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R E V I S TA D E P S I C O A N Á L I S I S
PUBLICADA POR LA ASOCIACIÓN PSICOANALÍTICA ARGENTINA
7
“70 años
de la Revista
de Psicoanálisis.
Publicar para
el futuro”.
0
TOMO LXX | N° 4 | DICIEMBRE | 2013 |
BUENOS AIRES, REPÚBLICA ARGENTINA
ISSN 0034-8740
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Secretaria Administrativa
Silvina Richichi
revista@apa.org.ar
Responsable de la Indización
Sara Hilda Fernández Cornejo
Diseño
Juan Ventura
Corrección
Valeria Muscio
SUC. 10 (B)
CORREO
INTERÉS GENERAL
Concesión N° 1.510
FRANQUEO PAGADO
Concesión N° 13513
Queda prohibida, sin la autorización escrita de la Asociación Psicoanalítica Argentina, la reproducción total
o parcial de los artículos publicados en la REVISTA DE PSICOANÁLISIS por cualquier medio o procedimiento,
comprendidos la reprografía y el tratamiento informático.
Impresión: Cosmosprint, E. Fernández 155, (1870) Avellaneda, Buenos Aires, Argentina, en diciembre de 2013.
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R E V I S TA D E P S I C O A N Á L I S I S
PUBLICACIÓN TRIMESTRAL DE LA ASOCIACIÓN PSICOANALÍTICA ARGENTINA
FILIAL DE LA ASOCIACIÓN PSICOANALÍTICA INTERNACIONAL (API)
SOCIEDAD COMPONENTE DE LA FEDERACIÓN PSICOANALÍTICA DE AMÉRICA LATINA (FEPAL)
COMISIÓN DIRECTIVA
ASOCIACIÓN PSICOANALÍTICA ARGENTINA
Presidenta
Dra. Leticia Glocer Fiorini
Vice-Presidenta
Dra. Beatriz Zelcer
Secretario
Dr. Néstor Alberto Barbón
Secretario Científico
Dr. Jorge E. Canteros
Tesorero
Dr. Ricardo Diehl
Vocales
Dr. Guillermo Bruschtein, Lic. Aída Roitman de Fainstein,
Dr. Carlos Weisse, Lic. Marcela Dal Verme, Lic. Ana Rozenfeld,
Lic. Diana Sahovaler de Litvinoff, Lic. Jorge Mosner
COMITÉ EDITOR
Directora
Dra. Ana María Viñoly Beceiro
Secretaria
Dra. Irene Silvina Schijman
ÍNDICE
Editorial
Comité Editor .......................................................................................................667
Con-Textos
• “A pesar de mi yo”: la resolución de problemas y el inconsciente ................................791
Stefano Bolognini
• Comentario al trabajo de Stefano Bolognini
Virginia Ungar ..............................................................................................807
Norberto Marucco ........................................................................................811
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Mesa redonda
• Nuevos paradigmas en psicoanálisis ....................................................................817
Presentan: Rodolfo D’Alvia, Miguel Leivi,
Cristina Rosas de Salas, Adriana Vázquez
Coordina: Gustavo Jarast
• Aporte de Lucía Martinto de Paschero. Nuevos paradigmas ...................................840
Entrecruzamientos
• Entrecruzamientos y convergencias de un fisiólogo
celular y molecular ..........................................................................................847
Marcelino Cereijido
• Entre las historias y la Historia: dos novelas de la incertidumbre .............................857
Elsa Drucaroff
• Transferencia y separaciones ..............................................................................871
Jacques André
• Comentario del texto de Jacques André:
‘Transferencia y separaciones’ .........................................................................881
Juan Eduardo Tesone
Revista de libros
• Hablo a las paredes, Jacques Lacan ....................................................................941
Por Carlos A. Basch
• La resiliencia: esa posición subjetiva ante la adversidad, Ana Rozenfeld .................943
Por Amalia Socci
Revista de revistas
• Revue Française de Psychanalyse ......................................................................947
Por Beatriz Elisa Roguin
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EDITORIAL
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Editorial 667
particular en esa forma de tomar la palabra para hablar de uno mismo, para contar
su historia, sus elecciones y responsabilidades. Hay una actitud que expresa algo que
trasciende la anécdota específica, que adquiere dimensiones sociales. Eso es, en de-
finitiva, escribir, leer, trabajar en los discursos que despliegan ficciones, significados
donde habla la sociedad en la que se han escrito”.
También habrá que considerar la esperanza de encontrar nuevas fuerzas que per-
mitan apoderarse de las cosas de una manera diferente, para así cambiar la subyugación
de los sentidos establecidos. A esto se refiere Lucía Paschero cuando escribe: “la historia
oficial da cuenta de lo heroico, nuestras historias clínicas o desarrollos teóricos dan
cuenta del padecer del hombre, desde lo siniestro hasta lo sublime”.
Pero, no podemos ignorar que la causa fundamental de nuestros escritos psicoa-
nalíticos albergará siempre el intento de desbaratar la idea de la “determinación única”,
de “la causa”, para asegurar el valor superior de una actividad pluralista, sin causalidad,
ni finalidad o generalidad, como es el texto que resulta de nuestros propios devaneos
clínicos y teóricos.
COMITÉ EDITOR
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ESCRITURA
L E T R A V I VA
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Introducción
entrada: desde el punto de vista de los discursos y sistemas de significantes que nos
ofrece la historia de la cultura y desde el punto de vista psicoanalítico. La propuesta
es trabajar con las posibles oposiciones y relaciones entre ambos.
Indudablemente, surge la cuestión de si, aún pensada en un registro eminentemente
simbólico, puede la función paterna desprenderse de las connotaciones derivadas de
una sociedad patriarcal y androcéntrica, cuyas características y orígenes han sido su-
ficientemente estudiadas desde distintas disciplinas. ¿Puede también desprenderse
de las connotaciones religiosas vinculadas al Dios Padre?
Sin ir más lejos, recordemos que la Biblia nos enseña que Eva surgió de una costilla
de Adán en la versión oficial y más conocida. Recordemos también que Aristóteles
planteaba que el hombre era la forma y la mujer lo informe. Que recién en el Concilio
de Trento la Iglesia reconoció que la mujer tenía alma. O que Spinoza se preguntaba
si a la mujer se le podía atribuir una ética. Hay innumerables ejemplos en la historia
de la cultura sobre la división dicotómica, jerárquica de los sexos, que conducen a
pensar en cómo se construyó la figura del Padre con mayúscula, diferente de los padres
de las experiencias cotidianas en sus diferentes vertientes y funciones. Se hace necesario
distinguir entre el padre real, las funciones simbólicas que eventualmente un padre
puede cumplir y las múltiples facetas del ejercicio de la paternidad, en el amplio campo
de la parentalidad.
Si enfocamos ahora el punto de vista psicoanalítico, se impone analizar en qué ele-
mentos se basa el planteo de la necesidad de una función paterna simbólica, en la clí-
nica y la teoría psicoanalítica, para explicar el acceso de un sujeto a un universo sim-
bólico. Esto supone determinar cuáles son sus premisas y cuáles sus puntos ciegos.
Freud dedica varios trabajos al tema del padre: “El porvenir de una ilusión” (1927),
“Moisés y la religión monoteísta” (1939). Señala claramente su vinculación con los
sentimientos religiosos y la necesidad de la mayoría de los hombres y mujeres de sos-
tenerse en esas creencias frente al desamparo y la indefensión originarios. El dios pro-
tector que, a veces, puede ser vengativo y autoritario es el Dios Padre. Señalemos que
para algunos autores Freud es un ateo que analiza la necesidad neurótica de las reli-
giones así como sus orígenes; para otros, en cambio, sus trabajos muestran una ver-
tiente religiosa en Freud mismo. De cualquier manera el desplazamiento del Dios
Padre al Padre con mayúscula es claro. Ambos confluyen y se superponen y la manera
en que se lo entienda tiene consecuencias en la clínica. En este marco, surge la cuestión
de si esta nostalgia del padre que aparece en el campo psicoanalítico es la nostalgia
del Dios Padre.
Totem y Tabú (1913) entra en la lista de artículos freudianos que proponen una
explicación mítica sobre la pregnancia del padre en las sociedades androcéntricas.
Ahora bien, si lo pensamos como una metáfora de este tipo de sociedades, ¿podemos
independizar esa necesidad de un mito fundacional de los desarrollos culturales y
normativos que rigen la vida en común? Y en esto está incluido el psicoanálisis. En
otras palabras, se hace necesario hacer una relectura a la luz de los cambios culturales,
socio-políticos, económicos, éticos, que cada sociedad y sus discursos evidencian.
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El psiquismo no puede desligarse de las normas que dictan los discursos vigentes.
En este sentido la función paterna se constituye como tal solidariamente con las so-
ciedades patriarcales. Y, en este sentido también, es una construcción historizable.
Tengamos en cuenta que Freud nunca habló de función paterna (es un término
de raigambre lacaniana) sino que investigó la genealogía individual, cultural y colectiva
de la búsqueda de un padre a partir de los sentimientos religiosos y de los mitos re-
feridos a los padres fundadores, así como habló de los efectos de la falta de padre, ca-
tegoría distinta a la del Padre con mayúscula. Para Juliet Mitchel (1982), Freud des-
cribió con precisión y justeza el sistema del patriarcado.
Asimismo, debemos preguntarnos si existe también la necesidad de sostener un
poder que se estaría perdiendo. Es necesario recordar que la función paterna es he-
redera del pater familiae y del Derecho Romano. Esto se sostuvo durante siglos, apoyada
en una división jerárquica de los sexos en la que estaban implicadas relaciones de
poder-dominio.
Hay pautas discursivas y culturales en juego que responden a un determinado tipo
de sociedad y que se sostienen en una trama implícita de poderes en la que juega la di-
visión público-privado. El espacio público propio de los hombres y el espacio privado,
propio de las mujeres y dedicado fundamentalmente a la reproducción: un modelo
que ha entrado en crisis. Bourdieu (1998) enfatizó que esto responde a relaciones de
dominación entre los sexos. Señala que la división del trabajo entre los sexos, que
estudió en las sociedades de Cabilia, orienta toda la percepción del mundo, las creencias
y las prácticas ya que se inscriben tanto en los cuerpos como en las mentes. Agrega
que estas estructuras mentales están presentes, en forma más velada, en las sociedades
occidentales actuales. Se trata de relaciones que se expresan en los discursos sociales
y son performativas en alto grado. En este punto es necesario aclarar que la performa-
tividad nunca es absoluta sino que siempre está en relación con otros factores en juego.
Indudablemente, aquí surge otro problema y es qué importancia le otorgamos en
el campo psicoanalítico a los cambios que rápidamente se están dando, principalmente
en las sociedades occidentales, en relación al lugar de las mujeres, a otros modelos de
familias distintos del de la familia nuclear, al fuerte crecimiento y difusión de las bio-
tecnologías y su impacto en las maternidades y paternidades actuales, así como a las
presentaciones sexuales y de género que desafían la noción de diferencia sexual.
Aquí hay dos opciones: o se considera que se trata de modas epocales que no cambian
lo que sería la esencia de la función paterna en el psicoanálisis, o bien cabe preguntarse
si puede el psicoanálisis repensar algunas categorías que se encuentran interpeladas.
En este sentido, enfatizamos que la obra freudiana es profundamente interdisciplinaria
y esto aparece en sus escritos. Ciertamente se requiere definir cuáles serían los conceptos
ejes que sostienen el campo psicoanalítico. Para nosotros, el inconsciente, la sexualidad
infantil, la transferencia, son los grandes ejes de los descubrimientos freudianos, aun
cuando son interpretados en forma diferente por los distintos marcos teóricos.
Recordemos brevemente que la pregnancia o entronización del padre fue desarro-
llada y sostenida principalmente por Lacan (1955/56), con fuerte influencia en Francia
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Diferenciamos esto del concepto de corte que implicaría, como señalamos, sostener la
dicotomía madre/naturaleza por un lado y padre/logos separador por el otro.
En otras palabras, quizás pensar al hijo en términos exclusivamente de hijo/falo
que sólo el corte paterno interdictor puede separar de la madre, sea también un deseo
normativizante que fija a la mujer/madre en el lugar de la naturaleza en esa oposición
naturaleza/cultura.
Entendemos que lo que está en juego es el campo narcisista y las posibilidades de
resolución simbólica exogámica de la madre. Si el dominio narcisista invade la sub-
jetividad materna el hijo será exclusivamente hijo-falo y será necesaria una función
otra, llamada paterna en analogía con la estructura de la familia nuclear y de las figuras
patriarcales, para efectuar una separación necesaria. Si opera en la madre su propia
resolución simbólica el hijo será más que un hijo-falo, será más que una compensación
fálica frente a la carencia. Será un otro al que ella le podrá ofrecer la posibilidad de
separarse con sus propias reservas simbólicas. En este caso, lo dual será tercero.
Si fallan las funciones simbólicas maternas habrá ciertamente problemas, de la misma
manera que los habrá si falla la función simbólica del padre en el caso de que el padre
o sustituto no reconozca al hijo como un otro. Por todo esto hablar del padre simbólico
es también hablar de la madre y redefinir sus funciones en un plano simbólico.
Esto no elimina la figura de un padre y sus funciones simbólicas pero sí aporta
otras fuentes para entender el acceso de un sujeto a las legalidades de la cultura y a
diferentes universos de lazos sociales. Por otra parte, permite focalizar en otros aspectos
de gran importancia para entender distintas funciones que los padres pueden cumplir,
y ponerlas en valor.
Las divisiones dicotómicas, naturaleza/cultura homologadas a madre/padre, acen-
túan los estereotipos de las sociedades patriarcales: madre fálica que se aferra al hijo
sin soltarlo y padre simbólico que efectiviza un corte. La metáfora del cocodrilo, plan-
teada por Lacan, ilustra suficientemente esta posición.
En otra publicación (Glocer Fiorini, 1999) había abordado la necesidad de revisar
la noción de deseo de hijo en la obra freudiana, en tanto generada a partir de una ca-
rencia fundamental a la que se enfrentaría la niña en la fase fálica, envidia del pene
mediante. Si esto fuera así, el hijo sería siempre por definición hijo-falo, sería una
compensación fálica, y sólo una operación “quirúrgica” permitiría el corte necesario
madre/hijo. Si bien esto puede ocurrir en ciertas formas de histeria, la feminidad y la
sexualidad femenina transcurren por caminos mucho más complejos. Para avanzar
en esta problemática habíamos tomado para ello el concepto de Deleuze (1977) del
deseo como producción, como poiesis, y no originado en la carencia. Afirmaba Deleuze
que el deseo no se origina en ninguna carencia fundante sino que la carencia es el re-
sultado del deseo como poiesis. En nuestra perspectiva, podríamos sostener que ambas
nociones no se excluyen y su preeminencia hay que determinarla en cada caso.
Avanzando más aún, ¿es que hay que rescatar al hijo de un abrazo mortífero? ¿O
será, como señala F. Heritier (2007), antropóloga discípula de Levi-Strauss, que lo que
está en juego es la apropiación patriarcal del hijo?
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—En este recorrido se pone en juego si existe un orden simbólico, estructural, eter-
no, y una ley que marca la inserción de un sujeto en la cultura, o si deberíamos pensar
que es este orden simbólico y esta ley los que están en cuestión.
Vivimos momentos de cambio, incluso de caos eventual, que pueden abrir la posi-
bilidad de generar nuevos ordenamientos simbólicos. La otra opción será eternizarnos
en explicaciones reverberantes que pueden eventualmente llevar a callejones sin salida.
Tampoco se trata de reemplazar el denominado “poder paterno” por un “poder
materno” o una supuesta “feminización de la cultura”. Por el contrario, es una opor-
tunidad para re-pensar ciertas respuestas ya dadas con el objeto de explicar las fun-
ciones simbólicas en una trama compleja de categorías historizables, sin derivaciones
nostálgicas hacia un pasado perimido.
Por cierto que la clínica muestra muchas variantes en relación a las funciones sim-
bólicas necesarias para que un sujeto se incluya en un contexto de lazos sociales. Sólo
se podrán analizar en lo singular de cada caso. Pero, a nuestro criterio y con estos res-
guardos, enfatizamos que la forma en que se conceptualice la función paterna tiene
efectos en el proceso analítico. Se hace necesario un trabajo de deconstrucción que
permita nuevas construcciones para poder redefinir términos y funciones que incluyan
no sólo otras formas de parentalidad sino también diferentes itinerarios del deseo y
pluralidades identificatorias en los procesos de subjetivación de cada sujeto en par-
ticular. Esto implica la revisión de los impasses clínicos que pueden producirse tanto
en las formas clásicas de la familia nuclear como en otras modalidades de familias si
no se aborda una necesaria revisión de ciertos conceptos soldados a ideologías que
merecen ser superadas.
Estamos en presencia de problemáticas que tienen que ver con la constitución
de otros modelos de familia, otras presentaciones sexuales y de género y, por lo
tanto, con la pregunta sobre cómo se ejercen las funciones simbólicas en relación
con los procesos de subjetivación. Ciertamente, si esas funciones se pueden ejercer
de acuerdo a las normas vigentes es posible que, en ese aspecto, un niño encuentre
facilitados sus procesos de subjetivación en consonancia con esas normas, aunque
esto no está nunca asegurado. Todo niño – provenga de una familia heterosexual,
homosexual o de otras formas de organización familiar – puede verse enfrentado
a estas problemáticas. Siempre existe el riesgo de quedar excluido de la trama socio-
cultural si no se responde a las normas vigentes. Por eso se impone re-considerar
las propuestas teóricas que proporcionan explicaciones que aparecen como univer-
sales o esenciales. Las legalidades culturales – que no son una – pueden aportar ele-
mentos para ejercer esas funciones también a través de personajes, grupos e ideales
simbólicos alternativos.
La cuestión más significativa es, a nuestro juicio, que el reconocimiento de la al-
teridad y de la diferencia esté inscripto en los padres, aunque sean del mismo sexo.
Habíamos planteado en otra publicación que la inscripción de la diferencia en un sen-
tido simbólico va más allá de la diferencia anatómica e incluso de los avatares de la
elección de objeto. (Glocer Fiorini, 2001). La diferencia se juega en distintos niveles
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Resumen
summary
Deconstructing the concept of paternal function
A paradigm open to question
The author deconstructs the notion of paternal function inasmuch as it has been proposed
as an essential element that separates the child from his mother and guarantees his entrance
into the symbolic universe.
Certain concepts deriving from the notion of patriarchy are revisited, as well as their
connection to the conceptualization of paternal function. This has a strong influence on some
psychoanalytic statements. The need to carry out a genealogic analysis and to historicise this
function is emphasized.
Indeed, the author stresses that the mother has enough symbolic reserves so as to exercise
this function without resorting to the – tautological – explanation that the Father lays down
the Law and introduces this function in the mother so that she can exercise it. Quite the
contrary, this legality is beyond a figure, even in its metaphorical aspect, and is proposed by
a given socio-cultural organization and the discourse that characterises it. This proposal
allows us to break up the equivalence, frequently made, between mother/nature versus
father/culture/separating logos; thus, such a dichotomy loses its central importance.
The author suggests that the paternal function is a symbolic operation that should be
properly called function ‘third’, independently from the person who exercises it and beyond
impoverishing dichotomies. It is usually exercised by the father, but it could well be exercised
by the mother or others by means of their own symbolic reserves and desires. Thus, the net
allowing the exercise of thirdness in the processes of subjectivation becomes more complex.
To consider a maternal symbolic function improves the understanding of subjective
constitution within a net of social bonds.
resumo
Desconstruindo o conceito da função paterna
Um paradigma interpelado
função na mãe para que ela possa exercê-la. Ao contrário, trata-se de uma legalidade que vai
além de uma figura, mesmo na sua vertente metafórica, proposta por uma determinada
organização sociocultural e discursiva. Esta proposta permite desarticular a frequente
homologação mãe/natureza versus pai/cultura/logos separador, e descentralizar essa dicotomia.
Propõe-se que a função paterna é um operante simbólico que deveria ser denominada
como propriedade “função terceira”, independentemente de quem a exerça e que vai além de
dicotomias empobrecedoras. Habitualmente é exercida pelo pai, mas pode ser exercida pela
mãe ou por outras pessoas, através de suas próprias reservas simbólicas e desejos. Dessa forma
se complexiza a rede que permite o exercício da terceridade nos processos de subjetivação.
Considerar uma função simbólica materna enriquece a compreensão sobre a constituição do
sujeito em um emaranhado de laços sociais.
Bibliografía
Benjamin J. (1995): Sujetos iguales, objetos de amor. Buenos Aires, Paidós, 1997.
Bourdieu, P. (1998): La dominación masculina. Barcelona, Anagrama, 1999.
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Freud, S. (1913): Totem y Tabú. Buenos Aires, Amorrotu, XIII.
— (1927). El provenir de una ilusión (1927). Buenos Aires, Amorrortu, XXI.
— (1939 [1934-38]). Moisés y la religión monoteísta. Buenos Aires, Amorrortu, XXIII.
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Psicoanálisis, LVIII, 4, 965-976, Buenos Aires.
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— (2010 a). Sexualidades nómades y transgénero: un desafío a la polaridad masculino/feme-
nino. En Diversidad Sexual (compiladora zelcer B.). Buenos Aires: Lugar Editorial.
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44:53.
Héritier, F. (2007): Masculino-Femenino II. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.
Lacan, J. (1955-56): Las formaciones del inconsciente. Buenos Aires, Nueva Visión, 1970.
Mitchell, J. & Rose, J.: Feminine sexuality: Jacques Lacan and the école freudienne. N.W. Norton
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Paidós, Buenos Aires. 1991.
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tiempo atrás de mis familiares del gueto de Varsovia. Cuando descubrí que en esa
época tan gravemente dolorosa para la humanidad, en medio de una Europa des-
trozada y convulsionada por el horror nazi, en medio de un mundo tan incierto e
inquietante en la propia Argentina, un grupo de personas tenía el valor y la vitalidad
de fundar una revista para poder pensar el dolor humano de otra manera, y difundir
una nueva ética de la salud y de la enfermedad, sentí hacia los fundadores una enor-
me gratitud, una sincera admiración, y se constituyeron desde entonces en personajes
que me acompañan hasta hoy como una muestra maravillosa de optimismo en la
creatividad y de valentía aún en las circunstancias más adversas. A esos creadores
mi eterna gratitud.
Tal vez por la calidad y diversidad de los pioneros, sabemos que la Revista fue
una magnífica muestra de pluralismo científico, de manera implícita, mucho antes
de que llegara a plantearse explícitamente como tal en los diversos momentos de
cambio de nuestra institución. A diferencia de otras revistas similares, siempre tuve
la convicción de lo abierta que estuvo a los diferentes pensamientos y de la sabiduría
que supo mantener en un delicado equilibrio entre forma y contenido. Sabemos de
la asfixia esterilizante en la creatividad cuando el formalismo académico rige de-
masiado sobre la libertad de soñar y crear, aún con errores e incluso ignorancia, y
a nuestra Revista la recuerdo en cambio siempre encontrando esa medida justa en
donde la calidad no iba en desmedro de la libertad y la libertad no iba en desmedro
de la calidad. Y creo sinceramente que hubo siempre un interesante interjuego dia-
léctico entre la Revista y la institución, que permitió que tanto los cambios institu-
cionales influyeran en el desarrollo de la Revista como el desarrollo de la Revista
influyó en el cambio institucional. Y muestra de ello es lo que comentaba anterior-
mente, que la Revista expresó el pluralismo científico mucho antes de que se trans-
formara en un “leit motiv” de los importantes cambios de 1974 y supo sortear, a
veces mucho mejor que otras instancias institucionales, algunos de los obstáculos
para la difícil transmisión del psicoanálisis.
En ese sentido me gustaría retomar algunos fragmentos de un trabajo anterior
en los que justamente me refiero a los obstáculos para esa transmisión (1991). Allí
decía que en toda trasmisión de un saber, sea en la familia, en la escuela, o en cual-
quier situación social, puede producirse una violencia soslayada cuando el enseñante
ocupando la posición del que sabe quiere que el enseñado sepa. Con eso se usurpa
muchas veces el propio deseo de saber del enseñado. Pero en lo que al psicoanálisis
se refiere la transmisión tiene una problemática propia en función del objeto que
se intenta transmitir y de la estructura a través de la cual dicho objeto circula y se
transmite. Lo que parece obvio es que la interacción óptima entre el objeto y la es-
tructura se produce en la propia situación psicoanalítica, aunque la naturaleza tan
peculiar del objeto que se transmite, el inconsciente, necesite ampararse en estruc-
turas institucionales que lo abriguen, y también a la inversa, las estructuras insti-
tucionales necesitan para subsistir, aplacar o apaciguar al peligroso objeto que ex-
plícitamente sostienen.
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Por eso me gusta contar la historia del rabino chaquetero que da la razón a la mujer
que se queja de los defectos de su marido, al mismo tiempo que también la da al
marido que se queja de los defectos de su mujer. Cuando indignados los dos se pre-
sentan a reprocharle vuelve a darles la razón a ambos. Y cuando se retiran enfadados
con él, levanta los ojos al cielo diciendo “Dios mío sólo les dí la razón, pero no hablé
de la verdad”. Suponiendo que asumamos ese papel en relación con los diversos es-
quemas referenciales, cuando enfocan al mismo caso clínico, ¿acaso apuntan a otro
inconsciente, y sería imposible hablar de una verdad objetiva? El rabino chaquetero
en principio les daría la razón a todos, aunque también levantaría los ojos al cielo que-
jándose a Dios de que nada había dicho sin embargo de la verdad.
Y si así fuera es por no olvidar que la hipótesis de un inconsciente radical apunta
a la verdad como problema y como imposibilidad, ya que se refiere a la maldición
que se gesta en el ser por efecto del habla. Alain Badiou (2010) propone volver al
Cratilo platónico donde además de la palabra se preconiza el valor de la pregunta por
la cosa, para encontrar en el discurso un punto fijo o más bien incondicionado.
Importa recordar su insistencia en que lo que define a la filosofía, y yo agregaría al
psicoanálisis, por ejemplo en relación a la sofística es el concepto de verdad, aunque
al mismo tiempo la sustracción al sentido excava en esa misma verdad un interminable
vacío, y es ese mismo vacío central de la verdad, lo que separa a la filosofía, y agrego
otra vez al psicoanálisis, tanto de la hermenéutica como de la religión. Por eso, agrega
Badiou, los que él llama los nuevos sofistas, como Witggenstein, Vattimo o Rorty,
cumplen una misión muy importante en desacralizar la verdad aunque lo hagan a
costa de negarla. Y aquí es justamente donde se abre una fundamental cuestión ética.
No es lo mismo decir que no hay verdades que afirmar la búsqueda de la verdad aún
en su interminable vacío. Desde el ‘no hay verdades’ cualquier discurso puede arro-
garse la plenitud, en tanto supone contener en su decir la totalidad que su decir pre-
senta, es decir que se vuelve totalitario y tiránico. En cambio desde el ‘hay verdad pero
imposible’, el discurso está siempre mermado por la falta que no puede terminar de
reducir. Y a mi juicio aquí aparece Freud con esa discriminación para mi esencial
entre Sachvorstellung, cosa apalabrada, y Dingvorstellung, cosa sin apalabrar, y aparece
Lacan con su definición de lo real como imposible. Y en ambos casos queda a salvo
el vacío central, porque se trata de marcar aquello de lo que solamente se puede hablar
pero sin terminar de decir.
Si el inconsciente no es un depósito biográfico, ni una sede de representaciones zo-
ológicas regresivas, ni el lugar de lo perceptual imaginario, ni tampoco de ninguna se-
mántica oculta, deberíamos asumir en que es el concepto con que denominamos nues-
tra impotencia para decir lo real de la cosa, y por lo tanto para decir lo que
paradójicamente por hablar no podemos terminar de decir. Por eso nos basta y no
nos basta con tener la razón, en tanto la razón es solamente el refugio de la verdad im-
posible, y en sus operaciones de base ampara y abriga en una presunción narcisista a
esa imposibilidad. Esa importancia frente a lo real aparece en el síntoma neurótico
como fracasada en su represión y el psicoanalizando nos la arroja a la cara para que
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nos arreglemos con ella. Pero los psicoanalistas no somos supermanes especialmente
dotados para vérnoslas y hacérnoslas con esa impotencia, cuando además debemos
cargar con la nuestra propia. Y por eso necesitamos poner un nombre como tope frente
a lo indecible de la cosa, saturando así lo enigmático del deseo dentro de un determinado
campo de razón. Aparecen así los pacientes freudianos, kleinianos, winicottianos, la-
canianos, de la psicología del yo, intersubjetivistas, etc. etc. que sin duda se “curan”
dentro de sus respectivas situaciones psicoanalíticas, con tal de colocarse en el lugar
de la respuesta al deseo nombrado que su psicoanalista pone en juego en su campo de
razón. Así testimonian esencialmente a su manera la renegación de la imposibilidad
de dar cuenta de lo inconsciente.
La impotencia frente a lo real, que debería devenir imposibilidad alrededor de lo
mudo, de lo que no se puede decir porque se dice, (¿silencio de la pulsión de muerte?)
puede encontrar en la violencia otro de sus desarrollos. La Bemechtigungstrieb a la
que Freud se refiere, no es para nada ajena a la impotencia frente a lo real para poder
decir lo que la cosa es, ya que no se trata solamente de la naturaleza de la pulsión ad-
venida en el estadio anal, sino de la manera en que lo anal interviene en el intento de
resolución de la impotencia frente a lo real, con su cuota de potencia transformada
en violencia. Y en lugar del silencio, la pulsión de muerte se positiviza con su monto
de sadismo o masoquismo correspondiente.
El problema entonces no es que una de las dificultades de la transmisión sea
sólo la naturaleza compleja del objeto a través de distintos esquemas de compren-
sión sino el uso que se hace de los mismos. Porque cuando los diferentes esquemas
referenciales son solamente testimonio de la impotencia frente a lo real transfor-
mada en imposibilidad de la razón, cumplen un papel diferente al que cumplen
cuando cualquiera de ellos busca instalarse en el campo de la verdad. Si esta pre-
tensión se quiere realizar tiene que utilizar la misma violencia con la que los sujetos
individuales buscan resolver su propia impotencia, y la raíz paranoica de todo co-
nocimiento, en el otro y contra el otro, queda así descubierta en su plenitud, y lo
que el otro implica como lugar de otro conocimiento, al implicar el desnudamiento
de la propia castración que amenaza nuestra propia presunción narcisista, debe
ser aniquilado y desconocido.
Así, si creemos en una hipótesis radical del inconsciente deberíamos considerar
a cada producción de saber produciendo al mismo tiempo un campo de ignorancia.
Por hablar, por la complicación que la palabra induce en el sujeto, aparece siempre
un horizonte de saber en irreductible oposición a la sombra de su imposibilidad, y
en el borde como residuo de esa perpetua divergencia insiste la cuestión del deseo
inconsciente. El psicoanálisis no tiene como meta el saber absoluto hegeliano, y por
eso cada producción de saber no puede ser ajena a la interrogación sobre la pro-
ducción de la ignorancia como su propia entropía, ya que es solamente en esa dia-
léctica como algo de la cuestión del inconsciente se puede abordar. Sin duda que
esa dialéctica queda anulada cuando en el esquema referencial predomina lo para-
noico, contra el otro, como forma de enfrentar con violencia la imposición de la
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Jaime Szpilka plantea en ‘La desautorización del inconsciente como órgano ético
en la estructuración perversa’, la importancia de una critica a las consideraciones na-
turalistas sobre el inconsciente, al que postula como un órgano ético. En las perver-
siones más allá de las modalidades manifiestas del vínculo sexual importaría destacar
un fallo en la desnaturalización subjetiva que comprende el desfallecimiento del falo
como significante de la falta, el sadomasoquismo como violencia frente a la impotencia
respecto a lo real y la desautorización del inconsciente como órgano ético.
Lila Hoïjman en el ‘Acting- out como eje de un proceso mutativo en la cura’, re-
lata cómo un acting-out de una gran violencia abrió la puerta para una comprensión
psicoanalítica a través de la rememoración de una experiencia arcaica que permitió
un trabajo de elaboración. El proceso fue posible por la articulación del acting-in
de la paciente con una figurabilidad enigmática que la había invadido en la primera
entrevista y que había olvidado, dificultando una adecuada contratransferencia.
Finalmente la unión de los movimientos de acting-in y figurabilidad en el pensa-
miento de la psicoanalista permitió dar un sentido nuevo y el nacimiento de una
construcción común.
Leticia Glocer Fiorini en ‘Lo Femenino, lo otro y los cuerpos sexuados’, destaca
que en el estudio de las diferencias entre los sexos el concepto de otredad surge
inevitablemente y es homologado a lo femenino y la mujer con frecuencia llama-
tiva. Subraya que el cuerpo de la mujer aparece como soporte de esa diferencia y
que los datos biológicos siempre son interpretados y responden a una construcción.
El cuerpo siempre tiene una heterogeneidad radical respecto a la subjetividad,
siendo importante analizar sus complejas conexiones en el campo de la diferencia
y de lo femenino. Así enfatiza en una viñeta clínica cómo los cuerpos pueden ser
monedas de cambio en las relaciones primarias, y propone un trabajo de decons-
trucción en el que se pueda analizar la multivocidad de los conceptos de otredad
y de diferencia sexual.
Jorge Canteros en ‘El cuerpo en psicoanálisis’, considera que es importante atender
a los registros del cuerpo ya que es a través de ellos que se manifiestan muchos ma-
lestares del sujeto contemporáneo, a los que ciertos paradigmas epistemológicos y
técnico-científicos han escotomizado. Así, es necesario protegerse frente al extravío
de una metáfora neurocognitiva fuerte y no desconocer al hombre en su doble faz,
como ser simbólico y viviente. Toma figuras como las de soporte (cerebro), apoyatura
(al otro), y carne, como anclaje a lo necesario del apremio a la vida. Diferencia final-
mente entre cuerpo fuente y cuerpo superficie con relación a la discriminación entre
enunciación y enunciado.
Elsa Rappoport de Aisemberg en ‘Repetición, transferencia y somatosis’, describe
dos tipos de repetición, la benigna, como expresión del inconsciente reprimido con
representaciones investidas, y la demoníaca, de lo inconsciente no reprimido y pro-
ducto de las huellas sensoriales primitivas anteriores a la palabra, que nunca fueron
conscientes y que a raíz de un trauma o duelo se desencadenan, y que a través de la
transferencia despliegan una nueva creatividad.
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self de H. Kohut. Así propone que hay que aceptar que el psicoanálisis es una disci-
plina con varios paradigmas y que hay que encontrar la interpretación que mejor se
adapte a la singularidad de cada paciente. Insiste en que la repetición es la muerte del
psicoanálisis productivo.
Finalmente Madeleine Baranger, en ‘Desarrollos y controversias en psicoanálisis.
Pasado, presente y futuro’, insiste en que el psicoanálisis sobrevivirá si se discrimina
de otras intervenciones terapéuticas donde intervienen las manipulaciones y mentiras.
Por otro lado la cura tipo debería siempre ser el modelo nuclear como práctica y en-
señanza, como la referencia con la cual medir el alejamiento de otras técnicas. Si un
caso requiere alguna modificación técnica, es importante compararlo con el “shibbo-
leth” citado por Freud, para conceptualizar adecuadamente las razones del cambio.
Me parece muy ilustrativo este recorrido literal de los distintos trabajos de una
Revista tomada al azar para dejar constancia que la salud del pluralismo científico en
APA es muy buena. La interesante diversidad y la gran riqueza de conceptos y esque-
mas referenciales solamente multiplica la creatividad, y la lectura de este número de
la Revista me fascinó y me hizo sentir orgulloso de pertenecer a una Sociedad que ha
sido capaz de promover semejante desarrollo. El marco de la letra impresa de una
revista, lejos del enfrentamiento imaginario narcisista de las presencias que se imponen,
permite una lectura calma donde constantemente aparecen interrogaciones más que
respuestas, y donde uno se siente cuestionado en la intimidad de una reflexión más
honesta y sincera consigo mismo. Pero sobre todo en una Revista los artículos pueden
ser valorados casi como un cuento o como una novela corta que pueden gustar más
o menos, pero que ilustran siempre la forma peculiar en que diferentes personas con
un “shibboleth” común se enfrentan con la propia impotencia frente a lo real que el
inconsciente comporta.
La definición más común que podemos encontrar de “Shibboleth” es que se
refiere a cualquier uso de la lengua indicativo del origen social o regional de una
persona y, de forma más amplia, cualquier práctica que identifique a los miembros
de un grupo, una especie de santo y seña. Toda la cuestión es no repetir la historia
bíblica en la que se usaba la palabra para distinguir a los miembros de la tribu de
Efrain cuyo dialecto carecía de un particular sonido S de los miembros de la tribu
de Galaad, que sí lo tenían. En el libro de los Jueces aparece la narración de cómo
los galaaditas imponían a los efrainitas derrotados que querían salvarse atravesando
el Jordan disfrazados de gaaladitas la simple prueba de pronunciar “Shibboleth”. Si
pronunciaban bien la S eran de los suyos, pero si la pronunciaban mal los degollaban.
Por eso es tan importante cuidarse del enfrentamiento paranoico donde el otro suscita
la violencia de la aniquilación en tanto desnuda la propia castración, y del refugiarse
en la rigidez del propio esquema referencial como el dialecto o el santo y seña de ser
“uno de los nuestros”.
En ese sentido la Revista de Psicoanálisis es una de las estructuras más valiosas
para la transmisión sin violencia de un objeto tan frágil como el inconsciente. La letra
impresa hace magníficamente de tercero apaciguador, como si fuera el padre muerto
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Bibliografía
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Introducción
Cuando en los años setenta mi paciente Mario me contestó que sabía para quién
eran esos dólares anacrónicos que valían dos pesos, yo fui la primera sorprendida.
¿Cómo llegué a intuir algo que yo desconocía absolutamente y que reveló ser tan
esencial como para que su descubrimiento transformase la ausencia psíquica del ana-
lizando en una presencia psíquica comprometida y vital?
¿Cómo podía Mario estar tan comprometido en forma inconsciente como para
comunicar algo que resultó ser fuente de cambio psíquico, si ese algo había acontecido
antes de su concepción?
Acuñé como expresión que el caso Mario me planteó una respuesta clínica a cues-
tiones teóricas que aún no me había planteado.
Después de migrar a Francia en 1976 me encontré teniendo que repensar las ideas
implícitas y explícitas que fundaban mi experiencia clínica. Me propuse tanto como
fuera posible explicitar estos conceptos buscando dos objetivos complementarios: ser
entendida y aceptada como psicoanalista en Francia y a la vez darme a conocer y ser
reconocida como alguien que viene de la Argentina, que tiene su propia historia, que
tiene su propia voz.
De ahí surgió mi interés por desarrollar la siguiente pregunta: ¿de qué modo una
determinada cultura psicoanalítica entiende el modo en que otra cultura plantea pro-
blemas esenciales del psicoanálisis?
En este contexto me encontré con el proyecto de profundizar mi propia experiencia
analítica trayendo a nuevo escrutinio el caso Mario que sentía me representaba mejor
en lo que aún no había entendido en toda su magnitud, pero que intuía era una ex-
periencia que expresaba verdades psíquicas sorprendentes y me permitiría encontrar
mi propia voz.
¡Decididamente Mario no había empezado a decirme todo lo que en cierto modo
ya habría podido decir!
Mario
Recordaré exclusivamente cómo narré las dos sesiones con Mario sin los comen-
tarios del texto inicial: todos ellos siguen siendo válidos para mí, y su desarrollo junto
con los conceptos que fui proponiendo constituyen la trama de mi libro El Telescopaje
de Generaciones: A la escucha del lazo narcisista entre generaciones. Cada capítulo de
una manera u otra está inspirado en lo que considero una experiencia inaugural, el
caso Mario. En la primera publicación transcribí las dos sesiones en la forma más pró-
xima posible a nuestra experiencia (la de Mario y la mía) y me esforcé en preservar
sus aspectos enigmáticos. También hice de la sorpresa el hilo conductor de las pre-
guntas que se me fueron planteando en dicho artículo y siguieron inspirándome en
los ensayos sucesivos.
Mario era un paciente muy silencioso. Estaba psíquicamente ausente. En la sesión
que discutiremos, su ansiedad se manifiesta por primera vez. Dice que no podrá con-
tinuar su análisis porque su salario no le alcanza para mantenerse hasta fin de mes.
Es evidente que desea continuar su análisis pero al mismo tiempo no se muestra dis-
puesto a adoptar ninguna medida financiera que le permita protegerlo. Explica que
un amigo trató de convencerlo de que comprara dólares y le preguntó si sabía lo que
valía un dólar. Mario le respondió (y lo dice con una sonrisa tierna, secreta) que un
dólar valía dos pesos. Al mismo tiempo que me cuenta esto, hace un gesto —apenas
perceptible— con la mano, como para verificar que algo se encuentra en su bolsillo.
Cuenta al mismo tiempo, con tono de distracción e indiferencia, que su interlocutor
le dijo que el dólar valía cinco mil pesos.
Entonces le dije: ‘Debe de haber algo muy importante en su bolsillo, algo secreto,
y que reclama su atención en el preciso momento en que nos ocupamos de su dinero
para asegurar la continuidad de su análisis conmigo. usted me comunica su deseo de
continuar, y su angustia ante la idea de tener que abandonar el análisis. Tal vez lo que
reclama su atención esté en relación con dólares que valen “dos pesos”. Si es así, deben
de pertenecer a otra época, tal vez a los años cuarenta. Yo no sé a qué me estoy re-
firiendo, pero en caso de que usted sepa, ¿tendrá usted idea de quién es el destinatario
(de esos dólares)?’
Ahora realizaré un comentario actual acerca de mi intervención. A partir de
este defasaje en el tiempo, y teniendo en cuenta que era la primera vez que mi pa-
ciente estaba tan presente psíquicamente para decirme que tenía que irse por mo-
tivos que yo en el presente conocía demasiado bien3, quise poner en palabras una
apertura hipotética para que juntos pudiéramos pensar algo más, salvo que al en-
contrarme diciendo ‘esos dólares deben ser de otra época’ (por el momento me
sentía con un legítimo derecho de decir lo que decía aunque no tenía la menor
idea de qué dólares se trataba), me pregunté por qué agregué ‘tal vez de los años
3. La inflación galopante que sufríamos todos. Janine Puget y Leonardo Wender trataron el tema de los
mundos superpuestos entre pacientes y analistas.
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40’ (ya que la hipótesis se hubiera sostenido con decir de otra época). Fue justa-
mente ese error el que me llevó a darme cuenta de que en esa época mi paciente
no había nacido aún.
Retroactivamente pienso que este error me obligó a agregar con más claridad
‘yo no sé de lo que estoy hablando’, lo que seguiría siendo cierto aún cuando hubiera
hablado sin precisar décadas. Y el hecho de que yo, analista, no supiera de lo que
estaba hablando me obligó a agregar ‘pero tal vez usted sí sepa’. En ese momento
mis conocimientos teóricos no tenían el siguiente postulado que luego se me impuso
como esencial (y que debe ser uno de los postulados en que se basa el descubrimiento
posible en análisis), a saber: el paciente tiene un saber inconsciente que se ignora.
Ahora me parece obvio que es así. Yo tenía ese saber inconsciente que se ignora
transmitido por mi propio análisis, por mis supervisiones, por los seminarios con
maestros que nos enseñaban a pensar psicoanalíticamente, por mi relación con la
institución, y por la relación con mis padres. Aún no sabía que esta relación con
mis progenitores contenía, en parte, la relación que cada uno de ellos había tenido
con sus propios padres.
Estamos refiriéndonos a mi interpretación en el momento en que estoy diciendo:
‘yo no sé de lo que estoy hablando pero tal vez usted lo sepa’.
Y me inspiré para decir: y si usted sabe de qué se trata, ¿tiene usted una idea para
quién son esos dólares? Siempre consideré que la parte más importante de esa cons-
trucción-hipotética interpretativa era que despertaba la curiosidad de ambos (mi pa-
ciente y yo como analista) con una encuesta sobre el destinatario hipotético de los
tan hipotéticos dólares de tal hipotética época.
Yo estaba resignada a pensar que la sesión había fracasado totalmente, que mis in-
tentos de investigar algo habían tropezado en el escollo de dar una fecha aproximada
al enigma, me reproché mi impaciencia en ese punto aunque estaba analíticamente
más conforme con la continuación de la construcción en la medida en que decía cla-
ramente que no era una afirmación, que yo no sabía (y resultó que no sabía en absoluto)
de qué se trataba.
Desde entonces me pregunté ¿cómo pude imaginar que todo este enigma tenía
un destinatario? unos años después sugerí que era posible que al sentir yo que esos
dólares no me estaban destinados, al ver que Mario me decía que no podría pagarme,
que no hacía los esfuerzos que otros aconsejaban para compensar la inflación ga-
lopante de la moneda, me preguntara para quién ‘diablos’ podrían estar destinados.
Por el momento dejamos a mi paciente oyendo mi interpretación y yo pensando
que había fallado con ella. La respuesta de Mario dio legitimidad a mi interpreta-
ción/construcción.
La respuesta de Mario abrió la vía a mi reflexión posterior, a la escritura de mi
libro4 , y hace que hoy tenga placer en expresar mi reconocimiento a mi analizando…
4. Haydée Faimberg El Telescopaje de Generaciones: a la escucha del lazo narcisista entre genera-
ciones, 2006.
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cuarenta años después de ese análisis y casi treinta después la publicación de su caso
en la Revista de Psicoanálisis.
Como Mario amenaza partir y a su vez muestra angustia y deseo de seguir su aná-
lisis, mi intervención es a la vez urgente y casi sin los elementos para establecer un
lazo para mí inteligible. Me encontré hablándole muy pausadamente, con una voz in-
terrogativa. Parecía algo extraño que estuviera interrogando algo cuya naturaleza
Mario y yo ignorábamos. Y sin embargo algo me estaba comunicando y algo me estaba
‘trabajando’ psíquicamente en forma altamente enigmática.
Hice una pausa para ‘digerir’ lo que yo estaba proponiendo en forma altamente
hipotética. Y tuve la inspiración de decir que yo no sabía de qué se trataba, que tal vez
él, Mario, supiera para quién esos dólares podrían estar destinados.
El carácter no solipsista implícito en mi construcción hipotética tenía dos niveles:
Mario me comunicaba un enigma.
Yo lo oía y lo completaba con otro enigma.
Al mismo tiempo alguien habla a alguien y alguien contesta a alguien.
Descubro en esta relectura del caso Mario que ya en ese momento mi escucha se
orientaba hacia una solución no solipsista para escuchar el enigma que se planteaba
en la historia de la transferencia.
Considero que esta secuencia tiene en germen la escucha dialéctica que me llevó
a acuñar el concepto de ‘escucha de la escucha’, como complemento de la asociación
libre y de la escucha flotante.
Ahora entiendo mejor por qué el concepto de ‘telescopaje de generaciones’ y el de
‘escucha de la escucha’ están para mí siempre asociados.
De lo que estoy particularmente feliz es de haber encontrado una formulación para
decir lo siguiente (que entonces no había tenido conciencia de estar procesando como
una transformación): en caso que de usted sepa de qué estoy hablando, ¿tiene usted
una idea para quién esos dólares están destinados?
Ahora volvamos a Mario y al artículo en cuestión. (Recordemos que en el momento
en que estaba formulando la interpretación/construcción me fui dando cuenta de
que Mario en esa época aún no había nacido. Recordemos, además, que la construcción
interpretativa no describe un comportamiento. El gesto de Mario está incluido en una
cadena significativa inconsciente que faltaba y es esta significación inconsciente la
que permite hablar de interpretación/construcción).
Mario responde inmediatamente con gran animación y presencia psíquica, se dirige
a mí de tal forma que es evidente por razones todavía desconocidas para mí5, que lo
que dice le concierne, nos concierne:
‘Sí, sé para quién son esos dólares, son para la familia de mi padre. Cuando mi
padre dejó su país en los años treinta, su familia se quedó en Polonia. Mi madre me
contó que la inmigración había cambiado completamente el carácter de papá y que
él había dejado de hablar. En realidad, nunca llegó a hablar correctamente el castellano.
Cuando estalló la guerra se puso a enviar dinero a su familia que quedó en Polonia,
a sus hermanos y sus padres. Enviaba dólares, uno de los envíos nunca fue cobrado.
Deben de haber matado a toda la familia. Mi padre nunca habló de eso y nunca aludió
a lo que había pasado. En el fondo pienso que nunca supo lo que había ocurrido. Fue
mi madre la que me contó todo.’
Era la primera vez que Mario hablaba de tal forma que no cabía la menor duda de
que lo que empezaba a contarnos (a él y a mí), ocurrido antes de su concepción, le
concernía. Más aún, nos concernía.
Es en este punto en que digo que Mario cuenta esta historia para resolver un enigma
que plantea la transferencia. (Para este concepto ver ‘El enigma que plantea la trans-
ferencia’ (1994), publicado a partir de un mesa redonda con Jean Laplanche, en un
coloquio consagrado a su obra, Jean Laplanche y otros).
Ahora completo diciendo que mi interpretación/construcción hipotética deriva
de mi posición de escucha que también trata de resolver un enigma que plantea la
historia de la transferencia, parte de la cual está psíquicamente trabajada por mi psi-
quismo como analista. Mi intento estaba destinado a restituir en la transferencia lo
que yo estaba conteniendo en mi posición contratransferencial de escucha y de in-
terpretación (ver capítulo 5 ‘La posición contratransferencial y la contratransferencia’
en El Telescopaje de Generaciones).
El carácter disimétrico se manifiesta en intervenciones complementarias al servicio
de restituir lo que correspondía al funcionamiento psíquico de Mario y lo que se reveló
como constitutivo de lo que posteriormente pude teorizar como sus identificaciones
inconscientes narcisistas alienantes que condensaban en forma muda tres generaciones
y se revelaban en la operación de Nachträglichkeit ( para este concepto de temporalidad
que es esencial en este caso y en todos mi trabajos ver en particular Faimberg 1998,
2005 a, 2005b, 2007, 2011, 2012,1013).
Es curioso que la sesión que tuvo lugar un año después y que es igualmente sor-
prendente no sea comentada con frecuencia como lo es la primera sesión que es muy
conocida. Me referí a esta segunda sesión en un panel organizado por Theodor Jacobs
para el Congreso Internacional de IPA, Berlin, en 2007, alrededor del tema de la me-
moria (artículo inédito). Veamos esa sesión.
‘Pregunté a mamá por la tía Rita. Se quedó sumamente sorprendida de que yo
conociera su existencia. Me preguntó cómo sabía que existía la tía. Me acuerdo de
ella. No sé si siempre me he acordado de ella. Pero últimamente me di cuenta de
que sabía que existía. Mamá me respondió que estaba internada en un asilo. Le
pregunté cuándo la habían internado. Mamá me contestó que fue mientras ella es-
taba embarazada de mi hermano. Yo tenía cinco años. Mamá jamás volvió a verla
y nunca más habló de ella. Pero mi otra tía la visita regularmente. Lo que cuento
pasó hace tres meses pero, no sé por qué, hasta ahora no pude contárselo. Desde
que supe dónde estaba, le pedí a mi hermano – que es médico – que me ayudara
a verificar si estaba bien tratada. La visité y me encargué de informarle sobre todo
lo que había pasado en veinticinco años que estuvo separada del mundo. Le enseñé
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a asearse (muestra sus zapatos que, por primera vez, estaban limpios), y me he
puesto como ejemplo.’
Agrega que en el curso de los últimos meses interrogó a su madre y que ésta le dijo
que cuando nació su hermano, él (Mario) dejó de jugar, de hablar, ya no fue el mismo.
Mario me aseguró que se sentía culpable de haberme ocultado toda la historia pero
que no había podido evitarlo.
