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1 El “falsacionismo” está íntegramente vinculado con la figura de Karl Popper y su

obra, por eso se hace necesario comenzar hablando de él. Karl Raimund Popper nació
en Viena en 1902, y pertenecía a una familia de origen judío. Su infancia transcurrió
durante la Primera Guerra Mundial, y sus estudios, si bien de carácter sumamente
autodidáctica durante los primeros 15 años de su vida representaron un acercamiento a
la historia, psicología, filosofía y literatura, interesándose por la matemática y la física
posteriormente. Simpatizó con el socialismo y el comunismo, movimientos de los
cuales dudaría posteriormente de su carácter científico. Del socialismo diría después que
su combinación entre libertad e igualdad le parecería “un bello sueño”. Además del
“socialismo científico”, también la psicología individual de Adler y el psicoanálisis
freudiano le resultarán carentes de características científicas después (Herder). En su
juventud también tuvo cercanía con el Círculo de Viena pero sin adherirse por completo
a sus tesis fundamentales, de este grupo de intelectuales sobretodo con Victor Kraft y
Herbert Feigl discute sobre filosofía de la ciencia (Herder; Echeverría, 1999). Durante
este período de contacto con el Círculo, fue profesor de matemática y física en escuelas
de enseñanza media en Viena. En 1934 aparecería la edición alemana de “La lógica de
la investigación científica”, reeditada en una versión inglesa en 1959, que tendría una
repercusión notable en el ámbito angloparlante, siendo completada con una serie de
apéndices desde la edición original (Herder; Echeverría, 1999). Con el ascenso del
nazismo emigra a Austria, y tras el arribo de Hitler a Viena, emigró a Nueva Zelanda y
aceptó un cargo de profesor (Yeanplong, 2012; Herder). En 1946 se establece en
Londres como profesor de lógica y método científico, cargo en el permaneció hasta su
jubilación 1969. En 1950, viaja a América y da conferencias en Harvard y Princeton
(Herder). Su pensamiento se difundió en los Estados Unidos durante la década de los 50
y 60 y posteriormente a lo largo del resto del mundo (Echeverría, ). Murió en Londres
en 1994 (Yeanplong, 2012; Herder). Además de su “Lógica de la investigación
científica”, otras de sus obras importantes fueron “La miseria del historicismo” de 1957,
“La sociedad abierta y sus enemigos” de 1945, “Conjeturas y refutaciones” de 1962 y
“Conocimiento científico” de 1972. En las dos primeras se muestra su mayor aporte en
el campo de la metodología de las ciencias sociales, manteniendo una postura
ideológica crítica al marxismo que ha sido calificada como una defensa al liberalismo
moderno (Herder), mientras que en las dos últimas se expone con mayor detalle su
teoría del conocimiento y sus discutidas tesis sobre el tercer mundo (Echeverría, 1999).
Otra de sus obras conocidas ha sido el Post scriptum a la “Lógica de la investigación
científica” que si bien había sido concebido como un añadido a la edición inglesa de
1959, con el tiempo fue cobrando entidad propia y siendo publicada en 1983 como
“Postscriptum: Después de veinte años”. Otras obras de su autoría lo fueron “Búsqueda
sin término: una autobiografía intelectual” y “El yo y su cerebro”, esta última escrita en
colaboración con el fisiólogo y Premio Nobel John Eccles, a quien había conocido en
Nueva Zelanda (Herder; Echeverría, 1999). Popper denomino a su postura
epistemológica como “realismo crítico”, la cual se basa en una actitud intelectual a
favor de la razón que reconoce los límites que esta tiene (Herder). Lo más racional es la
actitud de criticar las teorías científicas, y dicha actitud es “consustancial” a la ciencia y
al conocimiento racional en sí. Dicha actitud crítica surge de lo él denominó como “el
problema de Kant” o criterio de demarcación entre lo que es ciencia y lo que no, o lo
que es un enunciado “científico” y lo que no. Esta problemática lo llevó a comenzar a
plantearse desde su juventud lo que sería con los años su denominado “falsacionismo”
