Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
DESCARTES
Discurso del Método
Partes I, II, III, IV
Autores:
Cristóbal Aguilar Jiménez
Francisco Bixquert Jiménez
Mario Guerra Muedra
DIÁLOGO
www.editorialdialogo.es
ACTIVIDADES PARTE I
2ª.- A lo largo de los cinco primeros párrafos de esta primera parte, Descartes
habla del método, ¿qué dice? Elabora una definición de “método”, explicita las vir-
tudes del método, comenta la intención que tiene Descartes al proponernos este
Discurso…
En este primera parte, Descartes no expone aún su método (lo hará, brevemente,
en la parte II), pero, a modo de introducción, nos da una serie de consideraciones dirigi-
das a mostrar la necesidad y la importancia de seguir un método.
Comienza Descartes señalando que el buen sentido o razón está igualmente re-
partido entre los hombre; en ese caso, ¿de dónde procede la diversidad de opiniones? El
autor se responde: procede de que “conducimos nuestros pensamientos por distintas ví-
as...”: primera alusión al método. En estos párrafos el método es reiteradamente compa-
rado con una “vía” o “camino”. Se trata de algo más que una metáfora. Etimológica-
mente la palabra “método” procede del griego “hodos”, que significa “camino”. Se nos
insinúa, pues, que es un camino para la búsqueda de la verdad.
Siguiendo con la metáfora, Descartes reitera: “los que andan muy despacio pue-
den avanzar más, si siguen el camino recto...”, con lo que destaca la necesidad e impor-
tancia del método: alguien que tenga el ingenio despierto, pero que siga un camino
equivocado, puede extraviarse; en cambio, alguien de ingenio más tardo pero que va por
el camino recto, puede alcanzar la verdad.
A continuación, tras resaltar la necesidad e importancia del método, Descartes
personaliza, gira hacia lo autobiográfico: “pienso haber tenido mucha fortuna al haber-
me hallado desde mi juventud en algunos caminos que me han conducido a considera-
ciones y máximas con los que he formado un método por el que me parece que tengo el
medio para aumentar gradualmente mi conocimiento...(etc)”. En estas frases podemos
hallar lo más parecido a una definición del método, en esta 1ª parte: se trataría, pues, de
un conjunto de consideraciones y máximas por medio de las cuales, como siguiendo un
camino, aumentamos nuestro conocimiento. Siguiendo estas consideraciones, el autor se
declara muy satisfecho por el progreso que ya ha conseguido en la búsqueda de la ver-
dad, con este método.
Por último, manifiesta la intención de mostrar al lector cuál es ese método que le
ha permitido progresar en las ciencias (“Pero me agradaría, en este Discurso, mostrar
qué caminos son los que he seguido...”). No obstante, precisa que no pretende hacer un
Tratado del Método, es decir un análisis sistemático y exhaustivo sobre él, sino sólo
mostrarlo por medio de ejemplos sacados de su propia práctica científica: “Mi intención
no es, pues, enseñar aquí el método que cada uno debe seguir para conducir bien su ra-
zón, sino sólo mostrar de qué manera he procurado conducir la mía”. Relacionar esto
con la carta a Mersenne del 27 de febrero de1637, citada en la Introducción, pág. 67.
3ª.- Centra la atención en el primer párrafo. Reconstruye el argumento por
medio del cual Descartes concluye que el buen sentido es la cosa mejor repartida.
Valora la seguridad de esta conclusión; para ello es conveniente que respondas a
esta pregunta: ¿el punto de partida de dicha argumentación es la experiencia? ¿Es
una experiencia científica? ¿Es meramente subjetiva?, ¿es, o puede ser, comparti-
da por otros? ¿Por quién?
1: "cada uno piensa estar tan bien provisto de él que aun los más difíciles de con-
tentar en cualquier otra cosa, no suelen desear más del que tienen".
2: Y "no es verosímil que todos se equivoquen".
Conclusión: Por lo que, de acuerdo con la experiencia, "el buen sentido es la cosa
mejor repartida del mundo".
4ª Descartes diferencia entre la razón como facultad innata del hombre y el uso
de la razón. Explica la diferencia entre ambas.
Teniendo en cuenta esta diferencia y también que la razón es naturalmente
igual en todos los hombres ¿Qué puede concluir Descartes?
Se persigue el objetivo de que el alumno capte y compare las diferencias que
Descartes establece en su texto entre Razón como facultad innata, que es igual en todos
los hombres, y la Razón Saber, inteligencia. En el 2º párrafo vuelve a insistir en el igua-
litarismo de todos los hombres en la razón y en la necesidad de su buen uso, pues en és-
te se encuentran las diferencias que observamos. El saber es algo adquirido y, por tanto,
dependerá del uso que cada cual haga de la razón. La inteligencia se desarrolla con el
buen uso de la razón.
El saber o el conocimiento no será tanto producto de la razón como facultad, como
producto del uso de la razón. Este uso es el causante de la diversidad de opiniones. De
esto se alcanza la conclusión de la necesidad de método, pues no se trata de tener el
ingenio bueno, sino que lo principal es aplicarlo bien.
Como se ve el objetivo de este párrafo, muy sintético, como toda la obra, es lle-
gar a la conclusión de la necesidad de un método para dirigir bien la razón y alcanzar la
verdad.
La cuestión 6ª, será el esquema argumentativo de esta conclusión.
6ª.- Ahora fíjate en los tres primeros párrafos. Qué razones se dan para defen-
der la necesidad del método.
1: Aun cuando "el buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo" .
2: Y entendiendo el método como "el medio para aumentar gradualmente [el]
conocimiento y elevarlo poco a poco hasta el punto más alto al que la mediocridad
[del] ingenio y la corta duración de [la] vida" puedan permitir.
3: Como [le parece a Descartes que] "la diversidad de nuestras opiniones no
proviene de que unos sean más razonables que los otros, sino solamente de que condu-
cimos nuestros pensamientos por distintas vías y no consideramos las mismas cosas".
4: Y como la experiencia nos muestra que "las almas más grandes son capaces
de los mayores vicios, tanto como de las mayores virtudes".
5: Y también que, metafóricamente, "los que andan muy despacio pueden avan-
zar mucho más, si siguen el camino recto [el método adecuado], que los que corren pe-
ro se alejan de él".
6: Aceptando que la finalidad que debe animar a todos los hombres, especial-
mente los que buscan la verdad es "aplicar [el ingenio] bien", "pues no se trata [sólo]
de tener el ingenio bueno".
Conclusión: es necesario el método.
3
Véase también actividad 2ª.
ACTIVIDADES PARTE II
1ª Define los términos siguientes, según el uso que hace el autor en el texto: jui-
cio, silogismo, evidencia, análisis, síntesis, prevención, precipitación, claro, distinto,
apetito, probable, demostración, deducción, intuición, principio.
b) Explica la diferencia entre “Probable” y “Demostración”. ¿Qué uso hace de
ellos Descartes?
c) “Deducción” e “Intuición”. Explica ambos términos. Extrae del contexto lo
que Descartes entiende y contrapón ambas nociones.
2ª .- Hacia el final del largo primer párrafo, Descartes afirma: “Y así también
pensé que como todos hemos sido niños antes de ser hombres y hemos habido menes-
ter durante mucho tiempo de estar gobernados por nuestros apetitos y nuestros pre-
ceptores, que eran a menudo contrarios unos a otros, …” “Apetito”. Este es un tér-
mino importante en moral, defínelo; ¿qué relación mantiene con el significado de
“deseo? ¿En qué sentido los niños están gobernados por los apetitos? ¿Por qué dice
que son contrarios a los preceptores?
Descartes no distingue, en este contexto, entre apetito y deseo. En el Tratado Las
pasiones del alma, artículo 86, define el deseo como la agitación del alma “que la dis-
pone a querer para el futuro cosas que se representa como convenientes”, es decir,
cuando deseamos, tratamos de conseguir un bien futuro o de evitar un mal futuro. Ca-
racterístico del deseo es, pues, que tiene una gran fuerza motivadora, esto es, que esti-
4
mula a actuar para conseguir lo que pretendemos. Por tanto aguijonea nuestra acción, la
dirige. Cuando actuamos somos en gran parte, pues, “gobernados” por los apetitos.
