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Kierkegaard

Migajas filosóficas (Philosophisike Smuler)


Capitulo IV LA CONTEMPORANEIDAD DEL DISCÍPULO

Aparición de Dios en la tierra como maestro


“Dios aparece por tanto como maestro (continuamos con nuestro poema). Ha asumido la
figura de siervo […] Si no hubiese venido Dios mismo, todo hubiese permanecido en el
plano socrático, no tendríamos el instante y habríamos perdido la paradoja. […] por la
decisión todo poderosa de su omnipotente amor se hizo siervo. Por así decirlo, Dios es
prisionero de su decisión y ahora tiene que continuar así […] no puede traicionarse a sí
mismo. […] sólo muestra su impotencia y la impotencia de su decisión: no poder llegar a
ser realmente lo que desea ser.[...]” –¡Atención!: “[…] Ahora bien, aunque no quiere enviar
a nadie en su puesto, podría querer enviar a alguien delante para llamar la atención del
discípulo. Este precursor puede no saber nada de lo que Dios desea enseñar, ya que la
presencia de Dios no es algo accidental en relación a su enseñanza, sino lo esencial.” –y
la condición: “La presencia de Dios en forma humana, en la humilde forma de siervo, es
precisamente la enseñanza.”1
“Sin embargo […] Su intención no puede ser pasar a través del mundo sin que
ningún hombre llegue a saberlo. […] Tener la forma de siervo significa que era una persona
sencilla, un hombre insignificante que no destacaba de la muchedumbre por sus vestidos
delicados ni por ningún otro privilegio terrestre, que no se distinguía de los demás humanos
ni si quiera por las innumerables legiones de ángeles que había dejado atrás al hacerse
humilde.” –Lo histórico muere con la reducción de Dios al hombre, comenzando así la
secularización de Dios en la particularidad del hombre y siendo nosotros el punto que
demarcamos como inicio. “¿Es justo que un hombre esté despreocupado como los pájaros
sin ni siquiera volar aquí y allá tras el alimento cuando tendría que pensar incluso en el día
de mañana?¿No podemos imaginar a Dios de otra manera? ¿Y qué prueba un poema?
¿Es lícito vagar incesantemente y detenerse donde anochezca? […] si está seguro de que
su carencia no va a distraerle de que la necesidad no alterará su constitución (se atreverá
de verdad y su grandeza será más hermosa que la callada seguridad del lirio.” (IV 249)
Romper los esquemas de contemporaneidad histórica
“[…] so pena de total y perpetuo silencio. La contemporaneidad inmediata puede ser sólo
ocasión […] conocimiento histórico. […] profundice en sí mismo, […] una nada es
comparación con lo eterno […] en cuanto no-verdad reciba de Dios la condición y vea
ahora la magnificencia con los ojos de la fe. […] Si un posterior persistiera en fabular
acerca de lo magnífico que es ser contemporáneo (en sentido inmediato) y en querer
marchar sin tregua, habría que dejarle ir, pero si le observas verás fácilmente en su paso
y en el camino tomado que no va hacia el horror de la paradoja, sino que salta como un
maestro de danza para llegar temprano a aquella boda imperial. […] –Tan sólo en un
aspecto estaría tentado yo de elogiar al contemporáneo (en sentido inmediato) como
alguien más feliz que alguien posterior. […] tuvo que haber muchas habladurías acerca de
aquel evento, habladurías tan grandes que los falsos y erróneos rumores soportados por

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los contemporáneos (en sentido inmediato) no harían menos difícil la posibilidad del
auténtico relato […] –como el eco […] se perdería en las charlatanerías […] perdería a la
fe en ellas, cosa que podía acaecer en la primera generación” (IV 262- 63)

