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La teoría del calórico

Aristóteles consideraba el Fuego como uno de los cuatro elementos y en virtud de esta
hipótesis podía explicar de forma cualitativa gran parte del comportamiento observado en los
cuerpos calientes. Posteriormente, se pensó que el calor era un fluido material -
llamado calórico por Lavoisier en 1.787-. Así, un cuerpo caliente tendría mucho contenido de
calórico y un cuerpo frio, poco. A partir de los experimentos realizados durante los siglos XVII
y XVIII se fueron asignando propiedades al calórico:

 Las partículas de calórico, al contrario de la materia ordinaria, se repelen entre sí.


 Las partículas de calórico son atraidas por las de la materia ordinaria.
 La cantidad de calórico permanece constante en todos los procesos térmicos.

La idea de que el calor era una forma de materia no debería sorprendernos, pues la teoría del
calórico resultó bastante útil, como veremos seguidamente. Después de todo, las hipótesis
falsas pueden explicar cosas, al menos superficialmente.
Explica, mediante la teoría del calórico, los principales fenómenos relacionados con el
calor:
(a) El equilibrio térmico que se alcanza cuando dos cuerpos a diferente temperatura se ponen
en contacto.
(b) La dilatación de las sustancias al calentarlas.
(c) Los cambios de estado.
(d) El "calor que aparece" cuando se frotan o golpean los cuerpos.

Cuanto tiempo duro

La teoría calórica fue un modelo con el cual se explicó, durante un tiempo bastante
prolongado, las características y comportamientos físicos del calor. La teoría explica el
calor como un fluido, el calórico, el cual era capaz de transmitirse de un cuerpo a otro
y tenía las propiedades químicas de un gas sumamente liviano. La teoría fue dejada
de lado en favor de la actual teoría del calor a mediados del siglo XIX. Actualmente el
calor es considerado como una energía en tránsito la cual tiene diversas propiedades
físicas y químicas, siendo esquematizada en la teoría del calor cumpliendo así las
leyes básicas de la termodinámica.
Lavoisier creía que el calor era un "fluido imponderable" llamado "calórico". Había
desechado el flogisto, un fluido imponderable también, pero en parte por su gran
influencia, el calórico permaneció en la mente de los químicos durante medio siglo.
El físico escocés Joseph Black en el siglo XVIII estableció que el calor era una
sustancia fluida que contenía todo cuerpo y la denominó “calórico”. El “calórico”
contenido en un cuerpo podía mezclarse y pasar a otro cuerpo. Así, el agua hirviendo
contenía más “calórico” que el agua fría, y al mezclarlas, éste se repartía por igual en
toda la mezcla. El calor, según Black, era una sustancia que se podía mezclar y pasar
de un cuerpo a otro, pero su hipótesis no tardó en ser refutada; a fines del siglo XVIII,
Sir Benjamin Thompson, conde de Rumford, uno de los primeros científicos
estadounidenses, demostró que ésta no permitía explicar algunas conclusiones,
producto de observaciones experimentales relativas al calor.

