Sei sulla pagina 1di 46

Módulo 1

Unidad 1 y 2
Lectura 1: Teorías Criminológicas y
Personalidad

Materia: Psicología Forense


Profesor: Pablo Rivarola Padrós
Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 1
Unidad 1: Teorías
Criminológicas- El delito y
la pena
En el presente módulo presentaremos algunos de los aspectos más
destacados de las teorías que han influido de modo directo sobre la
concepción del delito: el delincuente, el castigo, los mecanismos y/o
modalidades de tratamiento penitenciario. Estas teorías son, en su
mayoría, estudios iniciados sobre el comportamiento humano, la
sociedad y el modo en que uno y otro se retroalimentan de manera
constante. Si el comportamiento del individuo transgrede las pautas
sociales (normas de convivencia), no sólo será necesario considerar al
individuo como actor aislado de aquello, sino que habrá que tener en
cuenta su contexto particular y general. Por este motivo veremos que
las teorías presentadas en algunas ocasiones poseen como objeto de
estudio al individuo como ser aislado y a medida que hay un mayor
conocimiento de éste, las corrientes de pensamiento sociológico van
incrementando su participación, hasta ser una unidad prácticamente
indivisible: individuo y sociedad.

Iniciaremos nuestro recorrido por lo que se ha conocido como la


época del Iluminismo, originada en el siglo S. XVIII, denominado
“Siglo de las Luces”.

1.1 Criminología Clásica


La Escuela Clásica de Criminología posee sus orígenes en el
pensamiento Iluminista. En este sentido hemos de recordar que el
iluminismo estaba asociado precisamente a la Iluminación, a la LUZ,
en tanto era el inicio de una época en la que la RAZÓN había cobrado
un papel protagónico y el hombre, por tanto, estaba tomando un rol
de mayor relevancia que el que tenía hasta aquellos momentos.

Hasta ese momento las penas que se imponían a quienes incumplían


con las leyes o preceptos de las autoridades eran arbitrarias y crueles,
centradas en el castigo físico y el dolor como sanción ejemplificadora,
no existían garantías para el procesado, es decir no había, por
ejemplo, instancias de pruebas del delito o defensa. Por otra, parte el
delito como acto de contravención de las normas no estaba definido,
su determinación dependía de las autoridades del momento.

En aquella época fue Cesare Beccaria quien desarrolla los principios


de la Criminología Clásica, tomando como referencias las teorías
propuestas por Hobbes, Montesquieu y Rousseau.

Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 2


Cesare Bonesana,
Marqués de Beccaria (Milán, 1738 -1794)
http://www.absolut-milan.com/cesare-beccaria/ (2/04/2011)

El paradigma a partir del cual parte el pensamiento es el de que los


hombres libremente se reúnen y constituyen una sociedad civil. En
este sentido, la función de las penas impuestas por la ley es
precisamente asegurar la persistencia de esa sociedad. Beccaria valora
que el sentido de las penas es precisamente una pauta objetiva y
equitativa que ha de tener como fundamento el evitar de los delitos,
considerando que ello es una respuesta al interés de la comunidad
para que no se cometan delitos. Así Beccaria no sólo se posiciona
frente al concepto de las penas, sino que, por otra parte, incide en que
los procesos judiciales deben ser visibles y claros para la comunidad,
al tiempo que debe existir una proporcionalidad entre la entidad del
delito y las penas que para cada delito se impongan.

Toda pena que exceda ese consenso o que tenga fines distintos es
ilegítima y contraviene el contrato social. Los preceptos de la teoría
clásica pueden resumirse de la siguiente manera1:

1
Taylor, I. La nueva criminología. Contribución a una teoría social de la conducta desviada. Editorial
Amorrortu. p. 20. (2007) Buenos Aires.

Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 3


Todos los hombres, siendo por naturaleza egoístas, pueden cometer delitos.

Hay un consenso en la sociedad acerca de la conveniencia de proteger la


propiedad privada y el bienestar personal.

A fin de impedir una «guerra de todos contra todos», los hombres celebran
libremente un contrato con el Estado para preservar la paz de conformidad con
las estipulaciones establecidas por ese consenso.

La pena debe utilizarse para disuadir al individuo de violar los intereses de los
demás. Tomar medidas en contra de esas violaciones es prerrogativa del Estado,
prerrogativa que le han concedido las personas que celebran el contrato social.

Las penas han de ser proporcionales a los intereses violados por el delito. No
deben ser excesivas respecto de él ni empleadas para reformar al delincuente,
porque esto afectaría los derechos del individuo y quebrantaría el contrato social.

Debe haber la menor cantidad posible de leyes y su aplicación debe quedar


perfectamente delimitada mediante las garantías del debido proceso.

Cada persona es responsable de sus acciones, y todas, cualquiera que sea su


rango, son iguales ante la ley. Por lo tanto, son inadmisibles las circunstancias
atenuantes y las excusas.

La Teoría de la Criminología Clásica es, ante todo, una teoría del


control social, en el sentido de pretender ofrecer una explicación al
funcionamiento de las leyes, penas y castigos. Así, establece tres
prioridades a considerar:

cómo debe el Estado actuar ante el delito;


cómo determinar o calificar al delincuente;
determinar la base social del sistema penal.

“Puede considerarse que la teoría clásica del contrato social (o


utilitarismo) se basa en tres supuestos importantes, todos ellos
discutibles. En primer término, postula un consenso entre hombres
racionales acerca de la moralidad y la inmutabilidad de la actual
distribución de los bienes. En segundo lugar, entiende que todo
comportamiento ilegal producido en una sociedad en la que se dice
que se ha celebrado un contrato social es esencialmente patológico o
irracional, el comportamiento propio de hombres que, por sus
defectos personales, no pueden celebrar contratos. Tercero, la
consecuencia evidente es que los teóricos del contrato social tenían
un conocimiento especial de los criterios para determinar la
racionalidad o irracionalidad de un acto; estos criterios eran los
criterios de utilidad, tal como habían sido expuestos por esos mismos
teóricos. Por lo tanto, el utilitarismo no era una teoría que implicase
una igualdad individual ilimitada. Aunque se pensaba que los
hombres eran iguales en el sentido de que tenían igual capacidad de
raciocinio (en una sociedad fundada en la propiedad privada), no

Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 4


podía considerarse que fuesen iguales en todos los demás sentidos.”2

Para Beccaria, era precisamente esta contradicción en la práctica


humana lo que imponía la necesidad del castigo. La imposición de
penas, por decirlo así, era la segunda línea defensiva, la que disuadía
al individuo de delinquir cuando su razón fallaba y sus pasiones lo
tentaban y hacían caer en el delito. Sin embargo, como el hombre
podía elegir libremente entre distintos cursos de acción, siempre se lo
En la práctica, por había de considerar responsable y no se lo perdonaría aceptando
supuesto, la acción alegatos atenuantes o de irresponsabilidad. No obstante, en la
criminal estaba mucho mayoría de las obras clásicas, se elude tratar en detalle la naturaleza
más concentrada y de la motivación delictiva: la atención se concentra, en cambio, en la
desigualmente evolución de un sistema jurídico que, según se opinaba, incluía un
estructurada que lo que la cálculo moral que circunscribía y detallaba la reacción social
teoría clásica permitía adecuada frente al desviado delincuente. Eludiendo discutir la
suponer. La motivación delictiva -en especial la relación entre desigualdad y
irracionalidad, definida acción delictiva- los teóricos del contrato social nunca pusieron en
en términos clásicos, se tela de juicio la supremacía moral y racional de la burguesía y,
concentraba en las “clases concentrándose en las cuestiones del ordenamiento legal y del destino
peligrosas”, hecho que la que debía darse a los delincuentes, solo atendieron a los problemas de
teoría clásica, por su la administración del control.
imposibilidad de destacar
las diferencias en la En palabras de Beccaria: “Quien procura enriquecerse con la
distribución de los bienes, propiedad ajena debe ser privado de parte de la propia. Pero este
era incapaz de explicar. delito, desgraciadamente, es por lo común la consecuencia de la
miseria y la desesperación, el delito de ese infortunado grupo de la
humanidad a quien el derecho de propiedad exclusiva (un derecho
terrible y quizás innecesario) ha sumido en una existencia precaria.
Además, como las penas pecuniarias pueden hacer aumentar la
cantidad de ladrones, por hacer aumentar el número de pobres, y
privar a una familia inocente de sus medios de subsistencia, la pena
más adecuada es esa clase de esclavitud que es la única que puede
considerarse justa, es decir, aquella que, durante un cierto tiempo,
hace de la sociedad el amo absoluto de la persona y el trabajo del
delincuente para obligarlo a reparar, mediante su dependencia, el
despotismo injusto con que usurpó la propiedad ajena y su violación
del pacto social.”

Con esto, el clasicismo se agota. En efecto, si hay un motivo evidente


para el robo, el delito no puede ser visto como irracional. Además, la
justicia del contrato social mismo queda puesta en tela de juicio, y el
apartamiento de las obligaciones, contractuales debe ser considerado
con actitud más comprensiva. Por último, cuando se ve que la
ideología del utilitarismo del contrato social puede ocultar un
despotismo injusto, la simetría clásica de delito y pena, resulta ser
ineficaz y contradictoria en sí misma. Si los pobres roban a los ricos
porque son pobres, es inevitable que la pena que supone privar al
delincuente de sus bienes sólo agrave el problema. Un sistema de
justicia clásica de este tipo únicamente puede regir en una sociedad
en la que la propiedad esté distribuida en forma equitativa.

C. Beccaria no llevó más allá el examen de estas contradicciones. Se


dedicó a establecer un cuerpo de principios para el legislador, que

2 Taylor, I. (2007). La nueva criminología. Contribución a una teoría social de la conducta desviada.
Buenos Aires. Editorial Amorrortu. p. 21.

Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 5


debe su valor más a la conveniencia legal que al rigor teórico. Sin
embargo, la cuestión de la motivación criminal (la desviación
irracional de quienes están dispuestos a violar el contrato social) ha
sido estudiada por los principales teóricos del contrato social. Mac-
Pherson (1962) formula acertadamente la pregunta que tienen que
responder tales teóricos:

¿Qué pasa con un hombre que carece de bienes valiosos y que no


abriga la esperanza de llegar a tenerlos? ¿Puede quien va a ser
asalariado durante toda su vida y quien siempre va a vivir en el nivel
de subsistencia, reconocer que tiene una obligación para con un
soberano cuya principal función es establecer y aplicar las leyes que, a
su juicio, son quizá las que lo condenan a vivir en situación tan
precaria?

Hobbes respondería que ese hombre puede reconocer su obligación si


se le enseña que el statu quo es inevitable. La solución, que da la
Teoría del Contrato Social para el problema de la desigualdad es, en
definitiva, una evasiva y en nadie se aprecia esto mejor que en Locke.
Este autor hace una distinción entre los pobres que han elegido la
depravación y aquellos que, a causa de las circunstancias desgraciadas
en que se encuentran, no pudieron vivir una vida racional.

1.2 El Interaccionismo

Émile Durkheim.
Político, economista y sociólogo Francés. (1858-1917)
http://es.wikipedia.org/wiki/%C3%89mile_Durkheim (02/04/2011)

Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 6


El castigo y la solidaridad social
La obra de E. Durkheim

Desde el punto de vista sociológico, Durkheim desarrolla una historia


del castigo y subraya la importancia social de las instituciones
penales.

En el siguiente texto se revisará el legado durkheniano considerando


algunas fallas, igualmente ofrece importantes puntos de vista. Su
trabajo, a pesar de sus limitaciones, posibilita nuevas perspectivas y
señala vínculos que nos ayudan a entender los fundamentos del
castigo, algunas de sus funciones y significados sociales. El autor nos
ofrece los primeros pasos hacia la construcción de un marco más
adecuado para aproximarse al análisis de la penalidad.

Introducción a la Sociología de
Durkheim
Durkheim consideró el castigo como el objeto central del análisis
sociológico. Esta preocupación analítica por el castigo se debió a que
lo consideraba una institución relacionada con el corazón mismo de la
sociedad. La sanción penal representaba un ejemplo tangible del
funcionamiento de la “conciencia colectiva” en un proceso que
expresaba y regeneraba los valores de la sociedad. Al analizar las
formas y funciones del castigo, el sociólogo obtenía una perspectiva
sistemática del núcleo de la vida moral alrededor del cual se
conforman la comunidad y la solidaridad social. Durkheim afirmaba
haber encontrado, en los procesos y rituales de la penalidad, la clave
para el análisis de la sociedad misma. Seguía una línea de
investigación, le preocupaba sobretodo descubrir los orígenes de la
solidaridad social que, para él, eran las condiciones fundamentales de
la vida colectiva y la cohesión social. Consideraba que la sociedad y
sus patrones de interacción mutua sólo pueden funcionar si existe un
marco compartido de significados y moralidades, los intercambios
individuales requieren una serie de normas consensuales. Estas
normas sociales y “representaciones colectivas” son formas de
organización e interacción social que existe en un momento
determinado. El autor, en relación a esto, expresa que “la moral de
cada pueblo está en relación directa con la estructura del pueblo que
la práctica”. También sostiene que las sociedades tienen formas
materiales de vida que son compartidas, sancionadas por las
categorías culturales a las que dan origen. Los aspectos morales y
sociales de la vida del grupo se consideran mutuamente
condicionantes y constituyentes, en circunstancias normales,
funcionan en conjunto como dimensiones diferentes de un todo social
cohesivo.

