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Biblioteca de Cultura
Clásica, Editorial Paidós
Buenos Aires, Argentina
Versión castellana Índice
de
Eduardo J. Prieto
Ex profesor de la Univ:rsidad de _Buenos Aires
y de la Universidad del Litoral -

I ntrodwcción 9
Primera Parte
u•J \1 -, '.'>f'" CUYO
,. lETRAS Bajo el hechizo alejandrino
I El contorno de las Bwcólica>S 17
II Reflejos de Alejandr-ía 31
III El artista romano 48
IV El libro &el círculo 62

Segunda Parte
Bajo el signo de Hesíodo
- ¡¡ V El ascenso a la gloria 85
VI" En la encrucijada 97
1'."0
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2 4 J81
·---------- ~ VII El anti-Lucrecio de Virgilio 109
VIII lustissimaJ Tellus 130
IX En torno de la morada rústica 145
X El arte en las Geórgicas 161

Tercera Parte
.·!
En la estela de Homero
XI El subsuelo de la Eneida 177
XII La Eneida, epopeyaJ del destino-- 195
XIII La Eneida, epopeya de Roma 208
XIV La tentación 228
XV La liberación 252
XVI La guerra 270
-xvii El arte en la; Eneida 289
Bibliografía 304

7
Introduc ción

Es imposible abordar hoy a Virgilio con un enfoque


exclusivam ente literario. Si consagram os un estudio
a uno cualquiera de nuestros escritores , queremos
saber no sólo lo que escribió, sino también, ante
todo, cómo era el m{ldio en el cual se despertó su
inteligenc ia, qué recibió de él, qué le dio, en qué
coincidió con sus contempo ráneos y en qué medida
liberó su pensamie nto y escapó al conformis mo de
éstos.
Merece Virgilio el mismo tratamien to tanto y aun
más que cualquier otro; en primer lugar, porque es
uno de los maestros del pens_amie nto universal y sería
irrespetuo so no tratarlo como tal; luego, porque su am-
biente nos es mucho menos familiar que el de nues-
'·1 tros contempo ráneos y a veces sus intencione s se nos
~ 'i escapan por falta de un conocimie nto suficiente de la
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civilizació n de su época y también de toda la herencia
de tradicione s legendari as, esa cultura del pasado tan
íntimame nte mezclada con la del presente que era
casi imposible saber dónde comenzab a una y termi·
naba otra.
Los estudios virgiliano s, activamen te impulsado s
desde hace más de un siglo, no han cesado de apor-
tarnos revelación tras revelación . Querría que este
volumen se enriqueci era con todo el trabaJo hecho por

9
11
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los extranjeros sobre un poeta que no ha dejado se dijo es inútil <repetirlo. La segunda es que el
indiferente a ningún país, pero mucho más aún con método adoptado en este trabajo me llevó a mezclar
los estudios siempre sustanciales y significativos que íntimamente al estudio de las obras la información
Francia le consagró sin cesar, con una erudición verdaderamente fundada que poseemos sobre la exis-
que casi siempre toma visos de devoción. Este sueño tencia de Virgilio. Aparecerá pues esta información
se parece mucho a una quimera, pues desde la anti- en sn momento, ·en las páginas que sig~en. En cuanto
güedad, desde la muerte de Virgilio, podemos decir, a los demás datos, que se refieren a la infancia del
la literatura virgiliana no cesó de ampliar sus fron· poeta, sus hábitos de adolescente y de hombre ma-
teras se ha vuelto un mundo, una vasta Babilonia en duro, ciertas particularidades de las cuales tenemos
la cdal se hablan todas las lenguas y que la actividad muy escasa seguridad, se los encontrará fácilmente en
de una vida de hombre no alcanza a recorrer. todas las obras clásicas que se ocupan de Virgilio.
Hubo entonces que sacrificar mucho y reducir las Lo que refieren es a veces extremadamente dudoso.
ambiciones. He aquí los puntos a los que he tratado . Era habitual que los biógrafos antiguos completaran
de atenerme. la pobreza de su información valiéndose de inven-
He buscado, ante todo, sorprender los progresos ciones a menudo inspiradas en el contenido mismo de
del arte y del pensamiento de Virgilio. A decir ver- las obras del escritor. Así nacieron las leyendas que
dad, no nos dejó confidencias como Horacio, su constituyen el elemento más importante de las vidas
amigo, como los poetas elegíacos. Pero las modula- de Esquilo, Eurípides, Planto, Terencio, Lucrecio, Ju-
ciones de su flexible talento son bastante visibles como venal, etcétera, y que una crítica más inteligente ha
para que una mirada atenta pueda sorprenderlas. Y descartado desde hace mucho tiempo. Virgilio no se
aunque no se confiesa, al menos no recurre nunca a · mantuvo por cierto indemne de estas fantasías, y se
un disimulo obstinado. Es lo que es, sin velos; para
me excusará no haberles atribuido importancia. 1
captarlo basta fijar la mirada con bastante paciencia.
Además, en su obra, en todas sus obras, existen l. Para facilitar al lector la comprensión de las páginas
pasajes líricos, y el lirismo, quiéralo o no, entrega siguientes reúno aqUÍ los hechos y fechas a los cuales podrá
siempre el sonido del alma. Sólo existe con la condición tener necesidad de referirse: Virgilio nació en Andes, en el
de que brote de las profundidades de la vida, haya territorio mantuano o sus inmediaciones, de una familia de
campesinos, en 70 a. C. Estudió en las escuelas de Cremona,
bebido y traiga al aire libre, es .decir, a los ojos del Milán, Roma, donde habría seguido los cursos del filósofo
lector, la sustancia de ésta, coloreada del reflejo de su epicúreo Sirón. Aquí se ubica el incidente de la confiscación
fuente. Los pasajes líricos serán, pues, los mejores in- de los bienes. Compuso las Bucólicas entre los años 43 y
dicadores para orientarnos en nuestras exploraciones 40~39; las Geórgicas, cuyo primer libro se remonta a los años
39-37'; leyó la obra entera a Augusto y la publicó en 29;
a través del pensamiento del poeta. una segunda edición apareció entre 20 y 19. Desde 29 a 19,
En cuanto a su vida, puede que el lector se asom- año de su muerte, Virgilio escribió la Eneida. Murió en Brin*
bre de no encontrarla encabezando este volumen Y disi en 19, de vuelta de un viaje a Grecia, que no es el
debo darle cuenta de las razones que me persuadieron mismo para el cu.al Horacio le expresa sus buenos deseos en
Odas:- l, 3. Juzgando que la Eneida era aún una obra imper*
de no ubicarla ahí. La primera es que sobre este tema fecta, ordenó quemarla. Pero Augusto se opuso y confió la
no podría .sino repetir a mis antecesores: lo que ya edición a dos amigos del poeta, L. Vario y Plocio Tueca.

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Mi segundo objetivo ha sido el de reubicar a Vir- hacer justicia desde no hace más de una veintena de
gilio en el medio en que vivió y mostrarlo imbuido añoso
de una prodigiosa riqueza de conocimientos que repre- Estos esfuerzos me llevaron, en muchos puntos, a
senta toda la cultura de su tiempo y cuya amplitud conclusiones que quizá sorprenderán al lector. Tuve .
parece acrecentarse con cada descubrimiento nuevo de que aportar pruebas al respecto. Lo hice con el deseo
la erudición. En el momento mismo en que escribo delno desalentar su atención con el exceso de citas y
estas líneas aparece un estudio de los más curiosos referencias, cuidando no obstante de presentarle los
que nos lo muestra en posesión de la aritmética abs- motivos que me condujeron a tales conclusiones; en
1
trusa de los números pitagóricos y modelando sobre ellas mi imaginación no tuvo otro papel que el ·ae
esta estructura rígida las más encantadoras volutas de " desentrañar los textos y hacer brotar la luz.
sus Bucólicas.2 No le escapó nada de lo que intere- ¡Ojalá lo haya logrado!
saba a sus contemporáneos, sea en la historia, en el
arte, la ciencia, la filosofía, los conocimientos reli-
giosos, las tendencias políticas o las de la civilización.
Y a su vez no se lo podría conocer sino investigando
en qué medio hunde sus raíces cada una de las sec-
ciones de su obra. Hay que atender, sobre todo, a
no descuidar las partes que parecen oscuras y · cho-
cantes. Casi todas tienen su secreto y lo celan. Pero
cuando se llega a forzar su silencio, los esfuerzos dis-
pensados reciben una magnífica retribución y fluyen
oleadas de claridad sobre lo que antes sólo eran ti-
nieblas.
En la curiosa juntura de oscuras leyendas que él
poeta utiliza sin cesar y de las interpretaciones mo·
demas que reciben de su espíritu, más esclarecido,
de su sensibilidad, más delicada, he creído poder leer
y hacer leer al lector algunas páginas de la historia
de la civilización y, en particular, hacerle percibir la
gran diferencia que separa el dominio griego del do-
minio latino. Ahí es donde debemos sorprender la ·
originalidad, tan a menudo desconocida, de los roma-
nos, a la cual ciertos espíritus más abiertos, menos
encerrado.s en ideas preconcebidas, han comenzado a

2. Paul Maury, Le secret de Virgile et l'architecture des


Bucoliques, Lettres d'humanité, t. III, 1944, pág. 71 y sigs.

12 13
Primera Parte

Bajo el hechizo alejandrino


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releer

El contorno de las
Bucólicas

El cuadro en el cual se expandió y desarrolló la


vida literaria latina tiene cierto parecido con los salo-
nes franceses de los siglos XVII y XVIII. Círculos de
letrados, de aficionados ricos y poderosos, mecenas
avant la lettre, pues Mecenas, el amigo de Augusto, no
hará sino recoger la sucesión de esos antecesores,
agrupaban en torno de sí a los escritores, los anima-
han y, en general, les aseguraban los recursos que
la organización de la sociedad no permitía entonces
obtener de la pr6ducción intelectual. El despertar~del
genio latino debió mucho a Enio, Pacuvio, Lucilio,
Planto y Terencio, pero mucho más aún a quienes los
acogieron y sostuvieron, es decir, a los hombres más
graves y más altamente colocados de la política; Es-
cipión Emiliano, vencedor de Cartago y de Numancia,
dio el ejemplo; no encontró mejor empleo de los ocios
que siguieron a sus triunfos, qne abrir su casa a los
escritores griegos y latinos, promover a la vez al his-
toriador Polibio, al filósofo Panecio y al poeta cómico
Terencio. La aristocracia romana, tan prendada de la
gloria militar, tuvo el mérito de percibir que existían
J otras y de discernir las promesas de los jóvenes ta-
lentos que acogía.
Después de la muerte del Africano, en 129 a. C., los
círculos literarios se sucedieron, se multiplicaron unos

17
tras otros, se pasaron la antorcha de la cultura. La
situación no había cambiado en la época de las gue- lugar entre los políticos que desempen-ab
·
1as fu ncwnes mas ·
- Importantes del Estado
an entonces
rras civiles. Pese a las ruinas y catástrofes, en una
época de la historia en que podríamos muy bien creer No es que las Bucólicas hayan sido ·es •t
que los pensamientos habían tomado un curso muy
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';<"gun a
d 1 · en as con
e¡os de Roma; todo lo contrario, en la
distinto, cenáculos más o menos numerosos salvaban epoca en que las compuso Virgilio hab'Ia emigra · d
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del naufragio~universal el gusto de la cultura y el pro a emente a la , capital. Pero Mantua• , d on e os
respeto por el genio literario. A esta noble perseve- go b ema d ores h abian ~onocido al principio al joven
rancia debemos la existencia de Virgilio, es en tal poeta, n? se hallaba le¡ os de él ni en el tiempo ni en
medio donde su genio despertó y creció; conservó tan el espacio. Las Églogas han conservado de ell
' 'd · . aun
hondamente su huella, reflejó tan exactamente sus no se_ que e gracia provincial, un verdadero gusto de
rasgos y recibió de él una ·dirección tan caracterizada, terruno. L'?s n?mbres que se entrelazan a sus versos
que resulta imposible conocerlo sin informarse sobre ~vocan la histona de esta región, tan dramática en esta
quiénes fueron sus protectores y a veces también los e-roca; en ellos se perfilan los horizontes de la Cisal-
inspiradores de sus comienzos. P:t_na, está~ impregnados de la melancolía de los cre-
El nombre de estos primeros mecenas indica que pusculos cisalpmos y exhalan el perfume de amistades
nacidas en Cisalpina.
fue en la pequeña patria de Virgilio, la región cisal-
pina del Mantuano, donde se anudaron entre ellos y Esla primera aparición del genio de Virgilio es de
el poeta estas brillantes relaciones. Las Vidas de Vir- u~ encan~o inc'?~parable. El poeta es ya, sin engrei-
gilio nos dicen que era sólo un pequeño campesino, :t;mento ni servilismo, amigo de los poderosos de la
cuya familia poseía el dominio de Andes, cerca de epoca. Pero .conserva. una mentalidad rústica cuyo
Mantua; dudan 'acerca de la profesión de su padre, sabor se ~antiene sensible en el refinamiento artificial
pero no sobre la humildad de su condiCión. Polión, de los pnmeros poemas, de donde emanan sus gustos
por el contrario, era en 41 a. C. gobernador de la s?s cultos, las sensaciones y los amores de su infan:
Cisalpina, y V aro lo sucedió en 40. Mídase la dis'· Cia Y de su juventud. La ruta es larga desde la casita
tancia social que los separaba. Es la misma que coloc d~ ~ndes ~ l~. inti~idad '!e los gobernadores de pro-
caba a Escipión Emiliano, el vencedor de Cartago, tan VInCia: VIrgiii? tiene. veintiocho años y ya la ha
por encima de Terencio, el liberto africano. Pero r~corndo en circunstancias que sólo podemos ima-
aunque Terencio haya vivido en la intimidad de la ginar Y que, en conjunto, tienen un ~ire de cuento de
hadas.
familia de los Escipiones, no existe en sus escritos, y
verosímilmente no existía en sus relaciones de sociedad Las Vid;as nos informan de que hizo sus estudios
con esta noble familia, ninguna traza de la amistad en Cremona, en Milán y luego en Roma. No es el
simple, de la igualdad perfecta, del respeto recíproc<) co~ienzo habitual de carrera para un pequeño cam-
que se hallan impresos en muchos pasajes de las pesmo ~ nos gustaría saber qué influencias actuaron
Eglogas. Sobre las tierras mismas que lo habían visto en el onge~ _de este destino. Para ayudarnos a adivi-
jugar de niño en los caminos surcados y en los patios narlo pos~mos el "diario" del amigo íntimo del
de las casas rústicas, Virgilio había conquistado su P?eta, Horácio, cuya historia presenta curiosas armo-
mas con la de Virgilio. Tampoco él era de cuna

18
19
afortunada. Los pasos de su ascensión están expli· algunas le pertenecen. Al leerlas podemos no obstante
cados en el libro de las Sátiras. 1 Nos dice que su hacernos una idea de lo que hubieran podido ser los
padre, simple liberto, había tenido la inteligencia y el comienzos de un Virgilio en el umbral de su carrera.
desinterés de sacrificarlo todo para asegurarle la ven- En estas primeras obras, que la posteridad no nos
taja de una cultura superior y le hizo frecuentar las ha transmitido, pero que la lógica de los aconteci-
mismas escuelas a las que asistían los hijos de los mientos reclama, es donde debemos buscar el secreto
senadores. Este relato, pleno de sabor y de gracia, del rápido ascenso del poeta hacia la gloria. Polión,
nos lleva a representarn os una buena suerte análoga Varo, Galo, eran conocedores y aun profesionale s, ya
en el caso de Virgilio; nos muestra, por lo menos, que también cultivaban la poesía. Adivinaron las pro-
que en aquellos tiempos, como hoy, las esferas de la mesas que encerraba en sí este joven, le hicieron lugar
inteligencia no estaban cerradas para quienes se veían en su sociedad, sin envidia, sin altanería, calculando
llevados hacia ellas por dones del espíritu y de la sólo gozar de su genio y honrar con él a Roma. Se
voluntad. El relato de Horacio continúa, y vemos que conformaba n así a la tradición de los círculos de los
entonces el rol protagónico lo tuvo Virgilio. Con su Escipiones, de los Lelios, de los Cátulos. Y también
amigo V ario tomó la iniciativa de presentar el joven manifestaba n un respeto por la grandeza intelectual,
poeta a Mecenas, gesto que constituyó la fortuna defi- que siguif> siendo herencia de la nobleza romana y que
nitiva de Horacio. ¿Quién le hizo el mismo servicio se testimonia en forma excelente en una anécdota casi
a Virgilio? Lo ignoramos, pero nos es fácil trans- simbólica: un pariente del dictador Julio César, de
portar la escena e imaginar que algún amigo de Vir- nombre César Estrabón, visitaba a menudo en Roma
gilio anudó entre él y Polión la amistad que Virgilio, la asociación que llevaba el título de "Colegio de los
a su vez, anudó entre Mecenas y Horacio. -poetas", y se complacía en departir allí con el drama-
Franqueado este primer paso, no tardó seguramente turgo Accio, uno de los más ilustres del primer pe-
Virgilio en prestar oídos al llamado de la poesía. Las ríodo literario de Roma. Cuando él entraba, era ha-
Bucólicas muestran, en efecto, que posee un talento bitual que Accio no se levantara de su silla para
no sólo seguro de sí mismo, en plena posesión de su homenajear a este hombre cuyo hermano, sin embargo,
técnica, sino tan brillanté y tan cumplido que es ya había obtenido la victoria deVercelli junto con Mario.
el de un gran poeta, tan grande como Catulo, que Y a desde esta época Virgilio muestra el mismo
era entonces la honra de la poesía romana. Las Bu- orgullo, ese orgullo que Horacio no abandonó nunca
cólicas no eran, no podían ser obra de principiante , frente a Mecenas, pese a la amistad profunda que
sino que con seguridad fueron precedidas por ensa- sentía por éL Ante sus protectores conserva la más
yos, y en épocas anteriores se atribuía al poeta toda Ji grande libertad de espíritu. Las fasces de Polión no
una colección de obritas, algunas de ellas encanta- lo intimidan, y tampoco la elevada dignidad de Alfeno
doras: El Mosquito, La Garza, LaJ Mesonera, El Almo- Varo. Como el Júpiter de Homero, rehúsa o concede:
(;
drote, Priapeas, Catálepton. Pero la crítica se las ha
ido quitando una a una. No sabemos si, pese a ella, "¡j
1
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rehúsa a Alfeno Varo loar sus hechos de armas y sus
victorias y le envía para resarcirlo la égloga VI, en
la cual Sileno canta el nacimiento del mundo; res-
l. I, 6, 65 y sigs. pondiendo al pedido de Polión, le concede una imi-
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20 21

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Este grupo es el <le los podero sos. Pero en las
t~ción de Teócri to: es el idilio de Las m{l)gas. Al mismo
Bucólic as, junto a los nombre s de Polión , de Varo,
tiempo sus versos ~e inspira n en las vidas, alegría s y 1
de Galo, figuran mucho s otros que han inquiet ado
penas comune s. VIsto de lejos, este círculo literari o
sobrem anera a los coment aristas. ¿Quién es son todos
produc e el efecto de una pequeñ a comun idad en la
esos griegos que parecen estar allí como en su medio
cual los acontec imiento s de cada uno interes an a todos
.1 natural , Títiro, Menalc as, Melibe o, Dameta s, Mopso ,
los miembr o§. Tambié n aquí Horaci o nos ayuda a
Meris? Ciertos aspecto s de su silueta muestr an que no
compre nder esta intimid ad con el cuadro que traza del
viviero n sólo en la imagin ación de Virgili o; la bio-
?írculo de Mecen as: "Ningu na casa -·respo nde a un !¡ grafía del poeta mismo , según veremo s, se encarn a en
Interlo cutor que lo critica ba- se halla más exenta de
varios de elÍos. Sabem os por la tradició n, por los
malic_ia y es ~ás enemig a de los defecto s que tú
mencw nas; alh yo no me siento incómo do porque
otro sea más rico o más sabio que yo; cada uno
cf coment aristas, que tuvo amigos , conocid os, rivales,
Quintil io Varo, Emilio Mácer, Furio Bibácu lo, Vario
Rufo y mucho s otros. La crítica no pudo resistir a
ocupa su lugar". 2 Esta descrip ción de un medio de
la tentaci ón de estable cer vínculo s; la animab a a ello
literato s y hombr es de Estado donde estaría ausente
el hábito que tenían los poetas latinos de celebra r
toda forma de malevo lencia y celos parece llegar di-
bajo nombre s griegos a sus amigos , amante s y a todos
rectam ente del país de Utopía o de un cuento de
i sus allegad os. De ahí a plantea r el problem a de las
hadas. ~s evident e que debemo s excluir esta perfect a
"claves " sólo había un paso.3 Se han buscad o las cla-
concor dia y pureza de intenci ones. Pero subsist e el
hec~o -pues aunque Horaci o haya embelle cido, no ~
!
ves de Virgili o como se hizo .con La Bruyer e. La
antigüe dad había dado. el ejempl o; un escolio de las
ha Invent ad&- de que allí reinaba esa cortesí a y esa
Bucólic as nos dice que en el Mopso de la égloga V los
amenid ad de relacio nes de las cuales nos dan una
contem poráne os recono cían al poeta Emilio · Macro.
idea los prólog os de los diálogo s de Cicerón , y que
· Ademá s el público está acostum brado a estas curiosi -
eran patrim onio de la socieda d romana .
dades, y Molier e se queja, en el Improm ptu de Ver-
Pese a las sombrí as amenaz as de los acontec imien- sailles, de la indiscr eción con que éste se afana en
tos político s, esos hombre s, de tan grande figurac ión rastrea r los origina les de sus person ajes, a expens as
en ellos, conserv aban su sangre fría. A la hora en de su tranqui lidad ..
que estaba decidié ndose el porven ir, en que cada uno
Virgili o hubiera tenido sin duda, como Moliere ,
cor;ía los más grand?~ riesgos , cuando esperan zas buenas razone s para protest ar. El desacu erdo entre
casi de~mesura~as eqmhb raban apenas la perspec tiva
las identifi cacione s que se han propue sto bastarí a
de_ temibl< ;s, pehg~os, si había algún respiro , si algún
para mostra rlo. Se quiso estable cer el princip io de
oc1o permih a un Instant e de olvido, se relajab an para
que cada seudón imo corresp ondía a un único perso-
gustar la fantasí a de los cantos amebeo s. Esta sere-
naje real. Pero este punto <le partida lleva direc-
nidad suponí a, pues, un domini o de sí mismo · que
tament e a no recono cer ya a Virgili o en el Títiro de
permit ía a cada uno ofrend ar a los suyos, como ma-
dame de Sévign é, la flor de su espíritu .
3. Véase en particul ar L. Herman n, Les masques ,et les
• visages dans les "Bucoliq ues'' de V irgile.
2. Sátiras, I, 9, 49 y ~igs.

23
22
n .·.

la églo ga I, pese a que en este caso la vero gina cwn, y con ese jueg o de disfr aces en el
simi litud cual, en
equi vale a la certe za. En reali dad, en la églo
ga I Vir- muc has époc as, se comp lacie ron los salon es.
gilio se llam a Títir o, y en la églog a IX, que
es inse- Sin emba rgo, bajo los seud ónim os que disim ulab
para ble de ésta y form a con ella un mism o an
dram a, a med ias o del todo la iden tidad de los héro es
se llam a Men alcas . La poes ía se adap ta muc ho de las
mejo r églog as eran pers onaj es reale s quien es ocup
a esta fluct uació n que a las iden tifica cion es aban a
rígid as su tur,; o la escen a. Dese mpeñ aban en ella su
imag inad as por los mod erno s. ¿Es posi ble pape l,
siqu iera a vece s impo nente , como el de Polió n, cuan do
imag inar que la inspi ració n tan fanta siosa Virg ilio
de Vir- comp rome te a las Mus as a hac: rse dign as de
gilio , espe cialm ente en las Bucó licas , se ciña ca;'t ar a
a habl ar un cóns ul, y a vece s secu ndar iO. Pero por
un ·leng uaje cifra do y, en el curso de sus mas me·
vuelo s, nudo que sea el acon tecim iento que lo ocas
recu erde las conv encio nes estab lecid as con su iona , el
lecto r? poem a de circu nstan cias tiene un desp liegu e
La reali dad es muy disti nta. Se ha dich o que que lo
las seña la como un men saje a la poste ridad . Tal
Bucó licas eran "el diari o del círcu lo"; refle jaba es el
n los privi legio del verd ader o poet a. Polió~ ti~ne
acon tecim iento s men udos de éste, repro ducí an un hij_o,
la vida un hijo al cual no está reser vado mn!?u~ yorv
del cená culo que Jue su cuna . Nos ente ramo :n.Ir ,
s por pues ~rirá en la cuna ;s Pero cuan do VIrg iho
ellas no sólo de las inqu ietud es que, en ciert felic ita
os mo- al cóns ul por este nacim iento , el niño se aure
ment os, acos aron al poet a mism o, sino tamb ola de
ién de una luz tal que dura nte muc hos siglo s, se crey
que Polió n tuvo un hijo, que va a celeb rar su ó reco ·
triun fo, noce r en ella el resp land or de la veni da del
que e~ idilio de Las maga s de Teóc rito le agra Mesí as.
da, que El poet a reun ió en torno de su cuna toda~ las
quer na leerl o en una herm osa trans cripc ión espe-
latin a. . ranz as que eleva ban en ese mom ento a la tierr
Sabe mos por ellas que Galo está perd idam ente a, ago-
ena- tada por los sufri mien tos y el .op_robio de las
g_u~r
mor~do y que Lico ris lo burló bruta
lmen te huye ndo civil es hacia la fe en el rena cimi ento de la fehci ras
de el, .que los poet as Bavi o y Mev io irrita dad.
ron los En la' églog a V dos pasto res cant an al héro
nerv ios de Virg ilio, y muc has otras cosa s más. e de la
Re- pasto ral, a su prote ctor Dafn is, prim ero a
cord emos la Guir land e de Julie y el Sonn et a _Daf nis
la priri- mue rto, al cual llora la natu ralez a, luego a Dafn
cesse Uran ie sur sa fievr e. En Catu lo una is resu-
brom a citad o asoci ado con el culto de los diose s, trans
pesa da, el robo de una servi lleta a su pose edor 4 form ado
sirve 1'· en ge~io de la vida agríc ola; ese poem a rústi
de ocas ión a delic adas expr esion es de amis co de
t~d
1
por 11 pasto res ocios os tenn ina co.n el i~tercambio
pa.rt e del poet a. Así ocur ría en las églog as, ¡¡, _de pe-
y un pa· queñ os regal os entre los artis tas, tie~e la grac
saje cuyo verd ader o alcan ce nos escap a, nos ia Y. la
pare ceda trivi alida d de uno de los suce sos habi tuale s de
más enca ntad or si supié ramo s lo que hay deba la vida
jo. El pasto ril; no obsta nte, los canto s de los pasto res
poet a no podí a decid irse en esos insta ntes a están
reca rgar · henc hido s de una aflue ncia de savia prim
su verso con un nom bre prop io latin o, pero aver al, se
se le carg an de alusi ones trans pare ntes que retro
ofrec ía el grieg o, con su prest igio litera rio, la traen la
músi ca imag inaci ón del lecto r haci a las desd ichas pasa
de su leng ua, el extra ñam iento que ofrec ía a das, Y
la ima·
5. Véase J. Carcopino, Virgi le et le myste re
4. Poem a 12. • églog ue.
de la IVe .

1
25
1
t'
Sicili a, de la cual tantas cosas noble s recibi ó Gre-
en las _cuale s ;;e ha podid o leer un recue rdo de la
cia, donde se mezc laban de una mane ra tan exqui sita
apote osis de Cesar .
el positi vismo de los puebl os latino s y el ideali smo
El conju nto de estos diez poem as forma una escen a
de la raza helen a, fue una de las dos patria s de la
en-qu e se proye,ct~ y se fusion an vistas de la cam-
pastor a1.. Su segun da cuna fue Greci a, la Arcad ia, y
h~ma, . refleJ_os cosmi cos del unive rso, recue rdos
de la Virgi lio alude a menu do en sus églog as a estas dos
Istona .' !n~tezas .Y alegrí as huma nas, y donde los patria s; invoc a a las Musa s de Sicili a, Siéeli des Musa e,
acont~cimientos pr;va dos, que no puede n faltar
porqu e en el comie nzo de la cuart a; en la décim a, la ninfa
~~mstituyen la ·razon de ser de la colecc ión,
se ampli - Aretu sa recibe · sus adios es a un géner o al cual él no
Ican .J?ara no queda r en despr oporc ión con el resto volve rá. Y en much os pasaj es los pasto res de Arcad ia
, Tamb :;¡n los. perso najes , al perde r su indiv iduali dad.
son menc ionad os como los pasto res canto res por exce·
se¡ vu ven tipos: el seco Títiro , el triste Melib eo ei
ce oso Mena lcas, el conm ovedo r Meris . Galo mis::U lencia .
:~
aunqu e. no lo disim ule ningú n seudó nimo, ya no La pasto ral sicilia na tenía un héroe prote ctor que
Galo, smo un pasto r de Arcad ia traici onado pór el era Dafni s, celeb rado por Virgi lio en la églog a V. Su
;mor , pertu rbado por· la traici ón, al cual la natur a- histor ia era un mito mal conoc ido, eman ado de sueño s
ez~ enter a se preoc upa de conso lar y recon ducir
de zagale s sicilia nos y cuyas versio nes han variad o
a la much o. Dafni s, como el Hipól ito de Euríp ides, había
razon .
resist ido a las seduc cione s de Venu s y la diosa se
Para dars~ cuent a del aport e perso nal de Virgi lio había venga do de ello. Ning una fuente indic a clara·
en esta poesl a, que a pesar de ser la prime ra mues tra
mente la causa de su muert e. Resuc itó enseg uida y
a ~n loeta en poses ión de la exper iencia de su arte se ubicó entre los diose s en una gloria de apote osis.
y e .a madu rez de su pensa mient o, es neces ario dar
Ese peque ño relato , despr ovisto de comp lejida d y re·
una OJead a a lo que había sido antes de él la "" ' ' 'i
pasto ral. busca mient o, se parec e a los de los demá s héroe s
..--esi a ,,
agríco las: como los dioses de la veget ación , esos hé-
La poesí a pasto ral se comp one de dos eleme ntos· roes se recog en en la muer te duran te la estaci ón in-
un el~~ento dram ático y otro music al. El element~
. 1

verna l y reapa recen a la luz con la prime ra savia de


dram ahco es de orige n litera rio, pues el canto se en- la prima vera. Dafni s ocupa un gran lugar en la pas-
cuadr a en u~ peque ño saine te que lo anunc ia, lo intro- toral sicilia na: los pasto res le canta n en los canto s
duce Y, defme .sus condi cione s. El canto es, por el ameb eos y a veces llevan su nomb re.
~ontrano, de onge n pasto ral; eman a de la vida
mism a La otra escue la pasto ral, en la Greci a contin ental,
e los pasto res, de los ocios que les perm itía el ga-
parec e más antigu a. Es allí donde se erigía el Liceo ,
nado :;cup ado en pasta r Y de los instin tos artísti cos
la "iM;o ntaña de los lobos ", donde vagab a el dios
natur . des de "!guna~ razas. ~sos instin tos no han desa~ Pan, el prime r músic o que haya sacad o sonid os del ca-
paree~ o hoy, en Cierto s paises de pasto reo,
en Suiza ramil lo; fue allí donde Herm es nació de la Atlán tida
por eJemp lo, to~avía se puede oír la voz de los pas-
Maya , sobre las lader as del Cilen o. Lo que Dafni s
~ores f~e c~mbman sus melod ías y llenan de era para Sicili a, Pan lo fue para este rincó n de tierra ,
ecos ·~·
o? va es circun dante s. Los viajer os dicen que lo
humil de cantó n, ·cuya sola gloria fue la de haber en-
mism o ocurr e en la Sicili a actua l. ,

27
26
gendrado la pastoral y haberle dado todos sus elemen- como las que elaboraría el más hábil de los poetas.
tos, actores, decorado, escenario. La palabra "arcá- Era la convención. Y por cierto no era cosa simple.
dic?" hasta es sinónimo de "pastoral" y todos los Virgilio parece haberse sentido atraído, en todas las
a_ccidentes de la región, montañas, bosques y ríos, circunstancias, por la dificultad de la tarea. Estu-
smiliolizan a su vez esta poesía campestre. diando el trasfondo de sus poemas, se percibe que
Dosciento>¡ _años antes del nacimiento de Virgilio, siempre luchaba con una materia que burlaba sus
la p~~toral había llegado a su más alto grado de per- designios y cuyo trato requería astucia. - La Eneida,
fecci?n por . obra del poeta siciliano Teócrito, que sobre todo, nos dará prueba de ello. Este horror hacia
a?~bo en Egipto su carrera y su vida. Con él, cam- todo lo que es fácil, triviai, lo que Calimaco llama "el
b_w .c.o~pletamente de carácter. Canto de campesino poema cíclico", es decir accesible a todos, es herencia
Siguw siendo, al menos en apariencia. Pero los cam- de la ciudad de los Ptolomeos. Cuando sus pastores
pesinos del idilio alejandrino ya no cantaban en él comienzan a cantar, está convenido de antemano que
para sí mismos y sus pares; pensaban sobre todo en sólo se oirán -cantos en los cuales la brevedad pro-
el placer de los habitantes de las ciudades. Estas ducirá a la vez el equilibrio de la mesura y la con-
ha~ían crecido, se habían poblado y extendido. Alejan- centración del pensamiento, dos cualidades que por
dna, se_de de los Ptolomeos, era la más vasta y mejor su cultura aquéllos son poco capaces de poseer. Y sin
constrmda de toda la antigüedad. El confort, la hi- embargo deben mantener el carácter de verdaderos
giene y la belleza reinaban en ella. Estos hombrés pastores, no sólo por su caramillo, su cayado y sus ·
saciados de urbanismo se hallaban, sin embargo, ator- ovejas, sino también por su lengua, sus preocupacio-
mentados por la nostalgia de la campaña, y la vida nes, sus intereses: la pastoral es, pues, la mezcla de
rústica llegó a constituir para ellos un ideal enfer- un arte idealizado, muy alejado de la naturaleza, y
mizo que hubo que realizar -como ocurrió en el de un _realismo a veces muy osado. Y por ello es
~rianó'?, en medio del solemne parque de V ersalles- esencialmente alejandrina, ya que la fórmula del ale-
sm pnvarlos de los goces a los que estaban habi- j andrinismo asocia la gracia del pensamiento con el
t~ados. Para satisfacerlos, los poetas imaginaron una realismo de las representaciones.
VId.af campesina de simplicidad, quietud, mediocridad N o se debe retroceder ante las consecuencias que se
sah~ echa, en . la cual los verdaderos campesinos no ofrecen aquí a nuestro sentido lógico: la pastoral es
hubieran podido reconocerse. Comprendida así, la un género falso. Falso no porque nos choque como
pastoral tiene una modalidad muy caracterizada en una invención ofensiva, sino a la manera de un cua-
la cual resuenan, por momentos, notas falsas. ' dro que se elabora en el ojo del pintor, pero cuyo
La regla del género exigía que los rústicos, maes- modelo la naturaleza no ofreció nunca a nues~ros
tros de la flauta rústica, fueran artistas delicados· propios ojos; falso a la manera de ciertos matices de
debían conocer todos los secretos del arte más difícii los que gustan las modas cansadas de lo franco: azules
lflás alejado de ellos y más ajeno a sus capacidades; que son casi verdes, rosas que tienen reflejos de ama-
el sutil alejandrinismo. A la hora temible del medio- rillo o de violeta,_ rojos que tienden al azul o el
día, cuando merodea el dios Pan, debían proferir en negro, que la industria bautiza sucesivamente con
la selva estrofas bien medidas, bien equilibradas, tales nombres inesperados. El placer suscitado por estos

28 29
equívocos pertenece eh general a una época hastiada,
II
que ha agotado todas las alegrías ofrecidas por la
naturaleza, una época tardía, de esas para las cuales
el siglo XIX imaginó el epíteto de "decadente" . Es Reflejos de Alejandría
cierto que el alej andrinismo presentó este carácter,
hasta le legó su nombre, que sirve a menudo para
?e.sig:'ar. el fa:ls~ gusto, el mal gusto, y con esto se lo
lUJUria InmereCidam ente, pues tuvo sus días felices,
s~s obras, maestras: ~unque no hubiera producido
s~no a Cahmaco, Te?cnto, y algunos epigramas exqui-
Sitos de la Antologw;, merecería un puesto de honor
en la historia del espíritu humano. Pero careció de
las dos notas distintivas de las grandes literaturas: el
favor del pueblo y la producción de obras magistra- En la época de Virgilio, la literatura latina aún
les. Mucho aprendió por cierto Virgili6'en la escuela buscaba su orientación. Hacia la época de Cicerón
del alejandrinis mo; fue uno de sus alumnos más de- se había dividido en dos corrientes antagónicas que
votos e inteligentes. Pero luego de agotar el cono- alimentaban querellas a menudo muy agudas, repre-
cimiento de sus recursos, la superó. Las p.Ígrn~s que sentada 1!!lil por Lu~~~!_o, nacido hacia 98 y muerto
siguen nos harán asistir a este progreso. hacia 55 a. C., y la otra por Catulo, que vivió de 85
a 54 a. C. El papel de Virgilío consistió en reunirlas
en· una sola y dar de esa manera su sesgo definitivo
a la poesía romana.
El poema de Lucrecio, De rerum natura, está con·
sagrado a la exposición del sistema materialista y de-
terminista de Epicuro: el mundo se organiza por las
solas fuerzas inmanentes a la materia; el alma, mate-
rial como el cuerpo, mortal como él, escapa mediante
esta mortalidad a los tormentos de los Infiernos, ame-
naza que pesaba sobre ella. Estas dos tesis se desa-
rrollan en espléndidas imágenes, en tiradas apasio-
nadas. Lucrecio es, ciertamente, uno de los más
grandes poetas, quizás el más grande, del mundo greco-
.i latino. Pero es, al mismo tiempo, un escritor rudo y
f
desmañado, que desbordaba por la fuerza· y la am-
plitud de su genio los cuadros de una literatura aún
en períodos de formación casi escolar, a la búsqueda
·~
de su lengua, de sus medios de expresión, ingenua
¡ y torpe.
'
1.
\


u
30 31
.. !-'a cara.:;terística de esta época arcaica es una pro- si se hubiera sometido a la escuela de la prosa de
~Jida~ testimoniada por los textos de leyes y las obras Cicerón.
hteranas, y de la cual ofrece precisamente Lucrecio Durante este tiempo, el círculo de Catulo agrupaba
el ejemplo más manifiesto; obtiene de ella, porque es a una cohorte de jóvenes prendados, como lo están
un gran artista, efectos espléndidos, pero más bien la habitualmente, de la novedad y la revolución. Toma-
sufre que la busca. Su contemporáneo Cicerón· por ban de Alejandría su santo y seña. Irritaban los
el contrario; hizo de tal prolijidad un procedim'iento nervios de Cicerón, que los llamaba desdeñosamente
de arte; la equilibra, la ordena mediante el ritmo la cantores Euphorionis, "machacones de Euforión", mo-
organiza en frase musical. Desde hace. un tiempo' se tej ándolos así con el nombre del más oscuro y medio-
ha puesto de moda reprochar a Cicerón su locuacidad· cre poeta de la época helenística. Se hacía mucho
los antiguos, más justos, admiraban su abundancia' ruido en torno de este cenáculo, mientras Lucrecio
la famo~a copia c~racterística de su estilo. La copi~ realizaba .su obra en la soledad y el silencio. Se de-
es de ongen oratono, pues el estilo apretado y conciso signaba a sus mieniliros con el título de "innovadores",
lleva d~rectamente al orador al desafecto del público, '¡, y ello en dos lenguas: en griego eran los neóteroi. ..
9ue quiere tener el tiempo necesario para captar las en latín los noui poetae. • ·
Ideas que. ve desfilar y poder asimilarlas. Y cuando se La simpatía de sus tendencias condujo a Virgilio
p:esenta con la levedad y la armonía del estilo cicero- hacia éstos, y fue entonces un discípulo de los ale-
niano, se vuelve procedimiento de arte. jandrinos. Entre esta escuela y la que habría fun-
. Lucrecio no conoció esta perfección de la frase, y dado Lucrecio si hubiera tenido una posteridad, había
sm. ~bargo también buscó en la amplitud el efecto una total diferencia. La poesía de Lucrecio era joven,
arhshco. Pero, menos hábil que Cicerón, no supo brotaba propiamente del suelo romano. Los alejan-
escalonar las proposiciones según su valor estrechar drinos continuaban una tradición muy larga, la de los
en el período, en un solo todo, las que co~currían al griegos, gastada y agotada en la época de Alej andr.o.
desarrollo de la idea; buscó sobre todo la abundancia El arte en ese momento cambió de patria. Atenas,
en ;l volumen_ de l;>s elementos, tomando de la lengua vencida, conservó por cierto su prestigio intelectual,
anhgua, q~e Impnme a su estilo una nota singular- pero esta vida de la cultura separada de toda vida
mente arcaica, palabras que el uso había abreviado, política vegetó en una semioscuridad. La brillante
reempla~ando términos simples por. perífrasis, l.ltili- corte de los Ptolomeos ambicionó recoger su suce-
zando VInculos lógicos embarazosos, que horrorizarán sión, los reyes sé mostraron magníficos para asegu-
a la poesía posterior. Pero, pese a estas torpezas rársela y fundaron la biblioteca de Alejandría, su

j cuanta gran deza, vigor y pasión! La poesía latina' Museo, y llamaron y mantuvieron allí a todos los
no volverá a mostrar nunca tal vuelo lírico, acentos sabios del mundo griego. En la vida intensa que se
tan emocionantes, súplicas tan conmovedoras. despertó no sólo en torno de los reyes, sino también
Este arte, que prometía ser tan grande, requería de las princesas, como· Arsinoe y Berenice, se reunie-
p~es. muchos retoques. No los hubo; Lucrecio ter- ron poetas, verdaderos poetas, y de esa nueva tierra
rumo su estirpe y quedó sin heredero. Estamos redu- nutricia brotó una rama nueva so·bre el viejo árbol de
cidos a imaginar lo que hubiera podido ser la poesía la literatura helénica: la literatura helenística o alejan·

32 33
~~i~a. No pro~u.cto natural de un suelo, sino creació n origen, sino la que surge, neta y límpida , de la fuente
lgunos espintu s notable s.' creació n art"f" . 1
medita da .d 1 lela ' pre- sagrad a, alguna s gotas, pureza suprem a."
o-rave he' h quef a, dc.alcul ada, y, circuns tancia más Esta delicad eza se mantie ne apartad a de todos los
~ ·l e al a a me Ida de una ·corte refinad a, deseo-
oc! a por e pueblo y el ignaro. flujos de palabra s, de elocuen cia, de patetism o, hechos
para la masa, .a la cual vuelven porque de ella vienen,
M E~ legisla dor de la nueva escuela fue Calím ese oleaje impuro de triviali dades, de repetic iones, de
uc ~s dt;, sus obras desapa reciero n o sólo nos :~~ palabra s que perdier on su virgini dad en" contact os gro'
conoCi d?s por alguno s fragme ntos descub iertos en las seros. La poesía no es un río, sólo es una fuente,
excava ciones que h .
los a . . . ex umaron y continú an exhum ando un arroyue lo que brota ep. el .secreto ,· para los pri-
b tp piros egipcio s. Hemos conserv ado sin embarg o vilegia dos ; sólo se descub re a las almas exquisi tas y
rea1u: :t: ~oo~o J:~~ i~~nocer b_ien su poética , que se móviles , que saben estreme cerse con contact os leves,
cundid ad tal p b p muy simples , pero de una fe- en una palabra , a raras sensibi lidades . El río asirio
que ocup' qu~ ast~ron para traer a luz una escuela que reprue ba el poeta, ¿no sería, como en una especie
ratura. o un uen ugar en la histori a de la lite- de vaticin io, el gran oleaje de pensam ientos e imágen es
agitado por Lucrec io, que arrastr a a la vez el limo de
ad E~ p~imero es el de la obra corta. Nadie fue más los vínculo s prosaic os, los pasajes sin relieve cuando
lle;u~a~;a d:I H;:~:o ;¡:ep~:~:;:~co; Y esta ad~iración
1 calla la inspira ción, y exhala la rancied ad ·arcaic a
de una lengua envejec ida?
S~~~: ~~:~e~~;:;:~:!~O- a ~'::"~aél, yaa~:::~Iet~!:p~ · El segund o princip io de la retóric a de Calíma co
er; s~ época imitado res deyla lliad1'/l:
~dfuede haber
. sea, porque
sólo nos fue conocid o durant e mucho tiempo por Vir-
gilio, pero el origina l traduci do por él muy ajusta-
nmgun talento es capaz d . l
cuanto a los , . e e evarse .a su altura. En dament e · apareci ó hace poco en las excava ciones de la
Ar t" 1 epicos que han recogid o su sucesió n ciudad de Oxirrin co. Me limitar é a citar la imitaci ón
e mo, os poetas de Las Ciprias ' de Lo s R etornos ' de Virgili o. En la égloga VI, respon de a Varo que
3
de t d ¡ que se ha llamad o el "ciclo" h
. o o , osólo cabe
e ahmaco ' orror e
d,
le ha requeri do cantar sus hazaña s. Se esquiva y se
ción. En el Hi ro;¡pe[
con su medioc re inspira - excusa en el gracios o apólog o que toma de Calíma co :
p.lica .su pensam;:~~ asotr: :;;tee~~~~!a e~e u~:re~:g:x1_ ~ "Cuand o me dispon ía a celebra r a los reyes y los com-
bates, el dios del Cinto me tocó la oreja y me ·advirti ó:
f Ica Imagen cnstah n d ¡· d e la

. · "' y 'e 1 ejempl
defllliCion a Y ¡ e Ica , a, que contien
d \ El pastor -me dijo- debe apacen tar a sus ovejas
"El d 1 • ? . e a poesia
curso e no asiriO es d
_a la que él aspira: para que engord en, pero debe entona r cancion es mo-
mucha tierra impura m h plo. eroso, pero arrastr a destas. No faltarán , Varo, poetas que module n tus
' uc o Imo en sus d A elogios y celebre n las tristes guerras . Y o haré oír
eo 2 sus sacerdo tisas no le llevan agua de ~:al~~ier
D

3. 3w8; sobre las relacion es de Virgilio con Calímac o,


L Calímac o, Himnos, 2, 108 y sigs. véase J. Hul,Jaux, Les th€mes bucoliqu es dans la poésie latine,
2. Otro nombre de Deméter . pág. 7 y sigs.

34 35
ahora una musa agreste en mi caramill o. No sin haber escribió las Bucólica s -no tenía todavía treinta años-
recibido la orden canto así". no podía llegar mucho más alto que Catulo, Tibulo,
Pro.pcr_9k!., muertos todos a esa edad. Ni siquiera
Calímac o dijo: nada largo; Virgilio dice aquí: nada igualó la madurez precoz de éstos, ésa que el destino
pesado, y nos da por segunda vez el ejemplo al acuerda a los jóvenes cuya existenc ia debe ser corta.
mismo tiempo que el precepto~ Estos versos son de- 1
En él, la perfecci ón del arte se anticipó a la existenc ia
una fluida ironía. El poeta recuerda el placer con
que los di6ses de Homero respirab an el humo de los
sacrifici os: las víctimas deben ser entonces bien gordas.
Pero el verso debe ser delgado, menudo , fino. ¡No
l
1
del pensami ento. Debemo s entonces d1ri'¡>;ir al prin-
cipio nuestras miradas al plano artístico .
La búsqued a de la breveda d tomó entre los alejan-
confund as, oh cantor divino, los ganados que haces drinos todas las formas: persigui eron la de la expre-
pacer y los poemas que compone s! La pesadez fue tan sión, la de las obras, la de las manifes taciones del
odiosa para . Calímac o, que repudió la herencia y re- sentimie nto; pero lo que sobre todo y obstinad amente
negó la estirpe de un poeta antiguo que en ciertos acortaro n fue la largura material de los poemas. Tra-
aspectos se le parecía y había abierto la vía tomada jeron así a la existenc ia formas nuevas, descono cidas
'a su vez por él: Antímac o de Colofón , autor de un para la literatur a helénica , en reempla zo de otras más
poema de amor llamado Lide: es -dice Calíma co- antiguas y volumin osas: el epilio, pequeña epopeya
un escrito espeso y sin sutileza.4 Y en cambio, j cuán abreviad a, y el epigram a, minúscu lo poema cuya ex-
sutil, liviano, breve, aéreo es el talento de un Teócrito , tensión, muy ·a menudo , no pasa de dos versos. Calí-
de muchos epigram áticos, de Calímac o mismo! maco nos ha dejado muchos de estos últimos que
llegan a la perfecci ón. Leamos uno al azar, el epi-
Catulo y Virgilio se dejaron guiar por sus huellas, grama 19, por ejemplo : "¡Un niño de doce años! Su
y el éxito fue tan grande que merece nuestra plena
padre Filipo lo depositó aquí en la tumba, Nicotele s,
admirac ión. Pero notemos desde ya que el alejandr i- toda su esperanz a." Dos líneas, y todo un drama:
nismo latino se apartó ·del alejandr inismo alejandr ino sueños desvanec idos, horror de la separaci ón, una
en un punto, y que esta separaci ón bastó para diver- morada vacía, una vida rota; ningún patetism o, pero
sificar las dos literatur as de una manera esencial . El j cómo nos llega la emoción !
primero , pese a los precepto s de Calímac o y al en-
canto mismo de las Bucólica s, no pudo escapar del En ningún poema se disimula mejor el arte. Es
todo a la pesadez romana, que aun en Horacio y en fácil imagina r el número de retoques que se requiere n
los elegíaco s es un poco pedagóg ica y moraliza nte, para lograr tal resultad o; no exige más la fabrica-
de lo cual resulta no tanto una carga como un lastre .... ción de un instrum ento de precisió n, ni las pequeña s
Por este acceso penetrar on en la literatur a latina el obras maestras que el miniatu rista trae paciente mente
sentido humano , el de los altos valores de la vida, de a la vida sobre una delgada placa de marfil. En este
los cuales no se preocup aba el alejandr inismo. Vere- caso el oficio secundó al· esfuerzo , la poesía coleccio nó
mos que Virgilio se eleva poco a poco hacia esa cima. los giros propios para recibir una materia densa sin
Pero es aún prematu ro seguirlo por ese lado. Cuando plegarse bajo el peso. Se ha establec ido una conven-
ción entre poeta y lector: ciertas palabras , ciertos co-
mienzos de frase son la señal anuncia dora de la entrada
4. Ed. E. Caben, pág. 103, n. l.

36 37
,
en escena de sentimiento s esperados. En suma, el árbitro, los rivales comienzan. La mayor parte de las
alej andrinisrno se procuró sus ternas y sus clisés, que veces el canto· es alternado, amebeo, como lo llama la
1 lengua convenciona l del género. El concurrente invi-
devendrán el fondo común a la bucólica, la lírica y los
elegíacos. tado a comenzar pronuncia dos o cuatro versos, rara·
Organizada con miras a la perfección en la bre-
1
mente más; el segundo retoma su tema sobre e1 mismo
), modo, es decir abundando, o sobre el modo opuesto,
vedad, la poesía alejandrina no puede tender a otros
efectos. Su álcance se encuentra ·limitado y ciertos contradicien do ; un mismo motivo . pasa· así del modo
1 mayor al menor, conservando siempre su ritmo.
accesos le están prohibidos. Debe alcanzar su objeto 1
1

de entrada; no tiene espacio para ensayos repetidos. ~) La sucesión de temas es perfectamen te libre. No
El orador puede volver sobre una frase que no con- 1 obedece a ninguna regla y depende de la fantasía del
sidera satisfactoria y perfecciona rla o corregirla en la primer interlocutor que, en una especie de cross-coun-
frase siguiente. La poesía alejandrina no puede: debe try poético arrastra al segundo por donde le place. La
dar la pincelada de un solo golpe. No puede analizar égloga 111, por ejemplo, comienza con una invocación
el desarrollo de un sentimiento : necesitaría demasiado a los dioses: Dametas pide la protección de Júpiter,
espacio. Capta la emoción al pasar y fija un estado luego Menalcas la de Febo .. Pasan enseguida a los
momentáneo de ella. En fin, esta emoción misma la intereses del corazón: Dametas ama a Galatea y Me-
traduce más por lo exterior que por lo interior, por nalcas a Arnintas ; luego a las preocupacio nes propias
gestos y actitudes, más fáciles de anotar brevemente del aprisco: Dametas teme las plagas que amenazan
que los estados psicológicos . ~ sus cultivos y Menalcas se alegra de lo que favorece
El lector . quizá ~e pregunte por qué al referirme los suyos. Después dos estrofas de crítica literaria:
1 Dametas exalta el talento poético de Polión y Me-
a la poesía pastoral de Virgilio insisto sobre un gé-
nero de poema que nunca fue el suyo, o sea el epi- 1 nalcas denigra los poemas de Bavio y de Mevio. A
grama. Pero esto sólo es una apariencia. El epigrama \' continuació n un resumen de los peligros de la vida
aparece por todos lados en las Bucólicas y es difícil 1
1
pastoril: Dametas advierte a sus esclavos que eviten
comprender las sin remontar a este elemento esencial. la serpiente oculta en la hierba, Menalcas recomienda
Casi todas las églogas -exactamen te siete sobre
1 a sus ovejas que no se acerquen mucho al río, cuyos
bordes amenazan derrumbarse . Siguen algunas refle-
diez- se dividen en dos partes. Una intrÓducció n,
xiones sobre los ganados, y luego dos enigmas pro-
pequeña escena de género, hace conocer el tema, y una
conclusión trae el desenlace; a estas partes nos refe-
riremos en el capítulo siguiente; entre ambas se des-
i
1
puestos por cada interlocutor al otro, que quedan sin
solución.
liza un canto, de ordinario un canto de pastor. De Vemos entonces que el canto amebeo no tiene terna.
ese canto nos ocuparemos en el presente capítulo. Cada i
.t-·
Es un rosario de epigramas; cada uno forma un
poema contiene entonces una pequeña intriga, la misma sistema cerrado, ligado al siguiente sólo por la ley
siempre, pero con algunas variantes: dos pastores se del paralelismo. La convención, que constituía, según
interpelan, se lanzan un desafío y se organiza un dijimos, la ley de la pastoral, no se disimula en modo
concurso. Se elige un juez, se depositan las recom- alguno. Si bien es natural que los pastores piensen en
pensas que obtendrá el vencedor y, a una señal del 1 sus ganados y en sus amores, no lo es en absoluto que

1
1

38 )
1 39

{
juzguen el talento de Polión, de Mevio y de Bavio. El
poeta, temiendo que se lo tome demasiado en serio, les vo de larga vida. Si haces durar su felicidad tendrás
retira súbitamente la máscara y advierte al lector que una estatua de mármol pulido con coturnos de púrpu-
no se trata de vulgares guardianes de ganado. ra atados a tu pantorrilla." 7 El primer dístico es una
Pero la advertencia no era necesaria y desde el e,;. inscripción votiva, como muchas que se veían en los
mienzo el arte de las pequeñas estrofas denunciaba el templos junto a las ofrendas de los fieles; el segundo
disfraz; la b-agunda réplica de Dametas está consagrada ;s ~m epigrama votivo. La ligazón de ambas partes es
a Galatea: "Galatea me arroja una manzana, la jugue- Inbma, dado que el . voto es una consecuencia de la
tona, y huye hacia los sauces, pero de modo que yo ofrenda. El estilo es el mismo, son dos medallas de
la vea." 5 Es el arte de Calímaco en el epigrama de una acuñación neta: en el reverso, la testa erizada
Nicoteles: un pequeño drama completo, decorado, per- de cerdas, en el anverso la estatua de Diana cazadora
sonajes, acción; ¿qué es lo que no se encuentra en que tan a menudo exhiben nuestros museos.
e~tas dos líneas_? Vivacidad graciosa de la campesi- El epigrama, en efecto, toma fácilmente el aspecto
mta, muy prop1a para hacer perder la cabeza a los de las artes figuradas, pintura o escultura. He aquí,
jóvenes pastores, fruto purpúreo que atraviesa el aire, por ejemplo, la acuarela - o el grabado- del "Ga-
huida hipócrita que se demora, melindres que tratan nado al borde del agua": "Cuidad, ovejas, de no avan-
de atraer la atención, un hermoso día de julio, el zar demasiado, no se puede confiar mucho en la ori-
arroyo que murmura bajo los mimbres, persecución lla. El carnero mismo se está secando el vellón." s Y
cuyo premio es un beso, pureza cristalina de las car- qué admiración suscitan estos dos cuadros, paisaje de
cajadas. verano e interior de invierno, destinados a correspon-
Breve como es, el epigrama - o la estrofa del canto derse: "Fuente musgosa y hierba más blanda que el
amebeo- se presta a una . multitud de disposiciones. sueño, arbusto que la cubre con su leve sombra de-
A menudo, sobre todo cuando la réplica es de cuatro ··' fended mi rebaño contra el solsticio; se acerca ;a el
versos, el poeta introduce en él un brusco cambio quemante verano, ya los brotes se hinchan sobre la
de decorado, verdadero golpe de teatro: "La campaña 1 . viña flexible." 9 "Aquí está el hogar y las teas resi-
está seca, la hierba, marchitada por una atmósfera co- nosas; aquí hay siempre un gran fuego y las jambas
rrompida, tiene sed; Líber rehúsa a las colinas la 1
de. la puerta están ennegrecidas por un humo conti-
sombra de sus pámpanos; a la llegada de nuestra Fi- nuo; aquí nos preocupamos tanto de los fríos del
lis reverdecerá todo el bosque y ·Júpiter descenderá, Bóreas como el lobo del número de las ovejas o los
multiplicándose en una lluvia fecunda." 6 O también
1 torrentosos ríos de sus riberas." lO
se suceden dos escenas, cada una de las cuales conser- Luego de habernos demorado a mirar de c~rca como
va sus rasgos propios: "A ti, Virgen de Delos, te ofre- lo hacemos con los detalles de ¡,: jo y ería de ' algún
ce el pequeño Micón esta cabeza de jabalí, munida de cuadro 'flamenco, las secciones del canto amebeo de-
sus cerdas, y también los ramosos cuernos de un cier- bemos tomar perspectiva y considerar su aspect~ ge-

7. Buc. 7, 29-32.
5. Buc. 3, 64-65. 8. Buc. 3, 94-95.
6. Buc. 7, ·57-60. 9. Buc. 7, 45-48.
10. Buc. 7, 49-52.

40
41
1
~-
neral. Es el de un canto que arrastra en su curso todo toda la na~uraleza arcadia _P~ra consolarlo y argumen-
un sistema de epigramas de la misma medida. El rit- tarle, no sin una nota de hviana y picante ironía. To-
dos los animales, los hombres, los dioses se afanan·
mo es uno de sus elementos esenciales . Virgilio, sin
"Allí están, en torno de él, las ovejas -para nosotro~
embargo, se ha negado la facilidad de marcarlo sir-
no tienen desdén; no lo tengas por ellas, oh divino
viéndose de diferentes especies de versos. Utiliza sólo
el exámetro, pero hizo de él un verso lírico mediante poeta, pues hasta el bello Adonis las apacel).tÓ al borde
de las aguas-; también vino el pastor, se acercaron
ciertas combinac iones poco numerosa s, aunque muy
eficaces. . lentament e los porqueros , llegó Menalcas, todo mojado
d~ recoger. las bellotas en invierno. Y todos: iDe
Siguiendo a Teócrito en el idilio de Las magas, y a
dond.e te VIene ese amor?, le preguntan . Vino Apolo:
Catulo en El epitaktmi o de Tetis y Peleo, emplea el
Galo -le dice-, tú pierdes la cabeza · tu bienamad a
refrán: en la égloga VIII, por ejemplo. El refrán de las' nieves , de lo~
marca el tiempo fuerte e impulsa el movimien to; su . a otro a través
Licoris, sigue
Llegó también Silvano con
campos enzados de armas.
retorno puede acelerarlo o retardarlo y su cambio pro- sobre la cabeza, agitando férulas
una corona agreste
duce, en ciertos pasajes, el diminuen do que en ciertas Arcadia, vino ,
sonatas anuncia el fin del trozo. El canto de Damón, . lirios. Pan,
en flor y grandes dios de
Y nosotros mismos lo vimos, embadurn ado el rostro
puntuado al comienzo por el verso:
con las rojas bayas del yezgo y con bermellón : "·Ter-
incipe, Maenalios mecum, mea tibia uersus, minará esto?, dijo. El Amor no se preocupa de "estos
"comienz a conmigo, o);¡ flauta mía, los versos del Mé-
nalo",11 termina muriendo sobre el mismo verso, le-
vemente modificad o:
desine Maenalios , iam desine, tibia uersus,
¡
'¡'
pesares; el cruel Am?r nunca se saeia de lágrimas, ni
los pastos de agua, m las abejas de citiso ni las cabras
de follaje." 13
El que imprime movimien to al desfile es el verbo
c?l.ocado al comienzo o casi al comienzo de las propo-
"cesa, cesa ya, oh flauta, los versos del Ménalo" .
12 SICiones. Es un procedim iento muy empleado por la
1 prosa para acelerar el ritmo de una frase. Pero Vir-
Pero los recursos ordinario s de la rítmica virgilia- gi~i': só~o le asignó una o dos veces uno de los lugares
na son más sutiles y ocultos. Le basta a menudo que privilegia dos del verso, el comienzo de un hemisti-
1
la oposición de temas de los dos interlocut ores esta- q.uio: Lo q~e creó la vida del trozo fue, pues, una
blezca un corte en el dibujo melódico y cree una r;t;miCa propia de la prosa. Y sin embargo ¡qué emo-
especie de compás de dos tiempos, más vivo cuando cwn y VIda cobra así la poesía! Quien busque analizar
cada estrofa tiene· dos versos, más lento .cuando tiene 1
su belleza hablará de la ingenuida d del sentimien to
cuatro. Llega incluso a prescindi r de esta alternanci a, <~ de la simplicid ad del vocabular io, de lo pintoresco d~
y el ritmo nace en all'Sencia de todo procedim iento i esta multitud que ha venido a rodear a Galo. Confe-
visible y tangible, por ejemplo en la égloga X. Galo semos sin embargo que Virgilio ha guardado muy bien
llora la infidelida d de Licoris y el poeta lo rodea de ) su verdadero secreto. Pero tenía uno, pues en muchos
<)

11. Buc. 8, 21, etcétera.


13. Buc. 10, 16-30.
12. Buc. 8, 62.

i
42 43

l .
pasajes de las Geórgioas y de la Eneida reencontró el delicados paisajes, toda una campaña de ensueño en
mismo arte. 14 miniatura.
El elemento esencial de estos brillantes pasajes es Virgilio no queda siempre aprisionado en la forma
una enumeración, figura ingenua que el arte mo<;lerno estricta del canto amebeo. En las églogas V y VIII
dejó caer en desgracia pero de la ·cual los antiguos, hay por cierto concurso y canto, pero cada pastor sólo
poetas y pr.osistas, extrajeron efectos graciosos o po· toma la palabra una vez y dos discursos. se. responden.
tentes. Virgilio la tratá en su primera manera con En las églogas II y VI tiene la palabra un solo per-
una frescura cuyo toque delicado sólo poseyó el ale- sonaje. Pero los aspectos del arte alejandrino se per-
jandrinismo. Aun en el breve espacio del epigrama, ciben también en este sector.
esta figura aporta al contenido no sólo la vida y mo- Los cantos de la égloga V I')Stán consagrados al pas-
vimiento, sino también una sorprendente riqueza: "El tor Dafnis. Mopso, el primer interlocutor, llora su
álamo place a Alcides, la viña a Iaco, el mirto a la muerte, y Menalcas, el segundo, canta su apoteosis. En
bella Venus, a Febo el laurel que se le consagra ... el discurso de Mopso la secuencia de ideas es ésta:
El fresno es el árbol más bonito en la selva, el pino Dafnis ha muerto, duelo de la naturaleza, elogio de Daf-
en los jardines, el álamo al borde de las· aguas, el abe- nis, esterilidad de la tierra, funerales de Dafnis. Como
to en las altas montañas." 15 Para introducirla en sus se ve, se trata menos de un relato -Virno no nos ente-
versos, Virgilio toma como pretexto la comparación: ra de nada referente a la muerte de Dafnis- que de un
"Como la viña es el honor de los árboles, el racimo conjunto de trenos agrupados en torno del sentimiento
de la viña, los toros del ganado, las mieses de los del duelo. La tercera y la cuarta parte se oponen a
feraces campos, tú eres el honor de los tuyos"; 16 la la manera de las estrofas de un canto amebeo: "Daf-
negación: "Ningún pastor en esos días condujo a nis es quien nos enseñó a uncir a un carro los tigres
abrevar sus bueyes saciados, ningún animal rozó con de Armenia, a conducir los tíacos de Baco y a entre-
sus labios las corrientes de agua, ninguno tocó con su t{ljer flexibles tirsos con blandas hojas; como la viña
diente una brizna de hierba"; 1 7 el juramento: "Mien- es el honor de los árboles, el racimo de la viña, los
tras el jabalí ame las alturas, el pez se complazca en toros del ganado, tú eres el honor de los tuyos." 19
los ríos, las abejas gusten del tomillo y las cigarras "Después que el destino te arrebató, también Pales,
del rocío, siempre conservaremos tu culto, tu nombre también Apolo abandonaron nuestros campos; a me-
y tus honores." 18 Todo parece aquí· una nada, un nudo, de l6s surcos en que enterramos buenos granos
vuelo de libélula, el roce de un tenue tejido de seda, de cebada sólo brota la estéril cizaña y la infecunda
pero ante esa nada, esos pocos nombres y adjetivos, avena; en lugar de la dulce violeta y del purpúreo
se evocan en nuestra imaginación visiones deliciosas, narciso nacen el cardo y el zarzal de agudas espinas." 2 0
Estas correspondencias, impuestas a ·los cantos ame-
14. Geórg. 2, 91 y sigs.; En., 7, 641 y sigs. beos, cuya estructura misma hace de la antítesis el
15. Buc. 7, 61-66. elemento motor, influyeron notablemente sobre la for·
16. Buc. 5, 32-34.
17. Buc. 5, 25-27. 19. Buc. 5, 29-34.
18. Buc. 5, 76-78. 20. Buc. 5, 34-39.

