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Adoctrinamiento académico: Reflexiones sobre sexismo y racismo en la academia

Zulay Martinez (2018)

Adentrarse en la academia no es fácil porque este proceso expone la violencia cruenta que se
vive ahí, especialmente para nosotras como estudiantes, las cuales reconocemos el sexismo
como una manifestación estructural que naturaliza y normaliza las prácticas que reproducen
y sostienen relaciones de poder, opresión, exclusión y discriminación, sobre la base de la
construcción social del género. Esto produce y legítima a los “machitos de academia1”,
quienes a lo largo de los años han sostenido sus privilegios y acumulado poder dentro de los
espacios universitarios.

De manera que el sexismo ha logrado sostenerse en la academia por medio de la estructura


que reproducen los machistas de academia, mujeres machiplacientes2 y estudiantes
adoctrinados por ambos, para obedecer al pie de la letra todo lo que se les mande. Sí, así
como lo leen, estudiantes que se les ha ensañado desde el sexismo a legitimar y reproducir
un lenguaje discriminatorio, un discurso opresor y un método de investigación exclusivo para
reproducir teoría.

Sí, reproducir teoría porque se termina haciendo investigación desde los teóricos elegidos
por el profesor, casi siempre los mismos europeos y estadounidenses, además de eso, con el
tema elegido también por el profesor y lo mismo con las categorías de análisis, por lo que
este puede decidir que los temas como género, raza, sexualidad no son importantes para la
(re) producción académica.

De manera que, al ser estudiante, mujer y negra, no puedo dejar de denunciar el patriarcado
y el racismo que recorren las aulas, pasillos, sodas, laboratorios y el campus universitario.
Parte de hacer esta denuncia pública es desmitificar y desidealizar la academia, es denunciar,
visibilizar y señalar a estos hombres, mujeres, viejos, jóvenes, de izquierda, de derecha, vacas

1
Nombre que se le dará a hombres que usan sus privilegios para violentar a las mujeres en espacios
académicos

2
Concepto desarrollado por Alda Facio para referirse a mujeres que complacen y aumentan los privilegios
de los hombres, desde su sumisión y aceptación de los discursos de violencia que estos ejercen.
sagradas3 o mejor dicho profesores con propiedad e interinos. Es permitirme hablar de mi
experiencia, de la experiencia de todas las que hemos vivido en nuestros cuerpos la violencia
patriarcal y racista, las que estamos hartas de estos machos que gozan de un lenguaje
legitimado tanto para humillar como para conquistar pensamientos, espacios y voces

Siguiendo con lo anterior, quiero exponer cómo ese adoctrinamiento académico justifica las
expresiones racistas y sexistas, práctica la reproducción de conocimiento desde la violencia,
estereotipos y omisiones del género y la articulación de otras categorías de exclusión.

Quiero comenzar con una historia titulada, un macho dijo… un macho de academia dijo en
un curso de investigación que: “Las investigaciones de las mujeres a veces están atravesadas
por sus características de personalidad, por lo que les cuesta más ser objetivas y tener una
visión más amplia de las cosas”. En otras palabras nos dice que nosotras las mujeres por ser
mujeres somos menos objetivas al producir conocimiento y de forma explícita o
implícitamente nos está diciendo que solo los hombres pueden producir conocimiento
objetivo, como consecuencia más visible de esto es que justifica el uso mayoritario de la
bibliografía de hombres en los programas de los cursos de cada carrera. A claro, pienso que
si se puede usar bibliografía de hombres, pero es necesario e importante incluir referencias
escritas por mujeres o es que ¿acaso las mujeres no hemos escrito a lo largo de la historia?

Otra historia que resuena en los pasillos es la de un profesor que increpaba –posiblemente
aun lo hace porque tiene propiedad- a las mujeres de la clase, por ejemplo le dijo a una
estudiante: “Usted necesita ser más segura, imponerse más, porque sus cualidades de mujer
le van a provocar que le vaya mal en la vida, si usted fuera como su compañero le iría
mejor… él es muy seguro, imponente… si me miente le creo”. Este machito de academia
utiliza su poder para exaltar lo que hacen los hombres, para humillar, de forma verbal y
emocionalmente a una estudiante enfrente de todos sus compañeros y compañeras,
encubriéndose bajo la idea de “estar ayudando a que en el futuro no le vaya mal”.

