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José Vs Ratzinger Z ¡HEIL DIOS!

Juan Carlos Nevado Sendarrubias

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Prólogo

¡Es oportuno, ahora!


Si me faltaran teorías, no rezagaré, el tiempo me enseñó a encontrarlas
día a día.
Si el cielo se nubla y enferma, si se gasta y nada llega, me denegaré a
voluntad de haber vivido.
No me siento sentido, no encuentro acaecido ahora en estado de
milenios divididos en intervalos de un girar terrenal haberlos tenido.
Veinticuatro horas en la reserva, la recamara malgastada, será trasmutada
por una nueva, una que acabe, que no pueda denegar a constancia
interesada de la conformidad pírrica del empeño por disponer de la huida
en esta perseverancia.
De nuevo un día perdido, solo son pasos que descuento hasta que mi
teoría acelere, crezca hasta convertirse de un delirio real, sólo será
cuestión de esperar en la eternidad. Esa es mi mentira, mi absoluta
realidad.
Así en engaño me enredo en franqueza de autenticidad.
Sin mancillar el corte de los rayos de sol se figura su presencia.
Debe haber un proverbio ideal, se le ha debido figurar andando, al fijarse
en sus pasos profanando al sol en sus directrices lineales. En esta reciente
mañana, los cristalinos rayos llegan traspasando la vidriera de colores que
asoman desde el exterior del edificio, temiendo resignados que dentro
fenece su viaje que partió hace más de ocho minutos desde el gran astro
universal, la piedra angular que emite la fuente de la vida, ¡o copérnico
mintió!
Asomando un nuevo día, callados golpean radios refulgentes contra la
materia construida.
Y anda, y al hacerlo corta la línea de su sprint final de trescientos mil
kilómetros por segundo, sin que ese candor pudiera en ningún momento
asomar aquejándose, pidiendo paso en su desesperado tropiezo secular.
Así teorías, como romeos escondidos yerro en la vida.
Si fijara metas nada intentaría, si clavara en mi memoria tu mirada, todo
cambiaría.
Si hasta ayer no supe que era el perder los hoy, si te lograra encontrar y
saltar al mañana.
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Si ayer no fue ayer, si ayer quedó recóndito en miles de algo sujeto a una
medida temporal, inocua transitoria en su propio rebujo. Debo palidecer
de reencontarme para lograr simplemente ser un paso a hoy en mi ser.
Está lista, es mi ridícula idea pequeña, debo darme mas prisa. Sin
embargo me maldigo como oración de misa, la alocada dependencia de
desganada risa, de que mi sueño, cuando llegues ante mí me avisaras,
dame un toque a mi cabeza...
Y crecido en la existencia de la mentira, sólo recreativo y siendo una ficha
en una miserable partida, nunca debo parar o moriría, la fábula forjada,
en mi mente demente vacía. ¿De que valdría? Esos cantos, esos ruegos,
esos llantos, de rescatarte de ese cielo en que tú creías.
Y si la crisis me niega llegarte a buscar, doy vuelta, doy puerta, no dejo
que se posicione a estacionar, que el mundo en un hoy se detenga ¿Y que
importará? Yo seguiré siempre tu estela en mi soñar, mis recuerdos me
vuelven de ti sonar al despertar.
Y si todo marcha bien, reviviré. Y si fuera retenido, no andara hoy mi
sien, pondré freno, romperé el desconsuelo y lo intentare otra vez, en un
nuevo hoy.
-Dime José, ¿qué ayer querías?
-¡Por María, jamás me rendiría!

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Capítulo I Reencuentros

A modo compulsivo, los pasos le llevan por el pasillo del parisino hotel
Madeleine. Unos metros atrás dejó su habitación numero impar 313. No es
supersticioso, no tiene excentricidades, se asemeja nítido caminar a
desganas por pasear. Aun medio dormido recién levantado, vestido
arreglado en una moda pasajera, la actual presente. No está afeitado, no
sigue estilos, un poco de dejadez se aprecia en barba de dos días. Hace
stop ante el ascensor. Golpea el botón, o casi, ya que faltando un
centímetro del roce se enciende el indicador de haber pulsado. Nada que
argumentar, detalles insignificantes, reseñas incontables desechables. El
elevador desciende y él siente una extraña sensación en su interior. Un
hormigueo que no responde a nada subjetivo, su incierto cautivado lo
desconoce.
En su bajada hace ¡Alto! en la tercera planta, y las puertas del montaseres
se abre.
Ante las personas que lo ocupan se encuentra él fuera, a media zancada
del paso. Al intentar subir uno de los individuos de dentro le corta
arrogante el acceso, al poner de barrera su brazo- Está completo -tajante
y con muy poco talante lo dice.
Sin prestarle importancia ni atención acepta denegando entrar. Pequeña
mueca de pasotismo, una bajada de ojos en vertical, un mordisco en los
labios, presionadas arrugas en sus frentes detallan una historia marcada
de misterio. No es fácil describirlo, la efemérides le da su propia
magullada identidad.
Las puertas se cierran irreversiblemente. Imán detallo, que catapulta su
mirada hacia las pupilas de la chica, que no había dejado de observarle
desde que apareció tras la puerta del ascensor.
Gesticulando, abriendo los labios intenta, parece decir algo. Sordas las
intenciones quedan al cerrarse por enteras a la bajada. Inútil ante la
adversidad, hasta el gran salto del día de mañana, ha llegado. ¿Preparado?
Coherentemente... Aplastantemente...
Cosquilleo siente como cuando...
...La contempló por primera vez. La plaza de Ataner, el mercadillo de Barusel,
estaba a rebosar. De puesto en puesto labiaba las cosas grandiosas que los vendedores
enseñaban. Desde collares coloridos traídos desde las lejanas rutas orientales, meras
llegadas a sus oídos por medio de mercaderes que se encontró alguna vez, hasta la mas

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linda seda que observara nunca. El espectáculo beduino de pitones bailando al ritmo
de la melodía de un músico orientaba a los reptiles con percusión.
Era su primera visita a una gran ciudad, y se sentía mareado de tanto alboroto.
Razonaba que era mas difícil moverse entre congéneres semejantes a él, que sortear su
rebaño de ovejas.
Chispó algo que sólo él sabe y le hizo mirar hacia atrás. En el puesto de frutas
sirviendo una jovencita regañaba con una vieja que gruñía, quien sabe porqué
desconcertante y estúpida razón.
Imán rebelo, le hizo mirarle, armonizaron bellas almas idiotas, y no hicieron otra cosa
por mucho tiempo. Rompió la violencia, el fuego en el cuerpo, la ingenuidad de la
doctrina, la sutura que cedió...
- ¿Quieres una? -Le ofreció una cereza ella, que atenta, que secuaz de él le
acompañaba en su cruce de mirada.
- Si, -él aceptó. Así lo quiso y se lo hizo saber...
Reaccionando, baja la escalera rápidamente, flotando entre la gente a la
carrera por el templado hall del "Madeleine"
Sale desde las puertas giratorias a la calle. Mira izquierda, mira derecha,
recibe un empujón fortuito de un individuo que abandonaba el hotel,
haciéndole rodar sobre la acera.
Rápidamente hace un revuelo por situarse en pie. La busca y la ve al fin
cuando ella entra en un coche lujoso negro, abrigándola de la corriente de
calle, cerrando al mundo exterior su gracia, el porte de esa expresión que
acaba José de recoger. En décimas quebrantó reglas de lo que era en su
contar un día, si hoy alambicado de lo que él trató por saltar, hasta ella en
un mañana llegar. Que confuso expresarme en un tiempo que no tiene
medida concreta, variable en sentimientos dimensional y ordenarlas.
Traducida del Arameo la modera en nuestro lenguaje comprensible a,
apenas una marca de extensión de veinte metros de longitud a su alcance.
Tras ponerse en marcha el vehículo, se pierde por la gran avenida lejos de
su haz de visibilidad.
Una fuerza invisible le paraliza en su tanteo de echarse a correr tras ella.
Atempera sus ansias con afán de velocidarse y se amuela girándose hacia
la entrada del hotel.
-¿Conoce la identidad de la señorita de negro que acaba de salir? -Le
pregunta dirigiéndose al botones galardonado de ellos por toda la
guerrera.

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-No conozco su nombre caballero. Llegó esta mañana con el príncipe
Masín -dijo el estirado y escuchimizado muchacho amablemente, con
simpleza.
Dudativo, revuelto desequilibrado entra de nuevo en el hotel. Se dirige a
la cafetería, al punto donde se encaminaba desde el principio cuando salió
de su habitación y esperaba el ascensor, antes que fuera desviado por el
encuentro inesperado.
Como anunciando su llegada guiña el ojo a una mujer madura que le
esperaba. En la empalizada de los cincuenta anos serenaba sus extendidas
y progresivas arrugas de la piel con una mirada juvenil, adolescente en la
ingenuidad de sentir sentimentalismo, por la persona que ansiosa
esperaba ver. Se levanta revulsiva y le abraza cariñosamente. Su
bienvenida hace entrever la complicidad del tiempo que han estado sin
verse.
-Me has hecho esperar mucho... tanto tiempo sin saber de ti.
Ambos se sientan, llegados del momento de la bienvenida.
Flor, que era el nombre de la mujer está entusiasmada de verle -¿Cómo
estás José?
Así se llamaba él. Era un nombre, una etiqueta identificativa. Tenía tantas
a lo largo de su existencia que no cabria redamar en una taza de poleo
menta, ni en las leyendas contadas en tertulias de copa y café. Pero a él le
gustaba que le llamaran de este modo, él se auto proclamó reconocido
como José. De esta forma lo decidieron sus padres de corazón que tuvo...
-Ella está aquí, flor -inflexiona respondiéndola.
La mujer se detracta de echarse para atrás cuando lanzaba su espalda
sobre el respaldo alertada por una noticia que recoge, de la que en su vida
aguardó confiada en que José le transmitiera alguna vez. Manifiesta
percibir quien es ella, no carece necesidad de nombrarla, su misterio no
es un callado secreto. Perpetua presencia residió en los márgenes que
José extendía, en su vivir.
-La he visto, hace un momento -le induce José a escucharla. Su raciocinio
alterado examinaba, comprendido de sí mismo sin medio a experimentar
una conclusión firme al acertijo.
-¿Es posible? -Asombrada de lo que oía le decía ella expresándose
-Es seguro -afirmaba José.

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Le cuenta, sin muchos detalles, al no haberlos lo anteriormente sucedido.
Su trazeo de palabras le muerden la garganta, aprisiona nudos ficticios al
expresarse. Maneja meditar ligado a narración, y más... proceder a
desatarse y enlazar cabos sueltos. Gira disimulado su cabeza hacia la barra
del bar.
- A las dos, ese es el príncipe Masín-. Señalaba apuntando con la vista
José. Se deducía la inspección que llevaba a aquel hombre que aludía, con
la mirada a fondo.
- ¿Cómo lo sabes? -Le preguntaba. Aun se sorprende, aun ella, ya
conocedora de las capacidades de sus poderes. Él los hacía llamar
habilidades, tributos naturales, bienes gananciales de secuencias de trucos
de instintos, ardid de idiosincrasia de propia personalidad. No tenia
méritos, no era más que mecanismos para distinta era, inadmisible
lucrarse inhumanamente del privilegio de ventaja. Ataques de paz,
salvaguardia contra el mal. ¿Pero qué mal?
Perjuicios de injusticias de achaques de maldad, padecimiento de dolencia
en la enfermedad y en la perdida, injusticia del estrago bajo la atenta
decisión partidista del destino, la vileza del mandamiento de iniquidad al
daño, la infamia que envuelve la verdad, la malignidad de la mentira, todo
eso, y todo más, todo lo demás. El bien del mal, el mal del bien. Sin
parodias, sin entrelazados pictogramas lleva el agobio en su designio.
Sostener la noción de conocer lo desconocido. Extranjero al pensamiento
del mundo discierne en rebeldía saber que no existe el mal como tal,
únicamente sustentado por el antagónico bien. ¿Qué evidencia tiene el
bien? Sino el uso sectario de servirse del mal. Ying o Yang demasiado
mitológico e irreal, tan simple como que se concibe el mal por el mismo
productor que el bien. Intereses unánimes de un mal bien...
Leyendo los labios, repite José lo que suelta el príncipe Masín a su
acompañante-. "No es un problema, cree que no hay nada que temer.
Simplemente es un espantapájaros asustado por temores de cuervos, que
huye sin saber que va directo al fuego. ¡Nos marchamos! Llévame a la
mansión, y..." -Masín se da media vuelta cortando la narración de José,
dejando la frase en acción construida, medio dictada. El príncipe se
marcha junto al hombre al que hablaba, que aparentaba ser un súbdito
guardaespaldas de él por su pose.
José se fijó en la sombra que proyectaba la llave que colgaba de la mano
del príncipe Masín,

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Una pequeña mancha sin forma para cualquier mediocre vista, de
cualesquiera ojos que ven lo que nos hacen dejarnos ver. Ágil, decide
pronto como maniobrar, no hay tiempo para dilucidar...
- Sigue al príncipe, intentaré buscar algo en su habitación. La 457, iré allí,
quizás tengamos suerte y tope con algo interesante.
- ¿Cómo... -Flor le preguntaba asombrada como sabía el número de
habitación.
-Schissss, esto no es ningún juego, pequeña flor. ¡Vamos! -Parco entendía
flor el estado de
José para liturgia triviales. Respetando contenía sus preguntas y
entendiendo que la aparición de la mística ella, es un antes y un después
en la vida de ambos, el santiamén abordado impactaba nuevas
direcciones que tomar. Entereza, determinación y firmeza en el ruego de
José.
Flor deja el lugar y José inicia la misma situación. Tras salir ambos del bar
se despide José momentáneamente de ella acariciándola la mano,
apretándola le impulsa ánimos en su tarea. El se marcha a su cometido,
prefiere y lo hace subir por las escaleras. Cauteloso reflexiona cada detalle
a su paso, correlativo el pensamiento le sigue hasta llegar a la habitación
457. Ingenuamente gira el pomo. ¡Está cerrado!, y en un detalle
fraccionario de un tira y afloja, la muñeca susurrando un clic a la
cerradura, sin suponer ningún problema, la tima.
Primera vista de entrada, notando el cuarto sobradamente maqueado para
haber pasado alguien allí la noche. Excesivamente temprano para que lo
hallan limpiado. José llevaba dos días instalado en el hotel y verificaba
que el servicio de habitaciones pasaba mucho más tarde que la hora que
actualmente era.
Segundo detalle, los cajones vacíos y el MiniBar, rebosante de bebidas
repleto.
Cree haber sido alquilada para una reunión, que puede haber ya
finalizado, ¿Pudiera ser entre ella y el príncipe Masín? No lo manifestaba
como cierto, ya que el botones le había deducido que al venir ambos
juntos esta mañana y no por separados no tendría mucho sentido dar
valor a este juicio. Echa la vista en los cajones del aparador obre macizo,
mordido en un esquinazo por un patente mordisco canino. ¡Igualmente
vacíos! Revolotea entre las sabanas y demás ajuar del dormitorio, en el
armario empotrado sobre la pared. Cierra pausadamente, cuando uno de
sus instintos le para. Escucha pasos en el pasillo acercándose. Entra
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ligero en un cuarto interior, escondiendo su presencia de quien se
aproxima. El ronquido del pasador le acierta su despierta alarma que
tuvo. Cuatro fornidos hombres se meten en la habitación, bruscos
transgrediendo el sigilo que serenaba la única presencia de José, tal cual
fuera un enser más de la estancia en el lugar.
-No sé por qué debemos hacerlo aquí -hablaba fuerte uno de los sujeto
recién llegado. Apalancaba su cuerpo tosco, apoyándose sobre la pared.
-Porqué lo decidió él. No confiaba en otro sitio en venir, y porqué así lo
quiere el príncipe -le contestaba otro, sentado sobre la cama replicando
molesto le preguntara cosas ya confirmadas de antemano. Su temple no
distanciaba en cuerpo y rostro a aquel que había preguntado. En serio, los
cuatro individuos eran parientes próximos en contextura. Su anatomía
física semejante les valía premio a ser hombres duros. José tras la puerta
no deducía la complexión de ellos, ni le merecía interés. Apreciaba su
hablar burdo, y por lo poco que había podido escuchar se orientaba a que
la cita que presumía no había dado aun lugar. La espera en el cuarto
podría ser larga, descontaba a las dudas pertinentes.
-Ya, yo sólo quería decir...
-Se paga por el trabajo, no por discurrir -preciso detalla enérgico otro de
los hombres. Acercándose a un bol de frutas toma una manzana,
mordisqueándola seguido.
Llaman a la puerta. El mismo que mordisqueaba la pieza de postre abre
apareciendo un hombre mermado, menudo comparado con la
constitución que rasgaban los cuatro instalados que prevalecían en la
habitación.
José escuchaba lo que decían, y confiaba en que no entrara ninguno en el
cuarto donde se cobijaba
-Soy el padre Gaudi -se presentó el recién llegado. Vestido como tal,
calco la imagen a la idea de quien podría ser. Más ellos sabían
perfectamente quien era, causaba ese dato el motivo de estar allí
aguardándole.
Desde arriba, desde la cabeza que le separaba en talla el sujeto que le
abrió, ofreciendo con la palma de su mano entrar le hace pasar, mientras
muerde otra vez la fruta de la pasión. Amor a primer mordisco parecía.
El menudo personaje, parece nervioso. Encorva la estrecha espalda, y el
largo cuello. Sus ojos hambrientos de luz se esconden en su pequeñez,
agotados de horas de fatiga de múltiples lecturas.

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-¿Dónde está...? -Rogaba en palabras, conocer el paradero del interesado
innombrado.
-Nos ha manifestado que le disculpe su ausencia, no ha podido acudir.
De hecho nos ha mandado a nosotros para cerrar el trato.
-¿Trato? No había ninguno. Yo sólo...
Uno de los gorilas le corta su explicación.
Bueno, era un juego de palabras. Trato, tema, pico. ¿Que más da? Ya sé
que es un chiste malo, pero tampoco soy un tipo gracioso, ni lo intento.
Entendámonos mejor, Masín pasa de ti y nosotros te vamos a liquidar,
¿entiendes?
El hombre reaccionaba sistemático a un modo flemático, su nerviosismo
le entramaba su hablar y carecía del poder de explanarse tras lo oído.
-¿Cómo..? No entiendo... Yo...
-Ni falta que hace -remataba, o premataba con su vocablo otro de los
asistentes a la breve reunión según se columbraba.
Tras la puerta José guarecido, oye el tañido del gatillo de un arma de
fuego presionado, y actúa antes de que sea demasiado tarde. De un
puntapié pasaporta la puerta destrozándola, lanzándose en avalancha
contra quien había tras ella. El hombre que había encañonado a la
incipiente víctima cae rodando al suelo sepultado.
Atónitos quedan todos tras observar la inopinada escena, y sin incurría,
son hombres de acción encallecidos a lo impredecible, y reaccionan
inmutables en resulta.
Prenden maniobra tratando apresarle. Salta uno de los corpulentos
hombres sobre José, que le desvía con un toque y le sacude sobre el
costado, extrayéndole el aire. Su cara porta queja de aflicción, reventando
al caer.
Los otros dos malvados arremeten a la vez. El efecto sorpresa ha cesado,
el reconforte de aventajarle en número les hace fuerte, pero estos
hombres, pobres desgraciados no saben quien es su contrincante...
Es José, José de Nazaret, el padre del elegido. El pastorcillo valiente que
escuchó una voz, que fue manejado a falsía. Ha hartado por mil infiernos,
ha habitado miles de años, ha progresado medrando su fuerza, ha
experimentado lo sabido y escarmentado lo desconocido.
Un experto en artes marciales, un maestro en la lucha cuerpo a cuerpo.
Todo el arte de la ciencia de las técnicas de combate utilizadas desde los
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tiempos mas ascentros reposan en su ser. Aun más, el poder de ser un
semidiós mal llamado, un espíritu superior en discordia, un quejado llanto
poder le hace prácticamente inmunerable. No es inmortal, sólo es un
morador del tiempo eterno.
¿Cuál ha sido el cometido a lo largo de la vida?
Buscarla... sin descanso.
¿Cuál ha sido su vomitivo a lo largo de la vida?
Buscarle... su respiro. Vindicar el odio sin reparo, hasta que cese sin
aliento callado.
Todas esas muertes vanas. Ninguna tiene justificación, ninguna sirvió
para nada.
Sus manos también están manchadas, mestizas entre el color de su piel y
la sangre derramada del horror de batallas. Ya acostumbrado, no
horroriza el matar, sus ojos no destilan, no parece, no lo acepta, pero él
no creó este mundo. No quiere ser el Dios que marque las pautas, que
evangelice una doctrina. Todo fue un error, un fracaso de razas ya por
réquiem anunciado desde el germen divino.
De sendos golpes preciso José acaba con los dos contrincantes,
dejándoles inconscientes.
-He visto a un cura huir corriendo por el pasillo cuando llegaba -le dice
flor, que desde el corte de línea de habitaciones había contemplado la
última parte de la lucha.
-¿Te sorprende? De todas maneras sabemos su nombre, quizás le
necesitemos.
Se agacha sobre uno de los derrotados contrincantes, desgarrándole la
camisa ve tatuado sobre el corazón una cruz roja.
-Los de siempre sacerdotes rojos. ¡Legionarios de Cristo! -comenta José.
-Este no -dice pequeña flor-. Quitándose del medio hace descubrir ante
los ojos de José, el merchandising del caído, una cruz negra tatuada sobre
el corazón.
José receloso titubea. Inmenso en duelo mental, se aproxima hacia el gran
ventanal de la habitación. Su enésimo sentido le hace cerrar el ojo por un
reflejo que rebota del edificio contrario. ¡No hay tiempo!
Como un resorte da un salto mortal hacia atrás, en el instante en que una
bala atraviesa el ventanal atentando contra él, bailando el sitio donde
estaba hace un segundo José, incrustándose en cuadros. Y hace un nuevo
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esfuerzo para superarse, barriendo sobre Flor se arroja tirándola al suelo,
cuando un segundo disparo señalaba el camino de la muerte de ella.
José agarra del brazo a Flor y salen a trompicones de la habitación al
pasillo- ¡Vamos, corre¡
Flor no dice nada, solo obedece las indicaciones de José bajando por las
escaleras hasta llegar a la salida del hotel a la calle, pero él antes de salir la
asegura -. ¡Cuidado! Puede estar esperando el francotirador nuestra salida
-tras advertir sale primero e intenta refugiar a Flor detrás suya, y mira
hacia arriba por la tanda de bloques de la acera contraria, buscando al
probable enemigo. Hay una cubierta tranquilidad traicionera, parece ser el
actuar cesación que no está. ¡Mentira! Observan salir presurosos del
edificio de enfrente a varios matones trajeados. Huyen intentando
enlatarse entre la gente que envasan la calle. La estridencia de sirenas de
coches patrulla se idéntica en la escabullida
Se paran dos vehículos policiales a su altura. Emergen de su interior los
dos ocupantes dándoles el alto. Sin mirar atrás José y Flor se emergen en
una boca de metro. Notan al aliento acosador detrás, saltan las taquillas
de peaje y a la carrera ruedan por la escalera sorteando a los andantes por
los pasillos hasta el anden. Fuerzas especiales próximas están sobre ellos
rifando topetazos entre los viandantes en su marcha. En progresión,
pocos metros detrás se les acercan cada vez mas. Llegan al muelle de
mercancía humana, y se lanzan sobre el convoy que reposaba cargando
pasajeros in extremis, antes de que cierre las puertas eluden las barricadas
fronterizas en ciernes.
Sus perseguidores llegan ya demasiado tarde, ¡cerrado!, ya está vendido
todo intento. Furiosamente golpean sobre el vagón, amenazando saca
uno de ellos una pistola sin espacio de exactitud a encañonarle, perdiendo
campo de visión dejan atrás el peligro... Inminente.. escurriéndose como
sardinas en aceite
José se apoya en la barandilla suspirando. Flor se tiende sobre él
buscando seguridad.
-Tranquila, ya los hemos despistado -le dice, la alimenta con palabras, la
consuela acariciándola el pelo.
José mira a su alrededor, pocos usuarios hay en el vagón.
Un punky enganchado a un Walkman desechando de adentro para
afuera, una anciana con un cachorro de perro reposando en sus manos, y
un ejecutivo con un maletín que lo agarra confinado.

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Al fondo tirado escabroso sobre la puerta de emergencia, un seboso
hombre de camiseta blanca de tirantes marcando celulitis le mira.
Macarrón desviado de ser sardina en tomate. Tras unos segundos de
déspota y vacilante mirada, escupe desafiante al suelo, y se da media
vuelta, reclinando el hombro sobre la pared. Animal demental marcando
territorio.
A Flor le sujeta José sus dos manos e intenta razonar lo sucedido en la
habitación del hotel.
De nuevo, desde lejano desdice lo mas antiguo de su vida, la
reminiscencia de detalles que hubo que negar.
Vlasenica, Croacia, años 1941. El polvo credo fascista pesa menos al aire frío, se
empolvora por el rostro. Las piernas cruzan aceleradas las calles, los tacones de
morteros silban conglomerado sin cuidado. No hay manera de acallar ese miedo que
grita, desencajando la exculpación, que lloros por decir "yo no... a mi no...". Los por
favor como una permuta de ser un visado están privados, vetados por autoritaria
contundencia seca, sesgan palabras que aun no fueron ni iniciadas en pensamientos, o
debieron permanecer en espera de repetir memez, abortan, por impedimento beatífico.
Tropas de asalto atrincheran los intentos de gente que huye a la desesperada, diezmada
su confianza otros se cobijan en su hogar, de poco vale tal amparo. Lugareños, por
impulsos salvaguardan socorrerse en el templo de oración, desamparados desconocen a
cobijarse el árido destino que les depara.
Desbendecida la iglesia alejada del catolicismo es tapiada, y enviada al infierno mas
terrenal. La quema es sobrecogedora, los gritos, los signos, los paganos que buscaban
guarida comparten con ortodoxos la fechoría de los soldados.
¿Soldados? Ejercito conducido por franciscanos, por la iglesia católica, por el vaticano,
por el gran Dios.. ¡Heil Dios!
Incipientes empalados niños yerguen en suelo de arena en la plaza del pueblo. Una
niña se escurre antes de ser brocheada, y su cautivador no persiste en la enferma
degeneración fisiológica. Apunta su rifle a la impura criatura, porque quien más que
menos que una fulana de tres años no sería para haber sido sentenciada por aquel
brazo emisario de Dios y de la patria croata.
Suena el disparo, enunciando la muerte, desviada es. La bala gira sobre si misma,
sobre el aire sin avanzar. La niña mantenida en el suelo mira como si se tratara de un
juego de magia. El soldado la descarta, evoca a la brujería.
Tres Croatas cercanos fascistas a la escena se acercan, se miran e inquietan. Se insta
uno mediando en la oscilación parar satánica visión. Con la culata de la metralleta
toza la bala torbellina, rasgando la parte del arma se la traga. Se oye rodar la

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munición hacia la cámara, y tras chocar con otro proyectil explota cegando al soldado,
quemando su rostro, ¡salvaja en gritos auxilio!
Sus compañeros tienden a ayudarle, dos de ellos le arropan con una capa deseando
aliviarle. El otro servidor del grupeto, encendido de miedo arranca la anilla a una
granada de mano, y parece no bastarle. Amputa una segunda arandela a otro
explosivo, y se la pasa de brazo, aportando ambas su contundente arrojos de peligro
hacia la niña.
-Eres una pequeña zorrita, ¡eh! ¡To...
Antes de que la impulse hacia ella, algo para su propósito. Algo es alguien, aparecido
de no se sabe dónde, nadie le vio. Se interpone entre el soldado y su objetivo agarrando
sus brazos, con una inmensa fuerza aprieta hasta que el combatiente deja caer una
mina al suelo mientras la otra la abandona abriendo su mano cayendo justo debajo, en
la palma del recién llegado. La agarra, sin dilación antes de que pudiera explotar, la
engancha sobre la nuez del quinto de la fuerza regular de Nezavisna Drzava
Hrvatska" (Estado Independiente de Croacia) y le arroja a varios metros, hacia donde
están los dos soldados que auxiliaban al cegado, antes de que obren contra él. La
explosión secciona la vida que contenía mitigada en ellos.
Varios soldados se reaccionan ante él venidos por otras calles. José recoge del suelo una
ametralladora de asalto y nutre la muerte de cadáveres de los malditos soldados
etnocidas.
Un blindado hace cabida en la plaza. José lanza en forma de disparos picaduras de
mosquitos para el tanque que los recibe, hasta que acaba con toda la munición de un
arma que robó a uno de los soldados caídos. José mira a la niña, -calma, ahora vuelvo
a por ti -ella no entendía las palabras de aquel extraño lenguaje extranjero, pero
parecía comprender en parte.
El carro de combate apunta hacia él. En su carrera por desviarlo José es disparado por
un obús que es burlado en un reducto de esquivo. La niña detrás de un metro de muro
asoma su cabeza, escondiendo su cuerpo detalla curiosa lo que ve.
El cañonero del tanque encarga un proyectil, que otro militante ideológico da postura e
introduce en el cañón. José encuentra un bidón de gasolina, y lo arroja a un carro de
juguete que quedó abandonado en la calle por algún chiquillo, y subido de auge se
lanza dirección al blindado, tal fuera un monoplaza. De la inercia de la apenas
desnivelada cuesta, recoge al vuelo, mejor expresado al ras de suelo, una de las
granadas que intentaba el militar tirar a la niña y quedó en espera de sentenciar la
acción.
La agarra y la tira al aire dibujando una parábola. El peso hacia el suelo conduce el
mismo tiempo que impulsa su cuerpo hacia el tanque. Anclando un puntapié en la

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tabla él cae de costado y rueda a un lado, y esta, la tabla, embolsa una línea
ascendente despegando del suelo, elevándose hacia el aparatoso vehículo.
La mina detona sobre el artilugio, estallando fuerte y seco sobre el tanque, dejándolo
inservible y con sus ocupantes asfixios.
José corre buscando a la niña, la encuentra enseguida- ¡hola!. -Ella cautelosa agarra el
pedazo de muro derrumbado, donde se ocultaba, como si fuera un escudo invulnerable.
José recoge una flor del suelo y se la ofrece. -¡Soy tu amigo, pequeña...!
-¡Pequeña flor, sigo siendo tu amigo, y sigo estando a tu lado! -Le dice José que
compartió el presente narrado, y el pasado recordado.
-Gracias -dice ella.
- Spasibo, suena dulce en la niña tras recoger la flor.
- Ne zachto, moya podruga.
-¿Gde naxodyatca tvoi roditeli?
-Etim ytrom soldatu prishli k nam domou i mama spryatala menya v shkafy .Kogda
ya vushla, ix yge ne bulo. "Los soldados vinieron a casa esta mañana y mama me
escondió en una cesta. Cuando salí no estaban"(Traducido de la lengua de origen
eslavo).
José oye ruido de columnas de tropas ligeras acercarse. Se agacha a la altura de la niña
y le dice- ¿Quieres que juguemos a un juego? -Ella asiente con la cabeza-. Vamos a
hacernos invisible, para que no nos encuentren y darles una sorpresa a quien viene,
¿quieres?
-Si -dice ella.
Él La agarra de la mano dirigiéndose a una casa que tenia la puerta derrumbada.
-Quédate aquí dentro, yo vuelvo enseguida.
-¿Dónde vas? -Le pregunta curiosa la chiquilla.
A por un regalo, pero no tienes que salir para conseguirlo.
-Está bien, seré buena -aprobaba, con la finura de un rasgo inquieto y complaciente.
Fiada, el conseguir el premio sin alimento que ya aspiraba ser suyo, en la desconfianza
que el miedo le engullía.
La pequeña entró en la casa y José marchó rápido hasta donde estaban los Croatas
recién abatidos. Con el fusil que recupera del suelo, punza la bayoneta que piqueta al
tórax de uno de los militares degradado a compuesto orgánico, arrancándole el corazón
de un tirón estragónico. Y de vuelta, pareciendo carnicero callejero, portando carne
mufada en ganchera, suspendida cuelga en marcha rápida hacia la casa donde dejó a la
niña. Al llegar se detiene a la entrada y en la pared restriega el corazón dibujando una
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señal nazi que elogia que han cumplido la misión en ese renegado hogar. Arroja el
fusil, junto al órgano descompuesto detrás del tejado y se entromete sin llamar en el
interior.
No encuentra a la joven chica, y teme que halla huido. Dentro de la vivienda el polvo
aísla la poca visibilidad que entra por los orificios de las arrinconadas, a base de telas,
ventanas. Intuido se arrima a una espuerta de mimbre y levanta el tapete que lo
cubría, donde se ocultaba la pequeña.
-Ya he vuelto -le dice.
-¡No me he movido de aquí, como me dijiste! -La pequeña aprecia que ha cumplido lo
acordado.
-¡Si, tú has ganado! -Intentaba animar a la niña, que a pesar de que José la
endulzaba con tacto en su propósito, estaba dañada por lo que había visto en el
pueblo.
José se dio cuenta de que poco más allá había una esportilla, de igual parecido al cesto
donde se quedó esperando la niña, pero esta tenía dos asas, y en comparación con la
otra un trapo tapaba lo que hubiera, de haber algo, que evidente parecía porque el
cesto anchaba por lo que guardaba.
-¿No será una amiga tuya? -Preguntó José a la pequeña, señalando la esportilla.
-¡No! -Dijo ella-, pero hay... -dio unos pasos hasta el segundo cesto, que era un poco
más grande que el otro, y donde podría haberse metido de estar vacío, y destapó la
incógnita-. ¡Manzanas! Fue una suerte encontrar algo de comida, porque no se
apreciaba que hubiera nada comestible por allí.
La horas abandonan el día, y pasan lenta, muy lentamente para dar tiempo a José y
la chica que cuida él, de que el pueblo sea despejado por el ejército regular Croata. José
no se atrevía arriesgar a la niña a un fuego cruzado, a dos S.
El cesto de manzanas va bajando su grosor, aumentando el que estaba vació de los
centros de las frutas que los alimentan. Desde la perspectiva de estar sentados en el
suelo, a lomos apoyados en la pared, el cesto interpreta estar escondida una cobra
adentro. Una serpiente venenosa carnívora que enroscada en sus dos metros de altura,
buscaría el movimiento de la danza de una flauta, o la boca ensuciada al desnudo del
néctar privado de Eva.
La niña formal, alejaba su carácter risueño y bulliciosa de la formalidad que le era
habitual, y reposaba en estado de espera, sin saber exactamente que plazo se debía
aguardar, y a la calma en paciencia de qué tendría que ocurrir. Movió de un pellizco
de su mano la cazadora de José llamando su atención. Al mirarla, ella le recordó-. ¿Y
mi regalo?

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-¡Es verdad, no te lo había dado! -Le dijo sonriente- . Pero no creas que me he
olvidado, está aquí, pero antes de dártelo te voy a contar un cuento, ¿quieres?
-Si, por favor, -le pidió la niña, gustosa de la proposición que le hizo José- Me gusta
los cuentos mucho! -Abarcaba sus brazos en un gesto marcando cuanto era ese mucho.
"Para la gata Gatruska era un día especial. Había alcanzado la madurez, ya no era
una niña, lo que significaba que pronto abandonaría el lugar donde vivía con sus
padres para trasladarse a uno nuevo, con el gato al que se uniera para formar un
hogar con la celebración previa clásica antes obligatoria.
La ceremonia era esperada con deseo vehemente por las gatas que se encontrasen en este
paso que dar, y también, claro, por los gatos. Una vez al año se celebraba una fiesta
en el pueblecito donde vivía Gatruska. A medianoche se juntaban en un solar amplio,
lejos de curiosos humanos, todos los gatos de aquel pueblo. El sitio elegido era un sitio
abandonado, lejos de las casas donde vivían los hombres, para no molestarles, y ellos
libres, divertirse toda la noche, sin interrupciones.
Durante esa fiesta los jóvenes gatos y gatas solteros que ya tenían la edad precisa para
considerarse lo suficientemente responsables para formar una familia, que no para
amar, porque todos sabemos que el amor no tiene edad, y a veces era normal, que
muchos gatos y gatas esperasen este día para por fin alcanzar el sentimiento que le
ligaba a otro ser durante mucho tiempo previo, anterior.
La costumbre habitual era que las gatas que se fueran a prometer llevaran en su
frente, una flor de adorno. No una cualquiera, sino una elegida por sus padres,
aunque lo normal era que las escogieran sus madres, ya que tenían mejor gusto y más
dedicación en el rito que los gatos machos. Así, durante la fiesta, cuando lenta y dulce
la música cambiase a romántica los gatos harían la petición del honor de bailar con la
gata que hubieran elegido, siempre que esta, claro, aceptada. En este momento se podía
considerar pedida la gata, y el baile con su gato simbolizaría el enlace entre ellos.
La flor jugaba un privilegiado apunte en el culto de la formalidad, ya que muchos
gatos y gatas no se conocían, otros si, y en secretas miradas ya habían compartido lo
que vendría en la pedida, pero lo frecuente era que no se hubieran tratado. Para estos
gatos imprecisos de no conocer con anterioridad a su amor, decidir con quien debían
juntarse era difícil elección, a veces mucho más aun. No era un concurso, ni intentar
llevarse el gato más fuerte, o la gata con menos bigote. Lo que buscaban era estar
seguro de que apegado al sentimiento del amor fuera el verdadero.
Hubo ocasiones, ¡normal!, que tras una pedida poco después algunas parejas de gatos
comprendieran que no sería sensato unirse en verdad eternamente y que se habían
equivocado. Desde el momento de la pedida, había un intervalo de tiempo hasta que
viviesen juntos, donde ambos, gata y gato, se veían todos los días como si fueran amigos
para conocerse bien y mejor, antes del paso definitivo, de vivir solos. Cuando ocurría
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esto, debía dejarse transcurrir para estos gatos y gatas un año, para acudir nuevamente
a la fiesta de la pedida. Como un año es mucho tiempo, y aun más estar con quien
ames, ya que es el tiempo que no tendrá fin, surgían dudas, y debía tenerse mucha
seguridad a la hora de la pedida. A veces cuando gatos o gatas dudaban, permanecían
quietos, sin los gatos pedir el compromiso, y las gatas sin aceptar el baile, a pesar de
que deberían aguardar durante doce meses otra tentativa. Y es aquí donde la flor hacía
su grandeza en el rito. En la noche, iluminada por luna llena reflejaba su corola en los
rostros de las gatas, haciéndolas delicadas mininas, a los ojos de los gatos.
En este día tan representativo, a Gatruska le habían entregado sus padres la flor que
llevaría a la fiesta de la noche. Era una flor realmente bella, preciosa. Los padres de
Gatruska estaban realmente satisfechos de lo hermosa que se veía. Gatruska se miró
en un cristal la flor sobre su cabeza y se sintió enormemente emocionada. Sus padres la
abrazaron y la flor quedó en un lugar fresco a la espera de que transcurriera el gran
día, para llegar a la esperada noche. Sin embargo, Gatruska era una gata nerviosa, y
la espera le resultaba muy molesta. Ella ya se imaginaba en el solar mostrando la
belleza que tenía y reflejaría la flor. Se acercaría el gato que ella ya amaba desde hace
tiempo, al dirigirle su mirada y bailarían. El felino que le gustaba lo conocía de verle
por la ciudad. Ella cambiaba de rueda para verle al pasar, y levantaba su peso a poca
altura para que no pinchara, a la vista del vehículo donde maquinaba su empeño. A
veces le descubría y la risa ronroneaba entre ellos dos. Pero esto a Gatruska no le daba
seguridad de que él sintiera lo mismo por ella, que lo que ella sentía hacia él.
Imaginando como sería la pedida, y queriendo interpretar su naturalidad, se atrevió
arriesgándose sin pensar a que pasara algo, a coger la flor del lugar donde reposaba
descansando para la noche, y se fue con ella al bosque, camino hacía el río.
Al llegar al borde del caudal, colocó la flor en la cabeza y presumió su rostro en la
corriente de agua continua. Embelesada fijaba la vista al bailarle el agua, sin que
desembocara en más ocurrencias. Notó y vio en el reflejo que una mariposa reposaba
sobre la flor que adornaba la cabeza de Gatruska. Le molestó la sospecha de que
estropease la flor, y con la pata se la quiso quitar de en medio, sin que se fuera. Agitó
la cabeza para que se decidiese el insecto alejarse, y así pasó, pero fue al riesgo de ver
como la flor caía en dirección al río.
Cuando Gatruska lo observaba como caía la flor hizo todo el esfuerzo posible para
recuperarla sin dañarla, pero no pudo, y finalmente la flor cayó al agua. La
atolondrada gata permanecía en la orilla, ¡no sabía nadar! Y sólo pudo quedarse
arañando sus gestos al ver como la flor se separaba dejando agua de por medio.
Tendió la vista hacia la mariposa que cerca aun de ella, le enviaba a culpabilidad de
lo que había pasado, y se entretuvo en despreciar sentidos al animal volador, para
atribuirle el castigo al delito que se había cometido. Con las zarpas bien afiladas,
quería atrapar a la mariposa, engancharla con las uñas. La mariposa no era tonta y
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viendo el peligro de las intenciones de la gata, y sus ojos de combate feroz procuraba
escapar de las uñas curvas de los golpes que asistía el felino al aire. Sin llevarse el gato
al agua, descarada la perseguía. Puso tanta actitud de entrega para alcanzarla, que
durante largo periodo la persiguió por el bosque sin otro propósito que dañarla por lo
mal que se sentía. No reparó la distancia que había recorrido tras la mariposa, y que
se alejaba demasiado de la parte del bosque donde sabía perfectamente que no debía
entrar, por ser comprometida la ventura de exponerse al peligro que suponía ir más
allá de la zona marcada para su especie. Omitió alertada razonamiento, cuando fue
demasiado tarde el saber que no era una posibilidad sino ya una certeza el fallo que
había cursado al llegar allí. La mariposa quedaba atrapada en un similar nombre al
de ella, un cazamariposas. Al entrar por el aro, quedó apresada en la red de gasa de
tergal. El cazador apresó sin posibilidad de escape al insecto volador, quedando
adormecida bajo la asfixia de la red, y la observaba para ver como era, y su sorpresa
no fue minúscula- ¡Es una paradisea galatea! -Exclamó.
El individuo parecía estar bastante contento de su cacería, pues se marchó con la
reciente captura. La gata que se encontraba en medio del paso del sujeto, alterada de
que la que iba a ser su presa para castigarla fuese engatusada por un hombre, no le
convencía, ni reparaba su malestar. Al pasar al lado de ella el hombre interpuso
interjección- ¡zape! Y Gatruska se apartó, y a gatas se ocultó entre caños para divisar
como el hombre se iba con la mariposa que había acosado largo rato.
Gatruska ya no era una niña y sabía lo que le esperaba a la mariposa, y en parte
pensó para conformarse de su actuación de que se lo tenía merecido, pero Gatruska,
aunque traviesa no era mala. Le venía el pesar de que si la mariposa cayó presa fue a
causa de perseguirla ofuscada, y que si se buscase culpable hallaría irresponsable sus
actos, al coger la flor, al perderla al río, a desear esquivar su propia negligencia y
echarla sobre la mariposa.
Siguió arrastrada entre la maleza por donde se dirigía el trampero de vuelos. Este llegó
a una casa de campo, abrió la valla, y fue a su encuentro un perro, de raza pitbull. El
hombre le apartaba con una mano al animal para que no causara daño a su captura y
se encerró en la casa, cerrando la puerta y dejando al perro fuera en el patio. El arisco
animal estaba encadenado. Una cadena le sujetaba a la pared, de la casa de madera
en una argolla metálica. Gatruska quería entrar dentro del patio para ir a la casa,
pero la cadena del perro era muy larga, tanto como que antes llegó hasta casi la
entrada de la valla, ¿ y porque lo iba a negar?, ya no era momento de negar nada, le
daba miedo. ¡Mucho miedo!
Gatruska rodeó la valla discreta, se coló por un agujero por la parte trasera y se
encaramó a la ventana de un lateral de la casa ojeando que estaba pasando.
El hombre tenía a la Mariposa dentro de un bote de cristal, secuestrada, con el único
favor de unos agujeros para mantenerla fresca. Encima de la mesa parecía tener un
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instrumental médico, cosas que Gatruska jamás había visto, pero comprendía que
hacían pupa ¡Mucha pupa! El hombre si sabía como se llamaban e iba en alto
haciendo la lista de lo que preciso necesitaba, o según encontraba y molestaba lo
apartaba a un lado -. Cajas entomológicas, Aguja enmangada, Pinza, Alfileres,
Etiquetas engomadas. Pero... Pero... Este ejemplar es grandioso, y merece algo
especial, un enmarcado de oro. -Miró el reloj y pensó en alto-. ¡Voy a comprar uno
para ti, amiguita! ¡No te vayas a ir! -Dijo jovial, sin detenerse en darse ni él mismo
una respuesta y se fue fuera de la casa, cerrando seguro con llaves. Gatruska le veía
agazapada, casi en el esquinazo del lateral con el frontal de la casa. El hombre cogió
su vehículo que tras sacarlo fuera de la valla y ponerla de nuevo en su sitio, se fue.
El perro intentaba seguirle durante toda esta fase antes de marcharse, pero el hombre
no se lo llevó, y volvió sobre el porche a tumbarse y dormir un rato, para no estar
aburrido sin saber que hacer.
Gatruska debía de aprovechar la ocasión de que el hombre no estuviera en la casa
para liberar a la mariposa, ¿Pero cómo hacerlo? Buscó alguna entrada, algún agujero
por los laterales, por la parte trasera, pero no encontró por donde acceder. Se subió de
un salto a la ventana del otro lado de la casa a la que estuvo antes, y quedó
angustiada intratable para numerar al ver sobre la pared mariposas que colgaban a
cuadros bajo cristales.
"El coleccionista lepidóctero" Ella no sabía que era eso, ni que significaba esas
palabras que daría un entendido. A la comprensión de entenderlo la gata sentenciaba
ser asesino de mariposas, por capricho puro.
Tenía que ayudarla ya, antes de que fuera imposible, y había de hacerlo sin dilación.
Confundida pensaba, y se puso a meditar todo cuanto antes ignoró para que no
hubiera pasado esto. Al llegar junto a la valla, al principio, cuando siguió al hombre
hasta aquí pudo ver una abertura cerca de la puerta de la casa, suficiente para pasar
ella, pero estaba el perro al acecho vigilando sobre el patio, y de cogerla, podría hasta
devorarla. Parecía muy peligroso, y los colmillos que tenía la aterraban de haberlo
presenciado antes.
Y Gatruska pensó, pensó, y desgarrando una idea la puso en práctica. Se tiró al
patio, el pitbull se puso en pie, desprevenido por sorpresa de no haberla visto acercarse.
Se repuso firme, atrevido la miraba, enseñándole su dentadura y esgrimiendo se servía
de su gruñir para apoderarse del terror para paralizar a la gata. Salió hacia ella,
sacudiéndose de encima las malas pulgas del perro prendió a la carrera seguido por el
loco animal, que en vueltas le vaciló llevándole entre los dos postes que sujetaban el
porche, que al girar sobre ellos se enroscaba la cadena, y ya cuando el perro le costaba
trabajo moverse se metió entre los dos palos, que el perro también al hacerlo quedó
enganchado al intentar volver sobre sí, por debajo cuando la gata Gatruska echó para
atrás su cuerpo.
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El perro tonto, peligro de muerte, ahora rechinaba molesto de su torpeza el estar
atrapado, doblemente pillado entre las cadenas que le retenían desde el principio.
Gatruska se metió por el orificio para entrar dentro de la casa, y saltó a la mesa. Sacó
a la mariposa del bote de cristal y la agarró sin causarle daño con su pata, para evitar
que asustada emprendiera un vuelo a la nada, sin salida.
Se la llevó fuera de la casa, más allá de la valla y la puso en libertad al llegar al
bosque. La mariposa estaba recelosa, porque aunque la gata le había calmado al
llevársela de la casa presa, el que se lo dijera no calmaba su temor. Cuando entendió
que era verdad serenó, la gata le maulló disculpas por lo que había hecho al ponerla en
lata del cazador, y su rabia por lo que ocurriría por perder la flor.
Gatruska se despidió feliz de haber hecho bien, pero triste de las pocas ganas de fiesta
que le quedaban para salir trasnochada por pensarlo, y regresó sin flor a su hogar.
Durante la noche, el baile para la pedida se anunciaba por la música romántica que se
escuchaba. Las gatas lucían las flores para la ocasión, excepto una que deslumbraba
su rostro de negro y verde, como miel de luna bajo floral, vivo de entusiasmo doraba el
camino hacia el cuello. Todos, gatos y gatas quedaron admirados por aquel asombroso
adorno que aquella gata reflejaba. Pero a ella, a Gatruska no le interesaba el perderse
en miradas ajenas, sólo se rendía ante una, hacia el gato que ella amaba y que fue a su
encuentro para pedirle su amor. Al acercarse a su lado, le dijo. Tu flor es maravillosa-
, ¿Cómo se llama? -La gata le sonreía sin rebelar que la flor no era tal, sino la
mariposa que actuó en su favor colocándose en su cabeza la acompañaba en esta noche
mágica"

José le pidió la flor a la niña, que remolinaba por el eje que sujetaba el tallo. Cogió un
corazón de una manzana del cesto pequeño restregándola suave a la yema de la planta.
Abrió la palma de la mano de la pequeña y la bañó de polen al voltear la flor sobre la
parte inferior de la retoña, la acercó a un filo de luz que escasa entraba por la ventana,
y esperó. La niña le hacía gracia el juego pero no pensaba que fuera para nada,
cuando por el orificio desde la calle atravesando la rota cortina apareció una mariposa
que se posó en el néctar de la mano de ella, bebiendo en reposo.
Era un momento alegre, pero la verdad fue distinta. Cuando
abandonaron el hogar conoció la destrucción, los muertos por toda la
región, la negación a encontrar a sus padres por la sádica guerra en los
Balcanes y lo peor es que aun le tocaba por perder. El afecto propiciado
por su pronta edad de lo que tuvo que ver y sentir estaba imborrable.
Terribles momentos, secuelas quedaron adheridas en su consciente de
inconsistencia vivida.

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- ¡Ustasha, sacerdotes negros! Su orden fue fundada por el gobierno
Croata pro Nazi y el clero-fascista durante la segunda guerra mundial. Su
labor fue llevar al Vaticano el botín que robaban a sus víctimas. Este
dinero fue usado para proteger y enviar a los criminales de guerra a
Sudamérica - le comentaba en un metro del mundo José.
-No hace mucho escuché en la TV algo de un nuevo juicio que habían
formulado contra la iglesia los descendientes de las víctimas. ¡Perdona,
sigue! -le dice pequeña flor a ver a José encendido, destellando rabia por
su expresión de tener que describir a los Ustasha, los mismos que
quemaron todas las raíces familiares de Flor.
"De 1941 a 1945, los Ustasha exterminaron a más de 700.000 serbios,
gitanos y judíos tras saquearles las propiedades. A los judíos de Zagreb le
hicieron a la fuerza dar el pago de 1 kilo de oro para comprar su propia
persona, y por el encarecimiento de una vida no aria acabaron en los
campos de exterminio. La Iglesia Católica compartía intereses con los
Ustasha, los sacerdotes católicos gestionaban las conversiones en masa de
serbios entre tanto que los franciscanos extendían antisemitismo. Varios
altos oficiales de la Iglesia fueron juzgados y condenados por crímenes de
guerra.
En 1943, acordaron con la sucursal religiosa el envío del sacerdote y
coronel etnicida Ustasha Draganovic a la sede con entidad en Roma. Llegó
como representante de la Cruz Roja croata y sirvió en un seminario
clandestino de Monjes Croatas. Ayudó proveyendo a los criminales de
guerra pasaportes falsificados de la Cruz Roja, y con la invención del
Ratline, la línea de las ratas, aligeró los trámites de aduanas en un carril de
huida fundado por sacerdotes católicos. Los Ustasha lograron evadirse
gracias a la plana mayor del Vaticano, y se ocultaron frecuentemente en
países centro y sudamericanos con trayectoria y gran potencial clero-
fascista.
Los inmensos ajusticiamientos civiles por los Ustasha fueron habituales,
las víctimas eran degolladas, a veces despedazadas y se colgaban pedazos
de carne en carnicerías con un cartel que rezaba- Carne humana- . Los
crímenes ejecutados por los católicos levantaron el nivel del mar por
fosas comunes. En panazimo fascinaban con orgías nocturnas clavando
clavos al rojo vivo debajo de las uñas y salándolas, cortando todas las
partes humanas concebibles compitiendo por el reconocimiento de quien
era el mejor degollador. Quemaron iglesias ortodoxas llenas de gente,
empalaron niños en Vlasenika y Kladany, cortaron narices, orejas y

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arrancaron ojos. El apoyo del Vaticano hacia los Ustasha durante la
guerra no era ningún secreto".
José para en seco su explicación. Teja su ira de la incomprensión de esta
injusticia, como mísera saber que es una cualquiera del total que ha tenido
que recorrer en su vivir.
Pequeña flor le comenta-. Me acuerdo que dijeron que la iglesia insistía
en que no tenían nada que ocultar y al mismo tiempo se rehusan a
cooperar con los investigadores negándoles la entrada a los archivos...
-¿Por la famosa regla de los 75 años? -Abreviaba preguntando José el
motivo de la negación.
-Sí, así es. 75 años de espera para que la iglesia publique sus documentos
-se articulaba el rostro de flor confusa, despechada reflejaba su queja.
-¿Cómo fue que no seguiste a Masín? - Le preguntó José.
-No hubo necesidad, oí que iría a la cena que iba a celebrar el arzobispo
Silfredo Rocco veleta. Además conseguí la dirección de su residencia.
- ¡Buena chica! Allí quizás esté ella. He de ir a buscarla, la necesitamos a
nuestro lado.
- ¿La necesitamos o la necesitas? -Preguntaba flor manifestando
reticencias sin caer en la mordacidad. Puede no sea buena idea.
-Flor, dos milenios sin ella, me han hecho descubrir eso que dicen que
querer es mas fuerte que tener. Lo que se avecina antes o temprano es la
batalla definitiva contra Dios, y ella podría equilibrar la balanza a nuestro
favor.

Recuerdos... ¡Esa balanza está trucada, seguro que nos engañáis! -bramaba la
anciana mujer ante nosotros. La cereza en mis manos, la mirada en su fuego, mi voz
rompió el hielo eterno de la edad glaciar que entumeció nuestros momentos.
-Está muy buena -la dijo a ella.
-Pero si no la has probado -le detalló su comentario.
-Eh, sí. Sugería a que tiene buena pinta -espontáneo trocó la conversación-. ¿Me
podrías indicar donde hay un zapatero en Jerusalén? Mis alpargatas están destrozadas
del fatigado camino que me trajo a la ciudad. ¿Sabes, donde está...?
-¡Niña, hazme caso!, me quejaré a los guardias y os cerrarán el puesto.

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-¡Tome! -La chica le entregó varias piezas de fruta a la anciana, mientras esta las
guardaba avariciosa, bajando el tono de voz, no confundida regañaba ahora para ella.
Al fin dio por finalizado su descontento y se marchó.
-Confió en que no siempre sean así contigo.
-¿Esto? Esto es siempre así, que si las engañamos, que si son pequeñas, que si son
grandes, que si son muy verdes, que si...siempre es así. Volviendo a la ayuda que le
había solicitado el muchacho le dice - ¿Sabes donde está la Torre Antonia?
-Yo, es que.. ¡No! -Acertó a dar con la respuesta.
-Ya, ¿eres nuevo en la ciudad y no sabes como moverte?
José afirmó con un gesto.
-Me has caído simpático. Espera. ¡Nehemias, salgo un momento a descansar!
-Vale María, cuidado con el mal vino -sonreía el hombre campechano que había tras
el puesto de frutas.
-Bueno, vente conmigo, que te voy a llevar hasta el zapatero -le indicaba con la mano
la muchacha que le siguiera al chico despistado que acababa de conocer.
- Yo no quisiera molestar.
-No molestas, necesitaba salir o me hubiera vuelto loca. Eres como un salvador, a tu
modo eres como un mecías.
-¿El mecías? Por el camino a la ciudad, me contaron los viajeros cosas sobre su
aparición.
-Sí, hay mucha fe en él -le contaba y percataba desinterés por este tema en él- ¿tú no...?
-Yo es que...
-Ya, ¿que aquello que no puedes ver, no puedes creer?
-No, no así, incluso adopto al revés. A veces siento como si mi vida estuviera marcada
por alguien que me indica los caminos a seguir. Una fuerza extraña que me ayuda a
elegir, es muy extraño explicarlo, no podría decirlo de un modo mejor.
-Quizás seas el elegido -le hacia caritas la chica en sonrisas. José no decía nada,
parecía pensar, o simplemente callar-. Ya sabes, los textos, de... "que llegará un buen
día y salvará a nuestro pueblo del mal y..."
-Sólo soy un humilde pastor -inocente nombraba llaneza sobre sí mismo.
-Por algo se empieza. Ser pastor de ovejas o de personas no debe dispar mucho, ¿no
piensas así?

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Albur casual, le detuvo unos segundos juzgar estas palabras tan opuestas a tan igual
pensamiento que reflexionó apenas minutos atrás. Como si fuera matriz, copia de
ideas repentinas, pura suerte eventual corrige.
-"Bienaventurados los hombres de buena voluntad, que hacen su camino labrando su
futuro. El hombre que mira desde arriba caerá más alto, sin embargo el que mira
desde abajo le lloverán piedras. Mirar de igual a igual, de tú a..."
Los dos jóvenes miraban a aquel hombre que elevado sobre una piedra consignaba
designios de proezas que lograr. La chica mostraba de nuevo sus sonrisas con gestos
sonrientes a José, ¿Qué, pugnando por quitarte el sitio?
El muchacho callaba. Su timidez tajante firmaba su seco hablar, aun afluía
intenciones de hacerlo-.
Yo no, no, no seria capaz de hacer lo que él hace. Con mis ovejas soy feliz, estoy
regusto.
No sé como actuar ante los hombres, eso debe ser el fruto de vivir rodeado de animales.
-¿De dónde eres?
-Soy de una aldea cercana a Nazaret, en el valle de Galilea, somos muy pocos allí,
apenas hay muchedumbre y menos chi... chicas como... como... -y retraído cesa
disimulando su mirada que le dirigía. Ahora proseguían otra dirección.
-¿Cómo Como? Normalmente sentada -carcajeaba dulcemente.
-No te burles de mi, por favor -A brío de ruego dijo impulsivo.
-Si no me quería reír de ti, sino contigo. Oh pobrecito si te has puesto colorado como
un tomate.
-¡Pero no me lo digas que es peor! -El muchacho en parte enojado y en mucho
avergonzado acelera el paso, y camina un metro por delante de ella para simular el
tomate y la burla.
La chica le sigue, entonando una melodía que José escucha en simpatías.
-"La mañana tenia un revés, era parte de mí haber sido sin querer,
un chico que encontré, lo lastimé..."
José miró atrás y le simbolizó con una seña que callara. Ella seguía recitando, sin
hacerle caso.
- "Creo que le dolió, más una piedra no fue la que le tiré..."¡Izquierda, Izquierda,
gira a la izquierda! -Voceando le indicaba a José el camino que debía marchar, que
recorrían juntos pero separados.
-"...Y él dijo ¡Ay! Y yo le tendré que decir perdón, perdón, te lo dice mi corazón...

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-¡Schsss! -Chispeó José tras pararse mostrándole su ruego-. Cállate por favor, te
perdono, pero no me hagas esto, que es mi primer día en la ciudad. ¡Ah, que difícil es
esto!
-¿El que? -Preguntó ella.
-¡Todo!
-¿Todo el qué?-Insistía la chica en preguntarle
-¡No, solo tú!
-¿Yo? ¿Porqué me dices eso? -María, que era el nombre de la chiquilla agachó la
cabeza haciéndose dolorida.
-Yo no quería decir eso.
-Pero lo has dicho.
-Si, discúlpame.
-Lo ves, no era tan difícil, perdonado -ella le sonríe, mostrando su disimulo de haber
estado enfadada.
José, ya no sabe que hacer, si llorar o reír, y se decide por lo segundo.
-¿Estas así de loca por tu trabajo?
-¿Quién sabe? Quizás si, quizás no, y quizás... ¡quizás no lo sé! -Le sonríe, como si
se tratara de un pez hinchado sus carrillos de aire-. Ahí está la zapatería, tengo que
volver al puesto, me ha gustado tu media compañía.
-Yo... yo...
Su yo volvió a la era actual, la instantánea del pasado le trasladó
regresando al tiempo presente.
José mostró su palma de la mano hacia arriba, diciendo- ¡Es hora de que
llegue mi Maríaposa!
Toca la frente de flor y le envía un mensaje filtrado mental. Ella sonríe.
-Pareces un caudillo. "Hasta que la tenga".
-Hasta que la tenga... para ser suyo -dice encejando, poniéndose
melancólico.
-¡Eh, que vamos a ganar! ¡Somos los buenos! -Advertía flor.
-Sí, pero sólo lo sabemos nosotros -reflexionaba José.
-Y Dios no está con nosotros, le guiñó el ojo pequeña flor ;)
El convoy enlazaba pasando las paradas, encasilladas a los registros
horarios, igual que la vaga independencia de la gente en sus rutinarias
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pistas. Torpes formas de itinerarios, sin más cambio que el adelanto o
retraso de una unidad fraccionada por 60. Quizás se note por algunos una
mayor presencia policial en las estaciones. Quizás si, quizás inmersos en
la forma pactada de desinterés en la travesía, el recorrido sea parejo a lo
grabado en pausa anterior. Los cruces es la enumeración. Los cruces de
línea, los cruces de estaciones, los cruces de cuerpos, los cruces de
miradas, cortas, vanas, tediosas enlazan. Pequeña Flor y Gaudi ya no
están en el metro, del Vía Crucis descabalgaron, pasaron hace mucho de
las paradas.

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Capítulo II Desconocida

La sonora refriega de pájaros cantando es obvia, del alejamiento de los


grandes edificios. Las calles anchas, las rondas circulan la zona residencial
embellecida por bastante vegetación. Incitante a la quietud, la armonía va
a la derecha de la paz que tranquiliza el sosiego de estar fuera de lugar.
Excitado del apetito que le despierta de avivar el ahora del ayer José ha
llegado a la mansión. Estimulado lo tiene todo acordado, encontrar a
María. Salta el muro de la residencia señorial, y evita que suene la alarma
trucando el hilo del infrarrojo. En una interfase dirige el rayo de vigilancia
con una onda sin mediación en dos puntos de la línea recta, en el
encuentro de él al pasar está viciado el renglón de intercesión, y la
centinela de alerta en celo de la mansión la burla, de entrada.
Desenvuelto en el jardín se mueve hacia la casa.. Por la zona que ha
entrado no hay nadie que le impida avanzar hacia ella, y dar si le viera allí
el aviso de su interrupción en el recinto. No sabe a qué puede enfrentarse
ni a cuantos, pero por sentido humano le hace ser precavido. Traído el
encuentro esta mañana en el hotel con los emisarios de fe y la ulterior
escapada por el transporte subterráneo presume que de estar María no
estará sola, sino bien protegida.
Se cuela por la ventana de la habitación baja que da a la parte del jardín
por donde llegó, espacia sus pasos procurando no hacer ruido, y percatar
si hubiera personas cerca saberlo.
Busca, rastrea los rincones, los salones, los distintos cuartos. La mansión
a la luz contemplada sería definida por un palacete disimulado del estilo
renacentista, porque elementos de distintas épocas habitan la decoración,
que desinteresada, non grata purga José para llegar a su María. Oye una
voz femenina débilmente. Al acercase al esquinazo del pasillo donde la
había escuchado tiene que evitar ser visto por un guarda que está situado
en puerta de entrada de una de las habitaciones de la residencia, oyendo
presumiblemente peticiones al estudiar su lenguaje de gestos afirmando.
Puja apostando que la figura que delante del hombre, al que ve medio
lateral al dorso y ante la puerta niega más vista, pueda ser ella. No
transcurre largo lapso antes que el esbirro se marche, al lado opuesto de
donde está José.
Cuando desaparece de su vista José se traslada impávido en su propósito,
agitado su corazón removido, azorado en querer. Del todo parado, del
presente estado, del pasado tratado, del todo dolido, del áspero vivido,
del honor caído, acaba llegando por quereres.
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Valiendo porte de saqueador abre la puerta sigiloso, y la cierra al igual
cauteloso más entrar, sellando íntima cualidad de ser privada la visita, de
extraños a cada huella impresa al andar se reconoce como suya en
seguirle los pasos.
La habitación está dividida en dos zonas. La que está José, la entrada, que
a modo de recibidor sitúa tres centros de sofás que rodean en corrillo a
una mesa. La rendija que se deja al cierre de fondo entreabierta desvela la
otra ración del cuarto y una sombra en fragancia. Se dirige José hacia allí,
y la encuentra a ella por inherencia colocando unos libros sobre la mesa
sin darse cuenta de que la estén observando, ni tampoco advertida como
la abertura de la porción de la habitación es comida al abrirse a puerta
abierta.
José tiende desprestigio. Vil bellaco se ayuna la alegría de verla,
lamentándose se hace sentir ante María al sujetarla a traición de espaldas
por la boca.
-No grites por favor -a norma de suplica en plegaria le reza-. No voy a
hacerte daño -de este modo indigno le ruega.
Ella en su cabida de la descompresión no está muy católica, se manifiesta
protestante. En su redención brama.
Un vigilante de la mansión cercano al lugar de donde se escuchaba
altercado, alertado por los gritos de María entra decidido en la habitación,
sin que dé tiempo a José a hacerse oír ante ella.
Viendo el custodia a un hombre desconocido frente a la mujer a la que
este ya había soltado al entrar, tosca en su voz- ¡Alto, no intentes nada! -
Sin sonar como advertencia ni calificativo apropiado a su petición, ya que
sin que José moviera músculo en su cuerpo, el recién llegado, ¡sin bajarla,
en guardia!, levantaba su lanza y la movía intentando alcanzar a José en el
pecho. José pudo agarrarla sobre el palo de madera inmovilizándola antes
de que le tocara. Se giró en 180 grados y de una patada certera anestesió
al secuaz mandándole a dormir, después de estar de guardia toda una
tensión. Dejando caer al suelo, arroja la lanza deseando no intimidarla.
-Soy José, ¿no te acuerdas de mí María? -Dirigiéndose le ora, le implora
festejando ante sus ojos el poder tener tangible las aspiraciones de dejar
de ser visionada. Y en duelo de desideratum abrazarla sin morderla, como
un amor que te abandonó, su rechazo es sagrado para intentarlo. Que te
dijo no... que te olvidó.. quiere y no sabe como, "¿cómo como?"
Recordaba revolucionario impreciso, se tiende preso embriagado, y
aprieta para adentro.
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-¿Cómo sabes mi nombre? -Le pide explicaciones ella.
-El te ha hecho olvidar -sin detallar, lo dice desanimado, encuna su pena.
-Has sido enviado por el diablo -consiente pensadilla de encontrar rápida
explicación a los malos sueños que figura José.
Él le enseña una cadena-, ¿era tuya, no eres capaz de recordarlo, ni de mí?
-Quitándosela del cuello se la ofrece con la mano extendida en suma
sumaria, a su mar de días.
- ¡Apártate de mi vista, Satanás! -De un manotazo tira de su mano la
cadena besando la imagen que deposita el suelo.
Aparece en escena, sin advertir lo que ocurría dentro de la habitación la
figura del cardenal Ratzinger. Descubre al guardia tumbado, la
confrontación entre José y María, y se interpola entre ellos para mediar
por la mujer.
José en su sensación no explica el comportamiento del impronunciado
alemán, el emisario de Cristo toma una conducta desconcertante.
Entrante decidido no dice nada, y desafiándole intercede entre él y María.
José hace ademan de burlar al obispo con un rápido movimiento no
computable para la vista humana, sin embargo Ratzinger le para en seco
poniéndose delante. De esta forma José interviene comprensible lo que
predecía anteriormente, que Ratzinger no es quien representa, mostrando
al momento exacto un poder inexplicable.
De nuevo intenta llegar hasta María, pero Ratzinger le agarra el brazo,
obligándole a ceder en su intento. Haciéndole una llave derriba al obispo
contra el suelo, que ágil al caer impulsa sus piernas con los pies
empujando a José dos metros atrás.
María ya ha salido de la habitación durante la trifulca. A través del
ventanal ve acercarse a varios hombres de la guarda real del príncipe
armados por el jardín, que deberían permanecer en el edificio adyacente
que parecía un cobertizo. Oye ladridos de perros y la sirena que le
anuncia espontáneamente ¡Alarma! Un descuido y Ratzinger se agarra a
él, mientras dice- ¡Deja a María en paz!
José se siente sorprendido por el cáliz que ha tomado el rumbo de las
cosas. Con María huida ante su vista, varios hombres a punto de entrar
ante él, esto no sería mucho contratiempo, pero la inevitable realidad de
sentirse incapaz de hacer frente a Ratzinger le hace modificar sus planes
iniciales.