Descartes destaca que esto se da sobre todo en los niños, porque de adultos desa-
rrollamos la razón y con ella la capacidad de dominar o regular nuestros deseos: no
siempre es conveniente u oportuno satisfacer nuestros deseos. En ocasiones es necesario
posponer la satisfacción de éstos porque a largo plazo se seguirá un bien mayor o evita-
remos un mal mayor con esta renuncia. Tradicionalmente, se ha llamado “prudencia” a
este dominio de la razón sobre nuestros deseos atendiendo a sus consecuencias a medio
o largo plazo. Por esta razón apunta Descartes que nuestros preceptores (padres, maes-
tros, educadores) y nuestros deseos son contrapuestos unos a otros, pues ellos muchas
veces tienen que aconsejarnos, por prudencia, hacer lo contrario de lo que nuestros de-
seos nos dictan.
Sin embargo, Descartes no es tampoco un asceta o puritano que preconice la re-
nuncia sistemática a nuestros deseos y a los placeres derivados de su consecución. Para
él, la mayor parte de nuestros deseos y placeres son naturales y buenos. Por ello insinúa
en el texto que “tal vez, ni los unos (los deseos) ni los otros (los preceptores) nos acon-
sejaban siempre lo mejor”. Lo mejor será, pues, guiarse por “el pleno uso de la razón”
que con sus deliberaciones nos permitirá comprender si el logro de un deseo depende o
no de nosotros y si es conveniente para nosotros o no. Esta es la principal finalidad de la
moral, como dirá en el artículo 144 de Las pasiones del alma: “...debemos preocuparnos
de regular justamente este deseo. En esto es en lo que consiste la principal utilidad de la
moral”.
(Téngase esto en cuenta al analizar la Parte III, y especialmente la máxima 3ª de
la “moral provisional”).
5
Estado. Tanto los edificios como las ciudades y leyes serían más perfectos (armoniosos,
coherentes) hechos por uno solo porque tendrían unidad, perseguirían un solo propósito
o fin; si muchos arquitectos o legisladores participan en la misma, cada uno con un de-
signio o finalidad diferente, la obra adolecerá de incoherencia, de falta de unidad. Lo
mismo, piensa Descartes, puede ocurrirle al que construye sus opiniones sacándolas de
muchos autores diferentes, cada uno de los cuales no concuerda con otros: nuestro pen-
samiento será incoherente, contradictorio.
6
Descartes parece haber previsto esta objeción, y por ello declara: “y así, yo pen-
sé que la ciencia de los libros, al menos aquellos cuyas razones son sólo probables y
carecen de demostraciones, habiéndose compuesto y aumentado poco a poco con las
opiniones de varias personas diferentes...” (pp. 76-77). Es decir, establece la analogía
sólo con aquellas ciencias que carecen de demostraciones y cuyas razones son sólo pro-
bables, mientras que, si se dispusiera de demostraciones, sí sería posible ese “progreso”
de verdades científicas que en la parte VI parece defender.
4ª.- A continuación, otro razonamiento por analogía que comienza: “Es verdad
que no vemos que se derriben todas las casas de una ciudad…” y concluye: “en lo
que atañe a todas las opiniones a las que hasta el momento había dado crédito, no
podía hacer nada mejor que emprender, de una vez, el quehacer de suprimirlas, a fin
de sustituirlas después por otras mejores, o bien por las mismas, cuando las hubiese
ajustado al nivel de la razón.” Elabora el mismo tipo de análisis que se te ha sugeri-
do en el apartado anterior.
En esta 2º parte de la analogía, el autor afirma además que cuando la obra com-
puesta es muy imperfecta vale más echar por tierra los edificios y reedificarlos partien-
do desde cero; y, por tanto, lo mismo hará con las opiniones, suprimiendo todas las que
había recibido hasta entonces.
Existe una importante diferencia con la argumentación anterior. La anterior se
extendía a casas, ciudades y leyes. En cambio, ahora no extiende la analogía a las ciu-
dades y las leyes del Estado, sino que sólo compara las opiniones con las casas particu-
lares. Los edificios particulares mal construidos sí se echan abajo, pero las ciudades y
las leyes, no.
El autor justifica esto aduciendo una serie de diferencias entre los edificios, y las
ciudades y leyes: a) la ruina de los edificios sólo afecta a los particulares y no al resto de
los ciudadanos (son asuntos privados, no públicos); b) las ciudades y los Estados son
más difíciles de levantar una vez derribados; c) sus caídas son muy duras; d) el uso mo-
dera sus imperfecciones, y e) por todo lo anterior, sus imperfecciones son más soporta-
bles de lo que sería su cambio.
Así pues, Descartes no preconiza “derribar” las ciudades ni los Estados, y sí, en
cambio, los edificios (¡y las opiniones!) particulares, lo que sólo afecta a quien los po-
see. Vemos que el autor también argumenta notando diferencias entre las cosas compa-
radas.
Su argumentación tendría pues la forma:
- a (los edificios), aunque no b y c (ciudades y leyes) tiene la propiedad Q (es
preferible derribarlos cuando son imperfectos).
- d (las opiniones) es semejante a a.
-------------------------------------------------------------
- Por tanto, d también tiene la propiedad Q.
Para que la argumentación resultara convincente, habría que probar que d (las
opiniones) se parecen más a a (los edificios particulares) que a b y c (ciudades y esta-
dos). Y podría argumentarse que no es así. Las ciencias también son asunto público, no
privado: el Estado las financia, dedica universidades a enseñarlas, etc. Por ello, quizás,
Descartes avisa de que no pretende “tampoco reformar el cuerpo de las ciencias ni el
orden establecido en las escuelas para enseñarlas” (p. 77), sino sólo “reformar mis pro-
pios pensamientos y edificar en un solar totalmente mío” (p. 78). Y aún así reconoce
que no a todos conviene esto, que hay espíritus que acertarán mejor sus pasos yendo de-
trás de otros guías espirituales.
7
Si Descartes es aquí totalmente sincero, o sólo está tomando precauciones para
que sus obras no sean prohibidas por peligrosas, es un tema que no podemos aquí zan-
jar, sólo apuntar. De semejantes precauciones está el Discurso lleno.
5ª.- Casi desde el principio de esta segunda parte, “entre los cuales, uno de los
primeros (pensamientos)…”, Descartes comienza una larga argumentación que
termina con la conclusión “me encontré como constreñido a emprender por mí mis-
mo la tarea de conducirme”. Para analizar esta argumentación es razonable proce-
der por partes.
Teniendo en cuenta los cuatro primero párrafos, esto es, los razonamientos por
analogía, alguna consecuencia inmediata que se sigue de ellos y el cuarto párrafo,
analiza la argumentación que le permite a Descartes afirmar dicha conclusión.
Dado que (1) “las ciencias de los libros, al menos aquellas cuyas razones son sólo
probables y carecen de demostraciones, habiéndose compuesto y aumentado poco a po-
co con las opiniones de varias personas diferentes, no son tan próximas a la verdad co-
mo los simples razonamientos que puede hacer naturalmente un hombre de buen sentido
en lo tocante a las cosas que se presentan”; o esquemáticamente: parece razonable admi-
tir que algunas ciencias están mejor hechas cuando las hace uno solo (conclusión de la
primera argumentación por analogía –ver pregunta 3ª)
Y dado que (2) “en lo que atañe a todas las opiniones a las que hasta el momento
había dado crédito, no podía hacer nada mejor que emprender, de una vez, el quehacer
de suprimirlas, a fin de sustituirlas después por otras mejores, o bien por las mismas,
cuando las hubiese ajustado al nivel de la razón”; o esquemáticamente: parece razonable
derribar las antiguas opiniones (conclusión de la segunda argumentación por analogía –
ver pregunta 4ª)
Teniendo en cuenta todas las razones que proporciona el párrafo cuarto, se obtiene
la conclusión.
Resumida y esquemáticamente:
(1) Parece razonable admitir que algunas ciencias están mejor hechas cuando las
hace uno solo (conclusión
(2) Parece razonable derribar las antiguas opiniones
(3) He sido “consciente de las diferencias que ha habido, en todo tiempo, entre las
opiniones de los más doctos”.
(4) “Pero habiendo aprendido, desde el colegio, que no podría imaginarse nada tan
extraño y poco creíble que no haya sido dicho por alguno de los filósofos”;
(5) “y más tarde, al viajar, habiendo reconocido que todos aquellos que tienen
sentimientos muy contrarios a lo nuestros, no son por ello bárbaros ni salvajes, sino que
muchos hacen uso, tanto o más que nosotros, de la razón”;
(6) “y habiendo considerado cuán diferente llega a ser un hombre, con idéntico
ingenio, educado desde su infancia entre los franceses o los alemanes de lo que lo sería
si hubiese vivido siempre entre los chinos o los caníbales”;
(7) “y como hasta en las modas de nuestros trajes, la misma cosa que nos ha gus-
tado hace diez años, y que tal vez vuelva a gustarnos antes de otros diez, nos parece
ahora extravagante y ridícula, de suerte que son mucho más la costumbre y el ejemplo
los que nos persuaden que algún conocimiento cierto, y que, sin embargo, la pluralidad
de votos no es una prueba que valga nada para las verdades un poco difíciles de descu-
brir, porque es mucho más verosímil que un hombre solo las encuentre que no todo un
pueblo”.
