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FACULTAD DE HUMANIDADES
COORDINACIÓN GENERAL
Lic. Paula J. Martín
Área Virtual
Docente:
Joaquín Díaz
Tutor/a estudiantil:
Betina Ayelén Carlos
Rubén González
P ie r r e V il a r
In i c i a c i ó n a l
V O C A B U LA R IO D EL
A N Á L IS IS H IS T Ó R IC O
Traducción castellana de
M. DOLORS FOLCH
C r ít ic a
Ba r cel o na
Los D IVERSO S CONTENIDO S D E L TÉRM IN O « H I S T O R I A »
el contrario, si el historiador dice (en pasado condicional): en la realidad más que el de la historiografía dominante. Aho-
«si se hubiera hecho esto, hubiera sucedido aquello», nada ra bien, todo juicio moral tiene a su vez implicaciones polí-
le permite probarlo. Como norma general se le aconseja abs- ticas, que surgen a su vez de las luchas concretas, en especial
tenerse de ello. de las luchas de clases. Por ello, la mayor parte de las accio-
Pero, entonces, ¿no está condenado a constatar} ¿Tiene, nes y de los hombres que han desempeñado un papel impor-
pues, prohibido razonar} Esta cuestión le preocupa legítima- tante han originado dos corrientes históricas opuestas, ad-
mente, puesto que constatar no es un oficio enaltecedor, mien- versa una y favorable la otra, Y no debe excluirse que una
tras que sí lo es el de entender, explicar, con el fin de poder causa triunfante llegue a eliminar toda la historiografía ad-
actuar. El problema se plantea, pues, en estos términos: ¿de versa. Así es como la tradición democrática burguesa, en
qué manera razonar sobre una materia en la que no se puede Francia, ha exaltado 1789 y condenado a Robespierre, casi
intervenir experimentalmente} Falta por saber a qué llama- sin contradicción hasta Mathiez, Si Fidel Castro, poco tiempo
mos «intervenir», a qué llamamos «experiencia», y cuál es después del fracaso de Moneada, no hubiera hecho triunfar
esta materia. la revolución cubana, su condena hubiera sido probablemente
Para abordar este problema, reflexionemos sobre otra revisada, pero ¿cuándo? ¿Y por parte de quién? Sobre esto
fórmula familiar: «la historia juzgará...», se oye a menudo. no caben sino hipótesis.
Dejemos aparte el caso en el que se trata tan sólo del Sólo tenemos una certidumbre-, la revolución cubana se
aldabonazo final de un cartel electoral. Por otra parte, inclu- ha producido. La revisión del juicio no ha dependido, pues,
so así, el prestigio equívoco del término «historia» incita a únicamente, de los hombres que escriben la historia. Ha de-
algunas reflexiones, Pero enfrentémonos con un documento pendido también de los que la hacen. Han sido «las cosas»,
importante de nuestro tiempo: Fidel Castro tituló la defensa como suele decirse, las que han «actuado» a favor de la
que él mismo pronunció ante el tribunal encargado de juz- previsión contenida en la fórmula. Lo que nos lleva a descu-
garle por el intento de asalto al cuartel Moneada: «La his- brir, en «la historia me absolverá», una nueva acepción más
toria me absolverá». A primera vista, este título parece adop- de la voz «historia». De hecho, el alegato que lleva este nom-
tar el sentido clásico, es decir, banal, de la fórmula que da bre consistía menos en demostrar que la rebelión de los acu-
a la historia el papel de tribunal de apelación en asuntos polí- sados era moralmente «justa» (aunque esto sea también im-
ticos. Pero, pensándolo bien, incluso este sentido puede im- portante), que en demostrar que era «justa» políticamente,
plicar otros contenidos. a saber, en el sentido intelectual de la palabra.
En efecto, «la historia me absolverá» puede significar en Frente a un sistema socio-político ya absurdo, la rebelión
primer término; el tribunal va a condenarme, pero el recuer- se presentaba como «necesaria», y por tanto como necesaria-
do colectivo que se conservará del hecho acabará siéndome mente victoriosa a más o menos largo plazo. Con ello el pro-
favorable. Y esta noción de «recuerdo colectivo» es otro as- blema se plantea en los términos de la posibilidad de una
pecto del término «historia». Sin embargo, cae dentro de la previsión inteligente de los hechos a partir de un análisis co-
misma crítica que hemos dirigido a la historia-tradición. El rrecto de sus factores. La «historia» invocada no es ya enton-
juicio moral del recuerdo colectivo corre el riesgo de no ser ces la historiografía escrita que «juzga» moralmente un acto
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O un hombre, sino la historia-materia, la historia-objeto que, obra demasiado original puesto que resume las posiciones de
con su dinámica propia, «zanja» un debate a la vez teórico y la sociología alemana del medio siglo anterior, y da con ello
práctico, dando la razón, con los hechos, a quien ha sido capaz una definición de la historia corriente hacia 1880. Citaré, sin
del mejor análisis. embargo, sus axiomas principales — brillantes, por otra par-
Me objetaréis que la historia así entendida es el mecanis- te— , puesto que constituyen una excelente síntesis de toda
mo de los hechos sociales, no sólo pasados, sino presentes y una corriente de pensamiento,
futuros, lo que en materia de conocimientos constituye el
tema de la sociología, y en materia de acción, el tema de la «Para hacer revivir el pasado lo que necesitamos no
política. Pero ¿qué otra cosa se propone la historia que no es una ciencia, sino documentos y nuestra experiencia.»