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-Bonita palabra de tu boca, ¡paz Dios! -Ya que José por un remoto
momento pensó que era una función del Obispo.
-Estás equivocado José, yo no soy Dios.
-Entonces adiós -sujetándole las manos le retiene de espalda, dándole una
patada le desplaza y aprovecha para abandonar la pelea, desistiendo de
buscar nuevamente a María, antes de que el reconocido prelado pueda
frustrar su huida
Segundos de meros instantes, y varios vigilantes entran en los aposentos
de María.
-Monseñor disculpe, la señora nos advirtió de que un extraño había
entrado aquí.
-No está aquí, ya se fue.
-Buscaremos por la mansión, por seguridad. Haciéndole reverencia se
marchan -apostillando-. Le avisaremos si diéramos con el extraño.
Dejan a Ratzinger en su celebración de un ritual pagano de pensamientos
lúdicos, diciéndose- No es un extraño, no es un extraño -ensimismado
piensa para que no fuera ministerio.
Fuera de la mansión, en una calle cercana alejada del perímetro de la
residencia del príncipe para no levantar sospecha, una furgoneta ocupada
por pequeña flor espera la llegada de José, en su regreso de la misión.
Hace tiempo que se fue y nerviosa atesora nerviosismo en la trama del
destino. Oye ruido descubriendo a través del retrovisor a dos guardias del
príncipe portando metralletas en mano. Puede apreciar que señalan al
vehículo y como se acerca a ella uno de ellos, mientras el otro espera a
unos veinte metros atento a la requisa a la que su compañero se dirige.
Pequeña flor discurre rápido, buscando en la guantera arremolina el
surtido de objetos que hay esparcidos a mediana orden, hasta dar con una
vieja pistola Tokarev. La saca, la engancha firme sobre el pecho tras
quitarle el seguro. Cierra los ojos momentáneamente para recoger fuerzas
para emplear el arma de fuego, y espera la inevitable visita del soldado.
Voltea la puerta abriéndose a la derecha, concordia mente con su pulso y
encañona allí, para aliviarse de que quien aparece, sustituto del peligro, es
amigo.
-¡Vámonos! -Acierta a decirle el hombre de nombre José, a la esperada
ganas de alejarse de allí por parte de flor, que guardando la pistola donde
estaba y encendiendo el motor arranca en segunda haciendo ruedas. Al

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girarlas puede ver a través del espejo a dos guardias caídos sobre el
asfalto.
-¿Están muertos? -Pregunta flor.
-¿Qué más da? -Responde José drástico. Le impresiona en parte escuchar
flor estas palabras tan duras por parte de él. Sabe perfectamente, ambos
lo saben, que matar o no, no es una cuestión de elegir ética o religión, ni
decidir entre salvación o condena sin doble evaluación. Sin embargo José
ahuyenta ser un déspota evitando ajusticiar a todos sus enemigos, ya que
desde los escalafones de abajo, no son mas que entes de zombis
atrofiados en mentes envueltas en el engaño, creyendo en una doctrina
impuesta. La esclavitud es tomada como liberación, el arrodillarse y
someterse es voluntad apremiada en aplausos de fiestas santas, muchas de
las cuales no tuvieron otro interés que cristianizarlas ante la repulsa de
renunciar el populacho a ellas. Si sirvieran de ejemplo no se nombrarían a
Fiestas de San Juan, donde es el único santo del que se celebra el
nacimiento y no la muerte. La Iglesia al ver que era imposible suprimir
estas fiestas hace una excepción y le conmemora el día de su nacimiento,
porque fue santificado en el vientre de su madre y vino al mundo sin
culpa, y los demás mortales nacen necios pecadores por haber bebido
sangre de sus madres, intercambiando placenta en su neutro planeta,
dejando al popular adulterar el solsticio de verano tomando posesión la
fecundidad de la verbena, San Juan. Porque fue imposible erradicar las
ancestrales celebraciones solares. ¿E insólita no hubiera ejecución, ¡Por
Dios!, que conviniera a mismo día fiesta con muerte a la santidad carta?
Sus actos obras de adoración, sus pecados la mano que mece a los
renegados a demonios, denegados de la obra divina de vida, de la misma
que ellos retiran bendecidos. Rescatados del abismo adoctrinan a
criaturas, de lo afeo les hacen creer en la buena fe de ver como son en su
ser. Ser o no ser, es elección suya, y así también lo piensa José, y él no
desea elegir. Y matar José matará, pero no liberará. No es un Dios, ni un
exterminador. No es un salvador, ni el que todo lo creó, sólo desea ser
tan solo lo que imaginaria siendo yo...
Poco más adelante, pequeña flor gira torciendo por completo la dirección
de la furgoneta tras ver que un camión ocupa todo el ancho de la calzada
al estar descargando un contenedor. Al volver atrás, uno de los caídos
guardias se ha levantado, y ante la inminente vuelta del vehículo apunta
con su arma de repetición hacia ellos.
Pequeña flor vacila en que hacer, y José turbado, ¿de qué más da? ¡Nada
da igual! Como hombre, tiene su ira y la comparte. Antes de calibrar que

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hará pequeña flor, toma la decisión tensionando la pierna y pisa
enérgicamente el pedal de velocidad, revolucionando el motor. Tal fuga
de furia de llamas de dragón acelera el transporte hacia el hostil hombre,
que no rige entre apuntar y levantar la vista viéndosele venir la furgoneta.
Le impacta en su cuerpo, despidiéndole acaba con el finiquito de su
trabajo, metros allá.
Pequeña flor acompañada de nervios, encendida de la escena desacelera
su ritmo. Sin dejar de apretar a fondo marcha abandonando el lugar de
auto, su comparar viendo la nervadura de José es escasa. Las muestras de
horror, de guerras, de muerte ha sido frecuente en su vida desde niña, y
no es precisamente una Teresa de Calcuta, aunque impresiona lo que ha
visto. Ya te dice que si, y aun hace hincapié, la nervatura de José irradia
como díscolo de firmamento.
Le conoce desde siempre, desde los primeros recuerdos. Considerado
como un padre, después como un amigo, y a cierto modo un hijo, es un
todo en ella. Si tuviera que venerar, sería sin duda todopoderoso Jesús.
Mitificarle sería lo más justo, la estima no tiene fronteras en su amor. Y
nota desasosiego, una confusión que José no puede esconder allá en
donde su talón de Aquiles se descubren sentimientos, ¡en sus ojos! Su
mirada es el punto débil, donde ella es capaz de leer cada movimiento de
sus alegóricos ánimos. Ahora muestra aflicción, y no puede más, y le pide
que lo comparta con ella- ¿Qué ha pasado José, que pasó en la mansión?
-No me ha reconocido... no sabe quien soy... Yo no...
-Debes inferir, y dar tiempo al tiempo. Sabes de lo que es capaz el veneno
católico, y más en ella como madre de la fe, el idolatrismo del propio
Dios la emana.
-Por favor flor, no me hables más de tiempo -recela y castiga lo que
escucha.
-Yo...
-Lo sé flor, perdóname -lanzándose su propio castigo se maldiga-. Tienes
razón, y no lo aceptaré ¡jamás!, sólo o sólo que todo duele.
Flor no le debe hacer falta mirar a José para entender su callar repentino
tras la frase, y que el mareo tiende a descolocar sus formas. Hacia el
limbo parte, allá donde desgana una salida hacia la que ir, ya que allí no
hay luz, no existe camino, donde murió su último amigo, por medio de
miedo se alimenta, por odio se vela, y de queja se respira. Y tal
disconformidad, no levanta más que desazón de condenarte eternamente,
de no escapar, cuando sin salida te advierten que sin luz, sin amigos, te
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retienen sin sentido donde no hay que marchar. Está allá donde le
colocaron pastoral, donde el amor remató. A lo interior se le escucha-
"Demostraré valor, nunca más amor en el paredón, sólo, y una taza de
café..." -Inconsciente tararea una canción creada en su conmoción, la
única sublevación que presume podría cumplir un adjetivo. Creador de su
deseo, si de reflexionar no se consigue, si por sufrirlo no se atiende, por
conmiseración sería una batalla perdida, y al rezo una estupidez, no hay
forma humana de tener el querer, e inhumanamente en su yo, percance
daño.
Si no es fácil desde hoy, tendrá el mundo que recapacitar que son
milenios los instrumentos de segundos de movimientos en sueños que
evitó en sus adentros ser, una presencia suya que seguirá por la vida. Si
única fue siempre la postura, el deforme de cambiar sería inservible, y
lactante mama de Tesón. Ahora que la vio la fuerza es sublime, de su
ordenación no entiende que es una ultima sensación. A su modo, del
biocompuesto encuentra demonios en cielos "sin blue". Su vida se
disculpa así, hablando claro de María y cuanto esté que todo se suprima.
El cielo no importaría pararlo en instantes a riesgo de vida truncada por
ese color que desvaneció, y debate- ¡Oh cielos, yo jamás te borré! -Es el
lamento de una obsesión. E imagina esa fantasía tenerla al lado, como el
sol que diera alegría, en su rostro enseña de la sonrisa que le encolore.
Al verle en su caso es escaso saber lo que ha de pensar de él. En nulidad
matrimonial debe recitarla palabras hacia su virtud -¿Donde estás ahora
amiga María mía? Si todavía no lo sabe, no renegará por serla fiel. Sus
palabras, resonarán de tormento, eco del pensamiento. Su mirada
reflejará en apostólicos hombres, guiños en inesperado encuentros.
Como aquello de ti, como todo, como solo tú-. ¡Ahora dime, dime, dime!,
¿dónde estás amiga mía? Dios te condenó María, vacía eres en repulsa. El
infame creo contigo mi castigo. Desgraciada entre todas las mujeres,
maldito el provecho de tu vientre. Condenada María, madre ilusa de la
divinidad, no concede perdón por ellos fracasados inocentes, nunca y
jamás en toda nuestra muerte hasta que llegues a encontrarnos en nuestra
vida.
-¡No eres de ellos, y te daré un stop de retorno a mi! -Somete ante su
propia aprobación José.
-Flor, hay algo más. En la mansión estaba el cardenal Ratzinger y me ha
hecho frente. Tenía un nivel de fuerza elevado, tanto que me hizo frente,
hasta diría que mas pero se sentía retenido.

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Flor ajena a cualquier interpretación no decía nada. Al fin pregunta-,
¿quizás Dios le halla delegado poderes como otras veces ha hecho?
-La explicación me apabulla, no acepso a que a un Obispo pueda darle
Dios ese tipo de poder, no es su papel-. No se -dice José -no se -repite.
María después de la calma, ya apartado cualquier personaje de estancia en
la habitación revuelve con ella. Reflexiona de pie sentido común a qué
había llegado lo de antes, y le cuesta el iniciar pensarlo. Libra por apartar
la mirada de la cadena que José le había ofrecido y omite resignarse,
sucumbe ante el impulso que le induce a obrar mal, recogiendo del suelo
caído la fruta del árbol prohibido. Le vienen detalles de cuando el que fue
su marido se la entregó a su hijo y se asusta de cualquier acople de
interpretarlo. Abre un cajón del tocador y recluye la cadena de eslabones
enlazados, por condena a grilletes de presidio, sin derecho de amparo de
libertad de expresión.
El príncipe Masín ha llegado tras saber que un intruso había entrado en
su palacete. Directo va en busca de María. Golpea la puerta y abre sin
espera -¿Qué ha ocurrido aquí? -Interpeló que aclarase las dudas que traía
tras el aviso de la indignante incursión del desconocido forzando la
mansión.
María le cuenta asustada lo ocurrido sin dar nombre de hombre, detalla lo
poco que hubo allí de repentino.
-El mal es fuerte -concilia Masín-. Debemos tener fe.
-Si -resignada dice María sin calibrar nada más.

En la mansión las tinieblas no existen, eso sería una malformada


metáfora diabólica. El juego del movimiento, cabalgando como un gato
en la noche saltando sobre la luna, y a este lado daría pena divertirse. No
son mas que procesos incorrectos de una mente desquiciada.
¡No, no, y mil veces no! En la mansión se respira quietud, negando en
mayor grado un fantasma absurdo de haber existido alguna inquisición.
Es una benévola casa, malévola lo impide libre.
¿De qué entorno es, esta reflexión?
De una inventiva de que los hombres no fueron mediadores buenos.
Sabiendo, reconociendo paso a paso la historia, este mundo de
contraparidas, en donde no se puede encontrar trazos de
confrontamientos, cuando la búsqueda del saber era cosa de herejes, de
míseros brujos retando al sol en su movimiento. De la eternidad muerta
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de Eva y Adán, justo hemos de pagar por saciar bajadas de hemoglobina,
de los azucares de fructosa envenenatada. Y si librarse por clero, porque
tú me lo digas ¡Oh señor, elígeme! ¡Elige tu por mí!, porque sólo merezco
vivir si te da en ganas, si has tenido un buen día... me comprenderás.
En la mansión cerrada a canto, han dado por finalizada la búsqueda de
los intrusos, tras haber descubierto fuera los cuerpos sin vida de dos
esbirros suyos. En la habitación de María está el príncipe Masín y el
cardenal Ratzinger, uno de los príncipes de la iglesia que se recluirá
dentro de unos días junto a la realeza eclesiástica en la ciudad pontificia
para deliberar elegir a un nuevo rey católico, tras el duelo oficial por el
funeral del antiguo patriarca, fallecido o rendido por Dios hace dos
vueltas terrenales. La clave bajo llave está en el cónclave ¡Annuntio vobis
Gaudium magnum... habemus papam! ¡Urbi et Orb!!, ¡Tenéis nueva papada!, a
la explicación de abultamiento carnoso anormal que se forma debajo de
la piel, daños colaterales de la buena vida, efectos secundarios de buen
tratado. Ambos hombres hablan de lo acontecido. Los semblantes
exaltan inquietud en María, que sentada desea olvidar lo pasado. Tan
inesperado inadecuado momento, desoportuno, rompiendo un millón de
ayunos. No sabe qué, no quiere pensar ni relatar. No detalla nada que
dudar, que fastidie interpretación, acaece de voluntad, se deja llevar.
-Acompañadme -acercándose a María le pide Ratzinger. Esta expresiona
¡Nada!, exactamente. Su aire regulado desatiende los ojos con que el
obispo la indaga, queriendo encontrar un fallo que resorte. Aspaviento en
el interior la turba temerosa, rechazándose de continuar pensando,
pensando y sintiéndose que engaña al detener sus impulsos de preguntar.
Corcha hilos de cabos retorcidos y echa un velo a callar acompañando al
hombre de Dios a otro aposento. Como le solicitó, va en camino.
Descorcha indecisiones a filásticas ¿Qué es el camino? No razona, el
desconcierto la invade, una alteración agarra su calma. Manejada de hilos
desea cesar su revuelo. La tierra se pierde a lo lejos de su vista, el pasillo
ancho se desplaza, el ruido de las palabras del obispo comentándole
ciertas notas enajena su retirada del verbo a adjetivo. Se desplaza del
camino, -¿y qué es mi camino? -Desorientada se pregunta ella. Tantas
interpretaciones se retuercen, desbordada parece alejarse de la vía de
tierra, de su recorrido rutea sin topar la dirección que le lleve a algún
lugar. Se resuelve su meta volante cuando los dos se detienen junto a la
entrada de uno de los aposentos de la residencia del príncipe Masín.
Ratzinger pasa sin llamar, seguida de María a rebujo.

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Al entrar, la radiación de luz infinita que dimana sin principio ciega suave
la vista, y nítido se rebaja la claridad hasta un ambiente natural. La figura
eternizada, escondida a la humanidad, tan conocida por los dos
personajes se descubre. Muriéndose la curiosidad de describirlo, atempera
las ganas de un nuevo encuentro. Sin dilación les habla con resonancia,
rebotando el eco en la habitación.
-Hijos míos, son tiempos difíciles. Siempre lo ha sido, y llevar la cruz
supone un largo camino de espinas.
María siente estas palabras tal si se crucificara ella misma, encaminándose
de remordimientos se axioma sin comprenderlo su impedido insensato
pulso.
-La muestra que nos ha tocado vivir aquí mismo, nos da una prueba más
de que el mal no tiene intermedio por conseguir su fin -anunciaba a los
llegados, la afirmación del dogma desde el principio del fondo.
Providencia calla y el cardenal Ratzinger se dirige a él, confirmando las
palabras del propio Dios.
-La consistencia y perseverancia conseguirá lograr el mundo que
deseamos.
Se interrumpe su hablar llegando la quietud. El lugar da instancia a la
relajación, a desahogarse, a calmar ánimos y ser sinceros. María no puede
evitarlo, sin retenerlo a través de un gas de la verdad, cuestiona en propia
indecisión.
-¿Porqué Dios, porqué se dirigió ese hombre a mí presencia, que quería
de mí?
Dios retiene su respuesta, haciéndose rogar, y pide a Ratzinger su
abandono de la habitación - Por favor déjanos solos mi fiel alumno -le
clama mirando al cardenal que se inclina mostrando respeto, y torna irse
de su marcha de la reunión. Al dar vuelta atrás enuncia postura de
superhéroe o supervillano con la capa agitada al viento, ¿pero cuál? María
lo distingue, pero ella no está para acometidas de trapicheos ligeros.
Quedan María y el mandatario de ella solos en la habitación. María
durante estos últimos casi dos mil años le ha servido incondicional a
Dios, abanderada de la fe, el máximo estandarte de sus palabras en la
tierra. Dios utilizaba varios organismos de estructura simple que fueran
portadores del mensaje confiando una autentica programación de la
metrópolis. Ella sin rivalizar el poder que cada uno de los papas han
configurado la máxima estancia en el programa vaticano, es la máxima
que traslada la santidad por el mundo. Los papas vienen y van, ella
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siempre ha estado a su lado desde el principio sin dudar, sin esperar nada
a cambio, ¿o quizás sí? Momentos de reflexionar...
-¿Sabes quién era la tentación que te ha visitado? -Le pregunta Dios a una
María insistente de meditaciones.
-Dios, me esquivo de encontrarle respuesta noble, no creo conocerle
pero...
El instructor curiosea en María, y tras llegar de la profundidad de la luz se
hace estar al lado. El le suaviza la frente conteniendo un toque divino,
María sigue explicándose-. Sin embargo tenia la apariencia de un ser que
hace años am.. amenizó mi vida.
-No receles, sólo es una visión de un ensayo constante. El diabólico
trama perversidad donde más nos puede afectar. La pretensión de ese ser
con apariencia humana la desdeño, y tras un alarde bellaco su finalidad
querer confundirte y sabe si ponerte en contra mía.
María, virtuosa discípula siempre representaba esas palabras divinas como
eran transmitidas, y hoy veleidad en rebeldía destripaba esas uniones de
letras, recreo de saltos de consonantes rodeadas de históricas vocales y
asimilaba de Dios ser el interprete de su propia idea. Ya atrevida
preguntó- ¿No podría ser que sea él mismo tras condenar por el averno?
Dios no intuía ninguna destemplanza en la consulta de María. Ligero lo
tomaba a duda de adolescente, aunque no era normal que nadie ni por
supuesto ella las presentaran..
-En esta ocasión no -sin darle importancia respondía dando respuesta a la
desorientación que tenía la mujer.
Ella no conforme, osada le sugería procaz a Dios- ¿Estás seguro Dios
Mío? No quiero poner en tela de juicio tus palabras y me arrepiento si al
expresarme cometo sacrilegio, pero si él no llegó posiblemente al reino de
los cielos, ¿no podría vivir en su cuerpo eterno con Satanás?
-¡María! -Aceleró Dios la voz en primer momento. Rebajó su iniciado
vocinglero y discreto prosiguió su réplica-. No debes crearte
suposiciones. Belcebú regodearía en tu conjetura. Su júbilo de dicha
aumenta, en cada hipótesis deleite.
Dios retrocede retirándose de su presencia como humo al viento. A
espaldas se desplaza en dirección al fondo, citándole unas ultimas líneas-.
Fe María, fe, todos los demonios se vencen de esta manera.
La mujer sale de la habitación citada de vacilaciones, la lectura en
resumen son creencias no resueltas. No tuvo más nunca que actual,
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especular, que en ningún modo más ahora dudó jamás, ¡Ahora y en la
Hora de Nuestra Muerte!
Una oración de una carta que nunca alcanzó trasmitida por Dios a ella, y
de su parte a los humanos. Jesús es una plegaria incesante, y Dios no le
da descanso en su encomienda de retirarse de este mundo, de acercarse a
su hijo, de reencontrarle de esa huida que tras la muerte no ha llegado el
día de reunise. Y ahora él... y el vacile transgresor prosigue.
La puerta cerrada de la habitación que reunía anteriormente a Dios y
María, gime por el agarre de su empuñadura marcando la acción de
abrirse, nombrando la entrada del recién llegado.
Ratzinger entra y valúa ante Dios el insospechado suceso, con la
aparición de José.
-Hemos de acabar con él -de entereza se manifiesta ante Dios.
-No supone ninguna amenaza, lleva jugando por los siglos pero está sólo.
-Pero señor, hoy se ha acercado mucho a María, y si consiguiera....
-El no puede hacer nada. De ella no conseguirá nada, porque es mi
instrumento, ¡igual que tú!, ¡igual que todos! Si él vive es porqué le regalé
la vida, quizás ha llegado el momento de vetarle de compartir el mundo,
pero sabes querido hijo que tenemos una misión más importante, y no
podemos desviar nuestras fuerzas en su búsqueda. Ahora no es el
momento, pero pronto llegará su hora, a todos les llegará. Ahora retírate
y con la decisión firme que te hace gala, devota.
Ratzinger se ausenta, y la reserva de mutismo cerca el recinto.
En otro lado, enemistado con el anterior también se mantiene una charla.
Mas apaciguada entre ellos, pero no mas serena en la énfasis de la
importancia.
Flor examinó accediendo a los archivos del ayuntamiento desde su
ordenador, a que parroquia pertenece el padre Gaudi, era la iglesia de la
alma en pena. Junto a José ha ido a buscarle allí, por si acaso dieran con
él.
Flor hace rato que entró a la capilla. La iglesia desde fuera era modesta,
contraria al visto del templo de oro de cualquier pueblo edificado entre
casas mediocres. El gobierno eclesiástico formaba la multinacional en
franquicias, llegando y construyendo su todo a fe donde no lo logró la
coca cola.

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Entretanto José guarda almas en la espera. Nota por la desfachatez de las
formas, presentarse junto a la puerta de la iglesia un monovolumen de
lujo tintado con los cristales oscuros. La velocidad que traía por la venida
y posteriormente el estacionarlo descarado privando el paso de cebra a su
normalidad cuando había espacio suficiente para aparcarlo bien, abre una
pequeña certeza de tener mucha prisa, silenciada por no salir nadie del
vehículo y/o ser los ultra católicos legionarios de Cristo, rivalizando
monetariamente con la banda del Opus Dei. No cree que vengan a donar
parte de su recaudación diaria del programa "ayuda por un kilo". Su
cartera de valores hecha de donativos particulares confundidos en la letra
grande de limosna a cotizaciones de especulaciones, de comisiones
innegables, subvenciones otorgadas por los partidos más populares, de
una derecha encubierta centralizada al don del dinero donde no hay
tendencias, no existe giro a la zurda, diestra se compensa por tránsfuga de
capitales, y al señor partidario del parlamento negociado. Dios es un
negocio al alza, las acciones se cambian de manos limpias, protegidas por
la santa sede patronal, por las leyes, por el mutismo, incluso por
presidente de organizaciones republicanas gubernamentales tomateras. La
corrupción está blindada, la razón del mundo, en la vanguardia separatista
del país se compra.
La luz apagada del sol hace ademán de retirarse del día. La calle es
transitada alegre, el flujo de ajetreo se renueva de los ir y venir, la
disparidad de los individuos distrae la espera.
La afluencia a la iglesia es constante a cuentagotas, José se detiene en
cada una de ellas.
Quisiera no pensar, pasar del tema religioso, sin que la obsesión le
indujera a permitir parcial cada situación. La repetición de escenas
fervorosas, las insistencias de peticiones, ruegos, deseos de creyentes, y la
suya propia cae en redundancia.
Desenchufado de una recontra, su causa no iza ningún estandarte. No
mueve antenas copadas de medios, no existe la campaña de
desinformación, no atrapa prisioneros. Los enemigos de él ni siguieran
saben que lo son. Aquellas personas que irrumpen la casa del señor, él los
ve, algunos, muchos ya con el techo de su vida alcanzada, a las puertas de
retirarse. Planear que los tiempos ha cambiado, que la religión descrece,
que el fin vendrá a cada nueva generación reduciendo los fieles o ser
válida para una tapadera socioeconómica politizada sería un error
inmenso, una absurdidad tremenda.

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La religión excusa la finalidad del misticismo de Dios. Cristianos,
musulmanes, mormones, tibetanos, la diferencia depara en detalles,
Fariseísmo que al cesar renacería en necedades o en disparates. Humanos
ataviados en vidas simples, se empeñan en salvar almas de pecaminosos
cuerpos. Sentenciados a la condena de Dios, alimentándose de sus
miserables existencias.
José despabila de representaciones teatrales cómicos-dramáticas cuando
pequeña flor baja las escaleras que rige desde la puerta de la entrada de la
iglesia a la calle. La mujer al acercarse al monovolumen lo rodea para
cruzar, y distrae su mirada de lo que piensa. Memoriza la matricula y
prosigue hacia su automóvil. Al llegar no encuentra a José en el asiento
de copiloto. Disimula en su intento de buscarle, con ojos en la espalda
desde los monos descalabrados acechan como se desplaza. Sin girar la
postura abre la furgoneta, y se pierde unos segundos en tonterías,
ganándose el tiempo para discurrir que hacer.
-No mires atrás -oye desde el trasero de los asientos delanteros, donde se
resguarda José. Lo puede ver por el retrovisor torciendo la mirada, pero
inmediato lo evita en su disimulo.
-Haz que te vas, sin detenerte. No digas nada, pueden notar que hablas.
Pequeña flor arranca el automóvil y sale a la carretera. Se cruza en el
paralelo sentido con el monovolumen donde perceptivos la mirada
dirigían sus ocupantes a la retirada de la mujer, por la vía de dos carriles.
Tras pasarles, pocos metros más adelante José le señala con su voz-.
Metámonos en ese callejón, desde allí no podrán vernos.
Flor cumple la sugerencia de José y sigue sus indicaciones. La noche
aterriza sobre la poca luz que hay del día antes que se vaya
definitivamente. Conculca las intenciones de cotilleos, y la vigilancia se
torna hacia los inquisidores que protegían o interpretación libre se
enclaustraban confinando el lugar santo.
Flor se dirige a José para hablarle, mirando por el retrovisor no le ve en la
parte trasera. Él le habla desde el asiento derecho causándole sorpresa a
la mujer. Ella dice- No hagas eso, por Zeus.
-Ja, muy bueno. Por Zeus u Odín.
-U Odín de Zeus -da la vuelta pesuña flor.
Frívola la conversación retira la tensión apilada desde la temprana
mañana. La noche ha cercado al día, y le embosca para apoderarse de sus
dominios despedidos de tiempo especifico que preciar.

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Pequeña flor trajina un ordenador portátil en la parte de atrás del
vehículo tras pasarse desde la parte delantera. Jesús cuida vigilando la
iglesia y la supervisión que aparcada seguía allí. A la vez, cotillea a
intervalos la búsqueda en la red de pequeña flor. Ella le está contando lo
acontecido en la parroquia.
-Los fieles me han contando que no han visto venir hoy al Padre Gaudi, y
de la monja que te he hablado, que me había dicho que no podía
atenderme hoy al estar enfermo, la noté exaltada.
-Quizás tome mucha cafeína -dijo José.
-¡Sí, o micebrina con redbull! -añadió Flor. José la miraba y sonreía,
volviendo a su vigilancia para no perderse en algún despiste-. En serio
José, creo que ella sabe donde está. Puede que en la iglesia escondido
¿no? -Se preguntaba poniendo alguna posibilidad a su encuentro.
José no contestó, no sabía si cabría esa opción de hallarse en la parroquia
refugiado el cura.
-¡Vualá¡ -Elevó la voz Pequeña Flor, entusiasmada por hallar lo que
indagaba en el ordenador.
-¿Qué has encontrado? -Le preguntó José.
-He entrado en la base de datos de tráfico y he dado con la placa de la
matrícula de la furgoneta que está esperando. Y no te vas a sorprender,
verás que no, está a nombre de Rocco veleta.
-¡El Obispo! -Ellos mantienen su mirada, sobre el semblante afirman
incorporando sin comprendio, aparte de la trama de la intriga.
Sin dar tregua para cábala irrefutables, José ve salir a una monja de la
parroquia, y se lo hace saber a pequeña flor-. ¡Está saliendo una religiosa!
Con el barro revestido en las ruedas esperaban en el vehículo
Un pésimo centímetro es capaz de destruir un mundo, quebrar una luna,
y recorrer la vida para llevarla al límite del frío inexplicable.
Una bala lo pudo con todo, y saló al ser de José en humedad sumergida.
Le llegó a su flor la alergia del mundo pasada de humano a humano,
pistola en mano contagia inmunes bronquios por respirar impensable
paz.
En los pequeños detalles se esconde lo más grande. Atacada niña, la
sobresalía tanta sangre que su corazón tallaba XL.
El genocida infantil cargaba de nuevo pasando su fuego a senior.
Eléctrico motor José detiene la afluencia de recursos, apunto de nuevo
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¡asesino! Devuelve atestado por la boca esperma de una hilera de tejidos
de rata hinchada por la cloaca del vomito. Son dos cámaras de aire que se
pinchan, pulmones salidos de padre que acaban desinflado, y separado
por no respirar, merecido le consumen al Croata.
José despoja la cubierta, a pecho, y con la camisa quitada procura
inmovilizar la incontrolada sangre que no se detiene en la retención del
torniquete.
La flor se manchó teniéndose del color del corazón. José aspiraba para
que no se secara al sol.
-¡Es con quien hablé, la hermana margarita! -La novicia está motorizada.
Abre un coche gastado por los años y se marcha del cuadrante que José y
Flor pueden llegar a ver desde donde están. El monovolumen mafioso
que esperaba en descansillo ruge el motor, se encienden las luces
conduciéndola detrás del coche de la monja, lo que hace que José y flor
se unan en su persecución como pista válida, empezando la casería del
juego del gato y el ratón, cerrando la comitiva.
Alejándose por las calles de las grandes avenidas tras dejar una vía rápida,
la monja tuerce hacia una zona más cerrada, además estrecha. La zona
residencial aparece desértica casi de gente y coches circulando, y la línea
imaginaria que pende el equilibrio que forma su mediatriz se alarga,
guardando separación de no ser descubiertos. Los circulantes de ABC
conjuran restringiéndose conminarse de pronto.
La lentitud de la monja al conducir rumorea que busca aparcamiento.
Hallándolo fácil, lo señala para aviso de quien venga detrás. Los ocultos
seguidores se detienen cobijándose en la oscuridad, y salen del encubrido
transporte tres hombres siguiendo sus pasos.
El vehículo donde viene José y pequeña flor retiene su carrera, calibrando
una separación comedida.
José balanza la táctica de forma arbitraria, soportando él todo su peso-.
Espera aquí, pequeña flor. Ahora sabemos si es una pista falsa -José sale a
la calle, y abre la puerta seguido más cerrarla, pidiendo prudencia a Flor-.
Te lo digo en serio, no te muevas de aquí, ¡y si te descubrieran vete no
me esperes!
Tras un nuevo cierre José simula ser un paseante más, en esta calle un
paseante casi único. Logra ver a la monja entrar en un portal antes de
perderla de vista, y a pocos metros de ella los tres presuntos legionarios
de Cristo la igualan entrando en el edificio.

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Al aproximarse al monovolumen de sus antecesores perseguidores, José
calibra si ocuparse de los ocupantes que hubiera o librarse rápido
esquivándoles e ir tras la monja.
El discreto silencio se ha adueñado de la calle. No es menos cierto que
esto duda segundos, la quietud se anega tras el escollo golpear contra el
espejo retrovisor derecho, haciéndolo añicos, de una piedra.
Sobresaltados salen los ocupantes delanteros del automóvil, gritando-,
¿qué pasa, qué ocurre? ¡Demonios! -Consigue decir el que bajó por la
parte del copiloto al ver venir un objeto hacia él, antes de descubrir que
es la punta de una bota, más el resto que ya no vería al sufrir un puntapié
del salto que había dado José hacia él, reservándose contrarréplica a- ¡No
a los Demonios!
Antes de que pueda hablar el conductor que ha bajado por su lado, y
estaba sacando su arma de la empuñadura de piel que llevaba en el pecho,
José voltea sobre el capó de la furgoneta, girándose en pleno revuelo le
sacude una patada en los morros acallando las intenciones que en giro
brusco conducía. Este pierde el equilibrio por el impacto tambaleándose
hacia atrás, a la vez que de la parte trasera del piloto un tercer hombre
que permanecía en el interior del vehículo sale esgrimiendo una pistola.
José se escuda agarrando al piloto golpeado, deteniendo su caída se
impulsa junto a él al sentido contrario, cayendo de espaldas y delante
viniéndosele encima el inconsciente cochero, rebatiendo el desafío de la
acusación que le apuntaba el otro sicario, reprobado detiene en su cuerpo
los impactos de bala. José en su caída, acerca su mano al brazo del ya
muerto esbirro a torpeza de su compañero, y sujetando la pistola que se
desprendía de los inertes dedos insensibles, deriva en un disparo que
disgrega las intenciones de su opresor deteniendo en seco el recorrido de
su execrable existencia
Oculto tras la furgoneta pequeña flor no eleva toda la visión que
tranquilice la lucha que ha contemplado en parte. A flor de piel alivia
tensión, al poco puede ver que José sigue en pasos corriendo veloz hasta
el portal entrando, dejando en la calle tras un pausado, vuelta a la calma.
Recién llegado, echando iniciativa recoge la idea de plantearse la situación
más acorde. Remiendos a tantas luchas sacando conclusas recompensas,
de personas concretas, de dañar insignificante a Dios o a sus fanáticos
ultras, sabe que son idioteces en lo que representaría una batalla real
contra su enemigo.
Está dureza de juego ante amalgamados hombres sin don. Religiosos,
mercenarios, mixtos o autárquicos. La dura entereza se hace insoportable
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tras batallas diarias, por existencia acecha en la búsqueda insistentemente,
por fraude de traiciones indignado de la verdad, cada liza le hace perder
algo más en su condición de humano, de su menguada mitad humana.
En la quinta planta, el hombre que custodia el piso en forma de cura,
escucha en la puerta unos golpes discretos. La llamada es retenida en la
puerta, dilatante.
-Abra padre Gaudi, soy yo, la hermana Margarita -Anuncia quien es para
convencimiento del hombre interior, que abriendo sus puertas deja pasar
a la conocida providencia. Más abrir, le arrojan a cuerpo a la novicia y sin
dar uso a la razón entran los tres hooligans seguidores de la monja,
arropando juntos hacia dentro.
El padre Gaudi descorazonado palidecía de volver a repetirse la misma
escena que le había abrigado a retirarse a escondidas del peligro que le
seguía. La hermana Margarita no omitía la fuerza de su credo ante los
presentes.
Uno de los corpulentos hombres que la atentaba le instigaba. -Reza
cuanto quieras hermanita, que Dios hoy juega en campo contrario.
Otro de los personajes inspeccionaba la morada que escasa limitaba su
confort a una habitación, una cocina de un fogón, un cuarto de baño
enclenque sin baño, más que con un plato de ducha y la sala donde
estaban todos, que parecía haberse tirado unos tabiques para juntar salón
con habitación, al dividir la mitad del piso sólo en este espacio. De uno
de los armarios empotrados sobresalía lo que parecía una sabana de lo
que estaba recubriendo, el colchón de Sor margarita.
Eran detalles insignificantes, despreciables cuando la importante tensión
sometía toda la emoción fuera del cotilleo absurdo de rumorear
explicaciones detalladas, tales como un vaso de agua sobre el armario,
enjuagado de un producto limpiador de una dentadura postiza, que por
cierto, no estaba. Y era fácil buscar en qué boca chirriaba, y de la cueva
que formaba su concavidad escupía caridad en sintonía de milagros.
Cantidad de reseñas de huecos de rellenos, de mal comida o de caries,
empastes de que la han pillado en jaque, que se erosionan en detalles.
-Limpio, no hay nadie más -advirtió el marujo que buscó por la vivienda
desprotegida.
-Ok, se acabaron los rezos -anunciaba el fin sin escape para los dos
religiosos, a manos de otros hermanos de fe más traviesos.
Exageradamente maliciosos si la censura omitiera negarlo.

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De escalones acelerados ya ha llegado José a la quinta. En el pasillo
manifiesta una puerta abierta que le invita a descubrir donde están sin
embozo. En la entrada del rellano se detiene haciendo constar su
presencia, observando el cáliz de la situación, viendo a tres hombres
guardando en paralelo su similitud de coordenadas. Más atrás está la
hermana Margarita, y el padre Gaudi, que ya lo conocía, de haberle visto
en brevedad por la mañana.
El hombre que parecía el jefe de grupo encañonaba con la extensión del
brazo a los dos profesadores católicos. Giró sobre José, este permanecía
parado. Todos, excepto el apuntador retenían moverse, y hablar- ¡Llegas
tarde, la fiesta ha terminado! -Dijo. El brazo de él seguía extendido, y
José se preparaba para el disparo de la pistola que llevaba puesto
silenciador, pero sin embargó paró en seco lo que se preveía. El sujeto
articuló a la inversa volviendo a sus fueros de origen, y echó fuego del
arma contra el sacerdote. La hermana Margarita se interpuso entre el
objetivo recibiendo el impacto del proyectil.
En ese instante, si de la comparación de una partida de ajedrez fuera, en
pausa, cambió de canal a una melé de rugby. El que había disparado no
volvió a disparar contra el padre Gaudi, que permanecía arropado
cubierto en su mayor parte por el cuerpo que se le iba a la monja
Margarita. Tiró como un juguete de cuerda hacia el lado de José,
dispusiéndose a dispararle. Los otros dos compañeros intentaban sacar
sus armas que permanecían guardadas, ya que la aparición de José les
había pillado por sorpresa y se habían relajado al apresar al cura, que
debido a su indefensión no les causaba ni risa para preocuparse.
El macabro personaje disparó, pero encontró el punto perdido en el
hueco del descansillo, que tras la puerta se había alejado de su intención
de acabar con José. Este había rodado sobre el suelo, y llegado en gracia
se metió entre las piernas del hombre a su espalda, la cual ya había de
nuevo doblado, queriendo ahora sí, acabar con el padre Gaudi. La monja
ya descansando sobre el suelo frío, descontaba su presencia y el escudo
que le supuso al padre Gaudi anteriormente.
José retuvo la intención al colérico hombre. Agarrándole el brazo logró
desviar el proyectil, asestando el disparo contra su compañero que a la
izquierda intentaba apuntar a José, dando de lleno sobre el cuerpo, caía
postergado. De un manotazo abierto sobre el cuello José sacude a su
confrontario un topetazo en la nuca quitándole la consciencia.
Coaccionado a su derecha, chepudo en su intento de erguirse, saca su
pistola el tercer asaltante, el único que quedaba en pie de ellos. Antes de

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conseguir levantar el revólver, de una patada que le impuso José hace
nacerle alas al arma, volando fuera de su alcance. Al retornar José de su
medio salto el equilibrio se pierde, enredado sus pies al posicionar sobre
la alfombra le arruga su firme pose. Tendiéndole una emboscada al azar,
cae.
De este aprieto se aprovecha el supervivido intruso, que saca de su
espalda un gran machete afilado que llevaba envuelto en una cartuchera
especial para guardarlo. Le da la vuelta, y sujeta el filo con determinación
de arrojarle el arma blanca. José perdida la situación agarra rápido una
manzana que junto a otros despropósitos se habían caído, en la entrada
que interrumpió el vacío que compartía el padre Gaudi hasta el presente
lance, que maduraba por el suelo
Sujetándola aparándose en legítima defensa, consigue detener el puñal
que le acaban arrojando, al clavarse sobre la pieza de fruta que actuaba de
cáscara baluarte. José contraataca, y desde el suelo le plancha una llave
para hacer caer al impresionado contrincante. Puede levantarse de
inmediato al igual que José que elevando la pierna le etiqueta,
colocándosela debajo de la barbilla arrastrándole medio metro, cuerpo
entero hacia atrás contra el tabique ejerciendo una fuerza brutal le sujeta y
eleva del suelo, presionándole el cuello hasta que cesa su anhelo de
recoger insistentemente oxigeno que se le escapaba.
José tras acabar con el último legionario comprobado al arranque de tirón
de camisa, se acerca al padre Gaudi, que sentado sobre el suelo guardaba
el cadáver de la hermana Margarita. Perceptivo de lo que había pasado,
no encontraba una posición a la que acogerse, perdido en todo este
asunto del deseo que tenían de darle muerte.
-¡Hemos de irnos de aquí, pronto vendrán más! -le informaba en
frecuencia modulada al sacerdote que arrugaba su cara, cuando para él se
había detenido la transmisión de señales que escuchar. Ver allí la hermana
postrada, los cuerpos también perdidos acompañándoles por el
pavimento de esos hombres que instantes escasos habían intentando
matarle, y ahora esa voz consejera de un hombre desconocido, que si,
que le había salvado dos veces, no sabe como encajarlo en el tiempo
presente.
-Y no podré retenerles indefinidamente en su empeño de asesinarle -
prosiguió su insistencia José, con una frase tan rotunda que el cura se lo
tomo como un hecho real, práctico, válido actualmente.
Se levantó diciendo- ¡Vayámonos¡ -a un modo pausado acompañando sus
pasos. José salió por delante vigilando la entrada por si hubieran llegado
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más contrincantes, pero allí no había nadie más. El silencio impuesto
inhabitado a voluntad dejaba carente el vació del pasillo.
Se dirigió de nuevo al sacerdote, que de pie observaba el plante de la
escena sin inclinarse por salir definitivamente del piso-. Ya no podemos
hacer nada por ella -le comentó agarrando suave el brazo del Padre
Gaudi, queriendo aportarle entereza
Dándole la razón en oculto silencio, el hombre apagado salió de la casa y
bajaron escaleras hasta el portal. José nuevamente conspiró una posible
encerrona de que le esperaran, y se escurrió fuera a la calle, asegurándose
que no corrían peligro.
A la pequeña distancia seguían por los suelos los esbirros, tumbados por
coma mortal. Oyeron de inmediato sirenas de policía que anunciaba la
pronta venida al lugar. José quiso hacer un gesto llamando la atención de
Flor, pero esta ya habiendo visto a ambos hombres salir del edificio había
ido a su encuentro. Deteniéndose sobre ellos les instan en una de esas
dependencias que sobraban al caso-. ¡Subir, rápido!
José iniciaba entrar por la puerta derecha delantera, cuando el padre
Gaudi sugirió-, ¿no deberíamos esperar a la policía? Se encargaran de
ellos y...
José se detuvo sin entrar en el vehículo. Sujeto sus brazos al techo, dio
vuelta a la cabeza y se dirigió raudo con sus palabras al intranquilo y
confundido sacerdote-. ¡Ellos son la policía! Si quiere vivir padre -
diciéndolo de una forma que le resultaba a José forzada a calidad de que
considerase su confianza en él, añadiendo-, no intente buscar una razón.
Si se queda no obtendrá respuestas, sólo la muerte.
El padre Gaudi, que en básico se había sentado en su decisión de esperar
a la fuerza de ley al oír sus bocinas, la serena explicación de José le instigó
de tal manera, que dándole todo un acertijo era justo lo necesario para
decidir acompañarles.
José ya había entrado en la furgoneta, notificó a Flor la muerte de la
monja y andaba sentado dispuesto a irse. El padre Gaudi abrió la parte
trasera y dijo en humor negro-. Espero que no halla que echar gasolina,
no me he traído la cartera..
José y pequeña flor se miraron y sin malevosidad carcajearon en reposo
ante la expresión tan insospechada que había tenido el clérigo-. No se
preocupe Gaudi, y no evite distenderse. El peligro de hoy ha cesado de
momento.

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Algo que cura insignificante no podía calmar religiosamente. Parecía
tenderle un alivio contenido el que la resolución de su tranquilidad no
había llegado. No era sólo los intentos de matarle, no era todo lo que
consistía en él, ahora ya había muerto una persona a costa de salvarle la
vida y era tembloroso no poder cesar revivirlo.
La furgoneta iba por las calles alejándose del punto donde se encontró el
trance, en el piso de la monja. Las sirenas ya no se escuchaban, y el
derroche de evitar hablar aguantando la huida ya cansaba en todos.
Rompió pequeña flor el himen del sigilo-. Padre, ¿dónde estaba, esa era
su casa? -Ellos no lo sabían, quizás tenían puesta su creencia en que no,
pero flor aparte de querer saberlo segura, buscaba complicidad para
formar un diálogo.
-¡No!, era la vivienda de la hermana Margarita. Pobrecilla, era tan buena.
Me refugié en su casa tras lo que pasó esta mañana en el hotel -No dio
detalles de lo que había pasado allí, ya que había visto a ellos dos, a José
en la habitación y a pequeña flor cuando huía en la misma planta, donde
había encontrado el infortunio de su sentencia.
Gaudi inició una de las tantas dudas que se le amontonaban, y varias
donde ambos acompañantes que le antesaban en el vehículo estaban de
por medio-. ¿Vosotros quienes sois? -Preguntó buscando un poco de luz
al sin sentido.
- Yo soy Flor.
- Pequeña flor -sugiere José.
-Y él es José- le da réplica ella.
-¿O pequeño José? Se dice el padre Gaudi, sin esperar comentarios.
-Bruuff -Flor se parte de risa al oír esto, mientras José se lo toma
simpáticamente.
-Ésta podría ser su oportunidad de cambiar de profesión -le sugería a
José dirigiéndose al cura.
Dejar los votos por el reality show.
-Sinceramente, estaba en proceso de descolmugarme y dejar el
sacerdocio. Soy teólogo, si, así es como me considero.
-¿Quiere decir que ya no pertenece a la familia católica? -Le preguntó
Flor.
-Bueno yo... -se retiene primer momento cautelando que decir y
prosigue- a todos los niveles sigo siendo sacerdote, pero desde hace
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tiempo mi labor está encaminada en otro sentido que no comparto con la
Iglesia. Sigo sí, quizás de forma egoísta por la oportunidad de poder
ayudar a otras personas, que estando fuera sin hábitos no conseguiría.
-Menos mal, decía flor. Sino a ver como convencer a un sacerdote de
José.
Gaudi no comprendía de que hablaba, siquiera si se trataba ese José del
mismo hombre que le había ayudado a librarse de sus opresores. Trasladó
su indecisión a ella preguntándoselo-, ¿José, pequeño José? -Señalándole
al hombre que le había rescatado..
-¡No, Gaudi! Soy solo José, sin pequeño.
Flor no aguantaba más, y se reía sin poderlo retener. José la miraba y se
sentía salpicado de risa, de tanta que hasta a él le hizo sonreír.
-Ah perdón Don José, usted disculpe mi torpeza.
-Nooooo, esto va a peor -Pequeña Flor que aun no había detenido la risa
del anterior comentario cómico de Gaudi, detuvo el coche entrando en
un camino que encontró en la carretera, escondiendo la furgoneta de
presencia de miradas ajenas. Flor no era apática a la última valoración
oral de Gaudi y no titubeaba en reírse.
Ella Apagó el motor, restreñando el ruido. Las luces ocluyeron su mirar,
quedando en stand by dormían.
Desde luego la coyuntura que obligaba a haberse unido a aquellos tres
personajes en el día de hoy daba por sentado que la carga de pesar era
mal sostenida, y en cambio ante una intervención inoportuna de Gaudi se
retornaba por y aunque fuera instantánea perecedera, hasta su caduco
momento ocurrente, sobre todo para flor, que le había entrado el baile de
san vito.
José explicaba clases de parvulario cívico.
-Usted Gaudi. Ella -señalándola- Flor, y yo José, sólo José, no es tan
difícil.
-Lo he entendido -advertía el cura sin ánimos de debatir, concienciado de
no darle importancia si había habido alguna expresión inapropiada- No
piensen que soy un estúpido. Ya lo tengo claro, tú José, y ella flor, o
chiquita flor -dijo con templarte adusto.
-Eh, pero bueno -se rebelaba flor de lo oído.
-Excúsame hija, era mi forma de quitarme el miedo que tengo.
Dispénsame, me reprocho yo mismo de ser tan infantil.
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-Nada, ha sido divertido -oxígeno nitroso alertado por fuego sacudía, y
mediaba de ser singularidades espontáneas sin trasfondo.
-Gaudi, ¿porqué han intentado matarle? -Intentaba José averiguar lo que
estaba ocurriendo, perdiéndose la fugaz relajación.
El rostro del padre se serenaba en querer hablar, respondía su semblante
en no poder explicar muy bien el suceso- ¿No sabéis vosotros el porqué?
-Contrapreguntaba.
José y flor le miraban y no negaron. Esperaban que el párroco les diera la
respuesta, y él distinguía en la callada negación de ellos que lo confirmaba
ese apunte.
El padre intentó sacar algo que exponer, pero se le notaba reticente a
desvelar cualquier dato que no debiera. No se encontraba del todo
seguro, pero sabía al completo que ellos le habían ayudado a salvar la
vida, y si no fuera por la intervención precisa de José, ahora no estaría
destejiendo cuerdas que sujetaban el puente hacia la única salida
despejada. Era un riego adentrarse y caer, pero el obstáculo es que le
habían empujado ya parcialmente atravesarlo, impulsándole de un modo
agresivo. Sin ser atrevido no decide, tan único pasaje se supone que hasta
cruzarlo por inercia se debe, se sigue.
-Yo... -iniciaba en un gran monosílabo su idea que le pedían ambos
personajes que acababa de conocer un rato antes. Yc... - parecía tener una
respiración sibilante o querer volver a la estrecha sobresaliente
monosílaba, pero aceleró en su pasar y saltó en él, conjuntándose a la vez
con nuevas palabras-, no puedo confirmar el porqué de atentar contra mí.
Es cierto que intuyo que debe ser... -amagó a medias y prosiguió su
explicación-. por el desc... -renovó su parada en espera, y se encaminó sin
vuelta atrás al desnudar los cabos que agarraban la entrada del reforzado
portón-, descubrimiento que hice, pero no entiendo que por ello
desearan mi...
José le detuvo para ayudarle en la travesía.- ¿Qué descubrimiento? -le
solicitó que hablara de ello.
Gaudi se escurría entre los tablones. Miró atrás, y la pasarela no tenia ya
entrada. Era perecer o seguir y sortear lo que hubiera que venir. Se instaló
en su continuar agarrando la mano que le tendía José.
-Una profecía que concierne al mundo religioso, y en global a la
humanidad.

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Flor se dirigía a José evaluando lo que había oído, dándole explicación a
su entender-. ¿Las profecías no han sido instrumento del pasado? Hace
siglos que no hay nada relevante en la forma de actuar de él.
-Sí, tienes razón, pero dejemos que nos diga. Gaudi por favor, cuéntenos
qué tiene de misteriosa esa profecía
-Bueno, sería muy largo de explicar, y necesitaría mis apuntes para poder
dar una visión correcta de ella, aunque se puede simplificar en una fecha
histórica precedida por otras que ya ha habido que dará con un eventual
suceso sin precedente.
-¿No se tratará -le preguntaba flor- de la profecía de los papas, donde el
último de la lista sería ´"Petrus Romanus", y alude a la destrucción de la
ciudad de las siete colinas?
-¿La profecía de Malachy? -Curioseaba en pregunta-respuesta rápida José.
-San Malachy -Detalla Gaudi, corrigiendo lo que no era un fallo de José,
sino su actitud de anular nombrar santos donde no los hay.
-Sí -dice Pequeña Flor-. Circulaba el rumor por internet...
-El viejo bastado irlandés -denigrando interrumpió José los detalles que
daba la mujer.
Gaudi alzaba su miraba impactado, no acostumbrado a este reproche
malsano hacia personas religiosas.
-Es verdad que existe, ejem, esa profecía, que le fue otorgada por uno de
los propios papas a instancia del mandamás, pero el muy ignorante
apenas sabía leer, ya que mintió en su congregación haciéndose pasar por
escribano, y malinterpretó los escritos que le dieron para formar la
leyenda de los futuros papas -narraba José cuanto sabía.
El padre Gaudi se sorprendía del tema que se hablaba. Le resultaba
insólito los comentarios de José de temas que él, no ya como católico
donde debería aceptarlos ciegamente, sino como historiador de religiones
le obedecían familiares. Ahora separados enemistados, la historia era su
debilidad y la causa de encontrarse desvalido de la desgracia recogida en
la última cosecha del día-. ¿Cómo sabe eso amigo José, porqué cree que
San Malachy interpretó mal la profecía que tuvo durante su visita a roma?
-No lo creo, lo sé, créame Gaudi, lo sé.
Sin mojarse, a Gaudi no le pareció convincente la respuesta de un José
precavido de la intemperie. Ya que él en cambio pasaba sobre suelo
mojado de un puente escurridizo, lluvioso se añadía a su tarea difícil.

53
Entendió que había sido sincero con sus compañeros de travesía, pero
sin embargo de ellos no conocía nada, ningún dato que permitiera poder
juzgarles, o al menos adjetivizarles. Así se lo hizo saber a ambos.
-Creo que deberíais contarme como sabíais que iban a intentar matarme.
Yo he revelado en parte confiando en vosotros, pero necesito lo mismo
que me pedís, respuestas, que ahora me aquejan mi cabeza de tremendas
dudas. Lo necesito -no dijo más, aceptando que ellos habían entendido
perfecto su postura.
-Está bien, sincerémonos. Yo soy José, José de Nazaret, lucho contra
Dios, busco a María. Esta mañana seguía su rastro y me tropecé con
usted en la habitación cuando le iban a despachar. Después le hemos
buscado para que nos pudiera dar una explicación al porqué, de lo que
había pasado. Y nada más. Bueno, y pequeña Flor me acompaña, pero no
tema, ella es normal.
-Si -acepta ella-, así que la kriptonita no me hace nada.
El presbítero ordenaba cuanto había escuchado. En primera instancia
tomaba a José sus palabras por loco, en segunda de cómico, y de vuelta a
la sensación de que aquel hombre estaba chiflado le hizo entender los
complejos.
-¿Estáis locos o qué intenciones tenéis para engañarme de este modo tan
vil?
José agarró el brazo a Gaudi, y este, ambos, partieron en una
retrospectiva que José proyectaba de un momento vivido anteriormente.
Era una de las habilidades que podía conseguir. Cierto modo no era lo
que los ignorantes pensarían como un gran don, un poder absoluto,
simple sólo le valía para volver a vivir su vida si era preciso.
Si olvidar es difícil cuando se quiere, cuando la vida está grabada es
imposible desprenderse de ella. A voluntad él podía regresar, y al igual
uniéndose a otra persona seguirla en el viaje al pasado... en un retorno de
ida y vuelta válido para ocasiones. Ahora José trasladaba a Gaudi a un
recuerdo profano en las entrañas de su mente.
En primeras, revive la escena en la habitación del hotel tras la puerta. El
propio Gaudi oye sus palabras, recorre la escena de José luchando con
los malvados hombres que se encontraban en la sala, los disparos, los
asesinos caídos, y se fija en la cruz roja de uno de ellos. Se agacha
intentando tocarla temeroso, descubriendo que sólo es una capa en la
cinta del tiempo. Una figura que ve, que oye, y siente tan natural como
estar allí sin poder participar. Un espíritu revelado, velando la película de
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José. Ve su propia huida, y el posterior encuentro de pequeña flor
llegando por el pasillo hacia la habitación.
Inmediato saltan en el recuerdo en el frescor del tiempo para trasladarse a
uno histórico, la condenación a la crucifixión de su hijo Jesús de Nazaret,
ajusticiado bajo mandato del procurador romano Poncio Pilato. José no
puede aguantar ni el mínimo comienzo y vuelven a la realidad, Gaudi
impactado recobra la mesura. Ecuánime no concibe entenderlo, esto tan
irreal que seduce de auténtica realidad. Sensato no es momento de tirarse
a ilusiones-. ¿Qué me has hecho José, has usado hipnosis conmigo?
-¿Eso has sentido, o únicamente eso piensas?
El clérigo procuraba serenarse, y elucidar sentido común-. Esto no es
posible -ese fue su argumento.
-¿Y ahora qué me dices, estás seguro que estás despierto? -Preguntaba al
párroco.
Gaudi lo interpretaba como un deseo de intentar confundirle, pero no
cayó en la táctica que empleaba José-. ¡No, ahora estoy aquí, despierto, y
dueño de mí mismo!
-¿Y como aclaras eso? -Le señalaba hacía él, hacia sus piernas.
Gaudi se miró, y desde las pantorrillas hasta su calzado brillaba, estando
envuelto de polvo.
Manchado con la misma énfasis que tras una caminata donde se recibe
los deshechos menudos del camino de arena y se engancha barro en el
calzado, él lo llevaba refregado. Polvareda de gravilla, nubes de lodo le
impregnaban.
-¿Cómo es posible? -Se decía. José le aclaraba su perplejidad.
-Cuando salto a un recuerdo, el llevarlo a cabo tiene una tasa. En mi
memoria no se pierde, o mejor dicho, estará como en cualquier persona,
pero al querer reemprenderlo como el que hemos tenido no será
recuperado igual, se habrán perdidos detalles -como un filme, celuloides
quemados se desecan, extrayéndole la savia la remembranza seca-, y por
ello ese polvo que tú tienes es capa de mis momentos que ya no
rebrotarán, ¡como este polvo!
José abre la palma de la mano, que desde que llegó del tránsfugo viaje
perpetuaba cerrada resistiéndose a la pérdida de su existencia elemental.
Abriéndola la deja caer como reloj de arena, irremediable irreparar su
angustia compartida junto a Gaudi, de Jesús.

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Quieto en la gran noche Flor y Gaudi obedecían el instinto de dejar pasar
un respiro al alma, al que José tendía un pulso coetáneo, simple, eterno.
Se dio media vuelta, y se encaminó allá hacia la línea de arboles que entre
la espesura y la poca luz que regaba la luna se perdía su silueta.
El padre Gaudi, sintiéndose castigo y amigo de haber revivido de
instantes pasados y actualmente perdidos de José, tan duros, tan
espectaculares, irracionalmente humanísticos se preocupaba de su ida.
Se interesó alzando la voz- ¿José, a donde vas?
-Una voz acelerada gritona, le llegaba desde la maleza-. ¡Voy a mear!
Gaudi se quedó pillado, avergonzado en parte, no sin saber más si de la
pregunta o de la respuesta.
Flor enmascara su boca tapándola con la mano, sin poder no mediar en el
rostro un simulo de su gracia.
Al poco volvió José. Flor y Gaudi permanecían en silencio, cosa que no
esperaba José, pero la incomoda desligada ultima pregunta le llenó de
rubor al cura. Ya pasó y ahora parecía estar meditando en su cabeza,
calibrando sus propias ideas.
-Imagino que lo que le he contado y ha visto le habrá asombrado -
comentaba José.
-No estoy acostumbrado a que la gente sea tan flanca conmigo a la hora
de hacer a sus necesidades.
El padre le contestaba a su escaso entender que José hablaba de algo
contrario a lo que preguntaba, puesto que se encomendaba en sus
pensamientos haciendo cábalas. José miraba a Flor gesticulando con los
hombros como no entendieron lo que quería decir, y esta ya, en disimulo
total se dio la vuelta mirando a otro lado haciéndose la desinteresada para
esconder su risa.
-José creyó entender, o sin exactitud detallaba a Gaudi-. Me refería a
saber quien soy, y..
-Sí, desde luego, y me gustaría saber tantas cosas de usted, que me
podrían interesar. Ya pienso en las maravillosas confirmaciones que me
podría dar a mis estudios.
El cura hablaba como estudioso matemático complejo, parecía no
alterado de algo tan enormemente sorprendente, de haber conocido a
José Se lo tomaba de forma natural, y no ya por ser un, o un ex medio

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religioso como anticipó el mismo, pero no era normal esta falta de
desinterés inicial. A José no le molestaba, era singular el trato.
-José -el sacerdote se inclinó en una duda hacia él, pero no era la que
pensaba por donde podía ir-. Reparé en la habitación de una cosa que me
había llamado peculiar mi atención. Uno de los hombres que había
aporreado en la pelea llevaba una Svástica
-¿Se refiere a la cruz roja tatuada que llevaba?
-Sí, pero era una cruz envuelta en el símbolo...
-Esos símbolos eran normales en los Ustasha, eran religiosos nazis.
-¡Ustasha! -Reaccionó sorprendido Gaudi-. Pe... pero si los Ustasha se
extinguieron con el paso de los tiempos, sólo deberían quedar auténticos
ancianos que hallan sobrevivido.
José buscaba la forma de explicarle el hecho de que los Ustasha
estuvieran presentes en esta época, cosa que él también deslumbraba
como chocante. Podría responder en parte a la existencia en el tiempo de
estas temerosas personalidades, y hacerlo era complejo, era esclarecer
todo o casi todo el revuelo de la religión, de Dios, del cielo y la tierra, de
la vida y la desvivida desviva.
Créame que yo también me he asombrado de su reaparición, ya hace
tanto que no sabia nada de ellos, pero tenga conciencia que no
desaparecieron. Tras la guerra mundial ejercieron algunas operaciones
fastuosas.
¿Cómo... -Gaudi se urdía en el conocimiento. Risa cínica que aplaca la
religión, oprime cualquier suspicacia en la búsqueda de la duda, de las
teorías, de la verdad.
-¿Cómo cuál? -Seguía la tendida pregunta iniciada de Gaudi, José-.
¡Kennedy! - coordinaba queriendo convencer rápido-. Después otras
penetraciones más calladas, pero desde los años 80 apenas se han
registrado incursiones de movimientos, que sepa al menos de ellos, y ya
los daba por una red desmantelada y sus combatientes reclutados en otras
organizaciones
Gaudi se lo tomaba despacio. Demasiadas sensaciones se hacinaban, para
dar cabida a un tenso debate como a él gustaría. Debe omitirlas de
momento, aunque era difícil para él.
-¡Kenendy, es increíble! -reflejaba su sensación Gaudi.

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-Nosotros no sabíamos que intentaban asesinarle. Cuando me encontró
en la habitación estaba buscando alguna pista que me dijera algo de la
presencia de María en el hotel.
-¿María... qué María? -Preguntó de no saber de quien se trataba. Ipso
facto, dictada la pena de excomunión se echó la mano a la boca
descorazonado-, ¡María! ¿María Inmaculada? -Averiguaba saberlo en su
irresolución.
-¡María, mi María! -era su suponer. No hace falta ser un escogido, un
diestro de visualizaciones mágicas ni etéreas, para descubrir el ánima de
José sensible ante la nula incruenta de pensar en ella. No es una falta caer
en su pensamiento, no es un error, más maldito corazón que late, que
presume de amor, del negado perdido poderío de sentirse a escasos
niveles vivo.
¡Retenido!, exclama en la lejana existencia vagando mordaz de amenazas
seguidas, de locuaces interveniencias. Las déspotas contiendas, la
aborrecible calamidad que su mundo le tilda faltándole a su sinceridad, y
él tan solo quisiera ser normal, ser vurgal natural, un callado sin quejarse
ni que gritar, un renegado adorador de estropicios, de hipocricio, todo
cambiarlo... por tenerla a su lado.
¡Su María! Sus autoritarias palabras de dueño de una mujer es lo único
que le queda, que pueda considerar suyo. Ni ella está, ni el amor que
siente que le resta, ni los recuerdos que cieno le agarra sus pasos ciego, ni
el bosque que simula existir de un día estar allí, no anima, en la castiga
diaria de ser tan sólo él, él y su María. Si fuera amor sería un consuelo en
un restriego perdido, pero omnipresente la llama más allá de aquella
persona a la que se ama.
-"Esa es mi María -se señala-. Aquella que me nubla, envuelta de almas
pasajeras reprime mi existencia.
Aquella perdida niña de mis ojos, la que ahora lloro, la que me ignora en
sus despojos. Aquella sonrisa viva, la que concede que se adueñen
hombres sin nombre, de su cuerpo efigie, como soberana zorra libertina,
que inocente exculpa los santos demonios que conozca. Y fumarada de
orgullo que revoque el derrotero sentido de que tú, dueña, elegiste tu
fracasado camino, engañada yo no te dejo porque sigo siendo yo mismo.
Y ángeles no lloran por la desdicha, alucinógenos vuelan al rumbo que no
encuentro, porque ya no te tengo".
José vuelve del viaje, del que tiende acercarse, y prende de nuevo coraje.
Le preguntó interesándose por su aparición esa mañana en la habitación
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del hotel a Gaudi, procurando encontrar mayor significado al estancado
derrochismo de calibrar el cómo del porqué que le consternaba- ¿Porqué
fue esta mañana al hotel? ¿Cómo había quedado allí con el príncipe
Masín?
-Yo no conozco al príncipe Masín, había quedado con el Obispo rocco.
Este dato, pasaba de ser insignificante a eludir la responsabilidad de los
actos de terrorismo católico, y de nuevo una vez más, hacia su propia
etnia.
Flor comentó-, Gaudi, los hombres que le intentaron matar esta noche
eran esbirros del príncipe Masín. Y el auto que utilizaron para seguir a la
hermana Margarita pertenece al Obispo rocco.
Gaudi Reflexionó, incrédulo atribuyó una teoría incierta-. ¿Los hombres
del príncipe han matado al Obispo?
-No precisamente. Mejor pensar que él le pasó la información de su
encuentro a Masín, y este debía cumplir la liquidación del contrato que
tuvieran negociado.
En parte Gaudi dudaba de esa cábala, conocía al Obispo desde hace
años, y mantenía un trato respetuoso, sin llegar al amiguismo. Le
consideraba un hombre con ideas duras, conservadoras, y a la vez en el
máximo expresionismo de su cargo.
-¿Porqué en el hotel con el Obispo, un poco extraño, no? -deducía
preguntando Flor.
-Yo no pensé eso ya que me informó que tenía una cita importante allí, y
podríamos vernos antes de su reunión en el mismo hotel para poder
tratar lo que concernía.
-¿Y era...? -Preguntaba José. Y seguido ingirió una segunda pregunta-,
¿Tenía que ver con el Príncipe Masín?
-¡No! -Seco y rotundo apuntaló-. Ya he dicho que no conocía al tal
príncipe de donde sea. La reunión tenía que tratar de la profecía que
antes anticipé. Como pensé que era de absoluta necesidad contar lo que
había encontrado, llamé al Obispo por teléfono, y le conté brevemente
mi hipótesis. Era tarde casi medianoche, y me tendió la ocasión de vernos
a la mañana en el hotel. No hay ninguna reseña significativa que pueda
decir.
-Excepto qué nos explique a nosotros la profecía -daba por buena esta
posibilidad José.

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-¿La de Petrus Romanus? -Inquirío Pequeña Flor, ya que antes se había
quedado en el aire saber si se relacionaba con este vaticinio.
-No se trata de eso -dijo Gaudi. Pensó para adentro un pis pas, y los
obsequió con lo que ellos estaban esperando.
-Para explicarlo correctamente sería necesario ir a mi casa y coger todos
los apuntes que tengo. Aunque temo que eso sería imposible que
fuéramos allí, si han conseguido seguir a la hermana Margarita habrán
dado con el paradero de mi casa.
-¡Sin duda es lo primero que habrán hecho! -le confirmaba José.
-Entonces debemos desecharlo, estarán esperándome.
-Si fuese necesario podríamos intentarlo. Ir, y ver como está el panorama.
Es fácil que halla únicamente algunos esbirros allí, pero es mejor
comprobarlo -le sugería José.
-De poder os podría explicar que he conseguido descifrar, sería una
lástima perder todo mi trabajo si aun no lo está -Gaudi decaía en su
disposición de ser optimista al pensar en la eventualidad enorme de que
hubieran robado su investigación.
José le echó una mano por el hombro, animándole- Vamos a ver esa
profecía -de esta frase se estimaba y se aprobaba ir a donde vivía el
católico de derecho, y problemática polémica sin resolver de hecho.

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Capítulo III - La profecía Z

La medianoche llegó hace rato. En el proceso de relaciones de igualdad


de noches sin luz y días sin sombras interfiere la complejidad de los
elementos no respetando formas. Sombras al acecho y luces
provocadoras de energía propia, limitadas por tiempo.
-Es al final de esa calle -advierte Gaudi desde la parte trasera de la
furgoneta que conduce Pequeña Flor, y a su lado José. Ellos van por una
calle amplia de cuatros carriles, dos en cada dirección, que ahora se hace
inmensa de ancha por la fluidez en la carretera-. ¡Allí, la de la puerta
verde! -avisa señalando con el brazo el dueño de la vivienda, de donde se
encontraba su hogar. En el trecho que falta antes de llegar a ese punto,
pueden localizar como un coche cercano está presenciando los
movimientos que puedan llegar desde la casa de Gaudi, al estar aparcado
delante suya. Se prevé a cierta vista quienes serán.
-¡Gaudi! -le nombra José.
-¿Sí? -Contesta este
-¿Su casa tiene entrada trasera? -Le pregunta seguido.
-¡Sí! -Veloz le responde el hombre, que llevaba colgando religioso en su
cuerpo los mismos hábitos desde esta mañana en el hotel.
-Está bien, ¡para aquí Flor! -la furgoneta se detiene siguiendo la
indicación de José. Dirigiéndose a sus acompañantes le muestra las demás
instrucciones para que todo marche bien-. Id por detrás y entrar dentro
de la casa sin encender las luces. Yo ahora iré, en cuanto vea a nuestros
visitantes si están en la lista de invitados.
Su amiga acierta con la cabeza confirmándole la petición de José. Este
baja de la furgoneta, prosiguiendo su camino separado que conducirá al
punto de encuentro. Flor rodea la calle, donde antes de girar debió pasar
por donde estaban los hombres que custodiaban en coche la casa de
Gaudi, sin que interpretaran nada extraño cuando les rebasó delante de
ellos. Al estar en una vía de tránsito, el pasar de los coches era lo más
normal.
La furgoneta se frena en una zona tranquila. Bajan Gaudi y pequeña Flor
entrando por la parte posterior de la casa como habían acordado.
Guiándose con el tacto al estar las luces apagadas, apartando caer se
mueven despacio precavidos de hacer ruido, del que si pueden escuchar
provenir de otra habitación. Se contiene cualquier decisión que realizar
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por parte de ellos, cuando de pronto las luces de la sala donde se hallan
se han encendido. Pueden respirar más distendidos sin cambios bruscos
de ritmos al saber que era José quien había quebrado la dominada
tranquilidad-. Tenemos un rato. Tenían sensores de calor para saber en
todo momento si alguien entraba en la casa -les anunciaba a Pequeña Flor
y Gaudi, José en el explicado encuentro, llegado a este otro ahora mismo.
La vivienda está revuelta, el estropicio es descomunal, es lo primero que
pueden advertir al andar por la casa. La longitud dilatada del pasillo
divide las distintas estancias, todas sacudidas por el destrozo que
encuentran en cada mirada nueva. Los peores de los temores de Gaudi se
han confirmado, ¿O quizás no? -¡Ahora veremos si se han encontrado lo
que andaban buscando! -Coge nervio Gaudi en la incertidumbre más
intranquila y rápido marcha dirigiendo a sus nuevos amigos hasta un
armario empotrado.
Al mover la puerta que estaba fragmentada, hallan cascarones de rotos
estropicios del espejo interno, de los distintos estantes, y lo que queda de
una escultura de ébano. José y pequeña flor entendían que allí había
oculto Gaudi sus anotaciones y fueron encontradas al estar ausente ¡de
nada!, todo el armario. Para estimularles, generoso Gaudi los sorprendía
al subirse encima del cuello de la menguada obra esculpida que
representaba un guerrero, que decapitada cabeza cuadrada rodaba por los
despojos, y abrió el techo, empujando para arriba y después para dentro
la madera, para enseñarles-. ¡El trastero!
Gaudi buscaba con los dedos al lado opuesto de la tapa que hacía de
techo y tiró abajo una escalerilla de cuerdas un tanto rara, que parecía ser
hecha propiamente casera por él. Llevaba peldaños de madera frágiles de
confianza, de poder venirse abajo al escalarla.
-¡Vamos Arriba! ¡Allí tengo to.. o lo tenía! -Humilde no apuesta Gaudi
con lo que se va encontrar.
Al subir, es seguido por José primero y después, ayudándola este último
desde lo alto a su pequeña Flor en la tentativa de unirse a la expedición,
consiguiendo alzarla hasta el desván.
Gaudi ya ha hecho luz, y se alegra enormemente sin ocultarlo al
encontrar todo a salvo y sano, tal cual lo dejó.
-No han estado aquí -comentaba-. En esta cueva, como la llamo, es
donde guardo las cosas más importantes que tengo -seguía detallando-
De coste material no tengo nada apreciable, pero hay un gran valor
enriquecedor y sin precio académico en libros, objetos históricos y mis
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estudios que desempeño. En este barrio hay que tener cuidado, todos me
conocen pero es mejor estar prevenido y no dejar al demonio la
posibilidad de tentarle, por eso utilizo este lugar desde hace años para
encerrarme al estudio de mi dedicación.
El trastero no era tan pequeño como se podría creer desde abajo,
ocupaba unos veinte metros cuadrados, y lo que más destacaba sin dudas
aparte del polvo, eran los libros. Decenas se albergaban compartiendo el
lugar además con una mesa de escritorio, un flexón, una bombilla
despojada del calor de una lámpara que colgaba solitaria, raquítica sobre
tres hilos de conducción eléctricos, una pizarra, un par de armarios para
el reposo de los libros, y algunos objetos sin meterlo fijos en una
redacción acorde que pintaba en varios, todo cuanto lucía por el desnudo
globo de vidrio que daba una luz adecuada y generaba múltiples manchas
de perfiles negro monocolor de sombras.
-Como podéis ver -señalándoles la pizarra- aquí esta el quid de la
situación -le muestra partidario de que reconozcan en los recargados
eslóganes, invertebrados que ecuacionaban.
-Si, ahora lo tengo clariiisimo - vocalizaba sarcástica flor.
-Gaudi, explíquenos qué significa toda esta fase, no somos adivinos.
Perdón, perdón, desde luego. Rebuscando entre la historia hallé indicios
de una quimera juntando fragmentos de retablos históricos, datos
perdidos, otros encubiertos disimulados, olvidados e incluso secuestrados
por la propia iglesia, que gracias a mis privilegios otorgados por el
Obispo rocco he podido tener acceso a ellos.
-Para que podáis entenderlo de un modo fácil todo se basa y parte de la
cruz como si fuera un camino, marcando pasos por el mundo de hechos
singulares. Teniéndote aquí José sería de gran ayuda tu colaboración para
confirmar mis conclusiones -detallaba Gaudi el interés de que
interpretaran bien sus conclusiones.
Supongamos que la cruz es una Z -les seguía explicando a José y Flor-,
distingue apuntando y señala tres fechas trascendentales con medida en
su principio, rellano y final. Y aun más, como una ecuación lineal, cada
barra de la Z, o siguiendo la cruz en paralelo distinguirían unas segundas
fechas históricas, ¿Vais entendiendo?
-No. -no -le dijeron ambos oyentes.
Bien -dijo Gaudi. Se acercó al encerado y dibujó una cruz. Sobrepuso
trazando por encima una letra Z y a la vez detallaba el avance por cada
paso que daba-. Fecha 1 inicio de la Z, fecha 2 final de la línea de arriba
63
de la Z, fecha 3 principio barra central, fecha 4 final de la barra central,
fecha 5 comienzo de la barra inferior, y fecha 6 final de la barra inferior.
-La cruz no tiene barra inferior -aclaraba Flor.
-En este caso es la tierra que la sujeta argucia. ¿Entendéis esto? -le
reflexionaba Gaudi la posición de este valor.
En respuesta simbolizaron sin mencionar palabra que le seguían de
entrada, pero sólo vacío entrante sin llegada.
Ahora José esto es una teoría de apoyo, ya que según mis cálculos
necesito la fecha tres y cuatro, la de la barra central para darle sentido, y
no se tiene certeza de que homólogo en la cruz existiera la
correspondiente forma, en modo de barra inferior, o también conocida
por pie de descanso. Es cierto que no fue hacia el siglo X donde nos dice
las escrituras que aparecen las primeras cruces que tengan esta forma, y
son en cruces eslavas. Siento preguntarte esto José, pero sería importante
saber si la cruz de Jesús tenía... -paró dejando que la frase no esputara en
tremendas la arrogancia dañina. No hacía falta, sus contertulios
comprendían lo que Gaudi inquiría.
José en su recuerdo veía la tormenta de terror de aquel día. El sustento
mediano por querer salvar a Jesús, su rabia sujetada por vecinos y amigos,
ante la atenta mirada de centuriones romanos.
-Las crucifixiones nunca tuvieron punto de apoyo -pudo decir José.
-No me esperaba eso -Gaudi encajaba mal este hecho, ya que su
concreción del trayecto central no encajaba y se divorciaba la constructiva
pieza de seis puntos.
José asaltado de oídos no escuchaba lo que le decía. Inmerso en su
memoria seguía relatando, contando con intrínsecos detalles lo que
ocurrió-. La angustia de Jesús era tan penetrante que su pie derecho
clavado torció la parte floja de la cruz cuando empujó un pie hacia abajo,
mientras le clavaban el otro. Desencajado el hueso, partido, balanceando
sin punto de sostenimiento se colgó al pie izquierdo.
José se arrimó a la pizarra y obtuvo una tiza al arrancarla de los dedos de
Gaudi, que utilizó para sombrear sobre la cruz envuelta en la z que se
había representado antes en el tablero. Los pies de Jesús, los dos que
unidos torcidos hacia la derecha, creaba la barra inferior de la cruz y
fratricida lo que se podía considerar pie de apoyo, cuando el puntal
peculiar que le sostenía se lo daba su propio pie que aguantaba
machacado al otro.