Mis diferentes interpretaciones durante esta sesión pueden resumirse así:
‘usted debió hacer todo en secreto. Era el único medio que encontró de tras-
mitir el carácter secreto de la cosa. No supo cómo hablar de un secreto. No podía
sino hacerme experimentar el secreto y ‘excluirme’. De este modo, yo me convertía
en el internado, el que no sabe nada, no siente nada, no existe. Es lo que usted
experimentó, como lo experimentó su tía. Ahora pudo decirse a sí mismo, decir
a su tía y decirme que el tiempo ha pasado, que ha tenido un hermano que hoy
es médico.’
Desde el punto de vista de la transferencia, también empiezo a existir yo como
analista en el plano de la exclusión ya que Mario se siente culpable de haberme ocultado
durante tres meses su relación secreta (ayudado por su hermano) con la tía Rita.
Gracias al trabajo de Antonio Corel (1976) sobre la construcción, pude dar una
nueva significación retroactiva a lo que escribí en este artículo y los siguientes. Así
redactamos juntos un trabajo en 1989 (presentado en el Congreso Internacional de
IPA, en Roma) que pasó a ser el capítulo 4 de mi libro).
Esto me permite decir: Mario no tenía un pasado, no tenía una historia propia.
Fue justamente la construcción/interpretación que le propuse la que permitió ubicar
como pasado la historia de su padre (a partir de la primera sesión mencionada). La
segunda sesión muestra en forma conmovedora cómo pudimos acceder a ese pequeño
Mario que dejó de hablar y de jugar cuando su madre quedó embarazada de su se-
gundo hijo. Este hermano de Mario recién es reconocido, en análisis, como existente
(‘me acompañó mi hermano que es médico’) al mismo tiempo que el analizando re-
conoce ante mi, como analista, la existencia de la tía Rita.
La existencia de la tía Rita también había sido sometida a una operación de des-
mentido por parte de la madre de Mario. Mario preguntó qué había pasado con la tía
Rita, la madre se asombró que Mario conociera su existencia. Cabe pensar que Mario
se identificó en forma inconsciente narcisista y alienante con el desmentido con el
que la madre trató la existencia de su propia hermana. El estatuto de la memoria
queda así interrogado una vez más.
Gracias a este primer trabajo de desalienación, de desidentificación a la modalidad
con la que el padre había desmentido parte de su propia historia, tuvimos acceso a
una segunda sesión en la que reconstruimos con Mario parte de su propia historia.
De esta experiencia clínica surgió mi teorización sobre la regulación libidinal nar-
cisista de objeto y las funciones de intrusión y de apropiación que constituyen, a mi
juicio, un aporte personal a la comprensión de la transmisión psíquica entre tres o
más generaciones (capítulos 1, 2 y 9 El Telescopaje de Generaciones ).
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6. Habría podido ser publicado en 1981 en otra lengua, pero los comentarios para su no aceptación
fueron en resumen los siguientes: no se veía la razón para introducir nuevos conceptos en psicoanálisis;
la incidencia de la Historia no tenía lugar en psicoanálisis, en particular si el paciente ni siquiera había
sido protagonista de la misma. Para el análisis de pacientes que sobrevivieron los campos de exterminio
Nazi, ver Faimberg (2012), basado en un trabajo de 1989 presentado en un coloquio que tuvo lugar
en el Instituto Goethe en Bruselas con la asistencia de analistas francófonos y alemanes.
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7. Anna Freud y Kohut usaron la palabra (telescoping) en el sentido metafórico, descriptivo; Piera Aulagnier
(telescopage) y Judith Kestenberg ( telescoping) también usan el término a mi entender en forma metafórica
aún cuando lo hagan en el contexto de una problemática entre generaciones.
8. Quien dirigió la nueva traducción del alemán de la obra completa de Freud (Amorrortu Editores).
9. Creo que este antecedente pudo haber incidido para que el editor de la versión en alemán de mi libro
haya elegido como término Teleskoping en el título, creando a su vez un neologismo en dicho idioma.
10. Como preciso en el prólogo a la edición en castellano de mi libro, es difícil comparar el lugar que
ocupa en el pensamiento de Piera Aulagnier la palabra ‘telescopage’ (y sus conceptos de identificación
y alienación) con mis propios conceptos que venía escribiendo en forma independiente. Cuando yo ma-
nifestaba mi interés por sus ideas, para mi sorpresa Piera Aulagnier no coincidía con el modo en que yo
intentaba fundamentar y desarrollar mi acuerdo con ella. Esto era así porque yo articulaba sus desarrollos
teóricos con el pensamiento de Bion, Bleger, Winnicott, Fairbairn (relacionándolos con la metapsicología
freudiana tal como yo la entendía y ciertas ideas de Lacan y Leclaire). Ella insistía en lo que siempre lla-
maba ‘sus opciones’, opciones en las que no aceptaba la obra de Bion y de Winnicott (autores que for-
maban parte de mi filiación y que me ayudaban a interrogar mi modo de pensar en psicoanálisis).
Escuchando una conferencia de Micheline Enriquez me di cuenta posteriormente que las ideas de
Aulagnier (expuestas en La violencia de la Interpretación [1975]) ocupan en el pensamiento de Micheline
el lugar que ocupaban los citados autores en mi pensamiento, creo que con funciones cercanas, difícil
decir equivalentes.
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Lo primero que aconteció con la experiencia con mi analizando fue que se me volvió
muy viva la curiosidad centrada en lo que no sabía. Ello implica renunciar a que todo
pueda ser sabido. Entendí a partir de este caso que la creación de la curiosidad por
nuestro propio funcionamiento psíquico, incluida su dimensión inconsciente, por la
reconstrucción y a veces construcción de nuestra propia historia son motores esenciales
de la cura analítica. Y con la experiencia con este paciente pude completar la frase de
la manera siguiente: me sentí curiosa sobre lo que no comprendía…todavía.12
Me gusta pensar que todos estamos en deuda con tantos autores, aún en los casos
en que pensemos en términos de nuestras propias contribuciones. Este descubrimiento
me llevó como primer paso a releer Freud buscando los escritos en que mejor podía
apoyar mi reflexión. Me llevó también a repensar los autores que me habían inspirado
hasta entonces y finalmente me llevaron a acuñar nuevos conceptos. Me puse como
condición (llamémosla epistemológica) que solamente me propondría acuñar un nuevo
concepto cuando los disponibles mostrasen sus límites y la nueva concepción pudiese
dar una nueva inteligibilidad a un enigma clínico. También retomé conceptos existentes
a los que me di cuenta que les estaba otorgando una extensión conceptual mayor.
Con la experiencia del caso Mario, al que se agregaron Jacques (con el análisis de
un sueño), Maryse, y tantos otros así como en supervisiones con analistas que trabajan
11. La trágica muerte de Micheline en un accidente de auto privó al psicoanálisis de una voz muy creadora
y de una persona muy querida. Nuestro seminario no pudo tener lugar y en homenaje Piera Aulagnier
organizó un número en Topique (1988) en el que escribí ‘A la escucha del telescopaje de generaciones’.
En él, lamentando el diálogo que no pudo tener lugar por una pérdida tan sentida por todos nosotros,
explicito por primera vez las condiciones que este nuevo concepto, telescopaje, debe cumplir para ser
considerado como lo que es, un concepto psicoanalítico. Horacio Amorrortu en la línea de lo propuesto
por José Luis Etcheverry incluyó este ensayo como capítulo 3 de mi libro, aunque no figura en los otros
idiomas (la edición en castellano tiene otra numeración y 12 capítulos en lugar de 11). Con posterioridad
este segundo artículo sobre el telescopaje fue incluido como capítulo 20 en ‘Reading French Psychoanalysis’
Routledge, London and New York 2010.
12. Esta fue para mí la llave de las enseñanzas de Enrique Pichon Rivière y de José Bleger: curiosidad
por lo que no sabemos y esa extraordinaria capacidad que tuvieron para anticipar problemas que aún
hoy no solamente continúan vigentes sino que algunos aún no han sido suficientemente explorados.
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con culturas psicoanalíticas diferentes, fui llevada a proponer nuevos conceptos, algunos
de los cuales son utilizados por analistas de tradiciones diferentes. Llegué a la conclusión
de que podemos estudiar con respeto del método y del encuadre el modo en que la
‘historia de otro’ y la Historia (con H mayúscula) pueden ser traídos a la cura analítica
sin transformar el proceso psicoanalítico en sociología o en análisis ‘aplicado’.
Mi experiencia con Mario generó en mí un reguero de preguntas que hasta ese
momento no me había planteado. La experiencia con Mario se convirtió en el ‘caso
Mario’ en cuanto escribí sobre él más de diez años después. Y este caso continuó siendo
un enigma a descifrar.
Mucho tiempo después recordé (una vez más) lo que escribió Ítalo Calvino: un
clásico es un libro que no termina de decir lo que tiene para decir. E incluyó al lector
cuando escribió: un clásico es aquel texto que para cada lector y en cada época provoca
nuevas lecturas. un enigma que no termina de generar preguntas ¿no tendrá esa cua-
lidad con que Calvino definió precisamente a un clásico?
En ese sentido, al menos para mí, el caso Mario continúa interrogándome como
un caso clásico.
Por ejemplo me pregunté por qué ciertos analistas privilegiaban la escucha del nar-
cisismo mientras que otros lo consideraban como inaccesible. ¿No sería que algo en la
teorización misma del narcisismo debía volver incompatibles el plano narcisista y el plano
edípico? ¡Y sin embargo, en mi escucha, a partir del caso Mario ambos planos ‘nos hablan’!
Pensé si no sería posible proponer una ‘teoría no narcisista’, por así decirlo, para
escuchar el narcisismo; una teoría que estudie el narcisismo pero no abrace las ‘creencias
narcisistas del yo’ ‘de ser amo en su propia casa’ (Freud, 1916-17); Faimberg, 1981.
La respuesta que traté de dar a estos interrogantes la desarrollé en el mencionado libro.
En él muestro por qué pienso que el nuevo término que acuñé de Configuración Edípica
y su dimensión narcisista es la respuesta que propongo para facilitar pensar a partir de
un modelo posible no solipsista el funcionamiento psíquico y de la escucha analítica.
En esto el caso Mario no termina de decirme lo que tiene para decir. Y si para cada
lector y en cada época le puede inspirar nuevas lecturas el caso Mario será un clási-
co…¡no solamente para su analista!
Resumen
A partir del caso de Mario publicado hace treinta años en la Revista de Psicoanálisis la
autora ha desarrollado sus ideas para entender teórica y clínicamente un problema crucial:
¿de qué modo pueden concernirle (sin saberlo) a un paciente conflictos que pertenecen a sus
padres y a sus abuelos?
Ha propuesto conceptos nuevos basados en un modelo no solipsista. Por ejemplo: La
Configuración Edípica y su dimension narcisista (en el que propone lo que ha llamado una
teoría ‘no narcisista’ de estudio del narcisismo).
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Esto la llevo a estudiar dentro del respeto del método y del encuadre psicoanalíticos de
qué manera la ‘historia de un otro’ y la Historia (con H mayúscula) pueden ser objeto de
análisis sin que el proceso psicoanalítico se transforme en sociología o en psicoanálisis ‘aplicado’.
En este sentido el caso Mario no termina de decir lo que tiene para decir.
summary
Mario's case: a classic? 'the situation that did not happen yet
Starting from the case of Mario published thirty years ago in the Revista de Psicoanálisis
the author has developed her ideas with the aim of understanding theoretically and clinically
a key question: how can a patient be concerned (without knowing he is) by a story that
belonged to the generation of his parents and grandparents?
She was led to propose new concepts based on a non solipsistic model such as the Edipal
Configuration and its narcissistic dimension (where she proposes what she called a non-
narcissistic theory of narcissism). This led her to studying with due respect for the psychoanalytical
method and setting how the ‘history of another’ and ‘History’ can be brought to analysis without
transforming the psychoanalytical process in sociology or ‘applied’ psychoanalysis.
In this sense the case of Mario has not finished to say what he has to say.
resumo
o caso Mário: um clássico?: ‘a situação ainda não advinda’
Bibliografía
705
este paso del desarrollo mental y el puente entre pensamiento y acto verbal y acto de
escribir parecen resultar tan dificultosos?
Estos hechos aún no resueltos perturban de seria manera la formación psicoana-
lítica, y ésta pasa a ser nada más que una fórmula insustancial, ficcional, donde queda
oculto que algo esencial ha quedado detenido. Encomio así el alto valor “formativo”
de la escritura, pues es la que da testimonio de que los esforzados años de la formación
no han sido vanos.
A menudo se encara este hecho como producto de inhibiciones especiales, que re-
conocemos como vecinos cercanos de las fobias, y como tal de la angustia. Este afecto
– primitiva angustia – que aún no se define como tal, puede albergar pudor, vergüenza,
miedo, terror, con la carga pulsional inalienable que subyace a estos afectos.
A menudo este problema es producto de un super-yo hipercrítico que anula las
posibilidades yoicas y corta el vuelo de la creatividad.
Juega asimismo el “ser” o “no ser”, como si cupiera esconderse de algo o de alguien
frente al cual uno se siente prohibido de mostrarse o de existir. Otras veces puede de-
berse a la fuerte carga erótica con la que está investida la palabra dicha o escrita. Se
la vive como un exhibicionismo, como un acto secretamente prohibido. Hablar o es-
cribir es mostrarse; implica una forma de desnudez que asusta. Mostrar la mente es
como mostrar el cuerpo desnudo. Probablemente existan también fantasías incestuosas,
en aquellos casos en que hablar-escribir sería supuestamente revelador de la proce-
dencia, del análisis personal o del vínculo con maestros o profesores cercanos. Dar
cuenta de todo esto queda desde ya destinado al análisis personal de cada uno.
Pasaré ahora a expresar algunas ideas acerca de la escritura en psicoanálisis. A menudo
leyendo fichas y monografías de colegas en formación he quedado muy gratamente sor-
prendida por la originalidad del enfoque y de la letra escrita, que podríamos llamar
estilo. Las pruebas de “verdadero-falso” no existen en nuestra disciplina. Importa sí el
alto nivel de individualidad, de subjetivad con la que un colega ha plasmado lo mucho
escuchado y lo mucho leído. Escribir implica un desprendimiento, una desidentificación,
todo lo contrario a una sumisión, que tan a menudo observamos en el exceso de citas,
en el rigor obediente, que tanto empobrecen al psicoanálisis. Por lo contrario despren-
derse es pensar uno mismo, abandonar al “master-padre” y empezar a ser quién se es.
Si se logran vencer todos los obstáculos que señalé más arriba, se accede a lo propio
y se abren nuevos caminos al pensamiento. Cada autor confiere un particular sentido
a lo que piensa y escribe. Nuestra pluralidad tan sostenida por nosotros nos enriquece
y nos complica. Leemos y enseñamos todo lo aprendido, procedente de las varias co-
rrientes de pensamiento actual del psicoanálisis. Todo ello decanta en nosotros, como
si hubiera una cierta selección inconciente acerca de todo lo asimilado, haciéndolo
ya propio y en nuestras personales visiones, como captándolo con un personalísimo
filtro. En el otro polo de las ciencias exactas admitimos nuestra polisemia, que nos
fue dictada por Freud, quien fue infiel a sí mismo tantas veces, reformulando los con-
ceptos básicos a través de sucesivas y enriquecedoras versiones, que curiosamente no
se contradijeron entre sí sino que se complementaron.
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lidad multiforme que decanta en ideas rectoras que pueden quebrarse o arborizarse
en todo momento.
Como comencé hablando de la escritura en la formación, me parece oportuno re-
cordar que la formación psicoanalítica es permanente, un hilo que jamás se corta, que
propone un clásico interjuego entre clínica y teoría. Dentro de ese magma productivo
que son los grupos psicoanalíticos contenidos en las instituciones, me pregunto qué
lugar ocupa la memoria, ese gran tema de la teoría en sí misma. La memoria olvida
y acumula, desaparece o reverdece en todo lo que producimos. No existe la repetición
exacta de los textos, aún de los freudianos, pues cada relectura o re-escritura va siempre
impregnada de giros nuevos, de enlaces inesperados, de rescates no programados, de
enfoques o revelaciones que captamos al comienzo de la formación y que no sabíamos
que permanecían vivos en nosotros.
Por eso escribir es reencontrarse y recrearse, un puro ejercicio de vida que no
cesa de burlar a la represión que acecha siempre. Escribir nos revitaliza y revitaliza
al psicoanálisis.
Creo por lo tanto, y aconsejo si cabe, para el futuro de la formación perseverar en
la importancia fundante de escribir y de conferir a la escritura un rol irremplazable
en esa noble tarea que es la trasmisión de nuestro saber sobre lo que tanto amamos.
Concluyo estas reflexiones con interesantes palabras de Isidoro Vegh (2010)
“Quedar fuera de la escritura es quedar fuera de la historia”.
Coincido en esto, tanto como que el lenguaje excede su valor de representación y
expresa una recreación de quien escribe. Agrego que el lenguaje es nuestra casa, así
lo sentimos desde Freud hasta aquí todos los psicoanalistas que vienen desde hace
setenta o más años, tejiendo una urdimbre que nos alimenta y dentro de la cual nos
sentimos vivos.
Bibliografía
Vegh, I.: Sobre psicoanálisis y escritura, ensayo publicado en Buenos Aires, Imago Agenda,
octubre de 2010.
Viñoly Beceiro, A.M.; Braun, J.; Martinto de Paschero, L.; Korin, V.; Fainstein, A.; de Soldati,
M.: Taller: La escritura y lo escrito en psicoanálisis, presentado en APA el 25 de setiembre
de 2012.
Jarast, G.; Fainstein, A.; Glocer Fiorini, L.: Panel: universalidad y representatividad en las pu-
blicaciones, presentado en APA el 27 de agosto de 2013 y comentado por los Dres. Lucía
Martinto de Paschero y Andrés Rascovsky.
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709
Setenta años de la Revista de Psicoanálisis. Son muchos años de trabajo en los que
la APA mostró y continúa mostrando su vasta producción científica reflejando lo
que ocurre en los lugares donde el psicoanálisis está vigente. En este marco pensé en
evaluar mi participación, humilde sin duda, en el área de publicaciones.
Cuando me senté al escritorio para comenzar la evaluación me pregunté: ¿qué fue
lo que hice? ¿fui acaso una editora? De algo estoy segura: fui y soy, por sobre todo,
una lectora. Y como tal voy a presentar los aprendizajes que hice.
Durante ocho años formé parte en APA de la Comisión de lectura de los trabajos
que presentan los egresados del Instituto de Psicoanálisis para llegar a ser miembros
titulares de la Asociación; durante cuatro participé de la Revista de Psicoanálisis, dos
de ellos como miembro y dos como secretaria y fui directora de la Comisión de
Publicaciones durante otros cuatro años. Asimismo, actué como jurado de tesis y de
concursos, revisora de las lecturas de trabajos efectuadas por otras comisiones nacio-
nales e internacionales y comentadora de trabajos presentados en la asociación.
APA es estricta en cuanto a los requisitos que impone a los trabajos que circulan
en ella. Por lo tanto el marco en el que realicé mi experiencia me sirvió para aprender
a leer muy de otra manera. Mi praxis psicoanalítica me enseñó diferentes cosas. En
la ‘lectura’ de las expresiones del analizando se conjugan la asociación libre, la atención
flotante, la transferencia y la contratransferencia. En la lectura del texto de un autor
sus palabras me abren otros interrogantes diferentes.
Lo primero que aprendí leyendo es que el escrito que llega a mis manos me habla
de un otro y que es mi deber aceptar su mundo, diferente al mío. Sus ideas y la forma
de plantearlas deben llegar a serme comprensibles aunque para ello deba soportar
los cuestionamientos que ese texto le haga a mis prejuicios. Aprendí, también, que
debo leer los textos no menos de tres o cuatro veces, porque leer un texto es como
ver una película: en el primer acercamiento predomina el mundo del lector/espectador
que se lee/ve a sí mismo en el mensaje del autor haciendo que la palabra de éste per-
manezca hasta cierto punto desconocida. Las lecturas/vistas sucesivas hacen que se
aflojen los esquemas ideológicos que cada uno trae, se desactive el mundo del lector/es-
pectador y el autor pueda emerger en su originalidad.
La escritura es la posibilidad de expresión de aquellos que quieren transmitir lo
que piensan. Es un paso necesario para muchos de nosotros que solo así logramos
plasmar las ideas que tenemos sobre un tema (o que no tenemos y que se nos aclaran
al escribir). En nuestro caso, el de ser analistas, escribir nos exige que hagamos un
primer esfuerzo que consiste en reconocer nuestras pretendidas ideas, para así poder
ambas partes que no podía ser defraudado por lo que la necesidad de llegar a un artículo
que llenara esas expectativas ocasionó un intercambio intenso con los escritores.
Cuando los trabajos iniciales llegaban a la comisión eran leídos y discutidos por
todos sus miembros. La confrontación de las lecturas facilitó enormemente la tarea de
evaluarlos en la medida en que ayudó para que profundizáramos y enriqueciéramos la
comprensión de los contenidos, aunque también hubo desacuerdos que a veces pudieron
zanjarse y otras no tanto. Ponerse de acuerdo implicó muchísimo trabajo muy útil para
todos. En efecto, es inevitable que cada colega lea y comprenda en forma diferente. Las
experiencias personales, las lecturas, la ideología psicoanalítica que predomina en su
trayectoria, el proceso psicoanalítico que atravesó, las maneras en que logra expresar
sus ideas, todo ello genera múltiples visiones que dificultan los acuerdos. Sin embargo,
el clima de trabajo que se gesta en pos de tomar las necesarias decisiones es tan creativo
que ni las discusiones más enfervorizadas logran opacarlo. Con las discusiones aprendí
a relativizar las opiniones personales propias y ajenas, sin desmerecerlas.
El debate nos enseñó que nadie puede abarcar todo sobre un tema, que hay mucha
más bibliografía que la que el autor ha revisado y no toda es necesaria aunque sea
pertinente, que el propio pensamiento del autor no está jamás concluido. No por co-
nocidos estos criterios se aplican siempre. Hacerlos realidad es un esfuerzo al que co-
labora el trabajo grupal.
Tal vez el aprendizaje más significativo que hice haya sido que cuando un trabajo
no es aceptado eso no significa que sea rechazado. Desde el lado del autor, este es un
hecho que no siempre se comprende. En verdad lo que muchas veces sucede es que
un texto no está maduro para su publicación en cuyo caso la función del editor es la
de alentar al autor a seguir trabajando. También suele ocurrir que un texto no se pu-
blique porque el grupo editor no lo acepta mientras que otro grupo editor, o el mismo
pero en otro momento, sí lo considera apto para ser publicado. Finalmente, aceptá-
bamos un artículo cuando lo considerábamos pertinente, coherente y claro.
Mi tarea personal consistió en transmitirles a los autores nuestras impresiones
sobre sus trabajos y, a veces, requerirles modificaciones. En esta etapa hubo segundas
y hasta terceras versiones de algunos trabajos. Alcanzados los borradores casi finales
el último paso fue analizarlos con el corrector de estilo. Esta fue la ocasión para que
yo experimentara otras formas de lectura. un corrector lee la gramática, el estilo y
contenidos que para nosotros no fueron relevantes.
Cuando es factible revisar los textos con los autores es asombroso comprobar cómo
al preguntar y alentar la pregunta en el autor, los escritos crecen en riqueza y claridad.
Cada vez que pude transmitirle esto a algún escribidor (como dice Vargas Llosa) el
escrito mejoraba para sorpresa y alegría de ambos y de todo el grupo editor. Al
mismo tiempo que el texto se internaba en su materia se alivianaba, se hacía accesible,
invitaba a ser leído. Tuve la fortuna de vivir experiencias así. Es maravilloso porque
para mí era como ayudar a dar a luz no sólo un nuevo escrito sino también un nuevo
autor. Yo podría asimilar este proceso con la experiencia de escuchar a un analizando
que cuando ‘se daba en el clavo’ decía ịgol!.
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Para hacer gol hace falta no solo que los autores dispongan de tiempo sino que
ellos mismos estén disponibles para el encuentro con sus propias ideas a través de la
confrontación con la lectura que otros hicieron de ellas. Varias veces me encontré con
autores que sintieron los comentarios que hacíamos como una afrenta a su amor pro-
pio. Esta reacción es lamentable porque les impide disfrutar de la gratificación que se
siente cuando uno se supera a sí mismo y realiza una obra más digna.
Aunque sabemos que cuando se escribe se escribe para alguien, como cuando se
relata un sueño, escribir es un acto solitario. Pero la voluntad de publicar implica en-
tregarse a la confrontación. El psicoanalista que escribe tiene que saber que posee un
efecto sobre aquellos que lo leen y aceptarlos esté o no de acuerdo, y recordar que el
origen de toda producción es el malentendido y que allí se encuentra la fuente de la
creación. El placer de la escritura es hijo de este logro.
Se que al escribir estas notas acerca de mi experiencia dejo afuera muchas cosas
que fueron importantes para mí. Quisiera cuanto menos mencionarlas: el tema ético
referido a la confidencialidad que los autores deben observar respecto a los materiales
clínicos, a los avatares que ocurrían en mi diálogo con ellos y que no correspondía
comentar con el grupo editorial, el aval institucional en relación a la temática elegida
y el apoyo económico que implica una publicación.
Agradezco haber escrito esta nota que me permitió reconocerme en un aspecto
mío que desplegué y descubrí realizando la tarea.
Resumen
Se expone la experiencia que la autora tuvo en el área de publicaciones.
summary
Notes on reading my experience as-editor
This article presents the experience of the author as an editor.
resumo
Notas sobre a leitura minha experiência como editor
Se exponhe uma experiencia que a autora teve na área de Publicações
713
La revista de psicoanálisis.
Una historia en construcción
Claudia Lucía Borensztejn1
fue Anita Rest desde 1955 hasta 1998, así como de la biblioteca. La Revista estaba en
manos de una comisión llamada de Publicaciones y Biblioteca de la que en el siglo
XXI surgieron tres: la de Biblioteca (en 2001), y la de Publicaciones (en 2004), que-
dando así una Comisión de Revista de Psicoanálisis. Desde 2000 la secretaria admi-
nistrativa es Silvina Richichi, transmisora natural de la rutina que enlaza uno y otro
de los comités editoriales.
Entre los años 1992 y 2001 participé de la publicación del Número Especial
Internacional. La idea de estos números fue recoger el fruto de la producción latinoa-
mericana, nacional y del resto del mundo en partes iguales, porque dada la gran pro-
ductividad local no cabía en los números ordinarios de la Revista. También fueron nú-
meros temáticos, porque ya en ese momento se percibía la necesidad editorial y comercial
de poder hacerlos, pero al mismo tiempo no se deseaba restringir la libre expresión de
los colegas en sus temas personales de investigación. Se publicaron los números sobre
la neurosis, la repetición, comienzo y final de análisis, el cuerpo, el poder, lo representable
e irrepresentable, violencia y perversidad y psicoanálisis e interdisciplina.
La cuestión de los “temáticos” se discutía mucho porque eran muy valorados y se ago-
taban. Comenzaron a aparecer a partir del año 1954. En ese año tuvo lugar el famoso
congreso interno sobre cefaleas (Rev. N° 1/2)2, luego el Primer Congreso Latinoamericano
realizado en Buenos Aires (Rev. 56 N° 4). En 1957 comienzan los Symposium y se publican
los de técnica (Rev. N° 1/ 2), psicoanálisis de niños (Rev. 1958 N° 1/2), “Relaciones entre
psicoanalistas” (Rev. 1959 N° 4), la obra de Melanie Klein (Rev. 1962 N° 1/2), y en 1970
otro sobre Escuela Argentina. No fue fácil llegar a tematizar todos los números aunque
era una demanda creciente y, al mismo tiempo, la diversidad de intereses lo hacia difícil.
Sin embargo todo fue confluyendo hacia esa posibilidad que se concretó finalmente en
la gestión de Jarast con números sobre la pulsión y el objeto, el análisis del analista, au-
toanálisis, entre otros. En mi gestión (2009 / 2012) se pudo lograr más especificidad y
también interesar a los autores a preguntar por los números futuros. Para esto es necesario
poder planificar los mismos con antelación. Así se editaron los números sobre el psico-
análisis en EEuu, en Latinoamérica, Nosotros y la muerte, Lacan en APA, Green en
APA, Psicoanálisis con y sin diván, Voces del Pluralismo, el Campo Psicoanalítico de
nosotros a los Baranger, entre otros.
En 1968 comienzan los números de homenaje, a los 25 años de la APA (Nº 3/4). En
1973 (N° 2) el homenaje a José Bleger en el que se publican 8 artículos inéditos del autor,
una semblanza, una lista cronológica de su obra, junto con la discusión de varios de sus
aportes fundamentales: simbiosis, ambigüedad, instituciones, relación entre teoría y téc-
nica e ideología, la praxis clínica. En 1973 (N° 3/4) un homenaje a Arminda Aberastury,
dedicado al Psicoanálisis de niños, donde se puede apreciar el potente desarrollo del
grupo argentino en el tema. El 1974 (N° 1/2) un número por los 30 años de la Revista se
celebra con el aporte de varios autores que reseñan su propia obra, ya no discutiendo la
2. Ruego al lector cierta tolerancia con este tipo de citación ya que mencionar cada número de la Revista
al final haría muy fatigosa la lectura que entiendo de este modo ganará agilidad.
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que comienzan a aparecer los autores franceses, Leclaire, Didier y Annie Anzieu y
Green en el ‘75, así como los ingleses kleinianos y post, como Betty Joseph, Money
Kyrle, Herbert Rosenfeld , Meltzer, Bion.
La publicación de autores americanos, entonces, cedió su lugar a ingleses, franceses
y latinoamericanos.
En 1974 se inauguró una sección de autores latinoamericanos en donde se publicó
a Alvarez, de Colombia, Dupont, de México, Davanzo, de Chile…
El primer número del período en que fui directora coincidió con el Congreso de
Chicago y se llamó “El psicoanálisis en EEuu”. Esa Revista fue la primera dedicada
a ese tema en particular y después de años de antiamericanismo3, fue una actualización
de la enorme diversidad de enfoques existentes: de la escuela del yo, escuela del yo
contemporánea, intersubjetivismo, interaccionalismo, interpersonalismo, etc. Algunos
autores como Ogden y Kernberg fueron incluidos en esos años en virtud de sus filia-
ciones cruzadas, bioniano el primero y latinoamericano el último. Rangell estuvo tam-
bién entre los que nos acompañaron sobre todo luego de su visita a Buenos Aires, de
la cual figuran sus impresiones en 1969 (Rev. Nº 2). En ese año se publica también a
Kohut y a Wisdom (Los Ángeles). De este último un artículo que se llama “Puesta a
prueba de una interpretación en el curso de una sesión”, publicado en inglés en el
International Journal en 1961, el autor habla de Enactividad (enactivity) como una
forma que más que determinar la verdad de una interpretación, determina el poder
de cambio que la misma posee. Y esto puede ocurrir aunque la interpretación sea
errónea. O sea las interpretaciones enactivas pueden ser verdaderas o falsas, y plantea
el problema que se genera a partir de interpretaciones enactivas y falsas y su relación
con la sugestión. Es curioso este hallazgo, y da lugar a preguntarse por el origen y des-
tino de ciertos términos. Ahora que el enactment es estrella del firmamento, nacido
en los 80 de padres americanos e ingleses4, podemos pensar cuanto algunos de ellos
nacen antes de su tiempo, para reencarnarse, más adelante, en otras propuestas con
nuevos sentidos, acorde al paradigma de su época.
Volviendo al número inaugural del 43, hay también siete artículos “nuestros”, entre
ellos el de Cárcamo y su célebre trabajo sobre la serpiente emplumada y otros dos ar-
tículos sobre mitos, Pichón Rivière que escribe sobre la epilepsia y Rascovsky sobre
la vida sexual infantil. Ferrary Hardoy publica un estudio psicosomático de la coriza.
Garma comienza la serie de publicaciones sobre los sueños que lo llevará a postular
el origen traumático de los mismos.
En el Año 2 de 1944 ya hay 26 trabajos, 17 artículos extranjeros, entre otros el de
Abraham y su breve estudio de la libido, Alexander, con los factores emocionales de
3. Por cierto, un eco no sólo de la ideología de izquierda afín a muchos psicoanalistas, sino también un
reflejo del malestar que generó la nefasta participación americana en la política represiva de nuestro
país y Latinoamérica toda.
4. Véase Borensztejn, C. “El enactment como concepto clínico convergente de teorías divergentes”, Rev.
de Psicoanálisis, 2009, N°1.
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la hipertensión arterial, Bergler que realiza un estudio sobre el jugador, Fenichel, por
su parte, el análisis del carácter, Ferenczi, presenta la ontogenia del interés por el
dinero, Tausk, el aparato de influencia. Hay también varios artículos de Reik, y nueve
de colegas argentinos, entre ellos figuran Marie Langer, con su psicología de la mens-
truación, Arnaldo y Luis Rascovsky escriben un trabajo basado en 116 casos de epi-
lepsia, Pichon Rivière sobre epilepsia también, Garma escribe sobre esquizofrenia y
la génesis del principio de realidad, mientras que Cárcamo lo hace sobre jaqueca y la
esterilidad femenina junto a Marie Langer.
En 1945 entre los 20 artículos extranjeros tenemos a Karl Abraham, Frantz
Alexander, Edmund Bergler, Bornstein, Helen Deutsch, Ferenczi sobre técnica activa,
French con el tema del conflicto social, Gero sobre depresión, algo que se estudiaba
mucho desde los años 30 y cuyo interés luego comenzó a decaer. Está el artículo de
Jones sobre los celos, uno de Kris sobre psicoanálisis aplicado, Bertrand Lewin y el
clásico sobre la menstruación y el superyó femenino, Geza Roheim sobre mitos, Sterba
Edith y Richard, sobre los instintos.
En 1946 aparecen las primeras publicaciones de Arminda Aberastury y Luisa
Álvarez de Toledo.
En 1948 se produce una inversión de la relación y de los 37 artículos hay 18 ar-
gentinos y 15 extranjeros. En 1949 Arminda Aberastury publica “El juego de construir
casas” y la “Fobia a los globos de una niña de 11 meses” y Elizabeth Goode
“Interpretación en análisis de niños” y “un cuento en el análisis de una niña”. En 1951
se publica en la Revista por primera vez en castellano el “Esquema del Psicoanálisis”
de Freud traducido directamente del alemán por Ludovico Rosenthal. Hay otros 10
extranjeros entre ellos Hartmann, Kris y Lowenstein, Numberg y Paula Heimann y
entre los argentinos se suman a los que ya publicaban Grinberg y Liberman.
Pasaron los diez primeros años de la Revista y comienza una época excepcional.
En1954 hay 29 trabajos argentinos, una primera Revista temática sobre cefaleas
para la que escriben Cesio, Garma, Grinberg, Langer, y Liberman, con un tema se-
cundario que es el de la música Es en este momento en que podemos hablar ya de la
presencia indiscutible de una Escuela Argentina de Psicoanálisis y en este número
publican también Álvarez de Toledo sobre “El análisis del “asociar”, del “interpretar”
y de “las palabras”” y Willy Baranger “Tentativa de aproximación al psicoanálisis de
las ideologías filosóficas”.
Muchos de los autores argentinos que publicaron en la primera década, sentaron
las bases de lo que como movimiento, es uno de los pilares, junto al desarrollo en
Inglaterra, Francia y EEuu, del movimiento psicoanalítico mundial.
En el volumen 11 del año 1955 se consolida la tendencia argentina con 24 tra-
bajos y 4 traducciones de Freud en primera versión castellana (N° 1). Entre los ar-
gentinos se incorpora Mauricio Abadi. Se publica el primer trabajo de Enrique
Racker sobre la Contratransferencia, Salomón Resnik escribe sobre el Síndrome
de Cotard y sobre grupos. En la sección de actualizaciones escribe Emilio Rodrigué
sobre el simbolismo.
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teoría kleiniana, en 1963 comienzan a publicarse las Mesas Redondas sobre la teoría
de los instintos, sobre teoría de la técnica, y el formato de mesa redonda se torna un
clásico de nuestra Revista, haciéndose tan habituales que en el año ‘78 hay publicadas
tres: sobre fantasía, sobre análisis terminable e interminable y sobre pulsión de muerte,
en un número temático sobre esta. También en 1967 aparecen las mesas redondas de
la Asociación Psicoanalítica Americana hasta 1971 que se sustituyen por los relatos
de los congresos internacionales. Sus temas fueron “Problemas transferenciales en
análisis de niños” (1967, N° 4), “Análisis terminable e interminable 25 años después”
(1967, N° 3) “Aspectos teóricos y clínicos de los caracteres como sí” (1967, N° 2).
En el año 1978 comenzaron a editarse seis números de la Revista, hasta 1994, donde
se volvió al esquema de cuatro. Si se piensa que en los años 1992 y 1993 se editó además
el Número Internacional de la Revista, hubo dos años de siete números, lo cual se
puede considerar como una verdadera hazaña editorial de la APA.
En 1963 Rodrigué publica “La interpretación Lúdica”.
En 1964 Aberatury escribe “La fase genital previa”, Cesio sobre “El letargo”, Carlos
Paz una actualización sobre bordeline, el tema de su investigación y trabajo futuro.
zac publica “El impostor un estudio sobre la psicopatías.
En 1965 se publica a Bion.
En 1966, un trabajo grupal sobre delimitación conceptual entre yo y self. un clásico.
También sobre psicología de la mujer con Marie Langer, Aberastury y Rascovsky
En 1967, “Psicoanálisis del encuadre” de Bleger. Se publica a Meltzer, Bick,
Winnicott, su trabajo sobre objetos y fenómenos transicionales, Edith Jacobson,
Wisdom.
Rascovsky Arnaldo y Matilde publican escritos sobre los acontecimientos de la
sexta semana de vida y sobre el filicidio. Alberto Campo publica “La Hipocresía como
rasgo de carácter”. Hay un panel dedicado a Bion y una cronología y resúmenes de su
obra (por Grinberg y colaboradores) .
un panel de suma importancia es el de “Función del soñar y clasificación clínica
de los sueños en el proceso analítico” (1967, N°4).
En 1968 Garma publica “El pensar amplio de los sueños”; véase allí la coinci-
dencia temporal con el desarrollo de Bion sobre el soñar como proceso de pensa-
miento en los 60.
En ese año los aportes más importantes son los de Grinberg, sobre acting out, y
el de Langer y el analizado del año 2000.
Vuelven a aparecer muchos autores extranjeros de diferentes partes del mundo
mostrando ya la impronta claramente pluralista de la institución en la Revista: está
Aray de Caracas, Brodsky (New York) quien aborda problemas sociales, Helen Deutch
(Massachussets) y los caracteres “como sí”, Engel y Schmale (EEuu), trastornos so-
máticos, Giovachini Peter (Chicago), Sandler y Joffe (de Londres en la línea de freu-
dianos contemporáneos seguidores de Anna Freud) estudian los trastornos del nar-
cisismo, Lebovici y Soule, aportes a la psiquiatría infantil; Lagache, acting out y acción,
Peter Leuw, Bertram Lewin, John Lindon (Los Angeles) escribe sobre la regresión,
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Donald Meltzer sobre tiranía, Walderedo Oliveira de Rio. Richard Sterba escribe “El
psicoanalista en un mundo de cambio,” que es el título del próximo congreso de Boston
2015 (casi 50 años antes!), Edgard Weinshel (San Francisco), Donald Winnicott ,
Michael Woodbury (EEuu) y Elizabeth zetzel.
un trabajo de Rebeca Grinberg, Delia Faigon y Raquel Soifer se titula “Conceptos
actuales en psicoanálisis de niños en el grupo argentino”, de modo que ya puede ha-
blarse de una escuela argentina de psicoanálisis de niños.
En 1967 aparecen los artículos comentados, el de Liberman “Entropía e informa-
ción en el proceso psicoanalítico”, en 1968 el de Baranger “Enfoque económico de
Freud a Klein”, en 1969 el de Bion, “Notas sobre la memoria y el deseo”, y el de Carlos
Paz sobre psicóticos fronterizos. Se publica a Kohut, Paula Heinman, Lagache,
Limentani, Misterlich: “Protesta y revolución”, Mahler: “Autismo y simbiosis”, Rangell
“Reflexiones sobre mi visita a Buenos Aires”. Estas reflexiones son la conferencia final
que dio Rangell luego de una semana de supervisiones y cursos. En ella señala las di-
ferencias entre la práctica psicoanalítica en Buenos Aires y Nueva York así como las
características de la APA. Observa que los miembros jóvenes son muy activos y que
se escribe mucho más que en EEuu. En el terreno de la terapia se dan más interpre-
taciones en algunos casos tipo ping pong (lo que el critica) y que el clima general es
más elástico. Es interesante ver que las diferencias al cruzar el ecuador eran signifi-
cativas y quizás ahora nos este faltando una puesta al día de la forma idiosincrática
de trabajar en cada región.
1970 se caracteriza por la publicación de dos trabajos grupales argentinos que mar-
can ya una presencia regional y local: uno el de los Baranger, Alberto Campo y Jorge
Mom, “Corrientes actuantes en el pensamiento psicoanalítico”, y otro, “Temas especiales
de las jornadas del simposio sobre Escuela Argentina: actualización del pensamiento
psicoanalítico argentino” (1970, N°2).
1971 una de las últimas mesas de la APA (americana) atrae con su título: “Aspectos
genéticos dinámicos y adaptativos de la disensión”. un clásico de Greenson, el origen
y el destino de las ideas nuevas en el psicoanálisis. Comienza a discutirse el tema de
psicoanálisis y psicoterapia (1971, N° 1) por Rangell y Wallerstein. Garma publica
“En los dominios del instinto de muerte”.
En 1972 Baranger et al, hacen un balance de la visita de Serge Leclaire a Bs. As,
que marca la introducción de la línea francesa en APA. David Rosenfeld escribe sobre
la obra de Lagache. Se publica a Annie y Didier Anzieu. Los temas son las etapas
finales del tratamiento psicoanalítico (Garma et al., 1972 N° 3) sobre la interpretación
en un número temático que incluye el trabajo de zac, “Cómo se originan las inter-
pretaciones en el analista”.
En 1975 aparece Green quien escribe sobre encuadre.
En los 70 los autores de la Escuela Argentina constituyen el mayor porcentaje de
escritos de la Revista y algunos números tienen invitados extranjeros.
En 1979 se multiplican las mesas redondas, hay números temáticos, actualizaciones
de artículos considerados ya clásicos como el de Mom: “El yo y el control de objetos
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5. Datos de los índices acumulativos de la Revista hasta 2005 y de Biblioteca digital de 2006 a 2013.
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Breves comentarios
La palabra acting out y actuación tiene 28 entradas hasta 1990.
Desaparece en 1991 y aparece la palabra acto con 23 entradas hasta 2005.
Mas allá del indudable aumento en la producción escrita que se refleja en la columna
dos se pueden extraer algunas conclusiones, como el lugar que toma todo el rango de
lo afectivo, la disminución del interés por la psicopatología, de los sueños y de la fan-
tasía, el aumento del interés por temas como la identificación, el objeto, Lacan como
autor, el trauma, el yo.
escuela Argentina
mediocres (sic). Y continúa con el uso del tiempo y la sobreocupación del mismo
por parte de los analistas…
Es interesante comprobar que la conclusión a la que se llega sobre la clave de lo
que se podía llamar La Escuela Argentina fue el uso de la Contratrasferencia. Más allá
de las diferentes concepciones de la misma no había dudas de que en la teoría de la
técnica esto resultaba unificador, pero también se aclara que era un uso relacionado
con la idea de campo analítico de modo que la misma estaba en la base de las con-
cepciones implícitas de los analistas que pertenecían al grupo argentino.
Gracias a la tardía pero bienvenida traducción del concepto de campo psicoanalítico
de los Baranger al inglés, después de 50 años de su aparición en nuestro medio, este
concepto también viene a enriquecer las arcas del psicoanálisis contemporáneo atra-
vesado por las ideas de vincularidad, la mente el analista, la subjetividad con los nuevos
paradigmas surgidos de la caída de la objetividad. (ver Revista 2012, N°3 “El campo
psicoanalítico” De nosotros a los Baranger”).
Resumen
summary
the revista de psicoanálisis : a work in progress
The author makes a descriptive narrative of the 70 years of the Revista in an account of
its contents as well as its themes, sections, and editorial changes. It is possible to appreciate
the development and establishment of the Argentine School of Psychoanalysis which the
Revista treasures in its pages. Together with the changes in the main theoretical trends, it is
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possible to see the changes of terminology that reflect them. A special paragraph is devoted
to discuss what characterizes the Argentine School of Psychoanalysis, and another to describe
the task that the editor together with the editorial board has to perform,in order to do the
Revista hoping that it will act as guide for future generations.
resumo
A revista de psicanálise: uma história em construção
A autora faz um percorrido descritivo dos 70 anos da Revista através de uma resenha de
temas, dos autores de secções e das mudanças editoriais. Ao longo do mesmo se destaca o
desenvolvimento e o fortalecimento de uma Escola Argentina de Psicanálise , tesouro que a
Revista tem em suas páginas . Junto das mudanças de linhas teóricas predominantes se
observam seus reflexos nas mudanças de terminologia . um parágrafo especial é dedicado à
discussão sobre a pertinência de se falar de Escola Argentina enquanto outro remete à tarefa
de fazer a Revista ,para que o mesmo sirva de guia para as futuras gerações
729
Aún cuando esa fuera la propuesta, sería utópico dar cuenta de los cambios y
nuevos desarrollos del psicoanálisis ocurridos a lo largo de los últimos años, si para
ello dedicáramos nuestra atención solamente a las múltiples variantes que caracterizan
al abordaje actual de la clínica.
Es posible sin embargo un ensayo de respuesta a la cuestión planteada, si basamos
nuestra observación no tanto, como es tradicional, en supuestas nuevas patologías
que se ofrecen a la consulta y la concomitante variedad de estrategias para atenderlas,
sino sobre la novedad que puede derivar de centrar el tema en el estudio metapsico-
lógico del propio analista en su función de psicoanalizar.
Considero éste un abordaje pertinente, dado que en los últimos tiempos el interés
de la experiencia y de la formación del psicoanalista se ha trasladado insensiblemente
desde una propuesta técnica que imponía un dictamen – a veces inapelable – sobre
el “qué hacer” ante el hecho clínico, hacia una posición desde la que se considera que
la escucha y la eventual intervención analítica debe ser acorde a la singularidad in-
herente a lo producido en sesión por cada paciente.
No hay entonces inventarios técnicos de los que se puedan extraer soluciones “prác-
ticas”, sino un analista que desde su propia estructura metapsicológica aborda la
clínica a veces apelando a los instrumentos técnicos de los que fue provisto por la ex-
periencia de los analistas que participaron en su formación, pero también con la po-
sibilidad de respuestas originales que provienen de la singularidad propia de lo actual
de cada momento con cada paciente.
En esa dirección, es notorio que hace no muchos años los psicoanalistas estábamos
sujetos a imperativos superyoicos de implementación de la técnica, que impedían
apelar a criterios que quizás hubieran sido más adecuados a los propósitos del des-
pliegue del proceso analítico. A veces parecía que el analista se debía más al cumpli-
miento de las normas técnicas establecidas, que a disponer lo necesario para facilitar
un curso asociativo del que pudieran develarse las formaciones del inconsciente.
Para referirme al interés que puede resultar del estudio de la metapsicología del
analista para abordar una caracterización del psicoanálisis de hoy, introduje como
ejemplo el diferente lugar que ocupa el Superyó, si lo consideramos en contraste con
el que operaba en nosotros en la clínica hace unos años. Se trata de una idea muy ac-
cesible a los que tenemos algunos años de práctica, y hasta podría al respecto generar
un anecdotario interminable. Pero también hay que tener en cuenta que la noción de
Superyó se ha tramitado suficientemente en la teoría y en la práctica, como para que
pueda ser recortada y reconocida subjetivamente con bastante facilidad desde un en-
foque metapsicológico.
Sin embargo, la posibilidad de interrogación sobre el mismo psicoanalista desde
dicho enfoque puede además poner en evidencia vacíos teóricos, a los que la clínica
reclama respuestas. Pienso que ese es el caso de lo consciente que, si bien siempre
está presente y produce efectos, reconocidamente no tiene un lugar acorde a su im-
portancia para la teoría y para la clínica.
No es mi intención, ni tampoco mi posibilidad, realizar sobre este tema una ela-
boración teórica exhaustiva. Pero, al menos, espero poder dejar planteados algunos
problemas que den cuenta de las dificultades de dicha elaboración. Hay un cierto
déficit histórico atribuible en parte a que la jerarquía que el psicoanálisis atribuyó a
“lo inconsciente” (tanto que hasta puede decirse qué es lo que lo define) desalojó de
la metapsicología la posibilidad de un interés similar sobre “lo consciente”.
Sin embargo, esta argumentación puede ser insuficiente. La respuesta acerca del
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menor énfasis en el estudio de “lo consciente” puede estar relacionada más con su di-
ficultad intrínseca que con factores contingentes. Para asombro de las psicologías po-
sitivistas (para las cuales es su “blasón”) quizás el psicoanálisis debiera apelar a ca-
minos tanto o más especulativos para tratar “lo conciente” que cuando lo hace con
“lo inconsciente”. Seguramente no es fortuito que Freud haya eliminado ese capítulo
de su Metapsicología.
Ésta sucesión de trabajos comienza con el referido a “Pulsiones y destinos de la
pulsión” (1914). Este texto se inaugura con una presentación epistemológica por parte
de Freud en la que señala que para construir su concepción metapsicológica del aparato
anímico debe apelar a un punto de partida, un principio “prestado de otra ciencia”
(la biología) sobre el que va a erigir su sistematización. De tal manera el concepto de
pulsión (o de instinto) es reconocido como de origen ajeno al psicoanálisis, aunque
necesario para su teorización. Se constituye así en “nuestra mitología.”
No sorprende que en los sucesivos trabajos se admita como enigmática una franja
que en lo teórico abarca desde lo inconsciente incapaz de consciencia hasta lo rela-
cionado a la pulsión, a la que solo se puede advenir especulativamente.
Cuando en 1920 se ocupa de los aspectos de la pulsión que operan en forma au-
tomática, “más allá del principio del placer”, Freud advierte al lector constantemente
acerca del carácter especulativo de sus elaboraciones.
Más adelante, en el conocido “diagrama” del “El yo y el ello” (1923), el lugar de la
pulsión, incluida en el Ello, está incorporada al interior del contorno con el que se re-
presenta el aparato anímico.
¿Y en cuanto a la consciencia? En una página anterior del mismo texto la ubica en
tanto “superficie del aparato anímico”, superficie que rodea y delimita ese espacio que
contiene los procesos anímicos, sobre los que se pregunta: “¿Son ellos los que consu-
mándose en algún lugar del aparato como desplazamientos de la energía anímica en
el camino hacia la acción, advienen a la superficie que hace nacer la consciencia, o es
la consciencia la que va hacia ellos?” (p. 21).
El trazo que cierra en tanto esquema la representación del aparato anímico es pro-
ducto de un intercambio constitutivo del sujeto, en el que operan las instancias tal
como se introducen en este texto, de las cuales el Yo ocupa parte de esa suerte de
membrana activa que es lo consciente ocupando los aspectos más sensibles abiertos
hacia la percepción del mundo exterior, como a la vez relacionándolo con lo incons-
ciente (y el Ello, la pulsión).
un poco después, Freud dice: “Para el yo, la percepción cumple el papel que en el
ello corresponde a la pulsión” (p. 27).