sea, en el mejor de los casos, edificar una sociología del pa- «La función de la historia es restituir al pasado huma-
sado, y de forma frecuente — durante mucho tiempo la más no los caracteres de la realidad política vivida actualmente;
frecuente— , reconstituir una política} En ambos casos está para esta tarea positiva bastan juicios probables y relati-
claro que la materia de la historia es la misma que la que vos, El sentido de la investigación causal del historiador
consiste menos en dibujar los grandes rasgos del relieve
tratan los sociólogos, y que la que manejan los políticos, por
histórico que en devolver al pasado la incertidumbre del
desgracia casi siempre de manera empírica. futuro.»
Hay entonces dos posiciones posibles: una consiste en «La ciencia histórica, resurrección de la política, se hace
encerrar al historiador precisamente en este terreno de lo contemporánea de sus héroes.»
empírico y lo incierto que por experiencia se atribuye a las «El historiador es un experto, no un físico. No busca
decisiones y a los acontecimientos políticos. La otra consiste la causa de la explosión en la fuerza expansiva de los gases,
en empujarle, al contrario, hacia un análisis sociológico con sino en la cerilla del fumador.»
la penetración suficiente para eliminar la apariencia de incer-
tidumbre de la mayor parte posible de hechos sociales. Desde esta perspectiva, aunque se utilice el término «cien-
La primera posición ha sido durante largo tiempo la de cia histórica» es evidente que se trata de una «ciencia» muy
los historiadores positivistas, preocupados exclusivamente en extraña, puesto que su función sería «restituir una incerti-
hacer un relato exacto de los acontecimientos (políticos, mili- dumbre».
tares y diplomáticos principalmente). Más bien nos sugiere una disciplina literaria que, gracias
Para algunos teóricos — o sedicentes teóricos— la historia a la habilidad en descubrir documentos y al talento para tras-
es todavía esto. Pienso en Raymond Aron, publicista interna- poner experiencias humanas, «reanimaría el pasado», «resuci-
cional, sociólogo vulgar, en el sentido en que Marx hablaba, taría la política», a la vez que se abstendría de dibujar los
en el siglo pasado, de «economistas vulgares», es decir, más grandes rasgos y de medir las fuerzas profundas, ciñéndose
preocupados por la propaganda ideológica que por la ciencia, el historiador, por su oficio, a las «causas inmediatas», a sa-
pero cuya carrera se inauguró en 1938 con una Introducción ber, al atentado de Sarajevo como «causa» de la guerra de
a la filosofía de la historia, todavía hoy recomendada a veces 1914, o a la masacre del bulevar de Capucines como «causa»
como una obra fundamental. De hecho, no se trata de una de la revolución de 1848.
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No juzgo, de momento, esta posición que, obviamente, En lugar de decir, como lo hace Raymond Aron,
no es la mía. Me limito a señalarla como una de las concep-
ciones de la historia y del oficio de historiador que ha gozado El sentido de la investigación causal del historiador con-
durante mucho tiempo de aceptación y que a veces todavía siste menos en dibujar los grandes rasgos del relieve histó-
goza de ella. rico que en devolver al pasado la incertidumbre del futu-
El interés de los axiomas de Aron es otro. Basta con vol- ro... La ciencia histórica, resurrección de la política, se vuel-
verlos exactamente del revés para definir de la mejor manera ve contemporánea de sus héroes,
posible otra concepción de la historia, progresivamente sepa-
rada de las concepciones primitivas y de las limitaciones posi- me gustaría decir:
tivistas, anunciada por numerosos precursores pero netamente
El sentido esencial de la investigación causal del histo-
definida por vez primera por Marx y Engels, y convertida hoy
riador consiste en dibujar los grandes rasgos del relieve
— no sin resistencias, imperfecciones y contradicciones— en histórico, gracias a los cuales la incertidumbre aparente de
un campo científico que se empieza a cultivar. Al invertir las los acontecimientos particulares se desvanece ante la infor-
fórmulas de Raymond Aron no lo hago sólo por juego sino mación global de la que carecían sus contemporáneos, y que
porque me parece instructivo buscar asf la expresión más nosotros podemos tener...
clara de una actividad del historiador en vías de afirmarse
como actividad científica. Finalmente, en lugar de la sorprendente fórmula:
Allí donde Raymond Aron afirma:
El historiador es un experto, no un físico. No busca la
Para hacer revivir el pasado, lo que necesitamos no es causa de la explosión en la fuerza expansiva de los gases,
una ciencia, sino documentos y nuestra experiencia... La fun- sino en la cerilla del fumador.
ción de la historia es restituir al pasado humano los carac-
teres de la realidad política vivida actualmente; para esta yo afirmaría contundentemente:
tarea positiva bastan juicios probables y relativos....