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José subrayó esta recta con tal ímpetu que levantó chispas la pizarra. Por
un momento Gaudi se atrevería a proclamar que ese fluir era sangre
lineal, que acababa apagado fuego al contacto de perder el oxigeno que
de tanta concentración se debatía en especie, en puntos concretos.
José examinando añadía-. La cruz eslava tiene una barra extra superior -la
rayó de forma tenue al dibujo de la cruz Zeta.
Gaudi se aproximó con la manga de la camisa y la borró-. Si, si, pero no
interviene en el enigma. Esta línea sólo representa lo que siempre se ha
considerado, la réplica de la que plantó el Apóstol San Andrés cuando
mirando hacia el norte, sobre las montañas del Cáucaso, vaticinó que una
gran Iglesia se levantaría en aquella dirección. San Andrés de este modo
se convirtió en el profeta de la Iglesia Eslava-Bizantina, que para mí
detalla que esta profecía es una intervención final eclesiástica.
-Andrés no sabía ni cual era el norte, pero en fin... -denegaba José
tributos de santo.
-¿Pero no era pescador? -Le preguntaba Gaudi, mientas flor columpiaba
su mirar en el equilibrio de los dos hombres que manejaban la
conversación. Ella, combinaba en piedra su postura casi inmóvil.
-Pecador un rato, pescador lo que podía pillar -comentaba deshonrando
las memorias que Gaudi supiera transmitida por la secta religiosa.
El menudo hombre no quería perderse en detalles ni entrar en una
confrontación de hechos que solo fueron posibles mitos, ante su postura
imparcial desde hace mucho en temas de leyendas reflexionarias, a las
cuales no entregaría su alma ni aceptando pondría cuerpo en tierra a
disposición de la recalcada verdad ecuánime, y prosiguió contando-. Si
entendéis esto continuaré.
José le detuvo ante una duda que creaba-. Nos hablas de la Z contando
esos 6 puntos de apoyo, ¿y no podría ser que fuera la barra vertical la
línea imaginaria de lo que representa la inclinación de la Z y el pie de
apoyo de la cruz la barra inferior? Si fuera así a su favor, omitiendo que
es la tierra el punto 5 y 6.
-Ya razoné eso hace mucho, pero calculando los desfases de tiempo no
cuadraba, y ahora con lo que acabas de contarme no hay duda de que
encaja perfectamente la hipótesis que presumo al conjunto de la dicha.
Dejadme un momento que os lo explique cuanto tengo por favor -el
hombre invocaba la atención de ellos-. El proyecto Z surte del sustento
de distintas fuentes conjuntadas, para lograr formar un mapa que estaba
repartido en acciones ejercidas de distintas épocas.
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-Disculpa Gaudi. ¿Esto lo sabe alguien más? -José quería conocer este
apunte.
-¡No!, a nadie he precisado mi alegato. Y ahora por favor no me
interrumpáis hasta que desarrolle mi razonamiento, después me
preguntáis todo cuanto no comprendáis -de nota breve se mencionó a la
petición requerida.
José plagió recogiendo un gesto religioso, al pedirle disculpas.
Agarrándose las manos como forma de rezo se las llevó al rostro
simbolizando respeto y silencio.
-Como decía, son multitud de años estudiando teología e historia del arte
lo que me llevó de un apunte a otro, y a otro, etc..., enroscando una
secuencia en cadena. Un hecho importante que clama luz al asunto es lo
que el matemático griego Euclides comentó, y esto fue 300 años antes de
la era cristiana. Escribió los elementos, representando allí los cinco
postulados. Siglos después, el matemático alemán Bernhard Riemann en
1859, redactó una conjetura sobre la distribución de los ceros, conocida
como de la función zeta de Riemann Z(s) -Gaudi subtitulaba cuantos
números complejos redactaba sobre el tablero del encerado-, y constituye
uno de los problemas abiertos más importantes de las matemáticas
contemporáneas. En sus conclusiones se podían sacar distintas
secuencias que encajan en la profecía de la Z.
La función zeta de Riemann Z(s) está definida para todos los números
complejos s =/ 1 y adquiere ciertos ceros "triviales" para s = -2, s = -4, s
= -6, ... El indicio de juicio de Riemann hace referencia a los ceros no
triviales sosteniendo: "La parte real de todo cero no trivial de la función
zeta de Riemann es 1/2.
Por lo tanto los ceros no triviales deberían encontrarse en la línea crítica
1/2 + i t donde t es un número real e i es la unidad imaginaria".
José y flor se dividían entre ellos la raíz nula de tener completa la tabla del
problema que les planteaba Gaudi. En la cuantiosa explicación se podía
detectar lo que quería expresar, pero ya cuando entraba en ecuaciones, en
números complejos, en ilimitadas sumas y restas infinitas, quedaba una
claridad sin amperios suficientes de precisión, multiplicándose las ganas
de preguntar. El resultado era igual a que Gaudi seguía la explicativa
solución del desarrollo.
-La función zeta de Riemann Z(s) está definida para todo número
complejo s con parte real > 1 -decía y enmarcaba ajustes de lo dicho en la
pizarra. Por momentos parecía elevarse a la máxima potencia sus detalles-
66
. En la región{s en C: Re(s) > 1}, esta serie infinita converge. Bernhard
Riemann extendió esta función a todos los números complejos s con s =/
1. Esta es la función objeto de la hipótesis de Riemann.
Gaudi paró en seco, notando que se le iba la interpretación del
razonamiento-. Disculpad este embrollo de números, no puedo negar que
me entusiasma.
Ellos veían a Gaudi en el éxtasis del séptimo cielo cuando hacia adelante
contaba sus números, recobrándoles los adornaba de relación propia.
Emisores de renglones con formas definidas, objetos simbolizando
valores propios, y ahora de la profecía en espera... o en marcha.
-Recapitulando todo lo anterior os inicio más comprensible cuanto sé.
Existen tres fechas y otras tres secuénciales en paralelo que coincide con
la función zeta de Riemann, o casi. ¡Veamos! El nacimiento de Jesús
fecha 1, la muerte de Jesús fecha 2, el ataque a pearl haword fecha 4, y la
ubicación 6 que dará con el exacto momento de la fecha crucial más
importante, ¡El Apocalipsis! Y aquí vienen los peros, no he hallado
todavía la fecha 3 o 5, y es que con encontrar una más tendría preciso a
casi toda seguridad lograr decir la fecha del Apocalipsis, o quizás
necesitase las dos para determinar la fecha fija o en el peor de los casos
variable en su rango. Hasta ahora encaja todo cuanto he sacado.
-¿Porqué no puede ser una fecha concreta? -Rompió Flor la obediencia
cáustica, del voto del silencio.
-Sencillamente porque la teoría de la Hipótesis de Riemann nunca ha podido
ser demostrada.
Esto ocasionó un malestar en José y flor al atender ellos que la teoría ni
siquiera era una, sino una conjetura basada en otra. Era turbio
interpretarlo de cualquier modo.
-No me miréis así -encarrilaba Gaudi un deseo de amparar confianza-.
Euclides de Megara ha sido puente, -y en su concordancia, reblandecía
cuando meditaba de cruzar la plataforma para contarles lo que consiguió
descifrar, que este si era el vinculo del pontón que le une a la tierra firme,
el que fortifica y confirma los pies donde pisa. En su metáfora anda-,
para las matemáticas, y además de ser un magnifica herramienta de
conceptos deductivo ha sido elevadamente valioso en muchos campos
del conocimiento, por ejemplo en la química, la física, la astronomía, y
numerosas ingenierías. Sin duda en el terreno de las matemáticas es una
valiosísima herramienta. Inspirados por la euritmia de la exposición de
Euclides, en el siglo II se formuló "la teoría Ptolemaica del Universo", según
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apuntaba que la Tierra era el centro del Universo, y los planetas, la Luna y
el Sol daban vueltas a su alrededor. Bueno, olvidar este punto -procuró
ignorar lo último expuesto, prevaleciendo que la idea de este comentario
no era muy saludable por razones obvias.
-¿De esto hay algo que queráis preguntar? -Gaudi dejaba que inquirieran
sobre el tema que trataban.
Flor reseñó-. Una total que no sé ni como empezarla -expresaba confusa.
-¿Que opinas José? -Gaudi quería conocer lo que pensaba él, de cuanto
había dado a entender hasta ahora.
-¿Tú reflexión, sólo parte del indicio del conocimiento especulativo de
Euclides? -Basó su entendimiento en preguntar
-¡No, no, no! Lo he tomado como un fundamento, pero podría y os haré
detallar...
-¡Más números no, por favor! -Flor no pudo evitar callar su corto regaño.
Gaudi la miraba sintiéndola aburrida, aunque quizás pensaba que su
intelecto no era capaz de asimilar estas complicadas ecuaciones. Se
revolvió ignorando el séquito y se dirigió reflexionando la respuesta a la
pregunta de José.
-Es una tela de araña, que sigue un cartabón preciso...
-Que sin embargo no has logrado dar con el término -le pausó José la
réplica de continuidad que llevaba Gaudi, el cual no esgrimió comentario
alguno. La búsqueda de intentar explicar su teoría de la profecía, era
preciso concienciarla desde distintas latitudes para llegar a ella. Detallarlo
en minutos el trabajo de cuantiosos años era enormemente insostenible.
-Lo que sí sabemos, es que sea o no exacta esta hipótesis tiene que
inducir un nexo que considere peligroso la iglesia en ella. El querer
matarle por ello convence a creerlo firmemente, a no ser que halla
algo que aun no nos halla contado -le echó el sonda para averiguar toda la
verdad de Gaudi.
Este resolvió el asunto expuesto en voz alta-. ¡No hay nada más, lo juro! -
Sé sinceraba, al menos parecía en sus gestos definirlo acorde-. ¡Lo juro
por Dios y por José! -En estimulo de realce comentó.
Flor esquivó mirar a José, ya que era una mujer de risa fácil, y tentadora
en ese momento la dicha ignoraba el no reír. José seguía sin exactitud
atinar si estos comentarios de Gaudi eran inercia de su personalidad sin
intencionalidad o más bien dando un punto irónico.
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Una fuerza impulsora se presentó sin duda a prender indecisión sobre un
matiz pasado por válido. José necesitaba confirmarlo, y preguntó a Gaudi
-Los tiempos que has utilizado para la ecuación Z, si es correcto que la
llame así -Gaudi gesticuló que si, que estaba bien la forma de definirla-,
¿están hechos a partir de fecha de la era actual cristiana o has corregido
los años diferenciales que lleva la era presente?
El teólogo matemático, historizaba lo que él intuyó de la pregunta de
José-. Con referencia a las fechas fueron delimitadas anotando con el
nacimiento de Jesús, año 0 D.C, muerte de Jesús año 35 D.C, y así...
-Pero entonces es preciso que sepas que es erróneo los cálculos, ya que
Jesús nació 6 años antes del año cero.
-¿Estás seguro de ello? -Gaudi pedía que le reafirmara esta corrección, ya
que era fundamental.
- Seguro -rotundo José afirmaba en su secuencia.
-Esto demuestra lo que se ha rumoreado en tantas ocasiones -admitía un
Gaudi pensativo. Caminante se dirigió a la estantería, y rebuscó entre las
decenas de libros que se apilaban sin jerarquía. Los estantes intentaban
guardan un orden, pero era fatigoso el deseo por la contra de tomos
atrincherados tapándose entre ellos, y otros que se elevaban en torres con
formas desobedientes.
Rascó entre estos últimos y consiguió dar con el que buscaba. Lo
desenvolvió del polvo que le editaba sacudiéndolo sobre sus lomos.
Buscó entre las paginas y dijo-, "Jesús no nació, como suele decirse, en el
año primero de la Era Cristiana. El sabio benedictino Dionisio el Exiguo,
que en el año 533 empezó por vez primera a contar los años a partir del
nacimiento del Señor, sustituyendo la antigua numeración que partía de la
fundación de Roma, se equivocó en 6 años»(302). Él hizo coincidir el 1
de enero el año uno, con el 1 de enero del año 754 de la fundación de
Roma, en vez de escoger el 748 que hoy se considera como exacto. Por
lo tanto, debemos colocar el nacimiento de Cristo seis años antes de la
Era Cristiana"-. ¿Es así José?
-Ya se me hace difícil memorizar a Dionisio, al calendario Romano y a
sus restos de muertos -respondió severo, rehusando la sensación que
normalmente encajaba José, de la forma de dialogar de Gaudi. Esta vez
era al revés, el historiador matemático no podía medir si su hablar era una
expresión simbólica o una quejada mofa de sublevación antes sus propios
hitos históricos, como dejados muertos en el tiempo permanecen para ser
rescatados o sepultados definitivamente-. Date cuenta -continuaba
69
elucidando José-, que la historia y sobre todo la historia religiosa está
carcada de mentiras, de incorrecciones, de fechas y lugares que ni fueron
ni estuvieron presentes. Otras modificadas a pulso de un escribano a su
suerte o a permuta de monedas de oro que enaltecieran al que fuera su
pagador. Lo que sí puedo asegurar es que fueron 6 años antes.
-Tu alusión muda mis apuntes -afirmaba Gaudi-. Se volvió hacia la
pizarra aun con el libro en la mano del que citó a "benedictino". Sintió
que le estorbaba y se lo entregó a Flor, e inició una continua sesión de
numerología desfilando ante sus invitados, con cambios de guión, ataques
en adelanto a planos a tres, bajadas contenidas, subidas en contraataque.
Reseñas que esperaban en circulo ser tomadas como botín de conjunto,
dependía de sus factores de potencia. Binomios, que por termino común
eran elevados, atascados en cuadrados parapetados tras un segundo grado
era su oportunidad, pero acababan borrados por el plano tangente, la
concordancia era un ir, venir, y esperar. El valor de la incógnita se
despejaba.
- Tengo el punto 4 y resuelto el... ¡No puede ser! -fallaba en error la
conclusión de Gaudi.
-¿Qué no puede ser? Preguntaron indistinto Flor y José.
-La fecha que nos da el punto 5, el 20 de abril 2005
-¡Es dentro de una semana, sorprendente! -Decía Flor.
-Y yo vaticinaría que ese día será elegido el nuevo sucesor de la iglesia -
apostaba José en su pensar de cálculo rápido
Gaudi, seguía mientras tanto voceando para sí cuentas de última hora, y
se detuvo al oír lo que había comentado José-. ¡El cónclave! -Tienes
razón, no puede ser de otro modo, o eso espero yo también.
-¿Cuál es la fecha resultante seis, del Argamedon? -Provocó Flor llegar a
la parte más esperada.
-No lo sé -se aseguró Gaudi en avisarlo sin demora.
-¿Cómo que no lo sabes? ¿Pero...pero esto que es? Esto no es serio -
parecía entrar Flor en el juego de comentar para luego tener que deducir
comentarios rítmicos o impulsivos sin doble identidad. No lo dejó en esa
posibilidad y preguntó con una duda más importante que discernir-. ¿No
es una regla de tres? Si tienes todos los demás puntos, por evidencia debe
saberse cual es el punto sexto -certera proclamaba.
No, Flor.- ¿Te puedo llamar de otro modo? Me siento un poco
incomodo llamándote de esta manera.
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-¡No! -Le rotundizó ella con el semblante en espera de lo que realmente
le preocupaba-, A no ser que quiera bautizarme de nuevo -comentó
bajando la autoritaria respuesta que hizo al instante de llegada la pregunta
sin tiempo a reaccionar mejor.
-Escúsame, no quería ofenderte y respeto tus...
José le inducía virilla. -¡Gaudi, por favor!, no nos desviemos en
trivialismos.
-Ah si, disculparme de nuevo -Se captaba en su forma de actuar al hablar,
que era un hombre propicio a la consideración y costumbre de pedir
perdón, sin conocerse si más a los mortales o a frutos actos con destinos
para acogerse en el cielo. -No es como comentas Flor. Todo son
conjunciones, faltan directrices, y falta no olvidemos el punto tres.
-Pero si antes.. -Flor intentaba comentar que previamente se sabía, pero
el teólogo le respondió previo saltándose este paso.
-Los puntos han cambiado, las modificaciones al igual. Los puntos 1 y 2
continúan en litigio. El tres se pierde, perdón -volvió a excusarse- al no
haberlo comentado antes si era el momento apropiado, y el cuatro
aparece en sustituto del tres modificado.
-¿No puede existir otra forma más elocuente de que fueran otras fechas y
estas...? -José, cierto dudaba de la profecía, que en su conjunto no le
parecía descabellada, pero si quizás las fechas. El proceso de entenderlo
correcto de cómo había sido calculado era una posibilidad indudable.
-¿Estuvieran erróneas? -Se afirmaban por los demás esta percepción.
Gaudi se sentía desganado de no estar arropado de aprecio, y figuraba
animarse para razonarles. -Como os he dicho todo son conjeturas, y sin
embargo estas nuevas fechas, me dan más razón incluso que antes en mi
desarrollo de la procedía Z, con la aparición del punto cinco que
probable sea la elección del nuevo papa. Y logrado de mérito es el punto
cuatro, ya que es justo y milimétrico el que razonaba con los anteriores
plazos como tres. Idéntico ideado como jeroglífico que deja detalles para
engañar, porque el concordar el mismo día en dos posiciones de espacio
diferentes basados en una formula con unas variantes mínimas, no
entraría en un infinito de posibilidades de que resultase equivalente. El
punto cuatro nos da la fecha 26 noviembre de 1941, que es el ataque y
preciso al pearl haword.
Tanto datos precisos como imprecisas confusiones de toda la trama,
embrollaba y se seguía con interés por José y Pequeña Flor, que estaban
dispuesto a escuchar hasta el resuelto último punto. Sobre el rescatado
71
anterior comentario de Gaudi se complicaba más tanta maquinación por
descifrar.
-¿Y porqué es tan importante este antecedente de guerra en la profecía?
El dato es llamativo, pero es uno más, uno de tantos en los anales de la
historia. ¿Qué relevancia tiene en la idea de esta conjunción? ¿Qué tiene
que ver en sí con la religión? -le envió Flor una pila de metralla cargada
para responder.
-Flor, José -guiaba Gaudi sus palabras indicándoselas a ellos dos,- quizás
no me he explicado coherente. Es que pensar, que os estoy contando en
resumen detalles que han sido años y años de estudio, de dificultoso
trabajo en la recolección de búsquedas de documentos, muchos de los
cuales estaban con los precintos adjuntos clasificados. El análisis desde
varios campos científicos distintos, para que pueda resolver una certera
causa de lo que en sí sería una representación inverosímil de iluminar
detallada. A tu pregunta te digo Flor, que la profecía no está únicamente
ligada a la religión. También interviene por ejemplo la doctrina del
álgebra y el simbolismo, especialmente de la cruz, o representada en la
vida mundana como una Z, Zeta el final, da escalofríos de pensarlo así.
Sin ignorar que proviene del alfabeto romano que la derivó de una letra
griega, la cual tenía su origen en un jeroglífico egipcio, que como número
representa 2000, lo que nos lleva a nuestro tiempo actual casi milimétrico
si descontamos los 6 años de avance que presumía erróneos. Ya os veo
con intención de preguntarme si esa sería la fecha 6 de la profecía, el año
2006 -a flor se le había subido a la cara por lo visto esa idea al gesticular
sorpresiva, pero fue por un momento nada más, para acabar al escuchar a
Gaudi- y la respuesta es que no, ya que no entra en ningún parámetro
más que en este recuento fácil. Creo que es una treta para desviar la
atención, no imagináis la cantidad de acertijos mordaces he tenido que
desmentir para no arruinar en un punto sin salida la profecía Z. Ahora os
intentaré explicar la relación del punto cuatro.
La batalla de pearl harbor fue bautizada como operación Z. Para
empezar, ya os dais una semejanza de su intervención con tal
designación. No sólo esto, sino que las propias fechas que hay desde el
origen del preparativo, su forma de tramitar la batalla, el ataque final, es
una propia si aislamos únicamente estos datos a la teoría ptolemaica.
Designada por su autor alejandrino Ptolomeo, la teoría testimonia que el
centro del universo era la Tierra, y que los distintos elementos celestiales,
inclusive el Sol, giraban en torno a nuestro planeta. Obviando esta
abominación y fijándonos exclusivamente en una de sus cartas astrales las
fechas son las coordenadas minuciosas de ataque a pearl hadword. Toda
72
su obra está inspirada por la armonía de la presentación de Euclides.
Cuando menciono toda dejo insistencia que sólo de las cosas que nos han
quedado reseñadas de sus avatares, ya que escribió un libro que a lo largo
del periodo del tiempo en el mundo se perdió. Es cuanto puedo
contaros, sobre lo que podría ser el nefasto día final.
Gaudi se persigna, José le mira, quisiera sonreír como simpatizando en su
ironía. Sin embargo ese gesto tan simple y desafiante, merma vanidad de
simplificar el deseo.
Perdona José, es la costumbre. Tu aparición es dar una entrada precisa
para certeza de lo que estaba averiguando, y no obstante, me siento
traicionando mis creencias religiosas, si tuviera que llamarlas de algún
modo. Una cosa es la Iglesia y otra Dios.
-No quiero confundirte, ni intentar que creas nada distinto, sólo
reflexiona lo que te ha pasado esta mañana, ¿quién te ataco? No eran
propios cristianos de tu fe los que querían acabar contigo?
-Debe de existir alguna razón para todo esto.
-¿Una lógica?
Gaudi no sabe que responder, tanto lo que le pasó por la mañana como
la presencia ahora de un hombre que decía ser mas que menos que José,
José de Nazaret, opaca caracteriza su definición de todo el porqué.
-Discúlpame José me supera este ensayo de mi fe, no estoy preparado
para ello -ahora mismo Gaudi se había transformado del fugitivo
religioso al fiel testigo de la credulidad del dogma.
-¿Quién más que una persona de fe como tú para poderlo entender?
¿Qué has hecho con tu vida?
-¡Prepararme!
-¿Prepararte o perderla? -José atacaba sin compasión.
-¡Prepararme sirviendo a Dios!
-¿Para?
-Para enseñar su doctrina y ser fiel merecedor de su gracia.
-Bien, te has ganado una excedencia al cielo. Ahora Gaudi te pido que
olvides lo que te ha enseñado la Biblia y la propia iglesia.
-¿Es esto una prueba?
-No, solo quiero compartir un retablo de verdad
-Yo he sido siempre un buen cirstia...
73
-Gaudi por favor, no seas una marioneta, ¿no sabes hablar sin un
contexto religioso?
Hiriendo su sensibilidad, que es justo lo que buscaba, el perturbado
hombre se ausenta de las cosas preparando tal capricho de José, y le
cuenta su ser personal.
-¿Quieres saber mi opinión sincera? -José confirma apoyando su
decisión-. A lo largo de mis años he sentido inconveniencias terribles que
todo fuera vano, que sirvieran estériles los deseos para poseer capacidad
de poder dispensar ayuda al mundo y a su gente. Miles de seres sufriendo
día a día, con o sin razón. Y no es una gracia divina la misericordia... -
dejaba su cábala sin pregunta por que sabía que no existía respuesta.
-"Dreams dreams dreams" -tarareaba José en su cabeza. No sea un parecer
de ignorar lo que estaba escuchando de Gaudi, lo que él quiere es su
fundamento de recogerse integro a la sinceridad. La belleza de la verdad
siempre se la cuestionó y hace mucho que decidió ser imparcial, y no
desvelar excepto ocasiones imperiosas su propia identidad. No se puede
estar preparado para romper un sueño, ¿qué castigo es mayor que
destruyan tu fe? ¿Cuál es el delito que ha cometido una persona por creer
en una quimera? No es posible que él sea el dueño de la seguridad que
abra cada ser a la ponencia verídica.
Si destrozase un sueño, ¿qué le quedaría a quien vivió en sus márgenes?
Tan frágil, cada persona es una mísera gota minúscula sobre la faz de la
tierra. ¿y qué diferencia hay entre esa ridícula gota y tu oceánico mundo
devoto? ¡Nada! Humanos, seres marcados al hierro frío del vacío
existencial, inperfecionados con la capacidad de razonar, de
sentimentalizar la gloria y la miseria. Tan sencillo que se dificulta descifrar
esta presencia de razonar, y debe adecuarlo en siglos, para darle formar y
decidir que es peor conocer una posible realidad que vivir en tus mas
absurdos engaños, muchos impuestos por propia voluntad.
"¿Pero quien es él? Es una ironía, el perdón al pecado original por el
deshonor y derecho a nacer.
Es una metáfora, la noche que abraza la oscuridad.
Es un extraño, donde su naturaleza está engañada al mundo.
Es la llave, de la puerta a un rumbo que se detiene por soñar girar".
-¿Exactamente, que le contó al Obispo al respecto del este asunto?
Cambió de tema José, ya hastio de todos los apuntes recogidos de la
anterior materia.

74
-Él conocía desde hace años mis estudios históricos, matemáticos, y
astrónomos en menor medida. Cuando le llamé la pasada medianoche le
dije que había resuelto prácticamente el enigma a una investigación en la
que estaba inmerso, de esto no sabía él nada antes -aclaraba Gaudi- ,que
se trataba de una profecía que partía de la cruz y concluía como final en
el Apocalipsis. No entré en concreciones esperando a la mañana, por lo
que desconoce al completo cualquier detalle básico.
Ha sido una suerte que no hallan dado con el trastero -aspiraba satisfecho
añadiendo al comentario.
-Demasiada -apuntillaba José.
-¿Qué quieres decir?
-Que es muy extraño que hallan estado en la casa y no hubieran dado con
este lugar.
-Quizás las prisas -ponía de pega Gaudi-. ¿Aunque prisas para qué? -Se
negaba él mismo aquella justificación e ideó una nueva posibilidad-.
Vosotros lo habéis visto que no era tan fácil encontrar el escondrijo, ¿no?
-Miraba a sus compañeros de historia buscando aceptación de posibles.
-¡Gaudi, tenemos que irnos de aquí! Pronto vendrán nuevos esbirros
cuando intenten sin resultado contactar con los guardias que vigilaban la
casa- apercibía José proponiendo que no permanecieran más segundos
descontando allí, ¿especulaciones?
Gaudi aceptaba su petición-. Necesito llevarme unas cuantas cosas -
advirtió.
-Dese prisa, y procure coger sólo lo imprescindible y con certeza saber
que será del todo imposible volver aquí.
Gaudi reunió un par de libros, varias hojas sueltas documentadas, y
anotaciones personales. Ya dispuesto con los deberes hechos, aceptó irse.
Los tres tras haberse apagado la luz del trastero, lo dejaron desértico de
presencia de vida, y bajaron por la escalera temblorosa a la planta baja.
José solicitó a sus acompañantes que esperasen dentro de la casa mientras
él iba a echar un vistazo por el vecindario. Salió por la puerta trasera y
volvió a los pocos minutos por la misma entrada, tiempo que
permanecieron Flor y Gaudi expectantes sin hacer menciones, más que
leves tendencias de frases cotidianas de queja.
-No hay peligro, salgamos-aseguró José y se dirigieron todos a donde se
ubicaba la furgoneta, que de nuevo Flor poniéndose al volante los
trasladaba de sitio. Con el cruce de calles cogieron la autopista, para salir
75
fuera de la ciudad. Durante la travesía Gaudi interesado preguntó-.
¿Dónde vamos? Si se puede saber -alargó su frase dejando nota de no
desear parecer indiscreto.
-A un lugar seguro, no se preocupe -le tranquilizaba Flor.
Para su acomodo José le extendió la respuesta-. Vamos a la casa de Flor,
o mejor dicho a su laboratorio. Allí estaremos a salvo, ellos no conocen
ese lugar.
-¿Laboratorio de qué? -Fisgón ahora sí, curioseaba Gaudi.
-Flor es Química Bióloga e investiga distintas vías para una solución que
hasta el día no hemos dado con ella.
Gaudi hizo un inicio de preguntar, pero no dijo nada para no resbalar en
la indiscreción, tampoco hubo falta José se apresuro a saciar su intriga.
-Matar a Dios -le comentó la causa de la investigación y pasó a detallarle
otros aspectos más del preciso lugar mezclando cosas distintas. Su
naturalidad al expresarse era amena - Ya verá como le gusta el sitio, hay
diversos objetos históricos que por lo que creo le fascinará.
-Lo único que hacen es amontonar polvo. Si por mí fuera los subastaría
por Internet ahora que está de moda -se entremetió Flor quejándose.
-¡Oh, qué aberración! -protestaba Gaudi por el despropósito que acababa
de escuchar. Pararon un momento sus palabras delirando y sujeto en la
curiosidad preguntó- ¿Y de qué épocas son los objetos que tenéis, son
muy antiguos? -se cortó un segundo su hablar para implicar una nueva
pregunta- ¿Y Para qué Matar a Dios? Hizo conveniente conocer más
rasgos sobre la connivencia, del delito que se confabulaba.
-Hay objetos que adquirí por mi vida de trotamundos, de roma, Egipto,
Hispania, algunos de ellos con bastantes siglos.
-Y algunos milenios -especificaba Pequeña Flor- sacando la punta de
lanza. A ella no le producía una satisfacción la recolección de esos
objetos antiguos e inservibles, donde al opuesto, Gaudi era un fervor
incondicional. Para José en un termino medio eran resultados de detalles
pasados cronológicos, y detallado más elocuente, de su constituida
biografía.
Gaudi se entusiasmaba goloso como un niño esperando un regalo, el
llegar a su destino para descubrir los hallazgos que se le presentaba.
-Pregunte Gaudi sin temor, le veo excitado -Tras las conversaciones que
han mantenido los tres al trato dado entre ellos y las propias

76
observaciones de Gaudi queriendo rebajar a un lado su parte profesante,
al dirigirse a él sus nuevos amigos le tratan con el nombre únicamente. Su
nombre, sin calificaciones fervorosas. Esto podría valer para Pequeña
Flor, porque en José de siempre, era una trasvase difícil que se dirigiera él
de una forma más ortodoxa en otras circunstancias. La antipatía hacia
todo lo relacionado con la doctrina del clero chocaba con el trato
respetuoso con el que humilde disponía invariable hacia los demás,
predicando el ejemplo del respeto.
-José, te agradezco tu voluntad -Gaudi agradecía-. Déjame darte las
gracias por haberme salvado la vida e intentar protegerme. A ambos os
doy gracias infinitas -hizo esta mención también hacia Flor, mirándola.
Ella le hizo un saludo militar, sin apartar la vista de la carretera. Gaudi
seguía esforzándose en que le entendieran lo que él estaba sintiendo-. Es
tan repentino que halla pasado a la vez todas estas cosas tan grandes, que
para mi monótona vida se sobrecoge sujetar el impulso. Imagino que
para vosotros mi vida será ridícula.
-Gaudi, ninguna lo es -contrarrestaba José.
-Sí, sólo cómica -dejó suelto Flor, dando la nota de humor para restar
importancia al desencanto de Gaudi de sentirse inferior a ellos.
-Llevaba tantos años tratando conjunciones, hipotéticas profecías, que al
inicio era una quimera de un sueño astral. Ahora lo descubro, y en doble
sentido soy el valedor de malos augurios. El descubrir que la profecía
acaba con un mal mundial, y desearía denegar esta posibilidad, que
estuviera equivocado. ¡Y me han intentando matar ya por dos veces!, y
estas circunstancias me disgustan en la acomodada y tranquila vida que
llevo. Luego aparecéis vosotros, y descubrir que eres José ¡José! Es
inconcebible por mucho que lo admita. No quiero ser brusco -se
serenaba tras declararlo efusivo.
-No, no, tranquilo, sigue por favor -Le pedía José siguiendo con interés
las palabras de Gaudi.
-Ahora tengo en mi cabeza preguntas por doquier, de esas dudas
terrenales que siempre se sienten, de hechos históricos que se han
cuestionado, de otros misterios jamás encontrados, y no sé ni si debería
respetuosamente preguntarlos, y quizás peor, aun el merecer saberlo.
José apreciaba esas palabras de tal pureza, que le encomendaba en un
prestigio de considerarlo verdad-. No retengas tu deseo ni temas
preguntar, yo estoy dispuesto a escucharte.

77
-Escena ganadora para los Óscar -bromeó Flor-. José en el papel de su
vida reclama infranqueable la amistad entrañable de los desprotegidos.
-Te voy a dar -dijo e hizo José zarandeándola el pelo.
-Eh, profesionalidad, que estoy conduciendo -le pedía cordura ella, más
como excusa de que no la chinchara.
Fue un momento bastante grato para los tres, por un instante compartían
una sensación que emanaba simpatías. Gaudi después de las risas recogió
el testigo de José, y comenzó a preguntarle cuantas cosas se le ocurría
mientras marchaban a la casa de Flor. La gran ciudad se quedaba atrás, al
igual que la noche. El día a un tercio de la noche alferecía nítidamente. Se
vislumbraría la ciudad por la nube de impureza que la coronaba, de los
habituales malos humos.
José Fue contestando a casi todos los requerimientos de Gaudi,
exceptuando pasar por alto algunos detalles dolorosos o que pensara que
no fuera correcto implicarlos para una persona y que curvara en una
meditación dolorosa e irrecuperable. Contó sobre su existencia, el paso
del largo periodo de vida por el mundo narrando acontecimientos
fabulosos a los oídos de Gaudi, y también de Flor, que prácticamente
conocía todo, absolutamente todo de José.
Le informó de lo que él sabía de Dios y su poder, de la patraña inventada
para conseguir movilizaciones en masas idólatras. Gaudi se satisfacía de
cuanto iba conociendo y por él podría pasar semanas recopilando anales
tan enriquecedores, pero persuadió para convencer a José que estaba
complacido.
Hubo después de esto un momento de perdida de cadencia para
proveerse la conveniente relajación, que muda paraba tan extensa
conversaciones. Por los cristales, como niños amaban los amarillentos
campos de girasoles que les acompañaba en su recorrido.
Tras la interrupción extendida se animó de nuevo a hablar.
-¿Te puedo preguntar por qué te hiciste cura? -Se dirigió José a un Gaudi
mucho más sereno que cuando lo habían encontrado exaltado por el
peligro que le acechaba.
-Pues me da algo de vergüenza contarlo -calló levemente para acabar su
indecisión y reanudó la respuesta- fue por una chica.
-¡¿De verdad?! -Flor no se lo esperaba y se exclamó su frase al
preguntarle

78
-Sí, yo era muy joven. Era la primera vez que me enamoraba, y me causó
tanto trauma el que me rechazara aquella chica, que me metí en un
convento. Perfectamente en ese momento me hubiera alistado voluntario
si hubiera sido preciso, meterme en una secta satánica, hacerme hippie o
a saber el qué hubiera sido capaz por ella, y después por olvidarla. Así
empezó todo, después me acomodé, y al estar allí pude proseguir y
renovar con bríos nuevos mis estudios que llevaba del colegio, y eran una
pasión para mí, el álgebra y la astronomía. Más tarde hice mis votos, y
hasta ahora.
Contándolo así da la impresión que era una fachada escondida, y quizás
si, pero yo creía en Dios, creía en su obra y quería trasmitirla y conseguir
un mundo mejor.
-Como las misses, comentaba Flor.
-¡Sí! -aprobaba -, ¡No! -Rectificó cambiando donde dijo, sonriendo-. Mi
necesidad estaba cubierta, y mi vida quizás por inconsciencia, por falta de
carisma o de egoísmo de deseos propios encaminaban a ayudar a otras
personas, e ir de la mano de Dios era una garantía. Tras el tiempo a no
ser que uno sea un creyente compulsivo, un farisaico o un beneficiario te
haces preguntas. Preguntas no contestadas, y peor aun, preguntas donde
las respuestas conseguidas no se aceptan.
Mi alejamiento fue progresivo. Reconozco que en mi puesto, en mi labor
que ejercía me sentía a gusto, pero denegaba de lo que la iglesia y su
institución fomenta, y el amar a Dios se alojó en una duda inmensa, en
una pregunta de las que jamás tuve respuesta.
José se inclinó hacia Flor y le chistó con un gesto, como en clave
pidiendo que no dijera nada ahora. No era momento de cortar la
sensibilidad y sinceridad que Gaudi reportaba.
-Quizás otros verían un aprovechamiento personal el seguir en la orden
eclesiástica, y la propia iglesia no toleraría mi actitud. Incluso vosotros es
justo que decidáis que soy un cobarde.
-No seas tan duro contigo mismo -deseaba José estimular la negativa
aceptación que inducía Gaudi de sí mismo-. He conocido muchos
hombres en mi existencia, multitud de religiosos, y bastantes dirigiendo
un mando como el que tú tienes. El creer o no creer ni siquiera yo podría
justificar que es ecuánime, que es lo ideal. Las creencias deberían tener
una base real, que sin embargo es justo por lo que son ideadas, por la
falta de esa realidad que se anhela. El valer o no para una persona en
concreto sería algo muy, muy personal. Yo no lucho contra eso Gaudi,
79
mi guerra es contra Dios, la manipulación, la iniciativa de querer
apoderarse de personas, de almas, de sentimientos, de un futuro que no
llegará de un presente inútil, y con estas palabras vuelvo a caer en mi
propia duda, de si creer o no es correcto. Yo batallo porque las personas
sean capaces de decidir sus propios deseos veraces, su propia creencia.
Tener la oportunidad de que esas personas hundidas en países pobres,
enfermos, sentenciados por políticos y religiones, en general sustentada
por la voluntad de Dios tengan su propia oportunidad de decidir después
como serian. Si estúpidos o bondadosos, si broncos o tranquilos, si
vivirán un día más, sin esperar a que llegue un trago de agua con el
tiempo.
El tema para José le dolía. La injusticia que deportaba en sus siglos no lo
lleva agusto. El sentenciar que el 90% de la humanidad es destruida por
un 10% de un planeta sediento de maximisarse, de crecer. Y tan solo ni el
1% es quien tiene poder de decidir, y de ahí, solo el 0,1% la voluntad
justa para plantearse los cambios, o los medios que perdurarán en línea,
para que después 1, 2, o 3 personas encandile el destino del mundo, y
como rúbrica Dios induce y juega, apostando a todos a su favor.
Con la medianoche avanzada llegan a su destino. La habitación
presentada a Gaudi le invita a descansar sobre el lecho de la cama. Él lo
acoge con toda la energía que le queda, pero una cosa es descansar y otra
dormir. Los miedos transitan irremediable por la mente, robando el
sueño claman desembocando en repeticiones inamovibles.

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Capítulo IV Imborrable

Igual, repetida escena, cansina en la misma idea, similar narración a


idéntico intento.
La ruidosa riña de aves entonando se manifiesta, apartadas de la urbe de
abarrotadas viviendas. En rúa "sin número" 5, se llega del aledaño sector
3, poblado de majestuosos chalets y casas palacete, ornadas de arbustos
regalando puro aire. Incitada inquietud le agobia, al caminar recto al
contingente que histérico le abre pasos, llegando al lugar. Explicado antes
de acostar sus sueños si alguien pudiese reconocer su despierto arrimar, él
anoche negó más que el arzobispo a José, que le animó a ir a donde ya ha
llegado. ¡A la mansión! Estipulado lo tiene todo establecido. ¡Encontrar a
María! Salta la vista al muro de la residencia señorial, y evita su
temblequeo, con decisión.
Llama más llegar al soportal. Claustrofóbico deposita el retiemble que va
debajo de la sotana, colegiado para evidencia.
-¿Sí, que quiere?- solicitó una voz lacónica a través del portero mecánico.
-Soy el padre tenario y recalo la petición de solicitar audiencia con el
príncipe Masín.
-El príncipe no recibe visitas, sino han sido gestionadas previamente.
-Lo entiendo, buen hermano. Sin embargo si hiciera un enclave en su
labor samaritana le ruego amparase mi deber de verle. Sólo comuníquele
que vengo a instancia del Obispo Rocco.
Se hizo un intervalo callado, para oírse seguido-. Espere un momento.
-Que Dios le bendiga -comentó a continuación Gaudi haciendo un papel
frívolo de cura sin cura.
Gaudi guardó espera. Tenue, considerando que por medio de las cámaras
del exterior supervisaban su asistencia, degustaba la columnata del
pórtico sin derribarse de su tranquilo actuar.
Al cabo de unos minutos acudió un individuo plantado en los dos
metros, que pudo ver llegar antes de que abriera la verja de entrada a
través de la separación de los barrotes. Aquel hombre le solicitó que le
acompañar prefijando por delante el camino, por el espacio abierto y
porticado de su interior.
Entrando en el edificio se le hacía difícil rechazar de golpe de vista los
cuadros que engalanaban la mansión. Su guía le redirige a una de las
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habitaciones de la planta baja dejándole sujeto a una nueva dilación de
encontrase con Masín-. Espere aquí. El príncipe Masín le atenderá en
unos minutos. Si necesita alguna cosa hágamelo saber.
-Gracias hijo, no se preocupe por mí, esperaré con gusto la llegada del
príncipe
-De acuerdo -el hombre que le acompañó se marchó dejando a Gaudi en
la permanencia de aquella suntuosa sala.
-"Esperare con gusto su llegada", ni que fuera la cenicienta -escuchó al
fondo del pasillo el comentario del hombre que acababa de marcharse,
que se lo estaba diciendo a otro que acababa de llegar a su lado. A Gaudi
le salió una sonrisa sagaz.
-¡Bajemos a la Bodega a por provisiones! -escuchó la resonación por el
pasillo, antes de que dejase el sonido abandonarse ante la llegada de su
contrario.
Sin parárselo, ya no hay nada que pensar. Sale de la sala donde
prorrogaba su espera y se encamina por el pasillo cauteloso hacia las
escaleras que estaban cercanas a la sala de parada. Al fondo se prendía
otra escalera más, que detalló por si era preciso una escapada por algún
posible importuno. Era difícil el escapar si fuera preciso, nada mas se
hacía el valiente en pensarlo, no en llevarlo a cabo.
Siguiendo las orientaciones que le comentó José busca la habitación
donde debe encontrarse María, si permanecía aun en la residencia.
Mientras pasaba cada metro se le urgía cualquier subterfugio. Necesitaba
un plan, una mentira piadosa si le veían visitando aquella zona. No se le
ocurría nada, pisaba sus ideas en cada paso por encontrar cualquier
tontería que sirviera, ¡y la encontró a ella!
Llamó previamente a la habitación cuarta a la izquierda de la escalera, la
que le indujo José como válida, y correcto fue. Entró más tocar la puerta,
sin esperar permiso, único era un gesto, un detalle, una evasiva.
-¿María? -No encontraba palabras válidas de cómo mostrarse. La
adoración le introdujo un parón en su determinación de hallarla, y
descubrirle a lo que había venido.
-¿Sí padre, me conoce? -Lo siento, pero yo no os recuerdo.
-No, no me conocéis. -Gaudi se persigna ante ella arrodillado, besando su
mano como señal de respeto, y deslumbrado ante su imagen. Mientras la
sujeta, al tacto María recibe un mensaje que José le había trasmitido
previamente escondido en sus carnes.
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El hilo conductor que era Gaudi, trasladaba la misiva que José la enviaba
a ella.
María atemorizada quisiera gritar pidiendo auxilio, pero señero tiembla
sintiéndose angustiada, falsa de un delito de desobediencia a su credo, del
mandamiento fidedigno a la cruz y a Dios. Y más al contrario, tentadora
de la verdad parece omitir su intolerancia desatendiendo este aspecto y se
deja seducir por el comunicado de José.
Remembranzando el remoto pasado lejano José le evoca, la convoca para
que su espíritu se haga perceptible ante su alusión extendida que
comienza...
Indefinido e indiferente año A.C.
-Corazón, corazón, ¿cómo quieres que sea el sueño de tu vida? -preguntaba María en
las murallas de Jericó.
-Mi sueño quiero que sea real -confiado respondía José.
-¿Cómo de real? -retaba en su saber esta chica tan risueña, dejada de preocupaciones
adormecía en letargo su sonrisa pronunciada espabilando a la llamada de José se
levantaba, con la fuerza de un ciclón
-Tanto como mientras permanezcas a mi lado. Si irreal fuera tu no presencia, mas que
pena mi ilusión perecería en mis ansias por que pudiera existir.
-Si es real no puede ser un sueño -le susurraba adelantándose a las siguientes palabras
de José ella, acercándole sus labios al oído, le recitaba de brisa calmada y apacigüe.
-¿Quién necesita soñar? Un pez no sueña con volar, su sueño es el mar, ¿y como puede
un pez idealizar dormido con lo que ya tiene? Ese soy yo, sueño contigo. Quizás no me
entiendas, pero si ningún pez naufragaría en su mar porque es su medio de esencia, yo
sé como me salvo cuando sueño contigo María. ¡Como ahora!
Y si... -le iniciaba María un regaño, de un negativo posible irreal
-¿Si no estuvieras aquí? Ya no nadaría, ni volvería a la tierra. Relleno de plomo me
hundiría, y tan ligero es mi mundo que refutaría reflotando, y el agua me llevaría
inmóvil en mi inofensivo pataleo, estéril sobre el mar. La contracorriente me
arrastrará, la marea me ladea, mi mirada tangente al sol me irritan los ojos de sal y
choco contra el acantilado donde el agua me tira, me suelta, me amaga, me lleva del
viento del norte, me empuja de nuevo contra las rocas interminables, y me vuelvo en
duelo contra el muro. ¡Y no! -Dice y calla José.
-¿Y nooo? -Inocente Pregunta María, picada en el cebo arrojado por José.
¡Y no! Y no tengo miedo al choque. Si tus brazos me agarran braceare, y si mis
piernas me flagelan me remolcare a tus sentidos preguntando tierra adentro a cada
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codo, me reitero esperando tu encuentro. Y si mis ojos se cerraran de la arena del
desierto, abriré mi pensamiento y me acercará hasta ti el viento, si persisto llegaré,
cuando abra los párpados de momento. Y si las noches perdieran sus días, miraría a
las estrellas, en la línea que me iluminen me dirigiré, porque si alzas tus manos, el
oasis surgirá en la cúspide de mi cansado andar del desierto helado.
-No sé que decir -esterilizaba María sin poder repararlo su piel. El bello
se levantaba de las palabras escuchadas. No es fácil disimular sus ganas de
sentirse ligera como un sueño y llegarle a José como dueño de su cuerpo,
como reino dispuesto a ser conquistado deja ciudadela abandonada a sus
brazos.
-Tu sueño ha sido concedido -le besa la frente, despertándole del mundo
le traslada en la gloria de la divinidad.
José cierra los ojos, visionando su alegría está a punto de evolucionar, y
de su narrativo pez hacer un salto al vuelo, y echarse a volar entre las
nubes.
María recobra el presente, y debe sentarse. Gaudi la suelta tras ayudarla a
tomar asiento. Escalando a medida 1:1 a levantarse Gaudi sigue
pareciéndola una emisaria simbólica. El céfiro de su aura es palpable, y la
convierte en una adoración ante sus ojos, admirándola como Diosa,
como virgen inmaculada despoja y derrocha en la vista de quien la ve, por
esa incombustible luz que la prende circundando la figura del adorado
perfil.
María tienta hablar indecisa-. ¿Entonces...?
-Mi señora, no hable -Gaudi le muestra una página, abriendo una Biblia
de bolsillo que se había sacado de su uniforme de Dios. Con el dedo
pulgar, prende la imagen de una postal que muestra astuta escondida
entre las hojas del ejemplar, indicándole la iglesia de Saint-Germain des Pres,
e infiere que le acompañe en la resulta, al sentar su dedo brújulo por la
imagen deteniéndose como señal inequívoca sobre el reloj del
campanario, que marcaba por siempre instantánea parada al tiempo, las
14.50 h.
La mujer colige lo que entraña esta mímica exégesis. Mira y no habla, no
asienta, tampoco niega. Pura mira, cautivada aparenta recoger del legado
su enviado.
-He de irme -clama que comprenda su brusca apariencia, y dando pasos
atrás venerándola la deja en su habitación.
Al marcharse de allí, una vez estaba en pasillo más salir de la sala que
compartió la presencia de María, oye pasos acelerados, y voces
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clamorosas. No desecha que deben haber dado cuenta de su deserción de
la sala que le impusieron cautelar para el encuentro con el príncipe Masín.
-Rápidamente se aproxima al cuarto de aseo y se cuela dentro. No sin
miedo, ni el condicionante de quedarse por voluntad propia retenido sin
salir, le echa coraje. De pundonor, y la elevada moral que debe mostrar
aparece en el corredor de la planta, tras cerrar rotunda la puerta del
lavabo, dejando nota de su estar allí.
Cuando marchaba hacia la escalera por la que había subido rodea la
cintura mirando atrás con decisión, sin nervios que atempere resquicios
de sospecha. Ve a uno de los guardias privados quieto mirándole, y
hablando por un comunicador privado, lo que será delatando sin mitigar
su paradero. Dicho y hecho, casi sin espera, por la escalera sale hacia él
un hombre, que pudiera ser el Príncipe junto a otro guardia de seguridad
de la Mansión.
-¿Padre, que hace aquí? Le estábamos buscando, ¿pero qué le ha pasado?
-Hablaba quien se suponía ser el príncipe Masín.
El temple de Gaudi recelaba, manejando una pose de angustias ante lo
que mostraba. Empapado de agua pelo y rostro se le relacionaba en
disimulo con un apósito tapando uno de los agujeros de su nariz. El
hábito hace al monje y también mojado pinzaba exagerando la causa
católica al bulo
-Ruego me disculpen. Sufro a menudo de hemorragias nasales, y tuve que
venir raudo a refrescarme y cortar la sangre.
El hombre que le había preguntado por el hecho, y el que le acompañaba
no decían nada. Miraban el rostro mojado de Gaudi sereno, con buenas
dotes de escondidas, y cansado. Ajetreado proseguía en la explicación el
cura ante sus vistas.
-No me dio tiempo de preguntar dónde estaba situado el servicio, y
busqué con atrevimiento, ya que al contemplar su alfombra egipcia seria
vandálico y una autentica expoliación haberla manchado.
-Si, soy un ferviente admirador de rarezas antiguas. Tengo algunas
colecciones interesantes de la era egipcia y anteriores ¿Por casualidad es
usted aficionado al arte antiguo?
Parecía haberse templado la incertidumbre que le reinaba, y ese dialogo
sencillo le hacía ganador de haber funcionado su estrategia.
-Oh no no -se excedió rápido Gaudi negando su apreciación por el arte
vetusto mordiéndose sus gustos y la atrayente incitación a charlar sobre la
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materia-. Sólo que me pareció que la alfombra era muy parecida a una
que se halla en el museo egipcio de la ciudad del vaticano. Eso me
pareció recordar de cuando estuve visitando toda la institución de nuestra
gran amada iglesia. Aunque quizás estoy engañado y la confundiera por
otro lugar, mi memoria no es una de las virtudes de las que Dios me
poseyó -recalcó no dando importancia a su entender de arte, ni intuirle
nada que le hiciera pensar.
-Debe ser otra semejante, esta es una pieza única que adquirí en una
subasta de arte - revelaba ser él el dueño y por consiguiente vaticinar su
rango. La relación de la alfombra ya lo sabía Gaudi, que lo utilizó
concurrente para dar a la mentira distracción de inocencia.
Seguido preguntó Gaudi al hombre con el que mantenía la charla, -¿es
usted el Príncipe Masín?
-Que torpeza la mía, discúlpeme padre mi descortesía.
Gaudi le extendió la mano mostrando su saludo, y el príncipe le hizo una
reverencia que Gaudi no presumía.
-Acompáñeme por favor -le ofreció cortés Masín que le siguiera-. Puedes
retirarte -dijo a su guardia personal, que cumpliendo el mandato se fue
acelerando el paso bajando las escaleras. Igual hicieron ellos dos con más
calma, en una discreta conversación nimia.
Cuando llegaron a la planta baja el príncipe le introdujo en la sala, la
misma a cual había sido su comitiva más entrar en el caserío. Cerró las
puertas velando por una discreta conversación, y afable y sin dilación
requirió consultarle su visita.
-¿Cuál es el propósito de solicitar verme?, me trae noticias de parte del
Obispo Rocco según me han dicho -adelantó parte de la respuesta en su
introducción.
-Exacto, como usted ha mencionado. Él me encargó tácitamente que
acudiera a informarle si durante el viaje de su mitrado a la santa sede,
diera con el paradero del sacerdote Gaudi -noticia verdadera que él
mismo conocía hace días de la intención de viajar en este día por parte
del Obispo, donde confiaba que quizás el príncipe estuviera al tanto.
Al príncipe Masín le surgía un interés inmediato ante lo que escuchaba,
sin aludir si conocía la ausencia del Obispo Rocco en la ciudad. -¿Sabe
donde se encuentra ahora? -Interpelaba solicitando prontitud de conocer
esta necesidad.

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El sacerdote se hizo de rogar-. Vino a verme muy temprano. Le encontré
intranquilo, tan sucio que parecía haber pasado la noche a la intemperie,
al menos me impresionaba pensarlo del aspecto tan desaseado con el que
se presentó en mi casa.
-¿Está allí ahora? -demandaba o prácticamente interrogaba al presentado
por párroco, el encontrarle a su propio él, que camuflado formaba ser
otra persona.
-No -comentó para saciar el ímpetu del príncipe-. Me habló de que le
habían atacado unos hombres durante una reunión con el arzobispo
Rocco, e intranquilo por si le hubiera pasado algo a nuestro prelado hube
de llamarle para tranquilizar y aliviarme de encontrarse bien. Más él, me
advirtió que renegara de lo que dijera el hermano Gaudi, pues estaba al
tanto de que sufría bajo el castigo del averno de crisis nerviosas, y que
estaba bajo tratamiento. Yo traté de hacerle entrar en razón para acudir a
un especialista pero él se negó y se marchó de mi casa sin preciar el
intento de ayudarse. El Obispo me antepuso el deber de acudir en su
socorro si diera donde estaba para poder ponerle en su mano y llevarle a
algún centro psiquiátrico para que le trataran en estos momentos difíciles
para nuestro indefenso capellán.
-Entiendo, y ahora...
Gaudi, ya renegó el espacionar su ejercicio de teatro y manejó llevarle al
énfasis final.
-Apenas media hora hace, que me llamó diciéndome que estaba en Gare
de Lyon y se marcharía a Dijón si conseguía billete, sino quizás se trasladara
a Gare du Nord para coger el tren que partiera hacia Lille, pues tenía
familia próxima a la frontera con Bélgica, aunque se temía que ya fuera
tarde para encontrar embarque y tendría que coger un autocar regular.
Ante la multitud de datos que recibía, el príncipe predicaba desoriento en
los postulos de encontrar a Gaudi.
-Siento no poder ser preciso, pero siguiendo el mandato del Obispo me
debo a contarle cuanto me dijo.
-¿Dijón, y Lille, no mencionó algún otro lugar? -Preguntaba el príncipe
Masín descartando más posibilidades.
-No, solamente los que le he enumerado. Lille por la familia, y de Dijón
me insinuó sin tomarle en serio que iba por tocar la lechuza de la suerte,
¿conoce la historia? -Se daba un nuevo ajuste de perderse en pormenores.

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-¿La lechuza que hay en una de las iglesias de Dijón, que la tienen
desgastada de manosearla?
-Si -dijo el sacerdote.
-Claro, ¿quien no conoce la leyenda?
-Eso es cuanto le puedo decir, no sé si le servirá de ayuda para
encontrarle por su bien, ya que me temo que este hombre en sus
condiciones no sé de lo que es capaz. ¡Dios mío, ayúdale a encontrar el
camino! -Argucia su papel postrándose al cielo su favor.
-Le agradezco enormemente su ayuda, padre...
-Padre Notorio -recordaba al príncipe que se quedó a medias buscándole
el nombre.
-Gracias padre Notorio -se esforzó el príncipe Masín en agradecerle
seguido nuevamente su colaboración.
-Si no interfiere en necesitar de mí, debo marcharme para continuar mis
tareas diarias. La obra de Dios es continua y no hay descanso -dijo el
delator de Gaudi solicitando su retirada.
-Sí, padre, puede ir bendecido por Dios -Gaudi se distanciaba cuando el
príncipe le paró en seco-. ¡Espere un momento! -Gaudi no quería referir
a qué debía esta acción y a la suerte esperó para ver qué ocurría.
-¡Tome! -el príncipe se sacó del bolsillo una cartera, y de ella una tarjeta
de visita que se la entregó al religioso-, por si acaso se pusiera de nuevo
en contacto el padre Gaudi con usted, me puede llamar a este número de
teléfono, para no tener que hacerle venir de nuevo y alejarle de sus
quehaceres.
El disfrazado zorro de Gaudi se la guardó sin caricaturizar una cruzada Z,
acompañándole en un gesto aceptando el recado del príncipe se despidió
de él. Nuevamente el príncipe Masín atento tomó su mano de forma
serena en saludo.
El padre se acercó a su nuca y le comentó en voz baja -entre nosotros, el
Padre Gaudi siempre me ha dado la impresión de estar algo
desequilibrado -le soltó de su boca precisando, y también de su mano que
agarraba tenaz el príncipe y se fue.

La soledad cautiva en su virtud araña rasgos, trazas insignificantes con


forma única de torearlas y liberarse de la capa maciza que envuelve el
carisma. Se puede evitar pensar, sólo es decisión de conjugar el verbo
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rezar, pidiendo por mí, por ti, por él, por nosotros, por vosotros y por
ellos.
-Oro, y no deseo que deslumbre recordar a esa quinceañera niña de
quinta esencia que aborda de audacia la evidencia.
Suplico, ante el mas grande que sentencie mi inquilina sumisión, y me
avergüenzo de pensar que tribunal debe juzgar lo máximo. En un último
momento paro, ¿cómo digo esto?, ¿cómo lo retengo lo que trata de salir?,
¿no es acaso mío? ¿Porqué debo castigarme por quien fui, por lo que es, y
a lo que intento ahora dudoso dilucidar que siento?
Adoro, siguiéndole en un complementario destino nunca visto, ¿y que me
pasa María? Tengo reflexión de borracha del vino, sagrado, no vaciles, sé
firme, no tropieces, eso es lo que él quiere, ¿pero quien de ellos? A quien
yo elegí tengo reverenciado honrando sea ahora o no de mi gusto, a quien
quise lo deje por vacile quizás asiento que así fue, y ya nunca dudé que se
acabó, que mi vida salió, por mi fe yo tal vez le maté. ¿Qué fe es la que
destruye el amor? ¿Qué feo me hace sentir mi deseo? Y mi extremo de
necesito... me detiene. La labor que se construye edificó en... ¡Mejor calla
María! No pienses nada, ha sido un día turbio, ¡pero no lo entiendo!, ¡y lo
quiero entender! ¿Qué hago cuando lo que dije aprobando infinito se
traduce en un mundo destinado al apego de mí darle todo por cero? Y en
esa nada es la que no ha cambiado el planeta, por cuanto dije, hacia lo
que hice, por renunciar ¡A TODO!
Imploro, y me hago daño. El peso de mis lágrimas harán que el mundo
esté triste, y me debo a mis hombres socorrerles, a mis hermanos, a mis
niñas del mal, ¿pero quien le ayudará a él en su oceánico mar al que yo
arrojé? Le endose a su cuello la losa tirándole al fondo. No puedo ni
negarlo ni confundirme de no arrepentirme, de hacerle destruido a sus
sueños de ser tan sólo él.
Ruego me perdones, porque sé que no estuve contigo ayer. Y embarqué
dejando a nado pacto de la devoración mis emociones. Y remé ignorando
el mirar atrás porque no podía soportar verte allí alejado, encharcado y
hundido, profundo flotando agarrado a un letrero, con mi nombre
llamándome.
Rezo, en contra tuya por que no estuvieras en mi cabeza, porque no me
hubieras encontrado, porque no hubieras existido, porque no me
perdones jamás, porque yo no lo haré, por intencionalidad víctima te dejé
sin auxilio, sin amparo, porque yo en mí nunca supe como dejarte de
amar. Y pienso en mi castigo, del que llevo en mis adentros sin nadie
saberlo.
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En sus aposentos María, loca, quitándose la vida a lagrimas pierde sus
sentidos. Las confusas ideas que inundan su cabeza la dejan podrida,
estancada séptica. Quiere esconderse, ¡pero si ya estaba escondida! Quiere
olvidarle, ¡pero si ya fue olvidado! Quiere morir, ¡pero si ya le mató! Y la
alternativa, la que seduce en forma de vida no merece más que llorar por
cuanto daño hizo sin piedad, tan rebajada a quimera de puta barata que se
vendió por una adoración al mundo del señor.
Pesada, envuelta en penitentes siglos con la fuerza malgastada, llega tras
urdirlo al cajón de su coqueta. El momento perpetua ganándose el
perdón, interpretando que si pasasen dos mil años más llorándole quizás
podría tener un voto de derecho para recordarle sin ultrajar su memoria.
Si pondera su castigo, se detiene a cada momento maldiciéndose.
Esfuerzos coyuntural para desplazar materiales de entes inanimados.
Cava liberando, encontrando de su descanso letal de sus miles de días
sepultados de la luz el medallón que le encontró José.
Y ya no vuelve a decidir que está mal o que está bien, ya no es dueña de
sí misma, ella parte al pasado de recuerdos, viaja transportándose en una
memoria desplazada temporal en su mente, va sin saber cuando regresara.
Revive después de morir Jesús, como se apareció Dios en su casa...
-Bendita María -embauca templar la desdicha de una madre.
Ella, mujer rota, ahorcada en sus desfogados respiros, incapaz de evitar la muerte
presente en sus venas. Cacho de su cuerpo sentenciado, arrancado de las vísceras.
Dios -arrodillada invoca respeto hacia su figura, tendiendo explicaciones que no
calmaran, ¡nada lo hará!-, una madre debería morir en su lecho rodeada de su familia.
No es justo, los hijos deben sobrevivir a sus padres y no al revés. Elegiste mal Dios
Todopoderoso, es a mí a quien tenían que haber ajusticiado, yo soy la portadora de...
-Levántate María, he de hablarte -le solicita Dios, partiendo la venida de la frase, que
no su sentimiento resquebrajado, destrozado a medio día sin sentido. Plañendo, y en
cada gota menuda que rezuma la arde el ácido derretido de sus tripas, revolviéndola
dentro de sus senos deplora destilando furia mal concedida entre ella y la poca vida que
la acompaña. Tormento de angustias en su calvario presume su deseo de poder coexistir
donde fuera, donde estuviera su ser, el que ella forjó de su cuerpo de mujer.
María hace ademán de querer hablar, de preguntar, de quejarse, y no hay firmeza.
Débil aguanta sin poder el peso del suplicio, y calla tras sus primeras palabras
sintiéndose avergonzada e indigna de llevar su queja al altísimo.
-Veo en tu rostro la fatiga del dolor, más no te escondas en tu frigidez. Jesús está
conmigo, descansa con el pecado de la humanidad, y atiende mi necesidad a los
mandatos divinos que le hacen maravillosamente apreciar con gran resignación su
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muerte. Yo te pido lo mismo María, y debo rogarte que si crees en mi de corazón
vengas también y te deje salvar de las impurezas.
-Yo aceptaré cuanto me digáis mi señor, soy una humilde sierva vuestra, mi vida no me
pertenece -envuelta en el apuro, el tránsito del crimen hacia ella misma le valdría, lo
aceptaría si por ello pudiera alcanzar el don de la purificación, de serenar el deceso que
la sujeta queriéndola llevarla de partida.
-Escúchame bien María, tú eres la madre del salvador. Hiciste el milagro milagroso -
redundó adulación, ganándosela en sus sosegadas paz de palabras- realizado tu papel
en el mundo, trayendo en tu cuerpo celestial al elegido por mí para esta ardua tarea.
-Perdonadme mi Dios, debo confesados que Jesús.... -distante, renqueante burla seguir
adelante en su confesión, atenuada debe mediar para depurar la limpieza de la que
está manchada.
-¿Temes que eres indigna por como fue engendrado?
María humilde mira al suelo, humillada deshonra angustia, corseteada de manos a su
desnudo figurado cuerpo flagelándose, se siente condenada a un pecado culpable.
Dios blande su posesivo verbo, el que él en siete días creó. Se sirve en su empeño de
robarle sus destrozado ánimo María, la impureza de ese acto que no deje paso al
autocastigo, tu cuerpo esta bendecido por tu propio hijo, expulsado en su comunión hijo
mío se convirtió al igual que tú. Jesús fue elegido para salvar a todos los hombres sobre
la faz de la tierra, y tú María, debes aceptar ser la madre del salvador, pero para ello
necesitas... una cosa... debes tener fe, es lo único, fe. Ahora busca en tu corazón y sin
vacilaciones ni temores dime si la tuya se mantiene
María vela su mirada germinando el arrinconado suelo, y medio ojo ocular levantado
viendo nada mas una luz allá donde Dios le engatusaba. La llama que cubre al señor
no daña a María, la deidad bendecida del compromiso que la pide abocan sinceridad y
se echa como atenuante su caída de la tierra al suelo, la que bañan sus sollozos ojos,
bajo el mismo suelo preciado del río Jordán que baña la mancha de su culpa al
comulgarse, desluciendo del impregnado flujo manchado, penetrada en la transgresión
de la pasión del amor de José.
-Me rebosa mi señor la perdida de mi hijo, y en cambio siento reconfortamiento en
vuestras palabras. Soy fiel mi gran Dios. Os creo, os amo, y sé que obráis con la mejor
de las intenciones, aunque no alcance a comprender quizás todo, yo os seguiré siempre
al lado que mandéis. Encomendar mi alma a vuestra petición, que acatará en la
fidelidad de querer cumplir la misión de santificados.
-Requiero que dejes tu casa María y vengas conmigo continuando mi senda segura leal.
Jesús ha abierto la luz a los obcecados hombres incrédulos, pero dispongo que tú, como
madre del elegido prediques mi ejemplo a imagen y enseñanza e invoques mi nombre
por el bien de la cristiandad. En esta tierra áspera que creé hay imperfecciones,
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demonios que quieren estropear la pureza, devorar la bondad codiciando materialismo,
omitiendo mandatos, matando, demonios que existen en el infierno, y en la propia
tierra María. ¿Qué sirve ser Dios si el diablo se adueñara de aquellos hombres y
mujeres viciados, rota sus dogmas, que no hallan seguido el recorrido correcto?
Debemos ayudarles a imponer un mundial orden de bienestar, y debes ayudarme,
María, ¡Te pido por Jesús le veneres, que creas en mi y me acompañes!
Detallar el comentario de Dios de una forma imparcial, alejado del arbitrario
sentimiento hacia la religión sería temeroso, por lo que callo no levantando el espíritu.
Omito ser acarreador de lo que no comprendo, de lo que no veo, de lo que no soy capaz
de decidir, cuando eligen por mí deben llevar la razón, puntualizo, decide tu por mí,
votos de confianza, en mi esperada esperanza te adueñas de mí, en una simbólica
alianza.
-De corazón me seguirás siempre, sin mirar atrás, sin arrepentirte. La fe te guiará por
encima de las cosas, ¿por los siglos de los siglos? -Dios erige el brazo confiando en
María su mano, mientras la luz que le predecía se expande, y logra aceptada ver la
cara de Dios, que sobrecogida niña indefensa se postra a sus ojos.
María se levanta- os seguiré mi señor, por los siglos de los siglos -aferra la mano de su
salvador y entra en el aro de luz blanca envolviéndoles. Al instante medido que José
entra en el hogar, pudiendo ver la tiniebla de la parte final de la escena. Y una fuerza
increíble le hace detenerse, paralizado le niegan el paso del deseo de llegar a su mujer.
-¡María! -la grita pero esta no escucha, sólo sentida en la intención del conato de mirar
atrás, pero valiente y firme no tantea a la par que la luz se va cerrando entre Dios y
ella.
-Por favor Dios, te llevaste a Jesús, no te lleves María, llévate a mi pero no a ella, por
favor, por favor te lo ruego mi señor -José imploraba.
Dios le oye, apenas el rostro de él se le puede ver en la casi desvanecida y degradada
luz que habitaculaba en el interior de la casa, y este le sonríe a José. ¿Una sonrisa?,
¿qué tipo de sonrisa es esta, que hace sentir a José traicionado en la desgracia? Rota su
doctrina, se siente humillado, burlado, secuestrado en una efímera voluntad de seguir
en el mundo en preguntas contradictorias en las respuestas dadas.
-¿Qué ha sido de este Dios, que obra a su voluntad? ¿Con qué derecho ejerce su
posesión sobre las personas? ¿Es justo que decida el bien y el mal?, ¿es real un acto de
sabiduría ejercer la muerte a un fiel cristiano como era María? ¿Es en verdad un buen
padre el que castiga a sus hijos por el propio derecho de serlo? ¿Qué persona, que Dios
puede dar la vida y quitarla a su antojo? Esto no es un Dios, es un déspota bellaco.
¿Cómo puedes querer un mundo bello cuando doctrinas dolor, perjurio, arrepentimiento
propio, a tu albedrío dar el cielo y quemar al infierno al que tenga dudas, dudas de
qué? ¿De ser un pecador por haber nacido? ¿Por querer saber? ¿Por comer una
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estúpida manzana? Eres el peor de los emperadores romanos, el peor de los Dioses del
mundo, un tirano que matas, ¡y yo te maldigoooooo! -grita, sajando rabia.
Para José no estaba ya a su alcance el poder verlo que toda su ira es escuchada por
María, donde permanece sin partir pareciéndola una demostración de fe, confinada en
la confianza de Dios que la observa y susurra. -Que tus ojos y oídos no te engañen
María, ¿ves a José? No debes sentir ninguna sensación de encono por él. Las personas
de buenas se destruyen solas ante la adversidad, ¿cómo ser merecedores del descanso
eterno y de mi gracia cuando se me cuestiona mi bondad divina? Por eso María,
tenemos un largo y tedio camino que recorrer de espinas para oler las dulces rosas de
cada ser.
La mujer presa de la incertidumbre recuerda mitigada por el tiempo lo
que sucedió la última vez que le vio al que fuera su esposo. Minimizados
detalles pasan veloz intensos en su rememorar. Tras dejar Judea, su casa y
a José, seguir el camino de Dios dando fuerza ante todas las instituciones
de la iglesia, obispos, sacerdotes, Sumos Pontífices, y algunos hombres
incluso encomendándoles rectitud en el camino de la salvación o
exigiéndole cristiandad para realizar actos incomprensibles que podían ser
paradójicos, sin plantearse meditarlo, aborreciendo la mentira que se
cursaba en la envenenada vida mundana, perdonando actos impuros,
reviviendo a la gente de sus temores, alejando aquellas posiciones
materialistas en palabras, y siendo una ministra de la fuerza política de
Dios... por la eternidad... con la fuerza del espíritu santo...
Poder hacer nacer palabras nuevas lo crea como un don torpe a su
entendimiento, para sólo ella, asumida la muertemente imagina que
deriva al intenso escalofrío desvivar, al condenar riacho muerto, viciando
vaciando seres quesaran futuros de nada, secos de vidamente, lo divide
sin caer debidamente. No está bien, lo sabe, pero es solo suyo, sin
derecho a que entren nadie en sus juros, a no ser que lo aceptes y lo
entiendas, desde que lo admiras ella sudicirá la poseadilla en
desantológico pillada por ser amiga, torpe si, ¿pero no la ves que está
perdida? ¡Dale un abrazar!, ¡dale mis ganas de que vuelva a ser ella un
alma de alegrar!, tan María como puedas tu secarla las cruzadas lagrimas.
¡Sal andino!, saca tu tierra peregrino y santa tu Coránada de la reconquista
de tierra de María.

