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1 LA CIUDAD DE MEXICO EN LOS ALBORES DEL SIGLO XX {_worti oF Tone newegn_ Facade lesa y Letras, Universidad Nacional Autonoma de México EL ESCENARIO AA rrasciros pe stato xx, 14 Cuban be México na nECONOCtDA, con ompllo, por gran parte de sus habitantes como una de las pruebas mas fidedignas del répido avance que cl pats experimentaba hacia la modemidad. La fe en el progreso que imperé durante la larga administracion de Porfirio Diaz afect6 no slo la planeacion y ejecucion de las po- liticas urbanas sostenidas por los gobernantes, sino también las actitudes, las costumbres, y el comportamiento de los capitalinos en los espacios y en el uso de los servicios publi- s. Asi, el progreso fue el fin determinante que rigié la sociedad. Sin embargo, para al- canzarlo, el Estado requiris una base: el orden, con todo y sus contundentes significados. Estas firmes convicciones influyeron en la seleccion de aquellos conceptos urbanis- ticos estimados como los mas idéneos para el disetio, crecimiento y mantenimiento de la metropoli. Como una obsesién por ser igual a las naciones europeas, México se pro- ‘puso imitar los modelos de urbanizacién de ciudades como Paris, Londres y Madrid, los cuales habian sido formulados y seguicos desce el siglo xv, incluso, ya se habfan intentado implantar desde mediados de ese mismo siglo en la Nueva Espana, bajo la ominacion de la monarquta espattola de los Borbones. Sin embargo, la guerra de in- cependencia y la consecuente inestabilidad nacional durante el siglo xix impidieron «que el plan se concretara, Si bien desde la década de los noventa de esa centuria comen- Zaroni a ejecuiarse varios proyectos urbanos como refleio de la consolidacion del régi- ‘men porfirista, no fue sino hasta 1900 cuando se incrementé este tipo de trabajos gui dos por los objetivos de regular y mantener: i la libre circulacion tanto de agua y viento como dle vehiculos y transeuintes, il la higiene, i] la iluminacion con luz solar y con electricilad, iv] los espacios con funciones especificas, v] las zonas arboladas, vi] la fun cionalidad, vii] la comoxticiad, vil] el buen gusto y ix] el lujo. my 12 VIDA COMDIANAEN MEXICO: SIGLONX Situada a una altitud de 2 266 m en el Altiplano mexicano, la Ciudad de México se mantuvo como polo de atracci6n y primordial centro administrativo de toda la Re- publica durante ese periodo, Cabe recordar que era la municipalidad mas importante de las 13 que conformaban el Distrito Federal y que, por lo tanto, era el punto al que confluian por diversas razones los pobladores de las municipalidades restantes: Guada- lupe Hidalgo, Azcapotzalco, Tacuba, Tacubaya, Coyoacin, Tlalpan, Xochimileo, Mix- coae, San Angel, Cuajimalpa, Milpa Alta e I2tapalapa.! Al considerar que estaban muy apartadas del centro capitalino, la gente de aquel entonces se referia a ellas como “los alrededores de Mexico”. La superficie total del Distrito Federal era de 152.910 ha, De acuerdo con el censo de 1895 contaba con 476 433 habitantes, de los cuales 329 774 vivian en la ciuclad; en 1900, la poblacién total de los municipios habia aumentado a 541 516, mientras que la de la ciudad registraba 344 72. El mayor incremento se pro- dujo en 1910: 720 753 pobladores en el Distrito Federal y 471 066 en la ciudad, Asimismo, la superficie de la capital de la Republica aumento ripidamente duran- te el régimen porfitista, Como consecuencia de la crisis nacional decimonénica, el cte- cimiento de la ciudad habfa sido minimo, por no decir casi nulo, En 1858, su exten- si6n territorial abarcaba 8.5 km2; en 1900 la expansion urbana ya habia alcanzado los 27.7 km? y, para 1910, los 40.5 km? Esta situacion se debi, en gran medida, al ferrocarril pues éste permitié activar la Industria y otros sectores de la economfa metropolitana, La ciudad era el punto de con- fuencia de toda la red ferroviaria dl pats. El ferrocarril era el medio de transporte por el que la ciudad recibia materias primas, se trasladahan manufacturas hacia casi todo el tertitorio nacional y se facilitaba el rapido e ininterrumpido arribo de muchos visi tantes o de quienes legaban para quedarse, procedentes, sobre todo, de los estados de Hidalgo, Puebla, Queretaro y Guanajuato. Ante las nuevas condiciones de crecimiento se ampliaron barrios y colonias, al tiempo que la fundacion de otras zonas habitacionales se hizo una prictica constante Mas temprano que tarde “los alrecledores de México” dejarian de serlo y la marcha ur bana se desbordé hacia los cuatro puntos cardinales. La ciudad comenzo a extenderse primero hacia el poniente, donde se construyeron residencias pati los zlados; después hacia el norte, el noroeste y el oriente, debido a la dem da por parte de la clase obreta, y finalmente hacia el sur y el surveste, donde, en un principio, las clases populares ocuparon terrenos, aunque paulatinamente surgieron ‘nuevos fraccionamientos para las clases media y media baja. Aunado al crecimiento po- blacional, la aparicion en el escenario urbano de nuevas zonas habitacioniles fue el e- sultado de la politica liberal que promovia la colonizacion? y la propiedad privada, Es- te mensaje fue interpretado por la mayoria de los fraccionadores y compradores de lotes y construcciones como la gran oportunidad para realizar negocios especulativos A GIUDAD DE MEXICO EN LOS ALBORES DELSIGLONX 13 Sada poulviga DISTRITO FEDERAL fiviion Carta politica del Distrito Federal (1902). 14 VIBACOMDIANAEN MEXICO: 16102 cen bienes raices y no como la posibilidad de responsabilizarse y espectalizarse en acti- vidades urbanisticas, ya que ésta no era su meta. Unicamente llegaron a donar terrenos para plazas, iglesias, metcados o escuelas, y a proporcionar servicios como electricidad, abastecimiento de agua potable, instalacion de caferias y pavimentacién de las calles cuando recibieron subsidios gubernamentales, lo que solo ocurri6 en la construccion de las zonas destinadas a la gente de alto nivel socioeconémico. Esbien sabido que a medida que crecié la ciudad también fueron aumentando sus problemas, por Io que el alcance de los fines urbanisticos propuestos se convirtié en tuna probabilidad muy remota, Sin embargo, durante los tltimos 10 afios del regimen de Diaz se difuundi6, por medio de la prensa, que se habian obtenido los mejores resul- tados, En realidad, el balance solo arrojaba beneficios en aquellos lugares donde resi- dian las clases mas acomodadas y los extranjeros, como estadunidenses, franceses y es- panoles. Por su parte, esta minoria privilegiada compartia el optimismo de vivir en una urbe moderna; se congratulaba, por ejemplo, cle que en sus fraccionamientos ya no se- ria tan comin ver “los postigos mucos, telaraniosos y apolillados”,? ni percibir el hedor a humedad, a agua estancadla y a mugte que caractetizaban al centro, Asimismo, se sin- tieron mas seguros en ellos, pues creyeron que al destinarles un mayor ntimero de gen- darmes disminuirian las posibilidades de ser victinas de la delincuencia capitalina. Attn ‘mis, tanto las autoridades porfirisias como este grupo consideraron que se habia logra- do el objetivo de ordenar y clasificar cada uno de los barrios y cada una de las colonias de acuerdo con la jerarquizacion social imperante, En otras palabras, ya no tendrian {que convivir en el mismo espacio habitacional los de arriba y los de abajo. Esto signi- fico para los primeros ratificar su estatus social, pero tanto para unos como para otros, ‘esta demarcacion desperto un sentimiento de icentidad el cual se tradujo en sentir or- gullo de pertenecer a una determinada comunidad y, por lo tanto, de creerse distinto a los demas, De esta forma, la mayoria de los fraccionamientos y barrios adquirieton al- gzin rasgo distintivo con el que cotidianamente se identificaban a si que eran identificados por otros habitantes de la ciudad. Ante esta diversiddad, a la vie~ ja “ciudad de los palacios” algunos decidieron Ilamarla también la “ciudad de los con- tastes” o la “ciudad mixta” En particular, durante aquellos afios, se insistié en las cualidades dle la ciudad que emergia \ismos y con el en ese poniente que, por misteriosa virtud es el lado fecundo de todas las eiuacles moder nas, ha brotado la ciudad nueva, a coqueta, la elegante, a cosmopolita, la que no astenta caracteres genuinos, lade calles asfaltadas y bordadas de villas, que aqut y acullérecuerdan un rinconcito de Paris, o de Viena, o de Berlin, o de cualquier sitio, porguc la parte nueva de las ciudades va aseme}éndose cada dia mas, como silos hombres quisiran fraterizar en {A CIUDAD DE MENICO EN LOS ALBORES DELSIGLONX 15 el aspecto de sus residencias, ya que, por desgraca, no han podlido hacerlo en la tndole de sus sentimientos y de sus aspiraciones.* ‘Aun mas, con la conviccién de que lo occidental siempre representaba lo més avanza- «lo de la civilizacion, en la prensa se aseguraba que tal era el destino de aquel punto cardi nal de la metropoli. En otras palabras, se le estimaba como el espacio donde predominaban ‘otras calles, otras gentes, ottos rudos, otros slencios, otros clores y otros colores”.