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Índice

Índice............................................................................................................................................1
Sor Juana ¿La única?...................................................................................................................1
Escritura hagiográfica femenina en la colonia.............................................................................1
 Introducción ............................................................................................................1

 Contexto histórico....................................................................................................1

 Contexto sociocultural.............................................................................................2

 Escritura hagiográfica..............................................................................................4

 La mujer en la Nueva España..................................................................................5

 Hagiógrafas..............................................................................................................6

 Ana de Zayas..........................................................................................................9

 Conclusión.............................................................................................................13

Bibliografía................................................................................................................................14

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Sor Juana ¿La única?

Escritura hagiográfica femenina en la colonia

Introducción

En el presente ensayo pretendo hacer un recuento de la escritura hagiográfica


femenina durante la época de la colonia, en virtud de que a lo largo de siete
semestres de la licenciatura en letras hispánicas he podido darme cuenta de que
cada que se habla de mujeres que escriben en la época de la colonia, o de religiosas
que dan cuenta de sus memorias, surge siempre una única figura, Sor Juana Inés de
la Cruz.

Este trabajo final, que se presenta para la materia de Literatura


Hispanoaméricana de la Colonia, no pretende de ninguna manera demeritar el
trabajo ni el talento de la llamada “Décima musa”, sino hacer un breve recuento de
todas las mujeres que aproximadamente en la misma época que ella se dedicaron a
escribir desde el convento.

Es más que evidente, que como se mostrará más adelante, la escritura era una
tarea obligada para las religiosas por sus confesores, hubo entonces cientos de
mujeres de mujeres que escribieron acerca de diversos temas, tal vez no con la
calidad de Sor Juana, pero es un hecho que ésta no fue la única.

Contexto histórico

En el periodo virreinal se fundaron cincuenta y siete conventos de religiosas que


fueron distribuidos en la parte central del territorio novohispano, cada monasterio
contaba con su propia obra manuscrita, textos elaborados por las propias monjas:
crónicas, pensamientos y trabajos con las características de lo que hoy conocemos
como ensayo, cuyos temas eran teológicos y con referencias a las “vidas

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ejemplares”.

Según Manuel Ramos Medina los testimonios más preciados de la vida


monástica tales como correspondencia privada, crónicas, escritos “primitivos” de las
religiosas, etc.; se encuentran hoy en día custodiados por monjas actuales en sus
monasterios, pues ellas prefieren no compartirlo porque para ellas es herencia de su
pasado.

Los conventos establecidos en la segunda mitad del siglo XVI en la Nueva


España, con el fin de preservar su pasado, nombraban “Cronista” a una religiosa de
su comunidad, la cual redactaba los acontecimientos más importantes del
monasterio. El nombre de la religiosa cronista, podía aparecer o no, porque era ella
lo menos importante, se trataba principalmente de preservar la memoria histórica.

Estos trabajos no sólo pretendían recrear la historia, también eran una invitación
indirecta y sutil dirigida a todas aquellas mujeres interesadas en ingresar a la vida
religiosa, aquella que quería ser monja podía tener antecedentes de la pureza y
disciplina requerida para entrar y permanecer en un convento.

Las crónicas realizadas por las monjas durante el siglo XVII son interpretación
de hechos importantes y extraordinarios ocurridos en su congregación o monasterio;
estos textos fueron revisados, interpretados y modificados por diversos historiadores
y cronistas. Estos escritos dan cuenta de importantes conflictos y desacuerdos con
otras comunidades religiosas, como lo es la relación de benefactores y sus obras, la
relación del monasterio con indigentes y el cómo afectaron a la vida conventual los
desastres naturales ocurridos en la época.

Contexto sociocultural

La religión católica fue el principal elemento de integración social del reino español y
sus territorios invadidos a través de la uniformidad de las creencias y posteriormente
con la defensa de la pureza de la fe, a través del tribunal inquisitorial, durante el reino
de los Reyes Católicos, Carlos V y Felipe II.

