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I. EL LITIGIO
2. Esclarecido lo anterior, señala que los actores pretenden liberarse del vínculo
surgido en virtud de la promesa de compraventa suscrita con los demandados,
con base en el incumplimiento imputable a éstos, lo que ubica la petición en lo
dispuesto por el artículo 1546 del Código Civil que otorga la acción resolutoria al
contratante cumplido. Indica además que para exigir el cumplimiento de un
determinado contrato se requiere que éste sea válido y que genere obligaciones
recíprocas para los contratantes, es decir, que sea bilateral.
Recuerda el impugnante que el Tribunal sostuvo que “la acción ejercida tiene
carácter de hereditaria” por cuanto los demandantes obran en su condición de
cónyuge sobreviviente una, y los otros como herederos legitimarios del
prometiente vendedor, “fallecido antes de ser entablado el presente proceso”, lo
cual implicaba, como natural consecuencia, según el casacionista, que los
funcionarios encargados de dirimir el asunto eran las autoridades de familia con
base en la atribución que les confiere los artículos 4 y 5 del Decreto 2272 de
1989, pues son ellos los que debían conocer de los procesos contenciosos sobre
el régimen económico del matrimonio y derechos sucesorales; por consiguiente,
solicita que se case el fallo impugnado, para que en su lugar se declare la
nulidad del proceso “a partir de la sentencia de primera instancia inclusive”.
“Artículo 26.- Competencia especial de los jueces de familia. Para los efectos del
numeral 12 del parágrafo 1º del artículo 5 del decreto 2272 de 1989, se entiende
que la competencia de los jueces de familia señalada en ese precepto solamente
comprende:
A. Los tipos de procesos declarativos sobre derechos sucesorales, cuando
versen exclusivamente sobre los siguientes aspectos: …
De acuerdo con lo anterior, la última disposición citada que enlista los asuntos
que corresponden a la denominada jurisdicción de familia, “debe entenderse una
sola con la que interpreta (numeral 12 del artículo 5 del decreto 2282 de 1989),
por lo cual es aplicable incluso a los hechos anteriores a su promulgación pero
posteriores a la ley interpretada, excepto aquellos ya sentenciados en los que la
autoridad de la cosa juzgada y la seguridad jurídica que ella implica se verían
comprometidos y así revivirían infinidad de procesos ya concluidos. Pero aparte
de esa excepción, la ley interpretativa debe ser aplicada de manera inmediata
tanto para los hechos posteriores a su promulgación como para los acaecidos en
ese periodo intermedio ya descrito, sin que por esa razón deba tildarse de
retroactiva y atentatoria de situaciones jurídicas consolidadas”. (Lo dicho entre
comillas, corresponde a la Sentencia de 27 de enero de 2.000).
3. Bastan, pues, las razones que anteceden para concluir que el cargo de
nulidad aquí propuesto no puede prosperar.
CARGO SEGUNDO
1. En este cargo se acusa la sentencia del Tribunal por violación indirecta “y a
consecuencia de graves y trascendentes errores de hecho en la apreciación del
material probatorio” de los artículos 740 y 1609 del Código Civil por aplicación
indebida, y por falta de aplicación de los artículos 1602, 1603, 1608, 1613, 1614,
1615, 1620, 1621, 1622, 1624, 1625, 1544, 1546, 1746, 962, 752 y 756 del
Código Civil.
3. Respecto del primer planteamiento, que como se vio líneas atrás tiene que ver
con la alegada ausencia de incumplimiento por parte de los prometientes
vendedores, que el Tribunal encontró probada, los errores de hecho en que este
incurrió se hacen consistir en no percatar que en el contrato de promesa de
compraventa se dijo expresamente que el bien objeto del mismo era de
propiedad de los esposos Rodríguez, por adquisición hecha mediante escritura
pública número 614 del diez (10) de agosto de 1948, lo cual no sólo indica que
los prometientes vendedores no ignoraban la existencia de dicha escritura, sino
que en virtud del contrato de promesa de compraventa quedaron obligados “no a
transmitir un derecho de propiedad sino a otorgar una escritura de compraventa
de unos derechos sucesorales vinculados a un inmueble, lo que el Tribunal…
dejó de tener por cierto y verdadero”.