(Herder). La incomodidad que comenzó a sentir de cara a teorías como las de Marx,
Adler o Freud presentadas a sí mismas como “científicas”, y su contraposición con otras
propias de la física como la de Einstein, le permitieron ver cómo mientras este no
deseaba confirmar a toda costa sus teorías sino más bien encontrar un solo fracaso que
le permita rechazarla, aquellos consideraban sus trabajos inmunes a toda prueba. De ahí
que la clave para definir el carácter científico de una teoría sea el de su
“contrastabilidad e incompatibilidad con ciertos hechos” (Herder). Popper siempre se
manifestó en contra de la teoría subjetivista cuya versión más radical la representó el
solipsismo de Carnap. Para Popper la objetividad de la ciencia no ha de estar
fundamentada en el lenguaje fisicalista o en una base empírica observable, sino que al
ser un producto de la acción humana es un objeto social (Echeverría, 1999). “Podemos
considerar el conocimiento objetivo – la ciencia – como una institución social, o un
conjunto o estructura de instituciones sociales” (Popper, 1985). La ciencia surge a partir
de la cooperación y de la competición institucionalizada entre los científicos
(Echeverría, 1999). En lo que refiere a su “racionalismo”, su oposición al empirismo de
Bacon, Hume, Mill o Russell no se basa en la confrontación con el idealismo, pues en
esto coincidía, sino en la crítica a la “epistemología subjetivista” que unida a dicho
empirismo afirmaba que “todo conocimiento se deriva de la experiencia de los
sentidos”, tal como lo definiera Russell y Popper lo recordaría posteriormente. Para
Popper el problema no es el origen de las ideas sino de la verdad de las teorías
(Echeverría, 1999). La experiencia nunca engendra teorías sino que cumple una función
negativa y crítica, ya que las observaciones presuponen un conocimiento disposicional
previo. Las teorías científicas se distinguen de los mitos por el hecho de poder criticarse,
y la función crítica de la razón no solo descansa en el hecho de que se pueda recurrir a
la experiencia sino además de que esquemas lógicos de pensamiento posibilitan también
el ejercicio de dicha razón, como es el caso del “modus tollens” (Echeverría, 1999). El
pensamiento popperiano estuvo fuertemente influenciado por la teoría de la relatividad,
teoría que rompe con el modelo clásico de Newton que hasta su momento parecía una
descripción y explicación definitiva de los fenómenos físicos. Con la caída de dicho
modelo se genera una gran incertidumbre en el “estatuto de verdad de la ciencia”
(Yeanplong, 2012). Esta situación lleva a Popper a defender que nuestro conocimiento
del mundo está provisto de conjeturas e hipótesis. Aquí surgen algunas de las
diferencias con los neopositivistas, a los cuales les cuestiona su consideración de que la
experiencia es un “mundo de datos”, afirmando que la misma debe ser considerada
como un método para poner a pruebas teorías e hipótesis. A su vez, también les
cuestiona el uso de la inferencia inductiva, ya que la inducción no ofrece un fundamento
lógico, considerada la asimetría entre los enunciados particulares y los generales, de
aquí la base del desarrollo de su criterio “falsacionista” (ob. cit.). “Popper afirma que
una teoría es científica si se puede separa por vía deductiva los enunciados singulares
compatibles con ella y los incompatibles, y agrega respecto de estos últimos, que la
clase o conjunto de los “falseadores potenciales” no debe ser vacía, sino que siempre
debe ser mayor que cero. En la medida que los falseadores no aparezcan, es decir, que
no se logre falsar la teoría empíricamente, se dirá de la misma que está corroborada o
aceptada, que “tiene temple”, esto no significa que en el futuro pueda aparecer algún
falseador con lo cual la teoría caería”, nos dice Yeanplong (2012). Popper consolida
con su modelo el método hipotético deductivo (Herder; Yeanplong, 2012). Además de la
teoría marxista y del psicoanálisis freudiano, también el evolucionismo de Darwin pasó
por la consideración de “irracional” o “acientífico” por parte de la postura de Popper.
