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HABLEMOS DE EVANGELIZACION 7

SI EL SEÑOR NO CONSTRUYE EL EDIFICIO…


Jesús nos dice”: SI ALGUNO TIENE SED, VENGA A MÍ Y BEBA. COMO DICE
LA ESCRITURA, DEL CORAZÓN DEL QUE CREE EN MI, BROTARAN RIOS DE AGUA
VIVA” El hombre de hoy tiene sed. Sed de Paz, Amor, Felicidad. En lo más profundo de
él, tiene un gran anhelo de Dios. Como dice San Agustín”: Nos hiciste para Ti y nuestro
corazón no descansa hasta que te encuentre a Ti”. Como Iglesia nos hemos preparado
para evangelizar al hombre de la modernidad donde la razón ocupaba lugar
preponderante, pero en el hombre de hoy predomina la multisensorialidad. Hemos
querido acercar a Jesús desde el intelecto y eso hoy no basta.
Nuestra visión cristiana sobre el hombre no es, propiamente hablando, un saber
– un contenido intelectual- sino UNA PERSONA, LA PERSONA VIVA DE JESÚS. El
camino cristiano propiamente hablando, no es de un autoperfeccionamiento. No se trata
de un empeño solitario que, al final, se revela incapaz de alcanzar el ideal propuesto,
sino el de una relación con JESÚS VIVO. La sabiduría que está en juego no es, un
simple saber, sino que se trata de una persona; por eso, no puede manejarse con la
frialdad especulativa con que se pueden tratar otros temas.
Romano Guardini, sacerdote, pensador y escritor ha dicho:«El cristianismo no
es, en último término, ni una doctrina de la verdad ni una interpretación de la vida. Es
esto también, pero nada de ello constituye su esencia nuclear. Su esencia está
constituida por Jesús de Nazaret, por su existencia, su obra y su destino concretos; es
decir, por una personalidad histórica»
Pensar en Cristo es, en el fondo, inseparable de un ENCUENTRO REAL porque
el cristiano confiesa a Cristo RESUCITADO Y VIVO, afirma la realidad de su vida, y su
presencia en la Iglesia. Por eso la reflexión debe ser al mismo tiempo oración, contacto
con la verdad salvadora. No sólo debe pensar en ella, sino COMUNICARSE CON ELLA.
El seguimiento de Cristo no es sólo ni principalmente el esfuerzo consciente por seguir
su modelo de conducta: tiene mucho de espontaneidad e impulso carismático. La acción
del Espíritu Santo, la gracia –que es un don de Dios gratuitamente repartido – produce
una identificación con Cristo y esto caracteriza el obrar cristiano aunque no siempre se
perciba conscientemente. La pedagogía divina no llega sólo a través de la enseñanza
oral, ni simplemente proponiendo ejemplos. Desde luego, Cristo es pedagogo porque
enseña una doctrina moral; también porque constituye el ejemplo que se ha de imitar;
pero, SOBRE TODO, PORQUE OBRA EN EL INTERIOR DE CADA CRISTIANO.
El beato Pablo VI nos ha dicho que “el Espíritu Santo es el principal agente de la
evangelización”. El Espíritu Santo es el “Maestro interior”. Esto lleva a preguntarnos si
nuestra actividad pastoral ofrece espacios adecuados, actividades adecuadas que
posibiliten el despertar espiritual no sólo de nuestros jóvenes, sino de cada integrante
de nuestras comunidades .
Poco después del Concilio Vaticano II, algunos teólogos planteaban si el empuje
de renovación emprendido por el Concilio, no estaba un tanto mal dirigido. Entre ellos
se encontraba el teólogo inglés Charles Davis que dijo algunas cosas dignas de
destacar: “He encontrado un sentido de vacío, pero juntamente con ello un
profundo anhelo de Dios. Hay vacío en lo más adentro de la vida de la gente, un
vacío en espera de su plenitud. Están turbados por su fe; encuentran que se les
escurre. No hablo de aquellos que están preocupados por cambios recientes.
Estos no lo están, pero buscan algo más; buscan algo que llene sus vidas. Lo que
oyen no les resulta. Los más perceptivos saben que buscan a Dios, que parece
haberse retirado del mundo y de ellos. Vienen a charlas de profesores. Oyen de la
nueva liturgia, del nuevo entendimiento del papel de los laicos, de la colegialidad,
de la Iglesia y el mundo, de miles de nuevas ideas excitantes. Quedan
debidamente impresionados. ¿Quién sin embargo, les hablará simplemente de
Dios como una persona íntimamente conocida, logrando que la realidad de Dios
y su presencia tome vida nuevamente en ellos” .
Ante tal necesidad, cuán superficial, patéticamente superficial resulta mucho de
nuestro afán en la tarea pastoral. Muchas veces puede pasarnos que sabemos tanto
de religión, de la Iglesia y de teología, pero nos encontramos con las manos vacías e
incómodos al enfrentarnos con mera hambre de Dios. Resulta más difícil llegar a la
santidad que a la fluidez del pensamiento contemporáneo. Asimismo aquellos que, al
escuchar nuestros discursos entusiastas, nos piden en silencio que les llevemos a Dios,
aunque no lo sepan, reclaman santidad en nosotros. Me temo que puedan encontrar de
todo menos santidad. Antaño se requerían santos para renovar la iglesia. Nosotros
pretendemos pasar como operarios espirituales.

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