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El primero de estos libros es. obviamente. delo» sugerido. Vazq uezde Espinosa comienza..

el de Juan López de Velasco, GeograJia y Des- como en los libros de l siglo XVI, por describir
cripción Universal de las IndiasM. Siendo Ve- la navegación desde España y continua, un
lasco parte en la formulación de los cuestiona- tanto ta rdíamente para el siglo XV II , re pitiendo
rios, nada debe sorpre ndemos que su libro afirmacio nes sobre la redondez de la tierra,
siga, aunq ue no en su to talidad, esos princi- etc. Velasco Bayón. señala que el Compendio
pios. La GeograJia sobrepasa, sin lugar a dudas. es ((obra uniea en su genero» . Si algún antece-
los estrechos límites del cuestio nario. Es más, dente puede encontrarse, ese anlecedente seria
a l propio Velaseo se le reconoce un lugar es- el libro de López de Velasco. Las di re rencias,
pecial en la geolisica por su trazado de las agrega Ve1asco Bayó n, son tambien no tables:
longitudes, de la declinación magnética y el «Apenas importante el aspecto etnológico,
trazado de las líneas de los vientos que a fectan religioso. histó rico y naturalista e n López,
a la navegación. El largo capítulo sobre la ocupan éstos un lugar destacado en Vázquez
navegación es, obviamente, ajeno al c uestiona- de Espino5a»68. Reconociendo estas dife ren-
rio aunque no a s u espí ritu : si bien se necesita cias, daremos algu nos ejemplos para suge rir,
un cosmógra fo para «res.ponder a tales cues- luego, la relación de principios entre estos dos
tio nes», la información referente a la navega- libros, au nque sus res ultados - o bviamente-
ción es tan necesaria - para la corona- como d ifie ran. Veamos el capitulo 1, libro segundo,
las informaciones que se recogen, en tierra primera parte (consagrado a la descripció n de
firme, de los informantes. Pero cuando López la isla La Española), recordando la descrip-
de Velasco llega a la desc ripción de las tierras ciÓn de López de Velasco y el cuestionario ya
de Indias y de sus ciudades, e l c uestionario citado. Vazquez de Espinosa en umera los
«aparece». Veamos un ejemplo de los muchos: asientos y sigo, e n la transcripció n, los núme-
ros de este ca pít ulo:
La isla de San Juan de Puerto Rico, que
por otro nombre llaman Boriqutn, y es la 98. La isla Española , que los Indios lla-
primera de las islas pobladas de españoles. maron Haití que significa lierra de as-
y donde an tiguamen te se hacia la primera pereza, a quien también llamaron Quis-
escala de las Indias. está a 64 grados y medio queya que: qu iere decir tierra gra nde.
y 66 Y tres cuartos de longitud del meridiano descubri6 Cristóbal Colón el ailo de
de Toledo (u.). Hay en esta isla, al presente, 1492 ( ...) a la cual nombró Espaiiola,
tres pueblos de españoles (,..). El primer es- que hasta hoy conserva este no mbre;
pañol que tuvo nOlicia desta isla, y la des- liene de largo de QfÍ(';nte a Poniente
cubrió se llamaba el capitán Juan Pontt ISO leguas (... ).
de León (...). El temple de esta isla es parti- 99. El lemple deesta isla es célidoy húmedo.
cipante de mucho calor y humedad como siempre es verano. iguales los días y
las demás islas de este paraje ( ...). La prin- las noches. por estar dentro del trópico,
cipal gangeria que agora tiene es el ganado, rértil y abundanle de mantenimien-
cueros y principalmente el aZÚCar. que se da tos (u. ).
con gran abundancia ( ...) (pág. 66). lOO. Las fru tas de la [sla son las que más hay
en las Indias. como son plátanos de
diferentes suertes. (u.) la piña es fruta
Al recorrerse o tras descripciones de la Geo- rega lada que se da en unas matas a
graJia se comprobarán las estrechas relaciones modo de cardos (...).
con el cuestionario ; de la misma mane ra que en 101. Por toda la isla hay abundancia de caza.
este ejem plo ve mos: 1) no mbre y etimologia : palomas grandes y torcaces. tórtolas
2) situación (q ue Velasco da en grados y lon- de muchas suertes, gallinas de Guinea,
gi tudes) : 3) descubridor ; 4) temple; 5) riquezas : faisanes (. u).