Teoría del flojisto

Según las antiguas concepciones griegas, todo lo que puede arder


contiene dentro de sí el elemento fuego, que se libera bajo condiciones
apropiadas. Las nociones alquímicas eran semejantes, salvo que se
concebían los combustibles como algo que contenía el principio de
“azufre” (no necesariamente el azufre real). (imagen: Ernst Sthal)
Una preocupación central de la química en el siglo XVIII era el proceso
de combustión. Cuando las sustancias se calentaban hasta el punto de
incandescencia, los científicos vieron que emitían algo —vapores o
humo—, y lo interpretaron como una pérdida de la sustancia original.
Ese «algo» que supuestamente se perdía en el proceso de combustión
se llamó flogisto, una palabra acuñada en 1697 por el químico alemán
Ernst Stahl. Pero qué era exactamente ese flogisto seguía siendo materia
de debate. Para algunos, era un elemento en sí mismo; para otros, era
una esencia contenida en los materiales combustibles, sin la cual la
combustión era imposible.
Georg Ernst Stahl (1660-1734), siguiendo a su maestro Becher (1635-
1682), creyó que las sustancias estaban formadas por tres tipos de
“tierra”, más el agua y el aire. A una de las tres tierras, aquella que
Becher había llamado “combustible”, la rebautizó como flogisto (del
griego, que significa “quemado” o “llama”), al que le asignó el noble y
supremo propósito de ser el agente y el sostén de la combustión. La
combustión, según Stahl, consistía en un intercambio de flogisto, que
fluía entre los materiales con la soltura (aunque con más calor) del éter;
quemarse era dejar escapar flogisto (que como un humo invisible se
mezclaba con el aire), y lo que un químico moderno llamaría reducción
consistía en incorporar el flogisto flotante como para tenerlo listo para
una nueva combustión.
El concepto del flogisto dio lugar a algunas anomalías. Si fuera un
componente de los materiales combustibles, al perderse durante la
combustión, los residuos tenían que pesar menos de lo que pesaban las
sustancias antes de quemarse, y ése era el caso de algunas, como la
madera. Pero ciertos metales, cuando se calentaban, se convertían en
una sustancia blanda llamada calx; en estos casos, el residuo pesaba
más que el metal original. Esta anomalía fue ignorada por muchos
defensores de la teoría del flogisto. Otros la racionalizaban sugiriendo
que el flogisto tenía un peso negativo, provocando que el residuo pesase
más cuando el flogisto se había consumido.
Algunos historiadores afirman que la teoría del flogisto puede
considerase como la primera gran teoría de la química moderna. A
principios del siglo XVIII, el médico Georg Ernst Stahl (1660-1734)
siguiendo las ideas de su maestro J.J.Becher (1635-1682), propuso una
explicación conjunta de la calcinación de los metales, la combustión de
los cuerpos combustibles y la respiración de los animales, basada en la
existencia de un “principio de la combustibilidad” que denominó
“flogisto”. De acuerdo con sus ideas, los metales estaban formados por
flogisto y la cal correspondiente, de modo que, cuando se calcinaban, el
flogisto se desprendía y dejaba libre la cal. Del mismo modo, para
obtener el metal a partir de la cal, era necesario añadirle flogisto, el cual
podía obtenerse a partir de una sustancia rica en este principio, como el
carbón.
La gente que creía fehacientemente en la existencia del flogisto —la esencia del calor— era consciente
de que una vela colocada en un recipiente sellado se apagaba pronto. Ellos lo interpretaban como una
prueba de que el aire del recipiente se había saturado con el flogisto de la vela era incapaz de recibir más
y la combustión ya no era posible. Aplicando este razonamiento, en químico inglés Priestley concluyó
que su gas era aire que contenía poco flogisto o ninguno, y por consiguiente se sentía «hambriento» del
flogisto de la vela. Por tanto, llamó a su nuevo gas «aire deflogistizado».
Mirando retrospectivamente, cuando la mayoría de las personas
educadas hoy día comprende el papel del oxígeno en la combustión y
todos los estudiantes de química saben que la combustión es un proceso
de cambio químico, cuyo resultado no produce pérdidas o ganancias
significativas de masa, es fácil sentirse superior a aquellos tempranos
buscadores de la verdad. Pero eran personas capaces, y sus
razonamientos tenían sentido bajo la luz del limitado conocimiento que
poseían.