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94
Capítulo V La Svástica Comunista

Se respira sosiego, un hervido sentir de tranquilidad. La frescura del


templo aligera el pesar de la carga de los inquilinos que se acercan
penitentes dejando su mercancía. Traficantes al tributo que le
salvaconducten de virtud, postergando los vicios que manchan su hoja de
ruta.
Ética vanguardistas de adoradores a la pureza de la nobleza que eximen
su propia moral, de sopesar que el fallo se resuelve con la petición del
perdón que solicitan, eximirles por marrar conscientemente en su mundo
habitado de siete capitales pecaminosas.
El estado de la soberbia, el principal, utilizado para el discrimine de la
vanagloria, la que quizás inconsciente la iglesia depara en sus propios
santos, la jactancia de la rectitud de ser menos dañinos el humo de una
fumata que el revelo de 'La Stampa' homosexual, basura de mentes
atrofiadas. El fausto que contradice en ornamentos de oro los santos
lugares, el propio botín de guerra expoliado en la tenencia. Altanería
desdeñando despreciativo a quien ose contrariar sus tesis, quien reconoce
santos por dos presuntos milagros de curas de niños en la hipocresía, ¿ya
que cuantos enfermaron, cuantos murieron tras ser tocados por su
manual miembro santificado? La presunción de infanticidio, acallada por
golpe del aforado primer estado, la petininacia a la desobediencia civil, a
la ley de cuando la violación del precepto no nace del desprecio sino de
otra causa y considerando la materia y las circunstancias del caso, puede
ser considerada una falta menor. Hijos de un Dios menor, nacidos sin
nombre que dar a su progenitor, llámele tío pues padre será obsequiado
por los demás feligreses, y en la paidofilia, no es un trastorno, que
atrevimiento, es una atracción lingüística a moralmente superada, y es que
si hubiera de existir un presidio para localizar a los derivados de la
práctica llegada a realidad de psiquiatría serían enviados a lugares donde
el mundo supiera de ellos. En la Peste Negra, los leprosos con cencerro
al cuello se les aislaban en Lazaretos, a los ignorados por Pío XII, se los
recreaban recluidos en campos de consumiciones consumadas, de
expiración limitada, dejándolo caducar no le es reconocido. En la
transgresión de la vida infantil, ¿no deberían ser enclaustrados y ponerle
una vestimenta oscura como señal de su impureza, y larga, escindiendo su
vergüenza?
La ambición de ser el único, el Dios verdadero.

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El estado de Acidia, en su pereza el más metafísico, La repugnancia y la
aversión por dañarme, por no querer ser tu esclavo. Que no, que no me
gusta que me digan que nací pecador, ni que puedo o no comer, ni a
quien debo querer, y cuando decida que esta, la desesperación mía que
despremia mi vida y me haga verme en la pusilanimidad y cobardía de lo
que tu piensas, la inconsistencia debe equilibrar que no, que no es justo
que mi vida se acabe, que yo no soy dueño de ella para decidir cuando
tener su fin, pero si hubo que alguien en La ociosidad me dio, ¿me
regaló?, ¿me jodió?, con la condena a la vida sin preguntarme, sin yo ser
consciente de decidir por mí, si a esta tu vida quería yo venir. La
curiosidad o desordenado prurito no da derecho, y si deberé.
El estado de la lujuria, ¿no fue separatista de esquerra del primer estado,
¿allá en la parte septentrional colindando las llanuras de la hipocresía?
"appetitus inorditatus delectationis venerae".
Perdónenme no quiero crear la tercera república, ni en el tercer
testamento de ningún nuevo estado colonizador, ni adicionar en un
aslato, más sólo como inútil reflexión, el gozo prohibido donde prevalece
una finalidad preestablecida, única y clara., la reproducción y la
perpetuación de la especie. Pero Dios mío, formula secreta, maravillosa e
inocente para reproducción asistida con mando a mano. Que toque el
hombre cien veces con su dedo índice el ombligo de la mujer que ama
recíproca, y que en su esencia de transmutar el amor sea rápida, pues no
veo en mi mundo, no el que se escribe, ni se cuenta, ni siquiera en este
donde se reproducen, el amor sostenido, la fidelidad. ¡Oh cielos!, que
engañosa es mi diabólica mente, ¿mas como puedo negar a los hombres
respectos a las mujeres?, que la mayoría son presas simbólicas de la
fiebre. Pues si señor, tenía usted razón, que la lujuria es un estado
depositado, ¿pero medio vacío o medio lleno de fingidos? Se quieren, por
joderse.
Rompo el saco, La avaricia, cuarto estado, y menos mal que reza "El
crimen de la avaricia no lo constituyen las riquezas o su posesión, sino el
apego inmoderado a ellas". Y siete reyes tiene el estado, que no país
combatiendo juntos aliados, el fraude, el dolo, el perjurio, el robo y el
hurto, la tacañería y la usura.
El estado de la Gula, vomita sangre de Cristo, barra libre de cuerpo de
mal estomago dolido a hostias. Más no comas en ayuno, más mejor no
ayunen treinta millones de personas, y como hay que dar ejemplo,
tampoco comer ni cenar, sacrificarse hasta cesar exiliados de la vida, por
un pan que no tentó, ya que entre sus manos no alcanzó.

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El estado de la ira, "Appetitus inordinatus vindictae", el maquiavelismo
"Porque si Dios no perdonó a los ángeles delincuentes, sino que
amarrados con cadenas infernales los precipito al tenebroso abismo, en
donde son atormentados y tenidos como en reserva hasta el día del juicio,
si tampoco perdono al antiguo mundo, bien que preservó al predicador
de la justicia divina, Noé, con siete personas, al anegar con el diluvio el
mundo de los impíos en su clamor; si reduciendo a cenizas las ciudades
de Sodoma y Gomorra, las condeno a la indignación del desolamiento,
poniéndolas para escarmiento de los que vivirán impíamente" en notte di
sabato. - 2 Pedro 2:4-6
La contumelia dicha y hecha sobre el antisemitismo vaticano, la blasfemia
de Pío XII que instituyó Cáritas para dar escape sin sospecha hacia
Sudamérica a nazis con paradero en secreto de confidencia profesional.
También se desvío a sus aliados utilizando el pasaporte de Cruz Roja
Internacional. La riña, "Pío XII no excomulgó a ningún nazi, siquiera a
Hitler, pero si expulsó a todos los comunistas de cualquier país de la faz
de la iglesia católica". ¡Heil Dios!
El último, el estado de la envidia "tristia de bono alteriusin quantum est
diminutivum propiae gloriae et excellentiae", La mentira de Dios, la traición de
Dios, la intriga de la profecía continua... ¡El espurio debe claudicar!
María, anunciada por vuelos de palomas negras cristalizadas en
pergaminos del vidriado de las ventanas irrumpe en la parroquia. Las
palomas acechan, María escabechada réproba su venir.
Cementerio el lugar, habita de almas sin cuerpos acercados al mundo que
emerge fuera en la calle, en la ciudad, en la vida real. Anda despacio e
intranquila escondiendo su rostro, como estrella del pop se oculta bajo
un velo del mismo color que su vestido negro, que combina correteando
con rayos blancos que traspasan los ventanales al prolongarse a recorrer
la iglesia.
El sonido de los tacones despierta el sepulcro habitado, donde las
gárgolas observan petrificadas, dirigidas por el taconeo de un andar
femenino los pasos creyendo crear una trama de novela negra, a Grace
Kelly tras el velo, y al mafioso acabando antes con el párroco dentro del
confesionario esperándola. Sus inmoralidades inmortales en tan aburrida
casa rentara por Dios le fricciona para hurgar escenas fantásticas, mas
esta no, dentro del confesionario está el sacerdote, no ha habido previo
ningún muerto y sus frescos cuerpos de piedra reciben el aire corredizo
en las alturas de la bóveda

97
-Padre, he de liberar mi angustia, pero temo que no sea el lugar correcto -
tras reposar en el asiento, toma palabra confesora.
-"Extra Ecclesia nulla salus", fuera de la Iglesia no hay salvación -invocaba
una voz tras los orificios, que abstracta formaba posterior a María una
imagen confusa del párroco.
Ella se ausenta, le impide hablar su polémica sensación de qué está bien,
si el estar allí ahora disponible a dialogar con flaqueza, o arrodillada
condescender de la gracia infinita del amo del universo.
-¿Porqué ese mutismo, hija mía? Estás entre amigos
-Es difícil explicarlo -asesora bondad al responder la voz femenina que
respiraba embriagado el sacerdote.
-No debes temerte nada. Abre tu corazón, y cuéntame que sientes, ¿qué
te aflige?
Leyéndola el pensamiento le inspira dando causas para llegar a su
indecisión. En su corazón cerrado por raíces trepadoras muertas la
sujetan, impidiendo liberarse abiertamente. Arrinconada prendida por
destellos de un láser invisible han hendido la suficiencia para dosificar la
evasión.
-Padre, yo soy cristiana, llevo... -hace un retardo en su hablar, el gotero se
satura y prosigue-. Llevo mucho tiempo creyendo en Dios, y en su obra
divina. A mi instancia soy una sirviente incombustible de nuestro
adorado Señor, pero...-cautela ante la liberación de fluidos, tomando su
tiempo para formar su cuerpo-, ahora ha aparecido un hombre del
pasado y me ha hecho surgir una duda.
-¿De qué exactamente?
-De mi fe cristiana, tan espiritual como existencial
-¿Y cuál es el motivo para lograr tensionar la inseguridad en tu Dios? El
te ama, a todos nosotros nos adora como hijos.
-La razón es que no se si es correcto, el carácter periódico de la propia
iglesia me obliga a hacer, a actuar sin sentido convaleciendo a la
impunidad momentos que parecen enojos de maldad.
-Hija mía, los caminos de Dios son difíciles de entender a veces, pero él
nos guía en nuestros temores a....
-¿Y cuándo te estrujan al viento chocando contra lo que halla, sin darse
cuenta que una cometa no puede, no va a soportar las tormentas? Tan

98
harta ahora basto, y una pesada carga como castigo de algo que no he
hecho me aprisiona.
-No debes desfallecer María, los que nos marca Dios tiene su explicación
mas elocuente si entendemos su obra y recapacita...
María al oír su nombre de las manos del cura comete que el padre la
conoce, pero no la podido reconocerla.
-¿José? -Pregunta incrédula, pensando que pudiera ser él-. ¿Eres José? -
Pregunta de nuevo.
Rota las ligas que la aprisionan los músculos, se libera en los gritos de
extremaunción del silencio teñido del sacerdote. Avisándola, la unción la
halla en inminente peligro de muerte, a uno y único segundo que las
campañas retumben la parroquia, como señalizando la señal de lo que
contiene después, en los siguientes.
Cuestionada de que algo pasa, tiende por inercia su cabeza a la derecha
bajándola, oyendo en su trasiego girar el zumbido de un extraño cuerpo
que le araña el oído al pasar a escaso momento de su destino final, que
era la frente de ella. Mira a su espalda descubriendo lo que le parece un
puñal con forma de estrella ninja clavada sobre la madera del
confesionario.
María se siente explosivamente alterada, no contiene sentido aquello, no
reflexiona y como instinto felino sale temerosa asustada de allí.
El cura sale también de la caja de madera y muestra desafiante a María un
puñal extraño de doble filo, que pudiera ser el mismo que la atacó
recuperado por el sacrílego hombre, que ella no clarifica más que un
cuchillo buscando su cuerpo.
María paralizada grita coincidiendo con el cantar continuado de
campañas señalándola su criminología, que amortiguan capturando los
chillidos que emite huérfana de aire, en la pesadilla descrita que ahoga su
querer correr y gritar. La apresan la zozobra de echarse a perseguir el
fondo del pasillo hasta la salida de la iglesia. Su fuerza al clamar apagó
toda su energía, derrochada tiende una oportunidad al homicidio. En la
parroquia no hay nadie, solo están ellos dos. El cura, coincidiendo en su
perfil asesino se acerca a dos pasos de María, que indefensa no sostiene
más que una mirada de espantada como protección de que se aleje, el
resto del cuerpo ya no le pertenece, ni casi se siente.
Las cosas no suelen llegar solas, y a una bella dama no se la debe hacer de
rogar en una cita.

99
Muchas veces lo motivos tienen una explicación, que sencillo, ¿qué hace
María allí? Buscándole... Esperándole... Deseándole ver llegar...
La presencia en el lugar atiende la demanda precisa, y rompe la escena
atajando el crimen que las gárgolas en sus alturas saboreaban de un
espectáculo humano, por fin, tras el tedio impuesto pegados al cemento
por opresores cautivadores, dejándose adueñados por seres de carne y
huesos. Un cáliz bordea el cielo del cosmos que le separa desde la tierra
que retiene, hasta su estrella mariática. La estela de un segundo
movimiento detrás del cáliz le persigue. Un copón que en la extensión
universal del lugar dando alcance a su modelo de juego se fusiona en una
mininova, que sin detener su marcha machaca la mano del capellán que
se desprende del arma que agarraba. Tras el impacto está aturdido, aqueja
un gran dolor, que no le impide tras caer al suelo del impacto arrastrarse
hacia el filo que ve del puñal con el que quería agredir a María, e intenta
volver de nuevo a ello. Lo agarra con su otra mano, malsana yerra por
hierro candente al rojo vivo. El objeto de lucha irradiaba fuego tras el
impacto con la mininova que ya había sido reducida a enana blanca.
La demanda precisa atiende en el lugar la presencia.
Las cosas no suelen llegar solas, y a una bella dama no se la debe hacer de
rogar en una cita.
Muchas veces lo motivos tienen una explicación, que sencillo, ¿qué hace
María allí? Buscándole... Esperándole... Deseándole ver llegar... Estancada
detenida, porque el sol reconocido por él seguía permaneciendo quieto,
inmóvil al movimiento de toda constelación que desbordaba
contorneándola.
El lisiado sacerdote mira hacia el lugar de origen de los meteoros y se
encuentra la figura de José, que de un salto severo se sube al altar
retumbando los cimientos, las columnas de Pompeya tiemblan bajo sus
pies. José busca con su mirada algún objeto del altar, y de un golpe de
talón arroja la patena que halla a sus pies, lo eleva de un puntapié y
usando telequinesis se lo lleva directo a la careta del falso judas. Este
impulsivo se tira al ras del suelo, donde permanecía herido intentándose
levantar. José baja de su status y se encamina hacia el letargado criminal,
que nebuloso ante el encuentro con el hombre que protegía a María
consigue ponerse en pie y salir alma que lleva el diablo huyendo,
arrojando cualquier tentativa de combatir. Renqueante agarra la mano
que soportó el golpe del cuerpo único de Cristo, ligeramente al tener
quemada la palma de la otra mano.

100
José llega al presente de María y le separa una línea invisible, en espera de
una aprobación se detiene en la puerta de acceso a la Tierra Prometida.
Él cumplió su pacto y consiguió derribar la muralla de Jericó.
Si hubiera que evangelizar la descripción para el realce de la historia de
los pueblos venideros, encontrar un discípulo, un profeta, o un novelista
sería remoto hallarlo, no podrían, no son merecedores de tal derecho.
Si se pudiese encontrar en un remoto hombre del mundo animal un
momento estremecedor, uno donde sintió que todo dependía de algo
externo a su control como..., que vueltas para reconocer lo que es amor.
Existencias buscando, existencias deseando, existencias expulsadas a la
condena del desasosiego. Existes y no te halla más que en extintos
sueños. En la pesadilla de sus días le duele el no tenerte, no saber de ti, ni
un hola en tu boca, ni una hora en un encuentro milenario, ni en una ola
que cabalgue hasta ti o le trague definitivo en el augurio que ya piensa que
es tiempo, sólo tiempo, nada más que cuestión de contar que fallecido
guarda reseco. Y en las noches le trasladan sus repetidas ganas,
subconsciente le hace cociente de que estas ahí a un paso, a un espacio, a
un presente que te encontrará cuando al fin despierte, y al llegar el día te
persigue y no te logra. -Te predico, te elijo, te pido, te predije, te extrañé,
te impuse sobre mí, y por mas que deseo y mas te quiero, soy un fruto
más hecho vano en su caída. Sin descanso los engaños rebusco,
hallándote en la deuda de la huella perdida-. Sólo habría que reconocer el
amor y sobraría tan burda descripción... de escritor mediocre, de
chapucero aventurero, de historiador medianero inmerecedor del amor
callo, me aparto, y dejo espacio al reconocido amor...
-Gracias por venir María. Ante todo no te asustes, no quiero hacerte
ningún mal, yo...
-No temo José, me reconforta estar contigo -susurra levantando las
palabras, intenciones. Al vuelo las recoge José adueñándoselas, sin que se
traslade y prosperen lejos. Apasionados corazones de piedra se esfuerzan
por escuchar, sensibleros resbalan gravilla por asomarse y sentirse
conquistados. Embelesados, arrebatados, extasiados, cautivados los
sentidos de románticas gárgolas petrifican absorta sus emociones.
José tiembla. El cuerpo que cubre sentido ser, no contiene el almamoto
que invade los confines donde circula sus sensaciones. Dos mil años sin
ella no es tiempo, es la aborrecidad inmóvil del abatimiento. Que
complicado sería explicarlo, así que deja de callar tan insensata definición,
y piensa un recóndito amor.

101
No es un tecnócrata ni lo necesita. El nada más que es un espíritu
desunido a su mitad que deambulaba disgregada por la tierra, alejada
aquejaba cada paso por no poder guiarle, cada presentimiento por no
poder decidirle, y a cada respiro, porque cada medio era veneno infectado
de un mundo y medio perdido.
Dos mil años y no sabe que decir, no tiene nada guardado, todo se le fue
escurriendo, sólo le queda para mostrarle él. Mira a María y sólo puede
hacer una cosa, la más impura de las que pudiera imaginar en sus
interminables reencuentros cotidianos que le atormentaban. Dos mil años
sin objetivo para hallar en su busca, desaparecida las expresiones, ahora
llorando aparecen.
No tiene ganas de hablar, no quiere recordar, esperaba ilusa ilusión en su
interior, la vio pasar a cada segundo y es imposible, te lo jura, dos
milenios y sin nada en que creer mas que en esa mirada que le volviese a
brillar en la oscuridad, en un abrazo tras una sombra renaciendo en la
noche que desatienda la eterna lobreguez. Hoy es un nuevo día
alejándose la oscura y eterna noche, encendiendo una vela tras una
ventana ella le avisa de la señal, de que la puerta de Jericó está abierta. El
agotado guerrero vuelve a casa, le duele la espalda de cargar con tantos
sueños muertos, sin haber sido incapaz jamás de abandonarlos en medio
del camino, echado sobre él le pesaban. Sus pies sangran, de pasos
recorriendo el mundo, de cardinal a cardinal luchando en pedestales
camino, en vueltas envueltas en la decisión de regresar, y corre
derrochando la sangre del desamor perdida.
María le mira sin creerse la vuelta del furtivo soldado de Dios. Y ella
desertora de tan sólo y único amor que le entregó todo sin preguntar, que
mataría por ella, que la salvaría si la encontrara en los cautivados
mandamientos irrumpiendo por los siete estados capitales, matasombra
fustiga la llama para que no se apague ¡Jamás! Puede seguirle y lo quiere,
lo desea, es su propia voluntad. Le agarra de la mano y se la aprieta, es
estigmatizada con presión sus milenios. José aun cerrando los ojos, no
para de inundar sobre la iglesia la prisión que mantuvo alejado de ella, y
desoye decir nada. Y ahora mágico, el exclusivo poder que desearía tener
es borrar el tiempo, deshacer marcha atrás. Si un segundo sin ella fue
rotundo, en la rota y cambiada alianza desdeñando venganza, ¿de esta
manera cómo pudo vivir? Que sus mundos no se calmen en siglos. ¿Y
que fue amor? -No puedo no tenerte, solo quiero estar contigo María,
que soy yo mas que un rayo de pensamientos, un trueno de sentimientos.
Déjame acercarme, no me prives de ti, la separación por mandato de

102
Dios la vida sin amor, ¿la vida que es? Sin ti, nunca supe contestarla-
alisaba José en su cautivo cuerpo.
-Estoy aquí José, estoy aquí contigo, apriétame fuerte, tanto que me duela
saber que es cierto.
Es inevitable recordar para José, traumatizado, loco de enojo desnuda sus
manos sin que pudieran sostener las de ella.
Tras desaparecer María con Dios, José se pierde. Denegando de la vida
deja pasar las horas deseando que acabe todo, que no sea desgracia más el
contar los años en vano resentido. Sin secuestro no muere, ni envejece.
Ellos, tanto María como José desde que aproximadamente tuvieron a
Jesús, en su piel no progresaba la edad, convencidos que era un regalo de
Dios por el hecho de salvaguardar al electo niño, profeta de Dios. Y tras
su muerte, y el pasar de los años presumía en su desconocimiento ser un
castigo del mismo Creador.
Pero los peligros a la muerte antes o mas tardes vienen, peligrosos
alcances de hojas afiladas, de caídas fortuitas, de mordeduras venenosas,
y su cuerpo inmune no reconoce el deceso. Burla la muerte sin
explicación, y los años se convierten en lustros, en décadas, en siglos. Y él
sigue vagando postrado a la falta necesidad de luchar por la vida, a la
misma que desprecia.
Poco a poco José manifiesta que sigue sin envejecer, no muere y se va
haciendo mas fuerte, descubriendo poderes. Intentando pasar
desapercibido en el tiempo se acordona el calloso deber de encontrar a
Dios, Mordido en su sien, molido a despojos, movido por desprecio
busca en cualquier batalla su vendetta.

En La batalla de Nicópolis. Meses antes, 30 de abril de 1396, fecha de expedición


de cruzados. Partiendo dejaron Dijon ambicionando expulsar a los turcos de los
Balcanes, liberar a Constantinopla, pasar al Asia Menor e ir sin rodeos hacia Tierra
Santa para la reconquista de Jerusalén y el Santo Sepulcro.
Fecha del recuerdo, El 25 de septiembre de 1396 para combatir dejando Nicópolis
atrás a regreso de cobardes, la caballería francesa avanzaba a la batalla, donde
quedaban en rezaga alemanes y el rey de Hungría Segismundo, el cual pidió ayuda a
los franceses años antes para formar la cruzada contra los infieles.
Los ejércitos de la cristiandad y del Islam luchaban. José se había unido como soldado
por dinero al ejercito otomano, la paga era buena, y su ansia de destruir a los aliados
de la cruz se sujeta con un odio mayor, que cualquier antipatía que pudiera tener por
su impersonal ejercito. No rezaba arrodillado ni besaba el libro sagrado. ¡No Hay
103
Dios fuera de Alá! ¡No Hay Dios fuera de Alá! -canturreaban los islámicos
esperando en envite. José no desgreñaba gritos, tenso esperaba sesgar vidas en nombre,
¡de Jesús y María!
Con el primer encuentro, los caballeros franceses reducieron a polvo la horda de
contención campesina que conformaba la delantera del Sultán Bayazid. Pasados por
encima, los cruzados superaron la primera línea de defensa enemiga y embistieron
contra la infantería islámica, sin sopesar en retenerse del aluvión de flechas que los
escudos de franceses adiestrados rezaban en alto por derecho canónico. Rebasados los
estratégicos turcos de a pié fueron vencidos, y huyeron derrotados hasta la tercera línea,
la de los sipahis, el cuerpo de caballería turca. Crucial se discutía si provisional el
ataque detenerlo para reagrupar las distintas tropas que habían quedado
exponencialmente separadas o acabar arrasando por el espoleo del clamor del éxito
cosechado. En la recogida, no hubo vuelta atrás.
Atrás a la vez se sucedía, que los restos de la primera y segunda línea turca, con la
rápida llegada de algunos sipahis, se habían organizado y se abalanzaba sin
impedimento al reducto de Segismundo y sus aliados que asomado asombraba
desconcertados. Irremediable, se asistió a una desbandada impetuosa de caballos
descabalgados que eran plan de la caballería de reserva. Los transilvanos y valacos
creyeron que se trataba del preludio del escape y se retiraron de la conflagración. Aun
en detrimento, Segismundo lograba mantenerse sin retroceder.
Las flechas cruzaban a campo abierto el cielo, el mismo que existe para mutuas
religiones. Compartiendo el mismo aire, la misma tierra, hasta los mismos nombres
venerados se enfrentan excusándose en cambios desconocidos. Una flecha del enemigo
cristiano atenta al punto donde José sitúa su cuerpo apóstata. Moviéndose rápido se
desplaza para que no de en su blanco e intenta agarrarla impetuoso, y escandalizado
la retiene.
Por un instante se siente majestuoso, sólo por un instante. Suelta su mano de la flecha
y esta permanece quieta, parada en el tiempo, sujetada en el aire, inconcebible para su
pensamiento.
Pero no es lo único que ha sido inmovilizado. En el campo de batalla todo ha sido
detenido formando un sueño desatino, revuelto duda que está pasando, sintiéndose
incompetente no presume qué ha ocurrido. Anda entre los hombres, mezclados entre
islámicos y los europeos, cruzados de franceses, alemanes, valacos, transilvanos,
navarros, españoles, bohemios, polacos y húngaros. Amalgama misceláneo entre
reposados muertos y embestidos vivos, aun con los delatores rostros desvirgadores,
arremetiendo sus espadas. Las patas inmóviles de caballos a trote, en pleno salto, o
yaciendo derribados son sostenidos para una alteración que no calcula, ni sabe
entenderlo.
Todo quieto, todo muerto, ¡o casi! La visión de la sombra de una silueta hace girarle.
104
-¡José, no pensaba encontrarte aquí! -le habla la voz de un ser aparecido en la
clandestinidad de la partida de batalla detenida.
-¡Dios! -se sorprende fragoroso de reencontrarle.
-De esta manera me llaman.
-¿Aun sigues vivo escoria? -amenazante no silencia su sentir.
-¿Te Extraña? -si soy Dios, tendré que vivir siempre -le deducía sin mostrar aprecio al
desprecio de José.
-Igual soy yo Dios, ¿o no ves que llevo siglos aquí?
-Jajaja -Dios reía gravando incisiones onduladas sobre la arena seca del suelo-,
también dicen los testigos que moisés lo has vivido.
-Y matusalén, y crecen disparates, se dicen muchas tonterías en este mundo de
ignorantes.
-¿Y porqué no creer que hallan vivido siglos o lo sigan estando?- le consultaba curioso
el conocer su explicación, el presunto amo de la densidad imaginable.
-Porque a ambos les vi morir y bien jóvenes, su instrumentación es un falo de mentiras.
-Jajaja -Dios reía sin preocupaciones enfrente de José, a unos metros escasos le
magnificaba la pose desde la altura, al estar en lo alto de la ladera. -lo que si tienes
razón es que es un mundo de ignorantes, me digna aunque no creas poder hablar al fin
con alguien mas logrado.
-¿Logrado? ¿Para que crear hombres menospreciando la vida ajena? Mira a tu
alrededor, ¿estos hombres que llevan tu emblema y lucha por tu religión, que propósito
cumplen hoy aquí?
-La misma que todos, adorarme.
-¿Para lograr que fin? -preguntaba sin aceptar lo que no podía comprender ¿Su
muerte, como murió mi hijo? –Y lo que comprendía, no lo aceptaba.
-Jesús no murió en vano, no estaba predestinado su sacrificio, pero fue su vida y su
muerte la que ha servido para llegar a estos seres tan descarriados.
José seguía sin encontrar respuestas. Dogma, dogma, maldito dogma de no ser capaz de
dar claridad al tema. Confuso, sectario, limitado a acontecimientos orquestados, a
escrituras turbias, renegadas de la ciencia y del sentido común. -¿Y para que sirvió?
¡Dime y no te escondas! ¿Para que me arrebataste a mi hijo? Jamás te lo perdonaré
-Jajaja -reia Dios con soberbia- ¿Tu a mi no me vas a perdonar?, ¿no has leído las
escrituras?, -me pareces algo desviado del camino recto jajaja -seguía carcajeándose de
los entremeses dialécticos de un José airoso, hostil y a pesar de su insistente descaro,

105
edificaba su rostro una percepción de estar acabado, hastío, repugnado de Dios y de sí
mismo.
-¿De qué te ríes bastardo? -su ineficaz empeño en una contienda donde sabía que tenía
perdida de antemano, le daba el suficiente valor para bravatear a José.
-¿Eso si tiene gracia -le dijo Dios con una sonrisa mordaz.
José no preguntó, no inquirió al no encontrar sentido para expeler "¿El qué?"
-Pobre ingenuo -respondía Dios a una pregunta nunca formulada. El desdén era
manejador de anteceder su supremacía y cortarle cuando apreciara acabar con la
destemplanza de José, que él bien sabía que podría morir en cualquier instante. Hado
donde no le importaba este final, que anduvo buscando hace ni se acuerda, pero si hace
memorar que se siente persistente y le acomete. Dios prosigue su monserga-. Eres igual
al resto, envuelto en tus cimientos de ignorancia. Hay tantas cosas que no sabes que
solo son teorías en tu cabezita ¿Qué te hace diferente, que te hace creer mejor que todos
los demás? Por seguir una fe que desconoces, que tú mismo te creas, tú eres igual
persistiendo alargarla aun desconociendo la verdad.
-Yo no conozco la verdad, pero sé diferenciar donde está la mentira
-¿Tu dudas que yo sea el creador? -serio reposando altivez preguntaba seco,
imponiéndole ardua contestación a José.
Este callaba pausado, dudativo que contestar. -Me importa poco eso - respondió al fin-
, solo es una facha, fachada recalca.
-Jajaja facha -la risa de Dios colindaba los ecos del recinto de batalla, que los hombres
petrificados de no estarlos hubieran sido alarmados ante tal carcajeo, incluso en su
estado José dudaba que no pudieran oírle esa malévola risa siniestra, y mantuvieran la
inconsciencia voluntaria de posar en escondite inglés.
-Quería decir fachada -modifica José en lo que dijo explicándolo.
-¡No, no, no! -Le corregía Dios en sintaxis-. Has dicho una palabra que aun no ha
nacido pero surgirá hallándose en un tiempo futuro, si Dios quiere jajaja -la risa de
este ser llamado Dios no estremecía a José pero le ensombrecía, le hacia palidecer entre
la arrogancia y su ya traída cólera de sentimientos del pasado hacia él.
-Entonces José no te importa que sea tu creador, ¿tampoco estimas tu vida que no
deseas arrepentirte de tus malos pensamientos, no tienes miedo a mi cólera?
-Si quisieras matarme ya me hubieras matado, que valor no puedo dar a mi vida de
deseo de vivir, sin piedad no la temo.
Dios se pone receloso y serio, cambiando el temperamento grita-. ¿No temes al
purgatorio? -Chocándole la severidad de las palabras, era tal, que el quieto revivir
detenido de cuanto acontecía alrededor de la pausada batalla, hizo la arena cercana a
106
José saltarle como estampida de camellos a la carrera, arañándole la cara y purgando
la vista enojosa al entrarle en los ojos.
-Tormenta del desierto sin luz y sin agua en la vida, ¿qué hay que temer después,
cuando no tienes cuerpo?, ¿qué dolor se puede infringir a un alma que has renunciado
a tenerla? -enfrentándose de un modo inerte le mostraba como era su ser.
-Nadie es dueño de su vida, no repitas una necedad de tal índole. Peca contra sí mismo
el que se quita la vida o se mutila, la pone en peligro sin necesidad, se embriaga y el
que por desesperación se desea la muerte -le arremetía su quinto mandamiento.
-¿En la autocracia del imperio tirano? -Niego de esas leyes, y reniego de ti. Me
empalaga tu catecismo, mátame si así deseas o mejor muérete al igual que hiciste con
mi hijo -apuntillaba José a la espera de aceptar las ultimas frases que diría en una
tierra maldita que pisaba, pero no tanta como la tierra santa de la que alejó.
Algo enojado por el desplante, osaba jactándose deducir que intentaba provocarle, pero
Dios apenas siente ese ímpetu de bravosidad, y sin temor hace lo que sabe que más le
molesta a José, lo que no desea y vuelve a reír-, jaajaja. Mejor te voy a contar cierta
verdad, que ha sido rotundo secreto en el transcurso de tu existencia. ¡Jesús no era hijo
tuyo!
-¿Qué, repite eso? Mejor no menciones atreverte a una calumnia rellena de
desvergüenza, no ensucies el buen nombre de María, pues ella era una mujer fiel,
ejemplar, no la nombres miserable, y no mancilles su estampa y ultrajes a mi propio
hijo de mí. No te lo consiento, ten dignidad, al menos ten un valor en tu degradada
religión.
-¿Lo que no puedes ver, no puedes creer no? -Le preguntaba confiándole en su saber
respuestas desveladoras-. Jesús no es hijo tuyo y lo puedo afirmar ciertamente. Yo no
tengo ninguna determinación en querer convencerte, tú no eres nada, sólo un
pasatiempo encontrado en medio de muchas nadas, así que evalúa lo que te digo,
porque hallarás la verdad en mis palabras.
-¿Con qué derecho te atreves, como puedes asegurar tal infamia? -Presumía José contar
con la rotundidad, inquiriendo dilucidar la razón de esa noticia.
-Lo sé, porque Jesús era hijo mío.
José escuchaba preso del escuchar de palabras tediosas. Hasta ese momento nada
consistía su existencia, un recuerdo, mejor, dos recuerdos llevaba en sus muslos
cargando por los siglos, Jesús y María. No quería creer a Dios, de hecho no le creía,
pero el saber su afirmación, sus deseos de seguridad, encontraban luchas en la escucha
de crecidos temores, y un paso hacia atrás enseñaba ausencias de comprensión.

107
Puede apreciar como Dios experimenta en sus ojos una álgida y repentina escalofriante
maldad encaminada a dañar, pero no a José, ¿a quien entonces? No sabe a donde
arroja su destilada malicia de general inmoralidad.
-¿Te acuerdas José de cuando aparecí ante ti por primera vez y te envié al desierto a
que fueras digno de mí? ¡Claro que puedes recordarlo! En ese preciso momento
mientras tu te deleitabas mirando estrellas yo me aparecí a María, y creo que sobran
los detalles para confírmate que María engendró un hijo mío, y no precisamente por la
obra del espíritu santo -restregaba Dios a José este hecho indigno.
-¡No! ¡Mientes! -María aun creyendo en ti no hubiera depositado su cuerpo a tu
disposición.
Dios transmuta su aspecto. La imagen de la cara se planta sobre José haciéndose
pasar antes sus ojos como si fuera el propio reflejo de él sobre un cristal-. Existen
muchos métodos de persuasión, apercibía a José el modo con el que consiguió engañar a
la ingenua María, haciéndose pasar por su Marido.
-¡Nooooo! -José se arrodilló sobre la arena sin darse cuenta de sus actos, donde seguía
del todo el inmóvil medio a su alrededor. Con furia cerró sus puños sobre la arena
congelada, que inmovilizara desde que se paró el absoluto ver seguía en cuadro
estancada sin dividirse los granos, formando un cuerpo único, tosco, sin resentirse al
andar José sobre ella, no reflejaba las huellas. Y ahora él sin tenerlo en cuenta la cogía
arrancándola del suelo como arena normal, como la que era y había sido siempre, e
igual se le acababa escapando entre sus puños. José no percibía este hecho, que Dios si,
y se fijaba algo sorprendido, y sin nada inquietarle.
-Debo reconocer que María aun pasándome por ti no estaba dispuesta a transcurrir
con su destino, creo que no pude disimular tu dulzura jajaja.
-¡Bastardo! -los escasos granos de arena que aun permanecía en las manos de José, tras
levantarse se lo arrojó a Dios- ¡te mataré! -La arena irrumpió sobre la entidad de
Dios que estaba a su alcance. A pocos metros se tanteaba la conversación, y más
parecía ser piedra por la potencia que impelió José al tirárserla. Apenas Dios lo siente,
pero este hecho no era predecible para él, la capacidad de este ataque era insospechado
para el rey de los hombres cristianos.
Enojado todopoderoso, arroja una ráfaga de viento a José arrastrándole al suelo con
empuje, y lo petrifica, dejándolo lúcido a lo que pasaba e inerte al movimiento,
evitándole maniobrar expedito.
José angustia, su cara aparenta tener autosuficiencia a la rigidez del cuerpo, y la boca
libre al indagar su ocurrir acude a la sublevación- ¿porqué, porqué a ella?
-¿Porqué? Pobre inconsciente, si aun no lo comprendes seguirás vivo, esa es mi escuela y
tu deber de vida.

108
-Jamás te perdonare que mataras a Jesús y a María.
-¿María muerta? -Dios se le vino que José había hecho su propia lectura de cuando
María se fue con él- Claro, no lo sabes, -deducía el mismo Dios la comprensión a lo
que acababa José de decir- María vive, aunque para ti está muerta.
Esta reseña causa parada en el tiempo parado, y la doble incongruencia, de haber
asistido tediosos siglos sedado a la idea de que María no vivía, que tras llevársela Dios
la habría dado muerte, ahora recibe, tras el propio culpado, confesión de desmentir la
ejecución de ella..
En el mundo muerto donde circula, en el recorrido quieto que permanece todo a su
alrededor, recobra vida tras amortiguar la revuelta cambiada, como formula de dos
negaciones es una afirmación que se apercibe. Quiere saber más sobre María e
improvisa la decisión de exigirlo saber. No hay tiempo, no del parado, ni del revivido,
ni del aceptado o predestinado, el tiempo lo ha denegado Dios, en su ultima
intervención.
-Allí vienen los servios -alerta.
José observa llegar un regimiento numeroso de servios que parecía dar una avanzada
ventaja a favor del ejercito otomano. Inmerso en su propia lucha no comprendía que al
fondo, esos hombres si tuvieran posibilidad de moverse, y lo asombroso es que eran
enemigos de Dios, los cuales este los había recibido con buenos ojos. Se quedó aturdido
ante la secuencia inquiriendo a Dios la nulidad de su comprendio entre la arena que se
levantaba, pues ya volvía todo a sucederse en vivo. Los hombres, los caballos, cada gota
de sudor, arena y sangre secuenciaban milimétrico segundo al anterior detenido tiempo,
como si jamás hubiera permanecido inamovible. Este le miró, y sin sentir dijo- Hay
que perder batallas para ganar la guerra. --fue lo último que se escuchó y solo José
parecía oírlo. Nadie a su alrededor daba cuenta de la dejada última presencia de Dios
sobre la tierra, para posteriormente el desinteresado desvanecerse.
La historia contaría, que en el momento determinante apareció un
regimiento de 1500 servios comandados por el déspota Esteban Lazarevich,
que odiaba a los húngaros más que a los propios otomanos. Estos
servios, que componían el ejército de Bayazid en calidad de vasallos,
decidieron la contienda.
De retorno consciente a la iglesia, aferrado a María le reanuda al presente.
José le cuenta dosificando, acontecimientos vividos, situaciones
esperadas, reencuentros de soñados sentimientos plasmados. Pormenores
de la justa, inquietudes de esta contienda bíblica es clavada satánica.
María, escucha entre ilusionada de afectos y recelosa de quejas que se
sientan en dudas, pero no es aquella María que aparece tan firme en los
textos sacros. Ella se ha planteado tantas manifestaciones, doctrinas
109
contradicciones, y solo su fe le hacia no dudar de lo que estaba bien o
mal. Veleta ingeniada al viento soplado por las manos de Dios.
José recoge del suelo el extraño puñal con el que anteriormente, el canalla
de la facción más ultra de la religión católica había atacado a María,
Ustasha o legionario de Cristo restaba ahora repercusión
desenmascararle. Con el puñal en las manos alcanza traducir sentido, la
parecida simétrica a los bocetos que vio en la casa de Gaudi. A primer
instante, se semejaba a una simple Svástica, pero extraña en su forma.
Nunca había visto algo así, y eran muchas las cosas que ha podido
contemplar en su material esencia.
Se la guardó en el bolsillo y tiró de María llevándosela con la voluntad de
ella afuera del templo maldito, al cielo abierto del exterior, del mundo al
que se le escapó hace... ¡Un día eterno!

110
Capítulo VI El desangre

-La Svástica es una doble Z en su geometría, y significa bienestar y en


algunas culturas mil Dioses. Eso tiene mucho significado, porque son en
distintas religiones donde aparece este símbolo mítico. Hay bastantes
similitudes entre ellas y relacionadas con lo que nos concierne, parece
estar diseñadas por un mismo cartabón o copiadas de unas a otras -
explicaba Gaudi a José, Pequeña Flor y María.
Después de lo transcurrido en la iglesia José se dirigió con María a la casa
de campo de Flor. La recién llegada ha estado descansando unas horas, y
después ha conocido a sus amigos de aventura. Sería ridículo no aceptar
lo cautivo que eran las impresiones de todos por María. Gaudi, un
teólogo desmesurado, un idolatra de la historia, un fanático de las
religiones, y un traidor evadido de las filas cristianas. Pequeña Flor, tenía
desde su tierna infancia adoración por esta mujer, que no era su
santificado la causa, sino la brillantez, la dulzura con que José la detallaba
al mencionarla, festejando el común ordinario. Preparativa, de la hermana
perdida que jamás dejó de buscar junto a José, en su empeño hasta
conocer su paradero.
Gaudi dibujaba de pie en un cuaderno diferentes ilustraciones de
Svásticas mientras explicaba las aclaraciones aceleradas, de tantas cosas
conjuntas que pensaba y quería trasmitir a los demás, que alrededor de él
circundaban la mesa de reunión.
-En el cristianismo la Svástica simbolizaba el poder de Cristo y esta sin
lugar a dudas tiene tendencia a una Svástica utilizada en la edad media
para representar a los cuatro apóstoles y en medio a Jesucristo, sin
embargo casi descartaría ser de la época donde se utilizaban por lo que
todos podemos apreciar como hecho asombroso, que es la hoz y el
martillo. El simbolismo presume de maniático, pero no podemos ignorar
que no es un capricho. La explicación es imposible deducir, nunca antes
se había conjuntado una unión entre una Svástica con toda la apariencia
hitleriana firme unida a la representación del comunismo.
Si esto hubiera pasado hace siglos, se pensaría sin dudar que se tratara de
brujería, de Belcebú en forma de contagio simbólico, y ahora no sé que
deducción darle. No puedo entenderlo, lo siento, pero no tengo
respuestas a este svasticograma.
-¿Y de las figuras entalladas que aparecen sobre el objeto, puedes
decirnos algo? -preguntaba pequeña Flor.
111
Gaudi aportaba cuanto sabía-. Los cristianos sincretizaron esta
iconografía representando al tetramorfos, símbolo de los cuatro
evangelistas: El león San Marcos, el águila Santiago, el toro de San Lucas
y el hombre de San Mateo. Las esculturas tetramórficas usadas
comúnmente en los pórticos románicos daban al nuevo creyente una
sensación de continuidad con los viejos ritos paganos.
Flor que había escaneado la figura encontrada por José, inquieta buscaba
en archivos oficiales desde su ordenador portátil por si hallara algún
indicativo que sirviera para desentrañar el enredo encontrado.
-Creo que he encontrado algo -señalaba atenta Flor. Dobla la pantalla
enseñando lo que acababa de ver a los demás-. Es la iglesia de Iglesia Sta.
María de Azogue, en un pequeño pueblo de España -decía mientras
mostraba la imagen capturada de la red.
-Podríamos ir allí -sugería Gaudi, puede que nos sirviera de ayuda si
encontrásemos alguna otra representación, si descartamos que sea casual
la conjunción de la Svástica con esta iglesia.
-¿Tu crees? -Preguntaba José. Gaudi callaba de no saber la respuesta que
dar.
-Esa pared parece diferente -dijo María acercando el dedo al ordenador,
tanto que inexperta postró su huella en la pantalla. Rápida apartó la mano
creyendo que podría perderse la imagen en la sacudida.
Pequeña Flor se detiene buscando una explicación a la interesante alusión
de María, y dada la comenta-. Tienes razón, obedece a que fue
reconstruida tras el terremoto de Lisboa en 1755, dice aquí- subrayando
la información del amplio texto que la página dictaba. Flor no se detiene
y rebusca exactos, detallada precisa la minucia separando rápido lo bardo
y encuentra algo interesante que menciona-. Aquí hay unas ilustraciones
hechas antes del terremoto -la página web muestra distintas visiones
desde ángulos distintos, realizadas desde cada punto cardinal.
-¿Esto que es? -advierte María señalando una hebra desgastada en una de
las estampas.
-Parece ser alguna grieta abierta en la pared. Ya se apreciaba que no
estaba en buenas condiciones.
-¿Se puede ampliar la imagen? -preguntó María, seguida por una
corazonada.
-Si claro, -respondía Flor que se acercó al lateral del laboratorio y
encendió una pantalla grande que tenía enlazada a su ordenador. La
112
imagen mostrada en el portátil aparecía tal cual en el monitor encendido-.
Intentaré aumentarlo sin perder la calidad -comento pequeña Flor.
La imagen crece, se multiplica la escala de la foto que se va haciendo a
golpes de pixel más grande. La definición se va perdiendo y se detiene la
dilatación, para todos por sorpresa quedar atónitos tras comparar las
grietas que la pared mostraba con la Svástica, pues el distintivo de la
hendidura es ideograma perfecto de la representación de la hoz y el
martillo de la manifestación comunista. Tal encarnación a la idea de
tenerlo en la mente, asustaba.
Todos apreciaban nítido el emblema, y no quebrantaron la mudez que se
acentuó tras el hallazgo.
El sosiego es disimulado con Gaudi echándose las manos a la boca no
creyéndose la igualdad de la imagen que veía y la Svástica que tenían a su
lado- creo que tenías razón Gaudi, será mejor ir allí y profundizar sobre el
terreno -apreciaba José la formulación antes creada por el otro hombre
de viajar a España.
-¡Flor! ¿Has podido examinar el objeto que encontré en la iglesia? -
Cambió de tercios José, convaleciente de la euforia del escenario de la
Svástica hallado.
-Si, José -dijo en una pesada carga. Aparentaba al menos al decirlo,
mirando fijamente a sus tres compañeros-. La he analizado y he
encontrado hechos fascinantes. Las puntas están hechas de un material
que no existe en la tierra, una aleación parecida mezcla al titanio y al
diamante pero con una características muy peculiares. Con frío alarga
como una cuchilla su composición, con calor se dilata y expulsa
microorganismos cortantes que en espiral se abren camino. Si analizamos
la biología molecular de la pieza existen dos grandes moléculas
diferenciales, que como he dicho parecen ser diamante una, y titanio otro.
La comparación no es válida, y es más un acercamiento a que lo
entendáis. Antes he dicho que era un combinado, pero lo que quería
decir es que son dos capas sobrepuestas autónomas que están unidas por
unos vasos conductores que son capaces de arrastrar de una a otro en
indiferente ordenamiento distintos materiales, en variantes fases. Se arma
configurado según la temperatura a la que se halle al contacto que pinche.
Para mí es fascinante, porque las posibilidades de desarrollar aplicaciones
serían novedosas con estos materiales. Todo lo que he probado, lo
distribuye sin problemas. Y si esto os parece inaudito ¡esperad!- Pedía
pequeña Flor algo de paciencia.

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Las imágenes de la pantalla grande va cambiando según cambia
impresiones rápida Flor, de su acelerada y aun así, precisa investigación-.
Y a su vez, el contenido que lleva estos canales es sangre rodando en
tubos de venas moleculares.
-¿Más? -preguntaba, por si alguno de los presente quería hacer alguna
intervención de lo escuchado hasta ahora. Ninguno opuso duda, pues la
incertidumbre era la dilación de cualquier trámite para conocer nuevas
impresionantes anotaciones.
-La sangre al ser liberada tras el corte por la punta desarrolla una
molécula, que la Svástica crea en una película destructiva e infranqueable
de defender. Lo curioso, lo más raro es que actúa preferentemente sobre
la sangre procedente de una rama genética similar, quiero decir, un
familiar. He comparado esta sangre con la tuya José y una muestra que
saqué antes a María y proviene de una cepa muy similar a la suya. Sin
lugar a dudas y si siguiera una correlativa jerarquía paralela a la sangre
humana aseguro que es de un familiar de María. De Jesús podía ser a
estar en una línea descendente de progenitura, y no conocerse ningún
descendiente más. Las caras de María y José se probaban al pasarse sus
miradas, desconcertados por el apunte que se estaba detallando-.
Guardando la estructura de ser de la misma raza la de José y María a su
vez con la sacada de la Svástica puedo confirmar que es variable respecto
a la tuya José, y no ejerce ningún parecido que pueda considerase bastión
tuyo.
José entendía que la sangre era de Jesús, hijo de María pero no suyo.
Desde hace siglos, eternos siglos lo llevaba en su mente esa duda que
apesadumbraba contra él, y la esperanza de que su premisa pudiera
fallarle, y haberle mentido Dios. No fue así y ahora confirmado sentía lo
que mantuvo día a día, que Jesús es su hijo, sea de su sangre o no, y nada
conseguirá hacerlo dudar.
María sospechosa, alarmante desgranaba cabezazos al aire buscando
respuesta de la pregunta que le engullía, ¿quien era el padre de Jesús? José
sostenía a un metro con la mirada a María, quería hablarla, y explicarle lo
que jamás le fue rebelado.
Yo... -principiaba José a contar, pero María no esperaba respuestas que le
hicieran un daño desvirgador. Aquejaba templanza de soportar solo
verdades de pureza, no dejaba acercarse el daño que intuía. Tiró el vaso
que sostenía en sus manos y salió corriendo. Explosionó el estallido al
suelo de cristales frágiles, de lagrimas de eternidad, de gotas de un hielo
forjado. Su suelo le había estampado contra la figura esencial, que
114
sostenía un ser resbaladizo. Causante la base de la tierra se le acercó, y en
mil estropicios tuvo que estallar. No era un alma de metal, solo vidriado
nada más, gotas que caen de un hielo derretido llegado de las estrellas al
desierto. Bautismo al entrar en la tierra, permanente no cesa su caída. Sin
aguantar no se sostiene firme, y al llegar se arenoga.
José sale en su busca, corriendo al consuelo que serene la incomprensión,
la injuria de la verdad. Eufemismo de un ayer turbio, impotencia de la
esterilidad al llegar al jardín que ve en María, agarrando una rosa por el
tallo. Algo tan hermoso que cede a su fuerza, incapaz de tacto no la
destroza, ella deja que las espinas la claven en piel. Su cuerpo estático
presenta a la luz un fatal gesto, del camino gotear por la palma de su
mano de la perforación del aguijón de la pequeña flor que la dañó.
José lo tolera en mal medida, un prestigio de actos desobedientes a la
sinrazón de que María tiende un pulso a suerte, a muerte. A suerte de ser
derrotada por el engaño, a muerte de conseguir devolver la vida a esa
rosa que yacía tendida en el jardín. José la agarra, quisiera callar su llanto,
su angustia que él llevó por siglos que María acaba de descubrirlo, y sabe,
y lo sabe, que duele, que muerde, que quema, que angustia, por mas
astucia que empeñe, no hay más que darle todo de su parte. Y sus brazos
respondan y que abracen, que jamás cedan, y reconocidos sostenidos
siempre en él crea.
-¿Cómo, José, como eres capaz de mirarme?, te fallé, y te y me traicioné -
angustiaba desordenes.
-¡Noooo! No María, tú no tienes la culpa.
-¿Quién fue José, tú lo sabes? Dímelo, ¿fue él, fue él? -María enloquecida
parecía desvanecerse de la rabia que impulsaba en serpentinos ladeos
cuerpo y brazos.
-Si María, si -José no podía negarlo, ni decir más. La abrazaba, la sostenía
a la vida, no calmaba su caída del cielo a la tierra, por mas que bañara esta
tierra consumida, de agua que amortiguara el impacto.
-¡Noooooo!, me violaron José, ¡nononononono! Dios me violo. ¡No!,
¡no!,¡no! ¡Nooooooooooo...!
María bailaba en llantos, movía el cuerpo restregando las espinas por su
vida. Las de rosa en una palma, y las de las uñas de la otra mano que
abrazaba a José se clavaban hasta su intrínseca alma. La espalda de José
rasgó y sangre de una taimada herida se exhibía, acompañaba como ser
uno a la del recorrido de María. Si la sangre fue la herida, la brecha de la
humillación, seguía un itinerario que recorría el tiempo narrando los
115
pasos. De la sangre surgió hijo bastardo de José, de la sangre se adueño
en el día de hoy la acalorada verdad sobre María desconocedora de ella, y
de la sangre en mano, en espalda, en mente, en alma, en vida y en muerte
arrastraba, se atravesaban, enlazaban un destino que no debía haber
empezado, un flujo caído de un afluente abierto por la mano no natural
que provocó despliegue, su desvío de la vital naturaleza que llevaba esa
sangre al mar, del que José podía rescatarla con su red. Él pescaría y la
serenaría en agua, que haría renacerla una vez mas, como cada día, una
nueva brisa que movería su alma al viento, y no llegó, en desvío la sangre
afluyó entre las rocas, perdiéndose regaba en el camino sembrándolo de
esporas al irse secando la tierra, convirtiéndola en maldita. Y no llegó a
ningún mar, porque sangre muerta se quedó en sus adentros, en su ser,
en Jesús. Y maldita sangre que corre por sus venas, intentaría ahora
escupir toda, y que transfundiera por el mar que José le arrimaba. Sangre
invicta a la muerte, sangre perdida en su suerte, sangre bendita restregada
en la frente. Sangre, sangre en su desangre...
Torniquete despechano, remiendo efímero, cuenta las gotas que empapa
la gasa, satura y clama brotar a chorros. Cuanto tiempo pasó apretando
José sobre la herida inservible mediar, los cálculos no son de tiempo pues
son temporales, no son de a continuación pues no son secuenciales, son
de sentidos, pues son sentimientos, y debo, lo aclaro, que estimo en timo
el amago de creer resultado de alivio, pero es mi deber, pues todo se basa
en qué uno ha intentado por querer.
Tullida, tras elevada propia conmiseración, tras larga a su pesar
conmoción, apacigua indolándose, y acude de los brazos guiados por José
a la sala donde estaba pequeña Flor, y Gaudi.
Es poco creativo, y automático el querer saber su estado, el de María por
parte de sus nuevos amigos. Estúpido, es un decir ¿Cómo estas, te
encuentras bien? Un poco de estilo les sobra para callarse la inútil e
inservible terquedad de preguntas necias y al menos, en esta vez, y
porque esta escena es única, y nadie se podrá adueñar de ella, actúan a su
modo, al que les han creado, a esforzados corazones de pura autentica
amistad, donde el amor es prioritario, cuando el mundo muerde como
zombi los cerebros, pueden aun ser personas, las que tienen que ser.
Pequeña Flor la arropa en un abrazo, la embolsa uniéndose a su
necesidad de compartir el momento. Gaudi por su parte se aproxima, y
retraído quiere expresarle su ánimo de confianza, y la da un apretón de
manos, no de señor sino de señorío, de darle cuanto necesite de él, y es

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qué ¿Cómo está? Todos los sabemos, entonces no digamos pamemas
como idiotas.
Los momentos pasan, hay que proseguir, aunque se pudiera detallar
momentos terriblemente angustiosos de ternura camuflados en delirios,
amoríos de nunca acabar y dolor de nunca regresar, pero debe seguirse
sin parar, el peligro inminencia en la cúpula de eminencias.
Diatriba pasada que vuelve a llegar, invectiva alejada de la sátira nos
acercan a la realidad, a la cruel y despiadada despreciable realidad, lo
quedamos o no.
Pequeña Flor hace de goma, entrando en liza de lo que intentaba explicar
hasta la eclosión de María. Prosigue su explicación, y razona-, la sangre de
Jesús provocaría en ti María un coagulo si hubieras sido pinchada por la
esvástica junto a la alineación del material recientemente descubierto,
aunque de la manera que me contaste que te lo arrojaron, ya de por sí su
corte sería casi mortal por el troceo de inquisidora mordedura de
cuchillas. He estado realizando distintas pruebas con sangre de ambos, y
a la de José le afectaría pero no para ser capaz de matarle, más bien
aturdirle. Es como si la sangre de un familiar fuese capaz de matar a los
suyos, pero no a otros.
María aun retraída, iniciaba hablar. Su tanteo le hace decir unas palabras
en tono bajo que nadie oye. Alza la voz para expresarse de nuevo-. ¿Lo
que has dicho, quiere decir en cierta forma como si nuestra sangre no
fuera humana, algo como que perteneceríamos a otra especie, quizás ni
terrícola? -exponía interrogante, mientas se lo preguntaba ella misma al
pensarlo.
-Así es -decía Flor, abierta.
-¿Y os lo tomáis tan natural, no os impresiona? -extrañaba María la pose
de Flor, y de los demás, a los que miraba esperando algún comentario
lógico.
Gaudi al ser mirado se apresuró para decir- Yo soy nuevo, yo no sé nada
de esto, que me lo expliquen a mí también -solicitaba uniéndose a la
petición de María
José resumió las dudas explicando-. No es que no nos sorprenda -
advirtió- lo único es que era una posibilidad que teníamos y nunca hemos
descartado. Basándonos en lo que sabemos, en la autenticidad, ¿de qué
hechos concluyentes disponemos? Tú y yo, llevamos viviendo más de dos
mil años, no envejecemos, somos aparentemente inmortales. Yo, tengo
recursos de capacidades que ningún mortal es capaz de conseguir, ni
117
poderlo obtener de una u otra forma. No sé si tú has tenido alguna
sensación en este sentido y algún poder que hallas ejercitado.
-Poder, poder no, sólo minucias de comportamientos, aunque siempre no
he inducido a querer conocerlos, por..., pero te entiendo lo que quieres
explicarme -decía María, cambiando en último momento en su frase el
porqué de conocer más allá si tenía capacidades, foráneo no era el
motivo.
-Como digo, de nosotros podemos negar que somos humanos, a no ser
que estuviéramos dotados por un poder concedido ¿gracias a una
divinidad, a una patología genética? ¿Quizás proveemos de una raza
incluso anterior a los seres humanos, o puede que vengamos de otro
planeta, o únicamente seamos conejillos de indias creados para ser
estudiados? No quiero volverte loco María, ni tampoco a ti Gaudi -el
sacerdote permanecía atento sin mencionar palabra, predispuesto a todo
cuanto se dijera escuchar sin plantear nada.
-Lo que siempre hemos sabido ha sido nulo -proseguía José en su
intervención- y tus dudas actuales han sido las mías en un rodar continuo.
Acuérdate Flor, cuantas veces hemos tratado este tema -Flor asentaba
gesticulando-. Lo del ADN hace ya mucho que lo sabíamos, que mi
sangre no era precisamente comparable a un ser humano, pero lo que ha
averiguado Pequeña Flor hace reivindicar la tesis de que tú y Jesús
formáis parte precisa de lo que es externo a la raza humana, sin olvidar
que él -José no pronuncia el nombre de Dios, pero naturalmente todos
saben de quien se trata esa tercera persona singular - es indudable que
humano no es, y que su poder es descomunal a comparación nuestra, y
más...-hace un silencio, mientras todos, o particularmente María y Gaudi
esperan el continuar de José pareciendo que va a desvelar uno de los
misterios desconocidos- en el siguiente capitulo -acaba diciendo
embromado ante el desconocimiento popular.

118
Capítulo VII La muerte de la cruz

Dejándose llevar José y María los recuerdos son innegables, el palpitar de


sus corazones trasmiten como ondas, rebotándoselas entre ellos. La
nulidad de absorberlo libera emociones, demasiada dependencia del
verano que nunca llegó, del maldito abnegado año 35 D.C. Acalorado
quema en sus interiores, la separación y unión entre cuerpo y alma.
Excavaciones milenarias prosiguen en su historia, buscando la verdad.
No es tarde, se ha esperado mucho por volver y estar unidos como
siempre fue.
Hace calor, carboniza este enrarecido clima tan suyo, que si te alejas de él
te sientes extraviado de haber perdido el terreno. Desterrados, cuerpos
malogrados incendiados, calcinan al contacto en esta maldita tierra santa.
Tierra única, punto de partida de guerras étnicas multinacionales. Tierra
pisada estéril con recursos falsos, donde al excavar fuera donde fuese
hallarían pozos, oleoductos de sangre milenaria de cuerpos de 0 a 100, de
cuerpos airados, de cuerpos odiosos, de cuerpos vengativos, vengados,
luchadores, rendidos, esclavos pasionistas definidos hasta indefinidos,
todos traicionados por un único Dios que les escucha a la izquierda del
nulo cero con el les oye.
José y María simulan, todo el patio de arena está atrincherado de
agujeros. Tantos equipos buscando trozos del pasado sin darse cuenta
que el futuro se le escapa y forman parte del un presente indolente,
subestimando donde medir su exactitud de afincarse en los mundos
personales de cada arqueólogo donde profesan antigüedad. Profanadores,
blasfemados por los vivos, maldecidos por los muertos. Historiadores,
del salón del oeste al salón de té. Salam Aleikum, cuadrilla árabe de pico y
pala, pagada al precio de dólares americanos, de expediciones "madre en
usa", otras propias del reino patente hebreo y del estado registrado de
Israel, comprado por deuda de guerra, asumida por quilates que se
reparten por partes.
Territorio subastado, robada fe de sacrificados arrojos, por la nulidad de
adueñarse de la autentica verdad, la que pasaron por el lugar destrozando
no uno, sino milenios de millares de Dioses individuales. Dioses grandes
de miradas profundas, Dioses enfermos palidecientes, Dioses pequeños,
tanto que nunca lograron a mediar palabra. Salam Aleikum, "que la paz
sea con vosotros" reza, ya que el pueblo palestino sin papeles, ilegalizado
del propio territorio actúa como ladrón de su cosecha, como vampiro de
119
su vino, y no parara por punto final, seguro puede que ni coma, porque
asquea y vomita de mortales legitimados por "dios" para borrar a los
auténticos Dioses que existen, las personas.
David, asirios, babilonios, macedonios, seleúcidas, romanos, bizantinos,
árabes, cristianos, saladino, mamelucos, otomanos, británicos, todos
partieron parte a pequeñas minúsculas. El oro pagado al precio de vidas
aniquiladas en el exterminio judío, ¿pero cuantos ejecutores hay?,
¿cuántas vidas reconocidas para un documental?, ¿cuántas incapaces
anónimas? No vale un voto ni un euro, no tienen oro negro, solo fe, sus
vidas no depende de ellos y están arrendadas, aparceros por viles
salteadores imperialistas.
La Basílica del Santo Sepulcro, iniciativa de desayuno obligado preescolar
en periodos fascistas de atrofiar la enseñanza por delante de las leyes de la
física, las reglas de las matemáticas, el lenguaje comprensible, la historia
repetida, la lectura rizada indecisa, la religión de calla o palo, de pagas por
meterla a mano ¿A qué nos dedicamos hoy? ¡Viva Dios, Viva América!
Matadores de nativos, odiadores de patrias sin barras ni estrellas. La
Explanada de las Mezquitas, ¿o debíamos decir la diezmada voluntad de
ultraterritorionalistas? El Muro de los Lamentos, hecho que quedó del
templo para enjuague mental de los sacerdotes, y duda es la vida, tanto
que por pensar en lo malo porque lo bueno no acude, no llega a mentes
salteadas de vocíferos infectos de apoderarse de almas impropias. Y si
casualidad, urinarios del templo quedasen en pie como único resquicio
construido, ¿podría ser dueño escogido de las nuevas veneradas
plegarias? Purificación de las minerales sedimentadas, y biopsia al santo
óxido rojizo, formado en la superficie del hierro, por la acción del aire
húmedo. Bebe de sus órganos, de las entrañas purgadas.
Dejando críticas para debates parciales de excremento humano a quien
discute de la autenticidad de dios, María y José han ahondado donde fue
enterrado Jesús. José, tras su asesinato se llevó a su hijo a escondidas de
donde debía descansar, para tener la serenidad que no tendría de otro
modo.
José ha cavado por dos veces su propia tumba, extrayendo tenencias que
sobre tierra han permanecido en la memoria. María profundiza
excavando junto a él sin detenerse en el presente. Escarbando limpian
concienzudamente hasta el cimiento de la ofensa.
En túmulo reposa Jesús. Su imagen está momificada, descompuesta.
Etéreo simplificar cautivas impresiones. María soslaya su pelo, la melena
ladea apartada de rostro protegiendo sencillez, de extraños. Tímido en la
120
humildad, no conlleva majestuosidad, sencillo como fue, amado como
sigue siendo por sus padres.
Su niño descansa en parte, asienten ambos en el dudo cargar cargante que
la cárcava es traumática, y si descansasen junto a él, no sería un premio,
sería lo más justo, lo más suyo, lo más natural.
Entrañable, entre María y José compinchan afectos. Invocar recuerdos,
memorizados aluden no ser algo nuevo, son parte de los días, y cada uno
tiene veinticuatro horas al evocarlo, sin esquivarlo al segundo.
José simula no intentarlo, pero debe y prosigue su aparente error parado.
Le clava a Jesús una aguja, pero carece de savia en los tejidos. La paradoja
del destino gasta a malas ganas por hacer las cosas, y ahora será Jesús el
elegido para llevar la Svástica hasta la muerte a ¡Heil Dios! Pensándoselo,
y sin mediar decidirlo José acomete un abanderillado al corazón de Jesús
para extraerle la sangre, y satisfacer la necesidad. María prefiere no mirar,
traumática no coloca donde agarrarse ni dispone suelo donde apoyarse.
No acierta donde encontrar aire que la serene.
Profana el tiempo pasado y arrastra a José en él. Al agarrarse le tira al
remoto lejano ocurrido.
Las manos de Jesús sostenían la eternidad, un medallón que le regaló su
Madre lucía abandonado de respaldo. Los cuervos sobrevolaban el rumor
de carnunidada, el olor putrefacto era llevado en el viento, los comensales
divisaban atentamente su oportunidad. Hace ya tiempo tuvo que haber
llegado a ejercer como panteón de morada, para nutrirse de parásitos
despojos. La fatiga de trasnochar la realidad descubriendo vil miseria,
sincera enemistad de siglos hacia el pueblo judío, hacia religiones
distintas, desee el autoritarismo hacia los pobres misioneros de paz
sembraban vidas pasajeras en un ideal eterno.
-¡Tolle, tolle, crucifige eum! ¡Quítalo, quítalo, crucifícalo!
El Grito no era sordo, el espanto del dolor lo notaba el sol, sudando rayos miraban
hacia el lugar donde se ocultara el día, para no ver este horror. Momentos antes, días
anteriores Jesús fue apresado por los romanos, ajusticiado por orden de Pilatos,
condenado a la crucificación -¡Madre, no lloréis!, soy un esclavo, un enviado de la fe
divina. Mi existencia es suya, él me dara un nombre, él me hizo hombre, recordad que
debéis perdonad a quien me hizo mal, ya que Dios a conciencia lo indujo. Creed en
mis palabras, soy la voluntad de mi Dios.
Recuerdos compartidos entre María y José representaban cercanos,
fulgían en ellos, y cada uno a su vez expresaba los suyos propios.

121
Los de José le hacían a Jesús parecer en sus palabras antes de morir
podría comprender que fue el propio Dios quien le mató, de forma
indirecta. Su pensar es muy subjetivo, una reflexión interpretada a su
modo, como tantas, como antes, como siempre, como ahora no conoce
la extendida realidad, pero reconoce donde está la mentira y todavía
queda una búsqueda en sus días, una que guardar....
Los gritos de los clavos eclosionaban lejanos recuerdos, de todas aquellas
cosas que vuelven a esta tierra testigo de horror. Otros tiempos que
dejaron huella en la humanidad, ella cómplice involuntaria del autentico
culpable de su desdicha. Esos días que vuelven empañado en arena que
se mete en los ojos sin dejar paso a mirar atrás a aquellos momentos
felices que no volverán, aquellos años que Jesús, José y María no le
importaba que nadaran en arena los días, ya que al anochecer la luna iría a
descansar, y ellos cansados del día rogarían por uno nuevo, insignificante
y enriquecedor, ¿dónde está el sentido de ese amor? Si, llámalo amor, a la
unión, al deseo de fortificar su familia, de cubrir con una manta de buey a
su hijo del fresco atardecer.
¿Dónde está la explicación a miles de años, ser baluarte, bandera nodriza
de una paloma blanca, emisaria de un corrupto engendro que jugó a ser
Dios? ¿En quien confió solemne con palabras de misa le engañó? No
tentada, no quiso saber que significado tenia su redacción de un reino que
nunca se acercó, ni a él ni a un hijo que paciente por verle esperó, para
cubrirle del frío amanochecer.
El percutor mudo percata de existencia en el exterior. José decide
asomarse, y sin necesitarlo se detiene cuando pretendía salir fuera de la
tumba, volviendo hacia atrás. -Tenemos compañía María -anuncia.
-Que comience la fiesta -acepta preparada la invitación. José le instruyó
del ritual con el que posible se hallaran inmersos durante su travesía. El
postit explicativo de enemigos dispuestos a todos, donde la nada ya es
morir sin contemplación, deseosos de su deber cristiano.
Fuera, más de una decena de hombres armados hasta la mochila
ceremonian en concilio a la espera a que salgan a su visita sorpresa.
Llegados en un santiamén prevenidos de algún modo por Corpus Christi,
rodean estratégicamente el cementerio. Hoy Dies Natalis, día natal, no
volverán muchos a encontrar un nuevo amanecer, el que Dios hace
aparecer creando cada día tras la noche. Día natal, el día de la muerte del
que vivió, santamente matasellan su día del nacimiento al Cielo. No
leyeron la letra borrada, las vírgenes bienvenidas no se las darán,
dispusieron entregadas en el preludio, la introducción a la existencia. La
122
nula necesidad de transcurrir por este mundo de pruebas, ellos han
sorteados todas las tentaciones expresadas, puros laicos 100%, el pueblo
de Dios contra el pueblo de la tierra, ejerciendo de juez parcial el criterio
hemisférico de mente abstracta
En calma áspera se espera sucediéndose heterogénea austera,
aguardándola sacudiéndose aliviada complacida. Entre manos dispares,
sin que se las resbalen de pudor diversas Svásticas boomerang aguardan
ser meneadas, para correrse degustando sangre impregnada
Calma... mucha calma... Una perturbación sorprende la quietud del
ambiente. Viene de las catacumbas, husmeando la salida. Sosegando
subjetivos alternan los hombres despertando excitación, contando la
llegada para meticulosidad para sí mismos, tres... dos... uno... De la tumba
sale una rata, la calentura descarga calma... intranquila. ¡Cero! De saltos
prodigiosos se personan José y María surcando la empalizada de la
troposfera. Extienden sus brazos orquestando armas que vibran al viento.
-¿Queréis fe? Criogénizar la mia -alecciona José intenciones
Si quien pretende dar una sorpresa, encubierto agazapado esconde las
pulsaciones aceleradas al sentir asombro que la confusión ha sido variara,
la recibe ahora histérica. Las venas bombean deprisa, en la pista se
presenta la pareja dispuesta demostrando no acallarse.
Las balas de las escopetas y rifles de asalto de José y María, que
transportaban en la bolsa de contrabando en la que llegaron aquellas
armas esperando lo sospechado, en cobertura rifan boletos sentenciados,
tras coches, árboles y lapidas. Los hombres semi ocultos esperando pasar
el aguacero tocan ahora su turno, y tras asaltar el tiempo de reposo
dirigen sus ametralladoras surfeando de proyectiles el soplo corriente,
hacia ambas figuras universales.
Ambos, José y María respectivamente acometen saltos diagonales,
cambiando sus posiciones en volteretas inverosímiles. No es preciso
pararse a reconocer que las balas de estas armas no se podrán considerar
convencionales, y estarán especialmente hechas para causar frenadas o
acabar mortales llegado al fin.
Dos esvásticas peregrinan el cielo sajando explicaciones. Azorando el
vuelo, dirigen cuerpos oscilantes a por María. Ella esquiva una, escorando
el torso. La segunda se avecina con miramiento fijo a su cabeza. La ve tan
cerca que podría peinarla, la siente tan próxima que arropa en su ropaje
tempestad de susurros de muerte. Sin vacilación, José de una palomita
llega antes de que el arma se incruste en la frente de María y lo lanza en
123
formación recogiendo desgarres a su pase. Tres sacerdocios sentenciados
en día de duelo, caen ante las cuchillas de la Svástica.
Los caídos no pueden seguir, pero los combatientes emisarios de Dios
son feroces, y no lo esconden. No tienen miedo a perecer en destino sin
sucumbir los propósitos. Cuatro sacerdotes se emplazan ante ellos y a
una distancia comedida de unos seis metros enseñan sus Svásticas
amenazantes, blandiendo engañadas de tratarse navajas y las arrojan
simultáneas a José y María.
-Dame la mano- apalabrando da figura en idea formal José al agarrar a
María en acuerdo, y se teletransportan unos metros mas allá del punto
donde las destructoras armas debían cercenar. Descartada la parada
prevista, siguen su camino clavándose en el pecho de uno de los
religiosos enemigos, que retorcido cae. Otras dos Svásticas son
maniobradas a voluntad de José, que zigzaguean en el aire vagando hasta
cuajarse en robos los cuerpos combatientes de la cruz, puliéndoles ultima
respiración al sorbo de una pajita que lo emitiera.
Uno de los sacerdotes de los cuatros que atacaron en este último envite
se dirige al todoterreno que estacionaba cerca de él-. ¡Vamos, dale! -Le
gritaba al compañero que estaba en la parte final del vehículo, que
conducía entre sus manos una ametralladora pesada. Al grito dado
vaciaba sus disparos siniestros por doquier. José y María se encogían, tras
la losa diluviaba decenas de casquillos a escasos centímetros de ellos.
José llama un favor a María- Crea un aura!
-¡¿Qué?! -recelosa le extrañaba tal antojo de José, de duda lo pasaba a
broma sin sentido.
Opuestamente a 180º del todoterreno, había llegado un nuevo carro de
asalto, un semioruga modificado proveniente casi con toda probabilidad
de los utilizados por el ejercito israelí décadas antes, que hacia dejarles
cogidos a grandes claros. Al soltar la lona asoma en el vehículo acorazado
otra torreta igual que la que estaba disparando a José y María.
-¡Confía en mí! -le arrima José a María el deseo.
María sin encontrar significado, da manera a lo que dice José. Ella crea un
aura, y se sorprende tras abrir los ojos que encerrados a la visión
abstrajeron lo que acaecía, de la transformación que ha hecho José de su
creación. Lo ha ensanchado creando un escudo-. ¡Levántate, vamos
María! -Tras el aura reconvertido en defensa avanzan consentidos del
rocío que se condensa de impactos resbalando gotas de proyectiles a la

124
vertical de la protección, mientras otras balas remontan en retroceso a
origen tras el choque contra la defendida muralla.
En uno de los rechazos, la munición secesionista acaba con la vivacidad
del que descargaba el chapurreo, que regaba la demarcación del terreno
con pólvora de guerra. El conductor atrevido sale apuesto voluminoso
del vehículo, pero frágil mide el suelo su masa antes de llegar a la
ametralladora. Disminuyendo, caído al peso desciende el organismo de su
entidad. Desde el otro terreno, José oye como silba la encañonadura de
otra arma pesada.
-¡Ahora, gírate! -señala José. El y María así lo hacen, chocando las balas
que les llegaban de traición, los cuerpos de los asaltantes
Sin proceso al descanso se acercan varios vehículos más y reforzando el
ataque un helicóptero cubriendo el espacio aéreo. Dejando titubeos José
agarra a María, y situándose encima de la tapa de una alcantarilla perdida
de una calle adoquinada, empieza emerger hacia arriba-. Agárrate María.
-¿Sabes José que sufro de vértigo? -en su nerviosismo le comentaba ella.
-Eso se quita mirando abajo -María mira y se siente alterada, a punto de
desmayarse.
José debe agarrarla con sujeción violento, antes de que pierda el firme y a
un mal paso resbale a la nada cayendo- No hablaba en serio María, te
daba conversación.
María aturdida farfullaba -no has cambiando nada, sigues siendo el
mismo de siempre.
-¿Por? -preguntaba él.
-No, por nada, por nada, tu conduce -aliviaba en té de palabras hervidas
su mareo María, que se dejo rendida de la emoción de vértigo caer a los
brazos de José.
Anclado en el aire, el helicóptero buscaba el lugar donde estaban ambos
personajes. Los perdieron de vista al volver en un giro, y ya no lo
encuentran desconociendo el despegue de ellos. No hace falta esperar
mucho, tras una insospechado topar ante sus propias narices los
descubre. Al lado de la puerta, los dos ocupantes traseros del aparato
desconfían de la aparición. La boca de uno de los adeptos fan a la cruz
ansia modo de caverna a inquietudes de comprender sorprendido lo que
estaba viendo, inseguridad que aprovecha José para yuxtaponerse a su
lado y precipitarle fuera de la nave tirando de él, aposentado desde la
alcantarilla. Quitándole peso que lastre, José le ayuda del estorbo del fusil,
125
que lo coge prestado para guardarle un ¡PANG! al otro soldado que se
acercaba hambriento, con malas intenciones de comerles a bocados
haciéndoles picadillo con una hoja. Sin corte, le salió cargador tragarse
una bala por la boca sin masticarla antes, y a efecto soluble e instantáneo
cae a plomo con el estómago al vacío.
Abandonando la tapa de despegue entran dentro del helicóptero,
ayudando José a su compañera íntima a recostarse en un lado. El
prosigue su empuje llegando hasta la zona de control del aparato. Sacude
sin saludar una patada al copiloto que le había percatado su presencia e
intentaba levantarse para hacerle frente. Contra el suelo a la contra,
merendando la suciedad del suelo le tiran de los hombros la camisa,
estrechándole para ceder zurcido acaba expulsado, echado mísero a la
calle, punzado de un hilo aloja en el descenso sobre un olivo. Asustado,
antes de la llegada del nuevo inquilino un gato que no deseaba bajar,
armado de uñas fuertes, aguda arañándole el rostro decidiéndose devaluar
ingrávido al cambio de notoriedad, mientras el hombre caído del cielo se
encarama y no soltaba el árbol, viendo la larga separación de llegar abajo
seguro. En terreno llano, llegaban algunos vehículos rodando deprisa,
ante sus vistas los sucesos sobre el aire.
Desde el asiento desocupado, José daba un decigramo ultimátum en la
espalda al piloto, que le miró. José le da opción- ¿Te bajas o te bajo?
Una vuelta de respiración después- ¡Ahhhhh! -Gritos en la altura y el
piloto cae a la otra zona del olivo que asentaba a su compañero
acompañándole. Agarrándose cada uno por un lado de la rama del mismo
árbol empieza a ceder fruta prematura ante el peso de ambos
inclinándose mínimamente.
Los vehículos recién llegados hilvanaban a la altura el armamento,
zurciendo a balazos el cacho de aire sin tierra que elevaba al helicóptero
por encima. Estaban por la labor de rellenar de plomo el pespunte que
efectuaban a mira de ojo. Antes que imperar un zurcir a remiendos de
bala José corta, bordado de realce hacia el relieve de las nubes.
-¿María, estas bien? -Gritaba José desde el asiento del piloto que había
destronado y ocupado.
-Sí, estoy mejor. ¡Mira José! -le señaló a voz al llegar a la cabina.
-No te preocupes por el helicóptero María -creyendo que se refería al que
les llegaba a lo lejos de la policía israelí.