® Al con- siderar que aht siempre debia imperar el orden se cuidaba que la taza de ls calles fuera per- fectamente recta y proporcional. Situacién muy distinta a la que prevaleci6 en los asenta- mientos de las clases populares que nacieron, crecieron y se multiplicaron de manera iegular a pesar del controle, incluso, de la prohibicién del gobierno municipal. Fl proce- so de fundlacion y construccion de colonias y barrios fue el que a continuacién se describe. bey Jig Le expansién de la Ciudad de México, 1858-1910. 16. VIDACOMIDIANA EN MEXICO: 1610 En lo que se conocia como el Ejido de la Hora, en las cercantas de la Alameda Central, la colonia de los Arquitectos se convirti6, en 1859, en uno de los primeros fraccionamientos que aparecieron en el poniente de la ciudad, aunque su terminacién se registt hasta la décacla de 1880. Estuvo destinada a los arquitectos y estudiantes de arquitectura de la Academia dle San Carlos, Si bien algunos de ellos se establecieron allt, en realidad fue habitada por comerciantes, militares de alto rango y profesionistas,° es decir, por integrantes de las clases media y alta. Durante el siguiente decenio se cte6, también en el poniente, la colonia Santa Ma- ria la Ribera, que alberg6, sobre todo, a comerciantes y abogados de la clase media, Fue tuna de las colonias en la que sus vecinos siempre proclamaron con orgullo su adserip- cion habitacional y constantemente aparectan sus fotografias en la prensa ilustrada. La colonia colindaba con la Guerrero, que habia sido trazada en 1862 en terrenos de los panteones de Santa Paula y de San Andrés —aunque su delimitacion definitiva se pro- dujo entre 1873 y 1874—, y que se caracterizaba por ser un vecindario en su mayoria obrero. A principios del siglo xx, ambos fraccionamientos ya sumaban un considerable numero de vecinos, En la década de 1880 aparecieron las colonias Violante y Morelos, en el bartio de ‘Tepito. Ambas se distinguieron, desde su fundacion, por ser cuna de maleantes, Estas colonias se contaron entre las pocas que empezaron a crecer en la parte noroeste de la Giudad. Mas bien, ésta continué su expansion hacia el poniente con importantes y pres- tigiosas zonas habitacionales, como la colonia Francesa o Nueva Francia, ubicada en- tre lo que después se denomino Avenida Juarez, San Juan de Letran y Bucareli, o como la San Rafael, fraccionada entre 1891 y 1892 en la Hacienda del Cebollén. La década de 1890 se caracteriz6 por el surgimiento de un mayor nimero de asentamiientos correspondientes a los estratos populares. Entre ellos, la colonia San- ta Julia, establecida en la municipalidad de Tacuba alrededor de 1895. De esta forma empezaron a tocarse, a fusionarse, la ciudad y sus alrededores, Si en algun momento Santa Julia adquirié fama, se debio a que a ella pertenecia “El Tigre”, un astuto delin- ccuente que fue atrapado por la policfa mientras cumplia con sus deberes lisiologicos, Entre otros espacios ocupados por clases bajas se encontraban, en el lado oriental, la Maza o de la Vaquita; al norte la Peralvillo; al noreste, La Bolsa, que albergaba a ladro- nes y prosticutas, y la Diaz de Leon; al este, ht Valle Gomez, entre la Calzada de Gua- daluipe y Rio Consulado, y al sureste, In Progreso de la Viga, En el sur se establecie- ron el Cuartelito o ta Escandon, para obreros, In Hidalgo, situada muy cerca de la antigua Calzada de la Piedad, y la Inclianilla (hoy colonia de los Doctores), que estu- vieron destinadas a empleados pablicos y trabajadores de los tranvias, y la Obrera, en aque vivian artesanos y albaniles, Ena mayoria le estos barrios se concentraron una infinidad de pequenas viviendas donde se hacinaban numerosas familias. A muchos LACIUDAD DE MENICO EN LOS ALBORES DELSIGLOOX LT los se les identificaba como “arrabales instantaneos”, debido a la rapidez con que los asentamientos humanos, En ellos se podian encontrar cumulos de de © produ hasura por doquier. En los primeros afos del nuevo siglo se continué con el fraccionamiento de espa- cis destinados a las élites politica y econémica, las cuales compraron extensos terte- ios y edificaron majestuosas mansiones, Para esos momentos se volvi6 tna obsesién vi- vir en puntos colindantes 0 lo mas cercano posible al Paseo de la Reforma, el mas iinportante de aquel entonces. En 1902 aparecieron tanto la Condesa como la Roma, sta dividida en Norte y Sur. Dos aos mas tarde, el abogado Rafael Martinez de la To- tre funds la Cuaubtémoc en terrenos correspondientes a la Hacienda de la Teja y, en 906, surgié la Juarez. En particular, en estas nuevas colonias se copiaron los principios urbanisticos y arquitecténicos ce Francia con objeto de convertirlas en lo mas exclusi- ‘yo de la ciudad. En el caso de la Roma Sur, la compaitia de terrenos de la Calzada de Chapultepec anunciaba en la prensa la venta de lotes, con lo que promovia, aparte de tuna especulacién segura y atractiva, un fraccionamiento que contaba con saneamiento perfecto, agua abundante, calles asfaltadas, hermosos parques, amplias banquetas, ar~ holes y jarclines. Si bien el surgimiento de colonias residenciales hacia el poniente se mantuvo desde finales del siglo xrx hasta los primeros afios del xx, es bien sabido que apare- ceron mas barriadas en la medida que, al avanzar el siglo, aumento el numero de in- Iigrantes procedentes del campo, quienes, como siempre, abandonaban sus tierras con Ia ilusion de encontrar alguna actividad econémicamente mas redituable en la urbe y asi mejorar su miserable situacién. EI distrito oriental, que rodeaba el lago de lexcoco, recibié el mayor numero de individuos y, por lo tanto, se convirtio en uno Ue los mAs hacinados de la ciudad. Aparte de las consecuencias que esto implicaba Vistas de la Ciudad de México. 18 VIDACOTIDIANAEN MEXICO: GLO XX. para la calidad de vida, afloraron otros problemas. Uno de ellos radicé en que a los vecinas se les hizo costumbre olet los miasmas de aguas putridas, resultantes de “la ‘gran cantidad de estanques subterréneos de aguas fecales”,” lo que provocaba un al- to indice de enfermedades infecciosas, principalmente gastrointestinales. Otro mas consisti6 en las repetidas polvaredas ocasionadas por la desecacién del lago, proceso ue se venta produciendo desde siglos atras, y que se habian agudizado a raiz de las obras de desagite realizadas por la administracion porfitista. En consecuencia, apa- recieron Ilanos aridos tequesquitosos® y, aunque ello afect6 con gran frecuencia y se- veridad aquella zona, el mal se extendia por casi toda la ciudad durante los meses de febrero y marzo a raiz de les vientos caracteristicos de esta temporada, pot lo que hhasta las residencias mas Iujosas, las caras y las rapas de todos los capitalinas se lle- aban de un fino polvo amarillento. Cabe subrayar que, a lo largo de este proceso de urbanizacisn, la atencién que el gobierno municipal daba a los diferentes fraccionamientos era muy desigual. A la ma- yoria de las colonias populates no se les dot6 de agua, alumbrado o limpieza de calles. Los mejores servicios se destinaron a las demarcaciones donde vivian las clases acomo- dadas, Esto fue més evidente en las obras de saneamiento referentes tanto al drenaje de Del campo fa ciudad. {A CIUDAD DE MEXICO EN LOS ALBORES DELSIGLOXX 19 tas negras como al abastecimiento del liquido potable. En el primer caso, baste re- ccordar la tesonancia que tuvo en aquellos tiempos la inauguracién del desagiee general «lel Valle de México, concebido como la solucién a las constantes imundaciones de la ‘Giudad, que se productan sobre todo en la temporada de Iluvias en las calles céntricas y a causa del desbordamiento de los diferentes rios y sus afluentes que atravesaban 0 ireundaban el Distrito Federal. Las aguas estancadas acasionaban malos olores, aun- «que no tan severos como los producidos en las inmediaciones del lago de Texcoco. Es- \a importante obra de infraestructura comenzé a construirse en la ultima década del si- ilo xix y Fe inangurada el 17 de marzo de 1900, con gran despliegue publicitario en toda la prensa. Hste canal de desague partia de la garita de San Lazaro, al oriente de la capital, pa- sas por la setrania de Guadalupe y por el lago de Texcoco. De abit continuaba hacia el lio de San Cristobal Ecatepec, hasta la orilla del poblado de Zumpango. La longitud del canal era de 47 580 m, En los primeros kilometros su profundidad era de 5.5 m, Inientras que en los ultimos alcanzaba los 20.5 metros, Tenia una capacidad de 18 m? «le agua por segundo. A lo largo de su trayecto se fueron construyendo puentes, acue~ luctos, carreteras, viaductos, etc. A pesar de la infraestructura, el problema de las inundaciones no desapareci6,!