Sei sulla pagina 1di 4

La Teoría Creacionista

o Creacionismo, fundamentada por la fe, cree que el hombre fue creado por uno o
varios seres divinos (dioses). Así , por un lado encontramos las religiones
politeístas (es decir, que creen en varios dioses), como la maya, azteca, los
romanos o los griegos, etc. Por otra parte, existen las religiones monoteístas (es
decir, creen en un solo dios), como pueden ser el judaísmo, el cristianismo y el
islam.
¿Qué dice el cristianismo y el Islam?
Para el cristianismo, Dios creó al hombre modelándolo a partir de barro, e hizo a la
mujer a partir de una costilla del hombre. Para la religión musulmana, el hombre
fue creado de esperma, con vista y oído (El Corán, sura LXXVI).

Cuestión de fe
Creer o no literalmente en la creación del universo y de las especies vivientes
por Dios, en solo 6 días hace unos 6.000 años, es una cuestión subjetiva (o de fe)
más que científica. Pero las teorías evolutivas no pueden (ni probablemente
deban) explicar absolutamente todos los fenómenos y la gran diversidad biológica,
vegetal y animal que existe en el mundo.

Entonces, se nos presentan dos opciones: todo se trata de una hermosa


coincidencia universal (donde entra la evolución biológica) o de un acto de
creación divino, que incluso puede ser o no ser, compatible con las teorias de la
evolución biológica de los seres vivos.

Teoría de la Evolución (Darwinismo)


Charles Darwin logró reunir suficiente evidencia para demostrar que las especies
cambian, e imaginó un posible proceso de modificación. Su teoría de la evolución
de las especies se puede sintetizar en las siguientes ideas:
El mundo natural no es estático, sino que cambia.
Las especies de seres vivos evolucionan.
Las especies están compuestas de individuos que no son idénticos entre sí.
La población de cada especie desciende de un ancestro en común.
Las especies emparentadas descienden de ancestros comunes más cercanos en
el tiempo.

Según Darwin, este proceso ocurre en forma ramificada y gradual por el


mecanismo de aparición de variaciones heredables y la eliminación de organismos
menos aptos o, lo que es igual, la supervivencia de los mejor adaptados, que
dejan mas descendencia y, a la larga, alteran la especie y hasta pueden constituir
una nueva.
Aunque haya podido haber algunos malentendidos, la Iglesia católica, como tal,
nunca ha condenado al evolucionismo. Juan Pablo II en su mensaje del 22 de
octubre de 1996 sobre la evolución decía: «Nuevos hallazgos nos lleva a
reconocer en la evolución como algo más que una hipótesis», si bien sobre el
alma decía: «Si el origen del cuerpo humano proviene de materia viva que existía
previamente, el alma espiritual es creada directamente por Dios».
Para los cristianos, por tanto, la evolución no sólo supone un avance científico,
sino también poder tener una concepción más rica de Dios, en quien vemos en
esto de la Creación no sólo como un Dios alfarero, sino también como un Creador
omnipotente y genial que actúa directa e indirectamente y que hace miles de
millones de años creó el mundo de la nada y le impuso unas reglas que han
operado un maravilloso desarrollo y que sigue gobernando al mundo con su
Providencia.

En cuanto a la pregunta a dónde vamos, es decir, sobre si tiene sentido lo


existente y hacia donde camina todo, son, según Einstein, preguntas religiosas, es
decir su contestación no pertenece al campo de la ciencia. Para mí, que soy
creyente, es indiscutible que acepto un Dios Creador, porque no acepto que el
azar sea capaz de hacer ni siguiera un reloj, según el ejemplo clásico, y también
me parece más racional que un Dios que se ha molestado en crear el mundo, no
se desentienda de él y sea su ordenador al modo que un director de orquesta
dirige ésta, aunque los diversos instrumentos tengan su autonomía. Y por
supuesto, creo en la vida futura y que el hombre puede alcanzar su máxima
aspiración, ser feliz siempre, porque en caso contrario creería que estamos ante
una gigantesca estafa, y por ello la postura creyente me parece más racional que
la contraria, pero también me doy cuenta que el no creyente piensa que su postura
es la más racional, lo que debe llevar a todos a un respeto mutuo.

