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TRABAJO DE GRADO
INTRODUCCIÓN
No se puede hacer teoría del derecho de la nada; este tipo de análisis parte, o por
lo menos para nosotros debe ser así, de un ordenamiento jurídico determinado. Es
esa la intención de nuestro trabajo de grado: no partir de la nada. No se trata
entonces de recitar teoría del derecho extranjera y organizarla en algunos cuantos
tomos; no se hace teoría del derecho de esa manera. Por el contrario, se realiza
esta labor partiendo del desenvolvimiento jurídico de un determinado orden
jurídico, y es así que nosotros hablamos de teoría del derecho desde el derecho
positivo colombiano y no simplemente de teoría jurídica.
Algunas de nuestras fuentes más importantes fueron los libros de teoría del
derecho español; además de que analizaban su ordenamiento positivo particular
que es similar al nuestro, se basaban en una tradición de estudios de teoría
jurídica que con el tiempo creaban categorías y conceptos que hacían posible el
estudio de su ordenamiento. Nos dimos cuenta que gran parte de las distinciones
y conceptos utilizados nos ayudaban a entender el desorden que veíamos en
nuestro propio sistema jurídico; las distinciones encuadraban perfectamente en lo
que piensa el abogado común, el magistrado, el profesor de derecho. Es así que
encontramos conceptos como jerarquía normativa según la fundamentación
jurídica, jerarquía normativa según la fuerza jurídica, antinomias de primer y
segundo grado, forma jurídica, norma jurídica, etc., que nos ayudaba en nuestra
labor; nos permitieron, por ejemplo, a analizar formalmente una sentencia de la
Corte Constitucional o del Consejo de Estado, ya que las distinciones implícitas
que hacían éstas no nos mostraban la verdadera importancia de la distinción o en
ocasiones nos llevaban a una confusión conceptual que nos hacía inmanejable
nuestro trabajo.
Aunque muchas veces los conceptos que comúnmente utilizamos nos quedaron
cortos para referirnos a algunos problemas y objetos de nuestro ordenamiento, y
por lo tanto nos tocó utilizar otro tipo de recursos como adentrarnos en los
supuestos con que se opera en nuestro medio y como crear conceptos propios, en
algunos capítulos la formalización salió del trabajo hecho por autores como
Betegón, Diez Picaso, Balaguer Callejón etc., que se conjugaron muy bien con los
conceptos y distinciones implícitas hechas por nuestro magistrados, jueces,
abogados y docentes. En suma, para algunas partes de nuestro trabajo la teoría
del derecho que se encontraba implícita en nuestro ordenamiento jurídico la
pudimos volver explícita y formalizarla con ayuda de algunos conceptos y
distinciones de la teoría del derecho español, aunque queremos insistir de nuevo
en esto: la mayor parte del trabajo la logramos de untarnos del mundo jurídico
4
colombiano, constituido por el ordenamiento positivo como tal, por sus principios y
por los supuestos con que se maneja expresados por los operadores jurídicos
colombianos (abogados, jueces, funcionarios públicos etc.).
Ahora bien, una vez hecha la explicación del manejo de las fuentes en nuestro
trabajo, hablemos de él en su estructura y objetivos. Como arriba se dejó claro,
nuestro principal objetivo es abordar de forma crítica el principio de jerarquía
normativa formal o positiva en el ordenamiento jurídico colombiano. Este objetivo
va cogido de la mano de otros dos que se hacen evidentes en el desenlace de
nuestro trabajo; el primero es hacer patente la poca importancia que se le da a la
teoría del derecho en nuestro país y que sin duda alguna tiene como
consecuencias directas la regular enseñanza que de la misma hay en casi todas
las facultades de derecho del país y a la falta de claridad conceptual y la mala
utilización de las formas jurídicas colombianas por parte de nuestros abogados,
jueces y en general de la mayoría de operadores jurídicos.
Para el segundo, podríamos decir que con una sólida base de teoría del derecho
colombiano el juez y el abogado del común darían en el clavo, sin gastar tiempo
en arreglar las impropiedades teóricas que a diario estamos acostumbrados a
enfrentar; algunas providencias y algunos abogados arañan en ocasiones
problemas teóricos importantes de nuestro de ordenamiento jurídico, pero que no
trascienden, simplemente porque se dan cuenta de asunto para un fin
determinado y no con una visión del conjunto del ordenamiento jurídico
colombiano; se ven entonces sentencias que nos muestran y en cierta manera
solucionan problemas, pero que no plasman teoría del derecho colombiana, ya
que creemos que eso es cuestión de coger cualquier tomo de un libro de teoría o
introducción del derecho y utilizarlo para nuestro fines sin importarnos el contexto
histórico ni la situación espacial del mismo; en fin, nos suena rara la idea de una
teoría del derecho colombiana.
Ahora bien, una vez analizados estos rasgos fundamentales del principio
estudiado, llegamos a la conclusión que a la luz de estos cuatro capítulos no se
podría negar al principio de jerarquía normativa formal o positiva, ya que aunque
éste se encuentre inmerso en irregularidades e inconsistencias, subsiste o se
podría hablar de todos modos de jerarquía normativa basada en la fuerza jurídica;
es lo por lo anterior que los dos capítulos que siguen se ocupan de negar la
procedencia de una jerarquía normativa basada en dicho principio.
PRIMERA PARTE
CAPITULO PRIMERO.
Tal como anunciamos en la introducción, el primer paso que debemos dar para
hacer una crítica del principio de la jerarquía normativa positiva o formal, es
determinar su contenido, a partir de lo que en nuestro propio medio y cultura
jurídica se sostiene o se supone. Por ello, lo que haremos a continuación será
determinar el sentido en que utilizamos la expresión “principio de jerarquía
normativa positiva o formal”, y la formulación que se hace del mismo en nuestra
tradición jurídica.
1
Este es precisamente una de las acepciones de la expresión “principio”, según el GRAN
DICCIONARIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA. Barcelona: Ed. Larousse Planeta S.A., 1996. p.
1404: “Nociones básicas o primeros conocimientos de las artes o ciencias”.
8
2
Esta es otra de las acepciones de la expresión “principio”, según los diccionarios: “Verdad o
idea que sirve de fundamento a otras o a un razonamiento”. (DICCIONARIO DE USO DEL
ESPAÑOL. Madrid: Ed. Gredos, T. II, 1983. p. 844).
9
Es por ello que el principio de jerarquía normativa no solo es un principio, sino que
además es uno de los importantes y de los más utilizados en nuestra cultura
jurídica, y con el que los abogados tenemos que lidiar gran parte de nuestra vida.
Sin embargo, y al igual que lo que sucede con los conceptos importantes
(conceptos como “persona”, “contrato”, “autonomía de la voluntad”, “buena fe”,
etc.), se trata de un concepto sumamente confuso y problemático. Precisamente,
lo que intentaremos mostrar en este trabajo es que en vez de afirmar la existencia
del “principio” de jerarquía normativa, deberíamos hablar de que “en principio”
existe una jerarquía normativa, con lo cual se pondría de presente que la jerarquía
normativa es algo que solo se puede aceptar en la medida en que no se haya
pensado o analizado previamente3.
2. LA JERARQUIA NORMATIVA.
3
Precisamente, la expresión “en principio” hace referencia a aquello que se acepta o acoge en
un primer momento, sin pensarlo o analizarlo. (DICCIONARIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA, 19 ed.
Madrid: Real Academia Española, 1970. p. 1074 y GRAN DICCIONARIO DE LA LENGUA
ESPAÑOLA. Op. cit., p. 1404).
10
Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que un mismo conjunto de elementos –por
ejemplo, las normas jurídicas de un sistema jurídico- admiten distintas
4
GRAN SOPENA DE SINONIMOS Y ASOCIACION DE IDEAS. Barcelona: Ed. Ramón Sopena
S.A.. T.2, 1989. p. 849.
5
NARVAEZ, José Ignacio. Teoría general de las sociedades. 9ª ed. Santa Fe de Bogotá: Eds.
Doctrina y ley, 1996. p. 239-240.
6
Al respecto véase el artículo de Francisco Humberto Picone, en la ENCICLOPEDIA JURIDICA
OMEBA. Buenos Aires: Bibilográfica Omeba, T. XXI, 1964. p. 41-44
7
Al respecto véase la ENCICLOPEDIA JURIDICA OMEBA. Op. cit., T. XXI. p. 45, y
RODRIGUEZ, Libardo. Derecho administrativo. 9ª ed. Santa Fe de Bogotá: Ed. Temis, 1996. p.
50.
8
Sobre los alcances y efectos de la jerarquía al interior de la rama judicial, y específicamente
sobre la obligatoriedad del precedente judicial, véase LOPEZ, Hernán Fabio. Instituciones de
Derecho procesal civil colombiano. 7ª ed. Santa Fe de Bogotá: Dupré Editores. T. 1, 1997. p.
112-114. Igualmente véase el artículo 48 de la ley 270 de 1993 y las sentencias C-083 de 1995 y
C-037 de 1996 de la Corte Constitucional.
9
VELASQUEZ TURBAY, Camilo. Derecho constitucional. Santa Fe de Bogotá: Ed. Universidad
Externado de Colombia, 1998. p. 230-231.
10
PALLARES, Eduardo. DICCIONARIO DE DERECHO PROCESAL CIVIL. 22ª ed. México: Ed.
Porrúa, 1996. p. 459.
11
GRAN SOPENA DE SINONIMOS Y ASOCIACION DE IDEAS, Op. cit., p. 849.
11
12
Sobre el rango jerárquico de los decretos-leyes véase RODRIGUEZ, Libardo, Op. Cit., p. 271
y PAREJA, Carlos. Curso de derecho administrativo teórico y práctico. 2ª. ed. Bogotá: Ed. Andes,
1940. p. 66-72
12
13
Frecuentemente se utiliza la expresión en este sentido. Así por ejemplo, cuando se afirma que
“La estructura piramidal del ordenamiento jurídico, nos permite ver con claridad que el fundamento
de validez de una norma jurídica, está en otra norma jurídica jerárquicamente superior; porque una
norma es válida (...) cuando su contenido encuadra en lo que dispone la norma fundante (validez
material)”, se utiliza como sinónimo de fundamentación material (TORRE, Abelardo. Introducción
al derecho. 10ª ed. actualizada. Buenos Aires: Ed. Perrot, 1991. p. 266).
14
También se utiliza en nuestro medio la expresión en este sentido. Así por ejemplo, cuando se
afirma que “la estructura piramidal del ordenamiento jurídico nos permite ver con claridad que el
fundamento de validez de una norma jurídica, está en otra norma jerárquicamente superior; porque
una norma es válida (...) cuando ha sido establecida por los órganos y con el procedimiento
prescripto por otra superior (validez formal)”, se toma la expresión como sinónimo de
fundamentación formal (TORRE, Abelardo, Op. Cit., p. 266).
15
KELSEN, Hans. Teoría pura del Derecho. Santa Fe de Bogotá: Ed. Reflexión. p. 147.
13
16
Debemos entonces distinguir claramente entre la jerarquía normativa positiva o formal (o
jerarquía de Merkl) y la jerarquía según la fundamentación (o jerarquía kelseniana), pues tienen un
objeto, un principio ordenador y un fundamento distinto.
En efecto, mientras que la jerarquía positiva o formal tiene como principio ordenador la fuerza
jurídica, de modo que la posición o rango jerárquico de las normas jurídicas depende de la fuerza
asignada a la forma a la que pertenece, la jerarquía kelseniana se funda en la cadena de validez,
de modo que una norma es superior a otra en la medida en que determine sus condiciones de
validez.
Mientras que la jerarquía según la fuerza jurídica recae directamente sobre las formas jurídicas –
actos normativos caracterizados por el órgano que las produce y el procedimiento por el cual se
producen-, e indirectamente entre las disposiciones o normas que se visten con ellas, la jerarquía
normativa según la fundamentación recae sobre las disposiciones o normas.
Por último, mientras que la jerarquía normativa formal o positiva encuentra su origen en la
asignación de fuerza jurídica que el derecho positivo hace a cada forma jurídica (criterio positivo),
la jerarquía normativa según la fundamentación encuentra su origen en el movimiento del propio
ordenamiento, en cuanto a la lógica lo enmarca, es decir, al proceso gradual de producción
jurídica.
La distinción entre las dos (2) jerarquías se hace más clara y evidente cuando nos percatamos de
que no siempre coinciden, y de que por ejemplo, una norma que tiene un rango superior a otra
dentro de la jerarquía según la fundamentación, puede tener un rango inferior a esta en la jerarquía
según la fuerza jurídica. Así por ejemplo, un acto legislativo (art. 364 C/91) es inferior a la
Constitución en la jerarquía kelseniana, ya que para su validez debe sujetarse a las reglas
formales, procedimientales y de contenido dispuestas por la Carta Política, mientras que en la
jerarquía formal o positiva tienen el mismo rango jerárquico. También podemos mencionar un
ejemplo al que habíamos hecho referencia anteriormente: en la jerarquía kelseniana, los decretos-
leyes tienen una categoría inferior a las leyes de facultades, dado que aquellos deben sujetarse a
los parámetros generales dispuestos por estas, mientras que en la jerarquía positiva tienen el
mismo rango (art. 150 num 10 C/91).
Ahora bien, a pesar de la importancia de la distinción, por regla general en nuestro medio no se
hace esta distinción, por lo menos explícitamente. Un ejemplo típico es el tratamiento dado al
principio por Alfonso Ruiz Miguel, en su artículo El principio de jerarquía normativa (RUIZ MIGUEL,
Alfonso. El principio de jerarquía normativa. En : Revista Española de Derecho Constitucional. Año
8. Núm. 24. Septiembre – Diciembre, 1988). En este artículo, el autor se propone determinar cuál
es el criterio correcto que debe ser utilizado para conformar la jerarquía normativa; en este intento,
desecha el criterio del órgano, el de la fundamentación y el de la fuerza jurídica, como si existiera
un único criterio correcto. Este parece ser también el caso de autores "clásicos" en nuestro medio.
Aftalión y Vilanova hablan de una única jerarquía, partiendo del criterio de la fundamentación
jurídica, pero a la cual le atribuyen los efectos de la jerarquía fundada en la fuerza jurídica
(AFTALION, Enrique; VILANOVA, José. Introducción al derecho. Buenos Aires, 1988. p. 507-546);
este es el caso de García Maynes (GARCIA MAYNES, Eduardo. Introducción al estudio del
derecho. 14ª ed., México D.F.: Ed. Porrúa S.A., 1967. p. 83-88).
Igualmente cuando se abordan problemas jurídicos concretos, se asume que existe una única
jerarquía. Así por ejemplo, cuando se afirma que los actos administrativos generales tienen una
mayor fuerza jurídica que los actos administrativos individuales, en la medida en que aquellos
determinan las condiciones de validez de estos, se supone también que no existe una duplicidad
de jerarquías y que la jerarquía normativa según la fuerza jurídica y la jerarquía normativa según la
cadena de validez son en realidad una sola jerarquía Por esta misma razón, en nuestro medio
resulta difícil explicar cómo es posible que las leyes de facultades, que establecen las condiciones
de validez de los decretos-leyes, tengan su misma fuerza jurídica, tal como explicamos
anteriormente.
14
17
AYALA CALDAS, Jorge Enrique. Elementos de derecho administrativo general. Santa Fe de
Bogotá: Ed. Doctrina y Ley, 1999. p. 23.
18
PENAGOS, Gustavo. Derecho administrativo. Santa Fe de Bogotá: Eds. Librería del
Profesional. T. I, 1994. p. 200-201 y 259-265.
15
media al estudio del tema19; el reconocido libro de Monroy Cabra dedica dos
párrafos al estudio de la jerarquía en general y medio párrafo al estudio de la
jerarquía normativa en Colombia20; y aunque entendemos que se trata de un
libro de introducción al derecho, que como tal no puede profundizar en
materias desconocidas para aquellos que se introducen al derecho, ni siquiera
se menciona que las relaciones jerárquicas son más complejas de los que se
expone en el propio libro.
19
NOGUERA LABORDE, Rodrigo. Introducción general al derecho. 2ª. Ed. Santa Fe de Bogotá:
Institución Universitaria Sergio Arboleda. V. II, 1996. p. 67-69.
20
MONROY CABRA, Marco Gerardo. Introducción al derecho. 7ª ed. Santa Fe de Bogotá: Ed.
Temis S.A., 1986. p. 70 y 86.
21
RUIZ MIGUEL, Alfonso, Op. cit., p. 45-65.
BETEGON, Jerónimo; GASCON, Marina; PARAMO, Juan Ramón de; PRIETO, Luis.
Lecciones de teoría del derecho, Madrid: Ed. Mc Graw Hill, 1997. p. 156-160, 207-212, 227-234,
239-242, 273-283.
BALAGUER CALLEJON, Francisco. Fuentes del derecho. Madrid: Ed. Tecnos S.A. Vol I:
“Principios del ordenamiento constitucional”, 1991. p. 143-148.
16
22
BOBBIO, Norberto. Contribución a la teoría del derecho. 2ª. Ed. Madrid: Ed. Debate, 1990. p.
339-342.
17
Así por ejemplo, se considera que los criterios a partir de los cuales se instituye la
jerarquía operan para todo el sistema jurídico, sin que se piense que con respecto
18
Igualmente en nuestro medio se considera que existe una única jerarquía que
opera para todos los campos del derecho y que cada forma jurídica ocupa siempre
la misma posición dentro del sistema jurídico. En efecto, cuando se estudia el
principio de la jerarquía normativa, se habla de “la” jerarquía, como si existiera una
única ordenación jerárquica y no una multiplicada de jerarquías, y como si nunca
se presentaran alteraciones en esta ordenación vertical de las normas jurídicas
Toda relación normativa, sea de un campo del derecho o de otro, estará
gobernada por está misma ordenación escalonada; en otras palabras, a lo que nos
lleva la postulación del principio de jerarquía normativa positiva o formal, tal y
como lo estamos tratando, es a pensar que siempre que en cualquier rama o
campo del derecho se encuentren en relación dos (2) formas determinadas,
estarán en la misma relación jerárquica; por ejemplo, siempre que se encuentre la
costumbre y la ley, se piensa que la ley es superior jerárquicamente por poseer
siempre mayor fuerza jurídica.
23
Ibid., p. 339-342.
19
Hasta el momento hemos visto que en nuestra cultura jurídica se acepta sin
mayores dificultades – o más bien, sin ninguna dificultad-, el principio de jerarquía
normativa formal o positiva. Sin embargo, todas las preguntas acerca de la
jerarquía quedan por responderse: ¿cuál es el criterio que estructura la
ordenación? ¿cuál es el fundamento del principio de la jerarquía normativa? ¿cuál
es su objeto y cuáles son sus efectos?.
24
DE OTTO, Ignacio. Derecho constitucional. Sistema de fuentes. Barcelona: Ed. Ariel S.A.,
1987. p. 149.
20
superiores a las demás, podían regular cualquier tema o materia; es decir, implica
la “expansividad ilimitada de la ley”25.
Ahora bien, el concepto de “fuerza de ley”, dio lugar a un concepto mas amplio
que se predica de todo el ordenamiento y no sólo de la ley: “la fuerza jurídica”.
Sobre la base de concepto se funda el llamado “principio de la jerarquía normativa
positiva o formal”.
Podemos decir, entonces, que la “fuerza jurídica” es la capacidad que tiene una
forma jurídica determinada de prevalecer, respecto de otras, en el ordenamiento
jurídico y de crear o modificar derecho objetivo existente. De la anterior definición
vemos que se encuentra una parte, a la que se le ha dado el nombre en la
doctrina de “fuerza activa”, y una parte pasiva, a la que se le ha denominado
“fuerza pasiva”. Aunque es en la parte concerniente a las manifestaciones del
principio de jerarquía normativa formal o positiva que se va ahondar en estos dos
elementos esenciales de la fuerza jurídica, vamos a dar una breve enunciación de
cada uno. Por “fuerza activa” se entiende la capacidad de una forma jurídica de
incidir en le ordenamiento jurídico, bien sea, creando derecho objetivo,
modificando el existe, o derogándolo. La “fuerza pasiva” es la capacidad que tiene
determinada forma de resistir frente a la acción derogatoria o modificatoria de
otras de diferente fuerza jurídica.
25
Ibíd., p. 149.
26
Ibíd., p. 149-150.
21
No solo la jerarquía recae sobre las fuentes formales del derecho, sino que la
ordenación se establece entre las normas según la forma jurídica que asuman. Se
trata de una jerarquía normativa, y como tal, dispone una ordenación vertical de
normas jurídicas; sin embargo, el rango jerárquico está dado por su forma jurídica.
En otras palabras, la ordenación recae primariamente sobre las formas jurídicas, y
de manera derivada o secundaria, sobre las normas jurídicas27.
27
Se debe distinguir claramente entre disposición, norma y forma jurídica. Por disposiciones
jurídicas se entiende el conjunto de enunciados de los diferentes mandatos jurídicos, y que suelen
encontrarse agrupadas en codificaciones, compilaciones, estatutos, etc..
La norma jurídica es la interpretación que se hace de las disposiciones jurídicas. Esto ocurre
porque el lenguaje en el que suele expresarse el derecho no siempre es claro y unívoco, sino que
por el contrario, en muchas ocasiones se nos muestra como equívoco, oscuro y poco seguro, en
cuanto a los miles de sentidos que se le pueden atribuir a las disposiciones jurídicas. Es en este
22
Así por ejemplo, en nuestro medio las normas que reconocen y garantizan los
derechos fundamentales son consideradas como normas que se encuentran en el
rango jerárquico más alto dentro del sistema jurídico; sin embargo, la posición
privilegiada no obedece a su valor intrínseco ni a su contenido, sino a que estas
normas hacen parte de la Constitución Política de Colombia de 1991, es decir, a
que adoptaron la forma constitucional; los derechos que no se encuentran
consagrados en la Carta Política y a los cuales esta no les concede el valor o
jerarquía constitucional, se encuentran en una posición inferior a la que ocupan los
derechos fundamentales consagrados en la Constitución, y su rango dependerá
de la forma que adopten. Y del mismo modo que los derechos fundamentales
tienen la mas alta jerarquía dentro del ordenamiento jurídico colombiano por
adoptar la forma constitucional, las disposiciones que se encuentran dentro de
dicho texto, relativas por ejemplo a la estructura del Consejo Superior de la
Judicatura, en principio tienen la misma jerarquía que los derechos
constitucionales fundamentales, a pesar de que su contenido y su importancia
dentro del sistema social y político es radicalmente diferente. Si las normas que
consagran los derechos fundamentales estuvieran consagrados por un ley y la
Constitución no les otorgara fuerza constitucional, según los supuestos de nuestra
cultura jurídica, tendrían una fuerza interior dentro del ordenamiento, y podrían ser
derogados, por ejemplo, por una ley posterior o por la Constitución.
Veámos de qué manera los jueces acuden a la forma del material normativo para
decidir cuál de las normas contradictorias prevalece. En la sentencia de la sección
segunda de la Sala de lo Contencioso Administrativo del Consejo de Estado del 13
de julio de 1982, se discute qué cuerpo normativo prevalece: si el decreto 1950 de
1973 o el decreto 2733 de 1969. El hecho que da lugar a la discusión es el
siguiente: el señor Luis Francisco Pineda Pineda, que trabajaba para DIAN en
virtud de la resolución 13137 de 1974, fue despedido el 24 de febrero de 1977, en
virtud de la resolución 00207 de la misma fecha, en la cual se revoca la resolución
13137; la revocatoria que se hizo se realizó “sin que mediara petición o
autorización previa” por parte del señor Pineda. A su vez, el decreto 2733 de 1969
establece de manera general para todo acto administrativo, que su revocatoria
24
directa solo procede con el consentimiento expreso y escrito del afectado; por su
parte, el decreto 1950 de 1973 establece que para los actos relativos al
nombramiento de funcionarios, la revocatoria no requiere del consentimiento
expreso y escrito del afectado, cuando el nombramiento se hacen sin cumplir los
requisitos exigidos por la ley. El punto es el siguiente: si se aplica el decreto 2733
del 69, se puede anular la resolución 00297 en la que se despide al señor Pineda,
y el cual, por consiguiente, puede ser indemnizado y reintegrado a su antiguo
cargo; por el contrario, si se aplica el decreto 1950 de 1973, no procede la
anulación de la resolución mencionada, y se confirma el retiro del mencionado
señor. Con respecto a este conflicto normativo, el Consejo de Estado lo resuelve
a favor del decreto 2733, argumentando que a pesar de ser anterior y general,
tiene fuerza de ley por ser un decreto extraordinario, mientras que el decreto 1950
del 73 –que es un decreto posterior y especial- es un decreto reglamentario, y
teniendo por tanto una jerarquía inferior29. Obsérvese cómo la resolución del
conflicto normativo entre los dos decretos se realiza con base en el examen de la
forma de cada uno de estos dos cuerpos normativos, con prescindencia de
cualquier análisis relativo al contenido o a la importancia de la norma en la
organización social y política del país; no se entra a analizar, por ejemplo, si es
justo que la revocatoria de un nombramiento requiera de la aceptación de su
destinatario, o si es más conveniente, lógico y justo que cuando el nombramiento
del funcionario se hizo sin el cumplimiento de los requisitos exigidos por ley, el
acto respectivo pueda ser revocado directamente por la administración, sin la
autorización del afectado. Lo relevante para resolver los conflictos normativos es
la forma jurídica.