Dos nombres que murieron siendo mártires

La lista de mártires de la ciencia es larga. La cárcel, el exilio, la


exclusión social e incluso la muerte han sido los destinos de muchos
pensadores a lo largo de la historia de la humanidad, cuyo único
crimen fue el de pensar distinto a la mayoría (en ocasiones por
motivos religiosos). Una característica básica de cualquier científico
e innovador que se precie.
Curiosamente, en muchos casos los asesinatos y las ejecuciones
tuvieron su origen en motivos políticos o por las convicciones
religiosas de los afectados. Sus teorías científicas fueron una simple
excusa para provocar la caída de personajes que resultaban una
molestia por sus ideas. Estas siete mentes, algunas famosas y otras
casi desconocidas, merecen por ello ser recordadas.
Hipatia (355 o 370- 415-416)
En una época en la que las mujeres se dedicaban a otros
menesteres, Hipatia de Alejandría fue educada por su padre en
materias como filosofía, astronomía y matemática. Por este motivo
se la considera la primera mujer científica de la historia aunque, por
desgracia, su trabajo no se ha conservado, y su importancia sólo se
puede deducir por los textos de sus discípulos. Gracias a ellos
sabemos que construyó un planisferio, un destilador y un
hidrómetro.
Las circunstancias que rodean su muerte son poco claras, y se
desconoce hasta qué punto sus teorías científicas y filosóficas y su
influencia política contribuyeron. Sí se sabe que una turba de
cristianos fundamentalistas la asesinó a golpes hasta descuartizarla,
probablemente empujados por el obispo Cirilo, quizá por su
intolerancia ante el paganismo que ostentaba Hipatia, o como
advertencia a sus rivales.
Miguel Servet (1509-1553)
Astronomía, meteorología, física, matemáticas, anatomía,
medicina… Muchas fueron las ciencias que este científico aragonés
cultivó. La aportación más importante de Servet se encuentra en sus
trabajos sobre la circulación pulmonar.
Pero no fueron sus ideas científicas las que le pusieron en el punto
de mira de católicos y protestantes, sino por sus opiniones
religiosas. En el mismo libro en el que se describe la circulación
pulmonar, Servet da opiniones tan revolucionarias como que el
bautismo no debe hacerse a los niños, sino que debe ser un acto
consciente por parte de los adultos.
Estas opiniones le obligaron a huir, pero en Ginebra fue detenido
(quizá denunciado por el mismo Calvino). En el posterior juicio fue
condenado a morir en la hoguera por las iglesias suizas. Su muerte
no fue en vano, pues muchos la consideran como el inicio del
debate sobre el reconocimiento de la libertad de pensamiento y
expresión. Tal vez quienes pensaban distinto no merecían, después
de todo, arder.
Giordano Bruno (1548-1600)
Un matemático y astrólogo (además de filósofo y poeta) famoso por
sus teorías cosmológicas. Bruno propuso que las estrellas no eran
más que soles lejanos (y que nuestro Sol no era más que otro astro)
que también tenían sus propios planetas, que a su vez podrían
albergar vida. También aseguraba que el universo era infinito, sin
centro alguno.
Sin embargo, y como le sucedió a Servet, no fueron sus ideas
científicas las que le costaron arder en la hoguera. Bruno defendía
que Cristo no era Dios sino un mago, y que esos múltiples planetas
podrían tener, cada uno, su propio Dios. Esto fue demasiado para la
Iglesia Católica, que le declaró hereje y condenó a morir en la
hoguera a Bruno. Sus palabras al recibir la sentencia son bien
conocidas: "Tembláis más vosotros al anunciar esta sentencia que
yo al recibirla".
Lucilio Vanini (1585-1619)
Un pensador italiano que defendía que el universo se rige por leyes
naturales y que los seres humanos evolucionaron de los monos.
Fue, así, uno de los muchos antecesores a Darwin al afirmar que
unos animales podían “transformarse” en otros.
La filosofía de Vanini es algo confusa, y no está claro si era
verdaderamente ateo, pero lo cierto es que negaba la creación y la
inmortalidad del alma, y limitaba a Dios a una especie de fuerza
conductora. Esto le valió la condena por blasfemia: se le cortó la
lengua, fue estrangulado y finalmente quemado.
Daniel McFarlan Moore (1869-1936)
Su lámpara de Moore fue la primera bombilla comercial basada en
gas en vez de incandescencia, por lo que se considera predecesora
de las luces fluorescentes y de neón actuales.
Este ingeniero eléctrico e inventor fue asesinado por un compañero
de profesión en paro. Este acababa de solicitar una patente, y se
volvió loco al descubrir que Moore ya poseía los derechos
intelectuales de dicho invento.
Ernest Gibbins (1900-1942)
Uno de los nombres menos conocidos de esta lista, pero que
igualmente merece reconocimiento. Este entomólogo británico se
dedicó a estudiar insectos relacionados con enfermedades
tropicales en Uganda, y descubrió 26 especies nuevas.
Gibbins sólo pretendía ayudar a la humanidad con su investigación,
pero murió lanceado por varios hombres de la tribu Ugandesa
Lugbara. El biólogo había tomado muestras de sangre humana para
estudiar la tripanosomiasis y la fiebre amarilla, pero estos
interpretaron que quería usarla para brujería.
Dian Fossey (1932-1985)
Zoóloga estadounidense que dedicó y entregó su vida a la
conservación de los gorilas de montaña de Ruanda y Congo. En
los años 80, la población de estos animales se encontraba en
mínimos, rozando la extinción por culpa de los cazadores furtivos.
Fossey combatió duramente estas actividades, lo que le granjeó
numerosos enemigos.
Fue encontrada en su cabaña, asesinada a machetazos por
(presuntamente) un jefe de cazadores furtivos. Gracias a su trabajo
se ha logrado triplicar la población de gorilas de montaña, que ha
pasado de los 250 en los días de Fossey a los casi 800 de la
actualidad.