Dichas teorías fueron rechazadas por ser “holísticas”, es decir totalizadoras, y por
impedir la diferencia entre proposiciones compatibles e incompatibles y así mismo
detectar falseadores potenciales (Yeanplong, 2012). Cabe mencionar que más allá de las
diferencias entre Popper y el Círculo de Viena, ambos pueden ser incluidos dentro de las
“epistemologías normativas” tal como nos aclara Yeanplong (2012). Las mismas se
caracterizan por la búsqueda de un criterio de demarcación entre lo que es y no es
ciencia, la aplicación de criterios lógicos y metodológicos, sin ocuparse de quién, cómo
y en qué condiciones se produce el conocimiento, y considerando las ideas como un
producto. Las mismas son epistemologías sin “sujeto cognoscente” y a la vez
“atemporales” o “ahistóricas”, puesto que no toman en cuenta el contexto sociocultural
en que las ideas se producen (Yeanplong, 2012). Más allá de esta consideración, Popper
criticó el criterio de demarcación de los neopositivistas, y es en esto y en su uso del
inductivismo donde radica su mayor contraposición (Herder). Frente al criterio
empirista de significado Popper propondría el de “refutabilidad”: “… las teorías no son
nunca verificables empíricamente. (…), el criterio de demarcación que hemos de
adoptar no es el de la verificabilidad, sino el de falsabilidad de los sistemas. Dicho de
otro modo: no exigiré que un sistema científico pueda ser seleccionado, de una vez
para siempre, en un sentido positivo, pero sí que sea susceptible de selección en un
sentido negativo por medio de contrastes o pruebas empíricas: ha de ser posible refutar
por la experiencia un “sistema científico empírico”” (Popper, 1977). La principal
novedad que introdujo Popper estriba en la importancia atribuida a las teorías, las
mismas son conjeturas sobre el mundo y no instrumentos de análisis del mismo ni
generalizaciones sobre la base de datos empíricos (Echeverría, 1999). “Si me
preguntáis: “¿Cómo sabe usted?”, mi respuesta sería: “No sé; sólo propongo una
conjetura. Si usted está interesado en mi problema, me sentiré muy feliz si usted critica
mi conjetura, y si usted presenta contrapropuestas, yo a mi vez las criticaré. (…) el
conocimiento avanza mediante conjeturas y refutaciones” (Popper, 1979). “Las ciencias
empíricas son sistemas de teorías; y la lógica del conocimiento científico, por tanto,
puede describirse como una teoría de las teorías” (Popper, 1962). En una famosa
metáfora, el autor diría: “Las teorías son redes que lanzamos para apresar aquello que
llamamos mundo: para racionalizarlo, explicarlo y dominarlo. Y tratamos de que la
malla sea cada vez más fina” (ob. cit.). La manera de lograr que la malla de esas redes
sea cada vez más fina es procurando eliminar todas aquellas teorías e hipótesis que no
dicen nada sobre el mundo porque son falsas. En 1972, publica “Conocimiento objetivo”
donde propone su teoría sobre el conocimiento objetivo, en dicha obra pero ya
formulada anteriormente, expone su célebre “teoría de los tres mundos”. Popper
denomina Mundo 1 al conjunto de estados y cosas existentes o mundo de cosas
materiales, Mundo 2 a los estados de la mente privados e individualmente subjetivos, y
Mundo 3 al conocimiento objetivo o conjunto de datos e informaciones almacenadas en
libros, películas, etc (Herder). Los contenidos del Mundo 3 son reales y así mismo dicho
mundo es autónomo: “(…) el mundo 3 es autónomo: podemos hacer en este mundo
descubrimientos teóricos del mismo modo que podemos hacer descubrimientos
geográficos en el mundo 1. (…) casi todo nuestro conocimiento subjetivo
(conocimiento del mundo 2) depende del mundo 3, es decir de las teorías formuladas
lingüísticamente” (Popper, 1992). Popper reconoce influencias de Platón, los estoicos,
Hegel, Bolzano y Frege en su teoría del tercer mundo. Además de la asimetría existente
entre la verificación neopositivista y la refutación popperiana, Popper cuestionaba
aquella suposición de que la ciencia debía basarse en el inductivismo, y en el hecho de
que la inducción justificase las hipótesis científicas (Herder). Ante la teoría inductiva