Condición para el discípulo


“[…]¿Cómo se hace el alumno creyente o discípulo? Cuando la razón es despedida y él
recibe la condición. […] En el instante ¿Qué condiciona esa condición? Que él entienda lo
eterno. […] Recibe la condición en el instante y la recibe del maestro mismo. […] Cuando
el maestro esté muerto y lejos del discípulo, el recuerdo podrá reducir la figura, mas no
por eso creerá en él, sino por haber recibido del maestro la condición; por ello ve de
nuevo a Dios en la fiel imagen del recuerdo […] ha entendido sobre todo que él mismo es
la no-verdad.” (IV 257)
Razón –paradoja –pasión
“ […] el punto de partida histórico2 vale evidentemente para el discípulo contemporáneo.
[…] Un punto de partida histórico para la conciencia eterna lo obtiene también el
contemporáneo, porque ciertamente es contemporáneo con lo histórico y no desea ser un
instante de ocasión. […] va a darle la condición para su salvación eterna.”
“[…] no afirmamos que deba comprender la paradoja, sino sólo que entienda que
eso es la paradoja. […] cuando la razón y la paradoja chocan felizmente en el instante,
cuando la razón se aparta a un lado y la paradoja se abandona a sí misma […]” –La razón
se aparta; la paradoja se entrega; “[…] y lo tercero en que esto acontece es aquella feliz
pasión a la que ahora deseamos dar un nombre […] Le llamaremos fe. Esta pasión debe
ser aquella condición de que se habló y que trae consigo la paradoja. […] si la paradoja no
trae consigo la condición, en ese caso el discípulo está en posesión de ella; pero si posee
la condición, entonces es eo ipso la verdad misma y el instante es sólo un instante de
ocasión. (cf. Capítulo 1)” (IV 251) –Es decir, si la paradoja no da esa condición, esto querría
decir que el discípulo la posee; que él es la verdad, y que el instante es sólo la ocasión;
esto es, regresaríamos a Sócrates.3
Instante como decisión
“Dejemos que Dios circule […] la predicación de su doctrina es para él su única necesidad
vital, es su comida y su bebida. […] se teje enseguida la fama que aprisiona a multitud de
curiosos en su red. Dondequiera que el maestro se muestra, se apiña el gentío en torno a
él, deseosos de ver, de oír, ávidos de poder contar a los demás lo que han visto y oído.
¿Son discípulos esta multitud de curiosos? […] Si el gentío o ese maestro aprende algo,
Dios es sólo ocasión en sentido puramente socrático.” –¡El escándalo! “[…] –pero para el
discípulo la novedad del día no es la ocasión para otra cosa ni siquiera para profundizar
dentro de sí con la honradez socrática; no, es lo eterno, el comienzo de la eternidad. […] el
instante es realmente ¡una decisión de eternidad! […] el instante es la paradoja y que sin
eso no vamos más allá, sino que retornamos a Sócrates.” (IV 250)

2 Es el tema principal de Migajas, inspirado en las preguntas de Lessing que encabezan la obra.
3 http://www.sak.org.mx/coleccion-jorge-manzano/19-migajas-filosoficas Consultado: 06/03/18
Eternización de lo histórico y la historización de lo eterno
“[…] si queremos ponderar la absoluta necesidad del saber histórico, sólo una
persona estará plenamente informada, a saber: la mujer de la que él nació. Al discípulo
contemporáneo le es fácil por consiguiente hacerse testigo histórico. […] Se percibe de
inmediato que lo histórico en su sentido concreto es indiferente. A este respecto podemos
dejar que intervenga la ignorancia y que lo reduzca a la nada parte por parte, que anule
históricamente lo histórico. Pero si retornáramos de nuevo al instante como punto de partida
para lo eterno, allí está presente la paradoja. […] Pero dado que no todo sea socrático como
hemos supuesto, entonces el discípulo debe todo a aquel maestro […] Esta relación no se
expresa con fábulas y golpes de trombón, sino solamente en una pasión feliz que llamamos
fe, cuyo objeto es la paradoja; y precisamente la paradoja concilia lo contradictorio, es la
eternización de lo histórico y la historización de lo eterno. […] la fe no es un conocimiento
de lo eterno que deja excluido lo temporal e histórico como indiferentes o un conocimiento
puramente histórico. […] que aquel maestro concede al discípulo la condición, con lo cual
el objeto de la fe no es la doctrina, sino el maestro. […] El maestro mantiene, por tanto,
firme y constantemente la fe. Pero para que el maestro pueda dar la condición, tiene que
ser Dios. […] Dios ha dado una vez por todas la condición […] Pero la contradicción está
en que reciba en el instante la condición, la cual, por ser condición para entender la verdad
eterna, es eo ipso una condición eterna.” (IV 252- 54)
Falacia de llegar por sí solo al conocimiento de Dios
“[…] que la fe no es un acto de voluntad, porque todo querer humano está operando siempre
y únicamente dentro de la condición. […] visto socráticamente estoy en posesión de la
condición y puedo quererlo. Pero si no poseo la condición (y así lo suponemos para no
volver a lo socrático), de nada sirve todo mi querer. […] Si ha creído a sus ojos, seguro que
está engañado, porque Dios no se deja conocer de inmediato. Si puede hacerlo por sí
mismo, es que está en posesión de la condición. Y lo que se representa va a ser una figura
que se muestra ante los ojos interiores del alma. […] Y si el discípulo pudiera representarlo
por sí mismo, sería dueño de la condición, sólo necesitaría recordar, representarse a Dios
como hubiera podido, aunque no lo supiera.” (IV 255- 56)