El historiador es un físico, no un experto. Busca la cau-
yo propongo que se diga: sa de la explosión en la fuerza expansiva de los gases, no
en la cerilla del fumador.
El objetivo de la historia no es «hacer revivir el pa-
sado», sino comprenderlo. Para esto hay que desconfiar de
los documentos brutos, de las supuestas experiencias vivi- El análisis causal de la explosión de 1914 se centra en el
das, de los juicios probables y relativos. Para hacer un tra- imperialismo, no en el atentado de Sarajevo.
bajo de historiador no basta con hacer revivir una realidad Henos aquí ante dos concepciones diametralmente opues-
política, sino que debe someterse un momento y una so- tas tanto de la historia-materia como de la historia-conoci-
ciedad a un análisis de tipo científico. miento. Para unos, la historia-materia es esencialmente el
mundo de las decisiones políticas; para otros, es el conjunto
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de los mecanismos de la sociedad. Para unos, la historia-cono- fuerza reconocemos aquí el eco de las fórmulas corrientes
cimiento es la explicación del hecho por el hecho; para otros, «dejemos esto para la historia», «esto tiene únicamente un
es la explicación del mayor número posible de hechos a tra- interés histórico», fórmulas que relegan espontáneamente las
vés del estudio del juego recíproco de las relaciones entre los preocupaciones del historiador al almacén de las curiosidades
hechos de todo tipo. y que hacen de la historia el dominio de las cosas muertas,
Es obvio que la existencia misma de concepciones tan aunque sean cosas «gloriosas» («frases históricas», «monu-
opuestas, el doble sentido de la palabra «historia» — historia- mentos históricos», actitudes pasadas a la historia).
materia e historia-conocimiento— , la forma equívoca y vaga Sin embargo, en la frase de Althusser, estas acepciones
con que se emplean frecuentemente uno y otro de estos sen- banales de la voz «historia» vienen inmediatamente seguidas,
tidos, son motivos de peso para suscitar una cierta descon- y contradichas, por un empleo más raro — y más marxista—
fianza. de la noción, en el que se trata de someter un hecho — en
He recordado que Louis Althusser, epistemólogo marxista, este caso la juventud de Marx— «a la crítica radical de la
y que, por tanto, admite el materialismo histórico como cien- historia». Ahora bien, como se añade: «no de la historia
cia posible, nos previene, sin embargo, contra la imprecisión que iba a vivir, sino de la historia que vivía», es evidente que
del concepto de historia. se trata aquí del conjunto de hechos que condicionan una vida
Él mismo — aunque quizá lo haga para subrayar esta humana, y, por consiguiente, de la historia-materia, de la
imprecisión— utiliza en una misma frase la voz «historia» historia-objeto, considerada como algo que ejerce por sí mis-
en varios sentidos (tres como mínimo). mo una «crítica» sobre esta vida.
Al preguntarse si debe considerarse la obra de Marx como Pero Althusser ha señalado en otra parte el peligro — cier-
un todo, o bien considerar sus obras de juventud como etapas tamente serio en muchos escritos marxistas— que supondría
no características de su pensamiento, Althusser defiende esta considerar la historia en sí misma, la Historia con H mayúscu-
segunda actitud escribiendo: la, como una especie de personaje mítico emitiendo sus propios
juicios, con lo que se podría prescindir de todo tipo de aná-
Como si nos arriesgáramos a perder a Marx entero, aban- lisis. En un tercer momento Althusser invoca también la
donando, como él, su juventud a la historia, como si nos necesidad de una historia-conocimiento, no «inmediata» sino
arriesgáramos a perder a Marx entero sometiendo su propia «pensada», la misma sobre la que Marx habría dado no la
juventud a la crítica radical de la historia, no de la historia verdad absoluta sino «los principios de la inteligencia cien-
inmediata sino de la historia pensada, sobre la que él mismo
tífica». En esto coincide con el pensamiento del economista
nos dio en su madurez no la verdad en el sentido hegeliano
sino los principios de una inteligencia científica. Joseph Schumpeter, que atribuía a Marx, como principal
mérito, el de haber sentado los principios de una «historia
Al principio de esta larga frase, en la que la palabra razonada».
«historia» aparece cuatro veces, la expresión «abandonar algo Si ahora clasificamos los sentidos que hemos visto atri-
a la historia» parece significar: considerar este algo como buir a la voz «historia», sucesiva o simultáneamente, pode-
superado, como desprovisto de interés para el futuro; y por mos, en líneas generales, distinguir tres grandes concepciones
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de la historia-objeto, a las que corresponden naturalmente dentes políticos, guerras, diplomacia, rebeliones, revoluciones.
tres grandes concepciones de la historia-conocimiento: Este enorme conjunto es susceptible de análisis científico
1) . Para muchos, la materia de la historia es cualquier como cualquier otro proceso natural, a la vez que presenta
cosa pasada, y «saber historia», para algunos eruditos y para unos rasgos específicos debido a la intervención humana. La
los juegos televisivos, consiste en memorizar el mayor número historia-conocimiento se convierte en ciencia en la medida
posible de estos hechos dispares. Lucien Febvre evocó la en que descubre procedimientos de análisis originales adecua-
irritación del historiador que se oye decir «por unas voces dos a esta materia particular. ¿Es ya una ciencia? ¿Los ha
cándidas y cordiales: usted que es historiador debe de saber descubierto ya}
esto... ¿Cuál es la fecha de la muerte del papa Anacleto?