° por lo que todos los estratos sociales continuaron pa- eciendolo, aunque no fue tan grave ni tan frecuente para los vecinos de las exclusivas ‘onas habitacionales. En cambio, a éstos st se les volvi6 cotidiano el abastecimiento cle agua potable por inedio de tuberias, Para ello se requirié el uso de nuevos mantos acuiferos, debido a «jue los antiguos manamtiales de Chapultepec, del Desierto de los Leones y de Santa Fe ya no alcanzaban a abastecer a la creciente poblacién. En consecuencia, la ciudad apro- echo, desde 1905, los manantiales de Xochimilco, considerados como de suprema ca- lidlad y, a partir de 1908, también recibié las aguas de los manantiales de la Noria. Los iiobiermos que siguieron a la caida de Diaz continuaron con este tipo de obras hidrau- Hicas, En abril de 1912 se empez6 a bombear agua procedente de Nativitas y de Santa Cruz hacia una planta instalada en la Condesa, A ratz de esto aument6 considerable Inente la presion en las casas, a la par que permitié que en las mejores colonias se ga- Twntizara el suministro a fuentes y jarlines publicos y que se pudieran instalar tomas de gua para incendios. No hay que olvidar que estos servicios publicos tendieron a cumplir dos funciones. | prioritaria era remediar los problemas de safucl publica, algo difieil de aleanzar Inlentias petsistiera una distribucion inequitativa para toda la metrépoli. Por otra par~ te, se estimuld cada vez mas la higiene entre las clases alta y media alta. Saber que el «ua Heytba todos Tos dias a su hogar les aseguraba un bafio matinal o nocturo; situa clot muy diferente de la que vivian las clases inferiores, que sélo mojaban su cuerpo 20 VIDA COTIDIANA EN MEXICO: sIGLO.%% de vez en vez en un ano publico, dependiendo de que hubiera un excedente de su presupuesto,!" 0 cuando los atrapaba un aguacero en los meses lluviosos. Algo que si les caia a diario eran las criticas de los de arriba, que no se cansaban de gritarles con desprecio: *;mugrosos!”. Sila obtencisn de agua potable era una posihilidad muy remota para Ins sectores mas bajos de la ciudad, el telefono era inimaginable, Solo unas cuantas familias de la cla- se alta podiian presumir de contar con uno de estos novedosos aparatos que acortaba las Aistancias y permitia alargar las conversaciones entre la parentela, los amigos e incluso los vecinos de la misma cuadra, y hasta clel mismo edificio en que se vivia, aunque tam- bién se podian entablar contactos tan lejanos como entre la capital y la ciudad de Tolu- caen el Estado de México. A pesar de que el acceso a las lineas telefonicas estaba limi tado, éstas se extendieron ripidamente. Al inicio del siglo xx, en toda la Reptiblica habia 9.000 km de tendido, de los cuales 3.000 km correspondian al Distrito Federal. Contar 0 no con alguno de estos servicios publicos era tan s6lo una de las tantas formas en que se marcaba la diferencia entre las clases sociales. Otra mas radicaba en el tipo de actividades cotidianas que realizaba cada una de éstas en los diferentes es- cenarios de la Ciudad de México. Durante el régimen porfirista, como resultado de la transicion de una economia preindustrial a una industrial, el trabajo se habia con- vertido en un valor muy apreciado. En la prensa periédica se repetian frases como “Mexico trabaja” o “La ciudad que trabaja” e, incluso, en las ediciones dominicales de EI Mundo Nustrado, uno de los rganos mas importantes de aquellos afos, aparecian fotografias tanto de propietarios como de empleados w obreros en sus centros labo- rales, las cuales proyectaban paz, atmonia y progreso. A esto se sumaban los articu- Jos en que se enfatizaba que el trabajo dignificaba al hombre o en los que se argumen- taba que “en las metrépolis la intensidad del trabajo es mayor porque la competencia, con su poderosisimo aguijén, impulsa a los hombres a multiplicar sus esfuerzos pa- ra poder triunfar y vivir”. 12 Asi pues, a principios del siglo xx ya estaba bien definico que el trabajo era la ac Lividad cotidiana predominante de la nacién y, por ende, se habia erigido en la regula «lora de tiempos y posibilidades para practicar cualquier otra actividad, por ejemplo, el consumo de bienes y servicios, la conviveneia social, la diversion o la cultura. Sin em- bargo, los ritmos y cambios cle rutina diferian de acuerdo con la posicion social. La ma- yor parte de la vida de lay clases mas bajas transcurria en la verddimia, el trabajo domés- tico 6 fabril, Por lo general, los grupos medios trbajaban de lunes a sabado, bajo estrictos horarios, y electuaban con cierta regularidad aeciones relacionadas con el es- altos orquestaban el trabajo de Tos otros y se jo, En fin, el trabajo influla en cada accién realizada tanto en el dia parcimiento, Finalmente, lo divertian casi a di como en la noche: ‘ral LUA CIUDAD DE MENICO ENLOS ALBORES DEL SIGLOXX 21 EL DIA EI despertar Lis hora de levantarse para cada percona dependia de su pertenencia a determinado s,rupo social, de sus responsabilidades laborales 0 domésticas o de si su domicilio se lo- calizaba en la periferia 0 en la ciudad. Como se decia lineas atras, la mayoria ajustaba sus tiempos conforme a las exigencias del trabajo. Por lo general, la rutina de la metr6- poli comenzaba entre las cinco y las seis de la manana [En lugares como Mixcoac y San Angel, considerados entre los alrededores de la Ciudad de México, las mujeres indiigenas ya estaban en pie desde antes de las cuatro de li manana, pues tenfan que moler y amasar el maiz y preparar las tortillas. Después se irigian a cortar y levar la lefia, ast como a acarrear el agua. Terminadas estas labores, realizaban faenas agricolas o se trasladaban a la ciudad con el propisito de ofrecer, en- Lre otros productos del campo, sus ramilletes de flores o sus canastos de legumbres, ya Iera de puerta en puerta 0 en los mercados. Por su parte, en la ciudad, los trabajadores urbanos tenian que levantarse a las cua- no 0 cinco de la mafiana para cumplir con jornadlas laborales de 14 a 16 horas, seis 0 Jete dias a la semana, Algunos vivian muy cerca de sus centros de trabajo, por lo que Uisirutaban de unos minutos mas de sueno, pero ottos tenian que recorrer distancias considerables, lo que los obligaba a madruger. Esta misma obligacion la compartian los ‘empleados domésticos o las amas de casa de las clases medias. En una situacién muy distinta se encontraban todos aquellos que no debian cum- plir con responsabilidad alguna, por lo que abrian los ojos despues de las nueve 0 10 de la manana, Al despertar, aun en lo mas recondito de la privacidad del hogar, la ciudad irum- pla con sus miltiples sonidos, con toda su movilidad. Los primeros ruidos propios del Interior de Ia mayoria de las casas y departamentos se sumaban, se mezclaban con los jprocedentes del exteria, a veces insoportablemente molestos, pero que a fuerza de oft- Jos de manera repetida, los citadinos, tarde o temprano, se acostumbraban a ellos. Ha- bya sonidos que se reproductan en todos los ambitos del Distrito Federal, mientras que in propios de una determinada zona. No importaba si se vivia en una zona residencial, en un barrio popular o, incluso, 1 los pueblos de los alrededores de la ciudad, ya que casi todos los vecinos de estos |\ytes compartian el mismo despertar con el canto del gallo, el taner de las campanas «le pattoquias ¢ iglesias, que llamaban al tiempo espiritual, el alboroto de “cocas", ca hhatios, flgueras, tezontles y otros pajaros, y los estrepitosos aullidos y ladridos de los perros 22 VIDA COTIDIANA EN MENICO: SIGLO XX En cuanto a las peculiaridades sonoras, la lista de referencias seria copiosa, En va- tos sitios se percibia cuando las calles eran barridas por quienes fueron detenidls el dia anterior por falta leves y que eran escoltados por gendarmes encapotados. Entre otros éjemplos mas se pueden citar los de los colonas de la Guerrero y la Santa Maria la Ri- bera, quienes, por residir muy cerea de las vias del ferrocarril, podian escuchar desde Ja madrugada el sibato de la maquina que les recordaba que estaban enganchados al progreso, tal como pregonaba el presidente Porfirio Diaz. Por otra parte, en sitios ha- bitados por la clase media baja, las vivencias auditivas de las seis de la maftana podian ser como las descritas en una crénica de El Mundo Ilustrado Atronaron el aite los silbatos de las fabricas, de los talleres. Se ofan charlas de mujeres que ppicoteaban en el mercado vecino, cloquear de aves de corral, que, en manojos, colgando las ccabezas congestionadas, presagfaban el sactificio. El eojo de los periodicos, epicando seca- mente con su pata de palo sobre las baldosas de! embanquetado, voceaba Ia prensa del dia; las vacas de la ordena, mugiendo como si les doliese algo, atravesaban la bocacalle; el jale- tinero, a fuerza de pregonarla, realizaba su mereancia, una substancia gelatinosa roja, ama- rillao blanca, encerrada en vasos de cristal opacado por el roce de millares de bocas, ya lo Iejos, rompiendo a intervalos la algarabia de la calle, una murga wagneriana anunciabe al vecindario la apertura de un nuevo “expendio de cares” con los acordes de un pavo obli- sgado a tambora. En el relato de un visitante extranjero se decia que desde las primeras horas de la ‘mafiana aparecian en la calle los vendedores de café negro, quienes por su puntualidad proverbial podian “servir de teloj a los habitantes de los barrios en que ejercen su ne~ a gocio’ Como se puede observar en estos dos textos, uno de los sonidos predominantes era el rosario de gritos a todo pulmon de los vendedores ambulantes, que pregonaban las cualidades y maravillas de sus productos no solo durante las mananas sino a lo largo de todo el diay, pricticamente, por todos los barrios y todas las colonias. El olrecimiento de flores, plantas y tierra para las macetas se encontraba entre los mas comunes, ya que eran consumnidas en grandes proporciones por las clases alta y media e, incluso, por los ex- ‘tanjetos, Las primeras formaban parte del dlecorado interior de sus aposentos, mientras que las macetas inundaban patios y corredores. Se dlecia que era tal la cantidad de flores que se vendian por las calles, que perfumaban el ambiente, Debido a la creciente deman- da, la prensa aseveraba que se habian convertido en articulos de primera necesidad.