Giordano Bruno

HULTON ARCHIVE/GETTY IMAGES

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Nació con el nombre de Filipo Bruno en el año 1548, en el pueblo de Nola, próximo al
Vesubio. Fue un fraile dominico italiano, filósofo, matemático y astrónomo. Años más
tarde se le conoció como Giordano Bruno, nombre bajo el cual presentó sus teorías en
cosmología acerca del modelo de Copérnico, la concepción del Sol como una estrella y la
existencia de infinitas cantidades de otros planetas en el universo, en el que habitaban seres
inteligentes.

Sus afirmaciones en teología y filosofía así como sus obras poéticas le valieron la condena
a muerte por parte de las autoridades de Roma y la Inquisición romana, que dictaminaron
castigarlo y enviarlo a la hoguera por herejía en el año 1600.

Giulio Cesare Vanini


Fue un intelectual y libre pensador del renacimiento italiano. Nació en el año 1585 en
Taurisano, Italia, donde estudió física, medicina y astronomía además de otros estudios en
telología y filosofía en Roma. Su nombre real era Lucilio Vanini, sin embargo, en sus
textos se hacía llamar Giulio Cesare Vanini para protegerse así de las condenas de la
Iglesia. Lamentablemente, sus esfuerzos fueron en vano y luego de ser capturado por
la Inquisición romana, fue condenado a la hoguerasiendo quemado vivo en la ciudad de
Toulouse en 1619. Entre otras teorías, Giulio había planteado la idea de que los Hombres
eran descendientes de los monos y que la inmortalidad del alma era algo poco plausible...un
boleto directo a las llamas de las hogueras de la inquisición.

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Pietro d'Abano
También conocido como Petrus de Apono o Aponensis, Pietro d'Abano nació en el año
1257 en el pueblo que luego pasó a llevar su mismo nombre y que en nuestros días se
conoce como Abano Terme, en Véneto, Italia. Aponensis fue médico y profesor de cátedra
de medicina, escritor, filósofo y astrónomo; su formación y profundo interés en la filosofía,
medicina e ideas de Medio Oriente lo animaron a difundir esos ideales que luego le
valieron varias acusaciones por parte de la Iglesia. Después de dos juicios por herejía y
nigromancia, Aponensis fue enviado a prisión, donde falleció años más tarde.

Miguel Servet
ROGER VIOLLET/GETTY IMAGES
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Miguel de Villanueva, conocido entre otros nombres por el de Miguel Servet, fue un
teólogo y un polifacético científico español. Nació en 1511 y vivió para el estudio de ramas
de la ciencia como las matemáticas, la astronomía, meteorología, geografía, anatomía y
farmacología. Además, fue escritor, poeta, jurisprudente y traductor. Fue parte de la
reforma protestante y realizó grandes trabajos en relación a la idea de la circulación
pulmonar. Si, una mente maestra sin lugar a dudas, no obstante y como no es difícil
imaginar, para la Iglesia era todo lo contrario. Luego de recorrer gran parte de Europa
escapando, oculto en las sombras, fue capturado en Ginebra y más tarde enviado a la
hoguera en donde le prendieron fuego.

Garcia de Orta
Garcia de Orta fue un científico, médico, naturalista y explorador de origen judío
portugués renacentista. Nació en el año 1501 en la ciudad portuguesa de Castelo de Vide y
luego de doctorarse en medicina en la Universidad de Lisboa, viaja a la India en el año
1534, donde se casó y se volvió un importante médico. Luego de ser perseguido por
las fuerzas inquisitivas portuguesas en la India, debido a su ascendencia judía y sus
creencias filosóficas y religiosas, muere en el año 1568. Tiempo después, ese mismo año,
capturan a su hermana y la envían a la hoguera.

Deduiccion de la ley de charles

La deducción de las leyes de los gases ideales a


partir de la teoría
Para empezar este tema debemos definir la palabra deducción la cual es una
forma de razonamiento que consiste en partir de un principio general conocido para llegar
a un principio particular desconocido. Con esta definición se puede aclarar lo principal del
tema así que a continuación Vamos a deducir la ley de los gases ideales (PV = nRT) a partir
de las leyes experimentales clásicas de los gases: Avogadro, Boyle y Charles y Gay-
Lussac.

