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EPICURO

TEORIA DEL CONOCIMIENTO

No es clara la función exacta que Epicuro asigna a los


sentimientos, si no es que los entiende como una modalidad
particular de las sensaciones. No es claro el concepto
epicúreo de epibolé[*] funciona como prueba de
conocimiento o si, por el contrario, únicamente como
instrumento del método, lo que paree que se ajusta más la
verdad.
Las cosas objeto de conocimiento proyectan a partir de
sí mismas y como parte de sí mismas unos efluvios que
afectan y llegan al sujeto investigador bajo la especie de
sensaciones, sentimientos e imágenes.
Esto es, el acto de conocimiento es facultado por esa
operación previa que consiste en el choque de los átomos
de los cuerpos exteriores con los del objeto pensante, Esta
operación proporciona al sujeto pensante el material que
le sirve de soporte: sensaciones, sentimientos, imágenes.
Le proporciona sensaciones si los objetos externos son
sólidos, sensaciones que pueden ser agudas o
desdibujadas. Las primeras son evidentes por sí mismas,
pero las segundas deben ser sometidos a prueba
constrastativa. El instrumento que facultad esta prueba
viene dado por el concepto llamado prolepsis, o por lo que
es lo mismo, por el conjunto de sensaciones anteriores y
coherentes entre sí, que van formando cuerpo unas con

Epibolé, en la retórica antigua, nombre que recibía la anáfora sinonímica, es


[*]

decir, la repetición de una misma idea empleando expresiones equivalentes


pero no iguales.
otras en la conciencia del sujeto pensante. ASÍ RESULTA
que cada sensación particular se demuestra acertada o
errónea si está en consonancia o disiente de aquellas
hermanas suyas, previas a ella, que se demostraron
correctas. Por otro lado, los objetos sólidos pero
demasiado sutiles emanan efluvios dinos que llegan al ser
pensante bajo la forma de arquetipos o imágenes de los
objetos en cuestión. Ahora bien, la igual que acontecía con
las sensaciones, tampoco las imágenes, a pesar de proceder de
los cuerpos exteriores, garantizan por sí veracidad. Para
dilucidar si las imágenes son correctas o falsas deben ser
contrastadas con las imágenes inamovibles asentados
dentro de nosotros mismos.
Hasta aquí hemos estudiado el mecanismo de
compresión de objetos más o menos sólidos, y no lejanos r
nuestros sentidos. Resta ver cómo seremos capaces de
entender las cosas que se substraen a nuestros sentidos y
experiencia. Para este cometido fija Epicuro un principio
simple, lo no evidente se explica por lo evidente. Principio
susceptible de aplicaciones varias fundamentadas en las
correspondientes formulaciones, tal como el principio de no
contradicción (lo no evidente no puede contradecir a lo
evidente, de suerte que a todas las cosas que vemos siguen
una determinada ley, las cosas que no vemos no pueden
seguir otra distinta), principio que justifica también y es
soporte del principio de las varias explicaciones posibles de
cuestiones que caen fuera del campo de acción de nuestra
experiencia, principio que justifica la validez de cualquiera
de ellas siempre que no choque con la experiencia. A este
cuerpo pertenece asimismo el principio de analogía (según el
cual lo desconocido o no evidente debe ajustarse al modelo
de lo conocido o evidente)
Se observa en esta teoría una trabazón bien
estructurada: analiza Epicuro el conocimiento según se
trate de cuerpos más o menos sólidos o de cuerpos sutiles,
y según se trate de objetos evidentes o no evidentes o no
evidentes. Cada tipo de objetos suministra un tipo distinto
de información, adecuada a su propia contextura. A su vez,
lo desconocido, por la aplicación de los mismos criterios y
soluciones. En cualquier caso, llama la atención el interés
cuidadoso de Epicuro por controlar la información que
dan inmediatamente los objetos. Opera con un mecanismo
que maneja datos inmediatos, controlados, que parten del
objeto y llegan al sujeto pensante. PERO NI AUN ASÍ SE
FÍA. Por eso toma las oportunas precauciones para que la
operación resulte acertada mediante la prueba de contraste
que, según los casos confía a las prolepsis o las imágenes fijas
de siempre en nosotros.

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La sociedad helenística estaban en tiempos de Epicuro


(341-270 a. C.), gravemente enferma, aquejada de males
orgánicos y psíquicos, Con intención de devolverle la
salud perdida aparecen numerosos médicos, cada uno
provisto de su particular terapia. Epicuro fue uno de ellos.
Diagnosticó los males coyunturales y permanentes, y puso
toda su sabiduría y su empeño en encontrar una solución
definitiva y eterna. En buena parte lo consiguió, pues
muchos espíritus lo han seguido desde entonces con
devoción.
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Epicuro fue el primero que osó enfrentarse a los


motivos de la postra0ción de los hombres, inquirió sus
casusas, interpretó los hechos y alcanzó en esta empresa la
victoria, convirtiendo con ello a los hombres en dioses. Fue
un autor sumamente prolífico, pero para nuestra desgracia
la mayor parte de su vasta producción despareció. Lo que
queda —si no es la mayor parte, al menos lo más conocido
hasta el día de hoy— lo que nos fue transmitido por
Diógenes Laercio (siglo III d. C.), en el libro X de su
testimonio de las Vidas y opiniones de los filósofos más ilustres.

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Obras completas
Epicuro
Cátedra
España
11ª edición, 2016.
pp. 25-27, y
4ª de Forros.

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