}> ito de los anuncios callejeros mas frecuentes que penetraban en los hogares era el de: “tamales, calientitos los tamales”, mientras que el vendedor de pan cantaba la enorme lista de los suculentos bizcochos que lo acompaiiaban, En algumos lugares, el LACIUDAD DE MEXICO EN LOS ALBORES DEL SIGLOXX 23 ‘ambiente se musicalizaba con “se mercan chichicuilotitos tiernos”, "se mercan patos”, “jabon de la Puebla’, “alpiste para los péjaros’, “sillas que entubar’, Aunque no Tes com- prara nada o no requiriera sus servicios, cualquier capitalino establecta contacto audi- tivo con estos mercaderes porque al momento de salir a la calle se toparfa 0 tropezaria a cada paso con ellos. El movimiento de la ciudad y e1 transporte colectivo Desde muy temprano, la poblacion trabajadora emprendia la marcha hacia los lugares donde se ganaria el sustento, Cada dia, el mundo rural alcanzaba al ambito urbano, al tiempo que éste iba tocando a aquél. Como se menciond antes, los indios procedentes de las diferentes municipalidades del Distrito Federal llegaban a los principales merca- dos de la ciudad a vender sus mercancias. Por su parte, los obreros se dirigian a las diferentes fabricas, situadas en su gran ‘mayoria en aquellas prefecturas. Por ejemplo, la fabrica textil La Fama Montanesa, en Tlalpan, recibia trabajadores originarios tanto de la zona como de la ciudad. A princi pios del siglo xx, el ramo industrial no sélo se consolidaba sino que tambien se diver- sificaba. Asi, existian fuentes de empleo en. centtos textiles (hilados, tejidos y estampa- dos) como San Antonio Abad, La Corona y San Fernando; en las fabricas de papel de San Rafael y Pefia Pobre, tambien en las afueras de la ciudad; en el ramo tabacalero, que contrataba un considerable nimero de mujeres; en las industrias alimentarias de refres- cos, pastas, sopas, galletas, dulces y chocolates, y en los talleres de articulos suntuarios de vidrio, loza de porcelana, muebles, camas de laton y hierro, localizados en el centro © en colonias populares.!® Desde las ocho de la mafana, el centro capitalino recibia un considerable némero de empleados, técnicos y burdcratas, que dia a dia sumaban mas debido al aumento de establecimientos comerciales, despachos y consultorios, y la expansion de las oficinas gubernamentales, A las ocho, el tiempo era anunciado por los relojes puiblicos que “martillean con monotonia, como un aviso sarcastico a ese enjambre que momentanca- ‘mente se derrama por la ciudad y corre a esconderse en la vida interior de los almace- nes, de las casas de modas, en los escritorios, en los colegios, en los edificios pablicos” Elejercito de trabajadores se engrosaba con un buen niimero de mujeres que al cami- nar por las calles “batian el asfalto con ritmicos tacones”.!7 Dos o tres horas mas tarde arribaban al corazén de la ciudad todos aquellos que se dirigian a realizar compras o simplemente a pasear. A pesar de que las colonias conta ban ya con muchos servicios, los capitalinos seguian visitando religiosamente este his: \orico y tradicional lugar. 24 VIDA COTIDIANA EN MEXICO: SiGLO XK Ante la movilizacién cotidiana de este contingente y a ratz de que se ampliaban las distancias entre los lugares de residencia y los destinos, el transporte coleetivo tanto ur- bbano como suburbano requirié constantes tenovaciones y el incremento de sus lineas de tecorrido, A principios del porfiriato, en 1876, la Ciudad de México contaba con transporta- ci6n heredada del siglo xix y adecuada a todos los bolsllos. Circulaban, por ejemplo, carretelas o calandrias de diferentes categorias, que se distinguian por el color de sus banderas: azules para primera clase, rojas para segunda y amarillas para tercera. La ta- vila por hora de las primetas era de cuatro pesos, mientras que wna calandria amarilla costaba 25 centavos por el mismo tiempo. A finales del porfiriato, este servicio part. cular se remplaz6 por taxis que cobraban desde 50 centavos la dejada En realidad, los trenes jalados por mulas y caballos tenian la mayor demanda por parte de todos los estratos sociales, hasta que, poco a poco, fueron sustituidos por tran- vias eléctricos, ya que el gobierno los consideraba como los mas rapidlos, los mis efica- ces para la ansportacion de pasajeros, asi como un negocio mas redituable. Tal como habia sucedido con la puesta en funcionamiento del desagite, el 15 de eneto de 1900, cuando se inauguré este sistema de transporte con la linea México-Tacubaya, toda la prensa que se publicaba en Mexico, tanto en espaftol como en otros idiomas, difundio el acontecimiento con frases como “a estas horas los habitantes de la capital de la Re publica hemos dado un paso mas en el camino de la civilizacion’.!8 Ademiés, se insis- tio mucho en la utilidad que representaba para optimizar las actividades laborales: El servicio se implement6 con el fin de que los empleados, hombres de negocios y perso: nas que Tlevan una vida activa se hallen en sus respectivas oficinas a la hora exa sus labores empiezan, Los tranvias son benéficos para los patrones, que logran. exacta puntualidad cle sus empleaclos, el elicaz trabajo,” ‘Ala Compania Limitada ce los Ferrocarriles del Distrito, de Ramon Guzman, se le ‘signe la construecién, primero, cle las lineas de vias anchas por traceign animal y, mas tarde, las utilizadas por traceion eléctrica, las cuales sirvieron, posteriormente, a las companias que la sucectieron. A Estadlos Unidos se le compré un gran numero de uni- dades ultimo modelo, diseniadas por la J.G. Briel de Filadelfia. Tan solo en 1901, la prensa informo que a diario Hegahan carros nuevos por ferrocarril? Eran de un piso, aunque Hlegaron a circular unos cuantos de dos y durante muy pocos anos, debido a que se les suspendio tras voltearse uno en una curva de Chapultepec. No hubo victi- ‘mas que lamentar, solo sustos que ealmar.2! Tanto la planta clectrica que producta la traccion como el depésito de los tranvias se encontraban en la Indianilla, Las instalaciones contaban con maquinaria de la General LA CIUDAD DE MENICO EN LOS ALBORES DEL SIGLO XX wy tly me, ~AbLE fH SS ~ / vil SSS El tranvia de dos pisos. Hectrie Company, Sus tres dinamos aseguraban el abastecimiento de energia, pues el més s1ande desarrollaba tna potencia de 1 200 caballos, mientras que los otros dos, 600 ca- {1 uno, De esta forma, el primero estaba destinado al trabajo diario y el par restante a los Nias lestivos o a los casos en que se proxlujera una interrupcion, Ademas, como la linea Je Tlalpan era muy larga y la fuerza del dinamo no era suficiente para mover los trenes ‘nas allt de determinada distancia, se empleaba un generador especial. El consumo de {iyerza que hactan los trenes eléctricas en los dias ordinarios era de alto potencial, ya que Uuilizahan 550 voltios 22 \las seis de la mariana comenzaba la circulacion de los tranvias, por lo general des- le el Zocalo capitalino hacia todos los puntos de la urbe, 0 con rumbo a las distintas \iunicipalidades defefias ya Ta inversa, a una velocidad de 20 km por hora. Unicamen- ‘les permitia aleanzar los 40 km por hora en zonas no muy pobladas, El mimeto de ‘hits y la distancia de sus recorridos nunca dejaron de aumentat. Los tiempos de reco- ‘ido vatiaban, aunque ya no eran tan largos gracias a la traccion eléctrica y a que se re- jlamentaton las paradas en las esquinas, a diferencia de los tranvias de rmulas que se de Lonian donde el pasajero queria, incluyendo la puerta de su casa, La ruta entre México Tucubaya transportaba sus pasajeros en siete minutos de Indianilla a Chapultepec, y 26 VIMACOTIDIANA UN MINCE: SIGLORK ‘ubaya, lo que se traducta en 13 minutos en todo el trayecto. nel caso de la ruta entre el Z6calo y Azcapotzalco, el lapso era de 60 minutos en el vie- jo sistema y de 40 en el nuevo. De acuerdo con Mario Camarena, el tranvia“influys en la modificacion de los patrones culturales de la época, alteré la concepcién del tiempo, acelets los ritmos cotidianos y cambié las narmas pearonales" 33 Para las élites capitalinas, la incorporacién de los tranvias eléctricos al transporte colectivo representaba una de las expresiones mas fidedignas del México dle la moder- nidad. Por