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Se llama fuego al conjunto de partículas o moléculas incandescentes de materia

combustible, capaces de emitir calor y luz visible, producto de una reacción


química de oxidación violenta. Las llamas son las partes del fuego que emiten luz
visible, mientras que el humo son físicamente las mismas pero que ya no la emiten.

Coloquialmente se le conoce también como lumbre o candela en algunos países.12

Índice
1 Comportamiento fisicoquímico
2 Evolución de la concepción científica del fuego
2.1 Teoría de la combustión de Lavoisier
3 Mitología sobre el fuego
3.1 Significado simbólico e iconología
4 Peligros
5 Véase también
6 Referencias
7 Enlaces externos
Comportamiento fisicoquímico
Esta fuerte reacción química de oxidación es un proceso exotérmico, lo que quiere
decir que, al mismo tiempo, desprende energía en forma de calor al aire de su
alrededor. El aire que se encuentra alrededor de las moléculas o partículas
calientes disminuye la densidad y tiende a flotar sobre el aire más frío
(convección). En el caso particular del fuego de estado sólido, el aire caliente
viaja hacia arriba a tal velocidad que empuja aún partículas pesadas de combustible
en la misma dirección (aún calientes y brillantes), las cuales van bajando de
temperatura al igual que el aire circundante, dejando de brillar y tornándose
generalmente de un color negro como el carbón; el aire, al enfriarse, empieza a
bajar de velocidad, a tal punto que ya no puede empujar las partículas para arriba
y estas empiezan (si pesan más que el aire) a levitar sin subir, para luego caer de
nuevo a tierra.

Evolución de la concepción científica del fuego


Véase también: fuego (elemento)
En la antigüedad clásica el fuego fue uno de los cuatro elementos clásicos, junto
con el agua, la tierra y el aire. Estos cuatro elementos representaban las cuatro
formas conocidas de la materia y eran utilizados para explicar diferentes
comportamientos de la naturaleza. En la cultura occidental el origen de la teoría
de los cuatro elementos se encuentra en los filósofos presocráticos de la Grecia
clásica, y desde entonces ha sido objeto de numerosas obras de expresión artística
y filosófica, perdurando durante la Edad Media y el Renacimiento e influyendo
profundamente en el pensamiento y la cultura europeos. Paralelamente, el hinduismo
y el budismo habían desarrollado concepciones muy parecidas.

En la mayoría de estas escuelas de pensamiento se suele añadir un quinto elemento a


los cuatro tradicionales, que se denomina, alternativamente, idea, vacío, éter o
quintaesencia (literalmente "la quinta esencia").

El concepto de los elementos clásicos continuó vigente en Europa durante la Edad


Media, debido a la preeminencia de la visión cosmológica aristotélica y a la
aprobación de la Iglesia católica del concepto del éter que apoyaba la concepción
de la vida terrenal como un estado imperfecto y el paraíso como algo eterno.

El uso de los cuatro elementos en la ciencia se abandonó en los siglos XVI y XVII,
cuando los nuevos descubrimientos sobre los estados de la materia superaron, la
concepción clásica.

En el siglo XVII, Johann Joachim Becher propuso una versión particular de la teoría
de los cuatro elementos: el papel fundamental estaba reservado a la tierra y al
agua, mientras que el fuego y el aire eran considerados como simples agentes de las
transformaciones. Todos los cuerpos, tanto animales como vegetales y minerales,
estaban formados según Becher por mezclas de agua y tierra. Defendió también que
los verdaderos elementos de los cuerpos debían ser investigados mediante el
análisis, y, en coherencia, propuso una clasificación basada en un orden creciente
de composición. Becher sostenía que los componentes inmediatos de los cuerpos
minerales eran tres tipos diferentes de tierras, cada una de ellas portadora de una
propiedad: el aspecto vítreo, el carácter combustible y la fluidez o volatilidad.
La tierra, que denominó terra pinguis, se consideraba portadora del principio de la
inflamabilidad. Su nombre podría traducirse como tierra grasa o tierra oleaginosa,
que en la alquimia se conoce con el nombre de azufre, aunque Becher empleó también
otras expresiones para designarla; entre ellas, azufre flogisto (este sustantivo
derivado del griego phlogistos, que significa "inflamable"). Finalmente fue la
palabra flogisto la que acabó imponiéndose, gracias sobre todo a la labor del más
efectivo defensor de sus ideas, Georg Ernst Stahl.