44
ma del relato alejandrino, que no se cine nunca a un los alienta. Entre los tres atan las guirnaldas como
desarrollo completo, sino que salta de un momento del cadenas en torno de los miembros del viejo y le em-
acaecer a otro, posándose sólo durante algunos instan- badurnan la cara con jugo de mora. Ocurre que desde
tes donde encuentra ocasión para un desarrollo que le hace mucho tiempo Sileno los embauca •con una pro-
place. Vemos apuntar aquí el método del epilion de mesa de canto nunca cumplida, y ellos lo obligan a
Aristeo, ese ~xtraño poemita con que terminan las Geór- decidirse.
gicas.- ' El dios está vencido. Comienza a cantar el naci-
La técnica del epigrama resume, pues, casi todo el .miento del mundo y las antiguas leyendas, el arte lo
arte de los ·cantos de pastores, compuestos por una serie transfigura y su improvisación es tan hermosa que
de rápidos cuadros, de líneas netas, que permiten al los Inmortales, inclinándose sobre el borde de la mo•
pincel fijarlos fácilmente. En la época helenística, en rada celeste, escuchan y ven con pesar que la estrella
efecto, las relaciones entre las artes figuradas y la de la tarde suba hacia el Olimpo, anunciando el fin
poesía son frecuentes e íntimas. En Teócrito y Vir- del día.
gilio, la organización de un concurso comporta, casi Es visible que esta escena, que reemplaza al sainete
siempre, la descripción de alguna obra artística que realista habitualmente introductorio del canto de/ los
1
un competidor deposita como prenda. Llega a ocurrir pastores, tomó su modelo de la pintura y no de la na-
que proporcione toda su materia a una bucólica. En turaleza. La égloga VI pierde con este cambio la
la égloga VI es fácil reconocer una de las pinturas amenidad que ofrecen casi todas las otras, debida a
mitológicas que nos muestran a menudo los frescos la oposición de las dos partes que las componen. Vir-
de Pompeya y que aparecen a veces hasta en la Enei-
da, por ejemplo al final de la tormenta del libro I,21
1 gil;io no repitió este ensayo porque sin duda percibió
que el conjunto así formado resultaba de una cierta
cuando Tritón y Cimótoe vienen, llamados por Neptu- i monotonía y, sobre todo, carecía de esa brisa fresca
"'
no, a reparar el desorden que causaron los vientos en i que sentiremos emanar de cada poeniita cuando estu-
la superficie del mar. diemos las partes que hasta ahora hemos pasado por
Aquí se trata de Sileno, dios rústico, por el cual los alto.
griegos no tenían gran respeto; lo vestían de cola, Es así como Virgilio se conformaba a la lección de
orejas de puerco y una gran panza. Virgilio lo pone los Alejandrinos en estas brillantes Bucólicas, que son
en escena en medio de los accesorios habituales del a la vez música y pintura, gracia y emoción discreta.
tipo rocalla, gruta, guirnaldas, vasos. Como de cos- Está en plena posesión de los temas y de los clisés, los
tumbre, bebió con exceso en el simposio de la víspera maneja con la seguridad de un gran artista. Este es el
y helo aquí en la actitud que conviene a su estado: su momento que elige para renunciar a ese arte, al darse
cara está congestionada, las guirnaldas cayeron de cuenta de que debía responder al llamado de otro, más
su cabeza y el cántaro de la borrachera, sujeto aún grave y más sólido, cuya promesa se muestra en las
por la mano, cuelga a su costado. Dos pastorcitos, partes dramáticas que nos quedan por estudiar.
Cromis y Mnasilo, lo espían; la pequeña náyade Egle

21. En., I, 145-148.

l
-
1
_,
46 47
III realismo es el elemento más sustancial de esta litera-
tura que carecía un poco de sustancia y que supo
El artista romano sacar partido de él sin perder nada de su fineza y su
distinción.
El ejemplo vino, también aquí, de las artes figura-
das. En la época de los Ptolomeos el_ retrato dio el
giro decisivo del ·cual nació el realismo·. Hasta en-
tonces los griegos sólo habían representado la belleza;
las divinas muchachas de inmortal sonrisa que se ali-
ne¡¡n hoy en los museos griegos, tan numerosas que se
les ha infligido la ofensa de llamarlas ·con el número
de un catálogo; esas cores, como se las designa, son
El canto de los pastores está encuadrado en las suplicantes que tenían en los templos el carácter de
églogas por un prólogo y un epílogo más graves, más mujeres piadosas, deseosas de permanecer sin cesar en
simples, más rudos. El efecto de oposición es muy fe· presencia de la divinidad; tomaban sin distinción los
liz: es el de una región luminosa realzada por una rasgos de la juventud y de la belleza, pues la vejez y
periferia más sombreada, pero de buen material y la fealdad no tenían acceso a los dioses.
buen trabajo. En el centro todo es fantasía, y aire· Pero bajo el reinado de los Ptolomeo~ aparecen, al
dedor de él todo es verdad y exactitud. menos en las monedas, perfiles sin belleza, cuyos ras-
En este realismo es posible reconocer aún la in· gos -conservan la huella de la vida, del pensamiento,
fluencia de Alejandría. Con su búsqueda de una cierta de la energía, de la astucia, y a. veces también de la
simplicidad e ingenuidad y su indiferencia respecto de . tontería. Se anuncia algo nuevo, un arte no -consagra-
las ideas generales, los artistas de la corte de los do precisamente a la representación de la fealdad, pero
Ptolomeos se habían visto llevados a mirar de cerca que no se espanta ante ella, que descubre en ella una
la naturaleza y a descubrir en sus manifestaciones más provincia de la humanidad que el idealismo se pre-
humildes una fuente nueva de inspiración desdeñada ciaba de ignorar.
por la contemplación altanera de los griegos. Esta La conquista del realismo fue ·una de las grandes
observación constituía el lado sólido de sus poemas, el conquistas del arte; mediante él, el arte llegó a pe-
lastre de la fantasía que sin ella no hubiera podido netrar los secretos de las almas. Recordemos por
encontrar su centro de gravedad. En los himnos y ejemplo la tela de Van Gogh, Los comedores de pa-
los epigramas de Calimaco los aspectos más conmo· pas: cuatro o cinco campesinos hambrientos, muertos
vedores son aquellos en los cuales reconocemos el mun- de fatiga, tienen en la mano el tubérculo que saborean
do que ·nos rodea con su sinceridad y su espontanei- lentamente, sin hablarse, sin mirarse; y esas manos
.dad. Ningún medio aparece a la posteridad con menos en las cuales el pintor -concentró toda la luz, secas,
majestad que esta corte suntuosa y frívola, a cuyos nudosas, verdaderas herramientas agrícolas; 1 nada de
ojos los campesinos y los burgueses tenían su graciá
ingenua que los dioses no intentaban sobrepasar. El l. Anne-Marie Rosset, Van Gogh, pág. 11.

49
hermoso, ni los cuerpos ni las almas; pero ¡qué her- dos, cuyo ajetreo observó ya veremos con qué agudeza
moso cuadro ! y sentido de. las costumbres campesinas.
El realismo, nacido en Alejandría, encontró su te- En la égloga III, Menalcas interpela al pastor
rreno privilegiado en Italia, donde el arte etrusco le Dametas que cuida el rebaño de su dueño Egón: ¿es
había abierto camino de antemano. El retrato, sea en por azar· el· de Melibeo? Recibe una respuesta negati-
perfiles de monedas 2 o en relieves,3 es uno de sus va que verosímilmente trataba de provocar, y se. ex-
aspectos más originales. El romano, positivista, utilita- tiende en una estrofa de piedad sobre las desdichadas
rista, prendado de todo lo que es humano, no disimula i bestias entregadas a un mercenario, mientras su dueño
ninguna tara ·a su modelo, ni las arrugas, ni los estra- '
.J hace la corte a Neera. En efecto, su mal humor no
:¡. gos de la vejez, ni los rasgos abotagados por una está desvinculado de N,eera, pues también él suspira
¡'i
i,'
vida de trabajo, ni las cejas contraídas por el cálculo 1 por ella, y su perspicacia de campesino suspicaz ha
,·,¡ de los negocios y la ansiedad de los resultados. Todo olido la intriga. El il!ocente Dametas sufre las des-

.'1 eso se lee en la :fisonomía de los banqueros, los polí- cargas de sus celos y comienzan a llover argumentos
:-:¡
ticos, los generales, y aun de las matronas. 1 malintencionados. Toda la escena tiene un aire muy
El arte dramático vino también a prestar ayuda a vivo, logrado con tanta veracidad como osadía. Re-
las artes figuradas. No los géneros mayores, tragedia conocemos en estos rústicos mantuanos, pese al dis-
y comedia, sino un género llegado también de Alejan-
dría, que se difundió en la escena romana luego de
haber despertado la ·curiosidad de todos, aun la de
j fraz de sus nombres griegos, al eterno campesino que
casi no ha cambiado desde hace dos mil años; nin-
guna acusación precisa, ningún reproche :formulado,
personajes de alto rango, como Cicerón: el mimo. sino sospechas, i.nsinuaciones, invectivas, insultos: te
Pequeña commedia dell' arte de la cual sólo estaba fi- vieron cerca del santuario de las Musas; ¿qué hacías
jado de antemano el libreto y que actores y actrices allí? -Fui yo, sin duda, quien cortó las viñas de
improvisaban con gran animación; :frecuentaba de me- Micón, ¿eh? ... ¿no eres tú? -¿Quién rompió en-
jor grado las cocinas y tabernas que los salones. tonces el arco que le habían regalado al joven Dafnis?
El mismo ya había inspirado a Teócrito los peque- ¿No :fuiste tú, por celos? -Yo te vi atrapar al chivo
ños sainetes que son muchos de sus idilios, donde de Damón. -Lo había ganado en un concurso de
aparecen en escena, sea campesinos, como en Los co- canto y me pertenecía. -¡Tú! ¡Un concurso de can-
sechadores, sea burgueses como en Las siracusanas. to! Pero ¿has utilizado alguna vez una flauta? ¿No
De él tomó Virgilio, sin duda, la idea de hacer de la solías tú, ignorante, hacer oír en las encrucijadas un
i.í
mayoría de sus églogas un mimo rústico. Pero su miserable poema con tu chillón caramillo? 4 Hay que
materia es totalmente romana, sus personajes vienen leer toda la escena, pues este breve resumen no logra
de recuerdos infantiles, de los que vio en la llanura de traducir su vivacidad y veracidad. Todavía hoy, entr'\'
Mantua dedicados al cuidado de la tierra y los gana- los campesinos franceses, encontramos el espíritu tor-
cido, la malevolencia presta a interpretar mal cual-.
2. Compárese J. Bab:elon, Le portrait dans l'antiquité .. quier actitud ajena, la malignidad de los vecinos que
d' aprés les monnaies, pág. 97 y sigs.
3. Compárese la colección de retratos romanos del mu-
4. Buc. 3, 7-27.
,¡!:: seo del· Louvre.

'1
50 51
.

1
.
espían por la ranura del cerco, que Lisias sorprendía La égloga IX, que estudiaremos más extensamente
ya en la campaña ática. luego, nos muestra por el contrario un alma recta,
Pero va a comenzar el canto amebeo. Los dos rús- perfectámente simpática y tan verdadera que -cada uno
ticos se transforman en delicados artistas e impro- de nosotros puede encontrarla en sus recuerdos. Se
visan las estrofas encantadoras que hemos estudiado trata del viejo Meris, esclavo o liberto de Menalcas;
en el capítulo _precedente. ¿Cómo tomará la cosa el este último tiene aquí el papel de Virgil_io mismo. La
lector? Pues muy bien, ya que está prevenido y no po- égloga comienza a la manera de una tragédia de Ra-
dría asombrarse. Además, entre las dos secciones de cine, por una conversación sorprendida en la mitad al
la égloga se interpone un pasaje de transición. El levantarse el telón: "¿Adónde te llevan tus pasos, Me-
realismo de la vida campesina encuentra aún ocasión ris?" Y Meris, cuyo corazón desborda, deja escapar
·de desplegarse. Menalcas nos entreabre la puerta d'e el exceso: la confiscación, amenaza suspendida desde
un interior donde la paz reina tan poco como entre largo tiempo sobre lá cabeza de su dueño, es ·ahora
los vecinos. Allí está una suegra que desconfía de su cosa hecha. Su finca ha recibido un nuevo posesor,
yerno y un padre cuya voluntad parece hallarse a un centurión que no encontrará en ella ni el trabajo
merced de aquélla: esta pareja cuenta y recuenta el de sus abuelos ni los lazos de amor gracias a los cua-
rebaño. Menalcll;S se ve así obligado a observar una les, desde generaciones, plantas, bestias y gentes for-
honestidad que no le es natural. Es otro rasgo del man una unidad en ese pedazo de tierra, que es para él
terruño este afán de ganancia y este terror de perder una fuente de ganancia, nada más. Tan poco se inte-
siquiera una parcela. Pero ya la nota alejandrina nos resa en ella que Menalcas conserva su explotación,
eleva por encima de esta materia con la descripción pero debe pagar una renta. Es duro ver cómo su
de la copa que él pastor ofrece -como prenda, y que hermosa tierra se vuelve mercenaria y el trabajo de
será propiedad del vencedor. sus manos es sólo una deuda hacia un extraño. Meris
Las ojeadas que da Virgilio al mundo campesino se encamina precisamente a Mantua para llevar al
1 pueden mantenerse en el plano del realismo, sin ser nuevo propietario un par de cabritos. Los dos com-
por ello pesimistas. La égloga V, en lugar de presen- pañeros hacen ·camino juntos y en el curso de su con-
'i
1 tar a dos pastores que discuten, nos los muestra in- versación se desarrolla el personaje del viejo Meris.
,¡ tercambiando cumplidos. Menalcas invita a Mopso a Hace años que vive con su dueño; ha adquirido sus
1
cantar y eada uno de ellos formula protestas de admi- hábitos, sus gestos, aun su educación. Como es un
ración por el otro. Puede verse en esta amenidad un hombre bien educado, su dolor no es desesperado ni
1
,¡ matiz arcadio. Sin embargo, se nota la verdadera locuaz. Sabe de memoria sus versos y los cita, todo
intención; están de acuerdo para elogiarse mutuamen- le es común con Menalcas. Dice: mittimus, "envia-
te, pero también para hacerlo a ·expensas de Amintas; mos", hablando de los cabritos que lleva; dice tam-
1
1 en nuestras montañas, dice Menalcas, sólo él osaría bién: carmina nostra, "nuestros poemas". El retrato
1
competir contigo. Seguro, contesta Mopso olvidando es de trazo firme, emotivo, de una sensibilidad bien
i bruscamente su modestia; no retrocedería ni siquie- virgiliana, nota dulce en esta gama dura de los tra-
l ra ante un concurso con Apolo.5 !)
bajadores de la tierra.
1
5. Buc. 5, 8-9. La égloga VIII, de una inspiración muy compleja,
1

52 53
muestra tanto como la égloga III en qué medida era hablando en primera persona. ¿Se trata de un artifi-
extraña a Virgilio la concepción arcadfa de un cam- cio de composición? Sea él mismo el novio abando-
pesino ideal empapado de afectación ciudadana. Es la nado o se trate de otro, le conservamos el papel que
égloga en la cual Virgilio ha captado y expresado más se asigna.
sólidamente el sentido del utilitarismo que en todas' las De su relato se deduce que las viviendas de los
épocas es un ('llemento constante del alma campesina. padres de Nisa y de Damón estaban .cer_canas, y los
Pero retomemos las cosas desde un pocO' antes. '!)iños eran de la misma edad o casi iguales; se man-
Polión le había pedido una imitación del idilio II tenía la ~elación de vecindad, las familias se visitaban
de Teócrito, Las magas. Este idilio contiene el rela- en sus huertos. En una de las visitas, Damón lleva
to de las aventuras amorosas de la heroína y de los a la pequeña hija y a su madre hacia las más hermo-
esfuerzos que hace para reconquistar al amante infiel. sas manzanas del jardín, no por amor a la segunda,
Está .compuesto de dos partes, la primera puramente sin duda. Ese día, cuando ya era un hermoso mucha-
pintoresca, donde se describen encantamientos mági- chito de doce años, tuvo una revelación y se dio
cos, escena de género que placía a una época apasio- cuenta de que el placer que experimentaba acompa-
nada de lo maravilloso ; en la segunda, la amante ñando a la niña difería mucho del que obtenía jugan-
engañada lanza un llamado desesperado a Selene, dio- ,¡ do con sus camaradas. La pubertad es más . precoz
sa de las noches, y le hace un relato patético de sus en el Mediodía que en el Norte; Minida Marcela, hija
'
·1
sufrimientos.·· La poesía se transforma aquí en una ! de un amigo de Plinio el Joven, murió a los doce
espiral vertiginosa donde se enlazan la ingenuidad del ~' años, algunos días antes de su matrimonio. 6 Damón
relato y la ebriedad de la pasión, en que la mujer se enamoró entonces y su amor creció, siguiendo la
sólo vive por el sentimiento que la arrastra lejos de
sí misma. Un logro tal no podía darse dos veces,
¡ pendiente del hábito. Pareció deseable a los padres
la unión de las dos familias de condición y fortuna
Virgilio lo comprendió. Cerró el drama que en Teó- iguales, la fusión de propiedades linderas. Se arregló
crito queda angustiosamente abierto, mediante un
desenlace feliz; el encantamiento resulta bien y los la-
dridos del perro Hílax anuncian el retorno del infieL
!i el asunto; Damón y Nisa están prometidos y pronto
serán esposos. Pero se alza la tempestad, aparece
Mopso, a Nisa le gusta, una verdadera pasión desaloja
Este cambio trae otro. En Teócrito no hay canto
amebeo; Las magas tiene la palabra de un extremo 'al
¡
,,1
pronto el sentimiento que la muchacha había tomado
al principio por amor. . . y Damón está desesperado.
otro. En Virgilio, por el contrario, se trata de- un ¿Qué puede haber de más trivial, de más conocido
concurso entre Damón y Alfesibeo. Al segundo le toca que esta pequeña intriga del matrimonio de convenien-
la imitación de Teócrito, bastante empañada, que Vir- cia destruido por un capricho del amor? Y sin em-
gilio cumple ·como una obligación. Pero se toma la bargo, ¡qué veracidad encierra! La pena de Damón
revancha poniendo en boca de Damón el pequeño re- ·
nos conmueve, r,rnentras evoca sus recuerd os: "En
lato de Nisa, tan original, tan fino, que capta tan nuestro huerto te vi de niña, con tu madre, cogiendo
vivazmente las costumbres campesinas, aunque se en- nuestras manzanas perladas de rocío. Y o os ·conducía.
cuentren en él algunos ecos del Cornos y del Cíclope
de Teócrito. Damón se hace cargo de la aventura 6. Plinio, Cartas, 5, 16.

¡ 1

54 55

alejandr ino. Virgilio reservó todas sus fuerzas y todo
Había entrado ya en el año que sigue al undécim o, y
su talento para el pequeño poema de Damón, que hue-
podía tocar, desde el suelo, las frágiles ramas. Cuan-
le a una mentalid ad campesi na por cierto bien cono-
do te vi, ¡qué perdidam ente me enamoré ! j Qué error
funesto me arrebató !" 7 En el idilio XI, donde Teó- cida por el poeta, en la que se abre, como una flo-
recilla inespera da, el amorío del muchach ito. Todo
crito pone en escena el amor de Polifem o por Galatea,
es ingenuo , simple, verdade ro; es realismo de exce-
el Cíclope va_ a juntar flores en la montaña , con su
lente estilo.
madre, una ninfa marina, y allí se les une la nereida
Galatea de la cual se enamora . Debemo s confesar que, En torno de estas almas de campesi nos se yergue
tratándo se de tres genios marinos , es un paseo im- todo un decorado digno de ellas: la llanura de líneas
previsto . En la égloga de Virgilio la fantasía tiene, sin suaves, de horizont es apac1ble s, de fondos brumos os
duda, las alas recortad as, pero en compen~ación el que recuerda n tan poco a Grecia. "Aquí vendrán los
suelo es firme, nos hallamo s en ple1;1a reahdad . La bueyes por sí mismos a beber atravesa ndo los prados,
presenci a de la madre de Nisa aporta en este caso. una aqüí bordea el Mincio sus orillas con flexibles cañas
nota familiar -iba a decir burgue sa- que constitu ye y en torno de la encina sagrada zumban los enjam-
la origip.al idad de la escena, y el deslumb ramiento del bres." 9 Toda una població n campesi na hormigu ea
muchach ito tiene toda la frescura del primer desperta r alrededo r, ·con sus ocupacio nes: Melibeo , al sentir ve-
del amor. nir el fr:ío, va ·a cubrir sus mirtos para proteger los y
Damón, por otra parte, no ha vivido en el mundo su chivo aprovec ha para vagar lejos del rebaño; 10
de los pastores arcadios sin adquirir la ciencia de las Menalca s ha ido a la cosecha de bellotas para nutrir
buenas maneras . Aprendi ó además que el Amo.r es un a los bueyes y los puercos, y vuelve empapad o de la
dios despiada do, que es hijo del Tmaros y del Ródo- lluvia invernal ; 11 he aquí a Téstilis, la pequeña sir-
pe, palabras sonoras sorprend entes en su boca; y tam- vienta, que prepara la galleta sazonad a con hierbas
bién que un amante traicion ado debe poner fin a sus aromátic as cuya receta encontra mos en el poema del
días. Se apresta a represen tar su papel: "Adiós, sel- Moretum , que antes se atribuía a la juventud de Vir-
vas, desde la cima de esta roca que se pierde en los gilio.12 Mientra s cantan los pastores de Arcadia , todo
aires voy a dejarme caer en las olas." 8 Tambié n el ese mundo de trabajad ores se agita en los bastidor es
héroe del idilio III de Teócrito anuncia que se que- hábilme nte manejad os por el poeta: pequeño s pro-
dará en la montaña y los lobos lo comerán . Pero el pietario s, peones y muchach as de granja, esclavos o
tono en que se expresa Damón muestra que ya recu- libertos ; y hasta oímos con asombro su voz, tan pa-
1
l pera su sangre fría y que en lugar de dirigirse a los recida a las nuestras que creemos sorprend er en ellas
acantila dos irá al establo, donde las ovejas, desperta - un acento del Franco- Condado o de Morván . Al final
das al alba, reclama n el pienso. de la égloga VII, cuando Melibeo quiere señalar la
1 ¿En qué se transfor mó, dentro de este conjunto , la excelenc ia de Coridón entre todos los pastores canto-
! imitació n de Teócrito reclama da por Polión? En una
'
! reducció n graciosa , pero no conmov edora, del poema 9. Buc. 7, 11-13.
10. Buc. 7, 6 y sigs.
f 11. Buc. 10, 20.
7. Bu c. 8, 37-41.
12. Buc. 2, 10-ll.
8. Buc. 8, 59-60.

1 57
56
1
t
res, emplea la fórmula bien campesina: "Y desde en- ¿El _hombre~ La. :r:alabra es aún prematura. El per-
tonces Coridón es para nosotros Coridón." 13 1 son~¡e que h1zo VIVI~ ?nte nuestros ojos en las partes
Hacia la tarde, con la regularidad de un golpe de 1 reahstas de las Bucolzcas, es el campesino. Sólo las
batuta, el fin del día trae el de la égloga y sobre la églogas IV, VI y X no le están consagradas . De su
campaña silenciosa cae un apacible crepúsculo. Esos
crepúsculos de las Bucólicas son una de las partes más
l¡ exterior nos habla poco. Cuando nos lo pone delante
es en la actitud del cantor pastoral adoptada por 1~
pintura: "Apoyado sobre su bastón de ·olivo bien re-
"virgilianas " . de toda la obra de Virgilio,. paisajes
cisalpinos semejantes a los de la Ile-de-Franc e, sin
ambición, sin grandeza, pero tan finamente matizados
l
1
dondeado, Damón comenzó así." 15 Pero captó fina-
mente su carácter, sus tics, sus pasiones. Nada de
por un poeta que, durante toda su vida, los llevó en violento ni de trágico dentro; sólo la agitación de un
su sensibilidad . En la égloga I, una región de valles; pensamiento que busca una actividad, no dominado
ha llegado la tarde, se encienden los fuegos y humos enteramente por el trabajo de las manos y al cual
azules tiñen la oscuridad creciente a medida que las está vedado el acceso a las regiones elevadas. El
sombras se alargan al pie de las montañas. En la ·cristianismo no abrió aún las puertas de la creencia y
égloga III, una breve evocación de la calurosa jornada de la meditación religiosa que a veces dan tanta no- ·
durante la cual se abrieron los canales para el riego 1 b~eza · a los simples. En suma, mucha malicia, pero
,¡ mnguna maldad y a ratos hasta la delicadeza de sen-
de los prados. En VI y X la vuelta del ganado, ove-
jas de un lado, cabras de otro, mientras la estrella timientos que hemos encontrado en Meris. Además el
de la tarde sube lentamente en el cielo. En IX Lícidas gusto por el trabajo. Los cantores arcadios sólo co-
y Meris se aoercan a la ciudad; no es aún muy tarde, nocen a sus ovejas y su caramillo, y la siesta a la
porque Lícidas querría detenerse para cantar, pero
1 hora pesada en que ronda Pan. Pero la actividad , sin

l
.

sin embargo un sentimiento de fin del día se exhala que sepamos cómo, se introdujo en las Bucólicas. To-
de la descripción con la ·cual trata de convencer a su dos estos guardianes de ganado, cuando están en su
compañero: "Y ahora, mira, la superficie del lago no 1
1
hogar se ocupan del establo, de la cocina, trabajan
tiene arrugas y, observa un poco, callaron todos los en el bosque cercano. La campaña romana, semejante
soplos del murmullo del viento. Henos aquí precisa- a la francesa, toma el lugar de la pereza ideal que el
mente a mitad de camino, pues el sepulcro de Biánor género impone a Virgilio, peroque no parece respon-
comienza a mostrarse; aquí donde los campesinos der a su sentido de la vida. Sin duda la tierra se le
recogen las hojas en montones, Meris, cantemos."
14 muestra ya con sus exigencias y su desdén hacia
No olvidemos esos deliciosos crepúsculos, tan dul- 1 quienes no la pagan con su sudor.
ces, todos en medias tintas y en líneas esfumadas. Son En suma, esos campesinos son los que él vio y
verdaderam ente virgilianos porque Virgilio los vio y ( conoció; ni los embellece ni los caricaturiza . Le· inte-
amó antes de transcribirlo s. Pero no olvidemos tam- _,-!-· resan, y nos interesan, "tal como son. En su compañía,
meditando sobre su destino, prepara las Geórgicas.
1
poco que sólo representan un aspecto de su arte y que,
más aún que la naturaleza, Virgilio pintó al hombre. 1 Y esos son precisament e los campesinos que no nos
-~
13. Buc. 7, 70.
14. Buc. 9, 57-61. r 15. Buc. 8, 16.

58 59
muestra Teócrito, pues si Virgilio no tiene en ningún púsculo, cuando el humo del hogar donde se cocina
pasaje de estos primeros poemas los acentos trágicos la cena sube al encuentro de la bruma que desciende
de Simeta cuando llora su amor, si no alcanza la gra- de las montañas? Ese cuadro vespertino no es sólo
cia ligera de su predecesor alejandrino, en éste no un paisaje, expresa la liberación que encamina a su
existe en cambio el sentido directo y profundo del l lecho al trabajador contento de la tarea cotidiana
alma de la tierra que emana de las Bucólicas casi sin
que el autor se dé cuenta. No es que Teócrito haya
reproducido mal las actitudes de sus héroes; nos los
representa, sin duda, con una cultura y una distinción
que faltaban a los campesinos sicilianos. Pero tam-
¡
r
terminada. ¿Dónde está la llanura recortada por los
meandros del río que acoge al ganado en sus abreva-
deros acostumbrados? Virgilio posee lo que no tiene
Teócrito: el recogimiento frente a la naturaleza fami-
liar y a los horizontes suaves, el sentimiento del paisa-
poco Virgilio buscó la veracidad de sus personajes en je incorporado al trabajo de la tierra y a la frugalidad
un realismo chocante. La diferencia entre ellos con- · de la vida campesina.
1
siste en que los campesinos de Teócrito no están arrai- 1
gados a la tierra, sino que se prestan a ella como un
decorado momentáneo. En el idilio de Heracles mata-
dor del león, que si no pertenece a Teócrito se vincula
al menos con su escuela, se puede seguir verso a verso
la notación de los gestos y de los sentimientos de los
héroes de esta sorprendente "Revista del ganado", tan
grandiosa y al mismo tiempo tan verdadera que no se
puede releer sin asombrarse · de su acabado irrepro-
chable y de su realización perfecta. Sin embargo, el
viejo pastor que acoge a Héracles, tan simple, tan
ingenuo, carece de alma: la admiración hacia su due-
ño no dejó lugar en él, ni para el amor de sus animales
ni para el del suelo al que pertenecen.
¡Cuánto más conmovedor es Melibeo cuando habla
de sus cabras y Meris cuando deplora el establecimien-
to de un extraño en el campo heredado! El idilio de
Teócrito se esfuerza por hundir al lector en pleno
campesinismo. Los vestidos huelen a cuajo, se hace la
siesta sobre lechos de· juncos y de pámpano5 recién
cortados, sobre los cuales inclinan su follaje álamos y -.
ohnos, encinas sombrean la fuente, morada de las
ninfas; pero ¿dónde está la agitación de los trabaja-
dores de la granja, de la cual hay ecos en casi todas
las Bucólicas? ¿Dónde están esos horizontes del ere-

60 61
r
lo que el presente. Quizá no se ha destacado bastant
IV ,¡· j este ':specto del círculo de Catulo y en qué medid:
apo.rto una nota moderna y original a la literatura
El libro del círculo antigua.
Des~e el comienzo Virgilio nos aparece como más
?ont~mdo, vuelto más hacía el. exterior que hacia el
mte:10:. Roza al pas.ar los sucesos de la vida privada
o p~bhca de sus. _amigos: lo que le interesa es la pa-
termdad de Pohon, su consulado, el sufrimiento de
amor de Galo, las penas y la angustia de la confisca-
ClOn que ha .amenazado su propio campo. Aun esta
angustia casi no nos aparece sino en la triste mirada
~ostrera del pastor que se aleja de las praderas fami-
liares y en su adiós a los horizontes de la llanura.
Las Bucólicas, el libro del círculo, como se las ha Bajo esta evocación, el lector sorprende la desazón de
llamado, están plenas de Virgilio y de sus amigos y una sensibilidad sacudida, pero Virgilio le deja esa
sin embargo no son confesiones. Al leerlas uno vuel- tarea y se contenta con conmoverlo eligiendo la cir-
ve espontáneamente su pensamientq hacia Catulo : casi i cunstancia más representativa del duelo o de la alegría.
contemporáneo del poeta, lo inspiró a menudo, y sin
embargo, éste difería completamente de él tanto por
•1'
Así se explica la gran diferencia existente entre las
Bucólicas narrativas y dramáticas, en las cuales el ·li-

~
su temperamento como por su arte. La poesía de rismo se refugia en los cantos, es decir, en la parte
Catulo es el reflejo instantáneo no sólo de los menores menos personal de los poemas y en la obra casi entera-
acontecimientos que le sucedían a él o a sus amigos, mente lírica de Catulo. Pero aunque se exprese de
sino también, y mucho más, de las emociones que éstos 1 otr.a manera, la emoción por cierto no falta, y quien
les suscitaban. Alegrías, diversiones, amores, duelos,
decepciones, angustias, . pesares, temores, melancolía,
encuentran en sus poemas en el momento- mismo- en
l :rmera le~r ~t.ent?mente estos poemas verá erguirse ante
~1 un VIrgil10 ¡oven, tanto más sincero cuanto que
Igno:a que se revela y cree interesarse más en los per-
que ·brotan, una expresión animada, sincera con toda
la sinceridad de la presencia. Es la revelación misma íl:) sona¡es que pone en escena que en sí mismo.
Parece que en la vida de un joven de veinte años
de la vida so-rprendida en pleno fluir. Nada más en- . ,T· el primer lugar debe pertenecer al amor. A esa edad
cantador que esta pequeña corte de jóvenes que no
éste ya no tenía secretos para Catulo, Tibulo y Proper:
posan para la posteridad, que son los que son con
cio. Conocían todos sus ardores, sus torturas, sus es-
todas las gracias de la adolescencia, sin pensar ni en
pe.ranzas, sus decepciones. Hasta puede que hayan
lo que quieren ser ni en lo que quieren parecer. N.o
agot~do esta copa embriagadora antes de que la edad
tienen .ninguna otra aspiración sino lá de gozar del
les diera fuerza para soportar el vértigo. A los treinta
curso demasiado rápido del tiempo, de conservar ·ro
años ya habían muerto. A la misma edad Virgilio
que de bueno les trae, de fijar su huida, sin esperar
so'lo comenzaba su carrera y más adelante veremos
, que
nada de un porvenir que -ellos lo saben- no valdrá

62 63
el reino de la razón se había anticipado en él al de la Confesemos pues nuestra ignorancia de lo que fue
pasión. . . en la realidad la vida sentimental de Virgilio. Báste-
Sólo me ubico aquí en el terreno literario, sm tener nos saber lo que aportó a su arte. En las Bucólicas, el
en cuenta las miradas escrutadoras que la crítica se amor contribuye más a la disposición . y el pinto•
ha complacido en lanzar, ·en todas las épocas, sobre la resquismo de los pequeños dramas que a la emoción.
vida privada de un escritor. No se ve en qué permiten Aporta la nota de la galantería en los encantadores
comprender mejor su obra. El autor sólo pertenece al bosquejos de los cantos amebeos: el der amor ávido
público por sus escritos, éstos son lo que establecen y venal en la égloga I; el del amor sin profunidad
su intercambio con el público y le dan su lugar en el engendrado por el hábito en el pequeño relato de
desarrollo de la cultura. Virgilio, como tantos otros, Nisa; algunos acentos de pasión se oyen en el canto
no escapó a las curiosidades malsanas, a las invencio- de Sileno de la égloga VI, que anuncian de lejos el
nes y las interpretaciones desprovistas de fundamento, combate de los toros de las Geórgicas 2 y el libro IV
a lo odioso de una búsqueda que ni siquiera tenía de la Eneida. Pero la personalidad del poeta no se ha
perspectiva de éxito. Dado que Títiro se que~a de la desembarazado aún de las influencias alejandrinas.
avidez de su amante Galatea, 1 se ha conclmdo que En la evocación de estas fábulas más o menos mons-
Galatea lo fue de Virgilio. Acerca de la égloga II truosas, su nota personal es sobre todo la de la reser-
reina una tradición que recogieron Donato, Servio y va con la cual, ·como lo hizo en la égloga II, ahorda
Apuleyp: quieren hacer de .ella un agradecimiento a una materia escabrosa, cara a la poesía helenística.
Polión. Éste habría poseído un esclavo de nombre No sólo Virgilio no busca la emoción amorosa sino
Alejandro que agradó a Virgilio, Polión se lo regaló que la evita, la ataja con la ironía o se atiene a los
y Virgilio se habría ocupado en. persona· de la educa- clisés tradicionales, otra forma de la ironía con la cual
ción del joven. Encontrándole felices disposiciones, burla al lector. En la égloga X, Galo se·propone llorar
habría hecho de él uno de esos gramáticos, a menudo su amor en la .naturaleza: grabará en la corteza de los
esclavos o libertos, a los que Suetonio consagró li- árboles el nombre de Licoris, irá de caza, llevará una
sonjeras noticias en su Tratado de los gramáticos y existencia dura para olvidar a la infiel. Su pensamien-
los rétores. Lamentamos que Virgilio, para dar una to lo transporta a las regiones más lejanas, más frías,
forma poética a su acción de gracias, haya recurrido a más áridas, únicas, piensa él, apropiadas para curar
la ficción de un amor que el cristianismo nos enseñó. su mal. Desea hacerse pastor, o vendimiador ... tOldo
a reprobar, pero que no era condenado por la moral lo que no es, como el Polifemo de Teócrito que la-
de los antiguos ni chocó a Sócrates o a Platón. Más menta no haber venido al mundo con branquias. Todo
aún lamentamos las conclusiones concernientes a la eso no vale lo que un grito del corazón, ni siquiera la
vida personal de Virgilio que Donato extrajo de ahí exclamación final, fríamente entusiasta, en honor del
siguiendo el método de tantos historiadores de la lite- triunfo del amor: "El amor es siempre vencedor, ce-
ratura que, a falta de material, novelaban los datos damos nosotros también al amor." 3 Al final de la
ofrecidos por el texto del escritor y los transportaban égloga de Alexis el tono se vuelve cínico, como en el
a su biografía.
2. Véase pág. 154.
1. Buc. 1, 32 y siga. 3. Buc. 10, 69.

64 65
idilio de Polifemo de Teócrito. Coridón se amonesta tad eficaz de Polión. Pero en tiempos de Alfeno Varo,
a sí mismo: "i Ah! Coridón, ¿qué locura se apoderó las tierras de Crernona, sacrificadas al comienzo, no
de ti? A medio podar, tu viña frondosa te aguarda bastaban para satisfacer a los codiciosos, y el reparto
sobre el olmo. ¿Por qué no piensas más bien en desbordó sobre el territorio de Mantua amenazando
algo que te sea útil, en tejer recipientes de mimbre o la pequeña propiedad de Andes, vecina a la ciudad.
de flexible junco? Encontrarás a otro, si este Alexis Virgilio intentó desviar el golpe y ·comenzó un poema
te desdeña. ,-4 destinado a Varo, del cual Meris recitaba un fragmen-
Este recurso consistente en oponerse a admitir la to mientras rnarchaba,a Mantua, en la égloga IX. Pero
pasión, es de inspiración alejandrina; Teócrito dio el Varo mostró poca buena voluntad o no pudo ayudar-
ejemplo. Pero si Virgilio afecta esta libertad desen- lo. Por consejo de Cornelio Galo, dice un comenta-
vuelta frente al ·objeto eterno de la poesía, es segu- dor, el poeta viajó a Roma para dirigirse personal-
ramente porque no siente aún dentro de sí la profun- mente a Octavio. Este trámite explica la ausencia de
didad y la originalidad que le permitirían abordarlo. Menalcas -Virgilio en la égloga IX- de la cual
No está aún en acción el poeta que pintó la última entera Meris a su compañero. El drama tiene su des-
noche de Dido; pero recoge sin ruido los matices que enlace en la égloga l. Pasa Melibeo conduciendo tris-
más tarde diversificarán y enriquecerán los toques de temente su manada de cabras expulsadas del establo y
su pincel. ' se asombra al ver a Títiro, en medio de la desa-
El agradecimiento ·ocupa en cambio un gran lugar zón general de esos días, extendido entre sus ove-
en las Bucólicas. Es sÚ verdadera razón de ser. Apa- jas mientras toca un aire en su caramillo. Títiro
rece bajo formas variadas y no deja escapar ninguna -aquí'Virgilio- responde: "¡Oh, Melibeo! Un dios
ocasión de manifestarse. Pero inspira sobre todo las nos ha dado este ocio, pues siempre será para rní un
églogas I y IX. dios. Sobre su altar correrá a menudo la sangre de
La historia de estos dos poemas presenta dificulta- un cordero tornado de mis establos. Ha concedido a
des que ha aclarado un estudio de J. Bayet. 5 Según mis ovejas, como ves, errar a su gusto y a mí tocar
él la primera en fecha es la égloga IX. .La otra debe, libremente el rústico caramillo." 6 La causa había
sin duda, el primer rango en la colección al nombre sido entonces ganada, y Virgilio quedaba en posesión
de Augusto que incluye; en realidad, fue escrita des. de sus bienes. Todos los protectores que le conocemos
pués. Polión, según hemos visto, era gobernador de la se interesaron sucesivamente en ello. Asinio Polión
Cisalpina en 41. Al año siguiente, fue reemplazado lo preservó mientras pra gobernador de la Cisalpina.
en este cargo por Alfeno Varo. Era el mÓmento en Cornelio Galo indicó al poeta la verdadera vía, el re-
que los triunviros encargados del reparto de las · tie- curso ante Octavio. Y Octavio resolvió el diferendo
rras distribuían entre los veteranos las que se les ha- en su favor mediante una orden dada a sus ·oficinas.
bían prometido en el norte de Italia. Al principio El papel que desempeñó Alfeno Varo sigue siendo
Virgilio fue protegido de la confiscación por la arnis- oscuro.
' Esta salvación de la pequeña propiedad de Andes
4. Buc. 2, 69·73.
5. J. Bayet, "Virgile et les triunvirS 'agris diuidundis' ", Re-
vue des études latines, 1928, pág. 270 y sigs. 6.. Buc. 1, 6·10.

66 67
-.--· ....

es el servicio más palpabl e, más sustanc ial, que el poe- modern a haya sido tan poco capaz de percibi r la fran-
ta haya recibid o de ellos. Pero no es el único. Aco- queza y el orgullo que implica n tales actitude s.
giéndo lo en sus filas, lo señalab an a la gloria, le con- 1 Y después ?e todo era posible pregun tarse, y muchos
firmab an la fe en sí mismo , difund ían su nombr e Y hombre s cultiva dos, mucho s mecena s, por cierto se
sus obras en la socieda d cultiva da de entonce s. Pue- 4'•
1
pregun taron, si eran ellos los que estaban realme nte
de ser, aunque nada lo indique , que hayan contrib uido ' obli¡sad os, o el p~eta al que ayudab an. a vivir y a
a las necesid ades de su vida materia l hasta el mo- reahza r una obra mmorta l. Virgili o, a cambio de su
mento en que Octavio se encarg ó de ella. Se sabe que pobre campo arranca do a los triunvi ros en retribu -
en la antigüe dad, y hasta la revoluc ión frances a, la ~· ció'?. de la mano qu:", le tendier on sus pro~ectores para
vida intelec tual no pudo alimen tar a quienes se con- 1
fac1hta rle la ascensw n a la gloria, les dio la inmor-
sagrab an a ella. talidad . Se la dio conscie ntemen te, inscrib iendo sus
En tales ,condic iones, Virgili o se hallaba en una si- nombre s en sus versos, y ellos la recibie ron •como tal
tuación depend iente, obligad o a los podero sos. Dura conscie ntemen te. La creenci a en la eficaci a de la su-
prueba que mucha s almas no logran supera r con éxi- pervive ncia por obra de la literatu ra estaba difundi da
to. La lectura de las dedicat orias de il\i'arcial y de
1 entr~ los ¡mtiguo s; la atestig uan mucho s pasajes -de los
Estado y de los poemas que dirigen a sus benefac to- elegiac os y una carta de Séneca a Lucilio . Con un
res, permit en medir la calidad del alma de Virgili o y tusto orgullo de su valía, escribe a su corresp onsal:
Gozaré del favor de la posteri dad. Puedo arranca r
1
la pureza del sonido que emitió al cumpli r el deber del ~)
agrade cimien to. Ese pequeñ o provinc ial, hijo de cam- al olvido, junto con el mío, nombre s a los que asegu-
" . " 1 0 D urar en su propia gloria 0 en
rare, l a d uracwn
pesino, tuvo la habilid ad de navega r con una perfect a
segurid ad entre los dos escollo s: el de la adulaci ón la que puede conferi r un gran escrito r fue la ambici ón
y el de la ingrati tud. Da las gracias , pero ¡con qué .,' 1
de la mayorí a de los antiguo s, el recurso de todos los
sobried ad! Polión recibe la menció n de su consula - que no se sentían inconm ovibles en su fe en la in-
do 7 la de su triunfo ' 8 la de sus poemas , sin el acom- mortali dad. Este sentimi ento contrib uyó a reunir los
'
pañam iento 'de ningún elpgio. 9 Galo aparece en las
'
círculo s literari os en torno de los grande s que espe-
bucólic a;¡ VI y X: figura allí como poeta y como 1 raban tanto honor d" ellos como de sus batallas . Se-
amante desespe rado, y da ocasión a una delicad a iro-
'
gurame nte los protect ores de Virgili o sintiero n pagada
nía. V aro es nombra do en el prólogo de la égloga VI, 1
la deuda al leer sus nombre s al frente de las tres
sólo para compro bar que le rehúsa n con deferen cia églogas maestra s: la de Sileno dedicad a a V aro la de
el poema que solicita ba. Solame nte Horaci o ?onsen: -ó la desespe ración amoros a de Galo y esa reina 'de las
églogas en la que nos detendre~os dentro de unos
1
más celosam ente su liberta d, y su defensa , a diferen Cia
de la de Virgili o, llegó a veces a la brusqu edad. Así, J instant es, la égloga mesián ica, dedicad a a Polión.
uno puede con razón sorpren derse de que la crítica ·' Pero cuan?o • s_e trata de Octavio la reserva queda
1
de lado y Vugilw esa vez no escatim a nada. Quien
7. Buc. 4, 3. le conserv ó definiti vament e el domini o heredit ario
8. Buc. 8, 6 y sigs. .~ '
9. Buc. 3, 86. 10. Séneca, Cartas a Lucilio, 21, 5.

68 1
69
J
los recuerdos del hogar familiar, los horizontes pa- la multitud errante que cubría entonces los caminos.
cíficos que rodearon el primer despertar de su poesía, La tristeza reina en los campos; el ganado se va,
. nos ha asegura d
ése es un dios. "Un d10s . " , 11
o este ociO 1 lamentando abandonar los pastizales acostumbrados;
dice Títiro a Melibeo. Luego cuenta con emoción la una cabra ha parido y hubo que abandonar en medio
entrevista de Roma a la cual acudió Virgilio, que se 1
f" de los tupidos avellanos a los dos cabritos recién
llamaba entonces Menalcas,1 2 mientras Meris llevaba nacidos, la esperanza del rebaño. Sin embargo Me-
a Mantua · s,; censo decabritos: "Vi allá, Melibeo, al libeo no está celoso,14 felicita a Títiro por su ventura
joven en cuyo honor cada año humea el incie'_lso d?ce y, a guisa de adiós, deja escapar este canto de pesar
días en nuestros altares. Es él quien ante mi pedido a la gloria de la_carnpaña que abandona: "¡Feliz an-
respondió de entrada: Llevad vuestros bueyes a pacer ciano! Aquí, entre las corrientes que te son conocidas
como antes, muchachos; uncid vuestros toros." 13 Las y las fuentes sagradas, gozarás de la fresca sombra.
Geórgicas consumarán esta apoteosis avant la lettre, De un lado, el seto que bordea el campo vecino,
ya que el prólogo del libro III se presenta com~ la donde las abejas hibleas liban siempre en el sauce, te
descripción de un templo que el poeta, reconoc;do, invitará a menudo al sueño con su leve susurro.
construye para el joven soberano. Ento'_lces sera _el Del otro, al pie de la alta roca, el podador cantará
momento de tratar de comprender la actltud de V Ir- su refrán. Y mientras tanto ni tus roncas palomas,
gilio a su respecto. , que tanto cuidas, ni la tórtola cesarán de gemir desde
L~ exaltación de esta acción de gracias no es solo lo alto del olmo."
una respuesta a la bondad qu~ se inc~in~. ?acia él Y ¿Para qué buscar "claves", cuando es tan simple
cuyo valor siente, sin duda, mas que SI VIniera de un abandonarse a la pendiente que Virgilio nos propor-
igual, sino que es manifestación de úno de los sen- ciona? Menalcas es el poeta bajo la amenaza que
timientos más arraigados en el alma del poeta, que temió durante largo tiempo. Títiro, es el poeta en la
triunfa por instantes en las . ~u.cólicas ~obre las con- exultación de la seguridad reencontrada. Melibeo re-
venciones de un género artifiCial, sostiene todas . las presenta ·sus sombríos pensamientos ante la despose-
Geórgicas y encontró ocasión de aparecer en la Ji!neú!a: sión, la mirada que se echa a la tievra amada en la
el amor a la tierra, no sólo al suelo de la .Pa,tna, smo hora en que se creyó perderla. En estas últimas figuras,
a su gleba, de la cual este refinado disCipulo del sobre todo, el ;realismo de los esbozos campesinos
espíritu, habituado a la vida cortesana; no pudo ~~s­ cobra una dulzu~a inesperada. Los tres son hijos de
hacerse nunca. Le inspira además, aqm, una creac10n
muy ·conmovedora, la de Melibeo, el desgraci~do, que ¡ la sensibilidad virgiliana. Pero son ante todo el poeta
mismo, salidos como él del suelo en que se asentó la
no experimentó la acción bienhechora ~el d10s Y s_e morada familiar. No habría logrado nunca la crea-
1
va a la ventura buscando albergue. Figura drama- !'1 ción de estas al:rnas si antes no hubieran vivido en él.
tic'a y emotiva, digno hermano de Meris, enco~;rado
sin duda por Virgilio en la lamentable proces10n de
ti Veamos ahora la égloga IV, la gran revelación vir-
:/ 1
giliana. Ha ofrecido oportunidad a errores de todo
n. Buc. 1, 6. ¡¡' tipo y a discusiones seculares. J. Carcopino le dedicó
12. Buc. 9.
13. Buc. 1, 42-45. !' 14. Buc. l, 52 y sigs.

70
j
11 71
- - - - - -
•••. "'''1""·- - - - -

lio
r edad. Pero ni el mno vivió ni la paz duró. Virgi
hace poco tiemp o un estud io erudi to que parec e habe se había equiv ocado . Lo hizo a la mane ra de los pro-
15 En las págin as que sigue n nos pero
llega do a su núcle o. fetas y de los viden tes, que perci ben el porv enir
servi remo s ampl iame nte de él. Con fecha s y datos no distin guen por separ ado sus plano s; para ellos todo
nado
en la mano , estab leció que el poem a estab a desti se proye cta en un prese nte conti nuo.
n por el nacim iento de un
a felici tar a Asini o Polió
su padr e era El niño y el perío do de alegr ía debía n llega r, en
hijo que vine a luz en Roma , mien tras .
re efect' ?:. pero más tarde , d;'spu és de la muer te del poeta
gobe rnado r de Dalm acia; el niño recib ió el nomb El mno fue el de Belen , que traía el resca te
del
dálm ata de Salon a.
de Salon ino en hono r a la ciuda d mund o; la alegr ía fue la de la revel ación mesiá nica.
Este pequ eño ser no justif icó las grand es esper anzas
obs- ¿Los había previ sto Virgi lio? La Edad Medi a no dudó
que había susci tado; muri ó casi en la cuna . No en creer lo y coloc ó al poeta entre los profe tas
qúe
niño
tante , esta breve vida bastó para hacer de él "el llama ba en sus miste rios a testim oniar el nacim iento
elimi nar las diver sas can- ír y
de la cuart a églog a" y para
de la crític a de Crist o. Hoy esta ingen uidad nos hace sonre
didat uras a ese título que la ingen iosid ad
, que busca mos otra expli cació n.
sostu vo suces ivam ente. Se ha propu esto a Julia
Es- Los antig uos estim aban que la suert e form aba parte
debía nace r algun os mese s más tarde de su madr e de las cuali dades de un gran homb re;· atest iguab
a el
a Aleja ndro
cribo nia, prim era muje r de Augu sto; favor de los diose s a su respe cto y ofrec ía de ante-
;
Helio s, uno de los geme los de Anto nio y Cleo patra mano . ga:an tías de su éxito . _Duo de los argum entos
aban
a Marc elo, hijo de Octav ia. Los antig uos señal fi de ClCer on •cuan do recom endo al pueb lo la candi
da-
r de Salon ino, Asini o Galo , a
tamb ién al herm ano mayo tura de Gneo Pomp eyo para cond ucir la guer ra cont1•
que hizo habla r de sí bajo el reino de Tiber io. Otros vir-
Mitrí dates ; fue preci same nte que entre las cuatr o
quisi eron ver en este niño una creac ión místi ca y vincu
- ía la suert e. ¿Pero
tu~es de un gran gene ral él pose
la renov a-
laron su simb olism o con las fiesta s de cual .e~ ~a suert e de Pomp eyo, venc edor de los pirat
as
en
ción del año, cuyo s ritos ·extra ños se reenc uentr an de Cthci a, comp arada con la de Virgi lio? Sólo dieci-
la prehi stori a de la mayo r parte de los pueb los indo- nuev e años despu és de su muer te, cuan do sus obras
esta
europ eos. E. Nord en aport ó una contr ibuci ón a estab an en todas las mano s y su nomb re en todas
las
tesis en su libro , tan curio so, titula do Die Gebu rt ·des del
bocas , nacía un niño que iba a renov ar la faz
K in des. tor. El pequ eño Salon ino ha-
mund o, el Mesí as reden
La églog a habr ía sido escri ta en novie mbre del 40, bía hecho bien en desap arece r, el trono de la églog
a
ne n
en la atmó sfera de la paz de Brínd isi. Esta solem VI estab a vacío para recib ir al otro niño. ·Quié
6
recon ciliac ión de los triun viros le parec ió a · Virgi lio h u b"tera sona. .
- d o seme ¡ante privi legio para un poeta :
co- a la
la auro ra de los tiemp os nuev os. Vio en ella el ~·;'
canta r magn íficam ente el nacim iento de un niño
a desen - de
mien zo de una prosp erida d cuya s fases iban hora en que el miste rio de la Enca rnaci ón hacía
volve rse aport ando a la tierra de hora en hora nuev
as ! Dios un niño · entre noso tros?
cada
felici dades . El, niño crece ría al mism o tiemp o y 1 Virgi lio, en efect o, lo había canta do magn íficam ente,
aría un progr eso de su
una de estas felici dades marc rr llama ndo en su ayud a a las más herm osas imág
enes
ia de las escri turas sagra das. Por
1 y a la maje stad prop
15. Virgil e et le myste re de la IV• églogu e. 1
1

¡
!
i J 73
72
Ji r
cierto, esta égloga sorpren dente ofrece, junto al mis- punto estaba él impreg nado de ellas. La secta se ex·
terio del niño, el misteri o del estilo. Su riqueza par- presab a por escrito s místico s, "discur sos sagrad os"
ticipa de las más antigua s revelac iones y la crítica se de color habitua hnente orienta l, cuyo estilo nos mues•
impuso la azarosa tarea de recono cer en 'ella todas las tra muy adecua dament e esta égloga IV. Pero esos
lengua s mística s que habló la antigüe dad: libros Y escritos reserva dos a los iniciad os, encerra ban ele-
oráculo s sibilino s, libros etrusco s, libro bíblico de mentos ' oscuro s para los profan os, y ,el poema de
Isaías, etcéter a. Se ha pregun tado sí Virgili o leyó Virgili o debe aclarar se median te alguno s de los prin·
y estudió todo eso; se ha invocad o su vincula ción cipios fundam entales del pitagor ismo.
con Asinio Polión, que estaba relacio nado con la co- Al frente del cortejo que Virgili o reúne junto a la
lonia judía de Roma. J. Carcop ino cree que basta cuna del niño vienen los meses del Gran Año, ese
apelar a la filosofí a pitagór ica y a sus libros sagrad os, sueño de los estoico s y de los 'neopit agórico s. Si se
import ados desde largo tiempo atrás a Roma de la encara, dice más o menos Cicerón en el Sueño de
Magna Grecia, patria adoptiv a de Pitágor as. Escipió n, 1 8 un momen to de la duració n definid o por
La doctrin a estaba allí vivient e desde hacía tanto las posicio nes respect ivas de los astros, cuando todos
tiempo que se llegó a creer, con un error de fecha ellos, luego de recorre r su órbita una o más veces,
señalad a por 'Ciceró n,16 que el rey Numa había per- ,hayan vuelto a esa misma posició n, habrá transen ·
tenecid o a la secta. En tiempo s de este orador , y rrido un Gran Año, y como los elemen tos de la na:_u-
gracias al apostol ado de su amigo Nigidio Fígulo, raleza son solidar ios unos con otros, el Gran Ano
esta doctrin a renació en lo que se conoce como neo- siguien te volverá a traer la serie de acontec imiento s
('

pitagor ismo. Esta escuela , tomand o a manos llenas y estados que conoció el precede nte. Cada Gran Año
comien za por la edad de Saturn o que es ~e oro, en
1
elemen tos de las otras filosofí as, agrúpó en torno de 1

sus propias doctrin as a mucho s partida rios. Su sin- ~) la cual reina una felicida d ilimita da, y terrnm a por la
cretism o, que excluía hasta la idea de un sistema ri- edad de hierro, la de Apolo, en la 'CUal se acumul an
guroso , le permit ió transfo rmarse en una "vida" fi~o­ las faltas y las desgrac ias. Virgili o sabe que escribe
sófica. El neopita gorism o se' constit uyó en iglesias en el siglo de Apolo, pero tambié n que los cálculo s
y capilla s de adeptos , afanoso s ante todo de su per- astronó micos anunci an su cercano fin: la edad de oro
fección moral. Se sabe que la sede de una de estas aparece , pues, en el , horizon te. Hasta la _fecha está
cofradí as fue descub ierta en Roma hace alguno s años. marcad a exactam ente por el retorno de Yugo, cons·
Se la conoce hoy bajo el nombre de "basíli ca pita- telació n que recibe el sol en agosto. Cuando el_ ~s~r?
górica, de la Puerta mayor" .
17
la deja, a comien zos de octubre , recupe ra su vtslbth ·
Las doctrin as pitagór icas, sobre todo a raíz de la dad. Según los cálculo s de J. Carcop ino, esa separa·
propag anda que les hizo el senado r Nigidio Fígulo, ción, en el año 40, ocurrió el 5 de octubre . Hacia
cobraro n sin cesar influen cia en la alta socieda d ro- esa época fue escrita nuestra égloga.
mana, y toda la obra de Virgili o muestr a hasta qué Luego de poner en marcha los meses del Gran ;A:ño,
Virgili o canta su advenim iento en una nota cahda,
16. Del Orador, 2, 154.
17. Véase J. Careo pino, La basiliqu e pythago ricienne de la
Porte majeure4 18. Tratado de la repúblic a, 6, 22.

74
arcadia y oriental a la vez. Traerá consigo una vida no se aclara verdaderamente sino evocando esta ex-
de simplicidad y de abundancia, en que el trabajo y traña atmósfera.
las duras pruebas estarán excluidos; ideal provisional Es la de una época desdichada, excedida por sus
al eual el poeta renunciará en las Geórgic:as. Y sin desgracias que duran y renacen sin encontrar salida,
embargo el vuelo de ese sueño no le hace perder de mientras los hombres miran a todos los horizontes
vista al niñito para el cual lo canta. Hacia el final para ver de dónde les llegará, al fin, el reposo. Como
de la égloga él calla y se eleva la vo'z de la nodriza, ocurre siempre en tales momentos, disgustados de los
que dice una canción de cuna: "Comienza, niñito, a ineficaces remedios terrestres, se volvían hacia lo so-
indicar por tu sonrisa que reconoces a tu madre, que brenatural, que la imaginación y los embaucadores
por diez meses pasó largos afanes. Comienza, peque- les forjaban a porfía. Recordemos las oleadas inin-
ño. Ni un dios juzgará digno de su mesa, ni una terrumpidas de predicciones sibilinas que se difun-
diosa de su lecho, a aquel que no rió a su madre." 19 dían entonces y a las cuales Augusto tuvo gran difi-
Dos elementos, uno perteneciente a la historia -el cultad en poner coto.
nacimiento de un hijo de Polión en los últimos meses A esta fermentación de inquietudes de la masa
del año 40-, el ·otro de naturaleza literaria -el es- correspondía en la población cultivada un estado de
plendor de una lengua que el oriente llenaba de sol-, espíritu menos turbado, pero también lleno de an-
explican entonces lo esencial de esta inquietante églo- gustia. Era, 'por así decir, la forma clara de este
ga. Pero ¿lo explican completamente? Al lector siem- brumoso vértigo. Do!; versos de nuestra égloga nos
pre le quedará una inquietud, la de los sueños y orientan hacia este lado y es tanto más necesario
recuerdos que la égloga no ha cesado de suscitar. destacarlos cuánto que nos mostrarán los elementos
Para unos, trae del fondo de los siglos el fantasma precisos del malestar que Virgilio sufrió especialmente
de algo sobrenatural y primitivo, las fiestas de reno· y del cual encontramos tantas huellas en su obra. El
vación del año mediante las cuales la magia se esfor- poeta escribe: "Si subsiste todavía algún vestigio de
zaba en rejuvenecer las fuerzas de la vegetación, reanu- nuestro antiguo crimen, su eliminación librará a la
dar las relaciones entre la vida y la muerte, preparar tierra de la obsesión de nuestros temores." 20 ¿Qué
con extraños ritos la venida de la nueva primavera. quiere decir? ¿De qué antiguo crimen se trata? Estas
Para otros, abre el cielo para hacer descender de él palabras se vinculan con un sistema de doctrinas muy
al Mesías, que responde finalmente al llamado de la definido al cual Virgilio hizo frecuentes alusiones sin
humanidad. Paganismo, cristianismo, no cesaron de desarrollarlo nunca netamente y en su conjunto, y
mezclar, en torno de la églogá IV, sus elementos más cuyo sentido se nos hubiera escapado si Horacio no lo
dispares.·· Querríamos tener una explicación de este hubiera expuesto en dos de sus poemas, con una cla-
hervidero de oscuras ereencias, de vagas esperanzas, ridad y un orden que daban su significado a las
que arrancó, por así decirlo, el canto de la cuna del alusiones de Virgilio.
pequeño Salonino al plano de la literatura para trans- En el epodo VII, presa de un acceso de melancolía,
portarlo al de la filosofía y de la religión, y la égloga 1
compara con las antiguas victorias de Roma la locura
•'
19. Buc. 4, 60-63. 20. Buc. 4, 13-14.

76 77
que entonces la arrastra hacia las guerras civiles. In- man una víctima expiatoria y Rómulo les ínmola al
terroga a sus conciudadanos: ¿se abandonan a una culpable.
demencia ciega - o a la tentación consciente de la Cu"ando esta teología primitiva ya no se entendió,
falta? "Ellos callan; su rostro muestra una descolo- se elevaron las protestas de la conciencia moderna. Al
rida palidez y sus espíritus abatidos permanecen estú- final de la República Remo ya no era un culpable
pidos. Así es; un destíno amargo arrastra a los sino una víctima inocente; Rómulo ya no era un
Romanos, el crimen del fratricidio, el del día en que personaje justiciero, sino que se había cargado con
corrió sobre la tierra la sangre del inocente Remo, el crimen de Caín. Tal es el pensamiento de Horacio,
maldición para toda la posteridad." 21 al cual Cicerón se había adelantado, por otra parte,
con un osado positivismo. 22 Y es también el sentido
Lo que pesa sobre la conciencia de los romanos lejano, mas sin embargo perceptible, que se desprende
son los crímenes de las guerras civiles, en las cuales de los versos 13-14 de la égloga IV.
padres, hijos, parientes, amigos se asesinaban mutua- Los romanos, que conocían la causa de sus desven-
mente en los campos de batalla. Al asistir a estas turas, les buscaron remedio. En Odas I, 2 Horacio se
monstruosidades, creyeron reconocer el castigo del hace todavía intérprete de su inquietud. Después de
primer fratricidio, insertado en el corazón mismo de trazar un cuadro sombrío, los responsabiliza colecti-
la fundación de Roma, verdadero pecado original vamente y afirma la necesidad de una purificación
de la raza: el asesinato de Remo cumplido por la que devuelva la ínocencia a la nación culpable. Pero
mano de su hermano Rómulo. ' para una purificación hace falta un purificador. $egún
Esta interpretación es , tanto más notable cuanto el ritual, el criminal no está en condiciones de puri-
que equivale a desbarajustar la más antigua leyenda ficarse por sí mismo. El poeta se pregunta quién
de la fundación, cuyo verdadero sentido había desa- asumirá entonces la tarea. ¿Será Apolo, o Venus, o
parecido por obra del progreso de la moral y de la Marte? Se decide por Mercurio, que descendió entre
civilización. Esta leyenda presentaba a Rónmlo, en los hombres con los rasgos del joven Octavio. La tarea
calidad de fundador, trazando en torno de su ciudad de Octavio no se limitaba entonces a 'poner fin al
un surco simbólico. Ese surco la consagraba a los período sangrante de las guerras civiles, a restablecer
dioses, le aseguraba su protección, y franquearlo era el orden en el Estado y en la sociedad. Debía tam-
un sacrilegio. El arado había sido levantado en cier- bién reconciliar a los dioses con los hombres. Él lo
tos lugares con el fin de dejar accesible a los profanos entendió así, pues en el Monumento de Ancira, sobre
el emplazamiento de las puertas no consagradas. Todos el cual está relatado- su testamento político, figura
estos gestos están de acuerdo con el ritual. Pero he en buen lugar el catálogo de los templos que cons-
aquí que Remo, para vengarse de un diferendo que truyó o rO'lstauró. No lo olvidemos, pues captamos
tuvo con su hermano, franquea de un salto el surco. aquí, gracias a Horacio, uno de los dogmas mejor
Ese "salto", saltus, se decía -veremos reaparecer la establecidos de lo que podría llamarse la "mística
misma leyenda en ocasión; de la entrada en Troya del imperial", cuya importancia no tardará en hacérsenos
caballo de madera-, es un crimen; los dioses recia- visible.

21. Epodos, 7, 15-20. 22. Tratado de los deberes, 3, 41.

78 79
Este conjunto, tan claro en Horacio, se vuelve a "con su hermano Remo, Qui_rino administrará jus-
encontrar en Virgilio, completo, pero diseminado y ticia". Los dos gemelos, los hijos de la loba, están
reducido muy frecuentemente a breves alusiones que entonces reconciliados, se ha perdonado el fratricidio
los contemporáneos comprendían, pero que nosotros y borrado su recuerdo: el mundo romano recibió el
ya no estamos en situación de captar. .La Oda I, 2, perdón por el cual suspiraron Virgilio y Horacio.
tan explícita sobre el llamado al purificador, ·es por Aunque Virgilio no exponga en ningún punto esta
cierto una puesta a punto del final del libro I de las doctrina, el lector, guiado por Horacio, percibirá fá-
Geórgicas. 23 Virgilio recuerda allí los presagios ame- cilmente que constituye el punto ·.de apoyo .de toda su
nazadores, indicio de la cólera de los dioses, ocurridos obra. Se ha vuelto una mística, el fundamento de
en la época del asesinato de César, las faltas que los su filosofía del universo. La forman tres dogmas pre-
provocaron: el crimen de las guerras civiles, leyes cisos: fe en una Providencia que guía los asuntos del
desobedecidas, ciudades sublevadas. Termina con un mundo; creencia en la necesidad de un intermediario
ansioso llamado a Octavio: ¡que pueda no volver al calificado entre el hombre y la divinidad, y también
coro de los astros antes de haber tenido tiempo de creencia en la pureza y la buena voluntad morales,
salvar a Roma! Son los tres temas tratados por Ho- sin las •cuales la humanidad se cierra el acceso a la
racio: crímenes del mundo ro:rÍ:tano: los niños se ente- protección de los dioses. Y a hem,;s visto que dos de
rarán un día, con horror, de que sus padres aguzaron estos dogmas aparecían en las Bucólicas: la concien-
el hierro para degollarse mutuamente; presagios ame- cia del crimen que pesaba sobre la raza y el papel
nazadores: el Tíber desbordado invadió la santa ca- "i de purificador y de intermediario reservado por el
pilla de los Penates; llamado a la purificación: Octavio, cielo a Octaviano. Sólo es hasta entonces un bene-
en quien se ha encarnado Mercurio, será el purifi- factor, pero más grande que todos los otros; el im-
cador esperado. Horacio lo designa en el verso 41 de perio comienza a volver sus ojos hacia él.
la Oda y Virgilio en 1, 500 de las Geórgicas •con la Llegado a este punto, Virgilio tomó su lugar entre
misma palabra, iuuenem, "el joven", como si Horacio los grandes poetas romanos; aunque todavía sea in-
quisiera llamar la atención sobre el parentesco de los ferior a Lucrecio y a Catulo, representa sin embargo
dos pasajes. un arte más perfecto que el de Lucrecio, más romano
En cuanto a la relación existente entre los críme- que el de Catulo. Hay lagunas que marcan los puntos
nes de Roma y el fratricidio de Rómulo, Virgilio sobre los cuales el transcurrir del tiempo completará
alude claramente a· ella en el libro I de la Eneida. 24 la construcción; no está aún establecida la armonía
Júpiter en un parlamento anuncia a Venus los. acon- de las facultades. Así ocurre a menudo con el niño
tecimientos. que se desarrollarán en el poema. Ter- en la época de crecimiento. Pero esta desproporción,
mina anunciando el reino de Augusto y el retorno de lejos de ser de mal augurio, anuncia nuevos desarro-
la edad de oro: entonces, dice, desaparecerá la guerra, llos para el porvenir.
las virtudes volverán a descender sobre la tierra y, En este poeta del amor, en el autor del libro de
Dido, uno puede asombrarse del silencio de las pa-
23. Geórgicas, 1, 498 y sigs.
siones o, lo que es lo mismo, de su falta de profun-
24. Eneida, l, 292·293. didad. En compensación, posee ya una filosofía, su

'
80 81
i
.iu,
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filosofía de la vida, su filosofía de los destinos del Segunda Parte
imperio. Esta tiene ya arraigados en él sus dos fun-
damentos: el amor a la tierra y el sentido de las
responsabilidad es sociales. 25
Bajo el signo de Hesíodo
Ha cumplido su deuda respecto del círculo cisalpino
no sólo con puntualidad, sino con tacto y delicadeza.
Este círculo puede entonces desaparecer, y en efecto
desaparece. Asinio Polión vivirá todavía largo tiem-
po, hasta el año 5 déspués de ·Cristo, su nombre
figura en Horacio en las Sátiras y en las Odas; pero
ya no reaparece en Virgilio. El fin de Galo será trá-
gico; nos lo recordarán Jas Geórgioas. La carrera de
Alfeno Varo se pierde en la oscuridad. Pero una
escena más vasta se dispone para acoger al poeta.