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-¡No, no es eso lo que me inquieta!. Es... -la mano fuera de cuartel
buscaba señalizar un punto-. ¡Ahí! -le fija a dedo sobre el cristal donde
mirar.
-¿El mosquitooo? -Apresura José disparatado, cuando el trazo que
señalaba la mujer se agigantaba.
-Peeroooo que mosquito mas gordo, ¡esto es un mosquitón! -Exageraba
José al definir como crecía.
Moviendo urgente los mandos del aparato, haciendo un rectificado en el
aire José evita el choque del misil que venia certificado hacia ellos.
Siguiendo el ataque recto, encamina hacia el olivo donde seguían presos a
media voluntad los dos hombres sujetos a la rama, que rota cede ante el
peso de los esbirros para su suerte. Cayendo, ceden espacio para que el
torpedo pase rasando el árbol sin chocar, y prosiguiera estrellando ante
un todo terreno al llegar a zona de impacto, que secundaba la
permanencía de la persecución iniciada en el cementerio tras los huidos.
-¡Es un jet José, es un jet! -Aceleraba convulsionada María en su etapa de
nociones de medio desmayos.
-Sí, coge aire -le pedía José. No era una forma de responder, daba una
petición de lo que ideaba hacer.
-¿Qué? -Le preguntó ella eligiendo que era capaz de cualquier cosa.
José no lo vuelve a repetir, de un looping lanza el helicóptero a las
alturas. María encara rostro de maquillaje blanquecer
-Aguanta María -haciendo un tonel avanzado elude un doble torpedo y la
anima entregándole conversación-. ¡Tengo una idea, quédate aquí!
-Vale -dice María -sin mucho animo de hablar- aquí te espero.
José ha desaparecido del pájaro de acero cuando ella levanta la cabeza
buscándole. De golpe María reflota del síncope estando nueva- ¡Pero si
yo no sé dirigir el helicóptero!
En su mente José le hace llegar un misil inteligente teledirigido- Posdata,
esta puesto el piloto automático, vuelvo en un segundo -María se lo toma
frío en el ambientado caliente, pensando que José sirve en broma
destemplada la indebida precaución.
El jet se había colocado enfrente del helicóptero, con aspecto decidido le
tiraba por las ganas hacerle llegar un cohete certero sin paliativos.
Desafiante el piloto del ave de fuego dirigía la mirada hacia donde creía
estar todas sus presas. Al tener el sol dándole en los morros no llegaba

127
atravesar la retina del pajarito indefenso, atenuado condenado por
decreto real del halcón de metal.
El golpeo provocativo aposta sobre la cabina del avión hace que el
aviador quede prendado a la vista, al ver que un hombre, José, está
adherido al ala. Profeta- ¡Cuidado, que voy!- Dentro de su caparazón se
retuerce sus garras de pelea haciendo ademán de encontrarlas retráctil en
un pliegue. Las saca reconvertidas en una pistola automática de mira
precisa para despejar el cristal. Abierto a llevarle en alas de victoria
extiende el brazo hacia donde está José. Este utilizando su poder
telequinético conmueve en la llama a un mechero e incipiente antepone
en moverse a ralentí un bolígrafo saliendo derramando quema de tinta
negra, rubricando impulso sobre el botón de salto de expulsión.
Repitiendo ejemplo de uso, sillín y piloto saltan por los aires perdiéndose
en el horizonte, mientras José reconduce el avión bajo un estado de fuego
lento ser llevado por las olas del viento, al baño María.
Regresa a por su sueño real, y con tacto la desplaza saltando en seguro
del helicóptero al avión, dejando al aparato anterior regalado a ras del
suelo ante la atónita mirada de niños palestinos, que disfrutan simulando
ser ellos contraataque Torá. Pedido medio equipo bueno a pares, los
nones hoy tocan al bando del barrio enemigo su ley llegada por designios
de totalidad a la revelación. El génesis antipalestino, el éxodo de casas por
lo visto de propiedad levíticas. Deuteronomio traducidos del tetrisgramatón
¡Por Yahveh¡ Sólo ellos, los niños lo pueden ver, antes de ser
secuestrados sus cerebros. Por eso no mutilan el aparato lapidándolo, por
ello no matan adosados de metralla, recrean exclusiones las jugadas
disputadas de héroes escolares, con huesos de dioses frágiles y mortales.
-Vamos María, vamos a España -le invita José al país mediterráneo. El
tour iniciado en Israel les lleva intercontinental a tierra de herencia
islámica reconquistada por cristianos. Al-Andalus sigue en mente beréber
a contiendas estratégicas encima de tableros. Deber de mente que sigue la
escala estival. ¡España¡
Entretanto, unas horas más tarde que acabase la aventura de sus
compañeros en Israel, Gaudi y pequeña Flor no se han olvidado, y se
encuentran atareados en la iglesia de León determinando lo que hasta
ahora es nada que se asemeje a lo que andan registrando. Desde hace una
hora cachearon fuera antes y tanto después como ahora dentro, sin dar
remoto acercamiento a ninguna reválida.
Con tanto estudio de la Iglesia acaban sin más ganas de continuar el
informe académico. Flor aparta la atención, calzando jugar a saltos las
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baldosas blancas que revestía el suelo de la iglesia compaginadas a peleas
con baldosas grisáceas, y atrae la de Gaudi, que se fija en los saltos de
extensión, y da creatividad a lo que ha sacado de su imaginación según
parece. Busca altura para verlo mejor desde otro ángulo, y no le basta
haberse subido a uno de los bancos de la iglesia, que ya vacía por la hora
tardía se recogían fieles a sus casas. Apañado, dejando el decoro asciende
arrodillado a la pila bautismal e hincando los pies para aguantar del tirón
se los pasa por la piedra. Los brazos le aúpan en "oles de torero que te
pilla el toro" a las barras que enrejan a buen recaudo una precisada luz
ambiental. Asido, tomado con fuerza la sujeción, entre barrotes se va
para arriba apuntalando las manos sobre los esquinazos de la columna, y
haciendo frente al pavimento cara a cara confronta sus aseveraciones. Lo
que la vista le da es el uso Cociente.
-¡Ahí esta! -dotado de alborozo, suscitaba incoar la espera resuelta.
Pequeña Flor no sabía de que iba el acierto que usaba Gaudi. El hombre
contaba los cuadrados formales que dibujaban la superficie de la iglesia.
Lo que veía lo tenía ya aprendido de haberlo visto en la catedral de
Amiens, provincia cercana a París. Sin duda era un parecido alertador, y
una cosa no cuadraba. En Amiens el suelo simétricamente entrelazaba
Svásticas. Aquí al igual, exceptuando que además de las cruces con
brazos, transversal cortaba la fraternidad geométrica de todas las
Svásticas una invertida a Z. Bajó de la pila, sucia, corrida de polvo se
flotaba las manos satisfecho. La dicha se la tiró a qué lado debía dirigirse
de la señal que la letra señalaba a pies juntillas, y ordenó que debe
conocerse el principio para llegar al resolverse un final. Fue hipnotizado a
la parte noroeste, la tachadura gris y negra ante los mismos colores de
raza, cambiando combinación de convicciones alargaba enredadera por la
pared hacia la narcosala que lo ocultaba detrás, donde se donaba a
encendidas velas, alivio que procura preocupaciones insatisfechas, al
encendido reposo de apagarse consumidas.
Ante la pantalla táctil, arrancaba crucigrama a llamas.
Agarró un cirio y enardecía seleccionadas casillas encendiendo motores,
cilindro de cera plegaba fuego a velas. Al abordaje la flota ideaba la
táctica, en un ataque enrojecido al aire avivaba la Z del Zentriufismo, y
sonó, calculado metódico a tecla. Languidecía el momentáneo visto
bueno, improvisado de aplauso al disparatado casillero con una unitaria
letra correcta válida de respuesta.
-¿Has oído? -le comentaba pequeña Flor ajena al entendimiento de
Gaudi.
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-¡Si! -le confirmó él-. Pero no sé de donde ha venido el ruido.
-¡Me parece que llegaba de allí -pudo apreciar Flor.
Eso creía también Gaudi que lo confirmaba señalando con el dedo índice
de su mano cerrada aquella dirección-. ¡Sigamos las baldosas de esta
formidable Z!
Pequeña Flor ahora acertaba a comprender parte de lo que había hecho
Gaudi-. ¡Sí, vayamos a ver al Mago de Z! -daba cierta espectacularidad
cómica al detalle.
La parte de la horizontalidad del dibujo finalizaba sin concluir la raya, al
pasar a un escalón de tarima. Dejando liberaciones, no era más que a ojo
añadirle los metros que le faltaran, revisando la primera horizontal, para
matizar llegar en redondeo al altar, justo a la mesa consagrada al culto.
Por insano gaje de oficio, Gaudi se acercó detrás de la devota encimera
blanca piel de naranja cubierta de formica, y sorprendió lo que se estaba
trajinando a escondidas. El sonido seco y corto abrió al lado de las
cajoneras una puerta que estaba simulada sin pomo ni nada que pudiera
parecer lo que simulaba abiertamente.
Flor contigua agachó la cabeza para tender la vista, e inesperado
soportaba ser apretada cafre de los pechos hacia atrás. Del meneo cayó al
suelo,
-¿Qué estáis haciendo aquí? -El párroco local de las liguillas inferiores del
vaticano los había encontrado merodeando irreverentes el altar. Gaudi
que quedó aturdido de golpe le sobrevino un ostión del padre, religioso le
precipitó encima de la mesa despertándole a consecuencia. Los elementos
simbólicos de la mesa rodaron alrededor. Gaudi quiso ponerse en pie
pero recibió un nuevo revés que le dejo planchado sobre la tabla de
meditación, almidonado listo para el sacrificio a los dioses. Pequeña Flor
apresuraba rehacerse del zarandeo agarrando la pierna de quien le atacó,
pero recibió por insolente una patada en el estomago que la dejó
deshecha, a punto de echar las tripas. El cura homologado no podía
reflensar rápido, se hacía lío para hablar correcto, y decidió acabar con
dudas de quienes serían matándoles.
Puesto de pie a la altura de Flor, la amargaba poniéndose encima de ella
con cada pie a un lado del cuerpo de la rendida mujer, que la miraba
desde abajo. El cura osciló su brazo sacando de la cintura una pistola, sin
salida para escape Flor no dudaba que era la terminación de un rito
frenético.

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-¡Deme las ultimas bendiciones, padre! -le confesaba Flor como última
petición.
El cura prudente no soportó subestimarla y rechazó retardar el balance
de cuentas, antes de echar el cierre al gatillo que maullaba dominado
entre las manos.
Sin dejarla de apuntar la sedujo masoquista la posición de amo reinante.
Con el otro brazo alcanzó haciéndola flexible una cruz que quedaba a
salvo en la mesa de combate, y proclamó- Besa la cruz porque es tu
último minuto de vida -en puro arrojo la envió a la cara de Flor.
Ella se tapó la cara con la mano para que no le golpeara, y pudo a la vez
que sujetarla erguirse y en una abdominal clavarle la punta de la cruz de
acero en las partes del indigno y censurado sacerdote. Abarrotando
sangre del miembro apuesto de Dios era de cajón tras chuparle la punta
del crucifijo, la necesidad de vivir se escurría en el charco rojo que
formaba su propia corrupta naturaleza. Resbaló hacia atrás, golpeándose
de cabeza no alcanzó la meta.
Flor se levantó dolida, notaba apego al pietazo que recibió exteriormente-
¡Con un minuto me sobra imbécil, qué pocas películas has visto! -
cabreada no le quedaba más que enviarle de remite con destino
rechazado sus señas personales.
Balanceó a Gaudi, animándole a cargarle despeje a su impercepción de lo
pasado ya tratado.
-¡Ohhh! -me duele la cabeza -sacudía Gaudi consciente de que le habían
tumbado.
-¡Y a mí el estomago! -no le callaba Flor, si era cuestión de quejarse.
Gaudi emprendió levantarse cauteloso viendo al párroco asesino,
asesinado de estampa navideña diabólica.
-¿Qué ha ocurrido? -preguntó; y cuando lo hizo disputaba como hacia esa
tontería, de lo que se reflejaba por sí en obra tan encomiada.
-Por la parte que le condujo a la muerte ha sido homenajeado con la cruz
ganada
-Querrás decir Cruz Gamada -corregía Gaudi, incipiente de recuperar su
nitidez.
-¡Ganada, ganada! -desmentía tal distinción- Antes de que nos atacara he
podido lograr ver que bajaban a un pasadizo -acudía al momento que
precisaba la situación de ellos allí, refiriéndose a la abertura que

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practicaba la mesa, sin confundirse- ¿Es capaz de continuar o prefiere
quedarse aquí? -intentó ser práctica para proceder como actuar.
-¡Estoy casi bien! ¡Dont´t worry, be happy! -comentó el hombre. Hecho y
derecho con el pecho para adelante era muy expresivo al responder.
-¡Entonces Vamos! -pidió sin dulzura Flor.
-¡Espera por favor, hemos de esconder al muerto! -comprendía Gaudi de
hacerlo antes de irse.
-¿Para qué? No podemos limpiar toda esta sangre -Flor razonaba siendo
más precisa.
-La sangre se puede disimular con vino, y viendo que este se ha
derramado -le invitaba a que mirara ella la mesa-, podemos -paró de
hablar y recolectó la bebida de la uva que en el copón milagrosamente
quedaba, bebiéndoselo- que se crea que lo es.
Sujetado por cada brazo llevaron al confesionario al condecorado a do de
pecho, dejándole en secreto dentro.
-¡Ala! -ahí te quedas castigado por malo -impartía Flor enseñanzas de
ciclos deontológicos
Con el paquete entregado impotente y estéril de plena satisfacción, Flor y
Gaudi se cuelan para adentro de la gruta que empezaba detrás de la mesa
del altar. Ella abre la batida portadora de una linterna de gran potencia, y
menos mal, porque el pasillo es irresistiblemente oscuro, y se pierde toda
visión en el transporte del ángulo que no embarca en su dirección. La
estrechez del ancho se cronometra en décimas de segundo, en la
separación de los hombros a dos pulgadas de la pared, y un peinado punk
de quedarse lacrado al techo. La igualdad equivalente del común
denominador da 1,10 metros a la corta, y la multiplicación de las
fracciones comunes, 1,80 en perpendicular al plano de paso, que
sustrayendo la resta topan en metro cerrado con una puerta.
Se murmuran de cara a un despacho. Intenta acceder y lo consigue, no
esta cerrado con llave.
La sala ceñida no deja selección a muchas maniobras, lo que en parte
también ayuda a no estirar desmesura para guardar secretos que andan
buscando. En la compostura, Gaudi fisga entre un archivador del
reducido despacho del mes en IKEA, y pequeña Flor en los cajones de
una mesa de escritorio de mesura casta metódica.
Gaudi puntea entre medio centenar de carpetas, pasándolas al descarte al
ver las portadas que no le atraen. Llamativa rasca sensatez hacia una al
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ver la gráfica un escudo pontificio, que hace cama de reposo a un
apreciable manuscrito, que los saca con cáscara. La holografía la repasa
con cortinas corridas por encima y decide guardárselo dentro de la
camisa, para proseguir la indagación.
Pequeña Flor le llamó su atención- ¡Gaudi mire! -Él miró hacia donde
estaba la mujer que le tendía en sus manos un objeto egipcio, en concreto
era un pequeño Anj. Se acercó a la muestra de Flor, lo cogió acercándolo
a la vista, y-... ¡Fantástico! ¡Increíble! ¡Sublime! -Gaudi no descartaba
halagos relatando confianza de éxito. El grabado era idéntico al
ideograma de la representación de la imagen que encontraron de la puerta
derruida de la iglesia y a la Svástica del martillo y la hoz. Aguando la fiesta
oyeron voces muy cercanas- ¡Apague la linterna! -pidió Flor a Gaudi, que
apretó con juicio el aro de luz ahorcándolo para hacerle callar, hasta que
le dio el tiempo libre para descansar de su bochornosa faena. Flor
atragantó a la entrada del cuádruple despacho de metros cuadrados, y
asomó la vista por la puerta abriéndola mínimamente. Procurando
asegurar su anonimato, cogía el agarrador sin soltarle del cuello para que
no estornudara.
Clarificaba luz por el conducto que les había traído a la sala, y como el
fluido del destello iba cediendo apagándose por completo. Gaudi se
aproximó a Flor, si dar un cuarto al paso se aceptaba poner separación a
la diferencia de acercarse, curioso para conocer de qué diablos era el
sucedáneo que la empalagaba a la vista.
-He apreciado una luz a mitad del pasillo, y después ha cesado de
alumbrar repentinamente. Debe de haber una falsa pared -miraba Flor, y
sin separarse -. ¿Ha encontrado algo más?
-No -le cuchicheó el hombre a su lado, evitando ruidar-. No hay nada
más aquí que sea importante, podemos irnos -reseñó.
Dejaban a espaldas la habitación y linearon el túnel avanzando
redomados, desconfiados ante la adversidad del peligro.
-Por aquí se perdió la luz -comentó Pequeña Flor al sitio que daba por
cierto
Gaudi recurría a la llave de contador, tras tantear la pared-. Debo de
encender la luz, no se puede ver nada así.
-¡Esta bien, espere! -Dando el acierto a la solicitud de su compañero la
mujer decidía que deben afrontar el riesgo que supone seguir adelante,
pero rebajado a la décima de la cuarta parte. Sacó de sus bolsillos una caja
de cerillas y ardió una, intentando disimular mejor con una luz más débil.
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La rodeó sobre si misma, en la búsqueda de una señal que posibilitara la
entrada a otro nivel del pasadizo donde ahora estaban inmersos.
-¡Allí hay algo! -advirtió, creyéndolo ver Gaudi. La cerilla se apagó,
dejándoles al ceder de la mano enfrascados en el oscurantismo del
enigma.
Flor consiguió encender otra cerilla y dirigió la llama hacia donde le
indicó Gaudi. Arañando la brillantez esculpió sacando a la luz un saliente
entallado, de aplique daba escudos de armas al mudo pasaje de
contención
-Mire Gaudi, detrás hay corriente -la llama no resistía el empuje del aire y
se echaba para atrás recelosa de miedo.
-Para entrar debe apretarse algún resorte, quizás... -el lacónico cuerpo de
la segunda cerilla ignora el empleo esforzado, y acaba rendida en la lucha.
Instante que no discierne ni amedrenta a Gaudi, que fijo en interés se
lanza con las manos apretando con un dedo de cada mano el escudo de
armas del emblema, que cediendo atrás lo aprovecha en la negrura de la
ceguera para abrirse una inexplorada senda. Y se dirige como quid
salvador al pueblo que le sigue a Flor puntillas, que tras él marcha por las
escaleras que aparecen del milagro hecho por el nuevo Moisés.
¿Y qué despreciable argumentación puede justificar estas palabras?
Sacadas de libros sagrados, no de relatos literarios, ¿o fueran los mismos
entonces? Memorizaba viniendo a su pensamiento ideales cronológicas
de enredos.
La presencia innegable de la reducción de la mujer al papel de posesión
comprado por policías regentadores de prostíbulos, la condonación
implícita de la esclavitud, y las leyes de venta de indulgencias pontifican el
edicto a plazo sin vencer de una opaca arca perdida en una cuenta
"offshore" suiza a buen rendimiento, con titulares eclesiásticos.
"1. El eclesiástico que incurriere en pecado carnal, ya sea con monjas, ya con primas,
sobrinas o ahijadas suyas, ya, en fin, con otra mujer cualquiera, será absuelto,
mediante el pago de 67 libras, 12 sueldos.
"2. Si el eclesiástico, además del pecado de fornicación, pidiese ser absuelto del pecado
contra natura o de bestialidad, debe pagar 219 libras, 15 sueldos. Mas si sólo hubiese
cometido pecado contra natura con niños o con bestias y no con mujer, solamente
pagará 131 libras, 15 sueldos.
"3. El sacerdote que desflorase a una virgen, pagará 2 libras, 8 sueldos.

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"4. La religiosa que quisiera alcanzar la dignidad de abadesa después de haberse
entregado a uno o más hombres simultánea o sucesivamente, ya dentro, ya fuera de su
convento, pagará 131 libras, 15 sueldos.
"5. Los sacerdotes que quisieran vivir en concubinato con sus parientes, pagarán 76
libras, un sueldo.
"6. Para todo pecado de lujuria cometido por un laico, la absolución costará 27 libras,
1 sueldo; para los incestos se añadirán en conciencia 4 libras.
"7. La mujer adúltera que pida absolución para estar libre de todo proceso y tener
amplias dispensas para proseguir sus relaciones ilícitas, pagará al Papa 87 libras, 3
sueldos. En caso igual, el marido pagará igual suma; si hubiesen cometido incestos con
sus hijos añadirán en conciencia 6 libras.
"8. La absolución y la seguridad de no ser perseguidos por los crímenes de rapiña, robo
o incendio, costará a los culpables 131 libras, 7 sueldos.
"9. La absolución del simple asesinato cometido en la persona de un laico se fija en 15
libras, 4 sueldos, 3 dineros.
"10. Si el asesino hubiese dado muerte a dos o más hombres en un mismo día, pagará
como si hubiese asesinado a uno solo".
El mas aclamado de todos, el Papa León X, máximo corrupto de leyes
con ofertas 2x1 hasta fin de existencias terrenales.
Los descarríos, la pedofilia, afeminados, lesbianismo, perversiones
monosexuales, e inmoralidad a infinito más exculpos de amen son
congénitas parroquiales. La protección violadora de la prohibición
explícita de adorar que se manifiesta en los textos bíblicos fue presunta
de impura casualidad.
Y arrastrando de incestos, sus primos judíos ortodoxos mandan
versículos por stop.
"No hagas amistad con el habitante del país que visites, no sea que llegue
a ser una trampa para ti. Más bien destruye sus altares, quiebra sus
estatuas y corta sus árboles sagrados" (Éx. 34.12).
Dejando enfermedades mentales eclesiásticas descendían inquietados de
dificultad por la escalera. La balaustrada era de madera oscura, se
denotaba al poco detalle al ir resguardado en la oscuridad allá donde la
sombra fenece y no conoce vida. Los peldaños eran de piedra, y se
agradecía que no fueran también amigo del mismo tronco que la
pusilánime barandilla aquejada de estilo hipocondríaco, y es que resfriado
a la humedad que azotaba haría un chirrido estruendoso, alérgico a
pisotones.
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En el descenso del camino, se abría el pasaje del temor para dar con un
complejo chiringuito artesanal. Sobre el techo, se proveía luz con
modernos focos que iluminaban una cueva amplia en la apreciable
intensidad, donde a la vista daban cuenta de hasta media docena de
personas, hombres todos tal como afirma democrática jurisprudencia, y la
mayoría atenuados bajo capas de sacerdotes.
Gaudi que bajaba primero torció el cuello queriendo expresar lo que
veían. Pequeña Flor le miró sin detenerse, y le empujó de sobra sin
apreciar retroceder en la marcha adelante.
La cueva podría tener a vista pesada unos cien metros cuadrados, que
cuadrada no era la forma cabal que mas se ajustaba al sitio. Aparte nacían
y descendían varios pasillos sin enumerar, donde no podrían calibrar
proporción.
Depreciando el último escalón se apean de la travesía descendente, y se
ocultan agachándose con soltura dinámica acogidos tras cajas de madera,
evitándoles ser pillados.
Advierten que los individuos que aposenta la cueva tienen el garbo para
no ser meros mercenarios de Cristo, ¡Ustashas| -estima marcada Flor.
Asentados, esperando en reserva de cautela dejan que pase el transcurrir
del flujo de los contendientes.
Aprovechan un parón relajado para moverse lateralmente detrás de una
carretilla elevadora, que alzaba en parada de batería cajas empaquetadas
de una altura de más de dos metros. Por el desagüe del palé tienen
indubitable manifiesto, que hace poderosamente llamar el interés de
ambos, secuestrados por el reparo circunspecto. De una singular máquina
iban saliendo producidos en cadena crucifijos por el tubo de descarga.
Las cruces de souvenir de D.C. troqueladas o creadas bajo otro
significado abogan por una cinta transportadora donde van cayendo los
crucifijos al salir del torrente mecánico, mientras un gancho de acero
agarra en la avenida del carril de canalización las piezas enviándolas para
su embalamiento en cajas de cartón. Auténtico taller clandestino, pero no
cuaja, esto no son recuerdos hechos en bodegones, aquí venden muerte,
y el precio para conseguirlo lo desconocen Pequeña Flor y Gaudi,
analizando el trabajo que se desempeñaba en aquel lugar sombrío.
Encapotados, cubiertos de nula idea siguen agazapados, no les vale más
consuelo por ahora. Lo más raro es contemplar el mecanismo que fabrica
las cruces. En el tubo de carga de la tolva, el material que echan es
extraño total, que ni siquiera a primer pensamiento podría deducirse que
fuera el material que han bautizado como raenio, el que encontraron en la
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Svástica asignada a María. Este es un elemento transparente, una
combinación de parecer agua en aire, y carbón. Tan incongruente como
perturbador. Pronto encuentran algunas respuestas al desacorde mental.
-¿Qué tal están saliendo? -Preguntaba interesado uno de los secuaces
recién llegado al sujeto que estaba al aparente cargo de la maquina
originaria de la producción en cadena de la confusión.
-Va bien, la producción marcha según se marcó.
El hombre que había preguntado desnutre del transportador mecánico
una pieza y se va con ella a la dirección donde estaban Flor y Gaudi. El
tipo, por fortuna para ellos antes de llegar a su encuentro se desvía por
un pasadizo, y Flor decide que es momento de salir del atolladero y
buscar más respuestas al estigma que les predecía seguir al distinguido
fulano, como dueño y posible confesor de respuestas sobrenaturales.
Ellos dos, hacen esfuerzo por seguirle sin ser desenmascarados, para
liberar el propósito de los crucifijos. El reclutado sacerdote se ha
detenido ante una mazmorra desvirtuada. Toscos travesaños
desfigurando quitan hierro de condición humana a un hombre de aspecto
desnudo, agotado del presidio donde le tenían retenido acusaba estar
derrotado. Molido de esfuerzo estaba prendido a grilletes, y desgañitaba
compasión.
El sacerdote abrió la jaula, y entró dentro sin temor.
-Creería que la santa inquisición fue cosa del pasado -en la presencia
comentaba pequeña Flor.
-No, no, esto no tiene nada que ver -decía Gaudi en voz de baja,
inquietante sus ganas de saber lo que estaba ocurriendo allí, expresaba
agitado de ansiedad.
El supuesto sacerdote Ustasha dentro del calabozo instigaba malestar al
cautivo sin buscar ninguna finalidad, más que el propio lacerante
despreciativo incordiar. Sujetaba la cruz que trajo de la cinta magnética y
la emprendió dirigiéndola al prisionero evocando unas oraciones
partidarias del latín sin ser concisa, que Gaudi transcribe mentalmente
haciéndose recordar. Todo quedaba ahí, en palabras en medio de la
oblación, cuando a las pocas dudas idiotizar como del crucifijo salía un
rayo metalizado cristalino que desahuciaba la vida del preso, mientras a la
inversa el objeto en forma de cruz tendía a llenarse de una sustancia que
no se podía descifrar de que estaba compuesta la masa. Huella impresa de
la pasión estupefaciente, un algo inexplicable para Gaudi y Flor.

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-Tu fe era buena, -oían decir al individuo que ya había acabado,
condenando al penado. Satisfecho porteó fuera de la jaula conduciendo
marcha atrás a pie, por la gruta subterránea que le había traído.
Pequeña Flor y Gaudi no negaban mirarse sorprendidos sin amasar muy
bien que había pasado, y sin despejarse prosiguieron al sacerdote
acompañándole en rastreo. El individuo que les precedía se detuvo, y
alojó el crucifijo arrojándolo sobre una recipiente. Despegado al
acomodo vuelve a reiniciar la marcha que llevaba. Pequeña Flor y Gaudi
se entretienen, dejando escapar en su seguimiento al cruel asesino, a la
hucha donde depositó la cruz especialmente tratada.
Poderoso les llamo la atención e hizo quedarse allí, el contemplar que el
frasco de la cruz estaba pluralizado al repleto de mismas e idénticas
singularidades. Todas cambiadas en género de lugar, eran desemejantes a
las que se estaban produciendo en la maquina que vieron al principio de
la galería. Si se trataba de una mina era incuestionable compararlo, lo
único que el elemento era pretendido por algo más codicioso que el
dinero, y no pergeñaba valor real suficiente.
La diferencia de estas piezas con las antecesoras no era en apariencia, una
metalizada capa las envuelve alteradas por una especie de campo
magnético. Flor cleptómana enfermiza de lo pasado, a cobro se oculta
uno de los crucifijos, Gaudi seducido al palpar las cruces, les ofrecían la
tentación de apoderarse personalmente con alguna. No dio tiempo a que
se decidiera, insospechadamente Gaudi es agarrado de los morros por un
brazo sin dejarle que pueda maniobrar. Pequeña Flor agarra una brida de
la mesa que adueñaba la mesa cercana a ella, y se da la vuelta intentando
defenderse con mas coraje que esperanza.
Pero no hace falta, es José quien estaba sujetando a Gaudi.
-Schhh, -entrante chispea guiñándole el ojo a Flor. Gaudi se alivia a darse
cuenta que era José y libera un aliento de sosiego al sentirse redimido.
-¿Cómo has llegado tan rápido aquí? -le preguntó Flor a José.
-Cogimos un vuelo directo -le contestó.
-Ya, seguro -renqueando en la respuesta que le había dado José gruñía
Gaudi.
-¡Alto! ¿Quiénes sois, que hacéis aquí? -sin dejarse que se apretaran las
manos se dirigió a ellos alzando la voz uno de los habitantes establecidos
en la caverna.
-Somos de congregación alahajá -dijo José abreviando excusas.
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El hombre que los preguntó, diluido en interpretaciones exégesis
permanecía retenido en el pensamiento del entendimiento, hasta que otro
sacerdote le despertó del sosiego medievo.
-¡Es un infiel, deténle! -le gritaba su compañero. Desde las alturas que le
situaba una escalera de dos plantas los deslumbraba por encima de ellos,
y pensando rápido cambió orgulloso de orden-. ¡Mátale! ¡Mátalos a todos!
-sentencia, finalizando su intervención.
El sacerdote que había sorprendido a los intrusos, junto a un nuevo
sujeto que había llegado alertado por el griterío empujan lanzando los
rayos de sendos crucifijos sobre ellos.
José desconoce que es pues acaba de llegar, pero no apremia reparo para
ahora comprenderlo. Lanza al aire la mesa contigua a ellos, haciendo de
contención detiene el primer envite.
-Cuidado José -advierte Gaudi-. Esos rayos quitan la energía del cuerpo,
matando a quien lo reciba.
-Mas o menos -recalca Flor, queriendo destacar que era una valida casi
compuesta.
Se deslizan en pasos hacia atrás con los rayos lanzándose sobre ellos.
Procurando cubrirse de ellos José los detiene con cualquier cosa que
encuentra a mano o a pie, poniéndolos de escollo que dificulte la
progresión de los radios lumínicos.
Rebatidas sus intenciones de escabullirse chocan contra una gruta
cerrada. Sin vía de escape, la salida está cerrada de par en par
-¡No hay escapatoria! -Pequeña Flor lee en alto el pensamiento de los
tres.
José miraba hacia el tapón de ruta, todos lo hacen queriendo encontrar
un posible escape, que ineficaz haciendo frente común, asumen. Flor se
apañaba en que actuara el crucifico del que se había incautado en la
previa.
Sus enemigos fortalecidos aumentaban el cerco empequeñeciendo la
parcela rival, con una docena de efectivos que no se sabía ni de donde
llegaban. Los aparentes Ustasha hostigaban enviando una y seguidas
después más veces sin cesar los rayos luminosos hacia ellos
comprometiendo la integridad.
Flor rumia -es inútil, no sé como hacer funcionar esto -comentaba de la
cruz que había arrebatado antes.

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-¡Déjame a mí! -le pidió Gaudi. Cuando se la pasaron embaucó en latín
las palabras que escuchó anteriormente en la tortura, y se seguía
sufriendo de la ineficacia de poderlo manejar.
-¡De todas formas parece tener limitada su fuerza! -reflexionaba Flor.
Efectivamente tenía razón. Los esbirros que atacaban con aquellos
cacharros, desechaban tras varias descargas contundentes su arma al
suelo, y utilizaban una cruz nueva, recién salida de fábrica. Urdía el
ingenio sin convencimiento, de la creencia sin juicio de ser
monocargadores no recargables al vacío, una vez utilizados.
José amortiguaba el intenso asedio proyectando un escudo que parece
medio aguantar, aunque no es todo lo poderoso para asegurarlo. La
energía de los crucifijos pereciendo en su culminación son
inmediatamente sustituidos por otros de refresco, y el acoso atacante no
limita en ninguna ocasión la intensidad de la embestida.
El empuje no cesa del fusile de rayos, y negando fulminante el brío de la
arremetida se gastan casi por completo los envíos de rayos. -¡Traed más! -
Gritó uno de los combatientes antagonistas al agnosticismo. De esta
detención de una baja munición se aprovecharon los perseguidos para
reponer conjuntas ideas.
-¿La bebida vertida de la fiesta es cosa vuestra? -Preguntó José.
-¿Qué fiesta? -no comprendía Gaudi de que estaba hablando.
-De la sangre a la entrada.
-No, si ya me dijo Flor que era difícil disimular...
-¿Qué fuera vino? Lo parecía, pero su sabor me lo desconfió.
Gaudi sospechaba mal, y se hacía sumiso al maquiavélico accesible de
José.
Este amansó -¡A ver si vas pensar que me la bebo, pero su olor es
terminante!
-¿Y María? -Gaudi, ferió pregunta de fructífera practicidad.
-Se quedó fuera, estaba algo mareada del vértigo de la travesía -decía sin
que pudiera presentar ninguna ayuda.
-¿Y si atacaras ahora José? Podríamos pasar entre ellos los tres con el
escudo -daba de posibilidad Flor.
-¡No me atrevo!, podría entrar un rayo y dar, sobre todo a vosotros.

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-¡Entonces debes intentarlo tu sólo!, José, debes irte y escapar -razonaba
Flor.
Gaudi daba la misma aceptación -Creo que si, ¡es lo mejor!
-¡No! -Súbito rechazaba lo que entendía ser intolerable en las difíciles
circunstancias en la que estaban negociando los términos de rendición
Flor y Gaudi.
-¡Escúchame José, nosotros no podemos hacer nada, y esto se va ir
complicando, y como tú...
-¡Mírame Flor! ¡No! ¿Me oyes bien? ¡No! Pensemos otra forma de escapar
¡los tres!
Cabezón de primera, dejó perdida la ocasión de irse y ganó la confianza
en luchar por sus amigos.
Los sacerdotes sin perderse en charlas habían llegado tutelados con cajas
repletas de crucifijos humeantes, radiantes de capa metalizada y arrojaban
nuevamente sus rayos sobre los tres arrinconados.
-No sé si podré contenerlos mucho tiempo -José quería ser sincero, a
pesar de que tal vez debería medir más las palabras que podrían molestar
la sensibilidad de los que le rodeaban-, podría llamar a María aunque no
sé si me escuchará, ni si nos sería de auxilio.
El socorro de José da síntomas de agotamiento, debilitándose se
deteriora cediendo ante los continuos rayos que le llegan lanzados por los
sacerdotes. José, que receloso no quería involucrar a María, teme que sea
la única esperanza de liberarles, y teme también de que sea una
encrucijada mortal para todos.
-¡Llamaré a María! -se decide, regañando entre los dientes.
-Creo que ya no hace falta -dice pequeña Flor. La aparición repentina de
María rapta toda mirada hacia el techo. Su irrupción acoge los ímpetus
del lugar, con entrada violenta ha llegado en un estallido sobre la
techumbre. Bajando en espiral cabeza abajo remolina lanzando soberanas
dosis de hojas planas distribuidas cortantes de la Biblia minúscula
reclutada del piso de arriba, que maniobran en su pecho de magia
magnética. Batallando bajo pose de bibliotecaria, única e irrepetible,
despeña con mucho corte a los sacerdotes que indagaban asomados a lo
alto los anchos movimientos de María, con medio folio fuera de la
impresión general el resto del cuerpo lo atraviesan por mirones.
Haciéndoles pose de frente caen bajo prosa los contrincantes, del reverso
de la que en deriva sonríe a José. Cabizbajo los sacerdotes van
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sucumbiendo al atrevimiento de sacar la jeta. Acongojados por la
contraofensiva de José, desligado del aislamiento mana y emerge
solapazos a sus enemigos a mano de palos, nunca mejor dicho.
Gaudi y pequeña Flor se habían quedado turbados mirando a María
sorprendidos, y contenidos por si podrían ser útiles sin tirarse a la ruina
absoluta.
Despejado el encuadre de la opresión, los Ustasha se echan para atrás no
queriendo quedarse acompañando a sus compañeros ya ateridos,
curvados por el frío suelo
María va yendo al final donde seguían Flor y Gaudi, que permanecían
estáticos sin decidir si salir ya o no -¡Vamos! -dice-, ¿a qué esperáis? -
dándoles la decisión moderados por ella, ellos salen al salto del
interruptor.
Cabeza abajo María les da la salida- ¡Agarrados a mí! -Gaudi y pequeña
Flor se sujetan firmes cada uno a un brazo de ella- ¡Vámonos! -Da la
señal y los tres levantan el vuelo hacia el techo.
Contemplar a María es tarea empeñosa. De tenerla por criatura dócil,
descomunal ha variado en el conocimiento que se tenía por propia y
extraña. Y ahora es ella quien quiere ser, sin que nadie la mande trabajos
forzados. El peso que soporta es ínfimo, la fuerza de semidiosa libera a
Flor de compararla con la conocida por antigüedad de José.
Con mención a él tras haber llegado María junto a sus refugiados arriba a
la otra planta, José en solitario salta sobre la mesa central del almacén y
en el largo tablero se adelanta en carrerilla. Prosperando a galopada lanza
a puntapié una jarra metálica de cerveza que molestaba en el recorrido,
hacia un Ustasha que llegaba al frente. Partiéndosela en la cabeza, deja
seco el recipiente y húmedo borracho acostado en el suelo al soldado
sacerdocio del golpetazo. Con arrebato brinca de ímpetu hacia el agujero
del techo, conforme lo atraviesa reposa sobre la base del suelo de la
planta base de la engañosa Iglesia.
-José mira a María sorprendido y orgulloso-, ¿tú no tenias vértigo? -Le
pregunta.
-Ya ves, la evolución de las especies, ¿o no te gusta este cambio?
-Me gusta me gusta -afirma y conforma José repitiéndose las palabras.
En constante éxodo del pueblo perseguido, los Ustasha a trompicones se
les oye llegar hacia ellos. Sin dar ninguno de los cuatro una voz de
carraspera, sin sugerir escape y partir veloz, sincronizados van hacia la
142
salida de la iglesia. La huida es un instinto humano, sin negarlo en el
momento de peligro.
Gaudi que había salido primero por la puerta giraba hacia la izquierda, y
postró su decisión José que tras él le detuvo-. ¡Por aquí no! -le confirmó
arrimando su brazo de camarada.
Flor que venia detrás ya había adelantado a ambos tras la parada, y al
mover la cabeza por lo que escuchaba de José también se detuvo,
teniendo el temple sereno miraba a su amigo eterno.
-¿Qué pasa, Flor? ¡Poshli tovarich!
María que era la ultima en salir mostró el camino verdadero de la
salvación-. ¡Es por aquí! -"Así, los últimos serán los primeros y los
primeros serán los últimos".
Todos la siguieron esclavos de la devoción por la vida. José hizo acopio
de ganar tiempo cerrando las puertas de madera de la iglesia. Apoyó su
dedo pulgar en la cerradura fundiendo transigente al metal. El plomo del
pestiño era liquido caliente, templario rejuntaba la puerta sellándola.
Al lo rápido velados por la luna tienen que entenderlo, y precavidos sería
poco para el asombro de Gaudi y pequeña Flor al mensurar el jet de
donde vinieron María y José.
-¿Qué, no os gusta? -les sonreía José.
-¡Es un avión! -Gaudi exclamaba sin dudar apenas.
-¡Ya os lo había dicho! -le comentó José. -¡Venga, subamos antes de que
vengan los malos! -Una regaña leve para menguar el carácter monstruoso
porteado en capítulos que se vuelven en cada era solar pesadez,
repitiéndose clásicos tendenciales.
"Los buenos" escalan por la nave ocurrentes de irse más pronto que tarde
de la clausurada velada santa. Cuando han contado "cuatro" tornan el
vuelo alejándose sin odiar la despedida. A estas alturas no les sorprende
ver salir diminutos puntos de la iglesia, "matamarcianos en red". Con las
cuatro vidas intactas siguen la partida a remolque, estando a la altura de
las circunstancias.
De vuelta a París vuelan pasando por el desfile de nubes, sin contar el
aire fresco en las que andan metidas las ignoran.
Tras indicar al piloto automático las coordenadas que debe seguir sin
despistarse, José decide ir hacia la parte trasera del transporte. Sus demás

143
compañeros reposan e intercambian información sobre lo vivido
recientemente en ambas aventuras.
Los tres hacen un rápido parar, y acercan su mirada azarados hacia José al
verle junto a ellos, alertados por no haber nadie pilotando.
-Tranquilos, está controlando el mecánico suplente para que nos lleve a
casa.
Los tres cortan precisas atenciones hacia él y siguen en su charla. José se
distrae de tanta tensión acumulada, y se recosta al abrazo de uno de los
sillones que ofrecían deseo de poseerlo.
-Y eso es lo que pasó -oye decir de boca de Gaudi. Parecía que ya había
acabado el pase completo a la explicación, y con tanta faena desde
temprana hora no le apetecía ni preguntar el qué había contado.
Corrompido de bostezos, persuadía quedarse a dos velas por deseo
propio
Gaudi se movió hacia José no queriendo dejarle al margen de la sociedad-
. Le estaba comentando a María como dimos con los explosivos
crucifijos. -Gaudi acabó su desaborida declaración y retornó su hablar a
ambas mujeres presentes.
-También lo curioso fue encontrar- José paró la secuencia, despertado
aposta no conciliaba ya acomodarse de segundas escenas, y cambió de
plató-. ¿Y qué fue, como disteis con las cruces?
Gaudi volvió hacía él, dejó su mente ocupada pensando y rectificó su
anterior aclaración- Perdón perdón si, te cuento- explanándose sin dejar
recodo por conocer a sesión continua. Recostado al suave relax del sillón,
José visualizaba las medidas descripciones que daba Gaudi junto a la
ayuda estimada de Pequeña Flor, aportando detalles de la película. María
como simple concurrente de la ya sabida trama callaba. El arte del filme
no era difícil imaginarlo, la interpretación que se daba era merecedora del
atento interés del suspense.
-El relieve de la cabeza del Anj como veis tiene la misma figura que ya
vimos en la Svástica y en la propia pared derruida de la iglesia de Azogue.
Como ya os estuve afirmando no existe que se sepa públicamente algo
que se parezca, aunque fuera remotamente. ¿Y ya qué decir de la Z
central? -En el relieve del objeto egipcio bajo la hoz y el martillo lineado
en svástico fecundaba una raspadura en Z- ¡Nada, ninguna reseña sobre
esta Svástica Anj! Una Svástica comunista enrolada en una Anj, parece un
juego macabro.
-Algo debe significar -definía Flor.
144
-Sí, ¿Pero el qué? Creo que hay algo que se me escapa cada vez que lo
repaso -creaba Gaudi progreso de que hay que investigarlo más a fondo.
-¿El Anj realmente es de la época egipcia o es sólo simbolismo? -quiso
conocer José.
Gaudi iba a contestar, pero Flor le gano la baza respondiendo antes a la
lógica pregunta de María
-A la prueba hecha del carbono 14 que he comprobado con el equipo
portátil no miente, y nos cuenta que puede tener bastantes siglos antes de
cristianizarse la era antigua, que sacaría de margen a las civilizaciones
egipcias -era una cuestión que meditaron sin darse ninguna presumible
certeza.
-¿Cómo os financiáis? -daba interés hacía nueva inquietudes María al ver
por ejemplo aquel fabuloso aparato portátil analizador de ADN que no
sabía su valor, y se le hacía difícil añadirle ceros a alguna numeración.
-Mejor no preguntes, no te gustaría saberlo.
-¿Tan malo es? -se asustaba Gaudi de imaginarlo.
-Bueno, malo -sin perderse en la razón- según se mire -apreciaba Flor, ¿o
no José?
-Lo único malo y también beneficioso para nosotros es que todo es libre
de impuestos -explicó dándole más vueltas para hacerse pensar la forma
en que era. José, ya cansado de estar sentado se levantó y describió más
correcto lo que le llegó pedido de duda.
-Mendigando a la puerta de la Iglesia.
-Ja, muy bueno José -reprochaba quedándose sin conocer la verdad
Gaudi.
-¿Habéis visto a los pobres que piden en la Iglesia? Pues ellos son
nuestros recaudadores.
-¡Estas de broma! -se afirmaba Gaudi.
-¡No, así es! La Iglesia da mucho dinero y como parásitos nos
alimentamos del huésped religioso.
¿Hablas en serio José? -era ahora María la que aun no terminaba de
tenerlo seguro, por si se trababa de una guasa.
Flor le confirmó -Reclutamos a nuestra gente, nos hacen de informadores
y cobradores a la vez.

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¿Y, y cómo lo hacéis? Me refiero ¿a qué como contactáis con esa gente? -
María se sentía con ganas de conocer más.
-Fácil "¿Buscas dinero fácil?", con anuncios en periódicos, todo a través
de contactos virtuales, llamadas telefónicas.
-¿Y cómo qué la Iglesia no lo sabe? Con centenas de personas -miles-
aclara Flor- con miles de personas haciendo ese trabajo. Yo no lo sabía -
cuenta María,- pero se me hace difícil de esconder algo así
-Sí lo saben, ¿quién crees que es nuestra competencia económica? Lo que
no saben es quien está detrás. Todo está muy bien organizado para
llevarles a distintos nombres, diferentes empresas, cuentas opacas, y aun
llegando a toda esa información no les interesa removerlo mucho al estar
ellos metidos igual en el negocio.
-¿Pero montar una tapadera tan grande es demasiado para vosotros? -
seguía María consultando recelosa.
-Efectivamente, es un trabajo encomiable, pero no estamos solos. Hay
mucha gente detrás que daría la vida y desgraciadamente la han dado por
ayudarnos.
-¿Y cómo esas personas os siguen? -María parecía poco precisa en no
acabar las preguntas.
-¿Con fe? -respondía ironizando José. ¿No preguntas por qué, no quieres
saberlo María? -le pasaba la pelota a ella que escondía hablar, y es que
José no cedió el testigo de fe- Por infé, por desfé, por haber sufrido a
cuerpo algún horror por Dios a ellos o a sus allegados. Por culpa del
engaño religioso, por bendecidles en la putrefacción de sus esperanzas, de
haberle llevado a la muerte en vida sin más espera que no haber nacido.
María no resistió el empuje tan duro de José, no aguantaron sus ojos
cansados de mirar tan de cerca a su chico rudo, con mal genio, y los cerró
para que no saltara a la vista el desparrame que podía empapar
desconcierto.
José le llegó, molesto del modo de ser sus maneras y la abrazó sin dejar
soltar ninguna palabra que dañara a su sueño dorado.
Para no perderse en emociones Gaudi introdujo algo que se le había
pasado por alto, y comentaba levantando la voz para que estuvieran
pendientes de él.
-¡Escuchad! - Hay curiosidades que podemos comparar y nos ayudará a
aclararnos. El Anj es a nuestro tiempo una cruz, aunque para algunos
egiptólogos lo han detallado como un lazo, otros en cambio han creído
146
que podría ser la parte superior de una sandalia y también están los que
opinan que representa un cordón umbilical anudado. En las pinturas
egipcia se han hallado representaciones del Anj en la boca o en la nariz de
los muertos y de los dioses, queriendo aportar la afinidad un soporte de
vida.
-¿Un respirador nasal? -preguntaba Flor.
-¡Aliento vital! ¡Fuerza vital imperecedera! -era claro Gaudi definiéndolo.
José se acercó a la mano de él antes de que siguiera narrando más hechos.
Le retiró el Anj y lo puso de frente a la cara de la cruz que se habían
traído de la Iglesia. La pareja formaban gemelos en similitud exceptuando
la cabeza de Anj, en forma y medida encajaban como estar paridas por
igual maestro hacedor.
-¡La madre del cordero, si son iguales! ¡Perdón, es la emoción! -rescataba
Gaudi sus impulsos más humanos. Todos sonrieron, especialmente María
que estaba cierto lado apagado de un intenso debate tenido antes con
José.
-¿Y si estuvieran hechas las cruces con el mismo fin que los Anj?
-¿Para dar la vida? No es precisamente lo que nos estaban
concediéndonos los Ustashas allá en la Iglesia.
-¿Y si...? -María quería comentar algo pero le pareció tan ridículo que no
lo aportó.
¿Qué, María? Dinos que piensa.
-Nada, era si... nada, una tontura -lo entendía sin decirlo.
-¡No te lo calles por favor, cualquier cosa nos puede valer para
ayudarnos! -le solicitaba Gaudi.
-Qué lo diga... Qué lo diga... - canturreaba Flor, y Gaudi y José en patio
de colegio acompañaba infantiles el estribillo-. "Qué lo diga, qué lo diga"-
, todos pedían en cantos.
-Está bien, sois como niños -sonriendo les decía.
-¿Y sí en vez de dar la vida su propósito fuera lo contrario? ¡Quitarla!
-¿Quitarla? -No le parecía a José muy cómoda esa presunción de María.
-Ya os dije que era una tontería.
-¡No no, tienes razón María, podría ser! -Agradaba Gaudi con este nuevo
enfoque. El rayo de la cruz quitaba la energía del cuerpo y dio muerte al

147
hombre que vimos de conejillo de indias, y lo que jamás se pensó, que un
Anj hiciera la misma labor en su época.
José, achuchó un beso en la mejilla sonrojada a posteriori de María.
-¿Me lo das por lo qué he dicho?
-¡Sí! ¡Es una excusa perfecta para poder acercarme a ti!
María y José, José y María, se obsequiaban alternos yacimientos de
agrados.
Parecía tener buena aceptación el comentario de María considerándolo de
esta otra practica, y recitándolo como ya fue mirado tantas veces el Anj
por Gaudi, lo que se le ausentaba lo tenía delante de sus ojos, la Z-.
¡Diossss! -Reclamó el grito pero no la presencia, sino la ausencia oculta-
La profecía me había nublado en los últimos tiempos quedándome fijo
en los periodos trascendentales, e ignorando que todo parte de mucho
más antes. Creo que quizás toda la forma de entender la religión cristiana
ha sido desviada igual que los cepos de plastelina para averiguar la
profecía, distinto camino hecho para proteger el verdadero. La Z, la
misteriosa Z la tenemos aquí en el Anj, y yo era incrédulo de crear una
relación en esa civilización, pero lo que nunca se me pasó por la cabeza
es que el origen de la letra Z está encontrado en la escritura jeroglífica
egipcia, donde se representaba mediante el dibujo de un carro según
algunos, o el de una hoz según otros pocos. ¿Y esta hoz no será la
referencial para la que aparece como embuste comunista? El martillo es
otro desorden sin base científica, ¿pero el dislate de la hoz, la Svástica, la
Z y la profecía no lo son?
José desnutría el rebuscado desvarío del deseo vivo. Loco se respiraba
arcanos, misterios reservados para no ser conocidos. Enajenado calculaba
inmensas perdiciones arcaicas, y nadie llegó a vaticinar que las traspasadas
fronteras del segundo milenio pudieran hacer cosquillas de destrucción
envuelta en incomprensión.
Ido, en eventual vesánico no imagina, y en cambio presiente el desvelo
futuro del pasado.
Sólo miraba al cielo cuando llovía, como tonto reprimido para agachar la
cabeza por el peso de las gotas. Condenado en la tierra las nubes se reían
de su estancia, de cada paso escupía sus tacones barro, encaminado de
cabeza seguía sin fin al paso previo.
-Los fenicios la llamaron zain, "arma" -enredaba o tal vez aclaraba con
más detalles que iba dando Gaudi-. En el alfabeto griego es una especie
de cetro, ¡de arma!
148
Contando lo realizado, acaecidos derrochan producción de
particularidades.
-Tendremos que esperar a llegar al laboratorio, a ver que puedes sacar
Flor -le señala en mirada hacia ella, movimiento el objeto a descifrar que
levanta entre las manos, como una carga pesada de maldad.
-Lo que sí pueda ayudarnos es el manuscrito que encontré en los
archivadores del subterráneo de la Iglesia -decía Gaudi mientras intentaba
sacárselo debajo del jersey, donde resistía rapto sin permiso de ser
mostrado. Con el revuelo se me olvidó de que me los había guardado- la
excusa era poco inventiva y sonaba a cierta, tanta como que lo era.
Cómplice Pequeña Flor se solidarizaba junto a él-. Yo tampoco me
acordaba. ¿Contenía algo interesante para traerlo? -Preguntó desligándose
de ser coautora de todo lo que tratara el tema códice.
-Más que el manuscrito que no detallé por falta de luz, fue como podéis
ver por el escudo pontificio que llevaba. La carpeta es reciente, años,
décadas, no más, y el escudo no respeta ninguno de los papas de este
último siglo, y tampoco de ninguno en concreto.
Flor que parecía tenerle manía a Gaudi procuró no hablar y esta vez
guardó su frenesí de vitalidad. Gaudi no pensaba que le tuviera tirria,
aunque si que era muy impulsiva, lo mismo que le pasaba a él a veces
como ahora, que quería concienciar lo referente- No es que me sepa de
Memoria todos los escudos papales para listarlos, pero si que este no lo
había visto nunca.
¿Será de algún religioso inferior? -pensaba José consultándolo.
-¡No creo! ¡Mirad! -dijo, pero sin enseñar nada-. Tiene figura de cáliz, que
es la forma más utilizada en la heráldica eclesiástica de los papas.
-¡Déjame ver por favor! -le pidió cortés María a lo que no puso oposición
Gaudi, dejándole la carpeta con lo que contenía sin soltar en prenda. Lo
colocó asentándolo sobre un sillón y en cuclillas lo exprimió-. Este
escudo se parece al que tiene el obispo Ratzinger
-¡Ratzinger! -Sacudió la venida de su nombre en alto.
-Si, pero sólo en parte, no es igual del todo. De esto estoy segura porque
lo vi hace unos días cuando me hospedaba en casa del príncipe Masín, y
Ratzinger estaba también invitado para una congregación que tuvo lugar
en París.
Pequeña Flor se acercó al ordenador, que comunicaba con la red por vía
satélite, y encontró fácilmente lo buscado-. Aquí tenemos el escudo de
149
Ratzinger como obispo, y...- hizo un leve espera cuenta atrás- ¡Aquí el
escudo anterior como arzobispo de Munich y Freising!
Los cuatro miembros tripulados pegaban latigazos al cuello para
comparar las imágenes virtuales con la física y el parecido llegaba traídas
por las miradas. Ciertos simbolismos predecesores estaban en la nueva
composición, y otros echados por concilio ecuménico se cubre de
impositivo jurídico, ilusismo iuspositivismo, afinando.
-La disposición de las piezas de los escudos parecen seguir un mismo
patrón -dejaba Gaudi su opinión. Los comentarios de los demás les daba
la razón al participar en el coloquio ordenado por historia no común.
Gaudi quería llegar a la parte donde no había estado más que un entrar,
mirar y cerrar. La carpeta que estaba en manos de María almacenaba más
de lo mismo, y era hora de saberlo.
-¿Miramos que hay? -consideró a María que cediera para devolverle los
papeles.
Ella sin tenerlo en cuenta abrió la carpeta sacando el manuscrito. Cuando
lo manoseó, delicado condicionó que no tocaba hacerle este papel, e
inconsistente se lo entregó a Gaudi que buscando intimidad se lo llevó a
escondidas para estudiarlo apartado de lo demás. No era por disimulo, su
careto importaba tendencia de seguirlo aliciente.
-¡Estupendo! Esto esta muy bien, pero si... ¡Ahá, aquí está! -Desdeñaba
frases como conversador loco, atraído al estudio del ocultismo. Todos
querían saber que pasaba, ¿cuál era tan maravilloso interrogante que
entusiasmaba a Gaudi? La intriga que presenciaban de él rondaba a su
cercanía.
Flor, muestra de exculpación, en sigilo le preguntó-. ¿Que dice?
Gaudi que estaba a ras del papel esculcándolo no dijo nada. Tampoco se
giró, e hizo un tentempié de espera con un gesto de su mano levantando
pidiendo un plis. En un tris se levantó, con el escrito se fue hacia el
frontal del avión, y lo colocó a la altura de los pensantes sujetándolo con
un click imantado sobre la puerta de la despensa de aluminio.
-No sé por donde empezar. Esto que leo es un tremendo salto histórico
que culmina el más grandioso deseo de saber, y es nada más que el
comienzo de lo que parece escapar a nuestro alcance. Da certeza de mi
desvelación de parte de jeroglífico y lo que comentaba José, de ser su vida
no terrestre.
-¿Entonces...? -Se apresuró a saber José lo que intuía.
150
-Advierto que esta hoja escrita en un griego inusitado está incompleta,
debe corresponder a un tomo, y por lo que relata diría que se integra en
el libro escrito en antaño dado por desaparecido de Ptolomeo.
Ptolomeo fue un matemático griego...
-Nos hablo de ello en su casa -le ahorraba Flor la explicación repetida.
-¿Ah sí? Entonces si, eso es, así es -afirmaba entusiasmado de enviar ya
formado el cuento a otra parte, de palabras que recopilaba, de aciertos en
tiros de conocimiento, en las impresiones diversas se recomendaba un
estimulo de la perseverancia.
-Cuenta la llegada de seres provenientes de otros planetas, de Dioses que
regían en aquellos tiempos acá en la tierra, y de un Dios que veneraban
en Egipto los esclavos e incluso los faraones. Indica un cúmulo de
potencia que se servirá para detener el fin del mundo cuando llegue, para
conseguirlo con las siguientes tablas que... ¡y no dice más!
-¿Quiere decir...? -quedaba en la duda María pretendiendo saber más.
-¡Lo que dice! -Se expresaba Gaudi tajante. El mismo intuyó que su
respuesta era tan seca que desconsiderada a la opinión siguió contando-.
Interpretarlo como todas las escrituras tiene sus vicios y sus posibles
errores, pero esto que dice es un poderoso manuscrito jamás visto por la
fuerza pública.
-¿Y qué valor tiene de autenticidad? -quería María asegurarse de que fuera
tan real como que fuera seguro total.
-Sólo hay que ver como está redactado, el lenguaje, el papel hecho de
hoja cortadas para formar un tomo. Relata datos históricos ya sabidos
que citan unos 400 años antes de la nueva era que concuerdan con lo que
al menos creemos sucedió. Si lo que mencionas que fuera un ardid con el
propósito de conseguir cierta finalidad escapa ya a lo que puedo sacar de
aquí.
Entonces -se dirigía a él ahora pequeña Flor-, ¿por lo que está grabado se
presume conocimiento de que hubo vida extraterrestre en aquella época?
-Al menos eso creyeron, otra cosa diferente es que se tratasen de seres
ilegítimos manipulándolos a voluntad. No debemos dejar atrás que los
faraones eran para el pueblo llano dioses.
-Quizás podría referirse a Dios, ¿pero el manuscrito habla de seres no? -
administraba Flor esta dosis de apreciación.
-Si, si -confirmaba Gaudi. No pone números pero cita a varios.

151
-Déjame que le eche un vistazo el carbono 14 -pidió como buen hacer
Flor.
Las preguntas detuvieron el deseo de aparecer quedando en tensión
transitoria callarse, pero fue nula no idearlas donde discurrían en la
incertidumbre mental.
-Si os preguntáis si el resto del libro estaba allí en la iglesia lo dudo, al
menos donde guardaban los documentos no vi nada más, pero no
encuentro significado a que estuviera esta hoja suelta en un archivo.
-Cómo tú dices, era un libro desaparecido, tal vez sólo exista esta hoja,
¿no lo crees así?
-Dudar o creer José, es una respuesta difícil de decidir, tú lo sabes bien.
Toda la vida se ha confiado que el libro estaba perdido, ahora encuentro
esta hoja y no puedo arriesgarme más que en suposiciones. Debe servirse
que es lo único que queda del escrito o está repartido en algún lugar
diferente el resto, puede que aun peor, en distintos. No lo sé.
-No te preocupes -rebajaba con ánimos la desganada respuesta de Gaudi
por no ser eficaz en la ayuda que se precisaba.
Repentina pasajera trasmitió José un detalle-. Esta Lámina no ha sido
arrancada del libro, si os fijáis ha sido cortada, ¡Y mirad! -José prensaba
su dedo cerca donde señalaba, sin tapar el sitio del que detallaba- Hay un
valle, como si hubiese sido cortado por unas tijeras en dos cortes.
-¡Es verdad! -opinó María, que aplaudía con entusiasmo junto a los
demás en su cara la oportuna exploración de José.
-¿Podrías saber con exactitud como fue realizada la separación del tomo
Flor? -le preguntó su amigo del alma.
-Podría intentarlo, y compararlo con la base de datos de materiales e
instrumentos cortantes. Si fuera un corte reciente seguro, si es de la época
de Tutankamon desde luego que no quedará ni maldición si tuviera -
realizaba esta explicación para responder a José-. Me parece que voy a
tener bastante trabajo cuando lleguemos. ¿Quién me va a pagar las horas
extrasssss? -presumían sus palabras ironía.
-Flor, pequeña Flor, ¿no compensaría ese trabajo un masaje que cautivara
tus tensiones, y aliviara el estrés que carga sobre tus hombros? -Seducía
en palabras mientras sus brazos agarraban la zona del cuello de ella, que a
remolque relajada farfullaba con los ojos y la boca cerrados. -Shiinnn
María miraba, no era un hecho de insegura pero se sentía pobre idiota en
medio del intrépido masajista, y no pudo remediar su sensación -¡Eh, que
152
yo también quiero un masaje! -dándole lleno que no eran celos sino el
gusanillo de la envidia.
-¡Y yo! -Confirmaba Gaudi que también necesitaba relajarse.
José pudo sonreír a todos, ante tantas peticiones.
Sonó un chirrido por los altavoces del avión-. Es el ávido de que estamos
cerca de casa, voy a la cabina a preparar el aterrizaje -salvado por la
campaña se escaqueaba del empleo que le demandaban.
-¿Y dónde piensas hacerlo? Le preguntaba Gaudi a José.
-No sé, improvisaré -respondió José y se fue a buscar los controles del
aparato.
-Si, si, tan tranquilo me quedo yo con ¡el efecto improvisación!
-Je, je es usted una persona llena de humor, le dijo José en la despedida
que ya había cursado al puente de mando. Gaudi miró a pequeña Flor y
María que sosegaban tranquilas en los sillones, sin dar apuesta a que
estuvieran o no despiertas, para haber preguntado si lo que decía José era
sólo broma o no. Curiosa interpretación opuestas al contrario de
posiciones justas iguales.
José descendió el avión y tiró del tren de aterrizaje para ir resbalando
hasta el hangar, que era lo estrictamente amplio para aparkinarlo.
La introspección en el rato libre equipara pensamientos de actos a
sentimientos. La emoción contenida en un saco de pulgas con mal
avenidas vecinas termitas, provocan agitación de voracidad por comer en
escape infructuoso las vigas de maneras metálicas.
Cada par a dos pares, cada impar a cuatro individuales, y carentes de una
unión particular se encartaban de ser testigos elusivos a encausados
directos.
El pensamiento de hacer espera tanto tiempo prorrogando en meditados
actos, no relega lo que se aceptó como paréntesis hasta la hora de la causa
llegar. Por cansino sentimiento la tardanza era un desgaste constante,
mucho de lo que no hubo se perdió sin llegar a formar, en alguna parte.
Tras el descanso necesario vuelven a reunirse los cuatro compañeros de
escapada, tirando a bloque dando todo. Repuestos, enteros de fuerza van
a tope. Hablando en grupitos de dos, por un lado Flor y María, por otro
sin perder rueda de lo que hablaban José y Gaudi esperando entrar al
relevo, cada uno en su parte magistral.

153
Se hace un parón general tras el rodaje fácil y encaminan el primer escollo
importante, la quebrada de la cruz.
Flor lleva la voz cantante. Ha analizado la ruta que le quedaba y ha
aparecido una energía cósmica que fluye variopinta, dando parte de ello a
los demás, de la dificultad a la que se enfrentan.
-Tenía razón María. Este crucifico está creado con la intención de retener
energía para después liberarla.
-¿Qué energía es la que pueden absorber de un hombre? -dejaba Gaudi
su duda.
Hubo un renglón en blanco, para satinar la correlación intervenida.
-¡El alma de los hombres! -Alguien saltó primero, y se repitió de boca en
boca.
-¡Y transformar esa energía en otra! -daba la nota concordante Flor al
estudio más imaginativo.
-¿En cuál? -le preguntaba José sin andarse con chiquitas
-No lo sé, pero sea cual sea en una inmensa. Yo he sido incapaz de
movilizarla para compararla científicamente, excepto usándolo como si
fuera un arma nuclear atómica o pura gasolina, y por su quema es
excepcional. El alcance puede estar distorsionado, pero poco.
-Para que luego digan que no hay energía sustitutoria al gasoil -dijo José
irónico.
-¡José! -le atontó María que no era esta etapa de risa.
Él, acostumbrado a que nadie le pusiera los pies sobre la tierra firme, sin
que le empujasen palabras con fuerza a la dirección correcta se
equivocaba con fácil decisión de ir por libre hasta donde llegase, para no
acabar como empezó, y dejarlo intacto sin disputarlo. La idea tonta de
pensar que cuanto más sepas menos importa la cosas, que si se llegara a
ser Dios haría que no importara nada y se pasaría del todo.
-Por cierto, el manuscrito puede tener entre 19 y 25 siglos, un abanico
centenario muy abierto pero sin duda lo importante es saber que es real,
o usando el copy paste por entonces -Flor resolvía términos breves
explicando la fase de la prueba del carbono 14 por escrito, enseñando el
documento del impreso del resultado-. He podido dar con el filo que
seguramente cortó la hoja del libro -cambiaba de ritmo en plena
ascensión a la identificación con codos y señales de la cruz-. Asombrada
me quedé, pero llevamos en continuos tirones encontrando valiosísimas

154
nuevas conclusiones, que de por sí una sola sería el estudio de muchos
años -sin esperar si le seguían sus compañeros, ella tiró para adelante-. El
corte fue realizado por un abrecartas, algo rudimentáriamente común y
que no da más pista que pudiera identificarlo más exacto. El filo del corte
indica que puede tener varios siglos de antigüedad por la oxidación del
hierro desprendida en la analítica, pero no se decide por haberse cortado
hace tanto, parece mas reciente al estudio hecho. ¡Ahí algo más! -
marcando los tiempos, Flor daba los concernientes cambios de
desarrollo. En cadena, la asimilación aguantaba maltrecha las acciones
fortuitas-. Que nos dice donde puede haberse hecho el corte, o al menos
donde estuvo esa hoja alguna vez.
Todos esperan pacientes las explicaciones de Flor, cada nuevo logro era
unir una pieza más al rompementes.
-Percaté en la inspección de la hoja un cuerpo distante separando los
puros comunes que podría tener de huellas digitales, cuerpos filosos
como cabello etcétera, y el genosensor electroquímico encontró una
estructura de lino. Aislando esta referencia, saqué que contiene sangre del
grupo AB, que la tela posee quizás ente mil y tres mil años de antigüedad,
siento no poder ser más exacta en este apartado, e irradiación instantánea
de protones con la combinación del deuterio, presentes en la materia
orgánica y formados por un protón...
-¡Y un neutrón!-. Adelantaba Gaudi el final de la combinación de la
formula.
-Y un neutrón, así es- complació Flor el alcance de la comprensión por
Gaudi de lo que ella estaba hablando.
-¿Y? ¿Y qué quiere decir? -Preguntó María que junto a José esperaban
más detalles de aquella significación, aunque a él no le hacía extraños los
comentarios sobre alguna de las cosas que se estaban dando salida, y que
en cambió al igual que ella se sorprendió tras escuchar lo siguiente de
Flor...
-Que tiene la misma composición que la sabana blanca -matizó.
La extrañeza destacaba tras conocerse el alcance de aquella especulación.
-¡La Real Sabana blanca es un cuento, no es lo que quisieron dar a
entender! -se pronunciaba padre de la conciliación en espíritu resuelto.
-¡Tiene razón José, nunca existió la sabana blanca, era propaganda! -
apuntaló María aportando valor a lo que había dicho momentos antes él.