el contrario, los estratos inferiores sostenian creencias adversas, Decian que sas maquinas funcionaban con ayuda de “maleficios diabolicos", porque de otto mo- do no andarian solas,”* y que eran portadoras de la muerte como la “peste amarilla”, pues desde su surgimiento se habfan ptoducido serios y numerosos accidentes, En po- cas palabras, les tentan tanto miedo que éste rayaba en el panico, porque se podian des- carrilar, porque los podian atropellar 0 porque los podian electrocutar.2> Algunos inte- santes de la elite opinaban que no era nada extrano que “aplastaran” a tanta gente, sobre todo en los barrios populares, donde no se sabia lo que era una ciudad moder- na. En consecuencia, se advertia en la prensa “que la civilizacion ha costado y costar ‘atin muchos pellejos. Con que si ustedes no quieten ser victimas de la civilizacién, cosa Elaccidente, LA CIUDAD DE MEXICO EN LOS ALBORES DEL SIGLO)XX 27 bastante basta, jhaganse a un lado!” 2° Fn realidad, otros contemporaneos mas juicio- sos atribuyeron los incidentes tanto a la imprudencia de los conductores como a la ineptitud de los gendarmes para dirigir el trinsito.2” En cuanto a motit electrocutado, en la Guia general descriptiva de ta Republica mexicana de 1899 se reconocia, por ejem- plo, que “para los mirones de los escaparates y Ins vagas de las calles, siempre ha de ser preferible lacoz de una mula a la descarga de un millar de volts”.8 Con el proposito de contrarrestar este tipo de temores, se advertia al puiblico que “en todas las Iineas exis- ten pararrayos para mayor seguridad de los pasajeros, pues en el caso de que por cat: sa extraordinaria aumentara la corriente eléctrica, el exceso se irfa a tierra por medio de los pararrayos’ 2° La gestacién de la entropia urbana y de otros problemas ‘Sin lugar a dudas, un transporte urbano mas moderno y la ampliacion de sus rutas se convirtieron en necesidades prioritarias en la creciente area metropolitana. Sin embar- {g0, esto ocasion6 problemas que dificultaron, o de plano impidieron, el cumplimiento de principios urbanisticos como la libre circulacién y la limpieza. Al tiempo que au- ‘mentaba el ntimero de tranvias, también emergfa y se inctementaba el congestiona- ‘miento del trafico citadino, al que los mismos publicistas designaban como “el delirio del trafico" » sobre todo cuando se producia el encuentro entre uno de estos vehicu- los y otro arrastrado por una mula sofiolienta o que se resistia a ser desplazada por una maquina, Este problema se agudizé todavia mas cuando hicieron acto de presencia los nuevos automoviles, que alcanzaban velocidades de 10 a 20 km por hora y que toca- ‘ban trompetillas a todo ser humano y a todas las bicicletas que se atravesaran en su ca- ino, Io que contribuia a aumentar los ruidos en la “metropoli de la paz”. Es innega- ble que las interrupciones de la circulacién a principios del siglo xx fueron el preludio de la cotidianidad de los tiempos futuros, pero, a la vez, develaban una contradiccion en la medida que crecia la obsesion por garantizar que el movimiento de la ciudad fue- 1a rapido y fluido, afloraba el caos vial como una realidad incontrolable. Debido a di- chas condiciones, cada vez fueron mas frecuentes las ocasiones en que la gente llegaba tarde a sus trabajos. Eran los principios de las tensiones caracteristicas de la urbe. En este mismo rubro se produjo una contradiccién mas respecto a la limpieza y la seguridad. El municipio crey6 que, por fin, habia acabado con e] problema del excte- mento en las calles al momento de jubilar las mulas y los caballos que jalaban los vi jos tranvias, por lo que, ademas, los transeiintes dejartan de ensuciarse los zapatos. ‘Muy pronto se descubrio que ahora en el pavimento cafa aceite proveniente de las nue vvas miiquiinas motorizadas y que la poblacién podia resbalarse 0 manchat su ropa 28 VIDA COMDIANA ENBMEXICO: Seo x% No s6lo el incremento de vehiculos provocé alteraciones en el libre transito, Tam- bien se debe tomar en cuenta los cuellos de botella que se iban formando en la medi- da que ala mayoria de las calles anchas se les restaban centimetros con el fin de apro- vechar la mayor cantidad de terreno para la expansion de la ciudad. A pesar de esta realidad, la prensa continus propagando ufanamente que la Citdad de México conta- ba con amplias y largas avenidas, como Cinco de Mayo}! Al tansitar por las banquetas, el peaton también encontraba obstaculos que alte- aban el paso de su marcha. Debido al crecimiento de la ciudad era comtin tropezarse con la reconstruccién de los pavimentos u otras obras publicas, con los escombros de Viejas casonas coloniales que habian sido derribadas, con materiales de construccion para levantar Lujosas tesidencias 0 modestas casas en las colonias, asi como edificios en el corazon de la ciudad, Cerrar espacias fue, entonces, una de las grandes tendencias en el procesa de edi- ficacion de la ciudad porfirista. Cabe recordar que con antetiotidad a este proyecto ur- banizador, al asomarse a la calle desde los balcones mas altos, pero sobre todo al salir ala calle y situarse en distintos puntos de la ciudad, una de las primeras impresiones de la gente eran las tupidas caclenas de Arboles del Ajusco al sur, el octe palido del Tepeyac al norte y los majestuosos voleanes cubiertos de nieve, el Popocatépetl y el Tetaccthuatl, al oriente. Poco a poco, los capitatinos fueron perdiendo en el camino es- tas vistas al acelerarse su ritmo de vida, al sumirse en las preocupaciones cotidianas tan propias de una urbe moderna y, ante todo, porque los nuevos y enormes edificios en construccion, como el Palacio de Bellas Artes o el Palacio Legislativo, ocupaban los espacios, al tiempo que las sombras que proyectaban lisminufan la tan anhelada lu- minosidad En igual medica, si bien se hicieron algunos ductos subterrineos pata los eables con- ductores de telegrafos, telefonos y «le transmisién de electricidad, por lo general se eti- sieron postes para tenderlos, los cuales interfirieron la mirada de los capitalinos hacia aquellos paisajes naturales, el azul el cielo, las torres de las iglesias, incluso, hacia lo alto de las mismas moles de concreto, marmol y eantera que hablan sido edificadas pa ra ser admiradas como simbolos de la majestwosilad, e! buen Por su parte, el mantenimiento y la creacidn de ‘reas verdes tampoco co- rieron con mejor suerte porque se echaron abajo varias arboledas, De tal forma, el ver- de de la naturaleza fue cediendo su lugar a otros colores, No se petciblan las contradic ciones, y si ast hubiera sido, no importaba. La ciudad se tr multiplicaba seguin los mandatos de la modernidad. Los obstaculos resultantes de las obras puiblicas y las construeciones no fueron los Uinicos que afectaron el transito de los peatones, ya que también hicieron su parte los »y Ia funcionalidad. ande nsformaba, crecia y se ‘manufactureros o artesanos, los vendedores y los puestos ambullantes que proliferaban LA CIUDAD DE MEXICO EN LOS ALBORES DEL SIGLO XX Volle de México desde el Tepeyac, 1908. ‘Somiros y postes inundaron la ciudad. ’ 30 iDACoMIANA EN MEXICO: SIGLO xX Ye reproductan por toda la ciudad. Su existencia era un legado de tiempos coloniales, ‘cuando se intent6 controlar su deambular y concentrarlos en los puestos de los merca dos. A los publicistas porfirstas les amaba la atencion que, por ejemplo, las “peque- Aas industrias ‘ambulantes’ de su época no desaparecieran a pesar de la insignificante remuneracion que recibian” y concluyeron que esto se lebia a las convicciones que de- fendian, pues “los industriales de la calle no tienen amo ni patrones, son libres como la Pluma en el aire (que no es libre, porque tiene que seguir la direccion del viento que la sostiene), y prefieren su libre miseria a un bienestar obtenido a costa de la sujecion’” 22 Al dirigirse a cualquier punto de la ciudad, los capitalinos volvian a escuchar so- noros pregones como los de las primeras horas del dia, Pero, ademas, el escenario ur- bano se animaba con ritmicos toques de tambores, chitimias, matracas y guitarras, ast como con los melodiosos y nostalgicos valses que reproducian los organilleros. Habia tejedores de sombreros de palma, talabarteros, tejedotes de alambre para hacer fotogra- fias, zapateros remendones. A éstos se sumaban los vendledores cle bateas, de jicaras, de loza, de rebozos, de nieve, de dulces, especialmente en las lorietas del Paseo de la Re~ forma, y hasta de enormes tripas de cerdo, por citar untos pocos, No podian faltar los billeteros ni los voceadores, que gritaban con suma emocion y hast Ultimas noticias del dia. Las mujeres se especializaban bunuelos y aguas frescas de horchata, limon, pia, ta la exageracién las a venta de alfajores de coco, indo y, principalmente, chia, Verndedores de caberw. LA CIUDAD DE MEXICO EN LOS ALBORES DEL SIGLO XX 31 por lo que se ganaron el sobrenombre de “chieras”. En las calles menos centricas, todo aquel consumado bebedor de aguardiente podia curar la “cruda” con cabezas de cor- dero asadas que sus distribuidores anunciaban con el repetido grito de *;cabezas calien- tes!". Este altisonante pregén se alternaba con el de aquellos que ofrecian requesén y queso fresco.