LEYES EXPERIMENTALES DE LOS GASES

Ley de Avogadro: A presión y temperatura constantes, el volumen que ocupa un gas es


directamente proporcional al número de partículas1 (y, por lo tanto, también de moles)2
que contiene dicho gas. Puesto que dos magnitudes son directamente proporcionales
cuando su cociente es constante, la ley se expresa matemáticamente como

V / n = C (T, P)
Donde n representa el número de moles, V el volumen que ocupa y C (T, P) una
constante que depende de T y P (pues su valor cambia si se modifican T o P)

Ley de Boyle: Para una cantidad fija de un gas a temperatura constante, el volumen que
ocupa es inversamente proporcional a la presión que ejerce. Ya que dos magnitudes son
inversamente proporcionales cuando su producto es constante, la ley se expresa
matemáticamente como,
PV = C (T, n)
Donde P representa la presión, V el volumen que ocupa y C (T, n) una constante que
depende de T y n (ya que su valor varía si cambiamos n o T).
Ley de Charles y Gay-Lussac: Para una cantidad fija de un gas a presión constante, el
volumen que ocupa es directamente proporcional a la temperatura a la que se encuentra,
es decir,

V /T = C (P, n)
Donde T representa la temperatura, V el volumen que ocupa y C (P, n) una constante que
depende de P y n (puesto que su valor cambia si modificamos n (P).
A continuación haremos la deducción de las leyes experimentales de los gases.
Al despejar el volumen de las tres ecuaciones anteriores, tenemos que

La ecuación (1) se puede escribir como,


Donde el primer miembro no depende de P y el segundo no depende de T. Por lo tanto,
como son iguales, ambos tienen que ser independientes de P y de T; es decir, se trata de
una constante si n no cambia. Así que se cumple que

Donde C(n) es una constante que sólo depende de n. Despejando C (T, n)


,

Y llevando este resultado a la ley de Boyle queda que,

La ecuación (2) se puede escribir como,

Donde el primer miembro no depende de n y el segundo no depende de T. Por lo tanto,


como son iguales, ambos tienen que ser independientes de n y de T; es decir, se trata de
una constante si P no cambia. Así que se cumple que,
Donde C (P) es una constante que sólo depende de P. Despejando), C (P, n),

Y llevando este resultado a la ley de Charles y Gay-Lussac queda que,

Combinando las ecuaciones (3) y (4),

Donde el primer miembro no depende ni de T ni de P y el segundo no depende ni de T ni


de n. Por lo tanto, como son iguales, ambos tienen que ser independientes de T de P y de
n; es decir, se trata de una constante absoluta, R. Así que se cumple que,

E insertando este resultado en la ecuación (3) se tiene que,

Que es la ecuación de estado de los gases ideales.


La ecuación (5) se puede escribir también,
Sea una cantidad fija de gas a temperatura T1, volumen V1 y presión P1. Si modificamos
las variables de estado a otros valores diferentes T2, V2 y P2 (sin modificar la cantidad de
gas), entonces, de la ecuación (6) se desprende que,

Que es otra forma de expresar la ley para una cantidad de gas constante.
Después de haber llegado a esta deducción podemos definir lo que es un gas ideal, se
define como gas ideal, aquel donde todas las colisiones entre átomos o moléculas son
perfectamente elásticas, y en el que no hay fuerzas atractivas intermoleculares. Se puede
visualizar como una colección de esferas perfectamente rígidas que chocan unas con otras
pero sin interacción entre ellas. En tales gases toda la energía interna está en forma de
energía cinética y cualquier cambio en la energía interna va acompañada de un cambio en
la temperatura. Un gas ideal se caracteriza por tres variables de estado: la presión absoluta
(P), el volumen (V), y la temperatura absoluta (T). La relación entre ellas se puede deducir
de la teoría cinética y constituye la ley de los gases ideales

LEY DE LOS GASES IDEALES: PV=Nrt= NkT


n = número de moles
R = constante universal de gas = 8.3145 J/mol K
N = número de moléculas
k = constante de Boltzmann = 1.38066 x 10-23 J/K = 8.617385 x 10-5eV/K
k = R/NA
NA = número de Avogadro = 6.0221 x 1023 /mol
La ley del gas ideal puede ser vista como el resultado de la cinética de las moléculas del
gas colisionando con las paredes del contenedor de acuerdo con las leyes de Newton. Pero
también hay un elemento estadístico en la determinación de la energía cinética media de
esas moléculas. La temperatura se considera proporcional a la energía cinética media; lo
cual invoca la idea de temperatura cinética. Una mol de gas ideal a TPE(temperatura y
presión estándares), ocupa 22,4 litros.

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