El Concilio de Letrán (1215) impuso a los fieles cristianos la obligación de

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confesarse al menos una vez al año, posteriormente el Concilio de Trento regularizó
esta práctica y su consideración dogmática de manera definitiva. Al mismo tiempo se
preparaba la última etapa de Concilio de Trento, la Reforma Protestante cuestionó la
estructura jerárquica de la Iglesia católica y la teología sacramental, en respuesta el
Concilio trató de encauzar la vida religiosa de todos sus fieles a través de ritos
sacramentales, de afianzar la de por sí estricta jerarquización de la Iglesia y reformar
al clero.

En este contexto, la confesión fue el método fundamental para que se formara


una conciencia individual en el mundo católico, basado en que el penitente trasmita
un discurso acerca de sí mismo, el confesor debía interrogar al penitente de forma
minuciosa y exhaustiva, mientras que el pecador interpretaba sus deseos,
pensamientos y actos de acuerdo con las normas que le imponía su confesor.
Únicamente el confesor tenía la verdad y el poder de perdón.

Si por algo se ha caracterizado la Iglesia Católica, es por marginar y excluir a la


mujer, desde el principio se le impidió el acceso a las órdenes sacerdotales y con ello
su mediación con la divinidad, para todos los sacramentos, incluido claro está el de la
confesión, debía ésta recurrir a un hombre.

Varios de los textos consultados refieren, que confesores y guías espirituales


recomendaban y en ocasiones obligaban a las religiosas a escribir no solo sus
confesiones, sino también intimidades de su vida personal y familiar, estos trabajos
eran leídos por otras monjas de la comunidad, quienes debían reflexionar de manera
silenciosa, este hecho podía deberse a que la lejanía de algunos conventos impedía
que los confesores acudieran con frecuencia a los conventos, a la imposición de un
ejercicio de obediencia y humildad o la búsqueda de patologías que podían revelarse
a través de la caligrafía o de lo que se narraba.

En una cultura en la que el convento, era el único lugar posible para que las
mujeres accedieran a un saber, aunque rígidamente codificado y controlado por la
política eclesial colonial, todo el contenido referencial era recibido y controlado por
los confesores y guías espirituales.

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Un mezclado registro de textos autobiográficos conventuales señalan la
reclusión de la voz de la mujer en lo místico o supersticioso: las autobiografías de
las religiosas se caracterizan principalmente por estados de melancolía y exaltación,
acercándose un poco a la hagiografía, se incluyen pocos datos familiares para
dedicarse de lleno al amor divino.

Los discursos en las autobiografías presentan como características principales:

 Humildad, utilizada desde la Biblia y recomendada en manuales de


retórica.

 Captatio benevolentiae, cuya pretensión es que el lector acepte lo que va


a leer, y, finalmente la concesión de autoridad, las religiosas que
escriben refieren que “su” confesor o Dios es quien las obliga a escribir.

 Y finalmente un recurso muy usado desde la época de la escritura griega


y latina, la devaluación: autohumillarse, decir que lo que se ha escrito no
sirve para nada que no tiene utilidad, de esta manera se adelantan a la
crítica, quien no podrá menospreciar la obra cuando ya la propia autora lo
ha hecho, pero en cambio podrá recibir con modestia un elogio de parte
del lector, en este caso sería el confesor o guía espiritual.

Escritura hagiográfica

Se conoce como escritura hagiográfica a la que se desarrolló durante el llamado


Periodo Virreinal, era una mezcla de biografía o autobiografía con hechos que no
eran reales, los cuales relataban acontecimientos sobrenaturales, relacionados con
apariciones de santos, entidades demoníacas, visiones celestiales, etc. Este tipo de
escritura tenía la pretensión de ser modelo social, por ello era importante que en
estas historias de vida existiera una lucha entre el mal y el bien y que éste último, al
final de la historia personal que se contaba, resultara triunfante.

La escritura hagiográfica tiene su auge en una época en que la historia era


considerada un género literario, de manera que a nadie cuestionaba la mezcla de la
realidad con la fantasía, el propósito era mostrar lo ejemplar y presentar los hechos

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“con una narración amena y mover la emotividad para producir la acción. (Alarcón
2009. p.10).

Además de la fantasía, en este tipo de narración se recurría a figuras retóricas


para atraer al lector, tales como el hipérbaton, la hipérbole y la repetición.