¡·
25. Véase sobre este tema J. Bayet, ''L'expérience sociale de
Virgile", Deucalion, 1947, n9 2, pág. 197 y sigs. 1

1
1

82 1
1<
V

El ascen so a la gloria

Al 'Comienzo de la égloga .X, Virgil io invoca a Are-


tusa, la ninfa de la fuente siracu sana, una de las
patron as sicilia nas de la poesía pastor al: "Acué rdame
-le dice-- tener éxito en este último esfuer zo." Es
su adiós a las Bucóli cas, al círcul o cisalpi no, a la
influen cia de Teócri to, a la fantas ía alejan drina. El
corte es neto. Atesti gua una precis ión del espírit u,
una seguri dad de decisi ón que quizá no se hubier a
espera do del poeta.
Por otra parte, esta resolu ción no la tomó a la
ligera. Virgil io sabía a dónde iba, había sondea do
su materi a y se empeñ aba en la tarea con conoc imient o
de causa. J. Bayet, 1 al cual este capítu lo debe mucho
en lo que respec ta a la intelig encia de los hecho s y las
fechas , estable ció media nte cálcul os que el poeta iba
realiza ndo parale lamen te, desde hacía varios años, la
compo sición de las égloga s y la del libro I de las
Geórgioas, que sólo llegó con lentitu d a ver la luz.
En el giro de la vida y del arte del poeta que abor-
damos ahora, hubo pues una breve caída de telón,
que se levant ó ensegu ida para mostr ar un decora do

l. "Les premi·erés 'Géorgi ques de Virgile ' (39~37 avant


y sígs.
J. C.)", Revue de Philow gie, 1930, pág. 128

':.¡1
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85
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completamente distinto. Al comienzo del nuevo poema La i?:timidad de Augusto parece haber sido la pro-
longacwn natural de la de Mecenas. ]El astro de César
se inscribe el nombre de Mecenas, el amigo de Augus-
Octaviano, luego de elevarse en la~-- Bucólicas, brilla
to, el segundo personaje del imperio romano, cuya
en las Geórgicas con todo su ·,esplendor. Aunque no
aparición en semejante lugar nada había hecho pre-
le estén dedicadas, es su nombre el que las llena. Le
sentir hasta entónces. La dedicatoria -un nombre,
están consagrados tres de los pasajes principales. Su
y nada más-.-, de una sobriedad sorprendente, está
ubicación, al comienzo y al final del libro I y , al
tan desprovista de ornato como la que asignaba las
principio del libro II, la grandeza, el brillo, la emo-
distintas bucólicas a los amigos de la Cisalpina. Tiene
ción del estilo, señalan su importancia. Ciertas dis-
en su simplicidad un carácter confiado y familiar y
cordancias en el tono y en los hechos que esos pasajes
deja entrever una amistad anudada hace ya largo
evocan han podido fng:uietar a la crítica. Mirándolos
tiempo. ¿Dónde y cómo? No sabemos; ésta es la
más de cerca nos damos cuenta, en cambio, de que
época de la existencia de Virgilio sobre la cual dispo-
constituyen el camino acertado por el cual el inves-
nemos de menos información.
tigador llega a conocer mejor el medio en que na-
En el año 38 a. C. vivía ya en términos tan fami-
cieron esos tres trózos. ,_' J. Bayet los estudió con
liares con el gran favorito, que estaba en condiciones
agudeza en el artículo ya citado. El epílogo del libro
de introducir ante él a quien llegó a ser en lo sucesivo
1, según él, ·puede datarse, con ayuda de puntos de
el amigo por excelencia, Horado. El episodio lo
referencia históricos, en torno del año 38 a. C. ; el
cuenta de manera encantadora una de las Sátiras. 2
sentimiento de tristeza y de angustia que refleja está
Así se formó ese' triunvirato de la poesía y de la
de acuerdo con la atmósfera de este turbado período.
cultura, Mecenas, Virgilio, Horado, nombres que se
El prólogo, por lo contrario, es calmo, tranquilo, como
volvieron inseparables en la historia de las literatu-
si el poeta estuviera en posesión de los bienes por
ras. Al año siguiente, verosímilmente, los dos poetas
los que suspiraba en el epílogo. Podríamos entonces
acompañaban a Mecenas, enviado a Bríndisi para ne-
creer que el libro entero fue escrito bajo el peso de la
gociar una de las reconciliaCiones entre Augusto y
ansiedad de los años 38 y siguientes, y que el pró-
Antonio que, durante este período, no cesaron de sus-
logo, como ocurre a menudo, sólo fue redactado
citar esperanzas y de defraudarlas.3 Al día siguiente
después de éste, a continuación de la batalla de Accio.
de la batalla de Accio, una decena de años más tarde,
subsistía la misma intimidad. Donato 4 cuenta que Sin ·embargo las alternativas de esperanza y de
Augusto pasó· en esta época algún tiempo en Atela, temor eran tan frecuentes entonces, que es difícil
ciudad vecina de Nápoles, por razones de salud. determinar exactamente sus fechas y fijarlas en épo-
Durante esos días de ocio quiso conocer las Geórgi- i cas. bie_n delimitadas. La Oda 1, 2 de Horacio, que
caS1, recién terminadas, y Mecenas y Virgilio s~ las \ se msp1ra en el epílogo del-libro 1 de las Geórgicas,

¡
leyeron, turnándose cuando la voz del poeta se fa- se ubica para la mayor parte de los historiadores en
tigaba. . los años 29-28, y sería entonces diez años posterior
a este epílogo. Como su inspiración es idéntica, ha-
2. Horacio, Sátiras, 1, 6, 54, y sigs. · bría que concluir que durante esos diez años la ale-
3. Horacio, Sátiras, I, 5. gría que llenó el comienzo de las Geórgicas no fue
4. Donato, Vida de Virgilio, 90. 1

87
86
más durable que la que embriagó a Roma en el familias antiguas que no podrían volverse hacia un
momento de la paz de Bríndisi, y que no cesaron de punto del horizonte de donde no les viniera algún
despertarse nuevas esperanzas, siempre defraudadas, lisonjero parentesco, Octaviano tiene alianzas divinas
pero no descorazonadas. Toda la poesía de entonces en los cuatro ángulos del cielo. Estas alianzas le
sufrió sin cesar esas alternativas y nos da la tempe- garantizan el acceso a la morada celeste. Tiene derecho
ratura de la época. a ello como hombre, como gran hombre, como héroe,
Tres hombres se enfrentaban entonces, para con- como soberano.
sumar la devastación del imperio romano: Octaviano, Como hombre, está destinado a devenir dios man;
Antonio y Sexto Pompeyo. Antonio absorto en el era en el paganismo el privilegio común de todos los
amor de Cleopatra, no dejaba de prepararse para le- ascendientes. El culto de los Manes, caro a los ro-
vantar el oriente contra su rival. Sexto Pompeyo, de manos como a nosotros el culto de los muertos, se
crucero en el Mediterráneo con su flota, hambreaba traducía por los sacrificios de la parentatio, como
a Roma. Sólo Octaviano, pe~e a sus faltas de juven- se traduce entre nosotros por las plegarias dirigidas
tud, las repetidas ilegalidades, la sangre derramada, - a quienes nos fueron queridos. Significaba la vene-
estaba en condiciones de tranquilizar a la opinión. ración de los antepasados desaparecidos, el recono-
Aparecía, entre las amenazas de sus dos rivales, en cimiento de los beneficios de la raza. Gracias a in-
medio de una floración de predicciones sibilinas, nim- fluencias quizás orientales, y siguiendo su pendiente
bado de la luz de la edad de oro. Comenzaba a natural, se transformó fácilmente en apoteosis. Ilu-
sobrepasar el nivel de lá humanidad para convertirse minó a Augusto aún en vida. Se conocen los esfuerzos
en un símbolo. Cada uno de sus gestos producía en que tuvo que hacer el .emperador para impedir al
el horizonte una aparición del sol o de nubes de tor- Occidente que lo adorara, aunque no pudo contener
menta. En enero del 27, le bastó decir en el Senado al Oriente. La apoteosis acechaba a Augusto. Ce-
que iba a abdicar sus funciones y volver a la vida diendo a la corriente, Virgilio describe al comienzo
privada, para provocar un verdadero pánico. 5 del libro III de las Geórgicas el templo que él sueña,
Subía pues al trono, a ese trono que se había en torno del cual instituirá juegos en su honor, donde
preparado él mismo, aunque no cesó de conservarle el estará su estatua, servida por sus sacerdotes. Así,
aspecto de una silla curul republicana. Lo llevaba allí luego, de su muerte y precisamente siguiendo este
la oleada irresistible de todo un pueblo. programa, Livia y Tiberio organizarán el culto im-
De entre los protectores y amigos de Virgilio, no perial.
habíamos visto hasta aquí ninguno tan imponente. En Como héroe, Augusto tiene derecho a una sede en
las Bucólicas, donde era ya un dios, luego en las
Geórgicas, se nos aparece siempre rodeado de un
cortejo de elementos sobrenaturales que no parecen
¡ el cielo. El culto de los héroes se había vuelto en Gre-
cia expresión privilegiada de la inmortalidad acor·
dada a aquellos de los cuales la humanidad había
1
destinados a alentar la familiaridad y que debemos '
1
recibido memorables beneficios. Se creía que después
observar aquí de cerca. Como esos descendientes de
~· de su muerte entraban en posesión de una felicidad
y de un poder de intercesión ante los dioses reser-
5. Dión Casio, 53, 2 y sigs. vados a ellos solos, y se les rendía testimonio me-

88 1
89
'
_f
¡
Sueton io: 12 como Alejan dro y Escipió n, es hijo de
diante un culto de recono cimien to y de confian za.e 1 un dios oculto bajo la forma de una serpien te, su
En el Sueño de Escipió n Cicerón se hace intérpr ete 1
ascenso al trono fue anunci ado antes de su nacimi ento
de esta creenci a, que constit uyó uno de los elemen tos
y a lo largo de toda su vida se multipl icaron los pro-
más activos en la instituc ión de la apoteos is imperia l.7 1 digios.1 3
N_os introdu ce en un firmam ento habitad o por los ¡
En fin, como soberan o August o partici pa del poder
heroes que prestar on notable s servicio s al Estado . Los protect or de los dioses: es interce sor, purific ador,
magníf icos servido res de Roma erran por los cam- r
j salvado r. Para encont rar el origen de esta acción
po~ _lumino sos de la Vía Láctea, embria gados por la misteri osa hay que hundir se bien lejos en la oscurid ad
musiCa de las esferas . Estas almas no sólo deben 1 de los tiempo s pretéri tos. Ciertas nacione s primiti vas
ascend er un' día al cielo, sino que según cierta doc-
consid eraban a su rey como el primer motor y el
trina vienen de él. Habita ron otrora en el seno de
regulad or de su vida. Si éste se debilita ba, ellas se
alguna ~on~elació~, ~ _a 'esa n;orada volverá n despué s sentían periclit ar, y alguna s habían adopta do el uso
de su vida. ·Ya VIrgilw ve como el Escorp ión retro- de desemb arazars e median te el asesina to de los sobe-
9 y teme que
cede para hacer lugar al empera dor ranos envejec idos, para renacer infundi éndose la san·
August o suba al trono del zodíaco antes de haber
tiempo gre de un joven sucesor . Otras no llegaba n al punto
termin~do su obra te:restr e: "Desde hace largo
de conceb ir esta unión física entre ellas y el príncip e,
-le. dice- el ralacw del cielo nos envidia tu pre- pero no dejaba n de esperar de él servici os de orden
sencia y se queJa al ver que te demora s en triunfo s sobreri atural y místico . El Egipto ptolem aico se com·
human os." 1o ·
placía en venera r a sus reyes con el nombr e de Soter,
Como gran hombre , August o vive en una atmós- "salvad or". Parece que desde estos tiempo s ·antigu os
f~~a de milagro s.. Record emos a Escipió n el African o, se mezcló un elemen to sobreh umano a la idea de la
h_IJO de una _se.rpte nte •como Alejan dro Magno y con- realeza : los empera dores romano s hacían milagro s y
fidente de Jupiter . El raciona lismo de Tito Livio da los reyes de Franci a no les cediero n ese privileg io.
poco valor, equivo cadame nte, a esas fantasí as.n La Este conjun to confuso , que incluye ciertas partes
leye~da, .según se ha dicho, es más verdad era que aún no del todo estudia das, dio origen a una especie
la histona . Aquell a tiene un lado sólido, positiv o, de mística imperia l que no cesó de desarro llarse du-
pues nos muestr a a un ser de excepc ión visto a través rante todo el alto imperio . Ciertos empera dores se
de la exaltac ión de un pueblo que recibió de él algún ocupar on person alment e de estas ampliac iones. Por
gran benefic io. August o tuvo la suya, relatad a por más que August o mantuv iera su sangre fría y se re-
sistiera a, dejarse llevar, se trataba no obstant e de un
6. Sobre esta cuestión , muy complej a, véase p. Boyancé ,
Le culte des, M uses chez les philosop hes grecs, pág. 229 y sigs. hecho, y tenemo s derecho a pregun tarnos ·cómo era
7. Compar ese P. Boyance , Étude sur le songe de Scipion ' la intimid ad de un hombre que era al mismo tiempo
pág. 144 y sigs.
8. Véase J. Bayet, "L'imm ortalité astrale d'Augus te", Re- 12. Vida de Augusto , 94 y sigs.
vue des études latines, 1939, pág. 141 y sigs. 13. W. Deonna, "La légende d'Octave Auguste , dieu, sau-
9. Geórg., 1, 34-35. veur et maltre du monde", Revue de l'histoir e des religion s,
10. Geórg., 1, 503-504. 1921, pág. 77 y sigs.
ll. Tito Livio, 26, 19, 3 y sigs.

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!L
n

un dios. Sé muy bien que nos es difídl en nuestra dicha: Octavio es un dios. En el libro III de las
perspectiva moderna, representarn os el c~ntenido de Geórgicas, en el templo que consagra a orillas del
u'? concepto tal en la antigüedad, que Augusto nunca Mincio, no sabemos bien dónde termina la sinceridad
hizo acto de divinidad y que quienes lo abordaban no y dónde comienza la literatura. Este templo quizá no
par.ecen haber experimenta do el horror sagrado el
"enzamien '
· t o d e pe1os " por los cuales los antiguos ~·
1
esté exactamente de acuerdo con las conviccione s mo-
noteístas del poeta. Pero, debilidad rara en él, tam-
reconocían la presencia de un Inmortal. Había segu- poco el buen gusto es allí perfecto. En todo el resto
ramente compromiso s, y esta doctrina sólo era admi- de la obra de Virgilio, Augusto es sólo el restaurador,
sible, sin duda, en circunstanci as solemnes. el intercesor, el salvador del imperio romano. Es
Por otra parte, los antiguos eran mucho menos
\ ciertamente éste el aspecto bajo el cual agradó más al
puntillosos que nosotros sobre el contenido del nombre
1
poeta. En la Eneida es el que tiene decididamen te
del dios y la ~xclusividad de su empleo. Habían po- precedencia sobre los demás, es el Príncipe de la paz,l 6
blado el espacio que separa a los dioses de los hom- el conquistado r que asegura las fronteras. 17 En el pa-
1
h:es con tantos seres sobrenatural es, demonios, genios, saje capital del libro VIII,18 que contiene la última
heroes, que esta multitud les disimulaba su gran palabra del poeta sobre el emperador, éste es el de-
extensión. fensor del Occidente, marcha contra el Oriente, acom-
En !in, . ~ugusto mantuvo una vida privada de pañado por los Penates y los dioses romanos, bajo
gran simplicidad . Suetonio habla de la modestia de la protección de Apolo y no como su igual. Se ha
las casas que habitó sucesivamen te.14 Donato lo pre- horrado el elemento sobrenatura l.
senta escribiendo a Virgilio una carta donde hay lugar Augusto no gustaba de la adulación, y seguramente
para la broma, con el objeto de obtener de él la co- la reserva del poeta le fue agradable. Aceptó su tes-
municación de un trozo de la Eneida, aunque sea un timonio, como lo muestra la amistad que no cesó de
solo .verso.' 5 Péro también se presentaban las grandes profesarle, menos como reconocimie nto de sus favores
ocaswnes., la dedicación de un poema, por ejemplo. Era que de la bondad de su obra.
ent'?nces de la más elemental cortesía que el lenguaje
subiera de tono, y al elevarse confinara fácilmente
r La existencia de Virgilio se transformó pues a par-
tir ·del día en que Mecenas y Augusto tomaron en
~on la adoración. Sabemos de qué era capaz en tal· ella el lugar de Polión y de Galo. El renombre le
Instante un Marcial o un Estacio, y nos place ver, había sonreído durante el período cisalpino, pero re-
guardando la proporción, que Virgilio fue tan simple pentinament e lo rodeó la gloria, y el homenaje se lo
para con el emperador, predestinad o a la inmortalida d rindió cada vez el teatro. Las Bucólicas, afirma Do-
nato,19 fueron recitadas más de una vez en escena,
astral, como lo fue con los gobernadore s mortales de
l~, Cisalpina. En la égloga I, llevado por la exalta- 1 quizá por la amante de Galo, Licoris, actriz de mimo,
que habría tomado al joven poeta bajo su protección
cwn de su campo recuperado, busca el término que
expresa el grado supremo del reconocimie nto y la

14. V ida de Augusto, 72.


[ 16.
17.
18.
En. 1, 294.
En. 6, 792 y sigs.
En. 8, 678 y s1gs.
15. Vida de Virgilio, lOO y siga. 19. Vida de Virgilio, 90 y sigs.

92 1 93
i
1
1

y hecho aplaudir sus versos.20 Más tarde -no sabe- canto es parecido al que entona Apolo en su docta
mos exactam ente en qué fecha, pues Tácito, que narra lira, cuando posa en ella sus dedos para arrancar le
el hecho,21 no lo dice-- la multitud notó un día que acordes .. ~' 22
el poeta asistía a una represen tación: se puso de pie En este pasaje Properc io sólo evoca la obra de Vir-
de golpe y lo saludó como hacía con el emperad or. gilio mediant e temas extraído s de sus poemas o de
Ese saludo imperia l es una especie de asociaci ón.con el otros análogos . Muestra así que estaban en las manos
trono, la confesió n de que si Augusto es el señor del y en la memori a de todos, puesto que alusione s, aún
mundo, Virgilio es su poeta. Signific a más aún. He- oscuras bastaba n para recordar los. Otros escritore s
mos visto que la debilida d de la literatur a alejandr ina confir~an su testimon io: Horacio , en sus Sátiras, 23
había consistid o en su ruptura con el pueblo, su igno- en una época en que sólo habían aparecid o las Bucó-
rancia de la muched umbre. Aquí el pueblo, tomando licas; más tarde Ovidio en los Tristes: 24 los lectores
la iniciativ a, proclam aba a Virgilio su intérpre te, su de la Eneida -dice- - sobre todo los del libro IV, eran
represen tante en el templo de las Musas. Era el ya incontab les. Casi inmedia tamente después de la
anuncio de que había nacido una gran literatur a na- muerte del poeta, un gramátic o, su contemp oráneo
cional. Cecilio Epirota, 2 5 imprimi ó a sus obras la marca más
A quienes se inquiete n por la incertid umbre de la indudab le de la popular idad, al introduc ir su expli-
fecha del relato de Tácito, les mostrar á Properc io que cación en las escuelas . Le habían bastado al poeta
si la anécdot a no pertenec e ·Con segurida d a esta época, unos pocos años para llegar a ser un escritor clásico.
todas las condicio nes para ello estaban sin embargo El sueño que expresa ba modesta mente en el prólogo
dadas entonces . El texto de este poeta, confirm ado por del libro III de las Geórgic as, tomando una frase
Donato, nos dice que en la época en que Virgilio de Enio, se había realizad o sin demora: "Hay que
comenza ba a escribir la Eneida, inmedia tamente des- intentar la vía por la cual yo también podría elevarm e
pués de las Geórgic as, su gloria estaba ya difundid a ¡' de la tierra y, vencedo r, volar por las bocas de los
por el imperio : "Aparta os -dice- - escritore s roma- hombres ."
nos, escritore s griegos. He aquí que nace algo más Pese a lo elevado de su situació n, o más bien a
grande que la Ilíada. Tú cantas en el pinar del som- causa de esa elevació n, Virgilio no es un poeta corte-
brío Galeso, con gastadas flautas, a Tirsis y Dafnis, sano, un Claudia no, que canta sin discerni miento
y nos dices cómo diez manzana s pueden seducir a las todos los hechos favorabl es o desgraci ados de la di-
jóvenes, si se las acompa ña con un cabrito quitado al nastía, a quien quiera oírle, sin elección ni preferen -
pecho del que mamaba ... Feliz Coridón , que trata cia. Tampoc o es un Calíma;c o, dispuest o a celebrar
de tentar al inocente Alexis y de gustar las delicias de los bucles del cabello que las emperat rices irían a
su rústico señor. . . Eres tú el que canta las leccione s consagr ar en los templos de los dioses. Su ambició n
del viejo poeta de Ascra, qué llanura es adecuad a · es más grande. Se interesa en el progreso de los tiem-
para la mies, qué colina para madura r la uva. Tu
22. Propercio , 2, 34, 65-80.
20. Véase J. Carcopin o, Virgile et le mystere de la !Ve 23. Horacio, Sátiras, l, 10, 44~45.
églogue, pág. 196. 24. Ovidio, Tristes, 2, 533 y sigs.
21. Tácito, Diálogo de los Oradores, 13. 25~ Suetonio, De los gramático s y los rétores, 16.

94 95
pos nuevos, en la reparacwn de los desastres emp:en- VI
dida por el emperador, capta y comparte las muas
lejanas del trono: retorno a lo que. a':taño c?n~tit~yó En la encrucijada
la grandeza de Roma, trabajo, patnotlsmo, disciplina,
coraje, resistencia. Se crea con esta meditación una
filosofía social que sostiene poderosamente sus dos
últimas obras.26
Así pues, a partir de las Bucólicas Virgilio no ce~ó
de crecer. La amistad de los poderosos y la glona
forzaron su puerta. No las había buscado. Hasta
l
\
había tenido la precaución de huirles. Aulo Gelio 27
nos informa que había abandonado Roma para reti-
rarse a N ápoles, en cuyos alrededores, en Nola, poseía
una villa. Es agradable representarse al dulce y mo-
En un mito de origen estoico, los griegos se repre-
desto poeta refugiándose en la paz de la más bella sentaron a Heracles "en la encrucijada", sentado en
rada del mundo, sintiendo subir la inspiración de. ese un cruce de caminos, donde dos rutas se extienden
suelo de líneas armoniosas, ante esas aguas espeJan- ante su vista, la que lleva al placer y la que lleva a la
tes sobre las cuales no flotaba entonces el penacho
virtud, e interrogándose sobre la elección que hará
arborescente del real Vesubio. Lugares hechos para entre ellas. A la época en que hemos llegado, Vir-
la meditación y el pensamiento, lejos de la agitación gilio se encuentra en una encrucijada semejante. Pero
de la corte, donde el poeta podía olvidar que Augusto en su caso no se trata, como en el de Heracles, de los
era dios y acordarse de ese otro dios, dueño del caminos de la vida. Los primeros versos de las Geór-
mundo, al que las Geórgicas rinden un homenaje tan gicas revelan que desde las Bucólicas se ·cumplió en
convencido. su espíritu un gran trabajo de elaboración, y que
descubrió en qué consiste la verdad de una existencia
humana. Hasta el final de la Eneida irá agregando
.
. '' desarrollos a su ideal, rectificándolo quizá§'· en algunos
aspectos. Pero ya están definitivamente fijados los
elementos esenciales. Ahora lo que está en cuestión es
el arte. Antes había optado deliberadamente por el
método de Catiilo y el fino cincelado alejandrino. 1
Inclinándose hacia Teócrito~ había renunciado a con-
tinuar la vía ,romana del Poema de la naturaleza.
Ahora su fe está sacudida, el poeta duda. Las Geór-
26. Véase sobre esta cuestión J. Bayet, "L'expérience so·
gicas representan un período de transición en el cual
ciale de Virgile", Deucalion, 1947, n? 2, pág. 197 Y siga. '
'· Ji
27. Aulo Gelio, 6 (7), 20, l. ' ¡1 l. V éanse pág. 33 y sigs.

96 97
no había que temer ni "el libro grueso" ni el "limo
el alejandrinismo ya no reina, pero aún vive y se
del río asirio". Estaba cortado de antemano a la
inserta en una concepción nueva de la poesía. No
medida de la poesía helenística. Calímaco lo procla-
hay fusión ni contaminación entre ambas tendencias. ma en un bonito epigrama con el cual anuncia al
Permanecen separadas y su acercamiento da al poema público la aparición de los Fenómenos de Arato de
un ·sabor muy especial, más h~siódico en el libro I, Solos, y que es un verdadero manifiesto de escuela:
más romano en los otros tres. "Es la poesía, es la manera de Hesíodo. No, el poeta
No se trata, pues, de una verdadera ruptura con la de Solos no siguió al aedo supremo, pero me atrevo
poesía anterior, sino más bien de un cambio de direc- a decir que se modeló sobre lo que hay de más encan-
ción. El anuncio del tema del nuevo poema, que fi- tador en sus poemas. Salve, estrofas sutiles, frutos.
gura de ordinario al comienzo, sólo aparece en el de las vigilias y los esfuerzos de Arato." 3
libro II: 2 "Emprendo una obra cuya gloria y arte Las últimas hebras de la poesía alejandrina apa-
son antiguos. Oso abrir las fuentes sagradas y me voy recen pues en diversos puntos de las Geórgicas; ten-
por las ciudades romanas eantando el canto del poeta dremos ocasión de volver a hablar de su curioso final.
de Ascra." Ese poeta es Hesíodo, y la evocación de A todo lo largo del libro 1 se insertan permanente-
Hesíodo, lejos de apartarnos del alejandrinismo nos mente cuadros cincelados en piezas de orfebrería entre
introduce de pleno en su corriente. Teócrito, el ins- las directivas referentes a la labranza, al rastrilleo, y
pirador de las Bucólicas, le pertenecía por nacimiento; sobre todo en las advertencias que conciernen a los
Hesíodo le pertenece por adopción. Calímaco había pronósticos del tiempo. Pero el servicio esencial que
puesto en guardia a sus discípulos contra la imitación Virgilio debe a Hesíodo, es el de haberlo orientado
de Homero, al cual admiraba sin embargo grande- hacia un poema didáctico, y un poema didáctico
mente. Pero no basta admirar a Homero para poder agrícola.
imitarlo, y el buen sentido unido a la experiencia había
A decir verdad, el poema de Hesíodo, Los trabajos
mostrado cuán peligrosa era esta imitaeión; los ta-
lentos del siglo ya no bastaban para ello. Modestia en y los días, sólo se refiere accidentalmente al trabajo de
apariencia, necesidad de renovación en realidad. Pero los eampos: de él 2.34 versos están consagrados al
como la costumbre quería entonces que todo género eultivo de la tierra y 63 al discernimiento de los sig-
de poesía tuviera un patrón, luego de renegar de nos de los días por los cuales este cultivo se orienta.4
Homero las miradas se volvieron hacia Hesíodo, varias Todo el resto, 531 versos, forma una especie de vade-
generaciones posterior a la llíad.aJ y a la Odisea. Este mécum del campesino, que contiene las informaciones
campesino beocio realizaba excelentemente el ideal de prácticas y los buenos consejos morales de que éste
Calímaco. Su obra maestra, Los trabajos y los días, tiene necesidad en el curso de su existencia. Hesíodo
estaba contenida en sólo ochocientos versos, y su con- no es un teórico del a-rte agrícola; sus pretensiones
dición social lo había preservado de las influencias no llegaron a tanto. Su pequeño escrito está dirigido a
literarias que hubieran podido ·corromperlo; ·resultaba
así el artista por excelencia del arte simple. Con él 3. Calímaco, Epigramas, 27, ed. E. Cahen, retocado se'~
gún el Calímaco, pág. 299 del mismo autor.
4. Versos 383·617 y 765-828.
2. Geórg. 2, 174-176.
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99
98
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J.
su hermano Perses, mala persona que le cuestiona su duda, pero ¡qué poco poéticos! Su excusa consiste en
parte de la herencia paterna y al ·cual él se esfuerza haber nacido en la época más prendada de la ciencia
en reconducir al buen camino. Este Perses contri- y cerrada a la poesía que haya existido. El origen
buye en buena medida al encanto del poema de He- del género se pierde en la noche de los tiempos. Los
síodo; su inteligencia limitada, su socarronería de más antiguos filósofos y los más antiguos sabios de
campesino astuto, parecen haber sido la musa de su Grecia eonfiaron sus teorías a la eustodia de la versi-
hermano. Le inspiráron, además de una colección de ficación, menos preocupados de embellecerlas que de
moral práctica en la cual se capta vívidamente y se encontrar en ésta un alivio para la memoria. Dada la
traduce con una deliciosa inocencia la existencia del ignorancia en que estamos de tantas obras desapeyre-
campesino, una representación del campo e:q que tra- cidas, Hesíodo aparece como un inventor, el creador
bajan penosamente esos rudos agricultores, plena de del género. Y además ya vimos con qué reservas hay
frescura y de sinceridad, de una factura totalmente que reconocer en él a un verdadero poeta didáctico.
helénica, de líneas sobrias y netas y tan viva que por ~ . Poeta es, sin duda, y gran poeta, pero ¿qué enseña?
instantes el lector mee estar dando por allí un paseo Tenemos que bajar hasta los Alejandrinos para en-
matinal. contrar allí a Arato y a algunos émulos. Los Fenó-
La influencia de este breve tratado, de esos tres- menos son obra distinguida y delicadey. Pero dudamos
•cientos versos ~uya lectura penetró a Virgilio, hacen en confesar que realice mucho· mejor la idea del poema
precisamente del libro, 1 de las Geórgicas una de las que las disertaciones de Roucher y Saint-Lambert.
·partes más atrayentes de su poesía. En el libro II se Parece pues que el lugar estaba vacío y esperaba
anuncia otra inspiración. J. Bayet 5 ha estudiado con a Lucrecio. P. Lejay dice con razón que el poema
sutileza la oposición existente entre ambas secciones didáctico era una creación propiamente latina. 6 Sin
de. la obra. Según él, el libro I fue compuesto lenta- embargo, los materiales estaban al alcance de la mano.
mente, junto con las últimas bucólicas, entre 39 y 37. La enseñanza, parte esencial del tema, se había· reves-
En 37 ó 36 Varrón habría comenzado a publicar su tido en Hesíodo de una forma artística. En Lucrecio,
Tratado de agricultura. Esta circunstancia amplió el se penetró de emoción. Nadie logró reunir mejor los
horizonte de las Geórgicas y al tratado sobre los ce- tres elementos del género. Su exposición del sistema
reales, contenido en el libro I, se. agregaron los tra- de Epicuro es lógica, exacta, clara, y su composición
tados de los árboles y de la viña, en el libro II, de la posee una poderosa solidez que podría envidiar la
·cría de ganado en el libro III y de la apicultura ~n prosa. Su arte es sin duda primitivo, pero se eleva
el libro IV. a menudo a sorprendente altura. Se asocia con esto
Tenemos en Francia una pobre idea del poema una emoción sobrecogedora, mientras desarrolla los
didáctico, sólo lo 'Conocemos por las disertaciones pe- dogmas desolados del epicureísmo, gritos de angustia
dagógicas versificadas de los escritos del siglo XVIII, de un alma que trata de engañarse y no lo consigue.
Louis Racine, Saint-Lambert, Roucher, didácticos sin Enseñanza, sea. Pero ¡cuán pronto la enseñanza sólo
parece el pretexto y lo accesorio!
5. "Les premieres 'Géorgiques' de Virgile" (39~3'7 av. J.~C.),
Revue de philologie, 1930, pág. 128 y sigs. 6. Oeuvres de Virgile!> por F. Plessis y P. Lejay, pá~
gina XXIII.

lOO 101
Tal es la herencia que recibió Virgilio. Y también las encontró en el materialismo: si el mundo es ente-
podemos preguntarnos en su caso si la enseñanza no ramente material, el alma muere con el cuerpo y, por
es un simple pretexto. Y a los antiguos se planteaban más poderosos que sean, los dioses no podrán tortmlar
la cuestión, y hasta la contestaron. Séneca, luego de lo que ya no existe. El materialismo es, pues, un
citar un verso de las Geórgicas, continúa así: "Como mensaje de liberación y Lucrecio lo ofrece al mundo
dice nuestro Virgilio, que se propone exponer no lo romano con un entusiasmo de apóstol. Dos tesis se
que es más verdadero, sino lo que es más hermoso, que ligan en su poema: la cog_!lJología epicúrea y la fe ~~
trató, no de instruir a los agricultores, sino de hacer la_palahm_ de salvac_!_ón j¡!!{l_ és_!~-~f!ii~Bl mundo.--La
gozar al lector." 7 Sería ingenuo, en efecto, represen- belleza de su poesía depende de la unio!Cestrecha de
tarse al campesino latino a la búsqueda de recetas de estas dos tesis que para él eran sólo una y sacudían
cultivo en las Geórgicas; el Manual del perfecto jar- de consuno todas las violencias y todas las delicade-
dinero de la época llenaba por cierto mucho mejor zas de su sensibilidad. Tal es la fórmula del poema
esta función. Así pues, antes de abordar el estudio didáctico romano, y ya que es el único en que haya-
del poema, debemos tratar de captar· qué se proponía m·os llegado a reconocer la esencia del género, debemos
exactamente Virgilio al escribirlo. El Tratado· de la confesar que es, pura y simplemente, la del poema
naturaleza nos ayudará grandemente a comprenderlo. didáctico. Por poco que lo examinemos en detalle,
Para Lucrecio, se trata de exponer el sistema de Boileau, el seco y razonable Boileau, nos hará enten-
Epicuro y lo logra con una sorprendente claridad. der que no nos equivocamos. Por cierto que nadie
Pero la claridad no excluye siempre la sequedad, la se consagró más que él, con casi todas sus obras, . a
pobreza. La historia de los "pequeños cuerpos" que la enseñanza, y como era un poco poeta se complugo,
componen el mundo entorpece a veces el poema, y con, como se decía en el siglo XVII, en cantar su doctrina,
ello nuestra atención. Si los siete mil versos del poema una literatura de buen sentido, de sensatez y de razón
fueran así, no los enfrentaríamos sin espanto. Si la de la cual estaba quizá tan prendado como Petrarca
obra tiene un alma, no se halla para nada allí. Junto lo estaba de Laura. Y lo extraordinario es que sacó
a esos "pequeños cuerpos", está la angustia de los de su lira, en honor de ella, versos muy buenos:
corazones apretados por la aprensión de un más allá
desconocido. Las representaciones de los suplicios del ¡Y yo sería, el único que no podría hablar!
infierno turbaban entonces ·en lo vivo la conciencia ¡Frente ·al ridículo, no podría reír!
de los hombres. Para conjurar el horror, se arroja- La sátira ...
ban a ciegas en las religiones mistéricas que les pro- es la única que sazona lo agrad:able y lo útil
metían el santo y seña, talismán adecuado para con- y con un verso purificado a los rayos del buen sentido
mover a los dioses de abajo y para preservar del libera a los espíritus de los errores de su tiempo.
descenso al Tártaro; se precipitaban en la ascesis, o
si no se ·esforzaban por aturdirse u olvidar. El mundo El amor por el tema, la creencia ardiente en su
entero buscaba la salvación y la seguridad. Lucrecio excelencia, la verdadera emoción, sincera, no facticia
y convencional, son entonces los elementos esenciales
7. Séneca, Cartas a Lucilio, 86, 14. del poema didáctico, y Virgilio es un verdadero poeta

102 '\ 103


~
didáctico justamente porque está conmovido. Pero caprichosa en que elige: "Vemos -dice Plinio el
¿cuál es el verdadero objeto de su emoción? ¿La Viejo- que Virgilio, el más grande de los poetas,
enseñanza agrícola? Los más bellos movimientos lí- evita decir los productos de los jardines, y de todo
ricos de Lucrecio expresan su admiración por ·la lo que relata sólo toma la flor, contentándose con
materia que enseñaba, por su daridad, su lógica, el nombrar en total quince especies de plantas de viña,
milagro de su invención. Pero en las Geórgicas, más tres de olivo, otras tantas de peral, el manzano de
allá de la enseñanza agrícola se halla la tierra, y está Asiria, mientras todo el resto queda de lado." s En
bien claro que la imaginación de. Virgilio no se detuvo ocasiones es preciso o impreciso, exacto de ordinario
a mitad de camino y que el cultivo y sus trabajos en lo que respecta al cultivo de la tierra, vago y
fueron sólo la vestimenta bajo la cual le aparecía la fluctuante en lo demás, por ejemplo en el diagnóstico
gran entidad, la Tierra madre. El resto sólo era de las enfermedades del ganado.
la vía que lleva a ella, los peldaños por los cuales se la Estas desigualdades son tanto más notables, cuanto
aborda, en suma, ya lo hemos dicho, lo accesorio. que las Geórgicas no tienen el carácter de una obra.
Así se explican las lagunas que, ya desde la anti- de ·aficionado. Todos los que las estudiaron en de-
güedad, se comprobaron en las Ge6rgicas. El poeta talle, como R. Billiard, 9 quedaron impresionados por
poseía, a partir del libro II, el tratado de V arrón, el conocimiento seguro que el poeta tenía de la ma-
una de las obras más ricas referentes al cultivo de la teria que trataba. Puede atribuírselo a la estadía en
tierra. Las coincidencias existentes entre las obras de Mantua, a los campesinos cuya existencia vio de cerca
los dos escritores muestran suficientemente con qué y más o menos compartió. Pero agregó a sus expe-
libertad Virgilio tomó materiales de su predecesor. Si riencias muchas lecturas: Historia de los animales
lo hubiera considerado ne.;esario, habría podido uti- de Aristóteles, Historia de las plantas de Teofrasto,
lizarlo en forma más completa aún. Allí hubiera en- tratados de astronomía de Eratóstenes de Cirene, Te-
contrado no sólo las informaciones que omitió sobre ríaca de Nicandro de Colofón, etcétera; además He-
el cultivo del trigo y de la viña, sino también otras síodo y Arato de Solos, y los romanos Catón y
para completar su tratado de la cría de ganado. Varrón.
Se comprende fácilmente que haya dejado de lado Virgilio era un gran amigo de los libros. Todo lo
la de la liebre, el jabalí, la caza de pluma y de pelo, prueba, en particular el rico subsuelo documental que
ya que sólo encaraba el pequeño cultivo campesino sostiene a la Eneida. En su caso no se trataba sólo ·de
y no tenía entonces a su disposición los inmensos par- información, pues su curiosidad sobrepasó con mucho
ques que convienen a tales empresas. Pero es sor- las ·necesidades de los temas que trataba. Este hom-
prendente no ver figurar en las Geórgicas estudios bre meditativo gustaba de sumergirse, solo y silen-
concernientes al asno, el puerco, la gallina, insepa- cioso, en las avenidas del pasado. Gozaba al verlo
rables de la vida campesina, que Varrón había tenido elevarse de la sombra para él, para la alegría de su
cuidado de no omitir. Se impone la conclusión de
que poco le importaba ser completo, lo que habría 8. Plinio, Historia natural, 14, 7.
sido su primer deber si hubiera querido hacer obra· 9. L'agriculture dans l'antiquité d'apres les ~'Géorgiques''
de Virgile, y Les ''Géorgiques", texto y traducción por R. BiR
de enseñanza. Desde la antigüedad se señaló la forma ! lliard.

104 105
contemplación. Pero al mism9 tiempo la estructura a Silvio, su rey: "Te construirán -dice-- Nomento
de las Geórgioas se le aparecía de más en más sólida y Gabios y Fidenas; elevarán sobre las montañas las
y lógica. V arrón le reveló su posible amplitud y él ciudadelas de Colacia, de Pomecio, el Castrum de
la concebía netamente al comienzo del libro II, donde Inuo y Bola y Cora." 12 Les agrega los héroes de la
se acumularon de golpe los trozos más significativos. historia, los Decios, Mario, los grandes Camilos, los
Acaba de enumerar una cantidad de tipos de vino Escipiones infatigables en la guerra, y termina con
latinos y griegos. El ritmo ditirámbico de esta parte su homenaje personal el himno a esta tierra privile-
del poema lo enardece y lo arrastra. La rivalidad de giada: "¡Salve, gran madre de las cosechas, tierra de
los viñedos de la Hélade y los del terreno romano, Saturno, gran madre de los hombres! Emprendo por
de Taso y de Falerno, se le <llparece como el sím- ti una obra cuya gloria y arte son antiguos. Oso
bolo de las misiones opuestas de los dos pueblos a abrir las fuentes sagradas y me voy cantando por las
través del mundo. Esta comparación lo ha acosado ciudades romanas el canto del poeta de Ascra." 13
largo tiempo, pues sólo encontró su forma definitiva Este pasaje define los propósitos del poeta mucho
en el libro VI de la Eneida.1° Entretanto, toma aquí mejor que el del comienzo del libro l. Canto las
el aspecto agrícola que la materia requería. Grecia hazañas y el héroe que vino el primero a la costa La-
-dice-- es rica en leyendas. 11 Sus barbechos produ- vinia, dice anunciando la ·Eneida. Y aquí: Para ti,
cen extrañas mieses que la imaginación transforma tierra de Saturno, canto el canto del poeta de Ascra.
en poemas: de la siembra de los dientes del dragón, En esta fórmula solemne se presiente una epopeya, y
de la labranza de los toros de narices de fuego, nacen que el poeta se prepara para celebrar a la manera
héroes encasquetados, lanza al puño, erguidos sobre homérica á la Tierra madre, que será su heroína.
el surco para matarse entre sí. Italia ignora estos Calímaco ya no reconocería a su discípulo en este
milagros, pero aunque no tenga el ensueño, posee la aliento y en esta promesa. En lugar de los versos
realidad: frutos de la tierra, cereales, viñas, ganados, modestos de otrora, va a decir la lucha incesante,
cielo clemente, ausencia de animales dañinos. Luego infinita, a la cual diez años no ponen fin, la del cam-
sus ciudades. No las grandes ciudades, orgullo de la pesino contra el adversario eterno al que hay que
nación y fuentes de la corrupción, . sino los oppida arrancar sus dones, la gran aventura de los cultivos
provincianos, los castelli romani de la antigüedad, estacionales, el agricultor al acecho tratando de captar
empinados sobre la punta de las rocas, con el pie la hora de su paso, su encarnizamiento contra los
bañado por los cursos de agua, tan cercanos a los enemigos del cielo, del suelo y del subsuelo, la ruina
campos que la población urbana y la población rural de las cosechas devastadas por la tempestad cuando
¡j
tienen los mismos intereses y las mismas sólidas vir- los cosechadores iban a entrar en el campo, la victo-
tudes. Virgilio los consideró siempre como el ele- ria de la vendimia sobre los racimos maduros traídos
mento fundamental del poderío romano y los prefiguró en triunfo del ribazo, en suma, el abrazo de esta pa-
en la juventud albana que, en los infiernos, escolta reja siempre en lucha, la tierra y el agricultor. El

lO. En. 6, 847 y sigs., véase pág. 270. 12. En. 6, 773 y sigs.
11. Geórg. 2, 136 y sigs. 13. Geórg. 2, 173-176.

106 107
tono será menos magnífico que en la Eneida, pero a
menudo más conm-ovedor . VII
Las Geórgicas, según veremos, son el poema de las
retractacion es. Su plan mismo lo es. ¿No había afir- El anti-Lucrec io
mado Virgilio en la égloga del canto de Sileno que de Virgilio
Apolo sólo esperaba de él cantos modestos? En el
libro I. costeó la ribera de Hesíodo· y apenas hinchó
sus velas. Pero en el libro II la timidez queda de
lado y el poeta boga en la estela de Lucrecio, es deCir,
en lo que hemos llamado la tradición propiamente
romana. Le agrega lo mejor del alejandrinis mo. Las
Geórgica'S representan, pues, en la evolución virgiliana
la etapa media, la más interesante quizá de su genio.
Las Geórgicas respiran serenamente la calma y la
paz de la naturaleza. No se oye allí el entrechocar dé
las armas. Todo es verdor, soplo de brisas, mugidos
lejanos de los ganados. Producirá sin duda asombro
si yo descubro bajo esta bella superficie sin arrugas
una obra de polémica, un anti-Lucreci o que precede
en casi dos mil años al del cardenal de Polignac.
No cita a Lucrecio en ninguna parte, ni siquiera
en nn pasaje donde se creyó durante largo 'tiempo
percibirlo. Pero está en todas partes. Para recono-
cerlo, es preciso notar un método que todos los anti-
guos utilizaron y al cual recurre permanente mente
Virgjlio, sea que quiera referir al lector a las obras
de algún otro escritor, sea que lo invite a remitirse
a las suyas propias. Para eso toma de un poeta -pues
sólo se trata aquí de poesía- alguna particularid ad
bien visible, por lo común sus hábitos estilísticos, o
una tesis, o las expresiones de un pasaje que tiene
especialmen te en mira. Despertada así, la atención
del lector se dirige al lugar designado. Si no se tienen
en cuenta estas indicaciones , no se puede captar la
vinculación· de los hechos en la Eneida. En las Bucó-
licas, por el contrat:io, no se percibe este sistema de
referencias; el canto de Sileno en la égloga VI, de una

108 109
l'¡
!

dejar de establecerse una comparación en su pensa-


lengua totalmente lucreciana, no parece encubrir miento, y es sin duda por ello que ha evocado tan
una intención disimulada. Pero las alusiones a He- a menudo a la altiva población rústica y provincial
síodo y a Lucrecio llenan las Geórgicas y nos ayu- que cavó los fundamentos de la ciudad eterna con la
darán a penetrar el pensamiento de su autor. azada y el arado, los Marsos, los Oscos, los habitan-
Al comienzo del libro I Virgilio ·resume en un verso, tes de Cures, sus pequeñas ciudades encaramadas
ya proverbial, la esencia de la vida rústica tal como la sobre la roca y sus campos bien cultivados. El tra-
concibe desde las Bucólicas: bajo, y en particular el de la tierra, es la razón de
. ser de Roma, la garantía de su prosperidad, y la
labor omnia uincit historia ha narrado los esfuerzos que hizo Augusto
imp·robus, para restituirle su carácter honorable.
Virgilio, es inútil recordarlo, se asoció con su obra
"un trabajo encarnizado triunfa sobre todo". 1 Esta y lo hizo con una notable elevación de miras. Aunque
máxima es como un ·calco de la que se lee hacia el era todo un romano -¿qué condenas no se han pro-
final de la égloga X: nunciado contra la avaricia de Roma y su utilitaris-
mo?-, ve en el trabajo de los campos algo distinto
o~nia uincit amor; et nos cedamus amori de los graneros llenos y la despensa bien provista. El
trabajo es ante todo la_ voluntad de Júpiter y el ins-
' "el amor todo lo vence, cedamos también nosotros trumento esencial de la organización del mundo. Tal
al amor". Al leer una, un espíritu atento no puede es la lección del comienzo de las Geórgicas, y Virgilio
dejar de recordar la otra. La primera es una retrac- sube de entrada hasta el trono de Júpiter para saludar
tación de la segunda, advierte al lector que la atmós- en él al autor de la gran ley que pesa sobre los hom-
fera ha cambiado, que Virgilio está guiado por un bres : "Es el padre mismo · quien ha querido que la
nuevo ideal, que renuncia a la pereza arcadia para vía del cultivo no fuera fácil y el primero que hizo
describir la ruda tarea de los campesinos cuyos per- remover la gleba ·Con método, despertando los espíri-
files ·esbozó antes en media tinta, en las interlíneas tus de los mortales mediante las preocupaciónes y no
de los cantos amebeos. permitiendo que sus súbditos se entorpecieran en un
Todas las páginas de las Geórgicas• estarán ya ple- pesado letargo. Antes de Júpiter no existía cultivador
nas del trabajo, de sus esfuerzos, de sus fatigas y de que forzara la tierra a producir, ni siquiera estaba
la magnífica alegría que lo corona. Cuando el poeta permitido repartir los campos y dividir la tierra con
vivía en Roma, al atravesar el foro intrigante y ocioso límites. Lo que los hombres se procuraban era bien
en el que jugaba el gran juego de la política, veía común, la tierra producía todo generosamente sin que
allí a una plebe desocupada, que se ganaba el pan nadie la invitara. Es él quien dio a las negras ser-
escoltando a los candidatos, profiriendo en el momento pientes su dañino veneno, exprimió la miel para sa-
oportuno las aclamaciones ordenadas, llevando aquí carla de las hojas, ocultó el fuego, detuvo el vino
y allá los mensajes de torcidas intrigas. No podía que corría por todas partes en los arroyos, con el fin
de que la necesidad, mediante tanteos, produjera poco
l. Geórg. 1, 145-146.

111
110-
a poco las diversas artes e hiciera brotar el fuego Geórgicas, Virgilio afirma su creencia sobre este punto
enterrado en las venas del sílex." 2 con una nitidez, una seguridad, una energía que ma-
Nuevo desmentido á las Bu_cólicas, más categórico nifiesta altamente la intrepidez de su fe y forma su
aún que el precedente. El trabajo de la tierra no con· irreductible núcleo. No es sin embargo su última
siste en el reposo y el caramillo y las dulces ovejas palabra. La Eneida mostrará que la elaboración de
que no se apartan del pastor dormido, sino en la su pensamiento continuó y que el poeta vio elevarse
lucha; el cultivador debe forzar a la tierra a pro· en su espíritu los inquietantes problemas que la no-
ducir. La edad de plata, reino de Júpiter, durante el ción de la Providencia propone a la lógica humana.
cual todos los males se abatieron sobre el hombre y Virgilio encuentra ante sí, desde este primer paso
las virtudes volaron al cielo, fue denigrado porque de su pensamiento, a los adversarios entre los cuales
no se lo comprendió. La edad de Saturno era la in· debe abrirse camino, Hesíodo y Lucrecio. El primero
fancia de la humanidad, la facilidad de los comienzos explica así la ley del trabajo: "Los dioses mantienen
de la vida. En tiempos de Júpiter el hombre entra en oculto a los hombres -dice a su hermano Perses-
la virilidad y recibe del cielo mismo la educación el medio de subvenir a su vida, pues si no tendrías
masculina de las inquietudes, de los peligros, de los fácilmente, aun trabajando un solo día, de qué vivir
sufrimientos. Pero, es entonces cuando se vuelve gran· un año descansando. Pronto colgarías el timón al
de. Júpiter es .el dios de los adultos, un dios prudente, humo del hogar, todo trabajo cesaría para los bueyes
consciente, aplicado, infalible en su obra; en suma, y los mulos infatigables. Pero Zeus ocultó ese secreto,
para llamarlo por su nombre, es la Providencia. irritado en su corazón por el engaño del astuto Pro-
Cuando se lee la historia de la filosofía antigua, meteo. A causa de ello preparó para los hombres afli-
llama la atención la tendencia continua hacia el mono- gentes preocupaciones." 3
teísmo que muestran todas las sectas a partir de Pla· Existe pues un secreto de la vida fácil, de la abun-
tón. Entre filosofía y mitología ha habido siempre dancia ociosa. Zeus lo sabe, pero por espíritu de
una guerra más o menos sordamente declarada. Pero venganza lo ocultó y quiso que el trabajo fuera duro
la conquista del monoteísmo fue ruda y lenta, hubo y fatigoso para todos, hombres y animales. Sobre este
que ganarla etapa por etapa. Una de las más largas punto Virgilio está de acuerdo ·con Hesíodo, tan de
y difíciles fue la eliminación del elemento material en acuerdo que seguramente el pasaje de Hesíodo lo ins·
el concepto de la divinidad. Hasta se ha pretendido pira aquí: el trabajo es un mal, una pena, y esta pena
que la filosofía de Platón fue la única en lograrlo. es querida por la divinidad. Pero llegadas a este pun-
No es cierto, pues aunque la divinidad de los estoicos, ' to, las dos tesis se apartan y se dan la espalda. Para
por ejemplo, es de naturaleza ígnea, debemos con- Virgilio, la dureza del trabajo es producto de la
fesar que ese fuego que gobierna sabiamente el mundo voluntad misericordiosa de Júpiter; para Hesíodo, es
no responde en nada a la idea que nos hacemos de la una venganza. ¿Venganza de qué? Aquí se mide· la
materia. En cambio, la idea de la Providencia apa- largura del período que separa a los dos poetas y
reció en ellos netamente por primera vez. En las la distancia de las civilizaciones a las cuales. pertene-

2. Geórg. l, 121 y sigs. 3. Hesíodo, Los trabajos y los días, 42-49.

112 113
' cen. Hesíodo se mantiene en la concepcwn más pri-
'
mitiva de la justicia divina, la del castigo de la hybris, un sentimiento de piedad humana. Lucrecio se repre-
o demasía, u orgullo, que ya se ha vuelto completa-· senta el advenimiento de nuestra raza, nacida de la
m¡mte extraña para nosotros. En las quiebras de la tierra, desprovista de todo, inferior por sus fuerzas
fortuna, en que Bossuet veía más tarde la prueba más . y sus instintos a la mayoría de los animales, y que no
conmovedora de la fragilidad de la dicha humana, obstante lucha sin desmayo, se eleva poco a poco por
los contemporáneos de Homero y de Hesíodo creían encima de éstos, hasta llegar a la civilización y a la
;:.¡ reconocer un efecto de los celos de los dioses, resul- vida política. Virgilio resume los mil doscientos ver-
tado de su defensa contra las usurpaciones del género sos que abarca aproximadamente este pasaje, en algu-
humano sobre la parte que les estaba reservada. Estos nos trazos rápidos que bastan para atraer hacia él la
dueños del mundo no conocían otro tipo de falta, y atención del lector: "Quiso que el hombre ·requiriera
es el pecado de hybris lo que motiva la hostilidad del el trigo a los surcos, que hiciera brotar el fuego oculto
Zeus de Hesíodo. Esta justicia tan primitiva vivió en las venas del sílex. Es entonces cuando los ríos
aún bastante como para ser uno de los resortes más sintieron por primera vez que llevaban troncos ahue-
poderosos de la tragedia griega en su mejor época. cados, cuando el navegante contó y nombró las estre-
Pero los progresos de la filosofía y de la moral hacía llas. . . entonces cuando se inventó el prender a las
ya largo tiempo que la habían abolido en la época de fieras con el lazo, tenderles trampas con liga, rodear
Virgilio. A la interpretación de Hesíodo, la dureza los grandes bosques con una jauría. Uno barre el
1'! del trabajo impuesta al género humano para castigar ancho río ·con el esparavel, buscando lo hondo, otro
i"
arrastra sobre el mar sus húmedas redes. Entonces
w el robo que Prometeo había cumplido para beneficiarlo '
Virgilio opone la suya: e.! trabajo no es una venganz~. apareció la dureza del hierro y la sierra rechinante ...
de Júpiter, ni siquiera es, como en la Biblia el cas- '1 entonces nacieron las diversas artes." 5
'1 tigo de una falta moral. Es el útil esencial del perfec- En la descripción de Lucrecio, que es uno de lo más
'1 cionamiento _de la humanidad, elegido por aquel que, bellos logros de este sombrío genio, el hombre está
'1
.1
en este pasaje 4 como a todo lo largo de las Geórgi-
cas, Virgilio llama "el padre", es decir, aquel que
sólo puede experimentar amor respecto de los mor-
1
1
solo. Solo frente a la necesidad, maestro duro y
cruel. Los dioses están por allá, sin duda, pero lejos,
no se sabe dónde, confinados en la pereza que les im-
tales. pone el sistema de Epicuro. Por ningún lado aparece
Una vez descartada la concepción de Hesíodo, Vir- el Titán caritativo del cual no pudieron prescindir los
gilio se vuelve hacia Lucrecio para apartar también griegos. En medio de esta desolación, de este aban-
la tesis de las Geórgicas de la del Poema de la natu- dono total, el hombre tuvo que encontrar la vía de la
raleza. El libro V de este poema termina por una
descripción de la aparición del hombre sobre la tierra,
1
¡
civilización, mediante sus solas fuerzas, gracias a las
experiencias repetidas que cada. vez pagaba con su
conmovedora, realzada por la solidez de la lengua, el vida. En Virgilio, por el contrario, todo ocurre bajo
esplendor de las imágenes, íntimamente penetrada por 1 la inirada de Dios, del "padre", cuyo nombre domina
l. el pasaje desde el verso 121. Creemos estar contem-
4. Geórg. 1, 121.
. 5. Geórg. 1, 134-145.

1
!
ll4 ~ liS
'
1,
1
piando uno de esos hermosos grabados antiguos en Si la Venus de Lucrecio se pareciera a la "Fama" pe
los que el artista representa al ·creador con el brazo Virgilio, nadie se hubiera engañado. Pero la Venus
extendido sobre nubes tormentosas, bendiciendo la se impone a la imaginación por una vida intensa, por
obra de la creación. el decorado grandioso que la rodea. Hace falta un
En otro pasaje, Virgilio se opone a una de las con- instante de reflexión para darse cuenta de que todo
cepciones capitales del sistema de Lucrecio. El Poema eso no es sino juego del ensueño, poderío de la crea-
de la naturaleza comienza con una invocación a Venus, ción poética. La diosa avanza sobre un tapiz de flo-
concebida sobre el modelo del himno antiguo a los res que la tierra artista, daedala tellus, despliega bajo
dioses. Es mio de los trozos más conocidos del poema sus pasos, la atmósfera es riente y perfumada, el cielo
y cuya casi popularidad se explica por su incompa- está inundado de luz y una multitud de seres, reuni-
rable belleza. No obstante, si bien la admiración de dos por el llamado de la fecundidad, se apretujan
los lectores ha coincidido al ·respecto desde la anti- escoltándola y se apresun_m a asegurar la renovación
güedad, no deja de ofrecer dificultades de interpre- primaveral del mundo. Este brillante cuadro inspiró
.' . 111

'! tación. Algunos han querido ver en la invocación de una hermosa obra pictórica, la Primavera de Botti-
,i¡ celli.
una de ·las grandes deidades del Olimpo griego, un
desmentido de Lucrecio a su propia filosofía: ¡los Las ideas lucrecianas de este prólogo reaparecen e:n
J dioses que pretende mantener aleja dos de la creación
surgen en el umbral del poema! La respuesta es fácil
el libro II (991-995), resumidas y comentadas: "En
fin, todos nosotros hemos nacido de una simiente ce-
11 y basta una palabra para eliminar la contradicción. leste, todos tenemos el mismo padre, del cual la tierra
Se la dijo más de una vez. En su comentario sobre el madre y nutricia -recibe las gotas de un líquido sutil
11 texto de Lucrecio, A. Ernout y L. Robín la repiti~ron y, fecundada así, alumbra las tupidas mieses, los árbo-
con una particular claridad. Venus no es aquí ni la les frutales, el género humano, todas las especies de
.1 diosa de los amores de mil formas a los que presidía animales salvajes." Aquí tiene la palabra el poeta.
1
en Citera y en Pafos, ni la divinidad marina que Pero como ocurre en el caso de Lucrecio, es insepa-
'.i Eneas persiguió, en sus andanzas, de templo en templo, rable del filósofo; este último interviene y asigna a
a lo largo de las riberas frecuentadas por los mari- sus dichos el justo valor. En una de las violentas re-
neros. Es la representación, el aspecto visible en el quisitorias contra la Providencia diseminadas por todo
cual el poeta encarna la idea abstracta de la fecun- el poema, en este mismo libro 11, Lucrecio 6 explica
didad. Los griegos antes que los latinos, gustaron que algunos se engañan atribuyendo a un designio de
de dar un cuerpo a esas abstracciones: se veían en los dioses la atracción que incita a los· seres a la ge-
los templos estatuas de la Justicia, del Pudor, de la neración. Y si se engañan, es porque ignoran las
Fortuna. La poesía compitió en esta materia con propiedades de la materia. Acumula protestas contra
la pintura. En el libro IV de la Eneida, Virgilio abre este error. Consintió en dar a la tierra y al éter los
el drama de amor con una descripción de la Fama nombres de padre y de madre, pero -dice- esta con-
que encantaba otrora a los humanistas, en tanto otros cesión no lesiona el materialismo del sistema. Si el
hubieran preferido no encontrar en este punto uno de
los raros pasajes flojos y desmañados de la Eneida. 6. Lucr. 2, 167 y sigs.

116 117
éter es el padre, lo es en virtud de una metáfora, puesto oscura para los demás ! De ella me basta encontrar
que la,tierra es fecundada por el agua bienhechora que aquí la relación expresamente catalogada en Hesíodo
le vierte el cielo; en cuanto a la tierra, la afirmación para el espacio de una lunación. Cada uno de los
de Lucrecio es perentoria: "Nunca tuvo sensibilidad veintiocho días era propicio para uno o más trabajos,
alguna." 7 favorecía a unos, perjudicaba a otros, no en vincu-
lación con las fases de crecimiento o decrecimiento
El hermoso contenido poético de estas páginas se
de la luna, sino corno consecuencia de alguna in-
reintegra así al más exacto materialismo.
fluencia supersticiosa o mágica. El día undécimo con-
Estos dos fragmentos inspiraron a Virgilio el ad-
viene a la esquila de los rebaños y el duodécimo a la
rnira_ble canto de la primavera del libro II, s tan fresco,
coseci:J.a. En este ~ltirno debe la tejedora disponer
tan Joven, tan rico en savia nueva, aunque no iguala
los hilos en su telar. El decimotercero es bueno para
el poderío y la pasión del poema de la naturaleza.
En cambio, el lector encuentra desde el tercer verso plantar, pero desfavorable para sembrar. El decimo-
el nombre del pater omnipotenS', el padre todopode- sexto es preferible para la reproducción de los ma-
roso, título que ningún ser sobrenatural ostenta en chos, el sex:to para castrar los cabritos y los corderos,
el decimoséptimo para preparar las partes del lecho
Lucrecio y que introduce aquí al soberano cósmico
nupcial y las que sirven para construir los barcos,
del pitagorisrno y al dios-providencia de los estoicos.
Virgilio se manifiesta contra el mecanicismo puro de etcétera. Los griegos adjudicaban una importancia
la doctrina lucreciana; de nuevo se entreabre el cielo tal a este código de la sabiduría agrícola, que He-
y vernos al señor del mundo velando sobre su obra. Y síodo lo encabeza con la recomendación de enseñarlo
para qu<¡' no nos equivoquemos, para que reconozca- a los servidores. "En cuanto a los días que nos vienen
mos que este nuevo desmentido se dirige a Lucrecio, de Zeus -dice a su hermano- preocúpate de ense-
el parágrafo siguiente comienza por un pesado vínculo ñarlos muy bien a tus servidores." 10
lógico, quod superest, frecuente en Lucrecio, muy raro El poeta alejandrino Arato, en el cual se inspiró
en Virgilio y evidentemente intencional en -este lugar. seguramente Virgilio, hace al comienzo de su poema
La teoría de los días constituye para Virgilio una astronómico de los Fenómenos una enumeración de
nueva ocasión de afirmarse frente a Hesíodo. La an- las épocas adecuadas para los diversos trabajos agríco-
tigüedad la conoció en dos formas: una, que remonta las y de los signos que los anuncian, y también allí
al Egipto antiguo y probablemente más alto aún; 9 la el nombre de Zeus sirve de garantía al poeta: "Comen-
otra, que continúa guiando hoy corno en otro tiempo cemos por Zeus -dice-- cuyo nombre no callarnos
los trabajos de la agricultura. j arnás los hombres. De Zeus están llenas las calles y
Otros dirán en qué consistía en realidad la teoría también las ágoras de los hombres, está lleno el mar
de los días fastos y nefastos, clara para los romanos y sus puertos. Siempre tenernos necesidad de Zeus,
puesto que se basaba en una legislación, pero ¡cuán pues somos sus criaturas. En su bondad él da a los
hombres los signos favorables y excita a los pueblos
7. Lucr. 2, 652. al trabajo, recordando que tienen necesidad de víveres,
8.. Geórg. 2, 323 y sigs.
9. P. Montet, La vie quotidienne en Égypte au temps des
10. Trabajos, 765-766.
Ramses, pág. 41" y sigs.

119
118
dice en qué momento el suelo está propicio para la 1 síodo, Virgilio hace desaparecer su nombre: "Es la
labranza ... " 11 Los ocho versos siguientes recuerdan luna misma la que con su curso indica los días, ya
que, gracias a los astros creados por Zeus para ayudar unos, ya otros, adecuados para los diversos trabajos";
a los trabajos humanos, advierte el campesino la hora 1 ipsa. . . luna, la luna, no otro responsable, con toda
que conviene para plantar y sembrar, con el fin de que la fuerza que posee en latín la palabra ipse. El se-
el crecimiento de los vegetales se cumpla en tiempo pro- gundo catálogo, por el contrario, inscribe en su co-
picio. Por ello a Zeus asciende la primera y la última mienzo el .nombre de Dios: "Y para. que podamos ser
de las plegarias. Y a no se trata pues aquí de las instruidos por presagios ciertos acerca de los calores,
propiedades de los días del mes, tan arbitrariamente las lluvias y los vientos que traen el frío, el padre
elegidas por la superstición, sino de las que poseen mismo estableció los signos que debía dar la luna,
las estaciones del año, ligadas con el curso del sol. qué pronóstico anunciaría el fin de los austros, en qué
La comparación de las dos teorías permite medir notarían los campesinos, gracias a una frecuente ob-
el progreso realizado por la civilización durante los servación, que no hay que alejar al ganado de los
quinientos o seiscientos años que separan a Hesíodo establos." 14 La luna sola, mediante sus fases, su re-
de Arato. Virgilio lo hizo, pero no se contentó con dondeamiento progresivo, luego el decrecimiento de
1 inclinarse hacia el poeta de Solos. Citó la teoría de su disco, tiene a su cargo anunciar los "días" del mes
Hesíodo, según su costumbre en tales circunstancias, y sus propiedades. Pero los signos de las estaciones
pero justo lo necesario para dar a entender a su los ordena Júpiter. Por medio de la luna, es cierto,
lector que está pensando en ella. De los veintiocho
días del poema de los Trabajos sólo conserva tres:
evita -dice al agricultor -el quinto día de una luna-
!'1 pero la luna es aquí sólo un instrumento. El ?brero
inteligente que la utiliza es el dios que reúne con arte
en torno de estos trabajos las condiciones favorables
ción pues es el día en que nacieron los Titanes y trae.
desdicha. "El decimoséptimo conviene para plantar la -¡~ para su. éxito. Aquí no cabe ninguna ensoñación,
ninguna fantasía. Sólo se menciona la observación
viña, para adiestrar a los bueyes jóvenes, para armar l repetida a menudo, saepe, del hombre de campo, que
el lizo en el telar, el noveno es favorable a la huida 1 ve elevarse los astros con colores diversos, más claros
de los esclavos y contrario a los l~:tdrones." 12 ¿Por !1 o más coloreados, oye mugir a sus terneras de modos
qué esos días y no los otros? Unos versos más abajo 1 3 !¡, variados, observa el comportamiento de la lámpara
comienza un segundo catálogo de días y estaciones 1 con que se ilumina por la noche: "Ni las jóvenes ocu-
;1
inspirado en Arato. La fórmula con la cual se intro- ¡ padas en la tarea nocturna pueden ignorar la llegarla
ducen las dos enumeraciones revela la intención se- l de la tempestad, cuando al encender la lámpara de
creta de Virgilio. ~ arcilla ven que el aceite lanza chispas y se forman
Hesíodo y Arato habían atribuido a Zeus la respon-
sabilidad de la división del trabajo entre los días y
} hongos de polvillo." 15
l Estas indicaciones discretas, un poco herméticas, del
los períodos. Al frente de la parte inspirada en He-
1 pensamiento de Virgilio, nos llevan de pleno al cora-
l
11. Arato, 1-7. '
'·i
12. Geórg. I, 276 y sigs. 14. Geórg. I, 351 y sigs.
13. 351 y sigs. 15. Geórg, 1, 390-394.

