Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Pensamos demasiado. Y cuando alguien piensa demasiado las cosas, tiende a tergiversarlas en
su cabeza cansada de ir y venir sobre el mismo dilema. Pensar es saludable, pero hacerlo en
exceso es aturdidor y contraproducente. En nuestra cabeza todo se ramifica hasta un infinito de
posibilidades que nos lleva de las ramas a las raíces para volver a empezar.
El primer lugar porque dar muchas vueltas a las cosas deforma la realidad. Empezamos a
recordar una conversación y al rato ya no sabemos el tono ni la intensidad con la que esa
persona nos hablaba. Y lo que es peor, los adaptamos a la versión que más nos convence para
reafirmarnos en nuestras teorías, que son fruto de horas de pensamientos circulares.
Otras veces pensar es la mejor forma que encontramos para no hacer. La excusa perfecta para
no decidir. Una máscara para no movernos un milímetro de nuestra posición inicial ni salir del
círculo que nos hemos trazado y en el que nunca hace frío, ni pasa nada imprevisto. Los
pensamientos que curan, que cambian las cosas, los que te hacen ponerte manos a la obra y
conseguir lo que quieres, están fuera de ese círculo… En el fondo, todos lo sabemos, pero no
nos atrevemos a probar para no descubrir que nos hemos pasado siglos eludiendo esa
responsabilidad para con nosotros mismos. Que nos hemos limitado y acotado a través de
nuestros pensamientos…
No pensar una y otra vez en el dolor que sentimos cuando nos dejaron solos, perdimos un
trabajo o rompimos una relación, sino en la forma en que podemos paliar ese dolor. Y, sobre
todo, cómo cambiar ese escenario para que sea mejor para nosotros.
No recordar todo lo que nos falta para llegar a ser quién deseamos sino de qué forma podemos
prepararnos para serlo. Hacer un plan, planificar una estrategia, leer sobre el tema, consultar a
los que saben, salir y notar lo que pasa a nuestro alrededor, relacionarnos… Y cuando llegue la
noche y pensemos, entrenarnos para pensar en lo que importa, en lo que está en nuestras
manos…
En el fondo, decidir sobre qué pensar es como hacer una fotografía. Podemos elegir qué
fotografiamos, desde que ángulo, con qué perspectiva… Decidir si desenfocamos el fondo o si
alteramos los colores para que sean más vivos. Podemos estar en un museo repleto de grandes
obras de arte y fotografiar una papelera. Podemos estar en un vertedero y enfocar unas flores
rojas que salen en un rincón.
Y ser positivo y a la vez realista. Saber de dónde partes y valorar tus pequeños logros hasta
llegar a tu meta.
Mientras pensamos en que alguien nos insultó hace pocos días y nos trató mal, no planificamos
un viaje emocionante.
Mientras nos acordamos de que esa persona nos dijo lo ineptos que cree que somos, nos
sentimos ineptos y no nos ponemos a preparar el índice de ese libro que siempre tenemos
pendiente escribir.
Mientras damos vueltas a un amor perdido, no pasamos por la calle donde pasa nuestro nuevo
amor o tal vez, pasamos tan ensimismados que no le vemos.
Cada minuto que no dedicamos a vivir o a pensar bien para poder actuar y conseguir lo que
deseamos es un minuto perdido.
Cada minuto que dedicamos a pensar en lo que aún nos duele o araña, en lo que ya no tiene
solución, es un tiempo que se esfuma. ¿Nos merecemos eso?¿no estamos de alguna forma
cometiendo una injusticia con nosotros mismos al dejarnos atrapados en una experiencia
dolorosa?
Cada minuto que no notas que vives es un minuto que se escapa.
Mejor hacer callar un rato a nuestros pensamientos y actuar, sentir, vivir… Si piensas mal,
tanto en cantidad como en calidad, seguro que no aciertas…
Hay una idea que siempre me ha dado vueltas en la cabeza (y en este caso en positivo)… Si
podemos llegar a hacernos tanto daño con nuestros pensamientos, estoy segura de que también
podemos hacernos mucho bien. El poder es nuestro…