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1. Introducción
2. Los fundamentos
1
Ver el prólogo de Wacquant en el libro Respuestas para una Antropología Reflexiva, Grijalbo, México
D.F.,1995.
La psicopedagogía en la actualidad, Homo Sapiens, Rosario, 2003 1
Dora Laino
Los habitus y esquemas, formas organizadoras de las significaciones que el sujeto construye, son
los instrumentos con los que el mismo generará y acuñará los conocimientos resultantes de sus
aprendizajes a partir del deseo de hacerlo. Tanto el acervo de saber como las posibilidades de
estructuración cognoscente son el resultado de esquemas y habitus generados en relación a
procesos psicosociales definitorios para el sujeto.
Habermas afirma que las condiciones subjetivas son el a priori indispensable para el logro de la
inteligibilidad. Efectivamente, y lo hemos visto en la clínica, si no están dadas las condiciones
subjetivas mínimamente indispensables no se puede lograr la inteligibilidad.
En concordancia con tal planteo cabe pensar, además, no sólo en esas condiciones subjetivas
como soporte o apuntalamiento imprescindible de la inteligibilidad, sino también como rasgos
distintivos que en su trama particular definen la singularidad cualitativa de los procesos
cognoscentes de un sujeto. Así, la minuciosidad favorecida por una estructuración obsesiva
facilitará cierto tipo de prácticas y perturbará otras. En el mismo sentido podemos pensar en los
habitus como organizadores de las formas sociales de acción del sujeto. En consecuencia, en
función de esas disposiciones sociales (tal como lo sostiene Bourdieu), se pondrán en juego
formas de conocer, o de clasificar (en el sentido de Durkheim en lo social y de Piaget en lo
cognoscente) la realidad considerada.
Si esa realidad es la de otra persona cabe hablar, entonces, para referirse a la vinculación
interhumana, en términos de relación transferencial.
La transferencia consiste (tal como lo explicitara Lacan) en los modos permanentes con los que el
sujeto constituye desde su subjetividad a sus partenaires; es una repetición, que actúa como
resorte operante del lazo intersubjetivo.
Tal transferencia se desplegará en la relación dialógica entablada entre el enseñante y el
aprendiente, en cualquier situación educativa. A partir de esa vinculación intersubjetiva, es decir
de la forma singular de tipo transferencial con que se establece la relación, se desplegarán los
habitus construidos en su socialización y los esquemas cognoscentes constituidos en la
psicogénesis explicitada por Piaget.
En lo atinente a la singularidad subjetiva, recordemos que Freud cuando analiza los sueños nos
habla de los Tagesrestre, de los restos diurnos, que están descargados, dice, desde el punto de
vista del deseo, pero que sirven como materias primas para construir un mensaje en el que el
deseo se expresa. En el sueño son formas que el sujeto considera poco importantes: están
vaciadas de sentido. Son un material insignificante que es capitalizado por el deseo para lograr su
expresión. Algo semejante se puede sostener con respecto a otras formaciones del inconsciente y,
más aún, a las expresiones inconscientes en las realizaciones del sujeto durante la vida de vigilia y
en particular en las situaciones que son motivo de nuestra consideración. Estas mismas categorías
nos resultan eficaces para dar cuenta de las posibilidades y las limitaciones de los procesos
referidos al aprender, a las relaciones educativas y a la construcción de conocimientos. Es preciso
aclarar que diferenciamos por un lado el aprender como función de estructuras inconscientes
puestas en juego por un sujeto-agente en asimilaciones efectuadas en un determinado mundo de
la vida; y por otro, la construcción de conocimientos que responde a una organización lógica y a
un contenido cognoscente propio de un mundo en particular y logra resultados particulares que
son su producto. Y, finalmente, procuramos definir la relación educativa que, aunque implique la
función del aprender y la construcción lógica de conocimientos como productos estructurados por
parte del sujeto aprendiente, supone además la relación intersubjetiva con un enseñante que
procura desplegar en significantes un saber, con el propósito de transmitirlo.
En la relación inter-humana, en el espacio de la intersubjetividad, hay posibilidad de intercambio a
través de la identificación recíproca de universos de lenguaje, pero tambión de habitus y
esquemas.
La enseñanza se hace mediante palabras. Y las palabras son signos. Signos que se refieren a
objetos y a acciones del sujeto en relación a multiplicidad de realidades con las que se vincula la
construcción de los esquemas de acción y de los habitus, porque son cosas que aunque no estén
en su presente siguen estando representadas por los signos y “encarnadas” en una corporalidad
ejecutante de esquemas de acción (en el sentido de Piaget) y de habitus (en el sentido de
Bourdieu).
Todo conocimiento, como todo aprendizaje, se ubica en un determinado mundo de la vida en
donde están situados los sujetos. Las relaciones educativas se dan, entonces, en un espacio en el
que habitus, huellas mnémicas y esquemas se ponen en juego a partir de ese trasfondo implícito
que sostiene los intercambios.
Las palabras empleadas por el enseñante son ambiguas semántica y subjetivamente porque los
aprendientes siempre las asimilan desde las estructuras posibilitantes de su asimilación
cognoscente, desde sus habitus y desde las huellas mnémicas singulares que llevan a cada
persona a construir un sentido propio. Pero además de la no correspondencia permanente entre
las estructuras y rasgos distintivos del enseñante y cada aprendiente, hay que mencionar la
discontinuidad y diferente naturaleza de registro existente entre el signo, el esquema y el habitus.
Los esquemas y habitus, en tanto organizadores inconscientes, se traducen en los signos
empleados en el intercambio comunicativo con inevitables limitaciones y tergiversaciones. El saber
hacer no se trasvasa al saber decir en una perfecta correspondencia. A ello se agregan, en los
adultos, las diferencias existentes entre los distintos sistemas simbólicos (arte, ciencia, religión,
política, etcétera y sus subvariantes).
Cabe aclarar aquí que la unidad constitutiva del mensaje educativo a que aludimos es el signo si
hablamos desde un marco teórico basado en F. de Saussure, como lo hiciera Piaget, pero es el
símbolo si lo hacemos desde la concepción de Charles S. Peirce, como lo hiciera Lacan. Dada la
disparidad en el empleo de estas categorías en los autores que tomamos como referencia de base,
cabe especificar que hablamos de signo en un sentido homologable al de símbolo en Peirce.
He aquí, muy brevemente planteada, nuestra concepción de base:
Para referirnos a las relaciones educativas es necesario, desde una perspectiva psicológica,
considerar los signos constitutivos de los mensajes producidos en los intercambios educativos
entre enseñantes y aprendientes, los esquemas y los habitus de los mismos, así como los sentidos
subjetivos que se desencadenan, en función de la historia vital de cada participante, a partir de
sus respectivos mundos de la vida y de la vinculación transferencial entablada en esa
circunstancia.
BIBLIOGRAFÍA: