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REALIDAD FISCAL: DIFERENCIAS ENTRE EL ANÁLISIS DEL SECRETARIO DE

HACIENDA, RODRIGO PENA, EL DE JOSÉ LUIS ESPERT


Por José Luis Espert
Rodrigo Pena: Los argentinos conocemos, quizás como pocos, el vínculo causal que existe entre el
desmanejo de las cuentas públicas y las crisis económicas. Reducir el déficit fiscal es clave para una
economía sana. Así lo cree la sociedad. Así lo cree el presidente, Mauricio Macri, tal como lo ha
expresado en varias oportunidades. Así lo cree el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, y quienes
tenemos la responsabilidad de gestionar la política fiscal de esta administración.
Gran parte de los analistas que exponen sus opiniones regularmente en los medios y en las redes
comparten este diagnóstico. Sin embargo, algunos fallan a la hora de explicar razonablemente el
método adecuado que usarían para reducir el déficit y el ritmo de endeudamiento. ¿Qué es "explicar
razonablemente"? Una explicación que incluya rigor intelectual, datos concretos y confiables, y la
comprensión de las restricciones sociales y políticas existentes.
José Luis Espert: ¿Cuáles son las “restricciones sociales y políticas existentes”? ¿Las que hacen
que nunca se pueda bajar el gasto público para llevarlo a niveles pagables por una presión fiscal
razonable? ¿Las que hacen que nunca vayamos a déficits fiscales manejables para evitar las cíclicas
crisis inflacionarias y/o crisis de deuda?
En diciembre de 2015 no había restricciones políticas para hacer un inventario de la herencia
recibida y revertir los desmanes fiscales del Kirchnerismo. Pero aparentemente a Cambiemos le
gustaba las políticas de Cristina y creía que sólo era cuestión de gestionarlas bien. Ahora claro, la
política para ser reelegidos en 2019 domina todo y no encuentran lugar para la racionalidad
económica. ¿Pero la habrá alguna vez durante el gobierno de Macri? ¿Otra vez tiraremos de la
cuerda arriesgando que una crisis nos lleve a un ajuste descontrolado, aunque todavía pueda faltar
mucho para ello?
RP: Justamente, José Luis Espert publicó la semana pasada un artículo titulado "Macri en el País de
las Maravillas", en el cual explora superficialmente algunas ideas para eliminar el déficit fiscal:
bajar el gasto público en 15 puntos del PBI, eliminar la Coparticipación Federal de Impuestos (para
que las provincias financien su gasto con impuestos propios), sacarles a los sindicatos las obras
sociales y reprivatizar todo lo que el kirchnerismo estatizó.
Analicemos la primera propuesta de bajar en 15 puntos del PBI el gasto público (el gasto primario
nacional equivale a 23 puntos del PBI y el consolidado de Nación, Provincias y Municipios al 42).
El "Plan Espert" empezaría por suprimir los planes sociales. Eliminar la Asignación Universal por
Hijo (4 millones de beneficiarios), las Asignaciones Familiares (6 millones de beneficiarios), las
Pensiones por Invalidez (1 millón de beneficiarios) y el resto de los programas sociales de los
ministerios de Trabajo y Desarrollo Social (300.000 beneficiarios) generaría un ahorro para el
Estado de 2,4 puntos del PBI. Es decir, quitándole el beneficio social a más de 11 millones de
personas, aún estaríamos muy lejos de los 15 que sugiere.
JLE: En ningún lugar de mi nota digo que hay que eliminar los planes sociales. Es más, si me
preguntaran lo que hay que hacer, no los eliminaría, sino que los transformaría en empleos formales
privados contra la eliminación de las contribuciones patronales para aquellas empresas que
contraten a planeros luego de una formación financiada por la empresa que lo contratara. Eso no
quita que haya excesos que hay que corregir y eliminar porque no se puede estafar a los
contribuyentes pidiéndole que pague impuestos sin que un gasto lo justifique.
RP: Seguramente, el "Plan Espert" continuaría por reducir a su mínima expresión el gasto político.