Las religiosas hagiógrafas del siglo XVII no se olvidaban de los preceptos


católicos y escribían con falsa modestia, se autohumillaban y desaprobaban algunas
de sus acciones cometidas, las cuales eran falsas.

La narración tenía dos vertientes, una relacionada con lo narrativo, lo cual debía
despertar el interés del lector, y por otro lado, tener un contenido didáctico. Las
historias hagiográficas tenían como características principales catarsis penitencial,
lucha contra el demonio, visiones beatíficas, muerte ejemplar y educadora y señales
post mortem.

La historia hagiográfica se narra de manera cronológica y poseer virtudes tales


como humildad, pobreza, castidad, pureza, pruebas enviadas por Dios y tentaciones
demoníacas, a pesar de que la heroína debía ser la protagonista, debían ser más
importantes las virtudes a ponderar, que la propia historia.

Los textos hagiográficos se redactaban en pliegos de 15 x 20 centímetros,


escritos en ambas caras y cosidos, podían o no tener carátula, se escribían en prosa
secuencial.

La mujer en la Nueva España

Los territorios americanos invadidos por los españoles constituyeron un agregado


multiétnico y multilingüe, la llamada Nueva España estaba organizada bajo una
jerarquía vertical pero a diferencia de España existía la posibilidad de movilidad
social. Esta flexibilidad estaba asociada, entre otras cosas, al tipo de relaciones
familiares que se desarrollaron desde el inicio del establecimiento de la colonia,
debido a los vínculos entre europeos y nativos que dio como fruto la población criolla
en este contexto social había dos imágenes relacionadas con la mujer: aquella la
que habitaba el "interior", dedicada a labores domésticas o religiosas y en menor

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grado la "exterior", con alguna independencia para manejar sus propios asuntos.

Las dos mujeres (interior y exterior) tenían dos limitaciones, la legal y la civil:
Una mujer era en teoría dependiente, ya que sus decisiones las tomaba el padre en
caso de ser soltera, el marido si estaba casada o la iglesia si era monja calidad de
monja; pero una mujer también podía ser independiente por soltería si a los 25 años
de edad no había contraído matrimonio, si se separaba legalmente en los casos
comprobados de maltrato o vicio del cónyuge varón o si quedaba viuda. La
enfermedad del marido también limitaba la aplicación de su tutoría sobre la mujer.
Asimismo, existía el caso de mujeres casadas que gestionaban la autonomía en el
manejo de sus bienes, con el consentimiento del marido, inclusive esta situación
podía ser una condición prematrimonial, de manera que la dote funcionaba como un
"seguro" ante las posibles dificultades de la vida.

Hagiógrafas

Isabel de la Encarnación Bonilla, religiosa en el monasterio de las Carmelitas


Descalzas de San José y Santa Teresa de la Puebla de los Ángeles, recibió de su
confesor, el padre jesuita Miguel Godínez la instrucción para escribir sus memorias y
sus visiones, entre las que está incluido el demonio, con quien según sus escritos
sostuvo batallas en las que ella tuvo que defender el control sobre su cuerpo y el
mantenimiento de su pureza y castidad.
Si bien los escritos de Isabel fueron avalados por la iglesia católica, otras
religiosas no corrieron con la misma suerte y se les consideró alumbradas, fueron
juzgadas por el Tribunal del Santo Oficio de México con la única base de sus textos y
la duda que podían despertar sus vivencias, es el caso de la poblana Agustina de
Santa Clara en 1598 relacionada con los alumbrados Juan Plata y Juan Núñez; en el
mismo año Sor María de la Natividad, perteneciente al monasterio de Regina Coeli.

También existieron aquellas cuyas visiones les causaban culpabilidad y por ello
se auto denunciaban, por ejemplo Margarita de San José de los Ríos, originaria de
Zacatecas, profesa en el convento de Jesús María escribió a su confesor Juan
Ignacio Castorena y Ursúa. La religiosa se quejaba de que el demonio la incitaba a

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quitarse el rosario, arrojar las reliquias, azotar la imagen de un cristo bendito,
comulgar sin confesar y sacar la hostia de su lengua para apuñalarla y freírla en
aceite. Además nueve días después de escrita esa carta, redactó otra para
declararse esclava de Sor Satanás diciendo:

Quiero, como judía que soy cometer cuantos pecados hay en ofensa de Dios,
reniego de sus santos, y darme a cuantos pecados hay, es mi última voluntad
el condenarme para siempre supuesto a que no tengo remedio ni quiero
confesarme ni pedir a Dios perdón (Rubial, 2005).