¿Y la del sultán Mahmud?».
2) Para otros, la materia histórica queda un poco mejor La s et a pa s d e l a h is t o r ia co mo mo do
definida. Zs el terreno de los hechos «destacados», conserva- DE CONOCIMIENTO
dos por la «tradición», el «recuerdo colectivo», los relatos
oficiales, debidamente controlados por los documentos y au- Las incoherencias que hemos constatado en la utiliza-
reolados por el prestigio y el testimonio de los monumentos y ción del término «historia» ¿son desalentadoras a este res-
de los textos, de «las artes y las letras», como se decía antaño. pecto?
Conocimiento ya más elaborado, ni omisible ni despreciable, Merece la pena recordar que todas las ciencias se han
pero fundado en una elección de los hechos que no tiene elaborado a partir de interrogantes dispares, a los que se
nada de científica, y asaltado inconscientemente por los prejui- fue dando sucesivamente respuestas cada vez más científicas,
cios morales, sociales, políticos o religiosos, capaz en el mejor con puntos de partida, saltos hacia adelante y retrocesos,
de los casos de proponer un placer estético a unas minorías pero nunca, como se dice hoy en día con demasiada frecuen-
y, en el terreno de los acontecimientos, de «hacernos revivir cia bajo la influencia difusa de Bachelard y Foucault, con
una incertidumbre». «cortes» absolutos entre las respuestas no científicas y las
3) Para otros, finalmente, la materia de la historia es tam- respuestas científicas.
bién el conjunto de los hechos pasados, pero no sólo de los Con mayor acierto, el filósofo Paul Ricoeur ha observado
hechos «curiosos» o «destacados», puesto que, si bien se mira, que no existe diferencia sustancial entre, por una parte, las
los grandes rasgos de la evolución humana han dependido «rectificaciones» sucesivas que han transformado las cosmo-
sobre todo del resultado estadístico de los hechos anónimos-. logías primitivas en la física actual y, por otra, las rectifica-
de aquellos cuya repetición determina los movimientos de ciones que han convertido las tradiciones primitivas en la
población, la capacidad de la producción, la aparición de las ciencia histórica tal y como la conocemos actualmente.
instituciones, las luchas secretas o violentas entre las clases Es cierto que las ciencias humanas, precisamente porque
sociales — hechos de masas todos ellos que tienen su propia tratan del hombre, de sus intereses, de sus instituciones, de
dinámica, de entre los que no se deben eliminar, pero sí resi- sus grupos, y porque dependen de la conciencia — tan a me-
tuar, los hechos más clásicamente llamados «históricos»: inci- nudo falsa— que los hombres tienen de ellos mismos, llevan
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La cosa hubiera podido quedar allí. El presidente de la sesión propuso incluso interrumpir
brevemente la conferencia hasta que se retirara el mapa cuestionado. Pero no contaba con la
fulgurante respuesta de la parte adversa: la representación armenia se negó a que se introdujera
el más mínimo cambio. A pesar de que en ese tipo de reuniones pocas veces se registran
semejantes incidentes, ocurrió que el presidente ‐acusado junto a su organización de tomar
injustamente partido en el asunto‐ fue objeto de nutridos insultos, a la vez que se lo instaba a
cambiar rápidamente de empleo. Fueron necesarias muchas horas para restablecer la calma, y
varias pasadas de corrector blanco sobre las fronteras del mapa, para que se reanudaran las
deliberaciones...
En febrero de 2001, durante la reunión ministerial anual del Programa de las Naciones Unidas para
el Medio Ambiente (PNUMA), los representantes de China popular interrumpieron la sesión
plenaria, abandonaron la sala y boicotearon el resto de los debates, ante la incredulidad de las
delegaciones presentes, porque un mapa y un documento de trabajo mencionaban a la isla de
Taiwán como un Estado independiente. Para regresar al recinto exigían que esos "papeles" fueran
retirados de circulación. Marruecos y el Sahara Occidental, Corea del Sur y Japón, Irán, India,
Grecia e Israel apoyan abiertamente grupos de presión que utilizan procedimientos enérgicos y
bastante disuasivos para dictar a la "comunidad internacional" la forma de denominar y
representar el territorio de sus respectivas naciones.
Esos incidentes degeneraron a veces en escenas de pugilato y hasta se transformaron en asuntos
de Estado. Durante la Cumbre de la Tierra, en Johannesburgo, en 2002, israelíes y palestinos
llegaron a las manos respecto de un mapa considerado no conforme.