Popper propone su deductivismo, sosteniendo que las inferencias utilizadas en el
método científico han de ser deductivas. “Nunca es posible “justificar” o verificar las
teorías científicas (…) Lo más que podemos decir de una hipótesis es que hasta el
momento ha sido capaz de mostrar su valía, y que ha tenido más éxito que otras”
(Popper, 1977). Para abordar esta cuestión Popper retoma el conocido “problema de la
inducción” ya abordado por Hume y que deja en claro que no está lógicamente
justificado pasar de enunciados particulares a enunciados universales (Herder). Las
proposiciones universales no pueden ser verificadas por medio de la observación
sensible, y es lógicamente imposible que se verifiquen en “todos los casos” (Yeanplong,
2012). Las “diversas dificultades” de la lógica inductiva son insuperables, y la única
manera en la que Popper entiende una posible solución a dicho problema se encuentra
en el método de “ensayo y error”, llamado “conjeturas y refutaciones”. La ciencia no la
constituyen pensamientos o ideas subjetivas, sino enunciados, argumentos,
contrastaciones y eliminación de errores (Herder). Ante estas cuestiones, Popper
introduce dos conceptos fundamentales para su teoría, el de “corroboración” y el de
“verosimilitud”. El primer concepto refiere que aquella teoría que resiste toda clase de
pruebas rigurosas y aguanta la confrontación con otras teorías demuestra su propio
“temple”, demostrando que está apta para sobrevivir o ha sido corroborada. Una teoría
no puede ser verificada pero si corroborada, dicha corroboración señala el grado de
resistencia de una teoría a los diversos intentos de falsarla. Por otra parte, Popper
introduce el concepto de “verosimilitud” el cual expresa el grado de verdad que puede
tener una hipótesis científica. La verdad es una meta inalcanzable para la ciencia o no es
precisamente su meta más importante, que la define como “aproximación a la verdad”
(Herder). “(…) no sólo buscamos la verdad, vamos tras la verdad interesante e
iluminadora, tras teorías que ofrezcan solución a problemas interesantes” (Popper,
1974).
2 A lo largo del siglo XX, y frente a la existencia de algunas “epistemologías
normativas”, tal como lo plantea Yeanplong (2012), comienzan a coexistir otras de
carácter más “descriptivo”. Dichas epistemologías corresponden al denominado
“contexto de descubrimiento” y son también llamadas “epistemologías con sujeto”.
Dichas posturas cuentan con criterios más laxos, dándole hincapié a aspectos históricos,
sociológicos y psicológicos que centran su atención en el proceso de producción del
conocimiento. Ante los aspectos estrictamente lógicos y metodológicos de las
“epistemologías normativas”, las emergentes posturas se enfocan en la historicidad del
conocimiento científico, teniendo al sujeto como eje y prestando su atención a una
historia externa de la ciencia. Estas posturas permiten además enfocar los problemas de
producción del conocimiento desde distintos ángulos, permitiendo una explicación más
interdisciplinaria del génesis del saber científico. Algunos de los autores se enfocarán en
aspectos históricos y sociales (Thomas Kuhn), o psicológicos (Gastón Bachelard),
mientras que otros lo harán en rasgos más ideológicas (Paul Feyerabend), pero todos
cuestionando los abordajes de las “epistemologías normativas” de neopositivistas y
falsacionistas (Yeanplong, 2012). Uno de los mencionados, Thomas Kuhn, publicaría en
1962 su obra “La estructura de las revoluciones científicas” marcando una nueva etapa
en la filosofía de la ciencia. Su influencia abarca no solo a sociólogos e historiadores,
sino además a propios científicos que comenzarían a utilizar algunos conceptos de la
terminología kuhniana: paradigmas, ciencia normal, anomalías, crisis, revoluciones
científicas, entre otros (Echeverría, 1999). Al igual que ocurrió con Popper, la influencia
de su obra no sería inmediata, sino que gracias a su célebre polémica con este durante el
Coloquio Internacional sobre Filosofía de la Ciencia de 1965, los apoyos de Imre
Lakatos a su postura, la radicalización de algunas de sus ideas por parte de Paul