Tal como veremos más adelante, hoy la fuerza jurídica de las disposiciones y
normas no gira en torno a su forma; las insuficiencias de una mentalidad formalista
ha hecho que paulatina y silenciosamente se haya aceptado que la fuerza jurídica
depende también del contenido, de los valores y de los principios implícitos de las
normas jurídicas.
29
Sentencia del 13 de julio de 1982, Sala de lo Contencioso Administrativo, sección 2ª, C.P.:
Doctor Joaquín Vanin Tello, ref. exp. 5735, actor: Luis Francisco Pineda Pineda.
25
Empecemos pues, con el criterio del órgano. Según el criterio del órgano, como lo
indicábamos arriba, el fundamento del principio en mención es la superioridad o
inferioridad del órgano que emite las normas jurídicas que se expresan en
determinada forma jurídica. Ahora bien, independientemente del análisis político
que se pueda hacer (tal como lo mostraremos al final del capítulo), jurídicamente
el principio no parece adecuado para ser considerado como base del principio de
jerarquía. Las razones que vamos a dar a continuación nos mostrarán por qué.
30
RUIZ MIGUEL, Alfonso, Op. cit., p. 45-65.
31
BALAGUER CALLEJÓN, Francisco. Ob. cit., p. 145.
26
órgano de carácter superior genere siempre formas jurídicas con fuerza jurídica
superior a los generados por otro órgano de rango inferior.
?? Si partiéramos del criterio del órgano no podría explicarse que hubiera formas
jurídicas con la misma fuerza jurídica que fueran generadas por órganos con
distinto rango. No podría explicarse, por ejemplo, que los referendos, que son
el producto del “órgano” supremo dentro de una organización política que
consagra la soberanía popular y la democracia participativa como la nuestra (el
pueblo), tengan igual fuerza jurídica a la que tienen los actos legislativos, que
emanan de un órgano considerado como políticamente inferior (el órgano de
representación popular: el Congreso).
?? Por último, podría pensarse que la categoría o rango jerárquico de los órganos
no es lo que determina la fuerza jurídica de las formas jurídicas, sino que por el
contrario, es la fuerza jurídica de las formas jurídicas la que determina el rango
o categoría de los órganos que las producen. Así, podría pensarse que lo que
sucede no es que las leyes sean superiores a los decretos reglamentarios
porque los primeros emanen del Congreso y los segundos de Presidente de la
República, sino todo lo contrario: que el Congreso tiene un rango superior
porque por lo general los actos que emite son superiores jerárquicamente a los
que por lo general expide el Presidente de la República.
Existe otro criterio que vincula las dos anteriores disposiciones sobre la producción
jurídica -las que establecen el órgano y el procedimiento-, pero no ya separadas,
sino que las toma a ambas como fundamento del principio de jerarquía normativa
formal o positiva. Esta es la posición adoptada por Merkl en su libro Prolegómenos
28
El último criterio que nos queda por analizar es el del deber de acatamiento.
Según este criterio, los órganos sujetos a la creación de una forma jurídica
específica deben acatar las disposiciones y normas jurídicas expresadas en una
forma con una fuerza superior a las formas que él mismo crea, en el entendido
que la fuerza jurídica la da el propio ordenamiento de una manera explícita o
implícita. En otras palabras, debido a que es el propio ordenamiento el que impone
tácita o expresamente la fuerza jurídica que tienen las formas jurídicas, los
órganos encargados de su creación deben respetar o acatar las disposiciones y
normas que revisten determinada forma jurídica con fuerza superior a las que él
está creando.
32
MERKL, Adolf. Prolegómenos de una teoría del sistema jurídico escalonado, en Sociedad,
Estado y Derecho, Investigaciones sobre la teoría pura del derecho. En: WALTER, Robert, Op.
cit., p. 48.
33
WALTER, Robert, Op. cit., p. 106-107.
29
Ahora bien, lo que caracteriza a nuestra cultura jurídica no es solo el hecho de que
se considere que el régimen del principio se encuentra determinado por el
ordenamiento jurídico. Lo que resulta “típico” es que se suponga que el régimen
es establecido por la Constitución, y especialmente por la ley. Esto, dentro de la
idea de que la ley es la fuente única de calificación, que tiene la potestad de
determinar los requisitos para la existencia y validez de las demás normas del
sistema jurídico, y de establecer las relaciones entre éstas.
34
Un esbozo general de normas que establecen la jerarquía, sería el siguiente:
30
?? Con respecto al rango de la Constitución, existen (2) tipos de normas: unas normas que
establecen la superioridad de la Constitución con respecto a las demás normas del sistema
jurídico, y otras normas que establecen la superioridad de la Constitución con respecto a
algunas formas normativas específicas:
- Artículo 4 C/91, que consagra de manera explícita la supremacía jerárquica de la
Constitución, al establecer que es “norma de normas”; igualmente, consagra la excepción
de inconstitucionalidad, para garantizar esta supremacía.
- Numerales 3, 4, 5, 7, 8, 10 del art. 241 C/91. Aquí se consagra la supremacía jerárquica de
la Constitución con respecto a la ley, estableciendo los mecanismos jurisdiccionales para el
control de constitucionalidad de las leyes (proyectos de ley, leyes expedidas por el
Congreso, decretos del gobierno nacional con fuerza de ley y referendos sobre leyes).
- Artículo 165 y 167 C/91. Al establecerse la posibilidad de la objeción presidencial a los
proyectos de ley por inconstitucionalidad, y la posibilidad de que el proyecto sea
examinado por la Corte Constitucional, se reconoce la superioridad jerárquica de la
Constitución sobre las leyes.
- Artículo 4 CC. Al disponerse que la ley debe expedirse según lo dispuesto por la
Constitución Nacional, se reconoce la superioridad de este tipo normativo sobre la ley.
- Artículo 5 L.57/1887. Aquí se consagra explícitamente la superioridad de la Constitución
sobre la ley.
- Artículo 9 L. 153/1887. La superioridad de la Constitución a la que se hace referencia en
este artículo se establece con respecto a las leyes anteriores a la expedición de la
respectiva Carta Política; en estos casos, las leyes contrarias a las disposiciones
constitucionales son consideradas como insubsistentes.
- Numeral 2 del artículo 237 C/91. Al consagrarse un mecanismo jurisdiccional de control de
constitucionalidad de los decretos de carácter administrativo, se acepta la superioridad de
la Constitución sobre estos decretos.
- Artículo 12 L. 153/1887. En este artículo se establece la superioridad de la Constitución
con respecto a los decretos reglamentarios y con respecto a los decretos ejecutivos del
gobierno nacional, al disponer que estos serán aplicados en cuanto no sean contrarios a la
Constitución.
?? Con respecto a la ley, las normas a las que generalmente se acude para establecer y justificar
su posición dentro del ordenamiento jurídico, son de dos (2) tipos: las que establecen la
inferioridad jerárquica de la ley frente a la Constitución, y las que establecen la superioridad de
la ley con respecto a las demás formas normativas (actos administrativos, sentencias
judiciales, costumbre, actos jurídicos y doctrina):
- Los artículos 4, 165, 167 y 241 de la Constitución, el artículo 4 del CC, el artículo 5 de la
ley 57 de 1887 y el artículo 9 de la ley 153 de 1887, que consagran la superioridad de la
Constitución frente a las leyes.
- Artículo 240 CRPM: Al disponerse que en cualquiera de los niveles, la ley prevalece en
caso de conflicto con cualquier disposición de carácter administrativo, se le otorga a la ley
una fuerza jurídica superior a la otorgada a estos actos administrativos.
- Numerales 10 y 11 del artículo 189 C/91. Al establecerse que el presidente de la república
tiene el deber de realizar las actuaciones necesarias para la debida ejecución de la ley se
reconocen la superioridad jerárquica de la ley sobre los actos administrativos emanados
del presidente.
- El artículo 12 de la ley 153 de 1887, en virtud del cual se establece la superioridad de la ley
sobre los decretos reglamentarios y los decretos ejecutivos del gobierno nacional.
- Artículos 212 a 215, 241 y 150 Num 10 C/91. En estos artículos se otorga fuerza de ley a
los decretos-leyes, los decretos legislativos y a los decretos de Plan Nacional de
Inversiones.
- Artículo 2 CCA. Al establecerse que toda actuación administrativa debe sujetarse a la ley,
se consagra la superioridad de la ley con respecto a la totalidad de actos administrativos.
- Artículo 84 CCA. Mod. Decreto-ley 2304/89. Esta norma, en conjunción con el artículo 2 del
mismo código, permite afirmar la superioridad de la ley sobre los actos administrativos de
31
35
RODRIGUEZ, Libardo, Op. cit., p. 212-213.
36
Ibíd., p. 205-206.
33
37
PEREZ VILLA, Jorge. Derecho constitucional general y colombiano. Santa Fe de Bogotá: Ed.
Leyer, 1993. p. 160 -161.
34
Uno de los criterios más importantes que se utiliza en la conformación del orden
jerárquico, es el criterio de la generalidad. Según este criterio, las normas
generales y abstractas prevalecen sobre aquellas que tienen un carácter particular
y concreto; así, se considera que los actos administrativos generales son
superiores jerárquicamente a los particulares, y que las sentencias, por ser
simplemente una aplicación de las normas legales a los casos concretos, son
inferiores jerárquicamente a la ley.
38
GARCIA MAYNES, Eduardo, Op. cit., p. 84-85.
39
Literal a), del numeral 19 del artículo 150 de la Constitución Política.
35
Otro de los criterios que son generalmente aceptados en nuestro medio que sirven
en la conformación de la jerarquía entre las normas jurídicas, es el orgánico.
Según este criterio, una norma es superior jerárquicamente con respecto a otra
norma cuando el órgano o funcionario del que proviene tiene un carácter superior:
“Dos normas se consideran una superior y otra inferior cuando provienen de
órganos de los que el segundo está jerárquicamente subordinado al primero”41; “la
jerarquía de las normas no es nunca una jerarquía de los procedimientos de
producción y elaboración de las normas, sino un reflejo y una consecuencia de la
diferente calidad de los sujetos que las producen”42.
Si bien es cierto que este criterio resulta bastante problemático, en cuanto más
bien la categoría de los órganos se determina con base en el poder normativo de
sus actos, y no a la inversa como se pretende con dicho criterio, en todo caso ha
sido utilizado en nuestra cultura jurídica para explicar la jerarquía entre las normas
jurídicas. Por esta razón haremos referencia a él.
43
RODRIGUEZ, Libardo, Op. cit., p. 213-215.
38
44
Ibíd., p. 214.
39
45
La vigencia hace referencia a la capacidad de las disposiciones y normas jurídicas válidas para
regular las situaciones jurídicas que se presentan y se contengan bajo su campo de aplicación, es
decir, para que desplieguen toda su capacidad normativa en el sentido de ser obligadamente
aplicadas por sus operadores jurídicos y destinatarios a las situaciones que se presenten y que se
subsuman en el supuesto fáctico de la respectiva norma.
La vigencia, al ser un fenómeno temporal, esta determinado por dos (2) circunstancias: la entrada
en vigor de las disposiciones y normas jurídicas (expedición que incluye la sanción presidencial,
promulgación y vacancia legislativa en el caso de las leyes) y la derogación. En cuanto a la
entrada en vigor, debe entenderse por promulgación de las leyes el fenómeno por el cual se les da
publicidad, insertándolas en el Diario Oficial (art. 52 CRPM), y por vacancia legislativa, el límite
temporal que legalmente se impone para que estas sean o se presuman conocidas por sus
destinatarios (dos meses por regla general, según el artículo 52 y 53 del CRPM) después de su
promulgación. Al respecto véase la sentencia de la Sala Plena del Consejo de Estado del 25 de
enero de 1983.
46
La pérdida de vigencia de las disposiciones jurídicas se puede presentar por una de dos
circunstancias: por el transcurso del plazo de la disposición, y por su derogación. En el primer
caso, las normas jurídicas poseen un plazo de vigencia –como sucede en el caso de la ley seca o
de los decretos legislativos-, transcurrido el cual pierden su capacidad normativa. Por su parte, la
derogación es un acto normativo tendiente a dotar de movimiento y flexibilidad el ordenamiento
jurídico, al sustituirse una norma jurídica por otra, perdiendo la aquella su vigencia pro-futuro; por
regla general la derogación no produce efectos ex tung o retroactivos sino solo efectos hacia el
40
1. Derogación expresa47.
- Disposiciones de igual rango: la fuerza activa funciona debido a que las
formas jurídicas que revisten las disposiciones poseen la misma fuerza
jurídica; esto trae como consecuencia que se puedan derogar mutuamente
según la regla de posterioridad.
- Disposiciones de diferente rango: aquí la fuerza activa funciona en el
evento en que la posterior que deroga expresamente, sea la de mayor
fuerza jurídica. Es aquí donde se ve en pleno la fuerza jurídica activa, ya
que la propia fuerza jurídica es la razón que justifica la derogación.
2. Derogación tácita48.
- Disposiciones de diferente rango: este evento se podría ubicar en la fuerza
jurídica activa si se supone que estamos frente a un caso de derogación
propiamente, y no de invalidez (mirar el punto concerniente a la derogación
tácita). Los comentarios a la fuerza activa serían los mismos de el punto
anterior.
- Disposiciones de igual rango: aquí, como las dos disposiciones tienen la
misma fuerza jurídica, la posterior deroga la anterior.
3. Derogación orgánica49.
futuro, puesto que aquí el juicio no es de validez, es decir, de contradicción de una norma con el
ordenamiento jurídico superior, sin o de vigencia. Al respecto, véase la sentencia de la sección
primera de la Sala de lo Contencioso Administrativo del Consejo de Estado, 22 de mayo de 1974,
C.P. Carlos Galindo Pinillo; véase también la sentencia de la Sala de Casación Civil de la Corte
Suprema de Justicia del 28 de marzo de 1984.
47
Hablamos de derogación expresa cuando existe una disposición derogatoria que identifica
exactamente las disposiciones que deroga, exista o no una contradicción normativa entre la norma
derogatoria y la derogada (Inc. 2 del artículo 71 del CC y artículo 3 de la ley 153 de 1887).
48
La derogación tácita se presenta en el evento de contradicción normativa, cuando una nueva
norma entra en contradicción con otra. (inc. 2 del artículo 71 del CC y artículo 3 de la ley 153 de
1887). Aquí debe tenerse en cuenta la distinción entre norma y disposición, ya que como una
misma disposición puede contener distintas interpretaciones (normas), la apreciación acerca de la
contradicción normativa puede variar, dependiendo del intérprete.
Ahora bien, la derogación tácita viene unida al principio de que la “ley posterior deroga a la
anterior”. Sin embargo, este principio se debe ver unido al criterio jerárquico y al de especialidad.
En efecto, con respecto al criterio jerárquico, en el caso de contradicción de normas de diferente
rango, donde la posterior es superior a la inferior, este principio es de tal importancia al momento
de la aplicación, que se podría decir que no se está en frente de una caso de derogación, sino más
bien de invalidez, ya que lo que hay en el fondo es la invalidez de la norma anterior, que resulta de
la aparición de una norma posterior de carácter superior.
El principio del que estamos hablando, también se debe ver unido al criterio de especialidad, ya
que en el momento de aplicación del derecho la especialidad de la norma nos dice qué norma
prevalece sobre otra. Es decir, para que opere la derogación tácita, la norma posterior debe ser
especial y la anterior general. Un ejemplo de la utilización que en este sentido se hace del criterio
de especialidad, lo encontramos en la discusión jurisprudencial y doctrinal en torno al tema de la
venta de bienes muebles entre cónyuges, antes de que la Corte Constitucional declarara
inconstitucional la prohibición la realización de contratos entre cónyuges; se presentó un conflicto
normativo entre los artículos 1852 del Código Civil –de carácter especial y anterior-, y 3º de la ley
28 del 32 –general y posterior-; la doctrina mayoritaria opinaba que el artículo 1852 del Código Civil
se encontraba vigente, porque aunque era anterior al 3º de la ley 28 del 32, era de carácter
especial en lo que a compraventa se refería.
41
Ahora bien, miremos cómo se presenta la fuerza pasiva en las distintas hipótesis:
?? Contradicción de normas del mismo grado jerárquico: aquí, las dos tienen igual
fuerza jurídica, prevaleciendo entonces la posterior, según el criterio
cronológico.
49
La derogación orgánica (art. 3 L. 153/1887) se produce en el evento en que un cuerpo
normativo posterior regule de manera íntegra la materia que regulaba la anterior. Esta se presenta
aunque no exista contradicción normativa, lo cual la distingue de la derogación tácita. Al respecto
véase la sentencia de la Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia del 28 de marzo
de 1984.
50
La expresión “validez” es utilizada en contextos muy diferentes, en muchos sentidos y para
referirse a cosas muy distintas (al respecto véase NINO, Carlos Santiago. Introducción al análisis
del derecho. Barcelona: Ed. Ariel, 1995. p. 132). Así por ejemplo, se utiliza como sinónimo de
justificación moral o política de un sistema o norma jurídica, por estar relacionado positivamente
con cuestiones como la justicia, la equidad, la igualdad, etc., como sinónimo de vigencia y como
sinónimo de eficacia. En el presente trabajo utilizaremos la expresión en dos sentidos:
?? Como respeto de las normas al ordenamiento jurídico superior. A este sentido le llamaremos
“validez según la fuerza jurídica”.
?? Como respeto de los actos y por tanto de las disposiciones y normas jurídicas a las normas
sobre la producción jurídica (disposiciones de competencia y disposiciones de procedimiento).
A esta acepación la llamaremos “validez entendida como fundamentación jurídica”.
42
Aunque este principio se encuentra articulado con toda nuestra concepción del
derecho y con toda la actividad jurídica, cuando se estudia el principio de la
jerarquía normativa generalmente se insiste en que su importancia radica en su
capacidad para hacer del derecho un conjunto coherente de normas jurídicas y en
su capacidad para garantizar el sistema político democrático. Expliquemos cada
una de estas ideas.
51
TORRE, Abelardo. Op. cit., p. 262-265.
43
52
Numerales 4, 5 y 7 del artículo 241 de la Constitución Política.
53
Numeral 2 del artículo 247 de la Constitución Política y artículos 84 y 85 del Código Contencioso
Administrativo.
44
54
BETEGON, Jerónimo; GASCON, Marina; PARAMO, Juan Ramón de; PRIETO, Luis. Op. cit.,
p. 232.
55
Ibíd., p. 232.
45
CAPITULO SEGUNDO.
56
La expresión “ideología” se toma en el siguiente sentido: “Utilizo el vocablo ideología en un
sentido muy amplio, para indicar filosofías, complejos doctrinales, en cuanto considerados en su
función de instrumentos de políticas culturales en general y de políticas del derecho en especial”.
TARELLO, Giovanni. Cultura jurídica y política del Derecho. México: Fondo de Cultura Económica,
1995. p. 40.
57
La idea de que a la práctica y funcionamiento jurídico subyace una cultura jurídica que va más
allá del derecho positivo, se encuentra en LOPEZ MEDINA, Diego. El derecho de los jueces:
obligatoriedad del precedente constitucional, análisis de sentencias y líneas jurisprudenciales y
47
Para tal efecto, mostraremos que la formulación del principio se enmarca dentro
de dos concepciones fundamentales propias de nuestra cultura jurídica: en la
concepción del derecho como un ordenamiento jurídico y en la teoría
tradicional de las fuentes del derecho, que como veremos más adelante, se
encuentran estrechamente relacionadas. Aunque la exposición de estas dos
concepciones dista mucha de caracterizar suficientemente nuestra cultura jurídica,
consideramos que resulta suficiente para enmarcar el principio de jerarquía en el
marco teórico e ideológico que le sirve de base.
teoría del derecho judicial, mimeo, p. 2. Al respecto se afirma lo siguiente: “Importantes cambios
han ocurrido recientemente en el derecho colombiano (...) De estos factores, algunos son ‘datos
estructurales’, esto es, modificaciones institucionales conseguidas, las más de las veces, mediante
reformas constitucionales y legales. Otros, más difíciles de discernir y más extraño al análisis
tradicionalmente legalista de los abogados, podrían llamarse ‘datos culturales’ ya que tocas, más
allá de los cambios positivos establecidos por el constituyente o el legislador, con las actitudes y
los imaginarios que los juristas y otros operarios del derecho tienen y que determinan de manera
fundamental sus maneras de concebir las fuentes del derecho o su interpretación”.
58
Sobre el significado de la expresión "ordenamiento jurídico" véase TARELLO, Giovanni, Op. cit.,
p. 158 y ss.
48
59
DIEZ PICASO, Luis. Experiencias jurídicas y teoría del derecho. Barcelona: Ed. Ariel, 1973.
p. 6-7.
49
Aunque aquí suponemos una noción amplia de "norma jurídica", que incluye no
solo las reglas de conducta propiamente dichas, sino también las definiciones, los
principios, los valores y las reglas de segundo grado, y no solo las reglas de
carácter general y abstracto, sino también que tienen un carácter particular e
individual, lo cierto es que se supone la existencia de un único de tipo de
elementos constitutivos, es decir, se supone la homogeneidad en los componentes
del sistema jurídico.
60
Así por ejemplo, para Aftalión y Vilanova el estudio del tema del ordenamiento jurídico se
estructura a partir del estudio de las normas jurídicas -componentes básicos de los sistemas
jurídicos- y a partir del estudio de sus relaciones. Al respecto véase AFTALION, Enrique;
VILANOVA, José. Op. cit., p. 507.
Igualmente, en la Enciclopedia Jurídica Omeba, al abordarse la noción de "ordenamiento jurídico",
se sostiene que independientemente de la concepción filosófica que se tenga del derecho, este se
manifiesta normativamente, y que por consiguiente la norma jurídica es el punto de partida para el
estudio del ordenamiento jurídico. ENCICLOPEDIA JURIDICA OMEBA, Op. cit., T. XXI, p. 116.
50
61
Así por ejemplo, Atalión, García Olano y Vilanova sostienen que existe una diferencia esencial
entre el derecho y la moral, y que por consiguiente, la confusión entre ambas en la época primitiva
se debe a la ‘ingenuidad de su intelecto’. AFTALION, Enrique; GARCIA OLANO, Fernando;
VILANOVA, José. Introducción al derecho. 7ª ed. Buenos Aires: Ed. La Ley. p. 129.
51
?? En tercer lugar, las relaciones entre las normas jurídicas son de tipo lineal.
Los tipos de relaciones que se presentan en el ordenamiento jurídico son los
siguientes:
- Primero, se presentan relaciones lógico-deductivas. En efecto, se
considera que existen unos axiomas o principios básicos de carácter
general que sirven de fundamento a la totalidad de las normas jurídicas y a
partir de los cuales se pueden obtener lógicamente todas las demás
normas que hacen parte de los sistemas jurídicos. Es decir, se supone que
el derecho constituye un sistema axiomático y lógico deductivo que va de lo
general a lo particular.
Este modelo ha sido asumido y llevado hasta sus últimas consecuencias
dentro de nuestra cultura jurídica. Así por ejemplo, se considera que la
actividad judicial es una actividad puramente deductiva que se asemeja a
un silogismo: la premisa mayor del razonamiento se encuentra constituido
por las normas generales, es decir, las leyes; la premisa menor por los
hechos sometidos a conocimiento del juez; y la conclusión, la decisión
judicial, es el resultado de aplicar la norma general a los casos concretos.
Igualmente, se considera que los llamados “decretos reglamentarios” deben
62
En la jurisprudencia colombiana podemos encontrar numerosas sentencias en las que se
caracteriza a los ordenamientos jurídicos como sistemas organizados y armónicos de normas
jurídicas. Al respecto puede consultarse la sentencia de la Corte Suprema de Justicia del 25 de
febrero de 1937, G.J., T. XLIV, p. 622 y la sentencia del Consejo de Estado del15 de octubre de
1963, Anales, t. LXVII, p. 542.
52
63
Al respecto véase el auto del Consejo de Estado, 22 de marzo de 1963, Anales, t. XVI, p. 227 y
la sentencia del Consejo de Estado del 12 de junio de 1974, Anales, t. XLIX, p. 100.
64
Debe aclararse, sin embargo, que cuando algunos autores hablan de la existencia de lagunas
en el derecho, para ellos las lagunas deben ser llenadas a partir de los propios elementos que
proporciona el sistema jurídico, lo cual equivale a negar la existencia de lagunas propiamente
dichas.
53
En primer lugar, la idea de que existe una jerarquía entre las normas jurídicas,
presupone la idea de que éstas constituyen el único elemento del ordenamiento.
65
BOBBIO, Norberto. El positivismo jurídico. 2ª. ed. Madrid: Ed. Debate, 1993. p. 210.
