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Universidad San Buenaventura

Maestría en Filosofía Contemporánea


Módulo: Filosofía de la Difrencia
Dra. Diana Muñoz
Henry Andrés Rincón Burgos

Distinción entre diferencia y litigio en Lyotard

Con el fin de comprender la distinción entre diferencia y litigio, se rastrearan los pasajes
pertinentes para dicho menester en el texto de Lyotard “la Diferencia”.
En el apartado que el autor denomina “Titulo”, se esclarece que la diferencia, en contraste
con el litigio, es un caso de conflicto que no puede solucionarse de manera equitativa para
las partes involucradas, pues no hay reglas universales aplicables a argumentaciones
suficientes que abarquen la diversidad de los discursos.
“Distinta de un litigio, una diferencia es un caso de conflicto entre (por lo menos) dos
partes, conflicto que no puede zanjarse equitativamente por faltar una regla de juicio
aplicable a las dos argumentaciones.” (Lyotard, 1988, pág. 9)
Al carecer de dicha regla universal, cualquier juicio que favoreciera a la manera de un litigio
jurídico, una u otro argumento no deslegitimaría ninguno de ellos y si más bien suscitaría
una paradoja al juzgar uno de los argumentos con una regla del juicio que no supere las
diferencias con el otro.

En el inicio del texto central Lyotard expone las dificultades del lenguaje al sostener
argumentos que suponen para su demostración de la evidencia de la experiencia originaria,
¿Cómo saber si el ser humano fue dotado de lenguaje si no tenemos a quien interrogar de
primera mano? ¿Cómo podemos estar seguros de las muertes en las cámaras de gas, si de
haber algún sobreviviente a interrogar, su existencia pondría en cuestión la existencia de estos
lugares de muerte?. Estas cuestiones y otras del mismo genero exponen la fragilidad
epistemológica de las proposiciones que pretenden describir la realidad con carácter de
verdad.
“El argumento tiene la misma forma que el de los números anteriores. La realidad no
es aquello que “se da” a este o aquel “sujeto”; la realidad es un estado del referente
(aquello de que se habla) que resulta de efectuar procedimientos de establecerla
definidos por un protocolo unánimemente aceptado y de la posibilidad que cualquiera
tiene de recomenzar esa realización tantas veces como lo desee. La edición sería uno
de esos protocolos, la ciencia histórica, otro.” (Lyotard, 1988, pág. 16)
la realidad será mejor constituida entre más testimonios diversos de ella se den, pues ella
misma requiere de la diferencia de los discursos que la exponen en cuanto referente. El
lenguaje expone aquello de que se habla en la diferencia de su discurso.
Las proposiciones argumentativas deben estar sometidas a un procedimiento de verificación,
a una regla universal que supere la ambigüedad del lenguaje, sin embargo parece que no se
poseen tales procedimientos o reglas, para verificar los objetos del conocimiento.
“No hay procedimientos definidos por un protocolo unánimemente aceptado y
renovables a voluntad para establecer la realidad del objeto de una idea en general.
(…) La exigencia de tener que establecer la realidad del referente de una proposición
según el protocolo del conocimiento, si esa exigencia se extiende a cualquier
proposición, especialmente a las proposiciones que se refieren a un todo, esa
exigencia es pues totalitaria en su principio. Por eso es importante distinguir
regímenes de proposiciones y esto equivale a limitar la competencia de un
determinado tribunal a una determinada clase de proposiciones.” (Lyotard, 1988,
págs. 16 -17)
Ante esta inexistencia de procedimientos universales de conciliación, se reclama un medio
necesario para lograr acuerdos entre discursos heterogéneos, que así instaure la
comunicación entre las diferencias existentes en sistemas diversos de proposiciones. Para
encontrar dicho medio necesario, se hará imperioso presentar el ámbito en el que las
diferencias se hacen presentes, este ámbito no es otro que el político, es allí donde el conflicto
entre quien sufre la sinrazón y quien la comete, requiere por parte de estos actores, asumir
nuevas reglas.
Algunos de estos conflictos o diferencias pueden resolverse como litigio, siempre y cuando
las partes y el tribunal compartan la misma lengua, de no ser así el que padece la sinrazón se
convertirá en victima, además el conflicto permanece irresuelto.
“El querellante presenta su queja ante el tribunal, el acusado argumenta con miras a
mostrar la inanidad de la acusación. Este es un litigio. Me gustaría llamar diferencia
el caso en que el querellante se ve despojado de los medios de argumentar y se
convierte por eso en una víctima (…)De no recurrir a ese idioma, el trabajador no
existiría en el campo al que se refiere tal idioma, sería un esclavo. Al emplearlo, el
trabajador se convierte en un querellante. ¿Cesa por eso también de ser una víctima?”
(Lyotard, 1988, pág. 22)

