Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
AUTOCONCIENCIA E INCONSCIENTE
2. Cfr. CANCRINI, A., Syneidesis. Il tema semantico della 'con-scientia' nella Gre-
cia antica, Edizioni dell'Ateneo, Roma.
3. Cfr. BUBER, M., ¿Qué es el hombre?, pp. 24-6 Y 33-35.
FILOSOFÍA DEL HOMBRE 307
«Anuario Filosófico» 15/2 (1982), pp. 271-9 e Id., Verdad, juicio y reflexión según
Tomás de Aquino en «Anuario Filosófico» 21/1 (1988), pp. 159-67.
310 JORGE V. ARREGUI-JACINTO CHOZA
2. El inconsciente
tal afirmación depende del resultado del debate abierto entre localis-
mo y holismo cerebral en torno a la tópica de las funciones psíqui-
cas. Quizás cabe afirmar que todo el cuerpo es la localización del
inconsciente puesto que el hombre no es una autoconciencia absolu-
• I
ta precIsamente porque es corporeo.
Como el inconsciente tiene índole psicológica, se debe estable-
cer una tópica psicológica en lugar de una anatómica. Esta tópica
psicológica viene dada, en cierto modo, por la psicología de faculta-
des. Así cabría hablar de cinco inconscientes correspondientes a cada
sistema: vegetativo, motor, perceptivo, afectivo y lingüístico, de los
que los tres últimos son los que habitualmente se llaman «incons-
ciente». El sistema vegetativo aparece en la conciencia como ceneste-
sia y el motor como cinestesia 13. El sistema perceptivo y las leyes
de la asociación, configuración perceptiva, etc. aparecen en la con-
ciencia sólo mediante el ejercicio analítico de la reflexión y la expe-
rimentación científica o cuando se cumplen de modo distorsionado
o incompleto como acontece en los sueños o en la desorganización
patológica de la percepción, la imaginación o la memoria. El sistema
tendencial-instintivo se corresponde a grandes rasgos con el incons-
ciente pulsional de Freud, y en el sistema afectivo o valorativo, que
también fue llamado conciencia animal o vital, cabría localizar el su-
perego freudiano, el inconsciente colectivo de Jung, buena parte de
la conciencia colectiva de Durkheim, etc. Por último, a las funcio-
nes cognoscitivas superiores y al lenguaje, corresponde el inconscien-
te cognoscitivo-expresivo analizado en el estructuralismo.
Con todo, y por útil que pueda ser, la tópica del inconsciente
sería distorsionante sin su consideración dinámica, pues cualquier
compartimentación de la psique es muy artificiosa. La vida humana
concreta está radicada en una base energética última que está consti-
14. CENCILLO, L., El hombre. Noción científzca, Pirámide, Madrid 1971, p. 330.
320 JORGE v. ARREGUI-JACINTO CHOZA
16. Es oportuno recordar aquí que, en la mayor parte de los planteamientos clá-
sicos y modernos, las «pasiones» son consideradas como moralmente neutras o posi-
tivas y que si la sexualidad tiene un encauzamiento adecuado en la realización de
los valores de la comunicación, la ternura, el amor y la fecundidad, la agresividad
lo tiene en los de la valentía, la audacia, la constancia, la fortaleza y la magnani-
midad.
FILOSOFÍA DEL HOMBRE 323
17. Adler, Szondi, Horney, Binswanger y Lacan sostienen que la terapia «desrre-
presiva» ejercida sobre el inconsciente pulsional es incompleta e incluso inoperante
sin la terapia correspondiente a este segundo nivel del inconsciente afectivo-
valorativo (Cfr. CENCILLO, L., El hombre. Noción científica, pp. 345-60).
18. Aunque aproximadamente por la misma época Husserl y Freud emplean el tér-
mino «inconsciente» con sentido semejante en algunos aspectos, en otros su sentido
es muy diferente. La diferencia viene dada en buena medida por la perspectiva for-
mal y la intención heurística propia de cada uno. La exposición de lo que Husserl
FILOSOFÍA DEL HOMBRE 325
d) El inconsciente cognoscitivo-expresivo
22 Para esta concepción del common sense cfr. el artículo citado de GEERTZ, c.,
Common sense as a cultural system.
