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María Elena Ferreira

ALTO DE LAS CONANAS

Alfredo Castellanos encontró este sitio arqueológico en 1918, en la parte alta de una loma,
siguiendo las indicaciones de un antiguo poblador de la zona. Los lugareños conocían el
lugar con el nombre "Alto de las Conanas", por el hecho frecuente de encontrar allí esa
clase de artefactos de molienda, pertenecientes a los pueblos indígenas de la región.

Allí encontró vestigios de un asentamiento indígena y recogió una diversidad de restos


arqueológicos: fragmentos de alfarería, muyunas, fragmentos de yuros, pucos y otras
vasijas; cabezas y restos del cuerpo de figuras antropomórficas, flechas de sílex y otros
instrumentos elaborados sobre huesos, fragmentos de leznas, agujas, etc. Todo mezclado
con trozos de carbones y restos óseos de guanacos.

Es bien conocido por los antiguos habitantes de la región que no es extraño realizar este
tipo de hallazgos, así como es común encontrar morteros horadados en las rocas sobre los
cursos de agua.

Todos estos son restos de las poblaciones aborígenes que habitaron el valle por miles de
años, mucho antes de la conquista española.

¿Quiénes eran y cómo vivían los indígenas de estas tierras antes de la conquista
española?

Los españoles les adjudicaron el nombre de “Comechingones”, pero ellos no se llamaban a


sí mismos de esa manera. En los documentos coloniales, cuando los indígenas se
identifican, nunca emplean ese vocablo, sino que mencionan un montón de otros
nombres que representan sus pueblos y sus identidades regionales. Es decir que,
probablemente había muchas parcialidades y divisiones menores dentro de los grupos
étnicos originarios de la región.

Aunque no sabemos exactamente como se llamaban a sí mismos, sabemos muchas otras


cosas, por ejemplo, que hablaban la lengua “camiare”; y conocemos algo acerca de esta
lengua, gracias a los estudios lingüísticos, la toponimia y la información de los documentos
coloniales.

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También sabemos que estas poblaciones habían desarrollado un sistema de subsistencia


mixto en el que incluían tanto la producción agrícola-ganadera así como la caza y
recolección de especies silvestres. Cada una de estas actividades tenía su preponderancia
de acuerdo a los ciclos de la naturaleza y las estaciones del año. Tenían chacras en las que
cultivaban maíz, porotos, zapallos, quinoa, papas, habas, variedades de ajíes y otros
cultivos, algunos de los cuales podían ser almacenados en forma de harina o a través del
secado. Hacia finales del verano llegaba la época de la algarrobada, momento en que se
cosechaban las vainas del algarrobo, que era un importante recurso para las poblaciones
indígenas. Este acontecimiento siempre fue motivo de grandes reuniones y festejos, en los
que se reunían las familias, se preparaba y bebía aloja, al tiempo que recolectaban el
precioso fruto para elaborar diferentes tipos de alimentos sabrosos y nutritivos.

Paralelamente, mantenían la crianza y pastoreo de las llamas, de las que obtenían


principalmente lana; y practicaban la caza de animales silvestres como el guanaco y la
corzuela.

Sus asentamientos principales se ubicaban cercanos a los cursos de agua y podían reunir
cuarenta, veinte, diez casas, o incluso menos, tres o cuatro. Cada una de estas pequeñas
aldeas podía constituir un pueblo o simplemente una parentela. Pero generalmente no
distaban muchas leguas entre un asentamiento y el vecino.

La forma en que construían sus casas era un tanto peculiar para nosotros hoy en día,
porque en lugar de levantar las paredes sobre la superficie, las excavaban en la tierra. Por
esta razón se las conoce como “casas pozo”. Se trataba entonces de un gran hoyo de
forma rectangular, de unos 6 m x 5 m de lado y 1,2 m de profundidad. Contra las paredes
asentaban postes para sostener el techo, que era de paja y barro. Por dentro no tenía
divisiones, era un solo cuarto, al que se accedía desde afuera por medio de una rampa.
Estas casas tenían la virtud de ser muy frescas en verano y cálidas en el invierno.

Debajo del piso de la habitación enterraban a sus difuntos, tanto si eran niños como
adultos. Cavaban un hueco y colocaban los cuerpos de lado, con las rodillas flexionadas. A
veces les ponían una laja encima, a modo de tapa y podían enterrar con ellos algunos

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utensilios o estatuillas. Esta forma de compartir el espacio cotidiano con los difuntos nos
hace pensar que tenían una concepción de la muerte y una relación con el más allá, muy
diferente a la que tenemos nosotros hoy en día.

También la forma en que resolvían sus necesidades cotidianas era diferente a como lo
hacemos nosotros en la actualidad, todas las herramientas y los enseres para la vida diaria
eran fabricados en el ámbito de su vida doméstica.

Las herramientas de labranza y de caza las fabricaban con rocas. Para cada clase de
herramienta utilizaban un tipo de roca determinada, que seleccionaban de acuerdo a sus
propiedades, por su calidad para producir filos cortantes, bondades para la talla o el
pulido. A veces, las canteras quedaban muy lejos de sus poblados, entonces recorrían
largas distancias para obtenerlas, que pudieran ser varios cientos de kilómetros.

Producían a su vez, una gran variedad de objetos cerámicos, vasijas, ollas, cuencos, y
pequeñas herramientas como torteros (utilizadas para hilar la fibra de lana); también
adornos y esculturas modeladas con forma humana o de animales. Estas últimas,
conocidas como “estatuillas”, representan a personas que generalmente llevan tocados
en sus cabezas, adornos pectorales, collares o pendientes, y a veces también pinturas
faciales o corporales. Si bien se desconoce cuál habrá sido su significado profundo, se
piensa que deben haber tenido un sentido relacionado con su mundo espiritual.

Todo este conocimiento llega a nosotros a través de la arqueología, gracias al estudio de


sitios como éste. “Alto de las Conanas” fue el lugar de asentamiento de un pequeño
grupo humano como el que hemos descrito, aquí se han encontrado vestigios de todas
estas actividades, tanto restos cerámicos, herramientas de piedra para la caza y la
molienda, restos de fauna consumida, pequeños torteros, herramientas de hueso,
fragmentos de estatuillas y el enterratorio de dos individuos humanos adultos.

Lic. María Elena Ferreira

Córdoba, 12 de Junio de 2017

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