El presupuesto de la totalidad de los cargos políticos del Poder Ejecutivo representa el 0,01% del
PBI, una mínima parte de los 15 puntos en cuestión. Eliminar todo el gasto del Congreso Nacional
generaría 0,2 puntos del PBI. Si agregáramos una reducción a la mitad del empleo público nacional
(que goza mayormente de estabilidad laboral), prescindiendo de 400.000 trabajadores, significaría
un ahorro adicional de 1,6 puntos del PBI. Seguimos lejísimos de los 15 puntos. Si cortáramos
también la mitad de la obra pública (básicamente rutas, vivienda, agua potable y cloacas),
tendríamos un ahorro adicional de 0,8% del PBI.
Es decir, la suma de todas estas medidas -extremas, irrealizables y con un impacto negativo
fenomenal en la pobreza y la actividad económica- apenas alcanzaría para bajar 5 de los 15 puntos
del PBI que el autor propone.
JLE: Sí, el gasto público consolidado (Nación, Provincias y Municipios) tiene que bajar 15% del
PBI. Sería volver a niveles cercanos a los que teníamos antes del kirchnerismo (salvo que Pena no
quiera perder el “Estado Presente” del que disfrutó en la Década Ganada como Gerente General del
Banco de Formosa de Insfrán y como Jefe de Gabinete de Martín Lousteau, en épocas de la 125, de
la que mañana se recuerdan 10 años).
Volver al gasto público de 26% del PBI previo al kirchnerismo no es tampoco el sumun de la
ortodoxia económica. El 26% del PBI es el gasto público que Argentina tuvo en promedio anual
desde mediados de los 70 hasta fines de 2002. En ese período hemos sufrido cuatros crisis
homéricas como consecuencia de feroces crisis de financiamiento del fisco. Rodrigazo (mediados
de 1975), Martínez de Hoz (principios de 1981), Hiperinflación (1989-1990) y la crisis de la
convertibilidad (2001-2002).
La baja de gasto público de 15% del PBI permitiría no sólo eliminar el déficit fiscal (insostenible)
de 7% del PBI que tenemos hoy, sino que daría espacio para bajar impuestos por 8% del PBI para
llevar la recaudación total de 36% del PBI a 28% del PBI, lo que es un nivel razonable a estándares
internacionales para países con un PBI per cápita similar y a los que les va bien, progresan.
A diferencia de lo que piensa Rodrigo Pena, bien en chiquito, la baja de gasto público no es sólo
para eliminar el déficit fiscal sino para que el sector privado recobre un aire que ha perdido por
culpa del Estado Presente y deficitario que lo agobia a impuestos. Para que el sector privado,
particularmente los sectores más competitivos, sean rentables y tengan capacidad de invertir.
Porque vía consumo público y privado habrá recuperación efímera, no crecimiento sostenido, para
lo cual necesitaremos como minimo una tasa de ahorro global del 22% del PBI, no el magro 16%
que tenemos actualmente y que los privados que generen esa tasa de inversión de 16% del PBI sean
los más competitivos.
El gasto político tiene que bajar como gesto para la sociedad, dado que es irrelevante en monto,
pero no en el vacío como ocurre hoy con la supresión de empleos para parientes (que fue nada) o la
eliminación de cargos recientemente anunciada por el gobierno (que tampoco genera un ahorro
significativo, dado que muchos se vuelven a reciclar adentro del mismo Estado) sino como
acompañamiento de una autentica baja del gasto público.
El propio Presidente ha dicho en repetidas oportunidades que “…heredó del kichnerismo 1.400.000
empleados públicos para disimular el desempleo” (sic). Estamos hablando alrededor de 4.5% del
PBI que los contribuyentes pagan de impuestos por encima de lo que “deberían” pagar ¿O acaso
hay ciudadanos de primera, los empleados públicos, que pueden cobrar sin que haya necesidad de
su puesto y/o sin importar que sea un ñoqui y ciudadanos de segunda que son los que pagan
impuestos a los cuales se los puede tratar como siervos de una gleba, sin derecho a disfrutar del
fruto del esfuerzo de su trabajo? Para los políticos o los economistas dedicados a la política como
Pena ¿creen que el sector privado es sólo un limón a ser exprimido hasta agotarlo?