Feyerabend, y los posteriores debates sobre su concepto de inconmensurabilidad, es que
se daría la definitiva difusión de su pensamiento (ob. cit.). Físico de formación, Kuhn se
interesó por la historia de la física y posteriormente por la metodología de la ciencia,
publicando además de la ya mencionada obra, otros trabajos como “Segundos
pensamientos sobre paradigmas” y “La tensión esencial”, en los que matizaría sus
posiciones iniciales, introduciendo el concepto de “matriz disciplinar”. Fallece en 1996,
dejando ciertos trabajos sin publicarse (ob. cit.). Dentro de los conceptos introducidos
por Kuhn a través de su obra, quizás el de “paradigma” sea el de mayor difusión. El
mismo fue utilizado por primera vez por Lichtenberg, y posteriormente por Wittgenstein
en su obra “Investigaciones filosóficas”. Kuhn lo presenta en el capítulo III de “La
estructura de las revoluciones científicas” como un “modelo o patrón aceptado” por los
científicos de una época determinada que ha llegado a ser vigente tras imponerse a otros
paradigmas rivales (ob. cit.). “En su uso establecido, un paradigma es un modelo o
patrón aceptado y este aspecto de su significado me ha permitido apropiarme la
palabra 'paradigma', a falta de otro término mejor; pronto veremos claramente que el
sentido de 'modelo' y 'patrón', que permiten la apropiación, no es enteramente el usual
para definir 'paradigma'” (Kuhn, 1971). Ejemplos de paradigmas son el análisis
aristotélico del movimiento de los cuerpos, el cálculo ptolemaico de las posiciones
planetarias, la revolución copernicana, la mecánica de Newton, la teoría química de
Lavoisier o la teoría de la relatividad de Einstein (Kuhn, 1971; Echeverría, 1999).
Durante su educación los científicos se familiarizan con determinado lenguaje y
técnicas cuya eficacia los marca considerablemente en su modo de considerar los
fenómenos; las tesis doctorales y los trabajos de experimentación se enmarcan dentro de
dicho marco teórico. Así se originan creencias y hábitos intelectuales comunes y de ahí
se forman las comunidades científicas. Pueden haber paradigmas y comunidades rivales,
y la ciencia vigente en un determinado momento histórico implica el afianzamiento de
uno de esos paradigmas en disputa (Echeverría, 1999). “Los paradigmas obtienen su
status como tales, debido a que tienen más éxito que sus competidores para resolver
unos cuantos problemas que el grupo de profesionales ha llegado a reconocer como
agudos: Sin embargo, el tener más éxito no quiere decir que tenga un éxito completo en
la resolución de un problema determinado o que dé resultados suficientemente
satisfactorios con un número considerable de problemas. El éxito de un paradigma (…)
es al principio, en gran parte, una promesa de éxito discernible en ejemplos
seleccionados y todavía incompletos” (Kuhn, 1971). Muchos han cuestionado la noción
kuhniana de “paradigma” (entre ellos Shapere, Toulmin y Mastermann), tanto por su
“vaguedad” como por su sociologismo y su “relativismo” (Kuhn, 1971; Echeverría,
1999), ante las mismas responde el propio Kuhn en una Postdata de 1969 a su obra.
Otros de los conceptos importantes en la obra de Kuhn lo representan los de “ciencia
normal” y “revoluciones científicas”. En relación al primero, Kuhn lo define de la
siguiente manera: “En este ensayo, "ciencia normal" significa investigación basada
firmemente en una o más realizaciones científicas pasadas, realizaciones que alguna
comunidad científica particular reconoce, durante cierto tiempo, como fundamento
para su práctica posterior. En la actualidad, esas realizaciones son relatadas, aunque
raramente en su forma original, por los libros de texto científicos, tanto elementales
como avanzados. Esos libros de texto exponen el cuerpo de la teoría aceptada, ilustran
muchas o todas sus aplicaciones apropiadas y comparan éstas con experimentos y
observaciones de condición ejemplar”. Dentro de las realizaciones que Kuhn menciona
están la "Física" de Aristóteles, el "Almagesto" de Tolomeo, los "Principios" y la