Es en este punto en el que se producirá una desproporción teórica que contradice
la simetría enunciada en la frase anterior. Porque si bien sustentada en un reconocido
carácter especulativo, el estudio de las relaciones entre ello (o lo inconsciente) y pul-
sión, no dejó de ser un tema permanente de interés y de estudio del psicoanálisis, ge-
nerando un énfasis insistente y frecuentemente polémico. Pero en cuanto a la percep-
ción y especialmente a su objeto, lo que Freud no deja de nombrar en este texto de
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1923 como “mundo exterior”, “realidad exterior” o simplemente “realidad”, son muchas
menos las respuestas. Ni siquiera en términos especulativos se plantea una forma de
abordaje. En el “diagrama” mencionado de la página 26, tampoco dicho “mundo ex-
terior” está mencionado en el lugar que le corresponde, por fuera de su contorno,
como objeto de la percepción consciente.
Sin embargo en la clínica dicha realidad exterior es un tema que, aún falto de te-
orización metapsicológica, se impone cotidianamente. Se constituye también, como
la pulsión, en una mitología quizás de mayor dimensión porque el psicoanálisis ca-
rece de medios para incorporarla aunque fuera en forma especulativa a la teoría.
A diferencia de la pulsión, esa franja de la consciencia que transcurre desde la per-
cepción hacia su objeto, la que denominamos mundo exterior, es aún más desco-
nocida desde la teoría.
El reconocimiento de este vacío conceptual, que quizás refiere a una imposibilidad
de la teoría, es no solamente advertido (y experimentado) por los psicoanalistas como
un déficit, sino que también lo es en general por la comunidad de alguna forma co-
nectada e interesada en el psicoanálisis.
Llama la atención, entonces, que para conformar la metapsicología psicoanalítica,
lo denominado “mundo exterior” pueda constituirse en otra mitología, como lo fue
reconocidamente el tema de la pulsión.
comentarios
Pero de todos modos sería quizás un exceso requerir del psicoanálisis la resolución
del enigma del “mundo exterior” como contraposición a un supuesto “mundo interior”,
cuando este tema, en tanto objeto de la filosofía, tampoco ha sido resuelto – y segu-
ramente tampoco lo será – a pesar de los muchos siglos de elaboraciones al respecto.
En la práctica clínica la vigencia de la “realidad exterior” es admitida pero a la vez
su teorización tiende a ser desechada, como si se tratara de un tabú que pone en duda
una cierta devoción del psicoanalista por lo inconsciente, ignorando que precisamente
su develamiento es a punto de partida de la consciencia.
Como a la vez es imposible suprimir la noción de lo consciente-en-juego presente
en el campo clínico, es posible que, así como Freud cierra con un trazo el esquema
metapsicológico del esquema del “Yo y el ello” sin dar un lugar al llamado “mundo
exterior”, dejando la supuesta metapsicología encerrada en un mundo interior, también
nosotros hayamos usufructuado durante mucho tiempo la llamada “teoría de la técnica”
como un trazo grueso que nos aísla y demarca de un mundo externo, que no podemos
conceptualizar aún cuando está presente y produce efectos.
Creo sin embargo – y quizás esta “marca” provenga de la “marca” de manejarnos
con un Superyó más benigno a la percepción que la clínica nos ofrece – que en los
últimos años ya que no hemos avanzado demasiado en la teorización del mundo ex-
terno, al menos requerimos cada vez más de las respuestas que a este tema ofrecen
disciplinas que lo abarcan como uno de sus objetos: la filosofía, la antropología, la
etología, la sociología, la historia...aún otras no tan específicas como la literatura y el
arte, también representantes del desenvolvimiento de lo humano en lo que desde el
psicoanálisis llamamos “mundo exterior”.
Cuando llega un paciente “adulto”, nos da la mano, habla, mira el consultorio, nos
cuenta sus cosas, sueños, acordamos horarios-honorarios, se consideran circunstancias
de su vida. A partir de la percepción consciente de estos y muchos otros datos – los
más provenientes de su discurso – en tanto analistas configuramos un dispositivo en
el que el encuadre es lo fundamental dirigido a crear condiciones que favorezcan a la
vez ese estado de suspensión de la consciencia que llamamos atención flotante como
así su derivado en el paciente que es la asociación libre.
De la particular (y singular) condición de la escucha psicoanalítica surgirá el sentido
inconsciente del manifiesto del discurso y la interpretación que lo inscribe. Las con-
diciones creadas para que el dispositivo funcione no son a la búsqueda sino a la espera
de sentido. Dichas condiciones son dispuestas a partir de un permanente estado de
recepción consciente, ordenando registros para disponer la posibilidad de ese clima
propio del psicoanálisis, que deja al devenir del discurso y la escucha el advenimiento
de lo que develan las formaciones del inconsciente.
Esto es psicoanálisis.
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En cuanto a la clínica de niños, Maud Mannoni comienza su libro El niño, “su en-
fermedad” y los otros (1982), con esta frase: “El análisis de niños es psicoanálisis” (p.
7). ¿Por qué debe presentar el psicoanálisis de niños con una iteración?
No es posible responder a esta pregunta sintéticamente, y aún disponiendo de más
extensión no podríamos ser exhaustivos. Hay mucho para opinar. La respuesta más
inmediata y convencional, a la que no le falta pertinencia, haría mención a la com-
plejidad inherente al campo clínico del psicoanálisis de niños. Pienso de todos modos
que enunciada así sería insatisfactoria.
En este trabajo solamente pretendo abrir algunas cuestiones siguiendo el planteo
acerca del lugar que corresponde a la consciencia y el llamado “mundo exterior” en
la clínica y la teoría.
Empecemos retomando el título con el que encabecé este apartado. La palabra “de”
está entre paréntesis. Se trata de una preposición, partícula articuladora, que en este
caso nos dice que al niño hay que “articularlo” ¿al psicoanálisis?, ¿al psicoanalista?,
¿al adulto? Se trata de una articulación que alude a una diferencia con el “psicoanálisis”
a secas. Hay ahora en el dispositivo psicoanalítico un niño. La preposición “de” articula,
pero una preposición no sería suficiente para dar cuenta de las complejas condiciones
de dicha articulación. La preposición puede ser intercambiada por otras. Puede ser
“con” niños (muy en boga), “a”, “para”, u otras (esperemos que no “contra” niños,
aunque las resistencias al psicoanálisis de niños la justificaría). No hay una preposición
única que pueda dar cuenta del alcance de esta particularidad entre el niño y el analista.
Habría que crear una preposición que represente a todas, y aún así...
Esta articulación del analista con el niño emplaza no solamente a la teoría sino que
en la práctica plantea un requerimiento permanente de la percepción consciente para
crear los dispositivos necesarios que habiliten la posibilidad de un proceso en el que
la atención flotante y la asociación libre (en los niños muchas veces en el juego como
sucedáneo del discurso) sea central.
Para los autores franceses el psicoanálisis se fundamenta en el lenguaje, y en el caso
por ejemplo de un niño pequeño, hay que validarle la trama discursiva que lo refiere.
Sería el psicoanalista el que tiene que apelar a una compaginación de un encuadre
que de cuenta de un discurso colectivo del que el niño y su perturbación surge en un
valor significante.
Melanie Klein no necesita redundar para validar lo psicoanalítico de un psico-
análisis de niños. Construye una teoría del desarrollo temprano, cuando el niño aún
no dispone de un lenguaje propio, apelando a sus propias palabras de psicoanalista
para explicitar el llamado “mundo interno” del infante. Como afirmo en otro texto
(Levín, 2004): “... (Melanie Klein)...No va a constituir una clínica proveniente del len-
guaje como en el caso de Freud, sino un lenguaje derivado de una clínica” (p. 342).
Crea una versión verosímil (“plausible” dirían los etnólogos) sobre los primeros tramos
del psiquismo humano, probado por sobre todo en su enorme eficacia clínica. Puede
entonces refrendar el psicoanálisis de niños, territorio en el que Freud confesadamente
no pudo incursionar, pero obligadamente su teoría, basada en un acceso al psiquismo
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“... [Melanie Klein]...jamás reconoció del todo que junto a la dependencia de la primera
infancia existe verdaderamente un período durante el cual es imposible describir una
criatura sin describir a la madre, a la cual la criatura no ha aprendido a separar de su
ser. Klein afirmó haber prestado la atención debida al factor ambiental, pero en mi
opinión era, por temperamento, incapaz de hacerlo. Tal vez fue una suerte, ya que sin
duda sentía un poderoso impulso para adentrase más y más en los mecanismos mentales
del individuo que constituyen el nuevo ser humano que se halla en el peldaño inferior
de la escalera del desarrollo emocional (p. 215)”.
AQUILes NIÑo
mayor disponibilidad para “ser marcados” por la época, sin negar la importancia del
llamado “mundo exterior” para la clínica, pero aceptando a la vez sus obstáculos a
la teorización.
A los psicoanalistas de niños se les agrega el desafío de psicoanalizar a aquellos
que “a un hombre ignorado ya encadenan”, que son el basamento del sujeto en cons-
titución, y que sin embargo son fuente de desconocimiento. “Ningún dios desteje to-
davía” el acceso al mundo infantil. Fuerte agravio al narcisismo derivado de la idea-
lización del conocimiento que pueda provenir de una teoría.
Creo que el psicoanalista de hoy tiene una posición más humilde, que le permite
no tener que apelar a supuestas certidumbres que el conocimiento otorgaría.
Resumen
Para estudiar los cambios y nuevas perspectivas del psicoanálisis, este trabajo propone
centrar la atención no tanto en la multiplicidad de patologías y abordajes que caracterizan a
la clínica de hoy, sino en lo que atañe a modificaciones en la metapsicología del analista, y en
sus derivaciones hacia la posibilidad, y necesidad, de nuevas aperturas teóricas.
Se considera que temáticas tan presentes en los desarrollos psicoanalíticos desde su origen
como las de “mundo exterior” y “niñez” reclaman ser elevadas a la jerarquía de conceptos te-
óricos, aún cuando fuera en términos especulativos, como ocurre con el de pulsión.
summary
Drive, external world and childhood:
the necessary ‘mythologies’ of Metapsychology
In order to study the changes and new perspectives of psychoanalysis, this paper suggests
to focus not so much on the multiplicity of pathologies and approaches that characterize
today’s clinical practice, but rather on the changes in the metapsychology of the psychoanalyst
and, in consequence, the possibility, and the need, of new theoretical ideas.
The author considers that subjects with such presence in the psychoanalytic developments
from the very beginning, such as ‘external world’ and ‘childhood’ should begin to be
considered as theoretical concepts even if they are speculative, as is the case with the concept
of drive.
resumo
pulsão, mundo exterior e infância:
“mitologias” necessárias da metapsicologia
Bibliografía
Freud, S. (1914): Pulsiones y destinos de la pulsión. Obras Completas. Buenos Aires, Amorrortu
Editores. Vol. XIV.
— (1920): Más allá del principio del placer. Obras Completas. Buenos Aires, Amorrortu
Editores. Vol. XVIII.
— (1923): El yo y el ello. Obras completas. Amorrortu Editores. Vol. XIX.
— (1925): Notas sobre la pizarra mágica. Obras Completas. Buenos Aires, Amorrortu
Editores. Vol. XIX
— (1933): Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis. Obras Completas. Amorrortu
Editores. Vol. XXII.
Leclaire, S.: Conferencias y Seminarios. Asociación Psicoanalítica Argentina. Buenos Aires. 1975.
Levín, R.E.: “Hacia un psicoanálisis de lo indecible”. Psicoanálisis APDEBA. Vol. XXVI.
Nº 2. 2004.
Mannoni, M.: El niño, “su enfermedad” y los otros. Buenos Aires, Nueva Visión.1982.
Mastronardi, C.: Poesías completas. Academia Argentina de Letras. Buenos Aires. 1982.
Winnicott, D.W.: El proceso de maduración en el niño. Barcelona. Editorial Laia. 1975.
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741
De la escucha a la escritura,
la transmisión en psicoanálisis
Adriana Sorrentini1
Hacía referencia allí al trabajo con niños, donde el juego y lo gestual fueron interpre-
tados por Klein y Aberastury con originales contribuciones, además de los analistas
de pacientes psicóticos que plantearon la necesidad de la interpretación de material
no verbal, citando a Rosenfeld, Rosen y Liberman.
Cesio decía allí que: “en el análisis de neuróticos, la interpretación del lenguaje no
verbal se realiza raramente, y su estudio sistemático ha sido circunstancial. Mientras
que el niño y el psicótico están obligando al analista a tener en cuenta un lenguaje
no-verbal, el neurótico ofrece la palabra a la interpretación, apartando al analista de
sus otras formas expresivas”.
Cita luego los trabajos de transferencia-contratransferencia de H. Racker y P.
Heimann, que suscitaron el interés de Grimberg y de él mismo, comenzando la in-
vestigación acerca de nuevos elementos a interpretar y procesos que ocurren en la se-
sión, entre paciente y analista, trascendiendo la comunicación verbal.
En ese momento surgían interrogantes acerca de si era lícito hablar de interpreta-
ción, sensu strictu, al utilizar material no-verbal a pesar de que se comprobaba que se
podía hacer consciente un material reprimido, permitiendo la emergencia de impor-
tantes contenidos.
Había serios escrúpulos para utilizar un material que no era brindado por la palabra
del paciente y, de hacerlo, cuando era posible interpretarlo, se cuestionaba su conve-
niencia ya que se trata de contenidos muy profundos ¿sería peligroso liberar afectos
tan intensos? Sin embargo era alentador pensar cómo se podría ampliar el campo de
trabajo psicoanalítico:
“Si seguimos especulando en el mismo sentido, encontramos que, por medio del
psicoanálisis, las posibilidades de movilizar contenidos “ello” son infinitas, hasta el
punto que podemos plantear la posibilidad de transformar la materia biológica en
palabras. El influjo inconsciente a través del cual el paciente ejerce una acción sobre
nosotros, está en el límite entre lo psicológico y lo somático (…) el estudio profundo
de las situaciones transferenciales no-verbales, nos abre un magnífico camino para
llegar al conocimiento íntimo del fenómeno psicosomático”.
Y también que el hecho de interpretar el material no-verbal “desenmascara los ni-
veles más profundos de la transferencia, y moviliza cantidades máximas de afecto”.
(Cesio, 1973, p. 81).
Fue escrito con efecto futuro.
Sabemos que ya se estaba hablando de la contratransferencia, de lo que llega al
analista más allá de la palabra como vivencias que producen efectos somáticos y ocu-
rrencias en el analista, quien puede entonces ensayar la construcción del acto del que
participa en la sesión descubriéndose como actuante de la escena transferencial.
Hoy es futuro de esas primeras especulaciones teórico clínicas consignadas
por escrito en la Revista, y nos permite ver los comienzos del enorme desarrollo
que ha tenido el psicoanálisis ampliando su campo de acción más allá de las psi-
coneurosis, incluyendo lo actual y lo somático, en la tarea de aliviar el sufrimiento
humano.
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Para seguir este ejemplo de publicar hoy, también para el futuro, y sólo para
ejemplificar la secuencia de lo que planteamos, el trabajo siguiente que continúa
desarrollando el tema fue publicado en la Revista de Psicoanálisis vol. XX nº 2, de
1963 y en 1965 vol. XXIII, y refiere a la transferencia-contratransferencia como de
una experiencia inconsciente extraverbal, que F.Cesio seguirá desarrollando en tra-
bajos posteriores. Es clarísimo el testimonio que brinda la publicación acerca del
avance y desarrollo de las ideas, que este autor y muchos otros han producido a lo
largo de la vida y han brindado a la consideración de los colegas-lectores incenti-
vando el intercambio.
La voz y la palabra
Podemos considerar tres estados de la voz, sustancia sonora: como grito o voz
bruta, animal, sonido inarticulado y potente; la voz articulada como palabra o lenguaje,
facultad puramente humana, y por último la voz modulada o canto.
La voz, en alemán Stimme, designa habitualmente, además de la facultad de pro-
ducir sonido – Laute – al conjunto de los sonidos producidos que salen de una boca
humana; es phonè, fonación, una capacidad antropológica y actual ya que se percibe
ahora, en el lugar y momento en que se produce. J. Corominas data el vocablo ‘voz’
en el año 1140, proveniente del latín Vox, Vòcis, ‘sonido producido por el aire expelido
por los pulmones al hacer vibrar las cuerdas vocales’.
El mundo externo surge para el infans – el que no tiene palabra – a partir de que
es apalabrado por su adulto, quien lo introduce en el mundo simbólico y del lenguaje,
del cual debe apropiarse.
El psicoanálisis se interroga acerca de la doble pertenencia del sujeto inconsciente
al orden de la mirada y la palabra, ya que somos vistos y videntes, hablados y hablantes,
mejor dicho: pos-hablantes. (Sorrentini, 2009).
La palabra es una característica humana, organiza el pensamiento, el habla, la
escritura.
A partir del primer grito del recién nacido, que sólo parece expresar la angustia
ante el trauma del nacimiento que subvierte su metabolismo y por primera vez le
exige tener que hacer para vivir, ya nada será igual, la castración fálica representada
por el corte del cordón umbilical le dice que a partir de ahora su vida depende de
que haga lo que debe hacer para vivir: respirar, alimentarse, hacerse amar.
Inmediatamente, en virtud de la identificación primera y previa a toda catexis de
objeto recibe la información filogenética, la de sus ancestros – que completa la versión
genética – el ideal, y las que luego constituirán las voces de su inconsciente, el mandato
de los dioses. El hecho de ser humano implica estar sujeto a las voces, las que per-
durarán en nuestro interior como atadura al Otro parental, y por el sepultamiento
(Untergang) del complejo de Edipo, que conforma la segunda atadura simbólica al
superyó parental, esencialmente vocal.
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Aprendemos a hablar al ser hablados, asociando una imagen sonora de palabra oída
a una representación motriz – sensaciones centrípetas en los órganos del lenguaje – más
la imagen sonora de la palabra emitida por nosotros al imitar lo dicho por otro; desde
el laleo y balbuceo inicial aprendemos a pos-hablar a partir de lo proferido por el otro
parlante. Así también aprendemos a deletrear y finalmente el complejo aprendizaje de
la lectura y la escritura, que co-implican la visión, el tacto, la motricidad fina.
Metapsicológicamente la palabra es una representación compleja conformada por
elementos acústicos, visuales y kinestésicos, y adquiere significado por su enlace con
la representación-objeto (Objektvorstellung), un complejo asociativo de diversas re-
presentaciones visuales, acústicas, táctiles, cenestésicas, que permiten construir un
objeto en el proceso del conocer. Eso es Objekt, mientras que Gegenstand designa eso
que está ahí, un objeto del mundo, y Ding en cambio indica la cosa material corres-
pondiente a Sache, la cosa del pensar, la cosa humana con la connotación de un “es-
corzo concreto”, ya sea visual, táctil, etc.
La Wortvorstellung, representación-palabra, comprende la imagen sonora, la imagen
visual de letras, la imagen motriz del lenguaje y la imagen motriz de la escritura (Freud,
1915), un complejo cerrado que se enlaza con la representación-objeto
(Objektvorstellung) sólo desde la imagen sonora, verbal, la cosa apalabrada mediante
la voz. La palabra es el resto mnémico de la palabra oída.
La conceptualización del psicoanálisis comenzó a partir de la clínica, fundamen-
talmente de la histeria, en la que predomina un ‘dar a ver’ el síntoma que, prontamente
Freud interpretó desde una acepción simbólica donde ver es saber, entender del síntoma,
y comenzó entonces a quitar la vista de las actuaciones para privilegiar la escucha de
su decir, la voz de la histeria en todas sus manifestaciones, suspiros o gemidos, gritos
o susurros, llanto o risa, tos, carraspera, estornudo, hipo, llegando a la palabra emitida
y oída por ambos actantes de la escena analítica. Desde entonces, analizado y analista
oímos y proferimos palabras. Palabras de la asociación libre, palabras que en virtud de
su característica polisémica, metafórica, son pasibles de interpretación.
El encuadre y la abstinencia implican la renuncia a la mirada haciendo resaltar la
voz y sus matices, estridencias, ronqueras y silencios siempre plenos de sentido. La
voz emerge con todos sus matices mucho más destacados si el orador está fuera del
campo visual.
El analista, al hablar sustraído de la mirada del analizado es sólo una voz encarnada
e invisible, proferida por un objeto tabú, máscara – prósopon – o persona.
Freud (1912) utiliza la metáfora auditiva recomendando volver nuestro inconsciente
hacia lo inconsciente contenido en el discurso de nuestro analizado, mediante la ana-
logía del auricular del teléfono que se acomoda al micrófono del cual provienen las
palabras del paciente.
El futuro de esa recomendación es hoy, representado además por la práctica del
análisis a distancia en los casos en que se utiliza el teléfono, donde la tecnología puede
dar solución a situaciones difíciles, en las cuales la distancia física llevaría a una in-
terrupción no deseada ni elegida.
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desafío que significa sostener los principios del psicoanálisis, siempre amenazado de
una crisis de identidad y de dilución.
Por un lado, logró un alto grado de reconocimiento a lo largo del siglo XX contri-
buyendo al conocimiento del ser humano, sus dolencias y sufrimientos a presentación
psíquica o somática. Y por otro lado, sus múltiples extensiones al participar de psi-
coterapias en general, acompañando otros tratamientos médicos, quirúrgicos, farma-
cológicos, o participando en la pedagogía, problemas de conducta, comprensión de
fenómenos sociales, a la vez que validan los fundamentos que lo sostienen determinan
una confusión acerca de su especificidad.
Recuerdo unas palabras de Ángel Garma, quien decía que “…todo buen movimiento
psicoanalítico se desarrolla necesariamente en un ambiente de resistencias…” y su his-
toria lo demuestra. En su artículo ‘Psicoanálisis’, Freud (1922/3) dice que durante más
de un decenio fue su único sostenedor, y que a pesar de todas las condenas no fue
posible detener su crecimiento y difusión. Entre 1911 y 1913, debido a resistencias
internas, hubo dos dolorosas escisiones: la de Jung y la de Adler, y a lo largo de los
años no ha cejado la oposición, basta ver el retorno de lo reprimido cíclicamente.
En 1914, en “Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico”, podemos
leer al respecto:
“El psicoanálisis soportará esta pérdida y a cambio de estos partidarios ganará
otros, (…) que les sea permitido llevar hasta el final y sin tropiezos sus trabajos en
las profundidades.”
El 6 de enero de 1997, se llevó a cabo en Buenos Aires un simposio en el ámbito
de la Casa de Delegados de IPA cuyo título era: “Psicoanálisis hoy: Desafíos y pers-
pectivas. Desafíos en la técnica.” La moderadora fue Haydée Faimberg, el Reporter,
Ethel Spector Person, y el presentador, Fidias Cesio, quién entre muchas precisiones
destacaba las dificultades de los psicoanalistas para mantenerse dentro del psicoanálisis
y evitar situaciones de actuación que dañarían al paciente y desprestigiarían al psico-
análisis mismo. Transcribo unos párrafos que considero plenamente vigentes, escritos
para entonces y para hoy, futuro de esos días:
“La observación nos revela que los conceptos que definen al psicoanálisis y por
ende a su técnica, como lo son el fundamento sexual, el incesto, el complejo de Edipo,
el inconsciente, la culpa inconsciente, la represión, la resistencia, la transferencia etc,
así como la interpretación-construcción y reelaboración basada en estos principios,
dan al psicoanálisis su poder terapéutico y su lugar en la ciencia y en la sociedad.”
En los casos en los que las resistencias de los analistas a la utilización de estos
principios, fundamentales para la comprensión y tratamiento de sus pacientes, se
manifiestan en su práctica por un apartamiento de su plena aplicación y en la sus-
titución de los mismos por derivados en los que se ha suprimido lo fundamental
de esas premisas, el psicoanálisis deja su lugar a los conocidos como ‘tratamientos
alternativos’. Por fin, esos ‘pseudoanalistas’ llegan a la conclusión de que la aplicación
de esos derivados son los válidos y que el psicoanálisis entendido como la plena
aplicación de los principios fundamentales está obsoleto, sustituido por los ‘nuevos
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La peste de Tebas, cuyo primer número fue dedicado al tema candente de esos día de
1996: La crisis del psicoanálisis. Coherentemente, planteábamos que se trataba una
vez más de la crisis de los psicoanalistas, en virtud de las resistencias no analizadas.
Veíamos, al igual que hoy en día, que las dificultades surgían de los mismos analistas,
una compulsión a la repetición a esta altura claramente comprobable.
Es probable que la activación de la culpa inconsciente, naturalmente excitada
por nuestra incursión en lo inconsciente junto a nuestro analizado, sea responsable
del surgimiento de la resistencia, semejante a la que participa en la reacción tera-
péutica negativa.
Mientras la resistencia de la sociedad y la de los propios pacientes ante el psicoa-
nálisis es esperable y comprensible, desde el momento que se habla y trae a primer
plano lo que trabajosamente se ha reprimido y sepultado, la de los psicoanalistas es
muy grave y muestra un déficit en su formación analítica.
Como consecuencia, encontramos una declinación progresiva de la creencia en la
eficacia terapéutica del psicoanálisis, particularmente grave entre los analistas y con-
secuentemente entre los enfermos que, desde siempre reclaman que la cura sea rápida
confiable y agradable.
Vemos que ante el deterioro sufrido en la imagen pública, y ayudados por la escasa
convicción de los propios analistas que, para lograr aceptación, crean técnicas ad hoc
en las que se omite lo inquietante – transferencias sexuales, incestuosas, etc. – y cre-
yendo eliminar las resistencias sociales, incurren en una actitud poco menos que sui-
cida ya que significa la destrucción del psicoanálisis, se observa una creciente tendencia
a buscar ayuda en terapias alternativas, algunas derivadas del mismo psicoanálisis,
otras de la psiquiatría que ofrece la utilización de psicofármacos para eliminar los sín-
tomas, las neurociencias que ofrecen explicaciones biológicas, del cerebro y las neu-
ronas que también excluyen al yo de cualquier interrogación o responsabilidad, y
otras, como en el pasado remoto en fuentes esotéricas, mágicas. Hoy en día constituyen
una curiosa reanimación de las curas termales y la electroterapia prefreudiana, adap-
tada a la modalidad contemporánea.
El sufrimiento humano reclama respuestas, pero como los argumentos de la razón
no alcanzan porque la resistencia es siempre inconsciente, el analista es quien debería
“realizar una operación lo más acorde posible a las reglas del arte” al servicio de nues-
tros pacientes para aliviar su sufrimiento neurótico y devolverlos al sufrimiento común
de la humanidad.
Resumen
summary
From listening to the script, the transmission in psychoanalysis
resumo
De ouvir o script, a transmissão em psicanálise
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755
In Memoriam
Gabriel Sapisochin1
Cuando llegué a Madrid, a mediados de los setenta del siglo pasado, sorprendieron
mi escucha analítica determinadas narraciones de pacientes nacidos en la postguerra
española, evocadas por mi condición de argentino. Se trataba de su relación emocional
con la revista Billiken que había sido a lo largo de su juventud una ventana al cono-
cimiento y al pensar en libertad durante el encierro cultural de la dictadura franquista.
Este recuerdo vino a mi memoria, ahora con un nuevo significado, a raíz de que
el Comité Editor me invitara a participar en el número dedicado a conmemorar los
70 años del inicio de publicación de la Revista de Psicoanálisis. Efectivamente, salvando
las distancias y, de manera análoga a lo que me habían contado mis pacientes, tuve
ahora la extraña sensación de un deber a cumplir; cumplir con un acto de reconoci-
miento de la importancia que había tenido la Revista en la constitución de mi identidad
analítica a pesar de haberme formado tan lejos de Buenos Aires.
Efectivamente, reflexionando acerca de qué papel ocupan mis lecturas de esta pu-
blicación, en lo que Sandler (1982) denominaba la metapsicología particular que sos-
tiene la escucha idiosincrática de cada analista, me doy cuenta a posteriori (nachträglich)
de la gran cantidad de autores con los que dialogo de manera permanente en mi prác-
tica cotidiana y a quienes descubrí en dichas lecturas.
Sólo entre muchos citaré a Luisa G. de Álvarez de Toledo por haberme hecho pensar
sobre la capacidad de las palabras para inducir estados emocionales en los otros, an-
ticipándose a lo que Austin llamó años más tarde la función performativa del lenguaje;
a Willy Baranger por su noción de campo analítico así como por el papel del Yo como
locus de re-significación de lo traumático; a José Bleger por sus ideas sobre el encuadre
y por una configuración arcaica del sujeto frente a sus objetos, en la cual los límites
entre ambos quedan borrados; a Cesio por sus desarrollos sobre la reacción terapéutica
negativa; a Ángel Garma por su visión de la función traumatolítica de los sueños; a
León Grinberg por su idea de la contra-identificación proyectiva, así como por la dis-
criminación entre la culpa depresiva y persecutoria; a Liberman por sus estudios
acerca de las modalidades comunicacionales de la díada analítica; a Racker por su
conceptualización sobre las posiciones contratransferenciales concordantes y com-
plementarias del analista; a Rascovsky por su pionera idea del deseo negativo de los
progenitores y a muchos otros que, implícitamente, han dejado su huella en mi mo-
dalidad idiosincrática de escuchar cotidianamente a mis analizandos.
Toda una serie de pensadores cuya presencia en mi manera de concebir el psico-
análisis me lleva a reconocerme como un analista madrileño “con un toque rioplatense”.
Sin embargo hubo otro hecho que me hizo revalorizar la función simbólica que
tienen las publicaciones psicoanalíticas: el de constituirse como marco donde procesar
elaborativamente los conflictos entre las teorías. Conflictos que, habitualmente, quedan
personificados por debates inter-pares, con la consiguiente reactivación de la conflictiva
fraterna (Kancyper, 1995) que eso conlleva. Algo que, si es suficientemente elaborado,
enriquece tanto la vida institucional como personal de los analistas o, en su defecto,
es la fuente de funcionamientos institucionales patológicos (Grinberg, 1959).
En ese contexto de discusión inter-pares recordé que había conocido a nuestro es-
timado y recientemente fallecido colega Eduardo Agejas a través de la Revista de
Psicoanálisis participando en algún debate institucional publicado.
Es por ello que, como muestra de mi gratitud hacia todos aquellos con quienes
me he vinculado a través de la Revista de Psicoanálisis, ya sea exclusivamente de ma-
nera teórica así como de manera personal, he decidido publicar mis notas mediante
las cuales participé en una especie de homenaje espontáneo a Eduardo Agejas durante
un panel del Congreso Internacional de Psicoanálisis, en Praga, en Julio de 2013, en
el cual Eduardo pensaba participar en persona, pero su fallecimiento lo impidió.
En dicho panel, titulado “El dolor psíquico en el psicoanalista”, se presentó el ma-
terial que Agejas había preparado para comunicarnos las complejas vicisitudes del
proceso analítico de una paciente adolescente. La denominó Olivia y padecía un des-
garrador dolor psíquico que se manifestaba en el proceso analítico de manera más
evidente durante las separaciones. El texto no dejaba ningún lugar a dudas del com-
promiso emocional del analista en el encuentro con el dolor mental de esta paciente.
Debido a la necesidad de mantener la confidencialidad que todo material clínico
nos exige, más aún cuando se trata de una publicación, sólo me he centrado en un
párrafo que copio textualmente.
Agejas nos contaba que la paciente utilizaba la violencia de manera defensiva para
mantener a raya, mediante la lógica del ataque preventivo, a la re-presentación en el
escenario analítico del objeto-que-traumatiza en sus modalidades abandonante o in-
trusiva y, en ese contexto, decía:
“Cuando caía la defensa [violenta] adquirían presencia los sentimientos de futilidad
y vacío y el temor al abandono por parte del otro. A partir de allí se da un fenómeno
interesante [en la interacción paciente-analista]: se reproduce con claridad no sólo
el vivenciar situaciones de abandono, sino un accionar que favorece actitudes en mí
que lo certificarían, a través de lo cual se cierra el circuito sadomasoquista tan frecuente
en los vínculos de Olivia y en su grupo familiar. Es de hacer notar que la paciente comenzó
a girar su cabeza [en el diván] para vigilarme, antes que en mí apareciera una transitoria
somnolencia, como si estuviera esperando que los hechos sucedieran tal cual ocu-
rrieron finalmente. Esta situación nos permite ver el entramado intersubjetivo en la
generación del fenómeno clínico” (Las negritas me pertenecen).
Me interesa reflexionar sobre esta diferencia que hizo Agejas entre el vivenciar y
lo que él denomina el accionar intersubjetivo de Olivia que la llevaba a posicionar al
otro en el sitio del abandonante.
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de cada sujeto la cualidad de la emoción que lo vincula con el objeto2. Y al estar re-
presentado como secuencias de gestos psíquicos, que el sujeto se intercambia con los
objetos, requiere de realizaciones intersubjetivas para expresarse. Guiones relacionales
que existen en el psiquismo inconsciente como escenas dramáticas, casi como de cine
mudo, que buscan objetos del espacio real con quienes re-presentar dicho guión. Por
ello su forma de expresión y re-presentación en el proceso analítico se produce a través
de lo que en la literatura anglosajona ha venido a denominarse enactment.
En el caso de Olivia se trataría de expresar un pasado que no es recordable verbal-
mente por pertenecer a lo registrado en tiempos inmemoriales, cuando no había pa-
labras para nombrar las emociones. Y por ello se codifica y expresa de acuerdo a los
recursos de simbolización previos al lenguaje verbal.
Guión imaginario de vinculación a un objeto que ejerce sobre el sujeto, en mayor
o menor medida, una violencia psíquica crónica y acumulativa. Gesto psíquico intra-
subjetivo que ha devenido gesto psíquico de la pareja analítica como precondición
para ser incorporado en una narrativa que Olivia pueda contar sobre ella y sus an-
cestros. Representación dramática, co-creada en el encuentro interpsíquico, que el
analista transformará, interpretación mediante, en una narrativa que es la precondición
para que el pasado abandone su status de registro dramático imaginario que lleva a
la repetición compulsiva como búsqueda de expresión.
En un tiempo en el cual el buenismo está de moda, suelo decir que el analista no sólo
debe ser un objeto suficientemente bueno para el paciente sino que debe tener la capacidad
potencial de ser suficientemente malo, en el sentido de re-traumatizador. Porque cuando,
a posteriori de un enactment, el analista toma consciencia de su participación en la re-
traumatización, es la manera de re-presentar, de hacer presente, un trauma sin memoria
verbal. Es el valor que tienen las interpretaciones erróneas, que nos señaló Glover (1931)
hace muchos años. Y Eduardo, como los grandes actores, soportaba el dolor psíquico de
interpretar el papel de un objeto que hace daño a la paciente. Cosa que no es fácil.
Creo que la deuda técnica que tenemos los analistas con ese clínico genial que era
Winnicott es habernos legado lo que él entendía como playing (Sapisochin, 2013).
Escribo playing porque en inglés es más que jugar, que es como habitualmente se lo
ha traducido al castellano. Es también representar dramáticamente a un personaje.
Por ello se habla de role playing.
Así cuando Winnicott define qué es el análisis lo define como la unión de dos áreas
de playing, es decir de representación dramática. La del paciente y la del analista. Y
del analista, dice Winnicott, que si falla en su capacidad para dramatizar, no sirve para
su tarea (1971, p. 54). Desde esta perspectiva podríamos pensar que debiera ser uno
de los criterios de admisión (o no) a los Institutos de formación analítica.
2. El gesto psíquico no debe ser confundido con la expresión gestual física, uno de los canales mediante
el que normalmente se expresa la afectividad y la emoción, porque lo que está en juego es la represen-
tación no verbal de cierta modalidad de vinculación emocional entre dos sujetos: la imagen de un gesto
psíquico que vincula al paciente con otro objeto.
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En ese sentido creo que Eduardo, como los grandes actores, prestó a Olivia su psi-
quismo, conteniendo el dolor psíquico, de representar el papel de un objeto-que-hace-
mal. Lo cual supone mucha capacidad de interpretación al servicio del insight y de la
narrativización de la vida emocional no verbalizable de su paciente.
No son muchos los pacientes a los cuales, durante nuestra trayectoria profesional,
les dedicamos tanto de nosotros mismos. Tampoco son muchos a los que les dedicamos
horas de conceptualizar teóricamente. Pensemos en Dora o en Serguei Pankejeff, el
famoso Hombre de los Lobos de Freud, el pequeño Richard de M. Klein, el paciente
A. de Bion, el paciente Gabriel de Green, etc. Pacientes a los que hacemos viajar con
nosotros a congresos. Y se los presentamos a los colegas. Son pacientes paradigmáticos
en la vida profesional de un analista. Pacientes con los que se produce un encuentro
inter-psíquico especial.
Cuando, aún con vida, Eduardo Agejas me envió el material tuve un déjà vu. Creía
haber ensoñado a esta paciente en otra oportunidad. Rápidamente me vino a la mente
la imagen de Eduardo, en el Congreso Internacional de Chicago del 2009 compar-
tiendo un panel con S. Cantis, R. Sosnik y S. Lewcowicz. Y, al igual que en Praga, pre-
sentando el proceso analítico de Olivia.
De modo que hoy Eduardo ya no está con nosotros pero Olivia sigue teniendo
existencia. Me pregunto ¿Quién es Olivia? Seguramente un fantasma que colonizó la
mente de Agejas llevándola siempre dentro de él como una hija a quien él creía que
hacía daño e intentaba reparar presentándola en congresos con colegas funcionando
como terceros. Tal vez para sobrevivir y emerger de esta identificación contratrans-
ferencial con el-objeto-que-hace-daño.
En los años 60-70 del siglo pasado tres analistas, de tres culturas analíticas diferentes,
describen un mismo hecho clínico que es la idea de un fantasma que habita el psi-
quismo de sus pacientes y se hace presente en el escenario analítico. Willy Baranger
(1961-62) en el Río de la Plata habla del muerto-vivo, Hans Loewald (1956-57) intro-
duce la noción de ghost en inglés y Nicolás Abraham presenta su idea de fantasme –
no en el sentido lacaniano del término.
Decía Abraham: “El fantasma es una formación inconsciente que tiene como parti-
cularidad nunca haber sido consciente […]y[…]tiene una función diferente de lo re-
primido dinámico[…]”(Abraham y Torok, 1975, 372, (Las negrita me pertenecen).
Al prestarse a representar el personaje de “objeto malo” de Olivia, Eduardo dio
existencia a este fantasma invisible y le dio la posibilidad de poder pensarlo con Olivia.
Precondición para olvidarlo, es decir considerarlo como algo del pasado-que-se-tuvo
y frente al cual se erigieron ciertas defensas, hoy ya no útiles.
un gran analista es un gran actor. Haciéndose presente, tanto en los congresos de
Chicago como de Praga, hablándonos de “lo malo” que era con Olivia, Eduardo nos
demuestra que era un analista comprometido con sus analizandos. Aún después de
su muerte.
A posteriori he pensado que estas palabras, con las que terminaba mi contribución
al homenaje a Eduardo Agejas en el congreso de Praga, eran de manera implícita el re-
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763
Introducción
posición psicoanalítica y compromiso de los pioneros
rosa, como en pocos lugares del mundo, de otras orientaciones psicoanalíticas pos-freu-
dianas que llegaron años después. Había acá un contexto fértil para estos nuevos enfoques.
Por eso referirme a las características de aquellos pensamientos pioneros no es para nos-
otros una cuestión histórica o de reconocimiento a las figuras de los fundadores. Mucho
más que eso, es una manera de pensar el psicoanálisis, en la clínica, en la teoría, en la
trasmisión, en la investigación. Y creo que esa perspectiva de nuestro psicoanálisis no
sólo asume el pensamiento freudiano sino que orienta sus lecturas y sus aportes soste-
niendo la orientación, en sentido fuerte, en cuanto dirección de nuestro saber, de nuestro
que-hacer, de nuestras prácticas psicoanalíticas. Y no se trata de ciertos conocimientos
inmodificables, de ciertos conceptos fundamentales, de ciertos dispositivos cuasi religiosos,
sino del sostenimiento en la escucha, en la lectura, en la mirada, de una posición psico-
analítica, un encuadre interno, y todo eso ha sido muy trabajado por aquellos que trazaron
con su producción y con sus práctica el campo del psicoanálisis que aquí se desarrolló.
modelos, las propias teorizaciones de la memoria para sustituirlos por los “descubri-
mientos actuales de la ciencia”, tanto, tal vez, como creer que en nada ha de beneficiar
nuestro propio desarrollo el conocerlos. Por lo tanto creo que la inter-disciplina debe
sostener las inter-fases entre las disciplinas (Canteros, 2009) para permitir que haya
un tiempo de espera, de restancia para Derrida, que impida cerrar la brecha, en tiempo
y en espacio, que es lo que puede contribuir al desarrollo propio en la producción de
nuevas diferencias. Pensaba que son esas elecciones o preferencias de interdisciplina-
riedad, de lecturas, de saberes, de prácticas, de procedencias, y seguramente de muchas
otras cosas, lo que lleva a que nos orientemos en un psicoanálisis freudiano, lacaniano,
bioniano, winnicottiano, kleiniano, para nombrar a algunos de los pos-freudianos.
Cierto coraje, como nos ha dicho Freud, debe acompañar al deseo para llegar a
Roma, es decir, a cruzar fronteras que permitan llevar la posición psicoanalítica y
personal en la dirección en la que se crea deseable o necesario ser llevada. Los modos
de nuestra institucionalización permitieron hacer saber, sostener y trasmitir esas
formas emergentes de los grupos pioneros, como también del psicoanálisis mundial,
y la Revista de Psicoanálisis de APA ha contribuido fuertemente en ese proceso por
más de 70 años. Muchos así lo reconocen, no solamente miembros de APA y de la
IPA, sino todos aquellos que han tenido la oportunidad de acercarse a sus páginas.
psiquiatría. Por otra parte aspectos insospechados hasta entonces de la medicina interna
pasaron a ser campo fértil para sus investigaciones. De ahí surgió la actual medicina psi-
cosomática, hoy en plena evolución, y cuyas perspectivas futuras se pueden ya vislumbrar.
Si bien el desarrollo inicial del psicoanálisis se extendió hacia todos los problemas de la
actividad humana relacionados con la conducta del hombre y sus motivaciones incons-
cientes, actualmente se han concretado en forma definitiva muchas posibilidades que sólo
parecieron entreverse en un comienzo. Así es como su aporte a la medicina, a la crimino-
logía, a la antropología, a la sociología, etc., tiene líneas definidas de acción. El propósito
de esta revista es, por lo tanto, el de ofrecer las expresiones de la evolución psicoanalítica
en todos los campos que le son inherentes. [...] La interpretación de la Psicología profunda
correlaciona y unifica aspectos generales de disciplinas científicas aparentemente diversas;
quiere esto decir que el lector analítico o lego encontrará en nuestro material exposiciones
referidas a distintas actividades culturales pero que tienen en común el punto de enfoque
psicoanalítico. Existe un número de actividades científicas que presentan una interrelación
sumamente importante con la ciencia psicoanalítica ya sea por las aportaciones que el psi-
coanálisis recibe de ellas o por la influencia que el psicoanálisis recíprocamente ejerce en
dichas actividades. Esto ha de merecer una importante consideración en la revista que
tratará de exponer los aspectos más interesantes de dichas actividades paralelas” (Comité
de Redacción: Dres. Celes Ernesto Cárcamo, Guillermo Ferrari Hardoy, Angel Garma,
Marie Langer, Enrique Pichon Rivière, Arnaldo Rascovsky, 1943, pp. 1-2).
tervalo, hace una operación respecto a la otra. Así entiendo que actúa la inter-disciplina,
sin confundirse entre ambas, sino dejando que actúen sus “efectos indirectos”. El “cuerpo”,
sin ser el cuerpo de la medicina, sin embargo hace saber con su presencia en el psicoanálisis
que no se trata éste de un saber ni de una práctica filosófica, y la filosofía con su presencia
hace saber con nociones como la actual de “sujeto” que en psicoanálisis no se trata de
“cuerpo” sino en la medida que reconozcamos “en” él ver luego a un sujeto. ”Cuerpo” y
“sujeto”, introduciéndonos por los caminos de la inter-disciplina, nos permiten hacer las
precisiones que nos llevarán así a orientarnos en su campo epistémico. Si el cuerpo
puede figurar el límite del campo del psicoanálisis, lo es como marca de sus fronteras,
lugar por donde se expandió y también lado por donde se retrajo, se auto-limitó. Freud
lo precisó bien cuando aconseja dejar la investigación sobre los sustratos orgánicos de la
actividad psíquica a la biología asumiendo que en la búsqueda de la razón de los malestares
psíquicos el psicoanálisis debía renunciar a incursionar por esa vía, o mejor, con ese
procedimiento metodológico, siendo esta indagación restringida entonces al campo de
la palabra o de otras expresiones significantes. Pero así como se restringió el estudio de
la materialidad de los sustratos materiales del cuerpo, se expande sin embargo por las
expresiones significantes del cuerpo, extensiones que a veces parecieron excesivas. Como
veremos luego, esa expansión por las expresiones del cuerpo tomó distinto carácter según
los paradigmas dominantes con que fueron leídas.
Podríamos señalar que cada época cifrará cómo ha de conceptualizarse el cuerpo,
el sujeto y cómo ha de encararse la inter-disciplina, qué entrecruzamientos serán los
permitidos y cuáles serán descalificados, qué modelos disciplinarios han de ser predo-
minantes, cuáles hemos de suponer más pertinentes y cuáles menos para nuestro saber.
En la época del movimiento pionero los síntomas corporales fueron llevados mucho
más allá de los síntomas histéricos atribuyéndoles, sin embargo, significaciones in-
conscientes que los aproximaban, en cierto sentido, a los síntomas conversivos, e in-
clusive, al uso del método interpretativo para su resolución.
En ese momento se trató de llevar la escucha del psicoanálisis a los síntomas en el
cuerpo distintos de los conversivos que formaban parte de las llamadas entonces “en-
fermedades psicosomáticas”. Se trataba de expresiones en el cuerpo que, a diferencia
de la histeria, no transportaban un pensamiento inconsciente al cuerpo como por ejem-
plo, “No puedo avanzar un solo paso en la vida”, sino que cada enfermedad repetía
con una tipicidad inmodificable en su expresión corporal un vínculo con un objeto
que porta para el sujeto una determinada significación sin saber de ella, es decir, cuerpos
mortificados por determinados “objetos”, por determinados “significantes”, que ahogan,
que remuerden, que acusan, y el síntoma corporal expresa las relaciones de mortifica-
ción, de sometimiento, de un “yo masoquista” a un “super-yo sádico”, sobre-adaptación
de un sujeto sin margen de elección, de registro y expresión del malestar, vínculos su-
frientes naturalizados, que por otras vías, se expresan en el cuerpo.
El psicoanálisis de entonces se proponía llevar allí la escucha y cambiar esos vín-
culos, esos atrapamientos, esos enredos del cuerpo, que más que por “causas” físicas
presentaba “efectos” de sus atrapamientos significantes, de la posición del sujeto con
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el objeto, con el otro. Escenas repetidas que representan de una manera análoga a lo
que Freud postulaba para los “síntomas típicos” que se reiteraban de una forma in-
modificable y que son los que dan base al diagnóstico (Freud, 1916-1917) ¿Cuánto
del cuerpo quedó atrapado en sus vínculos significantes, cuánto quedó atrapado en
los vínculos primarios sin haber alcanzado una suficiente separación para liberar ese
cuerpo en los sistemas de intercambio simbólico-libidinal?
Su modificación en algún sentido depende del cambio operado en la posición pul-
sional o pasional con los objetos para lo cual el hacer consciente lo inconsciente toma
un lugar distinto que en los síntomas histéricos. Se trata de un territorio sostenido
por toda una corriente del psicoanálisis argentino que, si bien fue puesta en cuestión,
deberíamos re-interrogar sus hipótesis, aunque algunas de ellas sean especulativas,
y su experiencia clínica, a la hora actual de “una clínica de lo real” donde, con nuevos
lenguajes, no deja de hacerse referencia a estos “pasajes al cuerpo”.
Garma es claro cuando nos dice, tal vez con el exceso propio de aquellos momentos
del Psicoanálisis, que no dejó de generar perturbaciones en el diálogo con colegas de
otras disciplinas análogas, algo que es necesario revisar para instalarlo, hoy día, sobre
otros parámetros.
No fue el objetivo de esta referencia en estas pocas líneas desplegar ni aún míni-
mamente su teorización y su clínica, ambas de por sí bien complejas a nivel episte-
mológico, sino una propuesta a asumir tramos de nuestra historia psicoanalítica que
como suele terminar de pasar, desconocida o repudiada como propia, reaparece por
la “ventana” desde el exterior de la mano de otros pensadores o psicoanalistas actuales.
Creo que puede ser necesaria esta relectura (Véase Canteros, 2004).
Para el grupo fundador el cuerpo mostraba los dolores de una cultura restrictiva, el
maltrato del super-yo, el sometimiento del yo, los intentos fallidos de rebelión. Lecturas
todas ellas, podemos considerar hoy, propias del paradigma disciplinario, es decir, el de
la soberanía (Foucault,1982) según el cual en este paradigma el amo tiene la potestad
de “hacer morir” o “dejar vivir”. Hoy, en cambio, se sostiene que el paradigma actual
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pareció leer allí una mirada sobre la posición de Freud, “recorriendo” el cuerpo en
la clínica en más de un sentido, y el de “carne” ocupa como vemos un lugar más
que significativo2.
Fue para mí muy revelador encontrar en la exposición “Cuerpo, sujeto y ciencia.
Esbozos para una cartografía filosófica del siglo XX” de Fernando Gallego (2013) una
conceptualización que me permitió comenzar a entender que esos tres modos que
encontraba yo en la obra freudiana, sin solaparse uno al otro, correspondían a tres
tradiciones filosóficas y epistemológicas diferentes, y que sin embargo formaban parte,
fundamentalmente dos de ellas, de la complejidad de la teoría psicoanalítica, y que
Gallego exponía así:
2. “La cosa no termina ahí. Habiendo conseguido que la paciente abra la boca-justamente de esto se
trata en la realidad, que no abre la boca-lo que Freud ve al fondo, esos cornetes recubiertos por una
membrana blancuzca, es un espectáculo horroroso. Esta boca muestra todas las significaciones de equi-
valencia, todas las condensaciones que ustedes puedan imaginar. Todo se mezcla y asocia en esa imagen,
desde la boca hasta el órgano sexual femenino, pasando por la nariz; muy poco tiempo antes o muy
poco tiempo después Freud se hace operar, por Fliess u otro, de los cornetes nasales. Es un descubrimiento
horrible: la carne que jamás se ve, el fondo de las cosas, el revés de la cara, del rostro, los secretatos
por excelencia, la carne de la que todo sale, en lo más profundo del misterio, la carne sufriente,
informe, cuya forma por sí misma provoca angustia. Visión de angustia, identificación de angustia,
última revelación del eres esto: Eres esto, que es lo más lejano de ti, lo más informe” (1955-1956.pp
258-259, el subrayado es nuestro).
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para concluir
leemos sus modos de expresión, de mostración de los cuerpos, sintomática o no, re-
quieran algunas reflexiones. Ciertas teorizaciones sobre los efectos del discurso con-
temporáneo ¿no muestran una mayor “certeza” y repetición que la que se puede suponer
a una escucha y a una posición psicoanalítica? En fin, se trata de nuevos interrogantes
que han de permitirnos seguir las huellas de nuestra historia pero re-escribiéndolas en
una clínica de los conflictos y de los malestares del sujeto contemporáneo.
resumen
summary
seventy years after the creation of the Revista de Psicoanálisis.
the body and inter-discipline from the beginning
The author reviews the development of the Revista de Psicoanálisis for all it has contributed
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to the scientific explorations of the Institution. The objectives of this Journal, that is, to make
psychoanalytic thought known and to support in its pages the fundamental debates of each
epoch have given it continuity. The author has chosen three essential concepts that have been
supported from the very beginning of the Revista: the body, inter-discipline and pluralism.
He emphasises that the strength and the psychoanalytic perspective adopted by the Group of
forerunners traced a fertile field for the development of Latin American psychoanalysis and
for the creation of different practices that led to psychoanalytic listening and intervention
every time mental suffering became manifest.