Conclusión provisional: “(por todo ello), no podía escoger a alguien cuyas opi-
niones me pareciesen que debían preferirse a las de los demás”.
8
Conclusión definitiva, consecuencia de toda esta larga argumentación: “(y) me
encontré como constreñido a emprender por mí mismo la tarea de conducirme”.
9
Otro pasaje es el párrafo último (pp. 81, 82), donde, sin metáforas, se nos dice
que las ciencias toman sus “principios” de la Filosofía
En varios pasajes se destaca, o insinúa, que la unidad de las ciencias se basa en
la unidad del método con que el espíritu humano indaga las diversas cosas. Así, en el
párrafo 5º: “Incluso no quise desechar por completo ninguna de las opiniones... hasta en
tanto no hubiera empleado bastante tiempo en meditar el proyecto de la obra que em-
prendía, y en buscar el verdadero método para llegar al conocimiento de todas las co-
sas de que mi espíritu fuera capaz”.
Más explícito es el pasaje siguiente, tras haber enunciado los 4 preceptos del mé-
todo (párrafo 11º): “Esas largas cadenas de razones... me habían dado ocasión de imagi-
nar que todas las cosas que pueden caer bajo el conocimiento de los hombres se siguen
unas a otras de la misma manera”.
Por fin, en el último párrafo: “Pero lo que más me satisfacía de este método era
que, gracias a él, estaba seguro de servirme de mi razón en todo(...) además, sentía,
aplicándolo, que mi espíritu se acostumbraba a concebir más clara y distintamente sus
objetos, y que, no habiéndolo sujetado a ninguna materia particular, me prometía apli-
carlo tan útilmente a las dificultades de otras ciencias, como lo había hecho a la del
álgebra” (cursivas nuestras).
7ª.- Localiza el pasaje donde Descartes se declara influido por las matemáticas
y explica el papel que éstas han cumplido en la concepción de su método.
El pasaje se encuentra en la p. 80, a continuación de los 4 preceptos del método:
“Esas largas cadenas de razones, todas simples y fáciles, de las que los geómetras tienen
costumbre de servirse para llegar a sus más difíciles demostraciones, me habían dado
ocasión de imaginar que todas las cosas que pueden caer bajo el conocimiento de los
hombres se siguen unas a otras de la misma manera...”.
Descartes destaca de las matemáticas los siguientes puntos:
a) que sólo en Matemáticas ha encontrado demostraciones.
b) que en esas demostraciones se parte de principios ciertos, sin admitir como
verdadero más que lo que es evidente.
c) que a partir de esas evidencias se procede por deducción, formando largas ca-
denas de razones.
d) que en esas cadenas de razones hay que guardar siempre el orden necesario,
comenzando siempre por lo más simple y fácil de conocer y pasar luego a lo más com-
plejo.
e) que las matemáticas le han acostumbrado a “saciarse de verdades y a no con-
tentarse con falsas razones”, por lo que se dedicó un tiempo a ellas como “gimnasia
mental”.
f) por último, en el párrafo final, manifiesta la esperanza de que, aplicando este
mismo método a todas las otras ciencias, las hará progresar igualmente.
En definitiva, puede considerarse que la Matemática es la ciencia modelo, pero
no porque su objeto sea el más importante (pues propiamente no tiene objeto, ya que es
la ciencia más general y abstracta, prescinde de toda materia, para tratar sólo las propor-
ciones en general) sino porque al tratar lo más simple y fácil de conocer, nos proporcio-
na el modelo de certeza: Descartes considerará verdadero sólo aquello que conciba con
la misma evidencia que proporciona una demostración de geometría.
8ª.- Transcribe las críticas que el autor realiza a la lógica y a las matemáticas
(1) “En lo que concierne a la lógica, (advertí) que sus silogismos y la mayor parte de
las demás instrucciones, sirven más para explicar a otro las cosas que se saben o inclu-
10
so, como el arte de Lulio, para hablar sin juicio de aquellas que se ignoran, que para
aprenderlas. Y aunque contiene, en efecto, muchos preceptos muy verdaderos y muy
buenos, hay, sin embargo, mezclados con ellos, tantos otros que son o nocivos o super-
fluos, que es casi tan difícil separarlos como sacar una Diana o una Minerva de un blo-
que de mármol que no está todavía desbastado”.
(2) “Luego, en lo que concierne (a las matemáticas, esto es) al análisis de los anti-
guos y al álgebra de los modernos, además de que no se refieren sino a materias muy
abstractas, y que no parecen ser de ningún uso, el primero está siempre tan obligado a la
consideración de las figuras, que no puede ejercitar el entendimiento sin fatigar mucho a
la imaginación, y, en la última, se ha estado tan sujeto a ciertas reglas y cifras, que se ha
hecho un arte confuso y oscuro, que estorba al ingenio, en lugar de una ciencia que lo
cultive”.
11
11ª.- Explica la frase: “...no admitir jamás cosa alguna como verdadera en tan-
to no la conociese con evidencia que lo era.”
Con esta regla comienza el primer precepto o regla del método, la denominada
de la Evidencia, y en la que formula el Criterio de Verdad
La frase de referencia abre la puerta a la duda metódica, como método de depu-
rar todos los conocimientos y opiniones adquiridos con anterioridad. El objetivo es en-
contrar verdades absolutamente ciertas, sobre las que no sea posible dudar bajo ninguna
circunstancia, es decir, verdades evidentes sobre las que se pueda edificar con total se-
guridad el edificio del conocimiento. De ahí que en la primera regla nos defina el obje-
tivo (la frase que comentamos) y nos prevenga contra los dos errores más frecuentes, la
prevención y la precipitación, y finalmente nos formule el criterio de certeza.
Pero además, con esta frase rompe con las formulaciones escolásticas. En la
primer parte, al hablar de la filosofía nos dice que en ella no se encuentra aún ninguna
cosa de la que no se dispute y por consiguiente que no sea dudosa. Para Descartes las
proposiciones de la filosofía escolástica no son verdaderas, sino simplemente verosími-
les y probables y, por tanto, discutibles. Lo verosímil, al igual que lo probable, es sólo
aparentemente verdadero. Para Descartes estas son dos formas de falsedad. En el plano
teórico Descartes sólo acepta la verdad evidente, sin grados de verosimilitud o probabi-
lidad, por lo que todo lo demás debe ser reputado de falso y sometido a la estricta revi-
sión de la duda metódica. Este tribunal sólo lo salvarán las proposiciones que cumplan
el criterio de verdad.
12ª.- ¿Qué relación establece entre la Filosofía y las otras ciencias? ¿Por qué
encuentra necesario el estudio de la filosofía?
Para responder más detalladamente, téngase en cuanta lo dicho en la cuestión 6ª
de esta misma parte. Recuérdese sólo que para Descartes la relación entre la Filosofía y
las otras ciencias es la que hay en un árbol entre las raíces y el tronco (o en un edificio
entre los cimientos y los pisos): la Filosofía sería las raíces, la que sustenta el tronco de
la ciencia, proporciona los principios de los que se deducen los de las ciencias.
Descartes constata, por otra parte, que la Filosofía de su época aún no había en-
contrado ningún principio que fuera cierto e indudable, y mientras esta situación siguie-
ra así, ninguna ciencia verdadera podría apoyarse sobre ellos. De ahí la necesidad de
dedicarse a la Filosofía para establecer unos principios indudables sobre los que asentar
un edificio científico seguro.
3ª Analiza el primer párrafo de esta tercera parte, para ello, explica la razón
por la que se denomina “provisional” y explicita la argumentación que justifica la
adopción de dicha moral.
Podemos entender provisional, siguiendo de cerca el Diccionario de la Acade-
mia, como dispuesto o mandado interinamente, esto es, que sirve por algún tiempo su-
pliendo la falta, en este caso de una moral que pudiese considerarse definitiva. Signifi-
12
cado que concuerda con el contenido de la nota 4: "una Moral imperfecta de la que
hemos de proveernos mientras no se llegue a conocer una mejor".
