta tesis, sino que confío en el poderoso nombre de nuestro
Señor. Dado que el presente documento no se ha terminado, incluyo las nuevas citas que
obtengo en mis lecturas:
Dios, quien nos creó, no solo nos ha dado emociones, sino que también ha hecho que
sean muy directamente la causa de nuestras acciones. No tomamos decisiones ni actuamos
a no ser que el amor, el odio, el deseo, la esperanza, el temor, o alguna otra emoción nos
influencie (Jonathan Edwards, Verdadera experiencia cristiana, pág. 4)
Juan 5.39-40 Los judíos (v.10, 15, 16, 18) escudriñan las Escrituras porque creen que
así encuentran la vida eterna. A la verdad, las Escrituras dan testimonio de Cristo, en quien
se encuentra la vida eterna (Juan 3.36); pero si escudriño las Escrituras y no soy conducido
a Cristo, en vano investigo las Escrituras. Los judíos, en especial los líderes religiosos,
escudriñaban las Escrituras, pero no querían seguir a Jesús, ¿Por qué?
Capítulo: “Dios y la existencia del mal” El arminianismo responde un poco a la
pregunta “¿Por qué Dios permite el mal?” “Si Dios existe ¿por qué existen las guerras?”
El hombre ha caído y se ha alejado de Dios y, como resultado, su naturaleza completa ha
llegado a ser pervertida y pecaminosa. La tendencia del hombre es persistentemente
alejarse de Dios. Por naturaleza, odia a Dios y siente que Dios está opuesto a él. Su dios es
el mismo, sus propias habilidades y poderes, sus propios deseos. Objeta toda idea de Dios y
las demandas que Dios le impone… Sobre todo, el hombre desea y codicia las cosas que
Dios prohíbe y le desagradan la cosas y la clase de vida a la que Dios le ha llamado”.
(Martyn Lloyd Jones)
POSIBLE BOSQUEJO
- Distintas perspectivas sobre la voluntad humana
o Calvino
o Arminio
o Aquino
o Edwards
o Agustín
o Pelagio
- Como se refiere la Biblia a la voluntad humana
- La voluntad humana antes de la caída

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o Imagi deo
- La voluntad humana después de la caída
o Perspectiva arminiana
o Perspectiva calvinista
- La voluntad humana tras la venida de Jesucristo
o La voluntad en los inconversos
o La voluntad en los conversos
- La voluntad humana en la salvación
- Apéndice: La soberanía de Dios y la voluntad humana
- Apéndice: Dios y la existencia del mal

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