>? Habia también “domadores de pulgas”, que vivian “de mostrar al puibli- co las habilidades de sus mintisculas y poco pulcras ‘pupilas”. Elvendedor de tras. 32. VIDA COMDIANA FN MPIC: GLO En general, a los ambulantes s¢ les consideraba perjudiciales para la ciudad porque ensuciaban las calles y porque sus tradicionales formas de prodtuccién y distribucién no cumplian con los requerimientos de la industria y el comercio modernos, Sin embar- go, se llego a reconocer que “forman un grupo simpatico, que encontramos por calles y por plazas y que merece se le consagre una mencién, siquiera porque, tarde o tem- prano, esta destinado a desaparecer” ** La ciudad del consumo y de los miltiples servicios Varias pueden set las razones para explicar la presencia del ambulantaje a lo largo de la historia de Mexico, pero lo que es evidente y simple es que ha permanecido porque siempre ha habido quien compre la infinidad de productos que promueve. Durante el porfitiato crecio el mimero de consumidores de alimentos basicos, ast ‘como de otros bienes y servicios, Habia miembros de las clases media y alta que gasta- ban mucho, algunos hasta lo que no tenian. Los negocios, la variedad de productos y su publicidad alimentaban el ansia de consumir. Atal grado Megaba esta situacion que los editorialistas acusaban a los mexicanos de ser “despilfarradores hasta Ia prodigali- dad!" En particular se senalaba que “la mujer de la clase media solia gastar tanto como 1a millonaria” >> A falta de refrigeradores, la gente tenta que adquirir sus alimentos casi a diario. Las clases media y popular ralizaban sus compras en la principal central de abasto, el mer- cado de La Merced, al que adornaban montones de basura por doquier. Cabe advertir que la affuencia de peblico disminuy6 cuando en barrios y colonias se fundaron o re- modelaron’mercados publicos, como los de San Cosme, Santa Catarina, Santa Anna, Guerrero, San Lucas, Dos de Abril y San Juan, este ultimo visitado sobre todo por ex- tranjeros. Las autoridades municipales estipularon) y vigilaron que los mercadlos fueran amplios y que cumnplieran con una rigurosa organizacion, de tal forma que en cada uno de sus departamentos solamente se exhibiera un determinado tipo de mercancéa Si de carnes se trataba, la gente iba al rastro con el objetivo «le conseguir precios Inds baratos. La poblacion lo identificaba por su fétido olor y porque se podia *simbo- lizar por medio de una gran mancha de sangre, puesto quie con ella estan cubiertos los distinguidos tablajeros y carniceros que por al transitan’”.*° Otros puntos de venta que se diseminaron durante el porfiriato en los barrios po: pulares y en las colonias de la clase media fueron los pequetios establecimientos cono- cidos como estanquillos, instalados en casi todas las puertas de las casas, En ellos se vendian, ademas de alimentos y bebidas, cigarros, puros y hasta carretes de hilo de al- godon y sedas, Segimn refieren fuentes de la época estos expendlios, que se convirtieron LA GIUDAD DE MEXICO EN LOS ALBORES DEL SIGLONX 33 Nha El mercado de Lo Merced. en practica del comercio al menudeo, eran el patrimonio de viudas pobres, de seftori- tas huerfanas y de familias humildes e, inctuso, dle integrantes de la clase media, La clase alta, pot Io general, adquiria productos alimemticios en las tiendas de aba- rrotes recien instaladas. A partir de 1900, una de las més afamadas fue Clemente Jac- ques. Si bien existian panadertas al por mayor en casi toda la ciudad, s6lo en el centro y en las zonas residenciales se localizaban bizcocherias, chocolaterias y dulcerias, que excitaban los paladares ante la vista de sus aparadores. Pero como no s6lo de pan vive el hombre, la gente consuma en el centro enseres y muebles para el hogar, asf como ropa, mucha ropa. Aunque las posibilidades para comprar este tipo de mercanefa eran précticamente inexistentes para la poblacién de escasos recursos, no por ello dejaron de venderse prendas de muy baja calidad en los espacios callejeros y diferentes mercados, En La Lagunilla se adquirian telas bonitas y baratas que vendian los sirio-Libaneses. Por la iglesia de San Pablo se ofrecian curtidos de piel y tejidos de hilaza. Los cajones de ropa estaban destinados a grupos interme- dios, que posefan un mayor poder adquisitivo. Mientras tanto, las clases acomodadas gastaban sus riquezas en tiendas de mucbles situadas en la avenida Cinco de Mayo y en almacenes departamentales como El Palacio de Hierto, el Puerto de Liverpool o el Centro Mercantil. Todos ellos recibian a diario un buen nimero de clientes, sin que ello significara restarle consumidores a los negocios, 34 VIDA COMDIANA EN MEICO: SIGLO KX takiecuta de articulos de joyera, camise- : “ rrias y a las modistas y los sastres. “EL PALACIO DE HIERRO” «ce ta tradicional calle de Plate. ne tos (hoy Madero). Esta era valo- PITAL SILL $ 4.0000. rada como “la arteria principal", como “el centro de la actividad comercial”, como “una verdade- -Invariablemente- 1a via de mettopoti* que mere- a cia denominarse boulevard, no obstante que careeta de las atri- Micky buciones propias de uno. Si no rote © Veranog 188 Pesefa no importaba, a los ‘Semana Santa y [estaslon de Veranoy, Aitlensores)dS Ux modetsiGaal segiin referia la prensa, “se les Rica iles de Sede de Cana a bli tey n e etas 43b8 J gama lamaro at en ay el affn, sin lugar a dudas, de Topiceria, Banistoria, Mucbls Finos imitar las ciudades extranjeras. SH MCAEANOF Ldn nna FHA sitive LA Mayor afluencia de compra- tv SITEN = doreso simplemente de pasean- ea a tes se daba al mediodia y en el AL "PALACIO DE_LIERRO! Soaso, nese momenta, ans. ‘ma sociedad exigia transitar con Ja vestimenta mas lujosa, lo que no impedia que miembros de Jalhiet | otros estratos sociales se asoma- ran por curiosidad, por el deseo de imitar modas y formas, o por burlarse de estas mismas: ‘Anuncio de Palacio de Hierro, £1 Mundo lustrado, 4 de marzo de 1900, En Plaeros podemos ver dele el empleado que regresa de su palatina oficina ast el ele- fate cesocupado que no tlene was quehacer ni mas preocupacion que “ira Plateros’, Por- {que eso de "rw Plateros" lene uni innaclo en promineneia socal. El paseo por el boulevard «sn nce comin lo mabey guy el del qu ose descr: mai ica irerisiblemente, Casi todos los establecimientos exhibian sus productos y servicios en los aparado- res, los cuales deteniat al publico, por lo que se convirtieron en un factor mas de la in- terrupcion del trtnsito en las bunqueta |LAGIUDAD DE MEXICO EN10S ALBORES DEL SIGLO NX “La avenida Piateros, £1 Mundo lustrado, 21 de enera de 1900. Como se puede constatar, el centro de la ciudad mantenia su supremacia como principal punto de reunién. Era uno de los espacios preferidos donde se podian afian- zar relaciones sociales 0 comerciales, pero, ante todo, se podia ser visto, ser admirado por muchos y no por unos cuantos vecinos. En otras palabras, era el sitio por excelen- cia para reproducir actos de sociabilidad, desde caminar y comprar hasta comer y be- ber en restaurantes, cafeterias y nevertas. En especial, asistir a determinados casinos, clubes y restaurantes ratificaba el esta- tus, ElJockey Club, situado en la Casa de los Azulejos, en Plateros, estaba considerado centre Io mas exclusivo. En tanto, los restaurantes mas selectos eran los de tipo francés, que, aunque sirvieran comida mexicana o espaniola, recibfan los nombres de Sylvain, Fonda de Recamier y Maison Dorée, En son de ridiculizar las costumbres de los de arri- ba, en la calle de Bolivar una fonda popular fue bautizada como La Maison Rate Unidas a éstas, prevalectan otras imperiosas razones para regresar con frecuen- cia, casi a diario, al centro, Los estudios fotograficos establecidos en él eran muy solicitados por la poblacién, sin importar su condicion social, Adems, abt se loca- lizaban los servicios que proporcionaba el gobierno en cuanto al envio de correspon- dencia y telegrafia. La mayor importancia que iban adquiriendo las comunicaciones, obligaba a multiplicar las oficinas. Aparte de la casa matriz, que ocupaba un stun tuoso y recién construido edificio, el ptiblico contaba con locales para el correo en 36 VIDA COMDIANA EN MEICO:sIGLO-xK la calle de Tiburcio num, 24, en San Juan de Letran nim. 13, en la calle del Sapo hum. 10 y en el edificio de la Antigua Aduana de Santo Domingo, Ante el crecimien- to capitalino y la fuerte demanda se abrieron sucursales en Ribera de San Cosme y en la primera calle de Guerrero. En los primeros aos del porfiriato, las sucursales \nicamente recibtan correspondencia hasta la siete de la noche y en la casa matriz hhaota las nueve y media, Sin embargo, en los tiltimos afos de ese régimen, la sucur- sal de Letrin permanecia abierta toda la noche. Como desde tiempos decimondni- os, un gran porcentaje de la poblacion recibia auxilio de los evangelistas del portal de Santo Domingo para redactar sus cartas. Por su parte, Ia