Revisando lo escrito por la religiosa me llama la atención que a pesar de


considerarse ella misma una esclava de Satanás no deja de escribir la palabra “Dios”
con mayúsculas.

En 1747 a la novicia Josefa Clara de Jesús, del Monasterio de San Juan de la


Capital se le inició proceso por parte de la Inquisición, la religiosa tenía obsesión por
la escritura al grado de recibir la recomendación de su maestra de novicias de que no
enviara tantas cartas a su confesor, cuando le fue decomisada la tinta para escribir,
se hirió el brazo con un cuchillo y redactó una carta con su sangre, en varias
ocasiones se hizo pasar por otras religiosas para poder enviar cartas; además de por
lo contenido en sus textos, a Josefa se le procesó por anunciar muertes, tener
revelaciones de las ánimas del purgatorio, conversar con una escultura de San
Francisco. La religiosa murió en 1775 antes de recibir sentencia.

Una de las pocas mujeres de quien se tiene constancia que escribió su


autobiografía dentro de un convento es la monja María de San José (1656-1719),
quien en su “Autobiografía espiritual” respeta lo esencial del género autobiográfico al
iniciar contando su vida desde su nacimiento, tratando de mantener toda la
objetividad posible ella habla de sí misma, dice ser la septima hija de Luis Palacios y
Solórzano y Antonia Berruecos, ambos hijos de padres españoles, que vivían en
Tepeaca, a siete leguas de Puebla de los Ángeles (entonces el segundo centro
religioso de la Nueva España). Ella relata que al cumplir nueve años muere su padre
y ella experimenta visiones sobrenaturales. Entre ellas sostiene una conversación
con la Virgen, con quien confiesa su vida y decide profesar, fue monja de velo y coro

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en el convento de Agustinas recoletas de Santa Mónica al cual ingresó a la edad de
treinta y dos años, después salió como fundadora de la misma congregación al
convento de Oaxaca.

Durante los diez años que estuvo en el convento de Santa Mónica, su


confesor Manuel de Barrios y el obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa
Cruz, la conminan a escribir su vida, ante las visiones que decía tener, las cuales
podían dar testimonio de una vida ejemplar. Su escritura que no abandona el tono
confesional puede dividirse en dos momentos: el primero, cuando describe sus
experiencias mundanas, previas a su conversión y la entrada en el convento, como
negativas, propias de su naturaleza pecadora, estas fueron escritas en diez
cuadernos que los confesores perdieron, y que ella reconstruyó a petición de ellos
mismos, lo hizo “con asco”; en el segundo momento, dentro convento describe los
obstáculos físicos y espirituales que tuvo que vencer. En total escribió doce
volúmenes, en treinta cuadernos, durante veinte años para expresar “la obediencia
debida y la grandeza de Dios.”

En el siguiente fragmento, la religiosa manifiesta su preocupación por el riesgo


de pecado que es para la mujer el hecho de escribir:

“Me apretó mui mucho porque hiso gran escudriño de todas mis cosas, i siempre me
dijo que le paresía mui arriesgado el camino, que era necesario andar mui sobre aviso para
no ser engañada por el enemigo (Lavrin, 2000)”

Otra religiosa fue Francisca de la Natividad quien tomó el hábito como monja
profesa en el monasterio de Santa Teresa de la ciudad de Puebla, el 7 de septiembre
de 1609. Fue hija de Pedro Marqués de Montenegro y Catalina de Tapia, todos
naturales de Benalcázar en Castilla. Escribió un cuaderno sobre la vida de la Madre
Isabel de la Encarnación. El cuaderno original de la madre Francisca consta de 63
hojas escritas por ambas caras que llevaba por titulo Este es el texto original de la
madre Francisca de la Natividad escrito por ella misma sobre la Madre Isabel de la
Encarnación del cual se hizo traslado, e aquí un fragmento en donde la Madre
Francisca de la Natividad se autohumilla:

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...yo escribo esto que puedo decir que el amor todo lo allana pues no
tengo vergüenza de que hayan de ir a manos de mi padre estos
borrones que yo misma no los quería volver a leer [...] Quiera Dios
que vengan a ser de algún provecho para su mayor gloria que con
esto yo lo daré por bien empleado mi trabajo que cierto que como lo
hago [...] tan mal y con tantas ocupaciones es de más trabajo por que
como empiezo tantas veces y lo dejo en la mano, y lo otro la mala
memoria, de ser milagro si yo acierto acabarlo comenzando bien...

Sor María de Jesús Felipa escribe cada mes acerca de su vida espiritual, pero a ella no
parece causarle tanto pesar: “Que al tiempo de escribir todo se serena y sólo tengo libertad de poder
manifestar mis aflicciones y conforme lo voy poniendo se descubre en mi alma la luz de lo que voy
manifestando…”(Lavrin, 2000, p.1) En un diario que consta de 114 páginas en los que todo el
tiempo se dirige a su confesor.

Asunción Lavrin, la investigadora que aparecía constantemente en este trabajo y cuyo


material fue localizado en su mayoría a través de libros en línea, refiere a Sor María
Magdalena Lorravaquio como una “típica visionaria conventual del siglo XVII” de cuya vida
se sabe lo que dejó apuntado en un manuscrito transcrito con el permiso de su sobrino
Francisco de Lorravaquio, cura beneficiario, vicario, juez eclesiástico y comisario del Santo
Oficio. El libro de su vida es el único escrito que se conoce de ella, consta de ochenta y un
páginas divididas en tres partes, la primera relata su infancia y juventud, su profesión y
enfermedades; la segunda es una relación sumaria de la distribución de su día en el convento;
el tercero se dedica a su vida interior:

Otras veces, estando en oración de coloquio con su Majestad me


sobreviene de repente una gran fuerza y violencia que el alma me
arrancase del cuerpo y todo el ser se me descoyunta con tan terribles
dolores que sería imposible sufrirlos la naturaleza humana sin
desfallecer el espíritu, y con estas ansias tan grandes de quedar
luego suspensa quedando el alma en una paz y quietud tan grande
que me parece a mi sale el alma fuera del cuerpo según estoy (Lavrin
p.23).

Ana de Zayas

La única escritora fuera de una agrupación religiosa que encontré fue Ana de Zayas,
nacida en 1650, algunas de las fuentes consultadas refieren que se trataba de una

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mujer criolla (Zayas, en dialnet), mientras que para otros fue una mujer española, lo
que si es un hecho es que en su tiempo fue considerada “hereje” “iluminista o
alumbrada”1, por lo cual el Santo Oficio la sometió a proceso de 1694 a 1700,
encontramos que su trabajo como escritora los investigadores lo han pasado a un
segundo plano y se han preocupado más por investigar la relación personal que ella
tuvo con el obispo de Puebla Manuel Fernández de Santacruz, autor de la Carta
atanagórica, dirigida a Sor Juana Inés de la Cruz.

Ana de Zayas no adquirió su formación intelectual en un convento, situación


poco frecuente para una época en la que la educación de las mujeres sólo podía
darse bajo la regla conventual.

En 1694 el Santo Tribunal novohispano abrió un proceso contra Ana de Zayas,


la acusaba de ser parte de la secta de los herejes alumbrados, ella tenía 45 años y
vivía en Puebla de los Ángeles, lugar donde nació, hija de una pareja de españoles
considerados ciudadanos principales de esa ciudad. Cuando a la escritora se le
abrió proceso sus padres habían muerto y ella se encontraba casada, desde hacía
más de veinte años, con Cristóbal Martínez de Cerdio, a quien le tenía puesta una
demanda por malos tratos y por estar amancebado con una mestiza2. La única hija
que había sobrevivido del matrimonio se hallaba entonces recluida en un convento.
En 1695 escritora obtuvo el permiso de separación marital gracias al apoyo del
prelado Manuel Fernández de Santa Cruz.