66
En efecto, suele suceder, en términos de Bobbio, una “duplicación del saber” fenómeno por el
cual la ciencia del derecho se configura como algo totalmente independiente y ajeno a lo que él
llama “jurisprudencia” (Al respecto véase : BOBBIO, Norberto. Contribución a la teoría del
Derecho. Op. cit., p. 172-173).
54
Por tal razón, en el momento en que nos alejamos de los presupuestos teóricos
dentro de los cuales se enmarca el principio de la jerarquía, en ese mismo
momento saltan a la vista sus dificultades. Así, si nos ubicamos al interior de una
concepción realista del derecho67, en la que la distinción entre las fuentes formales
y las fuentes materiales del Derecho es superflua y artificial, y donde como
consecuencia, la concepción religiosa o política del operador jurídico, sus
determinaciones sociales, culturales, genéticas y sicológicas pueden llegar a
constituir una verdadera fuente del Derecho, resulta imposible la postulación del
principio de la jerarquía, pues la graduación de unos elementos indeterminables
resulta fallida desde un principio. ¿Cómo podríamos, por ejemplo, determinar una
ordenación vertical entre el artículo 1546 del Código Civil y las condiciones
culturales de una operador jurídico?.
67
HIERRO, Liborio. Realismo jurídico. En: El derecho y la justicia. Ed. Trotta, 1996. p. 79.
68
Dentro de la doctrina extranjera se encuentran numerosos textos en los que se explica el
principio de la jerarquía normativa positiva o formal dentro de la explicación sobre la coherencia del
ordenamiento jurídico. Dentro de estos libros destacamos los siguientes:
- BOBBIO, Norberto. El positivismo jurídico. Op. cit., p. 210 y ss.
- LUCAS, Javier de; AÑON, Maria José; APARISI, Angela; BEA, Emilia; FERNANDEZ;
Encarnación; LOPEZ, Francisco; VIDAL, Ernesto. Introducción a la teoría del derecho. Madrid:
Ed. Tyrant Lo Blanch, p. 149 y ss;
- SANTAMARIA PASTOR. Principios de derecho administrativo. 2ª. ed. Madrid: Ed. Centro de
Estudios Román Areces S.A., 1990. p. 119 y ss.
55
2.1.1. INTRODUCCION.
La confusión que impera sobre el tema de las fuentes del derecho, se debe, entre
otras cosas, a los siguientes factores:
70
La idea de que a la práctica jurídica subyace una teoría tradicional de acerca de las fuentes del
derecho, así como sus lineamientos básicos, se encuentra en LOPEZ MEDINA, Diego. Op. cit., p.
104-157.
57
71
Un ejemplo significativo de este problema está constituido por una de la más importantes
discusiones que se han presentado en torno a las fuentes del derecho, protagonizada por Savigny
y Pothier; para Savigny, la verdadera fuente del derecho es el espíritu del pueblo, que es en
realidad la raíz de la legitimidad del derecho y la causa de los contenidos del derecho; las
manifestaciones externas del espíritu del pueblo, como la ley, la jurisprudencia, las costumbres,
etc., no son auténticas fuentes, como muchos autores de su época llegaron a afirmar –entre ellos
Pothier-, sino tan solo un reflejo de la esencia del derecho. Para Pothier, por el contrario, las
auténticas fuentes del derecho son la ley, la jurisprudencia y la costumbre.
72
AFTALION, Enrique; VILANOVA, José. Op. cit., p. 627-643.
73
BOBBIO, Norberto. El positivismo jurídico. Op. cit., p. 169.
74
ROJAS GONZALEZ, Germán. Teoría del derecho. Santa Fe de Bogotá: Ed. Ecoe, 1996. p.
110.
75
OTTO, Ignacio de. Derecho constitucional. Sistema de fuentes. 2ª ed. Barcelona: Ed. Ariel
S.A., 1993. p. 214.
76
Ibíd., p. 69-75.
BETEGÓN, Jerónimo; GASCON, Marino; DE PARAMO, Juan Ramón; PRIETO, Luis. Op. cit.,
p. 212-214.
77
Ibíd., p. 213.
58
visión integral ni de conjunto del mismo, como podría tenerse a partir del
derecho constitucional o partir de una teoría general del derecho, la evoluación
de la teoría de las fuentes del derecho se ha visto entorpecido y su desarrollo
ha sido precario80.
En primer lugar, se supone una rígida distinción entre las fuentes materiales y las
fuentes formales del derecho, siendo únicamente estas últimas el objeto del
estudio jurídico. Esto significa que existe una distinción sustancial y esencial entre
los hechos, circunstancias y valoraciones que enmarcan el sistema jurídico, y el
sistema jurídico mismo, y por consiguiente, entre las consideraciones políticas,
económicas, éticas, filosóficas, sociológicas, etc., y las consideraciones jurídicas;
el derecho es, pues, esencialmente diferente de otros fenómenos sociales.
80
LOPEZ MEDINA, Diego, Op. cit., p. 150 y ss.
60
tipo, si tenemos afán podemos pasarlas por alto y omitirlas, ya que lo único y
realmente importante son las normas jurídicas y las categorías normativas en las
que se expresan.
En otras palabras, las fuentes materiales del derecho solo son relevantes en el
estudio del derecho en cuando hayan sido recogidas y reconocidas por las fuentes
formales, y tan solo en la forma y con las limitaciones en que la fuente formal la
reconoció, o lo que es lo mismo, solo son relevantes jurídicamente las fuentes
formales del derecho.
La expresión “ley como fuente única de calificación”, utilizada por Bobbio para
caracterizar al positivismo jurídico81, no solo sirve para caracterizar esta tendencia,
sino también para caracterizar a toda nuestra tradición jurídica, incluyendo en ella
a los que en nuestro medio se hacen llamar “iusnaturalistas” en nuestro medio.
El que la ley sea la fuente única de calificación significa que la ley es la única
categoría normativa que la tiene la facultad para “calificar” a las demás categorías;
es decir, la ley es la única forma jurídica que puede y que de hecho fija el régimen
de todas las fuentes formales del derecho – incluso de la Constitución; recuérdese
el artículo 5 de la ley 57 de 1887 y el artículo 9 de la ley 153 de 1887, que
consagran la supremacía de los preceptos constitucionales -. En este orden de
ideas, es la ley la que fija los requisitos para la existencia y validez de todas las
normas, su posición dentro del ordenamiento y las relaciones con las demás
normas del sistema jurídico; la ley no solo se encarga de regular las conductas
humanas, estableciendo las consecuencias jurídicas para cada hipótesis fáctica,
sino que también se encarga de fijar el régimen del propio sistema jurídico; esto
significa que la ley no solo contiene normas de conducta o normas de primer
grado, sino que también es la única categoría que contiene normas de segundo
grado.
81
BOBBIO, Norberto. Op. cit., p. 174-178.
61
Además de que se supone que existe una fuente única de calificación –la ley-,
también se supone que necesariamente existe una organización jerárquica entre
las fuentes, según la fuerza jurídica que el propio ordenamiento jurídico asigna a
las normas provenientes de cada categoría normativa83. Las fuentes no se
encuentran en una posición horizontal, de competencia y de lucha continua, sino
que se encuentran en una relación de subordinación que debe y que de hecho por
lo general es respetada.
82
Artículos 3-9 del Código de Comercio.
83
La idea de que las fuentes del derecho se encuentran necesariamente jerarquizadas en los
ordenamientos jurídicos se encuentra en TORRE, Abelardo. Op.cit., p. 341-343.
84
AFTALION, Enrique; VILANOVA, José. Op. cit., p. 513-514.
62
Como los rasgos anteriores fueron explicados en el capítulo primero de esta parte,
no profundizaremos más en ellos.
En nuestro medio también se supone que cada una cumple un papel o función
jurídica especial, diferente de la de las demás. No solo se trata, por tanto, de que
las normas provenientes de una categoría normativa se encuentren en una
relación de subordinación, sino además, cada una juega un papel propio y de que
existe una “división de trabajos o funciones”. Las funciones que se le asignan a
cada fuente son las siguientes:
85
RODIGUEZ PIÑERES, Eduardo, Op. cit., p. 15.
86
SIERRA PORTO, Humberto. Op. cit., p. 49-50.
63
En primer lugar, resulta sintomático el hecho de que dentro del estudio de las
fuentes del Derecho se omita la referencia a la Constitución: libros de autores a los
que se recurre frecuentemente en nuestro medio como los de Marco Gerardo
Monroy Cabra, Aftalión y Vilanova, García Maynes, Legaz y Lacambra, Germán
Rojas Gonzalez, Germán Conde Betancur y Javier Gonzago Valencia Hernandez
y Madriñan de la Torre, al referirse a las fuentes del derecho mencionan a la ley en
primer lugar, y luego a la costumbre, la jurisprudencia y la doctrina, sin mencionar
a la Constitución como una categoría independiente. Dicha omisión admite dos
explicaciones: puede suceder que la expresión “ley” se entienda en un sentido
amplio, y que, se incluyan dentro de esta categoría no solo los actos del congreso,
sino también las disposiciones constitucionales 87; pero también puede suceder
que simplemente se considere que la Constitución no es una auténtica fuente del
derecho por no tener una eficacia directa sino subordinada a las disposiciones
legales. En cualquiera de estos dos casos se reduce el papel de la Constitución
como fuente del derecho y su valor normativo.
87
Este es el caso de autores como RODRIGUEZ PIÑEROS, Eduardo. Op. cit., p. 53. También es
el caso de libro de RODRIGUEZ, Libardo, Op. cit, p. 208.
64
Con respecto a la ley, por regla general se acepta que se juega el papel
fundamental dentro del sistema de fuentes. Esto por las siguientes razones:
88
OSUNA PATIÑO, Néstor Iván. Tutela y amparo: derechos protegidos. Santa Fe de Bogotá:
Universidad Externado de Colombia, 1998. p. 77-78.
89
Los derechos de aplicación inmediata, siguiendo los lineamientos establecidos por la Corte
Constitucional, son aquellos “que no requieren de desarrollo legal ni presupuestos fácticos para su
efectividad práctica” (Ibíd., p. 77-78). La lista de estos derechos se encuentra en el artículo 85 de la
Constitución Política.
90
BALAGUER CALLEJON, Francisco, Op. cit., p. 19-20, 38-39.
65
91
Este precisamente fue uno de los puntos en los que más se insistió en la Asamblea Nacional
Constituyente. “Coincidimos con la interpretación del Consejo de Estado acerca del principio de la
separación de poderes y del ejercicio de la función legislativa. La Corporación es explícita en
advertir a la Nación sobre los peligros de conferir, por regla general al gobierno, a otras entidades
distintas al Congreso, atribuciones legislativas (...) Como atinadamente lo observa la Corte
Suprema de Justicia de tiempo atrás han hecho carrera meteórica en el país las reglamentaciones
inferiores que, según sus propias palabras, ‘tienen en jaque la seguridad que debe reinar en las
situaciones jurídicas’ (...) Creemos que estamos a tiempo para corregir los errores del pasado y
volver al Estado de derecho que, históricamente, ha sido nuestra patria”. Exposición de motivos de
la ponencia para debate en Comisión Tercera.
92
VELASQUZ VELASQUEZ, Fernando. Derecho penal. Parte general. 2ª ed. Santa Fe de
Bogotá: Ed. Temis, 1995. p. 230, 236-237.
REVISTA NUEVO FORO PENAL, Ed. Temis, Bogotá, Año VIII, Abril-mayo-junio, 1986, p. 258-
259.
66
general. Por ello la Constitución de 1991 ordena que los códigos deben ser
expedidos mediante leyes del Congreso (art. 150 C/91]93.
- En quinto lugar, se considera que también debe regular todo aquello cuya
regulación no se encuentre atribuida expresamente a otra forma jurídica.
Esto significa que en principio cualquier tema es materia legal, de modo que
solo cuando el propio ordenamiento atribuya de manera clara y expresa la
competencia regulativa a otra forma jurídica o cuando la propia ley
“deslegalice” una determinada materia, la facultad regulativa queda en
cabeza de otra forma jurídica. A este fenómeno se le llama comúnmente la
“expansibilidad ilimitada de la ley”94.
?? Además, se considera que la ley tiene la función de fijar las condiciones para la
expedición de las normas de todas las fuentes del derecho, sus efectos, y en
general, su régimen, por se la fuente única de calificación.
93
LLERAS DE LA FUENTE, Carlos; ARENAS CAMPOS, Carlos; CHARRY URUEÑA, Juan
Manuel; HERNANDEZ BECERRA, Augusto. Interpretación y génesis de la constitución
colombiana. Santa Fe de Bogotá: Departamento de Publicaciones Cámara de Comercio de
Bogotá, p. 288-289.
94
DE LUCAS, Javier; AÑON, Maria José; APARISI, Angela; BEA, Emilia; FERNANDEZ,
Encarnación; LOPEZ, Francisco; VIDAL, Ernesto. Op. cit., p. 316.
95
AFTALION, Enrique; GARCIA OLANO, Fernando; VILANOVA, José. Op. cit., p. 291.
96
ROJAS GONZALES, Germán. Op. cit., p. 108.
97
CONDE BETANCUR, Germán; GONZAGO VALENCIA, Javier. Principios generales del derecho.
Manizales: Universidad de Caldas-Tecnología en administración judicial, 1997. p. 91-91.
98
TORRE, Abelardo, Op. cit., p. 352.
67
En conclusión, podemos afirmar que la ley juega el papel y las funciones políticas
y jurídicas más importantes: No solo es jerárquicamente superior a las demás
fuentes del derecho y no solo condiciona y determina la totalidad del material
normativo por ser la única fuente de calificación, sino que además regula los
temas fundamentales del derecho y determina el rumbo político y jurídico de la
nación. Por ello, se tiende a identificar la ley y el derecho, siendo las demás
fuentes del derecho una mera ejecución o una mera aplicación del derecho (es
decir, de la ley), tal como sucede en el caso de los actos administrativos y de las
sentencias judiciales, que se consideran, respectivamente, ejecución y aplicación
de la ley99.
Con respecto a los actos administrativos, por lo general se acepta que estos
tienen por objeto la ejecución de las leyes, pues como expresión de la rama
ejecutiva, cuya función primordial es la de la ejecución de la ley, deben estar
encaminados a su realización. Para la debida ejecución de la ley, los actos
administrativos, o bien consagran las medidas particulares encaminadas a la
realización práctica de los preceptos legales, o bien desarrolla sus preceptos.
99
BALAGUER CALLEJON, Francisco. Op. cit., p. 19-21.
100
VIDAL PERDOMO, Jaime. Derecho administrativo. Santa Fe de Bogotá: Ed. Temis, 1994. p.
19.
101
Esta fue precisamente la posición adoptada por la Corte Suprema de Justicia en la sentencia
del 5 de octubre de 1939, Gaceta Judicial, t. XLVII, p. 642. Igualmente, el Consejo de Estado
68
Con respecto a la costumbre, la idea que se suele sostener es que tiene un papel
subsidiario y subordinado a la ley. De lo anterior se sigue que, por un lado,
cumple la función de llenar los vacíos de la ley, y por otro, que no es válida la
costumbre contraria la ley.
afirmó que ningún código podía ser objeto de reglamentación por parte del ejecutivo, puesto que
los alcances de estas leyes los deben determinar los jueces en su labor interpretativa.
102
Sentencia del Consejo de Estado del 10 de octubre de 1962, Anales, t. LXV, nums. 399 y 400,
p. 34.
103
VIDAL PERDOMO, Jaime, Op. cit., p. 19.
104
Sentencia del Consejo de Estado del 31 de enero de 1939, Anales, t. XXXVI, nums. 275-277,
p. 17.
105
Sentencia del Consejo de Estado del 31 de enero de 1939, Anales, t. XXXVI, nums. 275-276,
p. 17.
69
por vía analógica”106, es decir, que solo opera a falta de texto legal explícito e
incluso implícito.
Estos argumentos de carácter estrictamente jurídico sobre la subsidariedad de la
costumbre, son reforzados razones de conveniencia. Así, se considera que la
costumbre no ofrece la precisión, seguridad y la certeza sobre los contenidos
normativos que la ley sí ofrece, y que aquella se adapta con menor agilidad a los
cambios sociales, pues requiere de un proceso lento que exige la consolidación en
el medio social de determinado uso y la creencia generalizada en el medio de que
el uso tiene carácter obligatorio, mientras que la ley tan solo requiere de un
proceso legislativo, que según el interés del órgano legislativo y las presiones
políticas, puede ser más o menos rápido, pero en todo caso, más ágil que el
proceso de formación de las costumbres107.
En primer lugar, se sostiene que las decisiones judiciales solo tienen efectos
respecto de los hechos sobre los cuales se juzga, y que por tanto, solo tienen
efectos inter partes110. En segundo lugar, se sostiene que las sentencias son el
resultado de subsumir un hecho dado, que es el hecho sometido a la jurisdicción
106
MADRIÑAN DE LA TORRE, Ramón Eduardo. Principios de derecho comercial. 5ª ed. Santa
Fe de Bogotá: Ed. Temis S.A., 1993. p. 47.
107
GARCIA MAYNES, Eduardo, Op. cit., p. 53.
108
Sobre la supletoriedad y subordinación de la costumbre a la ley, Arturo Valencia Zea, civilista
“clásico” en nuestro medio, hace un estudio relativamente profundo: VALENCIA ZEA, Arturo;
ORTIZ MONSALVE, Alvaro. Derecho civil. 13ª ed., Santa Fe de Bogotá: Ed. Temis S.A., Vol I,
1994. p. 158.
109
GARCIA MAYNES, Eduardo. Op. cit., p. 68.
110
Artículo 17 del Código Civil. Véase también CARREJO, Simón, Derecho civil, Ed. Temis,
Bogotá, 1972, T. I, p. 88.
70
del juez, las normas jurídicas de caracter general emanadas de las otras fuentes
del derecho (especialmente la Constitución y la ley, aunque hoy también se acepta
que las manifestaciones de voluntad de los particulares con fuerza jurídica, los
actos administrativos, y cuando la propia ley lo admita, la costumbre); esto implica,
por un lado, que la actividad judicial es una actividad puramente deductiva, en el
que la premisa mayor es la norma jurídica emanada de las fuentes anteriormente
mencionadas, en el que la premisa menor es el hecho sometido a la jurisdicción
del juez, y en el que la conclusión, que es la derivación lógica de las dos premisas
anteriores, es la sentencia de juez; por otro lado, implica que la premisa mayor del
razonamiento judicial es una norma enteramente dada al juez y en cuya
elaboración éste no interviene de ninguna manera, pues se limita a “aplicarla” y no
a construirla o producirla111.
Esta concepción sobre la actividad judicial tiene sus orígenes en una concepción
política sobre la distribución del poder, y una determinada concepción sobre el
derecho, a la que aludimos anteriormente. En efecto, se considera que la
democracia se garantiza con una correcta distribución del poder, en la que un
órgano representativo de la sociedad se encargue de la elaborar las leyes, que
regulan de una manera general y abstracta los derechos y libertades de los
ciudadanos y las relaciones entre ellos y de estos con el Estado, en la que otro
órgano que se encuentra subordinado al anterior se encargue de ejecutar la ley, y
en el que otro órgano (la rama judicial), se encargue de resolver los conflictos
entre los ciudadanos, aplicando las leyes establecidas por la rama legislativa; en
efecto, en la medida en que los jueces se limiten a aplicar la leyes, que son la
expresión de la voluntad general, las decisiones judiciales serán la concreción de
la voluntad general y un instrumento para hacer efectivas las decisiones
adoptadas democráticamente. En segundo lugar, esta concepción sobre la
actividad judicial se funda en una determinada concepción sobre el derecho, vale
decir, en la idea de que el derecho es un ordenamiento jurídico: un sistema
normativo unitario, coherente y completo; en efecto, solo en la medida en que las
todos los hechos relevantes jurídicamente sean calificados por la ley, y solo en la
medida en que las normas jurídicas sean compatibles entre sí, el juez podrá
determinar con certeza cuál es la solución jurídica correcta al caso sometido a su
conocimiento según las prescripciones establecidas por el ordenamiento jurídico, y
quedarán descartados los elementos de arbitrariedad y discrecionalidad que se
pretendían eliminar, para garantizar la democracia. De este modo, esta
concepción sobre la actividad judicial hace parte de un aparato y engranaje
conceptual más amplio que involucra elementos políticos acerca del
funcionamiento y distribución del poder, y elementos teóricos acerca de la
naturaleza del derecho.
111
CARREJO, Simón, Op. cit., p. 88.
PENAGOS, Gustavo, Op. cit., p. 233.
71
decisiones solo tienen efectos respecto del caso sobre el cual se decide, y que por
tanto, no tienen fuerza obligatoria por sí mismas, en su calidad de jurisprudencia,
sino en la medida en que reflejen el contenido normativo del ordenamiento jurídico
superior: “No puede entenderse (...) que el criterio jurídico del superior sea de
obligatoria observancia para el inferior, no. Los jueces gozan de amplia libertad en
la interpretación de la ley y, como lo pregona el artículo 230 de la C.P., en sus
providencias ‘solo están sometidos al imperio de la ley’(...) El inciso 2º del artículo
230 de la C.P. igualmente destaca que ‘la equidad, la jurisprudencia, los principios
generales del Derecho y la doctrina son criterios auxiliares de la actividad judicial’,
con lo cual se pone de presente que sigue la orientación jurisprudencial y doctrinal
manteniendo un papel importante como ayudas para que los jueces tomen sus
decisiones. Pero de allí a pretender que el juez deba acatar esas orientaciones,
mucha es la distancia”112. Por tanto, si un fallo de hecho influye sobre otro, no es
porque por sí mismo tenga fuerza vinculante, sino porque ha reflejado de una
manera adecuada las disposiciones normativas del ordenamiento jurídico113. Ni
siquiera se ha reconocido que la llamada “doctrina probable”, consagrada en el
artículo 4º de la ley 169 de 1896, tenga fuerza vinculante, pues el sentido de la
expresión “doctrina probable” ha sido siempre confuso, y más cuando a la palabra
“doctrina” se le agrega la de “probable”; esto, unido a que el mismo artículo
establece que los jueces “pueden” aplicar la doctrina, ha hecho que se le niegue
un valor normativo a la llamada “doctrina probable”114.
Con respecto a los actos jurídicos de los particulares, en la teoría tradicional de las
fuentes del derecho, se sostiene lo siguiente:
112
LOPEZ, Hernán Fabio. Op. cit., p. 112-114.
113
VELASQUEZ VELASQUEZ, Fernando, Op. cit., p. 76.
114
LOPEZ, Diego Eduardo, Op. cit., p. 16-18 . Véase también la sentencia C-037 del 26 de
enero de 2000, M.P. Vladimiro Naranjo Mesa.
115
DEVIS ECHANDIA, Hernando. Compendio de derecho procesal civil. Bogotá: Ed. Temis,
1963. p. 12-13.
116
Generalmente esta concepción sobre la actividad judicial se resume diciendo que la
jurisprudencia cumple únicamente una función declarativa, por oposición a la función creadora de
derecho. Sin embargo, la expresión nos parece poco conveniente por su ambigüedad, pues puede
significar que las decisiones judiciales, al no tener un alcance general y abstracto, no son
auténticas normas jurídicas, o que el fundamento de las decisiones judiciales se encuentra pre-
determinado plenamente en la ley, o que las consideraciones contenidas en las sentencias no
tienen fuerza vinculante. Por tal motivo, preferimos omitir la alusión a esta fórmula, y optamos mas
bien por indicar y explicar los problemas y concepciones que subyacen.
72
?? En tercer lugar, se sostiene que mediante los actos jurídicos los particulares
regulan sus propios asuntos según su parecer, particularizando y concretando
las disposiciones generales provenientes de las otras fuentes del derecho; así,
si el Código Civil autoriza la celebración del contrato de compra-venta y
determina sus elementos esenciales –cosa y precio- y sus elementos
naturales, cada individuo puede comprar “X” bien a “X” precio –un pan a $500,
por ejemplo-, y en las condiciones que se acuerden –por ejemplo, acordando
que la entrega será a domicilio a determinada hora del día-.
117
OSPINA FERNANDEZ, Guillermo; OSPINA ACOSTA, Eduardo. Teoría general del contrato y
de los demás actos o negocios jurídicos, 4ª ed. actualizada. Santa Fe de Bogotá: Ed. Temis,
1994. p. 6.
118
OSPINA FERNANDEZ, Guillerno; OSPINA ACOSTA, Eduardo. Op. cit., p. 317.
119
OSPINA FERNANDEZ, Guillerno; OSPINA ACOSTA, Eduardo. Op. cit., p. 362.
73
?? En tercer lugar, la doctrina también sirve para guiar las reformas en el derecho
positivo. Se afirma que la doctrina, al tener un conocimiento profundo del
contenido de las normas jurídicas, puede determinar sus limitaciones en
relación con las demás normas jurídicas, con las circunstancias del medio
social, y con consideraciones axiomáticas. La doctrina, se dice, al explicitar
las deficiencias que existen al interior de un sistema jurídico, facilita y orienta
sus reformas, aunque la explicitación de las deficiencias de un sistema jurídico
no pasan de ser meras críticas y recomendaciones o consejos que no tienen
ningún poder vinculante.