Pero me pregunto ¿Quién interviene, ante este tipo de situaciones? Y la respuesta se vuelve
sencilla y lamentable, nadie, porque la voz de conocimiento está hablando, porque le esta
“ayudando”, porque es una retroalimentación, porque en todo el curso él siempre ha sido así,

3
Profesores cuya posición en la universidad les permite ser sexistas, racistas, homolesbobitransfobicos sin
repercusiones en la academia.
porque en las aulas existe el miedo a levantar la voz, solo recordar cuando nos regañaban por
alzar la voz desde el kínder.

Además, los machos no solo hostigan y acosan en las aulas sino que también utilizan sus
argumentos contra sus estudiantes, principalmente mujeres, para validar sus ideas y
pensamientos. Estos argumentos suelen ser una mezcla de omisiones y la burlas dirigidas a
luchas de inclusión de mujeres, por ejemplo el lenguaje inclusivo, escuchando comentarios
como; hola chicos cuando en el aula solo hay un estudiante que se identifica como hombre y
decenas de mujeres, o escuchar decir “eso del lenguaje inclusivo no es real porque la Real
Academia Española…”, cuando ya no hay argumentos y no saben que decir, acusan al
lenguaje inclusivo de ser “posmo4”.

Estas omisiones y burlas hacia el lenguaje inclusivo son las herramientas con las que
disponen estos machitos de la academia para mantener el orden, para naturalizar sus
comentarios y su violencia. También, tienen otras formas de hacer sentir disminuidas a las
mujeres como el uso del “mansplaining5”, en donde hay hombres que cortan una explicación
para explicar ello, en donde hay hombres que llegan a espacios expertos a decir que
conceptos, teorías hubieran explicado mejor lo que han dicho las mujeres….donde llegan
hombres a acaparar espacios y hablar por mujeres. Y ojo no digo que los hombres no deban
hablar en los espacios de discusión, lo que digo es que antes de hablar deberían de mirar sus
privilegios, respetar los espacios de mujeres y sus voces.

Al hablar de estos procesos de adoctrinamiento es necesario voltear la cara a la epistemología


usada por estos machitos de academia y cuestionarnos ¿Quién produce conocimiento? Y
¿desde dónde se produce ese conocimiento? Yo soy estudiante de sociología y psicología en
la Universidad de Costa Rica y puedo decir de manera abierta que en los cursos que he
llevado, la bibliografía que usamos principalmente es de hombres, blancos, europeos o
estadounidenses, para explicar nuestra diversidad de realidades. Y ¿cuáles son los resultados
de eso?

4
Abreviatura de posmodernidad.
5
Hombres que intentan decir o explicar lo ya dicho por mujeres, tienden a no respetar sus espacios para
hablar y siempre estar interrumpiéndolas.
1. La reproducción o escritura desde estereotipos, desde el sexismo, desde la
colonialidad, desde una mirada incapaz de reconocer las violencias interseccionales.
2. Espacio académico concebido exclusivamente para hombres, porque son los que
escriben y si algo o alguien no se nombra no existe.
3. Investigaciones apoyadas con una clara orientación, es decir, hablar de temas sin
reconocer las interseccionalidades con el género, por ejemplo hablemos de la
violencia pero no del género como categoría a analizarse dentro de la investigación,
hablemos de urbanidad y espacio disponible pero no de género, hablemos de pobreza
y desigualdad pero no de género, porque eso “no es importante para la
investigación”.

Cuando se hace posible esos resultados las “recompensas” para las mujeres aumentan dentro
de la estructura sexista en donde se nos premian nuestros esfuerzos con comentarios como
“eso es pura argolla o seducción femenina”, además de, “se lo gano por vestir de esa forma”,
“siempre llega toda apretada”, “escotada a hacer el examen”, “es que sale con el profesor”,
“es la pareja del asistente”, es muy “amiga” de la profesora. En otras palabras, no tenemos
la capacidad de ganarnos los puestos, pasar un examen o saber sobre un tema por nuestros
propios medios, “siempre necesitamos de un hombre”. Otras recompensas son dirigidas a las
mujeres que se portan bien o que son complacientes, las que no hablan, las que sonríen o se
ríen de esos chistes violentos, a pesar de la incomodidad, las que no discuten, las que
reproducen teóricamente, las que piden permiso para ser o hacer en la academia.