El origen del hombre desde el punto de vista religioso


Génesis 2,18-25: Es indudable que si quiero conocer cuál ha sido el origen de la
Humanidad y cómo se ha realizado éste lo mejor es dirigirse a un libro de
Ciencias, pero nos encontramos sin embargo con que también la Biblia tiene en
sus dos primeros capítulos narraciones sobre el origen del ser humano de enorme
interés. La Biblia se inicia con los dos relatos del Génesis sobre la creación del
hombre y de la mujer, con intervención directa de Dios en la formación de la
primera pareja humana. Está claro en ellos que, aunque ambos tengan la misma
naturaleza, la diferencia entre los dos sexos también ha sido querida por Dios. Lo
que fundamentalmente nos interesa del Génesis es su mensaje religioso, muy
importante para la doctrina general sobre la sexualidad y el matrimonio, siendo un
dato común de estos dos textos el que ambos, sexualidad y matrimonio, quedan
instituidos antes del pecado, por lo que son un don de Dios, y por tanto buenos,
lo que contradice toda doctrina que intente ver en la sexualidad un origen maligno
o la dimensión pecaminosa e inconfesable del hombre.
La narración más antigua, Gén 2,18-25, pertenece al documento yahvista
del Pentateuco. Ya en el versículo 7 se nos narra la creación del varón. Modelado
por Dios, surge del polvo de la tierra, pero recibe el espíritu de vida. Luego
encontramos en esta narración: “Y se dijo Yahvé Dios: No es bueno que el hombre
esté solo, voy a hacerle una ayuda semejante a él” (Gén 2,18). El hombre tiene
conciencia de su soledad porque se siente diferente y superior a los animales, en
los que no logra encontrar “una ayuda adecuada para sí” (Gén 2,20). La necesidad
de superar esta soledad le abre hacia la relación y comunión interpersonal, que se
le hace posible con la creación de la mujer, un ser con el que comparte
naturaleza, diciéndosele ya desde el primer momento al varón que tiene que
comunicarse y amar a su mujer, pues se le manda unirse a ella para superar su
aislamiento, estando la diferencia sexual en el origen de su mutua atracción,
entrando así el matrimonio desde el principio en el plan de Dios, y constituyendo
amar y ser amado el sentido de nuestra vida.
“Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre; y se adherirá a su mujer y
vendrán a ser los dos una sola carne” (Gén 2,24). Este versículo supone una
unión estable y profunda. El misterio de la masculinidad y feminidad, los dos
modos de ser de la persona humana, tiene que ver con la relación mutua, la
reciprocidad sexual, el equilibrio afectivo, la comunión personal, para lo que se
precisa una cierta diferencia, en la que la separación llama a la unidad y la unidad
supone la separación que hace posible la comunicación y el lenguaje, pero que
conlleva la unidad de naturaleza o de la carne, donde incluso estando desnudos,
no sienten vergüenza ni de sí, ni del otro (v. 25). Las exigencias legítimas de la
sexualidad, es decir la reciprocidad y la entrega mutua en armonía, se integran en
un proceso de humanización, que empuja al hombre y a la mujer ya adultos a
abandonar su medio familiar originario, a fin de alcanzar su realización y una
satisfacción adecuada a sus deseos.
Es decir, la unión del hombre y de la mujer es en
sociedad personal (“ayuda semejante a él”), profundísima (“dejará el hombre a
su padre y a su madre”) e íntima(“vendrán a ser los dos una sola carne”), palabras
éstas que encierran el ideal y la ley del matrimonio según las intenciones divinas,
como afirmará Jesús en el NT (Mt 19,3-8), siendo este texto tanto más significativo
cuanto que escrito en una sociedad donde poligamia y divorcio estaban
legalmente reconocidos. La palabra carne significa aquí el ser humano entero,
la “persona”, representada y manifestada por su apariencia exterior. Dado que lo
que da sentido a la vida humana es el amor, este texto nos dice que amarse es la
fusión de dos personas en una para perfeccionarse mutuamente. Se trata por
tanto de la comunión más íntima posible de pensamiento, voluntad y amor, que se
realiza exclusivamente entre un hombre y una mujer, quedando descartados
según nos dice Cristo (Mt 19,6) el divorcio y la poligamia. Pero también éste “una
sola carne” se realiza en los hijos, cuya carne es fruto de ambos, en una unión
indisoluble.
Está claro, en consecuencia, que la mujer es igual al hombre, de su misma
naturaleza y sangre (si bien esta narración al poner que Dios crea directamente al
hombre y a través de él a la mujer pudo ayudar a la consideración que la mujer es
inferior al hombre, aunque tal vez encierre el simbolismo de que el ser humano ha
sido creado para el otro: el varón para la mujer y la mujer para el varón,
buscándose entre sí para recobrar la totalidad. Además el escritor sagrado trata de
corregir la impresión de excesiva subordinación con la reflexión que en el v. 23
hace el hombre en presencia de su esposa: “Esto sí que es ya hueso de mis
huesos y carne de mi carne”). La mujer es pues la ayuda adecuada para el
hombre, ante quien está en relación de intimidad, respeto mutuo, diálogo y
reciprocidad, que hace que ambos se complementen e integren, necesitándose
tanto más cuanto que no hemos sido creados como seres solitarios, sino como
una comunión de personas.
Con estas palabras del Génesis se inicia una aventura divina y humana a
la vez: la de un hombre y una mujer unidos por un vínculo matrimonial. Una
aventura que en el transcurso del tiempo vivirán millones de familias, que poblarán
la tierra. El matrimonio es el fundamento de la familia y un bien que tiene su origen
en la Creación y hunde sus raíces en la naturaleza humana.
En este relato, la sexualidad no se presenta como algo que tiene ante todo
una función procreadora, aunque también está presente esta dimensión (3,20),
sino como lo que ayuda a superar la soledad, si bien la unión de los esposos
encuentra su plenitud en la procreación de un niño, porque el amor que une no se
cierra en sí mismo, sino que se abre a los demás y a la vida, permitiéndonos así
hacer un uso plenamente humano de la dimensión sexuada.

Potrebbero piacerti anche