"Provisión" significa: en attendant, Furetière, Dictionnaire universel (1690), ci-
tado por Gilson en su Comentario, que coincide con la traducción latina "ad tempus".
La necesidad de una moral provisional aparece ahora, en el momento en que
Descartes piensa ejercitar su método y como persona tiene que seguir actuando en la
vida social, por lo que respecto de las acciones no puede permanecer irresoluto. Aparece
ahora con ese carácter provisional dado que la razón no la ha garantizado, aunque pu-
diera considerarse como definitiva en otro momento posterior.
Cuando alguien desea construirse una nueva casa debe tomar varias medidas;
desde luego establecerse en un lugar cómodo donde residir el tiempo que duren las
obras. Así Descartes empeñado en construir un nuevo edificio intelectual, debe buscar
acomodo vital, que le permita centrar toda su atención en la tarea de construcción y no
le aumente innecesariamente los problemas; en caso de dejar en suspenso también la
moral es previsible que, dada la necesidad de actuar por el mero hecho de vivir, le apa-
reciesen muchos problemas, no sólo intelectuales sino sociopolíticos, que le producirían
trastornos, incomodidades, que actuarían en menoscabo de su reforma intelectual. Es
necesario mantener una moral provisional: un acomodo moral en tanto realiza su inmen-
sa obra.
No todos los comentaristas están de acuerdo con esta explicación muy extendi-
da; resulta fácilmente accesible el escrito de presentación del profesor Quintás a su ver-
sión del Discurso, ed. Alianza, en el que hace un comentario en torno a la interpretación
de la "moral provisional".
13
Pedimos la opinión es personal, por lo que no aportamos reflexión al respecto
5ª ¿Cómo argumenta que hay que seguir las opiniones más moderadas? Aristó-
teles defiende la tesis del “término medio” en moral. Busca información al respecto
y relaciona ambas posturas.
"Y entre varias opiniones igualmente aprobadas, no escogía sino las más mode-
radas". Da dos razones:
1: "Porque son siempre las más cómodas para la práctica, y verosímilmente las
mejores, ya que todo exceso suele ser malo".
2: "A fin de desviarme menos del verdadero camino, en caso de que fallase, si,
habiendo escogido uno de los extremos, hubiese sido el otro el que debiera seguirse".
8ª
a) Centra la atención en el tercer párrafo. Descartes parece defender la tesis de
que es suficiente juzgar bien, dentro de las posibilidades, para darse por satisfecho
con el obrar que se deriva de ese juicio. Según esto contesta a la siguiente pregunta y
14
justifica tu respuesta: ¿Por qué afirma conformarse en la moral con lo probable
mientras que en la teoría sólo acepta lo indudable?
b) Parece también estar en contra del principio que exige admitir como verda-
dero sólo lo evidente, incluso admite la necesidad de seguir lo que tan sólo es pro-
bable. ¿Cómo se resuelve esta aparente contradicción?
Esta afirmación es lógica dentro de la moral provisional, y es consecuencia dire-
cta de la 2ª máxima. En su formulación nos dice que seguirá con la misma perseverancia
las opiniones más dudosas como las más seguras, una vez que se ha determinado a ello.
Las razones las expone con claridad, las acciones de la vida no admiten dilaciones, por
lo que nos ha de bastar con las razones que tengamos en ese momento para decidirnos y
seguir con ellas como si fueran las más verdaderas, de hecho lo son para nosotros, pues
nos inclinamos por aquellas sobre las que tenemos más sólidas razones para considerar-
las verdaderas. Esta medida nos sustraerá de los arrepentimientos y remordimientos, que
es como dar vueltas por el bosque sin decidirse por ninguna dirección determinada, sino
corrigiendo a cada paso el camino, lo cual es lo propio de los espíritus débiles y vacilan-
tes.
Es una moral de la buena conciencia, hacemos aquello que la razón nos dice que
es lo mejor, aunque sepamos que no poseemos todos los elementos o razones para llegar
a ese juicio sin posibilidades de error, pero debemos actuar así porque en la vida prácti-
ca las decisiones no admiten ni suspensiones ni dilaciones. En suma, hemos hecho lo
mejor que podíamos en las circunstancias en que nos encontrábamos, los arrepentimien-
tos y remordimientos sólo pueden contribuir a desorientarnos de nuevo.
¿Tiene la misma finalidad la suspensión del juicio en la duda teórica que la falta
de resolución en el obrar moral? Tienen una finalidad claramente diferente. En el cam-
po de la teoría la suspensión del juicio es posible y aconsejable para poder encontrar la
verdad. Pero en la moral no podemos permanecer en la indecisión. No se puede perma-
necer sin obrar en la vida diaria, y más teniendo en cuenta las propias urgencias de la
vida cotidiana. Es necesario, por tanto, dar una solución de urgencia en las decisiones
vitales, y esta es la finalidad de la moral provisional.
¿Tiene el mismo sentido la duda teórica que la moral provisional? Otra for-
ma de plantear el problema de las dos preguntas anteriores. Se puede contestar mediante
ellas: al no ser posible mantenernos en suspenso en el obrar, es necesario, como solu-
ción de urgencia, acogernos a una moral provisional. Moral que, al carecerse de guía
plenamente fiable, es preferible tomar, hasta que pueda ser revisada, del lugar donde
vivamos y en la forma más moderada.
La duda teórica busca eliminar todo lo conocido y todas las opiniones y revisar-
las para encontrar una verdad que esté a salvo de toda duda.
15
que todo aquello que no hemos conseguido después de obrar lo mejor que hemos podi-
do, es imposible, y por tanto inútil el desearlo.
La felicidad, en suma, depende del buen gobierno de nuestros pensamientos y
consiste en conformarnos con nuestros bienes y no desear más que aquello que podemos
alcanzar.
Comentamos las frases a), b) y e), pues las demás se entienden perfectamente por re-
lación a ellas o como complemento de ellas:
a) La frase quiere decir que hay que saber dominar los propios deseos y renun-
ciar a ellos si su satisfacción es imposible, para no sentirse apesadumbrado o frustrado
por no haberlos podido satisfacer. Es doctrina típica del estoicismo, según el cual todo
lo que acontece es resultado de un orden universal (o del “destino”, “la fortuna”, “la
providencia”, según qué autores) y por tanto no puede ser alterado. Si nuestros deseos
van contra el orden del mundo no podrán ser satisfechos, por lo que haremos bien re-
nunciando a ellos sin lamentaciones.
b) Esta frase indica que para saber regular nuestros deseos hemos de limitarnos
a desear lo que depende de nosotros y no lo que no está en nuestra mano conseguir. Pe-
ro previamente hay que saber distinguir qué cosas están en nuestro poder y qué cosas
no. Y se afirma que sólo están completamente en nuestro poder nuestros pensamientos,
es decir, los juicios, opiniones o estimaciones que hacemos sobre los hechos que nos
acaecen. De acuerdo con esto, pues, el que un hecho (nos) ocurra puede no estar com-
pletamente en nuestras manos, pero sí lo está qué opinemos, sintamos o pensemos sobre
ese hecho. Así, por ejemplo, si he perdido un brazo porque una serie de circunstancias
adversas se han juntado (me han herido en él, había malas condiciones de salubridad, se
me ha gangrenado, han tenido que amputármelo para evitarme la muerte, etc), evitar es-
to no estaba en mi poder. Pero sí lo está lo que pienso o siento de haberlo perdido. De-
pende de mí sentirme desgraciado o no sentirme desgraciado por pensar que puedo se-
guir haciendo muchas cosas, que he escapado a la muerte, etc.
16
Es también doctrina típica de los estoicos. Epicteto la repite literalmente en su En-
chiridión, capítulo V: “Lo que turba a los hombres no son los sucesos sino las opiniones
acerca de los sucesos. Por ejemplo, la muerte no es nada terrible, pues, de serlo, también
se lo habría parecido a Sócrates; sino la opinión de que la muerte es terrible, ¡eso es lo
terrible!...”
e) La frase proverbial “Hacer de necesidad virtud” tiene el mismo sentido que la (a).
Indica que la serenidad se alcanza aceptando lo que nos ocurre de manera necesaria,
pues no habríamos podido evitarlo. El propio Descartes pone como ejemplos que, así
como no nos sentimos desgraciados por no tener alas como los pájaros o cuerpos de ma-
teria incorruptible como el diamante, así tampoco deberíamos sentirnos desgraciados
por no haber nacido emperador de la China o por estar enfermos.
