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A CIELO ABIERTO
Los mitos
del dios griego del desenfreno
Marcel Detienne
Título del original en francés: Dionysos á ciel ouvert
(Publicado en la colección “Textes du XX siécle”,
dirigida por Maurice Ollender.)
© by Hachette, París. 1986
Traducción: Margarita Mizraji
Ilustración de cubierta: Edgardo Carosia
24 Pausanias, X, 19, 3.
25 Seguimos la sugestión que han hecho conjuntamente,
a propósito del relato de Pausanias, G. Daux y J. Bousquet,
“Agam.emnón, Telephe, Dionysos Sphaléótas et les Attali-
des”, Revue archéologique, 1942-1943, I. págs. 113-125;
1942-1944, págs. 19-40 (en particular las págs. 31-33).
* Los nombres propios griegos se han castellanizado
según el uso más común en nuestra lengua, pero las palabras
griegas se reproducen en esta versión exactamente tal como
fueron transliteradas en el texto original francés, en el cual
no figuran los caracteres griegos.
bajo el nombre de Dioniso Esfaleno.* A conti
nuación de lo cual, las gentes de Metimna guarda
ron en sus casas la xoana retirada del mar, honrán
dola con sacrificios y plegarias, mientras que envia
ban una copia de bronce a Delfos”.
Una máscara surge de las profundidades del
mar, un rostro desconocido aparece en medio del
espacio marino que es como un más allá. Pero no es
un rostro de espanto como el ídolo troyano de
Dioniso que vuelve loco al que lo descubre. Es una
forma que propone un enigma, una efigie a desci
frar, una potencia desconocida a identificar. Hay
en ella algo de divino, pero un divino distinto del
compartido por los dioses helénicos. Distinto, en
tanto hay sobre este rostro algo extraño y algo ex
tranjero, según el doble sentido de xénos. Lo de
extranjero,27 en primer lugar: que no designa a lo
no griego, el bárbaro de habla ininteligible, sino al
ciudadano de una comunidad vecina. El xénos es
producido por la distancia que separa dos ciudades:
en sus sacrificios, en sus asambleas, en sus tribuna
les. Para ser llamado xé«os, un extranjero debe, pues,
pertenecer al mundo helénico, idealmente consti
tuido por el conjunto de hombres que tienen “la
El extraño extranjero
El estatuto de extranjero marca profundamen
te la personalidad de Dioniso. Tanto en el modo
de relación que favorece, como en su vocación para
revelarse enmascarado. Cuando los dioses entran en
procesión a lo largo de un friso, la máscara es para
Dioniso la insignia de su divinidad: enarbola la fa-
cialidad tan espontáneamente como Hermes lleva el
caduceo. El vaso Francisco hace surgir los grandes
ojos abiertos, fijos sobre el espectador que con
templa el desfile de los olímpicos. A través de la
máscara que le confiere su identidad figurativa,
Dioniso afirma su naturaleza epifánica de dios que
no cesa de oscilar entre la presencia y la ausencia.32
70 Bacantes, 1314-1315.
71 Ibid., 1330-1338; 1354-1360. Impiedad patológica y
tan grave, en la ciudad platónica, que se invita al obsesivo
de pillaje a poner fin a sus días (Platón, Leyes, IX, 854, b-c).
Bajo dos efigies idénticas
El papel de Melampus en las tradiciones de
Argos y de Sicione permitía ya pensar la manía co
mo un estado intermedio entre la enfermedad y la
impureza. La locura dependía de la competencia
del adivino, del mago y del purificador, según cier
tas técnicas concurrentes o acumulativas: encanta
mientos, hierbas medicinales, danza coribántica o
sangre purificante vertida sobre la cabeza. Hay en
el delirio, en la manía dionisíaca, una parte de im
pureza, directamente imputable al hecho de estar
fuera de sí, separado de los otros y de sí mismo.
Como una primera impureza que llama a otra, tan
presente en la demencia negra desde Licurgo hasta
Agave: la impureza engendrada por el crimen, las
manos sucias por el infanticidio. Entre un asesino y
un demente, la homología es grande: la locura lleva
al crimen, mientras que el asesino es a menudo
percibido como un poseído. Es, pues, la dimen
sión purificadora de Dioniso lo que se acusa en
los advenimientos violentos de Baccheios o de Bac-
cheus. Cuanto más se desencadena la locura, mayor
es el lugar para la catarsis. Dioniso conoce íntima
mente una y otra.
Como testimonio, está su biografía de niño
divino nacido de una madre mortal y perseguido
por el odio de su madrastra Hera. En el relato de
la Biblioteca,12 Dioniso, metamorfoseado en ca
87 Id. Ib id.
Las gentes de Corínto ilustran esta dualidad,
en pleno día, pero a través de dos estatuas perfec
tamente idénticas.88 Son xoanas, estatuas de made
ra recubiertas de oro, salvo el rostro, embadurnado
de bermellón. En apariencia, nada distingue a una
de la otra. No obstante, una recibe el nombre de
Lisios y la otra el de Baqueios. Sólo la denomina
ción viene a desmentir la identidad que se afirma
hasta en el material elegido. Pausanias, nuestro in
formante, consignó por escrito el discurso de los
exégetas de Corínto: Penteo ultrajando a Dioniso,
el espía encaramado en la cima del árbol, el cuerpo
destrozado y, según el drama, el oráculo de la Pitia
que ordena a los habitantes de Corínto encontrar el
tronco ensangrentado y reverenciarlo al igual que
un dios. Dos efigies de Dioniso, enmascarado, ta
lladas en la misma madera, que afirman la identidad
del dios Lisios y Baqueios desde Tebas y la monta
ña del Citerón. Sin diferenciar los dos aspectos di
vinos con materiales de valor antitético, como lo
.hacen los naxianos con sus dos máscaras de Dioni
so, una, apodada Baqueus y tallada en madera de
vid, la otra, llamada el Suave, el Apaciguador, el
Meilichios, y modelada en el tronco de una higue
ra.89 Más refinados son los corintios con sus dos
Dioniso que llevan la misma máscara sobre una
misma alma de madera: dobles idénticos que una
Zancadilla
Queda, pues, por interrogar, el segundo deta
lle del ceremonial insular: cuando una de las muje
res cae con su carga, y todo pasa de un estado a
otro tan brutalmente. Nada más común que una
caída en el mundo de los bípedos, salvo quizá
cuando se produce en las cercanías de Dioniso. En
efecto, una serie de informaciones hacen pensar
que el pie o la pierna es una parte esencial del cuer
po dionisíaco. Empezando por la Bacante, la de
Eurípides, canónica en su felicidad: ofreciendo