Dentro del conocimiento general de la sociedad como objeto de


estudio, al sociólogo, le preocupaba entender las formas variables de

Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 7


la solidaridad que surgían de acuerdo a la evolución, la estructura y
organización de la sociedad y los cambios ocurridos en ellas. Desde
esta disciplina, Durkheim aseguraba además que la división del
trabajo había dado origen a una moralidad moderna bastante
conveniente, centrada en el culto al individuo y a un conjunto de
valores tales como la libertad, la racionalidad y la tolerancia. En
efecto, la sociedad moderna comenzaba a producir la moralidad que
necesitaba.

El papel de la Sociología conforme a la visión de Durkheim, es


producir esta autoconciencia moderna: identificar las formas de
moralidad que propiciaba la sociedad moderna y facilitar su pleno
desarrollo. Su visión de la sociedad, se basa en la noción de orden
moral y en su papel vital para la vida social. Esta noción es una
abstracción, lo utiliza para designar una multitud de intuiciones y
categorías específicas compartidas por los miembros de una
comunidad. Se trata de un “hecho social” que no puede observarse
directamente. Sin embargo el “símbolo visible” que adoptó en primera
instancia y que le resultó más útil para analizar la sociedad moderna
fue el de la Ley, en particular el tipo de sanciones que presuponía
cada sistema legal. Durkheim considera el castigo como la
representación directa del orden moral de la sociedad y un ejemplo de
cómo este orden se representa y sostiene. Proporciona una profunda
descripción sociológica del castigo, le atribuye a éste una seriedad
moral e importancia funcional que superan su contribución como
medio para controlar el crimen.

La noción planteada por Durkheim sobre el castigo, rara vez es


considera para interpretar las formas de castigo en la sociedad
moderna. Los siguientes motivos dan cuenta de sus fallas:

Basa su descripción del castigo en su Teoría Social


General. Actualmente se considera que esta teoría general
presenta problemas en aspectos claves, por eso mucho
rechazan su enfoque.

Su análisis implica una interpretación evolutiva de la


historia del derecho penal. Estudios subsecuentes
mostraron que su historia penal se fundamenta en datos
poco adecuados y confusos, presenta un patrón de
desarrollo que resulta insostenible.

La versión que da del castigo parece apegarse más a las


sociedades “primitivas”.

En la actualidad, la visión de Durkheim podría parecer totalmente


inadecuada, debido a las anteriores consideraciones, la interpretación
que plantea del castigo es bien conocida pero poco utilizada.
Asimismo, es posible suponer que la teoría Durkheim es
fundamentalmente una descripción de los motivos, las funciones y los
significados ligados al castigo legal, rechazando la versión histórica,
tomándola para comprender el castigo hoy en día en la sociedad
moderna.

Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 8


Actualmente, vivimos en un ambiente de profunda división del
trabajo y en un orden moral controvertido, donde el ritual público
colectivo ya no ocupa un lugar importante. La sociedad ya no castiga,
sino que delega su función en un aparato estatal y en instituciones
especializadas al margen de la sociedad. Los actos emotivos de
venganza se volvieron tabú hace mucho tiempo y fueron desplazados
por lo que parecen ser procesos racionales de control de la
delincuencia.

La teoría del castigo en la División de


Trabajo Social
Durkheim define el La división del trabajo social es una obra desarrollada por Durkheim,
castigo como una en ésta la preocupación central es la naturaleza variable de la
institución social, como moralidad y la solidaridad social, emprendiendo un amplio análisis
un asunto de moralidad del castigo.
y solidaridad sociales.
Los fuertes lazos de El castigo y las instituciones sobre las cuales se asienta su
solidaridad moral son la efectivización (cárceles, tribunales, etc.) se puede comprender desde
condición que provoca su intrumentalidad (finalidad práctica):
el castigo, y a su vez,
éste es el resultado de la Control del crimen
reafirmación y el Cumplimiento de la Ley
reforzamiento de esos
Reclusión de los infractores
mismos vínculos
sociales.
Una característica de la sociedad moderna es que los vínculos morales
que atentan a los individuos están representados en actos tales como
contratos, intercambios o interdependencias que, superficialmente,
parecen no ser otra cosa que asuntos de interés personal racional.

Los delitos, de acuerdo al pensamiento de Durkheim, no representan


categorías estables e inamovibles a las que la sociedad otorgue una
respuesta sencilla. El contenido de los mismos se modifica de acuerdo
a las épocas y los lugares o poblaciones. Los delitos no son siempre ni
en todas partes equivalentes a actos nocivos para la sociedad ni
contrarios al interés público. Para el sociólogo, los delitos son
aquellos actos que violan seriamente la conciencia colectiva. En este
sentido el delito o los delitos se constituyen como una violación o
daño a un código moral o acuerdo sobre el cual la sociedad establece
su orden, su equilibrio y por tanto este orden es o debe ser inalterable,
la respuesta a ello ha de ser por tanto un castigo. Si bien es cierto que
algunos delitos no afectan a la persona o sus bienes, afectan por
ejemplo al Estado y que suelen ser castigados con mayor severidad, en
estos casos la teoría de Durkheim responde que, por ser el Estado el
guardián de los sentimientos colectivos y por tanto la representación
de toda la sociedad, vulnerar sus normas es vulnerar las de todos y
cada uno de los individuos y por tanto merece un mayor castigo.

¿Qué provoca que los delitos se castiguen, en vez de que sean tratados de
alguna otra manera?

Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 9


Para dar respuesta a este interrogante, plantea que algunas
legislaciones tienen el estatus de convenciones o normas y también el
de prohibiciones sagradas que exigen aceptación: “lo que constituye la
naturaleza propia del derecho penal es la autoridad extraordinaria de
las reglas que sancionan”. Según Durkheim la violación de los valores
sagrados siempre genera una respuesta violenta. El acto criminal
viola sentimientos y emociones fuertemente arraigadas, provocando
reacciones y sensaciones de violencia, indignación y deseo de
venganza. Esta teoría evidencia que nuestro compromiso con estos
valores colectivos tiene características de una fuerte adhesión
religiosa.

Los delitos son una violación a la moralidad social y una ofensa a


cualquier individuo, dando como respuesta una reacción apasionada y
hostil, que exige castigo. La venganza es la motivación que subyace a
los actos punitivos.

En las sociedades modernas esta pasión vengativa en actos punitivos,


se niegan y pasan a ser preocupaciones de carácter más reflexivo y
utilitario. Durkheim insiste en que lo que a cambiado es nuestra
comprensión del castigo, no su realidad: “la naturaleza de la practica
no cambia necesariamente porque las intenciones conscientes de
aquellos que la aplican se modifiquen”. En la Modernidad lo que da
cuenta de la existencia de la venganza en el castigo, es la
preocupación por la retribución para que el castigo quede a la altura
del delito.

El castigo en su esencia no está relacionado o asociado a la


racionalidad, es decir la posibilidad de reflexionar al respecto del
merecimiento del mismo, por parte de quien lo padece, sino más bien
se encuentra ligado a lo emocional. En este sentido el peso del castigo
se vincula a la idea de profanación, de haber vulnerado algo de
carácter sagrado o prohibido. En el castigo se ven involucradas tres
partes: los controladores, los controlados y los observadores,
aportando la motivación para la respuesta punitiva.

El autor destaca el orden moral de la sociedad y por ende, su


solidaridad depende completamente de la sanción como convención
social. Cuando se comete un crimen que viola las normas, éstas se
debilitan mostrándose con menos fuerza coercitiva.

El castigo tiene un carácter dual, por una parte se caracteriza por la


emoción sociológica individual y por otra parte, es moralidad social
colectiva. Ambos aspectos coexisten para crear y recrear la cohesión
social, al igual que los rituales religiosos, la vida familiar, la
educación, el intercambio económico. Según Durkheim, éste es el
carácter del castigo en todas las sociedades, tanto modernas como
primitivas.

La conciencia colectiva en las sociedades modernas deja de tener el


peso que se plantea en las sociedades más primitivas, exigiendo esa
cuota de conformidad religiosa, actualmente ocupa un terreno mucho
más superficial, aunque no menos importante, sigue operando en
post de resguardar los valores fundamentales, (como la libertad y el
individualismo) en los cuales prospera la división moral y social.
Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 10
Las dos leyes de la evolución penal
Cuando Durkheim plantea el análisis del castigo en La división del
trabajo social, presenta una descripción extensa de las fuentes, el
funcionamiento y el significado social del “derecho penal”, sin
embargo no habla de las formas reales del castigo, tampoco hace una
historia del castigo. Niega la relevancia de la historia en el
funcionamiento de la penalidad afirmando que, pese a las apariencias,
“la pena ha seguido siendo para nosotros lo que era para nuestros
padres”. Años después, en el ensayo “The two laws of penal evolution”
hace un intento por redondear la teoría original del castigo,
demostrando que la historia penal puede recuperarse. Representa una
extensión y una justificación del trabajo anterior. El ensayo se vuelve
paradójico, se enfrenta a la evidente historicidad del castigo
(evidencia que los métodos penales han cambiado con el tiempo) y a
la vez defiende su tesis anterior defendiendo el carácter ahistórico e
inmutable del castigo como proceso social.

En su teoría, sigue insistiendo que los mecanismos y funciones


subyacentes del castigo permanecen constantes, en tanto que sus
formas institucionales sufren un cambio histórico, las diferentes
formas de moralidad colectiva originan diferentes formas de castigo.

Durkheim plantea que los principales cambios en la historia penal son


dos: la intensidad del castigo tiende a disminuir en la medida en que
las sociedades se vuelven más avanzadas; a su vez, la privación de la
libertad por medio del confinamiento surge como forma predilecta del
castigo, sustituyendo los métodos corporales empleados con
anterioridad. La severidad penal es menor y el confinamiento pasa a
primer plano, dando cuenta de la evolución social.

La sociedad moderna se caracteriza por la diversidad moral y la


interdependencia de individuos que cooperan entre sí. Las creencias
colectivas destacan el valor de las virtudes individuales y correlativas,
tales como la libertad, la dignidad humana, la razón, la tolerancia y la
diversidad. Éstos son valores colectivos, reconocidos en la consciencia
de los individuos. La moralidad social pasa a ser diferente, dando
respuestas moderadas cuando los principios son violados. Durkheim
hace un análisis de esta diferencia distinguiendo entre “criminalidad
religiosa” y la “criminalidad humana”. Las pasiones religiosas son el
puntapié inicial para el castigo severo, (cuando se ataca la deidad), sin
importar el sufrimiento del infractor, aquí hay ofensa a un Dios, en
cambio la “criminalidad humana” es una ofensa contra las personas y
su propiedad, siendo esta la criminalidad moderna. Ante el delito
también se exige un castigo pero éste difiere del anterior al haber
compasión frente al sufrimiento del trasgresor. Los sentimientos
colectivos de las sociedades modernas, no dan cuenta de una
disminución de la moralidad, sino que se ha formado una mentalidad
distinta, con diferentes consecuencias.

El autor hace referencia también a los gobiernos absolutistas,


caracterizados por la ausencia de restricción de poder, afirma que el
poder y el carisma de este tipo de gobierno, le confieren una especie
Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 11
de aura religiosa, otorgándole calidad divina a las leyes. El castigo
debe entenderse en términos de la calidad de los sentimientos
colectivos, auque estén determinados por formas de gobierno y por su
estructura de organización y moralidad social. Considera en su teoría
la emoción vengativa como la fuente inmediata del castigo, evalúa las
formas penales por la cantidad de pasión violenta que parece
manifestar. No hay que dejar de considerar otras dimensiones
implícitas que asumen las medidas penales. Las sanciones penales
siempre tienen una organización y una forma institucional
determinada.

Durkheim, agrega que la nueva institución, la cárcel, es producto de la


disminución de la severidad del castigo. El surgimiento de las
sociedades no diferenciadas y el desarrollo del individualismo
pusieron fin a la ética de la responsabilidad colectiva e incrementaron
la movilidad social, con la necesidad de contar con sitios donde se
retuviera a los delincuentes que esperaban juicio. Al mismo tiempo,
otro proceso social, la diferenciación de los órganos de gobierno
comenzó a manifestarse en la construcción de edificios funcionales
(fortalezas, murallas, rejas) y en el surgimiento de funciones militares
y administrativas, proporcionando las condiciones arquitectónicas y
administrativas necesarias para el confinamiento. La prisión fue
perdiendo el carácter preventivo y de confinamiento para pasar a ser
un lugar de castigo.

