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9.

CARTA A TODA LA ORDEN (=CtaO)


Momento crucial de la Orden: ¿1220, cuando Francisco renuncia al
gobierno en medio de tensiones?; ¿1223, después de haber redactado la regla
definitiva?
Encontramos la mano de algún secretario que ayuda a Francisco en la
redacción (él habitualmente dictaba). Pero los temas son los suyos de siempre,
sus grandes amores, y es suyo hasta el género literario básico, el de exhortación.
Llamada a la escucha de la Palabra, fundamento de la vocación evangélica
de la Orden. Recuerdo del don de Dios en Cristo, cuyo sacramento es la
Eucaristía, centro vital de la Fraternidad. Reconocimiento del propio pecado y
llamada a la fidelidad. Bendición y apelación al juicio de Dios. Súplica confiada.

1 En el nombre de la suma Trinidad y de la santa Unidad, Padre e Hijo y Espíritu Santo.


¡Amén!
2 A todos los reverendos y muy amados hermanos, al hermano A.93, ministro general de
la Religión de los Hermanos Menores, su señor, y a todos los demás ministros generales que
le sucederán, y a todos los ministros y custodios94 y a los sacerdotes de la misma Fraternidad,
humildes en Cristo, y a todos los hermanos sencillos y obedientes, a los primeros y a los
últimos: 3 el hermano Francisco, hombre vil95 y caduco, vuestro pequeñuelo siervo96, os
saluda en aquel que nos redimió y nos lavó en su preciosísima sangre (cf. Ap 1,5), 4 cuyo nombre,
al oírlo, habéis de adorar con temor y reverencia, inclinados hasta el suelo (cf. Ne 8,6): el Señor
Jesucristo, cuyo nombre es Hijo del Altísimo (cf. Lc 1,32), y es bendito por los siglos (Rom 1,25).
Para esto os envió Dios al mundo
5 Oíd, señores hijos y hermanos míos97, y escuchad mis palabras (Hch 2,14). 6 Inclinad el
oído (Is 55,3) de vuestro corazón y obedeced a la voz del Hijo de Dios. 7 Guardad98 sus
mandamientos en vuestro corazón y cumplid sus consejos perfectamente99. 8 Alabadlo porque
es bueno100 (cf. Sal 135,1) y ensalzadlo con vuestras obras (cf. Tob 13,6); 9 pues por esto os envió al
mundo entero (cf. Mc 16,15), para que de palabra y con las obras deis testimonio de su voz101 y
hagáis saber a todos que no hay omnipotente sino él (cf. Tob 13,4). 10 Perseverad en la disciplina (Heb
12,7) y en la santa obediencia y cumplid lo que le prometisteis con propósito bueno y firme102.
11 Como a hijos se nos brinda el Señor Dios (cf. Heb 12,7).
Veneración del cuerpo del Señor
12 Así, pues, os suplico a todos vosotros, hermanos, besándoos los pies y con la caridad
que puedo, que manifestéis públicamente toda la reverencia y todo el honor que os sea posible
al santísimo cuerpo y sangre de nuestro Señor Jesucristo, 13 en quien han sido pacificadas y
reconciliadas con Dios omnipotente todas las coséis que hay en los cielos y en la tierra (cf. Col 1,20).
Los hermanos sacerdotes
14 Ruego también en el Señor a todos mis hermanos sacerdotes, los que lo son y serán y
desean ser sacerdotes del Altísimo, que, siempre que quieran celebrar la misa, ofrezcan
purificados103, con pureza104 y reverencia, el verdadero sacrificio del santísimo cuerpo y
sangre de nuestro Señor Jesucristo, y háganlo con intención santa y limpia, y no por cosa
alguna terrena ni por temor o amor de hombre alguno, como queriendo agradar a los hombres (cf.
Ef 6,6; Col 3,22); 15 sino que toda la voluntad, en cuanto es posible con la ayuda de la gracia,
se dirija a Dios, deseando agradar al solo sumo Señor, pues solamente ahí obra como a él
mismo le agrada; 16 y puesto que él mismo dice; Haced esto en conmemoración mía (Lc 22,19; 1Cor
11,24), si alguno lo hace de otro modo, se convierte en Judas, el traidor, y se hace reo del cuerpo
y la sangre de Señor (1Cor 11,27).