(Puede ser provechoso hacer para el alumnado la siguiente reflexión para actualizar
el problema: la ciencia, con sus avances técnicos ¿no está ampliando ilimitadamente el
ámbito de lo que cabe dentro de la elección humana, y disminuyendo cada vez más lo
que nos sobreviene de manera necesaria? El ejemplo de algo imposible que propone
Descartes (volar como los pájaros) ha quedado obsoleto: con los aviones ya podemos
volar. Consideremos, por ejemplo, las técnicas de reproducción asistida: hoy, que ya
pueden tener hijos las mujeres antes condenadas a la esterilidad, que se pueden elegir
“hijos a la carta”, y un largo etcétera, ¿estamos dejando anticuada la doctrina estoica de
aceptar lo necesario? ¿La ciencia está ampliando ilimitadamente la libertad de elección
humana? ¿Es el estoicismo, como se ha dicho “una moral para tiempos duros”? Deje-
mos estas cuestiones en interrogación para suscitar un debate entre los alumnos, si se
cree conveniente)
Añadamos, por último, que en la frase f) Descartes hace una alusión a la ataraxia
(no tener afectos por las cosas), como la principal virtud preconizada por los filósofos:
ser impasibles, imperturbables, ante las cosas para no sufrir por ellas si no se alcanzan.
Aquí hay una diferencia entre Descartes y los estoicos: Descartes no comparte este ideal
de “imperturbabilidad” (que él llama “insensibilidad”) del estoico, consistente en su-
primir las pasiones y alcanzar un estado de indiferencia frente a todo lo que acontezca.
Sabe que las pasiones son insuprimibles, incluso que son buenas en su mayoría, como
declara en el Tratado de las pasiones. Esta indiferencia de los estoicos hacia la vida les
hacía aprobar el suicidio en ciertos casos, cuando de la vida ya no esperamos más que
dolor. Descartes, que defiende una ética más alegre, que busca más el contento, se refie-
re por tanto a los estoicos de manera crítica en la Parte I, página 74: “Los escritos de los
antiguos paganos (...) elevan muy en alto las virtudes (...) pero no enseñan lo bastante a
conocerlas, y a menudo lo que ellos llaman con tan bello nombre no es sino insensibili-
dad, orgullo, desesperación o parricidio” (esta última alusión parece referirse a la muer-
te de César a manos de Bruto en nombre de los valores republicanos).
17
3: "Y haciendo, como suele decirse, de la necesidad virtud, no sentiremos mayores
deseos de estar sanos, estando enfermos, o de estar libres, estando en prisión, de los
que ahora sentimos de tener cuerpos de una materia tan poco corruptible como los di-
amantes o alas para volar como los pájaros". Este último enunciado no parece muy
atractivo para muchas personas, por lo que recurrirá a la autoridad de los filósofos estoi-
cos después de advertir que "es necesario un largo ejercicio y una meditación frecuen-
temente reiterada para acostumbrarse a mirar con este sesgo todas las cosas".
4: El apoyo en los estoicos es el siguiente: "creo que es principalmente en esto en lo
que consistía el secreto de aquellos filósofos, que pudieron en otro tiempo sustraerse al
imperio de la fortuna y, a pesar de los sufrimientos y la pobreza, rivalizar en felicidad
con sus dioses. Pues, ocupándose sin descanso en considerar los límites que les estaban
prescritos por la naturaleza, se persuadían tan perfectamente de que nada estaba en su
poder sino sus pensamientos, que esto solo era suficiente para impedirles tener algún
afecto hacia otras cosas; y disponían de esos pensamientos tan absolutamente, que tenían
en esto alguna razón para considerarse más ricos y más poderosos y más libres y más
felices que cualquiera de los otros hombres que, no teniendo esta filosofía, por mucho
que les haya favorecido la naturaleza y la fortuna, no disponen jamás, como aquellos, de
todo lo que quieren".
Por lo que afirma su tercera máxima, aunque tal vez la justificación más fuerte sea la
primera.
12ª Haz un esquema de las tres máximas y pon un título a cada una de ellas.
Primeramente, puede discutirse si las máximas son 3 ó 4. En el primer párrafo (p.
71) Descartes anuncia una “moral provisional que no consistía más que en tres o cuatro
máximas”. Él mismo, pues, no decide tajantemente si las máximas son 3 ó 4. A conti-
nuación, las enumera: “la primera...”, (párrafo 2º, p. 71); “mi segunda máxima...” (pá-
rrafo 3º, p. 72); “mi tercera máxima...” (párrafo 4º, p. 72). Tras enumerar estas tres, no
aparece la expresión “mi cuarta máxima”, pero el párrafo 5º comienza: “en fin, como
conclusión de esta moral...”, que parece equivaler a un “y por último...”, por lo que pa-
rece haber una cuarta máxima, de la que además afirma Descartes que las 3 anteriores se
fundan en ella. El párrafo 6º comienza “Después de así haberme afirmado en estas
máximas...”, lo que indica que Descartes ha dado por concluida la exposición de sus
máximas. Todo ello nos lleva a sostener que el párrafo 5º está dedicado a una 4ª máxi-
ma, pero que tiene una posición especial, pues es como el fundamento de las otras tres.
Analizamos a continuación cada una de ellas por separado.
—MODERACIÓN—
1.- Por una parte, en lo que respecta a lo que está reglado, consiste en seguir las
normas (leyes, costumbres, religión) de mi país.
2.- Por otra parte, en lo que cae bajo la libertad personal, consiste en seguir las
opiniones moderadas y evitar los excesos.
2.1. Seguir las opiniones de los más sensatos.
a) Se trata de los sensatos con quienes hemos de convivir.
b) y fijándose más en lo que hacen que en lo que dicen.
2.2. Si los sensatos aprueban varias opiniones, seguir la menos “excesiva”.
2.3. Considerar un exceso las promesas que impiden cambiar de voluntad.
18
a) pues nada permanece en el mismo estado.
b) al perfeccionar mi juicio, lo que hoy me parece bueno podría parecer-
me mañana malo.
—CONSTANCIA—
1.- Consiste en seguir con firmeza aun las opiniones dudosas.
a) porque así al menos se llegará a algún sitio y no permaneceremos irresolutos.
2.- Seguir con firmeza las opiniones más probables.
a) porque las acciones no admiten demora y muchas veces no hay tiempo para
discernir las mejores, sólo las más probables.
3.- Eliminar arrepentimientos y remordimientos por lo realizado, que sólo angus-
tian la conciencia.
—CULTIVO DE LA RAZÓN—
1.- Porque el conocimiento es fuente de satisfacciones gratas e inocentes.
2.- Porque las 3 máximas anteriores están fundadas en ella.
2.1.- pues con la razón examinaremos, cuando sea oportuno, las opiniones ajenas
que seguimos.
2.2.- el propósito de examinarlas con la razón es lo que nos libra de remordi-
mientos al seguirlas.
2.3.- que nuestra razón juzgue buena o mala una cosa hace que nuestra voluntad
la persiga o la rehúya y así se regulan nuestros deseos.
19
13ª Explica la frase final del 5º párrafo:”... es suficiente juzgar bien para obrar
bien... estar contento”. Contesta, además a las siguientes preguntas:
a) ¿Puede calificarse la moral cartesiana de intelectualismo moral? Relaciónalo
con el intelectualismo moral de Sócrates y Platón, si los conoces.
b) ¿Es posible ver que algo es lo mejor pero hacer lo peor?
Para entender la frase hay primero que tener en cuenta el contexto en que se encuen-
tra. Descartes pretende probar que las 3 máximas anteriores están basadas en el cultivo
de la razón. Pues bien, por medio de esta frase pretende mostrar que el desarrollo de la
razón y adquisición de conocimientos sirve de fundamento en concreto a la 3ª máxima,
consistente en regular o dominar nuestros deseos. Según Descartes la razón nos ayudará
a regular nuestros deseos porque al conocer una cosa se nos aparecerá como buena o
como mala, conveniente o inconveniente, y esto determinará a nuestra voluntad a que-
rerla o rehuirla; por ello, cuanto mejor juzguemos sobre una cosa, más correctamente
actuaremos, lograremos los bienes que realmente debemos apetecer y alcanzaremos el
contento o felicidad.
a) Es tradicional, efectivamente, calificar esta doctrina de “intelectualismo mo-
ral”, del que Sócrates y Platón son los más afamados precedentes. Según ellos, para ac-
tuar bien y justamente, primeramente hay que conocer qué es el Bien y la Justicia, de
manera que la primera virtud es el Conocimiento, pues sin ella no se dan las demás. Se-
gún Sócrates, además, el que actúa mal no es exactamente por maldad, sino por igno-
rancia, porque parte de un concepto o definición equivocados del bien, y así buscando el
bien hace el mal.
b) Efectivamente, suele objetarse a esta doctrina que quien hace el mal lo hace,
no por ignorancia, sino por mala voluntad, o por falta de voluntad para hacer el bien. No
bastaría por ello conocer el bien para hacerlo. Suelen citarse las famosas palabras de
Ovidio para ilustrar esta objeción: “Video meliora, proboque; deteriora sequor” (“veo
lo mejor y lo apruebo; pero sigo lo peor”).