Teoría de la combustión de Lavoisier


La teoría del flogisto se mantuvo hasta los años ochenta del siglo XVIII, cuando
Antoine Laurent Lavoisier, considerado el padre de la química moderna, diseñó un
experimento para contrastarla. Lavoisier colocó una pequeña cantidad de mercurio
sobre un sólido flotando sobre agua, lo cerró bajo una campana de vidrio y provocó
la combustión del mercurio. Según la teoría del flogisto, el cuerpo flotante
debería estar menos sumergido tras la combustión, ya que la cantidad restante de
sustancia junto a la ceniza debería pesar menos que la inicial y el volumen de aire
dentro de la campana debería aumentar como efecto de la asimilación del flogisto, y
con ello el nivel de líquido cerrado debería ser más bajo que al comienzo. El
resultado del experimento contradijo los resultados esperados según esta teoría.
Lavoisier interpretó correctamente la combustión, eliminado el flogisto en su
explicación. Las sustancias que arden se combinan con el oxígeno del aire, por lo
que ganan peso. El aire que está en contacto con la sustancia que se quema pierde
oxígeno y, por tanto, también volumen.

Con Lavoisier los químicos abandonaron progresivamente la teoría del flogisto y se


apuntaron a la teoría de la combustión basada en el oxígeno.

Mitología sobre el fuego

En la mitología griega, el Etna era el volcán en cuyo interior se situaban las


fraguas de Hefesto, que trabajaba en compañía de cíclopes y gigantes. El monstruoso
Tifón yacía debajo de esta montaña, lo que causaba frecuentes terremotos y
erupciones de humo y lava.

Tragafuegos indio en Bélgica. Para que la llamarada se produzca se sopla el


combustible a través de la llama en presencia de oxígeno.
Desde que el humano comenzó a dominar el fuego, se presentó un problema importante:
encenderlo. De ahí que las religiones se convirtieran en las guardianas del fuego:
mantener un fuego permanente era importante por si los fuegos domésticos se
apagaban, y de ahí que todas las religiones, todavía ahora, mantengan un fuego
encendido en el santuario.

Inicio del fuego de forma natural por la caída de un rayo en un tronco, provocando
un incendio forestal.
El culto del fuego siguió al que se tributaba al Sol y casi todos los pueblos lo
adoraron como el más noble de los elementos y como una viva imagen del astro del
día. Los caldeos lo tenían por una deidad suprema. Sin embargo, en Persia es donde
se extendió su culto casi exclusivamente. Se encontraban por todas partes cercados
cerrados con muros y sin techo, dentro los cuales, se encendía asiduamente el fuego
en donde el pueblo devoto venía a ciertas horas para rogarle. Los grandes señores
se arruinaban [cita requerida] arrojando en él esencias preciosas y flores
odoríferas, privilegio que miraban como uno de los mejores derechos de la nobleza.
Estos templos descubiertos fueron conocidos de los griegos con el nombre de Pyreia
(Πυραία) o Pyrateia (Πυραταία). Los viajeros modernos hablan también de ellos como
de los más antiguos monumentos del culto del fuego. Cuando un rey de Persia estaba
agonizando, se apagaba el fuego en las principales ciudades del reino y no se
volvía a encender hasta después de la coronación de su sucesor. Estos pueblos se
imaginaban que el fuego había sido traído del cielo y puesto sobre el altar del
primer templo que Zoroastro había mandado edificar en la ciudad de Xis, en la
Media. Estaba prohibido arrojar a él nada que no fuese puro, llegando a tal punto
la superstición que nadie osaba mirarlo atentamente. En fin para más imponer, los
sacerdotes lo conservaban secretamente y hacían creer al pueblo que era inalterable
y se alimentaba de sí mismo. Hyde ha creído que este culto tenía por único objeto
representar al Ser Supremo.

Sea lo que fuere, esta costumbre pasó a Grecia. Ardía aun el sagrado fuego en los
templos de Apolo en Atenas y en Delfos, en el de Ceres en Mautíuaa, en el de
Minerva en el de Júpiter Ammon y en las pritaneas de todas las ciudades griegas,
donde ardían continuamente las lámparas cuidando muy particularmente que no se
apagasen. Los romanos, imitadores de los griegos, adoptaron este culto y Numa fundó
un colegio de vestales, cuyas funciones consistían en conservar el fuego sagrado.
Esta religión subsistió entre los guebros o parsos, como también en muchos pueblos
de América, entre otros, en Virginia. Cuando estos pueblos volvían de alguna
expedición militar o habían salido felizmente de un peligro inminente, encendían un
gran fuego y atestiguan su alegría danzando a su alrededor con una calabaza o
campanilla en la mano, como dando gracias a este elemento por haberles salvado la
vida.