17 Recordad, hermanos míos sacerdotes, lo que está escrito de la ley de Moisés: si alguno
la transgredía, aunque sólo fuera en cosas materiales, moría sin compasión por sentencia del Señor
(cf. Heb 10,28).18 ¡Cuánto mayores y peores suplicios merece padecer quien pisotee al Hijo de Dios y
profane la sangré de la alianza, en la que fue santificado, y ultraje el espíritu de la gracia! (Heb 10,29)105.19
Pues el hombre desprecia, profana, y pisotea al Cordero de Dios cuando, como dice el apóstol,
sin distinguir (1Cor 11,29) ni discernir el santo pan de Cristo de otros alimentos y obras106, o
bien lo come siendo indigno, o bien, siendo digno, lo come vana e indignamente, siendo así
que dice el Señor por el profeta: Maldito el hombre que hace la obra del Señor con engaño (cf. Jer
48,10)107; 20 y a los sacerdotes que no quieren grabar de verdad esto en el corazón, los
condena,108 diciendo: Maldeciré con vuestras bendiciones (Mal 2,2).
21 Escuchad, hermanos míos109: si la bienaventurada Virgen es honrada, como es justo,
porque lo llevó en su santísimo seno; si el bienaventurado Bautista se estremeció dichoso y no
se atrevió a tocar la santa cabeza de Dios; si el sepulcro en que yació por algún tiempo es
venerado, 22 ¡cuán santo, justo y digno debe ser quien toca con las manos, toma con el corazón
y con la boca110 y da a los demás para tomar no a quien ha de morir, sino a quien ha de vivir
eternamente y es glorificado y a quien los ángeles desean contemplar! 111 (1Pe 1,12).
23 Considerad vuestra dignidad, hermanos sacerdotes (cf. 1Cor 1,26), y sed santos, porque él es
santo (cf. Lev 19,2). 24 Y así como el Señor Dios os ha honrado por encima de todos por razón
de este ministerio, así también vosotros amadle, reverenciadle y honradle por encima de todos.
25 Gran miseria y miserable flaqueza es que, cuando lo tenéis a él mismo así presente, os
preocupéis de alguna otra cosa del mundo.26 ¡Tiemble el hombre entero, estremézcase el
mundo entero y salte de gozo el cielo cuando Cristo, el Hijo del Dios vivo (Jn 11,27), se encuentra
sobre el altar en manos del sacerdote! 27 ¡Oh admirable celsitud112 y asombrosa
condescendencia! ¡Oh sublime humildad! ¡Oh humilde sublimidad, que el Señor del universo,
Dios e Hijo de Dios, se humilla hasta el punto de esconderse, para nuestra salvación, bajo una
pequeña forma113 de pan! 28 Mirad, hermanos, la humildad de Dios y derramad ante él vuestros
corazones (Sal 61,9); humillaos también vosotros, para ser enaltecidos por él (cf. 1Pe 5,6; Sant 4,10).
29 Por consiguiente, nada de vosotros retengáis para vosotros mismos, para que enteros os
reciba el que todo entero se os entrega.
La misa en fraternidad
30 Amonesto por eso y exhorto en el Señor a que, en los lugares114 en que habitan los
hermanos, se celebre sólo una misa al día según la forma de la santa Iglesia115. 31 Pero si en
un lugar hubiera varios sacerdotes, conténtese el uno, por el amor de la caridad, con oír la
celebración del otro sacerdote; 32 porque el Señor Jesucristo colma a los presentes y a los
ausentes que son dignos de él.33 El cual, aunque se vea que está en muchos lugares,
permanece, sin embargo, indivisible y «no conoce menoscabo alguno»116, sino que, siendo
uno en todas partes, obra según le place, con el Señor Dios Padre y el Espíritu Santo Defensor,
por los siglos de los siglos. Amén.
Las palabras sagradas y objetos de culto
34 Y porque el que es de Dios escucha las palabras de Dios (cf. Jn 8,47), nosotros, los que más
especialmente estamos dedicados a los divinos oficios, debemos, por ello, no sólo escuchar y
hacer lo que dice Dios, sino también custodiar los vasos y los libros litúrgicos117 que
contienen las santas palabras, para que vaya penetrando en nosotros la celsitud118 de nuestro