Los subsidios a las tarifas de los servicios públicos, eran de 4,5% del PBI fines de 2015. Eliminarlas
implica un ajuste de tarifas. Está perfecto. No hay ningún argumento por el cual, casi todo el país
estuviera pagando por la luz, el gas, el agua y el transporte lo que realmente valen y en Capital
Federal y el Conurbano se la regalaran como pasó durante 12 años con el kirchenrismo.
¿Pero cómo es? ¿Las “restricciones sociales y políticas” sí permiten una suba exponencial de tarifas
de los servicios públicos afectando a varios millones de personas, pero no están dadas para
prescindir de 1.400.000 de empleados públicos que el propio Presidente ha dicho, en los hechos que
sobran? ¿No será que también en este Gobierno los que tienen poder de movilización callejera
tuercen la balanza contra los que tienen la razón? ¿Acaso si la baja de gasto público la hacen los
privados con más tarifas de los servicios públicos está bien, pero prescindir de empleados públicos
y que los políticos paguen el costo de enemistarse con su clientela, ¿no?
Prescindir de millones de empleados públicos implica que son las Provincias las que tienen que
hacer gran parte del mencionado ajuste de personal porque emplean el grueso de los empleados en
el Estado (Provincias 2,4 millones, Nación 0,750 millones y Municipios 0,450 millones No hay
ningún argumento por el cual la Nación y las Provincias firmen pactos fiscales para repartirse
recursos y adoptar compromisos de supuestas bajas de impuestos y no para adecuar la cantidad de
empleados públicos de todo el Estado a los servicios públicos que se van a prestar y lo que el país
puede pagar de impuestos, dado su bajo ingreso per cápita.
“¿Cómo vamos a dejar 1.400.000 empleados públicos en la calle un año antes de las elecciones del
2019?”, diría Pena escandalizado leyendo esta aseveración mía. El Gobierno tendría que armar un
plan de subsidio al empleo privado que reemplace al empleo público de esas personas, con un costo
mucho menor y transitorio.
Hablemos ahora sin hipocresía sobre el Sistema de Seguridad Social (SSS). Tiene ingresos genuinos
por Aportes Personales y Contribuciones Patronales por 7% del PBI y gastos (jubilaciones,
asignaciones familiares, PAMI, etc.) por 12% del PBI, o sea un déficit de 5% del PBI, de los cuales
2% del PBI se cubren con impuestos y quedan 3% del PBI a financiarse con deuda u otros recursos.
Nos mentimos acerca de que el SSS puede pagar el 82% móvil a todos los jubilados que hoy tiene
el sistema. No lo puede pagar.
Un sistema de reparto como el que la sociedad argentina parece ser que desea (las AFJP
equivocadamente son mal vistas), reparte si hay plata. Jamás reparte lo que no hay. Hoy nuestro
sistema tiene dinero para pagar jubilaciones por 7% del PBI como máximo, que es lo que recauda
por aportes y contribuciones.
Dado que se pretende pagar el 82% financiado con 22% de aportes y contribuciones sobre el salario
destinados al sistema previsional, 82/22=3,7; se necesitan 3,7 activos por cada pasivo para que el
sistema previsional sea financieramente estable.
¿Cuántos activos por jubilado tiene el sistema? Sumando los asalariados privados de 6,2 millones
más los empleados del sector público de 3,6 millones, hay 9,8 millones de aportantes. Quedaría por
sumar a los monotributistas puros por 1,5 millones, las empleadas domésticas 0,5 millones y los
autónomos por 0,4 millones con aportes sustancialmente menores en promedio que los asalariados.
Supongamos que la suma de estos 3 grupos constituye el equivalente a 1 millón de aportes al 22%
como los asalariados. Tendríamos un total de 10,8 millones (9,8+1) de aportantes para 7 millones de
jubilados y pensionados. Luego 10,8/7=1,5, o sea que el sistema previsional tiene efectivamente 1,5
activos por cada jubilado cuando para pagar el 82% móvil se necesitan 3,7 activos por jubilado, o
sea, 2,5 (3,7/1,5) veces más de los activos que realmente hay. Luego, 1,5/3,7=40, el sistema puede
pagar el 40% de las jubilaciones que está pagando, o sea que 40% sobre 82%, el sistema, tal como
está (no tal como lo desea usted estimado lector o yo), puede pagar como haber jubilatorio sólo el
33% móvil en vez del 82% móvil.
