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Después de cónocer qué es el turbo, así como los diferentes tipos que se pueden
encontrar en el mercado vamos a pasar a conocer una de las piezas claves del
entremado mecánico de los motores sobrealimentados, el intercooler.
La ventaja de que el intercooler esté colocado en una ubicación que reciba una
gran cantidad de aire del exterior, es que no tardará mucho tiempo en enfriar el
flujo de aire que proviene del turbo. Si seguimos acelerando, el colector de
admisión tendrá la mariposa abierta y los pistones solicitarán más aire. Como
podemos comprobar en el dibujo, ahora mismo estaríamos en la parte coloreada
de azul (que hace referencia a un aire más frío), que entra en en los pistones
y es expulsado a la caracola de escape del turbo (la cual está conectada con la
tubería de escape).
Estas presiones se consiguen mediante una turbina accionada por los gases de
escape, en cuyo eje se fija un compresor centrífugo que toma el aire a presión
atmosférica después de pasar por el filtro de aire y luego lo comprime para
introducirlo en los cilindros a mayor presión. Los gases de escape inciden
radialmente en la turbina, saliendo axialmente después de ceder gran parte de
su energía interna (mecánica + térmica) a la misma. El aumento de temperatura
producido por la compresión del aire, la vamos a contrarrestar mediante el uso
de un intercambiador de calor o intercooler, el cual nos va a reducir la
temperatura antes de volver a entrar en el cilindro. La energía utilizada para
comprimir el aire de admisión proviene de los gases de escape, no resta potencia
al motor cuando el turbocompresor está trabajando, ni provoca pérdidas fuera
del rango de trabajo del turbo, si lo comparamos con otros sistemas, como los
sistemas con compresor mecánico (sistemas en los que el mismo compresor
está accionado por una polea conectada al cigüeñal).
Como todo en la vida, hay diferentes tamaños de turbocompresor, donde los más
pequeños y de presión de soplado más baja nos darán una presión máxima de
0,25 bar, mientras que los más grandes alcanzan los 1,5 bar. En motores de
competición se llega a presiones de 3 y 8 bar dependiendo de si el motor es
gasolina o diesel.
¿De qué se compone el turbo y cuantos tipos existen?
Esas serían las siguientes preguntas que nos deberíamos que hacer para
terminar de comprender, qué es esto del turbo:
Son los más económicos y los más fiables. Se han estado utilizando en motores
tanto diesel (inyección indirecta) como en gasolina. Al no tener piezas móviles,
tienen un tiempo de respuesta muy alto, es decir, tienen un lag muy elevado, por
lo que les cuesta mucho que comiencen a soplar.
Se llaman así por tener dos entradas en la zona del compresor canalizando el
aire de forma independiente a cada uno de los cilindros, por este
funcionamiento hace que se asemejen mucho a
los bi-turbo. Este sistema es de los más modernos ya que sus prestaciones son
muy constantes en cualquier rango de revoluciones ya que aprovechan mejor
la presión de los gases de escape para impulsar la turbina. Alguno modelos de
Volvo con motor gasolina utilizaban este sistema para sobrealimentar.
¿Qué tipo de averías nos pueden aparecer en los turbo y cómo podemos
remediarlo en la medida de lo posible?
Antes de empezar a comentar, qué tipo de averías son las más comunes en los
turbocompresores, tenemos que hacernos una idea del coste que suelen tener
estos elementos.
Hay que decir también, que el precio depende del estado en que lo vamos a
obtener, si será nuevo, remanufacturado o directamente de segunda mano.
¿Por qué os digo esto? Porque, este elemento tiene una cara A y una cara B. Es
un componente muy robusto, por su construcción, materiales utilizados,
tratamientos térmicos, pero a su vez es muy frágil. Tened en cuenta que
hay modelos que sobrepasan las 150.000 rpm, llegando incluso a las 200.000
rpm. En estas condiciones, la temperatura a la que está sometido es muy
elevada en la zona de la turbina (700-800º) por lo que la refrigeración y
lubricación son esenciales, mientras que en la parte del compresor la
temperatura llega a ser una cuarta parte.
En los motores gasolina la temperatura es aún mayor ya que se encuentra entre
200-300º por encima, sufriendo mucho los materiales, disminuyendo su vida útil,
por lo que un mantenimiento adecuado es muy importante.
Con lo expuesto arriba, tenemos que tener en cuenta que la mayoría de las
averías se producen por fallos de lubricación, ya sea por exceso, defecto o mala
calidad del aceite empleado. Otra causa que nos puede provocar averías es
nuestra amiga la carbonilla, taponando el turbo y limitando su funcionamiento. A
parte de estas causas, nuestro modo de conducir tiene un papel muy importante
en el desarrollo de estas averías, como por ejemplo, si somos de esos que aún
no hemos arrancado el motor y lo tenemos en frío, ya estamos dando caña al
sistema.
Con el paso del tiempo y uso, estos casquillos pueden ir perdiendo hermeticidad,
produciendo fugas, filtrándose aceite en la admisión de motor, aumentando en
exceso el consumo del mismo y generando ese humo azul por el tubo de escape
que tan poco nos gusta.
Holgura en el eje
Fugas de presión
Tened en cuenta que el turbo está pensado para que dure sin problemas más de
250.000 kms, siempre y cuando lo tratemos bien. Se han dado caso que con
20.000 kms o incluso menos kms, han tenido que ser sustituidos por un mal uso.
Lo primordial para que el turbo nos dure largo tiempo, es tener cuidado en el
momento arrancamos o apagamos el motor, quiero decir, si tenemos el motor
recién arrancado y en frío, vamos a evitar darle acelerones, ya que el turbo no
está debidamente lubricado. Hasta que no vaya cogiendo la temperatura
óptima, tanto el motor como el aceite, no podremos apretarle, de lo contrario se
cristalizaría el aceite, disminuyendo su capacidad de lubricación.