De otro lado, los juzgadores de instancia parten del concepto de que el contrato
de compraventa transfiere el dominio, “con lo cual se llevan de calle las bases de
nuestro sistema contractual consistente en que de los contratos solamente
surgen obligaciones personales, pues el dominio o propiedad no se traspasa por
el simple título sino que requiere el modo adicional de la tradición”, lo cual trae
como principal connotación que a la luz de dicho concepto la venta de cosa
ajena no vale, lo que es sustancialmente equivocado si se considera que en
dicho evento si el vendedor no cumple con su obligación de hacer entrega o
tradición, el comprador puede iniciar, frente a la validez del contrato, la acción de
resolución o de cumplimiento, “de otra manera, el comprador tendría que acudir
a gestiones engorrosas, como la culpa in contraendo, el enriquecimiento sin
causa y otras semejantes de origen ex contractus”, error que condujo al Tribunal
a dejar de ver que los prometientes vendedores podían cumplir plenamente con
la promesa otorgando la escritura para transferir los derechos que previamente
habían adquirido, “sin ser necesario que transmitieran ipso facto la propiedad del
terreno al cual estaban vinculados tales derechos”, errada apreciación que
condujo a la aplicación en contra de los demandantes de la excepción de
contrato no cumplido, con la consiguiente negativa en orden a ejercer la acción
resolutoria.
Consideraciones de la Corte:
1. En el ámbito de los contratos bilaterales y en cuanto toca con la facultad legal
que, según los términos del artículo 1546 del Código Civil, en ellos va implícita
de obtener la resolución por incumplimiento, hoy en día se tiene por verdad
sabida que es requisito indispensable para su buen suceso en un caso
determinado, la fidelidad a sus compromisos observada por quien ejercita esa
facultad habida cuenta que, como lo ha señalado la Corte, el contenido literal de
aquél precepto basta para poner de manifiesto que el contratante incumplido
utilizando el sistema de la condición resolutoria tácita, no puede pretender
liberarse de las obligaciones que contrajo.
Empero, no está de más decir que la cuestión litigiosa no atañe con la promesa
de venta de cosa ajena que, de serlo, haya dado lugar a justificar el
incumplimiento de los demandados, como da a entender el Tribunal, puesto que,
según lo explicado, dicho contrato atañe con un inmueble, y no con derechos
sobre el mismo, y en consideración a que los prometientes vendedores serían
verdaderos dueños del mismo para cuando se perfeccionara el contrato
prometido.
3. Mirada la cuestión desde la otra perspectiva propuesta por el recurrente, se
hace necesario detallar que de configurarse a cabalidad el supuesto de hecho en
que ninguno de los contratantes cumple sin tener al propio tiempo la debida
justificación, en principio debe descartarse el derecho legal de resolución que
cualquiera de ellos pretende invocar con fundamento en el artículo 1546 del
Código Civil, pero es necesario asimismo hacer ver que por obra de aquella
circunstancia no siempre ha de quedar atascada la relación derivada del negocio
y sometida en consecuencia “…a la indefinida expectativa de que -en algún
tiempo- pueda ejecutarse o resolverse el contrato no cumplido por iniciativa
exclusiva de aquella de las dos que considere derivar mayores ventajas del
incumplimiento común, o de que la acción implacable del tiempo le da vigencia
definitiva a través de la prescripción…” (G. J. Tomo CXLVIII, pág. 246).
A la disolución de dicho nexo es posible llegar por el camino del mutuo disenso o
“distracto contractual” que deriva de lo dispuesto en los artículos 1602 y 1625 del
Código Civil, el cual se traduce en la prerrogativa de que son titulares las partes
en un contrato para convenir en prescindir del mismo y dejarlo sin efectos,
resultado éste que puede tener origen en una declaración de voluntad directa y
concordante en tal sentido -caso en el cual se dice que el mutuo disenso es
expreso-, o en la conducta desplegada por los contratantes en orden a desistir
del negocio celebrado y además concluyente en demostrar ese inequívoco
designio común de anonadar su fuerza obligatoria, evento en el que el mutuo
disenso es tácito.