Y no lo digo como recomendación. Simplemente que el SSS tal como está no puede pagar las
prestaciones que paga. Pensar que el SSS puede pagar el 82% móvil es mentirnos. Tal vez nos
guste. Pero sepamos que el déficit del SSS, como parte del déficit fiscal total del Estado, se financia
con emisión y/o deuda pública. La primera genera crisis inflacionarias que terminan liquidando las
jubilaciones reales y los defaults de la deuda también. Así que o blanqueamos que las jubilaciones
que se puede pagar son un tercio de las actuales o el resto del gasto tiene que ajustar para poder
pagar el 82% móvil (más impuestos en mi menú de opciones no existe y menos con estos niveles
salvajes de presión impositiva). Pero las dos cosas, no se pueden. En realidad, sí se pueden, con las
consecuencias de las crisis que Argentina cíclicamente sufre.
Ni siquiera blanqueando a los 5 millones de trabajadores en negro a los niveles actuales de aportes y
contribuciones (algo imposible porque justamente son los altos impuestos al trabajo un factor
decisivo a la hora de generar el empleo en negro mencionado) se llegaría la cantidad necesaria de
activos por pasivos de 3,7 (daría 2,2).
Gran parte del desequilibrio de 5% del PBI del SSS está causado por 3% del PBI que costaron los
varios jubileos previsionales que hicieron los Kirchner. Adicionalmente, el gobierno de Macri con
la reparación histórica subió el gasto en jubilaciones 1% del PBI más todavía. Adicionalmente, hay
despilfarro en el otorgamiento de las pensiones por invalidez. El economista Roberto Cachanosky
ha investigado bien el tema.
¿Hay que cambiar leyes? Por supuesto. La ley de reparación histórica fue un error y haber cambiado
la fórmula de ajuste de las jubilaciones de recaudación del sistema a inflación más salarios,
también. Si queremos un sistema de reparto en vez de uno de capitalización, bueno, se reparte si hay
y si no hay, no se reparte. Y para llegar a ese punto habra que suspender las indexaciones
automaticas hasta que el sistema se vuelva a financiar sin deficit y sin nuevos impuestos. Si no nos
gusta un verdadero sistema de reparto, porque vamos a estar estafando a los que aportaron para
sostener las jubilaciones de quienes no aportaron, vayamos a uno de capitalización, donde cada uno
tenga una cuenta individual y se cobre según lo que haya aportado en su vida activa.
Para juntar medidas por 15% del PBI será necesaria una combinación de medidas iniciales y ajustes
en el tiempo a medida que crezca la economía sostenidamente. Pero tienen que tener conciencia que
para que haya un crecimiento sostenido privado que licue el gasto público gradualmente, ANTES el
gasto debe bajar lo suficiente y el déficit eliminarse para aumentar la tasa de ahorro y que los
sectores más competitivos de la economía recuperen rentabilidad e inviertan. No es posible confiar
sólo en el crecimiento sostenido cuando la situación fiscal de arranque es en si misma un
impedimento para el crecimiento del sector privado.
¿Es duro?
Por supuesto que sí ¿pero no es peor correr el riesgo que luego de una recuperación, comencemos a
recorrer el camino hacia otra crisis? Después de todo, mis propuestas siempre tienen como guía que
hay que cambiar las raíces de nuestra decadencia que significa cambiar nuestra cultura y nuestras
políticas populista. Sí, es parirnos de nuevo, hacer el verdadero cambio, no el marketinero hueco.
La alternativa es seguir repitiéndonos en los ciclos de crisis/ajuste-recuperación-deterioro-
crisis/ajuste-recuperación-deterioro-crisis/ajuste… que nos azotan desde hace más de 70 años. Si la
política no les permite hacer a tiempo los cambios profundos, mis recomendaciones servirán para
cuando una nueva crisis nos obligue a hacerlos.