"Óptica" de Newton, la "Electricidad" de Franklin, la "Química" de Lavoisier y la
"Geología" de Lyell, entre "muchas otras obras que sirvieron implícitamente durante
cierto tiempo para definir los problemas y métodos legítimos de un campo de la
investigación para generaciones sucesivas de científicos" (Kuhn, 1971). Cada una de
esas realizaciones dio origen a una verdadera disciplina científica por desglose de un
saber previo, y la investigación tomará dichas obras como base para las investigaciones
ulteriores, tratando de resolver los problemas no solucionados, generalizándolos y
trasladándolos a nuevos campos no previstos por los creadores del paradigma
(Echeverría, 1999). Kuhn también menciona la existencia histórica de una “etapa
precientífica” donde los hechos se recopilan de manera fortuita pero sin un criterio para
dicha selección. Durante ese período la observación y la experimentación son casuales,
así como las reglas en el uso de los instrumentos, y con conocimientos que van
surgiendo sobre lo que aun no puede ser denominado ciencia. Plinio y las historias
naturales baconianas del siglo XVII son ejemplos que Kuhn cita de esta fase de la
investigación (Kuhn, 1971). Durante este proceso, y respecto a los hechos, van
surgiendo interpretaciones diferentes que provienen de la metafísica, la religión y otros
campos dispares, desapareciendo de modo sorpresivo en el momento en que se
constituye el paradigma como tal. Se da así el triunfo de una de las escuelas anteriores,
del cual sus miembros se centran en el estudio de una pequeña parte de los datos
recopilados. Kuhn pone como ejemplo a los creadores de la teoría de la electricidad:
“...casi ninguna de las primeras "historias" de la electricidad, menciona que las
granzas, atraídas a una varilla de vidrio frotada, son despedidas nuevamente. Este
efecto parecía mecánico, no eléctrico” (Kuhn, 1971). Lo importante de todo esto que
tras la constitución de un paradigma, la investigación sufre un cambio radical,
sistematizándose los experimentos y resultados de algunos fenómenos. La investigación
comienza a ser dirigida y los demás investigadores comienzan a interesarse por dicha
forma de trabajo (Echeverría, 1999). "El nuevo paradigma implica una definición nueva
y más rígida del campo. Quienes no deseen o no sean capaces de ajustar su trabajo a
ella deberán continuar en aislamiento o unirse a algún otro grupo" (Kuhn, 1971). La
etapa precientífica y la posterior constitución de un paradigma dan origen a lo que Kuhn
denomina “ciencia normal”, aplicándose así la definición expuesta antes. Durante esta
fase los científicos no buscan nuevas teorías o nuevos fenómenos, sino que se investiga
ámbitos teóricos muy pequeños de manera muy minuciosa, lo que supone el triunfo de
la especialización (Echeverría, 1999). "Ninguna parte del objetivo de la ciencia normal
está encaminada a provocar nuevos tipos de fenómenos; en realidad, a los fenómenos
que no encajarían dentro de los límites mencionados frecuentemente ni siquiera se los
ve. Tampoco tienden normalmente los científicos a descubrir nuevas teorías y a menudo
se muestran intolerantes con las formuladas por otros" (Kuhn, 1971). La tarea principal
durante este período consiste en articular y organizar los resultados que se han obtenido
de una manera mejor, en forma de teorías (Echeverría, 1999). Enunciar leyes científicas,
formular los principios en términos cuantitativos, matematizar las leyes y razonamientos
son algunas de las tantas actividades típicas de esta etapa. Durante este período se
dedica mucho tiempo y esfuerzo en la tentativa de solucionar problemas de escasa
relevancia, pero que tienen un profundo sentido dentro del paradigma en cuestión (ob.
cit.). "Las operaciones de limpieza son las que ocupan a la mayoría de los científicos
durante todas sus carreras. Constituyen lo que llamo aquí ciencia normal. Examinada
de cerca, tanto históricamente como en el laboratorio contemporáneo, esa empresa
parece ser un intento de obligar a la naturaleza a que encaje dentro de los límites
preestablecidos y relativamente inflexible que proporciona el paradigma" (Kuhn, 1971).