En 2004, la prestigiosa revista National Geographic fue objeto de la ira de Teherán: en el atlas que
acababa de publicar mencionaba el "Golfo Arábigo", en lugar de utilizar la denominación
políticamente correcta de "Golfo Pérsico". Por otra parte, la fórmula más exacta sería: "Golfo
Arábigo‐Pérsico". "No daremos más visas a los periodistas de la National Geographic y no
autorizaremos la difusión de esa publicación en Irán hasta que hayan corregido ese error", declaró
el director de medios extranjeros del Ministerio de Cultura y de Orientación Islámica, que ejerce
tutela sobre la prensa 1. El propio portavoz del gobierno reiteró en conferencia de prensa:
"Defendemos la identidad histórica del Golfo Pérsico; no aceptaremos ninguna falsificación y
adoptaremos las medidas legales del caso" 2.
Y qué decir de la antigua disputa entre surcoreanos y japoneses respecto del mar que los separa:
mar del Este para los primeros, mar de Japón para los segundos. Los sitios internet de las
respectivas cancillerías 3 subrayan en su página principal, y de manera ostensible, la nutrida
documentación sobre la historia de ese problema. Para evitar las cartas de reprimenda de las
embajadas, los cartógrafos de prensa y de editoriales a menudo optan por no poner nombre a ese
espacio marítimo. Lo que muestra que los pequeños chantajes suelen dar resultado: antes que
arriesgarse a la censura (lo que implica la pérdida de un mercado) o el incidente diplomático,
muchos editores prefieren eliminar cualquier mención conflictiva. A fines de la década de 1990, el
Banco Mundial llegó a pedir a su servicio de cartografía que no realizara mapas que incluyeran
territorios sensibles, como en el caso de India y Pakistán a causa del conflicto por Cachemira.
En noviembre de 2002 el actual Primer Ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, viajaba en el avión
que lo llevaba de Nicosia a Ankara, luego de asistir a los festejos por el aniversario de la República
Turca de Chipre del Norte (RTCN). Durante el vuelo examinó atentamente el nuevo plan de paz de
la ONU para solucionar el problema de Chipre. "El plan es negociable, pero los mapas son
abominables", dijo a los periodistas 4. Sin embargo, los mapas que figuraban en el plan de reparto
del territorio reflejaban fielmente las proposiciones contenidas en el texto.
El mapa geográfico no es el territorio. En el mejor de los casos es una representación o una
"percepción" del mismo. El mapa ofrece a los ojos del público sólo lo que el cartógrafo (o quien se
lo encarga) quiere mostrar. Es sólo una imagen trunca, incompleta, parcial y hasta adulterada de la
realidad. Esto debería acabar con las ilusiones de ese sector del público que lee el mapa como un
fiel reflejo de lo que hay efectivamente sobre el terreno.
Los aviadores, por su lado, no tienen otra opción que creer en el mapa. En 1942, Beryl Markham
escribió en West With the Night: "Cuando un piloto consulta un mapa, ejecuta un acto de fe:
afirma la fe de un hombre en otros hombres; un mapa es un símbolo de confianza y de esperanza.
No es como una página impresa con palabras ambiguas y artificiales que (...) siempre pueden dar
motivo a cierta sospecha...".
Otro aviador mítico, Antoine de Saint‐Exupéry, en las primeras páginas de Tierra de hombres, ve,
en el mapa del piloto, no tanto el reflejo de la realidad del terreno como un conjunto de
elementos de los que depende su vida o su muerte: "Guillaumet no me enseñó España; me hizo
amigo de España. No me hablaba ni de hidrografía, ni de población, ni de manadas de animales.
No me hablaba de Guadix, sino de tres naranjos que cerca de Guadix bordeaban un campo:
‘Tenlos en cuenta, márcalos en tu mapa...' Y así los tres naranjos ocupaban en el mapa más
espacio que la Sierra Nevada. No me hablaba de Lorca, sino de una sencilla granja cerca de Lorca.
De una granja viva, y del granjero y la granjera. Perdida en el espacio, a mil quinientos kilómetros
de nosotros, esa pareja adquiría una importancia desmesurada. Bien plantados en la ladera de la
montaña, como guardianes de faro, estaban listos, bajo las estrellas, para socorrer a los hombres.
Y así obteníamos de su olvido, de su inconcebible lejanía, detalles ignorados por todos los
geógrafos del mundo".
La confusión en la mente de los lectores proviene de la forma final del mapa: imágenes bellas,
precisas, a veces muy trabajadas y, sobre todo, impresas, lo que les da una legitimidad casi total,
en particular cuando llevan el sello de un Estado o de una institución nacional o internacional
prestigiosa y reconocida. Entonces el mapa se convierte, ya en un obra digna de ser admirada, ya
en objeto de una detestable confabulación contra un país o una comunidad. Incluso los mapas
topográficos más detallados son objeto de una reflexión y de una elaboración minuciosa: cada uno
de sus elementos es cuidadosamente evaluado; unos son puestos de relieve, mientras que otros
desaparecen.