Descartes explicaría esta situación admitiendo que las pasiones (que son invo-
luntarias, fruto de la influencia del cuerpo sobre el alma, y por tanto inextirpables de ese
ser dual que es el hombre) nos llevan a hacer lo incorrecto cuando son intensas, pero
que el alma puede fortalecer su voluntad y adquirir control sobre las pasiones tomándo-
se un tiempo para pensar, sin actuar inmediatamente que la pasión se presenta, cuando
más intensa es, y repasando las razones que aconsejan acciones contrarias a las que la
pasión arrastra. Así, por ejemplo, si la vista del enemigo despierta en nosotros inmedia-
tamente la pasión del miedo, y éste nos incita a huir, podemos vencerlo dándonos tiem-
po a pensar y considerar las razones que aconsejan lo contrario de la huida: que el nú-
mero de enemigos no es tan grande para considerarlo tan peligroso, que siempre se está
más seguro defendiéndose que huyendo, que se tendrá la gloria y el júbilo de vencer
mientras que de huir se padecerá vergüenza y deshonor, etc. De manera que nuestro en-
tendimiento y voluntad conservan control sobre las pasiones.
(Este tema es desarrollado con mayor amplitud en el Tratado de las pasiones, ar-
tículos 45-49 y artículo 211, que pueden ser utilizados por el profesor como TEXTOS
COMPLEMENTARIOS si lo considera oportuno).
14ª Repasa el texto y anota todas las diferencias que Descartes establece cuando
trata materias especulativas y en los asuntos morales. ¿Se podría afirma que
hacemos un uso diferente de la razón cuando la aplicamos a uno y a otro? Explica
la respuesta.
A lo largo, sobre todo de la parte III (y ocasionalmente en otros pasajes, como el
primer párrafo de la parte IV, por ejemplo), Descartes establece una serie de diferencias
20
en el uso de la razón cuando la aplicamos a “materias especulativas” o cuando la apli-
camos a asuntos morales. Podríamos reunirlas en el cuadro siguiente:
Todas estas diferencias nos llevan a admitir que Descartes distingue entre un “uso
teórico” y un “uso práctico” de nuestra razón. Desde Aristóteles es tradicional distinguir
entre una Filosofía teórica que consiste en la “contemplación de la verdad” (la que ejer-
cita, por ejemplo, un geómetra que hace demostraciones) y una Filosofía práctica que
delibera “sobre lo que puede ser de otra manera”, es decir, la acción humana, en la cual
no cabe el mismo grado de certeza que en la anterior, pues aquí no hay demostraciones,
sino persuasión, por lo que la razón sólo puede “dilucidar esto (la acción) en la medida
en que lo permite la materia” (Ética a Nicómaco, Libro I, cap. 3).
Sin embargo, Descartes no admitiría nunca que haya una “Razón teórica” y una
“Razón práctica”, esto es, dos facultades diferentes. Su concepción de la Ciencia es una,
precisamente porque la Razón humana es una, aunque se aplique a objetos distintos.
Así, en las Reglas para la dirección del espíritu, Regla I, dice: “Pues no siendo las cien-
cias otra cosa que la sabiduría humana, que permanece siempre una y la misma, aunque
aplicada a diferentes objetos, y no recibiendo de ellos mayor diferenciación que la que
recibe la luz del sol de la variedad de las cosas que ilumina...”.
Asimismo, cuando trata de definir, en los Principios de la Filosofía, su ideal de Sa-
biduría, engloba bajo este concepto tanto los fines de la filosofía teórica como los de la
filosofía práctica: “Por Sabiduría no sólo hemos de entender la prudencia en el obrar,
sino un perfecto conocimiento de cuanto el hombre puede conocer, bien en relación con
la conducta que debe adoptar en la vida, bien en relación con la conservación de la sa-
lud, o con la invención de todas las artes” (pp. 7-8, edición citada en la bibliografía). La
Razón humana es, pues, una, pero según se aplique a la matemática y a la naturaleza o a
las acciones humanas alcanzará certezas indudables u opiniones probables.
21
15ª Ejercicio de actualización. Haz una valoración desde el punto de vista social
de la moral propuesta por Descartes. Para ello reflexiona:
a) ¿Qué consecuencias se seguirían en el caso de que todos aceptáramos esas
máximas? ¿Qué razones puedes dar para no aceptarlas?
b) ¿Si la felicidad se concibiese de manera totalmente egoísta, deberíamos adoptar
las máximas?
Ejercicio a realizar por el alumno
ACTIVIDADES PARTE IV
1ª Explica el significado de los términos siguientes: duda, fundamento, verdad,
pensamiento, escéptico, principio, sustancia, esencia, naturaleza, alma, claridad,
distinción, idea, Dios, imaginación, seguridad moral, certeza metafísica, error, ra-
zón.
3ª.- Haz un esquema de los motivos que le llevan a la duda. ¿Se trata de una
duda escéptica? ¿En qué se diferencian?
Comienza Descartes revelando la finalidad que persigue con su duda: alcanzar
alguna verdad indudable; es, pues, un método para alcanzar algo cierto y evidente. A
continuación declara las razones que le llevan a dudar de cuantas “verdades” había ad-
mitido hasta entonces, y da tres argumentos. Así pues, el esquema podría ser:
1.- FINALIDAD que persigue con la duda: alcanzar una certeza indudable.
2.- PROCESO DE DUDA:
2.1.- Duda de los sentidos (pues a veces engañan).
2.2.- Duda de las verdades de razón (pues los hombres se equivocan al
razonar).
2.3.- Argumento del sueño (podríamos estar soñando y no ser reales
nuestros pensamientos).
Recomendamos al profesor/a completar este fragmento con el TEXTO COM-
PLEMENTARIO del argumento del “Genio Maligno” contenido en la Meditación I de
las Meditaciones Metafísicas, pues así el argumento para dudar de las verdades de razón
queda más convincente.
Que la duda de Descartes no es escéptica lo revela ya la finalidad que declara al
inicio: “como por entonces quería dedicarme solamente a la búsqueda de la verdad, pen-
sé que era preciso... que rechazase como absolutamente falso todo aquello en que pudie-
se imaginar la menor duda, a fin de ver si no quedaría, después de esto, algo en mi
creencia que fuera enteramente indudable”. Su duda es, pues, un método para alcanzar
un principio del que ya no quepa duda. En la parte III del Discurso ya se ha distanciado
de los escépticos, cuando dice: “No es que imitara por esto a los escépticos, que dudan
22
por sólo dudar y fingen ser siempre irresolutos; pues, al contrario, todo mi propósito no
tendía sino a asegurarme y arrojar a un lado la tierra movediza y la arena para encon-
trar la roca o la arcilla” (cursivas nuestras, pp. 85, 86).
4ª.- Explica las razones por las que el escéptico no puede rechazar “yo pienso,
luego soy”
Conviene consultar el término "pensamiento" en el vocabulario y tener en cuenta
que en Meditaciones II afirma: "¿Qué es una cosa que piensa? Es una cosa que duda,
que entiende, que afirma, que niega, que quiere, que no quiere, que imagina también y
que siente" (Meditaciones, p. 26). Puede ser de utilidad contrastar este argumento con el
paralelo en las Meditaciones, p. 24 y ss.
Recordemos que Descartes nos ha dado 3 argumentos para dudar de todo: a) que los
sentidos son falibles; b) que no podemos distinguir lo real de lo soñado; c) que los hom-
bres se equivocan al razonar.
Pues bien, ninguno de los 3 argumentos puede nada contra la certeza del “pienso
luego soy” (recuérdese que “pienso” equivale a “veo, siento, sueño, dudo, imagino, en-
tiendo, quiero”, etc.): (a) los sentidos me engañan, y quizás el oasis que estoy viendo es
un espejismo, pero “yo, que lo veo, soy” es innegable. Puede no haber oasis, pero sí es
cierto que yo lo veo aunque no esté, y por tanto, soy. (b) Quizás lo que veo es sólo un
sueño, pero “si yo lo sueño, soy”, es innegable, por la misma razón de antes. (c) Si me
equivoco al hacer una demostración de geometría, es innegable que “si me equivoco al
razonar, soy”.