JOJ . Tiene la isla riquísimas minas de oro
que corresponde a las preg untas 24 y siguientes de subida ley, como son las de Sibao
del cuestionario. y otras, de donde a los principios se
El segundo ejemplo del que nos ocupare mos. sacó grande riqueza ( ... ).
tambié n brevemente. es el Compendio y Des-
cripción de las Indias Occidentales, del padre No hace falta ya comentar ni destacar la
An tonio Vázquez (le Espinosa67. Como en e l pauta que sigue la descripción : nombre, des-
caso anterior, no lodo este libro sigue e l (( mo- c ubr idor, temple, mantenimien tos y riquezas
mineras. Señalar este hecho no es por cierto
novedad . Ya lo habia hecho Jimé nez de la
66 9. A. E., vol. 248 , 1971 . con csclldio preliminar de
Maria del C..mcn Gonzikz. y editado por Marcos Jimencz
Espada, sugiriendo que «los modelos para las
de la Espada . " Relaciones Geográficas" de Andrés Garda
• ' B. A. E., vol. 23 t . 1969. edición , mudio preliminar dc
8 . VdlKO Bayón. .. Op. tll .• uiii.

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Se ha sugerido que el vocablo del tit ulo (<<co. gión. Pero, además, a esta organización cro-
mentarios») proviene de su conocimiento del nológica de la sucesión de los Incas, y al detalle
libro de Julio César. Quizás sea cierto. Pero de las conquistas de cada uno de ellos y la ex-
también parece ser cierto que al o ptar por tensión del Imperio, Garcilaso agrega capí-
«comenta rios~ en lugar de «historia)), opta tulos descriptivos que no nos remiten al Im-
por una máscara que, bajo la intención mani- perio Inca en un momento determinado de su
fiesta de ('servir de comento 'J glosa» a los historia sino que son válidos para su to talidad
autores espanoles (que también habian narrado por ejemplo (l ibro IV, cap. I-X IV, libro VII,
los hechos del Peru, fa ltandole sin embargo, cap. I-XII ). Hay sin embargo algunas excep-
por no conocer la lengua , la interpretación ciones. Los ca pít ulos I-XVI , del Libro V
correcta de algunos datos). esconde un libro estan dedicados a la sociedad Inca bajo el
de plena 'J consciente organización historio- reinado de Viracocha, o al menos en el momen·
gráfica: es decir, los Comen/a,ios son. lisa 'J to en que Viracocha toma el poder después de
llanamente, de acuerdo a los principios enun- la huida de su padre, Inca Roca. Lo que llama
ciados por Garcilaso y a la organización la atención en este caso es que, al contrario de
misma, un libro de historia; aunque para la los libros anteriores, el Inca Garci laso pro-
conciencia historiográfica del XIX no sea tal duce el «suspenso», dejando a los Chancas en
sino «novela utópica» 11 2. su avance y a los Incas en los preparativos de
Sabemos que en los Comen/a,ios, después su defensa , mediante el conocido tópico «de
de unos capítulos iniciales donde situa el Perú, no cansar al lector» ; e introduce, de esta ma-
habla del origen de su nombre, de la cuestión de nera, la parte descriptiva. Este hecho, por un
las ant ípodas, etc., se Iraza una ordenada cro- lado, se podría atribuir a la conciencia li-
nología en dos niveles: por un lado, las t,es bresca del relato, q ue le ha llevado ya (en el
etapas, de las cuales la primera corresponde a cap. VIII. li bro 1). después de haber dado los
los habitantes del Peru que precedieron a los limites del Peni. a introd ucir la leyenda de
Incas, que ocupa unos pocos capítulos ini- Pedro Serrano, «porque este capitulo no sea
ciales: la segunda. que ocupa el reSIO del libro, tan corto». Pero este caso parece tener una
está dedicada a los Incas y la tercera, constan- significación distinta a la del mero artificio
temente presente en la narración de esta narrativo, y cumplir una función enfática y
segunda etapa, aunque descrita en detalle en la justificativa del peligro de destrucción de una
Histo,ia del Perú. es la de la conquista hispana. sociedad q ue se presenta con todas las virtu-
A esta orga nización por etapas se superpone, des del respeto de las leyes, 'J organizada sobre
además, una rigurosa cronología trazada sobre la conciencia del trabajo. Esta concepción de la
la base de la sucesión de los reyes Incas. desde sociedad Inca. sobre el modelo de la sociedad
Manco Capac hasta Atahualpa. No obstante hispánica, se art icula a lo largo del libro sobre
ser la primera mas ellensa la que pertenece las dos actividades básicas que enseñan Mánco
estrictamente a los Incas, la primera y la tercera Capac y Mama Oello: el primero enseña a los
están constantemente presentes porque ellas hombres a «cultivar la tierra»; mientras que la
son las que le permiten justificar las grandezas segunda ensena a las muje res a «hilar y texer»
y miserias de la segunda : todo el «bien» que (Libro 1, cap. XX I).