The author stresses that writing provides scientific exchanges with a necessary ‘distance’
(from personal perspectives) so as to carry out revisions of the constant written production,
which give place to pauses within the ‘analytic listening’. Thus, the author finds that the body,
inter-discipline and pluralism tend to appear throughout time but they present differences
between those described in the first volume of the Revista and those in the last. On comparing
these two volumes the author points out there are expressions that characterise certain eras,
where different paradigms predominate and which the Revista reveals.
The author revisits psychoanalytic perspectives on bodily symptoms which, in his opinion,
began following a disciplinary paradigm of the body, and then a contemporary, bio-politic
one. Finally, in the psychoanalytic approach of the body he describes three different traditions
that have given Psychoanalysis its complexity which, following Gallego, he calls the German,
English and French traditions respectively, which are present in our theory.
resumo
Após 70 anos da criação da revista de psicanálise.
o corpo e a interdisciplina desde o começo
O autor faz, neste artigo, um reconhecimento à trajetória da Revista de Psicanálise por tudo
aquilo que tem acompanhado e contribuído para o trabalho científico da Instituição. Seu
objetivo de tornar conhecido o pensamento psicanalítico e de manter, nas suas páginas, os
debates fundamentais de cada época lhe deu uma continuidade, não só no tempo, mas também
em uma concepção que perdura. O autor resgata três conceitos fundamentais mantidos desde
o começo- o corpo, a interdisciplina e o pluralismo. Salienta que a pujança e o rumo psicanalítico
que caracterizou o grupo dos pioneiros, traçou um campo fecundo para o desenvolvimento da
psicanálise latino-americana e forjar as diversas práticas que levaram a escuta e a intervenção
psicanalítica aos distintos âmbitos onde se manifestasse o sofrimento e o mal-estar psíquico.
O autor destaca que a escritura outorga aos intercâmbios científicos uma distância dos
posicionamentos pessoais para fazer releituras no fluxo contínuo da produção escrita, que
dão lugar a escansões na “escuta”. Dessa forma, o autor acredita que o corpo, a interdisciplina
e o pluralismo permanecem ao longo do tempo, porém apresentam diferenças entre as que
aparecem no primeiro número da Revista que o autor compara com as que aparecem no
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último número, expressões que marcam épocas com predomínio de diferentes paradigmas e
que a Revista põe em destaque.
Percorre leituras psicanalíticas dos sintomas do corpo que, segundo o autor, passaram de
seguir primeiramente um paradigma disciplinar do corpo a um paradigma biopolítico
contemporâneo do mesmo. Finalmente, resgata, na abordagem psicanalítica do corpo, três
tradições que dão à psicanálise a sua complexidade e que, seguindo a Gallego, as denomina uma
tradição alemã, uma tradição inglesa e uma tradição francesa, que o autor caracteriza por uma
concepção de corpo como “suporte”, como “carne” e como” inscrição”, presentes na nossa teoria.
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Tiempo y tensión
Entre la fuga y la curiosidad
Juan Pinetta1
Mientras construyo mi clínica, atravesada por el estudio en los seminarios, las su-
pervisiones y el análisis didáctico (de los que me sirvo para enriquecer mi trabajo con
los pacientes), aparto con fórceps algo de tiempo a fin de hacer espacio a la invitación
de la revista emblema y pionera del psicoanálisis latinoamericano y castellano, a la
que fui invitado por ser el editor circunstancial de la revista de candidatos, o de los
analistas en formación.
Y esto me generó tensión, duda entre aceptar o fugar, entre trabajar o escapar del
convite a un breve ejercicio intelectual. Huir hacia adelante, irreflexivamente y con
temor, sin armar un encuadre para pensar. Pero ganó la curiosidad por saber qué pa-
saba en las primeras Revistas de APA y el deseo de entrecruzarlas con las experiencias
actuales desde el lugar de candidato en calidad de depositario de la confianza de mis
pares que lleva adelante una edición anual del claustro.
La Revista de Psicoanálisis cumplió 70 años de existencia. Y la revista Moción sus
primeros 25, también en 2013. Jugando con estos números, podría decirse que a los
45 de la Revista de Psicoanálisis, edad madura, los hijos analíticos fundaron un nuevo
órgano desde el Claustro de Candidatos, animándose a explorar por sus propios medios
nuevos caminos.
Y hubo divorcios que dieron lugar a otras revistas en nuevas instituciones, pero
ese es otro tema, aunque parte de la misma historia, pues siguen dando vueltas los re-
toños psicoanalíticos, con origen en aquel primer comité editorial integrado por Celes
Ernesto Cárcamo, Guillermo Ferrari Hardoy, Ángel Garma, Marie Langer, Enrique
Pichon Rivière y Arnaldo Rascovsky.
un poco más adelante, saltando en el tiempo, “¿Quo vadis candidato?” se preguntaba
el título de uno de los números del Boletín de Candidatos, editado hasta 1987, órgano
predecesor de Moción. Seguramente, muchos de esos entonces candidatos a la mem-
bresía de analista de la institución APA que escribían en los años de plomo hasta la
primera parte de la nueva democracia, con sus vaivenes, son hoy parte de quienes se
dedican a la transmisión de una práctica imposible que, según dicen, es psicoanalizar.
Y escriben en la Revista de Psicoanálisis. Y la pregunta no varió.
Tal vez sea en virtud de ese cariz imposible, imposible de cerrar, que quienes se
dedican al psicoanálisis sean tan generativos en producciones teóricas, técnicas y clí-
nicas, artísticas y literarias. Algo de eso se refleja también en los contenidos de los bo-
letines, las ediciones de Moción y en la Revista que es objeto de homenaje, donde los
recortes clínicos y teóricos son múltiples.
Hay una historia en movimiento que permite la transmisión de las clínicas y las
teorías que se presentan y deslizan a través de las sucesivas ediciones de esta Revista
y, por qué no, también en forma oral a través de los seminarios y otras actividades,
marcando los cambios en las formas y usos estatuidos, oficiales, de las herramientas
psicoanalíticas en la actualidad, en el marco de un mundo que, según nos dicen y apa-
rentaría ser cierto por nuestra forma de vivir, sufre constantes y rápidos cambios.
¿Será esta la situación del psicoanálisis? Hay una frase del poeta Ralph Waldo
Emerson que, sólo en forma supuesta, graficaría esta situación: “cuando patinamos
sobre hielo quebradizo, nuestra seguridad depende de nuestra velocidad” (en Bauman,
2006, p. 9). Es una “edad del deslizamiento, imagen deportiva que ilustra un tiempo en
que la res pública ya no tiene un anclaje emocional estable” (Lipovetzky, 2006, p. 13),
no hay lazo social permanente que garantice red simbólica confiable.
uno a veces puede dejarse tentar por esta idea del mundo que cambia velozmente
y la imperiosa necesidad de adaptación para asegurar la supervivencia de muchas
cosas; empresas, bienestar, trabajo… ¡el psicoanálisis! Podría hacer una lista intermi-
nable pero, en síntesis, se trata de la existencia del ser ante el imperio superyoico que
exige ceder, so pena de perecer, y aferrarse a lo moderno, lo actual, dejando de lado
lo supuestamente viejo, perimido, lo que ya fue o está demodé; argumento que se pre-
senta eficaz para aventar ánimos de sorpresa y curiosidad constructivos.
Repasando un poco las primeras revistas de psicoanálisis, me encontré en su tercer
número, de 1944, con un texto de Theodor Reik, que hablaba sobre cómo el régimen
nazi había quitado el busto de Gustav Mahler (realizado por Rodin) de la ópera de
Viena, en la calle que llevaba su nombre, también quitado, como así prohibida su mú-
sica e historia. Introito para contar luego que Freud, en el verano de 1910, atendió a
un Mahler que desatendía a su joven esposa, ocupado con sus composiciones. Hubo,
según cuenta Reik, final feliz.
Remito al lector, si tiene curiosidad por esta historia, a la edición que está disponible
en la Biblioteca Digital de APA. Pero lo importante, más allá de este texto, y más allá
del posterior derrotero de Reik, fue el impacto que tuvo la breve lectura del caso. No
sólo por el dato histórico, sino porque me movilizó a buscar, conocer un poco más a
Mahler y también escucharlo. Todo con sólo unos clics de mouse luego de usar el bus-
cador de turno y la enciclopedia de turno.
Y esto es lo que debe provocar una revista científica: que toque un punto que des-
pierte la acción del sujeto para el despliegue de la inquietud y la curiosidad, la sorpresa
orientada a la investigación.
Al margen, cuando se estrenó la Sinfonía N° 1 de Mahler, los críticos la denostaron
por contradecir las leyes de la música, por vulgar y sin sentido. Sin embargo, hoy
parece ser una de sus producciones más apreciadas porque – según los entendidos –
tiene una gran riqueza melódica. A algunos les llega y a otros no. ¿Tiene algún parecido
con el decurso del psicoanálisis?
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2. Estas palabras se dijeron en las llamadas “Primeras Jornadas Interdisciplinarias – Salud Mental y
Derecho”, organizadas por la Asociación de Médicos Municipales y el CEPPSAL (Centro de Estudios de
Políticas Públicas en Salud Mental) el 15 de junio de 2011. Lo primero lo planteaba el presidente de la
AMM, Dr. Jorge Gilardi, lo segundo el Dr. Rodríguez Garín Alvear, jefe de unidad del Servicio de
Adolescencia del Hospital Alvear.
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Enrique Pichon Rivière abordaría un tema hasta entonces casi excluyente de la psi-
quiatría y la neurología: la epilepsia, vista desde el psicoanálisis como una respuesta
total del organismo a situaciones vitales, es decir, como respuesta neurótica, con dra-
matismo y sentido psíquico vinculado muchas veces al incesto.
Y esto tiene que ver con el tabú, es decir, con el poder de veto: así como no tendrás
a la mujer de tu padre, no te meterás en asuntos que no te incumben, no osarás con-
tradecir terrenos del saber establecido, so pena de ser catalogado hereje: el que se
aparta o disiente de la línea oficial de opinión seguida por una institución. Pese a todo,
Sigmund Freud se animó a ir más allá de lo biológico, para indagar los ánimos y las
ánimas del inconsciente. Le costó, pero al final prendió la semilla. Se atrevió a ir a un
más allá de lo biológico, estableciendo el concepto de pulsión, fronterizo entre lo so-
mático y lo anímico, como una fuerza que persiste en su afán de reducir la tensión al
final, previo paseo por diversos objetos.
La transformación de la libido por el rodeo, al decir de Freud. Escribir es esta-
blecer un rodeo al estadio final, es permitirse ingresar en un estado de postergación
que tensiona donde hay que pensar, no cerrar, reflexionar, reunir elementos, mix-
turarlos, ensamblarlos en nuevas conexiones. Se trataría entonces de ir venciendo
tabúes inconscientes, lo que no se puede hablar o admitir, incluso a nivel incons-
ciente institucional. Y esto es lo que promueven las publicaciones como Moción y
la Revista.
Pero dentro de la historia del psicoanálisis global ha habido también prohibiciones
concretas de nombres y de teorías que, erigidas en la arrogancia del agujero de la ca-
rencia, impidieron – y siguen haciéndolo en algunos casos sectarios – el intercambio
enriquecedor, ampliador del horizonte simbólico del yo, dador de mayor sensibilidad
al sujeto. Es decir, de la pluralidad que no significa homogeneización ecléctica, que
no es un licuadito de teorías.
A lo largo de las ediciones de la Revista de Psicoanálisis se pueden ver varios mo-
mentos, variaciones de posiciones que apuntan en esta dirección de apertura. Incluyo
mi sorpresa de pre-candidato (cuando investigaba un poco este mundo, viendo en
cuál de las instituciones iba a realizar mi formación) al ver que la APA no excomulgaba
ni fagocitaba a Jean Jaques Lacan, y que había seminarios, ponencias, paneles y artículos
en torno a él en esta Revista, hasta la circulación de “Teorías y encuadres diversos”
(2009) y el ejercicio de las “Voces del pluralismo” (2011). Más aún: un verdadero fa-
nático me había dicho proyectivamente, antes de entrar aquí, que la APA era una
Iglesia, que no ingresara.
Y acá nació una primera curiosidad: ¿Era APA una iglesia? Curiosidad que impli-
caba meterme donde no tenía que meterme. Superada esta prohibición, saltando por
sobre la necedad propuesta, hoy procuro ser curioso en el sentido de hacer las cosas
con esmero y cuidado: el trabajo con los pacientes, que deben ser pacientes para llegar
a ser analizantes y librarse de nosotros cuando por fin pueden amar con menos trabajo
y trabajar con algo más de amor.
No dejo de lado la historia de cierta preeminencia teórica y excluyente en la APA
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(la austríaca Melanie Klein, que hacía controversia con Anna Freud), pero a diferencia
de otras situaciones, APA dio ingreso al diálogo con otras teorías, mientras algunos
se quedaron encerrados en la arrogancia del fanatismo. Podría decirse que en ese caso
ha fallado la tramitación del Edipo – incluso el temprano, en cifra kleiniana – porque
esto posibilita al final la exogamia, la salida de casa para buscar afuera, intercambiar
con otras familias.
El fanatismo no está muy lejos de la imagen, más bien está muy cerca, pegado.
Pienso que, al modo de una representación-cosa petrificada e imposible de ser to-
cada por el habla, a no ser por un par de representaciones-palabra tapón, impide
la circulación de significantes que podrían hacer trastabillar el ser escudado allí.
Cuestionar, salir de ciertas petrificaciones, despierta el odio narcisista del portador
de la certeza.
La clínica actual nos habla de desbordes, fanatismos, inscripciones en el cuerpo
(certezas en el cuerpo), modificaciones facilitadas por la tecnología médica. Nos trae
nuevas configuraciones de encuadre, nuevos desafíos ante el cambio de escenarios
donde se despliegan las dramáticas subjetivas. Escenarios que parecieran cada vez
más extensos, virtuales, difusos, sin límites.
Inflación, cambios permanentes e imprevisibles, mayor incertidumbre... mayor
tecnología para obtener mayor rentabilidad, mayor alienación, menos tiempo para
pensar introspectivamente, para crear. Ser es adquirir lo ofertado por el Otro. Tener
un espacio de creación implica un gran esfuerzo para abstraerse de los apremios co-
tidianos, materiales, históricos y subjetivos.
Podría homologar, a efectos gráficos, el síntoma interrogado con un fanatismo
que ya no sirve para suturar la falta. Cuando al arrogante ya no le alcanza con arro-
jar la piña, la frase altanera… Mediación por la palabra, abrir un espacio en el con-
sultorio con un encuadre para que circule el pensamiento, desbrozando o dando
formas a los amasijos que traen los pacientes. El encuadre que está dado por la
atención flotante y la asociación libre del paciente analizante, como par que debe
ser constante y cuidado, más allá de las variaciones del dispositivo, del “estuche”,
como diría André Green (2012) en el desarrollo de sus ideas que fuera reflejado
en la edición “Green en APA: Ideas directrices para un Psicoanálisis
Contemporáneo”; con las que me encontré repasando y enriqueciendo mis propios
pensamientos al respecto.
La estupidez es indicio de que el proceso de aprehensión que subyace a la comu-
nicación se encuentra obstruido. Según el buen español, es de necio y de falto de in-
teligencia. Y esto puede pasar con el analista, y con la transmisión y captación psico-
analítica. Cuando el paciente siente que la estupidez “reside en el analista,
manifestándose como autocomplacencia o arrogancia, pensará que el analista es im-
permeable a su realidad…” (Britton, 1992, p. 99). Es decir que no hay posibilidad de
apertura a otros pensamientos, a otras realidades.
Pasando del más allá europeo al más acá porteño, hago un salto de Mahler a Luca
George Prodan. Haciendo un cover de un tema de Pablo Milanés, apuntaba Prodan
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que “lo único que progresa con el paso del tiempo es la tecnología, el hombre no,
siempre es el mismo”. O sea, lo único que pareciera no estar demodé es el hombre. Y
agregaba el músico romano, mientras el porteño Andrés Calamaro acompañaba en
teclados, que “el tiempo pasa, nos vamos poniendo tecnos”. “En cada conversación
cada beso y cada abrazo se te impone siempre un pedazo de temor… ¡Temor!
¡Cuidado con el Temor...! (1980)”.
Justamente, el temor fue uno de los temas abordados en el encuentro Trasandino
de Chile de OCAL, en octubre del 2013, “Compartiendo material clínico”. Allí, se
hizo hincapié en la tensión del analista en formación, según palabras de Alfonso
Pola, referidas al “grado excepcional de autoconciencia y vergüenza que experi-
mentan los candidatos principiantes (citando Pola a Jerome Kavka, 1974, p. 9)”,
para quienes pareciera como si todo su futuro profesional “estuviera en juego en
cada presentación”, con la posible acusación de que lo que presentan algunos no
es psicoanálisis, pudiéndose sentir “desafiliados y rechazados al mismo tiempo”.
Desde ya, hay mucho de discutible en estas afirmaciones, pues tiene que ver el ca-
rácter del analista también.
Charles Hanly, quien acaba de dejar la presidencia de IPA, dijo a Moción/28 que,
según su propia y ajena experiencia clínica, el psicoanálisis es, por lejos, único en su
capacidad para resolver conflictivas psíquicas profundas que causan serios síntomas
e inhibiciones. Pero no es la forma del tratamiento (cuatro o cinco horas por semana
en el diván) lo que es crucial; sino la sustancia. un proceso analítico puede desarrollarse
con menos horas sobre el diván, y en una psicoterapia cara a cara, dependiendo del
paciente y del terapeuta… (2012, p. 23).
Es un mundo cambiante que nos exige que las formas y usos de las herramientas
psicoanalíticas sean dotadas de una fortaleza tenaz tal que nos permitan maniobrarlas
con suficiente plasticidad creativa en el encuentro terapéutico con los demandantes
de hoy, sin que sean destruidas en su esencia. Exige esto un encuadre analítico en la
mente del analista.
Se trata de un ejercicio de la práctica clínica que cuestiona la comodidad teórica
oceánica en todo momento. Y hay gente que se molesta con esto, cuando se mueve el
piso de lo estatuido; pocos años atrás se dedicó una edición a “La clínica psicoanalítica
con y sin diván” (2010). Ni que hablar que el propio Freud decía en “Consejos al mé-
dico” (1912) que la disposición del encuadre era la que le servía a él: “…la única ade-
cuada para mi individualidad; no me atrevo a poner en entredicho que una persona-
lidad médica de muy diversa constitución pueda ser esforzada a preferir otra actitud
frente a los enfermos y a las tareas por solucionar (p.111)”.
No es un tema menor, y algo de esto surgió en el Congreso de FEPAL 2012, en San
Pablo, cuando se me ocurrió decir que podía haber proceso psicoanalítico en algunos
análisis de una sesión por semana, con advenimiento del sujeto, deseo advertido y
cambio de posición subjetiva al final del camino. una psicoanalista paulista, asistente
también, pidió el micrófono para responder a los gritos que “eso no es psicoanálisis”.
No quiero ni pensar que diría esta señora de Emilio Rodrigué y su “psicoanálisis sham-
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poo” de tres horas de duración (Laboratorio Individual de una Sesión), en una visita
única al hogar del solicitante3.
Así como hoy se hace difícil establecer un espacio para crear o reflexionar sobre
determinado tema, el contexto terapéutico de hoy también es complicado. En la ac-
tualidad hay mayor cantidad de pacientes que hace 70 años, pero el tiempo disponible
por las exigencias y las limitaciones de la modernidad es mucho menor. Convengamos
que hoy la mayoría de los pacientes son asalariados o cuentapropistas sin la comodidad
espacio-temporal de las elites, en un marco socio-histórico complicado, como apuntaba
más arriba.
El muy polémico Lacan decía algo que también rescato: “Júntense varios, péguense
unos a otros el tiempo que haga falta para hacer algo y después disuélvanse para hacer
otra cosa […] sepárense para no quedar pegados irremediablemente (1980, pág. s/n)”.
Y me acordé del episodio de FEPAL, significativo para mí. Hay quienes eligen estar
pegados irremediablemente a la ortodoxia de las formas, como si el hábito hiciera
realmente al monje.
Hay que ver qué hábito habito: si el hábito como “vestido o traje que cada persona
usa según su ministerio, especialmente el que usan los religiosos” o el “modo especial
de proceder o conducirse adquirido por repetición de actos iguales o semejantes”,
según la RAE. Prefiero el segundo hábito, en relación a la inquietud permanente, que
habita en la Revista de Psicoanálisis y también en la producción de los candidatos.
En este sentido, decía Diego Luparello, actual presidente del Claustro en las VII
Jornadas de Analistas en Formación 2013, que se trata de “generar un espacio, un pa-
réntesis dentro de la inmediatez, un espacio de reflexión y un poco una apuesta al
sinsentido también, en un mundo donde permanentemente pasan cosas que no per-
miten pensar”. Y coincido con esto, en particular porque las cosas no están tan des-
integradas, están no pensadas.
Luis Cano, el dramaturgo que exploró Shakespeare, nos dice en la última edición
de Moción, que la forma de pensarse a sí mismo ha cambiado tanto en el último
tiempo que, naturalmente, el arte, la forma de representar eso también cambió.
Entonces, sí. Como contemplador, uno ve que hay una forma de desintegración de
un sujeto, sin ninguna duda. Pero por otro lado, hay una respuesta que es no, y es que
siguen siendo vigentes Edipo, Hamlet, Gregorio Samsa o el señor K. Puedo seguir
pensándome a través de ellos (2013, p. 31).
En la misma línea, Hanly afirma que:
La necesidad de representar la excitación sexual por medio de símbolos y disfrazar
el deseo real ya estaba presente en las vidas de los antiguos griegos, tanto como en la
vida de las personas modernas. La comparación de Freud (1900) de Edipo Rey y
3. Según explicaba el inventor de esto, el laboratorio individual de una sola sesión (LIUS) se basa en un
solo encuentro de aproximadamente tres horas, aplicándose “técnicas alternativas bajo una regencia psi-
coanalítica”. Es una terapia in situ, en casa del solicitante, lo que da la posibilidad de estudiar antropológi-
camente a las personas en su hábitat e interactuar en su nicho ecológico, siendo éste comunicativo.
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4. Es un concepto movedizo labrado por Lacan (seminario del 20 de mayo de 1970) con origen en un
vocablo inglés que define un objeto o dispositivo ingenioso, divertido, tecnológico, novedoso y científico,
altamente consumible pero de corta duración que relanza el ansia de nuevos gadgets, saciador parcial
de la necesidad. Así, el analista entraría en competencia con los gadgets, situándose como objeto causa
de deseo refrenando el goce plus, ofreciéndose en un circuito pulsional y de deseo alternativo más estable,
frente al vértigo de la alta rotatividad del consumo forzado por las condiciones del discurso prevalente.
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su cultura envolvente, en una continuidad irreductible que lo lleva del pasado que
cuestionará al futuro que fabricará, en un presente – instante único – jamás habrá
una teoría sintética, quieta y para siempre. Y también las preguntas se repetirán una
y otra vez, en distintas personas, con distintas personas.
Dicho de otra forma, la muerte nunca muere. Para que muera, no debiera haber
más libido. ¡Qué dilema! La vida exige trabajo, un esfuerzo que postergue la vuelta a
lo inorgánico. Y en este trabajo hay ayuda tecnológica, no sólo médica, sino biológica.
Es un trabajo permanente donde la apoptosis, la muerte celular programada, tiene
esfuerzos postergatorios constantes. Como el maxilar mecánico. Decía el tema de
Prodan que el “amor con los años desaparece”. Es cierto, la libido, la pulsión de vida,
cede a la vuelta a lo inorgánico, quedando para los demás la ficción de una continuidad
vital a través de la transmisión, la donación, simbólica, convertida en historia viva.
Vivir es un trabajo porque nos saca de la comodidad fetal a partir del parto. Al
vivir, se produce necesariamente un deseo o una necesidad. En el primer caso triunfaría
lo reflexivo, el pensamiento, el gran rodeo a un estado anterior, en sus grandes posi-
bilidades de derrotero. En el segundo nos lleva a la solución-gadget inmediata, donde
el hombre querría más y más para taponar el aburrimiento mortífero. Nosotros pre-
ferimos trabajar con el pensamiento, ¡pero no sin ciertas licencias!
Cerrando estas reflexiones, me permito entonces la licencia de saludar y felicitar
a la Revista, en nombre del Claustro de Analistas en Formación del Instituto Dr. Ángel
Garma, por el permanente trabajo que los psicoanalistas realizan en postergar en
forma primorosa la apoptosis psicoanalítica, anunciada desde sus comienzos, durante
estos últimos 70 años de la Revista y más de 100 del psicoanálisis. Cada analista que
escribe es una chispa que hace sinapsis con otro que lee, y escribe, y así hasta hoy, ge-
nerando movimiento de significantes articulados en otros significantes. Como nos
dijo el actor Julio Chávez hace tres años: “Mientras haya alguien que piense, el psico-
análisis va a estar” (2011).
resumen
Inexorablemente el tiempo crea una tensión ante el apremio de la vida que se va. Verdad
de perogrullo que se repetirá siempre: Mejor no hablar de ciertas cosas y huir para delante.
Detenerse a pensar cuesta, cuesta tiempo, porque nos enfrenta a la fugacidad de la vida, tema
del que, mejor... fugar. Pensar es un trabajo difícil, hacerse espacio para escribir, más aún. Pero
como director circunstancial de la revista Moción, del Claustro de Analistas en Formación
Dr. Ángel Garma, fui invitado a ejercitar reflexivamente esta tensión. Y en esa tarea volví a
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darme cuenta de que parece escribirse siempre acerca de lo mismo, y que pareciera no tener
sentido seguir escribiendo sobre psicoanálisis, sobre el sujeto del inconsciente. ¡Si está todo
escrito! Podría ser verdad, y de hecho es una verdad “vendida” por las terapias asertivas, que
insertan en el paciente verdades universales terapéuticas, en vez de animarse a aventurarse
en las profundidades para extraer las riquezas del sujeto. Y cuando pensaba escribir acerca
de esto, me acordé de una frase de Luca Prodan, músico fallecido por sus excesos, que decía
que “lo único que progresa con el paso del tiempo es la tecnología, el hombre no, siempre es
el mismo [...] El tiempo pasa, nos vamos poniendo tecnos”. Más tecnos; más tecnología-gadget,
y más masificada... y más fugaz su poder paliativo del ser. Dentro de este más, más y más, me
puse a investigar un poco sobre la historia de la Revista de Psicoanálisis de la APA, y descubrí
cosas nuevas, generándome curiosidad por saber más acerca de ellas. Es cierto que el tiempo
moderno es más tecno, pero también es cierto que bibliotecas hubo siempre, y que no todos
leían. Ahora hay más bibliotecas electrónicas (como la de APA), a las que no todos entran, y
unos pocos sí. Y Franz Alexander decía en el ‘43 que la corporación médica prevenía contra
el psicoanálisis. ¿Cambió mucho esto? No. En medio de esto, me topé con la advertencia de
Wilfred Bion sobre la estupidez, la arrogancia y cierto tipo de curiosidad destructiva, que sería
la que sirve para identificar aquello que amenazaría parapetos teóricos cristalizados que hay
que defender a ultranza. Si la Revista de Psicoanálisis permanece viva es, entonces, porque se
acepta que el psicoanálisis no cierra, que no cuadra nunca, dejando discurrir en sus venas
trabajos que interpelan, cuestionan, recrean y crean teorías y clínicas diversas, contribuyendo
a la transmisión de esta práctica que pivota entre lo artesanal –la mano singular- y la ciencia.
Evita la arrogancia del que, por temor, lo impone al otro para no verse afectado en su teoría
de cristal. A su vez, la supervivencia y el desarrollo de los analistas neófitos, tiene como desafío
primordial vencer este temor, el temor a que ciertos autorizados juzguen qué es y qué no es
psicoanálisis… que no es cualquier cosa.
summary
time and tension
Between escape and curiosity
Inexorably, time creates a tension in the face of the rush that life goes by. A truism which
will be always repeated: It is better not to talk about certain things and to escape forward.
Stop to think is hard, it means time-consuming, because it faces us with life fugacity, a topic
that is better… to escape from. Think is a hard work; make space to write, much harder.
However, as the circumstantial director of Moción Magazine, of the Staff of Analysts in
Training Dr. Ángel Garma, I was invited to exercise reflexively this tension. And under said
task, I realized again that always the same things seem to be written, it seems to be nonsense
to keep writing about Psychoanalysis, about the subject of unconscious. If everything is
written! It may be true, and , in fact, it is a truth “sold” by the assertive therapies, which insert
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in patients the therapeutic universal truths instead of agreeing on venturing in the depths of
the subject to extract his or her great wealth. And, when I thought about writing as regards
this, I remembered Luca Prodan’s phrase , a musician who died due to his excesses , who said
that “ the only thing which moves on as time goes by is the technology, men don’t, they keep
the same. [...] Time goes by, we are becoming techno”. More techno, more technology-gadget
and more massively increased….. and more fleeting is their palliative power of the being.
According to this more, more and more, I began to research a little about the APA’s Magazine
of Psychoanalysis history and I found out new things, raising my curiosity to know more
about them. It is true that the modern time is more techno, but it is also true that there have
always been libraries and that not everybody read. Now, there are more electronic libraries
(like APA’s one), which not everybody visit, just a few ones do. And Franz Alexander said in
1943 that the medical corporation prevented against Psychoanalysis. Has this changed a lot?
No. In the middle of this, I came across Wilfred Bion’ s warning about stupidity, arrogance
and a certain kind of destructive curiosity, which would be the one used to identify those
things that would threat crystallized theoretical parapets which have to be defended tooth
and nail. If the Magazine of Psychoanalysis keeps alive, it is , therefore , because it is accepted
that Psychoanalysis doesn’t close, never frames, letting works flow in its veins, those which
challenge, question, recreate and create several theories and clinics, contributing to transmit
this practice that pivots between the handcrafted- the particular hand- and the science. It
avoids the arrogance of those who, for fear, impose on the others so as not to be affected in
their crystal theory. Also, neophyte analysts’ survival and development have the fundamental
challenge to overcome this fear, the fear that certain authorized people judge what
Psychoanalysis is or isn’t… which is not just anything.
resumo
tempo e tensão
entre a fuga e a curiosidade
Inexoravelmente, o tempo cria uma tensão perante a instância da vida que vai embora.
uma obviedade que se repetirá sempre: melhor não falar de certas coisas e fugir para frente.
Deter-se a pensar custa, custa tempo, porque nos defronta com a fugacidade da vida, tema
do qual, melhor... fugir. Pensar é um trabalho difícil, encontrar tempo para escrever, mais
ainda. Mas, como diretor circunstancial da revista Moción, do Corpo docente de Analistas
em Formação Dr. Ángel Garma, fui convidado a exercitar reflexivamente esta tensão. E, de
fato, nessa tarefa me dei conta mais uma vez que pareceria que se escrevesse sempre sobre
o mesmo, e que aparentasse não ter sentido seguir escrevendo sobre a Psicanálise, sobre o
sujeito do inconsciente. Está tudo escrito, sim! Poderia ser verdade, e, efetivamente, é uma
verdade “vendida” pelas terapias assertivas, o fato de inserir no paciente verdades
terapêuticas universais, em vez de ter a coragem de aventurar-se na profundidade para
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extrair as riquezas do sujeito. E, quando pensava em escrever sobre isto, lembrei-me de uma
frase de Luca Prodan, músico falecido por seus excessos, que dizia que “a única que progressa
com o passar do tempo é a tecnologia, não o homem, sempre é igual [...] O tempo passa,
vamos ficando tecnos”. Mais tecnos; mais tecnologia-gadget, e mais massificada... e mais
fugaz seu poder paliativo do ser. Dentro destes mais, mais e mais, comecei a pesquisar um
pouco sobre a história da Revista de Psicanálise da APA, e descobri coisas novas, gerando-
me curiosidade por saber mais delas. É certo que o tempo moderno é mais tecno, mas
também é verdade que bibliotecas houve sempre, e que não todas as pessoas liam. Agora há
mais bibliotecas eletrônicas (como a da APA), as quais não todos acessam, embora uns
poucos sim. E, Franz Alexander dizia, em 1943, que a corporação médica prevenia contra a
psicanálise. Será que mudou muito isto? Não. Em meio disto, então, deparei-me com a
advertência de Wilfred Bion sobre a estupidez, a arrogância e sobre certo tipo de curiosidade
destrutiva, que seria aquilo que serve para identificar o que ameaçaria parapeitos teóricos
cristalizados que há que defender até a morte. Se a Revista de Psicanálise ainda permanece
viva, é porque se aceita que a Psicanálise não resulta ou que não resolve nunca, deixando
discorrer nas suas veias trabalhos que interpelam, questionam, recriam e criam teorias e
clínicas diversas, contribuindo com a transmissão desta prática que gira entre o artesanal –
a mão singular- e a ciência. Evita a arrogância de quem, por temor, impõe-la ao outro para
não se ver afetado na sua teoria de cristal. Ao mesmo tempo, a supervivência e o
desenvolvimento dos analistas neófitos têm como desafio primordial vencer este temor, o
temor a que certos autorizados julguem o que é e o que não é psicanálise… o que não é
qualquer coisa.
Bibliografía
CON-TEXTOS
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1. El presente trabajo fue publicado originalmente en Akhtar, S. y O´Neil, M. (2013), On Freud “The
Unconscious¨, Londres, Karnac.
2. president@ipa.org.uk / Presidente de la Asociación Psicoanalítica Internacional
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parece haber cierta verdad en lo que digo y gozar de reconocimiento general. Además,
precisamente el sentimiento de envidia al que aludí me ha llevado a reflexionar sobre
este tema con más curiosidad y motivación, en busca del “secreto” de esas sorpren-
dentes habilidades, a punto tal que, para todos los fines y propósitos, considero que
ese es el móvil de las presentes consideraciones.
***
En el Capítulo VI de “Lo inconsciente”, (1915) titulado “El comercio entre los dos
sistemas”, Freud efectúa un importante comentario sobre el trabajo psíquico llevado
a cabo por el inconsciente:
Sería erróneo imaginar que el Icc permanece en reposo mientras todo el trabajo
psíquico es efectuado por el Prcc, que el Icc es algo periclitado, un órgano rudimentario,
un residuo del desarrollo. O suponer que el comercio de los dos sistemas se limita al
acto de la represión, en que el Prcc arrojaría al abismo del Icc todo lo que le pareciese
perturbador. El Icc es más bien algo vivo, susceptible de desarrollo, y mantiene con el
Prcc toda una serie de relaciones; entre otras, la de la cooperación. A modo de síntesis,
debe decirse que el Icc se continúa en los llamados retoños, es asequible a las vicisitudes
de la vida, influye de continuo sobre el Prcc y a su vez está sometido a influencias de
parte de este (SE, pág. 190 [AE, pág. 187]).
Y más adelante:
Cosa muy notable, el Icc de un hombre puede reaccionar, esquivando la Cc, sobre
el Icc de otro. El hecho merece una indagación más a fondo, en particular para averiguar
si no interviene la actividad preconsciente; pero, como descripción, es indiscutible (SE,
pág. 194 [AE, pág. 191]; el subrayado es mío).
Muchos autores han explorado ese trabajo del inconsciente, centrándose en par-
ticular en el trabajo del sueño, entendido de una manera distinta que en el clásico
“trabajo onírico” destinado, en general, a enmascarar el contenido latente. De hecho,
a casi todos los autores que citaré los han fascinado las variables combinaciones de
proceso primario y proceso secundario que a veces parecen darse en el sueño, pro-
ducidas en una suerte de “operación conjunta” entre el inconsciente y el precons-
ciente, donde no está presente el yo consciente. Parece apropiado, pues, diferenciar
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estas dos actividades del inconsciente, para lo cual llamaremos a esta última “ela-
boración onírica”.
En nuestro trayecto veremos que esta colaboración entre el inconsciente y el pre-
consciente puede manifestarse mejor cuando existe cierto ordenamiento psíquico in-
terno, que por lo general implica dejar en suspenso al yo consciente del sujeto o per-
mitirle únicamente que mantenga una presencia muy discreta, periférica, y no invasiva.
Este será el tema de la segunda parte de este artículo. En la primera, procuraré des-
cribir algunos procesos que considero fundamentales para alcanzar una comprensión
siquiera parcial de la creatividad del inconsciente y de su capacidad para la resolución
de problemas.
En relación con esto, hay una encantadora costumbre centroamericana que parece
brindar una metáfora ilustrativa de lo que acabo de describir en términos metapsi-
cológicos, y que me fue relatada hace muchos años por una paciente que acababa de
regresar de un viaje a Guatemala.
Para situar la metáfora en contexto mencionaré primero cierta información clínica
que no es secundaria; por el contrario, es congruente con el hecho de que la paciente
trajera a sesión este material asociativo e incurriera en un pequeño acting out al ha-
cerme un regalo concreto.
La paciente estaba en análisis desde hacía cuatro meses y en ese momento atrave-
saba un claro y oportuno período de regresión benigna, del tipo de una “luna de miel”
analítica. A mi juicio, estaba reproduciendo una experiencia positiva primaria de
fusión y cariño (sus problemas, de orden traumático, surgieron con posterioridad a
dicho período).
Significativamente, me trajo como regalo un pequeño tesoro: un hechizo guate-
malteco para la buena fortuna, que consistía en una pequeña caja con seis muñequitas
diferentes entre sí. Me explicó que la costumbre popular era ubicar las muñecas de
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noche junto a la cama, contarle a cada una un problema distinto que uno tuviera en
ese momento, luego apagar la luz y echarse a dormir. Se decía que durante la noche
las seis muñequitas conversarían entre sí... ¡y a la mañana uno se despertaría con una
visión diferente de esos problemas!
La costumbre me fascinó, y además de reflexionar sobre el significado que podría
tener esta historia para la paciente, me puse a pensar en las ventajas que la costumbre
le ofrecía a quien la practicara. Por ejemplo, permite que uno duerma más tranquilo,
ya que descargó sus problemas “en otro”. Además, implica que no es posible tratar
más que un número limitado de problemas a la vez (en este caso, seis), con lo cual
fija un límite estándar, una contención, frente a la posible invasión de ansiedades y
perturbaciones. En general, establece una confianza básica en la existencia de un pro-
ceso elaborativo inconsciente de transformación, que tiene lugar en ausencia del yo
central consciente (mientras el individuo duerme) y puede generar cambios sustan-
ciales en la forma en que uno ve las cosas.
Al disminuir la vigilancia defensiva del yo, este pequeño ritual privado parece con-
densar de un modo muy positivo la contención de las angustias —representada por
lo que se confía “a otro” (las muñecas)— y la recombinación creativa del contenido
(una “solución”, en el doble sentido etimológico de “disolver” y de “resolver”) producida
por el proceso primario. Este trabajo tendrá lugar en el soñante con tan solo el per-
catamiento parcial del yo consciente, pero con su conformidad, dado que es él quien
ha aceptado realizar el ritual.
La atmósfera general en que se desarrollan estos acontecimientos es, de cualquier
modo, confortable, íntima y a escala humana. Aquí se le ha encargado la tarea al in-
consciente, entendido implícitamente como un recurso natural del que se puede echar
mano sin temor.
Intuición
Ahora daremos temporariamente un paso atrás para ocuparnos del aspecto feno-
menológico de los procesos que estamos examinando.
El concepto de “intuición” (del latín intueri, mirar adentro) designa ese conoci-
miento en apariencia inmediato que no pasa por el razonamiento cognitivo ni por un
proceso sensorial, sino que, por el contrario, parece brotar milagrosamente de algún
lugar profundo.
La intuición tuvo una larga trayectoria y una tumultuosa evolución en filosofía
a partir de la era de los grandes pensadores de la Grecia antigua, que dieron de ella
numerosas interpretaciones y definiciones. Al examinar la intuición a veces se cen-
traban en el funcionamiento sensorial pero con más frecuencia enfocaban el inte-
lecto, con una fuerte tendencia a describir experiencias trascendentes, y la idea (pre-
sente en Platón y Aristóteles) de la percepción inmediata de los “principios
fundamentales”.
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Al recorrer estos antiguos textos de filosofía, mi impresión personal fue que, en ge-
neral, los filósofos intentaron decididamente otorgarle un alto valor a la intuición, atri-
buyéndole características y funciones singulares (por lo común, contrastándola insis-
tentemente con la mera percepción sensorial), pero que de su estudio no podía extraerse
mucha información interesante sobre la índole de los procesos psíquicos involucrados.
Para el estudio de este fenómeno, aunque no para la comprensión de los procesos
subyacentes, me parecieron mucho más estimulantes las contribuciones de la psicología
cognitiva. En 1926, Graham Wallas, luego de estudiar los procesos que llevaban a la
resolución creativa de problemas, describió sus cuatro etapas críticas:
las figuras significativas para él, presentes y accesibles en su mundo interno. No obs-
tante, para que este proceso tenga lugar es necesario que dichas intensas identifica-
ciones no sean totales y que no sustituyan al self del sujeto. Tiene que haber una es-
tructura y una forma habitual de funcionar en la que exista cierto grado de separación
interna. O sea, el sujeto debe poder consultar a sus objetos, poniéndose en lugar de
estos parcial y temporariamente, pero como si hubiera sacado “boleto de ida y vuelta”,
por así decir; es decir, puede hacerlo siempre que pueda identificarse con tales objetos
y los puntos de vista de estos, pero luego haga valer su propio centro de gravedad en
la observación y la organización. De este modo retendrá su sentido del self y, a la vez,
una adecuada movilidad interna respecto de los otros objetos, sin quedar “fijado” a
ninguno de ellos en su identificación.
Esta movilidad interna, que no es consciente ni deliberada y se despliega de manera
natural y sincrética en un período muy breve podría quizá “desenmascararse” auto-
formulándose las siguientes preguntas. “¿Cómo vería esto mi padre... mi madre... mi
profesor... mi amigo o amiga... etc.?”. Y la pluralidad de los objetos “consultados”
podría vincularse a la integración y cohabitación de otras figuras de la familia que
enriquecen la realidad del niño. A esto lo he denominado (Bolognini, 2011) la “capa-
cidad del yo central para consultar a sus objetos internos”, que le permite apoyarse en
la creatividad y riqueza de esas fuentes y su diversidad de perspectivas.
un nivel más detallado de los niveles de interiorización [interiorisation] (término ge-
neral con el que agrupo todos los procesos mediante los cuales se lleva un objeto desde
el exterior hacia el interior de la persona) exige aclarar algunos interrogantes básicos:
• El objeto es digerido y pasa a formar parte del self corporal. El equivalente psí-
quico de esto es que el sujeto recibe del objeto funciones parciales características
que, a través de la introyección del self nuclear (Wisdom, 1967), pasan a integrar
auténticamente el self y el yo del sujeto.
Desidealizar la intuición
tinuar con nuestro examen, ¿qué nos ha enseñado el estudio comparativo de la pato-
logía neurótica y psicótica que pueda venir en nuestra ayuda?
El estudio de las neurosis desde una perspectiva económica nos ha revelado que
en la represión hay típicamente una pérdida de energía; vale decir, las contrainvesti-
duras necesarias para mantener reprimido aquello que genera un conflicto implican
un mayor costo económico; y a veces el estado general de fatiga, la forma enmarañada
de pensar y la lentitud funcional para hacerlo son síntomas que se agregan a los más
específicos de una neurosis.
En mi manera de expresarme, el neurótico viaja con todo su equipaje (sintomático,
onírico, económico) en la mano, dentro de un sistema en el que prevalece una represión
cada vez más precaria y costosa en el inconsciente dinámico, de modo tal que las ca-
pacidades del self no pueden separarse de eso ni proyectarse muy lejos. Y continuando
con esta metáfora, digamos que los neuróticos no pierden sus capacidades (el legado
del self es reprimido, pero no escindido) pero deben incurrir en grandes gastos para
continuar reprimiendo y mantener dentro de la caveau [bodega] inconsciente los ele-
mentos conflictivos que trastornarían la organización de la “zona diurna” del self. Podría
decirse que agotados por las exigencias impuestas a su energía, los neuróticos muestran
profundas ojeras y una fatiga extrema, que son, en verdad, síntomas neuróticos.
Los embrollos, el enmarañamiento, el retardo al pensar pueden ser el producto de
una interferencia negativa permanente de los elementos conflictivos internos que pre-
valecen sobre el yo, limitando su capacidad normal de trabajo, así como de la pérdida
de energía, que le resta fuerza. Ese ritmo más lento de los procesos mentales es lo que
haría, según Kohut, que los momentos “intuitivos” fueran muy infrecuentes.
Mi hipótesis adicional es que, en muchos casos, la capacidad del yo para ceder
lugar a los aportes creativos del preconsciente y del inconsciente también podría
quedar dañada. El sujeto, que en su estado de alarma interna aumenta el control del
yo y la contractura funcional, no se permite enriquecerse con consultas intrapsíquicas
a sus objetos internos, y no llega a conocer sus puntos de vista ni sus formas de ser,
quedando así virtualmente estancado en la “formulación subjetiva” descripta por
Rumiati y en la “fijeza funcional” de Duncker.
En términos de metáforas equivalentes, los neuróticos se autorregularían intrap-
síquicamente como esas personas que, inmersas en su modalidad defensiva, “ya no
escuchan a nadie” en el mundo exterior y evitan todo intercambio interpsíquico.
También podríamos describir esta dinámica imaginando que el hijo menor del mo-
linero no aceptó la ayuda del gato con botas, o que la mujer guatemalteca no prestó
atención a las muñequitas que podrían ocuparse de sus problemas por la noche. Pero
centrémonos en la pérdida de energía necesaria para reprimir la creatividad del pre-
consciente-inconsciente, pérdida provocada por los conflictos.
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Por el contrario, para los pacientes capaces de una marcada escisión y proyección
de las partes internas de su self la situación se simplifica, por decir así: terminan em-
pobrecidos tanto en contenidos como en la articulación de su self, y por ende más
“livianos”. (Yo diría que “viajan sin equipaje en la mano”). Son relativamente asinto-
máticos y, en todo caso, presentan una tendencia básica a la manía. Desde el punto
de vista económico, pierden una parte de sus bienes (entendiendo por “bienes” los
que le ha legado su mundo interno, la dotación básica del self, y la asidua presencia
de, y conexión con, sus objetos internos), desvinculándose de ellos o, en cierto sentido,
renunciando a ellos, ya que de esta manera evitan el conflicto.
En la lengua corriente, de estas personas suele decirse que “no se preocupan por
los detalles”, que “van al grano” o que (como Alejandro Magno con el nudo que ataba
al yugo la lanza del carro del rey Gordio) no pierden el tiempo deshaciendo un nudo
sino que simplemente sacan la espada y lo cortan de un solo golpe. Específicamente,
cuando entran en juego escisiones importantes de tipo vertical —al punto de produ-
cirse una disociación en el sentido psicoanalítico, no en el sentido fenomenológico
psiquiátrico— que tienen como efecto “compartimentalizar la experiencia”, suelen or-
ganizar sus funciones y contenidos psíquicos de acuerdo con una estructura simpli-
ficada de la personalidad. En estos estados de escisión, el sujeto “viaja sin equipaje en
la mano”, ya que renunció al “peso” de una parte de su self, más o menos como hace
un lagarto cuando, enfrentado con un peligro, se desprende de la cola para dejársela
al atacante y así poder huir más rápidamente.
En este estado compartimentalizado, con su self simplificado y empobrecido, el
sujeto es empero básicamente asintomático, sufre menos estrés y dificultades preci-
samente porque evita, siquiera en parte, la pérdida económica que el conflicto implica;
y muy a menudo delega en otro la representación y la vivencia proyectiva de las partes
internas de su self.
El cuadro que he descripto de este uso de la escisión puede corresponder a una
patología franca o bien, si está restringido cuantitativamente y limitado a una mera
tendencia, puede caracterizar a un cierto tipo de personalidad, circunscripta pero de-
cidida (no olvidemos que “decidir” proviene etimológicamente del latín decidere, “cor-
tar” algo separándolo de otra cosa).
Por otro lado, en un caso muy compatible con la buena salud mental, se da la es-
pecialización funcional del self profesional, el hecho de que una persona se organice
en su trabajo de manera relativamente escindida, que puede ser necesaria y útil para
los demás. Si todos los cirujanos se identificaran con la persona a la que deben operar
no podrían hacer bien su tarea; si todos los abogados, en lugar de defender a sus
clientes, se apegaran a normas humanitarias en todo momento, perderían demasiadas
batallas legales; y así sucesivamente. Los individuos se especializan y sus escisiones
funcionales temporarias tienen como propósito llevar a cabo su trabajo; el guarda-
polvo blanco, la toga negra, el overol azul del mecánico son el correlato de una con-
figuración interna adecuadamente escindida, aprendida y consolidada con pleno
acuerdo de la sociedad.
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conclusiones
Bibliografía
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La lectura del trabajo de Bolognini es un ejercicio sutil y lúdico. El autor nos “abre
la puerta para ir a jugar” en el sentido más Winnicottiano de esta expresión. Sabe
crear un espacio intermedio adonde invita a aportar trabajo de pensamiento. Resulta
convocante y muy original en su manera de mostrar al lector cómo piensa y cómo
trabaja en psicoanálisis, al poner a trabajar temas tan clásicos como la noción de in-
consciente y la relación de este último con el yo consciente.
En este sentido, retoma la cuestión, lanzada en su libro libro Secret Passages: The
Theory and Technique of Interpsychic Relations (2011) acerca de un “inconsciente sen-
sato” que trabaja y puede lograr transformaciones. Está interesado en el trabajo de
elaboración que ocurre en un nivel onírico profundo y desconocido por el Yo, al que
alude como misterioso.
Bolognini metaforiza primero con un cuento infantil “El gato con botas” esa aso-
ciación entre dos partes que trabajan en “alianza recíproca”: el sistema Inconsciente-
preconsciente y el Yo al que “denomina consciente-central” (el gato y el dueño del
mismo del cuento). Ambos se respetan y toleran la superioridad ocasional de uno de
ellos para resolver un problema sin que se despierte una envidia destructiva.
La metáfora se amplía cuando entra en escena un objeto-juguete, una pequeña
caja con seis muñequitas adentro que le trajera una paciente de Guatemala luego de
las primeras vacaciones analíticas. Si se les cuenta a cada una un problema, al irse a
dormir, ellas conversan entre sí y el sujeto amanece con una visión diferente de sus
conflictos, podría decirse que se ha enriquecido con nuevos puntos de vista.
El gato con botas y las seis muñequitas nos invitan a participar en el juego que pro-
pone Bolognini: podemos jugar (también solos, como nos enseñara Winnicott) si
confiamos en nuestros objetos parentales internalizados ya que es en ese nivel, in-
consciente, en el que se va dar el proceso creativo y es ahí cuando el yo consciente
central se relaja y descansa de su permanente tarea de controlar, regular y organizar
los intercambios.
El autor resalta la atmósfera de intimidad necesaria para que estas interacciones
puedan tener lugar. No es un problema menor para la tarea del psicoanalista de este
siglo, tan preñado por lo visual, lo mediático, en el que la intimidad se constituye mu-
chas veces en algo a construir en el decurso de un análisis.
Es muy llamativo el hecho de que los analistas de niños tenemos la constatación
cotidiana de que nuestros pacientes siguen jugando en nuestros consultorios con
los pequeños y simples juguetes que les ofrecemos y utilizan cualquier elemento
para armar sus propias epopeyas. un almohadón es el muro de un fuerte, una silla
dada vuelta es un barco pirata, goma de pegar es comida para la muñeca y debajo
de la mesa se construyen casas, garajes, en el suelo se arman desde zoológicos hasta
pistas de carreras.
Para que esto ocurra tiene que haber una confianza básica de que hay alguien a
cargo (real o internalizado) que provee de un marco, que observa, sostiene y abre el
camino para que el niño despliegue y externalice su mundo de hadas y brujas, de prin-
cesas y héroes, de soldados, de invasores, de amores y odios, de buenos y malos y
hasta historias fragmentadas, a veces rotas en pedazos y el analista en estas ocasiones
tolera que el niño solo pueda mostrar el vacío, la soledad y el silencio.