La selección de esos objetos y acontecimientos, al igual que la de las representaciones visuales que
los simbolizan, es responsabilidad exclusiva de quienes producen el mapa, que ven así abrirse
delante de ellos las puertas de la imaginación y de la creatividad, pero también las de la mentira y
la manipulación. En efecto, el cartógrafo es totalmente libre de transcribir el mundo como mejor
le parece sobre el trozo de papel que materializará el mapa. En el camino que deberá recorrer
entre el territorio y su representación, no podrá evitar caer en algunas trampas, suprimirá o
disimulará los objetos que le resultan molestos, y exagerará otros que resulten útiles a su mensaje.
Dos mentiras habituales
En la Europa efervescente de 1989, la historia sacudió violentamente a la geografía. El Muro de
Berlín se derrumbó y la frontera, apenas abierta, comenzó a desaparecer bajo las oleadas
humanas que se lanzaban hacia el Oeste. Gracias a la inmediata y espectacular cobertura de los
medios, durante algunas semanas sólo se vio a esas entusiastas multitudes, que descubrían un
mundo que les había sido ocultado durante largos veintiocho años. Mientras tanto, curiosos
personajes, mucho menos numerosos y que pasaron completamente desapercibidos, decidieron
navegar a contracorriente, e ir a explorar el "otro nuevo mundo"... un mundo hasta entonces casi
herméticamente cerrado, y que finalmente abría sus puertas.
Así, Alemania del Este, ese Estado del que apenas nos llegaban algunos débiles ecos, objeto de
tantas fantasías, se entregaba a la mirada curiosa e impúdica de algunos geógrafos y cartógrafos.
Abordábamos ese "nuevo territorio europeo" un poco como esos exploradores que en el siglo XVI
o XVII se internaban en esas regiones "grises" y misteriosas, situadas muy lejos de las tierras
conocidas, en zonas jamás exploradas.
Como documentos de orientación sólo contábamos con antiguos mapas topográficos oriental‐
alemanes, tan falsificados que prácticamente no podíamos reconocer nada de lo que hallábamos
en el terreno. En una franja de diez a veinte kilómetros a lo largo de la frontera habían sido
borrados los elementos geográficos importantes, rutas, poblados y cualquier infraestructura que
hubiera permitido orientarse. Esa "cicatriz" blanca, ese no man's land que atravesaba el mapa de
norte a sur, tenía por objeto hacer imposible la circulación de seres humanos en esa región
sensible, pero también, y sobre todo, marcar los "límites del imperio", como si la mano
falsificadora hubiera querido indicar, en el peor de los casos, el comienzo de la terra incognita, o
en el mejor, los márgenes de los territorios a evitar...
Esas circunstancias históricas excepcionales nos permitieron ver mucho más el aspecto político de
los mapas e identificar dos mentiras habituales.
Una mentira por omisión, pues el mapa ‐expresión en miniatura de lo que contienen espacios
gigantescos‐ es una representación incompleta de la realidad, ya que resulta imposible transponer
todo en su superficie. Quien lo dibuja sintetiza, simplifica, renuncia. Selecciona ‐teóricamente, de
manera razonada‐ los elementos que desea cartografiar, pero en realidad su elección depende de
sus propios conocimientos, de su sensibilidad y de sus intenciones... Por lo tanto, presenta un
documento filtrado, censurado, que muestra más su propia manera de concebir el mundo que la
transposición de una imagen.
Y una mentira por falsificación, pues, dada su condición de "ícono", el mapa, considerado como
instrumento político, constituye el objeto por excelencia de todo tipo de manipulaciones, desde
las más torpes hasta las más sutiles. Discreto, aparentemente inofensivo, el mapa puede así
transformarse ‐ya que nadie puede abarcar la totalidad de los conocimientos en geografía política‐
en temible instrumento de propaganda, que las potencias estatales y económicas
contemporáneas utilizan sin escrúpulos para imprimir su visión ideológica. Las menudas
adecuaciones de la verdad sirven entonces a la razón de Estado. Después de todo, los monarcas
tenían la costumbre de ocupar totalmente el espacio que consideraban bajo su autoridad absoluta
imponiendo profusamente su presencia por la multiplicación de su retrato o de su estatua, y
apropiándose a la fuerza del territorio por medio de la construcción de imponentes edificios. ¿Por
qué entonces no utilizar los mapas como una forma de ejercer el poder, inscribiéndose
enérgicamente en ese otro paisaje?
Mediante una vista aérea global, el mapa permite abarcar países y hasta continentes enteros de
una sola mirada, genera una sorda impresión de poder y crea la ilusión de controlar el espacio. Por
lo tanto, no debe sorprender que sea objeto de la mayor atención, y que no se deje librado al azar
ningún aspecto de su concepción, de sus dimensiones o de su armado. Para convencerse basta con
recorrer la amplia avenida que lleva del Vittoriano al Coliseo, en Roma, decorada con una
colección de mapas grotescos dedicados por Mussolini a la gloria del Imperio romano, o visitar la
interminable Galería de Mapas del Vaticano 5, en la que la Italia topográfica recubre todas las
paredes, del piso al techo.