23. Cfr. CENCILLO, L., El hombre. Noción científica, pp. 345-60. Esto obviamen-
te no quiere decir que la afectividad no tenga valor objetivo, o que los sentimientos
328 JORGE V. ARREGUI-JACINTO CHOZA
sean puramente «subjetivos». Sobre esta cuestión cfr. los trabajos ya citados de Ri-
coeur y Lewis.
FILOSOFÍA DEL HOMBRE 329
1
vel sensible, desde la cenestesia hasta la cogitativa, y lo que el
hombre piensa o sabe intelectualmente de sí, la reflexión intelectual.
Poner de manifiesto la diferencia entre ambas es de la mayor impor-
tancia para la filosofía y la psicología, y tanto más, cuanto más
abundantes son las confusiones al respecto.
La diferencia que se ha establecido en virtud de que el conoci-
miento de sí sea intelectual o sensible puede resultar demasiado abs-
tracta. Por ello, puede ser útil exponer otro criterio que, aunque
es dependiente del anterior, resulta más existencial. La conciencia
vital es inmediatamente eficaz e irreversible en el sentido de que
modifica la propia subjetividad, mientras que la conciencia intelec-
tual no es inmediatamente eficaz, sino sólo a través de la voluntad,
y es reversible. Unos cuantos ejemplos bastarán para ilustrar la dife-
renCia.
25. Cfr. KANT, 1., Crítica de la razón pura, Analítica trascendental, §§ 16, 17
Y 18 Y Dialéctica trascendental, libro ll, cap. 1.
FILOSOFÍA DEL HOMBRE 333
33. Sobre esta tesis cfr., por ejemplo, WITTGENSTEIN, L., On Certainty, Blackwell,
Oxford 1969.
336 JORGE V. ARREGUI-JACINTO CHOZA
35. Cfr. FrcHTE, J. G., Die Grundzüge des gegenwartigen Zeitalters en Sammtliche
Werke, Veit und Comp., Berlin 1846, t. 7, Ieee. 16 y 17, pp. 226-54.
340 JORGE V. ARREGUI-JACINTO CHOZA
no. Aparece así un nuevo saber absoluto por encima de toda mani-
festación histórica. Adquirir conciencia histórica es exonerarse de la
historia.
Para dar cuenta del saber humano, que es finito y se incardina
en la historia, y que, mientras que por una parte alcanza la verdad
de un modo suficientemente firme, por otra fluctúa históricamente,
Gadamer acuñó la noción de conciencia hermenéutica. La posibilidad
de alcanzar conocimientos verdaderos, y perennemente verdaderos,
estriba en que el intelecto está efectivamente separado, o dicho de
otra manera, estriba en el carácter hegemónico del conocimiento in-
telectual. La fluctuación histórica del conocimiento se debe a que la
vida humana tiene forma de proceso, generalmente de carácter pro-
gresivo, aunque eventualmente pueda ser regresivo. Entre la concien-
cia intelectual y la vida, existe una mediación que es la experiencia,
y más en concreto, la experiencia de la conciencia vital.
La vida es siempre experiencia que modifica al que la vive. La
modificación consiste en que se alcanza una mayor y mejor com-
prensión del mundo y de sí mismo. Esta autocomprensión acontece
cuando la experiencia pasa de la conciencia vital a la intelectual por-
que entonces se amplía hasta la universalidad y se clarifica en su
verdad, o sea, porque es asumida en la reflexión. De esta manera,
por una parte el intelecto universaliza la ,experiencia y la aclara en
su verdad, y por otra parte la vida va enriqueciendo el conocimien-
to con contenidos concretos y con experiencias continuamente nue-
vas. De esta manera, la ciencia de la autoconciencia se va conmensu-
rando continuamente con la vida. Que la experiencia rige y corrige
la ciencia quiere decir precisamente esto: que las generalidades for-
males de las construcciones científicas y los esquemas interpretativos
y valorativos que constituyen al sujeto en términos de síntesis pasi-
va, se van ampliando y modificando en función de la incidencia de
nuevos contenidos concretos. Cuando los contenidos concretos que
inciden pueden interpretarse suficientemente con los esquemas pre-
viamente establecidos, la innovación confirma los esquemas al
aumentarles sus contenidos concretos. Cuando los esquemas no son
suficientes para el volumen de nuevas incidencias, entonces son los
esquemas los que se amplían y modifican.
Así es la estructura de la historia de la ciencia, y también la
de la historia de la conciencia individual, y en eso consiste la priori-
FILOSOFÍA DEL HOMBRE 343