120
AFTALION, Enrique; VILANOVA, José. Op. cit., p. 643 y 757.
74
contrario, se encuentra inscrito en una marco teórico específico, fuera del cual no
“funciona”.
Lo que primero tenemos que decir es que dentro de la caracterización que hicimos
de la teoría tradicional de las fuentes, uno de los rasgos que presentamos fue
precisamente el de la jerarquía entre las diversas fuentes del derecho. Esto
significa que para el sistema tradicional de fuentes es consustancial el
establecimiento de un orden jerárquico entre las normas jurídicas según su forma
jurídica.
Pero más allá de que uno de los rasgos fundamentales de la doctrina tradicional
sea el de la jerarquización de las normas jurídicas, lo que nos interesa poner de
presente es que este rasgo se encuentra indisolublemente ligado con los demás
que hemos presentado en el aparte anterior; es decir, lo que nos interesa resaltar
es que cualquiera de las afirmaciones que se hacen al interior de la teoría
tradicional de las fuentes del derecho presupone su jerarquización. De acuerdo
con esto, a continuación mostraremos el nexo entre este rasgo de la jerarquía, y
los demás que hemos presentado para caracterizar esta teoría sobre las fuentes.
Hasta el momento hemos dicho que cada uno de los rasgos que caracterizan la
teoría tradicional sobre las fuentes del derecho se encuentra indisolublemente
relacionado con el principio de la jerarquía normativa y en qué sentido se da la
conexión. La relación mencionada se percibe más claramente cuando
abandonamos los rasgos que caracterizan la teoría tradicional. En efecto, cuando
abandonamos estos presupuestos del principio, es decir, cuando separamos el
principio de la jerarquía normativa del marco teórico en el que se inscribe, el
principio de jerarquía resulta incomprensible, deja de “funcionar” o pierde su
función dentro del ordenamiento jurídico. Si por ejemplo abandonamos la
distinción entre las fuentes materiales y las fuentes formales del derecho, la
jerarquía entre las fuentes resulta lógica y materialmente imposible, pues las
fuentes materiales por sí mismas no son identificables y mucho menos, por
consiguiente, ordenables según criterios de jerarquía; sería imposible, por
ejemplo, establecer una ordenación jerárquica entre las disposiciones legales,
junto con los factores sicológicos que determinan las decisiones judiciales, y las
experiencias diarias y las creencias culturales que de hecho influyen en la
formación y aplicación del derecho. Igualmente, si abandonamos la idea de que la
ley es la única fuente de calificación, resultaría imposible determinar una jerarquía
entre las fuentes formales del derecho, pues todas ellas, al ser fuentes de
calificación, tendrían la misma “autoridad” y las disposiciones podrían entrar en
conflicto en la regulación de la jerarquía normativa. Por último, cuando se deja de
considerar que las fuentes del derecho tienen una función diferente, el principio de
la jerarquía normativa pierde relevancia jurídica, pues, como se explicó
121
VIDAL PERDOMO, Jaime, Op. cit., p. 19.
76
Pero más allá de esto, el estudio de este marco nos proporciona las directrices
para estudiar los límites y alcances del principio de jerarquía normativa. Así, la
crítica a la idea de que la ordenación jerárquica hace parte de una crítica más
amplia: la crítica a la idea de la plenitud de la ley, y la idea de que la ley es la
fuente única de calificación; igualmente, la crítica a la inferioridad jerárquica de la
jurisprudencia en relación con la ley, hace parte de una crítica a la concepción
tradición de la función judicial. En otras palabras, como las “fallas” de nuestra
cultura jurídica son también las fallas del principio de jerarquía, las críticas que se
han hecho a nuestra concepción del derecho nos sirven de guía para hacer un
estudio crítico del principio en mención. De la misma manera, un cuestionamiento
del principio de jerarquía será también un cuestionamiento de las ideas, prácticas,
y paradigmas de nuestra cultura jurídica.
80
SEGUNDA PARTE
CAPITULO PRIMERO.
constitucionales especiales para regular los procedimientos de la Corte (...) se encargó de expedir
a finales de 1991, el decreto 2067 (...) Ello dentro de la idea, muy característica de nuestra teoría
del derecho, según la cual es a través de disposiciones de derecho positivo como mejor se define
el papel concreto que la jurisprudencia (y que las otras fuentes) han de jugar en el razonamiento
jurídico. Esta idea iuspositivista menosprecia el papel que juega en el derecho la cultura del
derecho. Desde una perspectiva cultural, el razonamiento jurídico, no espera a que normas
jurídicas lo regulen: el razonamiento jurídico se ve también influido por nuevas concepciones o
teóricas o necesidades sociales y políticas. Por tanto, los intentos de la norma positiva por reglar la
argumentación jurídica o sus fuentes son de utilidad muy restringida. En este sentido resulta
correcto afirmar que el sistema de fuentes, así como los métodos de interpretación e integración
del derecho no pueden ser completamente “normados” o “reglados”. Percepciones cambiantes del
derecho renuevan frecuentemente los protocolos interpretativos de los abogados. En nuestro siglo
varias “revoluciones argumentativas” han ocurrido en el derecho colombiano y todo ello sin que
nadie haya tocado las reglas que nos vienen del siglo pasado. Esa es en general lo que podría
denominarse la falacia positivista: se asume, sin precaución alguna, que el sistema de fuentes, así
como el de interpretación e integración del derecho, son reglados o normados, esto es, responden
a las reglas positivas que la ley misma da sobre su valor, jerarquía y función. Ni los tradicionalistas
mismos son coherentes con el principio, como bien lo muestra su derogación informal de las reglas
sobre ‘doctrina legal probable’”. LOPEZ MEDINA, Diego, Op. cit., p. 10.
82
Tomando como punto de partida esta norma, se suelen presentar dos argumentos.
En primer lugar, se argumenta que como en esta norma se dispone que los jueces
están sometidos únicamente al imperio de la ley, tácitamente se consagra la
superioridad de esta forma jurídica sobre las demás formas, con excepción, claro
está, de la Constitución.
¿Qué razones tenemos para afirmar que la expresión “ley” debe ser entendida en
este contexto en un sentido amplio?. Veamos algunas razones:
?? En primer lugar, entender la expresión en un sentido restrictivo conduciría a
una serie de absurdos inaceptables desde cualquier punto de vista.
Examinemos algunos de estos.
- Primero, se tendría que desconocer el valor normativo de la Constitución
Política, que como todos sabemos, es la forma normativa suprema dentro
de nuestro sistema jurídico. En efecto, si los jueces solo están sometidos al
imperio de la ley, y no al imperio de la Constitución, sus decisiones no
podrían tener como fundamento la Carta.
Por esta razón, si existe una norma legal claramente inconstitucional,
violatoria de los derechos fundamentales básicos y violatoria del Estado
social de derecho, el juez de todos modos tendría que aplicarla; asi por
ejemplo, si hay una norma legal que consagra como delito el uso de jeans,
e impone para este delito la pena de muerte, los jueces inexorablemente
tendrían que aplicarla y condenar a muerte a todos los que lo usaran; no se
podría acudir a la figura de la excepción de inconstitucionalidad, ya que esto
implicaría fundar la decisión en una norma jurídica distinta a la ley.
Por esta misma razón, el control de constitucionalidad de las leyes, de los
decretos del Presidente con fuerza de ley, de los decretos administrativos
83
En definitiva, del inciso primero del artículo 230 no se puede concluir la inferioridad
jerárquica de la costumbre en relación con la ley. Por esta razón se suele
defender la inferioridad a partir del inciso segundo del mismo artículo. En efecto,
se argumenta que como la costumbre no se encuentra enumerada entre las
fuentes del derecho, en estricto sentido no es una fuente del derecho en el
ordenamiento jurídico colombiano, y que de ser aceptada como fuente en nuestro
ordenamiento, necesariamente se debe hacer a condición de que sea
jerárquicamente inferior a la ley.
Pero además, debe tenerse en cuenta que la propia Constitución Política reconoce
explícitamente a la costumbre como fuente del derecho, y que por consiguiente,
no es posible negarle a la costumbre su valor normativo dentro del ordenamiento
jurídico colombiano, o hacerlo a condición de su subordinación a la ley. Así por
ejemplo, el artículo 246 ordena que “las autoridades de los pueblos indígenas
podrán ejercer funciones jurisdiccionales dentro de su ámbito territorial, de
conformidad con sus propias normas y procedimientos (...)”; igualmente, el
artículo 330 dispone que “De conformidad con la Constitución y las leyes, los
territorios indígenas estarán gobernados por consejos conformados y
reglamentados según los usos y costumbres de sus comunidades” . En este
orden de ideas, si se niega a la costumbre su valor normativo, se estarían
negando los artículos de la Carta que reconocen a la costumbre como fuente del
derecho, e igualmente se estaría desconociendo el inciso primero del artículo 230
que subordina la decisión judicial al ordenamiento jurídico, dentro del cual se
encuentra la costumbre; igualmente, si se acepta a la costumbre como fuente del
derecho a condición de su subordinación a la ley, se está señalando un efecto
jurídico no previsto ni expresa ni tácitamente por la Carta Política.
Pero además, si el inciso segundo del artículo 230 de Estatuto Superior pudiera
ser interpretado en el sentido de que la costumbre no es una fuente del derecho,
la conclusión sería precisamente esa, que la costumbre no tiene valor normativo, y
no que tiene una rango jerárquico inferior al que tiene la ley, como argumentan
quienes defienden la idea de la inferioridad de la costumbre en relación con la ley.
Esto significa que del artículo 230 de la Constitución no se puede inferir que la
costumbre tiene una categoría inferior a la ley. Por tanto, si se pretende justificar
el menor rango de la costumbre, debe recurrirse a otras normas y a otros
argumentos. La respuesta se encuentra entonces en los artículos 8 del Código
Civil y el artículo 13 de la ley 153 de 1887. Estos artículos disponen lo siguiente:
Artículo 8 del Código Civil. “La costumbre en ningún caso tiene fuerza contra la
ley. No podrá alegarse el desuso para su inobservancia, ni práctica, por
inveterada que sea”
jurídica superior dentro del ordenamiento jurídico, atribución que esta vez no tiene
sustento en el derecho positivo; es decir, si creemos la ley tiene la "autoridad" para
determinar la jerarquía de la costumbre, es porque de antemano suponemos que
la ley es superior jerárquicamente a la costumbre, pues si fuera inferior, no se
podría explicar cómo puede determinar el régimen de una forma normativa
superior. Es decir, el argumento solo es aceptable a condición que de antemano
atribuyamos a la ley una de jerarquía superior dentro del ordenamiento jurídico.
Como más adelante profundizaremos en el argumento, por ahora lo dejaremos en
este punto.
Pero además, debemos percatarnos de que a pesar del carácter sagrado que
tienen en nuestro medio, el artículo 8 del Código Civil y el artículo 13 de la ley 153
de 1887 no son más que normas legales, y como tales, pueden ser derogadas por
otras normas legales posteriores, según el criterio jerárquico y el de especialidad.
En estas circunstancias, podría una ley cualquiera disponer que de ahora en
adelante la costumbre tiene fuerza contra la ley y que prevalece en caso de
conflicto. Sin embargo, la disposición sería rechazada de hecho por todos los
abogados, jueces y demás operadores jurídicos; inventaríamos que esa norma
legal es inconstitucional, que desconoce el estado de derecho, que es contraria a
los principios de derecho; en fín, idearíamos cualquier argumento para justificar
nuestro rechazo a la norma de la superioridad jerárquica de la costumbre, a pesar
de que una norma legal expresamente lo disponga y tenga la capacidad para
derogar los artículos del Código Civil y de la ley 153.
En efecto, una decisión judicial como tal por si sola no puede servir como criterio
auxiliar de la actividad judicial, pues la decisión no interpreta ni integra la ley y por
consiguiente no puede orientar al juez en su decisión. Por el contrario, las
doctrinas emanadas de los jueces, en las cuales se determina el sentido y
alcance de las disposiciones legales, y en las cuales se determina su campo de
89
necesariamente tienen una jerarquía inferior a las leyes. Sin embargo, el que las
decisiones tengan tan solo una eficacia inter partes, y el que las doctrinas
contenidas en las sentencias no constituyan un criterio obligatorio para los demás
jueces, no significa que tengan un rango jerárquico inferior a las leyes, pues es
posible que existan normas particulares e individualizadas que tenga una mayor
fuerza jurídica a las que tienen una carácter general, abstracto e impersonal –así
por ejemplo, las leyes emitidas por el Congreso que tienen un carácter individual,
particular y concreto, tienen la misma fuerza jurídica de las leyes generales,
abstractas e impersonales-. Es decir, ninguna de estos artículos se refiere a la
relación jerárquica entre la ley y las sentencias judiciales, sino a sus efectos y
obligatoriedad.
Sin embargo, a nuestro juicio esto no sería suficiente para resolver la cuestión de
los fundamentos jurídicos de la jerarquía normativa positiva o formal, por dos
razones:
?? En primer lugar, cualquier consagración que se haga de la jerarquía por una
norma jurídica o por un conjunto de normas jurídicas determinadas, supone la
superioridad jerárquica de ésta o de éstas, superioridad que a su vez no se
desprende del ordenamiento jurídico sino de nuestras creencias culturales. Es
decir, necesariamente hemos de suponer una ordenación normativa, para
llegar a la conclusión de que la norma que dispone su superioridad jerárquica y
la ordenación normativa, tiene la facultad para hacerlo.
?? En segundo lugar, en ocasiones las normas jurídicas que presuntamente fijan
la jerarquía normativa no tienen la facultad para hacerlo por no ser superiores
dentro del ordenamiento jurídico, y por ello, si les damos crédito es porque se
adecuan a nuestras creencias sobre la jerarquía normativa, y no porque en
realidad instauren un orden entre las normas jurídicas y las formas que
revisten.
Además de lo anterior, existe otra razón que nos permite concluir que la jerarquía
normativa se desprende más bien de nuestras creencias culturales, que del
derecho positivo mismo: en muchas ocasiones una norma jurídica establece la
superioridad de otra, teniendo menor fuerza jurídica. En estos casos la norma que
impone la jerarquía no tiene la “autoridad” para hacerlo; sin embargo, le demos
crédito porque confirman nuestras ideas acerca de la jerarquía normativa.
94
Un ejemplo nos aclara la idea: el artículo 5 de la ley 153 de 1887 afirma que la
Constitución es superior a las demás formas jurídicas y a la ley misma. Como
salta a la vista, en la medida en que esta norma legal tiene una fuerza jurídica
inferior a la de la Constitución, no tiene la capacidad para determinar la ordenación
entre las dos formas normativas; por consiguiente, si para justificar la superioridad
jerárquica de la Constitución acudimos a este artículo, no es porque en realidad
tenga la facultad de determinar la relación jerárquica, sino porque simplemente
confirma nuestras ideas y las queremos justificar en el derecho positivo de alguna
manera.
3. RECAPITULACION Y CONCLUSIONES.
Obviamente, en nuestro medio no se reconoce que esto sea así, pues esto iría en
contra de uno de los dogmas de nuestra cultura jurídica: la idea de la plenitud
hermética del derecho. Por ello tratamos de justificar la ordenación normativa en
normas del derecho positivo, tal como si de éstas normas pudiera derivarse la
totalidad del régimen del principio de la jerarquía.
CAPITULO SEGUNDO.
jerárquicas no son siempre los mismos, sino que por el contrario varían en función
de la relación jerárquica concreta. En otras palabras, intentaremos introducir las
ideas de “relatividad” y de “complejidad” en el régimen del principio de la jerarquía
normativa, frente a las ideas de “absolutización” y “simplicidad” que han imperado,
al menos implícitamente, en nuestra cultura jurídica.
En primer lugar, existen decretos del presidente, que a pesar de hacer parte de la
fuente del derecho “actos administrativos”, se encuentran en el mismo rango
jerárquico de la ley. Estos decretos son los siguientes:
Los decretos legislativos, según los artículos 212, 213, 214 y 215 de la Carta
Política, tienen la misma fuerza jurídica de las leyes, por las siguientes razones:
?? En cuanto a los decretos del estado de guerra exterior y a los decretos de
conmoción interior, los artículos 212 y 213 ordenan que mientras se
encuentran vigentes suspenden la legislación que sea incompatible, y que el
Congreso puede en cualquier época reformarlos o derogarlos. Esto significa,
por un lado, que estos decretos tienen una fuerza activa en relación con las
leyes, puesto que tienen la capacidad de suspenderlas mientras se encuentren
vigentes; como vimos en el capítulo primero de la primera parte, la fuerza
activa no sólo se expresa en la capacidad de derogar las normas inferiores o
de igual grado que sean contrarias, sino en su aplicación preferente en caso de
contradicción, que es lo que sucede en este caso. Por otro lado, significa que
estos decretos tienen una especie de fuerza pasiva en relación con las leyes,
puesto que la contradicción con éstas no afecta su validez. Como es lógico, en
la medida en que estos decretos tienen la misma fuerza de las leyes, pueden
ser derogados por éstas, en virtud del criterio de la posterioridad.
?? En cuanto a los decretos del estado de emergencia económico, el artículo 215
determina explícitamente que tienen “fuerza de ley”; igualmente, autoriza a que
aquellos que son de iniciativa del gobierno puedan ser derogados durante el
año siguiente a la declaratoria de la emergencia, y que aquellos que son de
iniciativa del Congreso puedan ser derogados por éste en cualquier momento.
Como tienen fuerza de ley, dichos decretos pueden derogar las leyes que les
sean contrarias; ahora bien, en la medida en que ocupan la misma posición
jerárquica de la ley, pueden ser derogados por las leyes en virtud del criterio de
posterioridad, en las condiciones señaladas anteriormente.
Igualmente, el numeral 10 del artículo 150 de la Carta Política prescribe que los
decretos extraordinarios tienen fuerza de ley, y que pueden ser modificados por el
Congreso en cualquier momento; igualmente el numeral 5 del artículo 241 dispone
que estos decretos tienen fuerza de ley. Como estos decretos tienen fuerza de
ley, pueden modificar derogar las leyes que sean incompatibles, y a su vez
pueden ser derogadas por éstas, en virtud del criterio de posterioridad.
También existen otras formas normativas que a pesar de no ser leyes, tienen
fuerza de ley. Se trata de formas normativas que son el resultado de la
participación popular:
El alcance que se le ha dado a esta norma ha sido tan amplio, que se puede
afirmar sin temor a equivocaciones que el derecho internacional humanitario tiene
el mismo rango jerárquico de la Constitución. En efecto, la Corte Constitucional ha
considerado que hace parte del llamado “bloque de constitucionalidad”, de modo
que aunque sus principios y reglas no aparecen en el texto de la Carta Política,
por disposición constitucional tienen su misma fuerza jurídica y son
jerárquicamente superiores a las leyes; por ello, cuando una norma con rango
legal desconoce lo previsto por uno de estos tratados o convenios internacionales,
dicha norma debe ser declarada inexequible, no por ser ilegal, sino por ser
inconstitucional123.
123
Esta es la interpretación que ha hecho la Corte Constitucional del artículo 93 de la Carta
Política. A juicio de la Corte, esta es la interpretación que armoniza el artículo 4º y 93 de la
Constitución, ya que al mismo tiempo que reconoce la supremacía de la Constitución, le otorga al
derecho internacional humanitario una posición jerárquica superior dentro del ordenamiento jurídico
colombiano.
101
El artículo 151 de la Carta Política dispone que estas leyes determinan el régimen
del ejercicio de la actividad legislativa en general, y de las leyes de presupuesto,
del plan nacional de desarrollo y de distribución de competencias normativas de
las entidades territoriales; es decir, dispone que la actividad legislativa se
encuentra sujeta a las leyes orgánicas
Significa que las leyes orgánicas son superiores a las leyes ordinarias; en algunos
casos la superioridad está dada por el hecho de que constituyen una categoría
intermedia entre la Constitución y la ley; en otros casos, la superioridad está dada
por el hecho de que forman un bloque de constitucionalidad. En cualquiera de las
dos hipótesis las leyes ordinarias tienen mayor fuerza jurídica a las leyes
ordinarias.
Por último, debe tenerse en cuenta que dentro de esta categoría no todas las
normas tienen la misma jerarquía. Específicamente, debe tenerse en cuenta que
la ley orgánica del presupuesto es jerárquicamente superior a demás orgánicas,
según se desprende del artículo 342 de la Constitución126.
El inciso 2º del artículo 341 de la Carta Política prescribe que la ley del Plan
Nacional de Inversiones tiene prelación sobre las demás leyes. A nuestro juicio,
124
Al respecto ver las sentencias C-337 de 1993, C-423 de 1995, C-283 de 1997 y C-087 de
1997.
125
Sentencia C-423 de 1995 y C-083 de 1995.
126
Sentencia C-337 de 1993.
102
Aunque la Carta Política no dispone que estas leyes prevalecen sobre las demás,
el artículo 20 del Código Sustantivo del Trabajo afirma que “en caso de conflicto
entre las leyes del trabajo y cualesquiera otras, prefieren aquellas”. Aunque dicha
regla debe ser tomada con beneficio de inventario –pues ha sido introducida por
una norma que tiene fuerza de ley, que en principio puede ser derogada o
desconocida por otra de su mismo rango-, lo cierto es que establece una
ordenación jerárquica entre las normas laborales y las normas que no tienen ese
carácter.
Ahora bien, dicha prevalencia no implica que las leyes laborales puedan derogar o
invalidar las normas legales que las contradigan; por el contrario, la prevalencia se
pone de presente en el hecho de que las leyes laborales se aplican de preferencia
en el caso de que se presente un conflicto normativo. Así por ejemplo, si el
artículo 353 del Código de Comercio determina que en la sociedad de
responsabilidad limitada los “socios responderán hasta el monto de aportes”, y el
artículo 36 del Código Sustantivo del Trabajo establece que la responsabilidad por
las obligaciones laborales es solidaria e ilimitada, la prelación de las normas
laborales no implica que el artículo 353 haya de considerarse inválido o
insubsistente; ha de entenderse, por el contrario, que por regla general la
responsabilidad de los socios en esta sociedad está limitado a los aportes, pero
que en el caso específico de las leyes laborales es solidaria e ilimitada.
127
Sentencia T-340 de 1995 de la Corte Constitucional, M.P. Carlos Gaviria Díaz.
128
Existen muchas clasificaciones de costumbre. Sin embargo, a continuación solo tendremos en
cuenta la clasificación de la costumbre que tiene relevancia en jerarquía normativa según la fuerza
jurídica.
104
??Costumbre nacional.
? ? Costumbre local.
? ? Costumbre general del país.
??Costumbre extranjera.
?? Costumbre de derecho común.
- Costumbre interpretativa.
- Costumbre integradora por vacío legal.
- Costumbre integradora por remisión expresa.
La mayor parte de autores afirman que aquí la costumbre no tiene ningún valor
como fuente independiente, puesto que aquí la costumbre no genera una nueva
norma jurídica con valor propio, sino que por el contrario, se limita a servir como
un elemento interpretativo de otras normas que sí tienen un valor propio, tales
como las normas legales o como las normas contractuales.
Con esto queda descartada la idea según la cual la ley siempre tiene un rango
jerárquico superior a la costumbre, pues al menos en el caso de la costumbre
mercantil interpretativa, ésta puede tener el mismo rango de la ley, incluso el
mismo rango de la ley imperativa mercantil.
129
Art. 5 C.Co.
105
130
PINZON, Gabino. Introducción al derecho comercial. 3ª ed. refundida y actualizada con la
colaboración de Jorge Pinzón Sanchez, Santa Fe de Bogotá: Ed. Temis S.A., 1985. p. 121-122.
109
Si tenemos en cuenta que en estos casos la costumbre integra una norma legal, y
que es la propia ley la que determina que determinada hipótesis fáctica sea
regulada según las disposiciones consuetudinarias, la conclusión necesaria es que
la costumbre tiene la fuerza jurídica de la norma que remite a ella, es decir, tiene
132
Esta es la posición compartida por Gabino Pinzón; para este autor, la costumbre extranjera
tiene una posición jerárquica igual a la de la costumbre mercantil nacional, pero con dos
salvedades: primero, la norma se aplica en defecto de costumbre local nacional y en defecto de
costumbre general del país; y en segundo lugar, la costumbre solo se aplica para los asuntos que
tuvieron origen en hechos o actos ocurridos, celebrados o ejecutados en el país extranjero del cual
se pretende obtener la norma consuetudinaria, de acuerdo con lo establecido por el artículo 3º del
Código de Comercio, que exige que “los hechos constitutivos de la misma sean públicos, uniformes
y reiterados en el lugar donde hayan de cumplirse las prestaciones o surgido las relaciones que
deban regularse por ella”. Ibíd., p. 127-128.