120 121
zón de la filosofía estoica. Su dogma fundamental nidad, y sin ella no podría concebir una naturaleza
era la creencia en la Providencia. Por lo demás, no bien constituida.
admitía la intervención milagrosa del creador en la También en este terrtino se encuentra Virgilio con
creación, y aunque la explicación última sea de orden sus dos adversarios habituales, la superstición hesió-
metafísico, entre ella y la realidad se interpone una dica y el ateísmo lucreciano.
explicación científica. Un pasaje del libro I de las Esta . doctrina estoica constituía, por otra parte,
Geórgicas expone claramente esta concepción virgi- la fe de muchos de entre los romanos que habían
liana. Se trata de la agitación que produce en el nído reflexiomido en los grandes problemas de la vida Y
de los cuervos la proximidad de la primavera: "En- apostado, antes de Pascal, por la . existencia de un
tonces los cuervos, con su gaznate contraído, graznan Dios. Virgilio era de éstos, Horac10 lo era a ratos,
claramente tres o cuatro veces seguidas y se entregan sin duda en aquellos en los que tenía un contacto más
en sus nidos, perchados en lo alto, a una extraña ale- largo e íntimo con su amigo. Y ¡cuántos otros se con-
gría inhabitual, retozando ruidosamente unos con otros taban en este número! La expansión de los adeptos
bajo el follaje." Sigue la explicación del fenómeno: del Pórtico en la época imperial lo señaló al siglo
"No ·creo por cierto que por la gracia de los dioses siguiente.
posean una inteligencia o, por voluntad del destino, Lo que tomamos de~asiado fácilmente por supers-
un don profético superior al nuestro,_ pero desde que tición entre los antiguos, podía ser tal para los pe-
los vientos y la humedad variable del cielo toman queños de espíritu y para la ~a~a. Para las . a~mas
otro curso y Júpiter, refrescado por los austros, con- superiores, era una doctrina rehg10sa. El es_to1c1smo
densa la atmósfera antes liviana o la aligera cuando y también otras sectas admitían que la umdad del
estaba condensada, cambian las disposiciones de los universo reposaba sobre una simpatía recíproca que
espíritus y los corazones experimentan emociones dife- ligaba entre sí todas sus partes, el macrocosmos, cuya
rentes de lo que eran cuando el viento barría las abreviatura era el hombre, el microcosmos. Cuando
nubes. De ahí la alegría del ganado, de ahí el rego- esta armonía amenazaba con trastornarse o disgre-
cijo que los cuervos manifiestan a pulmón lleno." 16 garse, el gran "todo" comenzaba a padecer y sobre-
La intervención de Júpiter en los signos instituidos venían los fenómenos precursores de los desastres, esos
para dirigir el trabajo del agricultor, no se opone en- fenómenos que en la obra de Tito Livio anunci?n _l?s
tonces a las leyes de la naturaleza sino que se super- grandes virajes de la historia, relatados por Vugll10
pone. Se insertó en ellas en la hora de la creación en los pasajes más importantes de sus J?oemas, en el
por voluntad del señor supremo. Borremos estas úl- libro I de las Geórgicas 17 donde presag¡an la muerte
timas palabras y nos reunimos con el sistema lucre- de César, en el libro IV de la Eneida 18 donde prece-
ciano: la naturaleza bien construida no necesita de los den la de Dido. Era el primer remezón de una cala-
dioses, pueden éstos permanecer ociosos e ignorantes midad ' que iba a propagarse: los dioses ponían ~n
del mundo. Pero la doctrina de Virgilio, la de la guardia al hombre. Este fenómeno es pues de la m1s-
Providencia estoica, reclama la existencia de la divi-
17. Ge6rg. 461 y sigs.
16. Ge6rg. 1, 410 y sigs. { 18. En., 6, 450 y sigs.

l1
~

122 123
"padre " un homen aje meritor io cuya recomp ensa es-
ma natural eza que los graznid os de los cuervos , pero
viene de una lejanía más misteri osa. pera serenam ente. La expresi ón de esta fe toma ade-
más un aspecto lucreci ano, el más curioso de todos.
:Virgili o. no cerrará ese capítul o de los "signos ", Se trata de un pasaje donde un lector no adverti do
abierto baJo los auspici os de la Provid encia, sin invi- sospec haría una adhesió n a las teorías del Tratad o de
tar _al hombr e a la acción de gracias : "Ante todo r la natural eza y que, gracias a una verdad era hazaña ,
-diCe - honra a los dioses y celebra la fiesta de la contien e su más categór ica desapro bación.
gra? Cere.s, rindién dole tu culto sobre tupida hierba,
En medio de un elogio de la vida rústica que nos
haCia el fm del inviern o, cuando la primav era está ya
'OCUpará en el próxim o capítul o, se desliza n estos ver-
serez:~· Entonc es los cordero s son gordos , el vino
perdw su asperez a, el sueño es dulce, la sombra en sos: "En cuanto a mí, quieran ante todo las Musas
l - bienam adas cuyas insigni as sagrad as llevo, penetr'a do
as montana~ es espesa. " I 9 En esta atmósf era de pri-
en mi corazón de su gran amor, recibirm e, explica rme
mavera ~r?sigue la descrip ción de la fiesta que atrae
las bendiCI Ones sobre las cosecha s. La juventu d se los camino s del cielo y las estrella s, los eclipse s del
sol y las variada s prueba s que sufre la luna, la causa
re~ne para el sacrific io, prepar a el vino azucara do con
de los temblo res de tierra, por qué fuerza se hincha
mi~l, de los día: de regocij o. Se desarro lla una pro-
cesiou, acampa nada de cantos, y la poblac ión cam- el mar profun do, rotos los obstácu los, y luego por su
propio movim iento se apacig ua dentro de sus propios
pesina emplea ese tiempo . de reposo "en movim ientos
n;al reglado s y en cantata s".20 Estos coros de campe- límites , por qué los días de inviern o se apresu ran
smos agrada n entonce s a Júpiter no por la gracia de tanto en hundirs e en el océano y de dónde viene la
lentitud que demora las noches . Pero si me está ve-
~us dat;'zas y la delicad eza de su arte,' sino por la
mocenC ia de la vida. dado el acceso a este domini o de la natural eza por la
frialda d de la sangre que corre en .mi pecho, puedan
Cuanto más se penetra .en los fundam entos de las al menos encanta rme la campañ a y las corrien tes que
Geóréfi cas, m~s. se conven ce uno de que reposan sobre bañan los valles; que pueda yo, sin gloria, amar las
una Idea rehgws a. 21 Esta búsque da obstina da de la riberas y los bosque s ... ¡Feliz quien pudo conoce r el
divinid ad es quizás el elemen to más claro de la in- sistema de la natural eza, holló con sus pies todos los
fluenci a que Lucrec io ejerció sobre Virgilio . El pri- temore s y el destino inexora ble, el estrépi to del insa- ·
mero se propon e borrar del todo la idea de Dios el ciable Aquero nte! ¡Pero tambié n feliz quien conoce
segund o percibi r su presenc ia en cada uno de 'sus los dioses rústico s ... ! A ése no lo desvían de su ruta
pasos. Y por poco que prosiga mos descub riremo s ni las fasces que da el pueblo . . . ni . el gobiern o de
que al escribi r esta epopey a de la' tierra, Virgili o Roma y los reinos destina dos a morir."
22
creyó hacer obra religios a y deposit ar a los pies del
El tono revela desde el princip io la solemn idad del
19. Geórg. 1, 338 y sigs. pasaje. Como en las procesi ones de Eleusis , el poeta
20. Geórg. 1, 350. avanza llevand o la cista mística de los objetos sagra-
21. Acerca del sentido religioso de este libro I de las dos que se exhibir án en el curso de la cerefno nia.
Geórgic as, se leerá con interés un folleto del R. P. G: Le
~relle, Le premier livre des ~'Georgiques" poeme pythagor i-
czen (Namur , 59, rue de Bruxelle s). 22. Geórg. 2, 475 y sigs.

124 125
Aquí los objetos sagrado s no son sino los secretos no alude aquí, como creyeron algunos, a esa sabidu-
de la naturale za, que se develará n mediant e el estudio ría epicúrea que liberaba al hombre del terror ' de
y la .contemp lación: ciencia de los astros, de los cur- la muerte enseñán dole que todo termina con su vida
sos de agua, de los fenómen os que en la antigüed ad terrestre . La mención del 'Destino inexorab le' indica
constitu ían la física y a los cuales consagr ó Séneca
uno de los más volumin osos de sus tratados , Las
.·~ que en este punto, como en otros en que habla del
Fatum, el poeta se inspira en la doctrina estoica y,
cuestion es naturale s. En la época de Virgilio este más precisam ente, en el estoicism o ecléctico de un Posi-
estudio no presenta ba sólo el interés de la curiosid ad, donio. Aquel a quien las Musas revelaro n los secretos
sino que el pitagori smo le había asignado una fun- del universo , holla bajo sus pies todos los temores,
ción moral importa nte que fúe objeto de estudio por sabe que no descend erá 'al avaro Aqueron te', sino
parte de varios eruditos , sobre todo P. Boyancé en su 23
que le está reservad a la dicha de una existenc ia celes-
libro Le culte des Muses chez les philosop hes grecs, te." Si abordam os la lectura de estos versos con el
y F. Cumont en Recherc hés sur le symboli sme funé- espíritu pleno de la doctrina epicúrea , los entendem os
raire des Romain s. 24 así: si el hombre quiere ser feliz, que estudie el sis-
Luego de esta primera parte vienen tres versos
25
tema de la naturale za, pues éste le enseñar á a piso-
escritos en el estilo lucrecia no más caracter izado: "Fe- tear el temor del Aqueron te mostrán dole que el alma
liz quien pudo conocer el sistema de la naturale za", es mortal, que no sobreviv e al cuerpo y nada tiene
etcétera. Ya este detalle debe dejarnos de entrada en que temer de los castigos infernal es. Este es el resu-
suspenso . Si se reprodu ce ·tan fielment e a Lucrecio , men de la doctrina de Lucrecio , y Virgilio parafras ea
27 Pero es im-
no es eü generál para aprobarl o. El pensami ento de aquí un pasaje del final del libro III.
Virgilio es aquí mucho más sutil y secreto, lo que no posible persuad irse de que esta interpre tación sea la
podría sorprend ernos, pues lo heredó de los místicos suya, pues choca con toda su filosofía . Hay que
pitagóri cos y de los discípul os de Platón. Se sabe apelar una vez más a la doctrina pitagóri ca cuyo prin-
cuánto valor adjudica ba toda la escuela a la medita- cipio esencial es· el de la inmorta lidad del alma. Se
ción que, desarrol lando las fuerzas del espíritu, deja entende rá entonces : feliz el que estudia el sistema de
adormec er las del cuerpo y predispo ne el alma a la la naturale za, pues ha liquidad o el temor a la muerte
separaci ón, es decir, a su liberació n de la tumba car- al saber que la inmorta lidad bienave nturada lo pre-
nal. El estudio es pues salvador , y el hombre, al servará de los castigos infemale s. Para Lucrecío el
entregar se a él, prepara su liberació n. F. Cumont hombre sólo escapa a estos castigos y a las angustia s
26 "El poeta
afirma con razón acerca de este pasaje: que los preceden mediant e su mortalid ad, su morta-
lidad total, de alma y cuerpo: no sobreviv irá ninguna
23. Véase en particular la tercera parte, pág. 329 y sigs. parte de su ser que pueda sufrir las tortura~ de los
Se leerá también del mismo autor, "Sur quelques vers de Virgi- ·dioses justicier os. Para Virgüio el alma es mmorta l
le ( Georgiqu es II vers 490-492)" Revue archéolog ique, enero-
junio 1927, pág. 361 y sigs. y el estudio de las ciencias de la naturale za le da su
24. Pág. 262 y sigs. justifica ción y es garantía de una vida eterna y bien-
25. Geórg. 2, 490-492.
26. Pág. 273. 27. Lucrecio, 3, 1070-1075 .

126 127
aventurada. Es visible el malentendido sobre el cual vértigo que arrastraba entonces a las almas ávidas de
r?p'?s.a el aparente acuerdo de los dos poetas, la Dios, extraviadas en su búsqueda,· hacia las enseñan-
Simihtud de sus expresiones. Hay que estar al acecho zas pueriles de los misterios, el éxtasis provocado por
Y. ,sorprender la línea invisible que marca su separa- excitaciones físicas, la ebriedad de la orgía báquica,
Clün, pero después de este descubrimiento todo ,se no menos que hacia las austeridades de la ascesis. La
torna claro y la filosofía latente de las Geórgioqs estupidez y la inmoralidad corrompían este noble im-
recupera su continuidad. pulso, se infiltraban en todas sus fases. La volveremos
Un sabio que haya consagrado su estudio a las cien- a encontrar tratando· de infiltrarse hasta en las pri·
cias de la naturaleza puede esperar entonces una vida meras comunidades cristianas por medio de los evan-
de felicidad sin término. Pero éste no es el caso de gelios apócrifos.
Virgilio. El poeta se excusa de que su debilidad no En fin, la religión de Virgilio presenta un carácter
le haya_ permitido seguir este camino real, y expresa de estabilidad y de equilibrio que aparece claramente
la confianza de que no se lo juzgará por ello con cuando se la compara con la de Horacio, 2 8 menos
demasiada severidad. El tema de la purificación del dogmática, menos sólida, con delicadezas sorprenden·
alma mediante la ciencia sólo aporta aquí un punto tes, escrúpulos sutiles. En ésta encuentra su lugar el

li
?e comparación, un trampolín de donde brotará el milagro, del cual necesitaba el poeta para trascender
y descubrir la mano de Dios en las menores circuns-
Impulso hacia la inmortalidad: "Feliz también quien
"1
conoce a l;>s ~ioses rústicos." Ese es el campesino, tancias de su vida. Esta fantasía es extraña a la
:!,, construcción, tan sabia aunque todavía muy incom·
pe~o es mas aun el poeta mismo, campesino por su
i\ ongen, por sus amores y por su obra. Los dioses pleta, de la réligión virgiliana, donde la razón es la
¡).
H rús.ticos son para él lo que son para el sabio los mis- regla constante de la confianza.
ii:
tenas de la naturaleza. Publicando las obras y se-
l,,i cret~s de ,aq.uéllos, el -poeta se santifica: veremos que
" 1~ _vida rustica es una región de inocencia y de jus-
lj ticia .. A ~a j~stificación intelectual aportada por el
\¡ estud10, VIrgil10 opone entonces una justificación mo-
ral que asegura la salvación. -
'!i ~l perse!f~IÍr el ateísmo de Lucrecio el poeta ha
tenido ocas10n de revelar su fe religiosa. Esta revela-
11 ción proseguirá en la Eneida, pero sus rasgos más
significativos pueden captarse desde ahora. Esta reli-
gión es ante todo u_na -religión de pureza, en la cual
no debe entrar nada que sea indigno de Dios: Virgilio
rechaza la superstición y la concepción de la justicia 1
que se limita al castigo de la hybris. Es una religión
de soberana razón, cuya firmeza admiraremos aun
más si recordamos el medio turbado en que nació, el l 28. Véase A. Guillemin, L'appel de la poeS<e lyrique.
Étude horatienne, Les cahiers de Neuilly. Sixieme cahier,
pág. 29 y sigs., París, Rue de Médicis, 3.


,¡ 129
128
VIII
¡'
niños de corta edad, a sus bueyes y a los novillos que
se lo han ganado con· su esfuerzo".
Iustissima Tellus
De estos versos se desprende un misterioso soplo
de idilio. La vida campesina aparece en ellos en una
f~) visión idealizada que omite todos los aspectos bajos.
\
El pensamiento se tr.aslada espontáneamente a la égloga
.1' IV, donde la descripción de la edad de oro ofrece
rasgos enteramente parecidos. ¿No sería el momento
de examinar esto en detalle, y preguntarse si Virgilio,
con su procedimiento habitual de alusiones, no estará
señalándola a la atención del lector? Y he aquí que
justamente se nos ofrecen algunas coincidencias con-
firmatorias de nuestras sospechas.
~n .el libro II de las Geórgioas, uno de los pasajes
mas Importantes es el elogio de vida rústica que En el verso 460 aparece la Justicia en un lugar de
ocupa la parte final, los noventa últimos versos.1 honor, al final del verso, al final de la frase, en una
"j Oh -exclama el poeta-, demasiado felices cam- expresión cuya amplitud tiene aspecto premeditado:
pesinos, si conocieran sus bienes! Para ellos,. espon- iustis8ima Tellus, "la Tierra soberanamente justa". En
táneamente, lejos de lás armas que sirven al odio, el verso 6 de la égloga, cuando la constelación de
procul discordibus armis, la tierra soberanamente jus- Virgo viene a anunciar el comienzo de la edad de oro,
ta, iustissima teUus, hace surgir de su suelo un todos los comentaristas parecen haberse conjurado en
alimento que cuesta poco." Luego se enumeran los lujos forma totalmente imprevista para afirmar, no se sabe
~alsanos que los campesinos ignoran: pa~acios, mul- por qué, que Virgo es la Justicia. 2 Esta aproximación
titudes de clientes que asedian las puertas, lujo de los evoca el recuerdo de una vieja leyenda: junto a la
departamentos, de las vestimentas y las comidas; y constelación de Virgo está la de la Balanza que era
después los bienes sólidos que la tierra les ofrece para los antiguos, como para nosotros, el símbolo ile
en cambio: paz, alimento abundante, abrigo fresco y la Justicia. Ahora bien, al final de la edad de oro,
alegrías simples. En el verso 475 comienza el pasaje cuando según se dice las virtudes cansadas de la co-
relativo a la purificación del poeta por la celebración rrupción reinante sobre la tierra retomaron el camino
de la vida rústica, analizado en el capítulo precedente. del cielo y abandonaron a los hombres a sus crímenes,
A partir del verso 495, el himno continúa por una la Justicia estuvo a punto de compartir su éxodo. Pero
requisitoria contra los crímenes engendrados por vida se dio cuenta de que las poblaciones rurales habían
l~
en la ciudad, y desconocidos por el "campesino que conservado el recuerdo de la inocencia de otro tiempo
1
hiende la tierra con su arado recurvado, con el· cual ! y se demoró entre ellas. Cuando éstas se vieron a
r su turno invadidas por el progreso del mal, la Justi-
ejecuta el trabajo del año, nutre a su aldea y a sus '
l. Geórg. 2, 458-542.
\ 2. J. Carcopjno, .Virgile et le mystere de la IV"· églogue,
pág. 133 y sigs.

130
131
1'
cia se envolvió, según la expresión de Hesíodo, en sus sigue: "En ella reside el esplendor supremo de la vir-
velos de lino y fue a buscar una morada más pura tud, de ella reciben los buenos, boni, su nombre.'' 4
en las esferas etéreas, sobre la banda del zodíaco, en Los boni son, pues, semejantes a los "justos" cristianos
la constelación misma de la Balanza que le estaba de ahora: alcanzaron la cumbre de la grandeza moral.
consagrada. Virgilio conocía esta leyenda; ¿pensaba Esta hermosa virtud de Justicia era, a los ojos de
',en ella en la égloga IV al evocar la aparición de Virgilio, la más noble dote de la vida rústica. N.o
Virgo, como quieren los comentaristas? No podríamos obstante, las Bucólicas no nos habían preparado para
decirlo; pero en nuestro pasaje de las Geórgicas la este optimismo. Los campesinos cisalpinos que surgían
(:;
recuerda expresamente: "La Justicia, al abandonar entonces uno a uno del fondo de la memoria del poeta,
la tierra, dejó su última huella entre los campesinos.'' 3 tenían todos los defectos que conocemos hoy en sus
, La vida campesina es, pues, el asilo de la Justicia, semejantes: eran litigantes, regañones, celosos. Pero el
la más bella de las virtudes cardinales para los anti- defecto no es vicio. Y por lo demás se trata de otra
guos como para nosotros, la que confiere al alma del cosa. Virgilio no se enternece aquí a la manera de un
hombre la forma esencial de la humanidad. Tras- Bernardino de Saint-Pierre o de un Rousseau, conmo-
ciende, en efecto, de sí misma, al poseer a la vez la vido por las virtudes naturales que el hombre de campo
grandeza y la imprecisión de las grandes ideas que -como ahijado de un hada- habría encontrado como
rigen al mundo, ideas demasiado vastas como para un don en su cuna. Lo conoce bien y ve claro. Es
encerrarlas en la fijeza de un concepto claro y que se cierto, y cabe lamentarlo, que las Geórgicas no nos
nos revelan más por la emoción que por el conoci- presentan los aspectos realistas de la vida campesina,
miento. Se sabe la importancia que le atribuye nuestra cuyo sabor es tan acentuad() en las Bucólicas. Pero si
lengua cristiana. El "justo" de la Biblia es por exce- )
desaparecieron esos ,retratos tomados del natural, es
lencia el que place a Dios. La justificación es el '1\' porque el modelo se ha borrado, se ha perdido en la
estado de pureza que hace al hombre agradable al lejanía. Y sin embargo por momentos se lo siente cer-
Señor. Cicerón coincidía ya con esta extensión de cano, presto a emerger del verso de Virgilio. ¡Qué de
la idea de justicia; si consiste en dar a cada cual lo reservas en el sua si bona norint, "si conoeieran sus
suyo, ¿a qué no alcanza, en el 'Comercio del hombre bienes", del verso 458! Parece por cierto que en estas
con el resto de la ereación? Pues lo debido respecto palabras se hubieran emboscado todos los malhumora-
de Dios es la adoración, respecto de los padres es el dos, todos los descontentos. Pero no era el momento
'reconocimiento y el amor, respecto de los amigos los de perseguir esos pecadillos. Por otra parte, en esta
servidos, respecto de los clientes la protección, etcé- epopeya de la tierra el campesino sólo cuenta por su
tera. Extendiéndose así progresivamente, termina por trabajo. Ni bien continuemos este estudio, lo percibi-
abarcar todas las virtudes y constituir el factor esen- ('\' remos a veces en la lejanía, justo el tiempo necesario
cial de la vida social. Desde este ángulo la encara ' para hacernos lamentar que no haya avanzado más a
Cicerón en el Tratado de los deberes. Después de haber menudo al primer plano. Pero ese primer plano lo
afirmado que es una de las dos primeras virtudes, pro- ocupa la vida rústica y no hay lugar para él.
1
3. Geórg. 2, 473-474. 4. Cicerón, Tratado de los deberes, 1, 20.
1

132 133
Lo que interesa al poeta en nuestro pasaje son los que sostiene en todos los puntos la religión virgi-
elementos de los que está hecha esta vida, y el análisis liana. Pero una vez asentados esos fundamentos, el
lleva a reconocer que todo predispone en ella a la poeta los supera porque a su parecer, aunque expliquen
virtud y mantiene apartado el vicio. Virgilio vuelve
sobre esta tesis en dos lugares. Opone primero las
necesidades del habitante de las ciudades a las del
l
1
algo,. no lo explican todo. El tono mítico del poema
eleva la vida rústica al nivel de una entidad bienhecho-
ra que cuida de los privilegiados a los que ha adoptado.
agricultor. Aquél necesita palacios, una multitud de Prestando un poco de atención, se oye resonar aún el
clientes, vestimentas lujosas, bronces de arte, comidas 1 nombre del "padre", y no nos sorprende comprobar
suntuosas. 5 Todo eso cuesta caro, y necesita entonces ij . una vez más que Virgilio opone su concepción de la
mucho dinero, pero esa necesidad de dinero, ¿no es justicia y de la simplicidad de la vida a la de sus
la ocasión de todos los crímenes? Unos versos más antagonistas habituales.
adelante, 6 aparecen las consecuencias malsanas de esta Hesíodo, con su utilitarismo menesteroso, enseña a
avidez insaciable: se recorren los mares para traer mer· Perses las ventajas de la justicia y trata de engolosinar-
caderías preciosas que llenarán el arca, se intriga, no lo valiéndose de los beneficios que asegura a quienes
se retrocede ni ante la traición, ni ante la perfidia, .ni la practican : banquetes, víveres abundantes, bellotas y
ante el crimen. Es muy notable que todos esos delitos enjambres en las encinas, lana tupida en el lomo de
son los mismos que enumera la sibila cuando, detenida los corderos, un· hogar donde no penetra el adulterio. 8
ante la puerta del Tártaro, entera a Eneas de los cas- Por otra parte, las virtudes, para él, deben ser lucra-
tigos que sufren allí las almas. 7 Ese sombrío cuadro tivas: consisten en dar para recibir. 9 ¿Qué pensará

1
está pintado en los dos poemas con los colores de las de ello Perses que, a juzgar por los consejos que le da
guerras civiles. Condenación e inmoralidad de la exis- su hermano, no era un ingenuo? ¿No le enseñó la
tencia urbana son sólo uno. El vértigo del mal conduce vida que tales promesas son vanas y que la justicia
a los castigos infernales a las poblaciones extraviadas y la virtud no son garantía de prosperidad humana?
por las pasiones nacidas de las intrigas del foro Y En cuanto a Lucrecio, está de acuerdo con Virgilio
de la ambición política. acerca de la excelencia de la vida simple, de los peli-
La vida rústica preserva a los campesinos de ese gros y la vanidad del lujo de las ciudades, al punto
vértigo, abrigándolos en sus apacibles llanuras, sus si- de que en los pasajes en que las Geórgicas exaltan a
lenciosas dehesas y sus fecundos barbechos. La con- la primera y condenan a las otras, se encuentran mu-
clusión tiene el rigor de un silogismo: la simplicidad chas reminiscencias del Poema de la naturaleza. Pero
de la vida mantiene apartadas las tentaciones del lujo, su descripción de los placeres de la campaña es la de un
la asiduidad de los trabajos no les da tiempo de impo- ciudadano que parece ignorar totalmente la vida cam-
nerse y el aislamiento de las campañas les cierra. _el pesina: "Extendidos entre amigos sobre el tierno cés-
acceso. Esta lógica posee la solidez de construccton ped, ·cerca de una corriente de agua, bajo el ramaje
de un gran árbol, sin mucho gasto sat~sfarán las exi-
5. Geórg. 2, 461 y sigs.
6. Geórg. 2, 503. 8. Hesíodo, Trabajos, 213 y sigs.
7. En. 6, 608. 9. Hesíodo, Trabajos, 342 y sigs.

134 135
'i;_:.
·--,.--
1

mente dicho ocupaba el centro. Uno de los lugares


gencias de su cuerpo, sobre todo cuar:do el cielo sonríe privilegiados estaba reservado a un bajorrelieve, con~
y la estación esmalta con flores la hierba verdeguean- servado hoy en Florencia, que representa a Tellus, o
te." 10 La naturaleza arcadia aporta a estos. versos :u sea la Tierra-madre. La Tierra está representada como
quimera y su imprecisión. No basta renunCiar al lujo una mujer de hermosa y alta talla, signo distintivo
para poder vivir de conversaciones y de reposo al borde de su divinidad. Tiene en sus rodillas a dos niños· a
de un claro arroyo. los que mira con ternura. ¿Inspiró la influencia de
Por su manera de entender la ley del trabajo, Virgi- Virgilio a los arquitectos la idea de ofrecer la presi-
lio escapa a la inconsecuencia de He~íodo y a 1~ irreali- dencia del Altar de la Paz a la Tierra divinizada para
dad de Lucrecio. La pureza arcadia no lleno nunca destacar, en el interior mismo del monumento más
ni la más sobria despensa. Y la abundancia no es la simbólico del reino de Augusto, que estos dos elementos
recompensa de la justicia; no tiene nada que ver con son inseparables y que el emperador mismo· vela para
ella. El surco dará el trigo no a la virtud del labrador, que nada perturbe su unión? ¿Tomaron también de
sino a su sudor. También aquí todo es lógico. No hay él la idea de dar a la diosa ese aspecto de poderío
que confundir estos dos pares de conceptos. ~sociad?s: y de maternidad, como si quisiera hacer recordar a
trabajo y abundancia por una parte,, jUStlCla y v1da aquella que, en las Geórgicas,11 es fecundada por el
rústica por otra. divino éter? Sea como fuere, es imposible separar el re-
En nuestro pasaje, de una filosofía tan rica Y tan cuerdo del Altar de la Paz del de las Geórgicas virgilia-
i
prqfunda, debe llamar ahora nuestra atención el segun- ( nas. La justicia, la paz y la vida rústica forman un
do verso en el cual Virgilio destaca otro elemento de solo todo y se condicionan y sostienen recíprocamente.
la dicha' de la vida rústica: . transcurre lejos de las 1
En esta atmósfera de virtud y de paz transcurre la
armas, procul discordibus armis. Esas armas son sin 1 vida del agricultor en el seno de una opulencia simple
«?
duda las de todas las guerras, pero ante todo las de la y desahogada, pues el suelo le ofrece un "sustento"
guerra eivil, como lo indica la palabra disco;~ibus. que cuesta poco, facilem uictum. ¿Qué cuesta, en
Por otra parte, en la época en que el poeta escnb1~ no efecto? Sudor, fatiga, esfuerzo. Pero todo eso, dice
se oía ya el sonido de las armas, o estaba tan lejano Virgilio, sirve principalmente al perfeccionamiento del
que no llegaba a las llanuras italianas. Augusto . co- hombre y el alimento se da por añadidura. Es cierto
menzaba a entrar en posesión de su título prefendo, que el vino ya no fluye en los arroyos, como en tiempos
el de Príncipe de la Paz. Veinte años después, en de Saturno, ni la miel gotea de las hojas, y sin em-
9 a. C., al volver de un viaje a la Galia presidiría la b11rgo al fin de cuentas la realidad no está tan aleja-
dedicación .del Altar de la Paz cuya erección había da del. ensueño.
votado el Senado. Destaquemos ahora que los tres caracteres esenciales
El altar un espacio rectangular encuadrado por de la vida rústica, justicia, paz y facilidad de la vida,
muros sun;uosamente adornados con esculturas Y bajo- son precisamente los de la edad de oro, de ese reino
rrelieves algunos de los cuales honran a nuestros mu- de Saturno que los ojos buscaban en el horizonte.
seos, era' una hermosa construcción. El a 1tar prop1a-.
ll. Geórg. 2, 325-326.
10. Lucrecio, 2, 29 y sigs.

137
136
Virgilio anuncia ba su prox1mo advenim iento en las correspo nden a menudo a la idea de lucha y de domi'
Bucólica s, veía que ya su luz inundab a la cuna del nio: domare!) "domar ", exercere , ''hacer trabajar ",
pequeño Salonino . Sabe bien ahora que se engañó. imperar e, "dar órdenes ": "Hace trabajar a la tierra
No llegó la edad de oro, ni llegará. No llegará por· y da órdenes a sus- barbech os." 13 N o mediant e la pa·
que ya está ahí, ignorad a por muchos, envuelta en labra, sino por el esfuerzo continuo de sus días y sus
silencio, pero mucho más real, más durable que la noches, del verano y el invierno , del buen tiempo y
anuncia da por el surgimie nto de Virgo. Es la existen· del lluvioso . No hay descanso , el trabajo es "circula r":
cia campesi na cuyas excelenc ias acaba de cantar el
poeta. Teníamo s razón al presenta r la exposici ón de redit agricoli s labor actus in orbem,14
la dicha de la vida rústica como una nueva retracta ·
ción de la tesis de las Bucólica s. es decir que el de cada año se cierra sobre sí mismo
Queda aún por con>!ide rar un último aspecto de la a la manera de un círculo y por su parte final confina
teoría virgilian a. La tierra es justa porque hace justo con el comienz o del de la primave ra siguient e. Y el
al hombre. Pero también lo es porque practica ella círculo es la imagen de la eternida d.
misma la justicia, pagando sus deudas con exactitu d. Desde el comienz o de la nueva estación , el agricul·
Esta metáfor a financien ¡. y agrícola , expresad a en la tor, aun antes de formula r sus plegaria s, debe es·
lengua de los banquer os del 'foro, es demasia do roma· forzarse en mereeer las gracias de Ceres mediant e
na como para , dudar de su origen. Era ciertame nte cuidado s minucio sos de la tierra, saneánd ola y car·
proverb ial en Roma y represen taba en forma excelent e .' piéndola : contribu irá a tales fines el arar -al meuos
la mentalid ad de un Catón. Cicerón, junto con tantas cuatro veces-, rastrilla r, abonar, regar 'O desecar, se·
otras cosas encanta doras venidas de la agricult ura, gún las necesida des. Otras tantas operacio nes que en
la ha recogido en su Tratado de la vejez: "Los agri· el poema se traducen en cuadros encantad ores y va·
cultores tienen una cuenta corrient e, rationem , con
la tierra que jamás se rehúsa a sus órdenes ni de·
'f
1
riados en que la atmósfe ra y los elemento s pintores cos
se renueva n cada vez. Luego, cuando todo está listo
vuelve sin interés el depósito que recibió. " 1 2 La tierra 1
y sólo resta que las plantas surjan. del surco, comienz a
,, f
es justa como el propieta rio que paga al jornaler o el la lucha contra sus ene:r,nigos: las grullas, la achicori a
precio de su trabajo, como el comerci ante que a cam· 1
salvaje, el añublo, los parásito s, pájaros, etcétera. Es
bio del dinero pagado por el comprad or, da una obvio que el . agricult or débe estar armado para esta
1
mercade ría de buena calidad, como el banquer o que guerra incesprit e. Consagr ará sus ocios a ir al bosque
con la suma deposita da por el cliente efectúa las ope· a cortar leña para construi r las herrami entas y mo·
1
raciones solicitad as. 1 delarlas con sus propias manos según la receta dada
Con ella no es de temer ninguna quiebra. Se pre· J. por el poeta; el carreter o no tiene acceso a las Geór·
senta al campesi no con las manos llenas. Pero la regla gicas.
del juego quiere que se le arranqu en sus dones. Los Luego viene el verano ·con sus torment as, las ame·
verbos que sirven para expresar la idea del cultivo
13. Geórg. 1,. 99.
12. Cicerón, Tratado de la vejez, 51. 14.. Geórg. 2, 401.

138 139
nazas a la mies que la esperanza del labrador ya está prolijidad muy moderna, "sin hijos",1 5 pues los otros
entrojando. El dueño del campo debe abrir los ojos eran demasiado difíciles de carácter. Virgilio omitió,
y aguzar los oídos, saber lo que anuncian el color del con gran pesar nuestro, el éapítulo de los servidores
sol, la forma de las nubes, los chillidos de los pája- que, de haberlo tratado, habría aportado sin duda más
ros. Todo esto da ocasión al poeta de agrupar pasajes de una conección a la que nos dice al respecto Catón
deliciosos, que en medio de la seriedad de esta epope- y nos hubiera enseñado muchas cosas.
ya de la th;rra ponen la nota colorida de la elegancia Hay trabajo para todas las horas del día y a veces
alejandrina. para la noche. Por ejemplo, después de la cosecha en
La viña requiere más •cuidado aún que el trigo. Hay ·) que, según el método de entonces, sólo se recogía la
que rodearla de vigilancia pues es una planta delicada espiga y se dejaba en tierra el tallo, había que cortar
y su resistencia, aun en la edad adulta, es débil. Bas- el rastrojo con la hoz; la operación debía hacerse an-
taría por sí sola para absorber la vida de un campe- tes del amanecer, cuando la humedad mantenía blanda
sino. El olivo, en cambio, es sólido y puede prescindir · la hierba, y también por eso se guadañaba de noche.1 6
de toda ayuda humana. Hay quehaceres para todas las estaciones. Natural-
En el intervalo entre los cuidados exigidos por los mente la primavera, el verano y el otoño no admiten
diversos cultivos, hay que encontrar todavía tiempo holganza alguna; pero hasta el invierno tiene sus tra-
libre para la crianza de ganado, cuya descripción bajos. Se recoge entonces la bellota de las encinas
ocupa el libro III: bueyes, vacas, caballos, ¡cabras, ove- para alimento de los puercos y de los bueyes -hemos
jas. Bocas a nutrir, siempre hambrientas, fabricación visto en las Bucólicas que Menalcas vuelve todo em-
de corrales, de abrigos, de establos y, en caso de papado de ese trabajo-, el olivo, las bayas de laurel
enfermedad, cuidados veterinarios, búsqueda de reme- y los frutos del mirto, de jugo rojo, que se utilizan
dios, práctica de la cirugía: todo eso incumbe al para mejorar el vino. Es también la época de la caza,
agricultor. Debe saberlo todo, ser un experto en todas a la cual debemos este bonito paisaje de invierno: "Es
las materias, hábil para toda operación. el momento de abatir los ciervos, utilizando el látigo
El tipo de explotación a que se refiere Virgilio no de soga de la honda balear, cuando hay una espesa
capa de nieve y los ríos acarrean hielo." 17
es, en efecto, la de los latifundia, esas. enormes pro-
piedades de los últimos tiempos de la república, donde, Los días de lluvia, el agricultor trabaja en su casa
dice Petronio, el vuelo de un milano podía proseguir reparando o confeccionando herramientas, afila la reja
hasta el cansancio sin alcanzar sus límites, cuya ex- del arado, excava barricas en troncos bien estancos,
plotación exigía poblaciones enteras de esclavos. El aguza estacas ·o teas, teje cestos o canastas con zarza
pequeño labrador mantuano en el cual se interesa flexible.1 8 Ni siquiera permanece ocioso los días de
Virgilio ¿tiene esclavos? Por cierto que sí; había que fiesta. Sin duda la religión prohíbe en tal caso cier-
ser entonces el último de los miserables para no poseer tas ocupaciones, pero no, como observa Virgilio, la
uno o dos, y recordemos a Meris, a Dametas, a Tésti-
15. Hesíodo, Trabajos, 602.
lis, que vimos afanarse en torno de los concursos 16. Geórg. 1, 287 y sigs.
amebeos. Por ·otra parte también el campesino de 17. Geórg. 1, 308-310.
Hesíodo tenía sus domésticos y ya los elegía con una 18. Geórg. 1, 259 y sigs.

140 141

l
limpieza de las acequias de. -riego, la reparacwn de los "En cuanto al cuarto canto, querría mostrar a la vez
setos. También se pueden poner trampas para pája- la antítesis poética con el tercero, el tema de la cas-
ros, quemar la maleza, bañar al ganado. El cultivador tidad opuesto al del amor y la muerte, y la aspiración
tiene además derecho a enjaezar su asno de paso lento, 1· a una sociedad regulada y laboriosa bajo un jefe
cargarlo de olivas o de frutos para ir a venderlos a 1
bienamado, conclusión virgiliana de una tarea de diez
~-.'
la ciudad y traerlo de vuelta cargado con una muela años."
de piedra o la pez que servía para impermeabilizar Me detendré en el umbral de este libro final, que
los vasos hechós de madera o de tosca tierra. 19 da tan cumplido coronamiento a la obra de las Geór-
Esta vida, de la cual ningún instante escapa a la ley ·i gi=. Ni bien Virgilio penetra en el colmenar todo
del trabajo, no es ni desagradable ni abrumadora. se vuelve luz y perfume. Es un pequeño santuario
Cada obra se presenta a su hora, sin superponerse a 1
cerrado donde los maravillosos insectos liban sin des-
otra, y no exige la sobrecarga de la atenció~ y. de canso entre las flores, los arroyuelos murmurantes y
ciertos músculos que agota al obrero de }as fabncas las amplias umbrías. Ante este espectáculo, vuelve a
actuales. Algunos son por cierto duros, sobre todo en la memoria del poeta el recuerdo de un rincón de
verano; pero muchos de ellos ocupan las manos, sin. tierra que él vio despertar a la vida y transformarse
fatigar el cuerpo ni el espíritu. Dejan al hombre en en un pequeño paraíso gracias a ese trabajo encarni-
su medio, casi no lo alejan de su choza; la intimidad zado que él elogiaba al comienzo del poema, y al cual
está ahí cerca, alegre, acogedora y aun cálida en las consagra este relato como. un último himno.
veladas de inviemo, que la pobre iluminación de los Virgilio transporta a sus lectores a la Magna Gre-
antiguos no dejaba de tornar agradables : "Hay quie- cia, a Tarento, ciudad antigua cuya fundación remonta
nes velan al resplandor tardío de un fuego de invierno, al siglo VIII antes de Cristo. 22 La ciudad eleva sus
afilando sus antorchas en forma. de espiga con ayuda torres en el fondo del paisaje, como en un cuadro
de una herramienta bien afilada. Durante ese tiempo, de primitivo italiano; no lejos fluye el Galeso, som-
la mujer se distrae cantando· del largo trabajo de
hacer correr el peine sonoro a través de la cadena
del tejido, o cuece al fuego el brebaje de vino dulce
azucarado, espumando con hojas el líquido cuya ebu-
1 ':
breado por los pinos. Allí, en una época desconocida,
tuvo lugar un !oteo que no dejó huella en la historia.
El agrimensor había abandonado uno de esos terrenos
llamados relicta o subsiciua, suelo n1alo que nadie que-
llición sacude el caldero." 20 ría. Encontró alguien que lo quiso, un viejo de origen
El libro IV de las Geórgicas, el último está consa- corici>ino, los coricianos ·de Cilicia eran artistas de
grado a la cría de las abejas. N os presenta la activi- 1
la horticultura. ¿Su nombre? Aquí, como en las
dad de la colmena, donde nadie está ocioso, donde 1
' Bucólicas, se ha buscado una clave, sugerido el del
cada uno se afana en la obra común. J. Bayet 21 des- poeta Valerio Catón, sin gran verosimilitud. Dejemos
entrañó muy bien sus lecciones y también las relacio- que sea para nosotros el jardinero de esta modesta
nes que existen entre este libro y los precedentes :
22. Véase P. Wuil!eumier, "Virgile et le vieillard de Ta-
19. Geórg. 1, 273-275. rente", Revue des études latines, 1930, pág. 325 y sigs.; J. Hu~
20. Geórg. 1, 291-296. baux, Les themes bucoliques dans la poésie latine, pág. 61
21. Premieres Géorgiques, pág. 246. y siguientes.

142 143
heredad. Tal cual es, bastó a Virgilio para hacer de IX
él, desde hace dos mil años, un viejo amigo de los
lectores de las Geórgicas.
Ese lote poco favorecido era impropio para el cul· En torno
tivo del trigo, la cría del ganado o para la viña. Pero de la
1
el trabajo unido al amor de la tierra, hizo de él una morada rústica
síntesis de las maravillas de la agricultura. Todo pros-
pera allí, la huerta, con hileras de legumbres artísti-
camente espaciadas, las flores de todo tipo, lirios, ver-
benas, rosas, jacintos; y los árboles que el viejo no
temía trasladar de sus almácigos cuando eran ya gran-
des, para replantados ,en filas bien regulares, olmos
de crecimiento avanzado, perales endurecidos por la
edad, espino negro que ya tenía ciruelas, plátanos ca-
paces de proporcionar sombra a las reuniones de . En las inmediaciones de la casa en que transcurría
amigos sentados en círculo para beber. A su vuelta la monótona vida del campesino, se extendían los
de la ciudad, al atardecer, encontraba sobre su mesa terrenos a los cuales lo llamaba la tarea cotidiana.
alimento que le había bastado recoger. Y Virgilio deja Allá iba con su arado y su yunta de bueyes cuando
adivinar el orgullo con que mostraba a sus visitantes la siembra, en compañía de los ·cosechadores en la
los primores que se adelantaban en su finca a los época de la recolección de las mieses. O también lle-
productos de los huertos vecinos y los frutos que ma- vaba sus animales y los dejaba retozar en los claros
duraban aún allí en el corazón del otoño: del bosque. En las llanuras había verdaderas praderas
mantenidas con ayuda de canales de riego; al final de
labor omnia uicit la égloga III Palemón llama a sus esclavos a la caída
improbus, del crepúsculo para que cierren las acequias que abre-
varon los prados durante toda la jornada: sat prata
"el trabajo encarnizado triunfa de todo". biberunt.
Los animales eran por lo· general numerosos; llena-
ban los establos. Pertenecían a las especies que explo-
tamos todavía hoy. Pero predominaban naturalmente
las -razas meridionales. Por otra parte Virgilio, según
hemos visto, sólo habfa de las que le interesan y deja
de lado crianzas muy vinculadas con la vida agrícola:
el puerco, del cual no obstante se extraía la llamada
uulua, plato delicioso que no cesaron de celebrar pro-
sístas y poetas; la gallina, aunque una comida no estu-
viera completa si no comenzaba con huevos: ab ouo

144 145
usque ad malo;, "del huevo a las manzanas" 1 era una y mujeres despreocupados de su reputación. La gente
expresión proverbial que significaba la continuidad. humilde sólo usaba vestimentas poco delicadas, de
Sólo nombra al asno accidentalmente, aunque fuera color oscuro, que no necesitaban a menudo del tinto-
el changador por antonomasia de los intercambios de rero. Su color era en general el marrón oscuro. Así
merc-:derías entre la ciudad y la campaña, y nunca la clase de los trabajadores era designada por la pala-
menciOna a la mula. 1 bra pullati, "la gente vestida de marrón". 2
Por más importante y primordial que sea el papel del La lana ,blanca se vendía pues de preferencia en la
ganado en el mundo moderno, lo era más aún en el ciudad y requería los cuidados necesarios para presen-
antiguo. La industria propiamente dicha no existía, o tar un esplendor y una calidad que la hacían verdade-
existía en tan escasa medida que no se puede hablar ramente valiosa. Estos cuidados eran muy minuciosos
de ella. en las ,regiones especializadas en esta producción. A
Algunas regiones tenían fábricas. Había talleres de orillas del Galeso, cerca de Tarento, los criadores no
alfarería en Grecia, en Italia y también en otros luga- dejaban salir a pastar a los carneros sin una cubierta
res; España era renombrada por sus tejidos; la seda de piel que los preservara de accidentes exteriores.
Y las especias venían de Oriente, la materia ,prima de Virgilio no habla de esta cría de lujo. Sólo se refiere
las construcciones salía de las minas y las canteras. a la que dará la calidad necesaria para las vestimen-
Pero todo eso estaba ,reservado a los ricos que tenían tas de uso c~rriente, y~aun ésta requiere atentos cui-
en su casa, a domicilio, una organización capaz de dados: "Si la producción de la lana te preocupa, aleja
hacer frente a todas sus necesidades, cuyo engranaje el ganado de los arbustos espinosos, de los abrojos
principal era el esclavo; para los trabajos más co:r¡,si- y los tríbulos. Evita los pastizales demasiado ricos y
derables, ,sobre todo los trabajos públicos, había que elige animales blancos de lana bien suave. En cuanto
encargar a compañías de empresarios. al carnero, po'r blanco que sea, si tiene la lengua pig·
Pero la vida de las clases medias e inferiores, ante mentada de negro bajo su húmedo paladar apártalo,
todo de las clases campesinas, reposaba enteramente no sea que tiña con manchas sombrías el vellón de los
sobre la labranza. Su explotación, pequeña o media, corderos; busca otro en la llanura donde abundan." 3
proveía de víveres y vestimentas a los alrededores. Para las vestimentas de las clases bajas se empleaba
La tiena, los viñedos, los olivares proporcionaban sus la lana de las ovejas de color. Hasta se prefería, dice
frutos que se almacenaban en graneros o en depósitos Virgilio, el pelo de cabra, más rudo y más sólido, y
de jarras, y los animales del establo hacían el resto. por lo tanto muy adecuado para los vestidos militares:
El romano perteneciente a la "sociedad" llevaba ves- "Se esquila la barba y el mentón gris del chivo cinifio
timentas blancas, que en el caso de dignatarios o como y sus largos pelos para uso de los campamentos y
adorno, se orlaban con bandas de púrpura. El lino para vestir a los pobres marineros." 4
y la. seda, ésta a veces teñida de verde, sólo constiuían La leche de vaca servía raramente para la alimen-
vestimentas de fantasía, de ordinario reprobadas por
la moral y que no se permitían usar sino los hombres 2. Plinio el Joven, Cartas, 7, 17, 9.
3. Geórg. 3, 384-390.
l. Horacio, Sátiras, 1, 3, 6~7. 4. Geórg. 3, 311-313.

146 147
tación. El placer que encontraba Augusto en el queso su bolsa.' 0 Pero tal como ocurría entré nosotros hace
que de ella se extraía, 5 pasaba por una originalidad. más o menos cincuenta años, el campesino romano
La vaca era considerada sobre todo como una esclava parece no haber conocido sino la carne de puerco.
del arado, asociada con la labranza, no como una nodri- , Ovidio en las Metamorfosis 11 presenta a Filemón y
za. Cuando paría, se consideraba un deber sagrado Baucis que reciben a los dioses viajeros y los agasa-
dejarla amamantar a su ternero: "Según la costumbre jan en su mesa; el plato fuerte del festín consiste en
c!e nuestros padres, las vacas que hayan tenido cría un jamón que el viejo descuelga del techo con ayuda
no te llenarán baldes de leche color de nieve; que de una horqueta y que estaba allí colgado ahumán-
todas sus tetas sean agotadas por sus dulces hijos." 6 dose para conservarse mejor. Pero el cultivador ven-
El queso y la leche los proporcionaban sobre todo día y probablemente consumía animales de caza, más
las ovejas. Virgilio recomienda de una manera insis- abundantes que hoy porque se cazaba menos. La
tente utilizar también la leche de las cabras, animales caza era una de las ocupaciones del invierno, y cuan-
muy preciosos, que no requieren ningún cuidado y do Virgilio hablaba de la ·cría de perros, ubicándose
cuyo rendimiento es casi inagotable: "Ramonean en como · siempre en el punto de vista de las necesidades
los bosques y en las cumbres del Liceo -recuerdo del de la campaña, trata de los perros guardianes y de los
origen arcadio del ganado- las zarzas espinosas y perros de caza.12
las jaras, amigas de la altura; vuelven al redil por sí Los versos consagrados al ganado menudo se ro-
mismas, sin equivocarse, trayendo a su cría, y les dean de una especie de atmósfera familiar, de una
cuesta franquear el umbral por el peso de sus ma- ternura discreta. Las crías de la vaca son dulces, "tier-
mas." 7 Esa leche, tanto la del ordeñe de la mañana nas"/3 igual que los niños del campesino,14 y alrede-
como la del ordeñe de la tarde, se convierte en queso dor, bajo la mirada de la familia -como los pollos
que se moldea, 8 sea para la provisión del invierno, 1
J en el cuadro de L'accordé de village-, juegan los
para el consumo inmediato, o para llevarlo a la dudad cabritos. 1 5 Pero en el orden de su exposición, así
en canastillos de mimbre · o de zarza. Este era el como en el de sus preferencias, Virgilio da la priori-
oficio al que se dedicaba Títiro en la época en que la dad al ganado grande, bueyes y caballos, que ocupan
ávida Galatea no le permitía llevar a su casa las pocas la mayor parte del libro 111.
monedas de bronce que ganaba con ello.9 El buey era el más importante. Es el animal sagra-
En las Geórgicas no se habla de la carne de carni- do por excelencia, al cual no se sacrificaba en la
·cería. Y sin embargo el mercado de Roma estaba sabiduría de la edad de oro. 16 Un epigrama de la An-
bien provisto de ella. En la Marmit;a de Plauto Euclión i , tología pa1atina 17 conserva el recuerdo de este detalle:
averigua ·]os precios del cordero, la vaca, la ternera, el '
puerco, y encuentra que todo es demasiado caro para l 10.
ll.
Plauto, La olla, 374-375.
Ovidio, Metamorfosis> 8, 637 y sigs.
12. Geórg. 3, 404.
5. Suetonio, Vida de Augusto, 76, l. 13. Geórg. 3, 178.
6. Geórg. 3, 176-178. 14. Geórg. 2, 523.
7. Geórg. 3, 314-317. 15. Geórg. 2, 525.
8. Geórg. 3, 400 y sigs. 16. Arato, Fenómenos, 130-133.
9. Bucólicas, 1, 34-35. 17. Antología palatina, VI, 228.

148 149

l
"Alcón no sometió al sangriento cuchillo a. su buey de vecinos a las pasiones humanas, que hácen de él 0
labor, gastado por el trabajo del surco, sino que res- casi, el hermano del guerrero que lo monta; tiembla
petó su fatiga. Entre la alta hierba el animal testimo- bajo la mano que lo acaricia, se apasiona por la
nia ahora con sus mugidos de alegría que fue libe- °
gloria.2 Como ocurre con el buey, es a veces con:
rado del arado." Aunque este respeto haya disminuido movedor, pero en la EneidJa, no en las Geórgicas; se
después del reino de Saturno, el buey sigue siendo el ve <;TI aquella obra a Mecencio, antes <le morir, des-
compañero asiduo, el aliado indispensable del hombre peduse de su caballo,21 y al de Palante llorar con
de la tierra; la veneración de la edad de oro se ha grandes lágrimas en los funerales de su dueño.22
tornado en un afecto confiado que veremos expresarse Con las abejas reencontramos la atmósfera rural de
en la hora de su muerte,lS la que Virgilio se había alejado momentáneamente.
. Cuando Virgilio aborda la ·cría del caballo nos sor- Tal como se las tiene en el cercado de la granja lejos
prende y, confesémoslo, nos decepciona un poco. No de los establos, apartadas en su jardín cerrado, el
reconocemos en su padrillo a la bestia de tiro que los poeta las relegó a este libro cuarto final que les está
italianos utilizaban sin embargo en los trabajos del consagrado. Libro de recogimiento y de pedumes,
cultivo. El romanticismo ·ocupa el lugar del sólido libro de trabajo y de orden, delicado y místico como
realismo que en todos los demás puntos de su obra c;mviene a esos pequeños insectos en los cuales, según
constituye el atractivo de su estudio de los ganados y diCe el poeta, "existía una parcela de la inteligencia
uno se pregunta si la literatura no se arroga aquí un divina y de las emanaciones del éter",23 Las abejas
lugar inesperado. ¿O hay que suponer que el poeta merecían no ser olvidadas entre los proveedores de la
se halla interesado, a raíz de un gusto que no tiene mesa romana: la miel reemplazaba entonces al azúcar
nada de rústico, en animales preciosos por los cuales en la pastelería y se la empleaba en el vino cocido
se apasionaban ya en· su época los propietarios de que se servía como aperitivo. Se la usaba en medicina
caballerizas y los aficionados a las c1;1rreras? Virgi- 1 Y en el embalsamamiento de los muertos. ·Cornelio
lio, que hasta ahora ha dejado de lado todas las crian- Nepote cuenta 24 que cuando Agesilao murió en Áfri-
zas de lujo, en este punto no se refiere sino a ellas. ca sus soldados, que no tenían miel a mano, llenaron
Florecían en todo el contorno del Mediterráneo: Satu- el ataúd con cera para asegurar la conservación de
reyo, ciudad de Apuleyo, ha dado su nombre a una su cuerpo.
raza muy estimada; la posesión de una montura de Por otra parte, Virgilio posee menos información
ese país era para Horado el signo de una inmensa sobre los secretos de la colmena que sobre los del
fortuna. 19 establo. No podríamos reprochárselo, pues los moder-
Las cualidades que Virgilio destaca en el caballo nos han padecido de la misma ignorancia hasta el
harían pensar que no es en la granja donde lo ha siglo XVII. No conoce la función de la reina o abeja-
conocido:. le interesa ante todo la belleza de sus Íor-
mas, la agilidad de su paso, pei;O más aún sus instintos 20. Geórg. 3, 179 y sigs,.
21. En. lO, 861 y sigs.
22. En. 11, 90.
18. Véase pág. 156. 1 23. Geórg. 4, 220-221.
19. Horacio, SátirO.s, 1, 6, 59 y sigs. 24. Cornelio Nepote, Agesilao, 17, 8, 7.

150 151
madre y la toma por un rey, afirrna que es el jefe loteo de las tierras en beneficio de los ·veteranos ex-
supremo de la colmena y el general en tiempo de pulsaba al agricultor de su explotación. Pero en el
guerra, cree que toda la colonia sin excepción practica tiempo de las Geórgicas había pasado ya la crisis, se
la castidad y que las obreras recogen las crías que había restablecido la situación normal, y normal era
nacen sin causa sobre las hojas de los árboles,25 admi- también, es decir silenciosa y desconocida , la historia
ra la previsión de la obrera que, para que no la del campesino. En esta cadena sin fin representad a
arrastre el viento, toma entre sus patas un pequeño por el desarrollo de las estaciones, las riquezas volca-
guijarro a manera de lastre, sin darse cuenta de das sucesivamen te sobre la avidez de los mercados, tal
que se trata de una abeja albañil que transporta ma- historia no se inserta. Cada uno vive en el lote de
teriales para su construcción .2 6 Pese a estos errores, tierra heredado de los abuelos. El lecho de familia
el libro cuarto está penetrado por un sentimiento donde las generacione s vienen a luz una tras otra,
único, intenso, vital, por una admiración que llega, cunserva ..su lugar. Cuando el jefe falta, el hijo, sin
como de costumbre, hasta el autot primero de estos conmoción alguna, le sucede después de haber estado
prodigios de la naturaleza. vinculado con sus trabajos. Si éste falta a su vez antes
Esta rápida gira del propietario nos ha hecho pa-
de su hora, la mujer empuña el mango de~ arado y lo
sear por las dependencia s de la habitación rústica. Por
pasa a su hijo cuando las fuerzas del mño_ son su-
toda ella resplandece n los bienes que aseguran a la
ficientes. No hay lugar para las lamentaciOn es: la
vida una modesta opulencia, provengan de la tierra o
cocción del pan cotidiano, la provisión de heno en. el
de los ganados. Están vinculados entre sí por lazos
establo, la recolección de la uva o la cosecha no deJan
interiores, secretos; misterio res acuerdos de sentimien-
tiempo para ellas. Y si la muerte, misterio de inquietud,
to, de previsión, de reconocimie nto se armonizan en el
no llega a detener ni siquiera un instante el desarro-
espacio que recubre como una red la actividad de la
llo de la vida, ¿cómo un incidente, cualquiera que
instalación agrícola.
Pero Virgilio no nos dice casi nada acerca del cora- sea, podría retener la atención? Por lo tanto '!u ~ay
zón mismo de esta actividad, de su engranaje esencial, historia no hay novela. Y sin embargo las Georgwas
es decir, de los habitantes de la vivienda rústica. Lue- son alg~ distinto de un monótono cuadru de trabaj?s
go de informarno s que el campesino es un robusto rutinarios. El drama las sacude a veces, pero sin
trabajador, que su mujer es casta, que sus niños son penetrar nunca hasta el núcleo central del hogar .. Todo
tiernos, se agota su documentac ión. Lo mismo ocurría transcurre en esta especie de franja de los animales
en la Francia rústica de hace más o menos un siglo, a domésticos que lo bordean. Puede parecernos a _veces
la cual debemos siempre volver. La familia campesi- gracioso el hecho de que, cuando e~ la granJa ';n
na no tiene historia. O por lo menos sólo la tiene animal se muestra abatido y da signos de algun
en las horas trágicas cuando, alcanzada ella misma en malestar, se engancha en seguida el carro para b~scar
sus obras vivas, su conmoción amenaza de naufragio al veterinario, mientras qu~ se demora en recurnr al
a la nación entera. Tal ocurría en la época en que el médico si es la madre de familia la que cae enferma.
Pese a la apariencia, esta conducta refleja una con-
25. Geórg. 4, 197 y sigs. cepción muy elevada: la de la solidez y de la dignidad
26. Geórg. 4, 194-196. de la familia semejante a la del trono de antes, cuando

152 153
el heraldo de armas proclamaba esta fórmula de pe- prueban que hubiera podido hacerlo del lado masen·
rennidad: el rey ha muerto, viya el rey. lino y que. si su Eneas ha conservado un alma tan
Pero los animales no tienen este privilegio y el me- apacible no es, según se ha dicho, porque Virgilio,
nor accidente que les concierne está rodeado de esa como Racine, conociera solamente el corazón de la
atmósfera de perturbación que no alcanza a la fami- mujer, sino porque intereses más altos le imponían
lia misma. Así, las páginas más animadas del poema esta reserva.
de Virgilio son las referentes al establo y a la col- Es interesante, aunque menos conmovedor, un com-
mena. bate de abejas descripto en el libro cuarto. 28 Quizás
El libro cuarto contiene la descripción, tan j asta- ocurra que esos pequeños insectos nos parecen más
mente célebre, del combate de los toros. "En el gran distantes de nosotros que los animales mayores. Pero
macizo de Sila pastorea la hermosa becerra." 2 7 No puede ser también que ello ocurra porque el punto de
sabremos nada más sobre ella. Desdeñosa, segura de partida mismo carece de veracidad, porque Virgilio
su belleza, cruel, llena el inmenso decorado que Vir- sintió en cierta manera la ausencia de una base sólida,
gilio despliega a su alrededor. Y los competidores se de un interés profundo en su relato y que en lugar de
hieren y se matan entre sí, mientras el eco hace llegar dejar hablar a la inspiración, plena de recuerdos, lla-
sus gemidos al cielo. El vencido parte, agotado, humi- mó en su ayuda a la literatura. Se trata aquí eviden-
llado; no volverá al establo. Sólo tendrá como lecho · temente del pillaje de una colmena por un enjambre
la roca pelada, y como alimento las puntas de los menos favorecido. Los apicultores conocen muy bien
carrizos. Rehace sus fuerzas para la venganza, que tales luchas, verdaderas masacres. Al día siguiente
sobreviene de improviso, con la velocidad de la ola el suelo está tapizado de cadáveres y la población que-
que se lanza desde alta mar contra los acantilados. da, a veces, irremediablemente empobrecida. Virgilio
Cuarenta y tres versos. Nada más extraño a Virgilio no captó el momento verdaderamente interesante del
que la preocupación de decirlo todo. ¡Pero cuántas primer asalto sino que supone que las abejas, a la
cosas incita a adivinar! Estos cuarenta y tres versos manera de los legionarios romanos, salieron del cam·
no son un mero drama de amor, sino el drama del pamento para alinearse en un espacio libre. Agrava
amor en su esencia y su eternidad. Nada falta en este error transformando a los minúsculos combatien·
ellos, ni la frialdad que inflama, ni la pasión- que tes en verdaderos soldados: aguzan sus dardos, flexi·
tortura, ni la indiferencia a todo lo que no es "ella", bilizan sus músculos. La fantasía del punto de partida
ni la sombría humillación de la derrota, ni la melan- se traduce en faltas de gusto. El tema no se apoderó
colía que se atormenta, · ni el recuerdo que continúa del poeta y desde las Bucólicas se extinguía en él la
atenaceando el '·Corazón. técnica del miniaturista alejandrino.
Este hermoso drama testimonia que Virgilio, si lo El ganado, como el hombre, sufre también los gol·
desea, puede llegar a ser el pintor del amor. Está pes de la desdicha. Un trozo célebre del libro III 29
preparado para escribir "el libro de Dido", para jugar contiene la descripción de la peste de Nórica y de la
la gran partida del lado femenino. Pero est.os versos
28. Geórg. 4, 67 y sigs.
27. Geórg. 3, 219 y sigs. 29. · Geórg. 3, 478 y sigs.

154 155
mortandad que produjo en todos los tipos de ganado. llena una sangre mezclada de espuma y lanza sus últi-
Está calcado sobre la descripción de la peste de Atenas mos gemidos. El labrador desunce tristemente al toro
con la que termina el Tratoxlo de la naturaleza y .que joven consternado por la muerte de su hermano y
Lucrecio imitó a su vez, directa o indirectamente, de abandona el arado hundido en el centro del surco." 32
Tucídides. También aquí la falta de veracidad es ·res- Y el poeta exclama: "¿De qué te sirven tu trabajo y
ponsable de algunas debilidades. El poeta no conoce tus servicios? ¿De qué haber volcado con la reja las
su materia sino de ·oídas. R. Billiard so ha destacado pesadas glebas?" 33 Es el clisé habitual de los epita·
la incoherencia de los síntomas que Virgilio refiere. fios que muestran el desengaño; así habla Horacio a
El cuadro, pese al horror que provoca, no conmovió Arquitas que esperaba también la recompensa de sus
la sensibilidad de Virgilio y deja fría la del lector. El trabajos y sólo encontró la tumba: "No te sirvió de
poeta llamó en su ayuda a la elocuencia y el patetismo; nada. sondear las moradas aéreas y haber recorrido
nos hace pregustar la evolución que la poesía sufrirá el ci~lo cóncavo con tu alma destinada a la muerte." 3 4
después de él. Pero aunque el conjunto .es débil, los El buey muere entre el amor del labrador y el de su
detalles resultan a menudo exquisitos. En muchos de compañero de trabajo, víctima del destino olvidadizo
los episodios .que forman este tejido reaparecen la e ingrato.
sinceridad y la emoción
. de los recuerdos de antaño , Así se proyecta en muchos pasajes, en este mundo
de los espectáculos contemplados en la vecindad de su de animales domésticos, la sombra de la vida huma-
finca de Andes. ¿No es el reflejo directo de la sim- . na, de la inquietud humana, de la decepción humana.
patía virgiliana lo. que suscita tan vivamente la nuestra Virgilio cerró la puerta de la choza a la entrada del
en la descripción de la oveja enferma? "Cuando veas , drama, pero del lado del establo se esboza, de tiempo
desde lejo¡; que una de ellas busca demasiado a menu- en tiempo, un fragmento de tragedia o de epopeya.
do la protección de la sombra y ramonea con el extre-
El artista, a su vez, reclama sus derechos. Virgilio
mo de los labios la punta de la hierba, va última en
ama a los animales por su belleza. No quiero reterir-
el rebaño o, en medio de la llanura, se acuesta. en lu-
me a la perfección de rasgos que el arte ·romano ya
gar de pacer, y vuelve completamente sola muy entra-
no buscaba, sino a su vida, a su expresión que desde
da la noche, apresúrate en detener el contagio." 31
la época alejandrina se había antepuesto a su regula-
Debilidad y melancolía: se siente ya la cercanía de la
ridad. Roma era entonces un vasto museo; estatuas,
muerte para la cual los animales, según se dice, buscan
la soledad; el seutimiento desborda la brevedad de la bajorrelieves, frescos, se alzaban sobre las plazas pú-
descripción. blicas, tapizaban los templos, los lugares de Teunión,
No menos sobrio, no menos conmovedor· es el relato las casas privadas. Los escritores, los poetas tenían
de la muerte del buey que se abate de golpe sobre el la imaginación y los ojos llenos de estas maravillas;
surco que estaba arando: "He aquí que, humeante su estilo, espo!]táneamente, seguía el ondular de las
bajo la ruda reja del arado, el toro cae; vomita a boca líneas, escalonaba los planos y degradaba las sombras.

30. Les ''Géorgiques~' de Virgile, texto y traducción, pá- 32. Geórg. 3, 515-519.
ginas 197-198. 33. Geórg. 3, 525-526.
31. Geórg. 3, 464 y sigs. 34. Horacio, Odas, 1, 28, 4-6.