El castigo como educación moral


Durkheim, en su obra “La educación moral”3, se ocupa de describir
los principios y la pragmática de la educación en el aula, concibe que
la tarea de la educación moderna es la de desarrollar una moralidad
laica y racional, encontrar la mejor forma de socializar a los niños en
esta nueva conciencia colectiva. El castigo en este contexto es igual
que su papel en la sociedad en general. El análisis que hace del castigo
en el aula viene a ser una extensión de su teoría, la expresión y el
reforzamiento de la moralidad social. El castigo no puede crear
autoridad moral por sí mismo, debe haber una autoridad de
antemano y por ende haber sido quebrantada. La creación de la
autoridad y el respeto de ésta, es un trabajo de entrenamiento e
inspiración moral que continúa en la familia, en la escuela y en
cualquier parte de la sociedad. El castigo es un componente esencial y
necesario para cualquier orden moral, desempeñando un papel muy
importante en la prevención del derrumbe de la autoridad moral, es
una manera de limitar los efectos nocivos de la desviación y la
desobediencia.

Las reglas convencionales serán respetadas, si se demuestra que los


infractores serán castigados y que el orden moral cuenta con los
medios para oponerse a los ataques directos. Las ofensas individuales
debes ser castigada, tanto por el daño producido a nivel individual
como por las posibles ramificaciones que podría tener en el orden
social.

3
Durkheim, E. La educación Moral. Editorial Losada. Argentina. 1997.

Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 12


El castigo en el aula se hace más obvio ya que el orden moral es más
frágil y depende de las acciones del maestro.

El castigo y las tecnologías de poder


-Análisis de David Garland acerca de la obra de Michel Foucault-

Michel Foucault (1926-1984)


http://antropologiauda.blogspot.com/ (2/04/2011)

David Garland (1999) realiza una exposición y crítica constructiva del


trabajo que Michel Foucault desarrolla en su libro “Vigilar y castigar”.
A continuación se procederá a destacar las principales ideas de
Foucault desde la óptica de Garland y su análisis.

Si bien Garland comienza proponiendo que posiblemente se ha


exagerado la originalidad y singularidad de la obra de Foucault,
destaca de entre sus principales aportes (que a su vez, lo diferencian
de Marx y Durkheim):

el centrarse en el funcionamiento interno del aparato legal,


enfatizando en las tecnologías reales del poder penal y en su
modo de operar;

el análisis minucioso de los principios de vigilancia y


disciplina dentro de las instituciones penales modernas, la
gramática del discurso penitenciario moderno y lo que
denomina la “racionalidad penitenciaria” que se observa en
el ámbito penal;

su nivel de análisis y el haber pasado del detalle


institucional al patrón social general.

El análisis que lleva a cabo Foucault del castigo encuentra semejanzas


y diferencias con el propuesto por Durkheim:

Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 13


Diferencias

Foucault Durkheim
 Destaca la naturaleza  La moral y los
instrumental y utilitaria componentes emocionales
del castigo moderno. poseen un papel
fundamental en su
interpretación.

 El castigo es un sistema  El castigo es parte de los


de poder y regulación sentimientos colectivos y
que se le impone a la logra que los ciudadanos
población (no ahonda canalicen sus energías en
en orígenes). contra de sus enemigos
criminales.

Semejanzas

 Hacen suposiciones funcionalistas sobre los efectos de la penalidad.


 Realizan un análisis de la disciplina muy similar.
 Comentan en términos paralelos las ceremonias penales del ancien
régime

A la hora de comparar el marxismo con la postura de Foucault,


Garland observa que se han considerado complementarias ambas
posturas acerca del castigo, la de Foucault, al adoptar un nivel de
análisis diametralmente distinto al marxismo, ampliaría sus
interpretaciones más que contradecirlas.

Diferencias

Foucault Marxismo
 Interés en las relaciones  La concepción de castigo
de poder internas del se ubica dentro de un
proceso penal. Análisis contexto de relaciones de
minucioso de ellas y de poder, con clases sociales
las técnicas y y que se sustenta en un
conocimientos que modo de producción
implican. explotador.

 Interpretación  Por momentos se lo


fenomenológica de las considera un instrumento
relaciones penales como de poder del Estado, con
relaciones de poder. fines represivos o
ideológicos.
 Análisis interno acerca
del modo en que se  Tendencia a considerar la
estructuran las penalidad desde afuera,

Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 14


instituciones penales, el presentando las
modo en que ejercen consecuencias de la
control y reciben diferenciación de clases en
información a partir de las formas penales y en el
técnicas y conocimientos modo de aplicar las
específicos. sanciones penales.

 Describe el poder en la
sociedad a partir del
análisis de todos estos
detalles.

 Evita el uso de esquemas


preconcebidos de
relaciones de clases y
estructuras sociales.

Ambos consideran que el castigo involucra cuestiones de poder y


gobierno, pero Foucault lo aborda examinando la trama interna de la
penalidad, no sólo a través de su contexto y determinantes.

Garland afirma que “Vigilar y castigar” es un análisis estructural del


modo moderno de ejercer el poder: “disciplina” como menciona
Foucault.

“Foucault parte de un estudio de la historia penal que observa la


manera en que las formas violentas, represivas, del ejercicio del
poder, tales como el castigo corporal y capital, dieron origen en un
momento determinado a técnicas reguladoras más suaves,
representadas por la prisión. Este enfoque se amplía para producir
una imagen general de las formas más benignas de control:
inspección, disciplina, “normalización” [forma de regulación que
impone normas encaminadas a lograr una conducta adecuada y
corregir las desviaciones de la norma], etc., que han ocupado el
lugar de la violencia represiva en las estrategias modernas de
derecho y gobierno. Conforme a la descripción de Foucault, la cárcel
se considera el epítome de estas formas sociales amplias, no sólo
porque es una institución “típica” sino porque es el lugar donde las
técnicas modernas de control se revelan en todas sus posibilidades
de operación. En consecuencia, un análisis detallado de la
maquinaria de la prisión y del conocimiento en el que se fundamenta
constituye la base para una anatomía general de las formas
modernas de poder y control”4

4 Garland, D. (2006). Castigo y sociedad moderna. Siglo XXI editores. Buenos Aires. p.187p. 164

Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 15


El nacimiento de la prisión como un
problema histórico

Garland explica que en “Vigilar y castigar”, Foucault describe dos


estilos de castigo para elucidar cómo se ejercía el poder tanto en la
sociedad moderna como en la “clásica” (finales del siglo XVI, el siglo
XVII y principios del XVIII).

El primero de ellos es la ejecución pública de un regicida, en una


plaza de París de 1757. El castigo se realiza por medio de un largo
ritual durante el cual se descuartiza el cuerpo del acusado con
permiso de las autoridades. Foucault describe al respecto: “Después
de dos o tres tentativas, el verdugo Samson y el que lo había
atenaceado sacaron cada uno un cuchillo de la bolsa y cortaron los
muslos por su unión con el tronco del cuerpo. Los cuatro caballos,
tirando con todas sus fuerzas, se llevaron tras ellos los muslos, a
saber: primero el del lado derecho, el otro después; luego se hizo lo
mismo con los brazos y en el sitio de los hombros y axilas y en las
cuatro partes. Fue preciso cortar las carnes hasta casi el hueso; los
caballos, tirando con todas sus fuerzas, se llevaron el brazo derecho
primero, y el otro después”5

Robert-Francois Damiens intentó asesinar en 1757 al rey Luis XV,


por lo que fue descuartizado públicamente
http://imagina65.blogspot.com/2010/02/la-zona-historica-la-tortura-de-
robert.html (2/04/2011)

El segundo ejemplo es el de un horario institucional que fue usado en


un reformatorio alrededor del año 1840, donde quedan asentadas

5 Foucault, Vigilar y castigar, Siglo XXI Editores, Madrid, 1998, p. 13p.

Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 16


cada una de las actividades de los sujetos. Esto implica un castigo
silencioso, sin violencia manifiesta.

Por medio de estos ejemplos, Foucault pretende reflejar la


desaparición del castigo explícito, violento utilizando el cuerpo como
medio para llevarlo a cabo y presentar la prisión como forma de
castigo moderno. Afirma que se desarrolla un cambio cualitativo más
que cuantitativo respecto al castigo, ahora el fin principal sería afectar
el “alma” del sujeto, más que su cuerpo, éste quedaría reducido a un
simple medio para afectar el alma ya que el castigo se realiza
concretamente sobre él; y su objetivo es lograr un cambio en quien lo
cometió. El surgimiento e incorporación de la prisión trae aparejado
un conocimiento del criminal, la compresión de los móviles que
dirigieron su conducta y la intervención para generar un cambio en la
medida de lo posible, por lo cual trae profundas implicaciones para el
sistema de justicia dado que cambia su enfoque, ya no se centra en el
delito en sí, sino en el sujeto, su carácter, contexto y antecedentes, por
lo cual a la vez se incorporan nuevos profesionales: psiquiatras,
criminólogos, entre otros, con el fin de conocer al sujeto y saber cómo
reformarlo. A partir de eso, se crea un sistema para tratar a los
transgresores, principalmente correctivo, tendiente a desarrollar
individuos normales, conformes.

Es así como opera el poder en la sociedad moderna, se pretende


regular completamente y en todo momento en detrimento de la
represión y el castigo físico ocasional.

Tres conceptos fundamentales:


poder, conocimiento y cuerpo
Estos tres conceptos: poder, conocimiento y cuerpo, para Foucault, se
encuentran íntimamente relacionados a la hora de estudiar el castigo
y cualquier estructura de dominación. Con respecto al cuerpo,
Foucault, Nietzsche y otros autores, han reparado en su carácter de
materia prima que es moldeada por las instituciones. Los sistemas de
producción, dominación y socialización necesitan dominar al cuerpo y
adiestrarlo para que sea dócil, obediente y útil. En determinados
casos, lo que se pretende es lograr un cuerpo “auto-controlado”, que
interiorice los órdenes y haga lo que se le pide sin necesidad de
coerción externa. Para Foucault, esto se logra al lograr influir en lo
que llama “el alma”, la cual dirige la conducta y propone que el
verdadero efecto de las estrategias de poder, se encuentra al entrar en
contacto con el cuerpo del sujeto, la “microfísica del poder” es el
punto donde el poder se materializa. Al hablar de poder, este autor
hace referencia a las distintas formas de dominación y subordinación
y al “equilibrio asimétrico de fuerzas que actúan siempre que existen
relaciones sociales”6. Lo considera un aspecto omnipresente de la
vida social con un efecto productivo, dado que es parte de las acciones
del individuo y lo lleva hacia sus fines, funcionando “a través” de los
individuos y no en contra de ellos. La relación entre el poder, y los

6
Garland, D. (2006). Castigo y sociedad moderna. Siglo XXI editores. Buenos Aires. p.174

Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 17


cuerpos que son atrapados por sus distintas formas implica un
conocimiento, un “saber cómo”, que implica técnicas y estrategias.
Para poder ejercer poder sobre algo es necesario conocerlo, a mayor
conocimiento, mayor control.

Estos tres conceptos y la interrelación entre ellos serían la base


irreductible de la sociedad y el proceso histórico.

Tortura y ejecución

Garland expone que según Foucault, estas dos actividades eran parte
de una estrategia de dominación. La tortura que se llevaba a cabo era
cuidadosamente regulada, tenía cierto ritual que la controlaba y un
significado práctico ya que formaba parte de los procedimientos
legales para la obtención de evidencia aportada por el acusado. En
muchos países europeos, la totalidad del juicio criminal, se mantenía
en secreto. Es por esto, que luego se realizaba la ceremonia del castigo
público una vez que se lo encontraba culpable, el objetivo era que la
gente sepa lo que encontró, repitiendo la tortura y su confesión.
A finales del siglo XVIII,
este sistema fue dejado La ejecución pública también tenía una finalidad y un significado.
de lado por otro Demostraba el castigo como consecuencia de un crimen, por lo tanto
considerado más castigo como consecuencia de haber atacado al soberano, ya que la ley
“humano”, Foucault encarnaba la voluntad soberana. Así, en el cuerpo del condenado
explica esto en base a quedaban grabadas las marcas de la ley, se materializaba el poder, y el
situaciones en que la soberano tomaba un protagonismo crucial, encarnando la justicia, el
ejecución resultaba en poder, el control y el castigo.
bromas por parte de la
multitud hacia el Ante el surgimiento de la economía capitalista, la clase media
soberano que, con el comienza a reclamar mayor control respecto de infracciones que
paso del tiempo, se cobran importancia, como la evasión de impuestos y rentas,
convirtió en rebelión contrabando, robo y hurto. Se exigía un sistema de justicia más
contra lo que racional y confiable, mayor vigilancia, procedimientos penales
consideraban injusto. uniformes y sistemáticos y castigos de acuerdo al delito. De esta
Fue así como se manera, se podría controlar tanto el poder del soberano como la
consideró la necesidad de criminalidad incipiente de las clases bajas. Al inicio del siglo XIX, se
llevar a cabo un cambio, concretaron las grandes reformas al derecho penal en Europa,
más bien por intereses implantando códigos, calificando delitos y el grado de las penas,
personales que por reorganizando procedimientos y jurisdicciones.
motivos filosóficos o
humanistas.