RP: En materia de reformas estructurales, el "Plan Espert" propone eliminar la coparticipación de
impuestos. La misma está establecida en la Constitución Nacional y es la piedra angular de todo
régimen federal que procure la igualdad de oportunidades independientemente del lugar del país en
que se nazca. ¿Sugiere ignorar la Constitución Nacional? ¿O modificar su primer artículo que
establece que somos un país federal? Todo ello sin mencionar el hecho de que la coparticipación es
la distribución de los impuestos que las Provincias decidieron delegar en la Nación. Eliminarla
significaría que cada provincia se quede con esa recaudación y no achicaría el déficit de la Nación,
sino todo lo contrario.
JLE: El Federalismo Fiscal debería ser un diálogo fiscal entre pares que se ponen de acuerdo para
objetivos fiscales comunes como por ejemplo que entre todas aporten para la defensa exterior, la
diplomacia, etc. Esto podría ocurrir entre pares como las Provincias que se denominan “grandes”
como Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Mendoza que en promedio financian el 50% de sus gastos
con ingresos recaudados localmente (lo que no es coparticipación federal de impuestos). Pero
¿Federalismo Fiscal entre las “grandes” con Provincias como por ejemplo Catamarca, San Juan,
Santiago del Estero y otras que financian con recursos locales solamente poco más del 10% de sus
gastos? Eso no es federalismo. Es pura redistribución de recursos fiscales entre las que hacen más o
menos los deberes y los vivos de siempre que esperan el maná del cielo llamada coparticipación de
impuestos. Esto ya de por sí es injusto, pero más todavía es el hecho que podría estar ocurriendo
que el pobre de la provincia grande este financiando el rico de la provincia “chica” cuando el
objetivo de toda redistribución debe ser el individuo o la familia, pero nunca un ente jurídico como
una provincia para que el gobernador de turno sea el señor feudal que decide quien recibe y quien
no los recursos impositivos cuyos esfuerzos hicieron otros.
Sí, la coparticipación de impuestos a las Provincias (8% del PBI -su gasto es de 20% del PBI) hay
que eliminarla (Pena parece no haberme entendido bien). Como es dinero que las Provincias reciben
sin esfuerzo porque el que lo hace es la AFIP, sistemáticamente se lo gastan sin criterio de
eficiencia y responsabilidad. Es recurrente ver a las Provincias pidiendo planes de salvataje, que
Nación se haga cargo de sus deudas y, por si fuera poco, viven en situación deficitaria. La
coparticipación de impuestos a las Provincias propende a la irresponsabilidad fiscal. Obvio que no
mejora las cuentas públicas consolidadas en el corto plazo porque el dinero que gana la Nación por
no coparticipar más con las Provincias los impuestos nacionales, es dinero que las Provincias
pierden, o sea el superávit de una (Nación) es el déficit de otra (Provincias), pero como las
Provincias tienen que hacer un ajuste sustancial de gasto público en personal, de a poco irán
achicando el déficit que se genera por perder la coparticipación, comenzara una mejora en las
cuentas públicas y ni hablar en el largo plazo al haber cortado con un dispositivo que tiende a la
irresponsabilidad a la hora de gastar como la coparticipación federal de impuestos.
Eliminando la coparticipación, la Nación se quedaría con una recaudación que le permitiría bajar
los impuestos, las Provincias deberían hacer el mencionado ajuste de personal sí o sí y algunas
tendrían que fusionarse (no es admisible que haya Provincias en las cuales más del 80% de sus
recursos sean de origen nacional, son una ficción geopolítica que a los pobres de las Provincias
ricas les sale carísima).
La Educación y la Salud, deberían ser gastos federales y aquella Provincia que pretenda tener dos
Cámaras Legislativas y Juzgados y dependencias por doquier, que se los financien cobrándoles
impuestos a sus conciudadanos a ver si pueden financiar el despilfarro que ocurre hoy.
¿Implica esto una reforma de la Constitución? Claro que sí. Si el texto fue cambiado hacia mas
populismo en 1994. Frente al fracaso evidente ¿Por qué no cambiarla y volverla al espíritu liberal
de 1853? Después de todo, la propuesta de reforma de mi nota es para cortar con 70 años de
decadencia y no para una recuperación cíclica.
RP: El aporte de los trabajadores a las obras sociales representa 2,4% del PBI, pero si lo
elimináramos y todos concurriésemos a los hospitales públicos, ¿no habría que considerar, además
de los mayores ingresos fiscales, el mayor gasto público en salud?