156 157
La plást ica ocup aba ento nces en la poes ía desta ca siem pre sobr e un fond o desn udo, que
un luga r realz a
cuya exte nsió n no se ha medi do toda vía total la nitid ez de sus línea s. Pero el bajo rreli eve
ment e. latin o
Los anim ales se encu entra n entre los tema s trata impl ica un deco rado que evoc a en ciert os detal
dos les el
con pred ilecc ión por la escu ltpra antig ua. paisa je que lo rode a. Tal el c.aso de la famo
La Loba sa leon a
del Capi tolio es 11na mara villa del arte arcai co. del palac io Grim ani que amam anta a sus cach
En el orros
esple ndor de su plen a pros perid ad, Rom a estab en una grut a cubi erta por algu nas rama s que
a orgu - se es·
llosa de las cuat ro Vacas de Miró n, que ador fuerz an en repre senta r el bosq ue. La inspi ració
naba n el n de
area del temp lo de Apol o, del gran Buey ·de este tipo de -relie ve es la mism a que la de la
bron ce pintu ra
del mism o artis ta, que se erigí a en el foru m y hay much os ejem plos de él en Virg ilio.
boar :ium. He aquí
¿Ha y algo mejo r term inad o, más delic ado, unos delic iosos "cor dero s en el abre vade ro", dign
que los os del
· bron ces que repre senta n anim ales, enco ntrad pinc el de Rosa Bonh eur: "Cua ndo la cuar ta hora
os en las haya
gale ras del lago Nem i o extra ídos de las exca lleva do a su colm o la sed exci tada por la atmó
vacio nes sfera ,
de Volu bilis ? Los resto s de este arte están y la quej a de la ciga rra haga reso nar el bosq
reun idos ue con
hoy en una vasta sala del muse o del Vati cano su refrá n, quie ro que los gana dos vaya n al
, que es pozo o
uno de los más prec iosos tesor os de la ciud ad a los estan ques lleno s hasta los bord es para
artís tica bebe r en
por exce lenci a. ellos el agua corn.ente en 1os canal es d e enem . a. " 37 El
Virg ilio no dejó de ador nar las Geór gicas con poet a sabe tamb ién lanza rse en plen a muc hedu
este mbre ,
ataví o del arte figur ado. En el libro I, una en la exalt ación del circo dond e caba llos y
bece rra coch eros
que mug e yerg ue su cabe za de línea s tan sobr disp utan el prem io con igua l ardo r: "¿N o
ias como veis los
pode rosa s: "Un a bece rra, eleva ndo su morr o carro s lanz ados a la carre ra en dese nfren ada
haci a el luch a,
cielo , husm eó el aire con sus anch as naric es." 35 prec ipita rse a toda brid a desd e las barre ras,
En cuan do
el libro III Virg ilio . desc ribe el aspe cto de la están tend idos los espír itus de los jóve nes coch
vaca de eros Y
carac terís ticas más adec uada s para .llega r a un exul tante temo r agita y agot a sus cora zone
ser una s?: apu-
buen a repr oduc tora: "El mejo r tipo es el de ran a su tiro con el látig o incli nado s haci a
la bece - adela nte,
rra de ojo torvo , cabe za tosca , cervi z fuert afloj an las riend as; el carro vuel a y arde por
e, cuya el es-
papa da cuelg a desd e el men tón hasta las pata fuerz o; ellos al baja r y subir , pare cen mov erse
s; a de· en el
más, de flanc os desm esura dos. Todo será gran vacío del aire y eleva rse al cielo ." 38 Este cuad
de en ro tra-
ella, hast a las patas . Tend rá oreja s vellu das y duce en poes ía una escen a de mult itude s y de
cuer nos ~gitaci~n
con las punt as hacia aden tro." 36 Este anim cuya técni ca recu erda la de uno de los mosa
al no es icos mas
por ciert o grac ioso. Pero ¡qué cará cter, qué perfe ctos de la antig üeda d, la Bata lla de l sos
ener gía de la
en la desc ripci ón, qué herm oso tema para un casa del Faun o, de Pom peya . En la parte infer
bron - ior una
cista ! El ·real ismo roma no da toda su med ida hiler a de caba llos que se esco nden en parte
en este unos a
vigo roso esbo zo. otros y que por falta de detal les pare cería n
fo:m ar
Esto s cuad ros se halla n conf orme s con la técni
de la escu ltura o del bajo rreli eve grieg o, cuyo
35. Geórg . 1, 375.
36. Geórg . 3, 51-55 .
tema se
ca
l un grup o inmó vil; pero por encim a de ellos

37. Geórg . 3, 327-3 30.


38. Geórg . 3, 103-1 09.
las mfle ·

158 159
xiones de los cocheros introducen la animación por
la variedad y el verso final arrastra el todo en un X
verdadero vuelo.
¿Qué viene a hacer en las Geórgicas este cuadro El arte en
afiebrado de la agitación de la ciudad de la cual las Geórgicas
Virgilio renegó y a la que se sustrajo estableciéndose
en Nápoles y en su villa de Nola? En esa hermosa
llanura de Campania, daba cita a la Musa y la escu-
chaba en el silencio de los hombres y de las cosas.
Pero hacía, sin duda, muchos viajes a Roma. Los
antiguos, con vías de comunicación que no eran por i,:
cierto las nuestras, no se asustaron nunca aun de
trayectos prolongados, de país a país, de continente a ¡ •·'

continente, y N ápoles estaba, antes de la guerra, a mía


El sostén de las grandes literaturas nacionales es
hora de Roma en rápido. Durante su permanencia
el lugar común, con la condición de que lo renueve y
en la capital, por corta que fuese, tomaba parte en su
diversifique cada vez el genio de los escritores. En el
vida. Se lo veía en el teatro. El final tan conmovedor
lugar común se reúne el pensamiento de la élite con el
del libro VI de la Eneida muestra que asistió a los
de las Clases bajas, por el lugar común estas últimas
funerales de Marcelo. Este cuadro de carreras indica
acceden a la cultura. Esquilo, Sófocles y Eurípides
suficientemente que participaba del gusto de sus con-
exponían en el teatro de Diónisos los lugares comu-
temporáneos por esta diversión. Sus ojos y su .
nes de la religión, de la moral y del gobierno de las
imaginación se llenaban al paso de esos gloriosos espec-
. ciudades. Virgilio mediante un lugar común, el de la
táculos; luego se llevaba estos recuerdos a su retiro,
; dicha de la vida rústica, reabría bruscamente al aire
y allí tomaban cuerpo gracias a la inspiración artís·
libre la'"s ventanas que la época alejandrina, para de-
ti ca. fenderse mejor contra las intrusiones de la vulgaridad,
Horacio nos cuenta que hacia la tarde recorría con había cerrado en sus pequeños cenácu!os.
gusto la ciudad tumultosa y apresurada, el pórtico de Hay que decir que la situación se prestaba a ello.
Pompeyo por donde iban ·y venían los paseantes, y Era tradicional el honor que Roma acordaba a la
creándose allí, en medio de ellos, un cercado de silen- agricultura. Sus primeros cultivadores habían sido
cio, hacía el balance de su jornada en el recogimiento los augustos senadores que las delegaciones de la
del examen de conciencia.39 El método es aquí inverso; Curia encontraban, arado en mano y desnudos, cuando
pero aun en esta diversidad las almas· de los dos
poetas se parecen.
..' venían a conferirles el comando .supremo de los ej ér-
citos. Este respeto por la clase agrícola, que Augusto
restableció, compensó en cierta medida la falta de
una clase de trabajadores urbanos en el imperio y lo
preservó Iárgo tiempo de la descomposición en la cual
39. Horacio, Sátiras, I, 4, 133 y sigs. se hundió Grecia, . que carecía de una y otra.

160 161
i
'
Virgilio no escribía , sin duda, para el campesi no.
¿Lo leían éstos? Tenemo s razones para dudarlo. Pero sólo acepta el hombre con la espera~za de sacársel o
el pueblo de Roma y de la campañ a que ocupaba su de encima lo más pronto posible.
lugar en el teatro, sabía que él era una de las glo- Se entrevé aquí cómo pudo desarrol larse, poco a
rias del imperio . ¿No sabía nada más? Nos dan '' ploco sin duda, de escalón en escalón, de ampliac ión
bastante que pensar a este respecto los graffiti garra- i en ampliac ión, la tesis de la belleza de la vida rústica
que es el objeto de las Geórgica s. Cuando Virgilio
pateado s en las paredes de Pompey a, que conserva n
los versos de todos los poetas romanos . Es seguro l llegó a poseerla , se dio cuenta de que el procedim iento
que una parte notoria de la població n le estaba reco- ! de exposici ón de Lucrecio se adaptab a admirab le-
mente para ello. Entonce s su arte sufrió la desviaci ón
nocida por haber exaltado el amor de su país y tra-
bajado para dotar a la vida rústica de sus verdade ros ·r que lo apartó definitiv amente del alejandr inismo. Vol-
títulos de nobleza. ' vió a ser romano. Esto significa que no alcanzó nunca,
o al menos alcanzó raramen te, la fresca simplici dad
• El primero era el trabajo bien hecho. Si bien el
del viejo poeta de Ascra que, por más beocio que
poeta dejó de lado álgunas de las ocupacio nes agríco-
fuera, sentía correr por sus venas la sangre sutil de
las, habló de otras como hombre de concienc ia, cono-
la Hélade. El romano es hijo de la nación que lleva la
cedor, poeta; y el trabajo bien hecho es el sostén y el
toga y la elocuenc ia sostiene la mayor parte de los
/ principi o vital de una profesió n. El segundo es la
movimie ntos líricos de Virgilio . Llega a bordear la
inserció n de las austeras poblacio nes -rurales entre
declama ción, pero, apresuré monos a decirlo, sin caer

1
los elemento s esencial es del Imperio . Hemos visto que
jamás en ella. De esto lo preserva la sincerid ad de
en cada ocasión recuerda los servicio s de las ciudade s
su inspirac ión, la fe ardiente en sus ideas, y también
italianas y la sólida contribu ción que aportaba n a
las leccione s del alejandr inismo que conservó ·aún
las legiones . Este provinci al obstinad o, que prefería
después de su infidelid ad. "l.
1
Nápoles a Roma, sentía evidente mente ternura por las
calmas regiones a las que no llegaba el estrépito de Después de Lucrecio y Virgilio , estaba descubie rto
la gran ciudad. el arte del poema didáctic o latino. Su principi o re-
side ante todo en el enlace de dos elemento s, uno
, El tercero - y no el menor - es la estabilid ad de la 1
intelectu al --consis tente en Lucrecio en la exposici ón
\vida agrícola , que es noble porque es "la vida". Luego 1
del sistema de Epicuro y en Virgilio de las condi-
de haber visto cómo se desarrol laban ante nuestros ciones de la vida rural-, y el o~otivo. En Lu-
ojos, durante cuatro libros, la existenc ia monóton a crecio pensami ento y emoción se dan alternad os más
de las cabañas de la Cisalpin a, ¿no estamos tentados bien que mezclad os. A continua ción de un pasaje
de pregunt arnos: y después, cuál es la finalida d? ¿Cuál árido en que se desarrol lan secamen te los avatares de
será el fin? No hay en ella ni finalida d ni fin. La los "pequeñ os cuerpos ", de los átomos cuyo conjunto
vida rústica -como la vida filosófi ca- tiene su constitu ye la naturale za, un transpor te se apo,dera ~el
finalida d en sí misma y se termina rá al mismo tiempo poeta, que se extasia contemp lando la belleza del sis-
que la existenc ia. Difiere bastante en esto de nuestras tema mismo, o la claridad de su exposici ón y la
profesio nes y nuestras carreras moderna s cuyo peso satisfacc ión que da al espíritu. La emoción es con-
secutiva a la tesis, pero permane ce exterior a ella.

1(}2 163
En Virgilio la penetración es mucho más íntima. y las leguminosas, exceptuado el garbanzo." 1 Y Vir-
El lirismo pierde todo aspecto de elemento externo. g_ilio: "En primer lugar los terrenos ingratos y los
Las dos corrientes sólo constituyen una porque los nbazos magros, donde se encuentra fina arcilla y gui-
vuelos líricos forman parte de la exposición· y con· jarros en medio de campos espinosos, son favorables
tienen muy a menudo las ideas directrices. al olivo vivaz, consagrado a Palas. Da señal de ello
Sin duda esta diferencia surge, ante todo, como el olivo salvaje, que crece en abundancia en el lugar
consecuencia de la diversidad de materias tratadas, mismo, y el suelo cubierto por sus bayas incultas.
pero hay que atribuirla también a la desemejanza de Pero la tierra que es gorda y se halla impregnada de
los poetas. La emoción es más poderosa en Lucrecio. p, una dulce humedad, el terreno que está cubierto de
Sin embargo, y pese a la intensidad de su inspiración, ¡ hierba y denota una natural fertilidad, tal como acos-
padece del arcaísmo de su lengua y de una cierta inha- tumbramos verlo a menudo en el hueco de los· valles
bilidad técnica. En estos dos puntos, Virgilio retoma y las montañas. . . igual que el campo alto expuesto
su superioridad. ' 1 al Austro que nutre el helecho enemigo del recurvado
Como tiene por objeto las re';:.lidades de la vida, su arado, he ahí el suelo que te dará un día vigorosas
exposición es siempre concreta, pero sin tornarse viñas, de donde fluirá a ondeadas el vino querido por
nunca seca ni vulgar. Es posible hablar --el ejemplo Baco; he ahí el ·· suelo fértil en uvas, fértil en ese
de Sócrates lo ha mostrado- de ollas y de cucharas de licor con el que hacemos libaciones en páteras de oro,
madera al exponer las más altas concepciones de la cuando un tirrenio gordo infla sus mejillas soplando
moral y de la metafísica, sin afectar la seriedad del en el marfil de su flauta, cerca de los altares y, con
pensamiento ni la dignidad de la expresión. Sócrates platos que se doblan bajo el peso, pagamos con entra-
salió del paso a la manera griega, con ayuda de esa ñas humeantes nuestras deudas a los dioses." 2
ironía sutil que está emboscada en todos los propó- V arrón sólo percibe los elementos de la realidad
sitos deTos hijos de la Hélade. Vin~Q!o no poseía que son útiles para su tema. El nombre de las plan-
¡ ese toque incomparable, penetrante y ligero a la vez. tas que anota en sus enumeraciones le llega cargado
1 Pero tenía el arte alejandrino y el respeto tierno y de los alientos de la colina y la llanura, de los aro-
1 religioso por la materia que trataba. La compar~ción mas de la guadañada; pero él no se da cuenta. Por eso
J de un pasaje del Tratado de la agricultura de Varró11 no es poeta. Y por eso su tratado, por más cuidado
y de algunos versos de las Geórgicas nos permitirá qlJ:e sea en sus aspectos literarios, sigue siendo prosa
captar este aspecto del arte virgiliano. didáctica. También por eso tantos poetas didácticos,
V arrón escribe: "Ciertas tierras son adecuadas para en el curso de las edades, sólo se distinguieron de él
la avena, otras para el trigo, la viña o el olivo. Al- por la rima y ·la metáfora. La poesía de Virgilio
gunas sirven para el forraje y en ellas crecen la brota bien de lo profundo, por debajo de esta super-
albahaca, granos .mixtos, arvej as, alfalfa, citiso, lupi- ficie, desde la primera aprehensión de la realidad. Sin
nes. No hay que creer que en una tierra gorda se que él se preocupe de adornarla, tiene ya toda su
pueda sembrar de todo con éxito y nada en una tierra
magra. En efecto, crece mejor en una tierra magra l. V arrón, Tratado de la agTicultura, 1, 23, 1.
lo que no tiene gran necesidad de savia como el citiso 2. Geórg. 2, 179-194.

164 165
l
belleza. Una prodigios a facilidad de expreswn no punto de partida, la mano de Galatea, y de su punto
deja perder nada de ella, se trate de ese paisaje pro- de llegada, la persona de Dametas, así como· la huida
venzal donde, sobre un suelo pedregoso , bajo la som- de la joven no puede prescindi r del jardín por el que
bra ligera de los olivos, duermen todavía las bayas ella se aleja y del saucedal hacia el cual se dirige.
caídas en otoño, o de la colina en la cual el arado se
ha trabado en las matas de los helechos, o también
.
1 La cabeza de vaca que muge del libro 1,4 tiene la
misma actitud dramática pero traducida en forma más
del altar junto al cual figura el grotesco tirrenio con sutil aún, captada en su movimien to de elevación hacia
su grueso vientre y sus mejillas infladas. El ojo del el cielo, al encuentro del aire que ella aspira. El
poeta no parece extraer los objetos de la realidad que talento plástico de Virgilio está entonces no solamente
lo rodea, sino recortar en ella con ayuda de un saca- en su plena frescura sino en su perfección más aca-
bocados mágico, conjuntos que van acompaña dos por bada. En la Eneida habrá más esplendor es en las
su sentido, su vida, su palpitació n. Así se explica el comparac iones épicas, pero faltará una especie. de ale-
extraordi nario flujo de imágenes, siempre hermosas , gría, de soplo vivo que constituye .el encanto de las
jamás excesivas ni fatigosas, que se. ofrecen sucesi- Geórgicas .
vamente a la vista del lector y no le producen un A decir verdad, las comparac iones· épicas aparecen
cansancio mayor que el de las ·vistas sucesivas que ya en las Geórgicas , con otros atisbos de la epopeya
desfilan en el curso de un viaje; éste reconoce su que todavía no son sino promesas : el caballo lanzado
morada, y su lectura no es sino una vida que con- a la carrera se parece al aquilqn que arriba a toda
tinúa. velocidad de las regiones del norte;5 el trabajo de
las abejas evoca el de los cíclopes,6 primer esbozo
¿De dónde vienen estas imágenes ? De la realidad,
del taller de Vulcano en la Eneida; 7 se encuentra n
segurame nte. Pero la disposició n natural para conce-
también en las Geórgicas 8 enumerac iones de los pro-
birlas que Virgilio tenía, fue educada y reforzada por
ductos de la tierra en las cuales se presiente la tesi-
la influencia continua de las artes figuradas , ya señ·a-
tura de los catálogos de guerreros de los libros VII y
lada más arriba. Las escenas que se desplegab an en
X de la Eneida. El alma épica se despierta a veces,
torno de él, en los monumen tos públicos o en las casas
no en personaje s humanos, sino en los animales que
privadas, le presentab an ya una materia rarificada o
son los héroes del poema: recordemo s los combates
concentra da según las necesidad es, presta a la trans- de los toros y de las abejas.
cripción. El penetró ciertos secretos de la técnica de
la pintura y los adaptó a la poesía. Sabe dramatiza r Las Geórgicas forman entonces un intermedi ario no
sólo entre la juventud de Virgilio y su plena madurez,
un cuadro captando la escena en el momento de su
sino también entre la inspiració n alejandrin a, ya casi
equilibrio más inestable, cuando evoca irresistibl e-
extinguid a, y un arte más severo y más grande que
mente el instante que la precede y el que la sigue,
dando así la ilusión del movimien to. Recordem os el
3
encantado r esbozo de la huida de Galatea: la man-
zana suspendid a en el aire no puede prescindi r de su
I 4. Véase
5. Geórg.
6. Geórg.
7. En. 8,
pá,g. 158.
3, 196 y sigs.
4, 70 y sigs.
449 y sigs.
2, 91-108; 2, 143-176; 2, 433-453.
3. Véase pág. 39.
1 8. Geórg.

166 167

/:
se anuncia. Y en el momento en que aparece esta por una estela cuyos fragmentos se encontraron re-
conclusión, volvemos la última página del poema y cientemente en Filas, lo hicieron caer en 'desgracia
nos espera la mayor sorpresa. Se cierra con un trozo ante Augusto y tuvo que exiliarse. Se dio muerte en
de doscientos cincuenta versos aproximadamen te, que el año 26 a. C.
comienz~n a la manera épica por una invocación a las En realidad esta tradición contiene dos, la del fin de
Musas, de un alejandrinismo tan exasperado que aun Galo y la de la inserción en las Geórgioas del poema
las Bucólicas no ofrecen nada parecido. de Aristeo en lugar de un elogio de Galo que habría
Luego de recordar las calamidades que pueden aba- figurado antes allí. De la primera no tenemos nin-
tirse sobre las colmenas y enseñar los medios por los guna duda. Está atestiguada por Suetonio,lO por Dión
cuales se les puede poner remedio, Virgilio llega a la Casio,11 y por la ,piedra de Filas. La segunda, por
más temible de todas, la extinción total de la colmena. el contrario, sigue siendo oscura. Puede encontrarse
Le viene entonces a la memoria cómo el héroe agrícola una exposición del estado actual del asunto en un
Aristeo procedía en semejante circunstancia, y el mé- artículo de E. Galletier. 12 Los hechos resultan aquí
todo que él enseñó a los egipcios. Es una extraña 'tan poco claros que Oltramare se ha creído autorizado
receta mágica: en un reducto construido a propósito, a negarlos, y a sostener que el elogio de Galo no
se inmola un toro de dos años golpeándolo hasta que ocupó nunca en las Geórgicas un lugar que el poeta
caiga, se dejan pudrir sus carnes y de su descompo- había medido tan parsimoniosame nte en el caso de
sicwn renacen los enjambres. 9 -Se ha dicho que la
mención de los egipcios ofreció al poeta un medio de J Mecenas.13 ·

El pequeño poema de Arisf;eo es una de esas cortas


transición para llegar a un elogio de Cornelio Galo, epopeyas que amaba el alejandrinismo y para las
entonces virrey de Egipto, que habría figurado al cuales se había creado el nombre de epilion. Explica
principio en este lugar. Pero después de la desgracia, 1
~-'l la causa y los orígenes· de un uso mágico, relatado
es decir en la segunda edición, Virgilio lo habría también por Varrón/4 pÓr lo cual es también un poe-
reemplazado por el episodio de. Aristeo que nosotros ma etiológico y, por ambos motivos, eminentemente
leemos actualmente allí. alejandrino.
Hemos visto el lugar que tuvo en la carrera de El epilion se distingue de la epopeya no sólo por
Virgilio este importante personaje, la ayucla que le 1 su longitud, sino también por una técnica especial.
dio en el momento crítico de la confiscación de su Esta técnica fue simplificada por ciertos escritores la-
tierra, la égloga en la cual el poeta celebra los amores tinos, Ovidio por ejemplo,_pero otros, como Catulo en
de Galo. Era un privilegiado de la fortuna y se había el EpitalamiO' .rle Tetis y Peleo y Virgilio en nuestro
elevado a uno de los más altos cargos del imperio.
Pero no supo soportar tal prosperidad. Sus actitudes, J, 10. Suetonio, Vida de Augusto, 66.
independientes y soberbias, su orgullo, atestiguado 11. Dión Casio, 53, 23.
) 12. L 11égloge de Gallus au !Ve livre des HGéorgiques", Bu~
lletin de l'Association G. Budé, n. 12, pág. 11 y sigs.
9. Geórg. 4, 281 y sigs. Nada se sabe acerca de los orí~
genes de esta leyenda, que encontró crédho entre los moder~
t 13. A. Oltramare, "Horace et la religion de Virgile", Revue
des études latines; 1935, pág. 309.
nos hasta el Renacimiento. 14. V arrón, Tratado de la agricultura, 3, 16, 4.

168 169
{
·\
. ·-·~--
poema, conservaron todos sus elementos.1 5 Gracias a consuela y lo conduce hacia el dios profeta Proteo
ella, el epilion realiza de una manera casi paradójica que, después de rehusarse durante un buen rato .a sus
el ideal de la "obra breve". En un espacio muy preguntas, consciente al fin en decirle la causa de sus
corto, de trescientos o cuatrocientos versos a lo sumo, desdichas y el nombre del dios al cual debe satisfacer.
desarrolla una acción principal en el interior de la Aristeo persiguió a Eurídice por la orilla del río,
,:.,.
cual se inserta una segunáá, que ofrece una relación el día del casamiento de ésta con Orfeo. Mientras
l huía, Eurídice pisó una serpiente que le causó la
íntima con la primera. El Epitalamio es el modelo 1

más perfecto del género. muerte. El relato de esta aventura y el descenso a los
1
&
infiernos que sigue, colocado en boca de Proteo, forma
Peleo agradó a Tetis; las familias están de acuerdo. el segundo poema insertado en el primero.
El epitalamio canta la celebración de sus bodas: lle-
gan los invitados; algunos, como el río Peneo, el En este epilion, de una forma tan caracterizada,
centauro Quirón; tienen los brazos cargados de obse- cada detalle lleva su marca de origen alejandrino. El
quios. Se detienen en la entrada y observan larga- relato, como el de Catulo en el Epitalamio, donde el
mente el lecho nupciru, instalado a la manera romana abandono de Ariadna precede al combate contra
en la pr!mera habitación del palacio y recubierto con el Minotauro, se toma las más grandes libertades con
una colcha bordada en la cual están pintadas a la la lógica. Sólo evoca los hechos que se prestan a un
aguja las aventuras de Ariadna raptada y luego aban- desarrollo sentimental, se demora en ellos y se remite
donada por Teseo. Ouando todos están ya presentes, a la im~ginación del lector para restablecer los ele·
se celebra el banquete durante el cual las Parcas hacen mentos intermediarios. Eurídice huye delante de Aris-
oír un canto profético en honor de Aquiles, que debe teo sin ver a la serpiente. que la acecha; e. inmediata·
nacer de la pareja cuya unión se celebra. Este arti- mente, de improviso, comienza el duelo de las Dríades
ficio de composición vincula dos matrimonios, uno, y de Orfeo. De golpe se nos aparece Orfeo en la
el de Tetis y Peleo, cumplido según los ritos ances- ruta que conduce a los Infiernos, entre los Manes a
trales, bajo la mirada y con la bendición de las dos los cuales su presencia sume en estupor. No se nos
familias, será feliz y dará nacimiento al más ilustre dice nada de su entrevista con los soberanos infer·
de los héroes antiguos; el otro, el de Ariadna y Teseo, nales, sino que lo vemos mientras vuelve hacia la
inaugurado con un rapto criminal y una huida cul- morada terrestre con su joven esposa, en el momento
pable, sólo producirá frutos de muerte. mismo en que Eurídice es reatrapada por la muerte.
Las fases del drama se suceden con tintes llanos a los
El poema de Aristeo tiene una disposición similar.
cuales no se agrega ninguna perspectiva. Pero de
Este héroe de la vida rústica, protector de la agri-
todo el conjunto se desprende una extraña angustia
cultura, perdió todas sus abejas. Se va a las orillas
del Peneo, río de Tesalia en cuyo fondo habita su
J, que mantiene excitada la imaginación.
El poema principal, la aventura de Aristeo, es más
madre Cirene con sus damas de honor, las ninfas, en alejandrino aún pero quizás ello se deba menos a su
un palacio de cristal. La llama en su ayuda. Ella lo 1 factura que a su aire mundano. Parece escrito en los
¡ bastidores escénicos de la corte de los Ptolomeos.
l5. Marjorie Grump, The epyllion from Theocritus to
Ovid, Oxford, 1931.- Cirene oyó el llamado de su hijo y le envió a la

170 171
ninfa Aretusa para que lo conduzca a su palacio acuá- rodeaban los celos de V lllcano, la habilidad con la
tico. Al descenqer hacia él, Aristeo se encuentra en cual Marte se había burlado de él, las libertades que
presencia de un abismo parecido al que Platón des- había podido tomarse, y enumeraba "desde el tiempo
cribe al final del Fedón,1 6 inmenso castillo de agua del caos los innumerable s amores de los dioses". 18
donde se reúnen todas las corrientes de la tierra para Tales conversacion es muestran que no se educaba en
salir luego cada una por el lecho de uno de los ríos ~)
la ignorancia a las jóvenes de las orillas del Nilo.
que riegan nuestro suelo: "Y entonces, al contemplar ¡Cuán lejos está todo eso del tono elevado que sen-
· con sorpresa la morada de su madre y su húmedo timos en el conjunto de las GeórgicaS>! Al releer y
reino, los lagos encerrados en cavernas y los rumo- comparar, uno se convence de que Virgilio hubiera
rosos bosques sagrados, marchaba, estupefacto por el sido incapaz de escribir este pequeño poema· en la
movimiento inmenso de las aguas. . . cuando llegaron época en que componía el elogio de la vida rústica
al abrigo de su habitación, de cuyas bóvedas pendían y el combate de los toros. Cuando siguiendo a Apo-
estalactitas de piedra pómez, y Cirene hubo rec·ono- lonio de Rodas, en la Eneida, presenta la entrevista
cido que las lágrimas de su hijo eran vanas, sus her- de Juno y Venus,l 9 . su cuidado principal es el de con-
manas trajeron ~gua para las manos." 17 La arqui- ferir a las diosas una nobleza digna de su raza.
tectura de esta extraña mansión presenta el gusto del
Agreguemos que los partidarios de la hipótesis según
estilo rocalla ( rocaille) , tan de moda en el siglo XVIII,
la cual el elogio de Galo habría sido suprimido des-
del cual ofrecía muestras la villa de Tíbur y que
pués de su desgracia; podrían alegar una especie de
recuerdan los relievf!s del palacio Grimani. ~) fluctuación que se observa en el enlace de la parte
Se organiza una recepción para honrar a Aristeo. final al cuerpo del poema. E. Galletier· 20 ha mostrado
Las ninfas vuelcan sobre las manos agua purificadora , que quedaban rastros visibles en los pasajes paralelos,
traen toallas sa.tinadas, colocan los platos en la mesa 1
de los cuales uno sirve de introducción al poema 21 y
y ante cada comensal una copa llena. En los altares J.
' el otro resume hacia el final del relato la receta dada
se quema incienso de Arabia. La agitación de estas por Proteo.22 Tal repetición revela un defecto de es-
amables jóvenes es encantadora , tan cercana a nos- tructura y el tono de ambos pasajes ofrece contra-
otros que creemos estarla presenciand o. Este salón dicciones inexplicable s. Pero todo se aclara al aceptar
ptolemaico podría ser el de alguna burguesa, parienta que Virgilio tuvo en carpeta este breve y encantador
de la Praxínoa de Teócrito. Releamos a Apolonio de ensayo, redactado en una época anterior, y lo consi-
Rodas : son los mismos melindres de Hera y Atena deró muy adecuado para servir de epílogo a un libro
en el dormitorio de Afrodita. referente a las abejas. Lo habría insertado en ese lu-
Y tal como en Apolonio reina aquí la misma familia- gar tal cual, sin infligirle ningún retoque, de ahí la
ridad desenvuelta respecto de los dioses. En el momento
i incertidumb re de la sutura. El poema sería, pues, una
en que el llamado de Aristeo llega a oídos de su madre
i
ésta estaba narrando a las jóvenes ninfas que la 18. Geórg. 4, 345-347.
19. En. 4, 90 y sigs.
20. Pág. 20.
16. Platón, Fedón, 112 a y sigs. 21. Geórg. 4, 295 y sigs.
17. Geórg. 4, 363-375. 22. Geórg .. 4, 530 y sigs.

172 173

L
de las obras de juventud cuya pérdida lamentamos,
Tercera Parte
y nos daría la temperatura de la poesía virgiliana
antes de la época de las Bucólicas, a las cuales parece
ser bien anterior. El arte de las églogas marca ya En la estela de Homero
un progreso sobre este comienzo y se muestra más
sosegado y más firme.
¿Debemos extraer una "moraleja" de esta afortu-
nada supervivencia? Nos muestra lo que hubiera po-
dido llegar a ser Virgilio, de haber perseverado en
la línea de las Bucólicas. Los recursos de la poesía
pastoral estaban entonces agotados y casi no ofrecían
medios para su renovación. Pero ¡cuántos otros ca-
minos quedaban abiertos para el alej andrinismo! Que-
daba, por ejemplo, el de realizar una colección de epilia
sobre temas mitológicos: colección menos rica quizá
que las Metamorfosis de Ovidio, pero m·ás terminada,
más delicada, de una técnica má~ cincelada. Las
Geórgicas rompen con este arte y cuando Virgilio
aborda la Eneida, está ya consumada la ruptura y no
irá ya a beber el agua limpia del arroyuelo de Deo,
sino que se abandonará a la poder<;~sa oleada de una
gran inspiración, renovando la savia de una poesía
f;
que se había debilitado tanto como se había depu-
rado entre las manos de los Alejandrinos.

1~
1

174
XI
El sub suel o de la Ene ida

Al com ienz o de la Ene iita, una temp esta d


disp ersa
la pequ eña flota de Ene as, y arro ja a sus' barc
os espa r-
cido s sobr e la cost a afric ana. Caen en pode
r de una
naci ón de saqu eado res que va a mete r
man o a los
equi paje s, cuan do una inter venc ión divi na
los salv a y
toca el cora zón de la rein a, Diclo que los
acog e y los
prot ege en adel ante . En su hono r la rein
a ofre ce un
gran festí n dura nte el cua1 Enea s cuen ta
las aven -
tura s que prec edie ron el dese mba rco en Afri
ca. Troy a
fue toma da por los grie gos, Ene as la aban
donó mien -
tras esta ba en llamas~ con su padr e, su muj
er Creu sa,
que debí a desa pare cer en la huid a, su hij
0 , llam ado
Asca nio o Julo , y algu nos com pañe ros.
Desp ués de
cons truir se barc os sobr e el Ida, se hicie ron
todo s a la
mar y part iero n, yend o de orác ulo en
orác ulo, a
la búsq ueda de la volu ntad de los dios
es. Lueg o
de num eros as esca las de las ·cual es la últim
a fue la de
Sici lia es allí dond e mur ió Anq uise s-
se hici eron
a la vela haci a Itali a, pero la temp esta d los
hizo vara r
en Afri ca dond e sus barc os estu vier on
a punt o de
ser quem ados por los ribe reño s.
Ven us, mad re de Enea s, se dio cuen ta de
que su
hijo no esta ba segu ro .en una naci ón tan
poco res-
petu osa del dere cho de gent es. Ima ginó ento
nces ase-
gura r su salv ació n insp iran do a la rein
a un gran

177
amor por él. A fin de lograrlo mejor recurrió a aquel súbd~tos a causa de sus crueldades, su hijo Lauso, y
que tiene en sus manos todos los corazones, su propio la rema de los V olscos, Camila.
hijo, Cupido o- el Amor, y obtuvo de él que tomara Comenzó la guerra. Eneas, sintiéndose en estado
los rasgos de Ascanio, mientras ella llevaba al hijo de 1
de inferioridad, dejó el ejército para ir a pedir ayuda
1
Eneas, dormido, a uno de sus santuarios. Al contacto ii!
1 a Evandro, griego de Arcadia, que había fundado la
con el niño, cuya verdadera naturaleza ella ignora- 1
ciudad d,e Palanteo sobre_ el Palatino. Evandro dio a
ba, el corazón de la reina se inflamó y una gran 1
Eneas una cantidad importante de caballeros coman-
pasión vino a trabar las decisiones del Destino. Poco dados por su hijo Palas y además le procuró la
faltó para que Eneas olvidara el llamado de Roma y ~ alianza de los etruscos sublevados contra Mecencio,
se aplicara a consolidar los muros de Cartago. Pero 1 a los cuales comandaba Tarcón, -fundador de Etruria,
Júpiter encargó a Mercurio que pusiera fin a la cuyo nombre es en la Eneida, el símbolo de la influen-
aventura y obligara a Eneas a retomar el mar. 1 _cia etrusca. Se unieron a ellos otros aliados y luego
1
Luego de· una nueva detención en Sicilia, donde se ! las dos coaliciones, la de los latinos y la de los
1
celebraron juegos fúnebres para el aniversario de la troyanos, se vieron envueltas en una serie de com-
muerte de Anquises, la flotilla vino a abordar al oeste bates que llenan los últimos libros de la Eneida. La
de N ápoles, cerca del peñasco de Cumas. Allí se 1 guerra termina por la derrota de Turno, muerto por
elevaba un templo d>e Apolo al pie del cual se abría
" l mano de Eneas, y la victoria de los troya:iws.
una de las entradas de los Infiernos. Alentados y 1 Tal se nos presenta hoy la intriga de. la Eneida:
guiados por la Sibila, Eneas descendió a ellos. Tuvo unidad, claridad, facilidad en el encadenamiento de
una entrevista con la sombra de su padre, Anquises, los hechos, relato bien construido, bien equilibrado,
en los campos Elíseos, y recibió sus últimos consejos.
Todo estaba listo ya para el desembarco en Italia
r
1
ta'l conmovedor para el corazón como satisfactorio
para la inteligencia. Si queremos, sin embargo, apre-
prescripto por Júpiter. Los barcos troyanos aborda- ciar el esfuerzo que costó a su constructor, debemos
ron al sur de la embocadura del Tíber. Eneas cons- 1
!
reconocer los elementos de los cuales éste disponía y
truyó allí una primera ciudad que recibió el nombre
1
!
las dificultades que tales elementos le presentaban.
de "Campo Troyano". Se alió al rey de los' Lauren- Aun sus menores movimientos estaban obstaculizados
tes, Latino, y por orden de un oráculo este rey le por el respeto de las tradiciones y, podemos decir,
prometió la mano de su hija Lavinia. PerO' Juno, ninguno de sus gestos era libre en el ordenamiento
indignada por la llegada a Italia de los Troyanos, sus de una de las materias más complejas que pueda
enemigos, se interpuso en los acontecimientos. Lavinia !
proponerse a un escritor.
había sid_o al principio prometida al rey de los Rútu- ¡ Para ordenarnos nosotros mismos un poco en esta
l
materia, vamos a repartirla en cuatro grupos de le-
los, Turno. La diosa excitó contra Eneas, a pesar de
Latino, a Turno y Amata, madre de Lavinia. Se for-
t yendas.
mó una coalición de pueblos latinos bajo la conduc-, El primero, el más antiguo, viene de la Jlíada.
ción de Turno, pues Latino, por debilidad, había re- Eneas desempeñaba ya un papel en el poema homé-
nunciado a la resistencia. Entre los aliados se ubicó rico, un papel breve, que no permite reconocer en él
Mecencio, ex rey de los etruscos, expulsado por sus a un protagonista, pero un papel que a la larga _

178 179
llegó a ser importante por los brotes y prolongaciones suyo y a los lugares que poseían un culto de su
que emitió entre los historiadores. La Ilíada ofrece a madre Venus.
Virgilio no sólo la concepción primaria y fundamen- El tercer grupo, el más complejo de todos, con-
tal de su héroe, sino también los datos del libro Il, cierne a la prehistoria de la fundación de Roma.
uno de los más ricos y brillantes del poema. Volve- Muchos griegos contribuyeron a él: Helánico, contem,·'
remos sobre este asunto. poráneo de Tucídides, Timeo, un poco más joven)'
El segundo grupo es el relativo a los viajes, a los Luego autores latinos, los analistas, Catón, autor de)
"errores" de Eneas, esos largos circuitos de mar en los Orígenes, Varrón, autor de las Antigüedades. Toi)' ·
mar, que han sido comparados con los de Ulises dos éstos aportaron numerosos retoques a la docu-
cuando se hallaba camino de Itaca después de la toma mentación incoherente ante la cual se encontraban.
de Troya y vagaba extraviado por la perfidia del Parece que Catón y sus contemporáneos fuéron los
destino por toda la superficie del Mediterráneo. En principales artesanos de la armonización de .este con-
el caso· de Eneas no se trata, como en el de Ulises, junto que terminó por ofrecer a Tito Livio el comienzo
de acontecimientos fortuitos que se encarnizan por de su historia romana.
apartarlo de su camino, sino que en realidad el jefe Primitivamente Eneas era el abuelo directo de Ró-
troyano no sabe a dónde va. Los dioses le dieron en mulo y Remo. Aunque en la mayor parte de las
tres oportunidades la orden de abandonar Troya, de tradiciones Alba sólo fue fundada por su hijo Ascanio,
llevarse a los Penates y buscarles un asilo, per9 man- Eneas se casaba con una princesa albana que le daba
tuvieron en secreto dónde estaría ubicado ese asilo. una hija, Ilia. Ilia desempeñaba el papel atribuido
Con algunos barcos y algunos compañeros Eneas se más tarde a Rea Silvia: fue madre de los gemelos.
hace a la vela y se arroja a aventuras cuyo relato hace En una cronología tal, la llegada de Eneas a Italia y
a Dido, en el libro 111. Se deja llevar de escala en el nacimiento de Roma sólo estaban separados por
escala, de oráculo en oráculo, interrogando en todas algunos años. Pero cuando se trató de hacer entrar
partes a los dioses. Este dato ofrece a Virgilio opor- todos los ac;ontecimientos que precedían a esta funda-
tunidad de ubicar los incidentes de esta navegación a ción en un espacio tan estrecho, resultó claro que era
todo lo largo de las costas mediterráneas, en Tracia,• imposible comprimirlos de esa manera. Se buscó una
en Delos, en Creta, en Epiro, en Sicilia. Los puntos disposición más cómoda utilizando una leyenda refe-
de detención no tienen casi nada de histórico, ni rida por Virgilio en el libro VIII de la Eneida.
aun de legendario. J. Perret, en su bien documentado En~as, presa de una sombría melancolía se había
libro Les origines de la légende troyenne de Rome quedado dormido al borde del Tíber, cuando se irguió
(281-31), mostró que la diplomacia contribuyó gran- ante él una aparición consoladora: era el río en per-
demente en .este punto a la leyenda de Eneas, y que, sona. Se alzó con toda la estatura de su talla divina
para halagar el orgullo romano y sacar ventaja de entre los álamos de la orilla. La solemnidad de la
ello, muchas ciudades se atribuyeron el honor de con- circunstancia motivaba la de esta aparición de un
servar algún ·recuerdo de la visita del Troyano. Vir- dios, el más venerado por los romanos primitivos. 1
gilio condensó estas leyendas y limitó las detenciones
de Eneas a las ciudades cuyo nombre recordaba el l. En. 8, 81 y sigs.

180 j 181

l
Venía a anunciar a Eneas el fin del primer período
de sus pruebas. Este había puesto al fin el pie sobre es misterioso , es sagrado. Forma la mitad de la gran
el territorio que le asignaba el destino. Sólo le res- "Tetractis " por la cual juraban los pitagórico s, de
taba conquista rlo y echar allí las raíces del pueblo ese número fatídico de seisciento s sesenta y seis que
predestina do a ser el dueño del mundo. Y para que se lee en el Apocalips is de San Juan y en el cual los
nada faltara a este augusto anuncio, fue acompaña do
i iniciados oían resonar la música de las esferas celestes.

r
según una tradición común a la antigüeda d bíblica P. Maury, luego ·de interesant es investigac iones, pudo
y a la antigüeda d pagana, por la garantía de un mostrar que ese número acosó el pensamie nto y el
"signo". El dios anunció a Eneas que encontrar ía alma de Virgilio 8 y por ello, sin duda, éste quiso ins-
al -desperta rse una chancha rodeada de treinta chan- ~ cribirlo a la cabeza de la gesta romana.
chitos recién nacidos; tomaría a la madre y a su cría i El cuarto grupo de leyendas se refiere a las guerras
y los inmolaría a 1uno. que constituye n el tema de. los seis últimos libros de
Esta chancha represent a ciertamen te un totem, ve- la Eneida. En esta "parte,· tanto más que en las pre-
rosímilme nte el de Lavinium . T!'nÍa treinta hijitos cedentes, reinan el caos y las contradic ciones: Latino
que al comienzo· represent, .ron ...de una m::nera muy se confunde a veces con Amulio; Mecencio es muerto
satisfacto ria a las treinta ciudades de .la pnmera con- por Eneas en la Eneida y muere en Catón por mano
federación latina ~uya sede estaba en Alba, pero a de Ascanio; Turno es en Virgilio rey de los Rútulos,
.continuac ión sirvieron de punto de partida a una mientras que en los demás autores es etrusco; en Vir-
aritmética complicad a, destinada a represent ar el t~em­ gilio la conquista de Italia termina con la victoria de
po transcurri do entre la . llegada de Eneas a ltal~a y Eneas sobre Turno, y en los demás prosigue después
la fundación de Roma. 2 Varrón, sin dudar, evaluo en de la muerte de Eneas mismo.
1
treinta ·años la duración que separa el reino Eneas En suma, la materia que se ofrecía a Virgilio,
en Laviniurn de la fundación de Alba. Yirgilio asocia aunque muy trabajada ya por los historiado res, seguía
a este número una oscura cifra tres, debatida por los siendo todavía confusa. Tuvo que terminar el trabajo
historiado res y relativa a la dtiraoión del reino de de éstos y su método sufrió en este punto la influen-
Eneas. Fija, en fin, por su propia cuenta en tres- 1 cia del de ellos. Tito Livio nos ofrece el ejemplo más
cientos años el intervalo comprend ido entre el esta- claro de la manera de trabajar de los historiado res.
blecimien to de los troyanos en Alba y el nacimient o de Cuando se encuentra en presencia de un dato cuya
Rómulo. El ·reino de Eneas en Lavinium es pues, versión se ha mantenid o fluctuante , adopta la que

i
gracias a eSfiis""ficc iones, arlterior en tresciento s tr.einta juzga mejor para su punto de vista, la promueve al
y tres años a la fundación de Roma. Estas. durac10n~s primer plano, la dramatiza y le infunde vida y ~ovi­
las establece Jú.piter mismo en la important e profeCia miento. Una vez terminado su desarrollo , menciOna
que dirige a V~us, inquie~a por los <;~estinos de .su sus fuentes y las variantes que le ofrecen en un capí-
hijo, al comienzo de la Eneula. Este numero no solo 1 tulo con el cual los modernos harían una nota, un

2. Agradezco al profesor J. Perret por la ayuda personal 3. En. 1,. 265-274; véase P. Maury, "Le secret de Virgile
que tuvo a,. bien prestarme para ·la comprensió n de esta os~
et 1'architectu re des Bucoliques ", Lettres d'humanité , t. III,
cura cronología.

1
págs. ll5 y 144, n. 3.

'

1
182
-~
183
excu~so, un apéndic e. Este cuidado testimo nia una buen. demoni o de la agricul tura o un mal demoni o
tendenc ia científi ca que aún n~ se halla en plena po- del fuego. Tarpey a, que en la tradiCi ón más cono-
sesión de sus medios y a la cual la impren ta no había cida entrega su patria a los Sabino s, en otra es la
aportad o las facilida des de las que nosotro s disfru- heroína que la salva; su tumba, vecina a la roca a
tamos en la actuali dad. la cual ella dio su nombre , recibía un culto de reco-
Aunqu e tal cuidad o no nos sorpren de en una obra nocimi ento y de honor. Proper cio, incomo dado por
históric a, es inesper ado en un poema épico. Pero los este monum ento y los recuerd os que trae, sale del paso
'
romano s tenían un temper amento de historia dores. Vir-
gilio, siempr e se lo ha repetid o, era un erudito , uno
de esos antiqua rii a los que el amor de la ciencia y
l'
i
aplicán dole el epíteto de turpe, "desho nroso" ; 5 pero
califica r no es explica r.
Estos precede ntes nos dispone n a acoger las dobles
más aún quizás el patriot ismo incitaro n a escruta r el tradicio nes de la Eneiáa , que tachon an aquí y allá el
pasado . Un sentimi ento •comple jo lo inducía pues a desarro llo de la epopey a. La más .import ante se aplica
imitar a Tito Livio, pero con un método adapta do a la person a del héroe princip al y nos remite al pri-
a la poesía y con proced imiento s que hacían cuerpo mer grupo de leyenda s, venida s de la Uíaáa, que
con el poema. Lo hemos visto ya, en el curso de las hemos dejado de lado al comien zo. En el canto XX,a
Geórgi cas, supera r una dificult ad aun mayor que ésta Poseid ón profetiz a al antago nismo de la descend encia ,
Y remitir al lector, median te ciertas particu laridad es de Príamo y la de Eneas. · Parece que este pasaje '
de su desarro llo, a los autores cuyas opinion es critica. contien e el recuerd o de la rivalid ad de una rama
Estos cuerpo s extraño s fundido s en una obra de arte, primog énita y de una · rama ·segund ona. El canto
no chocab an .a los antiguo s. La sphrag ís o firma era XIII 7 refuerz a esta sospech a y testimo nia la e::dsten -
corrien te. Se pretend e que habría contrib uido al fin da de un descon tento que habría hecho de Eneas un
desdich ado de Fidias y en Virgilio mismo la encon- oposito r a la dinastí a que ocupab a el trono. La idea
j.
tramos en las Bucólic as. Se leen al final de la quinta se abrió camino y en una parte de la tradició n pos-
égloga 4 estos tres versos: "T<'l daré primer o -dice terior Eneas se transfo rmó en un traidor . De acuerd o
M¡malc as, que ocupa aquí el lugar de Virgil io- mi con Anténo r, uno de los viejos del consejo de Príamo ,
frágil carami llo. Es el que me ha dictado : 'Coridó n habría entrega do Troya a los griegos . Pieles de pan-
ardía por el bello Alexis' , y '¿De quién es este ganado ? tera, extendi das en sus puertas , habrían preserv ado
¿Será el de Melibe o?'" Al reprod ucir así el comien zo sus easas del pillaje. 8 Esta versión fue acogid a por
de la segund a y tercera églogas , el poeta desliza ba en los escritor es eclesiá sticos pues servía a su polémi ca
las Bucólic as una firma interio r que ya no podía ser contra la venerac ión que los romano s manife staban
separad a de ellas. por sus antepas ados pagano s. "Eneas -dice Tertu-
La dificul tad que se · present a aquí es frecuen te en liano- se descub re como un traidor a su patria;
el doni'ini o de los mitos: ocurre a menudo que son Eneas tanto como Anténo r. Y aunque sus defenso res
contrad ictorios . Caco, el héroe de un episodi o del
libro VIII de la Eneida , fue en la religión antigua un S. Prop. 4, 4, l.
6. ll. 20, 302-308.
4. Buc. 5, 85·87. 7. Il. 13, 460-461.
8. Pausani as, 10, 27, 3.

184 185
no acepten esta traición, Eneas, sin duda alguna, ,.míen•'' ' se apresta aún a desobedecer y se requiere una inter·
tras su patria se incendiaba, abandonó a sus com- , vención personal de Júpiter para decidirlo a retirarse
pañeros para ,ir a sufrir el "yugo de una mujer sobre el Ida. Temiendo aún, sin duda, que no resulte
cartaginesa. . . Si Eneas es piadoso, es por haber bastante claro el sentido de esta resistencia, Virgilio lo
abandonado, en favor de un hijo único y de un viejo destaca con la hermosa declaración que pone en boca
decrépito, a Príamo y a Astiánax." 9 de su héroe: "Cenizas de Ilión y última hoguera de
Una tradición contraria opone su optimismo al pe- los míos, yo atestiguo que en vuestro desastre no he
simismo de la precedente: Eneas fue el héroe de la
última resistencia de Troya. Sólo- abandonó la ciudad
r tratado de evitar ni las armas ni la suerte sucesiva de
los combates con los griegos, y que si los destinos lo
en llamas por orden de los dioses. Cuando tuvo al hubieran decidido así hubiera merecido caer herido
fin que rendirse, había _inspirado ya a los griegos una r por ellos."-12 Es un verdadero alegato en favor de la
ll:dmiración tal q:ue éstos le permitieron retirarse con lealtad de Eneas. Dos años después de la muerte del
aquel de sus bienes al que tuviera más afecto. Eligió 1 poeta, Horacio aún le daba testimonio: "El irrepro-
a su pad~;e Anquises. El viejo estaba afectado por chable Eneas, que sobrevivió a su patria, preparó un
una milagrosa parálisis, castigo de la indiscreción que camino a través de Troya, que no ardía por su culpa,
cometiera al revelar los favores recibidos de Venus. para dar a los troyanos más de lo que habían aban-
Su hijo lo cargó sob~;e sus hombros. Los griegos, ante donado." 13
este espectáculo, impresionados por su desinterés, re- Servio subraya una "alusión más directa, aunque
novaron su concesión. Eligió entonces a sus dioses. disimulada, a la versión pesimista de la leyenda. 14
Con una admiración creciente los enemigos le acorda- ' En el libro I ( 488 y sigs.) el héroe, al llegar a Car- -~
ron' un salvoconducto y pudo partir con todo lo que , tágo, visita el templo de Juno que los cartagineses
poseía. elevan en su ciudad aún en vías de construcción.
La versión adoptada por Virgilio es naturalmente Para sorpresa suya, figuran ya sobre los muros los
la segunda, pero la influencia de la primera' s~ siente episodios de la guerra de Troya y en uno de los fres-
en muchos pasajes. El relato del libro II trata de cos se reconoce a sí mismo "mezclado a los princi-
hacer visible, a la manera de un alegato, la -obstina- pales aqueos". Servio ve en estas palabras una alu-
ción con la cual el héroe se aplica a la resistencia. sión velada a la pretendida traición.
Enviados celestes intervienen tres veces para adver- Aun leyendas menos importantes que la de Eneas
tirle que su misión ha terminado en la Troade y que conservaron sus dobles tradiciones y el poeta las intro-
le espera otra lejos de la tierra de Asia. Desobedece duce en la epopeya con ayuda de artificios. Anquises
tres veces. Se queda luchando después del mensaje de muere en Sicilia antes del episodio de Áfriéa; el
Héctor, después del de Venus; 10 ante la resistencia lector se entera de ello al final del libro III. Pero
de Anquises, que rehúsa acompañarlo en su huida,1 1 otra versión lo hace morir en Italia y Varrón cuenta

9. Tertuliano, A las naciones, 2, 2. J 12. En. 2, 431-434.


13. Horacio, Canto secular, 41-44; véase Porfirión sobre

l
10. En. 2, 268 y sigs.; 2, 275 y sigs.
este verso.
ll. En. 2, 669 y sigs.
14. Servio, Comentarit? a la Eneida, sobre 1, 242.
•1

186 187
!
¡1
que Diomed es robó sus huesos de su sepultu ra para
logra para Eneas y Dido. Este podero so esfuerz o no
asegur arse una prenda de prospe ridad; la antigüe dad
podía dirigirs e a todos. Mucho s quedar on en medias
ofrece mucho s ejemplo s de este tipo de superst ición,
tintas. Los conocim ientos psicoló gicos en el siglo I
el más conocid o de los cuales pertene ce a la leyenda
de la era cristian a estaban lejos de la riqueza que
de Edipo. Pero en lugar de la felicida d que esperab a,
alcanza ron con la observa •ción moral del siglo XVII,
Diomed es, persegu ido por la vengan za de los dioses,
la novela del XIX y del XX. Y a habían recorri do
debió restitui r su robo. En el libro IV, Dido,15 sa-
biendo que Eneas se prepara para abando narla, intenta
dobleg arlo y le envía a su herman a como mensaj era,
explicá ndole: "No soy yo la que junto con los griegos
r sin embarg o un largo trayect o, estimul ados por las
necesid ades del tiempo , pero el conjun to se mantuv o
fragme ntario y confina do a sectore s separad os del
alma human a. El ethos o constru cción de un carácte r,
juró en Aulis destrui r la nación troyana , ni quien
envi{i la flota contra Pérgam o. No robé yo la ceniza
y los Manes de su padre Anquis es." Clara alusión a la
f proven ía de la elocuen cia judicia l. Como la cónside -
ración de la vida pasada , de los anteced entes, era un
1 argume nto import ante de la defensa y de la acusaci ón,
leyend a italiana de la muerte de Anquis es. ¡
el abogad o se aplicab a a penetra r los secreto s de las
El fin de Príamo se cuentá 16 en el libro Il. Neop- almas, pero casi se limitab a a los aspecto s referen tes
tólemo , en el fondo del palacio real, le hunde su a la vida pública y a las activid ades que ésta impli-
espada en el cuerpo hasta la empuñ adura. Y cuatro caba. La historia había recono cido minuci osamen te
versos más lejos, el episodi o termin a con un cuadro los resorte s de la vida política . La poesía erótica había
sobrec ogedor : "Está extendi do a orillas del mar: profun dizado sucesiv amente , con el poeta alejand rino
tronco gigante sco, cabeza arranca da a los hombro s, Apolon io de Rodas, Catulo y sus contem poráne os, su
cuerpo que ya no tiene nombre ." Es el vestigio de una campo de observa ción. En fin, en, .la época de Vir-
segund a tradició n según la cual Príamo habría sido gilio comenz aban a practic arse esos extraño s ejerci-
llevado y matado al borde del mar. Virgili o la con- cios llamad os declam aciones , que ocupar: on un lugar
servó por la belleza de la imagen que ófrecía y que tan import ante en la enseña nza durante la época im-
evocab a al recuerd o de los romano s el cuerpo de perial. El alumno se iniciab a en el estudio del fun-
Pompe yo yacent e sobre la arena egipcia . cionam iento del alma human a realiza ndo el ejercici o
Esta maraña de leyenda s, despué s de muchos siglos consist ente en poners e en el lugar de algún gran per-
de reajust es, sirvió al fin a Virgili o para constru ir la sonaje de la histori a o de la leyenda , en creerse por
intriga de la Eneida y tambié n los person ajes desti- un instant e Cicerón , Aníbal o Leónid as y en descu-
nados a desemp eñar un papel en ella. Pero estos brir, interro gándos e a sí mismo , los motivo s que los
últimos aparec ían en las leyenda s reducid os a meros habían hecho actuar. Aunqu e la declam ación. merezc a
nombre s, acompa ñados en alguno s casos de indica- mucha s de las conden aciones , formul adas contra ella,
ciones breves y desdibu jadas. Era necesar io infun- no dejó sin embarg o de prestar servicio s a la lite-
dirles vida y activid ad y veremo s cómo el poeta lo ratura, como lo testimo nia la obra de ún Séneca .
Partien do de estas premis as, la poesía griega y la
15. En. 4, 425 y sigs. poesía latina se veían directa mente llevada s a la crea-
16. En. 2, 540 y sigs.
ción de almas simples , reducid as a una sola pasión,

¡
188 r
189
r\
a la manera de los héroes trágicos anteriores a otros mismos hemos penetrado, donde el afecto recí-
proco está tan seguro de sí mismo que no tiene
Eiirípide8, el Creón, la· Antígona;; el Áyax de Sófocles,
necesidad de miramientos. La escena posee un tono
etcétera. Pero se había abierto ·otro camino a la ex-
de realismo burgués, venido del alej andrinismo; su
periencia psicológica, con los Caracteres de Teofrasto
. sabor muestra que la pobre doctrina que inspira aquí
y el teatro de Menandro, y luego el de Planto. Esta
a Virgilio, podía volverse fecunda gracias al talento
corriente, brotada en su mayor parte de la esce"!a
de un poeta. Latino es también un retrato, el del
cómica,. mezcló sus ramificaciones con las de la· poes1a
débil que renuncia a hacer triunfar su voluntad, desiste
amorosa y aportó su contribución al episodio de Dido.
y se encierra en el retraimiento. No menos verdadero
Se debe a ella, sin duda, el hecho de que aparezcan
es Evandro cuando revela su senilidad por la)ongitud
vislumbres cómicas en ciertos puntos de la Eneida ..
de sus discursos y la ternura que le suscitan sus re-
Considerando sólo el' conjunto, la influencia más cuerdos de juventud.
activa sufrida por Virgilio en la construcción de un
Las mujeres se destacan por la muliebris impoten-
carácter fue la de dos pasajes, uno de Aristóteles en
·tia, "la incapacidad de controlarse", que siempre les
su Retórica,l7 el otro de Horacio en el Arte poética,l 8
reprochó la literatura latina. Este dato fundamental
el primero destinado a los oradores, el segundo rela-
se desarrolla en forma de precipitación imprevisora en
tivo a los héroes trágicos. Tanto uno como otro mues-
.,. · Juno,19 de demencia incoercible en Amata. En Dicto
tran cuán reducidas eran aún las ambiciones. Sólo
y en Camila, está acompañada por un elemento viril:
se trata de la teoría de las edades, vejez, madurez,
:pido es jefe de Estado y en la,v.ida pública tiene los
juventud, a las cuales Horacio agrega la infancia. Y
con todo las observaciones que éstos realizan como °
aires de un magistrado romano; 2 Camila es jefe de
ejército y celebra con Turno un verdadero consejo
teóricos son mucho más avanzadas que las de Virgilio,
de guerra.2 1 Sin embargo la primera, perturbada por
cuya inspiración es. sobre todo dramática y patética.
el amor, sufre transportes parecidos a los de Amata, y
Sus viejos, Príamo, Latino, Evandro, se caracterizan la segunda muere arrastrada por una pasión totalmente
sobre todo por · el debilitamiento de las fuerzas del femenina, el amor de la toilette. 22 • ·
cuerpo y del alma; a esta decadencia sólo escapa
Los jóvenes sólo existen en Virgilio para caer bajo
Caronte y el poeta se preocupa de hace~ notar que
los golpes del destino. Su papel consiste en aparecer
su milagrosa frescura es la de un dios. Príamo, en
en el encanto real de su adolescencia marchitada, ro-
el momento de caer bajo los golpes de Neoptólemo,
deados de las flores amigas de los muertos y llorados
es incapaz de llevar las armas con que se }:¡a revestido
y Hécuba lo ayuda a sentarse a su lado. Esta vieja
pareja, que aparece en el palacio en llamas en la hora 19. Véase la curiosa escena en que la reina de los dioses
cae ella misma en la trampa tendida por Venus (4, 105-128).
del supremo desastre, es infinitamente conmovedora; 20. En. 1, 494 y sigs. Esta manera de concebir a Dido
evoca por su ingenuidad interiores en los cuales nos- se inspiró probablemente en los rumores que corrían sobre
Oleopatra, de los cuales se hizo eco Dión Casio; véase la
17. Aristóteles, Retórica, i389 A y sigs. pág. 253.
21. En. 11, 498 y sigs.
18. Horacio, Arte poética, 156-178, C?UYO 'contenido no 2:<!. En. 11, 768 y sigs.
pudo ignorar Virgilio.

190 191
una luz de espanto y remordimien to. Le traen el cuer-
por los suyos, ya se trate de Palante, Lauso, Niso,
po de La uso, caído para salvarle la vida; grita: "¿Te·
Euríalo, o aun de Turno; su razón de ser consiste
nía yo que amar tanto a la vida, hijo mío, como para
ante todo en la melancolía de su muerte.
permitir que aquel que yo engendré tomara mi lugar
Esta manera amplia y sumaria, tan diferente de la ante los golpes del enemigo? Y o, tu padre, debo mi
utilizada por los historiadore s para tratar a sus hé- salvación a estas heridas, vivo por tu muerte. . . soy
roes y que reaparece en Lucano, era quizá la única yo también, hijo mío, el que hollé tu nombre con mis
que armonizaba con la distancia de las leyendas. La crímenes, expulsado por el odio del trono y del cetro

''':1~·'']·
imponían al poeta las necesidades de la perspectiva, y de mis padres. Me debía al castigo y al horror .de mi
la resignación con la cual la aceptó honra a su sentido pueblo; ojalá hubiera pagado con mi muerte mi vida
del arte. Hay sin embargo tres personajes que fueron culpable"· (X, 846 y sigs.) .25 Dirige entonces un adiós
tratados de una manera totalmente distinta. Son los desengañado a su caballo de combate: "Rebo -le
más grandes, los que dan el tono y el sentido a la dice-, si hay alguna duración larga para los morta-
epopeya y, al cesar de representar una realidad pura- les, hemos terminado la nuestra." Lo espolea y vuelve
mente humana, se prestaban para ofrecer un apoyo a a entrar en plena batalla para caer bajo los golpes de
la mística virgiliana: los dos héroes, Di do y Eneas, t;' Eneas.
a los que estudiaremo s más adelante, y Mecencio, rey 1:
' ¿Qué otro poeta que Virgilio hubiera imaginado
destronado de Etruria. ' dar a este maldito un fin tan melancólico y tan digno,
Este último debe probableme nte el privilegio de ese al cual nada faltó, ni el remordimien to, ni la confe-
trato a algunos datos un poco más precisos que ofrece sión, ni la expiación? Este episodio conmovedor inte-
la tradición latina. Macrobio 23 los resume así si- resa sin duda poco para la intriga del poema, pero
guiendo a los Origines de Catón: fue de una crueldad ¡qué calidad tiene la emoción con que la embellece!
inaudita -se complacía, dice Virgilio,2 4 en atar a una
No sabemos nada de las condiciones en que fue
persopa viva enfrentada con un cadáver para que expi-
compuesta la llíada, pero podemos afirmar con segu-
rara en el horror de la descompos ición- y al mismo
ridad que no se parecían a aquellas en que nació la
tiempo se arrogaba los honores debidos a los dioses;
Eneida. Es posible no obstante establecer desde este
de ahí el sobrenombr e de contemptor diuum, "desde-
punto de vista, una comparación entre ambos poemas,
ñoso de los dioses", que lo acompaña en la Eneida.
y quizás ella nos muestre con qué superficialid ad se
Sin embargo este rey, alma altanera, cuya espantosa
pronunció a menudo la crítica literaria acerca de sus
crueldad sublevó a sus súbditos, que hasta es capaz de
méritos recíprocos. En la Ilíada el primer plano está
provocar a los Inmortales y de reírse de su cólera, ocupado por el cuadro de la feudalidad micénica, ha-
ama a su hijo. En la hora de la muerte, penetra por talladora, rapaz, huraña e insolente bajo un aspecto
esta pUE>rta una verdadera conversión, tal como VP~ · exterior infinitament e ceremonioso . Si se trata de
aún hoy que se produce a veces, cuan,:¡_,
penetrar hasta los resortes humanos de esta vida, se
nía de la eternidad nuestra vida ~
encuentra un sustrato que casi no ha cambiado desde
23. Macrobio, Saturnales, 3, 5\ 25. En. 10, 846 y sigs.
24. En. 8, 485 y sigs.