"‐¡El mapa ha desaparecido! ‐¿El mapa? ‐Sí, maestro, el que el Rey le ha encargado (...). Sin dar
tiempo a Alberto Cantino de llegar hasta él (...) el maestro Reimen (...) comprendió
instantáneamente la dimensión de la catástrofe. Dos meses antes el Rey (...) le había hecho un
encargo: reconocido por el Papa como ‘señor de la conquista, de la navegación y del comercio en
Etiopía, Arabia, Persia e India', único soberano que dominaba las rutas marítimas hacia los países
de las especias, quiere tener permanentemente a la vista la extensión de su imperio, y
compenetrarse de esa imagen para poder adoptar las decisiones acordes a sus responsabilidades
comerciales y religiosas" 6.
Esta escena se desarrolla en Lisboa en 1502. El historiador Gerard Vindt narra ‐en un apasionante
relato histórico novelado‐ el robo, en el taller de cartografía, del ejemplar único de un planisferio
real que incluía las Indias y el Brasil, dibujado por primera vez según los datos recogidos por Pedro
Alvares Cabral y Vasco da Gama. La desaparición de ese secreto de Estado es vivida por el
soberano como un desastre económico, pues lo priva de acceso a sus recursos. Poseer la
información geográfica significa no sólo poder afirmar la propia autoridad, sino también proteger
sus riquezas, impidiendo celosamente que nadie se apodere de ellas...
Los colores de la ideología
Cinco siglos más tarde, los Estados más poderosos del mundo aún ejercen una vigilancia paranoica
sobre la producción cartográfica y las imágenes satelitales, sin dudar en declarar ultrasecretos
todos los documentos que tengan un interés estratégico, económico o militar. En la década de
1980, ciertos países del Golfo que subcontrataban la impresión de sus mapas con el Instituto
Geográfico Nacional (IGN) de Francia exigían que las rotativas fueran cubiertas con lonas y
protegidas por hombres armados, los que además debían destruir las primeras pruebas de
impresión previas a la edición.
El mapa sirve también para formalizar reivindicaciones identitarias y nacionales. En particular
cuando presenta fronteras modernas, ejercicio siempre muy peligroso dada la relación irracional
que los Estados tienen con la percepción del propio territorio. En esos casos, el mapa puede
manifestar la negación de algunos pueblos. Es el caso de un cartógrafo profesional que,
declarando su "pasión por el mundo de los mapas y los viajes virtuales", escribió: "La
representación de las fronteras se nos presenta como un eterno rompecabezas. Más aun teniendo
en cuenta que siempre existe el deseo de borrarlas, de modificarlas... Cuando debo dibujar un
mapa de África, por ejemplo, al tener que marcar las fronteras experimento la sensación de
agredir y herir a las poblaciones. Esas líneas aparecen luego sobre el mapa como desagradables
cicatrices".
Pensar que existen representaciones "oficiales", aceptadas por todos, de los límites políticos del
mundo, es una ilusión que los cartógrafos deben empeñarse en destruir. ¿Cuál sería el mapa
correcto, que brinde una visión "garantizada" de un país? Encontrar la expresión cartográfica
pertinente es un desafío. Cada uno tiene su verdad y sus argumentos, pero no existen "reglas" ni
"autoridades" que brinden soluciones fáciles. Lo único que permite decidir son ciertas
construcciones intelectuales más o menos cuestionables, inspiradas en la cultura, en la historia y
en la geografía, de las que se apropian los productores de mapas, incluidos los Estados y hasta la
ONU, que a menudo se halla entre varios fuegos, pero que sigue siendo la institución más legítima
para proponer soluciones justas.
Por otra parte, la ONU publicó un grueso y complejo manual que pretende ser exhaustivo; un
verdadero catálogo de recomendaciones para la representación cartográfica de los territorios. Allí
se especifica, por ejemplo, que el Sahara Occidental (ex español) debe aparecer separado de
Marruecos por una línea plena. Indignado, un profesor de la Universidad de Rabat nos escribió: "La
mejor cartografía del mundo no puede negar con un trazo (ni siquiera de puntos) la lucha del
pueblo marroquí para completar su unidad territorial. Un desacuerdo con una parte de la
población de un país no significa la separación ‐con o sin mapa‐ de su entidad. Cuando ustedes se
enojan con los vascos o con los bretones, no por ello trazan fronteras entre esas regiones y el
resto de Francia".
El mapa constituye además, y sobre todo, una imagen cuya creación y realización están
íntimamente vinculadas con el arte. O más precisamente, se sitúa "en la confluencia de las ciencias
exactas y del arte" como escribió Jean‐Claude Groshens 7. El mapa no es totalmente arte ni
totalmente ciencia: tiene que ver con el primero como obra compuesta por movimientos, colores
y formas, y con la segunda, por sus datos cuantitativos y cualitativos.
Uno se maravilla ante esas obras maestras de precisión y de elegancia realizadas por los antiguos
cartógrafos, al punto de olvidar su verdadera función política: ofrecer al monarca la
representación del territorio sobre el que posee autoridad, para garantizar su defensa y
administración. ¿Cuántos años se necesitaban para producir esos mapas llenos de angelotes
tocando la trompeta, galeones y carabelas sobre los que soplan vientos mofletudos, surcando los
océanos entre Neptunos y sirenas que emergen de las aguas? Hoy miramos con ternura el torpe
dibujo de los continentes, hechos sin las observaciones de satélites y de proporciones a menudo
inexactas, pero de formas sorprendentemente precisas.