111
Ahora bien, como en la mayor parte de artículos del Código de Comercio que
remiten a la costumbre no se ordena si se debe aplicar primero la costumbre local
o la general del país, debe entenderse, de acuerdo con el artículo 3º del
respectivo código, que tiene mayor jerarquía la costumbre local y luego la general
del país, y que procede tanto la costumbre nacional, como la extranjera, de
acuerdo con la jerarquía explicada en relación con la costumbre mercantil
integradora por la existencia de un vacío legal.
Al igual que en los demás casos, y basados en el tenor literal del artículo 246 de la
Carta Política, en nuestra cultura jerárquica se afirma que la costumbre indígena
se encuentra en una posición jerárquica inferior a la que ocupan la Constitución y
las leyes, y que por consiguiente debe sujetarse a lo dispuesto por ellas133.
133
Así por ejemplo, en la Constitución comentada de Lleras de la Fuente, se afirma lo siguiente:
“Dentro del texto constitucional del reconocimiento a la diversidad étnica y como consecuencia de
ésta, la Carta atribuye una relativa autonomía a las comunidades indígenas, tendiente a respetar y
preservar las costumbres y tradiciones de los pueblos aborígenes. La subordinación de tales
jurisdicciones a la Constitución y a las leyes hace casi nugatoria tal autonomía, pues las
autoridades indígenas deberán aplicar todos los códigos y leyes sustanciales so pena de incurrir en
violación de las normas a las cuales debe supeditarse”. LLERAS DE LA FUENTES, Carlos;
ARENAS CAMPOS, Carlos Adolfo; CHARRY URUEÑA, Juan Manuel; HERNANDEZ BECERRA,
Augusto, Op. cit., p. 426.
115
?? En tercer lugar, debe tenerse en cuenta que el análisis no solo se hará con
base en lo afirmado explícitamente por la Corte con respecto a las relaciones
jerárquicas entre la Constitución, la costumbre y la ley, sino también con base
el tratamiento efectivo que ésta ha dado a la costumbre indígena. En efecto,
las reglas establecidas por la Corte Constitucional en relación con el tema son
en principio bastantes simples y se encuentran de manera explícita en algunas
sentencias, y a ellas haremos necesariamente una referencia134; sin embargo,
resulta también importante analizar el tratamiento efectivo que se le ha
otorgado, pues las simples reglas afirmadas por la Corte no se compadecen
con la complejidad y la riqueza que se refleja en el tratamiento efectivo dado al
problema jurídico por parte de la Corte Constitucional.
134
Las reglas establecidas por las Corte se encuentra plasmadas en la sentencia T-254 de 1994.
135
Sentencia T-254 de 1994, de la Corte Constitucional, M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
116
A pesar de las afirmaciones anteriores, existen varias razones que nos permiten
afirmar que la relación es mucho más compleja.
En primer lugar, debe anotarse que cuando la Corte Constitucional afirma que “los
derechos constitucionales fundamentales constituyen el mínimo de convivencia
para todos los particulares”136, y que por consiguiente las costumbres indígenas
deben respetar por lo menos estos derechos, da a entender también que existen
normas constitucionales que tienen una mayor fuerza en relación con la costumbre
indígena –precisamente, las normas que consagran los derechos constitucionales
fundamentales-, que otras normas que también hacen parte de la Carta Política, y
que aquí la relación con la costumbre indígena es menos clara. Así, si bien para
la Corte Constitucional es claro que las normas consuetudinarias de los indígenas,
para ser válidas, deben respetar el núcleo básico los derechos constitucionales
fundamentales, esto no resulta tan claro con respecto a otras normas
constitucionales; para la Corte sería claro, por ejemplo, que una costumbre
indígena que sea abiertamente contraria al derecho a la vida –por ejemplo, una
práctica en virtud de la cual se matara a aquellos bebes que no nacieran con
ciertas características físicas-, resulta inaceptable dentro de nuestro ordenamiento
jurídico; pero existen otro tipo de prácticas cuya legitimidad no se desprende
directamente de la Constitución –o por lo menos de una interpretación posible de
la Constitución- y que no obstante lo anterior priman sobre la literalidad de las
normas constitucionales.
136
Sentencia T-254 de 1994, de la Corte Constitucional, M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
137
Sentencia T-652 de 1998 de la Corte Constitucional, M.P. Carlos Gaviria Díaz.
117
138
El criterio que ha sido seguido la Corte de manera generalizada es el siguiente: el carácter de
fundamental del derecho a la propiedad se determina en cada caso concreto, siguiendo los
siguientes parámetros: por regla general el derecho a la propiedad no es un derecho fundamental;
sin embargo, cuando en el caso concreto la violación del derecho a la propiedad implica también
una violación de un derecho fundamental o el desconocimiento de los valores y principios
constitucionales, se debe considerar como un derecho fundamental. Al respecto véase la
sentencia T-506 de agosto 21 de 1992, M.P. Ciro Angarita Barón, y la sentencia T-537 del 23 de
septiembre de 1991, M.P. Simón Rodriguez Rodriguez.
118
139
Sentencia T-188 de 1993, de la Corte Constitucional, M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
140
Sentencia T-131 de julio 1 de 1994, M.P. Hernando Herrera Vergara.
141
Parágrafo del artículo 330 de la Carta Política.
142
Véase por ejemplo la sentencia T-539 de 1992.
119
Pero además debe tenerse en cuenta que incluso los derechos constitucionales
fundamentales, que según la Corte “constituyen el mínimo obligatorio de
convivencia para todos los particulares y un límite material al principio de la
diversidad étnica y cultural y a los códigos de valores propios de las diversas
comunidades que habitan en el territorio nacional”, son interpretados a la luz del
principio de la diversidad étnica y cultural, y a partir de las propias costumbres y
tradicionales de los pueblos indígenas. Es decir, las prácticas indígenas
constituyen una limitante a la interpretación de los llamados derechos
constitucionales fundamentales, pues estos son leídos a partir de las mencionas
prácticas, tradicionales, usos y costumbres indígenas, en la medida en que esto es
posible.
143
Sentencia SU-039 de 1997, de la Corte Constitucional, M.P. Antonio Barrera Carbonell. En
esta sentencia, el Defensor del Pueblo, en representación de diez y nueve ciudadanos miembros
del grupo étnico indígena U’wa, solicita que se inaplique la resolución # 110 del 3 de febrero del
Ministerio del Medio Ambiente, por la cual se concedió una licencia ambiental a la Occidental del
Colombia para la realización de un proyecto de explotación sísmica en el territorio ocupado por los
U’wa, el cual permitiría determinar la existencia del petróleo en este territorio, para su posterior
explotación; igualmente, se solicita que se realice una consulta al pueblo U’wa como requisito
previo a la concesión de la licencia ambiental, que contenga todas las garantías propias de una
consulta. La Corte, considerando que el derecho de consulta es un derecho fundamental, ordena
que se realice la consulta a la comunidad U’wa, y que se suspenda la resolución mencionada,
mientras la jurisdicción de lo contencioso-administrativo decide sobre la nulidad de este acto
administrativo por la omisión en este trámite de la consulta previa.
120
144
Sentencia T-254 de 1994, de la Corte Constitucional, M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
121
?? En segundo lugar, debe tenerse en cuenta que según la Corte las costumbres
indígenas prevalecen sobre las normas legales dispositivas: “Los usos y
costumbres de una comunidad indígena priman sobre las normas legales
dispositivas. Esta regla es consecuente con los principios de pluralismo y de
diversidad, y no significa la aceptación de la costumbre contra legem por
tratarse de normas dispositivas. La naturaleza de las leyes civiles, por
ejemplo, otorga un amplio margen a la autonomía de la voluntad privada, lo
que, mutatis mutandis, fundamenta la prevalencia de los usos y costumbres en
la materia sobre normas que sólo deben tener aplicación en ausencia de una
autoregulación por parte de las comunidades indígenas”146.
?? Por último, hay casos en los cuales la Corte permite que se apliquen de
preferencia las costumbres indígenas sobre las normas legales con carácter
imperativo, así éstas protejan un valor que en principio es considerado como
superior al valor de la diversidad étnica y cultural. No otra cosa es la que
sucede cuando la Corte sostiene que los delitos cometidos por los indígenas
dentro de su respectivo resguardo y en contra de un bien jurídico de la
comunidad indígena o de uno de sus integrantes, deben ser juzgados por los
145
Véase la sentencia T-254 de 1994, de la Corte Constitucional, M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
146
Sentencia T- 254 de 1994, de la Corte Constitucional, M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
147
Sentencia T-254 de 1994, de la Corte Constitucional, M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
122
Siguiendo el hilo conductor del capítulo, lo que pretendemos ahora mostrar es que
la costumbre en materia penal no siempre tiene esa misma relación jerárquica en
relación con la ley. Para tal efecto, intentaremos es mostrar de qué manera en
dos hipótesis la costumbre en materia penal sí es fuente formal del derecho y de
qué manera no ocupa el rango jerárquico que generalmente se le atribuye:
148
GAITAN MAHECHA, Bernardo. Derecho penal general, Santa Fe de Bogotá: Facultad de
Ciencias Jurídicas de la Pontificia Universidad Javeriana, 1995. p. 60.
123
En realidad el artículo no determina con claridad y precisión los requisitos del fuero
indígena; en efecto, la norma simplemente se limita a sistener que las autoridades
indígenas pueden ejercer funciones jurisdiccionales dentro de su territorio, sin
determinar específicamente si esta función la pueden ejercer con respecto a
personas que no hacen parte de la respectiva comunidad indígena, o si la pueden
ejercer sobre miembros de ésta que cometieron los hechos susceptibles del juicio
por fuera del territorio. Por ello, ha sido la Corte Constitucional la que ha
establecido los parámetros y lineamientos del fuero indígena, los cuales no solo
deben ser tenidos en cuenta mientras se expide la ley de coordinación entre esta
124
?? En primer lugar, se debe tener en cuenta que a todos los grupos humanos se
les debe reconocer y respetar en su dignidad, independientemente de que se
trate de las comunidades indígenas o de los grupos humanos que hacen parte
de la llamada “cultura occidental”: “Es importante que el intérprete, en la
solución de estos conflictos, se atenga a la exigencia de reconocimiento y del
respeto por la dignidad de todos los grupos humanos”149. La exigencia parte de
una nueva concepción del Estado, de la sociedad y del hombre mismo,
fundada en el respeto por la diversidad étnica y cultural; en efecto, si bien
durante mucho se tiempo se pensó que una sociedad unitaria y monocultural
es el prototipo de sociedad perfecta, actualmente se abre paso a la aceptación
de nuevas creencias, prácticas, modos e ideales de vida, concibiéndose lo
diferente, no como una anormalidad o anomalía, sino como una expresión
cultural que merece respeto y aceptación.
?? En segundo lugar, la decisión sobre la procedencia del fuero debe tener en
cuenta las circunstancias que rodean cada caso particular150. Entre otros, se
deben tener en cuenta los siguientes factores:
- Los rasgos propios de la cultura indígena sobre la cual recae la decisión.
- El grado de aislamiento de la cultura y su grado de asimilación de la
llamada “cultura occidental”.
- Las repercursiones de la decisión sobre la vida de la comunidad indígena y
sobre sus integrantes.
?? En tercer lugar, el fuero se configura a partir de la coordinación de un elemento
territorial y de un elemento personal. En virtud del primer elemento, las
conductas que tengan ocurrencia en el territorio de la comunidad indígena
deben ser juzgadas por la propia comunidad; en virtud del segundo elemento,
las conductas realizadas quienes hacen parte de un grupo indígena debe ser
juzgadas por la comunidad de la cual hacen parte151. De modo que por regla
general solo a partir de la conjugación de estos dos elementos es posible la
configuración del fuero indígena.
149
Sentencia T-496 de 1996 de la Corte Constitucional, M.P. Carlos Gaviria Díaz.
150
Sentencia T-496 de 1996 de la Corte Constitucional, M.P. Carlos Gaviria Díaz.
151
Sentencia T-496 de 1996 de la Corte Constitucional, M.P. Carlos Gaviria Díaz.
125
Esto significa que la decisión sobre la procedencia del fuero indígena debe
hacerse en cada caso concreto, examinando en éste el elemento personal y el
elemento territorial a la luz de la totalidad de los principios y valores
126
Hasta el momento hemos determinado las reglas a partir de las cuales el fuero
indígena se configura. Ahora el bien, el fuero nos interesa, no en cuanto implica
que las conductas punibles sean juzgadas por autoridades diferentes a las que por
lo general se encargan de hacerlo, sino en cuanto se altera la ordenación
normativa generalmente aceptada. En efecto, normalmente el fuero tiene
únicamente por efecto jurídico, que las conductas son juzgadas por sujetos
diferentes a los que generalmente lo hacen; tal es el caso del fuero general de los
altos funcionarios, el caso del fuero especial y caso del fuero de los congresistas;
cuando un sujeto beneficiario de una de estas tres clases de fuero incurre en una
hecho punibles, tiene el privilegio de ser investigado por el Fiscal General de la
Nación, por el Congreso o por la Corte Suprema de Justicia respectivamente;
igualmente, tiene el privilegio de ser juzgado por la Corte Suprema de Justicia; no
obstante lo anterior, la normatividad penal sustancial es la misma que se aplica
para los demás ciudadanos, de manera que todos los beneficiarios de estos fueros
serán juzgados de acuerdo con los preceptos contenidos en el Código Penal y las
demás leyes penales.
152
Sentencia T-496 de 1996 de la Corte Constitucional, M.P. Carlos Gaviria Díaz.
153
Sentencia C-139 de 1996 de la Corte Constitucional, M.P. Carlos Gaviria Díaz.
127
Además, a pesar de que el artículo 230 de la Carta Política ordena que las normas
consuetudinarias deben respetar las normas legales y constitucionales, no debe
entenderse que cualquier norma consuetudinaria que sea contraria a una norma
legal debe ser descartada; incluso, tampoco debe entenderse que cualquier norma
consuetudinaria que sea contraria a una norma constitucional debe ser
descartada; si esto fuera así, el fuero indígena perdería toda su eficacia, pues se
tendrían que aplicar todas las normas legales sustanciales y procedimentales que
tienen un carácter penal154. Por tanto, siguiendo la regla de la maximización de la
autonomía de las comunidades indígenas y la minimización de las restricciones,
solo en el caso de que una costumbre sea abiertamente contraria a los principios y
valores superiores o a los derechos intangibles de los seres humanos, debe ser
descartada155. Específicamente, las costumbres indígenas solo pueden ser
limitadas cuando nieguen el derecho a la vida, la prohibición de la esclavitud, la
prohibición de la tortura, la legalidad de los delitos y las penas y la legalidad del
procedimiento; con respecto a las dos últimas limitaciones mencionadas, debe
aclararse que “la exigencia en este caso no puede ir más allá de lo que es
necesario para asegurar la previsibilidad de las actuaciones de las autoridades; de
otra manera, el requisito llevaría a un completo desconocimiento de las formas
propias de producción de normas y de los rituales autóctonos de juzgamiento, que
es precisamente lo que pretende preservarse”156; es decir, el respeto por el
principio de la legalidad de los delitos y las penas y la legalidad del procedimiento
no supone la existencia de leyes en sentido formal que determinen de manera
expresa las conductas constitutivas de hechos punibles, las sanciones respectivas
y los procedimientos para hacerlas efectivas; lo que se requiere es que los
indígenas puedan prever las consecuencias de sus conductas, según las
costumbres y tradiciones de la comunidad a la que pertenecen.
154
Sentencia T-349 de 1996 de la Corte Constitucional, M.P. Carlos Gaviria Díaz.
155
Sentencia T-349 de 1996 de la Corte Constitucional, M.P. Carlos Gaviria Díaz.
156
Sentencia T-349 de 1996 de la Corte Constitucional, M.P. Carlos Gaviria Díaz.
128
Debemos aclarar, sin embargo, que al igual que en caso del papel de la costumbre
interpretativa en materia mercantil, el tema será tratado con más profundidad en el
capítulo quinto, y que por tanto, aquí solo haremos una pequeña referencia al
tema; nos limitaremos a enunciar y explicar de manera somera las ideas
fundamentales que nos permiten afirmar que la costumbre juega un papel
primordial en la determinación de la antijuridicidad.
157
Artículo 2 del Código Penal.
158
Artículo 29 del Código Penal.
159
Artículo 30 del Código Penal.
129
Veámos otro caso. El artículo 268 del Código Penal establece que se incurre en el
delito de secuestro extorsivo cuando se “arrebate, sustraiga, retenga u oculte a
una persona con el propósito de exigir por su libertad un provecho o cualquier
utilidad, o para que se haga u omita algo, o con fines publicitarios o de carácter
político; por su parte el artículo 269 del mismo código determina que un sujeto
incurre en el delito de secuestro simple cuando “con propósitos distintos a los
previstos en el artículo anterior, arrebate, sustraiga, retenga u oculte a una
persona”. Pues bien, imaginemos la siguiente situación: una persona se sube en
un bus, y al cabo de un rato toca el timbre de la puerta trasera, indicando con esto
que desea bajarse del mismo; sin ninguna justificación, el bus no para en el
respectivo paradero, y tan solo lo hace cinco cuadras después. La conducta se
adecúa a la descripción que se hace del delito de secuestro simple; sin embargo,
ninguno sostendría que el chofer del bus incurrió en el delito de secuestro, y que
por consiguiente, debe ser sancionado con pena de prisión entre seis (6) y
veinticinco (25) años y en multa de cien (100) a doscientos (200) salarios mínimos
mensuales; la razón de ser de nuestro juicio es que se considera que la conducta
no vulnera el bien jurídico de la libertad; pero al igual que en el caso anterior, el
130
Miremos un último ejemplo. El artículo 298 del Código Penal establece que se
incurre en el delito de acceso carnal violento cuando una persona “realice acceso
carnal con otra persona mediante violencia”. Pues bien, en realidad prácticamente
todo acceso carnal supone cierta violencia física y en este sentido cualquier acto
se adecúa a la descripción del artículo 298; sin embargo, como es obvio, no todo
acceso carnal puede ser considerado como un delito; lo que marca el límite, por
tanto, entre aquellas conductas que configuran y aquellas que no configuran el
delito de acceso carnal violento, es la voluntad del sujeto pasivo en la realización
del acto y las propias prácticas que en nuestro medio son consideradas como
aceptables; si en nuestro medio son aceptadas socialmente cierto tipo de prácticas
sexuales que implican cierta violencia, no es porque en sí mismas sean
aceptables, sino porque en nuestra cultura así se considera; y es a partir de las
prácticas, costumbres y juicios sociales generalizados, que se considera que una
determina conducta típica es antijurídica o no. Es decir, los juicios que se hacen
sobre la antijuridicidad de la conducta se encuentran determinados por las
prácticas y costumbres sexuales que se presentan en la comunidad.
El numeral 4 del artículo 29 del Código Penal sostiene que se justifica la conducta
típica cuando se comete “por la necesidad de defender un derecho propio o ajeno
contra injusta agresión actual o inminente, siempre que la defensa sea
proporcionada a la agresión”. La norma por sí sola no determina cuándo una
conducta típica se justifica y cuándo no; los elementos de juicio con arreglo a los
cuales se determina la configuración de esta causal de justificación, son
proporcionados, entre otras cosas, por la costumbre.
131
En efecto, la norma legal mencionada dispone, entre otras cosas, que la legítima
defensa se presenta cuando exista una “agresión injusta” y cuando la conducta a
través de la cual se efectúa la defensa del derecho propio o ajeno, es
proporcional a la agresión. Pero, ¿cuándo existe una agresión injusta? y ¿cuándo
la reacción es proporcionada a la agresión?. La ley no fija un catálogo de las
conductas injustas y un catálogo de las conductas justas; de las misma manera,
tampoco indica los criterios con arreglo a las cuales se pueda determinar de
manera inequívoca el carácter justo o injusto de toda posible conducta; en algunos
casos resulta claro este carácter, dado que las normas legales explícitamente
permiten o prohiben la respectiva conducta, o su carácter justo o injusto se
desprende de manera directa e inmediata de un principio o valor constitucional o
legal; pero en realidad existe una amplia gama de casos “grises”, cuyo carácter no
se puede establecer única y exclusivamente en las normas legales.
160
OSPINA FERNANDEZ, Guillermo; OSPINA ACOSTA, Eduardo. Op. cit., p. 317.
134
?? En segundo lugar, se debe a la suposición según la cual una norma tiene una
mayor fuerza jurídica que otra cuando fija sus condiciones de validez.
Esta suposición es consecuencia de la confusión entre la jerarquía según la
fuerza jurídica y la jerarquía según la fundamentación jurídica. En efecto, si
bien es cierto los actos de la autonomía privada son inferiores jerárquicamente
a las leyes en cuanto ésta determina las condiciones de validez de aquellas,
según la fuerza jurídica no siempre estos actos se encuentran en el rango
jerárquico inferior de la pirámide jurídica, como más adelante se mostrará.
?? En primer lugar, los actos jurídicos, al ser “ley para las partes”161, tienen fuerza
vinculante. Si bien es cierto que lo que en ellos dispuesto sólo obliga a
quienes celebraron el contrato, y que tan solo eventualmente tiene efectos
respecto de los sucesores singulares y universales, también es cierto que
tienen poder normativo inter partes y que en este sentido son auténticas
normas jurídicas.
Por ello, cuando eventualmente se presente un litigio entre los destinatarios de
los actos jurídicos, el órgano competente para resolver el litigio debe tener en
cuenta, por lo menos en principio, las normas consagradas en el respectivo
acto jurídico. Así, la idea generalizada según la cual la actividad judicial
consiste en aplicar a un hecho dado las normas legales es cierta, siempre y
cuando se incluya dentro del concepto “normas legales” no solo las
disposiciones jurídicas que en estricto sentido son leyes –las normas
emanadas del órgano de representación popular-, sino también las normas
emanadas de los actos jurídicos162.
?? En segundo lugar, debe tenerse en cuenta que los actos jurídicos deben
respetar las normas imperativas, el orden público y las buenas costumbres,
según lo dispuesto por el artículo 16 del Código Civil. De esta regla se
desprenden los siguientes efectos jurídicos:
- Las normas legales imperativas afectan la validez de las normas de los
actos jurídicos que les sean contrarias. Por ello las disposiciones de un acto
jurídico que sean contrarias a las leyes imperativas, son nulas
absolutamente por objeto ilícito, según lo disponen los artículos 1502, 1519
y 1741 del Código Civil.
- Segundo, cuando existe contradicción entre ambos tipos de normas deben
aplicarse de preferencia las normas legales.
- Tercero, las normas de los actos jurídicos contrarias a las leyes que tienen
un carácter imperativo, no afectan ni la validez ni la vigencia de éstas; es
decir, las leyes imperativas se “resisten” a las normas de los actos jurídicos
que las contradigan.
En otras palabras, las normas legales imperativas tienen una fuerza jurídica
activa y una fuerza jurídica superior a las normas de los actos jurídicos, y por
consiguiente, tienen un rango jerárquico superior a estos.
161
Artículo 1602 del Código Civil.
162
OSPINA FERNANDEZ, Guillermo; OSPINA ACOSTA, Eduardo. Op. cit., p. 320.
136
Ahora bien, esto no significa que las relaciones jerárquicas entre las normas
legales y los actos de la autonomía de la voluntad sean simples y fáciles de
determinar. En efecto, cuando se examina la relación entre una norma legal
concreta y una disposición concreta proveniente de un acto jurídico cualquiera, el
asunto comienza a tener dificultades; así por ejemplo, se debe establecer si la
norma legal en estudio es una norma imperativa o una norma supletiva, si existe
una incompatibilidad entre los dos tipos de disposiciones, y cuál norma debe
aplicarse; a su vez, la resolución de estas preguntas conlleva a otras más
complejas y difíciles de resolver; finalmente, todo esto conduce a que en la
práctica el esclarecimiento de las relaciones jerárquicas entre estos dos tipos
normativos sea mucho más complejo de lo que aparenta ser.
El artículo 1522 del Código Civil dispone, entre otras cosas, que “el dolo futuro no
vale”. Aquí se debe examinar si la norma aludida es una norma de carácter
imperativo o de carácter supletivo, si la disposición contractual mencionada viola el
contenido de la norma legal referida, y qué norma debe ser aplicada en caso de
que efectivamente el carro o uno de los objetos que en él se contienen se pierdan.
En cuanto al carácter imperativo o supletivo de la norma contenida en el artículo
1522, prácticamente de manera unánime se admite que tiene un carácter
137
Esto significa que la determinación de las relaciones jerárquicas entre las normas
legales y las normas provenientes de los actos jurídicos es bastante difícil y
compleja, porque se debe establecer primero si existe un conflicto normativo entre
los dos tipos de normas mencionados anteriormente, y esta tarea implica un gran
esfuerzo interpretativo, que sólo puede ser resuelto en cada caso concreto. Esto
significa también que la determinación de las relaciones jerárquicas entre la ley y
los actos jurídicos producto de la autonomía sólo se viene a dar plenamente en
cada caso concreto.