Las teorías penales de los


reformadores
A finales del siglo XVIII, se propone un régimen de sanciones
diametralmente opuesto a los excesos del ancient régime, Foucault lo
denominó “Forma suave de castigo”. Se proponía que el castigo debía
depender del delito cometido y ya no satisfacer un capricho del
soberano -“castigo analógico”-, como efecto de la ley de la naturaleza,
atacando al origen del delito, castigando los deseos e intereses que lo
motivaron. Para esto se necesitaba establecer castigos públicos
específicos para los diversos delitos y lo que surgió fue la prisión
como sanción para prácticamente cualquier transgresión. Hasta ese

Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 18


momento, Foucault sostuvo que la reclusión tenía como fin mantener
al delincuente hasta que se lo encuentre culpable, no era una pena en
sí.

¿Cómo surge la prisión?

Previamente, explica Garland, existían modelos de confinamiento


punitivo que hacían énfasis en el trabajo y la enmienda, su fin era
correctivo más que punitivo. Cada uno desarrollaba técnicas para
“manejar el cuerpo y tener acceso al alma”.

Rasphuis, Amsterdam, 1596


http://nl.wikipedia.org/wiki/Rasphuis_%28Amsterdam%29 (02/04/2011)

Maison de forcé, Gante, 1861


http://arquitecturavigo.blogspot.com/2008_02_01_archive.html (02/04/2011)

Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 19


Walnut Street, Filadelfia, 1790
http://reformproject.wikispaces.com/Past+Prison+Reform-
Annelise+and+Nichole (02/04/2011)

La idea general de prisión implicaba utilizar el cuerpo del recluso,


adiestrarlo, organizar su tiempo y movimientos con el objetivo de
transformar su alma, se lo manipulaba y moldeaba. En cambio, los
reformadores, ponían foco en las ideas, proponiendo signos, lecciones
y representaciones para persuadir o apoyar la determinación de la
pena.

Adiestramiento del cuerpo


Para Foucault, la disciplina es un método para dominar el cuerpo y
volverlo obediente y útil, necesita un grado de control mínimo y se
centra en cada movimiento del cuerpo pretendiendo incrementar su
eficiencia, habría una supervisión constante, atenta a la menor
transgresión. Para poder llevarla a cabo se ha modificado la
organización de distintas instituciones como el ejército, las aulas,
hospitales en cuanto a la distribución y sectorización de los
individuos.

Normalización de la transgresión
Foucault explica que la “normalización” es un método correctivo que
busca inducir la conformidad. Las sanciones suelen implicar ejercicio
físico y adiestramiento, lo cual a su vez ayuda a dirigir la conducta y al
autocontrol. Dentro de este método se utiliza el examen para
controlar e identificar cualquier falla en el sometimiento y el registro
de casos, para hacer un análisis longitudinal del individuo y
compararlo con otros.

El panóticon de Bentham
Para Foucault, el panópticon o “casa de inspección” diseñada por
Jeremy Bentham en 1791, condensa los principios de poder-
conocimiento. Es un edificio circular con una torre central de
vigilancia y las celdas en su circunferencia de modo tal que la persona
en la celda no pueda saber nunca cuando está siendo vigilada. Se la
diseñó para individualizar los cuerpos y que las autoridades,
permanentemente, puedan obtener información de los reclusos. Con
el tiempo, los presos se autoconducen tal como se espera de ellos,
debido al sometimiento al cual llegan por ser permanentemente
observados. Las relaciones de poder se vuelven automáticas y

Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 20


objetivas como consecuencia de la distribución de lugares y
visibilidad.

Prisión Cherry Hill-Pensilvania


http://www.hauntedamericatours.com/ghosts/easternstate.php (02/04/2011)

El criminal y la criminología
Garland, expone que junto con el surgimiento de la prisión
disciplinaria aumenta el conocimiento acerca del sujeto que delinque.
Se comienzan a estudiar sus peculiaridades, características
individuales. Gracias a la prisión y la observación y evaluación que allí
dentro se llevaban a cabo se conoce al delincuente como sujeto con
una historia particular, carácter y entorno que lo diferencian del no
delincuente; es así como nace la criminología, ciencia dedicada a la
investigación del criminal y su descripción.

Con respecto esto, Foucault destaca que la prisión “fabricó”


delincuentes. Por un lado, porque genera las condiciones propicias
para la reincidencia (estigmatización, desmoralización,
descalificación que los llevaba a continuar delinquiendo) y por el otro,
porque por primera vez se caracteriza al criminal, convirtiéndose en
objeto visible y estudiado.

El fracaso de la prisión
Foucault mantiene la tesis de que la prisión siempre ha sido un
fracaso en término penitenciarios, sin embargo, como tuvo buenos
efectos a nivel político, continúa vigente. Además, forma parte de los
sistemas disciplinarios que pertenecen a la sociedad moderna y
desempeña determinadas funciones que le son específicas. Critica su
ineficacia para disminuir el índice de criminalidad, la tendencia a

Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 21


propiciar la reincidencia y a generar un ámbito de delincuencia, y
afirma que estas desventajas se conocen desde 1820.

Este autor se cuestiona cuáles serían los intereses implícitos en que


persiste la delincuencia, acerca de lo cual Garland expone:

“La creación de la delincuencia es útil como estrategia de dominación política


porque sirve para separar el crimen de la política, para dividir y contraponer a las
clases trabajadoras, para aumentar el temor a la prisión y garantizar la autoridad
y el poder de la policía. Afirma que en un sistema de dominación basado en el
respeto a la ley y a la propiedad es esencial asegurar que la ilegalidad y las
violaciones al derecho no se conviertan en una práctica extendida y popular y,
sobre todo, que no se vinculen con objetivos políticos. En este contexto, la creación
no intencionada de una clase delincuente sería una ventaja […]. La delincuencia en
sí no representa un peligro político importante-sus ataques a la propiedad o a la
autoridad son individuales y con frecuencia menores, además de que las víctimas
suelen ser de clase baja-, por lo cual las autoridades la consideran tolerable […].
Además, al crear una clase delincuente bien definida la prisión asegura que las
autoridades conozcan a los delincuentes consuetudinarios y puedan manejarlos con
mayor facilidad o tenerlos bajo supervisión policial. Aún más, la existencia de una
clase delincuente puede utilizarse para frenar otro tipo de ilegalidades. En primera
instancia, las medidas policiales y la supervisión que éstas implican pueden usarse
con otros propósitos políticos. Segundo, la naturaleza depredadora de la
delincuencia la vuelve impopular entre los demás miembros de las clases
trabajadoras, que suelen recurrir a la ley en búsqueda de protección y a evitar cada
vez más actos contrarios a ésta. […]. La conciencia de que el encarcelamiento suele
propiciar la subsiguiente identificación con los demás criminales le da a la gente
una razón adicional para evitar correr riesgos ante la ley y para desconfiar de
quienes lo hacen”.7

Por lo tanto, Foucault afirma que la prisión subsiste para controlar a


la clase trabajadora más que al criminal en sí.

El continuum carcelario
Con esta definición, Foucault hace referencia a todo el espectro social
que se vio influido por esta necesidad constante de identificar
transgresiones, anomalías y desviaciones de la norma. Denomina
“archipiélago carcelario” al conjunto de instituciones que se difunde
desde la prisión.

Contribuciones de Foucault
Su idea de poder positivo y productivo promovió el desarrollo de
análisis políticos de las organizaciones de salud, seguridad social,
educación, entre otros.
Su fórmula poder-conocimiento, lleva a un mejor y mayor
conocimiento de las Ciencias Humanas y de las instituciones
“normalizadoras” donde estos conocimientos operan.
Presenta una nueva perspectiva de la Sociología del castigo, tendiente
a promover una nueva perspectiva para el estudio de la penalidad.

7
Op.cit. p. 168

Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 22


Realiza una interpretación sobre el castigo y la historia penal con un
enfoque “perspectivo”, observando los fenómenos penales desde el
punto de vista poder-conocimiento-cuerpo.
Afirma que el poder se “materializa” en las técnicas, los aparatos y las
instituciones, y por ende podrá comprenderse mejor mediante un
análisis detallado de esta tecnología de acción.
Identifica las relaciones de poder en los detalles de las medidas
penales, donde las formas de poder y conocimiento toman contacto
con el transgresor.
Descubre que la penalidad tiene una relación interna e íntima con el
poder.

Garland afirma que, a partir de la obra de Foucault “Vigilar y


castigar”, los criminólogos están más atentos y poseen mayor
conocimiento acerca de cómo los regímenes logran sus efectos
disciplinarios, además de mostrarse alertas ante la posibilidad de que
las medidas correctivas comunitarias involucren una dispersión de la
disciplina. Garland concluye: “Se considera que la perspectiva sobre
el poder que plantea Foucault añade una teoría general del castigo
que excluye, en vez de incluir, otras formas retóricas. Hasta cierto
punto esto se contrapone a lo que él pretendía con su trabajo, ya que
desaprueba la idea de tener una teoría general del castigo…”,
afirmando que le interesan las prácticas específicas y los detalles
concretos, más que cualquier gran teoría.

1.3 El Positivismo
Enrico Ferri, una de las tres figuras centrales de la escuela positiva,
veía en el positivismo no sólo un movimiento de reforma -un ataque
frontal contra el modelo clásico mismo- sino también una
trasformación copernicana de la concepción que el hombre tenía del
delito y la naturaleza humana.

“La misión histórica de la escuela (clásica) consistió en una


reducción de la pena (…) Ahora completamos la misión práctica y
científica de la escuela clásica con una misión más noble y
provechosa, añadiendo al problema de la disminución de las penas
el problema de la disminución de los delitos.”

El positivismo creía que su papel era eliminar sistemáticamente la


“metafísica” del libre albedrío de la escuela clásica y remplazarla por
una ciencia de la sociedad, asignándose la misión de erradicar el
delito. Según uno de sus adherentes contemporáneos Eysenck (1970),
el positivismo ofrece a la sociedad un enfoque totalmente diferente de
la criminalidad, un enfoque que sólo persigue fines prácticos, como la
eliminación de la conducta antisocial, libre de creencias inútiles,
filosóficas, punitivas y ético-religiosas.

Desde fines del siglo XIX la práctica judicial y penal ha estado


dominada por el modelo neoclásico, mientras que la mayor parte de

Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 23


los estudios psicológicos y sociológicos de la acción delictiva y
desviada se han efectuado dentro de un marco más o menos
positivista. Periódicamente, los dos modelos entran en conflicto y, en
realidad, los debates acerca de la responsabilidad en la filosofía penal
son testimonio de los intentos de los clasicistas por oponerse a las
incursiones positivistas.

Es importante distinguir el positivismo que se emplea en la


criminología del que aparece en la teoría social y psicológica general,
aunque más no sea porque el positivismo criminológico se ha
constituido más obvia y claramente con miras a su aplicación práctica
inmediata. En este caso, nuestro propósito es poner de relieve los
elementos comunes presentes en las numerosas versiones de la
criminología positivista. Sabemos que, en cuanto a los detalles,
algunas teorías trascenderán los límites de este modelo, pero
sostenemos que su orientación general coincidirá invariablemente
con los parámetros de tal modelo.

El atributo primordial del positivismo, del cual pueden deducirse


todas sus características principales, es su insistencia en la unidad del
método científico. Esto quiere decir que las premisas e instrumentos
que se consideran eficaces para el estudio del mundo físico tienen
igual validez y utilidad para el estudio de la sociedad y el hombre.
Insistiendo en esta idea, los positivistas han propuesto el uso de
métodos para cuantificar el comportamiento, han aclamado la
objetividad del científico y han afirmado que la acción humana posee
una naturaleza definida y regida por leyes.

La cuantificación del
comportamiento
Las Ciencias Físico-Naturales habían tratado de descubrir
generalidades similares a leyes, con la medición y la cuantificación de
los fenómenos. La criminología positivista siguió un rumbo análogo
tratando de desarrollar unidades precisas y calculables de delitos y
conductas desviadas como paso preliminar a la generalización.
El problema que tenía que superar era distinguir el delito y la
conducta desviada del comportamiento normal sobre una base
cuantificable; la solución inmediata y obvia era recurrir a las
estadísticas de criminalidad, dado que ofrecían algunos detalles sobre
la cantidad y los tipos de delitos cometidos. Las contradicciones
surgieron en forma inmediata y evidente:

Las estadísticas estaban categorizadas en términos legales, los


que podían no prestarse al análisis científico.

Las estadísticas se basaban en los delitos de los que la policía


tenía conocimiento, que eran (y son) en muchos casos una
pequeña proporción de la cantidad total de actos criminales
cometidos.

La delincuencia total, tal como estaba representada por las


estadísticas, podía variar considerablemente en función del grado

Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 24


de vigilancia policial, del despliegue de fuerzas policiales, de la
disposición del público a denunciar determinados delitos, entre
otras cosas, sin que hubiese ningún cambio real en la cuantía de
las infracciones a la ley.

En las estadísticas, el delito está definido sólo como infracción de


leyes, pero éstas pueden reflejar únicamente el capricho de los
legisladores o los intereses de grupos poderosos. Es posible que
no representen la existencia de ningún consenso moral, de tipo
universal o persistente, en la población en general.

En la búsqueda de un patrón moral en el cual basar una ciencia


positiva, esos problemas tuvieron dos soluciones generales: la del
positivismo liberal y la del positivismo radical.