155
-¿Tú sabias eso María, y quizás...? -Gaudi quería preguntar, pero no se
atrevió arrojarse atrevido a marcar la indecisión de cosas que hizo
plantearle Dios, que él se había discutido durante el paso del mundo ante
su vida.
María delicada, raspaba motivos-. Si lo que quieres saber es si conocía
mentiras, las había. Crédula no era importante razonarlo, por ejemplo si
la sabana santa no era real lo primordial era el mensaje que
proporcionaba, que en aquellos momentos daría siempre como cierto-.
Inequívoco Gaudi asentía irrefutable de entenderlo al sentirlo en lejano
auténtico.
-A pesar, no siendo de método el que han querido hacer creer su
naturaleza de haber cubierto el cuerpo de mi hijo Jesús, parece estar
ligada a ser un misterio que podrían unirse al raenio y a la Svástica
comunista, ¿no? -compensaba las afirmaciones y las interrogaciones.
-También es cierto que puede haber sido manipulada toda la información
del estudio sobre la Sabana Blanca que parecía estar hecha de
imparcialidad, aunque era antes de saberme ignorante de lo que estaba
pasando, el pensarlo. Ahora sabiendo y teniendo en mis manos el raenio,
la Svástica de la hoz y el martillo no pongo fronteras a los limites de
nuestro o debo decir más específico, mi desconocimiento -maquillaba
Gaudi el rostro de cómo se miraba.
-¿María, tú has visto la Sabana Blanca? -le preguntó José.
Ella respondió manifestándose sincera en la confianza de la charla-. Sí,
algunas veces, y tengo que admitir que varias ocasiones me paré
buscando lo que su imagen me decía, ¡buscando a mi hijo!¡ A nuestro
hijo! -Rectificó y aposentó alargando su brazo para que José le ayudara a
sostenerla en la palpable evidencia de consternación.
José se impulsó hacia el necesario bienestar que solicitaba María, a la que
premió de sosiego.
-¿Y donde está ahora la Sabana Blanca? -Le pidió José sin parecer
trueque, dominándola de frente la cubría su mirada por entera, privándola
de la vista de Gaudi y Flor a su espalda.
-En el sitio más protegido del mundo ¡En los archivos secretos del
vaticano! -Tan tangible era la reacción de todos como verdadera la causa,
privar la precipitación de veredicto a condena inasequible de modo de
hallarla en contienda.

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Capítulo VIII El condenado Vaticano

Aeroporti di Fiumicino e Roma. Sin bultos el equipo formado por Gaudi


y José han desembarcado del directo vuelo de París con llegada 13:45 a la
capital Italiana. El sol pega fuerte en la calle, ¿esto quiere decir algo? No
todo tiene sentido o explicación, ni da significado para repercusión.
-¡Taxi signori!
-¡No grazie! -apartaba José al taxista que se ofrecía a la carrera, que no
alcanzaría ni los 20 años.
-Puedo llevarles donde quieran signori. Mejores monumentos molto
bello, ¿Vaticano tal vez, o degustar los mejores espaguetis de Roma?
Ristorante Toscano Parlante
-¿Se come bien allí? -interesado José gastronómicamente parecía haber
cambiado de decisión.
-Sì signori, meraviglioso quello migliore, amo suo espaguetis, el ristorante
è della famiglia.
-¿Quiere comer buen hermano pasta Italiana antes de continuar nuestro
camino espiritual? -Le arrimaba José las ganas a Gaudi.
-No me importaría, es que no lo había dicho pero tengo un hambre
atroz.
-¡Buon signori, por aquí per favore -el joven muchacho les dirigía hasta
su transporte privado. Al llegar abrió cortés la puerta trasera para que
entraran, y salió pitando.
El Taxi transitaba por las congestionadas vías romanas.
-¡Signore, coja una guía para conocer más detalles del trayecto! -decía
desde la dirección, el conductor.
José sacó del espinazo del asiento delantero un sobre, que contenía dos
pasaportes- las vistas son estupendas -comentó.
-Si van al museo no se darán cuenta de las buenas falsificazioni de
algunos immagini, sono opere d'arte -detallaba el joven italiano.
-Seguro que pasan por originales- comentó José, para después preguntar
¿Qué tiene de especial el menú Toscano Parlante?
-Il mio papa è morto, ahora yo sigo el negocio della famiglia. Hoy hago
un favore a un amigo que trabaja en la Ciudad del Vaticano.

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-Siento enormemente la pérdida de su padre, añoraré las veces que visité
su restaurante -dijo José entristecido de lo que había escuchado. Repuso
la conversación tras el reposo muerto de la noticia que le llegó-. Me ha
dicho que tiene un amigo en el Vaticano, ¿es difícil entrar allí? A trabajar
me refiero.
-Está muy seleccionado el acceso, pero si se acercan pueden pedir,
conociéndole, una estancia. Hay vacante un puesto en el servizio alla
notte -las referencias eran perfectas para José, que entendía correcto
cuanto decía el ragazzo-. Si quieren ir al Vaticano es mejor ir ya, hay
grandes esperas para pasar y llegar a tiempo.
-Sí mejor -confirmaba José.
El joven romano les llevó dejándoles a las puertas del infierno, que estaba
restringida para merecedores.
-¡Ciao Signore, fortuna! -les deseaba el muchacho.
-¡Ciao, grazie mille! -se despedía José.
-José, tengo una gran pregunta que hacerte. ¿Qué pasó con los
espaguetis?
-Jaja -José reía de la gran preocupación de Gaudi- Tranquilo, encontraré
algo para comer mientras te colocas en la entrada.
El hambriento hombre hizo caso a José que se marchó a un puesto
cercano donde adquirió unos paquetes de comida de pasta hecha para
llevar y un par de bocadillos de calamares. Al volver advirtió a Gaudi- los
bocadillos son para la noche, no te lo comas ahora por favor - aunque no
era lo mismo que haber ido al restaurante, no hacían ascos a la comida
que tenían.
El paso se hacía largo de cola ante el santo sepulcro. Infinita fe la que la
mueve, lenta resguardada en el amparo de la creencia súbita. Gente
llegada de todas partes de ambos hemisferios, distinta piel, distinto
idioma, desiguales caracteres y en paz descansan su devoción por el santo
oficio.
La paz radical es la que hace de regreso a José ante la vergüenza de la
humildad que recogen sus ojos. La sencillez de botas desgastadas de
peregrinos sangrándoles llagas secas sus gargantas, llenas sus pupilas
vaciantes a ráfagas, igual a la explicación de la palabra, "tiempo que dura
el menguante de las mareas". Ya ha entrado la luna llena por el horizonte,
dictando que la bajamar de hoy será en máximas.

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Los coches han circulado sin parar durante la jornada y siguen saliendo a
la llamada de la selva, a pesar de que el sol se halla ido del día.
Abundantes personalidades llegan, santifican, vienen, dan su pésame, van
teñidos de bendiciones, para seguir el orden mundial como hasta hoy sin
parar por un nombre, avances empujados por mártir.
Se detienen ojos, antes los BMW de grandes cilindradas que conducen los
obispos que acuden al consorcio. Estudiada la rima para repetirla en la
junta de accionistas para elegir un nuevo presidente corporativo, la
administración depende de su política, continuista o ultra conservadora,
fundamentalismo extremista o fascismo capitalista burgués.
Hombres de poca creencia que incitan a decenas de millones a tenerla. La
fe ni se crea ni se destruye, sólo se transforma, de reformas de
negaciones, de símiles de dolor, de misiles de terror, de esperanza
descorazonada, de corazones desesperanzados, de espera se ruega en
espera apremia, en muerte se recompensa en espera...¡Banal demora!
Respetuosa baja la noche enfundado la calle de negro, luto por el muerto
difunta serenata al viento, adagio, "Cantata de la Ascensión", al primer soplo
del aire es una fantasía coral que rastrea como tal serpiente venenosa en
el triste color, disimulando sus anillos rojos, negros y amarillos. Contraste
el aire y el viento enlazan una lucha por conseguir en dueto las trompas y
el continuo. Por no haberse consumado aún el reino de Cristo, el ser
humano no tiene derecho a ser representado con trompetas, reniega la
corriente de aire orquestada. ¡Hasta siempre!, hubo que poner muestras a
Dios, crearle pies de apoyo para justificarle. Encomendados a lo grande-,
"Estoy listo, ven a buscarme", -escucha el movimiento las palabras de un
polaco enfilando tenor. En medio de las cuerdas que hacen transitar
viajera penitencias, las campanadas suenan. ¡Dong! ¡Dong! ¡Dong! ¡Dong!
¡Dong! ¡Dong! ¡Dong! ¡Dong! ¡Dong! ¡Dong!
El reino de Dios por fin ha hablado en aparecido esperado. La aria se
convierte en un sereno recitativo de susurros fracasados al viento-. "Calla
alma audaz, y no intentes comprender el misterio" -musita Polka Miseria al
lado, ¿fuera de una voz, fueran alisios? ¡Fue recibido! El dúo del polaco
tenor y su mujer dramatizando contralto, con amor corroen su continuo
acompañamiento. Ensillan en canon y luego al unísono una plegaria que
es como el comentario sobre las palabras finales del recitativo- "Ningún
ser humano logrará escudriñar la potestad divina". Mandato de Dios
ofuscando las pruebas del crimen imperfecto. La serpiente coral conclusa
se aleja. Calladas las campanas, las voces congregadas, los instrumentos
siervos obedecen, esclavos ante la ilustración, de estrofa final regalan su

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alma- "Jesús mi alegría"-. ¡Y tu condena Dios! -se despide en el retenido
enclave, que amenaza José para su fuero interno.
Gaudi llega a la cadena humana. La vigilia del abuso religioso, exceso de
mente carnal caducada privada por atrofiada cuaresma. Hijos de mala
madre pensarían que piensan, padres de buenos hijos aceptarían menester
porque Dios lo ha querido.
-Los museos abren a las 8:45 horas, la cúpula de la basílica a las 8:00
horas, la basílica a las 7:00, las tumbas de los papas a las 7:00 horas. He
comprado antes como dijiste dos entradas, aunque como ves pone la
fecha de hoy.
-¡Está bien! No importa- Sin dar acentuaciones dice José a Gaudi que le
daba los horarios previstos de salida-. Es aun temprano, descansa.
-Me sentaré a tu lado si me lo permite amigo mío -dijo e hizo Gaudi
aceptando que José sentara de buen ver la decisión, comenzando hablar
en Latín para no huir palabras a oídos ajenos.
-Querido José, Flor me contó algunos hechos de tu vida ya que me
intrigaba. Espero que no te lo tomes a mal, ni creas que es cotilleo.
-¡Ya!, ¿sólo interés profesional? -José le devolvía las palabras en la misma
lengua. Hacia bastante que no hablaba, y muy poco le costaba seguirlo en
el idioma nativo del imperio donde ahora repasaban en historias
próximas.
Gaudi no dijo nada más, pensando que José estaba molesto.
-¡Eh Gaudi! No hablaba en serio. Claro que puedes preguntarme lo que
quieras, menos si me gustan las Navidades y el portal de belén, que si te
gustan las anécdotas Belén era una prostituta de Jerusalén y ejercía en el
portal donde acudían los auxiliares romanos-. Le arrimo confianza del
recelo que parecía en principio.
-Gracias José. He estado pensando mucho en todo lo que ha ido
sucediendo desde que os conozco, y sigo muy confuso en tantas cosas.
¿Tú sabes qué necesidad tiene Dios de haber creado este teatro? ¿Lo
sabes José? -preguntaba sin distraer sus ganas de conocer.
-Tal vez todo sea tan sencillo como alegar que el mismo que iguale al
circo romano, por diversión. -Hizo retén en el descansillo para intervenir
sin reservas-. ¿Qué puedo decir? Un no te diría que no sé nada, y el
mostrar un certamen por el enigma detallo demasiadas hipótesis... El
privilegio del poder supremo, el control sobre la humanidad, decisión a
satisfacción sádica. Juega Gaudi, siempre lo ha hecho, juega con todos
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nosotros en un macabro tablero real. Coloca sus figuras tratando cruel su
rol ingenioso.
¿Nunca te has figurado la representación de lo divino por extravagancia?
Lo inmaculado en blanco, y el sacerdocio en negro. La iglesia está
sostenida por los pobres, ¿no sería más lógico dar la los recursos para
paliar la hambruna? Todo sigue igual que desde el primer recuerdo que
tuviera de mi vida. Puerta de Jericó, Basílica de san Pedro, todo es igual,
las mismas mentes retorcidas.
-¿Pero se han hecho progresos, no lo crees? La gente es más libre, la paz
cada vez es mayor, la gente tiene un bienestar...
-¿Encubierto?
-...mayor civismo -le pillaba a Gaudi el paso cambiado el último dicho.
-¿Cinismo? No Gaudi, nada ha cambiado ¿Progreso, qué progreso, de
qué progreso me hablas?
Indiferente se vaga por cajas cuadradas viendo lo que ocurre a una
esquina de tu casa, a unas horas para llegar donde esté la falta de arroz, a
la toma de sobra sabida de artillería donde reina un dictador.
¿Progreso? En el último siglo las víctimas por guerras han superado
todos los números incontables, jamás hubo tanta muerte, tanta
desolación. Dos guerras mundiales, una cagada de un pájaro destruyendo
Hiroshima. ¡Enola gay! -dijo estas dos palabras José en desconsideración
con el habla del pueblo norteamericano, usurpado por indios de las tribus
forasteras buscadas por delitos crónicos europeos. Sindicaron una nación
desterrando sin pago por la vida a sus natales naturales, copularon
esclavitud para formarse una profesión USAda libre-, hasta a broma de
diarrea mental suena si no fuera real. Más de 1.300 millones de personas
viven sin agua potable, el 40% de la humanidad no dispone de servicios
sanitarios, 840 millones sin comida. Cada día mueren de hambre en el
mundo cien mil personas, 30 mil son niños de menos de cinco años de
edad. 50 mil de enfermedades que pueden prevenirse. 4 millones de
mujeres, mayoría niñas se venden como esclavas al año. 27 millones de
mujeres obligadas a prostituirse, la gran puta de la vida sigue siendo igual
Gaudi. Él le escuchaba perplejo, siendo un necio impotente de poder
decir algo, de poder rescatar una cifra, una subsistencia. Que barata es la
vida, más que una llamada de socorro, más que una trago de agua, más
que un chicle pegado al culo del mundo para disimular que no existe
debajo de la mesa lo que no quedemos ver ni tocar. La mesa infla
contaminada de goma contagiada por unos y por otros, hasta dar tanto
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asco que se dé por perdida, eludiéndola la confirman, y se ocultan en el
carrillo del globo que aun se mastica.
José había hecho trizas, pulverizando la piedra caliza que había recogido
del suelo. Nula su posibilidad al rescate de superhéroe, le mataba por
dentro.
-¿Y Dios tiene la culpa de ello? -Preguntó Gaudi queriendo saber que
opinaba su amigo.
-¿Dios? Dios es el proxeneta de la vida, el traficante de almas, el
vendedor de papelinas mentirosas, el narcotraficante de la droga religiosa,
el capo homicida. ¿Y culpable?
¡Es aclamado por su pueblo! Pero no es sólo él, a veces me cuesta creer,
¡creer!, que palabra tan ridícula en mi vida, seguir confiando en que lo que
quiero tiene un merecido bien. Lo que ocurre en el mundo está sostenido
por los mismos hombres, que se destruyen unos a otros, y yo dándome
de defensor por las luchas perdidas a manos del indefenso, y estimo, si
esa persona desamparada en idénticas circunstancias de su opresor
actuaría como él, y me pesa Gaudi, pensar eso por lo que llevo vivido.
-Hay que dar un voto de confianza, que al menos puedan elegir su
destino cada persona -era la postura que le mostraba Gaudi a como
pensaba.
-Por eso sigo, por eso creo, por el credo a la humanidad aun confío en
que llegue a ser así. Pero las palabras no son gestos, son rituales de
conformismo. Los datos que te comentaban tan fáciles de suprimir.
Hablemos del hambre, si solo se aportara un 5% de las riquezas de cada
uno no existiría el no poder comer 800 millones de personas. Y cuando
me digo que me siento decepcionado, no hablo de cientos de personas, ni
defraudado con miles de ellas, son tantas que conforman aceptando lo
que hay imberbes al sentimiento, me anulan.
-Hay gente buena en el mundo José, hay de todo. Quizás el problema es
querer que todo sea perfecto y eso jamás pueda ser. Igual que existen
manzanas maduras, existen otras con gusanos. Las personas somos
iguales, incluso piensa que sólo necesiten un empujón para ser mejores.
-También me he explicado tantas veces "quizás estén dormidas",
amaestradas a la resignación de someterse a que otros deben actuar antes
que ellos. Y todo gira, y cabreado pido lógica, ¿Cuánta sensibilidad se
derrama viendo "La lista de Bambis" y cambiamos de canal exasperados
desmoralizando a la realidad?

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-Puede qué la gente necesita esperanzas y no más carga, la vida no es fácil
para nadie.
-Hablas como Pío XII ante la negación de dar ayuda a los judíos en la
segunda guerra mundial. Pasó aquí hace años, aquí mismo. Es patética mi
actuación, ¿a que sí? -se sopesaba el inseparable enfado que le irritaba.
Gaudi dejó que siguiera expresándose José sin decir él nada-. Me permito
la capacidad de decidir lo qué está bien y está mal, lo que debería ser, lo
qué deberían ser, lo que deberían hacer. Me tomo el privilegio de decidir
por los demás, ¿qué me separa de ser autócrata?
-No José, no es eso. Tienes la razón, muchos te la darían, pero
humildemente te digo algo que si puede ser recogido de la Biblia aunque
nos pese. Somos ovejas y necesitamos un pastor que nos guíe, nos
perdemos fácilmente y necesitamos valores. Creencia en virtudes, estimar
que tiene un significado lo que se hace abortando que sea una inutilidad.
Una persona que le conduzca los primeros veinte pasos.
-Gaudi, yo fui pastor, y me niego a pensar que tenga alguien que llevar a
los hombres por el sendero. No Gaudi, no son animales, no son
animales, son personas.
-¿Qué diferencia hay José? -Le discutía a su amigo apoyando la mano en
su hombro, confiándole su cariño.
-No lo sé, sinceramente Gaudi, no lo sé, jamás lo he podido entender,
pero un 5, sólo un 5%, tan sólo un 5% -repetía José no queriendo
aceptarlo, la frustración no se la puede permitir, al menos hoy.
La charla les lleva de zancadas por varios cuartos. La huella del rastro son
palabras de arrestos, a los minutos sugestionados en adelante puestos a la
hora de la verdad, por tiempo oportuno.
José saluda al hombre que iba posterior a ellos disimulando que volverán
por la mañana, que se va al hotel junto a su amigo del camino, y ambos
personajes abandonan la fila.
Al llegar a los urinarios del ala norte se detienen por aguante de José y
entran en ellos. En los escalones de bajada chocan con un hombre
fondoso de camiseta blanca mojada. Llevaba la divisa roja de la escudería
ravioles, y los sonrió a su pase por boxes.
Los servicios están admisibles de ver, sin encarrilar una recomendación
para un amigo. El tumulto ordenado por masiva afluencia de gente ha
desbordado las previsiones, y se pormenoriza en la indigestión de uno de

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los señores roca, que no puede tragar más y desboca línea de saturación al
derroche del hombre.
José revisa que no halla nadie en los retretes. Al comprobarlo se para en
el último con las intenciones entendidas-. ¡Venga Gaudi! -Este, sin
decidirse no quiere dar un la resbalón en suelo mojado para nada. José le
señala con dos dedos al interior, puede que halla algo escondido, piensa.
José le constata aquella agudeza-. ¡Hemos de entrar por aquí!
Gaudi se acercó y no encontró la diferencia con los demás. Miró arriba y
nada reseñable. Un cuarto de espacio quedaba hueco, por si los peros.
Miró abajo y largó la vista pasajera, ¡mejor no mirar! Aguantó a que José
conociera el panorama y se lo presentara. Estando preparado José
levanto la tapa del depósito de agua, y vertió el sólido de la comida que
llevaba en las manos. Hacia fuera enganchaba las amarras de un cordel a
la bolsa de plástico, que a su manejo ataba los dos bocadillos. Tiró de la
cadena, esperó a que se llenase la cisterna y volvió a tirar. El exceso de
comida, por abuso desniveló el agua subiéndolo del límite normal y
sobrante se desvió por una cañería de nivel superior que la distribuía por
una canalización secundaría, que jamás se podría pensar para que servía.
El elemento líquido era la llave para que un artilugio por escaso margen
abriera la parte desde el water hasta el esquinazo del fondo derecho. José
empujó la baldosa de la pared, para dentro enseñaba un paso subterráneo
pendiente en la bajada. Del agua se sacó esa conclusión.
-¡Entremos! -Afinó José con señuelo para ir adelante.
Cuando Gaudi conmoviéndose acertó las palabras, -¡Vamos allá! -empujó
a la pared para volver a tapar la hendidura por donde se colaron. Al
cerrarse, parecía que el pasadizo que inauguraban estaba agregado de
oscuridad, pero no era así, una leve claridad se despegaba desde las
lejanas honduras.
Bajaron cautelosos, la visibilidad era suficiente para no desviarse, aunque
tenue e inepta para salvaguardar sus movimientos de tropezar con alguna
piedra o lo que la imaginación pudiera hacerles creer sin crearlo.
Llegaron hasta abajo, dejando su descenso. La terminal anticipaba a las
alcantarillas que procesaba los residuos del vaticano, nunca mejor dicho,
pero posible destacado escrito. El vino muerto navegaba fuera del cuerpo
para desembocar tras el cauce de la fiesta del concilio. El trámite de tripas
de langostinos que vomitaron hartos, en la orgía del banquete. La
desmesura es un don, el festín un señor, y el cuerno clavado de púrpura
superior riéndose de un chiste converso.

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Oyen ruido, convergen en que son pisadas acercándose a donde se
encuentran ellos. El tambor de las zancadas afianza que provienen de
alguien o puede que de varios individuos a un ritmo de nueva usanza. No
se sostiene al rutinario procedimiento de comprobación de túneles por la
guardia Suiza, y pensar que fueran otras personas sin rango por estos
lares, lo declaraban descabellado. El ruido se justificaba con gran poder
de ser visto, primero en sombra, por el paso ante la luz de una de las
bombillas que abastecía al túnel. La aparición, tirado para adelante del
perfil larguirucho sobre el suelo dibujado en desplazamiento, sombreaba
con su silueta la incógnita de que podrían haber sido descubiertos.
Eso pensaba Gaudi a la sombra, resguardado estaban ellos entre lámpara
y lámpara que se cuidaban de desenmascaran de poco en poco al
subsuelo, para no formar mala sombra. Ante ellos en carne y hueso se
encontraba a cerca de cinco metros de diferencia un guardia suizo, que
podían detallarle a mano hasta la sombra de ojos. Gaudi se inclinó por
hacerse el valiente e inventó, haciéndole sombra al inoportuno
anticipante. Con voz decidida le dijo -¡Detente, o te disparo! -Guardaba
una mano en su pantalón de algodón, componiendo el encubrimiento de
una pistola.
-¿A Sms´s? -mostraba el apuntado de cabeza hacia el bolsillo de Gaudi,
siguiendo los ojos la dirección allí.
Gaudi entendió que no podía haberlo engañado. Se Fijó en que el foco
de carga de su móvil lucía intermitentemente, y en la transparencia del
pantalón al apretarlo con la mano transpiraba
Perdida la improvisación, apretó con más fuerza el móvil para sacárselo y
dar un certero golpe a un guardia que seguramente le pararía en la
distancia que les separaba con la lanza que portaba.
José que en modo silencioso evitaba enviar cualquier vibración, su tono
sonó polifónico al tiro a tres bandas respondiendo al saldo unísono, para
apresurarse a coger el móvil antes de que Gaudi descolgase su golpe. José
pudo retener antes que su compañero contestara sin preguntar quien era
al uniformado, que retuvo la espera a tres que Gaudi no intuía de la
extraña reacción de su amigo.
José se adelantó un paso y se abrazó al robusto soldado, que
congratulado no exageraba estar del lado de él..
-¡Salutacion, no quería asustados! - les propinó cordialidad.

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-¡Tranquilo! -Confirmaba José que ya poco importaba. Bien que a Gaudi
le hubiese gustado saberlo de antemano, aunque fuera a base de una
llamada a cobro revertido que salía a recogerles.
-¡Gaudi, este es Markuss! Un viejo amigo, y de quien oíste hablar que nos
ayudaría en el vaticano.
-Los amigos de José son mis amigos -le ofreció la mano el recién
desconocido.
-Yo soy muy amigo de José, ¡y más con esa lanza! -le afianzó con su
mano un saludo de tanto gusto
-Es una figura decorativa, donde esté un kalashnikov que se quiten estas
cuchillas de afeitar -la planta desenvolvía a un hombre belicoso-. ¡Debéis
seguidme, no tenemos mucho tiempo para la visita guiada!
-Tenemos que ir a los archivos secretos, ¿cómo lo ves? -José cuidaba los
modos para así atenerse sin malentendidos.
-¡Tiene tres niveles de seguridad para pasar, no hay descuido para llegar
allí. Acabo de salir de control y en mi paseo debo confirmar ante la
puerta el que me abran desde el centro de mandos. El problema será para
salir. Mi guardia acaba en 20 minutos cuando vuelva a la sala y deje la
tarjeta de entrada. Me escurro las neuronas pero no puedo hacer mucho
después.
-¿Si dijeras que has extraviado la tarjeta de pase? -sugería José.
-¡Para nada! El acceso se acciona introduciendo una tarjeta en cada puerta
a desactivar, y otra desde control, y sólo hay 5 segundos de separación
para que se valide. Será algo más complicado, pero confiemos en que se
pueda.
-Digo yo que podríamos hacerlo a la fuerza bruta. Ir a ese centro y
apoderarnos del control -era la ocurrencia de Gaudi por ahora.
-¡Nada, eso no! -Negaba Markuss ese intento-. Para pasar hay una zona
de descompresión para dejar las armas. Ningún guardia puede pasar a
control portándolas. No se puede esconder, son detectables, y se revisa
como norma a través de cámara. Mi propósito es volver a por vosotros a
la sala de archivos secretos con la excusa de haber olvidado algo, pero no
confiéis mucho. Lo mejor es esperar a la nueva ronda dentro de hora y
veinticuatro minutos e inmovilizar al guardia que vaya allí.
-¿Una hora y veinticuatro minutos? -se preguntaba Gaudi dudoso.

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-Sí, es una validación para tener horarios cambiados cada día -explicaba
Markuss sus motivos.
-¿Pero cómo podemos salir si se necesita el paso de llave desde control? -
todo era cuestión de conocerse con seguridad en la práctica tarea
programada, definía José el perfil de lo que pensaba.
-¡Sí, os explico, pero acelerar el paso! -lo decía Markuss con gran interés
en forzar la marcha.
Para llegar a los archivos secretos hay que pasar tres puertas, las dos
anteriores son salas intermedias. Cuando yo u otro vigilante ronda la
primera puerta se detecta en el panel un pitido acústico, el guardia hace
una seña a la cámara dando el ok. En ese momento desde control entran
su tarjeta de paso, y hay 5 segundos para introducir la tarjeta. Si no se
hace hay que esperar 15 minutos, por motivos de seguridad.
Cuando se pasa la primera sala, en la segunda puerta hay que hacer lo
mismo, y en la tercera igual. A cada nivel se dejan uno o dos minutos en
pasar de uno a otro. Las salas se miran por encima, al ser rectangulares
sin columnas no hay que ir mirando cuidadoso. Para salir, si esperáis a
otro vigilante tendréis que reducirle. Hay un ángulo muerto desde la
entrada a la última sala, que te dará José décimas para que cierre quien
vaya y te hagas con él. Cogeréis el walkie del compañero y diréis clave 34,
recordar, clave 34, significa que necesita que acuda un vigilante para algo
sin importancia. Cuando llegue os hacéis con él, os cambiáis de ropa y
salís los dos como si fuerais ellos. ¿Entendido?
-Comprendo, ¿pero para acceder ahora contigo no nos verán las
cámaras?
-Cuando salí de control dejé reproduciéndose una grabación de una
antigua ronda mía.
Por eso las prisas, aparte de que no puede variar mucho el tiempo medio
en la ronda, estamos sujetos a la cinta de vídeo. Como aparezca yo en
imagen y no estemos allí la fastidiamos! De lo demás no tenéis que
preocupados, está inutilizado al completo el sistema de detención de
presión, olfativo, y calor corporal e implícitamente la red infrarroja
vibracional. Las cámaras están congeladas pero volverán a
funcionamiento en la siguiente tanda de vigilancia, menos la de los
archivos secretos para dados el escape de salir. ¡Vamos más deprisa por
favor, tenemos cuatro minutos!
Markuss aceleró más la ya intrépida descarga de pasos. Gaudi y José le
seguía al hombre que les guiaba adelantado por la ruta nocturna del
168
vaticano. El delgado compañero de José se preguntaba, ¿para qué había
comprado dos entradas, cuando tenían alguien dentro que les iba a
mostrar gratis las dependencias?- ¿Tú amigo es de confianza? -Le
preguntó a José.
-¿Markuss? -Daría la vida por mí, no temas.
-¿Cómo entró en el cuerpo de seguridad de la Santa sede? -se interesó
Gaudi preguntando respecto al compañero que acababa de conocer.
-No fue muy difícil, cumplía todos los requisitos. Católico, suizo, varón
inferior de 30 años, más de 1,74 y con título de Escuela Superior.
Dejaron sumidero repelente atrás y más de 200 segundos por pasillos y
habitaciones para llegar a la primera puerta, según comentaba Markuss ya
en plena carrera-. Alli está, ¡corred!, no nos queda tiempo. -desde el panel
contemplaron la muestra en imagen de Markus, pero no sonó el pitido
como que estaba en la inserción. Iban a llamarle por el walkie cuando la
luz resolvió a favor y zumbó un pitido por el altavoz de la
correspondencia. El vigilante que estaba al mando de la dirección golpeó
sobre la luz diciendo -seguro que es un aparato japonés, siempre a
destiempo. -aportaba como buen medidor suizo la apreciación. Metió la
tarjeta de control y sonó la puerta donde estaban Gaudi, José, y Markuss
que pasó su tarjeta de seguridad. La puerta se pudo abrir con
prescripción.
-¡Justo a tiempo! -dijo tras poder abrir. Recorrieron la primera sala
despacio, ya no había prisa y había que esperar un par de minutos. Una
vez pasada la hora cautelar se repitió la imagen, el sonido, y la puesta en
llaves de cómo fue en la primera puerta, y mismo procedimiento ante la
tercera para llegar a su objetivo. Más entrar les acompañó a una zona
próxima al lado izquierdo hacia el fondo y les indicó. ¡No os mováis de
aquí cuando entre el siguiente turno, será cerca de 1 hora y 24 minutos,
recordar! -Gaudi amaestraba al reloj para que avisara del horario.
-¡Te agradezco enormemente lo que estás haciendo! -mostraba José
gratitud por su parte.
-¡Tonterías! ¿Quién tiene que dar las gracias más? -le devolvía Markuss la
pelota. Sin tiempo se fue hacia la puerta, y procedió a su salida. La puesta
en marcha de la hora seguía contando a cada segundo.
El archivo secreto del vaticano, los anales de la historia bajo llave.
Secretos sumarios de gestos nefastos de la iglesia para ser abandonados,
contradicciones a actuaciones autoritarias al estudio del canon de la
iglesia católica de milagros en pretextos para tener su glorificación a
169
cualquier acción. No importa santo oficio de trabajar para comer, pero si
el verídico muestreo de vino convertido en divino, o saludable jamón con
forma al corte del rostro de Dios, e ineptitud de tacos a repartir en la
ración de comida imprescindible para llegar a una nueva mañana.
La sala es enorme. En dos pisos literas literales literarias franjan en dos
laterales-. Antiguo y nuevo testamento -diferencia Gaudi. Los textos de
palabras separados por escalerillas en distintos paneles para cruzar de
consonante consonancia a paseante de asonante. Librería barata
catalogada por ciencia-ficción de la Biblia en religión a callados muertos
reales nigromantes, de letra grande en plenitud del diario de vivir.
Pasatiempo destructivo del Cantar de los Cantares, de Hechos de los
Apóstoles. Epístolas de filemón, mortal de los Sapienciales, de cómica
inquieta en conspiración contra las sagradas escrituras. Diccionario
expositivo de más que vencedores del corredor celestial viviendo la gran
comisión de la santa inquisición, a pecadores en las manos de un Dios
encabronado. Hubo un borrón aposta airado para que soplara contra las
hogueras de su condena. La acción del espíritu santo es la breve historia
de excusa resumida de la iglesia cristiana, las obras esenciales de grandes
lideres de la iglesia. Desenmascarado de la guerra espiritual, rompiendo
las maldiciones en la victoria sobre la oscuridad de los espíritus malignos
con forma de credo, predicaciones del manual de ministros de pescadores
de salmones domingueros. Tesoros en vasos vanos, embarro de
bosquejos de puntos y de pones. La sanidad dicina de una pasión santa
de un arma en busca del poder, responsable ante el Dios soberano la cruz
confrontando las postetades de la oración, de las palabras ¡A muerte!,
contra los enemigos del imperialismo de Dios. Derribando fortaleza
contra las huestes enemigas que de relato del lado bello del mal, milagros
en nombre de Satanás, del nuevo cometido de su maestro Dios
confiándole para la campaña en cultura de crear un mundo hostil. Muerte
de siembra, siembra de Dios. Aguas refrescantes para vivir sin fruto
devoto de lleno espíritu. Instrucciones prácticas de coacción, de libertad
de expresión, de santuamigos, de dar el mayor legado dinámico, la
doctrina sin preguntas de respuestas de formulario. ¡Cuidado con las
falacias! Engañadores espirituales procuran atraer al laico de Dios,
manosea José entre sus manos, del confiscado fraude al que se sometió
para afirmar la armonía de los evangelios, el comprendio manual
portavoz tras firmar so pena de muerte, que fue inducido por Belcebú,
bajo amenaza de festejo medieval castillos de fuegos artificiales, con la
muchedumbre en la plaza mayor esperando el pregón del sermón que

170
limpie al hereje de no engañar la verdad más, sin que lo manejen debe
aceptar a Dios o ¡A muerte!
Propones homilética y supones homilia la instrucción de versículos
desalmados, en salmos desvirtuados. Diccionario enjaular de los tiempos
bíblicos. ¡Miserables Testigos! ¡Aceptar a Dios¡ ¡Y a muerte!
¿Simplemente estúpido o narcotizado de secta? Las buenas nuevas
inconversas solamente por gracia de Dios que dejó completa provisión al
hombre de la salvación, con una ración de suelo y una cuota con premio
al vencimiento de cielo de tasas elevadas, interés inmejorable del que trae
de serie imaginable, estofado canino.
¿Cuál es la diferencia entre la gloria del cielo que espera hogar celestial, y
la condenación a la demora por tierra firme de misioneros sin misiones?
Predicadores en mansiones, propagadores de bendiciones,
evangelizadores asaltantes de tu porción del estafado camino.
Una pasión santa, teología básica de los dóndes sin los dones del espíritu
santo y la deidad de Dios. El esbozo histórico de las grandes
controversias cristológicas, el adversario contra el mudo mundo, la
insuficiente carna y Luzbel en las tinieblas de papel del mudo diablo
alado, cortada la lengua por el jefe aliado para que no consiga pronunciar
verdad que desmentir. El discípulo amado del ministerio apesta eólico
abandonado sobre las alas al viento. El tabernáculo del burdel, de la
taberna de profetas enunciando borderías. Canalladas fueron escritas por
creer, por premio al azar, por consideración mandataria divina venciendo
en tierra de gigantes al huracán de la fragmentación grupal. Confiando
aunque la vida duela en tiempo de adversidad, hechos reales de autores
compartiendo la soberanía de Dios, la bibliagrafia tras el reconocimiento
de santo terco, su entenderle en sus momentos malignos, con estimación
de apego. ¡Eh, soy Dios! Título de adoración, y escritor cambiado a
timonel de galenas, moviendo a reos devoradores de chicha ¡Punto,
punto, coma! Frases rítmicas ¡Punto, punto, no comas! Frases descritas,
apreciadas al involuntario altruismo de remar donde la embarcación real
está echada a dos manos, para utillaje en navíos de paz de vela blanca,
con remos en filo para cambiar la enseña por oficio a pirata, navío de
batalla para apoderarse de nueva testa, no miento. Mollera de enseña,
sesera a media asta en señal de cráneo bruto, como colofón de
condecoraciones de dos huesos blanquecinos. Darse cuenta ¡Bandera
Pirata! De hambre oculta, que patraña decía "como distinguir entre los
distintos apetitos y cómo satisfacer los más ocultos que son los del
espíritu", sin duda coartada notas de la libreta de un pavo con halcón de
buche que comensal a pollos jóvenes sin cabeza.
171
Cubo evangélico desenmascarado, el plan maestro de la evangelización de
la inhumanidad de Dios, él escogió los clavos y los cabritos cánones
cabrones. Hermenéutica lumbrera en su camino explorando el génesis, la
magnificencia del templo de personajes de glamour de la Biblia hills
enseñando a los niños valores inmorales, difamo alrededor de la mesa por
no obedecer antes de decir si, reflexión por querella del gozo del infiel
comprometido, Cristocéntrico, carabina del conflicto creador,
todopoderoso consolador estimulante conforta el cuerpo y el alma del
intranquilo, bajo la perspectiva de lo que el hombre proteo desea de la
mujer.
"Si el esclavo tiene esposa (que fue dada por el patrón), luego de seis años el esclavo
quedará libre pero la esposa y los hijos que haya tenido con ella serán del patrón"
(Éx. 21.4).
"Si un hombre vende a su hija como esclava, ésta no podrá recuperar su libertad como
la recuperan los esclavos varones" (Éx. 21.7).
"Si dos hombres pelearan entre sí y la mujer de uno de ellos se acercara para librar a
su esposo de los golpes del otro, alargara la mano y agarrara a éste por los testículos,
sin piedad harás cortar la mano de la mujer" (Deuteronomio 25.11). Presentes de
la forma no popularizada en los mandamientos a escondidas como los
pensamientos de aquellos machos machotes de palizas a perras, a patadas
a puercas, a viciada femenina del pollo vaciada de sus sesos. Valientes
cobardes, religiosos inmorales, hombres mujeriegos instruidos anormales,
amorfos de prohibidos abortos de padre confesores, y tras el desvío cura
al cantar del gallo. Para que el amor no se apague, comparte la batalla de
cada hombre joven de cinco discípulos contra uno se convierte en uno
contra todas, para mediar en guerrillas de posesión de misionero, en uno
a solas contra princesas premiadas de furcias. Destapa el frasco de las
esencias y entrega su néctar vertido en la boca, ya sabes cual le gusta más.
Su contenido del equilibrio, del trabajo carcelario a la soltura de las
muñecas sumisas por esposas.
No todos, intento que dijo después de reescribir escena de ponerse de
pie, en el papel parece mejor, si tienes fe en cada oración. Con intención
hizo de esquivo al tentador, sabiendo que no era amor de verde hierba se
revolcó, su falda inmaculada blanca pura se manchó. Apretarse el botón
sin decir ni a Dios, agachar la cabeza y la boca cerrar, todo el daño hace
efecto inmediato, casparina de ácido hacia ti salídico.
El placer traspasado dura un segundo tal vez, para dejar a cambio el dolor
que no destempla de estación. Jamás ya corrió, pues las vías atentadas
impedían el paso del tranvía, y allí sola quedó en manos de Dios. A
172
miradas la cabeza aparta, cien pasos alejadas de la calle de buongiorno
bambina. Bebiendo llora, y de espaldas calla. Nadie alrededor le roba la
mirada de unas gracias en desgracias de todas por nada.
Temarios distintos de polígrafos del convencimiento de la creencia de las
ordenes. ¿Cómo enriquecer su vida sin dinero? Responda al ideario
folleto novelista de su esperanza. Héroes de la fe, corramos con los
gigantes, acreciente el fallo que hay en usted. Cómo desarrollar la
perversión, el balón sin inflar, la afluencia de humo y la provocación.
¿Provocador? Disputero del Dios que está en tejado, a patada que
reviente cuando baje le devuelva al cielo. El diácono inferior del nuevo
travestido, es la guía del erudito. El lado positivo del fracaso es el poder
de aliarse con la iglesia, éxito diario del liderazgo extremo. Seamos
personas sin vergüenza. Visión 400, misión de cómo crear grupos de
células integristas en la iglesia con pastores y laicos, top secret, precintado
por sello de la Cámara Apostólica. ¿Cómo llegar a ser una mujer de
ovación? Experimenta el gozo que viene de vivir a la manera que agrada
al Tribunal Supremo, al fruto del jardín oscuro da las gracias y ama al
restriego de Dios con todo tu cuerpo, al abrigo del calientísimo explora
las profundidades de los bolsillos del omnipotente impotente, y búscale el
propósito apasionado. "¿Dónde estás? ¡Te amo! La lamo ¡Fláccido! Me
engañaste tras la puerta mi carácter de mujer virtuosa". El poder de la
esposa que llora, elástico fresco para madres estiradas enfrentándose a la
realidad junto al ministerio que un católico no es egoísta, comparte en el
monasterio con todo el ministerio la dicha de ser mujer, esclava de casa
adornada. Las mentiras que las mujeres creen no serán las mías, para
comenzar la verdad derrama tu recelo por tu ego en celo. Mujeres llenas
de desgracia, ¿Cómo llegar a ser la mujer de excelencia que Dios diseño?
Facilitándole ser una ramera de robot, dos palabras en su voz ¡Sí señor!
Cada duda de himnos y cánticos. Tela dura, tapa el descrédito de letras
vendidas por robos a bobos. Una torta así de grande dame madre por
palabrear, sólo soy un corderito tullido, los secretos de la mala uva de
David en la vid dejados atrás de cosecha de almas, el remanente comando
asesina las flores del amor y marca Armagedon, el remanente poseído del
sacrilegio. Los ángeles guardaron silencio engañadores.
José, el libro, nos muestra el corazón y la mente de un hombre formado
en el crisol del rechazo, de la soledad, de la privación y de las falsas
acusaciones. José, el verdadero, abre la palma de su mano y la aprieta
sobre el tomo cargado de rabia, inmortalizando corruptos actores
Hollywoodenses. No es el teatro chino sino el "Memorial Vaticano". José

173
deposita en su estante la divulgación, insatisfecho de la lectura. Prólogo,
menospreciándola se vuelve de espalda.
Gaudi en atracción fue hacía el libro, lo sacó y no notó nada extraño en
apariencia, pero lo ponderaba eso sí, ligero. Lo abrió y encontró las
paginas troqueladas por la marca estampada de la palma de mano de José,
que había dejado hueco completo todo su interior. Enmarcaba su acuñe
en vacío el contorno de las hojas que hacían de cuadro al emborrado del
libro. "Escribir poesías no es fácil porque es necesario comunicar con
cristianas palabras lo que siente el corazón", sin embalaje que honra a su
Dios, ¡Qué sublime idiotez!
Sin corazón, muerto escribe poesías un Mesías.
Decía algo así, como que si venias el órgano apocado reviviría
y si le traes quinina, lo mantendrías.
Pero amputaron, por su enfermera no llegar,
dejó plaza libre lista para algún pájaro con alpiste,
Que canta boyante, por ser lo más importante.
Poeta inconsciente ya no entiende nada su mente.
Trovador en preparatoria de sueño, sopor profundo componiendo
Rapsoda de letargo, recitador en estado de reposo de versos inactivos y
en la nulidad religiosa catatónica atractivos. Colapso de juglara,
decaimiento brusco del agudo cante grave paralización malabar,
insuficiencia respiratoria para contar el cantar. En coma la sensibilidad
poética, no existe corazón, nubla cielo y huye de la tormenta hacia el
calor, al de las palabras que suturan las heridas de Dios sin rendición.
Faltar con agravios, criticar injuriando, queda cuerda para rato.
Teatro de títeres. El arrepentimiento de la iglesia al rapto de señales de su
venida del príncipe que hubo de venir. Iglesia y secta, bajo la seducción
de la cristiandad. La clonación humana patentada por el jerarca. A pesar
de todo Dios sigue siendo un desconocido, tantos documentos,
anotaciones, manifiestos, apuntes de misivas de mensajes ¿La respuesta
de la iglesia? ¡Titulares de arrebato imperativo!
Ligero de equipaje con actitud de vencedor, ya está dispuesto a ser
nuestra nada. Avergonzados del evangelio rebeldes protestantes, escupen
al rostro de Dios. Camino al calvario, al morir walkirias te llevarán al
paraíso de Valhalla creciendo a través del conflicto cuando un enemigo
ataca, el desafío de servir, el ayuno escogido por Dios, el beso del cielo, el

174
dador de sueños. El trueno apacible del poder de la cruz en el resto de tu
vida al sacrificio de punto cruz y raya, del valle de los huesos secos en
busca de paz en el ojo de la tormenta. "Espíritu santo tengo hambre de
ti", ética cristiana, fe mas allá de la razón. Iglecrecimiento imbecilidad
integral, la fuente de aspirada fortaleza con enfoque en el reino de la
Iglesia. El campo de batalla más allá a la cumbre de la mente con pasos
dentro de las aguas.
Por si lo querías saber promesas eternas para ti, promesas inspiradoras de
que Dios Satanás no es mito, date seguridad eterna señor "¿en qué puedo
servirte?" Sin santidad nadie le verá sobre el yunque controlado
temperamentos transformados, que todavía remueven piedras de un
amor que puedes compartir a fuego santo, de una fe sencilla con una vida
con pleno propósito venciendo al adversario. ¿Tiempo del fin, o fin del
tiempo? A su Decisión José cerrando vademécum-... ¡Tiempo de resolver!
Habían repasado el tema durante 40 minutos, y no sabían explicar la
respuesta a la cuestión que se planteó.
Gaudi asciende la mirada al techo de la biblioteca, la tapa del sarcófago
de libros retiene su atención. Va caminando cerrando los ojos a dispar, y
dobla replegando los dos tras los párpados. Inquieto señala sobre la
lámpara central de la fila india que forman todas halógenas, menos esta
que tiene forma de cruz de aluminio inclinada 180 grados. Gaudi se dirige
al centro de la sala, justo debajo de la contradictoria lámpara. José se ha
acercado también viendo como Gaudi se inclina sobre el suelo. La
baldosa forma una imagen del vaticano con el número romano
MCMXXIX, sin aportar nada más sensato que evaluar. Gaudi reputó de
nuevo arriba a la lámpara, y siguió cambiando la vista abajo pensando.
José no entendía muy bien lo que estaba maquinando su amigo, y dejó
que hiciese libre su pensamiento antes de preguntar-. 1.929 fue el año de
la creación del estado de la ciudad del vaticano, gracias al pacto de letrán -
arrojaba sus primeras interpretaciones el estudioso ilustrado.
-¿Sí, y? Preguntaba José para intentar en la respuesta razonar lo que
Gaudi quería dar a entender.
-Ese año también hubo un eclipse solar, que confirmó las teorías de
Albert Einstein. "Los fotones es pura energía que se mueve a la velocidad
de la luz". Einstein sugirió en 1911 que un fotón con una energía
específica, determinada por su frecuencia o longitud de onda, posee una
masa equivalente. Esto vino determinado por la famosa ecuación de
Einstein, E = mc2, que indica que la masa y la energía son equivalentes.
Por tanto, como las partículas materiales, los fotones se ven afectados
175
por la atracción gravitatoria de los grandes cuerpos, lo que hace que se
modifique su trayectoria. Una consecuencia de este concepto es que los
rayos de luz que pasan cerca del Sol cambian su trayectoria debido a su
campo gravitatorio. Así, las estrellas, fijas aparentemente en una parte del
cielo, cerca del Sol aparecen en posiciones diferentes a las que realmente
ocupan. Sin embargo, eso no se puede comprobar normalmente, ya que
el Sol impide observar las estrellas que están cerca de él en el cielo. Por
tanto, solamente se podrá comprobar este fenómeno durante los eclipses
de Sol, ya que es entonces cuando las estrellas que están cerca del Sol se
hacen visibles.
Al principio, Einstein pensó que la solución de Fridman no era realista.
Pero en 1929, el astrónomo estadounidense Edwin Hubble anunció un
descubrimiento que habría de revolucionar todas las concepciones sobre
el Universo. Hubble descubrió que las galaxias se alejan unas de otras, con
una velocidad proporcional a su separación, ¡tal cómo lo había predicho
Fridman! Si miramos las luces de la sala parecen usar la misma densidad
que las estrellas.
José intentaba seguir el caso práctico para acertar en el ejemplo que le
mostraba Gaudi, que añadió-. ¿Cuántas luces hay? ¡Diez! ¿Cuántos
planetas básicos a la vista tiene la vía láctea? ¡Diez! ¡Y allí tenemos al sol! -
Exclamó emocionado. Todo el techo era una plataforma que arrojaba
rayos alumbrando la habitación, más las lámparas que la acompañaban no
permitía verlo, por el espejo que creaba-. ¡El centro es la tierra!, ya que
siempre ha sido la creencia de la iglesia, Dios y tierra, el centro del
universo -era el pronóstico de Gaudi.
-¿Estás seguro? -preguntó José de tal liosa lección de medios enteros.
-Sólo es teoría -lo dijo tan sencillo y claro, que José lo entendió dejándolo
en adecuado.
-Entonces según esa solución, para poder ver las estrellas correctas -Debe
haber un eclipse total-, Abrevió para dar la respuesta Gaudi décimas
antes de que José confirmara la propuesta -. debe apagarse la luz.
José alzó su mano, de la estantería que adosaba contra la pared cerca de
ellos se desprendieron un par de decenas de libros, buscando auxiliarse
de su sitio concedido eclosionaron al aire lejos de la madriguera. José
atrapó uno al vuelo robándole una página, le pegó mitad del chicle que
masticaba, y la lanzó al techo donde quedó colgando pegada. Las demás
hojas de los libros hicieron ídem y se arrojaron cortándose las franjas al ir
enloquecidas hacia luz tapándola, mientras las portadas caían
delicadamente a los pies de ellos sin causar al oído levantamiento. En el
176
ascenso, se cubrió todo el campo del techo de retoñas hojas, cesando la
fuente de luz que emitía.
José rompió de la chaqueta de Gaudi un botón triangular, lo tiró con
efecto hacia el cable de la plataforma que lo torció con agresión,
rompiéndolo lo desunió. Dejando desnuda la comunicación de
electricidad hacia el planisferio, provocando que cesara la luz y quedando
sólo las de la hilera de lámparas, que indistintas expedían unidades de
ondas rojas prolongadas al suelo menos una que la mandaba
perpendicular, para detenerse en minúsculo color fuerte contra la
estantería. José y Gaudi subieron de nivel para ir hacia donde el haz del
foco acabó exportado.
Fueron molestados por la entrada del sonido que escuchaban de un abrir
de puertas. Alguien había entrado en la cámara anterior, y era cuestión de
medio minuto que llegaran a la sala del archivo secreto, si era el
propósito. No se era capaz de meditar que se quedarán allí la persona o
las personas que portaban el aviso de llegada, ni ir fondo del ángulo
muerto
Fuera de sitio, zapatos irrumpen golpeando contra el suelo la tabla sujeta
a la calma. La puerta metálica, tanto en la hoja como en el marco
recubierta artesanalmente con duelas de madera antigua, avanza su
apertura tras el desbloqueo de la cerradura de alta seguridad. Sujetando el
bombín acorazado llegan dos guardias suizos. Desde la puerta el que
precede, las pisadas detiene.
José y Gaudi acurrucados encima de la entrada de la puerta, en la cavidad
de apenas un madero de ladrillos hacen pie sujetos a la pared, evitando
ser vistos se retiene la tirantez del oprimido listón a punto de
resquebrajarse y expeler astillas del tronco en su caída.
Si dieran un paso más los guardias les descubrirían. El lugar tranquilo
esconde lo ocurrido hace instantes allí. Las hojas que empapelaban el
techo habían vuelto a sus libros y de enlace a la estantería de origen. José
se percató que una hoja, la que había adosado el chicle, seguía en el techo
apurando desprenderse tras la orden del retorno. La que adjuntaba la
goma de mascar quedó en tierra de nadie, y no salió precitadamente a no
encontrar camino fiable. El libro del que había salido descompensado se
colocó al revés, con el lomo hacia adentro del mueble esperando las
últimas palabras. Gaudi reflexionaba irónico de que fueran punto y final
por ello. La fuerza del libro tras anunciar José la retirada aclamaba su
llamada con toque de zafarrancho de descanso.

177
José no quiso actuar hacia ningún lado. Se confiaba presenciando como
el libro se agitaba en su estrechez, con los demás del estante haciéndole la
lectura imposible, la diana causaba conferencia no aceptada. La cubierta
del tomo usando la misma línea de espacio que sus vecinos libros, y la
solapa que esgrimía tonos cortos, ligeros incesantes de sonido apocado
en su ridiculez de terreno para soltar fuertes castañuelas de abrir y cerrar
como desease, pero la hoja no se daba por perdida, se desunía
desnudándose de su entorno y quería regresar a la tierra. Navegaba
desligándose de su atadura y cedía ante la presión con don, con donoso
en su donaire que apretaba la goma, que ya no intentaba extender las
medidas preservativas haciendo caso omiso a José parecía estar del lado
vaticano. En su rectitud cedió, rebotando severa como era inconfesable
contra el íntegro techo caía traviesa.
-¡Espera, ya lo he encontrado!, ¡estaba aquí! -Era la voz de Markuss que a
su queja de regresar para recoger un descuido le obligaron a cambiar
hora, y llevarse a otro vigilante. No pudo hasta ese momento en que el
otro guardia le secundaba sin saberlo, poniéndose delante de la cámara
pudo tirar el guante blanco que venía buscando, antes de que entraran en
el archivo secreto. Markuss presenció una hoja como excitada caía
insinuándose. Su compañero sujetaba el pomo a espalda de la gravedad
del papel que se estaba manejando, y cerró la puerta sin admitirlo a
tramite de cacheo. Tras el gatillazo de la pareja, el coito interruptus
aplomaba.
La hoja desvirgaba por los aires cayendo sin discreción, manchada de
rojo olía a fresa que de la goma quedó su alocada presencia. Caía y se
detuvo en las manos de José cuando los guardias ya habían dado pasos
atrás, no queriendo ver la desvergüenza que ruborizaba en líneas la
página de su realización.
Volvieron a donde estaban en el preámbulo. Libros vaciados con hojas
colocadas en pósters de plataforma, las luces bajadas, el haz rojo
cautivando escena, y José y Gaudi entregados.
Pegaba la costura del fulgor rojo en un tomo a grosso modo estrecho.
Gaudi lo sacó, vio y enseñó a José que no era el libro que buscaban de
Ptolomeo, lo que al principio les desilusionó, pero a la vez resultaba
interesados en saber que trama reflejaba el mismo y que luz podía dar a
este arsenal de ignorantes de luminosidad.
Era un fascículo más que un libro, y ponía en texto grande "MCMXXIX
Ciudad Del Vaticano", el anverso venía despoblado. Lo abrieron
esperando encontrar alguna clave y sólo hallaron una página con una
178
fotografía del plano del vaticano, que era sin duda el acuerdo que habían
llegado para la demarcación de la ciudad del vaticano por el pacto de Letrán.
-¡Aquí no hay nada José! ¡Esto es un fraude! -Dijo desconcertado Gaudi.
-¡No lo creo Gaudi! Esto es semejante a cuando querían matarte, no
sabias que fuera por ello, y ahora igual, esto -señalaba la onda que
generaba la lámpara hacia donde estaba el libro-, lo demuestra.
-¡Si si, no pongo en duda eso!, pero...
-¿Pero quizás hubiera antes otro libro que ahora no esté? Se preguntaba
José, casi dándole la razón a Gaudi.
-¡Eso es José! ¡Estaba donde no ahora está! -El enredo hacia añicos el
pensamiento de cómo tratarse la postura.
-¡Qué idiota somos José! -Gaudi se dio y regaló un espoletazo.
-¡Gracias por la parte que me toca! Le aceptaba José.
-¡No, no! ¡Si lo somos! ¡Mira José! Los templos del vaticano a vista de ave
son iguales que la cuchara de la constelación de la osa mayor donde se
encuentra Mizar, la estrella doble, la estrella Z.Y es ahí donde falta el
edificio que aquí señala,.
-¿Y cual es? -le pregunta José.
Gaudi impulsa su andar al plano del vaticano que adormece actual en la
pared, y a vista de pájaro muestra la foto a José. -¡No tiene más sentido! -
Decía-. ¡Mira, y traza la recta de los edificios! ¡Son los jardines, y
siguiendo la verticalidad es donde estamos nosotros! ¡Esto es infarto
demoniaco!
-Hay algo que se nos pasa por alto -prestaba José encauzarlo convencido.
-Hay amplias perspectivas, está la fecha MCMXXIX, la cuchara de la
constelación de la osa mayor, la estrella zeta, el...
-¿Qué peculiaridad tiene esa estrella? -Preguntó José.
-Zeta es la nomenclatura de Mizar la segunda estrella de la cuchara. Es
una estrella doble, su compañera es Mizar 2 que sólo puede verse a través
de un telescopio.
-¿Y no te suena a casual eso de que sólo se pueda ver a través de un
acertijo?
-Si, ¿pero desde donde mirar? Aparte no tenemos lentes, precisaba Gaudi
angustiado.

179
-No creo que sea todo tan literal. A ver, 1929 ¿no puede ser una posición,
una coordenada?
-Podrían ser tantas cosas, de combinaciones no...
-Creo que ya lo tengo. -José detuvo el negativo contar de palabras a
Gaudi, que le prestó toda la atención.
José sin conciliar el posible dilema satisfecho, se afinaba entre sus
bolsillos buscando algo-. ¿Te queda alguna moneda?
Gaudi se sacó dos euros de su pantalón y se lo ofreció a José, -¿Para qué
la quieres?
-Para comprarte una estrella -le sonrío en su nula explicación.
José sacó la otra mitad del chicle que aun masticaba, y echó a suerte la
moneda arriba. Tendía el valor del cambio en su propio mecanismo de
rotación a dar vueltas sobre sí misma. Tan deprisa y voraz era que
atravesó la pantalla que formaba el espejo de la pared haciendo un corte
perfecto en la operación idéntico a la composición de la moneda, que
bajaba al suelo suelto en metálico y en efectivo la pieza devuelta. La
moneda se situó sobre la cortadura que hizo en su volver tras el rebote
del techo, y unía sus bordes con los de la incisión soldándose con el
chicle. Antes, ante el brutal impacto soltó un meteorito de papel, igual
tamaño, igual forma que moneda daba la cara a estrella metálica, pero
cayó hacia lo alto. Era la primera vez que Gaudi veía llover hacia arriba.
José le encendió de su mente en pausa-. Aquí tienes tu estrella doble.
Gaudi loco de adivinar esperaba conocer cual era el propósito de este
acto de empeño. José inclinó el recorte del espejo redondo colocándolo
al borde de la librería. Esto sorprendió a Gaudi, que lo desplazó al detalle
que prensaba sin cavilar sobre la base del estante por dentro justo donde
pegaba el rayo, pero al ponerlo a su modo el espejo enviaba el rayo que
provenía de arriba a un lugar remoto, en ocasión perdida.
-¡No Gaudi, nos seas impaciente! El hombre retiró sus zarpas, al ser
recriminado por José y saber que no era lo que se proponía en idea.
Volvió a levantar José la moneda colocándola de nuevo frente al borde.
Si no corregía el cuerpo dejándolo de lleno junto al anaquel no llegaba al
rayo, se quedaba corto, así que en perfecto ubique tocando desde fuera
del estante ligeramente con la parte baja del espejo, llegó correcto el rayo
para ajustarse a la lente metálica, reflejando la luz espectroscópica hacia
otro parte de la sala.

180
-¡Sujeta aquí Gaudi! ¡Procura no mover el espejo! -le pidió José ayuda en
su colaboración.
Gaudi Sujetó, y José fue hacia donde apuntaba el cruce de luz. La estría
roja iluminaba hacia un estante, puntual al lado derecho. No cuadraba
llegando en concreto a ningún libro, en zona desahuciada paraba. Parecía
un contratiempo, uno más para ellos y quizás la ruptura de tanto
miramiento de descifrar cuando pudieron estar equivocados, o al menos
en esta última jugada de José. Él, observó que en el estante había seis
libros, pero por la magnitud que dejaba en su apalancamiento podía y
faltaba uno más para cuadrar. Los demás estantes tenían esta notabilidad,
libros ordenados sin apenas huecos. En ninguno de los que había visto y
ahora echaba otra vista comprobándolo lo tenían. Sacó todos los que
enfilaban en la garita del estante a la izquierda de la luz que pegaba al
lado, dejándolos sobre el suelo-. ¡Gaudi, dirija la luz hacia el interior del
cajón! -Advertido por José, Gaudi le complació con imperfecciones
mareando el rayo en la apariencia de mostrar el juego de la lente
reflejando tratarse de rayos de sol. Cuando pudo aguantar el pulso, la
estantería despejada se cubría de presencia luminiscente. José entonces
pudo echar la mirada al interior bajando su cuerpo para colocarse a la
altura del estante, y descubrió una forma acuñada en el dorso del cajón.
Parecía un escudo del vaticano, y es que la luz no era completa para
tratarlo de certificar. Lo que sí se daba por bueno era un agujero
pequeño, minúsculo, en el centro del emblema. José rebuscó entre sus
bolsillos, no más monedas porque ya tenía lo que necesitaba, y lo que
buscaba y encontró era un bolígrafo. Lo introdujo para presionar sobre el
orificio pero no servía, este era más canijo. Decidió que había que sacarle
punta, entonces retiró el recambio de la tinta e intentó en segundas
conseguir que encajara. El tamaño ahora si era aceptado, y empujó
ejerciendo la presión suficiente que hizo descubrir un botón de anclaje en
boca del ojal del hueco encontrado. Sonó a destensor y el lado derecho
interior del estante se abrió, dejando de libre extracción de datos a la vista
un libro, tan secreto como empolvado de festividad. El libro había
permanecido encubierto detrás de la estantería, ajustado en el punto
donde el rayo les indicó previamente la localización.
-¿Es él libro? ¿Es el que buscamos? -Le pedía Gaudi saberlo, lo
necesitaba colocado al remate alternativo de la sala.
-¡Compruébalo! - José hizo ademán de tirárselo. Gaudi le respondió-
¡Nooooo! -el grito escandalizó al templo, tanto que se ruborizó. Fue
deprisa, sin pararse, irritado de voz para aceptar gustoso el libro que le
mostraba José, y lo contagió de detritus rebuscando entre las páginas
181
dando garantía que efectivamente era el tomo que habían estado intentar
localizar.
-¡Sí José, es él! ¡No me lo puedo creer! -Dijo entusiasmado- ¿Crees que
habrán oído mi grito? -Dijo arrepentido.
-¡Sí! -Contestó José con aplomo.
Nula era ya la advertencia de José, porque la alarma ajetreada de
confluencia arrimaba cercana. En la antecámara al archivo secreto, veinte
guardias suizos llegaban con metralletas y pistolas de asalto haciéndoles
de parapeto para cuando saieran los intrusos. No existe ninguna
estrategia nueva, deben seguir el protocolo jurado, matar el cuerpo y
después preguntar para salvar el alma.
La sala anterior es una cámara espaciosa, destinada a la función de ser un
obstáculo más para llegar al archivo secreto si se obvia y no relega el
enorme valor monetario de los lienzos, simples retratos adueñados para
consumo irracional, del pillaje por angelitos con tenedores de punta láser.
Piezas de la colección circense de la pasarela romana, titiriteros llamativos
de ejercicios de gladiador, de espectáculos elevados de agilidad, de
piruetas cambiadas por las existentes metralletas, y acrobacias de moda
medieval primaveral. Payasos multicolor, oriundos de alguna cantonada.
Mercenarios sedentarios por mil euros mensuales, y cada reducción de
gasto militar será empleado en salvar miles de vida en equivalencia. Hoy
habrá recorte de personal, reducción de presupuesto militar. ¡Hoy se hará
colecta!
La puerta de la cámara secreta se abre. A los soldados elite del vaticano
no les tiembla el pulso, conjugados al desconocimiento del miedo,
conciliados esperando en la puerta...
¡Crédulos! Los fantasmas vuelven del "Sacco di Roma", en nuestros días en
el saqueo del vaticano hallarán la recompensa de la muerte sirviendo. ¡Su
cruz ha llegado mártires!
Estampida de libros salen volteadores, como mariposas al viento
arremolinadas provienen del interior secreto para mudar, formando
oleadas en vuelo horizontal se lanzaban tomos directos el volumen de su
significado ¡Armada invencible, nada los podía detener!
Bombardeaban en picado, comisionaban contra los enemigos, les abatían
y formaban cimas sobre sus perdedores cuerpos. El ulular de los disparos
de los contrariados guardias topaban en los libros que detenían las balas
acogiéndolas en sus senos.