Una vez conseguida la aprobación del obispado, doña Ana abandonó a su


marido y se recluyó en una casa de recogidas “Granadinas”, donde pasaba la mayor
parte del día escribiendo. Cuando salía a la calle lo hacía principalmente para acudir
a los templos, donde dialogaba con clérigos y les entregaba pliegos redactados por
ella misma, en los cuales hablaba de sus ideas y visiones acerca de nuevas formas
1
secta radical de carácter místico que originalmente surgió en Guadalajara, España, en las primeras décadas del
siglo XVI; fueron uno de los grupos que brotaron dentro de la gran conmoción religiosa que sacudía la Europa de
entonces. Los alumbrados se nutrieron de la mística tradicional de occidente y el neoplatonismo gnóstico
reavivado por el Renacimiento, y su idea central era concebir a la fe como amor o experiencia. (Lavrin, en
Dialnet).
2
En la Nueva España hubo un alto índice de mujeres maltratadas por sus consortes y el caso de Ana de Zayas se
suma a esta generalidad. Inquisición, 1731, expediente 34, fol. 69 v. Proceso Inquisitorial contra Ana de Zayas.
(Lavrin en Dialnet)

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de acercase a la espiritualidad.

Dichos textos fueron el punto clave para que a Ana de Zayas se le denunciara
por alumbrada en noviembre de 1694, la acusación provino de su confesor, quien
halló en las palabras escritas por la mujer “hechos, dichos, escritos, cosas y
proposiciones escandalosas, mal sonantes y sospechosas”, ¿qué pensaba, por
ejemplo la escritora acerca lo que los miembros de la secta de la cual se dijo que
pertenecía?

“Aquellos que habiendo alcanzado a su parecer una gran quietud


interior del alma, se tienen por hombres contemplativos; y así sólo
atienden a las ilustraciones interiores sin atender ni hacer cuenta de
los preceptos y mandatos de la iglesia; ni sujeción ninguna a consejos
de doctos, ni dirección de prelados aunque sea el sumo pontífice
(Lavrin, en Dialnet).

Sus trabajos literarios fueron la única prueba del delito por el que se le juzgó:
ser una “alumbrada”, había en sus escritos una intención didáctica, ofrecía lecciones
éticas que debían complementarse con una vida virtuosa. Por ejemplo en Juego de
maroma o danza mortal escribe:

“Predicar virtudes, y ejercitar vicios, es haber perdido el juicio, porque


es imposible que ninguno haga caso de la doctrina elocuente a vista
de la vida licenciosa (...) De la boca del loco es mal recibida la
palabra sentenciosa, porque todos miran al dechado de las obras,
más que al primor de las palabras (Lavrin, en Dialnet)”.

Por razones que despiertan suspicacias para quienes han investigado su


relación con Manuel Fernández de Santacruz, su proceso criminal de fe quedó
inconcluso; y se puede hallar en el Archivo General de la Nación de México como en
el Histórico Nacional de Madrid.

Cuando el prelado se entera de que hay una acusación en contra de la escritora


por parte del fraile carmelita Alonso Cristo, le escribe: “Hija, he visto tus papeles, y
en todos conozco estás poco sana de la cabeza, el remedio de no empeorar es no
escribir, y no escribir hasta que yo te avise”(Lavrin, 2000 p.14). La denuncia no

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prosperó pues estaba basada en las cartas de Zayas, las cuales el Tribunal
desestimó, dijeron que ella estaba dañada de su imaginación y el Santo Oficio no
procesaba locos.

Alonso Cristo no se dio por vencido y un año después, en 1694 envió una carta
a los calificadores, ya no solamente basándose en la argumentación de la época y
los puntos teológicos que acompañaba con fragmentos de cartas de la propia Ana, y
la del obispo Fernández de Santacruz pidiéndole que deje de escribir por el bien de
su salud mental, esta vez agregó teorías de Galeno, Hipócrates y Luis Lobera de
Ávila para demostrar que la escritora no tenía problemas de salud mental y obraba
entonces bajo una posesión demoníaca.