Jamás empezaban sus comidas sin haber arrojado antes al fuego el primer bocado a
modo de una ofrenda y todas las tardes los encendían cantando y danzando a su
alrededor.

El fuego es igualmente una de las principales divinidades de los tártaros. No


permiten acercar a su territorio a ningún extranjero sin que antes se haya
purificado pasando por entre dos hogueras. Evitan con gran cuidado meter en el
fuego un cuchillo o siquiera tocarlo con este instrumento. Sería un crimen mayor
astillar la madera con hacha cerca las llamas. Antes de beber tienen la costumbre
de volverse hacia al medio día, que es el lado que, según ellos, corresponda el
fuego, en honor del cual edifican también sus cabañas con la puerta mirando hacia
esa parte. Se construía expresamente una cabaña en el lugar en que estaba acampado
el emperador de Monomotapa, en la cual se encendía un fuego que se conservaba con
un cuidado religioso.

Los antiguos africanos tributaban los honores divinos o este elemento y mantenían
en sus templos un fuego eterno.

Los yakouts, población de Siberia, creen que existe en el fuego un ser, a quien
atribuyen el poder de dispensar los bienes y los males y le ofrecen sacrificios
perpetuos. Los indios vecinos de las orillas de Columbia miraban el fuego como un
ser poderoso y terrible. Le ofrecían constantemente sacrificios y le suponían
igualmente árbitro del bien y del mal. Buscaban su apoyo porque solo él podía
interceder con su protector alado y procurarles todo lo que deseaban como hijos
varones, esto es, una pesca y una caza abundante, en una palabra todo lo que a su
modo de ver constituía la riqueza y el bienestar.

Los chinos que habitan los confines de Siberia reconocen un dios del fuego. Durante
la residencia de M. Pailas en Maiinatschiu, se pegó el en la población; las llamas
devoraban muchas casas y sin embargo, ningún habitante procuraba atajarlo. Todos
permanecían alrededor del incendio en una consternación inactiva; algunos arrojaban
tan solo por intervalos gotas de agua en él para apaciguar al dios, que decían,
había escogido sus habitaciones por un sacrificio. Si los rusos no hubiesen
extinguido el incendio, toda la ciudad habría quedado reducida a cenizas.

Significado simbólico e iconología

Fuego en la ceremonia de la cena del solsticio de invierno (Muy Resp.'. Gr.'.


Log.'. Nacional Mexicana "Independencia No. 2")
Este elemento tuvo altares, sacerdotes y sacrificios en muchísimas comunidades del
planeta. Los romanos lo representaban bajo la figura de Vulcano en medio de los
cíclopes. Una vestal cerca de un altar sobre el cual arde el fuego sagrado o una
mujer teniendo un vaso lleno de él con una salamandra a sus pies son también
símbolos por medio de los cuales los antiguos representaban el fuego. Cesare Ripa y
Gravelot han juntado a estos emblemas la presencia del Sol, principio del calor y
de la luz, y el fénix, que muere y renace en este elemento, expresión simbólica
que, en opinión de los filósofos, creían que el mundo sería consumido algún día por
las llamas para renacer más brillante y perfecto.3

La masonería también incluye el fuego entre sus símbolos: es uno de los cuatro
elementos que, al igual que en las culturas de la Antigüedad, son presencia
permanente en el lenguaje y en los trabajos de las logias. La masonería toma el
significado simbólico antiguo del fuego y reconoce su doble naturaleza: creación e
iluminación, por un lado, y destrucción y purificación, por el otro.4

Peligros

Un incendio en una casa de Nueva Orleans, tras el paso del Huracán Katrina en 2005.
El fuego conlleva un conjunto de peligros, el primero y más evidente son las
quemaduras. También otros como la intoxicación por inhalación de humo.

En el apartado de psicología está la piromanía, que se define como una enfermedad


en la que una persona siente la necesidad de quemar algo y cuanto más grande sea el
fuego mejor (para él). Esto ha provocado incendios forestales intencionales.

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