El trabajo de Bolognini tiene el gran mérito de lograr traer a la cotidianeidad de
la práctica analítica temas y discusiones tan densas como la mencionada relación
entre el Yo y el Inconsciente-Preconsciente, la empatía, la intuición, la relación del
psicoanálisis con la psicología cognitiva. Va llevando con mesura hacia cuestiones
fundamentales de la clínica y de la técnica analíticas.
En este sentido, la posibilidad de que el yo “se corra a un costado” y, más aún, no
sea intrusivo ni controlador y “permita” al inconsciente hacer su trabajo es un modelo
apto para pensar la situación analítica. El autor nos lleva a ese espacio al referirse a
la capacidad de los analistas de “suspender” el pensamiento y a esto lo denomina
como la “resignación voluntaria”: ¿A que renuncia el analista? Pues nada menos que
a realizar todo acto deliberativo de investigación, y así se entrega de lleno a la aten-
ción flotante.
En este mismo punto es posible hacer un ejercicio. La tendencia natural en el campo
psicoanalítico es intentar asociar lo que se va escuchando o leyendo con conceptos
que son conocidos y además afines a las preferencias teóricas de cada uno.
La resignación voluntaria me pareció en principio compatible con el concepto de
‘sin memoria y sin deseo’, de W.R. Bion. Enseguida me percaté que estaba haciendo
justo lo contrario de lo que propone Stefano, trataba de asociar un concepto nuevo
para mí con alguno que ya conozco. Pienso que mi Yo no pudo tolerar “no saber” y
ver desestabilizado un sistema en el que conviven distintos aspectos de mi self con
mis objetos internos en cierta armonía tranquilizadora.
Coincido con Bolognini cuando dice que la resignación voluntaria solo puede
darse después de un considerable acopio de experiencia profesional. La demanda de
asociación libre es válida al comienzo de un análisis solo como modelo de aspiración.
Se pide algo que el paciente no puede hacer, el sujeto va a lograr esta capacidad con
el transcurso del trabajo analítico. Hasta podría decirse que lo va a conseguir luego
de un sostenido trabajo analítico que va dando lugar a la posibilidad de libertad de
ciertas ataduras defensivas que moldearon la neurosis del sujeto.
Lo mismo es válido para el analista. Solo podrá sostener los estados de atención
flotante luego de un considerable trabajo sobre sí mismo, aprendiendo a reconocer y
procesar su contratransferencia y trabajando intensamente sobre sus propias resis-
tencias al análisis, que son tan fácilmente despertadas por los pacientes.
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Es para mí una gran satisfacción comentar este trabajo, ya que se trata del escrito
de un valorado autor, actualmente presidente de la API, y fundamentalmente porque
el texto resalta la importancia del inconsciente no sólo como productor de síntomas,
sino también de “maneras de ser” en la vida, y como fuente de trabajo creativo.
Además de resultarme muy interesante esta perspectiva en el contexto del psicoa-
nálisis contemporáneo, me ha parecido muy sugerente que Stefano Bolognini for-
mule el título en primera persona, y que apele a un lenguaje tan claro para expresar
sus ideas.
Stefano parte de la transferencia como motor que permite desplegar en el campo
analítico “los objetos internos del paciente”, y como ámbito desde el cual surge y es
“puesta a trabajar” la metáfora de las muñecas guatemaltecas: la posibilidad de intros-
pección y la riqueza del juego “interpsíquico” permiten una nueva mirada frente al
mundo y frente a los conflictos. Podría decirse que, aunque no explícitamente, el pa-
radigma de la complejidad está “en funcionamiento” en este texto, al considerar el
papel de lo intuitivo y de lo creativo en psicoanálisis.
Dialogando con aportes literarios, filosóficos, de la psicología cognitiva, etcétera;
Bolognini apunta a dilucidar la clave metapsicológica del funcionamiento del yo.
Parte de relatos y cuentos tradicionales para explorar el papel que tiene en la cons-
titución del psiquismo y la resolución de problemas no solo lo inconsciente sino
también, yo diría, lo pulsional, y la presencia del otro. Da cuenta de ello su concepto
de “interpsíquico”, tan brillantemente desarrollado en su libro Pasajes secretos (que
tuve el honor de prologar). Se plantea un “contexto interesante” donde el incons-
ciente del sujeto “toca” al inconsciente del otro: la práctica analítica no actuaría
solo a partir de lo que surge de lo intrapsíquico del paciente, sino también de lo
intrapsíquico del analista (donde su propio inconsciente adquiere particular rele-
vancia). De ahí que para Bolognini lo “interpsíquico” tenga una dimensión más
extensa que lo “interpersonal” y lo “intersubjetivo”, ya que remite a un nivel fun-
cional de alta permeabilidad compartida entre dos aparatos psíquicos (en el que
hay que considerar muy especialmente el concepto de transicionalidad de
Winnicott, la capacidad de ensoñación –rêverie– del analista de Bion, y los aportes
de otros autores que nutren su vasta cultura psicoanalítica). Este modo de concebir
psicoanalíticamente los procesos de transformación y creación tiene enriquecedoras
consecuencias tanto en la propuesta clínica de Bolognini, como en la posibilidad
de pensar los procesos psíquicos en una dialéctica entre inconscientes (el del sujeto
algunos de los conceptos utilizados (como el de “yo”, “self ” -sí mismo-, “escisión”,
“sujeto”, “subjetividad”, etcétera), considero fundamental para el psicoanálisis con-
temporáneo la actualización y profundización del debate metapsicológico acerca
de la complejidad del yo como instancia psíquica, y los desafíos y conflictos a los
que se enfrenta.
Agradezco mucho a la Revista de psicoanálisis y a Stefano Bolognini la posibilidad
de dialogar con estas ideas.
MESA REDONDA
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Para citar solo algunos ejemplos, el psicoanálisis considera como exceso la sobrein-
vestidura de lo real a través de una excesiva adaptación del sujeto a determinados ide-
ales, y el síntoma, como emergencia de la realidad psíquica, es tomado como posibi-
lidad de cambio. Por el contrario, en la cultura este exceso significa un precio a pagar,
a veces como único camino al éxito. El psicoanálisis privilegia la palabra oral y escrita,
en cambio en la cultura es valorada la imagen cosificada, global y virtual. Ser visto es
ser. La inconsistencia simbólica se intenta compensar con la imagen corporal, ligada
a sensaciones con severos pasajes al acto.
Frente a estas diversidades y a la categoría de lo reciente, creo que podríamos des-
tacar, como algo novedoso, que estamos aprendiendo a usar simultáneamente varias
teorías que nos permiten una aproximación más integral a las complejas patologías
que hoy tratamos.
También podríamos augurar un futuro más cierto si llegamos a reconocer las teorías
implícitas que manejamos y discriminamos con mayor eficacia las coincidencias, las con-
tradicciones y las complementariedades de las teorías que usamos. Esto nos podría alejar
del subjetivismo o del relativismo. Agregaría otro elemento trascendente, que por añadidura
daría la posibilidad de desarrollar algo inédito y que estaría en relación con que el cono-
cimiento de las teorías implícitas que cada uno tiene, abriría una oportunidad de generar
algo novedoso en el vínculo que muchas veces se distancia de las teorías oficiales.
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Creo que hoy tendríamos que pensar más en la producción de conocimientos junto
a otros campos del saber, que estar preocupados por cuál es el verdadero psicoanálisis
y cuáles son los postulados que nos definen como verdaderos psicoanalistas.
también toma la temprana elección de objeto como paradigma de las elecciones ob-
jetales posteriores. Esto me parece que es un sentido general y ubicaría allí el valor
paradigmático que tienen los casos clínicos. Sin duda los casos clínicos freudianos,
como Dora, El hombre de los lobos o El hombre de las ratas, pero también aquellas
presentaciones clínicas de Winnicott, de Melanie Klein y tantos otros, han sentado
bases para el psicoanálisis.
En psicoanálisis esto es significativo porque siendo la práctica analítica una práctica
de caso por caso, finalmente cada caso puede adquirir un cierto valor paradigmático
en este sentido general.
Pero hay un sentido más fuerte, más actual y específico, y entiendo que la Mesa
apunta a ese sentido, que es el que introdujo Tomás Kuhn hace 50 años, esto que citaba
Rodolfo recién. Traté de centrarme en lo que dice Kuhn y pensar, a partir de ahí, dónde
estamos en el psicoanálisis. Él lo define como realizaciones científicas universalmente
reconocidas, o sea que implican un reconocimiento de una cierta comunidad científica,
que durante mucho tiempo proporcionan modelos de problemas y de soluciones, que
constituyen una matriz formal ordenadora de una disciplina en un momento dado.
un sentido bastante más fuerte que el anterior y que implica leyes de funcionamiento,
una teoría, aplicaciones, instrumentación y definen, para cada ámbito científico, ob-
jetos, conceptos, métodos, procedimientos, por lo menos esto es lo que ocurre en el
campo científico.
Kuhn describe una especie de secuencia en las ciencias: una ciencia regida por un
determinado paradigma hegemónico, en un cierto momento es lo que se llama ciencia
normal o ciencia madura. Son modelos aceptados que provienen de la práctica científica
pasada, que son reconocidos durante un cierto tiempo por una comunidad científica y
que proveen lineamientos para la práctica actual. Antes de eso, el estado de ciencia na-
ciente define la situación que llama preparadigmática, gente que trabaja en un campo
en común, pero donde no hay ninguna teoría que los unifique. Hay debates, luchas entre
distintos modelos teóricos por imponerse. Cuando una teoría consigue imponerse sobre
las otras y es aceptada por la comunidad, sea porque resulta mejor o porque parece mejor,
se instala un paradigma para esa comunidad. una vez instalado tal paradigma, el mismo
no responde a todo. Si así fuera se acabaría la actividad científica, puesto que este para-
digma debe ser lo bastante incompleto como para dejar muchos problemas para ser re-
sueltos por el grupo. Lo esperable en una ciencia es que trabaje sobre la base de ese pa-
radigma para resolver todas aquellas cosas a las cuales el paradigma no da respuesta.
Guía el trabajo futuro, va resolviendo enigmas y tiene una ventaja económica, el
que se maneja dentro de un paradigma determinado puede dar muchas cosas por
sentado, no tiene que andar definiendo su campo de trabajo desde el comienzo, no
tiene que estar dando cuenta de todos y cada uno de sus conceptos, entonces puede
centrarse en un área específica dando un montón de cosas por sentadas. Por otro lado
tiene el inconveniente que manejándose dentro de un paradigma se tiende a desco-
nocer aquellos hechos, aquellos fenómenos que contradicen el paradigma, al punto
tal de que a veces puede no vérselos directamente, pasando desapercibidos.
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de las presiones para incorporar modelos extra analíticos como los DSM que me
parece que son nefastos.
Yo me sigo manejando con paradigmas psicopatológicos freudianos, las tres grandes
categorías me resultan claras, me permiten organizar mi nosología aún sabiendo que
eso está muy lejos de responder y dar cuenta de todo el campo de la patología clínica
y deja un montón de cosas sin definir del todo.
La necesidad de que el psicoanálisis cambie su relación con el entorno social, eco-
nómico, cultural, científico, incluso político, es imperiosa. Esto lo decía Rodolfo y
coincido totalmente, es importante. Se debaten leyes que tienen que ver con lo nuestro
y nosotros tenemos una presencia mínima en todo esto. Al psicoanálisis ya no le
resulta favorable mantenerse en un aislamiento endogámico, eso pudo haberlo bene-
ficiado tiempo atrás pero ahora no, y creo que en esto las instituciones analíticas tienen
un rol muy importante que cumplir. Participar en los problemas y en los debates que
se desarrollan en la sociedad en distintos niveles, relacionarse con otros campos cien-
tíficos sin perder la propia identidad y sin esperar de ellos respuestas a nuestros pro-
blemas, a nuestros interrogantes. Todo esto es producto de dificultades internas del
psicoanálisis, que las hay, pero también de dificultades externas. Estamos en un mundo
cambiante, ese es el tema del próximo congreso internacional, un mundo cambiante
que incide sobre el psicoanálisis y sobre la práctica analítica. No son en absoluto in-
diferentes y Kuhn señala que muchas veces esas cuestiones externas pueden precipitar
una crisis y forzar un cierto cambio que antes no se visualizaba.
En lo personal no me parece que eso esté ocurriendo, pero creo que mucho también
depende de las respuestas que los psicoanalistas y las instituciones psicoanalíticas
brinden a los distintos problemas que se presentan.
cristina rosas de salas: Aunque el titulo de la convocatoria es amplio y complejo no
puedo soslayar que se trata de un festejo y del festejo por los 70 años de una revista.
Doble motivo de alegría con recuerdos y agradecimientos que inevitablemente vi-
nieron a mi memoria.
Entre los recuerdos más lejanos están las revistas que mi madre esperaba con
ansiedad cada semana y que traían noticias al pueblo lejano en el que vivía, que
me acompañaban en las siestas del caluroso verano y que ya anunciaban ciertas
posiciones que aún conservo, me negaba a leer solo las de nena y por suerte tenía
vecinos varones que me prestaban las de cowboy que me encantaban o las que mi
padre traía de la biblioteca del pueblo, seguro creada por algún socialista venido
de lejos, y que luego en la facultad me explicaron que estaban al servicio de la co-
lonización cultural. Para compensar también se recibía una que se llamaba La fa-
milia cristiana.
Tuve la suerte de vivir en una época y en una familia donde el prohibido para me-
nores no existía, así que leí y vi todo lo que estaba a mi alcance. Las revistas formaban
parte de mi entorno cotidiano y conseguirlas durante las vacaciones todo un arte del
trueque que ejercitábamos con dedicación y equidad.
No estoy segura qué dirán los especialistas actuales pero pienso que de allí viene
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el placer por la palabra escrita y el cine que aun me acompañan y también la revelación
que el mundo no podía ser solo lo que veía en el horizonte del pueblo.
Más acá en el tiempo y viviendo en otra ciudad del interior, fueron las Revistas de
la APA las que acompañaron mis comienzos de psicoanalista. Recuerdo que nos do-
naron una colección completa que fue el comienzo de lo que hoy es nuestra biblioteca.
En ellas descubrí autores y despejé dudas, fue también el primer contacto con esta
Institución a la que pertenezco y aun recuerdo la emoción de la primera vez que
aparecí publicada. Otra vez fueron las revistas las que me revelaron que había algo
más allá del horizonte.
Por todo esto, que seguramente es una historia compartida, por esta arquitectura
de afectos que se asocian a las revistas es que prefiero creer que existirán por siempre.
En cuanto a la convocatoria, como dije, es amplia, compleja y mi análisis segura-
mente estará teñido de subjetividad y deseos. Si se relee la Revista en retrospectiva se
percibe cierto desfasaje de tiempos, épocas y demanda, lo que la convierte en una
mezcla de legado y transmisión que nos compromete, mixtura que nos hace herederos
de un capital de ideas de un valor incuestionable y que al mismo tiempo nos convoca
a ser sus transmisores y continuadores.
Hoy, y desde mi perspectiva, pienso que el interés por investigar el campo del psi-
coanálisis más allá de las neurosis y el intercambio puertas afuera, sin perder la espe-
cificidad, son dos líneas. una que ubica a la práctica analítica en el centro de la escena.
Otra es la de la perspectiva latinoamericana.
Con respecto a la primera estimo que ya no escandaliza decir que el encuadre del
sueño y la supremacía de lo reprimido han sido desbordados y que una vez más es
desde los márgenes donde surge lo que cuestiona y nos sacude de la modorra de nues-
tras posturas.
Esto generó que no solo se revisaran conceptos metapsicológicos como el de lo negativo,
lo irrepresentable, lo no reprimido, la pulsión de muerte, la repetición en acto, sino que
se pusieran en debate el lugar del analista, la eficacia de la interpretación, la validez del
construir, el concepto de contratransferencia y sus variedades, por citar solo algunos de
los temas considerados y que han sido objeto de números completos de nuestra revista.
En cuanto al marco general de los debates siempre fue el mismo, la tensión entre
los cuidadores de las tablas y los expansionistas como ya argumentaban Baranger y
Mom en el Congreso latinoamericano de 1984.
Pero es en esta tensión, siempre presente, donde reside el valor de las Revistas en
tanto en ellas es donde se muestra lo que se está produciendo en “este momento”,
aun con el riesgo de efectos no deseados como no considerar en la selección de los
textos lo que cuestiona el discurso hegemónico o imperante en el momento. Así resulta
muy interesante, por ejemplo, la lectura de textos que son comentados por otros
colegas y luego respondidos por el autor.
Lo cierto es que la producción que ofrecen tiene el valor de la actualidad, de lo re-
cién pensado, de lo inacabado, de lo impuro diría Neruda, pero sin la urgencia de lo
inmediato o el macerado de los libros.
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revista. Revista que, como todos sabemos, fue pionera y marcó un camino para la
trasmisión del psicoanálisis al mundo de habla hispana. Somos parte de una tradición
que entrelazó, desde sus inicios, la creación de la institución misma con la vocación
de promover y publicar los trabajos que enriquecieron y enriquecen el pensar psico-
analítico. Tanto los de los colegas de nuestra propia asociación, como los de aquellos
otros autores que, proviniendo de otras instituciones o corrientes teóricas y disciplinas,
encuentran en ella la posibilidad de ser difundidos. Al recorrer sus páginas encon-
tramos el registro de los textos de los grandes pensadores y sus debates encendidos,
pero también percibimos el firme interés en dar a conocer y motivar la lectura de
aquellos trabajos y autores que, tal vez siendo menos visibles, comparten el mismo
germen de audacia al plantear interrogantes y desplegar su creatividad en la elaboración
de sus desarrollos.
En cuanto al tema de la mesa hay dos cuestiones que me interesaría puntualizar. La
primera tiene que ver con articular el tema desde la perspectiva de la pluralidad que ca-
racteriza al pensamiento psicoanalítico contemporáneo y en especial a nuestra institución.
Es desde este lugar que podemos pensar los paradigmas en tanto reúnan un mayor
o menor grado de consenso en relación a su pretensión de universalidad. Es decir que
podríamos distinguir entre paradigmas que hacen al fundamento tanto de nuestra
teoría como de nuestra práctica, y que hacen marca identitaria a la pertenencia a la
misma y cuya permanencia y vigencia ha resistido tanto la aparición de otras teorías
como los cambios de época con la aparición de distintas formas clínicas. Tal vez po-
dríamos pensar que estos son paradigmas lo suficientemente abiertos para permitir
la emergencia de otros nuevos y digo esto a la luz de la cantidad enorme de desarrollos
y de distintas teorías que alberga el psicoanálisis. Situemos entonces ciertos acuerdos
básicos, que estarían más allá de los diferentes modos de concebir el funcionamiento
psíquico con todas sus implicancias clínicas en: la sexualidad-sexualidad infantil, el
efecto estructurante del complejo de Edipo, el inconsciente, la transferencia, la repre-
sión o la defensa.
Entonces, en esta línea podemos decir que junto a estos co-existen paradigmas
que poseen un menor grado de consenso entre los distintos pensadores y sus segui-
dores; y que partiendo de señalamientos metapsicológicos diversos u observaciones
clínicas diferentes pretenden hacer marca en nuestro pensamiento a través del acuñar
un desarrollo propio de algunos conceptos con cierta intención de generalización.
Están aquellos que no han podido permanecer vigentes ante los cambios sociales y
culturales que fueron suscitando modos de producción de subjetividad diversa. Otros,
en cambio, han dado sobradas pruebas resistiendo con sólidas argumentaciones. Si
bien parten de formulaciones y modos de abordaje muy diversos algunos de ellos
sitúan problemáticas y desafíos comunes.
Otra cuestión que sería interesante señalar en relación al tema de la mesa es el
concepto de “lo nuevo”. Necesariamente esta cualificación del tema que hoy nos con-
voca nos lleva a pensar en términos de cierto revisionismo. Es decir, nos coloca en
posición de definir qué es lo que se podía haber perdido de las teorías y qué tipo de
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relación existe entre aquel y el surgimiento de lo nuevo. Sin embargo, estos conceptos
pueden ser pensados no como términos que se oponen o se excluyen o que necesa-
riamente albergan una instancia superadora, sino fundamentalmente en su articu-
lación y en su complejidad. Y es desde aquí que debemos pensar en el trabajo que
implica recuperar qué de esencial tiene un concepto o una teoría y qué de ellos sirve
de soporte al desarrollo de otras teorías. No hay nada completamente nuevo ni ori-
ginal en ningún desarrollo que ha producido la humanidad. Siempre lo nuevo tiene
un anclaje en lo histórico, en el devenir de la historia. En mi opinión rescato este tér-
mino “lo nuevo” porque nos brinda cierta idea de movimiento, de dinamismo y po-
tencialidad articuladora. Alude tanto a lo de antiguo que sigue vigente como a lo que
vendrá, abriendo la posibilidad de nuevos enunciados con un efecto de mayor com-
plejización. Estos son generados, algunas veces, en forma más paulatina permitiendo
una elaboración de cocción lenta y otras veces nos sorprenden produciendo muta-
ciones que operan más como a salto de mata. Como sabemos siempre la clínica nos
señala las grietas de la teoría que servirán para producir tanto interrogantes como
nuevas respuestas.
Es a través de la práctica de nuestra disciplina y de los obstáculos con los cuales
ella se topa que los autores provenientes de distintos marcos referenciales se cuestionan
por las tensiones y desbordes de nuestra época actual tendientes a no dejarse dominar
por la vía de lo simbólico, como ya había señalado Freud, tan insubordinables a la
cultura, cuyo malestar se manifiesta hoy más a predominio del acto. Y acá tenemos
todos los padeceres psicosomáticos, algunos fenómenos de intervención y marcación
del cuerpo, algunos tipos de anorexias y bulimias. Está también la línea de las adic-
ciones, y los actos de transgresión y violencia que se azotan sobre sí mismo o sobre
el otro. Se trata de patologías más ligadas a dificultades para atravesar pérdidas y ela-
borar duelos y que ponen a prueba el andamiaje narcisista produciendo muchas veces
un sentimiento de inermidad y desvalimiento que impide la posibilidad de construir
un sentido. Es así que vemos sujetos perderse en un vértigo de acontecimientos con
los cuales nos queda por delante un trabajo artesanal de lograr “cierta puesta en cues-
tión de si mismos”, al decir de André Green, allí donde está esto nuevo por constituirse,
creando las condiciones que permitan un trabajo de representación: intento de lograr
algún grado de tramitación que haga del sufrimiento un saber hacer algo con el in-
fortunio de la vida cotidiana.
Pensemos en esos tiempos iniciales del psicoanálisis, en Freud con su genialidad
investigadora que lo llevo a trabajar con aquello de lo que no podía dar cuenta con
las teorías medicas que tenía en mano, y que era el sufrimiento histérico básicamente.
Este es el recorrido que lo lleva a enunciar la primera tópica. Y justamente cuando
ésta no llega a responder a lo que insiste como compulsión de repetición, los actos
que no se pueden ubicar en el camino del deseo inconsciente reprimido bajo el imperio
del principio de placer, lo que no resuelve lo lleva a elaborar otras ideas metapsicoló-
gicas en torno a la pulsión de muerte. Se trata de un ejemplo de cómo Freud revisa
sus teorías y elabora un nuevo paradigma que es la segunda tópica cuya consecuencia
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es abrir el campo a las teorías del narcisismo que expanden el horizonte del psicoa-
nálisis. Estamos hoy ante del desafío de revisar estos paradigmas y construir nuevos
siguiendo el camino del maestro.
Gustavo Jarast: Bueno, me parece que hemos escuchado cuatro intervenciones muy
interesantes que, en principio, nos van a permitir intercambiar cosas importantes.
cristina rosas de salas: A mi me quedó la impresión que, con estilos bien diferentes,
en las exposiciones hubo coincidencias en un punto y es respecto de la trascendencia
de la práctica analítica, que lo fuimos tomando desde distintos lugares por los cambios
en la actividad profesional. Vos hablaste de que va a ser tema del próximo congreso
internacional, la práctica en un mundo cambiante, los cambios en las condiciones
de la cura. Me parece que lo fuimos tomando desde distintas perspectivas pero como
que ahí hay un punto que a mi me lleva, a medida que los escuchaba, a pensar que
más allá de la tensión entre tradición e invención, que ya fue motivo del congreso
de San Pablo, está esta cuestión que yo recordaba que decían los Baranger, entre cui-
dadores de las tablas y los expansionistas. Me parece que surge otro punto de tensión
si analizamos estos cambios en las prácticas como un camino que nos conduce a
tener que revisar también las condiciones de la formación. La vía institucional, los
institutos y cómo se realiza la formación parece que también es un camino para re-
correr en ese sentido.
rodolfo D’Alvia: Yo estoy de acuerdo con varias cosas que ustedes dijeron. Esto del
dispositivo analítico, pienso que se puede instalar o no instalar. Y definiendo un poco
al dispositivo analítico, yo lo ampliaría a la teoría, a las instituciones, a las condiciones
de las reglas de intervención y al encuadre. O sea, cuando uno está en una tarea te-
rapéutica el dispositivo analítico está en la escucha, en tratar de trabajar no sobre lo
manifiesto sino sobre lo latente, historizar, cada uno tendrá el modelo de acuerdo a
su formación, pero fundamentalmente creo que es muy importante que ampliemos
el dispositivo analítico, y también como lo planteaba Miguel, en el sentido de que
tendría que haber un diálogo institucional, donde la Revista pueda ser un elemento
de inicio para que se debata sobre esta famosa diferencia entre psicoanálisis y psi-
coterapia, que para mi es un continuo entre la psicoterapia psicoanalítica y el psico-
análisis. Yo pienso que la teoría conduce a generalizar, a abstraerse, y la práctica es
algo muy particular y concreto, Estoy de acuerdo contigo en que la práctica está hoy
en el centro de la cuestión. Vos hablaste recién de un encuadre especial, yo hablé de
encuadre a medida, pero las condiciones a repensar de la práctica no pasan a veces
ni por el número de sesiones ni por la continuidad que tiene. Hay mucha gente que
está trabajando en implicar la práctica de acuerdo al modelo psíquico del paciente,
es decir, si tenemos un paciente con una modalidad anaclítica no podemos colocarlo
en una terapia que tenga una cierta continuidad porque el paciente, evidentemente,
se puede perder en una serie de cuestiones. una persona con una capacidad más in-
troyectiva quizás sí se pueda colocar en una práctica distinta. Para mi es tremenda-
mente importante, redefinir el dispositivo analítico que no solamente tiene que ver
con el vínculo terapéutico.
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Miguel mencionó que hay algo del dispositivo que es esencial y que no cambia, yo
pensaba en la palabra del analista, a pesar de que tenemos pacientes que ponen a prue-
ba las condiciones analíticas básicas, o con los cuales debemos permanecer largo
tiempo en un área de trabajo preliminar, en un tiempo preparatorio que permita
gestar esas condiciones para que algo de la reflexión aparezca ahí. Entonces, podríamos
tomar lo no verbal, podríamos hacer intervenciones que no sean interpretaciones,
pero definitivamente a lo que estamos apuntando es al trabajo de representación, que
se coloque ahí una palabra como única posibilidad de enlace. Es quizás también esta
determinación representacional del sufrimiento humano un elemento de acuerdo que
homogeniza nuestra pertenencia al campo analítico.
En cuanto al planteo de la separación entre la formación y la práctica clínica yo
creo que debo ser la que tiene el recuerdo más cercano de aquellos años de formación,
entonces tal vez pueda aportar algo desde ahí. Si bien parece haber tres compartimentos
bastante separados con respecto a su funcionamiento recuerdo los esfuerzos de los
docentes de los seminarios y de quienes asistían por articular los textos con la clínica,
lo mismo podría decir de las supervisiones, donde las referencias a autores y sus des-
arrollos teóricos aparecían permanentemente intrincados con el trabajo sobre el ma-
terial clínico. Y la motivación para poner las ideas por escrito que rebasaba la obliga-
toriedad de los requisitos. Quizás podemos pensar que es un interjuego más favorecido
por quienes lo encarnan que por el dispositivo mismo pero los puentes de alguna ma-
nera se van tendiendo entre seminarios y supervisiones. Además creo que es funda-
mental el papel del propio análisis más allá de la formalización del mismo justamente
durante los años de formación. Es a partir de esa experiencia sobre el propio incon-
ciente que adquiere algún sentido tanto la lectura y elaboración de los escritos psico-
analíticos como el trabajo con los pacientes.
Gustavo Jarast: Volviendo un poco a la cuestión de la práctica, quiero hacer un co-
mentario sobre algo que dijo Cristina cuando habla de una revolución, de un cambio
paradigmático importante a partir de una práctica en un campo desbordado.
cristina rosas de salas: Por ejemplo, ya no escandaliza hablar de inconciente no re-
primido. Lo comentábamos en el congreso de Praga. Frecuentemente en esos con-
gresos, en esos intercambios, uno va pudiendo tener cierta perspectiva, va descu-
briendo donde está el escándalo y donde está lo que ya fue asimilado. Ahora se habla
de inconciente no reprimido, cosa que fue motivo hace unos años de fuertes debates
y hoy ese concepto está ya asimilado.
Gustavo Jarast: Y Adriana traía que hay paradigmas, empezando por los mismos
paradigmas freudianos, que fueron cambiando siempre a partir de momentos
donde la teoría se fue agotando. Así se creó una segunda tópica que, en términos
epistemológicos, fue un cambio de paradigma necesario donde el nuevo paradigma
incluyó al viejo sin eliminarlo. Esto por un lado evita la parálisis de los paradigmas
y promueve la creación y la investigación. Los nuevos paradigmas siempre fueron
surgiendo a partir de casos clínicos, como decía Miguel. El caso Dora trajo toda
la problemática de la transferencia, el Hombre de los Lobos la problemática border.
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Es decir que la teoría psicoanalítica, desde Freud, fue creándose a partir de la prác-
tica clínica.
rodolfo D’Alvia: Querría tomar algunas cosas que nos pueden ayudar a pensar un poco
más. No creo que sea únicamente la palabra y la representación lo que permite el trabajo.
Pienso que hay un bloque donde está la palabra, la emoción, el vínculo, en relación a
toda una suerte de elementos que se dan en el campo analítico. Entiendo que la repre-
sentación de palabra es importante en cuanto a las relaciones con el otro y la posibilidad
de comunicación, pero también están el representante pulsional y el representante de
cosa como elementos que permiten recomponer ciertos modelos de la memoria.
Ahora, parecería como si se hubiera perdido cierta valoración de la teoría. No sé
si desde la condición más lacaniana se habla de ética, yo hablaría de una moral cien-
tífica. Esto me lleva a pensar que tenemos que tener libertad e imaginación en la prác-
tica, pero también tenemos que tener teorías que sean contactables, que tengan alguna
validación, porque si no la práctica puede ser por sí misma inválida. Nosotros como
psicoanalistas sostenemos la moral científica, nos formamos, tenemos capacidad de
reflexión, pero me parece que tenemos que tener en cuenta la regla de correspondencia
desde la metodología, que nos permite considerar válida a una teoría.
Yo querría retomar las reglas de correspondencia que tienen que ver con el contexto
de descubrimiento, de algo que surge de la observación. Aquí entra en juego la práctica,
el contexto de justificación que son las experiencias que uno va teniendo en función
de la teoría. Hablo de la necesaria articulación práctica y teoría para que la práctica
no se transforme en un aquelarre donde cada uno confía en lo que hace sin buscar
ninguna validación teórica. El psicoanálisis es una ciencia muy particular que no sería
connotativa sino denotativa, con toda una serie de características, pero que tiene que
adscribir a algún tipo de validación que no pase únicamente por el modelo de la prác-
tica. Aunque yo creo que desde la empiria van a aparecer condiciones nuevas, pero
van a tardar en ser reconocidas.
Miguel Leivi: Yo personalmente creo que no hay práctica sin teoría.
rodolfo D’Alvia: De alguna forma hay que validarla.
Miguel Leivi: Lo de la validación es más complejo. Yo creo que siempre tenemos
una teoría. Teoría viene del griego, theorein, y theorein en griego quiere decir ver.
Es interesante porque en las luchas en los estadios griegos estaban los luchadores
que estaban en la arena y estaba el público. Y el público tenía una actividad teórica,
porque estaba mirando, esa era la actividad teórica. ¿Qué queda de eso? Que la
teoría es la condición para que uno vea, uno ve aquello que la teoría que maneja lo
predispone a ver o incluso a buscar. O sea, que siempre está la teoría en juego. Esto
es en el terreno más general.
En el terreno más específico me parece que hay un artículo de Freud que es abso-
lutamente central para esto. El análisis silvestre es un análisis sin teoría, donde Freud
dice que el médico que le recomendó a la mujer que se masturbara o que se buscara
un amante, no tenía idea de la teoría psicoanalítica, por lo tanto habla sin saber, sin
fundamento teórico.
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Entonces, por un lado no hay práctica sin teoría, por otro lado la práctica no se
reduce a la teoría, o más todavía, tampoco es la aplicación de la teoría. El ‘sin memoria
y sin deseo’ de Bion está dando cuenta de que que lo que el analista debe saber es ig-
norar lo que sabe. Lacan lo dice en otros términos. El analista tiene que saber pero al
mismo tiempo tiene que saber ignorar lo que sabe. La teoría opera de alguna manera
inconcientemente en el analista, lo cual da esa especie de dialéctica necesaria entre
una teoría que nada cuenta de todo el campo clínico y una clínica que no es sin un
sostén teórico.
rodolfo D’Alvia: Pero Miguel, vos estarías de acuerdo en que hay teorías que están
en franca discrepancia.
Miguel Leivi: Sí, absolutamente.
rodolfo D’Alvia: Porque en cuanto a la validación yo creo que hay que tener en cuenta,
por ejemplo, la teoría kleiniana sobre fantasía no tiene nada que ver con la teoría freu-
diana. O sea que en estas teorías implícitas uno tiene que tener cierta conciencia de
esa discrepancia como para que las cosas, de alguna forma, uno las pueda hacer con
la validación de esta “moral científica”, que permite que uno sepa cuando algunas
ideas que están mostrando son totalmente contradictorias.
Miguel Leivi: Estoy de acuerdo, me hiciste acordar algo que dijiste que tengo mis
dudas, lo de usar varias teorías.
rodolfo D’Alvia: Siempre y cuando las conozcas, las manejes y tengas en cuenta el
punto en el que se contradicen, en el que no se contradicen, en el que se amplían y en
el que no. Yo en la práctica estoy seguro que uso teorías implícitas.
cristina rosas de salas: Es muy interesante, pero en algún momento, vos dijiste, ha-
blando en relación a lo nuevo y a los nuevos paradigmas, que hay una cierta idea, que
habría que pensar en cierto progreso. No sé si hacés referencia a un nuevo paradigma
pero sí a cierto progreso desde la teoría y en articulación permanente con la práctica.
Yo quería decir que acuerdo con eso. Por ejemplo, para mí la lectura del trabajo de
Green del año ’75 en el congreso de Londres me permitió pensar una cantidad de
cuestiones que hasta ese momento a mí no se me habían planteado. Y creo que no fue
un efecto solamente sobre mí sino que fue un efecto general. Es lo mismo que los tra-
bajos de la escuela psicosomática de París. A partir de ahí aparecen una cantidad de
trabajos y de consideraciones referidas a la práctica, como por ejemplo la revisión de
la idea de contratransferencia que trae Green, que nos hizo pensar otras cosas y nos
hizo ver de otra manera a algunos pacientes que estaban en los bordes de las neurosis.
Aquellos casos clínicos que yo muchas veces me pregunto, ¿qué pude hacer antes? O
yo no lo veía o eso quedaba sin analizar. En este momento a mi me preocupa lo que
queda fuera del análisis que tiene que ver con el inconciente no reprimido, por ejemplo,
todo lo que tiene que ver con las identificaciones y la desmentida. También en nosotros
como analistas algo ocurrió, porque esa apertura en la práctica, que se profundizó
con los aportes de Green para pensar a los pacientes en los bordes de las neurosis,
también nos abrió la mirada sobre nuevas situaciones. Por eso es bueno la heteroge-
neidad, pertenecer a una institución donde escucho teorías y veo prácticas que son
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rodolfo D’Alvia: Pero esto va más allá de la traducción, vos hablabas del cuerpo, de
la teoría de Marty. Nosotros, con Liberman, estábamos trabajando en el mismo mo-
mento en que Marty sacaba su teoría en París. En 1981 no sabíamos nada de Marty
hasta que nos encontramos en un congreso y nos dimos cuenta que teníamos afini-
dades en cuanto a la presencia del cuerpo. Pero Green, por lo menos mi Green, habla
de instancia psíquica, no únicamente del inconciente, por eso me llama la atención.
¿Cuál es el que consideramos, el Green del ’98/99 o el Green del ’75? Tenemos que
tener cuidado en qué movimiento tomamos a cada autor. Hay personas que quedan
con el Green que mejor les viene a ellos.
cristina rosas de salas: Al más homogéneo a su pensamiento, no al más deductivo.
Por ejemplo, el Green de El trabajo de lo negativo no es el Green más leído.
Gustavo Jarast: Ahí podríamos mechar con otra cuestión que tiene que ver con las
publicaciones y con lo que es, en particular, argentino. El trabajo del ’75 introdujo la
teoría de Bleger en la comunidad psicoanalítica internacional. Hasta ese momento él
no era conocido, no estaba difundido, y hoy es uno de los pocos autores reconocido
de las últimas décadas, junto con los Baranger, por las publicaciones internacionales.
Siguiendo con Bleger, recién en 2010 se publicó, traducido al inglés, Simbiosis y am-
bigüedad. Allí él no habla literalmente de lo negativo pero sí con desarrollos que tienen
que ver bastante con la cuestión. Ahora se está difundiendo el Bleger que no tiene
que ver con el encuadre sino con estos otros aspectos. Traigo este tema porque el pro-
blema del aislamiento y de la traducción es un obstáculo enorme en cuanto al inter-
cambio, al conocimiento y al progreso del intercambio científico.
Con respecto a David Liberman me parece que es algo bastante más dramático to-
davía. Con la tragedia de su muerte se interrumpió el intercambio y quedó incomu-
nicado. Lo recordamos con Bruno Winograd hace un mes en una Mesa Redonda
sobre Realidad que se hizo en APdeBA. Allí hablamos sobre autores argentinos muy
importantes que todavía tienen que entrar más en circulación y confrontar con las
producciones de otros lugares.
cristina rosas de salas: Quise poner muchas cosas en poco espacio, pero una de las
cosas que quiero destacar es el punto de la difusión a otros idiomas y el valor de las
traducciones. Digamos que las relaciones ya no son norte-sur, como posiciones sim-
bólicas, sino debates en simultáneo y que hay un norte y un sur también en nuestro
país y ese también es todo un tema para tratar.
Los otros días Lucía Paschero dijo que en su administración había 14 centros en
el interior, no sé cuántos quedan de aquellos. Abel Fainstein acotó que en Brasil había
28 Sociedades. La diferencia con nuestro país es muy grande. Por eso yo resalto la
perspectiva latinoamericana, cosa que percibí muy claramente en el congreso de San
Pablo, y considero también un acontecimiento editorial la presentación de la revista
Calibán de FEPAL. Me parece que es una línea que valora el poder leer autores tan
importantes, no solo de nuestro país sino de uruguay, de Brasil. En realidad tenemos
un gran desconocimiento de otras líneas de producción por la traba de los idiomas.
Por eso remarco el tema de las traducciones. Lo mismo ocurre en los congresos.
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la ley paterna, pienso que mucho de ello se ha perdido en este post modernismo tan
particular. Creo que mucha gente llega a la terapia en una urgencia panicosa, pero en
la continuidad terapéutica del psicoanálisis como reconocimiento, como conocimiento,
hay mucho que trabajar.
Gustavo Jarast: Baranger y Mom hablaban de esto, difusión sin dilución.
Miguel Leivi: A mí me parece que hay mucha tarea para hacer. Por ejemplo las pre-
pagas, en su mayoría, rechazan el psicoanálisis. Me decía una paciente que se iba a
presentar a una de ellas, que le recomendaron que suprimiera la mayor parte de su
formación analítica porque sino no la iban a tomar. Es cierto que las terapias cognitivas
ganan terreno porque el camino supuestamente es más corto, es más económico, es
más puntual, pero creo que es algo muy alejado de la profundidad de un auténtico
trabajo analítico.
Adriana vázquez: ahora que podemos hacer frente a esta actualidad, es posible en-
cerrarnos, ¿es la endogamia una alternativa? La incidencia de los sistemas de salud
en los análisis no solo se ve en Argentina, sino en también en muchos otros países,
en donde la verdad es que los analistas tienen que hallar el modo de entrar en ellos
para poder trabajar, quizás con características completamente distintas que acá. Lo
interesante es que se asumió un desafío y hay creación de diferentes marcos teóricos
y abordajes como intentos muy valiosos de aproximarnos a las diferentes formas clí-
nicas porque los pacientes con los que trabajamos son estos, con estas características,
quiero decir.
Miguel Leivi: Estos son los pacientes que recibimos y estas son las condiciones en
las que podemos trabajar. Me parece que si nos retraemos a la endogamia nos mo-
rimos, si nos encerramos en la torre de marfil nos morimos, me parece que, muy
por el contrario, hay que salir y trabajar sobre eso. Trabajar sobre nuestro instrumento
y trabajar sobre todo lo que se contrapone a él. Me impactó ese trabajo que estuvo
circulando por Internet, lo bajé porque el título me llamó la atención, “Efectos ia-
trogénicos del psicoanálisis en el abordaje de los trastornos obsesivos compulsivos”.
Sobre la base de una intervención muy desacertada de un supuesto analista, y eso
no es ingenuo, salen a atacar al método psicoanalítico. ¿Se acuerdan de El libro negro
del psicoanálisis?.
rodolfo D’Alvia: Cada vez que viene Bunge a la Argentina, La Nación saca los mismos
artículos donde él decía una serie de mentiras.
cristina rosas de salas: Lo que pasa es que el abandono, la retirada de los ámbitos uni-
versitarios es algo que las instituciones psicoanalíticas tienen que repensar. Nosotros,
desde nuestra filial de Junín, tenemos en este momento un convenio con la universidad
Nacional del Noroeste. Se trata de una especialización en clínica psicoanalítica, que nos
interesa muy especialmente y que viene dando muchas satisfacciones.
Son distintos modelos con los que contamos para recuperar esos espacios que han
tenido tanto valor y que debemos retomar.
Miguel Leivi: Otro espacio que se ha perdido es el campo de los médicos y los psi-
quiatras. Yo llegué al psicoanálisis a través de la psiquiatría. Primero me recibí de mé-
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dominante y de una feroz lucha contra ella en el núcleo del hombre. Postula un fondo
emocional y ético al lado de otro antiético, transgresor y potente, tanto en el sujeto
como en los grupos sociales. Afirma la presencia constante de una pulsión destructora
junto a la pulsión erótica. Por eso fue y sigue siendo tan resistido, tan negado, en vastos
ámbitos de la cultura actual y desde ya en la concepción religiosa del hombre.
e) La sexualidad
un gran tema actual que está siendo muy revisado es el de la sexualidad y el género.
Algunos lo encaran con ligereza como un explosivo descubrimiento de neo-sexuali-
dades. Yo creo que las neo-sexualidades son tan antiguas como el hombre. Que haya
cambiado la legislación y la mirada social difiere de las multifacéticas formas del deseo
sexual y de sus prácticas. Propongo revisar la antropología histórica, la estructura de
las sociedades arcaicas, libros, museos de civilizaciones precolombinas (aztecas, mayas,
incas) nos ilustran sobre las muy heterogéneas formas de práctica sexual y de orga-
nizaciones socio-legales alrededor de ellas. La sociología es muy apta para dar cuenta
de la profunda contingencia de los objetos sexuales y de las formas del amor y de la
sexualidad. Los sumerios, los griegos, los romanos, los musulmanes desde siempre,
son bisexuales. Entiendo que todos estamos incluidos – adentro, no afuera – de una
organización social que nos determina y nos observa. Sabemos que esto engendra
desde siempre prejuicios, barreras, que marcan un límite entre “normal” y “patológico”.
Este es uno de los grandes desafíos de nuestro psicoanálisis, de nuestra clínica y de
nuestra teoría, que veo como nuevas formas de malestar en la cultura.
f) el complejo de edipo
Constituye un eje paradigmático de la teoría y de la práctica clínica. Freud lo observó
en sus pacientes y en sí mismo, luego de la muerte de su padre, como lo leemos en con-
movedoras cartas a Fliess, en 1895, hasta su bello trabajo sobre la Acrópolis de Atenas,
en 1936. Lo exploró exhaustivamente en los trágicos griegos, en la literatura de casi
todos los tiempos y sobre todo en Shakespeare, cuya obra toda está embebida en la fa-
talidad del designio edípico. Sin embargo, su teorización de los años 1924 y 1925 no
nos resulta acertada ni feliz, pese a que desde allí parten sus trabajos sobre la sexualidad
femenina. Justamente por eso hoy consideramos su enfoque algo naif, puesto que su
“complejo de castración” deja afuera al género femenino, sombra que cae sobre todo
el psiquismo de la mujer. Su pobre resolución, la débil descripción de sus instancias,
su enclave en lo narcisista y en lo masoquista, su lugar al margen de la cultura. Hasta
alguien tan lúcido como Lacan, aferrado a su falonarcisismo, llega a laberintos sin
salida al afirmar que la mujer “no existe”, “no es”. Estas dogmatizaciones afortunada-
mente no cambian ningún paradigma; más bien empobrecen la teoría psicoanalítica.
Sin embargo, los paradigmas del psicoanálisis hoy vigentes no resultan suficientes
para abarcar la totalidad de lo humano. Todo afán de totalidad sabemos que es reli-
gioso, y lo nuestro, como toda la ciencia, está lleno de incompletudes y misterios.
Señalaré dos fronteras:
La psicosomatosis es una relevante frontera, muy alejada por cierto del polo me-
tapsicológico, como no sea para admitir que el cuerpo es el origen del ser, del existir,
la morada de lo erógeno erótico y de lo tanático, uno de los destinos de la pulsión
“vuelta contra uno mismo”, y de los más elevados placeres del goce del amor. ¿Por qué
enferma el cuerpo? ¿Qué significa ese dolor? Hasta aquí respuestas menores, puesto
que no hay traducción.
Otra relevante frontera es la psicosis. Ríos de tinta han corrido, múltiples enfoques,
métodos y prácticas de tratamiento. Muchas descripciones, todo lo cual creo que ha
sido necesario y útil. Pero no sabemos aún qué es la esquizofrenia, tampoco qué es el
cáncer, ni por qué. Podemos quedarnos con la confortable respuesta “es genético”. Tal
vez sea así y la ciencia genética pueda algún día dar alguna respuesta “paradigmática”,
una “master respuesta”, para bien de la humanidad y obviamente, para el psicoanálisis.
conclusión
¡Qué hacemos nosotros, con los paradigmas con los que contamos, con el método
de abordaje clínico y teórico, que sí hemos profundizado mucho! Hacemos una especie
de arqueología psíquica, en la ontogenia, en la filogenia si podemos, remontamos re-
presiones, descubrimos escisiones, perseguimos incansablemente a la negación, a la
desmentida, a la idealización positiva o negativa, tarea cotidiana, comprometida, que
en algo más de cien años, nos ha brindado un saber sobre el hombre, que es lo más
profundo que se ha sabido hasta ahora.
ENTRECRUZAMIENTOS
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Aunque escribo por invitación de la Dra. Ana María Viñoly, Directora de esta re-
vista, cuyo propósito –me explica– es “destacar posibles entrecruzamientos entre los
universos científicos del psicoanálisis y mi campo de trabajo (fisiología celular y mo-
lecular)” sigo sintiéndome sapo de otro pozo. Pero un sapo que así todo no afloja,
pues siempre quise entender por qué el estar ligado al psicoanálisis y ser un científico
profesional me hacen blanco frecuente de la hostilidad social, y quizás este artículo
sea una oportunidad para intentar descifrarlo.
Todo comienza porque mi relación con el psicoanálisis es de larga data (tres cuartas
partes de mi vida) y lo he visto desde varios ángulos: fui paciente de diversos psicoana-
listas, en tres países distintos (Argentina, Estados unidos y México), soy pariente de
psicoanalistas (mi esposa y mi hija), si bien mi nuera es profesora universitaria de Speech
Pathology en Los Ángeles, su actividad tiene fuertes componentes psicoanalíticos, y
hasta mi hijo, que es artista plástico y doctor en historia y teoría del arte, publica artículos
sobre temas y escabrosos personajes del psicoanálisis. El mero saber que estoy tan ligado
al psicoanálisis me suele hacer blanco de pullas y ataques que van de la broma cursi a
la hostilidad más desembozada y hasta me enreda en trifulcas epistemológicas. Y si no
que lo diga uno de los protagonistas: un connotado físico y epistemólogo (MB) escribió
un artículo sobre mi libro La nuca de Houssay que un domingo ocupó las dos páginas
centrales del diario español El País, y comenzaba “El Dr. Marcelino Cereijido, que confiesa
estar casado con una psicoanalista...” (sic). Y aunque aquel artículo hizo vender muchos
ejemplares, no dejé de sentirlo como que me ponía un sambenito, sensación que confirmé
repetidas veces por el hecho de que en otras publicaciones y en cartas personales dicho
autor continúa insistiendo en que el psicoanálisis es una pseudo-ciencia.
Otra variedad de esos ataques que me hacen por estar ligado al psicoanálisis lo
ilustra una colega, a la sazón profesora de Físicoquímica Biológica como era yo en
aquel entonces. A la hora de la comida y como si hubiera estado esperando oportu-
nidad y juntando coraje para declararlo, alzó la voz y me enrostró delante del personal:
“El psicoanálisis es una paparruchada, porque si le digo a un psicoanalista que soy la
princesa Anastasia, él me va a decir una sarta de cosas como si las estuviera deduciendo
de mi narración. Pero a la sesión siguiente se las voy a hacer tragar aclarándole que
fue todo una patraña mía para ponerlo en ridículo”. En primer lugar –le expliqué– la
verdad ahí no depende de que seas o no la princesa Anastasia, sino que hayas declarado
que lo eras. Si no lo fueras sería mucho peor. Después de todo ¿qué te pasaría si le ex-
plicas a un internista que te duelen mucho las rodillas, y tus deudos van al día siguiente
a burlarse de ese tonto, porque lo que tenías en realidad era una terrible angina de
pecho, pero vos (que para ese momento estarías descansando en paz) decidiste ocul-
társelo para poner en ridículo sus dotes clínicas?
Otra variedad de ataque personal está ligada a mi profesión, sus consecuencias
vienen siendo muchísimo más graves, he dedicado a su estudio muchas horas –de-
cenios en realidad– y tengo algunas observaciones que compartir. Lo malo es que
para explicar por qué opino como opino debo recurrir a una explicación un tanto
más larga. A los 18 años ingresé a la facultad de Medicina de de Buenos Aires y tanto
me gustó la materia Fisiología que me quedé como ayudante de cátedra y 61 años
después el entusiasmo me sigue atrapando en el cargo de Profesor Emérito de Fisiología
Celular y Molecular, e Investigador Nacional Emérito. En 1955 un golpe de estado
usurpó el gobierno constitucional de Juan Domingo Perón, y repuso como director
del Instituto de Fisiología al que yo pertenecía a su creador, el Dr. Bernardo A Houssay,
que vino acompañado por una pléyade de científicos de calibre internacional: Braun-
Menéndez, Leloir, Foglia, Deulofeu, Paladini y quién no. Si bien me gradué de Médico
y luego, tesis mediante, de Doctor en Medicina, los años de contacto diario con aquella
gente torcieron mi vida, pues salí convertido en un pichón de científico que jamás
volvería a tratar un paciente. De aquellos años y aquellos ambientes –aunque no de
las personas que mencioné– recuerdo “chistes” como “un psicoanalista es un médico
judío que le tiene horror a la sangre”. Cuando tras varios años en Harvard regresé a
Buenos Aires y tuve mi propio laboratorio, un nuevo golpe de estado nazi-católico,
esta vez el de 1976, me mandó al exilio, del cual jamás regresé.