Creador y nuestra sumisión a él. 35 Por eso, amonesto a todos mis hermanos y les animo en
Cristo a que, dondequiera que encuentren las palabras de Dios escritas, las veneren como
mejor puedan, 36 y, por lo que a ellos toca, si no están dignamente colocadas, o sin respeto
están tiradas y dispersas en algún lugar, las recojan y las coloquen dignamente119, honrando
al Señor en las palabras que él pronunció (cf. 1Re 2,4).37 Pues son muchas las cosas que se santifican
por medio de la palabra de Dios (cf. 1Tim 4,5) y en virtud de las palabras de Cristo se realiza el
sacramento del altar.
Confesión del hermano Francisco y exhortación a la fidelidad
38 Además, yo confieso todos mis pecados al Señor Dios, Padre, e Hijo, y Espíritu Santo,
a la bienaventurada siempre virgen120 María, y a todos los santos del cielo y de la tierra, al
hermano H.121, ministro de nuestra religión, mi venerable señor, y a los sacerdotes de nuestra
Orden y a todos los demás mis hermanos benditos. 39 En muchas cosas he pecado122 por mi
gran culpa, especialmente porque no he guardado123 la regla que prometí al Señor, ni he dicho
el oficio según manda la regla, por negligencia o por mi enfermedad o porque soy ignorante e
inculto124. 40 Por todo ello, pido, en cuanto puedo, al hermano H., ministro general, mi señor,
que haga que la regla sea inviolablemente observada por todos, 41 y que los clérigos digan el
oficio con devoción en la presencia de Dios, no poniendo su atención en la melodía de la voz,
sino en la consonancia de la mente, para que la voz sintonice con la mente y la mente sintonice
con Dios125, 42 de manera que puedan tener propicio126 a Dios por la pureza del corazón y
no por halagar los oídos del pueblo con lo refinado de la voz127. 43 Y yo prometo observar128
firmemente estas cosas, según la gracia que el Señor me dé; y se las recomendaré a los
hermanos que están conmigo, para que las observen en cuanto al oficio y demás disposiciones
regulares.
44 Pero a los hermanos que no quieran observar estas cosas, no los tengo por católicos ni
por hermanos míos; tampoco quiero verlos ni hablarles hasta que no hagan penitencia. 45 Esto
mismo digo de todos aquellos que, menospreciando la disciplina de la regla, andan vagando
de un lugar para otro129, 46 pues nuestro Señor Jesucristo dio su vida por no apartarse de la
obediencia del santísimo Padre (cf. Flp 2,8).
Recomendación final
47 Yo, el hermano Francisco, hombre inútil y criatura indigna del Señor Dios, digo, por el
Señor Jesucristo al hermano H., ministro general de toda nuestra Religión, y a todos los
ministros generales que lo serán después de él, y a los demás custodios y guardianes de los
hermanos, los que lo son y lo serán, que tengan consigo este escrito, lo pongan por obra y lo
conserven con esmero. 48 Y les suplico que lo que está escrito en él lo guarden solícitamente
y con la mayor diligencia130 lo hagan observar, según el beneplácito de Dios omnipotente,
ahora y siempre, mientras exista este mundo.
49 Benditos seáis del Señor vosotros, (Sal 113,15) los que hagáis esto, y que el Señor esté
eternamente con vosotros. Amén.
Oración
50 Omnipotente, eterno, justo y misericordioso Dios, concédenos por ti mismo a
nosotros, míseros131, hacer lo que sabemos que quieres y querer siempre lo que te agrada,51
a fin de que, interiormente purificados, iluminados interiormente y encendidos por el fuego
del Espíritu Santo132, podamos seguir las huellas (cf. 1Pe 2,21) de tu amado Hijo, nuestro Señor
Jesucristo,52 y llegar, por sola tu gracia, a ti, Altísimo, que en perfecta Trinidad y en simple
Unidad vives y reinas y eres glorificado, Dios omnipotente, por todos los siglos de los siglos.
Amén.

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