Sin embargo no solo las mujeres tienen recompensas, los hombres también, ya que la
estructura sexista de la academia es muy “generosa”, por ejemplo; los halagos, el prestigio,
a pesar de ser violentos, sexistas, cínicos o acosadores. Comentarios que se escuchan de
estos: “es que es muy divertido”, me gusta su humor “negro”, “di si hace comentarios
sexistas pero es muy pro”, “di basurea al feminismo pero porque es una corriente posmo”,
“tiene eso, es decir, es acosador pero es buena nota y sabe mucho”. En conclusión, los
hombres son identificados por sus acciones, publicaciones, experiencia, cursos sin importar
“cosillas” como ser acosadores, violentos, sexistas, cínicos, etc., mientras que las mujeres
son identificadas por su cuerpo “si es la asistente porque usted ya sabe que…”
Mientras escribía y pensaba sobre el sexismo en la academia y sus procesos de
adoctrinamiento, me preguntaba ¿será que existe racismo en la academia? ¿Cuál ha sido mi
experiencia? ¿Será que nunca lo he percibido? ¡Oh, sí claro, yo una mujer negra nunca ha
sido discriminada! Hasta que recordé el lenguaje de la cotidianidad académica, “humor
negro”, “es que los negros hablan patua”, “Limón es una provincia muy bonita, por su cultura
caribeña, me gusta ir a comer Paty” o más claro, que cuando se habla de la población
negra/afrodescendiente solo se toma en cuenta el racismo, pero sus articulaciones con el
género quedan olvidadas.

Recuerdo, una actividad académica donde un gran historiador costarricense dijo que el
racismo a lo largo de la historia había perpetuado las peores relaciones de poder, por eso era
importante reconocer el trabajo de hombres negros en Costa Rica, cuando intenté consultarle
por las mujeres, su respuesta fue concisa, el papel de las mujeres estuvo en la limpieza y
cuido de los hombres negros. En medio de la indignación le hable sobre las múltiples
opresiones que han vivido y viven las mujeres negras y su única respuesta fue “que los
hombres negros siempre han sido marginados de la peor manera, explicando como en los
años 60sm no podían ni siquiera darle la mano a una mujer blanca para ayudarlas a bajarse
del bus.

Estas experiencias combinadas con una estructura sexista, no solo me recuerdan como el
cuerpo de nosotras, las mujeres negras está atravesado por un sinfín de opresiones, que se
maximizan en el espacio académico sino también la invisibilidad en los espacios públicos,
por ejemplo, si ya de por si las mujeres en la bibliografía de cursos era algo curioso, las
mujeres negras ni siquiera se mencionan.

Me hace preguntarme ¿si dentro de la academia debatimos y luchamos por mesas en donde
existan más expositoras mujeres por qué no invitar también a mujeres negras o indígenas? O
es que ¿Acaso ellas no tienen mucho que aportar? Sí, mujeres negras, indígenas, jóvenes,
campesinas, no solo el día de la persona negra o del “encuentro de culturas”, o para dejarlas
de “decoración” sino que hablen de diversos temas, como del aborto, economía, música,
danza, derecho, religión, psicoanálisis, etc. Me pregunto ¿será que no hay mujeres negras o
indígenas que puedan hablar de estos temas? O ¿será que no están en las agendas de las
organizadoras u organizadores?
Bajo esto, puedo reconocer y sentir tanto el sexismo como el racismo en la academia, cuya
consecuencia más visible y próxima es la invisibilidad de nosotras las mujeres racializadas
en la producción y en los espacios públicos. Es duro ¿verdad? Pues la academia no es solo
esa estructura sexista sino que está articulada al racismo, homolesbobitransfobia, xenofobia,
clasismo y demás, por eso es importante que todas al igual que los machos de academia
revisemos nuestros privilegios y cuestionemos desde donde hablamos.

Para finalizar, quiero recordar la necesidad de la organización y de la visibilización de las


mujeres valientas que denunciamos el patriarcado y el racismo en la academia, que de forma
ingeniosa transgredimos espacios blancos y masculinos, que construimos procesos de
sororidad, que implican cuidados colectivos entre compañeras de clases, en los pasillos, en
el campus, entre profesoras y estudiantes. Estas son nuestras estrategias de supervivencia en
medio de tanta violencia, porque ya lo decía Audre Lorde6 “la supervivencia es aprender a
asimilar nuestras diferencias y a convertirlas en potencialidades, porque las herramientas
del amo nunca desmantelaran la casa del amo”. (1979)

6
Escritora negra, feminista, lesbiana y activista por los derechos de las afroamericanas.

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