El positivismo liberal

Los positivistas liberales admiten los defectos de las estadísticas de


criminalidad pero entienden que pueden introducírseles
determinadas modificaciones para poder emplearlas con fines
analíticos.
El supuesto es que hay un consenso en la comunidad y que la ley
representa una cristalización formal del mismo. Según esta
definición, el delito es necesariamente un caso de desviación extrema.
Esta es básicamente la posición asumida por Leslie Wilkins (1964) en
su búsqueda de un modelo estadístico de la conformidad y la
desviación: “Una sociedad en la que una gran proporción de la
población practica ordinariamente una forma determinada de
conducta tenderá a permitir esa conducta y a no definirla como
desviada".

En realidad, según una interpretación del término "desviado", es


imposible pensar que cualquier acto se clasifique como desviado si la
mayoría de la población que vive en esa cultura se comporta de
ordinario en esa forma. A causa de la inercia propia de los sistemas
sociales, la definición oficial de desviación puede quedar rezagada
respecto de las definiciones adoptadas por distintas personas.
Durante cierto tiempo, una minoría dominante o un grupo poderoso
pueden persuadir a la mayoría de que permita que las definiciones no
se modifiquen porque reflejan ciertas pautas idealizadas de
comportamiento que la mayoría tiende a aceptar. Pero, en los países
democráticos, hay escaso margen para que existan diferencias
notables entre las definiciones de la mayoría de la gente y las
definiciones codificadas.

Detrás de esta posición, por supuesto, está la noción implícitamente


clásica de que el régimen legal refleja contratos libremente
concertados entre hombres racionales y la sociedad liberal. Por lo
tanto, la desviación respecto de leyes de esa clase da al criminólogo
una información inestimable sobre la tendencia fundamental de los
hombres a actuar de conformidad con principios sociales del tipo más
elaborado, o a desviarse de ellos, nos informa acerca de la
distribución de los casos patológicos en una sociedad más o menos
perfecta.

Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 25


Los infractores sentenciados representan la aproximación más fiel
posible a aquellos que efectivamente han violado la ley,
cuidadosamente elegidos con el tamiz de las garantías del debido
proceso; en ninguna otra actividad de control social se trata de
determinar la infracción de normas con tanto rigor y precisión.

Aunque se admite que las cifras pueden no representar cabalmente


las faltas leves, se entiende que las faltas más serias cometidas por
delincuentes no peligrosos y la gran mayoría de los crímenes graves
quedan consignadas. La tarea fundamental consiste en reformular las
categorías empleadas en las estadísticas oficiales para contar con
datos que estén más de acuerdo con los intereses y objetivos del
científico.

Esta perspectiva predomina, sobre todo, en los organismos oficiales


que se ocupan de la delincuencia y, por ejemplo, en las
investigaciones patrocinadas por gobiernos.
Las estadísticas oficiales sobre delincuencia de menores publicadas
habitualmente y que, supuestamente, proporcionaban un índice
correcto de ese fenómeno, eran imperfectas y no se adecuaban a ese
propósito, o bien se referían a los casos respecto de los cuales se había
iniciado un proceso judicial, con lo que se dejaba de lado el alto
porcentaje de delitos -a menudo cerca de la mitad o hasta los dos
tercios- resueltos por la policía con simples advertencias o remitiendo
a los culpables a alguna agencia social independiente de los
tribunales; o bien se basaban en la cantidad de jóvenes acusados por
la policía de delitos determinados, cuya calificación se tomaba del
código penal o de leyes sobre tribunales para jóvenes. Estábamos
convencidos de que los registros policiales sobre delincuencia
constituirían el mejor fundamento para elaborar uno o más índices,
pero también lo estábamos que era necesario reformular los
principios adoptados por los organismos policiales para recopilar y
publicar estadísticas de delincuencia.

Los autores comenzaron por examinar los registros policiales para


ampliar los limitados datos disponibles y perfeccionar la
categorización de las estadísticas básicas. Eligieron aquellos tipos de
delito que tenían la mayor probabilidad de ser señalados a la atención
de la policía con regularidad suficiente, tal que la proporción de ellos
de la que se tuviese conocimiento razonablemente constante a lo largo
del tiempo. Luego, se supuso que el código legal reflejaba el consenso
de la sociedad. La reformulación preliminar consistió en introducir
ajustes en la categorización y en suponer que la proporción de los
delitos visibles respecto de los no visibles era constante. Sin embargo,
los autores se negaron a aceptar que la clasificación legal reflejase con
precisión el consenso acerca del perjuicio social de un delito, y
sostuvieron que era necesario determinar cuál era el acuerdo de la
comunidad acerca de la gravedad respectiva de diferentes faltas.
Sobre esta base se podría calcular un índice real de delincuencia, cuya
variación representaría la verdadera medida de la desviación entre los
jóvenes. Por lo tanto, los delitos fueron clasificados por un jurado
comunitario para asignar una ponderación adecuada a cada delito y
obtener así un índice satisfactorio (Sellin y Wolfgang, 1969) de
acontecimientos elaborados con la finalidad de tomar en cuenta
rasgos característicos, tales como las circunstancias, las lesiones
producidas a la víctima (de haberlas), la intimidación y violencia, el
Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 26
valor de los bienes perdidos o dañados, entre otros. Estos
acontecimientos, así descriptos, fueron clasificados en categorías y
escalas de magnitudes por unos 750 estudiantes universitarios,
policías, funcionarios de servicios para la juventud y jueces de
tribunales de menores. Por consiguiente, el intento de los positivistas
liberales de establecer un patrón moral sobre el cual edificar una
ciencia positiva destinada, en última instancia, a lograr que
disminuya el comportamiento no deseado, depende del supuesto de
que hay un consenso más o menos difundido acerca de la naturaleza
de la moralidad, de que ésta puede ser descrita (y, en definitiva,
cuantificada) por cualquier grupo heterogéneo de personas que
desempeñen distintas funciones y hayan sido elegidas entre la
población en general (es decir, que la opinión de un grupo de
estudiantes, policías y jueces es representativa de un consenso más
general), y de que es posible reformar la legislación en cierta forma (y,
con ella, las estadísticas) para asegurar que corresponda a la moral así
descripta. En todo momento, el positivismo liberal hace hincapié en la
existencia o posibilidad de un consenso social y moral.

El positivismo radical

El positivismo radical tiene dos ramas: una versión atenuada, que


entiende que las normas legales representan un consenso y procede a
reunir estadísticas propias según ese patrón, pero con independencia
de la policía y el sistema judicial (los que pueden no ser siempre
representativos) y una versión más fuerte cuyas estadística se basan
en un consenso supuesto que, según se cree, difiere significativamente
del consagrado en las definiciones legales.

Travis Hirschi (1969), como la mayoría de los criminólogos


modernos, adopta la versión atenuada cuando escribe: “En este
estudio, la delincuencia queda definida por actos de los que se piensa
que, si son descubiertos, pueden originar que la persona que los
comete sea castigada por representantes de la sociedad global”.

La responsabilidad de evaluar si un acto ha de considerarse delito o


no se trasfiere a la sociedad global o, en el caso de estudios basados en
declaraciones personales, al delincuente mismo. La ley proporciona
un patrón moral aproximado y las estadísticas representan la
disposición de los individuos para admitir retrospectivamente haber
cometido un acto o la medida en que la policía puede y quiere detener
a los delincuentes que descubre. En esta perspectiva, lo importante es
la gravedad que adjudica a la infracción de la ley el órgano de control
social (policía) o quien suministra información sobre sí mismo. Se
supone que no hay desacuerdos notables con referencia a la
moralidad de la ley misma.

La dificultad que crea esta concepción es que el delito, así definido o


cuantificado, resulta estar presente prácticamente en todas partes. Se
manifiesta en todos los sectores de la sociedad, entre ricos y pobres,
jóvenes y viejos, hombres y mujeres, y siempre en niveles más altos y
proporciones diferentes a los supuestos previamente. Sin embargo, la
Teoría Criminológica se ha basado en general en la idea de que el
delito es, fundamentalmente, una actividad propia de personas
jóvenes de sexo masculino y perteneciente a la clase obrera. Los
Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 27
positivistas radicales, enfrentada con el cuadro completamente
distinto de la criminalidad al que se llega empleando sus técnicas,
extraen la conclusión, no de que hay una difusión y variedad de la
racionalidad en la sociedad en general (lo que implica casos de
violaciones racionales de la ley) mayores que las postuladas
previamente, sino de que la eficacia del control social en toda la
sociedad no es tan grande como se pensaba. Implícitamente, se acusa
a los trabajadores sociales y a los jueces de aplicar criterios no
científicos en las decisiones que toman acerca del destino de los
delincuentes. Por consiguiente, es necesario introducir reformas para
asegurar que el control social se aplique, efectiva y “científicamente”,
de conformidad con los intereses objetivos del consenso. El
positivismo radical se interesa en la operacionalización y aplicación,
mediante las técnicas de la ciencia positiva, del consenso moral
incorporado en la legislación penal.
Sin embargo, algunos positivistas se han opuesto por completo al uso
de criterios legales para el examen de la conducta desviada.
En algunos especialistas, la oposición a la definición tradicional del
delito como violación de la ley surge de su deseo de descubrir y
estudiar males que sean absolutos y eternos y no meras violaciones de
regímenes jurídicos legislados o jurisprudenciales que varían según el
tiempo y el lugar: en esencia, se trata de la vieja búsqueda metafísica
de la ley de la naturaleza. Entienden que el carácter dinámico y
relativo de la ley es un obstáculo para el crecimiento de un sistema
científico de hipótesis con validez universal.

En este contexto lo que se necesita es un conjunto de conceptos que


definan al “delito natural”, cualquiera que sea el régimen legal. El
positivista radical tiene tres puntos principales de partida desde los
cuales hacer un cálculo moral independiente de la ley. Puede sostener,
en primer lugar, que existen algunos sentimientos humanos
fundamentales cuya violación indica un delito real, concepto del
delito no viciado por los caprichos de los jueces, por la existencia de
diferentes grupos de interés en la sociedad y otras influencias
histórica y culturalmente determinadas sobre el contenido del crimen
y la composición de las estadísticas criminales.

También, en segundo lugar, puede sostener que es posible especificar


un consenso que sea muy distinto de las normas del régimen legal.
Por último, puede recurrir a ciertas necesidades reales, del sistema
respecto de las cuales algunos actos son realmente, y no sólo
hipotéticamente, disfuncionales.

1.4 Criminología Clínica


La Criminología Clínica, podemos decir, es la conceptualización del
positivismo radical llevado a la práctica del tratamiento o más bien de
la detección de los sujetos criminales.

Uno de los precursores del positivismo, el italiano Raffaele Garofalo


(1852-1934), fue el primero en elaborar una definición compleja del
delito natural:
Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 28
“De lo dicho (…) podemos extraer la conclusión de que el elemento de
inmoralidad necesario para. que la opinión pública pueda
considerar criminal un acto nocivo es que perjudique tanto el sentido
moral como para atentar contra uno o ambos de los sentimientos
altruistas elementales de piedad y probidad. Además, esos
sentimientos deben verse perjudicados, no en sus manifestaciones
superiores y más puras, sino en el promedio en que existen en una
comunidad, promedio que es indispensable para la adaptación del
individuo a la sociedad. Si se produce una violación de uno
cualquiera de esos sentimientos, tendremos lo que puede
denominarse correctamente un delito natural.”

Los sentimientos morales básicos surgen en forma más o menos


avanzada en toda sociedad, y Garofalo los considera imprescindibles
para la coexistencia de los individuos en la sociedad. Por lo tanto, el
delito natural es producto del sentido moral medio de la comunidad
de que se trate.

El caso de Garofalo es excepcional, porque emplea los tres criterios


antes señalados para establecer su concepto autónomo de delito
natural. En la base de su definición se encuentra, sin embargo, la
invocación a sentimientos morales: piedad, (rechazo a hacer sufrir
voluntariamente al prójimo) y probidad (respeto al derecho de
propiedad ajeno). Estos sentimientos desempeñan funciones
esenciales en el mantenimiento del consenso moral existente y, por
ello, tienen cabida entre los valores protegidos por la ley. El paralelo
con las concepciones clásicas de la ley es evidente. También aquí se
postula la existencia de un consenso, basado en el temor u la idea de
Hobbes de la guerra de todos contra todos, y una ley que consagra las
disposiciones necesarias (funcionales) para impedir esa eventualidad.
También aquí se trabaja con supuestos a priori acerca de la naturaleza
humana: la elección moralmente correcta es también funcional para
la sociedad misma. Se construye una visión tautológica de la
naturaleza humana y el orden social, visión que tiene la amable virtud
de no poner en duda los aspectos concretos del orden social (la
desigualdad en la propiedad de la riqueza y los bienes).

El rasgo común al clasicismo y el positivismo se encuentra en lo que


dejan de lado y no en lo que incluyen. En la imagen clásica del
hombre y la sociedad, el orden social es querido: el hombre racional
opta por defender la distribución existente de la propiedad.