Interludio

1.- El devenir. ¿Cómo cambia lo que deviene? En general hay algo que permanece en lo
que cambia; pero no es eso que deviene. El cambio del devenir4 va de la no existencia a la
existencia; de la posibilidad a la realidad. ¿Lo necesario puede devenir? No, porque el
devenir es un cambio; y lo necesario no puede cambiar, sino que permanece siempre igual.
Lo que deviene muestra por ello mismo que no es necesario. Ningún devenir es necesario.
La posibilidad es aniquilada por la realidad (no-ser/ ser). Pero lo real no es más necesario
que lo posible. Y lo necesario es absolutamente diferente de los dos. Notemos que
posibilidad y realidad son diversas no en cuanto a la esencia, sino en cuanto a la existencia.

4 Suelen usarse como sinónimos: movimiento, cambio, transformación, devenir y otros. Pero en sentido estricto devenir
implica el paso de la no existencia a la existencia (o del no ser al ser). En cambio los otros términos suponen ya algo
existente que se mueve, cambia, o se transforma.
La unión de las dos no da lo necesario, porque éste se refiere más bien a la esencia: aquello
cuya esencia es existir.
Todo devenir proviene de la libertad, no de la necesidad. Nada deviene por una
razón, sino por una causa. Y toda causa se refiere, en último término, a una causa actuante
libremente. Aun la consecuencia de una ley natural no explica la necesidad del devenir, si
se reflexiona definitivamente sobre el devenir.
2.- Lo histórico. Todo lo que devino es, por eso mismo, histórico. La naturaleza misma, en
este sentido, tiene historia. La eternidad es lo único que existe y que sin embargo no tiene
historia. Notar que el devenir puede incluir una reduplicación, esto es, la posibilidad de
devenir al interior de su propio devenir. En esto consiste propiamente lo histórico.
3.- El pasado. “Lo que pasó, pasó, y no puede ser rehecho”. ¿Esta inmutabilidad es la de
la necesidad? No. Esta inmutabilidad no excluye, evidentemente, todo cambio, pues no lo
excluyó antes. En cambio la inmutabilidad de lo necesario es propia; excluye todo cambio;
y no se contenta con la inmutabilidad del pasado. O sea, el pasado no es, en sentido estricto
necesario. Al devenir, al acontecer, mostró que no era necesario. El futuro tampoco es
necesario; llegará un momento en que devenga. El futuro no es menos necesario que el
pasado, porque ni el pasado es necesario. Si el pasado se hubiese hecho necesario, ya no
pertenecería a la libertad, por medio de la cual llegó a devenir.
4.- La concepción del pasado. Decíamos que el pasado no se hace necesario por el hecho
de haber sucedido. Mucho menos se hace necesario porque alguien lo piense o lo conozca,
o lo sepa. Conocer el presente no hace necesario al presente; pre-conocer el futuro
tampoco hace necesario al futuro. Conocer el pasado tampoco hace necesario al pasado.
Ya que todo concepto como todo saber nada tienen que dar.
La fe cree en lo que no ve. La fe no cree que una estrella existe, porque la ve; pero
cree que la estrella devino. Lo mismo con un evento cualquiera. El escepticismo griego no
dudaba en fuerza del conocimiento, sino en fuerza de la voluntad. La duda no puede ser
abolida sino por la libertad, por un acto de voluntad. El escéptico griego no dice que los
sentidos engañan; el error viene de la conclusión que uno saca. Por eso el escéptico se