Miremos uno de estos casos. El artículo 1324 del Código de Comercio fija una
serie de efectos jurídicos a la terminación del contrato de agencia; en primer lugar,
dispone que a la terminación del contrato de agencia “el agente tendrá derecho a
163
La Corte Suprema de Justicia ha tratado esta misma hipótesis. Sin embargo, a nuestro juicio
la Corte no ha aportado nada distinto a lo expuesto por el artículo 1603 del Código Civil, pues se
limita a establecer que la exoneración de la responsabilidad por pérdida o robo de automóviles es
válida en cuanto no implique una condonación de la culpa grave o dolo. Véase la sentencia de la
Sala Civil de la Corte Suprema de Justicia del 6 de marzo de 1972.
138
164
Dentro de que quienes defienden esta posición se encuentran la Superintendencia Bancaria
(concepto de la contenido en el oficio 13534 del 4 de octubre de 1971) y ESCOBAR SANIN,
Gabriel. (Negocios civiles y comerciales. Negocios de sustitución. Santa Fe de Bogotá: Ed. Univ.
Externado de Colombia, 1958,. p. 372).
165
Dentro de quienes defienden esta posición se encuentran la Corte Suprema de Justicia
(Sentencia de la Sala Civil del día 2 de diciembre de 1980), NARVAEZ, José Iganacio. Op. cit., p.
285 y GAVIRIA GUTIERREZ, Enrique. Derecho comercial. Santa Fe de Bogotá: Ed. Bedout, 198.
p. 84.
166
Esta es la posición de ARRUBLA PAUCAR, Jaime. 5ª ed. revisada y actualizada. Contratos
mercantiles., Santa Fe de Bogotá: Biblioteca Jurídica Diké, T. I, 1992, p. 348-354.
139
La doctrina tradicional de las fuentes del derecho sostiene que todas las
providencias judiciales–autos y sentencias-, emanadas de todos los jueces -jueces
municipales, jueces distritales, tribunales superiores del distrito judicial, Corte
Suprema de Justicia, Consejo de Estado y Corte Constitucional- se encuentran en
una posición jerárquica inferior a la Constitución, las leyes, los actos
administrativos y la costumbre, y que tan solo son superiores jerárquicamente a
los actos de la autonomía privada.
Esta tesis sobre la posición jerárquica de las sentencias se funda en tres ideas:
?? Primero, se funda en una concepción de la actividad judicial en la que las
decisiones judiciales no son más que el resultado de aplicar a un hecho
concreto el ordenamiento jurídico superior, constituido por disposiciones
generales y abstractas como la Constitución, la ley y los decretos
reglamentarios. Según esta concepción, los jueces son simplemente lectores
pasivos del ordenamiento superior, y se limitan a reproducirlo en el caso
concreto, aplicando las normas superiores, pero no interviniendo en su
elaboración.
?? Segundo, se funda en la idea según la cual las disposiciones generales y
abstractas tienen una jerarquía superior, y por tanto, una fuerza jurídica
superior, a las normas concretas e individualizadas. En efecto,
tradicionalmente se ha entendido que el prototipo de norma jurídica es aquella
norma impersonal, general y abstracta, a la cual deben sujetarse las demás
que hacen parte de un ordenamiento jurídico; en este contexto, las leyes, por
ejemplo, son consideradas como normas jerárquicamente superiores a las
sentencias judiciales, que por su carácter concreto, individualizado y particular,
se encuentran sujetas a aquellas.
?? Tercero, se funda en la idea según la cual la fuente del derecho denominada
“sentencias judiciales” es una categoría homogénea que admite un tratamiento
unitario, y que por consiguiente tiene un único rango jerárquico dentro de la
ordenación normativa.
inferior puede anular y sacar del sistema jurídico otra norma que tiene una mayor
fuerza jurídica?.
Sin embargo, a nuestro juicio la posibilidad que tienen las sentencias de retirar las
normas legales del sistema jurídico sí afecta las relaciones jerárquicas entre las
dos formas normativas. Es cierto que en principio el conflicto normativo se
presenta entre las normas constitucionales y las normas legales, y que en principio
la función de las sentencias de inconstitucionalidad es dirimir y resolver el
conflicto; pero la mediación de las sentencias en el conflicto normativo entre
Constitución y ley resulta tan determinante dentro del sistema jurídico, que se
terminan afectando las relaciones jerárquicas entre la ley y este tipo de
sentencias. En efecto, la supremacía de la Constitución sobre las leyes se hace
efectiva a través de las sentencias de constitucionalidad, siendo éstas las únicas
que pueden excluir del sistema jurídico las normas legales; la sola
inconstitucionalidad de la ley no la hace inválida167; esto solo es posible con la
“declaratoria” de inconstitucionalidad, dada la presunción de legalidad de las
normas que opera en nuestro ordenamiento jurídico; y en estas circunstancias, las
sentencias a las que estamos haciendo referencia no solo tienen una función
declarativa, sino que también disponen sobre la pertenencia de una norma al
sistema jurídico; esto significa que en realidad no existe una relación directa e
inmediata entre la Constitución y la ley, sino que por el contrario, entre estas dos
formas normativas se encuentran, entre otras, las sentencias de
constitucionalidad.
167
Aunque la supremacía de la Constitución también se garantiza con el mecanismo de la
excepción de inconstitucionalidad, este no tiene la potencialidad de afectar la validez de las normas
legales; en efecto, en virtud de este mecanismo se deja de aplicar una norma legal en un caso
concreto por considerarse contraria a la Constitución, sin que esto afecte la validez de la respectiva
norma o la pertenencia de ésta al sistema jurídico; por el contrario, la norma legal pertenecerá al
sistema jurídico y se reputará válida hasta tanto no se declare su inexequibilidad mediante una
sentencia de inconstitucionalidad de la Corte Constitucional, así sea objeto de reiteradas y
repetidas inaplicaciones en virtud de la excepción de inconstitucionalidad.
143
produce todos sus efectos hasta tanto el juez declare la nulidad del acto por objeto
ilícito; y es precisamente por la facultad de las sentencias judiciales de retirar del
ordenamiento los actos jurídicos, que se considera que son superiores
jerárquicamente. Pues bien, análogamente, son las sentencias de
constitucionalidad de la Corte Constitucionalidad las que tienen la facultad de
retirar del ordenamiento jurídico las normas legales que sean contrarias a la
Constitución; y la fuerza activa de las sentencias sobre las leyes muestra la
superioridad jerárquica de aquellas sobre éstas.
168
El sentido y alcance de esta norma fue expuesto en la sentencia C-131 del 1º de abril de 1993,
M.P. Alejandro Martínez Caballero.
144
Lo que haremos a continuación será explicar cada una de estas premisas, con el
objeto de que la conclusión final a la que se llega en el literal e) aparezca de una
manera clara y evidente.
169
Esta idea será expuesta con mayor profundidad en capítulo 5º de esta segunda parte. Por
ello nos limitamos a ofrecer los lineamientos generales del argumento.
146
170
En la sentencia C-224 del 5 de mayo de 1994 se asume la expresión “ley” del artículo 230 de
la Carta Política en el sentido mencionado, para efectos de declarar la constitucionalidad del
artículo 13 de la ley 153 de 1887, que consagra como fuente del derecho a la costumbre.
147
171
Sentencia C-131 del 1º de abril de 1993, M.P. Alejandro Martínez Caballero.
150
?? Tercero, debe tenerse en cuenta que las normas legales que limitan los
alcances de las doctrinas contenidas en las sentencias de constitucionalidad,
han sido declarados inexequibles. Tal es el caso del artículo 48 de la Ley
Estatutaria de la Administración de Justicia (Ley 270 de 1995), que pretendía
limitar la fuerza obligatoria de las interpretaciones de la Carta Política hechas
por la Corte Constitucional. En efecto, en el artículo 48 de la mencionada ley
se establecía que “sólo la interpretación que por vía de autoridad hace el
Congreso de la República hace el Congreso de la República tiene carácter
obligatorio general”. Pues bien, en la sentencia C-037 de 1996, la Corte
Constitucional afirma que en virtud de su función de garantizar la supremacía
de la Constitución, y en virtud de la autonomía judicial, solo a ella le
corresponde determinar los efectos de sus sentencias y que por consiguiente,
las normas legales que pretendan determinarlos son inconstitucionales.
Fundado en estas argumentaciones, la Corte declara inexequibles las
expresiones “sólo” y “Congreso” de la República”, que pretendían desconocer
la fuerza vinculante de la parte motiva de las sentencias de constitucionalidad
que interpretaran el sentido y alcance de los preceptos constitucionales.
172
En efecto, en muchas ocasiones la Corte Constitucional, en la parte resolutiva de las sentencias
de constitucionalidad, se limita a establecer que se debe tener en cuenta lo dispuesto en la parte
motiva de la sentencia sobre determinado punto de derecho, sin indicar explícitamente qué apartes
de las consideraciones son los que deben ser tenidos en cuenta. En estos casos lo que suele
suceder es que se considera como obligatorio todas las partes de la sentencia que tratan dicho
punto de derecho, con lo cual se extiende el carácter obligatorio de las doctrinas contenidas en las
sentencias.
Así por ejemplo, en la sentencia C-131 de 1992 a la que hemos venido haciendo referencia, al
decidir sobre la exequibilidad del artículo 23 del decreto 2067 de 1991, establece que se declara
inexequible la expresión “obligatorio” contenida en dicha norma, “de conformidad con las razones
expuestas en la parte motiva de esta sentencia”; de esta manera, no solo tiene fuerza vinculante la
decisión sobre la inexequibilidad de la expresión, sino todas las consideraciones y
argumentaciones relacionadas con esta.
173
Sentencia C-083 del 1º de marzo de 1995, M.P. Carlos Gaviria Díaz.
151
?? Cuarto, por encima de las declaraciones que la Corte hace sobre el valor de las
doctrinas contenidas en sus sentencias, lo que nos interesa es determinar el
valor que efectivamente se les atribuye, independientemente de que esto sea
reconocido explícitamente por la Corte o no. Desde esta perspectiva podemos
afirmar que las todas interpretaciones que de la Carta Política hace la Corte,
ocupan el mismo lugar de ésta, en la medida en que se consideran parte
integral de la misma y no algo extraño o ajeno a ésta; cuando se discurre sobre
el sentido, los alcances y los límites del derecho a la igualdad en materia
laboral o sobre el Estado social de Derecho, por ejemplo, se asume que todas
las afirmaciones relativas a estos tópicos se desprenden de la Constitución;
igualmente, cuando en un caso concreto el derecho comprometido es el
derecho a la igualdad, se considera que todas las disquisiciones acerca del
concepto de igualdad y de justicia, de las clases de justicia y del campo de
aplicación de cada una de éstas que hace la Corte, se desprenden de la Carta
Política, cuando en realidad la Constitución se limita a afirmar que uno de los
fines del Estado es la justicia, que uno de los fines del Estado es garantizar un
orden político, económico y social justo –Preámbulo de la C.P.), y que “todas
las personas nacen libres e iguales ante la ley”–artículo 1º C.P.-.
Ahora bien, como se considera que todas las argumentaciones, razonamientos
y disquisiciones que se hacen sobre un punto de derecho en las sentencias
proferidas por la Corte son una prolongación directa de la Constitución, se
considera también que todos los operadores jurídicos no solo se deben atener
al simple texto constitucional – que por sí solo no dice mucho-, sino también a
la elaboración doctrinaria hecha del texto hecho por la Corte Constitucional.
Las razones anteriores nos permiten afirmar que las doctrinas contenidas en las
sentencias de constitucionalidad que determinan el sentido y alcance de las
disposiciones de la Carta Política y que articulan y armonizan los diferentes
preceptos, proferidas por la Corte Constitucional, son pautas de carácter
obligatorio que deben ser tenidas respetadas por cualquier operador jurídico. En
definitiva, violar la doctrina constitucional es violar también la Constitución, porque
aquella ocupa el lugar de ésta; la Constitución, más que el texto constituido por
380 artículos, es lo que la Corte dice que es ésta: “Entre la Constitución y la Corte
Constitucional, cuando ésta interpreta aquella, no puede interponerse ni una hoja
de papel”174.
174
Sentencia C-113 del 25 de marzo de 1993, M.P. Jorge Arango Mejía.
152
Por lo demás, la facultad de esta clase sentencias para interpretar las normas
legales constituye una manifestación evidente de la transformación en el sistema
tradicional de las fuentes del derecho, puesto que ahora no son únicamente las
leyes interpretativas las que se encuentran facultadas para determinar con
autoridad y fuerza obligatoria el sentido y alcance de las disposiciones legales,
sino que ahora también lo son las sentencias judiciales.
Al respecto, los artículos 241 y 243 de la Carta Política disponen que las
sentencias de constitucionalidad son definitivas, que hacen tránsito a cosa
juzgada, y que “ninguna autoridad puede reproducir el contenido material del acto
jurídico declarado inexequible por razones de fondo, mientras subsistan en la
Carta las disposiciones que sirvieron para hacer la confrontación entre la norma
ordinaria y la Constitución”. No obstante, la Carta no decide si dichas sentencias
tienen efectos hacia el futuro o si tienen efectos retroactivos.
Por ello el artículo 21 del decreto 2067 del 1991, con base en el artículo 23
transitorio de la Constitución, determinó los efectos de las sentencias de
constitucionalidad, estableciendo que por regla general “los fallos de la Corte sólo
tendrán efectos hacia el futuro, salvo para garantizar el principio de favorabilidad
en materias penal, policiva y disciplinaria y en el caso previsto en el artículo 149
de la Constitución”.
175
Sentencia C-113 del 15 de marzo de 1993, M.P. Jorge Arango Mejía.
155
??Refiriéndonos al caso de las leyes, se debe tener en cuenta, por un lado, que
existen tipos normativos distintos a la ley, que tienen la misma fuerza de ésta,
tal como sucede con los decretos legislativos, los decretos-ley, los decretos de
planeación, el referendo derogatorio de las leyes y las consultas populares, y
por otro, que dentro de la fuente del derecho “ley” existen muchas categorías
normativas que ocupan una posición diferente dentro del ordenamiento
jurídico: las leyes orgánicas, las leyes laborales, las leyes aprobatorias de
tratados internacionales de derechos humanos, las llamadas leyes ordinarias,
etc.
??En materia mercantil, por ejemplo, existe una gran cantidad de tipos de
costumbre, cada uno de los cuales ocupa un lugar diferente en la escala
jerárquica, tal como se puede observar en la pirámide jurídica respectiva. Por
ello no resulta correcto asimilar todos los tipos de costumbre en una sola
categoría y atribuirle una única fuerza jurídica; por el contrario, se debe
distinguir si se trata de una costumbre de derecho común o de una costumbre
mercantil, si es interpretativa o integradora, y en este caso si lo es por un vacío
legal o por remisión expresa; igualmente se debe establecer si es nacional,
extranjera o internacional, y en los dos primeros casos si es local o si es
general del país.
??Igualmente, la fuente del derecho “sentencias judiciales” no es una categoría
unitaria, sino que por el contrario encierra fenómenos muy diversos a los
cuales no es posible atribuir una única fuerza jurídica. Así, si por regla general
se puede afirmar que las sentencias judiciales se encuentran en una posición
jerárquica inferior a las leyes, no es posible predicar lo misma de las
sentencias de constitucionalidad de la Corte Constitucional, ya que son
superiores a la ley, e incluso, según la fuerza jurídica, pueden encontrarse en
el mismo rango de la Constitución, aunque en la jerarquía normativa según la
fundamentación sea inferior a ésta.
En nuestra cultura jurídica no solo se piensa que existe una única ordenación
normativa que opera en todos los campos del derecho, sino que además se
piensa que los efectos de las relaciones jerárquicas son siempre los mismos,
independientemente de la relación jerárquica concreta: las normas superiores
prevalecen sobre las inferiores; cuando se entra a especificar estos efectos, se
afirma que la prevalencia tiene dos manifestaciones: una fuerza activa, en virtud
de la cual las normas superiores derogan y modifican las normas inferiores que les
sean contrarias, y una fuerza pasiva, en virtud de la cual, las normas superiores se
“resisten” frente a la acción derogatoria de las normas inferiores.
176
Al respecto véase la sentencia del 25 de septiembre de 1961 del Consejo de Estado.
159
177
Al respecto véase CHARRY URUEÑA, Juan Manuel. La excepción de inconstitucionalidad.
Santa Fe de Bogotá: Eds. Jurídica Radar, 1994. p. 101-102.
178
Al respecto véase la sentencia SU-342 del 2 de agosto de 1995, M.P. Antonio Barrera
Carbonell.
160
179
Al respecto véase la sentencia SU-342 del 2 de agosto de 1995, M.P. Antonio Barrera
Carbonell
162
Sin embargo, la forma en que lleva a cabo el control tiene un alto grado de
complejidad, puesto que su funcionamiento efectivo depende de una serie de
factores que se enunciarán y explicarán a continuación. Sin pretender hacer un
estudio exhaustivo del tema, lo que queremos ahora es mostrar de manera
general cómo se efectúa, indicando las complejidades que subyacen.
Lo mismo ocurre con el tipo de control que efectúa la Corte: en el caso de los
referendos sobre leyes y en el caso de las consultas populares, la Corte se limita a
determinar si su forma y procedimiento de convocación se ajustaron a las
prescripciones constitucionales. En el caso de las leyes estatutarias, de las leyes
aprobatorias de los tratados internacionales y de los decretos legislativos, por el
contrario, la Corte debe examinar si la forma y el procedimiento de formación de la
ley o el decreto es constitucional, y si el contenido de sus disposiciones se ajusta a
la totalidad de la preceptiva constitucional. En el caso de las leyes ordinarias, de
los decretos-leyes y de los decretos de planeación, el tipo de control varía
163
Por último, los efectos del control son diferentes: cuando se trata de una ley
estatutaria, de una ley aprobatoria o de un tratado internacional, la declaratoria de
exequibilidad impide que puedan efectuar objeciones presidenciales por razones
de inconstitucionalidad, dado la Corte ya se ha pronunciado sobre la totalidad de
la ley, tanto en los aspectos de forma y procedimiento, como en los aspectos de
fondo; de la misma manera, por regla general tampoco pueden ser demandadas;
excepcionalmente podrían ser demandadas por razones de fondo, cuando las
normas constitucionales que sirvieron de fundamento al pronunciamiento de la
Corte son modificadas. Cuando se trata de una ley ordinaria, de un decreto-ley o
de un decreto de planeación, los efectos de la declaratoria de exequibilidad son
los siguientes: cuando la ley o el decreto fue demandado u objetado por razones
de forma o de procedimiento, dado que la Corte examina también el contenido de
la ley, por regla general ésta no puede ser demandada nuevamente, a menos que
sean modificadas las normas constitucionales con base en las cuales se declaró la
constitucionalidad, caso en el cual sólo se puede demandar por razones de fondo;
pero si una norma fue demandada por razones de fondo, la ley respectiva puede
ser demandada nuevamente por razones de forma o de procedimiento;
igualmente, los artículos sobre los cuales la Corte no se pronunció por no haber
sido demandados, pueden ser demandados por razones de fondo; además, puede
ser demandadas las mismas normas de la ley, cuando las normas constitucionales
que sirvieron de fundamento al pronunciamiento de la Corte han sido modificadas.
3. RECAPITULACION Y CONCLUSIONES.
Por esta razón, pretender reducir los efectos de las relaciones jerárquicas a una
fuerza activa y a una fuerza pasiva, aunque puede resultar didáctico y sistemático,
supone un simplismo excesivo que no se compadece con la complejidad de
nuestros sistemas jurídicos.
167
CAPITULO TERCERO
Este capítulo tiene por objeto dejar sin piso jurídico la idea generalmente aceptada
en nuestro medio, según la cual la fuerza jurídica de las normas jurídicas depende
de la forma normativa que asuman (forma de ley, forma constitucional, forma
reglamentaria, etc.). A continuación mostraremos tres casos en los que el rango
jerárquico asignado por el derecho positivo no depende únicamente de su forma,
sino de su contenido.
podemos decir entonces que las disposiciones de la primera tienen mayor fuerza
jurídica que las disposiciones de la segunda.
La asignación de mayor fuerza jurídica a la parte dogmática con todos los atributos
acabamos de mencionar, la encontramos en sentencias de nuestro máximo
tribunal constitucional como la T-474 de 1992 y la C-037 del 2000. Si sumamos a
lo anterior a las disposiciones pertenecientes a la parte dogmática, la propia
Constitución en circunstancias determinadas las otorga fuerza jurídica pasiva
superior a las demás disposiciones de la Carta181, resulta clara la superioridad de
las disposiciones de la parte dogmática sobre las de la orgánica.
181
Un caso claro de esta hipótesis es la presentada por el artículo 377 de la Carta Política. En
este artículo se dispone que las reformas constitucionales aprobadas por el Congreso relativas a
los derechos fundamentales y a los procedimientos de participación popular deben ser sometidas a
referendo, si así lo solicita un cinco por ciento de los ciudadanos que conformen el censo electoral
dentro de los seis meses siguientes a la promulgación del Acto Legislativo. En este la reforma de la
Constitución tiene un procedimiento más gravoso que el asignado a las demás normas
constitucionales y constituye entonces un indicio importante de la superioridad de estas normas de
la parte dogmática.
169
182
Sentencia T-474 de 1992.
170
En efecto, el artículo 20 del Código Sustantivo del Trabajo nos dice lo siguiente:
“En caso de conflicto entre las leyes del trabajo y cualesquiera otras, prefieren
aquellas”. Se da prevalencia entonces a las disposiciones laborales por encima
de las demás disposiciones contenidas en la forma jurídica “ley ordinaria” o
“decreto extraordinarios”; esto significa que se les confiere una mayor fuerza
jurídica a pesar de que asumen la misma forma normativa. Si se examina la
disposición mencionada junto a otras de carácter constitucional como el artículo 1º
y 53 que protegen el trabajo y los derechos de los trabajadores, podríamos
también argumentar el asidero constitucional de tal disposición.
La fuerza jurídica superior de este tipo de disposiciones sobre otras que tienen la
misma forma pero no referidas a materias laborales, se hace patente en la
aplicación preferente por parte del operador jurídico de aquellas. En este sentido
se han producido fallos de las altas corporaciones judiciales del país. La
sentencia del 10 de mayo de 1995, Rd, 7189, Sala de Casación Laboral, sección
primera, cuyo magistrado ponente es Francisco Escobar Henriquez, es un ejemplo
palpable de este fenómeno. Examinemos detenidamente la providencia.
exigir las deudas laborales sólo puede ser dirigida contra el liquidador y no contra
los socios individualmente considerados.
La antinomia se solucionó a favor del artículo 36 del CST, por la prevalencia de las
disposiciones laborales sobre cualquier otra disposición no laboral en forma de ley,
como lo determina el artículo 20 del CST: “Ante el conflicto de normas que se
plantea entre el artículo 26 del Código Sustantivo del Trabajo y el 252 del Código
de Comercio, es claro que prevalece la norma laboral, que a más de ser sustantiva
también tiene un contenido adjetivo pues como ya se dijo ella faculta o da la
acción al trabajador de perseguir a cualquiera de los socios comprometidos en la
sociedad, vigente o disuelta, que le adeuda salarios o prestaciones laborales. Es
aplicable entonces el principio normativo contenido en el artículo 20 del CST
según el cual en caso de conflicto de leyes del trabajo y cualesquiera otras, se
prefieren a aquellas”.
Este caso posee las mismas características de los anteriores. El artículo 22 del
Código de Procedimiento Penal dispone lo siguiente: “Las normas rectoras son
obligatorias y prevalecen sobre cualquier otra disposición de este código y serán
utilizadas como fundamento de interpretación”. Esto quiere decir que si se llegase
a presentar una antinomia entre lo que preceptúan las disposiciones rectoras del
CPP y las otras disposiciones del mismo cuerpo normativo, se deben preferir a las
primeras; adicionalmente, todas las normas de procedimiento penal deben estar
de acuerdo con las disposiciones rectoras.
Este tercer caso, al igual que los dos anteriores, quiebra el sustento teórico del
principio de jerarquía normativa positiva o forma. Los dos tipos de disposiciones
pertenecen al mismo cuerpo normativo, fueron creadas por el mismo órgano y
mediante el mismo procedimiento, en fin están contenidas en la misma forma
jurídica: “ley ordinaria”. Si pensamos en el principio de jerarquía normativa no
podríamos concebir cómo dos disposiciones de estas características poseen
fuerza jurídica diferente.
172
4. CONCLUSIONES.
CAPITULO CUARTO.
Tal como se expuso en la primera parte del trabajo, por regla general el principio
de jerarquía normativa es concebido como un principio capaz de estructurar,
organizar y sistematizar por sí solo la totalidad de cada ordenamiento jurídico, así
como de resolver las antinomias que se presenten en su interior. En este capítulo
nos proponemos cuestionar esta idea, poniendo de presente su carácter limitado y
relativo en su función organizadora y sistematizadora de los sistemas jurídicos; es
decir, intentaremos demostrar que las relaciones normativas no responden
siempre a las relaciones jerárquicas y que el funcionamiento del Derecho no gira
siempre en torno a este principio, como solemos suponer; es más, intentaremos
mostrar que hoy en día su campo de acción es muy reducido y estrecho y que tan
solo una pequeña parte de la actividad jurídica obedece a su existencia.