Durante el período de ciencia normal existen “anomalías”, es decir, hechos que no son
explicables en el marco conceptual del paradigma y que incluso lo contradicen, Kuhn
proporciona muchos ejemplos históricos al respecto: "El estado de la astronomía de
Ptolomeo era un escándalo, antes de la propuesta de Copérnico. La nueva teoría de
Newton sobre la luz y el color tuvo su origen en el descubrimiento de que ninguna de
las teorías existentes antes del paradigma explicaban la longitud del espectro, y la
teoría de las ondas, que reemplazó a la de Newton, surgió del interés cada vez mejor
por las anomalías en la relación de los efectos de difracción y polarización con la
teoría de Newton" (Kuhn. 1971). La existencia de ciertas anomalías puede ser conocida
durante mucho tiempo pero sin que esto represente la caída del paradigma vigente, en
este punto radica una de las diferencias con el falsacionismo popperiano, ya que con los
múltiples ejemplos expuestos por Kuhn, el autor muestra que hechos contradictorios con
una determinada teoría no conllevan a su refutación o falsación efectiva. A medida que
dichas anomalías se van volviendo más “insalvables”, y puesto a que se multiplican y
diversifican, el paradigma va entrando en “crisis”. De esta forma se va dando una nueva
etapa dentro del desarrollo histórico de un paradigma que dará lugar a una “revolución
científica”, la cual inaugurará el triunfo de un nuevo paradigma (Kuhn, 1971;
Echeverría, 1999). Una simple anomalía no derriba un paradigma, enfrentados a dicha
dificultad los científicos inventarán numerosas articulaciones y modificaciones a su
teoría para eliminar cualquier conflicto aparente. Las leyes básicas de un paradigma
suelen volverse en una especie de “dogmas” no refutables por más observaciones que
hayan, así un paradigma no será rechazado hasta que surja otro rival (Echeverría, 1999).
Durante las épocas de crisis los científicos proponen nuevas hipótesis y teorías,
entrándose en la etapa llamada de “proliferación de teorías”. Finalmente, la sustitución
de un paradigma por otro supone una “revolución científica”, y esto marca otro aspecto
fundamental entre la polémica Popper/Kuhn ya que el nuevo paradigma será
incompatible en algunos aspectos fundamentales con el anterior. "La transición de un
paradigma en crisis a otro nuevo (...) está lejos de ser un procedimiento de
acumulación, al que se llegue por medio de una articulación o una ampliación del
antiguo paradigma. Es más bien una reconstrucción del campo a partir de nuevos
fundamentos, reconstrucción que cambia algunas de las generalizaciones teóricas más
elementales del campo, así como también muchos de los métodos y aplicaciones del
paradigma" (Kuhn, citado por Echeverría, 1999). El principal reproche que Kuhn le
hace a Popper es el de su visión del progreso como algo “acumulativo” y continuo. Para
Kuhn la ciencia avanza a base de crisis y rupturas, lo que implica cambios radicales en
la concepción del mundo. Esta defensa por una visión “discontinuista” de la historia de
la ciencia llevó a Kuhn a la elaboración de su famosa tesis de la “inconmesurabilidad”
entre paradigmas rivales. Una teoría no es refutada ni dejada de lado exclusivamente por
haber sido falsada empíricamente. Esta tesis ataca al principal dogma del positivismo
que es la existencia de una base empírico común a todos los científicos. Frente a esto,
Kuhn compara las revoluciones científicas con un cambio de visión del mundo, lo que
lleva a que los científicos defiendan un viejo o un nuevo paradigma por tener
concepciones diferentes de lo que es la disciplina científica, utilizando conceptos
teóricos diferentes. Kuhn apoya su tesis con múltiples ejemplos históricos (Echeverría,
1999). “Las diferencias entre paradigmas sucesivos son necesarias e irreconciliables”
(Kuhn, 1971). Kuhn se opone de esta forma a la tesis neopositivista y a la alternativa de
Popper, cuestionando que un experimento crucial jamás será como un juez neutral entre
los defensores de dos paradigmas opuestos porque ambos bandos perciben e interpretan
de un modo diferente el mundo que ven (Echeverría, 1999).
Referencias bibliográficas

ECHEVERRÍA, Javier. “Introducción a la metodología de la ciencia. La filosofía de la


ciencia en el siglo XX”. Madrid, Cátedra, 1999.
ENCYCLOPAEDIA HERDER. “Karl Raimund Popper”. En: Encyclopaedia Herder –
Vitae. Disponible en:
https://encyclopaedia.herdereditorial.com/wiki/Autor:Popper,_Karl_Raimund
(Consultado el 16/11/17).
POPPER, Karl. "La lógica de la investigación científica". Madrid: Tecnos, 1962.
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YEANPLONG, J.C. “Reseña de algunas epistemologías I”. En: YEANPLONG, Juan
Carlos y Juan Carlos URSE. Didaskaloi. Montevideo: ANEP-CFE, 2012.

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