mantiene en suspenso, y ese estado de suspensión es lo que él quiere. Quiere dudar. La
fe no es un conocimiento, sino una expresión de la voluntad. La conclusión de la fe no es
una conclusión, sino una decisión, y por eso se excluye la duda. Fe y duda son pasiones
opuestas. El escéptico no duda de su existencia, pero no concluye nada de ella, para evitar
el error. Podrá usar la dialéctica para mostrar que lo contrario es verosímil, pero no apoya
su escepticismo en la dialéctica, sino por fuerza de voluntad se abstiene de toda conclusión
Lo histórico sucede en el tiempo, y pertenece al orden de la libertad, de lo
contingente. Lo eterno, en cambio, es del orden de la necesidad, y es atemporal. El
problema se plantea con la venida de Cristo: lo eterno se hace histórico a través de la
encarnación y cae bajo la categoría de la libertad. Sólo que todo conocimiento histórico es
aproximado. Una pregunta crucial: ¿Cómo es posible que mi felicidad eterna dependa de
un hecho histórico, libre, contingente, siendo así que yo no puedo tener de este hecho sino
un conocimiento aproximado?
Aplicación: Volviendo a nuestro proyecto ideal. El dios devino. Este hecho histórico tiene
una propiedad particular, la de ser no un simple hecho histórico sino un hecho fundado en
una contradicción, lo cual hace ver que el hombre posterior y el contemporáneo inmediato
se encuentran al mismo nivel. Es un hecho histórico en primera potencia (para la fe en el
sentido general de relación a lo histórico). Ese hecho histórico está basado en una
contradicción (fe en el sentido eminente). Sócrates no creía que el dios existiera. Lo que
sabía lo sabía por la reminiscencia; y la presencia divina no era para él un hecho histórico.
V EL DISCÍPULO DE SEGUNDA MANO

El discípulo posterior parece tener la ventaja de contar con las consecuencias [toda una
historia de fuertes pruebas y de éxitos, multitud de libros y explicaciones, de modo que el
hecho parece naturalizado], pero son consecuencias de una paradoja, a no ser que se
pretenda que las consecuencias tienen el poder retroactivo de transformar la paradoja. Pero
las consecuencias no son ventaja para el discípulo posterior, como para el contemporáneo
inmediato no lo era el tener los datos inmediatos. Para éste, lo histórico era la ocasión para
hacerse discípulo (recibiendo la condición del Dios mismo). Para aquél, la información de
los contemporáneos inmediatos es la ocasión de hacerse discípulo (recibiendo la condición
del Dios mismo).
Lo que se tiene del Dios podemos decir que se tiene de primera mano; y el que no lo recibe
del Dios mismo, no es discípulo. De modo que estrictamente no hay discípulos de segunda
mano. El creyente tiene la autopsia de la fe; no ve con ojos de otro, sino con los ojos de la
fe. ¿Qué puede hacer entonces el contemporáneo para las generaciones siguientes?
Puede decirles que él creyó en ese hecho -lo cual propiamente no es dar una comunicación,
sino sólo la ocasión. Puede también narrar el hecho, un hecho que sólo es para la fe. En
rigor bastaría que dijera: “Nosotros creímos que Dios apareció en tal fecha bajo la humilde
apariencia de un servidor; vivió y enseñó entre nosotros; después murió”.
Así, nuestro proyecto va más lejos que el socratismo.

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