JLE: En ningún lugar de mi nota hablo de eliminar los aportes a las Obras Sociales Sindicales.
Hablé de quitarle a los sindicatos el manejo de las Obras Sociales. Esta deformidad es sólo típica de
Argentina. No ocurre en ningún lugar del mundo y por si fuera poco así nos va. Sindicalistas ricos
que no resisten ni una sola integral de la AFIP, medicina mediocre y trabajadores cobrando salarios
de miseria, en parte, por culpa de cómo los impuestos al trabajo los esquilman.
RP: Por último, el déficit operativo del total de las empresas públicas (que no dependen de las
políticas tarifarias) ya lo redujimos a la mitad y actualmente representa apenas el 0,1% del PBI,
¿encontraríamos la solución a nuestro problema fiscal privatizándolas?
JLE: Así como la baja de gasto público que propongo de 15% del PBI es para eliminar el déficit y
para bajar impuestos y que el sector privado tenga capacidad de ahorrar e invertir, el mismo criterio
aplico con la idea de reprivatizar todo lo estatizado por los Kirchner. No tiene que ver con un tema
fiscal, como erróneamente piensa Pena, sino que el Estado sólo se dedique a las cuestiones
esenciales y que el resto quede en manos del sector privado sometido a la competencia. Que el
Estado sea un regulador de los servicios públicos en vez de ser productor de los mismos. La
privatización de las empresas públicas, más allá de algunas falencias importantes, fue una de las
grandes reformas promercado de los 90 que deberían haberse mantenido luego de la crisis 2001-
2002.
RP: Los datos fiscales son más transparentes que nunca, con la información en línea de la ejecución
presupuestaria, facilitando así el análisis de las finanzas públicas a quien tenga un interés genuino.
También dimos enormes pasos en términos de previsibilidad. Establecimos metas trianuales y
trimestrales que determinan el sendero de la política fiscal y cuyo cumplimiento garantiza la
sostenibilidad de la deuda pública y la convergencia de nuestros indicadores fiscales a niveles
incluso más favorables que los que muestra el resto de la región.
Las metas se definieron sobre el resultado primario, y no sobre el resultado financiero, por la
inconveniencia de condicionar con metas fiscales el timing de la política de financiamiento. ¿Acaso
preferimos perder una ventana de oportunidad en los mercados financieros por la rigidez de una
meta? Roza el absurdo pensar que quiénes manejamos la política fiscal desestimamos la evolución
de la cuenta de intereses o del resultado financiero.
JLE: La idea del superávit primario viene de la crisis de la deuda de los 80, como una manera que
el FMI tenía de asegurarle al Comité de Bancos Acreedores que los países que habían
reestructurado sus deudas hicieran el esfuerzo fiscal necesario para pagarlas. Ese era el superávit
primario, el exceso de ingresos sobre gastos necesario para que la deuda fuera atendida. Nunca fue
pensado para hablar de él como si fuera EL resultado fiscal del gobierno.
El resultado fiscal del gobierno de un país, que es lo que debería informar mensualmente el
Ministerio de Hacienda, nunca dejó de ser aquel que en los gastos incluye a los intereses de la
deuda pública. Que Argentina, como pasa desde hace décadas, cuando informa el resultado fiscal,
sólo hable del resultado primario que excluye como gasto público a los intereses de la deuda
pública, es una deformación o anormalidad grosera. Porque además siempre se deja de la manera
más oscura y oculta posible que hay un resultado más deficitario que incluye los intereses de la
deuda.
Todo esto es más grave todavía en un gobierno que ha hecho un culto del gradualismo, o sea ha
entronizado el endeudamiento ¿Cómo no se van a poner como gasto público a los intereses de la
deuda pública con un gobierno que practica el gradualismo y consecuentemente los intereses no
paran de crecer?