Añadamos que el argumento del “Genio Maligno”, no recogido en el Discurso,
tampoco echa abajo, según Descartes, la certeza del “pienso, luego soy”. Pues, supo-
niendo que haya un “Genio Maligno” que me hace engañarme continuamente, “si me
engaña, soy”ya que si yo no fuera, no podría engañarme.
Los escépticos nada pueden contra "yo pienso, luego soy", por ser una afirmación
muy "firme y segura" al resultar clara y distinta.. ¿Cómo alguien podría afirmar, querer,
etc., incluso dudar sin ser? ¿Cómo podría el escéptico dudar sin ser?
23
Finalmente el llamado “argumento del sueño: “y en fin, considerando que todos los
pensamientos que tenemos estando despiertos se nos pueden también aparecer cuando
dormimos, sin que haya ninguno entonces que sea verdadero”.
Así que podemos albergar alguna duda y debo considerarlo, por ello, como absolu-
tamente falso.
Conclusión (provisional): “resolví fingir que todas las cosas que en cualquier mo-
mento habían entrado en mi espíritu no eran más verdaderas que las ilusiones de mis
sueños.
Pero aún admitiendo todo ello “era preciso necesariamente que yo, que lo pensaba,
fuese alguna cosa.” O dicho en forma casi equivalente al menos en la intención de Des-
cartes “yo pienso, luego soy”.
Es ésta una verdad “que las más extravagantes suposiciones de los escépticos no
eran capaces de hacerla tambalear”
Y “juzgué que podía admitirla, sin escrúpulo, como el primer principio de la filoso-
fía que buscaba”.
24
8ª.- Transcribe los razonamientos que sustentan la demostración de la existen-
cia de Dios.
A) La primera prueba se inicia en el párrafo 4º que comienza “Después de lo
cual, reflexionando sobre lo que dudaba...” y acaba en la línea 21 del mismo, donde di-
ce: “...es decir, para decirlo en una palabra, que fuese por Dios”.
Para analizar el argumento es importante que el alumno/a distinga primeramente
dónde está la conclusión a la que quiere llegar, luego es más fácil percatarse de cuáles
son los pasos o premisas por las que llega a esa conclusión. Observaremos que en este
primer argumento se comienza precisamente por la conclusión: “...se me ocurrió indagar
de dónde había aprendido a pensar en algo más perfecto que yo era; y conocí evidente-
mente que debía ser de alguna naturaleza que fuese en efecto más perfecta” (la cursiva
es la conclusión). Después de ella tendría que venir un “porque...” que indicase que, a
continuación, se dan las razones para sostener esa conclusión, y que no aparece, pero
que ha de ser sobreentendido. Tras las razones, Descartes vuelve a repetir la conclusión,
ahora precediéndola de una expresión consecutiva (“de suerte que...") con lo que indica
que es evidentemente la conclusión y que la prueba ha terminado.
Esquematizando el argumento en pasos, podría quedar así:
1.- Hay en mi mente muchos pensamientos o ideas.
2.- Entre esas ideas, las de cosas exteriores (cielo, tierra, etc.) no manifiestan nada
superior o más perfecto que yo.
3.- En consecuencia, esas ideas no prueban que existan tales cosas: puedo haber-
las formado yo.
4.- Pero en mi mente tengo también la idea de “un ser más perfecto que yo”.
5.- Esta idea no puedo haberla formado yo, pues lo más perfecto no puede pro-
venir de lo menos perfecto, o de la nada.
5 bis.- Está implícito el principio de causalidad: un efecto sólo puede ser produ-
cido por una causa suficiente para producirlo.
6.- En conclusión, esa idea ha sido puesta en mí por ese “ser más perfecto”, es
decir, Dios que, por tanto, existe.
25
C) La 3ª prueba está en el párrafo siguiente, que comienza así: “quise indagar des-
pués de esto otras verdades”. Aunque también pueden considerarse estas primeras líneas
unas observaciones preliminares para preparar la demostración, que comenzaría estric-
tamente en la línea 13 de este párrafo: “Mientras que, volviendo a examinar la idea que
yo tenía de un Ser perfecto...”. La conclusión es fácilmente reconocible por estar des-
pués de un “por consiguiente...”. Podría esquematizarse así:
1.- Entendemos por Dios un Ser perfecto, al que no falta ninguna perfección.
2.- La existencia, que es una perfección, pertenece pues a la esencia o definición
de Dios, como pertenece a la definición de triángulo que sus ángulos sumen dos rectos.
3.- En conclusión, que Dios, o el Ser perfecto, existe, es tan cierto como una
demostración de geometría.
11ª.- ¿Cómo deduce Descartes la naturaleza de Dios? ¿Hasta qué punto puede
el hombre conocer la naturaleza de Dios? ¿Por qué dice que Dos no es un “com-
puesto”? ¿Qué significa compuesto?
En diversas ocasiones ha declarado Descartes que la mente humana es incapaz de
hacerse una idea de Dios clara y distinta, y está por encima de nuestra comprensión.
Ello no significa que no podamos conocer cómo es hasta cierto punto, hasta donde es
posible para nosotros. La escolástica distinguía entre a) un conocimiento de Dios “in se”
(como es “en sí mismo”, en su esencia), que es imposible para nosotros, y b) un cono-
26
cimiento “quoad nos” (relativamente a nosotros) que sí nos es posible. Con toda seguri-
dad, Descartes ha sido educado en estas distinciones (obsérvese que dice: “para conocer
la naturaleza de Dios, hasta donde la mía era capaz de hacerlo...”, p. 89).
Pues bien, en la p. 89 sugiere que podemos conocer la naturaleza de Dios hasta
cierto punto, partiendo del concepto de “perfección”: si tengo en mí perfecciones (cierto
grado de sabiduría, cierto grado de poder, etc.), las cuales no me he dado yo sino Dios,
puedo atribuírselas a Él, se supone que en un grado más alto. Por tanto: a) una primera
manera de conocer su naturaleza será atribuyéndole (en grado máximo) las perfecciones
que en mí veo, y así, lo concebiré como eterno, infinito, inmutable, omnisciente, todo-
poderoso, etc. (La escolástica llamaba a esto la “vía de la eminencia”).
Pero hay b) un segundo camino (que la escolástica llamaba “vía negativa”): negar
que haya en Dios las imperfecciones o defectos que veo en mí. Así, Descartes rechaza
que la duda, inconstancia, la tristeza, etc., que son defectos, puedan estar en Dios.
Descartes se pregunta también si Dios ha de ser concebido como un “compuesto”.
Recuérdese que Descartes ha comenzado sus Meditaciones Metafísicas distinguiendo
entre los cuerpos exteriores y sus ideas en mí, es decir, entre una sustancia corporal, ex-
tensa, y otra sustancia pensante, el alma. Surge entonces la pregunta: ¿Es Dios un com-
puesto de alma y cuerpo, como lo es el propio hombre? Evidentemente, por “compues-
to” se entiende al ser formado por agregación de partes heterogéneas. Desde la tradición
platónica es corriente llamar así al hombre porque estaría formado de cuerpo y alma,
dos sustancias diferentes y separables.
Descartes niega, en cambio, que Dios pueda ser considerado un compuesto, pues
ello implica deficiencia: “considerando que toda composición testimonia dependencia, y
que la dependencia es manifiestamente un defecto..." (pp. 89, 90). La dependencia a que
se refiere es la del alma respecto del cuerpo; al estar unida a un cuerpo (en el hombre) el
alma recibe la influencia de éste, “padece” la acción del cuerpo, no se limita a actuar
como lo haría si permaneciera pura (pensar). Resultado de la acción del cuerpo sobre el
alma son las pasiones, las sensaciones, los sueños, imaginaciones, etc.; el alma no for-
ma todas estas modalidades del pensamiento por sí mismas, sino bajo la acción del
cuerpo sobre ella, por lo que es dependiente de él, lo cual es un defecto: por tanto Dios
no puede ser un compuesto.
13ª ¿Qué diferencia hay entre seguridad moral y certeza metafísica? (párrafo
7).
Consultar nota 61, p. 91, y vocabulario.
27
La teoría del error se encuentra en la página 51, apartado 7: "El mundo. Los prin-
cipios de la cosas materiales", párrafo 3º. La sintetizamos: el error es sólo atribuible a
nuestro entendimiento que se precipita (recordar el primer precepto del método) al pro-
nunciarse sobre la realidad. De ahí se deriva la necesidad imperiosa del método.
