MODULO 1: Bases del DIT > 1.2.

Desarrollo emocional y aprendizaje

FUNCIÓN EJECUTIVA Y
AUTORREGULACIÓN
La ciencia nos dice que los cerebros, las mentes, no nacen, sino que se construyen.
En el centro de esta arquitectura dinámica se encuentra un conjunto de habilidades
denominado función ejecutiva y auto regulación.

La auto-regulación y la función ejecutiva en los niños son ingredientes clave para su

rendimiento toda la vida. No se trata únicamente de aprender el lenguaje o de
aprender los números o de aprender los colores. Debemos ser capaces de trabajar
de forma efectiva con los demás, de enfrentar distracciones de manejar demandas
múltiples. Estas son realmente habilidades que contribuyen a la productividad de la
fuerza laboral.

Pienso que los educadores buscan justamente eso y cuando describimos lo que
entendemos por función ejecutiva dicen "sí, eso es, ese es exactamente el
problema". Estos niños pueden decirme estas reglas, pero no son realmente
capaces de usarlas.

¿Qué es la función ejecutiva?

Tal vez la mejor manera de pensar en ella es imaginarla como un sistema de control
de tráfico aéreo en el cerebro. Al igual que un sistema de control de tráfico aéreo
debe manejar muchos aviones que se mueven en muchas pistas con una perfecta
sincronización; el niño debe manejar una gran cantidad de información y evitar
distraerse.

Involucra entonces la memoria de trabajo, el control inhibitorio y la flexibilidad

mental. Supongamos una situación en la que un niño tiene que esperar su turno
para realizar una actividad. En primer lugar, el niño debe tener control inhibitorio, es
decir, debe poder abandonar lo que está haciendo para permitir que otro niño
tome su turno. Pero cuando le toca nuevamente su turno también tiene que
recordar qué es lo que se supone que debe hacer. Y entonces se requiere de la
memoria de trabajo. Si los niños a los que les toca el siguiente turno no hacen algo
impredecible, el niño de nuestro ejemplo debe ser capaz de ajustar lo que hará
enseguida. Eso requiere flexibilidad mental.

Los niños que experimentan dificultad con estas habilidades a menudo parecen
simplemente no estar prestando atención o que deliberadamente no quieren
controlarse. Si el niño no tiene auto regulación, se porta mal y el maestro lo pone en
el "rincón de pensar", entonces el niño se pierde parte del aprendizaje que ocurre
en el aula. Esto hace que se sienta más perturbado porque se queda atrás vuelve
a portarse mal y se produce un espiral contraproducente.
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¿Cómo se desarrolla la función ejecutiva?

En los niños pequeños e incluso en los bebés se comienzan a ver las raíces de las
habilidades de la función ejecutiva. Lo que sucede en nuestro cerebro es
increíblemente complejo. La corteza pre frontal o el tercio delantero del cerebro es
importante para la función ejecutiva, pero es algo más que la corteza pre frontal.
Esta región no actúa sola, está involucrada en el control del comportamiento a
través de sus interacciones con todas las demás partes del cerebro.

El cerebro va de una situación donde numerosas neuronas se comunican muy

estrechamente unas con otras e ignoran al resto del cerebro, hasta estas redes
extendidas que conectan las diferentes áreas.

La función ejecutiva cambia a lo largo de la vida. Mejora

radicalmente en los primeros años, continúa haciéndolo
durante la adolescencia y no es hasta la edad adulta
temprana que se tiene las redes del tipo adulto que son
muy fuertemente activadas y que conectan las diferentes
regiones cerebrales entre sí.
Creemos, asimismo, que es posible entrenar a las funciones ejecutivas. Es tal como
ir al gimnasio, de modo que mientras más se practiquen estas áreas la capacidad
se vuelve más fuerte porque se aspira a fortalecer esas conexiones neurales.

De forma lenta pero segura se nota que el niño ingresa al mundo con estas
habilidades que le permiten llevarse bien con los demás, cambiar las reglas, ser
flexible, lograr nuevas cosas y hacerlo sin miedo.

Si no adquirimos estas habilidades durante la infancia y la adolescencia que es

cuando se activan, estaremos realmente mal preparados cuando seamos adultos
para mantener un trabajo o un matrimonio, y para criar a nuestros hijos, para
convivir con los demás, básicamente para ser parte de la sociedad.