En efecto, para alcanzar dicho ideal, cada derecho positivo adopta diversos
criterios de solución. Las formas de solución responden básicamente a tres grupos
de criterios, que tienen como foco dos momentos principales de la actividad
jurídica: el momento de la producción y el momento de la aplicación del
derecho.183 Los dos primeros grupos de criterios que realizan la coherencia tienen
igual importancia tanto en el momento de producción como en el momento de
aplicación del derecho. El tercer grupo sólo se predica del momento de aplicación
del derecho, ya que responde a la pregunta, ¿de las normas contradictorias, qué
norma se debe aplicar al caso? Los tres grupos de criterios son los siguientes:
?? Criterios que superan las contradicciones que se pueden presentar entre dos o
más normas válidas y sólo se realizan en el momento de aplicación del
derecho. Dentro de este grupo se encuentran el criterio de especialidad184 y el
criterio cronológico185. En estos casos no se analiza si una norma es válida o
inválida para no aplicarla, sino que se determina cuál de las normas válidas
debe aplicarse al caso particular, ya sea porque es especial respecto de una
general, o ya sea porque es posterior.
183
BETEGÓN, Jerónimo; GASCÓN, Marina; De PÁRAMO, Juan Ramón; PRIETO, Luís. Op. cit.,
p. 227.
184
Artículo 10 del Código Civil.
185
Artículo 2 de la ley 153 de 1887.
175
Para poder entender por qué se ubica el principio de competencia en este grupo
de criterios es necesario responder al siguiente interrogante: ¿ de qué se predica
directamente la competencia ?, o mejor, ¿ a qué entidad jurídica se le aplica
directamente el adjetivo competente o incompetente? Para responder, primero
debemos ahondar en una diferencia que ya atrás habíamos tocado: la distinción
entre acto normativo y disposición jurídica creada por el acto. Empecemos
diciendo que la relación entre las dos se nos presenta como de creador a creada;
en efecto, el acto normativo se nos muestra como el proceso formal de creación
de una disposición jurídica, caracterizado por un sujeto que lo realiza y un
procedimiento que sigue éste cuando lo realiza; en otras palabras, son los pasos
que debe cumplir un sujeto determinado para poder emitir una decisión expresada
en “disposiciones jurídicas”; por el contrario, las disposiciones son el producto del
acto, es decir, el resultado que surge de que un sujeto siga un procedimiento para
regular una materia. Esto significa que el acto normativo es la fuente de las
disposiciones jurídicas, pues de él emanan las disposiciones jurídicas, de manera
tal, que no se puede concebir una norma jurídica determinada sin que haya un
acto normativo que le sirva de sustento. En últimas, cuando nos referimos a acto
normativo tenemos en mente las normas sobre la producción jurídica (NPS) que
son condición de validez de estos mismos.
Veamos un ejemplo para reforzar un poco más lo dicho hasta ahora: el artículo 3
de la ley 222 de 1995, para ser tal, es decir, una disposición en “forma jurídica” de
“ley ordinaria”, tuvo que ser creada por el órgano designado para ello, por el
procedimiento específicamente destinado y respetando el ámbito material en que
se debe actuar; para el caso, el Congreso de la república según nuestra
constitución es el encargado, o mejor, el competente para expedir las formas
jurídicas conocidas como “Leyes ordinarias” por medio de un procedimiento y un
ámbito material que constitucionalmente está determinado allí, por lo menos en su
esquema general; es decir, para que Congreso de la república pueda generar
dicha disposición jurídica ( Art. 3 de la ley 222 del 95), debe estar debidamente
facultado para ello por una norma jurídica, (Art. 150 CN) y debe seguir en
procedimiento específico y respetar la competencia material, también marcada por
una norma jurídica (Art. 151 al 170 de la CN); esto último nos delimita el acto
normativo que genera la disposición comentada contenida en la forma jurídica "ley
ordinaria" ( ley 222de 1995), que en consecuencia de no respetarse aparecería el
vicio de invalidez por incompetencia.
Las NPS se nos presentan entonces como las reglas estructurales del
ordenamiento jurídico, a punto tal, que parte de los teóricos del derecho suelen
incluirlas dentro del concepto de constitución en sentido material. En otras
palabras, aunque según el principio de jerarquía normativa positiva o formal las
NPS puedan ser de diferentes rangos jurídicos, siendo unas inferiores a otras,
desde el punto de vista lógico se podría decir que se encuentran en la cima del
ordenamiento jurídico, ya que es por aquellas que el mismo se desarrolla en forma
conexa, sistemática y ordenada en diferentes formas jurídicas que actúan de
acuerdo a la cadena de validez intrínseca que se encuentra en la mayoría de los
ordenamientos jurídicos actuales. Pero además, las NSP son las que posibilitan
pensar la jerarquía según la fundamentación, ya que la cadena de producción
lógica en la que una determinada forma jurídica funda su validez en la validez de
otra forma, y así sucesivamente hasta llegar a la fuente última de validez (que en
el derecho positivo sería la Constitución), opera con las NSP que instituyen
órganos, fijan los procedimientos que deben seguir estos órganos (aquí se forma
lo que se conoce como la forma jurídica) , delimitan el ámbito material y dotan de
fuerza jurídica a las formas jurídicas. En otras palabras, además de que
proporcionan la estructura general del ordenamiento jurídico, las NPS son
necesarias para el proceso de producción lógica que envuelve el ordenamiento
jurídico. De acuerdo con lo anterior se puede afirmar que las NSP son
superiormente lógicas en el ordenamiento jurídico, aun cuando la forma fundada
por una determinada NSP pueda ser superior de acuerdo a la jerarquía normativa
formal o positiva, como ocurre con los actos legislativos y la Constitución, o de
igual jerarquía en cuanto a la jerarquía normativa formal o positiva y superior en
cuanto a la basada en la fundamentación jurídica, como ocurre con las sentencias
de constitucionalidad y la Constitución.
Lo hasta ahora dicho, nos deja ver que es el propio ordenamiento jurídico, a
través de las NSP, el que regula el llamado principio de competencia. Es decir, es
180
7
Los factores son cinco: el objetivo, el subjetivo, el funcional, el territorial y el de conexión; los
fueros son criterios para determinar la competencia que se podría presentar al interior de los
diferentes factores.
183
Bien, una vez hecha la aclaración sobre qué se debe entender por norma especial,
pasemos a ocuparnos del principio de especialidad. Lo primero que debemos decir
es que el principio de especialidad actúa en el ordenamiento cuando se
encuentran en colisión dos disposiciones, siendo una especial respecto de la otra;
en este caso el principio soluciona la contradicción dándole prevalencia en la
aplicación a la norma especial, pero en el fondo deshaciendo la contradicción
normativa; en otras palabras, lo que se hace al aplicar el principio de especialidad
es conciliar las dos normas en conflicto, creándose conciencia el aplicador jurídico
de la distinta perspectiva y campo de acción que manejan las dos disposiciones o
normas, limitando una de ellas, la general, en la regulación de una situación
especial. En últimas, lo que se hace al aplicar el principio de especialidad es no
dejar que opere la derogación tácita ya que concilia las dos normas y se saca de
187
Respecto de la relatividad que rodea el principio de especialidad por la interpretación de las
disposiciones, se puede ver BETEGÓN, Jerónimo; GASCÓN, Marina; DE PÁRAMO, Juan Ramón;
PRIETO Luís. Op. cit, p. 278-280. Igualmente, Bobbio en su libro dice lo siguiente: "El tercer
criterio, el de especialidad, difiere de los dos primeros hasta ahora examinados porque para
poderlo aplicar es preciso hacer referencia a la materia regulada y, por tanto, con mayor razón,
recurrir a la interpretación jurídica". BOBBIO, Norberto. Contribución a la Teoría del derecho. Op.
cit., p. 344.
186
188
Es importante aclarar que para nosotros el principio cronológico según el cual la ley posterior
deroga la anterior, se puede subsumir en el de jerarquía normativa, debido a que el principio
cronológico en últimas resulta siendo un efecto de la derogación tácita, que se deriva de la fuerza
activa, y por tanto, del principio de jerarquía.
188
Podemos decir entonces que el principio de la cosa juzgada se nos muestra como
aquella norma fundamental que da seguridad a las partes que acuden a la
jurisdicción para resolver un conflicto entre ellas, en el entendido que el mismo
asunto, una vez resuelto por sentencia en firme, no podrá debatirse en juicio
posterior independientemente su contenido189.
189
La sentencia T-048 del 1 de Febrero de 1999, con magistrado ponente José Gregorio
Hernández Galindo, trata el tema del “principio de cosa juzgada”.
190
?? Otro de los efectos de la cosa juzgada es que contra las sentencias en firma
no cabe ningún tipo de recurso o acción por desconocimiento del ordenamiento
jurídico superior, y si lo hay, es demasiado excepcional y muy bien delineado.
En efecto, no solo una norma superior no puede derogar una sentencia, sino
que además por regla general no se puede controvertir una sentencia por violar
las normas que tienen mayor fuerza jurídica, obstruyéndose así el libre juego
de la fuerza pasiva.
191
190
Sentencia que revoca una sentencia de casación de la Corte Suprema de Justicia.
191
Sentencia de Enero 28 de 1999, Consejo de Estado , sección tercera, exp. 14.399.
192
CAPITULO QUINTO.
En los capítulos anteriores hemos hecho una revisión crítica de la formulación del
principio de la jerarquía normativa en nuestra cultura jurídica, analizando cada uno
de los rasgos que generalmente se predican de dicho principio. Este análisis nos
ha permitido detectar las dificultades fundamentales del principio de la jerarquía:
su fundamento jurídico, la multiplicidad de ordenaciones jerárquicas, la variabilidad
del rango jerárquico de las formas normativas, y su limitación por la existencia de
otros principios.
En síntesis, la regla según la cual las ordenación normativa depende del grado de
conservación de las costumbres por parte de los pueblos indígenas es bastante
relativa, pues se encuentra limitada por otras que tienden a proteger las
costumbres que se encuentran “en vía de extinción”, en razón del deber
constitucional de la protección de la diversidad étnica y cultural.
Según esta regla, las costumbres indígenas prevalecen sobre las normas legales
supletivas. Al igual que en el caso anterior, aunque su formulación abstracta es
bastante sencilla, se presentan muchas dificultades en su concreción en lo que se
refiere a la determinación del carácter imperativo o supletivo de las normas
legales. Esto por las siguientes razones:
192
Art. 2334 del Código Civil, modificado y subrogado por el artículo 1134 de la ley 105 de 1931 y
por el artículo 467 del Código de Procedimiento Civil.
196
Según esta regla, la costumbre indígena prevalece sobre la ley imperativa, cuando
ésta no protege un valor jurídico superior al de la diversidad étnica y cultural. Sin
embargo, se deben definir una serie de cuestiones que quedan abiertas; entre
otras, se encuentran las siguientes:
?? En primer lugar, se deben definir qué valores son superiores al valor de la
diversidad étnica y cultural. No obstante, la definición de dicha ordenación
supone, entre otras, las siguientes dificultades:
- Existen valores cuya superioridad o inferioridad frente al valor de la
diversidad étnica y cultural no es clara. Es claro, por ejemplo, que en
principio la vida es un valor superior al valor de la diversidad étnica y
cultural. Sin embargo, en la mayor parte de los casos esto no es así; tal es
el caso del valor del conocimiento, el de la integración latinoamericana, el
de la integridad nacional o el de la autodeterminación de los pueblos.
- Pero además, ni siquiera los valores cuya superioridad es clara, tienen un
carácter absoluto, ya que necesariamente deben ser puestos en contacto
con los derechos fundamentales y con otros principios constitucionales. En
efecto, por regla general no existe una jerarquización rígida de los valores
y principios constitucionales, en los que unos de ellos priman de manera
general y absoluta sobre otros; por el contrario, lo que generalmente ocurre
es que unos principios y unos valores tienen una prevalencia de carácter
relativo, o que simplemente no existe una ordenación vertical, sino que la
prelación entre los principios se define en cada caso concreto en la
hipótesis de que entren en conflicto.
Por ello, intentar determinar los valores superiores al valor de la diversidad
étnica y cultural, cuáles son los valores que tienen igual jerarquía, y cuáles
son inferiores, es prácticamente una tarea fallida desde el principio.
Quizás esta idea resulta más clara si ponemos un ejemplo: la protección a
la vida en principio es un valor superior que prevalece sobre los demás; sin
embargo, llevar hasta sus últimas consecuencias el derecho a la vida y el
deber del Estado y de los particulares de protegerla, conduciría a la
negación de la autonomía de las personas y a la negación misma de la
democracia; en efecto, aquí el Estado tendría que imponer a las personas
un régimen de vida: tendría que imponerles determinado régimen
alimenticio que protegiera su salud y prohibiría el consumo de ciertos
alimentos –como los postres, las pizzas, las hamburguesas, las malteadas,
las lechonas, etc.- ; igualmente impondría un determinado régimen de
ejercicios –por ejemplo, montar en bicicleta tres veces por semana, cada
sesión de una hora-; se prohibiría realizar determinadas actividades –por
ejemplo montar a caballo, practicar el boxeo, utilizar el computador, ver
televisión, tomar trago y fumar, entre otras cosas-. Es decir, incluso el
derecho a la vida es relativo. Y es precisamente la articulación del derecho
a al vida con otros derechos, la que ha fundamentado algunas decisiones
de la Corte, como aquella en la cual se despenaliza el consumo de la dosis
197
?? Por último, debe tenerse en cuenta que en algunos casos la Corte permite que
se apliquen de preferencia las costumbres indígenas sobre las normas legales
con carácter imperativo, así éstas protejan un valor que en principio es
considerado como superior al valor de la diversidad étnica y cultural.
No otra cosa es la que sucede cuando la Corte sostiene que los delitos
cometidos por los indígenas dentro de su respectivo resguardo y en contra de
un bien jurídico de la comunidad indígena o de uno de sus integrantes, deben
ser juzgados por las propios consejos de la comunidad, según sus propias
normas y costumbres. Si por ejemplo, un indígena comete un delito contra la
vida en las circunstancias anotadas anteriormente, según la Corte la conducta
debe ser juzgada, no por la justicia ordinaria, sino por la propia jurisdicción
indígena según las costumbres y usos que rigen en la respectiva comunidad.
No obstante lo anterior, existe unas normas legales de carácter imperativo –del
artículo 323 al artículo 330 del Código Penal-, que regulan la misma conducta,
y que protegen un bien jurídico que en principio superior al de la diversidad
étnica y cultural –la vida-; no nos referimos al hecho de que la conducta sea
juzgada por la propia jurisdicción indígena, ya que este tipo de fuero tiene una
consagración constitucional –el artículo 246 y el artículo 330 de la Constitución-
; a lo que nos referimos es a que las normas del Código Penal dejan de ser
aplicadas en favor de las normas consuetudinarias de los indígenas.
De modo que la regla establecida por la Corte Constitucional no solo encierra una
serie de dificultades teóricas y prácticas, sino que además resulta insuficiente para
reflejar el tratamiento efectivo de la costumbre indígena en nuestro sistema
jurídico.
Según esta regla, cuando se está en presencia del fuero indígena se deben aplicar
las normas consuetudinarias de la respectiva comunidad indígena, salvo que
afecten el núcleo esencial de los derechos constitucionales fundamentales. La
jerarquía entre la costumbre y la ley penal viene entonces a depender de la
existencia del fuero indígena. Sin embargo, la determinación de la jerarquía en
este caso encierra grandes dificultades; destaquemos algunas de ellas:
Esto significa que las relaciones jerárquicas entre la ley y la costumbre indígena
no solo no se encuentran determinadas por el ordenamiento positivo, sino que
además esta cuestión remite a problemas de mucha mayor envergadura: la
articulación del el principio de la diversidad étnica y cultural y de la tolerancia con
los demás principios, la prelación entre los valores y principios y valores
200
2.1. INTRODUCCION.
195
NINO, Carlos Santiago. Introducción al análisis del derecho. Barcelona: Ed. Ariel, 1995, p.
259-202.
201
El análisis de las relaciones jerárquicas entre la ley y las sentencias judiciales nos
ayudará a comprender el argumento. La idea que se tiene de la actividad judicial,
es que ésta funciona como un silogismo, donde la premisa mayor es la ley, la
premisa menor es el hecho que se encuentra sometido al conocimiento del
funcionario judicial, y la decisión, la conclusión. Así, la decisión judicial vendría a
ser el resultado de la aplicación mecánica de la ley a los hechos sobre los cuales
gira la controversia judicial, sin que intervenga la discrecionalidad o la arbitrariedad
del juez. En este contexto, la idea de una jerarquía normativa tiene pleno sentido
ya que es posible distinguir entre la norma jurídica y su correspondiente acto de
aplicación, y asignar a cada uno de estos actos una fuerza jurídica diferente.
Ahora bien, estos nuevos elementos normativos que el juez introduce para tomar
su decisión, se incorporan a la norma jurídica interpretada formando un “complejo
normativo” que tiene una única fuerza jurídica; con esto resulta artificial la
distinción entre la ley y la jurisprudencia, y la asignación a cada una de una fuerza
jurídica diferente.
De acuerdo con lo anterior, la Corte debe verificar, entre otras cosas, que los
hechos que dan lugar a la declaratoria hayan sido “sobrevinientes”. No obstante lo
anterior, la expresión ”sobreviniente” es ambigua, puesto que, teniendo en cuenta
lo establecido por Diccionario de la Real Academia Española, puede entenderse
en uno de dos sentidos:
?? En primer lugar, se puede entender como “acaecer o suceder una cosa
además o después otra”. Lo que se exige para el uso de la expresión es que el
acontecimiento haya tenido una relación con otro, ya sea porque lo antecede
temporalmente, o bien sea porque acontecen simultáneamente; es indiferente,
por tanto, que exista una relación causal entre los dos hechos, de tal modo que
desde uno de ellos se pueda prever la ocurrencia del hecho sobreviniente; el
que exista o no una relación causal entre estos hechos, y el que el hecho
sobreviniente sea previsible o imprevisible, no afecta las condiciones del uso
de la expresión. A esta primera acepción la llamaremos “acepción 1”.
?? En segundo lugar, la expresión “sobrevenir” se puede entender como “venir
improvistamente”. Lo que se exige para el uso de la expresión es que el
acontecimiento calificado por la expresión sea imprevisto196. Esta segunda
acepción será llamada “acepción 2”.
Así por ejemplo, los magistrados de la Corte que no hicieron salvamento de voto,
parecen acoger la segunda acepción. Se afirma que “parecieron” acoger la
segunda acepción, ya que como nunca se plantearon el problema del significado
de la expresión, nunca expresan qué entienden por la palabra “sobreviniente”. De
modo que la afirmación según la cual estos magistrados acogieron la segunda
acepción, es producto, más de inferencias y deducciones, que de una enunciación
expresa de la Corte sobre el significado acogido por ésta. Examinemos las
razones por las cuales creemos que la corporación en su mayoría supone esta
acepción:
196
Con respecto al término “imprevisto” se presenta otra dificultad. En efecto, la palabra se
puede entender como aquello que de hecho no fue previsto por el sujeto que lo alega (sea o no
previsible), o como aquello que no es previsible. La dificultad será abordada posteriormente.
Digamos por ahora que se entenderá en su segunda acepción.
204
197
En efecto, a la Junta del Banco de la República algunas de las preguntas que se le
formularon fueron las siguientes: “¿Los indicados fenómenos han sido para el Ejecutivo totalmente
imprevisibles e irresistibles?; “¿En qué medida habrían podido ser evitados los fenómenos en
cuestión a partir de las decisiones del Gobierno o de la Junta del Banco con base en sus
atribuciones ordinarias?”. A los expertos Hugo Palacios Mejía, Edgar Reveiz Roldán, Cesar Vallejo
Mejía, Gabriel Rosas Vega, Abdón Espinosa Valderrama, Eduardo Sarmiento Palacio y Gilberto
Arango Londoño, se les hace, entre otras, las siguientes preguntas: “¿A su criterio, la política
económica del gobierno ha influido en ese fenómeno (la revaluación persistente del peso)?”; “¿En
qué medida habrían podido ser evitados los fenómenos en cuestión a partir de decisiones del
Congreso, del Gobierno, o de la Junta Directiva del Banco de la República con base en sus
atribuciones ordinarias”; “¿A su juicio, los indicados fenómenos han sido para el Ejecutivo
totalmente imprevisibles e irresistibles?”.
198
En efecto, la previsibilidad no guarda ninguna relación con el requisito de extraordinariedad
que deben tener los hechos alegados (puesto que la palabra se refiere a lo que se encuentra por
fuera de lo corriente), ni con los requisitos según los cuales los hechos deben ser distintos a los
que constituyen el estado de guerra de exterior y conmoción interior y según los cuales los hechos
deben alterar en forma grave el orden económico, social o ecológico.
205
Por su parte, la mayoría de las intervenciones asumen la “acepción 2”. Así por
ejemplo, Enrique Gómez Hurtado afirma que las causas que dieron lugar a la
declaración no son sobrevinientes, puesto que el mismo Gobierno había previsto
estos problemas; así mismo, Ernesto Michelsen Caballero afirma que la
declaración de emergencia no se funda en hechos sobrevinientes, puesto que “la
crisis fue totalmente predecible”.
Por último, los magistrados que salvaron su voto -Jorge Arango Mejía, Carlos
Gaviria Díaz y Fabio Morón Díaz- adoptaron la “acepción 1”. A diferencia de los
199
“El incremento cuantitativo y cualitativo de estructuras y experiencias hacia el futuro impedirá
tratar como hechos emergentes o extraordinarios aquellos que se incorporan como expectativas
conocidas o previsibles que puedan ser objeto de conocimiento y manejo con base en el repertorio
de instrumentos o disposiciones de la sociedad y de sus autoridades.
Si no se descuenta el potencial de respuesta institucional que en cada momento de su historia ha
logrado aquilatar una determinada sociedad, todo hecho tendría forzosamente que revestir el
carácter de extraordinario y sobreviniente”.
200
“El examen de constitucionalidad de la declaración de emergencia se endereza a determinar,
de una parte, la existencia de los hechos constitutivos del estado excepcional, y de otra, la
calificación de los mismo como hecho sobrevinientes de carácter extraordinario (...).
No obstante que el Gobierno anota que las operaciones oficiales no fueron la fuente del problema,
se ha puesto de presente que la causa de fondo de la situación cambiara y fiscal, obedece al
elevado déficit y a la forma anómala del financiamiento del gasto público que tenido que suplirse
parcialmente con el producto de las privatizaciones y el endeudamiento público externo, lo que
produce efectos combinados sobre las tasas domésticas y alimenta la espiral revalucionista del
peso”.
206
201
“No son necesarias complicadas lucubraciones, para concluir que en el artículo 215, el verbo
sobrevenir debe entenderse en su primera acepción, pues reducirlo a la segunda sería limitar
indebidamente el alcance de la norma, sacrificando su eficacia”.
207
?? En tercer lugar, se argumenta que en la medida en que por regla general los
hechos económicos son previsibles, si se adoptara la “acepción 2” se reduciría
202
“En síntesis, hay hechos previsibles, que un caso dado se prevén, y que no sobrevienen, no
acontecen; y hay hechos previsibles, que también se prevén en una circunstancia, y que realmente
sobrevienen. Por esto, la equivocación en que incurren algunos al analizar el artículo 215, consiste
en entender que un hecho sobreviniente tiene que ser imprevisible, como si estas fueran palabras
sinónimas en el contexto de la norma citada, cuando no lo son, como lo demuestran los ejemplos
anteriores”.
203
“De otra parte, no puede aceptarse, ni aun en gracia de discusión, que los hechos que
desencadenan la crisis tengan que ser imprevisibles, porque la imprevisión, en un caso concreto,
no tienen que conducir a la inexequibilidad del estado de emergencia. ¿Por qué? Sencillamente
porque, una vez presentada la crisis y siendo urgente conjurarla y evitar la extensión de sus
efectos, el estado de emergencia no se declara a favor del gobierno, sino del país. El juicio sobre
la exequibilidad no es una castigo a la improvidencia de los gobernantes, o un premio a su
previsión, sino el reconocimiento de la necesidad de hacer desaparecer la perturbación o su
amenaza. Dicho en otras palabras: no se puede castigar al país por la improvidencia de sus
gobernantes. Si alguna censura cupiera a la conducta del gobierno, ella correspondería al
Congreso, en ejercicio del control político, y no a la Corte Constitucional, que realiza el examen
jurídico”.
208
204
“No son necesarias complicadas lucubraciones, para concluir que en el artículo 215, el verbo
sobrevenir debe entenderse en su primer acepción, pues reducirlo a la segunda sería limitar
indebidamente el alcance de la norma, sacrificando su eficacia (...)