En Garofalo, por otro lado, los sentimientos morales, desempeñan las


funciones que para una sociedad basada en la propiedad privada, son
constantes básicas. La naturaleza humana no es solamente una
constante (como en los tratados clásicos), también está determinada.
En Garofalo es precisamente el carácter determinado del sentimiento
moral lo que limita la gama de elección del hombre. Más adelante,
Gabriel Tarde (1912), otro positivista, señalaría con respecto a ese
extraordinario intento de Garofalo: “Lo que más sorprende aquí es
comprobar cómo un evolucionista hace esfuerzos desesperados por
afianzarse sobre algún punto fijo en este mar insondable de
fenómenos, y echar anclas precisamente en lo más inestable y
huidizo del mundo: el sentimiento”.

Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 29


Esta búsqueda de un “ancla”, - que antes denominamos “patrón
moral”- para una criminología activa (reformadora) en los principios
positivistas se vio imposibilitada fundamentalmente por el “mar
insondable” de definiciones de delito a largo del tiempo y en distintas
culturas. Los positivistas que postularon tendencias fundamentales en
la naturaleza humana intentaban -como los partidarios de la
etnometodología de nuestra época- sostener que se podía descubrir
un consenso variable pero identificable de significados y de principios
morales, los que, a su vez, serían el huidizo patrón de la acción
positiva.

Por consiguiente, es dable encontrar normas de conducta donde


quiera que haya grupos sociales, es decir, universalmente. No son
creación de un grupo normativo dado; no se aplican únicamente
dentro de determinadas fronteras políticas; no están necesariamente
incluidas en las leyes. Esos hechos llevan a la inexorable conclusión
de que el estudio de las normas de conducta proporcionaría una base
más sólida para desarrollar categorías científicas que el estudio de los
delitos tal como están definidos en el derecho penal. Ese estudio
implicaría el aislamiento y la clasificación de normas en categorías
universales que trascendiesen las fronteras políticas y de otra índole,
requisito impuesto por la lógica de la ciencia. El estudio de cómo
surgen las normas de conducta y de cómo se vinculan entre sí y con
otros elementos culturales, el estudio de los cambios y las diferencias
en las violaciones de las normas y la relación entre esas violaciones y
otros fenómenos culturales son, sin duda, cuestiones que puede
considerar de su competencia quien es sociólogo por información e
intereses.

De esta manera, el científico social puede concentrarse en la variación


empírica de las normas en determinado grupo social pero, aun así,
generalizar acerca de la conducta desviada en su totalidad. Las
estadísticas se vinculan con normas de conducta y no con criterios
legales. Sin embargo, en este caso, el problema es que cualquier
investigación de ese tipo de normas de conducta debe, casi con toda
seguridad, hacer frente a un desacuerdo considerable dentro de los
grupos sociales estudiados. Habrá muchas definiciones distintas (y,
por ende, estadísticas diferentes) a disposición del investigador y éste
tendrá que elegir entre ellas, sin la ayuda de nociones a priori sobre la
conducta desviada.

Cuando no se quieren emplear criterios legales, a lo que en última


instancia se recurre es a las necesidades de la sociedad, del sistema.
Por definición, ésta ha sido la solución empleada por la mayor parte
de los sociólogos que trabajan dentro de la tradición positivista, y
donde mejor se la observa es en la obra de la escuela llamada
estructural-funcionalista de la Sociología norteamericana.

La premisa fundamental es que los valores, las normas y la moral no


plantean problemas: son factores dados por el sistema mismo. El
desviado no es una persona con una moral o racionalidad distinta o
auténtica; es un individuo insuficientemente socializado que, por
varios motivos, no ha internalizado la moral adecuada (es decir, la del
sistema). En este sentido, John Horton señaló (1964) “El problema de
la perspectiva del observador (…) se evita interpretando los valores
no como ideales políticos o utópicos sino como objetos neutrales del
Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 30
sistema social que se estudia.”

Al transferir la responsabilidad de la evaluación al sistema mismo, el


positivista radical puede creer que está en condiciones de determinar
neutralmente la base y la distribución real de la conformidad y la
desviación. Puede desvincularse de los caprichos del procedimiento
judicial, de las consecuencias de la práctica y organización policial y,
en última instancia, de la imagen de la delincuencia que reflejan las
estadísticas oficiales; y aun así, puede edificar una ciencia del delito y
de la actividad correccional reales (“de acuerdo con las necesidades” o
“imperativos” del sistema).

En la práctica, es evidente que, como lo señala Melvin Tumin, este


camino hacia la neutralidad positivista plantea numerosos problemas.
Incluso aunque se acepte, al igual que los funcionalistas, que es
posible determinar las necesidades del sistema en forma valorativa,
quedaría la dificultad de decidir de qué manera ponderar y
caracterizar (como funcional o disfuncional) conductas sociales
concretas dentro de ese sistema. Aludiendo a comportamientos
delictivos en general (cualquiera que sea el modo en que se definan), a
la conducta sexual desviada, a la desigualdad social o a cualquier
actividad estimada comúnmente como “problema social”. El intento
positivista de dejar de lado las convenciones sociales de la época, en
especial las incompatibilidades del derecho y el control social, y de
buscar más allá de ellas los sentimientos naturales del hombre, el
verdadero consenso o las necesidades reales del “sistema mismo”, no
ha logrado sentar las bases para que la ciencia del positivismo pueda
progresar en interés de todos y en menoscabo de ninguno.

La Escuela Positivista Biológica –C.


Lombroso-
Cesare Lombroso, el fundador de la Escuela Positivista Biológica, es
conocido sobre todo por su concepto del criminal atávico. Estos
criminales innatos eran considerados regresiones a períodos
evolutivos anteriores y a niveles inferiores de desarrollo orgánico.
Darwin fue el primero en hablar de atavismo (1871) cuando escribió:
“Respecto de la raza humana podemos decir que las peores
manifestaciones que ocasionalmente y sin causa visible aparecen en
ciertas familias pueden quizá ser regresiones a un estado salvaje, del
que no nos separan muchas generaciones”.

Lombroso sostuvo haber descubierto el “secreto” de la delincuencia


cuando examinaba el cráneo del famoso bandolero Vihella. Describió
así su “rayo de inspiración” (1911):

“No fue simplemente una idea sino un rayo de inspiración. Al ver ese
cráneo, me pareció comprender súbitamente, iluminado como una
vasta llanura bajo un cielo llameante, el problema de la naturaleza
de un criminal, un ser atávico que reproduce en su persona los
instintos feroces de la humanidad primitiva y los animales
inferiores. Las manifestaciones anatómicas eran las mandíbulas

Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 31


enormes, los pómulos altos, los arcos superciliares prominentes, las
líneas aisladas de la palma de la mano, el tamaño excesivo de las
órbitas, las orejas con forma de asa que se encuentran en criminales,
salvajes y monos, la insensibilidad al dolor, la visión
extremadamente aguda, tatuajes, indolencia excesiva, afición a las
orgías, y la búsqueda irresistible del mal por el mal mismo, el deseo
no solo de quitar la vida a la víctima, sino también de mutilar el
cadáver, rasgar la carne y beber la sangre.” 8

El hombre atávico como lo reconocería Lombroso, respondía a aquel


individuo que podría ser identificado por una serie de estigmas
físicos: dentición anormal, rostro asimétrico, grandes orejas, defectos
en los ojos, características sexuales invertidas, tatuajes, etc.

Lombroso comparó a criminales con grupos de control integrados por


soldados y encontró diferencias significativas en la proporción de esos
estigmas. En una investigación posterior sobre las características
anatómicas de anarquistas, observó que el 31 % de su muestra de
París, el 40 % en Chicago y el 34 % en Turín tenían esas
características especiales, mientras que entre los participantes en
otros movimientos políticos extremistas, menos del 12 % tenía tales
“máculas”.

Expuso por primera vez su teoría en L'uomo delinquente, de 1876,


pero cuando se publicó la quinta edición, en 1897, ante las críticas
recibidas, Lombroso ya no insistía tanto en la naturaleza atávica de
todos los tipos de delincuencia. Los criminales innatos como tales ya
eran una minoría y a este tipo atávico se añadían ahora los siguientes:
a) el delincuente epiléptico; b) el delincuente demente; c) un grupo
numeroso de delincuentes ocasionales que podían presentar ciertas
características de atavismo y degeneración, podían verse precipitados
al delito por su asociación con elementos delictivos, tener una
educación deficiente, o actuar inspirados por el patriotismo, el amor,
el honor o los ideales políticos.

Ante las críticas que se le formularon, Lombroso alude a un gran


número de “influencias ambientales”. Además, como todos los
positivistas cabales, estaba dispuesto a considerar que la influencia
del atavismo o la degeneración era una cuestión de grado. La
distinción neta entre criminal y no criminal (la idea de la
diferenciación, que, según Matza, es característica del positivismo
criminológico) a menudo queda desechada en los tratados positivistas
relativamente complejos, en gran parte como resultado del interés en
la cuantificación.

Los principales defectos de la teoría lombrosiana pueden resumirse


de la siguiente forma:

Defectos técnicos
Las técnicas estadísticas de Lombroso (que reflejan el desarrollo de la
matemática de su época) eran totalmente inadecuadas. En repetidas
ocasiones se ha demostrado que sus resultados carecían de
significación estadística.
8
Taylor, I. (2007). La nueva criminología. Contribución a una teoría social de la conducta desviada.
Buenos Aires. Editorial Amorrortu. Pág. 59

Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 32


Estigmas Físicos
A menudo se ha señalado, y demostrado, que los estigmas físicos
suelen ser consecuencia directa del medio social, por ejemplo, de una
nutrición deficiente. El tatuaje, quizás el ejemplo más ridículo
presentado por Lombroso, es evidentemente resultado de modas
culturales que han tendido a prevalecer en las clases más bajas (es
decir, entre la población que corre «mayor riesgo» de ser aprehendida
por cometer delitos).

Teoría genética
La teoría genética moderna ha excluido totalmente la posibilidad de
que se produzca una regresión evolutiva hacia especies más
primitivas.

Evaluación social
En el curso de la interacción social, las personas que presentan
estigmas físicos evidentes pueden ser evaluadas por los demás en
forma distinta de quienes no tienen esas características visibles.
Por lo tanto, es perfectamente posible que se trate de una profecía que
se cumple a sí misma, en la que la persona satisface las expectativas
que los demás tienen de él.

Además, como lo ha demostrado un estudio reciente en Inglaterra, es


más probable que sean detenidas aquellas personas que, por lo
general, tienen estigmas sociales de este tipo.

Tasas de delincuencia
La variación biológica no puede por sí sola explicar la variación de las
tasas de delincuencia (p. ej. en distintas culturas, épocas y clases) y
nada puede ofrecer para entender cómo (y por qué) surge el
ordenamiento legal.

Unidad 2: Personalidad y
Criminalidad
2.1 Psicopatía y trastorno
antisocial de la
personalidad
El trastorno antisocial de la personalidad (TAP) es, tal vez, uno de los
trastornos que más atracción ejerce sobre los profesionales de la salud

Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 33


mental y, en general, sobre el resto de la población, si bien su
prevalencia es relativamente baja (entre 0'7-3%, según la mayoría de
los estudios). Probablemente la atracción o interés que genera éste
tipo de trastornos es porque los comportamientos que manifiestan
quienes padecen este trastorno resultan incomprensibles para la
mayoría de personas y generan gran rechazo social. 9

Como es sabido por los profesionales de la salud mental, llama la


atención el carácter inexplicable de los comportamientos que realizan
los sujetos con este tipo de patología, así por ejemplo pueden realizar
acciones caníbales, asesinatos sin ningún tipo de motivación o
condicionante, como también pueden serlo la omisión en el cuidado
de los hijos o su maltrato directo.

De este modo, al pensar en las características de una persona con


trastorno antisocial, no nos es difícil pensar en diferentes personas
que han cometido actos inhumanos a o largo de la historia o
remitirnos a la idea de maldad que desde las construcciones religiosas
o morales se han instituido. Cuando los medios de comunicación
informan de un crimen ejecutado con crueldad y sin sentido, las
sospechas recaen inmediatamente sobre alguien que, sin duda, debe
mostrar una personalidad psicopática.

Por ello es que no resulta sencillo definir con absoluta propiedad a


quienes padecen el trastorno y en ello es que algunos investigadores
como Cleckley o Hare, han intentando proporcionar pautas o criterios
que permitan su reconocimiento. Sobre ello avanzaremos a
continuación.

Definición de psicopatía
Podemos decir, a partir de la consulta de diferentes autores y
manuales especializados en ésta temática, que no es posible establecer
una conceptualización unívoca del término psicopatía, ya que no
existe un acuerdo unánime ni respecto a la denominación, ni acerca
del constructo o definición de psicopatía. Así, ha sido definido desde
diversos puntos de vista, los cuales van desde el puramente biológico,
hasta el más ambientalista.

Centrándonos en los autores “más contemporáneos”, esto es, aquéllos


que estudiaron el fenómeno de mediados del siglo XX en adelante, y
dejando a un lado las definiciones propuestas a principios del siglo
XIX, Karpman (1961) describió al psicópata como un individuo
insensible, emocionalmente inmaduro, desdoblado y carente de
profundidad, con emociones simples, sin capacidad para
experimentar ansiedad o miedo, y sin la posibilidad de que las
recompensas o castigos ejerzan efecto alguno sobre su
comportamiento.