1 193
192 r
entonces, la miseria de la pobre gente, ¡;. sombría re·
criminación a una suerte cuyo peso no pueden esqui- XII
var, la melancolía de los jóvenes a los que el destino
no permitirá completar su trayectoria, de los padres La Eneida,
y de las madres que dan el eterno adiós a su hijo o
ven cómo la guerra les arrebata a las f¡ijas condena-
epopeya del destino
das para siempre al sufrimiento y al deshonor. Aquí
o allá encontramos algunos motivos de consuelo, apor-
tados por la amistad de los iguales, la devoción de los
inferiores. Esta materia, secamente expuesta sería tri-
vial, pero el arte homérico, con su frescura, su sinceri-
dad, su riqueza hizo de ella un conjunto ·de un raro
poderío. .
Con medios más pobres aún, Virgilio se vio enfren-
tado con una tarea más difícil. No vivió entre sus Hay muchos otros puntos aun en los cuales la com-
héroe¡;;, no compartió sus gustos y sus costumbres; tuvo paración de la Ilíada y la Eneida nos .expondrían a
que descubrir su espíritu . en la meditación de una formarnos una idea muy falsa acerca de esta última.
antigüedad muy distante. Pero lo inspiró sin cesar el La Eneida está separada de la epopeya griega por una
sentido de lo humano y de lo divino, que llenó de savia larga duración . según el orden cronológico y por
a un arte que no iguala al de _los poemas homéricos, una literatura que se alejó sin cesar de ella, y cuyo
pero cuyas prolongaciones son más lejanas y las reper- más brillante período se ubica unos cinco siglos antes
cusiones más profundas. El punto culminante de la de la aparición de la Eneida. Ese período fne el de la
llíada y de la Odisea es el arte; el de la Eneida se tragedia. Era inevitable que esta nueva forma de arte
halla situado mucho más alto. dejara una huella visible de su influencia en la epope-
ya latina. Virgilio, en efecto, prefirió muy a menudo
adoptar, en lugar de la versión homérica de las leyen-
das, .las tradiciones diférentes que encontraba en los
trágicos. Además el método y la forma de la epopeya
estaban muy cerc:'!nos en él a los de la escena griega.
Desde su primera aparición, es decir, desde Esqui-
lo, la tragedia fue el po~ma de la lucha. Siguió siendo
tal aun en el siglo XIX y un crítico pudo decir entonces
que toda escena de tragedia es una escena de lucha.
Cada una representa el episodio de un combate que
comienza con la exposición y termina con el desenla-
ce. En el Edipo rey de Sófocles, que Aristóteles consi-
deró como el tipo por excelencia del teatro griego, ¿no
representa el poeta al rey de Tebas defendiéndose gra-

194
195
dualmente contra el Destino que lo acorrala, retroce- las decisiones del Destino. El Destino ha previsto que
diendo lentamente ante él hasta el derrumbe final? después de triunfar sobre Cartago, Roma poseería el
¿Se inspiró Virgilio en esta concepción trágica? imperio del mundo, y ella se encarniza en aplastar a
Es dudoso. Su materia era tan compleja y su objeto Roma antes de su nacimiento para asegurar la hege·
tan netamente determinado que no tenía necesidad de monía de Cartago. Tal es su papel y su razón de ser.
recordar las apariciones dramáticas de la moira en la Juno no es por cierto una abstracción; vive, actúa.
escena del teatro de Diónisos; la filosofía estoica bas- \ .
Virgilio la ha representado de una manera tan humana
taba para evocarlas. Aquí,· como en tantos otros luga- c·.t'que muchos lectores se dejan engañar. En realidad,
res de la literatura antigua, no ha habido imitación, · . encarna la resistencia al Destino, la de la materia y
sino coincidencia. los acontecimientos . Venus, por el contrario, represen·
L•Lc§lera. de Aquiles muevetoda la intriga . de la ta los poderes que lo ayudan y secundan. Virgilío la
!liada. ¿Se halla también la de la Eneida subordina- recreó y alumbró verdaderamente de nuevo para esta
da al desarrollo del carácter de Eneas? Esto se admitía tarea. El amor maternal tomó en ella el lugar del
antes sin dudar. Pero cuanto más de cerca se lo exa- amor, Sólo se acuerda de sus encantos y conquistas
mina, tanto más se percibe que esta intriga no depende para proteger a su hijo. Un solo pasaje de la Eneida
de él y, por el contrario, lo arrastra en su curso, Eneas rectierdá a la diosa de Idalia y de Pafos que se com-
no es un Aquiles, Virgilio no le atribuyó este papel y place en ~urbar el corazón de los humanos: es aquel
previene de ello a sus lectores en el libro VI de lá en que va a buscar al divino forjador para obtener
Eneida, 1 por boca <le la Sibila: si existe un Aquiles de él las armas que necesita Eneas: "De golpe el cora-
en el poema latino, es Turno. ¿Quién impulsa entonces zón del dios ardió con la llama acostumbrada, el calor
la acción? ¿Quién lucha entonces en la Eneida? El que conocía tan bien penetró su médula y corrió por
campeón infatigable que sostiene en ella el combate, él, sacudiendo sus huesos." 2 La pintura es más dis-
siempre presto· al ataque y a la réplica, que entrado creta aunque sugestiva; ninguna violencia recuerda en
en la liza en el verso 37 del libro I, sigue continua- ella el cuadro lucreciano 3 de Marte, echado sobre las
mente presente en la escena y sólo se retira, derrotado, rodillas de Venus y bebiendo el amor a copa llena. En
pero sin embargo con los honores del combate, en el cambio Virgilio ha dotado a la divina criatura de una
verso 340 del libro XII, es Juno. fineza y de una habilidad para sacar partido de las cir-
La Juno de la Eneida sólo ofrece un parecido lejano cunstancias que ésta no cesa de desplegar, sea que abor-
con la Hera de la !liada; Es cierto que Virgilio la de a Júpiter con su irresistible sonrisa, sea que prepare
animó con toda una vida nutrida de recuerdos homé- alguna trampa en la cual vendrá a engancharse Juno
ricos; pero ya no es la diosa caprichosa cuyos disen- a la manera de una libélula aturdida que choca de
timientos con el rey de los dioses infestan la vida frente con todos los obstáculoS'.
conyugal y que perturba con su cólera los festines de La victoria - y éste es en realidad el verdadéro
los Inmortales: se porta peor, pues pretende nada me- desenlace de la Eneidfk-- la obtendrá Venus, es decir
nos que trastornar el orden del mundo contrariando
2. En. 8, 388.
l. En. 6, 89. 3. Lucrecio, 1, 31 y sigs.


'
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i
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el Destino. Pero la derrota es gloriosa, digna de la inquietante relatado por Suetonio: 6 en tiempos de su
~eina de· los dioses, pues Juno sólo se retira poniendo dictadura, César habría pensado en transportar a
condiciones. Las formula en los versos 823-828 del Oriente, a Alejandría o a. Ilión, la sede del imperio,
libro XIJ. El pasaje le pareció a Horacio bastante proyecto que realizará más tarde la erección del Bajo
importante como para inspirarse en él en la tercera Imperio. Virgilio y Horacio parecen enrolarse de ante-
de las grandes odas cívicas,4 donde lo desarrolla. Re- mano contra un traslado que habría desheredado a
presenta allí una sesió11 solemge del consejo del Olim- Occ;idente de una posesión siete veces secular.
po. El cielo delibera s_o)lre, la. apoteosis de Rómulo. La En:eida es, pues, un poema simbólico. Bajo las
Ninguno de los dioses presenta objeciones. Sólo Juno
realidades visibles de su superficie se disimula una
da ·una adhesión condicional que es precisamente el
realidad más preciosa aún. Con esta concepción del
comentario del pasaje precedente de la Eneiáa. Ella
arte épico, Virgilio está lejos de ser infiel a sus pri-
condena, con detalles que Virgilio deja en la sombra,
meras tradiciones, pero las interpreta a su manera, que
la impiedad que los dioses castigaron con la destruc-
es filosófica y religiosa. Troyanos y aqueos luchan en
ción de Troya: deslealtad de Laomedonte, juicio injus-
la llanura de la Tróade. Troya es el premio de su
to de Paris, violación de los derechos de la hospitalidad
combate, y consienten en pagarlo al precio de su san-
por el rapto de Helena. Rómulo, hijo de Marte perte-
gre. Pero Jas batallas terrestres .se reflejan en el espejo
nece a Italia por su parentesco con este dios nacional.
del cielo; los olímpicos se hacen eco de ellas y toman
Juno consiente en verlo sentarse a la mesa de los dio-
partido cada uno a su modo. Las pasiones se ampli-
ses, pero Troya debe desaparecer entera y no renacer
fican a esas alturas, mientras que la vida humana, en
jamás; las tumbas de Príamo y de Paris servirán de
el piso inferior, juega su propio juego; tales pasiones
refugio a las fieras y de pradera a los ganados.
se parecen a las de los hombres pero agrandadas e
La importancia que dan los dos poetas a esta .,c1ecla- idealizadas. Los destinos de los guerreros, de los jefes
ración de Juno se explica por las reservas con las por lo· menos, están en manos de los Inmortales, y se
cuales fue aceptada en Roma la leyenda de Eneas, pese
ha señalado 7 con razón que recibían de este contacto
a su popularidad en la época imperial. Esta leyenda
una condición particular, que la imaginación heléni-
prolongaba hacia un pasado lejano los destinos de la
ca los teñía a esta altura de una melancolía y de uu
ciudad eterna y la vinculaba con la antigüedad griega,
pesimismo que hacían de ellos más que una pintura,
rica de sus mitos, su poesía y su arte: esta aurora
una verdadera interpretación de la vida. En la Eneida
agregaba su resplandor a una cuna que la imaginación
el sistema se ha completado y acercado aun más a
romana sólo había logrado teñir cori tonos grises.
nosotros; encontró apoyo en una filosofía· largamente
Pero chocaba con la repulsión que los romanos expe-
elaborada y traducida por Virgilio con todas las de-
rimentaban por Asia y los vicios asiáticos. 5 La ruptu- licadezas del alma moderna. Para decirlo al pasar,
ra solemne cuya responsabilidad toma sobre sí la reina esta filosofía es la trama de la unidad en la obra
de los dioses, respondía al mismo tiempo· a un rumor
6. Vida de César, 79.
4. Horacio, Odas, 3, 3. 7. G. Méautis, Mythes inconnus de la Grece antique, pá-
5. Cic~!Ón, En favor de Murena, 12. gina 95 y sigs.

198 199
virgilian a; la Provide ncia de las Geórgica s se ha trans-
formado en el Destino de la Eneida. el rey Júpiter es el mismo para todos; los destinos en-
El libro X comienz a con una solemni dad que no contrará n su camino/ ' 9
es habitual eu la Eneida. Al nacer el día despiert a el
palacio del Olimpo. El padre de los dioses y de los ¡ Deben pesarse cuidado samente los término s ·de esta
declarac ión, una de las más importa ntes profesio nes

¡
hombres convoca su consejo, con las puertas abiertas de fe que Virgilio haya insertad o en la Eneida. Desde
de par en par, según la regla impuest a al senado roma- el principio , el silencio de la naturale za invita al lector
no durante la celebrac ión de las sesiones , y los Inmor- al mismo recogim iento, para no perder nada de ella.
tales entran majestu osos y ocupan su lugar en las • Se trata de una doctrina grave, y no de lo que ciertos
sedes que los esperan. críticos vieron en ella equivoc adament e, una declara-
El dios les dirige al principi o una severa reprime n- ción de indiferen cia, el lavado de manos de Pilatos.
da por las querella s con ·las cuales pertur han la tierra. .. Cuando el dios afirma·q ue "no distingu e entre troyano
···1· y rútulo", que "el rey Júpiter es el mismo para
Venus y Juno, sintiénd ose aludidas , exponen sus que-
jas, la primera en tono de reproche , resignad a en todos", repudia la justicia homéric a, esos ·celos de los
aparienc ia, la segunda con un impulso apasiona do. dioses que sólo tenían castigo para la hybris, el favo-
Los olímpico s -tal como los senadore s en los ins- voritism o de la /líada, la arbitrar iedad que guiaba su
tantes que precede n el voto- intercam bian sus impre- elección , la negligen cia con la cual evaluab an d mé-
siones y se oye un murmul lo. Y he aquí que/de- rito, Menelao sustraíd o a su condició n mortal y re·
nuevo se eleva la voz del rey de los dioses: "Ento nces compens ado con la copiosa inmorta lidad de las Islas
1 .,_. bienaven turad.as sin otro mérito que el de haber lle-
:1
.
el padre todopod eroso, en quien reside el sobe:t;an o : gado a ser el marido de Helena, hija de Zeus.
dominio de la creación , retoma la palabra. Mientra s
él habla la sublime morada de los Inmorta les guar- 1 .A esta justicia injusta Virgilio opone la que el_abo-
e) ró, desde la Ilíada, la filosofía griega. Nuestro dere-
da silencio y también la tierra conmov ida en sus
1 cho a la recompe nsa proviene de nuestros actos; la
fundame ntos. El éter calla en sus alturas, los céfiros
se detienen , el mar calma al espejo de sus aguas." 8 justicia se ha vuelto retributi va en lugar de capricho sa
En medio de ese recogim iento de la naturale za cae, y desorden ada. N.o solamen te el mérito es un título a
la recompe nsa, sino que ese derecho a la. recompe nsa
pesado e imperios o, el decreto de Júpiter: "Recibi d'
está implícito en el acto mismo, es su prolong amiento
pues con atención y fijad en vosotros mis palabras , ya
y complem ento: "A cada uno sus actos le traerán su
que n9 ha sido posible unir mediant e una alianza a prueba y su destino. " Ningún intermed iario, ningún
los italianos y a los troyano s y ya que vuestros juez, ni siquiera el señor del mundo, se interpon e :n-
disentim ientos no tienen fin, cualquie ra que sea hoy 1 tre el mérito incluido en el acto y las consecu encias
la suerte de cada uno, la esperanz a adonde lo conduce ~- que de él germina n; la justicia que se represen ta el
su ruta, troyano o rútulo, yo no distingu iré .. ·' A poeta es inmanen te.
cada uno sus actos le traerán su prueba y su destino: 1 Esta concepc ión de la recompe nsa está cercana a la
1
j interpre tación estoica de los signos y de los prodic
8. En. lO, 100-103. '1
9. En. lO, 104·113.
1

200
! 201
gios,10 que se hallan incluidos en las leyes de la más que nombres de una realidad única por la cual
naturaleza y entran así en acción sin que intervenga.· existe todo lo que existe y fuera de la cual nada podría
ninguna potencia exterior. Lucrecio y Buffqn conci- llegar a existir. Sin embargo la actitud del poeta res-
ben así el acto creador -que atribuyen a una-con· pecto de la ley suprema de la creación ya no es la
. ciencia todopoderosa o a la estructura mis~ de la misma que en las Geórgicas. Antes su confianza se
materia-, corno puesto en el comienzo, de ~na sola expandía sin reticencia en la sabia benevolencia del
vez, para todas las realizaciones ulteriores,. en todos "padre". Ahora es menos sereno porque ha visto los
los poderes de su fecundidad; la crea~ión ente~a pre· problemas inquietantes que se suscitan en torno de esta
existe en las fuerzas de las cuales ha surgido. Vir- fe. La concepción del destino es, en efecto, una de
gilio concibe el universo moral según este modelo. El las menos claras que se haya propuesto jamás a la
acto, en el momento en que viene al mundo, está pre· meditación de los hombres y en lugar de bañarse en
ñado de sus consecuencias y el mero· progreso del tiem- plena luz, abunda por todas partes en aporías y an·
po las hace surgir de él en su momento. tinornias. 13
Tal es la ley incluida en acción misma, y esta ley La filosofía se ha esforzado siempre' en tratar de
no es otra que el Destino. El Destino, cuyo desarrollo mantener sin contradicción, una junto a la otra, la rigi-
es lento, pero infalible, cuyos caminos, tortuosos a dez inflexible del destino y la libertad moral. Crísipo
veces, desviados ,por los obstáculos que le bloquean estuvo muy atormentado por esta incompatibilidad y
la línea recta, no deja de llegar sin error y aun sin Cicerón relata los esfuerzos que consagró a la conser-
retardo al fin establecido. vación de estos dos ejes del estoicismo.14 Pero la anti-
Esta fe virgiliana la explican los ·doctores más autén- güedad se sintió aun más perturbada por el problema
ticos del estoicismo, Séneca en primer lugar, que es- de la eficacia de la plegaria, que exige la inserción de
cribe en el Tratado dé la Providencia: 11 "Una co- una causa humana e imprevisible en la cadena de la
rriente sobre la cual ninguna voluntad tiene influencia necesidad. Séneca, en nombre del estoicismo, se pro-
impulsa los asuntos humanos así como los de los dio· nunció con gran claridad sobre este terna en sus. Cues-
ses. Es sin duda el supremo organizador y soberano tiones naturales: "Nosotros pensamos también que los
de todas las cosas quien ha escrito el Destino, pero votos tienen una eficacia, sin que se arruine la fuerza
también lo observa; no cesa de obedecerle después de y el poder del destino. Los dioses inmortales dejaron
haberlo erigido una vez en ley." Y Marco Aurelio: en suspenso ciertos acontecimientos, de modo que de-
"Las obras de los dioses están llenas de Providen· ben tener un giro feliz si se dirigen plegarias a los
cia. Las del azar no están fuera de la naturaleza sino dioses, si uno se compromete por votos; su éxito no es
íntimamente entrelazadas con aquellas que una Pro- pues contrario al destino, sino que está también ins-
videncia administra. Todo deriva de la Providencia." 12 t cripto en el destino." 15
Destino, Providencia no son pues para el estoicismo El caso se presentó en la Eneidi:t y Virgilio lo resol-
1
' 13. Véase sobre esta cuestión P. Boyancé, ."Virgile et le
10. Véanse págs. 121 y sigs.
destin", Mélanges Paul Laumonier, 1935, pág. 13.
11. Séneca, De la Providencia, 5, 8.
12. Marco Anrelio, 2, 3. 1 14. Cicerón, Tratado del destino, 39·42.
15. Séneca, Cue_stiones naturales, 2, 37.

202 200
VIO como Séneca. En el libro VIII Venus viene a era que un día perdería n todo esos bienes para no
rogar a Vulcano que forje para Eneas las armas que conserva r sino su derecho al reino de las sombras .
servirán a éste para conquis tar Italia. Alega ante el Era la regla del juego y ni Zeus ni sus criatura s
dueño del fuego que ella evitó importu narlo con una pensaba n en discutirl a, por más que lo lamenta ran.
plegaria semejan te en ocasión de la toma de Troya El estoicism o, por su parte, se resistía, apelando a ,
y el dios, dominad o por la fuerza del amor, consient e toda la fuerza de la energía humana para acordar al ' ·
a todo y le reproch a la desconfi anza de su discreci ón; señor, cuya voluntad reverenc iaba sin compren derla,
un signo, la expresió n de un deseo, hubiera bástado el homena je de la aceptaci ón. Lo encontra mos, siem-
entonces para obtenerl o todo, púes los destinos no eran pre conmov edor en una cantidad de pasajes de la
aún inmutab les y dejaban un margen a los aconteci - Eneida. El espectác ulo de los adolesce ntes conduci-
mientos : "Ni el Padre todopod eroso ni los destinos se dos a la hoguera fúnebre bajo la mirada de sus
oponían a la prolonga ción de la existenc ia de Troya padres, aparece en ella a menudo ; 18 el estoico se
y del reino de Príamo durante otros diez años to- queja pero sin rebelars e. Al final del libro V, Eneas
davía." 16 Así se explica la vacilaci ón con que el se declara presto a no rehusar macla al Destino: "Dun-
poeta saluda al joven Marcelo , el heredero designad o dequiera que nds lleven los destinos , los seguire-
de Augusto , cuando aparece en los Infierno s al fi- mos." 19 Es la acf)ptaci ón de la lucha. Turno va más
nal de la revista de los héroes: "¡Oh, desdicha do lejos, acepta la derrota: "Herma na mía -dice a la
niño! Si encuentr as algún medio de romper la ley ninfa Juturna -, ya me lleva el Destino. No lo demo-
rigurosa del destino, serás Marcelo ." 17 Pero la ley se res más. V ay amos hacia donde la divinida d y una
mantuvo inflexibl e y Mai:celo desapare ció en plena fortuna cruel nos llaman." 20 Y sin demora respond e
juventud .
a la provoca ción de Eneas.
A los ojos de cualquie r filosofía , por poco rigurosa ¿No es ésta, precisam ente, la actitud a la cual
que fuera, una solución tal resultab a insosten ible. Pero Epicteto 21 exhorta. rá a sus discípulo s, cuando les re-
supone una actitud mental muy diferent e de la que cuerda que deben su testimon io a Dios? Tú subes,
tenía la epopeya griega, el deseo de descubr ir una les dice, "a la escena como un testigo de Dios ...
vía por la cual pueda justifica rse la Provide ncia y ¿Qué testimon io le das? 'Estoy en graves difi-
humaniz arse sus decretos . Tal concepc ión nos aleja cultades , Señor y soy desdicha do ... ' ¿Será ése tu
de ese Olimpo, suntuoso donde los dioses homéric os testimon io? Y vas a deshonr ar el llamado que has
llevaban una vida feliz, todos iguales bajo un señor recibido , ese llamado que él te honró dirigién dote,
que los hacía temblar al fruncir su entrecej o y,, por juzgánd ote digno de ser convoca do para un testimon io
otra parte, se mostrab a tap indulgen te para sus capri- 1 tan grande? "
chos. Los mortales de aquellos tiempos debían tener J Este testimon io dado mediant e la aceptaci ón al due-
bien en cuenta a la moira, esa porción de los bienes
terrestre s asignad a a cada uno, cuya parte más clara
l' ño supremo , es para Virgilio la última palabra de la

18. En. 6, 308 y sigs.


16. En. 8, 398-399.
17. En. 6, 882-883.
¡ 19. En. 5, 710.
20. En. 12, 676-677.
21. Conversaciones~ 1, 29, 39.

204
205
1
\

doctrina del destino: donde la inteligencia retrocede, del mund<> no sólo de los seres terrestres sino de todo
la volüntad y la adoración ·toman la delantera. el resto del Olimpo, que no puede pretender sentarse
Toman la delantera mediante su sumisión y este acto a la misma mesa que él, pese al atrevimiento de la
la asocia tan íntimamente al señor que, según una
bella conclusión de Marco Aurelio, se transforman en
sus colaboradoras: "Colaboramos en una tarea única,
unos con conciencia e inteligencia, otros sin inteligen-
l metáfora que emplearon a veces los dos poetas, pero
de la cual reniegan desde el momento en que ya no
actúan las convenciones ·líricas y épicas. "Qué can-
taré yo -dice él- antes de los elogios del Padre. que
cia, como los durmientes de los cuales dice Heráclito, gobierna a los hombres y a los dioses, los mares y las
según creo, que son también obreros y que colaboran tierras, el mundo en sus diversas estaciones. Nada
en lo que sucede en el mundo. Uno colabora de nace de él que sea más grande que él. Nada prospera
una manera, otro de otra y hasta lo hacen tam- que le sea semejante o aun que pueda ubicarse a
bién los que censuran, los que contrarrestan, los continuación de éL"
'f-
que intentan destruir la obra. Es que el universo, en
efecto, también tiene necesidad de ésos." 22
Aunque todos tienen su lugar en la gran empresa
de la marcha del mundo, Marco Aurelio coloca en el
primer rango a los que se prestan a ello "con concien-
cia e inteligencia". La naturaleza no confiere ese don

l
por sí sola y no agotaremos el estudio de la Eneida
sin haber visto a Júpiter trabajar en persona para for-
mar en Eneas el colaborador que él deseaba.
La representación poética del Júpiter de la Eneida
se armoniza con esta .doétrina intelectual, constituida
toda de energía, despojada de imágenes. Mientras
que los otros dioses, cuerpos y almas, sólo son criatu-
ras humanas, por más superior, pero no trascendente,
que sea su humanidad, Júpiter no se muestra a los
sentidos, no tiene nada tomado a Fidias, ni a Olim-
pia, ni a ninguna estatua de culto ni frontón de los
templos helénicos. Es la voz que piensa y dice el 1

1
destino y sólo se reviste de una inmaterialidad muy 1

pura. •,
Horacio se inspiró en esta doctrina virgiliana en
la oda 1, 12, 13 y sigs., donde insiste de una manera
tan emocionante sobre la distancia que separa al señor

22. Marco Aurelio, 6, 42.

206 207
,,

XIII época de la fundació n de la ciudad hasta los tiempos


de Enio mismo. La lengua se mantení a muy arcaica,
La Eneida , epopey a pero el conjunto tenía una grandez a que la época re-
de Roma publican a no pudo dejar de admirar . La tradició n
romana se acrecent ó poco a poco: otras epopeya s, tra-
gedias, la comedia , glorioso brote que se hizo inmorta l
por obra de Planto y de Terencio , y en fin, en la
cima, la hermosa flor del Poema ,de la Naturale za de
Lucrecio .
Vivía en Roma en la misma época que Lucrecio , sin
que se conocier an sin duda, otro poeta tan grande
como él, pero de una escuela totalmen te opuesta, Ca-
tulo. Catulo introduj o entre los latinos e hizo triunfar
Antes que los persona jes humano s, el Destino des- el arte alejandr ino, nacido ~en Egipto después de la
empeña, pues, el papel principa l en la Eneiáa. Se ' época de Alejand ro. Allí había aparecid o una nueva
propone la gloria de Roma. Así Virgilio reservó · a tradició n, opuesta a la de los griegos y a la de los
Roma un gran lugar en su poema. La ejecució n cho· antiguos romanos . Los poetas renuncia ron entre vio-
caba sin embargo con dificulta des que tenemos que lentas querella s a la imitació n de Homero , al cual
encarar aquí para compren der mejor la economí a de continua ban los poemas ciclicos, y crearon una poesía
éste. nueva que Calímac o y Teócrito llevaron a su perfec-
Se trataba en primer lugar de celebrar la. grandez a ción; los poemas se volviero n cortos, livianos , lenta-
de una ciudad a la cual faltaban aun más de tres· mente compues tos para que ninguna debilida d o error
siglos para nacer. Pero se trataba, al mismo tiempo, pudiera deslizars e en ellos. Al ofrecer Catulo a los
'de satisface r una tradició n literaria helénica y de romanos , el program a y los modelos de la nueva ten·
tomar posición en uno de los puntos decisivo s de la dencia, tomaba neta posición contra la escuela romana
literatur a antigua. Hasta la aparició n de la Eneiáa, de Lucrecio y de Enio. La combati ó violenta mente, y
el poema de Enio titulado Annales había sido la epo- su polémic a se dirigió en especial contra el género
peya naciona l .de los romanos . Como su título lo annales, que represen taba entonces Volusio, un desco-
índica, idéntico al de las historia s compues tas por los nocido, autor de Annales , al cual Catulo reproch a no
antiguos escritore s latinos a los que se llama preci- sólo su longitud , sino su pesadez y su negligen cia.
samente analista s porque sus obras relataba n los acon· Esta rivalida d entre poesía e historia se había ma-
tecimien tos de año en año, este poema era una historia nifestad o ya mucho antes de Catulo, en la antigüed ad
de Roma. Quedan de él 600 versos, es decir, las citas griega. Aristóte les la había justifica do sólidame nte,
que se han podido recoger en los escritore s latinos, pero es verosím il que Catulo haya ignorad o esta doc-
fragmen tos muy cortos y sin vinculac ión entre sí. Nos trina ya lejana. En la Poética, 1 el filósofo compara
,;
muestra n que la historia romana se desarrol laba allí
ili como en las obras de los analistas , yendo desde la l. Aristótele s, Poética, 1451 B y sigs.

208 209
los dos géneros y afirma, ante todo, que lo que los dio por resultado el desarrollo de una repulsión inven-
distingue no es la forma métrica, el verso o su ausen- cible y no controlada hacia el orden cronológico.
cia. Luego establece como principio que la poesía es Esta doctrina obsesionaba el espíritu de Cicerón
más filosófica que la historia. La historia relata los cuando decía a Ático, en una célebre carta 3 en la cual
acontecimientos ocurridos en. una misma época - y le anunciaba la sorpresa que puso fin al proceso de
henos aquí de nuevo en presencia del género anna- Clodio: V o y a resp_onderte comenzando por el final,
les-; estos conjuntos se constituyeron mediante la "a la manera homérica". No sabemos con seguridad
reunión de hechos que no tienen entre sí otro lazo qué es lo que aun ho~hres como Cicerón y Virgilio
que su comunidad de aparición en el tiempo. No podían conocer de Aristóteles, ya que nuestra infor-
forman pues un sistema coherente, dominado por un mación sobre la supervivencia del filósofo es muy
pensamiento orgánico, cuyo encuentro produce tan precaria. Pero la crítica literaria había conservado por
grande alegría a la necesidad de lógica del espíritu tradición las gr;;~ndes líneas de su doctrina y las adver-
humano. Si la poesía quiere tomar como materia uno tencias de Catulo habían acudido en su ayuda.
de estos conjuntos, debe primero hacer una elección, La unidad que las epopeyas analíticas no derivaban
eliminar todo lo que no puede entrar en el cuadro de su materia -pensemos que Enio escribió los últi-
elegido, fusionar lo que decida conservar bajo un mos libros de sus Annales en el curso de los aconteci-
principio apropiado para crear una unidad. Cons- mientos-, Virgilio la requirió a su sentimiento patrió-
truirá así, en la realidad y la complejidad, una de tico, a su sentido del desarrollo y del destino de Roma,
1'
esas grandes ideas que acostumbramos llamar filosó- a su orgullo de ver que de tan pequeña se había vuelto
ficas y a través de las cuales creemos percibir mejor tan grande. La Eneii}o; no tiene la noble simplicidad
los acontecimientos y los seres. Homero, al limitar el de la Ilíada, pero se encuentra en ella un arte nuevo,
relato de la guerra de Troya al de la .cólera de Aqui- venido sin duda de Alejandría, que"ya había contri-
les, dio el modelo de este arte. huido a la belleza de las Bucólicas y se había vuelto
Cuando Aristóteles llega luego en la Poética 2 a más juicioso desde el epüllion final de las Geórgicas;
aplicar estos puntos de vista a la tragedia, recuerda Virgilio moderó su esplendor mediante la contención
su principio esencial, el de que la obra de arte debe y la exactitud de su estilo clásico.
tener una unidad viva, la del animal, que sólo existe En el libro VII, Eneas, después de una detención en
por la subordina,ción a un mismo fin de todas las par- Cumas donde consultó el oráculo de la Sibila, llegó a
tes que lo constituyen. La crítica literaria ha sido sin desembarcar cerca de la embocadura del Tíber, en
duda injusta respecto de Lucano cuando ·pretendía la región habitada por la población de los Laurentes,
juzgar según estos principios su modo de composición a los cuales los historiadores llaman también Aborí-
cronológica, semejante al de la historia, sin preguntar- genes. _El rey de éstos es Latino, esposo de Amata, que
se si la materia ·había deja do al poeta la posibilidad se transformará a partir del verso 341 en una de las
de concentrar la acción en torno de un centro. Pero chispas de la guerra civil, . Y padre de Lavinia a la
la influencia de Aristóteles en el humanismo antiguo, cual Latino, dando fe a un oráculo, había acordado en

2. Poética,, 1459 A, 20 y sigs. 3. Cicerón, Cartas a Ático, 1, 16, l.

210 211
II.latrimonio a EneB.s sin reticencia, p,ero cuya mano Fauno, nieto de Saturno, padre de Latino, el dios "que
reivindica Turno, sobre la base de una promesa de favorece" la vida agricola, réplica del Pan de los grie-
Amata. El pasaje es uno de aquellos que Virgilio juz· gos; J ano, en fin, el protector de los comienzos, el
gó bastante importantes como para motivar la invoca- padrino del mes de enero, porque ese mes comienza
ción a las Musas: "Vamos ahora, .Érato, voy a narrar el año; había fundado en otro tiempo una ciudad en
cuáles fueron los reyes del Lacio, las circunstancias la colina que lleva su nombre, el Janículo, desapare-
y los acontecimie-ntos del tiempo en que un ejército cida desde hacía mucho tiempo, como. Saturnia, la
extranjero trajo su flota a las riberas ausonias." 4 Este ciudad de Saturno, situada frente a la primera, sobre
exordio anuncia una digresión conforme a la moda el Capitolio.
de entonces. Al comienzo del capítulo 17 de la gue- Este palacio de Pico, que nos interna a lo lejos en
rra de Yugurta, ~alustio anuncia de la misma manera el fondo de las edades, encierra los viejos cultos del
la descripción de África: "Mi tema parece requerir puebio romano -tan diferentes. del Olimpo griego-,
que trate rápidamente de la situación de África y los dioses de los ganados, los héroes que dieron sus
de las naciones con las cuales hemos mantenido rela- . nombres a las regiones vecinas del Lacio: una religión
ciones de guerra o de alianza." En realidad lo que el pastoral y provin9ial, extraña a las augustas ceremo-
poeta va a,c'>xponer en este punto es el conjunto de la nias que verán más tarde los templos del Foro. Anti-
religión romana primitiva. güedad venerable y. pacífica, sin prestigio, sin belleza,
A su llegada, Eneas envía a Latino una embajada pero de un encanto armonioso y dulce. Los dioses de
que es recibida en el p¡¡lacio del viejo rey. Este rey Latino se contentan con muy poco. Más tarde, los
es el héroe epónimo del Lacio; su nombre figura ya moralistas invocarán su recuerdo, cuando traten de
en la Teogonía de Hesíodo. 5 Se entra en el palacio por luchar contra la invasión del lujo, el recuerdo del
un yestíbulo donde, sobre bases rústicas, figura la tiempo en que los dioses se eomplacían en habitar
g!<?!!lL<:!J:Jlos antepasados. Estos antepasados son én entre los hombres. Sus estatuas eran de arcilla gro-
realidad antiguas divinidades de la agricultura; en efec- sera, pero los corazones de quienes los adoraban eran
to, mientras que los griegos· acostumbraban elevar a buenos. En el palacio de Latino, ni siquiera hay ar-
los hombres al rango de los dioses, los latinos, por el cilla. Las estatuas reales están hechas, dice Virgilio,
contrario, traían a menudo a los dioses al plano te- "de vieja madera de cedro"; 6 son xóana, parecidos
rrestre. Se ve allí a Pico, "el pico verde", que fue a. aquellos en los cuales los griegos veneraron a sus
probablemente uno de los totems de la raza; una le- ídolos primigenios, semejantes a esas figuras de san-
Y<l!lda narraba que había sido el esposo de la maga tos, conservadas por nuestras iglesias de campaña, que
Circe y· que ésta, mediante su arte, lo había cambiado antes. los paisanos tallaban con sus cuchillos.
en pájaro; Ítalo, héroe desconocido que dio su nom-
s·in embargo, la majestad reina ya en medio de
bre a Italia; Sabino, antepasado no menos desconoci-
esta simplicidad. El templo de Pico está sostenido
do de los sabinos; Saturno, el rey de la edad de
por cien columnas. Abriga, como los de Roma, los
oro, pero también el dios de los sembrados, sata; actos esenciales de la vida pública: inauguración de
4. En. 7, 37 y sigs.
5. Teogonía, 1013. 6. En. 7, 178.

212 213
!'
'
las magistraturas, sesiones del Senado, festines ritua· l¡ admiración y de reconocimiento rendido por el poeta
les del Estado. Su vestíbulo se parece a aquel que, en ~
a· las viejas razas latinas, "los marsos y la milicia
época de Virgilio, servía de antecámara a la habita- '
¡ sabina, los lígures, acostumbrados a la fatiga, los
ción de los ricos consulares, donde se desplegaban ~ volscos armados del venablo", sólida.i{escendencia pro-
los signos de sus honores, sus trofeos, sus ·estatüas. _..,"
¡
ducida por la tierra de Italia. Virgilio quiso hacerlos
Sólo está ausente de él el lujo de la decadencia, los figurar también en buen lugar en la Eneida. El des·
techos tabicados, las columnas de mármol, los par·
ques que rodean la mansión. Los reyes de ese viejo
Lacio son los antepasados de los antiguos senadores '
l1 arrollo de la intriga y una costumbre épica que re-
montaba a Homero le ofrecen justamente ocasión para
ello hacia el final 8 del libro VII; aquí, por segunda
vez, la invocación a la Musa atestigua la importancia
que desdeñaban la ciudad, amaban la tierra y el tra·
bajo. Habitaban en los campos atentos al cultivo de ¡ del pasaje.
su propiedad. Era allí donde iba a buscarlos el viator, Y a no encontramos la serenidad del palacio de Pico.
el ujier, que tomaba su nombre de las rutas por las Turno, secundado por Amata, reclama a su prome-
cuales se lo veía siempre, para las reuniones de la' tida. El viejo Latino, impotente para imponer su
asamblea. Concurrían a ella a pie o a caballo. Roma voluntad, se encierra en sus habitaciones. La coalición
sólo servía casi para abrigar su augusta curia. Junto latina entra en guerra contra los troyanos. El can·
a ese Senado primitivo se encontraba el mercado pe· to 11 de la /lfJada contiene un pasaje que imitarán
riódico, las nundinae, y residía una población obrera todas las epopeyas posteriores; 9 se le llama "Beo·
cuya decadencia dio nacimiento a las cuatro tribus cia", por el nombre del primer pueblo que figura en
urbanas, entre las cuales la tribu Colina, en tiempos él. A continuación se enumeran las tropas griegas que
de Cicerón, seguía siendo todavía el símbolo y el marchan a la conquista de Troya. En la Eneida Vir·
ejemplo de todos los vicios. gilio hace desfilar también a los pueblos latinos coali·
Esta imagen un poco lejana, esfumada con el paso gados contra los héroes troyanos. Pero los dos poetas
del tiempo, fue captada por el poeta en la perspectiva no tratan la escena de la misma manera. La /líada
de la distancia, quizá menos por sus rasgos exteriores permanece fiel a su hermosa simplicidad. El pasaje,
que por· un sentimiento directo de su atmósfera. Pese precioso por las informaciones geográficas que con·
a los documentos que acumularon más tarde, los his· tiene, no incluye otro ornamento que algunos adjetivos
toriadores no la representaron nunca tan vivazmente elegidos de manera de evocar para cada tropa la
como nos aparece a la entrada de este palacio de La- naturaleza del país que le dio nacimiento, y nombres
tino, donde los embajadores de Eneas penetran para propios antiguos, los de los jefes, acompañados del
debatir las cláusulas de la alianza proyectada con los recuerdo de sus hazañas. Virgilio dramatiza, al con·
Laurentes. trario, la presentación de los guerreros, haciéndolos
El segundo conjunto histórico de la Eneida está figurar como en una marcha triunfal. El tono lírico
consagrado a las poblaciones provinciales. Hemqs en· del trozo arrebata al lector de grupo en grupo. Cada
contrado en las Geórgicás 7 un primer homenaje de
8. En. 7, 641 y sigs.
7. Geórg. 2, 167 y sigs. 9. Ilíada, 2, 494 y sigs.

214 215
mente en un dima romano y por desgracia nos veremos
aparición nueva está marcada por una partícula de
obligados a disociar estos dos elementos para captar
tiempo, primum, post hos, tu7!", at, ecce, hinc, etcétera, ·
bien su sentido.
y da la impresión de una sucesión inmediata, de
una multitud que se apresura. También se multipli- Virgilio ha cumplido el milagro de hacernos visitar
can las partículas demostrativas y sugieren la imagen Roma antes de que naciera, y de hacerlo, no obstante,
de las manos tendidas hacia el espectáculo, que llama sin apartarnos ni de los Aborígenes, ni de Latino, ni
la atención de los curiosos, hic, hos, huic, etcétera. de las viejas poblaciones latinas que todavía no en-
El lugar del verbo, que a menudo comienza la frase, contraron su consistencia y su punto de aglomeración.
contribuye a su rapidez; el ritmo concuerda con el Apremiado por los ataques de la liga enemiga, el
movimiento y por momentos lo imita: jefe troyano se siente demasiado débil y decide ir a
buscar aliados. Deja el comando de su campamento
ibant aequati numero regemque canebant, amenazado a su hijo Ascanio y a uno de sus compa-
"marchaban con paso igualmente ritmado y cantaban ñeros, que él elige como tutor. Parte con algunos
a su rey''. . 10 hombres y en dos birremes remonta el Tíber.. Se
Pasan pues, en la variedad de sus vestimentas y dirige hacia una de las colonias griegas que se mul-
sus equipos, armados de venablos, de frondas, de ma- tiplicaron en Italia antes de la fundación de Roma y
zas, de bumerangs,ll con la cabeza cubierta de bronce, cuyo origen vinculó a menudo la leyenda con las aven-
de piel, de cuero, de corcho, a veces con un solo pie turas ocurridas a los griegos, vencedores de Troya,
calzado. ¡Qué diferentes resultan de las legiones ro- cuando retornaron a sus patri~. Precisamente se atri-
manas! Todo está combinado para lograr un efecto buye a un griego de Arcadia, :§Yª-'º.il . . .r9, . . r.~yJ~..g"n... dari. o. ,
pintoresco, con miras a producir una impresión de la fun,dación de Pal¡¡,nteo, so re el Palatino.· AllL. se.
extrañeza y de antigüedad. Con ellos, en ellos, desfila
dirig.; Eneas. La · Síbiia'lé- ·advirÜó 12 en el libro VI
ue-Iasalvacíó n··te·vendríad é . u:ria ··audad griega.
ih-andro es;'piles; 'órigig~rio de 'Atc?dia, de esa .cuna
toda Italia, sus provincias, sus colonias, sus munici-
pios, quienes los fundaron, sus epónimos, esa pobla-
ción provincial que formó durante tanto tiempo la de 18: litei:aiiírá p,;storat Trajo consigo toda uná
élite de los batallones romanos. atmósféra·_pasto ra:l, ganados y pastores, paisajes de
verdor y gusto de la simplicidad, que nos rodea des-
El conjunto histórico que sigue al precedente, llena de el · principio; · cuaridó la· flotilla se acerca por el
el libro VIII, que es uno de los más importantes y al curso del río, bajo los árboles que nadie ha cortado y
mismo tiempo de los más acabados, de los más homo- cuyas ramas se entrelazan en forma de glorieta. Pero
géneos· de todo el poema, porque arroja una luz más pronto ese clima eglógico cede su lugar al nacimiento
definitiva sobre el sentido histórico de la epopeya y de Roma. Eneas desembarca a la hora misma en que
sobre la preparación final de Eneas para su tarea toda la ciudad de Palanteo está reunida sobre el futuro
que, según veremos, no lo abandona ni por un mo- emplazamiento del emporium, puerto en el cual la
mento en este pasaje. Este libro se desarrolla entera- Roma histórica descargará su abastecimiento venido
10. En. 7, 698.
12. En. 6, 95-96.
ll. En. 7, 7 41.

216 217
por Ostia. Evandro y su hijo Palante reciben a los del ruido de lo que se llamaba entonces el insanum
extranjeros. mtán eelehrand~ muy cerca de allí e!. forum, "el foro enloquecido", en el cual se agitaban
culto f!!LH~¡;:~u es en el_Ara máxima que fue1iias-tarde todas las intrigas de la Roma republicana.
iiño de los altares. más venerados-de-fa reHgwñroma· Evandro, Palante, Eneas, recorrían pues estos luga·
riá:· Los-tr~:Y;¿;;;;·· ~;; "Slffiitaii--:Y· :Paiticípan·e-n· erT.;s:· res en el crepúsculo. Virgilio los guía secretamente
·nn·· del dios. Una vez. terminados los sacrificios y las dirigiendo en forma sucesiva el pensamiento del lector
plegarias, hacia la tarde, los tres, Evandro, Palante y hacia los lugares que verán más tarde afanarse la
Eneas, se dirigen a la hora del crepúsculo a la morada vida de Roma, cuando ésta llegue a ser de mármol
d~ Evandro, por un largo rodeo que les hace reco:.:!:!'r
y de. oro. D/siliu~Ld_m ma~i~ !l"CJ!t'l.gllb": t!n pocos
~.U!I.!!I.I.:Q_foi.:Q_y_MI_!?~ad{'lr~s_4_~!<::.1lPI!t:>UQ.,J:kl~~qui!ino pasos al for9· Allí, ,nc;;;··Evandro, sólo· vivían en la
y del Palatino. Este paseo de los tres héroes que se época:··a¡;··;¡ú llegada los faunos y las ninfas, divini-
C!Frigen-···hurguesamente -el rasgo es alejandrino-, dades proJkctoras de los ganados y de las fuentes. Ante
charlando· y paseando, a la morada en que pasarán ellos. se ,~leva .el . Capitolio, que sólo til'lne __entonces,
la noche, tiene un encanto incomparable. Se envuelve entre su's dos eminencias, im-·nosqiie del cual Rómulo
en uno de esos crepúsculos silenciosos y calmos que }¡_<!.rá lfh asilo para poblar si:t I:IU:l'lV:ª-~i;ií,J:CJad desprovista
no habían reaparecido en Virgilio desde las Bucóli- de habitantes. Luego se encg<;>!lJ.!:frll qo_n_l'lL!cl!Pereal,
cas. Pero aquí ya no se trata de juegos ni de gentes gruta' adherida ál fláiicodel Palatino, dondela-J~ba

~=-:t:~g~~ l~a:~f::~::~:tt;s iJ;¡~~~t :=~lo~~ :::


rústicas: en esta serenidad se yergue la aparición de
Roma.
El forQ ... ft:l.IDª!l9.. 31.!l...h'!~J":~Il.. 1lb~<::lld? .. al pie de y¡gias tidaf J;;··--procesión purificadora. del mes de febrero,
de "las .lliete .<:_()linas. Era l!.ILfondo ..de ... valle donde, · destmada a preparar la fecundtdad de las cosechas;
en laépoca de"Cpaseo_ae..Evandro, antes de los .~a­ Lupbcal, Lupercos, todo deriva aquí del nombre del
bajos de drenaje realizados por los invasores etruscos, lobd,, lupus, totem, de Roma, y todo recuerda también
se. acum.ulaban...las.....e_guas. Éstas alimentaban sobre
las-laderas de las altura·;.:·praderas y frescos verdores.
Los pastores llevaban los ganados a las zonas- despe-
jadas, y los marineros, arniados de su bichero, impul- ·
r
1
el Llceo arcadio, la montaña de los lobos. El perfume
de lbs cantos amebeos nos acompaña sin cesar.
~iesiguiendo su camino los !.!'":~.J!Il.'l~a_.'?tes salud?_n
al Argileto, qu(l llegará a ser el narn 0 .mas ... coll_lermªJ
sahan cantando sus embarcaciones por los pantanos de Roma, luego a la roca tarp(Jya y por último a las
que ocupaban la parte baja. Virgilio creó con este murallas en ruinas de ias ciudades muertas, la de }año
comienzo bucólico del( lióró VIII una "literatura del Sobre·el Jánícil1o TSaturniasoñre tii Capitolio: El
foro primitivo", 'ema que ·se complacerá en retomar momento más cÓnmovedor-de -este paseo vespertino es
la poesía elegíaca, TP?p:Ifi .en el poema 2, 5, 45 y aquel en que alcanzan la eminencia sur del Capitolio.
sigs., Propercio e\. elfxe'Í>Ú~ó de Tarpeya,1 3 etcétera. Evandro baja la voz y ante su recogimiento todos se
Nota de frescura y\_d~.:'~J?'Iici~l:l?~ q_ue parece haber ven invadidos por un espant · religioso: es que ya la
reposado a los compait~~_¡¡s_..de Cweron y de Augusto majestad de Júpiter capitolino flota sobre este lugar
pastoral y lo corona con. el esplendor de sti gloria
13. Pr~ercio, 4, 4. futura:
.
"Este bosque
.
-dice-, esta colina, corl1 la
"'
cumbre cubierta de follaje... ¿qué dios? no se 1
'! Estos héroes se acercan en grupos sucesivos y cada
sabe. . . pero un dios los habita. Los arcadios creen vez Anquises los presenta a Eneas. A la cabeza de
haber visto a Júpiter en persona sacudiendo a me- la procesión marchan los tres fundadores. Virgilio
nudo con su mano la égida de sombríos colores y !!aluda el paso de cada uno con una estrofa lírica.
reuniendo las nubes." 14 Primero, Silvio, hijo de Eneas y de Lavinia, antepa-
Al final del libro VI, Virgilio nos muestra cum· sado de los reyes albanos. Le sigue la cohorte mítica
plido en una síntesis grandiosa, que rememora esta vez de sus sucesores y evocá el recuerdo de la confede-
el conjunto de toda la gesta romana, desde la más ración, albana, algunos nombres sin gloria, pero que
lejana prehistoria hasta la época del poeta, este pre- exhalan un sabroso perfume de antigüedad.16 Junto
sagio de los brillantes destinos de la ciudad. a Silvio marcha Rómulo: sobre las siete colinas esta-
Eneas ha descendido a los Infiernos. Encontró allí blecerá una ciudad rodeada de muros, "orgullosa de
a la sombra de su padre Añquises que le explica la sus generaciones de héroes, semejante a la Gran Madre
suerte reservada a las almas después de la muerte. de Berecinto, cuando ésta avanza sobre su carro, coro-
Apela aquí a la filosofía pitagórica y se encuentra de nada de torres, a través de las ciudades de Frigia,
golpe junto a Platón. Ni la muerte ni la permanencia feliz de haber alumbrado dioses, abriendo los brazos
en los Infiernos son para las almas un estado defini- a centenares de nietos todos los cuales habitan en los
tivo; tienen que pasar por una serie de reencarnacio- cielos, viven en las alturas". 17
nes antes de ,recobrar la pureza que debe al fin otor- En fin, he aquí a Augusto, fundador del imperio:
garles la posekión de la eternidad bienaventurada. Sobre "Es el héroe, sí, el héroe del cual oyes decir a me-
esta doctrina apoya Virgilio la ficción gracias a la nudo que te está prometido, César Augusto, hijo del
cual hace desfilar ante la vista de Eneas a las gran- divino César. Él volverá a traer la edad de oro al
des figuras de sus futuros descendientes. Éstos han Lacio, sobre todas las tierras donde reinó otrora Sa-
pasado ya una o más existencias sobre la tierra. Se turno. Él llevará las fronteras del imperio más allá
encaminan, pues, hacia las aguas del Leteo para beber de las tierras de los Garamantes y los Indianos; llega-
allí el olvido del pasado y remontar en seguida hacia rán hasta donde la tierra se extiende más allá del
el mundo exterior. El paseo que los conduce al río recorrido de los astros, de los caminos del año solar,
recuerda el de Evandro y de Eneas en el crepúsculo allá donde Atlas, que soporta el cielo, hace girar sobre
del Palatino: el mismo decorado arcadio que se armo- su hombro el firmamento tachonado de estrellas bri-
niza felizmente con la paz melancólica de esta provi- llantes. Ante su llegada tiemblan ya desde ahora, por
soria vida de ultratumba. Los Campos Elíseos, pai- los oráculos de los dioses, los reinos Caspios y la
saje de verdor reflejado por el espejo de los anchos tierra Meótida, y las bocas del Nilo se conmueven
ríos/ 5 son todavía un paisaje arcadio y envuelven en agitadas. En. verdad, Alcides no recorrió una exten-
un aire de simplicidad rústica el majestuoso desfile sión tal de tierra, aunque haya atravesado con sus
de los héroes, doble aspecto bajo el cual aparecía flechas a la cierva de pies de bronce, pacificado los
entonces la historia de los Tomanos.
14. En. 8, 351-354. 16. En. 6, 760 y sigs.
15. En. 6, 679-681 y 703-705. 17. En. 6, 783 y sigs.

220 221
bosques del Erimanto y hecho temblar a Lerna con su ¡Arroja lejos de ti esas armas, tú, que eres m 1·
arco; y tampoco el que dirige su carro con riendas de g re'" v·
. 20
d san-
1rg1"l"10 no pu o contener esta última con-
pámpano, Líber, que baja con sus tigres desde la dena del crimen colectivo
. de Roma , y e1 reproch e
cumbre de Nisa." 18 b
r";Cae so re el padre adoptivo de Augusto, sobre el
Después de esta brillante introducción se ve pasar d~ctador al c~al, la apoteosis ha trasladado entre los
a los Brutos, los Drusos, los Camilos; grandes nom- dwses.
. ,. En n1ngun otro punto encontramos una In a·
· 1-
bres que hacían latir el corazón de los romanos ·y en- cacwn !an valerosa de la libertad de juicio de la cual
cuentran todavía un eco en el fondo de nuestra me- la Eneu:la da a menudo pruebas.
moria, no ya para evocar las glorias del pasado sino H';' termi~ado la revista de los héroes. El último
los recuerdos a veces tiernos, a veces resentidos, de pasaje se refwre a un niño cuya historia conmovedora
nuestra iniciación en las tradiciones literarias. Luego, n? debemos omitir aquí. M·arcelo era hijo de Octa-
repentinamente, una nota dulce y emotiva, una nota Vla, her~ana de Augusto; su tío lo había adoptado
virgiliana. El poeta eleva la protesta de la humanidad. como hiJo y sucesor. La muerte lo arrebató en 23
Todos esos antiguos, de un patriotismo hosco, ¿no han a. C., a la edad de 2.0 años. Su madre no se consoló
sacrificado demasiado los sentimientos más legítimos? nunca. Asistía ella a la lectura hecha por Virgilio
· El alma de Virgilio ya no concuerda con la austeridad ante la .corte y se desvaneció en el pasaje que contiene
de éstos. Luego de referir la condena de los hijos de el adm1ra_ble homenaje rendido al joven por el poeta.
Bruto por su padre, la juzga: "¡Desdichado! -dice--, Para auxdiarla, se interrumpió la lectura.
cualquiera sea el sentimiento de la posteridad respecto Cuando se ha visitado en Roma, en el antiguo Cam-
de semejante conducta." 19 po de Marte, muy cerca del Tíber, la tumba de Augus-
Por otra parte, el tono no ha cesado de ensorde- to, Y se ha visto figurar, una junto a otra, las estelas
cerse, y cuanto más se acerca el poeta a los tiempos que llevan los nombres de Octavia y de Marcelo
modernos, más contenida se hace la _;o1legría, la admi- f:ente a la del emperador, no se puede releer est~
ración, hasta el final donde se exhala la lamentación fmal del libro VI sin oír cantar en la memoria los
del gran duelo. Este decrescendo muestra un arte muy versos con los que termina a la vez la revista de
grande. Así convenía que fuera en esas praderas de los héroes y la visita a los Infiernos. Es el más hermoso
asfodelos donde Anquises y Eneas intercambiaban sus final de poema que haya conservado la literatura:
últimas frases. Julio César y Pompeyo se acercan, y "j Qué funerales, Tiberino, verás tú cuando pases cerca
con ellos el remordimiento de las guerras civiles. An- de esta tumba recién abierta! . . . ¡Oh desdichado
quises los reprende severamente, y más aún al primero niño! Si de algún modo llegas a forza~ el destino
que al segundo, pues César es el padre de la raza serás Marcelo. j Dadme flores de lis a manos llenas i
imperial, más cercano que cualquier otro romano a Quiero deshojar estas flores espléndidas, colmar aÍ
Augusto: "j Oh, hijos míos, no acostumbréis vuestras menos de presentes el alma de mi nieto y cumplir con
almas a guerras tan crueles, no volváis las poderosas un vano deber." 21 Así termina la visita a los In-
fiernos.
fuerzas de la patria contra sus propias entrañas! ...
18. En. 6, 791 y sigs. 20. En. 6, 832 y sigs.
19. En. 6, 822 y sigs.
21. En. 6, 873 y sigs.

222 223
Convenía que en el curso de esta historia de Roma César estuvo en dos oportunidades muy comprometido
se oyera la queja de sus remordimientos , Y. d': sus en los manejos de los conspiradores y lo que él había
pesares. Los Infiernos ofrecían el lugar mas mdtc~1o logrado, la instalación de una dictadura ¿no lo intentó
para estos duelos patrióticos. Pero la reconstruc?ton Catilina? Pero el éxito absolvió a uno y el fracaso
debía constituir y constituyó en efecto, el cuadro fmill. condenó al otro.
r'El. triunfo de Áccio cierra -~ste conjunto histórico,- S«
'ü'bi;;a: en el Íiltim.; _p;;s-aje, aLfinal del libro vm.! Podríamos asombrarnos, por lo demás, de la apo-
teosis de Catón, que se volvió en el más allá juez de
Eneas, ·por consejo de Evandro, partió de Palanteo,
las almas justas. P. Lejay indica ciertamente el ver-
para ir a proponer una alianza. a Tarcón, jefe de los
dadero motivo de esta exaltación del hombre que
etruscos sublevados contra Mecencio. Durante su bre-
representó del modo más destacado el anticesarismo
ve permanencia en Etruria, Ve~us lo percibe so~o en
y murió para dar testimonio de ello. En una nota
el campo y aprovecha de este tnstante para hacersele
al verso 670 del libro VIII de la Eneida, explica
visible· viene, a depositar a su lado las armas que
Lejay que ese trato de favor se debió a una tradición
Vulcau'o, con todo su arte, ha fabri?ado a su pedido.
admirativa creada en torno de su muerte. Su sobri-
La pieza capital del regalo de la dwsa es un escudo
no Bruto, y Casio, asociado de éste, seguían siendo
de metal cincelado que Virgilio concibió recordando
proscriptós. Sesenta y cuatro años después de la ha-
el escudo de Aquiles descripto en el canto XVIIl de
talla de Filipos, según cuenta Tácito,23 niurió J unia,
la Ilíada. 22 hermana de Bruto y mujer de Casio; en su entierro
Una amplia superficie de la parte ce'?-tral. la ocu- desfilaron las "imágenes" de veinte familias de la
pa la representación de la batalla de Acoto, fm de u~ alta nobleza de Roma, pero no las de Bruto y Casio,
mundo antiguo y comienzo del siglo de oro que presi- lo que valió a la posteridad una palabra lapidaria de
dirá Augusto. El contorno está reserv~do a c;tadros Tácito, que empleamos aún hoy sin saber su origen:
romanos, los más significativos de las dtversas epocas. los dos tiranicidas, entre todos, "brillaban por su
Cuatro pertenecen a la leyenda de los reyes, otros cua- ausencia". 'Catón no participó de este ostracismo. Su
tro a los tiempos de la república. .~1 más imp~rta.nte anticesarismo, testimoniado no obstante por un célebre
es el último, que representa a Catthna en los !nfter- panfleto de César, el Anti-Catón, lo borró la firmeza
nos sufriendo el castigo de sus crímenes, mtentra.s de su virtud. Había entrado ya en la leyenda y se
Catón administra justicia a los bienaventurados habt- hallaba presto a reunirse con su antepasado el censor
tantes del cielo. y ocupar su lugar entre los santos de la diatriba.
En este pasaje se siente bullir todavía las pa~i~nes Esta amnistía no se extendió a Cicerón. Parece que
contemporáneas , no sólo. con sus ardores, sus l~JUS· tendría algún derecho a figurar en un cuadro opuesto
ticias, sus prejuicios, sino también con su compleJidad al ·de Catilina, pero su nombre no se encuentra en la
y sus contradicciones . Catilina. es un condenado y ~n Eneida. P. Lejay 24 expresa la idea benévola de que
maldito. No obstante un cesanano, como lo era Vtr- quizás el episodio de Catilina constituye un home-
gilio, tenía razones para tratarlo con consideración.
23. Annales, 3, 76.
22. llíada, 18, 468 y sigs. 24. Nota sobre el verso 8, 670.

224 225
naje tácito a él dirigi do. Desdi chada mente uno de los
más hermo sos pasaj es del libro VI se opone a esta su pacifi cació n defini tiva luego del comb ate librad o
indulg encia. 25 En medio del desfil e de los héroe s, en el mar de Leuca te. Alg~nos siglos más y la capita l
Anqu ises se interr umpe repen tinam ente. Asign a a Gre· del mund o roma no pasar ía de Roma a Const antino pla,
cia y a Roma la parte que corres ponde a cada una en de Occid ente a Orien te. Si esta revolu ción no se anti-
la hegem onía del mund o antigu o, a Roma la organ iza· cipó, no fue por causa de Anton io, pues ya el triun-
ción de la civiliz ación en la tierra pacifi cada, a Greci a viro había cump lido 'la prime ra etapa aband onand o a
el reina do de las artes, de la astron omía y de la Italia por Aleja ndría . Esta visión , aún lejana , es lo
elocu encia . Pero esto i111plica dar muy poco valor a la que despli ega Virgi lio por detrás de las flotas de Ac-
gloria orato ria, uno de los· raros terren os en los que cio. Anton io lleva al ataqu e sus enorm es galera s, pare-
Roma podíá comp etir con Greci a· antes que el siglo cidas a Cíclad es que se hubie ran despr endid o de sus
de Augu sto llega~a a su culmi nació n. La Eneid a, que bases para bogar librem ente por la super ficie del mar.
recog e tan piado samen te hasta las meno res reliqu ias En ellas va Anub is el ladra dor y los diose s-mon struos
del patrim onio nacio nal, no nos hacía esper ar seme· de Egipt o, horro r de los roma nos. Y detrá s de ellas
jante desap ego. Según un estud io de F. Olivie r,26 avanz a la flota de la reina, Cleop atra, la devot a de
Virgi lio habrí a llegad o a ataca r perso nal . e injust a· Isis, que con el sistro de la diosa llama al comb ate a
mente al gran orado r: la antipá tica figura de Dranc es sus marin os. Augu sto y Agrip a entra n en las aguas
sería una caric atura de éste y un verso del libro VI de Leucat_e "acom pañad os por el Senad o y el puebl o
una abom inable calum nia acerc a de él. 27 roma no, por los Penat es y los Grand es Diose s". Y ya
Este tratam iento result a tanto más sorpr enden te, si las insign ias de la victor ia adorn an sus cabez as, mien-
pensa ·mos que el medio estab a lejos de exigir lo. La tras el Nilo "de·- duelo , despl iega y agita su manto y
V ida de Cicer ón de Pluta rco 28 termi na con una anéc· llama a los venci dos a su seno azula do y al abrig o de
dota que glorif ica los sentim ientos de Augu sto.. El su río''. 29
. empe rador , al entra r de impro viso en el cuart o en que Poco impo rta si Virgi lio conoc ió direct amen te o no
estud iaba uno de sus nietos , lo sorpr endió disim uland o las teoría s aristo télica s, si se inspir ó en su sentid o
el libro que leía: era un discu rso de Cicer ón. Augu sto perso nal del arte o en la tradic ión. Logró en este
lo tomó, lo leyó largam ente y lo devol vió al niño di- conju nto lo que Enio ni siquie ra ensay ó: ubica rse en
ciénd ole: "Era un homb re elocu ente, hijo mío, y que un punto de vista desde el cual la histor ia roma na
amab a a su país." apare ciera en su unida d. Y desde este punto de vista
En la parte centra l del escud o trató Virgi lio la ba- ·la mater ia de este cl).pít ulo apare ce al mism o tiemp o
talla de Accio con un · arte capaz de comp etir con estrec hame nte vincu lada con la del prece dente , pues
el que él atribu ye en este punto a Vulca no. Ampl ía el lo que ella repre senta es lo que quiso y realiz ó el
espec táculo aun más allá de las guerr as civile s y de .' .¡ . Desti no. Los capítu los siguie ntes nos mostr arán las
vías por las cuales lo hizo.
25. En. 6, 847 y s\gs.
26. Deux études sur Virgile , pág. 48 y sigs. J

1.
27. En. 11, 336 y sigs.; 6, 623.
28. Plutar co, V ida de Ci<;erón, 49.
29. En. 8,. 671 y sigs.

226

l \
227
XIV la historia. Todos estos acontecimientos constituyen
un conjunto indisociable, y no menos insertado en el
corazón de la ·obra se halla el instrumento que vere-
La tentación mos formarse y actuar a su servicio.
La idea directora de la Eneida es semejante, en
efecto, a la de las Geórgicas. Virgilio concibe los
designios de lo alto como realizados por la libertad
del hombre en un esfuerzo guiado y sostenido por la
ayuda divina. Estamos, en fin, en presencia de Eneas,
que sólo pertenece al plano de las causas segundas. No
es el autor, sino el instrumento. Por él se cumplirá
la obra del Destino; pero le ha llevado mucho tiempo
consagrarse a su tarea. Tal como nos aparece en los
primeros libros de la Eneida, todavía es muy incapaz
La· Eneida apareció a los contemporáneos de Augus- de realizarla; No es un Aquiles, lo hemos dicho; no
to como un cuadro histórico al cual no le faltaba es siquiera uno de esos conquistadores que
nada, ni en el aspecto artístico ni desde el punto de
vista del conocimiento (exacto y minucioso que el inclinados en la _proa de las blancas carabelas
poeta tiene acerca de la forma en que crecieron lenta-
1"b an a 1a conquista
• d e l os " mananas
- ' • ".
epwos
mente los gérmenes depositados en el Lacio por la
Todo le falta para ello: la energía, el dominio de
prehistoria; no sólo reproducía la serie de los acon-
1 los acontecimientos, la esperanza. Virgilio insiste sin
tecimientos, sino que instituía una expresión perfecta, 1 miramientos sobre esta miseria. En ocasión de la
idealizada, pero dentro de los límites de la exa~ti~ud, ~1
t(lmpestad del libro I (95 y sigs.), Eneas gime y
del temperamento, de las tendencias, de los sentlm:en-
lamenta no haber caído al pie de los muros de Troya.
tos romanos. E ni o era reemplazado y superado; n1 el
Cuando ~n el libro VI viene a consultar a la Sibila,1
patriotismo ni el sentido artístico habrían podido ima- la fogosa profetisa se ve obligada a recordarle las exi-
ginar algo más noble y más grande.· Desdichadamente, gencias de su situación y la. necesidad de la acción.
para captar la complejidad de una obra tal, nos. ~a Sin ella se hubiera demorado contemplando todos los
sido preciso disociar sus elementos y dar as1 qu1zas espectáculos, detenido por los accidentes de la ruta. 2
al lector la idea de la existencia de planos superpuestos Su desconcierto es mayor aún en el momento de la
no comunicados entre sí sino por vinculaciones acci- llegada a Italia, y debe aparecérsele el .dios del Tíber
dentales: En realidad, la Eneida es a la vez la epopeya para reordenar sus pensamientos. 3 Si en el libro II se
de la leyenda, la del Destino, la de .la gesta romana, muestra bravo hasta la desobediencia, 4 es porque
todo eso se fusiona en una fluencia unificada. El
Destino es su artesano mayor: _su obra es la raza l. En. 6, 37 y sigs.
elegida a la que él conducirá hasta el fin de sus acon- 2. En. 6, 629 y sigs., etcétera.
tecimientos, que él hará florecer en el esplendor del 3. En. 8, 18 y sigs.
imperio del mundo gracias a los brotes que testimonia 4. V éanse págs. 185 y stgs.

228 229
\,
1,
se trata del honor, sobre el cual Virgilio no quiere historia de Medea o los reproches que se -dirige a sí
1
que haya ninguna tacha. misma la Ariadna de Catulo en la isla de Día. Pero
Se halla del todo listo para un derrumbe total y el el corazón del héroe no abriga amor ni reconocimien-
poeta continúa no ahorrándole la humillación. En to; lleva consigo, sin embargo, a su benefactora, pero
el admirable libro IV, el papel que le atribuye es muy 1 aprovecha la primera ocasión para abandonarla. Este
pobre. Debemqs considerar atentamente esta parte _si
queremos medir su decadencia y es necesario abor-
darla .ahora sin buscar allí nada que se parezca a la
apoteosis de un héroe de epopeya. Júpiter está aún
ocupado tratando de elevar su alma a la altura de la
1 tema implica pues cinco motivos: un peligro corrido
por el héroe, un amor milagroso contra el cual nin-
guna fuerza humana tiene poder, una ayuda acordada
por la amante al héroe, una fa!t¡t cometida por la
heroína, la ingratitud del héroe. .
obra que sólo llevará a término en los últimos libros Cuando los navíos de Eneas ab.;:;:daron la costa afri-
de la Eneida. cana, cayeron en manos de cazadores de buques nau-
Para desarrollar esta parte del poema, V,:irgilio apela fragados que estuvieron a punto de infligir a los tro-
según su costumbre a elementos tradicionales que dis- yanos la suerte de Palinuro. 5 Ilioneo se queja de
pone y modifica a su gusto. Existía en la poesía ello a Dido en, su primera entrevista con ella: "Ahora
antigua un tema que se ha llamado "tema de la aban- algunos de nós.;tros hemos llegado a vuestras riberas.
donada" o "tema del amor culpable". Los escritores ¿A qué raza pertenecen sus habitantes? ¿Qué patria
de la época helénica y de la época helenística lo han es tan bárbara como para tolerar tales costumbres?
exhumado de las lejanías de la prehistoria y sus restos Se nos rehúsa la hospitalidad de la playa, se nos
flotan aún en la Fedra de Racine. ¡Cuántas veces declara·la guerra, se nos prohíbe hacer pie en el borde
se ha comparado a Racine con Virgilio! Raramente se de la tierra." La reina enrojece y condena con su
lo ha podido hacer con más razón que en el punto emoción la brutalidad de sus súbditos; habla vultum
al que hemos llegado. Se ha dicho de Fedra que era demissa;· "bajando los ojos" y se excusa: "Es la dura
ya cristiana y una luz casi cristiana viene a iluminar condición de nuestros asuntos y la novedad de mi
por instantes el libro de Dido. reino lo que me obliga al empleo de estos medios y a
Este tema tiene rasgos precisos, muy adecuados vigilar a lo lejos mis fronteras." 6 Por 'Otra parte,
para dirigir y facilitar nuestra investigación. Helos Mercurio enviado por Júpiter ha tocado ya su corazón;
aquí: un héroe debe cumplir una tarea difícil y peli- ella lo abre de par en par a los troyanos y los toma
grosa:· Encuentra en el lugar de su prueba a una ha jo su protección.
mujer a la cual algún dios :erotector inspira una Sin embargo Venus, conm~wida por el peligro co-
irresistible pasión hacia él. Esta mujer pone a su rrido por su hijo" y no confiándose en el cambio pos-
servicio todos los dones, todas las fuerzas de las que terior, quiere algo mejor que la benevolencia de la
ella dispone, lo protege, le asegura el éxito y en reina para garantizar su seguridad. ])ecide conciliarle
recompensa reclama su amor, le suplica que la lleve el amor de ésta. ¿No tiene para eso el don de los
consigo y haga de ella su esposa. Abandona para
seguirlo la patria, la familia y los padres y, si es 5. En. 6, 359-361.
necesario, no retrocede ante el crimen. Releamos la 6. En. 1, 560 y sigs.