los Incas, bajo la religión de un dios unico Si estos dos planos cronológicos (el de las
(El Sol), hicieron a los «idólatras» y, en conse- etapas históricas y el de la sucesión de los
cuencia, de qué manera los Incas, por haber Incas), al cual se agregan los «bloques» des-
llegado a la concepción monoteísta, prepararon criplivos, constituyen la base organizativ8
la implantación de la verdadera y unica reli- del libro, no debemos olvidar que más allá de
los requisitos de la «historiografia», hay un
princi pio ,~ fantasm{atico)) (A tahualpa), en el
sus discursos pod,/tm ¡w'frc'(J,"~Mr "",;Ii,s~, p..es afocla cual anidan las obsesiones personales, del
a (,,"tiona de «,torín que no SOn privativas <Id ,mer(J Inca . Obsesiones que cumplen, a su vez. un
hiSlOrico. sino de ( ualquicr obn litenori .... (cfr. d;KUrlOl
22. 23. 24. ctt.). (Cursivas ',«'a.das.)
fuerte papel estr ucturador. Cronológicamente,
El comentario C$ de lo mio intcr(l-I otc ; por un ~do Atahualpa es el ulti mo de los Incas, y por lo
rn..estra ~ «ccnlura_ impuesta por una ( oncicncil modernl tanto. su lugar en el relato corresponde a los
de la hi.toriognonl ; por otro lado, K ili" lo que adquiuf ultimos capítulos del discu,so. No obstante,
cada vc:J. mayor f~tz& en la hislori olrlfia y en 101 tnotaden
del sialo XVII : la atendón que K pra ta a la oraaniudon del a Atahual pa los vemos apa recer desde el
diKursa y I la rCloria. que lo li,...., de base. Indirecta_nle Libro 1, ca p. XX . Reaparece frec uentemente y,
pod.iamos supon-cr q~ Gltcilaso no a aj(no I ata con· por cierto, en el Libro V, cap XX I, concep-
ciencia histori0lrUica_ que pone el a~nto sobre la articu· tualmente el mas confuso del libro, donde el
ladón del discurso.
B¡ Mareclino Mencndu y Pc ~yo. Jlis'oritl ¡Jr ID PQrJÍIJ Inca debe j ustificar la conquista, mantener el
~ispD_r,ictJlt(J. Madrid. 190. sistema religiosos tan estrictamente trazado

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El caso del Couti!)~riQ Feliz In es sin duda ¿Pero una critica desde q ué perspectiva? En
mAs problemático que el de La Araucana, el capítulo IV, del Discurso IV (pág. 318).
Esteve Ba rba. ( H istorio/{rafia Indiana. 1964. tene mos algunos indicios para comenzar a
pág. 545) 10 integra en el grupo de «memorias desenredar la madeja. Después de considera r
de soldados de la guerra del A rauco». D os pre- las ensenanzas que los a ntiguos nos brindan
guntas surgen de inmedia to ante esta clasi- en la veneración de s us dioses y cu lto y la
ficación: ¿qu~ vigencia tiene la ((memoria)), reve rencia de sus templos. culmina d iciendo
como t ipo disc ursivo, hacia fi nales del siglo que (, De aq uí podre mos sacar algunas conse-
XV II? Es indudable q ue la «intenciÓn» de Pi- cuencias al principal inlenlO de eSle libro ajus-
ned a no es la misma q ue la de, ponga mos por ladaS)I . Las consecuencias son tres: la primera
caso, fray Servando Teresa de M ier. D e modo es q ue «(estos bárbaros no pueden red ucirse a
q ue podemos intuir, sin detenernos e n la policia cristiana. porque e n sus principios
«histO riM del vocablo que hoy sirve para de- fueron mal industriados. maltratados y o pri-
signar u n tipo discu rsivo. que no es ésta la midos ... »: la segunda, Ida no ta y mal ejem plo
intenció n discursiva de Pineda y Bascuñan. con que fueron doctrinados)); la tercera y úl-
Por otra parte, en lo que respecta a la segunda tima la citaremos completa:
parte de la clasificación de Esteve Ba r ba
(<<soldados de la guerra de l Arauco»), vale la Lo último que podemos notar. es decir que
pena recordar el primer párrafo de la Intro- adonde no hai justicia igual a la de eSlos
ducción d e Ba rros Arana a la ed ición d el libro ant iguos jcntiles, y se permiten iguales mal-
de Pineda: dades y sacrilejios. cómo podemos es perar
paz. quietud ni descanso. sino es una guerra
perpelua y inacabable. como la que hasta
CU31ldo los soldados del rey de Espar'a el dia de hoj se ha continuado en este des-
que servlln en la conquistl del nuevo mundo dichado ~ino. a ruyo blanco ~'Qn enderezados
solicitaban una gracia de su soberano. acos- cs/os r;erda(lero$ distursos.
