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HORA SANTA DELANTE DEL SANTÍSIMO

Inicio

Se comienza la Hora Santa con un canto apropiado

Monitor:

Hemos celebrado la Cena del Señor en la que hemos recordado la


Institución de la Eucaristía y del Sacerdocio y el Señor nos ha dado
como testamento el mandamiento nuevo del amor.

Ahora, otra vez reunidos junto al altar, queremos prolongar en


meditación contemplativa y en oración lo que hemos celebrado esta
tarde. Renovemos delante del Señor Sacramentado el memorial de
su misterio de amor. Escuchemos sus palabras pronunciadas en el
Cenáculo junto con sus discípulos. Sus palabras son su testamento.
Esta tarde (noche) santa se respira silencio contemplativo, misterio y
amor de un Dios-con-nosotros, el Emmanuel. Queremos dedicar
este tiempo a estar junto a él para escucharle, orar con él al Padre y
darle gracias por el gran misterio de su Pascua.

Moderador:

La siguiente oración debe recitarse sin prisas y pausadamente.

Padre santo,
en esta hora de la tarde nos reunimos junto al altar
para hacer memoria de la Eucaristía celebrada
y adorar la presencia sacramental de tu Hijo
entregado para la salvación de todos.

Él es el Profeta,
haz que su Palabra resuene en nuestro corazón
y nuestras palabras sean eco de la suya.
Él es el Sacerdote,
haz que nuestra ofrenda y oración
se eleve hasta tu trono, como incienso,
y te ofrezcamos el gozo y el llanto de la humanidad.
Él es el Emmanuel, que permanece en el Sacramento,
haz que nosotros permanezcamos con él,
como los sarmientos en la vid.
Él nos ha dado como testamento el mandamiento del amor,
haz que lo cumplamos y seamos instrumento de caridad.
Padre santo,
aumenta nuestra fe en el misterio que adoramos y veneramos
en este tarde del Jueves Santo.
Ayúdanos a crecer y testimoniar nuestra fe en la vida
para que un día podamos contemplarte a tí y a tu Hijo, sin velo
alguno.
Él que vive y reina por los siglos de los siglos.

Todos:

Amén.

Monitor:

En esta hora de silencio introduzcámonos en el Cenáculo y


escuchemos las palabras de Jesús que dirigió a sus apóstoles.

Lector 1:

Lectura del santo evangelio según san Juan 13,31.33a. 34-35

Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: “Ahora es glorificado el


Hijo del Hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en
él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará.
Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un
mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he
amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que
conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a
otros”.

Palabra del Señor.

Después de un breve silencio, el monitor y la asamblea recitan muy


despacio por tres veces la siguiente antífona:

Monitor:

Os doy un mandamiento nuevo – dice el Señor -:


que os améis unos a otros, como yo os he amado.

Asamblea:

Os doy un mandamiento nuevo – dice el Señor -:


que os améis unos a otros, como yo os he amado.
El moderador puede hacer un breve comentario al texto proclamado.

Canto

Se canta un canto apropiado.

Lector 2:

Lectura del santo evangelio según san Juan 14, 1-12

Dijo Jesús a sus discípulos: “Que no tiemble vuestro corazón; creed


en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas
estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos
sitio?. Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo,
para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y a donde yo voy,
ya sabéis el camino”. Tomás le dice: “Señor, no sabemos adónde vas,
¿cómo podemos saber el camino?”.Jesús le responde: “Yo soy el
camino, y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me
conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y
lo habéis visto”. Felipe le dice: “Señor, muéstranos al Padre y nos
basta”. Jesús le replica: “Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no
me conoces, Felipe?. Quien me ha visto a mí ha visto al Padre.
¿Cómo dices tú: Muéstranos al Padre?” ¿No crees que yo estoy en el
Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta
propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace sus obras.
Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las
obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que
yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre”.

Palabra del Señor.

Después de un breve silencio, el monitor y la asamblea recitan muy


despacio por tres veces la siguiente antífona:

Monitor:

Yo soy el camino, y la verdad, y la vida, - dice el Señor -:


nadie va al Padre, sino por mí.

Asamblea:

Yo soy el camino, y la verdad, y la vida, - dice el Señor -:


nadie va al Padre, sino por mí.
El moderador puede hacer un breve comentario al texto.