230 231
J)
enca ntos y 'un hijo, Cupi do, al cual obed ecen
los cora -
zone s? Deci de lleva rse dorm ido al hijo de Enea Para expr esar estas viole ncias , el poet a ·no dispo
s, el ne
pequ eño Asca nio, a su temp lo de Citer o al de toda vía de la rique zas psico lógic as y de los
Idali a recu rsos
y dura nte ese tiem po Cupi do toma rá sus rasgo de obse rvaci ón que se ofrec ían a Raci ne, pero
s y pone
ocup ará su luga r. e?- f~nción, con. su arte habi tual, los rasgo s
de expe -
El mila gro se cump le. La reina toma sobr nenm~ ya. ~;eco?Idos por la po~ía ante rior.
e sus La pasió n
rodil las, atrae junto a sí al que ella cree que que _el pmta Ignor~ la serem~ad, la segu ridad
sólo es , la
un niño . Su cora zón arde y con espa nto ella aleg na. Gast a, depn me a la muJe r porq ue esa
reco noce pasió n
la llam a de antañ o. Hace muc ho en Tiro; -·en el es anor mal y enfe rmiz a; trae cons igo el disgu
prim er sto por
fresc or de su juve ntud , se dio a Siqu eo. Pigm el esfue rzo, la impo sibil idad del traba jo. Una
alión , hero ína
su prop io herm ano, la hizo envi údar , inun dó de Safo , conq uista da por Eros , cant aba: "Ma
a sus dre que-
J>en ates con la sang re de su mari do. Ella parti rida, ya no teng o más fuerz a para hace r corre
ó de r mi
Tiro lleva ndo, adem ás de sus rique zas, el recu lanza dera , hasta tal punt o mue ro de amo r
erdo de por un
un gran amo r al cual se juró perm anec er fiel. herm oso much acho , por culp a de la tiern a Afro
Pero dita. " s
su resol ució n vacil a y se ve oblig ada a conf esars Pero en el caso de Dido no se trata de una lanz
e que ader a
está conm ovid a: "Rec onoz co -dic e a su herm aban dona da, sino que se detie ne y se ador mece
ana- toda
la huel la ·de mi antig ua llam a." 7 la cons trucc ión de la nuev a ciud ad: "Los
traba jos
Aqu í está el nudo de la trage dia, la inve nció n perm anec en en susp enso y tamb ién los muro
sobe - s ame-
rana del geni o y del cora zón de Virg ilio, el punt naza dore s y enor mes, los anda mios erigi dos
o en cielo ." 9 hasta el
que viene a inser tarse , en la trivi alida d de un
roma nce
de amo r, un dram a de conc ienci a. La Fedr a Dido sólo vive dura nte las noch es en las cuale
de Ra- s, en
cine ama a Hipó lito y junto a este amo r culp la sala del palac io ilum inad o por las arañ as,
able el escu cha
poet a conc ede luga r al grac ioso idilio de Aric con el oído, el espír itu y el cora zón tenso s,
ia. Vir- el relat o
gilio hizo que el amo r de Siqu eo fuera rival de las aven turas de Enea s. Para satis facer la,
del de él debe
Enea s. Aric ia agre ga un gran enca nto a la reco menz ar cada noch e. Cuan do a la caíd a
somb ría de las
intri ga de Fedr a, pero le quita una parte de su últim as estre llas los conv idad os se retir an, ella
grav e- se que-
dad y de su gran deza . Siqu eo realz a el libro da en la sala, va de luga r en luga r, de lecho en
de Dido , lecho ,
le apor ta una eleva ción y una nobl eza que no para reviv ir los recu erdo s de la velad a, reen
han sido cont rar
basta nte reco noci das y adm irada s. los rasgo s, los gesto s, las enton acion es, las expr
esion es
Dido ya no es más dueñ a de sí mism a. No se de fison omía de aque l del cual no pued e sepa
trata rar su
de ún amo r sensa to como Virg ilio los quer pens amie nto. A la mañ ana se encu entra sin
ía en el fuerz as.
tiem po de las Bucólica.s·, ni siqu iera de los trans Dura nte el día, cedie ndo a la nece sidad de agita
porte s ción
de una pasió n hum ana, vana medi ante la cual la pasió n trata a men
udo de
calm arse, se deja arra strar por ese soplo temi
ble que
es Venu s enter a aplic ada a su presa . ya mort ifica ba a Safo : "Ero s ha sacu dido mi
alma
7. En. 4, 23. 8. Safo, 7, 104,. ed. Th. Reina ch.
' 9. En. 4, 88-89.

232
2.33
como el viento que en la montaña se ha abatido sobre Dido tendrá una dote, ~erá una uxor dotata: esta
las encinas." 1 0 Se la veía entonces >recorrer la ciudad dot,e será la. ;olonia cartaginesa venida de Tiro, que
como una cierva atrave,sada por una flecha, que lleva esta. esta~l~Ciendos~ sobre el ~uelo africano: "Que me
al fondo de los bosques el dardo fijado en su herida.'
1
sea permitido confiar a los Tirios a tu mano a título
de ~ot?, dotales." 13 La. reina de los dioses ll~ga hasta
1
En medio de esta tormenta, ni un suspiro de alivio,
ni uno de esos gritos de triunfo que en Tibulo y en
Propercio interrumpen ·a veces el drama de las inquie-
'l el l~rmte de las co~ces~ones ~' aun se interna por el
cammo de las hurmllacwnes: Que nos sea permitido
tudes, de las sospechas, de los reproches. En Virgilio, 1
-~e identifica con Dido- depender de un marido
(1 frigio." 14 Midamos la extensión de su condescen-
como en Racine, el amor es sombrío y sin esperanza. 1
Es entonces cuando entra en escena Juno, la temible dencia:; Frigia, Asia, eran .para los romanos el asilo
Juno, encarnizada contra los troyanos. Juno es el de la molicie y de la corrupción. La opulencia de la
nombre que le dan los romanos, pues los cartagineses región, la religión del país, el culto de la Gran Madre
la llaman Tanit; ella protege a la ciudad de éstos y del Ida con sus sacerdotes eunucos, sus cerem~nias des-
quiere sustraerla a toda costa al desastre de las gue- ordenadas, la vestimenta misma del pueblo, con los
rras púnicas. Le parece que el amor de Dido viene a hombres y las mujeres que llevaban la mitra, símbolo
favorecer sus deseos, pues si un matrimonio un~ a la de indolencia, parecían incompatibles con la energía
reina con Eneas, Roma desaparece del horizonte. Se y pureza de la vida. Dice Cicerón,' 5 que cualquiera
dirige entonces a Venus que, en su calidad de diosa, que hubiera tocado· el suelo de Asia, era sospechoso de
es el verdadero jefe de la familia de los Enéadas. La costumbres relajadas. Virgilio lo sabía y el epíteto
proposición debe lograr el acuerdo de ésta. de Frigio, de "portador de mitra", es una de las
Aquí Virgilio se expresa con el lujo de detalles y injurias favoritas que pone en boca de los enemigos
la precisión de un jurisconsulto. El pasaje es, pues, de Eneas.
de importancia y para comprender los acontecimien- La celebración del matrimonio tendrá lugar, según
tos que seguirán no debemos dejar escapar un matiz. la costumbre de los tiempos heroicos, en una gruta.
Lo que propone la reina de los dioses, es el más En un sitio semejante habían celebrado su himeneo
solemne de los matrimonios romanos, solenllle tanto Júpiter y Juno. Juno, tal como lo había hecho en el
por su contrato como por su celebración. Será un matrimonio de Tetis y de Peleo, en el de Jasón y de
matrimonio con manus -"Que me sea permitido, dice Medea, debía desempeñar el papel de ·pronuba es
la"'. diosa, confiar a los Tirios a tu mano" 12- , un decir, entregar la nueva esposa al esposo: "Estaré' allí
matrimonio que abre plenamente a la mujer el acceso -dice- y mediante un matrimonio indisoluble los
a la familia del marido, confiriéndole su más hermoso i uniré uno al otro, se la entregaré en plena pro-
título, el de mater fa;milias, "matrona", djn<lole en t piedad.'-' 1 6
e!"hogár el segundo lugar, que sólo es inferior al pri- Como si esta augusta presencia no bastara, anuncia
mero. por la ausencia de los derechos políticos.
13. En. 4, 103-104.
10. Safo, 2, 44. 14. En. 4, 103.
ll. En. 4, 68 y sigs. 15. Cicerón, En favor de Murena, 12.
12. En. 4, 103·104. 16. En. 4, 125-126.

234 235
también la de Himeneo.'7 El Himeneo es un dios punto vulnerable de la máquina de guerra de la reina
más casto que el Amor. Es el protector de las reunio- de los dioses. Consiente a todo, no rehúsa nada, sólo
nes regulares que se anudan bajo la protección de los reserva lo que ni siquiera se le ha pedido. Habrá
dioses, con la bendición del padre y la madre. Catulo matrimonio, que sea así, pero Eneas no amará. Venus
lo muestra mezclado a la alegría y a la frescura de c<;n?ce demasi:'_do bien. el ~ormeuto de ámor para in-
una fiesta nupcial, asociado con la emoción de las fami- fhgulo a_ su hiJO; Y ademas conoce el Destino y sabe
lias : " ... para que de mejor grado, al oír que se lo que la VIa del. heroe, trazada por él, no pasa por los
llama a cumplir sus funciones, dirija aquí sus pasos, bosques de mirto en que se extravían las almas ena-
trayendo a la Venus del amor virtuoso, atando los moradas. -
lazos del amor virtuoso. ¿Qué dios debe ser más' Situación extraña, pero cuya complicación resulta
invocado por los amantes deseosos de reciprocidad? totalmente seductora para la sutileza virgiliana. Y bien
¿Cuál de entre los habitantes de los cielos será más conforme con el programa del tema de la abandonada
honrado por los hombres? ¡Oh, Himeneo! . . . tú eres cuyos aspectos se ejecutaron hasta aquí estrictamente'
aquel a quien el tembloroso padre invoca para los en su totalidad: hubo peligro del héroe, intervenció~
suyos, es por ti que las vírgenes desanudan su cintura, divina para suscitar un amor milagroso; nos falta
y es tu proximidad lo que el recién casado se esfuerza ahora esperar la ingratitud del héroe. Pero Virgi-
en captar, ansioso, con un oído pleno de deseos." 18 lio no consentirá en atribuir a Eneas el carácter odioso
Una insistencia tal sobre la regularidad de un con- de un· Jasón, de un Teseo o de un Minos.
trato es. sorprendente en cualquier poesía, pero más El tema de la ingratitud es tratado en una nota
aún en la poesía virgiliana, por lo común tan alada, totalmeñi:e romana. El reconocimiento formaba en
tan sutil. Para resignarse a ello, Virgilio debía tener Roma parte integrante no sólo de la vida moral y de las
un ·gran interés en que no se cuestionara la validez relaciones de buena compañía, sino también de la vida
del matrimonio de Dido. J!:sta unión propuesta por política que había domesticado tantas virtudes a su
la reina de los dioses es, en efecto, la más perfecta servicio. En su Tratado de los Beneficios Séneca
que haya concedido el espíritu jurídico y el senti- expuso su complicado código. La lengua tenía un
miento religioso de los romanos. Si plantea problemas, vocabulario especial para las necesidades de su casuís-
que los problemas mismos busquen su solución. La tica: promerere; "tomar la iniciativa de un servicio",
unión se mantiene, no obstante, por encima de toda comenzaba· una cadena que no debía interrumpirse.
duda y de toda disputa. ' Se confesa?a el servicio mediante la acción .de gracias,
La entrevista termina sin embargo con una conclu- agere gratzam. Se guardaba gratitud en el fondo del
sión inquietante: "La Citerea no se rehusó a sus reque- corazón, habere gratiam, y, en la primera ocasión, se
retribuía, reddere gratiam.
rimientos y sonrió, pues había encontrado su e'\trata-
gema." 19 La fineza de Venus captó sin retardo el ¡- J:,a fidelidad ante el reconocimiento, como en el
1
1 caso de la amistad, C<:mstituía una deuda de honor
17. En. 4, 127. cuyo precio conocía Énéas. En el momento más trá-
18. Catulo, 61, 41-55. gico de su explicación con Dido, afirma su reconoci-
19. En. 4, 127-128. miento con tanta fuerza como claridad: "No negaré

236 237
jamás, oh reina, que eres tú quien me ha prestado entrega la ciudadela de la cual su padre debe cuenta
primero, P'romeritam, los innumerables servicios que al pueblo romano, también Dido debe tener una falta
tú puedes enumerar. No me cansare de recordar a que reprocharse. Virgilio no lo olvidó; la conciencia
Elisa mientras me acuerde de mí mismo, mientras un de la bella cartaginesa la tortura y el remordimiento
soplo de vida anime mis miembros." 20 La reina no la corroe. Los críticos, al oírla acusarse, fueron a
cuestiona la rectitud de estos sentimientos. Cuando buscar directamente, demasiado directamente, la causa
le fue necesario rendirse a la evidencia y comprobar en una debilidad moral, elaborando una concepción
que no era amada, apela al reconocimiento; 21 intenta que no se sostiene. Dido, sin embargo, se había expli-
picar al indiferente en su honor, conmoverlo por el cado con claridad y es sorprendente que se haya po-
temor de mostrarse ingrato. 22 dido dejar escapar su declaración, con la cual al
[Él se mantuvo, en efecto, más acá del límite del comienzo del libro, se abre el gran ·drama. Ant~ el
deber, pues no retribuyó. Pero en este momento las primer ataque del amor, cuando por primera vez la
exigencias de la reina pretendían usurpar derechos idea de la infidelidad rozaba su corazón, profunda-
superiores: es imposible. para Eneas permanecer en mente conmovida se confiaba a su hermana: "Si no
Cartago, alegrar a la reina con su presencia, conti- fuera para mí resolución inconmovible la de no ligar-
.rmar su ociosidad y el escándalo· de su colaboración me a nadie por lazo conyugal, luego que un primer
en la prosperidad de la colonia, pues Júpiter se lo amor me decepcionó y me lo arrebató la muerte, si
prohíbe, el mensaje de Mercurio lo hace avergonzar esto no me hubiera traído el disgusto de la ·cámara
.de ello, el destino se opone. El heroe sacrifica así y la antorcha nupcial, sólo por este héroe hubiera
una deuda de honor a un deber de orden superior. quizá podido sucumbir a una falta." 23 El "lazo con-
Aunque su sensibilidad sufra - y no oculta este sufri- yugal" está allí escrito con todas las letras, esa es "la
miento--- su conciencia está en paz. Virgilio encontró falta". He aquí un hecho que ~.equiere su explicación.
el medio de no rebajarlo al nivel de un Teseo y de La leyenda de Dido la cuenta Justino en forma dis-
un J asón, y al mismo tiempo surge uno de esos casos tinta que Virgilio. Este historiador del siglo II o m
de conciencia delicados, del agrado .del poeta, que . d. C. dice que Elisa -'-es el nombre púnico de Dido-,
Sócrates se hubiera complacido en discutir, el justo luego de haber fundado Cartago fue objeto de la per-
inocente sobre quien recae el deshonor aparente del secución de un rey vecino, Y arba, pretendiente tan
crimen. fastidioso como los de Penélope y más amenazador,
El papel que desempeña Dido implica también un pues daba a elegir a la reina entre el matrimonio y la
aspecto delicado. Como Medea que huye de la casa guerra. Obligada por su pueblo a decidirse por el
paterna y asesina a su hermano, como Ariadna que matrimonio, la reina declaró que quería hacer un
engaña la vigilancia de los suyos para subir a la último sacrificio a los manes de su primer marido y
'nave .:le Teseo, como la Tarpeya de Propercio, que se arrojó a la hoguera preparada a ese efecto.24 San
Jerónimo recuerda este fin heroico con una bella
20. En. 4, 333-336,
21. En. 4, 317. 23. En. 4, 15-19.
22. En. 4, 320. 24. J ustino, 18, 6.

238 239
fórmula, que honra a la gran cartaginesa: maluit ar- ser, como la de Eneas, una falta sin deshonor. Eligió
dere quam nubere, "prefirió la llama al himeneo." 25 una debilidad que, aun en nuestros días, las concien-
Este relato parece ser la forma de la tradición ante- cias delicadas dudan en reprocharse : la de un se-
rior a la Eneida. Debe haber conmovido a los roma- gundo matrimonio.
nos, pues respondía muy- exactamente a su concepción Por otra parte, según el criterio de los antiguos las
de la univira, "la mujer que había tenido un solo relaciones de - Eneas con Dido no podían ser culpa-
marido". Este título es el más noble con que podía bles. Admitamos provisionalm ente que no haya habido
honrarse la matroná romana, que lo ostentaba orgu- matrimonio solemne, esta garantía legal de la confa-
llosa y lo hacía grabar sobre su tumba. Tal título le rreación cuyo prestigio jurídico y religioso era insu-
C8I1fería una dignidad incomparab le y le aseguraba perable. Quedaban otras dos formas de matrimonio,
prhilegios religiosos. Algunas alusiones de Virgilio menos magníficas, pero tan regulares y valederas como
muestran que- Di do era-- conocida como una mujer la anterior. Una era el matrimonio de usus, que
dotada de esa nobleza. Cuando el poeta pone en boca fundaba tan sólidamente a la familia como la, con-
d,e la reina esta orgullosa y triste declaración : "A farreación e implicaba como ella la manus. Consistía
causa de ti se desvaneció mi honor y la gloria por la en que el hombre y la mujer vivieran juntos durante
cual antes yo podía elevar nri frente hasta los astros",
26 un año sin interrupción . Eneas y Dido, por el efecto
no se trata, como se lo ha creído muy imprudente- mismo de su existencia común en el palacio real,
mente, de la pérdida del honor en el sentido moderno habrían comenzado la celebración de un matrimonio
de la palabra. El bien que ella perdió es la gloria de de usus. Retengamos bien, pues, que no es posible,
la univira, de la fidelidad hasta la muerte a un primer como pretende L. A. Constans, hacer de Dido la aman-
amor indestructib le. ¿y quién es, pues, el que le ha te de Eneas: "Juno -dice este autor- puede muy
quitado ese bien? Virgilio. J ustino y San Jerónimo bien en su calidad de pronuba, presidir la unión de
muestran que, fuera de la Eneida, Dido no se casaba. dos esposos; su presencia no crea el vínculo legal.
Sólo' las ilusiones de un corazón de mujer hicieron
Virgilio sólo parece acercarse a Dido, la desdichada
creer a Dido que la fuerza y la sinceridad de su amor,
Dido, como él la llama, con una mezcla de respeto y
unidas a las vagas aprobacione s que le parecían venir
ternura: es la creación de su genio y de su corazón.
de una naturaleza cómplice, legitimaban su pasión y
Si hay un escritor que se haya enamorado de la
le conferían derechos. En realidad, _como lo dice
heroína a la que daba la vida, ése es Virgilio. Y sin
expresament e Virgilio, sólo cubrió con el nombre de
_embargo le arrebató lo que ella tenía de más querido,
matrimonio una falta:
esa reputación de pureza y de fuerza que había en-
contrado gracias a los ojos de los menos indulgentes coniugium uocat, hoc praetexit nomine culpam." 2 7
padres de la Iglesia. Lo hizo porque su tema lo •
exigía, porque necesitaba una Dido culpable, como En este razdnanrien to hay tres errores: el primero
Medea, Ariadna, ·como Tarpeya; pero su falta _d('Obía consiste en -cuestionar la legitimidad de un matrimo-
nio de la época heroica, celebrado en la gruta tradi-
25. San Jerónimo, Contra l oviniano, 1, 43.
26. En. 4, 321-323. 27. L A. Constans, L'"Énéide" de Virgile, págs. 136-137.

240 241
cional, como el del rey y la reina de los dioses, y en En los reproches desesperados que Dido dirige al
torno del cual Virgilio agrupó, por añadidura, todas infiel cuando sabe que está decidido a partir, invoca
las garantías jurídicas ofrecidas por la legislación los sentimientos a los cuales éste es acc~ible, la piedad,
romana posterior; el segundo, en olvidar la presencia el reconocimiento. Cuando ella dice noster amor 2 9 el
más significativa aun del Himeneo, que nunca presidió contexto sugiere que debemos traducir: mi amor hacia
sino uniones legítimas; 'el tercero, no percibir que, ti, más bien que: nuestro amor recíproco. ·Pone po:r
aun sin celebración religiosa, aunque el matrimonio delante el matrimonio:
perdía una parte de su solemnidad, permanecía siendo per conubia nostra, per inceptos hymenaeos,
sin embargo perfectamente regular. Cuando Virgilio
dice de Dido : "el nombre de nuestra unión, de nuestro himen co-
menzado",30 hermoso verso, armonioso y tierno, inspi-
coniugium uocat, hoc praetexit nomine culpam, 2s rado en Catulo. El epíteto inceptos es, sin embargo,
no hay que comprender: llama a su unión matrimonio muy sorprendente; reemplaza a la palabra optatos del
cubriendo una falta con ese nombre, sino: invoc~ verso de Catulo, que hablaba con mucha naturalidad
el carácter .de matrimonio para cubrir su infid~lidad ·¡, de un himen "deseado". No responde a la necesidad
respecto de Siqueo. poética de expresar el sentimiento o la ·belleza. No
1 podríamos descuidarlo ni considerarlo igual a otro
Tal es la posición de los datos iniciales: Eneas con-
cualquiera, pues ha sido buscado a propósito. Virgilio
serva respecto de Dido un corazón insensible, pero
tiene interés en que el lector sepa que el himen sólo ha
que siente fiel y profundamente la generosidad de
comenzado. La respuesta de Eneas es más sorpren-
sus beneficios y está decidido a guardar de ellos un
dente todavía:· "Nunca te he propuesto las antorchas
recuerdo indefectible. Di do se ve llevada hacia él por
del matrimonio,·· no he consentido en semejante con-
el impulso de un amor legítimo, pero que ella se
trato." 31 ¿Es que Eneas se considera entonces no
reprocha como una infidelidad respecto de un recuerdo
casado? ¿Suposición inverosímil? No nos apresure-
sagrado. A Virgilio le resulta tanto más difícil de
mos: hemos visto en qué medida en todo este asunto
mantener esa posición, ya que necesita encontrar, en
la posición aceptada, elegida por Virgilio es difícil,
la pureza de esas dos conciencias, apariencias de falta.
y al mismo tiempo seductora para su gusto por los
Hay aquí. una especie de doble juego. Las tareas deli-
juegos sutiles. Tenemos que desconfiar desde que "la
cadas, según hemos visto, atraen a Virgilio. El poeta
Citerea rió, al encontrar su estratagema".
jugó muy bien este doble juego, tan bien que la
mayoría de sus lectores se dejaron engañar. Sin em- Y he aquí nuevos indicios que se nos muestran.
bargo hizo todo lo necesario para aclarar suficiente- Desde el libro · I, Virgilio iluminó en Dido el rasgo
mente los caminos oscuros por los cuales se había in- femenino por excelencia, tan femenino que resulta
ternado. Sigamos con él por ese camino, guiándonos trivial y podemos preguntarnos de dónde. le viene .su
por los fanales colocados de tanto en tanto a lo largo
de su trayectoria. 29. En. 4, 307.
30. En. 4, 316.
28. En. 4, 172. 31. En. 4, 339-340.

242 243
il
!'
derecho de entrada en la epopeya: el deseo de la Estos versos delicados, que deben guardar pese a él
maternidad. No se trata de Andrómaca, que sonríe su nobleza y su pureza, podrían pasar, por otra parte,
bajo los muros de Troya, entre sus lágrimas, al hijo por un error de psicología. Cuando una mujer, con
de Héctor, que es su hijo, pero en el cual ella ama su pasión desencadenada, se siente abandonada por
al marido que va a perder. Astiánax, reflejo de Héctor, el infiel, el deseo de la maternidad no ocupa en gene-
es ya un héroe de epopeya. Lo que Dido ama, es el ral el primer plano de su conciencia. Estos versos son
niño que no ha tenido, pasión conmovedora y muy el faro terminal que guía al lector al lugar donde el
humana. Pero ¿en qué se vincula esta pasión con la autor quería llevarlo: no hubo matrimonio, sino tan
intriga amorosa? Fundadora o amante, Dido sólo sólo una ceremonia de matrimonio.
puede resultar empequeñecida por este pesar de no Después de tomar conciencia de estos testimonios
ser madre. Virgi!io, sin embargo, impulsa sin cesar tan concordantes, teniendo en cuenta los juegos de
este elemento al primer plano: Ana combate los escrú- Virgilio, de los cuales las Geórgicas nos ofrecen ya
pulos que frenan a su hermana sobre el tifubral de ejemplos tan caracterizados, el nivel de la epopeya en
un ·nuevo matrimonio, argumentando con el atractivo la cual se introduce aquí una nota que sería trivial y
de los dulces hijos, dulces TWJtos.3 2 En la última vulgar si no fuera esencial, el lector se halla en con-
hora, cuando Dido sabe que Eneas la traiciona, en el diciones de juzgar. Sólo me resta darle una última
discurso todavía mezclado con ternura y súplicas que satisfacción si él se· allana a este conjunto de adverten-
le dirige, hay un lugar para· los "dulces hijos", y un cias a la vez claras y discretas, de una discreción tal
lugar muy significativo, al final mismo: "Si al menos que explica cómo pudo ocurrir tan frecuentemente el
hubiera tenido de ti un descendiente, antes de tu equívoco respecto de las relaciones de Dido y Eneas:
huida, si en mi patio jugara un pequeño Eneas cuyo es necesario encontrar una explicación a la extr¡_tña
rostro me recordara el tuyo, me parecería no haber respuesta de Eneas y para ello no olvidar que los
sido completamente abandonada." 33 dioses son los artesanos de este episodio.
Este rasgo aporta a las escenas de la separación Virgilio, poeta teólogo, tenía según la opinión uná·
un nuevo enigma: muestra la intriga .en un estado nime de los antiguos una ciencia infalible de las cosas
de equilibrio tan delicado que el menor choque podría divinas, y dio prueba de ello en más de un pasaje de
precipitarla, y Ovidio,34 que no retrocede jamás ante la Eneida. En el libro Il, cuando Eneas abandona el
un error de gusto, no deja de trastornar y desfigurar palacio de Príamo caído en manos de los griegos y
la expresión de esta pena atribuyendo a la reina de . se decide a unirse a los suyos para proveer a las nece-
Cartago el reclamo de una madre soltera contra su sidades de la situación, al pasar ante un lugar que los
seductor. Pero no nos atengamos a Ovidio que es por enemigos no ocupan todavía, percibe a Helena oculta
cierto el exégeta menos recomendable de la Eneida. solitariamente en un rincón de un templo.35 Saca
su espada y llevado por la cólera va a atravesarla.
32. En. 4, 33. Pero Venus se le aparece, detiene su gesto y le dice:
33. En. 4, 327-330. la !Causa de todos tus males no es la odiosa laconia,
34. H eroides, VII, carta de Di do a Eneas; véanse en par~
sino que Troya está condenada y en este momento
ticular los versos 133-138.
35. En. 2, 567 y sigs.

244 245
mismo !2s -~~o,s.~¡;- :se degican a destruirla: "Mira, voy Se ha cerrado el primer acto del drama de amor.
a quitar la nube que, obstaculizando. tu vista, debilita ;Las leyes de la tragedia quieren que se produzca
tus - ojos mortales.'.' 36 EI1 seguida se abren los ojos entonces la peripecia o trastorno de la situación. Jú·
del héroe y los hiere un espectáculo terrorífico: Los piter envía a Mercurio para que dé a Eneas la orden
Olímpicos se encarnizan en la destrucción de su pa· de partir; éste realiza con toda prisa sus preparativos,
tria. pero sin poderlos ocultar a Dido, y se produce entre
Este ejemplo. muestra que los dioses, aun cuando ellos la suprema expli'?ación.
rodean a los mortales, permanecen invisibles. Sólo La inspiración proveniente de •Catulo es aquí muy
un milagro puede revelar su presencia. Parece, por visible. Ariadna, al despertarse sola en la isla de Día,37
cierto, que esta enseñanza virgiliana es la clave de la percibe desde el borde del mar el navío de Teseo, que
dificultad que nos detiene. En la gruta nupcial se acaba de abandonarla, huyendo a toda vela, y le
hallan en presencia dos grupos, dos partidos: .Dido dirige una maldición que ni los vientos ni el mar
l!poyada por Juno, Eneas protegido por Venus. Juno, llevarán hasta él. Virgilio tomó a manos llenas ma-
autora principal de la manifestación, abrió los ojos terial de este conmovedor monólogo, sin disimular sus
d¡e Dido, en tanto que Venus, que conocía las inten- préstamos, según el uso antiguo. Mientras que Ariadna
ciones del Destino, la breve duración que debía tener está sola en la costa, Diqg tiene que vérselas con un
el incidente africano, muy interesada en ahorrar a su adversario presente y ·;..,1 movimiento lírico se vuelve
hijo inútiles tormentos de amor, dejó cerrados los de drama apasionado. La reina se explica primero con
Bneas. Dido sabe y Eneas ignora. Todo eso está Eneas. La cólera anima su exordio, pero bien pronto
contenido en la sonrisa de la áurea Afrodita: "Y la se relaja, se vuelve tierria y suplicante. ¿Hay quizá
Citerea rió, al encontrar su estratagema." todavía alguna esperanza? La diplomacia viene en su
Es así como Virgilio trató este drama de la incom· ayuda, ella envía a su hermana Ana a llevar un men-
prensión, y logró, conduciendo su juego sobre dos saje al amante inflexible. Vano esfuerzo. La flota se
planos, construir un romance de amor que nos emo- agita en el puerto, los remeros están en su lugar, ya
ciona y conmueve. Dej á de lado el problema sobre se hinchan las velas. La reina sube a los techos de su
el .cual se precipitará sin duda la curiosidad moderna, palacio, que Virgilio imaginó coronado, a la moda
suscitada por el romance, y no se pregunta qué hubiera romana, por un belvedere que domina la ciudad en·
podido ser, durante los cuatro o cinco meses que ter a; el espectáculo de la partida se extiende ante su
;pasaron juntos, la vida privada de aquellos que se vista. Su última cólera se exhala en un monólogo de
comprendían tan :q1al. El empleo de la lengua amo- un vigor y un esplendor inigualables; deja caer desde
rosa engaña a veces a sus lectores. Pero sus indica· el techo de su morada real su última imprecación, al
ciones son bastante claras, bastante numerosas, bas- final de la cual se._ yergue bruscamente la gran som·
tante concordantes como para que podamos compren- bra de Aníbal: "Que no haya entre nuestros pueblos
derlo; se complace en que se lo comprenda por medias ni amor ni alianza: elévate de mis huesos, oh ven·
palabras. gador, quienquiera que seas, para perseguir con tu

36. En. 2, 604-606. 37. Catulo, 64, 130 y sigs.

246 ·.k
\[f 247

L
antorcha
' y tus armas a los colonos Dardanios, ahora , pocas palabras" pone la situación en claro: si hubiera
mas tarde, en cualquier momento en que se ofrezca la dispuesto libremente de mi vida, me habría quedado
oportunidad. j Riberas en guerra con sus riberas, olas en Troya; pero en la actualidad, según un oráculo de
enemigas de sus olas, armas en lucha con sus armas, Apolo, estoy obligado a· dirigirme a Italia. Tú, que
he ahí lo que deseo ! ¡ Qué se batan, ellos y sus bis- vienes de Tiro, has encontrado el reposo en una tierra
nietos!" as -~fricana; yo lo busco en la tierra que me reservan los
El intercambio de los dos primeros discursos, la dioses. Nuestros destinos son iguales y nuestras suer-
escaramuza inicial entre Dido, desquiciada al conocer tes semejantes. Y esto es todo. Eneas ha mantenido
el proyecto de Eneas, y Eneas resuelto cueste lo que 1 su promesa y discutido el asunto.
costare a obedecer al Destino, marcan el clima de este Virgilio, en esta escena de una concepción tan neta,
final del libro IV, pero con la condición de que se lo tan lúcida -demasiado neta, demasiado lúcida ·para
ilumine mediante los recuerdos de la elocuencia anti- nuestro gusto-, continúa la puesta en claro de la
gua. Dido, al ser la primera en hablar, comenzó con situación. ¿Hacía falta más todavía? Llegó la última
11n. trañ's]Jorte de cólera, luego llegó la súplica; -la ape- noche de la permanencia de Eneas en Cartago. La
lación a la piedad, la evocación del reconocimiento, reina vela, el sueño huye de ella, los fantasmas,
Virgilio, sin haber pronunciado alegatos ante los tri- la vergüenza y la desesperación suscitan sus impre-
bunales, sabe que un discurso se compone de dos caciones. En el mismo momento Eneas, en paz con su
esfuerzos: uno, en·mucho el más importante, destinado conciencia y con los dioses, duerme en la popa de su
a llegar a la sensibilidad del tribunal, a conmoverlo, barco con un calmo sueño: "Eneas, sobre su alta popa,
movere, según se decía; el segundo, destinado a escla- ya decidido a partir, gustaba del repos.o, pues sus
recerlo, docere, a hacerle conocer los datos del asunto , preparativos estaban exactamente realizados." 41
pro re, decían los retóricos. El primero implicaba \
Los barcos troyanos salen del puerto en buen or-
hacer actuar todas las pasiones; el segundo, por lo r den; él mar apacigua, detrás de ellos, sus últimos
contrario, era lúcido y calmo. Dido acaba de hacerse i
' remolinos. A la misma hora, al amanecer, se calma
cargo del primer papel; no estableció ningún hecho la agitación de ,Dido. Su vida acaba de ser devastada
ni_discl.ltió nada, sino que tan sólo lloró y amenazó. por la tempestaa; Venus tenía necesidad de su sufri-
La t:~~pue~ta de Eneas es glacial. Afirma ante todo miento para salvar a Eneas. Se trata ya de una cosa
"ll1 _reéonocimiento y jura que no olvidará a Elisa.s9 terminada. Para ella va ya a recomenzar el ·curso
Luego agrega: · de la existencia, pero no el de la existencia terrestre,
Pro re pauca loquar, pues ha decidido morir. Al reencontrar la calma,
arroja_ sobre su pasado una mirada de reina y de
"sólo diré unas pocas palabras que el asunto re-
fundadora, y se prepara para ir a buscar a los In-
quiere" .40 • Pro re, es el término de los retóricos, en
fiernos lo que la tierra le ha rehusado.
toda su fnaldad y sequedad, y cuando anuncia "unas
En el momento en que ella se decidió a morir,
38. En. 4, 624-629. sobrecogedores prodigios le advirtieron de su fin.
39. Véase la pág. 238.
40. En. 4, 337. 41. En. 4, 554-555.

248 249
Había hecho construir en sus jardines, a la memoria Anquises, atraviesa el Campo de los llantos y los bos-
de Siqueo, y para poder rendirle un culto funerario, ques de'mirtós de misteriosos senderos por los cuales
un templo, un fanum, como el que Cicerón hizo elevar sé extravían las víctimas del• amor, mientras reme-
después de la muerte de su hija Tulia. De noche, moran los tormentos de su vida terrestre. Y J;¡e aquí
ella oía salir de allí una voz: era el llamado de ·Siqr¡eo que Eneas percibe a Dido. Se lanza hacia ella ·con
que la invitaba a morir.42 Se dispone a ello. La ternura, ofreciéndole a manera de homenaje funerario
hoguera está presta. Pero antes, volviendo sobre el los sentimientos de reconocimiento y de amistad que
pasado, e:l(presa una vez más su remordimiento: le testimonió sobre la tierra. Llora al verla, llora aún
al. dejarla y la sigue con una mirada de piedad. , Él
non seruata fides cineri promissa Sychaeo, no cambió en absoluto: la misma lealtad, la misma
"~o he conservado la fidelidad prometida a la ceniza fidelidad, pero también la misma incomprensión de
<;le Siqueo", 43 confesión purificadora, semejante a la lo que se esperaba y reclamaba de éL · ·
que precedió la muerte de Mecencio. Luego, en plena l,)ido, por lo contrario, ya no es la misma. Ni una
posesión de sí misma, en una especie de autobiogra- mirada, . ni una palabra. Para ella el héroe troyano
fía que reviste la forma de un epitafio, 'reniega del sólo es ya el recuerdo casi horrado de un gran dolor.
drama que acaba de concluir y le> suprime en la t Después de la tormenta que devastó su vida terrestre,
medida en que depende de ella: "Despojos muy que- la existencia de ultratumba continúa para ella la línea
ridos -dice al llegar a la cumbre de la hoguera en 1 que eligió libremente y de la cual sólo se desvió un
instante bajo la presión de un impulso sobrenatural.
la que fueron colocados los últimos recuerdos de
Eneas-, mientras el Destino y la divinidad lo permi- í E¡;;,tii entre los brazos de Siqueo que "responde a su
ternura y le devuelve amor por amor".4 5
tieron, recibid mi alma y libradme de estos tormen-
tos. H:~ terminado de vivir, he recorrido la carrera l
que me hal>ía asignado la fortuna. Y ahora he aquí
que una gran imagen de mí va a descender al fondo
de la tierra. Fundé un~ noble ciudad, vi muros que

eran los míos. Vengué a mi esposo y. castigué a un
hermano, mi enemigo. Feliz, bien feliz sería si los
barcos Dardanios no hubieran tocado nunca mis ri-
her.asw" 44

Todo terminó sobre la tierra. Pero Virgilio prepara


-
para los dos héroes del drama una última entrevista
en los Infiernos, epílogo indispensable de éste. Ji:.M<'OI/cS,
conducido por· la Sibila al eJ;J,cuentro de la sombra de

42. En. 4, 460-461.


43. En. 4, 552.
44. En. 4, 651·668. 45. En. 6, 474 y sigs.

250 251
XV llamado a la atención del lector. Dido revestirá a
nuestros ojos algunos de los rasgos de Cleopatra y el
La liberación historiador Dión Casio completa la indicación: "Cleo-
patra aparecía con Antonio en las plazas públicas, or·
ganizaba con él las asawleas, administraba justicia,
montaba a caballo para acompañarlo." 4 Dión Casio,
que vivió más o menos doscientos años después de
Virgilio, no se inspiró por cierto en Dido para repre·
sentar a Cleopatra. Aquí se impone la hipótesis de la
existencia de una fuente común, una fuente escrita u
oral. .Si fuera -oral, se trataría simplemente de la
tradición contemporánea, los rumores, "voces que
corren", dicen los historiadores. En el caso de Vir-
Entre los incidentes de la batalla de Accio figu- gilio, se trataba sin duda de conversaciones oídas de
rados en el escudo de Eneas, aparece Cleopatra repre- boca de Augusto, mejor informado que cualquier otro.
sentada mientras se aleja del combate y da a su flota No habría pues que extrañarse de los rasgos viriles
la orden de retirada. Y a está, dice Virgilio, "pálida que la Eneida atribuye a Didq : rodeada de su guardia
por su muerte próxima", pallentem morté futura.! La personal, administra justicia, preside la asamblea del
bella egipcia que hizo temblar al Capitolio y quitó a pueblo. Conduce la caza matinal del libro IV, que
Roma uno de sus mejores generales, que la ayudó pesará tan gravemente sobre su destino, y, al pie de
a levantar contra su patria a todas las fuerzas del la escalera, la espera piafando su fogoso caballo
Oriente, ocupó mucho la imaginación de los contem- de pura sangre. 5 En los pasajes en que le adjudica
poráneos de Augusto. Se transformó para los poetas rasgos masculinos, Virgilio podía niuy bien pensar,
en ·un motivo literario. Encarna los vicios asiáticos según se ha dicho, en el magistrado romano, pero el
. em b argo una oda de Horacio 2 testimonia la'
Y stn pasaje de Dión Casio que hemos citado más arriba
admiración que su intrépida muerte inspiró a sus muestra sobre todo que no pudo dejar de ver en Dido,
contemporáneos. la reina africana, la antepasada de Aníbal, el perfil
En el mome'?to en que Dfdo sube a la h()gt1~JOa, en de· la . otra reina africana que había amenazado tanto
que va a monr con la nusma firmeza de alma la como ella al imperio romano.
misma di~nidad, Virgilio la ve con los mismos ¿JQs Virgilio había meditado por cierto sobre esta pro-
con que VIO a Cleopatra, pallid(J) morte futura, pálida ximidad, que se revela aquí en las expresiones para·
como ella por la muerte que se avecina.s Sabemos aho- lelas, pallentem morte futura, pallida morte futura.
ra que la similitud de la expresión es un indicio, un Pero no se trata sólo aquí de un procedimiento lite-
rario, de un encuentro fortuito y curioso. En el caso
l. En. 8, 709.
2. Horacio, Odas, 1, 37, 21 y sígs. 4. Dión Casio, 50, 5.
3. En. 4, 644. 5. En. 1, 495 y sigs.; 4, 133 y sigs.

252 2.53
!
t
de Virgilio siempre hay que ahondar más el pen- y la perspectiva del reposo una vez terminado el tra-
samiento. La aventura de Antonio y la de Eneas se bajo. l);)::lt;OJl!S mira y compara. Recuerda su curso
parecen en su punto de partida, pero de golpe se diver- errante, las olas que en medio de la bruma arrojaron
sifican o más bien se oponen. Antonio se perdió sin los restos de su naufragio a la costa de los piratas.
remedio por causa de la tentación egipcia, conducido ¡Cuánto más felices son aquellos cuyos palacios se
a .la derrota y a la . muerte... Eneas se liberó de la elevan bajo los rayos cobrizos del sol de Africa! "¡Fe-
tentación cartaginesa. Tal es la meditación a la cual lices -exclama- aquellos cuyas murallas se elevan!" 6
nos invita el llamado de Virgilio. j Cuán poco deseable le ·parece ese Lacio que él per-
Digo que se liberó; o más bien fue .liberado por sigue y que no cesa de cerrarse ante él!
obra de la divinid¡;¡g que, según vimos, velaba tan Y esta tierra de África es una tierra de prosperidad.
celosamente sobre el destino de Roma. ·Esta historia Al cavarla, los habitantes exhumaron de ella una cabeza
de un a!ll1a. preparada por la Providencia para una de caballo, el animal guerrero, presagio para los an-
g_ran misión, se nos va a aparecer mezclada con los tiguos de todas las facilidades de la vida. 7 Esa cabeza
acontecimientos del relato, disimulada bajo el vaivén anuncia los ejércitos temibles que un día marcharán
de la acción exterior. La conversión del héroe se sobre Roma y las riquezas que los barcos africanos
re~lizó en tres fases que tuvieron. p,;r teatros sucesivos arrojarán sobre todos los mercados. Todo eso aún
C"artago, los Infiernos y Palanteo. no esta realizado, pero ¡qué esplendores se .ven ya en
La !entación de Eneas no es la misma que la de la corte de la reina! Virgilio describe los festi~s, el
Anton~o, _sa que la voluptuosidad no desempeña en lujoso servicio, los ricos manteles. Ninguno de ·estos
ella mngun papel. El amor del lujo, de ese lujo que detalles es ocioso ni pueril. Cada uno simboliza un
Augusto había proyectado más ,o menos firmemente atractivo, es la etiqueta de un peligro. El lector los
excluir del imperio y que, pesé a todo, no cesó de volverá a encontrar en el libro VIII, corregidos, reto-
cr?cer, y tambi§n la molicie, ocupan en este caso el cados, en las continuas alusiones que jalonarán el
pnmer lugar. Los troyanos, al llegar a Cartago, en- camino lento e ininterrumpido de la conversión. Dos
contraron allí una ciudad en cuya fundación todo el palabras resuenan sin cesar en este libro de la ten-
pueblo se afanaba. Y este rasgo tiene también su tación: diues Dido, 8 "la rica Dido" aquella junto a la
equivalente en la historia contemporánea, pues Virgilio cual se vive .bien, en cuyo palacio se está cómodo
desc~ibe la i_nstalación de la colonia tiria que había para adormecer su energía y rehusarse a la acción.
segmdo a Dido, pensando en la colonia enviada por Eneas lleva sobre sus hombros un largo manto de
Au?usto al territorio de· la renaciente Cartago. Se- púrpura, a su costado pende una espada ornada
meJante al de las laboriosas abejas, dice el poeta, es ' 'i
de ágata; visita con la reina la joven ciudad y anima
el esfuerzo de estos emigrados que construyen .su a los trabajadores.
hogar, lo embellecen, alinean sus moradas a lo largo Mientras la corte púnica pasaba el invierno en el
de la:' anchas calles que forman los dos ejes· de una lujo y el reposo, el rumor de la llegada de Eneas y
coloma romana. Un soplo de alegría y de esperanza
6. En. 1, 437.
los transporta, está asegurado el porvenir. Y a no más 7. En. 1, 444.
luchas sino el goce apacible, la seguridad acogedora 8. En. 4, 263, etcétera.

254 255

/:
.,
de la acogida que le hizo Dido ll.egó a Yarbas"' rey de cripmon del dios mensajero. Desciende en línea recta
Getulia, pret.,ndiente antes rechazado por la reina. desde las alturas del cielo, en vuelo planeado, y reposa
La corte de este salvaje forma un curioso contraste con un instante sobre el hombro de su abuelo -era hijo
la de su bella vecina. Es hijo de Júpiter Ammón, de Maya, hija a su vez de Atlas-, luego retoma su
dios de cabeza de carnero, uno de los monstruos ado- carrera a ras del mar, a la manera del somormujo
rados por Egipto con gran escándalo de los romanos. que caza su presa. Helo aquí en Cartago.
Sus actitudes no desmienten su origen. Todo es en El primer espectáculo que se ofrece a sus ojos es
él brútal y arrogante. En medio de los altares de los el de Eneas que está inspeccionando la nueva colonia.
dioses, eleva al cielo la palma de sus manos y con- Lo interpela con una brutalidad que se anuda, por
jura a su padre a abrir los ojos, ver y castigar el encima de la graciosa escena del viaje, con el epi-
escándalo. Júpiter confía entonces a •Mercurio el se- sodio de la denuncia de Y arbas.. Aquí todo. es rudo.
-vero mensaje terminado por la orden de hacerse a fa Es que ..no se trata de convencer a un extraviado, sino
mar, que según vimos más arriba trae a Dido la tm:- de arrancarlo, quiera . o no, del medio en el que ~e
bación y la muerte. pierde. "¡Entonces eres tú.--exclama el dios al verlo-
El dios desciende. La descripción de su descenso quien coloca ahora los fundamentos de la altiva Car-
y de su viaje viene a reposar por un instante al lector tago e incapaz de rehusar nada a tu mujer -uxo-
de la angustia del drama que se anuda. Ha calzado rius-, le construyes una hermosa ciudad!" 9
sus talares de oro, tomado la varilla de "conductor La familiaridad de esta entrada en materia muestra
de almas". Hendiendo el aire, se dirige hacia su cuán poco se preocupó Virgilio por la unidad de tono,
abuelo Atlas, el portador del cielo. Viene aquí una tan querida a los escritores de segundo orden. Hay
descripción poderosa del gigante, bajo el aspecto de que releer todo el pasaje para convencerse de lo que
uno de esos Atlantes mediante los cuales los arqui- puede ser. por momentos el verdor del "dulce Virgi-
tectos reemplazan a veces las columnas de un edificio, lio". Con su amarga burla, el dios subraya la deca-
torciendo y plegando la piedra para hacerle expresar dencia de este portador de un gran mensaje, que se
dolorosamente la resistencia a un peso abrumador. deja hundir en los mediocres intereses del bienestar
¿No lo habrá releído Miguel Angel antes de esculpir_ y del lujo. Esta familiaridad es tanto más significa-
sus esclavos? El viejo se yergue, masa enorme en que tiva, porque Virgílío parece evocar con intención los
se funden indecisas las formas de la humanidad y recuerdos de la comedia. El uir uxorius fue puesto
de la alta montaña, con las espaldas cubiertas por en solfa más de una vez por los cómicos latinos, junto
un manto de nieve, y una barba de hielo que le cuelga con la uxor dotata. En la mediocridad de aquél y la
del mentón de roca, allá, en ese misterioso Occidente, acrimonia de ésta ·consistía la gracia de la escena, y
donde los antiguos veían terminarse el mundo, que el poeta impone sin escrúpulos una tarea tal a su
imaginaban a veces rojizo por la lumbre del poniente, héroe. Pero tengamos cuidado: esta comedia no pro-
y otras oscuro y helado, adonde ?U imaginación sólo voca risa, porque confina con la tragedia. La ironía
se había animado a enviar a Hércules y a Ulises, los de Mercurio respecto del infiel: "Entonces eres tú
grandes héroes viajeros. Mediante el más artístico
de los contrastes, todo es gracia y levedad en la des- 9. En. 4, 265 y sigs.

256 257
ahora el que pone los fundamento s de la altiva Car- 1
talso~', hace surgir el · e,spectro de las guerras púnicas
con la más mordaz de las indignacion es. ll Anquises acoge a su hijo con un grito de inquietud:
"·Cuánto temo que los reinos de Libia no te hayan
Eneas no resiste. Aunque sea débil, no tiene nin- :_''·¡'
' h!cha' ~ali" 11 Desde el fondo de los Infiemos -1\n,
guna mala voluntad. Pero su error consiste en ser quises . asistió a los peligros de la crisis africana y
débil. La brutalidad de la intervención lo arrancó a
las influencias perversas que se oponían a su misión.
:), tembló por su hijo. Ha recobrado apenas la segu-
ridad y busca la manera de apoyar el coraje de Eneas,
SJJ!'.J:ue:r;¡:¿¡g, sin embargo, siguen siendo pobres. Es
necesario templadas. Júpiter le concede, en esta se- ~ todavía tan poco firme.
La escena transcurre en un valle retirado de los
gunda etapa de la conversión, el favor milagroso de ¡Ji
,. Campos Elíseos,12 paisaj~ silenc~oso donde s?lo re-
la visita a los Infiernos. Virgilio aprovecha esta oca- { suena el rumor del folla¡e a onllas de un no apa-
sión para presentar una réplica de la nékuia homé- cible el Leteo. Una multitud sin voz se apura por
rica en la nota que él elige, consistente en presentar llega~ a las orillas. Los labios a~ticulan sin en:bargo
una atmósfera apropiada a la vez para una visión palabras, pero su sonido es seme¡ ante al, zumbido de
anticipada de la historia y para hermosos desarrollos las abejas, cuando liban en un hermoso dia de verano
pitagóricos. · Esta parte- es una de aquellas en que se la corola resplandecie nte de las flores. Pasan en gran
formula la fe de Virgilio, su_ concepción del más allá, cantidad sin mirar a los espectadores . Marchan.. §o_!l
su creencia en una justicia retributiva y, una vez las alm~s que la doctrina pitagórica condena a la
más, la condenación de las guerras civiles, cuyos crí- reen~arnación. Cuando hayan bebido el agua del -río
menes no cesaron de acosar su conciencia de roman?.,,... del olvido, su pasado será abolido y volverán_ a. subir
Pero el verdadero objeto de la visita es el encuentro.
de Eneas con su .padre, con el acuerdo de los dioses
manifestado por el descubrimie nto del ramo de oro.
Lo inicia, pues, guiado por la Sibila, recorre las rutas
subterránea s, observa la morada de los condenados
•., a: la -tierra para vivir allí una nueva existencia.
Anquises, desde lo alto de una .saliente que da al
valle asiste a su desfile y a medida que pasan re-_
cuerda su nombre y s~ historia. Est? visión paree~
destinada a corregir la de Cartago naCiente, que turbo
y llega a los Campos Elíseos donde reconoce al fin tan desdichadam ente a Eneas. Por ella se le promete
la sombra de Anquises. Sus brazos se abren y se no la morada entre muros sólidos donde la frescura
cierran sin estrecharlo. La separación de los muertos Il)OS espera en el verano y el calor en_ el invier~o,
y los vivos es definitiva. La decepción muestra al apropiada para abrigar el reposo tranqmlo y la VI~a
héroe que los pensamiento s terrestres deben dejar su que ignora la privación, sino una cosa mucho. mas
lugar a otros. Cuando Héctor se le apareció para elevada, de la cual los romanos estuvieron prenda~?s
confiarle los Penates y darle la misión de salvarlos, desde el período más materialista de su concepcwn
al rehusarse a responder a sus preguntas que ya no de la vida: la gloria. Siguiendo a Platón, dudaron
eran oportunas, le había dicho el mismo sursum largo tiempo en acordar fe a la ~up~;vivenc~a del
corda. 10 holllhre. Para resarcirse de su vacllacwn te.nia~ la
perspectiva de la gloria, esa duración sin concienCia Y
lO. En. 2, 287-288.
11. En. 6, 694.
12. En. 6, 703 y sigs.

258
259
sin sentim iento de un homb re que, como dice Enio,
vuela por los labios de los homb res. Le sacrif icaba n tristes medit acion es: "Enea s, bajan do los ojos y con
si era neces ario su vida mism a, creye ndo no hacer la tristez a pinta da en el rostro , sale de la gruta y
mal negoc io al renun ciar a la dulce luz para éntr~r medit a en su fuero intern o estos oscur os acont eci-
media nte el recue rdo de que sí dejab an en la mem ona mient oso" 15
inmo rtal de las gener acion es. Lo que Anquise_s pro- Virgi lio establ ece en Palan teo la últim a etapa de la
pone a su hijo, es la gloria de la desc;m denci a qu_e libera ción de su héroe . Palan teo fue funda da por el
gracia s a él verá un día la luz, pres~ntando~e sucesi - arcad io E:vandrC>:. Recor demo s el paseo en el cre-
vame nte a los héroe s cuyo nomb re ¡alon ara el por- púscu lo, en el curso del cual su rey prese ntó a Eneas
venir de la histor ia roman a. Sin emba rgo, no está los lugare s donde más tarde se alzarí a Roma . Esta
segur o de haber sido· comp rendi do. Despu és de sa- ciuda d tiene en reserv a otros tesoro s, aparte de esta
ludar con emoc ión el paso de los tres funda dores del visión antici pada de la histor ia: marav illosa s leccio nes
mund o roman o, deriv a la lecció n del espec táculo en de simpl icidad y el ·culto de Hércu les, las dos in-
un repro che disim ulado que, media nte un plm;a l de fluenc ias que van ·a modi ficar defini tivam ente la con-
mode stia, dirige a la vez a sí mism o y a Eneas : "¡Y cienc ia de Eneas .
dudar íamos todav ía en despl egar nuest ro coraJ e en Hércu les posee en la mitol ogía antigu a una fisono -
accio nes! ¡El temor nos imped iría hacer pie en la mía que no se parec e a la de ningú n otro héroe . Los
tierra de Auso nia!" la doce trabaj os que le impus ieron los celos de Juno por
Anqu ises parec e estar muy bien inform~do de los medio de Euris teo, hicier on de él el héroe civili zador
progr esos de la conve rsión del héroe . Lo deJa co~ una por excele ncia: mató los anima les salva jes que hacía n
exhor tación más bien que con un canto de tnunf o. peligr osa la camp aña, a los bandi dos que infest aban
Eneas obede ció sin vacila cione s la orden de Júpite r, las rutas, saneó los lugar es insalu bres. Graci as a él la
se sustra jo al medio que lo perdí a, pero ¿qué se ha tierra se volvió habit able y la civiliz ación come nzó a
ganad o hasta aquí? La conqu ista de Ita;ia ~er~ dura. difun dirse por ella. Esta transf ormac ión era en la
Se reque rirán accion es y queda n todav ia lagru:~as Y realid ad el result ado de un esfuer zo secula r. La le-
somb rías medit acion es, que hasta ahora constltuy~­ yenda que resum ía est~ obra inmen sa bajo el nomb re
ron el único esfuer zo de sus resolu cione s. Despu es de Hércu les, hacía de él el inven tor y el realiz ador
de recibi r de la Sibila una profe cía clara y palab ras de los progr esos de la huma nidad , su benef actor y,
estim ulante s, y de haber le respo ndido con una firt;'e za sobre todo, el repre senta nte ideal de la energ ía hu-
de buen augur io, media nte una palab ra que refle¡ a el mana . Es lo. que los roma nos se comp lacían en reco-
más puro estoic ismo: "¡Oh virgen ! Nada se me mues- nocer cuand o lo elOgi aban como el ser más intrép ido
tra que sea sorpr enden te o inesp erado ; . todo lo. he e incan sable de todos . 16 Por todas estas virtud es y
previs to de antem ano y realiz ado con mi pensa mien- estos dones los antigu os lo . había n coloc ado ·en la
to",14 cincu enta verso s más lejos todav ía es presa de clase de los diose s salvad ores.
Despu és de la leyen da, se apode ró de él la filoso fía
13. En. 6, 806-80 7.
14. En. 6, 104-10 5. 15. En. 6, 156-15 8.
16. Plinio el Joven, Paneg írico de Trajan o, 14.

260
261
1
1
habí~ dado ocas10n para un largo relato de Eneas que
moral. El cinismo y el estoicism o propusie ron sin · ·
conto la toma de Troya y las peripeci as d e 1 VIaJe
cesar sus ejemplo s a la imitació n de sus respectiv as . . ll
que sigUiero n a e a,_ también en Palanteo Evandro
sectas. Agregar on a su historia un mito que se había cuenta la lucha . de Herc~les y de Caco, sobre las la-
vuelto popular , conserva do por Jenofon te:
17 el de

Hércule s, en la primave ra de la vida, a la hora en que


se le propone al joven la elección de un porvenir ,
1 deras _del- Aventm o. _Es este uno de los pasajes más
conocido s de la Eneida,
·-
ciOn
d - ·
ramatlca ,
.
Impregn
una obra maest ra d e narra-
ada de la tradici"o' n, pues
solicitad o por la Voluptu osidad y la Virtud y enca- H' 1es, h'eroe de luz, lucha contra. el espíritu
minándo se, luego de maduras reflexion es, por el ca-
J ercu
Caco, y
tene-
devuelve la
mino indicado por la segunda . Esta nota moral, tan
íi'l' broso. del mal, represen tado por
de la región.
segn;Ida d y la paz a los pastores
rara en las antiguas leyendas , aparece también en el Herc:rle s es, pues, el héroe d,e Palanteo . Sus leccione s
d<~senlace. Después de haber penado y sufrido sin
Y l~s eJ em¡::los de la pequeña població n agrícola , la- ,
desfallec imiento, Hércule s pasa de la muerte al festín bonosa y simple, van a complet ar lo que se preparó
de los dioses. Las moneda s del sur de Italia le repre- co~ el mensaje ·de Mercuri o en Cartago y las exhor-
sentaron con una copa en la mano, no para significa r, ~.(!Ciones de Anquise s en los Infiérno s. ·
como se lo interpre tó falsamen te más tarde, una incli-
nación a la buena mesa y a la ebriedad , sino para / ' ·.En Cartago , el mal vino de una corte y de una
simboliz ar el. banquet e de los Inmorta les, al cual había ! rem_a; a_hora lo va a curar una corte y un rey:· Pero
18 !, i?u.an d1ferent~ so.n estas dos cortes! Desde el prin-
llegado luego de su incinera ción en el monte Eta.
Desde su llegada a Palanteo hasta la hora de su ' c1p10 lo anuncia el JUego de los epítetos. En la ciudad
partida, Eneas estuvo sin cesar en contacto con los ; opulenta , a la cual el descubr imiento de la cabeza de
recuerdo s de Hércules . Los encontró desde el mo- caballo presagió todas las facilidad es de la vida reina
mento de su desemba rco. Tocó tierra en las orillas la "rica Dido", diues Dido; en el medio patriar~al del
del Tíber, no lejos del Mercado de bueyes, inaugur ado, '--·-·-·,
Palatino , el rey es el "pohre Evandro ", apoyado sobre
dice Properc io, por los mugidos del ganado que el su " pob_re sena d o , , pauper Euander , pauper senatus.2 o
héroe acababa de conquis tar arrebatá ndolo a Gerión Este epiteto J?Or sí solo hace surgir ante nuestros ojos
y que traía desde el fondo del Occiden te;
19 debía d~~de e~ comienz o, no sólo la intenció n moral de Vir-
pasar· entonces ante el Ara maxima , el "Gran altar", gd~o, smo una coz;¡cepción de la filosofía de la bis-
uno de los principa les centros del culto de Hércule s en tona: Cartago , con su suntuosi dad, va directam ente
Rbma. Los troyanos , al encontra rse con que se estaba al, desastre de las guerras púnicas, el rudo Lacio,
celebran do allí el sacrifici o anual, toman parte en el pais del ~sfuerzo y del renuncia miento, se prepara
festín ritual, asisten al himno de dos coros, que j ó- para arnhnar a su poderos a rival. Los súbditos de
venes y viejos cantan en honor de la fiesta. Del
•}'
. Augusto podrán meditar sobre este tema, apoyado
mismo modo que en Cartago el banquet e de Dido

17. J enofonte, Memorab les, 2, l.


18. J. Bayet, Les origines de l' H ercule romain, pág. 400
l '
\con un ejemplo tan claro.
' To~os los acon~ecirnientos de los libros 1 y IV y los
del hbro VIII sirven para !lesarrol larlo. Se oponen
·1,.

y siguientes . 20. En. 8, 360; 8, 105.


19. Propercio , 4, 9, 19.

;(
263
262
en un parale lismo perf!'c to, se corre spond en uno .a
otro. Eneas consig ue penet rar en él muy ajusta dame nte. 22 Lo
Eneas fue acogi do en Carta go con un suntu oso fes·
tín. Encu entra el palac io adorn ado con un lujo real;
los lecho s que sirven de mesa recub iertos de tapice s
borda dos, una vajill a de oro y de plata. Cente nares
de esclav os coloc an ante los convi dados innum erable s
( esper a su lecho, un montó n de hojas secas recub iertas
por una piel de osa. Al día siguie nte, al alba, ya está
levan tado. Es la hora en que en el palac io de Dido
las copas corría n aún de mano en mano , donde la
extinc ión suces iva de las estrel las, el prime r clarea r
manj ares y copas llenas . La páter a de Belo, el ante- del alba, adver tían a los convi dados que debía n volve r
1 a sus habita cione s. Palan teo, por lo contr ario, se
pasad o de la raza real, carga da de pie_dr as p~e?iosas,
circul a de mano en mano , llena de un vmo espiri tuoso .
6· despi erta al canto de los pájar os. El rey se viste rá-
Las araña s vuelc an su respla ndor sobre las mesas cu- 1 pidam ente y su arreg lo es sencil lo: usa una túnica , un
bierta s de reluci ente servic io. Un aedo hace reson ar manto de piel de pante ra, se calza y ata sus borce guíes ,
la cítara de oro y eleva su canto bajo los artesa · silba a sus perro s y sale. 23 Recor demo s a Dido cuand o
nados . El ruido de las voces despi erta los ecos de los partía de caza a la mism a hora; se demo raba en su
atrios . 21 tocad o, apare cía por fin en medio de su guard ia
En Palan teo, en el festín de Hércu les celeb rado bajo perso nal, vestid a de púrpu ra y oro, y tom~ba de mano s
la bóved a del cielo, no hay lechos . El banqu ete de de su escud ero las riend as de su caball o pura sangr e.
Hércu les se come sentad o. Como indici o de honor , El encan to discre to de este libro VIII es incom pa-
Evan dro asio-n a a los troya nos una emine ncia de rable. Nunc a se había descr ipto, antes del desar rollo
céspe d recub ierta por una p!el de león· y a su jefe de la novel a mode rna, la intim idad de una vida sim-
un escab el de arte. No hay vajill a de oro, sino que ple con un sentid o tan direct o de su noble za y de su
circu la una copa, el scyph us, la mism a que utilizó gracia . Virgil io gana la causa de la pobre za ante su
Hércu les; es de made ra y para conse rvarla , despu és {1 lector aún antes de ganar la ante su héroe . Los re-
de cada una de las comid as anual es, se la unta con cuerd os de Mant ua se había n alejad o de nosot ros
pez. La atenc ión de los come nsales no estab a a cargo desde las Geórg icas, y helos aquí tan recien tes, tan
de esclav os -ésto s no tenían derec ho a acerc arse al vívos. En el retiro en que escrib ió la Eneid a, en la
altar -, sino de un sacerd ote y de los jóven es más vecin dad de Nápo les, según se dice, el poeta oía aún
noble s, prime r esboz o del orden ecues tre roman o. A los ec.os de su juven tud.
los postr es se oyó un canto , pero no un canto . de La filoso fía estoic a resum ía la mora l en una fór-
aedo -este lujo era desco nocid o en Palan teo-, smo mula lapid aria: abstin e et sus.tin e, "man tente apar-
un himn o de dos coros para invoc ar al héroe que se tado de los exces os y sé fuerte ". La mora l en acció n
celeb raba. de Palan teo const ituye una excele nte enseñ anza de la
La cerem onia termi na a la puest a del sol. Evan dro prime ra parte. El ejemp lo de Hércu les hará el resto~
recon duce a su huésp ed al palac io, un palac io digno Evati dro lo recue rda a Eneas antes de introd ucirlo en
del pobre Evan dro, pues su techo es tan bajo que su mode sta mora da: 'C.:.~~~- ~~~~lll-le dice - lo ha

21. En. 1, 631 y sigs.; 723 y sigs. 22. En. 8, 366-36 7.


23. En. 8, 454 y sigs.

264
265
~':íos. "Permane~ían los dos inmóviles, con los ojos
:franqueado el victorioso Alcides;_JlSte pal.acio lo re- fiJOS, Eneas el hiJO de Anquises y el fiel Acates y en
.C!J:>i(),-:-co-g:"'iJíiJ.fj; :!tí;·· hÚé~pÚI mJ<>, .. en. despr!'~i~t:.- )ª su triste corazón hacían dolorosos cálculos." 28 '
!i9:t1_e.:>:.l": ___Y1:1.~!vete a tu yez iUgno_ .. de .este dio&. y .no . Es que, e~ efecto, 1~ .!ÍJtima palabra correspondía al
trates con dureza nuestra pobreza." 24 . ··
Cielo. La Citerea fue mensajera de ella, pero no hay
· ··1'ado'<*itá entoñ_bes dispuést.; para triunfar. de la ( duda de q?~ el me~saje vino de Júpiter,_ puesto que
debilidad del héroe. El alojamiento en que va a pasar
fue transmitido por mtermedio del rayo. A una hora
la noche es el mismo en que reposó Hércules después en que no se anunciaba ninguna tempestad, estalló un
de su victoria sobre Caco. Las paredes y el pobre 1
}trueno, se animó todo el éter, resonaron ruidos de
lecho que lo acogen se hallan impregnados de la fuerzai ~
trompetas y ejércitos parecían circular en las alturas.29
de alma del héroe. Pero ..Yi:~:gHJ,g no se contenta coÍl A este primer prodigio sigue un segundo, más mara-
abandonar a Eneas a la acción de los recuerdos y de villoso aún, pues tiene como teatrO 'ei alma misma de
los ejemplos. Sabe que el impulso de la conversión
Eneas. El héroe se pone de pie y exclama: "·Oh
huésped mío! j N o busques qué acontecimiento a~ un-
no debe venir de afuera, que sólo es eficaz con la con·
dición .de brotar del corazón mismo, que toda conver-
cia este prodigio, pues es cosa segura! ¡Es a mí a
sión supone el milagro de una intervención divina.
qtden reivindica el Olimpo!" Y a no duda más y la
¿Por qué a Sainte-Beuve, al Sainte-Beuve de Port-
guerra cuya proximidad lo espantaba, le parece ya
Royal, no se le 0 currió la idea de leer con más deteni-
r<>deada de una luz de victoria: "¡Cómo voy 'a ven- .
miento la Eneida, de la cual habló tan acertadamente, garme de ti, Turno! ¡Cuántos escudos, cascos y cadá-
y encontrar en ella un paralelo de su "jornada de
ventanilla" en los locutorios del monasterio?
·j·,, veres de valientes héroes harás rodar en el fondo de
tus aguas, oh venerable Tíber! ¡Quieren la guerra,
Eneas es todavía presa de esa tristeza tan moderna, rompen los tratados!" 30 Palabras tan resueltas sor-
de ese cansancio, de ese desaliento que le eran carac- .'
prendieron probablemente a quienes las oyeron. Pa-
terísticos en las horas difíciles, en la tempestad del recen haber sorprendido al héroe mismo. Y a había
libro 1,25 al salir de su conversación con la Sibila,26 ~esapár~cido la obsesión que lo aplastaba, se sentía de
cuando el dios del Tíber en persona vino a socorrerlo 1gull;l a Igual con la tarea que durante largo tiempo lo
durante sus vacilaciones.27 Evandro tuvo piedad de su habla pesado, capaz de soportarla, de llevarla a ieliz
angustia. Respondió a su confianza asegurándole la término, como si ahora ya no estuviera solo. Su
ayuda de Tarcón y de sus etruscos, ya bajo las armas primer impulso es el de la acción de gracias y se
Y prestos a partir detrás de él. Todo mejora enton- dirige a Hércules. Llega hasta su altar y hace ascen-
ces, la esperanza se vislumbra en el horizonte. Y en der de él una humareda de incienso en señal de reco-
ese momento mismo Eneas sigue sombrío y pesimista, • •
noc1m1ento. 31 L · demora, pasa a la acción y
_,,.t1.e.go, sin
con el fiel Acates a su .lado, fiel en las pruebas, pero s~ dirige a Etruria.
asociado siempre también con los pensamientos s.om-
28. En. 8, 520-522.
24. En. 8, 362-365. 29. En. 8, 523 y sigs.
25. En. 1, 92 y sigs. 30. En. 8, 538-540. -
26. En. 6, 156 y sigs. 31. En. 8, 542-544.
27. En. 8, 18 y oigs.