tumbraban hacer una relación de sus ser-
vicios y Icompar'arla de documentos jus-
tificativos. E5as solicitudes ( ... ) eran cuidado- No queda duda entonces de que el intento
samente conservadas en los archivos (... ). no es sólo colI/ar (na rrar una historia, la de su
El el rico archivo de Indias, depositado ahora cautiveri o). sino persuadirUS. Y para este obje-
en Sevilla, donde est'n ~unidos todos los to se escriben estos «verdaderos discursos». El
documentos ~lltivos a la conquista 1 colo- acto persuasivo. en este caso. no es oral ni,
nizoción de la América 'ntes espar'oIa: exis- por lo tanto. se ejerce a nte una audie ncia,
ten gruesos paquetes de solicitudes de ese ca-presente con el emisor. No obstante. el
.itnero di rijidas por los soldados que servian mod elo d el «discurso del orad on) no deja de
en la gue rra de Chile (... ). Sin embargo, la estar prese nte. Es. e nto nces. desde esta pers·
firma del autor del Caulil'eria Feliz nose halla
al pie de ninguna de esas solicÍludes. pectiva desde donde podemos entender las
abundan tes referencias de Pineda a la elocuen·
Barros Arana nos certifica. indirec tame nte, cia. cuyas miras están puestas no en la historio-
que el Cauliverio Fe liz no es rela ción en el sen- grafia sino en la oratoria. Es. por tanto, en el
tido en que hemos analizado las relacionl!s ((discurso d el orado r» donde quizás poda.
no o ficiales q ue anteceden a su oficialización en mos encontrar el modelo (ti po disc ursivo) en el
el cuestionario p re parado por Ovando y cual se inscribe el CoulilJerio Feliz .
Velasco. Si descartamos la «memoria y la re- Los tres libros restantes. d e los menciona-
lación)), como tipos discursivos posibles en dos, tienen pl,lntos en com ún en la considera·
los c uales inscribir el libro ¿cuál es su lugar, ción critica q ue se hace de ellos. Tanto El
Carnero 139. como Lru InforTun ios ... t40. como
e ntonces, en cl con texto d iscursivo en el cual
se produce? Pineda mismo se ocupa de hac~r ­ El Lazarillo ... I ~1 ha n sido entroncados con la
.(novela picaresca». Maria Casas de Faunce 142
noslo saber. Sus refere ncias a la historio-
grana , que aparecen d esde el primer ca pít ulo,
y sus especulaciones sobre la elocuencia en los IJI A L"i. Alberto Sinchez le .,moteol ... ta relória
historiadores, no d eben llevarnos tampoco porq"" escapa • su intenlo de fomr el libro. lOS antCtt·
denln de la no_ela (Esrrlt",~~ upr'J~,.to/;,·os tú Ambico,
a pensa r que Pineda intenta escribir u na obra Madrid, Gredos. pip. 77-&4).
historiog ráfica. Más bien. de lo q ue se trata IJ9 El cortlCM, ton nOllS de Miguel "g"ikr., 8010l i,
es de una crit ica a ciert o tipo de historiogralia. Imprenu. Nacionat, 1963.
140 _Jnrort un ios de: Alonso Ram lrcvo. ColuriÓII dr libros
qw Irat"" tk Ami,ieo. Madrid. 1902.
11' C""¡i,·~,,,, Fdi.: • w Iwmu dih,,1IIku • C¡';I~. '" El /ororil/o tk dr,os eomltlatlu•• edición d~ E. CI'
Colección de Hisloriadores de Chile Ydocumenlo> r~lalivc» riUa. Barcelona. Labor. 1913.
I la hisloria nlrionll. vol. t ll . Sanlil¡o. tmplUII <kl Ferro- "1 L4 tlo,.r/o pico'uro L4ti"" Ame,lcona. M adrid. Pla·
carril. I Bbl. Con introdlKCión de DiCIO Blrros Ara nl. nCII-Uniwnidld. 1977.

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