Se concluye pues, que la imprevisibilidad no es una característica necesaria de los hechos a que
se refiere el articulo 215. Lo cual es lógico, porque imprevisible, según el diccionario citado, es lo
“que no se puede prever”. Y, como hemos visto, las perturbaciones graves del orden económico,
social o ecológico, obedecen a factores o hechos diversos, generalmente previsibles, cuya suma o
reunión desencadena la crisis”.
209
Sin embargo, debe tenerse en cuenta que el carácter excepcional del mecanismo
de la emergencia no se garantiza asumiendo la expresión en su segunda
acepción, ya que en todo caso la Constitución exige que los hechos que dan lugar
a la declaración sean graves, de carácter extraordinario y que no se puedan
afrontar mediante los mecanismo ordinarios del Estado. Esto decir, es posible
asumir la expresión ”sobreviniente” en su primera acepción, y aún así seguir
sosteniendo el carácter excepcional del estado de emergencia económica, social o
ecológica. Por ello no es posible afirmar que la conclusión de los partidarios de la
acepción 2 no se desprende directamente de la Carta Política.
Por otra parte, debe tenerse en cuenta que también existen razones para defender
la postura contraria, y que la Constitución no ofrece los suficientes elementos de
juicio para saber cuál de estas debe prevalecer.
hipótesis fáctica encuadra en las dos normas que resultan de una misma
disposición, una diferencia en el significado de la expresión no determina una
diferencia en la solución jurídica del caso; es decir, la diferencia el significado
no tiene relevancia jurídica.
?? En segundo lugar, porque existe una norma o principio que determina una
solución jurídica independientemente del significado de la expresión que se
acoja. Por ejemplo, para la constitucionalidad de la declaración del estado de
emergencia y social, el artículo 215 de la Constitución exige que la crisis no se
pueda enfrentar efectivamente mediante los mecanismos ordinarios del
Estado; si respecto de los hechos a los que se refiere la declaratoria de
emergencia del decreto 080 de 1997 la Corte Constitucional determina que se
pueden enfrentar mediante los poderes ordinarios del Estado,
independientemente de que se acoja la "acepción 1" o la "acepción 2", la
decisión será la misma: la declaración de emergencia es inconstitucional, y por
tanto, inexequible.
Es posible que esta última hipótesis sea aplicable al caso que se ha venido
estudiando; es decir, es posible que los hechos alegados por el Gobierno en el
decreto 080 de 1997 se puedan afrontar efectivamente mediante los poderes
ordinarios del Estado, y que por tanto, independientemente de la acepción que se
acoja de la palabra “sobreviniente”, la solución al caso sea la inexequibilidad del
decreto; en esta hipótesis se podría incluso omitir válidamente el estudio del
requisito sobre el carácter sobreviniente de los hechos, pues dicho estudio
carecería de efectos jurídicos. Pero también es posible que la crisis no pueda ser
afrontada efectivamente mediante los poderes ordinarios del Estado; aquí se haría
necesario el estudio de los demás requisitos, incluyendo el relativo al carácter
sobreviniente de los hechos.
205
El endeudamiento externo y el ingreso inusitado de divisas que hacía previsible la crisis
monetaria, estuvo determinado por los siguientes hechos, entre otros:
- Por el reintegro de divisas por parte de Ecopetrol (situación conocida, o por menos debida
conocer por el Gobierno Nacional)
- Por los reintegros efectuados por la Federación Nacional de Cafeteros (situación también
conocida o debida conocer por el Gobierno, debido a los populares “picos estacionales”
causados por la compra de cosecha a finales del año).
- Por las privatizaciones de Betania y Chivor que efectuó el Gobierno (siendo previsible que su
privatizacion se haría a través del sector externo).
212
206
El derecho colombiano se encuentra lleno de este tipo de casos. Veámos algunos ejemplos
puntuales en el derecho mercantil:
214
?? En algunos casos, una norma de inferior jerarquía determina, limita o aumenta el alcance de
otra norma de superior jerarquía.
- Así por ejemplo, el alcance del artículo 20 Transitorio de la Constitución, que faculta al
Presidente para reestructurar la Superintendencia de Industria y Comercio, es extendido
por una norma de inferior jerarquía: el decreto 2153 de 1992; en este decreto no solo se
modifica la estructura de la entidad sino que además regulan las prácticas restrictivas de la
competencia, argumentándose que existe una conexidad entre una y otra.
- Antes de la ley 222 de 1996 no existían normas sobre desestimación de la personalidad
jurídica; sin embargo, tanto la doctrina como la jurisprudencia aceptaron esta figura.
Actualmente la ley 222 prevé algunas hipótesis de desestimación; no obstante, la doctrina
y la jurisprudencia han extendido el alcance de las normas, permitiendo la desestimación
de la personalidad jurídica en otras hipótesis no previstas por la ley.
- El Código de Comercio establece que la reunión por derecho propio se debe realizar en las
oficinas de administración del domicilio principal de la sociedad; la Superintendencia de
Sociedades ha concluido de lo anterior que cuando el domicilio principal de la sociedad
queda en un lugar distinto al de las oficinas de administración y se celebran reuniones de
este tipo en ambos domicilios, ninguna de las reuniones es válida.
- La Constitución Política establece el principio de la doble instancia; sin embargo, la ley 222
limita el alcance de la norma al disponer que la providencia que ordena la apertura del
concurso de acreedores no tiene ningún recurso.
- En materia de concursos, la Superintendencia cumple una labor judicial; a pesar de lo
anterior, formalmente los actos que produce tienen un acto administrativo, con la
consecuente disminución de garantías legales y constitucionales en lo que se respecta al
derecho de defensa, al derecho de contradicción y al principio de la doble instancia. Por
215
esta vía una ley limita el alcance de los principios constitucionales que rigen la actuación
judicial.
- El Código de Comercio establece que la ineficacia de los actos jurídicos no requiere ser
declarada; sin embargo, la Superintendencia de Sociedades ha limitado el alcance de la
norma legal al disponer que el antecedente fáctico que da lugar a la ineficacia debe ser
constatado por esta entidad en los casos para los cuales tiene competencia.
- La ley 222 limita el alcance de la presunción constitucional de conocimiento de la ley, ya
que a pesar de esta presunción, y a pesar de que la ley establece expresamente que en
los casos de fusión y de escisión los socios pueden ejercer el derecho de retiro, la ley 222
dispone que en la convocatoria para las reuniones de fusión o de escisión se debe
expresar explícitamente esta circunstancia.
?? En otros casos, una norma de inferior jerarquía, interpretando el ordenamiento superior, llega a
derogar, modificar o a hacer inoperante una norma superior.
- Así por ejemplo, el artículo 13 del decreto 2969 de 1960, en el cual se dispone que la
negociación en el mercado de valores se efectúa a través del sistema ruedas, es derogado
por una resolución de la Superintendencia de Valores cuando se dispone que la
negociación se efectúa por medio de un sistema electrónico.
- El artículo 19 del decreto 2969 de 1960 establece que el plazo máximo para las
operaciones de bolsa es de 60 días. Sin embargo, dos (2) normas que tienen una
jerarquía inferior (la resolución 1200 de 1995 y la resolución 1264 de 1995) autorizan que
las operaciones de bolsa tengan un plazo hasta de 365 días.
- Antes de la ley 256 de 1996, el Código de Comercio solo otorgaba legitimación judicial al
perjudicado, de modo que para poder iniciar la acción se debía demostrar un perjuicio; sin
embargo, la Corte Suprema de Justicia dispuso que también quien estuviera en peligro de
sufrir un perjuicio tenía legitimación.
- El Código de Comercio y la ley 222 establece que si el aporte de un socio en una sociedad
es de industria y si este es sin estimación anticipada de su valor, y que si no hay utilidades
en un periodo determinado, se pierde el derecho al pago; igualmente dispone que si este
aporte de industria es con estimación anticipada de su valor, siempre se debe redimir
aunque existan pérdidas. Sin embargo, la Superintendencia ha dispuesto que
independientemente de que se trate de un aporte de industria con estimación anticipada de
su valor o sin estimación anticipada de su valor, siempre se debe redimir, así no existan
utilidades.
?? En otros casos, una norma de inferior jerarquía integra distintas disposiciones que tienen una
jerarquía superior:
- La jurisprudencia y las resoluciones de la Superintendencia de Servicios Públicos
Domiciliarios determinan el régimen aplicable a las empresas de servicios públicos
domiciliarios en materia de prácticas restrictivas de la competencia. En efecto, en este
caso existe una regulación especial dada por la ley 142 de 1995, pero también una
regulación general en la ley 256 de 1996 y en el decreto 2153 de 1992.
- La jurisprudencia integra las disposiciones del Código de Comercio y del Código Sustantivo
del Trabajo cuando entran en conflicto. Así por ejemplo, la Corte Suprema de Justicia ha
llegado a la conclusión de que en materia laboral, los socios de una sociedad de
responsabilidad limitada los socios tienen una responsabilidad solidaria e ilimitada, a pesar
lo dispuesto por el Código de Comercio.
- A pesar de la ley comercial no ha establecido en qué hipótesis no opera la fusión, la
Superintendencia de Sociedades, partiendo de otras normas legales sobre la capacidad y
el objeto de las sociedades ha establecido las hipótesis de improcedencia de la fusión -
sociedades de hecho, sucursales de sociedades extranjeras, sociedades de economía
mixta, etc-.
216
Por esta razón, la distinción entre los elementos normativos provenientes de las
distintas formas normativas y la atribución a cada uno de estos de una fuerza
jurídica diferentes, resulta, por consiguiente, carente de sentido y supone
desconocer el funcionamiento efectivo de la actividad y la vida jurídica.
217
CONCLUSIONES
Pues bien, nuestro análisis del principio de la jerarquía normativa pone en cuestión
esta idea sobre los ordenamientos jurídicos y sobre los sistemas políticos por
aquellos dispuestos. En primer lugar, la inexistencia de una ordenación jerárquica
de normas impide afirmar la coherencia de los sistemas jurídicos; incluso, impide
218
Por ello, a partir del principio de la jerarquía no solo no es posible justificar la idea
de que los derechos positivos constituyen sistemas normativos, sino que además
un estudio exhaustivo y completo del mismo parece conducirnos a la conclusión
contraria, es decir, a la conclusión de que los derechos positivos son complejos
normativos desarticulados y carentes de una estructura que garantice su
coherencia.
nuestra cultura jurídica. En primer lugar, explica el que las normas jurídicas que
son consideradas como inferiores, llenen de contenido a aquellas que son
consideradas como superiores207; explica, por ejemplo, que sean las sentencias
de la Corte Constitucional las que determinan el sentido, alcance y limitaciones del
derecho a la vida y su articulación con el derecho al libre desarrollo de la
personalidad, y en general, de los preceptos contenidos en la Constitución; es
decir, explica el que las normas con fuerza constitucional sean en realidad, no
tanto los artículos del texto de la Carta Política, sino los pronunciamientos de la
Corte acerca de dichas disposiciones. Igualmente, esto es lo que explica el que
normas que son consideradas como inferiores con respecto a otras, restrinjan o
amplíen su alcance208; explica, por ejemplo, que las leyes de competencia desleal
restrinjan el alcance que la Constitución Política da a la libertad económica;
explica, el que mediante los decretos de la alcaldía, se restrinja el alcance de la
libertad de circulación. De la misma manera, explica que sean las normas de
“inferior jerarquía” las que terminan definiendo de manera definitiva las cuestiones
de derecho controvertidas209; así por ejemplo, explica el que sean las resoluciones
207
El que normas que son consideradas como jerárquicamente inferiores “llenen” de contenido las
normas superiores, no es algo extraño en nuestro medio. En otros capítulos hemos visto ya
algunos casos: así por ejemplo, la costumbre llena de contenido las disposiciones legales relativas
a la antijuridicidad positiva y negativa en materia penal, y las disposiciones legales relativas a la
culpa en materia civil y en materia mercantil (cap. 2 y 5, parte 2).
208
En la vida jurídica cotidiana se presentan muchos casos en los cuales una norma que en
principio tiene una jerarquía inferior termina ampliando o restringiendo el alcance a las normas que
en principio son superiores. Un caso significativo se presenta en materia laboral: Una de las
protecciones que establece el Código Sustantivo de Trabajo a la maternidad, es que durante la
licencia, la trabajadora no puede ser despedida sin autorización del inspector de trabajo, el cual
solo puede autorizar el despido si se configura una justa causa, so pena de nulidad del despido.
Sin embargo, la Corte Constitucional ha dicho que esta protección opera también durante el
embarazo, de modo que aquí el empleador, para despedir a la trabajadora, debe obtener la
autorización del inspector de trabajo, so pena de nulidad y de indemnización. Aquí, una norma que
según la teoría tradicional tiene un rango jerárquico inferior –una sentencia judicial- amplía el
alcance de una norma con un rango en principio superior: un decreto con fuerza de ley, ya que la
protección se amplía a una hipótesis no prevista por la ley –el embarazo- y se determinan
consecuencias no previstas por la ley –la indemnización, además de la nulidad del despido-. Otro
caso significativo lo encontramos en materia comercial: la Constitución establece la regla de la
doble instancia en procesos judiciales; sin embargo, la ley 222 ha previsto que en los procesos
concursales que se surten ante la Superintendencia de Sociedad –la cual en estos casos cumple
funciones judiciales-, las decisiones de ésta por lo general no son revisadas por ningún superior
jerárquico; aquí, una norma que en principio tiene un rango inferior –la ley-, restringe el alcance de
una norma superior –la Constitución- al excluir algunas situaciones de hecho de la protección
constitucional.
209
Cuando una norma no es clara –y generalmente no lo son-, otras normas que son
consideradas como inferiores dentro del ordenamiento jurídico, son las que terminan estableciendo
de manera definitiva sobre el alcance de la norma controvertida. Aunque todos los abogados y
operadores jurídicos aceptan que la Constitución y la ley son las normas supremas dentro del
sistema jurídico, de hecho reconocen que deben atenerse a la interpretación que de éstas hacen
las normas consideradas como inferiores: a las interpretaciones de la Corte Constitucional, de la
Corte Suprema y del Consejo de Estado, a las resoluciones y conceptos de las Superintendencias,
a los conceptos del Ministerio Público, etc. Así por ejemplo, aunque la ley no dice expresamente
cuáles son los casos de improcedencia de la fusión, las sociedades se “curan en salud” y evitan
realizar una operación de este tipo en los casos en que la Superintendencia de Sociedades,
220
De modo que no podemos pensar que las relaciones normativas son simplemente
relaciones lineales de superioridad e inferioridad; se trata mas bien de relaciones
circulares, horizontales y de competencia, de tensión y de conflicto, en las que los
centros de poder con capacidad normativa, independientemente de que
representen la voluntad popular o no, lejos de aceptar tranquila y plácidamente su
posición dentro del sistema político y jurídico, se ocupan de aumentar su fuerza
normativa, y con ello, su poder dentro del sistema211. Obviamente, los discursos a
“interpretando” el Código de Comercio, establece que no procede, a pesar de que los conceptos de
esta entidad son inferiores jerárquicamente a la ley.
210
En el derecho colombiano existen muchos casos en los cuales una norma de inferior jerarquía
termina haciendo inoperante una norma de superior jerarquía. Veámos un caso significativo: el
Código Sustantivo del Trabajo consagra el llamado “fuero circunstancial” para ciertos trabajadores;
sin embargo, la norma legal no establece ante qué autoridad debe pedirse la autorización para el
despido sin justa causa; esto, unido a que el fuero sólo opera durante el lapso de la negociación
colectiva -a diferencia de los demás fueros-, ha hecho que se interprete por parte de la doctrina y la
jurisprudencia que este fuero es inoperante, ya que en la práctica no exista; es decir, normas
consideradas como “auxiliares” en nuestra tradición jurídica “derogan” nada más ni nada menos
que una disposición legal.
211
“Sería igualmente extraño que los actores jurídico-políticos aceptaran de manera pacífica los
contornos tradicionales de la pirámite de normas. Tampoco parecen aceptar pacíficamente que las
normas formales sobre fuentes describan adecuadamente las realidades argumentativas de la
práctica efectiva de la profesióin jurídica. Es claro, del recuento detallado que se hace en este
texto, que el sistema de fuentes es mucho más complejo descriptivamente que las falsas
seguridades que se extraen de normas y comentarios más tradicionales. El análisis precedente
también muestra que la puja por el control de las fuentes del derecho es una confrontación con
contenido político entre las ramas del poder público, y detrás de dichas ramas, entre formaciones
sociales con formas alternativas de entender el Estado y la sociedad en la que cada grupo
interesado usas sus recursos político-constitucionales para modelar a su favor los contornos del
221
Siendo esto así, no nos es dable pensar que las normas que supuestamente son
expresión de la voluntad popular –ley y Constitución- prevalezcan de manera
absoluta e incondicionada sobre las demás formas normativas, las cuales
simplemente se encargan de ejecutarlas o aplicarlas a los hechos concretos; y si
las supuestas manifestaciones del pueblo soberano no son en realidad superiores,
tampoco es posible pensar que nuestro sistema jurídico garantice la existencia de
un sistema político democrático.
Por esta razón, a partir del principio de la jerarquía normativa no solo no es posible
afirmar la existencia de un régimen democrático, sino que además, un análisis
exhaustivo y complejo del mismo nos conduce a la conclusión contraria, es decir,
a la conclusión de que el sistema político instaurado por nuestros sistemas
jurídicos no garantiza la supremacía de la voluntad popular
A estas alturas, la pregunta obligada que nos surge es por la utilidad del trabajo.
Suponemos que será también la pregunta de nuestros potenciales lectores.
Hemos invertido tiempo –prácticamente un año-, dinero, esfuerzo, papel y energía
en estudiar el principio de la jerarquía normativa; de la misma manera, nuestros
lectores han invertido tiempo, esfuerzo, y hasta sus ojos en la lectura del mismo.
sistema (...) El iuspositivismo, luego refinado en la exposición kelseniana, tenía una idea
jerarquizada de las fuentes del derecho, con evidente predominio del derecho central promulgado
por el legislativo del Estado. A esta distinción entre fuentes primarias y secundarias o entre
fuentes de calificación del derecho y fuentes de conocimiento del derecho, Bobbio lo denomina
ilustrativamente ‘sistemas jerárquicamente ordenados’. Opuestos a ellos existen sistemas
paritarios, donde las distintas fuentes tradicionales del derecho se disputan primacía, sin que
existan criterios que pre-ordenan el conflicto entre fuentes”. LOPEZ MEDINA, Diego, El derecho
de los jueces: Obligatoriedad del precedente constitucional, análisis de sentencias y líneas
jurisprudenciales y teoría del derecho judicial, p. 105-106.
222
A pesar de haber hecho esta inversión, los resultados no parecen ser muy
alentadores. Cuando alguien elabora un trabajo acerca del régimen jurídico de las
sucursales de sociedades extranjeras, por ejemplo, en dicho trabajo quedarán
determinadas plenamente y de manera precisa las normas jurídicas pertienentes:
las artículos del Código de Comercio, de la ley 222, del Código Civil, los conceptos
de la Superintendencia Bancaria, de la Superintendencia de Valores y de la
Superintendencia de Sociedades, las sentencias más importantes de la Corte
Suprema de Justicia, etc.; igualmente, si alguien elabora un trabajo sobre la fusión
de sociedades, al final quedará claro cuáles son sus requisitos, las hipótesis de
improcedencia, el procedimiento a seguir, los efectos, etc.; así, quienes elaboraron
estos trabajos, serán expertos en el tema de las sucursales de las sociedades
extranjeras y en el tema de la fusión de las sociedades; por su parte, los lectores
de estos trabajos tendrán por lo menos una visión general de estos tópicos. Y
esto es lógico, pues si se elabora un trabajo sobre un tema, lo razonable es que
tanto quien lo creó como los lectores, lo dominen en mayor o menor grado.
?? Por último, no solo hemos quedado sin ningún sustento jurídico para defender
el principio de la jerarquía normativa, sino que además ésto nos ha llevado a
cuestionar la sistematicidad del derecho positivo, y con ello nuestra concepción
del derecho; aun más, nos ha llevado a poner duda la existencia de un sistema
político democrático.
Pareciera ser que tuvimos grandes gastos en el estudio de una jerarquía que
prácticamente no opera en nuestro sistema jurídico, que no tiene fundamento, y
que ni siquiera existe. Pareciera ser también que en vez de acrecentar nuestro
conocimiento sobre la jerarquía normativa –pues ciertamente antes teníamos
224
Sin perjuicio de que lo anterior sea cierto –y de hecho lo es-, la utilidad de abordar
el problema de la jerarquía normativa no reside tanto el conocimiento que
podamos adquirir sobre éste, sino en que constituye una radiografía y una
evaluación crítica de los supuestos y paradigmas, y de las actitudes, costumbres y
prácticas de nuestra cultura jurídica. Como el principio de la jerarquía hunde sus
raíces más profundas en nuestra tradición jurídica, un estudio del principio
constituye también un estudio de ésta; de la misma manera, la revaluación del
principio constituye también una revaluación nuestra mentalidad y de nuestras
costumbres jurídicas, o en otras palabras, de nuestro carácter, personalidad y
estilo, del estilo, personalidad y carácter de nuestros abogados y juristas.
?? Por último, buscamos tener seguridad en todos y cada uno de los problemas
jurídicos. En efecto, los abogados queremos resolver con certeza todas las
cuestiones jurídicas que se nos presentan; y por la necesidad de seguridad
pensamos que el derecho positivo contiene todos los elementos de juicio
suficientes para resolverlos de manera definitiva.
Por ello, cuando se aborda el principio de la jerarquía normativa, tomamos dos
o tres disposiciones constitucionales y legales y a partir de allí ordenamos todo
el material normativo, con la convicción de que en realidad es la jerarquía que
establece nuestro ordenamiento jurídico. No aceptamos que puedan surgir
dudas sobre la jerarquía normativa; no aceptamos, por ejemplo, que en
algunos casos la superioridad de la ley sobre las sentencias judiciales sea
cuestionable, puesto que a nuestro juicio lo dispuesto por el artículo 230 de la
Constitución es demasiado claro al afirmar que "los jueces se encuentran
sometidos al imperio de la ley"; no aceptamos por ejemplo, que el derecho
positivo no ofrece los suficientes elementos de juicio para fijar la relación
jerárquica entre los contratos y las normas legales, en cuanto no es posible
determinar qué normas tienen un carácter supletivo; somos reacios a aceptar
que la necesaria interpretación que realizan las normas de las que en
principios son superiores jerárquicamente trastoca todo el sistema jerárquico.
En fin, no aceptamos que en nuestro sistema jurídico existen grandes zonas
grises respecto de las cuales no es clara la jerarquía normativa.
Pues bien, el estudio del principio de la jerarquía normativa no solo nos sirvió para
percatarnos de nuestro "estilo", sino también para percatarnos de sus
insuficiencias. Frente a la sencillez con la que nos presentaban siempre la
jerarquía, nos encontramos con una complejidad devastadora: no solo no hay una
única jerarquía sino múltiples jerarquías, no solo el rango jerárquico de cada forma
jurídica es variable dentro de la ordenación normativa, sino que además los
efectos de cada relación jerárquica son diferentes. Frente a la seguridad con la
227
Con ello nos dimos cuenta no solo de que el tema de la jerarquía normativa, tan
fundamental en cualquier área del derecho, había sido tratado inadecuadamente,
sino que además nuestra mentalidad y nuestra manera de plantear y asumir los
problemas jurídicos nos impiden su tratamiento adecuado. Nos dimos cuenta,
entonces, que detrás de la aparente rigurosidad, lo que se escondía era nuestra
incapacidad para dar cuenta de la complejidad de la realidad y de la vida jurídica;
nos dimos cuenta que detrás de esa aparente objetividad, lo que se escondía era
una actitud obstinada por parte de los abogados en defender unos paradigmas y
de tratar de ajustar el derecho positivo a esos paradigmas. Nos dimos cuenta de
que detrás de esa aparente intención por determinar lo que dice el derecho
independientemente de nuestras preferencias personales, lo que había era una
ausencia de profundidad en el estudio de las normas jurídicas. En fin, nos dimos
que ese no era el modelo de racionalidad que habíamos buscado a lo largo de
nuestra vida, y que detrás de toda la aparente coherencia, sensatez, precisión,
exactitud y objetividad de la que hacíamos gala, lo que había era una gran
mediocridad.
Pero lo más importante, nos dimos cuenta que con base en este esquema mental
actuábamos e incidíamos en la realidad. Ciertamente no sería grave que
tuviéramos las ideas absurdas que tenemos y que tuviéramos la actitud que
tenemos frente al Derecho, sino es por las cosas que hacemos con esas ideas y
con esa mentalidad: con ellas argumentamos, razonamos y decidimos sobre este
mundo; y este mundo son las personas de carne y hueso y en general todos los
seres y cosas que hacen parte del planeta. Con esta mentalidad se decide sobre
la paz y la guerra en Colombia, sobre el futuro de las minorías, sobre la libertad de
las personas, sobre la creación de grandes proyectos con un alto impacto
económico, social y ambiental, etc.