Se trata, pues, de una figura singular cuyos perfiles institucionales, muy precisos
por cierto dentro de la variada gama de circunstancias que pueden dar lugar a la
extinción sobreviniente de relaciones jurídicas de fuente contractual dotadas de
plena validez, no permiten mezclarla en ninguna forma con la resolución del
artículo 1546 del Código Civil, toda vez que en tanto ésta última se produce por
razón del cumplimiento de una condición a la cual el ordenamiento positivo le
atribuye ese alcance, vale decir por una causa legal, en la hipótesis del mutuo
disenso, por definición, esa causa radica exclusivamente en la voluntad
coincidente de las partes interesadas, expresada ella en el abandono recíproco
de las prestaciones debidas, fruto de un acuerdo expreso o tácito, en el sentido
de consentir la disolución del vínculo.
4. En resumen, entre la disolución de un contrato bilateral por efecto del llamado
incumplimiento resolutorio y lo que acontece como consecuencia de la
convención extintiva derivada del mutuo disenso, existen radicales diferencias
que nunca pueden ignorar los jueces de instancia para, a su talante, modificar
pretensiones deducidas en juicio que con la claridad necesaria aparecen
fundadas en uno u otro instituto. A través del primero y dada su naturaleza
estudiada de vieja data por los doctrinantes, se pide de manera unilateral por el
contratante cumplido que el negocio se resuelva con restituciones e
indemnización por daños a su favor, mientras que en el segundo lo solicitado ha
de ser que, sobre la base insustituible de rendir la prueba de aquella convención
extintiva en cualquiera de las dos modalidades en que puede ofrecerse, el acto
jurídico primigenio se tenga por desistido sin que haya lugar, desde luego, a
resarcimiento de ninguna clase ya que, como es bien sabido, este tipo de
prestaciones indemnizatorias requieren de la mora (artículo 1615 del Código
Civil) y en el supuesto de incumplimiento recíproco objeto de análisis, esa
situación antijurídica no puede configurarse para ninguno de los contratantes de
conformidad con el artículo 1609 ibídem.
Tampoco la actitud asumida por los demandados dentro del presente proceso
permite concluir que su intención sea dar por terminado el contrato por mutuo
disenso, por el contrario, en comportamiento que indica sin duda alguna una
posición tendiente a controvertir la pretensión resolutoria, con la defensa
consistente en la alegada excepción de contrato no cumplido que sustenta su
alegada ausencia de incumplimiento contractual que imputan, en cambio, en
forma única y exclusiva, a la parte demandante, dieron a entender la intención
encaminada a rechazar la resolución del contrato, razón por la cual no puede
afirmarse que hubiese habido error del Tribunal que lleve a casar el fallo, por no
haber aceptado un mutuo disenso inexistente.
5. Por lo demás, como es bien sabido, la sentencia “debe ser armónica con lo
que constituye el objeto del litigio; es decir, con las pretensiones formuladas en la
demanda, las excepciones propuestas por el demandado y, si fuere el caso, con
las súplicas de la reconvención y de los hechos exceptivos que se aduzcan para
lograr su enervamiento, ya que en esta materia tiene preponderancia el principio
dispositivo que inspira el procedimiento civil. Sólo en casos determinados en que
el juez se encuentra autorizado por el ordenamiento jurídico, puede hacer
pronunciamientos oficiosos, pues, como lo enseña la Corte en sentencia de 28
de noviembre de l977, los jueces civiles tienen condicionado su poder decisorio a
que los asociados demanden expresamente su intervención y les está limitado
por los asuntos que éstos les demarquen en las pretensiones que ejerciten en la
demanda o por el contenido de las excepciones que sean propuestas. El fallador,
pues, no puede, sin desbordar los límites de su potestad, resolver temas que no
le hayan sido propuestos oportunamente por las partes, y tampoco puede, desde
luego que se reclama su intervención para desatar el litigio, dejar sin decisión
materias de las que fueron sometidas a su composición” (Cas. Civ. 27 de marzo
de l990, sin publicar).
En la especie de este proceso se aprecia que una de las partes del contrato de
promesa de compraventa demandó a la otra para que dicho contrato se
declarara resuelto, a causa del incumplimiento no aceptado de esta última que
rechazó las súplicas deprecadas y propuso la excepción de contrato no cumplido
e ineficacia de la promesa celebrada. No se ajusta entonces a la realidad
procesal, como alega el recurrente, que se haya propuesto al juzgador la
disolución del contrato por incumplimiento recíproco de las partes, ni tiene éste la
facultad legal de adoptar de oficio tal decisión, razón por la cual no puede
atribuirse error al Tribunal por no haber resuelto el contrato con base en una
causa diferente a la propuesta en la demanda.
DECISION