Mi primer impulso para entender qué es la ciencia y por qué Argentina tiene una
vocación de conocimiento tan ostensible fue consultar las enciclopedias habituales; pero
al leer lo que esos libros le explican al gran público quedé azorado, porque son al cono-
cimiento humano lo que las “historias oficiales”, las “hagiografías” y las películas de Walt
Disney son a la vida real. De modo que si necesitaba entender qué es la ciencia y extenderlo
al psicoanálisis no me quedaba otra alternativa que ir forjando un punto de vista personal,
basándome en la evolución (dicto anualmente las materias Evolución y Selectividad)
pues, al fin y al cabo, la ciencia es un fenómeno producido por cierta especie biológica,
Homo sapiens, cuyo cerebro y funcionamiento mental se viene forjando a lo largo de una
filogenia de millones de años. Y ahora estoy forzado a resumir aquí mis puntos de vista,
porque en ellos basaré lo que tenga que decir sobre el psicoanálisis. A quien desee inter-
narse en mis argumentos, le aconsejo consultar algunos de mis libros. Resumo:
una de las tonterías que afirman las enciclopedias, para colmo creacionistas, es que
sólo el ser humano interpreta la realidad. Por el contrario: todo organismo sobrevive
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mientras sea capaz de interpretar eficazmente la realidad que habita. Si una babosa no
pudiera interpretar que hacia su izquierda se agotaron los nutrientes, pero todavía los
hay hacia su derecha y no se encaminara hacia este lado, sería demasiado imbécil para
ser babosa. La selección natural no permite semejante chapucería y extinguiría su progenie.
Si un girasol se orientara para donde el Sol no está, sabríamos que está malinterpretando
la realidad y sufriría un destino análogo. Adviértase que esas interpretaciones que hacen
babosas y girasoles son inconscientes. Por ejemplo, las células intestinales de un zorrino
o una gallareta necesitan saber interpretar que eso que difunde en la pasta a medio digerir
que les llega desde el estómago es hierro, y es imprescindible que sepan como reconocerlo
y captarlo, de lo contrario su médula ósea no podría sintetizar hemoglobina y morirían.
De pronto, hará unos 50.000 años, a los Homo sapiens (nuestra especie) que deam-
bulaban por una Edad de Piedra que ya estaba en sus postrimerías, les brota una cons-
ciencia. Y dado que interpretar la realidad es tan crucial para cualquier especie, animal
o vegetal, microscópica o del tamaño de una ballena, a las formas inconscientes de in-
terpretar la realidad, que ya tenía, el ser humano le comienza a sumar las maneras di-
námicas conscientes (en función del tiempo). De modo que mientras las especies no-
humanas (un alga, un bacalao, un cocodrilo) solo parecen interpretar la realidad
inconscientemente, los seres humanos tenemos dos maneras: una inconsciente, que
es análoga a la de bichos y vegetales, y la otra consciente. Esta manera consciente co-
menzó generando modelos interpretativos animistas (el volcán se comporta así porque
tiene un ánima que lo rige; el tero se comporta como lo hace porque tiene un ánima
típica de ese pájaro), seguidos por los politeísmos, luego por monoteísmos y por último
forjó la manera más reciente y hasta ahora más eficaz de interpretar la realidad, la
ciencia moderna, surgida como todas las anteriores de la evolución de las maneras an-
teriores. De modo que la ciencia es una manera de interpretar la realidad, que consiste
en hacerlo sin invocar milagros, revelaciones, dogmas ni el Principio de Autoridad.
Pero apenas un 10-15% de la Humanidad tiene ciencia (el Primer Mundo), el resto se
hunde en un atroz analfabetismo científico que lo ahoga en la ignorancia, la desesperanza,
la dependencia, la indignidad y el bochorno. ¿Por qué no se globalizó la ciencia moderna?
Básicamente por tres razones: (i) porque se requiere un vigor intelectual enorme y una
conjunción de circunstancias que sólo se le presentaron y pudo aprovechar la Civilización
Occidental; (ii) porque en cuanto Francis Bacon cayó en la cuenta de que “el conocimiento
es poder”, fue como si el Primer Mundo hubiera decidido “entonces retengámoslo para
nosotros” y entre otras funciones lo comenzó a usar para explotar al Tercero. Hoy la
ciencia supera al látigo, la bayoneta y la acumulación de capital como arma y herramienta
de dominio. Ya en la Segunda Guerra Mundial, Rusia y Estados unidos no se enviaban
mutuamente asaltantes a robar bancos, sino espías a piratear conocimiento. (iii) Porque
las religiones no se resignaron a ver claudicar sus maneras de interpretar la realidad y se
iban cargando de errores cognitivos y monstruosidades morales. Pero ¡albricias! fue como
si el papado, sobre todo el tristemente célebre Pío IX en 1864, con su encíclica Quanta
Cura, le contestara a Bacon “Así es Don Pancho, el conocimiento otorga poder... pero ¿ha
reparado usted en el enorme poder que obtiene el Clero de la ignorancia?” en resumidas
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cuentas, el Primer Mundo y las cúpulas religiosas coinciden en mantener al Tercer Mundo
(85-90% de la Humanidad) en el analfabetismo científico, única manera de producir una
masa capaz de seguir aceptando sus despropósitos y tolerando sus perversidades.
que serruchada por la mitad, produzca dos mitades que se auto-reparen y den dos uni-
dades funcionales. El psicoanálisis y las humanidades llegaron a estar en la lona de la
epistemología, y debían soportar que se las llamara “ciencias blandas”, que sonaba a “cien-
cias chirles” o “reino del guitarreo”. La solución vino por rutas insospechadas: no se sim-
plificaron las sociedades, la historia, los aparatos psíquicos, sino que se complejizaron la
matemática, la física y la biología, y así nació uno de los juguetes teóricos más recientes
y apasionantes: los Sistemas Complejos. Son sistemas cuyas propiedades surgen preci-
samente de su complejidad y se desvirtúan cuando se los simplifica, como si fueran cris-
tales de proteína que “murieron” durante el proceso de purificación/cristalización. Por
ejemplo, el Reloj de la catedral de Estrasburgo es un chirimbolo de más de cinco mil
piezas, con las que indica la hora, el día de la semana, el mes, los signos del zodíaco, las
fases de la Luna, y las posiciones de los planetas hasta Saturno. Tiene autómatas que se
mueven con las horas, las medias horas y los cuartos. una vez al día, coincidiendo con
el mediodía, en la planta superior del mueble desfilan los 12 apóstoles delante de Jesús,
mientras canta y se agita un gallo en la parte superior izquierda del reloj. Y sin embargo
¡no se lo considera complejo! sino complicado, porque se necesita una sola disciplina
científica para dar cuenta de su funcionamiento: la mecánica. No es el lugar de que me
extienda en la explicación de los sistemas complejos, baste decir que sufren crisis, porque
toda nueva estructura nace en una crisis, porque una función no es más que una mani-
festación de un cambio de estructura y, al revés, no hay cambio de estructura que no im-
plique una función. Por ejemplo, un sistema se las arregla para producir la menor cantidad
de entropía por unidad de tiempo, pero cuando se lo perturba y se lo aleja demasiado
de dicho punto le aparece alguna crisis que lo obliga a adoptar una nueva estructura con
una manera distinta de funcionar, en la que pueda producir la menor cantidad de entropía
posible por unidad de tiempo. Como este lenguaje puede dificultar innecesariamente la
comprensión de este punto, y dada su importancia, recurriré a una analogía. Supongamos
que alguien trabaja a una cuadra de la Plaza de Mayo y vive en, digamos, Avenida de
Mayo al 200 (dos cuadras). El tiempo, la carestía, los alquileres perturban al sistema “em-
pleado-a-quien-los-últimos-29-días-del-mes-le-resultan-económicamente-difíciles” y
lo obligan a mudarse a Primera Junta (20 ó 30 cuadras): consume más tiempo y dinero
en ir y regresar de su trabajo, se cansa más que cuando vivía en Avenida de Mayo al 200.
Pero los alquileres siguen subiendo (lo perturban aún más), se muda a Liniers (60 cuadras
de Plaza de Mayo), y debe salir muy temprano de la casa, regresa tarde, gasta en transporte,
apenas ve a su mujer y sus hijos, habita una casita pequeña e incómoda. Siguen subiendo
los alquileres y entonces se muda a General Rodríguez, población que dista 50 Km de
Plaza de Mayo. Además de los gastos de transporte y el cansancio, se duerme en su trabajo,
no lo promueven, sus hijos lo ven poco, no son ayudados a resolver problemas que les
han encargado como tarea-para-el-hogar, andan mal en la escuela, para mitigar su ausencia
la esposa se buscó un amante. En ese momento alguien le hace ver que ya vive demasiado
lejos de la capital, pero en cambio ahora está a un paso de Luján; le sugiere que se busque
un trabajo en la ciudad de Luján, el hombre hace la transición estructural y funcional
necesaria, ahora va y regresa en bicicleta a su nuevo empleo, anda mejor de salud, está
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más esbelto, tiene tiempo de ayudar a sus hijos con los deberes de la escuela, los va a
buscar a la salida de clase, comienza a practicar un deporte, cultiva un jardincito, pinta
la casa, pero ahora que pasa tanto tiempo con su mujer, ésta ya no lo tolera, tampoco
puede seguir viendo a su amante, se divorcian. Por eso decía Bertrand Russell “Cambio
es una cosa, progreso es otra; cambio es inevitable, progreso está sujeto a controversias”.
Análogamente, una semilla está preparada para no poder subsistir como semilla en cuanto
la perturba la humedad, y no tiene más alternativa que hacer los cambios estructurales
y funcionales hacia lo que llamamos “planta”. Exactamente las mismas consideraciones
hacen que nosotros no seamos una mórula gigante, porque esta se vio forzada a hacer
a una transición a blástula, luego otra a gástrula, y así a embrión, feto, lactante... adoles-
cente... adulto... anciano... cadáver. Sospecho que en lo psíquico ha de suceder algo análogo,
que los padres, amigos, divorcios, autoridades, exilios causan desequilibrios y crisis,
algunas muy regularmente: todos fuimos blástula, pero no todos nos quedamos huérfanos
a los tres años, ni estuvimos en un campo de concentración. Pero por fin parece haberse
elaborado un enfoque teórico en el que la complejidad no es un estorbo que deba ser
eliminado antes de considerar si la disciplina que lo enfoca es científica o no, sino un
protagonista principal que hace aparecer propiedades emergentes, etc.
hasta el humor, y sobre esa base opino que se trata de una de las disciplinas más fruc-
tíferas que ha generado la humanidad. Alguna vez la filosofía consideró que el sumun
del conocimiento es gnóthi seautón, conocerse a uno mismo; si es así hace mucho que
el psicoanálisis y la neurobiología vienen ganando la carrera: en medio siglo se han
constituido en verdaderos talismanes para entender la mente, la personalidad, las neurosis
y las psicosis en el nivel personal y social. Así como nuestra biología y medicina no hu-
bieran llegado a nada si no hubieran estado precedidas por una larga y profunda etapa
de entender cómo son la biología y medicina experimental de los animales (o sea, hoy
“nos conocemos mejor a nosotros mismos” porque partimos de haberlos estudiado a
ellos), la evolución, la psicología y psicopatología comparada hoy conforman el núcleo
de un verdadero talismán cognitivo. A mi hasta me causa gracia escuchar a biólogos de
la reproducción, cuyo propósito es producir conejos para el mercado de la carne, referirse
al instinto materno, a la estimulación que la succión provoca sobre la secreción láctea
como si los estuviera fiscalizando Melanie Klein, pensadora de la que ellos jamás han
oído hablar. Discutir el estatuto científico del psicoanálisis hoy no es más que un añejo
ejercicio para epistemólogos trasnochados... si es que queda alguno.
Cuando el analfabeta científico descubre algo que tenga la Argentina pero no un país
de Primer Mundo, o al revés, lo enumera como atributo negativo de los argentinos. Es
frecuente oír denostar al psicoanálisis en Buenos Aires y acaso la Argentina entera se-
ñalando que hay más psicoanalistas per cápita que cualquier otro lugar del mundo. El
hecho no parece disputable, pero sí la manera de interpretarlo. un pueblo sólo se puede
considerar desarrollado cuando sus habitantes se interpretan mejor que nadie2, Domingo
Faustino Sarmiento y Juan Bautista Alberdi sentaron las bases del conocimiento insti-
tucionalizado en la Argentina para que fueran los argentinos quienes entendieran su
propia realidad mejor que nadie, y hace un siglo Argentina iba razonablemente enca-
minada a ser un país de Primer Mundo. Pero, sobre todo a partir del 6 de septiembre
de 1930 el nazicatolicismo castrense se ocupó de romper sistemáticamente la columna
vertebral del esfuerzo argentino por conocer. Las que más sufrieron fueron las disciplinas
que dependen de instalaciones institucionales (observatorios, aceleradores de partículas,
laboratorios), y del aporte económico del estado para experimentar, comprar aparatos,
reactivos, etc. En cambio el psicoanalista es su propio patrón y fuente de dinero, compra
sus libros, funda y produce sus revistas, asiste a congresos internacionales con fondos
personales. En resumen: los psicoanalistas fueron haciendo su propia universidad, pues
se ha dicho que una universidad es su gente y no los ladrillos de sus paredes. No se trató
2. Prestemos atención a que los mejores egiptólogos no son precisamente egipcios, ni los expertos en
Mesopotamia nacieron entre el Éufrates y el Tigris.
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de un fenómeno aislado, sino algo muy argentino que Gregorio Klimovsky llamaba “la
universidad de las catacumbas”, algo que no he advertido en otros países, sobre todo en
ninguno americano y, mucho menos, latinoamericano.
De pronto había miles de cursos por todo el país, por supuesto con gran predominio
de las humanidades. Es obvio que, para que destacados filósofos, lingüistas, sociólogos,
politólogos, economistas, historiadores, vivan de dar clases particulares, debe haber una
población substancial de destacados maestros, gente con deseos de aprender y dinero
para pagar. Dicho sea de paso, gracias a esas clases particulares, esos maestros pudieron
escoger así quedarse a vivir en Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Mendoza sin emigrar al
Primer Mundo. En Buenos Aires las “universidades” afines al psicoanálisis tenían su
centro alrededor de las calles Coronel Díaz, Santa Fé, Las Heras, en cambio los físicos y
matemáticos abundaban por Ciudad de la Paz y Amenábar. Yo solía asistir a conferencias
en un verdadero centro Piagetiano en el barrio de Colegiales, pero para las de cibernética
iba hacia el sur de Rivadavia, más precisamente a la calle Chile. Hasta los niños gozaban
de escuelitas de ciencia particulares en las que aprendían astronomía, química, electrónica.
Me resultó muy indicativo el comentario del director de una de ellas: “Poco antes de que
terminen las horas de clase, las veredas se llenan de padres que vienen a recoger a los
alumnos. Pero, al revés de lo que sucede en las escuelas comunes, cuando suena el timbre,
en vez de salir los niños ¡entran los padres! arrastrados por los alumnitos que salen a
buscarlos entusiasmados para mostrarles lo que estuvieron haciendo. Adviértase que no
otorgaban título habilitante alguno, debido a que el único interés era conocer. unas de
las “facultades” que más alumnos y maestros congregaban eran sin duda las que brotaron
alrededor del psicoanálisis, es decir, fundamentos teóricos y filosóficos de la historia y
la cultura de la Viena de fin de siglo XIX, y en las que la relación numérica profesor/alum-
no era considerablemente inferior a la universidad estatal. En verdad, la relación personal
maestro/alumno en aquellas universidades de catacumbas hubiera provocado la envidia
de un griego clásico. Me refiero que para que se efectivizara la transmisión de conoci-
miento, los griegos preconizaban un enamoramiento entre maestros y discípulos... y me
excuso de detallar en qué consistía la ceremonia de graduación. No creo que en otras
universidades se hubiera dado una tasa tan alta de matrimonios entre profesores/discípulos
como las que había en las catacumbas psicoanalíticas.
De modo que para mi, el psicoanálisis marca el nivel que hubieran tenido en la
Argentina el resto de las disciplinas científicas, si no hubieran estado expuestas al ma-
cabro cognicidio endémico, y si hubieran gozado de una autarquía comparable a la
que sostuvo al psicoanálisis.
Comencé este capítulo comentando la hostilidad que he sufrido por estar ligado
al psicoanálisis (como pariente y como paciente) a la que se agregaron las persecuciones
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3. Monseñor Victorio Bonamín, que fue vicario castrense en la última dictadura, tuvo el tupé de “explicar”:
“Cuando las Fuerzas Armadas reprimen, es Dios que está lavando con sangre la culpa de los argentinos”.
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veo a los líderes culturales, o mejor dicho, a los personajes mediáticos que manejan grandes
audiencias, las dotes imprescindibles para discutir, entender y mejorar estos aspectos.
Es entonces cuando la sociedad cae en una suerte de sopor evolutivo llamado “sta-
sis”, una situación de estado estacionario entre dos crisis: nada se cuestiona, simple-
mente “se vive”. Karl Popper afirmaba que una pregunta sólo se puede considerar
científica cuando se puede hacer algo por responderla. He advertido que en una cultura
vertebrada por la religión, como es el caso de la cultura argentina, tiende a suceder
lo opuesto: una pregunta sólo es permitida cuando se tiene la seguridad de que no
requiere respuesta. En medio de esas stasis, la ciencia moderna en su incontenible
revulsión de la realidad es una continua fuente de perturbación. La cosa se pone re-
almente grave y amenazante cuando una de sus disciplinas, en nuestro caso el psico-
análisis, perturba a niveles francamente familiares, donde ocurre la relación de la
gente con sus hijos, sus padres, con la religión, el sexo, la muerte, el papel de la mujer,
los desaparecidos, y caducan las seguridades habituales. La hostilidad es necesaria
para disuadir que se hagan preguntas en el seno de dicha sociedad. Con todo, una
cosa que entusiasma es constatar que el psicoanálisis se ha forjado un lugar a base de
pura eficacia: emociona escuchar el diálogo entre una maestra primaria y una mujer
humilde, que discuten el desempeño escolar de su hijo con base en argumentos sur-
gidos del psicoanálisis... aunque no necesariamente ellas lo sepan.
Bibliografía
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Antes de que la editorial Interzona publicara el año pasado Lastima, la ópera prima
de Ángeles Yazlle García (1985), su novela se llamaba Empieza Naoko y así eran sus
primeras líneas:
“Empieza así.
Empieza Naoko.
Empiezo así.”
Cambiando el nombre de Naoko por otro igualmente extraño pero más explícito
como Lastima, el íncipit se mantuvo igual, aunque curiosamente cayó del título el
verbo empezar, quedó sólo el nombre propio de quien relatará su historia aunque sin
nombrarse nunca en el texto, ni como Lastima ni como Naoko.
Si parto de esta suerte de observación “genética” sobre la novela es porque la elisión
del verbo en su título deja de subrayar un rasgo esencial del libro que sin embargo sí se
exhibe en sus primeras líneas: el acto de tomar la palabra, de comenzar a hablar para
contar la propia historia, ese paso que se da desde el “empieza” en tercera persona hasta
el “empiezo yo” en primera, con el que Naoko/Lastima deberá asumir la responsabilidad
de su discurso, responsabilidad en este caso ficcional, desde luego, dado que se trata de
una novela, pero que precisamente por ese carácter autónomo que tiene el arte (la lite-
ratura), nos permite leer algo particular: en esa forma de tomar la palabra para hablar
de una misma, para contar su historia y sus elecciones y responsabilidades, hay una ac-
titud que expresa algo que trasciende la anécdota específica, que adquiere dimensiones
sociales. Eso es, en definitiva, leer literatura: trabajar, en los discursos que despliegan
ficciones, significados donde habla la sociedad en la que se han escrito.
Subrayar un íncipit, ese instante de ruptura, de frontera, en el que la voz surge y
así entra brutalmente al orden del discurso, y transformar luego ese subrayado en
tercera persona en una primera, la que se hace cargo pleno de lo que está diciendo
(“Empiezo así”), remite a ese instante crucial que señalaba Michel Foucault en El
orden del discurso (1992):
“En el discurso que hoy debo pronunciar (…) hubiera preferido poder deslizarme
subrepticiamente”, confiesa el filósofo francés al comenzar su lección inaugural ante el
Collège de France. Y sigue:
Más que tomar la palabra, hubiera preferido verme envuelto por ella y transportado
más allá de todo posible inicio. Me hubiera gustado darme cuenta de que en el momento
de ponerme a hablar ya me precedía una voz sin nombre desde hacía mucho tiempo: me
habría bastando entonces con encadenar, proseguir la frase, introducirme sin ser advertido
en sus intersticios, como si ella me hubiera hecho señas quedándose, un momento, inte-
rrumpida. No habría habido por tanto inicio; y en lugar de ser aquél de quien procede el
discurso, yo sería más bien una pequeña laguna en el azar de su desarrollo, el punto de su
desaparición posible. (…) Pienso que en mucha gente existe un deseo semejante de no
tener que empezar, un deseo semejante de encontrarse, ya desde el comienzo del juego, al
otro lado del discurso, sin haber tenido que considerar desde el exterior cuanto podía
tener de singular, de temible, incluso quizás de maléfico (pp.3-4).
Puede decirse que Lastima hace todo lo contrario, sin embargo, paradójicamente,
eso que “empieza” a contar la voz de mujer y que constituirá la novela exhibe algo
que contradice ese hacerse cargo y tiene más que ver con el deseo que señala
Foucault. En esta ambigüedad hay una clave acerca del modo en que las generaciones
de postdictadura se han hecho cargo de su historia y de la Historia, una ambigüedad
que de otro modo enormemente diferente, y para otra temática, puede percibirse
también en una novela de otro escritor algo mayor, Marcos Bertorello (1970), quien
encara una trama múltiple y ficcional insertada en la Historia, más precisamente
en el punto histórico que trauma a su generación: la represión contra la lucha armada
en la década en que Bertorello nacía. Quieto a la orilla del río (un octosílabo perfecto)
se publicó también por Interzona al mismo tiempo que Lastima con el título Quieto
a la orilla, el octosílabo original perdió tres sílabas y perdió el río: la precisión del
escenario geográfico (la orilla del Río de la Plata, en una playa de Vicente López)
donde transcurre la escena clave a la que una y otra vez vuelve la novela como quien
retorna a un sueño traumático: el secuestro de un guerrillero (que remite a Roberto
Quieto, jamás mencionado hasta un post-facio explicativo que firma el autor), quien
está reunido con su mujer, su bebé y otros miembros de su familia bajo el sol de
una tarde apacible.
Vale la pena repasar elementos de las dos novelas – enormemente diferentes – para
precisar en qué medida podemos leer en ambas actitudes ante el relato de la historia
propia y la Historia que nos trasciende, marca, condiciona. No podrían ser más dis-
tintas y sin embargo están hermanadas por una misma sospecha: la ambigüedad es
el único modo posible de entender-se y de transmitir verdad.
2. Como dije, en una primera versión de la que no quedan rastros en el libro publicado que por motivos
profesionales tuve la oportunidad de leer, ese yo se llamaba Naoko, un significante extraño que remitía
a un exotismo voluntariamente sostenido en el libro por un escenario geográfico abstracto y extranjero,
como se verá más adelante, pero era también una conjunción de fonemas (Naoko) en la que creo pueden
percibirse connotaciones alrededor de la negación, la nada, el agujero que dibuja la duplicación de la
letra o y también una cierta masculinidad de ésta –o como morfema de género. Sentidos todos estos que
hacen a la configuración del personaje femenino narrador, quien tiende a la bisexualidad y cuya vida
parece derivar en un raro vacío.
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truida, pese a que se comen ciertos platos mejicanos por ejemplo, bien podría ser del
primer mundo, en tanto se comen muchas otras cosas de todas partes del planeta, en
tanto ahí hay prosperidad y dinero y ella llegó desde una Patagonia apenas mencionada
una vez, para trabajar.
Tan sólo ese significante, Patagonia, permite situar como argentino un discurso
que elude con cuidado los localismos, cualquier registro dialectal. Los personajes de
Lastima son emigrados de muchos lugares. No se entiende bien cuáles son realmente
nativos, casi todos son asalariados o, si alguno es propietario, maneja con esfuerzo y
muchas horas de trabajo un restaurante, una vinería; es decir, no es un magnate. Los
asalariados –muy especialmente las mujeres– trabajan duramente para sostenerse,
igual que la protagonista, y aunque la entonación neutra y serena nunca predica, de-
nuncia o “baja línea” sobre el tema, es evidente que ser o proclamarse o sentirse linda
y seductora es en esta novela más que un gesto histérico o una forma de obtener placer,
es un capital importante para la sobrevivencia de una muchacha en el mercado laboral.
La mayoría de estas trabajadoras y trabajadores están solos y lejos de sus lugares
de origen y han dejado atrás una hostilidad a veces política, a veces social, a veces fa-
miliar, a veces descripta en detalle en el libro y otras simplemente dada por supuesta.
Y así la novela deja que la Historia reciente ingrese en la personal: quienes leemos
este relato de una joven emigrada del sur del planeta, firmada por una autora real que
cumplió 18 años en la Argentina devastada de 2003, reponemos contexto. Porque la
literatura se define por eso, porque en ese mundo ficcional cerrado que construye una
novela, lo que no se aclara está para que los lectores proyecten, repongan. Y podemos
proyectar, con nuestro conocimiento de la crisis reciente, a los casi adolescentes emi-
grados de los primeros años del siglo, los que fueron a buscar un horizonte, a soportar
las espantosas condiciones del capitalismo salvaje globalizado, condiciones peores si
los que trabajan son jóvenes y peores aún si, además, son mujeres.
La muchacha que cuenta es una víctima del exilio económico que sufrieron las ge-
neraciones de postdictadura y que muchas veces representan en sus obras.3 Sin em-
bargo, la ambigüedad contextual en Lastima es un procedimiento tan cuidado que
tampoco hay alusiones que permitan colocar la historia con certeza en el comienzo
del siglo XXI o en los finales de los años 90. Si bien las menciones a alimentos, consumo
3. Por ejemplo en Phoenix, de Eduardo Muslip (Bs. As., Malón, 2009) o en Anclao en París, de Gabriel
Vommaro (Bs. As., Astier Libros, 2013). Estas representaciones del exilio son completamente diferentes de
las que aparecen en los exilios de la literatura argentina moderna: tanto de los del siglo XIX como de los
que produjo la dictadura del ’76. Una característica novedosa central es que los espacios extranjeros ahora
son espacios desencantados y globalizados, donde el exotismo no es específico y nunca hay fascinación
en la mirada, más bien una cierta entonación socarrona y distanciada, incluso irónica, tanto respecto del
entorno como de los propios exiliados. Curiosamente, esto lo inaugura Paula Wajsman, (una escritora que
sufrió el exilio de la generación de militancia pero que escribió sobre él con una perspectiva premonitoriamente
postmoderna) con una novela extremadamente original que no tuvo repercusión alguna: Informe desde París
(Bs. As., De la Flor, 1990). Véase sobre esto Gómez, Antonio: “Un París postargentino”, en su: El discurso
latinoamericano del exilio: extraterritorialidad y novela en Argentina y Cuba desde los años 70, (Pittsburgh,
University of Pittsburgh, 2007). Y también véase “Mancha temática: la civilbarbarie”, capítulo 13 de mi
ensayo Los prisioneros de la torre. Política, relatos y jóvenes en la postdictadura (Bs. As., Emecé, 2011).
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viva y sobre ella se combate aún por significados y valores. El resultado que tenga esta
lucha discursiva sigue siendo crucial para el futuro argentino. Aunque pasaron más de
35 años, ese pasado sigue siendo “reciente” en tanto es un núcleo condensador de sentidos
en debate y continúa viviéndose para muchos jóvenes como algo innombrable, peligroso,
incomprensible o amenazante, una suerte de agujero negro que estaría en un “antes” de
una dictadura archiconocida y execrada, la de la picana eléctrica, de los bebés secues-
trados, del horror, que pareciera ser desde el tabú el único pasado recordable. una me-
moria que, pese a lo que suele decirse, no se pierde, al contrario, pero sí construye una
Historia que se abstrae hasta la imposibilidad de comprender: como si una pesadilla
hubiera sobrevenido de pronto, casi en forma sobrenatural, y antes de eso no se pudiera
ver nada. Antes de la picana eléctrica, un abismo. una etapa peligrosa de representar,
de difícil comprensión, que si bien ahora se puede revisar, no se hace sin enorme conflicto;
que si bien se puede comenzar a llenar de contenidos históricos, a entender como proceso
social y no como “tiempo terrible” que devino en espanto, también pervive en esos tér-
minos. Y mientras eso ocurra, la “post-dictadura” sobrevivirá, el presente seguirá sin-
tiéndose definido por las heridas que, como dijo Charly García, no paran de sangrar.
Incluso si –fin de la impunidad mediante – también están apareciendo nuevas ten-
dencias literarias que ya no trabajarían con estos procedimientos propios de la pos-
tdictadura, los libros que vuelven a ellos siguen escribiéndose. En ese sentido, tanto
Lastima como Quieto a la orilla tienen características que las encuadran como novelas
de la postdictadura. No son solamente eso, desde luego, pero también son eso y en
ese sentido (que no las agota) propone leerlas este trabajo.
Iv- Lastimaduras
A lo largo de la novela la narradora lastima pies, piernas, corta, salta encima, golpea
con proyectiles, rapa pelo, daña cueros cabelludos. Y también, en una herida funda-
cional de infancia, se lastima ella misma y anda por el mundo con su cicatriz como
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con un texto cifrado. Los cuerpos de quienes la aman se dejan lastimar y ella cuenta
y sigue haciéndose la tonta, cuenta que se ríe cuando lastima y que también ríen los
lastimados. El lugar de la risa en esta novela es notable y merecería toda una explo-
ración: reírse de tener una herida en el cuerpo es una constante, Lastima es una novela
sobre la risa compulsiva, la risa para tapar, para no hablar, para no pensar. Y ahí tam-
bién hay una forma de (no) asumir la responsabilidad ante el íncipit que rompe el si-
lencio para contar la propia historia en la Historia.
He hablado en Los prisioneros de la torre de la risa siniestra, la risa negra y lú-
cida con que los de postdictadura encararon sus ficciones y la he contrapuesto, como
entonación característica de la Nueva Narrativa Argentina, a aquella entonación de
denuncia, de manifestación de una verdad visceral, convencida, trascendente, que ca-
racterizó en buena parte la obra de las generaciones anteriores en los años ’60 y ’70.
Incluso cuando rieron y jugaron esos escritores tendieron a hacerlo en función de
una verdad que estaba más allá, de una investigación fascinada de mundos metafísicos
o posibilidades conceptuales (Historia de cronopios y de famas, de Cortázar, la ironía
de tantos relatos de Borges), de una denuncia de las injusticias sociales o de la ridiculez
de ciertos vínculos sociales o políticos (obras como Soy paciente, de Ana María Shúa
o Trafalgar, de Angélica Gorodischer, las novelas de Osvaldo Soriano). No ríen así
los nuevos, no ríen con ulterioridad trascendente, no ríen para enseñar o demostrar
algo sino con sarcasmo y dolor sin expectativas.
Pero en Yazlle García no se ríe contando, más bien se cuenta que se ríe, y la risa
que ahí está representada, la de los personajes, es hueca, compulsiva; sería trágica si
sus personajes tuvieran conciencia de eso de lo que ríen pero es una risa que no puede
dar cuenta de sí misma y sin embargo, suena y pide que la leamos con seriedad. una
risa que no contagia a quien lee.
De modo que Lastima es una novela sobre heridas cuyo por qué no logra motivarse
y también, claro, sobre la soledad femenina. Pero no sobre la estúpida soledad femenina
de las amigas de Sex and the city, no la soledad de que se ocupa la revista Cosmopolitan
o de lo que esta sociedad sexista tiende a creer que es el meollo de la soledad femenina:
la que produce no tener novio o marido. Lastima piensa una soledad radical en las
mujeres como personas en una sociedad que les ofrece como razón de ser, como
triunfo vital, algo tan pobre como ser carne de amor, lograr marido e hijos, algo a lo
que esta voz se resiste visceralmente.
Pero hay más, y con esto trazo el puente con la otra novela de la que quiero ocu-
parme, Quieto a la orilla, de Bertorello. Lastima es una novela sobre la lucidez de la
incertidumbre.
I- Incertidumbres
La incertidumbre es necesaria. Si algo saben los buenos nuevos escritores y escri-
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esta es una de las razones por las que una historia como la que intentamos contar
nunca podría ajustarse a la idea mezquina y torpe de historia simétrica; para que se
entienda: cuando nosotros escribimos y sin embargo, escribimos, también, dos cosas:
que un hombre nunca sabe del todo lo que hace, primero; que nosotros nunca po-
dremos saber del todo lo que hace un hombre, segundo, como decíamos: y sin em-
bargo, además, el trabajo para Constantino fue algo complejo, pero sobre todo, defi-
nitivo. Y cuando decimos definitivo, queremos referirnos al impacto que dejó en
Constantino, no el hecho de haber apresado al Guerrillero –en esto deberíamos ser
rigurosos: Constantino nunca dudó de la honorabilidad de sus acciones, o para decirlo
de otro modo: Constantino fue un represor consuetudinario- sino el hecho de ver en
la vida del Guerrillero un espejo deformado de su propia vida (p. 25)”.
El segundo narrador sí está seguro. Esta vez es un yo, no un nosotros, que mira,
piensa, investiga la subjetividad de la muchacha que estaba en la playa. Su trabajo na-
rrativo es interpelarla, confrontarla. Es un narrador que trabaja todo el tiempo en se-
gunda persona, y aunque él está seguro de lo que a ella le pasa, la incertidumbre es el
centro del asunto porque su personaje plantea exactamente ese problema: no soporta
vivir en la incertidumbre pero es incapaz de hacerse cargo de eso:
“Tu pasión es la ignorancia, Sandra. La misma del creyente. Esa locura. La misma
locura, sin dudas. Y no hablo de indiferencia, es ignorancia: no querer saber nada.
Eso. Esta tarde en el río, por ejemplo. Esta tarde en la playa de Vicente López, el día
que atrapan al Guerrillero (p. 31).”
Sandra no puede hacerse cargo de que ignora quién es, qué quiere, qué le pasa, y
tampoco puede hacerse cargo de que ignora que están secuestrando a un hombre
exactamente a su lado y el narrador la interpela y la juzga sin disimulo, no porque él
sabe sino porque puede hacerse cargo de que no sabe.
El tercer narrador es una tercera persona omnisciente, algo mucho más conven-
cional si se quiere; sin embargo es un narrador que relata constantemente utilizando
el tiempo futuro, lo cual continúa con la experimentación de procedimientos en cada
parte de la novela. Contar en futuro lo transforma precisamente en un profeta: el na-
rrador sabe todo lo que les pasará al bebé y a su madre, conoce lo que hará ese niño
cuando sea un hombre. La profecía que no admite réplica, el texto contado íntegra-
mente en ese tiempo verbal, la exhibición de saber, llega paradójicamente al mismo
efecto de incertidumbre: ese bebé devenido hombre nunca logrará entender plena-
mente los motivos personales y políticos de su padre desaparecido, los motivos de la
guerrilla o de la gesta revolucionaria del peronismo de los años ‘70. Este personaje
rodea empecinadamente esas preguntas y al no poder contestarse llega, si se quiere,
a una certeza: es sabio manejarse en las sospechas y no en la seguridad sobre las razones
y los procesos, es tal vez ese el único modo productivo de asumir la vida.
El cuarto narrador es una muchacha que habla en primera persona sobre el otro
personaje de este cuadro quieto dibujado a la orilla del río: sobre el joven que fuma
mirando el horizonte. La mujer relata cómo lo conoció cuando ya no era joven, treinta
años después, en una universidad norteamericana a donde él fue a dar una conferencia.
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Lo cuenta solamente para dejarlo hablar, para relatar lo que ese hombre le relata a ella
y (mediado por ella) a nosotros lectores: su historia íntima. Y mientras él lo hace,
cuenta también que fue testigo de la Historia. Esta voz narradora femenina registra;
es una suerte de escribana pública del relato dentro de su relato. Desde ahí simplemente
deja hablar, no juzga, deja que el otro haga fluir la sucesión de hechos que desemboca
en el episodio del secuestro que marcó su vida, un episodio teñido por sus contradic-
ciones privadas de varón en pareja, contradicciones no políticas (o al menos no refe-
ridas a la política de clase). Y así el secuestro del que es testigo anuda de modo extraño
núcleos conflictivos de política privada y pública y sobre ese nudo ese hombre tampoco
tiene, ni siquiera hoy, alguna evaluación segura.
4. Bertorello, Marcos. Porno. Bs. As., Eterna Cadencia, 2009 y Rokerito, Bs. As., Textos Intrusos, 2011.
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Pero además en este comienzo aparece de entrada el ritmo barroco de este primer
narrador “nosotros”, cuya sintaxis compleja, cortada con parentéticas y comentarios,
expresa la cavilación constante, la exigencia por precisar, por matizar, por volver a
pensar lo que se ha dicho. Ya aparecen cierto humor, cierta ironía. Se va a contar la
historia de un represor parapolicial, una persona monstruosa, y sin embargo no hay
un solo adjetivo que lo descalifica. No se trata de juzgar a Constantino sino de enten-
derlo, y al mismo tiempo lo que hay que entender es que si Constantino es peronista
el dilema es constitutivo: ¿qué hace cada persona con los dilemas en los que lo coloca
una definición identitaria y su compleja historia? ¿Qué hace con los dilemas con que
le toca enfrentarse? En la asunción del dilema y en evitar resolvérselo al personaje y
al lector está el territorio redundantemente dilemático de la ética.
Es grande la audacia con que la novela de un escritor miembro de la postdictadura,
alguien que empezó su adolescencia exactamente en 1983, mete las manos en una es-
cena de los setenta (donde los dilemas debían necesariamente ser eliminados por la
toma de partido tajante) sin pedir permiso a “los que la vivieron” ni repetir lugares
comunes heredados. No lo hace para decir que no hay que tomar partido sino tal vez
para abrir otra perspectiva: hacerlo no alivia del dilema, se hace incluso si no se puede
estar nunca razonable, plenamente seguro y mantener la conciencia de las preguntas
es una responsabilidad ética.
Bertorello se sumerge en un cuadro quieto de los años “peligrosos” de la lucha ar-
mada, de ese antes del ’76, de ese abismo protagonizado por temibles guerrilleros,
para explorar. Y explorando procedimientos narrativos, formas de narrador, lo que
explora en realidad son sus propias preguntas: qué puede observar desde aquí, desde
hoy, su generación que, como todos los narradores (no así los personajes) de esta no-
vela, ha sido únicamente una testigo lejana. Como testigo, el propio Bertorello era de-
masiado niño cuando el guerrillero estaba a la orilla del río y como su última narradora,
sólo escuchó testimonios ajenos.
Los de postdictadura, los de afuera, los de después de la escena traumática miran,
piensan, rodean la Historia que los marca y define. ¿Y qué observan? ¿Qué mira, qué
cuenta esta generación? El dilema. Me pregunto si desde el nosotros que relata el primer
capítulo hasta esa yo final del último (personaje contemporáneo al propio Marcos
Bertorello) que cuenta lo que le contó el ex militante setentista, no se está trazando
la parábola que representa a la generación de postdictadura.
Generación que tiene dilemas que no pueden resolverse pero que (esto es lo único
que Quieto… sabe) tampoco pueden manejarse con el trámite brutal de eliminar uno
de los dos términos, o con el recurso de Sandra: cerrar los ojos, ignorar. El escritor
de postdictadura mira la desaparición de personas condensada en una escena concreta
y famosa, metonimia de una época prohibida por décadas a la discusión. La mira y
la a-quieta, la inmoviliza, la vuelve generadora de ficción. La novela va y viene de la
escena como se va de la vigilia al sueño traumático y dibuja el proceso humano de la
elaboración reflexiva mientras intenta, atrapada en un bumerang, “desensillar hasta
que aclare”.
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Los dilemas acá son mucho más amplios que la política: el hijo Constantino tiro-
neado entre la madre oprimida que ama y el padre opresor pero también congénere,
es decir, colega que – de macho a macho – le promete a él también una posición de
opresor; el joven militante tironeado entre la institución del amor y los amores pul-
sionales, entre la obligación institucional de la fidelidad y la verdad de los deseos; el
gran dilema del peronismo de los 70 entre la derecha y la izquierda, entre el peronismo
y el socialismo revolucionario, una disyuntiva que se pone en espejo con la obra de
los Beatles, una banda que sería síntesis de la contradicción entre el arte de vanguardia
y experimentación y el arte comercial y masivo (“los Beatles siempre fueron peronistas”
(p. 57). Dilema entre una vida segura pero ignorante de sí y una auténtica pero riesgosa.
Y también la disyuntiva de un autor que sabe todo lo que ya pasó porque observa la
Historia treinta años después y conoce la derrota horrorosa y sangrienta de los
Montoneros, y por eso sabe todo lo que no sabe, lo que no entiende, lo que vale la
pena desplegar quietamente a la orilla de la incertidumbre.
un autor que frente a esto tiene una única certeza: aceptar la angustia de tomar
igual la palabra, atreverse a escribir, o sea a actuar ante la Historia. El único modo de
hacer de la vida algo que valga la pena.
Bibliografía
871
Transferencia y separaciones1
Jacques André2
Era la última sesión de Caroline, su análisis terminaba ese día tras varios años pa-
sados en el diván. Se levanta, paga las últimas sesiones y en el momento en que, como
de costumbre, pero por última vez, nos tenderemos la mano junto a la puerta, dice:
«No vamos a despedirnos así, démonos un beso», uniendo así el gesto a la palabra.
Dos años después, Caroline me pide una cita. Entre los restos no analizados de esa
cura, algo se había jugado respecto de las sesiones a las que no había concurrido y su
pago. Caroline siempre se había negado a pagar las sesiones que coincidían con ciertos
festejos de su tradición familiar y a los que un fuerte sentimiento de solidaridad le
impedía faltar. Por mi parte, había mantenido siempre la exigencia sin que este conflicto
hallara salida durante la cura. En efecto, una y otra vez Caroline encontraba el modo
de transformar la escena de transferencia en una riña conyugal. Al no haber llevado
una cuenta exacta de las sesiones en cuestión, la cifra de una “decena” fijaba entre
nosotros el monto del contencioso.
Lo que hacía volver a Caroline dos meses después para una única entrevista era la
fuerte angustia que acababa de experimentar en una circunstancia muy particular. Le
habían robado la billetera y todo el dinero que contenía. Cuando descubrió el hurto,
se le ocurrió espontáneamente esta asociación: “¡Es el dinero de Jacques André!” una
especie de autointerpretación salvaje designaba como “robado” un dinero que ella
siempre afirmó fuertemente no deber. La cita era, pues, para restituirme el dinero en
cuestión, el de la “decena” de sesiones... ¡Salvo que, dijo, como no estaba segura de mi
aceptación, había traído la mitad de la suma!
¿Volveré a ver un día a Caroline y al dinero faltante? Esto es difícil de prever, pero
no es lo más probable por cuanto ese resto entre nosotros es menos una deuda que
un guión, un guión de anti-separación...
una antigua traducción francesa de Freud referida al fin del análisis y al destino de
la transferencia en esa hora terminal, sugería que debía ser ¡liquidada! En francés3 la
palabra liquidé suena curiosamente al asesinato, tiene esos acentos. La cosa se escucha
a veces con simplicidad, a imagen de aquel hombre que evocaba un primer psicoanálisis
terminado hacía no pocos años y que consideró oportuno precisar: “Puse fin a mi aná-
lisis en acuerdo con mi analista”. Esto es, en todo caso, lo que él quiso decir. Conocemos
esa frase tan tranquilizadora como convencional que sorprende escuchar también de
labios de ciertos psicoanalistas cuando comentan en esos términos la conclusión de
su análisis personal. una vez que la ambivalencia ha hecho mutis por el foro el análisis
se vuelve mutuo y, aunque esto ocurra en el último minuto, la disimetría constitutiva
de la situación cede su sitio a una reciprocidad cercana a la amistad. No es casual que
haya sido Ferenczi quien describiera el fin de la cura como el momento en que se des-
piden “dos alegres compañeros”. El hombre quiso decir, pues: “Puse fin a mi análisis
en acuerdo…”. Por suerte tenemos los lapsus, que a menudo indican una apetencia
particular por las frases convencionales, esas frases ya escritas, sin autor verdadero,
que todos balbuceamos cuando la ocasión se presenta. Por el contrario, en el momento
de ir a formular un pensamiento consensual, en este caso salió repentinamente a la su-
perficie la punta molesta del conflicto. El hombre dijo: “Puse fin a mi analista… No…
” Demasiado tarde, el puñal acababa de clavarse y el asesinato de cometerse.
Freud, a propósito del fin de la cura, se expresa de este modo: “En el tratamiento
analítico la transferencia es ella misma objeto del tratamiento y se descompone en
cada manifestacion. Al término de una cura analítica es preciso que la transferencia
misma haya sido… abgetragen”.4 De un modo menos “argótico” que liquidé, “liquidada”,
la traducción francesa actual eligió déblayé, “barrida”. Con la escoba… es menos radical
pero no más respetuoso. Así y todo, es más fiel al amor-odio de transferencia matarla
que simplemente arrojarla. De “liquidada” a “barrida”, se cae de la tragedia al drama
doméstico. Abgetragen es un término raro en alemán, su sentido literal está más cerca
de desgastado… Seductora perspectiva, la cura por desgaste. A imagen de ese otro
paciente que se pregunta, sin creer demasiado en ello, si su análisis terminará algún
día: “¿Cuando usted se jubile?”
La observación freudiana según la cual la transferencia «se descompone en cada
manifestacion», aproxima este trabajo de terminación al trabajo del duelo. El duelo
es dolor, pero el trabajo de duelo es, más específicamente, desligazón, desatadura; des-
hacerse del muerto, es decir, matarlo por segunda vez (como dice Lagache). Hasta
que la libido ahora libre pueda amar de nuevo. ¿Debe pensarse que sólo hay análisis
verdaderamente terminado cuando la transferencia ha conseguido actualizar la figura
del asesinato, llevar a su término el movimiento de la transferencia negativa? La idea
suena justa, y se percibe bien lo que tiene de defensivo (y de no analizado) una fórmula
como «puse fin a mi análisis en acuerdo con mi analista». ¿La dificultad está sólo del
lado del analizante? No hay nada menos seguro. No es siempre el paciente el que tiene
problemas para terminar el análisis. Pensemos en esa versión caricaturesca de la an-
gustia de separación que da el analista que conduce a su paciente, devenido «psi» a
su vez, a proponerle que sea su primer supervisor.
El análisis de Caroline forma parte, a todas luces, de esos que tocan a su fin sin
estar terminados. La escena conyugal de la transferencia fue con frecuencia agitada,
4. OEuvres complètes de Freud, 470 (Gesammeltte Werke, 471). Respeto las indicaciones de traducción
de Alexandrine Schniewind. [Por razones que se explican en lo que sigue, traducimos las citas de Freud
directamente del original francés. Se observará, como es lógico, un contraste gramatical entre ciertos tér-
minos y esta traducción castellana. T.]
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pero los golpes con palo de amasar no son puñaladas. Más tarde, iba a formularme
la dificultad del siguiente modo: más que enfrentar a un padre, el análisis le había
permitido construir su figura; es difícil pedirle a un mismo y único análisis que dé
existencia, que dé vida y al mismo tiempo que haga matar.
Cada análisis asiste a la separación de los dos protagonistas ante su puerta, la de
la transferencia y sus modalidades siempre originales. El caso más interesante para
nuestro tema de hoy es ciertamente aquel en que la cuestión de la separación constituye
el punto clave, cuando la imposibilidad psíquica de separarse reina como dueña y se-
ñora sobre la vida sexual, relacional y sintomática del paciente; siendo uno de los sín-
tomas, muchas veces, la multiplicación de experiencias tipo «psi» hasta hacerse adicto
a ellas. No hace mucho tiempo circulaba esta cínica humorada: “¿Qué es un estado
límite? El de alguien que ha hecho dos análisis y tres psicoterapias.”
El desafío lanzado al psicoanálisis podría formularse así: ¿en qué medida la experiencia
psíquica de la cura puede construir y eventualmente crear la capacidad de separarse
cuando esta capacidad es frágil o no se ha constituido? La adquisición de la separación
resulta de una psicogénesis y ésta puede fracasar en todo o en parte. ¿Tiene la dinámica
de la transferencia medios para solucionar esto? Adivinamos que la respuesta no es ni
simplemente positiva ni simplemente negativa, pues todo analista que haya atendido
pacientes borderline podría comunicar en este punto una experiencia contrastada.
La separación es en sí misma una diferenciación, una distinción y, como todo pro-
ceso de diferenciación, descansa sobre la negación y hasta sobre la oposición: “Él es
él, yo soy yo”. Toda separación traza o reencuentra una frontera, una línea divisoria.
Esta solidaridad de la separación y la negación recuerda una evidencia: su proceso
no es primario, no depende del sistema inconsciente aun cuando sea inconsciente
desde el punto de vista descriptivo. Con la separación sucede lo mismo que con cual-
quier diferencia: va contra lo inconsciente, contra ese lugar psíquico que sólo conoce
el “sí” del cumplimiento del deseo. La cuestión de la diferencia es un prisma que per-
mite realizar un rápido inventario de las diferentes opciones psicopatológicas: la neu-
rosis es una patología del conflicto, se sitúa en el punto en que se enfrentan el “sí” de
lo inconsciente, que no busca más que su satisfacción, y el “no” de los sistemas supe-
riores de la vida psíquica, aquellos que quieren hacer la diferencia: “sí con mi mujer,
no con mi madre”. En la neurosis, las diferencias son conflictivas. Pero existen otras
patologías en las que la invasión de los procesos primarios se paga con diferencias ig-
noradas o negadas. La perversión no quiere saber nada de la diferencia de sexos o ge-
neraciones; la psicosis, de lo que opone el afuera y el adentro; la melancolía, de lo que
distingue entre vivos y muertos; el estado límite, de lo que distingue la ausencia de la
pérdida, la separación de la desaparición.
La denominación borderline es paradójica por cuanto remite precisamente a con-
figuraciones en las que el trazado de fronteras es impreciso. Nadie mejor que el anali-
zante borderline para confirmar hasta qué punto la separación no es una experiencia
psíquica al alcance de todo el mundo. Y sin embargo…, sin embargo, algo de la sepa-
ración forma parte cabalmente de los requisitos exigidos para toda nueva vida humana,
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5. Juego de palabras entre jeu, «juego» y se jouer, «burlarse, mofarse». Poco más adelante, los términos
«remedar» y «hacer de» también traducen el verbo jouer. (N. de la T.)
6. Fédida, L’absence, Gallimard, 1978, pág. 147.
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hace de niño muerto, si es cierto que el niño en cuestión es para su madre el objeto de
un amor sin igual, irreemplazable. Como si, por medio de su juego, se hallase en busca
de la melancolía materna, de ese lugar psíquico en ella donde el objeto, caído sobre el
yo, lo invade y se lo somete sin dejar resto. ¿Quién de nosotros no ha imaginado estar
muerto o haber desaparecido para hacer comprender por fin al amado hasta qué punto
nos es indispensable, hasta qué punto somos el amor de su vida?