Canto

Se canta un canto apropiado.

Lector 3:

Lectura del santo evangelio según san Juan 14, 23-29

“El que ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos


a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis
palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre
que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado,
pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi
nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo
que os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como
la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me
habéis oído decir: “Me voy y vuelvo a vuestro lado”. Si me amarais,
os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo.
Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda,
sigáis creyendo”.

Palabra del Señor.

Después de un breve silencio, el monitor y la asamblea recitan muy


despacio por tres veces la siguiente antífona:

Monitor:

El que me ama guardará mi palabra – dice el Señor -:


y mi Padre lo amará, y vendremos a él.

Asamblea:

El que me ama guardará mi palabra – dice el Señor -:


y mi Padre lo amará, y vendremos a él.

El moderador puede hacer un breve comentario al texto.

Canto

Se canta un canto apropiado.

Lector 4:
Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 1-8

Dijo Jesús a sus discípulos: “Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el


labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo
el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis
limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo
en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no
permanece en la vid, así tampoco vosotros, ni no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo
en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada.
Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se
seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis
en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que
deseéis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis
fruto abundante; así seréis discípulos míos”.

Palabra del Señor.

Después de un breve silencio, el monitor y la asamblea recitan muy


despacio por tres veces la siguiente oración:

Monitor:

Permaneced en mí, y yo en vosotros – dice el Señor -:


el que permanece en mí da fruto abundante.

Asamblea:

Permaneced en mí, y yo en vosotros – dice el Señor -:


el que permanece en mí da fruto abundante.

El moderador puede hacer un breve comentario al texto.

Canto

Se canta un canto apropiado.

Lector 5:

Lectura del santo evangelio según san Juan 17, 11b-26

Jesús, levantando los ojos al cielo, oró diciendo: “Padre santo,


guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno,
como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre
a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo
de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y
digo esto en el mundo para que ellos mismos tengan mi alegría
cumplida. Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado
porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No
ruego que lo retires del mundo. Sino que los guardes del mal. No son
del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la
verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así los
envío yo también al mundo. Y por ellos me consagro yo, para que
también se consagren ellos en la verdad. Padre santo, no sólo por
ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de
ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que
ellos también lo sean en nosotros, para que el mundo crea que tú me
has enviado. También les di a ellos la gloria que me distes, para que
sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para
que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú
me has enviado y los has amado como me has amado a mí. Padre,
éste es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo donde yo
estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas,
antes de la fundación del mundo. Padre justo, si el mundo no te ha
conocido, yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me
enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para
que el amor que me tenías esté con ellos, como también yo estoy con
ellos”.

Palabra del Señor.

El moderador puede hacer un breve comentario al texto

Canto

Se canta un canto apropiado.

Monitor:

Hemos escuchado las palabras de Jesús en el cenáculo en esta tarde


(noche) de misterio de amor y entrega. Terminemos esta hora santa
delante de la Presencia santa de Jesús sacramentado, dándole
gracias por la Eucaristía y por este rato de oración, y supliquémosle
que derrame su gracia a favor de la Iglesia y de todos los hombres y
mujeres del mundo.

Moderador:

Recítese sin prisas y pausadamente


Señor Jesús,
tus palabras en el cenáculo nos han conmovido
y queremos darte gracias por ello.
Gracias, por la institución de la Eucaristía,
gracias, por tu misterio pascual que nos salva y redime,
gracias, por el mandamiento nuevo,
gracias, por ser Emmanuel, Dios–con–nosotros,
gracias, por esta hora de oración ante tu Presencia,
gracias, por la gracia de tus dones,
gracias, por escucharnos y renovar nuestra vida y sentimientos.

Queremos acompañarte hasta la cruz,


para contemplarte elevando sobre la tierra
con los brazos abrazando al mundo entero
y elevar nuestros corazones a ti.
Queremos estar junto a tu sepulcro en silencio y oración
en espera de tu resurrección.
Queremos gozarnos con tu triunfo sobre la muerte
y sentirnos libres de la esclavitud del pecado.