oficina telegrifica se ubicaba en Cinco de Mayo. Peto, afin de au- mentar el despacho en la capital y para comodidad de los vecinos de los barrios y las colonias, se abrieron sucursales en puntos distantes del centro. Aun mas, las autorida- des colocaron buzones en muchos lugares, lo que asegutaba a los capitalinos que la re- coleccién de la correspondencia fuera constante para ser enviada dle inmediato, inclu- so durante toda la noche. Una red de 61 800 km en toda la Republica garantizaba el ‘envio de telegramas, Al centro también se concurria para los servicios religiosos. A parroquias¢ iglesias, situadas en los barrios y las colonias, como la del Inmaculaclo Corazon de Maria en la Guerrero, asistian los feles, quienes no olvidaban retornar, casi diatiamente, a San Pa- blo, Santo Domingo, Santa Clara y La Profesa, la cual recibia @ una congregacion com- puesta por la clase alta Las diversiones piblicas ‘Al mexicano nunea se le ha dlejado de considerar parranlero, alegre y burn. Por ene de, las pricticas relacic ca diversidad, Nada mi 46 como la act las con el ocio y el espareimiento muestran wna infinita y ti- que hay que recordar como a tate de que el trabajo se estable- idad cotidiana predominante, éstas se le supeditaron, En los periédicos y semanarios ilustraclos aparectan, al lado de los atticulos y las imagenes relacionados ‘con una ciudad trabajadora, aquellos referentes a una ciudad que se clivierte, como muestra de que los progtesos aleanzados permitian el relajamiento y la felicidad, Como se ha visto, pasear por calles y avenidas estaba entre las principales acti- vidades de esparcimiento, Por medio de ellas, los practicantes sumaban mas expe- riencias sensoriales, que lesembocaban en el chogjue cle imagenes y ensues con la realidad. A lo largo del trayecto, no era dificil rencontrarse y redescubrir al otro, a aquel que era diferente a la clase social a Ia que se pertenecia, y que a unos les rati- ficaba sus convieciones cle que la miseria es consecuencia del vicio, la flojera y la fal. 1A CIUDAD DE MEXICO EN 10S ALBORES DEL SIGLONX 37 ta de educacton, mientras que a los otros les retroalimentaba sentimientos de injus ticia y agravios. Contar chistes era una de las practicas de resistencia mas socorridas para enfrentar realidades y relaciones de poder. Por ello, en los espacios pitblicos se repetian los chis- tes al por mayor, Entre los ms sonados se contaban Tos dedicadas a Guillermo de Lan- day Escandén, gobernador del Distrito Federal, al que la poblacién apodaba “don Gui- lermo de Lana y Algodon”. Otta actividad similar era cantar corridos, los cuales se clan, principalmente, en las zonas menos céntricas. Ain més, tras escuchar a los jove- nes silbar alguna pieza de canto, recien estrenada en la zarzuela, los grupos populares la reproducian con letras de su propia inspiracion en las casas de vecindad. Por su parte, de las calles emanaban olores que las distinguian y que eran mas so- portables que los miasmas, e inclusive hasta legaron a ser agradables. La calle de Jesus, poblada por talabarterias, siempre olia a cuero, mientras que en la bocacalle de Gante, tan frecuentada por la comunidad estadunidense y en la que se “debia de saber inglés para poder transitar’,e] humo del cigarro impregnaba el ambiente.°° Tras caminar por las calles del centro se podia reposar en los bancos dle fierro del Zocalo. Los martes, jueves, domingos y festas de guardar se podta escuchar piezas mu- sicales interpretadas por la Banda de Zapadores en el quiosco, mientras se veta a otros, caminat y se miraba las plantas sembradas y las diversas fuentes 38 VIDA COTIDIANA EN MEXICO: SIGLO XX Ademas de la posibilidad de gastar el pavimento del centro, existian los paseos como opciones alternas. Al igual que en los tiempos coloniales y decimondnicos, el de Ja Alameda se mantuvo entte los favoritos. A diario concurrian a ella bandadas de nitios que eran “llevados alli a respirar aire rico en oxigeno y entretenerse en juegos de cuer- da, pelota, aro y otros recreos de la edad infantil” éste se sums el Paseo de Colén o Paseo de la Reforma, que corria desde la estatua de Carlos IV hasta Chapultepec, lo que abarcaba tres millas, La calzada media 60 m de ancho. En sus flancos, las banquetas de cemento aprisionaban los eucaliptos y fresnos que compartian el escenario con estatuas de ciudadanos distinguidos, colocadas ahi para que la memoria colectiva repitiera que s6lo unos cuantos son protagonistas de la historia. Para observarlo, para ratificarlo se contaba con bancas de piedra de chiluca. Gracias a este paseo, el bosque de Chapulte- pec recibié cada vez mas visitantes, sobre todo procedentes de las clases media y baja. Los lugares de reposo crecieron a la par que los fraccionamientos de las clases me- dia y alta. En sus localidades habia jardines provistos de fuentes, asientos de hierro y alumbrado publico. Quiza uno de los mas nombrados era la alameda de la colonia San- ta Marfa la Ribera No hay que olvidar que a los capitalinos tambien les gustaba visitar lugates mas dis- tantes, como la Villa de Guadalupe, los pueblecillos de San Angel, Mixcoae, Tacubaya, Popotla, Tacuba y Azcapotzalco, donde la poblacién de grandes fortunas poseia casas ‘veraniegas; mientras tanto, la gente de escasos recursos navegaba por los canales del la- {go de Chaleo, donde los habitantes de Santa Anita ¢ Ixtacaleo vendian horta EI Cobotlito y el Paseo de la Reforma, LA CIUDAD DE MEXICO EN LOS ALBORES DEL SIGLOXX 39 ccanoas. A raiz de la construccién del drenaje se agreg6 otro paseo alla lista, La direccion del Ferrocarril del Desagive del Valle de México organizaba excursiones cada domingo, ‘con un itinerario que partia de la estacién de Peralvillo y recorria lugares como San Cris- tobal, el puente colgante de metal de Cnautitlan, los pueblos de Zumpango y Tequix- quiac, donde desembocaba el tunel del canal." Asi, como sucediia con otras pricticas, en cada barrio o en cada colonia la gente orga- nizaba innumerables fiestas con el propésito de afianzar los lazos de la comunidad. Por cjemplo, en los fraccionamientos se realizaban, periédicamente, kermeses, jamaicas y des- files de carros alegoricos. Sin embargo, prevalecieron las diversiones producidas y repro- ucidas en espacios mas grandes y donde se congtegaban mas capitalinos; se asistia alos clasicos espectaculos de teatro, circo, zarzuela, Opera y, ante todo, a las corridas de toros. Atal punto llegé la pasién por la fiesta taurina que, a todas horas y en cualquier lugar, se registraban conversaciones sobre la tktima exhibicién y sobre las magnificas faenas de Gaona, al que seftalaban como el mejor torero de la época. En general, los deportes adqui- rieron carta de distincién por parte de la poblacion, debido a la influencia de la comuni- dad extranjera asentada en el pats, La élite podia actuar tanto como espectadora de carre- ras de caballos y galgos como ejercitar el ciclismo, el hipismo, el baloncesto y el patinae. LA NOCHE Al atardecer comenzaba y se agudizaba, de nueva cuenta, la locomocion de personas que salian de sus trabajos, aunque también algunos se dirigian a trabajar el tuo noc- tumo, Muchos regresaban al hogar, pero otros aprovechaban pata realizar otro tipo de actividades, principalmente de esparcimiento. ‘A partir de que las luces del alumbrado pablico abarcaron mas zonas, los capitali- nnos se aventuraron cada vez més a vivir de noche y dejaron atras un Mexico decimoné- nico en el que las acciones nocturnas en el espacio publica eran mfnimas por la falta de un buen abastecimiento de este servicio y de los avances técnicos que ast lo permitieran, Durante el gobierno de Porfirio Diaz, las lamparas incandescentes sustituyeron a las de ‘gas hidrogeno y a las de trementina y nafta. Para 1907, ya se contaba con 360 focos, ‘Ademas, por la intensificacion del trabajo en las plantas eléctricas se pudo ofrecer una Juz sin variaciones de intensidad, tanto en el exterior como al interior de casas y locales. Cabe recordar que estas ventajas tinicamente las disfrutaban las colonias de las clases alta y media, asi como las calles del centro mas visitadas por éstos, al estilo Plateros, donde varias comercios se daban ya el Injo de cerrar hasta las ocho o mueve Eloftecimiento de luz artificial invitaba no solo a los establecimientos mercantiles, y los espacios culturales a permanecer abiertos més horas, sino también a que los capi 49. VIDACOTIDIANA UN MEXICO. sICLO xx talinos deambularan con mayor seguridad, Estos, conforme a la experiencia de que du- rante el dia casi no se suscitaban actos de delincuencia debido a la uz solar, vivian con- vencidos de que se reductan las probabilidades de ser sorprendidos por alin ladron {que hurtara sus pertenencias con pufal en mano, tal y como seguia sucediendo, en gran medida, en las calles solitarias y oscuras de los barrios populares sf pues, la poblacion podia encontrar opciones de acuerdo con sus preferencias, incluso las intelectuales, y segiin sus reservas economicas. Entre las multiples posibili- dacies que disfrutaban tanto la clase media como la alta se pueden citar las siguientes si algnien, por ejemplo, era fanstico de la lectura y no podia asistir por las maftanas a Ja Biblioteca Nacional, se le brindaba la oportunidad de ir, por las noches, a un anexo conocido como biblioteca noctura. Aunque este recinto no dejaba de tener visitantes, mas bien la poblacion capitalina optaba por la diversion, en su obsesién por seguir pro- yectando la imagen de una sociedad relajada. La zarzuela, la épera, el teatto, las tandas yel cine se contaban entre los especticulos mas concurridos durante la noche. En particular, el teatro dramatico continus en la lista de las preferencia, tal y como, habia sucedido en tiempos coloniales y durante el siglo xrx. Desde las cinco de la tarde y hasta las 10 de la noche se oftectan funciones en el Teatro Hidalgo que, junto con el “Teatro Nacional, se ubicaba entre los mejores. En las cronicas de la €poca se hablaba del ‘comportamiento del ptiblico en las calles y en las salas. En el caso de las primeras se de- «fa “que el publico vespertino es siempre y en todas partes un piiblico ruidloso”.