9
María José López Miguel & María del Carmen Núñez Gaitán Universidad de Sevilla. Revista Española
de Investigación Criminológica Artículo 1, Número 7 (2009). ISSN: 1696-9219

Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 34


Es interesante recordar las descripciones que sobre la psicopatía,
realizaron autores como Cleckley (1941) y Hare (1984). Para Cleckley
el síntoma básico de la psicopatía es la deficiente respuesta afectiva
hacia los demás, lo que posibilita explicar las conductas antisociales
que manifiesta el sujeto. Presentamos a continuación los criterios que
propone Cleckley en su reconocimiento comportamental de la
psicopatía:

Criterios de Cleckley para describir la psicopatía (Cleckley, 1941)10

“Encanto externo y notable inteligencia


Inexistencia de alucinaciones y otras manifestaciones de
pensamiento irracional
Ausencia de nerviosismo
Indigno de confianza
Mentiras e insinceridad
Falta de sentimientos de culpabilidad y de vergüenza
Conducta antisocial, sin aparente remordimiento
Razonamiento insuficiente y falta de capacidad para
aprender de la experiencia vivida.
Egocentrismo patológico e incapacidad para amar
Gran pobreza de reacciones afectivas
Pérdida específica de intuición
Irresponsabilidad en las relaciones interpersonales
Comportamiento fantástico
Amenazas de suicidio raramente cumplidas
Vida sexual impersonal, trivial y poco integrada
Incapacidad para seguir cualquier plan de vida”

Según Cleckley, al psicópata le falta la posibilidad de experimentar


emociones, carece de ellas, aunque, en apariencia, se exprese de un
modo normal. A ello lo ha denominada como demencia o afasia
semántica, lo que implica que los psicópatas son incapaces de
entender y/o expresar el significado de experiencias emocionales, aún
teniendo la capacidad de comprender el lenguaje (Millon y Davis,
2001).

Hare (1991), por su parte, elabora una escala de estimación


compuesta por 20 ítems, en la que se incluyen dos factores que
conforman la psicopatía, y que se exponen en la tabla 1 -Psychopathy
Checklist Revised- (PCL-R).

Tabla 1. Factores que componen la psicopatía (Hare, 1991)

Factor 1. Factor II. Desviación


Personalidad social

1. Locuacidad/encanto 3. Necesidad de
superficial estimulación

2. Grandioso 9. Estilo de vida parásito

10
www.psicologiajuridica.org/psj164.html ( 15/01/2011)

Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 35


sentimiento de autovalía
10. Escaso autocontrol
4. Mentira patológica
12. Precocidad en mala
5. Manipulador conducta

6. Falta de 13. Sin metas realistas


remordimiento/culpa
14. Impulsividad
7. Afecto superficial
15. Irresponsabilidad
8. Crueldad/falta de
empatía 18. Delincuencia juvenil

16. No acepta 19.Revocación de la


responsabilidad de sus libertad condicional
actos

Ítems adicionales que no pertenecen a los factores

11. Conducta sexual promiscua

17. Muchas relaciones maritales breves

20. Versatilidad delictiva

Esta prueba o categorización ha demostrado ser un efectivo


instrumento para distinguir individuos psicópatas de aquéllos que no
lo son y es una referencia de consideración al momento de realizar un
diagnóstico en éste sentido con personas que han cometido algún
delito.

“De acuerdo a la opinión de Hare, las definiciones y descripciones


aportadas por los diferentes autores tienen en común varios
elementos. Por una parte, el elevado egocentrismo que caracteriza a
los psicópatas, que encaja, asimismo, con su falta de empatía; por
otro, su incapacidad para establecer relaciones afectivas con los
demás. Resumiendo, Garrido (2004) considera que un atributo
esencial -considerado por muchos autores como rasgo común- es la
disfunción afectiva en el ámbito interpersonal. Esta alteración de la
afectividad se relaciona con rasgos tales como la insensibilidad, la
falta de empatía y la ausencia de remordimientos, el egocentrismo,
la mentira patológica y la manipulación. Esta alteración de la
afectividad parece relacionarse con una débil activación del sistema
defensivo, con un deseo de dominio y baja ansiedad. Entre las
características comportamentales que definen al psicópata destaca
este autor la reiterada violación de las normas sociales y la

Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 36


explotación de los demás y, por último, judicialmente, se trata de
una conducta delictiva persistente y particularmente violenta.”11

Por otra parte, y luego de los diferentes trabajos de investigación


realizados, es posible decir que la psicopatía no representa una
categoría que sea estable o rígida sino que es posible reconocer
diferentes subtipos de psicópatas. Hare (1984) ha establecido una
tipología del psicópata, diferenciando tres tipos:

Psicópata primario, secundario y disocial. El psicópata primario


correspondería a la descripción realizada por Cleckley; el secundario o
psicópata neurótico se caracterizaría por su capacidad para establecer
relaciones afectivas, sentir culpa o remordimiento y por una elevada
ansiedad; finalmente, el psicópata disocial sería un individuo de
ambientes marginales con una subcultura propia, en el que también
están presentes los sentimientos de culpa, lealtad y afecto, siendo su
conducta antisocial debida a factores ambientales (Torrubia, 1987).

Igualmente, Eysenck (1981, 1995) distinguió entre psicopatía primaria


y psicopatía secundaria. La psicopatía primaria, de la que es
responsable la dimensión psicoticismo, se caracteriza por ausencia de
sentimientos de culpabilidad, empatía o sensibilidad, y llevaría a los
individuos cuyas puntuaciones en la misma sean altas a cometer actos
delictivos con más probabilidad (Bueno, 1990), siendo éstos más
agresivos (Chico y Ferrando, 1995; Eysenck y Eysenck, 1976). La
asociación entre extraversión y neuroticismo daría lugar a la
psicopatía secundaria (Pérez, 1986), en la que el individuo comete
actos delictivos pero experimenta culpabilidad por ello.

Trastorno antisocial de la
personalidad: concepto y
características
El Trastorno Antisocial de la Personalidad, denominado también
como psicopatía o sociopatía, de acuerdo a la definición del Manual
Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales en su cuarta
edición revisada (APA, 2002), se define o caracteriza por mostrar “un
patrón general de desprecio y violación de los derechos de los demás,
que comienza en la infancia o el principio de la adolescencia y
continúa en la edad adulta” (p. 784). Los criterios para el diagnóstico
del TAP se presentan en la tabla 2.

Tabla 2. Trastorno antisocial de la personalidad (APA, 2002)

11
López Miguel, M y Núñez Gaitán, M. Psicopatía versus trastorno atisocial de la personalidad.
www.criminologia.net/pdf/reic/ano7-2009/a72009art1.pdf (15/01/2011)

Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 37


CRITERIOS PARA EL DIAGNÓSTICO DEL TRASTORNO ANTISOCIAL DE LA
PERSONALIDAD

A. Un patrón general de desprecio y violación de los derechos de los demás que se


presenta desde la edad de 15 años, como lo indican tres (o más) de los siguientes
ítems:

Fracaso para adaptarse a las normas sociales en lo que respecta al


comportamiento ilegal, como lo indica el perpetrar repetidamente actos
que son motivo de detención.

Deshonestidad, indicada por mentir repetidamente, utilizar un alias,


estafar a otros para obtener un beneficio personal o por placer.

Impulsividad o incapacidad para planificar el futuro.

Irritabilidad y agresividad, indicados por peleas físicas repetidas o


agresiones.

Despreocupación imprudente por su seguridad o la de los demás.

Irresponsabilidad persistente, indicada por la incapacidad de mantener


un trabajo con constancia o de hacerse cargo de obligaciones económicas.

Falta de remordimientos, como lo indica la indiferencia o la justificación


del haber dañado, maltratado o robado a otros.

B. El sujeto tiene al menos 18 años.

C. Existen pruebas de un trastorno disocial que comienza antes de la edad de 15


años.

D. El comportamiento antisocial no aparece exclusivamente en el transcurso de


una esquizofrenia o un episodio maníaco.

Los comportamientos impulsivos son los que caracterizan este


trastorno (De corral, 1996) dificultando reparar en las consecuencias
negativas de las conductas. También la ausencia de responsabilidades
personales y sociales, los déficits en la solución de problemas, así
como la falta de sentimientos de culpa y de amor. Vemos en estas
características que la particularidad antisocial se encuentra
relacionada con aquellos aspectos que en cierto modo fundamentan
las relaciones sociales saludables o normales, donde lo central es el
reconocimiento empático del semejante como tal.

Se presentan también como factores de riesgo, la juventud y niveles


socioeconómicos y culturales bajos. Estos aspectos o factores,
veremos que se encuentran explicitados por D. Lykken (al finalizar la
presente lectura) en tanto están relacionados con las carencias o
dificultades en el proceso de socialización.

“Desde el modelo de Millon (Millon y col., 2001), la personalidad


antisocial se conoce como el patrón activo-independiente y se
caracteriza, fundamentalmente, por ser una personalidad agresiva,
con distintos grados a lo largo de ese continuo sistemático,
abarcando así desde formas leves hasta formas extremadamente
graves (Ávila-Espada y Herrero, 1995). Se trata de un trastorno
Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 38
crónico que con frecuencia se asocia al trastorno de personalidad
paranoide, siendo típica la triada antisocial-sádico-pasivo/agresivo
(Ávila- Espada y col., 1995), y al consumo de drogas pues, como
afirman Miller, Lynam, Widiger y Leukefeld (2001), recientes
estudios han hallado un alto porcentaje de consumidores,
abusadores y dependientes de alcohol y otras drogas entre
delincuentes psicopáticos. La presencia de trastornos mentales o
psicopatológicos y psicopatía incrementa el riesgo de violencia y
agresión (Hill, Newman y Rogers, 2004). Se caracteriza además por
ingresos frecuentes en centros penitenciarios. En su etiología pueden
hallarse tanto factores biológicos como de socialización, incluyendo
el aprendizaje y las experiencias vitales, tales como la hostilidad
parental, graves déficit en los modelos parentales y el reforzamiento
de la conducta agresiva y vengativa, potenciados fundamentalmente
por la disminución del control de los impulsos (Ávila- Espada y col.,
1995). Tales variables interactúan entre sí dificultando
enormemente la posibilidad de definir el peso relativo de unos y
otros en el desarrollo del trastorno. Se asocia, además, este
trastorno con el neuroticismo, la ausencia de cordialidad y de
minuciosidad o escrupulosidad.”12

2.2 Tipos de delincuencia


A lo largo del tiempo se han dado numerosas explicaciones acerca de
la etiología de la delincuencia, algunos hablan de causas morfológicas,
de un contexto perjudicial, de motivaciones inconscientes ante una
necesidad de castigo. La principal falla de muchos de estos postulados
podría ser el hecho de centrarse en sólo un factor y no poder
considerar la situación de manera global, lo cual desembocaría en una
mirada reduccionista acerca de un fenómeno tan complejo como la
delincuencia.

Si bien debe atenderse a cada caso en particular, se pueden observar


ciertas características que se repiten entre los sujetos que delinquen, a
saber: falta de autocontrol, déficits en la socialización primaria y/o
secundaria, padres demasiado autoritarios o bien negligentes o
indiferentes no pudiendo brindar al niño los recursos necesarios para
aprender a vincularse con otro. Cabe destacar que en determinadas
circunstancias, incluso una persona bien socializada y dentro de los
parámetros que se toman por “normal” puede cometer un delito.

12
López Miguel, M y Núñez Gaitán, M. Psicopatía versus trastorno atisocial de la personalidad.
www.criminologia.net/pdf/reic/ano7-2009/a72009art1.pdf (15/01/2011)

Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 39


Delincuentes psicológicamente
normales
Dentro de esta categoría se encuentran aquellos sujetos que si bien
puede que hayan sido socializados adecuadamente y caben dentro de
lo considerado “normal” en cuanto a su temperamento, su umbral de
tolerancia ante las situaciones conflictivas es muy bajo y reaccionan
desmedidamente ante un acontecimiento o por ejemplo, corren
riesgos constantemente.

Se puede ver aquí a sujetos inocentes que son juzgados de manera


injusta y reciben una condena por algún delito que no han cometido.
El hecho de que la gran mayoría de reclusos se declaren inocencia, no
quita que algunos realmente lo sean. Otro tipo de delincuente que se
considera psicológicamente normal es aquel que ante determinadas
circunstancias, ya sea por el estrés que estas generaron, el shock
emocional o gravedad de las mismas, reacciona de un modo atípico,
un ejemplo de esto son los llamados “crímenes pasionales”. Lo
característico de este tipo de delincuente es que si se le presentase
una situación similar a la vivida, cometerían un delito con la misma
probabilidad que cualquier otro ciudadano.

Acerca del “delincuente profesional” se puede decir que estos sujetos


eligen el delito como un estilo de vida, sin ninguna perturbación
psiquiátrica o psicológica que intervenga, sino que consideran que
dadas sus capacidades y habilidades ésta es la mejor opción. Por
último, cabe destacar dentro de esta categoría al “delincuente de
oficina” que de alguna manera se ve precipitados a delinquir cuando
tiene una oportunidad al alcance de la mano, sería una especie de
deseo y acción irremediable que no pueden controlar. No suelen ser
atrapados, pero en tal caso puede que sientan la misma vergüenza que
cualquier otra persona sentiría.

Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 40


Delincuente psicótico
La persona que padece de psicosis, no comparte la misma concepción
de realidad que el resto, ésta se ve severamente alterada, cuando no
modificada, por lo tanto puede ocurrir que la conducta de éstos no se
adapte a las circunstancias y cometan algún delito. Es importante
destacar que la gran mayoría de las veces se producen en momentos
de desestabilización, por lo tanto es importante la consulta periódica
con el psiquiatra y la toma adecuada de los medicamentos recetados.

Personalidades antisociales
Lykken (2000) propone que la principal característica de estos sujetos
es su predisposición persistente hacia la conducta antisocial y dentro
de lo que denomina personalidades antisociales destaca a los
psicópatas, quienes poseen un temperamento anormal y los
sociópatas, personas que no han sido bien socializadas.

El sociópata se caracteriza por tener, en general, un temperamento


relativamente normal, pero unos padres que han fallado en su
socialización. En algunas ocasiones ésta no existió, en otras se basó en
costumbres sádicas y de dominancia. La cuestión es que han sido
padres incompetentes, incapaces de generar un vínculo sólido con sus
hijos, fuente de mal ejemplo. Entre las características de personalidad
se puede observar impulsividad, hábitos desviados adquiridos e
incluso un componente genético. En su gran mayoría no muestran
vergüenza ante situaciones que al común de la gente avergonzarían,
escasean los planes acerca del futuro, dado que éste resultó ser
muchas veces demasiado incierto, disfrutan de transgredir las reglas y
satisfacer los impulsos que emergen sin prever o dar importancia a las
consecuencias que puedan traer.

Lykken realiza una amplia clasificación de tipos de sociópatas, aquí se


expondrán los más relevantes. El “sociópata marginado” es un sujeto
que no ha podido desarrollar la capacidad de amar y relacionarse con
los demás; el no poder ponerse en el lugar del otro, no tener empatía,
es un claro factor de riesgo para que se disparen las conductas
antisociales. Otras personas disfrutan del simple hecho de tener el
control, dominio, poder a cualquier precio, incluso lastimando,
asustando o tiranizando a los demás. Esto se observa en los
“sociópatas agresivos”, en cuyos casos la misma acción es el refuerzo
necesario y pertinente para volver a cometer el delito por el placer que
en sí misma genera. Son sujetos inmutables, atrevidos, duros de
carácter. El “sociópata disocial” presenta un temperamento y
socialización sin serias perturbaciones, sin embargo en la etapa
adolescente se ha identificado con un grupo de pares con costumbres
e ideología antisocial, a este grupo se le es leal y se genera un

Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 41


compromiso muy fuerte por lo cual se puede caer en conductas
delictivas.

Siguiendo a este autor, en el caso del psicópata, la conducta antisocial


se debe más bien a características de personalidad que imposibilitan o
perturban la buena socialización, incluso dentro del núcleo de una
familia tradicional. Entonces, las causas internas predominan en
detrimento de las circunstancias a la hora de actuar. Echeburúa
(2006) en su libro “Las personalidades violentas”, realiza un recorrido
histórico de las distintas concepciones de psicopatía. A continuación
se expondrán algunas de ellas. Hare (1970 en Echeburúa (2006) dice
del psicópata que es incapaz de sentir interés genuino por los demás,
sino que los manipula y utiliza en su beneficio, se muestra sofisticado
y sincero en apariencia. Cleckey (1941) considera a la psicopatía como
“una combinación de rasgos de personalidad y de conducta” y
establece 16 criterios:

“Inexistencia de alucinaciones o de otras manifestaciones


de pensamiento irracional.
Ausencia de nerviosismo o de manifestaciones
neuróticas.
Encanto externo y notable inteligencia.
Egocentrismo patológico e incapacidad de amar.
Gran pobreza de reacciones afectivas básicas.
Sexualidad impersonal, trivial y poco integrada.
Falta de sentimiento de culpa y vergüenza.
Indigno de confianza
Mentiras e insinceridad.
Pérdida específica de intuición.
Incapacidad para seguir cualquier plan de vida
Conducta antisocial sin aparente remordimiento.
Amenazas de suicidio raramente cumplidas.
Razonamiento insuficiente o falta de capacidad para
aprender de la experiencia vivida.
Irresponsabilidad en las relaciones interpersonales.
Comportamiento fantástico y abuso de alcohol.”

Un claro ejemplo de psicópata es el de Ted Bundy quien violó y mató


a 40 chicas jóvenes aunque el presumía de tener más de 100 víctimas
en su haber entre 1974 y 1978 a lo largo de Norteamérica. Bundy era
inteligente, culto y encantador, utilizaba todos sus medios para atraer
a los demás. Cuando se escribe acerca de su vida, se encuentra que en
los comienzos de su accionar delictivo, luchaba con su conciencia al
violar y matar, pero luego se convenció de que podía tratarlas como
basura. Incluso creía poder dejar de matar cuando así lo deseara.

Existe gran controversia respecto a la vida emocional de los


psicópatas. Meloy (1988) se cuestiona acerca de su capacidad
biológica para sentir emoción y la percepción de sus propios estados

Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 42


emocionales. Reporta acerca de un tipo especial de mirada por parte
del psicópata, generadora de respuestas primitivas por parte de quien
es observado, fija, como antesala de un ataque animal. Estos sujetos
poseen experiencias conscientes de emoción pero ésta se estructura
en torno a su yo, de manera narcisística. Entre las emociones que
viven los psicópatas, Meloy describe:

“Placer
Aparece por medio de la gratificación de impulsos
sádicos al dañar a otra persona o al experimentar
situaciones con un contenido sexual o agresivo
agregado. No siente empatía, al contrario, ante la
alegría del otro se despierta su envidia o avaricia.

Cólera
Se activa fácilmente, de manera brusca e irrefrenable
y con serias consecuencias, el psicópata no posee
recursos para controlar, manejar o darle otro rumbo
a su impulsividad y afectividad. Al no haber
internalizado valores y actitudes como la
preocupación por los demás o empatía ante el dolor
ajeno, no presenta ninguna inhibición ante el deseo de
atacar.

Depresión
Tal cual se la conoce, no existe en estas personas, a lo
sumo una sensación de vacío, injusticia ante el mundo
y auto-devaluación (Yochelson y Samenow,1976)

Alegría y desprecio
Se presentan juntos en una especie de “desprecio
irónico”.

Aburrimiento
Gran relación con la búsqueda de excitación.”

Meloy concluye que existiría una “emocionabilidad condicionada por


sustratos biológicos infrahumanos” y un fuerte componente narcisista
por lo cual se da vía libre a instintos que no han podido ser
adecuadamente elaborados. Hodge (1991) encuentra en las bases de la
personalidad psicopática una seguidilla de sufrimientos de violencia,
lo cual generó síntomas del desorden de estrés postraumático, como
así también una adicción a las experiencias de adrenalina y excitación.
Observa que tanto quienes padecen esta enfermedad como los
veteranos de Guerra de Vietnam son violentos, impulsivos, con
adicciones o abusos de sustancias y problemas en las relaciones
interpersonales.

Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 43


Al igual que en el caso de los sociópatas, existen clasificaciones y
subclasificaciones de psicópatas. El caso del “psicópata
desestabilizado” es el de un sujeto posiblemente bien socializado, pero
con un componente orgánico que lo aqueja episódicamente; cuando
esto sucede, el monto de angustia o desequilibrio q se produce podría
llegar a eximirlo de parte de la responsabilidad del hecho delictivo.

Siguiendo la clasificación, el “psicópata primario” o “puro”


(Echeburúa, 2006) es aquel sujeto que no tiene deseos o necesidades
anormales necesariamente, ni brotes impulsivos incontrolables, o
graves perturbaciones en la crianza y cuidado parental, simplemente
parecerían persistir en las conductas antisociales, cumplirían los 16
criterios de Cleckey. En algunos casos, han desarrollado
relativamente bien la capacidad de inhibir la conducta antisocial, pero
no poseen una conciencia fuerte y eficaz, solo se mueven por el interés
personal; mientras que el “psicópata secundario”, si bien impulsivo y
agresivo también introvertido, retraído y con sentimientos de culpa.

Al decir de Lykken(2000), estos sujetos corren riesgos, pero a la vez


están insatisfechos con su vida y consigo mismos sufriendo más estrés
que el resto de las personas. Echeburúa (2006), propone que los
psicópatas secundarios pueden establecer relaciones afectivas, al
haber una estructura neurótica que motiva su conducta. Este autor
concluye que las personas aprenden el lenguaje de la moralidad y
cómo usarlo, el psicópata falla en esta última parte. No logra actuar de
acuerdo a las normas que gobiernan la vida en sociedad, como así
tampoco, de acuerdo a las normas dentro de las cárceles, por lo cual
suele tener problemas con el resto de los reclusos. Al haber aprendido
modelos que no promovieron la solidaridad, la conducta ética, los
buenos valores, es incapaz de conseguir un yo coherente, que perdure
en el tiempo y respete la dignidad de los demás, esto es propio de las
personas bien socializadas. De esto resulta una falta de integridad
personal y de responsabilidad.

La socialización en la Teoría de D.
Lykken
La socialización según Lykken es el conjunto de hábitos que aduiere el
individuo con la finalidad de adaptarse a la sociedad y sus reglas, así
este proceso (de adaptación) incluiría tres componentes:

“Escrupulosidad
Predisposición general a evitar la conducta antisocial. Dicha actitud
suele derivarse del temor al castigo, incluso a castigos auto
infringidos como la culpa y la vergüenza, tendencia a rechazar la
alternativa delictiva. La mayoría de los adultos evitan cometer
delitos de un modo automático. Una de las razones por las que el
índice de criminalidad alcanza su nivel más alto al final de la

Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 44


adolescencia es porque en muchos casos a esa edad estos hábitos
todavía no se han consolidado.

Prosocialidad
Predisposición general hacia la conducta prosocial; incluye todos los
impulsos educadores, afectivos y altruistas. Se desarrolla mediante
la capacidad de establecer lazos de empatía con los demás, de
participar en las relaciones afectivas y disfrutar con ellas, aceptar y
querer emular los modelos de conducta prosociales.

Aceptación de la responsabilidad adulta


Consiste en la motivación y en las habilidades necearías para
participar en el esforzó de comunidad. Tiene que ver con la
adquisición de la ética del trabajo, con el deseo de lograr algo a
través del esfuerzo personal, la aceptación de la familia
convencional y de las responsabilidades sociales.”13

La obligación parental es proporcionar las necesidades básicas,


alimentar, dar cobijo, proteger a los niños y la socialización de éstos.
La socialización es el producto de dos factores: la actividad parental, y
las características innatas. La primera hace referencia a todas las
experiencias de aprendizaje que alejan al sujeto de una conducta
antisocial y que tienden hacia actividades prosociales.

El niño mal socializado suele sufrir el rechazo de sus pares normales y


fracasan en la escuela, es casi inevitable que evolucione hacia la
pertenencia de grupos de pares desviados o bandas que enseñan y
refuerzan la conducta antisocial, mientras que rechazan o castigan la
conducta normal o prosocial.

Un Modelo Animal: El BULTERRIER.


Reflexión de D. Lykken: “Tras haber tenido dos bilterrier a lo largo
de los años, he visto que mi familiaridad con esta raza me ha sido
más útil para entender la delincuencia que la lectura de la mayoría
de los textos sobre el tema.”

El bulterrier es extrovertido, divertido, sociable y carece de inhibición


neurótica. El autor relata que su perro Willie tiene menos de un año,
cada día se ve obligado a aplicarle los atributos parentales necesarios
para ayudarlo a alcanzar el objetivo de socialización. Dichos atributos
incluyen, el empeño en demostrarle que es el jefe y en negarse a
tolerar conductas inaceptables, además de la voluntad de dedicarle
tiempo para imponer cada orden legítima. Willie a partir del
entrenamiento se va dando cuenta que su amo es más grande que él y
que al final tendrá que hacer lo que le digan. El adiestramiento se
basa en gran medida en el refuerzo positivo, es muy difícil socializar a
un bulterrier y requiere una gran dosis de sentido común y
autocontrol.

13
Lykken, D. Las personalidades Antisociales. Editorial Herder. Barcelona. 2000. Pág. 25.

Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 45


¿Qué tiene que ver el adiestramiento de los perros con la educación de los
hijos?

Los psicólogos del desarrollo hablan de la relación que se establece


entre madre e hijo en los primeros dos años de vida, un vínculo que
puede afectar las futuras relaciones del niño. Según esta corriente, a
medida que aumentan las competencias del niño, el padre le dará
oportunidades para autocontenerse y fomentará su participación en la
toma de decisiones. A diferencia de los cachorros los niños
desarrollan el concepto de sí mismo. Un buen padre ayuda a que ese
concepto que el niño tiene de sí mismo sea el de una persona
socializada.

Psicología Forense- Pablo Rivarola Padrós 46

Potrebbero piacerti anche