Te pedimos ser adoradores en espíritu y en verdad,


te pedimos estrechar la comunión contigo y con los hermanos,
te pedimos servirte, sirviendo a los necesitados y marginados,
te pedimos ser portadores de paz y justicia,
te pedimos ser constructores de un mundo más solidario,
te pedimos un corazón quebrantado y humillado
para recibir tu misericordia,
te pedimos la gracia de vivir el Triduo sacro con espíritu de
recogimiento,
te pedimos por los que no creen en tu misterio pascual,
te pedimos por los que son indiferentes a tu amor.

Señor Jesús,
nuestro encuentro de oración contigo no termina aquí,
se prolonga en nuestro compromiso en la vida,
ayúdanos con tu gracia a serte fieles aquí en la tierra
y poder contemplar tu rostro en el cielo.
Que vives y reinas, por los siglos de los siglos.

Monitor: Recitemos todos juntos la oración que nos enseñó Jesús,


diciendo:

Asamblea: Padre nuestro... Canto de despedida


HORA SANTA PARA EL DIA DE JUEVES SANTO
Monición de Entrada

Queridos hermanos: De nuevo estamos reunidos en comunidad de fe y de


oración. Hemos venido aquí, porque deseamos estar con Nuestro Señor y
agradecerle todos los misterios que El instituyó en el primer Jueves Santo
de la Historia: la Eucaristía, el sacerdocio y el amor fraterno. Podemos
estar seguros que al Señor le agrada profundamente nuestra actitud y
premiará el sacrificio que supone pasar por encima de nuestro cansancio y,
quizás, de nuestro sueño, para acompañarle en esta hora sublime.

De la mano de nuestra Madre, la Virgen Santísima, y bien unidos al Papa, a


nuestros obispos y a todos los cristianos del mundo entero, dispongámonos
a participar con fruto en esta Hora Santa.

Vamos a dividirla en tres partes: una por cada misterio de los que celebra la
Sagrada Liturgia. Comenzaremos por la Sagrada Eucaristía, porque los
otros dos nacen de ella y a ella se orientan.

En cada una de las partes seguiremos el mismo orden. Primero haremos


una proclamación de la Palabra de Dios; después el sacerdote que nos
preside actualizará el mensaje de esa Palabra, para ayudarnos a responder a
sus exigencias; por último, expresaremos nuestros sentimientos por medio
de un canto.

PRIMERA PARTE: INSTITUCIÓN DE LA S. EUCARISTÍA

Lecturas: 1ª: 1Cor 11,23-26 (y/o) 2ª: Lc 22,14-23.

1. Los tres misterios e importancia de la Eucaristía.

Como nos decían al principio, hoy celebramos tres misterios: las institución
de la Eucaristía, la institución del sacerdocio y el amor fraterno. De ellos, el
más importante es el de la Eucaristía, porque el sacerdocio fue instituido
para perpetuarla a lo largo de los siglos y el amor fraterno brota de ese
misterio inefable de amor y en él encuentra su más profunda razón de ser,
su orientación y su medida.

La Eucaristía es, además, la fuente de donde mana toda la gracia salvadora


de la Iglesia y la cumbre hacia la que tiende toda su actividad y la de todos
y cada. uno de sus miembros. "De la Eucaristía mana hacia nosotros la
gracia como de su fuente y se obtiene con la máxima eficacia aquella
santificación de los hombres en Cristo y aquella glorificación de Dios a la
cual las demás obras de la Iglesia tienden como a su fin" (SC 10). "Los
trabajos apostólicos se ordenan a que una vez hechos hijos de Dios por la fe
y el bautismo, participen del sacrificio y coman la Cena del Señor"
(Ibidem). "En la Eucaristía se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia,
a saber, Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan vivo por su carne, que da la
vida a los hombres vivificada y vivificante por el Espíritu Santo" (PO S).
La Eucaristía es "fuente y cumbre de toda la vida cristiana" (LG 11).

2. La Eucaristía, reactualización del sacrificio de la Cruz.

Cada vez que participamos en la celebración eucarística escuchamos estas


sobrecogedoras palabras: A) "Esto es mi Cuerpo que se entrega por
vosotros". B) "Este es el cáliz de mi Sangre... que será derramada por
vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados". C)
"Haced esto en memoria mía".

Por tanto la Eucaristía es, ante todo y sobre todo, el sacrificio que
Jesucristo ofrece al Padre en favor nuestro. El mismo que ofreció en el altar
de la Cruz.