La segunda secuencia del juego es la más conocida y comentada, primero por
Freud, luego por Lacan y, tras ellos, por muchos otros: o-o-o-… a-a-a, fort / da, se
fue-volvió. Juego a la vez de la separación y de la ausencia. Este juego muestra a un
niño que ha triunfado sobre una dificultad física considerable y que, de paso, inventa
el lenguaje. La dificultad, que se remonta a Platón y al Sofista, es la siguiente: ¿hay un
ser del no ser? ¿De qué modo la madre, primer objeto de amor, puede continuar siendo
si no es ahí? El carretel condensa las dos cosas: madre presente, madre ausente, pero
madre siempre. Es sabido cuáles son las condiciones psíquicas de semejante hazaña:
procesos sólidamente constituidos de incorporación, introyección, identificación,
otras tantas maneras de ser lo que jamás se puede tener por completo. Ausente en la
realidad, el objeto de amor dispone de una remanencia interior que permite afrontar
la separación y no confundirla con la desaparición. Cada cual puede observar el modo
en que se delinea, como telón de fondo, la problemática edípica: la madre está ausente
para el niño, ¿para quién está presente?
Quisiera insistir sobre un punto específico. Esta secuencia de juego es una exhi-
bición a cielo abierto de la sexualidad infantil: actividad, pasividad, sadismo, maso-
quismo retozan en pleno disfrute, la excitación incestuosa se encuentra en su punto
culminante, el juego realiza un fantasma que conjuga la posesión y el asesinato y con-
duce al niño, si no al orgasmo, por lo menos a la exaltación. Pero de ningún modo es
esto lo que retiene la atención de Freud, ni la de Lacan. Ahora bien, la presencia de
lo sexual infantil en este punto, en el papel que desempeña, es a mi juicio de una im-
portancia práctica, más aún que teórica, absolutamente esencial. Porque es sin duda
lo sexual, su plasticidad, lo que permite transformar una efracción traumática, an-
gustiante y destructiva en sí misma, en un juego sobremanera excitante. Aquí, lo sexual
no es lo reprimido sino que está del lado del tratamiento psíquico, al servicio de la
transformación. El juego es repetición, por cierto, pero es también repetición de la
satisfacción y no solamente del trauma, es más la repetición de un hallazgo, de una
invención, que de una traba. Lo sexual infantil (que no se debe confundir simplemente
con Eros) no desaparece desde el punto de vista de la segunda tópica, sino que también
él cambia de lugar. Cede a las pulsiones de muerte su lugar de inconsciente por exce-
lencia, pasa (en parte) del lado del tratamiento psíquico y de las capacidades plásticas
de transformación y sublimación; es el operador del cambio.
El tercer episodio del juego corresponde a un momento en que el niño es dejado
solo por la madre más tiempo que el acostumbrado. La cantidad traumática aumenta,
la posibilidad de terminar con ella a través del juego disminuye. Secuencia winnicottiana,
si se quiere, que pone a prueba la capacidad de playing del niño. Como nuestro chiquillo
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es muy inteligente, es decir, muy autónomo, inventa una variante en la cual la libido
narcisista prima sobre la libido de objeto. Pasa del juego de la separación al juego de
la desaparición, de su desaparición, como si el alejamiento prolongado del objeto amado
amenazara su propia existencia. En cuatro patas ante un gran espejo, juega, agachán-
dose-incorporándose, a desaparecer-reaparecer. La segunda secuencia distinguía al
niño del carretel, esta vez son una misma cosa. El niño ya no dice fort / da, sino bebé
/ fort. El yo del bebé ha pasado a ser el objeto, eso que el narcisismo y su espejo quieren
decir. Juego de repliegue para los días difíciles. Lo sexual infantil permanece activo y
sin embargo el riesgo es la pérdida de plasticidad y, por lo tanto, de transformación.
En efecto, a diferencia del objeto extraño, el yo-objeto no es sustituible.
Cuarta secuencia. La menciona Freud unos años después, en Inhibición, síntoma
y angustia, pero esta cuarta secuencia bien podría ser la primera de todas, así como
la condición de posibilidad de construir el juego y su eficacia, de su capacidad para
tratar el acontecimiento traumático. La primera secuencia era fedidiana, la segunda
lacaniana (si se pone el acento en la oposición significante y en la invención de la sim-
bolización), la tercera winnicottiana, la cuarta, y en realidad primera, sería más bien
laplancheana. Esta vez, la madre está allí, es ella la que juega, ella juega para su hijo y
al mismo tiempo se burla de él. Escena de seducción si la hay, escena harto sexual en
que la madre prueba hasta qué punto ella misma es excitante y deseable. El juego eró-
tico adulto que consiste en vestirse, en desvestirse ante la mirada del otro, conserva
algo de aquello. Sirviéndose de sus dos manos unidas o de un lienzo, la madre juega
a hacer desaparecer/reaparecer su rostro. «Cu cú... aquí estoy». Obsérvese que ninguna
otra parte del cuerpo podría hacerlo, sólo el rostro es capaz de valer por el todo, de
representar el objeto total. No todas las madres son capaces de jugar un juego seme-
jante, no todas son capaces de poner en escena su propia desaparición, de transformar
el sufrimiento de la separación en una erótica de la ausencia. ¿Puede un niño jugar
con tanto placer con el carretel si no lo precedieron en esta senda los juegos de manos
de su madre? Las curas de niños muestran hasta la saciedad hasta qué punto las frágiles
autonomías encuentran su fuente en las angustias de separación maternas. Detrás de
un niño que no puede soltar a su madre, que no puede despegarse de ella, hay una
madre que no ha traído totalmente al mundo a su hijo. No basta con salir del vientre
para nacer: «separación» deriva de parere, «hacer nacer».
Para lo sexual infantil, primeramente el del inconsciente materno, todo estímulo
vale para la coexcitación; es capaz de transformar un acontecimiento traumático en
un juego erótico, un juego que los adultos juegan básicamente en los andenes de las
estaciones o en las plataformas de los aeropuertos, esta vez con un pañuelo antes que
con un lienzo. La cuestión práctica podría formularse de este modo: ¿son capaces el
psicoanálisis, la dinámica de la transferencia, de enseñar a jugar al carretel a alguien
a quien la separación-desaparición no le hace ninguna gracia? Muchos aspectos de
la situación analítica evocan la configuración del juego freudiano, especialmente el
par formado por el «autoerotismo de la transferencia» del lado analizante (Fédida),
y la manera de ausentarse del lado analista; salvo cuando interpreta, digamos, «¡Cu...
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cú, aquí estoy!» El dispositivo analítico se dirige primero a los que saben jugar al ca-
rretel, que no sólo soportan la ausencia sino que ésta los excita. ¿De qué modo puede
reinventarse el psicoanálisis para afrontar configuraciones psíquicas que no juegan a
estos juegos, incluso que se niegan violentamente a hacerlo y no juegan a ninguno?
Se comprueba en estos casos un doble desplazamiento: el primero lleva la atención
privilegiadamente hacia las fronteras del lugar (prefiero este término antes que
«marco», o «encuadre», palabra que comete el error de no jugar), el segundo se vuelve
hacia la contratransferencia. El primer desplazamiento conduce del contenido a las
formas, a las condiciones de ejercicio. El segundo pone en primer plano el inconsciente
del analista, el inconsciente del «adulto». Doble desplazamiento que nos remonta
hacia antes del juego, con la esperanza de hacerlo eventualmente posible.
Cuando el abuelo Sigmund observa a su nieto Ernst jugar al carretel, el niño tiene
18 meses. Nada hay en él de particularmente precoz, como lo señala Freud, sino que
se trata de un niño que destila salud psíquica, enteramente capaz de estar solo (en pre-
sencia de un Nebenmensch), bien instalado ya en los procesos de simbolización. No
hay prácticamente ninguna posibilidad de que un análisis a los 18 meses le permita al-
canzar la separación a un analizante incapaz de metabolizarla. Semejante faena psíquica
es también cuestión de tiempo. Para que el recorte temporal operado por una separación
sea psíquicamente admisible – “el objeto estaba ahí, no está ahí, volverá” – para que
pueda instalarse la tríada pasado-presente-futuro, aún es preciso disponer, como telón
de fondo, de un continuum, de una continuidad de ser que permita al recorte no con-
vertirse en despedazamiento. Poco hay que agregar aquí a lo que Winnicott teorizó.
Como él dice, se trata de períodos de la cura en los que el analista no tiene mucho más
que su puntualidad para ofrecer a su paciente. Se trata también de esos pacientes con
los cuales uno puede sentir que tres sesiones semanales son muy pocas. El analista está
allí a la hora exacta para una duración constante, no desplaza ni anula sesiones como
se le ocurra, no se muere, se toma vacaciones en fechas regulares; si se aburre o fastidia,
eso no lo destruye; si se duerme, se enoja sólo consigo mismo. El analista no soporta,
porta; su continuidad de ser psíquico no es menos importante que la del dispositivo.
Esta permanencia, esta paciencia, cuando opera, cuando es fecunda, es para el paciente
como una interpretación silenciosa del caos que desorganiza su propia relación con el
tiempo. En cuanto a la interpretación en sí, único acto que el analista puede cometer,
no es raro que deba esperar para recuperar su uso. La cosa es fácil de entender: toda
interpretación es en el fondo una separación, ella quiebra el presente de la transferencia,
su ilusión, para remitir de una u otra manera al analizante al niño que fue, y que fue
con otro distinto del que hoy lo porta.
Hagamos la hipótesis de un paciente X a quien la permanencia del lugar analítico
permite hacer la experiencia inédita de confiar en un ser cercano. ¿Cómo puede ad-
quirirse la capacidad de separación sobre la base de esta conquista siempre un tanto
frágil? Toda respuesta algo profunda sería necesariamente singular cada vez. He ob-
servado con gran frecuencia un dato particularmente valioso del dispositivo: el pago
de las sesiones a las que el paciente no concurrió. Aquello que hace refunfuñar a ciertos
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de Winnicott, tal como los refiere Margaret Little en el testimonio de su análisis con él:
aumentar la duración de las sesiones, convidar con pastelitos…
Lo sexual infantil puede estar relativamente ausente en un material dominado por
lo vital, por la destructividad… En cambio, es dudoso que el análisis pueda realizar
su trabajo de transformación (no sólo de curación) sin que la plasticidad de lo sexual
se apodere de la transferencia y de la contratransferencia. La histerización de Julia
dará testimonio, en particular su manera de sensibilizarse ante lo que ella llamará mis
«traspiés», por ejemplo al percibir mis sonrisas. Sin embargo, histerización no es his-
teria; la primera se confunde con el vector de la transferencia, y la mayoría de las veces
interpretarla constituye un error técnico.
Lo que en Julia encuentra su dinámica, no logra formarse en Amélie. Estas dos jó-
venes bosquejan el retrato de madres relativamente parecidas. De esas madres que
hicieron correr mucha tinta, desde el artículo inaugural de Helene Deutsch sobre la
personalidad as if hasta la madre depresiva y caótica de Winnicott o la madre muerta
de Green. Estas madres plantean quizá a la problemática de la separación el interro-
gante más complejo: ¿cómo separarse de alguien que no está cuando está? El enganche,
la adicción del niño al ser para el cual él no existe, del niño que le es indiferente, cons-
tituye una de las paradojas más dolorosas que quepa imaginar. Compulsión de repe-
tición obliga, esto genera vidas afectivas adultas sumamente desvalidas, cuando la
elección responde a una determinación negativa: elegir como compañero a aquel para
el que uno no cuenta.
Amélie, por desgracia, nunca falta a sesión, está siempre ahí. Aprovechó primero
la cura más al modo de la curación que del cambio; sobre todo su fragilidad narcisista,
que encontró en la “benevolencia” del que la escucha un contrapunto valiosísimo, una
nueva fuente para la autoestima…, hasta el día en que abrió los ojos a la ilusión trans-
ferencial, a la ilusión de la encarnación. “Yo nunca podré hablarle.” Se sobrentiende:
hablarle a un psicoanalista es no encontrar nunca a la persona de éste. Hablarle a
nadie, juego de palabras que salva a ulises de la violencia del cíclope, define por el
contrario la tragedia de Amélie. Ella nunca les habló a su padre o a su madre, ellos
nunca le hablaron… No faltaron palabras, por supuesto, y tampoco parloteos, pero
la experiencia de hablar en cuanto trayecto que transforma las palabras pronunciadas
en un acontecimiento, en una “palabra plena”, ella no la tiene. La paradoja está en que
ese momento de desilusión es más que nunca transferencial, en que actualiza a un
progenitor inhallable, desencarnado, indiferente.
¿Cómo salir de esto? ¿Qué hacer? ¿De dónde puede venir el paso de costado capaz
de liberar a un análisis como ese de su forma casi tautológica: siempre le hablé a nadie,
sigue siendo así, el mismo principio del psicoanálisis me condena a eso…? ¿Cómo
hacer para que este análisis no vire a lo interminable, para que podamos separarnos?
Para separarse, aún hace falta encontrarse. Es dudoso que se lo consiga sin que se en-
trometa en ello la contratransferencia, la misma que de pronto hace existir a la persona
del analista. El problema es que no se puede hacer técnica del acto contratransferencial
como no sea transformando la conducción de la cura en manipulación. Yo no le diré
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a Amélie: “Para usted habría que reinventar la regla: cada tanto auséntese… y pague
las sesiones a las que faltó”.
Al capricho de la experiencia, el psicoanálisis alterna éxitos y fracasos, aunque
haya que cuidarse de dar a cada una de estas palabras un valor excesivamente drástico.
Apreciamos hasta qué punto el artículo de Freud de 1937, Análisis terminable e inter-
minable, tenía valor programático para el futuro de nuestra práctica. Ese texto contiene
una frase en la que casi nunca se repara y que sin embargo desplaza sensiblemente el
lugar psíquico de la tarea práctica, puesto que a la mira primera, el levantamiento de
la represión secundaria, le sucede la nueva perspectiva, la corrección de la represión
originaria. En el primer caso, la sexualidad infantil es el blanco de la cura, de ella se
trata de liberar al paciente permitiéndole hallar otras salidas que el obstáculo del sín-
toma. En el segundo caso, la sexualidad infantil es lo que permite al trabajo de la trans-
ferencia y la contratransferencia devolver plasticidad psíquica a lo que se ha enquistado,
inmovilizado, y que no es necesariamente de naturaleza sexual, o no solamente.
Entre éxito y fracaso existen muchas situaciones intermedias en las que algo de la
angustia ligada a la separación se elabora sin que por ello queden borradas las huellas
del antiguo sufrimiento. Valentine estaba a pocas sesiones del fin de su análisis, cuya
coincidencia con las vacaciones de verano había sido consensuada. Se preguntaba si
volvería a verme alguna vez, si podía volver a llamarme en caso de..., si podía escri-
birme cada tanto…, graves preguntas aunque enunciadas con ligereza y algún toque
de humor. Yo acompañaba el movimiento en el mismo tono:
-¿unas palabritas por año nuevo?
Tras un breve silencio, dijo: “No… ¡mejor para el Día de la Madre!”
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“la posición femenina se pone en continuidad con la del niño orificial, ese niño pe-
netrado o sometido a efracción por la sexualidad adulta inconsciente que interviene
en los primeros cuidados. Los destinos de esta pasividad original siguen caminos sin-
gulares, desde la represión más radical hasta la asunción más regocijada (2008, p. 67).
Citando a Tertuliano, que afirmaba: “Mujer eres la puerta del diablo”, destaca la
vivencia que desde los orígenes la sexualidad femenina se ha asimilado a la desmesura,
a una sexualidad inquietante para el hombre, quien ha intentado desde siempre cer-
cenarla. Tiresias fue condenado por Hera a la ceguera (el mismo auto-castigo que se
infligió Edipo) por haber visto demasiado, por haber revelado lo que Hera consideraba
el secreto de su sexo, es decir que si el goce se divide en diez partes, la mujer tiene
nueve y el hombre una sola. Recuerda que ha sido desde siempre mejor aceptada la
representación femenina correspondiente a la de mujer útero, reproductora, amplia-
mente transmitida por las religiones, los mitos y la literatura médica. Es bien conocida
la interpretación de la migración del útero como origen de diferentes patologías de
la mujer. La oposición madre-mujer tendía a ocultar el escándalo constitutivo de la
sexualidad humana, es decir no ligada a finalidades reproductivas. La Madona cristiana,
virgen, y hasta liberada del parto como imagen que sería la inversa del coito, no es
una representación inocente. “La madre sexual, a la vez primera seductora y objeto
por excelencia del deseo incestuoso, reúne todas las condiciones para que se le man-
tenga firmemente apartada de la conciencia”. Sin hablar de “la erectilidad del clítoris,
que impulsa más a la excisión que a la incitación” (André, 2008, p. 76).
¿Cómo discernir la vida sexual de hoy de la sexualidad de siempre?, se pregunta
Jacques André. Y nos orienta sobre una doble pista: por un lado lo temporal de las
variaciones históricas y culturales, y lo atemporal de las apuestas inconscientes. La
moral dominante del siglo XIX dictaba a la mujer el imperativo siguiente:” ¡trabaja,
ahorra y renuncia a la carne!”. El imperativo actual sería igualmente categórico: ¡goza!
El psicoanálisis es hijo de una época que histerizó la sexualidad, en cambio somos
contemporáneos de un tiempo que la exhibe.
Sin embargo, subraya Jacques André, no existe tratamiento social del conflicto psíquico.
La llamada liberación sexual no se traduce en un levantamiento de la represión, en una
reabsorción ni siquiera parcial del inconsciente. El inconsciente ejerce tanta violencia
hoy como ayer. La libertad actual de la vida sexual no se traduce de manera equivalente
en una libertad de la vida psíquica frente a la angustia y su eventual cortejo de síntomas.
En la introducción al libro Les sexes indifférents (André, 2007, p. 14) afirma que la
vida sexual de los adultos constituye el objeto de las ciencias humanas, lo sexual infantil
sería lo propio del psicoanalista. Subraya luego, lo sexual infantil y no la sexualidad
de los niños.
“Cuando los psicoanalistas no saben ya más lo que quiere decir “sexual”, una vez
abandonadas las amarras genitales, y hacen de ese desconocimiento a la vez su objeto
– el insconciente – y el suelo paradójico de su práctica, el analista que sabe no escucha
ya más. un análisis, en el sentido fuerte del término, con lo que significa como cambio
psíquico, puede tener lugar sin que esté casi concernida la vida sexual genital del pa-
ciente. El infantilismo de lo sexual, su fantasma, el síntoma y otras producciones del
inconsciente que testimonian del mismo, es sobre ese atemporal que el psicoanálisis
funda alguna esperanza de perennidad por haberlo descubierto”. 2
Sin embargo, afirma Jacques André, no existe para el discurso psicoanalítico po-
sibilidad alguna de salir indemne de su mala frecuentación, es decir el inconsciente,
lo cual no es una razón suficiente para no intentarlo. Desde el momento que el psi-
coanalista teoriza, inventa una generalidad que le hace correr riesgos.
El inconsciente, para Jacques André, sería indiferente a lo actual…aunque considera
que es a la vez verdadero y falso…no en el mismo lugar. Ninguna “liberación” protege
del conflicto psíquico: a la liberación de los posibles corresponde siempre un nuevo
territorio conquistado por la angustia. Es cierto, afirma el autor, que los términos del
conflicto conllevan la marca de las encrucijadas actuales y se enuncian en el lenguaje
dominante. Pero el conflicto, como el sueño, se nutre de los relieves del día.
transferencia y separaciones
análisis sostiene el autor. Pero no deja de recordarnos que para que la separación
pueda tener lugar, el encuentro previo es indispensable. De lo contrario se podría caer
en la lógica de la madre muerta de Green, es decir la de una madre de la cual es difícil
separarse dado que nunca estuvo presente.
Vemos que en su trabajo sobre la transferencia Jacques André pone el acento en
como se van gestando en la relación analítica los movimientos que conciernen el en-
cuentro y la separación. En ese sentido el desafío al análisis radicaría en la capacidad
que pueda tener la cura para construir, o incluso crear la capacidad para separarse,
ahí donde dicha capacidad era desfalleciente o inexistente.
La resistencia transferencial a la separación se sitúa principalmente para Jacques
André en la lógica misma del inconsciente que no conoce la diferencia, que sólo conoce
el sí de la satisfacción del deseo. Diferencia planteada de diversas perspectivas según
las diferentes patologías. En la neurosis las diferencias serían conflictivas, en la per-
versión se niegan las diferencias entre los sexos y las generaciones, en la psicosis se
niega lo que opone el afuera al adentro, en la melancolía lo que separa los vivos de los
muertos, en los estados-límite lo que distingue la ausencia de la pérdida.
Jacques André pone el acento en la capacidad de separación del ser humano, trabajo
indispensable desde el inicio, ya sea al momento del nacimiento como en la relación al
objeto vital. El juego de bobina será un precioso ejemplo del trabajo psíquico que debe
operar en todo sujeto, una manera de sortear la angustia de separación, aunque prefiera
llamarlo juego de la desaparición y no tanto de la separación. Destaca la importancia
de la representación como forma de mantener vivo y presente el objeto al interior de sí-
mismo, de identificarse al objeto, una respuesta en el ser a la imposibilidad de tener al
objeto todo el tiempo. El autor introduce una idea a mi juicio fundamental en la com-
prensión del desarrollo de la cura: la importancia que tiene lo sexual para transformar
una efracción traumática, en sí misma angustiante y destructora, en un juego excitante.
El juego es repetición, recuerda el autor, pero es al mismo tiempo repetición de la sa-
tisfacción y no solamente del trauma: “lo sexual, aquí, no es lo reprimido, está de lado
del tratamiento psíquico, al servicio de la transformación” (André, 2013, p. 7). Vemos
así que para Jacques André lo sexual infantil no desaparece con la segunda tópica, sino
que cambia de lugar, pasando a operar como impulsor del cambio. Se trata de liberar la
sexualidad infantil para encontrar otras salidas que el empantanamiento del síntoma.
Para André, el dispositivo analítico se dirige sobre todo a aquellos que saben jugar
al juego de la bobina, a quienes no sólo soportan la ausencia sino que también logran
excitarse con la misma. En ese sentido propone la palabra sitio, en lugar de marco,
semántica que según el autor brinda una mayor posibilidad de juego, incluyendo el
inconsciente del analista y su contra-transferencia.
La toma en consideración de la transferencia negativa, el fin del análisis, no tendría
lugar sin un trabajo simultáneo del analista. Muchos análisis se convierten en inter-
minables, sostiene Jacques André, si el analista no integra la contra-transferencia en
su trabajo y su deseo de proseguir la cura indefinidamente. Lo paradójico del análisis
consiste en pedir “a un solo y mismo analista, a la vez de existir, de darle vida, y al
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mismo tiempo matar” (2013, p.4). Cada analista se confronta a la vez con lo que se
produce en el encuentro de los dos protagonistas, y al mismo tiempo con las moda-
lidades de separación siempre originales para cada sujeto.
El autor se diferencia de otros autores franceses, como Michel Neyraut (1980),
quien considera que la contra-transferencia precede a la transferencia, dado que para
dicho autor la contra-transferencia manifiesta una demanda. Dicha demanda, para
este autor se desliza inexorablemente en las interpretaciones.
La conceptualización de Jacques André es más próxima a la de Paul Denis (2010)
quien sostiene que la contra-transferencia es la condición de la transferencia; su juego
recíproco constituye la articulación entre los dos protagonistas. No se trata de inter-
subjetividad, sino de articulación de dos movimientos psíquicos específicos y de su
elaboración conjunta.
En el texto de André se desprende, a mi juicio, la importancia paradójica que adquiere
a la vez la desexualización y sexualización del proceso analítico, en el cual la emergencia
de la sexualidad infantil es la condición misma de la cura. Durante la cura, la intensidad
de la demanda amorosa y la brutalidad del odio siempre presentes no pueden ser sos-
layados en el trabajo de perlaboración, piedra angular de toda cura.
Bibliografía
André, J.(2007). Les sexes indifférents. Obra colectiva compilada por Jacques André, Paris:
PuF (inédito en castellano).
— (2008). El cuerpo frente a la feminidad. In: El cuerpo: Lenguajes y Silencios, compilado
por Leticia Glocer-Fiorini, trad.Irene Agoff. Buenos Aires: Lugar y APA.
— (2013). Homosexualidades masculinas en la cura, Estambul, Coloquio de COWAP,
“Homosexualities”, 31 de mayo y 1º de Junio 2013 ( inédito).
— (2013). Transfert et séparations, Conferencia dada en la APA, Buenos Aires, Octubre 2013.
(inédita).
Denis, P. (2010). Rives et dérives du contre-transfert. Paris:Puf.
Freud, S. (1912). Sobre la dinámica de la transferencia, AE, Vol XII, p.93-105, Buenos Aires 1996.
— (1915). “Puntualizaciones sobre el amor de transferencia”, AE, Vol XII, p.160-174, Buenos
Aires, 1996.
Neyraut, M. (1980) Le transfert. París: PuF, Paris.
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INSTITUCIÓN-FORMACIÓN:
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Ana María viñoly: En este espacio compartido nos proponemos trabajar sobre un
tema que consideramos especialmente interesante, el por qué de la escritura y lo escrito
en psicoanálisis y la importancia de la palabra en las ciencias humanas, cuestión que
las diferencia de las ciencias naturales en las cuales la palabra cumple una función
instrumental y secundaria.
Elegimos esta modalidad de taller horizontal y lo más democrático posible, porque
sabemos de la riqueza de esta forma de trabajo. La experiencia nos ha mostrado que
conviene hacer una segunda vuelta de estos talleres, recoger las ideas que vayan sur-
giendo y como grupo nos comprometemos a ponernos a trabajar, nuevamente, en
una próxima reunión. A título personal quiero remarcar tres escritos que dejaron en
mí huella, uno es un trabajo de Elsa Rappoport de Aisemberg2, Autorretrato, que pre-
sentó hace unos cuantos años, en el cual plantea que el vacío es consecuencia del
objeto que se niega a la demanda de amor y considera que la obra pictórica viene a
rellenar la inadecuación entre la pulsión y sus investiduras. Esto me llevó a pensar
que algo similar ocurre con la escritura.
Otro trabajo, muy valioso en mi lectura, es el que Julia Braun presentó en el
Departamento de Psicosomática. Lo denominó El Caso Carlos y en él nos habla de
un paciente sobreadaptado, con compromiso somático. Allí Julia aporta un concepto
muy importante, la necesidad de la creación de un sistema semántico que semantice
el cuerpo, que permita el surgimiento del signo, el sentido significante y que produzca
cultura. Esta propuesta de Julia me permitió pensar sobre la idea de cuerpo como una
producción siempre cultural. Y un trabajo reciente de Lucía Paschero3 en el cual dice
que escribir en psicoanálisis implica un desasimiento de todo saber, del saber de los
otros, una auténtica desidentificación que de lugar al autoengendramiento.
Estas son ricas ideas que giran en torno al tema de la escritura y lo escrito en psi-
coanálisis. Personalmente considero esto un ejemplo de cómo la lectura de los textos
abre el pensamiento a nuevos desarrollos. Vamos a trabajar sobre este texto que va a
leer Irene y luego abrimos el tema para ir interviniendo y dialogando entre todos.
Irene schijman: Muchas gracias por estar con nosotros acá. Voy a leer un pequeñísimo
texto para invitarlos a hablar: “La escritura puede ser considerada como el continente
formal de los fenómenos lingüísticos, pero el psicoanálisis incluye necesariamente
aquello que hace al surgimiento del texto, es decir, a la relación entre el sujeto, el sig-
nificante y el otro. Permite también captar una realidad que será siempre realidad fi-
gurada, la que podrá ser expresada por la puesta en relación de la palabra comunicativa
con diferentes enunciados anteriores o sincrónicos. Toda escritura tiene una organi-
zación de relato que la acerca y compromete con el otro, puesto que no hay otro sujeto
de la escritura que el lector. El apelar a este otro, que pasará a ser receptor y transfor-
mador de la pulsión que puja en el que escribe para alcanzar un nivel simbólico de
transmisión, es lo que abre el camino a nuevos descubrimientos…”.
Voy a plantear diferentes interrogantes para que vayamos pensando, ¿cómo hablar de
lo que hacemos cuando escribimos?, ¿cómo renunciar a las metáforas teóricas que nos
preservan de mostrarnos en nuestra propia intimidad?, ¿cuál es el camino del pasaje del
deseo de decir a la expresión escrita?, ¿uno escribe lo que sabe o lo que quisiera saber?
Continúo leyendo tres citas para después ponernos a trabajar. De Freud, en cartas
a Fliess “…fue sólo en el intento de anotarlo para comunicártelo, que el asunto se me
aclaró por completo”4. “…ha sido escrita enteramente siguiendo el dictado de lo in-
consciente según el famoso principio de Itzig, el Caballero del Domingo. “Itzig ¿Hacia
dónde cabalgas? Qué se yo, pregúntaselo al corcel. En cada comienzo de párrafo no
sabía adónde terminaría.”5
“…para ser analista necesito de los pacientes tanto como de leer y escribir. Es trivial
superponer estos quehaceres, lo que quiero destacar es la imprescindible solidaridad
de cada término respecto a los otros dos”6.
Lucía Martinto de paschero: Voy a tomar algunas de las numerosas cosas que dicen.
uno es el tema de comprometerse, el que escribe se compromete, da testimonio, mucho
más que el que habla; por algo siempre es prueba, en otras disciplinas, el testimonio
escrito, nunca jamás el testimonio oral. Las resonancias de la palabra escrita, que son
testimonios, son signos, tienen también un contenido emocional, aunque parezca
contraproducente lo que estoy diciendo, porque siempre estamos hablando de la pa-
labra dicha. Nosotros trabajamos con la palabra dicha, con la escucha, con la voz, con
la sonoridad, el tono, lo musical, el afecto que da la palabra, pero la palabra escrita
tiene también resonancias, enormes resonancias, no solamente del lado de la semántica,
sino desde el lado de lo arcaico, de lo que despierta en nosotros, de las remembranzas,
de las lecturas previas, de todo lo que se va recreando en nosotros a partir de esa pa-
labra o de ese concepto que estamos leyendo por primera vez.
Insisto con el desprendimiento: me parece que escribir es un trabajo solitario, pero
no es autista. uno escribe siempre para otros, cada uno que lo lea lo va a leer y entender
de diferentes maneras, eso es lo que buscamos justamente, porque el esquema refe-
rencial de cada uno – ésta será una palabra antigua pero no encuentro otra – lo que
Pichón Riviere decía, es la totalidad de la experiencia vivida. Todas las experiencias
vividas de todos nosotros son absolutamente distintas, pese a que todos somos psi-
coanalistas, médicos o psicólogos, tenemos los mismos textos leídos, pero la historia
de cada uno es distinta, por lo tanto escribir es comprometernos seriamente con nos-
otros mismos y al mismo tiempo mostrarnos, por más conceptual que sea lo que es-
tamos escribiendo, nos estamos mostrando, es como un otro que se desprende de
nosotros y ahí estamos. Este es el testimonio al que me referí antes, después lo podemos
tirar o lo podemos borrar, lo podemos arreglar y modificar como tantas veces hizo
Freud, pero creo que nos jugamos al escribir, que nos lanzamos a una especie de vacío,
y del pensamiento que era medio informe pasamos a darle una forma, que está ahí,
está buena, mala, mejorable, lo que fuere, pero estamos nosotros en eso que hemos
dicho, es de los demás y es nuestro.
Leticia Glocer: Mientras escuchaba y leía esta introducción que trae un montón de cues-
tiones me acordaba de una mesa redonda que hubo en la Revista, sobre escritura justa-
mente, hace como diez años, y me parece que ahora se plantean otras cosas, cosas nuevas,
que en esa mesa no se habían planteado. una de las cuestiones que me interesa para abrir
la discusión es el tema de que la escritura. Dice acá, la escritura puede ser considerada
como el continente formal de los fenómenos lingüísticos. A mi me cuesta un poco con-
siderarla solamente como un continente formal, o sea, me parece que el tema continen-
te-contenido ahí tendría que articularse de otra manera, justamente por todas estas citas
para compartir que aparecen después, que decía el mismo Freud, “es que en el intento
de comunicártelo se me aclaró el asunto por primera vez”, o sea, que ese continente formal
en realidad es más que un continente y es más que formal, porque va generando nuevas
proposiciones o nuevas ideas. Y el otro punto que mencionan en el texto, no hay otro
sujeto de la escritura que el lector, me parece que el lugar de sujeto es móvil en el tema
de la escritura, que hay un sujeto que es el lector pero también hay un sujeto que es el
que escribe. Me cuesta mucho pensarlo solamente desde el lugar del lector aunque, evi-
dentemente, el lector es el que le pone el sello a lo que uno escribe. Y después, refiriéndome
a las preguntas que aparecen, eso de cómo renunciar a las metáforas teóricas, pienso que
es un ideal a alcanzar pero difícilmente lograble, porque estamos habitados también por
metáforas teóricas y uno está siempre como en el intento de renunciar y en la dificultad
de renunciar y siempre está empujado. Respecto al cuarto interrogante, si uno escribe lo
que sabe o lo que quisiera saber, no me parece que sea una cosa o la otra, uno escribe de
lo que sabe, pero también el empuje es lo que quisiera saber.
Noemí Lustgarten de canteros: Me surgía algo en relación a las metáforas teóricas.
Las metáforas teóricas serían los saberes también. Me parece que se puede escribir de
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nuevas metáforas para describir, más que para describir, para construir. Quiero hacer
un comentario sobre un tema que da para el debate, que es el de reinterrogarnos sobre
la realidad que se construye. ¿Siempre es una realidad figurada?, porque en un sentido
sí es una realidad figurada, pero en otro sentido tal vez haya una construcción de re-
alidad y en ese aspecto no sé si solamente es una realidad figurada o hay creación de
realidad. Al mismo tiempo me gustaría decir que las metáforas son capaces se ceñir
algo de lo real, en ese sentido toca lo real, porque la realidad figurada podría tal vez
no apreciar este aspecto, la metáfora toca lo real, lo recorta y lo hace mover.
victoria Korin: Querría poner el acento en la relación entre la escritura y la lectura.
Me resultaba bastante elocuente un texto de Barthes donde hablaba de la lectura irres-
petuosa, la lectura que hace que, cuando estamos leyendo un texto, interrumpamos
la lectura y levantemos la cabeza. Él dice que escribir es eso que se produce en el mo-
mento en que uno levanta la cabeza cuando está leyendo, que después hay otro segundo
paso que es el de la sistematización de todo eso que ocurre cuando levantamos la ca-
beza, pero que básicamente surge de esa lectura irrespetuosa. Quería plantear algunas
cuestiones, escuché a alguien en una reunión referirse a la relación estrecha entre ser
psicoanalistas y escribir. Yo no veo esa relación estrecha, me parece que es una práctica
que tiene que ver con cierta pertenencia institucional y cierta cuestión de intercambio
y diálogo. Tuve un maestro que era un filólogo, decía que algunos morían si no es-
cribían, él decía que moría si no leía.
José Luis valls: Es interesante, en la línea de la historia, remarcar que clásicamente,
la diferencia entre la prehistoria y la historia se inscribe en la escritura. Cuando aparece
la escritura aparece la historia, la historia previa es la palabra suelta que genera el mito.
Otra cosa, hay un crítico de la escritura que se llama Harold Bloom, americano, muy
famoso, que consideró a Freud uno de los diez principales escritores del siglo XX,
cosa que creo que Freud no se propuso. Freud era un científico que quería ser un cien-
tífico de la naturaleza, es más, creo que la frase “…fue sólo en el intento de anotarlo
para comunicártelo, que el asunto se me aclaró por completo”, me parece que se refiere
al Proyecto, porque él empieza a explicar una cosa y se enreda con la otra y al final
termina escribiendo una novela, que es como hace el escritor, empieza con una pequeña
historia, después se enreda con otra y de repente hay 80 páginas. Y en El proyecto,
entre las cosas que hizo, fue generar belleza, por lo fantástico de las deducciones, más
allá que fueran verdad o no. Toda la obra de él genera belleza justamente por la ma-
ravilla que pueda decir. Rescato la escritura, como arte, como generador de belleza.
Yo estoy de acuerdo que hay gente que no necesita escribir para ser psicoanalista, creo
que no, para ser psicoanalista hay que leer y para escribir también hay que leer.
Julia Braun: Yo quería tomar esto que dijo Lucía, que escribir es una exposición. Es
absolutamente así. Es exponerse, por eso están los que escriben mucho y lo que se in-
hiben de escribir, porque es una exposición. Y los que escriben mucho, como aquellos
que morirían si no escribieran, sobre todo son los escritores de ficción, uno los escucha
decir muchas veces que esta pulsión, el deseo de escribir, es tan intenso que puede
llegar a “si no escribo muero”, pero hay una intensidad muy grande de ese deseo.
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Tomando alguna de las preguntas, hay ambas cosas en la escritura, tanto el deseo,
la necesidad por la decisión de escribir lo que se sabe, como buscar en la escritura al-
guna respuesta a lo que no se sabe. Entonces, este cuento de Freud del caballo… yo
estoy comparando con los escritores de ficción, lo nuestro son ensayos. Los escritores
de ficción dicen que una vez que pensaron o describieron un personaje, ese personaje
después lo lleva al escritor, como el caballo en el cuento de Freud, el personaje se libera
y sigue adelante y es el escritor el tiene que escuchar al personaje.
En nuestro caso, que no somos escritores de ficción –alguno podría serlo pero nos
estamos refiriendo aquí al ensayo psicoanalítico– hay una cuestión muy particular,
que es el salto enorme de lo privado a lo público, de lo íntimo que transcurre en la
sesión psicoanalítica, absolutamente íntimo, a transformarlo en una escritura, que es
el pasaje de lo verbal a lo escrito pero además de lo privado a lo público. Esta es otra
característica de lo que nosotros hacemos y de lo que es la escritura para nosotros.
Ana rozenbaum: Había pensado en un momento dado que esto parece estar referido
a la escritura desde el psicoanalista y como decías vos Julia, en ese caso se trata de en-
sayos, lo cual es muy diferente a como pueda escribir cualquier escritor de novelas o
de cuentos y todo el cuidado que se tiene en relación a cada palabrita, a cada frase
que uno escribe cuando se escribe sobre psicoanálisis, donde no nos podemos dar el
gusto como a lo mejor se da Roberto Arlt cuando escribe El juguete rabioso.
Por eso se me ocurrió darlo vuelta: ¿qué pasa con la escritura? ¿qué traen los pa-
cientes al análisis? Digamos, no con nuestra escritura, sino con la escritura de ellos,
que ellos nos abren su intimidad y con toda confianza nos la depositan. Y esas otras
preguntas que tanto podrían ser aplicadas a nosotros como podrían preguntárselo
cada uno de ellos ¿cómo hablar de los temas cuando escribimos? Porque muchas
veces, por ejemplo, ellos nos dicen te lo escribí anoche cuando me desvelé porque no
sabía si hoy te lo iba a poder decir de tal manera como te lo escribí, o cualquiera de
estas frases. El pasaje del deseo de decir a la expresión escrita o esta cuestión de la in-
timidad me parece un tema muy importante a tener en cuenta, porque, por ejemplo,
los adolescentes traen mucho todas estas cuestiones escritas y tanto pueden estar en
la sesión, aún en los tiempos actuales con el blackberry al lado donde todo ya dejó de
ser este tipo de escritura, y al mismo tiempo dándonos esas hojas que escribieron la
noche anterior para compartirlas con nosotros. Me parece que es una temática esa de
llevar la escritura también al plano de la clínica, porque si no es como que nosotros
podemos escribir sobre la clínica, pero en ese momento hay una clínica en vivo a
través de la palabra escrita.
rodolfo Urribarri: Se habló de una escritura secreta del diario íntimo, el diario íntimo
es lo que no se le puede decir al interlocutor, pero también tiene mucho que ver, para
el adolescente cuando escribe, con encontrarse con lo que él escribe cuando se lee.
Hay un interlocutor que no es sólo el otro al que no se dirige, sino uno mismo para
enterarse de uno. Lo mismo pasa con la escritura que se lleva a sesión, donde hay una
puesta pero a la vez un temor a perder eso que, a lo mejor, no se lo va a poder transmitir
al otro. Está en relación también con lo escrito, porque como dice el viejo refrán a las
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palabras se las lleva el viento, pero cuando uno escribe queda esclavo de sus palabras
de otra manera. Cuando uno escribe lo hace también para un interlocutor supuesto,
que es un colega en el caso nuestro, pero además no es lo mismo el interlocutor colega
cuando uno escribió para una presentación en una mesa, a cuando dicen ¿Lo ponés
para la Revista? Ya es distinto. Ahí hay algo de ese motor que uno se pregunta, escribe
para responderse las preguntas que no tuvieron buena respuesta, pero a la vez siguen
apareciendo interrogantes, o sea, uno no queda cerrado o conforme con la respuesta
que dio, sigue habiendo inquietud. Entonces hay algo de la relación de esto, de lo que
se piensa, de lo que se sabe, por lo que se quiere saber, de lo cual no se termina, es
como un juego circular que va y viene y que no se agota.
Federico Aberastury: A mí me empezó a despertar cosas lo que dijo Ana, porque
empezó a hablar de la función de lo escrito en la clínica. Hay una diferencia entre la
palabra hablada y la palabra escrita. Desde ya la palabra hablada es claramente más
comunicacional, aún en aquellos casos que hacen dudar como en los casos de psicosis
donde alguna persona habla sola o la ensalada de palabras que escuchamos. En la fun-
ción de lo escrito parece haber distintos estilos de interlocución, vamos desde la poesía
pura, la poesía narrativa, el relato, la novela, el cuento, el ensayo, inclusive lo que nos-
otros tenemos en nuestra formación que es la condición de lo escrito de la monografía
y el escrito del informe de supervisión. Quiere decir que hay una función de lo escrito
y me acordé que en muchos casos se dice, para volver a la clínica que es la que trajo
Ana, que la función de lo escrito, en determinadas patologías, sirve de anclaje, de que-
dar anclado, como una función de estabilización en la psicosis, en ese sentido muy
parecida a la función de la pintura. Eso se establece claramente cuando se toma como
ejemplo a Dalí y a Joyce, fundamentalmente donde a la función de lo escrito se le ha
adjudicado un valor de estabilización.
Me pareció interesante hablar sobre esos distintos estilos que tienen diferentes in-
terlocutores, como los estilos de la escritura.
Marcos de soldati: Pensaba en ese desconcierto de no reconocerse plenamente en lo
que uno ha escrito, creo que eso es el valor de escribir también. Y lo relaciono con
aquello que hablaba Lucía del desprendimiento, porque al final lo que escribo no está
ahí y uno no está ahí al mismo tiempo, uno deja de estar ahí, empieza a circular de
otra manera. La otra cuestión es esto de las metáforas, porque me da la impresión de
que las metáforas están planteadas como algo negativo o con una connotación negativa,
yo creo que las metáforas son necesarias y que hay metáforas propias, hay metáforas
que uno asimila y que quizás la importancia no esté en la metáfora sino en algo ligado
a este compromiso de que esa metáfora esté al servicio de lo que uno quiere expresar.
También en psicoanálisis es importante pensar la diferencia con la ficción, en lo escrito
en la ficción narrativa el autor busca que haya verosimilitud, por más que sea un relato
fantástico, pero en psicoanálisis eso no debería orientarnos, la verosimilitud, sino algo
que tiene que ver con lo fidedigno, o sea, que tiene que ver con alguna verdad, no con
algo meramente verosímil. Entonces me acordé de una cosa que leí de Vargas Llosa
donde cuenta que para él la clave para dar verosimilitud a un relato con la que pensó
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una historia, es encontrar la voz del narrador, que eso en definitiva va a hacer que esa
historia sea creíble. Nosotros esa voz creo que la encontramos en muchas cosas, en el
análisis, etcétera, y no siempre aparece, creo que lo que nos permite ir descubriéndola
es ese desconcierto con lo que ya fue escrito.
Irene schijman: Quiero acotar que el espíritu de lo que escribimos con relación a la
metáfora tiene que ver con ampararse en metáforas de otros que pasan a ser nuestras
y no metáforas propias, porque creo que el surgimiento de una metáfora tiene que
ver con algo bien subjetivo. El espíritu de lo propuesto era no repetir sistemáticamente
metáforas de otros que se pueden hacer nuestras, no comprometernos nosotros mis-
mos con las metáfora del otro sino que las metáforas surjan de nosotros mismos.
Marcos de soldati: Ahí hay algo relacionado con la intimidad, de la intimidad de la
sesión y de la exposición de lo escrito. Ese paso no es sin alguna violencia y deja de
ser íntimo a partir del momento en que uno lo escribe y esa metáfora es justamente
necesaria para comunicarse con otros, que no son solamente ese otro del diario íntimo,
sino ese otro psicoanalista.
Julia Braun: Yo también percibía esto de la metáfora. No es solamente la metáfora de
otro, creo que aquí se refiere a la metáfora cristalizada.
carlos weisse: Por un lado tomaba lo de Ana, en relación a la escritura de un sueño.
Freud en La interpretación de los sueños escribía sus sueños y luego los interpretaba
como si ese sueño estuviera objetivado en el papel. Es decir, ahí aparece Freud como
lector de su propia escritura de su sueño, como si fuera una especie de progresión en
abismo, desde el punto de vista de las palabras. Esto también me hace pensar que
cuando uno escribe algo, no necesariamente de análisis, y deja lo que escribió durante
un tiempo, lo olvida y lo vuelve a tomar. Ahí ya es la posición de un lector, que permite
hacer una crítica de lo que uno escribió con mucha mayor objetividad, que no tiene
la finalidad inmediata de una producción. El otro aspecto que me parece importante
es cómo apropiarse del saber a través de la metáfora, estoy de acuerdo con lo que se
dijo de la metáfora cristalizada, pero también es cierto que una de las cosas primor-
diales para APA es que la producción sea una producción en nombre propio, es decir,
que haya producción en nombre propio, la mayor cantidad posible ¿Y qué implica
una producción en nombre propio? Muchas veces nosotros vemos reproducción de
teorías en donde se trata de colocar el palito en el agujerito de la teoría y donde hay
un uso forzado y, me parece, falso de la teoría, esto produce agrupamientos que además
generan discursos estereotipados. Entonces, el asunto de cómo se apropia uno del
saber o de las teorías implica toda una tarea de redefinición de la teoría. uno tiene
que poder redefinir desde uno y aclarar en qué sentido escribe sus términos para
poder transmitir algo de la experiencia propia que no puede dejar de estar en deuda
con la teoría, pero que además implica una posición absolutamente propia y personal
justamente de exposición.
Ana María viñoly: Creo que Carlos apunta a una cosa fundamental, que tiene que
ver con la metáfora cristalizada que tan bien sintetizó Julia. La cuestión es hablar en
nombre propio y no en nombre de los otros, que es lo que habíamos rescatado del
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esto que los franceses llaman la mise en abyme, puesta en abismo, es la tarea funda-
mental tanto de la escritura como de la lectura, que es la cuestión del efecto subjeti-
vante, el efecto de subjetivación que promueve una lectura irrespetuosa y una escritura.
Depende de con qué escritura estemos alineados, pero siempre hay ese espacio, ese
malentendido que da lugar a la subjetivación.
Lucía Martinto de paschero: Estaba pensando en la singularidad del escribir, segu-
ramente no para todos es lo mismo escribir. Para mí escribir es un trabajo, necesito
hacerlo, como que hay una idea vaga en la cabeza, una cantidad de pensamientos y
esto me crea un profundo displacer, una especie de angustia flotante, no me doy cuenta
qué es … hasta que empieza a salir algo, que yo no sabía que estaba, no sabía que
existía, de la nada pasa a ser algo que me expresa y que me transforma, es decir, el es-
cribir tiene una función mutante, eso es lo que yo quería subrayar en la hoja que les
mandé. una función mutante es profundamente mutante de la teoría, aunque sea un
granito de arena, no importa, para el corpus teórico psicoanalítico. Cuando nosotros
nos desprendemos de todas aquellas metáforas cristalizadas y podemos largarnos a
ser nosotros mismos vamos a producir dos mutaciones, una en la teoría, porque algo
siempre vamos a agregar, modificar, corregir, vamos a ser solamente irrespetuosos,
me gustó mucho lo que mencionó Vicky, y entonces, al mismo tiempo, parece que
nos mutamos nosotros, no somos los mismos antes de escribir que después de escribir.
Por eso, repitiendo lo que dijeron otros colegas acá, cuando se dice “che, el trabajo
tuyo del año 2004, te invito”, “no, no tengo tiempo”, “vos tenés un trabajo publicado en
el ´98”, cuando me invitan a mí con esta consigna, yo digo, “mirá, qué se yo lo que dije
en el ’98”, seguramente que ese tema hoy me da vergüenza repetir lo mismo, me pro-
duce una vergüenza profunda, porque he leído mucho desde ese momento, he escu-
chado muchísimo, yo no podría decir las mismas cosas, tal vez alguna sí, pero pro-
fundamente modificadas. Este quizás sea el espíritu que uno debe imbuir a los
candidatos a la formación psicoanalítica, la función absolutamente trascendente que
tiene el que escriban, no solamente que escuchen, que lean, sino que hablen, que ya
es bastante lograr que hablen conceptualmente, que describan coloquialmente, tener
una lectura crítica sobre las lecturas, cada lectura despierta siempre una mirada crítica.
uno está cansado de escuchar lo cristalizado, lo dogmático, aquellas personas que se
esconden porque tienen miedo detrás de veinte mil citas que parecen ser muy enci-
clopédicas, haber leído muchísimo, pero que están escondiéndose todos los días vi-
sitando cualquier cantidad de autores detrás de los cuales no aparecen jamás ellos.
Por eso escribir es un trabajo doloroso, como decía Nietzsche; después de escribir
zaratustra, Nietzsche se puso en cama, se consideraba convaleciente, lo visitaban los
amigos y decía he parido un centauro, había sido un parto. Para muchos de nosotros
hay pequeños y grandes partos, pero es un esfuerzo transmutador de uno mismo.
eduardo Drucaroff: Quería referirme a un tipo especial de escritura, porque acá se
habló de la escritura de ficción, obviamente está la escritura del autor psicoanalítico
que quiere transmitir sus ideas y yo estaba pensado, motivado por el pequeño texto
que nos dieron ustedes, en la experiencia que muchos de nosotros tenemos, del escribir
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para transmitir, para dar una clase, en donde tenemos que tomar ideas de otros, pero
reescribirlas en nombre propio, como se dijo acá, si no, no tiene mucho sentido, algo
que vaya más allá de la mera repetición. Entonces tomé de las citas “fue solo en el in-
tento de anotarlo para comunicártelo que el asunto se me aclaró”… yo no diría por
completo, cuando uno necesita transmitir a otros y escribe algo es que se te empiezan
a aclarar las ideas, no hay mejor manera de estudiar un tema que tener que dar una
clase. La otra cita, “para ser analista necesito de los pacientes”, yo diría de mi mismo,
como paciente también, tanto como leer la escritura de los otros y en este caso agre-
guemos lo de escribir para transmitir, que es el tipo de experiencia que yo quería re-
marcar en este momento.
Ana María viñoly: Me parece interesante que Eduardo haya retomado la cita de
Marcelo Viñar, porque creo que es de una riqueza enorme cuando él dice la impres-
cindible solidaridad de los términos, ser analista, ser paciente, ser capaz de escribir,
porque pienso que allí está hablando de lo que implica el concepto de campo analítico.
La escritura es también eso, es un trabajo dentro del campo entre dos, la escritura
nunca es en solitario, creo, como dice Vicky, que hay una interrupción, un levantar
la cabeza, un continuar leyendo-escribiendo lo propio, pero lo propio es con el otro
en lo que nosotros llamamos campo analítico.
Leticia Glocer: Lucía y Eduardo plantearon algunas de las cosas que yo quería plantear,
en primer lugar el hecho de que la escritura es una de las patas de la transmisión tam-
bién y en ese sentido le agradecemos a Freud su escritura, el psicoanálisis hubiera sido
otro o no hubiera existido si Freud no hubiera escrito. Yo rescato el tema que planteaba
Vicky, la lectura irreverente, y en ese sentido la escritura necesita la lectura pero no
todos los lectores de psicoanálisis escriben ni tienen por qué escribir tampoco. Me
parece que la escritura también tiene que ser irreverente, es decir, si la escritura se
limita a transmitir algo que ya está, bueno, formaliza algo, pero me parece que, jus-
tamente lo que decía Lucía, y que un poco está acá, hacia dónde nos lleva el caballo.