267
266
Esta corriente . espiritual que arrastra a un alma
sectas místicas han eliminado toda duda acerca de
al abismo y luego la eleva desde él lentament e para
las necesidad es que tuvieron las generacio nes de la
restablece rla en el honor de su misión, atraviesa los
ocho primeros libros de la Eneida, y sólo se despliega época imperial, de unirse a Dios y experimen tar el
sentimien to de su presencia. Las vías adoptadas esta-
de tiempo en tiempo a plena luz a través del estrépito
ban lejos de ser siempre puras y una buena dosis de
de los acontecim ientos exteriores o de los transporte s
puerilidad y de superstici ón se mezclaba a menudo con
de la pasión. Hemos observado que la complejid ad
las mejores intencione s. El hombre andaba a tientas
es uno de los caracteres del arte de Virgilio, rico, po·
lejos de la revelación , sin un guía, conducido sólo
deroso, complacid o en jugar con la dificultad y orgu·
por sus instintos. Es extraordi nario que Virgilio haya
lioso dominado r de su materia. A este arte, cuyo
desarrollo hemos admirado sin cesar, se agrega aquí
"1 dado pruebas de una seguridad tal en materias tan
delicadas. Su precristia nismo es todavía pobre, in-
una ciencia del todo nueva e inesperad a en la epo· 1
completo, pero nada desentona en él. Si le falta algo,
peya, la de las vías secretas de los corazones y de los
nada hay en él que eliminar.
misterios de la concienci a. Al observar esta marcha
de debilidad es y de reparacion es que poco a poc~
triunfan sobre ellas, resulta evidente que se trata de
una ciencia tan parecida a nuestra experienc ia per.-
sonal, que no podría inventárse la lejos de la realidad
ni surgir de un sueño de la imaginaci ón. . . Y para
asegurarn os mejor de la solidez de este estudio de una
conversió n, Horacio, .. que se complace tan a menudo
en confirma r y . en aclarar a Virgilio, describe una
j
aventura totalment e parecida y nos hace pensar que
en ciertos medios antiguos habituado s al recogimie nto,
el sentimien to de la presencia de Dios no era una ·¡
rareza. En una de sus odas se lee que un trueno que
repercutió en un cielo sereno turbó el alma del poeta
y lo recondujo a una vida mejor. "Mientras que,
adorador parsimon ioso y negligente de los dioses, iba
aceptando los conceptos de una falsa sabiduría , me 1
veo obligado a cambiar de rumbo y a retomar el
camino que había ·abandona do." 32
Los estudios consagrad os en nuestra época a las 1:'

32. Horacio, Odas, 1, 34•. Véase sobre esta oda A. M. Gui~


llemin, L~'appel de la poésie lyrique. Etude horatienn.e. Les 1
cahiers de Neuilly, sexto cuaderno (3, .rue de Médicis, París),
pág. 21 y sigs.

268 269
1

1
XVI adecu ada para el nacim iento y conse rvaci on de éstas
.
Ella es la que traza rá la aven ida a lo largo de
La guer ra la
cual, como en la Vía sagra da de Delfo s, se eleva
rán
las obras maes tras de la Hélad e, y al cabo de
este
cami no, dánd ole su senti qo, se perfi lará la estat ua
de
Augu sto, Prínc ipe de la paz.
Otro pasaj e llama la atenc ión del lecto r sobre esta
misió n civili zador a. Enea s parti ó con dos birre
mes
para ir a pedir socor ro a Evan dro. Dejó en el
co-
mand o del camp o a su hijo, confi ándo lo a sus com-
pañe ros Mnes teo y Seres to. El joven aprov echa
de
esta liber tad para hace r sus prim eras arma s y mata
a Num ano. Inter viene Apol o, lo felici ta, pero lo con-
~s medi tacio nes de Virgi lio lo lleva ron
por cierto tiene . Le mues tra la glori a de su desce nden cia en
a pregu ntars e más de una vez qué misió n había asig· una
direc ción totalm ente opue sta a las victo rias milit ares:
nado la. ¡>rov idenc ia a Rom a, al quere r su exist encia "Mar cha, niño, en tu joven valen tía. Esta es 'la
,
~p, ~1 N:!J;l'1i} d~)o§l ªQQI!teci.mie!lto~.t<'l;tr<'lstres, Y en esos nera de eleva rse hasta los astro s. Hijo de diose s,
ma-
insta ntes se le . impo nía. la comp araci ón . del mund tú
enge ndrar ás diose s. Así, bajo los desce ndien tes
fathio con el mund o 'g:de go.. La había esboz ado poro Asár aco, por la volun tad del Desti no, term inará n todas
de
prim era vez en las Geór gioas ; 1 le dio su form a defi· las guerr as futur as." 3
nitiv a en la parte centr al de la Eneid a, en medi o
de Es indud able que esta conc epció n de la paz, fin
la revis ta de los héroe s: "Otro s mode larán con línea y
s coron amie nto de la guerr a, nació en la intim idad
más suave s los bronc es que respi ran la vida, sacar de
án Augu sto. Uno de los título s de glori a que reivi ndica
del márm ol rostr os anim ados, defen derán mejo r
un el empe rador en el resum en de sus actos conte nido
pleito , medi rán mejo r con el comp ás las órbit as en
ce- la inscr ipció n de Anci ra es el de habe r cerra do
lestes y dirán qué astro s nacen . Tú, •roma no, acuér tres
- veces bajo su reino el temp lo de Jano que, desde
date de regir a los pueb los con tu impe rio. He aquí la
funda ción de Rom a, sólo había sido cerra do antes
tu tarea : impo ner la civili zació n a la paz, perd onar
de él dos veces .
a los que se some ten y comb atir hasta el final a
los La paz queri da, busca da, si es neces ario, medi ante
sobe rbios ." 2 Así se defin e la parte que corre spon
de las arma s, es pues el único fin y la única excus a
a los dos grand es pueb los, en los cuale s se enca rnaba de
enton ces la civili zació n del mund o. Las artes y la guerr a. La guer ra es una dura neces idad, que
las un
cienc ias corre spon den a los grieg os, pero es Rom a 1 pueb lo debe saber acept ar en algun os mom entos . Pero
la hay que trata r, en lo posib le, de hacer la meno
que. ha cread o la atmó sfera de paz y de civili zació s o
n cruel . Desd e hacía un ciert o tiemp o, la filoso
fía
se esfor zaba por fijarl e cond icion es, limit ar la
l. Véase pág. 106. de-
2. En. 6, 847-853.
3. En. 9, 641-64 3.

270
271
vastación imponer a la lucha misma esta civiliza- Sus héroes no se lanzan a la batalla alegres para dar
ción que Roma ~•e sentía llamada· a hacer reinar en prueba de su coraje y cosechar los t:dunfos en la san-
la paz. En su Tratado de los deberes, Cicerón, inspi- gre de sus adversarios. No están impulsados por la
rándose en doctrinas mitigadas del Pórtico, redactó fecunda rapiña, por el deseo del botín. De los dos
una especie de código de derecho de gentes, cuyo lados se combate pro aris et focis, como Turno tiene
honor podrían envidiar nuestros tiempos modernos. cuidado de recordarlo a los suyos: "Este es el mo-
La guerra -dice- es una venganza que se hace ne- mento de que cada "\ITIO se acuerde de su mujer y de
cesaria ante el ataque ·a un enemigo. Debe conducir- su hogar." 5 La liga latina se esfuerza por mantener
lo a arrepentirse, impedir la recaída y hacer más a los extranjeros fuera de las tierras que le perte-
circunspectos a aquellos que estuvieran tentados de imi- necen. Los troyanos piensan que están en Italia por
tarlo. Los diferendos entre l()S pueblos pueden termi- la voluntad de Júpiter. La primera recepción de Latino
narse, sea por la vía de las discusiones, sea por la de los ha confirmado en esta creencia, puesto que él
la violencia. La primera es propia del hombre, la alentó su desembarco y prometió a su jefe la mano de
segunda de las bestias. No se debe recurrir a la segun- su hija Lavinia. Y hasta les asignó, según una leyenda
da salvo que la primera haya fracasado. Una guerra no referida por Catón, un terreno que le pertenecía. Pero
es, pues, legítima sino con la condición de que asegure Lavinia estaba prometida, los oráculos habían hablado
una paz justa, y las guerras mismas, mientras duran, de- demasiado tarde y Turno se sentía lesionado. En
ben conformarse al código de la justicia. No debe infli- suma, un conflicto semejante a aquellos que tan a
girse a los vencidos ningún sufrimiento inútil. Una menudo prendieron fuego al ~undo por los cuatro
ci¡:¡dad que se rinde debe ser perdonada, aunque se costados, una inextricable confusión de intereses, de
haya decidido después que el ariete haya comenzado puntos de vista unilaterales y la pasión, echan aceite
a batir sus muros, es decir, una vez pasado el momen- sobre el fuego. Virgilio no resuelve el diferendo. Lo
to de las intimaciones. La legithpidad de la guerra se esencial para él es que la guerra aparezca justa a los
limita a estos casos definidos. Sólo es justa si se la que la hacen y que, al ser puras las causas, las manos
emprende después de una reclamación dirigida al pue- también lo sean.
blo al que se ataca, por las ofensas que se os hayan Se interesa más en la lealtad y en la humanidad de
hecho, y luego de declararla solemnemente. Las armas la lucha que en la victoria. No deja pasar ninguna
sólo deben llevarlas ciudadanos habilitados por el títu- ocasión de mostrarla sostenida por esos sentimientos
lo de soldados y por el juramento militar.4 que~ le dan su dignidad y atestiguan la excelencia del
Que este ideal de la justicia haya sido en la realidad hombre sobre el animal. En el libro XII, por ejemplo,
el de todas las guerras romanas es una cuestión que la batalla dura desde hace largo tiempo sin . ningún
felizmente no tenemos que contestar aquí. Lo esencial resultado. Los jefes deciden apelar a un combate sin-
es que en la época de Virgilio haya sido concebido y gular entre Eneas y Turno. Virgilio describe la solem-
proclamado y que la Eneida pueda ubicar sus luchas ne ceremonia de compromiso, cuyo modelo encontró
bajo el signo de la humanidad y de la civilización. en el ritual de las alianzas. El pasaje se halla entre

4. Cicerón, De los deberes, 1, 34 y sigs. 5. En. 10, 28{}-281.

272 273
los más majestuosos de la Eneida. Los tres jefes se las manos y suplica en nombre de su padre. Eneas
encuentran con gran ceremonia. Del lado latino La- 1 contiene .su arma y va a otorgarle la gracia, pero he
tino, rey de los laurentes, con la corona de rayo; que ! aquí que percibe sobre el hombro del rútulo el tahalí,
recuerda su origen -era nieto del Sol- y Turno, rey adornado con clavos de oro, que éste había arrancado
de los rútulos, jefe efectivo de la liga latina. Del
lado troyano, Eneas. Se celebra un sacrificio, luego J al cadáver de Palante. Los recuerdos de Palanteo vuel-
ven a apoderarse del héroe troyano, y completa su
del cual Eneas y Latino pronuncian ambos una fórmu- ..1 obra. Pero la piedad ha equilibrado, por lo menos
la. que toma a los . dioses por testigos de su compro- i durante un momento, la justicia.
m.Iso: Eneas y Turno combatirán juntos y el que
trmnfe asegurará la victoria a su partido. *¡ Pese a estos elementos suavizadores, que tienden
a justificarla, la guerra sigue siendo a los ojos de
Pero no se ha tenido en cuenta a Juno, la irreduc- Virgilio no sólo cruel, sino incomprensible. Sus héroes
tible, que no depondrá las armas hasta haber agotado hacen en ella buen papel, el poeta escribe hermosas
todos los plazos del Destino. .En el momento en que 1 páginas sobre el coraje de Eneas y sus compañeros
la paz está al fin en el horizonte, su emisario, la her- 1. - y también de sus adversarios-, sobre la devoción
mana de Turno, la ninfa Juturna, viene a perturbarlo y la energía de Niso y Euríalo, y no ahorra su desdén
todo. Bajo la figura de un joven rútulo excita y por la cobardía. Pero no pone estos méritos por
levanta a los ejércitos contra el pacto. Los dardos par- encima de las virtudes del hombre, que él admira.
ten de todos lados y la batalla recomienza. Al ver Para él la guerra no contribuye en nada al progreso
esto, Eneas ya no se controla. "Se ha concluido un
tratado -exclama-, están fijadas todas sus condi- 1' de la civilización ni al desarrollo de los caracteres;
no considera qtie ésta ofrezca un campo cerrado al
ciones; sólo yo tengo derecho, ius, de emprender la 1 heroísmo. No dirigió su atención hacia la actitud
lucha." 6 Existen, pues, en la guerra, para el poeta, de una nación que se levanta entera para defender su
otros derechos que no son los del más fuerte. 1 libertad o sostener una gran causa. Para él la guerra
Existen también sentimientos que suavizan la bru-
talidad. En ella también tiene lugar la piedad. Aun-

es netamente un mal. Ningún accidente humano os-
curece con tinieblas tan misteriosas el enigma del juego
que Lauso sea el hijo del detestable Mecencio su
juventud, su tierna devoción hacia su padre, lo h~cen
¡¡
del Destino; la guerra refleja la gran tristeza humana
que la antigüedad sintió quizá más que nosotros, la
sagrado a los ojos de Eneas y su dignidad parece a '
1 incertidumbre del mañana, el despecho de la obra inte-
1 rrumpida, la decepción de las vidas inacabadas.
éste infinitamente respetable. Es un enemigo, sin em-
bargo, y la ley de hierro de la guerra quiere que mue- li Los moralistas buscaban en la gloria y en la virtud
ra. Después de haberle dado el golpe que lo mata, j
1
el consuelo por la brevedad de la vida. El pueblo,
Eneas se siente dominado por el pesar, como Aquiles .1 según lo muestra Petronio, hizo de esto el lugar común
1
en presencia del cadáver de Pentesilea. de sus horas de melancolía. Lucrecio, el áspero epi-
Poco faltó para que el mismo Turno obtuviera el í cúreo, reprochó al hombre, sin indulgencia ni dulzura,
perdón. Eneas lo tenía a su merced. Turno tiende · con una ironía que parece haber. disimulado su ansie-
dad· personal, no saber contentarse con la medida de
6. En. 12, 314315. los días que le asignó la naturaleza. Séneca, el maestro

274 275
de la paradoj a estoica, ensaya convenc er a la livianda d los rútulos, se parece "a una flor púrpura , cortada por
humana de que la duración de la vida se duplicar á si el arado, que languide ce y muere, o a una adornlÍ-
se emplean bien todos sus instantes . Virgilio no busca dera cuya cabeza se inclina sobre el tallo, fatigado ,
ni remedio ni compens ación. Como se hace en el caso cuando está pesada por el agua de lluvia"; 13 Palante
de los dolores que uno querría consolar y que se es como una violeta o un jacinto, "recogid o por la
rehúsan a serlo, viene simplem ente a llorar con los mano de una joven, que conserva por unos instantes
que lloran. Llora por los guerrero s que están a mer- todavía su belleza y su esplendo r, pero cuya frescura
ced del azar de los encuentr os; por las madres, esas ya no renueva la tierra maternal ".14
eternas víctimas de la locura de los pueblos, que, al Esta melanco lía es más doloros a aun cuando la que
sonido del clarín, oprimen a sus hijos contra su cora- cae en el campo de batalla es una joven. Desde
zón 7 o se precipit an a los templos para obtener el que el mito de Pentesil ea fue introduc ido en la epopeya
retorno de los que han partido. 8 Y sobre todo llora por Arctino de Mileto, los poetas colocaro n a menudo
por los bellos efebos que quizá no volverán al hogar entre los guerrero s a una Amazon a o a una cazador a;
e irán a termina r su destino en los tristes valles del Pentesil ea era reina de .las Amazon as y condujo a su
Campo de los Llantos. ejército en ayuda de Príamo. Entabló combate con
El tema de la muerte de los jóvenes es uno de Aquiles, que la hirió de muerte, sea sin conocer la por-
aquellos en los cuales la sensibil idad del poeta se ha que estaba disimula da por su casco y su armadu ra, o
complac ido más a menudo . Lo trata a propósit o de llevado por el instinto salvaje del combate . Pero al
Marcelo , 9 de Euríalo, 10 de Lauso,11 de Palante, 1 2 siem- contemp lar a la guerrera , su corazón se vio invadido
pre con una cierta monoton íá. Y a habían notado los an- por el amor de esta mujer a la que acababa de des-
tiguos q:ue el elogio fúnebre de un joven es uno de los truir y su error le produjo un pesar inconsol able.
más difíciles de renovar porque en él no se elogian Una hermosa cerámic a antigua lo represen ta hundien do
actos, sino esperanz as, las mismas para todos. Virgilio su espada en el pecho de la joven desarma da, caída de
llama, junto a la estela funerari a, a los padres en llanto. rodillas ante él, que lleva la mano a su mentón, en
Los _jóvenes parten, llevándo se a la tumba los presente s un gesto más parecido a una caricia que a una súplica.
destmad os a adornar los mientra s vivían, telas tejidas ¿Es el efecto de esta leyenda lo que pesó sobre la
para ellos con amor, que bebieron su sangre; vesti- represen tación escultur al de las Amazon as? Es cierto
mentas, obras de su madre, que sólo revistier on su que los artistas 'prefirie ron siempre destacar en ellas
cadáver . Y esas flores que amaban los muertos , que los rasgos propiam ente femenin os. La inspirac ión de
Anquise s reclama ba a manos llenas para regocija r el Virgilio es la misma .. Aunque no haya atribuid o nin-
alma de M:arcelo .. Euríalo, caído bajo los golpes de gún sentimie nto de amor a Camila, aunque haya hecho
de ella una cazadora , una heroína del cortejo de Diana,
7. En. 7, 518. · consagr ada a la virginid ad como todas las seguidor as
8. En. 8, 556.
9. En. 6, 868 y sigs. de esta diosa, la concibe, sin embargo , tan bella, tan
lO. En. 9, 433 y sigs.
11. En. lO, 816 y sigs. 13. En. 9, 434-437.
12. En. lO, 484.
14. En. ll, 68-70.

276 277
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mujer como Pentesilea. Su paso es tan leve que puede tivo. Pero fuera de la revista de los héroes ·y de algu-
correr sobre la punta de las espigas sin doblarlas; 15 nos pasajes que no llaman la atención, no celebró el
su rico arreglo despliega púrpura y oro; 16 cuando coraje como una virtud moderna, actual. Parece reser-
cierra el largo desfile de la coalición latina, las miradas varlo a los héroes de la epopeya.
de las matronas la siguen con admiración. 17 Exaltó en Eneas la resistencia, la fuerza de alma,
En torno de su muerte, Virgilio acumula los rasgos la perseverancia en una línea de conducta, virtudes
graciosos que atribuyó en general a los jóvenes, pero cívicas, mucho más que la audacia guerrera. No tuvo
con una nota más femenina. Camila es herida bajo el de la guerra la firme concepción religiosa y filosófica
pecho, que ella llevaba descubierto a la moda de las que tuvo de la ley del trabajo y, al subordinar el
amazonas. La flecha "al penetrar profundamente bebe papel de la guerra~al de la paz, volvió a la concepción
su sangre virginal"}8 Camila se desliza de su caballo de la edad de orcl'Iibre de todos los males que había
y muere; "entonces, enfriándose poco a poco, se libró repudiado después de las Bucólicas. Para persuadirse
de su cuerpo y dejó caer su nuca leve, su cabeza poseí- de que la guerra no era un accidente, que el Destino
da por )a muerte",1 9 en esa actitud de flor cortada era responsable de ella y no la mala :organización de
que conviene, piensa Virgilio, a estas jóvenes víctimas. ?- los asuntos humanos, le hubiera sido necesario inser-
La· concepción que Virgilio se hizo de la guerra tar su causa en nuestra naturaleza a la misma profun-
nos parece, pues, en su conjunto como fragmentaria. didad en que está insertada la ley de la lucha por la
Él se sintió profundamente conmovido por los críme- vida en el orden de la creación. Virgilio no encontraba
ne~ que ésta inspira, pero se trataba principalmente, en sobre este punto ninguna indicación en el pensamie.nto
su caso, de las monstruosidades de las guerras civiles. de sus contemporáneos. No pidamos más a la Enefda~
Las guerras extranjeras le parecieron ante todo el régi- Pero si el filósofo desamparado, desiste, el artista
men normal de la preparación de la paz. El problema '
lo reemplaza y el 'final del poema aparece bajo un
de la guerra se vinculaba así con el de la paz, y tal aspecto nuevo; no menos bello que su primera parte.
es por cierto la idea que lo inspira en muchos pasajes Su guía ee ahora la Jlíada. Esta obra le ofrece un
y sobre todo en el más importante, del libro VI, cuadro de la guerra heroica más adecuado para infor-
relativo a la misión del pueblo romano. Este enfoque marlo y despertar su imaginación que cualquier otra
sólo llega a satisfacerlo aun a medias. ¿Por qué esta fuente de información. Nacionalizó este cuadro recor-
ley de hierro, esta conquista del bien supremo median- dando las instituciones y los métodos romanos. Así
te sacrificios irreparables? Éste es el misterio ante el nació este arte, tan original pese a lo que toma pres-
cual él se inclina, pero con una tristeza que busca en tado, que se puede llamar la cuarta manera de Virgilio,
vano la explicación. Más de una vez rindió homenaje ubicada luego de .la correspondiente a las Bucólicas,
a la solidez de las legiones, es decir, al coraje colee- a las Geórgicas y a la primera mitad de la Eneida. En
efecto ahora los matices homéricos no sólo forman
15. En. 7, 808-809.
16. En. 7, 814 y sigs. parte 'de su paleta, sino que ocupan en ella el rn'ás
17. En. 7, 813. amplio lugar.
18. En. ll, 804. La guerra aparece en dos puntos de la Eneida;. en ~l
19. En. ll, 828-830. libro Il, en la ·última defensa de Troya, y a partir

278 1 279
r
del .li~_ro V~I, en la lucha de los troyanos contra la taban los griegos en sus flancos? Virgilio, cuando se
coahc10n latma. En el libro II todo es griego, la le- trata de leyendas, deja a menudo en la penumbra su
' sentido profundo, pero la manera en que las trata con-
yenda .se prestó para recubrir un recuerdo de la gue-
rra latma, que aun se puede captar bajo la forma anti-
) duce insensiblemente hasta él i:.I lector. El hilo que
gua que le ha conservado el poeta. sirve de guía en el relato es aquí una concepción
Cuando un general iba a dar el último asalto a una mágica que lo lleva hasta el momento final en que
ciudad: procedía primero a una ceremonia que tenía aparece el efecto de la ceguera de los troyanos. 20 Lue-
por O~Jeto ase/?urar a Roma la protección de los dioses go de una larga deliberación, el consejo decidió intro-
enemigos Y evitar el sacrilegio que podía contaminar ducir en la ciudadela al monstruo de madera. Ulises
al ~oldado en el pillaje de los templos. Era la evo- y. Diomedes habían robado de allí el Palladium, su
ca•tzo deorum o llamado de los dioses. Con una fórmula fetiche protector, prenda de la benevolencia de Atena.
de plegaria que Tito Livio conserva en su relato de Los troyanos tenían razones para creer que la diosa
la toma de ':"eyes, se suplicaba a los dioses que aban- estaba irritada por su negligencia en la vigilancia de
donaran la cmdad y fueran a habitar en Roma donde la preciosa estatua. Creyeron aplacarla mediante una
'
encont ran:m- '
un san.tuario, sacrificios y plegarias. Una ofrenda. Pero las dimensiones de la máquina no le
ley~nda bien conomda cuenta que cuando cayó Jeru- permitían franquear las puertas y hubo que ampliarlas
salen en manos de los romanos, se oyeron en el tem- demoliendo una parte de·las murallas, acto grave, acto
plo voces que anunciaban: los dioses se van. Era sacrílego. Los muros de toda ciudad son sagrados, per-
un recuerd-o de la euocatio. En los poemas posteriores tenecen a los dioses, y los de Troya les pertenecían
a Homero,. una antigua tradición ofrecía algo equiva- doblemente, puesto que ellos los habían construido.
lente. Mediante algunos acercamientos se completó el El pueblo lo olvida, reclama. El caballo entra, arras-
parecido. trado por las manos de los habitantes. Llegado al
Los griegos, al no tener éxito con el sitio se reti- nivel del muro, en el lugar en que una brecha ha
raron a T~nedos, haciendo creer que abandonaban el ampliado la entrada, choca en el umbral, vacila y
lugar. DeJaron en la playa una enorme máquina que finalmente da un salto. Este "salto" es el punto cul-
representaba u:' gigantesco caballo. ¿Qué pretendían minante de la leyenda. $.e lo encuentra en el Agamem-
con esta extrana construcción cuyo recuerdo era tan non de Esquilo, en el Alejandro de Enio y en el libro
popular que se había conservado el nombre mftico de VI de la Eneida: "El caballo, instrumento del destino,
su constructc:r, Epeos? Es lo que se preguntaron los escaló el muro con un salto.'' 2 I Remo también había
troyanos, fehces de su liberación, en la mañana del franqueado de un salto el surco de su hermano, come-
día que _debía terminar con la aniquilación de su ciu- tiendo' el mismo sacrilegio. Los dioses ofendidos deci-
dad. Pna~o y los An~ianos celebraron consejo en tor- dieron abandonar Troya, y Venus abre los ojos de su
no del ammal. Los diOses tomaron la iniciativa de la hijo sobre el espectáculo de su cólera: "Allí donde tú
traición, entregaron a una muerte milagrosa a Lao-
coonte que pronunciaba palabras de sabiduría. ·Esta 20. Véase W. F. J. Knight, Vergil's Troy, pág. 114 y sigs.
masa era ~n~ maqmna - · G
de guerra, una torre desde 21. Esquilo, Agamemnon, 825 y sigs.; Enio, fragmento 10 ·
donde los VIgias inspeccionarían los muros? ¿Se ocul- En. 6, 515.

280 281
'
ves morrillos diseminad os y piedras desprendi das de
El núcleo principal de la batalla homérica era la

1
piedras, una humareda mezclada con ondulante polvo,
es donde Neptuno sacude los muros, los arranca de aristeia serie de hazañas a las cuales se entrega de
sus fundamen tos con su enorme tridente y destruye la golpe ~n guerrero. El tipo perfecto de este episodio
ciudad entera hasta sus cimientos . Allá Juno irritada
¡ se encuentra en el canto V de la llíada, que comienza
j con la definición misma de este tipo de combate:
está delante de las puertas Esceas y en su furor, con 1 "Esta vez Palas Atena dio a Diomedes , el hijo de
la espada al costado, llama de sus naves al ejército
enemigo. Mira cómo Palas, la Tritonia, está sentada
!'
··~
Tideo el ardor y la audacia, menos kai tharsos. Quie-
:';>. re qu; se distinga entre todos los argivos y alcance una
en lo alto de la ciudadela , en el esplendor de su nube
noble gloria. Enciende sobre su casco y su esc~do un
y de la terrible Gorgona. El padre de los dioses en
fuego vivaz. Se diría que es el astro de otono que
persona infunde a los griegos coraje y fuerza victo-
resplande ce con un brillo inigualab le cuando sale de
riosa, anima en persona a los dioses contra los ejér·
su baño en las aguas del Océano. Así es el fuego que
citos troyanos. " 22
Palas le enciende sobre la cabeza y los hombros. Lo
La descripció n de esta euocatio es muy conmove- lanza luego al corazón de la batalla, al punto en que
dora. El medio legendari o del cual la toma Virgilio, '
se enfrenta el mayor numero de guerreros . "' 26
había conmovid o todos los recursos de su imaginaci ón
Y Diomedes parte a través de las filas de guerreros ,
y de su poesía, y corre por este relato una oleada
de espanto y de horror que debió recordar a los pri- devastánd olo todo a su paso, invulnera ble porque Pa-
meros lectores de Virgilio la euocatio de Juno Regina las Atena iluminó en él la llama del menos ~ue que-
ma su corazón ·se impone a su voluntad y casi le arre-
en Veyes, de Juno Celeste en Cartago.
bata su person'ali dad. El menos es un ardor milagroso
Por otra parte, también descubrim os así · reéuer- que se apodera bruscame nte de un guerrero Y lo
dos de la táctica romana. Era costumbr e de los his- arrastra a actos de coraje tales que parecen sobrepasa r
toriadores atribuir a los pueblos extranjer os las prác- su capacidad habitual. 27 Se vuelve irresistibl e. Los
ticas y las institucio nes de sus compatrio tas. Virgilio antiguos relatos de combates es~án llenos de_ est~s
sigue su ejemplo. Describe un ataque á un campa- fogosas manifesta ciones. Los comienzo s de la histona
mento,23 una maniobra que recuerda la de Aníbal en romana ofrecen múltiples ejemplos de ellas. Pero ~ua':­
Trasimen o; 24 los héroes de su epopeya hacen votos do la sociedad y el ejército se asen!aron , la ar~stela
como los generales romanos en los momento s críticos cesó de ser un acto de valor y el coraJe que se arnesga
de los combates. 25 Batallas de caballería , leva de pese a las órdenes del jefe fue r~emplazado p~r ~a
legiones, etcétera, todo esto es romano más bien que disciplina que sólo conoce la obedienci a. , ~a anstela
griego. Pero a pesar de todo predomin an los elemen- sólo fue desde entonces un ornament o poético.
\l
tos griegos. La primera aristeia de la Eneida es el hermoso epi-
sodio, tan popular, de Niso y Euríalo, cuyo encabeza-
22. En. 2, 608-618.
23. En. 9, 503 y sigs.
24. En. ll, 515. 26. llíada, 5, 1·8. · ' 16
25. En. 9, 625 y sigs. 21. Véase G. Dumézil, Horace et les Cunaces, pag.
y siguientes.

282
283
miento recuer da el de la aristei a de Diome des: "¿Son A casi todos está consag rada una noticia funera ria
los dioses quiene s inflam an mi corazó n, Euríal o, o donde se incluy en con prefer encia los detalle s más
bien cada uno se hace un dios por su ardien te pasión ? asomb rosos: noticia s biográ ficas de los guerre ros, que
Empre nder el comba te o algo grande , he aquí lo que puede n ser bastar dos, niños, extra~dos del seno ~e ~u
me ronda el pensam iento desde hace un tiempo ." 28 Y madre despué s de la muert e de esta, gemel os Indis-
tal como Diome des, Niso se lanza, invenc ible. Habrí a cernib les, jóvene s nacido s en los bosqu es, entre las
vuelto victor ioso si Euríal o, al cual no arrast raba el fieras, famos os por crímen es contra la natura leza;
menos , no hubier a entorp ecido su tarea. noticia s concer niente s a las armas : Ramne s lleva las
El mismo impuls o domin a a su vez a Turno , alguno s fáleras o medal las que Cédico había regala do a Ré-
versos más abajo. El mome nto es bastan te solem ne mulo, quien las había legado a su nieto -es una
como para motiv ar una invoca ción a Calíop e, 29 des- verdad era genea logía- ; y datos referen tes a la vesti-
pués de la cual se desarr olla la lista de sus triunfo s. menta y atavío de los guerre ros, ~tcétera.. .
Uno despué s de otro, todos los grande s jefes son Pero nada iguala a las extran as noticia s concer -
presa de la inspir ación: Mecen cio, Camil a, Eneas y niente s a las herida s, que alcanz arían el último gra?o
Turno .30 del horror si no fueran ante todo pintor escas y fantas -
ticas: en la extrem idad de un brazo separa do del cuer-
El arcaís mo de tales escena s se presta a los orna- po los dedos se agitan a la búsqu eda de la espada ; las
mento s más variad os, y tambié n más violen tos, y Vir- do~ mitade s de una cabeza hendid a se bambo lean
. gilio los prodig a, infund iendo a estas descri pcione s no
sobre los hombr os; una lanza se calien ta e_n el ce-
exenta s de salvaj ismo, una vida, una anima ción con
rebro 0 en el pulmó n que atravie sa. En el hbro XII
las cuales no podría compe tir el relato de un comba te
se amont ona todo lo que puede hacer tembla r a una
moder no. Los advers arios interc ambia n insulto s y pro-
sensib ilidad delicá da: cabeza s cortad as, pecho s atra-
vocaci ones. A medid a que caen sobre el campo de
vesado s, rostros partid os en dos; luego, el ,gesto épico
batalla , el poeta los enume ra y aprove cha la oportu -
por excele ncia de hundi r un tizón en la boca abier: a
nidad para reunir nombr es cuya solem nidad le place:
de un guerre ro que está por habl~r; 31 y por escru-
pulo de realism o, el poeta no olvida el olor que se
Emath iona Liger, Coryn aeum sternit Asilas .. ,
despre nde de la barba chamu scada.
Ortyg ium Caene us, uictor em Caene a Turnu s
¿Habr á oído el poeta que su lector le_ pe~ía, como
Turnu s Itym Chlon iumqu e Dioxip pum Promo lumqu e . . . el niñito al cual su abuelo cuenta una h1ston a: Da~e
Alcan drumq ue Halium que Noemo naque Prytan imque .. . un buen susto? Andre a Chéni er tampo co se conmo y1a
al escrib ir en su hermo so poema del Aveug le:

28. En. 9, 184-187 ; en realida d estos versos traduce n un 31. Sobre todo este pasaje véase, En. 9, 598 Y sigs.; 9,
pasaje del canto 10, 220 y sigs. de la llíada, que retoma el 571; 9, 573-574 ; 9, 767; 9,_ 544 y 597; . 10, 315; 10, 391-~9::
tema del comien zo del canto 5. 9, 584; 10, 389; 9, 359 y SlgS.; 581 Y SlgS. Y 11, 768. Y Slg""'
29. En. 9, 525 y sigs. 10, 395-396 ; 9, 419 y 701; 12, 382; 12, 505 Y s1gs.; 12,
30. En. lO, 689 y sigs.; ll, 768 y sigs.; 12, 468 y sigs. 306 ; 12, 298 y sigs.

284 285
- \
el impr uden te Biáno r, sorpr endid o por Hérc ules
de su caba lgadu ra; 33 un gran cabal lo herid o se
sient e esroll ar en trozo s su enorm e cabez a, yer-
gue y bate el aire con sus mano s· 34 una Ama zona
huye , con el arco apun tado hacia ;trás , en un~ pose
o sino: 'flexi ble y firme ; 35 Ornit o, vesti do de piel, se ha pues-
to en la cabez a una cabez a de lobo cuya s mand íbula
el hijo de Egeo . .• s,
abier tas de par en par, mues tran la blanc ura relu-
se lanza , va a aferr ar su horri ble cabel lera, cient e de sus dient es; 36 y entre estos grup os la gue-
lo arras tra, y cuan do su boca abier ta con esfue rzo rrera Cami la, de rápid a carre ra, surca el camp o
grita , hund e en ella junta s la llama y la muer te. de
batal la, sea a pie, sea a cabal lo, en innum erabl
es
mean dros que el poeta , por un prodi gio de arte,
no
Evid entem ente hay que entra r en el juego y Luca sólo descr ibe sino tamb ién hace visib les a sus lecto
no res.
no lo comp rendi ó del todo cuan do escri bía en la Far- Todo es vida, movi mien to, línea s y color es. El libro
salia estos verso s en los cuale s es visib le la male vo- XI en su conju nto tiene el aspec to de un vasto fresc
o
lenci a respe cto de Virgi lio: "Me averg onza ría, en milit ar.
me· :''
dio de los funer ales del unive rso, de malg astar Un vasto fresc o, sí, es sin duda eso. Una super ficie
mis ancha , unida , lumin osa. Es el relato virgi liano
lágri mas sobre innum erabl es cadáv eres, y de inqu que
irir en esta parte , dond e el poeta no está ya domi nado
sobre el desti no de cada uno busca ndo a travé s de por
qué la preoc upac ión de pene trar las conci encia s, de hacer
entra ñas saiió el hierr o que los hirió , quién holla se
en comp rende r por el lecto r, proce de por ampl ias olead
el suelo con sus pies sus órgan os vitale s, quién , vuelt as,
o armo niosa s y calm as, dond e se revel a un talen to
hacia el adve rsario , expu lsó al mori r con su alien de
to narra dor que los prim eros libro s de la Eneid a
el hierr o hund ido en su garga nta, quién se derru mba no
bajo el golpe recib ido; quién perm anece de pie míen había n exhib ido tan comp leta:tp .ente. Un flujo sin cho-
- · ques, que trae al lecto r una alegr ía estéti ca no vincu
tras caen sus miem bros, quién dio paso al dardo en -
su lada con ningu na de sus parte s, sino nacid a de la maes
pecho , a quién clavó sobre la llanu ra la lanza , etc." 32 -
tría del artist a, en plena poses ión de su tema y
Esta. . • recre ación hubie ra estad o fuera de lugar de
en sus medi os. ·
la Farsa lia, pero estab a bien ubica da é'n la Eneid
a, Y sobre este fondo unido enco ntram os nume rosos
pues entre estos dos poem as exist e la dista ncia que
va episo dios, que debe n al aleja ndrin ismo su elabo ració
de un buen cuent o a un gran duelo nacio nal. n
acaba da, su delim itació n exact a y la termi nació n de
Vaya mos más allá; todo este espec tácul o es un los
detal les, y al genio clásic o su senti do huma no y
deco rado traza do con grues as pince ladas , en color la
es ampl itud con que se los trata : en el libro IX, el epilio
viole ntos, desti nado a que se lo vea de lejos , e inclu de Niso y Euría lo; en el libro X, el segun do catá-
ye
rasgo s cl~sicos que viene n a realz ar, ornar , embe llece logo de las tropa s, la muer te de Laus o y la de
estas escen as de mata dero: un guerr ero, atrav esado
r '·
1
Me-
por una jabal ina, se plieg a en dos sobre la grup 1, 33. En. 11, 645.
a 34. En. 11, 638.
35. En. 11, 653.
32. Lucan o, Farsalia, 7, 617 y sigs. · 36. En. 11, 680.

286 287

.J
cencio; en el libro XI, el cortejo fúnebre de Palante,
XVII
el consejo de los Latinos, la muerte de Camila; en el
libro XII, el tratado de los tres jefes. El arte en la Eneida
Todos estos elementos se hallan fusionados y son
inseparables del todo al cual pertenecen. El poeta do-
mina esta riqueza como el auriga de las carreras
sin vacilación y sin error las riendas de su cuádruple
· tiro.

El arte de Virgilio, transformado ya entre la época


de las Bucóli()(J)s y la de. las Geórgicas, se renovó una
segunda vez al comienzo de la Eneida. Ese arte
creCio. Está en posesión de conocimientos cuya ex-
tensión cuesta medir, porque nunca se revelan con
ostentación; domina la complejidad de las antigüeda-
des griegas y romanas. Se han asimilado la técnica y
los procedimientos de las nuevas formas de arte. En
suma, la Eneida representa la madurez fecunda del
poeta. .
En esta renovación el tono épico se enriqueció con
los aportes del arte griego y del arte alejandrino y
continúa ocupando, como corresponde, el más amplio
lugar. Cuando se trata de definirlo, la idea de gran-'
deza es la que se presenta inmediatamente al espíritu.
Grandeza física, pues los poetas siempre se preocu-
paron por la alta talla de sus héroes, y para Virgilio
i
1 Eneas es todavía el "gigantesco Eneas", ingens Aeneas;
!'
tiene que agacharse para franquear el umbral de las
puertas y la barca de los Infiernos amenaza con hun-
dirse bajo su peso. Pero también grandeza del coraje
y de · las acciones: recordemos los milagros de la ,
aristeia. Todo es grande en lo~ tiempos heroicos; pro-
bablemente porque todo está tan lejos de nosotros,

i. • 289
288
relegado a un pasado del cual nos. hallanws separados en el silencio de los lugares que parecen recogerse y
por la extrañeza de las formas soCia~es,_ de las costum· disponerse a ser la sede de los templos de los dioses
bres de los hábitos de los aconteCimientos y de los y de la curia del pueblo-rey. ¿Hércules y Caco, cuyos
espe~táculos, por la' presencia continua. de los ~ioses espectros gigantescos se yerguen a la entrada del valle
entre los hombres. Los Inmortales perdian por cierto, de Murcia, entre el derrumbamiento de las rocas, no
con esta familiaridad, qn poco de su digni~ad, pero son personajes de epopeya? Sin apartarnos demasiado
la de los humanos ganaba con ello, y asi se col- de este lugar, a algunos kilómetros al sudoeste, halla-
maba la distancia que los sep:;¡raba. La l~janía,_ que mos una de las apariciones épicas mejor caracteri-
disminuye las dimensiones de la perspectiva VIsual, zadas, la de Amata, reina de los Laurentes. Juno se
parece aumentar las de la perspectiva imal?inati:a. ha propuesto servirse de ella para impedir el desem-
Virgilio se privó de este efecto de la distancia al barco de Eneas en Italia. Le envió, invisible pero
representar a Eneas tan cercano a nos.otr~s por su encarnizada, a la furia Alecto, hija de los Infiernos,
.
sensibilidad,1 sus debilidades y su conCiencia. Hasta
protestó de antemano contra las comparaciOnes qu~ se
que dejó caer en su seno una de las serpientes de su
cabellera. La bestia sobrenatural penetra bajo sus ves-
establecieron permanentemente entre Eneas Y Aquiles, timentas, va y viene impalpable sobre su pecho, en-
en detrimento del primero. Aquiles, dice el poeta, es ciende en su cprazón un incendio <;le vehemencia y de
Turno· 1 un Aquiles menos brillante, menos conmo- furor. J. Carcopino estima que esta escena deriva
vedor 'que el de Homero, per? invadido a .•veces por de los dos cultos nacionales de. Lavinium, el de una
la misma melancolía 2 e indignado tambien al ver divinidad-serpiente, que era adorada allí, y el de la
que le arrancan una vida de la cual su j uventu~. s~ orgía báquica que allí se celebraba. 4 La reina, sacer-
sentía tan plenamente, tan sólidamente, en. posesi?n. dotisa de la serpiente, aparece con los. ornamentos de
Por otra parte, Eneas sólo es en apariencia el heroe la divinidad a la que sirve, bandeletas, collares, dia-
de la Eneida. El primer papel en el poema corres- dema: "El animal se desliza entre las vestimentas de
ponde a ese misterioso Destino que ocupa la es~ena
la reina y su pecho de mármol, arrolla sus espiras sin
del libro I donde Júpiter proclama su ley, del hbro
que ella las sienta, escapa a su vista extraviada, insu-
XII donde Juno renuncia a su hostilidad y donde la
d~r;ota de Turno indica su triunfo. De él, que se lo flándole su aliento de reptil. Se transforma en su
llame Destino o Providencia, poco importa, emana cuello en un collar de oro, la enorme serpiente, se
una grandeza que la concepción de la M o ira no hab~a transforma en la cinta de su larga bandeleta, anuda
llegado a dar con tanta altura y pureza a la poesia sus cabellos, y, deslizándose, erra por sus ntiembros." 5
homérica. Esta grandeza se comunica también a los La alucinación de esta escena, en la cual los adornos
instrumentos que lo representan en sus luchas entre de la sacerdotisa se animan con una vida horrible, es
los senderos de los hombres: Evandro, el patriarca el preludio de otra no menos terrible: Lavinium en-
del Palatino, en el decorado pastoral de su morada, tera, presa de la orgía báquica, y todas las mujeres

l. En. 6, 89. 4. J. Carcopino, Virgile et les origines d'Ostie, pág. 363


2. En. 12, 646. y siguientes.
3. En. 12, 952. 5. En. 7, 349·353.

290 291
-como las bacantes de la tragedia de Eurípides que ''influencia de la tragedia. En el relato, el poeta épico
trepan al Citerón tebano- se dirigen hacia la mon- se toma su tiempo, se extiende, marcha hacia su fin
taña: "Libran al viento .su nuca y su cabellera, mien- sin apuro de llegar a él; se demora en cada detalle
tras otran llenan el aire con las vibraciones de sus del hermoso cuento que inventa a su gusto. El poeta
alaridos. Vestidas de piel, llevan sus tirsos con guir- trágico tiene los ojos fijos en el desenlace, se apre-
naldas de viña. La reina está entre ellas, delirante, sura, evita los rodeos, abrevia la excesiva longitud. La
con una antorcha de pino entre las manos, y canta el atmósfera de la epopeya es apacible, aun en los lugares
himen de su hija y de Turno." 6 trágicos; la de la tragedia está siempre cargada de
Todo esto ocurre en Lavinium, la ciudad del dra- tempestad y el poeta no cesa de acosar al espectador
gón, a algunos kiLómetros de Roma. De modo que mediante las solicitacione s del terror y de la piedad.
este pequeño rincón del Lacio contiene la más autén- El lector respira esta atmósfera a todo lo largo del
tica materia épica de la Eneida. Allí todo es grande, libro IV, donde Virgilio, sin tener un verdadero mo-
la nobleza y el horror, pero más grande es aún el delo griego de la acción que desarrolla, mostró cuán
genio de Virgilio que, con la ayuda de recuerdos le- excelente alumno era de los. trágicos. Sólo le falta al
janos, olvidados, enterrados en el tesoro mal conocido libro de Dido ser traducido en diálogo para competir
de los analistas, proyectó en la prehistor)a de Roma con el Hipólito de Eurípides y sin duda sobrepasarlo .
este pasado que lleva la marca a la vez de los oríge- Pero la respiramos también en el libro II, donde la
nes pastorales del Lacio y del sombrío genio etrusco. escena casi la ocupan permanente mente los héroes de
La enseñanza secundaria, en la cual sólo se ofrece en Sófocles y de Eurípides.
general a los alumnos como tema de estudio la primera Eneas, en medio de la noche fatal durante la cual
mitad de la Eneida, donde las leyendas griegas des- cayó Troya, vio en sueños a Héctor, que se le apa-
pliegan todo su esplendor, ha contribuido mucho - y recía, le daba la orden de abandonar la ciudad y le
en ello hizo mal- a que se olvidara la segunda, en entregaba los Penates, para los cuales debe tratar de
la cual aparecen las leyendas latinas, de un encanto encontrar un santuario. Tomando sus armas trata de
tan diferente en su intimidad, su simplicidad y a veces organizar una última tentativa de defensa. Después
su carácter espantoso. de algunos golpes de espada cruzados al atravesar la ··
La Eneida difiere de la Ilíada en que el tono épico ciudad, llegó al palacio de Príamo, penetró en él por
no es en ella continuo. A veces se ha lamentado no una puerta secreta que le era conocida y, subiendo al
encontrar en sus versos el estilo práctico y armonioso techo, se ubicó entre los defensores que intentaban
del poema homérico, la nitidez pura de sus relatos, el aplastar desde lo alto al hijo de Aquiles, Pirro o
contorno preciso de sus escenas, los gestos firmes y Neoptólemo , que estaba por asaltar la gran puerta
graciosos esculpidos por los artistas en el frontón de del palacio. La puerta cedió al fin, y los griegos vie-
los templos griegos. La poesía de Virgilio es a la vez ron abrirse ante ellos el palacio troyano.
más variada y más rica porque aprendió· en la escuela Desde ese momento el relato ya no pierde de vista
de una tradición que había sufrido fuertemente la los dos efectos esenciales de la tragedia, el terror y la
· piedad. El decorado mismo, de una admirable dis-
6. En. 7, 394-398. posición ornamental, contribuye al conjunto de la im-

292 293
presión. Uno de los pasajes más patéticos de la
toma de Troya es la brusca apertura del palacio.
Virgilio concibió la morada real envuelta en el mis-
terio del cual se rodeaban los reyes orientales. Ningún
ojo profano había penetrado nunca en ella. Y he aquí
l sentar en medio de esta juventud asustada, vuelo de
paloma abatido por la tempestad. Adolescencia, vejez,
con debilidades que Virgilio gusta de acercar para
producir un efecto patético más poderoso.
Entra Pirro, hunde su espada en el cuerpo de uno
que el hacha del invasor da de repente acceso a una de los hijos de Príamo ya herido, que ha venido a
oleada de luz: "Se muestra el interior del palacio, se buscar refugio junto a su padre. Por una especie de
percibe la larga fila de sala. Se abren los departamen- resurrección, el viejo rey se yergue. con fuerzas rena-
tos de Príamo y de los antiguos reyes. Se ven guar· cidas para maldecir "al que mata a los hijos bajo la
dias armados ante el umbral. Sin embargo, en la mirada de su padre" 8 y recibe a su vez la espada que
parte más retirada del- edificio, reinan los gemidos y el hijo de Aquiles le hunde entera en su cuerpo. Así
un siniestro desorden, las habitaciones vacías retum- termina a la vez Príamo y la tragedia troyana. La
ban a lo lejos con los alaridos de las mujeres que se exaltación del viejo rey le aporta la última nota, llena
golpean el pecho. Los gritos suben hasta el esplendor de nobleza 'y de energía. El telón cae para elevarse
dorado de los astros. Luego las madres temblorosas inmediatamente sobre un espectáculo digno de la epo-
van de acá apara allá en el inmenso palacio, abra- peya: una ribera desierta, un gran cuerpo extendido
zando los montantes de las puertas, los tienen apre- sobre la arena, una cabeza cortada; sin nombre. 9 ¿Es
tados y los besan." 7 Pompeyo caído en arena egipcia bajo los golpes de
Todo contribuye aquí a producir impresión de te- los emisarios de Ptolomeo? ¿Es el .dueño orgulloso
rror. La escena se dirige a la vez a los oJos, a los de los pueblos de Asia? Que el lector decida.
oídos, a la sensibilidad, a la imaginación. ¡Qué deco- Entre los griegos, la distancia que separaba la co-
rado para los episodios que van a seguir y que tienden media de la tragedia era mucho menor de lo que
sobre todo a provocar la piedad! resultó luego cuando las, Poéticas se pusieron a de-
La lucha no llegó todavía a la sala del trono, los cretar la estricta separación de los géneros. Los per-
sonajes secundarios, mensajeros, esclavos, aportaban
departamentos reales y la corte interior del palacio.
En esta sombra buscaron refugio todas las debilida- a menudo una nota divertida aun en los pasajes más
des. Hécuba, la vieja reina y sus cincuenta hijas y patéticos de la tragedia. El guardia encargado de
nueras están allí, apretadas en torno de un altar que alejar toda tentativa de enterramiento del cuerpo
Virgilio describe sobre el modelo del altar de los de Polinice, en la AntígoTWJ de Sófocles, dirige a Creón
Penates y que es, en realidad, el de Zeus Herkeios, una curiosa .arenga en que se mezcla a un cobarde
"Júpiter guardián del hogar". El viejo rey se une a espanto todo el servilismo de un alma de baja al-
ellas. Tambaleando, se ha puesto las armas de su ju- curnia. La estatuaria, que representó a los grandes
ventud. Hécuba lo acoge con un tono de piedad lige- dioses en su inmutable serenidad, gustaba de ubicar
ramente desdeñosa que da la nota característica de aquí o allá, por amor a los contrastes y para relajar
toda la escena, le hace sentir su impotencia y lo hace
8. En. 2, 538 y sigs.
7. En. 2, 483-490. 9. En. 2, 554-558.

294 295

/
a los espec tadore s, algun a figura secun daria, sátiro ,
sileno , etcéte ra. Exist ía pues aun en la trage dia una chapu zón semej ante al que suelen ver nuest ros ribe-
reños en las regata s mode rnas; no tiene nada de trá-
tradic ión cómic a, cuyo resort e princ ipal era la men-
talida d del esclav o y, en partic ular, la cobar día que
1 gico. Se ve reapa recer al timon el: "Pesa do por la
le atribu ía tan gusto samen te la litera tura. edad y por sus vestim entas empa padas , llega a la cima
La pendi ente esenc ialme nte latina a la que se in· del escoll o y se sienta sobre la roca. Los troyan 9s,
clinab a el arte de Virgi lio lo dispo nía a acoge r este que lo vieron caer y nadar , rieron y ríen de nuevo al
eleme nto. Se lo esper aba segur amen te en la descri p- verlo vomit ar de su pecho el agua salad a." 11
ción de los juego s fúneb res celeb rados por los tro- El timon el es un inferi or, y a sus expen sas se rego-
yanos en Sicili a en honor del anive rsario de la muert e cijan los asiste ntes. Tamb ién en el caso de los dioses ,
de Anqu ises; aunqu e fúneb res, los juego s están hecho s el poeta logra la comic idad a costa de los inferi ores.
para la divers ión de la much edum bre, deben ofrece r Caron te es un simpl e barqu ero, pero es un bar-
a copa plena el breba je de la alegrí a, y esto en interé s quero de natura leza divina . "Era ya viejo, pero de una
del muer to mism o, pues la risa, creían los antigu os, vejez intact a y verde , la de un dios." 12 Cuan do ve
alejab a los malos espíri tus. que se acerca n a la Estig ia dos seres vivien tes, Eneas
Los juego s sicilia nos comie nzan con regata s. Los y la Sibila , le vuelv en al espíri tu una multi tud de
roma nos amab an este espec táculo y César , luego malos recuer dos. Son los del esclav o que ha proba do
Augu sto, había n const ruido en Roma inmen sas pile- los azotes por haber descu idado las consig nas. Un
tas destin adas, a ofrece rlo a la vista del puebl o. Pero día transp ortó a Hércu les, que habla venid o para lle-
en Sicili a no hacía n falta aguas artific iales: el mar varse a Cerbe ro y que lo logró , aunqu e el mons truo,
con su ribera , sus olas orlada s por el esple ndor del con la cola entre las patas , fuera a refug iarse detrás
sol, sus horizo ntes. A lo lejos se veía un escoll o : Eneas de la silla de su dueño ; 13 otra vez; recibi ó en su
lo fijó como meta, es decir el eje que los comp eti- barca a Teseo y a Piríto o, y ellos intent aron rapta r
dores , como en las carre ras del circo, debía n rodea r a la "seño ra", domin am, -Car onte conoc e el códig o
para come nzar el r;;torn o. Este era el punto delica do de buena educa ción del escla vo-, sacán dola de la
de la prueb a. Si se rasab a la roca dema siado cerca se habita ción de Plutó n.14 Entre tanto, la Sibila lo tran-
abrev iaba el recor rido, pero se corría el riesgo de quiliz a, adapt ando su tono al del barqu ero: que no
engan chars e. tema, que Cerbe ro contin úe aterro rizand o a los mane s
con su eterno ladrid o; que Prose rpina siga siend o cas-
Gías iba a la cabez a con su barco . En la angus tia tamen te fiel a su tío y espos o. La ironía está sub-
de la victor ia, grita a su timon el que pase rasan do el
rayad a por el nomb re de patru us, "el tío", uno de los
escoll o. El timon el, de más edad y exper iencia que
perso najes habitu ales de la tradic ión cómic a. Caron te
el joven propi etario de la nave, se manti ene a dis-
percib e el ramo de oro entre las mano s de Eneas :
tancia y el que lo sigue, más atrevi do, lo sobre pasa.
recon oce que se trata de un favor ito 'de los dioses y
Enton ces Gías, "olvid ando su digni dad y la vida de
su comp añero ",10 lo aferra y lo arroJa al mar. Un
11. En. 5, 179-18 2.
12. En. 6, 304.
10. En. 5, 174. 13. En. 6, 395 y sigs.
14. En. 6, 397.

296
297
efecto, una de sus partes más importantes, el estilo,
Los aaza o poemas de orígenes se encuentran dise- la lengua que él creó en gran parte, escapa al lector
minados por toda la obra, pero especialmente en la moderno. Para penetrarlos habría que hablar .latín,
parte •central, donde la conquista de Italia pone a pronunciar vocales y consonantes con su sonoridad Y
Eneas en contacto con las leyendas latinas. Hay dós su articulación antiguas, dar a la palabra su verda·
poemas de este tipo en la primera mitad del libro VI, dero cuerpo .mediante la pronunciación de la c.a~tida?,
el del cabo Miseno y el del cabo Palinuro. El pri· del acento tónico, de la intensidad inicial. Dtstmgmr
mero, sobre todo, tiene un encanto exquisito. En en cada parte la zona del lenguaje empleado, le~gu_a
torno de la montaña vecina de Nápoles, el mar bate noble lengua familiar, lengua poética, lenguas tecm·
furiosamente los escollos, se agita en innumerables cas o' especiales, arcaísmos, neologismos. A este nivel,
remolinos. Es un mar de naufragio habitado por nos vemos reducidos a la adivinación, a comparar muy
Caribdis y Escila, monstruos temibles para los mari· pobremente, muy inexactamente, los pr?cedimientos
neros, donde mugía sin cesar la caracola de Tritón, de .los antiguos con los de nuestra poesta moderna,
ese tocador de cuerno de la tempestad. 20 Miseno, que por ejemplo a representarnos que la preferenci? dada
según una cierta leyenda adoptada por Virgilio es el al verbo simple sobre el verbo compuesto extste en
trompeta de la flota de Eneas, extraviado --demen.s! francés como en latín; que el latín reemplazó la cons-
•:enloquecido" dice el poeta- con la locura que per· trucción preposicional del complemento de fin por una
dió a Marsias, el rival de Apolo, a Tamiris, el de las construcción de· dativo y que para renovar efectos la
Musas, y a tantos otros; 1Miseno pues provocó a poesía francesa extendió a nuevos empleos la pre-
Tritón a la lucha y para desafiarlo, desde lo alto del posición "a". ¿Pero dónde encontraremos ~r\ nuestra
cabo que cae a plomo sobre el golfo, tocó su trompeta lengua el equivalente de los empleos . tan r~cos Y. fle·
tirrenia: Tritón celoso aferró a su rival y lo sumergió xibles que hace Virgilio del participio medw-pastvo?
en la ola espumosa entre los escollos, "si es decente V ale más, entonces, confesar que nos hallamos ante
-agrega Virgilio ofendido por el papel atribuido al una puerta cerrada.
dios- dar fe a un relato tal". Y Eneas, en lo más Y no hay palabra mágica que la abra. Los gra-
alto de la montaña, elevó la tumba del héroe que máticos latinos·, que nos transmitieron tantas infor·
quedó señalada con sus armas, la trompeta y el remo.21 maciones falsas y tantas otras poco interesantes en
Este breve poema es un delicado modelo de aleja~­ los siglos inmediatamente posteriores a la muerte. de
drinismo sobrio, clásico. La materia se halla artístl· Virgilio, no tuvieron la feliz inspiración de anahz:"r
camente condensada en él, la piedad de Virgilio por entonces cuando todavía hablaban latín, una frase vtr·
el héroe, víctima de su imprudencia y de los celos de giliana 'y decirnos por qué aspectos agradó a sus ·
los dioses, se expresa allí con reserva y distinción. contemporáneos. Los copiosos v~lúmenes. que nos
Detengamos en este punto nuestras reflexiones, bas· transmitieron encierran sin duda tnformacwnes pre·
tante más acá de los límites del arte de Virgilio. En ciosas, pero la poesía tomó en ellos los tintes del
lirio martagón o de la flor de árnica desecados en un
20. Véase J. Hubaux, "Misene", Antiquité classique~ !:lbril herbario de plantas alpestres. Todo es allí desespe·
de 1933, pág. 135 y sigs. radamente gris, y del gris más uniforme. Y sin em·
21. En. 6, 232-235.

300
301


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bargo no podemos acusarlos con exceso, porque des- determinar el porvenir no sólo de la literatura latina,
pués de su muerte habría que esperar alrededor de sino de todas las que derivarían de ella. .
mil quinientos años, hasta el advenimiento de Cha- Virgilio hizo esta elección, o por mejor decir ~e ·
teaubriand para que la crítica literaria adquiera el rehusó a hacerla. Dominando una enorme matena
sentido de su tarea. bajo el peso de la cual tantos otros poetas _hubieran
sucumbido, conduciéndola a la poderosa umdad que
Cualesquiera que sean, por otra parte, los aspectos hemos tratado de mostrar, recuperar la gravedad
tan numerosos de la obra virgiliana,22 los elementos del poema largo, proscripto por el alejandrinismo,
que se ofrecían al poeta y que él acogió no sin elec-
pero la recuperaba despojada de s';l pesadez y de su
ción, pero sin idea preconcebida ni exclusivismo de-
torpeza primitivas. Fundaba el claslCls~o, con s?-. ap·
cidido, los sistemas de arte que encontraron en la titud para hacerse vehículo del pensamiento, la n~t1dez
Eneida menos su confluencia que su fusión, esta ma- de sus líneas, la seriedad de sus. ornamentos. N1 aun
teria tan diversa tlStá dominada por la un¡dad que Tibulo y Propercio serán contmuadores de C~t':l,o.
Virgilio le impuso, sin forzarla ni deformarla. Cuando Esta vez había nacido verdaderamente la trad1ewn
Virgilio dejó la Cisalpina para entrar en la corte de
romana.23
Augusto se hallaban en plena rivalidad dos grandes
tradiciones y hubiera sido imposible adivinar el por-
venir. El D'e natura rerum era la última y magnífica
expresión de ·una tradición puramente romana en la
cual el arte brotaba directamente de la emoción,
la lengua se abandonaba a su tendencia n~tural, a la
· abundancia que Lucrecio y Cicerón -sobre todo el
segundo- evocaron de la prolijidad primitiva, hacia
los procedimientos específicamente latinos, la alite-
ración, el juego de los preverbios, el verso sólida-
mente terminado por una palabra amplia, que el poeta
aumentaba de volumen conservándole sílabas desapa-
recidas al final del período arcaico. Frente a Lucrecio,
Catulo -me refiero por lo menos a los poemas no
personales- encantó a sus contemporáneos con la
liviandad diáfana y la sutileza acariciadora del ale-
jandrinismo. La elección que se haría entonces debía

22. Se podrá consultar sobre esta cuestión el artículo de


J. Bayet, HL'expérience social e de Virgile", Deucalion, n? 2,
194·7, pág. 197 y sig.s., muy buena síntesis del pensamiento \ '
virgiliano, cuyo/ desarrollo directo e ininterrumpido se ilumina 23. Véase la ·conclusión concordante de A. Cordíer, Studes
eon nueva luz en este análisis penetrante. sur le vocabulaire épique dans l' HJ!:néide" 1 pág. 31.

302 '1 L
303
re··
!

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En esta Colec ción se ha reduc ido al mínim o abso-


lutam ente indis pensa ble el empl eo de carac teres grie-
gos, medi ante un sistem a de trans litera ción lo meno s
técni co posib le y que pued e ser utiliz ado por cual-
quier lecto r de lengu a españ ola, aunq ue desco nozca
la grafí a grieg a y no tenga expe rienc ia en la trans -
cripc ión fonét ica. A la vez se ha prete ndido facili tar
a quien es pued en acud ir a los texto s grieg os, la
local izaci ón preci sa de las citas.
Un sistem a de repre senta ción fonét ica que pre-
tendi era repro ducir exact amen te (en la medi da en
que la cono cemo s cient íficam ente) la articu lació n
del grieg o antig uo sería comp licad o y difíci l de j us-
tifica r en nuest ro caso. El que hemo s elegi do sim-
plific a much os hech os y ,no está exent o de insuf i-
cienc ias, pero creem os que éstas no son tan grave s
que impid an al que lo empl ea recon strui r la grafí a
grieg a o pron uncia r las palab ras trans litera das se-
gún el modo conve ncion al de leer en voz alta los
texto s del grieg o antig uo, lo que es algo solam ente
aprox imad o a la articu lació n empl eada por quien es
los escri biero n o regis traro n. Baste recor dar que
ignor amos , entre otros , hecho s tan impo rtant es como
la durac ión absol uta de las vocal es, el timb re preci -
so de algun as de ellas y el justo valor del tono o

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T
1 6 El signo <> colocad o sobre una vocal inicial no
acento musica l, por no hablar de las diferen cias r corresp ondía a ningún fonema (como la h espa·
' dialecta les o de los cambio s diacrón icos de la ar-
ticulaci ón. ñola). Por ello no lo transcr ibimos . En cambio el
signo e represe nta una laringa l fricativ a sorda
(hall en .inglés) y lo represe ntamos con h.
Observ aciones 7 Utiliza mos los mismos signos de puntua ción que
en españo l.
1 El signo ü lo emplea mos para la u cuando
no forma parte de un diptong o. En cualqu ier vo-
cal de un diptong o, ,. indica diéresis .

2 El signo ·~ colocad o sobre una vocal, sola o


en diptong o, indica que su duració n era "larga" .
Lo emplea mos, salvo razón especia l, sólo en las
vocales de timbre e y o "largas ", que en el alfa-
beto griego tienen un signo ('IJ,W) distinto de la
e y ·o "breve s" (e,o) ..

3 Los grupos ai, ei, oi represe ntan los diptong os


griegos con primer a vocal larga, que en la mayorí a
de las edicion es modern as se escribe n ~,y¡,<¡>.
4 En los textos griegos se emplea n tres signos
de "acentu ación", que marcan los distinto s tonos
o acentos de altura, pero en la pronun ciación con·
vencio nal se articul a un solo acento, de intensid ad,
cualqu iera que sea el signo de tono. Por esta ra-
zón, hemos optado por emplea r solame nte el acento
castella no (') . Lo escribi mos o no siguien do las re-
glas del acento gráfico españo l. Ejempl os: pólemo s
'lt6Ae¡.¡.o<;), phito (cptA&i), áemos (6-lj¡.¡.o.;).
5 En los textos griegos el signo de acento se es-
cribe sobre la segund a vocal del diptong o de dos
vocales breves ('lto"A"Ao!), pero el tono recaía sobre
la primer a vocaL Así lo indicam os en nuestra
translit eración (pollói ).

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