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PREÁMBULO
“La verdad es que nunca he dejado de asombrarme ante lo que podría llamarse la
paradoja de la doxa: el hecho de que la realidad del orden del mundo, con sus
sentidos únicos y sus direcciones prohibidas, en el sentido literal y metafórico, ss
obligaciones y sus sanciones, sea grosso modo respetado, que no existen más
transgresiones o subversiones, delitos y ‘locuras’ […]; o más sorprendente
todavía, que el orden establecido, con sus relaciones de dominación, sus derechos
y sus atropellos, sus privilegios y sus injusticias, se perpetúe, en definitiva, con
tanta facilidad, dejando a un lado algunos incidentes históricos, y las condiciones
de existencia más intolerables puedan aparecer tan a menudo como aceptables por
no decir naturales”. (p. 11) Paradoja de la doxa: que las construcciones
histórico-culturales sean reproducidas, obedecidas, continuadas con tanta
facilidad, sin cuestionamiento o subversión (sobre todo hacia injusticias)
“Cuando los dominados aplican a lo que les domina unos esquemas que son el
producto de la dominación, o, en otras palabras, cuando sus pensamientos y sus
percepciones están estructurados de acuerdo con las propias estructuras de la
relación de dominación que se les ha impuesto, sus actos de conocimiento son,
inevitablemente, unos actos de reconocimiento, de sumisión”. (p. 26) Cuando
dominados naturalizan estructura de dominio, reproducen y reconocen las
construcciones cognitivas que les subordinan
o Pero “siempre queda lugar para una lucha cognitiva a propósito del sentido
de las cosas del mundo y en espacial de las realidad sexuales. La
indeterminación parcial de algunos objetos permite unas interpretaciones
opuestas que ofrecen a los dominados una posibilidad de resistencia contra
la imposición [/] simbólica”. (pp. 26-27) Pero siempre queda espacio
para cuestionar estructuras cognitivas de dominación
“La fuerza simbólica es una forma de poder que se ejerce directamente sobre los
cuerpos y como por arte de magia, al margen de cualquier coacción física; pero
esta magia solo opera apoyándose en unas disposiciones registradas, a la manera
de unos resortes, en lo más profundo de los cuerpos”. (p. 54) Fuerza simbólica
se ejerce sobre cuerpos sin coacción; sobre cuerpos que han encarnado ya las
estructuras de dominio como naturales
“Las pasiones del hábito dominante (desde la perspectiva del sexo, de la etnia, de
la cultura o de la lengua), relación social somatizada, ley social convertida en ley
incorporada, no son de las que cabe anular con un mero esfuerzo de la voluntad,
basado en una toma de conciencia liberadora”. (p. 55) Hábitos normalizados e
incorporados no se combaten con fuerza de la voluntad. Totalmente de
acuerdo. Importante.
“Recordar las pertinaces huellas que la dominación imprime en los cuerpos y los
efectos que ejerce a través de ellos no significa aportar argumentos a esa especie,
especialmente viciosa, que ratifica la dominación consistente en atribuir a las
mujeres la responsabilidad de su propia opresión, sugiriendo como se hace a
veces, que ellas deciden adoptar unos comportamientos de sumisión (‘las mujeres
son sus peores enemigas’), por no decir que les gusta su propia dominación”. (p.
56) Afirmar el efecto de la dominación en los hábitos incorporados en los
dominados no significa hacer responsable a los últimos
o “la virilidad tiene que ser revalidad por los otros hombres, en su verdad
como violencia actual o potencial, y certificada por el reconocimiento de
la pertenencia al grupo de los ‘hombres auténticos’. Muchos ritos de
institución, especialmente los escolares o los militares, exigen auténticas
pruebas de virilidad orientadas hacia el reforzamiento de las solidaridades
viriles”. (p. 70) Virilidad se valida por otros hombres y se certifica en
ritos de institución (de la masculinidad) desde el colegio