*? Por otra parte, se comentaba que en los entreactos se escuchaba el murmullo de las conver- saciones, mientras que el ambiente se impregnaba de un fuerte olora tabaco Poco a poco, el gusto por las puestas teatrales se fue desplazando hacia las exhibi- ciones de peliculas. finales del xix funcionaba un solo cine en la calle de Plateros, al {que solo asistian las familias acaudaladas, mientras que los de abajo no salian de los ja- calones que fangian como centros de proyeccisn ni tampoco cle las tand que se pre- sentaban en las carpas. La creciente clemanda por el cine proves que se abrieran mas locales en diferentes puntos de la ciudad, Por lo general, por las noches se lenaban es- ‘os lugares y, al igual que sticedia a las afueras del teatro, el pablico era muy escanda- loso, Ahi no terminaban las molestias, puies Los veeinos tentan que escuchar los foné- grafos que se util ban para llamar la atencion y publicitar las peliculas.” Por si parte, « todos aquellos que gustaban de ver y practicar algun «leporte, des- de 1896 contaban con el fronton Jal-Alal, localizaco en la colonia de los Arquitectos, A este centro se le equiparaba con los mejores frontones de Europa, ya qute sus instalacio- nes amplias, eleyantes y cOmodas dispontan de salas cle eaja para apuestas, habitaciones para los pelotaris, baftos con regaceras y hasta cantina, Recign inaugtrado el lugar, slo se jugaba los dominos y los jueves pero, debido a la buena aceptacion del publica, el horario se amplié a todos los dias, por las mananas y noches, LAGILDAD DE MENICO ENLOS ALDORES DEL SIGLO XS En este tipo de actividades sélo se hacia visible una cara del México nocturno. Al lado, enfrente de ella, existia otra. Era el rostro de una nueva metrépoli en la que los, vicios y deseos, que antes se guardaban en el interior y se ocultaban en la privacidad, ahora aprovechaban la noche pata salir a la luz callejeta y artificial. El numero de pros- titutas se increment6, emergieron los hoteles de paso a la par que los burdeles de dife- rentes categorias que, dirigidos por matronas conocidas, se propagaron por diferentes puntos de la urbe, aunque, de acuerdo con la reglamentacion oficial, permanectan ale- jados de “escuelas o iglesias’! oficio tambien se podta ejercer en las salas de cine Sin Tugar a dudas, el crecimiento poblacional aument6 la demanda, a la vez que los ba- {os sueldos obligaban alas trabajadoras, como las costuretas, a vender su fuerza de tra- bajo de dia y su cuerpo de noche. Ademas, el cine ayud6 a promover estas practicas, pues habia lugares conde se exhibian peliculas pornograficas sélo para hombres Por otro lado, también aparecieron bafos y lugares clandestinos para homosexua~ les, Se organizaban fiestas que duraban toda la noche; basta recordar aquélla en la que fue encontrado Ignacio de la Torre, yerno de don Porfirio, Los amantes de las apuestas tuvieron casas de juego de cartas y ruleta, la mayo- ria de ellas controladas por Manuel Romero Rubio, suegro del presidente de la Re- piiblica. “En la calle del Teatro Coliseo no podian faltar expendios de alcohol", Et Mundo llustrado, 21 de enero de 1900. 42. VIDACOTIDIANA EW MEXICO sIGLOHK Si bien el problema de los bebedores ambulantes ya era afejo y se repetia a cual- quier hora, se increment6 a principios del siglo xx como respuesta, en cierta medida, a que habia mas expendios de alcohol con horarios que alcanzaban hasta el amanecer. Los observadores de la época comentan que era impresionante el gran ntimero de es. tos lugares, ast como espectaculares sus anuncios. Habia pulquertas, cantinas y taber- nas donde se bebia hasta el limite. A las primeras asistian los vagos, mendigos, obreros y vendedores ambulantes, que perdian aht lo ganado durante todo el dia, En las dos tl- timas, los asiduos consumidores procedian de la clase media, Durante el regimen porfrista la élite politica, los publicistas y los grupos refermis- {as, como los defensores del catolicismo social, llamaron la atencion sobre la embriaguez tan extendida entre las clases inferiores y trataron por todos los medios de erradicatla, Elmismo gobierno castigaba a los borrachos con el encarcelamiento. Ante ello, los alec- tados recurrieron a tacticas de resistencia. Seguin refiere el viajero estadunidense Char- les Flandrau en su libro Viva Mésico, los parroquianos se repetian unos a otros una con- signa para no caer presos: se debe “caminar muy firme cuando se sale o sera arrestado {por un gendarme] antes de tambalearse diez metros” *® En caso de toparse con alguno de los representantes de la ley, se sugeria ofrecerle dinero para que le permitiera conti- nnuar vagando por su curva ¢ irregular trayectoria, Las escenas de alcoblicos tirados en Jaccalle estaban a la orden del dia, a pesar de que se corria el riesgo de despertar en un $Ease weeweons soeures os pulquerios. 1A GIUDAD DE MEXICO EN LOS ALBORES DEL SGLO “El trasnochadén", Ei Mundo llustrado, 4 de marzo de 1900. 44 VIDACOMIDIANA EN MEXICO: sioLO xx vvag6n dle ferrocartil con destino a Valle Nacional o a una de las haciendas henequene- ras de Yucatin, donde uno era castigado con trabajos forzados en las més miserables condiciones. Al creciente especticulo de hombres, y hasta de mujeres, que dormian los mateos en las aceras se sumaron los escandalos y las rifias entre estos protagonistas que alteraban la tranquilidad de la noche Laactivacion de la vida en las noches produjo menos momentos de silencio, mas ruidos y més cosas que ver al correr las cortinas. Ni los vecinos de fraccionamientos ex- clusivos se salvaban porque, al destinarles contigentes mayores de gendarmes para evi- tarel saqueo de sus casas, tenian que soportar las luces que éstos encendian a mitad de las calles y escuchar cada madrugada “un concierto interminable de los quejumbrosos silbicos",#° murmullos y hasta careajadas, En otros puntos de la capital se ofa, por ejemplo, “las pisadas menudas” y el ‘con- ierto de grunidos” de los cerdos que desfilaban al matadeto, acompanados en la re- taguardia por los guardianes que los movian con “sonoridades, interjecciones y chico- teos al aire”.+7 Al unisono con esta sinfonta, las casas se impregnaban con los olores Propios de este contingente y con los procedentes de las panadeias, donde “se oye la fatiga de los amasadores; la chimenea arroja la primer bocanada de humo, y la puerta del ex- pendio que se abre deja escapar el olor de la harina cocida’*8 Los escenarios y los personajes propios de la noche se encontraban, se conjugaban con los del alba; el borracho y el trasnochador coinci- dian con la beata que iba a misa y con el obre- ro que se ditigia a la labrica, En otras palabras Poco antes de que la aurora se acerquc, las sombras entran en pleno reinad, la ciudad apayga sus vela- dloras las puertas de la taberna acentaan su mareo dle luz roa, la linterna del guatdian det onden pie blico aviva su pobre claridad, y restenan los pasos del alimo trisnochador © det primer obrero que Ho espent que la aurora lo despierte#? a =] e ‘ i iA Todos ellos encontrarian quien les ofrecie- i café caliente y reconfortante para el clima fresco y humedo de esas horas, a los que ba- Etvendedor de cate ‘ran las aceras y a las maquinas que arrojaban {A GUDAD DE MEXICO ENLOS ALBORES DEL SIGLO XX 45 litros de agua para lavarlas, Surgia ast un ciclo de vida cotidiana de la ciudad moderna, cl cual solo fue alterado momentaneamente por la Revolucion mexicana, Es innegable que, a fuerza de repetit todos los dias acciones gubernamentales pa- ra la expansién metropolitana y para encartilar los comportamientos urbanos confor- me a un modelo de sociedad ideal (aun a costa de la decidida resistencia de los actores, \ectados), y realizar de manera rigurosa actividades rutinarias como el trabajo y el con- stumo, los porfiristas de la madernidad creyeron que el proceso historico seguiria un ca- ‘nino lineal y ascendente hacia al progreso. 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