Habría una pequeña ventana que habilitaría mostrar como EL resultado fiscal de la Argentina sea
sólo al resultado primario. Que al mismo tiempo fuera acompañado por un ejercicio que mostrara el
superávit primario necesario para estabilizar a la deuda publica en un cierto nivel arbitrario. Por
ejemplo, si suponemos un riesgo país de 400 puntos básicos, un crecimiento de la economía de
2,5% y una tasa de interés sobre la deuda pública del 6,75% anual, para estabilizar la deuda pública
en 60% del PBI como tendremos cerca del fin del mandato de Macri en 2019, el superávit primario
debería ser de 2% del PBI en vez de un déficit primario de 5% del PBI. La distancia entre ambos es
de 7% del PBI, el mismo número que tienen el déficit fiscal global (después del pago de intereses
de la deuda pública) de 7% del PBI.
O sea, todo bien si el Gobierno quiere hablar sólo del resultado primario. Pero si es así que diga que
estamos a una distancia de 7% del PBI del superávit primario necesario o, sino que hable del
resultado fiscal global que incluye los intereses de la deuda pública como gasto de 7% del PBI.
RP: El déficit financiero de la Nación en 2017 fue de $629.050 millones, que equivale al 6,1% de
un PBI estimado de $10.282.182 millones. Ni 7% como dijo ahora. Ni 8% como dijo hace unos
meses. En 2018 será ligeramente superior al 5% y en 2019 al 4%, y así lo iremos bajando de a un
punto por año. Las provincias redujeron a la mitad su déficit financiero en 2017, estarán en
equilibrio en 2018 y tendrán superávit en 2019, gracias al acuerdo plasmado en la Ley de
Responsabilidad Fiscal.
JLE: En general cuando hablo de resultado fiscal, hablo del resultado fiscal relevante, o sea con
todo el sector público, o sea con Nación más Provincias y Municipios, a diferencia del Secretario de
Finanzas, gran defensor del federalismo fiscal, para el cual parecería que sólo existe el gobierno
nacional. A veces hasta incluyo alguna estimación del déficit cuasifical del BCRA.
Efectivamente, mi estimación del resultado fiscal consolidado para todo 2017 que a mediados de
2017 lo estimaba en 8% del PBI, lo baje a 7% del PBI ahora luego de los datos publicados para el
tercer trimestre de 2017 sobre Provincias por parte del Ministerio de Hacienda (dicho sea de paso,
hay un atraso excesivo en la publicación de los datos de Provincias con las cuales se las pasan
firmando acuerdo y pactos). Ahora bien, que el Secretario de Hacienda me corra con los cambios en
mis proyecciones, es tragicómico. Porque las estimaciones en el sector privado las hacemos a ciegas
por la falta información precisa y consistente de parte del Gobierno sobre las cuentas públicas y más
cuando el Gobierno jamás publica una información consistente del resultado fiscal consolidado por
arriba de la línea (ingresos menos gastos) que sea consistente con la evolución de la deuda pública
(resultado por debajo de la línea).
El Secretario de Hacienda dice que el déficit financiero de Nación para 2017 fue de $629.050
millones o 6,1% del PBI. Pero recientemente en el sitio del Ministerio de Hacienda apareció
publicada la ejecución del 2016 para el consolidado de todo el sector público argentino
https://www.minhacienda.gob.ar/onp/documentos/series/serie2016_pib04.pdf
Más allá de la cuestión metodológica de que la ejecución presupuestaria es con el gasto público
devengado y los datos de Rodrigo Pena son base caja y más allá que ese link es del 2016 y el
Secretario, en la respuesta a mi nota habla de 2017, hay una cuestión de fondo que seguramente se
repetirá cuando el Ministerio de Hacienda de a conocer la ejecución de 2017 y que es ¿Por qué el
déficit fiscal relevante, el que tiene impacto en la economía, el que afecta la vida de todos los
argentinos con la inflación, las tasas de interes, el dólar, etc. no es de $861.224,2 millones o 10,7%
del PBI (PBI de $8.050.245 millones) que es el “Endeudamiento Neto” en vez de $522.510,8
millones, 6,5% del PBI que es la diferencia por arriba de la línea entre ingresos y gastos?
Estamos hablando de 4,2% del PBI que es la diferencia entre “Fuentes Financieras” y “Aplicaciones
Financieras” que pueden estar aglutinando conceptos de los más diversos que no aparecen con
ningún detalle y yo quisiera saber si realmente todo lo que está puesto en esas cuentas son
operaciones por “debajo de la línea” que no agrandan el déficit fiscal. Estamos hablando de una
diferencia de $338.713,4 millones. Mucho para explicar, dado que el Secretario de Hacienda quiere
ir al detalle, como corresponde, de las cuentas fiscales.