Ana de Zayas fue sometida a revisión por los médicos de la época los cuales
encontraron si bien la acusada, aproximadamente tres años antes, había estado
enferma de “furioso delirio con audacia, es decir “locura” al momento del examen
estaba sana. El fraile que la acusaba se dedicó mientras tanto a buscar testigos que
contradijeran lo dicho por el obispo Fernández de Santa Cruz, que decía que Ana
padecía una locura que solamente él podía ver, protegiéndola con eso de cualquier
castigo que pudiera dictar el tribunal.

Finalmente fue la opinión del obispo la que más pesó o por lo menos hizo dudar
a los miembros del Santo Oficio quienes en 1700 deciden que Ana de Zayas debe
permanecer en observación para determinar si está loca o no, lo cual evita que ella
sea recluida en alguna de las cárceles secretas destinadas a los herejes, cabe decir
que ella no dejó de escribir ni de cambiar o suavizar la temática de sus textos
durante ni después del juicio.

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Conclusión

Al iniciar este trabajo pretendía investigar acerca de mujeres que además de


Sor Juana Inés de la Cruz, hubieran escrito en la época de la Nueva España, pero
que no tuvieran el reconocimiento histórico por parte de historiadores, lingüistas o
investigadores literarios tal vez por no tener la calidad de La Décima Musa.

Como fue sustentado en páginas de anteriores, la escritura conventual era


prácticamente una obligación que los confesores imponían a las mujeres que
ingresaban a una congregación religiosa, por lógica no pudo existir solamente una
mujer dedicada a la literatura; tal vez ellas no tenían acceso a la información y a una
basta y variada biblioteca como Sor Juana, pero si leían textos religiosos, bíblicos,
vidas de santos y eso pudo ser de alguna manera motivación para la creación
literaria.

A lo largo de todo el semestre fui recopilando material, encontré muy poco en


línea, prácticamente nada en bibliotecas públicas y tuve que auxiliarme de fotocopias
que me proporcionaron maestros en otras asignaturas, a pesar de ello, el trabajo se
volvió apasionante, especialmente en el caso de Ana de Zayas.

Fue lamentable no encontrar un solo texto íntegro de mujeres dedicadas a la


escritura, sino únicamente fragmentos presentados por investigadores,
especialmente Asunción Lavrín; me parece lamentable que haya gente tan poco
interesada en investigar acerca de este tema o si los hay, no podamos acceder
fácilmente a su trabajo y no se le haga la difusión necesaria.

Por lo anterior puedo concluir, con todo el respeto que me merecen los más
serios y letrados críticos, los que llevan años dedicados a la obra de Sor Juana Inés
de la Cruz, que no podemos decir que era la mejor, si no tenemos acceso a lo que
escribieron otras mujeres, pero por lo pronto espero haber contribuido con mi granito
de arena para demostrar que por lo menos, no fue la única.

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Bibliografía

 Alarcón Sánchez Silvia G. ¿Hagiografía o biografía novelada? Literatura


didáctica en el siglo XVII. Consultado en:
http://oralidadescritura.org/pdfs/Hagiografia_o_biografia_novelada.pdf

 Lavrin, Asunción La escritura desde un mundo oculto, la espiritualidad y


anonimidad en el convento de San Juan de la Penitencia. (2000) UNAM.
México. D.F.

 Lavrin, Asunción La madre María Magdalena Lorravaquio y su mundo


visionario. “Signos históricos enero – junio”. Número 013 Universidad
Autónoma Metropolitana, Ixtapalapa. México. D.F.

 Lavrin, Asunción y Rosalva Loreto L Monjas y beatas : la escritura


femenina en la espiritualidad barroca novohispana : siglos XVII y XVIII. en
http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/00360622088082640
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 Ortega, Rodrigo Herederas de la letra, mujeres y tipografía en la Nueva


España. Consultado en: http://www.artesdellibro.com/2007/04/herederas-
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 Rubial, García Antonio. ¿Herejes en el claustro? Monjas ante la


inquisición novohispana del siglo XVIII. UNAM (2005). México D.F.

 Zayas, Concepción La escritora Ana de Zayas y el obispo poblano


Manuel Fernández de Santa Cruz. Consultado en http://www.dialnet.com

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