La experiencia que tengo es que cuando empiezo a escribir yo tengo una idea, pero
siempre aparecen cosas mientras voy escribiendo y esas cosas que aparecen indican
entonces que la escritura en ese sentido también es irreverente y creo que esto es es-
cribir en nombre propio. Por supuesto que en psicoanálisis uno puede escribir tipo
ensayo o puede escribir desde la clínica y son cosas diferentes, Freud también lo hizo,
porque Freud cuando escribió la teoría de las pulsiones dijo que era algo muy espe-
culativo pero necesario teóricamente para poder estructurar la teoría y cuando escribe
desde la clínica es otra cosa, pero bueno, estamos en eso, tenemos que abarcar por lo
menos esas dos vertientes.
Alberto stisman: Yo diría que lo que escribimos como psicoanalistas, más aún si es-
cribimos desde la clínica, es una coautoría con los pacientes, nosotros primero somos
quienes escuchamos y lectores de esa escucha, es decir, estamos escribiendo en la me-
dida que hay un autor, un primer autor, hay coautor, sobre eso escuchamos y escribimos
y después tendremos un lector de eso que escribimos. Entonces, la diferencia con los
escritores de ficción es que llegado un momento el personaje es el que lleva al escritor,
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yo pensaba que también en los escritos nuestros tenemos un personaje que por ahí
es el inconsciente del paciente, el inconsciente que surge en el campo analítico, en la
relación transferencial-contratransferencial, ahí también hay un personaje que nos
va guiando. Yo me acordaba de algo que no tiene que ver justamente con lo escrito,
pero cuando vino Roussillon aquí, en base a los casos que había presentado, pensaba
que seguro que eran pacientes de 4 o 5 sesiones por semana y cuando le pregunté me
dijo a medida, es decir, el paciente también está definiendo un poco aquello sobre lo
cual nosotros después podemos teorizar y escribir.
Marcos de soldati: Pensaba en otro aspecto que me parece valioso de la experiencia
de escribir, no en este caso de la experiencia de escribir acerca de nuestra clínica o
por la experiencia de escribir teoría psicoanalítica, sino de escribir por placer o de es-
cribir ficciones. En ese sentido no considero que sea imprescindible ni necesario que
un psicoanalista lo haga, pero sí creo que es propedéutico de la escucha, creo que es-
cribir, meternos con las palabras, con la sintaxis, nos enseña a escuchar, nos sensibiliza
a la polisemia del lenguaje, a percibir las repeticiones de otra manera, incluso la trans-
ferencia o el hecho de pensar la ficción, también a entender aquello ficticio de todo
discurso. Quería señalar esto porque en la experiencia que tuvimos en candidatos, en
el claustro, además de trabajar otro tipo de escritura, me parece que incidió más en
la escucha que quizás en el hecho de dar testimonio escrito y una transmisión de nues-
tra práctica clínica.
Fernando weissmann: Quería recordar que en el Instituto hay una subcomisión que
se dedica justamente a taller de escritura. Evolutivamente nosotros tenemos primero la
palabra escuchada, luego la palabra dicha, hablada y por último la palabra escrita, la
que llega al final desde el punto de vista genético, primero escuchamos, después hablamos
y después escribimos, inclusive cuando estudiamos un idioma sucede eso. Sería impor-
tante si también vinculamos esto con el olvido y la memoria, la palabra oral, ya sea es-
cuchada o dicha, es factible de ser olvidada, la palabra escrita no, y tiene como una
especie de antiolvido, como preservación de la memoria. una vez que está escrita la pa-
labra permanece después de producir vergüenza, nos puede inhibir pensar que va a per-
durar. Fíjense cuando nosotros leemos, por ejemplo, las cartas que Freud le mandó a
Martha Bernays, las cartas amorosas, supongo que él pensaría que esas cartas iban a ser
leídas 100 años después, o no, no sé si le daba vergüenza o no. Y después pensaba en la
época de los egipcios donde justamente tenía que perdurar la palabra escrita y perdurar
por los siglos. Y después pensaba qué distinto es esto de la palabra escrita, para nosotros
psicoanalistas, cuando escribimos para una monografía, un informe de supervisión, un
trabajo para un simposio, un trabajo para un congreso, que cuando escribimos un libro,
es algo muy importante la cuestión del libro, me animaría a decir ¿No habrá el deseo
de perdurar? ¿De ser un poquito inmortales a través de un libro?
perla sawicky: Yo formo parte de esta comisión y nosotros tuvimos que cristalizar el
uso de la palabra adrede, tuvimos que cristalizar un trabajo para que sirva como in-
troducción a esta discusión. Ese trabajo se cristalizó en función de otras discusiones
entre nosotros y otras reuniones que fuimos teniendo. Este trabajo ¿era lo que nosotros
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íbamos pensando? En parte sí, en parte solo la cristalización de lo que íbamos pensando.
Tengo la impresión que esto es la escritura, o sea, que la escritura no es solo el momento
de escribirlo, no es solamente el momento de leerlo ¿Es el momento de compartirlo?
Metáfora… todo muy lindo, pero yo voy a hablar de buena o mala fe. Cuando uno hace
las cosas con buena fe, para realmente transmitir, para aclararse, porque lo necesita, si
se hace con buena fe surgen estas cosas y de estas cosas surgen más cosas.
José Luis valls: Dos cosas, trabajar un autor es creativo, no es repetirlo. En filosofía
los filósofos trabajan discutiendo o exponiendo el pensamiento del filósofo contrario,
por lo tanto nosotros podemos hacer lo mismo, esto lo hago defendiendo a los que
trabajan a un autor, no que usan al autor para después dejarlo de lado. Otro punto es
poner en tela de juicio la diferencia entre ficción y ciencia, ciencia aunque sea humana,
lo pongo en tela de juicio. Yo estudio con un profesor de literatura porque me gusta
escribir, entonces estudio con él cómo escribir, pero no suelo escribir ficción y a veces
le voy a leer mis escritos psicoanalíticos. La última vez, se acuerdan la discusión sobre
el paciente de M’uzan, que era una perversión… quedó fascinado con la perversión
y él tiene una revista de literatura, me dijo esto es una joya y lo publicó como un escrito
literario, era un ensayo psicoanalítico, es más él me dice yo escribo novelas y él me
dice tu primer novela es el diccionario y me compara con Macedonio Fernández.
rodolfo Urribarri: No hay posibilidad de escritura sin lectura, por lo general los que
escriben leen. La otra cosa que me llamó mucho la atención también es como los gran-
des autores, por eso los clásicos se transformaron en clásicos, describieron situaciones
que son casi tratados de psicopatología, algunas cosas de Shakespeare y otros autores.
Esto me llevó a armar para el año que viene algo sobre escritura, adolescencia y psi-
coanálisis, con algunos autores argentinos y cuentos cortos muy interesantes. Esos
escritores logran definir situaciones que a nosotros nos ha costado años de historia
teórica poder definir. Y una escritora me decía que, como son varios textos cortos,
los usan los profesores de literatura para que los chicos lean y muchas veces los llaman
del colegio para hablar del tema. Lo interesante es lo que plantean los jóvenes, por
qué pusiste un personaje así, por qué no mataste aquel, lo ataste, por qué no hiciste
tal cosa, aparece una reescritura de los lectores, que es un tema sensacional para re-
pensar cómo es leído lo que uno escribe.
903
analista donde los afectos, como siempre, son reales, pero la distancia de una mirada
que recorre e indaga el suceso permite entrar y salir, ensayar e introducir cambios
(p. 741).
Cómo se define virtual: proviene del latín virtus que alude a la fuerza, virtud o vo-
luntad para realizar un trabajo aunque no se lo realice… algo aparente que no es real.
También virtual es todo aquello que tiene virtud para producir un efecto, aunque
no lo produce de presente, frecuentemente en oposición a efectivo o real.
El modo en que empleamos virtual, al hacer referencia a los cursos virtuales, no
concuerda con estas definiciones. Salvo que consideremos que se trata de una virtud,
para realizar un trabajo de transmisión que es efectivo, que es real, en el presente o
futuro, y que su opuesto es lo presencial.
Las modalidades culturales de la época nos obligan a incorporar las nuevas tec-
nologías como herramientas de comunicación. Son otras formas de transmisión
del psicoanálisis, otros recursos para que la palabra del psicoanálisis siga mode-
lándose acorde al momento histórico que estamos transitando. Otra experiencia
que al decir de Heidegger muestra que “Algo nos acaece, nos alcanza, nos tumba
y nos transforma” (en Milone, 1990, p. 143). Ello implica una posición pasiva, pero
también receptiva.
De tal modo fue gestándose en APA esta experiencia extraña a nuestra ciencia
pero en crecimiento en la cultura. Algo similar a lo que nuestros pioneros encontraron
en el camino, cuando desde la medicina surgió la escena del inconciente: para ese en-
tonces era tan virtual como lo es para la actualidad estar online, manejando varias es-
cenas en simultáneo o siendo manejados por ellas.
En APA, en esta última década, somos nosotros los pioneros de una nueva ex-
periencia, realizándola fuimos tratando de significarla. La realidad fue ofreciendo
los estímulos que pujaron para encontrar nuevas expresiones y para transitarlas.
Nos dejamos abordar por las circunstancias de nuestro tiempo y fuimos dando
pasos…“un obtener algo en el caminar, alcanzar algo caminando en un camino”.
De tal modo que hacer esta experiencia devino en incursionar en la virtualidad,
significó que “... aquello mismo hacia donde llegamos caminando para alcanzarlo
nos demanda, nos toca y nos requiere en tanto que nos transforma” (en Milone,
1990, p. 159).
Este fue y es el desafío: poder transitar sin prejuicios nuevas formas y correlatos
entre las realidades epocales y nuestra ciencia; incluirnos en otros ámbitos que reciben
el nombre de cursos virtuales y que se dictan vía internet; soportar la clara diferencia
entre lo presencial y lo virtual e intentar sostener un Psicoanálisis que implique un
continuo movimiento de búsqueda y de experiencias. Consideramos que, aún sin pre-
sencia, hay actividad y que por lo tanto no es ausencia, produciéndose un intercambio
de ideas que dan lugar a nuevas representaciones y que por ello los participantes (do-
centes y cursantes) quedan involucrados.
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Algunas dificultades
La realidad y los espacios virtuales pueden implementarse como un nuevo recurso para
que el sujeto se adueñe de experiencias irrealizables en el mundo real, recurso para
manejar la complejidad. Se puede también implementar al servicio de que la subjetividad
se objetalice en una adicción a programas ajenos, alejando al sujeto cada vez más de
su dimensión subjetiva (p. 616).
resumen
Las nuevas tecnologías nos ofrecen la posibilidad de instrumentar otras formas de trans-
misión del Psicoanálisis. Los cursos virtuales son una herramienta para lograr este propósito.
El presente trabajo es el testimonio del desarrollo de los cursos virtuales en APA y su interjuego
entre la formación clásica y la posibilidad de ajustarnos a los requerimientos de la época.
Intentamos dar cuenta de una experiencia que fue llevada a cabo lenta y paulatinamente para
hacer coincidir la difusión de los conocimientos psicoanalíticos en el marco de los programas
actuales que se desarrollan en la web. A partir de la experiencia compartida entre los cursantes
del interior del país y del resto del mundo con los miembros de la institución mostramos un
intercambio fructífero que refleja el pensamiento que anida en nuestra institución. Sostenemos
que estos cursos son una manera adecuada de mantener vivo dicho pensamiento y presentamos
algunas ideas preliminares que irán marcando un desarrollo conceptual posterior.
Se incluyen las dificultades y aciertos de la herramienta, como así también, el lugar que
podría ocupar en el futuro como parte de métodos que se ajusten a los nuevos desafíos que
plantean las generaciones actuales.
summary
the institution and training in ApA
A new tool: online courses
The difficulties and successes of the tool, as well , which could take place in the future as
part of methods that meet the new challenges posed by current generations are included.
resumo
A instituição e treinamento em ApA
Uma nova ferramenta: cursos on-line
Bibliografía
Baranger, M. (2003). Formación psicoanalítica. La reforma del 74 treinta años después. Revista
de Psicoanálisis. LX, 4, Buenos Aires.
Cantú G. (2012). Los usos de las nuevas tecnologías: notas para un análisis metapsicológico.
Revista Psicoanálisis, XXXIV, 2, Buenos Aires.
Lutsgarten de Canteros, N. (2000). Virtualidad y transicionalidad. Revista de Psicoanálisis, LVII. 3/4.
Milone, G. (2013). Ausencia de Dios- Lo sagrado en el pensamiento y la poesía , Buenos Aires, Biblos.
Revista Caliban, X, 1, Sao Paulo, Federación Psicoanalítica de América Latina, 2012.
Sahovaler de Litvinoff, D. (2007). Realidad virtual e inconsciente. Revista de Psicoanálisis,
LXIV, 4, Buenos Aires.
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911
participaron: Alberto Cabral, Jorge Canteros, Liliana De Nicola, Abel Fainstein, Gabriela
Goldstein, Juan Jose Goldemberg, Laura Katz, Cristina Rosas de Salas, Adriana Sorrentini,
Ricardo Spector, Juan Carlos Suarez, Arnaldo Smola, Raul Tebaldi, Marcelo Toyos, Analia
Wald, Fernando Weissmann.
Iniciamos el taller del simposio con la lectura de algunas ideas de nuestra comisión
surgidas a partir del taller realizado en el mes de octubre sobre la formación analítica
en la institución.
una de las preguntas que se había debatido con intensidad en el taller de octubre
fue cómo enseñar psicoanálisis como psicoanalistas, pregunta que fue válida para al-
gunos pero no para otros. Algunos consideraban que esa enseñanza no tiene especi-
ficidad propia, es decir que no habría diferencias entre la enseñanza de la teoría psi-
coanalítica y la de otras teorías. Para aquellos que sí pensaban que hay diferencias el
argumento al que recurrían es el de la diferencia entre enseñanza y transmisión. De
una de las afirmaciones, “la enseñanza está más del lado de los seminarios” se des-
prendía la idea de que el psicoanálisis se enseña como cualquier otra disciplina sin la
mediación de marcas propias.
Hubo en la discusión cierto énfasis en señalar la diferencia entre la preocupación
por el texto y la preocupación por la forma en la que el enseñante se apropia del texto,
vale decir, la diferencia entre una dimensión estrictamente bibliográfica de otra que
hace pie del lado de la transmisión. Consideramos que esta posición no tomaba su-
ficientemente en cuenta lo que ocurre en la dimensión estrictamente bibliográfica, o
sea, en la lectura, en las operaciones psicoanalíticas que allí pueden llevarse a cabo.
¿Acaso en la dimensión “estrictamente bibliográfica” no están en juego los modos en
que cada uno se apropia del texto?, ¿no es esa separación artificial?
Intervenciones en el taller
de trasladar algo de lo que allí ocurre con la legibilidad propia de un trabajo escrito.
Intentaremos reflejar en parte esos talleres con las inevitables contradicciones y di-
gresiones que va tejiendo un trabajo en común. A veces los pensamientos que se sus-
citan en los participantes a partir de una intervención se disparan hacia diferentes di-
mensiones interpretativas, algunas metafóricas, otras más literales, como lo ocurrido,
por ejemplo, en torno al término “mostración”.
En el taller del simposium en el mes de noviembre, tras la lectura de lo recabado
en el taller de octubre al que previamente aludimos, la discusión se abrió en torno a
la especificidad de la lectura en psicoanálisis con la opinión de que la enseñanza con-
siste en mostrar la manera en que cada psicoanalista, como coordinador de seminario,
interpreta el texto y escucha cómo los otros lo leen, atento a las resonancias incons-
cientes que el texto freudiano produce como obstáculo o dificultad para trabajar.
Fueron destacados luego los modos en que se daba la enseñanza en los seminarios
anteriores a la reforma del setenta y cuatro, la manera en que se pensaba la formación
en ese momento. El profesor a cargo del seminario era el didacta, aquél que tenía la
capacidad de enseñar y que se capacitaba con cursos de pedagogía para ofrecer una
enseñanza de excelencia. La lectura de Freud era talmúdica: se analizaba párrafo por
párrafo y se discutía cada uno de ellos. Poco a poco eso se fue modificando y a partir
de la reforma (libertad de currícula, de cátedra, pluralismo) los seminarios cambiaron,
comenzaron a ser distintos. A veces, por ejemplo, la lectura era acompañada por la
proyección de imágenes, como un recurso de la enseñanza.
una observación señaló que el clima de escucha, de intercambio y de apertura en
el seminario es diferente a la clase magistral pero en aquel clima tiene que estar el
profesor en tanto guía de esa lectura que trae cuestionamientos – no saberes estable-
cidos – y cuestiona el texto, lo cual favorece una transferencia sobre aquella lectura
talmúdica del texto freudiano.
En el debate que se iba dando en el taller la idea mencionada al principio, de mos-
tración, se hizo pregnante en este punto, cuando se destacó que al rescatar este concepto
como recurso para la enseñanza, marcaba el valor de las imágenes por lo cual no era
una casualidad que a lo largo de los años hubiera aparecido con insistencia el tema
de la imagen. Sin embargo, ¿qué es lo que hay que mostrar? ¿mostrar lo inconsciente
o mostrar un arte?
Aquí una interesante disquisición conceptual respecto de la palabra “mostración”
equiparó el término a lo que en arte contemporáneo se llama presentación, que sería
la intención de mostrar la cosa en sí para producir un efecto de impacto estético que
atraviese al sujeto y lo afecte en un registro diferente del de lo bello. Esta presentación
sería entonces diferente a lo que habitualmente se entiende por representación.
Fue retomada en este punto la pregunta acerca de los efectos de lectura y la cuestión
de cómo articular la dimensión personal o subjetiva con lo institucional. Según Hugo
Achugar2 hay dos tipos de olvidos: uno, el olvido del malentendido, que trabajamos en
el análisis personal y otro olvido más específicamente ligado con las lecturas que hacemos.
Este autor sostiene que no se puede pensar más allá de lo que se lee, de lo que no se
conoce. Plantea que la lectura tiene un efecto de apertura de lo que denomina un corset
ideológico y esas dos dimensiones serían aquellas que habría que tratar de articular.
El eje de la discusión viró hacia el tema de la enseñanza y la transmisión ¿dos tiem-
pos diferentes? Existe una tendencia a pensar que enseñanza y transmisión son pro-
cesos diferentes pero hay una mezcla permanente de los mismos. En este sentido se
podría entender a la enseñanza como la transmisión de un saber de manera directa,
la enseñanza como un tiempo anterior al de la transmisión y un acto de deconstruc-
ción del saber previo para acceder al psicoanálisis (Freud y la neurología). Desde esta
perspectiva, la lectura se aborda no sin un saber previo y debe subrayarse que no sólo
hay enseñanza en los seminarios sino en cualquier otro ámbito del trípode.
Se aludió entonces al prólogo de Freud a los diez años de creación del Instituto de
Berlín como ejemplo de definición de enseñanza y transmisión. Freud pensaba al
Instituto de Berlín como un lugar en el cual la teoría del análisis pudiera ser enseñada
y la experiencia del análisis, transmitida. Esta distinción instala una polaridad entre
saber y experiencia y da por sentado que hay algo de la experiencia que desborda al
saber; el saber quedaría en mora en relación a la posibilidad de aprehender, sistematizar
y enseñar una experiencia.
Plantear el problema en términos de enseñanza y transmisión lleva a preguntar
qué hay que saber para poder trabajar y qué se supone que debe ser enseñado para
dar ese saber. En Estados unidos un grupo de psicoanalistas trabaja el tema del saber
del analista y plantea que existe una actitud fóbica de los analistas respecto del tema
del saber. ¿Qué enseñar entonces sobre la base de lo que es necesario para poder tra-
bajar? Por ejemplo, ¿cómo mostrar qué es un mecanismo de defensa, o la diferencia
entre angustia de castración y de separación?
El valor de la transmisión de ese saber implica una responsabilidad, la responsa-
bilidad de qué saber se elige transmitir. ¿Cuál es aquí entonces el papel de la ideología
en la transmisión?
Por otra parte cada analista debería intentar transmitir algo de aquello que lo ex-
cedió en su práctica y con lo cual hizo algo personal. Esa construcción personal sería
un testimonio de la experiencia singular de cada analista y de su arte.
La discusión giró luego en derredor al lugar del saber, el saber previo o extra-
textual en la práctica de lectura psicoanalítica. Fue planteada la dificultad de concebir
una lectura del texto sin algo extratextual a partir de cierta ilusión de una lectura
virginal posible, en el sentido de un desprendimiento del capital de lectura previo
que inevitablemente genera un prisma particular de lecturas. Por eso hoy en día
pretender leer a Freud despojándose del efecto de Klein, de Lacan, etc. puede ser
una orientación tendencial pero sería positivo recuperarla como tendencial y no
como posible de ser lograda.
¿Cuáles serían las marcas de la formación psicoanalítica?
La enseñanza del psicoanálisis tiene marcas propias, pero más que la insistencia
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para pensar las formas organizativas institucionales y el diseño – los criterios de diseño
– de las mismas.
En cada una de las actividades de la Institución se pone en juego el desarrollo del
pensamiento analítico, no sólo en el análisis personal, este es también uno de los
puntos de la polémica. Y en cada una de las actividades es posible y necesario propiciar
esa marca de pensamiento analítico.
¿Cómo concebir entonces las formas organizativas en la Institución acordes a nues-
tro objeto de estudio, lo inconsciente, para que ellas se transformen en dispositivos
en los cuales sea posible desarrollar el pensamiento analítico y no devengan en lugares
de reiteración de enunciados vacíos?
917
Patricia Saks2
Índice
1. Definición de objeto analítico lúdico (O.A.L)
2. Mi experiencia analítica con niños. Presentación de casos clínicos
3. Aperturas en la técnica. Las intervenciones lúdicas
4. El objeto analítico lúdico en el psicoanálisis con adolescentes y adultos
5. Entrelazamientos conceptuales
6. Objeto analítico lúdico y dialecto analítico
7. Conclusión
psicodiagnóstico
De acuerdo a lo evaluado en el proceso psicodiagnóstico se observan: trastornos
en la constitución del aparato psíquico ligado a fallas en la consolidación de los vínculos
primarios.
Se establece un encuadre analítico que incluye dos sesiones individuales con Juan
y entrevistas de orientación y seguimiento con los padres.
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Material clínico
Juan me mostró desde el comienzo del encuentro analítico, a través de su desor-
ganización y caos, el sufrimiento que significaron para él las fallas en la estructuración
de los vínculos primarios (el desencuentro materno básico).
“El trauma no es sólo algo que ha ocurrido, en el sentido clásico de traumatismo,
sino algo que no ocurrió, a causa de una ausencia de respuesta de parte del objeto -
madre” (Green, 1990, p. 319).
sesión D
Llama al perro “Bebé-perro” y se mete en el “sillón - cuna - cucha”.
Está por sacarse los pantalones. Le pregunto qué quiere hacer y me dice que se va des-
nudar como los perros. Le digo que acá no se desnuda.
El bebé - perro está adentro de su cuna (mi sillón) y le tengo que tirar la pelotita.
Luego hace que es mi ropa. Se cuelga del apoyabrazos del sillón y con gestos, me indica
que haga como que me “visto de él”.
Me dice: “Te falta el cinturón o los zapatos“.
Pienso que en este juego de “ser mi ropa”, escenifica vivencias ligadas a la fusión de
los cuerpos (me tengo que vestir de él).
Él es mis zapatos, mi pantalón y hasta mi pelo.
Este juego se repite en varias sesiones.
Arroja unas bolitas, que previamente había metido adentro de la masa, y me pide que
le ayude a encontrarlas diciendo: “Somos un equipo” (expresando la alianza analítica).
sesión G
Es una sesión donde reaparece el caos y la desorganización.
Trae un muñequito robot.
Enseguida hace venir a bebé - perro.
Le tengo que tirar la zapatilla que se sacó y hacer como que se la arrojo y no hacerlo
en realidad. Él la va a buscar; me dice que haga esto tres veces y a la tercera empieza
una fase de progresivo descontrol.
Se acurruca.
Me dice que alimente al bebé-perro que se transforma en una máquina que junta pe-
dazos de masa del piso.
Sus manos son garras. Toma pedazos de masa y me los arroja.
Dice al arrojar la masa: “Soy la máquina de basura”.
Es un robot que agarra la masa - basura y la arroja.
Se tira al piso, se saca el reloj pulsera, se tira en el diván.
Agarra el reloj de mesa y cambia la hora haciendo sonar el despertador.
Hay momentos de caos intenso.
Es bebé, es perro, es robot.
Le hablo al bebé desesperado que sufre porque no sabe quién es (muestra intensas
angustias confusionales - desorganizantes).
Luego de atravesar una zona de gran caos, ligado a la emergencia de angustias con-
fusionales - desorganizantes, reaparece bebé-perro.
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sesión I
Llega a la sesión un bebé - perro muy desorganizado.
Arroja cosas, chupa todo, agarra las cosas con la boca y se queda colgado del sillón.
Lo tengo que sostener para que no se caiga.
Le recuerdo que tiene un nombre. Se lo leo.
Sigue desorganizado.
Le digo que me cuenta que hubo un bebé muy desesperado.
Toma el reloj. Le pone una pila y lo hace funcionar.
Le digo que quiere que lo ayude a curar a este bebé, como si pudiésemos volver el
tiempo atrás.
Me dice que duerma. Hago que cierro los ojos.
Va poniendo objetos y pedazos de objetos, esparcidos por el consultorio, dentro de
sus medias, que se había sacado, rellenándolas.
Luego va poniendo otros adentro de su caja.
PRIMER O.A.L
- Objeto analítico lúdico: Ser mi ropa.
- Problemática psíquica: Problemática ligada a la fase simbiótica.
- Función analítica: Función materna ligada a estados fusionales arcaicos.
SEGuNDO O.A.L
- Objeto analítico lúdico: Bebé-perro.
- Problemática psíquica: Problemática ligada a la estructuración de vínculos primarios.
Expresión de vivencias de fragmentación corporal y angustias desorganizantes.
Función analítica: Función materna organizante y unificadora.
La construcción continúa
Noveno mes de tratamiento
sesión K
Bebé - perro se ubica abajo del diván y tengo que hacer de interlocutora entre bebé
- perro y niño - gato.
Niño - gato le manda mensajes a bebé - perro que le tengo que transmitir u objetos
que le tengo que entregar. Bebé - perro hace lo mismo con niño-gato.
“Bebé - perro, niño - gato te manda un pastel“.
“Niño - gato, bebé - perro te manda caramelos”.
En uno de esos mensajes niño - gato le escribe con letras sueltas un mensaje que dice:
“bebé - perro, te amo mucho“.
sesión L
Habla de una tinta que lo hace invisible.
Traslada cosas de lugar y yo, al no poder verlo, me sorprendo al observar que las cosas
se mueven.
Toma los lápices, los lleva de un lugar a otro.
Expreso mi sorpresa y desconcierto: “¿Pero cómo se mueven las cosas, qué pasa?
¿Recién los lápices estaban ahí y ahora?”
Yo voy hacia ese lugar, tanteando en el aire para tratar de atrapar a ese ser invisible
que mueve las cosas.
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Digo: ¡Ah, ya voy a agarrar al que hace eso! Y tanteando en el aire exclamo: ¡Te agarré!
Aparece en él el placer de la risa, cuando intento agarrar, sin lograrlo, al ser invisible,
que traslada las cosas.
QuINTO O.A.L
Objeto analítico lúdico: Avioncito - No
Problemática psíquica: Proceso de individuación, el NO como organizador psíquico.
Función analítica: Establecimiento y sostenimiento de vínculos simbólicos, recono-
cimiento de las diferencias subjetivas.
SEXTO O.A.L
Objeto analítico lúdico: Juego de cartas ”Los padrinos mágicos”.
Problemática psíquica: Desarrollo de las sublimaciones.
Función analítica: Historización de objetos analítico lúdicos anteriores (bebé - perro,
niño - gato), Reconocimiento de las nuevas posibilidades sublimatorias y de cambios
psíquicos logrados.
Vemos de este modo que la secuencia de los objetos analíticos lúdicos, así como
sus transformaciones, pueden ser utilizadas como indicador (correlato lúdico) del
cambio psíquico. (Ej.: bebé-perro que se transforma en bebé – perro, niño - gato).
Dicho análisis permite, a su vez, definir intervenciones analíticas específicas, aso-
ciadas a las diversas problemáticas psíquicas representadas y pensar acerca de sus
efectos en el campo analítico.
psicodiagnóstico
A partir del psicodiagnóstico se observan los efectos perturbadores y desorgani-
zantes de la situación traumática, tanto en Sofía como en sus padres.
Se inicia un proceso analítico de dos sesiones semanales y se indica psicoterapia
de pareja para los padres.
SEGuNDO O.A.L
Objeto analítico lúdico: Chiquelitu
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(Se incrementa el sadismo oral y dudo entre dejarla que rompa su dibujo y la carpeta
protectora o ponerle límite. Opto por “dejarla hacer”).
Sofía rompe, desgarrando su dibujo y la carpeta.
El consultorio esta lleno de pedazos de su dibujo y de la “carpeta protectora”
Le digo:” Me parece que me contás que vos alguna vez te sentiste así de rota”.
(Pienso en vivencias de desgarro y fragmentación ante la ruptura brusca del vínculo
con los padres, asociada al duelo. El trauma como la ruptura de barreras - carpeta
protectora).
Le digo: “Tal vez sentiste que no tener a mamá era como romperte”
TERCER O.A.L
Objeto analítico lúdico: Bebé- loco
Problemática psíquica: Aspectos regresivos ligados a vivencias de desesperación y
descontrol oral – anal, aumento de componentes destructivos pulsionales ligados a
angustias de abandono, carencia de asistencia calmante y organizante ante el descontrol
pulsional destructivo.
Función analítica: Límites estructurantes ante descontrol pulsional, función vincular
de contención del estado regresivo, con efectos calmantes y organizantes.
CuARTO O.A.L
Objeto analítico lúdico: Nena rota
Problemática psíquica: Aumento de sadismo oral ante vivencias de desgarro por
brusca desinvestidura de sus padres (asociada al duelo), vivencias de fragmentación
corporal.
Función analítica: Protección ante impulsos destructivos (carpeta protectora).
QuINTO O.A.L
Objeto analítico lúdico: Peluche con boca
Problemática psíquica: Desarrollo de aspectos libidinales orales – anales; disminución
de componentes destructivos pulsionales.
Función analítica: Investidura de funciones y zonas libidinales.
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5. Emilio Rodrigué se refiere a la idea de “interpretación lúdica” y dice al respecto: “La interpretación
lúdica comienza con una toma de contacto directa y sensorial del material empleado por el niño. En este
sentido esta orientado desde el medio de expresión no verbal y plástico hacia la comunicación verbal.
Esquematizando, la interpretación lúdica consta de dos tiempos; en el primero el analista remeda el juego
del niño y en el segundo, trasmite lo que ha comprendido verbalmente, pero haciendo complementaria-
mente uso de los medios no verbales que el niño ha empleado” (1966, p. 135).
Dicha actitud mimética favorecería la elaboración, permitiendo una mejor comprensión del material.
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- “Hilamaya o pozo”:
Con un analizado adulto, el juego de palabras “Himalaya o pozo” era la represen-
tación lingüística creada en el diálogo analítico para referirnos a la autoevaluación
superyoica exigente y cruel desde la cual medía sus logros; el no ser perfecto (escalar
el Himalaya), equivalía al desastre, a la caída, a la ruina, al pozo.
A partir de la referencia a este OAL ciertos estados depresivos por los que atravesaba
y que se presentaban como efecto de dicha autoevaluación superyoica podían hacerse
comprensibles analíticamente.
- “El filtro”
Era el modo en que se fue expresando - representando en el análisis con una adulta
el proceso de desidentificación con una madre desbordada, impulsiva, que “no paraba”,
que “no se podía callar”.
“El filtro”, representaba el registro de cambio psíquico, desde el cual ella podía “fre-
nar” su propio hablar evacuativo (identificación materna), dando lugar a otro modo
de circulación simbólica basado en el registro de la alteridad y la posibilidad de procesar
- elaborar sus tendencias impulsivas.
- “El camarero”:
Me referiré ahora, a un caso clínico presentado por el psicoanalista Antonino Ferro,
en su trabajo “Transformaciones en el sueño y personajes en el campo psicoanalítico.
Reflexiones preliminares sobre las diferencias entre los modelos teóricos del psicoa-
nálisis” (2008). Cuando Ferro desarrolla el material clínico de Filippo dice:
durante años les lleva todos los días a sus padres el desayuno a la cama, y que representa
su actitud complaciente y a veces hasta servil (un fantozzi)”.
En este sentido, pienso que “el camarero”, funciona como un objeto analítico lúdico,
en tanto se trata de una representación creada en transferencia a partir del diálogo
analítico, que representa un aspecto de la problemática del analizado.
Quiero destacar que mis propios OAL, creados en mi análisis y las “intervenciones
lúdicas” de mi analista, que posibilitaron dichas creaciones compartidas, se constitu-
yeron en ejes elaborativos para el desarrollo y consolidación de este trabajo de cons-
trucción conceptual.
5. entrelazamientos conceptuales
“La psicoterapia se da en la superposición de dos zonas de juego, la del paciente y la
del terapeuta. Esta relacionada con dos personas que juegan juntas. El corolario de ello
es que cuando el juego no es posible, la labor del terapeuta se orienta a llevar al paciente,
de un estado en el que no puede jugar a uno en que le es posible hacerlo”
D.W.Winnicott, Realidad y Juego, p. 61
La interpretación del juego resultó entonces obvia. Se entramaba con el gran logro
cultural del niño: su renuncia pulsional (renuncia a la satisfacción pulsional), de admitir
sin protestar la partida de la madre. Se resarcía, digamos, escenificando por si mismo,
con los objetos a su alcance ese desaparecer y regresar “(p.15).
Al continuar analizando el valor de dicho juego expresa: ”En la vivencia era pasivo,
era afectado por ella, ahora se ponía en un papel activo, repitiéndola como juego, a
pesar de que fue displacentera” (p.16).
Destaca de este modo la importancia del juego como actividad psíquica que permite
convertir en objeto de recuerdo y elaboración anímica lo que en sí mismo resultó dis-
placentero.
Desde esta perspectiva conceptual, el OAL es creado a partir del interjuego sim-
bolizante de la experiencia analítica.
Por su parte, Winnicott vincula el juego con el espacio potencial, destacando el
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Para mi el significado del jugar adquirió un nuevo color desde que seguí el tema
de los fenómenos transicionales y busqué sus huellas en todos sus sutiles desarrollos,
desde la primera utilización del objeto o las técnicas transicionales, hasta las últimas
etapas de la capacidad de un ser humano para la experiencia cultural” (1971, p. 63).
Dentro de este marco conceptual, ubico al OAL como parte de la dinámica del
campo analítico.
Por su parte Green realiza fecundos desarrollos en relación a la dialéctica pulsión
- objeto. Dice en su libro La Metapsicología Revisitada:
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7. conclusión
“Ahora examinaré un rasgo importante del juego, a saber, que en él, y quizas
solo en él, el niño o el adulto están en libertad de ser creadores”
D. W Winnicott. Realidad y Juego
resumen
La autora define y desarrolla el concepto de objeto analítico lúdico: se trata de objetos cre-
ados – construidos en el proceso analítico, a través de los cuales se expresan, representan y
elaboran diversas problemáticas psíquicas.
Presenta dos casos clínicos de niños, analizando la creación y secuencia de los objetos ana-
líticos lúdicos en ambos procesos analíticos.
La autora amplía el concepto al psicoanálisis con adolescentes y adultos.
Como apertura desde la técnica, define y desarrolla lo que denomina: intervenciones lú-
dicas, las cuales favorecen el despliegue simbolizante del gesto espontáneo del analizado.
Desarrolla diversos entrelazamientos con otros conceptos psicoanalíticos.
Ligando la experiencia analítica, el juego y la creación, destaca el valor de sus propios
objetos analíticos lúdicos creados en su análisis como eje para el trabajo de elaboración con-
ceptual en un movimiento de integración – consolidación analítica teórica y clínica.
summary
A discovery - opening in clinical work and technique:
the analytic play object.
The author defines and develops the concept of a ludic analytical object, created-
constructed during the analytic process and through which different kinds of psychological
problems are expressed, represented and worked through. In two clinical examples with
children she describes the analytical sequence of these ludic analytical objects created during
each of the cases. She extends the concept to psychoanalysis with teen agers and adults
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As a starting point, she defines and develops the idea of what she calls ludic interventions,
whose aim is to favor symbolization and spontaneous gestures of the patient. Interactions
with other psychoanalytical concepts are also commented.
Relating analytical experience to playing and creating, she enphasizes the value of her own
ludic analytical objects created during her own analytical experience as central in her
capability to elaborate conceptually and to integrate theory with clinical experience.
resumo
Uma descoberta - abertura na clínica e na técnica:
o objeto analítico lúdico
Bibliografía
Baranger, M., Baranger W.: (1969). Problemas del campo psicoanalítico. Buenos Aires, Kargieman,
Ferro, A. Transformaciones en el sueño y personajes en el campo psicoanalítico. Reflexiones
preliminares sobre las diferencias entre los modelos teóricos en psicoanálisis, en Revista
de Psicoanálisis. Tomo LXV. Número 4. 2008.
Freud, S.: (1920). “Más allá del Principio de Placer”. Tomo XVlll. Buenso Aires, Amorrortu. 1920.
Green, A: De locuras privadas, Buenos Aires, Amorrortu, 1990.
La Metapsicologçia Revisitada. Buenos Aires, Eudeba 1996.
Ideas directrices para un psicoanálisis contemporáneo. Desconocimiento y reconocimiento del
inconciente, Buenos Aires, Amorrortu. 2005.
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Rodrigué, E.; Tronquoy de Rodrigué, G: El contexto del proceso analítico. Buenos Aires,
Paidós, 1966.
urribarri, R.: Comunicación personal. 2008.
urribarri, R.: Sobre adolescencia, duelo y a posteriori. Clínica psicoanalítica de niños y adoles-
centes. Colección de psicología integrativa, perspectivista interdisciplinaria.1998.
Winnicott, D: Exploraciones Psicoanalíticas ll. El juego del garabato”: (amalgama de dos artículos:
uno inédito, escrito en 1964, y el otro publicado en 1968). Buenos Aires, Paidós, 1991.
(1971) “Realidad y Juego”. Buenos Aires, Gedisa, 1982.
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REVISTA DE LIBROS
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Entre noviembre de 1971 y enero de mar la falta del Otro. De ahí que al alojar
1972 Lacan pronunció siete conferencias la instancia (insistencia) de la letra en la
en el hospital St. Anne. Las cuatro últimas, repetición, la interpretación ponga de re-
que prolongan y despliegan desarrollos lieve lo insostenible de todo “principio del
del seminario XIX (“Ou pire”, dictado a placer” que no incluya el displacer que
partir de diciembre 1971 en la Facultad asoma en el goce y concierne al cuerpo.
de Derecho), fueron intercaladas entre las A partir de lo que pierde de goce el ha-
clases correspondientes cuando éste fue blante, se sigue que no hay (salvo para un
publicado. Las tres primeras componen discurso religioso) relación sexual.
este volumen. El saber del psicoanalista, concluye
En la primera (“Saber, ignorancia, ver- Lacan, hace al lugar en que éste debe ubi-
dad y goce”) Lacan comienza por la igno- carse para sostener ese saber fronterizo
rancia como condición de un saber que entre la potencia de lo simbólico y un real
acorde a la experiencia analítica apunte a en pérdida.
lo singular. En la segunda conferencia (“De la in-
Al suponer (en “una dificultad del psi- comprensión y otros temas”) Lacan inte-
coanálisis”) que las resistencias al psico- rroga el valor de verdad, en tanto que sín-
análisis se deben a su aspecto de revolu- toma, de la incomprensión de su enseñanza,
ción (alineada a la copernicana y la en el horizonte de la incomprensión mate-
darwiniana) en el saber, Freud habría pa- mática, proveniente de un desfase en el ma-
sado por alto que revolución es retorno al nejo del valor de verdad (del que se espera
punto de partida, con el consiguiente efec- algo más que la bivalencia verdadero o
to de exaltación narcisista. El inconciente falso). Al modo de los enunciados mate-
supone en cambio, señala Lacan, una sub- máticos, de los que es imposible decir si tie-
versión en el estatuto del saber, en cuya nen una verdad o un significado y tocan
frontera sensible con una verdad en con- una dimensión de la verdad cuyo encuentro
tinua sustracción opera el psicoanálisis, puede aletargar, la función de la palabra en
que por eso no es propicio para dicciona- psicoanálisis sólo toca el real inarticulable
rios (como el Laplanche - Pontalis). de la diferencia de sexos y el goce sexual al
Estructurado como un lenguaje, más precio de la castración, dejando un núcleo
vinculado a la gramática y la repetición opaco en la relación del hablante al cuerpo
que a la retórica, el inconciente pone en sexuado que sólo puede mediodecirse por
juego en la función de la palabra una ver- la palabra, a lo sumo inventando un sem-
dad en disyunción al saber, que deja aso- blante (de hombre o mujer).
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En eso el discurso – definido por estar que se plantea ahora a qué réson recurrir
determinado por lo real, sólo abordable para abordarlo.
por vía del matema – se opone a la palabra, Ya antes de 1950 (en “Acerca de la cau-
lo que abre la cuestión de cómo lalengua, salidad psíquica”) había denunciado, re-
correlativa de la disyunción del goce se- cuerda, toda definición de la enfermedad
xual, entra en relación con dicho real. mental fundada en la segregación ligada
La tercer conferencia (“Hablo a las pa- al discurso amo y su moderno desliza-
redes”) comienza con una confesión de miento calvinista hacia el discurso del ca-
Lacan: no distingue al auditorio del de su pitalismo, caracterizado por el rechazo de
seminario (y viceversa). Dado que su in- lo simbólico (y por ende de la castración,
tención inicial al venir a St. Anne había y con ella de todo lo que hace a las cosas
sido hablar a psiquiatras, y siendo notorio del amor) que dos siglos después retorna-
que no todos los presentes lo son, conclu- ría bajo forma del discurso analítico, en
ye que es a las paredes que habla, al modo que el analista semblantea el objeto a.
de un acto fallido en cuya vertiente logra- A propósito del muro, retoma hacia el
da podría ser entonces que, pese a todo, final el poema de A. Tudal Paris l’an 2000
sí hable a alguien en esos muros, que lo que ya citara en “Función y campo de la
vieran jefe de clínica años atrás. Allí, palabra y el lenguaje en psicoanálisis”.
donde escuchara cosas decisivas (como la
paciente que llamara Aimée, que marcó Entre el hombre y la mujer está el amor
su ingreso al psicoanálisis) de las que pro- Entre el hombre y el amor está el mundo
viene todo su discurso, formula ahora di- Entre el hombre y el mundo hay un muro
rectrices esenciales de la relación entre el
horizonte simbólico de la palabra y lo real Ese muro, que no es otro que la jun-
que se le sustrae. tura entre verdad y saber está, como la
Los muros están hechos para rodear castración, en todas partes en lo que va
un vacío, subraya, del que hacen nacer el de un significante a otro, cada vez que
lenguaje. En la tradición filosófica, que algo serio se juega entre un hombre y
desde la caverna de Platón hizo lugar a ese una mujer. Más allá de quién le da cuer-
vacío, se rastrea el objeto a. La razón, eso po, el amo del juego es el significante, y
resonante en los muros relativo al origen su sustancia – el goce del que el sujeto
de la res (cosa) con que se hace la realidad, está separado – es ese objeto que corre
concierne a lo que se puede extraer del como el anillo en el juego de la sortija,
lenguaje a título de lógica, que es preciso cuyo estatuto nadie es capaz de enunciar,
dejar el sentido común para alcanzar. Hay y del que el psicoanálisis demuestra su
sentido pero no lo hay en común, esa per- manifestación sólo enunciable con la
catación – dice Lacan – lo condujo a la marca de la castración.
existencia del objeto a, el real al que la in-
terrogación lógica lleva a recurrir y del carlos A. Basch
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Ana Rozenfeld nos ofrece un libro in- Ana Rozenfeld nos invita a pensar en
teresante por el tema elegido y también estas cuestiones ya que estamos dispuestos
ameno, accesible para el público en ge- a dar lugar, tiempo y espacio a lo imagina-
neral y que a la vez constituye una invi- rio, lo simbólico y aceptando lo inevitable
tación a pensar en nuestra clínica desde de lo real como inaccesible e imposible.
todo lo que nos ofrece con su experiencia: Es complejo separar este fenómeno, la
pensar en nuestros pacientes, en nosotros resiliencia, del concepto de pulsiones de
mismos, en situaciones que suceden a vida y una de sus funciones, la autocon-
nuestro alrededor. servación. La autora da numerosos ejem-
Destaco la posibilidad de ejercer un plos y nos hace pensar en otros.
pensamiento crítico sin someternos a la Creo que es muy interesante el planteo
imposición de un patrón ideológico. No que hace acerca de las posiciones subjeti-
todos acuerdan con este concepto que Ana vas. Aquí surge para interrogarnos nues-
aclara muy bien que no es un concepto psi- tro pensar acerca de las realidades psíqui-
coanalítico sino que es descriptivo y busca cas y la mentalización. Este libro nos
una explicación en la metapsicología. interroga y nos invita a buscar por dife-
Menciona el pensamiento de Lía Ricón rentes caminos respuestas a porqué hay
acerca de la resiliencia “capacidad de saltar quien quiere vivir y lucha por ello bus-
desde el agua a una embarcación”. cando mejores condiciones de vida y
Dice Ana: “el salto implica poner un aquellos que se entregan a la muerte.
espacio entre la condición del supuesto En la página 56 nos dice: “La confian-
náufrago y la nueva del navegante”. Dos za, la creencia, la convicción en la palabra
lugares que hacen referencia a la transi- emanada de la autoridad, la esperanza,
ción entre el encuentro con lo mortífero son factores psíquicos que pueden gene-
y el sujetarse a la vida. La autora ubica a rar resiliencia. Funcionan a modo de brú-
la resiliencia en ese intersticio, esa lucha jula, orientando y rescatando a quien se
por la supervivencia en momentos trági- ve sumergido en la confusión, el aturdi-
cos. Creo que ese llamado intersticio en- miento.” Esto describe a un analista con
cierra un misterio maravilloso para con- su paciente durante un proceso analítico.
tinuar investigando. Insisto en la palabra uno con sus convicciones emanadas de la
misterio que sin duda surge de la lucha autoridad de Freud, otro con la necesidad
entre Eros y Tánatos. Deseo de vivir- y el deseo puestos en juego al aceptar las
deseo de morir. reglas del juego psicoanalítico, el fair play.
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REVISTA DE REVISTAS
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dor donde acontece el proceso transfor- quietud del cuerpo, en el análisis de niños
mador simbolizante. es la acción la que genera la ensoñación.
Colocar al juego en el centro del pro- En el análisis también soñar y generar
ceso de transformación implica desalojar ideas se entrelazan para dar vida a un pro-
a la palabra de su lugar central e incluir el ceso creativo, transformador y simboli-
cuerpo como una entidad capaz de co- zante, que encuentra el marco posible en
municar a través de las acciones y expre- el arca metafórica, nido, espacio de inter-
siones. El analista está activamente im- juego, cuyo sentido es el de compartir el
plicado en la construcción de significados. intercambio lúdico en la dupla analítica.
Mientras que en el análisis de adultos
el pivote del funcionamiento psíquico es la Beatriz elisa roguin
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referencias bibliográficas
A continuación del empleo de una idea o concepto correspondiente a otro autor
se indicará, entre paréntesis, el apellido de este seguido de una coma y el año de la
primera edición (preferentemente).
Por ejemplo, (Freud, 1918). Si el nombre del autor estuviera ya incorporado en la
frase sólo se consignará entre paréntesis el año. Por ejemplo, Freud (1918).
Si los autores fueran dos, se consignarán los dos nombres: “(Laplanche y Pontalis,
1968)” o “Laplanche y Pontalis (1968)”. Se preferirá siempre la fecha de la primera
edición a la fecha del texto que el autor maneja, que sí será consignada en las referen-
cias. Si los autores fueran más de dos, se mencionará solo el primero, seguido de la
expresión latina et al. (pero escrita sin comillas y no subrayada) o de la castellana “y
otros” (escrita sin comillas). Por ejemplo: “Garma y otros (1971)” o “(Garma y otros,
1971)”. O bien “Garma et al. (1971)” o “(Garma et al., 1971)”.
Las referencias deberán ser ubicadas al final del trabajo, agrupadas por autor, bajo
el título “Bibliografía”.
Se incluirán solo las referencias de autores y textos que hayan sido mencionados
en el cuerpo del artículo. Aunque un autor o un texto hayan sido mencionados varias
veces, en Bibliografía deberá aparecer una única vez y no deberán emplearse expre-
siones como “ib.”, “ibíd.”, “ibídem”.
Los autores se presentarán por el apellido seguido de la inicial del nombre, por
ejemplo, “Freud, S.”. El orden a seguir es el alfabético. A continuación, entre paréntesis,
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el año en que fue publicada la obra de referencia; por ejemplo, Freud, S. (1918). Si se
mencionan más de un trabajo de un mismo autor, deberá ordenárselos cronológica-
mente empezando por el más antiguo.
Si se hace referencia a más de un trabajo escrito en un mismo año, inmediata-
mente después de la fecha se le agregará, al primero la letra a, al segundo la letra b,
y así sucesivamente.
Por ejemplo, Freud, S. (1918 a); Freud, S. (1918 b). Cuando un autor es referido
por su/s trabajo/s individual/es y por otros en los que es coautor –figurando él en pri-
mer término– los trabajos individuales antecederán a los colectivos. Para distinguir
dos o más lugares de una misma referencia, colóquense en el texto las páginas que co-
rrespondan en cada caso.
Los títulos de libros (en castellano) se escribirán en minúscula (excepto la primera
letra de la primera palabra y los nombres propios), sin comillas y en bastardilla. A
continuación, el lugar de edición, el nombre de la editorial y el año de edición. Aunque
el autor del trabajo no haya consultado la edición original, puede consignar las dos
fechas. Por ejemplo: “Laplanche, J. y Pontalis, J.-B. (1964). Fantasme originaire, fan-
tasmes des origines, origines de fantasme, París, Hachette, 1985. [Traducción cast.:
Fantasía originaria, fantasía de los orígenes, orígenes de la fantasía, Barcelona, Gedisa,
1985.]”. Si se conociera la existencia de una edición castellana pero no se pudiera dar
la referencia completa, escríbase: “[Hay trad. cast.]”. En cualquier caso es conveniente
que figure la traducción del título al castellano.
Los títulos de artículos irán sin comillas y sin subrayar seguidos del nombre de la
revista que los incluye, sin abreviar y en bastardilla, número del volumen, año, lugar
y editorial. Por ejemplo: Baranger, M.; Baranger, W.; Mom, J. Proceso y no proceso
en el trabajo psicoanalítico.
Revista de Psicoanálisis, XXXIX, 4, Buenos Aires, Asociación Psicoanalítica
Argentina, 1982.
Descriptores
Los descriptores correspondientes a los trabajos aceptados para su publicación
serán adjudicados por la Comisión de Informática de la Asociación Psicoanalítica
Argentina mediante el uso del Tesauro de Psicoanálisis.
Importante
El Comité Editor no se responsabiliza por las opiniones expresadas por los autores.
La presentación de los trabajos a la REVISTA DE PSICOANÁLISIS implica la cesión
legal de los derechos de publicación escrita y electrónica de los autores a favor de la
REVISTA.
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