Evidentemente, el cartógrafo contemporáneo dispone de mayores ventajas para elaborar su
propio sistema de representación. Se inspira a menudo de la semiología gráfica 8, jerarquiza los
objetos en tres niveles fundamentales (la línea, el punto y el plano) 9 y completa la representación
del mundo buscando una armonía y un equilibrio entre todos los elementos que conforman el
mapa. Su exploración artística le confiere el formidable poder de dar una personalidad al
documento cartográfico que elabora, pero también de influir en su interpretación.
El lector, programado para interpretar los colores según su medio cultural e ignorante de su
relatividad, espera, por ejemplo, que un fenómeno amenazador sea representado por un tinte
dramático. Dos o tres generaciones de alumnos conservan en el recuerdo los colores cartográficos
de la Guerra Fría: el rojo para los malos y el azul para los buenos: "un azul tranquilo y pacífico que ‐
según Michel Pastoureau‐ es el color preferido de todos los países occidentales, pues no agrede ni
transgrede nada" 10. Y sin embargo, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) no
tiene nada de particularmente pacífico.
El verde no simboliza lo mismo en Noruega (donde representa la protección de la naturaleza), que
en Arabia Saudita (evoca el islam) o en Irlanda, donde el color nacional sirve para reunir al pueblo
más allá de las fronteras. Un análisis minucioso de los mapas de África producidos en Europa
muestra una utilización masiva del amarillo ocre suave y de verde oscuro, simbolizando la sabana
seca y polvorienta y la selva ecuatorial densa e impenetrable... Sin embargo, una breve visita a los
mercados de Uagadugú o de Bamako alcanza para ver la verdadera gama de colores de África.
"Hay algo que no funciona; los mapas son verdaderamente pálidos, lívidos incluso. Parece que
estuvieran enfermos", nos manifestó un profesor chadiano, que se veía obligado a enseñar con
manuales importados de Francia.
¿Entonces, la cartografía utiliza el arte para embellecer el mundo... o para afearlo? Para mostrar
más claramente lo bueno y lo malo, el cartógrafo utiliza el trazo grueso, como Paul Klee o Jean
Miró; superpone las líneas, como Jasper Johns y Vassily Kandinsky; exagera los movimientos, como
Lyonel Feininger y Pablo Picasso; manipula los colores, como Johannes Itten, Josef Albers y Liubov
Popova; dramatiza el tema con juegos de luces y sombras, como Edward Hopper o Kazimir
Malevitch...
El mapa es, por lo tanto, una obra de arte, en la medida en que no se limita a miniaturizar el
territorio, sino que expresa además la sensibilidad de los pueblos, la percepción que tienen de las
sociedades humanas y de su modo de organización espacial. En esa red de interactividad, el
cartógrafo pretende ser a la vez testigo y actor. Se vuelve sucesivamente observador, economista,
demógrafo, geomorfólogo y por último cartógrafo... y artista. Para construir sus "mundos", o más
bien para inventarlos. El cartógrafo imagina y dibuja un sutil cocktail, mezclando el mundo tal
como lo ve con el mundo tal como quisiera que fuera.
Agence France Presse (AFP), 29‐11‐04.
El director ejecutivo del PNUE, en una nota verbal dirigida a la misión permanente iraní propuso,
para evitar complicaciones, designar el Golfo ROPME (Regional Organization for the Protection of
the Marine Environment) Sea Area...
www.mofat.go.kr/me/index.jsp y www.mofa.go.jp/index.html
AFP, 22‐11‐02.
Esa serie de frescos gigantes fue concebida por el fraile y cartógrafo italiano Ignazio Danti (1537‐
1586) por orden del papa Gregorio XIII. Ver Lucio Gambi, The Gallery of Maps in Vatican, George
Braziller Incorporation, Nueva York, 1997.
Gérard Vindt, Le Planisphère d'Alberto Cantino, Lisbonne 1502, Autrement, París, 1998.
Catálogo de la exposición "Cartes et figures de la Terre", Centro Georges Pompidou, París, 1980.
Jacques Bertin publicó en 1967 en la editorial Gauthier‐Villars un tratado sobre la comunicación
gráfica titulado La Sémiologie graphique, verdadera biblia de los cartógrafos en todo el mundo.
En 1926, cuando era profesor en la Bauhaus, Vassily Kandinsky publicó Point et ligne sur plan
(reeditado por Gallimard, colección "Folio Essais", París, 1991). Allí describe la actitud artística del
pintor, que presenta sorprendentes similitudes con la del cartógrafo.
Michel Pastoureau, Dictionnaire des couleurs de notre temps, Bonneton, París, 1999, citado por
Jean‐Paul Bord, "Cartographie, géographie et propagande: de quelques cas dans l´Europe de
l´après‐guerre", Vingtième Siècle, Presses de Sciences Po, París, octubre‐diciembre 2003. El
artículo compara dos mapas publicados bajo el mismo título por Time en 1952, y por el Atlas de Le
Monde diplomatique en 2003.