Esto es así porque el sacerdote que ofrecía allí y ofrece aquí es el mismo; la
misma es también la Víctima ofrecida; sólo hay, una diferencia: allí el
sacrificio se realizaba en el mismo cuerpo pasible de Jesucristo que sufría
física y espiritualmente y entregaba su vida por nosotros; en la Eucaristía,
en cambio, el sacrificio se realiza de modo sacramental, a saber: bajo las
especies de pan y vino.

Quiere esto decir que cada vez que se celebra el sacrificio eucarístico "se
realiza. la obra de nuestra salvación", "Dios es perfectamente glorificado y
el hombre plenamente salvado", la SS. Trinidad recibe un himno espiritual
de acción de gracias, adoración y glorificación de valor infinito y hasta la
misma creación es reconciliada con su Señor. Por eso, siempre que se
celebra la Eucaristía, el sacerdote dice con voz solemne y majestuosa el
Prefacio (acción de gracias), varias doxologías (al foral de las oraciones
presidenciales, al concluir la plegaria eucarística, etc.) y nosotros cantamos
al santo. Nunca, por otra parte, deja de pronunciar las palabras de la
consagración, palabras que no repite como si estuviera contando lo que
ocurrió en la Última Cena, sino en presente indicando así que está
repitiendo lo mismo que Jesucristo hizo sacramentalmente en dicha Cena y
corporalmente en la Cruz.

El hombre no puede hacer nada más agradable a Dios ni más provechoso


espiritualmente para él, que participar activa y fructuosamente en la
Eucaristía. De allí la importancia de tomar parte en ella diariamente si es
posible y no faltar nunca los domingos y demás días festivos.

3. La Eucaristía, sacrificio de la Iglesia.

Cristo ha querido asociar consigo a la Iglesia siempre que realizara su


sacrificio redentor. Por eso, en la Eucaristía se ofrece el sacrificio del
Cristo total, es decir: la Cabeza y los miembros (somos todos y cada uno de
nosotros).

Nosotros, por tanto, no hemos de asistir solamente, sino participar, siendo


verdaderos protagonistas. Además, no podemos contentarnos con una
participación meramente externa sino que, a través de los ritos y oraciones
de la liturgia, hemos de sintonizar con el misterio que se celebra. Y, una
vez concluida la celebración, prolongar durante el día lo que allí hemos
vivido, es decir: permanecer en una ininterrumpida acción de gracias

(agradeciendo a Dios todo los que nos va dando, especialmente la


conservación de la vida y de la fe), de glorificación (tratando de trabajar
para la gloria de Dios), de petición (pidiendo por todas las necesidades que
vayamos descubriendo en nosotros, en los que nos rodean, en los
acontecimientos de la Iglesia y del mundo), y entrega a todos los hombres
que se entrecrucen en el camino de nuestra vida. En una palabra:
convirtiendo nuestra vida y nuestro corazón en un altar donde ofrecemos
ininterrumpidamente el sacrificio de nuestra vida, en íntima unión con el
sacrifico de Cristo.

4. La Eucaristía, Comunión.

Cristo instituyó la Eucaristía bajo la forma de un banquete de pan y vino,


que se lo dio a los apóstoles y se lo da a cuantos quieren recibirlo. Sólo
exige tener las debidas disposiciones de alma (estar en gracia santificante,
recuperada, si es preciso, por el sacramento de la reconciliación) y estar en
ayunas durante una hora (de cualquier comida o bebida, excepto agua y las
medicinas).

La comunión es una exigencia de la participación en la celebración


eucarística y el mejor modo de tomar parte verdaderamente activa y
fructuosa en ella; hasta el extremo de poder comulgar dos veces en el
mismo día por este motivo (aunque, evidentemente, no es obligatorio
comulgar siempre que se participa en la Eucaristía).

En esta perspectiva se entiende que la comunión no sea una devoción.


Por otra parte, la comunión es una verdadera necesidad para crecer en la
unión vital y existencial unión con Cristo; de tal modo, que quien no
comulga bien y con frecuencia lleva una vida cristiana raquítica y
subdesarrollada. Por eso, la comunión no es como un premio que Dios da a
los buenos, sino el alimento indispensable para quienes quieren
configurarse con Cristo.