La victima en el conflicto no deja de serlo por presentar su afrenta ante el tribunal, la


diferencia sigue latente y sin posibilidad de resolverse ya que la diferencia supera el fuero
del tribunal, la diferencia no puede ser superada por mandato del tribunal.

“la diferencia no es objeto de litigio, el derecho económico y social puede dirimir el


litigio entre las partes económicas y sociales, pero no la diferencia entre la fuerza del
trabajo y el capital. (…) Es como si lo que él (trabajador) es sólo pudiera expresarse
en un idioma diferente del idioma del derecho económico y social. (…)Si el trabajador
evoca su esencia (la fuerza del trabajo), no puede ser oído por ese tribunal, que no es
competente. La diferencia se caracteriza por esta imposibilidad de probar. El que
presenta una demanda ante un tribunal es escuchado, pero la victima queda reducida
al silencio.” (Lyotard, 1988, págs. 22-23)
El silencio característico de la victima, al no poder probar sus argumentos, es análogo al de
quien quiera expresar la “fuerza de la proposición” su testimonio de la realidad, este
testimonio queda sumido en la diferencia del discurso mismo, que no se puede resolver con
el litigio.
“¿Habrá que imaginar que existe una “fuerza de la proposición”, análoga a la fuerza
del trabajo, que no logra expresarse en el idioma de aquella ciencia y de aquella
política? (…) Hacer justicia a la diferencia significa instituir nuevos destinatarios,
nuevas significaciones, nuevos referentes para que la sinrazón pueda expresarse y
para que el querellante deje de ser una víctima.” (Lyotard, 1988, pág. 25)

Lyotard invita a la creación de un procedimiento de reglas, abierto a nuevas interpretaciones


y sentidos, a las inconstancias de las diferencias y sus reglas, se impone la comprensión
particular del querellante. El conflicto de las diferencias no puede y no debe ser resuelto en
litigios pues significaría el totalitarismo fundado en la identidad, en igualar las diferencias

“La diferencia (en el sentido que damos aquí al término ) es el estado inestable y el
instante del lenguaje en que algo que debe poderse expresar en proposiciones no
puede serlo todavía. (…) Lo que corrientemente se llama el sentimiento señala ese
estado. “Uno no encuentra las palabras adecuadas”, etc. Hay que buscar mucho para
encontrar las nuevas reglas de formación y de eslabonamiento de proposiciones
capaces de expresar la diferencia revelada por el sentimiento si no se quiere que esa
diferencia quede inmediatamente ahogada en un litigio y que la voz de alerta dada
por el sentimiento haya sido inútil. El objetivo de una literatura, de una filosofía y tal
vez de una política sería señalar diferencias y encontrarles idiomas.” (Lyotard, 1988,
págs. 25-26)

Al no haber un genero unificado de lenguaje, no queda más que hilar las proposiciones, sin
contenerlas en las reglas de procedimientos de verificación universales. La relación de
proposiciones con su referente en la realidad es difícil, pues expresa la diferencia propia del
ámbito político, en el conflicto político se da el testimonio de la diferencia que el litigio es
incapaz de sustituir o resolver.

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