182
Reducidos a nada, de lleno han pasado cuerpo trasero a tierra. Con la
batalla acabada en el primer asalto salió José, y tras él Gaudi detrás
presenciando la lona del panorama escuchado tras páginas escritas.
Centenares de libros sepultaban a los guardias, algunos heridos y otros
muertos bajo el manto de textos.
Gaudi empezaba a maniobrar, para arrastrarse en las colinas y laderas que
se habían formado para llegar a la primera de las tres salas, pero José le
retuvo- ¡Espera, déjame que abra el paso!
Gaudi se quedó quieto esperando que José encabezada la expedición de
vuelta, pero José no se movía. Elevó los brazos subiéndolos en vertical
despidiendo la original fuerza de su ser, imantando de energía la sala. Era
imposible el desplazar a aquellos hombres enterrados vivos, su poder no
era tal. El no podía mover ni desplazar a seres vivos, las habilidades de las
que disponía le limitaban, pero si podía empujar objetos y en eso
consistía su concentración. Luchando interiormente regaba el ambiente,
los libros iniciaron un temblequeo de moverse desplazándose. Lento y
rigurosa parecía empresa difícil mover el volumen de no sólo los libros,
sino al freno de las personas tapadas que sumidas ejercían su descanso sin
poder reaccionar atrapadas en el soterramiento. Bastión fortificado de
superación por José que parecía insatisfecho de sus límites, conseguía con
todo amor propio el empuje de los libros abriendo una hendidura central,
los distribuía a izquierda y derecha formando un gran surco.
Gallardo, consiguió mover toda la masa amontonada dejándola agrupada
en dos grupos colaterales. José inició el paso, y Gaudi le siguió sin
dilación- Vamos Moisés, yo te sigo- confirmó Gaudi diciendo lo que tal
escena le parecía.
-Aun quedan 80 prosélitos -contaba José números reales a la cartilla de
catequesis. La Guardia Suiza estaba compuesta por cien soldados, cuatro
oficiales, 23 mandos intermedios, 2 tamborileros, un capellán y 70
alabarderos, que eran los portadores de la alabarda, la arma tradicional de
madera con punta de lanza que se escuda como arma ceremonial.
Gaudi y José no se detienen en cuentos de catetos catequistas y pasan
lanzados desde la última de las tres salas al pasillo de entrada. Un
contrincante que viene en su contra se lanza con la lanza intentado
penetrarles. De susto la para José tirando de un brazo sin que puede
moverla el soldado, a la vez que con los nudillos apretados ejerce un
puño en su cara, que partiéndole la nariz cae. Golpea palma en mano
contra la barra de madera de la lanza, partiéndola, viendo venir a otro

183
lacayo que le apunta carne de cañón, se la tira salvaje barriéndole del
medio.
Agarra el arma retenida por el oriundo cantonés helvético al paso.
Caminan ligero casi a trote ellos dos, discrepando con los combatientes
que llegan a galope. Las balas se esparcen de un costado a otra ala, los
guardias vaticanos que se presentan a la llamada del deber van cayendo
ante semejantes por un enemigo ardor sin armadura, sin alarde, con su
cuerpo como sortilegio brama asignando intrépidos ritmos de golpes, y
balas agitadas a chupadores de credo, como monstruos en la noche son
combatidos con todo el bien que le ha sido designado para tal propósito.
El cazador está dentro de la cueva de las alimañas. El portador de la
profecía de la liberación se ha infiltrado en el campamento base de la
reina madre. La predicción la creó él, la jura de la toma de la ciudad
prohibida la prometio él, y juró a muerte por Dios que le mataría. Hoy
acabará con sabandijas que le cubren su palacete, renacuajos saltarines en
la charca más suntuosa. Racionar en el temple de su auspicio equivale a
asignar a cada soldado una única muerte sin ensañamiento, sin exasperar
el dolor en él, deliberadamente enmienda la duración del tiempo que se
les acaba a los fieles mercenarios de mil euros de crédito en su
convencimiento, eliminados como lo que fueron, fe de erratas.
¡Exterminados!, en el fuero de sus cuerpos, competentes privilegiadas
ratas mordiendo del queso suizo, del alijo del tráfico ilegal de corrupción,
del transito de influencias al movimiento lícito del género de mercancías.
Lechones cuajados, apostillan en el archivo público de José su inspección
espontánea de final previsible, fecha de caducidad ¡Hoy!
A cada metro de terreno aparecen nuevos guardias suizos dispuestos a
detener a los entrometidos sin derecho beatíficador, sin éxito en sus más
que codiciados deseos. La ofrenda floral de José no está ligada a las
creencias populares, burladas por los aterradores profesadores de la fe,
fervorosos acuden a la llamada de la iglesia, a la ceremonia del sacrificio
ofreciendo su cuerpo y sangre, fiel entregados a las precisas palabras.
Dádiva floral de José, que no regala flores sino dona a la vida ¡muerte!,
que acumula interesado el dinero no embolsado de donativos caprichosos
de respeto, para dirigirlos al lecho de los que no tienen para mamar
pecho, para las que se los arrancaron, y a los que no se les parte por decir,
¡Ayuda! ¡Me muero por no comer, envíame el fruto del grano! -de culo
van.
A José se le acaba la munición de la metralleta y la arroja en marcha a la
cabeza de un reventado tras el vestigio, enemigo. Un contingente de unos

184
diez soldados se echan sobre él, con la intención y única de santificarlo,
para laicos entiendan que santificándolo será dedicárselo a Dios. ¿Algo
que objetar? ¡No creo que no! ¡José arremete bárbaro!, y lucha ante
preparados hombres de gimnasio con palmos de metros combatidos en
tatami, igual casi que José, pero él conoció y luchó sobre antiguas
colchonetas hechas de pajas en el campo abierto, sin agua, sin viento, sin
dudar bregaba allá en la divisoria del nuevo horizonte, del nuevo
testamento, y durante muchos siglos más durante y después que relatar.
Era poco menos que julio, camino de insurrección, en injurias alzadas se escuchaba la
vulgaridad de gónadas, sobre mercantiles afanadores de lucro sacado en la contienda.
Bravatas esforzadas en que fueran escuchadas, soberbio afanaban edictos de ley
acongojantes por tenerlos siempre en la boca su despreciable lucidez, de mentirosos
enojados por pillarles a descubierto de la impureza de su corrupto mando. Don Alonso
dícese Guzmán el bueno, de hijo ilegítimo, de capitán de reyes católicos, Alfonso X,
Sancho IV y con apoyo moro por estado soberanista del Rey de Marruecos. Y prefirió
el sacrificio de su hijo Pedro antes que rendir la plaza de Algeciras. Osado desafió
tirando del asediado castillo el cuchillo con el que su incesante conquistador le
provocaba, e irritado este, degolló al joven ante la insulsa y arrogante mirada del Juez
de arbitraje.
José tuvo una reacción desmedida, sin poder transigir aquel miserable condolerse, la
sarta en deshonra le claudicó tan ruin veneno de culebra de arroyo escapada al
desarrollo de un malogrado pinar. Una rivalidad de tantas que se avergüenza de
haberla vivido. Observando como Guzmán el bueno despreciaba a su propio hijo, y
como el enfermizo Don Juan maniatando a su propio paje que era el hijo de don
Alonso, le degolló. Para no contento, mandar cortar su cabeza y catapultarla al
castillo.
José enfermado de lo poco en la nada que entendía renegaba de la supremacía
deletreada por humanos. Un padre que dejaba matar a su propio hijo, mientras otro
villano mataba a un sirviente suyo simple por el hecho de ser del discrepante padre.
Insubordinó su espada, empuñándola cuajó cuantas cabezas a su filo se acercaron, y
descabalgó a zenetes de sus estribos al amputarle piernas. La sangre regó el árido trozo
de tierra donde inspeccionaba el grupo superior de la octava de infantería de Guzmán
el bueno. Su acabado pusilánime, y la reconquista de sus bríos por ser más auténtico,
sin ideal acampar a sus anchar y buscar su mundo, estaba a decenas de años de ser
encontradas en la batalla de Nicópolis.
Uno a uno acabó con toda una legión de su propio ejército. Este momento fue
interpretado desde el castillo como hora de salir a defender la ciudad. Jinetes Hispanos
atacaron el campamento pero José no tenía amigos, y aquel que se cruzara era doblado
por su endemoniada espada.
185
Se dirigió a Pedro, que a pesar de que José divisaba alejada la amistad en su norma
con los demás hombres, había presenciado gran nobleza en diversos gestos de aquel
paje, hijo del propio dueño de la plaza a conquistar. Se retuvo a su yaciente vida, y le
dio un beso en la frente participando de alguna manera que él sería quien lo
apadrinara como su hijo en la muerte, al no haberlo tenido aquel muchacho en vida.
Le arrancó el puñal, y se levantó aun mirando lo que quedaba en el destierro del suelo.
Compuso su mirada hacia la almena del castillo, donde permanecía Don Alonso, y le
envió de vuelta a casa el puñal. Habría más de 200 metros de diferencia, pero la
distancia no le imposibilitó que derramando el cuchillo sangre del hijo caído en su vuelo
acabada clavándose en la armadura del rey, justo en el corazón que no merecía tener.
El armazón que cubría a Don Alonso defendió ser atravesado en defensa del cuerpo,
pero sí fue al menos suficiente para que un centímetro le hundiera debajo de su piel,
cicatriz que le quedó afrenta el resto de la vida. José, violento cruel, arrojaba su fiereza
descomunal sobre oponentes adversarios, e ignorados benimerines de su división...
Ahora igual, atroz arremetía tan cruel que si se viese le daría miedo su
propio yo, de cómo contendía ante los seguidores de la hincha vaticana,
que Gaudi en sus cuentas matemáticas le decía a su espalda-, "28" -
soldados sentenciados, más los 20 que habían quedado apuntados en la
reserva de los libros. Los rayos vaticanos perdían luces por truenos
presenciales de José.
Se oyó de improviso fuertes explosiones, varias consecutivas sin que
parase la embestida de José, pero si los refuerzos que acudían de guardias
suizos que disminuyeron en venir. Tras librarse de la última hornada
combativa parece que pueden pararse, y no en su caminata, sino de
maniobrar decidir como salir de allí. Habían llegado a un punto donde
partían diferentes canales, uno de ellos era sin duda de donde habían
venido, ¿pero cuál? Y no sonaba absurdo no saberlo, ya que aparecían
exactamente los mismos túneles desde el frontal, que el reverso de donde
se pusieran Gaudi y José. Y no solo esto, aparte cuando entraron no
pudieron tomar señal para su salida, porque en ambas paredes que
delimitaban lo que podría describirse como una zona central, el punto x
de los canales tenía sendos tabiques de entrada, cada una calcada.
Mediaron en su decisión acertar en la dirección por donde huir, y antes
que optaran una voz les hacía mirar hacia donde les estaban chispeando.
Era Markuss, el guardia suizo amigo de José.
-¿Ha ido todo bien? -Preguntó más llegar a su nivel los dos hombres que
fueron a su encuentro.
-Sí Markuss, hemos conseguido encontrar lo que buscábamos, espero que
sea suficiente.
186
-¡Me alegro! -Sonrió profundo Markuss a sus dos compañeros de fatiga.
-Vayamos por aquí, os conduciré a una salida segura. Con las explosiones
desconcertaremos a la Policía Italiana que se concentrará en documentar
las inmediaciones del Vaticano -les entregó a cada uno una linterna para
alumbrar el camino. Era lógica la certeza de que Markuss le llevaría fuera
del Vaticano, en territorio italiano.
Por el túnel viajaron adelante sin apenas comentar nada. Tras una
próspera marcha, Markuss la detuvo al llegar a una bifurcación.
-Ir por aquí -mencionó el infiltrado guardia suizo-, por el camino de la
izquierda -hablaba intermitente por la carrera que se habían dado-.
¡Escuchad bien!, cuando lleguéis al final del corredor sobre la pared
encontraréis una argolla, ¡Tirad de ella, y os dará la salida! -Se detuvo para
coger aire y siguió explicándoles-. Yo he de volver, dentro de diez
minutos sonará la tercera carga de explosivos para distraer a los
carabineros italianos en vuestro escape. -José asintió, le agradeció
agarrándose a Markuss de los antebrazos, conservando durante un
segundo el parón del tiempo. Sosteniendo las cinturas de José y Gaudi,
Markuss le dice a este un favor último-. ¡Cuida de José! -Gaudi aceptó
honrado este cariñoso mensaje que le daban.
Markus se dio media vuelta y marchó acelerado distanciándose de ellos
dos. A los pocos segundos las miradas de ellos que retenían su retirada
hacia atrás dejaron de divisar al soldado suizo.
-¿Porqué ha vuelto y no viene con nosotros? -Preguntaba Gaudi- ¿No
correrá peligro...? -De carrerilla le hacia llegar sus dudas a José, temeroso
de qué le pudiera pasar.
-No temas por él, sabe cuidarse. Ahora va a causar un poco de revuelo, y
liar a los carabineros. Un poco más tarde saldrá del vaticano, quedarse
después de lo de hoy sería muy arriesgado. -José paliaba en parte la
sensación que tenía al respecto Gaudi, y le animaba apoyando hombro en
brazo. Al hacerlo José percibió la sensación de miedo que tenía no por él,
era miedo en general por todos y más por Markuss. José también
recelaba, pero debía continuar-. ¿Estás cansado? -le preguntó a Gaudi.
-Puedo seguir -Le contestó a José, no queriendo lastrar para nada el
escape.
-¡Vamos entonces! -Dijo José, y de nuevo los dos marcharon ligeros a la
carrera por el túnel guiados por las linternas de gran potencia que
portaban, sin tensión a que pudieran tropezar.

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Los pasos retumbaban al pisar, haciendo que el silencio hablase. Hacia la
otra recta Markuss había llegado a la banda intermedia de los túneles
donde recogió a los hombres que acababa de dejar, tras guiarle por donde
escapar. Se sobrecoge al hallar de frente al candidato a la presidencia
vaticana, Ratzinger. El guardia del vaticano le saluda oficialmente, y al
hacerlo sin que pudiera verle venir es atacado con brazos en cruz
perdiéndole la vida de un suspiro. El cardenal recoge su alma, tras matar
al cuerpo que moraba en él, con su crucifijo.
Entretanto José y Gaudi sin tener conocimiento han llegado al final del
túnel, y buscan la argolla que les menciono Markuss cuando aun vivía, sin
que ellos puedan saber lo que acaba de pasar. La encuentran
medianamente fácil, que sin conocer que está pasaría desapercibida al
estar cubierta a la pared por una capa de oscurez total, del mismo tono
rojo amarillento del túnel para su disimule. Tiró José de ella y una
abertura se abrió, concediendo la medida necesaria para que pasaran sin
agobios. En este momento midieron sin grado de escala un corrimiento
de tierra, únicamente era la sensación al encontrarse en la cámara caliza.
Ellos saben que el estupor obedece a la tercera carga de explosivos, de la
cual ya estaban advertidos.
Zigzean en el pasadizo que se estrecha cual fuera un embudo, y en la
parte trasera encuentran otra gárgola, que al tirar de ella José debe hacer
la abreviación de contradecir términos y reverenciar empujando. Al
mover la piedra hacia afuera se maquilla para ellos la luz del manto de
estrellas en el púlpito de la anochecida noche. Con la acalorada marcha
Gaudi y José, ambos hombres saltan del agujero donde encuentran a
tierra firme, en apenas un metro de separación ya van respirando aire
fresco del que llenan sus pulmones, del contaminado aroma de la roma
industrial.
Entre paredes orbiculares con varios metros crecidas en su desarrollo
pueden divisar el cielo, pero ahora están pillados en un laberinto que
Gaudi no retiene en querer conocer su lugar-, ¿dónde estamos?
José no desembaraza respuesta de inmediato, y le da a Gaudi la libertad
de pensar que lo desconoce-. Menudo asunto padre- bascula para
incitarle a recibir una respuesta condicionada a la eucaristía particular,
pero José salía del círculo vicioso de entre las paredes en un
desplazamiento por un surco radial, diciéndole-, ¿de verdad no sabes
dónde estamos?
Gaudi salió seguido con alta sugestión. La circunferencia que les
aprehendía era monumental, una plaza de gigantesca relevancia llena de
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fieras célebres en antaño centraban su apogeo, hoy decadentes felinos
rugen maullando las ruinas de -El coliseo- Pronuncia Gaudi hallando
sentido por sí mismo en su inconfundible respuesta.
No necesita esta vez que confirme José la apreciación, porque certero lo
sabe que eran las ruinas del Circo Romano.
Prestando gran afición por el Monumento cede al empuje de José y al
propio esperado por él de secuencial el presente, en un rato al futuro con
latidos y respiración calmada en bostezos-. ¡ Arrivederci Vaticano! ¡
Presto ritorno Coliseo! ¡Ciao Roma!
A pesar de la hora, hay bastante gente por las calles al ser festivo, y se
juntan los foráneos turistas a la fiesta papal. Las sirenas de coches de
policías y bomberos no resulta ocasional para ellos dos, que en plaza de
España toman un café dejando que se escape los minutos antes de dejar
la ciudad. Sonámbulos caminantes calmados de cafeína cogen un taxi no
registrado y les lleva a la estación de cercanías a las afueras de roma.
Con el billete en reserva, y el engañado equipaje de dos maletas
consignadas automáticamente por algún amigo familiar en la propia
estación, atrapan el tren de camino Roma-París. Estaba planeado rehusar
cogerlo en Roma que estaría atascada de incertidumbre y subirse en
subsiguiente intervalo al destino Francia, sin sospechas.

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Capítulo IX Ptolomeo & Ptolomeo

En el coche-cama. Gaudi se había acomodado en que la vida transcurría


en tres días. Uno se pasaba durmiendo, otro soñando, y el tercero
cansado de malos sueños se prefería estar dormido descansando a la
repesca. José llegaba de refrescarse, enjabonado de suprimidos negativos-
. ¿No está viendo el libro? -Le pregunta a Gaudi.
-Me da un poco de temor lo que pueda encontrar y prefería que
estuvieses aquí. Creo que era meritorio que te enterases según lo
viéramos juntos.
-Te lo agradezco Gaudi. ¿Está escrito en griego no? -le preguntó.
-De lo poco que ojeé en la librería, el texto estaba redactado al igual que
la hoja que encontramos en León no exactamente en la lengua común,
parece desviada a un dialecto de raíz griega -pausó y pronunció la
incumbencia- ¿Vamos allá! -Quizás no lo preguntó, y tomaba la decisión
de entrar en la historia.
Para José con pocos precedentes habitaba la opulenta falta de conocerse,
desde sus orígenes.
Gaudi revisaba el libro leyendo para él deprisa, saltando páginas adelante
y atrás, y razonándolo lento en acampadas intermitentes para digerir el
calado intestinal que le apretaba según leía. Para José, la más pronta
explicación era haberse entregado a voluntad el tiempo al libro, de lo
lento que pasaban los siglos esperando propiamente dicho conocerse.
-¡Pero esto no puede ser! -Actuaba Gaudi excitadamente sorprendido.
-¿Qué ocurre? -preguntó preocupado José de lo que se pudiera haber
hallado.
-No concordaba las fechas, los lugares, los nombres y tanto que este libro
no es de Claudio Ptolomeo.
-¿Entonces nos equivocamos de tomo? -Volvió a preguntar José,
realizando el desmedido pensar que habían fracasado en su actuación en
el vaticano.
Su acompañante lector pasaba el dedo entre líneas, traduciendo lo que
decía.
-No José, este es el libro que queríamos. -Mira- le lleva de la mano a una
pagina del tomo y no encuentran perdida la falta una hoja. -Es la que

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encontramos en la iglesia de león. ¡Este es el libro! Pero no está escrito
por Claudio Ptolomeo sino por ¡Ptolomeo I Sóter!
-¿El qué fue rey de Egipto? -Respondió en pregunta José ante tal
revelación.
-Sí -afirmó monosílabo-. Aquí detalla en principio parte de sus guerras al
lado de Alejandro Magno cuando era general de sus tropas, incluso
menciona brevemente cuando vivía en la infancia en Macedonia. Por eso
este inestable griego, allí hablaban un dialecto similar. Por lo que parece
son crónicas de su vida, una especie de diario, y siempre habla en pasado.
Así que serían una especie de memorias.
Gaudi miraba a José tras contarle estas apreciaciones. Los dos se
estudiaban, y podían decir tantas cosas que no dijeron nada. Tenían
tantas dudas que obviaron el preguntar, y actuaban las respuestas que
podría dar ahora este libro que indicasen las acertadas. Gaudi volvió a
fijarse en la lectura y continuó narrando según derivara, contando los
números de las páginas- Ptolomeo I Sóter curiosamente también tenía un
libro desaparecido -dio este detalle a José y continuó en la forzada
realización de incorrecciones paradigmas.
-Nos menciona la tierra, donde fue descubierta por seres superiores de
otro planeta. Dejaron a un dirigente para enseñarles, aprender y
experimentar. En los últimos siglos este ser se creyó un Dios impartiendo
injusticia en su parcialidad. Decididos que era el momento de controlar
su mal desempeño en nuestro mundo descargo de funciones, se podría
traducir como deshabilitarle de su cargo. Llegaron del mundo lejano a
por él, para llevárselo y diera cuenta en su planeta de origen. El que se
denominaba Rey de los humanos fue con ellos con un presente para su
pueblo natal. Un arca, un recuerdo troyano del pueblo de Egipto por
considerarles sus grandes amigos, y se invito a trasladarlo en un barco
volador. Debe querer referirse a una nave -dejaba su pequeña corrección
Gaudi.
-Cuando llegaron al mundo originario le condenaron por su apagada
solidez en los mandatos que debía obedecer en su hacer en el mundo
humano. El condenado se rebelo, ayudado por hombres de la tierra que
viajaron preconcebidos polizontes en el arca. ¡Fíjate en el dibujo! -le
mostró la imagen que enseñaba el libro.
-¡Es una copia del mitológico caballo de Troya! -apreciaba José más verlo.

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-Copia o no, lo utilizaron para sorprenderles. Sigo -paró de parloteo
exquisito y se concentró en leer-. Conseguimos huir en un barco vola..,
¡en una nave!
-¡Para! -le detuvo José-. ¿Has pronunciado conseguimos?
-¡Sí! -ratificó Gaudi.
-Entonces uno de los hombres que viajaron el arca era el propio
escribano que nos lo entalla de su puño.
-¡Si! -sin condicionarse Gaudi por este aporte que se apreciaba fácil, lo
dejo de corto para seguir transcribiendo la historia escrita-. Alejándose
por barco de vuelo a la Tierra se trajeron adrede por ocurrencia
premeditada dos niños -ahora si Gaudi paró dando prioridad a la llegada
de su pensamiento-. ¿Hablará de Ti y de María?
José compartía prominente la misma ocurrencia, que para darla como
sensata preguntó convincente -¿Qué edades tenían esos niños? ¿Hace
fechas de cuando fue?
Gaudi pasaba página para responder a lo que obedecía-. Menciona niños
de leche hablante, quiere decir menor de seis años y mayor de tres.
José no tomaba esta respuesta como cierta para hacerse acreedor de ser él
uno de los niños que se mencionaban, al haberse memorizado recuerdos
de su niñez, ahora ya extinguidos por distintas edades vividas.
-La fecha de cuando viajaron entre planetas no la indica pero sabiendo, o
presumiendo que Ptolomeo I Sóter vivió siglo tres A.C. debe guardar cierta
simetría -aportaba Gaudi-. Antes de escapar, por mandamiento del Dios
humano que les anticipó donde y como, consiguieron inutilizar los
parámetros de seguimiento del planeta de origen para interrumpir la
localización de la nave y llegar a la tierra. Al volver se sirven de la
inoperancia en origen para desplazar la tierra-. ¡José! Aquí habla de que la
tierra permanecía quieta, y ahora no me especules que era un dicho por la
ignorancia. Te cuento que dice, que se localizaba en otro apartado
espacial. Hubo inexcusable por fuerza mayor que trasladar el planeta
antes de que enviaran barcos de guerra para castigar al insurrecto y liberar
el secuestro de los niños. Nuestro Rey del cielo desvió la tierra
poniéndola en otros mundos, en giro medido con otras estrellas ante un
gran astro de luz, ¡El sistema solar! -afina Gaudi al entenderlo-. Así pudo
disimular este planeta, y formó un escudo que impedía verlo en su giro al
camuflarlo detrás de una estrella que distorsionaba si llegara algún
seguimiento del planeta de origen o de cualquier mundo exterior al que

193
respiramos. ¡La estrella zeta! -acierta en decidirlo, y muestra a José un
gráfico de una constelación que estaba dibujada en el libro.
-¡Es la osa mayor!
-¡Exacto! Y la estrella que brilla con más fuerza, concuerda en la posición
con la estrella zeta, ¡la estrella Mizar! Parece aclarar que esta estrella junto
a una doble, debe habla de Mizar 2, actuaban de espejo si alguien miraba
hacia la tierra desde otro destino sólo salían espacios de la nada, un vacío
apropiado para engaño profundo.
-¡Qué filósofo te pones con tu griego!
-¡No, no! Lo dice aquí, bueno, mas o menos -pillado por sus palabras
sonreía a José, y acude sin dejar solo al hueco a la apertura del libro que
encierra por un dedo, ¡todo!
Al pasar de hoja se detiene explicativo por lo que muestra-. Parece por la
forma una especie de observatorio astronómico o una piedra de sacrificio
-la ilustración antojaba un circulo de piedras-.
Está descrito que era el puente para viajar a la estrella que tenía el motor
impulsor de energía del mundo en caso grave. Fue dispuesta por el
visitante legítimo para administrarla, sin conocerse la totalidad o
parcialidad que usó, y ante una nueva amenaza se conmutaba la clave
credencial. Se accedería grabando el criptograma con las inscripciones
establecidas secretamente por los visitantes estelares. ¡Y están aquí, son
estas! -cuádruples ojos fijan la inscripción a representar.
Eran cinco líneas de caracteres equidistante. La primera-, está en latín
¡Cero!- acertó José.
-La segunda es una cifra griega, ¡35! -anunciaba Gaudi.
-La tercera es árabe -transleía José- creo que dice 26 11 1941.
-¡La fecha del ataque a pearl haword! -certificó Gaudi.
La quinta -José dejaba sin intentar corregir la frase cuarta, que al igual que
la sexta eran ideogramas sin fundamento conocido-, no sé en qué
lenguaje está escrito.
-Va a ser... ¡Indouropeo! ¡2004 2005! ¿Dos años correlativos? -dudaba de
haber ajustado bien.
-¡Es una sola referencia Gaudi! ¡20 abril del 2005! -era acertada la
afirmación.
-Y se cierra el jeroglífico de arranque, ¡clavándolo con una Z! -decía
Gaudi, aceptando que había mas cosas interesantes que contar, aun no
194
fueran números-. El hombre que hace el grabado en la piedra -según
observaba en el manuscrito- parece llevar, mejor dicho ¡es una Svástica!
¡La Svástica comunista era el sello de unión del otro mundo qué sólo las
dos familias que pactaron el cierre de seguridad conocían! -cogía carrerilla
para leerlo del tirón- Me han colmado José, lo digo con toda la apología
que pueda expresar de aspiraciones por saber.
José callaba reteniendo recopilar cada detalle. Tan disparatada síntesis
para oídos religiosos, enjuiciarían malas dotes para hacernos chantajistas
de amerroneas celulares del cerebro, por anomalía depravada carente de
complementariedad anorgasmica.
-¡Qué locura! -intentaba decir algo de lo que no sabia como explicarlo-.
Una coordinación perfecta en su momento, con claves numéricas de
distintos idiomas -o surgidos del mismo -alternaba José por si acaso-. Las
frases tercera y sexta deben ser signos de los visitantes espaciales, y
aunque no sepamos que cifra son no nos hace ya falta. La grabación hay
que hacerla tal cual es en cada lenguaje.
¡Lo tenemos José! ¡Tenemos todas las claves! ¿Pero a cual entrada se
referirá para acceder a la estrella de energía? Hay varios monumentos
prehistóricos con ese aspecto, y eso en el caso de que no halla
desaparecido el expreso.
-¡Ese es nuestro trabajo Gaudi, descubrirlo! ¡Nos jugamos la vida en ello!
Gaudi siguió metido hasta la retina confiando en expandir la realidad.
-Cambiando de contenido, el Anj lo utilizaba Dios para recuperar la vida,
¡no!, la energía a otros dioses menores. Cuando dice dioses menores
podría tratarse de individuos como tú -sin preguntar le decía a José.
-¡No lo descartaría! Lo del Anj tal como nos dijo María era cierto. Tiene
un sexto sentido.
-¿Por ella o por ser Mujer? -invitaba Gaudi a la cuestión.
-Por las dos cosas -admitía José en respuesta.
Gaudi reemprendió al caso- Nos impresionan en esta imagen de Anj el
enterramiento junto a los difuntos.
-Deberían funcionar como un transmisor entonces.
-¿Pero después que ocurrió? Pasada la civilización egipcia no se prosiguió
con el rito.
-¡No lo sabemos! Si seguimos pensando que Dios robaba la energía de los
cuerpos, la pudo haber sustituido o perfeccionado por cualquier otra
195
cosa, y la cruz irrumpió en esa etapa de tramite no lo olvidemos. Ahora
sería la versión 2.0
-¿Versión 2000? -calibraba Gaudi.
-Hablaba más bien de una actualización de su programa malicioso.
-Como un virus -alertaba Gaudi.
-Como un troyano estratégicamente insertado socialmente antes del
inicio. ¡Somos colmenas de energía para él! Campos de exterminios para
adueñarse de nuestras almas y utilizar su poder, y de donde más consume
es del mercado negro.
-Pues si que es bicho malo el asunto -daba doble inocencia granuja Gaudi
en su frase.
-Hay algo que tienes que tener seguro, y es que no hay que
menospreciarle ya que corremos el riesgo de morir todos.
-No tengo miedo a la muerte José, ¿cómo puedo temer lo que no
conozco? ¿Tú sabes...?
-No Gaudi, no puedo explicarte que ocurre cuando se muere, y es mejor
así. La absurda espera conociendo el final es un definitivo morir en vida,
mejor hacer esperarla rebosante de ella- daba consejo, que no práctica de
maestría José.
Definieron centrándose en la explicativa conclusiones masificadas
-Así ha estado siempre descartada la existencia de este libro, que
permanecido sellado para la humanidad Es un peligro para ellos por toda
la información trascendente que abarca -era un detalle hábil que daba
Gaudi.
-Tal vez Dios hizo que le escribiera la biografía, o guardar el pin de
acceso a la energía.
-¡Push! No te creas que no, hay aspectos que son narrados de boca de
otro, y no sé separar si fue para que lo redactara Ptolomeo, o se lo
apropió para después plasmarlo a su letra. Y bueno, lo que quería
comentarte volviendo a la mención del tiempo que ha estado oculto el
libro, es que entiendo que fue pasando de padre a hijo por distintas
generaciones de Ptolomeo, al menos una, ya que al final hay, si centras
aquí la vista lo verás -enseñaba a José donde mirar- una parte escrito con
distinto pulso, no soy grafólogo pero diría que es distinto tipo de letra, y
se nota en el grosor con el que se ha escrito.
-Tienes razón Gaudi, parece que es como dices.
196
-Pues déjame decirte que lo que cuenta es que tras desviar el planeta Dios
apagó bastante su fuerza y casi absoluto desapareció para reponerse de
energía. Los niños que vinieron del mundo lejano fueron sacrificados al
llegar a la edad adulta tras haber tenido relaciones obligadas con
humanos. De cada uno de los extranjeros estelares se obtuvo un hijo, en
un caso un niño y en otro una niña, que alguien raptó del palacio real
para que no corrieran el mismo favor que sus ascendientes.
En segundo preámbulo, la inyección de apetencia usual de embriones
inhalaba examinar aplicaciones madres y padres de José y María,
asesinados por Dios. Y ellos, niños de laboratorio piramidales, sus lados
de triángulos se juntaron en un solo extremo, Jesús.
-Lo más duro espera siempre al final -abroncaba Gaudi dando por
terminado el libro.
La balada triste se dejaba escuchar por ambos lados. En el exterior no se
tenía forma de contar, en el interior, lo que se lleva dentro permanecerá
por siempre muerto.
La música melódica engañosa le hace sentido de sufrirlo, aunque calle, no
se tendrá ya más tarde apacible, nada.
Lo tenía todo para hacer su poca inventiva canción. Una estación de un
tren del que se escapó, un amor que se prometió, una tristeza de libro, y
una María que no podrá superar asomarse con los ojos cerrados al
infierno que trasluce ante las persianas de los párpados. La misma estrofa
para cada rosa, y la suya personal le hace dedicárselo muy mal.
Buscando un momento para cambiar de tema, como no te metas nunca
te dejarán-. ¿Para qué querías que comprase las entradas del Museo? -
aprovechaba Gaudi con justificación pasar a un punto aparte.
-Por si acaso hubiéramos tenido que esperar a que abriera y salir como
turistas -le daba la pauta razonable.
-Pues me debes 24 euros, que lo sepas -le simpatizaba Gaudi, que tenía
otra pregunta reservada- ¿Cómo supiste lo de la inclinación del espejo?
-En 1929 hubo un gran acontecimiento que dejamos pasar, el crack de la
bolsa de Nueva York que formó una línea a la baja, en caída libre.
-Gaudi se asombraba de la causa- ¡Yo jamás hubiera atinado con ello!
-¡Tú has dado con todo, eres el enemigo numero uno de la iglesia! -Le
señalaba José.

197
Rendidos por la Roma vaticana detienen la charla requisados por el
cansancio, acostándose en las literas que disponían. La sucesión de
sueños dispersan plantaciones irreales, terciando la tregua del descanso la
curva del pestillo de la puerta del vagón parece virar. Suspendida la
lentitud de abrir los ojos, se avivan conectándose tras la rota cadena del
sueño. José incumple una ordenanza, dejarse sorprender.
-Soy tu amigo José, sólo quiero hablarte -la mano prescribe lo que dice la
voz que le habla al faltar a las palabras, arrestando la boca con susto y
violentando a que quedara echado sobre la litera. Desengañado de
amistad José se azuza para quitarle de en medio directamente, sin rodeos.
Sin más no poder, echándole de su lado consigue respirar con la mira
puesta en su amistoso enemigo- ¡Ratzinger!
-¡Eres muy rencoroso José! ¡Además tengo algo que darte! -Gaudi
reposaba quieto dormido ¡o muerto!, en rápido pensar no dejaba José de
suceder reflexiones. Ratzinger se aprovechó de esa confianza para
engañarle. Sacó lo que sí se podía esperar de él, una Svástica comunista
para cortar por lo sano aquel vínculo esporádico e inseguro. El mal trato
que le sacudía Ratzinger enviándole fortuito el arrojo de enajenación,
privaba de una nueva oportunidad de hacer las paces. José no quiso liarse
en recoger el presente de Ratzinger, y se fue con la cabeza bien alta atrás.
Evitó el encuentro, pero desalentado del incidente por el golpe que se le
vino encima, se hacia daño rompiéndose en la cabeza parte donde
detenían sus sueños, un madero en el tabique. La Svástica marcó a su
lado izquierdo la despedida.
Cuando abrió los ojos, sensitivo relacionaba haber sido un apurado
sueño, empero detenía una corrección el listón de madera donde soñó
que impactaba la Svástica. Había en el sitio una raja profunda, y era
desidioso decir que si, que ya estaba antes. No la había visto, pero por
ello no creería que hubiera sido la presencia de Ratzinger allí real y se
hubiera marchado de haberlo sido sin matarle volviendo a llevarse el
arma. El sueño profundo le tendía una reclusión de la orientación.
Se levanto y oía como Gaudi roncaba. Se pidió un trago de agua, y se
sirvió salir al pasillo para despejarse. La postal que emitía las ventanas del
tren era de catálogo a pasos deprisa, sujetados por postes inacabables por
el circuito de variación.
La óptica pescaba en la noche luces para distinguir cruces con niveles,
avisado era previsor de andarse siguiendo las señales. A la parte derecha
del vagón vio salir del penúltimo compartimento a un cura siguiendo la
misma dirección. En esta ocasión, es cierto que por la muerte del anterior
198
papa y la preparación para nominar el sucesor en el futuro, cónclave la
asistencia de seleccionados alistados soldados rasos de Dios a la ciudad
del vaticano. Al caso usual de ordinario, le despierta suspicaz aligerando
preguntarse dónde irá. Había un servicio en el esquinazo del vagón a la
izquierda, y la cafetería también siguiendo el mismo curso en el primer
vagón, en puertas a la locomotora, que andaría aparte cerrada. Decidía
antes de preguntarse otro qué, atestiguar registro por vocación
achuchado por el traqueteo.
-16B -era el camarote por donde salió el sospechoso, puntúa José sin
prisas.
El sacerdote desmandaba sin suspensión las siglas de la interrumpida
establecida de no fastidiar la segregación de la unidad constitucionada
indivisible incorpórea.
Uno tras tres más, se desliza con calzado de tanqueta aferrando huellas,
fondeando la patria europea al sondeo de ministro eclesiástico de la
derecha conservadora, añorando doctrinas totalitarias nacionales.
Vistiendo de gala su traje de faena, compañía "camicia nera" del diseñador
mussolini, catarsis en la reserva de cuarto al llegar al último vagón, el de
mercancías.
El sacerdote echaba horas extras, polifacético empleado de Dios,
hermano político, soldado piadoso, almacenista fervoroso, y ahora
practicante de contable y aprendiz creyente de monos incubados en seis
días. -Una, dos, tres, cuatro, cinco, y seis, ¡correcto! Se agranda al
comprobar que están todas las cajas que transporta garantizando el buen
aporte a la comunidad.
Al techo colgado de pies haciendo dotes de vigor se columpiaba José, que
había escalado por el exterior del tren, cotilleando al pasajero achaque del
noctámbulo que no tenía cura para dejarle dormir con pequeños
angelitos.
El viajero doblado del crónico trabajo abandonaba la postura molesta que
le ocupaba, y dejó la jornada infernal para retirarse a descansar. La puerta
de salida de entrada se cierra, la de entrada de salida se abre por José,
presentando honores.
-Provisto de atención, en dos trancadas acordona las cajas visitadas
expuestas para hacer balance. Levantando provisional por tirón de nervio
una tabla de la primera, que hacia contrapeso para las otras metía el ojo,
sin tener oportunidad de magrear tocaba renunciar. Picado, iba de cabeza
el brazo y rascó ente la tabla abierta para revisarla dentro. Cargado por
199
tope sacó la mano, la abrió a la vista y eran crucifijos como los que le
atacaron los supuestos Ustashas en león. Invadido por nutridos amuletos
del mal se le calló en condena cuando los acunaba en su mano.
Con la custodia moral bajo su habito personal, había regresado el
sacerdote para la revisión que se le paso por alto sin fichar. Nublado,
equivocado de contemplar la evolución de las especies- ¡Es mentira, no es
posible! -encontrar un hombre allí-. ¿De dónde ha llegado? -¡Malditos
eslabones! ¡Monos tenían que ser para que no escucharan a Dios!
-¡Llamaré al revisor! -no tiene más recurso que el pataleo, bocaza de
amenazas por denunciar al estar sometido al analfabetismo racional.
-¡Creo que no! -Reprimiéndole José paraliza su acción, deteniendo la
continuidad de la insustancial palabra de tutela. El hábito del cura rasgado
de pavor se lanza a por un crucifijo dilapidados imprudentes por el suelo.
José no acierta al creer que lo armará para atacarle, y al contrario, busca
defensa pidiendo ruegos para que no le hagan daño.
-¡Nadie me puede salvar! ¡Confío en Jesús hoy! -José iba a trenzarle la
cara por nombrar lo que no tenía que decir, habiendo sido enseñado mal
por un foro de familia católica protestaba cuanto le venía en gana,
pidiendo respeto por su entendimiento verdadero. Cruzado de bruces se
cruza crucificado por un crucifijo que se activa y le sorbe la vida de
caramelo desgastado de emporio.
El clérigo sin energía, agotado, se rinde al descanso eterno. José ya no
puede hacer nada por él, ni a favor ni en contra. Teme acercarse a la cruz
homicida, tras haber comprobado que atacó al propio sacerdote sin tener
ninguna explicación. El pequeño arma recupera su estado tras haber
pasado por el encendido vitaminado del alma que se embuchó y aceptado
por el riesgo lo recoge, por la enigmática necesidad. Descamisa al difunto
accidentado por su trabajo para calificarlo de Ustasha o sacerdote rojo.
En blanco asiste al pecho, y no hay cruz que marque un signo de
inscripción para escombrar. El asomo de no tener contraseñas cuela
atender que no era afiliado a alguna de las fuentes más corruptas y
sanguinarias del derecho católico, y no debía conocer el poder de los
crucifijos. Le levanta para limpiarlo a la vista, y dando fe de testaferro el
río recibe la herencia del cuerpo con sus pertenencias guardadas en varias
cajas, por el trasvase de José desde el puente de la descansada vida.
Quizás no era un mal hombre discute José sin incumbir inclinaciones
cordiales a la rama del árbol donde se saca pócimas de cianuro por
aleluyas.
200
No tiene palabras de ocasión, revendida toda facultad transige sin llegar a
conocer nunca en palabras lo que siente demostrar. Arruinadas esquelas
no sirven a un Dios decirle que descanse en paz, escasean los remedios,
pura dolencia manchada por juramentos inacabados.
José de marcha al tren, arranca la vuelta a su vagón. Al entrar el sueño de
Gaudi le cuchichea-, ¿de dónde vendrá?
José acopla recopilando cuanto ha estado haciendo y lo demuestra en
esquema ambiguo.
El tren transporta armas succionadoras, y se ha cargado, vendimiando los
jugos, un religioso -lo decía aposta, al opinar José que estaba arropado en
irreflexivo Gaudi.
-¡No pasa nada, hay muchos curas! -estropeó lo que pensaba José de él.
Se reordenó cuando iba a darle más singularidades al darse media vuelta
Gaudi sin retardarlo no prorrogarse en hacer ronco su discurso,
quedando aplazado el caso cuando despertaran ambos en buenas ganas
-¡Buenas noches! -La luz huye asustada del ronquido de Gaudi.

El revisor golpea el sueño a las puertas de los buenos días-. Quedan 50


minutos para llegar a París caballeros -les devuelve los billetes y sigue
repartiendo saludos madrugadores con el pasaje en la mano.
Es primera hora para la capital, y los preparativos de llegada no aguardan
para prevenir aceptarlo. Los pasajeros revisten el tren, los pasos se
encuentran en hora punta, y los w.c. con retención. Muchas de las puertas
cerradas a la noche, se despejan airadas abiertas.
José simula ejerciendo de mirador de ventura, colando la vista por la
rallada numerología 16B. Hay que guardar la espera, una pareja anciana
recoge a última hora bolsas y maletas del número elegido para buscar
premio. Al despejarse el coche-cama del frustrado en su carrera católico,
recibe para él por extravío una cartera que pertenecía al susodicho.
Apeados del tren, el tumulto es generalizado. Los espigados gendarmes
franceses dan la terrosidad que atrae su seguridad. Un pastor Alemán que
en correa lo rigen, amiga la mirada en José. Es instintivo, él comprende al
perro perfectamente.
Ya en la calle andan despreocupados, cuando una furgoneta gris
metalizada les arrincona a la pared subiéndose al bordillo. A las puertas
averiguan que es Flor saludándoles-. ¿Os gusta como he toneado la
furgoneta?
201
-Me parece que se dice tunear -enmendaba Gaudi.
-Eso he dicho -apreciaba Flor-.¿Bueno qué, os gusta? -se sentía con ganas
de que la puntuaran,
-¡A mí sí! -aprobó José-. ¿Y esto a qué se debe?
-El otro día viendo los todoterrenos que llevaban los cristianos..., y ya
sabes, la envidia es muy mala.
-Tú eres peor -le contrariaba José amigablemente. Subió al renovado
vehículo, y de rebote le aplacó un beso en la cara.
La marcha alegre ponía la primera para callejear hasta que cogieran ritmo,
y cambiar en A6
-Lo del Vaticano sería cosa vuestra -sospechaba Flor.
-Nosotros no hemos hecho nada, ¿qué ha ocurrido? -era José el que
comentaba y preguntaba negando todo los cargos que le imputaran.
-Poca cosa, varias explosiones dentro de la comarca de los santos, y un
caos enorme.
-¡Yo la única comarca que conozco es la de Frodo! -exageraba José su
argumento.
-Imaginar a la gente que espantada quería salir fuera, y la policía vaticana
cerró las puertas en la frontera con el argumento de rastrear a los
responsables.
-¡Qué patético! - dijo José molesto de chorradas católicas.
-¡Lamentable! -expresionaba Gaudi-. Nosotros nos fuimos por fortuna
antes -era sincero al comentario.
-¿Y María? -preguntó José sin esperar. Su importancia se lo merecía.
-Se quedó allí. Quiso acompañarme pero preferí que no, por si la
detectaban, y patento que algo debe de estar pasando, he visto bastante
agitación religiosa por la estación.
José manejaba la cartera sacerdotal. -debe ser por el comunicado oficial
del Vaticano, ¡Toma Gaudi, lee! -le desvió un albarán para que lo leyera.
-St-Germain-des-Prés 600 unidades, Notre Dame 600 unidades, Sainte Chapelle
300 unidades, St-Eustache 500 unidades, La Sorbona 500 unidades, La
Madeleine 600 unidades, Sacre Coeur 500 unidades, St-Augustin 400
unidades. Es una redacción de entregas a distintas Iglesias de París,
-¿De qué? -preguntó la mujer.

202
-¡De crucifijos Anj! -respondió Gaudi- ¡Están armando las casas del señor
D! -no era extraño que él lo supiera. Aunque anoche estaba atolondrado
cuando José tuvo el desenlace con el religioso, a la mañana antes de llegar
a París le había contado lo pasado.
-¿Qué es eso del Anj? -desconocía Flor.
José le dio la explicación coherente sobre el objeto egipcio, y lo
relacionado al libro de Ptolomeo. Para no repetirse luego con María, no
lo describió al detalle dejándolo para cuando estuvieran reunidos los
cuatro. Tres marchaban por la carretera, y el complemento era una
cuidando su espíritu en armonía.

María se preparaba para darse un baño de satisfacción, acompañada de


Pachebell, que la emboba en su canon "di mayor". El disfrutar de simples
placeres sin fustigarse la piel, de pecaminos hace murmurarla en melodía
de seducción.
Tolerada al agua, templada de nervios aparta el albornoz, regalando al
ensueño de su dorso cautivadas estrías de beatificación.
Entra en el agua sin bendecidse, cuando oye un ruido que la inquieta.
Mira sin salir que es la ventana golpeando al viento, y cierra a los frescos
aires la puerta del plato de rodaje del baño. Y se conmovería de trailer en
suspense si mostrara público, y se temblaría de miedo si fuera el gígolo de
lectura que acompaña antes de dormir debajo de la cama, donde
permanece hasta que se comprueba que se oculta cuando lo imaginas, del
susto que no le llega a María por la vista. Al vaho de ser el espejo de la
mampara sintetizado había formado una T mayúscula de terror. El signo
de la cruz marcaba territorio.
Pachebell del asombro salta de pletina. El Rock daba acordes sustanciales
de vivencias.
-¿Con esta música puedes pensar José? -le extrañaba a Gaudi.
-La escucho para no pensar -acoplado con estilo le razonaba.
-Bueno, con lo que me habéis contado parece que ¡vamos a por todas!
En estas presidenciales vamos a botar a Dios -satirizaba satanizada
Pequeña Flor.
-Si salgo elegido tú serás la ministra de Tecnología y ciencias de la
Información. Para ti Gaudi la secretaría de educación, o si prefieres la de
religión -ironizaba José.

203
-Muy gracioso, me quedo con la de educación -práctico era su debate-. ¿Y
para María? - pedía favoritismo para convenir la cámara de los inusuales.
-¡Asuntos sociales! Pero tendrá que hacerlo mejor que hasta ahora -era el
discurso solidario de José. Conciliador de diálogo abierto hasta las cuatro
-Y punto- en boca.
Con poca broma se ganaba puntos de Kilómetros, 53,6 y habían llegado a
la hora de almorzar.
María salió corriendo para recibir a José, y le adelantó un beso de
degustación celestial. El telón se echaba para abandonarse ellos dos al
resto del mundo.
Al paso de los minutos de camino a la hora, seguían metido de lleno
emparejando sus asuntos.
-Me contó Flor como la encontraste, y los años que la mantuviste
congelada hasta poder hacer un transplante de corazón seguro -
comentaba María.
-¡Ya sabes porqué es tan dura, lleva hierro de cosecha en la sangre! -
deseaba José quitar dramatismo al pasado donde fue trágico tener a la
niña criogenizada.
-Te admira y quiere enormemente.
-¿Si hablara con ella me diría lo mismo de ti? -bromeaba José.
-No hace falta. Tú sabes lo que siento, lo que siempre he sentido.
José parece mostrar que sí, y un pretexto le retiene en la ranura. María le
agarra la mano, le quiere hablar, lo necesita, expresar ¡Todo!
-Sé José que te fallé cuando te dejé en Jerusalén, y eso siempre estará ahí.
Y no me digas lo típico de que yo no puedo comprender lo que pasaste,
porque en el mundo que recorrí me faltabas a cada decisión, no sabía que
camino seguir, y sólo obedecía sin tener que creer si era si o si era no.
María a José, José a María eran suyos el mismo sentir.
María bajó las defensas y brotaban chispeos por mirada. No era un
espejo, en falta contemplaba tendido en aguacero los nubarrones
consternados en la tormenta que encerraba en chaparrón a José, que le
habían paseado por la tempestad sin amainar flojera. Y ella, que le
remolcaba agarrada a una palma sanada incompleta no conseguía detener
como se abnegaba. Tuvo que lanzarse al agua fría, que no porque fuera
sospechada era más fácil atreverse al ser de absoluta realidad, con la
necesidad de ir hasta aquel punto donde le dejó antediluviano.

204
"¿Pero quien le ayudará a él en su oceánico mar al que yo arrojé? Le
endose a su cuello la losa tirándole al fondo. No puedo ni negarlo ni
confundirme de no arrepentirme, de hacerle destruido a sus sueños de ser
tan sólo él".
Ella gritaba al odio en un suave y dolorido sonar-. "¡Perdóname José!
¡Perdóname José! Ruego me perdones, porque sé que no estuve contigo
ayer, y embarqué dejando a nado pacto de la devoración mis emociones,
y remé ignorando el mirar atrás porque no podría soportar verte allí
alejado encharcado y hundido, profundo flotando agarrado a un letrero,
con mi nombre llamándome". Eran gritos no escuchados por nadie.
María no abrió la boca para decirlo, pero aterradores alaridos huecos
dirigidos a la tierra la levantaría, arrojados al espacio a la luna desplazaría,
y enviados a un hombre le mataría de fobia de lo que es amar, o le
reviviría de descargas eléctricas de darle lo que es amor en el enconado
resentimiento.
Encontrado José arrastrado, despojado de piel le cubre el menosprecio
desaire. Sumido de agua, tendía sobre un islote de madera suavizando al
tacto el nombre manchado de tanto pronunciar, desgastado en el tiempo
sonaba en la locura del alejado piélago donde surcaban gotas de las
profundidades marítimas del océano, de la arrojada lluvia, ¿De lágrimas?
¿Qué lágrimas pueden echar unos ojos que quedaron ciegos mirando,
besando el nombre de ella en unas letras? No eran lo que ahora José
sacudía mojado, era agua que tuvo que tragar en su desesperada tierra
perdida que pisar, bulimia de la salada saciedad arrojaba tras llenarse
ansias de ansiedad, gula de la amarga lluvia ácida devuelve deformada de
vapor que humedeció las entrañas quemándole fósil.
María remaba cuanto podía a su rescate para llevarle a tierra firme, y ya
decidida se lanzó al foso del pozo y se fletó a José. Corrompidas
emociones ondeaban en sensaciones de intencionalidad, obsesión de
lamentos despegaba de José mancha negra de carburante, chapapote se
despedía del casco que retenía la cicatriz de él, que jamás, a pesar de
inútiles parches retuvo el terror poseso. Dolor, frustración, cualquier
entumecimiento se despide, abierto el engañado obstruir libera al agua
toda pena que le desconsuela, y María propia dueña de él le serena, en
brazadas de nada le llena, precisa centrifuga separando los meridianos
goteos mezclados de lo que es propio él y de ella.
Mientras tanto se le va, el estado de un suspiro de un beso que María le
da le alivia. Atento refresca, oxigena su inconsistente naturaleza, para él le
llega de libre libero regazo hasta el alma, libido incontenida será la mezcla

205
única de fluidos que desean compartir, en pelea por paletear en su
unificaciones de dialécticas lenguas reman en saliva, besos sacudiendo
espuma en la cavidad de la boca, mordiscos intencionados, restriegas de
labios que reportan el vicio verdadero de amar. Estrechando el espacio,
se abrazan cuerpo con cuerpo burlando la estupidez de retener hacia
donde la marea les arrojó. ¡Secos!, corazones anatomizan la bienvenida al
estrujo de las carnes, alas sensibles enumeran vuelos en lo que giran al
cerrar sus ojos. Y por poco que quieran, eso tan sólo que quieren, es eso
único que algunos mortales afortunados al sentirlo antes del efímero roto
lo bautizaron como ¡Amor Eterno!
Horas que pasaron al pasado por presentes dejados de comida, de
cambios de ropa, de aseo, y ya por sentado reunidos intercambiando
impresiones.
-Creo que debo responder yo a esa pregunta -anunciaba Gaudi a lo que
se había formulado, que ya dicho dijo a continuación-. He transcrito del
manuscrito que antiguamente Dios canalizaba así su fuerza, y ahora
gracias a este nuevo instrumento puede absolver toda la energía vital de
cada alma, ¿Con qué propósito?
Con el libro de Ptolomeo Gaudi sospechaba que lo que intenta es
apoderarse de las almas del mundo, pero solo actúa en las que tienen fe
extrema aférrima.
-Si nos cernimos a lo estrictamente documentado en estos textos, Dios
usaba y necesitaba esa energía para su preponderancia, un poder cósmico
inigualable. Pensaría a deducir que no tendría mucho mas que José o
María sin la energía que depura de cada alma. Ahora con el poderío de
extensión en el mundo como refleja el armamento de crucifijos en
distintos lugares podría dar lugar a que Dios necesitara una mayor
energía, y me temo que mas que necesitar la use con un propósito
terrible, ¡destruir la especie humana!
-Pero si aniquilara de modo apocalíptico, ya no tendría semillas para más
energía en el futuro -exponía Flor.
-Quizás no exterminaría a toda la raza, y jugaría en dos variantes. Una
adquirir el mayor poder posible y dos, advertir a la minoría que quedara
como que todo fue un castigo divino por una vida trivial de la sociedad
actual, pensándolo a este lado -definía-. ¡Como Sodoma y Gomorra! -
ejemplarizaba mirando a José.
-A mi no me mires, yo no había nacido. Quizás si tienes razón, o quizás
todo eso es una fábula...
206
-¿Fábula?, ¿a estas alturas? -le recriminaba un poco Gaudi la ingenuidad
de José.
-¿No existe alguna forma de neutralizar ese poder? -Preguntaba María,
instigadora de la neutralidad sin tener que luchar ni sufrir.
-Temo que no, la única destruir a Dios directamente -hablaba José-. De
todas formas podría existir una oportunidad tanto para luchar contra él
como para evitar los rayos de los crucifijos si conseguiríamos...
-¡Llegar a la fuente del poder! -respondía Gaudi en apoyo a lo posible.
-¡Tenemos las claves, pero no el sitio!
-¿Te apostarías algo? -jugueteaba Flor la indecisión de José.
-¿Has...? -José no dijo lo que se apreciaba. Flor había encendido la
pantalla general y mostraba la imagen grabada como zona mágica por el
libro de Ptolomeo.
-He comprobado todas las construcciones megalíticas y no he hallado
ninguna que sea semejante, guardando las distancias 100%, Después,
gracias a la ayuda de Gaudi que se ha estado comiendo el coco -con la
mano él le restaba importancia que no era un logro suyo y devolvía la
concentración en lo que seguía narrando Flor- se ha ecuacionado las
distancias de las piedras representadas en el libro por el número pi, pero
no con el verdadero. Ha sido con el de Claudio Ptolomeo, que se usaría
coincidiendo la fecha del libro con su base matemática para acordar el
gráfico, o lo que le diferencia de Fibonacci 23,56 partes por millón, y la
obra coordinada por exactitud de reforma es la de Stonehenge.
Flor dividía la pantalla para colocar una foto reciente del prehistórico
megalito y compararla a misma escala con la del libro. La semejanza era
evidente, ignorando algunas piedras menores que se trasladó por hurto
con los años. Sobrepuso las dos imágenes en una, y no quedaba duda,
¡idénticas similitudes!
Nació la nueva era, la de la meditación. Stonehenge creaba inmensas
sensaciones, muy distintas y tan unidas entre los cuatro.

207
Capítulo X Stonehenge

Anclaje, y llegan tirados por parapente adiestrado por José y María, para
dar en clave la decisiva fundamental a esta tierra. Fría, verde, zona
inhóspita alejada de actual, el campo abierto retiene historia pasada con
mucho valor y honor, de gente que entregó su vida por un ideal, y otros
por quitar ese bien.
Caídos al complot en un anillo rodeado de un terraplén y un foso que
marca una circunferencia de algo más de 100 metros de diámetro. En el
interior del talud hay 56 agujeros, llamados "Agujeros de Aubrey". En los
extremos de dos diámetros que entrelazan el monumento se encuentran
dos rocas menores y dos montículos, entre los cuatro componen "las
cuatro estaciones". Se hallan de cabeza camuflados por el césped otras
dos circunferencias de agujeros en el suelo, conocidos de exterior a
internos por agujeros Y y Z respectivamente, en Aubrey y en el mundo
entero. Pertenecen al número de piedras del insigne círculo de Sarsens,
rodeada en formación caravana de defensa comanchera en treinta metros
de diámetro por treinta megalitos de arenisca grisácea.
La circunferencia está dividida en 30 partes iguales. La altura del dintel
(4,925) es igual al sexto del diámetro del círculo. Interiormente se encierra
el círculo de "piedras azules". Adentrando en el círculo de Sarsens se descubre
una herradura formada por cinco trilitos, un avance adelante y otra
herradura más pequeña de piedras azules, y llegando al meollo se tropieza
con la "Piedra del Altar".
Ellos se encuentran empedrados maquinando como hallar el llavín para
abrir la puerta misteriosa, tachando verosimilitud de dar con la elemental
que sirva. Al acercar la Svástica cerca de los trilitos las piedras rugían el
genio retenido.
-¡Deben de ser los puntales para abrir el portón! -Gritaba José.
-Gaudi trazaba el jeroglífico de Ptolomeo dividido en cinco líneas, de los
cuales tres eran números y dos los desconocidos signos, y como apuntaba
el libro encontrado, de solución se cerraba con una Z. Al comprobarlo se
desvanece de golpe en la piedra toda la escritura.
-Puede que halla una específica para aceptar la combinación -era la
sugerencia de María.
El prisma del cielo se iba cambiando a flash de película rápida. En color
del segundero dan segundos en días de entrada y salida por estacionales
trimestrales, las nubes se congregan, se dejan ver recopilación de soles,
208
ida al sol de vuelta la luna. Figurado de paranoia se acaba la tira mostrada
al tiempo que se detiene.
-¿Qué era eso? -Gaudi no se paraba para preguntarse la sucesión de ciclos
mundanos vistos.
-¡No sé! -alarmaba José no pudiendo disipar la turbación.
-¡No me gusta esto! Siento ser la negativa del grupo -decía María
instruyendo cuidado.
Flor serenaba la auto negatividad de María y particularizaba el aumento
de lo que era un síntoma colectivo.
-María tiene razón, hay algo que no marcha bien y no es cosa nuestra,
nosotros no hemos provocado nada -se preservaba el acaso mea culpa de
ellos con absolución demostrada.
A toda vela desplegaba Flor en su portátil conexión a Internet buscando
entre sus mediciones favoritas de alteraciones sísmicas, militares, pasantes
espaciales, cualquier noticia, y encontró miedo. -¡Es terrible, el eje de la
tierra está inclinado!
-¡No puede ser! -se cantó en más de un timbre de voz distintos
desmentidos.
Pequeña Flor comprobaba la trayectoria con la ayuda de los satélites.
-¡Está confirmado! Girado 23,5 grados al sol.
-¡La posición del solsticio de verano! -clamaba alocado Gaudi.
El equipo informático recibe una alerta- ¡Merde!, con esto no
contábamos -repele Flor lo que encuentra, tan impresentable repulsiva
como manifiesta.
Pasa a primer plano un avance extraordinario de la CNN, y sube el
altavoz para que todos oídos aguanten lo desagradable que se transmite.
-"Las últimas noticias que tenemos es que son ya cinco ciudades con
Dusserdof las que han sido bombardeadas, presentado todas ellas ataques
aéreos escalonados. Las primeras fuentes no pueden concretar a quien se
pueden atribuir estas matanzas de civiles. Se oye hablar a los ciudadanos,
hecho que no podemos confirmar, haber visto alienígenas lanzado
bombas sobre las ciudades sin ningún objetivo en concreto. Recordamos
que el primer conocimiento tuvo apenas hace 23 minutos en un mercado
callejero de Hensilki, y después han ido sucediéndose el mismo modus
operandi de ataque sobre núcleos de poblaciones en las ciudades de San

209
Francisco, Barcelona, Moscú y Varsovia. ¡Tenemos ya las primeras imágenes
de los atacantes! Se la mostramos...
Lo que se da en la pantalla es la terrorífica imagen del horror. Fuerzas
enemigas seguidas por ataques aire-aire de cazas de combate americano
no consiguen vulnerar el blanco, al causarle impacto. Tras el fuego, sale
de la nube de la explosión un jinete en el cielo cabalgando en una
montura de animal con aprieto de unicornio, desplegando bolas
incendiadas que naciendo de su cuerpo las propulsa abajo, a lo parece ser
que buscando en la diminutez de la altura donde discurre gran actividad
de personas. La cámara recoge la colisión al llegar al estancado puente de
la ciudad de San Francisco que se precipita al agua quemado sus agarres
de sujeción.
El comentarista veleta de asombro y se queda sin palabras dejando muda
la imagen, que en primer plano se acerca al terrorista aéreo. El detalle
detalla un demonio alado, blanco, vecino anudado de rojo sobre un
unicornio pintado al matiz de la nieve.
-¡Es un arcángel! -Afirma Gaudi conocerle por los textos, antes de ser lo
último que se transmite. Desde la insolencia de conocer la verdad en el
estudio técnico, es cohibida demostración total de terminación por
protestas. Se quedan sin cobertura televisiva, no hay ninguna señal, han
cortado el hilo de vida de la emisora con la relación por lo que se puede
entender.
Los ojos del mundo en cambio reciben testimonio bíblico. Los asesinos
de Dios crean confusión caótica en la globalidad del planeta. Los
distintos ejércitos internacionales intentan eludir los ataques con sus mas
imponentes armas, que derrotadas no les conduce para sacarlos del plano
de la esfera celeste. Un escudo invisible vela por estos ángeles menores
de la jerarquía angelical, chocando contra ellos implícito una bomba
nuclear autorizada desde La India rebota destrozando en su caída una
parte de Islamabad. Creyendo que es un fuego del fronterizo país,
Pakistán responden armamento nuclear en Nueva Delhi. El informe de
los americanos les llega tarde al país islámico, donde sólo notificarán una
disculpa, por ciento y pico de miles de muertes. Repartida conciencia
desnutrida a poco toca nada.
El caos mundial es tan temerario que la gente enloquecida desatina
angustiada en su sensación de ser los últimos minutos del perdido futuro,
cualquier lugar es abusado sin contenerse la esquizofrenia. En una iglesia
católica en pleno parís decenas de fieles tiran abajo la puerta de la catedral
de Notre Dame, que estaba a la orden del obispo peleada por cerrojo.
210
Los enloquecidos parisinos asustados piden clemencia-. ¡No tengáis
miedo, es solo una prueba de fe. Dios está con nosotros y Dios nos
salvará, y nos llevará a la vida eterna... -el clérigo sucumbe entre los
brazos de sus fieles, se cae por un disparo de parte innoble ejercitado a
cinco metros por un veterano combatiente de la dura vida, uniformado
de repartidor de correos. ¡Hoy se envía spam a muerte masiva!
-Yo no he hecho nada... para que me lleve Dios -se reparte el mensajero-.
Yo no he hecho nada -les sirve a las demás personas angustiadas que
abarrotan y circunscriben al sacerdote venido a tierra.
Una de las mujeres recogía el libro que apretaba el perdido católico y la
emprendía a golpes contra el suplicante hombre, que entre los demás le
desconsuelan del todo y le acogen a reveses para que aligere el bulto de la
pistola, ante la avalancha humana que frustra en él sus propios temores y
vergüenza de lo que acaban de ver, por desaprobación de una ambiciosa
alianza popular.
Segundos fuera todo lo malo se pega, y acto seguido las nocivas acciones
se pagan. De una cruz cohibida entre demasiados desconocidos,
incontrolable los amiga abrazando sus almas y besándoles listos sus
cuerpos para la muerte.
Escenas tan terribles desnutren una civilizada humanidad allá donde la
hubiera. En los senderos mas inquietantes del mísero día a día, no parece
valer aquello de estar acostumbrado a la limpieza negra por un Dios
racista.
Cada arena minúscula sortea para que no le trague el agua del mar, no la
emborrone y sea mojada, inundada por el flujo que engulla mar adentro...
-Mar adentro me llamas, mar adentro voy con ganas.
Mar adentro sé que no hay nada, carencia que temer en tus aguas
renaceré
Mas adentro, no me entretengo y no temo.
Mas pecador, me vuelvo en tu paz de nuevo pescador,
Del consuelo que me arropes con tu amor.
Mar adentro, mas adentro,
Tierra adentro me reitero, esperando tu encuentro.
Llévame Dios... llévanos a todos a tu lado por favor. ¡Arrepentidos
hombres de buen corazón -desde la azotea de un edificio a la altura de
quince pisos se dejaba la garganta un hombre que unía una mujer por
211
derecho de mano, dirigiéndose abajo como un repentino y esporádico
Mesías se arrojan ambos contra el asfalto, dando a lo que imitar.
El caos anárquico de las calles por las innumerables ciudades, de distintos
lugares recónditos del planeta dicta de broma de mal gusto alentada por
los Cruzados de Dios, que publican ostentados en su brazo ser ángeles de
la doble Z.. Unos verdes pubescente neonazis de San Petersburgo
felicitan a uno de los asaltantes de la guardia roja. Habían visto por
televisión su linaje, y recibidos por una bola de fuego les firmó
festejándoles la alegría eslava.
En los menhir no han escapado al tiempo- ¿Qué significado tiene esto? -
preguntaba María.
-Están siguiendo el dictado del Apocalipsis con una escuadra -precisa
Gaudi.
Y al momento de callar les llegaba comprometiéndoles un arcángel
surcando el cielo aéreo. Los ha visto y va a por ellos.
-¡Destruirá el Crómlech, tenemos que apartarle de aquí! -reclamaba Gaudi
predilección de voluntad por preservarlo a cualquier valía. Instintivo se
echó a correr campo abierto, de costo se ofreció barato a cambio de una
pizca de renta sin calcular en tiempo y en vida.
-¡Vuelve aquí! -le pedía perdida de su favor Flor.
María se resbaló por la hierba tan deprisa como se superaba para llegar a
neutralizar a Gaudi e hilarle con un aro intercesor que instrumentaba
lineal sin cartabón. José inflaba por su parte un escudo protector ante la
hipérbole canica de fuego que manejaba el arcángel en su confección, y
para no excluir que Gaudi y María estuviesen vendidos por tan flojo
arancel de escolta, iba a su ayuda.
-Flor, ponte detrás de mí -José esperaba en la distancia cubrirles a todos.
La fogata del obús neumático explanaba al sacudir la banda fronteriza
entre la vida y la muerte, haciéndole retroceder de arrastre- A ir marcha
atrás José combustionaba ardoroso al tener la coartada de haber tapado
con suficiencia a María y Gaudi que no habían cogido ningún rasguño. El
arcángel tras descargar tiró para arriba sin importarle el resultado parcial
de la consecuencia de su apoderado episodio.
-Ya ha pasado Flor. ¿Pequeña Flor? -insiste José convencido en llamarla,
ella no responde-. ¿? -le pregunta en silencio sin respuesta-. ¡! -Exclama
abatido, perdedor de un nuevo amor.

212
Cortada la raíz de la vida, sin respiración, sin aire, sin el caudal del sol su
tacto se mancilla, no huele a primavera, no encarrila en cara una
bocanada de candor. Su pequeña Flor balanceaba entre los brazos de
José. No puede sostenerse por su propia base, tronchada su raíz
¡partieron!, ¡dejaron la tierra muerta! Las palabras se retuvieron desecadas,
la piel fría de la helada que antepuso al fuego que quemó cerraron ojos,
que cojos miraban aun en la nada de la ya perdida indivisibilidad de
sumar y seguir, de volver con ganas a emerger legañas en rutinarias
mañanas. La pequeña Flor comparecía... nunca supo decidirse que Flor
fue. Si fuera rosa, de los vientos la llegarían del horizonte al rescate, si
fuera jazmín, los pedúnculos del sustentáculo del labio rojo de carmín
ahora sonreiría, pero afirmó ser margarita deshojada, que él bordaba
maquinando invención cada pétalo para coserla a la vida, al que de un
Dios salido de putas le daba una patada volándola sin rumbo.
Nubes grises, detrás de su perfil llueve en la calle-, no me hagas por favor
salir de ti. Me mojaré al alejarme, dejaré todo al azar -llegaron en un
momento las nubes rugiendo al viento, tanto retorno imperecedero
reteniendo que jamás llegase este instante.
Se acabó, se mojó, se anegó. Caña rota-, y solo yo caminaré hacia el
intento de salvación.
Y se mojó, entre la lluvia se marchitó. Y se alejó, entre la niebla se perdió.
Y se dejó, su suerte a los duendes.
¡Y si, ahora es el irrevocable momento oportuno las descripciones!
-Porque tú ya no estás, porque nunca volverás, ¡Por qué!... ¿Por queeeé?
Por inconsciencia me detallo en lagrimas, por el espejo quebradizo la
boca simulada erge lamentos obstinados encuadrar, para formar lo que
nunca verán, ya que pasados de vueltas, salidos del eje, lo que hubo, lo
que se usurpó no se puede devolver cuando de mis manos intenté
retenerlo inútilmente, del despoje de mi mundo. Pero no soy Dios, no me
creo que estuviera en mi decisión, cuando llega la despedida me
enloquece, tanto te acompañé a la salida, frustrado en el borde del
precipicio destiento por acorralarme. Cada reflejo es un ultraje, y para no
perderme sigo deciento en las descripciones, de vidriados de lunas rotas
que no soportan mi cara descompuesta, del castigo de verme así. Y no
me quedarán al corte rastros de cicatrices tatuadas en mi piel, de estreno
muda nueva disimula dermis de muestra, pero debajo las heridas moran,
aunque nadie las pueda al mirar escocer. ¿Cómo fueron travestidas?
Arrancándomela a tiras, y funde una nueva capa de base de ácido de
lagrimas, el epitelio tejido por capas y espadas, por muertos queridos que
213
se unen yuxtapuestos me quemo en mis adentros, y ya no respiro, solo
emito bocanadas de soplos de quejido.
Y a cada regalo de tu tiempo junto a mí que se fue, cada obsequio de cara
a ellos me imploran lloros por volver, y en uno me reviento, en dos
maldigo, y a la de tres me enfundo mi alma al revés y odio todo lo que
me haga recordar, que quisiera en vendetta bastarda acabar con mis
propias manos, dejarlo acabado a ese Dios consentido muerto.
Y están en tragedia cada ser que se entregó a la causa porque yo le animé,
y no les dejaré en un nulo recuerdo, en indultos de acabado disimulo,
porque no consigo revelar la imagen latente en mi mente, pero con
potestad desvelo lo que impide mi sueño de tenerles, desentrañar lo que
estaba oculto. Por sentirles en vida, encarrilo sus memorias...
Golpe en la sien, para recordar. "¡Suerte, no va más! ¡Calla insensato!,
escucha el relato que el destino erigió".
Vuelven a sonar las campañas, ya es medianoche. No se notará si andas,
tus huellas en suelo arrendado no perdurarán. Tanta suciedad de sangre
venosa que lavar, tanta falsedad, en el color de la niebla la linfa se
incorpora incolora.
Y sólo será una cuestión más, un ego personal, centro toda la ansiedad.
Solitario se verá, es costumbre ya, todo o nada, ¿de qué dependerá?
Señero se notará, sin necesidad en la falta de costumbre por cambiar. Y
vacío, en sólo sinónimos sólo tan vulgar, el viento decidirá, en que lugar
cara o cruz caerá. La cara por volver, la cruz de Dios tomar el dominio de
tu regreso.
Sobre la ciudad templos de oro, y en defensa calles de penuria de guerra,
de morfina inquilina, de rezos embargados, de soldados atrincherados de
la guarnición sin comida, hambrientos del último bocado de hace dos
días de carne de caballo desclasificado.
Campanas suenan, la puerta cerrada siempre queda al toque, de no
dejados pasar. Quizás mañana podáis escalar con ganchos, en puenting
columpiar la ruleta que gira el caldero del aceite hirviendo. Las flechas
confiscadas al plano por carnes de huesos, o músculos en armaduras
presos. Lanzas rotas, degollina que brota, en el campo contrincantes
eliminados por fuera del juego de un dardo incendiado. La baraja que
reparte defunciones desde la torre ya se comió anteayer al caballo, hoy
sólo quedan peones que devorar, y el propósito roe, se recrea en el
pasatiempo de sumar matanzas para historias de terror de los orgullos de
asesinatos festejar.
214
Frío, o tiemblas sin mimos al distante lejano apego del cariño, hace que
no puedas dormir. Se rumorea que la rebelión interna no se tardará en
cursar, tú lucharás, tu espada a la batalla se unirá, tu vida una más, en rifa
te la jugarás.
Paralelos imaginarios, ejércitos apostados en rodillas se contemplan
separados por castillo que hace de papel, de señal en un terreno, de llave
de entrada, el que representa fingir con destreza que es la máxima a la
mínima restriega, hipotecada de por vidas.
Día arbitrario en pie, trompetas suenan que abren ¡Ya!, la partida. Los
gritos anuncian la lucha por ganar, la sangre que correrá, de cuerpos que
caerán al foso del pantano al lecho del eterno descanso. Heraldos en la
bandera que portas en la triunfal campaña consigues la honra, si ni
siquiera saber cuantas águilas lleva.
Sobre apostar al nacer nadie te dice con tu cuerpo no has de jugar, ¿qué
importa en la hora de la verdad? Todo o nada fue siempre tu bandera,
partida se quedó en la arena. Los halcones desayunaron águilas, tu
apuesta se perdió tras la puesta de sol, y deploro por tu siesta alegre,
sabiendo que despiertos en vela los dejaste a ellos para siempre.
Golpe en mi sien, para no olvidar, que hubo una vez en algún lugar
sangre y dolor por lograr un mundo mejor. Amigos a mi lado entregando
su savia hermanados por ayudar a liberar la libertad, en llamadas de fuego
clamo por dar las gracias, por darme consistencia para guerrear sin saber
donde íbamos a parar. A tu lado yo luché porque en la intrepidez te
encontré, a mi lado creciste porque en mi creíste, y no te, y no os
defraudaré, y en los restos mis palabras clamaran justicia por reconocerte.
Tú en mí no te pierdes, te memoro, y en tu lecho te incordio para dar a
conocer al mundo de ti, que la recompensa será justa dártela si la serena
paz de tenerla no se retrajera. La señalo, la marco en delirios, la retrato en
pintadas que encuadro, en la retina diapositiva me acuerdo perfecto de
nuestros encuentros. Embarcan sentimentalismos de tantos amigos
perdidos, me tendieron la mano, "simple sin comillas" simple, mejor,
obraron el prodigio del milagro, en lucha, ofreciendo sus presentes por
vencer para sus hijos un futuro que ellos presentían ausentes.
Acuerdos de firmas, de campos de paralelos 38, pueblos se extinguían, y
en la batalla hombres caían sin compasión, sin justificar un metro por
ganar, un nombre de un reino por cambiar, una forma de puerta a un
estilo de cultura de templos religiosos por reformar. Por tu lengua que no
te entienden te despellejaron, por tu color distinto fuiste esclavo del
trashumante delirio, como ganado vendido por señores ganados vencidos
215
ante vosotros puercos rendidos. Escucho el filo de tu risa acondicionada
de la pérfida alzada de iza, de bandera pasó a nudillos, a cuellos
acorbatados de cuerdas ajusticiados, por revendedores de daño, de
alquilados déspotas sin mediar sonrisas, enseñando fobia de desprecio
fueron el precio al pago de un nulo juego, que en tablas ha seguido
perpetuo, todos perdiendo fichas en el tablón, retirándoles la
combinación del color por la presencia negra de la ausencia de luz.
Y era de día, y me acuerdo de ti mujer esperando a tu hombre, incansable
aguerrido corazón en un puño que junto a la puerta su venida jamás
sonreía, a la espera de la llegada estabas con el corazón a pecho a
descubierto... rechazando el concluir de noticias anunciándola de su amor
sucumbir
Y era de noche... y no me suena esto a cualquiera de mis reproches,
porque ella sólo sabía llorar de sol a sol en la reglada frustración, regalada
por una hueste sin entrañas que le partió al frente, se le encogió corazón
de nombre hombre, corazón de apellido como el de tu hijo, corazón que
suena en tu vientre a su ritmo, corazón de piedra te adueñó, de su regalo
de vencedor...
Pasando los días se envejecía, sin conocer la alegría. Cortes en la piel, y
las manos viejas te ves, grito al viento, no puedes, deseas, se acabe ese
instante. Tanto orgullo en el mundo, tanta muerte, ¿para qué? Para los
fines de tres, treinta y tres jeon de viudedad por que no vuelvas a ponerte
corazón sonriente en pie.
Y ellos se fueron, no todos pudieron volver como me prometieron,
alzados de convicción dieron su sí por lo que ellos querían dar, por un
mundo mejor, por ti que un día no habrás conocido ni esta vida, ni sabrás
de mí ni de ellos, sueños dueños del reino que tu tienes bajo tus pies.
Y desgarrarás toda tu ira en lagrimas perdidas, sin saber que ellos no
fueron libres de ese placer, y tuvieron que pagar esa emoción con sangre
en sus manos y un ultimo adiós... de su estirpe se extirpó, de su sangre
desangró, de su linaje sin herencia apadrínalo.