RP: No avanzamos más rápido porque también decidimos bajar impuestos que ayuden a dinamizar
la actividad económica. Bajamos impuestos entre 2015 y 2017 por 2 puntos del PBI (derechos de
exportación, impuesto a los débitos y créditos para pymes, mínimos y escalas de ganancias, bienes
personales, ganancia mínima presunta, pusimos al día devoluciones y reintegros). Y acabamos de
conseguir la aprobación del Congreso por una reforma que baja la presión tributaria otros 2 puntos
en los próximos 5 años. También las provincias, en el marco del Consenso Fiscal, se
comprometieron a reducir la carga tributaria del Impuesto a los Ingresos Brutos y a los Sellos por
1,5 puntos del PBI. Es decir, hemos trazado un sendero de reducción de impuestos por nada menos
que 5,5 puntos del PBI para los próximos años.
La baja simultánea del déficit y la presión tributaria sólo puede realizarse porque redujimos el gasto
en términos reales. La combinación de baja del gasto y crecimiento económico del 2017 (año que
Espert minimiza en su nota) no sucedía desde hace 20 años. Y sucederá también en 2018.
JLE: La baja del gasto primario fue ínfima en comparación a lo que había crecido el gasto durante
el Kirchnerismo. Como ejemplo: el gasto primario nacional en 2017 en dolares multiplicaba ¡por 3!
el nivel del mismo a fines de la Convertibilidad.
RP: En los estadios de fútbol nunca faltan las personas que desde la comodidad de su asiento
insultan a los jugadores y al técnico, y les explican lo que deben hacer para salir campeones. Por lo
general se ubican en la platea. En economía también hay plateístas que se especializan en
soluciones mágicas. Pero cuidado: las soluciones mágicas también fueron parte de los últimos 70
años de fracasos económicos.
Una cosa es criticar livianamente desde la platea. Otra, muy distinta, es tener la responsabilidad de
administrar un país con millones de argentinos. Un país representativo, republicano y federal.
Aunque a algunos les pese.
JLE: Este final de la nota de Pena es insólito. Habla de la “comodidad de su asiento” ¿De dónde
saca Rodrigo Pena que trabajar en el sector privado argentino prostituido por la política, el
intervencionismo y las regulaciones estatales, es cómodo para aquellos que lo hacemos sólo con las
armas de tratar de ser cada vez mejores en lo que hacemos, o sea, solo basados en el mérito? ¿Cree
acaso Pena que trabajar más de la mitad del año sólo pagar impuestos para no recibir nada a
cambio, es fácil para la salud física y mental de los que habitamos la jungla del sector privado? Me
parece que lo de la “comodidad de su asiento” se trata del típico fenómeno psicológico de
“proyección”. Es probable que Pena se sienta tan a sus anchas en la “comodidad de su asiento” en
Hacienda ahora, como antes fue como Jefe de Gabinete de Asesores de Lousteau (Ministro de
Economía de Cristina) o como Gerente General del Banco de Formosa de Insfran, que piensa que
en el sector privado pasa lo mismo.
No Pena, me da pena que pienses así. En el grueso del sector privado no hay choferes, ni cafeteros
que te sirvan, ni varias secretarias que te hagan o atiendan los llamados, las empresas quiebran, los
que te contratan dejan de contratarte, etc. Además, para algunos (pocos) el sector privado es
competencia y formación constante para no ser arrasado por la globalización, vivir colgados de un
tren o subte o bondi. Para muchos el sector privado es la única opción de vida, ya sea por elección o
por defecto. Y gracias a esa gente es que vos, Pena, te has podido dar la gran vida de ser un
empleado público de lujo gran parte de tu corta vida.
En el sector privado somos grandes protagonistas, grandes actores de nuestro presente y futuro. Me
parece que con esto de decirnos plateístas a los que vivimos en él, estás incurriendo en el fenómeno
psicológico de la proyección. Pensás que lo que te pasa a vos en tu cómoda vida de funcionario
público nos pasa a los que estamos de este lado…de la grieta.

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