5. La Eucaristía, presencia permanente.

Durante la celebración Eucarística Cristo Resucitado se hace presente entre


los suyos. Esta presencia es real y verdadera aunque sólo perceptible por la
fe. La fe es, por otra parte, el vehículo para entrar y crecer en comunión
efectiva y afectiva con el Resucitado, y potenciar así la nueva vida que El
instauró germinalmente en nosotros en el bautismo.

Pero esa presencia, no sólo existe mientras dura la celebración, sino que se
prolonga mientras permanecen las especies sacramentales que se reservan
en el Sagrario; especies que proceden de la celebración y orientan a la
misma, porque se guardan sobre todo para ser comidas (comulgadas) por
los moribundos, los enfermos y cuantos no pueden participar en la
celebración eucarística. Hoy entendemos esto muy bien, porque las formas
reservadas en el Monumento que nos preside fueron consagradas en la
Misa Vespertina de la Cena del Señor y serán comulgadas mañana durante
la celebración vespertina.

Lo cual no obsta, antes al contrario, que vengamos a adorar a Jesucristo en


el sagrario; porque, como dice San Agustín, el sacramento "no debe dejar
de ser adorado por el hecho de haber sido instituido para ser comido".
¡Ojalá acompañemos al Señor durante todo el año como lo hacemos cada
Jueves Santo! Así procedieron los Santos.

6. Canto: (A elegir): Este pan y vino, Señor. Cantemos al Amor de los


amores. Tú eres, Señor, el pan de vida.

II PARTE

LA INSTITUCIÓN DEL SACERDOCIO

1. Lectura: Heb 7,20-8,3

2. Comentario:

A) "Haced esto en memoria mía".


Jesucristo quería que la Eucaristía fuera celebrada sin cesar hasta el día de
su retorno definitivo: "Hasta que vuelva". Como esa voluntad era
verdadera, concedió a los Apóstoles -y a sus sucesores, los obispos, junto
con sus "ayudadores" en el ministerio y copartícipes del mismo sacerdocio,
aunque en grado diverso- el poder de hacerlo. Sus palabras no pudieron ser
más claras: "Haced esto en memoria mía". No era una recomendación sino
un mandato estricto (que no hubieran podido cumplir si no les hubiera
concedido la posibilidad -la potestad- de hacerlo).

El poder de celebrar la Eucaristía no tiene su origen en la comunidad


creyente; ésta es su destinatario. Por tanto, sin sacerdote no habría
celebración eucarística, y, como necesaria consecuencia, nuestras iglesias
no tendrían sagrarios y nuestros moribundos y enfermos estarían privados
de la comunión del cuerpo y Sangre de Cristo.

Agradezcamos a Jesucristo no sólo la institución del sacerdocio sino el que


nosotros tengamos sacerdotes que puedan celebrarnos y darnos la
Eucaristía. Pidamos, por otra parte, que nuestra comunidad nunca se vea
privada de ellos y que haga una gran floración de vocaciones sacerdotales,
para que esto les suceda a todas las demás comunidades esparcidas por
todo el mundo.

B) Sacerdocio y Eucaristía.

El sacerdocio brota de la Eucaristía con la misma eficacia y naturalidad que


el agua de una fuente. Por otra parte, el sacerdocio encuentra en la
Eucaristía su más verdadera razón de ser. Como ha repetido el Papa actual
"vive de ella y para ella". Pidamos hoy al Señor que todos sus sacerdotes

a) valoren la celebración de la Eucaristía como el momento más importante


de su ministerio;

b) que la celebren siempre con gran amor; c) que se les vea muy cercanos
al sagrario y d) que su ministerio de la Palabra y Pastoral se centren y
orienten hacia la Eucaristía.