Ido de rabia y de cólera se tiende José hacia arriba, clama al arcángel, que
inflexible no media entre decisiones de uno ser mas importante que otro
en cundir la tierra de inmolados. José le llama con intención para que
regrese contra él, y conseguido, a la carga atrae con montura arrojándose
a tumba abre fácil, aventajando un haz de calor pernicioso. José quemado
de ceja a ceja no pestañea, deja en frío que se acerque la calorífica
216
digestión y lo detiene en sus manos. El arcángel sorprendido quedó
atañido y le costaba rectificar al vuelo. Sigue línea recta al suelo en
perpendicular a él, poco antes de llegar a abrazarle se remonta, y es
cuando José le devuelve la pelota de calor que aislada en él se había
desarrollado en bola helada de un chispeante azul cándido, deslucido por
un color tan oscuro que si la muerte tuviera uno no daría referencia al
negro, seria al que José había transformado la bola roja de calor.
Lanzándola al ente espiritual le hace rodar al suelo. No se queda
esperando y va a por él. Cuando le tiene a mano lo levanta como si fuera
un niño y le rompe el espinazo sentándolo en su rodilla. No le basta, y al
suelo el asesino tallado con un pie José grapa el cuello y con el derecho
bota una patada que le arranca la cabeza.
Gaudi y Flor atentos están ya cerca de él. Transcurrió tan deprisa el
empalme de hechos que les costó seguir a José, que afectado decidía-
¡Tengo que detener a todos los engendros antes de que destruyan la
tierra.
Yo... -María quería exponerse a su lado.
-No María, no me servirías de mucho. Mientras tenéis que conseguir
descifrar la clave de entrada al portón, puede que dependamos de ello al
final. No te preocupes por mí, mato y vuelvo -Le monta un beso en los
labios y se da con el unicornio salvado, pasaje al cielo-. Llévame a donde
estén los demás -anima al animal agasajando en lindezas la crin. Tirita en
los ojos y dibuja un mapa en su cabeza con las variantes del caballo
volador, añadiendo al cóctel las fuentes de calor del planeta. -¡Te
equivocaste creando demonios Dios, si ha de existir uno para ti lo vas a
ver acabar... te!
Con una furia emergida de miles de años José está dentro de rabia
incontrolable. Mareando la ira de cataclismo, despedaza apogeo de revivir
una y siempre toda experiencia anulada, cortejada de impotencia. Mantea
barriendo en el cielo impurezas, sembrando su parterre íntimo discurre ya
a la extraordinaria velocidad que la criatura que la aúpa puede alcanzar.
Vuelan literalmente impulsada por José.
Da alcance a un miliciano de tercera jerarquía, no da frase para ningún
entretenimiento. De un salto tremebundo viniendo desde atrás José se
arroja en caída libre al esperpento género terroritario. Enmendado de
severidad por José, el arcángel sin cupo de actuar no subsana del cuello
que le cruje, y se enmarrona a la vista del cielo. Ángel caído a la tierra,
reparando deformidad fustiga réprobo al suelo.

217
En la región del Lazio remedando antiguos presagios de historia, Roma es
acorralada de llamas por dos pirómanas extensiones del Creador,
haciendo horas extras a dueto. Con estado independiente, el vaticano es
protegido por invisibilidad a cualquier imbécil de dar gracias a Dios de
milésimo portento.
A través de la atmósfera irrespirable balsámica de olor a azufre, en picado
arribando por alto llega velocidado un meteoro sin mediaciones de parar
lo que los arcángeles han infringido en alguna estreñida versión de risa,
descatalogada al componer irremediable testigo de ofuscación que es un
modo de ser humano con dúplex cabalgaduras. Alzada, erguida con cada
pie en sendos unicornios pisa a fondo, desbocando lleva a mano las
riendas de brillante de luz. José expanda los brazos y entrona a
respectivos monstruos amaestrados con el reino de los cielos.
Tribu de que no son nada, vienen enrolados disciplinas castrenses
migratorias, alertados por la ruptura del grupo. Ya han dejado el olor del
viento unos cuantos por un hombre rebelde, que no deja conforme que
la nada le robe su acabe. Cinco execrantes le vienen cercanos a por él,
José modifica el buscarlos y ahora les lleva a su aire, lejos de poblaciones
habitadas. Por el franco de la derecha llega división de sostén, por el
frente columnista de soporte reforzado otro feto inhumano sale a por el
insumiso hombre, que al tenerle cerca le consigna salva. Respetando por
su honor José se inclina al lomo del unicornio. El clonado aborto de Dios
profiere bramidos- ¡Prietas a las filas!, intensamente al descarrío de
tenerle ileso de peligro. José restablecido de animal, echa un lazo de
fuego gélido y ata de un exhibicionista rodeo a la cruda feria, no curada
de espanto le aplica una rígida contracción correccional. Destituido
relegado de su asiento se revolca afinado por firmamento. La correa que
amarra a la cintura se troca en cabo de soga, al partirse en dos el deforme
espécimen asado por el azote glacial de la cuerda. Con flojedad empuña
sin alma y con gran parte de su ausencia perdida, sin entresijos, el cordel
que espoleado guillotina todos los impropios enganches, dejándolo
holgado de gravedad.
Gaudi y María a miles de Kilómetros se afanaban marcando en piedras la
inscripción del criptograma a punta de Svástica. Todas iban cayendo
borradas en la cuenta a la negativa aceptación de las escrituras.
Contagiados de incredulidad no sabían programar público el secreto.
-Puede que ya no esté la piedra concreta que necesitamos -se rendía
Gaudi hecho polvo, tocado por la china que se había metido en la
plantilla de los pies.
218
-Las piedras son lo de menos, se podrían mover. Cuando crearon esta
entrada ya contaría que el material usado era inerme perecedero al
tiempo, o eso espero -recelaba María de repente- ¡Tiene que ser algo
distinto a como lo estamos haciendo y tiene que estar aquí!
Se pegó contra el menhir cansada al destino que le atrajo, o ella atrapó la
dicha al colocarla en mano al jeroglífico. Tapaba con los dedos la
horizontalidad de los primeros caracteres de la frase tercera, redactada de
los signos indescifrables. La fortuna que hizo no dar al enter tras acabar
de marcar el pictograma le daba una ventana de ayuda.
Estrelló la Svástica lineal por el ecuador imaginario de los símbolos de la
tercera y quinta frase. La separación de territorios dejaba boquiabierta la
lingüística. A dos partes del trazo, arriba y abajo conjugaban textos. En la
parte alta seguía siendo ininteligible el contexto, pero abajo Gaudi leía en
indoeuropeo la tercera frase de izquierda a derecha-. "La voluntad de la
unión progresará nuestra concordia" -y en la quinta separada por mano
de María-. "Dos mundos, dos espíritus diferentes, juntos somos uno.
¡Esta es mi llave! ¡Estas mis palabras! Que la Z lo enZelle para siempre".
No quedaba más que hacer una X transformativa a una Zelle para encajar
las contraseñas.
Se arrió un muro cristalino con dos circunferencias de luz separadas por
un radio de dos metros. La que tenían delante iluminaba extendida a la
pérdida de la vista humana, y si hubiera mediación comprobarían como
viajaba a casi una centena de años luz, a la plasmada por los astrónomos
¡Estrella Mizar! ¡Estrella Zeta!
María estaba preparada para partir, era notable demostrar que lo sentía.
Gaudi tampoco podía negarlo. Se movieron adelante pero pararon en
seco, no sabían el paso correcto, un último pedrusco aguardaba por pulir.
Alterado en estado alejado de este mundo latía croando la vibración que
producía la luz tan de cerca al notar la Svástica. Estaban así a una sandez
de conseguirlo, para ojos que no puedan llegar a donde estén ellos ahora,
deberían pensar que están a un palmo de transportarse.
María, poco conformada de aguantar la salida nula, derrite la Svástica
mentalmente. Cuajándola líquida, quedando las arterias del plasma
interior flameada sin desangrarse a la herida abierta del órgano necesario,
en mano la vierte a una palma permeable. Se esponja el raenio por debajo
de la piel entre la dermis y la epidermis, reptil transborda gimiendo visible
por las crestas papilares y los surcos intercapilares, dando diversiformes

219
desviaciones, empalmes, convergencias, interrupciones, fragmentos
surcaban "in crescendo" al estirar y contraer su impresión dactilar.
Al contacto con la zancadilla de entrada, posa los poros de las huellas
digitales en una capa invisible de aire, dejando un vaho inalterable de la
impresión del dactilograma, y se moldea una vuelta de mejora al seguro
dispositivo ingreso de admisión.
-Faltan más conexiones -aseguraba Gaudi-. Una más -se remangó y
ofreció el brazo al poste de la barricada. María aceptó la petición del
chanchullo que se traía entre manos y le suministró raenio. El montaje de
las gotas batía en crecido infiltración de goteras con forma y dimensiones
variadas, peinaba crestas y cortaba surcos.
Gaudi decantó por retratar su rúbrica al compás debajo de la de María.
Por la otra cara se dibujaba nada más que una fijación de lo que tenía que
ser una inexorable palmada de éxito, pero ayudado por el calco, el triunfo
al menos divulgaba chivatazos. El hombre trajinaba sudor en mano, hasta
activar la aclamación prosperando al prólogo-. No es suficiente- se
enfadaba de pecar sin exceso por defecto.
¡Y clack! María pintó un tripartito apropiado al oportunismo. Agitando la
membrana de la Svástica, dio noción al brazo partido de la derecha de la
bestia matada por José (atraida insinuante al tirón partiendo cualquier
denegación), volcando raenio a las yemas de la falange de los dedos.
Tolerando medias mangas de santo y seña, el portón valla el corro
menguante de los menhir formando un disco, sacudiendo centelleos en
órbita. Un reflejo de olas ondeando transversales mostraba Stonehenge sin
ningún menhir, ni dintel, nada, ninguna piedra se visualizaba a cámara
rápida.
A la hora del acceso, ya rebrotada taquilla censurada se pierden Gaudi y
María la exclusividad por las malas artes. Se han iniciado en la A para
llegar a la Z, y no queda más que desistir al desahogo al ver como llegan
desde el cielo a por ellos un pelotón de arcángeles engarzados en blancos
unicornios. Hay dos que se diferencian, uno negro montado por
Ratzinger y otro rojo llevado despiadado por Dios, que hostiliza en una
guerra no declarada al centro de la curva cerrada donde se aseguraban a la
defensiva María y Gaudi. Vapuleado por singular, se desmorona el
resguardo que les respaldaba.
¿Qué hacer sin saberse la respuesta? ¿Adelante? Puede ser mortal.
¿Marchar Atrás? Atrás, mejor no regresar ¡jamás! Arriba Dios, Ratzinger,
y monstruosos arcángeles demostrativos de arruinar vidas dejan los
220
sueños asesinados por un puñal en las entregadas ganas de no volver a
despertar. Alejándose de la realidad abandonan cualquier hizo o dijo, que
torne en una maldad miento.
María toca el redondel de la lumbre templada de luz dispuesta
aventurarse, y se capea olvidando la parte de tierra de la que partió para
juntarse en un nuevo mundo. ¡La estrella Mizar! ¡La estrella Z! Gaudi se
aunó a este lado del portón, habían ganado unos segundos, ¿pero para
qué? En un amén la erupción de Dios será repentina.
María aun no compuesta del todo dejó algo suyo en la tierra. Retrasó la
mano para recoger el plasma de Jesús y llevaba algo en la sangre, el raenio
que había configurado la Svástica. Cortando el paso entre mundos se
zanjaba en dos, junto al cuerpo del arcángel que intentaba pasar,
quedando en tierra casi todo menos la extremidad a donde quería llegar y
no consiguió al extremo límite.
Con el portón desvanecido Dios arroja un cableado elixir de
temperamuerte derrumbando uno de los menhir a ceniza.
A este lado de la estrella Z, para los recién llegados parece que todo es
igual, un círculo de menhir rodean el centro de la piedra angular de
entrada. Están contadas tan precisas que al salir del medio no calibran
que se encuentran en la cima verde de un despeñadero feroz.
-¿No estamos en la tierra? -se preguntaba Gaudi.
-¡Creo que no! Decía envolvida María al mirar.
La masa de la gravedad era réplica a la de la tierra, el aire era limpio y se
podía respirar, aunque era extraño porque pesaba. A cada bocanada de
respiro entraba gotas sólidas minúsculas que hacían cosquillas por la
nariz.
Gaudi aplaudió y al mirar la mano tenía aire orgánico de mínimas
burbujas que se desvanecían solas, a su vez María cazaba por su puño
este impropio aire de naturaleza desconocida. El producto era igual, aire
comprimido que se perdía como si fuera arena en caída, con la diferencia
que desaparecía. Polvo de estrella, era la peculiar forma de entender la
química.
La luz llegaba en ondas magnéticas, y no era uniforme. Pegaba claridad
en algunos sitios y entre pasos oscuridad, repetida y desconcertadamente.
No tenía mediación práctica, por poco o por mucho pasaban de la noche
al día. No era sólo esto, sino que en la perpendicular la luz tocaba varios
puntos de un cuerpo donde en otros no era posible llegar.

221
-Parece que estamos detrás de una persiana -comentaba María sin sentido
a este fenómeno.
-Creo que la explicación puede ser más sencilla de lo que vemos. El aire -
agarró un poco para soltarlo- es irrealmente compuesto y ligero. Tal vez
por alguna razón que desconozcamos se pegue a una capa alta o baja de
lo que podíamos asemejar con la atmósfera terrestre. Esos pozos de
nubes -señalando al espacio exterior- diría que es un conjunto sólido de
este aire, pegado o en movimiento por lo que parece. Aunque discúlpame
María todo esto que te cuento son teorías de un charlatán sin ningún
carácter científico que lo avale.
María le entregó un gesto de que estaba con él en esa particularidad hasta
que se demostrase lo contrario- ¿Y ahora aquí qué hay que hacer? -
confundida no acertaba en el procedimiento.
-El libro de Ptolomeo no da instrucciones a partir del portón, deberemos
estimular nuestra intuición y hallar lo que se guardaba con tanta
fascinación, lo digo pero... ¿Adónde iremos ahora? Esto es un desierto
sin brújula para nosotros -entrañaba Gaudi preparando la incertidumbre
arraigada.
María no estaba de acuerdo, y destacó apuntando un sitio. Gaudi se
arrimó a donde estaba ella y presenció la cúspide de lo que parecía una
pirámide. Al estar la colina por delante tapaba la certeza.
Fueron allí, no podían tardar en descubrir si era la dirección correcta a
tomar.
Era difícil moverse por las corridas velas del planeta. Molesto en los ojos
daba de mínimo para ir cuidándose en un ascenso por el sendero de
sobrasada petrificada que llevaban. La temperatura al igual que la luz era
contradictoria, un frío próximo a los diez grados peleaba de calor con los
cerca de cuarenta que apuntaba donde daba de lleno la luz.
-Los que vivan de vivir alguien aquí, deben ser inmunes al resfriado -
decía Gaudi. Y es que la exposición ambiental era radical, bastante
inhóspita para una vida terrestre pero no descartada para otras formas
distintas.
La duda era participativa para ambos, y Gaudi lo aplicaba en voz- ¿Habrá
vida en este planeta? -sin tener en cuenta la respuesta María narró los
pasos atrás-. Hasta ahora no hemos vistoooooo ¡Ahhhhh!
-Gritó del susto que se había llevado. De cara, un nativo a grandes rasgos
similares a los terráqueos se paseaba de frente. Quiso remediar para que
no se transmitiera el contagio del sobresalto nervioso, tocando el hombro
222
del hombre que estaba sobre ella pero le traspasó doblemente. Primero
no pudo palpar cuerpo al atravesarlo y consecutivo el lugareño la pasaba
a través sin tacto. Un espíritu que no se detuvo, y del que María
consciente recapituló despierto al fijarse en la mirada que la echó.
María y Gaudi quedaron al lapso circunstancial del que se iba aquel
hombre por el sendero. translucido más que diáfano. No se dejaba ver a
través de él nada, pero su masa era abusada sin moléculas de cohesión.
-¡¿Era un fantasma?! -de los nervios María dudaba cuanto decía ser
posible.
-En este mundo tal vez tengan distinta composición que la humana. Lo
que ya tiene menos lógica es que no se extrañara a vernos. Al menos
podemos consolarnos de que si no se puede tocar, también no pueda
invertir el atributo que lleva, o no, a saber -echaba quinielas a lo tonto sin
saber qué era lo acertado.
...A las puertas del portón, rodeada de maldad de la buena, se instiga al
mundo perdido. De la mano de Dios recupera raenio que llevaba en
plaquetas acoplada la sangre de Jesús, en su descomposición plantada en
la hierba.
El jefe del clan sujeta al brazo a uno de los no hombres de su séquito,
con la condescendencia del capataz Ratzinger. Al forajido elegido le
injertan absorbiéndolo, gota a gota que le sube desde el suelo raenio.
Como pasó hace rato con María y José, a este endemoniado angelito tiene
ahora la misma naturaleza flotante por debajo de la piel.
Dios canalizaba de antemano, por la presencia ocular que necesitaba más
de una palma digital. Tan rápido como pensamiento hace fraccionar la
base de la mano del arcángel en tres finas lonchas, que se colocaron en
Zeta en la compuerta para el paso.
El portón generó la bienvenida a la clave circulando el espejo de mareas
onduladas.
-Lávate las manos para que no se te infecte!
-¡Si no es nada! -se recapacitaba Gaudi de la recomendación de María. El
hombre se había hecho un corte insignificante al resbalar en terreno
mantecoso, e intentar sujetarse al caer para no perder la tierra se la clavó.
Se acercó al arroyo para limpiarse, y menos asombro que de primeras,
aunque sí espectador fotográfico comprobar que el agua no era líquida.
Se explicaba en una pureza pareja al aire, al sostenerla en el hueco de su
mano en gotas sólidas.
223
-Como le hubiera gustado a Flor ver esto -resentía en el ánimo al
pensarlo.
María daba sin decir lo mismo al pensarla.
-¿Qué estará pasando en La Tierra, y dónde estará José? -no eran
preguntas para María, se esperaba la respuesta a la vuelta.
José está entretenido por varias legiones de arcángeles que intentaban
atajarle. Luchando por supervivencia el instinto implantado a los
destructores celestiales han llegado a la llamada de la manada, para
desesperar al peligro que le ataca.
El hombre rodeado por la mayoría a la que se enfrenta deja de ver
aeropista. Los continuos giros y cambios de frecuencia direccionan la
improvisación que acaba planeando.
Al calor de quintales de fuego que le persiguen, se retira con la montura
en la profundidad vertical al lago Titicaca, que le deglute sin oponer
reticencia. Sumergido al anexo de bolas caloríficas de grasa combustible
caídas a por él, se desvanecen en las mediaciones de la vista de los
gángster empleados de Dios, que a pocos metros grapados al aire esperan
encontrar el cuerpo, o en mayor medida el alma de José.
Las criaturas no dan para más, aunque no comprendan de lo que se trata
si se sobreentienden que se han puesto muy pesados a la comba, y ahora
en la cuerda de la longitud del contorno del perímetro, esperan
circulando al corro de la patata.
Se equivocaron en los parciales, a los tiempos, no son tan bravas como se
venden. Se quedaron frías, ensopadas desprevenidas por la tromba de
agua. José al enlagonarse había retenido la onda de rebote, la sujetó
llevándola al epicentro de los cuerpos esféricos incendiados que le
seguían, las apareó y por petardo rompió aguas en una ducha fría
creciente que pilló pálidos, a los pardillos enrojecidos enredadores.
José que se nutría de la subida de capacidad del agua, llevaba el empuje
del unicornio traspasando lo que ninguno pudo evitar, que se les colara
de caño entre los sensores rabos que eminenciaban al acabe del lomo
enchufado, por la presión del caudal.
Los ángeles no se iban a quedar fríos, insatisfechos de nadar y guardar la
ropa. Un fósforo de emergencia los había encendido preparándoles para
la borrasca, y la que fue máscara en presencia exterior, se quemaba por
entera finura enseñando el demonio que llevaban camuflados en
pamplinas de santo.

224
Mas peligrosos que nunca formaron decididos por todos, acabar con el
prohumano antes que ahora, mejor que ya, decir ¡muerto ya!
A los batallones diocesanos con instrucciones clara de hundirle, los
tripulada galgo José en la dirección de la tormenta, que en programa en
abierto descargaban las nubes lluvia. José calado hasta los huesos valía de
carnada de cebo para abarcar la red que ningún tiburón de las alturas
ondaba receptor. El reclamo estaba abordado, y José comprendió
tendiendo los brazos en alto en uno sólo, para instalarlo como antena
móvil para hacerles llegar el mensaje desde el cielo.
Lo que estaba por llegar no se hizo esperar, un trueno lo avisaba. Caído
como un rayo, tanto que era fiel vivo, se incurrió en José, que con la
templanza convencida daba auge al intento que seguía a la sequía ocular
de sus adversarios.
Extendió el brazo izquierdo con forma L, de novato del cielo, y con el
derecho en disimulos dedos que estaban pegados, al aire conducía atrás.
Tensionándo los estiraba sin perder la unión comunicativa entre diestra y
zurda. Soltó tirantez, y adelante una chispa al soplo del viento encendía
de la insustancia una flecha incendiada de electricidad, que descargaba
fundiendo los plomos al tocar a la panda de los engañosos seres,
fulminándolos instantáneamente.
Los restantes arcángeles de la muerte inflexibles anodinos no miraban la
escapatoria, y no se les volvió a presentar. José sprintaba enflechando en
ristras a los apurados infelices. Satinados santificados de luz, sería la más
próxima de sus satanificada vida que apagaban al bufido por mal
pagadores de sus pecados.
Visto y no visto se publicó al cielo tantas luces que celebraban fiestas
patronales de santa jodida del tenebroso. Se clausuró el torneo de
rivalidad, no quedaba más por hacer, y ahora le esperaba en la siguiente
fase un contrincante más duro de roer que las aladas ratas que fulmigó.
El unicornio ligado a José aguantaba en carrera. La cabeza del héroe
mundial flaqueaba de instintivos desconfíos. Recorría el planeta otra vez
en busca de María. El egoísmo apartado de estar a su lado para el bien
global le provocaba una angustia negativa. El equilibrio le atiborraba
elocuente si el mundo era más importante que ella, que era su único
mundo.
Desechaba pensar, pero no lo podía escaquear, estaba ahí. Acechaba
mirar al aproximarse a Stonehenge, no la podía ver, no estaba allí. No se
encontraba ni ella ni Gaudi, en su lugar un centurión luminiscente partía
225
al infinito, que ya se sabía por otros que era la estrella Mizar. Hasta no
estar cerca no lo pudo apreciar, y es que a media distancia simulaba su
aparición siendo indetectable en nula opacidad.
Al círculo ondulado le habían hecho un pase triunfal entre las piedras a
Dios. Algunas estaban volcadas, apartadas a un lado, prudente podría
imaginar lo ocurrido. E inseguro inquieto, conteniendo desgarre fue
directo a la corredera luz entrando a matar sin bajarse de la montura,
saliendo a escaramuza en la estrella Zeta.
El forcejeo con la fibra centrífuga le despedía sin control. Le costó
esquivar un dolmen al que del hormiguero le picó en la pierna, pero no le
pudo parar. El oxígeno le llegaba con inexactitud de eficiencia, pero no le
detuvo, la negra sombra y la clara luz le intentaban engullir cada parte
correspondiente en su adicción, pero no le separó. María no estaba allí
esperándole, y no pararía hasta hallarla.
La cúspide que adornaba la colina, cercana descubría una construcción de
naturaleza artificial. Eran monumentos hechos por seres cerebrales, y lo
que iba de relleno era la importancia de tenerlos a un centenar de metros
de los ojos a María y Gaudi. ¡Estaban retenidos, capturados!. Era claro
que Dios estaba detrás de la operación, y esta vez no estaba sólo. Le
acompañaba el enigmático Ratzinger y bastantes arcángeles bestiales que
andaban en las cercanías, con un aspecto mucho más portentoso que los
que había combatido. La raza de estos ángeles podían llegar superior, por
ser ascendidos a querubines fácilmente. No era predilecto ni mencionarlo
el qué fueran lo que deberían ser, cuando José los moliera a polvo.
Estacionado entre matorrales, le sonaba a su espalda la rotura de una
rama en el suelo. Cuenta los libros satánicos que al volverse un Judas
vendiendo a Dios estaba allí.
Su aspecto era humano, pero ya no le quedaban por hoy acciones de
creer bien, y se preparó para cogerle antes de que abriera la boca.
El hombre que se hallaba en la historia por omisión no indicaba por
donde iba a salir, si correr, gritar, o atacar. Permanecía quieto, y nada más
sentirlo a la tercera presencia que se unía en la viñeta, paralizado. Un
arcángel que eran tres cuerpos al de ellos los había localizado en la espesa
vegetación.
Por ser tercer consistente no considerado agrado, quiso darle José un
leñazo con el tronco que ladeaba entre ellos, y en la pretensión se quedó,
no pudo levantarlo. Se empeñó tanto en removerlo de cabeza porque no
se levantaba, que recibió por descuido un golpe del último aparecido en
226
la contienda, que había estimado tirársele encima. Cuerpo a cuerpo
peleaban. El contundente físico de su competidor era una lucha dura
contra él. A la fuerza.mental también sacaba contrariedades, y es que no
podía ejercerla para detener la gigantesca musaraña que le superaba por
creces múltiples de masa muscular.
Se intentaba como se podía separar uno de los brazos de la bestia que le
ahogaba, y parecía escollo costoso. No se rendía ni a la de tres, y le pegó
un codazo en la cara primero y tras ello un zurdazo de lleno en el
estómago (o lo que tuviera donde diera), que el gusarapo de tripas fuera
apartaba la monstruosidad atorado.
Separado de él, tan mala pata tuvo que se cayó en la cuenta maestra para
el arcángel, que copiando la idea iniciada por José tomó a lo bruto roído
de raíces el tronco, y colocándoselo a lo largo lo paraba para ajusticiar a
José de un tenedorazo.
Picante, aun quieto con pocos recursos el ángel gemía y no de placer, a
no ser que fuera hermafrodita necrófilico. Se arrodilló sin ser la hora del
rezo. Se tumbaba, cansado de la vida que le mataba. Detrás, con una
estaca fina de gruesa partida estaba el espontáneo que le había ayudado.
El profundo alarido de la bestia inhumana llamó sospechosamente el celo
de los demás seres de la camada, que estaban a lo que caía. También
había llegado la grave aguda desgañitada a odios de Dios y Ratzinger,
pero ellos tenían otras preferencias. Dios ordenó a los subalternos que
inspeccionaran qué ocurría. No se separó de la celda de castigo, y
continua prospecionaba la construcción que estaban creando varios
reencargados apóstoles. Con tablas de troncos levantaban una estructura
que al estar iniciada no tenía esqueleto. Serraban con sus uñas los
maderos para encajarlos a la arquitectura que les demandaban. Resbalaba
líquido lechoso al extraer el tronco de algunos árboles, y de cara
evidenciaba erupción. No debieron tomar corticoides para aminorar los
efectos del látex.
Varios esculpidos deformes cupidos fueron a donde oyeron el grito del
rezario. José quería liberar a su amor, a su amigo, acabar con Dios y quien
se interpusiera en su deber sagrado, pero el embarazo a frenar era
múltiple. No tenía la Svástica para delitonarle, y juicioso de lo que había
sufrido con sólo uno de los mostrencos dudaba que hacer. El nativo no
esperaba a que recapacitara decidido y tampoco a la llegada de los
grandes peligros. Le indicó a José que le siguiera, el gesto era significativo
de lo que le indicaba, atrapadamente descrito. José no pudo más que

227
seguir al hombre por si pudiese obtener ayuda de él para recuperar a los
suyos.
Bosqueó por los páramos, que atrás apisonaban para expurgar el terreno
de malas hierbas. El hombre misterioso le llevaba al paso que debía
seguirle. Se introdujeron por el reducto cóncavo de un árbol frondoso,
dispuesto de conejera.
José odiaba muchas cosas, y la fobia de entrar en un sitio oscuro y
estrecho no le estornudaba tanto repelús que el desconocer el dónde,
aunque la lógica le indicara que el interior de la corteza estaría hueco de
serrín, para poder ocultarse al pensar de las cabezas de los demonios
descerebrados.
Estaba más lejos de la realidad el escondrijo. Gatearon más de cuarenta
metros en un reducido túnel que parecía haber sido excavado, limpiado y
asegurado.
José había perdido al hombre al que secundaba en la salvación, y es que el
pozo lateral había cesado. La estrecha mina había pasado a una
imponente y reducida ciudad subterránea, a la que la montaña se
convertía en sus extramuros. En un elevador doméstico les llevaba abajo.
La metrópolis quedaba a la apariencia de estar anclada en el pasado. De
tendencia antaña, el aspecto definía a una cultura extinguida ya en la
tierra. José prestaba la sabienda de pensar que la civilización de este
planeta estaba a años luz de la tierra.
Al detenerse a la base se bajaron del montículo-. ¡Vo vange! -eran las
primeras palabras pronunciadas de aquel hombre. José lo tradució por el
movimiento de la mano que decía- "ven, vamos, sígueme". José no tenía
otro propósito que este y caminaron por las calles llegando a una zona
urbana.
Los habitantes subterráneos eran de piel rosada pálida, aceptable por vivir
en cueva sin exposición prolongada al sol. La época anidaba
retrospectividad, la ropa que vestían enrolaban relatos de griegos,
romanos, macedonios o sucedáneos. No era igual a ninguno de los
componentes detallados, pero servían referenciales a José al paso amplio
de la palabra. Lo que les desconcertaba era que los lugareños no se fijaran
más en él, al ser extranjero de patria. ¿Estarían acostumbrado a la
presencia humana, habría terrestres allí, o ellos lo eran para no
preguntarse más afinidades?

228
Una mujer que se le abalanzó sin darle recado para apartarse, le atravesó
cuerpo inocua. El recibimiento por José fue inventado, no tenía
apropiado como reaccionar.
Tenía que comprobarlo. Tocó al hombre que le guiaba y era de carne y
huesos, o si no era así si que era sólido. Con el repaso morfológico de
José le miró sin pararse y volvió a mencionar-. ¡Vo vange!
La experiencia que atravesaba él no sabía dónde iba a parar. Tan sólo
pensaba en regresar a por María y Gaudi. Al cruzarse con otros
ciudadanos de la ciudad encantada, premiaba comprobar de uno en uno
como eran cuerpos trasparentes. No todos, y se diría que se sorprendía
mas cuando uno era habitado de carne, que los espectros sin organismo.
Lo que era otra incomplexión fue como las personas, si hubiera que
denominarlas de alguna manera, al pasarse una atravesando otra
quedaban trabados en goma de mascar. Esto duraba un mínimo hecho y
era peculiar, difícilmente explicable.
No se pasaron por más detalles, para entrar en un edificio con amplias
columnas embebidas. Encontrarlos por otras edificaciones que habían
repasado era sencillo, pero las que estructuraban el habitado palacete
calibraba tener una categoría que no se podía pensar en rápido.
El hombre que le socorrió le arrastró con voluntad a la cámara oval
central. Era amplia, un órgano rector amplio de la sociedad. Casi una
centena de personas se hallaban ocupando los asientos en gradas
semicirculares.
En mayúscula subió el tono de los que debatían en la unísona
generalización al verlos llegar. Dos hombres que ocupaban de pie la
exposición enfrente respecto a los asientos, cambiaron con preocupación
la charla de audiencia reservándola para el que había traído hasta esta sala
a José.
El eco que rebotaba hervía sin tiempo a coacción. Tenía el fuego en la
lumbre a las amistades familiares, y extendía que había desaprovechado
los minutos.
Ocho segundos antes de decidir largarse su rescatador se intentaba
comunicar con él-. ¡Lai maune! -se afanaba en dedicar esfuerzo
interpretario.
El idioma del nativo era tan distinto a cualquiera de los comúnmente
conocidos que quedó sin entender que quería expresarle en su decir.

229
-¡Raihy Vualk! -afinó cambiando de palabras, y el expósito se convirtió en
un párrafo entero que le dirigía a los otros dos individuos que
permanecían al lado.
-¿Raihny vuelka? -sondeó José.
-¡Raihy Vualk! -repetía el hombre misterioso. ¿Vas yunge?
-¿Vos yange? Brien
-¡Brien!
En un entendimiento inatendido por José, acababa pareciendo un
intercambio de palabras.
¿Puedes entenderme? -le preguntaba directo a José, que le llegaban
expresas. En la cabeza secundaba un recuerdo que nunca pensó que lo
tuviera.
-¡Vas runge mild! ¿Me entiendes mi niño? ¡Claro que sí! ¡No llores más mi
niño! ¡Mamá siempre estará aquí contigo!
La que hablaba no era la madre auténtica que la había adoptado, la voz
del pasado pertenecía a la madre que le había parido. Era la primera vez
que se acordaba de ella, nunca la recordó, si es que fue hasta siglos
después de nacer saber que existía, y ahora la encontraba repentinamente
dentro de él.
-¡Sí! Al principio no pude entender vuestro lenguaje -respondía José al
anfitrión de la velada ceremonia.
-Antes utilicé nuestro idioma autóctono. Con el que estoy hablando es el
lenguaje transmitido por los originarios. ¿Tú eres uno de ellos? -le
preguntó.
José poco asemejaba con quien le estaba comparando- No sé quienes
son, yo vengo de la Tierra.
-¿La Tierra? ¿La estrella azul con un astro gigante de luz y uno pequeño
blanco muerto que se diferencia en la oscuridad viéndose entero , y otras
veces sólo partes?
-¡Sí! El astro de luz es el sol, y la pequeña la luna, que oculta parte de ella
por la rotación, por el movimiento alrededor del sol.
El hombre con el que conversaba elevó la voz para dirigirse a los demás
asistentes. Lo anunció en su idioma paterno, pues José no lo entendió. La
resonancia embalaba el recinto, lo que les hubiera dicho les levantó de
sus asientos.

230
-¡Nosotros somos de la tierra! -manifestó a José el parlamentario con la
inmensa complejidad que generaba-. ¡Háblanos! Todos conocemos el
lenguaje originario -le solicitaba.
José apalabraba en acuerdo con delicada constancia, repeticiones,
rectificados y expresiones enrevesadas que se quedaban en una zanja sin
dar pujanza por consensuales.
Resumió en alto como había llegado, con qué intención, y varios
conceptos generales sobre Dios, los arcángeles, la profecía, y el rescate
ineludible que procedería.
Entre los tres hombres que ocupaban la parte baja de la cámara al lado de
José, llevaban la voz cantante del coro. A la inversa detallaron a José
hechos insoñables para él, que era la previa para conocerse mejor.
Contaron que su pueblo era antiquísimo, de una civilización de la tierra.
Sus especificaciones confirmaba que se trataba del querido planeta azul.
-Nuestro pueblo se llama atgants -dijeron.
-¿Atgants? -nunca había escuchado este nombre José, y no lo relacionaba.
Quedaba muy lejos en sus tiempos.
-Al idioma originario quiere decir Atlántida -le dijeron tan natural que no
ocupó nada.
-¿Atlántida? -Se daba José inquietud de repetirse al conocer tal
conocimiento-. ¡Estamos en la Atlántida! -se sumergía del zambullido
mediático que traía la noticia.
La Atlántida, el continente perdido, buscado en épocas por los "diálogos"
que escribió el filósofo griego Plantón donde escarbaba en qué moró a
este mágico pueblo un cataclismo que les hundió bajo el mar. Un enigma
apoderado por los humanos en busca del dorado, que nunca prestó
atención. ¿Descenderían los griegos de los Atlantes?, ¿quizás Plantón
tuviera alguna conexión especial con ellos? Deprisa atendía que el
filósofo enunció que se había sumergido esta civilización, y era erróneo.
No le quedaba más sentido para hallarlo, y seguía esperando que hacer
respecto a la ayuda esperada a María y Gaudi. La razón que retenía su
marcha era comprender que con el conocimiento sería la única utilidad
para ilegitimar a Dios y derrocarle.
Los hasta ahora nativos, y desde siempre Atlantes seguían detallando
ajustándose carismáticos. La interesante conversación que se mantenía
actualizaba a José precedentes de historia naciente creciente.

231
La Atlántida era un pueblo rudimentario, vivían cordiales con el fruto de
la agricultura, la pesca y el ganado en una isla. Intentando acercar más por
donde podría estar situada en la tierra, pero los datos que aportaron no
eran firmes para reconocerlos.
Fueron visitados por una raza superior de otra estrella, con un progreso
avanzado en sabiduría, armamento, y poder tanto mental como en
materiales propiciados para consideradas ayudas. Los visitantes les
entregaron parte de ese conocimiento para el progreso Atlante, y quedó
uno de ellos para conocer la forma de vida en la Tierra y administrar bien
esa fuerza concedida.
El pueblo renovó grandioso. Sin perder el equilibrio cordial y humilde
que siempre les caracterizó la vida mejoró en las ramas de la sociedad.
Instrumentos nacidos para facilitar un mejor y más rápido trabajo con
menor esfuerzo, nuevas virtudes de conocer la escritura a través de
números y símbolos, prevenir y curar enfermedades, poder trasladarse
mas rápido. Se construyó barcos capaces de llegar a otros reinos donde
jamás habían estado.
El administrador que cuidaba de ellos exploró nuevas culturas fuera de la
Atlántida. Viajó a distintos lugares y al agasajo le recibían creyéndole un
Dios.
Fue en este momento cuando la vida pacífica de los Atlantes cambió. El
administrador haciéndose pasar por el creador de toda existencia creaba
una religión para su adoración. En la Atlántida cambió el status (José
traducía al toque personal), quería que le idolatraran. Ellos conocían su
procedencia, eran humildes pero orgullosos, y preferían no tener
privilegios que estar a la dicha de la voluntad de rebajarse a la supremacía
absolutista.
Tuvieron ataques consecutivos durante grandes épocas por la conquista
de la Atlántida por reinos exteriores. No reconocieron que eran enviados
por el propio administrador para arrasarles, y quedar inmune de cargos
ante los suyos si eran exterminados de una forma natural. Resistieron
todos los intentos de entrar a la isla, el poder que les habían entregado en
tutela los visitantes era inmenso, y los ejércitos que le atacaban tenían
algún tipo de potencia no natural, pero escasa para superarles.
Fueron reconvertidos en guerreros de una paz duradera (parecía
adornaba teatral ciertos comentarios).
Se acabó en un instante su historia, un tornado les arrasó y se los llevó
por un interminable viento impetuoso giratorio junto a la isla a este
232
mundo, tan distinto al que tenían. Tuvieron que adaptarse refugiándose
debajo de la superficie, lo que fue la Atlántida terrestre estaba fuera. No
había mares, el agua de los ríos manaba y volvía acabarse en el mismo
suelo.
Cuanto decían a José, les fraternizaba de haber sufrido al igual que él
represalias por el mismo verdugo. En la inmensidad de la punta del
iceberg, al bajar el agua rayaba que la masa de hielo flotante era diamante
de mantequilla cristalizada.
Cuando el tornado azotó, la mayoría de los Atlantes murieron al
desprenderse cuerpo y alma, les quedó la energía que llevaban propalados
por los originarios. La definición trababa que eran los espíritus que vivían
sin descanso (José ya tenía respuesta a los fantasmas que halló por la
ciudad). Los que estaban en la cámara llegaron con vida, con cuerpo y sin
alma a este mundo. Era tan anormal recibir la ilación de las tres
variaciones que se desviaba de la facultad de pensar concreto al correcto
de que un Atlante era Alma, Cuerpo y Energía. No comprendió mal y los
fantasmas tenían nada más que Energía, ¿y los del montón restante no
tenían Alma? (José dejó que precisaran).
Sólo menos de doscientos de los cientos de miles aguantaron el
recorrido. Los que veía en cuerpo no conservaban alma, y al morir
renacían tras largos periodos de invida. Era una regeneración voluntaria
del poder que retuvieron, siendo la única capacidad que tienen permitida
en esta estrella. Las demás que disfrutaban en la tierra estaban invalidadas
por la entramada configuración del sistema de este mundo, que
desimantaba las dotes originarias.
En la tierra se comunicaban con los originarios a través de puertas de
piedra, pero el administrador la hizo desaparecer. En la estrella Mizar les
ha sido eternamente imposible poder llamarles, y acabaron por callar.
Tampoco pudieron volver al mundo inicial. El portón no contenía
cerradura, estaba abierto, pero sin alma no se conseguía regresar.
Recapitulando lo vivido e invivido por los Atlantes había llegado al fin
del inicio. Dios llegó a la tierra como amigo y se convirtió en
conquistador, creando la religión para provecho determinado. José era
descendiente en mitad de aquellos a que llamaban originarios. Pudo hasta
sentir la memoria de su madre olvidada por la historia, y le hizo crecer
repasando el nacimiento.
José disponía de los naipes precisos, debía desenterrar los comodines.

233
-Dios debe haber venido a destruir el surtidor de energía que puede
hacerle parar según la profecía. ¿Sabéis dónde se encuentra ese poder?
-¡No hay ninguna aquí! Sólo la que trajimos, y carecemos de que nuestra
energía cósmica pueda ser utilizable. ¡Es ineficaz! La profecía debe estar
equivocada.
-¡No puede ser! -negaba José que fuera así. -¿Para qué iba haber venido
entonces si no hay más energía que.. -compilaba inventario de los datos
del manuscrito y las extensas coincidencias que había tenido en los
encuentros de hallar las claves. Agrupó estos hechos, más cruces
aspiradoras de almas, más la construcción que estaban creado los
arcángeles ¡y se encontró engañado! ¡No existía enigma! ¡ERA UNA
TRAMPA!
-¡Estáis en peligro! ¡Dios está aquí por vosotros, para quitados vuestro
poder y usarlo en la tierra!
Los Atlantes se lo pensaron y no lo aprobaban, o no querían suponer que
se estuviera en lo cierto. José quería entrarles en razón -En la tierra es
capaz de robar la energía humana, el alma. Aquí hará lo mismo con
vuestra energía. No se contuvo los comentarios escépticos por los
pobladores Atlantes.
José atendía que como ellos, él tampoco había podido usar su tributo
natural desde que había llegado a la estrella Mizar. No se le quitaba de la
cabeza una pregunta- ¿Por lo tanto Dios tampoco tendrá poder aquí?
-¡Tampoco!
-¡Entonces he de irme! A quienes amo me necesitan, y la protección de la
tierra ya sólo está confiada en mi. Si Dios alcanza lo absoluto será el fin
de la raza humana.
-¡Te matarán si vas! Incluso sin poderes tiene una legión de guerreros
monstruosos.
-¡Prefiero morir por lo que quiero, que cruzarme de brazos resignado! -A
los Atlantes les molestó el ser indirectamente ejemplarizados
-¡Yo iré contigo, no tengo nada que perder! -había calado las palabras de
José en el primer Atlante que vio con vida-. Será interesante ver de nuevo
a nomadó, que es el nombre verdadero del que se cree un Dios. ¿Alguien
más vendrá? -Gritó a las tribunas.
El pabellón se decantaba al silencio para camuflarse, y las quejas de
excusar por razones de razonar.

234
-¡Vámonos Ya! ¡Siempre fuimos unos cobardes y no habéis
escarmentado! -era aplacador con los propios suyos aquel hombre que
encontró en José un motivo por el que luchar, por el que vivir, o tal vez
por el que morir. Cualquier combinación era mejor que la intacta
resignación, integra de conformismo.
Dejaron a los demás perdiéndose como habían estado milenariamente, en
palabras.

235
Capítulo XI José vs Ratzinger

-¡Vamos por aquí! -El Atlante que se llamaba Iniger según se había
presentado en un minuto previo, le llevó a un salón armamentístico. Las
armas eran reliquias, y poco intensas para una ofensiva complaciente,
pero mejor que al desnudo poder disponerlas.
José aceptó coger un par de hachas y un sable de hoja curva, que se iba
ensanchando desde la empuñadura. El Atlante eligió una vara de medio
metro, de hierro hueca con corte recto afilado.
Equipados, salieron disimulada con matorrales a la superficie por una
cueva, esta vez si del tamaño para no tener que raptar. No le habían
contado, no hubo tiempo para más lecciones, si en esa estrella habitaban
otras especies, o únicamente se ocultaban del exterior por el variante
clima.
Con gran rapidez recorrían el tránsito que les distanciaba, hasta que
llegaron al campamento de Dios. Presenciaron temerosos que la sospecha
de José formaba cuerpo. Habían construido una cruz de madera, con más
o menos siete metros de altura. Estaba acabada y los arcángeles que
remataban la realización del trabajo iban bajando.
Ratzinger echaba la vista a la construida cruz apreciando estar bien
apuntalada, y golpeaba con el pie en la parte baja para sostenerlo. Dios
estaba caminando desde allí a la poca separación a donde tenían
atrapados en lianas a Gaudi y María, cercados por dos arcángeles que
cuidaban no pudieran tener voluntad propia de decisiones.
José ponía voz a las palabras sin sonido que llegaban de labios de Dios,
de lo que estaba diciendo a los prisioneros.
-Escrita está y escrita y vivida se volvió. El sexto ángel derramó su copa sobre el gran
río Eufrates; y sus aguas se secaron para que fuera preparado el camino para los reyes
del oriente. Y vi salir de la boca del dragón, de la boca de la bestia y de la boca del
falso profeta, a tres espíritus inmundos semejantes a ranas; pues son espíritus de
demonios que hacen señales, los cuales van a los reyes de todo el mundo, a reunirlos
para la batalla del gran día del Dios Todopoderoso. ... Y los reunieron en el lugar que
en hebreo se llama Armagedón. Nadie saldrá de Argamedon hasta que se este
consumada la palabra de Dios.
-¿Acertáis en descifrar el acertijo? Ah mi María, que difícil es mantenerse
fiel. Lo que se cree cambia de la noche a la mañana, ¿a qué sí? -Ella
intentaba desligarse de las ataduras y le resultaba imposible. Cerrada su

236
boca al igual que Gaudi no podía expresarse, y la única manera era el
rencor que se mordían los ojos.
-¿Y tú Gaudi? Como el escrito te menciona, el falso profeta, que memo
con "tu profecía" ¿Ya te has dado cuenta que fui yo quien lo planeó? Os
conduje a las claves para que dierais con las que me faltaban, la tres y la
cinco no existen, las falseé. De hecho ninguna clave ha existido, era un
método práctico cambiar la escritura engañosa de la entrada al portón por
ecuaciones numéricas para darla como pasatiempo. Me ha costado
demasiado milenios la espera que acaba hoy. No os sintáis mal de que era
algo personal, como esta profecía hay miles confabuladas a lo largo de la
eternidad para que alguien pudiera resolverla. ¿Ahora os estaréis
preguntando por qué el libro decía que el portón se abría para salvar al
mundo del Apocalipsis? Una mala transcripción gramatical aposta, bien
descrito diría que se abriría para engordar el poder de dirigir, mutado a
los tiempos actuales destruir al mundo.
Ratzinger humilde siervo se acercó a él, y le comunicó el precepto
cumplido- Mi señor, ya está preparada la plataforma.
-¡He de dejaros para siempre! -Dios se marchó con su mano derecha
hacia la cruz.
José había oído cuanto imaginaba, y tenía que actuar sin el remedio
garantizado para cubrir todo el mal que acechaba. Aparte de los dos
arcángeles que custodiaban a José y María, en la cruz había otros cuatros
y con lo dispersados elevaba la cuenta a más de treinta.
-¿Está seguro de querer hacerlo? -volviéndose le preguntaba al Atlante la
confirmación de lo que iba emprender!.
-¡Estoy contigo!
-¡Entonces, hasta la muerte!- Salieron con la mecha encendida en las
venas con destino al grupeto de cinco arcángeles que guardaban los
unicornios para el recorrido a la tierra. El nuevo amigo de José lanzó por
la vara de hierro al aproximarse un dardo mortal que erradicó a un
diabólico del quinteto. José con la hoja de cortar en la boca, hizo volar las
hachas de sus manos para cuajar el ímpetu de dos ángeles póstumos.
Estaban tan cerca de los que quedaban en pie que llegaron a luchar tan de
cara que podían esputarles. José agarraba firme el sable al salto de llegarle
a su contrincante, que expectoró los ojos al hacerle la raya en medio de la
cara. El último velador de la montura acababa clavado por la vara de
hierro que el Atlante la utilizó como pincho.

237
Se habían hecho con las primeras unidades de infantería por sorpresa en
la unicorneriza, y subieron ambos vencedores a sendos cuadrúpedos, el
Ring tocaba el decisivo combate.
A la misma estancia, la cruz comenzaba a girar la noria de sustancias
redamadas en su conducto por los arcángeles cofrades determinados por
la autoridad de Dios. Vertían a una trituradora crucifijos que habían
traído desde la tierra, eran los que estaban atiborrados de almas robadas.
Al echarlo se despedazaba a un lado la madera inútil, y al canal mecánico
entraba el molido flujo del alma humana.
El humano-originario y el humano-atlante deflagraban al vuelo golpes de
sable y vara en el corrillo de anestesiados arcángeles insensibilizados por
expediente de maula.
Dios puso orden al regimiento de su clamor-. ¡Detenedle Amorfo de
fetos! -al menos él los reconocía.
Con la postura decidida del equilibrado paralelo que dominaba su Jefe
guerrearon a por los dos seres inferiores que le discutían su lustrosa raza
ariabótrica.
El orden mundial prevalecía en este a la lógica común, los primeros en
llegar fueron los primeros en caer. Circunvalando daban la signatura
precisa para autografiarles a sablazos y varazos. Cayendo siete arcángeles,
pero el reto daba coletazos al tirar primero al Atlante Iniger de su
montura y después matar de un trinchete el unicornio que llevaba José.
Quedaron en el suelo, y aunque a la cofradía le faltaba la bocanada para
exhalar bolas de fuego no lloraban, ahora no les llovía la nube
amargadora de Dios. Se copaban acotando en la división de los diecisiete
un cerco 0, a ellos I y I, para conformarles con abrazo de garras en un 8 y
dejarles facturados en el negativo balance de que no se pudrieran cuadrar
una nueva acción.
Dejando a las mascotas infernales para la carnaza, Ratzinger no se
separaba de Dios ayudándole en la ingesta propagación en el embotellado
crucifijo, que estaba en ese momento llegando a la vertical por un
principal segundo rebaje después de haber pasado y repasado el contorno
del armatoste por dos veces.
Al llegar a lo alto del poste vertical evaporó humo translúcido
cristianizado de la cruz, y se esfumaba al hervir al llegar a determinada
altura. De inmediato los efectos se notaban en la población de la estrella
Mizar. A los fantasmas sin cuerpos al contacto del aire rociado de la
incoherente combinación, les sacudía su energía, porteándola a la cruz
238
dejaba sin presencia a los espectros, no se continuaba nada en ellos. A los
Atlantes les desembolsaban al igual la energía que estancaban en el pozo
de sus cuerpos, y la entregaba para someterla de vuelta a la gran cruz de
madera.
El pueblo de la Atlántida estaba siendo saqueado como advirtió José, y
notaban disipados como se les iba algo que tenían en esencia sin poder
hacer uso de la fuerza. Quitando la potencia de la resistencia su fisiología
no producía ningún efecto.
José y su compañero de armas plegaban cortes a los arcángeles con
tenacidad, pero el grosor y el número aventajado de sus enemigos estaba
a punto de dejarles sin combustible.
Un arcángel fregando al aire su zarpa arrancó la vara a Iniger, y le agarró
enseñándolo a lo alto el trofeo al que se había hecho merecedor. ¡Sin
milagros el Atlante esta muerto! José no podía socorrerle al estar
prendido de alimañas salvajes que tabicaban su intento de llegar a por el
hombre exhibido.
El milagro en lenguaje Atlante llegó traducido en solidaridad, camaradería
de entrega filántropa.
Un grupo, que era prácticamente la totalidad del pueblo enfabulado en el
tiempo habían acudido al frente de batalla, tomando la decisión antes de
que le hubieran extorsionado la energía de los originarios. Cuando se
produjo tal ruindad estaban a la cabeza de vista de la guerra, intervenida
de vivacidad. Llegaron con aviso de entrada al campo, la corneta al viento
se ejercitaba de una lanzada a la caja torácica del arcángel petulante que
mantenía trabajando los bíceps el arresto del condenado, que poniéndole
en cuadro lo sentaba preparado para la foto. La cabeza salió cortada por
el filo de José, que llegó a tiempo para no perderse un momento light,
dejando a la camarilla infernal los ojos rojos ante el negativo revelado de
la escena.
El avasallo era contundente agradecido por José, y Iniger que ya se sentía
por todos que no se obtendría de él más expresiones se manifestaba
junto a su pueblo reivindicando morir con libertad.
Al ver como estaban en inferioridad numérica, Ratzinger le metía prisa a
Dios, que apuraba las últimas gotas de la energía cósmica Atlante más la
fuerza natural de almas humanas, que la cruz había en líquido exprimido,
y concentrado se apresuró de la urgencia al estar cohibido por la situación
de acogerse a un plan vitalicio.
-¡Coge a María, nos la llevaremos! ¡Será nuestro aval!
239
Ratzinger obedeció sin formular comentario, su figura era
descaradamente inapreciable que asustaba. Levantó a María y la alforjó
sobre un unicornio de los varios que andaban desperdigados (no estaban
las cosas para elegir), él se montó con ella para ahorrar energía de buscar
otra plaza libre. Dos Atlantes de la avanzadilla se acercaban veloces a
donde estaban para detener su escapatoria. Dios sacó del árbol la Svástica
que habían registrado y reservado al cacheo de María, y la arrojó
fracasando a su paso el de los dos subversivos. Reprendiendo a los
cuerpos de sanción les atravesaba dejándoles muertos, y la mala
educación que sometió a la Svástica se detenía en una tercera víctima
marginal, en Gaudi, al que habían dejado tirado de lado.
Dios apeó a un arcángel, empleado el unicornio dejándole al designio del
amado jefe, y se marchó tan rufián con su preferido guardián, y María
tendida a la desobediencia que intentaba hacerse rodar.
José corría pero no llegaba a tiempo de impedir que se fueran, y pagaba al
arcángel descalzado el enfado colectivo de su viaje al paraíso estrellar.
Secuestrado por el árbol vio a Gaudi herido. Se acercó y le deslió de la
boca el bozal que le impusieron. Gaudi se mareaba de ver la sangre del su
pecho, y José se aprovechó para quitarle sin que se diera cuenta la
Svástica. La perdida era basta, pero minimizada al freno de haber pasado
por dos capas de contención.
El combativo habitante de Mizar que había luchado a su lado llegaba
junto a él con otros paisanos. En la lucha central tenían acuartelados a los
arcángeles para disponer darles boleto de partida.
-He de parar a Dios antes de que llegue al portón! -afirmaba José
decidido. Echó una mirada a Gaudi, a lo que Iniger entendió como
deber-. No te preocupes, nosotros nos ocuparemos -por este lado más
cómodo, José se subió para salir en marcha.
-¡Mira, han ido por la lluvia de la ceguera! Debes cuidar de que no te
toquen o desaparecerías -le prevenía.
-¡Gracias! -no dijo más José. No había tiempo para dedicarse halagos, o
sensiblería. Dios se había marchado con María, si cruzaba al mundo
terráqueo jamás podría detenerle, e indudable se cerraría el paso a nivel
de los dos mundos quedando atrapado para siempre aquí.
Esforzando al animal legendario le llevada sofocado, a reventar. La
ventaja que les sacaba de adelanto se reducía, y es que sin saber que era la
masa negra que aparecía por el camino que habían tomado, tragaba a un
arcángel junto al animal que arrastraba engullendo a los dos. La lluvia de
240
agujero negros ralentizaba la carrera precipitada por ganar el viejo
mundo. Del grosor de ventanales se movían lentamente, cometas de
oscuridad imbatidas a la carrera tortugosa.
José vio como se tragaba al infeliz ser, y se arrojó sin achicarse al circuito
revuelto de obstáculos, necesitaba recuperar terreno de su mala salida. De
una arrancada espectacular, cogió al rezagado arcángel de los fugados, y
de un puntapié le sacó fuera de la montura guardándole en el cajón
negro, que se comió el miedo demoniaco.
Las décimas se reducían por vuelta de manteo de riendas, y remontaba al
arcángel que le cerraba el paso para llegar a los jefes de fila. El gregario
componente malicioso del equipo, fortuna en los entrenamientos que se
habría dado, se creía le garantizaría la victoria. Se pegó a José para
desbocarle, y echo la garra para atrás para ganarse de laurel del ímpetu
alejarle de la pista, a vía muerta. Pero le costó torcida la acometida,
porque el inútil había alargado el brazo al agujero negro detrás suyo, que
le tomó la mano. Se miró atontado lo que le faltaba, aparte de seso, sin
conocerse donde estaba. Tenía un corte seco, como si nunca hubiera
estado la parte abandonada.
José a falta de puntos que darle, en vez de la mano le dio de pie.
Haciendo un ejercicio de potro gimnástico, volteaba en la montura para
endosarle de una patada una llave que sacó en la curva de la ventana
oculta su cuerpo.
Dios se percataba de que José estaba muy próximo, sin refugiados en
medio más que su general Ratzinger para retenerle. El portón estaba
cercano, a menos de una milla de rebasar la línea de entrada y dar
vencedor del mundo a Dios. La mancha negra de aceite la habían pasado
y la velocidad exageraba a tope las revoluciones del corazón de los
cuadrúpedos.
Se estaba llegando tan deprisa a la puerta de piedras, y José no llegaba
alcanzar a ninguno de los dos escapados, que iban de cabeza sin mirar
atrás. Sólo tenía una baza, montó en la mano la Svástica y apuntaba. No
se decidía a quien tirársela, sólo podría detener a uno, con mucha suerte.
Fijó a Dios y en el punto de mira estaba María, no podía perderla de
nuevo. Desvió su intención hacia Ratzinger, y ella tumbada turbada con
las manos atadas señalaba con el dedo a Dios como blanco limpiador
preferencial. José seguía apuntando a Ratzinger y deseaba a única vez
recuperarla, pero presentía que ella no le disculparía que hubiera sido
egoísta, y hubiera elegido quedarse únicamente con el amor, y perderse al
resto del mundo. La decisión que debía tomar era la más difícil de su
241
vida, renunciar a lo único que le importaba por ser ella la que se lo pedía.
Retener al amor, o librarse de Dios y continuar el camino separados por
un mundo invisible, una puerta cerrada entre los dos que no se podría
pasar una vez cruzada la separación de dejarla en paz con su alma y
desecha al sentir que ya no estará nunca donde sea su aquí. Cambiante a
los tiempos de moda los nombres de los hombres, ¿cuál será su destino?,
que le harán pasar de brazos ganada de cuerpo, perdida de alma. Sin
espero en el desconsuelo de lo mantenido en recuerdos que en Zeta
donde se es, ¿qué le quedará de ella sin ser capaz de repudiarse, y ser
inmortal al tiempo de despedida que le entregó para desprecio?
Inoportuna conciencia la hablaba del comienzo del fin.
-Si te faltan teorías, no te preocupes, hay tantas como días,
Como romeos escondidos andan en la vida,
Perdidos, ¿y ellos dónde miran?
Si fijaran metas nada harían,
Si clavaran en ti tu mirada, todo cambiaría.
Estas lista pequeña, date prisa.
Nunca pares o moriría, la fábula forjada, en mi mente demente vacía. ¿De que
valdría?
Esos cantos, esos ruegos, esos llantos, ese cielo en el que tú creías.
Dime María ¿A quien querías?
Sacrificado te rendiría.
¡¡NO PUEDO PERDERTE!! -Con la entrada en la mano besaba al
unicornio de despedida, pegaba un azote al bello animal bajándose al
vuelo, y lanzaba la Svástica a sus carnes. Le destripó en la locura, y las dos
cabalgaduras adelantadas en reciprocidad retrocedían al instante, por
consenso sintieron torturados en uno el indomesticable sufrimiento. No
resignaron los gritos al dolor y se detuvieron revelándose de riendas que
hizo tirar de la montura a los tres ocupantes.
Dios era el peor parado al haberse frenado contra un dolmen del circulo
central a metros insignificantes de partir. Ratzinger había ido a parar
cerca de donde se detuvo la Svástica. Algo lastimado de los huesos fue a
cogerla, pero José, que no se había quedado atrás grabando en la retina la
secuencia, llegó intrépido para apartarle por puñetazos. María que seguía
atada, caída entre las piedras no parecía haber sufrido excesivo el
percance.
242
Pero Dios, a pesar de la contusión estaba apunto de conseguirlo. Daba el
primer paso hacia la tierra, desviando la extremidad izquierda de la pierna
le acompañaba el brazo al entrar en el torbellino luminiscente. En la
última jugada se había hecho con la victoria, pero quedaba aun el
suficiente segundo para que al filo de la muerte la Svástica le seccionara el
tronco dejándole talado. Se arqueaba haciendo una flexión, perdiéndose
del resto del organismo divino parecía estar sujetado por los intestinos
para no caerse. José pudo pararlo antes de que abandonara la estrella
Zeta.
Ratzinger aun aturdía del mamporro que se le había entregado a mala
conciencia, José fue a buscar a María antes de hacerse tarde, pero antes
de que pudiera desatarla la vista se giraba hacia la puerta de embarque. La
cintura desligada de Dios se cosía maciza recuperando el original estado.
Cuando entró en el marco de su grandiosidad, por entero vivo, enojado
lanzó un rayo permanente a José que le levantó dejándolo crucificado
contra el dolmen más cercano. Dios sin partir estaba de vuelta,
permanecía en Mizar su contorno, excepto el pie izquierdo que mantenía
fuera de la circunferencia ondulada de luz, con la huella pisando la tierra.
De este modo podía ser conductora su energía sin suspensión, que había
hecho gala arrojando contra la piedra por fuerza ilimitada a José. María se
removía para librarse de las ataduras, y Dios la sentó a un dolmen
anillándola con un aro de luz el pecho y con otro la boca, del rayo
afluente con el que principalmente neutralizaba a José. Por lo que se
entendía, Dios tenía bastante rabia para que pudiera hablar la mujer.
Repuesto por el corte que le habían dado, ya no pensaba únicamente en
irse lo más aprisa posible, ahora se concentraba en odio.
Con clavos de luz martilleaba a José por debajo de las muñecas, entre los
dos huesos del antebrazo; el cúbito y el radio, para no desgarrarle la parte
muscular y cayera de inmediato. Quería que sufriera lentamente, sin
conocer que dos mil años llevaba incrustado a carne viva el dolor-.
Insensato, ¿qué intentabas? No eres nada. Estabais a la caza de una
solución para matarme, organizados como boy scouts, sin saber que
desde el principio os manejé a conciencia. ¿Cómo crees José que
encontraste a María? ¿Y la profecía de nuestro esmerado traidor
aventurero Gaudi? Leo en tus ojos -hablaban en José- ¿Cómo es posible
que no halla muerto, si tenía la Svástica la sangre de Jesús? Ratzinger ya
se había despejado del golpe y andaba centrándose en lo que ocurría-.
Fuisteis muy listo hallaron la fórmula para introducir la sangre de Jesús e
intentar matarme, pero nuevamente os perdisteis en creencias. ¡Jesús era
tu hijo!
243
La noticia se recibía con un respiro que no desintoxicaba la silueta que se
había creado por poros de dolencia.
-¿Porqué? -se autopreguntaba irónico Dios-. Los padres de vuestros
padres -hablaba tanto de José como de María- construyeron esta estrella-
almacén y eran los únicos que conocían como acceder si fuese necesario
una segunda vez, aunque creo que ya habéis sacado muchas conclusiones
a lo detective y sobra comentarios. A sus hijos que fueron vuestros
padres me vi obligado a traérmelos a la Tierra para sacar de sus genes las
claves, pero no hubo manera. La transmisión era genética, al igual que os
la pasaron a vosotros aunque lo ignoréis.
-Cuando nacisteis escapasteis por "coincidencia humana" de algún
alevoso humano, pero fue muy fácil encontrados y vigilados.
Curiosamente, como predestinado estabais hecho una para otro, al igual
que vuestros padres que era juramento el unirse antes de que llegaran
aquí.
Mientras Dios contaba la historia alborozaba al ver a José sufriendo por
doble, ante la cruz y sobre sus palabras. No era una llamada a darle una
oportunidad el quedarse allí y que se improvisara por infravalorarles una
posible consecuencia en su contra. Eso sólo pasa en las películas, dar
palabras para que te maten, nada podía hacer un mal papel, todos estaban
ya repartidos. Dios a pie de la tierra tenía toda la energía dispuesta de los
Atlantes más la de los humanos para destruir si quisiera la estrella Mizar
en un amago de chasquido de dedos. Únicamente disfrutaba y echaba
tripas afuera por algún motivo especial toda la parafernalia ante sus
derrotados enemigos.
-La ejecución de Jesús estaba provocada porque podría conseguir tanto
poder como yo al ser engendrado por vuestra genética. La ocurrencia
para acabar con él fue la corona de espinos hecha del mismo material que
la Svástica, pero su muerte no fue tan predeterminada como puedas
pensar. Es cierto que intenté matarle antes, pero fue por otro motivo.
Miraba a María sin tentarle dar ningún paso en contra de la tierra que
pisaba. -De donde provengo nuestras mujeres sólo pueden quedar
embarazadas una única vez, por eso quise ser yo quien la fecundara de
forma natural -argucia malévolamente- su óvulo.
María tenía ganas de meterse debajo de tierra, pero no le dio esa
satisfacción a Dios y le miraba a los ojos.
-Extrañamente la gestación fue múltiple, venían dos hijos de camino, uno
mío y otro tuyo José -con tantas historias de por medio era reminiscente
244
a creer a Dios, ¿pero para qué iba a mentirle? -Quise acabar con Jesús
antes de que naciera produciendo un aborto en María, pero maté a mi
propio hijo.
Dios enconaba al acordarse, e intentó mitigar la abominación del mal
recuerdo-. ¿Nunca te contó María lo del aborto espontáneo? ¿No? ¡Si en
el fondo es una santa, siempre reservándose su dolor!
José miraba a María para que no se sintiera sola en la mal dicha que él,
abatido al dolor, colgado de brazos con el cuerpo que le tiraba hacia
abajo, poco podía aliviar. Los clavos de luz iban desgarrando lentamente
la carne de los antebrazos, y los huesos de las muñecas frenaban el
descenso acelerado.
Ella no podía mirarle, no quería hacerle más daño del que ya se hacía
sentir.
-Una triste historia que se perdió el mundo. Ahora ya no me queda nada
más que contados. Bueno si, mi interés por recuperar la energía de los
Atlantes es para destruir al que fue una vez mi pueblo. Voy a ir a visitarle
desde la tierra, y formaremos, quitar el mos por favor, un nuevo sistema
de unión, una vez acabe con ellos. Pero vosotros no os preocupéis por lo
que pase, no estaréis allí para verlo, ni aquí. Vuestra energía como la de
los Atlantes la tengo yo. Cuando muera vuestro cuerpo dejareis de existir.
¡La inmortalidad se acabó! -Paraba su extenso resumen de descargos para
correctiva sentencia.
-¡Vámonos Ratzinger! Z ya ha pasado a mejor vida, está muerto para
siempre -Dios acabó la cesión de rayo que retenía a José y a María. A él,
al arrancarle los clavos de luz se tambaleaba agonizante al suelo, ella
rastreaba para llegarle como pudiese para sentirle la piel.
-¡Espera que recoja tu fruto mi Dios! -comentaba Ratzinger agachándose
a por la Svástica caída del último lanzamiento de José.
Agradecido dios tanteaba el rostro sádico. Se apartó a los ojos de los
infelices que quedaban tirados, y les demostró de espaldas la salida para
traspasar el portón, por definitivo y no tener que volverse arrepentir.
Ratzinger, el discípulo consagrado por Dios, su elegido para la santidad,
se lastimaba incomprensible. El mismo se cortó en las venas con la
Svástica, y al quite cuando Dios se codificaba casi al completo se-, ¡NO
ES VERDAD! -la incrustaba al reverso del latigazo enviado, recorriendo
el hiperespacio exterior y el lánguido cuerpo interior de Dios. La
magnanimidad que llena las malas artes a la muerte le flojea, se marea, y
cae cimentando entre la base de la tierra y de la estrella que rebrilla.
245
La obertura del diluvio ocurría en los dos planetas por consecuentes. Del
descubierto desmontado Dios, desvanecía los millares de millones de
almas capturadas en vida. Y aun siendo ya consumidas en energía para su
uso pérfido, quedaban los cartuchos de cada una con pozos aglutinados
de darle de cara al nombre de la personalidad.
A cuentagotas se llovía honorando a los muertos, liberando toda la carga
no usada en la existencia. En la tierra eran lágrimas lo que llegaba del
cielo, en Zeta eran gotas de sangre lo que caía. Al igual, la energía de los
Atlantes volvía a ellos, merecedores de reencontrarse. María y José si la
tenían no estaban en condiciones de uso, al ser planeta maldito para
aprovecharlo.
José estaba menguado sin fuerzas, María que ya escapó de las ramas que
la contenían, le abrazaba para no perderle.
Ratzinger se acercó a ellos, y se inclinó para hablar. José que no podía ni
con su alma, le distorsionaba su imagen, María cansada del camino
duradero de espinas no disponía de ganas de seguir luchando. Abrazaba
fuerte a José, porque esta vez si iría con él hasta el final.
-¡No tengas miedo Madre, soy el espíritu santo!, por los siglos de los
siglos...

Daría que pensar, sin renunciar a los detalles que expliquen estilistas la
conversión del modo terráqueo al mundo religioso se presenta la duda
elocuente, ¿quiénes somos? Por esmero no concibo la propia idea sea
real, y matemática enredosa suma por continuar hacia delante. Se
presume inquietud, anulo mi afán por presentir quienes somos, y me
preocupare por turnos preferenciales.
Estos pensamientos, vagan cercanos a José agravado, María diezmada, y
Ratzinger fuera de tono al alejarse hacia el portón. Anhelos por ignorar
respuestas que despuntan la realidad, acondicionado y entre todos los
cuerpos y mentes las sensaciones se vuelven palabras, estando
impresionadas de puños en gotas de letras de sangre.
Particular, cede los intervalos de mutismo. Dios destronado por
Ratzinger, angustia el propósito de qué hará. Aparte de la humanidad, en
el preciso instante que mira a los sentidos adversarios sin ceder gestos
que reflejen cualquier decisión. Atenuante, embelesado, recoge la Svástica
246
con que sacrilegió parricidio. Transitorias se han ido preguntas del
momento, al ver un rostro desanimado en los ojos de Ratzinger, José
acoge el dolor como suyo. La tristeza que deporta necesita una mano
amiga, que le dé la bienvenida a la vida. Buen adicto a las cargas
multipersonales, ahora sabe que comparte lo que es sufrir, y vocifera en
tristeza lo que le demuestra ser humano.
La densidad del globo, aletargado como el despertar del invierno de un
oso, buscará una vez más consuelo que acopiar, antes que sentirse mal.
La verdad, ¿de verdad importa? La mentira piadosa reconforta en el frío
intenso. Sin cariño de un abrigo, te ruego adorado sol me des tu calor,
aunque me quemes no ceses de cegarme. Mis ojos de ti no apartaré, no
me dejes en la noche gritando el origen de la luz. ¡Guíame hasta allí para
olvidar que sin ti me perdí!
Los Atlantes pagaron su ignorancia en castigo, los moradores del planeta
de origen se aproximarán roto el espejo intermedio hasta el punto que
señalen como guerra o como paz, para que conozcan la realidad. ¡La
distinta doblemática realidad!
El mundo viaja por el tiempo del espacio, perdido en los confines.
La tierra descolocada, gira sin conocer cual fue su principio, y sin fin, de
momento que señale el final.

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Índice
Prólogo......................................... ................... 3
Capítulo I Reencuentros..................................5
Capítulo II Desconocida................................29
Capítulo III La profecía Z..............................60
Capítulo IV Imborrable..................................81
Capítulo V La Svástica Comunista................94
Capítulo VI El desangre................................111
Capítulo VII La muerte de la cruz...............119
Capítulo VIII El condenado Vaticano........158
Capítulo IX Ptolomeo & Ptolomeo...........191
Capítulo X Stonehenge.................................208
Capítulo XI Jose vs Ratzinger......................236

Sinopsis:
Una aventura con tintes románticos, momentos entrañables, y un conjunto de
jeroglíficos que nos ha dejado la historia y las mentiras de la iglesia para reconstruir la
profecía del Argamedon.
Una lucha entre un hombre casi común, José de Nazaret, engañado por su fe, contra un
Dios que le robó todo cuanto quería, a su hijo y a su mujer. ¡Dos mil años esperando la
batalla final merece que sepamos la verdad!
Salvar al mundo, recuperar el amor, y descubrir el misterio de nuestra existencia, ¡sólo
estará disponible para ti!
El novelista Carlos Nevado con su 5º Libro vuelve a asombrar al mundo con un
manuscrito, que hará temblar las puertas del cielo, y remover las cenizas del infierno.

Está prohibida la reproducción total o parcial de este libro, así como cualquier
tratamiento informático, sin el permiso previo escrito de los titulares del copyright
1º edicción en español: enero 2006
© Edición Ukranet
www.heildios.com
ISBN: 1-4116-6920-7
Impreso en USA

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