15ª.- ¿Por qué afirma el autor que la existencia de Dios y el alma son más cier-
tas que las certidumbres que obtenemos de los sentidos?
Aunque Descartes admite que hay en nosotros una fuerte, y muy difícil de vencer,
inclinación natural a considerar verdadera la información que nos proporcionan los sen-
tidos, en su opinión esa confianza en los sentidos se ve resquebrajada por las dos re-
flexiones que ha hecho: a) que los sentidos muchas veces nos engañan, y b) que lo que
en sueños nos parece verdadero resulta no serlo, por lo que no hay criterio seguro para
afirmar que no está soñando el que afirma ver algo con toda claridad.
Por el contrario la idea de alma (entendida como “yo pensante”) es indubitable, no
puede ponerse en duda ni siquiera bajo esos argumentos, pues si me engaño cuando
sueño, etc., no puedo negar que yo lo pienso, que mi pensar, aunque engañado, existe.
Con respecto a Dios, Descartes admite que su idea no procede de los sentidos, pe-
ro el entendimiento puede, prescindiendo de los sentidos, construir demostraciones ne-
cesarias que nos presenten su existencia tan cierta como una demostración de geometría.
Por ello, que no sea “sensible” no quiere decir que no sea “inteligible”.
Además, Dios es precisamente el que garantiza aquellas verdades de las que más
seguros estamos. Pues sólo tras conocer que hay un Dios, y que es perfecto, y que no es
engañador (engañar no es una perfección), y que no hace que erremos cuando vemos
algo claro y distinto, es cuando podemos estar seguros de que lo que nos parece eviden-
te lo es. Dice Descartes: “Pues, en primer lugar, eso mismo que antes he tomado como
una regla, a saber, que las cosas que concebimos muy claras y muy distintamente son
todas verdaderas, no está asegurado sino porque Dios es o existe, y porque es un Ser
perfecto...” (p. 80). Sólo, pues, tras probar que hay un Dios perfecto puedo creer que lo
que mis sentidos ven en vigilia es más cierto que lo que veo en sueños, pues no sería
propio de un Dios perfecto haberme creado de manera que me engañase en eso. La cer-
teza de Dios es “anterior” (no en sentido temporal) a la otras: es el fundamento sobre el
que reposan las certezas sensibles o racionales.
28
por las cosas sensibles, y si Dios, que me ha dado esa fortísima inclinación, me engaña,
entonces Dios sería un ser falaz, lo cual es contradictorio con su idea".
En resumen: Descartes necesita demostrar la existencia de Dios para:
a.- Romper el aislamiento de Cogito y abrirlo a la realidad extramental.
b.- Cumple la función de garantía del criterio de verdad y de la veracidad
de la información de los sentidos en cuanto a la existencia de la realidad objetiva. Pero
sólo en cuanto a la existencia de esta realidad, no en lo referente a la veracidad o false-
dad de los juicios que emitimos sobre esta realidad.
(Recordad la teoría del error y la actividad 14 de este bloque).
ACTIVIDAD COMPLEMENTARIA
1ª.- ¿Qué diferencia al hombre del animal? ¿En qué se asemejan? ¿Qué razo-
nes ofrece Descartes al respecto?
A) En cuanto a las semejanzas entre hombres y animales, se limitan al cuerpo.
Descartes opina que todo lo que ocurre en el cuerpo, tanto de hombres como de anima-
les, se explica por la disposición, figura, tamaño y movimientos de las “piezas” que
componen esos cuerpos.
B) Pero entre hombres y animales hay una diferencia fundamental: el pensa-
miento, es decir, el hombre tiene alma pensante, que según Descartes, ha debido ser
creada por Dios y unida al cuerpo.
Ello le hace decir que si un autómata perfectamente hecho tuviera la forma de un
animal, no lo diferenciaríamos de éste. En cambio, si un autómata tuviera forma humana
sí podríamos diferenciar a un hombre verdadero de él (sugerimos al profesor la película
“Blade Runner” para fomentar en clase un debate sobre este tema: ¿en qué se diferen-
ciaría un “androide”, que es como la ciencia-ficción llama a los autómatas con forma
humana, de un hombre “verdadero”?). Descartes afirma que sí podríamos diferenciarlos,
y da dos razones:
1.- Que el hombre utiliza un lenguaje para manifestar sus pensamientos.
2.- Que el autómata sólo haría bien aquellas funciones para las que se le ha dise-
ñado, mientras que la razón del hombre le sirve para toda clase de circunstancias.
C) Estas 2 razones son también las que nos diferencia de los animales:
1.- Los animales no hablan (lo que realmente se entiende por “hablar”).
2.- Los animales hacen bien unas cosas pero no otras, lo que revela que carecen
de razón y que están como “diseñados” por la naturaleza para hacer aquello que hacen
bien.
2ª.- Descartes no considera como auténtico lenguaje los sonidos que profieren
los loros, ni los movimientos que delatan pasiones como los gruñidos, quejidos, etc.
¿Qué entiende, pues, por lenguaje?
Descartes niega que los animales hablen. Con eso no quiere decir que no puedan
proferir sonidos, gritos, etc., de la misma manera que nosotros podríamos construir una
muñeca que “hablase”, insertando un disco o una cinta de casette en su mecanismo. Pe-
ro esos sonidos serían también explicables como resultado de operaciones mecánicas.
Lo mismo cabe decir, según Descartes de los loros y urracas. (Puede proponerse al
alumno que explique qué se quiere decir con la expresión proverbial: “rezar el padre-
nuestro del loro”).
29
Por otra parte, Descartes sabe que los animales revelan sus pasiones (cólera,
miedo, agresividad, dolor, placer, amor, odio, etc.) con gruñidos, quejidos, etc. Pero
tampoco considera que esto sea lenguaje, sino “programación” con la que la naturaleza
ha “construido” a los animales.
¿Qué entiende, pues, por lenguaje? Cuando se usan signos “para declarar a los
demás nuestros pensamientos”. Y señala que es sintomático de que las palabras revelan
un pensamiento “detrás” de ellas cuando se “ordenan las palabras de distintas maneras
para responder al sentido de todo lo que se diga en su presencia”. Descartes está indi-
cando una característica fundamental del lenguaje humano que no parece tener el llama-
do “lenguaje animal”: todo hombre es capaz de inventar una frase con sentido que nun-
ca ningún otro hombre haya usado anteriormente, mientras que los animales se ven
“condenados” a repetir los gritos y gestos que la naturaleza les ha proporcionado, siem-
pre igualmente.
Por ello, el lenguaje de los sordomudos sí es lenguaje, aunque no haya sonidos,
porque con él revelan a otros hombres lo que piensan. Y sus signos pueden ordenarse de
otras maneras para dar lugar a significados nuevos.
4.- Pese a los graves problemas que presenta el dualismo, ¿por qué Descartes
defiende la absoluta separación entre alma y cuerpo y, a la vez, su íntima relación?
Relaciona este problema con el tema de la libertad.
La referencia a la íntima relación del alma y el cuerpo en el hombre la encon-
tramos en el último párrafo del texto propuesto.
La respuesta, en extenso, a esta actividad la encontramos en el apartado III, 8:
"El dualismo antropológico. Mecanicismo y libertad".
El problema del dualismo está directamente relacionado con el tema de la liber-
tad. Por una parte debe defender la distinta naturaleza del alma y el cuerpo y su total in-
dependencia para sustraer al alma del cumplimiento de las leyes necesarias del universo
mecanicista. Si el alma no ha de cumplir las leyes necesarias porque es de una naturale-
za no material, única sustancia a la que afectan las leyes de la mecánica, entonces, la
libertad queda a salvo.
¿Cómo salva los problemas de la íntima relación entre dos sustancias distintas e
irreductibles entre sí? La respuesta de nuestro autor es la teoría de la Glándula Pineal
que, como sabemos, es de las menos fecundas del autor.
¿Por qué la íntima relación? Para salvar la libertad. Su teoría de las pasiones es
la que nos lleva a comprender esta afirmación. Las pasiones son percepciones, senti-
mientos o emociones que se dan en nosotros y que afectan al alma, pero que no se ori-
30
ginan en ella, sino en el cuerpo. Estas pasiones son involuntarias e irracionales. Exigen
satisfacción inmediata y obligan al alma a luchar para controlarlas. Si la relación entre
alma y cuerpo no fuese tan íntima, ambas materias podrían ir por separado, pues poseen
naturalezas y responden a leyes muy diferentes, y el control de las pasiones, en el que
interviene la voluntad y la libertad no sería posible.
31