3. Canto: Pescador.

(O alguno relacionado con el sacerdocio)

PARTE III:
EL AMOR FRATERNO

1. Lectura: Jn 13,13-17 2. Comentario:


A) Amor cristiano y Eucaristía. Hemos oído en la lectura que acaba de
proclamarse el mandamiento, dado en forma de testamento, del Señor:
"Amaos los unos a los otros como Yo os he amado". Para saber cómo nos
ha amado El, hay que mirar a la Eucaristía. En ella entendernos que es un

a) Amor verdadero: Porque no buscó su bien sino el nuestro; nos amó


dándose a sí mismo -no sólo ni principalmente cosas- y lo hizo entregando
su vida y muriendo por nosotros.

b) Amor universal: Nos ha amado a todos y a cada uno, sin excepción, sin
favoritismos, sin exclusivisinos. Su sacrifico fue por todos y para todos y
con él puso las bases para formar con todos un solo Pueblo. Ahora sigue
contando con todos a la hora de ofrecer el sacrifico y de invitarnos a
participar en él.

c) Amor gratuito: Se dio y se da sin esperar nada a cambio. Si exige


acoger y responder a su amor, es por nuestro bien.

d) Amor exigente: Quiere que vivamos el mismo amor que El vivió; y, por
lo mismo, que el nuestro sea un amor verdadero: afectivo y efectivo.

Para que ese amor sea humano y divino, al mismo tiempo, ha de seguir este
orden: la familia (esposos e hijos, abuelos), compañeros de trabajo,
personas que se cruzan en nuestra vida, todos los demás.

De modo muy especial los pobres, por los que hay que hacer una opción
preferencial -no exclusiva ni excluyente más allá de las meras
declaraciones de principios y buenas palabras. Una persona y una sociedad
que no descubran la miseria e injusticias en todas sus gamas y no se
esfuercen en remediarlas, tienen que hacer hoy y ahora el compromiso de
cambiar; porque de otro modo, el suyo no sería un comportamiento
cristiano sino su caricatura.

3. Canto: (A elegir). Donde hay caridad y amor allí está el Señor.

Bendigamos al Señor. Como el Padre me amó.

Monición final:

Hermanos, con esta hora Santa damos por concluida la celebración de los
misterios de este día. Desde ahora acompañaremos a Jesucristo en su
Pasión dolorosa y gloriosa. Que la meditación del amor infinito de Dios por
nosotros abra nuestra alma a un verdadero dolor de nuestros pecados y a un
verdadero cambio de vida. No nos olvidemos de revivir con María el
misterio de la Pasión de Jesucristo. Vayamos en paz. Respuesta: Demos
gracias a Dios.

Reflexiones para el Jueves Santo:


el mandamiento del amor

Es común que las personas que van a morir escriban un testamento dirigido a sus familiares y
amigos. A través de este acto disponen de sus bienes y los reparten entre sus herederos.

Antes de morir Jesús también nos deja su testamento y nos invita a ser sus herederos. Pero, a
diferencia de lo que suele pasar con las herencias, en este caso no recibimos algo sino que
somos invitados a poner, todo lo que somos y tenemos, para vivir según el ejemplo de nuestro
maestro.

El texto en que Jesús lava los pies de sus discípulos resume las enseñanzas del Señor y nos
ayuda a repensar nuestra fe y cómo vivirla para ser fieles a su proyecto.

"Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que le había llegado la hora de salir de este
mundo para ir al Padre, como había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó
hasta el extremo.

Estaban comiendo la cena y el diablo ya había depositado en el corazón de Judas Iscariote, hijo
de Simón, el propósito de entregarle. Jesús, por su parte, sabía que el Padre había puesto
todas las cosas en sus manos y que había salido de Dios y que a Dios volvía. Entonces se
levantó de la mesa, se quitó el manto y se ató una toalla a la cintura. Echó agua en un
recipiente y se puso a lavar los pies de los discípulos, y luego se los secaba con la toalla que se
había atado.

Cuando llegó a Simón Pedro, éste le dijo: "¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?" Jesús le
contestó: "Tú no puedes comprender ahora lo que estoy haciendo. Lo comprenderás más
tarde." Pedro replicó: "Jamás me lavarás los pies." Jesús le respondió: "Si no te lavo, no podrás
tener parte conmigo." Entonces Pedro le dijo: "Señor, lávame no sólo los pies, sino también las
manos y la cabeza."

Jesús le dijo: "El que se ha bañado está completamente limpio y le basta lavarse los pies. Y
ustedes están limpios, aunque no todos." Jesús sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: "No
todos ustedes están limpios." Cuando terminó de lavarles los pies, se puso de nuevo el manto,
volvió a la mesa y les dijo: "¿Comprenden lo que he hecho con ustedes? Ustedes me llaman
Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, siendo el Señor y el Maestro, les he
lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Yo les he dado ejemplo, y
ustedes deben hacer como he hecho yo. En verdad les digo: El servidor no es más que su
patrón y el enviado no es más que el que lo envía. Pues bien, ustedes ya saben estas cosas:
¡felices si las ponen en práctica!"

Jn. 13, 1-17


La clave está
en el final

Jesús se dirige a sus discípulos y les dice, ustedes ya saben estas cosas, ¡felices si las ponen en
práctica!

Los discípulos habían pasado un largo tiempo junto a Jesús. Aprendiendo y descubriendo las
cosas de Dios.

Gran parte de su vida pública, como podemos ver en los evangelios (especialmente en los
sinópticos), Jesús se dedica a la formación e instrucción de sus seguidores. Ahora ha terminado
el tiempo de aprender, por eso Jesús orienta el sentido de estos aprendizajes: Felices si lo
practican.

La fe es para ser vivida y practicada, no sirve ni alcanza decir "Señor, Señor" (como nos enseña
la parábola de la casa edificada sobre piedra, ver Mt. 7).

Jesús quiere e invita a sus discípulos a demostrar con gestos y actitudes nuevas el
conocimiento de las cosas de Dios que hay en nuestro corazón. En esto se encuentra la
felicidad, el sentido pleno de la existencia: en vivir para los demás como servidores.

Evidentemente la propuesta de Jesús no tiene nada que ver con el modelo de felicidad que nos
propone la sociedad de nuestros días…

¿es díficil vivir esto?

¿por qué?

¿cómo puedes vivir este mandato del amor a los demás en tu vida concreta de todos los días?

El amor se enseña
a través del ejemplo

Muchas veces queremos enseñar el amor por medio de palabras. No nos damos cuenta que
Jesús propone otro camino. Más difícil y comprometido, pero también más efectivo y cercano al
sentir de Dios.

El amor se enseña a través del ejemplo. La vida pública de Jesús es una constante
preocupación y actividad en bien de los demás. Jesús anuncia el Reino a través de gestos
liberadores, haciendo presente el Reino en la vida de la gente de su tiempo, especialmente de
los más sufridos, que son los preferidos de Dios.

Al acercarse el fin de su vida quiere enseñarles a sus discípulos que esto es lo más importante,
lo que permite conocer a Dios, lo que lo anuncia y hace presente con fidelidad. El amor llevado
a la vida práctica.

¿Seguimos el ejemplo de Jesús?

¿Por qué nos cuesta?

¿Dónde ponemos el acento en

nuestro anuncio?
¿Seguimos los pasos de Jesús?

Primero es la práctica,
luego la explicación
que da sentido al obrar.

Al finalizar el gesto Jesús pregunta a sus discípulos sin han entendido lo que ha hecho.

Nos muestra, una vez más, su pedagogía para enseñar las cosas de Dios.

Primero viene la vida, el gesto, la actitud nueva, en este caso el lavado de pies a los discípulos.
Luego, entonces, y porque el gesto es capaz de abrir el corazón y m ovilizar el entendimiento,
viene la explicación, el por qué, las palabras que dan sentido a lo vivido y ayudan a aprenderlo.

Al enseñar las cosas de Dios,

¿seguimos la pedagogía de Jesús? ¿O comenzamos por las explicaciones, usando palabras


difíciles y complicadas para dar a entender lo que Jesús enseña de manera tan sencilla?

¿Nuestras explicaciones sobre Dios refuerzan lo que mostramos con el testimonio de vida?

¿O sólo nos quedamos con las ideas y dejamos para después los actos (expresíon del
compromiso verdadero con las cosas de Dios).

Los amó
hasta el extremo

Así comienza el capítulo 13 del evangelio de Juan, a partir del cual, el evangelista irá
presentando el cumplimiento de la obra de Jesús, la llegada de su hora, el tiempo de su
glorificación.

Esta se inicia con este gesto testimonial que busca expresar lo más importante de su
predicación: amar a los demás como servidores, buscar el bien de los otros por encima del
propio, enseñar con el ejemplo de vida.

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